Zapata y Montero. Clases Sociales y Acción Obrera en Chile
Zapata y Montero. Clases Sociales y Acción Obrera en Chile
Zapata y Montero. Clases Sociales y Acción Obrera en Chile
en Chile
Francisco Zapata [Comp.]
CENTRO DE ESTUDIOS SOCIOLGICOS
El Colegio de Mxico
Mxico, 1986
INTRODUCCIN
Cecilia Montero
Francisco Zapata
Los estudios que se proponen caracterizar la formacin social de los pases
latinoamericanos han buscado por lo general la explicacin de la especificidad de
cada pas en las condiciones en que realiz su independencia del dominio
colonial, en la mayor o menor rapidez en que se constituyeron como un estado
nacional, o en las bases econmicas de la emergencia de una burguesa nacional
y su correspondiente insercin internacional.
En el caso de Chile existe un cierto consenso acerca de que la formacin
temprana de un sistema poltico-institucional y el papel de mediacin del Estado
frente a la explotacin del recurso exportador, los minerales de salitre y cobre,
explican los rasgos distintivos de la formacin social chilena. En primer lugar, y
como elemento central para explicar la aparicin y el desarrollo de las clases y de
sus alianzas, figura el Estado, impulsor de un desarrollo econmico nacional y de
un sistema poltico basados en el compromiso. En segundo lugar, aparece como
caracterstico de Chile el desarrollo tambin precoz de un movimiento obrero
autnomo del Estado pero estrechamente ligado a los partidos polticos. En tercer
lugar, se seala la importancia de la clase media chilena la que se forma,
podramos decir, ms polticamente por su relacin al Estado que por su insercin
en la actividad econmica que en Argentina y Uruguay.
La fase de industrializacin que se inicia a partir de los aos treinta con la
sustitucin de importaciones pudo desarrollarse en el marco de una relativa
estabilidad poltica gracias a una suerte de compromiso entre la burguesa, que
toleraba el acceso de la clase obrera al sistema poltico, siempre que sta y la
clase media no amenazaran las bases del rgimen de acumulacin. Ya en los
aos sesenta comienzan a ser evidentes los lmites de tal sistema de compromiso,
que provienen, segn la tesis de A. Pinto (1984) de un desarrollo econmico
insuficiente para las necesidades del sistema de distribucin, que la negociacin
poltica haba logrado ampliar. La concentracin de los ingresos y el deterioro de
cules han sido o pueden ser sus efectos sobre el comportamiento colectivo de los
trabajadores.
El carcter experimental de las polticas del rgimen militar, durante el cual se han
aplicado reformas drsticas sin recurrir a ninguna forma de legitimacin popular,
demuestra cmo se redefinen las relaciones entre las clases cuando desaparece
toda intermediacin institucional y el aparato del Estado se moviliza unvocamente
para asegurar el xito de los intereses de un sector de la burguesa. Cul fue la
reaccin de los intelectuales frente a la derrota poltica y cmo interpretaron el
nuevo rgimen de excepcin? Aunque con un cierto retraso, se puede decir que el
pensamiento social acusa el efecto de la ruptura.
Ese pensamiento empez por cuestionar a fondo las caractersticas histricas de
la formacin social y debatir las razones de un desarrollo econmico insuficiente,
la fragilidad del sistema parlamentario, los rasgos comunes de los gobiernos
anteriores y la contrapartida "negativa" del exceso de politizacin del movimiento
obrero. Uno de los resultados ms importantes de esa revisin es la gran cantidad
de estudios histricos que se han propuesto una reescritura de la historia del pas
a partir de explicaciones ms econmicas y sociales y menos exclusivamente
polticas (Gngora, 1981; Vial, 1981).
Los trabajos de carcter ms sociolgico comparten la misma inquietud acerca de
la distancia que separa estos diez ltimos aos de la tradicin histrica revisada y
los efectos estructurales que pueden preverse una vez que se haya cerrado el
parntesis del monetarismo y del estado de excepcin. La descripcin de las
polticas econmicas e institucionales del gobierno del general Pinochet ya ha sido
objeto de numerosos trabajos que no es necesario repetir aqu.
Tambin se han avanzado hiptesis sobre efectos como los de la disminucin del
peso relativo del proletariado industrial (Martnez y Tironi, 1980), la de una posible
divisin de la clase trabajadora segn su inclusin en o su exclusin del polo
dinmico de la economa. A la hiptesis sobre la emergencia de una nueva
burguesa apoyada en el sistema financiero (Lagos, 1979) sucedi la de una
supuesta "modernizacin" de la clase media por la va del consumo (Martnez,
1982). Ninguna de estas hiptesis ha sido totalmente confirmada o rechazada;
asistindose ms bien a un desplazamiento del nivel en que estas preguntas son
tratadas.
La seleccin de estudios que aqu presentamos debaten el tema del impacto de
los cambios mencionados en el tejido social y la configuracin actual de las
fuerzas sociales con especial nfasis en la clase obrera y en la clase media. Los
temas tratados se ubican en tres niveles de reflexin, analticamente
diferenciables, pero complementarios: la estructura de clases, la relacin
estado/movimiento obrero y las condiciones de produccin y de reproduccin de la
clase obrera.
El anlisis de la estructura de clases
La primera tarea de la reflexin sobre los ltimos aos de Chile es establecer una
relacin entre la "nueva" estructura econmica y un tejido social supuestamente
"desarticulado" por los efectos del monetarismo, de la crisis y de la represin. Esa
re flexin debe ser antecedida, sin embargo, por una discusin terica que
establezca la pertinencia de los modelos conceptuales. En este nivel, hay
consenso sobre las preguntas pertinentes pero no sobre las categoras de anlisis
que deben utilizarse, pues se habla indistintamente de clases, capas, grupos y
estratos sociales (Montero, 1982).
Si se acepta que el rgimen de excepcin interrumpe la articulacin de los
intereses de clase mediante el sistema poltico ya no es pertinente referirse a la
estructura social, que se encuentra totalmente disgregada? De la misma manera,
cuando se han roto las canales de integracin y movilidad social puede
analizarse una sociedad en trminos de estratos? Por ltimo, si en las actuales
condiciones, la oposicin directa entre obreros y capitalistas ha pasado a segundo
plano es pertinente seguir aplicando un anlisis de clase? Estructura social,
estratificacin y estructura de clases son enfoques alternativos no slo desde el
punto de vista terico, sino tambin desde el punto de vista de los procesos
sociales reales. Aunque existe abundancia de publicaciones sobre estos temas,
son escasos los trabajos dedicados a un estudio ms emprico de la evolucin de
la estructura social en el nivel nacional. Ms an, "la seleccin de un sistema de
clases en lugar de otro ha tenido origen frecuentemente en una mera adhesin
ideolgica o en una opcin terica acrtica ms que en razones cientficas"
(Filgueira y Geneletti, 1981). En el caso de Chile, el debilitamiento relativo de las
organizaciones proletarias y el congelamiento del quehacer poltico e ideolgico
abierto limitaron el debate poltico a una discusin entre intelectuales. Por otra
parte, la dificultad de realizar estudios de terreno condujo al desarrollo de una
reflexin basada casi exclusivamente en la interpretacin de estadsticas oficiales.
Los trabajos basados en las encuestas peridicas de empleo llegaron a una
primera conclusin: la de que hay en Chile un aumento del sector terciario en
desmedro del empleo en las actividades productivas y en la industria
manufacturera. Esta tendencia, que no es propia de Chile, adquiri mucha
importancia para el anlisis sociopoltico debido a la situacin de reestructuracin
en que se encontraba el pas. Este aumento fue acompaado por una tasa de
cesanta superior a 15%, de un movimiento de concentracin del capital financiero
en torno a un nmero restringido de conglomerados, del retiro del Estado de la
actividad econmica y de una disminucin del gasto social. Lo que las series
estadsticas indicaban no era ms que una acentuacin de tendencias histricas
pero tambin una posicin diferente de las clases frente a los recursos
econmicos.
Los anlisis negativos sobre la terciarizacin que, en muchos casos se derivan de
un cierto "fetichismo de la produccin" (Singer, 1979) o de un obrerismo
ideolgico, cedieron el paso a los estudios de la desarticulacin social y de la
"anomia". Es en este nivel, ya no de la demostracin por el volumen relativo de
uno u otro estrato donde comienza a intervenir la preocupacin por la estructura
Son estos temas, los de la estructura de clases, de las relaciones entre el Estado y
el movimiento obrero y de las condiciones de vida y de trabajo, los que componen
el presente libro.
Consideramos que partiendo de ellos se puede advertir, si no la continuidad, por lo
menos el hilo que une el periodo de 1973 en adelante. Las dos grandes partes en
que hemos dividido el texto, una dedicada a las transformaciones de la estructura
de clases y la otra dedicada a la evolucin del sindicalismo nos permiten ilustrar
los problemas sealados en forma ms concreta. La contribucin de Cecilia
Montero desarrolla un anlisis de la forma en que las polticas econmicas
puestas en prctica por el liberalismo de la escuela de Chicago no slo han
generado desempleo sino que han contribuido a modificar las bases de
constitucin del mercado de trabajo en Chile y, por esa va, las formas de insercin
social. Los cambios sectoriales en el empleo, la aparicin de un sector informal
particular, en parte producto de la aplicacin del Programa de Empleo Mnimo
(PEM) (Ruiz Tagle, 1982) y la nueva relacin de los grupos medios con el mercado
de trabajo son los aspectos centrales tratados por ella.
Siguiendo esta misma lnea, pero concentrndose mucho ms en los aspectos
estructurales, Martnez y Tironi discuten una tesis que ya ha provocado mucho
debate: la de la disminucin del peso de la clase obrera en el conjunto de la
poblacin econmicamente activa. Esto, que ellos identifican con "un detrimento
importante de las posiciones asalariadas respecto de las posiciones ocupacionales
independientes" conduce a reformular la concepcin de la estructura econmica y
social del pas. La disminucin del peso de los obreros y la proletarizacin o
desburocratizacin de los grupos medios, as como el deterioro de la posicin de
los empresarios insertos en el aparato industrial sustitutivo de importaciones lleva,
a fin de cuentas, a identificar un pas muy diferente al Chile de antes de 1973. Sin
ahondar en las repercusiones polticas de esta nueva situacin, los autores
contribuyen al diagnstico de la transformacin de la estructura de clases de Chile
en los ltimos diez aos. Si esto se liga o no a la poltica econmica puesta en
prctica o si se trata de un cambio irreversible, son conclusiones a las que ellos no
tratan de llegar. El anlisis presentado en esta primera parte del libro puede
fundamentar la consideracin de la evolucin del sindicalismo, tanto en el nivel
global, objeto del trabajo de Valenzuela y Barrera, como a nivel especfico, por
medio del caso de los mineros de Chuquicamata, objeto del trabajo de Zapata. Si
bien no siguen lneas paralelas, ambos trabajos reconstruyen la trama de la
interaccin entre el rgimen militar, los sindicatos y los obreros. Tratan de
reconstituir el campo de tensiones que enfrent a estos actores sobre todo
despus de 1976, cuando la Democracia Cristiana pas a la oposicin del rgimen
militar y que se pudieron dar las bases de una confrontacin que no derivara
necesariamente en represin. Se indican las fases de la elaboracin de una cierta
institucionalizacin de las relaciones laborales en el pas, que culmina en 1979 con
la puesta en prctica del Plan Laboral. La existencia de una cierta
institucionalizacin indica que el rgimen militar no ha actuado como si el
sindicalismo fuese un sector homogneo; al contrario, las polticas puestas en
prctica, las disposiciones sobre la negociacin colectiva y la huelga, revelan que
los militares han tomado abiertamente en cuenta las relaciones de fuerza en cada
sector. Adems, ambos actores estn conscientes de sus mrgenes de maniobra,
lo que permite formular el concepto de "paz armada" para resumir la tensin entre
mineros y militares. En ambos la preocupacin por reconstruir la historia de dichas
relaciones y el esfuerzo paralelo por caracterizarlas sin ideologizarlas es quizs
una manera de avanzar en la constitucin de un acervo de conocimientos sobre
esta temtica que vincule el trabajo descriptivo con el analtico.
Sabemos que el anlisis del caso chileno, sobre todo desde 1973 en adelante, no
peca por ausencia de estudios y trabajos. Al contrario, la situacin y la evolucin
ocurrida en los diez ltimos aos ha sido objeto de innumerables reflexiones.
Valga sta como una contribucin adicional a dicho esfuerzo.
INDICE
Introduccin
El anlisis de la estructura de clases
Estado y movimiento obrero
Condiciones de trabajo y accin obrera
Bibliografa
PARTE I. La estructura de clases
Crisis del empleo y relaciones sociales
Cmo analizar la estructura de clases?
Caractersticas y destino de la fuerza de trabajo
Composicin sectorial del empleo
El sector informal
Impacto sobre las relaciones sociales
Nueva relacin salarial y consecuencias ideolgicas
La situacin de los sectores medios
Conclusin
Bibliografa
Cambios en la estratificacin social entre 1970 y 1980
Introduccin
Principales resultados de la clasificacin Filgueira-Geneletti: 1950-1980
Principales resultados de la clasificacin de este estudio: 1960-1980
La distribucin porcentual de las clases y los grupos
Los ingresos de las clases y los grupos
Nota sobre los sectores sociales agrarios
Las nuevas tendencias de la estratificacin social
Bibliografa
Anexo
Bibliografa
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Nadie duda de que el golpe militar de 1973 en Chile inici una transformacin de
las reglas de funcionamiento de la economa, de la forma de insercin de Chile en
el mercado mundial y del contexto sociopoltico en que actuaban los grupos,
organizaciones y movimientos sociales dentro del pas. Pero aunque hay
consenso sobre los efectos destructores de la poltica aplicada por el rgimen
militar, se sabe poco sobre las huellas que haya dejado ya marcadas en la
sociedad chilena.
Este trabajo busca determinar en qu medida las polticas econmicas aplicadas y
las reformas polticas e institucionales (1) han alterado definitivamente la estructura
de las clases sociales, han modificado su base material, sus formas de integracin
econmica y social y su capacidad de accin organizada de los distintos sectores
sociales.
El caso chileno confirma tambin la utilidad de centrarse en el mercado de trabajo
para estudiar los cambios de orden social, as como la conveniencia de
mantenerse en un nivel intermedio entre los anlisis macroeconmicos marxistas y
los estudios microsociolgicos de los grupos sociales. El examen de la evolucin
del empleo en el largo plazo, de las modificaciones en la estructura ocupacional y
de las condiciones de reproduccin de la fuerza de trabajo nos han permitido
sealar las principales rupturas producidas en la composicin de los asalariados y
sus consecuencias en las relaciones sociales.
Este trabajo se sita en la lnea de los enfoques "estructurales", como el excelente
trabajo emprico de Figueroa y Geneletti(1981) sobre varios pases de Amrica
Latina y el estudio sobre Chile de Martnez y Tironi que se publica en esta
compilacin. Se diferencia de los estudios antedichos en que su inters abarca el
conjunto de las condiciones que rigen el uso y reproduccin de la fuerza de trabajo
y no slo resultantes como la distribucin del ingreso y del empleo. Su reflexin
atiende ms a las clases que a su estratificacin.
El examen del periodo 1973-1983 en Chile nos ha permitido trascender la
hiptesis dualista que opone el sector moderno al sector tradicional dentro del
mercado de trabajo; la poltica econmica monetarista pone al descubierto los
mecanismos de relacin entre el sector formal de ese mercado en Chile y un
sector informal que ha tenido que proveer de precarios medios de sobrevivencia a
las categoras expulsadas del sistema econmico central. Los mecanismos
econmicos e institucionales de exclusin de franjas enteras de la clase
trabajadora han funcionado como propiciadores de un cierto tipo de acumulacin v
no como retrasos propios de la economa perifrica con respecto a la central. La
evidente polarizacin del acceso social a los recursos no debe ser solamente
considerada como resultado de una mala distribucin de la relacin salarial; ha
cambiado tambin el lugar del trabajo en la sociedad. Se puede conceptualizar el
periodo histrico que nos ocupa en trminos de un cambio de relacin entre las
clases.
Cmo analizar la estructura de clases?
viva en reas urbanas y un tercio de la poblacin total del pas habitaba la capital,
en el Gran Santiago.
El crecimiento de la poblacin urbana se debe en el caso chileno, ms que a un
fenmeno de crecimiento natural, a un proceso de migracin interna, pues la tasa
de natalidad ha disminuido (de 24.6 a 21.5 por ciento entre 1975 y 1979). El
proceso migratorio se produce entre los centros urbanos ms que desde las zonas
rurales a las ciudades; es decir que hay una movilidad geogrfica entre los
mercados de trabajo urbanos (Elizaga, 1970; Raczynski, Vergara, 1978).
Como consecuencia de un cambio en la estructura por edades, hubo un aumento
de la poblacin en edad de trabajar (15 a 64 aos), pero esto no se tradujo en un
aumento proporcional de la poblacin econmicamente activa. Las razones de
este fenmeno difieren segn los periodos: entre 1960 y 1970 se observa un
aumento de la escolaridad de los jvenes entre 15 y 19 aos, como consecuencia
de la poltica educacional, que retir a esa categora del mercado de trabajo.
Tambin disminuyeron la edad para jubilarse y la tasa de natalidad. Todos estos
factores determinaron una evolucin favorable entre crecimiento natural, poblacin
activa y fuerza de trabajo.
A partir de 1975 esta tendencia se invierte, pues la tasa de crecimiento de la
fuerza de trabajo es mayor que la tasa de crecimiento de la poblacin: es decir, se
produce un cambio en la tasa de actividad de ciertas categoras de la poblacin y
en particular de las mujeres. (4)
Se constata tambin desde ese ao un estancamiento del volumen de la fuerza de
trabajo, a pesar de que aumentan la poblacin y la tasa de participacin. Esto
significa que el sistema econmico no ha generado los empleos suficientes para
absorber la poblacin que se incorpora al mercado de trabajo. Si bien ste es
problema corriente en los pases de Amrica Latina, la evolucin de los
indicadores del mercado de trabajo permiten poner en evidencia el efecto conjunto
de los factores demogrficos y los que pueden ser atribuidos a la poltica
econmica.
El fenmeno demogrfico ms sobresaliente de los ltimos aos es la acentuacin
del proceso de urbanizacin. Segn el ltimo censo de poblacin, realizado en
1982, 80% de la poblacin viva en zonas urbanas y slo 20% en zonas
rurales. (5) Esto significa que en los ltimos cinco anos la poblacin urbana
aument en 1 372 023 personas (6) (INE, Series Estadsticas, 1981). Santiago con
4.5 millones de habitantes, concentra hoy da la mitad de la poblacin urbana del
pas. En una economa como la chilena, este grado de urbanizacin se traduce en
una enorme presin en los mercados de trabajo de las grandes ciudades, pues la
capacidad de acumulacin en las ciudades pequeas y medianas que producan
para el mercado interno ha sido reducido por la canalizacin de los recursos
financieros hacia el centro.
CUADRO 1
Poblacin total por situacin en la fuerza de trabajo
Ao
1960
7 585.2
2 427.3
2 255.0
7.1
1965
8 509.7
2 673.2
2 502.1
6.4
1970
9 357.6
2 950.1
2 770.1
6.1
1975
10 196.4
3 169.8
2 743.5
13.4
1979
10 989.1
3 477.4
3 003.3
13.6
1980
11 104.3
3 635.5
3 174.4
10.4
1981
3 594
3 191
11.2
1982
3 504
2 825
19.4
CUADRO 2
Cambios en la estructura ocupacional de Argentina, Chile, Mxico,
Per y Venezuela entre 1950-1970 y 1970-1980
Sector Primario
Sector Secundario
Sector Terciario
Argentina
- 8.8
+ 0.5
+ 8.3
Chile
- 8.6
- 5.3
- 2.8
- 1.0
+ 11.6
+ 6.4
Mxico
- 16.0
- 0.6
+ 6.0
+ 1.8
+ 9.8
- 2.3
Per
- 12.3
- 0.6
+ 1.8
+ 0.2
+ 10.5
- 2.8
Venezuela
- 20.0
+ 2.0
+ 4.9
- 1.5
+ 15.3
- 0.5
CUADRO 3
Poblacin ocupada por rama de actividad econmica (1970-1980)
1970
miles
1975
miles
1979
miles
1980
miles
1982
miles
Agricultura
622.3
21.2
581.9
21.6
504.1
16.8
529.7
16.3
458.9
16.2
Minera
53.8
1.8
83.3
3.1
75.9
2.5
71.8
2.0
51.7
1.8
Industria
manufacturera
672.3
22.9
456.7
16.8
496.1
6.5
524.1
16.1
356.2
12.6
Construccin
236.3
8.0
121.4
4.5
126.0
4.2
151.4
4.6
80.4
2.8
Electricidad
19.9
0.7
21.2
0.8
26.0
0.9
24.5
0.7
24.5
0.8
Comercio
388.7
13.2
397.4
14.6
527.1
7.5
589.4
18.1
489.4
17.3
Transporte
245.1
8.3
175.4
6.5
201.5
6.7
211.1
6.5
173.9
6.1
Servicios
sociales y com.
681.0
23.1
855.3
31.5
953.0
87.9
2.9
Servicios financieros
Total ocupacin
2941.8
2715.9
3003.2
101.0
3256.3
3.1
100.6
3256.3
Fuentes: INE, encuesta continua de mano de obra hasta 1975, Encuesta Nacional del Empleo,
1979-1982.
3.5
Esta nueva estructura del empleo se altera desde 1982 por la precipitacin de la
crisis financiera y el quiebre de empresas en casi todas las ramas de la economa.
Las actividades que haban aprovechado los efectos positivos de las medidas
monetaristas se encuentran en corto plazo sin el crdito necesario para seguir
operando y frente a un endeudamiento que sobrepasa su capacidad de solvencia.
La crisis comienza con la intervencin de bancos y empresas financieras, el
examen de la situacin de cada deudor y la declaracin por parte de la autoridad
de la viabilidad de cada una de ellas. En febrero de 1983 se encontraban en
trmite 1 300 solicitudes de quiebra, entre las cuales se encuentran empresas de
todo tipo, incluidas grandes industrias pertenecientes a los grupos econmicos
cuestionados. En esa misma fecha se promulga una nueva ley que deja la quiebra
en manos de sndicos privados y que suprime virtualmente la garanta del estado
sobre los derechos de los trabajadores de las empresas impugnadas. Durante los
ltimos meses de ese ao se suceden los despidos colectivos con o sin
indemnizacin y las rebajas salariales, que se consignan en los contratos
colectivos sin los reajustes anuales.
El sector informal
Si se analizan las actividades en que est ocupada la fuerza de trabajo urbana, se
pueden apreciar grandes diferencias en las condiciones de empleo. Junto a la
incapacidad de la economa de proveer empleo productivo, se acenta la
segmentacin en el interior de la fuerza de trabajo de los empleos del sector
formal, que incluye todas las situaciones de asalariado y. del sector informal, que
incluye a los llamados trabajadores por cuenta propia, con formas de empleo
independiente, y a los familiares no remunerados. El empleo en el sector formal,
que representaba 66.2% de la fuerza de trabajo urbano en 1967, decrece hasta
53% en 1980 (vase cuadro 3 adjunto elaborado por Prealc).
CUADRO 4
Segmentacin de la poblacin econmicamente activa (PEA) (1970-1980)
1970
1980
Total PEA
Miles
Total PEA
2940.0
PEA urbana
2367.4
100.0
3076.9
100.0
Formal
1567.3
66.2
1634.3
53.1
Informal
523.4
22.1
680.8
22.2
Serv. domstico
191.5
8.1
20.3
6.6
3.2
207.2
6.7
378.4
10.4
PEM
Desocupados
93.8
Porcentaje
PEA sectorial
Miles
Porcentaje
PEA sectorial
3635.6
Fuente: Elaboracin de Prealc en Tokman y Lagos (1982), con base en encuestas del
INE, una elaboracin posterior con base en datos censales arroja resultados diferentes,
El empleo en el sector informal, que haba decrecido entre 1950 y 1970 por la
expansin de las actividades formales de ese periodo, vuelve a adquirir un peso
relativo como forma de subempleo; (13) el exceso de oferta crea as su propia
demanda. Esto se refleja en las categoras ocupacionales pues disminuyen los
asalariados (empleados y obreros) y aumentan los trabajos independientes (vase
cuadro 2). La categora del "trabajador por cuenta propia", registrada en
estadsticas oficiales, incluye una gama variada de oficios fuera de una relacin de
asalariado, desde chofer de taxi, garagista, sastre o lavandera, a las actividades
comerciales de vendedor ambulante, feriante o comerciante establecido. No todas
estas actividades corresponden necesariamente a desocupacin disfrazada o
subempleo, pero las que ms aumentan en el periodo 1950-1970 son justamente
las ocupaciones refugio en el sector de la construccin o del comercio (Prealc,
1980).
En Chile los empleos informales no aumentan con relacin funcional al sector
central, como ocurre en las economas desarrolladas, porque no se trata de
formas de subcontratacin o de trabajo a domicilio destinadas al sector productivo.
El hecho de que el empleo independiente aumente ms que el empleo asalariado
indica un proceso de marginalizacin de sectores de la clase trabajadora que
crean una actividad de sobrevivencia y una vuelta a la familia como unidad
econmica donde se gestiona y administra la relacin entre los recursos y las
necesidades. La familia debe buscar los recursos necesarios para mantener un
nivel de vida adecuado y utilizar para ello a sus miembros segn las oportunidades
de empleo formal o informal que se van presentando.
El sector informal urbano ya no ocupa a una mano de obra no calificada como en
el pasado (ancianos y mujeres que no pueden incorporarse al empleo en forma
estable) sino que tambin absorbe mano de obra calificada y jvenes, en particular
en el comercio (vendedores ambulantes) y en los servicios (mecnicos,
electricistas). Estudios realizados sobre las actividades informales constatan que
han aumentado aquellas que involucran niveles de productividad y de ingreso
inferiores a los que se obtenan normalmente en ese sector. (14)
Lo que estos indicadores revelan es que la poltica monetarista ha agudizado el
problema de la subutilizacin de la mano de obra, es decir, el subempleo y el
desempleo abierto. (15)
En 1980, entre los 2 634 300 trabajadores que haba en el sector formal, el
subempleo era de 1.090.000 (sector informal ms empleo mnimo y servicio
domstico). En otros trminos, alrededor de un tercio de la fuerza de trabajo se
encontraba excluida de las relaciones de produccin centrales, ya sea en abierta
desocupacin, en actividades de sobrevivencia o en los trabajos pblicos.
CUADRO 5
Remuneraciones reales (Indice, 1970 = 100)
Sueldos y salarios a
Pensin media b
Asignacin familiar c
1970
100.0
100.0
100.0
1971
122.7
141.7
135.1
1972
96.1
95.5
105.6
1973
80.4
55.3
49.0
1974
65.0
59.3
69.5
1975
62.9
52.0
67.1
1976
64.9
56.3
61.8
1977
71.4
60.9
57.6
1978
76.0
67.0
56.0
1979
82.3
75.9
54.2
1980
89.2
82.8
54.4
1981
97.2
54.0
La devaluacin del factor trabajo se advierte tanto en el nivel econmico (cada del
nivel de vida, gran movilidad en el mercado de trabajo y desproteccin jurdica)
como en el nivel poltico (desplazamiento de la clase obrera de la escena poltica).
Los procesos de exclusin del mercado de trabajo han acentuado la magnitud de
la fraccin de la clase obrera correspondiente a la poblacin informal urbana y el
sector independiente de las clases medias. Una primera consecuencia de esta
nueva realidad es el cambio del papel econmico de la familia y sus secuelas de
redefinicin de funciones familiares y necesidad de resolver tanto los problemas
de produccin de ingreso como de reproduccin del ncleo familiar. Una segunda
consecuencia de esta heterogeneidad de situaciones de clase es una escasa
integracin entre las clases y en particular de la poblacin joven, que no dispone
de canales definidos de insercin social.
En la medida en que el enfrentamiento entre clases no se produce en forma
significativa en los lugares de produccin, ni en el aparato institucional, se asiste a
un desplazamiento de la relacin entre las clases hacia una referencia directa al
Estado. Esto parece una paradoja cuando se recuerda que el golpe militar de 1973
tuvo una marcada inspiracin clasista. Sin embargo, la lgica del desplazamiento
est en la propia estrategia del rgimen, que ha evitado toda conceptualizacin de
los problemas econmicos y sociales en trminos de intereses de clase. La lgica
del mercado que sustent el boom econmico sirve tambin de explicacin a la
recesin, por una transferencia hacia el exterior de la responsabilidad poltica (la
crisis econmica mundial y luego el FMI).
Los tres procesos sealados producen en las bases complejos efectos que
impiden la movilizacin colectiva. La recesin provoca un vuelco hacia el terreno
de la reproduccin y en ese terreno se desarrolla la accin poblacional. Los
sectores populares organizados se dirigen a la autoridad con reivindicaciones
inmediatas, sin encontrar por el momento una articulacin poltica.
Por otra parte, los sectores medios, que haban aceptado ser marginados del
sistema poltico sin oponer resistencia, se organizan y se movilizan a medida que
se agravan las dificultades econmicas. Los sectores ms activos son los que
estn en situacin independiente (transporte, comercio, agricultura, profesiones
liberales) es decir, ms la pequea burguesa que el asalariado de clase media.
Una tercera linea de accin, convergente con las anteriores, es la de la clase
obrera tradicional, mediante las organizaciones sindicales, que tienen ms
capacidad de presin y un fuerte pasado, aunque ms reivindicativo que poltico.
Este cuadro no da lugar por el momento a una nueva alianza de clases, que salve
la ruptura histrica de los ltimos diez aos. Se trata ms bien de
comportamientos reactivos de sectores de una estructura social alterada, cuya
recomposicin deber hacerse tanto en el terreno de lo econmico como en el de
lo poltico.
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Notas:
1. Damos por conocida la poltica monetarista aplicada por el rgimen militar chileno, el sistema
poltico autoritario que ha impuesto y la legislacin laboral que aplica.
2. Aunque en la definicin marxista slo intervienen factores econmicos como la propiedad de
medios de produccin y la contratacin de fuerza de trabajo.
3. Por ser la primera una clasificacin estadstica y la otra un concepto sociolgico.
CUADRO 1
Evolucin de los estratos socio ocupacionales, 1950-1980
1950 a
1960 a
1970 a
1980 b
21.4
22.1
29.0
36.2
20.7
20.1
25.4
35.9
a) Empleadores
1.3
0.9
2.3
1.7
b) Gerentes
0.7
1.4
1.2
0.6
c) Profesionales independientes
0.8
0.6
0.6
0.8
d) Profesionales dependientes
3.4
4.4
5.9
6.3
5.8
3.7
3.6
9.1
8.7
9.1
11.6
17.4
0.7
0.4
0.7
0.3
1.6
2.9
42.1
32.6
31.8
33.4
a) Asalariados
26.1
24.9
24.1
6.5
6.9
9.3
7.6
13.3
10.6
12.5
a) Asalariados
12.2
9.7
10.8
1.1
0.9
1.7
28.9
29.5
22.0
16.4
a) Asalariados
20.5
21.4
14.6
8.2
b) TCP y FNR
-8.4
8.1
7.4
8.2
2.7
4.7
Otros
0.3
1.3
1.3
La proporcin de los estratos medios y superiores contina en la dcada 19701980 el proceso de franco aumento que viene desde 1960, aunque el ritmo de ese
aumento disminuye con relacin al fuerte incremento de 1960-1970. El incremento
de estos estratos se localiza exclusivamente entre las ocupaciones secundarias y
terciarias y, dentro de ellas, principalmente en las categoras "oficinistas,
vendedores y similares", "cuenta propia en el comercio" y "profesionales
independientes". Mientras tanto, la proporcin de "empleadores" y "gerentes"
disminuye y la de los "profesionales dependientes" parece mantenerse constante
o disminuir de un modo insignificante.
CUADRO 2
Posicin relativa de cada estrato por periodos segn clasificacin, Filgueira-Geneletti (1981)
1960/1950 1970/1960 1980/1970
I.1. Estratos medios y superiores, total
1.03
1.31
1.25
0.97
1.26
1.41
a) Empleadores
0.69
2.56
0.74
b) Gerentes
2.00
0.86
0.50
c) Profesionales independientes
0.75
1.00
1.33
d) Profesionales dependientes
1.29
1.34
1.07
0.64
0.97
2.53
1.05
1.27
1.50
0.57
1.75
0.43
1.81
0.77
0.98
1.05
a) Asalariados
0.95
0.97
1.06
1.35
1.75
0.80
1.18
a) Asalariados
0.80
1.11
0.82
1.89
1.02
0.75
0.75
a) Asalariados
1.04
0.68
0.56
b) TCP y FNR
0.96
0.91
1.11
1.74
Otros
4.33
1.00
Fuente: cuadro1
INGRESOS ALTOS
Estratos socioocupacionales "altos"
Estratos socioocupacionales "medios"
Estratos socioocupacionales "bajos"
INGRESOS BAJOS
CUADRO 3
Porcentaje de cada estrato en el total de la muestra (clasificacin ad hoc)
Estrato
1960
1970
1980
0.3
0.2
0.2
2. Gerentes y directores
0.9
1.4
1.1
3. Otros empleadores
0.8
0.6
1.8
0.1
0.2
0.2
1.0
1.1
0.9
c. Comercio
0.5
0.5
0.9
d. Servicios y no especificados
0.3
0.4
1.0
34.6
40.0
39.7
6.5
6.8
7.3
a. Profesionales y directores
0.1
0.2
0.0
b. Personal administrativo
0.6
0.5
0.4
5.8
6.1
7.0
3.5
2.5
2.5
a. Profesionales y directores
1.4
1.4
1.2
b. Personal administrativo
0.3
0.1
0.2
1.8
1.1
1.1
24.6
30.7
29.9
a. Profesionales y directores
6.1
9.6
10.4
b. Personal administrativo
12.4
14.0
12.2
6.1
7.1
7.3
24.9
20.2
17.8
a. Sector primario
0.1
0.3
0.6
b. Industria
18.5
14.8
12.5
c. Construccin
4.6
3.8
4.0
d. Transporte
1.7
1.4
0.7
28.2
24.6
22.9
5.4
3.4
3.8
a. Sector primario
0.0
0.0
0.1
b. Industria manufacturera
4.9
3.2
3.1
c. Construccin
0.5
0.2
0.6
I. Clases empresariales
22.3
21.2
19.1
a. Comerciantes y vendedores
2.6
2.6
2.8
9.9
9.8
9.3
c. Servicios domsticos
10.3
8.8
7.0
V. Sin informacin
10.4
13.0
16.5
Total
100.0 100.0
100.0
CUADRO 4
Proporcin de la clase empresarial por sectores econmicos (1960, 1970 y 1980) (porcentajes)
Clases empresariales
1960
1970
1980
7.1
9.5
7.5
2. Industria, construccin
48.6
51.7
30.1
3. Comercio
27.1
22.4
30.1
17.1
15.5
32.2
Total
100.0
100.0
100.0
1. Agricultura y minera
1. Las cifras de estos sectores no son representativas por las caractersticas de la muestra.
Fuente: Universidad de Chile
Puede observarse que las clases medias como conjunto, despus de una
acelerada expansin en 1960-1970 parecen haber detenido esa tendencia en la
ltima dcada. Esto se debe a la dbil demarcacin entre las clases medias
independientes y las clases empresariales (que, como se ve en la encuesta se
incrementan) pero, mucho ms, al brusco freno del crecimiento de las clases
medias asalariadas (ms especficamente, del sector "personal administrativo"),
como se aprecia en el cuadro 5. En efecto, estas clases haban aumentado
fuertemente su participacin en detrimento de su sector independiente, tendencia
que se invierte luego en el lapso 1970-1980.
CUADRO 5
Clase media independiente y asalariada, 1960, 1970, 1980
(porcentajes: total clase media independiente = 100)
1960
1970
1980
Independiente
28.7
23.2
24.7
Asalariada
71.3
76.8
75.3
Sin embargo, el mayor peso relativo de las clases medias independientes (CMI),
no se origin en el sector terciario, donde tendi a reducirse en la dcada del
sesenta. Por el contrario, este grupo se abult relativamente en el sector
productivo, especficamente en la agrupacin "comerciantes, vendedores y
trabajadores de otros servicios", como se observa en el cuadro 6. Como se
muestra ms adelante, el abultamiento de esta agrupacin obedece
fundamentalmente al crecimiento de las actividades independientes de transporte
vehicular.
A lo largo de todo el periodo se constata una cada sensible en la significacin
numrica de la "clase obrera" (de 18.9% entre 1960-1970 y de 11.9% entre 19701980). Esta disminucin es especialmente drstica en la industria manufacturera,
en que la cada alcanza a 20% en 1960-1970 y a 15.5% en 1970-1980. Esto
ratifica lo que hemos concluido en otros trabajos destinados especficamente a
este grupo social con base en informacin de cobertura nacional (Martnez y
Tironi, 1982 y 1983).
CUADRO 6
La clase media independiente (porcentajes: total CMI = 100)
1960 1970 1980
1. Clase media independiente, sector productivo
a. Profesionales y directores
0.1
1.8
0.4
b. Personal administrativo
6.1
5.0
3.6
a. Profesionales y directores
b. Personal administrativo
2.5
1.0
2.0
CUADRO 7
Proporcin de cada clase por niveles de ingreso (1960-1980)
Nivel de ingreso personal
Estrato o clase
Ao
I. Empresarios
1960
90.0
8.6
1.4
1970
89.5
9.5
1.0
1980
91.8
6.8
1.4
1960
38.3
47.1
14.6
1970
36.2
48.4
15.4
1980
35.5
50.0
14.5
1960
33.6
43.0
23.4
1970
34.3
43.1
22.6
1980
36.6
48.6
14.8
1960
40.3
48.7
11.0
1970
36.7
50.0
13.3
1980
35.0
50.5
14.5
1960
5.1
49.0
45.9
1970
4.7
49.8
45.5
1980
3.6
48.1
48.3
1960
4.1
28.0
67.9
1970
4.6
26.3
69.1
a) Clase media
b) Clase media
Alto
Medio
(quintil 5) (quintiles 3+4)
Bajo
(quintil 2+1)
1980
2.9
28.8
68.3
1960
8.5
44.0
47.5
1970
7.5
35.7
56.8
1980
6.1
34.6
59.3
1960
3.0
24.2
72.8
1970
4.1
24.9
71.0
1980
2.3
27.7
70.0
1960
24.4
33.0
42.6
1970
12.2
29.4
58.4
1980
11.0
28.2
60.8
CUADRO 8
Proporcin de la clase media independiente por niveles de ingreso (porcentajes)
Alto
Bajo 1
Medio
a. Profesionales y directores
-2
b. Personal administrativo
2. Sector terciario
a. Profesionales y directores
b. Personal administrativo
8.8
-
CUADRO 9
Proporcin de la clase media asalariada por niveles de ingreso (porcentajes)
Alto
Bajo 1
Medio
40.3
36.7
35.1
48.7
50.0
50.5
11.1
13.3
14.5
a. Profesionales y directivos
46.9
53.3
49.4
43.1
30.8
35.4
9.4
9.1
9.4
b. Personal administrativo
42.3
32.5
31.6
29.5
34.4
57.3
11.0
12.6
12.5
c. Comerciantes, vendedores
29.4
22.8
20.5
53.6
58.7
45.2
12.7
20.0
22.5
1 Los estratos son los mismos del cuadro 7. Fuente: Universidad de Chile.
CUADRO 10
Variacin de la proporcin en los niveles de ingreso por estrato o clase (puntos porcentuales)
Estrato o clase
Alto
Medio
Bajo
Indice
I. Empresarios
+ 2.05
- 2.25
+ 0.20
+ 1.85
- 1.75
+ 2.25
- 0.50
- 1.25
a) Clase media
+ 2.65
+ 5.55
- 8.20
+ 10.85
b) Clase media
- 3.50
+ 1.15
+ 2.35
- 5.85
- 1.30
- 1.30
+ 2.60
- 3.90
- 1.45
+ 1.65
- 0.20
- 1.25
- 1.90
- 5.25
+ 7.15
- 9.05
- 1.25
+ 3.15
- 1.90
+ 0.65
- 7.30
- 3.00
+ 10.30
- 17.60
Fuente: cuadro 7
Si se observa la columna (4), puede verse con claridad que las mayores
alteraciones en el status en la ltima dcada, dentro de los sectores sociales
identificados son los siguientes: a) las que han ocurrido en el interior de las clases
medias, sintetizadas en un movimiento ascendente de los sectores independientes
y una tendencia a la pauperizacin de los asalariados (aunque estos ltimos
conservan an en conjunto una posicin promedio superior) y b) las que han
ocurrido en los sectores productivos marginales por cuenta propia, donde han
cado fuertemente los ingresos de los situados en el sector productivo.
CUADRO 11
Obreros agrcolas en el conjunto de la fuerza de trabajo (1952-1980)
1952 1
18.2
1960
17.7
1970
12.1
1980
7.9
CUADRO 12
Fuerza de trabajo en el sector agrcola por categora en la ocupacin (total = 100)
1952
1960
1970
1980 1
Empleadores
2.5
1.9
2.8
2.0
Cuenta propia
24.2
23.1
26.9
37.5
Empleados
3.5
3.0
4.5
2.2
Obreros
64.2
64.0
57.7
46.4
Otros
5.6
8.1
8.1
11.8
(3)
------, "Clase obrera y modelo econmico. Un estudio del peso y la estructura del
proletariado en Chile, 1973-1980, Santiago de Chile, Sur, Documento de trabajo,
nm. 15 y Programa de Economa del Trabajo, 1983.
Muoz, O., J. Gatica y P. Romaguera, "Crecimiento y estructura del empleo estatal
en Chile, 1940-1970", Santiago, CIEPLAN, Notas Tcnicas, nm. 22, 1980.
Meller, P., R. Cortzar y J. Marshall, "La evolucin del empleo en Chile: 19741978", Santiago, Estudios CIEPLAN, nm. 2, 1979.
Superintendencia de Valores y Seguros, Desarrollo reciente del mercado de
valores en Chile, 1982.
Superintendencia de Bancos e Instituciones Financieras, Informacin Financiera,
Julio, 1982.
Notas:
1. Sin embargo, si del cuadro 3 se sustrae del total, el conjunto "sin informacin" no vara
mayormente el sentido de las conclusiones que de el se pueden extraer.
2. Se consideran nmeros positivos los aumentos de proporcin en el nivel alto y las disminuciones
en el nivel bajo: a la inversa. nmeros negativos son la disminucin en el nivel alto y los aumentos
en el nivel bajo.
3. En esta suerte de conclusiones se agregan accesoriamente -como se ver- algunas evidencias
complementarias.
4. Este fenmeno no queda destacado, sin embargo, por la clasificacin de Filgueira-Geneletti.
5. Al respecto puede hacerse una observacin adicional. La diferencia entre la tasa de crecimiento
del sector pblico en los anteriores 30 aos y su cada despus de 1973 dio lugar adems a un
bache en la absorcin de nuevo empleo: si se estima de este modo la contraccin del empleo
pblico, sta habra ascendido a 192 mil personas en 1979. Este proceso coincidi ciertamente con
una importante reorganizacin del Estado chileno, que se ilustr tambin en la evolucin de su
gasto.
6. La evolucin diferenciada del gasto pblico en personal (remuneraciones) es totalmente
coherente con el sentido comentado de la reestructuracin del Estado chileno en la ltima dcada.
7. El nmero de instituciones financieras pas de 26 en 1974 a 88 en 1981, y la participacin del
sector privado en el mercado de valores pas respectivamente de 47.1 a 87.9 por ciento. Por otra
parte, el personal ocupado en el sector pas de 45 mil personas en 1970 (1.7% de la fuerza de
trabajo) a 117 mil en 1 981 (3.6% de la fuerza de trabajo) (INE); y el personal de bancos y
financieras se elev en 66%, slo entre diciembre de 1977 y diciembre de 1981 (Superintendencia
de Bancos e Instituciones financieras, 1982).
8. Declaracin del Impuesto a la Renta e Impuesto al Valor Agregado (IVA).
(1)
J. Samuel Valenzuela
Profesor del Departamento de Sociologa de la Universidad de Harvard, Estados
Unidos.
A pesar de la enorme literatura que existe acerca de los movimientos obreros
desde una perspectiva comparada, hay muy pocos estudios que analizan desde
este ngulo lo que sucede con los movimientos obreros bajo los regmenes
autoritarios. Este vaco se debe a que quienes estudian el tema prefieren no incluir
las situaciones autoritarias en sus anlisis. Presuponen sencillamente que los
gobiernos autoritarios reprimen las organizaciones obreras hasta el punto de que
prcticamente dejan de existir. Es ms, consideran que estos regmenes son a la
larga inestables (aunque a veces duren bastante tiempo), que deben recurrir
constantemente a una alta dosis de represin, y que, una vez derrocados, las
relaciones de los movimientos obreros con los empleadores y el Estado vuelven a
una u otra variante conocida de rgimen democrtico. El periodo autoritario les
parece sencillamente un parntesis en la historia de la nacin, una anomala que
debe sufrir el movimiento obrero mientras llega la reapertura democrtica.
Estas presuposiciones fciles son slo parcialmente ciertas. En primer lugar, los
estudios de casos de los movimientos obreros bajo regmenes autoritarios (de los
que hay muchos) muestran que prcticamente ningn rgimen autoritario adopta
una postura totalmente represiva hacia los trabajadores. La represin puede
producir a corto plazo obediencia y disciplina de la fuerza laboral, pero esta
quietud ocasional no basta para asegurar el aumento de la produccin y
especialmente de la productividad a largo plazo. Dada la tecnologa actual y la
organizacin de las empresas, los trabajadores tienen muchas oportunidades de
manifestar su descontento para entorpecer la produccin, especialmente cuando
el mercado laboral les es favorable, de modo que resulta ms eficiente desde un
punto de vista estrictamente econmico proveer algn canal para la manifestacin
de las reivindicaciones obreras que tratar de aquietarlas completamente con la
represin pura y simple. Es as como cada situacin autoritaria termina por
generar un espacio para la organizacin obrera, que, a su vez, puede ser usado
por los dirigentes sindicales para manifestar su disconformidad con las
condiciones del empleo e incluso con las polticas econmicas y laborales del
rgimen. Usando este espacio, el movimiento obrero tiende normalmente a
convertirse en uno de los sectores ms importantes en la oposicin a los
regmenes autoritarios; no hay que olvidar que los gobiernos autoritarios
normalmente cierran los canales de expresin de los partidos polticos (es decir,
las elecciones, los parlamentos libres, la libertad de expresin, etc.) y se produce
as un vaco que puede suplir parcialmente el movimiento obrero. No es extrao,
en consecuencia, que las decisiones de poltica laboral sean de las ms espinudas
para los regmenes autoritarios: se trata, por un lado, de generar el espacio
necesario para que los trabajadores puedan plantear sus reivindicaciones
inmediatas y mantengan el compromiso necesario para aumentar la produccin e
incluso la productividad; pero por otro lado, ese espacio debe estar
suficientemente limitado para que no llegue a convertirse en una plataforma desde
donde se pueda desafiar polticamente al rgimen. No es siempre posible conciliar
exitosamente esos dos objetivos, normalmente, los gobiernos autoritarios pasan
por ciclos de apertura y de represin en sus relaciones con los movimientos
obreros. No es cierto, en consecuencia, que los gobiernos autoritarios slo
reprimen a los movimientos obreros; la realidad es mucho ms compleja y sutil.
En segundo lugar, a, pesar de que los regmenes autoritarios en muchos sentidos
pueden abrir un parntesis en el desarrollo de las instituciones de una nacin, no
existe ninguna seguridad de que esto vaya a ser as en cuanto a las relaciones
laborales. Como lo demuestra el caso brasileo, cuya legislacin laboral no ha
variado fundamentalmente desde el Estado Novo, los regmenes autoritarios
pueden tener un efecto duradero sobre el sistema de relaciones industriales. O
como lo demuestra la Espaa de Franco, un rgimen autoritario puede crear las
condiciones para el desarrollo de un movimiento poltico de oposicin (en este
caso del Partido Comunista, mediante las Comisiones Obreras) que mantiene un
sitial importante entre las organizaciones obreras una vez terminado el rgimen.
No basta suponer que los regmenes autoritarios pasarn sin dejar una secuela
perdurable, aunque sta no sea precisamente la que desearan quienes controlan
el rgimen.
ilegales. (4) Las organizaciones legales tenan reconocimiento oficial, lo cual les
aportaba indudables ventajas pero las someta a la vez a los controles
administrativos ejercidos por funcionarios de las inspecciones del trabajo. (5) La
mayora de los sindicatos del sector privado y de las empresas industriales,
mineras y del transporte que pertenecan al Estado eran de este tipo. El Cdigo
del Trabajo promulgado en 1931 estableca tres tipos de sindicatos legales: los
industriales, los profesionales y los agrcolas. Los industriales slo podan afiliar a
los trabajadores manuales (obreros). Se establecan en empresas con un mnimo
de 25 obreros, siempre que la mayora de ellos se pronunciase en una eleccin
con voto secreto en favor de la creacin del sindicato, en cuyo caso todos deban
afiliarse obligatoriamente. Los sindicatos industriales, financiados principalmente
por medio de la participacin en las utilidades de la empresa respectiva, eran los
ms caractersticos de la masa obrera urbana. Los sindicatos profesionales eran
de afiliacin voluntaria y agrupaban a empleados, obreros especializados u,
ocasionalmente, a trabajadores de empresas pequeas en la misma lnea
productiva que por tener menos de 25 operarios no permitan la formacin de un
sindicato industrial. Estos se financiaban por medio de la cotizacin de sus
miembros. Los sindicatos agrcolas, que haban alcanzado su status legal apenas
en 1967, eran tambin de afiliacin voluntaria. Estaban formados por los
trabajadores agrcolas de una misma comuna, por lo que sus bases de
sindicalizacin seguan las subdivisiones administrativas del pas. Se financiaban
tambin por la cotizacin de sus miembros.
Sobre estos diversos tipos de sindicatos se levantaba una estructura de
federaciones que segua las distintas lneas ocupacionales. Como las
federaciones no podan formar parte oficial del proceso de negociacin colectiva
-reservado a los sindicatos de base salvo en el sector agrcola y en el caso de la
industria del cuero y calzado- la negociacin sindical estaba muy descentralizada
en Chile. Los principales interlocutores de las federaciones sindicales eran el
Estado y los partidos polticos.
Los sindicatos ilegales no tenan reconocimiento formal pero su existencia haba
sido tradicionalmente tolerada por los gobiernos. Agrupaban mayormente a los
empleados de la administracin centralizada y descentralizada del Estado, de las
instituciones fiscales, de las municipalidades y de las empresas autnomas del
Estado. Haba ms de dos mil organizaciones de estas con diversas
denominaciones, tales como asociacin o consejo. puesto que el uso del trmino
"sindicalo" las hubiera expuesto a sanciones legales. Varias organizaciones de
este tipo tenan alcance nacional, como las que agrupaban a los profesores o al
personal de la salud, que de hecho se contaban entre las organizaciones
sindicales mas importantes e influyentes del pas.
En la cima del organigrama del movimiento sindical haba tres confederaciones: la
Central Unica de Trabajadores (CUT), la Confederacin de Empleados
Particulares de Chile (CEPCH) y la relativamente poco significativa Accin Sindical
Chilena-Confederacin Cristiana de Trabajadores (ASICH-CCT). No todos los
trabajadores sindicalizados eran necesariamente miembros de estas
Frente a esta reactivacin de los dirigentes de base, los lderes que haban
entablado el dilogo inicial con el remen militar, sin obtener en cambio beneficio
alguno para los trabajadores, corran, naturalmente, el riesgo de perder gran parte
de su ascendencia sobre el conjunto del movimiento obrero. Este riesgo se
extremaba por la drstica reduccin del poder adquisitivo de los salarios
determinada por la poltica antinflacionaria del gobierno, especialmente durante
1975, cuando los sueldos y salarios bajaron a 66.2% de su valor en 1970. Bajo
estas condiciones, era casi inevitable que los lderes no izquierdistas tuvieran que
expresar pblicamente su desacuerdo con el gobierno, moderadamente al
principio pero despus en trminos que llegaron a ser fuertes y francos.
El cambio se manifiesta: la formacin del Grupo de los Diez
El primer paso hacia una postura de oposicin de parte de los dirigentes sindicales
que haban participado en el dilogo inicial con el gobierno tuvo lugar en diciembre
de 1975. En ese momento diez de los dirigentes ms destacados y activos en el
movimiento laboral decidieron formar un grupo permanente para discutir y
coordinar sus posiciones. La mayor parte de ellos tena vnculos con el partido
Demcrata Cristiano y, con la excepcin de uno, tena puestos dirigentes en las
federaciones o confederaciones. En cierto sentido fue el gobierno mismo el que
aglutin a estos lderes, puesto que en el curso de 1975 el ministro Daz Estrada
haba solicitado la opinin del movimiento obrero sobre varios proyectos que su
oficina haba redactado, entre ellos el de las comisiones tripartitas. (11) Aunque
cada federacin sindical consultada analiz los diversos proyectos
independientemente, todas reaccionaron negativamente, aunque por distintas
razones. Cuando constataron su rechazo compartido, los dirigentes que
constituyeron el Grupo de los Diez decidieron que haba llegado el momento de
emitir sus opiniones como grupo. La fecha de constitucin del grupo, diciembre de
1975, coincidi con el retiro de Daz Estrada del Ministerio del Trabajo, que fue
remplazado por Sergio Fernndez, el primer civil designado en el cargo. La
expectativa -que se cumpli sobradamente - era que Fernndez tendra una
actitud mucho menos conciliadora y dispuesta al dilogo con los dirigentes
sindicales que Daz Estrada. (12)
La primera declaracin pblica en contra del gobierno fue emitida el 28 de mayo
de 1976 en forma de una extensa carta abierta dirigida a los miembros de la Junta
Militar. Aunque redactada en tono respetuoso, la carta se quejaba amargamente
de que despus de una primera fase "paralizante" del movimiento sindical, la
poltica del gobierno se haba dedicado entonces a "desintegrarlo". Tal poltica de
desintegracin slo poda beneficiar, segn los lderes del Grupo de los Diez. a los
elementos "totalitarios" dentro del movimiento obrero -observacin que puede
verse como una manifestacin de la preocupacin de los dirigentes respecto a sus
propias posibilidades de mantener su ascendencia sobre el conjunto del
movimiento obrero-. Este resultado era -decan- una consecuencia del
debilitamiento de las organizaciones laborales, que producira inevitablemente un
ambiente altamente conflictivo en las empresas, y confirmara la tesis de la "lucha
de clases". La carta seala tambin, citando diversas estadsticas, que la poltica
econmica del gobierno haba provocado una brusca cada de los ingresos de los
trabajadores y un descenso de la actividad econmica nacional. Se quejaba,
adems, de que las autoridades hubieran eliminado la representacin de los
trabajadores en diversas instituciones estatales, y propona el fortalecimiento de
las comisiones tripartitas para permitir que confederaciones y federaciones
pudieran presentar ante ellas peticiones formales mientras no se restablecieran los
mecanismos normales de negociacin colectiva. (13) Naturalmente, tal medida
habra fortalecido la posicin y visibilidad de los dirigentes sindicales de cpula,
quienes, despus de las purgas que haban eliminado a los lderes de izquierda de
esos niveles de dirigencia del movimiento obrero, eran principalmente
democratacristianos, radicales o independientes.
Por rdenes expresas del general Pinochet, la carta no fue respondida por la Junta
Militar, sino que por el Ministro del Trabajo, Sergio Fernndez. Este se limit a
sealar que los lderes laborales no comprendan la "realidad nacional", y que no
estaban enterados de todo lo que el gobierno haca por los trabajadores. Tambin
cuestion el derecho del Grupo de los Diez a dirigirse al gobierno en nombre de
todos los trabajadores, refirindose a su influencia en medios laborales como
"parcial" y "restringida". A esto ltimo los dirigentes respondieron con vehemencia
que eran representantes debidamente elegidos por las bases del movimiento
obrero, haciendo ver que el propio gobierno haba reconocido esto al nombrarles
para integrar la delegacin chilena a la asamblea de la OIT. Sin embargo, el
Ministro volvi a insistir en una nueva comunicacin en sus planteamientos
anteriores. (14)
La carta abierta y su secuela de respuestas, todas lacnicas, sealaron el fin del
estuerzo de los dirigentes por buscar algn acomodo con el gobierno. Dada la
intransigencia de las autoridades y la consecuente imposibilidad de obtener por
medio de negociaciones con ellas algn beneficio concreto para los trabajadores,
al Grupo de los Diez no le qued otra alternativa que asumir una de postura
confrontacin y oposicin frente al gobierno para retener su posicin dirigente en
el movimiento obrero. Este cambio de actitud de los dirigentes, en su mayora
democratacristianos, coincidi con la evolucin paralela del partido (e incluso de la
Iglesia catlica) desde el dilogo a la confrontacin con el gobierno. Sena
incorrecto, sin embargo, pensar que el cambio experimentado por los dirigentes
era producto de una subordinacin a los dictmenes partidarios (y mucho menos
eclesisticos). Todo lo contrario, si haba alguna relacin, tena el sentido
contrario: fue su propia experiencia la que hizo cambiar de posicin a los lderes
laborales, y stos (junto con la Iglesia) fueron quienes arrastraron consigo al
partido.
El desarrollo del movimiento laboral de oposicin y la formacin de nuevos
grupos
La ruptura definitiva de los dirigentes sindicales no marxistas con el gobierno fue
decisiva en el desarrollo del movimiento obrero de oposicin al gobierno militar.
Despus de la ruptura, estos dirigentes comenzaron a expresar en pblico
los dirigentes sindicales chilenos en que para que la AFL-CIO se uniera al boicot,
ellos tendran que pedrselo pblicamente. Sin embargo, los lderes del Grupo de
los Diez, que se entrevistaron con Meany en Washington, prefirieron no hacerlo.
Hay que sealar que desde que surgi la posibilidad del boicot los medios de
comunicacin masiva de Chile reprobaron severamente los contactos
internacionales de los lderes sindicales, acusndoles de falta de patriotismo. Es
probable, y muy comprensible, que los dirigentes temieran represalias en Chile si
se comprometan pblicamente a pedir el boicot. (23)Despus de este episodio, las
relaciones entre la AFL-CIO y el Grupo de los Diez se enfriaron por un tiempo.
Incluso se propal en crculos laborales chilenos el rumor de que un grupo de
hombres de negocios haba pagado una gran suma de dinero a los lderes de los
estibadores estadounidenses para evitar el boicot. Sea como sea, cualesquiera
que hayan sido los hechos reales, lo cierto es que la presin que sinti el gobierno
por la amenaza del boicot influy mucho en la decisin de elaborar una nueva
legislacin laboral.
La mayor parte de la nueva legislacin del trabajo de Piera, conocida
comnmente como el Plan Laboral, apareci en forma de cinco decretos con fecha
de 29 de junio de 1979. (24) La discusin que sigue se centra en las disposiciones
que esa legislacin contiene para las organizaciones obreras y para la negociacin
de contratos colectivos.
El contenido de la nueva legislacin laboral
El Plan Laboral anula la distincin previa entre sindicatos industriales,
profesionales y agrcolas. Establece cuatro tipos diferentes de sindicato: sindicato
de empresa, sindicato inter empresa, sindicato de trabajadores independientes y
sindicato de trabajadores de la construccin. Slo el primero puede participar en la
negociacin colectiva. El ltimo tipo fue ideado para funcionar principalmente
como bolsa de trabajo.
La afiliacin a cualquier sindicato es completamente voluntaria (lo que anula
formalmente la sindicalizacin obligatoria de los sindicatos "industriales") y ningn
trabajador puede pertenecer a ms de un sindicato (lo que elimina la doble
afiliacin ocasional de los trabajadores a sindicatos "industriales" y
"profesionales"). Slo pueden sindicalizarse los empleados del sector privado y de
empresas estatales, lo que excluye expresamente del derecho de sindicalizacin a
los empleados pblicos y al personal militar y de la polica.
Para formar un sindicato de empresa se requiere un mnimo de 25 trabajadores, a
condicin de que este nmero represente por lo menos 10% del total empleado;
en empresas de menos de 25 trabajadores, 8 de ellos pueden formar un sindicato
siempre y cuando representen ms de 50% del total empleado. Los sindicatos de
trabajadores eventuales exigen 75 miembros como mnimo. Para formar sindicatos
en el sector agrcola, cada propiedad se considera equivalente a una empresa, a
menos que (y esto fue una modificacin posterior) un solo dueo explote
caracterizado por la movilizacin masiva en contra del rgimen y por cierta unidad
de accin -aunque inorgnica- entre las distintas tendencias del sindicalismo
chileno.
2) Las relaciones entre el gobierno de Pinochet y el movimiento obrero seguirn
siendo inevitablemente tensas y llenas de enfrentamientos, sin posibilidad de que
muchos dirigentes laborales regresen al dilogo. Ms an, la estrecha
identificacin de los lderes del movimiento obrero chileno con los sentimientos y
las demandas del grueso de los trabajadores, niega al gobierno toda posibilidad de
crear, aun cuando se lo proponga, un cuerpo de lderes afines con un mnimo de
apoyo entre las bases. Por lo tanto, el gobierno continuar empleando su
estrategia de contencin del movimiento obrero, apoyada en una combinacin, por
un lado, de represin, y por otro, de medidas legislativas planeadas para disminuir
la influencia de las bases organizadas sobre el mercado del trabajo. El movimiento
obrero tratar por todos los medios a su alcance de continuar protestando en
contra de un rgimen que considera enteramente contrario a los intereses de los
trabajadores y del pas en general.
3) Como casi siempre ocurre bajo los regmenes autoritarios, el movimiento obrero
ocupa un lugar central en la oposicin al gobierno militar. Cuando los regmenes
autoritarios eliminan los conductos de mayor expresin de los partidos polticos (el
proceso electoral, los parlamentos y la libertad de expresin) y esos partidos ya no
pueden articular ni proteger los intereses de los distintos sectores de la sociedad
civil, las organizaciones de la sociedad civil deben enfrentar al Estado con
recursos propios, como la capacidad de movilizar a sus miembros y la capacidad
de controlar instituciones fundamentales en la vida nacional. Sin embargo, no
todas esas organizaciones tienen tanto acceso a tales recursos como el
movimiento obrero, que agrupa a individuos con un inters comn y una tradicin
de lucha y puede interrumpir o disminuir la produccin. Es por eso que los
gobiernos autoritarios deben contener al movimiento obrero y es por lo mismo que
las caractersticas de la legislacin laboral que usen son importantes y delicadas.
Como no se puede reprimir constantemente a los sectores trabajadores porque la
tecnologa moderna ofrece demasiadas oportunidades para disminuir el ritmo del
trabajo, todo gobierno autoritario tiene que permitir algn espacio para la
expresin del conflicto laboral. Si los dirigentes del movimiento obrero aprovechan
esos espacios, pueden transformarse en uno de los actores principales de la
oposicin al autoritarismo.
Como los partidos tienen poco que ofrecer a los sindicatos en el contexto
autoritario (fuera de la asistencia de algunos profesionales, de algunos militantes
para campaas de solidaridad con trabajadores en huelga, etc.) y son el blanco
primordial de la represin del rgimen. Los partidos que se asocian con los
sindicatos dejan por lo general de ejercer una influencia importante en la direccin
del movimiento obrero en su conjunto. Por lo tanto, los lderes obreros enfatizarn,
como lo han hecho en Chile, la independencia de sus organizaciones de los
partidos. Sin embargo, esto no significa que los regmenes autoritarios pueden
transformar permanentemente las caractersticas de los movimientos obreros que
Notas:
1. Este trabajo es una versin revisada, actualizada y traducida de un trabajo en ingls escrito con
Manuel Barrera. Deseo expresar mi agradecimiento a Manuel Barrera y a su equipo de
investigacin por su contribucin a mi entendimiento del proceso histrico analizado aqu. Mis
agradecimientos tambin a Jos Buscaglia, que me ayud a ubicar gran parte de la informacin
citada en estas pginas, y a Raimundo Valenzuela, que contribuy a traducir el trabajo original.
2. El anlisis ms completo del movimiento obrero en este periodo puede consultarse en Campero
y Valenzuela (1981).
3. Quedan algunos dirigentes sindicales que an apoyan al gobierno. Aunque son muy conocidos
porque las autoridades les dan acceso a la televisin, su influencia en el movimiento obrero en
general es insignificante. Este trabajo no discute a ese sector del movimiento obrero, sino que se
ocupa de la grandsima mayora que se halla en la oposicin desde fines de los setenta.
4. No entrar aqu en mayores detalles sobre la historia del movimiento obrero chileno. Aunque el
texto definitivo est an por escribirse, vanse sobre el tema, entre otros, Ramrez Necochea
(1956), de Shazo (1983), Angell (1972), Barrera (1979) y Valenzuela(1976, 1979).
5. Estos controles, que se ejercan principalmente sobre los estatutos y las finanzas sindicales, se
discuten en Valenzuela( 1976).
6. La legislacin chilena slo autorizaba el recurso a la huelga por parte de los sindicatos
legalmente constituidos una vez que se hubiesen seguido todos los procedimientos que prescriba
para la conciliacin de los conflictos laborales. Como estos procedimientos eran complicados,
demorosos, y podan seguirse una sola vez por ao, la grandsima mayora de las huelgas era
ilegal. El cdigo era tan restrictivo que si los trabajadores hacan huelga para exigir el cumplimiento
patronal de un acuerdo ya firmado, su huelga era clasificada de ilegal.
7. El informe de la OIT es una de las fuentes ms importantes respecto a la represin sufrida por
los dirigentes sindicales y sus organizaciones despus de 1973. Aparece reproducido en ChileAmrica (1975).
8. Vase Ercilla (1977) p. 21, donde aparece una lista de los comits establecidos y el estado de su
actividad.
9. Idem, p, 30.
10. El cuadro fue producido por el equipo de investigacin de Manuel Barrera, que incluye a Mario
Albuquerque y Teresita Selame. Se basa en la lectura de la prensa de Santiago durante un periodo
de cinco aos usando el servicio de recortes de la Biblioteca del Congreso en Santiago.
11. Los otros proyectos incluan un Estatuto Social de la Empresa, un Estatuto de Capacitacin
Laboral, un proyecto de reforma del Cdigo del Trabajo y un preproyecto de reforma del sistema de
seguro social.
El ministro Daz Estrada tambin cre el Plan de Empleo Mnimo, un programa de subsidio por
desempleo que obliga al inscrito a trabajar en diversas obras de adelanto comunal. ste es el nico
de los proyectos de Daz Estrada que se mantiene hasta hoy. Los dems no fueron puestos en
prctica, a pesar de que algunos fueron promulgados. Otro proyecto del mismo ministro, que
regulaba el funcionamiento de las cooperativas, se convirti en letra muerta por el virtual fracaso
del cooperativismo dada la poltica econmica del gobierno. El Estatuto social de la Empresa, an
vigente como ley pero no aplicado, puede ser consultado en el libro del mismo nombre publicado
en Santiago por el Instituto de Estudios Financieros y del Trabajo, Diltec Editores, sin fecha, edicin
que contiene tambin todas las reglamentaciones correspondientes emitidas por el Ministerio del
Trabajo. El "Estatuto de capacitacin laboral" apareci en El Mercurio del 24 de enero, 1975, p. 28;
el proyecto de reforma del Cdigo del Trabajo fue publicado enEl Mercurio del 3 de mayo, 1975,
pp. 31-36, y el "Estatuto preliminar para la reforma del sistema de seguridad social" en El
Mercurio del 8 de noviembre, 1975. en una separata sin fecha o numeracin de pginas.
12. El programa del general Daz Estrada reflejaba una concepcin distinta, ms corporativa y an
populista del futuro institucional de Chile concepcin que prevaleca entonces en la Fuerza Area,
rama a la cual perteneca el ministro, pero que no era compartida por el resto del gobierno. Estas
diferencias crearon tensiones serias en esferas oficiales. Latn Amrica (1976) seala que Daz fue
remplazado por "ser demasiado blando con los sindicatos", y que desde que asumi el cargo
Sergio Fernndez, ste "haba rehusado consultar con los dirigentes sindicales, o an hablar con
ellos", p. 309.
Los desacuerdos dentro del gobierno culminaron con el despido del general Gustavo Leigh,
comandante en jefe de la Fuerza Area, de la Junta de Gobierno el 24 de julio de 1978. La versin
de Leigh respecto a estos acontecimientos puede consultarse en Varas (1979). El libro presenta
una muestra raramente vista de las intrigas palaciegas del rgimen militar.
13. La carta aparece en Ilades, 1976.
14. Un reportaje respecto a este intercambio epistolar puede encontrarse en Latn Amrica (1 976)
p. 309.
15. Hubo algunas excepciones en este encuentro de los lderes sindicales por su oposicin
compartida a las polticas gubernamentales. El dirigente ms notable que no particip de esta
evolucin fue Guillermo Medina, de la Federacin del Cobre. Medina continu vinculado a los
crculos oficiales, llegando incluso a integrar un Consejo de Estado constituido por el general
Pinochet. El gobierno se ha cuidado de darle el papel de negociacin en favor de los mineros del
cobre que no supo conceder al conjunto de los dirigentes no marxistas en los primeros aos del
rgimen.
16. Esta organizacin no debe confundirse con aquella del mismo nombre que surgi en 1983
como un instrumento de coordinacin de las protestas nacionales de trabajadores, en contra del
gobierno.
17. El lder de extrema derecha. Pablo Rodrguez Grez, ha criticado al gobierno precisamente
sobre este punto. El abog desde un comienzo por la creacin de un movimiento de masas de
apoyo al gobierno, pero su idea no fue acogida por las autoridades.
18. Un artculo de Blanca Arthur, publicado en El Mercurio el 16 de agosto de 1981, seala que la
divisin entre el Grupo de los Diez y la CNS se produjo como consecuencia de las presiones de la
AFL-CIO. Aunque el Grupo de los Diez indudablemente tena una relacin estrecha con la central
estadunidense, Michael Boggs, el jefe de la seccional latinoamericana del Departamento
Internacional de la AFL-CIO, neg categricamente en una entrevista sostenida el 30 de junio de
1982 con el autor de este trabajo que esta haya tenido parte alguna en la divisin.
Debe sealarse, ademas, que la Confederacin Internacional de Sindicatos libres y la Organizacin
Regional Interamericana del Trabajo -organizaciones ambas en las cuales la AFL-CIO juega un
papel preponderante- tienen vinculaciones tanto con el Grupo de los Diez como con la CNS.
19. La descripcin de estos acontecimientos puede encontrarse en Zapata (1979), especialmente
pp. 208-214; Chile-Amrica (1978), pp. 21-24 y Campero y Valenzuela (1981) pp. 401-409. El
relato se basa aqu tambin en entrevistas con Carlos Ogalde y con su abogado defensor, Luis
Eduardo Thayer. Ogalde fue despedido por incitar a la paralizacin de labores, pero la defensa
mostr que no hubo tal paro. Naturalmente, el llamar a no usar los comedores de la empresa no
constituye violacin alguna de la legislacin laboral, de modo que los alegatos se centraron en
cules fueron las circunstancias que llevaron a la ausencia de un grupo de trabajadores de sus
puestos de trabajo por 10 minutos.
20. Vase la entrevista con Bustos en Anlisis (1981. p. 15). La convencin se realiz en Punta de
Tralca, un centro de conferencias de la Iglesia catlica que ha servido para numerosas reuniones
sindicales durante el rgimen militar
21. Estos comentarios se basan en la ya mencionada entrevista del 30 de junio de 1982 con
Michael Boggs.
22. Esta informacin se basa en una entrevista a Jos Piera hecha por el autor el 29 de junio de
1983.
23. El brutal asesinato de uno de los ms prominentes miembros del Grupo de los Diez, Tucapel
Jimnez, en marzo de 1982 -crimen an no aclarado- muestra que los dirigentes sindicales an
arriesgaban la vida. Poco antes de su muerte, Jimnez emiti una declaracin muy fuerte
condenando la poltica gubernamental y haciendo un nuevo llamado a la unidad de las
organizaciones obreras para oponerse al rgimen.
24. Los decretos y una serie de medidas complementarias fueron publicados en una edicin
popular bajo el ttulo de Leyes laborales (1979).
25. Esta discusin se basa en el Decreto Ley 2 756. llamado Organizaciones Sindicales, del 29 de
junio de 1979. La cita directa es del Artculo 50.
26. El Decreto Ley sobre la Negociacin Colectiva lleva el nmero 2 758 y es tambin del 29 de
junio de 1979.
27. Para anlisis y comentarios sobre esta ley, vase Hoy (1981a), pp. 27-33. Entre los
trabajadores afectados por esta ley estn los meseros en los restaurantes, quienes no pueden
cobrar automticamente 10% de propina.
desarrollado en otras oportunidades. En sntesis, nos "convoca" a una reflexin de conjunto sobre
la accin sindical en la Gran Minera del Cobre, dentro de la dinmica general de la participacin de
la clase obrera chilena en el proceso democratizador chileno. Nos proponemos aqu tratar de
responder a esa convocatoria y ensayar una interpretacin sobre el carcter de la accin sindical
de los mineros del cobre, por medio de una visin histrica de su desarrollo que nos permita
comprender los acontecimientos recientes, y del anlisis del proceso democratizador chileno,
esencialmente ligado con la reformulacin del sistema poltico y con la aparicin de nuevos actores
dentro de dicho sistema. Por razones de informacin, nuestro trabajo estar referido a la evolucin
de esta problemtica en la mina de Chuquicamata, que ha sido hasta ahora objeto privilegiado de
nuestra reflexin desde que pudimos conocerla de cerca durante el periodo 1971-1973.
Consideramos que si bien esto limita un tanto la validez general de nuestras consideraciones, nos
permite mayor precisin y evita generalizadores que, a estas alturas del debate de los fenmenos
socio-polticos chilenos, son extremadamente peligrosas.
La evolucin histrica de Chuquicamata
Chuquicamata es la mina de cobre a tajo abierto ms grande del mundo. Ubicada en el norte de
Chile, a 250 kilmetros del puerto de Antofagasta, en las serranas de la Cordillera de los Andes, y
a unos 2 895 metros de altura, la mina fue explotada primero por pequeos y medianos mineros
que extrajeron, con tcnicas rudimentarias, xidos de alta ley, prximos a la superficie y fcilmente
procesables con los conocimientos metalrgicos disponibles durante el siglo XIX. Hasta que Chile
gan la soberana sobre Tarapac y Antofagasta, despus de la Guerra del Pacfico (1879-1884), el
yacimiento estuvo situado en territorio boliviano y las pertenencias mineras estaban sujetas a la
legislacin de Bolivia. Cuando se integr al territorio chileno, algunas de las pertenencias pasaron a
manos de capitalistas extranjeros. Albert Burrage, un abogado de la ciudad de Boston, tuvo noticias
de la existencia de este yacimiento, cuyo mineral no pareca poder ser tratado con los
procedimientos tradicionales de concentracin y fundicin, y envi a un ingeniero metalrgico a
Chile a recoger muestras para experimentar las posibilidades de explotar la mina en gran escala.
Los experimentos le parecieron promisorios, pero al capital necesario para poner en marcha la
explotacin era tan alto que en 1911 Burrage vendi las pertenencias que haba adquirido a los
Guggenheim (Davis, 1978) quienes ya posean los yacimientos salitreros situados unos 100
kilmetros al oeste de Chuquicamata. Los Guggenheim organizaron la Chile Exploration
Company (Chilex) que puso en marcha la exploracin del depsito y la construccin de las
instalaciones de procesamiento del mineral. E.A. Cappelen Smith, ingeniero de la Chilex, hizo los
estudios metalrgicos (Mining Engineering, 1952; 1969; Sawyer, 1960; Susselman, 1978) mientras
se emprendan otros trabajos como la construccin de caminos, de una planta generadora de
energa elctrica y de una tubera para encaminar el agua desde la cordillera, indispensable para el
procesamiento del mineral y la sobrevivencia de los mineros en el lugar. Adems la Chilex hizo
construir en 1916 el cuartel del Regimiento Motorizado de Calama, con capacidad para 200
soldados.
Todo esto ocurra durante la presidencia de Ramn Barros Luco, cuando la "cuestin social",
identificada con el deterioro de las condiciones de vida del proletariado salitrero, se hizo visible y
dio lugar al envo de varias comisiones investigadoras que dieron muy tristes diagnsticos de la
vida en los campamentos salitreros, en las minas de carbn y en los conventillos santiaguinos
(Stickell, 1979). La Federacin Obrera de Chile (FOCH). organizada como mutual, comenzaba a
dar sus primeros pasos en 1909, antes de que Recabarren y los dirigentes del norte vieran la
utilidad que poda prestar al movimiento obrero naciente en el pas, tanto en los ferrocarriles, en el
cuero y calzado, en el transporte pblico y en las empresas cerveceras como en los pilares de]
salitre y el carbn. Al terminar su gobierno, Barros Luco dej en funcionamiento las instalaciones
de Chuquicamata y las de El Teniente. que haban sido decisivamente impulsadas por Braden
(Vial, 1983).
Entre 1915 y 1923, aos en que Chuquicamata fue explotada por la Chilex, propiedad a su vez de
los Guggenheim, se confirm su potencial de yacimiento de alta ley y de un volumen que la
converta en la ms grande del mundo. Sin embargo, los Guggenheim se orientaron despus de la
primera guerra mundial ms hacia la explotacin del salitre chileno que fue alentada por la creacin
de la Corporacin del Salitre de Chile (Cosach) que haca el fortalecimiento de las inversiones que
haban comenzado en Chuqui (Davis, 1978). Reforzaron sus intereses en las oficinas salitreras y
vieron favorablemente la oferta que les hizo la Anaconda Copper Corporation de comprarles 2
millones de acciones de la Chilex (de un total de 3.8 millones de acciones) por 70 millones de
dlares al contado. Los Guggenheim encontraron atrayente la oferta pues podan amortizar
rpidamente las inversiones ya realizadas y quitarse de encima el peso de la continuacin de la
puesta en marcha del mineral. Esa decisin result a la larga equivocada pues cuando pasaron los
aos Chuquicamata se transform en la gallina de los huevos de oro para Anaconda y en un eje
importante de la economa chilena. La Anaconda, una vez propietaria de la Chilex, construy
nuevas instalaciones y fortaleci la capacidad instalada. Mientras tanto, se constitua una fuerza de
trabajo a partir de los obreros salitreros en busca de mejores horizontes y de los pequeos mineros
que emigraron del Norte Chico hacia el Norte Grande cuando escucharon las perspectivas que
ofreca el trabajo en Chuqui. La migracin que ocurri entre 1915 y 1925 llev a Chuqui a muchos
mineros que ayudaron a fortalecer el sindicalismo en el norte de Chile, de tanta importancia en el
pas. Durante la presidencia de Arturo Alessandri (1920-1924) se intensific la actividad poltica en
el yacimiento no slo como resultado de la agitacin de Recabarren y de Lafferte, que pasaron
frecuentemente por Punta de Rieles (pueblo cercano a la mina) sino tambin porque la vida en el
mineral era muy dura. Los mineros se rebelaron contra las viviendas insalubres (el Campamento
Hundido) y los salarios de hambre, y tambin contra la persecucin poltica que se encarnaba en
las listas negras (intercambiadas por los patrones de las salitreras en Chile y tambin en Bolivia) y
por la presencia de una polica privada que hurgaba en la vida familiar y en todas las actividades
urbanas. La movilizacin poltica, dirigida en esos anos por hombres como Jos Daz Iturrieta y
Salvador Ocampo, tena por objeto limitar la capacidad de la empresa para hacer valer su poder.
Este proceso culmin entre 1930 y 1931, cuando se crearon los sindicatos de obreros y de
empleados como resultado de la puesta en vigor de las disposiciones de las leyes sociales
promulgadas en 1925 y de la aprobacin del Cdigo del Trabajo. Una vez establecidos los
sindicatos, se inici un nuevo periodo de la vida de Chuquicamata durante el cual los mineros
pudieron hacer valer sus derechos frente a los administradores americanos pero tambin frente al
gobierno de la repblica, que no siempre los favoreca.
Durante la segunda presidencia de Arturo Alessandri (1932-1938), las tensiones sociales se
intensifican en el pas. La poltica econmica recesiva y los enfrentamientos polticos entre la
derecha y la izquierda (el Partido Socialista nace en 1933 y el Frente Popular, que agrupa a
socialistas, radicales y comunistas, en 1935) contribuyen a la agudizacin de los problemas en los
lugares de trabajo. El incumplimiento de la legislacin del trabajo aprobada en 1924 y del Cdigo
del Trabajo de 1932. dejan a los trabajadores sin la proteccin de sus derechos sociales. En 1936,
la creacin de la Confederacin de Trabajadores de Chile (CTCH) canaliza las reivindicaciones de
los trabajadores; no obstante, el Estado responde con medidas como la Ley de Seguridad Interior
del Estado, que buscan controlar la movilizacin obrera. Entre 1936 y 1937. hay varios
enfrentamientos entre pronazis y socialistas. Este proceso culmina con la masacre del Seguro
Obrero, en septiembre de 1938, donde mueren 63 jvenes nazis.
Dentro de ese contexto, las luchas de los mineros se concentran en el objetivo de hacer aplicar la
legislacin social promulgada. En 1938 se declara una huelga en apoyo del derecho a presentar
pliegos de peticiones. La visita del candidato presidencial del Frente Popular, Pedro Aguirre Cerda,
fortalece la causa de los trabajadores del mineral. Cuando Aguirre Cerda triunfa en las elecciones
presidenciales, los mineros encuentran apoyo del gobierno de la Repblica en su lucha contra los
administradores extranjeros del mineral. Durante el gobierno del Frente Popular aumentan la
produccin del mineral y la productividad de los trabajadores. La expansin de las instalaciones
promovida por el gobierno de Estados Unidos a partir de 1942, permiten alcanzar una produccin
de 540 millones de libras anuales de cobre fino operando 335 das al ao, los siete das a la
semana, en tres turnos. Pero la intensificacin de la explotacin de la mina agot la existencia de
los xidos y hubo que pensar en poner en marcha planes de inversin para procesar los minerales
sulfurados, situados debajo de la capa oxidada. Por eso es que la produccin baj entre 1948 y
1954.
En 1948 se firm un convenio con la Chilex para invertir 130 millones de dlares en la construccin
de la planta de sulfures; dicha planta y sus equipos laterales (molinos, concentradora y fundicin)
empezaron a funcionar en 1953. El Banco Mundial contribuy a financiar esas inversiones. As,
Chuquicamata comenz, en 1953, un proceso de sostenido aumento de la produccin y de la
productividad del trabajo, estimulado por el hecho de que el empleo del mineral se mantuvo
relativamente constante. Adems, las disposiciones de la Ley de Defensa de la Democracia
(promulgada en septiembre de 1948) permitieron el despido de ms de 2 mil obreros, 27.3% del
empleo del mineral, por motivos exclusivamente polticos. Como resultado de las inversiones y de
las condiciones polticas, Chuquicamata pudo experimentar el proceso de crecimiento de su
produccin en una situacin ideal. Algo similar ocurrira, 20 aos ms tarde, en condiciones
polticas similares instauradas por el gobierno militar.
A principios de la dcada de los aos cincuenta, dos factores hacen extender la problemtica del
cobre al mbito nacional. Uno es la creacin de la CTC, en 1951, que organiz a los sindicatos de
las minas pertenecientes a la Gran Minera del Cobre (El Teniente, Chuquicamata, Potrerillos) y les
permiti ejercer una presin unitaria sobre las empresas extranjeras propietarias de los minerales.
El otro es la creacin del Estatuto de los Trabajadores del Cobre, que, junto con la Ley del Nuevo
Trato de 1955, permiti fijar las reglas de negociacin colectiva homogneas para el mismo
subconjunto productivo. Con estos dos elementos, los mineros del cobre consolidaron una posicin
que estaba relativamente al margen del resto del proletariado nacional, a pesar de que la CTC
estaba dentro de la CUT y participaba a veces en los conflictos nacionales frente a los que sta se
movilizaba. Pero la existencia de la CTC y del estatuto agrav los conflictos en el interior de la
Gran Minera del Cobre y entre 1956 y 1966 se produjeron en los minerales 13 huelgas, dos
huelgas generales y dos huelgas de solidaridad.
Desde el sexenio de Jorge Alessandri (1958-1964), las variables fundamentales de produccin,
empleo y productividad comienzan una fase ascendente en Chuquicamata. Lo mismo podra
afirmarse de las condiciones de vida de los mineros, que mejoran sus salarios y prestaciones,
especialmente como resultado de la realizacin de grandes negociaciones por mineral en las que
obtienen beneficios sustantivos. Uno de los principales resultados de las negociaciones colectivas
realizadas en el marco del estatuto fue que las empresas aceptaran una poltica de prestaciones
sociales (asignaciones de transporte, de vivienda, de trabajo nocturno, de alimentacin, etc.), que
disminuy el peso relativo de los salarios en la remuneracin total de los trabajadores. Tambin el
peso del sobre-tiempo (horas extraordinarias) extrem la orientacin de la estructura de los
ingresos de los mineros hacia lo no salarial. Esto puede explicarse como la aceptacin de
beneficios especiales, fijos, que separaban a los mineros del cobre de la poltica estatal de
remuneraciones. Los mineros se beneficiaban por sus contratos colectivos de trabajo y dejaban de
impugnar la poltica de remuneraciones establecida para el resto de los trabajadores del pas.
Mientras la productividad de las minas sigui aumentando, hecho notorio durante los sexenios de
Ibez y de Alessandri (1952-1964), esta poltica retribuy indirectamente el esfuerzo realizado de
los mineros y permiti limitar fuertes presiones. El capital extranjero pudo as rentabilizar al mximo
sus instalaciones sin perjudicar excesivamente a su mano de obra. Incluso, el Estado chileno pudo
obtener sin mayores problemas las rentas que la Ley del Nuevo Trato le otorgaban. Desde 1942
hasta 1964, la Gran Minera del Cobre consolid de mltiples maneras las bases tcnicas y
sociales de su expansin futura.
En Chuquicamata, esta evolucin se particulariza por un aumento de la productividad del trabajo de
24.6 toneladas por trabajador en 1940-1946 a 37.6 toneladas por trabajador en 1958-1964. La
situacin general de los mineros mejora mucho mediante la firma de los contratos colectivos de
trabajo, mientras los partidos de izquierda, comunista y socialista, controlaron los sindicatos del
mineral. Durante las presidencias de Ibez y de Alessandri, y an durante la de Frei, esos partidos
tuvieron en Chuquicamata la mayora tanto del sindicato industrial (obreros) como del sindicato
profesional de empleados. Slo cuando la izquierda, por medio de Allende, triunf en las elecciones
presidenciales de 1970, dichos partidos perdieron el control de los sindicatos del mineral. Pero
durante el periodo en el que tuvieron el control tanto la productividad del trabajo como su
retribucin no poda, sino favorecer a los mineros.
Es a partir de 1964 y con la eleccin de Eduardo Frei para la Presidencia de la Repblica que se
puede decir que empieza el periodo contemporneo del desarrollo de la Gran Minera del Cobre.
Durante dicho periodo se aplica la poltica de "chilenizacin" que conducir a la nacionalizacin de
la GMC en 1971. Tambin entonces comienza un cuestionamiento, aunque incipiente, de los
sindicatos controlados por la izquierda por parte de los dirigentes sindicales de la democracia
cristiana. Es tambin durante dicho periodo que la productividad del trabajo experimenta una baja
relativa con relacin al sexenio alessandrista y que se exacerban los conflictos laborales "ilegales",
los llamados paros seccionales, tan clebres entre 1971 y 1973.
La idea de recuperar el cobre y expropiar el capital extranjero es tan vieja como la puesta en
marcha de los yacimientos, a comienzos de siglo. No faltaron proyectos de leyes sometidos al
Congreso Nacional que plantearan la nacionalizacin del cobre. Desde las iniciativas de ley de los
diputados comunistas Elas Lafferte y Salvador Ocampo, en la dcada de los aos cuarenta,
pasando por mltiples reglas que limitaban la repatriacin de los beneficios de las compaas,
medidas que los partidos de derecha estimaron siempre ms provechosas que la nacionalizacin,
pues llevaban consigo el provecho sin responsabilidad, hasta la creacin del Departamento del
Cobre y de la Corporacin del Cobre, en 1955, y la chilenizacin de 1966, el propsito de hacer
que esta riqueza tan importante del subsuelo nacional fuera administrada por el Estado chileno ha
estado siempre presente. Pero slo desde 1971, cuando se nacionalizaron los yacimientos de la
Gran Minera del Cobre (GMC) y el Estado pudo nombrar a sus propios responsables en los cargos
directivos y tcnicos, ese propsito se hizo realidad. El proceso que culmin en 1971 no slo
enfrent la resistencia del capital extranjero sino que, velada o abiertamente, tuvo tambin sus
adversarios internos, que durante el gobierno militar trataron de volver atrs la nacionalizacin. Aun
entre los propios sindicatos y en la misma CTC, la poltica que llev a la nacionalizacin no fue
siempre unnimemente apoyada y entre los mineros hubo siempre ambigedad con respecto a la
capacidad del gobierno del pas para hacerse cargo de esa riqueza, derivada de la susceptibilidad
de la clase obrera frente a los grupos dirigentes del pas. Los mineros, preocupados de no perder
una fuente segura de posibilidades de movilidad social, no vieron nunca con buenos ojos la llegada
de los santiaguinos a las minas y lamentaron la partida de los rubios. Sin embargo, con o sin
unanimidad, el proyecto de la nacionalizacin llego a un consenso unnime cuando el Congreso
Pleno apoy la modificacin constitucional del 11 de julio de 1971, Codelco se convirti en una
denlas ms grandes empresas de Amrica Latina, y los mineros del cobre, se convirtieron, quiz a
pesar de s mismos, en actores centrales del proceso poltico chileno.
En este sentido, el proceso de la chilenizacin y de la nacionalizacin debe ser analizado junto con
la evolucin de la trayectoria sindical. A partir de 1964, un hecho que haba sido indiscutible, el
control de los sindicatos del cobre por la izquierda, se hace cada vez ms precario. A partir de la
transferencia, gradual por cierto, de la responsabilidad de algunos aspectos de la formulacin y de
la implementacin de la poltica cuprfera hacia el Estado chileno, un elemento como la
contratacin de personal experimenta la intervencin de agentes externos al mineral. Es as como,
cuando culminan la construccin y la puesta en marcha de la nueva refinera y del horno vertical de
Chuquicamata, cuando se abre y entra en operacin la nueva mina de Extica, adyacente a
Chuqui, la correlacin poltica de la fuerza de trabajo del mineral se modifica en beneficio de la
democracia cristiana. Es por eso que en las elecciones sindicales de febrero de 1970, la DC
obtiene un cargo en el sindicato industrial y dos cargos en el sindicato profesional de empleados,
cuando hasta ese momento slo haba tenido representantes en el sindicato de empleados. Estos
resultados se corresponden estrechamente con las contrataciones hechas en Chuqui en el periodo
1969-1970, que reflejaban seguramente compromisos polticos de los trabajadores. Mucho ms
definida era la situacin de las directivas de los sindicatos de Extica, donde el predominio de la
DC era mucho ms claro.
De inmediato, baj el rendimiento productivo. Ese descenso de la productividad del trabajo, que
pas de 37.6 toneladas en promedio por trabajador durante el lapso 1958-1964, a 33.2 toneladas
por trabajador en el lapso 1964 o 1970, muestra la intervencin de factores ajenos a la produccin
que empezaron a desempear un papel que no haban tenido. Todo empieza con conflictos
seccionales, frecuentemente ilegales, que enfrentaron a los dirigentes y a la empresa, pero
tambin a los dirigentes entre s, que trataron de mantener el control sobre sus bases en los
diversos componentes del proceso de trabajo. Por eso en Chuquicamata la distribucin del poder
sindical guarda claras relaciones con la puesta en marcha de nuevas instalaciones, la nueva
refinera, un bastin DC; la fundicin, bastin PC, la mina, especialmente la seccin de transporte,
PS. Todo ello conforma un cuadro de politizacin del trabajo que conduce a la baja de la
productividad. Sin embargo, aunque la politizacin de los conflictos llega a perjudicar el rendimiento
del trabajo, hay que recordar que tambin influyeron factores tcnicos vinculados a decisiones de
los estadounidense, que, cuando se hizo claro que el proceso de nacionalizacin era irreversible,
tambin pusieron en entredicho la eficiencia de la produccin en Chuquicamata. Como demuestran
los estudios encargados por el gobierno de Allende a empresas consultoras como la Sofremines
para determinar el estado en que reciban los minerales, y cmo lo confirmaron expertos chilenos
como el ingeniero Zausquevitch, la Anaconda puso en marcha una poltica de "floreo" sistemtico
del yacimiento, extrayendo los sectores ms ricos en mineral y dejando sin explotar los ms
pobres. Una vez nacionalizada la mina, los nuevos administradores tuvieron que corregir esta
poltica de explotacin del mineral y as la ley promedio obtenida disminuy abruptamente durante
1971 y 1972. Finalmente, el problema de la productividad en Chuquicamata fue agravado tambin
por un ltimo factor; la dificultad de obtener piezas de repuesto para los equipos. En algunas fases
del proceso productivo (camiones Lectra Haul, reactivos para la concentradora, repuestos para la
maestranza de la mina) los atrasos provocados por los embargos que la Kennecott y la Anaconda
plantearon en Europa y Estados Unidos fueron de funestas consecuencias. En algunos momentos,
la falta de neumticos para los camiones de gran tonelaje perjudic seriamente el acarreo del
mineral. En suma, los problemas de politizacin de los conflictos, el "floreo" de la mina y el
abastecimiento oportuno de repuestos se combinaron para evitar una normalizacin del mineral
que permitiera su explotacin estable.
Los mineros y el gobierno militar despus de 1973
Una vez verificado el golpe de Estado de septiembre de 1973, el deterioro de la productividad de
Chuquicamata se fue corrigiendo progresivamente, pero con un costo humano extremadamente
grave. En efecto, en las semanas inmediatamente sucesivas al 11 de septiembre, hay una reaccin
brutal de los autores del golpe de Estado. Dicha reaccin tiene como blanco a quienes haban
participado en iniciativas promovidas por el rgimen de Allende. Los obreros que haban
participado en los trabajos voluntarios, algunos dirigentes sindicales y sobre todo los
administradores de la empresa fueron perseguidos y algunos eliminados fsicamente, incluso
cuando ya haban sido juzgados por los consejos de guerra y cumplan pena de presidio en
Calama o en Santiago. El mes de octubre de 1973 fue dramtico para todos los que haban estado
en el mineral durante el periodo 1971-1973. En las reas productivas se reprimi violentamente
toda manifestacin de descontento; en la concentradora, cuando se producen algunos problemas a
principios de 1974 se enva a los soldados para resolverlos. A fines de abril y mayo de 1974
aparecen reportajes sobre Chuquicamata en varios rganos de prensa internacionales
(International Herald Tribune, Le Monde) que revelan las presiones a las que estn sometidos los
dirigentes como los de la Democracia Cristiana, que deben, para sobrevivir, rendir pleitesa a las
autoridades. El miedo inspira conductas y declaraciones de dirigentes sindicales y de algunos
empleados que comprometen a sus colegas de trabajo (vase, International Herald Tribune,
"Dedication to Work Reborn at Chilean Mine After Coup", 28 de mayo de 1974). La represin
abierta impidi que los mineros se permitieran cualquier manifestacin de descontento.
En algunos momentos, como en 1976 y 1977, hubo algunos incidentes de protesta rpidamente
sofocados, pero slo en julio de 1978, con motivo de "la presin de las viandas", una huelga pasiva
en que los mineros se negaron a comer, se reinici una accin social significativa en el mineral.
Como lo hemos reseado en otro lugar (Zapata, 1980), la "presin de las viandas" mostr en
primer lugar que el liderazgo sindical estaba en crisis. La impugnacin en las asambleas de los
dirigentes de la CTC y de los propios lderes de la Zonal de Chuquicamata, y la aparicin de lderes
nuevos, ms cercanos a la base obrera, muestran un cambio del tipo de dirigentes que conduce a
los mineros.
Diversas razones pueden explicarlo. Podemos mencionar que la misma represin hizo buscar a los
mineros una representacin clandestina que los orientara fuera de los conductos oficiales
representados por los dirigentes reconocidos por los militares. Los mineros desconfiaron de estos
dirigentes y eligieron un nuevo liderazgo, ms sensible a sus problemas, que fue remplazando al
liderazgo antiguo, politizado, que haba dirigido los anteriores procesos de presentacin de
demandas y de negociacin en el mineral. Esto tambin reflejaba la ambigedad de algunos de
estos lderes hacia el gobierno militar. En el caso de la Democracia Cristiana, por lo menos hasta
1976, el hecho de no haber cuestionado la legitimidad del gobierno militar le quit el apoyo de
muchos mineros. Slo a partir de 1977 los mineros pudieron empezar a cuestionar el autoritarismo
desptico de los ingenieros, a solicitar el restablecimiento de la negociacin colectiva y la
celebracin de elecciones sindicales. La culminacin de este proceso tuvo lugar en la "presin de
las viandas".
Por otro lado, ms all de la aparicin de un nuevo liderazgo, que termin por institucionalizarse en
las elecciones sindicales de 1980, (2) es necesario reconocer que las relaciones laborales se
redefinieron en Chuquicamata cuando los mineros empezaron a actuar fuera de los canales legales
que hasta entonces siempre haban regulado su accin. La base obrera empieza, despus de
1978, a manifestarse fuera de los sindicatos y a imponer demandas que no corresponden al
sistema establecido. Los mineros rechazan cualquier tipo de manipulacin y, si obedecen todava a
las directivas de algunas organizaciones polticas, es slo circunstancialmente y nada ms que de
los militantes de esas organizaciones. Se exige autonoma y los mineros se niegan a subordinarse
a decisiones tomadas sin consultarlos o en asambleas en donde el voto a mano alzada se poda
prestar fcilmente a satisfacer los deseos de un liderazgo comprometido con las autoridades o con
orientaciones polticas. Obligan a los militares a reconocer que los dirigentes sindicales oficiales no
son sino portaestandartes de una base que reivindica su derecho a la ltima palabra. Las
autoridades de la empresa no pueden desconocer que estos dirigentes han perdido ascendiente
sobre la base y que necesitan modificar sus relaciones con los mineros. Se hace evidente que la
represin, los despidos y las presiones sobre las familias de los mineros es ya ineficaz. Hay que ir
ms all. stos fueron, entre otros, los motivos que determinaron las disposiciones del Plan
Laboral aprobado a fines de 1979. (3) La impotencia de los militares para seguir operando dentro de
los marcos legales existentes, los oblig a reformular esos marcos y a establecer procedimientos
para que los mineros pudieran elegir a sus dirigentes y negociar, aunque en forma precaria,
algunas de sus demandas. Esto fue lo que sucedi a partir de 1978-1979. Es teniendo en cuenta
esta nueva formulacin de las relaciones laborales en el mineral que se puede interpretar lo
ocurrido desde entonces en Chuquicamata y entender cmo pudo salir de ah una movilizacin
como la de 1983.
Esa movilizacin, originada en la decisin tomada por la CTC de ir a un paro nacional (en abril)
pero fortalecida por las decisiones de otras organizaciones, debe entenderse como parte del
cuestionamiento al gobierno militar que creci en el pas a causa de la crisis econmica que se
inici en 1982. Es decir que la decisin de los mineros se inscribe en un proceso general en el que
la sociedad chilena, por primera vez desde el golpe de 1973, manifiesta un desacuerdo de forma y
contenido con la accin de los militares. Entre marzo y septiembre de 1983, la movilizacin tuvo
momentos importantes, mas no decisivos. Las "jornadas nacionales de protesta" consiguieron
articular actores sociales hasta entonces aislados y constituir un "frente" por medio del que el
"pueblo" puso en duda a la autoridad poltica. Entonces, a pesar de la heterogeneidad de su
composicin, de la ambigedad del proyecto democratizador (basado en la idea de un "consenso"
entre las clases de la sociedad chilena) y de una direccin poltica estrechamente identificada con
la antigua clase poltica, la movilizacin pudo desencadenar suficiente fuerza como para obligar a
reformular algunas de las polticas econmicas impuestas hasta entonces por los Chicago Boys, y
como para hacer que el modelo represivo impuesto por los servicios de seguridad sufriera una
impugnacin abierta. Sin embargo, el efecto global de la movilizacin no consigui derrocar a
Pinochet ni modificar radicalmente el rgimen poltico por l encabezado. Los mineros fueron de
los primeros en darse cuenta de ese fracaso porque a partir de julio de 1983 sufrieron en carne
propia los despidos y la represin que sigui al paro del 17 de junio, centrada en el cobre. (4)
El paro, a pesar de haber sido preparado con mucho detalle y de haber suscitado el apoyo de la
base minera, se enfrent desde que fue anunciado con medidas represivas. (5) Ello hizo difcil que
una vez en marcha pudiera realmente tener el efecto que sus organizadores esperaban de l.
Despus de la jornada de protesta del 11 de mayo, el gobierno, conociendo algo de la mentalidad
vigente en el cobre, otorg una bonificacin extraordinaria de 3 mil pesos a los mineros. Cuando
vio que eso no era suficiente, en la vspera del paro, el 15 de junio, encarcel a Rodolfo Seguel,
mximo dirigente de la CTC, acusndolo de haberse adherido a la segunda jornada nacional de
protesta del 14 de junio. La presencia de los militares del campamento de Chuquicamata tambin
impidi que dicho mineral pudiera paralizarse el da 17. Estos antecedentes explican la relativa
debilidad del paro. Las medidas radicales tomadas por las autoridades militares loock-out, despidos
masivos, contratacin de nuevo personal, amenazas a las familias de los obreros impidieron la
manifestacin de la voluntad de los obreros. Por ejemplo, en El Salvador, tanto en la ciudad como
en la mina, y en Potrerillos, donde se sita la fundicin de El Salvador, la militarizacin se inici
desde el da 16. De un total de 1 600 mineros, 900 haban sido despedidos el da 18. Todos los
dirigentes sindicales, con la excepcin de uno, estaban entre los detenidos. Sin embargo, el paro
continu. En El Teniente, segn clculos oficiosos, el ausentismo alcanz a 96% del personal y los
despidos llegaron al millar, incluyendo al presidente de la zonal de la CTC. En la Compaa Minera
Andina el paro fue completo pero tambin los despidos afectaron a mil mineros de un total de 3
600. La detencin de Seguel y los despidos masivos aglutinaron a los mineros. Ello explica la
prolongacin del paro ms all del lmite fijado por la CTC. La situacin tendi a envenenarse
cuando el gobierno empez a detener a los dirigentes de la directiva nacional de la CTC,
incluyendo a Hugo Estivales, hasta ese momento no demasiado comprometido con la lnea de
Seguel (Latin American Report, 1983).
El balance del paro fue extremadamente duro para los mineros pues a fines del mes de julio, un
mes despus de su realizacin, continuaban despedidos ms de 600 obreros, de los cuales
quedaron 114 sin indemnizacin y 488 renunciaron a la fuerza. Adems, hubo procesos judiciales
contra varios dirigentes de la CTC por violaciones a la Ley de Seguridad Interior del Estado as
como a los dirigentes de las zonales de dicha organizacin. Ms adelante, todos los dirigentes
sindicales de El Teniente fueron despedidos, incluyendo a Seguel, a pesar de que las leyes
laborales prohben el despido de los lderes sindicales a causa de su participacin en huelgas.
Todo ello se produca en un clima de denuncia de la posicin de los mineros, los cuales eran
tratados de "malagradecidos" por el general Pinochet, que mencionaba beneficios como aumentos
en las gratificaciones, incrementos en los bonos de produccin, pago de subsidios a los enfermos y
construccin de viviendas en los campamentos como logros que los deberan haber disuadido de
participar en el paro del 17 de junio. En fin de cuentas, todava a fines de 1984 podemos decir que
el tira y afloja entre el gobierno y los mineros favoreci al gobierno y debilit las posiciones de la
CTC. Los mineros de vieja cepa podan encontrar consuelo en sus convicciones de que ms vale
no mezclarse en el desarrollo de la poltica nacional si lo que quieren es lograr mejoras en su
situacin socioeconmica.
A partir de ese momento se puede advertir un quiebre entre los que defendan una lnea de
integracin de la accin de los mineros con la del resto de los actores enfrentados al sistema
poltico defendido por los militares, y los que, desde una perspectiva acorde con la accin
tradicional de los mineros del cobre, defendan reivindicaciones mucho ms puntuales.
Consideramos que el comit directivo de la CTC es el lugar donde mejor se expresaron las
tensiones entre estas dos lneas y donde a partir de marzo de 1983 se definieron nuevas formas de
articulacin entre los mineros y los militares. La lucha entre estas dos tendencias, que se
ms de 200 millones de dlares en 1983. El empleo, que hasta 1973 haba estado en constante
expansin, se estanc a partir de esa fecha para aumentar slo 4% entre 1974 y 1979. Aumento de
la produccin, intensificacin de la productividad del trabajo, aumento de la rentabilidad y
estancamiento del empleo, tantos indicadores que apoyan una visin de la evolucin del lugar del
cobre en la economa nacional en trminos positivos. Lo que no quiere decir que ello no haya
tenido un costo. En efecto, los mineros y la CTC, perfectamente conscientes de todos los datos
sealados, no cesaron de sealar a partir de 1978, que el incremento de la eficiencia de la industria
deba tener repercusiones sobre las condiciones de vida de los trabajadores. Como dichas
repercusiones no se hicieron realidad, las tensiones no esperaron en manifestarse. En este
sentido, este primer componente de la estructura, el econmico, juega un papel importante en el
desarrollo del conflicto que estalla en 1983.
Ahora, en trminos sociales, lo que debemos mostrar primero es que la vida de campamento, a
pesar de haber experimentado algunas modificaciones derivadas de la progresiva integracin de
los mineros a la vida social por medio de los nuevos conjuntos habitacionales construidos en
Rancagua (vecina de El Teniente) y en Calama (vecina de Chuquicamata), no ha dado lugar al
cambio del lugar de los mineros dentro del conjunto de la clase obrera del pas. Es cierto que viven
en conjuntos habitacionales dentro de las ciudades, pero sus salarios, sus patrones de consumo y
sus niveles de aspiracin continan estando fuera de las existentes en el resto de la clase obrera
del pas. En un estudio reciente se seala que los ingresos mensuales duplican los salarios del
sector industrial formal y son diez veces mayores que los del PEM (vase Mac Clure-Valenzuela.
1983). Lo mismo podra decirse de las prestaciones sociales que se aaden a los salarios, los que
en los minerales continan siendo muy importantes en aumentar los medios econmicos
disponibles para los obreros. Bonos de produccin, becas, asignaciones familiares, atencin
mdica especial en hospitales particulares. etc., contribuyen, a pesar de la voluntad de los mineros
y de sus organizaciones, a separarlos del resto de los trabajadores del pas. Es indudable que todo
ello est ntimamente ligado a la contribucin que los mineros realizan a la economa y que la
satisfaccin en el trabajo constituye un elemento bsico de la tranquilidad laboral; sin embargo, es
imposible negar la realidad del divorcio existente entre este grupo y los dems.
Lo que no implica que los mineros estn totalmente satisfechos con su trabajo y con las
condiciones que hemos enumerado. Al contrario, si bien sos son hechos indiscutibles, lo
paradjico es que no por su existencia la accin colectiva de los mineros se ha estabilizado. La
reivindicacin por la apertura de espacios de negociacin por un lado y la demanda de elecciones
sindicales por otro fueron el acicate que movi a los mineros a actuar sostenidamente entre 1978 y
1983. Ni siquiera las re formas introducidas por el Plan Laboral de 1979 fueron suficientes para
neutralizar dicha accin; al revs, la prohibicin de realizar huelgas que esas disposiciones
establecan para Chuquicamata, no hicieron sino exacerbar los nimos. Por lo cual, la problemtica
social del mineral, a pesar de que algunos cambios haban atenuado lo que exista hasta ese
momento, no se ha transformado tan radicalmente como hubiera podido esperarse.
La evolucin del componente poltico no es muy diferente. Junto con la aparicin de un nuevo
liderazgo a partir de 1978 y de su consolidacin en las elecciones sindicales de 1980, lo ms
notable ha sido el regreso a puestos de responsabilidad de los representantes de organizaciones
polticas de izquierda. En 1984, los dirigentes sindicales elegidos provienen de dichas
organizaciones y convierten a lo ocurrido entre 1978 y 1983 en algo coyuntural, que no dej huellas
definitivas en el mineral. Entonces, no podemos sino reconocer que la estructura a la que aludimos
anteriormente est operando tambin en lo que se refiere a la cuestin poltica. Para los mineros,
se trata de optimizar sus posibilidades en la negociacin con los representantes del Estado. Deben
fortalecer su posicin mediante el apoyo a aquellas organizaciones que han alcanzado alguna
influencia en la fijacin de nuevas condiciones para la negociacin, poltica o no, que pueda haber
con el rgimen militar. Se han percatado de que desde 1983 en adelante, tanto por el fracaso del
enfrentamiento directo con el rgimen como por las consecuencias que tuvo la movilizacin,
relativamente aislada, que emprendieron por s solos, deben volver a definir su lugar como inserto,
quiranlo ellos o no, dentro de un sistema poltico ms amplio. Ello podra contribuir a explicar los
resultados de las elecciones sindicales de 1984 y la estrategia que mantienen para hacer frente al
rgimen. Diramos que todo esto no es nuevo sino que simplemente redefine la relacin con el
poder poltico en trminos tradicionales. Los mineros, como corporacin, se colocan frente al
rgimen en una actitud de paz armada con la que confrontan al poder militar en los campamentos
enclavados a partir de sus propias reivindicaciones, pero simultneamente, para poder realizar esa
confrontacin, necesitan articulaciones con el resto del sistema poltico-sindical del pas.
En mayo de 1983 pudo parecer que ellos tomaban la iniciativa; era efectivamente as, sobre todo
en El Teniente. Sin embargo, a medida que los militares asumieron su papel en los minerales,
cerrndolos y reprimiendo, las cosas se agravaron y pusieron obstculos frente a la accin minera.
Hasta el punto que dos meses despus (en julio), la asamblea convocada en Chuquicamata por la
CTC (con la presencia de Seguel) reuna a escasos 150 trabajadores. El juego entre mineros y
militares se haba desplazado inevitablemente hacia la capital y haba incorporado nuevos
mediadores. El lugar central que los mineros pudieron haber jugado en las jornadas nacionales de
protesta del primer semestre de 1983 pudo asustar a muchos de ellos y alejarlos de una
participacin sostenida ms adelante.
Vieron el espectro de la exclusin (por medio de los despidos de julio y agosto y de la divisin en la
CTC) y de la imposibilidad de negociar. En ltimo trmino, se percataron, quizs, de que se estaba
poniendo en peligro el modus vivendi alcanzado con el rgimen en 1978, en forma tan laboriosa.
La correlacin de fuerzas favorece desde mediados de 1983 a los militares que, mediante una
poltica de despidos y de represin en los campamentos, ha pasado a una fase ofensiva que le ha
permitido sanear la economa de las empresas, traspasando la realizacin de algunas tareas a
empresas contratistas, lo que, mientras la CTC tena fuerza, haba sido imposible. Se puede
esperar que en los meses y aos que vienen, lo ocurrido en 1983 tenga efectos duraderos, ya que
ha desequilibrado un acuerdo que se mantena, mal que mal, por lo menos desde principios del
gobierno de Ibez (1952). Incluso la coyuntura por la que pasa el sector en trminos de su
relacin con la economa internacional (ba|o precio del cobre y ofensiva de las compaas
estadounidense que acusan a Codelco de practicar dumpings en sus precios de exportacin a
Estados Unidos) permite al gobierno llamar a la unidad nacional y de esa manera poner tambin en
desventaja a los sindicatos, que no pueden legitimar sus demandas socioeconmicas y menos
todava articularse con las protestas que llevan a cabo otros sectores sociales. Son das difciles
los que se avecinan para los mineros del cobre en Chile.
Bibliografa
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Culver, Miners and mining in Latin America, Manchester University Press, 1985.
Notas:
1. La administracin de la Gran Minera del Cobre (GMC) est a cargo de la Corporacin del Cobre de Chile (Codelco), una
empresa estatal (la ms grande del pas) que tuvo activos fijos equivalentes a 2 500 millones de dlares en 1979 (vase Cuarta
Memoria Anual). Su capital y reservas alcanzaban 1 900 millones de dlares y las utilidades fluctuaron alrededor de los 200 millones
de dlares al ao a partir de 1978. Su rentabilidad equivale a 22.6% sobre las ventas y a 25% sobre su capital y reservas. Produce
aproximadamente un milln de toneladas de cobre comerciable (1980: 1 067.7; 1981: 1 080.3), incluyendo cobre refinado, blister y
concentrados a granel. El empleo de la GMC equivale a unos 30 mil mineros, incluyendo empleados de confianza ("supervisores",
rol A). La productividad por trabajador se ha incrementado a ms de 29 toneladas mtricas (vase Business Latin America, octubre
1, 1980).
2. En las elecciones de junio de 1980, las primeras despus de 1973, votaron 76% de los mineros inscritos en el Sindicato
Profesional. Ninguno de los dirigentes en ejercicio (los cuales haban sido nombrados por las autoridades militares) fue relelo.
Puede subrayarse el hecho de que algunos de los que fueron elegidos dirigentes haban figurado prominentemente entre aquellos
que animaron los movimientos previos al golpe de 1 973, y que, por razones que no podemos detallar por falta de espacio,
representan claramente a aquellos obreros que no desean mezclar la accin sindical con la accin poltica. Vale la pena agregar que
en las elecciones sindicales de 1984 esta situacin se modific, ya que salieron elegidos mineros adheridos a partidos polticos.
3. Por razones que slo podemos suponer, como puede ser la combatividad de los mineros y su propensin histrica al conflicto, el
Plan Laboral aprobado en 1979 prohbe la huelga en Chuquicamata, a pesar de que la permite en El Teniente y en El Salvador. Los
mineros de Chuqui slo estn autorizados a negociar colectivamente y, si no estn de acuerdo con lo que ofrece la empresa, slo
pueden recurrir a un arbitro gubernamental.
4. El paro del 17 de junio, que sigui de cerca a la "jornada nacional de protesta" que tuvo lugar el 14 del mismo mes, haba sido
convocado por la CTC desde su congreso del mes de marzo, en el que Rodolfo Seguel fue elegido presidente de dicha
organizacin. Su convocatoria obedece a la dinmica poltica de los primeros meses de 1 983 durante los cuales varias
organizaciones, entre ellas el Proyecto de Desarrollo Nacional (Proden) dirigido por Jorge Lavanderos y la Coordinadora Sindical,
pusieron en marcha la movilizacin que ms tarde se transformara en la Alianza Democrtica.
5. Para la reconstruccin de los principales elementos del paro del 1 7 de junio nos hemos apoyado en el Latin American
Report (Londres), en la edicin internacional de El Mercurio y en la revista Hoy.
CONCLUSIN
Francisco Zapata
del general Pinochet y el logro de posiciones polticas por parte de una derecha
renovada, muy ideologizada, pero con la fuerza de una parte del aparato militar de
su lado.
Octubre de 1984
Notas:
1. Vase el nmero especial de Problmes d'Amrique Latine 72, 2. trimestre de 1984, dedicado a
Chile; para una visin ms panormica del periodo 1973-1981, vase el nmero especial de
la Revista Mexicana de Sociologa, nm. 2, de abril-junio, 1982.
2. Vase Carlos Fortin, "The failure of repressive monetarism: Chile, 1973-1983" Third World
Quarterly, abril, 1984. Tambin Alvaro Garca, "The political economy of the rise and fall of the
Chicago Boys", Centre of Latin American Studies, University of Cambridge, Working Papers, nm.
38. marzo, 1983; Carlos Ominami, "Le mirarle economique chilien: le fin d'un mythe", Problmes
d'Amrique latine, 72, 2. trimestre de 1984.
3. Los "cacerolazos" son ya una forma tpica de protesta civil, particularmente identificada con las
clases medias. En efecto, desde sus primeras manifestaciones en Chile, por octubre de 1972 hasta
las ms recientes, tambin en Chile en mayo-junio de 1983 pasando por algunos imitadores en
Brasil, el hecho de hacer sonar las cacerolas en la oscuridad de las noches santiaguinas ha tenido
efectos ms que significativos como forma de cuestionamiento poltico. Est pendiente el estudio
sistemtico de su connotacin dado que sus implicaciones no estn slo ligadas, obviamente, a la
sobrevivencia material de los grupos sociales que lo utilizan.
4. Para la exposicin detallada del proceso de generacin de las nuevas agrupaciones polticas,
vase Sergio Spoerer, "Chile: 1981-1983: Crise institutionnelle et acteurs sociopolitiques", Problmes d'Amrique Latine, nm. 72, 2. trimestre de 1984.
5. El proyecto ideolgico alrededor de la nocin de "consenso" tiene apoyos en la obra del
historiador Gonzalo Vial (Historia de Chile: 1891-1973, Santiago de Chile, Editorial Santillana,
1981-1982) en la que se defiende la hiptesis segn la cual gran parte de lo ocurrido en Chile
durante el siglo XX no es sino la historia de la prdida de dicho "consenso", no slo al nivel de la
organizacin poltica sino tambin en trminos culturales. Dicho proceso llev eventualmente al
golpe de Estado en 1973. Vase tambin Eugenio Tironi, "Consenso, crisis y reedificacin
democrtica". Proposiciones, tomo X, ao IV, diciembre, 1983.
6. Algunos de estos trabajos son: Guillermo Campero y Jos Valenzuela, El movimiento sindical
chileno en el capitalismo autoritario: 1973-1980, Santiago de Chile, Instituto de Estudios
Transnacionales (ILET), 1984; Javier Martnez y Eugenio Tironi, "La clase obrera en el nuevo estilo
de desarrollo: un enfoque estructural", Revista Mexicana de Sociologa, Nm. 2, abril-junio, 1982;
Programa Regional del Empleo para Amrica Latina y el Caribe (PREALC), Sector informal:
funcionamiento y polticas, Santiago, 1981; PREALC, "Los trabajadores por cuenta propia en
Santiago", documento preliminar, 1978; Jaime Ruiz Tagle, El plan de empleo mnimo: 1975-1982,
Programa de Economa del Trabajo (PET), Academia de Humanismo Cristiano, Santiago de Chile,
1982. Se pusieron en marcha los Programas de Empleo Mnimo (PEM) y de Jefes de Familia
(POJH) cuya cobertura alcanza a 359 071 personas en marzo de 1985. Vase, El Mercurio,
Economa y Negocios, Santiago de Chile, mayo de 1985.
7. Vase, scar MacClure e Ivn Valenzuela, "Conflictos en la Gran Minera del Cobre (19731983)", Documento de trabajo, CEDAL, Santiago de Chile, mayo de 1985: Rodrigo Gonzlez y
Alonso Daire, "Los paros nacionales en Chile (1919-1973)", Documento de trabajo, CEDAL,
Santiago de Chile, noviembre de 1984.
8. El programa de transicin presentado por la derecha gremialista (con Sergio Fernndez, antiguo
ministro del interior de Pinochet y Jaime Guzmn, antiguo dirigente de la organizacin
paramilitar Patria y Libertad, a la cabeza) a principios de octubre de 1984, constituye, en nuestra
opinin, una salida al impasse en que estaba cayendo la situacin poltica en el pas, a pesar de
que no compartimos, para nada, su orientacin ni su inspiracin.