La Lectura Necesaria
La Lectura Necesaria
La Lectura Necesaria
Si dejamos aparte las obras impresas que son objeto de acercamientos de carcter
utilitario manuales de enseanza, diccionarios, enciclopedias, libros tcnicos y otras
clases anlogas, es evidente que las consideraciones acerca de la actividad lectora y de
los ndices de lectura en un pas, as como la valoracin sociolgica y cultural de esa
actividad, se refieren siempre a lo que, de un modo muy general, entendemos como
obras literarias: narraciones de ficcin, poesa, ensayo, biografas, teatro... Cuando en
una encuesta se pregunta a alguien por su aficin a la lectura, no se trata de saber si
frecuenta el peridico o el manual de instrucciones de la lavadora, sino si lee algo que,
con mayor o menor enjundia, pertenece al mbito de lo que convencionalmente
llamamos literatura. Las respuestas suelen ser desoladoras: cada da parece haber ms
personas ciegas para la lectura, es decir, con los sentidos obturados para ver y entender
el mundo.
Porque de eso se trata: lo primero que hace la literatura es dilatar nuestra retina, ampliar
nuestra capacidad de visin, mostrarnos mltiples maneras nuevas de contemplar las
cosas, sacarnos de nuestras casillas y acer-
carnos a otras formas de vida posibles, a otros modos de amar, de vivir, de sentir.
Gracias a la literatura, nuestro mundo mental se ensancha prodigiosamente. Los libros
nos permiten emigrar a otros lugares y a otros tiempos, conocer las experiencias, los
estados de nimo, los sueos, las venturas y desventuras en que se forjaron miles de
seres humanos reales o de ficcin de otros mbitos y tal vez de pocas remotas a los
que, salvando las barreras del tiempo y del espacio, podemos acercarnos como a viejos
amigos y maestros del vivir. No existe instrumento de comunicacin ni vnculo de
solidaridad ms formidable.
Y todo eso les ocurrir por haber padecido una errnea educacin de la sensibilidad. Tal
vez no vieron un solo libro en su casa cuando eran nios, ni tuvieron alrededor padres o
hermanos lectores a los que poder imitar colocando un libro ante los ojos, incluso antes
de saber leer. Sufrieron despus unos sistemas de enseanza arcaicos, que no
desarrollaron en ellos el gusto y el entusiasmo por la lectura; acaso leyeron algo para
cumplir una enojosa obligacin escolar, y padecieron el aprendizaje de la literatura
como una aburrida memorizacin de nombres y ttulos. Concluido el trmite, aquello
pas al olvido. Y as hemos llegado a la situacin actual, con una inmensa mayora de
jvenes en torno a los dieciocho aos que ni leen apenas ni, adems, son capaces de
entender correctamente textos de mediano nivel. La escasa competencia idiomtica, el
exiguo repertorio lxico de estos nuevos espaoles hace que cualquier lectura se
convierta en un esfuerzo considerable; para muchos, casi en un suplicio. Quien no
quiera ver dnde se encuentran las races del mal obra de mala fe o es tambin ciego
incurable.