Guha - La (Re) Vuelta de Los Estudios Subalternos
Guha - La (Re) Vuelta de Los Estudios Subalternos
Guha - La (Re) Vuelta de Los Estudios Subalternos
QILLQA
Universidad Catlica del Norte
Ocho Libros Editores
QILLQA
Serie editorial del Instituto de Investigaciones Arqueolgicas y Museo Le Paige SJ,
Universidad Catlica del Norte
Editor
Jorge Pavez O.
Comit editorial
Carolina Agero, Hans Gundermann, Mark Hubbe, Lautaro Nez, Nicols Richard,
Cecilia Sanhueza, Emily Stovel, Christina Torres-Rouff
Consejo consultor
Flix Acuto (Instituto Multidisciplinario de Historia y Ciencias Humanas-
CONICET); Margarita Alvarado (Universidad Catlica de Chile); Leonor Adn
(Universidad Austral de Chile); Jos Bengoa (Universidad Academia de Humanismo
Cristiano); Jos Berenguer (Museo Chileno de Arte Precolombino); Claudia Briones
(Universidad Nacional de Ro Negri); Guillaume Boccara (Centre National de la
Recherche Scientifique);Victoria Castro (Universidad de Chile); Ingrid de Jong
(Universidad de Buenos Aires); Tom Dillehay (Universidad de Vanderbilt); Rolf
Foerster (Universidad de Chile); Jorge Hidalgo (Universidad de Chile); Peter Kaulicke
(Universidad Catlica del Per); Fernanda Macchi (Universidad Mc Gill); Francisca
Mrquez (Universidad Alberto Hurtado); Andr Menard (Universidad Metropolitana
de Ciencias de la Educacin); Elisabeth Monasterios (Universidad de Pittsburgh);
Walter Neves (Universidad de So Paolo); Axel Nielsen (Universidad Nacional de
Crdoba); Adriana Piscitelli (Universidad Estadual de Campinas); Loreto Rebolledo
(Universidad de Chile); Frank Salomon (Universidad de Madison-Wisconsin);
Calogero Santoro (Universidad de Tarapac); Mauricio Uribe (Universidad de Chile);
Celina Tuozzo (Instituto Torcuato di Tella, Argentina); Julio Vezub (Centro Nacional
Patagnico, Argentina); Flora Vilches (Universidad de Chile).
El Comit Editorial
Agradecimientos
El compilador
Es en esta temporalidad sobrearqueada que nuestro tiempo,
con todas sus especificaciones surasiticas, se cruza con un distintivo
nuestro tiempo latinoamericano.Y puesto que la comparacin en-
tre cualquiera de los dos trminos requiere de un tercero en el cual
ambos puedan ser expresados, tenemos en esta fase particular de
la temporalidad global llmala postmodernidad, si quieres la
base suficiente para comparar estos proyectos.
Ranajit Guha
LA (RE)VUELTA DE LOS ESTUDIOS SUBALTERNOS:
UNA CARTOGRAFA A (DES)TIEMPO
RAL RODRGUEZ FREIRE, COMPILADOR
Qillqa
Instituto de Investigaciones Arqueolgicas y Museo R. P. Gustavo Le Paige s. j.
Email: editorial.iiam@gmail.com - San Pedro de Atacama
Casilla 17, Correo San Pedro de Atacama
Regin de Antofagasta - Chile
Tel.: (56 55) 851066
Fax: (56 55) 851002
La cuestin de la nacin
La nacin y sus campesinos . .................................................................... 241
Partha Chatterjee
En defensa del fragmento: escribir la lucha hindo-musulmana
en la India actual ..................................................................................... 258
Gyanendra Pandey
Debates en torno a la subalternidad
Promesa y dilema de los Estudios Subalternos:
perspectivas a partir de la historia latinoamericana .................................... 297
Florencia E. Mallon
Estudios Subalternos e historiografa postcolonial ..................................... 334
Dipesh Chakrabarty
El nuevo subalterno: una entrevista silenciosa .......................................... 358
Gayatri Chakravorty Spivak
Glosario......................................................................................................... 379
ndice analtico.............................................................................................. 381
Autores.......................................................................................................... 389
Estudios Subalternos revoluciona la historia
(tercermundista): notas sobre la insurgencia
acadmica1
Porque debemos sin duda tomar prestado si queremos eludir las limitaciones de
nuestro entorno intelectual inmediato. Ciertamente necesitamos teora
Edward Said
1 Quisiera agradecer los tiles comentarios que me brindaron en distintos momentos John
Beverley, Mary Luz Estupin, Ely Prudant, Silvia Rivera, Max Tello, Miguel Urrutia y
Enzo Videla, quienes, por supuesto, deben ser relevados de las afirmaciones y los errores,
cometidos exclusivamente por quien firma este ensayo que hace de presentacin.
2 Guha, Introduction to Subaltern Studies Reader, Subaltern Studies I, 326.
13
Presentacin
lugar ajeno tanto a las militancias partidistas como acadmicas, provoc ataques e
indiferencias, que buscaban la muerte de este grupo, pero su entendimiento de las
configuraciones del poder estaba avalado por un acabado trabajo de investigacin,
que, leyndolo seriamente, no podan sino terminar convirtindolo en la escuela
de historia ms radical de los ltimos treinta aos. Hoy, pocos desconocen que
el mbito de la/o poltica/o est estructuralmente escindido. Este libro pretende,
ambiciosamente, que aquellos desconocedores sean cada vez menos.
A poco ms de treinta aos de iniciado el proyecto editorial que da existencia
a la corriente historiogrfica conocida como Estudios Subalternos o Estudios de la
Subalternidad,3 se hace necesario un balance de su trabajo que nos permita pensar
crticamente su herencia. El tiempo nos ha alejado de la moda que en algn
momento representaron estos Estudios, principalmente para el mercado acadmi-
co estadounidense, de manera que hoy, gracias al des-tiempo, podemos mirar sin
ansiedad su acontecer. De ah que volver a colocar en circulacin textos algunos
por primera vez en espaol publicados hace bastante tiempo, no tenga solo
como fin el dar a conocer (o ponerse al da de) otras formas de escribir la historia,
sino dialogar con los problemas y nuevos requerimientos polticos que, desde el
sur de Asia, un grupo de investigadores le plante a la histori(ograf)a humanista,
a la intelectualidad y a las izquierdas. Se trata por supuesto de un problema que va
ms all del hecho de partir a una disciplina en dos, pues la potente distincin de la
historia (diferenciada entre desde arriba y desde abajo) nunca ha sido suficiente
para develar los sesgos representacionales que la dominan, sesgos que tambin do-
minan a las ciencias humanas en general y a la mayor parte de las teoras polticas.
Esto porque se puede escribir, por ejemplo, la historia de un movimiento obrero
o de un grupo de textileras anarquistas, sin distanciarse de los modelos de escritura
y representacin que emplean aquellas narrativas conservadoras que hacen del Es-
tado y la esfera pblica moderna un centro explicativo, un dios. Es ms, visibilizar
sujetos/as excluidos/as es la gran estrategia que la historia, en tanto saber-poder,
emplea para renovarse constantemente y as no caer en una crisis disciplinaria; de
manera que no basta con descubrir fuentes que nos muestren una subjetividad
desconocida. La historia de los sectores subalternos debe ir acompaada de narra-
tivas que se correspondan con su potencia poltica, aunque sea remotamente. No
hacerlo es traicionar a una herencia y errar en la bsqueda de un porvenir radical-
3 En este ensayo y a lo largo del libro en general, Estudios Subalternos en cursiva har referencia
a los volmenes de la revista que lleva el mismo nombre, mientras que sin cursiva, Estudios
Subalternos har referencia a un proyecto intelectual, un campo de estudios o al colectivo
editorial de la serie.
14
Estudios Subalternos revoluciona la historia (tercermundista): notas sobre la insurgencia acadmica
ral rodrguez freire
4 Ver Silvia Rivera Cusicanqui y Rossana Barragn (comps.), Debates post coloniales: Una intro-
duccin a los estudios de la subalternidad (1997). Otra coleccin fue realizada desde Mxico, por
Saurabh Dube, a saber Pasados postcoloniales (1999). En 2002, la Editorial Crtica reuni un
conjunto de ensayos de Ranajit Guha, el fundador de Estudios Subalternos, bajo el nombre de
Las voces de la historia y otros estudios subalternos. Recientemente se ha publicado otra coleccin
en Per, que adems contempla ensayos de/sobre teora postcolonial, ver Pablo Sandoval
(comp.), Repensando la subalternidad (2009). En francs, se puede consultar Diouf y Geschiere,
Lhistoriographie indienne en dbat: Colonialisme, nationalisme et socits postcoloniales (1999).
5 Habra que sealar que los trabajos de James C. Scott (sobre las formas de resistencia
subalternas/campesina o sobre las armas de los dbiles), un investigador cuyas propues-
tas se acercan a las del Grupo de Estudios Subalternos del Sur de Asia y a las de Ranajit
Guha en particular, afortunadamente ya se han difundido en Chile, y desde hace un par
de aos hemos visto aparecer bastantes investigaciones que citan sus textos, si bien no de
una manera que entronque con la radicalidad poltica del Scott. Entre algunos nombres,
se pueden sealar los de Alejandra Araya, Toms Cornejo y Carolina Gonzlez, y en una
lnea ms subalternista, los ltimos trabajos de Mauricio Gmez. De Scott en espaol, ver
Los dominados y el arte de la resistencia (2000). Sus libros pioneros son The Moral Economy
of the Peasant: Rebellion and Subsistence in Southeast Asia (1979) y Weapons of the Weak:
15
Presentacin
afecte su desconsideracin, pues este libro guarda una diferencia radical con las
ciencias sociales no solo chilenas, diferencia que, como veremos, se afirma en
la pretensin de los ensayos aqu reunidos, de desmantelar el humanismo presente
tanto en la Historia como en la Antropologa, algo que incomoda la pretendida
poltica de representacin imperante, incluso en la llamada historia desde abajo.6
***
Debe haber sido un otoo, un fro otoo ingls, cuando surgi la idea de una
nueva revista que llevar por nombre Subaltern Studies: Writings on South Asian
History and Society (Estudios Subalternos: escritos sobre la historia y la sociedad del Sur
de Asia), aun ms otoal si pensamos que los encuentros que Ranajit Guha sos-
tuvo con un pequeo grupo de jvenes acadmicos a finales de los aos setenta,
comenzaron casi al mismo tiempo en que la Dama de Hierro emerga en la
poltica internacional.
Estudios Subalternos es el nombre de una revista alrededor de la cual opera un
proyecto acadmico-poltico. Se trata de un grupo de historiadores del Sur de Asia
que hace ya ms de treinta aos se plante el objetivo de recuperar (estratgica-
mente) la invisibilizada o negada agencia de los sectores marginales, sobrepasando
creativamente las dificultades que la historiografa, en tanto disciplina, le impona a
su proyecto. De ah que no se trate de un simple proyecto de concientizacin acer-
ca de un supuesto ocultamiento ideolgico de la realidad (la visibilizacin men-
cionada ms arriba), sino de construir nuevos parmetros de definicin de lo real y
su transformacin. Construccin no arbitraria, en cuanto se orienta por un deseo
tico-poltico de destruccin categorial de la dominacin y sus formas. Dicho de-
seo irrumpe, y hace irrumpir una rareza la subalternidad inmanentemente polti-
ca, mediante una doble estrategia: a) comprender los procesos de cambio como
confrontacin en vez de transicin (este ltimo es el modo propio de cualquier
historia etapista basada tanto en la racionalidad moderna como en el centramiento
del Estado) y b) leer en reversa los discursos de los grupos dominantes, nacionales
Everyday Forms of Peasant Resistance (1985). Respecto a las afinidades locales, el trabajo de
la historia social popular contina siendo un referente a trabajar, ello porque si bien no
est relacionado con el subalternismo mediante lecturas, s lo est por su problematizacin
poltica. Al respecto, ver Gabriel Salazar, Notas acerca del nuevo proyecto histrico
del pueblo de Chile (parte I), 69-87; y Notas acerca del nuevo proyecto histrico del
pueblo de Chile (parte II), en edicin.
6 Ver Miguel Urrutia F. y Sergio Villalobos-Ruminott, Memorias antagonistas, excepcionali-
dad y biopoltica en la historia social popular chilena, 3-27; Rodrguez Freire, Ral, Rebel-
des campesinos: notas sobre el estudio del bandidaje en Amrica Latina (siglo XIX), 91-105.
16
Estudios Subalternos revoluciona la historia (tercermundista): notas sobre la insurgencia acadmica
ral rodrguez freire
y extranjeros (lo que Gayatri Spivak llama un cambio funcional en los sistemas de
signos: de lo religioso a lo militante, del crimen a la insurreccin o la solidaridad
como en el ensayo La muerte de Chandra, etc.).7
Los ensayos recogidos en este libro darn cuenta de estas dos estrategias, de
manera que las pginas que siguen tienen por objetivo presentar y proponer sus
acoplamientos. Si bien la revista llamada Estudios Subalternos, y quienes han estado
detrs de ella, ya tuvieron su momento de gloria, consideramos que su traduc-
cin/ republicacin es pertinente pues el proyecto, y quienes lo conforman, han
proseguido su marcha, entregndonos reflexiones que desde hace ya un tiempo
desbordan el mbito de la historiografa, incluso la de izquierda, para insertar-
se de lleno en la produccin de una mquina terico-metodolgica que intenta
desmontar el eurocentrismo terico y poltico de aquel campo acadmico que
declara ocuparse de la otredad. Es ms, hace un ao aproximadamente, Partha
Chatterjee, uno de los miembros ms conocidos del colectivo, edit un libro que
rene ensayos publicados por Guha a lo largo de toda su carrera, lo cual es una ma-
ravillosa entrada para comprender el devenir de los Estudios Subalternos y su tem-
prana diferencia con otros modos de escrituras.8 Adems, como el mismo Dipesh
Chrakrabarty seala en Estudios subalternos e historiografa postcolonial: la relacin
entre el nuevo campo de la escritura postcolonial y la historiografa todava no ha
recibido la atencin que merece, y, en tal sentido, Amrica Latina no constituye
una excepcin. Es ms, existe la fuerte presencia de un pensamiento (historiogr-
fico, pero no exclusivamente) izquierdista que guarda celosamente los postulados
humanistas y ortodoxos de un marxismo que dice representar al pueblo (o, por
lo menos, respetar, al colocarlo como su base), creyendo con ello estar oponindo-
se a una supuesta despolitizacin provocada por el horizonte pos en sus diversas
variantes (postestructural o postmoderno). Sin embargo, como nos mostrarn los
ensayos de esta compilacin, finalmente lo nico que logra tal posicin es quedar
atrapada en resabios positivistas que impiden, a veces dramticamente, asumir un
proyecto poltico de transformacin material/radical real. Es ms, es este resabio
el que impide, por ejemplo, reconocer la politicidad inherente de la insurgencia
campesina, algo que ni siquiera Antonio Gramsci, pilar fundamental de los Estudios
Subalternos, logr reconocer, y para quien la cuestin meridional nunca pas de
ser un desafo para los obreros turineses organizados. Y menos an lo hizo Eric
Hobsbawm, siendo, no obstante, uno de los primeros en reconocer la importancia
17
Presentacin
de Gramsci y del lugar que este le asignaba a las clases subalternas.9 Como veremos
ms adelante, la nocin de pre-poltica (y de las rebeldas primitivas) del historiador
ingls es uno de los blancos de las crticas de Guha, cuya discusin le sirve para
releer la subalternidad desde un contexto colonial y postcolonial, entendiendo por
postcolonial no la superacin de un momento anterior llamado colonialismo sino
la crtica de sus legados.10
Resumiendo entonces, los puntos a recorrer en esta presentacin pretenden
un pasaje por el origen y potencialidad de Estudios Subalternos y sus miembros, su
relacin con Gramsci, y las crticas que se le formularon, para, finalmente, arribar a
su incidencia latinoamericanista.
18
Estudios Subalternos revoluciona la historia (tercermundista): notas sobre la insurgencia acadmica
ral rodrguez freire
grupo comparta una afinidad poltica catalizada por el mtico 68, como tambin
por el levantamiento armado campesino de Naxalbari, movimiento que se exten-
di por toda la India durante los aos sesenta y setenta.11 Ayudaba una voluntad
intervencionista generada a partir de la violencia estatal, impuesta por la entonces
primera ministra Indira Gandhi, entre 1975 y 1977, lo que daba cuenta de la crisis
que afectaba al Estado indio de aquella dcada.12 El objetivo de estos encuentros
era lograr un acuerdo sobre la constitucin de una agenda radical para la historia
de la India, que reconociera la centralidad de la agencia de los grupos subalternos
(y no tan solo su presencia) y corrigiera el sesgo elitista de la mayor parte de los
escritos producidos al respecto. Con esto en mente nace Estudios Subalternos que,
aparte de los libros individuales, ya ha publicado doce volmenes de ensayos.13
Gautam Bhadra y Dipesh Chakrabarty se incorporaron durante la publicacin del
segundo volumen y un ao ms tarde (1984) se integra Sumit Sarkar, quien se
aparta del grupo en 1994, convirtindose posteriormente en uno de sus principales
crticos.14 A finales de los aos noventa se reorganiz el comit, quedando como
11 El movimiento de Naxalita, como se llam a la rebelin del 67, tuvo una fuerte influencia
por parte del maosmo, lo que llev a miles de personas a separarse del PC indio, como
tambin del posterior Partido Comunista de la India (marxista pro-sovitico), o PCM, pues
ambos apoyaron la matanza con la que el Estado respondi al movimiento. Al respecto, ver
Naxalita Obrero Revolucionario, nm. 922, septiembre 1, 1997, donde se lee lo siguiente: El
movimiento Naxalita atrajo a muchos millones de campesinos, proletarios revolucionarios
que dirigieron batallas en el campo, las montaas y las ciudades, y a por lo menos un milln
de estudiantes que se fueron al campo. Estremecieron a los terratenientes y capitalistas de la
India y a sus amos imperialistas. Desafiaron todo lo reaccionario: las relaciones sociales se-
mifeudales en el campo, la literatura, los prestamistas, los revisionistas soviticos Las clases
dominantes de la India sofocaron el movimiento de Naxalbari a mediados de la dcada del
setenta. Por lo menos 10 mil hombres y mujeres dieron la vida por su meta revolucionaria
y muchos ms fueron a parar a la crcel.
12 Dube, Insurgentes subalternos y subalternos insurgentes, 39-89, referencia en 39.
13 Guha, ed., Subaltern Studies: Writings on South Asian History and Society I-VI. New Delhi:
Oxford University Press India, 1982-89; Chatterjee y Pandey, eds., Subaltern Studies VII:
Writings on South Asian History and Society, New Delhi, Oxford University Press India, 1992;
Arnold y Hardiman, eds., Subaltern Studies VIII: Essays in Honour of Ranajit Guha, New
Delhi, Oxford University Press India, 1994; Amin y Chakrabarty, eds., Subaltern Studies IX:
Writings on south Asian history and Society, New Delhi, Oxford University Press India, 1996;
Bhadra, Prakash y Tharu, eds., Subaltern Studies X: Writings on south Asian history and Society,
New Delhi, Oxford University Press India, 1999; Chatterjee, y Jaganathan, eds., Subaltern
Studies XI: Community, Gender and Violence, New York, Columbia University Press, 2000;
Mayaram, Pandian y Skaria, Subaltern Studies XII: Muslims, dalits and the fabrications of history,
New Delhi, Permanent Black, 2005; ver tambin Guha, ed., A Subaltern Studies Reader,
1986-1995, Minneapolis, University of Minnesota Press, 1997.
14 Ver el ensayo The decline of the Subaltern in Subaltern Studies, 82-108.
19
Presentacin
20
Estudios Subalternos revoluciona la historia (tercermundista): notas sobre la insurgencia acadmica
ral rodrguez freire
17 Ibd., 363.
18 Guha, Indian Democracy, 597.
19 Ibd., 582.
20 Guha, Introduction to Subaltern Studies Reader, 322.
21
Presentacin
21 Hobsbawm fue uno de los primeros en aplaudir la aparicin de este libro. El gran Gramsci
es una resea crtica de dicha edicin, publicada originalmente como The Great Gramsci,
New York Review of Books, 5 (Abril 4, 1974): 39-44. Tambin ver Perry Anderson, The
Antinomies of Antonio Gramsci, 5-78.
22 Notes on Italian History, Selections from the Prison Notebooks, traducido y editado por
Quintin Hoare y Geoffrey Nowell Smith, New York, International Publishers, 1971, 54-
124.
23 Antonio Gramsci, Quaderni del carcere, edicin crtica del Instituto Gramsci, editado por
Valentino Gerratana, 4 vols., Torino, Einaudi, 1975, 2001. La edicin italiana consiste en
cuatro volmenes, mientras que la espaola en seis, ambas editadas por Valentino Gerratana,
miembro de la Fondazione Istituto Gramsci, Roma.
24 Los seis puntos son los siguientes: 1) La formacin objetiva de los grupos sociales sub-
alternos a travs del desarrollo y las transformaciones que tienen lugar en el mundo de la
produccin econmica, su difusin cuantitativa y su origen en grupos sociales preexistentes,
de los que conservan durante cierto tiempo la mentalidad, la ideologa y los fines; 2) su
adhesin activa o pasiva a las formaciones polticas dominantes, los intentos de influir en los
programas de estas formaciones para imponer reivindicaciones propias y las consecuencias
que tales intentos tienen en la determinacin de los procesos de descomposicin y de re-
novacin o de neoformacin; 3) el nacimiento de partidos nuevos de los grupos dominantes
para mantener el consenso y el control de los grupos subalternos; 4) las formaciones propias
de los grupos subalternos para reivindicaciones de carcter restringido y parcial; 5) las nuevas
formaciones que afirman la autonoma de los grupos subalternos pero en los viejos cuadros; 6)
las formaciones que afirman la autonoma integral, etc., en Antonio Gramsci, Cuadernos de la
crcel, vol. 6, 182.
25 Joseph A. Buttigieg, miembro de la International Gramsci Society, es quien est editando los
22
Estudios Subalternos revoluciona la historia (tercermundista): notas sobre la insurgencia acadmica
ral rodrguez freire
cuadernos para Columbia University Press. Se trata de una edicin crtica que consistir en
cinco volmenes, de los cuales tres ya han sido publicados. El primero (1991) contiene los
cuadernos 1 y 2; el segundo (1996) el 3, 4 y 5; y el tercero, aparecido el 2007, el 6, 7 y 8.
26 Ver Barum De, Susobhan Sarkar (1900-1982) A personal memoir, 3-15; El primer
libro de/sobre Gramsci que llega a la India fue The Modern Prince and Other Writings, editado
por Louis Marks (New York, 1957), el cual lleg a ser reseado (en bengal) en un peridico
izquierdista llamado Parichay. El comentario fue hecho por Bhabani Sen, un lder del Partido
Comunista Indio antes de que este se dividiera. Ver Sobhanlal Dutta Gupta, Gramscis
Presence in India, 18-21.
27 Sarkar, Thought of Gramsci, 17.
28 Guha, A Rule of Property for Bengal (1963).
23
Presentacin
otra forma.29 Se trata de una distancia no solo con la historia marxista inglesa,
sino tambin con la india, donde la subalternidad estaba siendo relacionada con la
subordinacin de las clases medias. En Guha, se trata ms bien de una localizacin
inferior y externa, que le permite a la subalternidad irrumpir en los diver-
sos contextos de la dominancia; consiste en una posicin contingente que
opera como un afuera de la dominancia, pero que, sin embargo, se encuentra
dentro, pues, como seala Derrida, el afuera [construido por la dominancia] es el
adentro.30 Si el afuera no se construyera de esta manera, no lo percibiramos. Se
trata, entonces, de una apariencia de exterioridad que emerge a partir del fun-
cionamiento de las relaciones de poder, pero que marca, en palabras de Prakash,
sus lmites desde dentro [] como una intimidacin, como un
trazo de aquello que elude el discurso dominante. Es esta existen-
cia parcial, incompleta, distorsionada, lo que separa al subalterno
de la elite. Esto significa que el subalterno presenta posibilidades
contrahegemnicas, no como una otredad inviolable desde el ex-
terior, sino desde dentro del funcionamiento del poder, forzando
contradicciones y dislocaciones en el discurso dominante, y pro-
porcionando fuentes para una crtica inmanente.31
II
24
Estudios Subalternos revoluciona la historia (tercermundista): notas sobre la insurgencia acadmica
ral rodrguez freire
dar cuenta incluso del rol que han jugado en la construccin de la poltica domi-
nante marcando o determinando de una u otra manera, sus lmites y posibilida-
des, es aquello que lo conecta con Gramsci, y sus puntos dedicados al estudio
de las clases subalternas. Sin embargo, la importacin del concepto-metfora
gramsciano no poda realizarse sin modificaciones, no solo porque ninguna heren-
cia tiene la posibilidad de sustraerse a sus mltiples interpretaciones (adems, es en
ello, la heterogeneidad, donde radica(n) la(s) potencialidad(es) de una herencia),
sino tambin porque tena clara conciencia de que lo subalterno colonial no es
solo una forma de la subalternidad en general. Por una parte, en Condiciones
para una crtica de la historiografa, Guha muestra que la configuracin general
del poder en la India estaba fuertemente determinada por la forma particular que
adopt la desigual relacin entre dominacin y subordinacin, y si bien la tenden-
cia universal del capital tiende a transformar todo en un cdigo reconocible (valor)
mundialmente, las condiciones y las formas de la subalternidad son irreductibles.
De manera que Guha y los editores de Estudios Subalternos no podan sino pensar lo
subalterno de una forma diferente tanto al marxismo como a la historia tradicional,
dando as origen a escrituras histricas diferentes y radicalmente polticas.32 Por otra
parte, es la misma escritura gramsciana la que posibilita su adaptacin en otros
momentos y lugares. As lo seal el mismo Guha en una reciente conferencia pre-
parada para la Fundacin Gramsci en Roma, titulada Gramsci in India: Homage
to a Teacher (2007). En ella, el historiador indio seala:
Gramsci ha sido nuestro gua. Hemos tomado de l algunas
palabras e ideas clave. Pero lo que nos permiti beneficiarnos de
ellas es su misma adaptabilidad a las condiciones indias.
Considero que esta es, quiz, la ms influyente y destacada
caracterstica de su pensamiento. En su lectura de Maquiavelo,
l mismo reconoce tal apertura como un inequvoco signo de
fortaleza. En la primera frase de El prncipe moderno, escribi: El
carcter fundamental de El Prncipe no es el de ser un tratado
sistemtico, sino un libro vivo. Esto tambin es vlido para su
propio trabajo El editor de la versin inglesa de los Cuadernos
de la crcel ha expresado su inconformidad con lo que l llama el
carcter inacabado y fragmentario de sus escritos. Nosotros no
tenemos problema con ello.33
25
Presentacin
34 Ibd., 362.
35 Gramsci, La cuestin meridional, 86.
26
Estudios Subalternos revoluciona la historia (tercermundista): notas sobre la insurgencia acadmica
ral rodrguez freire
36 Ibd., 82.
37 Gramsci, Cuadernos de la crcel, vol. 2, 51-53.
38 Ibd., 54.
27
Presentacin
transferencia del poder haba ocurrido entre elites, y en ese espacio, las masas no
tenan lugar. En fin, con esto solo quiero sealar cun radical habra sido el mismo
Gramsci de no haber operado con criterios evolutivos. Sin embargo, pertenece a
su tiempo, y an as contina siendo un maestro.
Hobsbawn debe haber sido uno de los primeros investigadores en sealar la im-
portancia de Gramsci para el estudio de los sectores subalternos, lo que equivale a
sealar la relevancia de Gramsci para la conformacin de una historia desde abajo.
A pedido de la revista marxista italiana Societ, el historiador ingls redact en 1960 un
pequeo ensayo dedicado a resaltar la importancia de los sectores subalternos y de los
primeros intentos realizados en ese camino con Gramsci y Georges Lefebvre a la
cabeza, entre los cuales por supuesto est su propio trabajo Primitive Rebels: studies in
archaic forms of social movement in the 19th and 20th centurias (Rebeldes primitivos. Estudio
sobre las formas arcaicas de los movimientos sociales en los siglos XIX y XX), cuya primera
publicacin data de 1959. En el ensayo de Societ nos habla de utopa revoluciona-
ria primitiva, movimientos espontneos, falta de perspectivas, ideologa, estrategia
y organizacin, lucha madura, consciente y planificada (de la que careceran los
movimientos primitivos) y particularmente de la tendencia entre los movimientos
campesinos primitivos a destruir las ciudades o los productos y smbolos de la evolucin
social. Hobsbawm llega incluso a negar cualquier tipo de conciencia a las clases
subalternas campesinas, pues son demasiado raramente, o tal vez en ningn caso,
conscientes de manera cientfica de su situacin y de sus aspiraciones.39 Es obvio que
lo que est tras estas ideas es un Gramsci cuyos postulados fueron extremamente
radicalizados aqu. En Rebeldes Primitivos leemos: Lo que Antonio Gramsci dijo de
los campesinos de Italia meridional en los aos veinte se aplica a muchos grupos y
numerosas reas en el mundo moderno.40 Es cierto que el terico italiano prove-
na de Cerdea, un lugar dentro del Primer Mundo perteneciente prcticamente
al tercero, de manera que supuestamente se encontraba en una situacin que le
permitira comprender tanto las metrpolis como las colonias,41 pero esto clara-
mente no fue as. Gramsci cree en el partido (lo cual no se discute) y su liderazgo,
y lo hace principalmente porque est pensando en las formas o estrategias con las
cuales enfrentar y transformar la realidad que lo rodea, una Italia moderna y fascista,
pero adems con un fuerte colonialismo interno.
39 Hobsbawm, Per lo studio delle classi subalterne, 436-49. Publicado en espaol, de donde
tomo las citas, como Para un estudio de las clases subalternas, 158-67. Citas en 164, 166
y 163, respectivamente. nfasis agregado.
40 Hobsbawm, Rebeldes Primitivos, 22.
41 Hobsbawm, Gramsci y la teora poltica, 175-198, principalmente 154.
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Estudios Subalternos revoluciona la historia (tercermundista): notas sobre la insurgencia acadmica
ral rodrguez freire
29
Presentacin
cadas al campesinado, su visin de los sujetos que llama pre-polticos cae dentro de
lo que Guha denomina como la prosa de contrainsurgencia:
[] la lucha por la independencia de Chile fue la primera
ocasin en que los sectores populares de la sociedad hispano-
criolla se incorporaron a la poltica, respondiendo a los llamados de
uno u otro sector de las clases dominantes y en funcin de lo
que ellos consideraban la defensa de sus propios intereses. Esta
irrupcin, aunque inconstante, dispersa, limitada, controlada y,
en buena medida pre poltica, constituy un antecedente y
una frmula predominante de convocatoria poltica del pueblo
generada por las distintas fracciones de las clases dirigentes, in-
teresadas en ganar a la masa para inclinar la balanza a su favor en
las luchas partidarias.44
30
Estudios Subalternos revoluciona la historia (tercermundista): notas sobre la insurgencia acadmica
ral rodrguez freire
esto implica tambin un acto de apropiacin que excluye al rebelde como sujeto
consciente de su propia historia y lo incorpora como un elemento contingente en
otra historia con otro protagonista.45
Si leemos a travs de estos discursos el apartado Las turbas urbanas, en De la
regeneracin del pueblo, veremos claramente que su prosa asimila tanto al discurso
secundario como al primario, no solo negando una conciencia, por ms contin-
gente que esta sea (adems, no puede ser de otra manera), sino citando sin ninguna
mirada crtica archivos y textos elaborados por la oficialidad, los actores aristo-
crticos del proceso poltico que comenzaba a desarrollarse en el pas.46 Tanto el
texto de Guha como el de Grez merecen una consideracin mayor, que escapa a las
intenciones de estas pginas; no obstante, solo pretenda sealar cmo el discurso
terciario tambin puede formar parte, a veces sin quererlo, por lo menos no
conscientemente, de la prosa de contrainsurgencia, alinendose con discursos de
los que cree estar distancindose. Por ello es que insistimos que la historia desde
abajo es tan solo un paso, en ningn caso el definitivo, para diferenciarse de la
historia elitista. Otras formas de leer y de narrar, no humanistas, no teleolgicas,
deben venir luego.
III
Florencia Mallon (1994) seal que hubo algo ms que el trmino subal-
terno en la eleccin de los escritos del sardo: tanto en Italia como en India la
construccin de la nacin fracas, y lo hizo porque fue incapaz de lograr una real
articulacin de los diversos sectores de la sociedad, como s habra ocurrido, a
juicio de Gramsci, en Francia, comparacin a la que recurre constantemente en
sus cuadernos: en Francia la revolucin tuvo la fuerza motriz incluso en las clases
populares que le impidieron detenerse en las primeras etapas, lo que por el con-
trario falt en la Italia meridional y subsiguientemente en todo el Risorgimento; y
ms adelante: Para comprender las razones pedaggicas de esta forma de historia
[como biografa nacional], tambin en este caso puede servir la comparacin
con la situacin francesa en la misma poca en que se dio el Risorgimento. Napolen
se llam emperador de los franceses, y no de Francia, y lo mismo Luis Felipe, rey
de los franceses. La denominacin tiene un carcter nacional profundo, y significa
el corte neto con la poca del Estado patrimonial, una mayor importancia dada a
31
Presentacin
los hombres en vez de al territorio,47 algo que no habra ocurrido en Italia, pro-
ducto, en gran parte, de la ausencia de un modelo de estilo jacobino. En vez de
una revolucin activa y transformadora como en Francia, lo que hubo entonces
fue ms bien una revolucin pasiva, donde el Estado se encarg de reorganizar
la nacin, reemplazando, en ello, a los grupos sociales en su conjunto se trata
de una situacin que Gramsci denomin funcin Piamonte: Es uno de los casos
en que se da la funcin de dominio y no de direccin en estos grupos: dicta-
dura sin hegemona.48 La existencia de un jacobinismo hubiese permitido, por el
contrario, la generacin de un movimiento de reforma radical que podra haber
desembocado en la formacin de un nuevo y real Estado nacional. La Italia del y
posterior al Risorgimento estaba muy dividida y quienes tenan la posibilidad de
reorganizarla solo estaban interesados en dominar y no en dirigir, no les interesaba
articular sus intereses con los diversos sectores sino construir una nacin arbitraria.
A diferencia de la bibliografa analtica del Risorgimento que ley, Gramsci pensaba
ms bien en lo siguiente:
Hay que observar el hecho de que en muchas lenguas, na-
cional y popular son sinnimos [pero] en Italia, el trmino
nacional no tiene un significado muy restringido ideolgica-
mente y en todo caso no coincide con popular, porque en
Italia los intelectuales estn lejos del pueblo, o sea de la nacin,
y por el contrario estn vinculados a una tradicin de casta, que
nunca ha sido rota por un movimiento poltico popular o nacio-
nal desde abajo La cuestin debe extenderse a toda la cultu-
ra nacional-popular y no restringirse nicamente a la literatura
narrativa La cuestin no ha nacido hoy: se plante desde la
fundacin del Estado italiano, y su existencia anterior es un do-
cumento para explicar el retraso de la formacin poltico-nacional
unitaria de la pennsula.49
Es ese retraso lo que Guha equipara con el fracaso histrico de la nacin [india]
para constituirse, y lo seala en los siguientes trminos:
un fracaso debido a la incapacidad tanto de la burguesa
como tambin de la clase trabajadora para conducirlo a una vic-
toria decisiva sobre el colonialismo y a una revolucin democr-
32
Estudios Subalternos revoluciona la historia (tercermundista): notas sobre la insurgencia acadmica
ral rodrguez freire
tico-burguesa, bien fuese del tipo clsico del siglo XIX bajo la
hegemona de la burguesa, bien de carcter ms moderno bajo la
hegemona de los trabajadores y campesinos, es decir, una nueva
democracia es el estudio de ese fracaso lo que constituye la
problemtica central de la historiografa de la India colonial.50
33
Presentacin
autor de Orientalismo seala que elaborar es principalmente trabajar sobre una idea,
anterior o poderosa (en este caso, sobre el concepto de subalternidad), se trata de una
actividad cultural central, mediante la cual Gramsci reconoce que subordinar,
fracturar, difundir o reproducir, en igual medida que producir, crear, imponer o
guiar, son todos aspectos necesarios de la elaboracin.55 De esta manera, Gramsci nos
ayuda a entender su propia apropiacin desde la India, pues para l elaborar pareciera
ser que tambin coincide con hacer pensar concretamente y transformar,56 en
este caso, pensar y transformar un concepto desde la (post)colonia.
IV
34
Estudios Subalternos revoluciona la historia (tercermundista): notas sobre la insurgencia acadmica
ral rodrguez freire
Quiz la ltima frase de esta cita nos permita dar cuenta de la pertinencia,
metodolgica si se quiere, que tanto el trabajo de Guha como el de sus colegas,
tiene para las escrituras de la/s historia/s en Amrica Latina. Pero devolver los
documentos al lugar a que pertenecen no es una empresa fcil de realizar, ni todo
aquel que lo intenta puede decir que ha finalizado con xito (aunque perfec-
tamente puede creerlo). El mismo Guha seala que dicha empresa se enfrenta,
en primer lugar, a una tradicin histrica preocupada ms por los fenmenos
o sujetos sobresalientes, que de dar cuenta de las pequeas voces de la historia,
sobre todo de aquellas voces alejadas del Estado. En segundo lugar, dicha his-
toriografa se caracteriza por insertar sus fuentes en narrativas lineales, por lo
que el documento que Guha intenta devolver a la historia se debe enfrentar con
la pesadez de la contextualizacin, pues se trata de un fragmento no domesticado,
como l mismo le llama. Seala adems que si queremos or esas pequeas voces,
debemos aprender a desarrollar las habilidades necesarias que nos lo permitan; de
lo contrario, continuaremos operando dentro de un discurso liberal que ha res-
pondido (y contina respondiendo) a los intereses de los sectores dominantes. En
otras palabras, se trata de desarrollar una historiografa crtica que opere desde el
afuera del universo de la dominancia.
La muerte de Chandra es un pequeo texto que no alcanza las cuarenta
pginas, pero le permite a Guha dar cuenta de su innovacin en la produccin
de una historiografa radical. El artculo es una forma, brillante por lo dems, de
responder las crticas que Estudios Subalternos recibi por haber desconsiderado
inicialmente la categora de gnero. Tambin es el lugar donde la lectura en
reversa y el saber escuchar, sus dos propuestas metodolgicas, se superponen
para desentraar la presencia recalcitrante de los sectores subalternos, como tam-
35
Presentacin
bin de las formas especficas que cobra su agencia en un contexto donde esta,
prcticamente, era una contradiccin en los trminos. Como seal Derrida, lo
imposible es lo nico que puede ocurrir,60 y aqu ocurri, aunque como es de es-
perar, con consecuencias dramticas para sus agentes. Mientras la ley, vehiculizada
mediante el ekrar, describe la muerte de Chandra como un crimen, y al suceso
en s como un caso, Guha prefiere leer el documento como un archivo, lo que
implica referirse a l en trminos de un escenario textual en el que se libra una
lucha para devolver a la historia una experiencia que yace enterrada en una grieta
oculta de nuestro pasado. No desconoce que la ley estatal lleg primero que l,
pero de lo que se trata es simplemente lo que no quiere decir que sea fcil de
oponer una lectura que lea las declaraciones no como partes de un crimen, sino
como los esfuerzos de una familia de bagds para sobrellevar una crisis de manera
colectiva (por ms que el resultado de sus afanes sea insatisfactorio). Dicha lectura
es lo que nos puede permitir or las voces subalternas atrapadas en los documentos
emanados de la dominancia, sea este imperial, nacional o local, como tambin en
los discursos terciarios. Pero Guha va an ms all, pues no trata de describir la
oposicin elite/ subalterno como la principal causa de las desigualdades sociales,
sino de mostrar cmo las relaciones de poder atraviesan los diversos sectores de
la India colonial, haciendo explotar dicha dicotoma mediante su multiplicacin,
pues tanto Chandra y su familia, como Magaram, hermano de su difunto esposo,
y prcticamente quien ha provocado la crisis, eran bagds, una etnia perteneciente
al otro mundo de la sociedad colonial, en el que la extrema pobreza y la con-
taminacin ms abyecta se conjugan para ubicarlos en el extremo inferior de las
clases y las castas. Aunque haya quienes discrepen, tenemos que reconocer que
habitar una condicin de subalternidad no se corresponde, necesariamente, con
una tica dirigida hacia un proyecto de transformacin.
Es lo que hace de la micropoltica uno de los espacios de lucha fundamentales,
y donde se manifiesta la poltica transformacional, pues, como ejemplo, es per-
fectamente posible ser un gran lder comunal o sindical y golpear a su mujer. Ser
subalterno no hace a Magaram ni a nadie un buen sujeto, solamente marca
su existencia: la agencia se hace, es contingente. Dicho esto, sin embargo, tam-
bin hay que reconocer que es en la posicin de subalternidad donde se muestra
el borde en el que lo que es bueno para el orden (no solo dominante) deviene
nocivo para la vida (he ah la muerte de Chandra), de manera que esta, pasando
oblicuamente por los cuerpos de sujetas y sujetos, plantea su conflicto, permitiendo
ese extrao paso derridiano desde lo imposible hacia lo real; en otras palabras, lo
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Estudios Subalternos revoluciona la historia (tercermundista): notas sobre la insurgencia acadmica
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37
Presentacin
Spivak apunta explcitamente al proceder del crtico radical, dejando de lado todo
resabio humanista, pues ella es consciente del peligro metafsico que encierra cual-
quier historiografa dedicada a la recuperacin de la agencia. De esta manera, cla-
ramente lo que se propuso el colectivo fue (y lo sigue siendo) realizar una revolucin
en la historiografa ms all de sus parmetros socialdemcratas. Tarea que no ha sido
para nada bienvenida, pues sus mtodos y anlisis despertaron inmediatamente las
sospechas de los guardianes de la tradicin marxista (ortodoxa) moderna, y las crticas
no se hicieron esperar. Los francotiradores se ubicaron en Social Scientist, una revista
editada por la Indian School of Social Sciences, afincada en Nueva Delhi. Sus ex-
tensas reseas de la serie, realizadas entre 1982 y 1986, tenan por finalidad rechazar,
sin xito, las propuestas subalternistas, pues para ellos, Estudios Subalternos no es, en
ltima instancia, marxista avant la letre, y eso les incomodaba sobremanera.64 A juicio
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Estudios Subalternos revoluciona la historia (tercermundista): notas sobre la insurgencia acadmica
ral rodrguez freire
mar et al., Subaltern Studies III & IV: A review article, 3-40; Chatterjee. For a Indian
History of Peasant Struggle, 3-17. Tambin ver Chakrabarty, Invitation to a dialogue,
364-376. Este texto de Chakrabarty ha sido traducido al espaol como Invitacin al dilo-
go, en Rivera y Barragn (comps.). Debates post coloniales, 235-246.
65 Singh et al., Subaltern Studies II: A review article, 5.
66 Ibd., 10.
67 Spivak, Subaltern Studies: Deconstructing Historiography, 16.
68 Ver nota 12.
39
Presentacin
trminos de una condena que los estudios subalternos deben arrastrar por asociarse,
supuestamente, a un proyecto antimarxista, asociacin que los comentaristas de
Social Scientist pretenden desenmascarar. Sangeeta Singh et al. intentan imponer la
idea ortodoxa (y ya bastante desprestigiada) de que la (objetiva) base econmica
es la determinante, en ltima instancia, de la (subjetiva) superestructura, y negar o
desconsiderar este hecho merece, a su juicio, reprobacin. Adems, para estos cr-
ticos, el contexto colonial, en tanto variante de la dicotoma base superestructura,
es otra manera de plantear la supremaca de lo econmico, de manera que toda
explicacin debe buscarse en ese sombrero. Para Chakrabarty, esta jugada implica
erigir al colonialismo en un constructo explicativo totalizador para todos los pro-
blemas de la poltica popular de la India, lo que de una u otra manera deviene en
un ejercicio ideolgico y mistificador, del cual los estudios subalternos se han
alejado rotundamente, pues para el equipo de la revista derivar la conciencia
de un conjunto de fuerzas histricas objetivas estrechamente definidas, termina
colocando al marxismo al servicio de la causa del nacionalismo liberal-burgus.69
De lo que se trata, ms bien, es de discutir la ingerencia de la supuesta objetividad
(e importancia) de la base econmica y no en reponer una concepcin donde la
conciencia engendra la historia (puro subjetivismo). (En este sentido, la imagina-
cin material trabajada por Spinoza representa una potencia mayor que o por
sobre la del materialismo econmico, al mostrar que la necesidad de un ajuste
histrico en todo planteo revolucionario no olvida que lo propiamente revolucio-
nario es finalmente el desajuste, la creacin, el acontecimiento que comienza en
una imaginacin decidida al por venir).70
Adems, Chakrabarty seala que desde hace un tiempo se viene escribiendo
sobre esta problemtica inscrita en el pensamiento de Marx, de manera que privi-
legiar solo una lectura de ella es no reconocer las variantes alternativas del marxis-
mo, lo cual clausura cualquier debate. Para reabrirlo, debemos comenzar, seala
el subalternista,
insistiendo en que el pensamiento de Marx no careca de ten-
siones generadas entre otras cosas, por el contradictorio influjo
que sobre l ejercieron Darwin y Hegel, por ejemplo lo que ha
dado lugar a interpretaciones variadas y a menudo divergentes
Decir esto no significa convalidar el alegato liberal que sumerge
al marxismo en una pluralidad de interpretaciones. Los marxis-
40
Estudios Subalternos revoluciona la historia (tercermundista): notas sobre la insurgencia acadmica
ral rodrguez freire
VI
71 Ibd., 240
72 Guha, Algunos aspectos de la Historiografa de la India Colonial, 42. nfasis del autor.
73 Chakrabarty, Radical Histories and Question of Enlightenment Rationalism: Some Re-
cent Critiques of Subaltern Studies, 751-759.
74 Sarkar, The decline of the Subaltern in Subaltern Studies. Ver tambin Joseph Fontana,
Ranajit Guha y los Subaltern Studies, Prlogo de una edicin en espaol de los textos
fundacionales de Guha, reunidos como Las voces de la historia.
41
Presentacin
tes que en la veta postcolonial han hecho los dems colaboradores, pues se centra
casi nicamente en el trabajo del fundador del grupo. Resalta la crtica que Guha
realiza a la nocin de pre-poltica elaborada por Hobsbawm,75 pero al discutir las
promesas y dilemas de los estudios subalternos, no da cuenta de la crtica pos que
se viene realizando incluida la del mismo Guha. Chakrabarty, en un texto de
1992, comienza a elaborar lo que ser su proyecto de provincializar Europa (dos
aos antes de que Mallon escribiera su conocido y controvertido ensayo). Dicha
nocin no pretende, seala el historiador indio, ser parte de un proyecto de relati-
vismo cultural, tampoco
se trata de mostrar que el racionalismo de la Ilustracin siem-
pre es irracional en s mismo, sino ms bien es cuestin de docu-
mentar cmo mediante cules procesos histricos su razn
[] ha sido presentada de manera que se vea obvia ms all de
los terrenos en que se origin. Si una lengua, como se ha dicho,
no es sino un dialecto respaldado por un ejrcito, lo mismo podra
decirse de las narraciones de la modernidad que, casi de manera
universal actualmente, sealan una cierta Europa, como el h-
bitat primario de lo moderno.
Es demostrable que esta Europa, al igual que Occidente, es
una entidad imaginaria, pero la demostracin como tal no dismi-
nuye su atractivo o poder.76
75 Esta es una crtica que el mexicanista Gilbert Joseph se encargar de llevar al campo de los
estudios sobre bandidaje en Amrica Latina, y cuyo ensayo sera el primer espacio en el que
se cita el trabajo del grupo indio. Ver Gilbert, On the Trail of Latin American Bandits: A
reexamination of Peasant Resistance, 7-53.
76 Chakrabarty, La postcolonialidad y el artilugio de la historia: Quin habla en nombre de
los pasados indios?, 623-658. Original en Postcoloniality and the Artifice of History:
Who Speaks for Indian Pasts?, Representations, 37 (1992): 1-26, cita en 25.
77 Chakrabarty, Provincializing Europe: Postcolonial Thought and Historical Difference ([2000]
2007); acaba de aparecer un interesante debate en la revista History and Theory a propsito
de la reedicin, ver Carola Dietze, Toward a History on Equal terms: A discusion of
Provincializing Europe, 69-84; y Chakrabarty, In Defense of Provincializing Europe: A Res-
ponse to Carola Dietze, 85-96. Este libro fue publicado en espaol durante el 2008, pero
con un ttulo que se aleja demasiado de los objetivos de Chakrabarty: Al margen de Europa,
Barcelona, Tusquets. No deja de llamar la atencin que esta versin lleve bajo el ttulo la
siguiente interrogante Estamos ante el final del predominio europeo?.
42
Estudios Subalternos revoluciona la historia (tercermundista): notas sobre la insurgencia acadmica
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43
Presentacin
insurgencia campesina, no hay nada que no sea poltico en los movimientos de masas
rurales, de manera que la nocin de insurgencia pre-poltica campesina elaborada
por el historiador ingls, no ayuda a entender la experiencia de la India colonial.81
Con ello Guha est descentrando la racionalidad a partir de la cual se leen y escriben
las narrativas histricas que responden al modelo evolutivo hegeliano, donde el cen-
tro est ocupado por el Estado; al hacerlo, Guha adems est realizando un xodo
de ese ascetismo poltico tan dominante en las ciencias humanas cuando se trata
de estudiar los movimientos populares, ascetismo que ms bien debiera llamarse,
siguiendo a Rancire, polica:
Generalmente se denomina poltica al conjunto de los pro-
cesos mediante los cuales se efectan la agregacin y el consen-
timiento de las colectividades, la organizacin de los poderes, la
distribucin de los lugares y funciones y los sistemas de legiti-
macin de esa distribucin. Propongo dar otro nombre a esta
distribucin y al sistema de estas legitimaciones. Propongo lla-
marlo polica Propongo ahora reservar el nombre de poltica a
una actividad bien determinada y antagnica a la primera La
actividad poltica es la que desplaza a un cuerpo del lugar que le
estaba asignado o cambia el destino de un lugar, hace ver lo que
no tena razn para ser visto, hace escuchar un discurso all donde
solo el ruido tena lugar, hace escuchar como discurso lo que no
era escuchado ms que como ruido.82
44
Estudios Subalternos revoluciona la historia (tercermundista): notas sobre la insurgencia acadmica
ral rodrguez freire
84 Ibd., 95-96.
85 Al respecto ver Spivak, Can the Subaltern Speak?, 271-313; y John Beverley, Subalterni-
dad y representacin. Argumentos en teora cultural (2004).
86 El ensayo Puede hablar el subalterno? fue reescrito y forma parte del captulo titulado
Historia del libro A Critique of Postcolonial Reason: Towards a History of the Vanishing Pre-
sent, Cambridge, Harvard University Press, 1999, 198-311. Este libro acaba de ser traducido
al espaol, Crtica de la razn postcolonial. Hacia una crtica del presente, Madrid, Akal, 2010. Ver
el captulo en este mismo volumen.
87 Spivak, Nuevas ropas para el esclavo. Entrevista a Gayatri Spivak, 11.
88 En espaol, ver la recopilacin de ensayos reunidos en La nacin en tiempo heterogneo y otros
estudios subalternos (2008).
45
Presentacin
occidental ha sido y es tan potente que no permite que los pases no europeos
generen sus propias alternativas histricas, pues prcticamente les obliga a aproxi-
marse a la modernidad dictada por Occidente en tanto centro autoerigido, lo que
implica finalmente una continua sujecin bajo un orden mundial que solo im-
pone obligaciones. Se trata de un proceso que no se puede controlar, pero que,
paradjicamente, pretende posibilitar la autonoma de las ex-colonias.89 En este
sentido, debiramos recalcar la palabra pretende, pues la forma nacin podra ser
considerada la estrategia (en tanto bisagra) que posibilit el paso del colonialismo
al neocolonialismo contemporneo. La nacin entonces no fue una posibilidad
de independencia y autonoma, de liberacin, sino la emergencia de una nueva
forma de dominacin, ms sutil y extensa. En ello podra radicar el hecho de que
en algunos pases tercermundistas, o por lo menos en unos ms que en otros, el
nacionalismo se nos aparece como irracional, pues su intento por representarse
mediante la imagen de la Ilustracin fracasa al intentarlo.90 Por tanto, la nacin,
ese regalo del que se jactaban los europeos (producto del capitalismo de imprenta)
para el resto del mundo, es lo que actualmente produce el miedo de las fronteras
primermundistas. De ah que Chatterjee se pregunte, respondindole a Benedict
Anderson, quines son los encargados de imaginar la supuesta comunidad:
Tengo una objecin central al argumento de Anderson: Si
en el resto del mundo los nacionalismos tuvieron que escoger su
comunidad imaginada entre ciertos formatos modulares que ya
Europa y Amrica les haban formulado, entonces qu les queda-
ba para imaginar? Se podra decir que la historia ya estableci que
nosotros en el mundo postcolonial somos consumidores perpe-
tuos de la modernidad Parece que incluso nuestra imaginacin
tambin debe permanecer para siempre colonizada.91
Chatterjee insiste, por tanto, en que necesitamos modificar y redefinir los con-
ceptos para pensar, en este caso, la nacin (perifrica), conceptos que deben ser
reelaborados para comprender las experiencias postcoloniales con mayor profundi-
dad. Y una de estas elaboraciones es el tiempo heterogneo que se habita fuera
del centro, un tiempo denso y desigual (opuesto al tiempo homogneo y vacuo
postulado por Anderson) experimentado diferencialmente por todos y cada uno de
89 Chatterjee, Nationalist Thought and the Colonial World: A Derivative Discourse?, 7 y 10. nfasis
del autor.
90 Ibd., 17.
91 Chatterjee, Whose imagined community?, 216.
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Estudios Subalternos revoluciona la historia (tercermundista): notas sobre la insurgencia acadmica
ral rodrguez freire
los grupos existentes, lo que implica comprensiones diferentes del habitar, como
tambin de prcticas afines. El trabajo de Chatterjee y sus colegas, por tanto, aparece
como fundamental en estos momentos, cuando frente a la homogenizacin globali-
zadora, se piensa que la nacin podra hacerle frente, sin reparar en la herencia que
ella nos ha legado. La dcada pasada estuvo marcada por atroces guerras que hicieron
de la nacin su centro, y el conflicto mapuche en nuestro propio pas nos inspira ms
desconfianza que credibilidad en sus potencialidades protectoras. La defensa de la
nacin, lejos de provocar libertades no ha hecho ms que prevenirnos de su propio
peligro. Sus acciones redentoras son suficientes para temerle.
VII
92 Una mirada rpida a la historia del grupo latinoamericano es ms o menos as: se reuni por
primera vez en George Mason University, cerca de Washington D.C., en abril de 1992. El
grupo inicial estaba constituido por John Beverley, Ileana Rodrguez, Jos Rabasa, Robert
Carr, Patricia Seed y Javier Sanjins. Pasaron por diversas etapas y durante el camino se fueron
integrando nuevos miembros. Para el segundo encuentro, realizado en Ohio State, se integra-
ron Walter Mignolo, Mara Milagros Lpez y Michael Clark. Ms tarde, en Puerto Rico, se
unieron los ltimos miembros, Alberto Moreiras, Gareth Williams, John Kraniauskas, Josefina
Saldaa, Abdul Mustafa, Sara Castro-Klaren y Fernando Coronil. Como grupo de discusin,
47
Presentacin
tambin surgi de la crisis de la izquierda y si haba una relacin entre ambos gru-
pos, era porque nuestra poca llamada, para bien y para mal, postmodernidad, no
solo posibilitaba un movimiento globalizante del capital, sino tambin de ideas y
sensibilidades. El mismo Guha lo recalc en una oportunidad, a partir de un claro
eco de las reflexiones del Marx de los Grundrisse:
[El] colapso de los tiempos locales y globales el tiempo
de la sublevacin Naxalbari en la India y el de la Revolucin
Cultural China, el tiempo de las elecciones nicaragenses y el
de la cada del muro de Berln es, por supuesto, una de las
caractersticas ms sobresalientes de los procesos de autorrea-
lizacin (Selbstverwertungsprozess) del capital en el curso de lo
que este hace por aniquilar la relacin espacio-tiempo, como
ha argumentado Marx. Ya que este proceso subyace a todo lo
que va en la construccin de la era moderna en tanto la era del
duraron siete u ocho aos, hasta su disolucin en 2002. Provenan de distintos pases y agen-
das, lo cual permita una multiplicidad de entradas no solo a la tematizacin de Latinoamrica,
sino tambin al concepto de subalternidad en s. La primera discusin del grupo se dio en
torno a la inclusin de un artculo de corte feminista: La muerte de Chandra. En ella se
discuti la relacin entre subalternidad como gnero, la ley como dominio y la poesa lrica
como construccin del gnero masculino, mientras que en la segunda reunin el debate gir
en torno a los estudios culturales, desde donde emergi una crtica al subalternismo. Crtica
somera, pues para Beverley, los estudios culturales obtienen parte de su autoridad del hecho
de que han podido configurarse como una prctica que describe los procesos de reestructura-
cin cultural y tcnica por los que desde hace ms de una dcada atraviesa el subcontinente,
cumpliendo as un trabajo valioso para la hegemona al dar a conocer la imagen ideolgica,
cultural y econmica actual. Beverley hace referencia particular al trabajo de Garca Canclini,
y seala que si bien este ha generado un modelo interesante (la hibridez principalmente),
su metodologa es la de un socilogo convencional. Simplemente decide estudiar las cosas
desde un nuevo ngulo. En vez de insistir en la distincin sociolgica usual entre alta cultura
y cultura de masa, estudia la manera en que esa divisin se est desintegrando. Aparte de eso,
metodolgicamente es bastante convencional, y esto estamos viendo un poco en los estudios
culturales en general: hay una vuelta a las metodologas tradicionales, pero con una nueva
amplitud de perspectiva. En la tercera reunin la discusin central gir en torno al Estado y,
nuevamente, a la nocin de subalternidad. Este hecho quiz fue gatillado por las crticas que
David Stoll realiz a la biografa de Rigoberta Mench, lo que cataliza nuevas discusiones en
torno a la cuestin del testimonio. En la ltima reunin se volvi a discutir el tema del Esta-
do, pero lo ms relevante fue el tema de la productividad, pues estaban a punto de publicar
dos volmenes, en el que incluiran el debate norte-sur, mediante la publicacin de textos de
algunos miembros del grupo indio, incluido Guha. Esta ltima reunin fue en Duke. Se trat
de un encuentro muy grande, donde muchos de los invitados no pertenecan al grupo, pero lo
ms significativo fue la convergencia en ella de intelectuales como Quijano, Laclau y Dussel,
junto a los subalternistas indios y latinoamericanos.
48
Estudios Subalternos revoluciona la historia (tercermundista): notas sobre la insurgencia acadmica
ral rodrguez freire
93 Guha, Subaltern Studies: projects for our time and their convergence, 37.
94 Grupo Latinoamericano de Estudios Subalterno, Manifiesto Inaugural, 85. Este manifies-
to fue publicado inicialmente por la revista Boundary 2, vol. 20, nm. 3 (1993): 110-121,
bajo el ttulo Founding Statement y reimpreso luego en J. Beverley, J. Oviedo, M. Aron-
na (eds.), The Postmodernism Debate in Latin America, 135-146.
95 Beverley, La poltica de la teora: un itinerario personal, 111-125.
49
Presentacin
haban pasado hacia la historia, con el fin de sortear la crisis en la que se encontraba
el campo literario en general. De ah que La ciudad letrada, de ngel Rama (1984),
resultara un texto fundamental para su proyecto. Este libro, junto a Elementary
Aspects of Peasant Insurgency de Guha, ms la ayuda de la deconstruccin, les per-
mitira a algunos miembros del grupo de maneras diferentes e incluso antagni-
cas repensar los lmites de la produccin acadmica moderna; realizar una crtica
frontal al historicismo literario y a la relacin entre literatura y poder; deconstruir
la centralidad de la literatura y la crtica en el subcontinente, junto con repensar
el latinoamericanismo, y develar el agotamiento del pensamiento regionalista
identitario. Todo lo cual lleva a su vez a una crtica de la razn acadmica, no solo
metropolitana, en tanto esta reproduce relaciones de poder y subordinacin, es
decir, reproduce la subalternidad.96
El grupo dur alrededor de diez aos, logrando publicar dos libros colectivos,
adems de varias trabajos individuales. Luego de su disolucin, algunos nos hemos
preguntado por su influencia, a lo que John Beverley, uno de sus fundadores ms
reconocidos, ha respondido lo siguiente:
Al principio comenzamos como un grupo un poco marginal
de discusin queramos compartir con personas afines lo que es-
tbamos haciendo, lo que nos preocupaba Pero con el correr
del tiempo, a fines de los noventa encontramos que hemos mi-
grado del margen al centro: todo es subalterno, por lo menos en
ciertos sectores de los estudios latinoamericanos. No creo que fue
solo por nosotros, quizs fuimos solo un factor entre muchos que
condujeron a lo que una colega llam despectivamente el boom
del subalterno. Tambin est el prestigio del grupo hind que ya
comenzaba a publicar libros y circular en la academia internacional:
Chakrabarty, Chatterjee, Guha, Spivak, Prakash. Pero lo cierto es
que por una razn u otra la problemtica del subalternismo estaba
al centro de los estudios latinoamericanos a finales de los noventa,
por lo menos en los Estados Unidos.97
96 Al respecto, ver las importantes contribuciones de John Beverley, Subalternity and Represen-
tation (1999). Alberto Moreiras, The Exhaustion of Difference. The Politics of Latin American
Cultural Studies (2001); Gareth Williams, The Other Side of the Popular: Neoliberalism and Sub-
alternity in Latin America (2002). Habra que agregar el importante libro de Brett Levinson,
The ends of literature: the Latin American boom in the neoliberal marketplace (2001).
97 Rodrguez F. y Lpez R., Estudios culturales, literatura y subalternidad: Entrevista a John
Beverley, 65.
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A pesar del prestigio y la fama lograda en pocos aos, el grupo tuvo que enfren-
tar las crticas y sus diferencias; ya antes de su disolucin es posible percibir que no
se trataba de un colectivo homogneo, ni sus agendas tenan objetivos comunes.
En cuanto a las crticas, es posible sealar que la ms difundida no se corresponde
sin embargo con ser la crtica ms certera. Me refiero al ensayo de Mabel Moraa,
colega en ese entonces de John Beverley, titulado El boom del subalterno.98
Luego de que Moraa criticara la nocin de hibridez, por ser un concepto que
encarna el dispositivo que incorpora el particularismo a la nueva universalidad del
capitalismo transnacionalizado (crtica con la que podemos concordar), hacia el
final de sus pginas la crtica uruguaya seala que la subalternidad vendra a com-
plementar a la hibridez en su funcin contrainsurgente, pues a su juicio, [e]n las
nuevas reelaboraciones sobre hibridez y subalternidad de alguna manera la historia
se disuelve, por lo que ambos conceptos vendran, desde un lugar de enunciacin
metropolitano que los ensalza, a asegurar el dominio epistemolgico del norte
sobre el sur. No sera difcil llegar a coincidir con Moraa en su alegato sobre las
formas en que la marginalidad se transforma en una forma-valor (es decir, en valor
de cambio) al interior de la mquina acadmica metropolitana, hacindose eco de
los cuestionamientos de Spivak. No obstante, lo que est tras el alegato de Moraa
(y luego tambin de Hugo Achugar) tiene que ver ms con su disgusto frente a los
marcos tericos que vienen a reemplazar al marxismo, por un lado, y al desplaza-
miento y/o decontruccin del lugar de enunciacin llamado Amrica Latina,
por otro. Esto ltimo porque el Grupo Latinoamericano de Estudios Subalternos
decidi poner al centro de su crtica la forma-nacin y sus identidades afines, y al
hacerlo deconstruy el lugar de los intelectuales latinoamericanos tradicionales,
aquellos que han sido llamados neoarielistas, debido al afn que tienen por resal-
tar su relacin afectiva con el subcontinente, auto-otorgndose as derechos de
propiedad cognoscitiva.99 Y aqu habra que agregar que dicha deconstruccin,
en palabras de Beverley parafraseando a Guha, es tambin una consecuencia del
fracaso de la nacin (latinoamericana) para realizarse, es decir, la incapacidad de
la intelligentsia criolla para realizar su nacin.
Hace poco ms de un ao, Hernn Vidal, tutor de Moraa en sus aos de
postgrado, ha vuelto a reiterar prcticamente la misma crtica a la subalternidad que
su alumna, al sealar su incomodidad frente a las prcticas acadmicas que surgen
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Presentacin
en los noventa, teniendo como trasfondo la crisis del marxismo y la victoria del
capital. No obstante, Vidal parece ser ms cauto y decide enfrentar al subalternismo
(y al postcolonialismo) dejando de lado la emotividad latinoamericana, y critica
ms bien unos supuestos ya ms difciles de compartir, ello porque en la diferencia
(identidad antinmica, seala Vidal) entre subalternistas y postcolonialistas se
encontrara, a su juicio, las tensiones agonistas por la disyuntiva entre fidelidad a
la necesidad histrica latinoamericana y la necesidad profesional estadounidense; adems,
si se considera el criterio de necesidad histrica latinoamericana parece innecesario e
imprudente el desahucio del Estado-nacin, agencia de las soberanas y del orden
pblico nacionales.100 Innecesario? Imprudente? Vidal no habla desde el neoarie-
lismo, pero realmente llega a una ingenuidad desconcertante cuando se refiere a la
arbitrariedad de desahuciar al Estado-nacin y la nocin de cultura nacional como
focos de anlisis. Al parecer, arbitrario no sera desconocer la necesidad histrica
latinoamericana, pero, cul es esa necesidad?, quin la determina?, l?
En fin, los desacuerdos de Vidal parecen ser muchos, pero resaltan sus
quejas al subalternismo, a cuyos adherentes latinoamericanistas considera un
grupo falsamente coherente,101 poco riguroso (denotado en el uso de su jerga), y
cuyos mximos pecados seran la desconsideracin de las reales necesidades
histricas del subcontinente, y su supuesta predileccin por la necesidad pro-
fesional estadounidense.102
Sergio Villalobos-Ruminott ha sealado recientemente que la crtica de Vidal,
si bien parece un ajuste de cuentas con una generacin que desplaz a la suya,
obedece al intento por restaurar un concepto racional de historia (moderno), en
desmedro de la supuesta irracionalidad subalterna (en la escena chilena, esta crtica
se parece a la realizada por Grez a Salazar),103 pero en dicho intento, Vidal final-
mente termina por adscribir y reinscribir la falsa distincin entre teora versus
prctica, pues detrs de sus quejas se encuentra una defensa de la dignidad humana
(prctica), la cual los subalternistas habran abandonado en pos del postmodernismo
sensualista y los beneficios del mercado acadmico (teora). Pero como he sealado
100 Hernn Vidal, Introduccin, 9-60, citas en 28 y 48. nfasis del autor.
101 Es posible que aqu Vidal tenga en mente el texto de Gareth Williams, La desconstruccin
y los estudios subalternos, o, una llave de tuerca en la lnea de montaje latinoamericanista,
221-256, donde se entrega una mirada muy crtica del grupo subalternista latinoamericano,
sobre todo de sus fundadores.
102 Al respecto, ver la excelente crtica a esta posicin de Vidal en Villalobos-Ruminott, Ne-
gatividad, deconstruccin y poltica en el pensamiento poltico contemporneo (2009),
manuscrito indito.
103 Ver Sergio Grez, Escribir la historia de los sectores populares Con o sin poltica incluida?
A propsito de dos miradas a la historia social (Chile, siglo XIX), 17-31.
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104 Rodrguez Freire, Acumulacin letrada y latinoamericanismo: Sobre las posibilidades de/
para una prctica acadmica radical, 17-35.
105 Williams, La desconstruccin y los estudios subalternos, 227.
106 Beverley, Subalternidad y representacin. Ver Introduccin y Captulo I: 1 Escritura al
revs: el subalterno y los lmites del saber acadmico.
107 Guillermo Bustos, Enfoque subalterno e historia latinoamericana: nacin, subalternidad y
escritura de la historia en el debate Mallon-Beverley, 253-276.
108 Ibd., 256.
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116 Al inicio de la biografa de Didier Eribon podemos leer lo siguiente: La obra de Foucault
es as mismo un marco de referencia poltica[] hay quienes hacen de l un arma, en
Michel Foucault y sus contemporneos, 18-19.
117 Derrida, Espectros de Marx, 27 y 106 (nfasis del autor). Sobre el debate que provoc este
libro, ver Michael Sprinker (ed.). Demarcaciones espectrales. En torno a Espectros de Marx, de
Jacques Derrida (2002).
118 Al respecto, ver Rodrguez Freire, El Foucault de Said: notas excntricas sobre unas re-
laciones metropolitanas (en edicin); y Franois Cusset, French Theory. Foucault, Derrida,
Deleuze & Ca. y las mutaciones de la vida intelectual en Estados Unidos (2005).
119 Beverley, Beyond the third space, 327-332.
120 Ibd., 332.
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reproduccin de las elites humanistas.121 Aqu se hace obvio que a quien Beverley
tiene en mente cuando se refiere a la deconstruccin es al neoconservador Harold
Bloom, cuyo trabajo opaca el realizado por acadmicos radicales que tambin tra-
bajan con los textos de Derrida. Por tanto, podramos sealar que la tensin refe-
rida por Mallon atraves gran parte de los debates sobre subalternidad, y lo hizo
no porque ella fuera una tensin entre otras, sino porque en ella se alojaba una
distincin mayor: teora/ poltica.
Gareth Williams, criticando la posicin asumida por Beverley, describe irnica-
mente la irrelevancia de este debate de la siguiente manera:
El pensamiento dialctico (y la accin, desde luego) no trata
de establecer y afirmar la imagen de oposiciones polares para que
se elijan cul funciona mejor. Las fuerzas del mercado hacen eso
(Pepsi o Coca-Cola, teora o poltica). El cristianismo tambin
hace eso (lo natural frente a lo sobrenatural, el cielo frente al in-
fierno, el bien contra el mal). En otras palabras, la historia de la
metafsica occidental hace eso.122
121 Ver Gmez, Interview about the Subaltern and Other Things. A Conversation with John.
Beverley, 343-72.
122 Williams, La deconstruccin y los estudios subalternos, 227.
123 Derrida y Roudinesco Y maana qu, 110.
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Presentacin
CODA
Cuando Guha seal que [e]s en esta temporalidad sobrearqueada que nues-
tro tiempo, con todas sus especificaciones surasiticas, se cruza con un distintivo
nuestro tiempo latinoamericano, se estaba refiriendo al hecho de que comparti-
mos, latinoamericanos e indios, los lmites estructurales del mundo en que vivimos,
y que, por tanto, hay estrategias de las cuales podemos hacer uso en la lucha contra
la dinmica global (y nacional) que nos envuelve, a pesar de que estas estrategias
no hayan emergido necesariamente en nuestras localidades. Esta fue la razn
que llev a Silvia Rivera Cusicanqui y Rossana Barragn a realizar la primera tra-
duccin y difusin de los Estudios Subalternos en Bolivia, contribuyendo as a un
estimulante dilogo entre fragmentos del sur (Bolivia-India). En su presentacin,
se posicionaban crticamente respecto de la discusin sobre la/s subalternidad/es
en Amrica Latina que se venan realizando en el campo del latinoamericanismo
afincado en la academia estadounidense, pues este pasaba por alto los debates que
sobre lo colonial y lo postcolonial, as como del lugar de la insurgencia campesina,
se haban desarrollado en el lado sur del continente. Adems, tambin se descon-
sideraba las tradiciones intelectuales que haban emergido en estos lados. Hoy, la
situacin parece haberse modificado, pues los Estudios Subalternos ya son amplia-
mente conocidos, y las discusiones realizadas desde Amrica Latina cobran cada vez
mayor relevancia. Sin embargo, el estatuto de lo subalterno ha cobrado nuevos
significados y sus impulsores, en ambos continentes, asumido nuevas posiciones.
A ello ha contribuido, entre nosotros significativamente el rol de Evo Morales
y, de una manera distinta, de lvaro Garca Linera, fundador del Grupo Comuna,
uno de los pocos espacios de productiva teorizacin poltica latinoamericana.128
Qu implicancias tiene, tanto para la teora como para la poltica, el que los sectores
subalternos lleguen al Estado es una de las principales preguntas que, nuevamente
desde Bolivia, se le plantea a la izquierda latinoamericana. Garca Linera claramente
ley a los subalternistas sudasiticos (y antes a Gramsci),129 de manera que los deba-
tes sobre poltica y subalternidad continuarn. En este sentido, el presente libro es
una contribucin, a la espera de que en Chile, la articulacin entre pensamiento y
agencia, vuelva a tener relevancia histrica.
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Presentacin
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Emergencia de la subalternidad
Prefacio a los Estudios Subalternos
Ranajit Guha
69
Emergencia de la subalternidad
70
Sobre algunos aspectos de la historiografa
colonial de la India1
Ranajit Guha2
1 Traduccin de Ana Rebeca Prada del artculo: On some Aspects of the Historiography of
Colonial India. En: Subaltern Studies I. Writings on South Asian History and Society, Ranajit
Guha, ed., Delhi, Oxford University Press, 1982, 1-8. Lo hemos tomado de Silvia Rivera
Cusicanqui y Rossana Barragn (comps.), Debates postcoloniales. Una introduccin a los estudios
de la subalternidad, La Paz, Coordinadora de Historia, Sephis y Taller de Historia Oral, 1997,
25-32. Agradecemos a Silvia Rivera Cusicanqui por gestionar los permisos correspondientes.
(N. de E.)
2 El autor agradece a todos los autores incluidos en este volumen, [Shahid Amin, David Ar-
nold Partha Chatterjee, David Hardiman y Gyan Pandey] as como a Gautam Bhadra, Di-
pesh Chakrabarty y Raghabendra Chattopadhyay por sus comentarios a una versin anterior
de este texto.
3 Remitimos al lector a la nota impresa al final de este artculo para una definicin de los
trminos elite, pueblo, subalterno, etc., tal como se utilizan en estos prrafos.
71
Emergencia de la subalternidad
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Sobre algunos aspectos de la historiografa colonial de la India
Ranajit Guha
4 El primer movimiento de masas a nivel de toda la India lanzado por Gandhi para protestar
en contra de un conjunto de leyes que, bajo el pretexto de frenar y reprimir actividades
terroristas, cercen las libertades civiles de la poblacin india. En muchos lugares, el movi-
miento fue ms all de los lmites establecidos por Gandhi. (N. del E.)
5 Movimiento iniciado por Gandhi y su partido, el Congreso Nacional Indio, para liberarse
de los britnicos, bajo la consigna Abandonen la India [Quit India], que condujo a una
considerable violencia. (N. del E.)
6 Nombre de un pequeo pueblo-mercado en Uttar Pradesh, en la parte septentrional de la
India conocido porque una multitud de campesinos, alegando ser seguidores de Gandhi, se
enfrentaron con las fuerzas del orden el 4 de febrero de 1922, quemando la estacin policial y
matando a 23 policas. Ver al respecto el artculo de Shahid Amin, en este volumen. (N. del E.)
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Emergencia de la subalternidad
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Sobre algunos aspectos de la historiografa colonial de la India
Ranajit Guha
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Emergencia de la subalternidad
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Sobre algunos aspectos de la historiografa colonial de la India
Ranajit Guha
77
Emergencia de la subalternidad
Los grupos dominantes indgenas incluan a clases e intereses que operaban en dos
niveles. En el nivel de la India en su conjunto, se encontraba a los mayores magnates
feudales, a los representantes ms importantes de la burguesa industrial y mercantil
y a los nativos reclutados para los niveles ms altos de la burocracia.
En los niveles regional y local, estaban representados por aquellas clases y otros ele-
mentos que eran ya sea miembros de los grupos a nivel de la India en su conjunto
incluidos en la categora anterior, ya sea aquellos que, aun perteneciendo a estratos
sociales jerrquicamente inferiores, actuaban a partir de los intereses de dichos grupos y
no conforme a los intereses verdaderamente correspondientes a su propio ser social.
Tomada en su conjunto y en trminos abstractos, esta ltima categora de la eli-
te era heterognea en su composicin y, gracias al carcter desigual de los desarrollos
econmico y social a nivel regional, era distinta en cada rea. La clase o elemento
dominante en un rea, a partir de la definicin que se dio anteriormente, poda
estar entre los dominados en otra. Esto poda crear muchas ambigedades y con-
tradicciones y de hecho las cre en actitudes y alianzas, especialmente entre
los estratos ms bajos de la aristocracia rural, los terratenientes empobrecidos, los
campesinos ricos y medios, los cuales pertenecan, idealmente hablando, a la categora
de pueblo o de clases subalternas, tal como se la define a continuacin. Es tarea
de la investigacin explorar, identificar y medir la naturaleza especfica y el grado de
desviacin de estos elementos respecto al ideal, as como situarlos histricamente.
Los trminos pueblo y clases subalternas han sido utilizados como sin-
nimos a lo largo de esta nota. Los grupos y elementos sociales incluidos en esta
categora representan la diferencia demogrfica entre la poblacin india total y todos aque-
llos que hemos descrito como elite. Algunas de estas clases y grupos, como ser la
aristocracia rural ms baja, los hacendados empobrecidos, los campesinos ricos y los
campesinos medios, que figuraran naturalmente como parte del pueblo o de
los subalternos, podan, bajo ciertas circunstancias, actuar para la elite, como se
la defini anteriormente, y ser as clasificados a partir de esta en algunas situaciones
locales y regionales, ambigedad que le toca aclarar al historiador a partir de una
lectura detallada y sensata de la evidencia.
78
Aspectos elementales de la insurgencia
campesina en la India colonial1
Ranajit Guha
1 La versin en ingls de este texto, traducida por Gloria Cano, corresponde a la introduc-
cin de Elementary Aspects of Peasant Insurgency in Colonial India (Delhi: Oxford, 1983). Lo
hemos tomado de Guha, Las voces de la historia y otros estudios subalternos (Barcelona: Edito-
rial Crtica, 2002, 95-112). Agradecemos a la Editorial Crtica por autorizar su reproduc-
cin. (N. de E.)
2 La estimacin se basa en acontecimientos catalogados en tres trabajos conocidos, como son
los de Chaudhuri, Civil Disturbances during the British Rule in India, Calcuta, 1995; y Ray,
Bharater Baiplabik Samgramer Itihas, Calcuta, 1970, y Bharater Krishak-bidroha O Ganatantrik
Samgram, vol. I, Calcuta, 1966. Una lista completa, realizada por diferentes historiadores,
sin duda mostrara un nmero an mayor. Para los eruditos que trabajan en las diversas
regiones especficas, obviamente, estas compilaciones, basadas en fuentes publicadas y obras
secundarias, no incluyen muchos casos locales que podran recuperarse de los archivos y de
la literatura oral.
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Emergencia de la subalternidad
80
Aspectos elementales de la insurgencia campesina en la India colonial
Ranajit Guha
a menudo se funda, tanto en sus formas narrativas como analticas, con lo que era
explcitamente un documento oficial. Porque la prctica administrativa convirti
casi en un convencionalismo que un magistrado o un juez elaborase su informe
sobre un levantamiento local como una narracin histrica, tal como lo atestigua la
serie clsica de Narraciones de Acontecimientos, producida por los jefes de los distritos
afectados por los disturbios de los aos del Motn. Y a su vez, la explicacin causal
usada en la historiografa occidental para alcanzar lo que sus profesionales crean
que era la verdad histrica, sirvi en la historiografa colonialista tan solo como una
apologa de la ley y el orden la verdad de la fuerza con la cual los britnicos se
haban anexionado el subcontinente. Cuando las autoridades judiciales de Calcuta
presentaron una declaracin, poco despus de la insurreccin dirigida por Titu
Mir, result ser un objeto de la mayor importancia para el gobierno que la causa
que provoc [estos disturbios] fuera plenamente investigada a fin de que los mo-
tivos que alentaron a los insurgentes [pudiesen] ser debidamente comprendidos y
se adoptasen medidas oportunas para prevenir que se repitiesen hechos similares.5
En consecuencia, se asoci la causalidad a la contrainsurgencia y el sentido de la
historia se convirti en un elemento de incumbencia administrativa.
La importancia de tal representacin puede difcilmente sobrestimarse. Al hacer
de la seguridad del Estado la problemtica central de la insurgencia campesina, se
convirti esta en un mero elemento en la carrera del colonialismo. En otras pala-
bras, al campesino se le neg el reconocimiento como protagonista de la historia
por derecho propio, incluso dentro de un proyecto que le perteneca. Esta nega-
cin lleg a codificarse en la historiografa dominante, que era el nico tipo de
historiografa que se escriba sobre tal tema. Incluso un escritor que no tuviera, por
lo menos aparentemente, obligacin de pensar como un burcrata afectado por el
trauma de una insurreccin reciente se vea condicionado a reescribir la historia de
una revuelta campesina como si fuese otra historia la del Raj, o la del naciona-
lismo indio, o la del socialismo, segn fuese su inclinacin ideolgica. El resultado,
cuya responsabilidad deben compartir por igual todas las escuelas y tendencias, ha
sido el de excluir al insurgente como protagonista o sujeto de su propia historia.6
Reconocer a los campesinos como autores de su propia rebelin representa atri-
buirles, como hemos hecho aqu, una conciencia. Por lo tanto, la palabra insur-
gencia se ha utilizado en el ttulo y en el texto como el nombre de esta conciencia
que da forma substancial a la actividad de las masas rurales, conocida como revuelta,
81
Emergencia de la subalternidad
7 Al final del volumen se adjunta un glosario de las palabras indias usadas en el texto. (N. del E.)
8 Esta y otras observaciones atribuidas a Gramsci sobre la cuestin de la espontaneidad han
sido tomadas de Spontaneity and Conscious Leadership en Gramsci, Selections from the
Prison Notebooks, 196-200.
82
Aspectos elementales de la insurgencia campesina en la India colonial
Ranajit Guha
9 Las citas que siguen corresponden a E. J. Hobsbawm, Primitive Rebels, 2, 5, 13, 23, 96 y 118;
y Hobsbawm y G. Rud, Captain Swing, 19 y 205.
83
Emergencia de la subalternidad
84
Aspectos elementales de la insurgencia campesina en la India colonial
Ranajit Guha
prctica significaba cerrar los ojos ante la burguesa agraria que aplicaba la justicia
criminal, ya fuese como miembros de la clase dominante operando desde kachari
y gadi, o de las castas dominantes, atrincherados en los panchayats de los pueblos.
La connivencia entre sarkar y zamindar a escala local form parte de la experien-
cia comn de los pobres y de los subalternos casi en todas partes.
Una consecuencia importante de esta revitalizacin del sistema de propiedad de
la tierra bajo el control britnico fue el fenomenal desarrollo del endeudamiento
campesino. Porque con un mercado de la tierra floreciente bajo el triple impacto de
la legislacin agraria, el crecimiento demogrfico y una provisin cada vez mayor
de dinero, muchos mahajans y banias adquirieron docenas de fincas en las subastas
en que se vendan las de terratenientes empobrecidos y arrendatarios desahuciados.
Establecidos como propietarios rurales, concentraron toda su pericia de usureros en
su funcin de rentistas. Les incit a hacerlo un conjunto de factores especficos del
control colonial la casi total ausencia de leyes sobre la renta para proteger a los
arrendatarios-cultivadores hasta el ltimo cuarto del siglo XIX, la falta de topes efec-
tivos y aplicables para los tipos de inters locales, la ausencia de coordinacin entre el
calendario de la cosecha, adaptado a las prcticas agrcolas tradicionales, y un calen-
dario fiscal ajustado a la rutina de la administracin imperial, y el desarrollo de una
economa de mercado que incitaba a unos campesinos con poco o ningn capital a
transformar su campo en el sentido de la agricultura comercial y, en consecuencia,
a convertirse en deudores a perpetuidad. Un resultado acumulado de todo esto fue
convertir a los terratenientes en prestamistas alrededor de un 46 por ciento de
todas las deudas en las entonces llamadas Provincias Unidas se deban a los terrate-
nientes en 1934,11 lo que dio lugar a otra de esas paradojas histricas caractersticas
del Raj, esto es, la de asignar al poder capitalista ms avanzado del mundo la tarea de
fusionar el sistema de tenencia de la tierra y la usura en la India, de forma que impeda
el desarrollo del capitalismo tanto en la agricultura como en la industria.
As fue como los poderes hasta entonces separados de los terratenientes, los
prestamistas y los funcionarios llegaron a formar, bajo el gobierno colonial, un
aparato compuesto de dominio sobre los campesinos. Su sujecin a este triun-
virato sarkari, sahukari y zamindari era de carcter primariamente poltico,
siendo la explotacin econmica tan solo una, aunque la ms obvia, de sus diversas
instancias. Porque la apropiacin de su excedente se efectuaba por la autoridad
ejercida sobre las sociedades y mercados locales por los terratenientes-prestamistas
y un capitalismo secundario que funcionaba estrechamente asociado a ellos y por la
inclusin de esta autoridad en el poder del Estado colonial. El elemento de coer-
85
Emergencia de la subalternidad
cin era tan explcito y estaba tan presente en todos sus tratos con el campesino
que este deba necesariamente considerar tal relacin como poltica. Por la misma
razn, al emprender la destruccin de esta relacin se comprometa en lo que era
esencialmente una tarea poltica, una tarea en que el nexo de poder existente tena
que ser derrocado como una condicin necesaria para la reparacin de cualquier
agravio particular.
No haba forma de que el campesino se lanzase a tal proyecto inconscientemente.
Porque esta relacin estaba tan reforzada por el poder de aquellos que se beneficiaban
de ella, y por su determinacin, sostenida por los recursos de la cultura gobernante,
de castigar la menor infraccin, que tenan que arriesgarlo todo tratando de subver-
tirla o destruirla con la rebelin. Este riesgo implicaba no solo la prdida de sus tierras
y de su ganado, sino tambin la de su posicin moral que derivaba de una subordina-
cin incondicional a sus superiores, que la tradicin haba convertido en su dharma.
No es de extraar, pues, que la preparacin de una insurreccin estuviese casi inva-
riablemente marcada por muchas contemporizaciones y por la evaluacin de los pros
y los contras por parte de sus protagonistas. En muchas ocasiones intentaban al prin-
cipio conseguir justicia de las autoridades enviando una delegacin (por ejemplo en la
bidroha de Titu, en 1831), haciendo una peticin (por ejemplo en los alzamientos de
Khandesh, en 1852), o mediante manifestaciones pacficas (por ejemplo en la suble-
vacin del ndigo, en 1860) y se alzaban en armas solo como ltimo recurso, cuando
todos los otros medios haban fracasado. Adems, una revuelta estaba precedida, en
la mayora de los casos, por una consulta entre los campesinos que dependa de las
diversas formas organizativas de la sociedad local donde se iniciaba. Haba asambleas
de ancianos del clan y panchayats de casta, convenciones de vecinos, reuniones ms
amplias de masas, etc. Estos procesos de consulta eran con frecuencia muy prolonga-
dos y podan durar semanas e incluso meses antes de alcanzar el consenso necesario
en diversos niveles hasta que la mayora de una comunidad entera se movilizaba por
el uso sistemtico de canales fundamentales y de medios muy diferentes de comuni-
cacin verbal y no verbal.
Nada haba nada de espontneo en esto, en el sentido de ser irreflexivo y no
deliberado. El campesino saba lo que haca cuando se sublevaba. El hecho que
su accin se dirigiese sobre todo a destruir la autoridad de la elite que estaba por
encima de l y no implicase un plan detallado para reemplazarla no lo pone fuera
del reino de la poltica. Por el contrario, la insurgencia afirmaba su carcter poltico
precisamente por este procedimiento negativo que trataba de invertir la situacin.
Al tratar de forzar la substitucin mutua del dominante y del dominado en la es-
tructura de poder no dejaba ninguna duda sobre su identidad como proyecto de
poder. Como tal era acaso menos primitivo de lo que a menudo se presume. Con
86
Aspectos elementales de la insurgencia campesina en la India colonial
Ranajit Guha
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Emergencia de la subalternidad
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Aspectos elementales de la insurgencia campesina en la India colonial
Ranajit Guha
Nuestro objetivo en este trabajo ser buscar e identificar algunas de esas formas
comunes o ideas generales de la conciencia rebelde durante el periodo colonial.
Sin embargo, dentro de esta categora hemos elegido centrar la atencin en los
primeros elementos que hacen posible que las ideas generales se combinen en
formaciones complejas y constituyan lo que Gramsci ha descrito como los pilares
de la poltica y de cualquier accin colectiva.14 Estos aspectos elementales, como nos
proponemos llamarlos, son abundantes y repetidos: precisamente porque ocurren
una y otra vez y casi en todas partes en nuestros movimientos agrarios, son aquellos
que pasan ms inadvertidos. El resultado ha sido no solo excluir la poltica de la
historiografa de la insurgencia campesina india, sino reducirla a un simple ornato,
una especie de detalle decorativo y folclrico que sirve principalmente para realzar
los currculum vitae de las elites indgenas y extranjeras. Por contraste, ser la con-
ciencia rebelde la que va a dominar este ejercicio. Queremos enfatizar su soberana,
su consistencia y su lgica para compensar su ausencia de la literatura sobre el tema
y actuar, si es posible, como un correctivo al eclecticismo comn a mucho de lo
que se ha escrito sobre esto.
89
Emergencia de la subalternidad
15 Ver MHKRK: passim, especialmente clxxvi-viii; Culshaw y Archer, The Sontal Rebe-
llion, 218-239; Sen (ed.), Eastern Bengal Ballads, vol. 2, 265-271; Baskay, Saontal Ganasam-
gramer Itihas, passim.
90
Aspectos elementales de la insurgencia campesina en la India colonial
Ranajit Guha
16 Singh, Dust-storm and Hanging Mist, apndices H, I y K; Grierson, Linguistic Survey of India,
257; Saha, Pabna Jelar Itihas, vol. III, 97-100; y Ray, Bharater Krishak bidroha O Ganatantrik
Samgram, 235.
91
Emergencia de la subalternidad
92
Aspectos elementales de la insurgencia campesina en la India colonial
Ranajit Guha
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(58892, 58893); 2354 (146775). Los nmeros que se encuentran fuera de los parntesis
indican la ubicacin de los volmenes dentro de una serie, mientras que los nmeros que
estn dentro indican la ubicacin de documentos en un volumen particular. (Abreviacin:
BC; JC).
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93
Presentacin
La muerte de Chandra1
Ranajit Guha
Este ensayo da comienzo con una transgresin: la de elegir un ttulo que cum-
ple el propsito de burlar o, mejor an, violar las intenciones que subyacen en el
material aqu reproducido y que comportan de antemano la faena de servir a dos
autoridades. Estas ltimas son la autoridad de la ley que registr el acontecimiento
en la forma presente, y la autoridad del editor, que lo desvincul de otras noticias
asentadas en un archivo y le dio cabida en otro ordenamiento: un libro formado
por documentos que han sido reunidos debido a su inters sociolgico. El movi-
miento que se ha generado en virtud de la existencia previa de estas dos intencio-
nes la de la ley y la del acadmico da indicio de que se han interpuesto otras
voluntades y propsitos. Cualesquiera que estos fueran antropolgicos, literarios,
administrativos o de otra ndole, ocasionalmente deben haberle asignado a este
material nombres y funciones que lo ubicaban dentro de algunas series construidas
de modo muy diferente y lo identificaban bajo clasificaciones distintas. No sabemos
nada de estas resoluciones y objetivos, excepto que deben haber ocurrido. Aun as,
el hecho de que hayan tenido lugar, en la forma indeterminada que fuera, justifi-
cara que se interviniera una vez ms; as se podra efectuar un retorno a los puntos
terminales del viraje, los nicos sitios visibles de la intencionalidad legal y editorial
a fin de profanarlos dndole denominacin una vez ms a este material y textuali-
zndolo para que cumpla un nuevo propsito. Este propsito consiste en devolver
ese documento a la historia. A continuacin lo citamos in extenso.2
1 La versin en ingls de este ensayo fue publicada en Subaltern Studies, V (3 impresin, Nue-
va Delhi, Oxford University Press, 1995, 135-65). La presente versin fue traducida por
Fausto Jos Trejo y publicada por Historia y Grafa (nm. 12, 1999, 49-86). Agradecemos a
este revista y a Ranajit Guha por autorizarnos a republicarla. (N. del E.)
2 Este documento aparece publicado como el artculo nmero 380 en PMCS, mi abrevia-
tura para Panchanan Mandal (ed.), Chitthipatre Samajchitra, vol. 2, Calcutta, 1953, . 277-8.
Ha sido entresacado de los archivos de la Universidad Viswabharati. Se remonta a 1255,
de acuerdo al ao bengal. Dado que el suceso a que hace referencia ocurri en el mes de
Choitra (vase la nota 2), la fecha correspondiente en el calendario cristiano debe ser 1849
d.C. Algunos de los nombres propios que aparecen en este texto estn sujetos a variaciones:
el apellido Chashani se convierte en Chashini y Chashin, en tanto que los nombres de pila
94
La muerte de Chandra
Ranajit Guha
I
[Seal de invocacin]
[] una dosis a eso de [] y al llegar el alba nuevamente
prepar una pasta de la droga y se la administr a Chandra. El
medicamento no hizo nada para destruir el feto. Al da siguiente,
cuando visit otra vez al mismo Kali Bagd en compaa de mi
madre y de Chandra, nos dio una medicina herbal que se deba
tomar tres veces al da (jor tin pan) junto con alguna horituki (fruta
silvestre con valor medicinal) y dos tabletas de bakhor guli (un
preparado de hierbas y arroz empleado para inducir el aborto)
diluidas en agua de lima. El 12 Choitra3 prepar una pasta de la
medicina con mis propias manos y le di una dosis a Chandra a la
segunda prohor4 y cuarto de la noche. As pues, aproximadamente
quince minutos despus de la segunda prohor fue destruido el feto,
que cay al suelo envuelto en sangre. Mi madre lo recogi con
una paja y lo arroj. Incluso despus de ese momento Chandra
senta que el dolor en el vientre segua intensificndose, v se mu-
ri cuando an restaban por transcurrir 4 o 5 dondos5 de la noche.
Entonces mi hermano Gayaram, su cuado y el hermano de mi
madre, Horilal, inhumaron el cadver de Chandra cerca de la cur-
va [del ro]. Yo le haba administrado la medicina en la creencia
de que de ese modo pondra trmino a su embarazo, sin darme
cuenta de que la iba a matar. Fin de la declaracin.
Cuando se arrest a los otros acusados con base en esta declaracin, Bhagaboti
Chashin, madre de la difunta Chandra, hizo una declaracin que iba en conformidad
con la de Brindar y, asimismo, abund:
95
Emergencia de la subalternidad
96
La muerte de Chandra
Ranajit Guha
estas palabras: Por favor danos una medicina que destruya el feto.
Pagaremos con dinero, si as lo exiges. Como ese da no tena a
la mano la droga que provoca el aborto, le dije a Bhagaboti: Por
favor renete conmigo maana en este cuadro de hortalizas para
recoger la medicina, el suegro de tu hijo no necesita tomarse la
molestia de acudir de nuevo. Al siguiente da yo me puse a traba-
jar en mi parcela. Cuando la mencionada Bhagaboti se me acerc
a medioda en compaa de su hija Chandra Chashini y solicit
la paga de la medicina con la idea de que el suegro del hijo de
Bhagaboti aportara la suma, segn lo prometido el da anterior,
la hoy difunta Chandra me ofreci una paisa (moneda de cobre
valuada como la sexagesimocuarta parte de una rupia). Acept esa
paisa y, tras pedirles que tomaran asiento enmedio de esa parcela
de hortalizas [1849 d.C.].
II
97
Emergencia de la subalternidad
Todo esto, aunado a la malograda mezcla de la jerga del campo y las frases tomadas
en prstamo del lenguaje de la corte y adaptadas al persa, da pruebas inequvocas de
que este documento es la obra de un escriba de la aldea y fue compuesto bajo las
rdenes de los agentes encargados de hacer cumplir la ley en la localidad. Como tal,
el texto atestigua la potencia del empuje disciplinario con que el rgimen colonial
mantuvo bajo su frula a la sociedad rural india hacia mediados del siglo XIX.
No obstante su autenticidad, este documento an no logra satisfacer una con-
dicin importante que impone la prctica habitual de la historiografa: la condicin
de la contextualidad. Pues a menos que su material remita a un contexto, es difcil
para el historiador saber lo que puede hacer con l. Esto es particularmente cierto
en el caso del material narrativo, que cobra sentido solo s se lo conecta con aquello
que lo precede y lo que viene despus. Tal es la razn de que la fuerza impulsora
que subyace en gran parte de la investigacin histrica sea un vivo deseo de ple-
nitud: un afn no saciado y, de hecho, insaciable por hallar ms y ms conexiones
que pasen a formar parte integrante de la textura rasgada del pasado y le devuelvan
a este su condicin ideal, a saber, la de ser lo que llamamos una narracin completa.
Por ello, es frustrante para ese deseo el toparse con el fenmeno de la fragmenta-
cin ese ente absolutamente independiente que de vez en cuando irrumpe en las
propiedades de Clo, impide que una trama siga su curso en direccin al desenlace
y deja sus partes desperdigadas. Nuestro espcimen es, pues, un fragmento no
domesticado, tal como lo atestigua de forma rotunda el hecho de que se hayan
perdido el inicio de la primera oracin y el final de la ltima. Por ser una ancdota
desprovista de un contexto bien identificado, ha llegado a nosotros simplemente
como el residuo de un pasado desmembrado.
Nos habra sido de gran ayuda poder encontrar un modo de neutralizar los efectos
de la descontextualizacin al situar a este fragmento dentro de una serie. Debe no-
tarse que los principios de acuerdo a los que se construye una serie y el carcter que
posee la autoridad responsable de la labor de edificacin son igualmente relevantes
para la comprensin que uno tenga de lo que se ha seriado. Los historiadores saben
de sobra que los contenidos de una serie incluida en un archivo oficial o en el cuarto
de grabacin de una compaa tienen un significado que deriva en gran parte de las
intenciones y los intereses del gobierno o la empresa en cuestin. El material que es
aqu objeto de estudio tambin pertenece a una serie: aquella que ha sido construida
segn unos lineamientos editoriales con el propsito de integrar un libro de docu-
mentos. Pero, por desdicha, se ha diseado este teniendo tan poca consideracin por
las contigidades de tiempo y lugar y se ha ordenado su contenido bajo rtulos que
comprenden una gama tan excesivamente ampla que la serializacin en este caso
particular no nos presta ningn auxilio en nuestra bsqueda de un contexto.
98
La muerte de Chandra
Ranajit Guha
8 He tomado este y otros extractos citados en este prrafo del libro de Foucault Moi, Pierre
Rivire, ayant gorg ma mre ma soeur et mon frre, 269-71 (mi traduccin).
99
Emergencia de la subalternidad
100
La muerte de Chandra
Ranajit Guha
en una causa sub judice9 (que es su significado habitual) es conferirles a tales aseve-
raciones la funcin de describir esa muerte meramente como s se tratara de que ha
ocurrido una cosa, como un acontecimiento desprovisto de cualquier otra determi-
nacin que no sea la de ser sub judice. Es como si en esa descripcin no hubiera lugar
para ocuparse de una voluntad o un propsito y todo lo dicho fuera encaminado a
dar noticia de un suceso en el que no hubiera participado un sujeto. La voluntad
particular del criminal es, segn Hegel, la nica prueba que se posee de que la
ofensa tiene una existencia incontrovertible.10 Dar por supuesta la criminalidad a la
vez que se excluye, empero, esa voluntad particular de la persona llamada criminal,
y sustituir la nica prueba de que la ofensa de Chandra tiene una existencia
incontrovertible por la vaca factualidad de un mero recuento de los asuntos sera,
segn una lectura de estos ekrars, mantener a sus autores y la experiencia de estos al
margen de la historia. En contraste con lo anterior, leer estas aseveraciones como un
archivo es dignificarlas, dndoles la categora de un escenario textual en el que se libra
una lucha para devolver a la historia una experiencia que yace enterrada en una grieta
oculta de nuestro pasado.
Esa lucha entraa nada menos que una competencia entre dos clases de pol-
tica. Cada una de ellas se propone abordar el suceso de la muerte de Chandra y
apropiarse de l en su calidad de emplazamiento discursivo, y mientras en un caso
esta operacin se hace en nombre del Estado, en el otro se hace en nombre de la
comunidad. Sin embargo, el hecho es que la ley, como emisaria del Estado, ya
haba llegado a ese sitio antes del historiador y lo haba reclamado como propio al
denominar al suceso un caso, a la muerte un crimen y a las elocuciones que
lo describen un ekrar. La consecuencia de esta apropiacin ha sido descartar
aquellas perspectivas que situaban al incidente dentro de la vida de una comunidad,
mbito en el que una multiplicidad de ansiedades y de intervenciones lo dotaban
de su verdadero contenido histrico. Tal vez se puedan recobrar algunas de esas
perspectivas si a la estratagema de asimilar esas declaraciones a los procesos legales
101
Emergencia de la subalternidad
se le opone una lectura que identifica a tales elocuciones como el registro de los
esfuerzos hechos por una familia de bagds para sobrellevar una crisis de manera
colectiva (por ms que el resultado de sus afanes sea insatisfactorio).
III
102
La muerte de Chandra
Ranajit Guha
parte de los bagdis era de 0.24 y 2.37 por ciento respectivamente. Las proporciones
se revertan significativamente en el caso de la tierra que posea un sub-raiyat: el 4.85
por ciento para los brahmanes y el 9,15 por ciento para los bagdis.17 No se podra
describir con mayor elocuencia la distribucin desigual de recursos que haba duran-
te la dcada de los treinta entre los ms puros y ricos, colocados en un extremo del
espectro social, y los ms impuros y pobres, colocados en el otro. En este sentido,
el progreso que hizo el mando britnico a lo largo de un periodo de cincuenta aos
aparentemente hizo muy poco para aliviar la condicin de los bagdis. Pues, como
observ Risley sobre la base del censo de 1881:
La mayora de los bagdis tambin estn dedicados en cierta me-
dida a la agricultura, generalmente como kurfa o sub-raiyats, y, en
trminos comparativos, han sido pocos quienes han alcanzado la
posicin ms respetable de arrendatarios. En la Bengala occidental
los encontramos en gran nmero desempendose como jornaleros
desprovistos de tierra, que son retribuidos con dinero o en especie,
o bien como cultivadores nmadas arando las tierras de otros hom-
bres bajo el sistema bhag-jot en el que se les paga con una parte de-
terminada del producto (algunas veces la mitad, otras menos, segn
lo hayan acordado con su patrn inmediato). No puedo rememorar
ningn caso en el que un bagdi haya sido un terrateniente del tipo
que est obligado a pagar un impuesto sobre la tierra o aun haya
conseguido una tenencia superior como una patni o una muka-
raki de cierta importancia18
As, como fuerza de trabajo, los bagdis constituan un sedimento fertilizante co-
locado en la base de la economa agraria de Bengala, a la vez que se les manifestaba
desprecio por considerarlos una excrecencia inmunda depositada hasta el fondo
de su sociedad rural. Tambin contribuy a despojarlos de su prestigio la intensa
explotacin tanto econmica como cultural a que estuvieron sujetos. Como
campesinos, producan la riqueza de la tierra con trabajo pesado, y como lathials y
guardias nocturnos, la guardaban para sus amos, los terratenientes; con todo, estos
crearon el estereotipo del bagdi como un individuo irremediablemente propenso
al crimen. Asimismo, era el poder avasallador de la elite de los hacendados pertene-
cientes a la casta superior lo que provocaba que las mujeres bagdis fueran frecuentes
17 Esta informacin estadstica procede de Statement showing the interests in land of certain
Castes in Thanas Suiri, Khayrasol and Dubrajpur in the Distict of Birbhum. Ibd., 71.
18 Risley, Tribes and Castes of Bengal, 42.
103
Emergencia de la subalternidad
104
La muerte de Chandra
Ranajit Guha
Gayaram, el hijo de la viuda, ayud de otro modo. Casado, hizo que la fa-
milia de su mujer se pusiera en accin para prestar ayuda. Su cuado Pitambar
es mencionado en el ekrar de Brinda como uno de los tres hombres los otros
eran Gayaram y su to Horilal, hermano de Bhagaboti que llevaron el cadver
a cuestas y lo enterraron. Otro miembro de la familia de Pitambar era su padre,
el chashi mayor de Simla, cuya presencia aparentemente persuadi a Kalicharan
Bagdi de que proceda vender la droga que induca el aborto. Este es un detalle
importante que arroja luz tanto sobre la cohesin de la red de parentesco como
sobre el peso que tiene en esta la autoridad masculina. La palabra de la viuda no
era suficiente para Kalicharan; a ella la tena que amparar un hombre cuya cate-
gora, en trminos de antigedad fuera equivalente a la de su difunto esposo. En
otras palabras, el vaco de autoridad masculina que haba en la familia de la viuda
tena que llenarse con la autoridad que le poda prestar otra familia vinculada a
ella por un matrimonio.
Parentela de Chandra
105
Emergencia de la subalternidad
llamarse ayuda; como veremos ahora, este resulta un aspecto no poco debatible
de la historia.
Segn nos dice el texto, el puchero y el tazn no bastaron, obviamente, para
pagar el aborto. El herbolario no aceptaba venderla si no se le daba dinero. Bajo el
mando britnico, en la regin rural de Bengala esos utensilios del hogar que una
familia pobre contaba por lo general entre sus posesiones ms preciadas, se inter-
cambiaban habitualmente por bienes y servicios o eran hipotecados para obtener
pequeos prstamos.22 La renuencia de Kalicharan a aceptar esta forma de pago y
su insistencia en que le dieran efectivo pueden estar relacionada con la peridica
escasez que se extiende por el campo generalmente hacia el fin del ao bengal.
Esta vez, en Choitra (marzo-abril), los pobres de la aldea ya deban haberse acaba-
do los granos y el dinero que haban guardado de la cosecha de arroz de invierno.
Despus de pagar algunas de sus deudas y de satisfacer los compromisos sociales
de esa temporada ya no tenan nada y seguramente andaban ocupados en solicitar
nuevos prstamos en efectivo y en especie (grano) a fin de atender el llamado de los
terratenientes y de los arrendatarios superiores a liquidar todos los pagos atrasados
de la renta para punyaha el ajuste de cuentas ceremonial que se deba verificar a
principios del siguiente mes, as como a acumular granos para la siembra en los
das del monzn a fin de consumirlos durante la mala temporada, hasta que llegara
la prxima cosecha. En Birbhum, as como en toda la extensin de la Bengala
occidental conocida como rarh, es esta la estacin de calor y sequa en que, tradi-
cionalmente, la hambruna se combina con la presencia de acreedores y rentistas
para reducir nuevamente a la pobreza a la aldea, en un ciclo anual de hipoteca
de las casas efectuada a cambio de pequeos prstamos de dinero y cesiones de
granos. Phullora, la herona del episodio de Kalketu de la obra Chandimangal, de
Mukundaram Chakrabarty, daba voz a las quejas de todas las personas indigentes y
de orgenes humilde cuando profera este lamento:
anol shoman porey choiter khara chalusherey bandha dinu matia pa-
thora.23
(La sequa de Chotra quemaba como fuego / Yo empe mi
tazn de barro solo por una racin de arroz.)
106
La muerte de Chandra
Ranajit Guha
Eso ocurra en el siglo XVI. Doscientos setenta aos ms tarde, bajo el mando
colonial, los rigores de la estacin an empujaban a un campesino a salir a pedir
arroz, con la sola diferencia de que lo que se deba empear no eran vasijas de barro
sino de metal. Y despus de todo, a medida que se apilaban los objetos hechos de
cobre y estao o de latn en la casa del acreedor, la cantidad de grano otorgado por
unidad de peso en metal decreca. En contraste con esto, la escasez peridica de di-
nero incrementaba la preferencia por este ltimo en las transacciones ordinarias. En
esa poca del ao, durante la primera quincena de Choitra, Kalicharan Bagdi era
lo bastante astuto para insistir en que se le pagara en efectivo por sus servicios, que
eran considerados altamente especializados en la medida en que se los requera con
urgencia. En su condicin de campesino pobre, que se vea forzado por la sequa a
abandonar el cultivo de arroz y a pasar el da ocupndose de un bancal de verduras,
saba lo que valan sus facultades, segn lo evidencia su ekrar:
Cuando la mencionada Bhagaboti se me acerc a medioda en
compaa de su hija Chandra Chashini y solicit la paga de la me-
dicina con la idea de que el suegro del hijo de Bhagaboti aportara
la suma, segn lo prometido el da anterior, la hoy difunta Chandra
me ofreci una paisa. Acept esa paisa
Una paisa! Finalmente no pidi gran cosa por ejercer una habilidad tan valorada
como la suya, o por entregar una droga utilizada para resolver un asunto de vida o
muerte. Pero al insistir en ese modo particular de remuneracin, Kalicharan, pese a
ser de casta bagdi, se coloc en una situacin que lo vinculaba al mbito pecuniario
y lo separaba claramente de la red de relaciones basadas en la consanguinidad y el
matrimonio. Y esta transaccin la intrusin del dinero en el mar de ansiedades
compartidas por los miembros de la parentela contribuye poderosamente a socavar
el legalismo abstracto del texto y a magnificar su drama por medio del entrejuego que
sostienen los elementos contrastantes de la venalidad y la solidaridad.
IV
107
Emergencia de la subalternidad
presida en ese entonces su suegra, Srimoti, quien se supone que era una viuda (no
hay mencin alguna de su esposo), cuya hija estaba casada con Magaram, de la mis-
ma aldea, As, las reglas del matrimonio bagdi, que insisten en que los novios sean
seleccionados de dos sectores diferentes de la misma casta,24 parecen haber dado
por resultado en este caso particular una madeja de alianzas que se extenda sobre
tres aldeas. Al menos dos de estas, Majgram y Bhabanipur, estaban situadas a unos
nueve y medio kilmetros una de la otra; en efecto, como lo muestra el mapa, se
trata de una distancia corta que tranquilamente se poda recorrer caminando: segn
dice Bhagaboti en su ekrar, un da del mes de Phalgun envi a Brinda y a Rongu a
Bhabanipur a recoger a Chandra, y regresaron a Majgrain la misma tarde. Simla, la
otra aldea, estaba aproximadamente tres kilmetros al sur de Majgram: no era una
distancia demasiado larga para que el suegro de Gayaram, viejo campesino, pudiera
atravesarla a pie en una ocasin tan urgente como esta, pero tal vez era excesivo
cubrirla en dos das consecutivos. Tomadas en conjunto, estas aldeas integraban
una regin enlazada por el parentesco de seis familias bagdis, cada una de las cuales
se senta seriamente amenazada por la preez de Chandra.25
Todos ellos se crean amenazados porque una criatura nacida como consecuen-
cia de una relacin ilcita esto es, socialmente prohibida entre personasvin-
culadas por un parentesco poda acarrear consecuencias temibles a la comunidad
entera. Y es que, a diferencia de lo ocurrido en Europa, donde, de acuerdo a
Foucault, el despliegue de la sexualidad ya se haba implantado como un
aparato autnomo de control social desde el siglo XVIII y haba quedado super-
puesto al despliegue de la alianza,26 en la India del siglo XIX la sexualidad an
estaba subsumida en la alianza en el caso de todas las transacciones sociales tanto
en el matrimonio y en el parentesco como en las transacciones de nombres y po-
24 Unbagdi no se puede casar con alguien que no pertenezca a su subcasta, ni con alguien que
se encuentre en el mismo sector al que pertenece l. As, un tentulia debe casarse con una
tentulia, pero un hombre de la seccin Salrishi, cualquiera que sea la casta a la que pertenezca,
no puede casarse con una mujer del mismo sector. Risley, Tribes and Castes of Bengal, 38.
25 Para identificar a estas aldeas, me he basado en, P. C. Banerjee (ed.), Alphabetical List of West
Bengal, texto mecanografiado indito, Oficina de Superintendencia para los Levantamientos
de Censos Gobierno de la Bengala occidental, Calcuta, 1956, y en Final Report, apndice
VII, parte II (Lista de Aldeas). Maigram ha quedado identificada como la nica aldea de
ese nombre (si bien se escribe Majhgram) en la Alphabetical List. Bhabanipur poda ser
cualquiera de las dos aldeas que llevan ese nombre y, que sitan en puntos prcticamente
equidistantes de Majgram: a unos 9.5 km al norte dentro del rea de Rajnagar thana, en un
caso, y a unos 9,5 km al sur dentro del rea de Dubrajpur thana, en el otro. Prefiero a esta
ltima, ya que forma un conglomerado ms cohesionado, si bien se debe aadir una tercera
aldea, Simla (abreviatura de Simlakuri), a 3,2 km al sur de Majgram.
26 Michel Foucault, The History of Sexuality, 106-7.
108
La muerte de Chandra
Ranajit Guha
sesiones y de todas las teoras que conformaban a estas. Por lo tanto, el control
de la sexualidad les fue delegado a aquellas autoridades e instrumentos panchayats
o consejos electivos formados en cada aldea, prescripciones, prohibiciones, etc.
que regan sobre el sistema de alianza. Haciendo referencia especfica a la Bengala
rural, podra afirmarse que el gobierno de la sexualidad recaa en la jurisdiccin del
samaj (trmino en el que se traslapan felizmente los aspectos institucionales de la
sociedad y sus atributos morales y polticos). Una serie de documentos adicionales
que se han recopilado en esa regin dan cuenta de la manera como un samaj local,
constituido ya fuera por una casta o subcasta o por una comunidad donde coexis-
tan mltiples castas y que estaba asentada en una o ms aldeas, ejerca su autori-
dad para normar la conducta sexual de sus miembros. Tambin nos hablan de las
condiciones que imperaban en la extensin rarh de la Bengala occidental durante
la primera mitad del siglo XIX.27 En el plano territorial y en el cronolgico esos
27 PMCS, 166-8, 175, 176, 179-80. El nmero seriado que llevan estos documentos todos
ellos de Birbhum y Bankura y su fecha de expedicin, indicada entre parntesis, son: 225
109
Emergencia de la subalternidad
documentos e historias pertenecen a una tradicin de poltica rural que cobr tintes
dramticos durante un momento estremecedor el incidente de Majgram, en 1849.
Como tales se pueden usar para iluminar algunas de las mecnicas de disciplinaria
y de castigo que los ekrars sobre la muerte de Chandra presuponen aunque nunca
mencionan directamente.
Sin embargo, a diferencia de estos ekrars, ese material adicional no est vincu-
lado con la justicia oficial. Pertenece a ese subcontinente del bien y del mal que
nunca se ha teido de rojo. Como tal da testimonio del fracaso histrico y, por lo
dems, casi absolutamente inadvertido que tuvo el mando britnico en su esfuerzo
de incorporar a su judicatura hegemnica algunas de las cuestiones ms vitales del
conflicto social autctono. Pues cada uno de esos documentos estaba dirigido a un
tribunal que funcionaba independientemente de la red de cortes coloniales y en
forma paralela. Constituido en el seno de cada aldea por sacerdotes brahmnicos
que participaban a titulo individual o colectivo, o bien integrado por los lderes de
una casta o subcasta,28 operaba mediante un sistema de reglas que definan lo que
estaba permitido y lo que estaba prohibido, lo lcito y lo ilcito,29 de una manera
que tena poco que ver con los cdigos y procedimientos del ain y el adalat del
sarkar. Aquellas reglas eran una amalgama de costumbres locales, de convenciones
de casta y de una lectura aproximada y ms rpida ms a menudo, apenas una
rememoracin de los sastras. Los juicios realizados con ayuda de estos elementos
se concretaban en la prescripcin de un castigo ritualizado, que tcnicamente se
conoce como byabostha (adaptacin verncula del vocablo snscrito Vyauasth).
No hay nada que exprese con ms elocuencia cun inestable era el compromiso
entre lo shstrico y el factor de la costumbre que el hecho de que esa palabra haya
adoptado la forma rstica de byabosta, bebosta o aun brobosta bajo las manos de los
escribas de la aldea, o que los brahmanes semiletrados hayan entregado veredictos
en snscrito adulterado que constituan los apndices a esas peticiones, escritos en
una prosa bengal carente de elegancia.
Pero la jerga impura o el descuido gramatical difcilmente podan minar la fuer-
za de una byabostha. Que una serie de infractores confesos pretendieran sin excep-
cin hacerlo da evidencia de esa fuerza. Esta derivaba directamente de la autoridad
de un samaj, que se abra terreno a travs del panchayat y del sacerdocio en el
(1804), 227 (1804), 229 (1819), 240 (1823), 241 (1824) y 247 (1834).
28 Para hallar muestras representativas de individuos que integraban una autoridad perspectiva
ver PMCS, documentos nm. 225 (166-7) y 247 (179-80). La autoridad colectiva de un
grupo de seis brahmanes se estudia en el documento nm. 227 (167-8). En el documento
nm. 229 (169-70) el solicitante se dirige al lder de su casta.
29 Foucault, The History of Sexuality, 106.
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La muerte de Chandra
Ranajit Guha
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Emergencia de la subalternidad
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La muerte de Chandra
Ranajit Guha
Es este entrejuego de solidaridad y miedo lo que sin duda permite situar este
episodio trgico dentro del marco de la poltica patriarcal aplicada en la Bengala
rural, puesto que se trata del producto directo de una sociedad patriarcal preocu-
pada por protegerse de la serie de consecuencias que tiene la transgresin sexual
femenina. Esa inquietud se expresa claramente en la serie de solicitudes de byabostha
antes mencionadas. En cada una de estas peticiones un hombre se adelanta para re-
portar el pecado (paap) de una mujer, algunos otros hombres validan su declaracin
compareciendo formalmente como testigos, finalmente, la autoridad de un samaj
entidad dominada por los varones que es personificada por un prestigiado sabio
o institucionalizada por un panchayat dicta el veredicto de culpable y emite el
documento para la prayashchitta. En contraste con ello, el poder que tiene el hom-
bre sobre la mujer y sobre la sociedad en su conjunto queda documentado en los
ekrars de Majgram mediante una ausencia formal: la de Magaram Chashi. Aunque
est profundamente implicado en todo el proceso que conduce al aborto y a la
muerte, de Chandra, se mantiene a distancia de las determinaciones estrictamen-
te legales del incidente. No le corresponde tornar en sus manos un ekrar, puesto
que tcnicamente l est ms all del campo de comprensin de la ley: la ley no lo
ve, no tiene que hacerlo.
Aun as, a diferencia de Chandra, que tambin est ausente y cuya ausencia
corresponde a su silencio (el nico momento en que la entrevemos mientras est
viva es cuando desliza una paisa en las manos de Kali, accin que presumiblemente
transcurre en silencio), l s tiene voz en el texto. Habla por mediacin de Bhaga-
boti Chashin, que lo cita en estos trminos:
Durante los pasados cuatro o cinco meses he estado involucra-
do en una relacin amorosa de carcter ilcito (ashnai) con tu hija
Chandra Chashani y, a consecuencia de ello, ha quedado preada.
Trela a tu propia casa y dispn que se le administre alguna medi-
cina. De lo contrario, le pondr encima un bhek.
113
Emergencia de la subalternidad
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La muerte de Chandra
Ranajit Guha
los procesos legales: no era, como los dems, un acusado. En efecto, de entre las
voces del texto, solo la suya elude los efectos que trae consigo la rotunda imposicin
de la ley, y el orden; la nica elocucin que no es un ekrar es la suya. Como tal, su
voz tiene la posibilidad de formular las caractersticas de una relacin de poder que
tiene su base en los recnditos cimientos de una sociedad autctona, situados fuera
del alcance del brazo disciplinario del Estado colonial. All, en la oscuridad irredenta
de una cultura feudal an vigente, la sexualidad femenina estaba sujeta a una pol-
tica de vigilancia que se ejerca tan implacable y absolutamente que el nico alivio
al alcance de una mujer atenazada por el doble rigor de un matrimonio sin amor y
las arduas faenas domsticas consista en el subterfugio y el sigilo. El subterfugio le
permita atenuar hasta cierto grado la amargura provocada por el deseo prohibido
recurriendo a un discurso aceptado socialmente: el de la broma. En efecto, las asocia-
ciones hechas a modo de bromas un gnero en el que, segn el vocabulario de la
antropologa, la figura de una contradiccin social se ala con una figura de lenguaje,
es decir, las tensiones de una sexualidad desautorizada se unen a las de la irona no
solo estaban permitidas sino que eran resueltamente fomentadas, tal como lo ates-
tiguan las mltiples expresiones idiomticas que hay en bengal para referirse a esos
asuntos. Pero la sexualidad que no quedaba contenida y subsumida en una broma
poda ir a dar al subsuelo y florecer bajo el sigilo en una pasin ilcita y reprensible.
En la sociedad bengal de ese tiempo pasar del subterfugio al sigilo resultaba a
la vez un fenmeno muy comn y algo de lo que se evitaba hablar habitualmente,
y nada poda ser ms difcil de documentar que el rumbo que realmente segua ese
deslizamiento en un caso determinado y los momentos crticos a que daba lugar.
Y es que una transgresin de esa ndole no solo naca rodeada de sigilo, sino que
sobreviva mediante estratagemas sigilosas. El silencio y la evasin, el temor y la
vergenza, conspiraron por igual para tolerar o, al menos, dejar que pasara inad-
vertida cualquier situacin que sobrepasaba los lmites impuestos por la poltica
sexual en el seno de un grupo de parentesco, siempre y cuando no quedara sbi-
tamente expuesta a la luz del da debido a un acto violento o a una ruptura de la
muda complicidad integrada por lealtades horizontales. Nunca sabremos por tanto,
cmo la relacin conspicuamente permisible que sostenan a base de bromas una
salaj (la esposa del hermano de la esposa) y su nondai (el esposo de la hermana del
esposo),32 trminos recprocos que designan Chandra y Magaram como miembros
115
Emergencia de la subalternidad
de una parentela, se convirti en un ashnai, esto es, no nos ser posible saber si se
desarrollo debido al mutuo afecto o al peso de las circunstancias, que dejaron a una
viuda de condicin humilde inerme ante los deseos lascivos de un hombre dotado
de autoridad sobre sus parientes cercanos. Cualquiera que haya sido la verdad acer-
ca del inicio de este amoro, lo cierto es que en las declaraciones no hay ningn
elemento que ilumine algunos secretos del corazn. Estas solo arrojan una luz sobre
el desenlace del asunto al presentarlo como el caso de un hombre que, con el cora-
zn endurecido, rechaza a una mujer despus de haberla metido en problemas. Ese
rechazo muestra el punto en el que una relacin amorosa, con todo lo que pudiera
haber significado en trminos del grado de intimidad alcanzado por dos personas,
qued suspendida y dio paso al oprobio social manifestado ante un amor prohibi-
do. Al trocar su papel de amante por el de custodio de la tica patriarcal, Magaram
habla en nombre de todos los hombres que viven en una sociedad semifeudal y en
favor del dominio del varn sobre la mujer. Sus palabras no acusan ni remotamente
la fuerza del sentimiento amoroso ni el reconocimiento del que ha podido com-
partir con su pareja la experiencia del placer sexual. Lo que resuena es la otra voz
masculina: no aquella que canta en forma exquisitamente dulce al amor en la poesa
bengal sino la voz disciplinaria que, al identificar y denunciar un agravio en contra
de la moral pblica, pronuncia estas palabras: Aborto o bhek! O tal vez se trata
sencillamente de la misma voz masculina que habla en uno de los dos lenguajes
diferentes pero complementarios que maneja, a saber, el lenguaje del amor feudal
que est firmemente anclado en la relacin entre los sexos y, el lenguaje penal
empleado para al segundo sexo. De cualquier modo, al pronunciar este Chasha
trasciende su condicin particular y se erige en el modelo universal del varn que
trata de que su pareja sexual pague por haber quebrantado las normas que rigen la
moralidad, delito del que l es por lo menos igualmente culpable. Porque eso es lo
que est en juego en su amenaza de ponerle a Chandra el hbito de la secta de los
Boishnob, nica alternativa al aborto.
Llevar el hbito de la secta de los Boishnob, esto es, adoptar la vestimenta y
lucir los ornamentos y las marcas corporales que integran el conjunto semitico
llamado bhek, equivale a ser expulsado de la casta. Tal como lo escribi Akshay
Kumar Datta en una obra que goza de autoridad, y que es casi contempornea del
texto que nos ocupa, Bharatbarshiya Upasak Sampraday, aquellos que dejan atrs
a sus castas y familias y buscan refugio [espiritual] en el Seor Gouranga afanosos
de renunciar al mundo, deben llevar el bhek.33 Pero si este trmino designaba la
33 El ritual del bhek se describe en esta obra (editada por Benoy Ghose, Calcuta, 1970, 105)
como sigue: [Los lderes de la secta llamados] Goswamis generalmente delegan en sus
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La muerte de Chandra
Ranajit Guha
117
Emergencia de la subalternidad
guien llamado Jagomohon Foidar que viva en una aldea vecina, Bahmonkhondo,
y despus de un tiempo regresaron a Nabosta, donde provocaron una gran conster-
nacin entre las autoridades que haban decidido su expulsin. Estas se quejaban de
que la mujer haba comenzado a vivir con su amante en la misma casa y a compartir
la comida con l, y afirmaban que esto contravena algunas de las normas bsicas
que rigen la manera en que una viuda hind debe asumir su sexualidad y realizar su
comensala. Incluso la haban visto llevando brazaletes, un emblema del estatus
marital que le estaba estrictamente prohibido a una viuda. Aun as, los lderes de la
aldea no podan hacer gran cosa para impedir que esos ultrajes se cometieran en sus
narices, puesto que, segn lo reconocan con gran afliccin, los de la secta de los
Boishnob no se hallaban bajo ninguna obligacin [de cumplir con las prescripcio-
nes de alguna disciplina de casta] (boishnober paksho daya nai).34
No todos los que se vean empujados por la discriminacin de castas a abrazar
la fe de los Boishnob tenan el valor de esta viuda y de su amante para encarar
a los dspotas locales que los haban sacado de la casa y de la aldea. Por el con-
trario, la mayora de quienes haban sido forzados a llevar el bhek escapaban en
direccin de los akhras. Estos eran un tipo de establecimientos comunitarios de
los Boishnob que no solo constituan el principal sitio de residencia de la secta
y el escenario de su actividad ritual, sino tambin un limbo reservado a todas
las almas muertas de la sociedad hind. Aqu las personas expulsadas de todas las
castas se congregaban en una sociedad secundaria, integrada en gran medida por
mujeres que haban quedado incomunicadas a consecuencia de no haber acatado
las normas de conducta sexual que todos aceptaban (un incumplimiento que la
lascivia y la brutalidad de algunos hombres fomentaban y, a menudo, determi-
naban). Por lo tanto, no era inusual encontrarse en un akhra con una nutrida
congregacin de mujeres libradas a su suerte: mujeres vctimas de la violacin y
la seduccin, esposas abandonadas, mujeres que haban visto cmo se les cerraban
con fuerza las puertas de sus hogares por haberse rebelado contra la idea de seguir
formando parte de un matrimonio para el que haban quedado comprometidas
desde la infancia, mujeres perseguidas por la familia de su esposo en virtud de que
sus padres no haban alcanzado a pagar la dote exigida para el matrimonio, mu-
jeres con hijos ilegtimos o, sencillamente, mujeres a quienes sus amantes haban
dejado en una situacin desesperada. Pero, en la mayora de los akhras, el grupo
ms numeroso de mujeres proscritas lo integraban las viudas hinds condenadas
al ostracismo por desafiar los mecanismos que haban utilizado las hegemonas
patriarcales locales para controlar su sexualidad.
118
La muerte de Chandra
Ranajit Guha
Debido a una irona del destino, no obstante, el refugio que una mujer encon-
traba en un akhra poda desembocar en la sustitucin de una variedad del dominio
patriarcal por otra. Esta otra forma de dominio no adquira cohesin con base en
la ideologa del hinduismo brahmnico o en el sistema de castas. Saba cmo lograr
que las ideas relativamente liberales del vaishnavismo y su desarticulada estructura
institucional se plegaran a sus propios fines, con lo que se demuestra que por cada
componente de una religin que responde a los sollozos de los oprimidos hay
otro destinado a actuar como un opiceo. En este caso en particular, fue al uso
del opiceo constituido por la bakhti al que indujo la maquinaria de la presin, de
hacer de la sebadasi literalmente una mujer dedicada al servicio [espiritual o di-
vino] un objeto de la explotacin masculina en pos del incremento del trabajo
manual y de la gratificacin sexual. En efecto, la explotacin de esta naturaleza
ha dado durante un periodo suficientemente largo para intrigar una tradicin que
sigue existiendo en nuestros tiempos. Se trata de una continuidad que se alimenta
de la trgica institucin hind de la viudez femenina, tal como esta se asume en
la Bengala rural, especialmente en el caso de su poblacin subalterna. Un agudo y
comprensivo observador, al reflexionar sobre algunos de los hallazgos que obtuvo
durante una visita reciente al akhra de una aldea de la Bengala occidental, no lejos
de donde muriera Chandra, se expresa as:
No pude evitar preguntarme de dnde provean todas esas sebada-
sis una respuesta acudi inmediatamente a mi mente. En esta tierra
desdichada, hay en modo alguno escasez de mujeres ni, por lo tanto,
faltan sebadasis. Existe acaso escasez de viudas pobres, dependientes
sin hijos en el campo? De que manera pasan por el ritual de adoptar
un gur con el objeto de escapar de la agresiva lascivia que les mani-
fiestan los hermanos mayores o menores de su esposo? Por qu aca-
ban por congregarse en akhars, quines son las personas que las atraen
a esos sitios, las seducen y les contagian enfermedades venreas?
Y quin ha de escribir las historia social de todo ese fenmeno?35
119
Emergencia de la subalternidad
les produca a las mujeres haba de por medio un factor de complicidad masculina.
As, uno de ellos deca:
Cuntas de estas sebadasis que usted ve aqu son devotas genui-
nas? Son, en su gran mayora, vagabundas. Nadie sabe de dnde
provienen. Las reclutan los proxenetas. En todos los akhras se trata
de la misma historia. Los dirigentes de estos lugares corrompidos se
las arreglan para atraer a las viudas e hijas de otros hombres en el
nombre de la religin y, asimismo, para corromperlas.
Fue como una variacin sobre este tema que Magaram Chasha pronunci su
ultimtum: Haz lo necesario para inducir un aborto, o de lo contrario ella ha de
quedar enclaustrada en un akhra! Este intento de evadir la paternidad mediante
la destruccin de un embrin o la disposicin de consignar a la portadora de este
a una muerte en vida en un akhra le asegura a Magaram un lugar en una relacin
de poder dotada de valor histrico: una relacin en la que el dominio del varn es
mediado por la religin. En nuestro texto, a esta relacin la cubre y oscurece la pre-
ocupacin de la ley por demostrar la criminalidad de uno o ms de los acusados
en este caso. Pero el proyecto de devolver este documento a la historia demanda
realizar un movimiento en la direccin opuesta, encaminado a penetrar el velo del
legalismo abstracto a fin de que se puedan identificar las manos del asesino, que son
las del orden patriarcal encarnado en el doble papel del amante cnico y del samaj
autoritario.
36 Ibd. 4-5.
120
La muerte de Chandra
Ranajit Guha
VI
121
Emergencia de la subalternidad
muerte en vida que habra transcurrido dentro de un gueto poblado por seres
rechazados por la sociedad. Con todo, al igual que ocurre en todas las tragedias,
aqu el triunfo del sino contribuy a elevar ms que a disminuir la dignidad hu-
mana: la dignidad que revestan la decisin de las mujeres de poner trmino al
embarazo y su actitud resuelta de actuar en concordancia con esta eleccin. Las
contradicciones a travs de las que ellas deban abrirse paso para llegar a hacer
esa eleccin daban un testimonio tanto de la gravedad como de la complejidad
de esta. No podan desafiar la autoridad del samaj al grado de llevarlo a permitir
que una viuda con un hijo ilegtimo viviera honorablemente en la sociedad
local. Haba de pasar todava un largo tiempo para que tal cosa pudiera ocurrir
en la Bengala rural. En el plano histrico, por lo tanto, el aborto era para ellas
el nico medio al alcanc para triunfar sobre una moralidad equivocada de parte
a parte que converta a la madre en la nica persona culpable de que ocurriera
un parto ilcito, la expulsaba de la sociedad y dejaba que el padre se sintiera a
sus anchas. En estas circunstancias, la decisin de las mujeres de seguir adelante
con la tarea de poner trmino al embarazo de Chandra adquiri una consistencia
muy diferente de la de aquello que Magaram tena en mente cuando confront
a su madre con esa alternativa. Para l se trataba simplemente de una sutil treta
para asegurar su propio bienestar. Pero para las mujeres que se haban reunido en
torno a Chandra con motivo de esta crisis, la destruccin del feto era una estra-
tegia desesperada pero adoptada con responsabilidad para prevenir la destruccin
social de otra mujer, para pelear por el derecho de esta a llevar una vida hono-
rable dentro de su sociedad. La decisin por la que se pronunciaron firmemente
Bhagaboti, Brinda, Rongu y la misma Chandra equivala, pues, a un acto de
resistencia contra una tradicin patriarcal que estaba a punto de exigir que una
mujer ms cayera vctima de sus mecanismos; y su resistencia cobr esa forma
caracterstica que a menudo adoptan las acciones de los oprimidos para subvertir
los designios de sus opresores mientras aparentan plegarse a ellos.
Contemplada desde este ngulo, la actividad de las mujeres adquiere una nota-
ble prominencia en este texto. En efecto, esa actividad es uno de los aspectos ms
visibles de un acontecimiento que, por lo dems, est envuelto en una atmsfera
signada por el secreto y la vergenza. Son las mujeres quienes generan la mayor
parte del movimiento que lo anima. Los hombres desempean un papel al prestar
ayuda pero evidentemente son meros auxiliares: Kali Bagdi tiene que ser persuadido
de que venda la droga; el campesino venerable de Simla se moviliza sencillamente
para agregar una seal de consentimiento a la decisin de Bhagaboti de llevar a
cabo el aborto; y los tres parientes de sexo masculino figuran como sepultureros.
En contraste con esto, corresponde a las mujeres tomar la iniciativa en todo lo que
122
La muerte de Chandra
Ranajit Guha
viene despus de la amenaza de Magaram. Son ellas quienes integran la partida que
viaja a Bhabanipur y trae a la joven viuda de vuelta a su aldea. Son nuevamente ellas
quienes aseguran el trato con el herbolario, se aduean de la droga, la administran y
atienden a Chandra mientras yace convulsionada por los dolores. Realmente no se
puede juzgar fortuito que los hombres sean excluidos de esas intervenciones. Se los
excluye porque las intervenciones estn relacionadas con un dominio que es con-
siderado propio de la mujer. Es el dominio del cuerpo femenino, en el que, segn
Simone de Beauvoir, el embarazo, sobre todo, es un drama que se desarrolla en
el interior de la mujer en trminos de los impulsos contradictorios que integran
la inmanencia y la trascendencia de su cuerpo: Lo singular de la mujer encinta
es que en el mismo momento en que su cuerpo se trasciende es captado como
inmanente.37 La retrica y el desarrollo de este drama se fundan, por un lado, en la
inmanencia de ese cuerpo, que se repliega sobre s mismo en las nuseas y males-
tares, provocando que la carne se perciba como pura inercia, pereza y fastidio,
y, por el otro, en la trascendencia que alcanza ese cuerpo conforme la carne se
vuelve tronco, fuente, flor, y es movimiento hacia el porvenir, cuando al llevar
[el feto] la mujer se siente vasta como el mundo.
Si, por lo tanto, en muchas sociedades como la aqu analizada la atencin natal
les compete exclusivamente a las mujeres, ello no obedece simplemente a que los
hombres prefieren que sea de ese modo. Por el contrario, esto bien puede ser un
signo de que el orden patriarcal retrocede en vista de que la mujer ha determina-
do hacer valer su derecho a controlar su propio cuerpo en una poca en la que,
hallndose encinta, sabe que su cuerpo es de ella, al fin, puesto que es del nio
que le pertenece.38 Este conocimiento constituye un reto ante el que la autoridad
masculina manifiesta un genuino temor, dado que surge en un mbito liminar
que no es estrictamente gobernado por la voluntad de los maridos y los padres; se
trata de un espacio que a ojos de estos parece estar nimbado de incertidumbre y
peligro, dado que en l las mujeres hablan un lenguaje que no les resulta del todo
comprensible a los hombres y, asimismo, se dejan guiar por rituales que desafan el
razonamiento masculino.
De ah que el orden patriarcal edifique una elaborada estructura de autodefensa
con el objeto de enfrentar precisamente este reto: las interdicciones shstricas que
condenan al cuerpo femenino a tornarse impuro por definicin a la hora del parto;
la exclusin fsica de ese cuerpo del espacio domstico, realizada inmediatamente
37 Este y otros fragmentos citados en el prrafo han sido tomados de Simone de Beauvoir, The
second sex, 267-8.
38 Ibd., 268.
123
Emergencia de la subalternidad
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La muerte de Chandra
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39 Ibd., 261-2.
125
Emergencia de la subalternidad
sido rechazada por Magaram y por el samaj en nombre del que este hablaba, las
mujeres de Majgram trascendieron los lmites de las relaciones de parentesco. Al
elegir el aborto como una alternativa al bhek, desafiaron la sentencia que ya haba
condenado a Chandra a una muerte en vida. El hecho de que esta haya perdido
la vida como resultado de los esfuerzos realizados por esas mujeres para salvarla
constituye la implicacin verdaderamente trgica de las palabras que pronuncia,
desesperada, Brinda: Yo le haba administrado la medicina en la creencia de que
pondra trmino a su embarazo, sin darme cuenta de que la iba a matar. Esa tra-
gedia dio una medida, en el marco de ese periodo, de la fuerza de la solidaridad de
las mujeres, as como de sus limitaciones.40
Bibliografa
40 Agradezco a mis colegas del equipo editorial de Estudios Subalternos, as como a Ahmed Ka-
mal, Rajyashree Pandey y James Scott sus comentarios a un primer borrador de este ensayo.
126
Historia1
Parte de la crtica ms radical que surge en Occidente durante los aos ochenta
fue el resultado de un deseo interesado por conservar al sujeto de Occidente, o al
Occidente como Sujeto. La teora de los efectos de sujeto pluralizados le cre
con frecuencia una cubierta a este sujeto del conocimiento. A pesar de que la his-
toria de Europa como Sujeto es narrativizada por la ley, la economa poltica y la
ideologa de Occidente, este Sujeto oculto pretende no tener determinaciones
geopolticas. De este modo, la crtica al sujeto soberano, a la cual se le ha hecho
tanta publicidad, en realidad inauguraba un Sujeto. Argumentar a favor de esta
conclusin, al analizar un texto producido por dos grandes practicantes de esa
crtica: Los intelectuales y el poder: una conversacin entre Michel Foucault y
Gilles Deleuze.2 En este caso, as como cierta crtica de las mujeres del Tercer
Mundo que romantiza la lucha unida de las mujeres obreras, estos [intelectuales]
127
Emergencia de la subalternidad
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Historia
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7 Esto es parte de un sntoma mucho ms grave, como argumenta Wolf en Europe and the
People without History 1982.
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Historia
Gayatri Chakravorty Spivak
que lo crtico est siempre contaminado por lo dogmtico y hace, as, la distincin de Kant,
especulativa. En Glas los filosofemas estn reproducidos tipogrficamente, ms que ex-
teriorizados en comportamiento intencional, como en la conversacin que estamos discu-
tiendo.
131
Emergencia de la subalternidad
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Historia
Gayatri Chakravorty Spivak
producir los efectos del deseo: el poder [] produce efectos positivos al nivel del
deseo, y tambin al nivel del saber.16
Esta matriz parasubjetiva, entrecruzada con la heterogeneidad, subrepticiamente
introduce al Sujeto innominado, por lo menos para aquellos trabajadores intelectuales
influidos por la nueva hegemona de la catacresis pura. La carrera por la ltima ins-
tancia se libra ahora entre la economa y el poder. Ya que, a causa de la no recono-
cida e inevitable contaminacin emprica de la catacresis, el deseo se define en forma
tcita y repetida sobre la base de un modelo ortodoxo, en su unidad el deseo puede
ser opuesto a estar engaado. Althusser ha puesto en tela de juicio que la ideo-
loga pueda ser vista como una falsa conciencia (estar engaado). Incluso Reich
presentaba, si bien de manera implcita, la idea de una voluntad colectiva, en vez de
una dicotoma entre el engao y el deseo no engaado: Es preciso estar dispuesto a
escuchar a Reich: No!, las masas no han sido engaadas, ellas han deseado el fascismo
en un momento determinado.17
Estos filsofos jams aceptarn la idea de una contradiccin constitutiva; y es
precisamente en este punto que se separan de la izquierda. En nombre del deseo,
vuelven a incorporar el sujeto indivisible al discurso del poder. En el registro de la
prctica, Foucault con frecuencia parece fusionar al individuo con el sujeto;18
y el impacto de ello sobre sus propias metforas resulta tal vez mayor en sus segui-
dores. Debido a la fuerza de la palabra poder, Foucault admite estar utilizando
la metfora de un punto que, de manera progresiva, irradia sus alrededores. Esos
desvos son la regla y no la excepcin en manos menos cuidadosas. Asimismo, el
punto que irradia, al dar pie a un discurso efectivamente heliocntrico, llena el
lugar vaco del vector con el sol histrico de la teora: el Sujeto europeo.19
y a des investissements de dsir qui expliquent quon puisse au besoin dsirer, non pas contre
son intrt, puisque lintrt suit toujours et se trouve l o le dsir le met, mais dsirer dune
manire plus profonde et diffuse que son intrt, Foucault, Dits et crits, 1182 [N. del E.]).
16 Foucault, PK, 59 (trad. esp. Poder-Cuerpo, 115). Para una interpretacin ms dedicada
que intenta sobrepasar este riesgo, aunque nunca, por supuesto, completamente, vase Spi-
vak, More on Power/Knowledge, 149-173.
17 FD, 215 (Los intelectuales y el poder, 91).
18 Para un ejemplo, entre muchos posibles, vase PK, 98 (Curso del 14 de enero de 1976,
152).
19 No es sorprendente que la obra de Foucault, la temprana y la ms reciente, est apoyada por
una idea de represin demasiado simple. En este caso su antagonista es Freud y no Marx.
[Tengo] la impresin de que esta nocin [de represin], tan usada actualmente para carac-
terizar los mecanismos y los efectos del poder, es totalmente insuficiente para su anlisis,
PK, 92. La delicadeza y argucia de la sugerencia de Freud que bajo la represin de la
identidad fenomnica de los afectos es indeterminada, porque se puede desear un displacer
[unpleasure] como placer, lo cual reinscribe de manera radical la relacin entre deseo e in-
133
Emergencia de la subalternidad
ters se desinfla aqu. Para un anlisis de esta idea de la represin, vase Of Grammatology,
114, 361-363; y Derrida, Limited Inc., 74-75. De nuevo, el problema es el rechazo a consi-
derar el nivel del sujeto constituido (en nombre de la catacresis no contaminada).
20 FD, 206-207 (Los intelectuales y el poder, 85-86).
21 FD, 212 (Los intelectuales y el poder, 89 [N. del E.]).
22 La versin de Althusser sobre esta situacin en particular quiz sea demasiado esquemtica;
sin embargo, parece estar programada de manera mucho ms cuidadosa que el argumento
que aqu se analiza. El instinto de clase, escribi Althusser, es subjetivo y espontneo.
La posicin de clase es objetiva y racional. Para adoptar posiciones de clase proletarias basta
educar el instinto de clase de los proletarios; por el contrario, el instinto de clase de los
pequeoburgueses y de los intelectuales debe ser revolucionado. La filosofa como arma de la
revolucin, 13. El esforzado double bind, la apora ya siempre cruzada, de este cuidadoso
programa, es lo que uno podra estar leyendo en la actual insistencia de Derrida sobre la
justicia como experiencia de lo imposible, sobre las decisiones que son siempre categrica-
mente insuficientes para sus supuestas premisas.
134
Historia
Gayatri Chakravorty Spivak
23 Es til la repeticin aqu?, se pregunta mi annimo lector. Cito uno entre cientos de
ejemplos al azar: una conferencia sobre Disciplinary and Interdisciplinary: Negotiating the
Margin, en la Universidad de Columbia el 7 de noviembre de 1997. Toda la conferencia
despert simpata entre diversas minoras de los Estados Unidos (lase Nueva York), enten-
dida como el fin del feminismo radical, un fin que pareca enteramente saludable frente al
viciado conflicto identitario que se libraba por debajo de la superficie. Un sujeto norteame-
ricano multicultural fortalecido, el rostro ms nuevo de lo postcolonial, an no hace nada
por la globalidad y puede causar dao. El argumento, lamentablemente, vale la repeticin.
24 FD, 208 (Los intelectuales y el poder, 85-86).
25 FD, 206-207 (Los intelectuales y el poder, 84).
26 La explicacin subsecuente de Foucault (PK, 145) de esta declaracin hecha por Deleuze se
acerca ms al concepto derridiano de que la teora no puede ser una taxonoma exhaustiva
y siempre est constituida por la prctica.
135
Emergencia de la subalternidad
27 Cf. Las nociones totalmente acrticas de representacin expuestas en PK, 141, 188. Lo que
expongo al concluir este prrafo, para criticar las representaciones que hacen los intelectua-
les de los grupos subalternos, debera distinguirse con rigor de una coalicin poltica que
toma en cuenta su contextualizacin dentro de un capital socializado y agrupa a la gente
no porque est oprimida, sino porque es vctima de la explotacin. Ese modelo funciona
mejor dentro de una democracia parlamentara, donde la representacin no solo no se ha
expulsado, sino que se orquesta de manera muy elaborada.
28 FD, 206 (Los intelectuales y el poder, 84).
136
Historia
Gayatri Chakravorty Spivak
137
Emergencia de la subalternidad
Un modelo as, con falta de direccin social, es decir, con brechas entre la fuen-
te de influencia (en este caso, los pequeos propietarios campesinos), el repre-
sentante (Luis Napolen), y el fenmeno histrico-poltico (el control ejecutivo),
no solo implica una crtica al sujeto como agente individual, sino incluso una crtica
a la subjetividad de una agencia colectiva. La necesariamente dislocada mquina
138
Historia
Gayatri Chakravorty Spivak
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Emergencia de la subalternidad
34 El valor de uso en Marx puede mostrar ser una ficcin terica, tanto como un posible
oxmoron, al igual que intercambio natural. He intentado desarrollar ms esto en Scat-
tered Speculations on the Question of Value, en In Other Worlds, 154-175.
35 Desarrollado en Spivak, Teaching for the Times, 177-202; Diasporas Old & New: Wo-
men in a Transnational World, en Textual Practice, 10.2 (1996), 245-26; y, con referencia
especfica a la India, en Biju Mathews, et. al., Vasudhaiva Kutumbakan: the Hindu in the
world, en prensa.
140
Historia
Gayatri Chakravorty Spivak
36 En Linguistic Circle of Geneva, 143 y ss., de Derrida, puede proveer un mtodo para de-
terminar el irreducible lugar de la familia en la morfologa de la formacin de clase en Marx.
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Emergencia de la subalternidad
37 Marx, Capital, vol. 1, 128. Esto es sentido comn. Marx despus sobrepasa esto para mostrar
que el valor implica una abstraccin tanto en el uso como en el cambio. Desarrollar esta
lectura est fuera de lugar aqu.
38 FD, 215 (Los intelectuales y el poder, 90 [N. del E.]).
39 La situacin ha cambiado en el Nuevo Orden Mundial. Permtasenos llamar al Banco Mun-
dial/FM/Organizacin Mundial del Comercio lo econmico, y a las Naciones Unidas,
lo poltico. La interrelacin entre estos organismos se est negociando en nombre del
gnero (lo cultural), lo que quiz sea la microloga en sentido estricto.
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Historia
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Desde mi punto de vista, la prctica radical debera fijarse en esta doble sesin
de representaciones, en lugar de reintroducir al sujeto individual mediante con-
ceptos totalizantes de poder y deseo. Tambin desde mi punto de vista, cuando
Marx decide mantener el mbito de la prctica de clase en un segundo nivel de
abstraccin, estaba, de hecho, dejando abierta la crtica hegeliana (y kantiana) del
sujeto individual como agente.40 Esta perspectiva no me hace ignorar que, al definir
implcitamente la familia y la lengua materna como el nivel bsico en que la cul-
tura y la convencin parecen la manera propia en que la naturaleza organiza su
propia subversin, Marx mismo practica un antiguo subterfugio.41 Sin embargo, en
el contexto de las demandas del postestructuralismo a las prcticas crticas, Marx
parece ms rescatable que la restauracin clandestina del esencialismo subjetivo.
La reduccin de Marx a una figura benvola pero anticuada casi siempre
resulta til a los intereses de lanzar una nueva teora de la interpretacin. En
la conversacin Foucault-Deleuze, el tema parece ser que no hay representa-
cin, que no hay significante (habr que suponer que el significante ya ha sido
despachado? No hay, pues, ninguna estructura del signo que intervenga en la
experiencia? De ser as, se debera dejar descansar a la semitica?); La teora es
un relevo de la prctica (y as se abandonan los problemas de prctica terica),
y los oprimidos pueden saber y hablar por s mismos. Esto reintroduce al sujeto
constitutivo en, al menos, dos niveles: el Sujeto del deseo y del poder como una
presuposicin metodolgica irreductible; y el parecido, si no idntico a s mis-
mo, sujeto de los oprimidos. Es ms, los intelectuales, que no son ninguno de
estos dos S/sujetos, se vuelven transparentes en la carrera de relevos, pues solo
se dedican a informan acerca del sujeto no representado y analizan (sin analizar)
los procedimientos del (el Sujeto innombrado irreductiblemente presupuesto por
ellos) poder y el deseo. La transparencia resultante indica el lugar del inters;
este se mantiene mediante una vehemente denegacin: Ahora, este papel de
rbitro, juez y testigo universal es uno que rehso absolutamente adoptar.42 Una
de las responsabilidades del crtico debera ser el leer y escribir de tal manera que
la imposibilidad de estos rechazos individualistas e interesados de los privilegios
institucionales del poder otorgados al sujeto fueran tomados en serio. El rechazo
40 Estoy al tanto de que la relacin entre marxismo y neo-kantismo est polticamente recar-
gada. Yo misma no veo cmo pueda establecerse una lnea continua entre los textos del
propio Marx y el momento tico kantiano. Me parece, no obstante, que el cuestionamiento
de Marx al individuo como agente de la historia debera leerse en el contexto de la ruptura
del sujeto individual inaugurada por la crtica de Kant a Descartes.
41 Marx, Grundrisse, 162-163.
42 Foucault, The force of flight, 169.
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Historia
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46 Este argumento est ms desarrollado en Spivak, Scattered Speculations. Una vez ms,
El Anti-Edipo no ignor el texto econmico, aunque su tratamiento fue tal vez demasiado
alegrico. A este respecto, el cambio del esquizo-anlisis al rizo-anlisis en Mil mesetas no
fue, quizs, saludable.
47 Vase Foucault, Madness and Civilization, 251, 262, 269.
48 PK, 82 (Curso del 7 de enero, 129).
49 Aunque considero el Political Unconscious de Fredric Jameson, como un texto de gran peso
crtico, o quiz porque as lo hago, quisiera distinguir aqu mi programa de uno sobre la
restauracin de las reliquias de una narrativa privilegiada: Es en detectar las huellas de
esa narrativa ininterrumpida, en restaurar en la superficie del texto la realidad reprimida y
enterrada de esta historia fundamental, en donde la doctrina de un inconsciente poltico
encuentra su funcin y su necesidad (p. 20).
145
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politana, solo interesada en la resistencia dentro de la lgica del capital, los opri-
midos, si se les da la oportunidad (el problema de la representacin no puede aqu
evadirse), y en el camino hacia la solidaridad mediante la poltica de alianzas (una
temtica marxista est en funcionamiento aqu), pueden hablar y conocer sus condicio-
nes. Debemos enfrentar ahora la siguiente pregunta: en el otro lado de la divisin
internacional del trabajo respecto del capital socializado, dentro y fuera del circuito
de la violencia epistmica de la ley y la educacin imperialistas que proporcionan
un temprano texto econmico, puede hablar el subalterno?
[]
La primera parte de mi propuesta que el desarrollo por fases del subalterno
se complica con el proyecto imperialista est afrontada por el Grupo de Estudios
Subalternos [del Sur de Asia]. Ellos deben preguntarse: Puede hablar el subalterno?
Aqu estamos al interior de la disciplina de la historia propia de Foucault y con
personas que reconocen su influencia. Su proyecto es repensar la historiografa
colonial india desde el punto de vista de la cadena discontinua de las insurreccio-
nes campesinas durante la ocupacin colonial. Este es, de hecho, el problema del
permiso para narrar discutido por Said.50 Como indica Ranajit Guha, el editor
fundador del colectivo:
La historiografa del nacionalismo indio ha estado dominada
durante mucho tiempo por el elitismo: tanto por el elitismo co-
lonialista como por el elitismo burgus-nacionalista [] Ambas
variedades de elitismo comparten un prejuicio: que la construc-
cin de la nacin india y el desarrollo de la conciencia que mol-
de este proceso el nacionalismo, fueron logros exclusiva o
predominantemente de la elite. En las historiografas colonialista y
neo-colonialista estos logros son atribuidos a funcionarios y admi-
nistradores del gobierno colonial britnico, a sus polticas, institu-
ciones y cultura; en los estudios nacionalistas y neonacionalistas, a
personalidades, instituciones, actividades e ideas de la elite india.51
146
Historia
Gayatri Chakravorty Spivak
Contra la elite indgena podemos establecer lo que Guha llama la poltica del
pueblo, tanto fuera (esta era una esfera autnoma, dado que no se originaba en
la poltica de elite, ni su existencia dependa de ella) como dentro (continu
funcionando vigorosamente, a pesar de este ltimo [el colonialismo], ajustndose a
las condiciones imperantes bajo la soberana britnica y desarrollando, en muchos
sentidos, caractersticas enteramente nuevas, tanto formales como de contenido)
del circuito de la produccin colonial. No puedo respaldar por completo esta in-
sistencia en el vigor determinado y la total autonoma, pues las exigencias de la
historiografa prctica no permitirn que esos respaldos privilegien la conciencia
subalterna. Contra el posible reclamo de que su aproximacin es esencialista, Guha
construye una definicin del pueblo (el lugar de esa esencia) que solo puede ser
la de una identidad-en-la-diferencia. Propone una red dinmica de estratificacin
que describe la produccin social colonial en gran escala. Inclusive el tercer grupo
en la lista, el grupo bisagra, por as decirlo, entre el pueblo y los grandes grupos do-
minantes macroestructurales, es definido como un entre-lugar [in-betweenness]. La
clasificacin procede as: grupos dominantes extranjeros y grupos dominantes
indgenas en toda la India, como tambin a escala regional y local, que representan
la elite; y [l]os grupos y elementos sociales incluidos [en los trminos pueblo y
clases subalternas] [que] representan la diferencia demogrfica entre la poblacin india
total y todos aquellos que hemos descrito como elite.52
Es tarea de la investigacin aqu proyectada explorar, identificar y medir la
naturaleza especfica y el grado de desviacin [] respecto de ideal [de los elementos
que constituyen el tercer grupo], as como situarlos histricamente. Explorar,
identificar y medir lo especfico: un programa difcilmente podra ser ms esen-
cialista y taxonmico. Incluso un curioso imperativo metodolgico opera aqu. He
sealado que en el dilogo Foucault-Deleuze, un vocabulario post-representacio-
nal esconde una agenda esencialista. En los estudios sobre la subalternidad, a causa
de la violencia en la inscripcin, epistmica, social y disciplinaria imperialista, un
proyecto entendido en trminos esencialitas debe circular en una radical prctica
textual de las diferencias. El objeto de la investigacin del grupo, en este caso ni
147
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Historia
Gayatri Chakravorty Spivak
cin, o de las reglas bsicas de la divisin sexual del trabajo, para las cuales hay evi-
dencias. Es, ms bien, que tanto como objeto de la historiografa colonialista como
sujeto de la insurreccin, la construccin ideolgica de gnero conserva el dominio
masculino. Si, en el contexto de la produccin colonial, el subalterno no tiene historia
y no puede hablar, la subalterna est an ms profundamente inmersa en la sombra.
[]
Una joven de diecisis o diecisiete aos, Bhubaneswari Bhaduri, se ahorc en
el modesto departamento de su padre en el norte de Calcuta, en 1926. El suici-
dio fue un enigma, pues, dado que Bhubaneswari menstruaba en ese momento,
estaba claro que no se trataba de un caso de embarazo ilcito. Aproximadamente
una dcada despus se descubri, por medio de una carta que le haba dejado a
su hermana mayor, que perteneca a uno de los muchos grupos implicados en la
lucha armada por la Independencia de la India. Le haban encargado un asesinato
poltico. Incapaz de enfrentar la tarea aunque consciente de la necesidad prctica
de ofrecer confianza, se mat.
Bhubaneswari saba que su muerte sera diagnosticada como el resultado de
una pasin ilegtima. Esper, entonces, la llegada de la menstruacin. Mientras
aguardaba, Bhubaneswari, la brahmacarin que sin duda esperaba convertirse en una
buena esposa, tal vez reescribi el texto social del suicidio sati de un modo in-
tervencionista. (Una explicacin tentativa de su inexplicable acto haba sido la
de una posible melancola causada por la muerte de su padre, y por los repetidos
sarcasmos de su cuado sobre la incongruencia entre su edad y su larga soltera).
Ella generaliz la razn autorizada del suicidio femenino al tomarse tan inmenso
trabajo para desplazar (no solo denegar), en la inscripcin fisiolgica de su cuer-
po, su encarcelamiento al interior de una pasin legtima por un solo varn. En
el contexto inmediato, su acto result absurdo, un caso de delirio ms que de
cordura. El gesto desplazante esperar la menstruacin es, a primera vista, una
revocacin del precepto que niega el derecho de una viuda al autosacrificio si se
est en etapa de menstruacin; la viuda impura debe esperar, pblicamente, hasta
el bao purificador del cuarto da, cuando ya no est menstruando para reclamar
su dudoso privilegio.
En esta lectura, el suicidio de Bhubaneswari Badhuri constituye una cauta re-
escritura subalterna ad hoc del texto social del suicidio sati, as como el recuento
hegemnico de la llameante y combativa Durga familiar. Las posibilidades de di-
sentir que emergen a partir de este recuento hegemnico de la madre combativa
estn bien documentadas y popularmente bien recordadas a travs del discurso de
los lderes y participantes masculinos en el movimiento de Independencia. Pero a
la subalterna como mujer no se la puede escuchar ni leer.
149
Emergencia de la subalternidad
55 Medovoi, et al., Can the Subaltern Vote?, 133-149; y Busia, Silencing Sycorax, 81-104.
56 Busia, Silencing, 102.
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Historia
Gayatri Chakravorty Spivak
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Gayatri Chakravorty Spivak
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154
Marginalidad en la mquina acadmica1
Este ensayo no trata sobre la diferencia entre frica y Asia, o entre los Estados
Unidos y Gran Bretaa. Trata sobre la diferencia y la relacin entre prcticas aca-
dmicas y revolucionarias en pro del cambio social. La acadmica radical, cuando
est en la academia, podra creer que nombres como asitico o africano (o incluso
estadounidense2 o britnico) tienen historias que no estn ancladas en iden-
tidades, sino que ms bien las aseguran. En la divisa de la universidad de hoy, no
podemos intercambiar como verdad lo que puede ser de inminente necesidad
para las colectividades identitarias. Esto parece ser particularmente necesario en la
crtica literaria contempornea, con su vigorosa inversin en la crtica cultural. Si las
prcticas acadmicas y revolucionarias no provocan una crisis productiva, el poder
del guion se trasladar claramente a otro lugar. No puede haber una reivindicacin
universalista en las ciencias humanas. Esto es muy obvio en el caso del establecimien-
to de la marginalidad como una posicin de sujeto en la crtica literaria y cultural.
La lectora debe acostumbrarse a comenzar desde una situacin particular, y luego al
hecho de que la tierra se mueve bajo sus pies.
Aqu estamos negociando con el agresivo aparato de la educacin universitaria
euroamericano, donde las armas para el juego de poder/ saber, en tanto puissance/
connaissance, diariamente son montadas, poco a poco, segn una historia bastante
diferente a la nuestra. Uno de los trucos estructuralmente funcionales de esta ma-
nufactura o ensamblado es presentarse como una industria casera de simple pauvoir/
savoir o como lo ntico, lo cotidiano, como la base de la identidad. Si somos sedu-
cidos por este truco, y lo propagamos efectivamente a travs de nuestra docencia,
somos parte del problema ms que de la solucin. De hecho, puede ser que el
problema y la solucin estn siempre intrincados, lo cual, adems, no puede ser de
1 Este ensayo forma parte de Spivak, 1993. Outside in the Teaching Machine. London: Rout-
ledge, 53-76. Fue escrito inicialmente para una conferencia acerca del valor cultural que la
autora dio en el Birbeck College, de la Universidad de Londres, el 16 de julio de 1988. La
traduccin fue realizada por Liz Munsell y Ral Rodrguez Freire. Agradecemos a Gayatri
Spivak por autorizarnos a traducir y publicar este texto.
2 Americano en el original. (N. del E.)
155
Emergencia de la subalternidad
otra manera. Aqu puede residir la razn del porqu la crtica persistente es una va
ms productiva que las competencias acadmicas disfrazadas, como en el caso de la
poltica de la diferencia.3
En una conferencia acerca del Valor de la Cultura en el Birkbeck College, de
la Universidad de Londres, realizada el 16 de julio de 1988 (donde este ensayo fue
presentado por primera vez), la panelista, [o sea yo], estuvo obligada a pensar en su
identidad cultural. Desde qu espacio estaba hablando, en qu espacio estaba co-
locndola el representante de la audiencia? Qu espera la audiencia or hoy, aqu?
La identidad cultural preasumida depende a menudo de una denominacin. En
Gran Bretaa, durante julio de 1988, una seccin de la clase baja asitica exiga
rotundamente ser reconocida como diferente de la clase baja negra, bsicamente
porque sentan, gracias a la deplorable lgica del racismo clasista alimentada por
la pobreza y fomentada por la clase dominante, que por sus cualidades culturales
tales como bondad, ahorro, domesticidad y tica del trabajo, eran, a diferencia de
las personas flojas y violentas de origen africano, confiables y potencialmente capa-
ces de ascenso social.
Distinguir entre frica y Asia a partir del parentesco con Europa es una historia
antigua. Como una asitica polticamente correcta, por supuesto que encuentro esta
historia deplorable. Todava se puede decir que una acadmica asitica bien instalada
puede permitirse encontrar dicha historia deplorable; y tambin que la insistencia
acadmica sobre una poltica de la diferencia puede ser igual de competitiva en su
propsito. Para un pblico de acadmicos y trabajadores culturales en Londres, con
ganas de or un discurso acerca del valor cultural, es importante que la identidad
de la panelista aquella tarde fuera asitica, con diferenciaciones de clase baja que
no estuvieran a la vista. A menos que continuemos albergando la trivial conviccin
3 En los trminos sealados en More on Power/Knowledge, 25-52, quiz exista una con-
fusin entre el lado crtico y el dogmtico que realiza Dipesh Chakrabarty (desescritura-
damente?) con Richard Rorty y percibe la situacin institucional como conduciendo hacia
un consejo de desesperacin como Europa, despus de todo, no puede provincializarse
dentro de la sede institucional de la universidad, cuyos protocolos de conocimiento siempre
nos llevarn de regreso al terreno donde todos los contornos siguen los de mi Europa hipe-
rreal el proyecto de provincializar a Europa debe realizar dentro de s su propia imposibi-
lidad. Por ello contempla una historia que encarna esta poltica de la desesperanza. Chakra-
barty, Postcoloniality and the Artifice of History: Who Speaks for Indian Pasts?, 22-23.
Ya que nuestras escrituras generalmente resuenan, estoy esperando que una futura discusin
persuadir al Dr. Chakrabarty de considerar la alternativa. Est una obligada a marcar la
historicidad de las epistemes, incluso cuando han sido institucionalmente historizadas con
nombres propios geogrficos que estn en conflicto: Europa, India? La pregunta es de
hecho la esencia de este ensayo.
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Marginalidad en la mquina acadmica
Gayatri Chakravorty Spivak
157
Emergencia de la subalternidad
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Marginalidad en la mquina acadmica
Gayatri Chakravorty Spivak
La Academia
9 Michel Foucault, Language, Counter-Memory, Practice, 145. De aqu en adelante ser citado
como LCP. (La cita proviene de Foucault, 1971. Nietzsche, la Gnalogie, lHistorie
Hommage a Jean Hyppolite. Paris, PUF).
10 Los expertos en la corriente dominante no son generosos con este impulso: Se han ejerci-
do, y siguen ejercindose, numerosas venganzas contra ciudadanos de las antiguas potencias
coloniales, cuyo nico crimen personal es a menudo su pertenencia a la nacin en cues-
tin El que Europa fuera colonizada a su vez por los pueblos de frica, Asia o Amrica
Latina (ya s que estamos lejos de eso) quiz fuera una hermosa revancha, pero no podra
constituir mi ideal Este xito extraordinario [que los colonizados hayan adoptados nues-
tras costumbres y se hayan vestido] se debe, entre otros, a un rasgo especfico de la civi-
lizacin occidental, que durante mucho tiempo se haba tomado como un rasgo humano
en general, lo cual haca que su florecimiento entre los occidentales se volviera entonces la
prueba de su superioridad natural: es, paradjicamente, la capacidad de los europeos para
entender a los otros (Tzvetan Todorov, The Conquest of America, 256, 258). O para dar
solamente dos ejemplos, este comentario sobre el uso creativo del terrorismo por parte de
Sartre. El precursor verdadero de Sartre no era tanto Marx como Sorel, cuya creencia en
la eficacia de la violencia como purgativo anticip a la suya. Curiosamente, la apologa de
Sartre para el terrorismo-fraternidad encontr su verdadero hogar no en suelo francs, sino
en los pases subdesarrollados del Tercer Mundo, donde el terror fue recomendado como
panacea para las psicopatolgicas coloniales-inducidas. Steven B. Smith, Reading Althusser:
An Essay on Structural Marxism, Ithaca, Cornell University Press, 1984, 67.
11 Said, Orientalism, 1978.
159
Emergencia de la subalternidad
disciplina: puesto que la conferencia fue realizada bajo los auspicios de un Departa-
mento de Ingls, con un pequeo componente interdisciplinario en Estudios Cul-
turales, consider este libro como la identidad profesional colectiva de la mayora,
con toda la genealoga suspendida. Este texto es la Teora Literaria Hoy).
El libro de Said no fue un estudio de la marginalidad, ni siquiera de la margina-
lizacin. Fue el estudio de un objeto construido para su investigacin y control. El
estudio del discurso colonial, directamente catalizado por trabajos como el de Said,
ha florecido, pero lo ha hecho desde un jardn donde lo marginal puede hablar y
ser hablado, incluso puede ser hablado por. Esta es una parte importante (y sitiada)
de la disciplina hoy.12
Mientras que este material comienza a ser absorbido en la disciplina, las lneas
de poder de la diseminacin del conocimiento, establecidas desde hace bastan-
te tiempo, aunque flexibles, heterogneas y jerrquicas, continan determinando
y sobredeterminando su condicin del representabilidad. Es en el momento de
infiltracin o insercin de dicho material bastante amenazado por parte de los
guardianes de una alta cultura occidental fantasmtica cuando hay que tener ms
cuidado que nunca.13 El precio del xito no debe comprometer la empresa irreme-
diablemente. En ese espritu de precaucin, no puede ser inadecuado fijarnos en
que, como profesores, estamos ahora implicados en la construccin de un nuevo
objeto de investigacin el tercer mundo, lo marginal para la validacin
y la certificacin institucional. Basta que una analice con sumo cuidado la prolife-
racin si bien exclusivista de anuncios de trabajo tercermundistas para ver
cmo se est empaquetando esta identidad. Es como si, de cierta manera, llegra-
mos a ser parte de la perpetracin de un nuevo orientalismo.
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Gayatri Chakravorty Spivak
14 Michel Foucault, The History of Sexuality, vol. 1, 99. De aqu en adelante ser citado como HS.
15 Los ataques virulentos contra lo polticamente correcto han hecho mi discusin algo an-
ticuada. Las dinmicas del aparato cultural aventajan el ritmo anticuado de la publicacin
acadmica.
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Emergencia de la subalternidad
16 Fredric Jameson, On Magic Realism in Film, 301-325. Los textos ms importantes son,
por supuesto, Naipaul, Guerrillas, 1975, y Rushdie, Midnighs Children, 1981.
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Marginalidad en la mquina acadmica
Gayatri Chakravorty Spivak
Una tiene que comenzar por algn lado es un sentimiento diferente cuando
lo expresa el oprimido no organizado que cuando lo expresa el beneficiario de una
estructura disciplinaria consolidada perteneciente a un poder central neocolonia-
lista. Si estudiramos este movimiento en la perspectiva de la produccin colonial
discursiva del siglo XIX, qu diramos sobre el margen que es constituido para sa-
tisfacer la conveniencia institucional del colonizador? Si el por algn lado con el
cual una comienza es el sitio ms privilegiado de un sistema neocolonial educativo,
en una institucin dedicada a la formacin de profesores, financiada por el Estado,
no se hace aquel gesto de conveniencia el punto de partida normativo? Requiere
de la mayor vigilancia la participacin en un aparato tan privilegiado y autoritario?
Hagamos un poco el anlisis genealgico de los cientficos su Herkunft descu-
brir pronto los papeleos del escribano o las diatribas del abogado su padre en
su atencin aparentemente desinteresada.17 Deberamos imaginarnos libres de este
anlisis? Deberamos no intentar tambin escribir la historia del presente? Por qu,
en tanto nos liberamos del pretexto de ocupar el centro o buscar la validacin por/
como centro, debemos pensar que no nos parecemos a este hombre enmaraado y
annimo que es el europeo del siglo XIX, que no sabe quin es, ni qu nombre
debe llevar, a quien el historiador le ofrece identidades de recambio, aparente-
mente mejor individualizadas y ms reales que la suya.18 Nuestra desaprobacin solo
puede alimentar la rpida consolidacin de las fuerzas reaccionarias en la institucin.
Como consecuencia de una dcada de estudios sobre los discursos coloniales que
se filtran en la pedagoga disciplinaria y sus poderosos complementos, y de la imbri-
cacin de tcnicas del saber con estrategias de poder, quin reclama la marginalidad
en el vasto campo postcolonial? Qu tiene que ver esto con la vieja prctica de
empoderar a un grupo privilegiado o a un grupo propenso a la movilidad social, y
considerarlos los autnticos habitantes del margen? No deberamos dar una mirada
genealgica sobre lo que hemos generado en la crtica literaria y el estudio de la
cultura, ya que un estudio de las estrategias del margen no debe ser detenido?
Uno no debe suponer que existe determinado dominio de la
marginalidad que depende por derecho de un conocimiento
cientfico desinteresado y libre, pero sobre el cual las exigencias
econmicas o ideolgicas del poder hicieron pesar mecanismos de
prohibicin. Si la marginalidad se constituy como dominio por
conocer, tal cosa sucedi a partir de relaciones de poder que la ins-
tituyeron como objeto posible; y si el poder pudo considerarla un
163
Emergencia de la subalternidad
3) Mi tercer ejemplo viene de Benita Parry. La seora Parry es, otra vez, una alia-
da. Ella fue muy amable en llamar mi atencin, al sealar que en un reciente nmero
de la Oxford Literary Review dedicado al colonialismo, Bhabha, Abdul JanMoharn-
med y Gayatri Spivak eran bsicamente incapaces de escuchar la voz del indgena.21
Postcolonialidad
Es en mi respuesta a ella, que el nombre postcolonial entra totalmente en
el juego, lo cual, incidentalmente, hace que lo latinoamericano, en tanto ejemplo
paradigmtico (estilstico), tiemble.
En un segmento sobre la novela Foe, de J. M. Coetzee, me he acercado a la
pregunta de Benita Parry, contrastando el Robinson Crusoe de Defoe, el capita-
lista mercantil que educa a Viernes representado como el complaciente sujeto
protocolonial, con la Susan Barton de Coetzee, la anacrnica inglesa del siglo
XVIII, que desea darle al otro racial enmudecido, una voz.22 Ms que repetir mi
argumento, me tomar la libertad de citarme, con modificaciones contextuales:
Cuando Benita Parry nos enfrenta por ser incapaces de escuchar
a los indgenas, o por no dejarlos hablar, ella olvida que tres de no-
sotros, postcoloniales, somos indgenas tambin. Hablamos como
164
Marginalidad en la mquina acadmica
Gayatri Chakravorty Spivak
23 Para interesantes reflexiones sobre Suerte moral, ver Williams, Moral Luck, 20-39. Pero
la suerte moral es una asignacin despus-de-el-hecho. La justificacin, si ah debe estar
uno, ser esencialmente retrospectiva (p. 24). El imposible e ntimo no podra as impli-
car nuestra consideracin de la produccin histrica de nuestra intercambiabilidad cultural.
Por qu implica esto un gran trayecto hacia un futuro? Intento responder esto en el texto.
(Tambin soy consciente de que la delicadeza que conlleva la preocupacin de Williams
con el agente moral individual es parodiada cuando es transferida a algo como la cultura
del imperialismo. Sera interesante aplicar las brillantes conjeturas inconcluyentes de
Williams a reformistas imperialistas individuales).
24 Spivak, Theory in the Margin: Coetzees Foe reading Defoes Crusoe/Roxana, en Arac y
Johnson (Eds.). Consequences of Theory, 154-180.
165
Emergencia de la subalternidad
que ningn referente histricamente adecuado puede ser anticipado desde el espacio
postcolonial, lo que, sin embargo, no hace que los reclamos sean menos importantes.
Un concepto-metfora sin un referente adecuado es una catacresis.25 Estas demandas,
al fundar la catacresis, tambin hacen de la postcolonialidad un caso deconstructivo.
Por otra parte, el centro an aora el objeto de la tradicional
etnografa concienzuda: donde las mujeres se inscribieron como
curanderas, ascetas, cantantes de canciones sagradas, artesanas y ar-
tistas, escribe Benita Parry.
No tengo ninguna objecin contra la etnografa concienzuda,
aunque estoy un poco asustada por su relacin con la historia de la
disciplina antropolgica. Mi especial palabra a Parry, sin embargo,
es que sus esfuerzos as como los mos son juzgados mediante las
exclusiones practicadas por complejas operaciones que conjugan
tcnicas de saber y estrategias de poder, y que tienen una historia
bastante larga y ms amplia que nuestra benevolencia y confesiones
individuales.26
Valor
La persistente crtica de lo que una debe habitar, la persistente consolidacin de
demandas para fundar la catacresis, implica una incesante recodificacin de campos
de valor diversificados. Intentemos imaginar la identidad, un soporte muy apre-
ciado, en tanto punto de sealizacin en esta recodificacin del circuito.
Djennos, al menos por el momento, detener la comprensible necesidad de
fijar y diagnosticar la identidad de esa mayora llamada merecidamente marginal.
Djennos tambin detener la autofelicitacin en tanto salvadores de la margina-
lidad. Djennos echar un vistazo, aunque a ciegas, en la red que constantemente
cambia y enreda las tcnicas del saber y las estrategias de poder, apelando a la
pregunta por el valor. Esto no es una invitacin a pisar sobre la arena iluminada,
donde los valores son tan amplios que los filsofos pueden discutir sobre ello con
referencia a sociedades imaginarias: universales ticos y particularidad cultural.27
La forma del valor es el nombre de esa cosa sin contenido y simple [einfach]
a travs de la cual Marx reescribi no la mediacin, sino la posibilidad de la me-
25 La catacresis es un tropo, una figura retrica que consiste en designar una cosa que carece
de nombre, usando el nombre de otra. (N. de T.)
26 Spivak, Theory in the Margin, 172-173.
27 El ms atento, por ejemplo, en Richard Rorty, Solidarity and Objectivity?, John Rajch-
man y Cornel West (eds.), 1985. Post-Analytic Philosophy,.
166
Marginalidad en la mquina acadmica
Gayatri Chakravorty Spivak
28 Siempre que alguien intente reunir una teora de la prctica donde el sujeto sea considera-
do como base absoluta es puesto en cuestin, la catacrsica palabra maestra se hace necesaria,
porque el lenguaje nunca puede evitar totalmente la presuposicin de tal base. La palabra
especfica es, en tal caso, la que mejor servir, pero tambin, y necesariamente, ser una
palabra inadaptada. (Desde luego, puede haber sin duda una teora marxista de la ideologa
que cuestione al sujeto previsto como la base absoluta). La opcin de estas palabras maestras
obliga a aceptar la carga histrica de los significados de la palabra en el lenguaje (paleonimia).
As el valor (como la escritura en Derrida, el poder en Foucault o el deseo en
Deleuze y Guattari) necesariamente debe referir a sus significados lingsticos corrientes,
el valor material as como los valores ideales, y crear la confusin productiva de que puede,
solo, dar lugar a la prctica. Se debe decir, sin embargo, que estas palabras maestras son
inadaptadas solo si el uso corriente del lenguaje presupone tener casos totalmente ajustados.
De esta manera ajustar es en s una catacresis e indica una teora general del lenguaje en
tanto catacresis que activamente debe ser marginada en todos sus empleos.
29 Marx, Capital, vol. 1, 90. Segn Marx, en el capital el valor niega [sublates] su propia defini-
cin al devenir el contenido ms que la forma (de medida), mediante la mercantilizacin del
poder de trabajo (Karl Marx, Grundrisse: Foundations of the Critique of Political Economy, trad.
Martin Nicocauls, New York, Vintage, 1973. Sin duda es un gesto banal especular si tanto
en Marx como en la tradicin de la crtica, es la investigacin de el valor, de una forma u
otra, la que deviene contenido; un gesto as puede conducir a la desesperada poltica de el
texto se deconstruye a s mismo, ms que a la crtica persistente/reconstruccin afirmativa
30 Karl Marx, Selected Correspondence, 228. La cita est tomada de una carta que escribi Marx
a Engels el 22 de junio de 1867, en respuesta, a su vez, a una carta de Engels fechada el
16 de junio de 1867, en la que se discute sobre el apndice titulado La forma del valor,
el cual contiene la ms clara y sucinta exposicin de Marx sobre el concepto en cuestin.
El apndice apareci en la primera edicin del primer volumen de El Capital. Engels: El
pliego 2 sobre todo presenta un fuerte sello forunculoso, pero ya la cosa no tiene remedio
167
Emergencia de la subalternidad
A principios de los aos setenta, el Anti-Edipo intent ampliar el rango del ar-
gumento marxiano del valor, aplicndolo a la produccin y apropiacin de valor
en cdigos afectivos y sociales, y no simplemente econmicos. Esta fue su apela-
cin contra Althusser, leer nuevamente el primer captulo de El Capital, donde la
conversacin es de valor la necesaria presuposicin para-individual sin conte-
nido antes de que esta sea totalmente codificada en un sistema econmico de
equivalencias e implicada en relaciones sociales. Relacionndola con la atencin
que el postestructuralismo coloc en lo subindividual, ellos la llamaron deseo,
una palabra tan engaosa como valor.
Sugeran que ya que el capital descodific y desterritorializ al socius mediante la
liberacin abstracta como tal, el capitalismo debe manejar esta crisis realizando mu-
chas reterritorializaciones, entre las cuales el modo generalizado, el modo psicoanal-
tico de produccin de valor afectivo opera por medio de una institucin sistemtica
generalizada de equivalencia, espectacular en su complejidad y discontinuidad.
Las codificaciones de valor en la esfera poltico-cognitiva, a travs del sistema
discursivo de la marginalidad, ya sea mediante el psicoanlisis, el culturalismo o
el economismo, todava forman parte de esta gestin de la crisis. En la disciplina,
podemos tomar los ejemplos ms comunes: preguntas tales como Cunto vale el
estudio, la enseanza, y la conversacin aparecen ahora como Que es lo mejor
que se puede empaquetar en un formato de catorce o diez semanas; Cules son
los mejores textos disponibles? (donde lo mejor y la produccin de lo mejor
son codificados en conjunto); cules son los temas ms manejables para un art-
culo? (producidos por las tcnicas del saber en el sistema educacional de enseanza
bsica y media de Estados Unidos). Cul es el mejor modo para demostrar que
esto puede ser integrado en el plan de estudios de ingls sin inquietar las exigen-
y pienso que debes desistir de esto en el apndice, pues el filisteo no est acostumbrado
a estas especulaciones abstractas, y no creo que quiera atormentarse en gracia a la forma
del valor. A lo sumo, convendra documentar histricamente algo ms por extenso los
resultados obtenidos aqu por la va dialctica; como si dijramos, contrastarlos a la luz de
la historia, aunque lo ms importante quede expuesto en el cuerpo de la obra. Marx:
Por lo que se refiere al desarrollo de la forma del valor, he seguido tu consejo y no lo he
seguido, para expresarse tambin aqu dialcticamente. Es decir, he hecho lo siguiente: 1)
he escrito un apndice, en el que expongo la misma cosa con la mayor sencillez y la mayor
pedantera posibles, y 2), siguiendo tu consejo, he dividido la exposicin en prrafos, etc.,
con epgrafes especiales. En el prlogo, advertir al lector no dialctico que se salte las
pginas x a y, y que lea, en vez de ellas, el apndice. No se trata solamente de los filisteos,
sino de los jvenes deseosos de aprender, etc. Se trata, adems, de un asunto que tiene una
importancia demasiado decisiva para la comprensin de toda la obra, en Marx, 2006. Cartas
sobre el tomo I de El Capital, en El Capital, Mxico DF: FCE, p. 681. nfasis agregados.
(N. del E.)
168
Marginalidad en la mquina acadmica
Gayatri Chakravorty Spivak
cias de distribucin?; cules son los proyectos financiados?; cules son los
libros comercializados?. Paradjicamente, mientras que estos necesarios detalles
prcticos una tiene que comenzar en algn lugar se transforman en reglas
de trabajo tcitamente aceptadas por los planificadores, los receptores (estudiantes,
pblico) a menudo piensan en la pedagoga solo en trminos de transformacin de
la conciencia, y en las conferencias como lo que est al orden del da. No sugiero
que haya un espacio positivo de la marginalidad que pueda ser recuperada desde
el otro lado de la codificacin incesante. La marginalidad, al incorporarse en el
lenguaje cultural-disciplinario es, de hecho, el nombre de un determinado conjunto
de representaciones que se encuentran en constante cambio, lo cual, a su vez, es la
condicin y el efecto de ello. Es codificada en la moneda corriente de las equiva-
lencias del saber. Aquella moneda mide la magnitud del valor en la esfera de saber.
No podemos comprender el valor como tal; esto es una posibilidad para la
comprensin sin contenido. Pero si nos posicionamos como identidades en trminos
de eslabones en la cadena de una codificacin de valor como si estas fueran perso-
nas y cosas, e intentamos basar nuestra prctica sobre dicho posicionamiento, nos
convertimos en parte del problema, por lo menos tal como lo describo.31
En principio, el trabajo de entregar [una identidad de] gnero comprende al
socius como un sitio de intercambio y excedente afectivamente codificado. El sim-
ple momento sin contenido del valor, codificado en trminos de gnero, histri-
camente ha dirigido la apropiacin de la diferencia sexual, sustrayndose a, pero
representado como, la ficcin terica de la identidad sexual (El valor econmica-
mente codificable es el diferencial sustrado de la ficcin terica del valor de uso
en la produccin y consumo de la identidad).32 El ensayo The Traffic in Women:
Notes on the Political Economy of Sex, de Gayle Rubin, fue pionero en el an-
31 En realidad, este es el punto firme de Marx sobre la identidad de los trabajadores como
individuos que producen valores de uso y solidaridad de clase basada en la codificacin del
valor de lo social. La esfera social es donde el trabajo es medido en trminos de valor ms
que de uso. El libro Readings the Capital Politically, 1979, 19) de Harry Cleaver, sufre de un
malentendido de esta relacin ambivalente entre el capital(ismo) y el social(ismo). El uso del
trmino moneda corriente por parte de Bernard Williams tiene algo como una relacin
con nuestro sentido de valor (Moral Luck, 35). Aun porque l solo puede ver la codifi-
cacin del valor como singular y racional, ms que heterogneo y coherente, l lo descarta
como imposible en la esfera moral, y, en verdad, es escptico acerca de la posibilidad de una
filosofa moral sobre tierra las bases relacionadas. Siento una simpata bsica con su posicin
aunque no pueda aceptar sus presuposiciones y conclusiones sobre la moneda corriente.
Aqu quizs recurrir a la metaforicidad de un concepto nos ayudara. Para la metaforici-
dad del concepto de moneda corriente, como para conceptos y metforas en general, ver:
White Mythology: Metaphor in the Text of Philosophy, 207-71.
32 He discutido este tema en Scattered Speculations on the Question of Value, 154-75.
169
Emergencia de la subalternidad
lisis de la codificacin del gnero. Los escritos de Kalpana Bardhan sobre el estatus
de las mujeres indias, son los nicos trabajos acadmicos que he visto en el marco
de la postcolonialidad, y en el contexto subalterno, que parten de la base de que
la determinacin de gnero es la codificacin del valor diferencial, permitiendo la
posibilidad de intercambio de valor afectivo, negociando la sexualidad en vez de
la identidad sexual.
La operacin de valor hace todos los compromisos negociables, sin importar la
urgencia aparente o real de estos. En el largo plazo, la intervencin social emanci-
patoria no es primariamente una cuestin de reparar la victimizacin a travs de la
asercin de la identidad (de clase gnero o etnocultural). Es una cuestin de
desarrollar una vigilancia para la apropiacin sistmica de la capacidad social para
producir un diferencial que es una base de intercambio entre las redes de la identidad
culturales, de clase, o de gnero.
En el campo de las polticas etnoculturales, una profesora postcolonial puede ayu-
dar a desarrollar esta vigilancia, en vez de continuar patticamente la dramatizacin
de la victimizacin o la afirmacin de una identidad falsa. Ella dice no a la suerte
moral de la cultura imperialista, mientras reconoce que debe habitarla o, mejor di-
cho, invertirla, criticarla.
(De hecho, la especificidad de la postcolonialidad, entendida en esta manera,
nos puede ayudar a comprender que ninguna demanda, histrica [o filosfica]mente
adecuada, puede ser producida con la finalidad de guiar mensajes de emancipacin
y opresin poltica, militar, econmica, o ideolgica. Asumes posiciones no para
descubrir planteamientos histricos o filosficos, sino para invertir, desplazar, y asir
el aparto codificador de valor. Esto es lo que quiere decir la sentencia la agenda de
los compromisos ontolgico-culturales es negociable. En ese sentido, la postcolo-
nialidad, lejos de ser marginal, puede develar el irreducible margen que existe en el
centro: nosotros siempre estamos despus del imperio de la razn, nuestros derechos
son siempre menos que suficiente. Desgraciadamente, en manos de los identitarianos,
esto puede desembocar en reivindicaciones de marginalidad. Somos todos postcolo-
niales [We are all postcolonials]).
Reivindicando la catacresis desde un espacio que una no puede dejar de desear
habitar, pero que, sin embargo, debe criticar, es que nos encontramos con el dile-
ma deconstructivo de la postcolonialidad. Guardo la esperanza de que este sentido
impondr una concreta restriccin sobre los marginales metropolitanos y la elite in-
dgena (a la cual, de alguna manera, yo puedo pertenecer), no para producir una
simple historia de anticuario que busca las continuidades de la tierra, el lenguaje y
la vida urbana en la cual nuestro presente est enraizado, ni para cultivar con mano
170
Marginalidad en la mquina acadmica
Gayatri Chakravorty Spivak
delicada lo que exista desde siempre, de conservar, para los que vendrn despus, las
condiciones bajo las cuales nacimos.33
En este espritu comentar Genesis, una pelcula de Mrinal Sen.
Permtanme explicarlo aqu. La postcolonialidad en general no se subsume bajo
el modelo de lo marginal revolucionario o resistente que vive en el espacio metro-
politano. Si la Gran Bretaa negra o la coalicin del arcoris en Estados Unidos
se consideran como paradigmas de, por ejemplo, la India o las nuevas naciones afri-
canas, el nfasis cae sobre Gran Bretaa o Estados Unidos, en tanto Estados nacio-
nales. Es en este sentido que el uso agresivo de la diferencia entre cultura y poder
poltico, por parte de un nacionalismo ms temprano, se ha invertido dando lugar
solamente a un intento poltico. En la agenda principal queda an por hacer estallar
la fantasmtica blancura de la nacin metropolitana. En un reciente y potente
ensayo, Tim Mitchell ha sugerido que la tpica actitud orientalista fue considerar
el mundo como exhibicin,34 mientras que el nuevo orientalismo ve el mun-
do como inmigrante. Es exagerado sugerir que este recordatorio subestima la lu-
cha de los marginales en el espacio metropolitano. Ms bien recuerda que esa lucha
no se puede realizar en el referente no examinado por toda la postcolonialidad sin
que se presenten problemas graves. Ningn dilogo de doble va que atraviese
por las grandes corrientes del intercambio cultural internacional olvida esto.35
As, una pelcula hecha en la India (Genesis), o hecha en Mal (Yeelen de Cisse
Souleymane) no se puede parecer a Th au harem dArchimde (de Mehdi Charef,
francs/argelino). La secuencia final de la nueva pelcula de Alain Tanner, Une
flamme dans le coeur, en la cual se coloca a Mercedes (una mujer rabe en Pars) en
El Cairo, intenta apuntar a esta problemtica.
33 LCP, p. 162 (Foucault, Nietzsche, la genealoga, la historia, 28; cita levemente modifica-
da. La historia de anticuario se refiere a aquella historia preocupada, como escribe Foucault
siguiendo a Nietzsche, de reconstruir las ficticias races de la identidad prometida por la
metafsica, races que la historia genealgicamente dirigida debe disipar [N. del E.]).
34 En Mitchell, The World as Exhibition, 217-36.
35 El parentesco intelectual entre frica y norteamericanos africanos es un ejemplo de tal
intercambio internacional. Este se diferencia del tema de la heterogeneidad de la clase baja
metropolitana. Por supuesto debo tambin mencionar la solidaridad poltica cultural entre
norteamericanos rabes y la lucha palestina para la liberacin como un ejemplo de un inter-
cambio de dos vas. Mi punto general sobre la prctica acadmica de definir la marginalidad
y la postcolonialidad sigue siendo generalmente no afectado por eso.
171
Emergencia de la subalternidad
172
Marginalidad en la mquina acadmica
Gayatri Chakravorty Spivak
alegoras didcticas, algunas seales con claras para algunos grupos atados conjun-
tamente por los diversos cdigos de valor (sistemas de representacin) [de] los ele-
mentos que estn siendo manipulados con cierta brillantez por Sen. Los indgenas
radicales sienten la omnipresencia y la ubicuidad del trabajo esclavizado como un
modo de la produccin.40 Los entusiastas de la India perciben el famoso tiempo
cclico. Los indios ligeramente ms sabios tal vez perciben una referencia irnica
en el famoso compromiso de Krishna en el [Bhagavad] Gita: Para salvar a aquellos
que hacen el bien y destruir a aquellos que actan con maldad, para as restablecer
el reino de la Verdad, Yo vengo a este mundo era tras era.41
Algunos se fijaran en una referencia in media res a la narrativa secuencial del
modo de produccin, un recordatorio de la impaciencia del joven Marx con las
preguntas de los orgenes, una impaciencia en la que siempre persisti: Cuando
preguntas por la creacin del hombre y de la naturaleza haces abstraccin del hom-
bre y de la naturaleza. [] No pienses, no me preguntes, pues en cuanto piensas y
preguntas pierde todo sentido tu abstraccin del ser de la naturaleza y el hombre.42
En esta articulacin de la historia en trminos del modo de produccin de
valor (econmico), el obrero es representado como un colectivo atrapado en la
firma primitiva (en su huella digital ms cercana, una marca que deja el cuerpo), el
contrato originario la primera codificacin/ identificacin. Ambas cosas cobran
importancia en el nfasis subsiguiente de la pelcula sobre el nombre del padre y su
uso del contraejemplo radical.
La banalidad y el desierto
En todo caso, es solo despus de esta escena preoriginaria de la repeticin que
el ttulo aparece en la pantalla: GENESIS. Se ve, conscientemente, un tanto so-
lemne, en grandes letras solitarias sobre la pantalla. El espectador etnogrficamente
sabio lo encontrara banal, el sabio diasprico vergonzosamente prepostmoderno,
el metropolitano tercermundista tal vez suprimira la vergenza porque el film es
una alegora tercermundista sobre el nacimiento de una nacin genesis no
173
Emergencia de la subalternidad
43 Mrinal Sen es, junto a Satyajit Ray y Ritwik Ghatak, uno de los fundadores del llamado nue-
vo cine indio. Nacido en 1923 en la Bengala Oriental, comienza su carrera en 1956, mediante
la produccin de un cine preocupado de la clase media baja y los desempleados, influencia-
do notoriamente por el neorrealismo italiano. Su primera fase fue cercana al Movimiento
Maosta Naxalite. (N. del T.)
44 En Gramsci, The Study of Philosophy, 324.
45 Tomo esta distincin de Foucault, The Archaeology of Knowledge, trans., A. M. Sheridan
Smith, New Cork, Pantheon Books, 1972, 88-105.
174
Marginalidad en la mquina acadmica
Gayatri Chakravorty Spivak
la alegora trabaja en pedazos y piezas con algo parecido a una relacin con el h-
bito postmoderno de citar sin autoridad. Con una pedagoga que ve esto como la
marca del modo postcolonial fragmentado, la alegora puede ofrecer una parba-
sis persistente al desarrollo de cualquier narrativa etnocultural continua, o de una
reinscripcin continua.46
Genesis es el ttulo original de la pelcula, no la traduccin. Por qu una pelcu-
la de la pennsula india no debera apropiarse del ingls como uno de sus momentos,
sin la habitual timidez del realismo mgico o teratolgico? En general, en la ficcin
inglesa diasprica escrita por gente que no tiene contacto activo con las lenguas in-
dgenas, la nica forma en la cual estas lenguas son resaltadas, es a travs de una burla
monstruosa de un ingls estndar transformado, lo cual habla ms de la falta de acceso
creativo del escritor/a a los lenguajes del pas. Aqu la palabra inglesa es, y no es, un
subttulo cuando aparece en la pantalla. Esa es, al menos, la relacin de los indios
postcoloniales con el ingls una relacin (sub)titular que no deriva de un titulo au-
tntico del idioma. En el origen hay algo como un subttulo, algo como una nota al
pie, algo como una posdata, y la postcolonialidad puede ser su escrupuloso paradigma.
Entre otras cosas, la pelcula registra el mito original de la Biblia. Por qu el
llamado centro del hinduismo no debera apropiarse de la judeo-cristiandad con
los puntos de contacto desordenados y la reinscripcin incoherente, apropiarse del
modo postcolonial sin las fuertes capturas del transcendentalismo, el unitarianismo,
y los proyectos legitimizadores del siglo XIX, tales como el Brahmo Samaj o el
hinduismo semitizado que se disfraza como la cosa real? La pedagoga postcolo-
nial tiene que ensear el juego sobredeterminado del valor cultural en la inscrip-
cin del socius. Tales sobredeterminaciones apropiativas ignoradas son la sustancia
de la globalidad contempornea. Piensa, por ejemplo, en el tejido apropiativo de
las grandes narrativas europeas del socialismo y la cristiandad (en este contexto
la cristiandad no es completamente europea, ni siquiera en sus orgenes) con
las narrativas asiticas de la etnicidad y el Islam, en el hecho de que la re-
gin autnoma transcaucsica de Nagorno-Karabaj, que representaba un cinco por
ciento del territorio de la Repblica de Azerbaijn, estaba, ese mismo julio [mes
del llamado conflicto del alto Karabaj], intentando separarse bajo la glsnost,47 de su
46 El diccionario ingls de Oxford define parbasis como apartarse [going aside], [En
la comedia griega antigua, una parte cantada por el coro,] dirigida al pblico en nombre
del poeta, y desconectada de la accin de la obra (traduccin levemente modificada [N.
del T.]). Nos apropiamos de esta definicin, para resignificarla como transaccin entre las
posiciones de sujetos postcoloniales, que estn persistentemente apartndose de la tpica
continuidad alegrica.
47 La glsnost (literalmente apertura) fue una campaa poltica diseada por Mikhail Gor-
175
Emergencia de la subalternidad
bachov (presidente ejecutivo entre 1985-1991), cuyo fin era transparentar y liberalizar el
sistema sovitico [N. del E.].
48 Para un resumen del caso armenio desde el punto de vista de los reivindicaciones catacrsicas
de nacionalidad, vanse Kasanjian y Kassabian, Naming the Armenian Genocide, 81-98;
el libro The Thinking Reed: Intellectuals and the Soviet State: 1917 to the Present, de Boris Ka-
garlitsky, rpidamente se est convirtiendo en el texto ms dotado acerca de la nueva Unin
Sovitica, todava no considera la ruptura/ apertura de la codificacin de valor disponible
de la etnicidad y el nacionalismo. Estas palabras se volvieron an ms importantes en 1992,
cuando escribi por ltima vez. Y, en 1993, la Guerra en Europa! serbocroata una la-
mentacin que se escuchaba mucho en la Comunidad Econmica Europea ha dislocado
an ms nuestro anuncio estereotipado de Islam.
49 Espero no alejarme al sealar que he tratado de analizar las implicaciones de estos eventos
para la enseaza multiculturalista en Estados Unidos en Spivak, Teaching for the times,
3-22.
176
Marginalidad en la mquina acadmica
Gayatri Chakravorty Spivak
relato, desde una sequa para ellos, desde una inundacin asesina para ella. La mujer
no es producida por un hombre u hombres. Comparten la misma historia con una
diferencia: natural (la sequa de ellos/ la inundacin de ella) y social (ellos son teje-
dores y campesinos; ella ha sido esposa, madre, y trabajadora). Este no es un relato
de comunismo primitivo, para Marx discutiblemente una presuposicin, una
ficcin terica.50 La serpiente aparece por lo menos dos veces, como un tipo de
recuerdo de la trama revisada.
He sealado antes que la pelcula utiliza un gnero turstico banal, reconoci-
ble por el espectador oportuno. No es mi intencin sugerir que la enseanza del
valor dentro del campo postcolonial debe ignorar lo culturalmente oportuno,
y lo erudito. Debemos antes aprender a reconocerlo como otro momento en la
negociacin diferencial del compromiso ontolgico con el objeto de investigacin.
Debemos, como profesores, esforzarnos para reconocer el diagnstico apropiado
(actual e histricamente), y entonces hablar de l como un caso, en lugar de una
autoridad idntica a s misma. La esencia del saber no es meramente el saber por
el saber.51 Este permite que uno no sea atrapado por la autoridad, considerar otros
cdigos, otras constelaciones. Djennos poner en prctica esta codificacin en el
espacio llamado Rajasthn.
En El beso de la mujer araa, de Hector Babenco (1985), el uso del temprano tec-
nicolor hollywoodense hacia el final de la pelcula es enmarcado cuidadosamente en
lenguajes flmicos diversos para que se pueda ajustar nuestra mirada. En Genesis, el
desmarcado aunque notablemente regresivo uso del espacio lrico, la pantalla ancha, la
luz elemental y los colores primarios, pueden ser vistos como denotando desierto.
S, este es el rea desrtica del noroeste de la India, pero no estamos, agresivamente,
en el espacio verdico. Las piedras de la ruinas se mueven para denotar insubstanciali-
dad, y el sonido de un avin anacrnico es la respuesta de un dios creado a partir de
un crneo, antes del amanecer de la tecnologa seria. El noroeste de la India empuja
hacia el desierto del oeste de Asia, como el teatro oportuno de Genesis. No hay jardn
al comienzo, pero hay un desierto en medio de la historia. (El Asia del oeste, el medio
oriente, en s revela la naturaleza catacrsica del nombramiento direccional absoluto
de las distintas partes del globo. Solo puede existir como un descriptivo absoluto si
Europa es supuesta como el centro.) Este no es un lugar particular, negociable como
el rea del noroeste de la India, empujando hacia el oeste de Asia, pero no todo el
50 Umberto Melotti expone sin darse cuenta esta idea en Marx and the third world, 28-9.
51 En Derrida, Mochlos ou le conflit des facults, Du droit la philosophie, Galile, Pars,
1990, 397-438. Para la verdad como un caso de iterabilidad general, ver Derrida, Margins
of Philosophy.
177
Emergencia de la subalternidad
oeste de Asia; quiz la misma falta de esta referencia cuestiona los fuertes, eruditos
periodos del cine, las pelculas benevolentes antirracistas, (en las pelculas racistas be-
nevolentes, una casi no puede notar la diferencia) que se han hecho sobre el relato de
la Biblia en su contexto geogrfico apropiado.
Tambin hay algo de esta irresuelta denotacin del espacio en el lenguaje de la
pelcula. La pelcula fue hecha por un indio cuyo lenguaje nativo no es el hindi,
la lengua nacional. Lo ven ahora? Estar en una nueva nacin (en s misma ca-
tacrsica para el desarrollo apropiado de las naciones), hablar por ella, en una lengua
nacional que no es su lengua materna. Pero, qu es una lengua materna?
Una lengua materna es un lenguaje con una historia es decir, instituida
antes de nuestro nacimiento y despus de nuestra muerte, donde los patrones que
se pueden llenar con la motivacin de cualquiera han sido establecidos por ellos
mismos. En este sentido es inmotivada, pero no caprichosa. La aprendemos en
una forma natural y la llenamos de una vez por todas con nuestras intenciones
y as la hacemos propia para el resto de nuestras vidas, y entonces la dejamos
sin intencin como inmotivada y sin caprich como cuando la encontramos (sin
intencin), como cuando nos encuentra para sus otros usuarios: La inmotiva-
cin del signo requiere una sntesis en la que lo totalmente otro se anuncia como
tal sin ninguna simplicidad, ninguna identidad, ninguna semejanza o continui-
dad dentro de lo que no es l.52
De esta manera, la aparentemente absurda autodiferenciacin de un hablante
no nativo de una lengua nacional se puede utilizar para demostrar que este es el
nombre del juego, que este es solo una representacin ejemplificada de cmo una
puede estar en el hogar dentro de una lengua. No hay esfuerzo en Genesis para
producir la rica textura de un autntico hindi, ni su esqueleto beckettizado. Este
es solo el hindi de reserva de un hombre algo exiliado de su lengua nacional. Y
como tal, una se fija en su cuidadoso enfoque.
El ala extrema del hindi en tanto lengua nacional es una mezcla peculiar
con un idioma artificial fuertemente sanscritizado, cuya confeccin ms notable
es el habla de auxiliares de vuelo de aviones indios. En contraste, el hindi hablado
y escrito es enriquecido por muchas palabras prestadas [loan-words] del rabe y el
persa (palabras prestadas es, en s, como ustedes adivinaron, un concepto-
metfora catacrsico: como dijo Marcel Proust, esas palabras francesas que nos
enorgullecen tanto no son otra cosa que vicios de pronunciacin producidos por
52 Derrida, Of Grammatology, 47. Ha llegado el momento en que debo confesar que estoy
naturalizando la descripcin general de Derrida. La frase siguiente de Derrida aclara que su
preocupacin est en otro lugar, ajeno a la adquisicin de lenguaje.
178
Marginalidad en la mquina acadmica
Gayatri Chakravorty Spivak
53 En Marcel Proust, Cities of the Plains, 99 (trad. esp.: Proust, 2000. En busca del tiempo perdido IV:
Sodoma y Gomorra. Buenos Aires: Losada, 179). El conocimiento extraordinario de la profesora
Jessie Hornsby sobre Proust me ayud a ubicar este pasaje, que recordaba vagamente.
54 Estrella: Este Ursprache, como lo llamaron los eruditos alemanes el cual nosotros pode-
mos llamar Protoindoeuropeo [] podra ser reconstruido [] El smbolo que se usaba
por convencin para indicar las palabras de los ancestros reconstruidas que no fueron direc-
tamente testimoniadas por ninguna lengua conocida (Colin Renfrew, Archaeology and
Language, 14). Atrapado entre dos traducciones: En realidad no fue sino hasta 1947 que
una buena inscripcin bilinge fue encontrada en el lugar de Karatepe, escrita en fenicio
(un lenguaje semitico muy conocido) as como en jeroglfico hitita, para que un progreso
real pudiera haber sido elaborado con l (Renfrew, Archaeology and Language, 51). Jaftico:
la historia del libro de Gnesis sobre los tres hijos de Noe, Cam, Sem y Jafet fue tomada
como una explicacin perfectamente aceptable de la divergencia de las primeras lenguas.
Las lenguas de frica fueron, entonces, llamadas Hamiticas, y corresponden a aquellas del
Semtico de Levante y las de la tierra del norte jaftico (Renfrew, Archaeology and Language,
13). Ya que el Semtico aun est en uso, estoy usando el Jaftico dentro del marco
alegrico de la autoridad aun dada a mito bblico en ciertas situaciones de la poltica global.
Ver el subrayado de Volosinov sobre el origen diferenciado de las lenguas Jafticas en su
179
Emergencia de la subalternidad
Esto no es frica ni Asia del Este, ni siquiera las Amricas. Es una partitura antigua
que si bien est siendo activamente reajustada, no tiene que ver con el debate rela-
tivamente reciente acerca de la identidad del Tercer Mundo.
La profesora postcolonial puede renegociar algo de la engaosa banalidad de la
pelcula para insertar el Tercer Mundo en el texto del valor.
La mujer y Engels
La pelcula afloja la estrecha lgica de la progresin del modo de produccin
narrativo ms conmovedor al tomar una distancia de la sensatez agobiante, anticua-
da, abarcadora y ambiciosa interpretacin engelsiana del origen de la familia.55 Se
dice que los intelectuales de la mayora de los partidos de izquierda en Calcuta opi-
nan que en esta parte de la pelcula, Sen no haba entendido realmente a su Engels.
Nuevamente, la autoridad de la interpretacin autorizada, la lectura apropiada,
estn implicadas. Estamos atrapados en una red mucho ms sobredeterminada de lo
que piensan el uso inapropiado del hindi, el uso inapropiado de Engels, el uso de
la Direccin turstica india de Rajasthn: y ustedes creen que solo estn mirando
una pelcula india, o que solo quieren escuchar la voz del nativo.
La mujer en Genesis marca el lugar del contraejemplo radical: el camino no
atravesado de una historia alternativa, la cual no permitir la verificacin de un
mundo posible por el mundo real.56 Los dos momentos que me gustara discutir no
son, en ese sentido, verdad para la historia, pero estn llenos de la posibilidad
para la exactitud pedaggica.
Una obra de arte (ocupo esta expresin porque me siento incmoda con nuestra
tendencia actual de evitar tales frases anticuadas por ninguna razn ms que para
mostrar que somos polticamente correctos, aun cuando nuestras presuposiciones
estn, de muchas maneras, inalteradas) es una parte de la historia y sociedad, pero su
funcin no es comportarse como la historia y la sociologa en tanto formacio-
nes disciplinarias. Mi argumento general, aqu como en cualquier otro lugar, ha sido
que, en trminos de esta caracterstica, y con una vigilancia nominalista que no per-
discusin de N. Ja Marr, en Marxism and the Philosophy of Language, 72, 76, 101.
55 En Engels, The Origin of the Family, Private Property and the State, 1972. La comprensiva
crtica de Gayle Rubin en Traffic sobre Engels es ejemplar.
56 Esto contrasta notablemente la fuente del relato, Uratiya de Samaresh Basu, un mon-
taje semi fantstico mordaz del conflicto patriarcal. Otro caso de la narrativizacin de una
historia alternativa que no permitir la verificacin de un mundo posible por el mundo real
brillantemente condensado en el anuncio de una mujer mestiza [half-caste] tribal en The
Hunt, de Mahasweta Devi: Si mi madre hubiera matado a su hija blanca al nacer Yo
no hubiera existido (The Hunt, en Imaginary Maps).
180
Marginalidad en la mquina acadmica
Gayatri Chakravorty Spivak
mite que la catacresis se vuelva una palabra clave totalizante, el arte o la pedagoga
del arte puede apuntar, finalmente, a los lmites catacrsicos del ser humano en la
voluntad de verdad, vida, o poder. Pero con la resistencia a la amenaza de la ca-
tacresis (uso o mencin, o mencin como uso) viene una tendencia a descartar tales
argumentos como nada ms que la estetizacin de lo poltico (la suposicin, por
supuesto, de que lo verdico es eo ipso poltico).57 Dejo esta insinuacin de lado, en-
tonces, y miro a la representacin de la mujer como el contraejemplo de la historia.
Engels encuentra el origen de la explotacin de clases en la divisin sexual del
trabajo, necesaria para la estructura de apoyo que rodea la reproduccin de la so-
ciedad. El poder del trabajo de la mujer, el poder de la reproduccin [the power to
produce children], fue, segn Engels, fetichizado en una relacin de dependencia y
subordinacin. Es muy posible que esta inscripcin engelsiana haya inscrito a la mujer
tal como aparece repentinamente en Genesis, porque ella es mostrada despus de la
familia mongama. Ya la inundacin ha matado a su ex marido e hijos. Sin embargo,
en este momento histrico, en este texto, en este nacimiento automediatizado, ella
negocia la reproduccin como agente de produccin, capaz de articular una posicin
en contra de la perversin de su agencia.
En esta interpretacin contrafactual, es la mujer quien resalta el problema del
carcter-fetiche de la mercanca. Es en respuesta a su pregunta (tiene el tejedor el
derecho [huq] a satisfacer la necesidad [zarurat] que tiene el campesino de una pren-
da nueva?) que la distincin entre el consumo productivo y el consumo individual
y el significado de la sumisin (en tanto no-propiedad de los modos de produccin)
emerge en el falso refugio. El comerciante le permite al tejedor tejer una tela nueva
para su amigo, el campesino. Este no est produciendo un valor de uso, sino que
solo se incluye la prenda como parte de su salario real de subsistencia. Pero Sen
representa otro cambio en este momento, inaugurado por la pregunta de la mujer
curiosa (recuerda el Genesis?). El comerciante le paga al tejedor. El desierto ha
sido insertado en un generalizado intercambio de mercanca.
Es as cmo esto ocurri? Probablemente no. Y por supuesto que no de acuer-
do a la mayora de las grandes narrativas antropolgicas o poltico-econmicas.
Pero, por qu no? La historia de las mujeres no es la sustancia de grandes narrativas.
Pero las mujeres son inquisitivas, tienen una habilidad para preguntar desde la pers-
pectiva de un extranjero, aunque no son incentivadas para atribuirse el mrito de lo
57 Comenc a desarrollar este argumento en In Other Worlds, 24-27; para un rechazo donde el
concepto y la retrica estn completamente identificados con las disciplinas de la filosofa
y la crtica literaria (esttica), vanse Jrgen Habermas, The Philosophical Discourse of Mo-
dernity, 161-210.
181
Emergencia de la subalternidad
que sigue. Por tanto, aqu tambin, los dos hombres le dirn no comprenders
cuando vayan a un mercado distante con el dinero que produjo la curiosidad de ella.
El punto no es contradecir a Engels sino ms bien ver la presentacin con-
trafactual de la mujer como el motor efectivo de la historia. No es una falta
de respeto a Engels el sugerir, de esta manera, que su texto tambin se sostiene
por una determinada codificacin de valor donde la victimizacin de la mujer
en lugar de su agencia, es enfatizada. Y es esta secuencia de la pelcula tambin
una transvalorizacin de la responsabilidad maligna de Eva para la inauguracin
del saber?
Quizs no sorprende que sea dentro de la grabacin ms turstica de la pelcula
que Sen fbrica la emergencia del momento esttico autnomo. Ningn saber de
las estticas o tnicas indias se requiere para elaborar los toques osados, los cuales
sealo a continuacin:
1. La posibilidad de la representacin autnoma como uno de los regalos del ge-
neralizado intercambio de mercanca: para soar, todo lo que se necesitas es dinero.
2. La esttica enmarcada de manera tal que su produccin pueda ser ocultada.
Ambos hombre se esconden voluntariamente hasta que la mujer, decorada con
ajorcas plateadas, aparece como un objeto esttico.
3. La verdad de la autonoma de la esttica en este contexto alegrico, el objeto
esttico est dotado de una sujetana [subjectship] hermticamente representada. La
mujer canta, sin subttulos. GENESIS al principio, en ingls (?) en el original,
marca la accesibilidad postcolonial. Aqu, enmarcado en la pelcula, est la parodia
del arte culturalista, inaccesible excepto para el nativo autntico; el pblico de la
postcolonialidad no tiene acceso al texto autntico. La cancin est en un dialecto
rajasthani, irnicamente el nico marcador verbal de que esto es Rajasthan. Sin
embargo, es inesperadamente el momento de doble filo ms imponente de la pel-
cula; es tambin una negociacin de la banalidad perteneciente al idioma accesible
internacionalmente de una generalizada cultura de masas india de larga trayec-
toria la industria del cine de Bombay: la mujer irrumpiendo en una cancin
folclrica. A diferencia del resto de la pelcula, que crea interesantes collages de
lenguajes musicales, esta voz cantarina es autnoma y solitaria. Hay tambin una
manipulacin interesante de miradas aqu.
4. Mientras que la secuencia corta una escena en el pozo, la meloda sin letra
contamina el ruido de la polea. El trabajo es estetizado.
La objetualizacin esttica y el intercambio de mercanca revelan el suplemento
de la posesividad sexual implcita en el texto. Ambos hombres estn individuali-
zados por celos. Si tenemos que citar a Engels, el aqu y el ahora de la pelcula,
precedido por todos esos ciclos de desastre, es claramente post-lapsariano:
182
Marginalidad en la mquina acadmica
Gayatri Chakravorty Spivak
La pelcula no es un relato original, sino un relato de una vez ms, una vez
ms. Lo que estamos mirando aqu no es la primera opresin de clase, sino la
discontinuidad entre la opresin de clase desarrollada y la opresin de gnero.
La mujer haba compartido la opresin de clase con el tejedor y campesino. Los
hombres se unen al comerciante, su amo, en el rol de opresor de gnero. Ni la
verdad para Engels, ni la verdad para los patrones de parentesco de Rajasthan
se necesita aqu, aun cuando ambas ayudan a crear el aura de los campos de
significacin. Nuevamente, la postcolonialidad es un modo de existencia cuya
importancia y fragilidad podran ser derrumbadas por las tcnicas del saber espe-
cializado mientras que negocian con estrategias de poder. Para llegar a compren-
der cmo la agencia de la postcolonialidad est siendo obliterada con el fin de
inscribirlos a l y a ella como marginales, los estudios culturales deben emplear
las especialidades, pero tambin enmarcar activamente y resistir la tirana de los
especialistas. Deben, a toda costa, retener su destreza como estrategia que opera
en los casos de identidades que se desplazan. La abolicin del derecho materno
fue la gran derrota histrica del sexo femenino en todo el mundo Para asegurar su
fidelidad y, por consiguiente, la paternidad de los hijos, la mujer es entregada sin
reservas al poder.59
Finalmente en la pelcula, la mujer est embarazada. Los hombres estn obsesio-
nados por el tema de la paternidad. En el dilogo adicional, se seala algo que no solo
se aplica al tercer mundo o a los marginales; el punto es que la cuestin real del
derrocamiento del derecho materno no es solamente la propiedad sino el control. La
mujer es el sujeto del saber; ella sabe el nombre del padre de la manera ms literal.
Este poder escandaloso es modificado y desplazado en una inversin extraa: el
poder se consolida en el nombre del padre y la mujer es reducida a una figura que no
58 Engels, The Origin, 74-75 (El Origen, 72; cita levemente modificada).
59 Engels, The Origin, 74-75 (El Origen, 64-65).
183
Emergencia de la subalternidad
184
Marginalidad en la mquina acadmica
Gayatri Chakravorty Spivak
Sen el lxico est resoluta y precariamente afuera. Aqu la pedagoga tiene que
tratar de cercenar, desde ese afuera, la presencia de una globalidad banal, la cual no
se puede retraducir en la autonoma del objeto de arte o su estatus en tanto eviden-
cia tnica, la voz particular de lo marginal. Nuestra agencia no se puede reinscribir
mediante la benevolencia de la disciplina.
Postdata
No todos los textos postcoloniales tienen que parecerse a Gnesis. De he-
cho, no s cul sera la produccin estilstica paradigmtica postcolonial. De todas
formas, este ensayo trata tanto del estilo postcolonial de la pedagoga como de la
apariencia de un texto postcolonial.60
Sin embargo, tenemos que atender al habla taxonmica de los paradigmas y ta-
les cosas, porque ningn foco local, ningn esquema de transformacin podra
funcionar sin inscribirse al fin y al cabo, por una serie de encadenamientos sucesi-
vos en una estrategia de conjunto.61 Pero esta atencin no puede ser nuestra meta
y norma. Debemos detener la emergencia de la divisa disciplinaria manteniendo
nuestros ojos sobre el movimiento doble (mltiple e irregular) de lo local y lo total.
En el captulo I de El Capital, Marx habla de las cuatro formas del valor: simple;
total o desarrollada; general; y dinero.
La forma simple del valor (20 varas de lienzo = una levita) es heurstica o
accidental. La general, donde todo valor es expresado econmicamente en tr-
mino de una mercanca, est en camino a la forma de dinero. La segunda forma la
total o desarrollada donde z mercanca A = u mercanca B, o = v mercanca C,
o = w mercanca D o = x mercanca E o = etc..62
A mediados del siglo XIX occidental europeo, Marx sinti que el objeto de in-
vestigacin ms apropiado para la crtica emancipatoria era el capital. En el anlisis del
capital (el trfico en la codificacin del valor econmico), el cual realiza lo abstracto
como tal, es necesario tanto para el capitalista como para el activista crtico usar la for-
ma ms lgica del valor (general y luego de dinero) como su herramienta. Esto es una
leccin que no podemos ignorar. Pero, en el anlisis del capitalismo contemporneo
en el sentido ms amplio, considerando al patriarcado (trfico en la codificacin de
valor afectiva) y al neocolonialismo (trfico en la codificacin de valor institucional-
poltico-cognitivo-epistmico), es la forma de valor total o expandido, donde las
60 Para una taxonoma de la diversidad aqu posible, vase por ejemplo los artculos en Cultural
Critique, 6 y 7 (1987).
61 Foucault, HS, vol. 1, 99 (Historia de la sexualidad, 121-122).
62 Marx, Capital, vol. I, 28.
185
Emergencia de la subalternidad
series de [las] representaciones [del valor] nunca llegan a su fin, el cual es un mo-
saico abigarrado de expresiones de valor dispares y distintas, donde las interminables
series de expresiones son todas distintas unas de otras, y donde la totalidad no posee
una forma nica y completa en que se nos revele,63 que Foucault, o Deleuze, o
aun, implcitamente, Gayle Rubin elijen como su campo analtico. Tenemos que
concebir el discurso como una sucesin de segmentos discontinuados cuya funcin
tctica no es uniforme ni estable.64
Parece que Rubin, Deleuze y Guattari conocen bien su relacin con Marx.
Kalpana Bardhan, como Sen, aunque necesariamente de una manera diferente,
nos da los ingredientes para un anlisis expandido desde el interior de la posicin
generalista (adhiriendo a la importancia de la forma general o de dinero). El trabajo
de Rubin es, de alguna manera, ms apasionante, porque ella llega al umbral de la
forma expandida total (lo que ella llama, un tanto metafricamente, la economa
poltica) desde una posicin incondicionalmente humanista-estructuralista.
Respecto a las aparentemente opuestas reivindicaciones de Marx y Foucault en
cuanto a sus elecciones metodolgicas, la nica manera til para leerlos es siendo
dependiente de sus objetos de investigacin. De esta manera, en la esfera econmica,
la forma desarrollada o total es incompleta como una forma de anlisis.65 Y,
en la esfera poltica-cognitiva se trata de orientarse hacia una concepcin del poder
que reemplaza el privilegio de la ley por el punto de vista de lo que est en juego
[enjeu].66 He intentado desarrollar su relacin leyendo la produccin de la mar-
ginalidad como una diagnosis taxonmica en nuestro campo; y sugiriendo que,
aqu y ahora, la postcolonialidad puede servir como el nombre de una estrate-
gia que repetidamente deshace la supuesta oposicin entre el postestructuralismo
(Foucault) y la izquierda.
186
Marginalidad en la mquina acadmica
Gayatri Chakravorty Spivak
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Hacia una historiografa radical
Historias de las minoras, pasados subalternos1
Dipesh Chakrabarty
1 La versin en ingls de este ensayo fue publicada en Postcolonial Studies (vol. 1, nm. 1, 1998,
15-29), la cual ms tarde se convertira en el captulo 4 de Chakrabarty, 2000. Provincializing
Europe. Postcolonial Thought and Historical Difference. Princeton: Princeton University Press,
97-113). Una versin reducida apareci en Economic and Political Weekly (Bombay, 33: 9
(1998): 473-79). La presente versin fue traducida por Ma. Pilar Valls Ezquerra y publicada
por Historia y Grafa (nm. 12, 1999, 87-111), revista a la cual agradecemos por autorizarnos
a republicarla. (N. del E.)
193
Hacia una historiografa radical
2 La relacin entre hacer memoria y la poltica de la identidad recibe una atencin cuidadosa
en Allan Megill, History, Identity, Memory (en prensa).
3 Hobsbawm, ldentity history is not enough, 277. Los lectores de Hobsbawm en el sur de
Asia podran encontrar cierta irona en el hecho de que incluso la buena historia pueda ser
peligrosa (si nos quedamos con esas palabras). El imperialismo britnico en la India y el
imperialismo europeo moderno en muchas otras partes del mundo utiliz la historia,
o las prcticas de la disciplina, conforme fueron emergiendo en el siglo XIX, para someter
a los pueblos que, segn los pensadores europeos, tenan mitos pero no un sentido de la
historia.
194
Historias de las minoras, pasados subalternos
Dipesh Chakrabarty
195
Hacia una historiografa radical
4 Joyce Appleby, Lynn Hunt y Margaret Jacob, Telling the Truth about History, 1994.
196
Historias de las minoras, pasados subalternos
Dipesh Chakrabarty
5 Cf. G. Iggers, Historiography in the Twentieth Century: From Scientific Objectivity to the Postmo-
dern Challenge, 145.
6 Hobsbawm, op. cit., 271.
197
Hacia una historiografa radical
ra de instancias de normas a las que cualquier otra sociedad humana deba aspirar o
que, comparados con ellos, los otros todava eran los menores, de quienes ellos,
los adultos del mundo, tenan que encargarse. De esta manera, la ventaja numri-
ca por s misma no es un garante de un estatuto mayor/ mayoritario. En ocasiones,
se puede ser un grupo ms numeroso que el dominante, pero la historia de uno
podra ser calificada todava como una historia menor/ minoritaria.
El problema de las historias de las minoras lleva a la interrogante de qu
puede entenderse por menor/ minora de algunos pasados particulares; por las
construcciones y experiencias del pasado que an tienen una posicin menor, en
el sentido de que su misma incorporacin en las narrativas histricas las convierte
en pasados de menor importancia frente a la comprensin dominante de lo que
constituye el hecho y la evidencia (y por lo tanto frente al mismo principio de
racionalidad subyacente) en las prcticas de la historia profesional. Dichos pasados
menores son esas experiencias del pasado a las que siempre debe asignrseles una
posicin inferior o marginal cuando se traducen al lenguaje del historiador,
es decir, cuando se trasladan al mundo fenomnico que habita el historiador como
historiador o historiadora, de acuerdo con su capacidad profesional. Estos son pasa-
dos que son tratados por el agente histrico, para utilizar la expresin de Kant en su
ensayo What is Enlightenment?, como instancias de inmadurez, pasados que
no nos preparan ni para la democracia ni para las prcticas ciudadanas al no estar
basados en el despliegue de la razn en la vida pblica.7
Djenme llamar a estas historias pasados subordinados o subalternos. Estn
marginados no porque alguien conscientemente intente marginarlos, sino porque
representan momentos o puntos en los que el mismo archivo, ese que escarba el his-
toriador de un grupo (marginado) para poder relacionar la historia de ese grupo con
una narrativa ms amplia (de clase, o de nacin entre otras), desarrolla un grado de
intratabilidad con respecto a los objetivos mismos de la historia profesional. En otras
palabras, estos son pasados que resisten la historizacin al igual que debe haber mo-
mentos en la investigacin etnogrfica que se resisten al quehacer de la etnografa.8
Los pasados subalternos, en el sentido que yo le doy al trmino, no pertenecen
exclusivamente a grupos socialmente subordinados o subalternos, ni tampoco solo a
identidades de minoras. Los grupos de elite y dominantes tambin pueden tener
pasados subalternos, en la medida en que participan en mundos de vida subordi-
nados. Como historiador, sin embargo, yo argumento desde una instancia particu-
198
Historias de las minoras, pasados subalternos
Dipesh Chakrabarty
199
Hacia una historiografa radical
200
Historias de las minoras, pasados subalternos
Dipesh Chakrabarty
A pesar del deseo de escuchar la voz del rebelde con seriedad, Guha no puede
tomarla con suficiente seriedad, porque no hay ningn principio en un acon-
tecimiento, que incluya lo divino o lo sobrenatural, que pueda ofrecemos una
estrategia narrativa racionalmente justificable en lo que constituye la vida pblica,
como se entiende en la modernidad. La interpretacin de los mismos santales no
sirve directamente a la causa de la democracia o de la ciudadana o del socialismo:
necesita ser reinterpretada. Evidentemente, en la narrativa de los rebeldes, el Acon-
tecimiento (la rebelin) no era secular; en nuestro lenguaje, incluy lo sobrenatu-
ral. Lo sobrenatural era parte de lo que constitua la vida pblica para los santales no
modernos del siglo XIX. Esto, sin embargo, sencillamente no puede ser el pasado
11 Ibid., 78.
201
Hacia una historiografa radical
Aqu, Bultmann llega a una conclusin que nos permite advertir la brecha que
debe separar el conjunto de principios que emplea el historiador para explicar la
rebelin santal, del conjunto de principios que podran utilizar los mismos santales
(incluso despus de aceptar que algunos de ellos podran ser compartidos por am-
bos). La conclusin de Bultmann, que es muy pertinente para nuestra discusin de
los pasados subalternos, dice lo siguiente:
Esta cerrazn (la presupuesta unidad cerrada del proceso
histrico DC) significa que el continuum de los acontecimientos
histricos no puede romperse por la interferencia de poderes sobre-
naturales, trascendentales y, por tanto, no hay un milagro de la
palabra en este sentido. Tal milagro sera un acontecimiento cuya
causa no estara dentro de la historia. Por ejemplo, mientras que la
narrativa del Antiguo Testamento habla de la interferencia de Dios
en la historia, la ciencia histrica no puede demostrar dicho acto
de Dios, simplemente percibe que hay quienes creen en ello. Sin
duda, como ciencia histrica, no puede afirmar que dicha fe es una
ilusin y que Dios no ha actuado en la historia. Aunque ella misma,
como ciencia, no puede percibir dicho acto y sacar conclusiones a
202
Historias de las minoras, pasados subalternos
Dipesh Chakrabarty
203
Hacia una historiografa radical
de historicidad que nos ayudan a conocer los lmites del modo de ver que se expre-
sa en las prcticas de la disciplina de la historia. Por qu? Porque la disciplina de
la historia como lo han argumentado muchos (desde Greg Dening hasta David
Cohen en tiempos recientes) es solo una forma particular de recordar el pasado.
Es una entre muchas otras.15 La resistencia que ofrece la evidencia histrica en
el ensayo de Guha a la lectura que el historiador hace del pasado un dios santal,
Thakur, se sita entre el historiador democrtico-marxista y los santales para deci-
dir quin es el sujeto de la historia es lo que produce pasados menores o sub-
alternos en el proceso mismo de la creacin de las narrativas histricas modernas.
Los pasados subalternos son como nudos cerrados que surgen y rompen la tex-
tura lisa y pareja del tejido. Entre la insistencia del historiador de los Estudios Sub-
alternos de que los santales son los agentes o sujetos de su propia accin y la de los
santales de que le deben a su dios Thakur esa soberana, hay un vaco que separa
dos experiencias radicalmente diferentes de historicidad. Este vaco no puede lle-
narse por un ejercicio que convierta la afirmacin de los santales en evidencia para
la antropologa, por ms entendible que parezca, desde el punto de vista del his-
toriador. Cuando hacemos historias de las minoras en el proyecto democrtico
de incluir a todos los grupos y a todos los pueblos dentro de la corriente principal
de la historia, escuchamos y despus antropologizamos a los santales. Tratamos sus
creencias tan solo como eso, sus creencias. No podemos escribir historia desde
dentro de esas creencias. En tal caso producimos historias buenas, no subversivas.
Los historiadores de las islas del Pacfico, de muchos pueblos de frica, de pueblos
indgenas en todo el mundo nos han recordado que las as llamadas sociedades sin
historias objeto del desprecio de los filsofos de la historia europeos, durante el
siglo XIX no pueden ser consideradas sociedades sin memorias. Ellos recuerdan
sus pasados de manera diferente de la forma en que recordamos el pasado en los
departamentos de historia. Por qu debe uno privilegiar las formas en que la disci-
plina de la historia autoriza su conocimiento? Esta no es una pregunta retrica. Es
una pregunta que, en la actualidad, muchos historiadores se hacen con seriedad.16
Esto sugiere que ya se ha desmoronado esa especie de consenso disciplina-
rio relacionado con los mtodos del historiador que alguna vez digamos, en
15 Vase el ensayo de Dening, The poetics of history, 1995; y Cohen, The Combing of His-
tory, 1994. El ensayo de Ashis Nandy, Historys forgotten doubles, 44-66, hace proposi-
ciones comparables.
16 En los trabajos de muchos historiadores es cada vez ms visible la creciente sensibilidad a los
pasados alternativos: mi lista muy personal y aleatoria incluira a Klaus Neuman, Stephen
Muecke, Christopher Healy, Patricia Limerick, Vinay Lal, Ajay Skaria, Saurabh Dube, Su-
manthi Ramaswamy, Jain Mac Calman, Carolyn Hamilton, entre otros.
204
Historias de las minoras, pasados subalternos
Dipesh Chakrabarty
los aos sesenta estuvo representado (por lo menos en las universidades anglo-
americanas) por los cursos de teora o mtodos que impartan habitualmente
Collingwood o Carr o Bloch como materias centrales para los historiadores. Lo
que no significa necesariamente una anarqua metodolgica (aunque algunos pue-
dan sentirse lo suficientemente inseguros para temerla) o que Collingwood et al. se
hayan vuelto irrelevantes, pero s manifiesta que la pregunta de E. H. Carr: Qu
es la Historia? necesita plantearse de nuevo en nuestra poca.
La presin del pluralismo, inherente en las lenguas y en las decisiones de las
historias de las minoras, ha resultado un cuestionamiento metodolgico y epis-
temolgico acerca de lo que es realmente la escritura de la historia. Solo el futuro
nos podr decir cmo se resolvern estas cuestiones, pero algo s resulta evidente:
la necesidad de incluir a las minoras en la historia de la nacin ha resultado ser
un problema ms complejo que la simple operacin de aplicar algunos mtodos
establecidos a una nueva serie de archivos y de incorporar los resultados al saber
colectivo de la historiografa. El acercamiento al saber, como si se tratara de un
edificio de bloques que va construyndose poco a poco, se ha desmoronado. La
pregunta que sigue abierta ahora es: hay experiencias del pasado que los mtodos
de la disciplina no pueden capturar o que al menos muestran los lmites de la disci-
plina? Los temores de que este tipo de cuestionamientos conduzcan a un brote de
irracionalismo, de que una especie de locura postmoderna se propague como una
peste a travs de toda Historilandia, parecen extremos; la disciplina todava est
atada firmemente a los impulsos positivistas de las burocracias modernas, judiciales
y a los instrumentos de la gobernabilidad.17 Si las historias de las minoras tratan
de insertar en el juego de la justicia social a esas identidades que hasta ahora no
se han tomado en cuenta, deben ser historias buenas y no subversivas, porque la
historia aqu habla de formas de una democracia representativa y de una justicia
social que el liberalismo o el marxismo cada uno a su manera ya nos han
hecho familiares.
Las historias de las minoras pueden hacer incluso ms; la labor de producir
historias de las minoras se ha convertido en una labor doble precisamente debido
a la presin por una demanda de democracia cada vez mayor. Podra explicarlo de
17 Hobsbawm ofrece aqu una evidencia involuntaria de los fuertes vnculos de la historia con
la ley y otros instrumentos del gobierno. Escribe: los procedimientos del tribunal, que
insisten en la supremaca de la evidencia tanto como los investigadores de la historia y, a
menudo, en una forma muy parecida, demuestran que la diferencia entre el hecho histrico
y la falsedad no es ideolgica. [] Cuando una persona inocente es arrestada por asesinato
y desea probar su inocencia, lo que se requiere no son las tcnicas de los tericos postmo-
dernos, sino del historiador pasado de moda. Hobsbawm, op. cit., 272.
205
Hacia una historiografa radical
esta manera: la buena historia de las minoras pretende extender las posibilidades
de la justicia social y de la democracia representativa, pero hablar acerca de los l-
mites de la historia es hablar de luchar, o incluso escudriar, tras formas no estata-
listas de democracia que todava no podemos entender o vislumbrar en su totalidad.
Esto es as porque al estar atentos a la menor-minora de los pasados subalternos,
nos quedamos con heterogeneidades, sin hacer ningn esfuerzo por reducirlas a
ningn principio general que hable en nombre de un todo ya dado. No existe una
tercera voz que asimile en s misma las dos voces distintas de Guha y del lder santal,
tenemos que quedarnos con ambas, y con el vaco que existe entre ellas, lo cual
seala una pluralidad irreductible en nuestras propias experiencias de historicidad.
Dir una o dos palabras ms para explicar la cuestin de la heterogeneidad como
yo la percibo. Podemos tratar y lo hacemos generalmente al escribir la historia
a los santales del siglo XIX con dosis de historicismo y de antropologa. Podemos,
en otras palabras, tratarlos como un significante de otros tiempos y sociedades.
Este gesto hace que la relacin sujeto-objeto entre el historiador y su evidencia se
mantenga. En este gesto, el pasado est an genuinamente muerto: el historiador o
la historiadora lo vuelve a la vida al contar el relato.18
Pero la afirmacin de los santales hice lo que mi dios me dijo que hiciera se
nos presenta como una manera de estar en este mundo, y nos podramos preguntar
tambin: es esa manera de ser una posibilidad para nuestras propias vidas y para lo
que nosotros definimos como nuestro presente? Los santales nos ayudan a enten-
der, en ciertas circunstancias, un principio que era importante para nuestras vidas?
Esta pregunta no historiza ni tampoco antropologiza a los santales, porque el poder
ilustrativo de los santales, como ejemplo de una posibilidad presente, no depende
de un periodo o de una sociedad particular de la cual se extrae la ilustracin. En
esta forma de inteleccin los santales se ubican como nuestros contemporneos y la
relacin sujeto-objeto, que normalmente define la relacin del historiador o de la
historiadora con sus archivos, se disuelve en tal actitud.
Este gesto, como yo lo concibo, es parecido al que desarroll Kierkegaard en la
crtica de las explicaciones que consideraban el relato bblico del sacrificio de Abra-
ham de su hijo Isaac, ya sea como digno de una explicacin histrica o psicolgica
o como una metfora o alegora, pero nunca como una posibilidad de accin abierta
hoy en da al creyente. [P]or qu molestarnos en recordar un pasado, pregunta-
18 Ashis Nandy desarrolla una crtica de la disciplina de la historia en estas lneas. Vase su
ensayo, From outside the Imperium, 147-148; y mi discusin sobre este punto en The
modern Indian intellectual and the problem of the past: an engagement with the thoughts
of Ashis Nandy, 168-177.
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Historias de las minoras, pasados subalternos
Dipesh Chakrabarty
207
Hacia una historiografa radical
Nosotros no somos iguales a los santales del siglo XIX. Uno no tiene que redu-
cir a los santales del siglo XIX al enunciado que aqu se cita. Los santales empricos
e histricos tambin hubieran podido tener otras relaciones con la modernidad
diferentes a las que yo he analizado. Uno podra incluso asumir muy fcilmente
que los santales en la actualidad seran muy distintos de lo que fueron en el siglo
XIX, que habran vivido en unas circunstancias sociales muy distintas. Los santales
modernos habran podido gozar de los beneficios de la educacin secular y formar
a sus propios historiadores profesionales. Nadie puede negar estos cambios histri-
cos, pero las columnas astrolgicas en los diarios (a pesar de las frustraciones que le
causaban a Adorno), las prcticas de la supersticin que permean las vidas y las
actividades de los aficionados al deporte, por ejemplo prcticas que a veces nos
apena admitir en pblico, para no hablar de todas esas expresiones de religiosidad
por medio de cultos que nunca han desaparecido, llegan a mostrar que todos,
en principio, somos capaces de participar en acontecimientos sobrenaturales y del
sentido del pasado que ayudan a crear.
Los santales del siglo XIX y de hecho, si mi argumento es correcto, los seres
humanos de cualquier otro periodo o de cualquier otra regin son todos de una
manera extraa siempre nuestros contemporneos: esa deba ser la condicin que
nos permitira tratarlos incluso como inteligibles para nosotros. As, la escritura de
la historia debe asumir implcitamente una pluralidad de tiempos que existen jun-
tos, una disyuncin del presente consigo mismo. Lo que los pasados subalternos
nos permiten es hacer visible esta disyuncin.
Un argumento como este yace, precisamente, en el centro mismo de la his-
toriografa moderna. Uno podra argumentar, por ejemplo, que para Europa la
escritura de la historia medieval depende de esta contemporaneidad asumida de
lo medieval, o lo que es lo mismo, de la no contemporaneidad del presente consigo
mismo. Lo medieval en Europa a menudo est profundamente asociado con lo so-
brenatural y lo mgico. Sin embargo, lo que hace posible historizar lo medieval es
el hecho de que sus caractersticas bsicas no nos son completamente extraas para
nosotros los modernos (lo que no niega los cambios histricos que se han realiza-
do). Los historiadores de la Europa medieval no siempre plantean estas cuestiones
de manera consciente o explcita pero no es difcil reconocer que funcionan como
un presupuesto en su mtodo (de la misma forma que el antroplogo refiere ejem-
plos ms familiares a sus lectores para explicar eso que parece extrao en un prin-
cipio). En los escritos de Aron Gurevich, por ejemplo, el moderno hace su pacto
con lo medieval mediante el uso de la antropologa, es decir, con la utilizacin de
la evidencia antropolgica contempornea de fuera de Europa para darle sentido a
su pasado. La separacin estricta de lo medieval y lo moderno est aqu falseada por
208
Historias de las minoras, pasados subalternos
Dipesh Chakrabarty
209
Hacia una historiografa radical
siempre el nombre de una relacin, separa tanto como une, como de hecho lo hace
cualquier frontera, se podra argumentar que al lado de lo presente o lo moderno,
lo medieval debe permanecer tambin, incluso si fuera tan solo eso que existe
como el lmite o la frontera para las actividades que definen lo moderno.
Los pasados subalternos son seales de esta frontera. Con ellos llegamos a los
lmites del discurso de la historia. La razn, como ya lo he mencionado, es que los
pasados subalternos no le dan al historiador ningn principio de narracin que sea
racionalmente justificable en la vida pblica moderna. Y si vamos un paso ade-
lante, se advierte que este requisito de un principio racional, a su vez, marca los
profundos vnculos existentes entre las construcciones modernas de la vida pblica
y los proyectos de justicia social. Esa es la razn por la que un estudioso marxista
como Fredric Jameson empieza su libro The Political Unconscious con el precepto:
Siempre historizar! Este lema, dice Jameson, el imperativo absoluto e in-
cluso podemos decir transhistrico de todo pensamiento dialctico de manera
no sorpresiva se convertir tambin en la moral de The Political Unconscious.23 Si
mi interpretacin es correcta, el trmino historizar no es la parte problemtica del
precepto, el trmino que hace ruido es siempre. El presupuesto de un tiempo
continuo, homogneo, que se extiende infinitamente, que hace posible la imagi-
nacin de un siempre, es cuestionado por los pasados subalternos que hacen al
presente, como dice Derrida, dislocado, no continuo consigo mismo.24
Uno historiza solo en la medida en que pertenece a una manera de ser en el
mundo que se alinea con el principio del desencanto del universo, que subyace
al conocimiento en las ciencias sociales (y hago una distincin entre conocimiento
y prctica).25 No es accidental que un marxista nos exhorte a siempre historizar,
pues el historizar est ligado a la bsqueda de la justicia en la vida pblica. Esta es
la razn por la cual uno recibe de buen grado las historias de las minoras, ya
sea de grupos tnicos, de activistas por los derechos de los homosexuales, o de las
clases sociales subalternas. Aqu, la disciplina de la historia se enriquece a s misma
210
Historias de las minoras, pasados subalternos
Dipesh Chakrabarty
al incorporar estas historias pero sus propios dominios metodolgicos crean lo que
yo he llamado pasados subalternos.
El desencanto del mundo no es el nico principio por el cual poblamos la
tierra. Existen otras maneras de ser en el mundo y no son necesariamente privadas;
los actos supersticiosos de los aficionados a los deportes, por ejemplo, son, a me-
nudo, pblicos. Lo sobrenatural puede habitar el mundo en estos otros modos y
no siempre como un problema o resultado de una creencia o de ideas conscientes.
Recuerdo una historia irlandesa relacionada con el poeta William Butler Yeats,
cuyo inters por las hadas y otros seres no humanos del folclore irlands es bien
conocido. Voy a narrar el relato como me lo cont mi amigo David Lloyd:
Un da, durante el periodo de sus exhaustivas investigaciones
sobre el folclore irlands en la regin rural de Connemara, William
Butler Yeats descubri un tesoro. El tesoro era una tal Sra. Connolly
quien tena el repertorio ms increble de cuentos de hadas que
Yeats haba encontrado. Yeats fue a visitarla a su pequea casita de
campo una maana desde temprano y pasaron juntos todo el da.
Yeats escuchaba y aprenda sus cuentos y sus proverbios y disfrutaba
de su erudicin. Cuando empez a oscurecer l deba partir, y se
levant, todava aturdido por todo lo que haba escuchado. La Sra.
Connolly lo acompa a la puerta para despedirlo y antes de dejar
el lugar, desde el portn, Yeats se volvi para preguntarle con se-
renidad: Podra hacerle una pregunta ms, Sra. Connolly? Usted
cree en las hadas? La Sra. Connolly ech la cabeza hacia atrs y
sonri: No, Sr. Yeats, por supuesto que no. Yeats vacil, se dio
la vuelta y prosigui su camino por el sendero. Entonces escuch la
voz de la Sra. Connolly a sus espaldas, a lo lejos, que deca: Pero
ellas estn ah, Sr. Yeats, estn ah.26
Como la vieja Sra. Connolly saba, y como nosotros los cientficos sociales a
menudo olvidamos, los dioses y los espritus no dependen de nuestras creencias
humanas para existir, lo que los hace presentes son nuestras prcticas. Ellos son
parte de estas distintas formas de ser por medio de las cuales nosotros hacemos
el presente mltiple; son precisamente las dislocaciones del presente lo que nos
permite estar con ellos. Estas formas distintas de ser no dejan de sugerir ciertos
problemas de poder o de justicia pero las cuestiones se plantean tanto cuan-
to las instituciones pblicas modernas les hacen espacio, ya que se atraviesan
211
Hacia una historiografa radical
212
Historias de las minoras, pasados subalternos
Dipesh Chakrabarty
29 Les agradezco a Homi Bhabha, Gautam Bhadra, Faisal Devji, Sandria Freitag, Ranajit Guha,
Anne Hardgrove, Patricia Limerick, David Lloyd, Uday Mehta, Benjamin Penny, Ajay
Skaria y a Pillarassitti Sudhir sus comentarios y discusiones, los cuales han resultado muy
tiles para escribir este ensayo. Yo soy el responsable de cualquier error.
213
Hacia una historiografa radical
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214
Condiciones para una crtica de la
historiografa1
Ranajit Guha
La dominancia y su historiografa
Hubo una batalla india que Gran Bretaa nunca gan. Fue la batalla por
la apropiacin del pasado indio. Esta comenz con la adquisicin del Diwani2
en 1765 por parte de la Compaa Britnica de las Indias Orientales. Las
obligaciones de dicha oficina exigan que su titular conociera muy bien la
estructura de la propiedad de la tierra en Bengala, Bihar, y Orissa, con el fin
de recaudar las rentas a nombre del Nawab [gobernante provincial]. Pero ya
que los intrincados derechos de propiedad difcilmente podan ser entendidos
sin conocer las relaciones de poder que se haban acumulado en el tiempo,
el diwan [encargado administrativo] tena que asumir tambin la funcin de
historiador. En consecuencia, muchas de las historias locales que se escribiran
en ingls durante estos primeros das [del colonialismo] llevan la impronta
de las preocupaciones de una burocracia apremiada y an algo inexperta.
Esto significa que la primera labor de la Compaa consisti en ayudar a la
administracin a determinar la herencia de los linajes de las principales familias
propietarias de un distrito; con lo cual surgen los primeros especmenes de las
tendencias elitistas en la historiografa indo-britnica.
1 El presente texto fue tomado de Dominance without Hegemony. History and Power in Colonial
India, (Cambridge: Harvard University Press, 1997, 1-23), y corresponde solo a la primera
parte de Colonialism in South Asia: A Dominance without Hegemony and Its Historio-
graphy, ensayo publicado inicialmente en Guha, ed., Subaltern Studies VI (New Delhi,
Oxford University Press India, 1989, 210-309). La traduccin y notas fueron realizadas por
Mary Luz Estupin y Ral Rodrguez Freire. Agradecemos a Ranajit Guha por autorizar-
nos a traducir y publicar esta versin. (N. del E.)
2 El 16 de agosto de 1765 se firm el tratado de Allahabad entre Shah Alam II, emperador
mongol de Bengala y Sir Robert Clives, representante de la Compaa Britnica de las Indias
Orientales. En dicho tratado, Alam II concedi los derechos de recaudacin de rentas (diwani)
a la compaa, a cambio de 100 mil rupias. Este tratado signific el comienzo del dominio
ingls sobre la India. La Diwani es la oficina sujeta al Nawab (gobernante provincial) de Ben-
gala, Bihat y Orissa, encargada de la principal recaudacin de las rentas de la tierra, y dirige la
administracin judicial referida a los litigios sobre la propiedad de la tierra. (N. del T.)
215
Hacia una historiografa radical
216
Condiciones para una crtica de la historiografa
Ranajit Guha
5 Herrenvolk es un trmino alemn empleado principalmente por la ideologa nazi para signi-
ficar literalmente raza superior. (N. del T.)
217
Hacia una historiografa radical
que esa influencia persistiera, fue un acuerdo fundamental entre la burguesa india y
los britnicos, a quienes reemplazaron como gobernantes debido a la naturaleza del
colonialismo en s mismo es decir, lo que fue y lo que constituy sus relaciones
de poder. En la interpretacin inglesa, ambos grupos provenan de un liberalismo
que consideraba al Estado colonial como una extensin orgnica del Estado bur-
gus metropolitano, y al colonialismo como una adaptacin, cuando no una rplica
absoluta, de la cultura burguesa clsica de Occidente. Hablando de manera general,
ese fenmeno fue registrado por ambos como una confirmacin positiva de la ten-
dencia universal del capital un punto al que volveremos luego.
Las rivalidades de las dos burguesas y sus representaciones en los discursos
nacionalistas y colonialistas hicieron poco para disminuir la importancia de este
argumento esencial. Por el contrario, todas las transacciones entre las dos partes que
elaboraron el contenido de las polticas de la elite, se mantuvieron gracias a un
acuerdo para acatar un conjunto de reglas comunes basadas en el modelo parla-
mentario constitucional britnico. Era casi como jugar al cricket. Si una agitacin
nacionalista causaba dificultades, la burocracia presumira que Ghandi se encon-
traba en un pobre wicket, mientras que este, por su parte, cada vez que se sintiera
ultrajado por la dureza de la violencia oficial, denunciara a la administracin
como no-britnica.
Ninguno de los dos lados pareci darse cuenta de lo absurdo que resultaba el
acusarse mutuamente de alejarse de las normas que fueron inicialmente presentadas
como ideales, pues en la prctica era imposible llevarlas a cabo de manera signifi-
cativa en los idiomas dominantes de la prctica poltica. Esta incomprensin, tan
sintomtica de la afeccin de un liberalismo injertado sobre condiciones coloniales,
constituy a los discursos histricos correspondientes a ambos puntos de vista, y su-
bray su comn fracaso para discernir las anomalas que hicieron del colonialismo
una figura de la paradoja.
La paradoja consiste en el hecho de que el desempeo de los dos grupos de elite,
cuyos desarrollos suministraron los temas principales para cada historiografa, estu-
vo ampliamente en desacuerdo con sus capacidades histricas. Por ejemplo, hubo
burgueses metropolitanos que profesaron y practicaron la democracia en su pas
mientras se regocijaban dirigiendo autocrticamente el gobierno imperial en la In-
dia. Los defensores del derecho de las naciones europeas a la autodeterminacin
negaron el mismo derecho a sus sbditos indios, solo lo concedieron durante la
ltima fase del Raj, y gracias al impacto de las luchas antiimperialistas de la pobla-
cin sometida, que fue lo que los forz a hacerlo. Su antagonismo con los valores e
instituciones feudales de su propia sociedad se diferenci muy poco de su enorme
tolerancia a los valores e instituciones precapitalistas de la sociedad india (a pesar
218
Condiciones para una crtica de la historiografa
Ranajit Guha
de las muy publicadas pero ineficaces campaas en contra del sati, el matrimonio
infantil, etctera).
Por otra parte, la burguesa india, originada y nutrida por el mismo colonialismo,
adopt un papel que se caracteriz por su incapacidad para estar a la altura del herosmo
de la burguesa europea en su periodo de ascendencia. Flexible y propensa al compro-
miso de su nacimiento, vivi en un estado de alegre adaptacin al imperialismo durante
la mayor parte de su desarrollo como una fuerza poltica constituida entre 1885 y 1947.
La destruccin del Estado colonial nunca fue parte de su proyecto. Abjuraron, y de
hecho se opusieron resueltamente, a todas las formas de lucha armada contra el Raj, y
optaron por la presin poltica como su principal tctica para la negociacin del poder.
El compromiso y la adaptacin tambin fueron caractersticos de su actitud hacia los
valores e instituciones semifeudales arraigadas en la sociedad india. El liberalismo que
profesaban nunca fue lo suficientemente fuerte como para exceder las limitaciones de
las iniciativas de reforma poco entusiastas decretadas por la administracin colonial. Este
liberalismo mediocre, una caricatura de la vigorosa cultura democrtica de la que emer-
ge la burguesa occidental, oper durante todo el periodo colonial como una relacin
simbitica con las an activas y enrgicas fuerzas de la cultura semifeudal de la India.
Por qu los dos tipos de historiografa liberal fallan al prestar atencin a esas
paradojas? Por qu es que si al prestar atencin bajo excepcionales ocasiones,
todava no hacen ningn intento serio para explicarlas? Por qu, por el contrario,
la discrepancia entre capacidad y desempeo en el registro de la burguesa metro-
politana, es trivializada tan a menudo por el imperialismo liberal y sus intelectuales
representativos como un mero ejemplo excepcional y aberrante del mal funciona-
miento del aparato administrativo del Raj? Por qu el nacionalismo liberal tendi
a presentar las discrepancias del mismo orden en el registro de la burguesa indgena
simplemente como dificultades locales generadas por algunos dbiles sobrevivien-
tes de una cultura precapitalista, dificultades que sern superadas por los lderes de
la nacin en su marcha hacia el progreso? Cmo es que los historiadores, de ambos
lados, no hacen un verdadero esfuerzo por relacionar estas paradojas a cualquier
defecto estructural del proyecto histrico de la burguesa?
219
Hacia una historiografa radical
220
Condiciones para una crtica de la historiografa
Ranajit Guha
221
Hacia una historiografa radical
10 Ibd.
11 Ver, por ejemplo, R. C. Majumdar, Ideas of History in Sanskrit Literature, y A. L.
Basham, The Kashmit Chronicle, ambos en Philips (ed.). Historian of India, Pakistan and
Ceylon, 1961.
12 Los purnas son textos escritos en snscrito (literalmente significan antiguo), que forman
parte de la literatura cannica auxiliar del hinduismo, y contemplan saberes histricos, tra-
diciones, mitos, leyendas y religin. (N. del T.)
222
Condiciones para una crtica de la historiografa
Ranajit Guha
menos que once crnicas reales escritas antes de su poca, y desafi con eficacia el
trabajo del prestigioso autor del siglo XI Ksemendra, al identificar algunas gruesas
inexactitudes en su Lista de reyes. Mediante este procedimiento, declar Kalha-
na, todo el tedioso error se ha fijado en la quietud.13
Lo que es an ms importante para la discusin actual es que l se adelant siglos
a su poca al atribuir la funcin de un juez a su historiador ideal. Ese hombre de
mrito solo merece alabanza, escribi, cuyo lenguaje, como el de un juez, ha
desechado el sesgo as como tambin el prejuicio a la hora de relatar los eventos del
pasado.14 Esto era de un nivel excepcionalmente alto para que un analista medie-
val lo aplicara sobre s mismo, sobre todo porque no haba nada en las condiciones
materiales y espirituales del siglo XII de Cachemira, un Estado feudal quebrantado
segn Kosambi, para que una guerra de exterminacin entre los reyes y los ba-
rones (dmaras), permitiera al discurso histrico hablar con imparcialidad judicial
acerca de la realeza y la aristocracia.15 Una cultura feudal que no tena ninguna
prctica en la genuina crtica social dejaba al historiador sin ms opciones que el
sesgo o el prejuicio al momento de escribir sobre los grupos de elite sesgo a
favor de los que les ofrecieron patronazgo y prejuicio contra los que se oponan a
sus patrones.
Por lo tanto, lo ms notable de la prctica historiogrfica de Kalhana es que
debe haberse aproximado a su ideal en cierto grado. Ni Lalitditya Muktpida,
un rey que l admir en muchos respectos, ni Harsa, patrn de su padre, fueron
excluidos de su crtica.16 Y aunque su imparcialidad parece haber sido filtrada
al mximo en su registro del reino de Jayasimha, prncipe gobernante, no pas
por alto las fechoras del soberano.17 La dbil alabanza que dirigi al monarca se
acerc muy poco al prasasti convencional, un panegrico escrito por un poeta de
la corte y la crnica fue escrita como kvya18 para su patrn como deuda
feudal obligatoria. Todo esto no significa un logro para un cronista medieval, lo
cual ha llevado a Majumdar a atribuirle a Kalhana el mrito supremo de poseer
una mente crtica junto al espritu de escepticismo que es la primera virtud de
un historiador.19
223
Hacia una historiografa radical
20 Ibd., 23.
21 Rajatarangini, vol. I, 9-10.
22 Ibd., nota en 324.
23 Basham, Kashmir Chronicle, 62.
24 Rjatarangini, vol. I, 9-10. Para una discusin de los errores de la lectura de Bhler acerca de
224
Condiciones para una crtica de la historiografa
Ranajit Guha
ba las mismas bases del principado feudal, el historiador, con todo su escepticismo,
pudo, despus de todo, asegurar un lugar cmodo para su discurso dentro de la
ideologa dominante. O, para sealarlo de acuerdo a la taxonoma de los antiguos
sistemas del saber indios, uno podra decir que los Itihasa han sido aqu cmplices
de los Arthasastra.25
estos versos y su correcta interpretacin, ver la nota introductoria en Ibd., 7-9, y Majumdar,
Ideas of History, 21.
25 Los Itihasa son un tipo de literatura snscrita antigua que se caracteriza por representar el
pasado mediante narrativas espirituales y morales, mientras que los Arthasastra (literalmente
Ciencia Poltica) son un tipo de discurso poltico, en el sentido ampliado de esta palabra,
relacionado tanto con lo que podramos llamar la administracin gubernamental como con
la estrategia poltica (N. de T.).
26 Montesquieu, De lEsprit des Lois, 260; y Montesquieu, The Spirit of the Laws, 252.
225
Hacia una historiografa radical
227
Hacia una historiografa radical
Las implicaciones radicales de esta tendencia para la circulacin del capital son
adems igualadas por su relacin [bearing] con el aspecto de la produccin. Es en
realidad la tendencia universal del capital, la que lo diferencia dice Marx de
todos los estados anteriores de la produccin.32 A diferencia de sus antepasados
histricos es un modo que se caracteriza, por un lado, por una industria universal
que genera trabajo excedente, trabajo creador de valor, y, por el otro, por un
sistema de explotacin general de las propiedades naturales y humanas, un sistema
de la utilidad general; como soporte de ese sistema se presentan tanto la ciencia
como todas las propiedades fsicas y espirituales.33 De este modo, se ha abierto una
perspectiva inmensa de desarrollo y un panorama de horizontes que se trasladan
sobre un espacio cultural interminable. Para citar los Grundrisse otra vez:
228
Condiciones para una crtica de la historiografa
Ranajit Guha
34 En ingls en el original: De ah la gran influencia civilizadora del capital. (N. del T).
35 Ibd., 409-410 (Ibd., 362).
229
Hacia una historiografa radical
otro donde el autor expone, de manera muy clara, las condiciones restrictivas
que operan sobre ella.
De ah, empero, del hecho [escribi Marx] que el capital pon-
ga cada uno de esos lmites [ej. barreras y prejuicios nacionales,
divinizacin de la naturaleza, satisfaccin tradicional, encerrada
dentro de determinados lmites y pagada de s misma, de las necesida-
des existentes, reproduccin del viejo modo de vida, etc.] como
barrera y, por lo tanto, de que idealmente le pase por encima, de nin-
gn modo se desprende que lo haya superado realmente; como cada
una de esas barreras contradice su determinacin, su produccin se
mueve en medio de contradicciones superadas constantemente, pero
puestas tambin constantemente. An ms. La universalidad a la que
tiende sin cesar, encuentra trabas en su propia naturaleza, las que en
cierta etapa del desarrollo del capital harn que se le reconozca a l
como la barrera mayor para esa tendencia y, por consiguiente, pro-
pendern a la abolicin del capital por medio de s mismo.36
230
Condiciones para una crtica de la historiografa
Ranajit Guha
38 Marx, Capital, Chicago, vol. 3, 910. nfasis agregado (El Capital, vol. 3, 726).
39 Marx, Grundrisse, 884. La seccin Bastiat y Carey, se encuentra entre 883-893, y est rela-
cionada con este tema (Elementos, vol. 3, 92. Cita levemente modificada. La seccin Bastiat
y Carey se encuentra en vol. 3, 89-103 [N. del T.]).
231
Hacia una historiografa radical
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Condiciones para una crtica de la historiografa
Ranajit Guha
43 Marx y Engels, Collected Works, vol. 7, 294-295 (El proyecto de ley sobre la abolicin de
las cargas feudales, en Las revoluciones de 1848).
233
Hacia una historiografa radical
riografa liberal ha terminado por suponer que el capital, en su carrera india, tuvo
xito en superar los obstculos de su autoexpansin, doblegando muy bien todas
las relaciones precapitalistas de la vida material y espiritual, posibilitando, de esta
manera, que la burguesa hable en nombre de toda una sociedad, tal como lo haba
hecho en la ocasin de sus triunfos histricos la burguesa de Inglaterra en 1648 y
la de Francia en 1789. La resistencia a la dominacin del capital se ha hecho para
desaparecer, idealmente, dentro de una dominancia hegemnica.
En otras palabras, no se reconoce en ninguno de los modos dominantes del
discurso histrico que, en realidad, el proyecto universalista que hemos estado
discutiendo se lanz a s mismo contra una barrera que es insuperable para el co-
lonialismo. Por lo tanto, prima la tentativa en escrituras colonialistas de permitir
que el dominio del capital britnico en la India aparezca como un dominio basado
en el consentimiento de la poblacin sometida es decir, como hegemnico y
edificar, de la misma manera, en las escrituras nacionalistas la dominancia de la
burguesa india como el efecto poltico de un consenso que representa a toda la
voluntad del pueblo es decir, como hegemnica nuevamente.
Hay poco en esta dulce y esterilizada imagen de la dominancia que permita
exponer o explicar las speras realidades de la poltica durante el Raj. Por el con-
trario, la pretensin de hegemona contribuye a una visin realmente distorsionada
del Estado colonial y su configuracin del poder. Es importante, por tanto, que la
crtica de la historiografa comience cuestionando los supuestos universalistas de la
ideologa liberal y la atribucin de hegemona otorgada a las interpretaciones co-
lonialistas y nacionalistas del pasado indio. En resumen, debe comenzar situndose
fuera del universo del discurso liberal.
234
Condiciones para una crtica de la historiografa
Ranajit Guha
C
D
P
POWER (D/S)
C*
S
R
Mientras que estos dos trminos, en su interaccin, le dan al poder su sustancia
y su forma, cada uno de ellos, por su parte, est determinado y, de hecho, consti-
tuido por un par de elementos que interactan Coercin (C) y Persuasin (P)
para D, y Colaboracin (C*) y la Resistencia (R) para S, tal como se muestra en
la figura 1. Sin embargo, la relacin entre los trminos de cada uno de los pares
constitutivos no es absolutamente igual a como lo es entre los trminos del par
principal. D y S se implican el uno al otro al igual que C y P, por un lado, y C* y
R, por otro. Pero mientras que D y S se implican lgicamente y, la implicacin se
emplea en todos los casos donde una estructura de autoridad puede ser legtima-
mente definida en esos trminos, no ocurre lo mismo con las otras dadas. All los
trminos se implican contingentemente. Es decir la implicacin mutua de D y S
tiene un validez universal, para todas las relaciones de poder informadas por ellas,
mientras que las de C* y P o de C y R es real solo bajo determinadas condiciones.
La implicacin mutua de D y S es lgica y universal en el sentido de que,
considerada de manera abstracta, puede obtenerse dondequiera que haya poder,
es decir, bajo todas las formaciones histricas de una sociedad independiente-
mente de las modalidades en las cuales, all, es ejercida la autoridad. Con todo,
nada en esta universalidad abstracta contradice lo real de la contingencia de las
relaciones de poder que surgen de la reciprocidad de C y de P, en D, y la de
C* y de R en S. Por el contrario, tal contingencia debe ser reconocida como el
lugar donde la pasin humana el nombre de Hegel para los aspectos defi-
nidos de la actividad humana significativa socialmente 44 media el concepto
de poder y lo convierte en una historia de dominancia y subordinacin. De
hecho, es esta interaccin de lo universal y lo contingente, los aspectos lgicos
y empricos de D/S, lo que compone la trama y la urdimbre en el tapiz de la
historia mundial.45
235
Hacia una historiografa radical
236
Condiciones para una crtica de la historiografa
Ranajit Guha
sea interrumpida por las pesadillas de la disidencia, no hay utopa populista del
consentimiento total que no sea atravesada por el golpe de un guardia, cuando no
azotada por la bota militar.
Visto as, una vez ms, algo del vocabulario de la poltica que ha sido transfor-
mado en tesoros por entusiastas coleccionistas o degradado por el uso indiscrimi-
nado, puede volver a circular. Por ejemplo, la importante palabra hegemona
fundamental para nuestro argumento puede ahora ser reubicada en el punto
donde su nocin se interseca con la trayectoria de las verdaderas relaciones hist-
ricas del poder.
Segn este trabajo la hegemona refiere a una condicin de la Dominacin (D), tal que,
en la composicin orgnica de D, la Persuasin (P) sobrepasa la Coercin (C). Definida en
estos trminos, la hegemona funciona como un concepto dinmico y mantiene
incluso la estructura ms persuasiva de la Dominancia, siempre y necesariamente
abierta a la Resistencia. Al mismo tiempo, evita la yuxtaposicin gramsciana de
dominancia y hegemona (un trmino que algunas veces es usado en los Cuadernos
de la crcel como sinnimo de direccin) como antinomias.47 Esto ha proporcio-
nado a menudo un pretexto terico para la fabricacin de un absurdo liberal la
incoherente idea de un Estado no coercitivo, a pesar de que el propio trabajo de
Gramsci iba en la direccin contraria.
Ya que la hegemona, como la entendemos aqu, es una condicin particular
de D y est finalmente constituida por C y P, se sigue que no puede haber sistema
hegemnico en el cual P sobrepase a C, al punto de reducirlo completamente. Si
tal cosa sucediera, no habra ninguna dominacin, como tampoco ninguna hege-
mona. En sntesis, la hegemona, deducida de esta manera de la dominancia, nos
ofrece la doble ventaja de evitar un deslizamiento hacia una conceptualizacin
utpica-liberal del Estado y de una representacin del poder entendida como una
relacin histrica concreta constituida necesaria e irreduciblemente por la fuerza
y el consentimiento. Utilizaremos este trmino, en el sentido definido arriba, con
el fin de librar a nuestro estudio de las paradojas del poder que hicieron que los
47 Para una nota al pie aclaratoria sobre el uso que hace Gramsci del trmino hegemona
(egemona), y su reemplazo por liderazgo (direzione) en ciertas excepciones a la prctica, ver
Selections from the Prison Notebooks, 55-57. Un pasaje citado en esa nota ilustra un uso ca-
racterstico de esos trminos, intercambiable con, as como en oposicin a la nocin de la
dominacia en sus escritos: una clase es dominante de dos modos, esto es, como dominante
y dirigente. Es dirigente en relacin a las clases aliadas y dominante en relacin a sus ene-
migos ah puede y tiene que ser una hegemona poltica incluso antes de conquistar el
poder gubernamental, y uno no debe contar solamente con el poder y la fuerza material que
tal posicin da para el ejercicio de la direccin o la hegemona poltica. Una cita un tanto
similar puede encontrarse en Antonio Gramsci, Selections from Cultural Writings, 1985.
237
Hacia una historiografa radical
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238
La cuestin de la nacin
La nacin y sus campesinos1
Partha Chatterjee
1 Este artculo fue publicado originalmente en Chatterjee, The Nation and its Fragments. Co-
lonial and Postcolonial Histories. Princeton University Press, 1993, 158-172. Su primera pu-
blicacin en espaol se realiz en Silvia Rivera Cusicanqui y Rossana Barragn (comps.),
1997. Debates post coloniales: Una Introduccin a los Estudios de la Subalternidad. La Paz: Edi-
torial Historias - Ediciones Aruwiyiri - SEPHIS, Bolivia, 195-210, en traduccin de Ana
Rebeca Prada. Agradecemos a Silvia Rivera Cusicanqui por gestionar los permisos corres-
pondientes. (N. del E.)
2 Un recuento muy conocido de este proceso es Eugen Weber. Peasants into Frenchmen, 1979.
3 Hegel, Philosophy of Right, 131-2 y 270-74.
241
La cuestin de la nacin
4 Indian National Congress, principal partido nacionalista de la India, formado en 1885 bajo
el liderazgo de Gandhi, llevo a cabo la lucha por la independencia de la India obtenida en
1947. En adelante, se designar como [Partido del] Congreso, salvo indicacin contraria.
(N. del E.)
242
La nacin y sus campesinos
Partha Chatterjee
rumbos que tom el movimiento del Congreso entre los campesinos de diferentes
partes de la India nos han mostrado algunos en forma implcita, otros explci-
ta la existencia de una estructura de corte dual en el movimiento nacionalista de
masas.5 Lo que pareciera haber ocurrido es el encuentro entre dos esferas polticas.
De un lado, estaba la esfera de los partidos y asociaciones polticas formalmente or-
ganizados, que se movan en el interior de los procesos institucionales de las formas
de Estado burgus que introdujo el gobierno colonial, y procuraban usar su poder
de representacin sobre la masa del pueblo para reemplazar al Estado colonial por
un Estado-nacin burgus. De otro lado, estaba la esfera de la poltica campesina,
cuyas creencias y acciones no encajaban en la red de intereses y agregados de
intereses que constitua el mundo de la poltica representativa burguesa, Vista
desde la primera, esta ltima esfera pareca ser solo el mbito de la espontaneidad,
lo que por supuesto equivala nada menos que a reconocer que las determinantes
especficas de la esfera de actividad poltica campesina resultaban incomprensibles
desde el punto de vista de la poltica burguesa.
Especficamente, lo que estos estudios ponen en relieve son dos aspectos fun-
damentales del movimiento de masas del nacionalismo. Primero, que el encuentro
entre estas dos esferas polticas estuvo marcado por una contradiccin irresuelta.
Existi sin duda una convergencia entre ambas esferas, de manera que la organiza-
cin, ideologa y programas de la esfera poltica constituida formalmente sufrieron
considerables transformaciones con la entrada de un elemento campesino masivo, a
la par que el campesinado tom conciencia a su vez de un mundo completamente
nuevo de temas, lenguajes, lderes y formas de accin poltica. Pero sin embargo, la
propia unin de estas dos esferas adopt una forma que requera que se mantuvie-
sen separadas. Aunque el liderazgo nacionalista procur movilizar al campesinado
como fuerza anticolonial en su proyecto de establecer un Estado-nacin, siempre
tuvo desconfianza de las consecuencias que podra acarrear una poltica de agita-
cin entre los campesinos, sospechando de su supuesta ignorancia y conciencia
atrasada y cuidando de limitar su participacin a aquellas formas de la poltica re-
presentativa burguesa donde los campesinos fueran vistos como parte de la nacin,
pero a la vez mantenidos a distancia de las instituciones del Estado. Por otra parte,
aunque los campesinos tomaron conciencia del hasta entonces desconocido mun-
do de la agitacin nacionalista, le otorgaron sentido no en trminos de las formas
5 Por ejemplo, ver Hardiman, Peasant Nationalits of Gujarat, 1984; pandey, The Ascendancy of
the Congress in Uttar Pradesh, 1926-1934, 1978; Siddiqi, Agrarian Unrest in North India: The
United Provinces, 1918-1922,1978; Das, Agrarian Unrest and Socio-economic Change, 1900-
1980, 1983; Murali, Civil Disobedience Movement in Andhra, 1920-1922: The Nature
of Peasant Protest and the Methods of Congress Political Mobilization, 152-216.
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La cuestin de la nacin
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La nacin y sus campesinos
Partha Chatterjee
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La cuestin de la nacin
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La nacin y sus campesinos
Partha Chatterjee
La nocin de comunidad
En todos estos aspectos identificados por Guha existe una nica idea unificadora
que le da a la insurreccin campesina su carcter social fundamental: la nocin de
comunidad. Cada uno de los aspectos se expresa en formas polticas especficas a
travs del principio de comunidad. Sea mediante el carcter negativamente cons-
tituido de las formas y objetivos de la accin insurgente, que se definen por la
aplicacin del criterio del nosotros y el ellos, sea mediante la autodefinicin
rebelde del espacio territorial de la insurreccin, el principio de comunidad les da
a todos estos aspectos especficos un carcter constitutivo fundamental como actos
polticos intencionados de una conciencia colectiva. Este principio nos permite,
nuevamente, leer en las acciones de un campesinado rebelde en el momento de la
insurreccin, el carcter constitutivo total de la conciencia campesina y nos permite
relacionar estas acciones a las formas de existencia social cotidiana del campesinado.
Es importante destacar este punto, porque lo que hace el principio de comu-
nidad como rasgo unificador caracterstico de la conciencia campesina es situarla
directamente en el polo opuesto a la conciencia burguesa. Esta ltima funciona a
partir de la premisa del individuo y la nocin de sus intereses (o, en un vocabulario
ms de moda, sus preferencias). En la poltica burguesa las solidaridades se constru-
yen mediante un proceso de agregacin a partir del cual los individuos se renen
en alianzas basadas en intereses comunes (o referencias compartidas). El proceso
es completamente opuesto en la conciencia de un campesinado rebelde. All, las
solidaridades no crecen porque los individuos sientan que deben reunirse con otros
con base en intereses individuales comunes; por el contrario, los individuos estn
obligados a actuar dentro de la colectividad porque se cree que los lazos de solida-
ridad que los unen ya existen. La accin colectiva no fluye de un contrato entre
individuos; antes bien, las identidades individuales mismas derivan del hecho de ser
miembro de una comunidad.
Esto implica que no puede entenderse la conciencia campesina en sus propios
aspectos constitutivos si continuamos reducindola al paradigma de la racionalidad
burguesa. Debemos aceptar que la conciencia campesina tiene su propia forma
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La cuestin de la nacin
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La nacin y sus campesinos
Partha Chatterjee
8 Pandey, Encounters and Calamities, 231-70; Hardiman, The Bhils and Shahukars in Eas-
tern Gujarat, 1-54; Sarkar, Jitu Santals Movement in Malda, 1924-1932. A Study in
Tribal Protest, 136-64; Chatterjee, Bengal 1920-1947: The Land Question, 1984.
249
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La nacin y sus campesinos
Partha Chatterjee
251
La cuestin de la nacin
argumentar que los debates recientes sobre el papel del campesinado en el movi-
miento nacionalista conducen al proyecto de escribir una historia india de las luchas
campesinas.10 En principio, este es un proyecto diferente al de una historia de las
luchas campesinas en la India. La diferencia semntica implica una diferencia bastante
radical de enfoque historiogrfico. En el ltimo caso, se aboga por un ordenamiento
del material histrico sobre luchas campesinas en la India segn un marco en que
los conceptos y relaciones analticas fundamentales se asumen como dados, y por lo
general se establecen a partir de las formas de una historia universal (por ejemplo, la
teora de la transicin del feudalismo al capitalismo, la teora de la modernizacin, la
teora de los sistemas mundiales, la teora de la economa moral del campesino, etc.).
En el primero se busca en cambio descubrir en estos materiales las formas de un de-
sarrollo histrico propio o inmanente, que se habra visto fracturado, distorsionado y
forzado en el molde de la historia mundial solo por la violencia del colonialismo.
El marco de esta otra historia no asume como dado el lugar que se le ha sido asignado
en el orden de una historia universal, sino que somete ms bien sus categoras su-
puestamente universales a un proceso constante de interrogacin e impugnacin que
las modifica, transforma y enriquece. Su objetivo no es el de dar continuidad al curso
de la historia precolonial borrando de la memoria histrica y de la realidad presente la
experiencia del colonialismo: ello no solo sera arcaico y utpico; de hecho, incluso
sera reaccionario pretender que tal cosa sea posible. Antes bien, la tarea consiste en
enraizar la propia conciencia histrica en las formas inmanentes de desarrollo social
que atraviesan la historia india, y desde esa perspectiva comprometer nuestra expe-
riencia colonial en un proceso de lucha en el cual se niega y supera esta experiencia
y se la reapropia en nuestros propios trminos.
Esta agenda implicara dejar las categoras universales de las formaciones sociales
en un estado temporal de suspensin o, ms bien, en un estado de tensin irresuel-
ta. Pero, con todo, esta es una tarea fundamental para la prctica del historiador.
La relacin entre la historia y las disciplinas tericas de las ciencias sociales es ne-
cesariamente una relacin en que la pulcritud estructural de las ltimas se ve cons-
tantemente perturbada y remodelada por el material intransigente de la primera.
La defensa de una historia india de la poltica campesina deviene tambin as en un
alegato para que el historiador o historiadora asuma su propio papel como agente
provocador entre los cientistas sociales.
10 Para dos balances recientes de estos debates, ver OHanlon, Recovering the Subject Sub-
altern Studies and Histories of resistance in colonial South Asia, 189-224; y Mukherjee,
Peasant resistance and peasant consciousness in Colonial Indian: Subaltern and Beyond,
2109-20 y 2174-85.
252
La nacin y sus campesinos
Partha Chatterjee
Los autores europeos que escribieron sobre la India en los siglos XVIII y XIX
propagaron la calumnia de que, debido a la falta de conciencia histrica de parte de
los indios, no existira casi ningn material sobre la historia de la India, salvo unas
cuantas crnicas judiciales, hagiografas y tablas genealgicas de veracidad cuestio-
nable. Esta tergiversacin no debe atribuirse solamente a las maliciosas intenciones
de una mentalidad colonial en busca de manchar la reputacin de los pueblos
conquistados. Existen dificultades ms profundas con la concepcin misma de la
historia como forma de conocimiento en la Europa postiluminista. Vista desde un
punto de vista europeo, la abrumadora masa de materiales que sirvieron para mol-
dear las instituciones y prcticas de relacin social del pueblo indio, y que sobre-
vivieron como evidencia palpable de un pasado vivo, simplemente no gozaron de
reconocimiento como material histrico vlido. Toda evidencia que no se ajustara
a un orden lineal de progresin de formas estatales definidas como principados,
reinados e imperios, fue relegada al dominio extico y atemporal de la etnologa
india, donde la historia desempeaba solo un papel marginal.
Hoy sabemos que la situacin es bsicamente la opuesta. La variedad de formas
estructurales de relacin social en la India, la complejidad de sus interconexiones,
sus mltiples niveles y grados de diferenciacin, las formas ideolgicas de la iden-
tidad y la diferencia, y la larga trayectoria de evolucin histrica de estas formas a
partir de las luchas sociales, estn estampadas en las creencias y prcticas vivas del
pueblo. Por su sola amplitud y complejidad, este material es incomparablemente
ms rico que lo que reflejan las historias heredadas de Europa, y el florecimiento
de la antropologa moderna en el periodo posterior a la Segunda Guerra Mundial
lo ha puesto en evidencia ante la conciencia europea. De hecho, los recientes
intentos de exhumar una historia popular europea de entre los escombros de
un pasado muerto han sido provocados, precisamente, por el desafo que plantean
las nuevas ciencias de la antropologa y la lingstica a los dogmas aceptados del
conocimiento europeo postiluminista, al trabajar sobre materiales provenientes de
sociedades no europeas.
Ahora que existe mayor avidez por encarar esta evidencia como material hist-
rico, su misma riqueza nos fuerza a levantar las manos y declarar que se trata de algo
demasiado complejo. Todo cientista social practicante en la India estar dispuesto
a reconocer este sentimiento de insuficiencia e impotencia. Para los etngrafos
coloniales, estos materiales era evidencia de la mescolanza desordenada propia del
misterioso oriente, y para los administradores coloniales, prueba adicional de la
necesidad de imponer linealidad y orden a una sociedad ingobernable. Para los
nacionalistas indios, era evidencia de la grandeza de la tradicin indgena, capaz,
segn ellos, de absorber formas sociales diversas en un todo nico, sin destruir las
253
La cuestin de la nacin
254
La nacin y sus campesinos
Partha Chatterjee
El movimiento de la conciencia
Las implicaciones inmediatas de todo ello para el proyecto de una historia
india de la poltica campesina son, en primer lugar, que la esfera de las relacio-
nes poltico-legales que emanan del Estado no puede seguir siendo considerada
como el espacio exclusivo, y tal vez ni siquiera el principal, de la lucha campe-
sina. En segundo lugar, en comparacin con la comunidad campesina de la
Europa feudal, la esfera de la comunidad aparecer aqu como intrincadamente
diferenciada y estratificada, dotada de una forma estructural que le permite una
flexibilidad mucho mayor y, por consiguiente, mayores oportunidades estratgi-
cas tanto para los campesinos como para las clases dominantes en la formacin de
alianzas y oposiciones. En tercer lugar, en los largos intervalos entre rebeliones
campesinas armadas abiertas, o entre distintas fases de propagacin de los gran-
des movimientos religiosos heterodoxos, se podr encontrar, si se la busca, una
lucha continua y generalizada entre campesinos y clases dominantes en el mbito
de la vida cotidiana. Las formas de este tipo de lucha van desde el ausentismo, la
desercin, la desobediencia selectiva, el sabotaje y las huelgas, hasta formas ver-
bales como la difamacin, la ignorancia fingida, la stira y el insulto formas
brechtianas de la lucha de clases, como James Scott las ha descrito.11 El bagaje
de la cultura popular en la India ha preservado una coleccin enormemente rica
de materiales y artefactos ideolgicos que corresponden a estas formas cotidia-
nas de protesta campesina, y que no han sido nunca incorporadas al estudio de
los procesos de subordinacin y resistencia en medio de los cuales han vivido y
luchado los campesinos indios.
Esto nos conduce a plantearnos el ltimo y ms importante de nuestros proble-
mas. Si nuestro objetivo es escribir la historia de las luchas campesinas bajo la forma
de una historia en la que los propios campesinos figuren como agentes activos y
conscientes, entonces su conciencia tambin habr de tener una historia. Su expe-
riencia de las diversas formas de subordinacin y resistencia, sus intentos de enfren-
tar las cambiantes formas de vida material e ideolgica, tanto en la vida cotidiana
como en los fugaces momentos de rebelin abierta, tendran que dejar una huella
en su conciencia, como procesos de aprendizaje y desarrollo. Algunos autores,
255
La cuestin de la nacin
como Scott, han procurado privilegiar las formas cotidianas de resistencia sobre los
momentos de rebelin abierta, porque se supone que las primeras son ms perdu-
rables y, a la larga, ms efectivas en su transformacin lenta y casi imperceptible de
las condiciones de subordinacin. Tal vez sea prematuro descartar este argumento
en forma apriorstica, pero el hecho es que la esfera de lo cotidiano, que es tambin
la esfera de la aparente perpetuidad de la subordinacin, est circunscrita por un
lmite ms all del cual surge el momento extraordinario, apocalptico y atemporal
de un mundo al revs.
El registro histrico de estos breves momentos de rebelin abierta nos permite
vislumbrar la regin no dominada de la conciencia campesina y percibir as lo co-
tidiano y lo extraordinario como partes de una misma unidad de tiempo histrico.
Para llevar ms lejos este argumento, podemos sealar que, en las sociedades
agrarias, es siempre el espectro de una rebelin abierta del campesinado lo que
atormenta la conciencia de las clases dominantes, moldeando y transformando sus
formas de ejercicio de la dominacin. Esto se aplica tanto al Estado colonial en
el periodo del gobierno britnico en India, como a la situacin actual, a pesar de
haberse establecido derechos polticos universales en favor de la poblacin adulta.
Por supuesto, aproximadamente en los ltimos cien aos, la naturaleza y las formas
de dominacin sobre los campesinos han cambiado fundamentalmente. Las for-
mas ms antiguas de explotacin y servidumbre feudal han sido reemplazadas en
gran medida por nuevas formas de extraccin del excedente, que estn mediadas
por mecanismos de mercado y polticas fiscales. A su vez, estos cambios no han
sido resultado de reformas impuestas desde arriba; antes bien, desde los das del
gobierno colonial, una serie de luchas campesinas han obrado sobre las estructuras
de dominacin para cambiarlas y modificarlas. Incluso las nuevas instituciones po-
lticas del gobierno representativo, que pugnan por darle forma poltica al magma
de relaciones sociales en un pas agrario tan enorme, son a su vez moldeadas y
asumen formas que resultaran irreconocibles en trminos de las democracias li-
berales de Occidente. Para dar un ejemplo, el fenmeno de la masiva y uniforme
oscilacin en el voto a lo largo de grandes regiones, que ha sido caracterstico de
varias elecciones recientes en la India, es de una magnitud y extensin geogrfica
desconocidas para las democracias liberales occidentales, y resulta inexplicable en
trminos de los criterios normales de comportamiento electoral. Es posible ver en
ello la forma de una conciencia campesina insurgente que, habiendo aprendido a
su manera los mecanismos del nuevo sistema de poder, estara ahora expresndose
mediante mtodos totalmente nuevos de accin poltica?
Una historia india de las luchas campesinas nos revelar mucho ms que sim-
plemente el recuento de las rebeliones campesinas medievales, ya que se trata de
256
La nacin y sus campesinos
Partha Chatterjee
una historia que constituye nuestro presente activo y viviente. Es una historia
que nos revelar por qu los campesinos, al identificar al Estado colonial como su
enemigo como en 1857 o 1942, lograron ser mucho ms radicales e intran-
sigentes en su oposicin que sus compatriotas ms ilustrados. Es una historia que
educar a aquellos de nosotros que pretendemos ser sus educadores. De hecho,
una historia india de la lucha campesina es parte fundamental de la historia real de
nuestro pueblo; queda en manos del/la historiador/a la tarea de descubrir en ella
su propia autoconciencia.
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257
La cuestin de la nacin
Gyanendra Pandey
1 Este ensayo fue publicado inicialmente en Representations, 37, (invierno 1992): 1-26. En
espaol apareci en Saurabh Dube (coord.), 1999. Pasados postcoloniales. Mxico D.F.: El
Colegio de Mxico, 353-392, de donde lo hemos tomado. Agradecemos a Saurabh Dube y
al autor por permitirnos su republicacin. (N. del E.)
2 Vanse las muchas reseas de Subaltern Studies y del libro de Ranajit Guha Elementary Aspects
of Peasant Insurgency in Colonial India, 1983, las cuales critican que estas obras se han concen-
trado demasiado en el momento de la rebelin y violencia abiertas. Esta crtica encaja con
una tendencia ms general en los estudios campesinos y la historia social que ha dado lugar
al reciente nfasis en las formas cotidianas de la existencia y resistencia del pueblo: cf. J. C.
Scott, Weapons of the Weak, 1985.
3 Cf. Lata Mani, The Female Subject, The Colonial Gaze: Eyewitness Accounts of Sati
(ponencia presentada en un taller sobre Cultura, conciencia y el Estado colonial, celebra-
do en Isle of Thorns, Reino Unido, 24-27 de julio de 1989), donde se hace una observacin
similar acerca de la condicin de agente histrico (agency) y el momento del sufrimiento,
entre otras proposiciones.
258
En defensa del fragmento: escribir la lucha hindo-musulmana en la India actual
Gyanendra Pandey
259
La cuestin de la nacin
de poca relevancia en lo inmediato. Sin embargo, quisiera creer que hay algn tipo
de dilogo entre lo acadmico y lo poltico y que algunos de los argumentos
presentados aqu contribuirn de forma modesta al debate actual sobre ciertos pro-
blemas polticos vitales de nuestro tiempo.
La presente declaracin aborda la historiografa de la lucha sectaria. Esta histo-
riografa funciona, como lo ha hecho por mucho tiempo, en un contexto poltico
en el que la retrica del nacionalismo tiene una importancia central. En tiempos
recientes, en especial a lo largo de los ltimos veinte aos, esta retrica ha adquirido
un nuevo tono y un diferente tipo de estridencia. El sumamente centralizado poder
del Estado que ahora se presenta con el nombre de la nacin-Estado india, acta
cada vez ms descaradamente en nombre de la clase media, arribista y consumis-
ta, y sus aliados ricos en el campo (el campesino rico). Al fomentar la ambicin
del inters de este sector, el Estado ha mostrado su predisposicin a estigmatizar a
toda forma de oposicin como antinacional ya sea que esta oposicin se ubi-
que en la clase trabajadora de la industria, ya entre los pobres de las reas rurales, ya
en otros movimientos regionales y locales.
De los fragmentos de la sociedad india las pequeas comunidades religio-
sas y de casta, los sectores tribales, los trabajadores industriales, grupos de mujeres
activistas, de los cuales se puede decir que representan la cultura y prcticas de
las minoras se espera que se alineen con la corriente principal (mainstream)
(brahmn-hind, consumista) de la cultura nacional dominante. Esta mainstream,
que de hecho representa una seccin muy pequea de la sociedad, ha sido osten-
tada como la cultura nacional. La unidad en la diversidad ha dejado de ser el
cometido del nacionalismo indio. Por el contrario, todo lo perteneciente a una
minora que no sea la clase gobernante, todo lo que representa un desafo, lo sin-
gular, lo local por no decir todo lo diferente aparece como una amenaza, una
intrusin, incluso extranjero a este nacionalismo.
Los escritos sobre la poltica india necesitan poner en primer plano este impulso
centrado en el Estado de homogeneizar y normalizar, y poner en primer plano
tambin la naturaleza sumamente cuestionada del territorio del nacionalismo. Parte
de la importancia del punto de vista fragmentario yace en esto, en resistir el
impulso de una homogeneizacin superficial y luchar por otras definiciones de la
nacin y de la futura comunidad poltica potencialmente ms ricas.
No sugiero que la resistencia por parte de la minora funcione siempre, ni
siquiera habitualmente, conscientemente de esta manera. Pero el historiador, cien-
tfico social o activista poltico que toma una distancia para analizar las condiciones
de la sociedad india, quiz est de acuerdo en que esto es una parte importante de
lo que est sucediendo. Tambin aqu est implicada una competencia historiogr-
260
En defensa del fragmento: escribir la lucha hindo-musulmana en la India actual
Gyanendra Pandey
261
La cuestin de la nacin
6 Vase en Pandey, The Construction of Communalism, 6 y ss., un examen del peculiar uso de
esta palabra en la India.
7 Bipan Chandra, Modern India, 1971. Los nmeros en las citas y en el texto que estn entre
corchetes remiten a las pginas de esta edicin.
262
En defensa del fragmento: escribir la lucha hindo-musulmana en la India actual
Gyanendra Pandey
Dolor y tristeza por lo que solo se puede leer como el secuestro de una lucha
ingentemente poderosa y noble. Sigamos leyendo:
El smbolo de esta tragedia en el momento del triunfo nacio-
nal era la acongojada figura de Gandhiji el hombre que haba
llevado el mensaje de no violencia, verdad y amor y valor y hombra
al pueblo indio [] En medio de la alegra nacional, viaj a la
tierra bengal, asolada por el odio, tratando de llevar consuelo
a un pueblo que an entonces segua pagando el precio de la
libertad con una insensata masacre comunal [306, las cursivas
son mas].
263
La cuestin de la nacin
Uno podra afirmar an, dice Sarkar, que la nica alternativa verdadera es-
taba en el camino de la lucha masiva, militante y unida, en contra del imperialismo
y sus aliados indios [438]. Enseguida describe en un tono bastante optimista el
persistente potencial para tal lucha.
A pesar de la obvia perturbacin causada por los disturbios,
de ninguna manera esta posibilidad se vio obstaculizada com-
pletamente incluso durante el invierno de 1946-1947. Cinco
meses despus de los disturbios de agosto [las grandes matanzas
de Calcuta de agosto de 1946], los estudiantes de Calcuta sa-
lieron de nuevo a las calles el 21 de enero de 1947 llevando a
cabo manifestaciones que hacen pensar en estadounidenses con
su consigna de Hands off Vietnam, cuando protestaban por
el uso del aeropuerto de Dum Dum por parte de aviones fran-
ceses, y todas las divisiones comunales parecan olvidadas en la
absolutamente unida y finalmente victoriosa huelga de tranvas
que dur 85 das, bajo la dirigencia comunista, que comenz ese
mismo da [] [438-39].
264
En defensa del fragmento: escribir la lucha hindo-musulmana en la India actual
Gyanendra Pandey
Desde luego en el cine, el gran director bengal Ritwik Ghatak produjo una
serie de incomparables declaraciones flmicas acerca del dolor, desesperacin y es-
9 Por ejemplo, no hay un equivalente de los debates en Alemania sobre el significado del
Holocausto y de toda la experiencia del Nacional Socialismo. Los historiadores y filsofos
alemanes han lidiado con la cuestin de si esto fue una aberracin aislada en el tiempo o algo
producto del carcter nacional alemn; cf. Adorno, Minima Moralia, 1951 y Jaspers, The
Future of Germany, 1967.
10 Vase Memon, Partition Literature: A Study of Intizar Husain (y las referencias que cita);
Ahmad, Urdu Literature in India; Rai, The Trauma of Independence: Some Aspects of
Progressive Hindi Literature, 1945-1947 y Hans, The Partition Novels of Nanak Singh,
ambos en Gupta (ed.), Myth and Reality, 1987.
11 Chakravarty, The Freedom Struggle and Bengali Literature of the 1940s, en Ibd., 329.
265
La cuestin de la nacin
266
En defensa del fragmento: escribir la lucha hindo-musulmana en la India actual
Gyanendra Pandey
II
Se ha vuelto cosa comn en los escritos recientes describir una lucha tras otra
como posiblemente la peor desde 1947, tanta ha sido la magnitud y brutalidad
de la violencia sectaria en los aos ochenta.12 Bhagalpur 1989 fue uno de estos de-
vastadores brotes. Esta ola de violencia en Bhagalpur empez la ltima semana de
octubre de 1989. Incendiarismo, saqueo y asesinatos cundieron desde la ciudad al
campo circundante y asolaron la regin prcticamente sin freno durante varios das.
Entonces la situacin fue controlada en algo por fuerzas militares y paramilitares;
pero una atmsfera de miedo y terror persisti durante meses.13
Dada la dimensin de los disturbios, y el infame papel de la administracin
local al fomentar los ataques y destruir las evidencias, es imposible establecer los
hechos de este acontecimiento lo que los historiadores tradicionales gustan
de llamar la substancia del relato. Es posible que hasta mil personas hayan sido
asesinadas durante el tiempo que dur esta ola de violencia, la mayor parte de ellas
musulmanes: pero los clculos del nmero de vctimas siguen variando enorme-
mente.14 Durante los primeros das de los disturbios, muchos trenes fueron dete-
nidos en diferentes lugares en Bhagalpur y distritos aledaos, y de muchos sacaron
a los viajeros musulmanes y los lincharon: pero nadie puede decir con certeza
12 Los sucesos de Delhi 1984, Meerut 1987, Bhagalpur 1989 han sido reseados de esta mane-
ra. Vase un ejemplo an ms reciente en el reportaje de Tavleen Singh sobre los comenta-
rios acerca de los disturbios de Gonda, Indian Express, 14 de octubre de 1990.
13 Los detalles incluidos en los siguientes dos prrafos estn tomados del informe de la PUDR,
Bhagalpur Riots, Delhi, abril de 1990 y de las notas en que se basa.
14 Mientras mucha gente de las localidades en cuestin no bajaba la cifra de vctimas de dos
mil, la cuenta oficial de muertes fue de 414, hasta abril de 1990. Los clculos extraoficiales
ms cautelosos sugieren que quiz mil personas hayan perdido la vida, 90 por ciento de la
cuales eran musulmanes; Ibd., 1.
267
La cuestin de la nacin
cuntos fueron asesinados de esta forma ni siquiera los perturbados viajeros hin-
des que tuvieron la mala fortuna de estar en alguno de estos trenes y vieron sacar a
la gente de los vagones en que se encontraban. En los ataques ms importantes, en
las reas rurales as como en la ciudad, no hubo compasin para viejos ni bebs, ni
mujeres, ni nios. Cunde la impresin de que raptaron a las mujeres y las violaron
en gran escala, pero ninguna de las vctimas sobrevivientes ha querido hablar de las
violaciones: los cinco casos especficos registrados por el equipo de la PUDR que
llev a cabo la investigacin en Bhagalpur en enero de 1990 fueron incidentes que
mujeres informantes musulmanas haban odo mencionar.
Lo que est fuera de toda duda es que la extensin y saa de los ataques prcti-
camente no tenan precedente, incluso para un distrito que ha vivido mucha vio-
lencia sectaria en el pasado, incluyendo disturbios en 1946. En el peor momento
de la violencia en octubre-noviembre de 1989, cerca de 40 mil personas se vieron
forzadas a abandonar sus hogares y vivir en refugios provisionales. La destruccin y
el saqueo de propiedades se dio a escala masiva durante semanas. El miedo genera-
do entre la poblacin musulmana claramente minoritaria era tal que muchos se ne-
gaban a regresar a sus casas incluso tres meses despus del brote inicial de violencia:
se calcula que 10 mil personas todava seguan en los campos provisionales para
fines de enero de 1990, aparte de los que se haban mudado a la casa de parientes
o amigos a lugares ms seguros dentro o fuera del distrito de Bhagalpur. En ese
entonces muchos musulmanes urgan a que se mantuviera la presencia de fuer-
zas militares o paramilitares permanentemente cerca de sus aldeas o asentamientos
(mohallas) como la nica manera confiable de proteccin para ellos y algunos
exigan que el gobierno les diera armas con el mismo fin. El ambiente segua car-
gado de rumores y continuaban ocurriendo ataques y saqueos aislados: todava se
inform de un incidente de estos en marzo de 1990.
Cmo escribimos la historia de semejante acontecimiento? En Bhagalpur, los
archivos del Estado, esas fuentes oficiales que generaciones de historiadores y
cientficos sociales han tratado como relatos bsicos, ms confiables o al menos
ms abarcadores que cualquier otra fuente, estn perdidos en su mayor parte. Al
igual que los historiadores en general, muchos equipos de investigadores indepen-
dientes que han visitado Bhagalpur han estado ansiosos de obtener el relato oficial
para establecer una imagen de conjunto en medio de una investigacin que por
lo dems es confusa.15 Pero la visin desde el centro ha sido destruida en gran me-
15 Me refiero aqu a nuestros propios esfuerzos como equipo de investigadores. Satish Sa-
berwal y Mushirul Hasan tambin notan la totalmente injustificada confianza de los me-
dios de comunicacin masiva en la versin oficial de los sucesos en casos recientes de luchas
268
En defensa del fragmento: escribir la lucha hindo-musulmana en la India actual
Gyanendra Pandey
dida en este incidente, en cualquier caso para los absolutamente crticos primeros
das de los disturbios. Un reportaje del Sunday Mail del 11 de febrero de 1990,
elaborado tras una investigacin de quince das de la masacre de Bhagalpur y sus
secuelas, resume la situacin:
Registros cruciales del periodo, en especial los de las tablas [del]
entonces magistrado de distrito [] y superintendente de polica
[], estn perdidos.
La evidencia sugiere con fuerza que el [magistrado de distrito]
[] con toda probabilidad destruy el cuaderno de registro de la
sala de control central en la cual se registraron las muchas llamadas
de auxilio durante la aciaga semana. Resulta extrao que el nuevo
cuaderno que se ha colocado en la oficina no mencione estos in-
cidentes.
***
[] [El superintendente de polica de entonces], que a partir de
ah ha dado mucho de qu hablar, tambin ha dejado a su sucesor
[] sin ninguna pista con qu trabajar. Sus registros muestran un
nico informe anexo acerca de la masacre de Chanderi [uno de los
peores incidentes en el campo], solo porque la Suprema Corte de
Patna emiti un aviso.
269
La cuestin de la nacin
manera y forma que la ciencia social actual considere aceptable. Permtaseme ilus-
trar esto con referencia al trabajo del equipo de la PUDR en Bhagalpur.
A pesar del tamao de este equipo 16 y las largusimas horas que dedic a su
labor durante su visita de ocho das al distrito, nos vimos atados de manos por serias
limitaciones. La mayor parte de la gente con la que hablamos en Bhagalpur era
musulmana. Estas personas fueron las principales vctimas de los disturbios; vi-
van en campos de refugiados; eran los que estaban dispuestos a hablar, quiz tenan
necesidad de hacerlo. Los hindes de muchas de las reas ms afectadas nos reci-
bieron con un calculado silencio, cuando no hostilidad.17 Los hindes con los que
pudimos hablar fcilmente provenan de un sector bastante estrecho: intelectuales,
activistas polticos, profesionistas y funcionarios de clase media, quienes tenan opi-
niones (o teoras) establecidas sobre lo que haba ocurrido.
Adems, cuando nos encontrbamos con las vctimas de la violencia u otros tes-
tigos presenciales, nos enfrentbamos al problema de qu preguntas hacer y cmo.
La forma de una pregunta sugiere respuestas particulares y haba respuestas parti-
culares que estbamos ms dispuestos a or que otras. Este es un asunto que vuelvo
a tratar ms adelante. Pero tenamos una dificultad adicional desde el principio:
cmo se pregunta a vctimas de semejante barbarie el padre y el hijo, o la ma-
dre y sus cuatro hijos pequeos que sobrevivieron porque no estaban ah o se las
arreglaron para esconderse en los campos, desde donde vieron asesinar a viejos y
jvenes, mujeres y hombres, a cualquiera que estuviera en la parte musulmana de
su aldea, cmo se pregunta a tales vctimas del terror detalles de lo que vieron?
Y no obstante, los investigadores estn obligados a preguntar. Y algunas veces
las vctimas, sobrevivientes y otros que estaban ah, empiezan a hablar sin que se
les pregunte porque ya se les ha preguntado muchas veces, o porque es necesaria
una narracin pblica de su sufrimiento. Sin embargo, esta narracin tambin toma
una forma prescrita. Aparece como un relato ritualizado, una memoria o recuento
colectivo que se ha generado en nombre de toda la comunidad musulmanes o
yadavs (numerosa casta agrcola) o hindes o los que sean. La prctica comn
en las mohallas y aldeas afectadas que visitamos era que nos llevaran a un punto
16 Como hace constar el informe de la pudr, el apoyo dado a este equipo de diez miembros
por parte de activistas locales del partido Comunista de la India (marxista) efectivamente
duplic nuestra capacidad. Bhagalpur Riots, 70.
17 Vale la pena notar, de hecho, que se nos insisti repetidamente que furamos a ver los
lugares donde tambin los hindes haban sido vctimas de los ataques particularmente
una aldea llamada Jamalpur y unas cuantas secciones de la ciudad de Bhagalpur. Habamos
decidido visitar estos lugares en cualquier caso, incluso antes de iniciar nuestra investigacin
en el lugar de los hechos en Bhagalpur, precisamente para que pudiramos ver y escuchar a
ambas partes.
270
En defensa del fragmento: escribir la lucha hindo-musulmana en la India actual
Gyanendra Pandey
central donde se reuna mucha gente y los viejos o los educados nos daban lo
que podra llamarse el relato autorizado de los sucesos locales.
Incluso en aquellos lugares en que mujeres, jvenes o igual nios hablaban con
nosotros por separado, y entonces emergan diferencias de nfasis y prioridad en sus
diferentes relatos, lo que nos decan segua surgiendo como parte de una declara-
cin colectiva. Los grandes rasgos de lo que ocurri parecan ser conocidos por to-
dos de la misma manera y las preocupaciones eran comunes a todos: el sufrimiento
de la colectividad, la necesidad de proteccin y compensacin, la identificacin de
aqullos que haban demostrado ser amigos en la adversidad (principalmente orga-
nizaciones religiosas y en ciertos lugares donde haba una presencia de la izquierda,
activistas y asociaciones izquierdistas).
El equipo de la PUDR fue a Bhagalpur tres meses despus de este brote de vio-
lencia, y es posible sugerir que la naturaleza ritualizada de estos relatos colectivos ya
se haba determinado mucho ms para entonces. No obstante, no me queda duda
de que una memoria colectiva, bajo una forma prescrita, habra tomado forma muy
pronto tras el acaecimiento de los sucesos que describe. Esto tiene que ver con las
condiciones de vida de las comunidades locales, la historia de las luchas anteriores
y las difciles relaciones con el Estado. Pero tambin tiene que ver con otro factor:
que el propsito de la narracin pblica es al menos en parte el de transmitir efec-
tivamente un punto de vista particular sobre el Estado y sus agentes.
La situacin que produce cualquier brote de violencia de gran envergadu-
ra hace ms profunda la divisin visible en cualquier momento entre la gente
privilegiada y el pueblo llano en la India. Tales situaciones tambin sirven para
nivelar a las comunidades y hacer que grupos enteros de quienes se sospecha algo
formen parte del pueblo llano. En esas ocasiones, el informante habitante de
una aldea lejana, artesano analfabeta, miembro annimo de un refugio provisional
e incluso la elite de una comunidad como los mdicos o profesores universita-
rios tiende a volverse parte de un sujeto colectivo que se acerca al investigador
o investigadora como a una persona influyente y le hace un llamado de ayuda,
justicia o compasin.
En consecuencia, gran parte de nuestras conversaciones con la gente local
en Bhagalpur versaba sobre prolijos detalles de prdida de propiedades, heridas
y muertes que no necesariamente considerbamos centrales para nuestra investi-
gacin. Con insistencia se nos peda ir un poco ms lejos, a tal o cual aldea, para
que viramos nosotros mismos la destruccin de tal casa, para tomar nota tambin
de tales o cuales nombres. Se nos peda tambin asentar Reportes de Primera
Informacin [First Information Reports] y evidencias que la polica supuestamen-
te haba omitido o rehusado asentar, o por lo menos que ayudramos a asentarlos
271
La cuestin de la nacin
pues, como algunos informantes dijeron: Vivimos bajo una amenaza constante y
bien pueden matarnos antes de que alguien se tome la molestia de asentar nuestras
evidencias. En otros lugares no obtuvimos ms que una escueta respuesta: No
sabemos nada. No estbamos aqu.
Con mucha frecuencia, los relatos que nos daban participaban del carcter de
narraciones con derechos de prioridad. Se construan de una manera ms o me-
nos consciente, para falsear teoras o explicaciones particulares del curso de los
acontecimientos. Los hindes, a quienes se acus de formar una procesin ar-
mada y seguir tcticas extremadamente agresivas durante su marcha por la ciudad
de Bhagalpur, haciendo estallar as la violencia el 24 de octubre, declararon que se
trataba de una ordinaria procesin religiosa, igual a cualquier otra que se haca en
las festividades importantes, y que se acompaaba de cantidades muy grandes de
mujeres y nios que cantaban himnos religiosos y tocaban instrumentos musicales
al caminar. Los musulmanes, a quienes la administracin local y otras personas
acusaron de hacer preparativos para un disturbio desde mucho antes del 24 de
octubre, declararon por todo el distrito y casi sin excepcin que nunca haban te-
nido ninguna pelea con los hindes y que no tenan ningn motivo de temer un
disturbio, que siempre haba existido una perfecta amistad entre los hindes y
musulmanes del distrito, y que incluso entre 1946 y 1947, mientras el resto del
norte de la India arda, no haba (o muy pocos) problemas en Bhagalpur.
Incluso cuando la defensa del grupo o colectividad inmediata no estaba en jue-
go, como cuando hablamos con profesionistas e intelectuales urbanos, la defensa
de algo ms amplio y ms intangible a veces importaba: el buen nombre de la
ciudad (o regin), por ejemplo, o la posibilidad misma de que hindes y musul-
manes vivieran juntos en el futuro lo que por supuesto tendr que suceder. Esta
clase de mentalidad era lo que llev a mucha gente a subrayar la importancia de dar
lo pasado por pasado. Quiz algn razonamiento similar estaba detrs de la pro-
nunciada tendencia a echar la culpa del conflicto a intrusos: dirigentes polticos
en Patna y Delhi, bandas criminales, una administracin corrupta y cobarde. La
teora de una instigacin y conduccin criminal de los disturbios era especial-
mente popular. El argumento consiste en que castas criminales provenientes del
otro lado del Ganges (que corre de oeste a este a travs del distrito justo al norte
de la ciudad de Bhagalpur) llegaron a la ciudad y a otros lugares donde hubo gran
cantidad de luchas, que estas castas (designadas como criminales por el antiguo
rgimen colonial) fueron la causa de gran parte de la criminalidad en Bhagalpur
incluso en otras pocas normales, y que las bandas criminales que utilizaban
libremente estos elementos ajenos fueron responsables en gran medida de la
violencia en 1989.
272
En defensa del fragmento: escribir la lucha hindo-musulmana en la India actual
Gyanendra Pandey
Las dificultades de la reunin de evidencias son, sin embargo, solo una parte del
problema de reconstruir la historia de sucesos como estos. El problema de cmo
escribir acerca de semejantes experiencias, al que ya se ha aludido, es igualmente
riesgoso, pues existe el peligro obvio de caer en lo sensacionalista, de exagerar y as
presentar semejante lucha y sus consecuencias como extraordinarias aberrantes.
No obstante, existe, por otra parte, un peligro por lo menos igual de sucumbir a
las exigencias de un discurso acadmico, de sanear, naturalizar y con ello mitigar
y volver menos indigesto lo que es intensamente feo y desorientador. El discurso
acadmico tiende tambin a orillar el momento de la violencia al mbito de lo ex-
cepcional y lo aberrante, como tratar de mostrar en un momento.
Las discusiones acerca de la lucha sectaria en la India encuentran necesario
tratar de equilibrar un relato de las atrocidades hindes mediante un relato de
las atrocidades musulmanas (o sikhs). As, a unas cuantas semanas de nuestra
visita a Bhagalpur, el ministro principal de Bihar habl, en un anuncio pblico,
de las medidas tomadas para restaurar la normalidad, de la cantidad de templos
y santuarios hindes que haban sido destruidos en el distrito junto con grandes
cantidades de lugares sagrados musulmanes: contra todas las evidencias, pues
ningn equipo de investigadores haba informado de ningn templo o santuario
hind daado o destruido en esta ocasin. Asimismo, un filme documental sobre
los hechos violentos de Bhagalpur, elaborado por un emprendedor cineasta inde-
pendiente, Nalini Singh, y mostrado en la televisin nacional en marzo de 1990,
equiparaba a Jamalpur (la nica aldea hind que fue atacada durante el desarrollo
de los disturbios) a Logain (el lugar de las peores masacres de musulmanes), im-
plicando que los ataques y las vctimas eran del mismo orden, aunque los clculos
ms confiables sugieren que murieron siete personas y cerca de setenta casas y
chozas fueron quemadas y saqueadas parcialmente en Jamalpur, mientras que en
Logain hubo 115 muertos y todo el basti [asentamiento] musulmn fue saquea-
do, quemado y destruido.18
Esta supuesta exigencia liberal de documentar y presentar ambas partes del
caso frecuentemente se acompaa de la bsqueda por parte de los cientficos
sociales de fuerzas externas y circunstancias excepcionales, las cuales, segn
esta perspectiva, habrn de encontrarse detrs de semejantes actos de violencia
extraordinaria. En cuanto a Bhagalpur, periodistas as como otros investigadores
han sealado a elementos criminales, a la administracin local y a la maliciosa
propaganda de la Vishwa Hindu Parishad (VHP) y otras organizaciones militantes
hindes. As lo explica una nota periodstica del 19 de noviembre de 1989:
273
La cuestin de la nacin
El que esta labor de envenenar la mente del pueblo haya podido realizarse tan rpi-
do no parece plantear ningn problema al escritor: su importancia nunca se discute. En
lugar de ello se nos dice: Los disturbios de Bhagalpur no son tanto producto de sen-
timientos sectarios [comunales] cuanto una calamidad provocada por criminales.19
La moral de esta historia, que se prolonga desde los relatos nacionalistas del
periodo antes de la independencia, es que el pueblo es esencialmente secular. La
misma nota periodstica citada contina as:
Los criminales estn armados con rifles, escopetas, bombas,
hachas, hachuelas, lanzas y la bendicin de [poderosos] dirigentes
polticos. Qu puede hacer el pueblo? [Bechari janta kare to kya
kare?]. Los miembros de ambas comunidades [musulmana e hind]
deseaban vivir juntos en paz y amistad, pero al final los criminales
lograron diseminar el veneno entre ellos.20
274
En defensa del fragmento: escribir la lucha hindo-musulmana en la India actual
Gyanendra Pandey
21 Bhagalpur Riots, 6.
275
La cuestin de la nacin
Adems,
La religin no es una consideracin que tomen en cuenta los
compradores y vendedores de [armas de fuego]. La ganancia es la
motivacin principal. Tienen un inters creado en mantener viva
la tensin comunal [] Otro factor que la mantiene es la ganancia
que se obtiene de las operaciones de campos de refugiados [sic].23
276
En defensa del fragmento: escribir la lucha hindo-musulmana en la India actual
Gyanendra Pandey
En los conflictos a este nivel, adems, sobre todo son los grupos de elite los que
cuentan. Permtaseme citar una vez ms el informe de la PUDR: El mayor
beneficio material de largo plazo que los grupos de elite [de las reas rurales]
probablemente obtengan de los disturbios actuales son tierras. O tambin, en
cuanto a la persistente tensin entre hindes y musulmanes en las aldeas: uno de
los factores ms importantes que contribuyen a este estado de cosas es la propie-
dad, especialmente las tierras, de los que abandonaron sus casas. Los que tienen
puestos los ojos en el despojo de tierras o en la compra de terrenos baratos siguen
profiriendo amenazas.24 (Solo ellos?)
Permtaseme reiterar, no obstante el riesgo de parecer superficial, que lo que
trato de demostrar no es que la tierra y la propiedad no tengan importancia en la
provocacin o perpetuacin de la lucha sectaria. Lo que quiero demostrar es que
poner el acento en estos factores a menudo deja poco espacio a las emociones del
pueblo, a los sentimientos y las percepciones en una palabra, un espacio insufi-
ciente a la condicin de agente.
Hay un aspecto particular de este problema de la condicin de agente, que
puede ser expresado de forma ms explcita. La masa del pueblo aparece lle-
vando un papel bastante pasivo en muchos de nuestros anlisis de situaciones de
disturbios. Son los intereses econmicos, las luchas por la tierra, el juego de las
fuerzas del mercado y con frecuencia la manipulacin por parte de las elites, lo que
controla las cosas. El pueblo encuentra su lugar, una vez ms, fuera de la historia.
De esa manera, quiz, sus cualidades prstinas (su pureza) se conservan, pues el
mensaje de gran parte de los escritos sobre la violencia sectaria en la India de los
ltimos tiempos es el mismo que se halla en las historias nacionalistas de antes de la
independencia. Es sugerir que sucesos como los de Bhagalpur 1989 no representan
el verdadero flujo de la historia india: son excepcionales, resultado de coyunturas
inusuales. Es pretender que el que ocurran con las proporciones y frecuencia que
hemos visto en los aos ochenta sigue sin marcar una diferencia fundamental en
el secularismo esencial del pueblo25 y en nuestras caras tradiciones nacionales:
secularismo, no violencia, coexistencia pacfica.
277
La cuestin de la nacin
III
26 Un detallado reportaje periodstico acerca de la violacin de dos monjas que eran maestras
en una escuela conventual en Gajraula, Uttar Pradesh, habla de que los tres violadores,
que no tenan encima ms que ropa interior, se dirigan unos a otros con los apelativos de
ustad y gur (trminos honorficos), mientras sometan a las monjas a punta de pistola
(Hindustan Times, 23 de julio de 1990). Esta es la clase de jerga que se atribuye comnmente
a jvenes rufianes que molestan a mujeres y muchachas en los autobuses urbanos de Delhi y
en las pelculas de Bombay. Vale la pena meditar en la cuestin de qu tan grande es el paso
entre este tipo de acoso de mujeres y la clase de ataque violento que implica la violacin.
278
En defensa del fragmento: escribir la lucha hindo-musulmana en la India actual
Gyanendra Pandey
27 Esto se verifica, desde luego, no solo en las construcciones de las diferentes comunidades
religiosas, sino tambin en los estereotipos de las diferentes castas y comunidades tribales,
cuando se les tilda de sucias, mendaces, turbulentas, feroces, criminales, etcte-
ra, los cuales han tenido una amplia influencia desde el siglo XIX, si no es que antes.
28 Todos estos casos sucedieron en Bhagalpur vase Bhagalpur Riots, passim, pero los
ejemplos se multiplican al examinar otras reas.
279
La cuestin de la nacin
muchos casos, las supuestas atrocidades, para las cuales se supone que estas acciones
son una justa recompensa, se toman como si hubieran sucedido ayer o el otro
da, en la ciudad o en un distrito vecino o un poco ms lejos: en Bhagalpur el
rumor que desat los peores ataques hindes en el campo fue que todos los estu-
diantes hindes que vivan en una casa de huspedes propiedad de un musulmn en
cierto lugar de la ciudad cercano a la universidad (muchos de los cuales venan por
supuesto de las aldeas de Bhagalpur) haban sido asesinados durante los primeros
dos das de los disturbios.29 En otros casos, la venganza parece haberse buscado
por lo que ellos nos haban hecho, generalmente, en el pasado. Lo que im-
porta destacar en esto, es que lo que resulta para muchos de nosotros una rabiosa e
insensata propaganda hind, es creda por una gran cantidad de personas.
En una de sus formas ms restringidas, esto conduce a la visin de que todos
los musulmanes de la India son pakistanes: vean, nos dicen, su reaccin duran-
te cualquier partido de cricket entre la India y Pakistn. De esto se desprende el
argumento segn el cual los musulmanes locales se proponen crear otro Pakistn,
en un lugar tras otro Bhagalpur, Moradabad, Meenakshipuram (Tamil Nadu).
A estas alturas estamos ya en el punto en que se representa a los musulmanes como
inherentemente turbulentos, fanticos, violentos.
Agresin, conversin, sexualidad desenfrenada: estos son los temas que consti-
tuyen la historia de la expansin del islamismo, tal y como la cuentan los historia-
dores y propagandistas hindes. Dondequiera que haya comunidades musulma-
nas, inevitablemente habr una danza de aniquilacin en nombre del islamismo.
Es deber religioso de todo musulmn raptar y forzar a entrar en su propia
religin a las mujeres que no son musulmanas. Varios panfletos y volantes dis-
tribuidos por las organizaciones militantes hindes en lugares donde ha habido
luchas ltimamente pintan la imagen de un marido hind y su mujer con dos
hijos (Ham do, hamaare do; Nosotros dos, Nuestros dos) al lado de una familia
29 De hecho, el rumor era infundado y fue divulgado intencionalmente. La mayor parte de los
estudiantes que vivan en casas de huspedes salieron de la ciudad tan pronto estallaron los
disturbios, si no es que poco antes, y muchos fueron ayudados en su segura huida por sus ca-
seros musulmanes. El nmero de estudiantes muertos o desaparecidos no pasa ahora de seis:
de estos, solo han sido hallados los cuerpos de dos (uno hind, el otro musulmn); Bhagalpur
Riots, 12. Sin embargo, en la perturbada y peligrosa condicin de la ciudad y del distrito en
los primeros das tras el estallido de la violencia, al parecer muchos estudiantes no pudieron
llegar a sus casas directamente. Durante este tiempo, y de hecho por mucho tiempo despus,
ni las autoridades del distrito ni las de la Universidad investigaron o desmintieron la historia
de la masacre de estudiantes. Al contrario, se public en la prensa, e incluso se difundi la
noticia por radio (tanto local como la BBC), y fue creda inmediata y ampliamente. Todava
gozaba de amplio crdito cuando visitamos Bhagalpur a fines de enero de 1990.
280
En defensa del fragmento: escribir la lucha hindo-musulmana en la India actual
Gyanendra Pandey
30 Vase Asghar Ali Engineer, On the Theory of Communal Riots, 62; y los volantes y pan-
fletos coleccionados por el equipo de la PUDR en Bhagalpur. Las dos citas anteriores en este
prrafo provienen de un volante titulado Bhagalpur ka Sampradayik danga kyon?, publicado en
nombre del Pueblo de Bhagalpur; y Savarkar, Six Glorious Epochs of Indian History, 175.
31 Hindu Bandhuon, Socho aur Sambhlo (por Rajeshwar, Akhil Bharat Hindu Mahasabha), el
cual se encuentra entre los panfletos mencionados en la nota anterior (traduccin ma).
281
La cuestin de la nacin
282
En defensa del fragmento: escribir la lucha hindo-musulmana en la India actual
Gyanendra Pandey
33 Cf. Shankar, Chetavni 2 Desh ko Khatra, Vishwa Hindu Parishad s.f. Acerca de algunos de
los problemas de lgica que surgen de la declaracin de que los musulmanes indios son con-
versos (conversos a fuerzas) y al mismo tiempo descendientes de Babar (primer emperador
mogol), vase Alok Rai, Only bigots feel that conversions follow invasion, The Times of
India (edicin de Lucknow), 13 de agosto de 1990.
283
La cuestin de la nacin
consigna que parece haber sido seguida al pie de la letra por grandes secciones de la
polica y de la poblacin local hind en Bhagalpur y otros lugares.
El reverso de este envilecimiento de lo musulmn es la promocin de una
imagen de lo hind bastante diferente de la que haba sido publicitada comn-
mente desde los tiempos de la colonia hasta hoy. El acento de esta propaganda
hind militante no cae tanto en el carcter no violento, pacfico, tolerante de
los hindes aunque sorprende que incluso esta proposicin se conserve. Ms
bien cae en cmo los hindes han sido tolerantes por demasiado tiempo; siguen
siendo demasiado tmidos; la exigencia de los tiempos no es tolerancia, sino
coraje. Los hindes deben reclamar ahora, por fin estn reclamando ahora lo
que es legtimamente suyo. Si los cristianos tienen su propia nacin y los mu-
sulmanes la suya, por qu habrn los hindes de carecer de su propia nacin, su
propio pas, su propio Estado en el nico territorio que habitan, donde forman una
mayora absoluta y donde han vivido durante miles de aos? Durante demasiado
tiempo se les ha pedido a los hindes que hagan concesiones sobre la base de su
tolerancia y el pretexto del secularismo; ya no deben permitir este abuso, ya
no deben dar concesiones. Garva se kaho ham Hindu hain (Anuncien con orgullo
que son hindes) e Hindu jaaga, desh jaagega (Los hindes despiertan, la nacin
habr de despertar), han proclamado ruidosamente las paredes de Delhi y otras
ciudades del norte de la India durante los ltimos aos.
El que estas tradiciones, valores, imgenes y autoimgenes asociadas a comuni-
dades particulares no tengan nada de perenne o sacrosanto queda demostrado de
forma contundente por la historia de la campaa shuddhi, llevada a cabo por la
Arya Samaj y otras organizaciones hindes a partir de los ltimos aos del siglo
XIX. Lajpat Rai observaba en su History of the Arya Samaj, publicada en 1914,
que La Arya Samaj, al ser una iglesia vdica, y como tal una organizacin hind, se
enfrasca en el reclamo de sus ovejas descarriadas que se han apartado del rebao hind
y convierte a cualquiera que est dispuesto a aceptar sus enseanzas religiosas.34
El movimiento shuddhi fue una reaccin directa a los ataques de los misioneros
cristianos al hinduismo y a sus esfuerzos por convertir a hindes de casta baja y en
menor medida de casta alta en el siglo XIX; y la inspiracin cristiana de la organizacin
Arya (integrada en una iglesia) y del lenguaje de Lajpat Rai (ovejas descarria-
das [] llevadas de nuevo ante su pastor) es evidente.
Lajpat Rai tambin haca notar que mientras shuddhi significa literalmente
purificacin, la prctica militante hind de fines del siglo XIX y principios del
XX haba transformado su significado. Ahora se aplicaba a una gama de prcticas:
34 Rai, A History of the Arya Samaj, 120 (las cursivas son mas).
284
En defensa del fragmento: escribir la lucha hindo-musulmana en la India actual
Gyanendra Pandey
35 Ibd., 120, n.
36 Acerca del impacto de la Gait Circular, la cual sugera que se elaboraran estadsticas separadas
en el censo de 1911 para los hindes dudosos, por ejemplo, vase Ibd., 124-125, y Jones,
Religious Identity and the Indian Census, 91-92.
37 Cf. Savarkar, Hindu-Pad-Padshahi or A Review of the Hindu Empire of Maharasht, 272-273.
Las palabras entrecomilladas estn tomadas de Savarkar, Six Glorious Epochs of Indian History,
154, 188, 192 y 193 y passim.
38 Jordens, Dayanand Sarasvati, 170 y 322, n.
285
La cuestin de la nacin
39 Para datos sobre algunos de estos, vase Engineer (ed.). Communal Riots in Post-Independence
India y Engineer y Shakir (eds.). Communalism in India; pucl y pudr, Who are the Guilty? Re-
port of a Joint Inquiry into the Causes and Impact of the Riots in Delhi form October 31 to November
10, Delhi, 1984; Uma Chakravarti y Nandita Haksar, The Delhi Riots: Three Days in the Life
of a Nation, 1987; Tambiah, Sri Lanka: Ethnic Fraticide and the Dismantling of Democracy, 1986;
y Das (ed.). Mirrors of Violence, 1990.
40 Entrevista con Shri Arun, Bhagalpur, 20 de enero de 1990.
286
En defensa del fragmento: escribir la lucha hindo-musulmana en la India actual
Gyanendra Pandey
la gente durante las luchas sectarias: los peridicos informan de estos sucesos, algu-
nas veces en sus pginas interiores, sin un comentario especial.41
Est claro que esto no carece de relacin con otros tipos de violencia en nuestra
sociedad, en otros contextos los cuales tambin pasan rpidamente de lo ex-
traordinario a lo ordinario. Considrese, por ejemplo, el somero reportaje so-
bre la muerte de cinco campesinos voluntarios de Bihar, entre las decenas de miles
que se volcaron a Delhi para asistir a una manifestacin poltica organizada por el
Frente del Pueblo Indio (Indian Peoples Front), los cuales fueron atropellados y
muertos por una furgoneta de tres ruedas cuando dorman sobre el asfalto la noche
del 7 de octubre de 1990;42 o los informes de intentos recientes de autoinmolacin
de estudiantes de escuela y universidad que protestaban en contra del estableci-
miento de cuotas de puestos de trabajo en el gobierno para gente de las clases
atrasadas,43 los cuales pronto pasan a la tercera o quinta pgina de los peridicos
nacionales tras su primera aparicin sensacionalista en la prensa lo cual desde
luego no es menos problemtico.
El discurso sobre la violencia estigmatiza sucesos de este tipo como extraordi-
narios pero los trata como si fueran completamente intrascendentes: comunes y
merecedores de poca atencin. Es en este contexto que abordo, finalmente, otro
fragmento de Bhagalpur que proporciona una perspectiva un poco diferente de
la violencia, un comentario diferente del significado de los disturbios comunales
hoy en da. Presento este fragmento aqu no como un pedazo ms, ni siquiera
como otra especie de evidencia. Lo propongo, en cambio, como la articulacin
de otra posicin de sujeto que surge de una cierta experiencia (y entendimiento) de
la lucha sectaria, la cual puede ser que diga algo acerca de los parmetros de nuestra
propia posicin de sujeto y de nuestro propio entendimiento. Adems, esta articu-
lacin ofrece un comentario a los lmites de la forma del discurso historiogrfico y
su bsqueda de la omnisciencia.
El fragmento en cuestin toma la forma de una coleccin de poemas escritos
por un profesor universitario de Bhagalpur,44 residente de una localidad mixta
287
La cuestin de la nacin
288
En defensa del fragmento: escribir la lucha hindo-musulmana en la India actual
Gyanendra Pandey
Entre estos poemas hay muchos que hablan de violacin: una declaracin me-
tafrica de las humillaciones sufridas por una comunidad, o una descripcin literal
de actos que sucedieron?
Mar gaye bete mere
Biwi Mari
Aur yeh beti jise tum saath
mere kankhiyon se dekhte ho
beshumar haathon ne loota hai ise.
(Me mataron a mis hijos,
mi esposa est muerta
Y esta hija, a la que ves por el rabillo del ojo
sentada a mi lado
Cuntos han abusado de ella.)
Al igual que este poema, hay muchos otros dirigidos a vecinos y amigos o
a gente que alguna vez fue vecina o amiga. Vecinos convertidos en asesinos,
gente conocida y desconocida huyendo una de otra, y gente (todos noso-
tros) temerosa de verse en el espejo por miedo de lo que ellos y nosotros podamos
ver. En los poemas hay llamados, acusaciones. Hay imgenes de vacuidad:
Kuch bhi nahin rah gaya hai kahin
(No queda nada, en ninguna parte)
Aadmi bahut hi bauna ho chuka hai
Apni lambai ka jhootha ahsas bhi baki nahin bacha
(El hombre se ha convertido en un enano,
sin poder seguir engandose de su estatura)
Ham behad khokhle ho haye hain
(Nos hemos vaciado [de significado])
289
La cuestin de la nacin
Aadhe-adhure log
(Gente mutilada, gente incompleta.)
IV
290
En defensa del fragmento: escribir la lucha hindo-musulmana en la India actual
Gyanendra Pandey
trica y por medio del historiador necesita ser tomado en cuenta. La provisio-
nalidad y debatido carcter de todas estas unidades (objetos del anlisis histrico)
debe subrayarse.
Quisiera sugerir, en contra de los procedimientos establecidos, que, a pesar
de toda su solidez y cobertura aparentes, lo que las fuentes oficiales nos dan
tambin es un fragmento de historia.45 Es ms, lo que los historiadores llaman
fragmento el diario de un tejedor, un poemario de un poeta desconocido (a
esto podramos aadir todas esas literaturas de la India que Macaulay condenaba,
mitos de la creacin y canciones de mujeres, genealogas familiares y tradiciones
histricas locales) tiene una importancia central en el desafo de la construccin
de la historia por parte del Estado, en el pensar otras historias y delimitar esos
debatidos espacios mediante los cuales se busca constituir unidades particulares y
destruir otras.46
Si el carcter provisional de nuestras unidades de anlisis necesita ser destacado,
tambin es el caso del carcter provisional de nuestras interpretaciones y de nues-
tros conceptos tericos. La arrogacin de un conocimiento total y objetivo
para nada es tan comn como sola ser en la escritura de la historia. No obstante,
las tentaciones de discursos que pretenden ser omnmodos son grandes. El anhelo
de un enunciado completo, todava sigue entre nosotros.
Esta urgencia seguir siendo una parte importante y necesaria del esfuerzo his-
toriogrfico. Sin embargo, al mismo tiempo estara bien que se reconociera el
carcter provisional de las declaraciones que hacemos, su propia historicidad y ubi-
cacin en un contexto poltico especfico, y en consecuencia la preferencia que
dan a formas particulares de conocimiento, relaciones y fuerzas particulares de
exclusin de los otros. Nada de esto significa negar la importancia o eficacia de
ciertas posiciones de sujeto en un cierto contexto histrico. Sin embargo, en la
situacin presente de la India, el punto de vista omnmodo de un nacionalismo sin
45 Cf. Gramsci: Es posible escribir (o concebir) una historia de Europa en el siglo XIX sin un
tratamiento orgnico de la Revolucin francesa y de las guerras napolenicas []? Uno po-
dra decir, por ello, que el libro de Croce sobre la Historia de Europa no es sino un fragmento
de historia. Selections from the Prison Notebooks of Antonio Gramsci, 118 y 119. Debe quedar
claro desde luego que no estoy defendiendo la clase de historia objetiva e integral que
peda Gramsci.
46 Cabra aadir que, dada la gran dificultad, cuando no imposibilidad, de traducir culturas y
conciencias a otras lenguas, una nueva historiografa requiere tambin de un esfuerzo ms
concertado para recuperar lo que en la India seguimos llamando lo vernculo (y tambin
el dialecto) en trminos tanto de las fuentes como del mbito del debate histrico. Junto con
ello, existe la necesidad de reconocer que lo vernculo puede ser tambin lo nacional,
y de muchas maneras.
291
La cuestin de la nacin
fisuras que al parecer muchos de nosotros hemos aceptado como cientficos sociales
e historiadores, parece especialmente inadecuado.
La historiografa nacionalista dominante que insiste en este punto de vista ne-
cesita ser desafiada no solo por su uso interesado de las categoras de nacional,
secular, etctera. Necesita ser desafiado tambin por el lugar privilegiado que
da a lo que se suele llamar lo general en detrimento de lo particular, de lo ms
grande en detrimento de lo ms pequeo, de la corriente principal [mainstream]
en detrimento de lo marginal por su visin de la India, y de todo el Sur de
Asia, solamente desde la ciudad de Delhi.
El equipo del PUDR del que fui miembro estaba casualmente en Bhagalpur la
vspera del da nacional de la India, el 26 de enero de 1990. La tarde del 25, omos
extractos de la Constitucin india ledos en la televisin nacional: Nosotros, el
Pueblo de la India, habiendo solemnemente resuelto constituir a la India como
una Repblica Soberana, Socialista, Secular y Democrtica, y asegurar para todos
sus ciudadanos: Justicia social, econmica y poltica; Libertad de pensamiento, ex-
presin, creencia, fe y culto.47 La lejana de Delhi se nos revel de pronto en
esa ocasin de una manera que es difcil volver a captar por medio de la escritura.
Durante los das inmediatamente anteriores, habamos visto a hombres, mujeres
y nios en muchos lugares, llevando sus cosas en pequeos bultos, huyendo de
sus aldeas hacia lugares ms seguros por miedo a lo que pudiera suceder el 26
de enero. Haba un fuerte rumor segn el cual ese da de fiesta nacional los mu-
sulmanes traicioneros como siempre izaran banderas negras (o incluso la
bandera de Pakistn) en sus edificios religiosos y habra otro disturbio. Habamos
visto acaloradas discusiones entre aldeanos y citadinos musulmanes, en las que unos
hablaban de que huir solo agravaba los rumores alarmistas y los peligros, mien-
tras que otros los acusaban de imprudentes en vista de todo lo que ha pasado.
Se nos pidi en un campo de auxilio anotar evidencias y Reportes de Primera
Informacin porque la polica, que deba haberlos asentado, era la culpable y, en
muchos casos, todava se escudaba en su cargo. Las palabras justicia y libertad
se atoraban bastante en la garganta en esta ocasin.
La lejana de Delhi que mencion no depende solo de una distancia fsica. No
me cabe duda de que muchos sentan la misma lejana en Kota y Jaipur, en Meham
y Maliana (Meerut), en Tilaknagar, al otro lado del ro Jamuna de la capital de la
India, y de hecho al interior de la propia ciudad vieja de Delhi donde tambin
hablar de justicia y libertad a menudo debe parecer duro. Debemos perseverar
en la bsqueda de maneras de representar esa lejana en las historias que escribimos.
292
En defensa del fragmento: escribir la lucha hindo-musulmana en la India actual
Gyanendra Pandey
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293
La cuestin de la nacin
294
Debates en torno a la subalternidad
Promesa y dilema de los Estudios Subalternos:
perspectivas a partir de la historia
latinoamericana1
Florencia E. Mallon2
Estos son tiempos difciles para los estudiosos que trabajan sobre Latinoamrica.
En los ltimos cinco aos, ms o menos, se han deshecho muchas de nuestras ms
importantes e inspiradas narrativas histricas. La Revolucin Cubana est sufrien-
do una muerte lenta despus del colapso de la Unin Sovitica, arrastrada hacia el
abismo del capitalismo global, sufriendo la erosin interna de los logros sociales y
un liderazgo que envejeci en el ejercicio del poder centralizado. Los sandinistas
perdieron el control del Estado en 1990 y enfrentan el futuro internamente divi-
didos, necesitando hacer amplias coaliciones si han de reconquistar un lugar en
la rama ejecutiva (dnde est su asombrosa mayora poltica de 1979-1981?). En
Chile, los democratacristianos posteriores a Pinochet han aceptado la privatizacin
radical de la dictadura y las reformas del mercado libre como modernizacin,
empaando la memoria de las aspiraciones chilenas de justicia social bajo Salvador
Allende y el modelo estatista chileno de desarrollo econmico que emergi del pri-
mer gobierno de Frente Popular a fines de la dcada del treinta. En Per, Sendero
Luminoso ha confundido a aquellos de nosotros acostumbrados a apoyar las luchas
del pueblo, primero por matar una cantidad pasmosa de gente por quienes supues-
tamente estaba luchando, luego, porque su lder mximo lleg a un acuerdo con
1 Este artculo fue publicado inicialmente en el foro que la revista American Historical Review
(vol. 99, nm. 5, 1994) dedic a los Estudios Subalternos. Su primera aparicin en espaol
fue en el Boletn del Instituto de Historia Argentina y Americana Dr. Emilio Ravignani, nm. 12,
1995, 87-116; y luego reproducida en Ileana Rodrguez (ed.), 2001. Convergencia de Tiem-
pos. Estudios subalternos / contextos latinoamericanos. Estado, cultura, subalternidad. msterdam:
Rodopi, 117-154, de donde la hemos tomado en la traduccin de Carlota Romero. Agra-
decemos a Florencia Mallon por permitirnos su republicacin. (N. del E.)
2 Deseo agradecer a mis coparticipantes en el Foro, Frederick Cooper y Gyan Prakash, que
compartieron bosquejos de sus ensayos y me ayudaron a perfeccionar el mo a travs del di-
logo con los suyos. Steve J. Stern ley varias versiones de este ensayo y, como de costumbre,
me brind una crtica aguda as como su apoyo.
297
Debates en torno a la subalternidad
3 Como lo tratar ms adelante en detalle, las posiciones tericas de los diferentes estudiosos
asociados a los Estudios Subalternos as como la utilizacin que se le est dando a su obra
entre los latinoamericanistas son conflictivas y contradictorias y han cambiado a travs del
tiempo. A pesar de que analizar en forma ms extensa abajo a muchos de los estudiosos
latinoamericanistas que citan a los Estudios Subalternos, los principales autores a quienes me
refiero aqu son los siguientes: Joseph, On the Trail of Latin American Bandits: A Reexa-
mination of Peasant Resistance, 7-53; Seed, Colonial and Postcolonial Discourse, 181-
200; Latin American Subaltcrn Studies Group, Founding Statement, 110-21; Mallon,
Dialogues among the Fragments: Retrospect and Prospect, 371-401; Mallon, Peasant and
Nation, 1994); Joseph y Nugent, eds., Everyday Forms of State Formation, 1994; Coronil,
Listening to the Subaltern: The Poetics of Neocolonial States, 643-58; Skurski y Coronil,
Country and City in a Postcolonial Landscape: Double Discourse and the Geo-Politics of
Truth in Latin America, 231-259; Skurski y Coronil, Dismembering and Remembering
the Nation: The Semantics of Political Violence in Venezuela, 288-337; Rappaport, Fic-
tive Foundations: National Romances and Subaltern Ethnicity in Latin America, 119-31.
4 Esto no significa que el dilogo Sur-Sur no haya ocurrido antes. Ejemplos de este inclu-
yen el trabajo de James Scott sobre el sudeste asitico, especialmente The Moral Economy
of the Peasant, 1976; y Weapons of the Weak, 1985, y el campo de estudios campesinos del
que formaba parte: el campo de estudios sobre la esclavitud y la dispora africana, que ha
conectado las historias y culturas de Afroamrica con las culturas e historias africanas y espe-
cialmente de frica Occidental; y las diversas bibliografas que debaten conceptos tales como
la dependencia, los sistemas mundiales y la articulacin de los modos de produccin. Otros
ejemplos de tal dilogo Sur-Sur se discuten y modelan en Confronting Historical Paradigms.
298
Promesa y dilema de los Estudios Subalternos: Perspectivas a partir de la historia latinoamericana
Florencia E. Mallon
Pero el punto principal sigue siendo que la historia latinoamericana, como campo, ha ten-
dido a conectarse ms fcilmente con tradiciones histricas y tericas basadas en Europa. En
este sentido, por supuesto, es muy similar a otros campos histricos, incluyendo a aqullos
basados en Europa o los Estados Unidos, que por cierto frecuentan mucho menos la diviso-
ria Sur-Norte que los estudiosos que trabajan en reas del as llamado Tercer Mundo.
5 Las diversas fuentes que aluden a la indecisin de usar postestructuralismo y postmodernis-
mo en Latinoamrica son resumidas por John Beverley y Jos Oviedo en su Introduccin,
Boundary 2, nmero especial acerca del Debate del postmodernismo en Latinoamrica: 1-17,
citas en 7 y 7-8, respectivamente. Respecto de la segunda cita, es especialmente interesante
sealar que, directamente a continuacin, Beverley y Oviedo sealan que Xavier Albo,
colaborador de la publicacin, modela estas nuevas relaciones en su obra con el pueblo
aymara, lo que entre otras cosas, involucra escribir guiones de melodrama de radioteatro
en aymara para ellos (nfasis agregado). Vase tambin en el mismo nmero, Hopenha-
yn, Postmodernism and Neoliberalism in Latin America, 93-109; Quijano, Modernity,
Identity, and Utopia in Latin America, 140-55; Vidal, Postmodernism, Postleftism, Neo-
Avant-Gardism: The Case of Chiles Revista de Crtica Cultural, 203-27. Reflexiones
precisas acerca de las limitaciones de las perspectivas pos, ya sea postmodernismo o post-
colonialismo, pueden encontrarse en Mallon, Dialogues among the Fragments; Kwame
Anthony Appiah, Is the Post-in Postestructuralism the Post-in Postcolonial?, 336-57;
Coronil, Can Postcoloniality Be Decolonized? Imperial Banality and Postcolonial Power,
89-108; Klor de Alva, Colonialism and Post Colonialism as (Latin) American Mirages,
3-23. Para una discusin ulterior de lo postcolonial aplicado a Latinoamrica, vase ms
adelante este ensayo.
299
Debates en torno a la subalternidad
6 Para una discusin de la historia postorientalista, vase Prakash, Writing Post- Orien-
talist Histories of the Third World: Perspectives from Indian Historiography, 383-408;
300
Promesa y dilema de los Estudios Subalternos: Perspectivas a partir de la historia latinoamericana
Florencia E. Mallon
OHanlon y Washbrook, After Orientalism: Culture, Criticism, and Politics in the Third
World, 141-67; Prakash, Can the Subaltem Ride? A Reply to O Hanlon and Wash-
brook, 168-84. Aqu la inspiracin original le corresponde a Said, Orientalism, 1978.
7 Ranajit Guha, Preface, Subaltern Studies I, tal como est reimpreso en Selected Subaltern
Studies, 35-36, citas en 35.
8 Gramsci, Notes on Italian History, 44-120. El proyecto de investigacin de seis puntos
aparece en 52.
301
Debates en torno a la subalternidad
9 Gramsci, Notes on Italian History, esp. 55-106; cita en 106. Agradezco las discusiones
con William Roseberry sobre el tema de Gramsci y Notes on Italian History, as como
sobre la hegemona en sentido ms amplio, que me sirvi para enfocar e inspirar mi anlisis.
Para un resumen de la perspectiva de Roseberry, vase William Roseberry, Hegemony
and the Language of Contention, 355-66.
10 Ranajit Guha, On Some Aspects of the Historiography of Colonial India, 37-44; cita en
43, nfasis en el original.
302
Promesa y dilema de los Estudios Subalternos: Perspectivas a partir de la historia latinoamericana
Florencia E. Mallon
11 Acerca de las maneras en las que el caso indio contribuy a modificar y expandir com-
prensiones gramscianas de Subalternidad y poltica campesina, vase especialmente David
Arnold, Gramsci and Peasant Subalternity in India, 155-77.
303
Debates en torno a la subalternidad
Guha, a los historiadores de todas las persuasiones polticas an les faltaba investigar
la poltica subalterna en toda su complejidad contradictoria.12 Debido a que todas
las escuelas de la historiografa india fueron cmplices en su fracaso de investigar las
tradiciones potenciales de oposicin en la poltica popular india, la posibilidad de
construir un partido jacobino gramsciano de la izquierda en la India fue prctica-
mente inexistente. En efecto, segn C. A. Bayly, durante la dcada que precedi a
la fundacin de los Estudios Subalternos,
en medio de las seales de aburguesamiento, los intelectuales
indios encontraron consuelo en la violencia maosta de los naxa-
litas. Ms avanzada la dcada del setenta, muchos de los que no
estaban en la izquierda prochina husmearon peligro en la ideologa
hegemnica del Congreso Nacional Indio, que hizo de la unidad
nacional un ideal que podra mantenerlo permanentemente en el
poder (debemos recordar que el grupo subalterno se form no mu-
cho despus de la emergencia de Indira Gandhi). Hubo preocupa-
cin de que, en el discurso oficial, los movimientos de resistencia
tribal, la protesta de los campesinos pobres y los levantamientos de
la clase obrera pudieran incluirse dentro de la categora general de
disturbios arcaicos, comunalismo o naxalismo. La facilidad con la
cual muchos elementos de la antigua izquierda, particularmente en
Bengala, transigieron con las pretensiones autoritarias del Congre-
so, y la manera en la cual sus tericos marxista-leninistas ortodoxos
lograron acomodar esto a teoras economistas desarrollistas de lucha
de clases caus alarma.13
304
Promesa y dilema de los Estudios Subalternos: Perspectivas a partir de la historia latinoamericana
Florencia E. Mallon
14 Mishra, Elite-People Dichotomy: An Exaggerated View, 133-38; citas en 133, 135. Para
otras crticas que empezaron a partir del marxismo, vase Alam, Peasantry, Politics and His-
toriography: Critique of New Trend in Relation to Marxism, 43-54; Sangeeta Singh, et al.,
Subaltern Studies II: A Review Article, 3-11; Bayly, Rallying around the Subaltem.
15 Gramsci, Notes on Italian History, 55.
305
Debates en torno a la subalternidad
16 La tensin de las influencias sobre el Grupo de Estudios Subalternos, que combinaba ade-
ms de Gramsci a Michel Foucault y Roland Barthes, la antropologa estructuralista, la
crtica literaria estructuralista rusa y el marxismo althusseriano, fue sealada en fecha relativa-
mente temprana por Spivak en Subaltern Studies: Deconstructing Historiography, 3-32.
Otra importante discusin acerca de cuestiones del tema unitario de los Estudios Subalternos
apareci en Rosalind OHanlon, Recovering the Subject: Subaltern Studies and Histories
of Resistance in Colonial South Asia, 189-224.
17 David Hardiman, Subaltern Studies at Crossroads, 288-90, citas en 290.
306
Promesa y dilema de los Estudios Subalternos: Perspectivas a partir de la historia latinoamericana
Florencia E. Mallon
307
Debates en torno a la subalternidad
por desplazar el campo nuevamente hacia la accin subalterna, Joseph utiliz las
intuiciones de Guha en The Prose of Counter-insurgency as como la obra de
James Scott y otros acerca de formas cotidianas de resistencia campesina para
subrayar los problemas planteados por el hecho de depender de documentos sumi-
nistrados por entidades estatales orientadas hacia el control social cuando se evalan
los motivos y el comportamiento de los bandidos y sus seguidores. Al proponer un
enfoque ms flexible y estratificado de la inquietud y protesta rurales, Joseph espe-
raba recuperar parcialmente as como reformular las intuiciones originales de E. J.
Hobsbawn, tomando en cuenta las interacciones entre muchas formas de resisten-
cia y restituyendo firmemente los estudios del bandoleraje al campo de los estudios
agrarios. Sugera tambin que los historiadores tomaran ms en serio las relaciones
de poder que subyacan a todos los documentos en los que basaban sus alegatos.19
Joseph toc una cuerda sensible, especialmente en Richard Slatta, quien edi-
t el volumen sobre bandidos latinoamericanos extensamente comentado en el
ensayo de resea original. Slatta apunt una flecha particularmente aguda hacia
todo lo que tuviera sabor a foucaultismo u otros rasgos del postestructuralismo.
Serias diferencias filosficas dividen a los practicantes, escribi. La cacofona de
los discursos en conflicto y de los proyectos que compiten entre s es a menudo de-
masiado abstracta, enrarecida y sectaria para ayudar a los historiadores empricos
Los filsofos todava se estn ocupando de lo que Foucault quiere decir con dis-
positif y otros conceptos. Cmo pueden entonces los historiadores practicantes
emplear sus ideas con confianza? En la nota de pie de pgina a este enunciado,
tambin se desembaraz sumariamente de Gramsci: Los historiadores que adoptan
la hegemona de Gramsci enfrentan problemas similares. El trmino se ve afectado
por una ambigedad que crea confusin de parte del maestro y sus discpulos.20
As el esfuerzo de Joseph por vincular cuestiones de anlisis de textos, accin
subalterna y avances recientes en historia agraria con la historia del bandidaje reci-
bi una crtica de parte de un historiador emprico que consider que todas las
teoras asociadas a Foucault y a Gramsci eran demasiado desconcertantes y a medio
hacer. A fin de descartar las crticas metodolgicas asociadas a una confianza exce-
siva en la tipologa, un nfasis insuficiente en el anlisis social y un uso poco crti-
co de los documentos oficiales, Slatta invoc los fantasmas gemelos del deterioro
postestructuralista y gramsciano. Si bien la celebracin de la tendencia lingstica
nunca fue el propsito primordial de Joseph, es interesante sealar que su intento
308
Promesa y dilema de los Estudios Subalternos: Perspectivas a partir de la historia latinoamericana
Florencia E. Mallon
por utilizar los dobles propsitos de los Estudios Subalternos para superar un punto
muerto en los estudios latinoamericanos de bandidos tuvo como respuesta un in-
tento de unir ambos propsitos en un estado de confusin postmoderna.21
No mucho despus del debate acerca del bandidaje, el Grupo de Estudios
Subalternos fue invocado una vez ms en las pginas del Latin American Research
Review. En un ensayo de resea sobre el discurso colonial y postcolonial, Patricia
Seed afirm que, en el campo histrico, los miembros del movimiento de es-
tudios subalternos han sido los conductores del movimiento del discurso postco-
lonial. Si bien el artculo original de Joseph sobre el bandidaje haba aparecido
en la misma revista un ao antes, Seed no demostr percatarse de ello ni de otras
discusiones recientes sobre la poltica, la etnicidad y el Estado, que haban comen-
zado a aparecer en diversos subcampos de la historia latinoamericana. En obras que
abarcaban el espectro geogrfico y temporal desde el periodo colonial temprano
hasta el siglo XX, los historiadores haban comenzado a mostrar que todas las
comunidades subalternas eran conflictivas y estaban internamente diferenciadas, y
que los subalternos forjaban la unidad poltica o el consenso de maneras dolorosa-
mente contingentes. Asimismo algunos estudiosos haban dejado al descubierto las
mltiples maneras en las cuales los pueblos oprimidos haban empleado las institu-
ciones estatales y el derecho, demostrando que esta estrategia a la vez aumentaba el
espacio de maniobra de la gente y volva imposible un ataque frontal al equilibrio
de poder existente. Los autores cuestionaban activamente las versiones ms lineales
o de arriba hacia abajo de transiciones importantes, tales como la conquista, la abo-
licin de la esclavitud o la revolucin sandinista, dedicndose al debate dinmico
con otros historiadores acerca de la importancia de las luchas polticas subalternas
en dichas transiciones. Solo pasando por alto esta bibliografa, Seed poda llegar a
la conclusin de que los historiadores han sido relativamente reacios a considerar
cualquier forma de reflexividad o autocrtica reflexiva de sus prcticas.22
309
Debates en torno a la subalternidad
Seed comparta con Richard Slatta una impaciencia frente a lo que puede lla-
marse en trminos aproximados estudios de la resistencia.
Las versiones de antroplogos e historiadores acerca de lo ocu-
rrido eran por lo general relatos o bien de resistencia heroica en
la cual los nativos defendan dramticamente su tierra natal o na-
rraciones de acomodamiento manipulador en las cuales las metas
coloniales se manipulaban para servir los intereses de la comunidad
nativa o alguna combinacin de ambas lneas narrativas. A fines de
la dcada del ochenta estos relatos de resistencia y acomodamiento
se iban percibiendo cada vez ms como versiones mecnicas, ho-
mogeneizadoras e inadecuadas de los choques entre los coloniza-
dores y colonizados.
En contraste con Slatta, empero, que advirti respecto del desliz (slippage)
postmoderno, Seed vio la respuesta en el postestructuralismo. A medida que las
narrativas de la resistencia y el acomodamiento iban perdiendo credibilidad, es-
cribi, un nuevo movimiento intelectual importante estaba emergiendo en aso-
ciacin con los pensadores vagamente agrupados como postestructuralistas. Pero
ella tambin estuvo de acuerdo con Slatta cuando vincul el postestructuralismo, el
giro lingstico (linguistic turn) y los estudios de discurso postcolonial directamente
con los Estudios Subalternos, entremezclando una vez ms los mtodos de anlisis
lingstico y de textos de la Escuela con sus metas y propsitos ms polticos, disi-
mulando hbilmente su genealoga gramsciana.23
En cierto sentido, no podra haber actuado de otro modo. Discutir abierta-
mente el proyecto gramsciano de los Estudios Subalternos la hubiera hecho volver
sobre una parte de la bibliografa de los estudios de resistencia que Seed haba
descartado sumariamente. Esto habra requerido una lectura y un anlisis ms cui-
dadoso de la ltima generacin de estudios histricos acerca de prcticas, cultura,
poltica y resistencia subalternas en Latinoamrica.24 Habra tenido como resultado
310
Promesa y dilema de los Estudios Subalternos: Perspectivas a partir de la historia latinoamericana
Florencia E. Mallon
que la panacea del aspecto lingstico pareciera menos completa y por ello menos
atractiva. Y habra llevado de regreso a la profunda tensin creativa presente de
manera dominante en el Grupo de Estudios Subalternos mismo.
A mi entender, aqu nos topamos con el ms grave problema relativo al tipo de
prstamo conceptual y metodolgico que trae consigo la aplicacin de los Estudios
Subalternos a otras partes del mundo. En el proceso del dilogo mismo, una o
ambas partes pueden opacarse, simplificarse, tergiversarse. Si esto ocurre, los ma-
tices, las tensiones internas y las contradicciones en sntesis, la sustancia misma
de la que se compone la discusin acadmica til son echadas a un lado, en un
intento por definir la manera correcta por excelencia. Habindose logrado esto,
ya no resulta necesario comprender lo que ha venido antes, ya que se ha vuelto
completamente irrelevante.
Los latinoamericanistas que redescubrimos el marxismo y sus muchas varian-
tes en la dcada del sesenta y del setenta tambin tendamos a caer en esta trampa
metodolgica. Al desechar las tradiciones y obras ms tempranas como irrelevantes
y anticuadas, a menudo pasamos por alto importantes indicios referidos al poder
explicativo de la etnicidad, raza, familia, ecologa y demografa, porque la correc-
cin terica que acabbamos de descubrir nos deca que todo se reduca a la clase
social y el modo de produccin.25 Adems qu mejor manera de evitar bibliogra-
fas enteras, a menudo prohibitivas por su volumen y abrumadoras en su detalle y
complejidad, que incluirlas en categoras que ya no eran actuales desde un punto
de vista terico?
Sobre todo en el mundo acadmico actual, con su superproduccin noto-
ria, tales tcnicas de eliminacin son particularmente atractivas. Les permiten a
estudiosos tales como Patricia Seed pretender que existe un nico enfoque de
un tema tal como la resistencia y el acomodamiento en los campos africanos,
asiticos y latinoamericanos, para los periodos coloniales y postcoloniales y que
tal enfoque condena a todo el proyecto y lo vuelve irrelevante. Tales relatos de
adaptacin y reaccin, conclua Seed en su respuesta a una pregunta de Rolena
Adorno, que se basaban en ideas de identidad de oposicin como algo intacto,
autntico y creado sin problemtica alguna, coincidan satisfactoriamente con las
narrativas que estaban produciendo los lderes de los estados postcoloniales emer-
gentes, as como aquellos que se oponan a la dominacin, sobre todo econmica,
lonialismo y la resistencia (1983), puede encontrarse aqu, notas 20 y 26. Vase tambin ms
adelante respecto de un examen sistemtico de algunas de las fuentes en esta bibliografa.
25 Para crticas, vase Mallon, Dialogues among the Fragments; y Roseberry, Beyond the
Agrarian Question in Latin America, 318-68.
311
Debates en torno a la subalternidad
26 Patricia Seed, More Colonial and Postcolonial Discourses, 146-52: cita y nota de pie de
pgina en 149. este nivel de generalizacin amplia y superficialmente verificada no es sin
embargo tpica de toda la obra de Seed acerca del colonialismo. Vase Taking Possession
and Reading Texts: Establishing the Authority of Overseas Empires, 183-209, donde hace
un denso anlisis comparativo entre los colonialismos tempranos espaoles y britnicos en
Amrica.
27 Problemas similares ocurren con el uso superficial de trminos como postcolonial sin un
contexto apropiado o marco histrico. Para crticas al respecto, vase Coronil, Can Post-
coloniality Be Decolonized?; y Klor de Alva, Colonialism and Post Colonialism.
312
Promesa y dilema de los Estudios Subalternos: Perspectivas a partir de la historia latinoamericana
Florencia E. Mallon
28 Spalding, Kurakas and Commerce: A Chapter in the Evolution of Andean Society, 581-
99; Spalding, Social Climbers: Changing Patterns of Mobility among the Indians of Colo-
nial Peru, 645-64. Acerca de los Andes, vase tambin, adems de las fuentes enumeradas
en la nota 19. Larson, Colonialism and Agrarian Transformation in Bolivia: Cochabamba, 1550-
1900, 1988; Mallon, The Defense of Community in Perus Central Highlands, 1983; Stern,
Perus Indian Peoples and the Challenge of Spanish Conquest. Acerca de Mxico, vase, por
ejemplo, Brading, ed., Caudillo and Peasant in the Mexican Revolution, 1980; Carmagnani,
Local Govemments and Ethnic Governments in Oaxaca, 107-24; Carmagnani, El regreso
de los dioses, 1988; Farriss, Maya Society under Colonial Rule, 1984; Garca de Len, Resistencia
y utopia, 1985; Joseph, Revolution from Without, 1988; Katz, ed., Riot, Rebellion, and Revo-
lution, 1988; Mallon, Peasants and State Formation; Martin, Haciendas and Villages in
Late Colonial Morelos, 19-48; OMalley, The Myth of the Revolution, 1986.
Acerca de la esclavitud y estudios sobre la dispora africana, vase James, The Black Jacobins,
1963; Martnez-Alier, Marriage, Class and Colour in Nineteenth-Century Cuba, 1989; Mintz
y Price, An Anthropological Approach to the Afro-American Past, 1976; Price, First-time: The
Historical Vision of an Afro-American People, 1983; Rodney, A History of the Guyanese Working
People, 1881-1905, 1981; Stein, Vassouras: A Brazilian Coffee County, 1850-1900, 1985.
313
Debates en torno a la subalternidad
29 Flores Galindo, Buscando un inca: Identidad y utopa en los Andes, 1986; Carmagnani, Local
Governments and Ethnic Governments; y El regreso de los dioses; Garca de Len, Resistencia
y utopa; Daniel James, Resistance and Integration, 1988.
30 Founding Statement, 110-21; discusiones de Guha en 110-11, citas en 111. Los miem-
bros fundadores, enumerados en la pgina 237 de la publicacin, eran los siguientes: Robert
Carr, Ileana Rodrguez, Patricia Seed, Javier Sanjins, John Beverley, Jos Mazzotti, Jos
Rabasa, Roger Lancaster, Robert Conn, Julio Ramos, Mara Milagros Lpez, Carol Smith,
Clara Lomas, Norma Alarcn y Mnica Szunnuk.
314
Promesa y dilema de los Estudios Subalternos: Perspectivas a partir de la historia latinoamericana
Florencia E. Mallon
315
Debates en torno a la subalternidad
principales escritoras feministas mexicanas del siglo XX. John Beverley coedit el nmero
especial de boundary 2 y tambin ha publicado en general acerca de la literatura espaola y
latinoamericana, incluyendo dos obras que tratan acerca de Amrica Central. Robert Carr,
crtico literario de origen caribeo, est trabajando en una obra acerca del nacionalismo
negro y ha publicado un artculo referido a la literatura testimonial y los feminismos trans-
nacionales que enfoca el testimonio de la activista maya guatemalteca Rigoberta Mench.
Roger Lancaster es un antroplogo que ha publicado dos libros basados en la historia oral
de Nicaragua; tambin es conocido por una obra que abre nuevos horizontes sobre gnero,
sexualidad y orientacin sexual en la Nicaragua contempornea. Clara Lomas es la autora
de una disertacin (1985) sobre tres novelas del novelista peruano Mario Vargas Llosa. Jos
Rabasa ha publicado acerca de la literatura latinoamericana del periodo colonial temprano
y acerca de temas de conquista y exploracin. La especialidad de Julio Ramos es la litera-
tura del siglo XIX, especialmente la obra de Jos Mart, acerca de quien organiz su libro
de 1989 Desencuentros de la modernidad en Amrica Latina; tambin ha publicado acerca de
la literatura referida al otro tanto para la Argentina como para Cuba. Ileana Rodrguez,
fuerza activa en el grupo de Ideologas y Literatura de la Universidad de Minnesota, co-
edit en 1983 un volumen de conferencias titulado Process of Unity in Caribbean Society y ha
publicado asimismo acerca de Nicaragua. Javier Sanjins se dedica a la literatura boliviana,
especialmente al efecto de la revolucin de 1952 sobre la ficcin de Bolivia. Adems de su
obra ya discutida en este ensayo, Patricia Seed es la autora de varios artculos sobre clase
social y raza en el Mxico colonial y de un libro acerca de elecciones matrimoniales y la
Iglesia catlica. La obra antropolgica de Carol Smith sobre Guatemala ha incluido una
importante reflexin acerca de la relacin entre los pueblos indgenas y el Estado nacional.
Mnica Szurmuk es la autora de artculos acerca de Rosario Castellanos y Reina Roffe.
34 Founding Statement.
316
Promesa y dilema de los Estudios Subalternos: Perspectivas a partir de la historia latinoamericana
Florencia E. Mallon
35 Vase, por ejemplo, Poole, A One-Eyed Gaze: Gender in the 19th Century Illustration of
Per, 333-64; y Figueroa Aznar and the Casco Indigenistas: Photography and Modernism
in Early Twentieth Century Per, 39-75; Paul Sullivan, Unfinished Conversations, 1989.
36 Hernn Vidal, The Concept of Colonial and Postcolonial Discourse: A Perspective from
Literary Criticism, 113-19; citas en 117.
317
Debates en torno a la subalternidad
37 Spivak, The Rani of Sirmur: An Essay in Reading the Archives, 247-72, vase esp. 249,
271-72.
38 Spivak, Rani of Sirmur, 271.
318
Promesa y dilema de los Estudios Subalternos: Perspectivas a partir de la historia latinoamericana
Florencia E. Mallon
nos revela; cuando, por un breve lapso, se descorre la cortina y se nos permite una
visin parcial de las motivaciones y de los conflictos internos de los protagonistas:
para m, sos son los momentos que justifican la bsqueda.
El archivo y el campo son escenarios construidos en los que las luchas de poder
incluyendo aquellas generadas por nuestra presencia ayudan a definir y oscu-
recer las fuentes y la informacin a las que tenemos acceso. El matiz y la variacin
en estas luchas de poder son en s mismas formas extraordinarias de informacin.
Experimentamos y aprendemos de ellas en documentos contenciosos, tales como
actas judiciales, archivos militares o municipales locales; en la confrontacin entre
diferentes tipos de fuentes, tanto escritas como orales; en los debates que mante-
nemos con los dems, ya sea intelectuales locales, figuras histricas o autoridades
polticas; en los conflictos locales que podemos observar, tanto en las relaciones hu-
manas actuales como en los documentos mismos. La pugnacidad de estos escenarios
nos brinda pistas que no obtenemos del solo anlisis de las obras publicadas, aun
si ambos tipos de fuentes son textos construidos. Los procesos de la produccin y
preservacin de las fuentes de archivos frente a las fuentes publicadas son diferentes.
Las relaciones sociales que acompaan la lectura de una u otra tambin son dife-
rentes. El comprender dichas diferencias y confrontar sus consecuencias nos obliga
continuamente a repensar nuestras hiptesis.
Antes de que se me acuse de introducir el empirismo a hurtadillas, volver a
enfatizar que el reclamar la centralidad del archivo y del campo no puede hacerse
ya aisladamente del anlisis de textos o de las fuentes literarias. De todos modos,
la existencia de fuentes primarias publicadas y fuentes literarias manuscritas hace
imposible establecer entre ambas una lnea divisoria siempre clara. A lo que me
opongo es a que se privilegie el anlisis de textos y las fuentes literarias con exclu-
sin de las fuentes de archivos y el trabajo de campo, as como a la tendencia de dar
por sentado que, debido a que ambos son textos construidos, uno puede sustituir
al otro. Desde una perspectiva de los Estudios Subalternos, la excelente monografa
de Inga Clendinnen sobre el Yucatn postconquista temprano, basada enteramente
en fuentes de archivos publicados, nos aclara en particular las limitaciones de basar-
se solo en documentos publicados.
El anlisis sumamente original de Clendinnen de la confrontacin entre los ma-
yas y los misioneros franciscanos en el Yucatn del siglo XVI nos brinda una lectura
extremadamente variada y sofisticada de documentos misioneros de la poca colonial
temprana y de las fuentes escritas dejadas por los literatos mayas. Ella utiliza estos
materiales para indagar las consecuencias polticas, religiosas, culturales y morales de
la crisis que sobrevino cuando, en 1562, los misioneros franciscanos de la Pennsula
del Yucatn descubrieron que la idolatra y el sacrificio humano continuaban entre
319
Debates en torno a la subalternidad
sus indgenas. Clendinnen interpreta los textos en forma provocativa para sugerir
que la necesidad duradera, culturalmente construida de los mayas de ganar acceso al
conocimiento elevado, como una estrategia de asegurar la continuidad y seguri-
dad de la vida, estimul el uso blasfemo de smbolos cristianos solo parcialmente
comprendidos en rituales mayas de sacrificio humano. Los franciscanos interpretaron
este uso como una traicin consciente, sarcstica y, afectados en lo ms hondo de su
paternalismo abnegado, reaccionaron con violenta ira fsica.
Basndose nicamente en fuentes de archivo y literarias publicadas, Clendinnen
nos brinda una original lectura interior, tanto de las partes espaolas como de las
mayas, las dominantes y las subalternas, del encuentro colonial en Yucatn. Dada la
naturaleza de sus fuentes, empero, el equilibrio en el detalle y la complejidad inter-
na se inclina por necesidad hacia la parte espaola dominante. La seccin del libro
que trata sobre los misioneros es el doble de larga que la seccin que trata acerca
de los indgenas. Si bien los conflictos y disensiones internas entre los misioneros se
discuten en profundidad, los mayas son representados a travs de sus intelectuales y
voceros como una totalidad indiferenciada, brindndose pocas pistas acerca de si los
desacuerdos internos tuvieron algn impacto sobre sus estrategias o sus respuestas
frente a la conversin y la explotacin.39
En algunos casos, por supuesto, resulta imposible el acceso a la complejidad y
disensin presentes dentro de las comunidades subalternas. Sin embargo, las grietas
en la presentacin y preservacin del archivo y el campo pueden brindar, de una
manera en que no pueden hacerlo las colecciones publicadas, aperturas potenciales
para meternos. Que estas aperturas pueden llevarnos en incmodas direcciones
nuevas est claro a partir de parte de la obra del Grupo de Estudios Subalternos
original. Cuando Ranajit Guha public, por ejemplo, La muerte de Chandra, lo
interpret al principio como una vigorosa respuesta a las crticas formuladas por algu-
nos estudiosos en el sentido de que los Estudios Subalternos no se estaban ocupando
bien de temas de gnero o de casta. Chandra, una viuda bagdi que qued embara-
zada mientras viva en la casa de la familia de su esposo muerto, enfrent la eleccin
entre un exilio permanente y la interrupcin de un embarazo considerado ilegtimo
segn el derecho samaj. Magaram, su amante, comunic el ultimtum a la parentela
femenina de Chandra: o bien aborto o bhek, el alejamiento forzado de las relaciones
de casta. Con la ayuda de su parentela femenina, se dispone un aborto requerido
por un hombre que habla por todo el patriarcado local; sin embargo, finalmente, la
pocin obtenida de manos de un curador local mata a Chandra, as como al feto.40
320
Promesa y dilema de los Estudios Subalternos: Perspectivas a partir de la historia latinoamericana
Florencia E. Mallon
321
Debates en torno a la subalternidad
mayora de estos casos, ninguna de las partes estaba interesada en una mayor igual-
dad o autonoma para las mujeres. Al contrario, como sostiene Mani en el caso de
sati: las mujeres eran el campo ms que el sujeto de un debate sobre la autoridad
tnico-religiosa y consuetudinaria frente al derecho colonial.43
Finalmente, el mensaje parece ser que ni las prcticas legales nativas-subalternas
ni las coloniales eran en y por s mismas liberadoras para la mujer. En cierto sentido,
esta solo poda elegir entre sistemas de jerarqua, coloniales o tnico-comunales.
Ocasionalmente, dependiendo de la situacin histrica especfica, los cambios pro-
ducidos por el dominio colonial otorgaron a algunas mujeres un mayor acceso a
la educacin u otros privilegios o brindaron nuevas oportunidades sociales o eco-
nmicas a travs del mercado o en los centros urbanos. A veces, la fisura entre los
sistemas de gobierno permiti cierta autonoma personal a las mujeres. Pero, en
muchos casos, el colonialismo simplemente agreg al existente un tipo nuevo e in-
vasor de dominacin, aumentando el valor protector de las redes comunales, tni-
cas y de parentesco, organizadas ellas mismas alrededor de principios patriarcales.44
Al reintegrarlo dentro de cuestiones generales de colonialismo y resistencia, un
anlisis de gnero que comienza a nivel local enfoca y las prcticas y preferencias
subalternas con una nueva sobriedad. Todo indicio de iniciativa independiente
de parte de los grupos subalternos debera [] ser de un valor incalculable para el
43 Mani. Contentious Traditions: The Debate on Sati in Colonial India, 88-126. Acerca
del velo, vase Ahmed, Women and Gender in Islam, 1992. Acerca de cirugas genitales fe-
meninas, vase James, Shades of Othering: Reflections on Female Circumcisions/Genital
Mutilation, manuscrito indito, 1994; Koso-Thomas, Circumcision of Women: A Strategy for
Eradication, 1985; Lightfoot-Klein, Prisoners of Ritual: An Odyssey into Female Genital Circum-
cision in Africa, 1989); Slack, Female Circumcision: A Critical Appraisal; Smith, Female
Circumcision: Bringing Womens Perspectives into the International Debate, 2449-504;
Walker y Parmar, Warrior Marks: Female Genital Mutilation and the Sexual Blinding of Women,
1993.
44 Para ejemplos de las complejidades de la situacin para mujeres de posicin elevada, vase
los siguientes ensayos en Sangari y Vaid, Recasting Women: Urna Chakravarti, Whatever
Happened to the Vedic Dasi? Orientalism, Nationalism and a Script for the Past, 27-87;
Sumanta Banerjee, Marginalization of Womens Popular Culture in Nineteenth Cen-
tury Bengal, 127-79; Talwar, Feminist Consciousness in Womens Journals in Hindi:
1910-1920, 204-32; Tharu, Tracing Savitris Pedigree: Victorian Racism and the Image
of Women in Indo-Anglian Literature, 254-68. Acerca de cuestiones de eleccin entre
jerarquas y de cmo esto afecta los movimientos nacionalistas, vase Chatterjee, The Na-
tionalist Resolution of the Women`s Question, 233-53; y, en Parker, Russo, Sommer y
Yaeger, eds., Nationalisms and Sexualities, 1992; Cobham, Misgendering the Nation: Afri-
can Nationalist Fictions and Nuruddin Farahs Maps, 42-59; Katrak, Indian Nationalism,
Gandhian Satyagraha, and Representations of Female Sexuality, 395-406; Radhakrish-
nan, Nationalism, Gender, and the Narrative of Identity, 77-95.
322
Promesa y dilema de los Estudios Subalternos: Perspectivas a partir de la historia latinoamericana
Florencia E. Mallon
323
Debates en torno a la subalternidad
324
Promesa y dilema de los Estudios Subalternos: Perspectivas a partir de la historia latinoamericana
Florencia E. Mallon
49 Ranajit Guha, Dominance without Hegemony and Its Historiography, 231; Guha, Dis-
cipline and Mobilize, 69-120.
50 Guha, Dominance without Hegemony, 227; Guha, Discipline and Mobilize, 119-
120. Por supuesto, la certidumbre creciente en la bibliografa histrica francesa de que la
burguesa francesa tampoco lleg jams de hecho el llegar era y es de por s un con-
cepto cada vez ms problemtico queda convenientemente omitida. Esto permite una
reconstruccin sin fisuras de lo atractivo del proyecto nacional-revolucionario original en
un momento en que el proyecto como totalidad ha sido sometido a una crtica creciente en
la bibliografa en todo el mundo.
51 Mallon, Peasant and Nation.
325
Debates en torno a la subalternidad
mente en la obra del Grupo de Estudios Subalternos original, haya ocurrido para
el caso del Mxico moderno. Desde el punto de vista de los intelectuales crticos,
el caso mexicano comparte cierta cantidad de semejanzas con la India. En ambos
casos una revolucin del siglo XX derroc el viejo orden, creando un nuevo equi-
librio de poder, en el cual el partido que condujo la revolucin se autodenomin
luego el representante de las masas. Los intentos por parte de nuevas generaciones
de intelectuales de cuestionar el statu quo tropezaron contra los obstculos com-
binados de una izquierda ortodoxa y un partido oficial todava poderoso. Anlisis
empricos, en el nivel local, inspirados en tcnicas lingsticas y de texto, llevaron a
un cuestionamiento de los mitos revolucionarios y a los comienzos de una decons-
truccin de las culturas locales y subalternas.
Un esfuerzo reciente y particularmente pertinente al respecto es la coleccin
de ensayos editados por Gilbert Joseph y Daniel Nugent, titulados Aspectos coti-
dianos de la formacin del Estado.52 Producto de una conferencia sobre el Mxico
del siglo XX, que reuni a mexicanistas y no especialistas para debatir cuestiones
del Estado, la cultura y resistencia populares, la hegemona y la revolucin cultu-
ral, el volumen examina la interseccin dinmica entre las culturas populares y la
formacin del Estado, rastreando las mltiples interacciones entre los poderosos
a nivel nacional y las culturas y comunidades populares internamente conflicti-
vas. En las pginas del texto se escuchan diferentes voces, pero mantienen una
animada conversacin y debate entre s. Varios citan directamente a los Estudios
Subalternos o a Gramsci; algunos debaten la utilidad del trmino hegemona y la
mayora, como mnimo, cuestiona su solidez y longevidad. En los ensayos emp-
ricos, los autores profundizan en estudios de casos y establecen dilogos entre la
teora crtica y la informacin que han reunido. Todos los artculos, no importa
si tericos, empricos o ambas cosas, cuestionan la trasparencia de la dominacin
y de la resistencia frente a ella.53
52 Este libro ha sido traducido al espaol, aunque no ntegramente. Ver Joseph y Nugent,
2002. Aspectos cotidianos de la formacin del Estado. La Revolucin y la negociacin del mando en el
Mxico moderno. Mxico: Ediciones Era. (N. del E.)
53 Vase, por ejemplo, Marjorie Becker, Torching La Pursima, Dancing at the Altar: The
Construction of Revolutionary Hegemony in Michoacn, 1934-1940, 247-64; Jose-
ph, Rethinking Mexican Revolutionary Mobilization: Yucatns Seasons of Uphea-
val, 1909-1915, 135-69; Joseph and Nugent, Popular Culture and State Formation in
Revolutionary Mxico, 3-23; Mallon, Reflections on the Ruins: Everyday Forms of State
Formation in Nineteenth-Century Mxico, 69-106; Nugent y Alonso, Multiple
Selective Traditions in Agrarian Reform and Agrarian Struggle: Popular Culture and State
Formation in the Ejido of Namiquipa, 209-46; Roseberry, Hegemony and the
Language of Contention; Derek Sayer, Everyday Forms of State Formation: Some Dissident
326
Promesa y dilema de los Estudios Subalternos: Perspectivas a partir de la historia latinoamericana
Florencia E. Mallon
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Debates en torno a la subalternidad
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Estudios Subalternos e historiografa
postcolonial1
Dipesh Chakrabarty2
Estudios Subalternos: escritos sobre la historia y sociedad india surge en 1982 como
una serie que pretenda intervenir en algunos debates relacionados directamente
con la escritura de la historia moderna de la India.3 Ranajit Guha (nacido en 1923),
un historiador de la India que entonces enseaba en la Universidad de Sussex,
fue la inspiracin que estaba tras este proyecto. Guha y ocho acadmicos jvenes,
asentados en la India, Reino Unido y Australia, conformaron el colectivo editorial
de Estudios Subalternos hasta 1988, ao en que Guha se retir del equipo.4 La serie
tiene ahora una presencia global que va ms all de la India o el Sur de Asia, en
tanto campo de especializacin acadmica. Actualmente, el alcance intelectual de
Estudios Subalternos tambin ha sobrepasado la disciplina de la historia. Los tericos
334
Estudios Subalternos e historiografa postcolonial
Dipesh Chakrabarty
5 Ver, por ejemplo, el dossier sobre Estudios Subalternos en la revista American Historical Review
de Diciembre de 1994, donde participaron tres historiadores dedicados a distintos continen-
tes. Del Sur de Asia (Gyan Prakash), frica (Frederick Cooper) y Amrica Latina (Florencia
Mallon).
6 Ver Guha y Spivak, 1988; Cusicanqui y Barragn, 1997; Chatterjee y Bhadra, 1997; Amin
y Pandey, 1996.
7 Ver su Founding Statement en Beverley, Oviedo y Aronna, 1993.
335
Debates en torno a la subalternidad
Sin querer exagerar las reivindicaciones planteadas por los integrantes de Estudios
Subalternos, o negar lo que pudieron haber aprendido de los historiadores marxistas
britnicos, lo que intento mostrar es que esta lectura de Estudios Subalternos como
un caso de historiadores indios o del Tercer Mundo simplemente colocndose al
da con las novedades metodolgicas de la historia social anglo sencillamente no
hace justicia a lo que la serie ha hecho. Estudios Subalternos, desde sus inicios, plan-
te interrogantes a las formas de escribir la historia, lo que le permiti distanciarse
radicalmente de la ineludible tradicin historiogrfica marxista inglesa. Desarrollar
mi argumento centrndome principalmente en los trabajos que Ranajit Guha escri-
bi durante el tiempo en el que oper como editor de Estudios Subalternos, trabajos
que podran ser considerados como los textos fundacionales del proyecto.
8 Esta es la insistente crtica que Sumit Sarkar (1997) ha realizado, en varios de sus escritos,
sobre Estudios Subalternos.
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13 Ver Antonio Gramsci, Notes on Italian History (1973) (trad. esp.: Gramsci, 1999. Cua-
dernos de la crcel, vol. 5. Mxico DF: Era, especialmente 232-242).
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14 Todas las citas de Guha, exceptuando las de captulos 2 a 8 de Elementary Aspects, han sido
tomadas de la traduccin de la editorial Crtica. (N. del T.)
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15 Guha examina y critica tales posiciones marxistas en su ensayo The Prose of Counter-
insurgency, en Guha y Spivak, 1988 (Guha, 2002, 43-92).
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Guha era que las configuraciones del poder en las que se asentaban tanto el cam-
pesino como las otras clases subalternas en la India colonial, contenan dos lgicas
muy diferentes de jerarqua y opresin. Una era la lgica del cuasi liberal marco
legal e institucional que los britnicos introdujeron en el pas. Emparentado con
este se encontraba otro conjunto de relaciones donde la jerarqua se fundamentaba
en una dominacin y subordinacin directa y explcita hacia los menos poderosos, a
travs del control de los significados ideolgico-simblicos y el empleo de la fuerza
fsicas. La semitica de la dominacin y la subordinacin fue lo que las clases sub-
alternas buscaban destruir cada vez que se rebelaban. Esta semitica no puede ser
separada, en el caso indio, de lo que en ingls se denomina incorrectamente lo
religioso o lo sobrenatural.
La tensin entre una narrativa familiar del capital y un entendimiento ms ra-
dical de esto puede encontrarse en Aspectos elementales. En algunas oportunidades,
Guha tiende a leer la dominacin y la subordinacin en trminos de una opo-
sicin entre un modo de produccin feudal y un modo de produccin capitalista.
Hay una tendencia respetable entre acadmicos marxistas o liberales de leer las
relaciones no democrticas o sistemas personalizados de autoridad o prcticas
de edificacin como residuos de una era precapitalista, como algo no completa-
mente moderno. Ellos han visto como un indicador de los problemas de transicin
al capitalismo, la suposicin de que un verdadero capitalismo sera, o debera ser,
lgicamente incompatible con relaciones de tipo feudal. Aspectos elementales a
veces se encuentra dentro de esta tradicin de anlisis. La dominacin directa, nos
seala Guha (1983, 6 [2002, 101]), en algunos lugares es una caracterstica de un
feudalismo persistente:
Considerando al subcontinente como una totalidad, el desarrollo
capitalista en la agricultura sigui siendo incipiente [] hasta 1900.
Las rentas constituan la parte ms sustanciosa de los ingresos produ-
cidos por la propiedad de la tierra [] El elemento que era constante
en esta relacin [propietario-campesino], con toda su variedad, era la
extraccin del excedente campesino por medios que estaban menos
determinados por las fuerzas de una economa de mercado que por la
fuerza extraeconmica de la posicin del terrateniente en la sociedad
local y en la poltica colonial. En otras palabras, se trata de una rela-
cin de dominio y subordinacin una relacin poltica de tipo feu-
dal, o como se ha descrito adecuadamente, una relacin semifeudal,
que deriva su subsistencia material de unas condiciones precapitalistas
de produccin, y su legitimidad, de una cultura tradicional todava
dominante en la superestructura.
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En ltima instancia, se trata de cmo pensar la historia del poder en una poca
en la que el capital y las instituciones gobernantes de la modernidad alcanzan, cada
vez ms, una envergadura global. La discusin de Marx sobre la disciplina capi-
talista asumi que el dominio del capital supona la transicin hacia relaciones de
poder capitalistas. El trabajo de Michel Foucault muestra que si queremos enten-
der las instituciones capitalistas clave de la modernidad originadas en Occidente,
el modelo de soberana jurdico celebrado por el pensamiento poltico europeo
moderno tiene que ser complementado con las nociones de disciplina, biopoder, y
gubernamentalidad.16 Guha seala que en la modernidad colonial de la India, esta
complementacin tiene que incluir un par extra de trminos: dominacin y subor-
dinacin. Y esto no se debe a que la India es algo as como un pas semimoderno,
semicapitalista o semifeudal, ni porque el capital en la India simplemente domina
mediante subsuncin formal. Guha va ms all del argumento que reduce las
cuestiones de democracia y poder en el subcontinente a proposiciones sobre la
transicin incompleta al capitalismo. Guha no niega las conexiones de la India
colonial a las fuerzas globales del capitalismo. Su punto es que la historia global
del capitalismo no tiende a reproducir en todas partes la misma historia del poder.
En los clculos de la modernidad, el poder no es una variable dependiente, donde
el capital jugara a ser una variable independiente. Por tanto, el poder y el capital
deberan ser tratados como categoras analticamente separadas. El pensamiento
poltico europeo-marxista tradicional, que fusion las dos, debera ser siempre re-
levante, pero inadecuado para teorizar el poder en las historias moderno-coloniales.
La historia del la modernidad colonial en la India cre un mbito de lo poltico que
era heteroglsico en sus expresiones, irreductiblemente plural en su estructura, y
entrelazada por diversas hebras que no lograron conformar una lgica integral. Una
de estas hebras, criticaba del funcionamiento de la autoridad de las instituciones in-
dias, materializaba la dominacin y la subordinacin directa de los subalternos por
parte de la elite. Como Guha seal (1982, 4 [2002, 36-37]) en su primera contri-
bucin a Estudios Subalternos, esta hebra de dominacin y subordinacin ubicua de
relaciones de poder en la India era tradicional nicamente en la medida en que
sus races arrancaban del periodo pre-colonial, pero de ninguna manera era arcaica
en el sentido de superada.
La dominacin y subordinacin sociales de los subalternos por parte de la elite,
era una caracterstica cotidiana del capitalismo indio en s. Este era un capitalis-
mo de tipo colonial. Leyendo crticamente algunos textos claves de Marx, Guha
16 Al respecto, ver las clases de Michel Foucault (2006), reunidas en Seguridad, territorio y pobla-
cin. Buenos Aires: Siglo XXI; especialmente la clase del 1.02.1978. (N. del T.)
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17 Tanto los escritos de Nerhu de los aos treinta, como los de Bipan Chandra de los setenta,
asumieron, sin cuestionamientos, que el movimiento nacionalista era esencialmente un
movimiento burgus y que su funcin era establecer una hegemona burguesa ideolgica,
poltica y organizacional sobre las vastas masas de campesinos, trabajadores y clases medias
bajas (Chandra 1979, 135).
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La bsqueda de Guha de una historia donde los subalternos fueran los construc-
tores de su propia historia coloc en el centro de la discusin la relacin entre texto
y poder. Los archivos histricos son usualmente colecciones de documentos, textos de
diverso tipo. Historiadores de campesinos y otros grupos sociales subalternos han en-
fatizado largamente el hecho de que los campesinos no dejan sus propios documentos.
Los historiadores preocupados en recuperar la experiencia campesina de la historia a
menudo se han volcado hacia los recursos de otras disciplinas, tales como antropologa,
demografa, sociologa, arqueologa, geografa humana, etc. En su conocido estudio de
la Francia rural del siglo XIX, Peasants into Frenchmen (1976), Eugen Weber propor-
ciona una formulacin sucinta de esta aproximacin: los iletrados no estn, de hecho,
inarticulados; pueden y se expresan de mltiples maneras. Los socilogos, los etnlogos,
los gegrafos y los historiadores, y ms recientemente los historiadores demogrficos,
nos han mostrado nuevos y diferentes medios para interpretar la evidencia. Durante los
sesenta y setenta, E. P. Thompson, Keith Thomas y otros, se dirigieron a la antropolo-
ga en bsqueda de estrategias diferentes para aprehender la experiencia de las clases
subalternas.20 La aproximacin de Guha (1983) es enormemente diferente a la de estos
historiadores. Su Aspectos elementales comienza por reconocer el mismo problema que
plantean Weber, Thomas, Thompson y otros: los campesinos no hablan directamente
en los documentos de archivo, ya que estos son usualmente producidos por las clases
dominantes. Al igual que ellos, Guha tambin se mueve dentro de una diversidad de
disciplinas para rastrear la lgica de la conciencia campesina en el momento de la rebe-
lin. Pero l piensa la categora conciencia [consciousness] de una manera diferente. Al
insistir sobre la autonoma de la conciencia del campesino insurgente, Guha no preten-
de realizar generalizaciones que procuren resumir lo que debe haber pensado, sentido
o experimentado cada campesino/a emprico que particip de las rebeliones de la India
colonial. Semejantes intentos, aunque bien intencionados, terminaron construyendo
a los campesinos en algo as como objetos exticos de la antropologa. La crtica de
Guha al trmino pre-poltico barri legtimamente con esta perspectiva. Guha piensa
la conciencia y tambin la subjetividad21 del campesino como algo inmanente a la
misma prctica de la insurgencia campesina. Aspectos elementales es un estudio de las prcticas
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Debates en torno a la subalternidad
22 Las mismas estrategias de lectura de Guha son anunciadas en el ensayo que aparece en Guha
y Spivak, 1988 y tambin estn de manera implcita a lo largo de todo Aspectos elementales.
23 Para ser justos, Thompson no escribi solo sobre voces claman[do] desde su pasado
por favor observa, no la voz del historiador; [sino] sus propias voces l tambin
tiene mucho que decir sobre cmo los historiadores interrogan sus fuentes con el objeto de
escuchar las voces perdidas de la historia.
24 Esto se encuentra bien ejemplificado en el ensayo de Guha que aparece en Guha y Spivak,
1988 (Chakrabarty se refiera a La prosa de contrainsurgencia [N. del T.]). Ver tambin la
introduccin de Spivak en ese mismo volumen.
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fueron ms all de los supuestos que guiaron la historia desde abajo realizada por
la historiografa marxista inglesa. Con el trabajo de Guha, la historia india tom,
tal como era, del proverbial giro lingstico. Desde el mismo comienzo, Estudios
Subalternos se posicion sobre un terreno no ortodoxo de la izquierda. Lo que he-
red del marxismo ya estaba en conversacin con otros y ms actuales desarrollos
del pensamiento europeo, particularmente los del estructuralismo. Y ah haba una
gran simpata con los primeros trabajos de Foucault, lo que se percibe sobre todo
en la manera en que los escritos de Guha plantearon la cuestin del saber-poder,
qu son los archivos y cmo son producidos?.
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Debates en torno a la subalternidad
27 Cf. Guha, Chandras Death, 34-62; Chatterjee, The Nationalist Resolution of the Wo-
man Question, 1994; y Tharu y Tejaswini, 232-60.
28 Prakash adelant el debate sobre historias no fundacionales con su conocido ensayo Wri-
ting Post-Orientalist histories of the third world: perspectives from Indian historiography,
1990; y Postcolonial Criticism and Indian Historiography, 1992. El ensayo de Guha
An Indian Historiography of India: Hegemonic Implications of a Nineteenth-Century
Agenda, 1997; el captulo de Chatterjee titulado The Nation and its Pasts en Chatterjee,
1994; el ensayo de Pandey Subaltern Studies: From a Critique of Nationalism to a Critique
of History (Johns Hopkins University, 1997, manuscrito); y el manuscrito de Amin Al-
ternative Histories: A View From India (indito) son contribuciones a los debates sobre la
historiografa y el estatus del conocimiento histrico que Estudios Subalternos ha provocado.
En este sentido, ver tambin el tratamiento que hace Mayaram sobre la memoria y la historia
en su Speech, Silence, and the Making of Partition Violence in Mewat, 1996; y el libro
por publicarse de Ajay Skaria, Hybrid Histories.
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Debates en torno a la subalternidad
30 Para una exposicin ms detallada de este punto, ver mi libro Provincializing Europe: Postco-
lonial Thought and Historical Difference.
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El nuevo subalterno: una entrevista silenciosa1
1 La versin en ingls de este texto corresponde a una entrevista que Vinayak Chaturvedi
le realiz a Gayatri Chakravorty Spivak, con el fin de cerrar su libro Mapping Subaltern
Studies and the Postcolonial, London: Verso, 2000, 324-340. La traduccin ha sido realizada
por Elizabeth Osborne y Ral Rodrguez Freire. Agradecemos a Spivak por autorizar esta
traduccin y a Chaturvedi por hacernos llegar un ejemplar del libro. (N. del E.)
2 Antonio Gramsci, Selections from the Prison Notebooks, 52 (Cuadernos, vol. 6, 182).
3 Para la frase citada, ver ibd., 324 y ss. Las sensaciones sobre la metodologa socio-literaria.
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8 Ranajit Guha, Chandras Death, 135-65. (Ver este texto en la presente compilacin [N.
del E.]).
9 Chatterjee, The Nation and Its Fragments, 135-57.
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El nuevo subalterno: una entrevista silenciosa
Gayatri Chakravorty Spivak
10 Ver, como un ejemplo entre muchos, la diferencia de tono entre los encuentros para arreba-
tar a los alumnos esquimales de Alaska y otros grupos similares privados del derecho a voto,
por una parte, y las reuniones privadas donde las agencias y los gigantes de las telecomuni-
caciones discuten las polticas econmicas, por otra, en la conferencia Global Knowledge,
realizada en Toronto, 1997. En el nombre de Veeramma, un subalterno que quiere la
ciencia moderna, un joven socilogo indio excori a un cientfico ms viejo, activista in-
dio, en una conferencia en Nueva York la semana pasada. Mi crtica anterior, en Can the
Subaltern Speak?, 271-313, [la cual seala] que mientras las autoridades coloniales britni-
cas y los Bhadraloks benvolos pueden imponer una voluntad discursivamente inaccesible a
la viuda que se est quemando, cuando una mujer acta sin tal autoridad para inscribir [spell]
resistencia a travs de la prctica corporal, las mujeres de su propia familia ignoraron su ins-
cripcin durante dos generaciones, puede ser relacionada a esta tendencia social particular.
Hablar de seuelo crediticio ms adelante. Esto ha sido teorizado como la subalterna
forzada a deshablarse en Leerom Medovoi et al., Can the Subaltern Vote?, 133-149.
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Si los Estudios Subalternos pueden ser identificados con lo que Derrida llam un
cierto espritu de Marx, existen respuestas plausibles, tanto marxistas como feminis-
tas, a los conceptos de nacin, clase, casta, es decir, a la idea de comunidad poltica, en
el trabajo de aquellos que son identificados con los Estudios Subalternos?
Los Estudios Subalternos han sido desde el comienzo ms dinmicamente mar-
xistas tanto en sus detalles como en sus presuposiciones de lo que una identi-
ficacin con un cierto espritu de Marx sugerira, aunque, como he sealado arri-
ba, tienen sus diferencias con la historiografa marxista ortodoxa. Espectros de Marx
de Derrida, de donde usted tom la cita, fue originalmente publicado en 1993, es
decir, despus de que las circunstancias mundiales-histricas estas no son palabras
de Derrida le obligaran a re-leer a Marx. En los primeros aos de los ochen-
ta, cuando conect el mtodo de los Estudios Subalternos con la deconstruccin
historiografa, no estaba involucrndome en la relacin que el grupo tena con
marxismo, sino ms bien con la cuestin de la subalternidad y de la conciencia
subalterna. Por lo tanto, no puedo dar pie a la condicin que gobierna la pregunta.
Tambin me lo obstaculiza el hecho de no ser una acadmica dedicada al trabajo
subalternista, sino ms bien una suerte de subalternista que opera en el margen del
grupo principal.
Dicho esto, es dable sealar que haya posibles implicaciones del trabajo subal-
ternista para los conceptos sealados en su pregunta.
La idea de nacin vista como una formacin derivada [back-formation17] de
los nacionalismos europeos occidentales que estaban a cargo del imperialismo ca-
pitalista, inform y desplaz los discursos previos de las protogubernamentalidades
dominantes los mogoles, los marathas que ya existan en la India, como
tambin la emergente base de la formacin del sujeto colonial muy especial-
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Debates en torno a la subalternidad
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corte [coupure] entre los pases desarrollados y subdesarrollados [como] absoluto [y]
relativo no contempla, por tanto, suficientes matices).21 La presencia de un enfo-
que regional es tal vez menor en los aspectos feministas de estos movimientos
reactivos al control poblacional a travs del dumping farmacutico; al quebran-
tamiento de la relacin que las mujeres mantienen con el desarrollo de semillas y
el almacenaje a travs de la biopiratera y la monocultura; y al acoso crediticio. La
respuesta al Estado ofrecida por la sociedad civil internacional, conformada
por poderosas organizaciones no-gubernamentales, estudia al subalterno bajo el
inters del capital global, de manera que no se la puede llamar subalternista, aunque
sea, en gran medida, feminista en su profesado inters por el gnero.22
El hecho de que el terreno del subalterno colonial no pueda ser explicado solo
por la lgica del capital, no debe implicar que haya que abandonar el concepto de
formacin de clase como una categora descriptiva y analtica. El nuevo subalterno
es producido por la lgica de un capital global que forma clases solo instrumen-
talmente, en una esfera urbana separada, porque el capital comercial y financiero
no puede operar sin un componente industrial. El postfordismo ha impedido la
estabilidad organizacional de la fbrica, restando con ello la posibilidad de una
conciencia de clase, por imperfecta que esta fuera. La Organizacin Internacional
del Trabajo es racista, de manera que no tiene solidaridad de clase como tal. El
movimiento sindical en Estados Unidos es severamente limitado y polticamente
efectivo solo cuando sirve a los intereses gerenciales. A pesar de toda la algaraba
sobre las manifestacines de Seattle contra la OMC, la externalizacin ha hecho
visible la profunda fractura norte-sur al interior del movimiento. Este no es el mo-
mento para encontrar una respuesta a la clase incluso se tiene que reconocer
que no es mucho lo que se puede hacer en su nombre, que no puede dar cuenta
de la subalternidad. (He escrito en otro lugar sobre la movilidad de clase excep-
cionalista entre subalternos aborgenes).
Conforma la casta una comunidad poltica hoy? La transformacin de los
contornos de la casta en gran parte del nacionalismo hind es un tema que escapa
a mi mbito, y quizs tambin del mbito de esta discusin.
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Debates en torno a la subalternidad
Cmo define los Estudios Subalternos con relacin al campo ms amplio de los
Estudios Postcoloniales? Es simplemente un sector nacional indio de este campo
o es un grupo de distintas posiciones tericas dentro de los estudios postcoloniales?
Los Estudios Subalternos no se relacionaron con la poltica de la identidad en
sus inicios. En la introduccin a la primera edicin de A Rule of Property, Guha
alude a sus orgenes. Pero eso fue veinte aos antes de que el colectivo llegara
a existir. Su meta era rectificar los archivos, revisar la historiografa y por lo
tanto descubrir la presencia de la subalternidad del siglo XIX en gran parte de
los textos de la elite. La crtica postcolonial, en tanto que toma su inspiracin de
Fanon y Said, se ve a s misma como engag, en nombre de los colonizados. In-
cluso en su forma metropolitana hbrida, su desafo a la pureza de los orgenes se
relaciona, aunque implcitamente, a su propia posicin diasprica. El Grupo de
Estudios Subalternos est claramente relacionado con la historia del Sur de Asia,
as como Gramsci lo estuvo con Italia. Y nosotros deberamos reconocer que
ahora hay fuertes movimientos subalternistas en la crtica literaria latinoamericana
y estudios culturales. Su posicin terica, de estudiar cmo la continuidad de la
insurgencia supuestamente pre-poltica lleva la cultura a una crisis y confronta al
poder, hara aparecer a los estudios postcolonialas ms convencionalmente pol-
ticos. Una diferencia mayor es que la conexin disciplinaria de los estudios post-
coloniales pertenece a la crtica literaria ms que a la historia y las ciencias sociales.
Los Estudios Subalternos no han buscado a la historia oral como una narrativa
sin mediacin, y sus investigaciones de la testimonialidad, por lo general, los ha
llevado a caer en la elocucin legal. Me explayar sobre esto en la conclusin.
23 El ttulo VI (Desarrollo de lenguas) del Acta de Educacin de la Defensa Nacional (1958), pro-
porcionaba asistencia econmica (US$ 15.25 millones) para programas de lenguas extranjeras
modernas. Bsicamente, consista en desarrollar y fomentar el estudio de lenguas que no se
ensearan (o que no se encontraran fcilmente disponibles) en Estados Unidos, o de entre-
gar la instruccin necesaria para una completa comprensin de las reas, regiones o pases en
que tales lenguas fueran de uso general. (N. del E.)
368
El nuevo subalterno: una entrevista silenciosa
Gayatri Chakravorty Spivak
El discurso postcolonial debera, as, estar situado como cualquier otro estilo
de anlisis. Y cualquier situacin se limita, necesariamente, en trminos de lo est
ms all de ella. Es posible situar, alternadamente, las versiones de lo ms all que
son elegidas como su negacin, su condicin, su efecto. De lo contrario, la historio-
grafa se acabara. En conclusin, entonces, escojo mi propia versin de lo ms all
del discurso postcolonial: la cuestin de la conciencia subalterna. Pero la elijo con
el cuidado deconstructivo; es un paso ms all en el sentido francs: un pas au-del
[un paso (no) ms all]. En francs, pas es tanto el paso como el adverbio encltico
que muy frecuentemente concluye en negativo. Coloquialmente, es una negacin
que tambin puede ser una prohibicin un paso ms all de (puede ser tambin)
una restriccin en su interior. Es uno de los felices accidentes idiomticos, como
Aufhebung, que convenientemente significa tanto mantener intacto como destruir.
Abrir la cuestin de la conciencia subalterna es mi pas au-del del discurso post-
colonial.
En Deconstruyendo la Historiografa suger que el Grupo de Estudios Subal-
ternos asumi una conciencia subalterna aunque negativa mediante un uso
estratgico del esencialismo. Los Estudios Subalternos no tenan ninguna necesi-
dad de tales apologas. Pero los metropolitanos identitarios inclinados tericamente
s. En el nombre de sus propios grupos, argumentaron una identidad, reclamaron
una estrategia, y a veces le dieron crdito. Nadie particularmente not lo que ya
he mencionado, que los Estudios Subalternos nunca presupusieron una conciencia
para su propio grupo, sino ms bien para su objeto de investigacin, y por el bien
de la investigacin.
En el contexto de la emergencia del nuevo subalterno, la cuestin de la con-
ciencia subalterna una vez ms cobra importancia, debido a que ha sido desplazada
a la esfera poltica global, para que a) el conocimiento pueda ser transformado en
dato, y para que b) una voluntad subalterna para la globalizacin pueda ser usada
como justificacin para la poltica. Por el contrario, las actuales escrituras del colec-
tivo ya no consideran ese desafo.
Es alrededor de cuestiones como la democratizacin y el gnero-y-desarrollo
que la conciencia subalterna se hace ms urgente. Esto se debe a que precisamente
aquellos a quienes se les ha negado el acceso a las lneas que llevaban a la mentalidad
de la sociedad civil europea y al modelo burgus de emancipacin femenina son
los que primero tienen hoy que ser diagnosticados como culturalmente incapaces
de democracia y feminismo, en inters del cmodo funcionamiento global de estas
cuestiones. As, la democratizacin el nombre en clave para la reestructura-
cin poltica inherente a la transformacin de los capitalismos estatales (eficientes
cuando son ineficientes o salvajes) y sus colonias en economas tributarias del finan-
369
Debates en torno a la subalternidad
370
El nuevo subalterno: una entrevista silenciosa
Gayatri Chakravorty Spivak
26 United Nations, The United Nations and the Advancement of Women, 1945-1995,177-
201.
27 Spivak se refiere a Chuni Kotal. Sobre su caso, ver Mahasweta Devi, Dust on the Road - The
Activist Writings of Mahasweta Devi, 136.
371
Debates en torno a la subalternidad
investigar la historia del subalterno. Me muevo sobre este terreno con la idea
de aprender a aprender desde abajo. Entro en intimidades que aumentan cada ao
con nios, nias y adultos. Soy una testigo que historia el presente que desaparece,
la reconstructora de personajes (ms vale que haga una solicitud de principios y los
llame representantes histricos) con el fin de que una secuencia detallada pueda
aparecer como preexistente. Al mismo tiempo, trato de desprender de los nios y
los profesores unos principios pedaggicos para ensear hbitos democrticos, pues
una democracia electoral es histrica.
Son diferentes los hombres y las mujeres aqu? Solo cuando esa cosa indefinida
llamada cultura tribal comienza a asemejarse a los patrones de movilidad social
de las clases no-tribales ms pobres. Los hombres reciben ms oportunidades para
salir y ascender mediante posibilidades tanto gubernamentales como no guber-
namentales, aunque ellos tambin son utilizados. Nuestros clichs del sistema del
sexo-gnero funcionan muy bien aqu.
Pero qu sucede con la escritura tradicional de su historia? No veo ninguna
diferencia entre hombres y mujeres en este sentido. Las insurgencias tribales anti-
coloniales han sido ocasionalmente registradas. Y solo un puado de tribales recibe
pensiones por haber luchado por la independencia. Los tribales emergen en la
historia desde la mirada del drama del colonialismo.
Debo sealar en seguida que las comunidades TD no tienen las mismas ne-
cesidades, pues depende del lugar donde se encuentren. Adems, hay que tener en
cuenta nmeros mucho ms grandes, una posicin diferente sobre la malla del sistema
econmico global, la diferencia relativamente autnoma de su situacin geopoltica,
y su lugar diferente en la poltica cultural de la mitologa histrica dominante del
llamado mundo civilizado; el relato de la excepcional TD tiene bastantes semejanzas,
digamos, con el relato aborigen en Japn otra colonia pre-colonial no europea,
la distancia marcada, por decir, entre los cuentos narrados en Our Land Was a Forest:
An Ainu Memoir de Kayano Shigeru, por una parte, y los narrados en Race, Resistance
and the Ainu of Japan de Richard Siddle, por otra muchas veces una manera para
que el/los aborigen(es) excepcionales alcancen las Naciones Unidas.28 Y todava toda
mi empresa en estas regiones fue destruida por el hijo de un ex-zamindar, porque
un estudiante joven masculino subalterno mostr signos de excepcional inteligencia
y juicio, y eso que an no haba avanzado lo suficiente como para emprender el
camino solo. La excepcional Rigoberta Mench, la mujer indgena guatemalteca
ganadora del Premio Nobel, se aleja de la mujer comn en su testimonio. Mi punto
es que an no estamos listos para comprender el desafo que sobre este terreno nos
28 Shigeru, Our Land Was a Forest, 1994; Siddle, Race, Resistance and the Ainu of Japan, 1996.
372
El nuevo subalterno: una entrevista silenciosa
Gayatri Chakravorty Spivak
29 Aqu suprimo nombres para proteger la confidencialidad. Esta es una situacin aportica,
donde la resistencia tanto al nivel del Estado como a nivel nacional, no puede detenerse
debido a la ruptura con la subalternidad.
373
Debates en torno a la subalternidad
30 He escrito con ms detalle sobre la imbricacin del sujeto y la agencia en Spivak, A Dialo-
gue on Democracy, 209-22.
31 Visweswaran, Fictions of Feminist Ethnography, 1996, es un estudio reflexivo sobre los proble-
mas relacionados.
374
El nuevo subalterno: una entrevista silenciosa
Gayatri Chakravorty Spivak
testimoniante, han sido particularmente productivos para sus miembros. Son mis
intervenciones en educacin subalterna parte de la documentacin de los Estudios
Subalternos? Como profesor-entrenador residente, me meto en los detalles de sus
vidas. Pero, despus de todo, es eso, un requisito para la escritura de la buena his-
toria? No puede ser un obstculo?
Julia Kristeva cita al pensador francs del siglo XVIII Montesquieu para dirigir
un claro camino evolutivo que va desde la conciencia familiar a la conciencia es-
tatal. En Speaking through the Mask, Norma Claire Moruzzi muestra que un relato
como ese no incluye al migrante postcolonial, cuyos escenarios y secuencias hist-
ricas son bastantes diferentes.32 No obstante, cuando llegamos a grupos subalternos
tales como las minoras TD en el estado postcolonial, las lneas se hacen insopor-
tablemente confusas.
Hasta ahora hemos hablado solamente de la sociedad, del mundo exterior. Si
llegamos al mundo interior de la mujer subalterna TD dadas nuestras diferen-
cias de clase, cultura, y, s, histrica, a pesar de la cercana a ellas, solo puedo
imaginar dbilmente la enormidad que represente entrar en continuidad con su
modelo especfico de funcionamiento con la mente la divisoria del cuerpo, que
es mi manera de comprender un mundo interno. (Interior y exterior aqu
son trminos de la taquigrafa apropiados para los lectores de esta antologa.) Un
antroplogo disciplinado lo calcula desde el afuera, lo hace comprensible a otros
antroplogos. Pero an sigo esperando, mientras trabajo en el entrenamiento de
profesores, que la comprensin tal vez me llegue a la manera de la ficcin, una
manera comprometida que la historia no puede desafiar. Por lo tanto, pienso que
es importante que las mujeres del mainstream internacional, tal como somos, defina-
mos y aceptemos el desafo de la historia de las mujeres, una y otra vez, con el fin
de corregir y desviar la dominacin masculina. Pero debido al lugar en el que me
encuentro con el subalterno, no logro presionar sobre ello.
Ms bien debo seguir trabajando en el entrenamiento de profesores rurales
semi-educados para la remota realizacin de una cultura democrtica viva en la
sala de clases de los nios subalternos, y protegiendo a las nias mediante tcticas
improvisadas. Esto es para romper con la subalternidad no en el nivel de la hege-
mona sino en el de una ciudadana sin historia. Si alguien en mi posicin y con mis
intereses toma el desafo de la historia de las mujeres como meta, el tipo especfico
de ahistoricidad [historylessness] de lo aborigen cae en un primitivismo evolucionista
que no aceptar.
No, debo continuar imaginando y presumiendo un desafo a la historia. El
375
Debates en torno a la subalternidad
Agradecimientos
Agradezco a Partha Chatterjee por una primera lectura perceptiva de este texto.
Y a Jamel Brinkley por la asistencia investigativa.
Gayatri Chakravorty Spivak.
376
El nuevo subalterno: una entrevista silenciosa
Gayatri Chakravorty Spivak
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Abwab: Fuentes de rentas pblicas. En la India, cualquiera de los varios tipos de tributos, multas
o impuestos exigidos por un jefe nativo a los propietarios de la tierra o a cualquier sujeto.
Arkatis: Nombre dado a los reclutadores locales.
Banias: Banyan. Hindi baniy. Mercader. Perteneciente a una casta de comerciantes y merca-
deres hindes.
Dacoit: En hindi dakait. Una de las clases criminales de la India y Birmania. Actuaban en bandas
de ladrones y asesinos.
Daroga: Gobernador, superintendente, funcionario. Bajo el Imperio mongol, gobernador de
una provincia o ciudad.
Deccan: Pennsula del sur de la India.
Dewan: Empleado nativo del servicio de vigilancia en las plantaciones de ndigo.
Dharma: Costumbre social observada como deber.
Dhing, Fituri, Bidroha, Hool, Ulgulan: Insurgencia, levantamiento, insurreccin, revuelta,
rebelin.
Fauj: Ejrcito rebelde formalmente constituido.
Gadi: Hindi gaddi. Hombre de posicin elevada que ayuda a los miembros de su tribu en asuntos
oficiales.
Kachari: Cachari. Gorro.
Kol: Miembros de Bengala y Chota Nagpur.
Kunbi, Kurmi: Miembro de una importante casta distribuida por toda la India, excepto en el
sur.
Mahajans: Prestamistas.
Naib: Administrador de las fincas de los terratenientes.
Panchayats: Consejo del pueblo. Grupo de cinco ancianos influyentes, reconocidos por toda la
comunidad como un cuerpo de gobierno.
Perwannah: Orden. Orden escrita.
Prayaschitta: Expiacin ritual.
Ryotwary: Sistema de recaudacin de rentas y tasas de la tierra en que el Government Settlement
recauda las rentas directamente de los ryots (campesinos hindes); es decir, sistema directo
de asiento entre el gobierno y los cultivadores, sin la intervencin del zamindar.
Samaj: Asociacin, usualmente, aunque no siempre, basada en el estatus social de sus miembros.
Samsarga: Impureza por asociacin.
Santal: Pueblo melanohind del este de la India (Estados de Bihar, Bengala occidental y Orissa)
perteneciente al grupo de los Mundas.
379
Sarkar: Gobierno, rgimen.
Sarkari: (Adjetivo) perteneciente al sarkar.
Zamindar: Recaudador de rentas de los cultivadores de un distrito especfico de la India, durante
el periodo de gobierno musulmn. Bajo el gobierno britnico recibi una nueva definicin
legal. Se convirti en un feudatario que tena los derechos de propiedad privada de gran
cantidad de tierra. Pagaba al gobierno una renta fija sustancial que, a su vez, extraa de los
impuestos coercitivos sobre los agricultores.
Zamindari: Finca del zamindar.
380
ndice analtico
381
144, 157, 181, 183, 213, 203, 212, 221, 222, 224, D
234, 237, 241, 246, 285, 225, 242-244, 245, 247, Deconstruccin, 38, 50-53,
287, 305, 306, 329, 349, 252, 253-255, 258, 277, 56, 57, 130, 307, 308,
362, 369, 374, 375, 377 291, 305, 306, 319, 344, 320, 327, 328, 330, 338,
Clases subalternas, 18, 22, 345, 347, 349, 352, 369, 367
25, 27-29, 75, 78, 147, 372, 375-377 Deleuze, Gilles, 37, 45, 56,
199, 308, 343, 346, 349, Conciencia atrasada, 243, 127, 128, 131, 132, 134,
351, 360 344 135, 137, 140, 142, 143,
Clases trabajadoras, 193, 195 Conciencia burguesa, 220, 145, 147, 148, 167, 186,
Clases dominantes (o clases 221, 247, 248 353
altas), 19, 30, 76, 82, Conciencia campesina, 39, Democracia, 21, 33, 59, 77,
224, 237, 245, 246, 255, 92, 199, 200, 244, 245, 136, 165, 176, 193-196,
256, 345, 351, 352 247-249, 251, 256, 344, 198, 201, 205-207, 218,
Coercin, 125, 235, 237, 351, 352 256, 304, 342, 348, 350,
325, 327, 361, 366 Conciencia rebelde (o 356, 363, 371, 372, 374,
Cohn, Bernard, 339 insurgente), 29, 38, 89, 376
Colaboracin, 72, 174, 235, 91, 245, 246, 248, 352 Derrida, Jacques, 24, 36,
314 Conciencia subalterna, 28, 41, 55-57, 59, 128, 130,
Collingwood, Robin 29, 41, 43, 147, 308, 134, 138, 141, 167, 172,
George, 205 309, 315, 367, 371, 376, 177, 178, 210, 212, 302,
Colonialismo, 18, 28, 30, 377 320, 329, 330, 367
32-34, 40, 43, 45, 46, Congreso Nacional Indio, Descolonizacin, 162, 165,
59, 72, 74, 77, 79-81, 73, 306, 307, 383 339, 342
131, 134, 147, 158, 159, Contrainsurgencia, 30, 31, Deseo. 16, 98, 115, 127-133,
164, 197, 215, 217-219, 80, 81, 91, 245, 352 137, 140, 143, 144, 157,
221, 233, 234, 252, 300, Crtica postcolonial, 18, 25, 164, 167, 168, 199, 201,
304, 305, 314, 324, 326, 41, 43, 64, 214, 330, 354, 227, 311, 320, 339, 341
339-341, 345, 349, 350, 370 Dictadura, 20, 21, 32, 299,
355, 362, 374 Cuestin meridional, 17, 26 304
Compaa Britnica de las Cultura(s) (l) (les), 5, 32, 34, Diferencia, 16, 17, 32, 41,
Indias Orientales, 215, 42, 45, 47-50, 52, 54, 55, 49, 52, 78, 92, 97, 107,
216 58, 69, 71, 72, 79, 84, 108, 110, 113, 136, 139,
Comunalismo, 259, 261, 86, 88, 89, 99, 103, 111, 147, 148, 151, 155, 156,
262, 266, 276-278, 306 115, 132, 137, 142, 143, 158, 164, 169, 171, 174,
Comunidad(es), 15, 46, 86, 146, 147, 155, 160, 157, 177, 178, 182, 184, 199,
91, 101, 102, 104, 108, 159, 160, 163, 165, 166, 203, 205, 207, 209, 210,
109, 112, 117, 139, 140, 169-172, 174, 175, 182, 217, 222, 228, 231, 236,
216, 246-249, 251, 255, 183, 185, 197, 207, 217, 246, 250, 252-254, 277,
260, 261, 270, 271, 273, 218, 219, 221, 222-228, 343, 360, 362-364, 370,
274, 275, 278, 279, 280, 233, 237, 242, 246, 248, 374
283-286, 289, 305, 311, 255, 258, 260, 261, 275, Direccin, 27, 32, 76, 87,
312, 314, 316, 322-328, 276, 291, 299-301, 303, 98, 118, 120, 138, 180,
365, 367-369, 374, 376 305, 308, 311, 312, 314, 199, 237, 244, 278, 308,
Conciencia, 25, 27, 31, 40, 315, 316-319, 321, 322- 319, 329, 361
43, 44, 55, 71, 75, 76, 328, 337, 339, 346, 347, Dirlik, Arif, 338
80-83, 87-89, 91, 92, 349, 355, 361, 362, 366, Disciplina, 14, 16, 27, 37,
124, 133, 136-141, 146, 367, 370, 372-378 41, 111, 118, 135, 146,
148, 162, 169, 199-201, 158-160, 166, 168, 185,
382
194-197, 204-207, 210, 271, 284, 290, 291, 299, 175, 177, 197, 207, 318,
212, 317, 323, 336, 337, 304, 305, 311, 317, 318, 377, 378
348, 356 323, 328, 340, 349, 360, Foucault, Michel, 45, 55, 56,
Disturbios, 79-81, 83, 91, 361, 367-369, 372, 375 59, 99, 108, 110, 127,
92, 259, 262-264, 267- Estados Unidos, 15, 50, 56, 128, 130-135, 137, 140,
270, 272-280, 286, 287, 135, 147, 152, 155, 157, 143-147, 158, 159, 161,
290, 306 158, 160, 162, 168, 171, 163, 164, 167, 171, 174,
Diwani, 215 176, 196, 197, 231, 301, 185, 186, 302, 308, 310,
Dominacin, 16, 25, 43, 46, 314, 337, 338, 366, 369, 327, 329, 330, 348, 353,
69, 75, 88, 89, 125, 142, 370, 375 363, 365
158, 220, 232, 234, 237, Estudios Subalternos, 14-21, Fragmento, 35, 38, 60, 91,
244-246, 250, 251, 254, 23, 25, 29, 33-35, 38, 92, 98, 123, 258, 260,
256, 262, 264, 304, 313, 39, 40-43, 45, 47, 52-54, 287, 290, 291, 354, 355,
324, 327, 328, 344, 346- 55, 57-60, 79, 199, 200- 362, 368
350, 352, 361, 377 204, 299, 300, 302-309, Francia, 31, 32, 59, 128, 137,
Dominancia, 23, 24, 29, 35, 311-313, 315-319, 231, 232, 234, 241, 263,
36, 44, 58, 215, 221, 321-323, 326, 328-330, 264, 304, 305, 327, 351
222, 225, 227, 233-237, 336-338, 341-343, 345,
349-350, 361 347, 348, 350, 352-356, G
Don, 130 360-362, 365, 367, 370- Gadamer, Hans-Georg, 212
Dube, Saurabh, 15, 81, 204, 372, 377 Gandhi, Indira, 19, 21, 27,
258 Etnicidad, 161, 175, 176, 306
E 246, 311, 313, 344 Gandhi, Mahatma, 73, 82,
El Capital, 137, 142, 167, Etnografa, 5, 166, 198 174, 242, 244, 340, 368
168, 185, 186, 231, 360, Eurocntrico, 18, 41, 162, Gnero(s), 5, 23, 35, 41, 48,
361, 368 174, 300, 301, 344, 368 69, 99, 111, 115, 124,
Elite(s), 13, 20, 21, 23, 24, Europa, 15, 18, 33, 42, 43, 125, 127, 129, 138, 142,
28, 36, 39, 41, 45, 57, 46, 61, 64, 108, 127, 144, 148, 149, 161, 169, 170,
69, 71-78, 84, 86, 88-90, 145,152, 156, 159, 165, 174, 177, 183, 195, 199,
92, 103, 146-148, 161, 172, 176, 177, 208, 209, 265, 303, 318, 319, 322-
170, 198, 218, 223, 224, 226, 231, 233, 241, 251, 324, 353, 354, 360-362,
242, 271, 275, 277, 303- 253-255, 264, 291, 301, 365, 369, 371-376
305, 307, 308, 316, 317, 343, 347, 363 Gobierno colonial, 71, 72,
319, 326, 333, 339, 340- Experiencia(s), 36, 37, 44, 76, 85, 146, 242, 243,
342, 344, 348-350, 352, 46, 54, 59, 75, 80, 83, 256
353, 360, 370, 376, 378 85, 88, 99-101, 116, 125, Gramsci, Antonio, 17, 18,
Elitismo, 69-71, 77, 146, 363 134, 135, 143, 147, 198, 20, 22, 23, 25-28, 31-34,
Espontaneidad, 26, 27, 82, 199, 204-207, 212, 219, 41, 50, 55, 60, 69, 82, 87,
243, 307 224, 236, 252, 254, 255, 89, 139, 174, 237, 291,
Estado, 14, 16, 19, 23, 27, 259, 264, 265, 267, 273, 302-305, 308, 310, 325,
31, 32, 35, 37, 41, 44, 278, 287, 318, 320, 323, 330, 342, 360, 361, 368,
48, 49, 52, 54, 57, 59, 344, 347, 351, 356 370, 373
60, 72, 73, 77, 79-81, Gran Bretaa, 71, 155, 156,
84, 85, 87, 90, 92, 93, F 158, 171, 215-217, 264,
100, 101, 115, 129, 131, Feministas, 195, 196, 318, 360
132, 136, 142, 163, 216- 354, 364, 367, 369 Grez, Sergio, 29, 31, 52
219, 223, 234, 237, 241, Feuerbach, 362 Grupo de Estudios
243, 244, 254-262, 268, Ficcin, 140, 141, 162, 169, Subalternos, 15, 37, 39,
383
47, 53, 56, 146, 300, 302- 317, 336-339, 342-344, 375, 378
306, 308, 309, 311, 313, 350, 353-355, 367, 370, India colonial, 29, 33, 36,
316, 317, 319, 322, 328, 371, 378 41, 44, 77, 79, 83, 234,
329, 370, 371, 376, 377 Historizacin, 37, 198, 199, 244, 246, 248, 258, 264,
Grupo Latinoamericano de 207, 212 285, 304, 305, 343-352,
Estudios Subalternos, Hobsbawm, Eric, 17, 18, 22, 355, 356
51, 337 28, 33, 42, 63, 64, 83, 93, Inglaterra, 18, 59, 231, 232,
Grupos subalternos, 19, 22, 194, 195, 197, 205, 214, 234, 343
27, 69, 74, 136, 151, 338, 342-344, 347, 358 Insurgencia, 17, 29, 30, 43,
303, 307, 315, 317, 324, Hool, 80, 82, 90, 201 44, 60, 79-81, 83, 86,
326, 343, 373, 377 Hunt, Lynn, 196 88, 89, 91, 92, 144, 199,
Guatemala, 317, 318 200, 203, 245, 254, 345,
Guattari, Felix, 37, 130-132, I 347, 351, 352, 362, 370,
142, 167, 186 Identidad(es), 18, 51, 52, 86, 374
Gurevich, Aron, 208, 209 133, 139, 140, 147, 148, Insurgente, 19, 29, 81, 91,
155-158, 160, 163, 166, 92, 244-249, 256, 305,
H 169-172, 176, 178-180, 345, 351, 352
Hall, Stuart, 132, 160 183, 193, 194, 198, 205, Intelectuales, 26, 32, 34, 45,
Hardiman, David, 18-20, 55, 217, 245-247, 250, 253, 48, 49, 51, 60, 127-129,
71, 243, 249, 308, 309, 262, 285, 309, 313, 314, 132-136, 142-144, 146,
336, 341, 355 316, 317, 319, 320, 325, 148, 180, 199, 219, 265,
Hegel, G. W. F., 40, 101, 326, 368, 370, 371 270, 272, 301, 302, 305-
225, 226, 235, 241 Ideologa, 22, 28, 69, 72, 75, 307, 317, 319, 321, 322,
Hegemona, 13, 32, 33, 48, 83, 88, 104, 119, 127- 328, 338, 353, 355, 356
57, 59, 76, 77, 118, 121, 129, 131-134, 142, 144, Italia, 18, 28, 31-33, 39, 304,
124, 133, 151, 233, 234, 167, 195, 217, 220, 224- 327, 368, 370
237, 304, 310, 326-328, 227, 234, 243, 303, 306, J
342, 349, 350, 361, 377 318, 339, 340, 349, 350 Jacob, Margaret, 196
Heidegger, Martin, 212 I-Min, Ciao, 39 Jameson, Fredric, 58, 145,
Hindes, 20, 259, 263, 266, Imperialismo, 39, 59, 145, 147, 162, 210, 212
268, 270, 272, 273, 275, 152, 165, 194, 219, 264, Joseph, Gilbert, 42, 300,
277, 279-285, 355, 356 340, 367, 372 309-311, 315, 317, 328,
Hinduismo, 102, 117, 119, India(s), 13, 15, 19-21, 23- 329
175, 222, 284, 285 25, 27, 31-34, 40, 41,
Historia desde abajo, 16, 28, 45, 48, 60, 71-74, 76, K
31, 37, 193, 195, 199, 77-79, 82, 83, 85, 89, 91, Kalhana, 222-224, 226
337, 342, 343, 353, 356 98, 108, 140, 146, 147, Kant, Immanuel, 131, 143,
Historia medieval, 208 149, 150, 156, 157, 160, 198, 212
Historiografa, 7, 16, 17, 162, 170, 171, 173-175, Kierkegaard, Sren, 206, 207
25, 29, 30, 33-35, 38, 177, 179, 180, 182, 194,
39, 41, 47, 71-75, 77, 199, 215-219, 222, 223, L
79, 80-82, 89, 92, 97, 229, 233, 234, 242-244, Lal, Vinay, 204
98, 146, 147, 149, 191, 246, 248-266, 269, Latinoamrica 48, 49, 54, 60,
196, 200, 201, 205, 208, 270-274, 276, 277, 280, 299, 300-302, 309, 312,
215-222, 224, 226, 233, 283-287, 290-292, 300, 314-317, 327, 330
234, 236, 242, 244, 258, 303-306, 315, 320, 324, Latinoamericanismo, 47, 50,
260-262, 266, 291, 292, 327, 328, 336-356, 361, 53, 60
304-306, 309, 314, 316, 362, 367, 368, 372, 373, Le Goff, Jacques, 209
384
Lectura(s), 16, 22, 24, 25, 29, 360-362, 367, 368 Movimiento nacionalista, 76,
33, 35, 36, 40, 55, 58, Marxismo, 17, 18, 23, 25, 243, 252, 349
78, 92, 101, 102, 110, 33, 39-41, 47, 51-54, 56, Mujeres,19, 34, 54, 103,
142, 149, 151, 160, 180, 58, 132, 141-143, 205, 104, 111, 118-127, 141,
200, 204, 222, 224, 248, 301, 307, 308, 313, 339, 145, 150, 152, 166, 170,
312, 319, 321, 322, 338, 344, 347, 349, 353, 356, 172, 181, 193, 195, 260,
342, 352, 353, 361 360, 367 268, 270-272, 276, 278-
Lenin, V. I., 152, 306 Marxista(s), 18, 19, 23, 24, 280, 283, 286, 291, 292,
Levinson, Brett, 50 26, 28, 33, 34, 38, 43, 320, 323-325, 362, 363,
Ley(es), 27, 29, 35, 36, 48, 139, 146, 161, 167, 195, 365, 366, 369, 373-377
73, 74, 81, 84, 85, 87, 196, 201, 203, 204, 210, Multiculturalismo, 161, 193
91, 94, 98-101, 113, 212, 241, 248, 264, 270, Musulmanes, 20, 249, 250,
115, 120, 121, 127, 136, 286, 300, 305, 306, 307, 259, 262, 263, 266-268,
141, 144, 146, 186, 202, 329, 337-339, 341-349, 270, 272, 273, 275-277,
205, 227, 233, 234, 339, 353, 355, 356, 360-363, 279-286, 292, 339, 355
349, 350, 363-366 365, 367, 368
Liberal(es), 21, 30, 35, 40, Masculinidad, 125 N
41, 58, 71, 119, 150, Mayora(s), 20, 26, 53, 75, Nacin, 15, 18, 31, 32, 37,
194, 196, 201, 219, 220, 80, 84, 86, 90, 102, 103, 45-47, 51-53, 71, 72, 76,
221, 226, 229, 230, 233, 112, 118, 120, 157, 160, 77, 129, 142, 146, 151,
234, 237, 256, 259, 261, 166, 176, 180, 181, 195, 159, 171, 173, 178, 193,
273, 342, 346, 349, 361 197, 207, 250, 251, 264, 194, 196, 198, 199, 205,
Liberalismo, 59, 205, 218, 283, 284, 299, 319, 324- 219, 242, 243, 260-262,
219, 227, 230, 326 326, 328, 338, 360, 363 274, 283, 284, 290, 304,
Lloyd, David, 211, 213 Memoria(s), 5, 16, 30, 193, 305, 317, 340, 343, 350,
Localidad(es), 47, 60, 98, 194, 204, 207, 252, 265, 352, 362, 367-369
248, 267, 287 270, 271, 290, 299, 354 Nacional(es), 5, 16, 23, 30-
Luchas anticoloniales, 242 Mxico, 15, 312, 315-318, 33, 36, 52, 60, 73, 76,
328, 373 77, 87, 134, 139, 140,
M Minora(s), 37, 135, 151, 151, 152, 157, 171, 178,
Mahatma, 82, 244, 263 162, 193, 194, 196-198, 229, 230, 260, 261, 263-
Malinowski, Bronislaw, 209 203-206, 210, 260, 283, 265, 273, 275, 277, 287,
Mallon, Florencia, 31, 33, 319, 372, 377 291, 292, 305-307, 314,
41, 42, 53-57, 299, 300, Minoritario/a (s), 37, 66, 88, 316-318, 327, 328, 343,
301, 312, 313, 315, 327, 195, 198, 268, 370, 354, 368, 370, 375
328, 337 Modalidad(es), 72, 235, 245, Nacionalismo(s), 18, 40, 45,
Mani, Lata, 160, 258, 323, 246, 345 46, 71-74, 77, 81, 146,
324 Moderno(s), 25, 26, 28, 33, 171, 176, 199, 219, 243,
Marginal(es), 16, 27, 37, 45, 42, 52, 74, 77, 87, 194, 244, 260, 261, 291, 314,
50, 160, 162, 166, 170, 201, 203, 207-210, 212, 318, 337, 339-342, 349,
171, 174, 183, 185, 195, 222, 241, 242, 304, 328, 350, 354, 356, 362, 367,
198, 234, 253, 292 339, 346, 348-350 369
Marx, Karl, 33, 40, 48, Monsanto, 366 Nandy, Ashis, 160, 204, 206,
56, 59, 129, 133, 136, Montesquieu, 225, 377 261, 355
137-143, 147, 148, 159, Moraa, Mabel, 51, 58 Narrativa(s), 14, 15, 30,
166-169, 172, 173, 177, Moreiras, Alberto, 47, 50, 56 32, 35, 44, 81, 99, 100,
185, 186, 203, 210, 228- Movilidad social, 163, 361, 128, 145, 161, 165, 172,
233, 327, 340, 342, 348, 367, 373, 374 173, 175, 181, 193-199,
385
201-204, 207, 224, 225, 272, 280, 285, 292, 314, Poltica campesina, 243, 244,
299, 306, 309, 312-316, 319, 320, 323, 339, 342, 252, 255, 305
318, 338, 340, 341, 346, 345, 350, 352, 364, 366 Poltica de elite, 73-76, 147
347, 349, 352, 368, 370, Pekn, 39 Poltica nacionalista, 242,
372, 375 Per, 15, 299, 311, 315, 316, 244, 341
Naxalbari, 19, 20, 48 319 Popular, 16, 32, 40, 59, 60,
Naxalita, 13, 19, 20, 27 Poder(es), 14, 15, 18, 20, 65, 73, 75, 76, 91, 99,
Negacin(es), 21, 81, 144, 24, 25, 28, 36, 40, 42, 117, 127, 128, 173, 246,
245, 308, 329, 371 44, 50, 60, 71, 72, 80, 253, 255, 272, 279, 286,
Nehru, Jawaharlal, 20, 21, 84-87, 98, 99, 103, 112- 299, 304, 306, 307, 314,
340, 349, 368, 115, 120, 121, 127, 129, 317, 324, 328, 376
Nicaragua, 317, 318 131-138, 142-144, 155, Postcolonial, 15, 17, 18, 23,
Notas sobre la historia 157, 158, 160, 161, 163, 29, 34, 41-43, 45, 46,
italiana, 22, 69 164, 166, 167, 171-173, 54, 55, 60, 106, 127,
Novick, Peter, 196 181, 183, 186, 194, 196, 135, 147, 151, 163-166,
Nudos, 204, 212, 213 198, 201, 202, 206, 211, 170, 174-177, 180, 182,
215-219, 221, 222, 227, 184, 185, 193, 198, 241,
O 232-237, 241-246, 250, 254, 258, 300-302, 304,
Objetividad, 40, 196 251, 254, 256, 260, 281, 305, 311, 312, 314, 316,
Occidente, 23, 42, 43, 46, 282, 289, 290, 299, 306, 319, 329, 330, 336, 337,
127, 218, 256, 348 307, 310, 311, 313, 314, 341, 350, 354, 356, 360,
Ontolgico, 170, 172, 177, 315, 320, 321, 325-330, 362, 370-372, 377
212, 213 340, 343, 345-351, 353, Postcolonialidad, 42, 164-
355, 360, 363, 364, 370, 166, 170-172, 175, 176,
P 375, 376 182, 183, 186, 356, 370
Pakistn, 20, 222, 261, 262, Polica, 44, 109, 120, 246, Postcolonialismo, 34, 52,
264-266, 276, 280-283, 269, 271, 275, 284, 286, 301, 337
292, 339 292, 375, 376 Postmodernidad, 9, 48, 49
Pandey, Gyanendra, 18-20, Poltica, 5, 13-16, 18-20, 25- Prctica terica, 56, 58, 136,
243, 249, 261, 262, 336, 30, 34, 36, 40, 44, 45, 143, 309
337, 341, 350, 354 49, 52, 53, 55-58, 60, Prcticas, 6, 27, 47, 51, 54,
Parentesco, 75, 104, 105, 69, 72-77, 79, 82-84, 86, 55, 77, 85, 143, 155,
108, 112, 114, 115, 124- 87, 89, 101, 110, 113- 194, 195, 198, 204, 207-
126, 156, 171, 183, 246, 115, 117, 125, 127, 129, 212, 250, 253, 260, 261,
249, 323, 324, 344, 347 130, 135-141, 144, 146- 281, 284, 285, 305, 307,
Particin, 20, 232, 262-266, 148, 152, 156, 157, 159, 311, 312, 316, 317, 319,
354 162, 167, 170, 171, 175, 324, 330, 346, 347, 350,
Partido Comunista, 19, 23, 179, 186, 193-195, 218, 352, 355
39, 270, 286 219, 221, 224, 225, 231, Prakash, Gyan, 18-20, 24,
Partido del Congreso, 82, 234, 236-238, 242-244, 25, 43, 50, 53, 198, 274,
242 247, 248, 252, 255, 256, 299, 302, 303, 309, 329,
Pasado(s), 13, 15, 21, 36, 37, 259, 260, 262, 266, 274, 330, 336, 337, 354, 355
42, 49, 50, 55, 69, 79- 275, 282, 285, 287, 292, Prepoltica, 344
81, 88, 89, 96-98, 101, 299, 301, 303, 305-309, Pre-poltica, 83
113, 165, 193-195, 198, 311, 312, 314-318, 329, Primer Mundo, 28, 43, 145,
199, 201-208, 210-213, 337, 339, 340, 343-347, 146, 148, 174
215-217, 219, 220, 223- 349, 350, 354-356, 360- Procesos culturales, 5
226, 234, 253, 258, 268, 362, 365, 367-375, 378 Pueblo, 16, 17, 30-32, 39,
386
49, 71-78, 92, 106, 147, 182, 194, 233, 237, 243, 329
148, 217, 224, 232, 234, 259, 267, 289, 316, 352 Seal, Anil, 339, 340, 345
242, 243, 249, 253, Residuo(s), 75, 98, 130, 346, Secta, 96, 116-118, 248
257-259, 263, 266, 271, 349, 350 Sectarismo, 87
274, 276, 277, 279, 281, Resistencia, 15, 23, 75, 88, Secularismo, 259, 277, 282,
283, 287, 292, 299, 301, 89, 122, 124, 125, 134, 284, 355, 363
305, 326, 339-343, 349, 139, 146, 165, 181, 197, Seed, Patricia, 47, 300, 311-
350, 375 204, 234, 235, 237, 245, 314, 316-318
246, 248, 250, 254-256, Semitica, 143, 307, 309,
R 258, 260, 304-306, 310, 316, 346
Rabinow, Paul, 363, 364 312-316, 319, 324-326, Sexualidad, 54, 108, 109,
Raj, 72, 81, 84, 85, 87, 90, 328, 344, 363, 368, 375 111, 115, 118, 170, 185,
91, 216, 217-219, 233, Revolucin, 32, 38, 48, 77, 186, 280, 318
234, 340 128, 134, 157, 197, 231- Sikhs, 259, 262, 263, 273
Rancire, Jacques, 24, 44, 233, 301, 304, 305, 311, Sistema de signos, 29, 144
210 315, 318, 328 Slatta, Richard, 310, 312
Razn, 18, 29, 37, 42, 44, Revolucin cubana, 299 Social Scientist, 38-40
45, 50, 58, 60, 86, 98, Revolucin Francesa, 31, Socialismo, 59, 81, 83, 175,
124, 130, 149, 151, 156, 227, 232, 291, 304, 327 176, 201, 229, 265
162, 170, 180, 195, 198, Risorgimento, 22, 31, 32 Sociedad, 16, 21, 30, 31, 36,
200, 210, 213, 221, 226, Rivera Cusicanqui, Silvia, 55, 69, 74, 84, 86, 89,
236, 254, 259, 275, 342 13, 15, 18, 39, 54, 60, 91, 98, 102-104, 109,
Realidad, 16, 28, 44, 45, 56, 71, 241 111, 113, 115-119, 122,
59, 127, 134, 136, 145, Rumor(es), 91, 201, 246, 124, 125, 128, 138, 140,
162, 165, 169, 179, 197, 268, 280, 292, 373 151, 174, 180, 181, 194,
219, 220, 224, 228, 233, Russell, Bertrand, 230 195, 198, 206, 216, 218,
234, 249, 251, 252, 254, 219, 221, 222, 228, 229,
317, 343, 347, 352, 365 S 231, 232, 234-236, 241,
Rebelin(es), 18-20, 29, 81, Saber, 14, 35, 53, 59, 97, 245, 253, 254, 259, 260,
82, 86, 91, 125, 144, 130, 133, 143-145, 155, 263, 276, 285, 287, 290,
199, 200-203, 224, 246, 163, 164, 166, 168, 169, 303, 304, 308, 323, 326,
249, 254-256, 258, 314, 177, 182-184, 194, 205, 336, 340, 343, 346, 349,
325, 344, 345, 351, 352 217, 225, 307, 343, 353 355, 360, 365, 368, 369,
Rebeliones campesinas, 90, Said, Edward, 13, 33, 34, 41, 371, 372, 376, 377
248, 249, 251, 254-256, 56, 144, 146, 158-160, Solidaridad, 17, 73, 92, 107,
345 303, 338, 353, 370 112, 113, 121, 124-126,
Rgimen colonial, 72, 98, Salazar, Gabriel, 16, 52 146, 157, 169, 171, 245-
272 Samaj, 109-113, 117, 120, 249, 308, 323, 325, 369
Relato, 91, 176-178, 180, 122, 126, 322, 323 Spivak, Gayatri, 13, 17, 18,
183, 184, 193-196, 206, Santal, 80, 87, 90, 199, 200, 20, 33, 34, 37-39, 41,
211, 216, 224, 262, 263, 202, 204, 206, 207 45, 50, 51, 56-58, 127,
267, 268, 270-274, 276, Sarkar, Sumit, 19, 41, 263, 132, 133, 140, 145, 147,
312-314, 319, 374, 377 264, 336, 338 150, 155, 158, 160, 164-
Representacin, 14, 16, 29, Sarkar, Susobhan, 23 166, 172, 176, 300, 308,
45, 53, 61, 80, 81, 91, Sati, 149, 160, 218, 258, 309, 320, 329, 336-338,
100, 131, 135, 136-139, 323, 324 345, 352, 353, 360, 367,
141-143, 146, 148, 157, Scott, James, 15, 126, 255, 373, 376
159, 161, 173, 178, 181, 256, 258, 300, 310, 314, Subalternidad, 14-18, 22-25,
387
33, 34, 36-39, 45, 48, U
50, 51, 53, 57, 59, 60, Unidad contradictoria, 251
69-71, 75, 88, 147, 151, Unin Sovitica, 39, 176,
152, 241, 251, 299, 305, 299
345, 362, 363-365, 367,
369, 370, 372, 375, 377 V
Subordinacin, 23-25, 50, Vida pblica, 37, 195-199,
69, 84, 86, 88, 125, 181, 201, 203, 210, 274, 365
222, 234, 235, 245, 246, Vidal, Hernn, 51, 52, 55,
248, 250, 251, 255, 256, 301, 319
303, 346-350 Villalobos-Ruminott, Sergio,
Sujeto(s), 14, 29-31, 35, 36, 16, 52
38, 45, 53, 54, 69, 81, Violencia, 19, 20, 27, 73, 80,
88, 94, 101, 103, 127- 121, 138, 145-147, 159,
131, 133-138, 140-146, 218, 246, 252, 258, 259,
148, 149, 151, 155, 164, 262, 263, 265, 267-275,
167, 175, 183, 199, 201, 277-280, 286-288, 306,
204, 206, 213, 244, 248, 376
251, 271, 287, 291, 308, Viuda, 104, 105, 108, 111,
317, 320, 324-326, 338, 116-120, 122, 123, 149,
343, 351-353, 361-363, 322, 323, 363
367, 372, 376 Voluntad, 19, 29, 80, 84, 88,
91, 100, 101, 114, 117,
Suplemento, 140, 182, 212, 123, 131, 133, 138, 181,
362 200, 203, 224, 226, 234,
263, 363, 371
T Von Humboldt, W., 207
Tendencia universal del
capital, 25, 218, 227, W
228-230, 233 White, Hyden, 219, 220
Tercer mundo, 59, 127, 129, Williams, Gareth, 47, 50, 52,
136, 139, 158-162, 174, 53, 57
180, 183, 300-302, 309,
314, 338 Y
Territorialidad, 75, 245, 247, Yeats, W. B., 211
344
Thakur, 200, 201, 204
Thompson, E. P., 195, 338,
342, 343, 351, 352, 359
Tiempo, 9, 14, 28, 30, 45,
46, 48, 49, 60, 95, 98,
141, 173, 176, 179, 184,
207, 210, 212, 213, 228,
256, 265, 267, 280, 283,
286
Transmisin, 245
Tribu(s), 104, 200, 248-250,
287, 341, 372, 373, 376
388
Autores
Ranajit Guha fue el mentor del Grupo de Estudios Subalternos del Sur de Asia. Ha enseado
en universidades de India, Australia e Inglaterra. Entre sus libros principales se encuentran A
rule of property for Bengal: an essay on the idea of permanent settlement (1963); Elementary Aspects of
Peasant Insurgency in Colonial India (1983) y Dominance without Hegemony: History and Power in
Colonial India. Estuvo a cargo de editar los seis primeros nmeros de la revista Subaltern Stu-
dies (1982-1989). Con Gayatri Spivak coedit Selected Subaltern Studies, la primera antologa
del grupo aparecida en Estados Unidos. Ms tarde editara A Subaltern Studies Reader, 1986-
1995 (1997). El 2009, Partha Chatterjee edit una antologa de sus textos, The Small Voice
of History. Collected Essays, una summa que recorre el itinerario inventivo de su trayectoria.
Actualmente vive en Viena, Austria.
389
tarde tradujo al ingls) Una flor que renace: autobiografa de una dirigente mapuche. Sus escritos
han aparecido en numerosas ediciones dedicadas a la historia de Latinoamrica. Actual-
mente es Julieta Kirkwood Professor, del Departamento de Historia de la Universidad de
Wisconsin-Madison.
Gyanendra Pandey realiz sus estudios de pregrado en la Universidad de Delhi, donde tambin
concluy su maestra. Se doctor en Historia por la Universidad de Oxford. Entre sus publi-
caciones, se cuentan The Construction of Communalism in Colonial North India (1990), Memory,
History and the Question of Violence (1999); Remembering Partition: Violence, Nationalism and
History in India (2001); Routine Violence: Nations, Fragments, Histories (2006); y The Gyanendra
Pandey Omnibus (2008). Edit, junto a Partha Chatterjee, Subaltern Studies, VII (1992). Es
uno de los miembros fundadores del Grupo de Estudios Subalternos del Sur de Asia. Actual-
mente dirige la coleccin Intersections: Colonial and Postcolonial Histories, de la prestigiosa
editorial Routledge. Ha enseado en las universidades de Delhi y Johns Hopkins, y desde el
2006 ensea en el Departamento de Historia de la Universidad de Emory.
390