Schmitter, Neocorporatismo y Estado
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de aquellos grupos con intereses opuestos. Esto, a su vez, est ligado a la pre-
gunta de si el Estado puede disear sus propios instrumentos de interven-
cin, es decir, si puede elegir el contenido y las formas de su interaccin
con los grupos sociales y si puede imponer a esos grupos la concepcin de
intereses y la forma de accin colectiva que l prefiere. Ah es donde el neo-
corporatismo puede entrar en escena como una posible forma de reestructurar
las relaciones Estado-sociedad.
Diseo poltico?
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Instrumento poltico?
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que tomen todas las medidas posibles y tolerables para conseguir su reeleccin
(o la de su partido). Ninguno de estos intereses genricos es intrnsecamente
favorable al neocorporatismo. En realidad, es ms probable que ocurra lo con-
trario. Slo donde la competencia entre partidos ha sido temporalmente sus-
pendida, como en un gobierno de Gran Coalicin, o donde se puede hacer ver
que este tipo de acuerdos no amenazan las normas del rgimen o los recursos
de su incumbencia, existe la posibilidad de que sean promovidos o tolerados
por los intereses del gobierno, entendidos stos justamente en el sentido en
que han sido definidos anteriormente.
Los intereses de los funcionarios tienen tambin sus aspectos estructu-
rales y coyunturales. Por un lado, los empleados del Estado tienen inters en
perpetuar un conjunto de identidades institucionales, modelos de contratacin,
normas culturales y carreras profesionales que definen su status particular
dentro de la sociedad. Por otro lado, tienen un conjunto de pretensiones rela-
cionadas con los puestos que ocupan referidas a los salarios, emolumentos,
seguridad de empleo, oportunidad de ascenso, asignacin de presupuestos y
otros, por las que peridicamente luchan y que provocan conflictos con otros
grupos sociales. Como antes mencion, un organismo dado o un grupo de
funcionarios pueden estar interesados en promover el neocorporatismo como
medio para resolver un problema poltico especfico, pero no est nada claro
si ellos, en cuanto Estamento, tienen una propensin intrnseca a este tipo de
prcticas. Las tendencias en el neocorporatismo a diluir los lmites entre ins-
tituciones pblicas y privadas, a requerir amplias consultas con los grupos
afectados, a adquirir recursos devueltos por el Estado y, en casos extremos,
a asumir la responsabilidad de la aplicacin de la poltica, podran interpretar-
se como contrarias a los intereses a largo plazo de los funcionarios.
Los intereses del Estado son, obviamente, difciles de distinguir emp-
ricamente de los de sus principales agentes gobernantes y funcionarios,
incluso cuando es posible sealar numerosos casos en los que los esfuerzos de
esos grupos para ser reelegidos o recompensados han minado claramente la
capacidad objetiva y subjetiva de un determinado Estado. Aun as, cualquier
poltico que llegue al poder, o cualquier funcionario que tome posesin de su
puesto, aprender rpidamente cules son los intereses del Estado y qu lmi-
tes imponen a sus acciones. Primero, y por encima de todo, los intereses de
un Estado estn definidos por el sistema interestatal del que forma parte.
La presin que genera esta interdependencia con otros Estados que reclaman
capacidades y reconocimientos similares no es constante. El tamao relativo,
la legalizacin geogrfica, los recursos materiales y humanos, pueden parecer
relativamente fijos, pero su importancia como factores negativos o positivos,
factores de presin y negociacin, varan al tener en cuenta aspectos tales como
la tecnologa militar, la doctrina estratgica, los equilibrios de poder o los
tipos de alianzas. Europa Occidental desde el final de la II Guerra Mundial
ha sido testigo de algunos cambios enormes en las amenazas potenciales den-
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ponible para esto es el Estado que los enmarca. Se podra imaginar que, en
contextos restringidos y en ciertos momentos, las organizaciones podran ob-
tener tal aceptacin a travs de alguna mezcla de persuasin intelectual, coac-
cin social, tradicin histrica y/o el carisma de un determinado lder, pero
para grupos ms grandes y perodos de tiempo ms largos no es probable que
se pueda seguir confiando en estos recursos, especialmente si lo que se busca
es reforzar una concepcin de los intereses grupales que no coincida con las
ventajas inmediatas que se persiguen individualmente. Para ello necesitan lo
que los austracos llaman una llamada a la ventana, esto es, una capacidad
creble y legtima de apelar a la autoridad del Estado para que respalde sus
ofertas y acuerdos. Los representantes del Estado pueden desear delegar estas
competencias en organizaciones no estatales, garantizndoles en exclusiva un
cierto status pblico y respaldando sus acuerdos mediante leyes, siempre que
esto no socave la pretensin del Estado de ser el defensor del inters pblico
o provoque quejas por el control del Estado sobre los recursos escasos. Me-
diante este proceso de delegacin (Staatsentlastung), se descarga a las autori-
dades de la responsabilidad de intervencin directa en asuntos polmicos y de
considerable complejidad, mientras siguen conservando su status simblico y
su soberana, y se realza su papel como guardianas del orden pblico.
En la prctica, de todas maneras, los acuerdos neocorporatistas no son
siempre tan compatibles con los intereses del Estado. Pueden ocasionar un
aumento sustancial de las peticiones sobre los escasos recursos pblicos en
forma de subsidios, exenciones fiscales, programas especiales y otros, que se
consiguen como compensacin por garantizar los acuerdos negociados entre
los grupos sociales. Pueden originar externalidades negativas para otros gru-
pos en la forma de precios ms altos, acceso restringido, desempleo, polucin.
Esto har que quienes se vean afectados negativamente respondan de manera
no convencional, cuestionndose el compromiso del Estado de proteger los
intereses de todos. Ms an, la existencia de tantas situaciones casi inde-
pendientes en la que unos pocos participantes, representando intereses priva-
dos, puedan elaborar normas de mbito general y aplicarlas sin tener en cuen-
ta colectivos ms amplios (e incluso sin conexin a veces con las normas
constitucionales), puede erosionar gravemente la confianza en las mismas ins-
tituciones jurdicas del Derecho pblico.
Especialmente donde el neocorporatismo se ha atrincherado sobre bases
sectoriales y particulares, los deberes y derechos relacionados con la propie-
dad, las relaciones de produccin, la seguridad de empleo, la remuneracin,
primas, precios, crditos, acceso al mercado, etc., se diferencian mucho den-
tro de clases, sectores de produccin y profesiones. El moderno Estado liberal
se ve as, pues, privado del ms importante de sus recursos simblicos: la
universalidad de su poder legal.
Si la perspectiva que he desarrollado anteriormente es acertada, el naci-
miento del neocorporatismo (y su persistencia) no puede predecirse desde las
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Orden asociativo-corporativo?
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TABLA I
Propiedades de los rdenes sociales de Comunidad, Mercado y Estadoy
8. REGLA(S) DECISORIAS) Consentimiento comn, acuer- Preferencias del consumidor/ Adjudicacin formal autoritaria.
principales. dos. Mayora. Afirmacin imperativa.
9. TIPO modal DE LOS BIE- Bienes compartidos solidaria- Bienes privados. Bienes pblicos.
NES producidos y distribui- mente.
dos.
10. LINEA DIVISORIA princi- Nativos vs. Extranjeros. Vendedores vs. Clientes/Parti- Gobernantes vs. Gobernados.
pal. dos vs. Votantes.
Otras DIVISIONES. Rivalidades de clanes, enfrenta- Capital vs. Trabajo/Producto- Superiores vs. Subordinados.
mientos generacionales, conflic- res vs. Consumidores/Importa- Solape de jurisdicciones. Con-
tos por el terrorismo, herencias, dores vs. Exportadores/Gobier- flictos entre niveles del gobier-
disputas personales. no vs. Oposicin. Divisiones no. Rivalidades entre organis-
territoriales, tnicas, religiosas, mos.
lingsticas, ideolgicas.
12. BENEFICIO principal pro- Afecto mutuo. Identidad colec- Prosperidad material/Responsa- Seguridad exterior. Trato equi-
ducido. tiva. bilidad ante los ciudadanos. tativo y predecible. Uso eficien-
te de los recursos.
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TABLA II
Propiedades de un modelo asociativo de orden social
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Legitimacin pblica?
En espaol en el original.
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nistrativo, etc., que han sido reconocidos sin que esto haya erosionado la idea
de que el Estado personifica la consistencia del orden jurdico. Por qu no
aadir un Derecho de la industria lctea, un Derecho de la artesana,
un Derecho del acero o un Derecho de sanidad y admitir que cada uno
podra adoptar modelos y obligaciones diferentes y elaborarse mediante dis-
tintos procesos de negociacin? El resultado final se parecera al Standestaat
feudal, excepto en que en vez de viejos y enmohecidos estamentos de nobles,
clrigos y burgueses (complementados aqu y all por campesinos), el naciente
Standestaat postliberal tendra que tener bastantes ms grupos de privilegios y
obligaciones diferenciadas. Presumiblemente pueden encontrarse frmulas le-
gitimadoras la tradicin de socialismo gremial/pluralismo incipiente de Von
Gierke podra ser de alguna ayuda que hagan estos compromisos coherentes
con el inters institucional del Estado de mantener su imagen de ltimo guar-
din del inters pblico. Adems, si los ciudadanos tuvieran que elegir entre
un dismantlement neoliberal de las funciones del Estado y una distention neo-
socialista, muchos podran preferir y estar preparados para justificar una dis-
persin neocorporatista de las mismas.
Si estas opciones van a ser planteadas o no y por cules se podr optar li-
bremente depender del segundo complejo normativo de la sociedad mo-
derna que se mencion anteriormente. Esto es, el de la democracia poltica.
Para los pases de Europa Occidental en el perodo contemporneo, no es su-
ficiente el que los instrumentos polticos sean de alguna manera compatibles
con los estndares de la comunidad, los principios econmicos y los intereses
del Estado. Deben tambin no violar de forma demasiado notoria las normas
y procedimiento de la democracia. Si los acuerdos neocorporatistas son lo su-
ficientemente compatibles con las actuales expectativas de los ciudadanos como
para asegurar su legitimidad, o si son potencialmente capaces de alterar esas
expectativas a su favor, es un tema que escapa a la amplitud y espacio asig-
nados a este ensayo. Afortunadamente, la atencin de los estudiosos de dis-
tintas corrientes (cfr. Offe, 1983; Olsen, 1983; Schmitter, 1983) ha empeza-
do recientemente a centrarse en l.
NOTA: Como sucede con mucho de lo que he estado escribiendo recientemente sobre este
tema y otros relacionados, estoy en deuda con Wolfgang Streeck, del Internatio-
nal Institute of Management (Berln), por su apoyo, comentarios y crticas, que me
han sido de gran ayuda. Alan Cawson, Wyn Grant, Andreas Kunzi y Jete Visser
tambin leyeron detenidamente el primer manuscrito y he incorporado bastantes de
sus sugerencias. El European University Institute de Florencia ha suministrado
fondos de investigacin especialmente para este proyecto, as como una agradable
atmsfera de trabajo. Del resultado de todos estos apoyos, yo solo soy responsable.
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