Captulo 1

El derrotero del narcisismo neural

Donde se explica por qu el cerebro humano es un rgano

narcisista que por ms de cinco mil aos
se ha fascinado a s mismo

L
as neurociencias son herederas contemporneas
de una larga tradicin de cerebros que estudian el
cerebro y su relacin con la mente. Gracias a ellas,
el narcisismo neural atraviesa una poca dorada. En
las ltimas cinco dcadas aprendimos ms sobre estos asun-
tos que en el resto de nuestra existencia. El derrotero prece-
dente, no obstante, merece ser contado.1

Cabezas huecas y la puja entre el corazn

y el cerebro

En Occidente nos gusta decir que todo empez con los grie-
gos. Si no en sentido general, esto es falso al menos en lo que

1. En esta breve crnica obviaremos los hitos correspondientes a disciplinas afines, como la filosofa de
la mente y las ciencias cognitivas, el campo de los sistemas dinmicos, la neurobiologa molecular y los
estudios en animales. Con todo, algunos de ellos sern tratados en los prximos captulos.

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Qu son las neurociencias

atae a la reflexin sobre el cerebro. De este lado del mundo,

la empresa comenz con Herdoto, Hipcrates y Aristteles;
pero, si levantamos la vista, encontraremos antecedentes en
culturas bastante ms antiguas.
La primera tcnica conocida para tratar alteraciones del
comportamiento mediante intervencin cerebral es la tre-
panacin. La prctica consista en agujerear el crneo para,
segn se presume, extraer espritus malignos y curar enfer-
medades. Diversos restos fsiles hallados en Ucrania revelan
que la trepanacin ya se utilizaba en el Neoltico, hace unos
siete mil aos. En Sudamrica tambin se practicaba desde
al menos el 700 a. C. De hecho, culturas como las paracas, la
nazca y la inca daban cuenta de gran sofisticacin en el pro-
cedimiento: se valan de la coca y la chicha como anestsicos
y usaban oro para sellar el hueco resultante.2
La trepanacin tambin era moneda corriente para los
egipcios, cuyo fanatismo por la momificacin los haba con-
vertido en duchos anatomistas. Entre ellos se destacaba
Imhotep (c. 2690-2610 a. C.), considerado un dios porque,
como Quentin Tarantino en sus castings, tena la capaci-
dad de resucitar muertos. Los escritos de Imhotep permi-
ten entrever a un cientfico perdido en la Antigedad. Se lo
considera el primer autor del papiro de Edwin Smith, obra
pionera en la caracterizacin de estructuras cerebrales y
procedimientos diagnsticos y quirrgicos.
A contrapelo del discurso de su poca, Imhotep abord
el funcionamiento del cerebro y otros rganos casi sin recu-

2. Hoy la trepanacin se sigue usando como mtodo de acceso quirrgico para tratar hematomas subdura-
les y otros problemas neurolgicos. Tambin se emplea indiscriminadamente en pelculas de terror clase B.

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 El derrotero del narcisismo neural

rrir a explicaciones mgicas o religiosas. Ofreci las prime-

ras descripciones de las suturas craneales, las meninges y el
lquido cefalorraqudeo; recomend el uso de opiceos como
anestesia durante la intervencin cerebral; y, por si fuera
poco, propuso los primeros correlatos objetivos entre la
conducta y el tejido nervioso. Por ejemplo, observ que las
lesiones cerebrales producan sntomas motores. Asimismo,
document trastornos de origen neurolgico que hoy pro-
bablemente se diagnosticaran como epilepsias y afasias. Al
esbozar explicaciones biolgicas de la mente y alejarse de
los razonamientos espiritistas, Imhotep anticip el debate
entre dualistas y emergentistas (vase ms abajo). l, por
supuesto, ni siquiera lo intuy. Parafraseando a Jorge Luis
Borges, dirase que son los neurocientficos quienes crean a
sus precursores.
A pesar de la labor de Imhotep, los egipcios abonaron
la idea de que el pensamiento, las emociones y la voluntad
(buena parte de lo que hoy concebimos como mente) resi-
dan en el corazn ms precisamente, en el Ib, uno de los
cinco componentes del alma. No fue este el nico rgano
que se imbuy de propiedades mentales en la Antigedad.
Los judos y los babilnicos, por ejemplo, supieron atribuir-
les facultades cognitivas a los pulmones y al hgado, respec-
tivamente. En la puja por la potestad biolgica de lo mental,
el cerebro qued al margen de la discusin durante cientos
de aos, hasta que un par de sabios griegos lo ubicaron en el
centro de la escena.
El primero en cuestionar la doctrina del corazn fue
Herdoto (c. 484-425 a. C.). Adems de dar origen a la his-
toria (mejor dicho, a la historiografa), Herdoto bosquej
los primeros emparejamientos entre cognicin y cerebro en

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Qu son las neurociencias

Occidente. Tal correlacin se vislumbra, por ejemplo, en su

descripcin de la llamada enfermedad sagrada que con-
trajo el rey persa Cambises II. Luego de matar a Apis, un toro
divino, el rey comenz a cometer actos de locura y asesina-
tos (en la volteada cayeron su hermano y su hermana). Para
Herdoto, el comportamiento errtico del monarca quizs
no se deba a una causa divina, sino a una somtica; parece-
ra tratarse de una epilepsia, provocada por alguna pertur-
bacin cerebral.
El cerebro tambin fue protagonista en las propuestas de
Hipcrates (c. 460-370 a. C.), fundador de la medicina como
disciplina cientfica. En su teora de los cuatro humores, el
cerebro era un receptculo de la flema y constitua el asiento
del alma y las ideas. El corazn hipocrtico contribua a
otras cuestiones, como la respiracin y la circulacin sangu-
nea en pos de la nutricin del alma.
Muy distinta era la opinin de Aristteles (c. 382-322
a. C.), quien retom la tradicin egipcia y concibi una mente
cardiaca. Influenciado por pensadores vivos y difuntos
(Alcmen, Pitgoras, Demcrito, Platn) y guiado por expe-
rimentos en animales, Aristteles razon que el rgano
mejor equipado para contener el alma (y, con ella, la me-
moria, las emociones y el lenguaje) era el corazn: una
estructura nica, mvil y caliente, de posicin central en la
anatoma humana y con conexiones hacia varias partes del
cuerpo. Por su parte, el cerebro hara las veces de cooler.
Cuando el corazn se calentaba por las pasiones del alma o
la mente, el cerebro vena al rescate para enfriar los nimos.
La concepcin cardiocntrica de las funciones mentales
goz de cierto xito durante varios aos. De hecho, an es
discernible en expresiones cotidianas de algunas lenguas

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 El derrotero del narcisismo neural

indoeuropeas, como recordar (etimolgicamente, vol-

ver a pasar por el corazn), en espaol, o know something
by heart (saber algo de memoria, o, literalmente, saber
algo de corazn), en ingls. Sin embargo, con el tiempo se
impuso la perspectiva hipocrtica y comenzaron a postu-
larse prototeoras neurolgicas de la actividad cognitiva,
bajo el influjo de las tradiciones rabe y asitica.

Fantasmas en la cabeza

Antes que los celulares estuvieron los telgrafos. Antes que

los autos estuvieron las carretas. Antes que las teoras neu-
rocientficas estuvieron las prototeoras de la mente y el
cerebro, reflexiones ms o menos sistemticas sobre el tema
con postulados que oscilaban entre lo cientfico, lo filosfico
y lo religioso.
La prototeora ms popular es la hiptesis ventricular de
la mente. Esta propona que la base anatmica del alma y las
facultades intelectuales corresponda a unas cavidades deno-
minadas ventrculos cerebrales. Hoy sabemos que los ven-
trculos contienen el lquido cefalorraqudeo, pero durante
mucho tiempo se crey que estaban vacos. Grosso modo, la
hiptesis ventricular sostena que por dichos huecos circu-
laban espritus que daban vida a nuestra experiencia mental
y emocional; algunos lamentamos el descubrimiento de que
esto es falso: cunto ms fcil sera la vida si pudiramos
achacar nuestras decisiones y pensamientos a un montn de
fantasmitas que nos revolotean en el crneo!
Al parecer, la hiptesis ventricular se origin hace unos
cuatro mil aos en Persia e Irn, fue rescatada tardamente

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Qu son las neurociencias

por los rabes y luego cobr popularidad en la Escuela de

Alejandra. En Grecia, los primeros en proponer a los ven-
trculos como base de la mente fueron Herfilo (c. 335-280
a. C.) y Erasistrato (c. 304-250 a. C.). Ya en la era cristiana,
esta perspectiva hall voceros en Rufo de feso (c. 110-180)
y su discpulo Galeno (c. 130-200). En el siglo IV, Nemesio
(c. 390) propuso que diferentes sectores de los ventrculos
se ocupaban de facultades especficas, como la fantasa, la
lgica y la memoria. Bastante ms tarde, Averroes (1126-
1198) compil mltiples trabajos de esta corriente y descri-
bi diversos problemas mdicos en virtud de sus supuestos.
A comienzos del siglo XVI, mucho antes de ser malogrado
por Dan Brown, Leonardo da Vinci (1452-1519) rellen
ventrculos cerebrales con yeso y logr reproducirlos en su
forma primigenia. Si bien supo manifestar dudas acerca de
la hiptesis ventricular, la aval y favoreci su instauracin
como mainstream del campo a lo largo del Renacimiento.
En 1633, a caballo de trabajos previos de Galeno y Ver-
salio, Descartes (1596-1650) propuso que el correlato fsico
del alma corresponda al cuerpo pineal, una glndula end-
crina del cerebro con forma de pino (algunos consideran
que dicha atribucin surgi al confundirse el cuerpo pineal
con uno de los ventrculos). Esta estructura cumpla un
papel crucial en la formulacin cartesiana, pues permitira la
interaccin entre la conciencia, producto de un alma inmate-
rial integrada por espritus animales, y el cerebro, conjunto
de estructuras fsicas.
Tal escisin entre mente y materia dio origen al llamado
dualismo metodolgico, la idea de que el estudio del tejido
neural es irrelevante para comprender los fenmenos men-
tales. Si bien esta postura ha cosechado muchos adeptos de

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 El derrotero del narcisismo neural

distintas disciplinas (incluso en nuestros das), las neuro-

ciencias la rechazan de lleno. Como explica el filsofo Daniel
Dennett, el modelo de Descartes concibe la conciencia
como un teatro en el que un hombrecillo (el cuerpo pineal)
observa los datos que ingresan desde los sentidos, decide
cmo proceder y enva rdenes al resto del cuerpo. Hoy en
da el cerebro contina siendo una fuente de enigmas, pero
de algo estamos seguros: no hay en nuestra cabeza ningn
Koji Kabuto glandular que nos controle como si furamos
Mazinger Z. Sin embargo, ms adelante veremos que an
existen posiciones dualistas, ms complejas y enmascaradas
que la cartesiana.
La hiptesis ventricular/pineal se mantuvo vigente a lo
largo del Medioevo y no entr en declive sino hasta comien-
zos del siglo XIX, cuando se dej de creer en los espritus
animales. A pesar de lo ridcula que nos resulta, ninguna
otra propuesta logr hegemonizar el campo durante tanto
tiempo, y probablemente ninguna otra lo logre. El ritmo
al que avanzan las neurociencias lleva a la falsificacin
constante de modelos y teoras. Es que la ciencia ha evo-
lucionado de manera martirial. A medida que extiende la
longevidad de las personas, reduce la longevidad de sus
hiptesis.

Cada cosa en su lugar o uno para todos

y todos para uno?

Entrado el siglo XIX, el dualismo segua presente gracias

al aval de la Iglesia catlica romana. Para oponerse a dicho
dogma, haca falta ms coraje que solidez emprica. Si no,

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Qu son las neurociencias

pregntele a Franz Joseph Gall (1758-1828), cuyas ideas le

costaron el puesto de profesor en la Universidad de Viena,
bajo imputaciones de hereja, y pronto se vieron refutadas
por la evidencia experimental.
De joven, Gall tuvo la impresin de que sus compae-
ros ms lcidos tenan frentes y ojos prominentes y que las
mujeres seductoras posean nucas particularmente amplias.
Ante estas observaciones, conjetur que la inteligencia y la
pasin romntica incrementaran el volumen de las zonas
frontal y posterior del cerebro, respectivamente. A partir de
esto, con su colega Johann Gaspar Spurzheim, Gall propugn
la teora frenolgica, segn la cual todas las facultades men-
tales dependeran del cerebro.
Ms precisamente, lo que propuso era que el cere-
bro constaba de varios rganos independientes, cada uno
de los cuales se encargaba de una cualidad intelectual o
moral especfica, como el lenguaje, la conciencia, la cautela
y la benevolencia. No solo eso: la frenologa supona que el
tamao de determinadas porciones del crneo reflejaba el
volumen del tejido cerebral subyacente y que a mayor volu-
men, mayor desarrollo de la facultad en cuestin. Con menos
glamour que los modernos tests de orientacin vocacional,
Gall y Spurzheim palpaban las cabezas de las personas y
predecan sus habilidades. De este modo, dieron el punta-
pi inicial del localizacionismo (una especie de cada cosa en
su lugar).
La frenologa alcanz ms notoriedad que apoyo. La
postura prevalente era la holista, encarnada en la figura de
Marie-Jean Pierre Flourens (1794-1867). El holismo postu-
laba que cualquier proceso cognitivo dependa de la activi-
dad global del cerebro en su conjunto. En experimentos con

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 El derrotero del narcisismo neural

animales, Flourens extrajo una por una las regiones cortica-

les que Gall vinculaba con determinadas funciones mentales,
pero no verific ninguno de los dficits que predeca la fre-
nologa. Por tanto, concluy que la corteza era equipotencial.
Toda regin cerebral tendra la misma importancia en la eje-
cucin de cualquier funcin (algo as como uno para todos
y todos para uno).
La batalla entre localizacionistas y holistas se extendi
hasta el siglo XX. Wilder Penfield (1891-1976), ganador del
Premio Nobel, demostr que la estimulacin elctrica de
reas discretas de la corteza interfera con procesos cog-
nitivos especficos. Por otra parte, mediante sus propios
mtodos de lesin, Karl Lashley (1890-1958) fracas en
sus intentos de localizar el engrama (la huella de la memo-
ria en el cerebro) y desarroll una versin ms sofisticada
del holismo. Hoy sabemos que ni el localizacionismo ni el
holismo dan cuenta precisa de la organizacin neural de las
funciones cognitivas. Sin embargo, guardamos una deuda
con estas dos concepciones. A pesar de sus errores e incom-
patibilidades, ambas evidenciaron las posibilidades de
entender la mente desde una perspectiva intermedia entre
lo global y la localizacin extrema.

El cerebro descompuesto

Buena parte de nuestro conocimiento sobre la mente pro-

viene de las ciencias clnicas. Estas revelaron cmo distintas
estructuras y procesos neurolgicos se vinculan con domi-
nios cognitivos, conductuales y emocionales. Aqu los pro-
tagonistas son los pacientes. De no ser por los accidentes

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Qu son las neurociencias

cerebrovasculares, los tumores y las guerras (e incluso la

imprudencia cientfica!), las neurociencias no podran haber
avanzado como lo hicieron en los ltimos ciento cincuenta
aos.
La disciplina que ms se nutri de estos mrtires invo-
luntarios fue la neuropsicologa. En la segunda mitad del
siglo XIX, Paul Broca (1824-1880) y Carl Wernicke (1848-
1905) iniciaron el estudio de las correlaciones entre tras-
tornos cognitivos selectivos y dao cerebral focal. Ambos
demostraron que distintas (sub)funciones cognitivas, como
la produccin y la comprensin del habla, dependan de
diferentes reas cerebrales. Aclaremos, por las dudas, que
no haba nada de frenolgico en esta observacin. Por ejem-
plo, mientras que Gall y Spurzheim atribuan toda facultad
lingstica a una porcin especfica del cerebro, Broca y
Wernicke postularon que distintas habilidades lingsticas
se localizaban en distintas reas (en el captulo 5 profundi-
zaremos este tema).
El ardid de Broca y Wernicke era el siguiente: reciban
pacientes con trastornos cognitivos especficos, documen-
taban sus sntomas, esperaban a que se murieran y luego
analizaban sus cerebros en busca de lesiones en reas deter-
minadas. La imagen de un hombre que extrae el cerebro de
un cadver puede ser algo perturbadora, pero, como ver a
continuacin, no es ni por asomo la ms espeluznante que
nos depara la historia de la neuropsicologa.
En la dcada del cuarenta, Antnio Egas Moniz (1874-
1955) propugn la leucotoma, tcnica que consista en
cortar ciertas conexiones del lbulo frontal para tratar la
ansiedad severa, la depresin, las tendencias suicidas y el
trastorno obsesivo-compulsivo. Bajo el influjo de Moniz,

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 El derrotero del narcisismo neural

Walter Freeman (1895-1972) concibi una tcnica similar,

denominada lobotoma, mediante la cual se destruan las
conexiones entre los lbulos frontales y el tlamo. Como
Freeman careca de licencia para practicar cirugas, en un
principio debi valerse de la colaboracin de un neurociru-
jano. Sin embargo, luego descubri que se poda intervenir
en el cerebro mediante un procedimiento que no requera
credenciales quirrgicas y que poda realizarse en cualquier
lugar sin aplicar anestesia. Ac la cosa se pone nefasta.
Su proceder se conoce como tcnica del picahielo. Con
esa herramienta, que luego reemplaz por un estilete, Free-
man ingresaba al crneo de los pacientes a travs de las cavi-
dades oculares (los espacios en que se ubican los ojos). Al
tironear del instrumento para un lado y para el otro y mar-
tillar su base con un mazo de goma, cortaba las conexiones
nerviosas de los lbulos frontales con el resto del cerebro.
Al principio solo trataba pacientes con esquizofrenia severa,
pero con el tiempo extendi su prctica a casi cualquier con-
dicin. Las personas ms afortunadas reciban electrocho-
ques antes de la intervencin para generarles convulsiones;
otras, vctimas del histrionismo y la sed de atencin de Free-
man, eran sometidas al tratamiento mientras estaban cons-
cientes y despiertas.
Las leucotomas y las lobotomas se practicaron masi-
vamente hasta la dcada del cincuenta. El propio Freeman
recorri Estados Unidos en su lobotomvil (no es broma;
as bautiz el auto en que viajaba) y destruy las cortezas
prefrontales de ms de tres mil personas. Las consecuen-
cias fueron atroces para los pacientes y menos que felices
para los promotores de ambas tcnicas. En 1938, Moniz lig
ocho balazos de manos de un paciente descontento y qued

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Qu son las neurociencias

paraltico. Si bien en 1949 recibi el Premio Nobel por su

innovacin, se convirti en el primer caso en que diversas
organizaciones, lideradas por familiares de pacientes lobo-
tomizados, abogaron por la remocin del galardn. Por su
parte, Freeman fue destituido de la prctica mdica al pro-
vocar la muerte de un paciente durante una lobotoma. Pas
el resto de su vida en la ignominia, desmadrando cerebros
clandestinamente hasta su muerte, en 1972.
Estas maniobras nos legaron dos valiosas lecciones. Por
un lado, los perfiles cognitivos de los pacientes lobotomiza-
dos demostraron que las conexiones prefrontales (en parti-
cular, las vas frontoestriadas) cumplen un papel esencial en
la motivacin, las emociones y la socializacin. Por otro lado,
este mismo hallazgo corrobor la enseanza de Doa Rosa a
sus hijos: Chicos, no se metan picahielos en los ojos porque
pueden hacerse pelota el cerebro.
Otro neuropsiclogo que realiz grandes avances fue
Alexander Luria (1902-1977). En su caso, no fue necesa-
rio daar cerebros adrede. La Segunda Guerra Mundial le
depar las ms amplias poblaciones de pacientes neurol-
gicos de las que se tenga registro. Luria estudi centenares
de soldados con lesiones focales, provocadas por balas o
esquirlas de proyectiles, y document trastornos mentales
que afectaban componentes muy especficos del lenguaje, la
memoria, las emociones y otros dominios. Para ello, dise
bateras de pruebas muy innovadoras, algunas de las cuales
se siguen usando en la actualidad.
Luria realiz aportes fundamentales para la compren-
sin de las funciones del lbulo frontal y sus conexiones,
entre muchas otras cosas. Acaso su principal contribucin
haya sido descubrir que cada dominio cognitivo depende

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 El derrotero del narcisismo neural

de redes neuronales distribuidas, que denomin sistemas

funcionales complejos. Para llevar a cabo un proceso cog-
nitivo determinado, como comprender una oracin, el cere-
bro pone en juego mltiples reas, cada una de las cuales se
especializa en procesar un determinado tipo de informacin.
A su vez, cada rea puede participar en diferentes sistemas
funcionales. Por ejemplo, el giro temporal superior es crtico
para la discriminacin fonolgica. Por ende, al daarse, se
observan dficits en todas las tareas que requieran discri-
minar fonemas (como la comprensin oral, la repeticin y
la escritura). Esta concepcin de la organizacin y el funcio-
namiento del cerebro, que supone una iusta via media entre
el localizacionismo y el holismo, fue pionera en el desarrollo
de las neurociencias actuales.
Por otro lado, entre la segunda mitad del siglo XIX y la
primera del siglo XX se instal una divisin entre la neuro-
loga y la psiquiatra (que an nos acompaa). James Parkin-
son describi la enfermedad neurodegenerativa que lleva
su nombre; Jean-Martin Charcot distingui la esclerosis
mltiple del sndrome de Tourette; Emil Kraepelin y luego
Alzheimer describieron las correlaciones entre estructuras
cerebrales atrofiadas y diversas manifestaciones clnicas;
George Huntington caracteriz la primera enfermedad neu-
rolgica conocida de transmisin gentica (la enfermedad
de Huntington). Esta tradicin se focaliz en las correlacio-
nes clnicas y anatomopatolgicas.
Sin embargo, no todos los investigadores clnicos estaban
listos para atribuir los trastornos mentales a daos cerebra-
les. A diferencia de quienes hoy denominamos neuropsiclo-
gos y neurlogos, los incipientes psiquiatras consideraban
que muchas alteraciones de la cognicin y la conducta no

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Qu son las neurociencias

tenan una causa biolgica discernible y que, por tanto, de-

ban tratarse como trastornos de la psiquis. A menudo bajo
una impronta psicoanaltica, se propuso una contraposi-
cin espuria entre condiciones neurolgicas y psiquitricas,
mediante dicotomas como orgnicas vs. funcionales, genti-
cas vs. ambientales, localizables vs. indeterminadas.
El corolario fue una escisin dentro de la comunidad
cientfica entre las concepciones cerebrales y psicologicistas
de los orgenes, las causas y las manifestaciones de las enfer-
medades mentales. As, por ejemplo, mientras los neurlo-
gos interpretaban (correctamente) el sndrome de Tourette
como resultado de una alteracin biolgica con predisposi-
cin gentica, psicoanalistas como Sndor Ferenczi lo atri-
buan a la represin de fantasas masturbatorias. Incluso las
publicaciones cientficas se vieron afectadas por esta divi-
sin. La prestigiosa revista peridica Archives of Neurology
and Psychiatry, por ejemplo, se disolvi para dar lugar a dos
revistas con su propia agenda de investigacin, hoy llamadas
JAMA Neurology y JAMA Psychiatry.
La grieta entre lo neuro y lo psico ha calado hondo
en nuestro ideario colectivo. Cuando omos que un vecino
padece de un trastorno neurolgico, reaccionamos con pena
y empata ante el infortunio biolgico que lo aqueja. En cam-
bio, cuando nos enteramos de que otro vecino presenta un
cuadro psiquitrico, lo despachamos rpido con un guarda
que viene el loquito de enfrente.
Lo que propona (y an propone!) la comunidad psicoa-
naltica y una parte marginal de la comunidad psiquitrica
es un dualismo new age, menos supersticioso pero igual
de infundado. Armados con una retrica rebuscada, presu-
puestos incontrastables y una carencia absoluta de sustento

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 El derrotero del narcisismo neural

emprico, los psicogures diagnostican y tratan a pacientes

con alteraciones cerebrales bajo el supuesto de que al hablar
sobre sus deseos reprimidos y experiencias tempranas
lograrn superar los traumas.
Tal ha sido el peso de esta tradicin que las facultades de
psicologa en Argentina y otros pases, dominadas por enfo-
ques psicoanalticos, hacen odos sordos ante la avalancha
de datos que demuestra la dimensin neurobiolgica de toda
afeccin mental. Compartimos, en este sentido, el lamento
del epistemlogo argentino Mario Bunge: que las facultades
de psicologa del siglo XXI alienten una formacin psicoa-
naltica equivale a que las facultades de medicina abogaran
por la enseanza de la alquimia. Las neurociencias cognitivas
desdibujan la escisin entre lo neuro y lo psico, lo cual
demuestra que, aun si aceptamos la distincin terminolgica,
se trata de dos caras de una misma moneda.

Ocho trampolines Nobel hacia las

neurociencias cognitivas

En la primera parte del siglo XX, incluso antes de que exis-

tiera el trmino neurociencias, se realizaron enormes
descubrimientos sin los cuales la respuesta al ttulo de este
libro sera nada. A continuacin, los recorremos en una
sntesis sesgada y extrema.
Todo comenz con una innovacin genial. El mtodo
de tincin con cromato de plata,3 desarrollado por Camillo

3. Este mtodo permite visibilizar neuronas tindolas con un derivado de la plata.

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Qu son las neurociencias

Golgi (1843-1926), posibilit reconocer estructuras celu-

lares muy particulares en el tejido nervioso. Armado con
dicho recurso, Santiago Ramn y Cajal (1852-1934) descu-
bri que el cerebro se compone de unidades fundamentales,
llamadas neuronas, que se comunican por medio de sea-
les elctricas. El hallazgo fue revolucionario, como lo fueron
los dibujos con que el cientfico plasmaba sus observaciones.
A nadie sorprendi que en 1906 se le otorgara el Premio
Nobel, pero ms de uno salt de la silla al enterarse de que
el premio sera compartido con Golgi, su archirrival.
Otro ganador del Premio Nobel, Charles Sherrington
(1857-1952), introdujo el trmino sinapsis (ya conceptua-
lizado por Sigmund Freud) para denominar tanto el lugar
como el mecanismo de conexin entre las neuronas. Su tra-
bajo sent las bases de un programa de investigacin para
entender cmo el cerebro lleva a cabo funciones bsicas y
complejas, desde los reflejos hasta la cognicin.
En la dcada del veinte, Otto Loewi (1873-1961) y Henry
Dale (1875-1968) demostraron que, adems de la actividad
elctrica, las neuronas se conectan mediante sustancias qumi-
cas que atraviesan el diminuto espacio sinptico (de unos 20
a 40 nanmetros). Sus estudios confirmaron que tales sustan-
cias, hoy llamadas neurotransmisores, modulan la actividad
neuronal y, con ella, la conducta, la cognicin y las emociones
(ah, s, Loewi y Dale tambin ganaron el Premio Nobel).
En 1949, Donald Hebb (1904-1985) concibi un modelo
del aprendizaje basado en asociaciones entre redes neuro-
nales. Pocos aos despus, Alan Hodgkin (1914-1998) y
Andrew Huxley (1917-2012) descubrieron cmo opera la
actividad elctrica en las neuronas y formularon el primer
modelo matemtico de comunicacin interneuronal. Este

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 El derrotero del narcisismo neural

fue el disparador para que luego se comprendiera la din-

mica compleja de la neurotransmisin y sus vnculos con
diversos procesos cognitivos. En 1963, ambos investigado-
res se sumaron al selecto club de ganadores del Nobel.
Un ltimo paso clave hacia la consolidacin de las neuro-
ciencias lo dio Eric Kandel (nacido en 1929), quien describi
los cambios bioqumicos que ocurren en las neuronas para
generar el aprendizaje y la memoria (semejante hazaa, por
supuesto, no se quedara sin su Nobel).
Esta sucesin de hitos, coronada por la labor de Kandel
en los sesenta, redund en el surgimiento de una aproxima-
cin indita al estudio de la mente. Demos la bienvenida a
las neurociencias cognitivas.

Cmo se estudia el motor de la mente hoy

Adems de los avances enumerados hasta aqu, las neuro-

ciencias deben su existencia al cognitivismo, cuyos aportes
trataremos en el captulo 3. Sin embargo, hoy constituyen
una disciplina independiente y discernible. El trmino neu-
rociencias cognitivas data de finales de los aos setenta,
cuando George Miller y Michael Gazzaniga lo invocaron para
referirse al estudio cientfico de los sustratos biolgicos de
la cognicin. Se trata de una empresa esencialmente inter-
disciplinaria, que se superpone con la psicologa, la bio-
loga y la ingeniera, entre tantos otros campos. Su avance
ha estado ligado al avance de la tecnologa, sobre todo en
materia de neuroimgenes, tcnicas de registros neurofisio-
lgicos y desarrollos informticos para el procesamiento de
datos.

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Qu son las neurociencias

Las neurociencias cognitivas se caracterizan por sub-

sumir mltiples subdisciplinas especializadas. Entre ellas
podemos mencionar la celular, la molecular, la del desarro-
llo, la afectiva, la computacional, la conductual, la cultural
y muchas otras. A su vez, la neurociencia integrativa busca
combinar los hallazgos de todos estos mbitos.
A pesar de la heterogeneidad de sus temas de estudio,
prcticamente todas las neurociencias cognitivas se valen
de los mismos mtodos generales para estudiar la mente.
Podemos inferir procesos cerebrales de modo indirecto,
empleando medidas conductuales y perifricas (como la
conductividad de la piel), o de modo ms directo, ya sea
mediante tcnicas invasivas (que implican daar alguna
parte del tejido nervioso) o no invasivas (que nos dejan
ver cmo se encienden ciertas partes del cerebro durante
determinada tarea). Dentro de estas ltimas, algunas miden
sucesos qumicos, magnticos o hemodinmicos para preci-
sar dnde ocurre cierto evento en el cerebro, mientras que
otras registran aspectos elctricos para investigar cundo
tiene lugar un proceso. Por aadidura, si pensamos en el
cerebro como el motor de la mente, distinguiremos entre
exploraciones estructurales (que buscan entender cul es el
tamao y la organizacin de los componentes, los cables y
las tuercas) y funcionales (cuyo objetivo es determinar, por
ejemplo, en qu momento, en qu secuencia y a qu velo-
cidad se activa uno u otro componente segn el uso que le
estamos dando al motor). Conozcamos algunos detalles de
dichos mtodos.4

4. Restringiremos la discusin a los mtodos en humanos, pues son los que brindan informacin ms

48
 El derrotero del narcisismo neural

Cmo estudiar el motor de la mente desde afuera del

capot

Nuestras conductas deliberadas y nuestras reacciones auto-

mticas son el resultado de procesos mentales asentados en
el cerebro. Al observar las primeras, podemos inferir algunas
propiedades clave de los ltimos. Gracias a los tests neurop-
sicolgicos, en un par de horas se pueden evaluar muchos
aspectos de una persona, como el nivel de inteligencia, la capa-
cidad de memoria, la sensibilidad emocional, las destrezas
sociales, las habilidades de planificacin y el desempeo ver-
bal. Armado con un puado de pginas impresas y una lapi-
cera, un neurocientfico puede espiarnos la mente sin recurrir
al tarot y sin entrar en trance frente a la borra del caf.
Los datos as obtenidos se pueden complementar con medi-
das perifricas y conductuales. Estas ltimas ponen el foco
en el tiempo de reaccin: miden cuntos milisegundos pasan
desde la presentacin de un estmulo (digamos, una secuencia
de letras) hasta la respuesta de un sujeto (por ejemplo, pre-
sionar un botn para decidir si la secuencia de letras consti-
tuye una palabra). De este modo hemos aprendido muchsimo
sobre la cronometra de la cognicin. Saba que su cerebro
procesa ms rpido los rostros que las palabras, los nmeros
pequeos que los grandes y los sustantivos que los verbos?
Tal como veremos en el captulo 3, las medidas conduc-
tuales tambin nos demostraron que el cerebro pone en
marcha procesos inconscientes, autonmicos y automticos.

directa sobre nuestra mente. Sin embargo, las neurociencias cognitivas estn infinitamente agradecidas
a las investigaciones con animales, ya que sin ellas no existiran.

49
Qu son las neurociencias

Para explorarlos, tambin disponemos de medidas perifri-

cas, basadas, por ejemplo, en mediciones de la dilatacin de
las pupilas, la sudoracin o el ritmo cardiaco.
Tanto los tests neuropsicolgicos como las medidas con-
ductuales y las perifricas pueden emplearse en personas
con cerebros sanos y en pacientes con lesiones cerebrales.
En estos ltimos, si observamos dficits en una determi-
nada prueba, tendremos buenas razones para suponer que
el proceso afectado se vincula con la regin daada. Ante
lesiones en la llamada rea visual de las palabras (regin
tmporo-occipital ventral izquierda), por ejemplo, surgi-
rn dificultades marcadas en la habilidad de lectura sin que
necesariamente haya dficits en la capacidad de escritura.
La gran ventaja de estos mtodos es que son bastante sim-
ples de aplicar y no suponen grandes costos. Sin embargo, la
evidencia que proveen puede ser bastante inespecfica, dado
que en ellos intervienen muchsimos factores cognitivos,
emocionales y motores en simultneo. As, es prcticamente
imposible determinar qu papel cumpli cada uno en el des-
empeo de las personas evaluadas.

Cmo estudiar el motor de la mente metiendo mano

debajo del capot

Una buena manera de descubrir cmo funciona algo consiste

en desbarajustar alguna de sus partes para ver qu cambia y
qu sigue igual. Las neurociencias aplican este principio, ya
sea cortando conexiones neuronales, interrumpiendo pro-
cesos o hipertrofiando regiones relacionadas con dominios
cognitivos especficos. Como a la mayora de las personas no

50
 El derrotero del narcisismo neural

les gusta que se les descuajeringue el marote, estas investi-

gaciones suelen realizarse con animales cuyos cerebros son
similares a los nuestros, de modo que podamos extrapolar las
conclusiones y echar luz sobre la mente humana. Mucho de lo
que sabemos sobre nuestro sistema visual surgi de gatos a
los que se les lesion la corteza occipital. Asimismo, el estudio
de la memoria se nutri de ratas ignotas en cuyos hipocam-
pos se implantaron electrodos para averiguar cmo constru-
yen mapas del entorno en que se mueven.
Las tcnicas invasivas casi no se aplican en humanos. Una
de las pocas excepciones la constituyen los pacientes con epi-
lepsia refractaria y monitoreo intracraneal. Para detectar en
qu rea se ubica el foco epilptico y poder extirparla, se les
abre el crneo y se les insertan electrodos en el cerebro. De
paso, caazo: con los electrodos ah adentro, se les pide que
realicen diversas tareas cognitivas para explorar de modo
directo su base cerebral. Mediante esta tcnica, por ejemplo, el
Dr. Parvizi demostr que el reconocimiento de rostros depende
del giro fusiforme (al estimularse elctricamente esta zona, los
pacientes sienten que las caras de las personas a su alrededor
se distorsionan). Sin embargo, la vasta mayora de los estudios
neurocientficos en humanos emplean tcnicas no invasivas.

Cmo estudiar el motor de la mente viendo debajo del

capot, pero sin tocar nada

Cunto?

Los mtodos estructurales permiten establecer correlacio-

nes entre la cantidad de sustancia gris o sustancia blanca y

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Qu son las neurociencias

cualquier proceso cognitivo. Para calcular el volumen de una

regin cerebral, se obtiene una neuroimagen (por ejemplo,
mediante resonancia magntica nuclear) y se la divide en
pequeos cuadritos llamados vxeles. Despus de varios
procedimientos de limpieza, se correlaciona la proporcin
de vxeles de una persona o un grupo con su desempeo
en determinada tarea. As, por ejemplo, se estableci que
la corteza motora de la mano es ms grande en los msicos
profesionales que en las personas que no tocan ningn ins-
trumento. Estos mtodos tambin se utilizan para estudiar
cerebros lesionados. Podemos medir el volumen y la locali-
zacin de las lesiones en muchos sujetos e identificar cun
crtica resulta una regin de inters para el adecuado des-
empeo de tal proceso cognitivo.
La principal ventaja de los mtodos estructurales es que
permiten medir cambios cerebrales inducidos por el entre-
namiento o la enfermedad y establecer qu reas se asocian
con funciones cognitivas especficas. La gran desventaja es
que con ellos no se estudia el cerebro en vivo y en directo,
sino solo su huella estructural. En suma, los mtodos estruc-
turales vienen a confirmar lo que ya anticipaba el folclore de
los baos de mujeres: el tamao importa.

Dnde?

A diferencia de los mtodos estructurales, los mtodos

funcionales brindan datos sobre la actividad cerebral sub-
yacente a una tarea especfica. Los ms utilizados son la
resonancia magntica nuclear funcional (RMNf) y la tomo-
grafa por emisin de positrones (TEP).

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 El derrotero del narcisismo neural

En un estudio de RMNf, se ubica al participante en un

resonador y se le pide que realice una tarea determinada.
Mientras ms trabaja un grupo de neuronas, ms sangre
necesita y ms oxgeno consume (por ende, la RMNf es un
mtodo hemodinmico). Este principio da lugar a diversos
procesos cuyos correlatos magnticos son captados por
el resonador. Se puede entonces establecer qu parte del
cerebro participa ms crticamente del proceso en cuestin.
Imaginemos que queremos determinar qu rea cerebral se
especializa en el reconocimiento de rostros. Para ello, en un
diseo tpico, presentamos imgenes de rostros e imgenes
de objetos y registramos las reas cerebrales que se activan
ante cada imagen. Despus, promediamos todas las activa-
ciones de los rostros, por un lado, y todas las de los objetos,
por el otro. Por ltimo, aplicamos la tcnica de sustraccin:
a la activacin cerebral promedio de rostros le restamos la
que corresponde a los objetos. La diferencia reflejara, pues,
procesos implicados especficamente en el reconocimiento
de rostros (veramos un patrn de lucecitas encendidas en
el giro fusiforme).
Por su parte, para un estudio de TEP se necesita un ciclo-
trn (una especie de acelerador de partculas). Aqu el prin-
cipio bsico es similar al de la RMNf: se detectan cambios
en el consumo de oxgeno, pero a travs de la deteccin de
una sustancia radioactiva que, una vez ingerida, traspasa
la barrera hematoenceflica y puede ser detectada por el
ciclotrn. Los istopos radioactivos iluminarn la zona
cerebral que consuma ms oxgeno, dejando un rastro de
su recorrido. As podemos determinar qu rea cerebral se
especializa en una funcin determinada. Adems, con dife-
rentes istopos, podemos identificar la actividad especfica

53
Qu son las neurociencias

de ciertos qumicos (por ejemplo, los efectos distintivos de

la serotonina y la dopamina, neuroqumicos que, entre otras
cosas, regulan nuestro estado de nimo y nuestra sensacin
de placer).
La principal ventaja de estas tcnicas es que permiten
iluminar con mucha precisin qu reas se activan durante
una tarea particular. Sin embargo, ambas carecen de buena
resolucin temporal. Un resonador tarda al menos unos
segundos en captar cambios en el consumo de oxgeno.
Puede parecer poco, pero es una eternidad si consideramos
la velocidad a la que opera el cerebro. En el caso del TEP,
solo disponemos de una ventana breve (tpicamente, alrede-
dor de treinta segundos) para ver qu est haciendo el cere-
bro antes de que la actividad radioactiva se esfume. Por ello,
las neuroimgenes evocan el ttulo de aquel gran disco de
Shawn Lane y Jonas Hellborg: Time is the enemy.

Cundo?

A diferencia de las neuroimgenes, los mtodos electromag-

nticos nos ofrecen datos muy precisos sobre la dinmica
temporal de la actividad cerebral. La electroencefalogra-
fa de alta densidad (EEG-ad) sirve para medir la actividad
elctrica de la comunicacin entre neuronas mediante ml-
tiples electrodos ubicados sobre el cuero cabelludo. Estos
registran la actividad conjunta de miles de neuronas que se
disparan sincrnicamente en la corteza. Es como si coloc-
ramos un micrfono en un estadio de ftbol. Podremos cap-
tar el grito masivo y coordinado de una hinchada cuando su
equipo mete un gol, pero no discerniremos las conversacio-

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 El derrotero del narcisismo neural

nes individuales en las tribunas, ni podremos identificar qu

espectador (qu neurona) estaba cantando el gol y cul no.
Adems, ante el estruendo mancomunado que genera ese
evento, el resto del cuchicheo se diluye como ruido aleatorio
en el fondo. Lo que nos queda es una medida gruesa de la
actividad masiva de incontables clulas cerebrales.
La tcnica asociada de potenciales evocados [event-rela-
ted potentials, ERP] nos indica cunto tarda el cerebro en
ejecutar determinado proceso cognitivo, en el orden de unos
pocos milisegundos. Para ello, se presentan estmulos de
diverso tipo (visuales o auditivos) y se miden las respues-
tas corticales en distintas ventanas de tiempo durante una
tarea particular (ver los estmulos, asociarlos, elegirlos). Con
la tcnica de magnetoencefalografa (MEG) se miden aspec-
tos similares, pero se aade una buena resolucin espacial.
Entonces, por qu habramos de emplear las tcnicas de
EEG-ad y ERP? Entre otras cosas, porque la MEG es escanda-
losamente ms cara.
Mencionaremos, por ltimo, la estimulacin magntica
transcraneal (EMT), tcnica que implica la proyeccin de
un campo magntico sobre una regin cerebral mediante
una especie de secador de pelo futurista, llamado coil. Este
mtodo permite estimular o inhibir (algo as como prender
y apagar) un rea cerebral. Por ejemplo, se pueden apa-
gar las reas asociadas al clculo en el cerebro de un mate-
mtico y hacerlo sudar la gota gorda ante ecuaciones muy
sencillas. Tambin podemos usar la EMT para promover la
recuperacin de un rea o mejorar el rendimiento en tal o
cual dominio cognitivo.
En suma, los mtodos electromagnticos nos brindan
excelente informacin sobre los tiempos del cerebro. Viene

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Qu son las neurociencias

al caso aclarar que las tcnicas de EEG-ad y MEG pueden

arrojar datos con cierta precisin espacial si se emplean
determinados procedimientos matemticos, pero tales esti-
maciones no sern necesariamente correctas. Por ende, con-
viene reservar estas tcnicas para responder preguntas del
tipo cundo antes que del tipo dnde.

La paradoja del narcisismo neural

Las tecnologas de investigacin se refinan constantemente.

Los resonadores poseen cada vez mejor resolucin espacial,
los EEG-ad son cada vez ms precisos, la neurobiologa desa-
rrolla tcnicas cada vez ms sofisticadas Ya sea mediante
neuroimgenes o mtodos electromagnticos, el neurocien-
tfico accede a las respuestas cerebrales asociadas a cierto
evento (la percepcin de un estmulo, una tarea lingstica,
una accin motora); pero detrs de esa meloda que gene-
ramos deliberadamente, hay un concierto de procesos que
resuena de modo organizado.
Tambin es posible estudiar esa actividad ms global,
observando, por ejemplo, cmo se acoplan o desacoplan
mltiples regiones neurales cuando hacemos algo, o incluso
cuando no hacemos nada. En cierto modo, el estudio de
la organizacin de las redes cerebrales se erige sobre los
mismos principios aplicados en el estudio del trnsito, la
navegacin de pginas web y la dinmica meteorolgica:
miramos la sinergia de miles de unidades individuales que
trabajan en conjunto. Dicho enfoque complementa la pers-
pectiva ms local y aislacionista que subyace a la mayora de
los estudios del campo.

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 El derrotero del narcisismo neural

Hoy el narcisismo neural est en su apogeo. Nunca antes

dispusimos de tantas herramientas para que el cerebro
humano se regocije en la contemplacin de s mismo. Con
todo, debemos advertir una paradoja esencial. Mario Puzo
sugiri que si el cerebro fuera un rgano sencillo de com-
prender, nuestras mentes seran demasiado estrechas para
comprenderlo. Por suerte, la mente humana no es para nada
estrecha, pero eso se debe a la tremenda complejidad del
cerebro. Las neurociencias son, en este sentido, un perro
que persigue su propia cola.
Dadas estas circularidades, es probable que nunca logre-
mos entender el motor de la mente en su totalidad. Hay
que aceptarlo: jams tendremos una teora perfecta de la
neurocognicin. Creemos, sin embargo, que la perfeccin
est sobrevalorada. Lo verdaderamente asombroso es que,
a pesar de nuestras limitaciones (cognitivas, tecnolgicas,
humanas!), ao tras ao las neurociencias contribuyen de
modo ms concreto y significativo a la vida social. En los
prximos captulos recorreremos algunos de los principa-
les aportes del campo y conoceremos las nuevas lneas de
investigacin que signarn el futuro (imperfecto pero infini-
tamente valioso) de esta fascinante empresa narcisista.

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