La Responsabilidad Social de La Iglesia - Samuel Escobar
La Responsabilidad Social de La Iglesia - Samuel Escobar
La Responsabilidad Social de La Iglesia - Samuel Escobar
ESCOBAR
El tema es vasto y mltiples sus facetas, pero debemos limitarnos debido al tiempo con que
contamos y a la naturaleza de este congreso. En consecuencia, son necesarias dos aclaraciones
en cuanto a la presente ponencia.
2. En segundo lugar, nos hemos propuesto presentar el tema dentro del contexto.
de la evangelizacin y referido a sta. Debido a ello slo podremos esbozar algunos
problemas y aspectos fundamentales. Sin embargo, es importante destacar que entre los
evanglicos existe un malentendido que contrapone evangelizacin y accin social, como
si una excluyera a la otra. Sostenemos que una evangelizacin que no toma nota de los
problemas sociales y que no anuncia la salvacin y el seoro de Cristo dentro del
contexto en que viven los que escuchan, es una evangelizacin defectuosa que traiciona
la enseanza bblica y no sigue el modelo propuesto por Cristo, quien enva al
evangelizador.
El descuido de los evanglicos frente al tema de la responsabilidad social se explica por razones
histricas. La mayora de nuestras iglesias provienen de misiones surgidas en el mundo
anglosajn desde el siglo pasado, con un notable incremento luego del fin de la I Guerra
Mundial.
1. En algunos casos la teologa o ms bien la mentalidad pietista de estas
misiones llev a concebir la vida cristiana como separada del mundo.
2. La hostilidad del ambiente catlico o semipagano agudiz esta "separacin".
De esta manera varias esferas de la vida de los creyentes quedaron desvinculadas de su fe. Por
otro lado, el rechazo del mundo signific una separacin de aspectos importantes de la cultura
de su pas.1
Pero quizs lo que afect ms nuestra actitud fue
3. la polmica entre fundamentalismo y modernismo desde comienzos de este
siglo, y el rechazo del fracasado "Evangelio Social". 2 Se lleg a identificar toda
preocupacin por los problemas sociales y polticos como intento de introducir "el
evangelio social", y al final se lleg al punto en que se disculparon la falta de compasin
y obediencia como actitudes de "defensa de la fe".
Como Carl F. H. Henry ha demostrado, esto era una corrupcin de la lucha evanglica por la
ortodoxia, una peligrosa tergiversacin de su intento original. Basta una cita para comprobarlo.
En el ltimo tomo de la famosa coleccin de libros The Fundamentals "libros que jugaron un
papel muy importante en la lucha contra el modernismo el Prof. Charles Erdman deca:
Un verdadero Evangelio de la gracia es inseparable de un Evangelio de las buenas obras.
No se pueden divorciar las doctrinas cristianas de los deberes cristianos. Con la misma
claridad con que define la relacin entre Cristo y el creyente, el Nuevo Testamento define la
relacin entre el creyente y los miembros de su familia, los vecinos en su comunidad y los
conciudadanos en su pas. Necesitamos poner un nfasis renovado, hoy en da, en las
enseanzas sociales del Evangelio y debemos hacerlo nosotros que aceptamos la totalidad
del Evangelio y no dejar que esas enseanzas las interpreten y apliquen solamente
aquellos que niegan lo esencial del cristianismo...
Y agregaba ms adelante:
Hay quienes se sienten muy cmodos con lo que consideran predicacin ortodoxa aunque
saben bien que sus riquezas provienen de negocios sucios y de la opresin del pueblo. La
supuesta ortodoxia de tal predicacin es probablemente defectuosa en sus afirmaciones
acerca de las enseanzas sociales del evangelio. Se puede ser un bandido y un pirata
social y todava creer en el nacimiento virginal y en la resurreccin de Jesucristo. 3
Estas son palabras escritas all por 1911, por un precursor del fundamentalismo bien
entendido.
As pues, las razones histricas explican nuestro descuido pero se impone una toma de
conciencia y una correccin. A pesar de ello hay otro sentido en el cual una mirada a la historia
nos har bien. En lo que se refiere a la dimensin social del testimonio cristiano ha habido un
retroceso paralelo al crecimiento de las iglesias. Los observadores no evanglicos que procuran
interpretar nuestra presencia en Amrica Latina han mostrado que los evanglicos tuvieron
inicialmente un impacto social. 4 Estuvieron, por ejemplo, a la vanguardia de la reforma agraria
en Bolivia; de la atencin hospitalaria en ciertas zonas como el rea andina; de la educacin
popular en Argentina, Per, Mxico o Cuba; de las libertades civiles y en particular la religiosa;
de la lucha a favor del indgena y sus derechos, y de varias causas ms.
Por un lado ciertas misiones tuvieron un inters definido en la labor social, estableciendo, por
ejemplo, colegios cuya fama e influencia son ya parte de la tradicin educativa de ciertos pa -
ses. Debiramos cuidarnos de la tentacin de arrojar la primera piedra cuando se trata de
juzgar esa tarea precursora. Por otro lado se puede observar que misiones que no tenan inters
en lo social terminaron por establecer instituciones de servicio abrumadas por la urgencia de
los problemas que confrontaban. Hasta podra decirse a veces que aun en misiones muy
conservadoras sobre este asunto, los misioneros de comienzos del siglo mostraron mayor
sensibilidad a las necesidades. Pareciera como si el crecimiento de las iglesias y
denominaciones hubiese concentrado la atencin en la maquinaria eclesistica misma,
cerrando los ojos ante las necesidades del mundo, acallando la compasin en un tpico proceso
de aburguesamiento.
Aunque sea una caricatura, creemos que es muy elocuente la sntesis que hizo un joven
evanglico de la situacin.
En el pasado nos han dicho que no nos preocupemos por cambiar la sociedad porque de lo
que se trata es de cambiar a los hombres. Los hombres nuevos cambiarn la sociedad. Pero
cuando los hombres nuevos empiezan a preocuparse por cambiar la sociedad se les dice
que no se preocupen, que el mundo siempre ha estado mal, que nosotros esperamos cielos
nuevos y tierra nueva y que este mundo est condenado a la destruccin para qu
intentar mejorarlo? Lo malo es que quienes esto ensean disfrutan muy tranquilos de todas
las ventajas que este mundo pasajero les ofrece y las defienden con pasin cuando
parecen en peligro.
Sin duda que en este Congreso voces autorizadas destacarn los diversos aspectos de la misin
evangelizadora de la Iglesia, su urgencia y sus consecuencias. Sin embargo, a riesgo de
despertar controversias y siguiendo a la teologa evanglica, debemos afirmar que la
evangelizacin es una de las tareas de la Iglesia, que no es la nica tarea de la Iglesia y que no
termina en la proclamacin. La comprensin de la evangelizacin como tarea central no debiera
llevarnos a cerrar los ojos a las otras tareas urgentes: la enseanza de "todo el consejo de Dios"
tendiente a que los creyentes progresen hacia la "madurez en Cristo"; el culto corporativo como
expresin de la comunin en Cristo; el servicio mutuo y el cultivo de aquel tipo de relacin que
hace de la comunidad cristiana una expresin visible de la accin del Espritu en las vidas de los
hombres. Es decir:
marturia,
koinonia
y diacona.
La Iglesia es ms que una proclamadora, hbil en la comunicacin de contenidos mentales: es
la expresin visible de la verdad que proclama.
En el Nuevo Testamento la evangelizacin no parece haber sido nunca una "cuestin debatida".
Es decir, no se encuentra a los apstoles instando, exhortando, regaando, planeando y
organizando programas evangelsticos. En la iglesia apostlica la evangelizacin era algo que
se daba por sentado, y funcionaba sin tcnicas ni programas especiales. Simplemente suced-
a... Brotando sin esfuerzo de la comunidad de los creyentes como la luz brota del sol, era
automtica, espontnea, continua, contagiosa...San Pablo no exhortaba repentinamente a sus
iglesias a suscribirse para la propagacin de la fe; le interesaba mucho ms explicarles qu es
la fe, y cmo deben practicarla y guardarla..." 5
Resulta evidente la artificialidad de ensear tcnicas de comunicacin del mensaje
desvinculadas de un nfasis primero en la vida del cristianismo y el testimonio total de la
comunidad cristiana. Y ese testimonio de la comunidad cristiana no se da en el aire, se da en el
mundo, en barrios concretos, de ciudades concretas, de sociedades concretas. Se da no a
hombres en abstracto, sino a hombres de carne y hueso que viven dentro de determinadas
estructuras sociales, que sufren, gozan, se ilusionan y se desilusionan, luchan y esperan.
En cuanto estudiamos el Nuevo Testamento a la luz de su contexto social percibimos la forma
en que los autores apostlicos son perfectamente conscientes del mundo en que viven y son
bastante precisos en su enseanza sobre cmo vivir la fe dentro de las realidades y las
instituciones de ese mundo. Los pasajes didcticos del Nuevo Testamento cuando no se ocupan
de la exposicin teolgica se ocupan en gran medida de las obligaciones y relaciones sociales
de los creyentes. Mucho menos atencin dedican, por ejemplo, a los deberes religiosos o al
ejercicio de la piedad.6
Esta es la verdad maravillosa de la encarnacin. Dios se hizo hombre. El Verbo se hizo carne y
habit entre nosotros. Jess no cumpli su misin desde lejos. Lo vemos como un nio que nace
y crece. Como un hombre que vive las peripecias de miembro de una clase social desfavorecida
en un pas colonizado y explotado. No se trata de un dios disfrazado para hacernos creer que es
hombre. El mismo Juan que pone nfasis en su deidad nos describe la realidad de su
humanidad. No sera posible su tarea redentora sin esta identificacin, este vivir como hombre
en medio de los hombres. Amigo de publicanos y pecadores, los recibe, come con ellos, sin
intentar defenderse de las consiguientes acusaciones. Es este el Seor que nos env a. Y es as-
como nos enva.
Enviados por l somos tambin hombres en medio de los hombres. Vivimos en una sociedad
determinada, sometidos a las leyes humanas, a las contingencias y peripecias a que estn
sometidos todos nuestros conciudadanos terrenales. Aunque la verdad es que tenemos que
admitir que hemos cedido muchas veces a la tentacin de separarnos de nuestra sociedad y no
identificarnos con ella. Todava no existe un monasterio protestante en Amrica Latina, pero la
mentalidad de monasterio s existe. Hay quienes suean con formar "barrios evanglicos" o
sistemas de educacin en los que desde la cuna hasta la tumba el hijo de creyentes sea
protegido del mundo. Deca el pastor Stott:
Intentemos, por tanto, bosquejar algunas consecuencias del mandato del Seor relacionadas
con nuestra responsabilidad social.
1. La Iglesia es un grupo social. El hecho de que es el pueblo de Dios no quita que
sea un grupo compuesto de seres humanos, que adopta formas de conducta social y
estructuras de relacin como las del medio en que vive. Las iglesias pueden por ello convertirse
en iglesias de blancos con teologa segregacionista, iglesias de clase media con mentalidad y
hbitos burgueses. Por ello tambin pueden convertirse en grupos de presin dentro de la
sociedad manipulados para fines polticos. Por ello tambin pueden convertirse en una especie
de "quistes" extraos al cuerpo social en que viven, difundiendo una cultura, formas de vestir o
de divertirse extraas a su medio ambiente. Este es un peligro que va ligado al hecho de que
seguimos siendo hombres entre los hombres.
Hay que tomar conciencia de l precisamente para combatirlo. Hay que aprender a distinguir
entre lo que es bblico y fundamental y aquello que es slo reflejo de la realidad social y
cultural. Precisamente el nfasis en lo que es esencial en el llamado y misin de la Iglesia es el
correctivo contra el condicionamiento sociolgico, pero hay que reconocer que ste existe.
En la evangelizacin esto significa que percibimos que los hombres y mujeres que escuchan
nuestros mensajes no tienen obligacin de entender esos discursos copiados a Spurgeon,
Moody o Meyer. Estos grandes predicadores fueron grandes precisamente porque respondieron
a la realidad de su tiempo. Copiarlos servilmente es desfigurarlos. Quien haya ledo
atentamente libros de ilustraciones queda sorprendido por la cantidad de alusiones a Lincoln,
Franklin, Washington o los reyes de Inglaterra. Para el evangelizador hurgar en nuestro pasado
y en nuestra cultura de hoy es tarea urgente, es responsabilidad social y evanglica. Hablando
de la aplicacin de este principio al misionero, Eugenio Nida ha dicho:
Hubo un momento en Amrica Latina en que se pens que las clases media ten an un papel
clave para el futuro. El curso de los acontecimientos ha producido un desengao en este
sentido. Por un lado la clase media es un sector no muy grande de la poblacin: 13% en Bolivia,
15% en Brasil, 39, 7% en la Argentina, 31% en Uruguay. Por otro lado ha optado por un camino
de dependencia mental y estructural de las oligarquas a tal punto que un observador otrora
entusiasta (1955) del papel de la clase media escribe menos de una dcada despus (1964):
"La clase media es cada vez menos un factor de cambio social y entra a formar parte de la
vasta parasitologa latinoamericana".11 Sern otros los grupos o clases sociales que promovern
el cambio. Y precisamente a ellos no est alcanzando el mensaje del Evangelio. Por qu?
Predicamos un mensaje que llama a los hombres al arrepentimiento y a la nueva vida en Cristo.
Nuestros sermones y tratados piden a los borrachos que dejen el alcohol, a los ladrones y
delincuentes que dejen la mala senda, a los hijos desobedientes que respeten a sus padres.
Prometemos a los neurticos que encontrarn paz espiritual y a los desequilibrados psquicos
que hallarn la fuente de la tranquilidad. Y qu dice nuestro mensaje a los explotadores de los
indios, a los capitalistas abusivos, a los policas venales y corruptos, a los polticos sucios? De
qu se tienen que arrepentir los "bueno muchachos" (es decir los "jvenes ricos") de nuestras
iglesias? No es un pecado, o la manifestacin del pecado, esa indiferencia cmoda ante el
sufrimiento de las masas de nuestro continente o de ciertos sectores olvidados? Se han puesto
de moda los "desayunos presidenciales" y las reuniones con autoridades. Han alzado alguna
vez los evanglicos una voz proftica en ellos? No estamos ms bien procurando granjearnos
las riquezas y privilegios de corazones no arrepentidos entre los poderosos, garantizndoles
que el Evangelio producir obreros que no hagan huelga, estudiantes que canten coritos en vez
de pintar paredes con lemas de lucha social, guardianes de la paz al precio de la injusticia? No
nos extrae entonces que aquellos corazones sensibles al dolor de nuestro pueblo, a la miseria,
a la injusticia, en vez de ser agitados por el mensaje revolucionario de Cristo que cambia el
corazn ms negro, se vayan tras los agitadores de cualquier ideologa de moda. No nos
extrae entonces que en ciertos pases tantos jvenes evanglicos se hayan hecho guerrilleros
y no quieran saber nada ms con la Iglesia. Sobre quien caer la sangre de ellos?
Con todo esto no queremos decir que sea pecado pertenecer a la clase media. Queremos decir
que el mensaje de Cristo no puede ser reducido a las preferencias, conveniencias e intereses de
la clase media. Nuestra "encarnacin" en la totalidad de la sociedad latinoamericana nos
llevar a sentir el inconformismo de los estudiantes, el ansia de justicia y pan de los
campesinos y obreros, el anti-americanismo de las lites cultas. Porque por todos stos tambin
muri Cristo, porque no podemos admitir que estn "sociolgicamente predestinados" a no o r
el Evangelio.
Al predicar, Juan el Bautista (Lucas 3:8-14) exiga evidencias del arrepentimiento antes del
bautismo: "Prtense de tal modo que se vea claramente que han cambiado de actitud..." , y
luego era muy concreto en cuanto a lo que cada cual deba hacer. A unos militares interesados
les dijo algo que sonara muy adecuado a nuestro tiempo: "No le quiten nada a nadie, ni por
amenazas ni acusndolo de lo que no ha hecho; y confrmense con su sueldo". El Seor Jess
fue igualmente concreto en sus demandas a aquellos a quienes llamaba. Las epstolas son
notablemente claras tambin. Santiago es muy preciso en sus indicaciones a esa incipiente
clase media a la que dirigi su epstola. Qu abstractas suenan a veces nuestras versiones del
Evangelio!
"El Hijo del Hombre no vino para ser servido, sino para servir y para dar su vida en rescate por
muchos" (Mateo 20:27). El amor de Dios no se conoce slo en la encarnacin de Cristo, en su
venida a morar entre los hombres. Su obra aqu termina en la cruz, en el sacrificio expiatorio
para la salvacin del hombre pecador. Esto tambin es parte central del Evangelio. El camino de
la exaltacin que da a Cristo el Seoro final pasa por la humillacin y el sacrificio de la cruz.
Hay un camino semejante para el discpulo de Cristo, para el enviado como Cristo. "En esto
hemos conocido el amor, en que l puso su vida por nosotros; tambin nosotros debemos poner
nuestras vidas por los hermanos. Pero el que tiene bienes de este mundo y ve a su hermano
tener necesidad y cierra contra l su corazn, cmo mora el amor de Dios en l?" (1 Juan 3:16-
17). Sobre esto comenta Stott en Berln:
...desde luego que la muerte vicaria de Jess en su significado expiatorio fue algo
absoluto y nico. Sin embargo, hay un sentido secundario en el que nosotros
tambin somos invitados a morir en favor de la misma gente que queremos servir.
No es hasta que el grano muere que lleva fruto...Hemos de estar dispuestos a
ofrecer nuestras vidas a los dems, no slo en martirio, sino tambin en un
servicio de sacrificio y negacin...12
Es interesante que el contexto en el que Jess define su vida como una misin de servicio que
culmina en la muerte sea un contexto referido al poder y el prestigio. Algunos ven a la Iglesia
como una potencia poltica o quieren transformarla en ello. Es una tentacin antigua y hemos
de estar en guardia contra ella.
Esta misma tentacin ha llevado a veces a los evanglicos a "hacerle el juego" a la derecha
oligrquica. En ciertos pases la Iglesia de Roma tiene sectores izquierdistas muy activos. Ello
los est poniendo en abierta oposicin con regmenes conservadores, que en algunos casos han
llegado a la abierta ruptura. Tales regmenes en su deseo de probar que son "occidentales y
cristianos" empiezan entonces a cortejar a los evanglicos, a mandar generales o funcionarios a
los cultos, a ofrecer ventajas a los otrora despreciados protestantes. Los evanglicos no
debieran dejarse manejar ni prestarse a juegos polticos de este tipo. Pero a veces la
ingenuidad o el deseo de prestigio los llevan a un regocijo indiscriminado ante tales
"aperturas". Otras veces es ese infantil anticomunismo que lleva a cerrar los ojos ante la
miseria y la injusticia, y a sospechar de todo el que habla de cambios.
El camino de Cristo es el del servicio. Su muerte nos lleva tambin a la muerte a quienes
creemos en l. A la muerte y a la nueva vida (Romanos 6:1-14; Colosenses 2:9-23; Glatas
2:20). Esa nueva vida significa una actitud nueva ante Dios y el prjimo, una nueva manera de
ver las cosas. El hombre salvado ha empezado a vivir una nueva vida que no es ms la de un
"hombre lobo del hombre", egosta e interesado en su propia felicidad, su propio bienestar, su
propia "salvacin". Tenemos que profundizar ms en la dimensin total del cambio que Cristo
opera. Nuestro Evangelio es falso si da a entender que, luego del encuentro con Cristo y la
conversin, el propietario sigue haciendo lo que le da la gana con su propiedad, el capitalista
deja de fumar o ser adltero pero sigue explotando a sus obreros, el polic a reparte nuevos
testamentos en el cuartel pero sigue torturando a los presos para arrancar confesiones, los
jvenes revoltosos se convierten en buenos chicos que terminan pronto su carrera para poder
casarse y dar su diezmo, para que la Iglesia pueda edificar un templo lujoso con aire
acondicionado, alfombras y cortinas de terciopelo.
Cristo no vino a predicar una revolucin armada para romper las estructuras injustas. Pero
esperaba de sus discpulos una conducta revolucionaria caracterizada por el espritu de servicio
y sacrificio. Tal cosa slo es posible si el hombre permite que Dios lo cambie, si se convierte. No
convirtamos el Evangelio en un mtodo para "ser feliz y vivir sin preocupaciones" .
El servicio en sentido cristiano tiene casi siempre carcter sacrificial. No se trata de esperar a
que nos sobre para dar. Se trata de dar la vida misma, lo que es parte de uno, "gastarse" en
trminos paulinos. Y se trata de un dar inteligente, de un servicio a la medida de las propias
posibilidades y de las necesidades. Ha llegado la hora de que los evanglicos estudian
cooperativamente las necesidades en su pas y luego hagan inventario de sus recursos y de
cmo unirlos para servir mejor. Este carcter sacrificial e inteligente del servicio es parte de la
madurez espiritual a la que hay que aspirar. Las nuevas generaciones evanglicas deben ser
desafiadas en sus iglesias a darse a una vida de servicio, a recordar que mucho han recibido y
mucho se les demandar. Esto significa que una parte importante de la "preparacin" y
"entrenamiento" de nuestra juventud, para la vida cristiana, ser conocer las necesidades de su
propio pas a las que ellos pueden acudir con el apoyo de sus congregaciones, o en una
seleccin adecuada del lugar donde ejercitarn su profesin u oficio.
El servicio no siempre tiene el carcter "asistencial" a que hasta aqu hemos hecho referencia.
Campos como el de la informacin, el periodismo, la interpretacin de las noticias, la actividad
editorial, la docencia universitaria, no han sido adecuadamente explorados por los evanglicos
como campos de servicio. El orientarse slo hacia carreras que son econmicamente ventajosas
(actitud muy burguesa, por cierto) ha impedido que se vea una contribucin creadora de los
evanglicos en tales campos. Slo un espritu de servicio puede orientar vocaciones hacia esas
labores.
3. Dimensin social del servicio. Hay dos conceptos bsicos que deben ser ventilados a este
respecto.
En primer lugar el hecho de que vivimos en una sociedad ms compleja, mucho
ms poblada y radicalmente diferente de la sociedad en que vivieron Jess y
los apstoles, o de la del Antiguo Testamento. Nuestra interpretacin de la
Escritura entonces tiene que tomar en cuenta esa diferencia y entender lo que significa
la obediencia a la Palabra en el contexto latinoamericano de hoy. Esto quiere decir que
hoy en da, "dar de comer al hambriento" puede significar no slo dar un pan a un
mendigo sino tambin introducir tcnicas modernas de cultivo del trigo en una
comunidad campesina de los Andes. Quiere decir que "dar un vaso de agua" puede
significar para un grupo de universitarios evanglicos instalar un pozo artesiano o un
sistema de riego en un pueblo de la selva del Brasil. Esto quiere decir tambin que en la
Biblia no estn las respuestas particulares para los complejos problemas de una sociedad
industrial o pre-industrial como las nuestras. Parte del servicio cristiano puede ser
precisamente explorar las posibilidades que la tcnica y la ciencia van poniendo a
nuestra disposicin. Poner los adelantos tcnicos en manos de los necesitados es
tambin una forma de servicio cristiano, por qu no?
El servicio cristiano implica tambin, entonces, actividades cuyo fin es influir sobre la condicin
y el comportamiento del hombre estructurando su medio ambiente. 15 Estas van desde el voto
consciente del ciudadano corriente hasta la participacin en la accin social y poltica. La
contribucin especficamente evanglica sera el espritu de servicio con que se da tal
participacin. La poltica latinoamericana necesita una buena dosis de ese espritu. Cuando las
circunstancias lo demandan, la participacin inteligente puede implicar tambin una accin
revolucionaria en lo poltico. Si esta palabra y esta idea nos resulta repelente y sorpresiva,
debemos preguntarnos qu posicin habra correspondido a los evanglicos en las guerras de
nuestra independencia? quin de nosotros hubiera preferido el status quo colonial?
...tres canales de comunicacin estn abiertos al Evangelio: "lo que hemos odo",
sugiere la comunicacin audible; "lo que hemos visto" sugiere la comunicacin
visible; "lo que hemos contemplado y palparon nuestras manos del Verbo de vida"
sugiere lo que podramos llamar la comunicacin tangible del Evangelio.16
Si somos de Cristo, tenemos el Espritu de servicio de Cristo, hemos dejado de ser egostas,
"lobos del hombre". Nuestra nueva actitud es la evidencia de nuestra experiencia espiritual. Por
ello resulta ociosa la discusin de si debemos evangelizar o promover la accin social. Ambas
cosas van unidas. Son inseparables. Una sin la otra son evidencia de defecto en la vida
cristiana. Por ello resulta ocioso y hasta "jesutico" intentar justificar nuestras empresas de
servicio al prjimo alegando que "nos sirven" para la evangelizacin. Dios est igualmente
interesado en nuestro servicio y en nuestra tarea evangelizadora. No tengamos mala
conciencia por nuestras escuelas, hospicios, centros asistenciales, centros de estudio, etc. Si en
ellas evangelizamos, en buena hora! Pero no las usemos como medio de coaccin para
implantar el Evangelio. No hace falta. Por s solas son expresin de madurez cristiana.
Pero entonces se nos plantea la pregunta acerca de la validez que tiene el luchar por establecer
un mundo mejor si sabemos que este mundo est condenado a la destruccin. Con el Nuevo
Testamento afirmamos inequvocamente que esperamos cielos nuevos y tierra nueva, que el
Reino de Dios no es una utopa que el hombre construir por su propio esfuerzo. Cristo lo
establecer al volver triunfante. Pero ese Reino no es slo algo futuro. La victoria de Cristo ha
sido ya ganada en la resurreccin y la cruz; l triunf sobre la muerte. La manifestacin final y
total del Seoro de Cristo y el Reino de Dios es lo que anhelamos y esperamos: "Venga tu
Reino" . Pero los que as confesamos nuestra esperanza somos ya testigos de la accin de su
poder en nuestras vidas, ya hemos resucitado con Cristo, ya anhelamos hacer cada d a la
voluntad de Dios, como esperamos que un da se haga en toda la tierra, en toda la creacin
redimida. (1 Corintios 15; Efesios 1:15-2:10; Colosenses 3; 1 Pedro 1:3-5).
No se puede negar que la esperanza escatolgica llena las pginas del Nuevo Testamento.
Tampoco se puede negar que las exhortaciones a una conducta social diferente y elevada en la
relacin con el prjimo son tambin una constante del Nuevo Testamento. Slo podemos
entender la dinmica de la esperanza cristiana si relacionamos esos dos elementos. La
obediencia a las demandas ticas, en lo individual y social, del Nuevo Testamento es por fuerza
sal y luz que hace un mundo menos malo. Ya hemos visto que esta obediencia es imperativa,
no es optativa. Cristo es Seor, no se puede tenerlo slo como Salvador. Pero con todo no
creemos que la evangelizacin del mundo o nuestro testimonio cristiano van a establecer el
Reino de Dios sobre la tierra. Eso lo establecer Cristo a su tiempo. La garant a de ese triunfo
final es la victoria de la resurreccin en la que creemos porque si no seramos los ms
miserables de todos los hombres. Las consecuencias de esto para nuestra responsabilidad
social son decisivas.
1. La dinmica de la nueva vida. Es el poder de Dios manifestado en la resurreccin el que
nos da a nosotros la nueva vida que hemos descrito como vida de servicio y obediencia a
Cristo. Es obra de Dios, no humana (Romanos 8:11). Las tremendas demandas del discipulado
slo Dios puede realizarlas en nosotros por su Espritu. Es esa potencia de Dios la que nos hace
elevarnos por encima de todo condicionamiento sociolgico. Es ese poder de Dios el que nos
hace recorrer la segunda milla. Slo en la continua dependencia de l es que podemos vivir en
el mundo sin ser del mundo.
El correctivo bblico de esta actitud lo tenemos en la clara enseanza del apstol Pablo de que
creer en la venida del Seor y su inminencia no lleva a andar desordenadamente, sino a
cumplir con las exigencias del Evangelio (2 Tesalonicenses 3:6-15). "Que todos les conozcan a
ustedes como personas bondadosas. El Seor est cerca" (Filipenses 4:5 V. Popular).
3. Presencia del Reino y espera del Reino. Los ciudadanos del cielo vivimos dentro de
reinos terrenales, con sus estructuras sociales en las cuales muchas veces advertimos
claramente la influencia satnica. Sin embargo, proclamamos que Cristo es Seor: aunque por
ahora slo algunos lo reconocen como tal, su seoro es un hecho que pronto todos vern. Este
mismo Seor nos ensea a respetar a las autoridades terrenales de los reinos en que vivimos y
a demostrar, en nuestra conducta para con ellos, quin es nuestro verdadero Seor. Aceptamos
el estado y la estructura social como parte de la provisin de Dios para que el hombre pueda
todava vivir sobre la tierra mientras dura el tiempo de "la paciencia de Dios". Pero nuestra
aceptacin no es incondicional porque si el Csar pide lo que es de Dios no se lo daremos.
Sabemos tambin que es Dios quien quita y pone reyes y gobernantes, y que toda esta
estructura es provisional.
Lo definitivo vendr con Cristo al fin, pero ya est presente aqu precisamente con la presencia
de aquellos que son de l. El estado que es provisional castiga al que hace lo malo (Romano
13:4). El ciudadano del Reino de Dios no devuelve mal por mal (Romanos 12:17). Esto, por
ejemplo, unido a todos los deberes ticos, personales y sociales que el Nuevo Testamento
ensea, es una seal de que hay un Reino diferente que viene. Los que esperan ese Reino lo
demuestran con su conducta. El creyente no espera establecer el Reino de Dios, espera la
manifestacin final de ese Reino que ya es una realidad. Precisamente por eso su conducta es
tan diferente, tan "revolucionaria" .
El autor quiere expresar aqu su opinin de que los evanglicos latinoamericanos estn mejor
capacitados que nadie para juzgar con objetividad nuestro presente poltico, si toman
conciencia de las consecuencias de su fe. Sin apegarse idoltricamente ni al conservadorismo
ni a cualquier revolucin, puede el cristiano contribuir a determinar con claridad lo que hace
falta cambiar y lo que hay que conservar. Porque Amrica Latina debe buscar su propio camino
con realismo y dignidad.
Porque su servicio es obediencia a Dios, porque en su vida de servicio tiene el auxilio del Esp -
ritu Santo, y porque espera gozoso el Reino de Dios en su manifestacin final, sin temor al
futuro dentro de estas estructuras provisionales, el evanglico puede colaborar con entusiasmo
en las tareas para mejorar su pas, y all, en medio de los hombres anunciar al Seor que lo ha
salvado. La otra alternativa es que los evanglicos se limiten simplemente a predicar una
religin diferente a la oficial. Hay millones de latinoamericanos que todava no han conocido ni
el amor ni el poder transformador de Cristo. En estas tierras nunca ha habido una mayora de
cristianos. La indiferencia de unos y el abierto rechazo de otros muestra que "podramos decir
que Amrica Latina conoce demasiado bien las debilidades de los cristianos pero ignora a
Jesucristo".20 Permita Dios que asumamos nuestras responsabilidades y que como resultado de
este Congreso millones de latinoamericanos dejen de ignorar a Jesucristo.
CONCLUSIONES:
Sinteticemos nuestra ponencia:
Notas:
1 No es posible en el espacio disponible discutir el tema del "mundo" contrastando la enseanza b blica con la
desfiguracin monstica. Un estudio de 1 Corintios 5:9-11, y una distincin de los diferentes sentidos que la palabra
"mundo" tiene en la Escritura ayudarn mucho en este sentido.
2 Ver Carl F. H. Henry, Evangelical Responsibility in Contemporary Theology, Eerdmans, Michigan, 1957. Puede verse
tambin Samuel Escobar, Somos fundamentalistas?, en la revista Pensamiento Cristiano, Ao XIII.
3 "The Church and Socialism" por Charles R. Erdman, en The Fundamentals, Vol. XII, Chicago, 1911, p. 118.
4 Ver, por ejemplo, los testimonios reunidos por Jorge P. Howard en Libertad Religiosa en la Amrica Latina?
5 Richard Halverson, Mtodos de Evangelismo Personal, versin castellana difundida por la revistaPensamiento
Cristiano, setiembre de 1967, y luego publicada como folleto con el ttulo Evangelizar y Vivir, Ed. Certeza, Buenos
Aires, 1968. pp. 1-3. El autor en parte cita a Roland Allen.
6 Estas son las conclusiones del excelente trabajo de E. A. Judge The Social Pattern of Christian Groups in the First
Century, Tyndale Press, Londres, 1960.
7 Versin castellana difundida por la revista Pensamiento Cristiano, marzo de 1967, pp. 67-68.
8 Ibid., p. 69
9 Eugenio A. Nida, La estructura de la sociedad latinoamericana y la extensin del Evangelio, artculo
en Cuadernos Teolgicos numero 38, abril de 1961, p. 137.
10 Dos grupos protestantes no caeran dentro de esta descripcin: los de inmigracin (luteranos, valdenses) en
ciertas reas, y los pentecostales. No entraremos en distinciones. Puede consultarse el vasto trabajo de
investigacin El refugio de las masas, Christian Lalive DEpinay, Ed. del Pacfico, Santiago de Chile, 1968.
11 Vctor Alba, Parsitos, Mitos y Sordomudos, CEDS, Mxico 1964. El autor es especialista en problemas polticos de
Amrica Latina.
12 Stott, op. cit., p. 68
13 Phillipe Maury discute lo que llama "tentacin pietista" y "tentacin catlica" en Cristianismo y pol-
tica, Methopress, Buenos Aires, 1964, cap. II.
14 Sobre la obra de los abolicionistas evanglicos y en general la accin social evanglica en el mundo britnico,
pueden verse dos valiosas obras: Saints and Society, Earle E. Cairns, Moody Press, Chicago, 1960, y Evangelicals in
Action, Kathleen Heasman, Geoffrey Bless, Londres, 1962.
15 La definicin es propuesta por Jaymes P. Morgan en su articulo Why Christian Social Concern?, Fuller Seminary
Theology News and Notes, diciembre de 1967.
16 Artculo difundido por la revista Pensamiento Cristiano, nmero 59, septiembre de 1968: Una apreciacin
apostlica del ministerio de Jesucristo por George B. Duncan.
17 Conviene destacar aqu que el criterio de mundanalidad que se aplica a la poltica no se aplica igualmente a los
negocios, por ejemplo, en los cuales los riesgos y la corrupcin abundan tambin. Vase el interesante artculo Pillos
en el negocio... Santos en la iglesia, por W.E. Sangster, en el cual se dan ilustraciones histricas de esta
inconsecuencia, Pensamiento Cristiano nmero 42, junio de 1964.
18 As por ejemplo, un reciente libro sobre los orgenes del movimiento de los Hermanos Libres (Plymouth Brethren),
seala como algunos de sus precursores, para actuar de acuerdo a su doctrina sobre la profeca y el mundo, se
deshicieron de sus fortunas. Esto fue practicado tanto por individuos como por congregaciones enteras. Ver The
Origins of the Brethren, Harold H. Rowdon, Pickering and Inglis, Londres, 1967, pp. 802-806.
19 Jacques Ellul, autor francs citado por C.F.H. Henry en Aspects of Christian Social Ethics,Eerdmans, Michigan,
1964, p. 96.
20 La frase pertenece al pastor Roberto E. Rios en La Novela y el Hombre Hispanoamericano, La Aurora, Buenos
Aires, 1969, p. 25. Sobre este mismo tema puede verse El Cristo de Iberoamrica,revista Certeza nmero 33, p. 10
y Ha pasado la hora del Cristianismo, revista Certeza nmero 35, pp. 72-77.