Silverberg Robert - Roma Eterna
Silverberg Robert - Roma Eterna
Silverberg Robert - Roma Eterna
UCRONA minotauro
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ROBERT SILVERBERG
Roma eterna
minotauro
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Ttulo original:
Roma Eterna
Traduccin de Emilio Mayorga
Primera edicin: octubre de 2006
Agberg, Ltd., 2003
Ediciones Minotauro, 2006
Avda. Diagonal, 662-664, 6.a planta. 08034 Barcelona
www. edicionesminotauro.com
www.scyla.com
Todos los derechos reservados
ISBN-13: 978-84-450-7610-1 ISBN-10: 84-450-7610-8
Depsito legal: B. 31343-2006
Fotocomposicin: Anglofort, S. A.
Impresin: A & M Grfic, S. L.
Impreso en Espaa
Printed in Spain
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1203 A. U. C.
PRLOGO
1282 A. U. C.
CON CSAR EN LAS CATACUMBAS
subterrneo de Roma.
La entrada que el hebreo haba escogido para ellos estaba en el
extremo del abarrotado barrio conocido como la Subura, que se
hallaba al este del Foro, entre las colinas Viminal y Esquilina. Se tra-
taba de un distrito caracterizado por la fetidez, la miseria y el barullo
ensordecedor, donde las gentes vivan hacinadas de mala manera en
precarias construcciones de cuatro y cinco pisos, y carretas chirriantes
maniobraban con extrema dificultad a travs de las estrechas y
retorcidas calles. All, el emperador Tito Galio haba empezado a
construir un refugio subterrneo all por el ao 980, en el que los
ciudadanos romanos pudieran protegerse en caso de que los rebeldes
godos, concentrados entonces en el norte, rompieran las defensas de
Roma y penetraran en la ciudad.
Pero los godos, como es sabido, fueron rechazados mucho antes
de que pudieran llegar a cualquier parte cercana a la capital. Sin em-
bargo, por aquel entonces, Tito Galio ya haba hecho construir un
complejo entramado de pasadizos bajo la Subura y l y sus sucesores
lo fueron ampliando durante dcadas, extendiendo tentculos en todas
direcciones, creando conexiones con la ya existente cadena laberntica
de galeras, cmaras y tneles subterrneos que los romanos haban
ido excavando aqu y all por la ciudad a lo largo de un millar de aos.
Ahora, aquel mundo subterrneo se haba convertido en una
ciudad bajo la ciudad, una entidad en s misma, en la fra y hmeda
oscuridad. Ante ellos tenan los portales de Tito Galio; dos elaborados
arcos de piedra, como las mandbulas abiertas de una boca gigantesca,
que se elevaban en medio de la calle donde las fuerzas imperiales,
siglos atrs, haban derribado una manzana de antiguas casuchas a
ambos lados con el fin de despejar el terreno para abrir la entrada. El
acceso al mundo subterrneo era lo suficientemente ancho como para
que cupieran tres carromatos al mismo tiempo. Una rampa de ladrillo
muy desgastado los condujo hacia las profundidades.
Aqu tienen sus faroles dijo bar-Heap, encendindolos y
ofrecindoselos. No se olviden de sostenerlos en alto para que no se
apaguen. El aire est ms cargado a la altura de las rodillas y la llama
se extinguira.
Al descender por la rampa, el cesar se situ a la cabeza del grupo.
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en el seno del gran poder, que era lo nico que su alta cuna le haba
supuesto. Era como si el mayor desafo al que se enfrentara
Maximiliano fuera el aburrimiento de su existencia dorada y, en el
mundo subterrneo, conjurara tal desafo mediante aquella bsqueda
de lo extremo y lo imposible. El hebreo constitua un mediador
necesario para ello: unas pocas palabras suyas bastaban, la mayora de
las veces, para que se les franqueara el acceso a algunas zonas de las
cavernas vedadas por lo general a los que no haban sido invitados.
Llegaron a un sitio en el que un despliegue de centelleantes teas
llenaban el aire de humo negro; luces que jams se extinguan en
aquel lugar donde no exista diferencia entre la noche y el da. Se
trataba de un mercado donde se vendan extraas exquisiteces: lenguas
de ruiseor y flamenco, bazo de lamprea, talones de camello, crestas
de gallo de brillante amarillo, cabezas de loro, hgados de lucio, sesos
de faisn y de gallo, orejas de lirn, huevos de pelcano, cosas
extraas de todos los rincones del Imperio, todo ello dispuesto en
abundantes montones sobre bandejas de plata. Menandros, aquel
griego cosmopolita, miraba maravillado todo aquello como cualquier
paleto de campo lo hara.
Los romanos comen estas cosas todos los das? preguntaba,
y Csar, esbozando aquella opaca sonrisa suya, le aseguraba que lo
hacan siempre, no slo en la mesa imperial sino en las casas ms
humildes, y le prometa una comida de lenguas de ruiseor y sesos de
gallo en cuanto fuera posible.
Aqulla era una plaza ruidosa, llena de payasos, malabaristas,
acrbatas, tragasables, comedores de fuego, funambulistas y artistas
de una docena de clases ms, con escandalosos pregoneros que
voceaban a voz en grito las excelencias de las actuaciones que pre-
sentaban. Maximiliano les arrojaba prdigamente monedas de plata y
Menandros se apresur a hacer lo mismo. Ms all haba un pasillo
con una columnata donde se ofreca un espectculo de seres deformes:
jorobados y enanos, tres sonrientes microcfalos vestidos con
elaborados uniformes escarlata, un hombre que pareca un esqueleto
andante, y otro que deba de tener sus buenos tres metros de altura.
Ya no est el que tena cabeza de avestruz dijo bar-Heap,
visiblemente desilusionado. Y tampoco la muchacha con tres ojos,
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plebeyos que ola a ajo, comieron carne guisada con una salsa es-
peciada hecha a base de pescado fermentado y frutas maceradas en
miel y vinagre. No muy distinto de ese vinagre era el vino que
bebieron. A Menandros pareci encantarle. Nunca antes deba de ha-
ber probado tales vulgares finuras. Y bebi y comi con voraz apetito.
Los efectos de este abuso se manifestaron rpidamente en l: la frente
perlada de sudor, las mejillas enrojecidas, los ojos vidriosos. Tambin
Maximiliano, plato tras plato, bajaba la comida con formidables
cantidades de aquel espantoso vino. Al prncipe le encantaba todo
aquello y nunca saba cundo parar si tena a su alcance vino de
cualquier clase. A Fausto (sin ser tampoco un hombre de gran
moderacin, y al que, de hecho, gustaba beber sin tasa), le hechizaba
la sensacin voltil que el exceso de vino provocaba sobre la
severidad de su mente y de su siempre ms terrena y plmbea carcasa
corporal. Pero aun as, tuvo que obligarse a tragarlo. Sin embargo, al
final l se beba la mayor parte de cada jarra tan rpidamente como
poda, indiferente a su sabor, con el fin de evitar la ebriedad de Csar.
Ya que conoca los peligros a los que se exponan si el prncipe,
arrastrado por la ebriedad, se meta en alguna estpida reyerta all
abajo, trasegaba pues cuanto poda, y le pasaba enormes cantidades al
imperturbable bar-Heap, quien, evidentemente, tena una capacidad
ilimitada. Poda imaginarse fcilmente sacando de all algn da a
Maximiliano sobre una tabla, con su real barriga acuchillada de un
lado a otro y su cuerpo ya rgido. Si eso llegara a ocurrir, lo mejor que
poda esperar era pasar el resto de sus das en un brutal exilio, en
algn deprimente puesto teutnico de avanzada.
Cuando finalmente reemprendieron la marcha, ya entrada la tarde,
en el grupo se haba producido un sutil cambio de equilibrio. Bien
porque de repente se sintiera aburrido o bien porque hubiera comido
demasiado, Maximiliano pareci perder inters en la expedicin. Ya
no corra el primero, hacindoles seas a los dems para que se
apresuraran de un pasillo a otro, como si estuvieran compitiendo con
algn rival invisible de un lugar al siguiente. Ahora era Menandros,
impulsado por la generosa ingesta de vino, quien tom el mando,
desplegando una ansia de verlo todo ms poderosa incluso que la que
haba mostrado el prncipe, y metindoles prisa por toda la ciudad
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corredor demostr ser la entrada a la gran sala que haca las veces de
mercado de los hechiceros. Originalmente, se deca, haba servido
como lugar de almacenamiento de las cuadrigas imperiales, con el fin
de impedir que se apoderaran de ellas los brbaros invasores. Cuando
tales precauciones ya fueron innecesarias, una multitud de hechiceros
se apropi de la enorme sala, que fue dividida mediante hileras de
arcos de piedra calcrea en una sucesin de pequeas cmaras de
muros bajos. Una claraboya octogonal en lo alto, en el mismo centro
de la techumbre de la sala, permita el paso de plidos haces de luz
solar desde el exterior, pero la mayor parte de la iluminacin proceda
de braseros humeantes dispuestos frente a cada uno de los puestos.
Los braseros, bien por encantamiento o bien por simple destreza
tcnica, ardan todos ellos con chillonas llamas de tonos diversos,
danzarinas lenguas de fuego de color violeta y plido carmes, azul
cobalto y esmeralda brillante mezcladas con otras ms corrientes,
rojas y amarillas, propias de una hoguera de carbn.
El clamor del comercio era intenso. Cada uno de los puestos tena
su pregonero, que voceaba las excelencias de la mercanca de su
seor. Apenas haba entrado el embajador Menandros en la sala,
cuando un individuo grueso de rostro sudoroso y vestido con una
tnica brocada de estilo egipcio lo consider un posible blanco y,
hacindole seas con ambas manos, le grit:
Eh, usted, amiguito! Le interesa un filtro de amor, un afro-
disaco excelente, el mejor de los de su clase?
Menandros se mostr interesado. El voceador le dijo:
Venga, pues. Djeme ensearle este maravilloso hechizo!
Atrae tanto a hombres como a mujeres y hace que las vrgenes salgan
a toda prisa de sus casas en busca de amantes! El voceador se puso
tras l, alcanz un pergamino enrollado y lo agit frente a la nariz de
Menandros. Aqu est, amigo mo, aqu! Coge usted papiro natural
y, con la sangre de un asno, escribe en l las palabras mgicas que
aqu ve. Luego aade un cabello de la mujer que desea o un pedazo de
sus vestiduras o de las sbanas de su lecho... si es que puede hacerse
con ello.Y a continuacin pone en el pergamino un poco de cola de
vinagre y lo pega en la pared de la casa de su amante. Quedar usted
maravillado! Pero vaya con cuidado de no pringarse usted o caer
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rendido de amor por algn arriero que pase por su lado o, quiz
incluso peor, por su mismo asno! Tres sestercios! Tres!
Si el amor infalible resulta tan barato... pregunt Maximi-
liano al tendero, por qu hay amantes desesperados que se arrojan
al ro todos los das de la semana?
Y, si por tres monedas de latn cualquiera puede tener a la
mujer de sus sueos por qu los burdeles estn siempre tan con-
curridos? aadi Fausto.
O la mujer o el hombre dijo Menandros, pues el encan-
tamiento funciona en ambas direcciones, como as nos lo ha dicho.
S, o incluso sobre el burro remat bar-Heap.
Todos rieron y pasaron de largo.
Muy cerca, se venda un filtro de invisibilidad al precio de dos
denarios de plata.
Es la cosa ms sencilla explicaba el voceador, un hombre-
cillo magro y seco como un palo, cuyo rostro moreno de prominente
mentn estaba marcado por las cicatrices de alguna vieja pelea a
cuchillo. Coja el ojo de un ave nocturna, una bola de estircol de
escarabajo de AEgyptus y el aceite de una aceituna sin madurar.
Machquelo todo bien hasta formar una pasta. Embadrnese el cuerpo
entero con ella, dirjase despus al santuario ms cercano de Apolo
con las primeras luces del amanecer y pronuncie la plegaria que est
escrita en este pergamino. Ser invisible para todos los ojos hasta que
el sol se ponga. Podr entrar, sin que nadie lo advierta, en los baos de
las seoras o deslizarse en el palacio del emperador y probar las
exquisiteces de su mesa, o tambin llenar su monedero con el oro de
las mesas de los cambistas. Dos denarios de plata solamente!
Es bastante razonable por un da de invisibilidad dijo Me-
nandros. Lo comprar para diversin de mi seor. E iba ya a
sacar su monedero cuando Csar, cogindole la mueca, le advirti
que nunca aceptara el primer precio que se le ofreciese en un lugar
como aqul. Menandros se encogi de hombros dando a entender que
lo que se le peda era una insignificancia, despus de todo. Pero para
Csar Maximiliano se trataba de una cuestin de principios. Invoc la
ayuda de bar-Heap, quien rpidamente regate hasta cuatro monedas
de cobre y, ya que Menandros no tena dinero de tan poco valor en su
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absoluto para ellos. El Imperio Oriental era un lugar artero. Todas las
maas mercantiles se haban inventado all. Sus races se hundan
profundamente en la antigedad, en un perodo muy anterior al de la
misma Roma, y haba que estar muy atento en cualquier trato que se
hiciera con sus subditos.
De modo que lo que estaba haciendo Menandros era recoger
pruebas de la estupidez romana, eso era. Usando a bar-Heap para
negociar los precios a la baja por l, iba de uno a otro puesto reu-
niendo mercanca. Compr unas instrucciones para confeccionar un
poderoso anillo que le permitira obtener cualquier cosa de cualquier
persona, o apaciguar la furia de seores y reyes; un hechizo que
induca a la vigilia y otro al sueo. Se hizo con un largo pergamino
que ofreca un completo catlogo de poderosos misterios y,
alegremente, se lo ley a todos: Vers cmo las puertas se abren de
par en par y aparecen siete vrgenes desde las profundidades, vestidas
con prendas de hilo y con el rostro de un spid. Son las Parcas
Celestiales y blanden varitas mgicas doradas. Al verlas, saldalas de
esta forma: .... Hall un hechizo que los nigromantes podan usar
para evitar que sus cerebros dijeran algo fuera de lugar mientras sus
propietarios los estaban empleando en formular encantamientos.
Encontr uno capaz de convocar al Gran Descabezado, el que haba
creado el Cielo y la Tierra, el poderoso Osoronofris, y conjurarlo a
expulsar los demonios de un cuerpo que estuviera sufriendo. Adquiri
otro que poda devolver las propiedades perdidas o robadas. Volvi al
primer puesto y compr el infalible afrodisaco por una mnima parte
del precio pedido al principio y despus se llev una pocin que hara
que los amigos de uno, en una celebracin en la que corriera el vino,
creyeran que les haban crecido morros de simio.
Finalmente, muy satisfecho con sus compras, Menandros expres
su deseo de continuar. En el lejano extremo del saln, pasada la zona
de los mercachifles de hechizos, se detuvieron en el dominio de los
adivinos y augures.
Por uno o dos ases* le dijo Fausto al griego, te leen la
*
Copper cobre, en el original. El sistema monetario romano es muy complejo, con
innumerables cambios en las aleaciones y en la nomenclatura a lo largo de la historia.
Traducimos por as, aunque ste era principalmente de bronce y no de cobre, por ser trmino
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bien conocido en castellano como moneda de escaso valor. En ingls, por otra parte, an
persiste la denominacin popular de las monedas en funcin de su composicin: nickels,
coppers... (N. del t.)
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aqu tendrs que aceptar mi palabra, pero creo que no tiene un tomo
de eso en su interior. No viste cmo mont en clera cuando aquel
adivino idiota le dijo que iba a convertirse en un gran hroe del
Imperio? Te ests mofando de m en mis propias narices, le dijo
Maximiliano, o alguna otra expresin similar. Y despus, cuando el
hombrecillo aquel continu vaticinndole que adems iba a
convertirse en emperador... Fausto se ri. No, amigo mo, nunca
ha existido aqu ninguna conspiracin. Ni siquiera en sus propios
sueos Maximiliano se ha visto a s mismo como emperador. Lo que
le ha pasado al prncipe Heraclio ha sido un mero accidente; los dioses
se estn divirtiendo con nosotros una vez ms, y lo que yo supongo es
que nuestro nuevo emperador lo est pasando mal al tener que aceptar
esta pequea jugarreta del destino. Y an ira ms lejos y afirmara
que esta noche no hay otro hombre ms infeliz que l en Roma.
Pobre Roma dijo Menandros.
1365 A. u.c.
UN HROE DEL IMPERIO
3
* Equo ne credite, Teucri / Quidquid id est, timeo Daaos et dona ferentes (No
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confiis en el caballo, troyanos. Sea lo que sea, temo a los daos [griegos], aun portando
regalos). La frase procede del libro segundo de La Eneida de Virgilio y la pronuncia el
sacerdote Laoconte, exhortando a los troyanos para que se abstengan de abrir las puertas de
Troya a los griegos. La cita est en el origen de un dicho ingls que expresa desconfianza:
Beware ofthe Greeks bearing gifts, literalmente: Ten[ed] cuidado con los griegos que
llevan regalos. (N. del t.)
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Pas cinco das ms de soledad. Al final, creo que falt poco para
que me abriera las venas. Toda la semana haba estado soplando un
viento que te cuece el cerebro, que te lleva hasta el borde de la locura.
El aire pareca ser mitad aire y mitad arena. La gente iba y vena por
las calles como fantasmas, envueltos de blanco y tapados hasta los
ojos. Yo tema salir al exterior.
Sin embargo, durante estos dos das pasados, el viento ha vuelto a
amainar. Ayer Mahmut regres de sus negocios en la costa. Le vi en la
calle principal, hablando con otros tres o cuatro hombres. Aunque
estaba a cierta distancia, resultaba obvio que Mahmut acaparaba casi
toda la conversacin y que los dems, seducidos por su discurso,
limitaban sus intervenciones a meros asentimientos o gestos con la
mano. Las arengas de este hombre tienen magia, son un poderoso
hechizo. Te atrapan. No puedes hacer ms que escuchar. De pronto, te
encuentras creyendo en todo lo que l dice.
No me pareci apropiado acercarme en aquel momento, pero ms
tarde envi a uno de mis criados a su casa con una invitacin para que
cenara conmigo en mi villa, y aquel mismo da pasamos varias horas
juntos. Fue una reunin de la que surgieron muchsimas y
sorprendentes revelaciones.
Ninguno de los dos quiso zambullirse otra vez en el debate teo-
lgico de nuestra anterior conversacin, as que, durante un rato,
mantuvimos las distancias con un ocioso dilogo; a la manera un tanto
incmoda en que lo haran dos caballeros de dos naciones muy
diferentes que se encuentran cenando en circunstancias ntimas y cuyo
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Tiberio lo hara?
No piensa en una invasin militar, Nicomedes. Lo que teme es
una infiltracin comercial.
Nicomedes pareca impasible.
Pues no debera. Nunca me atrevera a negar a nadie que
nuestra intencin es incrementar el volumen de negocios que tenemos
aqu, pero por qu tendra eso que preocuparle a Mahmut y a los
suyos? No queremos quedarnos con su trozo del pastel; simplemente
queremos que el pastel sea ms grande para todos. Como dicen los
fenicios: Una marea alta levanta todos los navios.
Ya no ensean retrica en las escuelas griegas? pregunt.
Pasteles? Barcos? Ests mezclando metforas. Y Arabia no tiene
navios que puedan ser levantados por las mareas, ni marea alguna en
realidad.
T sabes lo que quiero decir. Dile a Mahmut que no se preo-
cupe. Nuestros planes para la expansin comercial en Arabia slo
reportarn bien para todos los implicados, y eso incluye a los mer-
caderes de La Meca. Quiz yo mismo debiera tener una pequea
charla con l, no crees? Es propenso a excitarse. Tendra que ser ca-
paz de apaciguarlo.
Quiz sea mejor que me lo dejes a m le suger.
4
Ocean Sea, en el original. El trmino se refiere a la enorme masa de agua sobre la
superficie del globo que rodea la tierra: la mare occeanum. Hasta mediados del siglo xvii,
en ingls se continuaba llamando ocean sea y tambin sea ocean o sea ofocean. Los Reyes
Catlicos concedieron a Cristbal Coln el ttulo de Gran Almirante de la mar Ocana y
Virrey de todas las tierras que descubra o gane (Capitulaciones de Santa Fe, 17 de abril de
1492). (N. delt.)
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todos los que aman a los dioses dijo Umar, el fabricante de dolos
, y yo lo matara por tres monedas de cobre si no tuviera una familia
que mantener. Pero el trabajo me exigir viajar, y eso es caro. No
puede hacerse en La Meca, como se imagina. Y golpe una vez ms
la nariz de Justiniano.
Esta vez s lo entend, y puse una segunda moneda encima de la
primera. El fabricante de dolos sonri.
Hace doce das Mahmut sali de La Meca a uno de sus viajes de
negocios hacia territorios del este. An no ha regresado. Me temo que
ha sufrido algn accidente en aquellas inmensidades de arena y,
probablemente, ya las dunas movedizas hayan ocultado su cuerpo para
siempre.
Tambin Umar, el fabricante de dolos, parece haber desapare-
cido. Los rumores en la ciudad dicen que se march en busca de la
piedra negra con la que talla sus estatuillas y algn colega artesano
con el que estaba enemistado lo sigui a la cantera. Creo que estars
de acuerdo conmigo, Horacio, en que todo ha sido dispuesto de una
sabia manera por mi parte. La desaparicin de un hombre conocido
como Mahmut generar, probablemente, algunas investigaciones que a
la larga apuntarn en confusas direcciones, pero nadie, excepto la
viuda de Umar, se preocupar por la desaparicin de Umar, el
fabricante de dolos.
Todo esto me resulta profundamente lamentable, pero fue por
completo necesario.
A estas alturas es casi seguro que ha muerto dijo Nicome-des
anoche. An cenamos juntos con frecuencia. Qu triste, Crbulo.
Era un hombre interesante.
Enormemente interesante a su manera. Si hubiera vivido, creo
que habra cambiado el mundo.
Lo dudo mucho dijo Nicomedes, con ese tono griego tan
caracterstico de permanente escepticismo y displicencia. Pero
nunca lo sabremos, no es as?
No, nunca lo sabremos confirm y alc mi copa. Por
Mahmut, pobre diablo.
Por Mahmut, s.
Y aqu acaba toda esta triste historia. Ve a ver al emperador, Ho-
125
1861 A. u.c.
LA SEGUNDA INVASIN
once a cuatro. Uno de esos cuatro fue asesinado por un cuado furioso
en Vinlandia; otro pereci en una disputa por una mujer durante una
escala en Islandia; Haraldo no dijo lo que le ocurri al tercer hombre,
pero hasta Europa slo lleg l para contarle la historia del dorado
Mxico a Saturnino.
Al instante, una fascinacin abrumadora se apoder del em-
perador dijo el padre de Druso, el senador Lucio Livio Druso, quien
se encontraba en la corte el da en que se le concedi audiencia a
Haraldo. Se vea venir. Era como si los nrdicos le hubieran
lanzado un hechizo.
Aquel mismo da, el emperador bautiz el continente occidental
con el nombre de Nova Roma, la nueva extensin exterior del Imperio
el Imperio Occidental. Con una provincia de opulencia tan
fantstica bajo su dominio, Occidente obtendra una superioridad
definitiva en su rivalidad con su reino hermano, que cada vez
ocasionaba ms problemas, el Imperio Oriental. Saturnino ascendi a
un veterano general llamado Valerio Gargilio Marcio al rango de
procnsul de Mxico y le otorg el mando de tres legiones. Haraldo,
pese a no ser ciudadano romano, fue nombrado duque del reino, un
puesto superior al de Gargilio Marcio, y a los dos se les orden que
cooperaran en la aventura. Para el viaje a travs del ocano, se cons-
truy una flota de navios especialmente diseados, que tenan el ta-
mao de barcos de carga, pero eran rpidos como buques de guerra.
Disponan de velas, as como de remos, y eran lo suficientemente
grandes como para llevar el equipamiento completo de un ejrcito
invasor, incluidos caballos, catapultas, tiendas, fraguas y todo lo de-
ms. Los mexicanos no son una raza guerrera le asegur Haraldo
al emperador. Los conquistars con facilidad.
De todos los millares de hombres que partieron con gran fanfarria
del puerto galo de Masilia, slo diecisiete regresaron, catorce meses
despus. Estaban muertos de sed, aturdidos y debilitados, al borde de
la muerte tras un viaje ocenico de terribles penalidades a bordo de
una pequea balsa descubierta. Slo tres tuvieron la fuerza suficiente
para articular alguna palabra, y stos, como todos los dems, murieron
al cabo de unos pocos das de su llegada. Sus relatos eran casi
incoherentes. Dieron complicadas explicaciones acerca de enemigos
136
A los barcos!
1951 A. u. c.
A LA ESPERA DEL FIN
tropas de la Galia, lo nico que tendran que hacer los griegos sera
desplazar sus ejrcitos hacia el oeste desde Dalmacia, irrumpir en la
Galia Transalpina y descender hacia nosotros por las montaas, de la
misma manera en que Anbal lo hizo hace quince siglos. Antpatro
neg con la cabeza. No, tenemos el paso cerrado. Nos tienen
cogidos por tres sitios al mismo tiempo y eso significa uno de ms.
Pero el mensaje al comandante de Cerdea ha sido interceptado
antes de que le llegara seal Justina. l no sabe que se espera de
l que lleve sus navios al norte.
Crees que los griegos enviaron slo un mensaje?
Y si slo hubieran enviado uno con la intencin de que nunca
llegara al comandante de Cerdea? Lo que quiero decir es: y si fuera
una trampa?
l se qued mirndola.
Has dicho una trampa?
Imagnate que no existe en absoluto ninguna flota griega an-
clada al oeste de Cerdea. Pero Andrnico quiere que pensemos que s
la hay, y por eso enva este mensaje falso para que nosotros lo
interceptemos, nos pongamos nerviosos y enviemos los ejrcitos hacia
Liguria para enfrentarse all a una fuerza invasora fantasma. Lo cual
dejara abierta una brecha en uno de los otros frentes por el que sus
ejrcitos podran penetrar alegremente.
Qu idea tan estrafalaria! Por un momento, Antpatro se qued
desconcertado ante el hecho de que Justina pudiera salirle con algo tan
rocambolesco. Se supona que las ideas de ese tipo eran su
especialidad y no la de ella. Pero entonces sinti una oleada de placer
y admiracin ante la imaginacin de su amante, y le sonri en un
acceso de amor desbordante.
Oh, Justina! Eres realmente una griega, no?
Un rpido destello de sorpresa y desconcierto centelle en las
oscuras profundidades de los ojos de Justina.
Qu?
Sutil, quiero decir: inescrutable. Una reflexin oscura y artera.
La mente que pueda urdir una idea semejante...
Ella no pareca halagada sino ms bien enfadada. Respondi
frunciendo los labios y sacudiendo la cabeza. La hilera de rizos negro
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Y la ma?
La tuya?
T eres ciudadano romano, Lucio, aunque tengas el aspecto de
un griego. Es normal, si tenemos en cuenta que tu gente vino ori-
ginalmente de Siria, de Antioqua, no es as? Pero tu familia ha vi-
vido en el Imperio Occidental durante siglos y t naciste en una
provincia romana. Mientras que yo...
T tambin eres romana.
S, si crees que los bizantinos son romanos slo porque dicen
que su patria es el Imperio romano y su emperador se llama a s
mismo rey de los romanos. Pero lo que ellos hablan es griego, y
griegos es lo que son.Y yo soy griega, Lucio.
Pero naturalizada romana.
Ah, s?
Sobresaltado, gir sobre sus talones para mirarla cara a cara.
Lo eres, no?
Lo que soy es una griega asitica. Eso no es ningn secreto. Mi
familia procede originalmente de Efeso. Cuando el negocio de barcos
de mi padre fue mal, nosotros nos mudamos a Atenas y l empez de
nuevo. Cuando perdi tres barcos en una misma tormenta, quebr y
nos vinimos al Imperio Occidental para escapar de sus acreedores. Yo
tena tres aos entonces. Al principio vivimos en Siracusa, Sicilia, y
despus en Nepolis, y cuando mi padre muri, yo me vine a Roma.
Pero en ningn momento del camino me convert en ciudadana
romana.
No saba eso dijo Antpatro.
Ahora ya lo sabes.
Es igual, y qu importa eso?
Quiz no importe mientras Maximiliano sea emperador. Pero
qu ocurrir despus de que los bizantinos se hagan con el poder?
Puedes imaginrtelo, Lucio? Una Botaniates que duerme con
romanos! Me castigarn como traidora!
Tonteras. Roma est llena de griegos. Siempre lo ha estado.
Griegos sirios, griegos armenios, griegos egipcios, griegos
capadocios, incluso griegos griegos. Cuando la gente de Andrnico
est al mando, a ellos no les importar una mierda quin duerma con
176
quin.
Pero ella se aferr a l, aterrorizada. Antpatro nunca la haba
visto as.
Cmo lo sabes? Tengo miedo de lo que pueda pasar. Vamonos
de aqu, Lucio, antes de que lleguen.
Adonde?
Importa eso? A alguna parte. A donde sea, con tal de que sea
lejos de aqu.
El se pregunt cmo podra calmarla. Pareca haberse dejado
atrapar por un temor desmesurado e irreflexivo. Estaba plida, sus
ojos tenan un brillo vidrioso y respiraba entre pequeos sollozos.
Por favor, Justina. Por favor.
Le cogi las manos por un instante y despus desliz los dedos
por sus brazos hasta llegar a las clavculas. Le masaje con ternura los
msculos del cuello.
No va a sucedemos nada dijo Antpatro dulcemente. Para
empezar, el Imperio an no ha cado. Y no va a hacerlo nece-
sariamente, pese a que ahora mismo todo contribuya a que lo creamos.
Ha sobrevivido a cosas muy malas en el pasado y bien puede
sobrevivir a sta. El basileo Andrnico podra morir maana de re-
pente. El mar podra tragarse su flota como lo hizo con los barcos de
tu padre. O Jpiter y Marte podran aparecer de repente enfrente del
Capitolio y conducirnos hacia una gloriosa victoria. Cualquier cosa
podra ocurrir. No s. Pero incluso si el Imperio cae, no ser el fin del
mundo, Justina. No nos pasar nada. l clav su mirada en la de
ella. Podra hacerle creer algo en lo que ni l mismo crea
totalmente?. No nos pasar nada.
Ay, Lucio...
No nos pasar nada. Antpatro acerc la pequea figura de
Justina hacia s y la estrech hasta que su respiracin recuper el ritmo
normal y pudo sentir cmo su tenso cuerpo comenzaba a relajarse.
Despus, en una transicin tan veloz que casi le provoc risa, todo su
cuerpo se relaj y sus caderas empezaron a moverse lentamente de un
lado a otro. Ella se apret contra l, retorcindose en una inequvoca
invitacin. Tena los ojos cerrados, sus fosas nasales estaban dilatadas
y su lengua bailaba como una serpiente entre sus labios. S. S. Todo
177
navegar desde Sicilia hasta la costa de Cerdea sin que a nosotros nos
llegue noticia alguna del hecho. Habanos de las bases navales del
Imperio a lo largo de la costa occidental de Cerdea, si eres tan
amable, Ablabio.
ste, un individuo delgado, de tez blanca como la tiza y ojos azul
claro, se humedeci los labios y dijo:
Majestad, no contamos con bases navales de importancia en la
costa occidental de Cerdea. Nuestros puertos son Calaris, en el
sudeste, y Olbia, al noreste. Disponemos de pequeos puestos de
avanzada en Bosa y Othoca en la parte oeste, nada ms. La isla est
desierta y es insalubre, y no hemos considerado necesario fortificarla
mucho.
Bajo la presuncin, supongo, de la improbabilidad de que
nuestros enemigos del Imperio Oriental se deslizaran a nuestro al-
rededor y nos atacaran desde el oeste, no es as?
As es, majestad dijo Ablabio, visiblemente violento.
Ay, ay. As es que nadie vigila el ocano por la parte occidental
de Cerdea. Qu interesante. Habame ahora de Crcega. Tenemos,
quiz, alguna base militar en alguna parte a lo largo de la costa oeste
de esa isla?
No existe ningn buen puerto al oeste, Csar. Las montaas
descienden en picado hacia el mar. Nuestras bases se hallan en la costa
oriental, en Aleria y Mariana. Se trata de otra isla agreste e intil.
As pues, si una flota griega quisiera adentrarse en las aguas al
oeste de Cerdea, no tendra ningn problema, pues la ruta estara
despejada hasta la costa de Liguria, no es as, Ablabio? No tenemos
ninguna fuerza naval, sea cual sea, montando guardia en todo ese mar,
es eso lo que me ests diciendo?
En lo esencial s, su majestad dijo Ablabio, en un tono muy
bajo.
Ya. Gracias, Ablabio. Una vez ms, el emperador Maximi-
liano recorri la sala con la mirada. En esta ocasin, sus ojos no se
detuvieron, sino que describieron crculos sin cesar, como si no vieran
dnde podan aterrizar.
Finalmente, el tenso silencio fue roto por Erucio Glabro, el
cnsul ms veterano, un individuo de aspecto noble y nariz aguilea,
180
tpatro?
Desde luego, la caligrafa y el estilo en la redaccin son bi-
zantinos dijo Antpatro cautelosamente. Tambin el sello lo
parece.
No me refiero a eso. Estoy hablando de la flota que se supone
que debemos creer que est anclada frente a la costa occidental de
Cerdea. Crees que de verdad est all?
Csar, no me encuentro en posicin de especular sobre...
Yo tambin creo que est all dijo Maximiliano.
De verdad lo crees, Csar?
Totalmente.
Entonces, por qu permitiste...?
Por qu permit que ellos votaran no emprender ninguna ac-
cin? Una expresin de terrible fatiga atraves el rostro del em-
perador. Porque era lo ms fcil, Antpatro. Mi obligacin era in-
formarles de la carta, pero no hay nada que podamos hacer al respecto,
no lo comprendes? Incluso si los griegos estn de camino a Liguria,
no disponemos de tropas para enviar all y que se enfrenten a las
suyas.
Qu haremos pues, Csar, si invaden la pennsula?
Luchar, supongo dijo Maximiliano, sin nimo. Qu otra
cosa se puede hacer? Har venir el ejrcito de Lntulo de la frontera
dlmata, traer a los hombres de Sempronio Rufo desde el sur, nos
refugiaremos en la capital y nos defenderemos lo mejor que podamos.
No quedaba rastro de vigor imperial en su voz, ni una brizna de
conviccin o ardor. Est adoptando una pose pens Antpatro, y
sin poner demasiado empeo en ello, adems.
Para Antpatro, las consecuencias parecan totalmente claras.
El Imperio est perdido pens.Y todo lo que estamos ha-
ciendo es aguardar el final.
Justina.
Toda la tarde del da anterior, desde que haba dejado a Csar en
el Saln ndigo, y la mayor parte del da presente, su cabeza haba
estado dando vueltas y vueltas a grandilocuentes frases heroicas: al
final uno debe comportarse como cabe esperar de un romano o no ser
considerado nada en absoluto... nuestras grandes tradiciones heroicas
exigen... la historia nunca perdonar... llega el momento en que un
hombre debe proclamarse como tal o no ser nada ms que... qu
vergonzoso, qu inefable y eternamente vergonzoso sera unirme yo a
la corte de un emperador tan despreciable y cobarde que..., y muchas
otras del mismo calibre, todas consagradas al repudio de la invitacin
a acompaar a Maximiliano a su acogedor retiro dlmata. Pero ahora
comprendi con claridad meridiana que todo aquello no eran ms que
sandeces.
Nuestras grandes y heroicas tradiciones lo exigen, ah, s? Quiz
s. Pero Maximiliano Csar no era un hroe, como tampoco lo era
Lucio Helio Antpatro.Y si el propio emperador no poda comportarse
como un romano, por qu tendra que hacerlo su maestro de lengua
griega? Un hombre que no era ningn guerrero, sino solamente un
escribano, un hombre de letras, y tampoco romano de pura cepa; no,
segn el criterio de Cicern, Sneca o Catn el Censor. Ellos se
habran redo de sus pretensiones. T, un romano? Con tu brillante
cabello griego, tu nariz respingona y tus andares de danzarina?
Cualquiera puede llamarse romano pero slo un romano puede ser un
romano.
De todas formas, la poca de Sneca, Catn y Cicern haba
acabado haca mucho. Las cosas ahora eran diferentes. El enemigo
estaba a las puertas de Roma y qu estaba haciendo el emperador?
Tumbarse con serenidad? Abrirse tranquilamente las venas? No, no.
Vaya! El emperador est redactando una carta en la que suplica
abyectamente por un cmodo y seguro retiro en un gran palacio de la
costa dlmata. Se supona que el maestro de lengua griega iba a
quedarse en el puente de mando, con un cuchillo en cada mano, a la
manera de algn hroe indmito de la antigedad, mientras el
emperador al que sirvi se escabulla tan tranquilo de la ciudad por la
puerta trasera?
205
2206 A. u. c.
UNA AVANZADA DEL REINO
Los dioses quisieron dar una leccin a Roma. Eso es todo. Fue
otra fluctuacin. Recibimos nuestro castigo por haber permitido que el
Imperio se desmembrara en un principio. Era necesario que nos
humillaran un poco para que nunca volviramos a incurrir en el mismo
error. Por eso vosotros los griegos nos vencisteis estrepitosamente en
la poca de Maximiliano, y disfrutasteis de una posicin, como t
dices, hegemnica, mientras nosotros descubramos lo que es sentirse
como un poder mediocre. Pero aqulla era una situacin que no poda
durar. Los dioses quieren que Roma gobierne el mundo. No hay la
ms mnima duda de eso. Fue as en la poca de Cartago y lo es
actualmente.Y por eso el imperio griego se desmoron sin que ni
siquiera fuera necesaria una segunda guerra civil.Y aqu estamos. Un
procurador romano se sienta en el palacio real de Constantinopla. Y
un procnsul romano enVenecia. Aunque en este momento se
encuentra en el campo, en la finca de una encantadora dama
veneciana.
Hablas en serio? dije yo. De verdad crees que sois un
pueblo elegido? Que Roma gobierna el Imperio por deseo de los
dioses?
Completamente.
Era totalmente sincero.
La Pax Romana es el regalo de Zeus a la humanidad? O el
regalo de Jpiter, debera decir.
S contest. De lo contrario, el mundo se sumira en el
caos. Por el amor de Dios, mujer, es que acaso crees que a nosotros
nos gusta pasar nuestras vidas siendo administradores y burcratas?
No crees que yo no preferira retirarme a una finca como sta y pasar
el tiempo cazando, pescando y dedicndome al campo? Pero somos la
estirpe destinada a gobernar. Y, en consecuencia, tenemos la
obligacin de hacerlo. Oh, Eudoxia, Eudoxia, crees que no somos
ms que simples y brutales bestias que van por ah conquistando
territorios por el puro goce de la conquista? Acaso no te das cuenta
de que es nuestra misin, nuestra responsabilidad, nuestro trabajo?
Llorar por vosotros, entonces.
Sonri.
Soy una simple y brutal bestia?
232
Se qued conmigo cinco das. Creo que quiz en todo ese tiempo
en total dormimos diez horas. Despus me suplic que le dejara
marchar, dicindome que era necesario que regresara a sus tareas en
Venecia, y se march.
Yo me qued all, con muchas cosas en que pensar.
Por supuesto, yo no poda aceptar su tesis de que los griegos
ramos incapaces de gobernar y de que sobre Roma haba recado un
mandato divino para administrar el mundo. El Imperio Oriental se
haba extendido sobre grandes regiones del mundo conocido durante
sus primeros siglos (Siria, Arabia, AEgyptus, gran parte de Europa
oriental hasta lugares tan alejados como Venecia, que est a poco ms
de un tiro de piedra de la propia ciudad de Roma) y habamos crecido
y prosperado, como atestigua la riqueza de las grandes ciudades
bizantinas.Y en posteriores aos, cuando los romanos empezaron a
percatarse de que sus primos griegos se estaban haciendo
incmodamente poderosos y trataban de reafirmar la supremaca del
oeste, libramos una guerra civil de cincuenta aos y los derrotamos
con bastante facilidad. Lo cual condujo a una hegemona bizantina de
dos siglos. Malos tiempos para el oeste mientras los navios mercantes
de Bizancio navegaban hacia las ricas ciudades de Asia y frica.
Supongo que al final fuimos demasiado ambiciosos, como siempre les
ocurre a todos los imperios. O quiz, sencillamente, nos ablandamos
con tanta prosperidad y, por eso, los romanos despertaron de su sueo
centenario y se sacudieron de encima nuestro Imperio. Quiz sean la
gran excepcin: quiz su Imperio siga y perviva a travs de las eras
venideras como ha hecho a lo largo de los ltimos quince siglos, con
tan slo pequeos perodos de lo que Falco llama fluctuaciones que
perturban su mandato inquebrantable. Ahora, nuestros territorios han
sido reducidos, por la fuerza inexorable del destino imperial de Roma,
otra vez al estatus de provincias romanas, como lo fueron en la poca
de Csar Augusto. Sin embargo, nosotros tuvimos nuestra poca de
grandeza. Gobernamos el mundo tan bien como lo hicieron los
romanos.
O eso me deca yo a m misma. Pero incluso mientras lo pensaba,
233
semanas.
Estoy segura de que as habr sido le respond con sequedad.
Los colores le subieron al rostro.
Tienes todo el derecho a estar enfadada conmigo, Eudoxia,
pero han sido unos das de circunstancias extraordinarias. Ha habido
grandes agitaciones en Roma, lo sabes? El emperador ha remodelado
su gabinete. Han cado importantes hombres y otros, sbitamente, han
ascendido a la gloria.
Y eso en qu te afecta? le pregunt. Eres uno de los que
ha cado o de los que han ascendido a la gloria? O no debera pre-
guntarte nada de esto?
Uno de los que ha ascendido dijo, es Cayo Julio Flavilo.
El nombre no me deca nada.
Cayo Julio Flavilo, mi seora, ha ocupado el puesto de Tercer
Flamen. Ahora l es Primer Tribuno. Lo que supone un considerable
ascenso, como puedes imaginar. Sucede que Cayo Flavilo es un
hombre de Tarraco, como el emperador y como yo mismo. Es primo
de mi padre y ha sido mi protector a lo largo de toda mi carrera. Los
mensajeros han estado durante estas semanas de aqu para all, entre
Venecia y Roma, y yo tambin he sido ascendido, segn parece, por
gracia especial del nuevo tribuno.
Ascendido repet sardnicamente.
As es. He sido transferido a Constantinopla, donde ser el
nuevo procurador. Es el puesto administrativo ms alto en el anterior
Imperio Oriental. Sus ojos emitan destellos de autosuficiencia.
Pero entonces cambi su expresin. Vi en l una especie de tristeza,
de ternura.
Seora, debes creerme cuando te digo que he recibido las no-
ticias con una mezcla de sentimientos, y no todos ellos placenteros. Es
un gran honor para m, y sin embargo, no habra abandonado Venecia
tan rpidamente por decisin propia. Apenas hemos empezado a
conocernos el uno al otro y ahora, lamentndolo inmensamente,
hemos de separarnos.
Tom mis manos. Pareca estar casi al borde de las lgrimas. Su
sinceridad pareca real; si no era as, era mejor actor de lo que yo
sospechaba.
236
2543 A. u. c.
LO QUE OCULTA EL DRAGN
5
Tambin llamado Assurbanipal (669-627 a.C), fue el ltimo de los grandes monarcas
de Asiria. (N. del t.)
243
aqu para all por la isla con un clima cada vez ms trrido (pues ya
haba llegado el verano a Sicilia, acompaado, como suele, de su
inclemente sol del sur), mientras yo estaba acostado agitndome con
inquietud, mi mente enfebrecida me haca imaginar los contenidos del
diario, y concebir yo mismo una serie de aventuras que sustituyeran a
las autnticas que el cesar Demetrio, con su egosmo despreocupado,
me haba impedido leer del diario recin hallado. Sin embargo, yo
saba incluso entonces que la realidad, cuando tuviera la oportunidad
de descubrirla, rebasara con mucho cualquier cosa que yo pudiera
imaginar.
tiles con los que hacan pan, vino y aceite. Tambin disponan de
ames, bananas, cocos y otros alimentos tropicales con los que ahora
estamos familiarizados. Algunos de estos isleos se mostraron
amistosos con los marineros, pero no la mayora. El diario de Trajano
se convierte aqu en un inventario de atrocidades. Los matamos a
todos; incendiamos sus aldeas como un ejemplo para sus vecinos, y
cargamos nuestros navios con sus productos. Las mismas frases se
repetan sin cesar. No existe ni una expresin de disculpa o arre-
pentimiento. Era como si despus de haber probado carne humana se
hubieran transformado en monstruos ellos mismos.
Ms all de estas islas se extenda ms vaco todava. Trajano
adverta ahora que el Pacfico era un ocano cuyo tamao estaba ms
all de toda comprensin, en comparacin con el cual incluso la mar
Ocana era un simple lago. Y despus, tras otra sucesin
descorazonadora de muchas semanas, lleg el descubrimiento del gran
grupo de islas que nosotros llamamos las Augustinas: siete mil islas
grandes y pequeas que se extendan formando un vasto arco de casi
dos mil kilmetros del Pacfico. Se acerc a nosotros un cacique, una
figura de porte majestuoso con marcas en el rostro y una camisa de
algodn con flecos de seda. Llevaba una jabalina, una daga de bronce
con incrustaciones de oro y un escudo que centelleaba tambin por el
dorado metal. Asimismo llevaba pendientes, pulseras y brazaletes de
oro. Su pueblo le ofreci especias canela, jengibre, clavo, nuez
moscada y macis, y tambin rubes, diamantes, pepitas de oro, a
cambio de las chucheras que los romanos haban llevado a tal efecto.
Mi propsito se haba cumplido, escribi Trajano. Habamos
descubierto un nuevo y fabuloso imperio en medio de la inmensidad
de este mar.
Y ellos procedieron a conquistarlo de la manera ms brutal.
Aunque al principio los romanos mantuvieron pacficas relaciones con
los indgenas de las Augustinas mostrndoles el funcionamiento de los
relojes de arena y las brjulas, impresionndolos haciendo disparar los
caones de los buques, representando parodias de combates entre
gladiadores en los que luchaban hombres con armaduras contra otros
con tridentes y redes, las cosas rpidamente adoptaron un funesto
cariz. Algunos de los hombres de Trajano que haban bebido
270
2568 A. u. c.
EL REINO DEL TERROR
dispuestos a hacer uso de sus arcas privadas para pagar cosas del
pueblo, tales como la reconstruccin de acueductos y puentes, la
financiacin de los juegos de gladiadores y la construccin de grandes
edificios pblicos nuevos. Pero el emperador Demetrio nunca pareci
hacer distincin alguna entre el Erario Imperial y el Erario Pblico.
Gastaba segn se le antojaba y dejaba que Silano y Cestio se las
compusieran para sacar el dinero de un departamento del tesoro u
otro.Y durante los ltimos aos, el problema haba empeorado a ritmo
constante.
Era el primer da del nuevo mes, cuando los dos tesoreros acos-
tumbraban almorzar juntos en el comedor reservado a los altos
funcionarios del gobierno en el edificio de despachos del Senado, que
se hallaba justo detrs de la Cmara. Formaban una curiosa pareja. El
perpetuamente melanclico Quinto Cestio estaba orondo como una
barrica, era un individuo grande de carnosas mejillas y robusta
complexin, y el siempre exuberante Sulpicio Silano era menudo,
enjuto hasta el punto que bien podra esconderse taimadamente entre
algn que otro pliegue de la enorme toga de Cestio. Los mens
elegidos eran invariables: un plato de verduras crudas y manzanas
para Cestio y una sucesin de sopas, gachas, carnes guisadas y quesos
aromticos empapados en miel para el pequeo Silano. Cestio era
gordo de nacimiento y nunca haba sentido una especial inclinacin
hacia la comida; a menudo se preguntaba dnde diantre se meta
Silano todo lo que era capaz de engullir de una sola sentada.
Mientras daba buena cuenta de una pierna de marrana, Silano
dijo, sin levantar la vista:
He recibido una carta de mi hermano en Hispania. Me cuenta
que el conde Valeriano Apolinar ha finalizado all la reconquista, y
pronto estar de regreso en la capital.
Maravilloso dijo enigmticamente Cestio. Una gran fiesta
triunfal ser lo indicado. Un milln y medio de sestercios de un
plumazo. Sesos de flamenco, salmonetes al horno sobre lecho de
jacintos trados expresamente de Sicilia, carne de ciervo gigante de las
tierras del norte, vinos centenarios y todo lo dems. Todo ese
dispendio por Apolinar, que desaprobar el gasto y se sentar all,
rgido como uno de esos dioses de piedra de AEgyptus, limitndose a
277
picar de este plato o de aquel otro. Pero yo tendr que sacar el dinero,
de una forma u otra. Y si no, lo hars t, supongo.
Mi hermano dice continu Silano, como si Cestio no hubiera
abierto la boca, que el ahorrativo conde Valeriano Apolinar est
profundamente molesto por el recorte de los fondos militares, lo que
hizo mucho ms complicadas de lo necesario sus operaciones de
reconquista, y que pretende hablar seriamente con su majestad en
relacin con un ajuste de los presupuestos interiores.
Sera aconsejable que alguien le dijera al conde que ni lo in-
tente.
Se atrevera alguien, incluido el emperador, a poner un dedo
sobre el conde Valeriano Apolinar, el hroe de la guerra de Reunifi-
cacin?
No estoy diciendo que est en peligro dijo Cestio. Tan
slo que el emperador no le har caso. Justo el otro da, el igualmente
morigerado Larcio Torcuato le sac el mismo tema al emperador en
palacio. Yo no estuve presente, pero me ha llegado informacin. En
todo caso Torcuato, ahora que forma parte del gobierno, se ha
radicalizado hasta la ferocidad sobre los despilfarras del emperador,
mucho ms de lo que nunca lo hizo Apolinar. As que all estaban los
dos, el cnsul y el emperador, el cnsul despotricando y gritando, el
emperador riendo y riendo.
Y de la misma manera se reira de nosotros. T y yo somos los
nicos dos funcionarios que nos preocupamos algo de su nivel de
gastos. Aparte de Apolinar yTorcuato, por supuesto.
S, todos los dems o son unos payasos o unos peleles, o sen-
cillamente, estn tan chiflados como el mismo emperador.
Y t y yo somos los nicos que hemos de hallar los fondos para
pagar las facturas como sea. Somos los nicos que soportan la carga
de la locura del emperador dijo Silano.
T lo has dicho.
Y ha despedido el emperador a Torcuato por gritarle?
Oh, no, en absoluto. Como siempre, la cosa pareca no ir con el
emperador. Segn me han dicho, despus de que Torcuato abandonase
el palacio, Demetrio le envi un regalito en seal de reconciliacin: la
preciosa ramera Eumenia, totalmente desnuda y cubierta toda ella de
278
entr y le dijo:
Una carta para ti de Roma, del cnsul Larcio Torcuato, conde
Valeriano. Tambin ha llegado el prncipe Laurelo y espera fuera
para verte.
Apolinar cogi la carta de Carax y dijo:
Hazle pasar.
Rompi el sello y ley vidamente el texto. Su colega cnsul, es-
cueto como siempre, haba escrito: Le he contado al emperador tus
xitos en el campo de batalla y ha reaccionado con su habitual
infantilismo. En cuanto a las cosas aqu en Roma, los problemas van a
peor a cada momento. Si sus gastos continan al ritmo presente,
pronto no quedar ni un solo denario en el tesoro. Estoy planeando
adoptar severas medidas. A continuacin, su rbrica, una elaborada
fioritura casi del tamao de todo el texto: M. Larcio Torcuato,
cnsul.
Al levantar la mirada, Apolinar se dio cuenta de que el prncipe
Laurelo estaba en la habitacin.
Malas noticias, seor?
Exasperantes contest Apolinar, sin hacer esfuerzo alguno
por ocultar la furia que le consuma. Es una carta de Torcuato. El
emperador est vaciando las arcas del tesoro. Me pregunto cunto
pagara por aquella montaa de nieve que hizo instalar en su jardn el
verano pasado. O por esa tnica con lminas de oro, tachonada de
diamantes y perlas. Cul ser el prximo caprichito? Me asusta
pensarlo.
El emperador dijo Laurelo serenamente, mientras una
brizna de desdn asomaba por un instante en la comisura de sus la-
bios. Ah! El emperador. Claro! No necesit decir ms.
Apolinar haba acabado por apreciar enormemente al prncipe.
Eran hombres cortados por el mismo patrn: bajos, compactos y
musculosos, aunque poco ms tenan de parecido fsico. Apolinar era
un hombre de tez bastante oscura, con una ancha nariz triangular, una
boca generosa y unos ojos profundos y negros como el carbn debajo
de unas cejas tupidas y enmaraadas, mientras que Laurelo tena
plida la tez, acerados rasgos aristocrticos, una boca de labios
delgados y unos ojos fros de un azul clarsimo. Era de aejo linaje
283
As es, cnsul.
Y t, Cestio dijo Torcuato, dirigiendo su mirada hacia el
prefecto del Erario Imperial. T me ests diciendo aqu que el
emperador rebas sus fondos personales el ao pasado en treinta y un
millones de sestercios, y salvas el dficit tomando el dinero prestado
de Silano?
S, seorrespondi el orondo Cestio con la ms atiplada de
las voces.
Cmo has sido capaz...? Dnde est tu sentido de la res-
ponsabilidad frente a la nacin, al Senado, a tu propia conciencia? El
emperador despilfarra treinta y un millones ms de lo que tiene
asignado para despilfarrar, que debe de ser una cantidad ingente, y t,
sencillamente, los agarras de los fondos con los que se supone que
debemos reparar los puentes y barrer la bosta de los establos y pagar a
los soldados de Apolinar? Te lo vuelvo a preguntar: cmo has sido
capaz?
Una chispa de desafo asom a los ojos de Cestio.
Sera mejor que me preguntaras cmo poda no hacerlo,
cnsul? Crees que habra podido decirle al emperador a la cara que
estaba gastando demasiado? Cunto tiempo crees que tardara en
encontrar un nuevo Prefecto del Erario Imperial? Y cunto tiempo
tardara yo en encontrar una nueva cabeza?
Torcuato respondi con un bufido.
Es tu responsabilidad, Cestio, qu me dices de tu responsa-
bilidad? Aunque eso te cueste la cabeza. Tu trabajo consiste en im-
pedir que el emperador gaste ms de lo que tiene. Y si no, para qu
tenemos un Prefecto del Fisco? Y t, Silano? Con qu derecho
autorizaste la solicitud de Cestio de esos treinta y un millones? T no
tenas que enfrentarte al emperador, slo tenas que decir no a Cestio.
Pero no lo hiciste. Es ms importante para ti salvar el cuello de tu
amigo que la salud financiera del Imperio que has jurado defender?
Silano, avergonzado, call.
Finalmente,Torcuato dijo:
Me ver obligado a pedir vuestras dimisiones?
La ma est a tu disposicin en cualquier momento dijo
Cestio.
286
un esclavo que estaba cerca para que llenara las copas. Basta ya de
todo esto por el momento. Qu te parece este vino? Es un falerniano
de cuarenta aos. De las bodegas del emperador, debera aadir. Lo he
trado aqu especialmente para esta ocasin.
Bastante bueno dijo Apolinar. Pero la edad lo ha oxidado
una pizca. Seras tan amable de pasarme la miel, Torcuato?
Carax dijo:
sta es la lista por el momento, seor.
Apolinar cogi la hoja de papel de su ayudante de campo y dio
una rpida leda a los nombres.
Estacio... Claudio Nern... Judas Antonio Sorano... quines
son esta gente, Carax?
Lucio Estacio es el secretario privado del emperador. Sorano
es un hebreo que, segn se dice, importa animales exticos de fri
ca para su coleccin. No tengo informacin acerca de Claudio Nern,
seor, pero probablemente sea algn artesano de la corte.
Ah dijo Apolinar, fijndose otra vez en la lista. Hilario y
Polibio, s. Los asistentes personales. Recuerdo a estos dos. Dos
bastardillos empalagosos. Glicerio Agrcola, Cayo Calixto, Marco
Cornuto... qu clase de nombre es ste: Marco Cornuto?
Un nombre romano, seor. Quiero decir que est en lengua
romana, no es latn.
Eso le desconcert.
Latn... romano... qu diferencia hay?
Las clases ms bajas hablan una especie de basta lengua que
ahora llaman romana, un dialecto... el dialecto del pueblo, as lo
llaman. Deriva del latn, como las lenguas de las provincias. Es una
forma de latn descuidada y ms sencilla. Han empezado a traducir sus
nombres propios a esa lengua, he odo. Este Marco Cornuto
probablemente sea uno de los cocheros del emperador, un mozo de
establo o algo de ese estilo.
Apolinar puso mala cara. Le disgustaba mucho la costumbre
que ltimamente se haba impuesto en las provincias, de hablar
dialectos locales que eran versiones burdas y vulgares del latn,
mezclados con primitivos vocablos regionales: una manera de hablar
297
Larcio Torcuato.
Quiz debera tener una pequea charla con Torcuato sobre
esto dijo Apolinar, levantndose y guardando la lista de los indi-
viduos arrestados en un pliegue de su tnica.
El despacho de Torcuato se encontraba en el piso superior al de
Apolinar, en el edificio consular. En los viejos tiempos, los dos cn-
sules se repartieron entre ellos todo el noveno piso. As haba sido
durante los tres primeros mandatos de Apolinar. Durante su primer
consulado, Apolinar haba utilizado el despacho de la parte este del
edificio, que daba al Foro deTrajano. Durante su segundo y tercer
mandatos, cuando ya era cnsul veterano, se traslad a las salas de la
parte oeste de la ltima planta que, de alguna forma eran ms im-
ponentes. Pero durante la larga ausencia de Apolinar en las provincias,
Torcuato haba ampliado su propio dominio consular, ocupando la
parte de la planta que haba sido del conde anteriormente y reubic a
su colega en un despacho secundario en la octava planta del edificio.
Las competencias consulares se han incrementado muchsimo desde
que reorganizamos la situacin, explic Torcuato un poco
avergonzado cuando Apolinar, a su regreso, trat de recuperar su viejo
despacho. T estabas luchando en Sicilia y era probable que no
volvieras en dos o tres aos; yo necesitaba ms espacio a mi alrededor
para los nuevos miembros de la plantilla que ahora se requeran,
etctera, etctera...
Los nuevos arreglos le afectaron lo suyo, pero aqulla no era la
ocasin, pensaba Apolinar, de empezar a discutir con su homlogo por
el espacio de su despacho. Ya llegara el momento de preocuparse por
temas de preferencia y estatus cuando las cosas en la capital se
serenaran un poco.
Cuando lleg Apolinar, Torcuato estaba firmando afanosamente
documentos. Por un instante, pareci no darse cuenta de que su colega
haba entrado en la sala. Entonces levant la mirada y se disculp en
seguida con la expresin.
Hay tanto papeleo...
Firmando ms rdenes de ejecucin, no?
Apolinar haba intentado que su observacin tuviera un tono
neutral, incluso anodino. Pero el ceo fruncido de Torcuato le hizo
300
Floriano...
De modo que para salvar vuestro pellejo queris que levante la
mano contra mi colega violando as mis juramentos. Y si me
opongo?
El Senado, con el emperador indispuesto, tiene el poder de
despojaros a los dos de vuestros consulados.
De verdad lo crees? Y si consiguieras eso, quines seran
nuestros sustitutos? T, Rufo? El joven Frontino? Y os llegara a
aceptar el pueblo como sus lderes? Sabes perfectamente que Torcuato
y yo somos los dos nicos hombres en este podrido Imperio que tienen
la fuerza suficiente para conseguir que las cosas no se vengan abajo.
Apolinar sonri y sacudi la cabeza. No, Rufo. Slo ests
marcndote un farol. No tienes candidatos para ocupar nuestros
puestos.
Es cierto dijo Rufo sin dudarlo un instante. Es como t
dices. Pero si nos rechazas, no nos dejars otra opcin que intentar
acabar con Torcuato nosotros mismos y es muy posible que
fracasemos, lo que lo dejar todo sumido en el desorden y el caos
cuando l se tome su venganza. T y slo t puedes salvar a Roma de
l. Debes echarlo y colocarte t solo al mando, poniendo fin as a este
reino de terror antes de que un ro de sangre senatorial corra por las
calles.
Quieres que me convierta entonces yo en emperador?
Esta vez, Rufo, cogido por sorpresa, se lo pens antes de res-
ponder:
Lo quieres ser?
No. Nunca. Si yo asumiera el mando nico, sin embargo, en
esencia estara actuando como un emperador. Antes de que pasara
mucho tiempo, como t correctamente acabas de pronosticar, yo sera
el emperador. Pero el trono no me atrae. Lo ms que yo quiero ser es
cnsul.
S cnsul, entonces. Deshazte de Torcuato y designa a algn
colega, a alguien que te guste. Pero tienes que pararlo antes de que nos
destruya a todos. Y te advierto que t ests incluido, Apolinar.
Cuando los tres senadores salieron de su despacho, Apolinar se
sent tranquilamente durante un rato, repasando mentalmente la
306
Pero para Apolinar estaba claro (ahora que Torcuato haba empezado
a gobernar casi como un dictador, un dictador criminal) que, en
calidad de homlogo consular de Torcuato, lo que se esperaba del
conde es que se le uniera en dicha funcin. De lo contrario, habra de
enfrentarse a la posibilidad de convertirse l mismo en una vctima del
celo de Torcuato. Llegara el momento (si es que no haba llegado ya),
en que tendra que decirle a Torcuato: Las cosas han ido ya
demasiado lejos. Ahora deberamos poner freno a las muertes. Y
qu ocurrira si Torcuato no estuviera de acuerdo?
En tal caso, era altamente probable que el nombre de Valeriano
Apolinar pasara a engrosar la lista de condenados. Y aunque Apolinar
nunca haba estado muy preocupado por su seguridad personal, ahora
entenda que en la actual situacin deba preservar su vida por bien del
Imperio. l era el nico dique contra el caos desbordante.
Apolinar decidi que sera mejor enfrentarse a la situacin de
inmediato.
Fue a ver a Torcuato.
El Senado se est inquietando mucho dijo. Esas cuatro
ejecuciones...
Eran traidores! exclam abruptamente Torcuato. El sudor
caa por su cara rolliza en la atmsfera hmeda y densa de la sala. Sin
embargo, por alguna razn incomprensible para Apolinar, su
homlogo llevaba una gruesa tnica invernal. Han apoyado las
locuras de Demetrio en su propio y enorme provecho.
No dudo que lo hicieran, pero nosotros necesitamos el apoyo
del Senado si queremos llevar a cabo nuestro programa.
Lo necesitamos? El Senado no es ms que una reliquia del
pasado, algo que ha quedado de los tiempos de la vieja Repblica. De
la misma manera que lo eran los cnsules, antes de que t y yo
hiciramos renacer el cargo. Los emperadores hicieron su trabajo
perfectamente durante al menos mil aos, sin compartir ningn poder
en absoluto con el Senado o los cnsules. Tambin nosotros podemos
arreglrnoslas sin el Senado. Quin ha estado hablando contigo?
Lactancio Rufo? Julio Papinio? S lo descontentos que estn.
Acabar con todos ellos, uno por uno hasta que...
Torcuato, te lo ruego. Apolinar se pregunt si alguna vez en
308
quiero aqu en Roma tan pronto como pueda venir. Maana, como
muy tarde. No, esta noche.
Y an falta una hora para que caiga la noche. Tiene que ha-
berle tomado prestadas las alas a Mercurio para llegar tan rpido!
Pero el aspecto del prncipe no mostraba el menor signo de haber
llegado a toda prisa a la capital. Pareca tan fro como siempre, sereno,
dueo de s mismo, un aristcrata hasta la mdula, sin que sus
impasibles ojos azules delataran ningn rastro de preocupacin ante la
confusin que aparentemente reinaba en la ciudad.
Lamento decirte comenz en seguida Apolinar, con su tono
solemne ms exagerado, que ste es un da de gran duelo para el
Imperio. Su majestad Demetrio ha muerto.
Una terrible prdida dijo Laurelo, con el mismo tono de
fingida solemnidad. Pero entonces (obviamente su gil mente necesit
tan slo la fraccin de segundo para llegar de un salto a la conclusin
correcta), una expresin de algo parecido al horror asom en sus
ojos.Y su sucesor ser...
Apolinar sonri.
Salve, Laurelo Csar Augusto, emperador de Roma!
Laurelo se cubri el rostro con las manos.
No, no!
Debes serlo. Eres el salvador del Imperio.
Aquella misma maana (pareca que hubiesen transcurrido aos),
Apolinar haba pensado en invitar a Laurelo a unirse a l en el
consulado, pero la breve e inesperada huida de Demetrio de su
confinamiento en la casa real haba conducido all. Apolinar saba que
ahora poda hacer cnsul a Carax o a Sulpicio Silano, el morigerado
prefecto del Erario Pblico o a cualquier otro que quisiera. No
importaba. El papel que deba cubrirse ese mismo da era el de
emperador. Y muy rpidamente, Laurelo tambin lo entendi as.
El color le volvi al rostro. Sus ojos brillaban de ira y sobrecogi-
miento.
Mi tranquila vida de retiro, Apolinar..., mi trabajo como his-
toriador. ..
Puedes leer y escribir tambin en palacio. Te aseguro que la
biblioteca imperial es la mejor del mundo. El rechazo no es una al-
ternativa. Dejaras sumida a Roma en la anarqua? Eres el nico
emperador posible.
318
Y t?
Me cri para ser militar. No un administrador. No un empe-
rador. No, no hay nadie ms que t, Csar. Nadie.
Deja de llamarme Csar!
Debo hacerlo. Estar a tu lado, ser tu cnsul veterano. Tam-
bin yo haba pensado en retirarme, ya lo sabes, pero eso tambin
tendr que esperar. Roma exige esto de nosotros. Hemos sufrido una
locura tras otra en esta ciudad. Primero, la de Demetrio, despus la
locura distinta que trajoTorcuato.Y hay hombres en la Subura que an
amenazan con una locura de otra clase. Todo esto debe acabar y t y
yo somos los nicos que le podemos poner fin. Por eso te lo vuelvo a
decir: Salve, Laurelo Csar Augusto!. Maana te presentaremos
al Senado y pasado maana, al pueblo de la ciudad.
Maldito seas, Apolinar! Maldito seas!
Qu vergenza! Qu forma es sa de hablar a quien te ha
colocado en el trono del gran Augusto?
Csar.
Csar. Timolen slo quiere la destruccin del Imperio y el
Senado y todo lo que constituye nuestro modo de vida romano. Debe
ser ejecutado.
Ya te lo he dicho. Cualquier emperador idiota puede mandar a
la muerte a sus enemigos. Un chasquido de sus dedos y asunto
concluido. El emperador capaz de mostrar misericordia es el empe-
rador al que el pueblo amar y obedecer.
Yo no asumir ninguna responsabilidad sobre lo que ocurra si
insistes en soltar a Timolen.
Nadie te ha pedido que asumas ninguna responsabilidad por
ello dijo Laurelo sin alterarse.
Creo que te entiendo, Csar.
Creo que s.
De todas maneras, temo por ti si liberas a ese individuo. Temo
por Roma. Por un instante, todo su frreo autocontrol pareci
abandonarle y exclam: Oh, Laurelo, Laurelo, cmo lamento
haberte elegido emperador! Qu equivocado estaba! Es que no eres
capaz de entender que Timolen tiene que morir por el bien de todos
nosotros? Te ruego que lo ejecutes!
Qu forma tan extraa de dirigirte a tu emperador dijo
Laurelo con un tono sereno y carente de irritacin. Es como si no
acabaras de creerte que yo soy el emperador. Bien, Apolinar. Somos,
de hecho, vuestro soberano y rechazamos aceptar lo que denominis
vuestro ruego. Es ms, aceptamos vuestra dimisin como cnsul.
Habis rebasado vuestra autoridad consular y ya no tenis sitio en
nuestro gobierno en este nuevo periodo en el que todas las heridas van
a cicatrizar. Os ofrecemos el exilio al lugar que elijis mientras est
bien lejos de aqu: AEgyptus, o quiz la isla de Cyprium o el Ponto
Euxino...
No.
Entonces el suicidio es la nica alternativa que te queda. Un
buena y vieja forma romana de morir..
Eso tampoco dijo Apolinar. Si quieres deshacerte de m,
Laurelo, haz que me lleven a la plaza de Marco Anastasio y crtame
la cabeza a la vista de todos. Explcales, si quieres, por qu fue
325
necesario hacerle eso a alguien que sirvi al Imperio tan bien y du-
rante tanto tiempo. Quiz puedas culparme de todo el reciente de-
rramamiento de sangre. De todo, incluso de las ejecuciones que or-
den Torcuato. Seguramente as te ganars el amor del pueblo y yo s
lo intensamente que lo ansias.
La expresin de Laurelo era imperturbable. Dio una palmada y
entraron tres hombres de la Guardia.
Conducid al conde Apolinar a la prisin imperial dijo, dn-
dose la vuelta.
Carax le dijo:
No se atrever a ejecutarte. Iniciara un ciclo completamente
nuevo de ejecuciones.
De verdad lo crees? pregunt Apolinar. Le haban dado la
mejor celda del lugar, una reservada usualmente a los prisioneros de
alto abolengo, miembros cados en desgracia de la familia real,
hermanos ms jvenes que haban atentado contra la vida del em-
perador, gente as. De sus paredes colgaban tupidos tapices violeta y
sus sofs eran de los mejores.
Lo creo, s. Eres el hombre ms importante del reino. Todo el
mundo conoce tus conquistas en las provincias. Tambin saben todos
que nos salvaste de Torcuato y que pusiste en el trono a Laurelo.
Deberas haberte hecho t mismo emperador a la muerte de Demetrio.
Si l te mata, todo el Senado se pronunciar contra l, y la ciudad
entera se escandalizar.
Lo dudo mucho dijo cansinamente Apolinar. Pocas veces
tu perspectiva ha sido tan errnea. Muy pocas veces has estado tan
equivocado. Pero no importa. Has trado los libros?
S dijo Carax, y abri el pesado paquete que llevaba.
Lntulo Aufidio. Sexto Asinio, Suetonio, Amiano Marcelino, Julio
Capitolino, Livio, Tucdides, Tcito. Todos los grandes historiadores.
Con esto bastar para pasar la noche dijo Apolinar. Gra-
cias. Ya puedes marcharte.
Seor...
Ya puedes marcharte dijo de nuevo Apolinar, pero mientras
Carax se diriga hacia la puerta, le pregunt: Una cosa ms. Qu ha
326
sido de Timolen?
Ha sido liberado, seor.
No esperaba otra cosa dijo Apolinar.
Cuando Carax se hubo marchado, dirigi la atencin a los libros.
Empezara con Tucdides, pens, ese implacable relato de la terrible
guerra entre Atenas y Esparta, un libro tan crudo como jams se haba
escrito otro. Y seguira, uno por uno, hasta llegar a los ms recientes.
Y si Laurelo le permita vivir lo suficiente, los leera ntegramente
una vez ms. Quiz entonces empezara a escribir el suyo all en
prisin; una autobiografa que tratara de evitar que fuera demasiado
autoelogiosa, aunque contara el relato de cmo haba sacrificado su
propia vida con tal de preservar el Imperio. Pero dudaba que Laurelo
le permitiera vivir el tiempo suficiente para escribir nada. No habra
ejecucin pblica, no..., Carax haba acertado en eso. Era una figura
demasiado heroica a los ojos pblicos para ser mandado tan
cruelmente al cadalso y, en cualquier caso, la intencin declarada de
Laurelo era que los verdugos descansaran mucho tiempo de su
macabra tarea, y permitir a la ciudad que regresara a algo que se
pareciera a la normalidad.
Alcanz el primer volumen de Tucdides y se sent un rato a leer
y releer sus frases iniciales.
Entonces alguien llam a la puerta. Lo esperaba.
Entra dijo. No creo que est cerrada.
Entr un individuo alto, de aspecto adusto. Llevaba una capa
negra con capucha que dejaba su rostro al descubierto. Tena ojos fros
y juntos, y una cara enjuta y tirante, la piel basta, los labios delgados y
apretados con fuerza.
S quin eres dijo Apolinar con calma, aunque nunca haba
visto a aquel hombre en su vida.
S, supongo que s dijo el otro, mostrndole el cuchillo
mientras se diriga hacia l. Me conoces muy bien y creo que es-
tabas esperndome.
Lo estaba respondi Apolinar.
2603 A. u. c.
VA ROMA
esto est lejos de ser una fruslera. No es que los asuntos de negocios
vayan a mencionarse esta noche pues, por una parte, s muy poco
sobre los acuerdos comerciales de mi padre, pero por otra, est
tambin el hecho de que Frontino y yo somos patricios, y debemos
comportarnos como tales. Pertenece a la antigua clase senatorial y
desciende de hombres que auparon y derrocaron cesares hace mil
aos. Y yo llevo sangre de reyes britanos en mis venas o, al menos,
eso es lo que dice mi padre, y mi propio nombre (Cimbelino) lo
proclama. Carataco, Casevelauno, Tincomio, Togodumno, Prasutago:
en uno u otro momento he odo a mi padre reivindicar su descendencia
de todos estos antiguos caudillos celtas, y tambin, por aadidura, de
la reina Cartamandua de los brigantes.
Bien, pues Cartamandua firm oportunamente un tratado con los
romanos invasores de su pas y envi encadenado a Roma a su
homlogo, el monarca Carataco. Pero todo eso fue hace mucho
tiempo, y nosotros, los britanos, hemos sido pacificados y
repacificados en muchas ocasiones desde entonces, y todo el mundo
asume que el poder y la gloria residir, ahora y siempre en la gran ciu-
dad que se encuentra al otro extremo de la va Roma. Frontino ser
corts conmigo, lo s. Si no lo es en honor a los heroicos, aunque
derrotados guerreros que son mis ancestros putativos, s lo ser por las
diez mil cajas de vino que se supone ha de enviar a Londinium el ao
prximo. Cenar bien esta noche; conocer a gente relevante y me
sern abiertas las puertas de las grandes casas de Nepolis y tambin
de la capital, cuando me disponga a visitarla.
Me doy un bao. Me afeito. Abrillanto mis rizos, y no con man-
teca de cerdo. Escojo mis ropas con esmero, una tnica corta bizantina
de seda y un pauelo a juego, unos magnficos leotardos rojo escarlata
de lino egipcio, sandalias del mejor artesano sirio. Y, por supuesto, mi
pendiente de oro y mi enorme brazalete que me confieren ese atractivo
toque brbaro por el que suscito ms curiosidad en ellos.
El carruaje est esperando cuando salgo del hotel. El chfer es
nubio y viste de rojo y turquesa. Blancos corceles de Arabia. El ca-
rruaje es de bano con incrustaciones de marfil. Sera digno de un
emperador. Pero Frontino es solamente un rico patricio, un simple
sureo. Dnde se montarn los cesares, me pregunto, si sta es la
335
conseguir la Reunificacin.
Existe una razn por la que Roma ha perdurado tanto tiempo
dice el conde. No se trata del poder..., el poder de una ciudad sobre
todo un continente, sino de estabilidad, de coherencia, de la
supremaca de un sistema que valora la lgica, la eficiencia, la
soberbia ingeniera, la planificacin. El mundo es mejor porque lo
hemos gobernado tanto tiempo. Hemos llevado la luz donde, de otra
manera, slo habran existido las tinieblas de la barbarie.
No me parecan argumentos polmicos, pero pude advertir (por la
expresin del rostro colorado de Marcello Domiziano y su obvia
impaciencia en responder), que deba de haber alguna rea de
poderoso desacuerdo entre los dos hombres que se me escapaba. Y
Adriana, acercndose a m mientras me conduce a travs de la sala,
me susurra algo que, con todo ese ruido, soy incapaz de entender con
claridad y que, adems, no me deja escuchar lo que Marcello
Domiziano acaba de replicarle al conde.
A pesar de la furia que se estaba desatando a su vera, cabra
pensar que el famoso general se hubiera quedado dormido de pie (una
argucia que deba de serle til durante los momentos de tregua en las
batallas), de no ser por el hecho de que, de vez en cuando, supongo
que en respuesta a algn comentario que un contendiente le haca al
otro, sus ojos de carbn fulgente emitan un destello torvo, alzando
apenas los prpados. Vacil antes de sumarme a ese peculiar grupito,
pero Adriana me condujo sin vacilar hasta ellos.
Frontino exclam:
S, s, Cimbelino! Ven a conocer a mi hermano!
Tambin l pareca haberse percatado de mi titubeo. Sin embargo,
quiz recibiera de buen grado un cese de las hostilidades.
Que fue ni ms ni menos lo que mi presencia provoc. La ria, la
discusin o lo que fuera, se evapor en el instante de mi llegada,
transformndose en corts y etrea chachara. El conde, calmado por
completo (una muestra de autocontrol patricio) me ofrece un gesto
altivo y distante de reconocimiento, a Adriana y a Lucila les da una
palmadita en el hombro a cada una y se excusa para ir a buscar una
bebida fresca. Frontino, con el rostro un poco enrojecido an, pero
jovial como siempre, me presenta teatralmente a su hermano con la
341
Mando pens: vamos a enviar algunas legiones all slo para man-
tenerlos a raya. Sera usted demasiado joven, supongo.
Todava sostengo mi copa de vino, an sin catar. Ahora, con
nerviosismo, doy un gran trago.
Contra todo decoro, me siento empujado a defender mi estirpe.
Con absurda rigidez, le digo:
Permtame asegurarle, mi general, que no soy tan joven como
puede pensar, y puedo decirle que nunca existi la ms leve posibi-
lidad de que Britania se uniera a los rebeldes. Ninguna.
En aquellos terribles ojos asomaba una chispa de divertimento?...
irritacin?
Seguramente es as considerado a posteriori. Pero la impresin
que tuvimos entonces en los inicios, fue muy diferente durante algn
tiempo. Qu edad tena usted cuando estall la guerra, muchacho?
Odio verme tratado con condescendencia y le dejo ver mi irri-
tacin.
Diecisiete, seor. Serv en la Duodcima Legin Britana, bajo
Helio Ticiano Rigisamo. Entr en accin en la Galia y en Lusitania.
En los Cuerpos de Globos Aerostticos.
Ah! l no haba esperado aquello. Bueno, entonces le he
juzgado mal.
A mi nacin entera, me atrevera a decir. Cualquier rumor de
deslealtad britana que les pudiera haber llegado en aquella poca tan
confusa no fue ms que pura invencin del enemigo.
Desde luego dice el general, desde luego. Su tono es
benvolo, pero sus ojos brillan con ms frialdad que nunca, y sus
mandbulas apenas se mueven al pronunciar las palabras.
Adriana Frontina, parece horrorizada ante el ardor creciente de
nuestra conversacin y me hace desesperadas seas con los ojos para
que cambie de tema. Sin embargo, a su amiga pelirroja, Lucila, el
pequeo altercado slo parece divertirle. Marcelo Frontino se ha dado
la vuelta, probablemente no por casualidad; est dando instrucciones a
algunos criados para que empiece el banquete.
No obstante, insensatamente, yo me zambullo de lleno en las
aguas pantanosas.
Seor, nosotros los britanos somos tan romanos como cualquier
343
las colinas que hay detrs de la ciudad, hasta villa Jovis, el Palacio
Imperial que ha estado all desde el tiempo de Tiberio. ste sola hacer
que arrojaran a sus enemigos desde el borde del acantilado.
Naturalmente, no podemos acercarnos mucho a l, ya que an se
utiliza y lo ocupan los miembros de la familia real cuando estn de
visita en Capri. No parece haber nadie en estos momentos, pero en
cualquier caso, el acceso est fuertemente vigilado. Podemos verlo
elevarse grandioso desde la cumbre de la colina, una mole enorme de
mampostera, rodeada de intrincadas fortificaciones.
Me pregunto cmo ser por dentro digo. Pero supongo que
nunca lo sabremos.
Yo he estado en el interior me dice Lucila.
En serio?
Dicen que algunas de las salas y el mobiliario se remontan a la
poca de Tiberio. Hay una piscina interior rodeada por los mosaicos
ms increblemente obscenos, y all es donde se supone que a l le
gustaba engatusar a muchachitos y muchachitas. Pero yo creo que en
su mayor parte es una imitacin hecha en pocas medievales o incluso
ms tardas. Todo el lugar fue saqueado, ya lo sabes, cuando los
bizantinos invadieron el Imperio, hace seiscientos aos; y es casi
seguro que se llevaron los tesoros de los primeros emperadores a
Constantinopla, no te parece?
Cmo es que has conseguido verlo? pregunto. Estaras
acompaando a tu to, supongo.
A Flavio Rufo, de hecho.
Flavio Rufo?
Flavio Csar. El tercer hermano del emperador Magencio. A l
le encanta el sur de Italia. Viene aqu a todas horas.
Contigo?
De vez en cuando. Ay, qu bobo eres! Yo tena diecisis aos.
Slo ramos amigos!
Y qu edad tienes ahora?
Veintiuno dice. As pues, era seis aos ms joven que
ahora.
Supongo que erais amigos muy ntimos.
No seas idiota, Cimbelino! Haba risa en sus ojos.Tam-
354
con una serpiente bajo sus pies. Tambin hay un enorme anfiteatro
(aqul desde el que Espartaco alent la revuelta de los gladiadores),
pero Lucila me cuenta, para mi embobamiento provinciano, que el de
Roma es, de lejos, mucho ms impresionante. Nos llevan la cena a
nuestra habitacin: pechuga de faisn acompaada de un vino fuerte y
almizclado. Despus de eso, nos damos un largo bao y nos
adentramos en la algaraba nocturna de las pasiones. Creo que puedo
soportar este tipo de vida hasta finales de ao e incluso un poco ms.
Ya por la maana, continuamos avanzando hacia el norte y hacia
el oeste por la va Roma que ahora se ha convertido en la va Apia, la
antigua ruta militar por la que marcharon los romanos cuando se
dirigieron a conquistar a sus vecinos en el sur de Italia. Es una
campia agrcola llena de sosiego, interrumpida por aqu y por all por
las oscuras y ciclpeas ruinas de ciudades muertas que se remontan a
pocas prerromanas y por ciudades ms recientes en lo alto de algunas
colinas, aunque ellas mismas tengan ya mil aos o ms de antigedad.
Siento aqu el tremendo peso de la Historia.
Lucila hace ms llevaderas las largas y soolientas horas del viaje
con su chachara acerca de sus innumerables amigos patricios en la
capital, Claudio, Trajano, Alejandro, Marco Aureliano y Valeriano y
algunas docenas ms, casi todos ellos varones, aunque tambin deja
caer algunos nombres femeninos, entre ellos, Domitila, Severina,
Julia, Paulina, Tranquilina. Damas y caballeros de alcurnia, supongo.
Aderezado todo ello con cotilleos y referencias desenfadadas a los
miembros de la familia imperial a los que parece conocer muy bien,
amigos prximos de hecho, no slo el joven emperador, sino sus
cuatro hermanos y tres hermanas y toda una coleccin de primos
imperiales y parientes ms lejanos.
Advierto con ms claridad que nunca qu grupo tan vasto es la
familia de nuestros cesares, cuntos ociosos prncipes y princesas,
cada uno de ellos con su respectivo gran despliegue de palacios,
criados, amantes y moscones. No se trata de una nica familia sino del
racimo regio que est aposentado en lo alto de nuestro mundo. Hemos
tenido innumerables dinastas que han ocupado el trono durante los
nueve siglos del Imperio. La mayora de ellas se han extinguido hace
tiempo pero hay muchas otras de los ltimos quinientos aos que
361
Me ro.
Pero cuando se asesina a un emperador, no es precisamente su
prefecto pretoriano quien lo hace?
Normalmente, s. Pero el emperador siempre piensa que su
prefecto es el ms leal de todos, justo hasta que le hunde el cuchillo en
el vientre. No es que nadie quiera asesinar a un estpido lechuguino
como nuestro Magencio aade ella.
Si l es un incompetente como dice todo el mundo, no sera
sa una buena razn para eliminarlo?
Cmo? Y convertir a uno de sus incluso ms intiles her-
manos en emperador? Oh, no, Cimbelino. Los conozco a todos y,
creme, Magencio es el mejor del lote. Le deseo larga vida.
Pues larga vida al emperador Magencio digo yo a modo de
coro, y ambos nos remos a gusto.
El palacio concreto hacia el que nos dirigimos es uno de los ms
nuevos de la colina: un ornamentado pabelln de invitados con nu-
merosas alas, adornado con mosaicos deslumbrantes, con brillantes y
exuberantes manchas de amarillos estridentes y rojos desbordantes.
Fue erigido hace unos cincuenta aos, me dice ella, a principios del
reino del luntico emperador Demetrio, el ltimo cesar de la
Decadencia. Lucila tiene un pequeo apartamento en l, cortesa de su
buen amigo el prncipe Flavio Rufo. Segn parece, son muchos los
miembros no reales pertenecientes a la lite romana imperial que
viven aqu, en el Palatino. A todos les resulta mucho ms cmodo,
habida cuenta de cmo est el trfico en Roma y de las numerosas
fiestas que se celebran.
El inicio de mi estancia en la capital es nuevamente como el de
Nepolis. He de asistir a una recepcin relumbrante en mi primera
noche. El anfitrin, me dice Lucila, no es otro que el famoso conde
Nern Rmulo Claudio Paladio, que se muere de ganas de conocerme.
Y quin es l exactamente? pregunto.
El hermano de su abuelo era el conde Valeriano Apolinar,
sabes quin era?
No hace falta haber ido a Cantabrigia para reconocer el nombre
del arquitecto del Imperio moderno, el gran cnsul de la primera
Guerra de Reunificacin que ejerci cinco mandatos y sac al cris-
366
Y as, una semana tras otra, llega para m el otoo en Roma; la es-
tacin del placer. Lucila y yo vamos a todas partes juntos: a la pera,
al teatro, a las competiciones de gladiadores. Somos bien recibidos en
los mejores restaurantes y nos ofrecen las mejores mesas. Lucila me
lleva de recorrido monumental por la capital: el Senado, los famosos
templos, las antiguas tumbas imperiales. Es una poca de vrtigo para
m, una poca que va mucho ms all de mis ms desenfrenadas
fantasas.
De vez en cuando, veo fugazmente a Severina Floriana en algn
restaurante o me la encuentro en una fiesta. Lucila se marcha entonces
374
por la maana.
Regresar, no es cierto? le pregunto ansioso.
Oh, s, naturalmente. Estar fuera un da o dos a los sumo.
Volver para la gran fiesta de la noche final. Puede estar seguro de
ello! Me lanza una fugaz y picara mirada, como si me estuviera
prometiendo algn placer especial para esa velada, a modo de con-
solacin por acabar de rechazarme. Y acercndome, me toca la mano
por un instante. Una descarga elctrica pasa de ella a m. Es todo lo
que tendr de ella. Nunca lo he olvidado.
Lucila se queda en nuestra suite al da siguiente, dejndome vagar
en solitario por los jardines de la villa. Holgazaneo en los baos, nado,
examino las colecciones de escultura y pintura, me paso por el
pabelln de juegos y pierdo algunos slidos jugando a las cartas con
un par de lnguidos noblezuelos.
Advierto una cosa extraa ese da. No veo a ninguno de los per-
sonajes que me he encontrado en las fiestas del Palatino en Roma. El
conde Nern Rmulo, Leontes tico, el prncipe Flavio Rufo, el
prncipe Camilo, Basanio, Diodoro... ninguno de ellos parece estar por
aqu. El lugar est hoy lleno de desconocidos.
Y sin Lucila cerca, cuando paso al lado de estos desconocidos, me
siento cada vez ms incmodo y ajeno a todo de lo que realmente soy.
Como no llevo ninguna insignia que me proclame como husped de la
sobrina de Escvola, en su ausencia me convierto simplemente en un
extranjero apenas civilizado que, de alguna forma, se las ha ingeniado
para colarse en la villa y que est tratando, slo con cierto xito, de
hacerse pasar por un romano distinguido. Imagino que se ren de m a
mis espaldas, que se mofan de mi manera de vestir e imitan mi acento
britano.
Tampoco Lucila me resulta de mucho consuelo al llegar a nues-
tras habitaciones. La veo distante, abstrada, taciturna. Se limita a
hacerme las preguntas de rigor sobre cmo he pasado el da y a con-
tinuacin vuelve a sumirse en el letargo y en sus cavilaciones.
No te encuentras bien? le pregunto.
No es nada grave, Cimbelino.
He hecho algo que te haya molestado?
En absoluto. Slo es algo pasajero dice ella. Son estos das
380
sombros de invierno...
Sin embargo hoy no ha sido un da sombro ni de lejos. Fresco, s.
Pero el sol ha estado glorioso, iluminando el cielo de diciembre con
un brillante resplandor que hace que se encoja mi corazn britnico.
No es el mal tiempo. Me desconcierta la lgubre lejana de Lucila. No
acierto a entender qu le sucede. Lo nico que puedo hacer es esperar
a que cambie su estado de nimo.
En la fiesta de la noche tampoco se muestra ms animada. Flota
como un espectro, saluda con indiferencia a personas que apenas
parecen resultarle ms familiares que a m.
Me pregunto dnde est todo el mundo digo. Severina me
dijo que tena que regresar a Roma para ocuparse de algo hoy mismo.
Pero dnde est el prncipe Camilo? Y el conde Nern Rmulo?
Tambin se han vuelto a Roma? Y el prncipe Flavio Rufo... no
parece estar, y es su propia fiesta.
Lucila se encoge de hombros.
Bueno, deben de estar por aqu o por all. Acompame de
vuelta a la habitacin quieres, Cimbelino? No me siento con ganas de
fiesta esta noche. No te lo tomes a mal. Siento aguarte as la diversin.
No quieres decirme lo que ocurre, Lucila?
Nada. No pasa nada.Tan slo es... no s, me siento un poco
cansada. Quiz un poco abatida. Por favor. Quiero volver a la habi-
tacin.
Ella se desviste y se mete en la cama. Enfrentarme a aquella
fiesta, llena de desconocidos, sin ella se me hace demasiado duro, de
modo que me meto tambin en la cama, a su lado. Despus de un
instante, me doy cuenta de que est sollozando sin hacer ruido.
Abrzame, Cimbelino me susurra.
La rodeo con mis brazos. Su cercana, su desnudez me espolea,
como siempre y, tmidamente empiezo a hacerle el amor, pero ella me
pide que me detenga. As que nos quedamos all acostados, tratando
de quedarnos dormidos a unas horas tan extraamente tempranas,
mientras los lejanos sonidos de las carcajadas y la msica llegan hasta
nosotros a travs del aire helado de la noche.
Al da siguiente las cosas han empeorado. Ella no quiere salir de
nuestra habitacin para nada. Pero me dice que salga yo sin ella; de
381
pobre gordo idiota huy por la puerta de la bodega y corri para salvar
su vida hacia el templo de Castor y Plux, donde esperaba encontrar
refugio; pero sus perseguidores se le adelantaron y lo interceptaron en
la escalera del templo.
En cuanto al prncipe Flavio Rufo, se despert con el sonido de
los disparos y reaccion instantneamente, corriendo como una flecha
hasta una bodega que tena detrs de su palacio. Sus trabajadores an
no haban pisado las uvas de la cosecha de otoo. Salt a una carreta
de madera y les dio instrucciones para que amontonasen racimos y
racimos de uva encima de l y que lo sacaran de la ciudad, oculto de
tal guisa. De hecho, consigui llegar a salvo a Nepolis un par de das
despus y all se autoproclam emperador, pero al poco tiempo fue
capturado y muerto con alguna ayuda, segn he odo, de Marcelo
Domiciano Frontino.
Los dos prncipes ms jvenes de la casa real haban sobrevivido:
el prncipe Augusto Csar, que tena diecisis aos y se encontraba
fuera, en la Universidad de Lutecia, y el prncipe Quinto Fabio, un
muchacho de diez aos, creo, que viva en una de las residencias
imperiales de Roma. Aunque el prncipe Augusto vivi lo suficiente
para proclamarse l mismo emperador y atraves, de hecho, la Galia,
con la intencin de marchar sobre Roma, fue capturado y muerto al
tercer da de su reinado. Supongo que esos tres das hicieron entrar en
la Historia a este joven y prcticamente desconocido Augusto, como el
ltimo de todos los emperadores de Roma.
Nadie sabe con seguridad qu fue lo que le sucedi al joven
Quinto Fabio. Fue el nico miembro de la familia real cuyo cadver
no fue encontrado. Algunos afirman que desapareci de Roma el da
de los asesinatos llevando ropas de campesino, y que todava vive en
alguna remota provincia, pero nunca se ha presentado para reclamar el
trono, de manera que si an est vivo en nuestros das, vive con
tranquilidad y mucho secreto dondequiera que est.
Durante todo el da se sucedieron las muertes. Los asesinatos de
emperadores no eran nada nuevo en Roma, pero en esta ocasin el
trabajo se haba llevado a cabo ms a conciencia que nunca antes;
haba sido una extirpacin total, desde las races hasta las ramas ms
altas.
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2650 A. u. c.
CUENTOS DE LOS BOSQUES DEVINDOBONA
Todo esto sucedi hace mucho tiempo, durante las primeras dca-
das de la Segunda Repblica, cuando yo no era ms que un muchacho
de la Panonia Superior. La vida entonces era muy sencilla, al menos
para nosotros. Vivamos en una aldea en el bosque, en la margen
derecha del Danubio. Mis padres, mi abuela, mi hermana Friya y yo.
Mi padre, Tyr (de quien hered el nombre), era herrero. Mi madre
daba clases en nuestra casa y mi abuela era la sacerdotisa del pequeo
templo de Juno Teutnica que se encontraba cerca.
Era una vida muy tranquila. An no se haba inventado el auto-
mvil (todo esto ocurri alrededor del ao 2650 y nosotros an
usbamos carros o carromatos tirados por caballos) y casi no haba-
mos salido nunca de la aldea. Una vez al ao, en el da de Augusto
(todava celebrbamos el da de Augusto), nos vestamos con nuestras
mejores ropas y mi padre sacaba del establo nuestro gran carruaje de
estructura de hierro, que haba construido con sus propias manos, y
nos dirigamos al gran municipio deVindobona, a dos horas de viaje, a
escuchar a la banda imperial interpretar valses en la plaza de
Vespasiano. Despus de aquello tombamos pasteles con nata en el
gran hotel que haba cerca y jarras de cerveza de cerezas para los
mayores. Ms tarde, emprendamos el camino de regreso.
Actualmente, el bosque por supuesto ha desaparecido, nuestra pe-
quea aldea ha sido engullida por el municipio cada vez ms grande, y
el lugar donde estaba nuestra casa queda a veinte minutos en coche del
centro de la ciudad. Pero en aquel tiempo era una gran excursin,
nuestro gran acontecimiento anual.
Ahora s que Vindobona slo es una pequea ciudad de pro-
vincias que, comparada con Londinium, Lutecia o la propia ciudad de
Roma, no es nada en absoluto. Pero para m entonces era la capital del
mundo. Su esplendor me dejaba pasmado, maravillado.
Subamos a la cspide de la gran columna del basileo Andrnico
que erigieron los griegos ochocientos aos atrs, para conmemorar su
victoria sobre Csar Maximiliano durante la Guerra Civil, en la poca
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l estaba aterrorizado.
Sois de los guardias? preguntaba. Hablaba latn. Habis
venido a arrestarme? Yo slo soy el vigilante, ya lo veis. No soy
peligroso. Slo soy el vigilante. Los labios le temblaban. Larga
vida al Primer Cnsul! grit con voz dbil y ronca.
Nosotros slo estbamos paseando por el bosque le dije.
No tienes que tener miedo de nosotros.
Slo soy el vigilante deca una y otra vez.
Lo pusimos sobre un sof. Haba un manantial fuera de la casa y
Friya fue a por agua y le pas una esponja por las mejillas y la frente.
Pareca medio muerto de hambre, as que fisgoneamos por la casa en
busca de alguna cosa que darle de comer, pero no haba apenas nada:
algunos frutos secos y bayas en un cuenco, algunos pedazos de carne
ahumada que parecan tener un siglo de viejos, y un trozo de pescado
que tena mejor aspecto, aunque no mucho. Le preparamos un plato y
l comi lentamente, muy lentamente, como si no estuviera
acostumbrado a la comida. Entonces cerr los ojos sin decir una
palabra. Por un momento pens que haba muerto, pero no. Tan slo
se haba quedado dormido. Mi hermana y yo nos miramos el uno al
otro sin saber qu hacer.
Djalo tranquilo susurr Friya, y estuvimos deambulando
por la casa mientras esperbamos que se despertara. Con cuidado,
tocamos las esculturas, soplamos el polvo de las pinturas. No haba
duda. All haba habido grandeza imperial. En uno de los aparadores
de arriba encontr algunas monedas viejas, de aquellas con la efigie
del emperador y que ya no estaba permitido usar. Vi tambin alguna
alhaja, un par de collares y una daga con incrustaciones de piedras
preciosas. Los ojos de Friya brillaron ante la visin de los collares y
los mos ante la del pual, pero dejamos todo donde estaba. Una cosa
es robarle a un fantasma y otra muy distinta a un anciano vivo.Y no
nos haban criado para ser ladrones.
Cuando bajamos para ver cmo estaba, nos lo encontramos in-
corporado, con aspecto dbil y aturdido pero no tan asustado. Friya le
ofreci un poco ms de carne ahumada, pero l sonri y neg con la
cabeza.
Sois de la aldea? Cuntos aos tenis? Cmo os llamis?
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poda pasarse por una bodega a comprar nada sin que las malas
lenguas se pusieran en movimiento. Al final, rob un poco del templo
en el que ayudaba a mi abuela. Era un vino fuerte y dulce, del tipo que
se usaba en las ceremonias, pero l lo agradeci. Al parecer, una
anciana pareja que viva en la parte ms alejada del bosque haba
estado cuidando de l durante algunos aos, pero en las ltimas
semanas no haban aparecido por all y l haba tenido que
arreglrselas solo. Y con poca suerte, a juzgar por lo delgado que es-
taba. Tema que hubieran cado enfermos o hubieran muerto, pero
cuando yo le pregunt dnde vivan para poder averiguar si se en-
contraban bien, empez a sentirse incmodo y se neg a contestarme.
Me extra. Si yo entonces hubiera sabido quin era y que la vieja
pareja deban de ser personas que se mantenan leales al Imperio, lo
habra entendido. Pero yo an no haba descubierto la verdad.
Friya me la espet aquella tarde, cuando regresbamos a casa.
Crees que es el hermano del emperador, Tyr? O el emperador
mismo?
Qu?
Ha de ser uno u otro. Tiene la misma cara.
No s de qu me ests hablando, hermana.
Del retrato grande de la pared, tonto. Del emperador. Es que
no te has dado cuenta de que es exactamente igual que l?
Cre que se haba vuelto loca, pero cuando regresamos a la se-
mana siguiente, mir atentamente la pintura y despus a l. Y luego la
pintura de nuevo y pens S, es posible que mi hermana tenga
razn.
Lo que result determinante fueron las monedas que nos dio aquel
da.
No puedo pagaros con dinero de la Repblica por todo lo que
me habis trado dijo, pero quedaos con esto. No podris
gastarlas, pero creo que an son valiosas para algunas personas. Como
reliquias histricas. Su tono era amargo. De una bolsa rada de
terciopelo rado sac media docena de monedas, algunas de cobre y
otras de plata. stas son monedas de Magencio dijo. Eran como
las que habamos visto mientras fisgbamos en las vitrinas de arriba
en nuestra primera visita y que tenan el mismo rostro de la pintura, el
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ruinas del palacio de Roma se dijo que eran mos. Despus de eso,
pude moverme con bastante libertad, aunque siempre en la pobreza,
siempre en secreto.
Y cundo llegaste aqu? pregunt yo.
Hace casi veinte aos. Mis amigos me hablaron de este refugio
de caza, ms o menos intacto an, como lo haba estado durante la
poca de la revolucin. Nadie se acercaba nunca a l, de manera que
poda vivir aqu sin ser molestado. Eso es lo que he hecho y eso es lo
que har, me quede el tiempo que me quede. Alcanz el vino pero
las manos le temblaban tanto que Friya se lo cogi y ella misma le
sirvi una copa. Se lo bebi de un solo trago. Ay nios, nios, qu
mundo os habis perdido! Qu locura fue la destruccin del Imperio!
Qu grandeza haba entonces!
Nuestro padre dice que las cosas nunca han ido tan bien para la
gente corriente como bajo la Repblica dijo Friya.
Yo le di una patada en el tobillo y ella me mir con gesto avina-
grado.
Quinto Fabio dijo tristemente:
No quiero ser irrespetuoso, pero vuestro padre slo tiene en
consideracin su propia aldea. A nosotros se nos ense a contemplar
el mundo en su totalidad. El Imperio, el imperio que abarcaba todo el
globo. Vosotros creis que la intencin de los dioses fue la de ofrecer
el Imperio a cualquiera? A cualquiera que se hiciera con el poder y se
autoproclamara Primer Cnsul? Ah, no, no. Los cesares fueron
elegidos excepcionalmente para mantener la Pax Romana, la paz
universal de que ha disfrutado todo el planeta durante tanto tiempo.
Bajo nosotros no haba ms que paz, eterna e inquebrantable una vez
que el Imperio alcanz su mxima expresin. Pero ahora que ya no
estn los cesares, cunto tiempo creis que durar la paz? Si un
hombre puede hacerse con el poder, tambin podr hacerlo otro, y
otro. Habr cinco Primeros Cnsules al mismo tiempo, recordad mis
palabras. O cincuenta. Y cada provincia querr ser un Imperio en s
misma. Recordad mis palabras, nios. Recordad mis palabras.
Nunca haba odo una traicin semejante en toda mi vida. O algo
tan desatinado.
La Pax Romana? Qu Pax Romana? Nunca existi nada pa-
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de un reino salvaje en una isla del ocano Pacfico. Y para los dos nos
dio una bonita estatuilla de suave alabastro blanco, tallada por algn
maestro artesano de pocas antiguas, y que representaba a Pan tocando
su flauta.
La estatuilla era el regalo perfecto de cumpleaos para la abuela.
Se la dimos al da siguiente. Pensamos que le gustara, ya que todos
los antiguos dioses de Roma le eran muy queridos, pero para nuestra
sorpresa y consternacin, pareci sobresaltarse y enfadarse. Ella la
contempl con ojos brillantes y fieros, como si le hubiramos dado un
sapo ponzooso.
De dnde habis sacado esto? De dnde?
Mir a Friya, para advertirle que no diera muchas explicaciones.
Pero como sola ocurrir, ella se me adelant.
Lo encontramos, abuela. Lo desenterramos.
Lo desenterrasteis?
En el bosque terci yo.Vamos all todos los sbados.Ya lo
sabes. Pasamos el tiempo dando vueltas. Haba un viejo montn de
tierra... estbamos escarbando y vimos algo brillante...
Ella le dio una y otra vuelta en sus manos. Nunca la haba visto
tan preocupada.
Juradme que ha sido as como la habis encontrado! Venid!
Ante el altar de Juno! Quiero que me lo juris ante la diosa, y despus
quiero que me llevis a ese montn de tierra.
Friya me lanz una mirada de pnico.
Con vacilacin yo dije:
Puede que no volvamos a encontrarlo, abuela. Te lo dije, es-
tbamos dando vueltas... la verdad es que no nos fijamos mucho en
dnde estbamos...
Se me subieron los colores y adems empec a tartamudear. No es
fcil mentir con credibilidad a tu abuela.
Ella me alarg la estatuilla con la base hacia m.
Veis estas marcas de aqu? Este pequeo emblema? Es el
emblema imperial, Tyr. Es la marca de los cesares. Esta talla perte-
neci una vez al emperador. Esperas que me crea que hay un tesoro
imperial sencillamente enterrado bajo montones de tierra en el
bosque? Vamos, ante el altar! Jurad!
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*
Siglas de Senatus Populus-Que Romanus, el Senado y el Pueblo romanos. (N. delt.)
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2723 A. u. c.
HACIA LA TIERRA PROMETIDA
del xodo. Tan slo haba querido decir que el gran desastre que
sufri nuestro pueblo haba tenido tiempo de cerrarse y cicatrizar a lo
largo de miles de aos. Que, aunque aplastados y abatidos y ho-
rriblemente mermados en nmero, conseguimos continuar despus de
aquello. Habamos sobrevivido, habamos aguantado. Los
supervivientes de la catstrofe haban reconstruido sus vidas a lo largo
del Nilo bajo el gobierno del faran, y luego bajo los griegos, que
sometieron al faran, y despus bajo los romanos, que conquistaron a
los griegos. Es que acaso no seguimos sobreviviendo ahora, aqu,
sumidos en la larga y soolienta decadencia del Imperio, en la Pax
Romana, cuando incluso el sempiterno Imperio se derrumb y la
absurda y pattica Segunda Repblica se hizo con el gobierno del
mundo?
Pero para Eleazar fue como si hubiera escupido en los manus-
critos de la Ley.
Fue hace mucho tiempo repiti mofndose brutalmente de
m. Entonces, qu, deberamos olvidarlo? Tambin deberamos
olvidarnos de los patriarcas? Deberamos olvidarnos de la Alianza?
Es AEgyptus la tierra que el Seor quera que poblramos? Fuimos
elegidos por El para estar por encima de los pueblos de la Tierra o
para ser los esclavos eternos del Faran?
Slo quera decir...
Lo que yo haba querido decir no le interesaba. Los ojos le bri-
llaban, tena el rostro enrojecido y en la frente se le marcaba asom-
brosamente una vena.
Estamos llamados a la grandeza. El Seor Nuestro Dios dio Su
bendicin a Abraham y dijo que El multiplicara su semilla como las
estrellas del cielo y la arena de las playas. Y la semilla de Abraham
echar abajo las puertas de sus enemigos.Y en su semilla, todas las
naciones de la Tierra sern bendecidas. Has odo antes estas palabras,
doctor ben-Simen? Crees que tenan algn significado o que no eran
ms que las fanfarronadas de algunos alborotadores y pequeos
caciques del desierto? Yo te aseguro que nuestro destino es la
grandeza, que estamos llamados a despertar al mundo y que hemos
estado demasiado tiempo recuperndonos de la catstrofe del mar
Rojo. Una o dos horas ms tarde y toda la Historia habra sido
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camisa, pero ella quera tambin todo el resto. Eso era nuevo para m.
Su franqueza, su absoluta falta de pudor. Haba habido pocas mujeres
en mi vida y ninguna desde la muerte de mi esposa. Cmo iba yo a
desnudarme delante de aquella que era lo bastante joven como para ser
mi hija? Al final me qued completamente en cueros (mi desnudez no
pareca importarle lo ms mnimo), y cuando se fue me lav con una
esponja y me puse ropa limpia a toda prisa para que no volviera a
verme desnudo. Pero tard en regresar. Cuando lo hizo, en una
bandeja me trajo la cena: un cuenco con avena, un poco de carne de
cordero guisada y un frasco pequeo de plido vino tinto. Despus me
dej solo. Ya se haba hecho de noche, la noche del desierto,
sorprendentemente negra y con estrellas que brillaban como faros.
Cuando acab de comer sal al exterior de mi cabana. Estaba
completamente oscuro. Todo aquello apenas me pareca real: haber
sido raptado de aquella forma, estar en aquel lugar extrao y no en mi
familiar y pequeo apartamento, atestado de cosas, en el barrio hebreo
de Menfis. Pero aqul era un sitio tranquilo. Las luces brillaban en la
distancia. O carcajadas, el agradable sonido de una ctara y a alguien
que cantaba una vieja cancin hebrea con una voz grave y fuerte.
Incluso en mi desconcertante cautividad, sent que una extraa
tranquilidad me envolva. Saba que me encontraba en medio de una
autntica comunidad, si bien es cierto que estaba consagrada a algn
peregrino objetivo que se me escapaba. Si me hubiera atrevido, me
habra acercado a ellos y me habra presentado; pero yo era un
desconocido, y temeroso adems. Durante un largo rato, permanec en
la oscuridad, escuchando, hacindome preguntas. Cuando la noche se
hizo ms fra, me met en la cabana. Estuve acostado despierto hasta el
amanecer, o eso me pareci, atenazado por ese clarividente desvelo
que no admite el sueo. Y sin embargo, deb de quedarme dormido al
menos un rato, ya que por la maana se amontonaban en mi cabeza
fragmentos de sueos, imgenes de jinetes y cuadrigas, de hombres
con lanzas, de un gran Moiss irritado, de barbas negras, levantando
en alto las tablas de la Ley.
la noche anterior.
Tenemos una poblacin de quinientas personas me dijo
Eleazar. Ms de lo que yo haba imaginado.
Todos hebreos? pregunt.
Usted qu cree?
Me sorprendi que tantos de nosotros pudieran haberse trasladado
a aquel asentamiento en el desierto sin que me llegara ninguna noticia.
Es ciero que he llevado una vida recluida, dedicada al estudio, pero
aun as, quinientos israelitas es uno de cada cuarenta de nosotros. Esto
es un movimiento muy importante de poblacin para los que somos.
Y no conozco a ninguno de ellos? Ni siquiera al amigo de un
amigo? Al parecer, no. Bueno, quiz la mayora de los colonos de
Beth Israel haban venido de la comunidad hebrea de Alejandra, la
cual tiene relativamente poco contacto con aquellos de nosotros que
vivimos en Menfis. Lo cierto es que no reconoc a nadie en nuestro
paseo por la aldea.
De vez en cuando, Eleazar me haca veladas referencias al xodo
que se avecinaba, pero no haba ninguna informacin en sus palabras.
Era como si el xodo fuera un reluciente juguete que le gustara
guardar en sus manos y a m me permitiera, de tanto en tanto,
contemplar su brillo pero no su forma. Preguntarle no serva de nada.
Se limitaba a seguir andando con su imponente altura, dicindome
slo lo que deseaba decirme. Haba una grandiosidad muda en todo
aquel proyecto misterioso que me desconcertaba a la vez que me
irritaba. Si queran abandonar AEgyptus, por qu no se marchaban
simplemente? Las fronteras no estaban vigiladas. Habamos dejado de
ser esclavos del faran haca dos mil aos. Eleazar y sus amigos
podran asentarse en Palestina o Siria o en cualquier otro sitio que les
gustara, incluida la Galia, Hispania o Nova Roma, en el otro extremo
del ocano, donde podan tratar de convertir al pueblo de piel roja a la
fe de Israel. A la Repblica no le importara que algunos exaltados
hebreos quisieran marcharse all. De manera que a cuento de qu
toda aquella pompa y misterio con semejante aura de secretismo
conspiratorio? Estaba aquella gente metida en algo realmente
extraordinario? O estaban locos, sencillamente?
427
NDICE
Advertencia sobre las fechas .............
1203 A. u. c: PRLOGO ......................
1282 A. u. c: CON CSAR EN LAS CATACUMBAS
1365 A. U. C: UN HROE DEL IMPERIO
1861 A. u. c: LA SEGUNDA INVASIN
1951 A. U. C: A LA ESPERA DEL FIN ..
2206 A. u. c: UNA AVANZADA DEL REINO
2543 A. u. c: Lo QUE OCULTA EL DRAGN
2568 A. u. c: EL REINO DEL TERROR ..
2603 A. u. c: VA ROMA ...................
2650 A. u. c: CUENTOS DE LOS BOSQUES DE VINDOBONA
2723 A. u. c: HACIA LA TIERRA PROMETIDA
440
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Danza de tinieblas