La Alimentacion en La America Precolombina y Colonial
La Alimentacion en La America Precolombina y Colonial
La Alimentacion en La America Precolombina y Colonial
ISBN: 978-84-00-08792-0
Directora
Secretario
Comit Editorial
Consejo Asesor
CSIC
Aylen Capparelli, Alexandre Chevalier, Raquel Piqu (coords.),
y de cada texto, su autor
NIPO: 472-08-028-4
ISBN: 978-84-00-08792-0
Depsito Legal: M-7125-2009
Impreso en: Estilo Estugraf Impresores, S.L.
Pol. Ind. Los Huertecillos - nave 13 - 28350 Ciempozuelos (Madrid)
Impreso en Espaa. Printed in Spain
Introduccin
Aylen Capparelli
Museo de Ciencias Naturales de La Plata, Universidad Nacional de la Plata
Alexandre Chevalier
Department of Anthropology, University of California, Berkeley
Raquel Piqu
Departament de Prehistria de la Universitat Autnoma de Barcelona
GASA (Grupo de Arqueologa Social Americana), Unidad Asociada CSIC
El volumen que hemos tenido el placer de compilar tiene como objetivo contri-
buir al conocimiento sobre la la variabilidad en los modos de alimentacin en las
sociedades americanas precolombinas y coloniales. Entendemos que las aproxi-
maciones a los estudios sobre la alimentacin deben partir de una perspectiva am-
plia e integradora. Difcilmente se la puede comprender al margen de los aspectos
tanto tcnicos como organizativos de los sistemas de subsistencia. Los alimentos
son el resultado de diversas actividades que se inician con la obtencin de los re-
cursos y que continan con diferentes modalidades de procesamiento, transporte,
almacenamiento y consumo. El estudio de estas actividades contribuye a la carac-
terizacin de las estrategias econmicas de las sociedades. Por ello consideramos
diferentes aspectos objeto de inters en las aproximaciones a esta temtica. Por
ejemplo, tanto las tcnicas utilizadas para obtener y/o producir alimentos, como
aquellas para procesar y consumir los mismos; la caracterizacin de los sistemas
socio-polticos de produccin; el intercambio de materias primas o de productos
acabados y la gestin del territorio.
El estudio de la alimentacin puede ser, asimismo, abordado desde diferentes
disciplinas, que muchas veces se muestran complementarias o se enriquecen las
unas con los datos aportados por las otras. Por ello en el volumen que presentamos
los acercamientos a esta temtica son variados. Se incluyen aportaciones desde
diferentes disciplinas arqueolgicas como la arqueobotnica y arqueozoologa o
aportaciones desde la antropologa fsica, sin dejar de lado las propias evidencias
arqueolgicas de contextos de produccin y consumo. Por otra parte, cabe destacar
las variadas e importantes fuentes escritas de diversos perodos que contribuyen
con datos bsicos para el anlisis de las sociedades que entraron en contacto con
las poblaciones europeas y posteriores. Datos etnohistricos y arqueolgicos se
combinan en la mayora de los textos para ofrecer una visin integradora de lo que
fue la alimentacin y proponer diversas vas de anlisis sobre la economa de la
misma.
Por ello, si bien se tiende a considerar la alimentacin en relacin con aspec-
tos tradicionales, hemos intentado aqu plantearlo en un sentido amplio. Es decir,
extenderlo a aquellas plantas y animales utilizados para otros fines adems del de
la nutricin, ya que pensamos que entender las estrategias de produccin de cada
sociedad es determinante para comprender las pautas en su alimentacin. Conse-
Aylen Capparelli, Alexandre Chevalier y Raquel Piqu
Introduccin
En sus inicios los estudios de la fauna de los yacimientos arqueolgicos estu-
vieron fundamentalmente orientados al establecimiento de biocronologas, pero
estos objetivos se orientaron progresivamente hacia cuestiones econmicas y pa-
leoecolgicas. Al mismo tiempo, se realizaron avances tcnicos (anlisis qumicos
y bioqumicos, lminas delgadas, etc.) y metodolgicos (estrategias de muestreo,
cuantificacin, experimentacin, tafonoma) que permitieron realizar reconstruc-
ciones ms ajustadas del espectro de especies explotadas y de sus formas particula-
res de explotacin, a la vez que extraer ms y mejor informacin paleoecolgica.
10 FEDERICA MORENO RUDOLPH, ESTER VERDN CASTELL y JORDI ESTVEZ ESCALERA
As, los recursos principales son los que tienen un aporte protenico-calorfico ma-
yor, los grandes mamferos. Los recursos secundarios son aquellos que tienen,
individualmente, pequeos aportes calricos, o sea, los de menor tamao. Entre
stos estn todo lo que es llamado (o mal llamado) caza menor (aves, roedores), el
pescado, moluscos y crustceos.
Esta valoracin se realiza generalmente a priori, sin estudios reales sobre
los aportes alimentarios diarios y sobre las actividades y las dinmicas cotidianas
centradas en la alimentacin (la obtencin del recurso, su procesado y los instru-
mentos necesarios para ello). sta es una de las consecuencias de concebir los
conjuntos arqueofaunsticos como muestras promediadas y de no intentar acotar
los diferentes subconjuntos menores, representativos de unidades de produccin
concretas y de duracin determinable.
Esta cuestin se relaciona con el sesgo que han tenido los estudios arqueofauns-
ticos hacia el estudio de la macrofauna como principal fuente de informacin eco-
nmica.
El inters en el estudio del aprovechamiento de los pequeos animales es
relativamente reciente y est mostrando que su rol en las economas prehistricas
no se limitaba al papel de recursos amortiguadores. Este sesgo se vincula a cues-
tiones metodolgicas que implican la utilizacin de tcnicas de recuperacin finas
(cribado fino con agua, flotacin).
Al incluir estas tcnicas, las composiciones faunsticas cambian radicalmente
y la importancia relativa de los aportes de biomasa de las grandes especies descien-
de y aumenta la importancia de las especies complementarias. Esta recuperacin
desigual ha contribuido al desarrollo de conceptos tales como principal y comple-
mentario en relacin con los recursos animales.
Por otro lado, los diferentes tipos de fauna implican diferentes tipos de acti-
vidades. De esta manera, la fauna grande es cazada, mientras que la pequea
forma es recolectada. Estas palabras tienen un significado implcito que va ms
all de la actividad que nombran y que se extiende a cuestiones de gnero o inter-
pretativas: los hombres cazan y las mujeres recolectan. Entonces, a partir de un
sesgo en la recuperacin, aparentemente tcnico y objetivo, se interpreta que la
obtencin de protena animal es una tarea fundamentalmente masculina, ya que es
el hombre cazador el que aporta la mayor parte de la biomasa animal.
Pretendemos afrontar el estudio de la dieta tomndola como una necesidad dia-
ria que implica unas dinmicas sociales cotidianas. stas son las que se pretende
conocer desde un punto de vista objetivo, valorando la importancia de cada uno de
los alimentos (vistos stos como el resultado de una o varias actividades).
El clculo de la masa aportada por los animales a la dieta global es fundamen-
tal para entender la composicin real de la dieta, pero se focaliza en el consumo
sin tener en cuenta los procesos de obtencin de ese recurso, la preparacin del
alimento y las formas de distribucin entre sus consumidores, dejando fuera del
anlisis estas partes del proceso productivo.
A partir del estudio de los restos arqueofaunsticos, ya sean stos residuos de
alimentacin o no, podemos tambin inferir qu trabajos se implementaron para la
obtencin de esos rendimientos calricos.
La adquisicin de la materia prima (el animal), las prcticas culinarias, la dis-
tribucin del producto y la gestin final de los desechos son actividades que forman
parte del proceso productivo, que difieren de una especie a otra y que involucran
12 FEDERICA MORENO RUDOLPH, ESTER VERDN CASTELL y JORDI ESTVEZ ESCALERA
Este tipo de anlisis permitir tener una nocin del valor de cada producto, tanto
real (trabajo invertido y rendimiento obtenido) como social (valoracin social del
producto y de las actividades necesarias para su obtencin) (Barcel et al., op. cit.).
Si el ciclo de produccin de un bien de origen animal comienza en su obtencin,
el anlisis deber tener en cuenta los requerimientos ecolgicos y las caractersti-
cas etolgicas del animal, que determinarn los desplazamientos y la tecnologa
necesarios para su captura (canoas, tecnologa pesquera, arco y flecha, distancias,
etc.), y la disponibilidad temporal para reconstruir las estrategias de ocupacin y
abandono del asentamiento.
Una vez obtenido, el aprovechamiento implicar una serie de actividades (trans-
porte, procesamiento, distribucin y gestin de desechos) que variarn de una espe-
cie a otras y significarn una inversin de trabajo determinada que ser amortizada
por el rendimiento obtenido. Pero no debe dejar de tenerse en cuenta la valoracin
social que se hace del producto y de las actividades destinadas a su obtencin. As,
un producto que, objetivamente, constituye un aporte productivo significativo, puede
ser evaluado negativamente por la sociedad, y a la inversa, un aporte poco significa-
tivo puede tener un alto valor social (Mameli y Estvez, 2005).
El rendimiento de los recursos vara no nicamente en funcin de la bioma-
sa aportada, sino que los diferentes animales son aprovechados diferencialmente.
Mientras algunas especies son explotadas nicamente desde un punto de vista ali-
menticio, otras lo son para obtener tambin materias primas para la fabricacin de
instrumentos, vestido, etc. El aprovechamiento diferencial de los recursos animales
implica otro tipo de utilidades que no se tienen en cuenta y que determinan usos en
apariencia econmicamente irracionales. Son los distintos productos deseados los
que condicionan el tipo de gestin implementada en cada caso y en cada especie.
Por ltimo, la gestin de los recursos determina una construccin particular
de un espacio social donde se organizan las actividades productivas (Mameli y
Estvez, op. cit.). A nivel macro, las comunidades modifican el espacio como con-
secuencia de las actividades y de los procesos productivos que llevan a cabo en
cada lugar, adaptndolo a sus necesidades. Este hecho se puede relacionar con el
tipo de medio ambiente, el tipo de recursos y, en el caso de la fauna, con el tipo de
especies presentes en ese medio y con los productos buscados.
A nivel micro, en el asentamiento, las actividades se organizan espacialmente
de maneras no azarosas que implican una distribucin espacial del material, que es
una expresin de las relaciones sociales de produccin que ordenan los procesos
productivos (Mameli y Estvez, op. cit.).
En este sentido pensamos que la distribucin desigual de un recurso entre los
distintos miembros de las sociedades cazadoras recolectoras nos remite a una po-
sible relacin desigual entre estos mismos miembros (Barcel et al., 2006).
Para evaluar los parmetros que nos permitirn aproximarnos al valor del pro-
ducto (disponibilidad, distancia recorrida, tecnologa empleada, tiempo de proce-
samiento y coccin, usos, etc.) deberemos realizar, paralelamente, un trabajo de
experimentacin y observacin controlada para reconocer los atributos y las cate-
goras significativas. Esta experimentacin se realiza en tres niveles: los procesos
de formacin de sitios, los procedimientos de recuperacin y de muestreo y las
relaciones sociedad-medio.
La experimentacin con los procesos de formacin de sitios implica la ob-
servacin tafonmica controlada: las formas naturales de muerte, depositacin
Arqueozoologa de sociedades cazadoras recolectoras 15
de las carcasas vara segn el tamao, a la vez que concluir que el comportamiento
de los zorros es altamente predecible y que los efectos que los mismos producen
sobre animales muertos naturalmente no son confundibles con los patrones huma-
nos de asentamiento (Mameli et al., 1998; Mameli y Estvez, 1999; 1999-2001).
La excavacin en extensin y la utilizacin de criterios de estratigrafa analtica,
utilizadas en forma conjunta, resultaron imprescindibles para entender y reconstruir
la dinmica de ocupacin del sitio. El rea abierta permiti excavar al mismo tiempo
toda la extensin del yacimiento, lo que hizo posible que se tuviera siempre una visin
global del espacio que ste ocupaba y de su forma, a la vez que de las variaciones de
sus estructuras internas. La estratigrafa analtica permiti reconocer y aislar unidades
discretas de depositacin y ocupacin, para excavarlas en forma discreta e individual,
recuperando asi unidades de produccin cerradas (Orquera y Piana, 1995).
En cuanto al muestreo y la recuperacin, en dos de los yacimientos excavados
se realiz una experimentacin para ajustar el mtodo de muestreo en concheros y
desarrollar un sistema que garantizaba la representatividad de las muestras al mis-
mo tiempo que rentabilizaba el tiempo invertido en su recuperacin.
Estas experiencias de muestreo y la subsiguiente aplicacin sistemtica de tc-
nicas de recuperacin finas (flotacin, cribado en agua y revisin de muestras de
sedimentos sin cribar en condiciones de laboratorio por personas entrenadas) per-
mitieron una mejora sustancial en la recuperacin de restos de pescado, a la vez
que la comprobacin de que con unidades de muestro de volumen menor, se conti-
nuaba manteniendo la proporcin global de restos. Por lo tanto, estas experiencias
sirvieron para mostrar que en algunos casos, como ste, el muestreo resulta una
herramienta til, si es aplicado segn los resultados de una experimentacin previa
apropiada a cada circunstancia especfica (Juan-Muns, 1992).
Anlisis arqueozoolgicos
una evaluacin objetiva del peso relativo de cada especie o grupo de taxones
en la composicin general, que mostr que las especies menores represen-
taban una parte muy importante del aporte calrico animal;
determinar las formas de obtencin de las diferentes presas, reconociendo las
tecnologas aplicadas, que no siempre se corresponden con las tecnologas
especializadas (cazar lobos con flechas y no con arpn);
distinguir formas de procesamiento y distribucin particulares, con diferen-
tes reas de procesamiento y consumo segn especie.
Estos puntos nos llevan a concluir que estamos frente a una sociedad que es-
tableci una relacin con el medio y, concretamente, con los animales, lo bastante
flexible como para aprovechar toda la variedad de recursos presentes en la zona.
Desde el punto de vista de las tecnologas empleadas para su captacin, se constata
la utilizacin indiscriminada de todo tipo de tecnologas para todo tipo de recursos
animales. Asi, si bien existen tecnologas altamente especializadas (como el arpn)
ello no significa que existiera una correspondencia exclusiva entre stas con cada
tipo de recurso. Todo esto ha supuesto que se proponga, para describir este tipo de
relacin con el medio, el concepto de especializacin en la no-especializacin,
que implica que si bien son sociedades especializadas en la gestin de ambientes
costeros, mantienen un carcter oportunista que les permite una cierta flexibilidad
a la hora de obtener cualquier tipo de recursos (Juan-Muns, 1992; Estvez y Mar-
tnez, 1995, 1997; Estvez et al., 1995, 2001; Mameli y Estvez, 2005; Verdn,
2005; Gassiot y Estvez, 2006).
Reflexiones finales
Desde una perspectiva materialista histrica, esta propuesta considera los res-
tos arqueofaunsticos como el producto de los procesos de trabajo de una socie-
dad. Ya que stos forman parte de las relaciones sociales de produccin, son una
evidencia de estas relaciones. En este ejemplo, el estudio de la fauna fue abordado
entendiendo estos restos como producto del trabajo y de las actividades producti-
vas de estas sociedades.
Para poder realizar una aproximacin de este tipo hay ciertos aspectos metodolgi-
cos y de registro que hemos constatado que son necesarios (imprescindibles) para po-
der realizar interpretaciones sociales significativas. Estas cuestiones incluyen aspectos
que tienen que ver tanto con los protocolos de campo como con los de laboratorio.
La excavacin en extensin y por unidades estratigrficas completas resulta el
mtodo ms adecuado para poder determinar las relaciones entre los materiales y las
estructuras. Este abordaje permite la identificacin de eventos de ocupacin discre-
tos, que junto con la aplicacin de tcnicas de estratigrafa analticas y de registro
tridimensional permite una reconstruccin global de cada evento de ocupacin y de
la sucesin de los mismos en ese contexto especfico. De esta manera podremos ver
en el interior de cada uno de estos eventos el conjunto cerrado de los animales
consumidos en ese momento concreto. Esto nos permite establecer con mayor preci-
sin la existencia de cambios en la composicin del componente animal de la dieta,
a la vez que determinar en qu momento ocurrieron esos cambios.
El trabajo de laboratorio, al igual que el de campo, se estructura en relacin con
los objetivos de la investigacin. Si lo que se busca es reconstruir las actividades
18 FEDERICA MORENO RUDOLPH, ESTER VERDN CASTELL y JORDI ESTVEZ ESCALERA
y las relaciones sociales que produjeron esa asociacin particular, se debern aten-
der cuestiones bsicas como la determinacin taxonmica, anatmica, de sexo y
edad; prestando especial atencin a las modificaciones antrpicas y su localizacin
(cortes, fracturas y alteracin trmica). Por otro lado, la biometra es un elemento
fundamental para establecer patrones de explotacin y grado de presin extractiva.
Por ltimo, el remontaje de piezas seas resulta una tcnica muy adecuada para:
establecer la distribucin del producto entre los miembros de la comunidad; recu-
perar procesos de trabajo (traslado, descuartizamiento, fracturacin, etc.); delimi-
tar reas de trabajo; establecer sincronas entre ocupaciones; y, en general, aportar
informacin a la interpretacin estratigrfica.
Paralelamente, todo esto ayudar a la comprensin de los procesos de forma-
cin de sitio involucrados.
Satisfacer las necesidades bsicas en cualquier sociedad implica el desarrollo
de una compleja estructura de relaciones sociales de produccin que se plasma-
rn en una determinada estrategia organizativa. De esta manera, el estudio de la
alimentacin tambin es un camino para conocer las formas en que hombres y
mujeres se organizan para la produccin y la reproduccin, y son estas formas y su
transformacin lo que constituye, desde nuestro punto de vista, el objeto de estudio
de la Arqueologa.
Bibliografa
Barcel, J. A. et al. (2006). Anlisis etnoarqueolgico del valor social del produc-
to en sociedades cazadoras-recolectoras. En I. Briz (coord.), Etnoarqueologa de
la Prehistoria: ms all de la analoga. Barcelona: Departament dArqueologia i
Antropologia. Instituci Mil i Fontanals-CSIC (Treballs detnoarqueologia, 6). Pp.
189-207.
Estvez, J. (1995). Una histria inacabada: lestudi de restes animals davant dun gran
repte. Cota Zero, 11: 11-24.
(2000). Aproximacin dialctica a la arqueotafonoma. Revista Atlntica Medite-
rrnea de Prehistoria y Arqueologa Social, 3: 7-28.
Estvez, J. y Vila, A. (coords.) (1995). Encuentros en los conchales fueguinos, Treballs
detnoarqueologia. Bellaterra: UAB, Departament dAntropologia Social i Prehis-
tria.
(1998). Tierra del Fuego: lugar de encuentros. Revista de Arqueologa Americana, 15:
187-219.
Estvez, J. et al. (1998). Cazar o no cazar es esta la cuestin?. Boletn de Antropolo-
ga Americana, 33: 5-24.
Gassiot, E. (2000). Anlisi arqueolgica del canvi cap a lexplotaci del litoral. Tesis
doctoral indita, Universidad Autnoma de Barcelona. Departamento de Antropolo-
ga Social y Prehistoria, Facultad de Filosofa y Letras.
Gassiot, E. y Estvez, J. (2006). Last foragers in coastal economies: a comparative
study of the Cantabrian Mesolithic, Yamana of Tierra del Fuego and the Archaic
Foragers of the Central American Coast. En C. Grier; J. Kim; J. Uchiyama (eds.),
Beyond Affluent Foragers. Rethinking Hunter-Gatherer Complexity, Proceedings of
the 9th ICAZ Conference, Durham 2002. Oxford: Oxbow Books. Pp. 90-105.
Gusinde, M. (1986) [1937]. Los indios de Tierra del Fuego. Los Ymana, tomo 2. Buenos Ai-
res: Centro Argentino de Etnologa Americana, Consejo Nacional de Investigaciones Cien-
tficas y Tcnicas.
Arqueozoologa de sociedades cazadoras recolectoras 19
RESUMEN. Desde una perspectiva integradora de la arqueologa y las fuentes etnogrficas (tan-
to escritas como musesticas) abordamos el estudio de las estrategias implementadas para el apro-
vechamiento de los recursos vegetales entre los Selknam de Tierra del Fuego (Argentina). Los datos
obtenidos a partir del anlisis de macrorrestos vegetales en el sitio Ewan, ocupado a principios del
siglo xx, y su confrontacin con los datos etnogrficos muestran que el entorno forestal se aprove-
ch para obtener recursos leosos, semillas y frutos. stos se utilizaron como combustibles, para la
elaboracin de instrumentos, para la construccin de las viviendas y como alimento.
ABSTRACT. From an integrating perspective of the archaeology and the ethnographical sources we
approach the study of the strategies implemented for the exploitation of the vegetal resources among the
Selknam of Tierra del Fuego (Argentina). The data obtained from the analysis of vegetal macroremains
in the site Ewan, occupied at the beginning of the 20th C., and its confrontation with the ethnographical
data shows that the forest environment was managed to obtain woody resources, seeds and fruits. These
were used as fuel, for the elaboration of instruments, for the construction of the dwellings and as food.
Este aparente desinters por los restos arqueobotnicos parece deberse a di-
versos factores. Por un lado, se ha presentado como argumento la baja conservacin
de los restos vegetales en los contextos arqueolgicos. En tanto que materia orgni-
ca, stos se descomponen rpidamente y tan slo se preservan cuando se producen
circunstancias particulares (carbonizacin, inclusin en medios anaerbicos, etc.).
Sin embargo, la carbonizacin de los vegetales no es un hecho excepcional y algu-
nas partes de las plantas, por su naturaleza inorgnica, se conservan en todo tipo de
sedimento, por lo que pueden ser recuperadas utilizando tcnicas adecuadas. En este
sentido, resulta fundamental comenzar reconociendo el sesgo que los mtodos de ex-
cavacin y recuperacin introducen en las muestras. Asi, la no utilizacin de tcnicas
adecuadas implica la prdida o subrepresentacin de los recursos vegetales.
Por otro lado, generalmente se ha subrayado el papel de la caza, y por lo tanto
de los recursos faunsticos, en la dieta de las sociedades cazadoras-recolectoras.
Esta idea surge del anlisis de datos etnogrficos, ello pese a que numerosos tra-
bajos etnogrficos demuestran que las plantas tuvieron un papel fundamental en
la economa de estos grupos. Tal circunstancia parte de la premisa derivada de la
Etnografa clsica (y por tradicin aceptada en Arqueologa prehistrica) de que
los cazadores prehistricos cazaban sobre todo grandes mamferos, o bien que
slo estos animales formaban parte importante de su dieta. Esta imagen etnogrfica
surge de diferentes corrientes de pensamiento, generalmente construidas desde una
perspectiva androcntrica (casi siempre fueron hombres, en particular del siglo xix
y comienzos del xx, los que las describieron) que adems se centraron en socie-
dades que estaban siendo destruidas por el contacto con los modernos coloniza-
dores en aras de la civilizacin (Mansur, 2006). As, aun cuando trabajos clsicos
sobre sociedades cazadoras-recolectoras hayan subrayado el importante rol de los
recursos vegetales en la dieta, tal es el caso de Lee (1968), el ttulo de cuya obra
Man the Hunter (Lee y DeVore, 1968) parece haberse transformado en la premisa
emblemtica para los estudios en arqueologa prehistrica.
Desde nuestro punto de vista, los recursos vegetales juegan un rol importante
en los sistemas de produccin y reproduccin social de los cazadores-recolectores,
no slo en cuanto a su uso alimentario sino tambin por su empleo como materias
primas esenciales. En cuanto a su uso alimentario, sin embargo, la visin que se ha
extendido es que los vegetales constituyen recursos secundarios o marginales, fre-
cuentemente sin hacer una evaluacin econmica real de su aporte a la dieta. Con
respecto a todo lo que se refiere al uso de materias primas de origen vegetal para
fines no alimentarios, es decir, para la manufactura de diversos tipos de bienes,
tampoco las menciones son frecuentes. En este caso, la argumentacin principal
ha sido la baja representacin de estos elementos en los contextos arqueolgicos.
Estos usos de plantas, aunque puedan ser inferidos indirectamente a partir de los
anlisis de rastros de uso de los instrumentos lticos, generalmente son poco trata-
dos, excepto cuando la conservacin de los materiales es excepcional.
Como consecuencia, los estudios sobre la alimentacin de origen vegetal o la
manufactura de artefactos con materias primas vegetales son muy espordicos y
poco sistemticos en las investigaciones arqueolgicas sobre sociedades cazado-
ras-recolectoras. Cuando han sido llevados a cabo, se han centrado sobre todo en
evidenciar cules fueron las plantas consumidas, principalmente frutos y semillas
silvestres, sin profundizar en los procesos de trabajo involucrados en su obtencin
y, por lo tanto, en el valor econmico de estos productos.
El aprovechamiento de los recursos vegetales entre los Selknam 23
1
El proyecto mencionado se desarrolla en colaboracin entre el Centro Austral de Investigaciones
Cientficas (CONICET-CADIC) en Ushuaia, la Universidad Autnoma de Barcelona y el Laboratorio de
Arqueologa del Consejo Superior de Investigaciones Cientficas de Barcelona. Ha contado con subsidios
del programa para Excavaciones en el Extranjero del Ministerio de Cultura de Espaa.
2
Esta clasificacin como recolectores fue reconsiderada a partir del estudio de numerosos sitios ar-
queolgicos que revelaron que la recoleccin de recursos litorales (moluscos, crustceos, etc.) funcion como
vlvula de seguridad del sistema econmico, pero que la mayor parte del aporte calrico y proteico provena
de la caza de mamferos marinos, en particular las dos especies ms comunes de pinnpedos: el lobo de un pelo
(Otaria flavescens) y el lobo de dos pelos (Arctocephalus australis) (Orquera y Piana, 1999a).
24 MARIAN BERIHUETE eT al.
Datacin de Ewan
La buena preservacin de los palos utilizados para la construccin de la choza
de Ewan I y de los restos de Ewan II permiti llevar a cabo la datacin del sitio
mediante el mtodo de la dendrocronologa. Para ello fue necesario confeccionar
previamente una cronologa testigo, con muestras de rboles vivos de la especie
Nothofagus Antarctica (ire), que fue la utilizada para construir ambas estructuras.
EL APROVECHAMIENTO DE LOS RECURSOS VEGETALES ENTRE LOS SELKNAM 27
recolectada y transportada por las mujeres, que para este fin utilizaban una correa
portadora con la que sujetaban los haces de ramas. Por lo tanto, era necesaria una
gran inversin de tiempo y esfuerzo para obtener el combustible.
Aunque la lea es abundante en las zonas boscosas del centro y sur de la isla hay
que sealar que sta es escasa en el norte, donde el paisaje es estepario y tan slo cre-
cen pequeos arbustos aislados de Chilliotrichum diffusum (matanegra). Ello conlle-
va un mayor esfuerzo en la recoleccin del combustible vegetal en estas zonas.
En los sitios Ewan I y Ewan II, la excavacin de las dos estructuras mencio-
nadas permiti documentar sendas reas de combustin de gran tamao que ocu-
paban un lugar central en cada choza. En ambas reas de combustin, asi como en
el resto del rea ocupada, el carbn era abundante y fue recogido de manera siste-
mtica (a mano y mediante la flotacin de los sedimentos). El estudio de los restos
de madera carbonizada indica que el combustible utilizado fue exclusivamente N.
antarctica, tanto en la choza ceremonial como en la domstica. Los resultados son
todava provisionales, ya que la muestra estudiada es todava pequea (el anlisis
de los restos se encuentra an en curso), no obstante se puede destacar la baja di-
versidad taxonmica en ambos depsitos.3
Nothofagus antarctica es la especie dominante en la actualidad en el bosque
que rodea el claro donde se encuentran las chozas, por lo tanto podemos asumir
un consumo local de la lea. Se trata de un recurso de fcil acceso, puesto que
se presenta de manera abundante en el medio y, por tanto, siempre garantiza el
aprovisionamiento de combustible. Las propiedades fisicoqumicas de su madera
hacen que se considere como un combustible mediocre, no obstante este rasgo se
ve compensado por la facilidad de recoleccin de este recurso en el entorno. Tam-
bin, al ser una especie arbrea, es uno de los taxones que ofrece la posibilidad de
recolectar ramas y troncos de tamao grande.
Las caractersticas de los carbones recuperados en el sitio, grandes fragmentos
con anillos de crecimiento poco curvados, indica que la lea utilizada era de porte
grande en ambas chozas. En Ewan II la conservacin de algunos restos de madera
parcialmente quemados, que todava se conservaban en el fogn, corrobora que el
tipo de lea utilizado eran troncos y ramas de gran tamao. Estos troncos muestran
seales de corte por hacha, lo que indica una recoleccin de lea selectiva, si bien
no en cuanto a la especie consumida, s al menos respecto a la morfologa y carac-
tersticas de la lea.
3
Esta baja diversidad taxonmica contrasta con lo observado en fogones de sitios de la costa norte del
Canal Beagle (Tnel VII, Lanashuaia, Alashawaia, Shamakush), que muestran mayor diversidad en los
tipos de combustible utilizados (Piqu, 1999). Sin duda la composicin del bosque en las diferentes reas
de aprovisionamiento de los yacimientos jug un papel importante, por lo que las marcadas diferencias
encontradas entre los taxones representados pueden reflejar la diversidad paisajstica.
El aprovechamiento de los recursos vegetales entre los Selknam 29
Beauvoir (1915), Gusinde (1937 [1982]), Bridges (1948 [2000]), as como los es-
tudios etnobotnicos de Martnez-Crovetto (1968).
De estas fuentes podemos obtener informaciones tiles sobre qu taxones eran
consumidos, cules eran los procesos de trabajo necesarios para su extraccin del
medio y para su preparacin, cules las modalidades de consumo o qu miembros
del grupo se ocupaban de su recoleccin. Sin embargo, volvemos a insistir en que
han de ser usadas de manera crtica, pues adems del sesgo derivado de la visin
eurocntrica y androcntrica, a menudo estos autores introducen claras aprecia-
ciones personales sobre el valor econmico de los recursos vegetales entre los
selknam. Sin embargo, el trabajo de Martnez Crovetto (op. cit.) deja entrever que
la sociedad selknam tena un amplio conocimiento de los vegetales de su entorno,
que le permita hacer uso de los mismos segn sus necesidades.
Aunque la mayora de los autores sealan que el alimento vegetal desempeaba un
papel secundario en la dieta, tambin mencionan que los selknam apreciaban el sabor y
recogan aquellos vegetales que podan emplear para su consumo alimentario. Resulta
interesante destacar el consumo de diferentes partes de las plantas (tabla 1):
Bayas: Berberis, Empetreum rubrum, Pernettya mucronata, Ribes magella-
nicum, Rubus geoides.
Hojas: Taraxacum magellanicum (diente de len), Apium austral.
Tallos: Apium austral.
Races: Apium austral, Boopis australis, Calyceraceae sp.
Semillas: Descurainea canescens.
Savia: Nothofagus en primavera y otoo desprendan un trozo de corteza de
los rboles jvenes y presionaban para que saliera la savia.
hasta all las especies encontradas (procesos de trabajo, modos de consumo) y para
qu (usos de los taxones). Lamentablemente, entre las especies identificadas slo
la murtilla (Empetrum) es mencionada en los textos (Gallardo, 1998: 58; Gusinde,
1937 [1982]: 270, Martnez-Crovetto, 1968).
100
90
80
70
60
50
40
30
20
10
0
Malvaceae
Carex sp.
Cyperaceae
Poaceae
Festuca sp.
Polygonaceae
Galium sp.
Gramineae
Poa/Phleum
Polygonum sp.
Bromus sp.
Lolium sp.
Umbelliferae
Cerastium sp.
Empetrum rubrum
Leguminosae
Ewan I Ewan II
Figura 3. Distribucin de taxones identificados entre semillas y frutos carbonizados en Ewan I y Ewan II.
que cubran la estructura en el caso de Ewan II o para encajar los palos entre ellos
en el caso de Ewan I. En algunos casos la parte proximal corresponde a la raz o
tocn del rbol, lo que indica que fueron desarraigados, no cortados, para su uso.
Esta prctica est bien documentada etnogrficamente. No obstante, tambin se
documenta la presencia de marcas de corte que indican el uso de hacha de hierro.
En lo que se refiere a las dimensiones de los troncos utilizados en las chozas
se pueden apreciar diferencias que son resultado de las diferencias de tamao de
las estructuras; recordemos que el dimetro de Ewan I es de 6 metros mientras que
para Ewan II se ha estimado que podra ser de 3-4 metros. En Ewan I el dimetro
de la base de los palos en pie oscilaba entre 8 y 21 centmetros, siendo la media de
13,7 (desviacin estndar de 2,97). En Ewan II los troncos ms enteros, tienen un
dimetro de entre 4 y 20 centmetros, con una media de 8,83 (desviacin estndar
de 3,85). Por otra parte, mientras que en Ewan I la mayora de los troncos supera-
ban los 4 metros de longitud, en Ewan II tan slo tres de los 18 palos ms enteros
superaban esta medida, situndose la media en 354,3 centmetros.
Aunque en el sitio no se han conservado ms artefactos de madera, cabe
sealar que la presencia de puntas de proyectil y raspadores de vidrio permite
suponer que fue necesario confeccionar mangos, arcos y astiles. El anlisis de las
trazas de uso de los artefactos de vidrio se encuentra todava en curso, pero cabe
esperar que en ellos se encuentren evidencias de estos enmangues y del mismo
trabajo de la madera.
Conclusiones
De acuerdo con lo sealado al inicio consideramos que el uso de recursos ve-
getales constituy un elemento fundamental para el desarrollo de las sociedades
cazadoras-recolectoras. Ms all de su uso alimentario, de ellos se obtienen todo
tipo de bienes. Asimismo, los recursos vegetales toman parte en una importante
cantidad de procesos de trabajo que incluyen la confeccin de armas para la caza,
el procesamiento de las pieles, la confeccin de herramientas e instrumentos, la
vivienda, etc.
Hoy se sabe que las plantas fueron utilizadas con una gran variedad de propsi-
tos entre los indgenas fueguinos. Tanto para su obtencin como para su procesado
y consumo se aplicaron tcnicas sofisticadas, que denotan el amplio conocimiento
que stos tenan sobre el mundo vegetal.
En el caso de la zona central de la Isla Grande, el entorno forestal proporcio-
n recursos leosos que se utilizaron como combustibles, para la elaboracin de
instrumentos o para confeccionar componentes de instrumentos y para la construc-
cin de las viviendas. Del mundo vegetal tambin se obtuvieron races y frutos que
se utilizaron como alimento, fibras para la confeccin de contenedores y cuerdas,
etc. Asimismo, las actividades relacionadas con la obtencin, procesado y consu-
mo de estos recursos debieron de requerir una intensa dedicacin por parte de la
poblacin.
Los resultados obtenidos en la investigacin sobre los sitios Ewan I y II con-
firman la necesidad de aplicar tcnicas de campo que permitan recuperar los
microrrestos vegetales, sin los cuales una gran parte de la informacin sobre la
subsistencia queda fuera de registro.
El aprovechamiento de los recursos vegetales entre los Selknam 35
Bibliografa
Agostini, A. M. de (1956). Treinta aos en la Tierra del Fuego. Buenos Aires: Peuser.
Beauvoir, J. M. (1915). Los Shelknam. Indgenas de la Tierra del Fuego, sus tradicio-
nes, costumbres y lengua. Buenos Aires: Talleres grficos de la Compaa general de
fsforos (ed. facs., Zagier & Urruty, Ushuaia, 1998).
Berihuete Azorn, M. (2006). Aportaciones de la carpologa al anlisis de la gestin
de los recursos vegetales en las sociedades cazadoras recolectoras: el grupo selk-
nam de Tierra el Fuego (Argentina). Trabajo de investigacin programa de doctora-
do, Universidad Autnoma de Barcelona.
Borrero, L. A. (1991). Los Selknam (Onas). Su evolucin cultural. Buenos Aires: Bs-
queda-Yuchn.
Bridges, L. (1951). The uttermost part of the Earth. London: Hodder and Stronghton
(trad. esp.: El ltimo confn de la Tierra. Buenos Aires: Marymar, 1978).
Cooper, J. M. (1917). Analytical and Critical Bibliography of the Tribes of Tierra del
Fuego and Adjacent Territory. Bureau of American Ethnololgy, Bulletin 63.
Chapman, A. (1986). Los Selknam. La vida de los Onas. Buenos Aires: Emec.
(1989). El fin de un mundo: los Selknam de Tierra del Fuego. Buenos Aires: Vzquez
Mazzini.
Emperaire, J. (1955). Les nomades de la mer. Paris: Gallimard.
Gallardo, C. (1910). Los Onas. Buenos Aires: Cabaut & Cia. (ed. facs., Ushuaia: Zagier
& Urruty, 1998).
Gusinde, M. (1937). Die Feuerland Indianer. Wien: Anthropos (trad. esp.: Los indios de
Tierra del Fuego. Tomo 1: Los Selknam. 2 vols. Buenos Aires: Centro Argentino de
Etnologa Americana, 1982).
Holmes, R. L. (1983). Computer-assisted quality control in tree-ring dating and mea-
surement. Tree Ring Bull, 43: 69-75.
Krusic, P. J., Holmes, R. L. y King, J. C. (1997). MEDIR Version 1.13 measurement
program. En D. Grissino-Mayer, R. L. Holmes y H. C. Fritts (eds.), The Internatio-
nal Tree-Ring Data Bank Program Library Version 2.1 Users Manual, Laboratory
of Tree-Ring Research, Tucson: The University of California. Pp. 18-20.
Lee, R. B. y DeVore, I. (1968). Man the Hunter. Chicago: Aldine.
Lee, R. B. (1968). Hat hunters do for a living, or how to make out on scarce resources.
En R. B. Lee e I. DeVore (eds.), Man the Hunter. Chicago: Aldine. Pp. 30-48.
Lista, R. (1887). Viaje al Pas de los Onas. Buenos Aires: Establecimiento Tipogrfico A. Nez.
Lothrop, S. K. (1928). The Indians of Tierra del Fuego. Contributions from the Museum
of the American Indian, New York: Heye Foundation, 10.
Mansur, M. E. (2003). El Corazn de la Isla. Arqueologa de la zona central de Tierra
del Fuego. En C. Odone y P. Mason (eds.), Mundos Fueguinos. Doce Miradas. So-
bre Selknam, Yaganes y Kawesqar. Taller Experimental Cuerpos Pintados. Santiago
de Chile: Fundacin Amrica, pp. 148-166.
Mansur, M. E. (2006). Los Unos y los Otros. El uso de fuentes etnogrficas y etnohist-
ricas en la interpretacin arqueolgica. En Etnoarqueologia de la Prehistoria: ms
enll de lAnalogia. Madrid: CSIC (Treballs dEtnoarqueologia, 6). Pp. 316-336.
36 MARIAN BERIHUETE eT al.
ABSTRACT. A synthesis of results from different research programs and disciplines associated to
a review of recent research achievements concerning life way and subsistence of shellmound builders
from the Southern and Southeastern Brazilian coast is presented. Twelve shellmounds of considerable
cultural unity dated from c. 6180 to 1180 cal yrs BP were studied. Palaeoenvironmental, palaeoethno-
botanical, and bioanthropological studies, supplemented by material culture analyses, are discussed.
Data point to populations living in coastal ecotones, very well adapted to their environment, with a sub-
sistence system essentially based on aquatic resources, as well as to small walking distances, frequent
infections (especially during growth), small adult stature, and use of carbohydrate-rich food. These
results suggest economic, subsistence, and health spectra larger than previously supposed.
* This paper is the result of a deep collaboration between the authors, all of which have contributed
with significant data. The first three authors have equally contributed to its contents.
38 RITA SCHEEL-YBERT et al.
Introduction
Shellmounds, locally named sambaquis, occur all along the Brazilian coast,
with a large distribution across space (8000 km) and time (7000 to 1000 yrs BP).
They vary from small 2m-high to 400m-long and 30m-high mounds, usually clus-
tered in groups composed by sites of different size, morphology, relative con-
tents, and function (DeBlasis et al., 1998). Their stratigraphy present a complex
sequence of shellfish-rich and sandy layers of variable composition and thickness,
containing different archaeological vestiges, such as hearths, technological imple-
ments, and burials. The typical technological assemblage is composed by different
industries on bones, shells, and lithics.
Although they are among the first recognized and better-studied archaeologi-
cal sites in this country (DeBlasis et al., 1998; Gaspar, 1998), recent research is
drastically changing the traditional views about this society. This paper presents
a synthesis of results from different research programs and disciplines associated
to a review of recent research achievements concerning the shellmound dwellers
from the Southern and Southeastern Brazilian coast. As it would be impossible
to present here an extensive discussion about these sites and the culture associ-
ated to them, only a brief description is given. More detailed information may be
found in the specific literature (DeBlasis et al., 1998; Gaspar, 1998).
Sambaqui builders from all over the Brazilian coast are considered to belong to the
same sociocultural system (Gaspar, 1992; DeBlasis et al., 1998), but there are regional
particularities. Southern sites are much larger than the others and present beautiful lithic
sculptures as funerary offerings (Prous, 1991). They seem to have been exclusively fu-
nerary (Fish et al., 2000), while at Southeastern and more Northern shores the sites com-
bined in the same space habitation and funerary loci (Gaspar, 2000; Barbosa, 2001).
Traditionally, sambaqui builders were seen as small nomadic shellfish gathering
bands of about 50-100 individuals, who were supposed to have shifted their econo-
mical system to fishing in a later time, due to diminution of molluscs availability
(Kneip, 1980; Heredia et al., 1989). Populations were considered to present small
demographic densities and an egalitarian social system. Shellmounds were thought
to be waste deposits. Only few authors noticed that, even if shellfish leftovers were
more visible in the stratigraphy, they were not necessarily the more important item in
diet (Figuti, 1993). Later development of zooarchaeological and stable isotope stu-
dies clearly demonstrated that fishing was preponderant over mollusc gathering since
the initial occupation of these sites (Figuti, 1993; De Masi, 2001). It is now broadly
admitted that sambaqui builders were essentially fishers and that shellfish gathering,
although strategic in their economical system, was a secondary food source. Terres-
trial faunal remains are relatively rare, indirectly confirming aquatic resources as the
basis of their diet. On the other hand, shellfish remains probably served as building
material for the construction of the mounds themselves (Afonso & DeBlasis, 1994;
Fish et al., 2000), as it was also suggested for shellmounds from other parts of the
world, such as in Southeast USA (Luby & Gruber, 1999).
Plant consumption, however, remains underestimated. Plant gathering is still
usually considered a secondary activity, with negligible dietary importance. As it
is usually difficult to prove plant use, this activity is generally underestimated in
favour of diets that leave more visible evidences in the archaeological record, such
as shellfish, fish, and terrestrial game.
SUBSISTENCE AND LIFEWAY OF COASTAL BRAZILIAN MOUNDBUILDERS 39
At present, following a rather widespread theoretical trend towards what has been
called complex hunter-gatherers (Price & Brown, 1985; Chapman, 2003), particularly
regarding coastal adaptations (Lightfoot, 1993; Gamble et al., 2002), sambaqui builders
are widely recognized to have been sedentary people with relatively large demographic
parameters and more sophisticated sociocultural organizational patterns (DeBlasis et al.,
1998; Gaspar, 1998; Lima & Mazz, 1999/2000). Mounds are thought to be monumental
constructions intended to mark the landscape. There is no available data about political
integration at regional and supra-regional level, but the typological homogeneity from
the lithic and bone industries, as well as the structural characteristics of the sites themsel-
ves, argue for a great cultural homogeneity in space and time (DeBlasis et al., 1998).
Several researchers of different expertise are currently aimed at reconstructing sam-
baqui lifestyle, subsistence pattern, and sociocultural organization. In the light of the
scant information about the sambaqui dwellers way of life, data on palaeoethnobotany
and bioanthropology analyses from several South-Southeastern Brazilian shellmounds
are summarized. Information about plant use, subsistence pattern, physical activities,
health, and nutritional status are explored. Apart from adding some new data, this arti-
cle aims to present an up to date panorama of the knowledge on these ancient coastal
populations lifeway, subsistence, and relation to the environment.
Twelve sites from the South-Southeastern coast of Brazil were studied (figu-
re 1, table 1). Five regions of three Brazilian States are concerned. Each one of
these has climatic, geological, and ecological particularities. However, the same
vegetation types occur in all of them, especially the restinga (a mosaic of different
xerophyte vegetation types typical to the coastal beach ridges), the Atlantic Forest
(an ombrophilous tropical forest), and mangroves.
Figure 1. Geographical location of the studied sites, in five regions of the South-Southeastern Brazilian coast.
files along the entire shellmounds height and recovered by flotation. Charcoal pieces
were broken by hand and directly examined under reflected light brightfield/darkfield
microscopes. Systematic determination was helped by the use of a computerized key
for wood determination associated to a database of anatomical characters of Brazi-
lian species (Scheel-Ybert et al., 2002), by comparison with a comparative collection
(Scheel-Ybert et al., 2006), and by consultation of the specialized literature (e.g. D-
tienne & Jacquet, 1983; Gregory, 1994; Barros & Callado, 1997). Seeds and tubers
analyses, still preliminary, were also performed under reflected light microscopy.
Systematic determination was based on comparison with a comparative collection,
and on consultation of the specialized literature (e.g. Hather, 1993, 2000).
Bioanthropological data were collected from 231 individuals for oral health and
527 individuals for skeletal palaeopathologies. Sex and age at death were estimated
according to current international standards (Buikstra & Uberlaker, 1994). Seven
bioanthropological markers were chosen to help unravel the shellmound builders
Subsistence and lifeway of coastal brazilian moundbuilders 41
life style. They are associated in different degrees to one or more of the following:
diet, nutritional status, health, and physical activity. Diagnoses of palaeopatholo-
gies, carried out macroscopically, followed acknowledged criteria (Aufderheide &
Rodrguez-Martn, 1998; Ortner & Putschar, 1981). In order to allow comparisons,
palaeopathologies were scored as present or absent. Distinct clusters of burials in
different stratigraphic levels of the sites Morro do Ouro and Rio Comprido were
analysed separately and are referred to as ancient and recent series.
For more than half of the sites we could analyse archaeological evidence re-
garding at least two of the three different approaches (palaeoethnobotany, dental
pathology, skeletal pathology). In one of the sites, Jabuticabeira-II, a long-term
interdisciplinary research program is currently underway. This renders a rare op-
portunity to countercheck the results of one approach in the light of the others.
Palaeoethnobotany
Figure 2. Selected summary charcoal diagrams showing the most representative sites of the Lagos
(Forte, Boca da Barra, Ponta da Cabea), and Camacho (Jabuticabeira-II) regions (in percentages of
charcoal pieces). Species were grouped according to the vegetation types; as some taxa may occur in
more than one vegetation type, compound vegetation types are presented; Myrtaceae species are presen-
ted in a separate group this family may occur in several Brazilian plant associations, but high diver-
sity and frequencies are typical for restinga formations (adapted from Scheel-Ybert, 2000, 2001b).
42 RITA SCHEEL-YBERT et al.
Anthracological spectra of all studied sites are essentially the same between
circa 6000 and 1200 cal yrs BP, suggesting that the vegetation was not greatly
affected either by climatic or by anthropogenic perturbations. However, climatic
oscillations did occur, causing some variations in the mangrove vegetation from
Southeastern sites during this period. At least two more humid and two drier epi-
sodes were recorded (Scheel-Ybert, 2000). These episodes were correlated with
modifications of lagoon sedimentation, which also suggested regional climatic va-
riations during the Holocene (Tasayco-Ortega, 1996).
Stability of the mainland coastal vegetation, in spite of the occurrence of cli-
matic variations, was attributed to the edaphic character of the coastal vegetation
(Scheel-Ybert, 2001b), but also to a conservative relationship of shellmound dwe-
llers regarding the vegetation. Environmental stability certainly had an influence
on this society. In addition to allowing a deeper knowledge about the plant associa-
tions these people dealt with, environmental stability might have been a decisive
factor in triggering expansion of the sambaqui culture, sedentism, and maintenan-
ce of their sociocultural system.
Charcoal pieces bearing traces of decay before charring attested the use of
dead wood for fire. The great taxonomic diversity of the charcoal assemblage and
the good correspondence between charcoal spectra and the present-day vegeta-
tion are indicative of non-selective gathering of fuel wood (Scheel-Ybert, 2000,
2001a). However, it was suggested that the wood of Condalia sp (Rhamnaceae)
might be selected, either for economic (this wood is reported to produce a blue
pigment; the root bark of some species is used as soap or medicine; the plants bear
edible fruits) or for ceremonial reasons (Scheel-Ybert, 2000). This hypothesis is
based on the over-representation of this taxon in the anthracological record, as well
as on evidences that its wood might have been charred green.
Carbonized plant food macro-remains were retrieved in all Southeastern she-
llmounds (Scheel-Ybert, 2001a). Until then, only palm nuts, probably mostly
from Astrocaryum, Bactris and Syagrus genera, were usually found in these sites.
However, the later are either more prone to preservation than seeds and tubers as
easiest to find during the excavations. Most seeds and monocotyledonous tuber
fragments remain as yet unidentified, but some fragments could be attributed to
Dioscorea sp (yam), and another one to a Gramineae or Cyperaceae (figure 3).
Tubers are never very abundant, but they occur in almost all the archaeological le-
vels of the studied sites. The abundance of plant food remains in the different sites
was estimated using food remains: wood charcoal ratios (table II). Charcoal was
used in the denominator rather than sediment volume, to control for differential
preservation (Miller, 1988).
Subsistence and lifeway of coastal brazilian moundbuilders 43
Figure 3. 1,2. cf. Gramineae/Cyperaceae tuber, macroscopic and SEM views. Salinas Peroano (1820-1570
cal yrs BP). 3. Dioscorea tuber. Forte (4340-3980 cal yrs BP). 4, 5, 6. unidentified monocotyledonous tubers.
4. Forte (5720-5480 cal yrs BP). 5. Forte (2360-2140 cal yrs BP). 6. Boca da Barra (1380-1180 cal yrs BP).
Black scale = 1 mm. White scales = 100 m (Reproduced with permission from Scheel-Ybert, 2001a).
level Forte Salinas Peroano Boca da Barra Ponta da Cabea Beirada Pontinha
FR:ch T:ch FR:ch T:ch FR:ch T:ch FR:ch T:ch FR:ch T:ch FR:ch T:ch
0-10 0.03 0.02 0.01 0 0 0.11
10-20 0.03 0.22 0.005 0.02 0.01 0.04 0.14 0.02
20-30 0.07 0.20 0.01 0.03 0 0.07 0.01
30-40 0.08 0.25 0.01 0.03 0.02 0 0.04 0.01
40-50 0.03 0 0.06 0.04 0 0.07 0.04
50-60 0.07 0.003 0.04 0.14 0.04 0.05 0 0.02 0.02
60-70 0.04 0.003 0.07 0 0.11 0.01 0.03 0.01 0.01
70-80 0.02 0.006 0.04 0.08 0.01 0.14 0.005 0.04 0.01
80-90 0.03 0.07 0.02 0 0.05 0.02
90-100 0.04 0.006 0.01 0.02 0.02 0.02 0.004
100-110 0.05 0.02 - 0 0.01
110-120 0.01 0.02 0.01 -
120-130 0.04 0.007 0.01 0.01 0.01
130-140 0.02 0.01 0.01 0.003
140-150 0.12 0.03 0 -
44 RITA SCHEEL-YBERT ET AL.
Table 2. Food remains: wood charcoal (FR:ch) and tubers: wood charcoal (T:ch) ratios in Southeastern
Brazilia sites. Ratios represent the number of food remains (seeds, palm nuts, and tubers) or the number of
tuber fragments reported to the total number of charcoal pieces in each sample. In the inner table, total num-
ber of nuts and seeds, tubers, and charcoal pieces analyzed and ratios for each site, all levels combined.
Bioarchaeology
Figure 4. Frequencies of dental pathologies in the studied sites. Sites are presented by region and in each
region by approximate chronological order. BEI: Beirada; PIA: Piaaguera; TEN: Tenrio; RC: Rio Com-
prido; MdO: Morro do Ouro; CAB: Cabeuda; JAB: Jabuticabeira-II. (a) ancient series; (r) recent series.
A: Caries and tooth wear (Morro do Ouro, burial #59); B: tooth wear (Jabuticabeira-II, burial #17a).
SUBSISTENCE AND LIFEWAY OF COASTAL BRAZILIAN MOUNDBUILDERS 45
Figure 5. Frequencies of skeletal pathologies and stature ranges in the studied sites
(legends as in figure 4). A: Cribra orbitalia (Cabeuda, burial #1882); B: periosti-
tis (Cabeuda, burial #1805); C: osteoarthritis (Jabuticabeira-II, burial #10b).
Periostitis, porosity on the osseous outer layer of long bones, is due to inflam-
mations and/or infections associated to either isolated traumatic events or systemic
diseases (Ortner & Putschar, 1981). Most of the individuals studied here present
it in at least two non adjacent bones and in the absence of detectable traumatic
events. Periostitis is more frequent on legs than arms (figure 5), as expected, since
legs are physiologically more prone to infections (Ortner & Putschar, 1981). These
frequencies greatly surpass those observed for temperate foragers and even agri-
culturalists (Larsen et al., 2002). Since traumatic events among sambaqui dwellers
are rare (Lessa & Medeiros, 2001; Storto et al., 1999, Okumura & Eggers, 2005),
this result seems to confirm the high pathogen-load discussed above.
Stature is the net result of genetic determination, nutrition and health during
development and growth. Chronic diseases, recurrent acute pathological states,
and/or malnutrition can lead to growth retardation. Compensatory growth, allo-
wing the child to return to its genetically determined growth curve, only occurs if it
is cured and well nourished (Bogin, 1999). If not, there is adult stature stunting. In
the samples studied here, adult stature ranges between 151-159 cm for males and
148-156 cm for females (figure 5). Thus, they were rather short and in the lower
range for past and extant Amerindians (Storto et al., 1999; Steckel & Rose, 2002).
Since malnutrition seems unlikely in such a rich environment, this could be due
Subsistence and lifeway of coastal brazilian moundbuilders 47
Discussion
In the past, Brazilian shellmounds were regarded as mountains of waste left
over by small nomadic bands whose diet was based on molluscs. More recently,
sambaqui dwellers were proved to have subsisted mainly on fish and to have in-
tentionally used mollusc shells to construct sites of specific functions such as huge
cemeteries. A higher social complexity than formerly believed is suggested by the
sites monumental dimensions and by the existence of exclusively funerary sites,
funeral feastings, and variation in burial patterns and offerings (Fish et al., 2000;
Gaspar, 2000). However, many questions remain yet to be answered, including
aspects of their subsistence, the use of plants, and their way of life.
The present study aimed at uniting different approaches to answer these ques-
tions in an interdisciplinary way innovative for Brazilian archaeology. New data is
reported about plant use, diet, health, physical activity, and stature, while already
published data on palaeoenvironment and on material culture are reviewed. As
such, data point towards more complex subsistence strategies and more diversified
modes of life among Brazilian shellmounds populations than earlier assumed.
Palaeoethnobotanical studies allowed palaeoenvironmental reconstruction and
provided information on firewood utilization and diet for seven of the twelve sites
analysed. Palaeopathological analyses, also from seven sites, revealed important
information regarding these groups life way and their relation with the environ-
ment. The combination of results from both disciplines confirmed the importance
of plants for this society, providing more solid bases for the debate on human ma-
nagement and plant cultivation.
Direct vestiges of plant consumption are very difficult to find, especially in
the lowland tropics, where the humid climate and the acid soils account for a very
poor preservation of plant remains. In this context, conservation is achieved almost
exclusively by carbonisation, although microfossils like phytoliths or starch grains
may also be trapped in plant grinding stones (Piperno et al., 2000; Iriarte, 2004),
into the dental calculus matrix (Reinhard et al., 2001) and in sediments. Tuber ma-
cro-remains are rarely identified in archaeological sites (Hather, 1993). Their pre-
sence in most of the studied sites may be taken as indicative that they were much
used by sambaqui builders. These plant remains alone do not imply in any kind of
cultivation, but their association with other results, as those from bioanthropology
discussed below, point to the possibility of human management or some incipient
cultivation.
Some series analysed here show caries prevalence compatible with cultivation
(Turner, 1979; Larsen et al., 2002). Caries frequencies from Rio Comprido and
Morro do Ouro sites, which largely surpass those observed for foragers, are si-
milar to those found in some American natives, such as post-contact groups from
Georgia Bight (Larsen et al., 2002) and prehispanic Cuicuilto, who both practiced
intensive agriculture (Marquez Morfin et al., 2002). High caries frequencies in
shellmounds can be explained by the consumption of cariogenic plants, such as tu-
bers, and possibly their cultivation. Unfortunately, there are as yet no palaeopatho-
48 RITA SCHEEL-YBERT et al.
very frequent all over the country. They were found in most of the sites analysed
(Uchoa, 1973; Beck, 1980; Kneip, 1994; Gaspar, 2003).
Manos and metates are traditionally considered good indicators of plant food
processing and even of plant domestication (Kamminga, 1979; Schlanger, 1991).
Manos, presenting smooth and polished surfaces, are frequent in many of the stu-
died sites, and in most of the Brazilian shellmounds as well. Only few metates,
however, were found in these sites. We hypothesize these implements, of conside-
rable size and weight, might possibly be of communitarian use.
Morphological and functional characteristics of shellmounds scrapers and used
implements point mainly to wood and bone processing, while flakes and grounds-
tone devices are related to food preparation (fish, wood, and plants processing).
The patterning of the lithic artefact industry in a Southern Brazilian sambaqui
was attributed to food processing contexts (Bryan, 1993). In Panama, very similar
groundstone tool morphology and use-wear patterns are related to starch-rich plant
processing, including manioc and maize, beginning c. 7000 yrs BP (Piperno et al.,
2000).
More specific studies of the lithic assemblage are still needed, especially regar-
ding use-wear and organic residues of surface analysis. However, groundstone ass-
emblages, related to considerably intensive plant processing, point to a much more
significant role of plant foods to the sambaqui people subsistence than has been con-
sidered so far.
Based on the data already obtained, we assume that sambaqui dwellers had
a plentiful, previsible, and broad diet, that incorporated marine protein and a va-
riety of wild and maybe some cultivated plants, probably including some highly
cariogenic species. Their small stature would thus be due to the high prevalence
of long-term infectious disease during growth, affecting many generations (Men-
dona de Souza, 1995). High survivorship with chronic infections (indicated by
cribra orbitalia and periostitis), analyzed together with low stature, suggests that
these people were well adapted to their habitat. This hypothesis is corroborated by
much extended periods of site permanency - the studied sites attest of about 500
(Beirada, Pontinha), 1000 (Ponta da Cabea, Jabuticabeira-II), 2000 (Salinas Pe-
roano, Boca da Barra) or over 3000 (Forte) years of occupation (table 1).
Continual occupation, without any confirmed period of site abandonment,
suggests sedentism, which was probably also triggered by resource abundance.
Indeed, sites were established in coastal ecotones, in the vicinity of restingas,
mangroves, forests, and lagoons, allowing access to abundant renewable plant,
fish, and shellfish resources. Resource abundance is indirectly confirmed by low
trauma frequency. High prevalence of cribra orbitalia and periostitis in most
of the sites are also suggestive of sedentism, since sedentary life leads to waste
accumulation and increases the likelihood of infections and physiological stress.
The great number of burials (Fish et al., 2000), as well as the occurrence of hig-
hly contagious infections such as treponematoses (Okumura & Eggers, 2005),
supports this assertion, besides pointing to much higher population densities than
previously assumed.
The lower and less variable arthritis in legs than in arms is suggestive of small
walking distances. It could result either of foraging in a rich nearby environment
or of gardening and harvesting carried out by horticulturalists. The variety, cons-
tancy, and previsibility of resources in coastal areas, and the lifestyle adapted to
50 RITA SCHEEL-YBERT ET AL.
the coastal environment can explain the higher osteoarthrosis in arms than in legs.
This reflects how more important rowing, swimming, and throwing nets was in
comparison to walking.
Despite the relative stability of cultural (DeBlasis et al., 1998; Gaspar, 1998)
and ecological aspects (Scheel-Ybert, 2000) at a macro-regional level, shell-
mounds present particularities concerning local characteristics. These may in-
clude site landscape insertion (Scheel-Ybert, 2000), site composition (Gaspar,
1998), site function (Fish et al., 2000), frequency of palaeopathologies, and sub-
sistence strategies (this paper). This seems to indicate that, even if all sambaqui
moundbuilders were part of one single sociocultural system, they might present
different ways of life and diverse subsistence strategies at the site level.
Conclusions
References
AFONSO, M. C. y DEBLASIS, P. (1994). Aspectos da formao de um grande sambaqui:
Alguns indicadores em Espinheiros II, Joinville. Rev. MAE-USP, 4: 21-30.
AUFDERHEIDE, A. C. y RODRGUEZ-MARTN, C. (1998). The Cambridge encyclopedia of
human paleopathology. Cambridge: Cambridge University Press.
BARBOSA, M. (2001). Espao e organizao social do grupo construtor do sambaqui
IBV-4, RJ. MSc Dissertation. So Paulo: USP.
BARROS, C. F. y CALLADO, C. H. (1997). Madeiras da Mata Atlntica. Vol. 1. Rio de Janeiro:
JBRJ.
BECK, A. (1980). Sambaquis: tecnologia e subsistncia. Anais do Museu de Antro-
pologia. UFSC, 2: 124-138.
BOGIN, B. (1999). Patterns of human growth. 2nd ed. Cambridge: Cambridge University
Press.
BOYADJIAN, C. H. C.; EGGERS, S. y REINHARD, K. (2007). Dental wash: a problematic me-
thod for extracting microfossils from teeth. J. Archaeol. Sci. (in press).
SUBSISTENCE AND LIFEWAY OF COASTAL BRAZILIAN MOUNDBUILDERS 51
RESUMEN. Este escrito se refiere a los estudios de arqueobotnica en Colombia, trata sobre
el desarrollo histrico de esta disciplina en el pas y presenta comentarios sobre su estado actual.
Cuando se aborda la temtica mencionada es necesario considerar las caractersticas ambientales
de Colombia, que condicionan la preservacin de restos arqueobotnicos; as como tcnicas de
anlisis apropiadas para revelar informacin sobre distintos recursos vegetales usados en el pasa-
do. Los estudios que abordan problemticas sobre la alimentacin, y/o las relaciones entre huma-
nos y ambiente deben buscar estrategias metodolgicas que les proporcionen informacin com-
plementaria, como por ejemplo, el uso de datos etnohistricos e histricos o el uso de informacin
etnobotnica para plantear la relacin entre humanos y ambiente en el pasado, especficamente
sobre el uso de recursos vegetales. De esta manera se contribuira a plantear interpretaciones so-
bre uso y valor econmico y cultural de las plantas en el pasado.
ABSTRACT. This paper deals with the history of studies on archaeobotany carried out in Co-
lombia, and some comments about the present day state of these studies are presented. It is neces-
sary to consider environmental conditions of Colombia which affect the preservation of plant re-
mains, and the adequate analytical techniques in order to obtain data on the use of different kinds
of plant resources during the past. Taking into account those restrictions, studies on archaeology
of food and/or on relation between human and their environment, must consider complementary
methodological strategies. For example, ethnohistorical, historical and ethnobotanical data can be
used to study the relationship between humans and their environment during the past, particularly
on the use of plant resources. Then, it will be possible to suggest hypotheses about the economic
and cultural value of plants during the past.
Figura 1. Mapa de Colombia con las regiones mencionadas en el texto. Adaptado de Times Atlas
of the World, Concise Edition, 1995: 162-163.
Figura 2. Paisaje en la Sabana de Bogot, cordillera oriental. Se observan antiguos campos elevados y
canales de drenaje cercanos al ro Bogot (fotografa, S. Archila).
Arqueobotnica en colombia y su aplicacin al estudio de patrones 59
Figura 3. Paisaje del medio ro Caquet en la Amazona. Se observa el bosque tropical hmedo
en una de las mrgenes del ro (fotografa, S. Archila).
ranta sp.), quinua (Chenopodium sp.), leren (Calathea allouia), ahuyama (Cucur-
bita sp.), calabazo (Lagenaria sp.) y varios rboles frutales (para una lista de las
plantas identificadas en tierras bajas tropicales vanse tablas 4.1 y 4.2 en Archila,
2005: 88, 92). As por ejemplo, en el medio ro Caquet el anlisis de polen y de
restos de semillas carbonizadas indica que las palmas fueron importantes para los
antiguos habitantes del rea, particularmente para quienes vivieron en la regin
hace unos 9.000 aos AP. Actualmente los frutos de palmas y otros rboles son
muy importantes para la alimentacin de los habitantes indgenas de la zona, de
acuerdo con la informacin etnogrfica y etnobotnica disponible. Adems, son
ampliamente usadas partes de estas plantas distintas a los frutos.
Sobre los patrones de subsistencia y alimenticios de los cazadores recolectores,
poblaciones ms antiguas en el territorio colombiano (existieron aproximadamente
desde 16.000 hasta 5.000 aos AP), se han estudiado principalmente restos de fauna,
mucho ms visibles que los macrorrestos carbonizados de plantas. Estos restos de
fauna, relativamente bien preservados en ambientes de cuevas o abrigos rocosos,
corresponden a megafauna como por ejemplo mastodontes (Haplomastodon sp. y
Cuvieronius sp.) en los sitios de fines del Pleistoceno y a fauna de tamao mediano
como venados (Odocoelius sp. y/o Mazama sp.) en sitios del Holoceno de hace unos
10.000 aos (vase, por ejemplo, Correal y Van der Hammen, 1977, y Pinto, 2003).
Durante las ltimas dcadas los trabajos que han considerado el estudio de los pa-
trones de subsistencia en sociedades de estos grupos humanos han implementado
tcnicas de recoleccin sistemtica (flotacin, cernido en seco), de micro y macro-
restos botnicos (polen, fitolitos, semillas y maderas), que han mejorado el registro
arqueobotnico til para la investigacin de los patrones de subsistencia. En algunos
casos se han obtenido evidencias directas sobre el uso de ciertos recursos vegetales,
particularmente frutos de palmas (Oenocarpus sp., Mauritia, sp., Astrocaryum sp.,
entre otras) y otros rboles tales como aguacate (Persea sp.), para mencionar el ms
comn (vase, por ejemplo, Cavelier et al., 1995). En el sitio arqueolgico llamado
Pea Roja, medio ro Caquet (Amazonas), la informacin arqueobotnica mostr
que hacia el 9.000 AP, se practic horticultura de pequea escala en huertas domsti-
cas y se cultivaron ahuyamas (Cucurbita sp.), calabazos (Lagenaria sp.) y tubrculos
de leren (vase Piperno, 1999; Herrera y Cavelier, 1999).
Con respecto al siguiente periodo de ocupacin del territorio colombiano en
poca prehispnica, es decir, el Formativo (aproximadamente entre 6.000 AP y
1.000 d.C.), Bonzani (1997) realiz una investigacin arqueobotnica en la serra-
na de San Jacinto al norte de Colombia. La autora recolecta y analiza macrorrestos
carbonizados de un sitio de ocupacin temprana (5.600 AP), por parte de un grupo
humano que subsista de la cacera y la recoleccin y que ocup el lugar estacio-
nalmente para aprovechar los recursos de fauna y posiblemente flora disponibles,
haciendo uso de una movilidad logstica.
Las tierras bajas del norte de Colombia podran haber sido una de las reas
donde ocurri la domesticacin de plantas como los tubrculos (vanse Reichel-
Dolmatoff, 1986; Langebaek y Dever, 2000), si se tiene en cuenta la dispersin
natural de estas plantas y las caractersticas naturales de estos ambientes de llanu-
ras clidas, propicias para el crecimiento de las mismas. Reichel-Dolmatoff (1986)
postula que entre las sociedades de cazadores-recolectores y agricultores del rea
ocurrieron cambios evolutivos que condujeron entre otras cosas a la adopcin del
sedentarismo, la vida en aldeas, la tecnologa cermica y la agricultura. Las evi-
Arqueobotnica en colombia y su aplicacin al estudio de patrones 61
Bibliografa
RESUMEN. Se presentan evidencias sobre el uso de races y tubrculos andinos tiles (Solanum
tuberosum, Oxalis tuberosa, Canna edulis, Hipseocharis pimpinellifolia, Ipomoea sp. y no diferencia-
dos) por parte de grupos agropastoriles del Noroeste argentino (ca. 2000-1000 aos AP). Se efecta el
anlisis de microfsiles en residuos de uso de artefactos de molienda de seis sitios arqueolgicos de
Puna de Atacama, Prepuna y rea Valliserrana. Se discuten modalidades de procesamiento de esos
recursos mediante el anlisis tafonmico de microfsiles para postular que la trayectoria posterior a
la cosecha o recoleccin de tuberosidades pudo incluir su deshidratacin deshidratacin por con-
gelamiento y otras, tostado y molienda para la obtencin de harinas y pastas.
ABSTRACT. Evidences concerning the use of useful Andean tubers and roots (Solanum tu-
berosum, Oxalis tuberosa, Canna edulis, Hipseocharis pimpinellifolia, Ipomoea sp. and undif-
ferentiated) that belong to agro-pastoralist groups from Northwestern Argentina (ca. 2000-1000
years BP), are shown. Microfossil analysis of grinding use residues is done for artefacts coming
from six archaeological sites of Puna de Atacama, Prepuna and Valliserra areas. Manners of re-
source processing are discussed by the way of a taphonomic analysis of microfossils resulting in
a postulated trajectory for tubers and roots that includes its harvesting, dehydration by freezing
and others, roasting and grinding to the obtaining of flours and pastes.
Desde luego, al menos los registros actuales o subactuales muestran diversidad in-
trarregional en estos aspectos y es posible que lo mismo caracterizara al momento
prehispnico. De igual modo, es esperable que algunas formas o combinaciones
particulares de tratamientos no se preservaran con el tiempo o que, al contrario,
se incorporaran de manera reciente a los repertorios culinarios, lo cual no implica
que no pudieran haber estado en uso en el pasado arqueolgico. As, la deshidra-
tacin por congelamiento, que se emplea tambin para la preservacin del ulluco
y de varias especies andinas cultivadas de Solanum (Brcher, 1989; CIP, pgina
web), podra haber sido aplicada a tubrculos y races para los cuales no se hallan
referencias actuales.
Interesa destacar el papel de ciertos tratamientos como el tostado o cocido,
asoleado, almacenamiento temporal y deshidratacin por asoleado o congelamien-
to en tres aspectos: a) la transformacin de productos no aptos para el consumo
humano bsicamente eliminacin de principios amargos, aprovechamiento de
tubrculos agusanados y/o endulzamiento (Brcher, 1989; CIP, pgina web; Slanis
y Grau, 2001), b) la posibilidad efectiva de su preservacin en el tiempo con su
consecuente disponibilidad anual y d) el aporte a la diversidad del recetario y el
mejoramiento del sabor. En este marco, la molienda y la coccin (hervido, hornea-
do, tostado) constituyen prcticas estrictamente necesarias para el aprovechamien-
to de los subproductos deshidratados y, eventualmente, almacenados.
Cuadro 1. Trayectorias de procesamiento de tubrculos y races de papa comn, oca, achira, batata y
soldaque para consumo humano. Referencias. Sobre la base de: 1: Parodi, 1991, 2: Storni, 1942, 3: CIP,
pgina web, 4: Brcher, 1989, 5: Fernndez, 1969-1970, 6: Slanis y Grau, 2001.
Los sitios tomados como casos de anlisis presentan ocupaciones que se ubi-
can entre los ca. 2.000-1.000 aos AP. Sus caractersticas generales se resumen en
la tabla 1. stos conforman una transecta ambiental entre los 3.500-2.300 msnm,
desde Antofagasta de la Sierra en la Puna de Atacama (Punta de la Pea 9.I -PP9.
I-), pasando por el Valle de El Bolsn en la Prepuna catamarquea (La Mesada
-LM-), hasta la Falda Occidental del Aconquija (Loma Alta -LA-), la Quebrada
de Amaicha (El Remate 1 -ER1-) y El Rincn (El Rincn 1 y 2 -RN1, RN2-) en
la zona Valliserrana de Tucumn y Catamarca (figura 1). Estos mbitos con sus
disponibilidades diferenciales de recursos naturales y sus particulares condiciones
para el cultivo engloban buena parte de la diversidad del entorno biogeogrfico del
noroeste argentino (Bruniard, 1999; Parodi, 1991).
Todos los contextos corresponden a grupos con economas productoras bien
constituidas, principalmente de tipo agropastoril, resultantes de un proceso de transi-
cin gradual y variable desde la caza-recoleccin (Albeck, 2000; Olivera, 2001). Se
trata de grupos que se organizaron en torno a la explotacin de una gama diversa de
recursos, conservando un importante dinamismo que involucraba sitios de ocupacin
permanente con otros de residencia transitoria y de funcionalidad especfica en zonas
de produccin, caza y/o recoleccin (Aschero, 2000; Olivera, 2001) y manteniendo
activo el intercambio de bienes y productos (Aschero, 2000).
42.LM E V, Capa 9 Molino simple (E) Base residencial agropastoril con recintos
La Mesada
s/n.RN1 EX Molino simple (F) Base residencial agropastoril con recintos do-
msticos dispersos. E X constituye un recinto
El Rincn 1
29.RN2 E X, Nivel 2 Molino simple (E) Base residencial agropastoril con recintos
domsticos dispersos. E X constituye un
El Rincn 2
Metodologa
La muestra que se analiza en este trabajo se conform con 18 artefactos de mo-
lienda mviles enteros y fragmentados 9 molinos, 3 morteros y 6 manos de moli-
no (tabla 1). stos constituyen una fraccin de un conjunto mayor compuesto por
70 artefactos mviles y 19 bloques fijos con superficies para la molienda que forman
parte de nuestra investigacin sobre tecnologa y utilizacin de instrumental de mo-
lienda en el Noroeste argentino.
En todos los casos se obtuvieron muestras de residuos de molienda para el
anlisis de microfsiles de acuerdo con la metodologa indicada por Babot (2004,
2007). Sus asignaciones taxonmico/anatmicas se efectuaron por comparacin
con material de referencia actual y con publicaciones sobre el tema, las cuales se
mencionan y discuten en Babot (2004, 2005a, 2007), Korstanje (2005) y Korstanje
y Babot (2007). Las asignaciones se basaron, principalmente, en las caractersticas
de los granos de almidn de reserva que constituyen los microfsiles ms tpicos
en los tejidos vegetales de almacenamiento (sensu Babot, 2007; Korstanje y Babot,
2007). Los silicofitolitos y cristales de calcio sin valor diagnstico para los taxones
registrados tambin se consideraron para las asignaciones, pero nicamente en los
casos con registro positivo de almidn tpico.
Se emplearon patrones o estndares de comparacin sobre daos ocasio-
nados por diferentes prcticas en los granos de almidn combinaciones de
rasgos que son ms factibles de hallar como consecuencia de procesamientos
tradicionales, los cuales han sido generados sobre una base etnogrfica y
experimental (Babot, 2003, 2004, 2005b) y se comportan como indicadores
arqueolgicos de esas prcticas. Se sostiene que los microfsiles guardan me-
moria de los procedimientos por los que pasaron los recursos vegetales de
los cuales proceden. Sobre esta base, se indag en los residuos de molienda en
bsqueda de indicadores de la trayectoria de las partes tiles procesadas. Dado
que diferentes prcticas pueden ocasionar patrones de dao similares (Babot,
2003, 2004), se procedi mediante el criterio de coherencia entre las expec-
tativas arqueolgicas y los daos observados, segn el cual los resultados se
evalan a la luz de las hiptesis de trabajo.
Procesamiento de tubrculos y races por grupos agropastoriles 73
8.PP9.I Hypseocharis pimpine- GA1, 2 Molienda + deshidratacin (GA con abolladuras, grietas,
llifolia raz tuberosa daos en cruz de extincin y birrefringencia, GA mlti-
ples fracturados; Sif desarticulados) - Molienda hmeda
o humedad en el locus (D) - Posible tostado (Mc)
10.PP9.I Canna edulis semilla GA1, 2 Molienda + deshidratacin (GA con abolladuras,
grietas, daos en cruz de extincin y birrefringencia;
Sif desarticulados) - Posible tostado (Mc)
12.PP9.I Tubrculos/races no GA2 Molienda + deshidrat. (GA con abolladuras, frac-
diferenciados turas, daos en birrefringencia; Sif desarticulados)
Mol. hmeda o humedad en el locus (D) - Posible
tostado (Mc) - Deshidratac. por congelamiento (fi-
guras fantasmagricas de GA)
19.PP9.I Tubrculos/races no GA2, Sif3, 7, 8 Molienda + deshidratacin (GA con daos en cruz
diferenciados de extincin y birrefringencia; Sif desarticulados;
D fracturadas) - Molienda hmeda o humedad en el
locus (D) - Posible tostado (Mc) - Ataque enzimtico
(GA con perforaciones)
20.PP9.I Oxalis tuberosa tu- FCa1, 4 Molienda + deshidratacin (GA con abolladuras, daos
brculo GA2, FCa1, 3, 4 en cruz de extincin y birrefringencia) - Molienda hme-
Tubrculos/races no da o humedad en el locus (D, EE) - Posible tostado (Mc)
diferenciados
21.PP9.I Tubrculos/races no GA2, Sif3, 7, 8, FCa1, 3, 4 Molienda + deshidratacin (GA con grietas, abolla-
diferenciados duras, daos en cruz de extincin y birrefringencia,
agrandamiento de hilo) - Posible tostado (Mc) - Ata-
que enzimtico (GA con perforaciones)
22.PP9.I Oxalis tuberosa tu- GA1, 2, 5, FCa1, 4 Molienda + deshidratacin (GA con grietas, abo-
brculo GA1, 2 lladuras, daos en cruz de extincin y birrefringen-
Hypseocharis pimpine- GA2 cia, GA mltiples disgregados; Sif desarticulados)
llifolia raz tuberosa - Posible tostado (Mc) - Ataque enzimtico (GA con
Tubrculos/races no perforaciones)
diferenciados
26.PP9.I Canna edulis rizoma, GA1, 2, 12, Sif1, 3, 4 Molienda + deshidratacin (GA con daos en cruz
semilla GA2, Sif3, 7, 8, FCa1, 3, 4 de extincin y birrefringencia; Sif desarticulados;
Tubrculos/races no D fracturadas) - Molienda hmeda o humedad en el
diferenciados locus (D) - Posible tostado (Mc) - Ataque enzimtico
(GA con perforaciones)
29.PP9.I Tubrculos/races no GA2 Molienda + deshidratacin (GA con abolladuras, daos
diferenciados en cruz de extincin y birrefringencia) - Molienda h-
meda o humedad en el locus (D) - Posible tostado (Mc)
42.LM Ipomoea sp raz alma- GA1, 2, 6, 9, 10 Molienda + deshidratacin (GA con abolladuras,
cenadora GA2, FCa1, 3, 4 grietas y daos en cruz de extincin; Sif desarticula-
Tubrculos/races no dos) - Posible tostado (Mc)
diferenciados
25.LA Tubrculos/races no GA2, FCa1, 3, 4 Molienda + deshidratacin (GA con abolladuras y
diferenciados daos en birrefringencia) - Posible tostado (Mc)
27.ER1 Tubrculos/races no GA2 Molienda + deshidratacin (GA con abolladuras,
diferenciados grietas, daos en cruz de extincin y birrefringencia) -
Molienda hmeda o humedad en el locus (D) - Posi-
ble tostado (Mc)
29.RN2 Canna edulis rizoma; GA1, 2, 12, Sif1, 4 Molienda + deshidratacin (GA con abolladuras, daos
vaina en cruz de extincin y birrefringencia; Sif desarticula-
dos) - Molienda hmeda o humedad en el locus (D)
s/n.RN1 Canna edulis rizoma GA1, 2, 12, Sif1, 4 Molienda + deshidratacin (GA con abolladuras,
Tubrculos/races no GA2 fracturas, daos en birrefringencia) - Posible tostado
diferenciados (Mc)
Tabla 2. Presencia de tubrculos y races en las muestras analizadas. Se mencionan los microfsiles
que se han considerado como indicadores taxonmico/anatmicos y de modalidades de procesamiento.
Referencias: GA: granos de almidn, Sif: silicofitolitos, FCa: fitolitos de calcio, D: diatomeas, EE:
espculas de esponjas, Mc: microcarbones. 1: Korstanje y Babot, 2007, 2: Babot, 2004, 3: Babot, 2005a,
4: Korstanje, 2005, 5: Cortella y Pochettino, 1995, 6: Loy, 1994, 7: Pearsall, 2000, 8: Piperno, 1988, 9:
Piperno y Holst, 1998, 10: Ugent et al., 1981, 11: Ugent et al., 1982, 12: Ugent et al., 1984.
76 MARA DEL PILAR BABOT
Figura 2. Microfsiles en residuos de uso de artefactos de molienda del Noroeste argentino. a-b) GA
simple de Solanum tuberosum 5.PP9I; c-f) GA simples de Oxalis tuberosa 4.PP9I y 22.PP9.I;
g-j) GA simples de Canna edulis, en (h) se observa, adems, un pelo silicificado que se asigna a la misma
especie 26.PP9.I, 29.RN2 y s/n.RN1; k-l) GA compuestos de Ipomoea sp 42.LM; m-o) GA
pseudocompuesto y compuesto, respectivamente, de Hypseocharis pimpinellifolia 8.PP9.I y 22.PP9.
I; p-u) GA simples de tubrculos/races no diferenciados 4.PP9.I, 21.PP9.I y 25.LA; v-w / y-b)
GA simples de tubrculos/races no diferenciados con daos por ataque enzimtico 5.PP9.I, 19.PP9.I y
21.PP9I; x) elementos de conduccin silicificados 19.PP9.I; c-d / f-i) GA de tubrculos/races no
diferenciados con daos debidos a deshidratacin por congelamiento 3.PP9.I, 4.PP9.I y 12.PP9.I; e /
j-l) valvas de diatomeas fracturadas por molienda 7.PP9.I, 5.PP9.I y 19.PP9.I. Las micrografas de
granos de almidn corresponden en cada caso a vistas con luz normal y polarizada izquierda y derecha,
respectivamente, con excepcin de (g) y (h). Escala: 20 m.
Conclusiones
En este trabajo se han presentado evidencias sobre la presencia y uso de dife-
rentes races y tubrculos andinos tiles, domsticos (Solanum tuberosum, Oxalis
tuberosa, Canna edulis), silvestres (Hipseocharis pimpinellifolia), de estatus des-
conocido (Ipomoea sp.) y otros no diferenciados, por parte de grupos agropasto-
riles que ocuparon el Noroeste argentino entre los ca. 2.000-1.000 aos AP. Esto
se llev a cabo a partir del anlisis de microfsiles contenidos en residuos de uso
de artefactos de molienda procedentes de seis sitios arqueolgicos ubicados en los
mbitos de Puna de Atacama, Prepuna y rea Valliserrana.
Asimismo, se han documentado diferentes modalidades de procesamiento de
los tubrculos y races a partir del anlisis de asociaciones de microfsiles y de la
evaluacin de sus daos. La trayectoria posterior a la cosecha o recoleccin de tu-
berosidades pudo incluir su deshidratacin deshidratacin por congelamiento y
otras, tostado y molienda para la obtencin de harinas y/o pastas. Estas prcticas
de conservacin y posterior tratamiento indican que los grupos agro-pastoriles pu-
dieron diferir su consumo con respecto al momento de la cosecha o recoleccin y
tener una disponibilidad anual de ellos.
Los resultados obtenidos se encuadran dentro de una tendencia general que perfi-
la al anlisis de microfsiles, residuos orgnicos adsorbidos e istopos estables como
las estrategias metodolgicas ms aptas para el estudio de tuberosidades, indepen-
dientemente de su antigedad (cf. otros casos de estudio en Loy et al., 1992; Piperno
et al., 2000; Ugent et al., 1981, 1982, 1984). Consideramos que sera pertinente una
complementacin de las tres vas. En lo que respecta al anlisis de trayectorias de
recursos, es deseable proveer de evidencia adicional procedente del anlisis de resi-
duos de las distintas etapas de procesamiento en los loci de actividad, contenedores,
estructuras de coccin, de almacenamiento y otros artefactos involucrados en el tra-
tamiento de tubrculos y races, tales como artefactos de labranza. Si bien estos lti-
mos facilitan la interpretacin de la ocurrencia de siembra y cosecha, la informacin
determinante sobre esta etapa de la trayectoria de los tubrculos y races slo puede
ser aportada por el estudio de campos de cultivo. Asimismo, se requiere profundi-
zar el estudio de base del almidn de varias especies tuberosas poco conocidas del
Noroeste argentino y el rea Centro-Surandina, en general, dado que ellas podran
haber constituido recursos comestibles en el pasado prehispnico de la regin.
Agradecimientos
A M. A. Korstanje, M. C. Scattoln, E. Ribotta y J. Garca Azcrate, quienes me
facilitaron parte de los artefactos arqueolgicos y la informacin contextual que se
presenta en este trabajo. Esta investigacin fue financiada por los proyectos FON-
CYT-PICT 9888, PIP-CONICET 3041 y CIUNT G205, dirigidos por C. Aschero.
Procesamiento de tubrculos y races por grupos agropastoriles 79
Bibliografa
Albeck, M. E. (2000). La vida agraria en los Andes del Sur. En M. N. Tarrag (dir.),
Nueva Historia Argentina. Tomo I. Buenos Aires: Sudamericana. Pp. 187-228.
Aschero, C. A. (2000). El poblamiento del territorio. En M. N. Tarrag (dir.), Nueva
Historia Argentina. Tomo I. Op. cit. Pp. 17-59.
Aschero, C. A. y Podest, M. M. (1986). El arte rupestre en asentamientos precermi-
cos de la Puna argentina. Runa, 16: 29-57.
Babot, M. P. (2003). Starch grain damage as an indicator of food processing. En D. M.
Hart y L. A. Wallis (eds.), Phytolith and starch research in the Australian-Pacific-
Asian regions: the state of the art. Canberra: Pandamus Books. Pp. 69-81.
(2004). Tecnologa y utilizacin de artefactos de molienda en el Noroeste Prehispni-
co. Tesis de doctorado en Arqueologa. San Miguel de Tucumn: Universidad Nacional
de Tucumn. Ms.
(2005a) Silicophytoliths and calcium crystals in useful wild and domestic plants of
the Southern Andes. The Phytolitharien, 17, 2: 20-21.
(2005b). Damage on starch from processing Andean food plants. En R. Torrence
y H. Barton (eds.), Ancient starch research. California: Left Coast Press. Pp. 31-32,
66-67, 71.
(2007). Granos de almidn en contextos arqueolgicos: posibilidades y perspecti-
vas a partir de casos del Noroeste argentino. En prensa en B. Marconetto, P. Babot
y N. Oliszewski (comps.), Paleoetnobotnica del Cono Sur: estudios de casos y
propuestas metodolgicas. Crdoba: Editorial Ferreyra para el Museo de Antropo-
loga, Universidad Nacional de Crdoba.
Babot, M. P. et al. (2006). Ocupaciones agropastoriles en los sectores intermedios de
Antofagasta de La Sierra (Catamarca): un anlisis desde Punta de La Pea 9.I.. Co-
mechingonia (Crdoba), 9: 57-78.
Brcher, H. (1989). Useful plants of neotropical origin: and their wild relatives. Hei-
delberg: Spriner-Verlag.
Bruniard, E. D. (1999). El escenario geogrfico. En Nueva Historia de la Nacin
Argentina. Tomo I. Buenos Aires: Academia Nacional de la Historia, Planeta. Pp.
39-63.
Cabrera, . C. (1983). Flora de Jujuy. San Salvador de Jujuy: Instituto Nacional de
Tecnologa Agropecuaria (INTA).
Centro Internacional de la Papa (CIP), pgina web (2002). Enlaces: Pocket guide
to nine exotic Andean roots and tubers y Lost crops of the Incas. Little known plants
of the Andes with promise for worldhwide cultivation (1989), National Academies
Press.
Chevalier, A. (1999). De la pomme de terre la coca: statut de larchobotanique au
Prou et revue critique des donnes. En A. Chevalier, L. Velarde e I. Chenal-Velar-
de (eds.), LAmrique du Sud. Des chasseurs-cueilleurs lEmpire Inca. Cambridge:
BAR International Series 746. Pp. 43-61.
Cohen, M. L. (2005). Entre guano y arena ocupaciones recurrentes: Un caso de estu-
dio en el sitio Punta de la Pea 9-III, Antofagasta de la Sierra, Catamarca. Trabajo
final de la Carrera de Arqueologa, San Miguel de Tucumn: Universidad Nacional
de Tucumn. Ms.
Cohen, M. L., Lpez Campeny, S. M. L. y Urquiza, S. V. (2000). De Remate. La
antigua vida cotidiana en el Valle de Amaicha. San Miguel de Tucumn: Ctedra
de Mtodos y Tcnicas de la Investigacin Arqueolgica, Universidad Nacional de
Tucumn. Ms.
Cortella, A. R. y Pochettino, M. L. (1995). Comparative morphology of starch of
three Andean tubers. Starch/Strke, 47, 12: 455-461.
Cuenya, M. P. y Garca Azcrate, J. (2003). Procesos de formacin de sitios arqueo-
lgicos y su relacin con cambios pedolgicos, El Rincn, Taf del Valle, Tucumn.
Chngara, vol. esp., I: 415-423.
80 MARA DEL PILAR BABOT
ABSTRACT. The aim of this paper is to delve into the role of corn as a resource in the Andean
area of the Argentinean Northwest since its first records and during the Formative Period (2000-
1200 AP). With this purpose, the study case Cueva de los Corrales 1 is presented. The results ob-
tained are compared with available data for contemporary sites in different environmental units:
puna, mountain valleys and piedmont. The evidences found show that corn would have been one
of the main food crops during the Formative Period because it is recorded in preparation, cooking
and eating areas. Prehispanic Zea mayz L. variety diversification would have taken place in this
moment, becoming stronger in later periods.
Introduccin
El registro de Zea mayz L. en diversos sitios arqueolgicos del rea andina
del Noroeste argentino (NOA) durante el Holoceno Tardo es recurrente. Con
base en esta recurrencia ms la presencia de artefactos de molienda y estructuras
agrcolas, histricamente numerosos investigadores sealaron esta planta como
un recurso dietario principal. Pero, son estas evidencias suficientes para soste-
ner esta hiptesis?
El objetivo de este trabajo es plantear el estado de la cuestin en cuanto al recurso
maz en el rea andina del Noroeste de Argentina (NOA) desde los primeros regis-
tros y durante el llamado periodo Formativo (2000-1200 AP). Para ello, se presenta
un caso de estudio: el sitio Cueva de Los Corrales 1 y, luego, se comparan los resul-
tados obtenidos con la informacin disponible de sitios contemporneos y ubicados
en diferentes unidades ambientales: puna, valles y quebradas y piedemonte.
La Puna comprende el extremo sur de la regin altiplnica que se extiende
desde el sur de Per hasta el NOA. Es una planicie elevada atravesada por cordo-
84 NURIT OLISZEWSKI
nes montaosos donde la agricultura slo puede practicarse en reas concretas que
cuenten con recursos hdricos mnimos, situacin que puede extrapolarse 2.000
aos atrs sin problemas a partir del marco paleoambiental (Olivera et al., 2002).
Los valles y quebradas (1.500-3.000 msnm) se ubican entre la Puna por el oeste y
las selvas y el bosque chaqueo por el este. Constituyeron excelentes reas agr-
colas de regado donde pueden haberse cultivado una gran variedad de vegetales.
El sitio que se presenta como caso de estudio se ubica en esta unidad ambiental en
un valle alto a 3.000 msnm. Las selvas se ubican sobre la vertiente oriental andina
extendindose desde Colombia hasta el NOA. En estas reas se desarroll una
agricultura itinerante de roza y quema cultivndose diversas especies, entre las
cuales destaca el maz.
Con base en los datos paleoambientales que existen a nivel regional para
el rea de valles y quebradas, el Formativo habra sido un periodo de humedad
generalizado y moderadamente clido que habra favorecido el desarrollo cul-
tural de los grupos prehispnicos del NOA entre 2000 y 1200 AP (Sayago et
al., 1998).
Cueva de Los Corrales 1 es una cueva de 4 por 7 metros ubicada sobre la mar-
gen oeste del talud del ro de Los Corrales. Este sitio present evidencias arqueo-
lgicas en estratigrafa, entre las que se cuentan: material ltico (lascas y ncleos)
en cuarzo, andesita, obsidiana y slice; fragmentos cermicos; restos faunsticos
(230 fragmentos seos, placas de dasipdido, guano, un cordel de dos hilos tor-
sin S, restos de vellones, cabeza, patas y alas de langosta, pinzas de crustceo
y fragmentos de cscara de huevo); carbn y macrorrestos vegetales (Oliszews-
ki et al., 2005). Entre los macrorrestos vegetales se registr algarrobo (Prosopis
sp.), chaar (Geoffroea decorticans [Gillies Hook y Arn.] Burkart), poroto comn
(Phaseolus vulgaris var. vulgaris L.), zapallo (Cucurbita sp.) y granos y marlos de
maz (Zea mays L.) (Carrizo et al., 2003).
Un sondeo posterior posibilit el hallazgo de cuatro morteros excavados en la
roca que constituye el piso de la boca de la cueva y dos molinos. Los morteros pre-
86 NURIT OLISZEWSKI
Recuperacin
vacin de los materiales orgnicos recuperados. Para el caso particular de los espec-
menes de maz esto se pone de manifiesto en la preservacin de caracteres diagnsticos
como dimensiones, forma y dureza (grano) y nmero de hileras de granos y nmero de
cpulas por hilera (marlo), que facilitaron la identificacin a nivel infraespecfico.
La muestra analizada fue recuperada tanto en estratigrafa como a partir de
morteros excavados en la roca de base. A continuacin se explica la metodologa
de excavacin para ambos casos.
Los trabajos de excavacin, que abarcaron una superficie de 2,5 m2, fueron
desarrollados por decapage y dieron como resultado la deteccin de una secuencia
estratigrfica compuesta por varias capas y extracciones (entre parntesis): capas
0a y b; 1 (1), (2) y (3) y 2 (1), (2) y (3). Estas capas conforman un paquete
estratigrfico de 30 cm de potencia, habindose llegado en la capa 2 (3) a la roca
de base. Cada capa fue excavada mediante el planteo de cuadrculas de 1 m x
1 m subdivididas en microsectores (B2D, B3C, C2B y C3A) de 0,50 m x 0,50 m
que constituyen las unidades reales de excavacin. Dentro de cada una de stas se
separ el material documentado en las plantas, y se embols todo el material recu-
perado de un proceso de tamizado con zaranda de malla fina (malla de 1 mm).
Los morteros, por su parte, estn confeccionados en la roca de base de la cueva.
Su formato es tronco-cnico de variables dimensiones, y presentan un relleno inten-
cional de restos vegetales puestos a presin, los cuales fueron sellados por el agre-
gado de un sedimento arcilloso preparado para tal fin. Este sello probablemente
fue confeccionado mediante el uso de fuego directo, lo cual dej a los morteros per-
fectamente ocultos y mimetizados con la roca de base. El relleno de cada uno de
los morteros fue embolsado; luego fue tamizado en laboratorio con tamices de malla
fina (0,5 y 1 mm) para proceder a la posterior seleccin de macrorrestos vegetales.
Todos los marlos y uno de los granos (ejemplar n 12) proceden del relleno de
los artefactos de molienda (tabla 1). El resto de los granos procede del registro es-
tratigrfico, especficamente de las capas 1 (2), 1 (3) y 2 (1) (tabla 2). Cabe aqu
la aclaracin acerca de que el fechado obtenido (2060 AP) corresponde a la primera
ocupacin, es decir, a la capa 2 (3). Si bien los especmenes aqu presentados son
posteriores a esta fecha, actualmente se hallan en proceso de anlisis nuevas eviden-
cias entre las que se encuentran granos de Zea mays procedentes de la capa 2 (3).
N Procedencia Longitud del Dimetro del N de hileras N de cpulas Espesor Identificacin5
raquis (mm) raquis (mm) de granos por hilera del grano4
Identificacin
Resultados
- Marlos (tabla 1, figura 2). A partir de los marlos de maz han sido identificadas
dos razas con precisin: Pisingallo con base en dimensiones, n de hileras de granos
y espesor relativo del grano (especmenes n 4 y 7) y Culli teniendo en cuenta sus
dimensiones y el tpico color violceo (espcimen n 2). Otros tres ejemplares fueron
identificados con cierta reserva como Pisingallo (espcimen n 1), Morocho amarillo
(espcimen n 6) y Capia (espcimen n 8). Cinco ejemplares no pudieron ser identi-
ficados por carecer de caracteres diagnsticos (especmenes n 3, 5, 9, 10 y 11).
- Granos (tabla 2, figura 3). Del conjunto de 7 granos se puede aseverar que los
ejemplares n 12, 15 y 17 son Pisingallo. Son granos muy duros, de textura vtrea,
cuyas dimensiones varan entre 6,5-8 mm de longitud y 4-5 mm de latitud. Por otra
parte, el ejemplar n 18 ha sido sometido a calor y, por esta razn, sus dimensiones
se encuentran alteradas; de todos modos se lo identific como Pisingallo.
El recurso maz en sitios arqueolgicos del Noroeste argentino 89
Discusin
Han sido identificadas cuatro razas, Pisingallo, Culli, Capia y Morocho amari-
llo, todas de maduracin relativamente temprana que en la actualidad se cultivan
en valles Calchaques y se utilizan para preparar diversos platos. En el caso del
Pisingallo se usa para frer debido a que es un maz duro y reventador. Del
Culli, maz harinoso, se obtiene harina para preparar distintos platos y una bebida
fermentada, la chicha morada. Adems de Culli y Capia se determin la existencia
en el registro de otros maces de tipo harinoso.
Lo importante, ms all de establecer con exactitud la taxonoma, es que se
puede decir que en el registro arqueobotnico de Cueva de Los Corrales 1 hay,
por una parte, maces duros (predominan con un 38,9%) y, por otra, maces me-
dianamente duros (11,1%) y maces harinosos (22,2%) que implican actividades
diferentes. Todas estas variedades pueden haberse cultivado a 3.100 msnm ya
que son de maduracin temprana en la zona de andenera registrada en las proxi-
midades de la cueva. Adems, el maz se registra tanto en estratigrafa (reas de
procesamiento, consumo y descarte) como en artefactos de molienda (en este
caso, en forma de macrorrestos y microrrestos, lo cual sustenta con fuerza la
molienda). Es decir, que el maz se estaba empleando en distintos tipos de activi-
dades y a la vez se utilizaban variedades diversas para elaboracin de diferentes
tipos de comidas. En este sentido, cabe destacar que la hiptesis de Berberin
y Giani (2001) acerca de lo inadecuado de esta rea para actividades agrcolas
debido al escaso desarrollo de los suelos y a la altitud pierde fuerza, sin dudas,
ante la presencia de una zona de andenera tan importante como la registrada en
el sector medio de la Quebrada de Los Corrales. De todos modos, resta verificar
que en dichas estructuras agrcolas efectivamente se haya cultivado maz, para
lo cual es fundamental realizar anlisis de microfsiles a partir de sedimentos de
las estructuras agrcolas.
los 3.000 msnm, es evidente que el maz fue uno de los recursos alimenticios prin-
cipales para este periodo. El caso del sitio arqueolgico Campo del Pucar, ubica-
do al sudoeste de la provincia de Catamarca, es interesante ya que adems de haber
sido utilizado como un recurso alimentario principal el maz pudo haber cumplido
una funcin ceremonial, ya sea en forma de ofrendas o como bebida embriagante.
Por una parte, se encuentran fragmentos de marlos y cpulas interpretados como
desechos de consumo, lo cual apoya la funcin alimenticia; por otra parte, el regis-
tro de numerosos granos que constituyen la parte comestible de este cereal apoya
una posible funcin ceremonial (Oliszewski, 2005).
Un punto clave es el de las identificaciones a nivel de razas o variedades. El
estado deteriorado de los ejemplares, por lo general, slo permite identificar es-
pecie. En muy pocos casos se determin que se trataba de Zea mays var. minima.
Adems, no se han identificado otras razas/variedades; en este sentido, Cueva de
Los Corrales 1 se vuelve un caso particular ya que se ha podido determinar la pre-
sencia de varias razas de maz, lo cual implicara diferentes estrategias en cuanto a
siembra, cosecha, preparacin y consumo.
La Puna
El piedemonte
Consideraciones finales
Todas las evidencias presentadas dan cuenta de que el maz habra sido uno de
los principales cultivos alimenticios para el periodo Formativo, ya que se registra
en diversos sitios en reas de preparacin (molienda), cocina (fogones) y consu-
mo (pisos de ocupacin). Pero tambin podra haber funcionado como elemento
central en actividades rituales, como se puede observar en el caso de Campo del
Pucar en la zona de valles y quebradas y Cueva Cacao en la Puna.
Respecto a las variedades o razas existentes, la evidencia analizada indica que
la diversificacin varietal se habra producido durante el periodo Formativo in-
tensificndose durante los perodos posteriores. Debido a las excelentes condicio-
nes de preservacin que permitieron la posibilidad de identificar distintas razas de
maz, Cueva de Los Corrales 1 se convierte en un referente en este sentido.
Respecto a las diferencias observadas segn la unidad ambiental de proceden-
cia del maz, las mismas estn muy relacionadas con la preservacin diferencial
El recurso maz en sitios arqueolgicos del Noroeste argentino 93
que se da entre ellas. De este modo, las evidencias ms completas se han registrado
en sitios de Puna y cuevas ubicadas en valles altos del rea de valles y quebradas.
En cambio, la selva pedemontana por sus condiciones ambientales no permite una
buena preservacin de materiales orgnicos. Es decir, que ste pasa a ser en gran
medida un problema de ndole metodolgica.
En este sentido, se vuelve fundamental la puesta en prctica en forma conjunta
de diferentes lneas metodolgicas:
anlisis de macrorrestos (identificacin de variedades y/o razas, determina-
cin de estados de procesamiento);
anlisis de microrrestos (identificacin de slicofitolitos y granos de almidn
en artefactos y sedimentos procedentes de diferentes reas de actividad);
determinacin simultnea de patrones dietarios con base en istopos estables
de 13C y dataciones radiocarbnicas sobre material seo;
dataciones directas sobre maz (AMS);
contextualizacin de hallazgos arqueobotnicos (reas de obtencin, prepa-
racin, procesamiento, coccin, consumo, utilizacin y/o descarte).
Son muchos los trabajos realizados sobre maz en forma concreta para deter-
minados sitios arqueolgicos, ya sea referidos a sus caracteres macro o micros-
cpicos, a la diversidad varietal y/o racial, o a su rol en la subsistencia. Pero an
faltan investigaciones en las cuales se integren todos estos datos para lograr tener
una visin a escala regional del recurso maz en los Andes prehispnicos del no-
roeste de Argentina.
Bibliografa
ABSTRACT. The aim of this paper is to characterize the economic strategies present at El
Shinkal archaeological site (Argentinean Northwest) during its Inka occupation. Archaeobotanical
and zooarchaeological data will be contrasted in order to understand the strategies of procurement
and employment of different resources. This information will also be complemented by morpho-
logical/typological ceramic analysis. We will take into account two of the main site architectural
structures: 5f and Kallanka 1 which had different functions during Inka times. The analysis suggests
an economic strategy which made an intensive use of Monte natural resources. This is atypical for
an Inka site proposed as a Wamani or Provincial capital of the Inka state system.
Introduccin
El Shincal de Quimivil es un sitio arqueolgico ubicado en el actual departamen-
to de Beln, provincia de Catamarca, Argentina. El mismo se encuentra emplazado
sobre un pequeo valle intermontano conformado por los ros Quimivil y Hondo
en el rea biogeogrfica denominada Monte. Este sitio se ha caracterizado como
una importante capital provincial inkaica con funciones posiblemente vinculadas al
control poltico y administracin de bienes y recursos del Estado (Raffino, 2004).
98 V. LEMA, M. GIOVANNETTI, C. DESCHAMPS, A. CAPPARELLI Y R. RAFFINO
Han sido detectadas adems importantes ocupaciones del periodo hispano indgena
vinculadas a reocupaciones de etnias locales a lo largo del siglo xvii.
El sitio presenta una serie de estructuras arquitectnicas de importancia desta-
cable entre las que sobresalen la plaza central o aukaipata, varias kallancas o edi-
ficios administrativos, un ushnu (plataforma ceremonial) en el centro de la plaza,
dos cerros ubicados en direccin este-oeste que fueron artificialmente aterrazados y
acondicionados con escaleras de acceso hacia la cima y numerosos RPC (Recintos
Perimetrales Compuestos) de conformacin inkaica. En s mismo el sitio es arqui-
tectnicamente de caractersticas inkaicas netas desconocindose por el momento
estructuras correspondientes a sociedades locales previas, lo que concuerda con la
propuesta que establece que los sitios inkaicos de importancia eran emplazados en
sectores no ocupados previamente (Acuto, 1999). Una estructura de particular in-
ters en este trabajo es la identificada como 5f (denominada sinchiwasi en algunos
trabajos, Raffino et al., 2002), ubicada al sur de la aukaipata. Se compone de 12
recintos rectangulares (R) dispuestos en dos lneas paralelas separadas por un patio
central, estando todo el conjunto delimitado por paredes de piedra. A esta unidad
se adosa otro conjunto de recintos denominados S (vase figura 1 en Capparelli
en este mismo tomo). Los materiales recuperados en excavaciones arqueolgicas
tanto de esta estructura como de la Kallanka 1 (K1) sern examinados a lo largo
de este trabajo.
El objetivo de esta publicacin es analizar el espectro de recursos empleados
en El Shincal durante la ocupacin inkaica del sitio. El estudio se focalizar parti-
cularmente sobre los restos seos faunsticos, comparndose los resultados obteni-
dos con los datos arqueobotnicos de este sitio a fin de contar con una perspectiva
amplia de los recursos aprovechados. En vistas de entender el contexto en el cual
se emplearon y poder indagar el uso dado a los mismos, se complementar este
estudio con el anlisis tipolgico y funcional de los restos cermicos recuperados
en asociacin contextual en la estructura 5f. La misma se seleccion ya que por sus
caractersticas arquitectnicas parece haber cumplido un rol vinculado a las activi-
dades domsticas en El Shincal, analizndose de este modo un contexto vinculado
a la vida cotidiana en el sitio.
Metodologa
En el ao 1999 se realizaron las excavaciones en los recintos R1, R2, R5 y R10
de la estructura 5f. Adems se excav el patio central en diferentes sectores. La
recuperacin de los restos se realiz principalmente en forma manual, aunque se
utilizaron zarandas con una malla de 0,50 cm de lado. Asimismo, se consideraron
en este anlisis aquellos restos recuperados a travs de la tcnica de flotacin. Un
total de 861 litros de sedimento fueron procesados a partir de muestras tomadas en
una columna de 20 x 20 cm de lado cuya profundidad vari entre 40 y 90 cm (para
ms detalle vase Capparelli, en este mismo tomo). La metodologa de excavacin
fue estructurada a partir de niveles artificiales de 5 y 10 cm de profundidad. En este
trabajo slo consideraremos para los anlisis arqueobotnicos y zooarqueolgicos
los niveles correspondientes a la unidad estratigrfica 4 (40 cm de profundidad) en
adelante. Estos niveles se seleccionaron a fin de asegurar que los restos analizados
correspondan al momento de ocupacin inkaica de la estructura. De esta manera
Anlisis de restos faunsticos en el sitio inkaico El Shincal 99
Anlisis zooarqueolgico
Luego de aplicar los criterios metodolgicos antes expuestos se obtuvo un total
de 77 huesos para K1 y 101 para 5f, de los cuales 51 y 94, respectivamente, se ads-
criben a diferentes taxa (tabla 1). Dada esta escasa cantidad de huesos los resultados
del NMI (unidad de conteo que indica el nmero mnimo de individuos por taxn)
fueron muy bajos. En K1 no se pudo reconocer ms que un individuo por taxn. En
5f se identificaron tres especmenes de Lama sp., uno de ellos juvenil y dos espec-
menes de Microcavia australis en el patio. Dado que el NMI no pudo ser empleado
como indicador de abundancia relativa y puesto que el mismo se encuentra afectado
por la fragmentacin de la muestra o por la entrada de animales ya trozados al regis-
tro (Mengoni, 1999) se opt por emplear el NISP (unidad de conteo que indica el
nmero mnimo de unidades anatmicas por taxn).
En la tabla 2 puede verse que los restos de Lama sp. son siempre los ms abun-
dantes; slo en el patio de 5f los roedores poseen igual porcentaje de NISP. Salvo
en R1 y R2 este grupo siempre es el segundo ms abundante, y slo en 5f (particu-
larmente en R10) son igualados por las aves.
100 V. LEMA, M. GIOVANNETTI, C. DESCHAMPS, A. CAPPARELLI Y R. RAFFINO
Los valores de NISP para los camlidos son de 94,65% para La Huerta y
39,17% para Papachacra, los crvidos poseen un 0,74% y 27,72%, respectiva-
mente, y los artiodctilos en general un 28,67% en Papachacra. Los mamferos de
menor porte, en cambio, no superan nunca un NISP mayor a 3%: Canidae posee
un 4,1% en La Huerta y un 0,07% en Papachacra, Chinchillidae un 0,49% y 1,34%
Anlisis de restos faunsticos en el sitio inkaico El Shincal 101
Estructura Lama sp. Roedores Edentados Cnidos Aves Rheidae M.g. M.m. M.p. Otros
K1 37% 29% 2% 0 4% 0 16% 8% 2% 2%
5F 57% 14% 2% 6% 15% 4% 0% 2% 0% 0%
R10 65% 15% 5% 0% 15% 0% 0% 0% 0% 0%
R5 71% 23% 0% 0% 6% 0% 0% 0% 0% 0%
R1 46% 0% 0% 0% 9% 36% 0% 9% 0% 0%
R2 61% 0% 0% 0% 31% 0% 0% 8% 0% 0%
Patio 23% 23% 0% 46% 8% 0% 0% 0% 0% 0%
Total 51.77% 19.85% 2.12% 4.25% 10.63% 2.83% 5.67% 4.25% 0.7% 0.7%
La Huerta 95.39%* 0.49% 4.10%
Papachacra 95.56%* 4.34% 0.07%
Tabla 2. Valores porcentuales de NISP. M.g.: mamfero grande; M.m.: mamfero mediano;
M.p.: mamfero pequeo. *: Artiodctilos en general.
A) Lama sp.
La tabla 3 indica claramente que en ambas estructuras las unidades anatmicas
de bajo retorno fueron predominantes. Entre los pastores andinos las huellas de
102 V. LEMA, M. GIOVANNETTI, C. DESCHAMPS, A. CAPPARELLI Y R. RAFFINO
En R10 hay una mayor representacin de todas las partes anatmicas siendo
aquellas de retorno alto, medio y medio/bajo ms abundantes que en los otros re-
cintos. Este registro puede ser comparado con el de R1 ya que tambin fue exca-
vado en su totalidad, donde estas partes anatmicas son muy escasas. Tanto en
R1, R2 y R5 ms de la mitad de los restos son de bajo retorno siendo principalmen-
te autopodios e indicando posiblemente consumo primario o procesamiento para la
obtencin de tendones, ya que estos huesos no suelen emplearse en la confeccin
de artefactos por su tamao y morfologa. Las falanges podran haber ingresado al
Anlisis de restos faunsticos en el sitio inkaico El Shincal 103
B) Roedores
Todos los roedores considerados como recursos corresponden a la familia Ca-
viidae, roedores que habitan en cuevas y son propios de la zona donde se emplaza
el sitio, salvo Cavia aperea. Esta especie, Galea musteloides y Microcavia aus-
tralis poseen una longitud total de entre 250 y 170 mm (Daz y Barquez, 2002). El
anlisis de restos de Galea sp. y Cavia sp. en sitios de grupos cazadores recolec-
tores de la Pampa argentina revelaron el consumo primario de estos animales y la
posible extraccin de su piel (Fernndez, 1988-1990; Mazzanti y Quintana, 2001;
Quintana, 2005). Dolichotis patagonum es el mayor de los roedores identificados,
con una longitud total de 450-550 mm (cola: 25-28 mm). Este animal diurno es
tambin muy apreciado por su carne y piel (Daz y Barquez, 2002).
C) Aves
Las aves voladoras tienen la misma abundancia relativa que los roedores en 5f y
ocupan el tercer lugar en K1. En Potrero Chaquiago las partes anatmicas identifica-
das fueron principalmente huesos del ala, lo cual para Williams (1995) sera evidencia
del aprovechamiento de las plumas, considerando que estas unidades anatmicas son
escasas en carne y poseen generalmente las plumas ms largas y vistosas. Sabemos
que los inkas hicieron uso extensivo de las plumas en sus trajes y adornos, fundamen-
talmente aquellos empleados por la nobleza. Los huesos tambin pudieron usarse para
la confeccin de artefactos. Williams (1995) seala que unidades anatmicas corres-
pondientes a los miembros inferiores podran en cambio indicar consumo primario de
estos animales, sobre todo en el caso de Tinamidae. En 5f se recuper gran cantidad
de tibiotarsos, la mayora en R10 (casi el 50% de los restos de aves fueron hallados en
R10) correspondiendo un tibiotarso y un tarsometatarso a la familia Tinamidae, pro-
bablemente alguna clase de perdiz. Esto podra estar indicando consumo primario y la
alta frecuencia de porciones distales podra indicar un corte especfico. Sin embargo,
la alta fragmentacin de los huesos dificult su identificacin, arrojando la misma
cantidad de huesos no identificados que identificados. En K1 se recuper un hmero
izquierdo de Columbina picui, una paloma local muy pequea (largo del cuerpo: 150
a 180 mm). Esto torna dudosa su utilidad para consumo primario o para hacer arte-
factos con sus huesos; sin embargo, sus plumas pudieron haber sido aprovechadas.
Tambin se hall un hmero izquierdo de un pequeo loro, Cyanoliseus patagonus,
que habita el centro y noroeste de Argentina (Olrog, 1963). Por ultimo, se recuper
un hueso largo de ave no identificado taxonmicamente. Los dos hmeros izquierdos
se hallaron en el mismo sector y unidad contextual y podran indicar el empleo de las
plumas de estas aves. En este sentido es interesante sealar que las plumas de loro
son usualmente empleadas por los grupos aborgenes de las tierras bajas al este de los
Andes en la confeccin de distintos atuendos o adornos.
104 V. LEMA, M. GIOVANNETTI, C. DESCHAMPS, A. CAPPARELLI Y R. RAFFINO
D) Dasipdidos
Se identificaron dos dasipdidos: Zaedyus sp. y Chaetophractus vellerosus.
Del primero se hallaron solamente dos placas drmicas en K1. Los restos proba-
blemente correspondan a Zaedyus pichiy (pichi), una especie no local, propia
de las tierras bajas hmedas. Chaetophractus vellerosus (quirquincho) s es
una especie local, aunque de distribucin muy amplia (Daz y Barquez, 2002).
Las placas de dasipdidos son muy comunes en los sitios arqueolgicos, siendo
en cambio el hallazgo de sus huesos mucho menos frecuente (Salemme y Bern,
2003). Una forma usual de cocinar este tipo de animales registrada etnogrfica-
mente, y que an perdura entre las poblaciones campesinas de la zona, es colocar
al animal eviscerado con la caparazn sobre carbones encendidos durante varias
horas. Por lo tanto, en este caso el hallazgo de placas drmicas termoalteradas en
ambas estructuras podra indicar el consumo primario de estos animales como
alimento. A nivel etnogrfico o arqueolgico no se ha registrado otro uso dado
a estos animales.
E) Cnidos
Distintos restos de Pseudalopex gymnocercus (mandbula, maxilar, cbito y ra-
dio) fueron hallados exclusivamente en el patio de 5f y probablemente correspondan
a un solo individuo. Este zorro, cuya longitud total vara entre 800 y 1.000 mm (cola:
250-400 mm), suele ser apreciado por su piel (Daz y Barquez, 2002). No hemos
hallado referencias que indiquen hallazgo de esta especie en otros sitios inkaicos.
Tempra Beln Inka Tosco utilitario Famaba Santa Tardos Indet Total
nos Provincial lasto mariano
Con Sin
holln holln
Recinto UC-UE
Patio 1 UC2 UE6 26 0 2 49 35 0 1 0 0 113
trinchera 4
Patio 1 UC2 UE7 19 3 2 44 54 0 0 7 4 133
trinchera 4
Patio 1 UC2 UE8 6 0 1 0 0 0 0 0 0 7
trinchera 4
Patio 1 UC2 UE9 5 0 1 5 0 0 0 0 0 11
trinchera 4
Patio 2 UC1 UE2 1 1 7 0 0 0 0 0 1 10
trinchera 5
Patio 2 UC1 UE3 4 0 1 16 14 0 0 0 0 35
trinchera 5
Patio 2 UC1 UE4 5 1 5 7 4 0 0 0 1 23
trinchera 5
Patio 2 UC1 UE5 14 1 5 29 25 2 0 2 5 83
trinchera 5
Patio 2 UC1 UE6 10 0 3 43 42 0 1 4 5 108
trinchera 5
Patio 2 UC1 UE7 30 0 3 91 42 0 0 13 3 182
trinchera 5
Patio 2 UC1 UE8 49 2 4 109 37 2 0 3 2 208
trinchera 5
Patio 2 UC2 UE9 17 0 1 37 37 0 0 2 3 97
trinchera 5
R5 UC1 UE1 3 0 0 7 10 0 0 0 0 20
R5 UC1 UE2 12 1 7 34 40 0 0 0 8 102
R5 UC1 UE3 6 1 12 14 18 0 0 2 0 53
R5 UC1 UE4 3 0 6 13 22 0 0 3 8 55
R5 UC1 UE5 13 4 9 20 18 0 0 0 0 64
R5 UC1 UE6 19 0 4 28 24 0 0 0 2 77
R5 UC1 UE7 47 1 7 57 54 0 1 0 0 167
R5 UC2 UE8 29 0 1 73 74 0 0 0 1 178
R5 UC2 UE9 41 6 1 92 66 0 1 0 3 210
R5 UC2 UE10 16 0 0 27 16 0 0 0 0 59
R5 UC2 UE11 14 0 4 25 15 0 1 0 2 61
R5 UC2 UE12 24 0 1 35 28 0 2 2 4 96
R10 UC1 UE1 13 4 16 7 32 0 0 9 14 95
R10 UC1 UE2 26 4 11 23 22 0 0 7 7 100
R10 UC1 UE3 41 6 39 52 35 0 0 15 9 197
R10 UC1 UE4 20 5 12 13 33 1 0 5 1 90
R10 UC2 UE5 33 10 36 53 36 1 1 6 11 187
R10 UC2 UE6 32 3 28 27 28 1 0 1 9 129
R10 UC2 UE7 16 2 20 17 14 1 0 0 2 72
R10 UC2 UE8 62 6 26 83 76 0 1 6 21 281
R10 UC3 UE9 20 5 5 21 46 0 0 6 7 110
R10 UC3 UE10 39 1 21 57 63 0 0 0 0 181
R10 UC3 UE11 39 3 11 55 55 0 2 0 13 178
754 70 312 1263 1115 8 11 93 146 3772
Porcentaje 19,99 1,86 8,27 33,48 29,56 0,21 0,29 3,87
2,47
Tabla 4. Datos cuantitativos anlisis restos cermicos.
Anlisis de restos faunsticos en el sitio inkaico El Shincal 107
Recinto 5
La cermica fue analizada en su totalidad y la mayora de los valores porcen-
tuales de los distintos tipos varan muy poco en relacin con los valores generales
del total de los fragmentos. Los tipos tempranos (periodo Formativo, cermica
asignada a los tipos Cinaga y/o Aguada) mantienen siempre un valor cercano al
20% y los tipos ms tardos como Santamariano, Beln o Famabalasto mantienen
valores bajos de representatividad. Sin embargo, en este recinto en particular los
108 V. LEMA, M. GIOVANNETTI, C. DESCHAMPS, A. CAPPARELLI Y R. RAFFINO
valores relativos de los fragmentos tosco utilitarios estn unos puntos por encima
de los valores generales, mientras que los fragmentos de tipo Inka provincial,
definido como objetos de estilo y diseos inkaicos fabricados localmente (Caldera-
ri y Williams, 1991), fueron ms escasos que en otros sectores. Es muy importante
destacar que los fragmentos de tipo no tosco utilitario (Beln e Inka provincial
principalmente) que presentaban holln o quemado fueron muy escasos (apenas
siete fragmentos).
Es muy difcil discriminar superficies claras de ocupacin dado que la distribu-
cin de cermica no presenta hiatos importantes como sealramos previamente.
Por otro lado, es interesante destacar la alta proporcin de fragmentos tosco utili-
tarios y la baja taza de fragmentos de tipo inka provincial, relacin que se invertir
en el otro recinto excavado.
Recinto 10
Aqu vemos que los fragmentos tosco utilitarios bajan en sus proporciones
relativas a la vez que se da un importante aumento de los tipos inka provincial.
Resulta notable que al poner los datos en valores absolutos aumenta la importan-
cia de esta ocurrencia, ya que la cantidad de fragmentos inkaicos hallados fue de
225 contra 52 hallados en el R5. No debemos olvidar, sin embargo, que R10 es el
recinto que proporcion mayor cantidad de tiestos. Los fragmentos tempranos se
mantienen constantes rondando un 20%. Se destaca por otro lado un leve aumento
de fragmentos tipo Beln, mantenindose en valores bajos los tipos Santama-
riano y Famabalasto. Encontramos aqu la ms alta proporcin de cermica con
evidencia de exposicin al fuego (2,59% de la muestra de R10) correspondiendo
todos los fragmentos a tipos tardos e inka provincial.
Patio 1, trinchera 4
En este caso la aparicin de material se registr a partir de la unidad estratigr-
fica 6. Es bastante menor la presencia de tiestos cermicos en comparacin con los
otros sectores excavados. Nuevamente la presencia de material temprano, represen-
tado generalmente en los tipos Cinaga y Condorhuasi fase Ro Diablo, se concentra
alrededor del 20%. Al igual que en R5 vuelve a subir la proporcin de fragmentos
tosco utilitarios y los que presentan evidencia de quemado ascienden a ms del 37%.
Sumados los tipos tosco utilitarios nos arrojan un resultado que casi llega al 71% de
la muestra de este sector. Contrariamente, los fragmentos tipo inka provincial vuel-
ven a registrar una cada sin llegar al 3%. Slo un fragmento no tosco utilitario pre-
sentaba evidencia de quemado, la proporcin ms baja de todo el conjunto, a pesar
de la alta incidencia de toscos utilitarios quemados y con holln. Las unidades 8 y 9
presentaban muy poco material en comparacin con las dos superiores.
Patio 2, trinchera 5
La cantidad de fragmentos cermicos fue importante y la informacin ms
destacada que produjo su anlisis fue la ms alta proporcin de tiestos tosco utili-
tarios con evidencia de quemado del conjunto total de la muestra de 5f. Adems, la
sumatoria de todos los fragmentos tosco utilitarios da un resultado porcentual de
71,5% llamativamente similar a la trinchera 4 del patio 1. La proporcin de frag-
mentos de tipo inka provincial fue baja nuevamente si lo comparamos con el R10.
La proporcin de fragmentos no toscos con evidencia de quemado fue de 1,21%.
Anlisis de restos faunsticos en el sitio inkaico El Shincal 109
Conclusiones
A partir del anlisis de los restos zooarqueolgicos y arquebotnicos pode-
mos deducir que los recursos silvestres propios del Monte que rodea a El Shincal
110 V. LEMA, M. GIOVANNETTI, C. DESCHAMPS, A. CAPPARELLI Y R. RAFFINO
fueron utilizados en gran medida por los habitantes del sitio durante el momento
inkaico. Estos resultados concuerdan con las propuestas ms actuales (Williams,
2002-2005; Rostorowski, 1999) que establecen que la vida cotidiana en las pro-
vincias inkaicas no fue modificada significativamente, conservndose muchas de
las prcticas locales.
La estructura 5f presenta caractersticas arquitectnicas que podran indicar
que la misma tuvo fundamentalmente una funcin ligada a actividades domsticas
y de habitacin, las cuales se vincularan con un marcado aprovechamiento de
recursos vegetales silvestres y de mamferos de pequeo porte y aves. Diferente
parece ser el carcter de los edificios como las kallankas o el ushnu, que se vincu-
laran a actividades de carcter pblico, administrativo y ritual. La evidencia arqui-
tectnica parece coincidir plenamente con la aportada por los materiales obtenidos
en las excavaciones de 5f, los cuales indican que las actividades domsticas se
desarrollaron tanto en los recintos como en los patios. Pero a pesar de su homo-
geneidad arquitectnica, los recintos presentan ciertas caractersticas particulares
que indicaran tendencias dismiles entre los mismos. La ms importante es la que
vemos en R10 a partir de la confluencia de una serie de patrones. Tanto los restos
seos, cermicos y vegetales fueron cuantitativamente los ms importantes de to-
dos los recintos. A su vez el registro faunstico es el ms diverso, tanto desde lo
taxonmico como desde las partes anatmicas representadas. La evidencia arque-
obotnica mostr la ms alta densidad y diversidad en restos de especies silvestres
as como tambin porciones anatmicas no halladas en los otros recintos (v. g.
mesocarpo de Prosopis sp.). Desde el registro cermico se observa que, aunque
sigue siendo alta la proporcin de cermica tosco utilitaria, la cermica de mejor
calidad de tipo inkaica se presenta en una proporcin significativamente mayor
que en R5 y los patios. Tanto el registro seo como el botnico parecen sugerir el
procesamiento de recursos para su consumo como alimento en R10, lo cual se ve-
ra reforzado por su asociacin con una elevada proporcin de cermica con restos
de holln. Esto se torna ms interesante an si consideramos que entre la misma se
encuentra cermica inka provincial.
El aprovechamiento de recursos locales silvestres no slo fue importante en
perodos previos al inkaico sino que continu sindolo tras la conquista espaola
del rea (Capparelli et al., 2004). A partir del anlisis especfico de 5f podemos
proponer que el contexto en el cual se emplearon estos recursos fue de carcter do-
mstico, pero no disociado del contexto inkaico general del sitio. Esto nos conduce
a pensar en un panorama local de continuidad ms que de ruptura, al menos desde
ciertos aspectos de la vida cotidiana.
Bibliografa
RESUMEN. El objetivo de este trabajo fue comparar el patrn de uso de plantas alimen-
ticias entre 11 estructuras diferentes del Centro Administrativo Inka El Shincal (ESH). ESH
est situado a 6 km de la villa moderna de Londres de Quimivil, provincia de Catamarca,
Argentina (27 41 14 S y 67 10 31 W). El nfasis de la investigacin estuvo puesto en
distinguir diferencias entre la representacin de distintos rganos del mismo taxon, como
granos y marlos de maz, o semillas y mesocarpo de Prosopis como indicadores de procesa-
miento. Maz y Prosopis fueron considerados como los taxa alimenticios ms importantes ya
que presentaron los valores de ubicuidad ms altos y las mayores densidades entre los 24 taxa
representados en ESH. El registro paleoetnobotnico permiti discernir funciones especficas
para las estructuras consideradas. 5cIII ha tenido relacin con el procesamiento, distribucin
y posiblemente consumo de recursos principalmente cultivados. Las Kallankas estuvieron
relacionadas con mltiples actividades incluyendo aparentemente el desgranado del maz.
Sinchiwasi present patrones diferentes de uso de plantas. El ms conspicuo fue aquel de
R10, donde se llev a cabo el procesamiento de Prosopis. El Ushno estuvo representado por
un sofisticado contexto ritual. Las Qollqas carecieron de evidencia botnica que pueda ser re-
lacionada con su almacenaje. Finalmente, se concluye que en ESH como un todo no slo las
plantas alimenticias cultivadas (Zea mays, Phaseolus, Cucurbita maxima), sino las silvestres
(Prosopis, Geoffroea, Zizyphus mistol, Rhamnaceae/Capparidaceae) jugaron un importante
papel dentro de la economa domstica inka.
ABSTRACT. This study analyses the patterning in food plants recovered from 11 indi-
vidual structures at El Shincal (ESH), a former Inka Administrative Centre near the village of
Londres de Quimivil, Catamarca Province, Argentina. The 11 structures represent a variety
of ancient activity spaces, including ritual, administrative and domestic contexts. The aims
of the archaeobotanical study were to identify food processing activity areas and to better
understand the role of plants in the domestic economy of the site. To achieve these goals, we
employed a comprehensive sampling and flotation program in which sediment was collected
and processed from the main architectural structures of the site. All classes of charred plant
remains were subsequently examined in the laboratory including seeds, wood charcoal and
non-wood charred tissue. Specific food processing and consumption activities were inferred
from the types of food plants and plant parts that were recovered from each structure, as well
as associations between specific types of plants and plant parts, and any associated features
and artifacts. Particular attention was given to variations in the densities of different organs
of the same taxon, such as maize cobs and kernels and Prosopis seeds and mesocarps. The
results of this study suggest that Prosopis and maize were the most important plant food taxa
at ESH because, among the 24 plants recovered from the site, they had the highest densties
and the highest ubiquity values. Overall, El Shincal shows unique patterns of plant uses
that are distinct from those of other Inka sites. Wild plants appear to have been as important
in the economy as domesticated species: cultivated foods resources (Zea mays, Phaseolus,
Cucurbita) represent the 22.4% of the total plant remains recovered, while wild resources
(Prosopis, Geoffroea, Zizyphus mistol, Rhamnaceae/Capparidaceae) represent 34.8%.
114 AYLEN CAPPARELLI
Introduction
El Shincal (ESH) is an Inka Administrative Centre (Raffino, 2004) located 6 km
from the modern village of Londres de Quimivil, Catamarca Province, Argentina
(27 41 14 S and 67 10 31 W). It is situated in the northwestern extreme of the
Pipanaco basin at an elevation of 1300 meters above the sea level (masl). The pre-
Andean Belen Mountains bordered El Shincal on the North. The Pipanaco Basin is
at the bottom of the Hualfin valley (fig. 1). The region has a subtropical climate with
an estimated mean annual precipitation of 150-400 mm (600 mm at ESH specifi-
cally), distributed throughout the summer. The mean annual temperature is 18C.
Phytogeographically the area belongs to the Monte Province of the Neotropical Re-
gion, which is characterized there by steppes lands where Larrea sp. is abundant.
However, in the moister regions open forests of Prosopis sp. and closed forests along
river valleys are common, both being characteristic of the Chaco Province.
In Inka times El Shincal played an important role in the exchange of goods between
settlements in the region (Raffino, 2004; Williams and DAltroy, 1998). Archaeologi-
cal evidence recovered from both domestic (building K1) and ceremonial (ushno)
structures, including the remains Old World cattle, plants, and other archaeological
findings (see below) suggest that ES continued in this role during the subsequent His-
panic-Indigenous period Raffino et al., 2004a, b; Capparelli et al., 2007a, b).
Based on the types of the Inka features present, ES was regarded as a New
Cusco by Farrington (1999). The site is made up of numerous types of structures
including kallankas large structures that were used for a number of different pur-
poses, sinchiwasi a large structure with several rooms that may have served
as lodgings for labourers, and a walled household compound (RPC) rectan-
gular domestic units with patios and roofed areas (see below). The ushno is in
the middle of a central square (aukaipata). Food processing areas, mainly spaces
containing grinding tools (mortars), are distributed around the central square. A
large storage area, comprised of qollqas structures is located on top of, as well as
behind, a hill found in the northeastern sector of the site (Snead, 1992; Raffino et
al., 2004) (figure 1).
Bearing in mind the evident importance of ESH during Inka times, questions
arose about the types of economic activities that formerly supported this com-
munity. Therefore, the goal of this archaeobotanical analysis is to identify and
explain the types of food plant-use activities that were carried out within indi-
vidual structures at ESH.
Archaeobotanical evidence
Plant remains are direct evidence of economic activities. Wild and cultivated
plants support many of the essential needs of humans, e.g. food, fuel and technol-
ogy (Hastorf, 1988: 119). Therefore, we looked to the archaeobotanical record (i.e.
patterning in the plant remains) at ESH for information about plant-related aspects
of the economics organization of the larger Inka state.
Comparisons were made between plant assemblages recovered from 11 ar-
chitecturally and functionally different structures at ESH: kallanka (K) 1, patio
K1, kallanka 3, patio K3, qollqas, S20E3, Sinchiwasi R, Sinchiwasi S, Sinchiwasi
Intra-site comparison of the archaeobotanical evidence of El ShincaL 115
Figure 1. Map of the Inka site of El Shincal with the location of the different structures
analysed and the specific locus from where palaeoethnobotanical samples were taken (grey circles).
patio, 5cIII, ushno. This project differs from previous archaeobotanical analysis
of ESH (Capparelli and Raffino, 1997; Capparelli et al., 2004), in that the focus
of the research was on investigating post-harvest activities. Post-harvest activities
include all processes and treatment of plants subsequent to their being harvested,
including transporting them to the settlement or another processing place, prepara-
tion for consumption or other uses, as well as cooking, conservation and storage
(see Wills et al., 1998; Wollstonecroft, 2004). The term post-harvest is more suit-
able for present purposes than the term processing because other, non-food uses
of plants are also considered here, including as shelter, containers, tools, clothing,
and so forth. Altogether these activities resulted in the deposition of edible, as well
as inedible plant parts.
Following post-harvest processes are those involving consumption and deposition
of edible, as well as inedible plant parts. Food consumption can be defined as the
dietary intake of plant and animal products by the community (Hastorf, 1988). Food
preparation methods can provide evidence of consumption habits, for example cook-
ing (preparation by heat) is typically inferred when plant and animal remains are found
within hearths and/or as residue on cooking vessels. The types of cooking heating
techniques that have been used are typically inferred from charred residue found on
cooking vessels, ovens or in roasting pits. Further evidence of consumption habits is
provided by scatterings of plant and animal remains around hearths where food was
prepared and in middens where leftovers were disposed (Hastorf, 1988: 134-135).
The present paper investigates consumption habits by comparing the densities
of distinct organs of the same taxon, such as maize cobs and kernels and Prosopis
seeds and mesocarps (where present). To assist in the interpretation of the data,
116 AYLEN CAPPARELLI
ethnographic and anthracologic data collected in the study area are also conside-
red. Given the importance of Prosopis fruit as a food in the study area today, it is
thought that its use may have a long time-depth, that this genus might potentially
have occupied a special place during Inka times.
Methodology
600.35 l of sediment were processed by the water flotation technique, using
a SMAP flotation device similar to the one describe by Watson (1976) (see Cap-
parelli and Raffino, 1997). Column samples from 2020 cm, covering depths from
40 to 90 cm (thickness of the Inka floor depths from 40 to 90 cm) were taken from
different localities within contexts from among the main architectural structures of
the site (see figure 1). Less productive deposits were used as controls for evaluat-
ing the remains in features and richer deposits (see Toll, 1988). In the laboratory
light and heavy floated fractions were sieved with a 2 mm and a 0.4 mm meshes.
Fractions >2 mm were sorted by eye, while those between 0.4 and 2 mm were
fully sorted under a stereoscopic microscope. Material from screening and manual
recovery was also examined. Qualitative (presence/absence of taxa), and quantita-
tive (density and ubiquity) analysis were applied.
To obtain more accurate results, we established and followed specific meth-
odological procedures:
a) ESH is an open-air site with relatively high precipitations values. Therefore,
to avoid contamination from later periods, only carbonized and roasted remains
were examined, with two exceptions: the mineralized rhizomes of Prosopanche
sp., and the endocarps of Prunus sp., which were in a complete range of carboniza-
tion, including desiccated, roasted, and partially and completely carbonized. Other
desiccated specimens were disregarded as modern.
b) Plant remains from Hispanic-Indigenous contexts such as that of K1 (see
Raffino, 2004b) were not included in the study. The ushno was an exception be-
cause it was impossible to confidently discriminate between Hispanic-Indigenous
and Inka contexts (see Raffino, 2004a).
c) To account for differences in sample sizes, the data were standardized: den-
sities were calculated from the number of charred fragments (fr) per 10 litres of
sediment, and expressed as % (as proposed by Miller, 1988: 72). Density values
(%) from each structure represented here are an average of the values of each taxon
from Ue 4 onwards.
According to Miller (1988: 83) the density of botanical material provides one of
the most important and basic measures for interpreting depositional and preservational
variability. However, when comparing variability in plant assemblages from among
different structures, Miller (1988: 83) suggests that others quantitative measurements
such as proportions and comparisons are possibly better methods. In the present case
it was difficult to establish previous conversion factors for all the variables considered
due to the paucity of previous experimental archaeobotanical work for the study area.
Therefore, density measurement was selected as the main statistical tool, but contex-
tual factors that are unique to the ESH site were also considered.
d) Number of taxa present was a measure of simply the number of taxa present
in each structure (taken from Toll, 1988: 43).
Intra-site comparison of the archaeobotanical evidence of El ShincaL 117
e) Pie graphs are used rather than bar graphs because low-density plants are
more visible in pie graphs.
f) Wood charcoal was excluded from the pie graphs in order to focus on the
proportions (%) of non-wood remains. Wood charcoal densities (%) from each
structure ranged between 70-100% of the total archaeobotanical assemblage, ex-
cept in the qollqas area where densities reached 0-4% (table 1). The quantification
and analysis of the wood charcoal is a substantial subject in itself and will there-
fore be discussed in a future paper.
118 AYLEN CAPPARELLI
Figure 2. A. Ubiquity % (number of samples in which each taxon was present) of plant taxa at El
Shincal. B. Density % (number of charred fragments per 10l of sediment) of plant taxa at El Shincal.
Old World plants and cotton are considered to have been introduced during the
Hispanic-Indigenous period (for more detail see Capparelli et al., 2005; Lema and
Capparelli, 2007; Capparelli et al., 2007a, b).
On the other case, Prosopanche, has been interpreted as an intrusive material
more than an archaeological remain (see Capparelli et al., MS).
Interestingly, throughout ESH the patterns in the relative densities of plant
remains are similar to the patterns in the relative absolute counts (see Capparelli
120 AYLEN CAPPARELLI
et al., 2004 for comparison). This is due to the approximate homogeneity in the
volume of systematic sampling (6 liters/sample).
Patterns of plant remains and preservation potential are known to be influenced
by different taphonomic factors, e.g. the physical properties of the plant parts, post
depositional cultural and natural processes, environmental conditions, category of
use, processing methods, carbonization conditions, archaeological context, sam-
pling methods, recovering and identification techniques, and selection of the type
of quantitative measurements used, among others (for more detail see Hally, 1981;
Hastorf, 1988; Hillman, 1981; Miller, 1988; Popper, 1988; Popper and Hastorf,
1988; Toll, 1988; Wagner, 1988). To control for taphonomic factors, we consid-
ered them in our archaeobotanical analysis of each sampled context from EHS.
In sum, plant remains were not as abundant at ESH as in other Peruvian sites,
but enough were recovered and identified to establish basic patterns of plant use
at the site. Root foods (edible taproots, bulbs, tubers, corms, etc. see Hather,
1993, 2000), which are composed of soft plant tissue that decomposes more eas-
ily than that of seeds, were not recovered, except for two fragments of Oxalis
sp. taproot. No other root foods were found. We concluded that this absence is
probably due to their lack of use at this site in Inka times rather than preservation
and recovery problems (e.g. Kubiak-Martens, 2002: 23). Given the all flotation
samples were systematically and fully sampled and sorted, including parenchy-
mous tissue as well as seeds and wood charcoal, we believe that these results are
reliable. This conclusion is supported ethnographically: the present-day inhabit-
ants of this area do not cultivate so much the potato because it does not grow well
there (Capparelli, 1997).
As mentioned above, our ability to interpret food processing from the archaeo-
botanical data was limited by the scarcity of existing experimental work. Nev-
ertheless, it is possible to make inferences based on the ESH archaeobotanical
assemblages themselves. In general, the plant remains from ESH are well pre-
served, possibly due to their being protected by a post depositional layer of sedi-
ment measuring 40-70 cm in depth. The preservation potential is probably similar
among taxa with higher recovery rates (i.e. densities) such as maize, beans, chaar
and el rbol. However, the hardness of the endocarp of chaar probably increases
a little its chances of surviving charring. In terms of a comparison of relative fruits
or grains production between species, it is difficult to make an estimation due to a
lack of empirical data.
Preservation may have also been influenced by methods of food processing. On
the one hand, maize cobs, and chaar endocarps are waste materials that are typical-
ly used as fuel. Therefore, it can be argued that the amount of rubbish that is depos-
ited and has accumulated from these taxa is proportional to the amount processed.
On the other hand, carbonized edible parts, such as maize kernels, el rbol seeds,
endocarps, meso and epicarps, and beans cotyledons, could have become carbonized
unintentionally due to two reasons: 1- accidentally during activities like parching,
winnowing, sorting, storing, grinding; 2-fortuitously as accidents during spills from
cooking (sensu Crawford, 1983 in Hastorf, 1988: 120). It would be expected that
plants that result from spills during cooking, would be underrepresented among the
charred remains compared with plants used purposefully for fuel. Likewise, car-
bonized inedible plant parts that are not used as fuel, such as Cucurbita peduncles,
would probably be underrepresented in the archaeobotanical assemblage.
Intra-site comparison of the archaeobotanical evidence of El ShincaL 121
Another factor influencing the patterning in the plant remains is the archaeo-
logical context. In the present study, the sampled contexts include floors, pits and
hearths. As Hastorf (1988: 128) states Floors contexts [] should reflect a
wider range of activities than hearth contexts. A floor is defined as the hard-
packet surface within a walled household compound. A hearth is a well-defined
burned zone within a structure. These two areas represent two separate stages in the
processing sequence. The hearth should produce evidence of mistakes and spills
from the final preparation and cooking stages of some of the crops. Floors should
produce evidence of a combination of winnowing, sorting, storing, and spills from
hearths. The floor is less precisely correlated with specific processing activities
than the hearth. In fact, Hastorf (1988: 129) says that the plant remains from
the structures might be the best samples with which to study consumption.... On
the other hand, Toll (1988: 41) states that Floors are known to be less produc-
tive cultural proveniences.
Differences between activities that took place indoors and those that took place
outdoors may also be a factor affecting the patterning, e.g. activities confined with-
in the walled household compound may differ from those confined to the patio.
Hastorfs (1988: 128) ethnographic observation along the Upper Mantaro Valley
of the Peruvian Andes allowed her to describe in detail the activities carried out in
the patio: The patio is used mainly for processing activities, grinding maize,
final cleaning of beans, quinoa and other foods, and the construction or mending
of household items. This area is swept occasionally, and the remains are moved to
the sides of the patio. Many plants are stored against the wall in the patio as well.
Because burning activities are not occur regularly in patios today, nor were distinct
in situ burned areas uncovered in this patio during excavation, we would expect to
find less-dense charred matter in the patio samples, and that is what we see....
To interpret the plant assemblages of ESH, we considered the variables that
may have influenced the deposition of plant remains during food processing ac-
tivities. The patterning in the plant remains of each structure is examined and
discussed below.
Densities by structures
Qollqas. Qollqas are storage structures. At the time of excavation the architec-
tural features of qollca 1 and 2 consisted of one or at least 2 circles of superficial
stones (figure 1). During their period of use they were probably similar to stor-
age features observed in this region by Snchez Oviedo (1936) at the beginning
of the century. He described qollqas that were made of a stone basement with an
aerial woody structure. At ESH Prosopanche was the most dominant plant recov-
ered from the qollqas area (77-99%), either occurring inside qollqas (E1 and E2)
and outside the stone basement (E6) (figure 3). No wood was recovered from E1,
while low quantities were recovered from E2 (3%) and E6 (43%) (table 1). Low
densities of charred seeds were found in E2, including 1% and 13% of Prosopis
mesocarp and seeds respectively, and 1% of chaar, Solanum 1 and Solanaceae
2, all together. Fragments of undecorated (known as Ordinary style in Argen-
tinean Archaeology) ceramics were recovered outside structures, particularly E6,
where they were found in greater numbers. Prosopanche remains recovered from
122 AYLEN CAPPARELLI
the qollqas could be either archaeological (the species is still used in other re-
gions as medicinal and food resources) or intrusive (it parasites Prosopis roots) as
Prosopis grows on the site today (Capparelli et al., MS). At ESH it is more likely
that Prosopanche is from intrusive Prosopis roots a record of its use in the past,
because it was also found in control samples outside the qollqa structures (E6). On
the other hand, the differences between structure E1 (with non-charred remains)
and E2 (with low % of charred seeds and wood) may be due to the movement of
sediment by huaqueo in E2. Huaqueo is a common practice of some modern
humans who dig the soil looking for valuable archaeological objects. Qollqas area
presented evidences of Huaqueo. This is may be due because qollqas features
are similar to that of burials. Burials are mostly associated with offers, which in
several cases are constituted by valuable objects. Therefore, if Prosopanche is
considered intrusive, and remains from E2 incorporated by huaqueo, then it is
possible to affirm that ESH qollqas were lacking of both archaeobotanical and
ceramic remains.
In E3, located at the northwestern end of the qollqas hill, there is a rectangular
structure (figure 1). Archaeological remains were recovered from a hearth within
this structure, which suggests that it might represent a domestic area. Ordinary
and Inka potteries were recovered from this feature together with charred animal
bones. The density of botanical remains was low and fragmentation values were
high. Wood charcoal dominated the plant assemblage (96%). The few non-wood
remains were identified as 24% of maize cobs and 24% of kernels (figure 3).
5cIII. The context known as 5cIII is a domestic hearth. The densities of botani-
cal materials and number of identified species (=7) were found to be high. High fre-
quencies of Ordinary and Inka Provincial ceramic styles, including an ornitomorph
plate were also recovered, suggesting that both processing and consumption took
place here, or else meal distribution. Cultivated food plants were dominant (50%)
including maize, squash, and beans, while wild edible plants, including el rbol
and chaar, comprised 19,6% (figure 3). Prosopis mesocarp was not present here,
but the seeds were recovered, having a density value of 15,8%.
Significantly, of the 50% cultivated plants found here, 64.6% were maize, and
almost all the maize is represented by kernels (95%), with just 5% represented by
cobs. The kernels were mostly carbonized (77,8%) but some were roasted (22,2%).
(Specimens were recognized as carbonized that were wholly charred; specimens
were recognized as roasted that were highly desiccated, with a brownish color and
patches of charring in the surface.) Different maize varieties were also recognized
including pispo very small ear with grains from 3 to 4,5 mm of length after car-
bonization and with a drop of water inside, special for making popcorn (16,7%)
and other type of maize, named here as maize 2, larger in size (from 6 to 9mm of
length after carbonization) (83%).
Some inferences can be made about the types of foods that were being pro-
duced here. Pispo may have been used to make popcorn. The larger grains lacked
of evidence of fermentation or pericarp extraction, processes used to make chicha
(an alcoholic drink) or mote (a food like porridge or hominy). (See Johanessen et
al. [1990] for experimental features of maize processing.) However, only a few of
them entire grains were recovered; fragmented grains were more common. At this
point in the study, it is difficult to know if the fragmentation pattern is the result of
precooking treatments, e.g. mortar grinding, used in the preparing maize for locro
Intra-site comparison of the archaeobotanical evidence of El ShincaL 123
Figure 3. Density % of plant taxa recovered from each structure sampled at El Shincal.
For references see Figure 2B (only thinnest sectors were referenced). Pie graphs size roug-
hly indicates the total density values from each structure (for exact values see table 1).
(another kind of porridge) or else of charring conditions and/or post depositional
processes (see Capparelli, 2007a).
Bean cotyledon width and lengths measured approximately 3,5 x 5,8 mm re-
spectively.
Solanum may have been used as a soap for washing dishes or clothes due to
its saponins contents (Coluccio, 1964), but its presence most probably indicates
intensive agriculture. Today it is a frequent weed in the cultivated fields. The ar-
chaeobotanical sample from 5cIII contained the 83% of wood charcoal (table 1),
mostly from shrubs mainly Caesalpinia gilliesii and Mimosa farinosa (see
Capparelli, 2004).
124 AYLEN CAPPARELLI
represented floor and lens contexts, and samples from K3 represented a well-defined
hearth and floor contexts (inside and outside the building respectively). But, again
as it was observed by Hastorf (1988: 130-132) floors and hearths represent different
stages in the processing sequence. Because hearths are located on the floor, with ma-
terial possibly shifting between the two contexts, we might expect these two contexts
to be similar. Therefore, it is more likely that the botanical differences between K1
and K3 indicate that different sets of activities were carried out in each of the kallan-
kas. In K1 there is greater evidence for the processing of more cultivated than wild
resources, including maize kernel separation from the cobs. This is supported by the
high relative % of cobs. On the other hand, in K3 there is evidence of processing of a
less diverse (number of species present=4) set of wild resources. The large quantity
of charcoal recovered from K3, suggests that the hearth was not cleaned after its final
use. This hearth contained high temperature woods, mainly Bulnesia sp., Lithaea
ternifolia, and Lippia sp. (see Capparelli, 2004). This pattern is markedly different to
that see in the 5cIII hearth, where low burning woods appear to have been burned.
Archaeobotanical densities were notably lower in samples from the patios of
both-K1 and K3- than in samples from the inside buildings (table 1). In all sampled
contexts, the patterning in the number of taxa was similar to that of the density
(K1=7, K1 Patio=4, K3=4, K3 patio=1).
Similarities were apparent in the range of plants recovered from the K1 patio
and the K1 interior and between the K3 patio and the K3 interior. The samples
from both patios were collected near one of the Kallankas doors, so it is likely
that they represent rubbish swept from the K1 and K3 buildings. Hastorf (1988:
133) made a similar observation about Wanka II period Tunamarca (a Sausa site
in the Upper Mantaro Valley, Peru): that low densities of plant remains in samples
from patios were due to occasional sweeping of the structure, and that the sweep-
ing accumulate near the walls and doors. The proportion of wood was also lower
in samples from the patios than in the interior of the buildings (table 1), but further
analysis is necessary to explain this pattern.
Sinchiwasi R rooms. These areas include two terraces (beds) on opposite sides
that are each separated from a central hearth area by a partition wall. They may have
served as lodgings for labourers (Raffino, 2004c). Six central domestic hearths from
R1, R2, R4, R5, R10, R11 respectively were examined here. Macroremains recoveed
at R10 included also a little evidence from floor contexts. R1 produced very low
densities of non-wood remains and high densities of wood charcoal (table 1). The
non-wood food remains were composed of 33,3% of beans and 66,7% of chaar (see
figure 3). R2 produced low densities of non-wood plants and wood charcoal (table 1).
The non-wood food remains were composed of 86% of maize kernel and 7% of Pro-
sopis seeds (see figure 3). R4 contained high densities of non-wood and wood char-
coal (table 1). The non-wood food remains, which were highly fragmented, included
exclusively cultivated maize 12% of maize kernel and 8% of maize cob (figure
3). R5 and R11 produced only wood charcoal. R10 contained the highest densities of
non-wood and wood charcoal (table 1), as well as relatively high numbers of species
(=7). The main food resources represented here were wild species, including Pro-
sopis seeds and mesocarp 74% and 7% respectively, and chaar 13%. Cultivat-
ed species occurred in much lower densities, such as maize kernels and cobs 1%
both (figure 3). The morphological characteristics of the maize corresponded to the
pispo kind. Most of the Prosopis mesocarp was recovered from R10.
126 AYLEN CAPPARELLI
The recovery of the mesocarp has possible implications about ancient process-
ing and consumption because it is the part of the legume that is used to make
patay, aapa, aloja, ulpo, and arrope. All these food products are produced in
the study area today. The preparation and consumption of the first four of these
products are recorded in colonial documents and ethnographically (for more de-
tailed in the modern use of Prosopis see Capparelli, 2007b). The Sinchiwasi
patio produced low densities of non-wood remains and high densities of wood
charcoal (table 1). Edible plants from this patio were principally cultivated spe-
cies, 70% maize cobs and 20% beans. The maize was recognized as the pispo
kind, like that found in R10.
In sum, R1, R2, R4 and Sinchiwasi patio were found to contain lower densities
and numbers of species than that of R10. Despite the high numbers of taxa recovered
from R10, the botanical assemblage is primarily composed of Prosopis/Geoffroea.
Sinchiwasi S rooms. Sinchiwasi S rooms lack beds and central hearths (Raffi-
no, 2004c). The plant remains, which were found to be very poorly represented, in-
cluding wood charcoal (table 1), were recovered from the floors only. The number
of taxa recovered was also low (from 2 to 4). Food plants were represented by cobs
and kernels of maize 2, for example, 21% and 14% in S1 respectively and 75% of
maize kernels in S2. It is important to bear in mind that these percentages represent
a significantly low quantity of material. No evidence of Prosopis was found.
No lenses of charred remains were observed, and plants appeared to be poorly
represented in the floor material, despite the fact that a large portion of the sur-
face was excavated, and a high number of flotation samples were collected and
analysed. The samples had been collected in two different ways: in the first in-
stance they were taken from three locations inside S1 and S2 rooms from two
corners and from the center of each one. Further, samples were collected from
many S rooms S1, S2, S4 and S7. All the samples gave similar results. In
the case of Sinchiwasi S rooms low densities of plant remains were recovered
even from samples collected beside the room walls locations where it should
have trapped material deposited during sweeping. Other non-plant archaeologi-
cal evidence included low numbers of ceramic sherds (Ordinary, Inka Provincial,
and Beln styles) (for more details see Lema et al. in the present volume). Unlike
the Kallankas, where gaps in the archaeobotanical data are filled by other types
of archaeological evidence, the Sinchiwasi S rooms contained few archaeological
material, e.g. very little stone, bone or clay objects. Together, the patterns in the
archaeobotany and in the material remains suggest that these rooms were used for
short occupations or low levels of activities in general.
To sum up the archaeobotany of the Sinchiwasi, two distinct archaeobotani-
cal patterns were recognized. The S structures in which domestic activities were
represented produced maize and Solanum; in general the low densities of plant re-
mains and no hearths were found in the floors. In contrast, the R structures, which
are domestic locii comprised of a central hearth ringed by stones, appeared to have
had high activity levels. Significantly, each of the rooms produced a unique plant
assemblage, composed of different combinations of species and different relative
densities. R10, in particular, had high densities of Prosopis seeds and mesocarps,
and Geoffroea endocarps, which may be from the processing of these wild species
for food or drinks. These patterns suggest that each of the S rooms served a differ-
ent function. Ushno. The ushno of El Shincal is a magnificent platform constructed
Intra-site comparison of the archaeobotanical evidence of El ShincaL 127
of roughly shaped stones in a mud mortar. A wide stairway allows access to this
platform, which has a stone bench (tiana) at the top. For Inka people the ushno was
associated with the gnomon, which is typically a shaped rock that acted as an axis
mundi: linking earthly ancestors and huacas (sacred things such as places, objects
or persons) with the deities of the cosmos (Zuidema, in Meddens, 1997). After
analyzing several documental records, Meddens (1997) concluded that for the Inka
the ushno symbolised the importance of the rulers control over water, particularly
for agricultural uses. The ushno at ESH contained the highest densities of both
non-wood plants and wood charcoal (table 1). The number of species recovered
was relatively high (=14), and included wild and cultivated plants, both native and
exotic (figure 3). All the plant remains were carbonized except Prunus persica,
which were carbonized, roasted or dried. This may be due to Prunus persica fruit-
stones having been thrown into the hearth at different times during the ceremony,
some arriving in the hearth as the fire was dying. In the latter case the contact with
fire would have been too brief, and at too low temperatures, to carbonize the hard
fruit stone.
The charred plant assemblages found on the ushno were all associated with
several hearths that have been identified as ritual contexts from the Hispanic-In-
digenous period (for more detail see Capparelli et al., 2005, 2007a, b). The ushno
was the only structure within the site where Old World species occurred (Triticum
sp., Hordeum sp. and Prunus persica). The recovery of these plants in this ritual
context provides us with new insights into the continuing role of plants in the
native cosmogony up to, and during, the early contact period, which otherwise
introduced profound cultural change. In particular, the archaeobotanical data sug-
gest that plants were probably used in rituals performed as part of the post-contact
rejection of the new conquerors (e.g. the rebellions of the Diaguita). Interestingly,
it shows that indigenous people incorporated Old World crops into their rituals.
The high absolute counts and high densities of archaeobotanical remains that
were recovered from the Ushno may be the result of a persistent use of this cer-
emonial place during the Hispanic-Indigenous period (Capparelli et al., 2005). The
richness of the archaeobotanical assemblage may also be partly due to the fact that
ritual contexts have greater preservation potential than domestic contexts for several
reasons, including: a diversity of burning activities, the selection of plant organs with
unique characteristics, the high frequencies of plants deposited in the features as a
result of repeated use and/or a deposition of high quantities of material during each
activity. Another factor that may have promoted preservation is that the may be the
types of fires used in the rituals may have been more suitable for the charring and
preservation of plant remains than other activities carried out at the site.
Conclusions
El Shincal shows unique patterns of plant uses that are distinct from those of
other Inka sites, notwithstanding the fact that we have yet to determine if maize
production increased at ESH following the Inka conquest (as proposed for Peru
by Hastorf, 1990; and Johanessen and Hastorf, 1990). The patterns of plant uses
at ESH contrast with those of other Inka sites because at ESH wild plants were
found to be as important in the domestic economy as cultivated species. Cultivated
128 AYLEN CAPPARELLI
food plants (Zea mays, Phaseolus, Cucurbita) were found to represent 22,4% of
the total plant remains recovered, while wild edible plants (Prosopis, Geoffroea,
Zizyphus mistol, Rhamnaceae/Capparidaceae) were found to represent 34,8%.
These patterns contrast with those of other Argentinean Inka sites, such as the
nearest one, Potrero-Chaquiago (Pipanaco Basin), where maize appears to be the
base of the subsistence and Prosopis evidence is scarce (Williams, 1996), and the
Potrero de Payogasta and Valds (Calchaqui Valley) sites, where maize and qui-
noa (Chenopodium quinoa) were the main crops for subsistence, while tubers and
beans were poorly represented (Lennstrom, 1990). Maize at ESH may be under-
represented which may be due to precooking treatments such as mortar grinding.
Grinding produces high amounts of fragmentation and fragments are less likely to
survive contact with the fire than whole seeds, for example. Although this may be
the reason for the low densities of maize recovered at ESH, it suggests that Pro-
sopis may have constituted the main food resource.
Earls (1976) proposed the first control level of the Inka state in the Central
Andes was based on the maize (the crop of the state) cultivation; the second con-
trol level was based on local resources which were managed at the local level by
indigenous groups (e.g. tubers in the Central Andes); and the third control level
was Camellidae breeding, used mainly for distributing surpluses from one com-
munity to another. Therefore, I propose that at ESH Prosopis played an essential
role in the domestic economy, and therefore an important constituent in the second
control level of the Inka State.
Overall, the Inka floor of El Shincal produced comparatively low absolute val-
ues and LOW densities of archaeobotanical remains. However, by examining the
spatial relationships among and between the plant remains, as well as between
the plant remains and their contexts of origins, we were able to recognize specific
plantrelated activities within and around the different structures of the site. The
spatial analysis was possible due to our having implemented a comprehensive and
systematic sampling program, which was designed to control for many of the vari-
ables that affect archaeoethnobotanical data.
We concluded that the archaeobotanical assemblages recovered from each
structure of the site are linked with specific functions and activities associated
with the structure itself. For example the ushno was recognized to be a highly
sophisticated ritual context and all plant taxa recovered from the others structures
of the site are represented here. Curiously, the qollqas (storage features) lacked
of any evidence of stored plant food. Other areas (e.g. 5cIII) appear to have been
used exclusively for cooking and possibly the distribution and consumption of
meals prepared from primarily cultivated resources. Maize was found in 5cIII in
form of kernel, but cobs were scarce. A completely different pattern was seen in
the Kallankas feature where well-defined hearths were scarce and the separation
of kernels from cobs appears to have been one among a number of activities con-
ducted in that space. The Sinchiwasi rooms presented again another pattern. On
the one hand, the R rooms had high densities of plant remains in the hearths, e.g.
R10 appeared to be used for exclusively Prosopis processing due to the high rela-
tive percentages of this legume mesocarp. On the other hand, the scarcity of ar-
chaeological remains recovered from the S rooms, in conjunction with the scarcity
of archaeobotanical remains, showed that these rooms had notably low activity
levels or else short occupations.
Intra-site comparison of the archaeobotanical evidence of El ShincaL 129
The archaeobotany of ESH revealed that each individual structure of the site
served a distinct and specific function, even structures that appear architecturally
similar. For example, large differences in the plant assemblages were observed
among the otherwise architecturally similar Sinchiwasi rooms. The archaeobotany
further revealed and highlighted the highlighted the need for caution when sum-
marizing the domestic economies of Inka sites.
Acknowledgements
The author wish to give special thanks to the people of El Shincal and Londres
de Quimivil for their help during the fieldworks. To the CONICET, Fundacin An-
torchas and International Foundation for Science for successive financial supports
to the author. To Veronica Lema, Marco Giovannetti and Rodolfo Raffino for their
critical discussion of the first versions of this manuscript. To Veronica Williams,
Alexandre Chevalier and Michle Wollstonecroft for their valuable comments to
the final versions of the MS. To Michle again who kindly checked the English
version of this work. To the technical assistants Lic. Diego Gobbo and Lic. Cris-
tina Diez Marin.
Bibliography
Capparelli, A. (1997). Reconstruccin ambiental de la instalacin arqueolgica Inka
El Shincal. PhD Thesis. Facultad de Ciencias Naturales y Museo, Universidad Na-
cional de La Plata, La Plata.
(2004). History of plant-people relationship and deforestation at the Hualfin Valley
(Argentina), since Inca occupation (1471 AD) to the present day. Final Report to the
International Foundation for Science, grant number D-3118-1, Stockholm.
(2007a). Wild and domesticated plants in Andean Argentina food economics: eth-
nobotanical evidence for archaeobotanical contrastation. Program and abstracts of
the 14th Symposium of the International Work Group for Palaeoethnobotany, Edited
by W. Slafer Institute of Botany, Polish Academy of Sciences, pp. 106, Krakw.
(2007b). El algarrobo blanco y negro Prosopis chilensis (Mol.) Stuntz y P. flexuo-
sa DS, Fabaceae en la vida cotidiana de los habitantes del NOA: subproductos
alimenticios. Kurtziana, 33: 103-119.
Capparelli, A., Raffino, R. A. (1997). Arqueoetnobotnica de El Shincal I: tallos
finos, frutos y semillas. Tawantinsuyu, 3: 40-57.
Capparelli, A., Lema, V., Giovannetti, M. (2004). El poder de las plantas. In R. A.
Raffino (ed.), El Shincal de Quimivil. Catamarca: Sarqus. Pp. 141-164.
Capparelli, A. et al. (2005). The introduction of Old World crops (wheat, barley and
peach) in Andean Argentina during the 16th century A.D.: archaeobotanical and eth-
nohistorical evidence. Vegetation History and Archaeobotany, 14: 472-484.
Capparelli, A., Giovannetti, M., Lema, V. (2007a). Primera evidencia arqueolgica
de cultivos europeos (trigo, cebada y durazno) y de semillas de algodn en el NOA:
su significacin a travs del registro de El Shincal de Quimivil. In B. Marconetto,
N. Oliszewsky and P. Babot (comps.), Paleoetnobotnica del Cono Sur: estudios de
casos y propuestas metodolgicas. Museo de Antropologa-Facultad de Filosofa y
Humanidades, Universidad Nacional de Crdoba, Crdoba: Ferreyra. Pp. 25-48.
Capparelli A. et al. (2007b). Introduccin y dispersin de bienes del Viejo mundo: po-
130 AYLEN CAPPARELLI
RESUMEN. A la llegada de los conquistadores espaoles a suelo americano exista una exten-
sa produccin de bebida fermentada que variaba en cada regin. En la regin andina encontramos
la chicha, bebida fermentada a base de maz, que aunque asociada frecuentemente con el imperio
inca, est presente en todo el mundo andino. En el presente trabajo estamos interesados en com-
prender las diferencias regionales asociadas a la chicha. Tomaremos como punto de partida el
modelo de produccin de chicha durante el imperio inca, para luego comparar el imperio chim
con el fin de registrar diferencias y similitudes entre ambos. De esta manera intentaremos enten-
der mejor la variabilidad que exista en el mundo andino.
ABSTRACT. At the arrival of the Spanish conquerors existed in America a great diversity of
fermented drinks that varied from region to region. In the Andean region we found the chicha, a
fermented drink made of corn and greatly associated with the Inca empire, however, it was present
in all the Andean world. We are interested to understand the regional differences that are related
to the production of chicha. We take as a point of departure, the production of chicha in the Inca
empire, and compare it afterwards with the production of the Chimu empire. This analysis will
enable us to observe the differences and similarities between the inca and the chimu productions.
This comparison of the model of production that existed in these two contemporaneous empires
will help us to a better understanding on the variety that existed in the Andean world.
Cuando examinamos con atencin la literatura, percibimos que existi una dife-
rencia entre la produccin de la sierra, caracterstica del imperio inca, y la produc-
cin de la costa, caracterstica del imperio chim. La evaluacin de la produccin de
chicha de estos dos imperios contemporneos se tratar en este artculo. En primera
instancia se abordarn los diversos contextos de produccin inca: mamaconas y ca-
sas familiares. En segunda instancia nuestra atencin se posar sobre la produccin
chim: chicheros. La comparacin entre los diversos contextos de produccin nos
servir para comprender mejor la variabilidad existente en la poca prehispnica.
Las mamaconas
Las mamaconas posean verdadera importancia en el universo inca. Dentro del
contexto religioso, este grupo de mujeres era altamente jerarquizado. En la cima
de la jerarqua, encontramos las Yurac Aclla, quienes eran de sangre inca; eran
vrgenes, se encontraban encerradas y eran las esposas del Sol. Despus venan las
Huayrur Aclla, generalmente las jvenes ms bellas. El Inca escoga sus esposas
secundarias dentro de este grupo. Tambin encontramos a las Paco Aclla, quienes
eran dadas en matrimonio en forma de agradecimiento por el Inca a los altos digna-
tarios o jefes. En la parte inferior de la jerarqua tenemos las Yanac Aclla, quienes
eran esencialmente sirvientas. Existe una ltima categora de mujeres llamadas las
Taqui Aclla, quienes dedicaban su tiempo a la msica, al canto, y que cantaban
en la corte (Rostworowski, 1986: 11). Todas estas mujeres no eran nicamente
importantes en el mbito de la religion, sino tambin del poltico: In royal ritual
in the city of Cuzco, the acllas represented both the empire and the deity; outside
of the city, the Inca erected acllawasis, magnificent house inhabited by the chosen,
as symbols of the state (Weismantel, 1991: 874). Estas mujeres eran importantes
para el imperio inca porque representaban la religin y el Estado. Sin embargo, no
hay que olvidar que posean tambin otro tipo de importancia que no era la repre-
sentacin, sino que estaba relacionada con la produccin.
La idea que tenemos de las mamaconas (mamakunas o acllas) generalmente es
la de un monasterio lleno de vrgenes, que son frecuentemente comparadas con las
religiosas. A la luz de algunas investigaciones, observamos que esta idea es un poco
errnea. En efecto, las mamaconas posean una gran importancia como productoras
de bienes de lujo: Su verdadero fin en realidad era el de servir de obreras dedicadas
a producir textiles para el Estado (Rostworowski, 1986: 11). Adems de textiles
deban producir la chicha. Hacan cantidad de chichas regaladas para ofrecer a los
dioses y para que bebiesen sus sacerdotes (Cobo, 1956: 232). Tenan la tarea de
producir la chicha para el Inca y los sacerdotes, la producan nicamente con fines
sagrados y rituales. Eran las especialistas de la produccin de los bienes que eran
utilizados en dichos rituales, siendo proveedoras de las dos principales mercaderas
del imperio inca, la chicha y los vestidos, convirtindose as las mamaconas en unas
de las ms importantes unidades econmicas del imperio (Morris, 1979).
La chicha que estas mujeres producan serva a un grupo muy limitado: el Inca
y los sacerdotes del Estado, y no al conjunto de la sociedad incaica. El Inca beba
nicamente la chicha producida por las mamaconas, pero ellas, como dice Cobo,
deban producir tambin la chicha para los sacerdotes y las ceremonias: Los sa-
cerdotes tarpuntaes ayunaban no comiendo ms que maz cocido y yerba sin sal,
La produccin de chicha en los imperios inca y chim 135
y no beban sino chicha turbia, que llaman concho (Cobo, 1956: 217). La chicha
poda as servir para fines religiosos, como acabamos de citar, inscritos general-
mente dentro de un calendario ritual preciso. sta tambin poda servir al propio
Inca dentro de las ceremonias de ayuno intensivo para purificar el cuerpo seguido
de la ingestin de chicha en forma masiva (Saigns, 1993). Asimismo, la chicha
poda ser utilizada en los banquetes que ofreca el Inca para consolidar y crear nue-
vas alianzas (Olivas Weston, 2001). Es imposible discutir todos los posibles usos
de la chicha producida por las mamaconas, pero podemos afirmar que la chicha de
maz era un elemento importante dentro del imperio inca.
utilizacin ritual de la chicha por la gente comn y no por la lite inca, como relata
Arriaga: Rocan con chicha los cimientos como ofrecindola, y sacrificndola
para que no se caigan las paredes, y despus de hecha la casa tambin la asperjan
con la misma chicha (1999: 70). Adems, encontramos, entre otras, la costumbre
de lavar a los enfermos con chicha (Ibd.: 90).
Pensamos que es importante discutir los dos tipos de consumo ritualizado que
describe Cobo y que estn relacionados con el modelo de casa familiar. El primero
es el rito de iniciacin de los adolescentes incas, que se realiza cada ao durante el
festival de Capac Raymi: Luego todos estos mancebos juntos mascaban el maz
con que se haba de hacer chicha para la fiesta que prevenan, y sus padres y tas
iban por agua hacella a Calispquin. [] y los deudos de los dichos mozos traan
los cntaros y lea para hacerla (Cobo, 1956: 220). Este caso citado por Cobo
demuestra que era posible que los hombres participaran en la produccin de la
chicha. Es probable que esta produccin de chicha dentro de un contexto de inicia-
cin refleje una inversin de roles, pero percibimos que existe una participacin
de los hombres en la elaboracin del brebaje, lo que demuestra que la produccin
de chicha al estilo casa familiar estaba sujeta a normas estrictas en cuanto a los
roles desempeados durante la fabricacin. Los adolescentes eran responsables de
la masticacin del maz, los padres y las tas se encargaban del agua, los parientes
aportaban los recipientes y la lea para el fuego. Adems, observamos que exista
realmente una produccin ritual de grupo fuera de las mamaconas, ya que los hom-
bres jvenes se reunan para masticar el maz.
El segundo caso que vamos a discutir es el de las faenas agrarias. Con la ayuda
de la chicha, es posible atraer a los individuos para trabajar en el campo: Casi se
convidan y convocan los amigos y parcialidades y pueblos enteros a arar sus ch-
caras, y los convidados acuden con tanta voluntad y gusto como si los convidaran
a bodas, sin llevar otra paga ni inters ms que comer y beber a costa del dueo
de la heredad; el cual, para estas juntas previene de cantidad de chicha, que es el
cebo que los lleva tan de grado, y continan la labor todo el tiempo que dura con el
mismo placer y alegra que la comenzaron, regocijndose con cantares a su usanza.
Finalmente, la labor de las chcaras era una de las mayores recreaciones y fiestas
que ellos tenan (Cobo, 1956: 251).
Percibimos que la produccin de chicha era un medio utilizado para obte-
ner mano de obra, a nivel individual o de casa familiar; esto debera implicar la
produccin de un excedente de chicha para la ocasin. Para que un grupo pue-
da conseguir la mano de obra que necesitara, ste deba redistribuir cierto ex-
ceso de chicha. Esta redistribucin podra ser realizada por la casa familiar.
Por ejemplo, una familia invitaba a otra para poder realizar trabajos a gran escala.
Este grupo que deseaba la mano de obra de otro deba ser capaz de proveerle un
excedente de chicha.
Sin embargo, se debe relativizar la produccin tipo casa familiar e introducir
otro tipo, poco mencionado en la literatura: la estatal. El tipo de produccin estatal
no difiere mucho del de la casa familiar; slo vara nicamente en el tamao. Di-
gamos que la produccin familiar se ubica en el extremo inicial de un continuum,
y que la produccin estatal se ubica en el extremo final. Entre los dos extremos
existen varios intermedios como el ayllu, la comunidad, entre otras que pueden
producir un excedente con el objetivo de conseguir mano de obra. El imperio inca
se aseguraba mano de obra para los diversos trabajos y las campaas militares
La produccin de chicha en los imperios inca y chim 137
Los chicheros
Este modelo fue creado por Rostoroworski (1989), despus de haber desem-
polvado un gran nmero de archivos y crnicas del siglo xvi. El modelo de produc-
cin de los chicheros es en esencia muy diferente de los tres modelos precedentes
y tiene su base en la organizacin social de la costa norte peruana. sta, durante
la conquista, era muy diferente a la conocida, para la misma poca, dentro de la
sierra. Esencialmente los documentos etnohistricos indican que la organizacin
social estuvo dividida en sectores de produccin. Existan territorios de pescado-
res, de agricultores, de artesanos, de productores de chicha, etc. Cada grupo de es-
pecialistas se organizaba dentro de un barrio bajo la tutela de un seor. Este seor
era o bien el seor agricultor de una comunidad, o bien el seor de los alfareros,
entre otros tantos oficios. Estos seores se encontraban bajo el control de otro se-
or, quien tena bajo su poder diferentes seores productores.
Dentro de los documentos de archivos que Rostoroworski enumera, consta-
tamos la importancia de la especializacin, que constituye la base fundamental
del modelo chichero. Examinemos lo que un alfarero de la costa norte dice a un
administrador espaol: Toy natural de Collique, dijo que soy ollero y no tengo
otro oficio ni granjera y somos seis deste oficio (Rostoroworski, 1989: 274).
Entonces, este individuo ejerca el oficio de ceramista, y no tena otra actividad
que sta, ni tena ningn acceso a las tierras agrcolas. Esta especializacin, segu-
ramente, permiti el desarrollo de expertos dentro de varios dominios y promovi
la apropiacin, por parte de los incas, de varios artesanos de la costa norte peruana,
cuyo talento era reconocido, para ser llevados a los grandes centros incaicos (Ros-
toroworski, 1989). Los incas sobre todo se interesaron por los artesanos ceramistas
y joyeros, a quienes ellos mismos se encargaron de ubicar en ciertos puntos estra-
tgicos de la sierra. La estructura social de la costa norte, segn Rostoroworski, se
basaba en una produccin especializada de diversos sectores econmicos, relacio-
nados con el trueque y el poder poltico entre diferentes seores.
Cmo se ubica la produccin de la chicha en el interior de esta estructura
social? El modelo chichero no se diferencia de los otros modelos de produccin,
en el sentido de que los productores eran tambin especialistas imbricados dentro
del juego de intercambio econmico y poltico. La primera diferencia entre los tres
modelos precedentes y este ltimo es que la produccin es una actividad masculi-
na: En los llanos son hombres y en la sierra son mujeres las que fabrican la chi-
cha (Arriaga, citado por Rostoroworski, 1989: 279). Adems, al contrario de las
mamaconas, los chicheros no parecen haber estado dirigidos por las autoridades
estatales. A continuacin se presenta un testimonio de un chichero hablando de su
138 SEBASTIEN PETRIE
rios, la coccin de la chicha tendra una duracin de 48 horas, por lo que quedaran
cinco das de la semana para verificar la germinacin del maz y la fermentacin de la
chicha. De aqu sobrara tiempo para realizar, mientras tanto, diversas actividades, las
cuales se ven reflejadas en las variadas herramientas que Moore encontr en Machan.
Creemos entonces que hubo una especializacin en la produccin de chicha en la cos-
ta norte, durante el periodo chim y la conquista espaola. Los datos arqueolgicos
que presenta Moore, como la concentracin de la produccin al interior del complejo
arquitectnico, tienden a demostrar lo que los documentos histricos de la poca de la
conquista nos revelan. Por tal motivo, se debera relativizar el modelo de los chiche-
ros y reemplazarlo por el de una produccin de tipo casa familiar especializada. Se
debera tambin concebir la idea de que no slo la casa familiar especializada produ-
cira chicha, sino que algunos pescadores o agricultores, entre otros, pudieron haberla
producido a menor escala o para ocasiones especiales.
Si buscamos mejor precisin para los modelos de la costa norte, debemos ad-
mitir que existan hombres especialistas a cargo de la produccin de chicha, pero
stos no corresponden al modelo de especialistas propuesto por Rostoroworski.
Dos mitos fundadores, Naimlap y la dinasta de los Lambayeque, y Taycanamo y
la dinasta de los chim, soportan esta idea: Dicen los naturales de Lambayeque
(y con ellos conforman los demas pueblos a este valle comarcano) que en tiempos
muy antiguos que no saben numerarlos vino de la parte suprema de este Piru con
gran flota de Balsas un padre de Compaas, hombre de mucho valor y calidad lla-
mado Naimlap y consigo traia muchas concubinas, mas la muger principal dicese
auerse llamado Ceterni trujo en su compaia muchas gentes que ansi como a capi-
tan y caudillo lovenian siguiendo, mas lo que entre ellos tenia mas valor eran sus
oficiales que fueron quarenta, ansi como Pita Zofi que era su trompetero o tenedor
de unos grandes caracoles que entre los Yndios estiman en mucho, otro inacola
que era el que tenia cuidado de sus andas y Silla, y otro inagintue a cuio cargo
estaua la vevida de aquel Seor a menera de Botiller, otro llamado Fonga sigde que
tenia cargo de derramar polvo de conchas marinas en la tirra que su Seorauia de
Pisar, otro Occhocalo era su Cocinero, otro tenia cuidado las unciones y color con
que el Seor adornava su rostro, a este llamauan Xan muchec tenia cargo de baar
al Seor Ollopcopoc (Cabello Valboa, 1951: 327).
El mito de Taycanamo es similar al mito de Naimlap y sigue las mismas gran-
des lneas narrativas, pero es menos detallado. Es interesante ver que en el mito de
Naimlap el seor llega de otro lado acompaado de su corte y servidores, donde
inagintue era la persona que se encargaba de producir las bebidas para su seor.
Este especialista de bebida no se debe confundir con el cocinero, que era otro de
los especialistas, llamado Occhocalo. Los documentos etnohistricos citados por
Rostoroworski tienden a afirmar, indirectamente, que haba especialistas quienes
producan la chicha para el seor. Fueron promulgadas ciertas leyes por los espa-
oles para prohibir a los amerindios producir la chicha dentro de sus casas, inclu-
sive aquella destinada a los seores. Esto avala el hecho de que la chicha para los
seores poda, antes de estas leyes, ser producida en las residencias seoriales.
Quizs el mito de Naimlap refleja una idealizacin de la sociedad que simboliza
la divisin del trabajo que prevaleca en esa poca. Con la informacin que posee-
mos, creemos que existieron tres tipos de produccin de la chicha en la costa norte
peruana: la llamada casa familiar especializada, la de los servidores especialistas
del seor y la produccin ocasional familiar.
La produccin de chicha en los imperios inca y chim 141
Conclusin
Cuando examinamos el panorama de la produccin y el consumo de chicha al
inicio del siglo xvi, constatamos que stos no eran uniformes y que ciertos fac-
tores regionales deben ser tomados en consideracin. Por un lado, al nivel de la
lite social observamos una diferencia bien marcada, porque para los incas eran
las mujeres (mamaconas) quienes estaban a cargo de la produccin ceremonial de
la chicha; en cambio, en la costa son los hombres (servidores seoriales) los que
estaban a cargo de producirla en las residencias seoriales. Por otro lado, a nivel
secular, percibimos que hay tambin diferencias marcadas, ya que en ambos casos
existe una produccin de tipo casa familiar; pero en la costa ciertas casas familia-
res estaran especializadas en la elaboracin de la chicha, mientras que otras no
podran producirla. Observamos la oposicin entre la produccin femenina (inca)
y la masculina (costea); sin embargo, esta oposicin parece ms simblica que
verdica. Para la costa, en realidad, la produccin era realizada por ambos sexos;
en cambio, para los incas esta produccin mixta slo se evidencia en rituales de
iniciacin. El control poltico de la produccin de chicha para ambos grupos pare-
ce haber sido mnimo. Parecera que tanto incas como chimes utilizaron la retri-
bucin en chicha como cebo para obtener mano de obra.
A pesar de la poca informacin existente con relacin al consumo costeo, pa-
recera haber existido, entre ambas etnias, una similitud a nivel de consumo ritual.
La chicha fue utilizada como ofrenda para comunicarse con los ancestros y huacas;
al igual que fuera importante en los rituales polticos y en el interior de un juego
econmico que aseguraba a la lite mano de obra. El consumo de la chicha parece
haber tenido una importancia capital para el funcionamiento religioso, poltico y
econmico. Sin embargo, los documentos histricos permiten inferir que el consu-
mo cotidiano de chicha fue diferente en la costa con respecto a la sierra. Esta dife-
rencia estara dada por una interpretacin diferente de lo que sera la ebriedad: los
incas, por un lado, slo aceptaban la embriaguez ritual, en tanto que los costeos,
por otro lado, aceptaban la embriaguez tanto ritual como secular.
Bibliografa
Arriaga, P. J. de (1999) [1621]. La extirpacin de la Idolatra en el Piru. Cuzco: Centro
Bartolom de las Casas.
Cabello Valboa, M. (1951). Miscelnea antrtica. Lima: Universidad Nacional Mayor
de San Marcos.
Calancha, Fray A. de la (1976). Crnica moralizada. Lima: Edicin de Ignacio Pra-
do Pastor.
Cobo, Fray B. (1956) [1653]. Historia del Nuevo Mundo. Madrid: Biblioteca de Autores
Espaoles.
Llosa, E. (1992). Picanteras cusqueas: vitalidad de una tradicin. Lima: AMIDEP-
TAFOS.
Moore, J. D. (1989). Pre-Hispanic Beer in Coastal Peru: Technology and Social Con-
text of Prehistoric Production. American Anthropologist, 91: 682-695.
Morris, C. (1979). Maize Beer in the Economics, Politics, and Religion of the Inca
Empire. En C. F. Gastineau, W. J. Darby y F. B. Turner (eds.), Fermented Food
Beverages in Nutrition, New York: Academic Press. Pp. 21-34.
La produccin de chicha en los imperios inca y chim 143
Olivas Weston, R. (2001). La cocina de los Incas. Lima: Universidad San Martn de
Porres, Escuela Profesional de Turismo y Hotelera.
Petrie, S. (s. f.) Hemos escogido el maz: elaboracin de la chicha en la Campia de Moche.
S. l.: s. n.
Ramrez, S. E. (1995). De pescadores y agricultores: una historia local de la gente del
valle de Chicama antes de 1565. Bulletin de lInstitut franaise dtudes andines,
24: 245-279.
Rostworowski, M. (1981). Recursos naturales renovables y pesca, siglos XVI y XVII. Lima:
IEP.
(1986). La mujer en la poca prehispnica. Documento de Trabajo, 17, Lima: IEP.
(1989). Costa peruana prehispnica. Lima: IEP.
Saigns, T. (1993). Por qu los indios ebrios hablan en espaol? En T. Asignes (ed.),
Borrachera y memoria. La experiencia de lo sagrado en los Andes. Lima: Hisbol/
IFEA. Pp. 43-72.
Salazar-Soler, C. (1993). Embriaguez y visiones en los Andes. Los Jesuitas y las
borracheras indgenas en el Per. En T. Asignes (ed.), Borrachera y memoria. La
experiencia de lo sagrado en los Andes, op. cit., pp. 23-42.
Schievelbusch, W. (1991). Histoire des stimulants. Paris: dition du Promeneur.
Valcrcel, L. (1964). Historia del Per antiguo. Tomo 2, Lima: Juan Meja Baca.
Weismentel, M. J. (1991). Maize Beer and Andean Social Transformations: Drunken
Indians, Bread Babies, and Chosen Women. MLN, 106: 861-880.
Zrate, A. de (1995) [1555]. Historia del descubrimiento y conquista del Per. Lima:
PUCP, Fondo Editorial.
Condiciones de salud de los antiguos pobladores
de los valles centrales oaxaqueos durante el Formativo
Martha Elena Alfaro Castro
Centro INAH, Oaxaca, Mxico
Sergio Lpez Alonso
Escuela Nacional de Antropologa e Historia, Mxico
RESUMEN. En este trabajo, se evala el impacto causado por factores ecolgicos y sociales sobre
el estado de salud y nutricin de los antiguos habitantes de aldeas del Formativo de los Valles Centra-
les de Oaxaca, Mxico. Se analizaron restos esquelticos de 68 individuos procedentes de tres sitios
arqueolgicos de distinto orden socio-econmico, asentados en medios ecolgicos relativamente dife-
rentes: San Jos Mogote, Fbrica San Jos y Santo Domingo Tomaltepec. A partir del anlisis de indi-
cadores osteopatolgicos, se pudo observar que la salud de dichos habitantes, en sus fases Temprano
y Medio, no se hallaba afectada de manera drstica. Esto quizs debido a que el proceso de cambio de
vida nmada a sedentaria fue paulatino y de largo plazo. Sin embargo, se llegaron a observar algunas
diferencias entre los sitios al parecer relacionadas con el medio ambiente y algunos factores sociales.
ABSTRACT. In this work, we evaluated the impact caused by ecological and social factors on
the health state and nutrition of the inhabitants of villages of the Formative of Central Valleys of
Oaxaca, Mxico. Skeletal remains of 68 individuals coming from three archaeological sites of
different socioeconomic order, seated in ecological relatively different means were analyzed: San
Jos Mogote, Fbrica San Jos and Santo Domingo Tomaltepec. From the analysis of osteopatho-
logical indicators, it was possible to conclude that the health of these inhabitants, in its Early and
Middle phases, was not affected in a drastic way. This perhaps because the process of change of
nomadic life to sedentary was gradual and of long term. Nevertheless we observed some differ-
ences between the sites apparently related to the environment and some social factors.
Introduccin
La regin conocida como Valles Centrales de Oaxaca se localiza en el centro
del estado a una altitud media de 1.530 msnm y comprende el rea ms amplia
de terreno plano con un gran potencial agrcola. Esta planicie est dividida natu-
ralmente en tres subvalles por el ro Atoyac y su afluente el Salado: el de Etla al
noroeste, el de Tlacolula en el este y el Valle Grande o de Zaachila-Zimatln en el
sur (Marcus y Flannery, 2001: 13) (mapa 1).
Los primeros asentamientos humanos permanentes en la regin de los valles
centrales se encuentran registrados en el perodo Formativo Temprano. Durante
El Horizonte Formativo del rea oaxaquea se subdivide en tres fases: Temprano (1400 a 1150 a.C.),
Medio (850 a 700 a.C.) y Tardo (500 a.C. a 200 d.C.) (Marcus y Flannery, 2001).
146 MARTHA ELENA ALFARO CASTRO Y SERGIO LPEZ ALONSO
Material y mtodos
El material esqueltico humano estudiado y la informacin arqueolgica res-
pectiva procede de exploraciones realizadas en el contexto del proyecto Prehis-
toria y Ecologa Humana del Valle de Oaxaca durante los aos setenta y se halla
Como lo revela la ausencia de bienes suntuarios en las ofrendas y la sencillez de las habitaciones y
enseres domsticos (Winter, 1990: 41-42).
Los edificios pblicos incrementaron su tamao y complejidad arquitectnica, de igual manera crecie-
ron las relaciones interregionales (Flanney y Marcus, 1983: 53-64).
Condiciones de salud de los antiguos pobladores de los valles 147
Hiperostosis Se observa como una Suelen estar ligadas a una dieta inadecuada, Stuart-Macadam
portica y criba porosidad o puntilleo en una absorcin pobre de hierro (por problemas 1989, 1998; Walker
Orbitaria la regin de las rbitas o metablicos, enfermedades infecciosas 1986; Aufderheide
en algunas regiones del gastrointestinales o prcticas culturales). y Rodrguez 1998;
crneo. Steckel y Rose 2002.
Periostitis Se caracteriza como una Los problemas nutricionales y metablicos Ortner y Putschar
serie de estras en el actan de manera sinrgica con los 1981; Steinbock
periostio resultado de un procesos infecciosos. En climas tropicales 1976; Martin,
proceso inflamatorio. se incrementan las parasitosis, llegando a Goodman y
ocasionar sangrados y diarreas; asimismo, la Armelagos 1991;
propia sudoracin provoca prdida de hierro. Steckel y Rose 2002.
Por su parte los mtodos de preparacin de
los alimentos juegan papel importante en la
asimilacin del hierro, al igual que ciertas
prcticas culturales como los autosacrificios.
Procesos Se observa como una Son una condicin patolgica progresiva. Se Aufderheide y
degenerativos especie de porosidad, caracteriza por la prdida del cartlago articular Rodrguez 1998;
de tejido eburnicin u osteofitos. y la subsecuente lesin resultado del contacto Steinbock 1976;
articular inter-seo en las articulaciones de diartrosis. Steckel y Rose 2002.
Las causas pueden ser fsicas, infecciosas,
metablicas o el avance de la edad.
Resultados y discusin
San Jos Mogote (SJM)
Rodeado de una gran cantidad de tierras de rico potencial agrcola y agua permanente para el cultivo
y el uso domstico (Marcus y Flannery, 2001).
Estas patologas suelen estar ligadas a casos de anemia por dietas deficientes o inadecuadas, proble-
mas metablicos, gastrointestinales o de parsitos (Stuart-Macadam, 1989: 187-192).
Los nios en perodo de crecimiento son menos tolerantes a la escasez de alimento o la prdida de nu-
trientes; por otro lado, las mujeres, debido a procesos metablicos como los ocurridos durante el embarazo
o la lactancia, son ms susceptibles a padecer episodios de anemia (Stuart-Macadam, 1998: 45).
150 MARTHA ELENA ALFARO CASTRO Y SERGIO LPEZ ALONSO
Figura 1. Mandbula con presencia de caries en cuello, abscesos y reabsorcin alveolar tras la prdida
de dientes antemortem. Entierro 18 SJM.
15 Cuando existen problemas nutricionales, como el caso de la anemia por deficiencia de hierro, se
compromete el sistema inmunolgico incrementando la susceptibilidad a infecciones y viceversa (Stuart-
Macadam, 1998: 58).
16 Las mujeres analizadas de esta aldea (FSJ) presentaban tambin una menor cantidad de dientes
afectados (en comparacin con SJM), siendo a lo mximo dos dientes por maxilar y en el caso de los mas-
culinos apenas uno.
CONDICIONES DE SALUD DE LOS ANTIGUOS POBLADORES DE LOS VALLES 153
Comentarios finales
An no es del todo clara la forma como se inici el poblamiento humano en la
regin de los Valles Centrales Oaxaqueos. Los vestigios ms antiguos de asenta-
mientos permanentes se localizan en los mrgenes de los ros que surcan el valle;
siendo preferidas las zonas de pie de monte, espacios donde se fundaron pequeas
aldeas que caracterizaron al periodo Formativo Temprano y Medio. Estos asen-
tamientos parecen haberse formado de manera paulatina, a lo largo de cientos de
aos, combinando la caza-recoleccin con la agricultura (Gonzlez, 1990: 32;
Sanders y Nichols, 1988: 49).
La estrategia combinada brind a estos pobladores condiciones propicias para
ir cambiando su modo de subsistencia y adaptarse a la vida aldeana, mediante un
proceso lento y de largo plazo. Lo anterior se vera reflejado en la baja presencia
de patologas relacionadas con problemas infecciosos y nutricionales observados
en este trabajo.
Mltiples son los argumentos que se aducen para explicar el origen de las su-
puestas alteraciones causadas por esta transicin de modo de vida que en nuestro
caso no apareci de manera drstica. Las comunidades que nos ocupan, como
sabemos, adoptaron el maz como base de su alimentacin, pero ello no significa
que este grano haya sido el nico alimento que consuman. Su tradicin de cazado-
res-recolectores les haba dotado de profundas experiencias y conocimientos para
obtener de su entorno amplia variedad de plantas e insectos comestibles, fuente
que les provea de alimento tanto de origen vegetal como animal, rico en protenas
y minerales. Aun cuando se seala que las propiedades qumicas del maz inhiben
una correcta absorcin de hierro y que el proceso de su coccin prolongada dismi-
nuye, de manera considerable, el contenido de vitaminas esenciales que el grano
contiene, cabe precisar que la milpa no se reduce slo al cultivo de maz, frijol,
calabaza y chile, es un cultivo mucho ms amplio y rico en recursos alimenticios
que dio sustento a numerosa poblacin mesoamericana.
Se asume tambin que la forma de vida sedentaria propicia el hacinamiento
de las personas en los espacios habitacionales, lo que facilita la propagacin de
microorganismos patgenos y por ende la transmisin ms directa de enferme-
dades contagiosas. A lo anterior habr que agregar el problema del manejo de los
deshechos humanos y de la basura en general. No dudamos de que los problemas
sealados fueron amenazas muy serias para la salud humana. Sin embargo, los in-
dividuos cuyos restos son aqu analizados pudieron sortearlos en buena medida, a
juzgar por las caractersticas observadas en sus condiciones de salud.
El asentamiento de estas antiguas poblaciones en terrenos aluviales cercanos
a los ros fue una estrategia que les permiti aprovechar las frtiles tierras para el
cultivo de sus milpas, donde podan obtener maz, frijol, calabaza y un sinnme-
ro de otros productos alimenticios que integraban su dieta. Adems, como se ha
mencionado, la combinacin de la agricultura, la recoleccin de algunas frutas,
semillas, plantas silvestres e insectos, complementada con la caza y la pesca, as
como la prctica de almacenar sus provisiones en pozos excavados en el suelo,
brindaron a las familias de aquella poca la posibilidad de disponer de una dieta
variada que les proporcion protenas, minerales, vitaminas y carbohidratos en
cantidades relativamente suficientes como para sortear pocas de escasez durante
el ciclo agrcola anual.
156 MARTHA ELENA ALFARO CASTRO Y SERGIO LPEZ ALONSO
Bibliografa
AUFDERHEIDE, A. C. y RODRGUEZ-MARTN, C. (1998). The Cambridge Encyclopedia of Hu-
man Paleopathology. Cambridge: Cambridge University Press.
BASS, W. M. (1971). Human osteology a laboratory and field manual. Missouri Archaeo-
logical Society.
BLAKE, M. L. y ARMELAGOS, G. (1985). Deciduos enamel defectsin Prehistoric Ame-
ricans from Dickson Mounds: prenatal and postnatal stress. American Journal of
Physical Anthropology, 66: 371-380.
BLOM, D. E. et al. (2005). Anemia and childhood mortality: latitudinal patterning along
the coast of pre-colombian Peru. American Journal of Physical Anthropology, 127:
152-169.
BROOKS, S. T. y SUCHEY, J. M. (1990). Skeletal age determination based on the Os pubis: a
comparison of Acsdi-Nemeskri and Suxhey-Brooks Methods. Human Evolution, 5:
227-228.
BROTHWELL, D. F. (1993). Desenterrando huesos. La excavacin, tratamiento y estudio de
restos del esqueleto humano. Mxico: Fondo de Cultura Econmica.
DRENAN, R. D. (1976). Fabrica San Jos and middle Formative society in the Valley of
Oaxaca. USA. Memoirs of the Museum of Anthropology University of Michigan
number 8. Ann Arbor.
DRENAN, R. D. y FLANNERY, K. V. (1983). The growth of site hierarchies in the Valley of
Oaxaca: Part II. En K. V. Flannery y J. Marcus (eds.), The Cloud People. New York:
Academia Press. Pp. 65-71.
FLANNERY, K. V. y MARCUS, J. (1983). The growth of site hierarchies in the Valley of Oaxa-
ca: Part I. En K. V. Flannery y J. Marcus (eds.), The Cloud People. Op. cit. pp. 53-64.
GONZLEZ LICN, E. (1990). Los Zapotecos y Mixtecos. 3 mil aos de civilizacin precolom-
bina. Mxico: CONACULTA. H. Ayuntamiento de la ciudad de Oaxaca Jacabook.
LOVEJOY, O. C.; MENSFORTH, R. P. y WALKER, R. A. (1985). Chronological Metamorphosis
of the Auricular Surface of the Illium: A New Method for the Determination of Adult
Skeletal Age of Death. American Journal of Physical Antrhopology, 68: 15-28.
MARCUS, J. y FANNERY, K. V. (2001). La Civilizacin Zapoteca. Cmo evolucion la So-
ciedad Urbana en el Valle de Oaxaca. Mxico: Fondo de Cultura Econmica.
MARTIN, D.; GOODMAN A. y ARMELAGOS, G. (1991). Group living, transmissible diseases
and associted health risks: Analysis of nonspecific infections. En Black Meza Ana-
zasi Health: reconstructing life from patterns of death and disease. Southerns Illi-
nois: University at Carbondale. Pp. 125-310.
NELSON, G. C; LUKACS, J. R. y YULE, P. (1999). Dental caries, and early tooth loss during
the iron age of man. American Journal of Physical Anthropology, 108: 333-343.
ORTEGA MUOZ, A. (1998). La estimacin de la edad en los restos seos subadultos
mesoamericanos. Coleccin osteolgica de San Gregorio Atlapulco, Xochimilco.
Mxico. Tesis indita licenciatura en Antropologa Fsica. Escuela Nacional de An-
tropologa e Historia.
158 MARTHA ELENA ALFARO CASTRO Y SERGIO LPEZ ALONSO
RESUMEN. Este estudio est basado en una investigacin reciente titulada La alimentacin en la
vida cotidiana del Colegio Mayor de Nuestra Seora del Rosario, Bogot, Colombia, 1653-1773, la
cual abarc temas como la alimentacin prehispnica, la conquista gastronmica de los espaoles y
su repercusin en la manutencin de los colegiales del Colegio Mayor de Nuestra Seora del Rosario,
hoy Universidad del Rosario.
ABSTRACT. This study is based on a recent research entitled La alimentacin en la vida cotidia-
na del Colegio Mayor de Nuestra Seora del Rosario, Bogot, Colombia, 1653-1773 (Food in the
daily life of Colegio Mayor de Nuestra Seora del Rosario School, Bogot, Colombia, 1653-1773)
which comprised subjects on prehispanic food, the gastronomic conquest of the Spaniards and its
repercussion on up keeping of pupils of the mentioned School, today Rosario University.
Productos vegetales:
Los tubrculos eran fundamentales en la dieta de esta sociedad agrcola, ya que
constituan el cultivo de mayor tradicin (Crdenas-Arroyo, 2002: 20). Gonzalo Jimnez
de Quesada, conquistador del Nuevo Reino de Granada, en un documento escrito a me-
diados del siglo xvi se refera a los tubrculos en la siguiente cita: Tenan [los muisca]
nabos que llaman cubios, que echan en sus guisados y les es gran mantenimiento,
su fruto es amarillo muy lustroso, largo de cinco a seis dedos, delgado en gran parte, y
bastante grueso a la punta. El gusto algo acre sin fastidio. Propios de las provincias ms
fras fueron los ullucos o chuguas (Ullucus tuberosus); eran stos tubrculos pequeos,
esfricos, de colores blanco, rosa o magenta con un fuerte sabor amargo. Otras races
eran las ibias (Oxalis tuberosa), las cuales se parecan a una zanahoria aunque ms corta
y arrugada, su carne se caracterizaba por ser blanca y firme y la cscara variaba de blanco
a rojo, el sabor cambiaba ligeramente de cido a dulce. La papa (Solanum tuberosum),
conocida tambin como turmas o yoma, en palabras de fray Pedro Simn: Son unas
raicillas redondas que en el Per se dicen papas [] son de mucho sustento para toda
suerte de gente, aunque no tienen ningn sabor ms que aquello con que las guisan.
La ventaja de la papa era que maduraba en cuatro o cinco meses, por lo que se
convirti, este comestible en fundamental para su alimentacin. La cosecha de la
arracacha (Arracacia xanthorrhiza), la yuca (Manihot esculenta) y la achira (Can-
na edulis) se recoga en las tierras templadas.
En cuanto a los cereales, estaba el maz (Zea mays L.), alimento natural de
todos los de esta Amrica, se cultivaba en tierras clidas y en fras. Fray Pedro
Simn lo llam el trigo de los indios (Simn, 1986: 71) al comentar que era el
mantenimiento ms comn de los indgenas, y a la mazorca la describi como la
espiga de este maz donde echa sus granos cubiertos con hojas fuertes, la cual
consuman asada, en bollos que se asemejaban al pan, en arepa especie de pan
en forma circular, preparado con maz sancochado a fuego lento y molido y en
bebida como la chicha. Otro cereal fue la qunoa (Chenopodium quinoa), quinua o
bledo morisco (Zamora, 1980: 138) como lo llamaban los mdicos de la poca;
sus restos (quenopodiceas) se han registrado en las excavaciones arqueolgicas
de la Sabana; ste representaba la fuente de protena vegetal.
Igualmente sembraban Cucurbitceas como la ahuyama (Cucurbita maxima) y la
calabaza (Cucumis sp.). Coman los tallos y hojas, especialmente los cogollos o yemas
y las partes tiernas de las plantas como la qunoa, la yuca, y el aj (Capsicum sp.).
Entre los rboles frutales consuman el mamey (Calocarpum sapota), la gua-
yaba (Psidium guajaba L.), la chirimoya (Annona cherimole), la pitahaya (Hyloce-
reus undatus) y el aguacate (Persea americana); tambin frutas de la tierra como
la pia (Ananas comosus), la curuba (Passiflora mollisima), la granadilla (Passi-
flora ligularis) y la uchuva (Physalis peruviana).
La sal (Cloruro de Sodio), adems de sazonar, constitua un valioso producto
de intercambio; otros condimentos que usaban eran el aj, las guascas (Galinsoga
privaflora) y el achiote (Bixa orellana), el cual serva tambin de colorante.
Sus bebidas consistan en la chicha hecha de maz, como ya se cit, de pia o
de yuca, y aguas de frutas.
La alimentacin en la vida cotidiana del Colegio Mayor 161
Productos crnicos:
La protena la obtenan de la cacera, como lo confirman los informes arqueo-
lgicos de la zona, donde se hallaron restos de venado (Odocoileus virginianus-
goudoti), cury (Cavia porcellus), conejo (Oryctolagus cuniculus), borugo (Aguti
paca), zorro (Pseudalopex culpaeus), pecar (Pecar tajacu) y comadreja (Mustela
frenata) (Langebaek, 1987: 70). El venado se consideraba alimento de los caci-
ques, su carne se usaba como vitualla y se mantenan existencias de cecina en
depsitos (Patio, 1990: 143).
En cuanto a la pesca, segn Aguado, los espaoles que llegaron con Quesada
a la sabana de Bogot apreciaron, despus de las privaciones de la larga marcha,
las delicias del capitn, pez de las cinagas y corrientes de agua (Patio, 1990:
135), fuera de otras especies que haba en los ros. Otras fuentes de protenas eran
algunas aves e insectos.
Los productos a los que no tenan acceso en sus tierras los obtenan en el co-
mercio con las tribus vecinas de las tierras templadas, como frutas y yuca, algunas
veces por algodn y oro.
Las herramientas elaboradas para la adquisicin, preparacin o consumo de
los alimentos incluan pesas de red, anzuelos y otros artefactos relacionados con
la pesca, piedras para moler, cuchillos para despresar animales y recipientes en
totumo fruto del calabazo y cermica.
El aporte espaol est representado por la herencia espaola con los nuevos
ingredientes, incluyendo los que traan en los barcos y los que se sembraron ms
tarde; con el paso del tiempo, se dio la introduccin de diferentes hbitos gastro-
nmicos. Entraron a la Sabana con Gonzalo Jimnez de Quesada y fundaron la
ciudad en 1536.
Sus vituallas se determinaron por la revisin de los documentos de viaje donde
figuraban variados artculos, como por ejemplo: la carne salada, el bizcocho, las
habas, las alcaparras, las almendras, el aceite para cocinar, el vino, el vinagre y el
queso. Las hortalizas como coles, coliflor, lechugas y alcachofas se daban en abun-
dancia; introdujeron tambin nuevos condimentos como la canela, la pimienta y
la nuez.
Adems, escribe Zamora, la cebada, garbanzos, arroz, lantejas (sic) y alverjas
(sic) [] los melones, Zandas blancas y coloradas; pepinos cohombros y verenje-
nas (sic), que no siendo semillas naturales, sino tradas de Espaa, abundan tanto,
que todos comemos [] (Zamora, 1980: 131) enriqueciendo, de esta manera, la
dieta indgena.
Asimismo, los espaoles trasplantaron a Amrica el trigo, la carne de diferen-
tes animales y la caa de azcar.
El trigo fue de los primeros en sembrarse en las grandes llanuras y faldas de los
cerros, por la necesidad que tenan los espaoles en consumirlo. El pan de trigo fue
el primer alimento preparado impuesto masivamente por los conquistadores hispa-
nos en la dieta de los nativos, controlando de una u otra manera la produccin, la
distribucin, el costo y el precio de venta de este producto.
El trigo era para los europeos como el maz para los americanos; simblica-
mente el trigo significaba bendicin y era smbolo de resurreccin; por tanto, si
el trigo era don de vida, el pan era el alimento esencial y el que acompaaba los
diferentes platos. El maz, a su vez, era usado en las ceremonias religiosas nativas,
y su cultivo se asimilaba a sus creencias y a la vida misma (Cruz, 2002: 19).
162 CECILIA RESTREPO M.
El primer ganado vacuno que entr a tierras americanas fue por la costa at-
lntica, llegando a Cartagena en 1536: El rey envi 500 vacas a Cartagena para
repartir entre los colonos (Pardo, 1972: 315). Se montaron las carniceras bajo el
cumplimiento de ciertos requisitos para su funcionamiento. La venta de la carne
de vaca, carnero y cerdo fue motivo de acaparamientos, censuras y abusos en los
precios; tambin se vendan los embutidos y el cebo. El clrigo Juan Verdejo trajo
a la ciudad de Santaf la primera gallina en 1539 (Zamora, 1980: 154).
La caa dulce se aclimat bien en las tierras templadas, en poco tiempo ya se
haba organizado su siembra y el trapiche. Se trajeron esclavos para su cosecha;
esta planta aportaba el ingrediente para las conservas y los almbares.
El menaje que los espaoles introdujeron consista en utensilios de cocina,
fabricados de cobre y de peltre. El vidrio y la loza tambin fueron novedad en el
Nuevo Reino de Granada.
En cuanto al aporte africano, la influencia de las culturas de ese continente,
que llegaron con la esclavitud, y sus costumbres autctonas fueron bsicamente
las tcnicas de coccin, entre stas los fritos, y muchas preparaciones de la comida
costera como los bollos, el sancocho de pescado, las cocadas y los pasteles.
La mezcla de estas tres tradiciones culinarias se va a expresar en la creatividad
cultural y material de cada grupo en cuestin, estableciendo de esta manera cules
fueron los nuevos hbitos y costumbres alimentarios adquiridos.
El mestizaje culinario
El mestizaje, se dio en dos sentidos. El primer acercamiento con lo descono-
cido lo hicieron los conquistadores al verse obligados a consumir los alimentos
indgenas; lo menciona fray Pedro Aguado al referirse a este punto: [] cada cual
traa el presente conforme al posible que tena, aunque de venados y otros gneros
de comidas siempre trajeron en mucha abundancia (Aguado, 1956: 258); podra
decirse que el espaol aceptaba los alimentos indgenas por necesidad. A su vez,
los soldados volvieron a su tierra con los comestibles americanos repercutiendo en
los platos ibricos. En segunda instancia, fue el contacto de los nativos con los co-
mestibles trados por los peninsulares, integrndolos lentamente a su dieta, en este
caso, por imposicin, ya que se trataba de la cultura dominante y demandaban la
siembra de las plantas bsicas y semillas espaolas, en detrimento de las nativas.
Esta adaptacin a los alimentos del otro se dio con lentitud en especial para los
naturales, ya que los peninsulares necesitaban del sustento diario que les ofrecan los
indgenas; as, lograron adaptarse a lo que calificaban como comida de indios, es de-
cir, productos preparados del maz, la yuca, la papa y otros mencionados anteriormen-
te, a pesar de que en Espaa la carne y el pan eran los alimentos ms consumidos.
Un punto importante es el que tiene que ver con el clima y el ambiente natural
de las tierras de Amrica; los espaoles extraaron los diferentes cultivos que co-
sechaban segn las estaciones del ao: exista un platillo especial para el verano o
para el invierno, incluyendo los platos tpicos de cada regin, los cuales pudieron
saborear aos ms tarde con la consolidacin de la colonia.
A su vez, algunos grupos indgenas empezaron a introducir en su dieta la carne
de vaca o carnero y el pan, segn fuera su cercana con los blancos o las posibili-
dades econmicas. Esta circunstancia fue definitiva en el proceso de aculturacin.
La alimentacin en la vida cotidiana del Colegio Mayor 163
Conclusiones
El acto de comer no es slo para sobrevivir, va ms all: el comer es tambin
comunicacin, es compartir, por la alimentacin se revela una posicin social,
una ocasin especial, una identidad regional, un gusto personal, un momento
donde los comensales disfrutan de los recursos naturales y comparten las ideas,
alrededor de una mesa.
Esta integracin de nuevos sabores a una dieta depende de las experiencias cul-
La alimentacin en la vida cotidiana del Colegio Mayor 167
Fuentes y bibliografa
Aguado, Fray P. (1956). Recopilacin Historial. Tomo I. Bogot: Biblioteca de la Pre-
sidencia de Colombia.
Crdenas-Arroyo, F. (2002). Datos sobre la alimentacin prehispnica en la sabana
de Bogot, Colombia. Bogot: ICANH.
Constituciones del Colegio Mayor de Nuestra Seora del Rosario.
Cruz Cruz, J. (2002). Teora elemental de la gastronoma. Navarra: Eunsa.
Foucault, M. (2001). Vigilar y Castigar. Mxico: Siglo xxi.
Gonzlez de Prez, M. S. (1987). Diccionario y gramtica Chibcha. Bogot: Instituto
Caro y Cuervo.
Langebaek, C. H. (1987). Mercados, poblamiento e integracin tnica entre los Muis-
cas. Siglo XVI. Bogot: Banco de la Repblica.
Fernndez de Oviedo, G. (1995). Sumario de la Natural Historia de las Indias. Bogo-
t: Instituto Caro y Cuervo.
Pardo, A. (1972). Geografa econmica y humana de Colombia. Bogot: Tercer Mundo.
Patio, V. M. (1990). Historia de la Cultura material en la Amrica Equinoccial. Tomo
I. Alimentacin y Alimentos. Bogot: Instituto Caro y Cuervo.
Pounds Norman, J. G. (1999). La vida cotidiana. Historia de la cultura material. Bar-
celona: Crtica.
Reichel-Dolmatoff, G. (1998). Colombia Indgena. Bogot: Colina.
Restrepo, C. (2005). La alimentacin en la vida cotidiana del Colegio Mayor de Nuestra
Seora del Rosario. 1653-1773. Bogot: Universidad del Rosario.
Simn, Fray P. (1986). Fray Pedro Simn y su vocabulario de americanismos. Bogot:
Instituto Caro y Cuervo.
Zamora, Fray A. de (1980). Historia de la provincia de San Antonino del Nuevo Reyno
de Granada. Tomo II. Bogot: Instituto Colombiano de Cultura Hispnica. Editorial
Kelly.
La alimentacin en Buenos Aires del siglo xix: modelos
posibles para su anlisis en un contexto urbano
Sandra A. Guillermo
Universidad de Buenos Aires
Instituto Nacional de Antropologa y Pensamiento Latinoamericano
RESUMEN. En este artculo nos proponemos analizar aspectos relacionados con la alimen-
tacin de los habitantes de la ciudad de Buenos Aires en el siglo xix, desde una perspectiva dia-
crnica. Para ello hemos desarrollado tres modelos generales de aprovechamiento y utilizacin
de la carne vacuna, principal componente alimenticio de la dieta de dichos pobladores a lo largo
del tiempo. Los modelos estn estructurados a partir de tres ejes principales (formas de venta de
la carne vacuna, implementos utilizados para el trozamiento y las unidades en que se trozaba el
animal). Dicha herramienta analtica ser aplicada de manera general en relacin con una muestra
arqueofaunstica proveniente de un contexto de descarte urbano, con la finalidad de poder evaluar
asimismo la viabilidad de la misma.
ABSTRACT. In this paper we seek to analyse, from a diachronic perspective, certain aspects
related to the Buenos Aires city inhabitants diet during the xixth century. To reach this goal we
have developed three general models related to the exploitation and use of bovine meat, which is
and was the main food component in the diet throughout the time. These models are structured
around three main points (the ways meat was sold, the tools used for butchering it and the differ-
ent parts in which the animal was cut). This analytical tool will be evaluated in relationship to an
archaeofaunistical sample obtained from a context of urban discard.
Esquema diacrnico
El siguiente esquema fue desarrollado con la finalidad de poder explorar aspec-
tos vinculados con la alimentacin, tales como las diferentes formas de obtencin
y de aprovechamiento utilizadas, y fundamentalmente con la posibilidad de poder
evaluar los resultados obtenidos en el anlisis de una muestra arqueofaunstica,
proveniente de un contexto urbano, en relacin con aspectos socio-econmicos.
Est postulado para la ciudad de Buenos Aires y planteado en torno a la es-
pecie/gnero Bos taurus (vaca). Dicha especie no slo es mayoritaria dentro de
la muestra, sino tambin es el componente principal y predominante de la base
alimenticia de los pobladores de Buenos Aires a lo largo del tiempo. Por estas
razones, y porque es nuestro propsito analizar algunos aspectos relacionados con
su consumo, nos hemos focalizado solamente en ella para este estudio. Debemos
aclarar que somos concientes de que las conclusiones sern algo parcializadas,
pero consideramos que puede llegar a ser vlido en tanto que constituye la etapa
inicial, y an exploratoria, de una investigacin que permite empezar a indagar
ms all de qu especies fueron o no consumidas y en qu proporcin.
Temporalmente abarca desde el ao 1580 hasta el ao 1914. Dicho ao fue
considerado como lmite cronolgico final del esquema, porque resulta ser el mo-
mento en el que comienza la Primera Guerra Mundial, lo cual signific un cambio
en la utilizacin de dicho recurso (en este caso la explotacin del ganado vacuno),
en los niveles de las exportaciones y en una serie de cambios que se dan en la eco-
noma del pas en general (Giberti, 1970).
Est postulado a partir de tres ejes principales, a saber:
a) las formas de venta de la carne vacuna (por cuartos, por peso).
b) los implementos utilizados para el trozamiento vacuno (hachas, sierras ma-
nuales, sierras elctricas).
La alimentacin en Buenos Aires del siglo xix: modelos posibles 171
c) las diferentes unidades en las que se trozaba al animal (es decir, lo que se
conoce como los cortes actuales de carnicera).
Las razones para desarrollar dichos ejes temticos responden a que, por un
lado, permiten acotar temticamente el esquema diacrnico. Por otro lado, consi-
deramos que los mismos no slo nos pueden proveer informacin sobre aspectos
vinculados con el aprovechamiento y la utilizacin de la carne vacuna a travs del
tiempo considerado, sino que adems ellos estn altamente afectados por cuestio-
nes socio-econmicas ms amplias (tipo de exportacin, disposiciones reguladoras
gubernamentales que designan cmo vender, cunto y a qu precio, tipos de cortes
estipulados para consumo interno y externo, oferta-demanda, etc.) que determinan
sus caractersticas y, adems, porque consideramos que poseen correlatos materia-
les, que pueden ser observados arqueolgicamente.
De esta manera, en funcin de los ejes temticos planteados procedimos a rea-
lizar un relevamiento de toda la informacin disponible desde diversas esferas de
investigacin, tales como histricas, estadsticas, econmicas, arqueolgicas, etc.
(Arcondo, 2002; Battola, 2000; Beaumonth, 1957; Cnepa, 1936; Davis, 1989; Fon-
debrider, 2001; Giberti, 1970; Gorriti, 1999; Isabelle, 1943; Latzina et al., 1889;
Montoya, 1984; Snchez, 1953; Schvelzon y Silveira, 2001; Taullard, 1927; Vidal,
1999; Wilde, 1881; Zabala y De Ganda, 1937), que nos permitiera elaborar un mar-
co de referencia, entendido como un cuerpo de datos sistemticamente organizados
que contenga fenmenos que no son estrictamente arqueolgicos (e.g., medioam-
bientales, etnogrficos, geogrficos, histricos, etc.), a partir del cual caracterizar y
definir dichos fenmenos a lo largo del tiempo (Binford, 2001: 676; Guillermo, 2004:
20). Los datos obtenidos fueron considerados en su conjunto, analizados y primor-
dialmente sistematizados. A partir de dicha sistematizacin se pudieron evidenciar
ciertas tendencias generales presentes en todo el tiempo considerado. Analizando y
evaluando las mismas se observ que para segmentos cronolgicos diferentes y su-
cesivos se presentaban con caractersticas que podan ser diferenciadas ntidamente.
Esto nos llev entonces a plantear tres modelos generales.
Modelos propuestos
Fueron resultado de la sistematizacin de los datos obtenidos en el relevamien-
to inicial, focalizado en los ejes temticos que decidimos investigar. Se trata de
tres modelos generales de aprovechamiento y utilizacin de la carne vacuna que se
suceden en el tiempo desde los inicios de la ciudad de Buenos Aires como tal (ao
1580) hasta el ao 1914.
Son modelos desarrollados fundamentalmente con informacin proveniente de
disciplinas no arqueolgicas; por lo tanto, hemos planteado junto con ellos expecta-
tivas generales en torno a variables y rasgos cuyo correlato material nos permita pos-
teriormente poder analizar los resultados de la muestra arqueofaunstica estudiada.
Modelo colonial
Modelo postcolonial
Modelo moderno
La evidencia arqueolgica
La evidencia arqueolgica fue recuperada de un lote ubicado sobre la actual
calle Moreno nmero 314. Dicha propiedad se encuentra ubicada dentro de lo que
constituye el radio antiguo de la ciudad de Buenos Aires.
El predio se localiza a dos cuadras al sur de la Plaza de Mayo, punto central en
torno al cual convergieron desde los inicios de la ciudad las actividades cvicas,
polticas y administrativas. Esta zona constituy desde los comienzos del desarro-
llo urbano hasta el ao 1850 aproximadamente el barrio aristocrtico de Buenos
Aires (Lafuente Machain, 1968: 13).
Los restos rescatados provienen de una estructura subterrnea de aproximada-
mente seis metros de profundidad, ubicada en la parte trasera de las construcciones
habitacionales que estuvieron presentes en la propiedad a lo largo de su secuencia
de ocupacin. En total se recuperaron 9.784 restos (Acosta, 1998) (vase tabla 1).
Los mismos han sido adjudicados cronolgicamente como pertenecientes al siglo
xix. Dicha informacin temporal ha sido inferida a partir del anlisis de restos con-
siderados como diagnsticos (tales como las lozas y los vidrios) que forman parte
de la evidencia recuperada.
Evidencia arqueolgica Cantidad %
Loza 1.803 18,4
Porcelana 39 0,4
Gres 32 0,3
Maylica 60 0,6
Cermica 560 5,7
Vidrio 1.247 12,7
Pipas de caoln 6 0,06
Madera 9 0,09
Metal 53 0,5
Hueso 6 0,06
Cuero 134 1,3
Ltico 2 0,02
Otros 4 0,04
Evidencia faunstica 5.606 57,3
Evidencia vegetal 223 2,3
Total 9.784 100
Tabla 1. Evidencia arqueolgica recuperada en Moreno n 314. Segn informe A. Acosta, 1998.
174 SANDRA A. GUILLERMO
La muestra arqueofaunstica
Est compuesta por un total de 5.606 restos (Acosta, 1998). Si bien dicha
muestra est conformada por una variedad y cantidad de diferentes especies que
han podido ser identificadas, tales como: Bos taurus (vaca) (n: 1967), Equus caba-
llus (caballo) (n: 3), Sus scrofa (cerdo) (n: 4), Ovis aries (oveja) (n: 616), Rattus
sp. (rata) (n: 36), Felis cattus (gato) (n: 9), peces (n: 150) y aves (n: 251) (Acosta,
1998), para este estudio, como hemos mencionado ms arriba, nos hemos centrado
nicamente en el anlisis de los restos pertenecientes a la especie/gnero que pre-
domina en la muestra que es el Bos taurus (vaca).
De un total de 1.967 restos pertenecientes a dicha especie, se ha analizado has-
ta el momento un 21% (n: 412).
Metodologa y resultados
La identificacin de las partes anatmicas representadas en el porcentaje de
la muestra analizada permiti establecer que dichos restos arqueofaunsticos per-
tenecen a las zonas del esqueleto correspondientes al segmento axial (costillas y
vrtebras) y a los miembros anterior y posterior.
Dado que nuestro objetivo es indagar aspectos vinculados con la alimenta-
cin, la cual hemos considerado como el resultado de una serie de actividades
cotidianas que permiten obtener finalmente el alimento, nuestro anlisis se cen-
trar en el grupo de restos que presentan evidencias de fracturas antrpicas. Con-
sideramos que su anlisis es precisamente el que nos puede proveer informacin
acerca de las actividades relacionadas con el aprovechamiento y utilizacin de
los mismos, ya que son el resultado de actividades relacionadas con el procesa-
miento de animales para su transporte, consumo y/o utilizacin como materia
prima (Mengoni, 1988: 87).
De esta manera, se separaron los restos que componan la muestra en dos
grupos: los que presentaban fracturas y los que no posean ninguna evidencia de
ellas. Dentro del primer grupo se registraron aquellas caractersticas macrosc-
picas, tales como forma, tipo de marcas, etc. (Landon, 1996: 59). Consecuente-
mente, se pudo establecer que de un total de 412 restos analizados, 245 presentan
evidencias de dichas fracturas.
La alimentacin en Buenos Aires del siglo xix: modelos posibles 175
A partir de este resultado dentro del grupo de restos que presentan evidencias
de fracturas, registramos las caractersticas macroscpicas que nos permitieran
detectar la presencia sobre la superficie sea de huellas y marcas que nos posibi-
litaran determinar tentativamente el agente productor de las mismas (Mengoni,
1988: 89).
Nos interes discriminar entre los restos las marcas realizadas por diferentes
agentes. Establecimos entonces, en funcin de observaciones macroscpicas, cua-
tro categoras dentro de las cuales poder asignar los restos estudiados.
Registramos las frecuencias de restos que presentaban evidencias de marcas
realizadas por hachas, por serruchos manuales y por sierras elctricas, planteando
adems una categora de indeterminados para aquellos restos que no pudieron ser
adjudicados a ninguna de las anteriormente mencionadas.
De este modo, dentro de los 245 restos arqueofaunsticos que presentan eviden-
cias de fracturas antrpicas pudimos establecer que 202 restos presentan evidencias
de marcas realizadas por medio de hachas (82,4%), 8 poseen marcas correspon-
dientes a serruchos manuales (3,3%), hay una ausencia de restos con evidencias de
marcas producidas por sierras elctricas y 35 restos fueron incluidos dentro de la
categora de indeterminados (14,3%).
A continuacin discutiremos dichos resultados en relacin con los modelos
generales planteados en el esquema diacrnico ms arriba desarrollado.
Discusin
En funcin de los modelos que conforman el esquema diacrnico desarrollado
(colonial, postcolonial y moderno) y de los datos obtenidos a partir del anlisis de
la muestra arqueofaunstica, podemos decir que los resultados de la misma estaran
vinculados fundamentalmente con el modelo colonial planteado. El mayor funda-
mento para tal vinculacin proviene del alto porcentaje (82,4%) que presentan los
restos con fracturas antrpicas producidas mediante la utilizacin de hachas, junto
con el muy bajo porcentaje de fraccionamiento (3,3%) debido a serruchos manuales,
y la ausencia de restos con evidencias de marcas producidas por sierras elctricas.
Asimismo, el predominio de la especie Bos taurus (vaca) en la muestra ana-
lizada por sobre las otras especies identificadas deja en evidencia que el principal
componente alimenticio aprovechado y utilizado por las personas que habitaron la
propiedad de Moreno nmero 314 a lo largo de su secuencia de ocupacin ha sido
fundamentalmente el de la carne vacuna. Por las partes anatmicas identificadas, co-
rrespondientes al segmento axial (costillas y vrtebras) y a los miembros del animal,
y por la presencia misma de los elementos seos, inferimos la posibilidad de que el
componente vacuno haya sido adquirido mediante trozos que incluiran no slo al
msculo, es decir, a la carne, sino tambin al hueso de la parte involucrada.
Esta evidencia (la presencia del hueso en el registro arqueolgico) probable-
mente estara relacionada con una forma de venta y adquisicin de dicho compo-
nente por medio de cuartos, y no al peso como sucede en momentos siguientes.
Estudios posteriores nos permitirn poder establecer a partir de evidencias ms
contundentes (tales como anlisis acerca de la presencia o ausencia de una relacin
entre la ubicacin de las fracturas de los elementos seos y las partes anatmicas
identificadas que no poseen fracturas antrpicas, etc.), si habran adquirido o no al
176 SANDRA A. GUILLERMO
animal por piezas enteras. De esa manera podremos complementar el dato general
que obtuvimos en este trabajo y que precisamente por su alto grado de generalidad
no nos permite por el momento arribar a una mayor informacin.
Consideraciones finales
Si bien queda mucho por indagar y profundizar en torno a los modelos y ex-
pectativas arqueolgicas propuestas, consideramos que esta primera aproximacin
en cuanto al empleo de la herramienta analtica postulada es fructfera y aplicable
para el estudio del registro arqueolgico urbano de momentos histricos. Su de-
sarrollo permiti dejar en evidencia la variabilidad existente dentro del proceso
general de adquisicin y aprovechamiento del componente vacuno en un contexto
urbano como el de la ciudad de Buenos Aires. Y fundamentalmente, que dicha
variabilidad poda llegar a ser observada en el registro arqueolgico.
Creemos que una herramienta analtica como la esbozada al manejar lapsos tem-
porales relativamente acotados dentro de los cuales los restos pueden ser asignados
posibilitar vincular a los mismos con informacin cronolgica, aspecto importante
sobre todo cuando sta no puede obtenerse de un registro estratigrfico riguroso. De
esta manera, el dato temporal podr no depender nicamente de la utilizacin de ele-
mentos diagnsticos provenientes de la presencia de otra evidencia arqueolgica.
Adems, mediante su empleo, los restos arqueolgicos provenientes de este
tipo de contextos pueden ser relacionados con factores urbanos macro (tales como
los econmicos, sociales, urbanos, etc.) que evidentemente influyen y determinan,
en cierta medida, la muestra resultante.
Estudios futuros nos permitirn ampliar y mejorar la aplicabilidad de la va
analtica postulada. Las lneas de investigacin a seguir apuntarn cmo analizar
la manera en que este cambio en la forma de acceder a la carne vacuna (de piezas o
trozos a pequeas partes) pudo haber llevado hacia el uso de diferentes formas de
preparacin y de coccin de dicho componente alimenticio.
Bibliografa
Acosta, A. (1998). Programa para la conservacin y el estudio del Patrimonio Ar-
queolgico recuperado en Moreno 314 (Ciudad de Buenos Aires). Informe Final de
Beca. Secretara de Cultura de la Nacin.
Arcondo, A. (2002). Historia de la alimentacin argentina. Desde los orgenes hasta
1920. Crdoba: Ferreira.
Battolla, O. (2000). La sociedad de Antao. Memoria Argentina. Buenos Aires: Emec.
Beaumonth, J. A. (1957). Viajes por Buenos Aires, Entre Ros y la Banda Oriental
(1826-1827). Buenos Aires: Hachette.
Binford, L. (2001). Where do research problems come from?. American Antiquity, 66:
667-678.
Cnepa, L. (1936). El Buenos Aires de Antao. En el cuarto centenario de su fundacin
1536-1936. Buenos Aires: Talleres grficos Linari y Ca.
Contreras, J. (1995). Introduccin. En J. Contreras (comp.), Alimentacin y Cultura.
Necesidades, gustos y costumbres. Barcelona: Publicacions de la Universitat de Bar-
celona. Pp. 9-24.
La alimentacin en Buenos Aires del siglo xix: modelos posibles 177
La alimentacin en Buenos Aires del siglo xix: modelos posibles para su anlisis
en un contexto urbano ....................................................................................... 169
Sandra A. Guillermo
TREBALLS DETNOARQUEOLOGIA, 7
ISBN: 978-84-00-08792-0