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Corregido y
editado por Erichz Z. Dedicatoria
Quiero dedicar este trabajo
a una gran amiga una hermana que quiero mucho y que es sper especial poder compartir este libro con ella ella es bueno, ella eres T *Ingrid Mesones*
La verdad que no tengo las suficientes lneas para expresar lo que
tu amistad significa para m, as que espero esto sea suficiente, un recordatorio que aun hay mucho por hacer.
Todava te queda demasiado por descubrir
no bajes la vista y si la bajas para tener cuidado de no caer en el lodo no te ates a nada que te haga dao no busques lo que no te saca una sonrisa no derrames lgrimas por lo que no fue tranquilo, mrate ahora eres ms fuerte deja de nublar tus ojos con la niebla de esa sustancia fangosa de resignacin alza tus brazos al cielo y agradece por lo efmero y lo venidero agradece por tus manos y tus pasos por haber amado y sentirte vivo nuevamente ahora te toca alegrar a otros que igual que t van perdiendo las nociones para continuar el camino esparce tu semilla regala tu historia nunca dejes de evolucionar
El pequeo libro viajero, Quetzal Noah
Agosto 1798 Condado de Westphal
Nunca le pertenecera. Pareca ser una constante en las verdades
de su vida.
Haba sido as desde su nacimiento, aunque en la cuestin del
nacimiento haba sido sumamente inocente. No poda decir con certeza el momento en el que haba tomado conocimiento del hecho. No haba un momento que pudiera recordar como una epifana. Ms bien, sospechaba que la verdad haba estado goteando en su conciencia como un manantial subterrneo desde sus doce aos. Momentos como el que estaba experimentando ahora le hizo darse cuenta de lo profundo que se haba vuelto el agua.
Evan Marchman era un espa. Situado cmodamente en las ramas
altas de un castao, tena una vista casi sin obstculos de la campia. Cuando su visin no era tan clara, necesitaba solamente una fraccin de segundo para voltear la cabeza y ponerla en otro ngulo a travs de la maraa de hojas. Para cualquiera que mirase desde el suelo era prcticamente invisible. Su posicin en la copa del rbol slo poda ser descubierta si l mismo lo permita. Evan no tena intencin de hacerlo.
Podra ser capturado. Y torturado. Seguramente sera torturado.
No le gustaba pensar en eso. Porque se haba convertido en un espa?, se preguntaba. Mejor sera caerse del rbol y romperse el cuello antes que ser atrapado por el enemigo. Mejor ponerle un plazo a su propia existencia que dar un paso en falso y ser encerrado dentro de las mazmorras del duque. Aprieta pulgares. Grilletes. Atizadores calientes. Ltigos. Potro de tortura. Evan se oblig a apartar de su mente todas las cosas en las que no le gustaban pero que en realidad era lo nico en lo que poda pensar. Trabajar como espa, consuma considerablemente ms disciplina en el control del pensamiento de la que haba adquirido, se convenci. Era otra cosa a la que debera aplicarse. Su sonrisa se desvaneci lentamente, el hoyuelo del lado izquierdo de su boca desapareci, poniendo por obra la instruccin que haba recibido para dominar sus rasgos y pensamientos, y esper. Los escuch antes de verlos. Los sonidos alegres se elevaron en el aire transportados por la suave brisa y flotaron por las verdes praderas y las suaves colinas. Un hato de ovejas levant la cabeza por un instante para ver de qu se trataba. El ganado sigui pastando, para nada interesado por la cacofona hilarante. Simplemente empezaron a moverse hacia otro parche de hierba acolchada.
Evan tuvo un atisbo del avance de la fiesta de presentacin en la
lejana casa de campo. En el recodo del camino, el polvo se arremolinaba encima de los carros, y en ocasiones pudo ver a un par de jinetes montados en los esplndidos ejemplares de los establos del duque disparados hasta la cima de una colina y volver. Ni una sola voz se poda identificar por encima de las dems, ninguna parte de un discurso o nota musical ascendi hasta la copa del rbol donde estaba Evan, pero no crea haber imaginado los sonidos de algaraba de un grupo acercndose. Por encima de los sonidos que escuchaba desde lo profundo del monte, el grito de las golondrinas, el susurro del viento entre las ramas y el chapoteo del agua en el borde del lago, oy una verdadera sinfona de risas.
Saba que tena que salir de su escondrijo antes de que los
portadores de la risa estuvieran bajo su nariz. No sera propio de un buen espa, estar toda una tarde agazapado all. No podra hacer ms que verlos, y eso no era lo que en realidad buscaba. Su madre se decepcionara si se enterase de lo que haca. Cuando haba dejado su casa esa maana, le haba dicho que slo tena la intencin de irse de pesca. Haba tenido la precaucin de tomar sus aparejos, pero slo para disimular su verdadero destino. Tena planeado venir aqu, an si no hubiera podido convencerla. Saber que deba bajar para escapar, no era lo mismo que hacerlo. La idea inicial haba sido venir, sobre todo despus de haber escuchado el deseo de la duquesa de entretener con un picnic a sus invitados. La investigacin de inteligencia haba llegado a l por la ruta habitual. La duquesa haba informado a su secretaria, quien haba hecho los arreglos con el primer mayordomo, que le haba dicho al cocinero, quien haba ordenado al personal de cocina, que haban intercambiado miradas de sufrimiento ante la enorme tarea que tenan por delante, y finalmente la servidumbre se puso manos a la obra. Evan lo haba escuchado de boca uno de los muchachos del lavadero que, una vez fuera de las restricciones de la casa del duque, parloteaba como una urraca. Tonto era lo que Johnny Brown haba dicho. Tonto. "Clase", dijo Johnny revoleando los ojos. "Imagina elegir sentarte en la hierba diablicamente cosquillosa y compartir un banquete con las hormigas, los conejos y los erizos. Esta gente no tiene el menor sentido comn, eso es lo que pasa. Hay tres comedores y una sala de desayuno en la casa y Su Gracia decide llevar a sus invitados a la laguna. No es que nadie vaya a pescar para contribuir alimento para la cena. Por entretenimiento, tal vez, pero no para la cena." Johnny habas acudido la cabeza con asombro y escupi.
"Tonto".
Evan no estaba seguro de estar de acuerdo con Johnny, pero sin
comprometer una opinin propia, se mantuvo en silencio. No tena la menor objecin a picnics y estaba feliz de disfrutar la aficin de su madre por ellos. Ellos pescaban para su propia cena, sin embargo, y cocinaban las truchas envueltas en hojas en un pequeo fuego sobre las piedras. El sabor ahumado de la carne tierna no poda emularse en la cocina de la casa, y haba algo sobre estar fuera, al aire libre que aligeraba el estado de nimo de su madre. Ni siquiera se daba cuenta que la hierba poda ser diablicamente cosquillosa, y menos an le importaba pensar en ello. Tal vez la duquesa no era tan diferente de su madre. Tal vez su estado de nimo tambin se aligeraba al estar sentada bajo el toldo de un claro cielo estival.
Evocando la sonrisa beatfica que mostraba su madre en esas
ocasiones, Evan no poda sino envidiarle a Su Gracia ese singular placer. No poda imaginar, sin embargo, que la duquesa esbozara siquiera una sonrisa en su direccin. Si daba muestras de alegra en algn momento, era porque no saba que l estaba cerca. Ella con gusto sufrira la marcha constante de mil hormigas sobre su persona durante toda una tarde antes de soportar un solo momento en su presencia. Para no avergonzarla, ni incitar la clera del duque, Evan se qued quieto como una piedra en la cima del rbol. Los jinetes a caballo llegaron primero. Haba cuatro hombres y dos mujeres. Una de ellas pidi ayuda para bajar de su montura, y la otra salt al suelo por s misma. Dos de los hombres llevaron a los caballos y los ataron en un lugar sombreado al borde del bosque. Evan les vio acercarse, pero nadie mir hacia l, y los caballos no percibieron nada indebido. Segn sus clculos, haban llegado tan cerca suyo como era probable que ocurriera en el transcurso de la tarde y no haba llamado su atencin. Iba a estar bien. Estaba a salvo. Los carros les siguieron a corto plazo y los pasajeros se apearon rpidamente, expresando en unanimidad su aprobacin por la esplndida campia que se extenda delante de ellos. Evan pens que tenan una vista bastante bonita, pero palideca al lado de la suya. l era el nico que poda ver la amplitud del lago. Poda distinguir el sutil contraste de azul y plata en la superficie reflectante del agua. Poda ver ms all de la primera colina, un campo de flores silvestres, y poda verla hierba mecerse como cuchillas dobladas por el viento. Su horizonte estaba mucho ms distante del que vean los que estaban en el suelo, y su panorama abarcaba una vasta porcin de la propiedad Westphal en Ambermede. Los invitados del duque no posean ms que una pequea parte de ese cuadro, Evan lo tena casi todo. Los huspedes se desplazaron a lo largo del lago y las colinas, eligiendo lugares estratgicos para sus mantas y cestas. Las mujeres llevaban sombreros adornados con cintas de color, hojas de menta y fresas silvestres, y vestidos de percal a juego. Se vean brillantes, alegres y vistosas, como si estuvieran diseadas para ser parte de este paisaje. Incluso los hombres, con la notable excepcin del duque, no se vean fuera de lugar. Con pantalones de gabardina, chaquetas de punto y camisas de lino sueltas, confeccionadas para facilitar la pesca o la natacin o simplemente descansar. La mayora de ellos ya estaban sin sombrero, el sombrero haba sido lo primero que tiraron al suelo una vez se extendieron las mantas. El duque de Westphal todava llevaba su sombrero de copa, de piel de castor y seda, ms apropiado para un concurrido evento social en un parque de Londres. Llevaba guantes de raso y un bastn en la mano derecha. Sus pantalones de dril blanco no mostraban siquiera una arruga, a pesar de su paseo en el carro, y las puntas de su cuello se vean rgidas como pas. Su chaqueta segua la lnea de sus hombros y brazos, definiendo su figura alta y atltica. No se rea abiertamente, ni sonrea con facilidad, sin embargo, de ninguna manera se vea fuera de lugar en su entorno. Estaba tan cmodo en su severidad como sus invitados lo estaban en su decadente abandono. Evan observ cmo el duque ofreca su brazo a su excelencia y con cautela la llevaba hasta la manta que se haba preparado para ellos. La duquesa era delicada hasta el punto de parecer frgil. Tena una tez como de fina porcelana y luca casi demacrada. Los huesos afilados de su cara estiraban su piel clara, marcando sus pmulos hundidos y haciendo que sus ojos parecieran ms escrutadores delo que en realidad eran. Estaba vestida con tanta elegancia como cualquiera de sus invitadas, pero su vestido verde manzana no realzaba su color, todo lo contrario la apagaba an ms. Evan vio claramente cuando inclin la cabeza hacia atrs para responder algo a su marido. Tena la cara volteada en su direccin, y por un momento pens que deba haberle visto. Sus ojos se posaron en un punto ms all del hombro del duque, directamente en su lnea de visin. De haber sido posible, habra visto una cara tan plida como la suya, porque Evan pens que estaba a punto de ser atrapado. No era as. La vio sonrer brevemente en reconocimiento a la observacin que el duque estaba hacindole, antes de que su mirada se alejara definitivamente de l. El latido de su corazn se desaceler y retom su ritmo normal. Descubrir que no se haba movido en lo ms mnimo ni haba producido siquiera un pequeo sonido de alarma le proporcion un placer infinito. Tal vez tena un talento natural para el trabajo de espionaje. Le haba parecido tan remota la posibilidad cuando su amigo Sur se lo haba sugerido que hasta le sonaba ridculo. De hecho, reconoca que se haba redo. Ya tena a los otros. Norte. Sur. Este. "Por qu un espa?" le haba preguntado a Southerton. "Por qu no un abogado? O un cirujano? con buena prctica podra adaptarme tambin." "Es a beneficio de la rima," le haba dicho Sur. "Norte, Sur, Este, Oeste. Amigos para siempre nos hemos declarado. Las otras verdades las negaremos porque somos, , lince, marinero y soldado" l se haba detenido dramticamente. "Vas en primer lugar, abogado? No rima, verdad, Oeste? No funciona. La rima es lo importante". Evan haba dicho que supona que estaba bien, entonces. l sera el espa. "Muy bien," haba dicho Este, feliz detenerlo resuelto sin tener que golpear a nadie. Le haba ofrecido un bollo en vez de un apretn de manos. Norte se haba frotado el puente ligeramente torcido de la nariz, un gesto no tan ausente como pareca serlo. Sin decir una palabra, le record a todos que Evan le haba roto ese apndice y le haba dejado su hermoso rostro con bastante ms carcter de lo que su madre pensaba que era bueno para l. Todos estaban de acuerdo en que un espa podra llegar a ser muy necesario algn da. Evan se dio cuenta de que asestar un golpe fuerte en la nariz de su enemigo slo sera necesario si lo descubrieran. Lo mantuvo fuera de su plan actual. No iba a permitir que eso ocurriera. Cmodamente acunado como estaba en su rbol, no era probable que se delatase o fuese descubierto por casualidad. Ajust su mente al presente, dej de mirar al duque y la duquesa de Westphal y se concentr en los ms pequeos de la reunin, apiados junto al lago. No todos los que disfrutan de la Hospitalidad de Su Gracia eran adultos. Haba media docena de nios entre los invitados. El mayor era el heredero, Will Fairchild, Lord Tenley, dos aos ms joven que Evan. Estaba organizando el juego para los dems nios, decidiendo quin deba ocultarse, quien deba buscar y dnde no deban hacerlo. Su voz tena un tono alto, y autoritario. No caba duda de que sera obedecido. Tenley no apelaba a la cooperacin con la emisin de rdenes a voz en cuello y cada palabra llegaba ntidamente a la copa del rbol. Evan hubiera deseado cerrarle la boca. Ya sea por miedo o respeto, los otros se sometieron a las directivas y formaron filas. A excepcin de la ms joven entre ellos, Evan no conoca sus nombres. La nia con la mata de pelo tan rubio que era casi blanco a la luz del sol, tena un nombre que haba aprendido rpidamente, Ria. Unos momentos despus de bajar del carro, alguien haba comenzado a nombrarla con frecuencia. "Ria, ven aqu." "No vayas, Ria." "Mantente alejada de los caballos, Ria" "Ria". "Riiii-aaa." Evan se pregunt por qu no le ponan directamente una correa para sujetarla, se habran ahorrado el trabajo. "Maa riii aaa!" As que no era "Ria", pens Evan, sino "Mara". La vea correr entre los invitados, con sus piernas regordetas pisando las mantas y perdindose entre la hierba alta, siempre a un tris de sufrir una cada, nadie poda ser culpado por no usar su nombre de pila. Apenas tenan tiempo suficiente para pronunciar tres letras, mucho menos dos slabas. Alguien le atrap, su padre, supuso Evan antes de que se precipitara dentro de la cesta de picnic de la duquesa. La duquesa no se perturb en absoluto por la interrupcin. Muy por el contrario. Ayud a Ria, ahuec el pelo brillante de la nia, y le habl suavemente. Evan esperaba eso, porque era sabido en todo Ambermede que la duquesa tena un especial cario por los nios. Lo que le daba a Evan la pauta de que la actitud del duque no era menos atenta. En realidad tom a la nia, la alz y la hizo girar en el aire una y otra vez hasta que la hizo chillar de alegra, y luego le permiti golpearlo pidindole dar otra vuelta. Su Gracia acept sin dudarlo. Nadie en el pueblo haba mencionado alguna vez que el duque de Westphal se hubiera prestado alguna vez para juguetear con los nios. Evan nunca habra credo algo as de su gracia si no hubiera sido testigo de ello. No saba que pensar acerca de lo que haba visto, y mucho menos cmo sentirse. Era ms fcil empujar su incertidumbre a lo ms recndito de su mente y concentrarse en su amplia visin de la fiesta. Tenley haba logrado que algunos de los adultos se unieran a su juego enrgico de esconder y buscar, y no pas mucho tiempo antes de que los participantes se dirigieran a los escondites disponibles. El bosque era un destino natural, pero nadie eligi su rbol de castaas para ocultarse, ni tampoco fueron capaces de escalar tan alto en ninguno de los rboles cercanos. El juego lleg a su fin en menos de una hora, y Tenley reagrup sus tropas para jugar a la mancha, a la gallina ciega, y, finalmente, al tesoro escondido. Se refrescaron aligerndose de ropa, incluso los adultos para jugar junto al lago. Salpicndose y mojndose, riendo hasta obligar a una gran familia de patos a huir del agua hacia la seguridad relativa de la colina. Cuando el juego enrgico perdi inters, reacomodaron las mantas y las canastas fueron abiertas para compartir el festn. Haba platos de carne asada, cordero y pollo, grandes hogazas de pan fresco, y una variada seleccin de fruta, queso y vino. Hubo poco movimiento luego del refrigerio. Alguien sugiri charadas, pero no se mostr demasiado entusiasmo. Incluso Tenley haba dejado de ordenarles lo que deban hacer y pareca contento de acostarse sobre una alfombra acolchada, panza arriba bajo el sol. Algunos de los huspedes dorman, otros lean, y algunos jugaban tranquilamente a las cartas. En definitiva, estaban en paz, pens Evan. Desde su punto de vista estaba bastante ms aburrido que reconfortado, pero supuso que era tambin parte de ser un espa. Estaba limitado al aburrimiento, y tendra que aprender a manejarlo. A tal fin, mentalmente recit todos los dioses y diosas griegos y sus homlogos romanos, despus los linajes reales de las casas de Europa desde Carlomagno. Cuando regres a Hambrick Hall por algunos das, l le apost a Sur y a los dems que poda recitarlos en poco menos de un minuto. Estaba seguro de impresionarlos, y posiblemente ganar algunos peniques. Estaba pensando en cmo podra gastar sus ganancias cuando un movimiento entre los huspedes de la duquesa le llam la atencin. Para ser estrictamente exacto, era el movimiento de un solo invitado. La joven Ria se haba levantado y estaba alejndose. Evan no saba por qu nadie pareca darse cuenta. Era cierto que haba ms gente durmiendo la siesta que la que haba estado dormitando unos diez minutos antes, pero an haba varios que se dedicaban a jugar a las cartas y a mantener una conversacin tranquila. Ninguno de ellos prest atencin a la chica, y Evan tuvo que creer que no la haban visto. Su madre y su padre, por lo menos, Evan crea haberlos identificado correctamente, yacan como cucharas sobre el csped, entibiados por el sol del atardecer. El brazo de la madre estaba curvado formando un arco que debi haber servido de almohada para la cabeza de su hija. Ria se detuvo. Si se decida volver a la manta y se acostaba en su lugar otra vez, nunca podra perderse. Evan estaba seguro de que eso no sucedera. Pareca como si Ria estuviera persiguiendo algo, una mariposa, tal vez, o una pluma de pato que haba quedado flotando en el aire, despus que el ave se haba apresurado a refugiarse en la ladera. Fuera lo que fuese, se dio cuenta de que se estaba alejndose del lugar donde los huspedes dorman sobre sus mantas y gradualmente se diriga al lago. No en una direccin estrictamente recta. Caminaba sobre la hierba de aqu para all, a veces dando vueltas y regresando unos pocos metros. Su avance se caracterizaba por piruetas torpes y varios tropezones, pero era un juego, volva a pararse despus de cada cada, decidida a capturar lo que fuera que estaba eludindola. Los ojos de Evan se dirigieron de nuevo a los huspedes. La ausencia de Ria todava pasaba inadvertida. Nadie volvi a mirar en su direccin. Nadie levant la mano y ni se par bruscamente para llamarla. No importaba que la ruta de la nia hacia el lago fuera impropia, era que la estaba llevando directamente a un peligro del que no poda ser consciente. Evan se dio cuenta de que tendra que hacerse responsable por su seguridad. l fue el que vio el peligro, y le corresponda hacer algo al respecto. Advertir a los dems estaba fuera de toda cuestin. Minutos preciosos podran perderse mientras todos averiguaban donde estaba y lo hacan abandonar su escondite. Sera castigado duramente si tena suerte, encerrado drsticamente si no la tuviera, y era dudoso que escucharan qu era lo que estaba tratando de decirles. Ria estara en el fondo del lago para entonces, sus diminutos pulmones no podan retener suficiente aire para mantenerse a flote, y sus gritos y llantos desodos a causa del alboroto que su presencia seguramente causaran. Evan hizo su descenso rpido. Su gil y atltico cuerpo estaba preparado para este tipo de desafo. Los dedos de sus manos y pies tocaban las ramas slo lo necesario para sentirlas debajo de l, y entonces se mova, siempre hacia abajo, acelerando, bajando los ltimos doce pies en cada libre, deslizndose para agarrar una rama, y luego balancendose hasta el suelo. Si alguien lo vio, no se detuvo a reconocerlo. La fuerza de su cada del rbol le hizo agacharse por un momento. Como un corredor al inicio de una carrera de velocidad, se levant lo suficiente para comenzar su descenso hacia la orilla del lago. No se qued en el bosque sombreado. No haba tiempo de esquivar los rboles y los obstculos de la maleza. Corri hacia el permetro del claro y sigui corriendo por el campo abierto. Se escuchaban gritos ahora, todos ellos a sus espaldas. Haba gente gritando que se detuviera, para que diera explicaciones. Alguien grit: "Ladrn!" Evan no saba porque haban dicho esa palabra, pero no hizo caso a todos los que le pedan que regresara y direccion su curso hacia el punto brillante delante suyo que estaba a punto de caer al agua. Se lanz hacia la nia, su cuerpo delgado tenso, ninguna parte de ella toc el suelo en ningn momento, en perfecto desafo a la gravedad. El esfuerzo no fue suficiente. Sus dedos rozaron el dobladillo del vestido, pero no pudo sujetarla, y la tela se escap de sus manos, mientras la inercia del salto haca que l mismo se precipitara a tierra. El aliento de Evan abandon sus pulmones al golpear el duro suelo. Alguien grit, pero no cay en el error de creer que la preocupacin era por l. Volvi la cabeza a tiempo de ver a Ria desaparecer bajo el agua. Su pelo ya no era tan brillante como lo haba estado momentos antes y comprendi que se hunda por segunda vez. El suelo vibraba bajo su mejilla, mientras los invitados corran en masa hacia l. Antes de que pudiera pensarlo mejor, sigui el ejemplo de Ria y se sumergi en el lago. El agua era ms profunda de lo que crea. Haba esperado que la pendiente del terreno siguiera el mismo ngulo de inclinacin, pero no era s, a los pocos metros la profundidad se acentuaba y se encontr manoteando a ciegas a su alrededor en busca del percal amarillo. Ayud, decidi ms tarde, que ella no hubiera desistido en la lucha. A pesar de que no se comparaban en contextura y altura, los movimientos de Ria eran tan enrgicos y desesperados como los suyos. Sus brazos cortos, y sus dedos se cerraron alrededor de sus muecas. El agua burbuje al dejar escapar sus ltimas bocanadas de oxgeno, y los pies de Evan se afirmaron en el fondo lodoso. Patale, impulsndose hacia la superficie con Ria aferrndose a su cuello. Aspir profundamente para recuperar el aliento, y sacudi la cabeza para apartar la cortina de cabello de delante de sus ojos. Los hombres estaban reunidos en el borde del agua en precario equilibrio en la parte ms empinada de la pendiente. Las mujeres, como la duquesa, se encontraban en un lugar ms apacible, muchas de ellas con sus brazos extendidos como si pudieran sacar a Ria ellos mismos por pura fuerza de voluntad. Evan los estudi con una sola mirada y dese poder entregar a la nia y desaparecer bajo el agua. No sera fcil hacerlo porque los dedos de Ria ahora estaban enredados en su pelo mojado. Cuando trat de alejarla de l, se aferr con los deditos rechonchos hasta que pens que iba a arrancarle el cuero cabelludo. Oa la multitud que gritaba, pero no pudo distinguir ninguna orden o acusacin por encima del llanto lastimero de Ria. Evan avanz por el agua menos profunda utilizando slo las piernas, manteniendo ambos brazos firmemente alrededor de la nia estremecida de temor, y se acerc a la orilla donde alguien fuese capaz de cogerla. No esperaba que nadie se preocupara por ayudarlo, as que sufri una especie de shock cuando Ria finalmente se separ de l, y alguien lo tom para sacarlo del lago. Su rescate no fue demasiado suave. Mientras que una chillona Ria pasaba de brazo en brazo hasta ser acunada en el seno de su madre, Evan fue detenido bruscamente por el cuello de su camisa y sacudido con fuerza. Sucedi muy rpido como para que pudiera comprender lo que estaba a punto de suceder. Un rugido sordo vibr a travs de su cabeza cuando el primer par de manos que se apoder de l lo mantuvo quieto mientras un segundo par le daba un atronador golpe en las orejas. Haba gritado, pens, pero no poda estar seguro. Esperaba que no. Era demasiado humillante. Alguien le dio la vuelta y lo empuj hacia adelante para hacer frente al duque, tropezando cuando fue liberado y casi cayendo de rodillas. Se las arregl para recuperar el equilibrio, justo a tiempo antes del primer golpe. El bastn de Westphal silb en el aire antes de caer sobre el hombro de Evan. Cay como una piedra y rod a un lado. El segundo golpe le alcanz de lleno en la espalda, levantando inmediatamente un verdugn debajo del lino mojado. Se encogi, abrazando sus rodillas contra su pecho para proteger su cara de los golpes. Su espalda y sus nalgas estaban expuestas, y los golpes llovan sobre l. Seguan gritndole, pero no poda or lo que decan. Pensaban que haba empujado la nia al agua? No saban que l la haba salvado? Por humillante que fuera, Evan abri la boca para explicar. En realidad, nadie lo escuch, por supuesto. No estaba seguro de que su voz se hubiera elevado por encima de un susurro, y segua acurrucado como un erizo con la boca muy cerca de las rodillas. Su orgullo peleaba con el dolor, y el dolor gan. Se puso a cuatro patas y trat de arrastrarse para alejarse, su nico pensamiento ahora era escapar de los golpes y encontrar algn refugio donde poder lamer sus heridas. Se desplom cuando el bastn le dio entre los omplatos. No poda doblar sus rodillas esta vez, estaba tendido en la orilla, con la cara vuelta hacia un lado, los ojos cerrados. Un largo suspiro sali de su cuerpo. Ya no senta dolor. Se esparci como una ola a travs de su piel, y luego se fue, dejando una estela de calor. Se imagin que senta unos dedos pequeos y regordetes enredados en el pelo y un peso extraamente familiar aferrndose a l. Un grito lo suficientemente agudo como para penetrar en sus odos fue lo ltimo que escuch. No haba tiempo para preguntarse si era suyo. Se estremeci una vez ms y se qued inmvil. Estaba solo cuando se despert. No haba esperado que fuera de otra manera. No haba ninguna razn para que nadie permaneciera cerca de l, y mucho menos Sus Gracias. Sera asunto suyo expulsar este desafortunado encuentro de su memoria. Evan dudaba que alguien quisiera hablar de lo sucedido, particularmente la mayora de los adultos, quin quera causarle desagrado al duque o su duquesa. Tenley podra decir algo. Era lo bastante impulsivo para hacerlo, aunque poda ser que pensara dos veces antes de arriesgarse a obtener la desaprobacin de su padre. Sin embargo, el joven heredero no tena que preocuparse de soportar el peso del castigo del bastn de Westphal. El duque guardaba ese tipo de retribucin para su hijo bastardo. Evan estaba quitndose con cuidado la camisa cuando la puerta de su habitacin se abri. Haban pasado cuatro das desde que haba regresado a Hambrick Hall para el inicio de las clases y una semana desde que haba recibido los azotes. No haba sido capaz de ocultar sus heridas a su madre, pero hasta ese momento haba tenido xito escondiendo el episodio a los miembros del Club de la Brjula. Norte, Sur y Este se detuvieron en el interior de la habitacin. Evan se habra redo por lo cmico de su abrupta parada, si no hubiera estado tan concentrado en tratar de sacarse la camisa de nuevo. Agradeci cuando cerraron la puerta rpidamente. Tena que reconocer que ninguno de ellos habl de lo que haban visto. Evan estaba agradecido por eso. Termin de meter la camisa dentro de los pantalones. Haciendo caso omiso de las heridas an abiertas que se haban pegoteado al gnero de la camisa anterior, recogi su chaqueta. Brendan Hampton, al que llamaban "Norte", se adelant y tom la chaqueta. Hacer algo til como ayuda de cmara de Evan, le haca pensar que la recuperacin de su amigo no sera un proceso tan doloroso. "Gracias," dijo Evan, sin mirar a los ojos de Norte. Gabriel Whitney, "Este" para los dems, le ofreci una de las tortas heladas que llevaba. "Los pasteles siempre ayudan", dijo. "Estos llegaron hoy, para compartirlos. No puedo comrmelos todos yo, verdad?" Evan era lo suficientemente amable como para contradecirlo. La figura redondeada de Este era evidencia de lo contrario. Tom un pastel y se sent cautelosamente en el borde de su cama, invitando a los dems a unirse a l. Mateo Forrester, el joven vizconde Southerton, cruz las piernas debajo de l y se sent en el suelo. Acept uno de los pasteles de manos de Este con gran entusiasmo. Habl con la boca llena de comida. "T nos dirs cuando ests de nimo, supongo. Y si nunca ests de nimo, no importa. Seguiremos siendo tus compinches, Oeste". Evan asinti con la cabeza. Era muy posible que jams dijera algo al respecto. No dudaba de que tuvieran una muy buena idea sobre lo que haba provocado los verdugones en la espalda y las piernas, pero esto no lo haca menos humillante para l. Todava quera revancha. Como si hubiera ledo su mente, Norte frot el chichn de su propia nariz. "Te gustara darme un puetazo? Parece como si quisieras matar a alguien. " La mandbula redondeada de Este se acerc y seal la hendidura en su barbilla. "Estoy a tu disposicin si desees acentuar esta grieta que necesita profundidad". Sur seal su mejilla izquierda donde haba acumulado la mayor parte de su torta helada. Se le haba hinchado como si fuera una ardilla. "Adelante. Toma impulso. Un poco de ayuda para poder tragar el pastel." Evan se puso a pensar en el juego de palabras de Sur. Eso le salv de tener que dar otra respuesta. Su garganta estaba incmodamente apretada y hablar habra sido una dura prueba. Su disposicin a aceptar las lesiones y el dolor que su propio padecimiento causaba en los otros era un recordatorio de cmo se haban hecho amigos. Nunca le pes tanto el hecho de ser un bastardo como esa vez. Habl finalmente, tragando saliva, con la esperanza de que pareciera que el pastel era la causa de su dificultad para expresarse. "Ms bien quisiera golpear a uno de los obispos". "Genial," dijo Sur, deseando haberlo pensado l mismo. "Excelente," dijo Este, apartando las migajas de su pecho. "De lujo", dijo Norte, aprobando. "De verdad, de lujo." Todos se pusieron de pie y se dirigieron a la puerta. A pesar de que su club se haba propuesto ser "enemigos jurados de la Sociedad de los Obispos," jams hasta ese da se les haba ocurrido provocar una pelea. Llegaron al patio adoquinado de Hambrick preguntndose cmo podran comenzar el asunto cuando uno de los obispos susurr, "Bastardo". Fue sorprendentemente fcil despus de eso. Captulo Uno Noviembre 1818 Ella pensaba que podra or su risa. Le haba dicho mientras estaban juntas, que de ella dependera escucharla, sin importar las circunstancias que las uniera. Pero seguro que no, pens, no esta noche. No cuando la circunstancia era la muerte. "Va a tener que retirarse, seorita." Ella fingi no haber odo. Haba tenido xito ignorando la orden la vez anterior. Tal vez se convencera de que era sorda o tonta y le otorgara concesiones. No era como si estuviera dando la lata a nadie ms que a ella. De hecho, no haba nadie en la acera a estas horas que pudiera sentirse molesto por su presencia. Supuso que estaba envalentado por su importante apariencia. Luca una libreta esplndidamente trenzada en oro que deba rivalizar con la que llevaban los siervos del rey. Se hallaba de pie, como un centinela en la parte superior de las escaleras, guardando celosamente la entrada del club de caballeros como si su vida dependiera de ello. Tal vez as fuera, consider. Si pudiera planear alguna manera de romper sus defensas e ingresar al exclusivamente masculino santuario del oporto *un licor ;)*, el humo del cigarro, y los sillones de cuero, tal vez consiguiera que lo despidieran, por encontrarlo inepto, y tendra que valerse por s mismo y mantener a su familia iniciando un nuevo emprendimiento como ratero. Sera culpa de ella que se viera obligado a delinquir. Estuvo a punto de esbozar una sonrisa debido al derrotero que sus pensamientos haban tomado. La explicacin que poda encontrar para el divague de su mente era que estaba profundamente cansada, hasta los huesos. Sus dientes castaeteaban debido a la humedad y el fro de la noche. El abrigo de su capa de lana ya no era eficaz para mantener alejado el fro, ni tampoco la capucha poda evitar que regueros de agua descendieran por su pelo. Retirarse, era probablemente justo lo que necesitaba hacer. Como si se tratara de su propia iniciativa, ms que como consecuencia de su advertencia, comenz a caminar lentamente. No quit los ojos de las ventanas del club mientras lo haca, pero estaban demasiado altas por encima de la acera como para tener una clara vista del interior. Anteriormente haba observado el club desde otro lugar cruzando la calle. Desde esa distancia pudo ver algo de las habitaciones clidamente iluminadas que daban a la parte delantera, pero no tan claramente como para poder identificar a ninguno de los miembros. "Debe caminar ms rpido, seorita." Algn duendecillo perverso la hizo detenerse en seco. No fingi no haber odo su sugerencia. Su posicin erguida en la cima de la escalera le haca semejante a un guardia romano, sin embargo, su postura rgida no le impresion. Se qued all un largo minuto. Estaba demasiado oscuro para medir la reaccin provocada por la frustracin. Esperaba que hubiera pesado las consecuencias de perder su trabajo ya sea por quitarse el mismo de la puerta o por conseguir que otro lo corriera. De cualquier manera, tendra que abandonar su posicin. Entonces ella podra tener una oportunidad de ingresar al Club. Al parecer, estaba hecho de otra pasta, pues pareci percatarse de su plan, planteando un autntico desafo. Se envolvi ms apretadamente bajo su manto y, finalmente, dio un paso atrs. La lluvia caa dura y ruidosa sobre la acera y corra por la calle empedrada hasta la alcantarilla. Un coche apurado pis un charco enorme, enviando un chorro de agua que no pudo evitar. El dobladillo de su vestido se arrastraba por la acera, y los zapatos ya no eran una barrera contra la lluvia. Sus medias estaban hmedas pegadas a la piel, y el agua se colaba dentro y fuera con cada uno de sus pasos. Fue la comprensin del hecho de que no tena realmente ningn lugar adonde ir lo que la detuvo en seco. Gir sobre sus hmedos talones y se dirigi resueltamente hacia la entrada del club. Esta vez no se detuvo al pie de la escalera, subi los escalones con la cabeza en alto a pesar de que su exposicin a los elementos le haba amortiguado el espritu. "Y ahora qu seorita?", dijo el lacayo en tonos tanto nerviosos como ofendidos. "Usted no puede estar aqu." "Qu cosa tan absurda est diciendo, mi sentido comn me dice que puedo y que debo. "No le dio tiempo para montar un argumento."Como podr notar, usted ocupa uno de los pocos lugares al amparo de la lluvia. Sera una grosera que se negara a compartirlo". "Grosero?" Las arrugas alrededor de sus ojos se profundizaron cuando entrecerr los ojos para verla mejor. "Por qu? Por negarme a albergar a una cualquiera? Usted circula con muy poco equipaje, verdad? Mrchese antes de que llame a los guardias. Es una noche desagradable para que ellos estn fuera, y no van a agradecerle el viaje bajo la lluvia para llevarla ante el juez sin demora". Ella apart la cabeza, cubrindose con la capucha de la capa para que no pudiera memorizar sus rasgos. "Llamara a un guardia porque he pedido refugio contra esta lluvia abominable? Me llevaran ante un juez, molestndolo por tan poca cosa?" El lacayo no cay en su ardid. "No sera la primera de su tipo en tratar de ganar su entrada aqu." "Mi tipo? Usted se refiere, espero, al hecho de que soy mujer. Haras bien en no compararme con ninguna gentuza". Mirando hacia abajo, le vio cambiar el peso de su cuerpo de un zapato de hebilla al otro. Pareca que sus palabras le haban inquietado un poco. No le permitira asumir que ella conoca que clase se asuntos se llevaban adelante en ese Club. No era la desechada amante de nadie que vena a buscar venganza, ni tampoco era una ramera buscando trabajo. "Qu mal puede hacer si usted permite quedarme hasta que la lluvia disminuya." El criado mir hacia el cielo tormentoso. No haba evidencia de luna o estrellas esta noche. Las pesadas nubes bajas, se vislumbraban por el reflejo de las miles de farolas de Londres. Dedos gruesos de niebla flotaban sobre el ro Thames y pronto cada calle, parque, y callejn quedara cubierto por el manto blanquecino. No habra diferencia con el West End. La niebla era el gran nivelador de la ciudad, no tena en cuenta ttulos ni clases sociales. Los detalles arquitectnicos de muchos de los mejores edificios de la ciudad se volvan tan borrosos como para ser confundidos con los almacenes y los burdeles de la zona riberea. "La lluvia no parar a corto plazo", dijo, sin pausa. "Y la niebla casi est aqu. Usted encontrar mejor su camino a casa si se pone en marcha ahora. Ladrones y delincuentes an peores acecharn muy pronto". No se movi. Poda haberle dicho que recin haba llegado a Londres y que su casa quedaba a una distancia de dos largos das de marcha, pero no discerna el beneficio de revelar ninguna de esas cosas. "Esperar", dijo. "No tiene que preocuparse, no tengo la menor intencin de montar una escena. Es slo que..." Su voz se apag. "Voy a esperar ", repiti en voz baja. El ancho pecho del lacayo se expandi por la magnitud de su suspiro. Hizo un poco de lugar para que ella pudiera refugiarse en el porche angosto. "Desea enviar algn mensaje?", se pregunt. "Me encargar de supervisar que sea entregado directamente." Ella neg con la cabeza. Un mensaje podra ser desestimado en un segundo. Esa era la razn por la que no se haba anunciado en su casa. No tena la seguridad de que l estara de acuerdo en recibirla. Ni siquiera tena la certeza de que pudiera reconocerla, ni mucho menos la consecuencia que podra tener que lo supiera. Sera ms probable captar su atencin por un momento, si l era consciente de su identidad o si era totalmente ignorante de la misma? Podra despertar su inters, o sera despedida con un movimiento de manos? Sus preguntas la haban llevado hasta all, a este bastin de exclusividad masculina en St. James, con la esperanza de forzar un encuentro. No tena la seguridad de que l estuviera dentro, pero despus de vigilar su casa por un tiempo, concluy que no estaba en ella. Teniendo en cuenta lo que saba sobre l, este pareca un lugar tan conveniente para encontrarlo como podra serlo cualquier otro, y de todos modos tena que comenzar en alguna parte. Ella no quera conocerle formalmente en el funeral. Evan Marchman, el duque recin asumido de Westphal, mir a sus compaeros a travs de las cartas que sujetaba en sus manos. Tendido como estaba en la silla de respaldo alto, su postura no era precisamente la correcta para estar orando, sino ms bien para la meditacin perezosa. l y sus amigos componan un cuarteto sombro esta noche. No encontraban la disposicin al humor ni los medios para hacer apuestas de ninguna clase. Permanecieron largos perodos sin conversacin formal. Bebieron poco. Nadie los molest. El comportamiento austero de su grupo estaba dando lugar a miradas suspicaces en su direccin y despertaba murmullos de incredulidad entre los dems miembros del club. Las personas familiarizadas con la noticia de la muerte de su padre tambin entenderan por qu no estaba de luto. "Estamos causando o un gran revuelo, lo saben," dijo finalmente. Este mir a su alrededor y vio que era as. Se encogi de hombros. "Debe ser a causa de Sur. l est ms bien desaliado esta tarde. Oblgalo a confesar". El Visconde Southerton despert lo suficiente como para preguntar: "Te refieres, tal vez, a las manchas de barro en mis botas?" Gabriel Whitney, marqus de Eastlyn, podra haber nombrado muchos otros detalles que contribuan a tacharlo de una persona descuidada en su apariencia, pero se conform con las botas salpicadas de barro. "Eso es correcto. Nadie podra dudar de que Darrow te ha dejado". "Resulta que he sido yo el que lo ha abandonado", dijo Sur hablando sobre su ayuda de cmara. Su cabeza descansaba en el respaldo de la silla. Con los ojos de color de acero pulido entrecerrados, considerando las puntas de sus botas totalmente ofensivas. Haba sido un viaje duro desde el medio de la nada hacia el centro de Londres. "Es una situacin temporal en la relacin." Aadi en caso de que Este tuviera en mente alguna oferta que pudiera tentar a Darrow para ocupar su puesto. "l no est disponible para ti." "Lstima". Eastlyn sorbi su oporto (licor) y luego su atencin gir hacia Northam. "Ests especialmente introspectivo esta noche ", dijo." No puede ser nicamente por la muerte del padre de Oeste". Brendan David Hampton, desde haca muchos aos el sexto conde de Northam, distradamente se pas de nuevo las manos por el pelo blanqueado por el sol. "No en realidad." Su delgada sonrisa comunicaba sus disculpas a Oeste. Por su parte, Oeste hizo un gesto amistoso. No haba ninguna razn para ofenderse con la respuesta de su amigo. l apenas poda culpar a Norte por expresar tan poca tristeza por el fallecimiento del difunto duque, no cuando sus propios sentimientos eran tan similares. Oeste lade la cabeza hacia un lado, su mirada de color verde oscuro observando divertido como Eastlyn escudriaba un poco ms a Northam, tratando de descubrir esa causa digna de su abstraccin. "Elizabeth, entonces," dijo Eastlyn. Las palabras apenas haban sido pronunciadas cuando Este levant la mano, impidiendo que Norte contestara. "No, no respondas. No debera haber preguntado. No es asunto mo." Este no dej de percibir que los hombros de Norte se relajaron ni bien fue relevado de la obligacin de responder. Pareca que no le importaba que ellos supieran que las cosas no eran en absoluto como deberan ser en su matrimonio, pero no tena ningn deseo de dar explicaciones sobre los detalles. Oeste poda respetarlo. Todos ellos se haban reunido por l esa noche, saba que estaran all por cualquier cosa que necesitar. Slo tena que mirar a Southerton para ver el esfuerzo que haran, si era necesario. Norte inclin ligeramente la cabeza en direccin a Sur y capt la mirada de su amigo. "Dnde estabas cuando escuchaste la noticia?", pregunt. Este se pregunt cmo respondera Sur. l tena pruebas de qu Sur haba estado a una considerable distancia de Londres, ya que haba ayudado a hacer los arreglos para el tramo final de su regreso. A Oeste se le ocurri que Sur estaba esforzndose por no mostrar lo duro que haba sido realizar ese viaje. No daba por sentado la presencia de Sur en ese momento, por supuesto, pero reconoca esto como una prueba ms de los lazos de amistad que haban forjado en Hambrick Hall. Este no dudaba de que Sur no hubiera titubeado por un segundo que deba ir a Londres en lugar de seguir hacia su lugar de destino. "Norte. Sur. Este. Oeste. Amigos aunque la vida nos cueste. Un extrao no hubiera reconocido la expresin tensa de Southerton producto de la profunda fatiga que senta, pero l estaba entre sus amigos ahora y no podan dejar de notar la cantidad de horas que su viaje le haba llevado. Una pequea sonrisa alivi las lneas de tensin alrededor de los ojos de Southerton cuando se dispona a contestar la pregunta de Norte. "A ms de la mitad del camino", dijo en voz baja. "Era un hombre a medio camino." Norte, irnicamente dio una respuesta enigmtica. "Hasta ahora". "Por supuesto." Sur se acomod erguido en su silla. "Sospecho que el retorno me llevar algo ms de tiempo." Eastlyn rio en voz baja, la primera risa desde que se haban reunido. "Especialmente si tu intencin es concluir algo. No puedes viajar la mitad del camino, y la mitad otra vez, y esperar para llegar all, Sur. O es que te ensean algo diferente a bordo de los buques de Su Majestad? Si lo hicieron, me gustara saberlo." Levant su copa de oporto, con una expresin sobria. "Hasta cundo permanecers en Londres?" "Un da ms", dijo Sur. "Dos a lo sumo." Este asinti. Baj la voz para que no se oyera ms all de su pequeo crculo. "Vas a llamarnos, no? ", pregunt." Si es necesario". "Slo si es necesario," dijo Southerton con la misma entonacin lgubre. "Yo no comprometera a ninguno de vosotros intilmente". Una de las cejas castaas de Eastlyn se curv en un arco perfecto. "As que esa es la manera." Ninguno de ellos tena que escuchar nada ms para saber qu Sur estaba tratando de dar captura a un espa. Era la clase de trabajo que a menudo le tocaba realizar a Oeste, y por una vez, estaba agradecido de no tener esa asignacin. Se coment algo acerca de la estrategia del plan, los talentos peculiares de Sur le otorgaban una gran ventaja. Oeste record claramente ms de una ocasin en Hambrick, dnde Sur haba tenido que utilizar su magnfico intelecto para evadir a sus enemigos, los obispos. Por su parte, Oeste habra preferido otra pelea, pero a Southerton le gustaba utilizar sus propias formas de sortear los obstculos. Oeste sonri mientras la siguiente pregunta de Eastlyn demostraba que estaba inmerso en el mismo recuerdo. "No contars toda la historia del reinado de Enrique VIII, verdad? ", pregunt Este." Si tienes que estar pasivo durante largo tiempo por algn plan excepcional, quiero decir. Creo que no me quedara sentado otra vez." Norte asinti. "Yo estoy con Este. No puedes esperar mucho de nosotros en esta ocasin, Sur." Oeste se vio impulsado a contribuir a esta observacin. "No importa que hayan pasado una veintena de aos. La memoria est grabada dolorosamente en mi culo." Ese comentario de inmediato atrajo tres pares de divertidas miradas. l los observ con inocencia. "Qu? Un duque no puede hablar de culos?" "Un duque puede hablar de cualquier cosa que l quiera", dijo Sur. "Especialmente uno que tan recientemente ha adquirido el ttulo, las tierras y la fortuna." "Te refieres a alguna concesin que se har por un hijo bastardo que de repente adquiri legitimidad", dijo Oeste. Southerton continu como si no hubiera habido interrupcin. "Pero a menos que quieras que otros imiten cada palabra que digas y las mismas vuelvan a ti, por lo general lo mejor es hacer silencio". "Maldita sea", dijo Oeste en voz baja. "Maldita sea, maldita sea." Su actitud desconsolada provoc por primera vez sonrisas idnticas al resto del Club de la brjula, entonces estallaron en risas. Risotadas sin sentido, sin analizar siquiera su origen, dejando que sus carcajadas hablaran por s solas, cuando ellos mismos no podan encontrar las palabras que lo expresaran tan bien. La lluvia finalmente se redujo a una llovizna. El Sr. Dunlop por fin haba conseguido que le dijera su nombre insista en que desocupara la escalinata antes de que los miembros del club comenzaran a retirarse. No tena sentido discutir o presionarlo para obtener ms datos. Demasiada suerte haba tenido al haberse resignado a la inevitable opcin de compartir su refugio. Incluso se haba convertido en una especie de amable compaero, bajando la guardia lo suficiente como para permitirle informarse sobre lo que necesitaba saber. Por primera vez desde su llegada a Londres, se permiti un atisbo de esperanza. De pie en la esquina donde una puerta de hierro marcaba el permetro de la propiedad, pudo ver a algunos seores salir del club. Solos o en pares, todos ellos haciendo una pausa en la charla para ajustar los sombreros de piel de castor para que la lluvia no salpicara sus rostros. Llevaban guantes de seda y abrigos de lana. Algunos de ellos usaban bastones. Ahora que la lluvia haba casi desaparecido, no pareca molestarlos demasiado. De vez en cuando se oa un comentario maldiciendo el clima, pero no creaba gran dificultad ya que sus carros llegaban hasta la puerta para recogerlos. De vez en cuando llamaban al Sr. Dunlop para que les consiguiera un coche de alquiler. Ninguno tuvo que esperar demasiado, los conductores haban estado precisamente atentos a esta oportunidad. Su espritu alegre se fue esfumando cuando una hora despus, l no haba aparecido. No crea que fueran muchos los caballeros que quedaran en el interior. Ms de tres veintenas ya se haban retirado del establecimiento. No pareca ser un lugar tan grande como para dar cabida a otro xodo de la misma magnitud. Dunlop abri la puerta e hizo una respetuosa reverencia con la cabeza. "Su Gracia. Debo llamarle un coche? " Oeste se pregunt en qu momento dejara de sentir una punzada de alarma al ser llamado de esa manera. Su Gracia. Haba estado en el club slo dos veces en el pasado y haba sido recibido con cortesa, pero sin esta desconcertante obsecuencia. "Deseo caminar esta noche", dijo. "Es tonificante, no le parece?" Oeste percibi que el lacayo pensaba que estaba bastante loco para evitar la oferta de un coche, pero no ofrecera su opinin a tal efecto. Haba un dejo de burla en el tono de Oeste cuando dijo: "Et t, Dunlop?" "Yo, Su Gracia?" Dunlop trag saliva. "No s lo que quiere decir." Oeste supuso que no lo saba. "T no fuiste tan servicial conmigo hace dos das." "Acaso lo he ofendido en algo? Le aseguro que no era mi intencin." Al ver que estaba poniendo incmodo al hombre, Oeste abandon el tema. Dunlop muy bien podra sealar que haca dos das haba sido un caballero, es cierto, pero tambin un bastardo sin ninguna posibilidad de cambiar su estado a futuro. Suspir. Tendra que depender de Sur, Norte y Este para que lo trataran como siempre lo haban hecho sin hacer concesiones a este cambio repentino del estado de su nacimiento y de su posicin. "Mis amigos se llevaron sus carros, me imagino." "S", dijo Dunlop. "De hecho lo hicieron. No hace ms de media hora." Oeste saba muy bien cuando los dems se haban ido. Les haba asegurado que estaba de una sola pieza y les anim a volver a cada uno a su hogar. l se qued para disfrutar el ltimo brandy y considerar lo que iba a ser de l cuando saliera a la luz la sorprendente declaracin final de su padre. No haba sido suficiente que el moribundo diera su explicacin a todos los reunidos al lado de su lecho de muerte, sino que el abogado del duque le haba dicho a Oeste que su padre haba redactado el documento una noche antes de notificrselo. Naturalmente, Oeste haba puesto en duda la lucidez de su padre, con la esperanza de or de boca del abogado que el Duque estaba completamente fuera de sus cabales. Ridgeway, no entenda cmo Oeste poda estar tan poco deseoso de heredar el ttulo, las tierras, la fortuna y la responsabilidad del ducado, asegurndole reiteradamente que el antiguo duque estaba completamente lcido, justo en el momento en que llamaron a Meg y la vio llegar hasta pararse junto a l a un lado de la cama. Oeste no se sinti mejor predispuesto hacia su padre al enterarse de que haba llorado clamando por Meg al final. Record con qu frecuencia su madre haba llorado de manera similar por culpa del duque y la poca respuesta que haba recibido de su parte. Si ella se presentaba a su lado, Oeste esperaba que fuera con la intencin de sealarle el camino al infierno. Sin duda no vendra para llevarlo a esa parte del cielo donde resida. Incluso el Todopoderoso no poda ser tan misericordioso como para concederle al difunto duque de Westphal un lugar all. Oeste toc el ala de su sombrero de castor para que se acomodara sobre su cabeza en un ngulo apropiado, dibuj una sonrisa irnica en los labios, y comenz a bajar las escaleras. Un haz de luz le marcaba el camino y el repiqueteo de la lluvia apenas poda percibirse. Gir a la derecha por la acera en direccin a su casa, sus largas zancadas lo llevaron hasta la esquina rpidamente. Hizo una pausa mientras sala a la calle. Fue un titubeo, una sensacin tan ligera que casi pas inadvertida. La niebla era tan espesa, que no confiaba en s mismo para ver qu clase de trfico podra aparecer en la calle. Inclin la cabeza hacia un lado y escuch. Reconoci la aproximacin de un pesado carro tirado por un par de caballos y un carruaje tirado por un solo animal. El transporte se mova con rapidez y juzg que tena tiempo de cruzar sin percances. Sin preocuparse en absoluto porque la persona que lo vena siguiendo pudiera no ser capaz de hacer lo mismo. Oeste lleg al otro lado de la calle, gir a la izquierda, y avanz rpidamente hacia la mitad de la manzana donde haba una abertura entre dos residencias de ladrillo blanco. Dio un paso hacia un lado en la boca oscura del callejn y esper. Los pasos que lo haban estado siguiendo desaceleraron, y finalmente se detuvieron. Arma en mano, Oeste esper con paciencia para ver qu truco utilizara el ratero para atracarlo. "Su Gracia?" No slo estaba ligeramente sorprendido por la dulce voz femenina que lo llamaba, sino que se preguntaba si realmente haba utilizado su nuevo ttulo. El hecho de que hubiera sido seguido desde el club por una mujer no mitigaba el peligro. Tena experiencia de que las mujeres que salan a la calle para ganarse la vida podan ser tan peligrosas como sus contrapartes masculinas. Tampoco poda descartar que pudiera haber un chulo en las inmediaciones dispuesto a ayudar si no poda manejar la cosa ella misma. "Por favor, Su Gracia. No puedo ver siquiera mis dedos al final de mi mano. Ests aqu?" Oeste dio un paso adelante y se detuvo de forma segura a la distancia del largo de un brazo de ella. Hablaba en voz baja, gratamente. "Quizs puede ver esto?" "S". Ella parpade, retrocediendo cuando la hoja metlica se detuvo cerca de la punta de su nariz. "S, lo veo." "Correcto. Entonces tendr la bondad de tirar su propia arma." "No tengo ninguna." Su negacin no lo convenci. Para no encontrarse de repente con una navaja entre las costillas, o una bala en sus testculos, Oeste se movi rpidamente, la tom de la mueca y la hizo girar para que se apretara contra l. La meti en el callejn y la empuj contra la pared mojada por la lluvia de la residencia situada ms al sur. Volvi bruscamente la cabeza hacia un lado para que su nariz no se aplastara contra su pecho y dej su mejilla impresa en el ladrillo del muro. Aparte de un grito de asombro inicial, no hizo ruido. Eso fue inesperado, los ladrones experimentados rara vez guardaban silencio, prefiriendo protestar por su inocencia con toda la capacidad de sus pulmones, o mejor an, hacer acusaciones de irregularidades cometidas por la misma persona que estaban tratando de robar. "Qu es lo que quieres?", pregunt. A pesar de que su respuesta fue casi inaudible, mostraba el tenor inequvoco de una orden. "Quiero que quite sus manos de mi persona". "Eso no es lo que quise decir." Continu su bsqueda sin pausa, apart a un lado su manto y desliz sus manos impersonalmente a lo largo de su estrecho torso y de sus pechos mientras buscaba una daga envainada o una pistola. Sus grandes manos casi completaban el crculo alrededor de su cintura, luego le abarc las caderas y tante la longitud de los muslos. La oblig a abrir las piernas y llev a cabo una bsqueda eficiente entre ellas, a la vez que mantena su propio cuchillo sujeto al cinturn en la parte baja de su espalda. Cuando termin, se levant lentamente y se alej, guardando su propia arma en la vaina de suave piel dentro de su bota. "Te puedes dar la vuelta." Su tono era del todo educado. "Y puedes decirme por qu me estabas siguiendo." Ella no respondi de inmediato, y Oeste decidi no presionarla, reconociendo que tambin necesitaba unos momentos al igual que ella para recuperar la compostura. Utiliz esos instantes para estudiar su esquivo perfil, lo que se vio impedido por la capucha de pesada lana que cubra su pelo y caa sobre la frente. Oeste extendi la mano para empujarla hacia atrs. Ella reaccion tan rpido como una vbora, golpeando su antebrazo con el canto de su mano para evitar que descubriera su rostro. No poda haberla movido, al menos no sin utilizar mucha ms fuerza de la que estaba aplicando, pero s permiti que poco a poco el brazo ofensor cayera a un lado. "No me toques", dijo ella, con tranquila dignidad, pero tambin con un tono mortificado por haberlo golpeado. "No de nuevo". No haba la menor splica en su voz cuando agreg: "Por favor." Se dio cuenta poco a poco de que haba cometido un grave error de juicio. Esta no era una vulgar ratera que haba seguido su rastro. Sin embargo, el hecho de que hubiera permitido su manoseo mientras la requisaba, sin ofrecer procaces comentarios alentadores sobre la marcha, le daba la clara idea de que tampoco era una prostituta. No le gustaba pensar en las posibilidades que le quedaban. Haba actuado menos groseramente cuando era solamente el Sr. Evan Marchman. Al convertirse en el duque de Westphal, pareca que se haba despedido de todo sentido de lo que era correcto. Al igual que su padre. El negro infierno podra estar a su alcance si segua comportndose de esta manera. "Vamos," dijo finalmente. "Vamos a salir de aqu y voy a encontrarte un transporte. Me parece que no deberas estar aqu esta noche." Ni cualquier otra noche, a decir verdad. Haba vislumbrado una gran fragilidad, pareca una nia abandonada mirando asustada a su alrededor cuando le haba suplicado que no siguiera incomodndola. Slo pudo percibir su perfil, borroso por la penumbra y la niebla, pero su mirada pareca la de una gacela temerosa. Tena pmulos altos y delicadamente definidos y la nariz delgada. El arco de su frente plida era una curva suave. No fue simplemente la falta de luz lo que le impidi determinar el color de sus ojos. Ella mantuvo sus pestaas bajas todo el tiempo, creando un halo de sombra sobre ellos. Oeste le ofreci su codo y sonri un poco tristemente cuando no lo acept, no era de extraar dadas las circunstancias del encuentro. Salieron del callejn juntos, l a la cabeza, ella slo medio paso detrs de l, y se detuvieron bajo un farol de la calle. "Estoy seguro de que no deseas tratar algn negocio conmigo dijo Oeste, Permteme primero encontrar un coche de alquiler, eso no es un requisito. No me has seguido por eso, sin dudas, Slo soy coleccionista, pero t no tienes el hbito de acechar a un caballero en la noche". Hizo una mnima pausa y levant una ceja en gesto irnico. "O s?" Ella neg con la cabeza. Oeste se pregunt si habra perdido la capacidad de hablar, y luego oy como le castaeteaban los dientes y se dio cuenta que estaba temblando por el fro y la humedad. Se llev dos dedos a los labios y silb agudamente. La llamada tuvo una respuesta inmediata. Desde algn lugar de la calle cubierta de niebla, un conductor chasque su ltigo, y un caballo avanz con un sonoro traqueteo de ruedas. Oeste silb por segunda vez para guiar el corte hacia ellos. "La ayuda llegar en breve ", dijo." Dime la direccin a la que debo llevarte". "Calle Jeric nmero 24." Oeste decidi que poda ser perdonado por pensar que no haba odo bien. Inclin la cabeza y dese que hubiera habido una brecha en la mortaja neblinosa para poder contemplar sin ambages el rostro de la mujer. "Perdn? Pens que habas dicho" "Calle Jeric nmero 24." "S. Eso es lo que me pareci or. No hay nada malo con mis odos, entonces. Esa es una buena noticia, no es cierto?, no estoy sordo" Vio girar su cabeza bruscamente como si estuviera sorprendida por su extrao sentido del humor, pero no dio una respuesta a su pregunta retrica. "Siento tener que sealar," dijo sin alterarse, "que la direccin que has mencionado es la ma." Ella asinti con la cabeza. "Y eso significa que vivo all", aadi amablemente. "S, lo entiendo." Un atisbo de sonrisa haba asomado a sus labios. "Ya veo. Entonces concordars conmigo que t no vives all?" Hizo la pregunta convencido de que ella era una loca escapada de Bedlam * Famoso asilo para enfermos mentales de Inglaterra de la epoca. *, entonces dej de darle importancia. No importaba el resultado del encuentro de esta noche, sera una historia divertida para relatar, de cmo haba concluido la velada despus de estar con sus amigos en el club, estaba ms seguro que nunca de que ellos. l tena la firme conviccin de que dejndola no cambiara el resultado, necesitaban de esa diversin. Dios, sino habra sido muy triste. "Entonces quieres que te lleve a mi casa?" "No tengo a dnde ir". Oeste no estaba muy convencido de conseguir una respuesta inteligente. "Tal vez si me dijeras de dnde vienes, ese sera un buen comienzo para saber dnde volver". Ella no respondi. El cochero los haba encontrado y estaba parando. Oeste vacil, pensando rpidamente en sus opciones. Poda dejarla justo donde estaba y caminar hasta su casa, o podra tomar el coche y dejar que fuera ella la que caminara. Pero si la dejaba sola y eso la expona a la perdicin, entonces qu ms daba? Haba sido una noche bastante aburrida hasta que ella se haba puesto en su camino. Ella saba dnde viva l y tena la intencin de ir all. Esto mostrara una notable falta de modales si la obligaba a hacer su viaje sola. Oeste abri la puerta del coche e hizo un gesto para que se metiera dentro. Le dio al conductor la direccin y, a continuacin la sigui. El interior de la cabina estaba a oscuras y frustr el intento de un segundo estudio de sus rasgos. A pesar de que estaba sentado frente a ella en el asiento de cuero rgido, haba poco que pudiera discernir. "Todava no me has dicho nada realmente importante", dijo." Eso tiene que cambiar, ya sabes". "Yo soy la seorita M-Ash-sh-b-por", dijo con un temblequeo que le sacudi hasta los huesos. "Oh, espero que no lo seas," dijo l, quitndose el abrigo. "Ese es un apellido de lo ms desafortunado. Demasiadas slabas para conseguir pronunciarlas. Suena extranjero. Es alemn?" Ella levant la cabeza bruscamente, esta vez casi sin respingar la nariz mientras Oeste achicaba el espacio entre ambos para desabrocharse el abrigo. "Est-tas realm-mente loc-co," dijo ella. "N-no m me hab-bles as-s." l sonri, e incluso en la penumbra del carruaje tuvo un vislumbre de sus facciones. "Entonces es porque no haces las preguntas correctas. Le aseguro que la condicin lamentable de mi estructura superior es de conocimiento comn. Ahora, Srta. Ashby, qutese el manto, y pngase este abrigo. Lo encontrar mucho ms confortable". Oeste se alegr cuando ella no se detuvo a considerar los mritos de su propuesta. Era una seal de cun profundamente helada estaba. Observ con atencin mientras finalmente retiraba la capucha de su cabeza y se quitaba la capa. Poda distinguir una cascada de cabello claro y el tallo delgado de su cuello. l saba por propia experiencia que la tela de su vestido era bombas y que slo estaba una pizca menos hmeda que su ropa exterior. Dudaba que pudiera inducirla a desecharla tambin. Su abrigo con capa la cubri y trat de arremeterlo a su alrededor cuando su apretn de manos le impidi la tarea. "Ponga los pies debajo de usted", le dijo. Cuando la not lenta para obedecer, agreg, "A menos que quieras estirar las piernas en direccin a m y me dejes calentarte los dedos de los pies." Se ech a rer cuando ella sac sus pies bruscamente, divertido por la rapidez con la que accedi. "Me parece," dijo arrastrando las palabras, dirigindose a ella una vez ms desde el banco de enfrente", que he encontrado la grieta en tu armadura". No respondi, no estaba del todo segura si se estaba burlando de ella. "As que, seorita Ashby", dijo Oeste, quitndose el sombrero y colocndolo a su lado. Estir sus largas piernas y cruz los brazos, su postura transmita una cierta negligencia, as como curiosidad. "Me dirs ahora de dnde has venido. Llegaremos pronto a mi casa, y te puedo asegurar que por muy poco dinero, el conductor puede ser persuadido para rodear las caballerizas durante horas sin parar". "G-gillhollow", dijo con esfuerzo. "Te res-sulta fa-familiar?" Lo era. Deseaba no haberlo conocido. Hizo un movimiento con la parte posterior de su cuello y su desconcertado sentido se erizo con el recuerdo. "Cerca de Norfolk Broads." "S". "Y de Ambermede." Ella se limit a asentir este momento. "Ya veo," dijo sombramente. No era de extraar, entonces, que lo hubiera tratado como su Excelencia. Recientemente, los habitantes de los alrededores de Ambermede haban tenido acceso a la informacin de que el duque haba muerto y de todos los importantes cambios acaecidos luego del deceso. La noticia haba llegado a Londres notablemente rpido. Su padre no sera enterrado hasta maana por la maana. Como estadista de gran notoriedad y por su largo Servicio a la Corona, el duque tendra un entierro de honor en la Abada de Westminster. Oeste estaba determinado a soportar la ceremonia, aunque no deseaba hacerlo. "Eras tal vez su amante, entonces?" La Srta. Ashby parpade, Oeste se relaj. "Ustedes son de distintas edades. Creo. "T-tengo V-einti C-cuatro." "Tal vez un poco viejo para tu gusto." "Es-sts sien-ndo cr-ruel", dijo. "C-con los d dos." l se limit a gruir. Haba otras preguntas que deseaba hacerle, pero incluso en su estado actual de confusin mental, fue capaz de reconocer la injusticia de las mismas. Ella estaba en peligro de cortarse la lengua con los dientes con todo ese temblequeo. Lo menos que poda hacer era calentarla antes de continuar con su interrogatorio. Si tena suerte, le contara toda su srdida historia, y l no tendra que animarse a hacer una investigacin posterior. El cochero desaceler, y Oeste se asom. Haba una linterna encendida en la entrada de su casa de la ciudad, pero cada ventana estaba sumida en oscuridad. Los criados ya estaban en la cama. Incluso su ayuda de cmara deba haber decidido que no volvera esa noche, por lo general poda contar con Finch, sin importar la hora. La casa era de ladrillo rojo, con detalles en blanco, y de un tamao mediano para esta seccin del West End. No tena la imponente presencia de las casas de sus amigos, pero hasta haca dos das no haba tenido sus bolsillos demasiado rebosantes. Su dinero proceda de inversiones astutas, y si bien su riqueza poda no coincidir con la de Northam, Southerton o Eastlyn, le permita vivir cmodamente sin ninguna carencia material. Ahora, se supona, que se mudara a una casa ms grande, ms digna de su ttulo y su fortuna. La Aristocracia estara a la espera de su prximo movimiento. l los llamaba parsitos. Todo era demasiado deprimente para pensarlo siquiera. "N-no hem-mos llegado a-an?" Por un momento, Oeste haba olvidado que no estaba solo. Mir en direccin a ella, preguntndose qu problemas le traera si la invitaba a pasar. Concluy que no le importaba, pues estaba decidido a hacerlo de todos modos. "Llegamos", dijo. "Llegamos por cierto." Abri la puerta, se ape y se volvi hacia ella y le tendi la mano. Le tom un tiempo sacar sus piernas de debajo de su abrigo, y su paciencia se vio puesta a prueba. Ella acept su ayuda e hizo un pequeo sonido de protesta cuando l la levant por la cintura y la puso en el suelo. Oeste recogi su sombrero y su capa de dentro del coche, entonces pag al conductor y le despidi con la mano. l inici la marcha y ya estaba a medio camino de la puerta cuando se dio cuenta de que ella no lo estaba siguiendo. Se volvi esperando encontrarla de pie, triste y desolada, al lado de la calle, y se sorprendi al descubrir que estaba inclinada como una vieja mendiga hurgueteando en su seto. "Hay varias chimeneas en el interior donde puedes entrar en calor", dijo. "No hay necesidad de excavar aqu." La Srta. Ashby no respondi. Se qued exactamente como estaba durante varios minutos antes de pararse de pronto para revelar una gran maleta sujeta entre sus brazos. "Aaah", dijo Oeste, comprendiendo. "La escondiste ah hasta tu regreso." "Ust-ted es muy i-inteligente." No se perdi el leve sarcasmo que se perciba en su tono. "Y t es-sts helada". Dijo burlndose. Su boca se cerr de golpe, y Oeste sonri. Se dio la vuelta y ech a andar por el camino. Una vez dentro, tir su sombrero y su capa en una mesa a la derecha de la puerta y encendi una vela, antes que la Srta. Ashby cruzara el umbral. l le relev de la maleta, ponindola al lado de la mesa. No era tan pesada como pareca cuando la arrastr desde el seto, y l decidi que o bien tena muy pocos bienes materiales o no tena la expectativa de permanecer mucho tiempo en Londres. "Por aqu". Dijo. Vio sus dedos abocados a los botones de su abrigo y sacudi la cabeza. "No te lo quites todava. Vamos a ubicarte ante el fuego en mi estudio primero". l abri el camino por el pasillo y empuj a un lado las puertas de la biblioteca. Luego la condujo al interior. Este era el ambiente, adems de su dormitorio donde saba que poda contar con un hogar clido. El fuego que se haba encendido para l antes era pequeo ahora, pero slo necesitaba un poco ms de lea para lograr las llamas adecuadas. Satisfecho con su esfuerzo, le indic a la Srta. Ashby que se adelantara y le quit el abrigo de sus hombros. Ella estaba abrazndose a s misma bajo el pesado abrigo, y esta postura no cambi cuando fue relevada del mismo. Se par tan cerca del fuego como se atrevi y dej que su calor la inundara. Donde su vestido estaba hmedo, el vapor flua de la tela. Al verla, a Oeste le llam la atencin lo delgada que estaba. No era de pequea estatura. La parte superior de su cabeza le llegaba a la nariz, demostrando que era alta para ser mujer. Posea bastante ms busto de lo que se podra esperar, dada la delicadeza de su estructura. No era que la seriedad de su vestido de fustn negro hiciera hincapi en la curva de sus pechos, sino que Oeste ya saba de la plenitud de sus formas, en virtud de su bsqueda anterior. l no habra sido capaz de adivinar la perfecta redondez de sus caderas y nalgas si no hubiera tenido la oportunidad de sentirlos en las palmas de las manos. El vestido de luto que llevaba desafiaba incluso a un observador cuidadoso para suponer qu tipo de mujer podra ocultarse debajo de l. Sin embargo, ya haba descubierto la longitud de sus piernas delgadas y el arco grcil de sus pantorrillas y tobillos. En realidad, Oeste no poda decidirse a sentirse totalmente arrepentido de sus acciones anteriores. Ella no haba posedo ninguna daga ni pistola, pero eso no significaba que no hubiera poda tenerla. Su cabello se estaba secando rpidamente. Finalmente haba movido los brazos y levantado las manos para desenredarlo con los dedos. Oeste pens que era an ms claro de lo que pareca en el carruaje. Absorba algunos de los reflejos rojos y dorados de la luz del fuego, pero eso era slo porque, como el sol, tena tan poco color propio. Los nios a veces tenan ese tipo de cabello que era como la luz y una textura fina como de seda, pero no poda recordar haber visto una cascada as en una mujer adulta. Veinticuatro, le haba dicho. De pie ante el fuego, tirando de los hmedos rizos de su pelo con los dedos, se vea torpe, y no pareca tener ms de seis y diez. "Tal vez eres la amante de Tenley", dijo de repente. Sus dedos se detuvieron en el pelo. "No," dijo con firmeza, aunque slo con un hilo de voz. "Yo no soy la amante de tu hermano". "Medio hermano." "S, por supuesto, tu medio hermano. Yo no era su medio amante." Una sonrisa irnica se dibuj en la boca de Oeste y un hoyuelo apareci. "Veo que ests sintindote mejor." "S". Su tartamudez se haba detenido y estaba regocijado por ese hecho. "Bien. Tomars un coac?" Fue al gabinete de las bebidas y encontr la botella que l quera. "O prefieres jerez?" "Prefiero coac." "Perfecto." Sirvi una pequea cantidad en dos copas de cristal y le dio una a ella. La vio ahuecar las manos alrededor del vidrio para calentar el coac, y le pregunt con delicadeza. "Mejor?" Ella asinti con la cabeza. "Tendrs que darte la vuelta", dijo. Ella lo mir sin comprender. "Para secar la humedad de tu trasero." "Oh." Al ver su rubor, a Oeste le cost creer que ella haba viajado todo el camino desde Gillhollow a Londres sin ser molestada, sin tomar en cuenta lo que l le haba hecho en el callejn. Encendi varias lmparas en su estudio mientras ella le daba la espalda a las llamas. Poda sentir que sus ojos lo seguan, aunque cada vez que se volva, rpidamente desviaba la mirada hacia el suelo. Habra esperado encontrar a alguien con la misma presencia imponente de su padre? , se pregunt. Hasta que el cncer, finalmente lo haba debilitado en los ltimos meses de su vida, Oeste saba que su padre haba disfrutado de una salud robusta y el vigor de muchos hombres de la mitad de su edad. El duque haba sido alto y ancho de hombros. Se comportaba con una cierta correccin impuesta en su apostura, como si estuviera siempre consciente de ser observado. Su aspecto era serio, pero no desagradable. Haba envejecido bien, las arrugas alrededor de los ojos y la boca slo se sumaban a la definicin de su carcter. Oeste haba hecho grandes esfuerzos para ver a su padre tan poco como fuera posible. Ese haba sido el deseo del duque. Ninguno de ellos haba estado insatisfecho con el acuerdo, y ningn intento se haba hecho nunca para alterarlo. Sin embargo, su padre haba sobresalido siempre a lo largo de toda su vida. No era posible pasar desapercibido, debido a sus servicios a la Corona. Podra haber sido el primer ministro de no haber manejado Liverpool la oposicin durante la guerra contra Napolen. La derrota en el Parlamento le haba irritado, Oeste lo saba, y se imagin que su padre haba estado tramando una nueva estratagema cuando el cncer lo alcanz y este ltimo hecho, frustr su ascenso al poder. Inglaterra lo llor. Oeste no lo hizo. Repar en el silln de respaldo alto, situado no muy lejos de donde la seorita Ashby segua en pie. Era un lugar de descanso, o al menos siempre lo haba considerado as. Tom un taburete de tres patas y lo empuj ms cerca para poder colocar sus talones sobre l. Parado al lado de una silla tapizada en terciopelo, lade una ceja hacia su invitada ofrecindole asiento. "Voy a quedarme de pie, si no te importa," dijo, mirando a su alrededor fila tras fila de libros que se alineaban en la habitacin. "Me importa. Quiero sentarme, y es de muy malos modales para m estar sentado en presencia de una dama que est de pie." "Mi vestido est todava hmedo. Voy a arruinar" "Sintate." Ella se dej caer sobre la silla ubicada al borde de la alfombra Aubusson. El damasco rojo sangre contrastaba agudamente con su vestido negro. Ella sujet la copa en su regazo con los dedos entrelazados alrededor del cuello. Su espalda se mantuvo erguida mientras esperaba la siguiente movida. Por fin vio que tena los ojos de color gris azulado, y no haba nada juvenil en ellos. Ella poda parecer tener seis y diez en todo lo dems, pero no en los ojos. Ellos eran mucho mayores que la edad le haba dado, ms sabios, tal vez, pero tambin cansados. El largo viaje a Londres podra explicar parte su aspecto, sus malos tratos podra explicarlo an ms, pero ninguna de esas cosas los describan a cabalidad. Se preguntaba qu haban visto esos ojos. "A qu se debe el luto?" pregunt, sealando su atuendo. La pregunta la sorprendi. Cmo poda no saberlo? "El duque, por supuesto." La leve sonrisa de Oeste careca de humor. "Por supuesto que no es por l. Acaso era tu padre tambin? Dime, tengo que aceptar que eres mi hermana?" Habl con una voz cuidadosamente modulada, muy suave, que no supuso ningn esfuerzo para ella. "Lo que dices es horrible, creo. Me dijeron que seras as, y lo eres". "Uno se esfuerza para no defraudar." "Yo no he dicho que estaba a la espera de tu rudeza, simplemente que me haban advertido sobre ello." Oeste se pregunt qu podra responder a eso. Tom un sorbo de su coac. "Te habas formado una opinin de m que era contraria a lo que habas odo de mi carcter", pregunt." Cmo es eso posible cuando apenas nos hemos conocido?" "Nos hemos visto antes." "Ahora, aqu hay algo realmente mal. Tengo un talento innato para recordar caras y poner nombres a los rostros. Me gustara saber si habamos sido presentados". "Yo no he dicho que hubo presentaciones. Slo que nos hemos encontrado." l estudi su cara durante un largo rato. Para su crdito, ella no apart la mirada, lo mir a los ojos directamente. Oeste sospechaba que haba mantenido su cara apartada antes porque tena miedo de que la reconociera y se viera obligado a despedirla. Ahora que haba conseguido la entrada a su casa, ya no tena miedo de que lo hiciera. No estaba seguro de por qu pensaba as. Podra ponerla de nuevo en la calle con la misma facilidad con que podra haberla dejado all. Su boca se torci irnicamente mientras dejaba su copa en la mesita. Pero no la haba dejado en la calle, cierto? Al igual que un gatito desaliado, la haba cogido en brazos y llevado a casa. De mala gana, concluy que su desconfianza no estaba totalmente fuera de lugar. "Entonces no eres mi hermana", dijo al fin. "Ni siquiera su media hermana." "Touch". Ech la cabeza hacia delante en un modesto saludo. "Nos encontramos en la ciudad?" "No." "Entonces no fue durante la temporada." "No." Ella sonri, divertida de que lo que haba comenzado como un interrogatorio ahora era un juego de saln. l de las diecisiete preguntas. Ests familiarizada con Southerton?" "No." "Eastlyn?" "No." "Northam?" Antes de que pudiera decir que no y marcara otro punto a su favor, se inspir para hacer una pregunta diferente. "Con su esposa, entonces, la antigua Lady Elizabeth Penrose?" "No." Ella le rest dos preguntas ms de todos modos. Oeste se qued en silencio mientras consideraba un rumbo diferente para sus preguntas. Era reacio a pensar que su conexin exista slo a travs de su padre. Sera difcil predisponerse con amabilidad hacia ella si hubiera sido de alguna manera la enamorada del fallecido duque. Su nombre no significaba nada para l, pero entonces no haba pasado mucho tiempo con el abogado desde que se enter de la muerte de su padre. En realidad, l haba abandonado al Sr. Ridgeway, aunque no antes de anunciar abiertamente que prefera la bastarda al ducado. De todos modos esperaba que en los prximos das y semanas pudiera aprender los nombres de los familiares que nunca se preocuparon ni tuvieron ninguna deferencia sobre su existencia. Siempre haba sido el bastardo de Westphal para ellos, como si no hubiera tenido ningn nombre propio. Fue la casualidad, el acto fallido, nacido en el lado equivocado de la manta. Como un nio que haba aceptado esta ltima informacin en el sentido ms literal, ya que su madre haba estado en el lado del sol sobre un edredn cuando lo dio a luz. No poda imaginar por qu deba ser tratado de manera diferente debido a este descuido. Por fin se haba atrevido a preguntarle al respecto. Fue la nica vez que la recordaba golpendolo. Haba llorado despus, por supuesto, claramente horrorizado por lo que haba hecho. Nunca tuvo ninguna duda de que la haba perdonado, pero adems nunca lo haba olvidado. Haba cosas que no se podan quitar de la mente de uno. Oeste quit los pies del taburete y se inclin hacia delante en su silla. Sus codos descansaban sobre sus rodillas y sus dedos formaban una torre debajo de su barbilla. Un leve surco vertical, apareci entre sus cejas sobre los ojos entrecerrados. Un mechn de pelo color cobre cay hacia adelante sobre la frente, pero estaba demasiado absorto en la corona plida del propio cabello de su husped como para notarlo. Haba visto un pelo as antes. "T eres Ria", dijo. Ella se maravill porque l finalmente haba ganado el juego. Captulo Dos "Nadie me ha llamado Ria durante mucho tiempo", dijo. "Yo no estaba segura de que me conocieras por ese nombre o por cualquier otro. Pensaba que iba a tener que darte muchas ms explicaciones. Recuerdas la ocasin en que nos conocimos, entonces?"
Oeste todava tena las marcas de los golpes en la espalda y el
trasero lo que consegua mantenerle la memoria fresca. Pero no le dijo el por qu. "Lo recuerdo bastante bien." Hubo poca inflexin en su voz que indicara cualquier emocin. Recogi la copa de brandy y se puso en pie. "Quieres otro?" pregunt, sealando su vaso. "No." l asinti brevemente y volvi sobre sus pasos hacia el mueble de las bebidas, donde volvi a llenar su vaso, sirvindose mucho ms que la vez anterior. Estaba dispuesto a correr el riesgo de un dolor de cabeza por la maana a cambio del adormecimiento agradable que le provocara el licor ahora. No regres a su silla de inmediato, se qued dnde estaba, especulando con lo que iba a hacer a continuacin. "Ests muy cambiada", dijo al fin. Fue la cosa ms absurda que pudo decir. Por supuesto que estaba cambiada. Haban pasado veinte aos. "T tambin." l se encogi de hombros. "Cmo me has encontrado?" Le pregunt a Ridgeway y me dio tu direccin." "Como todos los abogados, el hombre tiene una lengua larga". "Yo le presion bastante." Oeste tuvo pocas dificultades para imaginarlo, si bien sus motivos eran un misterio, era innegable su belleza, con su cabello dorado y sus finos rasgos, perfectamente simtricos. Los ojos de color gris azulado eran tal vez un poco demasiado serios, pero su color era esplndido y las pestaas que los enmarcaban eran largas y oscuras. Ella no los agit coquetamente ni una sola vez en su direccin, pero se pregunt si en el caso del seor Ridgeway la experiencia habra sido diferente. Ria no estaba en absoluto cmoda ante la observacin constante de Oeste. Pensaba que la habra contemplado lo suficiente en el carro, y luego otra vez cuando estuvo en frente del fuego. Sus evaluaciones repetidas eran desconcertantes, aunque esperaba no darle ningn indicio de ello. No era su deseo mostrarse quisquillosa. Tuvo ms cuidado a partir del ingreso a su estudio, limitndose a mirarlo cuando estaba segura de que no la vea. No era algo fcil de lograr ya que rara vez quitaba su atencin de ella. Se preguntaba si habra desechado por completo sus intenciones de hacerle dao. No estaba en su naturaleza hacer dao a nada. Prefera tropezar con sus propios pies antes de dar un paso para daar a otra criatura, por muy repulsiva que fuera. Una vez haba permitido que una gran araa peluda trepara por su pierna desnuda hasta que pudo espantarla hacia una planta en lugar de aplastarla con el libro que tena en la mano. Oeste no sabra eso de ella, se dio cuenta. No haba ninguna posibilidad de que lo supiera. No la haba visto en veinte aos. Era asombroso que hubiera adivinado su identidad despus de tanto tiempo. "Cmo me reconociste cuando sal del club?" le pregunt. Ria sinti un calor en las mejillas que no tena nada que ver con la proximidad del fuego. Dijo con disimulo. "Escuch que el lacayo te llamaba Su Alteza." "Paladin tambin estaba en el club esta noche." No tena ni idea de quin era Paladin, excepto que tambin deba ser un duque y por lo tanto deban abordarlo de la misma manera que a Westphal. Dej que su silencio respondiera. "Tambin estoy seguro de que Ridgeway no me describi," dijo Oeste reflexionando en voz alta. Ria se reprendi a s misma por no haber pensado en una explicacin sobre ese particular. La verdad era que si bien l no haba sido consciente de ella durante dos dcadas, eso no quera decir que ella no hubiera tenido noticias sobre l. Sin embargo, no se lo dijo. En lugar de eso, replic, "Mr. Dunlop me dio algunos indicios." Ria vio que Oeste reflexionaba sobre esto. Como mentira era buena, pens, ya que l estaba dispuesto a creer que podra ser traicionado por una moneda. Tambin explic su anterior vacilacin como un intento de proteger al lacayo de las represalias. Cuando Oeste gru en voz baja, festej que hubiera mordido el anzuelo y se lo hubiera tragado tambin. Cmo poda decirle que haba crecido preguntando por l? A pesar de que fue disuadida de hacerlo por todos los que la rodeaban, ese hecho simplemente hizo que fuera ms curiosa... y ms cuidadosa. En las visitas a Ambermede cuando sus padres estaban vivos, hacan viajes a la aldea, y en el pueblo siempre encontraba personas que estaban dispuestas a hablar del bastardo del duque. Haba odo hablar de su naturaleza y su temperamento fogoso, de sus modales corteses y de su educacin y adems le haban dicho que su pelo era rojizo. Ella saba que lo haban enviado a Hambrick Hall para que no se cruzara con su medio hermano Tenley en Eton. Tambin que sobresala en cricket y remo, pero an ms como boxeador. Cuando ella todava estaba en la escuela, l haba ido a Cambridge a estudiar matemticas. Los habitantes del pueblo dejaron entrever que era imprudentemente guapo, pero que mejorara con la edad. Ellos sospechaban de sus xitos y con un poco de envidia, contaban ancdotas salvajes sobre contrabando de brandy francs y libertinaje en el Continente del que Oeste era protagonista. Haba visto un retrato de l una vez y se pregunt de inmediato cmo lo habran obligado a estar sentado durante tanto tiempo. Ria modific ese pensamiento: en realidad no haba estado sentado. Cuando era joven, Oeste haba posado al lado de un gran caballo negro. El artista haba sido lo suficientemente hbil para capturar su despreocupacin en cada lnea, desde el hombro descansando negligentemente contra el flanco de su montura hasta la pierna casualmente cruzada a la altura del tobillo. Tampoco haba afectacin en la mueca de la boca, en la sonrisa que revelaba una apreciacin profundamente irnica de los caprichos de la vida. Esa irona que tallaba un profundo hoyuelo en la mejilla y un arqueo particular de sus cejas. Eran los ojos, sin embargo, los que haban reclamado su atencin. Haba humor en las profundidades verde oscuro, pero tambin algo ms que no era tan fcil de definir y que la hizo temblar. Ra los haba visto de esa manera esta noche, momentos antes de que hubiera pronunciado en voz alta su nombre, y en ese momento hubiera deseado encontrarse en otro lugar. Era una mirada que la taladraba y disparaba los latidos de su corazn. Ira era una palabra insuficiente para describirlo. Furia se le acercaba bastante ms. Era una conducta agresiva, el deseo de hacer dao y al diablo las consecuencias, enmascarado por humor y una sonrisa descuidada. Le haca temer ms por l mismo que por ella. Con la copa en la mano, Oeste volvi a su silla. En lugar de sentarse, apoy la cadera en el brazo del silln y mantuvo graciosamente el equilibrio. Ella estaba ensimismada, y se pregunt cul sera la direccin de sus pensamientos. No estaba del todo cmoda en su presencia, lo que contaba como algo bueno, pero no haba hecho ningn comentario sobre irse. Deseaba que hubiera mostrado menos confianza y ms cautela en sus modales. Qu diablos era lo que quera con l? "As, pues, que indujiste a Dunlop para que me traicionara", dijo pensativo. "Atrevida, espero que te haya costado treinta piezas de plata." "No tanto como eso." "He sido vendido por muy poco, entonces." "Me temo que s." l asinti con la cabeza y tom un sorbo de brandy. "Para qu? Todava no me dijiste nada. Has hecho un largo viaje para llegar a m. Seguramente debe haber alguna razn para ello". "Necesito tu ayuda". Su sonrisa fue burlona. "No estoy tan pasado de copas como para no poder deducirlo yo mismo. Por lo tanto la cuestin se dirime diciendo: cunto?". "Mucho, creo yo." "Cien libras? Mil? Tendr que ponerle un valor a tu figura." Observ que se sorprendi mucho por sus palabras. Su boca se abri y form una perfecta "O." "Ms de mil?", le pregunt. "Es esto una especie de chantaje, entonces? Ser un triste papel el que desempees si fuera as. Los chantajistas siempre han estado dispuestos a decir lo peor de m, y nunca ha habido ninguna repercusin grave, excepto que no siempre me invitan a las mejores cosas. Que, por cierto, siempre me ha parecido algo bueno y de agradecer." Ria lo mir con fascinacin, su mandbula se cerr en cuanto mencion lo del chantaje. "De verdad eres un caballero muy peculiar ", dijo al fin. Y se apresur a aadir: "Espero que no te sientas ofendido por mi forma de hablar tan franca. No quiero ofenderte". Solt una breve carcajada, realmente divertido. "Tendrs que ampliar tu vocabulario considerablemente si alguna vez intentas ofenderme, si en algn momento me sent ofendido fue cuando me llamaste caballero". "Oh, pero no quiere decir" Ria se detuvo porque se dio cuenta que se estaba divirtiendo con ella. Fue desconcertante, la forma en que podra soplar caliente y fro, a veces ambas cosas a la vez. Levant su copa y bebi un trago de brandy. Tal vez necesitaba mucho ms alcohol de lo que haba consumido para poder comprender. "Yo no estoy necesitada de fondos", le dijo, "siempre y cuando no se produzcan interrupciones en mi asignacin. Eso depende de ti, no de m, y de cun rpidamente des atencin a los asuntos que Ridgeway te ha planteado en relacin conmigo." Oeste descubri que su equilibrio sobre el brazo del silln de orejas de repente era muy precario. Sin apartar los ojos de ella, baj con cuidado y se sent sobre el cojn. "Por qu Ridgeway debera plantearme algo referido a ti? Y qu es eso acerca de una asignacin? " "Sin duda, has entendido que t controlas mi dinero" "Por cierto que no." "Pero es una de las responsabilidades de la tutela." A Oeste no le gustaba dnde iba. Si pudiera retroceder en el tiempo, y una vez ms encontrarse en la acera fuera del club. En esta ocasin manejara su paso por la calle de manera diferente. De hecho podra considerarse afortunado de ser aplastado por el carro que se acercaba. "Entonces debes solicitar un tutor," dijo. "Eso es lo que estoy haciendo." A pesar de que saba lo que vena, no era posible estar preparado para el golpe. Era un violento puetazo directo a las costillas. l haba cambiado golpes en el ring en el saln del Caballero Jackson, pero nada lo haba preparado para eso. "Te equivocas", le dijo sin rodeos. "A ti puede agradarte pensar que s." En voz baja, dijo: "Pero no lo estoy." "Te he odo." Esboz una ligera sonrisa de disculpa. "Tienes veinticuatro aos," dijo. "S". "No es lo que en la sociedad se considera ms all de la mayora de edad?" Ria atemper las ganas de sonrer ms profundamente. Su frustracin o era miedo? Era palpable. "Tu padre tena ideas ms estrictas de lo que debera ser necesario para mi independencia. Se determin que yo era imprudente en mis juicios, aunque no creo que se hicieran muchas concesiones dado que todava era una nia cuando mis padres murieron". "Cuntos aos tenas?" "Yo estaba apenas por debajo de mi dcimo cumpleaos." "Murieron ambos a la vez?" "S. El clera, segn me han dicho. Mis padres estaban en la India. Mi padre fue asignado a los regimientos en Delhi y mi madre estaba con l. Ya se haba arreglado para que me uniera a ellos cuando lleg la noticia de la epidemia. No mucho despus, una segunda misiva nos inform que haban muerto". Oeste pens que Ria haba lanzado su relato haciendo un gran esfuerzo para evitar traslucir su dolor. l entendi y apreci lo que le cost hacerlo. "Nosotros", pregunt, y la oblig suavemente a continuar. "Quin estaba contigo?" "Mi bisabuelo. Viva con l cuando lleg la noticia. Su ltima esposa fue la hermana de la madre de tu padre". Fue precisamente esa revelacin la que hizo que le doliera la cabeza. "Quieres decir la ta del duque." "S". "Podras simplemente haber dicho eso." Ria lo mir desde debajo de sus cejas perfectamente arqueadas. "Creo que lo hice", dijo. "Debo dibujarte el rbol genealgico? Como mi bisabuelo se cas con" Levant una mano, con la palma hacia fuera. "Por favor, no profundices en ese tema. Somos familiares, entonces." "Primos". "Lejanos", dijo. "Es cierto." Oeste se reclin en la silla, cerr los ojos y apret la curva de cristal de la copa contra su frente. A pesar de que pareca caliente en sus manos, era fra contra su frente. Baj el vaso lentamente y abri los ojos. Ria todava le observaba atentamente, y sospechaba que saba la mayor parte de lo que estaba pensando. No haba hecho ningn intento de moderar su reaccin ante sus palabras. "Por qu no te quedaste con tu bisabuelo?" pregunt al fin. "Ya estabas a su cuidado". "S, pero su salud estaba fallando, y nadie esperaba que sobreviviera a su bisnieto. Es una de las razones por las que iba a reunirme con mis padres en la India, la otra es que no haba amor entre l y mi padre. Como no fue nombrado mi tutor en el testamento de mis padres y porque claramente se especificaba que deba ser tutelada por otro, eso es lo que se ha hecho". "Qu hay sobre los otros parientes? Tus abuelos, por ejemplo." "Murieron antes de que yo naciera. Mi lado del rbol de familia tiene pocas ramas robustas." "Eso parece." Termin su bebida y la coloc firmemente en la mesa a su lado. "Es una lstima". "El duque se hizo mi tutor." "S". La leve sonrisa de Oeste no expresaba alegra. "Puede que me haya tomado ms tiempo que lo normal, pero lentamente, lo he comprendido". Ra no estaba segura de si esto era cierto. No pareca un hombre completamente consciente de los acontecimientos. "Quieres que te sirva otro brandy?" "Por favor, no trates de ser til. Es muy poco, y demasiado tarde". Ella no hizo ninguna otro ofrecimiento, se sent en silencio y le permiti digerir cmo su vida, una vez ms, haba sido alterada por la muerte de su padre. l no lo estaba tomando nada bien, y ella tena todava que explicarle el propsito de su visita. Se le ocurrira tarde o temprano que no haba viajado por todo el camino desde Gillhollow slo para informarle de sus responsabilidades como tutor. Cuando lleg, haba supuesto que Ridgeway ya lo haba hecho. Oeste coloc el pulgar y el dedo ndice en la parte alta del puente de la nariz y se frot suavemente. El cansancio le calaba hasta los huesos. Se imagin que si multiplicaba esa sensacin por diez, todava tendra slo una fatiga comparado con la suya. "Me parece a m que cualquier otra cosa que haya que decir", le dijo, "mejor la digas por la maana, despus de la inhumacin. Vas a asistir al servicio en Westminster, no?" "S". "Bueno. Entonces no tienes objeciones en posponer el debate hasta maana." Las tena, pero pareca ms prudente postergarlas. En verdad, la posibilidad de poner una almohada debajo de su cabeza era una idea tentadora. Era cada vez ms difcil contener el impulso de bostezar. "No hay objeciones", dijo. "Vamos a hablar por la maana." Oeste asinti, aliviado de que el agotamiento pareciera haberla tornado ms dcil. "Dime. Qu arreglos has hecho para tu estancia en Londres esta noche", se pregunt." Llamar a un mozo de cuadras para que te lleve all." Vio el ltimo vestigio de color dejar su cara. "Oh no ", dijo, sacudiendo la cabeza. "No digas que pensaste que podas quedarte aqu." Ria decidi que orlo en voz alta haca parecerla descerebrada. "Ahora me queda mucho ms claro," dijo en voz baja, "por qu, a la avanzada edad de veinticuatro aos, todava requieres un tutor". "Eso es injusto." "Por el contrario, me parece que pone claridad en el asunto." "Viaj con fondos", dijo. "Yo no alquil una habitacin para m porque determin que era ms importante encontrarte antes". "Y os digo otra vez, seorita Ashby, que sus prioridades estn mal establecidas, as como la manera de hacrmelas conocer, subrayan las razones por las que todava tiene que lograr la independencia. Destaco el hecho de que el que hayas venido a tontas y locas, toda esta distancia, y sola, lo confirma. Podras haber muerto esta tarde". La fatiga no impidi que Ria levantara la barbilla. Habl en voz baja, sin embargo, con acento suave pero punzante. "Tu reto es injustificado. No tienes la menor idea de por qu te he buscado. Me has pedido que no te lo diga hasta la maana, ya que es una hora inconveniente, pero, que esa falta de conocimiento no te detenga en un juicio apresurado." Se puso de pie y fue gratamente sorprendido de que lo hiciera de manera tan regia. Lo nico lamentable, es que el dobladillo de su vestido estaba todava tan hmedo que las gotas de agua caan suavemente sobre la alfombra. Ria ignor resueltamente este signo de decadencia. "Lo har llamar a las ocho. Eso debera dar tiempo suficiente para poder hablar antes de ir al servicio". Oeste se anim lo suficiente para mirarla, fijamente, con una ceja ladeada y con frialdad. La afect, l se alegr, ya que el impacto la hizo caer de espaldas sobre el banco. Cuando ella se sent, asinti con aprobacin. "Muy bellas palabras." Las piernas de Ria temblaban ahora, y dudaba que pudiera recobrarse por segunda vez. Incluso el duque, con toda su dureza, nunca haba sido capaz de hacerla caer de espaldas con tanta destreza. Oeste no poda creerlo, pens, pero poda aficionarse a ello. "No tienes nada que decir?", pregunt. Ella neg con la cabeza. "Hay cosas que me quieras decir que deban decirse esta noche?" Ria vacil. Que podra lograr si le dijera todo ahora? Su mente estara tranquila por haber conseguido desahogarse, pero ella saba desde el principio que no obtendra de inmediato su ayuda. Tendra obligaciones que debera cumplir, encargarse de que su padre fuera enterrado y asegurarse de que los asuntos de la finca estuvieran en buenas manos. Oeste trat de evaluar lo que significaba la indecisin de Ria. "Ests pasndola de alguna manera mal?" pregunt. "En peligro? Amenazada? Embarazada?" Estaba demasiado asustada para negar cualquiera de todas esas preguntas. "No," dijo, respondiendo por ella. "Puedo ver que no es ninguna de esas situaciones." Por una vez Ria se alegr de que sus pensamientos estuvieran tan claramente expresados en su rostro. "Es demasiado tarde para conseguir la compaa de ninguna de las mujeres adecuadas que conozco, por lo tanto, har que te acompaen a un alojamiento apropiado no lejos de aqu. Mi ama de llaves escoger a una de las criadas para que te acompae, y se quede contigo como dama de compaa." Oeste se detuvo el tiempo suficiente para permitir que Ria expusiera su argumento. Esperaba que su agotamiento fuera tan intenso que la incapacitara para hacerlo. Ponindose en pie, dijo: "Espera aqu. Voy a hacer los arreglos necesarios." A Oeste le pareci que su cabeza slo haba tocado la almohada cuando su criado le anunci que era hora de levantarse. Ignor a Finch hasta que su bao estuvo preparado, con lo que gan los veinte minutos necesarios como para caer en un segundo sueo profundo. "Va a tomar el desayuno en su habitacin esta maana?" pregunt Finch. Oeste termin dejndose caer en la baera. El agua estaba felizmente clida, y fue como volver a estar cubierto por las mantas. "Yo siempre tomo mi desayuno aqu. Por qu hoy se?" Se detuvo, recordando de pronto lo que haca que esta maana fuera completamente atpica. Se frot los ojos cerrados con el pulgar y el ndice. Cuando habl, lo hizo ms para s que para su ayuda de cmara. "No me digas que ya ha llegado". Finch sabiamente no contest. Coloc las toallas cerca de la chimenea para calentarlas y le dej una esponja, jabn y la Gaceta al alcance de Oeste. Desapareciendo en el vestuario, eligi la ropa para el da. Ya no habra un paseo tonificante en el parque esta maana, Finch seleccion pantalones negros, una camisa holgada, un chaleco negro con botones de plata, y una levita corta tambin negra, todo ello adecuado para el desayuno en el comedor. Luego puso el atuendo a poca distancia de Oeste, y se dedic a ocuparse del cambio de ropa que sera necesario antes del servicio de sepelio. Oeste estaba secndose el cabello cuando Finch reapareci. Mir a su ayuda de cmara entre los pliegues de la toalla, y vio la ropa sobriamente negra que Finch haba elegido y jur por lo bajo dejando escapar el aliento. En absoluto desanimado, Finch se acerc, alcanzndole una prenda tras otra, hasta que lo nico que faltaba era la levita. La extendi para que Oeste pasara sus brazos por ella. Finch ajust la lnea de la chaqueta, tirando de las mangas hasta que no quedaron arrugas y a continuacin, la cepill con esmero. Oeste soport los cuidados de Finch en silencio y sin quejarse. El hombre tena casi la edad del difunto duque, pero actuaba como una gallina con un polluelo. Oeste haba decidido desde el principio que no haba razn para reprenderle. El ayuda de cmara desempeaba sus funciones a conciencia. Debido a que Finch haba engordado estos ltimos aos, con frecuencia le faltaba el aliento y las rodillas le crujan alarmantemente cuando suba las escaleras, por todo eso Oeste senta que era su obligacin hacer que el hombre se sintiera til. Estoy correctamente presentable?" Pregunt Oeste, volvindose hacia el espejo de cuerpo entero y evalundose rpidamente. "Su Excelencia no debe dudar de ello", dijo Finch. "Me gustara tomar unos polvos para el dolor de cabeza." Finch asinti con la cabeza, su rostro extraamente angelical perfectamente inescrutable. "Se los llevar inmediatamente". "En la sala de desayunos, Finch." "Muy bien." Ria llevaba el mismo vestido negro de la noche anterior. Las manchas de agua y barro que haban manchado el dobladillo la noche anterior haban sido eliminadas por un lavado meticuloso. El vestido estaba perfectamente presentable y no se vea deslucido ni gastado. Sin embargo, se sinti en desventaja cuando Oeste entr en la sala de desayunos y le vio tan arrollador. La noche anterior haba percibido vagamente su mala reputacin. Esta maana pareca mirndolo de pies a cabeza un mal nacido. Su expresin, si bien careca de la soberbia que fue el sello distintivo de su padre y su hermano, no era ni clida ni acogedora. La sonrisa era ligera y el ngulo de esa ceja condenadamente elevada pona distancias, como si estuviera ejerciendo el derecho a ser ms observador que participante en cualquier drama. Ms revelador fue que ningn hoyuelo asom ni le puso en evidencia. Ria era de la opinin de que la gravedad no se ajustaba fcilmente sobre los hombros de Oeste y que la expresin grave que presentaba su rostro se vea algo forzada. No poda concebir que hubiera adoptado este semblante serio como muestra de respeto hacia su padre. Era ms probable que l hubiera decidido que sus responsabilidades como tutor deban mostrarlo como un ser arrogante, prepotente. Ella pens que preferira que le pusiera un cuchillo en la garganta. La cabeza de Oeste se inclin en forma de saludo mientras sus ojos la examinaban. "Ests bien? El alojamiento fue satisfactorio?" "S, gracias. Fue muy amable de tu parte ocuparte de todo." "No fue amable, sino necesario." As que iba a ser as, pens Ria. l no tena intencin de facilitar la comunicacin entre ellos. Pareca desear una oportunidad para reprocharle lo que todava consideraba que haba sido precipitado y falto de juicio, entonces l le sacara el mximo provecho. Oeste le indic a Ria que le precediera al comedor. Una vez all, descubri los platos y la invit a servirse. Templando su diversin, la observ atiborrar su plato con rodajas de tocino, tomate, y tostadas con mermelada. Cuando se sentaron a la mesa, Ria escogi un huevo cocido, lo rompi con pericia con el canto de la cuchara, y luego empez a quitarle la cscara. Fue en este punto que levant la vista y se dio cuenta de que Oeste no se haba servido nada, solo caf. Ria baj lentamente la cuchara. Haba estado a punto de lanzarse sobre su comida como si fuera un pilluelo de la calle "Qu ests haciendo?" Pregunt Oeste. Lo que quedaba de la dignidad de Ria se hizo aicos cuando su estmago gru con gran ferocidad. La disculpa que haba estado a punto de presentar simplemente muri en sus labios y ella se sonroj con vehemencia. Oeste no perdi tiempo tratando de determinar cundo Ria haba comido por ltima vez. Claramente, haba pasado demasiado tiempo desde su ltima comida. "Come", dijo, y su tono no admita discusin. "Despreocpate por los modales. Yo no lo hago." La mortificacin hizo que los ojos de Ria se apartaran de la mirada directa de Oeste. Se qued mirando el plato, luego el regazo. Sus dedos se aflojaron alrededor de la cuchara lo suficiente como para permitir que reposara a un lado. "Nunca dejes que algo tan insignificante como una muestra de buenos modales te impida hacer algo", la incit suavemente. Considerando el clido panecillo y las tiras de tocino crujiente en su plato. "Yo nunca hubiera esperado esto, dada la entusiasta defensa que presentaste la noche anterior." Mirndola con el rabillo del ojo, l parti el panecillo y ligeramente extendi mantequilla y dulce en las mitades. Cuando vio que todava no se animaba a empezar a comer, levant su huevo cocido, lo puso en su copa, y rompi la blanca cpula con su cuchara. Tom como una buena seal que el ruido la sobresaltara, pero ella todava no se haba llevado un solo bocado de comida a la boca. No haba ms remedio que comer su comida. Mordi el panecillo y esper que fuera suficiente para animarla a saciar su propio apetito. Ria cogi un tringulo de pan y se lo llev a los labios. Tuvo la precaucin de tomar pequeos bocados. "La verdad, es que eres realmente terca." Oeste dijo esto simplemente como una observacin, sin rencor. "Yo creo que te moriras de hambre antes de romper el ayuno primero. Parece un poco raro viniendo de ti". Mirando de reojo, ella suspir. "Te refieres a seguir con esto?, no?" "Estoy seguro que tienes el espritu para hacerlo, s." Fueron sus acentos perfectamente ridos los que hicieron que las esquinas de la boca de Ra se elevaran ligeramente. Ella nunca hubiera pensado que posea ese agradablemente curioso sentido del humor, ni siquiera sospechado que lo encontrara tan fascinante. No haba tenido muchos motivos para sonrer en los ltimos tiempos y ese pensamiento no era de su agrado. Ria se oblig a comer poco a poco sin tener en cuenta su hambre. De vez en cuando bajaba la mano ponindola sobre su regazo y apretndola contra su estmago para calmar cualquier sonido vergonzoso, siempre lanzando una mirada de reojo para ver si l estaba pendiente de ella. Le pareca que haba perdido el inters en burlarse, a pesar de que sus palabras suponan lo contrario. l comi ms despacio que ella, se dio cuenta, y bebi tres tazas de caf negro mientras ella solo bebi una de chocolate caliente. Se pregunt por qu no presentaba los efectos que causaba el exceso de alcohol, aunque en realidad su mirada si mostraba signos de prpados pesados. Oeste estaba agradecido de ver que Ria no esperaba ninguna invitacin de su parte para servirse ms tostadas y tomates. No pudo terminar su primera porcin, y mucho menos servirse otro plato. No la presion para discutir qu clase de conflicto la haba impulsado a abandonar su sentido comn, dejar Gillhollow y viajar sola a Londres. Todava haba tiempo suficiente, a pesar de que la espera por la explicacin estuviera tornndose tediosa. El da se proyectaba muy largo hoy, y aburrido en exceso, empezando por el funeral de su padre. Estaba seguro de que sera objeto de demasiadas miradas y susurros all. No habra ninguna posibilidad de que pudiera pasar desapercibido como era su costumbre en todas las reuniones de la alta sociedad. Las circunstancias y la mano manipuladora de su padre lo haban empujado al frente, ponindolo en el centro de la cuestin. Eso era suficiente para hacerle perder su apetito. Oeste dej su taza y apart el plato. Permiti que el lacayo se lo llevara a la cocina, hacindole seas con la mano. A diferencia de muchos otros de posicin similar y de ingresos modestos o mejores, Oeste era consciente de la presencia de los sirvientes en su casa. Nunca haba sido capaz de fingir que no estaban, cuando era obvia su presencia, y era su costumbre no hablar de cualquier cosa en frente de ellos. Saba de primera mano qu clase de secretos podran ser escuchados por las doncellas y lacayos en el curso de servir la cena. Entre las tabernas y el puerto, muchas cosas se decan menudo, que eran escuchados por odos que servan la mesa sin que nadie pareciera darse cuenta. Jugando al lacayo, Oeste haba tenido ocasin de conseguir informacin nica, que nunca hubiera obtenido de otra manera. Difcil haba sido explicar su tctica al coronel John Blackwood, su mentor en el Ministerio de Asuntos Exteriores. Haba pasado mucho tiempo desde que el trabajo de espionaje haba requerido subir un castao. Oeste esper hasta que la puerta de la sala de desayunos se cerr tras el lacayo antes de hablar. "Debe haber algn punto en el que puedas comenzar con el relato, supongo. Me gustara escucharte ahora". Fuera de la vista de Oeste, los dedos de Ria plisaban la servilleta sobre su regazo. De camino a la casa, mentalmente haba ensayado un discurso conciso que expondra los hechos ante l por lo que francamente no crea que podra ser despedida ligeramente. Pero no poda recordar ni una palabra de ello ahora. "Una de mis nias se ha perdido", dijo. Oeste consider esto. "Muy bien", dijo. "Quieres decir que vas a comenzar por el medio, o tal vez por el final? No suele ser lo ms apropiado, pero en fin. Seras tan amable de explicarme cmo es que han llegado esas nias a ser de tu posesin? " Ria haba permitido a la criada que peinara hacia atrs su pelo grueso esa maana y lo recogiera a la moda en un nudo suave. Ahora, mientras su cabeza comenz a dolerle, no tena idea de si era debido a la tirantez de su cuero cabelludo, o al comentario irnico de Oeste. Si tuviera que elegir, pens que podra ser a causa de este ltimo. No se le haba escapado que una de sus cejas estaba arqueada, y que con muy poca provocacin de su parte en realidad podra rerse de ella. Las fosas nasales de Ria se dilataron ligeramente y la dulce curva de su boca se perdi. "Yo soy la directora de la Academia para jvenes de la Seorita Weaver en Gillhollow. He sido maestra estos ltimos seis aos y directora desde enero. Y antes de que preguntes, no, no existe la seorita Weaver". No se le haba ocurrido a Oeste preguntar por el homnimo de la academia, pero ahora no poda resistirse. "No hay seorita Weaver ahora o nunca la hubo?" No qued completamente sorprendido cuando Ria no se dign a contestar. Estaba aprendiendo que cuando ella le ignoraba, deba tomarlo como algo bueno. "Vamos, seorita Ashby, ha explicado para mi satisfaccin por qu piensa en las estudiantes como sus nias, pero se plantea la pregunta de cmo lleg a la Academia de la seorita Weaver. Anoche mencionaste un subsidio. Yo no puedo asociar eso con tu puesto en la escuela. El duque te proporcionaba tan poco dinero como asignacin, que debiste emplearte?" "Su Gracia me proporcionaba un subsidio generoso", dijo. "La decisin de participar en ese empleo respetable fue ma". Oeste haba aprendido a escuchar qu era lo que la gente no le deca. Le pareci or algo entre las lneas ahora. "Mi padre no estaba de acuerdo con el empleo." "No, no lo prohibi, pero tampoco estaba a favor de el. Insisti en que deba aceptar la subsidio". Aqu haba otra cosa que no estaba diciendo del todo, decidi Oeste. "Qu de hecho no ests utilizndolo para tus gastos ", dijo, mirando su vestido "sino, para mantener la academia de la seorita Weaver." "Siempre hay estudiantes que no pueden permitirse pagar la matrcula." "Esas son estudiantes sin abolengo y con pocas posibilidades de adquirir notoriedad. Por qu educarlas entonces? Qu sentido tiene, especialmente si son mujeres? " Era un argumento que Ria haba odo antes. Por lo general, se haba sentido frustrada. Ahora, viniendo de este hombre, simplemente se senta decepcionada. "Esa es tu opinin", dijo con acento cuidadosamente neutral. "La ma es mucho" Se detuvo porque comprendi que su expresin burlona, haba sido expresada con demasiada suavidad y con un gran esfuerzo para que no lo delatara. "T no crees eso que dices, verdad?" Oeste sonri un poco despus. "No, no lo creo." Se recost en su silla y estir las piernas cmodamente. Sus manos estaban dobladas ligeramente en el borde de la mesa. Se toc las puntas de los pulgares. "Pero no creas que soy un reformador como t. De hecho, yo no soy un reformador en absoluto. Es un asunto complicado, mejor dejrselo a los polticos, a quienes les gusta revolcarse en ello, o las mujeres, que pueden blandir una escoba en represalias." "Creo que eres es un cnico, excelencia." "Y no me disculpo por serlo." la mir pensativo. "Hay mucho ms aqu que quiero saber, Srta. Ashby, pero quin sabe si usted debe decirme algo acerca de su chica desaparecida". "Su nombre es Jane Petty, y no tiene ms de quince aos." "Entonces no es una nia." "No, pero" "Has pensado en algn hombre joven? Quizs se ha enamorado de uno de los becarios locales y han huido a Gretna". "No lo creo", dijo Ria, sacudiendo la cabeza. "No pude encontrar ninguna evidencia de ello." "Entonces admites que lo consideraste una posibilidad." "Digamos que yo no quiero pasar nada por alto. Jane es bastante ms confiada de lo conveniente, as que pude imaginar que algo as haba sucedido. Sin embargo, no es una chica frvola, y uno tiene que tener en cuenta que mantener el secreto en torno a una fuga, entre tantas mujeres es totalmente imposible". "Ests quizs dando a entender con tu descripcin que no es muy reservada?" Con un gesto casi imperceptible de la cabeza, Ria concedi el punto. "Jane es una charlatana", dijo, su tono de voz era una clara prueba de su cario por la nia, "y su movimiento no est limitado a las labores de su mandbula. Casi nunca est quieta. Se irrita con la inactividad y sufre las restricciones de la sala de clase, slo porque debe hacerlo. Fuera del aula revolotea como un colibr, detenindose aqu y all, pero nunca ms de unos minutos. Tiene demasiada energa, y no puede hablar en voz baja. Siempre est volcando algo o al menos llevndoselo por delante. Uno siempre sabe cundo Jane est cerca." El recuerdo le provoc una leve sonrisa que desapareci rpidamente. Ria continu. "Pero no es slo su derrotero el que se caracteriza por el caos. Jane se las arregla para hacer exactamente lo mismo con las chicas. Siempre hay un poco de drama a su paso". "Entonces no es muy apreciada." "No, no es eso en absoluto. Ella es muy popular entre las otras, no necesita hacer ningn esfuerzo para ser bien acogida". "Me haba olvidado de lo agradecidas que son las mujeres por el drama. Se encargan de proveer un sinnmero de oportunidades para ello." Ahora fue Ria quien levant una ceja. "Sin duda, ni el agradecimiento ni las oportunidades son exclusivos de las mujeres". Oeste pens en sus amigos y las intrigas en las que se deleitaban en Hambrick Hall. "Reconozco mi error," dijo. Se contuvo a tiempo para evitar confesar que todo era parte integral de la juventud. Cmo, entonces, podra conciliar esta afirmacin con el hecho de que l y sus amigos seguan el curso normal de las intrigas? No, sera enfrentarse a un intenso escrutinio y Oeste sabiamente mantuvo su silencio. "Cunto tiempo lleva desaparecida la seorita Jane Petty?" "Diecisis das." Oeste tuvo cuidado de no demostrar consternacin. Haba tenido la esperanza de or que haca mucho, mucho menos. "No has tenido ninguna noticia en absoluto? Ni un indicio? " "Nada. Es otra razn por la que he rechazado la idea de que se haya fugado. Creo que tendra que haber escrito por estas horas. Ella no es una nia irreflexiva". "Por favor, controla esta tendencia que tienes de llamarla nia. No ayuda. No puedes absolverla de toda responsabilidad de su propia desaparicin." "No puedo", dijo Ria con suavidad. "T no la conoces como yo. No voy a creer que ella se ha ido por su propia voluntad." Oeste decidi no discutir el punto. Ella tena razn l no conoca a Jane, pero tambin era cierto, que tratar a Jane como si fuera una nia no ayudaba. "Qu es lo que quieres que haga, seorita Ashby? Esta es la verdadera razn por la que te cruzaste en mi camino ayer? Es posible que hayas viajado a la ciudad con Tenley y su prole, slo con la intencin de asistir al servicio e informarme de mis responsabilidades como tutor? Al parecer, deberas haber tratado ese asunto conmigo de manera muy clara". "Quiero que me ayudes a encontrarla." Era casi lo que l haba esperado que ella dijera. "Que te ayude a ti?", pregunt. "Quieres decir que t me ayudars a determinar el paradero de la seorita Petty?" "No," dijo ella con firmeza. "Quiero decir que t deberas ayudarme." No le gustaba el sonido de eso en absoluto. Tuvo que hacer un esfuerzo para no presentar ninguna objecin. Decidi que poda esperar, ya que todava no estaba preparado para darle una respuesta. "Me resulta difcil imaginar que, aunque la salud del duque ha sido una preocupacin, hayas recurrido a l con la misma peticin". Cuando sus ojos esquivaron su mirada y permaneci en silencio, Oeste supo que tena razn. "Me gustara orlo de ti". "Yo no hubiera recurrido a l", dijo al fin. "No es que tu padre habra sido incomprensivo, sino que habra aprovechado la oportunidad para darme lecciones sobre cmo manejar la escuela. Me habra obligado a abandonar mis obligaciones". Era bastante difcil para Oeste creer que el duque habra manifestado siquiera una pizca de comprensin, pero lo dej pasar. Seguramente la experiencia de Ria con su padre era muy diferente de la suya. "La seorita Petty desapareci hace ms de dos semanas. Eso fue antes de que ninguno de nosotros supiera sobre las revelaciones que el duque estaba por anunciar. Es posible que hayas acudido a Tenley con tus preocupaciones, puesto que era de esperar que sera tu tutor a futuro". "Tu hermano no estara dispuesto a ayudarme." se apresur a aadir: "No hay animosidad entre nosotros. Es slo que Tenley no tiene inclinaciones de ayudar a nadie excepto a s mismo". Oeste se rio entre dientes y mir como la tez blanca de Ria se coloreaba. "Esa es una excusa muy benvola ofrecida a favor de Tenley. Estoy seguro de que nunca vas a hacer un esfuerzo similar para defender mi nombre". "Slo quise decir " Se detuvo antes de empeorar la situacin. Saba perfectamente lo que haba querido decir, su descripcin de Tenley difcilmente podra haber sido hecha con ms cortesa. Empuj hacia atrs la silla, y se puso de pie. Sinti sus ojos ansiosos siguindolo hasta la chimenea donde atiz los rescoldos mientras consideraba qu poda decirle. Mir por la ventana hacia el jardn. Haba empezado a llover de nuevo, esta vez acompaada por un fuerte viento que grababa las gotas en diagonal en cada panel de vidrio. De vez en cuando astillas de hielo se mezclaban entre las gotas de lluvia, una clara seal de que el clima se volva ms fro. Estas agujas de hielo golpeaban la ventana dndole un tono diferente al sonido del agua y luego se disolvan lentamente en el quicio de la ventana antes de fundirse completamente. Colg el atizador y se volvi a Ria. Se pas una mano distradamente por el pelo cobrizo. "Yo no s exactamente qu crees que puedo hacer por ti". "Ya te lo he dicho no? Puedes ayudarme a encontrar a Jane." "En qu sentido?", pregunt. "Es dinero lo que necesitas? Asistencia para contratar a alguien para hacer la investigacin? Tal vez quieres decir que debo entrevistar a los candidatos para que se encarguen de la bsqueda y descartar a aquellos que podran aprovecharse de tu ingenuidad". "No quiero que contrates a nadie", dijo. "Te quiero a ti." Lo vio arquear sus dos cejas en respuesta a su franqueza. "No puedo decrtelo con ms claridad que esta." "No, eso fue totalmente sincero. Pareces estar dispuesta a salirte con la tuya a cualquier precio." Ria se neg a ser apartada de su propsito prestando atencin a su burla. "Te puedo ofrecer una compensacin, aunque, comprenders que eso significa que slo cuento con mi asignacin. Si deseas ms, entonces tendrs que aumentrmela". Oeste dese no haberla enfrentado, porque esa clase de lgica que planteaba era la que lo haca tambalear. Lo mir como si quisiera darle explicaciones, y l alz una mano, con la palma hacia fuera, para evitarlo. "Sera algo muy apreciado que no lo repitieras. En mi experiencia rara vez resulta bueno aclarar las cosas, por el contrario, se tiende a enredar an mas todo la segunda vez". Ria sinti un mechn de pelo cosquillendole la mejilla. La distraccin mientras sus ojos se posaban en l no fue bienvenida. Se lo puso detrs de la oreja rpidamente. "Cul es tu respuesta a mi propuesta?" "Perdona mi torpeza, Srta. Ashby, pero necesito que me aclares por qu crees que puedo ayudarte." "Su Gracia, eres sincero, modesto o ambos?" "No s lo que quieres decir." No poda llamarlo mentiroso, aunque era una tentacin. "Tienes un puesto en el Ministerio del exterior". "S. Eso es cierto." "Entonces tienes conexiones." "Supongo que eso tambin es cierto, aunque la forma en que eso puede ser de utilidad en la bsqueda de la seorita Petty sigue siendo un misterio." "No has aprendido nada en absoluto?" Oeste se frot la barbilla con el pulgar y el ndice. "S algo acerca de la elaboracin jurdica de los documentos. As es como paso el tiempo, examinando y revisando los documentos que pasan de una persona a otra persona a otra persona. Cosas aburridas, pero lo hago al servicio de mi pas. " "No lo creo", dijo. "Acerca de los documentos, quiero decir." "Yo soy un empleado, Srta. Ashby, aunque supongo que la herencia Westphal pondr un punto final a eso. Tal vez me permitirn firmar los documentos a m en el futuro. Me imagino que existe un sello Westphal. Podra utilizarlo cuando ponga mi firma en el papel." Oeste vio los delicados hombros de Ria abatidos. Sus ojos de color gris azulado ya no eran sospechosos, sino resignados. "Qu, exactamente, es lo que te imaginabas que haca en el Ministerio de Asuntos Exteriores?" Ella se encogi de hombros. "Yo haba odo cosas." "No me hagas esforzarme para orte." "Yo haba odo cosas", dijo en un tono ms audible. "Qu clase de cosas? No esa basura sobre el contrabando de brandy francs, espero." As que no era cierto que haba sido un contrabandista. Ria se decepcion al orlo. Los cuentos de su libertinaje en el continente probablemente tambin eran falsos, aunque nunca le haba dado mucha importancia. "Haba odo que tu persona era fundamental en la prestacin de inteligencia sobre los movimientos de Napolen durante la guerra". Oeste acomod el atizador y le dijo con diversin mal disimulada. "Mi querida seorita Ashby, no me digas que has concebido la idea de que yo era un espa. Oh, pero puedo ver que lo has hecho. Ests completamente abatida por haber comprobado que no era as y sin duda an ms preocupada acerca de la seorita Petty. Es cierto que yo estuve conectado con el campamento de Wellington, pero tal inteligencia como la que mencionas la hizo alguien que se limit a transmitrmela. Si me considerara un mensajero estara sobreestimndome. Decir que yo cumpla un papel decisivo, significa slo que era un eslabn en la cadena, como suelen ser los secretarios a menudo. De haber realizado mis deberes con menos diligencia, tal vez habra dejado a un destacamento sin las raciones adecuadas, pero dudo que el resultado de Waterloo dependiese de si haba suficiente carne salada". "T contabilizabas los alimentos?" pregunt, abriendo mucho los ojos. "Contabilic casi todo lo que un ejrcito requera para moverse y luchar y moverse de nuevo. Matemticas, despus de todo, fue lo que me mantuvo prisionero en Cambridge durante ms aos de los que puedo recordar". "Esas matemticas", dijo. "Ahora ests hablando de... de sumar". "S, bueno, se hace lo que se te pide que hagas. Si eres Wellington, querrs saber que puedes confiar en la exactitud de las cuentas. Rifles. Caones. Pistolas. Hombres. Uniformes. Vagones. Botas. Caballos. Sillas de montar. Bayonetas". "Carne salada", dijo Ria. "S, entiendo la importancia de eso, slo pens que habas hecho algo..." Su voz se apag. "Algo ms?", pregunt. "Creo que has concebido algunas ideas romnticas acerca de lo que se requiere para ganar el da. No te culpo. Nadie que no est en un campo ensangrentado puede saber lo duro que puede ser ese trabajo. "No era mi intencin menospreciar tu contribucin", dijo Ria apresuradamente. Avergonzada por su falta de sensibilidad, dijo contrita. "Es slo que..." Se qued sin palabras de nuevo. Oeste volvi a la mesa y se sent. "Ests agobiada por tu preocupacin por la seorita Petty, y yo no he hecho nada para aliviarla". Ria logr esbozar una leve sonrisa como seal de que se haba resignado a esa cruda realidad. "Dime," dijo en un tono de leve inters. "Esto de lo que te enteraste, respecto a mi desempeo en las fuerzas, cmo lleg a ti?" Ella lo poda decir honestamente, porque era informacin que nunca se haba propuesto conocer. De hecho, habra sido una espa muy incompetente si se hubiera dedicado a ello. "Me estaba quedando con el duque en Londres ", dijo." Har cinco o seis aos atrs, en la poca en que Wellington entr a Madrid". "Seis aos antes", dijo Oeste. Ria pens en eso. "S, creo que tienes razn. Fue justo antes de aceptar el cargo en la escuela. A lo que iba, yo estaba en Londres en la residencia del duque y l tena un visitante. Yo no estaba a la vista, ya que me ocultaba la pared pegada a la escalera, pero pude ver que Westphal se alegr de su visita y le ofreci un refresco en su estudio. Eso me pareci extrao porque tu padre rara vez reciba a alguien con tanta efusividad. Este visitante era decididamente diferente". "As que ese hecho te pareci curioso." Ella asinti con la cabeza. "Yo escuch al otro lado de la puerta, aunque no debera admitirlo. Estaba sin duda en una edad en la que eso era inadmisible, lo que no habla nada bien de m. Pretenda slo conocer el nombre del hombre y tal vez ms adelante encontrar la oportunidad de hablar con Westphal sobre l. El nombre que o, sin embargo, fue el tuyo. Fue confuso al principio, porque el hombre no te llamaba por tu nombre o apellido". "Oh?" "Te llam Oeste". "Ya veo." Nada en la expresin de Oeste cambi, aunque el dolor que senta era real. "Eso debi de ser ciertamente confuso para ti". "S. Me temo que pas mucho ms tiempo en la puerta de lo que pretenda con el fin de comprenderlo." "Pero lo hiciste." "Sobre el final. Era claro para m que estaban hablando de ti cuando tambin se refirieron a tu persona como el hijo del duque. Yo saba que no deba hablaban de Tenley. l no estaba en el continente, sino que estaba perdiendo el tiempo en las salas de juego en ese mismo momento. Forzosamente, tenas que ser t". La nica aceptacin por parte de Oeste fue el sonido que hizo su garganta al tragar. "Hablaron largo y tendido, y para entonces haba aprendido algo acerca de tu trabajo en el Ministerio de Relaciones Exteriores." "No lo suficiente, por lo visto. No te diste cuenta de que estaba en Madrid?" "Bueno, no, pero yo no tena la posibilidad de hacer preguntas, y ninguno de los dos hablaba del todo claro. Era fcil suponer que ellos saban de lo que estaban hablando, pero no estaba tan claro para m". "As que llenaste los huecos de la conversacin con tonteras sobre espas e intrigas." "Yo no creo que fueran tonteras," dijo en voz baja, "pero s, en resumen as fue." "Sumas", dijo sucintamente. "Ese es mi punto fuerte." Oeste cerr los ojos un momento y se los frot. "Este hombre, el que hablaba de m como Oeste, recuerdas su nombre?" Ria pens. "Recuerdo que llevaba un bastn", dijo, "y se apoyaba mucho en l para poder llegar a las puertas de la biblioteca." Oeste asinti. Esa parte de la informacin era tan buena como tener un nombre. La cabeza de Ria se levant bruscamente mientras chasqueaba los dedos. "Blackwood. Coronel Blackwood. Qu te hace pensar ese nombre?" Oeste saba que ella estaba buscando su aprobacin por haber recordado ese nombre escuchado tanto tiempo atrs, pero no poda drsela. "Lo que pienso", dijo en una amenaza silenciosa ", es que voy a cometer un asesinato." Captulo Tres Oeste deseaba estar en cualquier lugar, excepto donde estaba. El servicio en la abada haba sido interminable y no se haba equivocado al anticipar la recepcin que haba recibido. Intercept ms miradas furtivas de las que quera enumerar, y haba habido un zumbido constante de susurros a sus espaldas. Los ms cercanos a l, los que le conocan mejor que nadie, estaban ahora reunidos en su casa. No haban ido a llorar la muerte del duque, porque ninguno de los presentes era especialmente aficionado a perdonar al hombre, sino que haban venido a presentar sus respetos, a Lord Evan Marchman, quien desde ahora y para siempre sera conocido como Su Gracia el Duque de Westphal.
No se hara cargo.
Sin embargo, qu otra opcin le quedaba? No poda negar ser
quien era, tampoco poda darle el ttulo a Tenley sin importar lo mucho que su hermano pudiera codiciar su primogenitura. Tampoco poda darle a su hermano legitimidad, la misma que se le haba quitado en el momento en que el duque haba revelado la verdad sobre sus matrimonios. Tenley haba sido capaz de suplicarle al Prncipe Regente para que la cuestin de su legitimidad fuera nuevamente revisada. Oeste dudaba que si su hermano recurra al Prncipe, Prinny sera muy generoso. Ahora su hermanastro poda encontrar algn pequeo consuelo en el hecho de seguir siendo conde, un ttulo que le lleg del lado de la familia de su madre y no estaba sujeto a las restricciones del duque ni de sus bienes. Por desgracia, haba poco dinero o tierras que acompaaran el honor de ser conde. No era que Tenley fuera indigente, pero sus circunstancias y perspectivas se haban reducido enormemente. Ver a Tenley en el servicio haba sido un momento incmodo, aunque Oeste pensaba que se haban comportado lo suficientemente bien. Al menos no haba habido pistolas desenfundadas, y Oeste contaba esto como un buen comienzo. Poda aceptar que el cambio de circunstancias para Tenley haba sido ms duro que el suyo, sin embargo no senta mucha simpata por l. Cada una de las expectativas de su hermano haban sido materiales, mientras que l haba comprobado haca mucho que la supervivencia significaba poseer valores, especialmente su relacin con los dems. El ensimismamiento de Oeste termin cuando Lady Benton Reade entr resueltamente hasta situarse a su lado y lo inici en una conversacin. De pie en el lado opuesto de la sala de estar junto a la chimenea de mrmol verde, estaba Southerton. Oeste tuvo cuidado de no permitir que su atencin se desviara en esa direccin por demasiado tiempo, pero por entre las plumas ondulantes de la capa de la seora Benton Reade, crey ver la evidencia del brillo de la mirada impa de Sur. Era la prueba de que no poda esperar ser rescatado por ese lado, y se resign a soportar el monlogo que pas a ser la conversacin de la seora. Finalmente logr excusarse cuando Northam y su esposa vinieron a ofrecer sus condolencias y anunciar que se iban. Mirando a uno y a otra, Oeste no poda dejar de ser consciente de la tensin que exista entre ellos. Haba sido slo ayer por la noche en el club que Norte haba sido objeto de burlas por mostrarse distante y contemplativo? Pareca que nada haba cambiado desde entonces. A pesar de todo, la actitud de Norte era correcta, Oeste no poda dejar de preguntarse qu era lo que estaba mal entre Elizabeth y su marido. La tez de la condesa estaba plida y sus prpados estaban levemente hinchados. Era dolor lo que percibi en su cara, y l saba muy bien que no era esta solemne ocasin lo que lo haba suscitado. El semblante de Norte daba muy pocos indicios sobre sus pensamientos, que de por s ya era bastante inexpresivo para los que lo conocan. Oeste tambin encajaba en esa descripcin, poco demostrativa, pero ver a estos dos, con un dolor combinado tan palpable, haca que se sintiera como un intruso en su propia casa. Se los hizo tan fcil como pudo, los escolt hasta la puerta l mismo, para que no tuvieran que cruzarse con sus otros invitados. Cuando regres a la sala, vio de inmediato que Sur haba desaparecido. No se requera ningn talento especial para saber dnde haba ido. Oeste pudo ver que la puerta de su estudio estaba cerrada y entendi que Sur la estara utilizando para hablar con el coronel. Northam y su condesa haban estado conversando con Blackwood antes, y cuando Oeste mir a Eastlyn, le pareci que el marqus estaba mirndolo como si tambin esperara tener un turno con el coronel. Eso estaba bien. Oeste saba que poda darse el lujo de darle a sus amigos la primera oportunidad con Blackwood, quizs, incluso fuera mejor que los otros le hablaran primero, le dara tiempo a despedir a la gente. El coronel no podra despedirse cuando Oeste, tuviera su momento de decirle algunas verdades.
John Blackwood, asesor del Ministerio de Asuntos Exteriores era
quien diriga las actividades del Club de la brjula, con una manta sobre sus delgadas piernas, empuj su silla de ruedas cerca del fuego. l haba permitido ser persuadido de no asistir a los servicios del duque de esa maana, pero ni su mdico ni a su ayuda de cmara pudieron evitar que fuera a la casa de Oeste esa noche. Ahora se preguntaba si no debera haberlos escuchado, no porque estuvieran en lo cierto de que una noche fuera de casa lo hara padecer una fatiga casi insoportable, sino por lo mal que haba llegado a caer su presencia. Su querida Elizabeth, no pudo poner ningn reparo, lo haban secuestrado del saln y lo haban encerrado en el estudio de Oeste. Excepto que ella hubiera hecho una escena, no podra haberlos detenido y l no estaba seguro de haberlo querido tampoco. Haba discutido con l, se neg incluso, a aceptar que su marido fuera a la asignacin que le haba comisionado para buscar al ladrn caballero. l, que pensaba que no haba nada que no hiciera por ella, no poda concederle esta peticin, ni poda decirle nada que pudiera tranquilizarla sobre este asunto. El ladrn deba ser capturado y haba que hacerlo pronto. Norte, era en todos los sentidos el hombre idneo para la tarea. Era una gran responsabilidad como para dejarlo en manos de otra persona menos calificada, por lo que se haba negado a complacerla. Ahora tena mucho miedo de que ella no fuera a hablarle de nuevo. Despus de ese encuentro, Sur haba suplicado un minuto de su tiempo. El coronel sonri un poco sombro, mientras atizaba el fuego. Reclamado, no suplicado, era la palabra adecuada. Sur haba exigido su tiempo y lo llam maldito bastardo, un trmino generalmente reservado para el difunto duque. El vizconde haba sido testigo de la tensin infeliz entre Elizabeth y Northam, y busc la absolucin a su condena por haber tenido incluso una pequea parte en el logro de su unin. El coronel era ligeramente ms optimista que Sur de que todo tendra un buen final, pero Sur no lo haba absuelto de la responsabilidad de todos modos, como si fuera un sacerdote, y se lo carg sobre sus hombros menos que robustos. La entrevista no haba terminado ah, porque todava faltaba discutir la asignacin de Sur. Todo Londres hablaba de la desaparicin de Miss India Parr. La adorada actriz de Drury Lane haba perdido dos actuaciones, y su pblico devoto, en gran parte conformado por hombres, haba intentado quemar el lugar. Si comprobaba que Southerton era responsable de la ausencia de la seorita Parr, lo ejecutara, y luego lo descuartizara. Fue en esos momentos durante su discusin que le haba echado en cara la responsabilidad de la tensin entre Elizabeth y Northam. Apenas haba despedido a Sur, cuando Eastlyn lleg a ocupar la silla vaca. El marqus tena un humor de los mil demonios, cortesa de una amante despechada, y no haba manera de revertirlo. Los rumores de su compromiso con Lady Sophia Colley no se haban silenciado, ms bien constituan otro obstculo para la realizacin de su misin. No haba ms remedio que seguir adelante. El coronel se concentr en el fuego de nuevo, sus nudillos llenos de protuberancias se pusieron blancos por la fuerza con que apretaba su bastn. No poda hilar muy fino con este, pero oblig al joven a examinar su situacin con cuidado y llegar a una decisin de cmo se propona seguir. Las cuestiones relacionadas con su tarea de apoyo a la Compaa de las Indias Orientales no podan llevarse a cabo si Este no pona primero su propia casa en orden. De hecho, pareca que el xito dependa de lograr una cosa antes que la otra. A Blackwood le caa simptico, pero no cedi. El coronel haba soltado el bastn cuando la puerta se abri. No levant la vista. "He estado esperndote". "Pens que as sera", dijo Oeste. "Los otros ya han tenido su audiencia. Parece justo que yo tenga la ma." Blackwood no crey estar imaginando el fro tono de la voz de Oeste. Sus ojos oscuros se estrecharon ligeramente cuando se dio la vuelta y observ al hombre entrando en la habitacin. La resolucin de sus pasos le dio la pauta de que de ninguna manera sera fcil la charla con l. La rigidez de sus hombros hablaba de su determinacin, y su andar no tena nada de la gracia informal de un paso cordial. Haba tirantez en su boca, y la gravedad de sus pensamientos haban grabado un gesto adusto en su rostro. Pareca demacrado. No sera una exageracin decir que pareca vagamente enfermo. El coronel empuj su silla hasta el mueble de las bebidas. "Vas a tomar whisky?" "No." Oeste vio los vasos vacos dejados por sus amigos. Pareca que Blackwood haba tenido xito ahogndose en alcohol, sin duda disfrutando de la oportunidad de empaparse de l libremente. Su mdico y su ayuda de cmara le limitaban la bebida tanto como les era posible en su propia casa. "Pero puedes complacerte a ti mismo", dijo. Blackwood neg con la cabeza. Ya he hecho eso. Soy consciente de mi tolerancia y creo que he llegado a mi lmite." Oeste se sent mientras el coronel empujaba su silla ms cerca. Blackwood era todava un hombre guapo, la enfermedad que le haba costado la movilidad de sus piernas no le haba robado su buena apariencia, ni entorpecido su mente. Sus reflejos eran ms lentos ahora y un temblor a veces se poda percibir en sus manos, pero l se mantena firme, fijando a su presa con una mirada oscura que era a la vez una evaluacin y un desafo. Aunque ya no se vea musculoso, todava tena un aspecto robusto y se aseguraba de que su porte se viera realzado por la buena confeccin de su ropa a la ltima moda. Oeste saba que las piernas del coronel estaban ms dbiles de lo que haban estado, hasta el verano pasado. Entonces Blackwood haba podido viajar a la finca de Norte, en Battenburn para la boda y haba acompaado a Elizabeth en su camino por el pasillo central de la Abada, con la ayuda de dos bastones y la fuerza nervuda de sus propios brazos. Slo cinco meses despus, Oeste dudaba de que tal cosa hubiera sido posible, a pesar de que no subestimaba la tenacidad del coronel, notaba que, en los pliegues pronunciados de las comisuras de sus ojos, haba un gesto de debilidad que estaba presente incluso en su estado relajado. A excepcin de una incipiente prdida de su cabellera y algunas hebras de color gris, el pelo negro del coronel no ceda ante la enfermedad ni al avance de los aos. Blackwood baj sus gafas con montura de oro sobre el puente de su nariz aguilea y observ a Oeste con una sonrisa sorprendentemente amable y cmplice. "Todo el mundo se ha ido?", pregunt. Oeste asinti. "Acabo de despedir a los padres de Sur y de Norte. Lady Winslow y Sir James se fueron slo unos momentos antes." Al coronel no le sorprendi que los familiares de sus amigos tambin se hubieran quedado. Haba sido as desde que la propia madre de Oeste muri cuando l estaba todava en Cambridge. Mucho antes de entonces, se haba establecido una conexin con cada uno de las otras familias, tal vez, pens Blackwood, porque Oeste era, para todos los efectos, hurfano. Nada menos que la condesa viuda de Northam haba condescendido en denominar al duque como un maldito bastardo, en defensa de Oeste a pesar de que todava se ensaaba con l por romperle la nariz a su hijo, cuando no eran ms que nios en Hambrick. Las comisuras de la boca de Blackwood se levantaron mientras consideraba el temperamento y la postura agresiva que Oeste haba manifestado hacia cada uno de sus compaeros de escuela. Se pregunt qu habra sido del joven Evan Marchman si no lo hubiera conocido en esos das. Habran sido tan rgidamente inflexibles los maestros de Hambrick, o habran visto ms all del chico que mantena ferozmente cerrados los puos, a quien el dolor y la confusin le haban vuelto tan beligerante? Oeste no se reclin en su silla. En cambio, se sent un poco hacia adelante y apoy los antebrazos en las rodillas. Sus dedos se entrelazaron, y como era su costumbre, golpe ligeramente las yemas de sus pulgares. No perdi el tiempo con gentilezas, fue inmediatamente al grano. "Por qu nunca me dijiste que lo visitaste?" Aunque el coronel no tuvo dificultad en adivinar a qu se refera, la pregunta lo sorprendi. "Nunca he considerado necesario informarte de los nombres de la gente que visito. Por qu esta vez habra sido diferente?" "No puedes hacerme ninguna pregunta hasta que me contestes." Blackwood le dio una mirada aguda sobre la montura de las gafas. "En realidad, no estoy seguro de poder responderla. Ser hijo de Westphal no te da derecho a conocer todas las ocasiones que tuve que visitarlo. En efecto, dado el distanciamiento entre ustedes, me parece lgico que ests interesado en mi trato con l". "Es un asunto diferente cuando yo era el motivo de la conversacin." "Nunca he pensado en ti como una persona propensa a exagerar su propia importancia. Tambin discutimos cosas totalmente ajenas a ti." Oeste no cedi. "Pero le contaste sobre mis actividades." Era raro que Blackwood vacilara, pero ahora lo hizo. "A veces", dijo finalmente. "S". Oeste se enderez un poco y luego se ech hacia atrs. No saba que predominaba en su mirada, si el dolor o la acusacin. "Por qu?" le pregunt en voz baja. "Por qu decirle algo sobre m? Has estado tan pendiente de Lord Redding hablando acerca de las actividades de Sur en los ltimos aos? No puedo imaginar que alguna vez hayas informado a la madre de Norte acerca de las cosas que ha hecho, y sigue haciendo, para ti. Y Este? Estoy bastante seguro de que no te dara las gracias por informarle a su padre." "Suficiente por el momento", dijo el coronel. "Y tienes razn. He dicho muy poco por no decir nada, acerca de los otros". "Entonces, por qu?Por qu habras de" "Nunca han querido saber. Lord y lady Redding. Sir James y Lady Winslow. La condesa viuda. Todos ellos estn ms a gusto sin saber los detalles, y si quisieran saber les preguntaran a sus hijos. El duque quera saber, y en la medida en que pudiera ser informado, se le inform. Tu padre estaba muy comprometido con el gobierno, Oeste. l estuvo a un pelo de haber sido nombrado primer ministro despus de que Perceval fue asesinado, y l tena muchos partidarios alrededor. Crees que no poda haber averiguado lo que quisiera? Yo dira que prefiri recibir la informacin de m. Puedes confiar en la veracidad de mis palabras". "En lo que yo confiaba" Oeste dijo sin inflexin, "era en tu silencio." Extraamente sorprendido para encontrar las palabras, Blackwood le ofreci su silencio ahora. Oeste mir la botella de whisky en el mueble del bar y se dio cuenta que no tena energa para ir hasta all. No poda recordar un momento en el que hubiera estado tan falto de fuerzas, como ahora. Los acontecimientos de estos ltimos tres das haban conspirado para diezmar tanto su fortaleza, como la solidez de su juicio. "No se haba ganado el derecho a saber lo que haca" A pesar de las emociones agitadas, su voz segua siendo notablemente firme. "Pens que siempre haba quedado claro entre nosotros. No tenas derecho a decrselo, el derecho era mo. El duque debera haberme hecho las preguntas a m". No tena sentido, decidi el coronel, afirmar lo que ambos saban que era verdad: Oeste no le habra respondido ninguna pregunta que le hiciera su padre. Blackwood permaneci en silencio, sin ofrecer defensa por sus acciones. "No tienes nada en absoluto que decir?" Pregunt Oeste. "Excepto una disculpa, no puedo pensar en nada que desees escuchar sobre el asunto. Oeste esper, pero la disculpa del coronel no lleg. "Y no te arrepientes de ello?" "Lamento que no haber hecho caso a mi propio consejo e informarte de que tu padre estaba haciendo preguntas." Los ojos de Oeste se estrecharon ligeramente mientras miraba a su mentor. "Por qu no? ", pregunt. "Por qu no confiaste en tu propio juicio? No es eso lo que exiges de nosotros?" "As es." Su sonrisa era triste. "Yo puedo hacer las cosas mal por la razn correcta con la misma frecuencia que cualquier hombre. Slo en retrospectiva, cualquiera de nosotros puede saber lo mal que realmente actu. Y qu hay de hablar con el duque de m? No he odo que tengas ningn remordimiento por ello." Al no decir nada, Blackwood dijo todo. "Ya veo", dijo Oeste. Se dej caer pesadamente en la silla, de modo que estaba casi recostado ahora, con sus largas piernas estiradas delante de l. "Nunca pensaste en las consecuencias?" "Por supuesto que me preguntaba qu haras si lo hubieras sabido. Tena la esperanza de que trataras de entender." "Entender? Lo que yo entiendo, coronel, es que me ha nombrado su maldito heredero. l no lo habra hecho si hubiera pensado que yo era slo un empleado en el Ministerio de Asuntos Exteriores. Eso es lo que yo entiendo. Todas esas tonteras acerca de una tarea fundamental que llevaba a cabo en el campamento de Wellington y" "Tonteras?" Blackwood se enfad ante la idea de que alguna vez se hubiera considerado as. "No dije nada excepto la verdad. Que eres responsable de la mitad de lo que se haya podido llevar a cabo Wellington en Fuentes de Ooro y Aluera . Un ao ms tarde estabas en Madrid delante del ejrcito, tomando un riesgo considerable de uniforme". Oeste se volvi haciendo un gesto que indicaba tanto su modestia como su indiferencia. "Pas documentos. Wellington traslad un ejrcito. Mi contribucin fue" "Esencial", dijo el coronel. "Y yo no soy adulador. Digo la verdad." Oeste no quera saber nada ms de esta conversacin. Saba que lo que haba hecho era un trabajo importante y estaba orgulloso de eso, pero no lo consideraba ms o menos importante que la contribucin de los dems. Hizo un gran esfuerzo para pararse sobre sus pies. Haciendo caso omiso de las botellas de whisky y brandy, Oeste fue hacia la ventana y apart las pesadas cortinas de terciopelo. La lluvia finalmente se haba vuelto por completo aguanieve y el golpeteo en la ventana era fuerte y constante. Se pregunt por el camino hacia Gillhollow, lo difcil que el recorrido podra ser para un cochero. Se pregunt si Ria habra viajado sola o acompaada por Tenley y su familia. Se pregunt... Oeste permiti que las cortinas cayeran y se dio la vuelta. Demasiado tarde, se dio cuenta de que el coronel haba corrido su silla de ruedas y lo observaba de cerca, viendo algo ms de lo que nunca haba querido decir o revelar. Oeste se pas los dedos por el pelo, desconcertado por el escrutinio, y ofuscado por ser atrapado con la guardia baja. "Qu decas?" "De hecho", dijo Blackwood secamente. En verdad, l haba permanecido en silencio, pero no estaba dispuesto a permitir que Oeste lo obligara a rogar. "Tena la esperanza de que cambiaras el humor, y me dijeras cual es la fuente de tu informacin. No puedo pensar en nadie excepto su padre, que estuviera al tanto de mis visitas". "Los sirvientes." El coronel neg con la cabeza. "No me olvid de tomarlos en cuenta, pero no es posible que hablaran contigo. Ellos no hablaran de algo as con nadie." Oeste no poda apagar completamente su sonrisa. Se encogi de hombros para desviar la atencin de ella. Blackwood se haba olvidado, aunque sea brevemente, que ahora estaba en compaa del duque de Westphal. Esos sirvientes que haban sido leales a su padre, estaban en ese momento, a su servicio. Poda ser que tuvieran reservas acerca de ciertos acontecimientos en relacin con l, pero no se morderan la lengua, si se los presionaba. "No vas a decrmelo?" pregunt el coronel. Pareca que Oeste estaba siendo infantil por no decirle a Blackwood lo que quera saber. Obtener un poco de su propia medicina no era una sensacin muy agradable. "Miss Ashby" dijo finalmente, viendo la reaccin del coronel. "No voy a preguntar si sabes quin es. Puedo ver que la conoces." Blackwood adopt una pose reflexiva, ladeando la cabeza y golpendose el lado derecho de la nariz con el dedo ndice. "Ella estaba en la abada hoy durante el servicio?" Oeste asinti lentamente. "Adems del ttulo y la considerable fortuna que el duque me ha dejado, tambin he heredado una pupila. Qu piensas de eso, coronel? Parece que l posea sentido del humor despus de todo." "No lo haba visto de esa manera." "Qu otra cosa puedo hacer sino encontrar el maldito lado humorstico del asunto?" pregunt Oeste. l ya est muerto, as que aunque me gustara hacerlo, no puedo matarlo". El coronel pens que era una buena seal que el propio sentido del humor de Oeste por fin hubiera salido a la superficie, sin importar lo negro que fuera. "No puedo concebir que Miss Ashby altere el equilibrio de tu existencia. Ella puede ser la menor de las responsabilidades que ha heredado". Las cejas de Oeste se alzaron. "Ella es una persona. Una mujer. Las personas hembras son siempre ms difciles de manejar que la tierra y el dinero. T sonres, pero sabes que es verdad. No puedes decir que no has notado que Norte est distanciado de Elizabeth. Y Este? Est metido entre la seora Sawyer y Lady Sophia y dara la bienvenida a una copa de cicuta en esta instancia. Incluso Sur, que puede tener la postura ms brillante en ocasiones, ha estado actuando de forma muy peculiar. Estoy seguro de que hay una mujer involucrada, yo le prestar mi casa de campo cerca de Ambermede un lugar muy retirado". Oeste vio que el coronel no movi un ojo en esta ltima parte de la exposicin. "Ah, t sabes de eso, verdad? Cre detectar tu mano en el asunto. Entonces no es una cita en absoluto o no slo es una cita, sino una misin." Levant una mano. "No, no quiero que me lo confirmes." "Ni lo har. Lo ltimo que necesito es que ustedes cuatro tropiecen uno con el otro. Si eso sucede a pesar de mi deseo, que sea de otra manera. "Es bastante notable que no haya sucedido por ahora." Los ojos oscuros de Blackwood se dirigieron a las botas de Oeste. "Ms notable de lo que se puede esperar". El coronel no lo dud. "Hblame de Miss Ashby," dijo. "Cmo llegaste a conocer mis visitas al duque por medio de ella? Nunca he tenido la oportunidad de conocerla". Oeste relat lo que Ria le haba dicho. "Te suena como si ella no fuera a ser un problema? Escucha detrs de las puertas, si puedes creerlo. Ese es exactamente el tipo de cosa que la hacen un sin fin de problemas." Dado que Oeste se haba enfrentado a personas problemticas con frecuencia en el curso de su trabajo, el coronel pens que estaba siendo algo duro en su evaluacin de Miss Ashby. "Dudo que practicara para participar en el espionaje". "No podra decirlo. Slo me inform sobre este caso." El coronel tosi para disimular su sonrisa. "Cuidado Oeste, tu tono me hace acordar al ms pedante utilizado por Northam. Haras bien en evitar esa comparacin. Ni siquiera su propia madre puede soportarlo cuando adopta ese tono". Oeste qued muy impresionado por eso. "Entonces vers de primera mano lo que Miss Ashby es capaz de hacer, porque nadie nunca me acus de pedantera". "De hecho ", dijo Blackwood suavemente. "El pabelln ha tenido una influencia perturbadora." Eso lo describa muy bien, pens Oeste. Volvi a su silla y apoy una cadera en el brazo. Esper que el coronel lo mirara antes de hablar. "Podras preguntarte cmo nos conocimos. En verdad, no intercambiamos ni una sola palabra al respecto. Para tu informacin Miss Ashby lleg a la puerta de mi casa ayer por la tarde sin acompaante". "El diablo te diga." El coronel no intent ocultar su sorpresa. "Confieso que s bastante poco acerca de este barrio, pero parece poco probable que el duque hubiera tolerado este tipo de comportamiento". "El duque ha muerto. " "Aaah, s, bueno, ah tienes." "No puedes culparme por decir la verdad sobre eso." El pecho de Oeste suba y bajaba, con una respiracin inaudible. Decidi entonces que iba a decirle al coronel Blackwood todo.
Ria abraz a Amy Nash contra su pecho.
La chica estaba inconsolable, y no ayudaba que Ria sintiera la necesidad de ceder a un combate frentico y ponerse a llorar. En cambio, su expresin permaneca sombra, aunque esto no era evidente, mientras el rostro de la pequea Amy se enterraba contra ella. Cada vez que la nia levantaba la vista para evaluar la reaccin de Ria, ella enmascaraba su preocupacin con una aproximacin razonable a lo que debera haberse considerado una sonrisa alentadora. "Hiciste lo correcto al venir a m, Amy." Ria acarici el pelo rojizo desordenado de Amy con los dedos. "Es mejor tarde que nunca. Fuiste muy valiente al dar un paso adelante, aun cuando pensabas que habra un castigo." Haba mucho ms que Ria poda haber dicho toda una conferencia se desarrollaba en su mente, pero se mordi la lengua. Amy saba muy bien que debera haber dado un paso adelante inmediatamente con su informacin. Tambin saba que podra haber ofrecido esa misma informacin en cualquier momento en las ltimas seis semanas. Ria decidi que no tena sentido extenderse en esos puntos. Amy finalmente haba llegado a ella, y esto era algo para agradecer, nada menos. "Vamos," dijo Ria. "Guarda estas lgrimas y mustrame tu cara bonita." Amy levant la cara dej que Ria la examinara. Sus lgrimas fueron eliminadas suavemente con un pauelo que ola a lavanda. Cuando le orden soplar, ella se resisti ensuciarle el pauelo y sorbi ruidosamente en su lugar. Ria la reprendi. "Se puede lavar, Amy. Sopla, por favor. Djame or la trompeta del ngel Gabriel". Cubri la sonrisa acuosa de Amy con el pauelo y lo sostuvo all mientras la chica soplaba fuerte. "Eso es mucho mejor, no es as?" Dobl el pauelo y se lo puso en la mano de Amy." Puedes quedarte con l, y si sientes ganas de llorar, lo aprietas muy fuerte y detendr las lgrimas". Los oscuros ojos color chocolate de Amy eran luminosas y vagamente sospechosos. "No debera presionar mis ojos?" "Slo si quieres coger las lgrimas. Si quieres acabar con ellas, debers apretar. Es algo mgico" Ria estaba agradecida de que Amy fuera todava lo bastante joven como para ser apaciguada por pauelos mgicos. "Muy bien. Ahora, desde el principio. Debo escucharte otra vez, sin sollozos. Quiero estar segura de que entiendo todo". Asintiendo con la cabeza, Amy cerr los dedos firmemente alrededor del pauelo. Realmente pareca funcionar. "Jane dijo que no deba contarlo. Hicimos un juramento de sangre." Ella levant su dedo ndice para mostrarle a Ria donde ella y Jane se haban pinchado con una aguja de sus cestas de costura. No haba ninguna cicatriz, pero acept el dedo de la mano para inspeccionarlo de todos modos. "Lo promet, Miss Ashby. Era una promesa solemne." "Lo entiendo, pero no te equivocas al romper tu promesa. Es muy importante que encontremos a Jane." Ria pens que si Amy hubiera sido slo unos pocos aos mayor, tal vez no habra guardado con tanto celo el secreto de su promesa. A los ocho, la chica era demasiado joven para sopesar las consecuencias de mantener una promesa contra los beneficios de romperla. Aunque Amy pudo ver que todos estaban preocupados por Jane, se aferr a las palabras de Jane de que todo estara bien y que no debera revelar el secreto. Ria se pregunt por qu Jane haba compartido una parte de su plan con Amy, a continuacin, ofreci otra oracin de agradecimiento. Quizs Jane haba considerado la aventura que haba decidido encarar como algo demasiado emocionante, o tal vez slo que quera impresionar a Amy. Despus de sonarle otra vez la narz, Ria le dio un abrazo y le dijo: "Me contaste que Jane te dijo que se iba con un caballero". "Un caballero muy correcto." "S, un caballero correcto." Ria no poda imaginar lo que eso significaba para cualquiera de las chicas. La idea de Jane de un caballero correcto, poda muy bien ser una persona que llevara limpia la suciedad de debajo de sus uas, o usara un bastn con pomo de cristal. Jane no tena experiencia con un caballero que quisiese aprovecharse de ella. "Qu dijo sobre su caballero correcto?" "Ella dijo muy poco, seorita Ashby. Muy poco." "Pero algo debe haberte dicho, Amy." Ria quera sacudirla con fuerza y hacer que las palabras le brotasen como las monedas de un banco. "Piensa. Pinsalo bien." La frente de Amy Nash se frunci profundamente. "Dijo que era guapo. Llevaba una capa fina y suave como de terciopelo, con botones de latn". "Qu pasa con el color de sus ojos? y su pelo?" La nia se limit a sacudir la cabeza. "Su edad?" El labio inferior de Amy tembl Se lo mordi y agarr el pauelo con ms fuerza. "Ella no lo dijo." Jane probablemente no tena idea de la edad, pens Ria. Era tan intil como preguntar sobre la altura del hombre. Para Jane, menuda como una mueca, todo hombre que conociera, probablemente asuma las proporciones de un titn en su mente. "Acaso Jane nunca dijo dnde ni cmo lo conoci?" Amy neg con la cabeza. "Est bien. No te inquietes, dime lo que sabes!" "Ella lo ama de verdad, Srta. Ashby. Ellos estn casados ahora. Estoy segura de ello. Jane soaba siempre con estar casada". "Acaso alguna vez mencion el nombre de Gretna Green? Recuerdas eso, Amy? Gretna. Green". "No. Ella no dijo ni una palabra sobre eso. Dnde queda? Vamos a buscarla all?" Ria escuch la esperanza en la voz de la nia, y le conmovi el corazn. "Gretna est en Escocia. Ustedes han visto su ubicacin en el mapa en el aula. Recuerdas dnde se encuentra Escocia?" "Al norte "Algo as. Requiere un viaje de muchos das llegar all, y no es probable que encontremos a Jane o su novio a tiempo." Ria se acomod en los apoyabrazos de la silla. Amy era pequeita, pero se las arregl para ocupar toda la falda de Ria. Despus de casi media hora de tratar de obtener algn dato de ella, sus piernas tenan muy poca sensibilidad. Sin embargo, no le pidi a Amy que se bajara de su regazo, y tampoco se enga a s misma argumentando que su decisin era slo por el amor a Amy. "Jane no se llev nada de ropa", dijo Ria. "Qu piensas de eso?" "Oh, s me dijo por qu. Jane dijo que iba a tener un nuevo guardarropa. l la llevara a la modista en la calle Firth para que le confeccionara uno." "En la calle Firth, Amy? Es eso lo que dijo Jane? Ests segura?" La frente de Amy se frunci de nuevo, luego dijo. "Bueno, s. Es precisamente lo que ella dijo." La vela en el plato junto a ellas comenz a titilar. Sin bajar a Amy, Ria cogi otra de sobre la mesa y la encendi antes de que la primera se apagara. La coloc cuidadosamente sobre una bola de cera caliente, hasta que pudiera quitar la otra del soporte. No lo hizo sin dificultad. Sus dedos temblaban. Ria mir el juego de sombras y luces provocados por la llama vacilante. Podra ser verdad? se pregunt. Haba obtenido finalmente una pista que le podra llevar hasta Jane? "Calle Firth en Londres, Amy. Tal vez haya otras calles Firth, pero s que hay una en Londres." "Entonces es bueno que me haya acordado?" "Muy bueno." Le dio al hombro de Amy un ligero apretn. "Vamos a ver qu ms puedes recordar, de acuerdo?" Aunque para Amy era un juego, fue incapaz de decir nada significativo. Cuando la pequea empez a bostezar en serio, Ria saba que la haba presionado tanto como se atrevi. Llam a su asistente, y la seorita Jenny Taylor apareci en un momento para acompaar a Amy a su cama. "Pobrecita," susurr Miss Taylor, levantando a Amy en el cmodo refugio de sus brazos regordetes. "Ella se ha agotado de tanto llorar". Ria asinti. "Pero ha sido de gran ayuda." "Qu inteligente eres, Amy!" La voluptuosa figura de la seorita Taylor amortigu el apretn que le dio. "A la cama, entonces." Mirando por sobre la cabeza oscura de Amy, le pregunt:" Hay algo que necesite, Miss Ashby?" "Nada. Yo tambin me voy para la cama. Por la maana voy a tener que considerar la posibilidad de ir a Londres o enviar al seor Lytton en mi lugar". "Londres? Es ah donde esta pequea dice que nuestra Jane ha ido?" El pecho de la seorita Taylor se levant y cay dramticamente en un profundo suspiro. "Londres es terriblemente grande. Y el seor Lytton no ser de mucha utilidad, verdad?" Las observaciones de la seorita Taylor eran bastante ciertas. "La calle Firth no es demasiado larga. No puede haber ms de una veintena de tiendas all y menos de la mitad que sean de modistas. Yo dira que se estrechan las posibilidades para que incluso el seor Lytton pueda descubrir algo que nos satisfaga." Ria not que la seorita Taylor se mantena escptica. Hasta el momento, el Sr. Oliver Lytton no las haba impresionado con sus habilidades en la investigacin. La seorita Taylor, en particular, estaba decepcionada por su falta de xito. Ella haba sugerido la intervencin del seor Lytton cuando Ria volvi del funeral del duque y anunci su intencin de contratar a alguien para encontrar a Jane.
"Vamos a ver, seorita Taylor", dijo Ria. "Todava no he tomado
ninguna decisin." La sonrisa de la seorita Taylor manifestaba su confianza en que Ria hara lo mejor posible. "Buenas noches, Miss Ashby". "Buenas noches." Ria pas los siguientes veinte minutos escribiendo notas sobre las actividades del da, en particular, las revelaciones de Amy Nash antes de ir a la capilla. No poda estar segura de que era lo que haba tocado a Amy tan profundamente para que la nia rompiera su silencio, pero haba comenzado a llorar tan pronto como formaron la fila para entrar a la capilla, y ninguno de los trucos habituales sirvi para calmarla. Todos lo haban intentado. La Academia de la seorita Weaver empleaba a tres profesoras adems de Ria. Cada uno de ellas hizo el intento para tratar de calmar a Amy. Mrs. Abergast, la ms maternal entre ellas fue rechazada. La seorita Taylor, con sus brazos regordetes y su amplio pecho, sufri el mismo trato. Incluso la seorita Webster, muy conocida entre las jvenes como la maestra cuyo rostro luca una eterna sonrisa, tampoco pudo detener sus lgrimas. Slo haba quedado Ria para intentarlo. Ria cerr la libreta y comenz a hacer los preparativos para irse a la cama. Como directora, posea un cuarto con varias salas, ninguna de las cuales era grande, pero todas estaban cmodamente equipadas. Adems del dormitorio y el vestidor contiguo, tena una sala de estar para recibir invitados en la escuela y un estudio en el que poda reunirse en privado con maestros y estudiantes y hacer sus informes para la Junta. No haba nada en esta ltima actividad, de lo que pudiera disfrutar, pero deba ejecutarla con el fin de aportar al funcionamiento de la academia. Desde la desaparicin de Jane Petty, Ria pens que tena buenas razones para preguntarse cunto tiempo ms podra continuar con su empleo, al menos como directora, pero los administradores continuaron manifestndole su apoyo en la gestin. No slo le absolvan de la responsabilidad por el escape de Jane, sino que parecan no estar ms que medianamente preocupados por el incidente. Ria supona que era el efecto de la distancia el que moderaba su reaccin. Los administradores hacan slo una visita ocasional a la escuela, eligiendo supervisar las obras de caridad de Londres o las fincas cercanas. Esto le daba a Ria la libertad de tomar muchas decisiones que afectaban a la academia, pero siempre teniendo presente que deba rendir cuentas como directora cuando as era requerido. Los administradores, sin embargo, con apenas un voto en contra, haban aprobado la propuesta de contratar al Sr. Oliver Lytton para investigar la desaparicin de Jane. Fue, quizs, la forma ms notoria que poda esperar que se involucraran. Entenda muy bien que estaban protegindose de la posibilidad del escndalo. Lo ltimo que deseaban era encontrar sus nombres conectados con algo tan sustancial como una maravilla a los nueve meses. Suspirando pesadamente, Ria se dej caer al borde de la cama y empez a pasarse un cepillo por el pelo claro con movimientos poco entusiastas. Por el rabillo del ojo, pudo ver sus movimientos reflejados en el espejo. Evit mirar en esa direccin. Nada de su aspecto en la actualidad le inspiraba confianza, y no pudo encontrarle ningn sentido al esfuerzo de hacer otro inventario de todas las cosas que estaban mal. "Te ves como el mismo diablo." Ria no se asust inmediatamente. Dada la direccin que sus pensamientos acababan de tomar, simplemente le haba parecido que ella haba hablado en voz alta. Le llev un momento comprender el hecho de que la voz era muy diferente a la de ella. Su cabeza se levant, girando hacia la puerta. Oeste se ri ante la demora en su respuesta. Pens que pareca una marioneta cuyos hilos estaban siendo manipulados por una mano inexperta. Incluso mientras lo pensaba, vio caer su cepillo de entre sus dedos insensibles y aterrizar sobre la cama. No le importaba sentir su mirada fija en l, ya que le dio oportunidad de estudiar su aspecto y entender que no le gustaba lo que vea. Luca tan insustancial como un fantasma, una observacin que no poda ser totalmente atribuida a su blanco camisn de algodn. En opinin de Oeste, se deba a su prdida de peso. Su rostro era delgado, con los pmulos sobresaliendo con una prominencia poco atractiva. Las sombras violetas bajo sus ojos los hacan parecer hundidos. Su pelo suelto careca de brillo, a pesar del hecho de que las velas de la mesita de noche se reflejaban en l. Tal vez si hubiera estado vestida con el mismo vestido de bombas negro que se haba puesto en Londres, podra haber sido engaado en el pensamiento de que ocultaba sus formas, pero no lo crea. "Te ves como el mismo diablo", repiti. "Estoy totalmente segura de que te o la primera vez." Ria cogi su manta de franela tendida a los pies de la cama y se la coloc alrededor de sus hombros. Oeste entr de lleno en la habitacin, pero no cerr la puerta a sus espaldas. "Por todos los cielos, no has tenido tiempo para prender la estufa. No est muy caliente aqu. Supongo que es porque se estaban preparando para calentarse debajo de todas esas mantas." Sin invitacin para hacerlo, fue a la chimenea tom el atizador y aviv las llamas. Cepillndose los guantes, se volvi hacia ella. "Eso mantendr el fro alejado hasta tu regreso." "Mi regreso?" Ria encontr ms que extrao poder ofrecer cualquier respuesta. Se senta como si tuviera que correr para ponerse al da con l, su presencia la dejaba extraamente sin aliento y el ritmo cardaco acelerado pareca confirmar que esto era cierto. "Hacia dnde voy?" "A tu sala de estar, espero." Oeste se quit el sombrero y el abrigo, dobl este ltimo sobre su brazo, y luego comenz a quitarse los guantes. "A menos que tengas el hbito de llevar a cabo entrevistas en tu dormitorio. Esto presenta un dilema para m, sin embargo, y sin duda puedes notarlo. Si bien estoy a menudo a la vanguardia de cualquier movimiento de echar por tierra las convenciones de la sociedad, como tu tutor me parece que no es correcto. No puedo tolerar que entrevistes caballeros en un ambiente tan ntimo. Por otra parte, no puedo ni siquiera recomendarme como un caballero. El resumen es el siguiente: si no me echas de tu habitacin con la debida celeridad, me ver obligado a considerar que has renunciado a mi tutora". Ria se pregunt si poda estar confundida, sin embargo, saba sin lugar a dudas de que no estaba soando. Ni siquiera poda encontrar la razn para sentirse ofendida o los medios para defenderse. Ponindose de pie, se ajust el cinturn de la bata de franela, y luego hizo una aclaracin. "Te das cuenta, de que yo no te he invitado a entrar?" "Es un poco tarde para eso. Podra haber surtido efecto cuando todava estaba de pie en el umbral". Era difcil argumentar esa objecin en particular. "Adelante", dijo Ria, extendiendo la invitacin que no haba hecho antes. Tomando el candelabro, lo llev de vuelta a la sala y encendi las velas que estaban sobre la chimenea. Oeste asumi la tarea de revivir las agonizantes llamas en la chimenea hasta tornarlas en una ardiente hoguera. Se puso delante del fuego durante unos momentos, al parecer contemplando la obra de sus manos, mientras que Ria guardaba su abrigo, gorro y guantes en un estante detrs de la puerta. Pens que no tena ni idea del porqu de su presencia en la habitacin, sin embargo, cuando se sent en el sof, gir sobre sus talones para enfrentarse a ella. A pesar de que estaba a varios metros de distancia, todava tena que levantar la cabeza para mirarlo en un incmodo ngulo. "Es tu intencin disfrutar el beneficio de tu obra durante mucho tiempo ms?" pregunt ella. Oeste frunci el ceo, tratando de comprender su significado, y luego lleg a la conclusin de que su presencia frente de la chimenea estaba bloqueando su calor. Ria sonri agradecida cuando l se apart. Ms ahora otro obstculo lo perjudicaba, la luz que llegaba de atrs haba ocultado sus rasgos sumindolos en las sombras, pero ahora la luz del fuego la revelaba por completo en todo su esplendor. Cuando haba anunciado que luca como el mismo diablo, sin duda haba hablado de puro burro. "Gracias", dijo. "No te sientas? Es preferible, creo." La sugerencia de una sonrisa se dibuj en su boca. "Preferible para quin?" "Ya que soy la duea, preferible para mi gusto." Oeste mir a su alrededor y eligi una silla con asiento de brocado esmeralda y respaldo de nogal oscuro. Era de lejos el menos cmodo de los tapizados, pero a estas alturas y despus de tan largo viaje, no tena deseos de confort. Ira a su habitacin en la posada de Gillhollow para descansar, no deseaba quedarse dormido aqu. "Quieres un refresco?" Pregunt Ria. "Te puedo ofrecer t o vino". "Nada, gracias." Sus ojos se estrecharon ligeramente mientras la miraba. "Hay algo ms detrs de esta muestra de aplomo, pienso. No hay histeria. No hay demandas. Muy pocas reacciones, de hecho". Ria mir el reloj de la chimenea. Eran pasadas las once, incluso ms tarde de lo que haba supuesto. Amy se haba ido a la cama una hora antes. No pareca posible que ella se hubiera quedado despierta para escribir y hacer planes. "Voy a tener un ataque de histeria si no vas directamente a la explicacin de tu presencia aqu, ahora". El fantasma de una sonrisa se dibuj en su rostro, reconociendo la irona en su rplica. "Me disculpo por venir a ti a esta hora. Yo no hubiera entrado si hubieras estado en cama, pero te vi pasar frente a la ventana y supe que estabas despierta". "Me estabas mirando?" "En realidad, estaba observando la escuela. Debe haber una docena de maneras en que una chica emprendedora puede entrar y salir sin llamar la atencin. Un enrejado es siempre una escalera adecuada si es lo suficientemente robusta. Estars encantada de saber que sus celosas son de construccin slida. Tambin hay una salida fcil desde las ventanas del tico, a travs de los canalones de desage y la escalera apoyada contra la pared del este." La mandbula inferior de Ria se relaj. "Estn arreglando el techo", dijo con un hilo de voz." Una tormenta de hielo levant la pizarra". "S, pens que podra ser la respuesta. Tal vez tendrs que instruir a los trabajadores para quitar la escalera cuando hayan terminado los trabajos del da." Continu, enumerando los puntos con los dedos. "En el interior, las puertas tienen las bisagras bien engrasadas, lo cual es siempre una buena cosa cuando se quiere entrar y salir de la escuela o de las habitaciones sin hacer ruido. Los pisos de los pasillos no crujen demasiado y las escaleras, aunque hacen ruido en algunos escalones, ofrecen una amplia barandilla pulida como una alternativa rpida. Supongo que todas las ventanas deben estar aseguradas, aunque esto es slo moderadamente eficaz para mantener fuera a los intrusos, no sirve de nada para mantener a tus nias dentro" Mientras que la boca de Ra ya no estaba abierta, sus ojos se haban agrandado considerablemente. "Es una escuela, su Gracia, no una crcel. Las jvenes aqu son estudiantes, no prisioneras". "Entonces no te importa si se escapan." "No. S. Por supuesto que me importa si se van sin atencin o sin permiso." Agit la mano con impaciencia. "Esa no es la cuestin. Espero que esto no signifique que has venido hasta aqu para informarme la manera de entrar sigilosamente en la escuela". Si ella tena la esperanza de ponerlo a la defensiva, estaba muy equivocada. Oeste contest con bastante facilidad, "He utilizado la puerta de entrada". "Estaba cerrada." "Sin llave." "Puse la barra en su lugar yo misma antes del atardecer." l se encogi de hombros. "Ese es justo mi punto de vista, la barra sirve para disuadir a los intrusos, no presenta ningn obstculo para los internos". "Se trata de una escuela", dijo de nuevo, "no es un asilo. Usted est comp" Ria se detuvo, pens en lo que estaba dicindole bajo una luz diferente, y comenz de nuevo. "Qu ests diciendo? Que la puerta no estaba cerrada porque alguien de aqu sac la barra?" "No he sido claro? ", pregunt. "Pens que era claro. S. Eso es lo que estoy diciendo. Una de tus estudiantes sali por la puerta y se encontr con un muchacho en el bosquecillo de hayas a menos de cien metros de la escuela. No permanecieron all mucho tiempo, aunque me parece que intercambiaron algunas apasionadas palabras, oh s, y yo vi un pase de notas entre ellos, pero no hubo besos. Creo que tu nia estaba dispuesta, pero el muchacho tena sus trucos y la mantuvo a distancia. No puedo decir por qu lo hizo, aunque supongo que se vanagloria en su amor por ella y se remite a la negacin carnal para comportarse como un caballero. Pero qu diablos," aadi Oeste, en un tono levemente irnico, "mis amigos, de escucharme me tildaran de romntico." Ria no poda respirar lo suficiente en ese momento como para llamarlo loco. "Tienes fro?" Pregunt Oeste. "Tal vez te gustara una copa de vino? Ests ms plida de lo que estabas hace unos momentos. Eso no augura nada bueno." Levant una mano para detenerla y se puso en pie. "Voy a buscarlo. Guardas el vino en el aparador?" Ella asinti con la cabeza. Oeste sirvi medio vaso de vino tinto y se lo llev. "Toma. No te har dao." Ria se control para no vaciar el vaso. "Ha vuelto?" "La joven? S, ella no tard en entrar una vez que su novio se march." Oeste volvi a su silla." Se apresur a regresar, obedientemente coloc la barra en la puerta, y, creo, se fue inmediatamente a su habitacin. Para entonces yo estaba en el interior, por lo que el que colocase la barra ya no tena importancia". "Ya veo." en realidad no vea, no del todo, pero intent comprender. Se le ocurri que deba investigar la identidad de su estudiante, a pesar de que tena una muy buena idea de quin poda ser. "Puedes describir a la chica? Voy a hablar con ella por la maana." "Por supuesto que puedo describirla, es slo que no tengo ninguna intencin de hacerlo. Ningn dao se ha hecho, y el chico pareca ser un tipo bastante decente. No creo que vayas a tener ningn problema por ese lado". Especialmente, se dijo Oeste, despus de haber alcanzado al muchacho enfermo de amor y tenido unas palabras con l. "Me parece que tu chica se puede ahorrar un sermn. Sin duda esa es mi decisin. Soy responsable, despus de todo, y sus acciones tuvieron la consecuencia lamentable de abrir la puerta para ti." "Creo que he mencionado que haba otros medios por los que podra haber ingresado a la escuela." "S, pero por lo menos podras haberte roto el cuello con una de ellas." "Aaah, dijo. "Habras preferido encontrarme despatarrado en el seto a luz de la maana." "Me hubiera gustado ms si te hubieras perdido en el seto." Oeste se ech a rer ante eso. "T, seorita Ashby, eres decididamente insensible." Ria frunci los labios para contener su sonrisa. Su risa fcil era contagiosa, y le resultaba difcil no unirse a l. "Debe haber sido Emma Blakely a quien has visto", dijo. "Ella tiene la costumbre de coquetear con los nios de la aldea." Ria termin su vino y dej la copa. "Qu te ha trado a Gillhollow, excelencia? Fuiste muy claro al no dejarme ninguna expectativa de que podra contar con tu ayuda, y en realidad, no lo he hecho". "Eso es cierto." "No dirs que has cambiado de opinin." "Digamos que he decidido ofrecerte ayuda pero a mi manera." "Qu quieres decir?" Oeste se inclin hacia atrs, cruzando los brazos, en una postura relajada y atenta. "Quiero formar parte de la junta de administradores de la academia de la seorita Weaver". Captulo Cuatro "Hablas en serio", dijo Ria. "Lo dices como si creyeras lo contrario. Te aseguro que lo digo en serio. La lista de los administradores de la escuela es impresionante. Por qu no involucrar mi nombre en esta asociacin de caridad?" "Vaya, ests tan pagado de ti mismo. Y en tan poco tiempo. Realmente no has perdido un segundo." en ese momento, se detuvo. "Eso pasa. Dios mo, pero es un alivio contar contigo." l arque una ceja. "No te ha gustado la idea." "Su Gracia tiene un gran talento como adivino, pero se ha quedado corto. Aborrezco la idea. La detesto, de hecho." "Por favor, no andes con rodeos. Debes decir exactamente lo que piensas." Entonces Ra sonri, aunque en un tono bajo y sin rastro de humor. "Perdname. Eres generoso por tolerar mi lengua afilada". "Ahora te decepcionar, Srta. Ashby. No est en mi mente castigarte por decir lo que piensas. Dime por qu no debera formar parte de la Junta". "Cul sera tu propsito?" pregunt ella. "T ya disfrutas de una considerable influencia como mi tutor. Tienes que interferir en este aspecto de mi vida tambin? Tu padre era lo suficientemente bueno como para no hacerlo." Con un poco de esfuerzo, Oeste dej pasar la mencin de su padre. No poda animarla a hablar libremente en un momento, y exigirle que fuera ms cautelosa a continuacin. "Mi intencin no es imponer mi voluntad sobre ti. Me equivoco al suponer que todava deseas mi ayuda? La seorita Jane Petty no ha regresado a la escuela an. Las ltimas investigaciones que hice antes de salir de Londres, me indican que no. "Has estado haciendo preguntas? Cmo? A quin?" "Creo que fuiste t quien seal que no debo de carecer de conexiones con el Ministerio de Relaciones Exteriores." "S, pero" "Acud a ellos, seorita Ashby, en tu nombre. Lamento que no fueran de ayuda para adivinar el paradero de Jane, pero algo bueno puede obtenerse de ellos. Lo que aprend fue suficiente para traerme hasta aqu". Ria parpade. Se senta extraamente sensible, con ganas de llorar de repente y esperaba no ceder al impulso y avergonzarse an ms. "Gracias" dijo, tragando el nudo que tena en la garganta. "Gracias por eso." "Guarda tus gracias para cuando te anuncie que he logrado algo." Inclin ligeramente la cabeza hacia un lado mientras continuaba con su diatriba. "Adems del control que temas que voy a imponer sobre ti, hay alguna otra razn por la que no debo participar de la junta?" "Supongo que no, aunque no entiendo que deseas lograr con eso." "Un capricho, Srta. Ashby." Lanz una carcajada e ignor su intento de hacerlo callar. Cuando recuper el aliento, dijo: "Esto es una prueba de hecho, de tu caridad hacia m." "Tienes que bajar la voz. Alguien te va a escuchar." Oeste se encogi de hombros. "Da lo mismo ya que soy tu guardin, seremos absueltos por concertar una cita en tus aposentos privados". Ria lo mir con escepticismo. "No eres serio." "Correcto. No lo soy. Pero, es muy entretenido ver como tratas de resolverlo." dijo Oeste cambiando sabiamente de tema. Ria pareca a punto de ir en busca de un cuchillo. "Me parece que puedo ser de ms ayuda si tengo acceso sin restricciones a la escuela. Podra utilizar mi posicin como tu tutor para hacer eso, pero no es una buena idea. Va a inspirar comentarios, sobre todo porque el ex duque no se dign a visitarte nunca aqu". "S me visitaba." Ella mir su ceja arqueada y modific su declaracin. "Una vez. Me visit una vez." "S. Eso es lo que he odo." Ria se pregunt si Tenley era su informante. Tenley no hubiera compartido esta informacin como un acto de bondad. l envidiaba cualquier tiempo que su padre hubiera pasado con ella. "Entonces tambin debes saber que los administradores no tienen por costumbre venir aqu." "Pero visitan la escuela." "Por supuesto." "Y si quieren hacerlo frecuentemente, es una prctica aceptable." Por supuesto." "Y van y vienen cuando les place. S". "Entonces servir muy bien como excusa para hacer todas esas cosas sin despertar murmuraciones. Ahora, deja de perder el tiempo tratando de disuadirme. Tengo mis propias razones para actuar de esta manera". "No deberas decirme que es lo que piensas hacer?" "No." "Pero" "No", repiti. "No tengo ninguna garanta de lo que haras si supieras. No me he olvidado de que viajaste a Londres sin el beneficio de una escolta, slo con la nocin improbable de que yo era una especie de espa y con la conviccin de que ese extrao que vendra a ser yo pudiera prestarte ayuda". "Sin embargo, aqu ests." l le lanz una mirada penetrante. "Porque me divierte. Haras bien en no poner expectativas ms all de eso. Me encontr hecho un lo en Londres con todos mis amigos comprometidos, literalmente, en sus propios embrollos. Pareca una buena idea hacerme humo. Tambin est el asunto de familiarizarme con la finca en Ambermede. Tenley se encuentra todava en la residencia, y voy a tener que discutir con l acerca de cmo seguiremos de ahora en ms". Se le ocurri a Ria por primera vez que Oeste probablemente nunca haba puesto un pie dentro de la mansin. Ella haba estado en el pabelln del duque, y haba tenido oportunidad de familiarizarse con la casa, mientras que a l no se le haba permitido nunca cruzar el umbral. "Vas a exigirle a Tenley que se vaya?" "No. Por ahora, es su eleccin si se va o se queda. No tengo planes inmediatos de residir all ms de un par de semanas cada vez". "Entonces quieres decir que sers un visitante frecuente de Gillhollow?" "No del pueblo", dijo. "Sino de la escuela. Planeo visitar al seor Beckwith en Sunbury primero y expresar mi inters en la academia. Tengo entendido que est all ahora, preparndose para pasar el invierno. No queda tan lejos. Veremos cmo me va." "No creo que lo encuentres tan abrumado por el honor de tu visita que te invite a unirte a la junta". "Tal vez no se ha enterado de que ya no soy un bastardo." "No creo que exista una persona en toda Inglaterra que no haya escuchado la historia del duque nombrndote y reconocindote como su verdadero hijo y heredero." hizo una pausa. "Oh, ya veo estabas aclarando el asunto. "Yo. " La mirada verde de Oeste se pos en la pequea sonrisa que flotaba en sus labios. Tena una boca generosa que exiga que su atencin no se apartara de ella. Oeste se inclin para susurrarle. "Creo que el seor Beckwith me escuchar y tal vez lo convenza para que me incorpore." Vio que Ria no estaba convencida. "Me encuentras tan censurable, entonces?" "No," dijo ella apresuradamente. "Es decir, no lo creo. Slo que la junta de administradores est conformada por un grupo muy singular." "En serio?" estaba seguro de que Ria no saba casi nada acerca de los hombres que conformaban la Junta de Administradores de la Academia de seoritas, excepto Weaver, que era quien pona la cara ante el pblico." Qu quieres decir?" Bueno, la escuela es una institucin muy antigua" dijo ella. "Fue fundada en 1725 por un grupo de seores de Londres que deseaban contribuir al adelanto sobre la educacin de las mujeres. Los administradores estn compuestos en gran parte por la tercera y cuarta generacin de los fundadores. Esta responsabilidad social se ha transmitido como legado a los hijos, nietos y bisnietos. As son las cosas. La familia de tu padre no formaba parte de esa tradicin. Por eso no creo que te dar la bienvenida en su redil". "Puede que tengas razn. Tal vez sea un reto, pero no estoy acostumbrado a estar de pie ante la ventana de la panadera con la nariz pegada al cristal. Si hay un dulce que deseo, suelo encontrar mi camino hacia el interior". "Tal como lo hiciste esta noche." Ria se sonroj al darse cuenta de cmo podra interpretar sus palabras, y sus ojos se clavaron a la distancia. "No quise decir... es que..." "No queras dar a entender que t eres el dulce? Eso es lo que ests tratando de explicar?" se ri entre dientes, el sonido de la travesura personificada. "Te ests sonrojando, Srta. Ashby, y te sienta bien, porque eres demasiado plida. Sin embargo, tu malestar es tan palpable que incluso yo no puedo seguir burlndome de ti en este momento. En el futuro espero que puedas manejarlo, de lo contrario llegars a ser una tediosa compaa". Su barbilla se alz y lo mir. "Oh, has retomado el control. Muy bien hecho." "Eres incorregible". "Esa es la opinin fundada de los que me conocen bien." "Vaya, y yo he llegado a la misma conclusin despus de un corto tiempo de conocerte. Estoy lista." Oeste sonri. "Ahora que definitivamente ests firmemente establecida sobre tus propios pies, seorita Ashby." Se inclin hacia delante y apoy los codos en las rodillas. "Basta de hablar de los miembros de la junta. Dime acerca de ese tipo que contrataste... Mr. Lytton, creo que es su nombre... Tengo entendido que an no ha demostrado su vala". Ria neg con la cabeza, no como extraada porque estuviera al tanto de todo, sino simplemente como una respuesta a su afirmacin "Es cierto que ha sido una decepcin. Tena esperanzas en un primer momento, pero no hay nada que haya sido capaz de descubrir por s mismo". Oeste se vio obligado a sealar: "Tal vez no hay nada que pueda descubrir. Debes admitir esa posibilidad. La seorita Petty se te puede haber perdido para siempre." "Lo he considerado", dijo Ria, aunque se resista a admitir que haba perdido la fe, aunque fuera un poco. "Sin embargo, esta misma tarde, Amy se acerc y ha contado una historia que encierra una esperanza". Mirando de reojo su reloj, Oeste se dio cuenta de que haba mantenido a Ria fuera de la cama ms tiempo del que era su intencin. No se arrepenta de haber venido a la escuela inmediatamente, pero su idea haba sido echar una mirada en los alrededores, y luego retirarse a la posada. La salida de la seorita Emma Blakely de la casa le inspir a entrar a la academia por ninguna otra razn ms que para demostrarse que poda hacerlo, y luego demostrarle lo mismo a Ria. Haba recibido una bienvenida a regaadientes, en primer lugar, y ahora estaba burlndose de l con ese chisme de informacin de alguien llamada Amy, sobre como ingenuamente Eva haba tentado a Adn con la manzana. "La seorita Amy Nash tambin es una estudiante." "De una edad similar a la seorita Petty?" Amy tiene ocho aos." Oeste estaba decepcionado, pero se cuid de no demostrarlo. Ria, obviamente, consideraba a la chica un informante confiable, y l no la desengaara. "Amy sabe dnde est la seorita Petty?" Ria neg con la cabeza y comenz a relatar lo que Amy le dijo. Oeste escuch pacientemente la historia sin interrumpirla. Cuando Ria concluy con la revelacin de Amy sobre la modista en Firth Street, Oeste asinti con la cabeza. "No es alentador?" pregunt Ria cuando Oeste no hizo ningn comentario. "Es algo que vale la pena investigar, pero no s si merece tanto entusiasmo." Dado que Ria pens que haba ofrecido una explicacin cuidadosamente moderada de los acontecimientos, el comentario de Oeste la irrit. "Yo soy consciente de que puede llegar a no significar nada". "No fue mi intencin matar tus esperanzas, slo quiero mantener la perspectiva. La informacin proviene de alguien que, a diferencia de la seorita Petty, puede llamarse propiamente una nia. Yo no tengo la experiencia que tienes con ellas, pero por haber sido uno de ellos, s algo acerca de la falta de fiabilidad". "Amy no es una mentirosa." "Yo no he dicho que lo fuera. Es probable que crea que los pocos detalles que te dio son reales, y, sin duda ha pasado semanas de culpa, rememorando la conversacin de Jane con ella. No me sorprendera que se haya convencido as misma de detalles que nunca fueron compartidos. Pero slo as poda proporcionar alguna descripcin del Caballero correcto de Jane." "Yo ya haba pensado en eso." dijo Ria en voz baja. "Qu vamos a hacer?" "Le har preguntas yo mismo maana. Eso es lo primero. Si ella me dice que Jane ha ido a Gretna sabr que es influenciable." "Entonces no debera haber mencionado eso?" Oeste se encogi de hombros. "Ya veremos". "Y qu de la modista?" "Consgueme una descripcin de Jane, as como un esbozo con sus rasgos. Tal vez haya un retrato aqu? Un relicario?" Ria neg con la cabeza. "No. Jane no tena nada de eso. Pero la seorita Taylor ensea dibujo y se le atribuye ser una excelente artista. Creo que ella le dio al seor Lytton un dibujo como el que pides. Tendr que pedirle que prepare otro." "Dile que prepare dos... y el mismo nmero de descripciones tambin. Voy a enviar uno a Londres y me quedar con el otro". "Entonces no irs a la calle Firth t mismo?" "Miss Ashby, no he hecho ms que llegar aqu. No puedo caminar penosamente por toda Inglaterra siguiendo todas las pistas. Adems, aparte de la direccin de la calle en que vive la modista, no tengo ningn otro dato, ni la menor idea de cmo buscarla. Te dije que era un empleado. No tengo formacin en las sutilezas que este trabajo requiere. Yo sospecho que la entrevista con una estudiante de ocho aos de edad, pondr a prueba mis habilidades. Debes permitir que use mis conexiones." La sonrisa de Oeste apareci brevemente mientras consideraba ansiosamente aprovechar esta oportunidad para que el coronel lo ayudara. Se haba dado vuelta la tortilla por as decirlo. Si bien haba pasado que alguna vez algn miembro del club de la brjula haba actuado con el coronel en Holanda, no era en absoluto lo habitual que el coronel asistiera a uno de sus propios hombres. Oeste pensaba que Blackwood hara cualquier cosa para librarse de esa posicin incmoda. En retrospectiva, el descubrimiento de que el coronel se haba reunido regularmente con el viejo duque estaba demostrando ser ms beneficioso que doloroso. "Algo te divierte?" Pregunt Ria, viendo la sonrisa de Oeste plasmada en su rostro. El hoyuelo se le marcaba burlndose de ella. Trat de no mirarlo, pero se senta ms bien como una polilla atrada hacia la llama cada vez que hablaba. "Confieso, que no puedo encontrar nada" Oeste alz una mano. "Es un pensamiento descarriado que me divierte. Pido disculpas por la desubicacin del mismo." Ria saba que la haba desarmado de nuevo. Le preocupaba que lo hubiera logrado con tan poco esfuerzo. Pareca que no siempre era necesario que blandiera un arma para lograrlo. "A qu hora vendrs maana?" Su pregunta era, en efecto, una despedida. Oeste se levant de su silla y se par, con los pies ligeramente separados y las manos cruzadas a la espalda. "Si te parece conveniente, me gustara llegar antes de la hora del medioda." "Eso va a estar bien." dijo. "Vas a tomar tu almuerzo con nosotros?" Oeste trat de imaginar una comida rodeado de docenas de seoritas, tres maestras y su directora. No pudo. "Tal vez en otra ocasin." "Los administradores lo hacen, ya sabes. Cuando nos visitan, ya sea individualmente o en conjunto, y siempre se sientan en la cabecera de la mesa para la comida. Todos ellos han vivido para contarlo." Reconociendo un reto en su voz, Oeste alz una ceja. "Crees que tengo miedo?" "Usted palideci, excelencia." l gru suavemente, y replic: "Muy bien, voy a unirme a ustedes para el almuerzo, seorita Ashby." "Oh, bravo! Haces honor a todos los secretarios del Ministerio de Asuntos Exteriores al ejecutar este acto de valenta". "Y qu hay de t valenta, Ria? No vas a mostrrmela a m ahora?" En un acto inconsciente, ella se tens un poco. Saba instintivamente lo que quera decir. Estaba desafindola a que se resistiera, a que dijera que no se atreva. Se qued muy quieta y dej que sus pestaas descansaran sobre sus mejillas. El toque de su boca fue efmero, sin ninguna presin en primer lugar. Lo sinti en la comisura de sus labios, luego se desliz sobre ellos. El contacto era clido, ligeramente hmedo, y lentamente se torn apremiante. Su propia boca se abri para responder. Su recompensa fue el borde hmedo de su lengua trazando la apertura. Las manos de Ria colgaban a sus costados, y no las levant para abrazarlo. No era miedo de lo que hara si fuera correspondida, era miedo de lo que podra permitirse a s misma. l tena razn para sospechar que confiaba en l, pero no en s misma. Oeste levant la cabeza y la ech hacia atrs lentamente. Le sostuvo la mirada, los dedos de una mano acariciando su sedoso cabello mientras la otra se extenda por su espalda. Ella no estaba temblando, pero tampoco estaba totalmente firme sobre sus pies. Su respuesta haba sido algo ms que dulce e inocente. Descubri la promesa de la pasin real al final de un tiempo sorprendentemente corto. l sonri, la curva de su boca era perfectamente malvada ahora, e inclin la cabeza rpidamente para besarla de nuevo. Esta vez, su cuerpo reaccion hasta dejarla sin aliento. Tena las manos y los dedos fuera de control. Fue ella la que lo atrajo hacia s, aferrndolo por el cuello de su levita con sus dedos y acercndolo con la tenacidad de una lapa. Su voluptuosa boca devorndolo mientras se apretaba an ms contra l. No era un fantasma el que sostena entre sus brazos, sino el cuerpo de una mujer ligero y flexible como un rbol joven. Oeste aprovech su ventaja y profundiz el beso. Su lengua barri su labio superior, a lo largo de la parte inferior dulce como la miel, y luego deslizndose por el relieve de sus dientes. Ella le mordi muy ligeramente y toda la sangre de su cuerpo pareci reunirse repentinamente en su ingle. Sinti la sacudida en respuesta a esta presin en contra de su vientre tenso, pero se apret a l de nuevo una vez que entendi la naturaleza de su reaccin. Oeste la deposit firmemente frente a l en esta ocasin y no trat de sostenerla. "No puedo decir si es demasiado valor o estupidez lo que posees, pero puedes confiar en m si deseas tirar el guante una segunda vez." Ella parpade, recuper el equilibrio y tambin se esforz por ocultar que la haba herido. "Por supuesto," dijo con dignidad creble "Voy a depender de ti para demostrar sentido comn y la cabeza fra. Como pupila tuya, lo correcto es que me remitas a un mejor juicio". "Un golpe directo, Srta. Ashby." En realidad, el golpe fue tan bajo y tan punzante que Oeste sinti que su tumescencia se arrugaba. Haba sido una leccin para l tambin. "Yo humildemente te pido perdn." sin esperar saber si estara dispuesta a aceptar sus disculpas, Oeste tom su abrigo, gorro y guantes y sali de la habitacin. Se detuvo slo una vez en el otro lado del umbral para recordarle que pusiera la barra de la puerta detrs de l, luego se fue.
Su ayuda de cmara le despert a la hora acordada y Oeste
maldijo varias veces sin ninguna molestia real que lo motivara a hacerlo. Al igual que Finch, que sufra en silencio, despus de haber aceptado haca mucho tiempo este tipo de calvario de manera natural, esa maana l tena su propio calvario que soportar. "Va a alojarse otra noche ms aqu?" Pregunt Finch. Limpi el cuello y la barbilla de Oeste, quitando toda la espuma de afeitar y analizado su obra para enfrentar el da. Oeste se quit la toalla de alrededor de su cuello y se la entreg a Finch. "No me has cortado la garganta, verdad?" "Como siempre, he resistido la tentacin." "Eres un buen hombre." Oeste se levant y recogi su levita. "No nos volveremos a quedar aqu esta noche. Creo que prefiero ir a Ambermede. Informales a Beedle y a tigre que estaremos dejando Gillhollow, probablemente al caer la noche. Voy a tomar mi montura para ir a la escuela. Todava no he decidido si mi pupila va a acompaarnos, pero t considera que lo har y planifica en consecuencia." Finch no indic ni siquiera por el parpadeo de una pestaa que esa directiva de alguna manera lo haba sorprendido. "Por supuesto. Voy a preparar los grilletes con pernos". Oeste taladr a su ayuda de cmara con una mirada de reojo. "Yo estaba pensando ms en que ubicaras el equipaje de manera tal que el bal de ella pueda tener cabida fcilmente." Hizo una pausa. "Pero me parece que tu idea de grilletes es inspiradora y me agrada saber que estarn disponibles si se requieren". "Como usted disponga Su Gracia." Oeste no pudo detectar ningn indicio de diversin en la respuesta seca de su hombre, pero no pensaba que estuviera mal que fuera as. "Usted sigue sorprendindome, Finch." "Oh, espero que no sea as. Es mi objetivo ser fiable en todos los sentidos. La sorpresa no satisface, porque significa que he dejado de impresionarlo en alguna ocasin anterior". Dos pliegues verticales fruncieron el entrecejo de Oeste. Se detuvo para ponerse el abrigo y mir a la figura corpulenta de su ayuda de cmara con cierto recelo. "Uno de ellos te ha metido en esto." dijo lentamente. "Eso es todo, no es as? Uno de ellos est jugando al titiritero con su marioneta". "No puedo pensar en lo que eso significa Su excelencia." La expresin de Oeste se aplac al darse cuenta de la verdad de ello. Lanz una carcajada. "Su negativa no sirve, Finch. No me he imaginado la nota de impertinencia en su tono desde que hered este maldito ttulo. Me considerabas indudablemente inadecuado cuando era el seor Evan Marchman. Yo te absuelvo de tener que aseverarlo, no porque no lo pienses, sino para que no tengas que expresarlo en voz alta. Ahora, quin de ellos te est pagando para fastidiarme?" No podra decrselo Su Gracia "No, supongo que no. Tal vez si me arriesgara a nombrarlo, usted me podra hacer una seal. Una inclinacin de cabeza. Un guio". Finch se aclar la garganta y respondi en el mismo tono rido con que haba hecho el resto de sus observaciones "Estoy seguro de que no quiere que le guie un ojo". "No, tienes razn en eso. Entonces hars una inclinacin de cabeza." El criado cabece. "Es Northam?" Cuando no hubo respuesta por parte de Finch, Oeste modific sus pensamientos. "No, tal vez es demasiado pedante para los trucos de este tipo. Qu pasa con Eastlyn?" Una vez ms, no hubo asentimiento en respuesta. "Bueno, l se retuerce en su propio condenable entrevero, as que puede ser que sienta empata por el mo. Eso slo deja a Sur. Ha estado disfrutando en grande al verme bailar en el patbulo a causa del viejo duque." La barbilla de Finch no se levant ni una fraccin. "Es que no es ninguno de ellos o slo no vas a responderme?" Esta vez Finch asinti con la cabeza tiesa. Oeste alz las manos, aunque no estaba claro si lo haca por frustracin o rendicin. Si era por esto ltimo, slo era temporal. "Voy a averiguarlo, Finch. Hasta entonces, puedes continuar. Estoy seguro que est siendo bien pagado por las molestias." "No es ninguna molestia", dijo Finch. "De todas las ideas raras que tiene de vez en cuando, esta ha sido una de las mejores". Oeste puso los ojos en blanco mientras recoga su sombrero. "Buenos das, Finch." Sali rpidamente, algo sorprendido por haber logrado tener la ltima palabra. La academia de la seorita Weaver era una mansin de piedra gris imponente situada a unos dos kilmetros de distancia del pueblo. El entorno selvtico era bastante agradable en primavera y verano con hayas, castaos, robles maduros y altos pinos que salpicaban el permetro de la superficie abierta alrededor de la escuela, pero en el invierno era un edificio ms bien sombro. Un jardinero mantena recortado el seto y un pequeo rebao de ovejas haca lo mismo con el csped. Las ovejas asomaban perezosamente en el borde del semicrculo de entrada en busca de manchas de hierba entre la nieve cuando Oeste se acerc en su caballo. Algunas levantaron la cabeza y balaron tristemente. El jardinero hizo una pausa y se quit el sombrero, en reconocimiento hacia Oeste como una persona de cierta importancia. A la luz del da, Oeste tena una mejor visin de las dependencias. Dirigi su semental rabe lejos de la tapia de piedra triturada hacia el lado este de la escuela. La escalera segua apoyada en el edificio, pero estaba en uso ahora, y Draco se asust cuando carmbanos y piezas de pizarra cayeron del techo destrozndose en el suelo cerca de sus pezuas. Oeste rpidamente alej el caballo de ese sitio y desestim las disculpas de los dos trabajadores en la azotea. Rodeando la escuela, vio que la cochera era la ms grande de lo que haba sido su impresin la noche anterior. Se pregunt cuntas personas empleadas habra, adems de las profesoras y el jardinero. Debe haber mozos y choferes, mucamas y un ama de llaves, una primera y segunda cocinera y dos o tres ayudantes adems. Las propias nias tendran probablemente asignadas diversas tareas, pero Oeste no poda imaginar que limpiaran el piso o vaciaran los orinales. Oeste guio a Draco alrededor de la escuela y se ape en la entrada principal. Un mozo apareci para atender su caballo y observ que no era un hombre joven sino de una treintena de aos mayor que l, con los hombros encorvados y una sonrisa amistosa que revel varios dientes perdidos. Oeste le sonri. No tendra mucho sentido que la escuela empleara a la tentacin en la forma de muchachos fuertes y viriles en las primeras etapas difciles de la masculinidad. Eso seguramente habra generado ms escapadas similares a la de la seorita Jane Petty. Dando grandes zancadas, Oeste encontr que la puerta se abri antes de llegar a ella. Una mujer que llevaba una cofia y un delantal blanco se adelant y le hizo una reverencia. Haba indicios de parpadeos y sonrisas inciertas dndole la clida bienvenida que normalmente se extenda a todos los visitantes. Oeste pensaba que dicha efusividad no era muy natural y que deba esforzarse por algo ms digno. l la oblig ofreciendo su sonrisa pcara, la que Southerton deca que podra detener el avance de un glaciar. "Miss Ashby est esperndolo Su Gracia." acept el sombrero y el abrigo y moder su tendencia a cambiar nerviosamente de un pie a otro mientras se quitaba los guantes. "Dmelos, yo los llevar." Oeste crey que el ama de llaves le acompaara hasta la suite de Ria, y casi cometi el error de caminar en direccin de la escalera. Se contuvo, pretendiendo tomarse un momento para estudiar uno de los retratos de la sala principal. "Este es uno de los fundadores de la escuela?", pregunt. Mrs. Oldham hizo una pausa en su paso y se volvi a acercarse. "S, es Sir Anthony Beckwith." "Beckwith." Oeste repiti el nombre en voz baja. "Tiene relacin con el Beckwith, que ahora es uno de los administradores?" "As es. El Sr. Jonathan Beckwith." "S. l reside en Sunbury, creo." "Al menos, la mitad del ao utiliza su residencia all. Sir Anthony era su to, aunque los separan varias generaciones, sin duda". "Es cierto." observ el retrato un momento ms. Sir Anthony tena un aspecto muy fro, con los ojos sin vida. La expresin del hombre se vea severamente rgida. Uno podra imaginar que haba posado con los dientes apretados. "Tiene algn parecido con el seor Beckwith?" El ama de llaves lo consider. "Slo los ojos y la boca." Maldita sea, pens Oeste. Sera una triste entrevista con ese hombre. Se dio la vuelta, pero no sin antes mirar a los otros retratos que cubran el pasillo. Tena la impresin de que cada uno de los administradores de la academia haban posado por lo menos una vez ante el caballete de un artista. A medida que el ama de llaves avanzaba, vio quien sin duda supona era Jonathan Beckwith. l pos de manera similar a su ancestro fundador, contra una columna de mrmol majestuoso, su rostro grave y austero plasmado en el retrato. Si el hombre hubiera sentido pnico, Oeste podra haber entendido mejor su expresin. Era parecido a lo que senta ahora, cuando estaba siendo escoltado a la sala de comedor donde estaban veintinueve chicas esperando su aparicin en el umbral. En la mesa principal, Ria y tres profesoras tambin se pusieron de pie y la sala se torn absolutamente silenciosa. Reuni la dignidad suficiente para el momento e inclin la cabeza hacia Ria. "Miss Ashby," dijo. "Fue muy amable al invitarme." Ria sali rpidamente de la mesa y se acerc a la puerta, dejndose caer en una graciosa reverencia ante l. Detrs de ella, todas las dems inmediatamente hicieron lo mismo. "El honor es nuestro. Estamos muy contentas de que usted visite nuestra humilde escuela." La mantequilla no se derretira en la boca, decidi. No pudo detectar ningn indicio de burla en las palabras que estaba diciendo, pero recordando el final de su visita a sus habitaciones. Tampoco haba ningn rubor que sugiriera que ella estaba pensando en el beso. Deba admitir que su aplomo le haba desconcertado. "El placer es mo." Ria lo llev a la mesa principal y le present a la seora Abergast, y la seorita Taylor y la seorita Webster; luego se dio la vuelta e hizo un ademn hacia las chicas. "No vas a decirle algo a ellas?" le pregunt. "Estoy segura de que van a apreciar cualquier consejo que usted est dispuesto a darles." "Yo estoy seguro de que no lo harn", dijo en voz baja. As que esto era verla en el campo de batalla. Era genial, de verdad, una estrategia completamente admirable. Hara bien en no subestimarla en un futuro. "Pero voy a tratar de impresionarlas." Oeste no se perdi el destello de incertidumbre en sus ojos cuando ella comenz a considerar lo que realmente poda llegar a decirles a sus chicas. El abuelo de Norte tena una serie de conferencias preparadas para tales ocasiones, y Oeste las haba escuchado a todas en un momento u otro. Se pregunt si deba hablarles de las consecuencias desafortunadas de la siembra de avena fuera de tiempo o de las responsabilidades de una mujer hacia su marido. Les ofreci una sonrisa contenida mientras su mirada recorra libremente a las estudiantes paradas ante las tres mesas de roble. Ellas le devolvieron cortsmente la mirada, como si hubiese estado en Hambrick, pero saba que estaban contando los segundos hasta que les dijera que podan sentarse. "Seoras, opino que un almuerzo aplazado es un almuerzo enfriado y no es lo mejor para l. Por favor, no desean sentarse y disfrutar de su comida?" Las chicas se acomodaron con tal presteza sobre los bancos que el dominio de Oeste fue puesto a prueba. Perdi la batalla consigo mismo y sonrindoles suavemente se transform en un muchacho alegre. El profundo hoyuelo apareci, junto con su gemelo menos llamativo, y en algn lugar entre las chicas una cuchara cay al suelo de piedra y un sinfn de rumores comenz. La mayora de ellas tuvieron la oportunidad de vislumbrar esa pcara sonrisa antes de que Oeste volviera a recuperar su apostura seria. A su lado, Ria suspir. "Qu?" pregunt, tomando asiento. "No tienes ni idea de los estragos que has causado." Ria sonri levemente cuando se dio cuenta de que la seorita Taylor estaba observndola con cierta preocupacin, y baj la voz para que no pudiera ser escuchada. "Y no me refiero a tu discurso." "Oh, entonces qu?" "Tenas que mirarlas de esa manera particular?" "De qu manera?" "Sonriendo como si te hubieras tragado el sol." l le dedic la misma sonrisa, pero pregunt: "Hubieras preferido que las fulminara con ella?" "Infinitamente mejor ", dijo escuetamente, forzndose por lucir su sonrisa ms dulce. Oeste consider esto mientras tomaba otra cucharada de sopa. "Tal vez cuando yo sea uno de los administradores, puedas decirme que es lo que piensas sobre m. Confieso que encuentro tus mtodos muy peculiares. No te he visto fruncir el ceo." Se rio en voz baja mientras suprima el deseo de enfrentarse a su mirada furiosa. Ella estaba entre la espada y la pared, incapaz de ventilar su frustracin sin alarmar a sus compaeras profesoras o sus estudiantes. "La sopa es excelente", dijo. "Ya sabes lo que dicen de un almuerzo aplazado". "Yo escuch lo que dijiste." "Es gratificante saber que estabas escuchando. Dime, cmo crees que hubieran recibido mi discurso de la natalidad fuera del matrimonio?" Despus de la comida, Oeste y Ria se retiraron a su estudio. Mantuvo la puerta abierta para ella y le permiti pasar delante de l. "Ests segura de que ests soportando bien este asunto?", pregunt. "Pareca que queras estrangular a alguien con cada cucharada de sopa que tomabas". Ella alegremente poda estrangularlo a l. Su pregunta aparentemente ingenua, se deba a que haba sorbido cada cucharada de caldo con dificultad, hasta el punto de costarle respirar. Se haba ahogado y jade y abri la boca contra su servilleta para no rociar la mesa, a la vez que tuvo que sufrir la palmada de su mano en la espalda, golpendola como si fuera una nia en edad de eructar. El comedor haba cado de nuevo en silencio, excepto por el gorgoteo que sala de la parte posterior de su garganta. Oeste se haba encargado de asegurarle a todos que ella iba a estar bien, sin hacer siquiera una pausa en la constante repercusin de palmaditas sobre su espalda. "Me golpeaste como un timbal", dijo. "Un remedio muy eficaz y no me disculpo por ello. Pude haberte salvado la vida." La mirada amarga de Ria le dijo de manera ms elocuente que las palabras lo que pensaba de eso. No tuvo tiempo de sealar que l haba sido la causa de su ataque de asfixia en el primer lugar cuando oy claramente la voz aguda de Amy Nash en el pasillo. "Mrs. Abergast est trayendo a Amy ahora", dijo. "Vas a querer que me vaya mientras hablas con ella?" "No, creo que ser ms cmodo para ella si ests presente, pero necesito que hables muy poco. No quiero que la nia est mirndote en busca de respuestas o que se deje influenciar para responder como ella piensa que t quieres que lo haga. Mir a su alrededor y vio una silla de lectura muy gastada en una esquina. "Sintate all. Amy y yo vamos a estar aqu." Seal la silla detrs de su escritorio y la opuesta. Ria no puso objeciones sobre este arreglo, aunque pensaba que era poco probable que Amy estuviera cmoda con Oeste hacindole preguntas detrs de su escritorio. "Aqu est." Ria invit a Amy a entrar. "No necesitamos nada ms, seora Abergast. Voy a enviar a buscarla si la necesito." La profesora asinti con la cabeza, aceptando su despido, y se alej rpidamente. Ria intent tomar la mano de la nia, pero la solt rpidamente ante la negativa de Oeste y resisti el impulso de desobedecerle. Hizo las presentaciones de nuevo y vio con cierto asombro como Oeste le haca una reverencia corts y se llevaba la mano de Amy a los labios. La nia se convirti inmediatamente en su esclava, y Ria tuvo la honestidad de admitir que ella no actuaba tan distinto ante su encanto. En silencio, se desliz hasta la esquina de la habitacin. Amy, se dio cuenta, pero no volte ni una sola vez en su direccin. "Ven nia, no quieres tomar asiento?" pregunt Oeste. "O voy a tener que jugar a la rana contigo?" Inmediatamente se puso en cuclillas y qued al nivel de los ojos de Amy. "Confieso que se est un poco incmodo. Vas a tener un poco de piedad de m y tomar asiento en la silla de la seorita Ashby detrs del escritorio?" Riendo, Amy acept la directiva. Rode la mesa y se subi a la silla de estilo reina Anne, con su decoracin de concha tallada en la barra superior, el espaldar elegantemente curvado, y las patas con forma de garra, se necesitaba poca imaginacin para saber que la consideraba un trono. Una vez que se ubic en el asiento con forma de herradura, su semblante reflej al igual que la reina, absoluta condescendencia. "Puedo?" Pregunt Oeste, indicando la silla enfrente a la suya. "Por favor", dijo Amy, inclinando la cabeza. La nia actuaba como si estuviera encarnando un papel en una obra de teatro, pens mientras ocupaba su lugar. De hecho, pareca una actriz desempeando su rol maestro. "Entiendo que has sido convocada ante mi presencia para decirme algo sobre la desaparicin de Jane. Eso es correcto?" "S, lo es." La voz de Amy era muy suave, y mantena sus manos dobladas cuidadosamente sobre el borde del escritorio. "Puedo empezar, entonces?" "Por supuesto." Asinti con la cabeza una vez, y Amy se lanz en el relato de todo lo que Jane le haba confiado. Cuando hubo terminado, se qued observando a Oeste expectante. "Vas a encontrarla ahora?" "Me ests ordenando que lo haga?" "S. S, as es." "Entonces no puedo negarme a iniciar la bsqueda", dijo. "Pero no puedo prometerte que podr resolverlo rpidamente". Enfatizando el nosotras Amy dijo: Nosotras somos ms que pacientes "Es gratificante escucharte." Manteniendo un tono de corts inters, pregunt: "Qu me puedes decir sobre los medios de transporte del caballero? Jane te dijo que le prometi llevarla a Firth Street. Cmo piensas que tena la intencin de llegar hasta all?" "En coche, por supuesto." "No a caballo?" Amy neg con la cabeza. "Jane no monta. Ella le tiene miedo a los caballos." "Ya veo. Entonces aunque no sabes si el caballero tena un coche, ests segura de que no iba a viajar a Londres a caballo". "S que tiene un carro. Jane dijo que la iba a esperar en l." Amy se dio cuenta de esto ltimo que haba dicho y se sinti adecuadamente avergonzada. Debajo de la mesa, sus piernas comenzaron a temblar. "Yo no lo haba he dicho antes, verdad?" "Su Alteza tiene muchas cosas que ocupan su mente. No se puede esperar que recuerde cada detalle al mismo tiempo". Las piernas de Amy se desaceleraron y finalmente se detuvieron. "Eso es cierto." Oeste continu interrogando a Amy durante veinte minutos antes de que juzgar que ella estaba cansada. Por mantener cuidadosa neutralidad haba sido capaz de reunir ms datos que los que Ria le haba dado la noche anterior. Ms importante an, Amy no haba mencionado ni una sola vez Gretna Green. Para Oeste, era una buena seal de que Amy no fuera ms susceptible a la sugestin que cualquier otro nio. Cuando Ria volvi de acompaar a Amy a las aulas, Oeste se haba trasladado de su estudio a la sala de estar y estaba reclinado parcialmente en el sof. "No es tu intencin dormir aqu, espero." Se levant lo suficiente para abrir un ojo. Ella estaba de pie delante de l, con las piernas rgidamente apostadas, los brazos en jarras, cada centmetro de ella en su rol de directora. "Me acost un poco tarde anoche." Cerr los ojos y puso su antebrazo sobre ellos por si acaso. Si era estrictamente honesto consigo mismo, lo haca para esconderse de su mirada de pedernal azul grisceo. Haba estado luchando con una vaga sensacin de haberle sido infiel cuando la sirvienta se haba metido en su cama, sin embargo el motivo de su malestar no era evidente para l. No era como si le debiera fidelidad.
Haban compartido slo un beso travieso.
Incluso Ria, con su sentido de lo que era correcto, no poda
culparlo por aprovecharse de ella. Y no llevaba l treinta y dos aos sin ataduras? Ciertamente, gozaba de la edad y las circunstancias apropiadas para disfrutar de una mujer en su tiempo libre sin temor a las repercusiones o los remordimientos de conciencia. Qu le deba a la seorita Ria Ashby?, segn ella misma, un subsidio trimestral. Le haba delegado la responsabilidad de controlar que se hiciera sin interrupciones a un abogado competente. Ahora estaba aqu, ofrecindole su ayuda cuando no estaba obligado a hacerlo, y ella no haba hecho mucho ms que reprenderlo por presentarse sin previo aviso, regaarlo por entrar sin autorizacin, reprocharle por ganar el favor de sus alumnas, y ahora quera negarle unos momentos de merecido descanso. Excepto por ese exquisito beso, era absolutamente ingrata. "Ests durmiendo?" Ria empuj el hombro de Oeste con sus dedos. "No ests durmiendo. No puedes haberte dormido tan rpido." "No con tu dulce parloteo de urraca en mi odo." Dej caer el brazo y se sent erguido. "No te quedars parada all? Verdad? revoloteando como un colibr." "Ests mezclando todo y mal. No puedo ser una urraca y un colibr a la vez." Oeste le dirigi una mirada tan intensa que la hizo sentar en la silla ms cercana, entonces le dijo. "Cmo te pareci el relato de Amy? En tu opinin, hizo todo lo posible para recordar datos precisos?" "Oh, s. Ella estaba muy comunicativa. Lo ha hecho casi sin esfuerzo, debido a la delicadeza de tu interrogatorio. Lo confieso, no me di cuenta de que le sugeriste que se sentara en la silla. Pareca que ella tena el control de la entrevista". Lo tena. Simplemente plante las preguntas que hilaban la trama de su historia." l hizo ms que eso, pens Ria, aunque no poda identificar claramente lo que era. Haba logrado que la joven Amy se sintiera segura, a los pocos momentos de conocerla, no como un amigo de su edad, sino como un adulto que poda protegerla. Lo hizo hbilmente, y mirndolo desde el fondo de la sala, Ria se haba llenado de admiracin. "Y sus respuestas?" pregunt Ria. "Pueden ser tiles?" "Creo que s, s. El asunto sobre el transporte en particular, ser til". "Cmo? La descripcin de Amy fue muy corriente. Debe haber una veintena de carros con resortes arqueados en esta parte de Inglaterra con herrajes de latn y asientos de cuero gruesos y mullidos. A medida que uno se acerca a Londres, el nmero se multiplica por diez. Probablemente viaj a Gillhollow en ese transporte". Oeste no lo neg, a pesar de que estaba equivocada acerca de los resortes. Eran demasiado rgidos para ser apropiados en las carreteras llenas de baches, y l haba elegido montar junto al carro la mayor parte del camino. "Ests omitiendo algo relevante", le dijo. "la descripcin de Jane sugiere que ella ya haba montado en el coche antes. Porque, cmo iba a saber sino como eran los resortes? Los herrajes de latn se pueden ver desde el exterior, pero los asientos? Cmo iba a saber si eran mullidos de no haber descansado la cabeza contra uno? Por supuesto que habra sido muy interesante si Jane le hubiera hecho una descripcin de los detalles del escudo de la familia en la puerta del carruaje a Amy, pero dudo que hubiera alguno. Por lo tanto, debemos esforzarnos por analizar lo que tenemos en concreto". Oeste entrelaz los dedos y se toc las yemas de sus pulgares mientras pensaba. "Qu oportunidades tuvo la seorita Petty de disfrutar de un paseo en carruaje?" Ria consider esto por un tiempo antes de responder. Ella no saba que su exuberante boca se haba aplanado o que una arruga se haba formado entre sus cejas. Cuando un mechn de pelo sedoso cay sobre su frente y comenz a morderse la parte interior de la mejilla, se vea tan joven como Amy. "Ella ha viajado en los coches de la escuela, naturalmente, pero siempre lo he tenido en cuenta. Ninguno de ellos es especialmente cmodo, pero es un punto de referencia. "Ria neg con la cabeza y bate de vuelta el mechn de pelo con impaciencia. "No puedo pensar en una sola oportunidad que haya tenido de viajar en un medio de transporte mejor equipado. Nosotros supervisamos estrechamente a nuestros estudiantes. Es el tipo de cosa que habra sido informado por una de las profesoras o notificado directamente por las otras chicas". "Tal como inform la fuga de la seorita Emma Blakely anoche?" le pregunt con irona. "O como Amy lo notific directamente?" Ruborizada por la reprensin, todo lo que Ria pudo hacer fue mantener fija la mirada de Oeste. Sus ojos verdes no estaban acusndola, pero tampoco estaba tomndole el pelo. "Tienes razn, por supuesto. Debe haber habido muchas oportunidades de los que soy consciente". "No te castigues por eso", dijo, con una sonrisa tocndole los ojos. "Ests en inferioridad numrica con ellas. Lo que una chica no piensa, lo hace otra, y cuando se unen fuerzas, es slo para experimentar, podrn salirse con la suya, pero no van a ser ms listas que t." Ria levant una mano, con la palma hacia fuera. "Tienes que parar", dijo, luchando por mantener firmeza. "De otro modo me ver obligada a renunciar a mi puesto de inmediato. Me pregunto por qu siempre me he considerado competente para esto?" "Locura", dijo Oeste. "La explicacin est ah." Ria sinti que las comisuras de su boca se alzaban. Cmo era posible que pudiera reprenderla por su ingenuidad en un momento, y luego aguijonearla al siguiente? Resultaba un poco humillante darse cuenta de que era tan dcil en sus manos como Amy Nash, pero apenas poda culparse por ello, su maldito encanto. "Hblame de Jane", dijo. "Tienes los bocetos que te ped?" "S, y las descripciones tambin." Se levant y se dirigi al estudio contiguo para buscarlos. "Creo que los encontrars satisfactorios", dijo, entregndoselos. Sus dedos se rozaron al alcanzarle los papeles. Sinti calor en el tacto, pero disimul cobardemente su reaccin. No poda saber si l haba sentido lo mismo, pero tampoco lo comprob. Oeste roz la descripcin escrita, luego estudi el retrato hbilmente representado en acuarela. "Es un buen retrato?", pregunt. "Yo creo que s." Ria se sent en el borde de la silla y se alis los pliegues de su vestido sobre las rodillas. Haba elegido un vestido gris oscuro de da con puntillas en el cuello y el dobladillo recogido, era prctico, y satisfaca su deseo de lneas simples y sencillas. En observancia del luto, llevaba una amplia banda negra en la parte superior de su brazo derecho y se cubra los hombros con un fino chal de lana negra, Es muy bonita, como se puede ver." Oeste asinti. "Eso es tal vez lo que llam la atencin del caballero." Su mirada se concentr en los ojos verdes de la chica. Haba una pizca de picarda en ellos. Tena una tez clara, si poda dar fe en la pintura de la seorita Taylor. No haba imperfecciones que estropearon su piel clara. Su cabello era de un oscuro color miel, corto, y se volcaba hacia adelante para enmarcar su rostro en forma de corazn. En el retrato llevaba una banda color verde del mismo tono que sus ojos. Era un amoroso detalle suministrado por la artista. Oeste saba que distraera a cualquiera que mirara la acuarela por primera vez. Dudaba que Jane llevara la cinta del pelo por ms tiempo o incluso que la tuviera puesta cuando haba desaparecido. "Y su familia?" pregunt, poniendo los papeles a un lado. "No has dicho nada acerca de ellos." "Porque no hay nada que decir. Ella no tiene a nadie. Jane es una de las estudiantes becadas por caridad de la escuela. Fue recogida de un hospicio de Londres cuando tena la edad de Amy, y trada aqu". "Recogida?" La mirada de Oeste se redujo una fraccin. "Recogida cmo? Por quin?" "Yo tendra que mirar los registros, pero creo que fue el Seor Herndon, que tiene un puesto en la junta, quin la encontr y pens que prometa. l la envi aqu. Eso fue antes de que me incorporara a la escuela, pero puedo comprobar los datos si lo deseas." "Definitivamente lo deseo." Ria oy algo en su tono que le eriz la nuca. "Por qu? " pregunt ella. "Qu es lo que crees que sabes?" Oeste tard mucho tiempo en contestar, sopesando las consecuencias de hacerlo. "Djame hacerte una pregunta primero, Srta. Ashby" dijo lentamente. "Qu sabes de la Sociedad de los obispos?" Captulo Cinco "La Sociedad de los obispos?" repiti Ria. "No la conozco en lo ms mnimo. Son clrigos?" Oeste se ech a rer, aunque sin una alegra genuina. "Difcilmente, a pesar de que han sabido demostrar un cierto fervor religioso." Mir el reloj y vio que no haba tiempo suficiente para revelar la informacin, al menos no con una garanta de privacidad. "Me pregunto si estaras dispuesta a acompaarme a Ambermede a intercambiar datos con respecto a los obispos." "Acompaarte?" No poda haberse sorprendido ms. "A la casa? Para qu?" "Haces demasiadas preguntas a la vez, lo sabes, pero las respuestas son s, s, y porque lo deseo." "Bueno, siempre y cuando lo desees, entonces debo mantener mis objeciones, no?" Oeste se estremeci un poco, sabiendo que esa declaracin en tono bajo, era la causa de cada una de las excusas que pona mentalmente para no involucrarse con ella. Antes de que pudiera objetar su libre albedro, ella ya estaba fuera de la correa. Le daba un poco de consuelo el hecho de que a ella no le iba ni le vena l. Ra expuso su argumento basado en la lgica de la cosa, no en la emocin. Cuando termin, l asinti con la cabeza, luego pregunt: "Ser suficiente una hora para que puedas recoger tus cosas?" Al final, nada importaba, igual iba a salirse con la suya. Ria haba sido capaz de obtener su consentimiento por el que se le permite tener una hora y media para empacar su maleta y una hora adicional para dejar su casa en orden. Convoc una reunin con sus maestras, colocando a la seora Abergast a cargo temporalmente, y dividi sus responsabilidades para dictar geografa e historia entre ellas. Dej cheques firmados para pagar a los trabajadores las reparaciones del techo y, en el caso de que el Sr. Oliver Lytton hiciera acto de presencia, directivas especficas de que deba salir de inmediato hacia Londres para investigar las pistas proporcionadas por Amy. Ella haba estado a favor de despedir al hombre, pero cuando se lo mencion a Oeste, se haba opuesto firmemente. Fue otra cosa que le concedi sin saber el por qu, pero antes le haba arrancado un aumento de 200 libras por ao en su asignacin. Oeste volvi con el carro muy cerca de la hora sealada, debido a la cada de la noche y la carretera en mal estado entre Gillhollow y la escuela. Tambin haba empezado a nevar, y los vientres abultados de las nubes prometan que no sera algo pasajero. Los bales de Ria se fijaron al techo del carro, y el caballo de Oeste se at a la parte trasera. El mozo de librea ofreci mantas a Ria y a Oeste para protegerlos del fro, y luego tom asiento al lado del conductor. El carro rod lentamente al principio, luego con ms velocidad cuando su propio impulso lo hizo avanzar. En el interior, Ria despleg una de las mantas a su alrededor, mientras que Oeste jugueteaba con el farol hasta asegurarse de que se mantendra de forma segura en su gancho. Cuando termin, se sent y apoy los pies en el banco frente a l, puso los tacones de sus botas justo al lado de las de Ra. Ella lo mir fijamente, pero no dijo nada, y tampoco las quit. No era el tipo de hombre que se fijaba en las reglas de etiqueta, aunque a l no pareca importarle que ella se ofuscara. Por el contrario, pareca encontrar su censura como algo divertido y se empecinaba ms en que sus actitudes fueran indecorosas, al menos en privado. "Ests mirndome", dijo. "Nadie te ha dicho que es de mal gusto?" "Todo el mundo, de hecho, me lo ha dicho." Ella se llev una mano enguantada rpidamente a la boca para ocultar su sonrisa. "Por qu haces eso?", pregunt. Los ojos de color gris azulado de Ria se abrieron por encima de su mano mientras hablaba desde detrs de ella. "Qu?" "Ocultar tu sonrisa. Por qu tratas de ocultar el hecho de que te hago sonrer, o me atrevo a decir que a veces incluso te hago rer?" Su observacin la puso seria, y baj la mano a su regazo. "Creo que es mejor que no me anime." "Por qu no? Si aprecias el humor, entonces por qu no disfrutar ms de lo mismo? Deberas haberme desalentando, en lugar de hacer lo contrario." "Nunca ha parecido necesario alentarte de ninguna manera", dijo. "Sin duda, es mi prerrogativa no revelarla." Oeste ignor su respuesta. "Es porque la risa implica intimidad?" Ria tuvo un pequeo sobresalto que no poda ser atribuido correctamente al balanceo del carro. "No s lo que quieres decir." Pero lo saba, y l probablemente tambin. De hecho, entenda perfectamente lo que haba querido insinuar, y no se lo agradecera. "Nunca has impresionado por tus muestras de ingenio esfurzate por no hacerlo ahora." "No nos estamos moviendo tan rpido que no pueda saltar sin temor a las lesiones ", dijo, " ni tan lejos de la escuela que no pueda caminar de regreso a la misma. Nunca me has resultado del todo insoportable esfurzate por no hacerlo ahora". Oeste utiliz el dedo ndice para levantar el ala de su sombrero de piel de castor una fraccin para poder observarla mejor. Su ecuanimidad haba sido puesta a prueba, pero haba mejorado. Haba color en las mejillas, y l haba percibido chispas en los ojos de color pedernal. Su amplia boca entreabierta y la cresta nacarada de sus dientes era visible desde donde estaba. Nunca tendra motivos para decir que tena un genio hermoso, pero s un genio despojado de artificios que animaba sus bellas facciones. Este ltimo estado era infinitamente preferible al primero. "Ocurre, Srta. Ashby, que si te casaras no tendras necesidad de un tutor." Ria no reaccion a los cambios bruscos en su conversacin. "Su gracia es un matemtico, por lo tanto, sabe que se debe estudiar la ecuacin. Por un lado, no faltan ms que ocho meses antes de mi vigsimo quinto cumpleaos y con l mi independencia. Por otro lado est el matrimonio. Si estamos de acuerdo en que el matrimonio es para toda la vida, yo tendra que esperar mi libertad aproximadamente para mi sexagsimo cumpleaos, o sea dentro de" "Cuatrocientos veintiocho meses", dijo Oeste de inmediato. "Si te casas maana." "Voy a confiar en tus cifras", dijo. "Son cuatrocientos veintiocho meses que tengo que soportar sin que se me concedan mis derechos naturales. No es una decisin difcil de tomar. Si pensabas que habas encontrado un plan para librarte de m, haras bien en revisarlo. Traes tu cuchillo?" Oeste lanz una carcajada tan fuerte que los caballos se asustaron. El carro avanz con alarmante rapidez hasta que el conductor les puso bajo control. Requiri algo ms de tiempo para que Oeste frenara su risa. "Por Dios, Ria, eres increble. No puedo recordar cuando he estado tan entretenido." "Fuera de la compaa de sus amigos." "Tal vez, " dijo pensativo, un poco aleccionador "pero yo no te habl de ellos. Qu sabes de mis amigos?" "Muy poco. Slo me informaron donde era que se reunan, y que all armaban un gran revuelo." "Tenley." No esper a que ella lo confirmara. Era como si dijera que s. Es verdad?" "De vez en cuando s, pero decir que causamos un gran revuelo es una exageracin." Oeste record que slo el verano pasado l y sus amigos se haban presentado en una comida campestre en la finca Battenburn. Haban participado en conversaciones procaces sobre las peculiares semejanzas femeninas que tena un melocotn, por lo que Sur casi se haba ahogado. Luego estuvo ese asunto en el teatro cuando haban abandonado las mesas de juego en persecucin de la actriz principal, Miss India Parr. Eso haba sido haca solo unos meses antes. Y cunto humor haba habido en la difcil situacin de Este con Lady Sophia? Habra sido un acto de bondad si se hubieran expulsado a s mismos luego de la recepcin del Seor Helmsley. "Una vez ms", dijo Oeste, "Tenley tiene razn." "Pens que podra ser as." "S, pero nos hemos conducido con la debida seriedad en la Abada." "Deberan haberlo hecho. No saba que tus amigos estuvieran all." "Ellos no han estado nunca all cuando se les necesitaba." Ria poda pensar en una sola vez, pero haba sido haca muchos aos, y tal vez no haban sido sus amigos entonces. Se pregunt si habran estado dispuestos a lanzarse sobre su espalda para protegerlo de la vara de su padre. "Es cierto que tienen un nombre distinto por el que se reconocen?" Tenley de nuevo? pregunt. O se lo habra contado el duque a travs del coronel? No se conoca comnmente, aunque la gente comentaba sobre sus nombres con la suficiente frecuencia. "En Hambrick nos llamamos el Club de la Brjula. Northam. Southerton. Eastlyn." "Y t eres Westphal." "Ahora. Entonces yo era Evan y mis amigos Brendan, Mateo y Gabriel. Los ttulos vinieron despus. Yo afirmaba que si suficientes personas experimentaban una muerte prematura, podan obtener el ttulo. Un poco macabro, tal vez, pero es lo que hablan los chicos cuando estn aburridos. Cuando nos dimos cuenta de lo que conectaba los nombres, no pas mucho tiempo antes de que alguien sugiriera el nombre del Club de la Brjula. Me llamaron Oeste porque encajaba en la rima, y me incluyeron, pero todos saban que nunca sera Westphal. Ya que yo era un bastardo, y el duque no quera tener nada que ver conmigo." "Posees un extrao parecido con l." "Espero que no lo digas en serio." Ria no pudo determinar si se estaba burlando de ella. Su voz no tena ninguna inflexin y su mirada era remota ahora. Opt por no ofrecer apoyo para su comentario y lo dej que continuara. "No importara, Dios no lo permita, si fuera su imagen viviente", dijo Oeste. "La verdad es que sin el reconocimiento pblico de lo que todo el mundo saba que era la verdad, yo nunca hubiera podido heredar. Apoy mi educacin en Hambrick, ms tarde, en Cambridge, y dispuso una asignacin trimestral para m. Nada de eso, sin embargo, fue hecho en su propio nombre. Mi benefactor era el seor Thaddeus Hood". "Mr. Hood? Pero estoy segura de que l era el abogado de tu padre antes de Ridgeway." "S, lo s. Creo que no haba nadie que ignorara que el duque era mi padre y me mantena, pero nadie lo dijo." "Admite que es peculiar." Oeste haba dicho todo lo que quera decir sobre el tema y no estaba ansioso de escuchar la opinin de Ria. Hizo su comentario a un lado como si no tuviera importancia y volvi a hablarle sobre el Club de la Brjula. "Mateo se convirti en vizconde Southerton estando an en Hambrick. Para Este no lleg mucho despus, creo. El padre y el hermano de Brendan murieron mientras estaba con los regimientos de la India. Tuvo que vender su comisin y volver a Inglaterra." "As que todos ustedes estaban equivocados", dijo Ria despus de un momento. "Me dijiste que todos crean que nunca seras Westphal, sin embargo, es exactamente lo que ha llegado a pasar." "No, solamente nos adherimos a la fantasa con mano segura," dijo secamente, "pero tu insistes en volvernos a tierra." Esta vez, ella no trat de ocultar su sonrisa. "Cmo es que los cuatro continan siendo amigos por tanto tiempo?" Oeste se encogi de hombros como si nunca se le hubiera ocurrido ese pensamiento. "Los intereses similares, me imagino, y Este, Norte y Sur a menudo son invitados a los mismos lugares, por lo que disfrutan de la compaa uno del otro, les guste o no." "Y t?" "Ellos me torturaban para conseguir invitaciones en mi nombre. Incluso entre la alta sociedad, siempre hay de esas matronas que no son aprensivas acerca de redondear el nmero de las mesas con un bastardo." "Y ahora no das abasto con las invitaciones que te llegan. Tu bandeja ya debe estar llena. Sers el invitado de honor, sospecho, no el que redondee los nmeros nunca ms". Ria vio el cambio de Oeste, como si lo hubiera desconcertado, y se dio cuenta de lo lento que su ingenio se haba tornado en los ltimos tiempos. "Es por eso que has venido a Gillhollow, no? Tiene bastante poco que ver con tu diversin y mucho que ver con el miedo. Ests huyendo de la aristocracia." "Casi corriendo." "Esto se debe a que puedes permitirte usar un coche de caballos." "Es cierto, algo de lo que dices." "No vas a negarlo?" "Por qu? Puedo admitir que preferira arriesgarme caminando solo en Holbern durante la madrugada, que sentarme a escuchar uno de los musicales interminables de lady Stafford. No estoy seguro de que sea miedo lo que describe mis sentimientos acerca de esto ltimo, pero sin duda hay una marcada aversin a esos asuntos". Ria meti la manta alrededor de sus piernas, donde el traqueteo del carruaje la haba aflojado. "Bueno," dijo con firmeza enftica: "No me importa lo que te haya motivado a venir aqu, el hecho de que ests dispuesto a ayudarme a encontrar a Jane es suficiente." Oeste decidi que nada bueno poda salir de discutir el punto con respecto a quin estaba ayudando a quin. Ria ya haba demostrado que su obediencia tena un precio, 200 libras ms en su asignacin. Slo tena que asegurarse de que no le llevara a la quiebra en el proceso. Era difcil imaginar una circunstancia ms triste que contar con su ayuda por un subsidio, nunca haba cado tan bajo. Aunque no poda adivinar sus pensamientos, Ria vio que l se mostraba ms divertido. Estaba aprendiendo que, si bien costaba un poco desestructurarlo, estaba demostrando un espritu ms singular. "Por qu no quieres que le diga a la seorita Taylor que le d al seor Lytton rdenes de marcharse? Sabes muy bien que no ha sido de gran ayuda." "l ha tenido bastante poco con qu trabajar hasta ahora. No sera justo. Puede demostrar su vala en Londres." "No te creo, lo sabes, hay algo ms que no me ests diciendo." Oeste se encogi de hombros. "Ciertamente, puedes pensar lo que quieras. No voy a tratar de convencerte de la verdad." "Me gustara conocer la sociedad que has mencionado. Estoy aqu, despus de todo, y es justo que me cuentes, ya que has accedido a acompaarme a Ambermede." "No lo he olvidado." Baj sus pies del banco de enfrente y se enderez en el asiento, acomod el sombrero en su lugar, y luego decidi que poco a poco le revelara el asunto de los obispos, tampoco se les deba un juramento de silencio." Durante casi todo el tiempo que he estado en Hambrick Hall, ha funcionado la Sociedad de los Obispos. Al igual que Amy y Jane, tienen sus juramentos de sangre y sus secretos, aunque se trata de algo mucho ms serio que un pacto mediante una gota de sangre, en sus secretos est envuelta la sangre misma de todos ellos" Levant una mano, anticipndose a la pregunta que poda ver flotando en sus labios. "S, yo s algo sobre eso, y no, no te dir nada ms". Ria con fingida indiferencia dijo. "No importa. Slo son chicos Tengo una vaga idea de las travesuras que pueden perpetrar." " No, " dijo Oeste. "No tienes idea. Es muy poco lo que puede atribuirse a travesuras y mucho a la maldad y la crueldad. Son matones y sinvergenzas. Puede ser que individualmente no representen una amenaza, pero como miembros de la Sociedad no actan solos. Se consideran a s mismos como superiores a cualquiera fuera de su crculo y admiten miembros slo despus de haber demostrado su vala por arbitrarias pruebas poco convencionales". "Su Gracia est describiendo a cualquier miembro de la nobleza." "Eso crees?" Reflexion sobre sus palabras, y neg con la cabeza. "No, yo absuelvo a la nobleza de todo el vicio organizado que los obispos promueven." Ria se pregunt si eso era del todo cierto. Nunca haba demostrado ninguna tolerancia hacia las manas y costumbres de la alta sociedad. "Nunca has querido formar parte de los obispos?" Pregunt Ria. Al ver su expresin burlona, defendi su pregunta. "Es una pregunta perfectamente razonable. Debes admitir que la envidia mueve a algunos a tratar a otros con desprecio." "Uvas agrias, quieres decir?" "S. Uvas agrias." "Debes juzgar la verdad de esto por ti misma. Nunca tuve el menor deseo de ser uno de ellos. Una vez le prometieron a Norte que podra unirse a su sociedad si se acercaba a una adivina en la feria local y peda verla." Ria lo mir, tan curiosa que lo interrumpi bruscamente y le pregunt desconcertada. "Ah s? Verla para qu?" "Sera incorrecto de mi parte decrtelo." "Porque eres mi tutor?" "Maldita sea, Srta. Ashby. Debido a que eres una mujer" "Si no he entendido mal, tambin lo era la adivina." Sus ojos se estrecharon, midindola. "No," dijo finalmente. "No me hars caer en tus redes, sin embargo debo reconocer que fue un buen esfuerzo." Ella suspir. "Por lo visto no lo suficiente. No vas a decirme al menos si el Seor Northam lo hizo?" "Por supuesto. Incluso invit a Sur, Este, y a m a participar de la prueba. Luego les informamos de nuestro xito a los obispos y previsiblemente no cumplieron con su promesa. De hecho, estaban furiosos porque lo hubiramos logrado. Tuvimos la suerte de escapar. Queran hacernos dao sin duda alguna". "Ya veo." Pero no vea nada, no con claridad. "Todava me parece bastante ms travieso que criminal." "Y lo fue... hasta el momento en que llegaron a nosotros con hondas y garrotes." "Oh." "Por supuesto. " Se quit el sombrero y seal un punto en el nacimiento del pelo justo por encima de la sien derecha. "Ves esa cicatriz, Srta. Ashby? Me la dej un gato azul con ojos de vidrio verde, debe medir un centmetro de dimetro por lo menos." Ella no vea ninguna cicatriz en su crneo, pero no tena ninguna razn para dudar de su palabra. "Es una suerte, pues, que seas tan notablemente cabeza dura, ya que de lo contrario podras haber sido asesinado." No era exactamente la respuesta simptica que tena la esperanza de obtener, pero estaba seguro de que era lo nico que iba a recibir por ahora. Opt por ignorar su descripcin como cabeza dura y continu. "Entonces comprenders plenamente la raz del problema." "Son perfectos rufianes." Sonri ligeramente ante esta descripcin. "Eso sigue siendo demasiado amable, pero captura su esencia. Barlough que fue el arzobispo de la Sociedad durante la mayora del tiempo en que nosotros cuatro estuvimos en Hambrick se encargaba de cobrar un impuesto a cualquier persona que quera cruzar el patio o hacer uso de las reas comunes. Agarraba todo lo que le llamaba la atencin, y no era lo material lo que ansiaba, ms bien el sufrimiento que causaba al aliviar a otros de sus posesiones. Exiga los apreciados soldados de plomo de los nios ms pequeos, postales francesas de los ms viejos, monedas de los que tenan poco, y los dulces de Eastlyn". "Dulces?" "Pasteles, helado, muffins, tartas. Ese tipo de cosas. Este tena una afeccin muy grande por los dulces en esos das y reciba una encomienda de golosinas casi todas las semanas de parte de su madre. Te puedo asegurar, que se separaba de ellos de muy mala gana." Oeste no devolvi el sombrero a su cabeza, lo puso en el banco junto a l. "El tribunal de los obispos una vez oblig a Sur que robara las preguntas de un examen de historia y se las entregara. Eso caus un gran revuelo cuando se descubri." Ria pens en lo que le haba dicho. Adems del relato descriptivo de las represalias al Club brjula, no le haba contado nada relevante. "Creo que no ests dicindome nada. Qu respuesta dieron t y tus amigos?" Oeste sonri. "Algo ingenioso por supuesto. Les tiramos melocotones con las hondas, robamos el orinal de Barlough y pedimos rescate por l, y Sur, manteniendo su esencia, no rob el examen, sino que se lo aprendi de memoria, y luego recit las preguntas al tribunal hasta dejarlos sin aliento". La frente de Ria se frunci. "Me temo que tu inventiva es exagerada." "Tal vez si pudieras escucharlo de boca otro, lo creeras", dijo, encogindose de hombros. "No me considero el mejor narrador, aunque si te prestas a or el relato de labios de Sur, debes estar preparada para disponer de varias horas." Ella sonri, porque no haba ninguna duda por el tono de su voz, que tena a su amigo en alta estima. "Haces que me arrepienta de que mi propia educacin se haya limitado al aula de la mansin. Todo era muy aburrido. Mis tutores e institutrices no me alentaban a hacer travesuras, y en el mejor de los casos, no haba nadie ms que los sirvientes para hacerles jugarretas, y eso habra sido indigno de m." "Tenley?" "A menudo estaba ausente. Lo vea realmente muy poco." Ria no quera explayarse con el tema de Tenley. "Aunque tu discurso me pareci muy edificante, no alcanzo a comprender que tiene que ver la Sociedad de los obispos de Hambrick con la academia de la seorita Weaver. No tenemos ninguna sociedad como esa en nuestra escuela. Las chicas forman grupos cerrados que a veces excluyen a las dems, y aunque eso me desanima y me entristece, no parece tener el mismo significado que el civismo que motivaba a los obispos. Al menos, espero que no. Estar muy decepcionada si ests a punto de decirme que crees lo contrario, y que tienes pruebas al respecto". "No tengo ningn conocimiento sobre ese particular." "Entonces no sospechas que las amigas de Jane hayan tenido que ver con su fuga de la escuela." "No." Oeste no pudo dejar de percibir su alivio palpable. "Pido disculpas. No me di cuenta que tu pensamiento iba en esa direccin". "Qu he entendido mal? Pens que estabas advirtindome algo referente a las nias a travs de la comparacin con la Sociedad de los Obispos". "No, en absoluto. Estaba advirtindote a ti sobre la Sociedad." "Eso no-no tiene sentido", dijo con acento entrecortado. "Qu tienen que ver los chicos de Hambrick Hall con mis nias, y particularmente, con Jane? Es uno de ellos el responsable de su fuga? Puede ser ese acto de atraer a una joven y convencerla de escapar juntos parte del rito vicioso que practican con sus iniciados?" Oeste se inclin hacia delante y tom las manos enguantadas de Ria entre las suyas, le sostuvo la mirada y habl en voz baja, obligndola a pasar por alto el continuo traqueteo y los ruidos del carro, y concentrarse en el sonido de su voz. "He encarado esto muy mal", dijo. "No fue mi intencin encaminar tu pensamiento sobre la idea que has mencionado, porque, en verdad, yo mismo no la haba considerado. Supuse que cuando Jane hablaba de un caballero correcto, estaba hablando de alguien que haba llegado a su mayora de edad, no de un colegial. Cabe pensar que puedes haber dado en el blanco ms que yo" Ria mir las manos, y luego de nuevo a l. "No ests haciendo otra cosa ms que dar vueltas. Sabes qu?, s que hay mucho ms que no me quieres decir. Me gustara que" "Cada uno de los miembros de la junta de Administradores es un miembro de la Sociedad de los Obispos." Ria parpade. Su boca se abri, se cerr y luego se separ de nuevo.... "Has quedado boquiabierta." "No lo puedo creer," dijo ella. "Es normal que haya quedado con la boca abierta." Al estudiar sus finos rasgos patricios, y no ver rastro de diversin en la curva de su boca o cualquier seal en las tenues lneas en las esquinas de sus ojos, Ria se dio cuenta de que hablaba totalmente en serio. No hubiera podido igualar su gravedad, ni en el tono ni en la expresin. "Dices la verdad. Yo no podra haber imaginado esto nunca en mi vida." "No me crees?" No haba pensado que iba a dudar de su palabra. l no le haba dado razn alguna para que lo considerara un mentiroso. "No. No, no es eso en absoluto. Claro que te creo. Es slo que no le doy ninguna importancia. No conoces a estos hombres. No importa que hayan hecho en Hambrick Hall, ya no son aquellos chicos. Todos ellos tienen una posicin establecida en una sociedad alejada de la sociedad de su juventud". Ria desliz sus manos de entre las suyas, ya no necesitaba de su contacto como contencin, y esper a que se sentara de nuevo. Observ que lo hizo lentamente, como si no estuviera tan seguro de que su intervencin no sera necesaria. "No puedes pensar," pregunt, "que la madurez y el tiempo eventualmente pueden influir en el propsito de un grupo de personas como los obispos? Mira las obras de caridad que han hecho en nombre de la seorita de Weaver. Seguramente que habla de un cambio en los valores morales. Me imagino que su compartida experiencia como obispos de Hambrick les ha proporcionado un vnculo duradero muy parecido al que disfrutas t con tus amigos." Oeste no dijo nada durante un largo rato. "Lamento, pues, haberte alarmado. Mi experiencia con los obispos fue tan dura, que es difcil no estar preocupado por haberlos descubierto juntos, sobre todo cuando actualmente sus intereses tampoco incluyen a los forasteros. Probablemente he magnificado su conexin a la escuela. Como has dicho, estn comprometidos en el servicio caritativo y deben ser felicitados por sus esfuerzos en nombre de los estudiantes." Ria dijo lentamente: "Es probable que slo sea una coincidencia que una vez pertenecieran a la Sociedad de los obispos." "Estoy seguro de que tienes razn." Se senta menos aliviada de lo razonable. Su capitulacin inmediata fue algo inesperado. Supuso que gastara su aliento para convencerla de que sus sospechas estaban justificadas. "Estos no son los mismos hombres que conociste en Hambrick, verdad? No dijiste que los obispos provienen de una larga tradicin?" "Una tradicin muy larga. Tan larga como la Academia de la seorita Weaver." La dej pensar en eso un momento y luego continu. "Pero ests en lo cierto Yo no he conocido a ninguno de estos hombres en Hambrick." "Entonces reconoces que existe la posibilidad de que slo los obispos que conociste pudieran haber sido agresores y sinvergenzas." "Si es importante para ti que lo reconozca, entonces lo har." Ria frunci el ceo. "Ests siendo condescendiente." "Soy Westphal. Eso me obliga a ser condescendiente." Ella se apart ocultndose de su mirada con la capucha y mir por la ventana para ordenar sus pensamientos. La linterna interior del carruaje transform el vidrio en un espejo negro, y slo vio su propio reflejo plido, vagamente insustancial. El carro se mova ms tranquilo ahora que en el comienzo del viaje. Debe ser a causa de la nieve cada, pens, amortigua las ruedas y los cascos de los caballos. "Creo que no te entiendo del todo", dijo en voz baja.... "No hay ninguna obligacin por la que debas hacerlo." Ella lo mir con recelo. "Sin embargo, no puedo quitarme esta sensacin de que ests enojado conmigo." "No lo estoy." "Decepcionado, entonces. Frustrado". Ria se detuvo. "Molesto". "Y si siento alguna o todas esas cosas? Qu importancia puede tener? Por favor, dime que no has cambiado tu propio juicio para aceptar el mo. Si eres capaz de hacer algo as, voy a desposarte con un terrateniente gordo de medios modestos. Eso es exactamente lo que te mereceras". La sonrisa de Ria revel un humor sombro. "Creo que te deleitas en ser perverso." Se encogi de hombros, tom su sombrero y lo acomod de nuevo en su cabeza. El ala le sombre los ojos mientras se recostaba contra los cojines. Levant los pies, y los coloc junto al regazo de Ra, y luego cruz los brazos sobre el pecho cmodamente. "Todava queda mucho camino por recorrer, Srta. Ashby. Se me ocurre que me gustara pasar estos ltimos kilmetros en silencio." Cuando William Fairchild, conde de Tenley, supo que su medio hermano ya se haba instalado en la biblioteca y que las habitaciones en el ala norte se estaban preparando para l, simplemente asinti con la cabeza e inform al primer mayordomo que deba seguir adelante. Su impresin, sin embargo, fue visible cuando se le dijo ms tarde que Westphal lo hizo acompaado por la Srta. Ashby. Despus de enviar el mayordomo fuera, Tenley cogi uno de los artefactos egipcios de la repisa de la chimenea, en este caso, una pequea figura de bronce de un gato y lo arroj con fuerza al suelo. Como demostrando que no estaba conforme con esa explosin de rabia, el felino rebot en la alfombra y golpe a Tenley en la rodilla. Hizo una mueca y mir al resto de estatuillas en la repisa de la chimenea para escoger una mejor segunda opcin. Le tom tanto tiempo hacer una eleccin, que el impulso de romper algo pas. Tal vez sera mejor, decidi, romper el cuello de Mara, pues sin duda se lo mereca. El incumplimiento deliberado de sus deseos, era algo completamente fuera de cuestin, sin embargo, era precisamente lo que haba hecho. No le haba prometido que la visitara en la academia tan pronto como fuera posible? Su esposa haba sido muy buena con l, ya que haba permitido que Mara acompaara a la familia de vuelta a Ambermede desde Londres. No poda tolerar la presencia de Mara sin hacer su vida un infierno, y sin embargo, as haba sido casi desde el servicio de Abbey. Tenley agach, cogi el gato de bronce, y le dio la vuelta. Una esmeralda que haba sido el ojo izquierdo del gato haba desaparecido. Esta pieza era una de las favoritas de Margaret y ella iba a notar la ausencia de la misma antes de pasados los veinte minutos de entrar al saln. No haba nada que pudiera hacer, pens, devolviendo la estatuilla a la repisa de la chimenea, uno de los sirvientes tendra que cargar con la culpa. Oeste estaba observando los tomos de la biblioteca cuando las puertas detrs de l se abrieron. l inclin la cabeza hacia su hermano, pero esper a que dijera algo a modo de saludo. "Ests haciendo un inventario?" pregunt Tenley.... Ignorando el comentario sarcstico, Oeste respondi amablemente, "Buenas noches, Tenley." Gruendo suavemente, Tenley cerr las puertas. "Vas a tomar una copa?" "No. Pero srvete t, si quieres." "Por supuesto". Oeste vio cmo su hermano verta una porcin generosa de whisky en un vaso de cristal y apretaba el vaso con tanta fuerza como si hubiera sido una cuerda lanzada a un hombre que se estaba ahogando. Se le ocurri que no conoca a Tenley lo suficientemente bien como para especular sobre sus hbitos de consumo de alcohol, pero tena la esperanza de que slo buscara el consuelo ocasional en sus copas. No lo culpaba por apegarse al trago. No haba nada en la situacin en la que se les haba arrojado que fuera cmodo. Tenley dio un gran primer trago. "Por lo tanto, ahora que has venido. Debo informar a mi esposa e hijos que debemos dejar la casa inmediatamente?" "Si lo haces, ser porque quieres. Yo no estoy aqu para desalojarte de la propiedad." Oeste se sinti interesado en considerar a su hermano como si fuera una cosa palpable. Nunca se le haba escapado a su atencin que l y Tenley compartan algunas similitudes y este estudio a distancia de otra persona, era sin duda algo que tenan en comn. Oeste se pregunt por qu nunca haba considerado que podra ser una prctica heredada del duque. Pensar en ello ahora lo puso vagamente incmodo. Era menos preocupante reconocer las similitudes de semejanza. Ellos eran de la misma altura, probablemente del mismo peso, y ambos posean un perfil parecido: la mandbula bien definida, nariz patricia, y una frente amplia. A la distancia, con sus cabezas cubiertas por sombreros, podran ser fcilmente confundidos con gemelos. Su color era una caracterstica distintiva, obviamente. Su cabello oscuro tena los reflejos cobrizos de su madre, mientras que la cabellera de Tenley era igual a la del duque. Tenley sonri levemente, y Oeste no pudo dejar de percibir el hecho de que la mejilla de su hermano no tena hoyuelos. Por otra parte, se dio cuenta de que, a falta de esta caracterstica, el rictus de los labios de su hermano era petulante en vez de irnico. "No has venido para echarnos hoy", dijo Tenley. "Eso es lo que quisiste decir." "En serio? Yo no lo creo." Oeste se encogi de hombros. "Me parece recordar que siempre has insistido en que tienes la razn y que todo debe hacerse a tu manera. Supongo que no puede haber mucha diferencia en ordenar que clase de juegos deben jugar tus amigos y asignar el significado que para ti tienen los dichos de otra persona aunque no fuera esa su intencin." No supuso ningn esfuerzo para Tenley poner frialdad en su mirada. Sus ojos tenan el color azul de un glaciar desde el principio. Pensando que podan influir en el resultado de la temperatura de su sonrisa, no se sinti defraudado cuando en un momento esta se torn helada. "Qu demonios ests diciendo?" "No es importante." Tenley se oblig a pausar para pensar en ello, pero fue directo al meollo de la cuestin. "Si, como dices, no has venido a darnos el ultimtum de despedida, entonces qu podemos inferir de tu presencia?" "T puedes inferir lo que quieras, pero yo estoy aqu para poner algunos de mis asuntos en orden. No tiene sentido establecer alojamiento en otro sitio."... "Supongo que ya no vas a usar el coto de casa." "De hecho, s. Slo que se lo prest a un amigo por el momento." Oeste hizo una pausa para mirar alrededor de la gran biblioteca, con su techo abovedado y sus yeseras ricamente esculpidas. "Creo que toda mi casa podra caber en esta habitacin. Ser un precio muy caro a pagar el tenerme tan cerca, Tenley?" "Por qu has trado Mara?" Oeste no dej de percibir el hecho de que su hermano no haba respondido a la pregunta que le hizo. La respuesta, supuso, era muy clara. No poda culpar a Tenley por desear que se fuera. Si se invirtiesen las posiciones, podra muy bien estar pensando lo mismo. "Francamente, yo la traje porque no s qu tipo de recepcin poda esperar. Saba que estaba familiarizada con la propiedad y podra actuar como gua y mentora en caso de que nadie se prestara para la tarea." "Hopper va a encargarse. l es el mayordomo." "Por supuesto." Hizo una pausa, observando que las puntas de los dedos de Tenley se haban blanqueado un poco ms cuando l presion su vaso. "He presumido demasiado invitando a la Srta. Ashby que me acompaara?" "T eres el duque ahora. Puede presumir todo lo que quieras." "Voy a adoptar esa forma de pensamiento con el tiempo, supongo. Tienes razn." La sonrisa de Tenley fue sin humor. "Si queras ofenderme, no lo hiciste. Eso es una pequea observacin que muestra lo poco adecuado que eres para las responsabilidades que reviste tu nuevo ttulo." "No estbamos hablando de responsabilidades. Estbamos hablando de una cierta disposicin hacia los dems." "Una disposicin que se lleva desde la cuna." "Por favor, no me lo recuerdes." En ese momento, la sonrisa de Tenley se convirti en un tmpano. "Crees que estoy hablando slo de nuestro padre comn? Te aseguro que no. Mi madre era la hija de un conde mientras que la tuya era" Oeste esper. Cuando Tenley decidi tomar otro sorbo de su bebida en lugar de terminar la frase, lo hizo por l. "Aunque mi madre no lo era. Eso es lo que quisiste decir, no es as? Tu madre era la hija de un conde mientras que mi madre no." Despus de un largo momento, Tenley asinti. "S," dijo. "Eso es todo." "Pens que deba serlo. No puede haber fallas de observacin: es cierto." Tenley termin su bebida y puso el vaso hacia abajo. "Podras haber enviado un mensaje avisando tu intencin de visitarnos, sobre todo de tu intencin de traer a Mara contigo." "Eso fue un verdadero problema. Ella no dio ninguna seal de que no sera bienvenida." "Le preguntaste?" l no esper que Oeste respondiera. "Cmo terminaste en su compaa? Has estado en la academia de la seorita Weaver?"... Oeste asinti. "Una vez que me enter de que la Srta. Ashby era mi vecina, pens que una visita a la escuela estara bien. No poda alejarme de Londres hasta hace unos pocos das." Tenley hizo un gesto con la mano para indicar el par de sillones de respaldar alto que formaban un ngulo hacia la chimenea. Dej que Oeste eligiera uno, y luego tom el otro. No tena ningn sentido enfrentarse como si fueran combatientes en la sala del Caballero Jackson. "Cul es tu opinin de la escuela?", pregunt. "Mi visita fue breve, pero parece estar cumpliendo su promesa de educar a las jvenes. No tiene la amplitud de los recursos de Eton o Hambrick Hall, pero los profesores parecen adecuados para la tarea y las chicas estn dispuestas a aprender." "Te diste cuenta de que Padre no aprobaba que Maria desempeara un cargo en la academia." "Ella me lo dijo. Pero parece que no lo prohibi, tampoco." "Era infinitamente indulgente con ella." "No lo apruebas?" "No, pienso que debera casarse." "En mi corta amistad con la seorita Ashby, ella no parece ser alguien a quien se pueda obligar a hacer cualquier cosa." "Una larga amistad tampoco alterar su opinin. Ella es particularmente desatinada." Los labios de Oeste se retorcieron con irona. "Naturalmente, nos corresponde al resto de nosotros saber que es lo mejor para sus intereses." "Naturalmente." Aqu haba otra diferencia, pens Oeste. Su hermano no tena sentido de la irona. Pareca que Tenley no poda encontrar el humor ni con un mapa y una brjula. Era una lstima, de verdad, ya que podra haber sido algo digno de compartir con l infinitamente ms importante que el tenor de sus funciones, la anchura de los hombros, o la forma en que ambos se sentaban con las piernas estiradas longitudinalmente delante de ellos. "Hubo algn candidato en particular pidiendo la mano de la seorita Ashby?" pregunt Oeste. La vacilacin de Tenley fue breve pero reveladora. "Me parece recordar que haba un seor Butterfield que aspiraba al puesto. Y un seor Abbot. No quiso a ninguno de ellos, por supuesto. Enarbolando la bandera de su independencia." Recordando la exposicin de Ria durante su viaje a Ambermede, Oeste estaba en apuros para mantener la risa a raya. "Creo que ha ledo la Vindicacin de los Derechos de la Mujer de Wollstonecraft." Tenley salud este comentario aparte, ansioso de aclarar su postura en el asunto. "La cuestin es que ella no es independiente en absoluto. No con un subsidio que hara que la mayora de los hombres mendigara tratando de apoyarla." La asignacin de Ria no era tan grande como eso, pens Oeste, pero tal vez su hermano le envidiaba el uso libre de los fondos. "Yo creo que es su deseo de ser independientes. Ella tendr el control de su herencia en ocho meses."... "Para desperdiciarla en la escuela. Recuerda mis palabras, quedar en bancarrota en su afn de proveer para esas chicas." "Tal vez lo har." Oeste hizo un ademn de indiferencia. "Tal vez slo est exigiendo el derecho a hacerlo." "No prevs un problema? Se presentar en tu puerta y te increpar para que le des la solucin." "Pagarle a sus acreedores, quieres decir? De alguna manera no puedo imaginar que lo hara. Qu hay de la junta de Administradores? No es ms probable que recurra a ellos?" "Podra, pero eso no significa que no recurriera a vos. La junta le exige que haga funcionar la escuela con lo que le dan. No es probable que metan profundamente las manos en sus bolsillos para socorrerla." "Oh? Pens que haba una donacin bastante generosa." "No podra decirlo. Nunca he preguntado. Lo que s es que Mara parece pensar que nunca hay suficiente dinero." Oeste decidi no seguir adelante este tema con Tenley. Se dio cuenta de que su hermano nunca haba tenido la curiosidad suficiente acerca de la escuela como para ser capaz de responder a sus preguntas. Eso significaba la ayuda de Ria de nuevo sobre este tema, algo que haba esperado evitar, ya que ella haba dejado en claro que no comparta sus puntos de vista sobre los administradores. Estaba preparado para preguntar sobre la salud de la condesa y los hijos de Tenley, cuando la puerta de la biblioteca se abri y Ria entr, con un nio en el hueco de un brazo y otras dos personas que trataban de apoderarse de su mano libre. "Nunca digas que los has trado hasta aqu", dijo Tenley, visiblemente molesto por la interrupcin. "Dnde est la niera de James? William? Caroline? Dnde est su institutriz?" William dej de batear la mano de su hermana menor fuera de Ria y llam la atencin a su lado. A los seis aos de edad, se sinti responsable de hablar. "La seora Burke no se siente bien, padre. Ella est descansando." "Y la niera de James? Est descansando tambin?" Ria revolvi el pelo color toffee de William con los dedos, lo que hizo que el mechn color calabaza que haba acomodado antes volviera a caer sobre la frente. "La niera de James ha ido a la cocina para preguntar acerca de la cena de los nios. Es de la opinin de que es tarde, y cree que es probable que se mueran de hambre si las bandejas no se suministran puntualmente." Mir a Caroline esperando la confirmacin, con los ojos alentadores. La nia ofreci un gesto ms bien incierto, ojos azul plido como dardos entre Ria y su padre. "Oh, debes ser ms sincera en tu enfoque, Caro, de lo contrario tu pap va a pensar que te he puesto en su contra." "Creo que de todos modos", dijo Tenley. "Ya sea que te apoyen o no, debes llevarlos de vuelta a la guardera y ver que se queden all. Encuentra una de las criadas para que se quede con ellos hasta que la niera vuelva de la capilla." Oeste pens que Ria pareca ms decepcionada que sorprendida por el presente edicto, aunque incluso esa emocin fue ocultada tan rpidamente que los nios no pudieron verla. l le dio la mxima puntuacin por no hacer ningn comentario. Si hubiera manifestado una demostracin de afecto entre cualquiera de las partes, habra sido incmodo en extremo. Sin embargo, a su pesar tampoco hizo una presentacin formal de los nios, algo que Tenley pareca reacio a hacer l mismo.... "Son nios guapos," dijo Oeste cuando Ria los hubo sacado de la habitacin. "Eres un hombre afortunado, Tenley." "Entenders si las actitudes y acciones del difunto me hacen pensar lo contrario." Oeste asinti dbilmente. "Lo que lo oblig a hacerlo?" Tenley se encogi de hombros. "Me lo he preguntado un centenar de veces desde que cay en su lecho de muerte. Tal vez creas que fue una pelea lo que me puso en desgracia con l, pero eso no fue el caso. Estaba distante en los ltimos tiempos. Pens que era por el hecho de comprender que se estaba muriendo, y no poda juzgarlo por estar as. Sin embargo, no poda prever que sus reflexiones nos conduciran a este paso. T, el duque, yo, el cambio de circunstancias". "T sabes que yo no ped esto." "Por supuesto que lo s. Te imaginars que me importa un comino? Lo hecho, hecho est. Te dir francamente que he preguntado a los abogados por la legalidad del asunto, pero parece que fue cuidadoso en su documentacin, el Sr. Ridgeway me ha informado que todo est en orden y no hay nada que hacer con respecto a los deseos del duque excepto llevarlos a cabo ". Y eso es lo que estaban haciendo, supuso Oeste: analizando sus palabras con cuidado. No haba amor entre ellos, pero no poda ser de otra manera. Ellos nunca se haban conocido, salvo en una especie de forma remota. "Ha sido angustioso para tu esposa?" "Pena es lo que se siente cuando se lleva la sopa fra a la mesa. No hay palabra que describa adecuadamente su estado de nimo ahora que hemos llegado a este paso." Este comentario podra haber sido elevado al nivel de una broma si Oeste no hubiera sabido que su hermano no tena sentido del humor. l igual la gravedad de Tenley. "Siento tener que orte decir eso." Los labios de Tenley haban comenzado a formar una respuesta que fue interrumpida por el regreso de Ria. l no se levant al entrar en la habitacin, pero le dirigi su mirada azul glacial. "Eso que hiciste fue indigno de ti, Mara, traer a los nios aqu. Sabe que yo no puedo soportar ese tipo de interrupcin. No voy a permitir que fomentes" "Perdname, Tenley," dijo con un poco de esfuerzo en la contricin. "No puedo imaginar en que estaba pensando." "No estabas pensando. Ese es precisamente el problema. Sabes que yo no comparto tu idea de que los nios deben estar enredndose bajo los pies." "Esa no es mi idea. Simplemente creo que deberan estar fuera de la guardera en ocasiones y" "Lo estn. La niera y la seora Burke suelen llevarlos al jardn." "No se me permiti terminar. Tambin creo que deberan estar en la compaa de sus padres." "Por qu? Sera completamente aburrido." Tuvo la tentacin de preguntar si se refera a s mismo y Lady Tenley o sus hijos. Pensndolo mejor, dijo: "Eso demuestra el poco tiempo que pasas con ellos."... "Yo no lo niego." Oeste escuch este intercambio con creciente asombro, a pesar de que se esforz por no revelarlo. Haba escuchado a Sur y su hermana Emma lo suficiente para reconocer el combate que formaba parte de ser hermanos. Si no fuera el tema de los nios que los haba llevado al desacuerdo, hubieran encontrado otra cosa. La tomadura de pelo que a menudo estaba presente en las peleas que observaba entre Southerton y Emma no exista aqu, pero decidi que era porque Tenley no tena la capacidad de rerse de s mismo. Tampoco era posible dejar de percibir que haba cierta tensin entre ellos. Se sugera en la leve rigidez de la expresin de Ria y la tensin en los ojos y la boca de Tenley. La causa no era tan fcil de discernir, pero Oeste estaba desarrollando una hiptesis que quera poner a prueba en el futuro. Si tena razn, debera recorrer un largo camino para explicar cosas que no entenda en ese momento. Oeste ofreci a Ria su silla, pero ella eligi el sof en su lugar. "Yo no quera interrumpir su charla." El labio superior de Tenley se curv. "Sin embargo, lo has hecho dos veces. Aun as, es preferible a tenerte escuchando tras la puerta." "Yo no escucho tras las puertas." Oeste tosi educadamente en su puo. "Ests seguro de que no quieres tomar algo?" pregunt Tenley. "Gracias, pero no. No es nada." Tenley se encogi de hombros y se levant. "Si me disculpan. Voy a preguntar por mi esposa." Oeste asinti con la cabeza y no dijo nada hasta que Tenley estuvo fuera de la habitacin. "Crees que va a tomar tu ejemplo y presionar la oreja a la puerta?" "Desleal", dijo Ria. "Lo hice una vez y me arrepiento de todo corazn por ello. Ojal no lo hubiera dicho." "Probablemente no deberas haberlo hecho. Es el tipo de cosa que yo probablemente saque a relucir una y otra vez." l levant la mano, aplazando su respuesta. "Dime por qu lady Tenley no nos ha recibido an." "No puedo decir por qu no nos ha dado la bienvenida, aunque si tuviera que aventurar una conjetura, sera que la noticia de mi llegada la ha puesto directamente en su cama." "Ella no es una admiradora tuya, sospecho." "No." "No mencionaste esto cuando te ped que me acompaaras a Ambermede." "Tu recuerdo est en desacuerdo con el mo. No recuerdo que me lo hayas pedido." "Muy bien. Cuando insist en que me acompaes. Satisfecha?"... Despus de haber aclarado su punto de vista, Ria asinti serenamente. "Mis opiniones no cuentan. Cmo iba a saber que reaccionaras as?" "No me entiendes. Yo no he dicho que habra alterado el resultado, slo que me hubiera gustado saber. La sorpresa est muy sobrevalorada." "Voy a recordar eso." Oeste inclin la cabeza una fraccin. "Perfecto. Ahora, dime por qu lady Tenley no est entre tus admiradores. Deben conocerse bien de pasada. T todava estabas en la casa cuando Tenley se cas." Ria retuvo el aliento y lo dej escapar lentamente. "Creo que Su Excelencia sabe la respuesta. No es necesario que lo diga en voz alta." "Entonces lo har yo, slo por el hecho de exponer el asunto claramente ante nosotros." Se detuvo un instante y luego dijo. "Es porque Tenley est encendido de pasin por ti." Captulo Seis "Encendido de pasin por m?" Por una vez, Ria no trat de ocultar su diversin. "Eres tal como te describes un romntico". "Y t ests tratando de evadir el tema. Tenley est enamorado de ti." Ria se puso seria. "Puedes imaginarlo enamorado de m? Slo soy un viejo hbito, una costumbre difcil de romper, como ponerse el zapato izquierdo primero. Ha pasado mucho tiempo desde que se acerc a su padre para pedir mi mano. Yo slo tena diecisis aos". "El duque consider que eras demasiado joven?" "No lo s. l no habl de ello conmigo. Tampoco Tenley. Slo supe de su intencin cuando pidi mi mano a su padre de nuevo al ao siguiente. Esta vez, cuando el duque lo rechaz, l vino a m". "Y le diste las gracias por el honor de su propuesta, etc." "Algo as, aunque espero que no haya sonado tan superficial. Me gustara pensar que tuve compasin por su situacin y cierta sensibilidad hacia sus sentimientos". "La verdad de Dios, espero que no. Los hombres no quieren mujeres que sientan lstima por ellos, eso es completamente decadente. Un puetazo duro en el corazn una vez y listo. Podemos recuperarnos de eso. Lo otro es una tortura". Ria mir a Oeste, analizando lo serio que estaba. "Eso es extraordinario. Realmente piensas de esa manera?" "S lo hago". "Hablas por experiencia propia?" "No, pero es lo que quisiera para m. Y creo que puedo asegurar que es lo que desearan mis amigos. Pero yendo al punto, tu respuesta fue lo que le hizo cambiar sus intenciones para contigo o simplemente lo espantaste al explicarle cuales eran tus sentimientos por l?" "Lo ltimo." Oeste levant una ceja para enfatizar su idea. "Bueno, ah lo tienes." "Tenley es como un hermano", dijo. "S, ese es mi punto de vista tambin. Ustedes estn ms en el camino de los hermanos que de los amantes". Ria se sonroj hasta las races de su pelo pero se las arregl para dar un vistazo a Oeste. "Algo muy apropiado, ya que est casado". "Esa es mi opinin, tambin. Creo que estabas en lo correcto sobre l, Tenley slo imagina que est enamorado de ti. Cmo te describiste? Una vieja costumbre, un hbito difcil de romper? Algo acerca de un zapato izquierdo?" "S. Eso es lo que dije." "Eso no debe de caerle muy simptico a la condesa. Ella no puede estar ajena a la corriente subterrnea que existe entre t y su esposo". "No hay ninguna corriente subterrnea." "Te pido perdn, maldita sea, este asunto es como las aguas revueltas de un rpido. Pens que iba a perder mi equilibrio y ser succionado por el remolino. Tenley te trata como a una hermana, pero no ha sido capaz de pensar en ti como una". Oeste vio que Ria estaba rumeando algn pensamiento que le haca morderse el interior de la mejilla. Se aventur a lanzar una conjetura que explicara el tenor de sus pensamientos. "Tal vez el comportamiento de Tenley hacia ti no siempre ha sido tan fraternal. Es as?" Ria dej de mordisquearse la mejilla, pero no dijo nada. "As que no ha cejado en su bsqueda. Ha tratado de forzarte de alguna manera?" "No!" "Te ha comprometido, entonces. Te ha incomodado con sus atenciones?" Sus ojos se deslizaron por encima de Oeste para mirar a un punto por encima de su hombro. Consider lo que podra decir, pero decidi no responder. "No te preocupes", dijo. "Tu silencio es ms que elocuente." "Mi silencio no es una respuesta. No asumas que sabes lo que significa." "Por supuesto." A pesar de que su tono fue bastante agradable, no daba a entender que haba cambiado de opinin. "Tu llegada a la biblioteca, acompaada por los nios, comienza a cobrar un sentido diferente. Creo que queras hablar con Tenley pero no a solas. Los nios eran un escudo innecesario, ya que yo ya estaba con l. Te salv de estar sola, pero tampoco pudiste hablar con l claramente". "Tienes una idea picante de lo absurdo." Oeste sonri. "Voy a atesorar eso." "Tonto". "Tal vez, pero los tontos no siempre estn equivocados. De hecho, en calidad de observadores de la comedia humana, es posible que no tengamos competencia". "No entiendes que es un insulto?" "As es, pero no pareces tener el don para que surta efecto." "Tendr que esforzarme, entonces." La sonrisa de Oeste se suaviz. "No te gustaran las consecuencias por tocar mi centro sensible." Vio que su advertencia, ofrecida con total sinceridad, logr que la barbilla de Ria se elevase un poco. "Yo no estaba lanzando un desafo", dijo. "Perdn, no lo tome como tal." Indic la puerta detrs de ella con un movimiento de su mano. "Tenley volver dentro de poco, sospecho, y muy probablemente con su esposa. Sugiero que utilices este tiempo para decirme que es lo que puedo esperar de este encuentro". Ria reacomod sus pensamientos rpidamente. "Margaret ser toda amabilidad. Su ausencia hasta el momento es altamente inusual y debe haber sido influenciado por mi presencia. No existe ninguna aversin hacia ti". "En serio? Ella me tiene en alta estima?, nunca hubiera podido imaginarlo siquiera." "A riesgo de punzarte en tu centro sensible, lo ms probable es que le tenga ms estima al ttulo que a ti. Margaret es absolutamente prctica". "Me siento aliviado de escucharlo." Ria suspir audiblemente, inexplicablemente aliviada por no haberlo insultado. No poda predecir cmo reaccionara. A decir verdad, ya no estaba segura de cmo reaccionara ella misma. "Ella va a ser corts conmigo," dijo Ria. "Pero eso slo ser mientras estemos frente a ti, despus me evitar todo el tiempo, y si no puede, yo la evitar a ella". "Te ve como una amenaza para su matrimonio?" "S, pero no le he dado ninguna razn para que deba preocuparse." "Pero Tenley lo ha hecho." "No puedo asegurarlo. No estoy al tanto de qu clase de conversacin mantienen. Todo lo que s es que desde el principio, he sido considerada como sospechosa." "Ella es celosa por naturaleza o por las circunstancias?" Ria no entendi, y su desconcierto se mostr claramente en sus ojos expresivos. "Tendrs que explicarme que quieres decir con eso. "Algunas personas son celosas en su esencia misma, quieren lo que no tienen, simplemente porque no lo tienen, y rara vez necesitan otra razn. Tambin hay celos que se suscitan por el temor de perder algo que han conseguido. Celos circunstanciales, si se quiere". "Entonces Margaret encaja en el ltimo caso. No es celosa por naturaleza, sino por miedo de que Tenley le sea infiel." Con razn, pens Oeste, pareca que su hermano tena algo ms de su padre en l. "Tenley dice que ella se angustia fcilmente." "Tiene razn. Sus nervios estn tensos, y se requiere muy poco para alterar su equilibrio, sin embargo, no fue siempre as". "Te fuiste de Ambermede poco despus que Tenley estableci su residencia con su condesa." "S, pero yo estuve completamente de acuerdo." "Westphal y Tenley no te apoyaron, sin embargo, te apoy la Seora Tenley?" "Ella..." Ria paus, buscando las palabras correctas. "Me alent a hacerlo". "Y te has mantenido al margen desde entonces?" "No. Tu padre resida en Ambermede durante al menos cuatro meses al ao, por lo que nunca dej de visitarlo. Sin embargo, he preferido ir a Londres cuando el duque estaba all y Tenley no. Tengo un gran afecto por los nios que Margaret no me envidia, no desconfa de mi cario hacia ellos." Los hombros de Ria suban y bajaban con sus suspiros. "Muchas veces he pensado que si Tenley reconociera lo que sea que siente por m, Margaret y yo podramos considerarnos como algo cercano a dos amigas". "Algo parecido a dos amigas?", pregunt. "Por qu no amigas?" "Porque la amistad que podramos disfrutar siempre sera ensombrecida por las dudas y los temores. Acepto que, tambin est la cuestin de los diferentes intereses. Margaret disfruta de actividades que se consideran totalmente femeninos, mientras que a m me entusiasma embarcarme en empresas que" "Eso pellizca los lmites entre los hombres y las mujeres?" pregunt Oeste con inflexin irnica. "S, estoy empezando a apreciarlo". "Eso es probablemente lo mejor," dijo ella, ignorando su sarcasmo. "Nos ayudar a tratarnos bien mientras estemos juntos." Oeste lo dudaba, pero no ofreci esa opinin. "Estoy a favor de pellizcar los lmites", dijo, levantndose de su silla. Cerr la distancia hasta el sof de dos zancadas giles y cay sobre el cojn a su lado. La sorpresa la mantuvo inmvil el tiempo suficiente para permitir que l pusiera su brazo en el respaldo curvo y cerca de sus hombros. "Vas a confiar en m?" "Por supuesto, pero" Oeste saba que eso en s era una respuesta. No importaba lo que ella agregara para terminar la frase, ninguna otra palabra podra negar lo que haba dicho antes. Lo acept como una afirmacin y se volvi ligeramente hacia ella, dejando caer un brazo en la espalda para abrazarla por los hombros, y rodearle la cintura con el otro. La atrajo hacia s, tan rpida y fuertemente que no pudo contrarrestarlo. Sus brazos estaban atrapados apretadamente a sus lados, y cuando ella se tens en reaccin, se limit a pegarla al ras de su cuerpo. Vacil una fraccin de segundo, con la cabeza inclinada hacia un lado, luego baj su boca a la de ella. "Confa en m ", dijo de nuevo, con su voz convertida en un susurro ronco e intenso. Luego sus labios la cubrieron. Oeste se dio cuenta de que en su mente, se dispar una advertencia. Este beso era ms intenso que todos los que recordaba, ms dulce, ms voraz, ms profundo, ms codicioso y su reaccin fue tan inesperada como inoportuna. No tena la intencin de romper su promesa de no volver a caer en la misma trampa una segunda vez, pero... De todos los planes mal concebidos... Ese pensamiento parpadeaba en su mente como la llama de una vela atrapada por una corriente de aire, sacudindose salvajemente. No poda estabilizarla, sin embargo, se extinguira? Cerr los ojos con fuerza y la bes con ms urgencia, escuchando esa alarma fuera de s que le deca que se detuviera, sabiendo que l no quera hacerlo. "Oh!" Margaret Warwick Fairchild, Lady Tenley, entr en la biblioteca delante de su marido, saba que la visin de la pareja en el sof estaba libre de toda obstruccin, debido a que la altura del espaldar no era suficiente como para resguardarlos. Dese poder mirarla y calibrar su reaccin a lo que estaban viendo. Estaba segura de que estara luchando para poner una mscara de indiferencia en su rostro. Oeste no permiti que Ria rompiera el abrazo con una actitud culpable. Levant la cabeza lentamente, la sujet mientras le lanzaba una mirada larga y significativa y una sonrisa pcara, y luego volvi a colocarle la mano en la cintura. Mantuvo su brazo alrededor de sus hombros, mientras su cabeza giraba en direccin a la puerta. "Parece que estamos atrapados", dijo con mucha sangre fra. "Eso fue inesperado." Ria saba que era una mentira, pero no porque lo oy en su voz. Esos tonos cuidadosamente modulados no revelaban nada. Ella sospechaba que l haba odo a Tenley y Margaret acercarse antes de que giraran la manija de la puerta. l tena la intencin de ser atrapado. Lady Tenley se llev una mano a la boca para ayudarse a reprimir una sonrisa. "Las disculpas son innecesarias, creo." Corri hacia el sof cuando Oeste acomod a Ra sobre el silln y se puso en pie. "Usted debe estar esperando obtener cierto grado de privacidad en su propia casa. Despus de todo, la mansin es ahora suya, no es as?" "No dramaticemos", dijo Oeste amablemente. "Yo s que soy el intruso, y t eres muy amable al hacernos sentir bienvenidos". Ria observ que Margaret apenas poda dar crdito a cmo transform drsticamente una velada reprensin en una tcita disculpa, y disolvi su expresin de disgusto volvindola caritativa. La diferencia era tan sorprendente que Ria parpade, esto era algo ms de lo que poda haber previsto, y ella saba muy bien que Margaret no slo estaba respondiendo al ttulo del hombre frente a ella, sino al hombre mismo. Arriesgando una mirada de reojo a Oeste, no pudo discernir si la reaccin de Margaret era fuera de lo normal, sin embargo, estaba bastante segura de que esto era una experiencia nueva para l. Ria acept la mano de Oeste cuando se lo ofreci y le permiti que la ayudara a ponerse de pie y trat de no mostrar su alivio cuando l mantuvo entre ellos una distancia perfectamente respetuosa. Le solt las manos y se volvi entonces hacia Margaret, que lo miraba con una sonrisa que esconda una pregunta. Ria fue la primera en responder pronta el interrogante. "Margaret", dijo en voz baja. "Lamento haberme impuesto a tu hospitalidad. Espero que aceptes mis disculpas por no haber podido dar aviso de nuestra llegada". Lady Tenley acept el reto y ofreci una paz pblica. "No hay necesidad de disculpa alguna. Creo que todos comprendemos que nuestras nuevas circunstancias requieren una cierta flexibilidad de pensamiento y accin. No se requiere ningn aviso. Somos una familia, no es cierto? No existe la imposicin". Ria pens que el tono de Margaret podra haber sido un poco menos fresco, pero hizo un buen esfuerzo, y eso era tal vez un buen comienzo. Se prometi a s misma que no lo tomara en serio si se enterara ms tarde de que Margaret caa en la cuenta de su actitud y lo tomaba de mala manera. Margaret puso la mano sobre el antebrazo de su marido y le alis la manga de la levita negra. "No tienes nada que desees aadir, mi seor?" "Yo ya les he dado la bienvenida", dijo Tenley. Sus ojos se movieron entre Ra y Oeste, y luego descansaron en su esposa. "Por qu nadie ha anunciado la cena?" Ria se retuvo de hacer una observacin burlona. Tenley estaba irritado, y ella deseaba ser la aguja que lo pinchara en ese momento. Pero pensndolo bien, no sera prudente provocar un clima incmodo para la cena. Margaret le ofreci a Tenley una sonrisa indulgente, ignorndolo, y dirigi a Ria y Oeste la conversacin, preguntando acerca de su viaje, desde Londres, sobre la academia, su salud y, finalmente, el clima. En el momento en que se sentaron a cenar, ella les haba hecho fcil mantenerse en silencio, excepto a Tenley, que aunque haba dicho poco le otorg el privilegio de agradecer los alimentos. La cena consista en sopa de patata ligeramente sazonada, pan caliente, de gruesa corteza, y trucha al horno. Un men muy satisfactorio para esas horas tardas y Lady Tenley estuvo encantada de aceptar los cumplidos de Oeste para el cocinero. La conversacin volvi a trancas y barrancas. Poltica. Teatro. Libros. Arte. Por mutuo acuerdo tcito, evitaron el tema de cualquier cosa que pudiera ser interpretado como personal, y muy especialmente la cuestin sobre el beso interrumpido. Ese tema qued en suspenso hasta que los sexos se dividieron despus de la comida: Oeste y Tenley se quedaron sentados a la mesa para beber una copa de oporto, Ria y Margaret se excusaron y avanzaron hacia el saln. Ria poda admitir francamente que tema estar a solas con Margaret. Su patrn habitual tras la cena era dejar el comedor juntas y encontrar inmediatamente diversiones independientes. Cuando no tenan ms remedio que compartir la misma habitacin, se dedicaban a quehaceres solitarios como bordar o coser, y la conversacin entre ellas era escrupulosamente educada e insustancial. Lady Tenley era una feroz guerrera, un hecho que a menudo pasaba desapercibido para las personas que la conocan poco. Su delicada apariencia, como de mueca, su tez de porcelana, el mentn pequeo, y los rasgados ojos aguamarina servan para mostrar un aspecto sumiso, que revelaba de alguna manera un carcter carente de espritu, tal vez incluso indeciso, y que estara mejor envuelta en algodones. Pero nada ms era una ilusin. Ella era, de hecho, de ideas firmes, protectora de la familia, impaciente con la incompetencia, y no soportaba a los tontos. Esos rasgos delicados podran convertirse en adustos, incluso arrogantes, cuando se senta amenazada, y tena una forma de imponerse que haca que su diminuta estatura fuera irrelevante. "Vas a darme explicaciones, espero," dijo Margaret, una vez que estuvieron solas. "Te estabas ofreciendo a l, o l a ti? No me he imaginaba que podras ser tan falta de sentido comn". Ria suspir. "No puedo disfrutar de un capricho?" "Un capricho? Sers afortunada si Tenley no te hace marchar hacia el altar." "Cmo es eso de ser afortunada?" "Seguramente sabes que ese tipo tiene una cierta reputacin." "Lo que s es que no lo ests llamando por su nombre. l es Westphal, no un tipo, Margaret, y cualquiera que sea su reputacin, ser reevaluado a la luz de eso". "l es tu tutor. No debe aprovecharse de ti." "Y no lo ha hecho ", dijo Ria con firmeza. Apenas lo dijo se dio cuenta de la admisin de su confusin a Margaret. El tenor de esta entrevista no era lo que ella haba esperado. Dnde estaba el alivio que le otorgara el que el afecto de Margaret estuviera comprometido en otros lugares? Haba visto a travs de la farsa de Oeste, o se limit a sentir, queriendo convencerse? "Me gusta mucho, Margaret, pero no hay que preocuparse de que me haya comprometido, no traer la vergenza sobre la familia". "Westphal podra no compartir tus escrpulos." "Eres demasiado dura." No haba ninguna razn para que Margaret supiera sobre el arma que llevaba, o de su incursin a sus apartamentos privados, o su insufrible prepotencia. "Ha sido siempre amable y decente". Los ojos de Margaret se agudizaron mientras consideraba esto. "l no es Tenley", dijo al fin. Ria frunci el ceo. "No lo entiendo. Qu quieres decir con eso?" "l no es tu hermano, " dijo Margaret. Su pausa fue inusualmente larga mientras sopesaba sus palabras. "No quiero ser desagradable abordando este tema, pero debo sealar que no puedes satisfacer tu afecto por Tenley sustituyndolo por su hermano". Qu poda decir que sonara creble? se pregunt. Negar que no tuviera ningn sentimiento ilcito para con Tenley, ms all del que una hermana tiene por su hermano, pareca poco probable que convencer a Margaret. Si Ria necesitaba pruebas de la profundidad de los sentimientos de Margaret para su marido, las tena ahora. Margaret no poda concebir que una mujer eligiera a otro hombre sobre Tenley. Adems pareca inapropiado discutir los sentimientos de Tenley. Aunque Ria saba que Margaret era consciente de los sentimientos de su marido, tambin saba que Margaret tena demasiado orgullo para admitirlo en voz alta. Decidi que haba una sola direccin que podra tomar, y esa era Oeste. Ni el juego de palabras, ni la realidad la divertan. "Vas a pensar que soy una desvergonzada, " dijo lentamente, como si las palabras salieran de ella contra su voluntad. "No he conocido demasiado a Su Gracia, pero soy plenamente consciente de que su existencia se menciona raramente en esta casa, pero desde el principio ha sido como si nunca hubiera dejado de tratarlo. Tal vez tengas razn, y es la semejanza de porte y la manera de actuar que comparte con Tenley lo que hace parecerlo as, pero no creo que sea tan slo eso. Lo que siento por l en mi corazn supera todo lo que he conocido. No puedo decir si se trata de amor, slo que creo que podra serlo, porque mi corazn tropieza cuando est en la misma habitacin que yo, y mi pensamiento se dispersa como la semilla silvestre en el viento. Es irritante y arrogante y siempre cree estar en lo cierto, sin embargo, yo le perdono todo, no porque quiera hacerlo, sino porque no puedo dejar de hacerlo". "Oh", dijo Margaret en voz baja. Se sent en el sof, en el borde como una reina. "Nunca le perdonaste a Tenley esas cosas." Ria fingi pensar en eso. "No, no lo hice. Nunca lo he hecho. Qu piensas de eso?" "Cuando Tenley me cortejaba, lo perdon esas cosas tambin." "Entonces el impulso pasa," dijo Ria. "Eso, al menos, es bueno." La expresin de Margaret se suaviz con una sonrisa delgada. Su mirada fue ms all de Ra hacia la repisa de la chimenea, donde vio que al gato egipcio le faltaba uno de sus ojos de esmeralda. "An sigo perdonndole sus transgresiones." Ria asinti. "Lo amas." "S". "Es amor, entonces, lo que yo siento por Westphal?" "Creo que podra serlo." Ria suspir profundamente y se sent. "Me tienes que dar consejos, Margaret, porque yo no tengo idea de cmo seguir de ahora en adelante". Oeste tena el sueo ligero. Le sirvi bien durante la campaa espaola cuando tena que tomar su descanso donde quiera que pudiera encontrarlo. Una vez se haba metido en una grieta en la roca y se despert ante la proximidad de una patrulla francesa a un centenar de metros de distancia. Haba dormido acurrucado en el suelo hmedo de una bodega y se haba despertado por el sonido de un corcho saltando por la presin de una botella. Haba pasado una noche memorable de espaldas en la cama de una prostituta, parndose al instante cuando ella desenvain una daga de debajo de su cors. Nunca se preocup por no despertarse. Siempre lo haca. Por eso se sorprendi cuando se puso recto y Ria dijo, "duermes como los muertos." No le fue posible orientarse de inmediato, simplemente la mir parpadeando. Estaba de pie a su lado iluminada por una vela y la llama vacilante pona reflejos en su mejilla y la parte inferior de la barbilla. Sus ojos lo observaron desde la sombra, hacindolos increblemente oscuros, casi como si llevara una mscara en la mitad superior de su cara. Su bata de franela cepillada estaba apretada alrededor de su cintura, pero la apertura de su cuello revelaba el blanco escote del camisn y el hueco de su garganta. La llama de la vela parpadeaba vacilante otra vez, y Oeste se dio cuenta de que era a causa de que Ria cambiaba su peso de un pie al otro en el mismo lugar, y fue lo suficientemente curioso como para apoyarse sobre el borde de la cama y echar un vistazo. "Dnde estn tus zapatillas?", pregunt. "Eso es todo lo que tienes que decirme? He venido a tu habitacin en medio de la noche, y slo preguntas por mis zapatillas?" Se qued inmvil por un momento. "Admitirs que es de lo ms curioso." Gimiendo suavemente, Oeste cerr los ojos y se apoy pesadamente contra la cabecera de la cama. Se pas una mano por el pelo antes de correr el riesgo de abrir un solo ojo. Cuando confirm que ella segua all, que bajo ningn concepto era este el resultado de compartir demasiado oporto con Tenley, hizo un balance de la situacin y encontr que a pesar del sentido comn y la decencia, ni por un momento poda pensar en lo que podra decir para impresionarla. "Maldita sea, maldita sea." Ria sacudi su cabeza y la plida trenza de pelo que caa sobre sus hombros se acomod sobre su espalda. "Normalmente no soporto que se digan maldiciones", susurr. "Pero has capturado la esencia de mis propios pensamientos". "Oh, bueno," dijo secamente. "Es un alivio saberlo. Yo tena mucho miedo de no comprender el funcionamiento de la mente de una mujer. Descubrirlo hoy, a esta hora, nada menos, bueno, puede ver que estoy sobrecogido por la noticia". La boca de Ra expres desaprobacin. "Veo que te refieres a ser insoportable." "T crees que existe alguna otra manera que debo adoptar?" le pregunt con frialdad. "Me gustara saber cul es. Vienes a medianoche. Ests aqu sin invitacin. Tenley y su esposa duermen a un tiro de piedra de mi dormitorio. Ambos tenemos puestos nuestros camisones. Y esto puede ser el factor ms relevante, no hay ningn maldito incendio! No se puede concebir que existir un mejor enfoque, quin sabe si no tenemos que marchar hacia el altar como consecuencia?" Ria se volvi ligeramente y se sent, enganch el candelabro en el borde de la cama. "Ojal hubiera estado tan lcida cuando apareciste en mi habitacin en la escuela. La situacin no era muy diferente, aunque creo que podra haber evitado el matrimonio. La consecuencia ms probable de haberse descubierto habra sido mi despido. Entiendo que no consideraste eso como un final tan trgico como el matrimonio, pero hubiera sido de igual importancia para m". De no haber estado sentada, Oeste hubiese considerado la idea de plantar el pie con fuerza contra su trasero. Pero lo pens mejor y se apacigu. Ria capt el movimiento bajo el edredn y dijo con acento ligeramente acusador, "Ibas a empujarme hacia el suelo". "Iba a empujarte fuera de la cama. Independientemente de cun lejos estuviera el suelo de ti." Ella apenas poda dar crdito porque no mintiera acerca de su intencin. "Eso es algo, al menos." La frente de Oeste se frunci. "Perdn?" Ria no se dio cuenta que haba hablado en voz alta. "No es nada. Slo estoy meditando." Oeste decidi que era mejor dejarlo pasar. Suspir. "No vas a ir al grano? Por qu ests aqu?" "Cmo es que no lo sabes?" pregunt ella. "En verdad eres responsable. Es que en la biblioteca no se ha promulgado el edicto de que debes poner las cosas en orden?". "Poner las cosas en orden? Qu es lo que est mal? Pens que todo estaba muy bien. Tenley est resentido, y Margaret aliviada. Mi hermano se recuperar pronto de su corazn herido, y Margaret ser menos inflexible. Ella fue toda cordialidad durante la cena. Creo que el beso ha sido un xito". "Margaret fue agradable durante la cena, para que no percibieras que se senta descompuesta por tu presencia all. No comprendes que mientras exista la esperanza de que estuviramos apegados el uno al otro, ella segua reservndose el juicio. Una vez que estuvimos solas en el saln, me desafi. Al principio no saba que es lo que realmente buscaba, entonces me di cuenta de que quera ser convencida". "Convencida?" El corto suspiro de Ria comunic su impaciencia. "Convencida de que ya no tena sentimientos afectivos por su marido. Convencida de que no me prestaba a tus avances, simplemente porque eres el hermano de Tenley. Convencida de que no iba a estar en peligro. Convencida de que mis sentimientos estaban profundamente comprometidos. En resumen, convencida de que lo que vea no era una farsa". "Ya veo", dijo Oeste arrastrando las palabras. Luego se dirigi directamente a la parte de la exposicin que encontr ms llamativa. "Debo entender que Margaret me considera un sustituto inferior de mi hermano? Eso es realmente insostenible". Ria lo mir. "No puedes hablar en serio?" "S, pero no por esto. Ests haciendo un mundo de sus dudas." "Lo que quiero decir, excelencia, es que ella ya no tiene dudas. La convenc." "Bueno. Entonces es un final agradable para un da largo. Vas a volver a tu cuarto ahora?" "Convenc a Margaret porque le dije que te quiero." Ria sinti un agudo sentido de satisfaccin cuando esa declaracin obtuvo toda la atencin de Oeste. Era difcil de discernir a la luz de las velas, pero estaba casi segura de que los colores de su rostro normalmente saludables se hubieran tornado cenicientos. "Es cierto", dijo. "Le dije que te quiero." "No hay nada malo con mi audicin. Una vez fue suficiente". "Slo para asegurarme. Ahora que sabes todo esto, me voy." Empez a levantarse y se encontr con la mueca apresada por un agarre seguro. El tirn fue totalmente innecesario porque an estaba sentada." S? " "Esa expresin de regocijo no queda nada bien en tu cara." Ria no hizo un muy buen esfuerzo para quitar su sonrisa. "No vas a soltar mi brazo, Su Gracia?" Oeste mir el lugar donde sus dedos rodeaban la fragilidad de los huesos de la mueca, luego a ella. "Y no quieres llamarme Oeste? Estoy harto del ttulo." Levant los ojos y vio claramente la vacilacin marcada en su rostro. "Pero una sola cosa ms," dijo, " yo no te presion para que me hicieras ningn favor." Solt la mueca para probar que contestar su peticin no se deba a que su respuesta lo conformara. "Muy bien", dijo ella, aleccionadora. "Si eso te complace. Oeste." "Bueno." Extendi la mano tom la vela y la coloc junto a la cama. "Ahora, como es lo otro, la cuestin de que me amas, eso es un cuento de Banbury, no es as?" "T pnico no es halagador." "Juzgas mal mis sentimientos. No es pnico, es terror." En otro momento, el sonido de la risa de Ria le habra gustado. Ahora pareca excesivamente fuerte y segura de atraer la atencin. Se lanz hacia delante con rapidez y coloc su mano sobre su boca. "Ten cuidado ", le susurr al odo. "De otro modo tendrs a Tenley corriendo a la habitacin." Por sobre la mano, los ojos de Ria se abrieron. Asinti con la cabeza bruscamente varias veces para mostrar su conformidad. Cuando la presin en la boca baj, aadi una disculpa con el mismo susurro ronco que l. "Lo siento. Lo entiendes, no es a Tenley a quien debemos temer. No es probable, como sugiri Margaret, que insista en que marchemos hacia el altar. Es Margaret quin querra vernos encadenados". "Un punto justo", dijo, dejando caer su mano "pero me gustara tener una respuesta a mi otra pregunta." Ria tuvo que pensar un momento, para entender lo que le haba preguntado. "Oh, te refieres a lo que le dije a Margaret. Simple. Era una mentira, nada ms." Lo que ms le sorprenda a Oeste era que para su mente no era tan simple. "Eso es bueno", dijo, aunque se pregunt por qu tena que forzar la conviccin en su voz. Decidi que si no llevaba el control ahora, nunca lo hara, y quedara la premisa de que todo estaba bien tal como ella deca. Ria, advirti, pareca inquieta. "Margaret no te ha presionado para que le confirmes tu relacin conmigo, verdad?" "Ella me ha asesorado sobre todas las formas en que podra alentarte a proponerme matrimonio. Te sentirs aliviado al saber que si sigo sus instrucciones, cuando concretemos, estars convencido de que ha sido idea tuya". "Ella es diablica, entonces." "Completamente". "Tal vez no deberas haber sido tan convincente. " "Yo no vi otra alternativa. T empezaste esto, sabes. Yo no le dije que me devolvas los sentimientos". "As que ella piensa que soy un canalla a fondo." "Por supuesto, pero eso no tiene importancia. Sigues siendo el duque de Westphal." l asinti con la cabeza, como reacio a confirmar la veracidad del hecho. "Qu hay que hacer?" "Es simple. Ahora que Margaret comprende plenamente mis sentimientos por ti y ya no teme que le quite a Tenley, es importante que no parezca demasiado ansiosa por tus avances". "Estabas muy ansiosa? No me haba dado cuenta." De lo que Oeste se daba cuenta era que se estaba divirtiendo enormemente, no jugando con esa emocin, sino realmente esclavizado por ella. Se le ocurri que los ocho meses que a Ria le quedaban hasta que fuera legalmente independiente de l no era tanto tiempo como haba pensado primero. "Quieres decir que me despreciars, esa es la dura verdad?" "Despreciarte? No, eso es demasiado duro. Margaret me ha asesorado para que sea ms sutil que eso. Ella dice que podras sentir que todo fue fingido si repentinamente dejara de mostrar inters. Tambin llevara a aumentar las esperanzas de Tenley y a darle motivos para perseguirme de nuevo. Ninguna de las dos reconoci este punto en particular de forma explcita, pero nos entendimos bastante bien." "Parece como si te estuvieras refiriendo a caminar por la cuerda floja, pues. No te ofendas, Ria, pero no estoy seguro de que la sutileza sea tu punto fuerte. Has pensado en lo que vas a hacer para resistirte a m? Puedo ser persuasivo, ya sabes." Ella no lo neg. "Entonces, al menos deberas esforzarte." "Cmo?" Debajo de las sbanas, Oeste estir sus piernas. "Est en mi naturaleza." Ria ofreci una mirada de desaprobacin: la boca ligeramente fruncida, los ojos fros como un pedernal, y la mandbula rgida. Las cejas de Oeste se levantaron. "Yo tomo esa mirada como una respuesta de oposicin a mis inclinaciones." "Muy bien." Los msculos de su rostro se relajaron y sonri, no en voz lo suficientemente baja como para borrar su seriedad, sino con la gravedad de alguien que dicta una sentencia. "Lo has entendido perfectamente." "No veo cmo podra ser de otra manera. Esa actitud de directora que adoptas pondra frenos a los avances de los pcaros ms decididos de la alta sociedad, y no me cuento como uno de ellos. Como Sur podra decir, es una expresin que repele a todos los intrusos". Ella suspir." Es como has sealado, entonces. Yo no tengo el talento para sutilezas. No se supone que deba repelerte a ti." "No has entendido el enigma. Tal vez lo que Margaret quiso decirte es que me permitas acercarme al agua, pero que debes impedir que beba". "S. S, por supuesto. Eso es precisamente lo que me dio a entender". Oeste sonri y se acomod contra el espaldar de madera de nogal pulido otra vez. Cruzando sus brazos sobre el pecho, hizo un estudio considerando la expresin de Ra. "Est muy bien que yo est en lo cierto, pero la cuestin es saber cmo ponerlo en prctica". Su abrupta parada fue acompaada por el ligero temblor del marco de la cama. "Mrate. Te ests congelando." Levant una esquina de la colcha y le ofreci refugio debajo de ella." Es probable que tu temblor me expulse de mi propia cama. Entra." "Obedezco slo porque tengo muchsimo fro", dijo. "No porque t seas convincente en este caso." "Puedes alegar la excusa que desees, pero por favor, metete rpidamente." Se movi unos centmetros hacia el medio de la cama, levant las mantas un poco ms, y mir fijamente el espacio junto a l. "Encontrars que est ms caliente aqu". Ria se desliz bajo las sbanas y desestim su ayuda para acomodarlas a su alrededor. Frot las plantas de sus pies descalzos contra las sbanas. La friccin aadi una placentera descarga de calor a un estremecimiento violento. "Esto es de lo ms inadecuado." "Eso es lo que he pensado desde el momento mismo en que te v parada al lado de mi cama. Ahora nuestra posicin es la eleccin de ser colgado como una oveja en lugar de un cordero. Aun as, voy a contar con que te escondas bajo la cama en caso de que alguien se acerque." "Por supuesto." "Ests extraamente complaciente." Ella se encogi de hombros. "Tal vez es porque realmente no espero una interrupcin. Cerr la puerta con llave." Oeste levant la cabeza un centmetro, y luego la dej caer de golpe contra la cabecera de la cama. Por un momento cerr sus ojos. "Maldicin, Ria, eso no es el tipo de cosa que debes decirle a un hombre que slo te ha invitado a compartir su lecho". "Oh, te refieres a ser un caballero? Pens necesitabas ayuda para hacer otro avance." "Bueno, si lo fuera, no es de buen gusto que lo digas, verdad? Y si estabas pensando que estaba ofreciendo calidez como un seuelo, por qu no has tenido el buen sentido de rechazarme?" Levant una mano, aplazando su respuesta. "No importa. No tiene importancia ahora. No puedo decidirme a entender si confas en m tanto o tan poco". Ria no saba la respuesta a esa pregunta, por lo que se alegr al ver que no lo planteaba como un interrogante. "Debo irme ahora?" "Qudate o mrchate. Es tu decisin." No sonaba como una eleccin. Quedarse o irse. Haba argumentos para ambas posturas, sin embargo, su innato sentido de la honestidad la obligaba a admitir que no estaba interesada en los argumentos que apoyaban la idea de irse. "Quiero quedarme." Oeste suspir y la mir de reojo. Estaba acurrucada bajo las mantas, pero como proteccin contra el fro, no contra l. "Eres virgen, Srta. Ashby?" Todo el cuerpo de Ria se sacudi. No era simplemente la pregunta, sino la manera cmo la hizo lo que le repeli. Algo fro se haba colado en su voz y no haba evidencia de una genuina curiosidad. Ms bien pareca que le era indiferente la respuesta y necesitaba ms para calibrar su reaccin al recibir una respuesta. El hecho de que l la haba llamado seorita Ashby cuando momentos antes haba sido Ria, tambin fue revelador de la distancia que quera poner entre ellos. "Y bien?" Pregunt Oeste. "Creo que voy a irme despus de todo." l asinti con la cabeza. "Como quieras." Ria se estremeci una vez, que se despoj de las sbanas y puso sus pies en el suelo. Sus dedos temblaban ligeramente hasta que tuvo la mano firmemente alrededor de la vela. "No puedo pensar en ninguna razn por la que debera tener que molestarte de nuevo," dijo en voz baja. "Esta noche o cualquier otra." "Entonces te subestimas. Estoy seguro de que algo se te va a ocurrir si te empeas en ello." Ria trag una respuesta, pero no se movi de la cama. Ella se mantuvo quieta en el lugar tal como lo haba hecho cuando haba entrado en la habitacin de Oeste. Dormido, se vea mucho ms joven que los aos que tena, vagamente inocente de las mezquinas crueldades de la vida, despreocupado por pensamientos de nada que no pudiera conquistar. No signific nada, slo un capricho de su parte, ella sospechaba que incluso cuando era joven, su sueo haba sido perturbado por la inquietud y el miedo. No haba nada que ganar al recordar al nio que haba sido cuando ste era el hombre en que se haba convertido. "S?", le pregunt. "Hay algo ms que te gustara decir?" "Vas a encontrar a Jane, verdad? No cambiars de opinin acerca de eso?" Oeste se qued en silencio por un largo tiempo, teniendo en cuenta su respuesta. "Me duele que dudes." dijo. "Pero ocurre que no tengo yo la culpa por eso. S, voy a encontrar a Jane. Sean cuales sean nuestros agravios, Jane es independiente de ellos". Ria asinti con la cabeza y se march tan silenciosamente como haba venido. Oeste fue a Sunbury poco antes de las ocho. Los sirvientes llevaban mucho tiempo levantados, pero ni Tenley ni Margaret haban aparecido. Ria tambin segua en la cama. Todo esto hizo ms fcil la salida de Oeste. Escribi una nota dando explicaciones de su ausencia quien fuese el primero en preguntar por l y la dej con el mayordomo. Dar explicaciones sin extenderse en los detalles no le molest. Ria probablemente deducira su destino y Tenley y Margaret no necesitaban saber nada ms. El pueblo ordenado y encantador de Sunbury se encontraba trece millas al suroeste de Ambermede. Oeste haba elegido a Sr. Jonathan Beckwith como su primer contacto de los Administradores de la academia por causa de su proximidad con la escuela y la casa. No tena esperanza de que su visita fuera bien recibida ms all de lo inherente a su nuevo ttulo. Si Ria tena razn, l le negara cortsmente un asiento en la Junta de Administradores, sin importar la influencia que ejerciera. Ella comprenda mucho, an sin saber las conexiones que tena la Junta con la Sociedad de los Obispos. Lo que le daba la esperanza de poder disimular que su solicitud se deba a un inters solidario, ms bien que a su sospecha de que eran culpables de un delito flagrante. Si l despertaba su curiosidad lo suficiente, podran dejarlo observar. Mantenerse cerca y tenerlo bajo su atenta mirada permitindole hacer su movida. Haba sido una tctica favorita en Hambrick. Oeste dudaba de que el tiempo hubiera cambiado el enfoque fundamental de la Sociedad para mantener sus secretos. La llegada de Oeste sin aviso ni invitacin, ni carta de presentacin, y finalmente sin una comitiva, cre el mayor revuelo para todos los que residan en la finca Beckwith. Actualmente ese nmero se elevaba a veintiocho, el Sr. Jonathan Beckwith y veintisiete sirvientes, entre ellos los caballerizos, que tenan sus cuartos de dormir en el fondo de la cuadra, y la finca del mayordomo, un alojamiento agradable situado encima de la cocina de la nueva construccin. El Sr. Beckwith estaba a punto de extender la mantequilla en su tostada cuando se anunci la presencia de Oeste. Beckwith de inmediato orden que su bandeja de desayuno fuera retirada y sus ropas cambiadas. Oeste fue conducido a la cmoda galera e invitado a desayunar, y l le dijo al hombre, que luego, despus de que conociera el propsito de su visita, podran decidir qu haran para que todo sea agradable para el nuevo duque de Westphal. No tena ninguna prisa por presentarse ante su anfitrin. Acept la invitacin a esperar en la galera con ecuanimidad mientras Beckwith haca sus abluciones y mientras tanto se dedic a recorrer la habitacin y a estudiar la serie de pinturas exhibidas. Los paisajes tradicionales y no excepcionales, bodegones, escenas de caza, y los retratos de la familia no eran para nada interesantes para l, pero vistos en conjunto, creaban una visin ms amplia del hombre que Beckwith imaginaba ser, o por lo menos del que deseaba mostrar a sus invitados. Oeste pens que la eleccin de la galera como un lugar para que l se helara hasta los huesos era ms bien deliberada, y que probablemente haba sido utilizada con gran xito antes como una forma en la que Beckwith daba la bienvenida a sus huspedes. Aqu estaba la pretensin de intimidad, ya que era infinitamente menos ntimo que mostrar el estudio de un hombre, donde uno puede ver qu tipo de libros lee, que tipo de cigarros prefiere, sus gustos sobre licor, y qu importancia daba a sus propias comodidades. Oeste trat de determinar cmo se podra crear la oportunidad de ver ms de la casa, especialmente las salas menos pblicas, cuando Beckwith entr en la galera. Intercambiaron saludos, con un Beckwith azorado aceptando las disculpas de Oeste por la brusquedad de su visita. Jonathan Beckwith meda media cabeza ms que Oeste y posea un cuerpo esbelto bien adaptado a la ropa de ltima moda, que era elegante pero no ostentosa. Un largo y estrecho pantaln de punto, medias blancas y frac azul. Su corbata estaba cuidadosamente anudada, pero no intrincadamente, lo que sugera que haba estado impaciente para hacer su camino a la galera. Su nica vanidad era su pelo, porque se haba tomado el tiempo para asegurarse de que sus cabellos castaos pesados estaban en desorden estudiado y que el punto de escasez en la parte posterior de su cabeza estuviera tapado. Era raro que lo confundieran con un hombre que se acercaba a los cuarenta y tres aos; pareca ser una dcada ms joven. Oeste se tom el tiempo para preguntar educadamente sobre algunas de las pinturas, lo que retras con xito la necesidad de profundizar en el propsito de su visita. Debido a que Oeste quera controlar la entrevista, fue capaz de involucrar a su anfitrin en circunnavegar la galera antes de aceptar que era hora de que lo acompaara a la sala de desayunos. "No haba odo que estabas en Londres", dijo Beckwith despus de haber sido servido huevos al horno y lonchas finas de jamn. "Me parece sencillamente asombroso. La palabra suele viajar con ms rapidez. Uno siempre saba cundo tu padre estaba en la residencia de Ambermede". "No me haba dado cuenta de que sus idas y venidas despertaran tanto inters. l no era muy dado al entretenimiento." "Tienes razn, pero eso no impidi que la gente especulara con sus viajes. No haba ninguna persona ms ampliamente conocida por estos lares que tu padre." Beckwith continu en la misma lnea, y expres sus condolencias al duque con mucho cuidado de no hacer mencin del cambio en las circunstancias de la vida de Oeste. "El viaje fue tranquilo, espero." "Lo fue". Oeste dio un mordisco de sus huevos. "Me imagino que voy a estar haciendo esto varias veces al ao, as que me parece un buen augurio de que ste haya ido bien. Usted debe estar especulando sobre el motivo de mi visita". "Ha sido una pregunta en mi mente", dijo Beckwith, llevando un tringulo de pan tostado con mantequilla a la boca. "Me has honrado al tenerme en cuenta para una visita, porque yo no soy, despus de todo, lo que se puede llamar correctamente un vecino. Lo cual me lleva a inferir que la Academia de la Srta. Weaver podra figurar en la explicacin de tu llegada". "Ests en lo cierto", dijo Oeste. "Entonces sabes que la seorita Ashby ahora es mi pupila." "No estaba seguro, en verdad. Saba, por supuesto, que ella era la pupila de tu padre, pero no estaba al tanto de los detalles de ese acuerdo despus de su muerte. No lo ha mencionado en su correspondencia reciente, ya que no tiene nada que ver con su puesto en la academia. Hay algn problema? Tal vez no ests de acuerdo en permitirle continuar con su trabajo como directora? Me siento obligado a sealar que sera una gran prdida para las estudiantes y sus compaeras maestras, pero lo entendera si esa fuera tu decisin." "Entonces ests de acuerdo de que era una indulgencia por parte del duque permitirle tal libertad cuando podra haberle insistido en que se casara". "Por supuesto." Beckwith levant su taza de t y estudi a Oeste por encima del borde antes de beber de ella. "Fue comentado de vez en cuando". "Comentado? Por quin?" "Por la Junta de Administradores. Siempre estuvimos contentos de tener a la Srta. Ashby en la academia, pero sera irresponsable no cuestionar nuestra buena fortuna." l sonri dbilmente, a la manera de un intercambio de confidencias con un viejo amigo, y luego dej su taza en el plato. "Uno siempre se preguntaba si el duque dispondra algn otro acuerdo para ella. La conexin de la seorita Ashby con su padre no fue aprovechada por la escuela, pero tampoco se nos pasaba por alto. Se le dio un auge a la academia de la Srta. Weaver como no se le haba dado nunca antes." "Me pregunto qu vas a decir a mi propuesta de una conexin ms directa", dijo Oeste, midiendo la reaccin de Beckwith mientras continuaba embutindose su comida. "Yo soy de la idea de permitir que la seorita Ashby contine en la escuela. Ella no ha expresado ningn inters en casarse, y yo no tengo ningn deseo de insistir en que debera hacerlo. Sin embargo, no estoy dispuesto a complacerla como excesivamente lo hizo mi padre. He dejado mis ocupaciones para aprender ms sobre la escuela y me he complacido en gran medida con los detalles. He decidido prestar la consecuencia de mi ttulo a los buenos esfuerzos que se realizan en nombre de estos estudiantes". "Y si tu participacin en la academia nos proporciona los medios para mantener a la Srta. Ashby con la correa ms corta, tanto mejor". Oeste hubiera jurado que Beckwith casi le hizo un guio. La supresin de su deseo de poner la cara del hombre sobre su plato con huevos le cost un gran esfuerzo, ofreci una sonrisa vagamente cmplice en su lugar. "Lo has definido casi exactamente." "Casi?" "A la luz de la reciente desaparicin de una de las estudiantes de la academia, estoy tan preocupado por la seguridad de la seorita Ashby como para acortar yo mismo esa correa". "Ahh, ha tenido a bien informarte de la fuga de la joven. No puedo decir que me haya gustado esa situacin." "Estoy seguro de que es el tipo de situacin que la Junta de Administradores desea mantener en silencio. No todas las chicas son estudiantes becadas, despus de todo, y hay suficientes padres que muy bien podra plantearse algunas dudas". "Lo que dara lugar al despido de la seorita Ashby", dijo Beckwith . "Ella es la que tiene ms que perder por no mantener confidencialidad". Y agreg inmediatamente. "A pesar de que est fuera de cuestin, su preocupacin y, podra aadir, la tuya, es admirable." "Fuera de cuestin? Cmo es eso?" "A pesar de que desafa el sentido comn, siempre hay de esas chicas que no aprecian su buena fortuna y deciden irse. Esta ms reciente... la seorita Perry... no..." "Petty", dijo Oeste. "Miss Jane Petty." "S, es cierto. Como iba diciendo, la seorita Petty no es la primera en disfrutar de sus vacaciones de la escuela sin avisar. No ocurre con regularidad, pero s de vez en cuando. La Srta. Ashby te ha informado de que estamos empleando a alguien que investiga la desaparicin de la nia?" "S. Y tambin me ha dicho que no ha llegado a ninguna conclusin. Estoy pensando en hacer averiguaciones por mi cuenta." "Estoy seguro de que no es necesario. Ella aparecer muy pronto. Con la mercanca estropeada, a menos que me equivoque, probablemente con una barriga hinchada, y sin el beneficio de haber odo las amonestaciones o una licencia especial". "Eso ser un alivio, creo yo, para la seorita Ashby," le dijo Oeste. "Son los restos fros de la seorita Petty los que ella teme encontrar." Captulo Siete Segn los clculos de Oeste, sera cerca de las dos de la maana cuando vio la mansin Ambermede de nuevo. Su visin desde detrs de la cabeza de Draco fue obstruida por una curva en el camino, mientras el fulgor de los rayos de luz de la luna llena iluminaba, toda la colina y el valle cubiertos de nieve. La mansin se posicionada como una joya en un lecho mullido de terciopelo blanco, un diamante que irradiaba la luz de la luna rebotando en sus paredes de piedra. Tir de las riendas de Draco, retardando el paso de su montura, para terminar, detenindose por completo. Mirando a su alrededor, se dio cuenta de qu se trataba de esta visin en particular lo que le haca cosquillas en la memoria. A su izquierda estaba el lago enteramente helado, pero todava visible por el contorno de los bancos. Estaba tambin, el bosquecillo de hayas, abetos, robles y el castao venerable y majestuoso que haba amado trepar en su juventud. Un ligero cambio en la presin de sus rodillas fue todo el estmulo que Draco necesit para empezar a caminar, esta vez en direccin al bosque. Cuando llegaron al castao, detuvo su caballo otra vez y mir hacia arriba. Las ramas del rbol se dibujaban perfectamente a luz de la luna y Oeste podra seguir el camino que lo haba llevado hasta la cima. Teniendo en cuenta el crecimiento de los ltimos veinte aos, se dio cuenta de que no haba exagerado mucho la altura y el ancho de este gran rbol en su propia mente. No tena ningn problema para encontrar la cuna peculiar de las ramas que lo haban mantenido con seguridad mientras observaba a todos los invitados. Al ver la precariedad de esa posicin ahora, y la considerable distancia que haba hasta el suelo, se pregunt cmo no se haba roto el cuello, ya sea en el intento de subir o de bajar. Agach la cabeza y dej caer la mirada en el lago. Sin darse cuenta de que haba incentivado a que Draco avanzara en esa direccin, el semental comenz a andar cuidadosamente abrindose camino a lo largo del borde de la ribera del lago hasta que Oeste lo detuvo. Juzgar la distancia de los bosques y la perspectiva del lago desde este punto de vista era ms adecuado, estaba satisfecho por encontrar el mismo lugar donde haba saltado al agua para rescatar a la joven Ria. Todos estos aos despus, segua siendo una pregunta en su mente si haba sido realmente ella la causa de su cada al agua. Haba sido el esfuerzo para levantarla lo que caus que Ra perdiera el vestido? Si no hubiera bajado del rbol, estara ella todava bajo las aguas heladas del lago? Saba lo que recordaba del incidente, pero en ocasiones se preguntaba si su memoria le jugara una mala pasada. Por qu ninguna otra persona haba visto lo que haba pasado? Si era inocente, por qu su padre haba despellejado la piel de su espalda? Un escalofro que no tena nada que ver con el fro en el aire o en el paisaje helado hizo que Oeste impulsara otra vez a Draco bruscamente hacia la carretera y Ambermede. Ria no poda dormir. Haba logrado ocultar su preocupacin con respecto a la larga ausencia de Oeste ante Tenley y Margaret, pero no haba sido as durante el da cuando no haba actividades para ocupar su mente, entre ellas evitar estar a solas con Tenley. Los nios beneficiados al estar ansiosos por su compaa y dispuesto a hacer todo lo que ella sugera. Con la ayuda del jardinero y uno de sus muchachos, construyeron un castillo de nieve con torres almenadas. Caroline protestaba que quera vivir all en paz, ya que el prncipe William quera ponerle sitio, pero las inclinaciones belicosas de William triunfaron, y la rfaga subsiguiente de bolas de nieve acab con l de un momento a otro. La construccin y la lucha en la nieve no podan ocupar todo el da, sin embargo, cuando los nimos se aplacaron, Ria llev a los nios a que recibieran sus clases. Mientras que eran atendidos por su institutriz, Ria disfrut de una breve visita con el infante Jaime, luego busc a Margaret para tener una compaa adulta. Hizo preguntas sobre la misiva enigmtica de Oeste y su posterior salida, pero pudo desviar su atencin del asunto. Esto no era demasiado difcil de lograr, Margaret estaba segura de que la causa de su desconcentracin yaca en el beso de la noche anterior y no en el malestar que Oeste haba sentido por la declaracin que Ria le haba hecho. "T lo has espantado de la casa", la haba reprendido suavemente Margaret, "por ser demasiado lanzada." Ria concord con que era esa probablemente la razn y dej que Margaret habla largo y tendido sobre la naturaleza cobarde de los hombres cuando eran confrontados con los sentimientos de ternura de una mujer. Durante el argumento de Margaret, Tenley se uni a ellas brevemente y Ria not que no dijo nada en su defensa o en defensa de su sexo. l sali de la habitacin tan pronto como le fue posible despus de apoderarse de un libro que haba supuestamente ido a buscar. Cuando las puertas se cerraron detrs de l, Margaret haba echado a Ria una significativa mirada de complicidad, y ninguna de las dos pudo contener su risa. Fue la primera vez en que Ria y Margaret haban compartido un momento de abandono y deleite. Eso no debera ser a costa de Tenley, sin embargo pareca bastante ms bien que mal. Horas y horas haban pasado desde entonces, cada uno de ellos arrastrndose con insoportable lentitud. La cena ocup una parte del tiempo, y el recital de Margaret en el piano despus de la comida lo hizo an ms. Al final del da, sin embargo, no tuvo ms remedio que retirarse a su habitacin con todas sus preguntas sin respuesta. Ria se haba preparado para la cama tomando un largo bao de vapor en el agua con aroma a lavanda. Cuando pareca que al fin podra dormir toda la noche dentro de la tina, se despert lo suficiente como para secarse y vestirse y dirigirse a la comodidad de su gran cama con dosel. Estaba a la espera del sueo inmediato y se volvi de lado, con una mano debajo de la almohada, y la otra doblada en un puo y situada cerca de los labios. Fue vagamente consciente de que su doncella apag la luz y sali en silencio de la habitacin, entonces fue consciente slo de su propia respiracin. Veinte minutos ms tarde, todava estaba consciente de su respiracin. No importaba que sus ojos estuvieran cerrados estaba tan completamente despierta como lo haba estado antes de tomar su bao. "Maldita sea," dijo en voz baja. Era una imitacin de la entonacin utilizada por Oeste cuando haba tenido ocasin de maldecir. Le resultaba muy satisfactoria. "Maldita sea, maldita sea." Se sent, volvi a encender la lmpara y cogi el libro que haba sacado de la biblioteca despus del desayuno. El Astrlogo de Sir Walter Scott haba mantenido su inters durante tres captulos esa maana, pero ahora no poda reunir concentracin suficiente para seguir adelante. Despus de leer y releer la misma media docena de pginas, finalmente se rindi y lo dej a un lado. Apart las sbanas y tom su bata de franela de los pies de la cama y se la puso. Sus zapatillas estaban colocadas a una distancia prctica de la cama, as que lo nico que tena que hacer era dar un paso hacia ellas. La chimenea era su destino inmediato, y un atizador para remover los rescoldos hasta que una gran llama salt de entre ellos, y ardi uniformemente de nuevo. Satisfecha de saber que no cogera fro, volvi su atencin hacia la ventana. El pesado terciopelo marrn de las cortinas le negaba las vistas al crudamente hermoso paisaje de invierno. A travs de una delgada hendija en los paneles, poda ver que la luna era extraordinariamente brillante esta noche. El dobladillo de su propio camisn estaba iluminado por la luz azul plateada dondequiera que fuera tocado por uno de los delgados haces de luz. Ria corri las cortinas y las fij contra la pared con la banda de terciopelo a juego. Se arrodill en el banco tapizado de la ventana y apoy los brazos en el alfizar estrecho. Su respiracin nubl un panel de vidrio, y luego desapareci lentamente. La amplitud del paisaje nunca dejaba de asombrarla. Esta vista panormica de la finca era a la vez familiar y extraa, lo primero porque ella saba de memoria cada curva de la carretera debido a que cada vez que visitaba este lugar, la exploracin del campo le atraa como un imn. Cortesa de la reciente nieve y la luz de esta luna llena, los campos estaban inundados de esplendor cristalino. Las crestas de nieve brillaban, y las largas ramas de los abetos eran barridas con gracia por el peso de la nieve. Varios ciervos vagaban con cautela fuera del bosque en busca de alimento. Ms lejos an en la distancia estaba el lago. Congelado, casi indistinguible de su entorno, pero Ria saba dnde encontrarlo. Lo mir durante un largo rato, tratando de distinguir su permetro, cuando un movimiento a lo largo de la orilla sur captur su atencin. Al principio pens que eran ciervos en busca de agua. El tamao, sin embargo, la desconcert. Frot el vidrio con la manga de su tnica para borrar el ltimo vestigio de condensacin. Cuando la claridad de su visin todava no la satisfizo, abri la ventana. El aire se col, y la primera rfaga helada estremeci las cortinas y le aplan la bata y el camisn contra su pecho. Un momento ms tarde, el viento se calm, y Ria exhal una respiracin completa. Se asom por la ventana, su plida trenza caa hacia adelante por encima del hombro colgando como un carmbano. Con los ojos entrecerrados, fij su mirada con atencin y pudo distinguir la forma de caballo y jinete. Ella no poda estar segura de que se trataba de Draco y Oeste, pero intuitivamente saba que era verdad. Para qu se desviara un extrao de la carretera y bajara hasta el lago? Por otra parte, por qu a esa curva en particular sobre la ribera del lago? Se pregunt por qu l tuvo el valor de ir all. Deba ser un lugar lleno de desagradables recuerdos. Ella no haba regresado muy a menudo, y su memoria era bastante ms vaga de lo que ella sospechaba que sera la suya. Su mano derecha se levant distradamente, y masaje la parte posterior de su cuello. Cuando se dio cuenta de lo que estaba haciendo, sonri con un poco de irona y dej que sus dedos cayesen. Una vieja costumbre, pens, que le daba un extrao confort cuando esos recuerdos inciertos e inquietantes llegaban a su mente. Observ durante todo el tiempo que pudo soportar el fro. Sigui el camino de Oeste fuera del lago hasta la carretera y lo perdi de vista en una de las curvas. Cuando reapareci, ella estaba temblando por el esfuerzo de mantenerse en el marco de la ventana abierta. Sus dedos estaban rgidos y torpes cuando intent alcanzar el picaporte, pero se las arregl para conseguirlo despus de varios intentos. Avanz hasta llegar a la chimenea, meti las manos tan cerca de las llamas como se atrevi. Las gotas de agua cayeron al suelo desde el final de la trenza donde la humedad se haba congelado y ahora se estaba derritiendo. Ria destrenz su pelo y lo pein con los dedos. Finalmente se fue entibiando, la calidez tuvo el poder de aliviar la mente de Ria, as como de alterarla. Record sus palabras duras y fras la noche anterior cuando ella le dijo que no se le ocurra ninguna razn por la que tendra que preocuparse de nuevo. A continuacin, dijo que se subestimaba a s misma, y agreg: estoy seguro de que algo se te va a ocurrir a ti si te esfuerzas. Dios del cielo, estaba acabando con su cordura que l pudiera tener razn. Oeste entr a su habitacin y encontr que Finch estaba esperando por l, o casi. Su ayuda de cmara estaba roncando suavemente en un silln de espaldar alto que haba sido empujado cerca de la chimenea. Los brazos regordetes de Finch descansaban cmodamente sobre la curva de su vientre, y sus pies estaban apoyados en un taburete de tres patas. Oeste le despert pisando con sus botas bastante fuerte, ya que dejarlo dormir all habra sido el ms grave de los insultos. Finch estuvo en pie inmediatamente, y Oeste fingi no haberse dado cuenta de que haba habido un momento de falta de atencin a sus funciones. Se haban llevado bien desde haca aos, de esa manera, y Oeste estaba seguro de que seguiran as. "Se especul mucho respecto a mi ausencia?" pregunt mientras Finch se mova a su alrededor. "Tanto que me sent obligado a iniciar un libro de apuestas." Oeste ignor la rplica seca. "Acaso la seorita Ashby pregunt por m?" "No." "Eso demuestra que est aprendiendo a manejarse con cierta sutileza o que lleg a la conclusin de que tuve que irme". "Sospecho que es la ltima," dijo Finch asistiendo a Oeste con su levita. "Ella da la impresin de ser capaz de descifrar su misiva secreta". "Yo tambin sospecho que lo ltimo, pero eso es porque no puedo concebir que haya dominado el arte de la sutileza." "An no se ha ensangrentado la nariz. Eso es siempre una buena seal." Oeste frunci el ceo. "Vas a tener que explicar esta observacin. He intentado por todos los medios de tratarla con respeto. Ella no lo ha hecho" se detuvo debido a que el rostro redondeado de Finch se mostraba claramente escptico. "Tienes odo debajo de las escaleras? No cabe duda de que has odo el chisme". "Parece que fueron atrapados en una pose provocativa." "Provocativa? Qu diablos significa eso? Me estaba besando." Finch se encogi de hombros. "Provocativa es la palabra que estn usando en la cocina. El Sr. Hastings l es el primer mayordomo ha desaprobado esa conversacin, pero slo para salvar su apariencia de respetabilidad. Algunas de las especulaciones dicen que te fuiste a obtener una licencia especial". "Jrame que est bromeando." "Si insiste." Oeste gimi suavemente. "T no has fomentado ese tipo de comentarios, espero." "Yo no particip." "Excepto en iniciar el libro de apuestas." La sonrisa de Finch era enloquecedoramente inescrutable. Se volvi hacia la colcha en la cama de Oeste e insert un calentador de pies." Habr algo ms que necesite, Su Gracia?" "No, busca tu propia comodidad, Finch. Dormir hasta tarde y tomar mi desayuno aqu." "Entonces voy a ver que no te molesten." Recogi la ropa de Oeste para su posterior lavado y planchado y las puso cuidadosamente sobre el brazo. "Buenas noches." Le pareca que su empleador estaba dormido antes de que hubiera salido de la habitacin. Ria esper hasta que oy que Finch se retiraba en direccin de la escalera de servicio antes de entrar al pasillo. Haba sido algo arriesgado, pues casi haba estado a las puertas de la habitacin de Oeste cuando estas se haban abierto. Ella se meti en el saln ms cercano disponible, la sala privada de lectura de Margaret, tal como descubri despus, y permaneci all hasta que fuera seguro. Se meti en la habitacin de Oeste tan silenciosamente como haba hecho la noche anterior y se acerc a su cama. l dorma de lado, frente a la chimenea. Ese brillo dorado destacaba los ngulos de su cara, los contornos de la mandbula, el corte patricio de la nariz, la lnea esculpida de su mejilla. Haba sombras tenues bajo sus ojos y otra sombra que era el crecimiento de la barba en la parte inferior de su barbilla. No tena el aspecto de alguien con sueos agradables, a diferencia de la noche anterior, pareca ms viejo de lo que era, ms cansado del mundo, o simplemente cansado. Ria se qued all durante ms de un minuto mientras debata la conveniencia de despertarlo. Era poco probable que apreciara el estado de ansiedad que la haba impulsado a salir de su habitacin. l esperaba que ella actuara con ms circunspeccin, o mejor, de que no actuara en absoluto. Eran muy diferentes en ese aspecto. La inquietud la empujaba a hacer algo, mientras que el malestar le tranquilizaba los nervios y despertaba su humor negro. Se pregunt qu podra aprender de l. Era posible que pudiera dormir tan profundamente como lo haca ahora? Se volvi para irse, y fue entonces cuando vio el delgado libro sobre la mesa junto a la puerta. La curiosidad por saber qu iba a poner tan lejos de su cama si quisiera leerlo, Ria cruz la habitacin para recogerlo. Trat de leer las letras doradas en el lomo mientras lo sostena a la luz del fuego. No eran todas letras, se dio cuenta a los pocos momentos de estudiar ms de cerca, el motivo que lo decoraba, como las volutas de la repisa de la chimenea y el revestimiento de madera. No haba nada en la portada que indicara el contenido. Se acerc a la chimenea para disfrutar de la luz y abri el libro. Si alguien le hubiera hecho suponer lo que podra estar contenido dentro, Ria le habra dicho que eran mentiras. No era nada de lo que podra haber tenido la imaginacin suficiente como para adivinar. El calor subi a sus mejillas mientras miraba la ilustracin para confrontarla. Curiosamente, a pesar de que pareca abarcar ambas pginas, la imagen de la izquierda estaba al revs y hacia abajo. A la derecha, una joven y bella mujer yaca en una actitud de total abandono. Ella no estaba desnuda, pero su ropa haba sido arreglada para que lo pareciera. Tena los brazos levantados por encima de la cabeza y se sujetaba a un cabezal de hierro con las puntas de sus dedos. El corpio de su vestido haba sido cortado a lo largo atravesando el cors y la camisa, y sus pechos llenos, puestos al descubierto, los pezones fruncidos y maduros, como si pidieran ser arrancados. El dobladillo de su falda y sus enaguas haban retrocedido al nivel de la cintura. Sus caderas estaban impelidas hacia arriba, apoyadas sobre dos grandes almohadas que haban sido colocadas all para tal fin. Sus muslos estaban abiertos y el vello oscuro de su hinchado pubis brillaba. Los ojos de Ria recorrieron hacia arriba la cara de la mujer, cada detalle magistralmente plasmado all por la experta mano del artista. Sus ojos no estaban del todo cerrados, sino entreabiertos, sombreados por sus largas pestaas. Su boca abierta, los labios hmedos, y la punta de la lengua se podan ver asomando entre ellos. El cuello largo y delgado se arqueaba, y su barbilla apuntaba hacia arriba. El pelo de bano de la mujer yaca en un enredo sobre su cabeza y daba la apariencia a la mirada de cualquiera como salvaje, casi salvaje. El efecto del conjunto era como de agona de placer o de dolor, no era posible saberlo. De rodillas a los pies de la cama y entre las piernas de la mujer, estaba un hombre de proporciones perfectas y masculinidad tan bien definida que Ria pens que deba de ser la idea del artista de un dios arrojado desde el Olimpo. A diferencia de la mujer, no llevaba ninguna ropa en absoluto. Los msculos de sus brazos estaban esculpidos, al igual que las nalgas y los muslos. Una de sus manos descansaba sobre la rodilla derecha de la mujer, el otro coga su considerable ereccin como si tuviera la intencin de guiarlo hacia algn lugar particular. Ria puso sus nudillos contra la boca para ahogar la risa nerviosa que este ltimo pensamiento errante le haba producido. Pero haba tardado en reaccionar y algn pequeo sonido escap de su garganta, ella rpidamente mir por encima del hombro para ver si Oeste haba despertado. Suspir, aliviada de que no lo hubiera hecho. Ria estaba desconcertado por lo que tena en sus manos, pero era lo suficientemente madura como para no creer que enfrentara todas las iras del infierno para examinarlo. A tal fin, dio vuelta el libro y la imagen que haba estado al revs se enderez, pero se abri en otra pgina. Era una pareja diferente. Aqu un hombre estaba de espaldas apoyado en una columna de mrmol. Llevaba ropas que haban estado a la moda ms de veinte aos antes: un abrigo forrado en satn con botones grandes, un chaleco ricamente bordado, pantalones ajustados con medias blancas y botas de hebilla. De rodillas delante de l, con la cara y los brazos levantados en pose de splica, haba una mujer cuyo pelo empolvado estaba cuidadosamente peinado en rizos y tirabuzones. Llevaba un vestido con una cintura ceida y mangas acampanadas. La pelvis del hombre empujaba hacia adelante, con la bragueta de los pantalones abiertos, y sostena su virilidad levantada entre sus manos grandes. El perfil de la intencin de sus acciones era muy claro. Intentaba que la mujer tomara su prominente e hinchada polla en su boca. Otro sonido parcialmente estrangulado escap de la garganta de la Ra, y sinti una agitacin entre sus muslos que era ms agradable que desagradable. No saba que pensar acerca de su decepcin cuando pasando la pgina se encontr con que era idntica a la anterior. Volvi otra y otra y encontr que eran todas iguales. Era lo mismo cuando ella invirti de nuevo el libro y mir a la mujer y su Dios griego en la cama. Cada pgina era como cualquier otra. "No puedes determinar cmo funciona?" El libro cay de las manos inertes de Ria y dio un vuelco en el piso. Gir sobre sus talones y mir a Oeste. Estaba recostado sobre su costado, con la cabeza apoyada en un codo. Su pelo cobrizo brillaba a la luz del fuego, y sus ojos tenan un cierto atractivo sooliento, pero pareca perfectamente a sus anchas, de ninguna manera cansado como haba parecido anteriormente. Al parecer, se estaba divirtiendo. Ria lo comprob al verlo levantar las comisuras de la boca. "Ven aqu ", dijo. "Yo... yo llevo puestas mis zapatillas." La sonrisa de Oeste se acentu cuando sus ojos se posaron en sus pies. No poda recordar que Ria hubiera titubeado anteriormente tal como lo haca en estos momentos. "S, ya veo. Es bueno que lo hayas recordado." Seal el libro. "Adelante. Recgelo y trelo aqu." Ria se agach. Segua vigilando a Oeste con un poco de cautela mientras sus dedos buscaban el libro de cobertura de cuero. Lo cogi por una esquina, se enderez, y lo levant mientras se diriga hacia l. Oeste le indic el espacio libre a su lado. "Aqu". Seal mientras se corra poco a poco, con el mismo entusiasmo que uno podra manifestar al dar los pasos finales en la plataforma de la horca. "No te lo ensear si prefieres que no lo haga. No debera hacerlo de todos modos, as que necesitar algo de estmulo de tu parte". Ria lleg a la cama y mantuvo el libro con ella. "Lo encontraste aqu?" pregunt ella. "Es de Tenley?" "Si lo encontr aqu, podra haber sido del duque", dijo Oeste. "No te preocupes, no me lo robar de la biblioteca. "Tom el libro de su mano y abri una pgina al azar. Sus cejas se levantaron una fraccin cuando la mir, y luego dijo. "Es bastante explcito, no es cierto? Deduzco por tu expresin que no habas visto nada igual antes." Ria neg con la cabeza. "No saba que tales cosas existan." "Eso se debe a que tenas institutrices y tutores mientras yo iba a una escuela para nios, este tipo de cosas son tan apreciadas como reliquias sagradas". "Entonces es tuyo." l se ri entre dientes. "No, no es mo. Lo he tomado prestado, aunque supongo que es mo por el momento." Una expresin que no poda definir se dibuj en el rostro de Ria. "Te decepciona? Te intriga?" "Me confunde". "Eso est bien, porque yo estoy confundido tambin. Qu ests haciendo aqu? Puedo asumir con toda seguridad que no has venido para esto." Vio que sus ojos se desviaban hacia el libro abierto, luego los apart rpidamente. Su curiosidad era algo palpable, pero l fingi no darse cuenta. Casualmente cerr el libro en torno a su dedo ndice. "Yo llegu hace poco tiempo. Crea que estaras disfrutando de un sueo reparador en este preciso momento. Estabas esperndome quizs?" "Si te refieres a que si me he quedado despierta a la espera de tu regreso, pues no, no lo hice." "Eres una muy mala mentirosa. Apostara a que si te hubieran criado chupando un limn, tus expresiones no estaran tan fruncidas. "Me interrumpi el sueo un ruido en el pasillo, y me levant a investigar." "Admiro la forma en que no te retractas de la mentira. Es una buena estrategia si se empieza con buen pie, pero te garantizo que no lo has hecho. Aun as, continua como desees. Soy tu pblico embelesado". Ria suspir con impaciencia. "Es que no me mostrars el funcionamiento del libro?" Oeste sonri. "Por supuesto. Dejaremos el otro tema para despus. "Le indic la mesilla de noche. "Para apreciar totalmente esto, se requiere ms luz". Ria no estaba segura de s estaba hablando de su aprecio por el libro, o del aprecio a su reaccin por el libro y su contenido. Se pregunt en qu momento se haba convertido en su diversin personal. Contrariada le dijo: "Puede que no." "Muy bien. Como ya he dicho, no debera hacerlo de todos modos". Quit el dedo ndice y dej el libro junto a la mesa sin encender las velas. "Entonces volvamos al tema de tu visita. Volviste en menos de veinticuatro horas despus que te fuiste de mi dormitorio enojadsima, jurando no volver jams". "Esa es una descripcin exagerada. No fui tan dramtica, ni en palabras ni en actos." Oeste se corri a la mitad de la cama para hacerle espacio en su borde. "Sintate, o ms tendr que soportar una torcedura en el cuello". Ria se sent mucho ms apartada que la noche anterior, girando ligeramente hacia un lado para que poder enfrentarlo, y cruz una pierna. "Quiero saber lo que ocurri mientras estabas fuera. Tenley piensa que tuviste una reunin con Ridgeway por asuntos urgentes con respecto a la finca. Margaret piensa que sospechas que mis sentimientos por ti son demasiado profundos y has entrado en pnico. Yo creo que estabas en Sunbury trabando amistades con el seor Beckwith". "Todas son posibilidades intrigantes. Si es Lady Tenley la que cree que he huido de una manera tan cobarde, quin es el que pens que sal para adquirir una licencia especial?" "Yo no haba odo eso. No lo hiciste, verdad?" "Como sospechabas, estaba en Sunbury con Beckwith." Ella asinti con la cabeza. El alivio porque no hubiera conseguido ninguna licencia especial se vio atenuado por la preocupacin de que su reunin con el seor Beckwith podra no haber ido bien. "Sigo siendo empleada de la escuela?" "S. Yo no me met en ese asunto, aunque le suger que lo entendera si lo hicieran. Si l es representante de la junta de administradores, entonces no son tan progresistas en su pensamiento en la forma en que me hizo creer que lo eran. Parece que estn encantados de contratarte, pero no pueden entender que el duque lo haya permitido". "Soy muy consciente de la confusin sobre ese asunto. Soy la segunda mujer que tiene la posicin de jefa de la escuela desde su fundacin. Excepto por mi predecesora inmediata, todos los dems han sido hombres". "Qu pas con la seorita Weaver?" Ria se encogi de hombros. "No sabra decrtelo. S que la escuela fue fundada por caballeros. Si existiera una Srta. Weaver, debe haber sido simplemente un nombre. No hay constancia de que fuera una directora. Por favor, no malinterpretes lo que quiero decir, los administradores dan pequeos pasos, pero siempre hacia adelante". "Esa es tu opinin. Si alguien asume la postura de permitir que las mujeres deban encontrar su propsito en la vida fuera de la cocina y la sala de dibujo es probable que provoque el colapso de la sociedad. Eso no es dar un paso hacia delante". "Algunos podran tomar esa posicin", dijo, "pero no lo hacen. Es demasiado tarde para discutir tus malditas convicciones. Dime qu respuesta recibi tu oferta para unirte a la junta". "No fue una invitacin hecha formalmente, pero creo que Beckwith tiene la intencin de hablar o escribir a los otros administradores sobre mi inters. Tengo razones para mantener la esperanza." La luz tenue no impidi que Oeste vislumbrara la Incertidumbre de Ria. "T no encuentras esta opcin como algo til, verdad?" "No estoy del todo segura de que ganars algo unindote a la junta. Jane Petty es mi preocupacin, no la junta de administradores". "Miss Petty tambin es mi preocupacin. Esto no es una manera para poder controlarte de cerca." "Estoy muy contenta de escuchar eso." Oeste sonri por su tono recortado. Claramente, ella se senta ofendida por la sola idea de ser vigilada. "Esas son palabras de Beckwith, no las mas. Tengo que decir que no me importa la forma en que lo dijo. Creo que lo ha hecho porque le gustara que yo pudiera de alguna manera comenzar a acortarte las riendas". Ria frunci el ceo. Haba un sentido en sus palabras que no entenda muy bien, algo que no deca claramente. "Yo no entiendo por qu el seor Beckwith cree que necesito sujecin de cualquier tipo. De qu manera cree que me he excedido en mis libertades?" Oeste se dio cuenta de que acababa de exponer una idea que Ria no estaba preparada para escuchar. Por la forma en que haba comenzado este segundo encuentro en su habitacin, saltaba a la vista que no era mundana. Estas acciones fueron impulsadas por su creencia de que eran necesarias y urgentes, y las haca en nombre de la seorita Petty, no por algn inters carnal propio. l hara bien en recordar que, a pesar de que era una maldita tentacin fingir que se le haba pasado por alto, la Srta. Ria Ashby tena una boca esplndidamente besable. Oeste entendi que tendra que responder a su pregunta slo en la medida que poda aceptar la respuesta. "Beckwith piensa que no deberas haberme contado sobre la desaparicin de la seorita Petty. l cree que tus preocupaciones son excesivas". "Excesivas? Pero" Se detuvo cuando Oeste alz un dedo. "l es de la opinin definitiva de que va a aparecer, probablemente embarazada y soltera, llena de remordimiento, pero sola. Debes admitir que es una posibilidad, especialmente a la luz de los datos que Amy nos dio". "Si llega a suceder, es porque alguien se aprovech de Jane. l debe aparecer para dar cuenta de sus acciones. El seor Beckwith piensa que no debe hacerse nada?" "l cree que ya lo est haciendo. Dio su aprobacin para contratar al Sr. Lytton". "Pero no ha habido ningn progreso." "No creo que eso preocupe demasiado a Beckwith. l cree que los administradores han cumplido con su deber hacia Miss Petty." "Eso no puede ser verdad", dijo Ria. Haba un pequeo matiz de amargura en su voz y de dolor detrs de sus ojos. "Debes haber entendido mal". Sin ofrecer ningn argumento, Oeste sigui considerando su hilo de razonamiento. "l fue un gran apoyo", dijo. "Tengo la carta en la escuela. l respondi rpidamente cuando le escrib refirindole lo de la seorita Petty, y comparti todas mis preocupaciones." "Entonces quizs ests probablemente en lo cierto. Debo haber entendido mal." Lgrimas de rabia inundaron los ojos de color gris azulado de Ria. "Por qu haces eso? Por qu ofreces tu opinin, y a continuacin, te rectificas de ella?" l se encogi de hombros. "No es tan importante para m convencerte de que estoy en lo cierto." "Pero yo no quiero que renuncie a tu opinin si estoy equivocada." Una de las comisuras de la boca de Oeste se levant, pero sus ojos permanecieron perfectamente sombros. "No renuncio a mi opinin, Ria. Yo simplemente te permito tener la tuya". Una lgrima cay por la comisura de su ojo. Ella la limpi con impaciencia. "Eres enloquecedor. Tal vez yo quiera ser convencida". Su sonrisa se profundiz. "No lo creo." Ria comenz a temblar, pero consigui reprimir un estremecimiento. En un hilo de voz, pregunt: "Qu va a pasar ahora?" "Beckwith hablar a los dems administradores. Si tenemos suerte, van a decidir que conviene nombrarme miembro de la junta". "Cuando me hablaste de tu intencin de reunirte con ellos, pens que les ofreceras dinero para asegurarte un lugar. Pero ese no era el plan en absoluto, verdad?" "No. Ellos no se mueven por dinero." "Entonces, qu es lo que ests ofrecindoles?" "Poder". Oeste se incorpor y empuj una almohada detrs de la espalda para apoyarse en la cabecera de la cama. Se pas la mano por el cabello. "Te dije que Beckwith no est contento porque me ocupe de investigar lo que sucedi con la seorita Petty. Es natural que l quiera tener una medida de control sobre lo que hago, y slo puede conseguirlo si me invita a unirme a ellos, y no me puede invitar sin hablar con los dems. En definitiva, Ria, estoy ofrecindoles una oportunidad para eliminarme como amenaza y proteger sus posiciones". Ria ausente entrelaz sus dedos hasta que sus manos formaron un solo puo. Elev el puo contra su pecho, y apoy la barbilla en los nudillos. El motivo de Oeste era sincero. "Todava crees que el seor Beckwith es uno de los obispos". "l es un obispo. Nunca he dudado de eso." Ella asinti dbilmente. Un argumento se form en su mente, pero lo alej, tratando de no hacerlo cambiar de opinin cuando estaba en desacuerdo con la suya. Pareca saber la batalla que estaba luchando consigo misma, porque una sonrisa levant las comisuras de la boca. Ella dijo. "Nunca dije que no pudiera aprender algo de ti." Esas palabras provocaron una malvada sonrisa en el rostro de Oeste. "De hecho", dijo secamente. Ria no pudo hacer nada para que el enrojecimiento de su tez no se esparciera a su garganta y sus mejillas. "Has dado un significado a mis dichos que no tena intencin de sugerir." "Por supuesto." "Intolerable". Su sonrisa se hizo ms profunda. "T negativa sera ms eficaz si tus ojos no estuvieran apartndose todo el tiempo de ese libro." "Yo estaba concentrada en ti." "Estabas pensando en ese libro." Tom el pequeo suspiro de Ria como seal de resignacin ante la evidencia. "Qu es lo que quieres saber sobre l?" "De dnde lo sacaste?" "Del estudio de Beckwith." Ria no saba qu decir. "Qu extraordinario." "Supongo que debe parecer as, pero no todos los hombres encuentran que la poesa de Byron y Shelley sea un adecuada afrodisaco". l la mir interrogante. "Sabes lo que es un afrodisaco, no?" "Por supuesto que s " dijo framente. "Deriva de Afrodita, la diosa del amor y la belleza para los antiguos griegos. Un afrodisiaco es algo que excita la forma en que se piensa en el amor y la belleza". Oeste asinti lentamente, en apuros por no rerse. "S, bueno, eso es una definicin." "Si hay otra, me gustara escucharla. No tengo ninguna simpata por haber sido mantenida en la ignorancia." "Y yo no soy tu maldito tutor." Ria no supo precisar si haba sido una afirmacin o una forma de expresarlo. Simplemente lo mir. "Muy bien. Un afrodisaco es algo, generalmente un alimento o un medicamento, que excita la sangre." suspir fuertemente cuando ella slo frunci el ceo hacia l. "Despierta el deseo sexual. No puedo decirlo ms claramente que as". "No tienes que hacerlo. Entiendo perfectamente. "Se detuvo un instante y luego aadi: "Gracias." Fueron las gracias de Ria las que acabaron con Oeste. Los acentos suaves estaban tan totalmente en desacuerdo con el calor en sus mejillas que la visin era casi cmica. l no se atrevi a rer, su respuesta en cambio, fue besarla. Se inclin hacia adelante y puso una mano en la nuca de Ria antes de que ella determinara correctamente su intencin. Su boca se pos en ella, suavemente al principio, luego con ms presin cuando ella no se resisti. Sus labios eran suaves y dulces y clidos. Se unieron a los de l en un suspiro entrecortado. Se desliz ms cerca hasta que su cadera empuj la de ella. Ria se volvi hacia l, buscando una mejor posicin en el borde de la cama. Sus manos se elevaron a la altura de los hombros, entonces se levantaron para poder enhebrar sus dedos en su cabello. El primer toque tentativo de sus dedos arranc un gruido gutural de l y aceler su sangre. Sinti que se ruborizaba, y pudo distinguir la inflamacin de los senos contra su pecho. Tir ligeramente de su cabello. Este pequeo estmulo fue todo lo que necesit para recostarse en la cama. l la sigui, las bocas fundidas, los ojos cerrados. El beso se profundiz, la lengua hundida profundamente en la boca, jugando con la de ella, empujando, saboreando, chupando. Oeste apart las mantas enredadas entre ellos. Encontr el cinturn de la bata y lo desat, los laterales de la prenda cayeron a ambos lados de su cintura, dejando slo el fino algodn de su camisn como una barrera para su contacto. Puso una mano sobre su abdomen y sinti que su piel se contraa. Su palma se desliz hacia arriba y ella respir en forma irregular en respuesta a su avance. Cuando l tom el pecho y acarici su diminuto pezn erecto, sus caderas se levantaron de la cama. l apart la boca de la de ella y se apoy. Ellos estaban ubicados al revs en el colchn, sus cabezas a los pies, y los pies a la cabeza. El calentador de la cama estaba peligrosamente cerca. Una de las almohadas haba cado al suelo, junto con las dos zapatillas de Ria, y las mantas estaban arrugadas formando un montculo en el medio del colchn. Fue consciente por primera vez del fro que haca fuera de las mantas, aunque el fro tena bastante poco que ver con el temblor que lo estremeca. Ella lo miraba con ojos acerados, del color del humo. Su expresin no era vaga o fuera de foco, ni floja ni soolienta. Ms bien, era vigilante. El deseo, en el rostro de Ria, era un acto consciente de su voluntad, tal vez incluso un poco desafiante. Ahora se hallaba envalentonada por la curiosidad, la necesidad avivada, por la inteligencia de un ser sensible. Todo lo que podra hacer con ella ahora, no sera en contra de su voluntad. Oeste toc la frente de Ria con la suya. Cerr los ojos, y su sonrisa se abri sobre la boca de ella. "Tal vez voy a ser tu maldito tutor despus de todo," susurr. Su propia sonrisa fue dbil cuando ella repiti las palabras que haba pronunciado anteriormente pero en un contexto diferente. "Nunca dije que no poda aprender algo de ti." No respondi nada, continu besndola, y a continuacin, levant la cabeza de nuevo y se desplaz de manera que yaci sobre su espalda. Por el rabillo del ojo vio que Ria se acostaba a su lado y se estiraba longitudinalmente junto a l, apoyndose en un codo y adoptando la pose que l tena antes. "Te he desagradado de alguna manera?", dijo en voz baja. "No." "Entonces por qu no me besas?" "No estoy seguro de que quiera esta responsabilidad." Se frot los pies desnudos uno contra el otro, para alejar el fro. Oeste comenz a tirar de una de los mantas para drsela, pero ella se qued a su lado. "T no tienes que asumir ninguna responsabilidad", dijo. "Sobre nada." Se inclin, encontrando la barrera de una de las mantas, y se desliz por encima de ellas. "Nunca exigira de ti nada de eso. Ni aunque lo desearas. Si el hecho de ser mi tutor es lo que te detiene, entonces" "No tiene nada que ver con eso." "Entonces, qu es?" "T no tienes experiencia." "Pero esa es exactamente la cuestin. Tengo veinticuatro aos. Estoy convencida que ha llegado el tiempo para adquirir alguna". "Tu confianza est fuera de lugar. No sabe lo suficiente acerca de las inclinaciones de los hombres para decir eso." Ria se incorpor y dio la espalda a Oeste mientras encenda la vela en la mesilla de noche. Recogi el libro de Beckwith y se acost de nuevo, esta vez sobre su espalda. Abri el libro, y lo levant para que ambos pudieran ver las ilustraciones. El dibujo de la mujer de rodillas delante de aquel varn era el que estaba en primera plana. "Hblame de esto, entonces, " dijo ella. A pesar de que era su intencin de ser audaz, el pequeo matiz en su voz tena un dejo ligeramente vacilante. Despus de haber llegado a ese punto, sin embargo, estaba decidida a perseverar. "Se ve como si quisiera ponerse todo su masculinidad en la boca." Oeste no recordaba haber tenido una conversacin como esta con una mujer. El tono de la misma, sin embargo, no le era desconocido. Ria transmita la misma incertidumbre y el temor que l recordaba de sus das en Hambrick cuando l y el resto del club de la brjula haban visto imgenes como sta por primera vez. "Creo que es su intencin, s," dijo cuidadosamente. "Ella bien podra asfixiarse. Es extraordinariamente grande, no es as?" Oeste hizo un esfuerzo por concentrarse en la ilustracin y no en la parte de l que ella podra llamar extraordinariamente grande. "Es de la longitud y el grosor normales para un hombre excitado." Le complaca poder abordar la pregunta de manera impersonal. "En cuanto a si ella puede asfixiarse, depender de la habilidad que tenga para hacerlo". "La habilidad que tenga? Tomo eso como que se requiere un poco de talento y prctica especiales." Ella se qued en silencio mientras digera eso, le dijo pensativa: "Vi a un hombre gitano una vez tragarse una espada de fuego casi hasta la empuadura. Debe ser algo as parecido". Oeste se dio cuenta de que muy bien podra ahogarse con nada ms que su propia saliva, si no tomaba a Ria. "S, supongo que s." Ella lo mir, frunciendo el ceo. "Pero no ests seguro." "Quiz puedas comprender que no he tenido ocasin ni de tragar una espada ni de chupar un" Se detuvo en seco, sabiendo que haba dicho demasiado. Tanto para el conocimiento de Ria como precaucin para s mismo. "Creo que se ha dicho suficiente ", le dijo. "No tiene ningn sentido hablar de una cosa innecesaria." Ria haba dejado el libro a un lado cuando le dijo: Si esta es la nica manera que tengo para adquirir conocimiento, entonces no deberas privarme de l. Ahora, dime si es algo para ser disfrutado por ambas partes". l gimi suavemente y se coloca el antebrazo sobre la frente. "Por el hombre, sin duda. Por la mujer, a veces." "Por qu slo a veces?" "Depende del disfrute que derive por dar placer." "Ya veo," dijo lentamente, poco dispuesta a admitir que an no estaba segura de su significado. "Sabes esto por tu propia experiencia?" Oeste levant su brazo lo suficiente para dar a Ria una mirada de reproche. Qued satisfecho cuando ella se sonroj profundamente y volvi al estudio de la ilustracin. Haba lmites para lo que le deca, pens, y ella slo haba empujado esa pregunta en contra de uno de ellos. Los dedos de Ria temblaban ligeramente mientras giraba la pgina. Ella consider el prximo grabado por un largo rato antes de hablar. "ste es igual que el anterior. No entiendo el punto de eso." "No es exactamente igual que el anterior." Cogi el libro de nuevo, y cuando ella se resisti a drselo, l le dijo. "Puedo? Prometo devolverlo." Lo arranc de sus manos cuando ella se lo tendi. Ubicndolo de manera que su vista fuera mejor, Oeste capt todas las pginas entre el pulgar y el ndice, luego dej que de su pulgar se deslizara el borde de cada pgina sucesiva por lo que pasaron volando rpidamente. Ria parpade ampliamente, fascinada y un poco asustada al percibir como las figuras del hombre y la mujer modificaban sus posturas a media que las pginas volteaban rpidamente. La mujer se inclinaba hacia delante, tragando el erecto miembro del hombre tan profundamente como el Gitano que Ria recordaba tragaba la espada de fuego. "Hasta el mango", dijo entre dientes, apenas consciente de que haba hablado en voz alta. "Una descripcin acertada." Ria tom el libro y lo sostuvo de las pginas tal como l haba hecho, y luego deje que su pulgar se deslizara. El movimiento de la pareja fue desigual, casi cmico, pero no se poda negar su propsito. "Cmo se logra?" Oeste se ech a rer. Ella senta ms curiosidad por el mtodo utilizado por el artista que por el contenido. "Como he dicho, cada pgina no es idntica a la anterior. Existen diferencias sutiles que representan el movimiento cuando las pginas son pasadas rpidamente." Abri el libro en una ilustracin que estaba en el punto medio. "Aqu puedes ver las diferencias entre ste y el del principio. Ahora mira la ilustracin final. La mujer lo ha soltado de nuevo." "Debo admitir que es una obra muy inteligente." "Eso es lo que Sur dijo la primera vez que vio un libro como ste." "Cuntos aos tenas?" "Once. Tal vez doce." Ella asinti con la cabeza, suspirando. "Y yo tengo el doble de edad. Los nios son ms afortunados, creo yo, por conocer estas cosas a temprana edad." "No recuerdo haber tenido esa opinin cuando nos pillaron." Ria sonri. "Bueno, tal vez doce es muy joven. Aun as, las chicas estaran en mejores condiciones para asegurar su lugar en la sociedad si supieran lo que podran tener que soportar." "Soportar," dijo en voz baja. Todo lo que Ria haba entendido, pens, fue comprender el dilema de una mujer. Sin duda, haba sido motivado por su propia madre. Observ su rostro mientras hojeaba las pginas una tercera vez. Sus facciones ya no estaban inundadas de color, y cada gesto de su rostro se vea concentrado. Haba una fina arruga entre sus cejas, y sus ojos se haban entrecerrado. Sus labios se torcan ligeramente a un lado. No tuvo dificultades para imaginar que aplicaba la misma inteligencia y consideracin a sus estudios en el aula, una estudiante muy apreciada por sus profesores. Ria volvi el libro al revs, comprendiendo al fin por qu la otra ilustracin estaba impresa en otra direccin. Agarre el borde delantero del papel entre el pulgar y el ndice, y dej volar las pginas. Incluso a pesar de que saba que esperar, todava era sorprendente. El hombre se introduca en la mujer y bombeaba a trompicones entre sus muslos abiertos. La cabeza de la mujer estaba echada hacia atrs derramando su pelo rubio. Oeste logr coger el libro antes de que Ria lo dejara caer sobre su cabeza. Lo cerr y lo dej a un lado, fuera de su alcance. Se apoy en un codo mientras la miraba. "Has visto lo suficiente?" Ria sinti el rpido latido de su propio corazn y un raro, sentimiento de inquietud dentro de ella, la respuesta que dio fue un poco sin aliento. "Muy poco, creo. Parece ser bastante un asunto bastante grosero". "Lo es." Oeste estaba feliz de fomentar esta lnea de pensamiento. "Pareca como si pudiera ser doloroso." "Una perfecta agona." La mirada que lanz en su direccin era sospechosa. "No puede ser tan terrible, de lo contrario nunca nadie participara en ello, ni siquiera con fines de procreacin". "Uno aguanta mucho para continuar la especie." "No lo creo." Oeste se encogi de hombros. "A m me gust bastante cuando me besaste." "Besar est destinado a calmar los sentidos para lo que viene despus." Ria estaba un poco menos segura de lo que haba estado momentos antes. "Qu hay de dar y recibir placer? Has hablado de eso antes." "Puede que haya exagerado ese aspecto. A decir verdad, hay poco placer en ello." "Los poetas hablan favorablemente de l." "Ellos hablan de amor. T ests hablando de..." Su voz se apag mientras buscaba la palabra adecuada. "Tal vez deberas continuar esta discusin con lady Tenley." "Cobarde". Ria se volvi hacia l. "No puedes decir la palabra fornicacin? Eso es lo que las parejas estn haciendo, no? Fornicar. T tambin puedes decirlo". "Por supuesto", dijo con tono irnico. "Me pareca que ofendera tu sensibilidad si lo hubiese hecho". La expresin de Ria era grave. "S que tienes respeto por m", dijo en voz baja. "No es necesario que consideres tus palabras con tanto cuidado." "Ria, por todos los demonios, aljate de m. Fue un punto vlido, y ella no lo neg. "Es slo que a veces crees que no conozco mi propia mente. Eso es lo que me parece que realmente ofende mi sensibilidad. Me gustara que no trataras de protegerme de mi misma. Deseo que tu respeto por m, no se base en un hecho biolgico. Soy una mujer, es cierto, pero eso debera ser motivo de felicidad, no una razn para que desees alejarme." "Y no es porque eres una mujer la razn por la que te ordeno que debes tomar distancia. Esto se debe a que eres una dama." "Maldita sea". La risa de Oeste retumb suavemente en la parte posterior de su garganta. "Va a requerir ms que ese lenguaje colorido para animar a alguien a que te trate como a una prostituta". Ria se incorpor y se apart la manta. Su ereccin se alz formando una tienda con la tela de su camisa de dormir. Antes de que l supiera lo que iba a hacer, ella se sent a horcajadas sobre sus piernas y levant el camisn hacia arriba, hasta los muslos. "Y quin sabe si esto ser suficiente para animarte a ti." Captulo Ocho Oeste sujet a Ria por los hombros cuando ella comenz a inclinarse hacia l. Las pupilas de sus ojos estaban dilatadas y oscuras a causa del deseo, y el borde verde esmeralda de su iris casi haba desaparecido. Su corazn martilleaba en el pecho, y oa el estruendo del rugido de su sangre en sus odos. "No sabes lo que" Se detuvo porque Ria estaba sacudiendo la cabeza lentamente, y l supo que estaba perdido cuando ese movimiento sutil se detuvo a milmetros de su miembro. "Entonces tendrs que ensearme", dijo. "O me permitirs aprender por m misma." No le caba duda de que haba malinterpretado deliberadamente lo que haba querido decir, pero su alma no poda ir en contra de esa boca suave y suntuosa o la forma en que sus labios se separaron. Sus manos cayeron, y la observ continuar su descenso hacia abajo. Al primer toque de sus labios, sinti que todo su cuerpo se tensaba. Era demasiado y sin embargo no lo suficiente. Sus caderas se sacudieron mientras abra su boca alrededor de su pene, haciendo retroceder su prepucio con la mano para que su lengua pudiera lamer la sedosa y sensible punta. Su trenza plida cay hacia adelante sobre su hombro, y la punta roz su muslo, oscilando como un pndulo movindose sobre l. Llev las manos a las caderas, y lo acarici con las yemas de los dedos, recorriendo a la ligera la firme carne de sus nalgas, usando la ua del pulgar para marcar su piel con una lnea de color rosa plido. Quera cerrar los ojos. Quera verla. Era ertico de cualquier manera, y por un tiempo hizo lo primero, luego lo segundo, hasta que ella se ech hacia atrs, y con su respiracin ronca y los ojos ligeramente entornados, le pidi ms. Al principio no entenda, pero luego sus ojos se posaron en su excitacin, y se dio cuenta de que era lo que ella quera. Al igual que la ilustracin. Hasta la empuadura. Se incorpor y se dirigi a la cabecera de la cama, sacndose su camisa de dormir. El fro de la habitacin no se senta ahora, no con su sangre calentada a temperatura de lava fundida. Se recost contra el cabecero y le tendi la mano, invitndola a subir sobre l como no lo haba hecho antes. Ria se arrodill delante de l, y esta vez cuando se inclin, comenz a besar la suave curva de su cuello y sus hombros siempre en continuo descenso. Su piel estaba caliente y tensa, los msculos definidos por los planos y ngulos que parecan talladas por un escultor. Ella desliz su boca a lo largo de la clavcula y dej un rastro hmedo con el borde de la lengua. El sabor era a la vez desconocido y tentador. Dulce y salado, almizclado y hmedo, pareca saber a la perfeccin lo que deba hacer, sin embargo, era algo completamente nuevo para ella, una combinacin de sabores y olores que despertaban a sus propios sentidos. Su piel se eriz, y sus fosas nasales se dilataron. Sinti algo caliente y dulce pulsando urgentemente en su centro femenino. Rfagas de sensaciones siguieron el camino de su sangre hasta que sus dedos le hormiguearon. Entre sus muslos sinti que la humedad la inundaba. Sinti una presin all, pero tambin un vaco, y el efecto de ambos era que ella dese que la tocara. No lo hizo, sus dedos se cerraron en un puo a cada lado de ella. Ria pas sus dedos a lo largo de sus brazos hasta llegar a las muecas, y luego se curvaron como garras, y se lo llev cautivo mientras sus labios y lengua, y finalmente sus dientes, seguan la exploracin. Su cabeza cay sobre la pelvis masculina. Sinti que retena el aliento y la vibracin de placer. Ella lo tom en su boca de nuevo, y todo el sabor y el olor de l se hicieron ms intensos. Este acto de dar placer le pareci profundamente ntimo, un acto en el que era a la vez amo y mendigo, a la vez poderosa, pero al servicio de l. Le pareca que sentir estas cosas estaba bien, y que no era diferente para l. Poda ordenar que se detuviese o entregarse a ella. La atraccin entre ambos lo mantuvo exactamente dnde estaba, luchando un poco por la presin de sus manos y su boca, pero no tanto como para quitarla de encima. Todava estaba inmvil a excepcin de aquellos movimientos que no podan ayudar, y el hecho de que ella era responsable de cada pequea muestra de excitacin era casi insoportable. Lo chup ms profundamente en esta ocasin, ayudada por sus posiciones alteradas y su voz ronca susurr instrucciones. El grito que brot de l fue su propio nombre, y su sonido fue tan agradable que determin que quisiera orlo de nuevo. Oeste liber sus muecas del agarre de Ria y llev sus manos a sus caderas. Con no ms estmulo que eso, sus dedos avanzaron a lo largo de la parte interna de sus muslos. Encontr la base de su miembro y agreg un masaje rtmico de su mano a la constante succin de su boca. Una de las manos de Oeste captur la trenza suelta y la envolvi en el puo, y la otra se aferr a las sbanas con desesperacin. Sinti el cambio en la cadencia de su respiracin, jadeaba ahora, y gema. Las cosas que quera decir vinieron a su mente con frases inconexas, las palabras simplemente se trabaron en su garganta. Sus caderas salieron disparadas hacia arriba, y luego ella obtuvo todo de l, y el puo alrededor de su pelo se cerr como un grillete. l supo que sera incapaz de apartarla en ese ltimo momento. Fue una ola de placer tan intenso que irrumpi como la erupcin de un volcn, imparable, poderosa e indomable, una ola indescriptible como jams haba experimentado en toda su vida. Entonces no pudo pensar y separar los testculos del cerebro y agradeci que hubiera querido hacer eso con l. Haba algo en este ltimo pensamiento que despert su sentido del humor. Mientras que la risa por lo general lo dejaba dbil, esta vez el efecto fue exactamente lo contrario. Su placer fue tan inmenso que la sensacin provoc la aceleracin de su pulso y la urgencia de la intensa liberacin lo arras. Maldiciendo en voz baja, sus palabras apenas inteligibles a sus propios odos, l levant la cabeza de Ra alejndola y dirigiendo su semilla a las sbanas, consciente todo el tiempo de su sorpresa mientras lo estudiaba profundamente fascinada. Se sinti tan bien como un insecto con sus alas desplegadas para su examen, Oeste tir de una manta para cubrirse mientras dejaba sus pies sobre el borde de la cama. Sin decir una palabra, desapareci en el vestidor contiguo. Oeste puso agua en una jofaina, aunque no estaba seguro si deba usarla para hacer sus abluciones o ahogarse, no lo tena del todo claro. Se qued mirando su reflejo en el espejo sobre el lavabo, pero no vio nada all que le ayudara a comprender lo que acababa de ocurrir. Su sentido del honor estaba profundamente ofendido por lo que haba permitido hacer a Ria, sin embargo, no poda negar que su satisfaccin por sus manos y su boca no se pareca a ninguna otra que jams haba conocido. Otras mujeres haban demostrado mayor destreza, la camarera en el hotel por ejemplo, pero ninguna haba estado tan decididamente interesada en todos los aspectos de su respuesta. Tal vez fue la inocencia de Ria satisfaciendo su curiosidad, pero Oeste sospechaba que era ms que eso. Desde el principio, ella pareca estar consciente de l de una manera inusual. Era sensible a su estado de nimo, a sus caprichosos pensamientos, hasta su humor contrariado. Era tan poco probable, entonces, que ella fuera tan agudamente perceptiva de lo que le dara el placer ms intenso? Oeste desenganch la manta de la cintura y la arroj en un banco cercano. Se lav, eliminando los aromas de lavanda y almizcle de su piel. El agua helada le produjo una inspiracin rpida, pero tuvo el efecto anestsico deseado en esa parte de l que an se mova. El agua le salpic el pecho cuando se le cay la esponja en la jofaina. Se limpi con un gesto negligente de sus dedos, y luego se volvi a tomar una toalla de un gancho de bronce junto a la puerta. Su espectro visual del dormitorio no inclua la cabecera de la cama donde Ria reposaba. Las velas provean suficiente luz como para ver que la mayora de las mantas haban sido empujadas desde el centro de la cama a los pies, y el calentador de pies estaba otra vez en su lugar. Zapatillas de Ria descansaban todava en el suelo, pero la almohada que haba cado all antes haba desaparecido. Asimismo, no vio el libro. Por un momento, Oeste apoy los brazos en el borde de mrmol del lavabo y baj la cabeza, evitando su reflexin. Despus de un largo momento en esta posicin, se apart y se enderez. Se mes la espesa cabellera con las yemas de los dedos, y luego agarr la toalla y se sec. Cundo termin, arroj la toalla a un lado y fue a la cmoda alta para revolver un par de cajones. Sus pisadas fueron casi inaudibles mientras regresaba de nuevo a la cama. Ria estaba sentada cmodamente apoyada en el espaldar, rodeada de un trono de almohadas y aun modestamente vestida con su camisn y su bata de franela. Sus rodillas dobladas y apoyado en ellas estaban el tesoro ertico que haba robado de la biblioteca privada de Beckwith. Ella estudiaba la ilustracin de la pareja que participaba en el acoplamiento ms tradicional, aunque la descripcin de su actividad era sospechosa, haba ciertos aspectos del dibujo que Ria pareca haber dejado de percibir. Oeste agarr el libro y se lo quit de las manos. Ella no se resisti a su interferencia. Lo cerr y lo puso sobre la mesa. "Creo que has aprendido suficiente del libro por hoy." l se felicit porque todava era capaz de ruborizarse. No le gustaba pensar que su experiencia sexual la hubiera endurecido. Le dola que ella pudiera llegar a ser diferente a todas las sensibilidades. "Yo quiero que te vayas ahora." Ria haba estado esperando esto. Asinti con la cabeza ligeramente, pero fue slo una indicacin de que lo haba odo. No hiso ningn intento de salir de la cama. En su lugar, tom una de las almohadas de su lado y la presion contra la cabecera, invitndolo a sentarse a su lado. "Tengo preguntas sobre lo que estoy aprendiendo que un libro no puede responder adecuadamente". "Y yo ya te he sugerido que se lo preguntes a Lady Tenley." "Creo que abordar este tema con ella sera un error. Cmo puedo explicarle mi inters en el asunto?" "Las mujeres no discuten estas cosas entre s?" Ella levant una ceja con incredulidad. "Nunca he estado al tanto de las conversaciones de esta naturaleza, y puedes estar seguro de que nadie pens nunca ponerme una institutriz para educarme sobre esta cuestin. No es un tema abordado en la escuela, ni siquiera entre los profesores que se han casado." Ria cruz las manos y las apoy sobre sus rodillas dobladas. "Por lo tanto, te corresponde a ti." Era precisamente este tipo de responsabilidad la que haba estado tratando de evitar. Su agria mirada impaciente le record eso. Tom la manta que llevaba sobre el brazo y la hizo rodar longitudinalmente. Antes de sentarse, la puso al lado de Ra de modo que estara entre ellos. Fue una barrera fsica inadecuada, ms bien era un recordatorio de la necesidad de la distancia entre ellos, y era ms que suficiente. "No me siento avergonzada", dijo. Esta declaracin son un tanto desafiante mientras se colocaba a su lado. "No puedes esperar que lo est". Oeste tir de las mantas que todava estaban amontonadas a sus pies. Las sac y se las puso por encima de sus piernas, ofrecindole a Ria una parte de ellas para arremeter a su alrededor. Ella las acept con gratitud por lo que se dio cuenta de que haba estado esperando esta invitacin. Al parecer, ella no se movera de su cama hasta que estuviera lista, pero tampoco se quedara all sin su permiso. l no hizo comentarios sobre si pensaba que debera estar avergonzada o no, pero dej que se quedara con la duda. "Qu es lo que quieres saber?" "Ests enojado conmigo." No fue una pregunta, sino la afirmacin de un hecho. "S," dijo, "pero pareces ser inmune a ello." parte de su respuesta no fue del todo cierta. Que ella mencionara su ira contra todo demostr que no era inmune a ella, y an ms el punto de que estaba enfadado consigo mismo, no con ella. "Has hablado de una pregunta, creo?" "Por qu tomaste el libro del seor Beckwith?" No era en absoluto lo que esperaba que le preguntara. No poda decidir si este tipo de preguntas era preferible a las otras. "Lo tom porque yo conozco a alguien que publica libros, no de este tipo, y pens que sera capaz de decirme algo sobre el origen de ste en particular. Tena curiosidad por lo que podra averiguar de l". "Me dijiste que no era raro." "No es raro para los caballeros tener libros con un contenido ertico, pero la amplitud de la coleccin de Beckwith es lo que lo diferencia de lo que se podra considerar normal. Este tipo particular de libro es relativamente raro. El hecho de que las ilustraciones fueron impresas en ambas caras de la pgina hace que sea an ms raro, sin embargo, yo no tuve problemas para encontrar otros dos, en los estantes de Beckwith en un perodo muy corto de tiempo. Por ltimo, la aficin de Beckwith por ellos es una curiosidad. Hay ciertas peculiaridades en los contenidos que hacen de su coleccin algo tan especial". "Peculiaridades?" Ella frunci el ceo. "Pens que lo que vi en esas pginas estaba en la naturaleza de los hombres y las mujeres". "Si se permite que la violencia sea a veces parte de la naturaleza de ambos, entonces es igual a lo que pensaba." "No entiendo." No, no lo entenda, pens. Su falta de experiencia la haba impulsado a centrar su atencin en las caractersticas ms llamativas de las ilustraciones. Ella no los haba considerado como un todo, ni comprendido exactamente lo que estaba visualizando. "Las dos mujeres estaban esposadas", dijo. "Una a la baranda de hierro, la otra a la columna en que apoyaba la espalda el hombre." La cabeza de Ria neg. "Eso no puede estar bien." Oeste suspir. "Me gustara que encontraras otra manera de expresar tu asombro que no sea un desafo a cada palabra que digo." l levant la mano, detenindola antes de que pasara sobre l para coger el libro. "Yo te mostrar." Cogi el libro, lo abri por una pgina al azar con la pareja en la cama, y luego us su mano para cubrir todas las partes del dibujo, excepto las manos de la mujer aferradas alrededor de la barandilla de hierro. Lo levant para que Ria pudiera ver y observ la respuesta de su rostro. Ella lo mir, parpadeando una vez, luego acept lo que estaba viendo. Oeste volvi el libro, cubri el otro dibujo de la misma manera, y le mostr las muecas de la mujer que estaban efectivamente esposadas a la columna. No eran hierros pesados los que mantenan a la mujer en el lugar, sino bandas delicadas que podran haber sido de oro o plata. Los enlaces desde las muecas a los anillos que las aseguraban eran casi invisibles, pero Ria los haba visto una vez y saba dnde mirar. Oeste cerr el libro y lo puso a un lado de nuevo. El rostro de Ria presentaba un poco menos del color que tena unos momentos antes." Tienes que tener alguna opinin al respecto", dijo. "Me gustara orla." "Te equivocas. No s qu pensar... sobre las ilustraciones o el hecho de que el libro le pertenezca al seor Beckwith". l admiti que requerira un esfuerzo considerable por parte de ella para asimilar todo eso. "Hay hombres que encuentran placer en el sometimiento de otros. En este caso, son las mujeres quienes se hacen sus esclavas. Para no complicar tu mente, tengo que decirte que no todas las mujeres se opondran a que se las utilizara de esa manera, aunque no es la intencin del artista mostrar esto. Sus dibujos tienen un propsito en particular y es la creacin de emociones en la persona que las vea. Pueden ser temas de dominacin o impotencia. No hay restriccin en las ilustraciones, es literal y figurado". Cuando Ria habl esta vez, su voz era casi inaudible. Ella sigui mirando sus manos juntas. "Yo pensaba que las mujeres llevaban brazaletes. Pens que eran gitanas." Sacudi la cabeza lentamente, sintindose dbil y vagamente enferma de repente. "Pero creo que una parte de m entiende que haba algo ms que yo estaba viendo, algo a lo que estaba respondiendo sin ser plenamente consciente de ello. Cuando fue... cuando yo estaba tocndote... es que cuando t y yo estbamos forni" Ria se detuvo en esta ltima palabra, ya no estaba segura de que fuera la ms apropiada. "Cuando me estabas dando placer", dijo Oeste. "Llammoslo as y prescindamos de expresiones ms grficas, a menos que te ofenda hacerlo". Por el contrario, Ria estaba agradecida por su sugerencia. Se aclar la garganta, pero su voz segua siendo afectada por una opresin all, y se oblig a soltar un suspiro tembloroso para darle sentido a las palabras. "Cuando te daba placer, me llam la atencin... una extraa idea de ser tanto el ama y la esclava. Yo nunca... nunca he experimentado algo as antes y yo... creo que me gust bastante el conflicto de la misma. Me temo que pensar en ello excit mi sangre". Oeste podra haber encontrado esta confesin picante si no hubiera sido tan seria. Claramente se turb, y slo pudo imaginar lo que le cost confesarlo. En el curso de una sola noche, haba despertado al ardor de la pasin desconocida para ella antes, y ahora estaba descubriendo el complicada verdad que se le presentaba. Se volvi un poco para que pudiera verla mejor. No era su forma habitual evitar sus ojos, pero ella estaba hacindolo ahora. Pas a travs de la barrera que los separaba y le toc la barbilla con los dedos. "Mrame, Ria." Empuj la punta de su barbilla hasta que su cabeza gir lentamente hacia l. "Lo que has experimentado no es algo que temer. Fuiste t quien propuso la idea de que una mujer debe saber lo que tendr que soportar. Lo que ocurri entre nosotros est destinado a ser aceptado, y si te parece malo ahora, ests negando tu propia naturaleza. Crees que yo no comparto tus mismas emociones espinosos? Hay acaso alguna otra prueba que necesites para saber que mi sangre tambin se ha excitado?" La sacudida de la cabeza de Ria fue casi imperceptible. Ella contuvo el labio inferior y lo apres entre los dientes, concentrndose en el dolor que se infliga a fin de mantener sus ojos fijos en los suyos. Le preocupaba que la viera tan joven y tan completamente vulnerable, sin embargo, este era Evan Marchman, que vena a salvarla de las consecuencias de su propia temeridad. La almohadilla del pulgar de Oeste cruz el labio inferior de Ria, liberndolo de su mordida. "No puedo decir que no entend la totalidad de los dibujos. Yo saba lo que era cuando los tom de Beckwith de hecho, he seleccionado el libro precisamente por esa razn. No quise decir para que lo veas, pero despus de haberlo visto, no debera haberte molestado con los detalles de su contenido. Llevo una medida de responsabilidad en lo sucedido. Entend que es la naturaleza misma del fuego quemar y sacar ampollas, incluso si no tiene experiencia". "Ests hablando otra vez de protegerme." "Supongo que s, y no puedo decir que alguna vez vaya a ser diferente." Ella lo sorprendi al no insistir en que debera serlo. Se apart un mechn rebelde de cabello de la sien. "Tampoco puedo decir que nunca voy a fallar. Quien debera ser su tutor, es ms bien un zorro cuidando el gallinero se inclin hacia ella y vio que esbozaba una leve sonrisa, y se alegr por ello. "Estoy seguro que Tenley ha pensado as desde el principio, y Margaret est llegando a esa conclusin. Mi criado se pregunta porque te traje aqu. Mis amigos intercambian miradas significativas entre ellos, cada uno pensando que sabe la respuesta." "Cul es la respuesta?" le pregunt en voz baja. "Yo no la conozco." "No la conoces? Has sido bastante precisa al sealar que soy un cobarde. Yo no quiero enfrentar a mi hermano y mi cuada solo". "Oh." "Est decepcionada?" "No... s... un poco, creo." Oeste atrap sus ojos e inclin la cabeza para sostener su mirada. "No habrs desarrollado algn sentimiento de ternura hacia m, verdad?" "No." "Eso es bueno. Me gustas muchsimo, Ria, pero cierta clase de sentimientos pueden hacer que las cosas entre nosotros se vuelvan irremediablemente complicadas". Ella asinti con la cabeza. "Entiendo. No necesitas preocuparte. Me gustas lo suficiente, supongo que no habra sido capaz de darte placer si no me gustaras." Oeste estaba contento de haberse posicionado en el centro de la cama, ya que de lo contrario podra haber cado de ella. Mientras que por lo general apreciaba la franqueza, Ria tena una manera de practicarla que invariablemente lo desarmaba. Su garganta se senta inexplicablemente estrangulada. "S," dijo con voz ronca, "Eso es". "Ests bien?" Como pareca que iba a lanzarse a golpear su espalda, Oeste la detuvo cogiendo su mueca. "Estoy bien." Afloj su agarre, pero sin soltarla por completo. "T comprendes, verdad, que no se volver a repetir lo de esta noche?" "Yo no lo har, pero no puedo responder por ti." "Yo tampoco. En cuanto a la segunda ilustracin, no habr nada de eso tampoco." "Contigo, querrs decir." "Qu?" "Contigo", repiti. "No puedes ordenarme que nunca tenga relaciones sexuales con otro hombre". Aunque Oeste se alegr de que ya no usara la palabra fornicacin para describir las actividades ntimas entre hombres y mujeres, no poda decirlo sin perder el punto al que pretenda llegar. "Tu postura referente al matrimonio ha cambiado?" "No." "Entonces no mantendrs relaciones sexuales con un hombre." Ria le dio a su respuesta toda la consideracin que crea que mereca y respondi sin vacilar. "Sabes que suenas como un ser perfectamente aburrido no?" "Y t deliberadamente provocativa." La sonrisa que le dedic fue bastante engreda. "Ests seguro?" Poda admitir para s mismo que no estaba seguro de nada en lo que a ella se refera, pero sufrira todas las torturas de los condenados antes de admitirlo en su cara. "S, muy seguro. Y t te deleitas aguijonendome". "Tal vez," dijo. "Pero, puede ser que consiga la revancha." "Touch". La sonrisa que ella le ofreca ahora era levemente triste. Mir hacia abajo a sus dedos rodeando su mueca, y luego habl con un suave acento deliberado. "No crees que ests siendo irrazonable? Si invito o no a otro hombre a mi cama no es algo que puedas decidir por m. Cmo puedes esperar que obedezca esa orden? En ocho meses te liberars de tus responsabilidades por mi bienestar, y yo ser independiente de tu influencia. Liber la mueca de sus dedos y se burl de l con sus propias palabras. "No habrs desarrollado un sentimiento de ternura por m, verdad?" "No." "Eso es bueno, entonces. Para los dos, creo." Le pareca que slo haba una respuesta, a pesar de que ya no estaba seguro de la verdad de la misma. "Por supuesto." "Entonces est decidido." No lo estaba, pero no poda pensar en nada que pudiera cambiarlo. Eligi recordarle que poda ejercer su influencia para con ella en el presente. "Todava quedan ocho meses restantes." "Un poco menos de eso ahora, pero no voy a contar los das." "Por supuesto", dijo secamente. "A fin de que te retires finalmente a tu habitacin, has terminado con tus preguntas?" "Casi. Me gustara saber si yo tengo el don." Necesit un momento para entender de que estaba hablando, y cuando lo hizo, otro momento para recuperarse. "La verdad de Dios, dices las cosas ms asombrosas. Nunca podrs moderar tu lengua? O es que cada pensamiento tuyo ser puesto a disposicin del pblico?" Ella simplemente lo mir muy seria, sin dar la menor seal de lo que estaba pensando. "S," dijo finalmente. "Tienes una gran destreza." Ria asinti con la cabeza, pensativa. "Y hacia el final... qu fue exactamente lo que sucedi contigo?" Oeste dej caer la cabeza hacia atrs y golpe la cabecera. Cerr los ojos y maldijo suavemente entre dientes. Se le ocurri que no estara en esta posicin si l la hubiera dejado ahogarse en el lago veinte aos antes. "Tal vez te arrepientes de haberme salvado la vida", dijo Ria. Abriendo un ojo, Oeste la mir con atencin. La sospecha de que poda leer su mente finalmente estaba confirmada. "Lo que pas exactamente es que me has ordeado la leche hasta dejarme seco." Esta descripcin, los dej a ambos atnitos, e hizo que la cabeza de Ria saltara. Tena los ojos abiertos como un bho y su boca se abri en un aliento arrebatado rpidamente. Se las arregl para soltar una palabra. "Leche?" "Esa fue mi semilla." Mordi cada palabra con una pausa en medio para dar nfasis. "La derram en las sbanas en lugar de ti." "Entonces no habr ningn nio." Suspirando, cogi el libro y lo abri. l seal con el dedo el dibujo de la pareja en la cama. "As es cmo una mujer debe recibir al hombre para que pueda tener un nio." Ria sinti alivio al orlo. "Entonces es lo mismo para nosotros como lo es para los animales. Estaba en lo cierto". "Bueno, ahora puedes estarlo." Cerr el libro, casi atrapando la punta de su dedo, pero esta vez, en vez de ponerlo sobre la mesa, abri el cajn superior, lo dej caer dentro, y lo cerr de golpe. Cuando se volvi hacia Ria, capt la visin estrecha de su sonrisa. "Te ests divirtiendo?", pregunt. "Slo a costa tuya." "Entonces es bueno que me lo pueda permitir." Seal la puerta. "Te juro que te sacar yo mismo a la rastra si no te vas ya mismo". Ria se quit las mantas y sac sus piernas sobre el costado de la cama. Camin hacia el otro lado, encontr sus zapatillas, y se las puso, y luego asegur el cinturn de la bata de nuevo. "Buenas noches, Su Gracia". Oeste no la invit de nuevo a dirigirse a l con ms familiaridad. Simplemente asinti y mantuvo los ojos en la direccin a la puerta, lo que quera decir que se fuera. Cuando la puerta se cerr detrs de ella, se recost en la cama, se puso una almohada sobre su rostro, y la mantuvo all. Sus opciones parecan claras: podra asfixiarse a s mismo o morir rindose. Oeste durmi hasta tarde y desayun en su habitacin. Finch no dijo nada acerca de su peticin de ropa de cama limpia, pero Oeste no dej de percibir su ceja arqueada que se elev observndolo en el espejo. Despus de que se ba y se visti, despidi a Finch y cerr la puerta. Desde muy debajo de la cama recuper dos retazos de tela y los puso sobre el colchn. No estaba satisfecho con este escondite, no con las sirvientas entrando muy pronto para poner su habitacin en orden, y ciertamente no con Ria invitndose a s misma a visitarlo cuando quisiera. Haba realmente tomado su cabeza para zambullirla debajo de la cama , no haba duda de que su curiosidad sobre estos temas le haban causado mucho ms problemas que el libro maldito. Quit la cadena en uno de los cilindros de lona y lo desdobl cuidadosamente. Los colores de la pintura eran tan vibrantes como para hacerle parpadear. All estaba el profundo azul zafiro de una tumbona de damasco cubierta por los hilos de oro y plata brillantes del pelo de una mujer tumbada relajadamente con su cuerpo curvado hacia atrs. Cortinas de terciopelo del color de los rubes colgaban en el fondo y sus pesados pliegues barran el suelo. La mujer tena un delgado brazo extendido hacia ellos como si fuera a correrlas para dejar que un rayo de sol entrara. Oeste record que no haba ninguna fuente de luz en la sala en la que el artista haba pintado. Ni lmparas. Ni velas. Ni fuego. En cambio, era la mujer misma la fuente que irradiaba la luz. Estaba tendida desnuda sobre la longitud de la silla, con una pierna levantada, un brazo arrojado sobre su cabeza. Su piel tena el brillo de la madre perla. Sus ojos, entrecerrados dejaban escapar el fulgor del nix pulido. Su espalda estaba ligeramente arqueada, sus labios hmedos entreabiertos. La punta de su lengua rosada se poda ver tocando la cresta de sus dientes. Sus pechos plidos henchidos y los pezones arrugados. Entre sus muslos su pubis brillaba con la evidencia de su excitacin y la semilla de los hombres que ya la haban tomado. No estaba sola en el extico ambiente. El artista haba colocado a tres hombres con ella. Dos a un lado de la habitacin con slo sus espaldas desnudas presentadas. El tercer hombre estaba a los pies de la tumbona, su miembro erecto, con las rodillas ligeramente flexionadas mientras se inclinaba hacia adelante. En el momento siguiente la sujetara por los tobillos y tirara de ella hacia l, levantando sus caderas mientras caa de rodillas. Sus largas piernas se enrollaran alrededor de l y le empujaran dentro. Fuerte. Punzante. Duro. Oeste poda admirar la pintura por el talento del artista, pero el tema le preocupaba ms que un poco. Se sent en el borde de la cama y la enroll, y luego coloc la cadena. Esta era exactamente la manera en que la haba encontrado en el estudio de Beckwith, sin enmarcar ni montada en la pared, por qu su dueo no quera mostrar apropiadamente este arte?, y sin embargo lo tena en un soporte colgado expresamente con el propsito de exhibir este cilindro en posicin vertical y una veintena de otros como l. No haba manera de almacenar una pintura de esa manera y las grietas ya estaban apareciendo en las pinceladas. Un mtodo mejor de almacenamiento habra sido un cajn y Oeste pregunt qu dira Beckwith si se lo sugera. Su anfitrin de ayer probablemente todava no saba de las cosas que Oeste haba sacado de su casa. Con alguna suerte, permanecera en la ignorancia hasta que pudieran ser devueltos. No haba sido la intencin de Occidente robar nada de la biblioteca privada cuando entr en ella. La idea de investigar la habitacin se le ocurri slo despus de que Beckwith se excusara y pusiera fin a la breve entrevista. Beckwith no saba disimular, pero Oeste fingi no darse cuenta. Haba aguardado el tiempo, observando la casa desde la distancia, hasta que vio a Beckwith salir de su casa a caballo. Lo haba seguido un trecho, pero era algo peligroso y complicado de hacer cuando poda ser tan fcilmente descubierto. Le dio la vuelta a Draco cuando se dio cuenta de que la ruta que haba tomado Beckwith lo llevara a Gillhollow. Si academia de la seorita Weaver era su destino, Oeste no lo poda saber, pero el asunto del hombre en esa direccin era sin duda interesante. Oeste retrocedi y esper pacientemente hasta la noche, y luego entr en la casa y se dirigi al santuario de Beckwith. Al no tener idea clara de lo que buscaba, ni de lo que podra hallar, su bsqueda se hizo de la manera ms casual, sin prisas pero completa, tal como el coronel le haba enseado. Aplic construcciones matemticas a su trabajo, buscando el valor de la incgnita sobre Beckwith y equilibrando la ecuacin que se form en su mente. No le llev mucho tiempo. El escritorio era un depsito de documentos poco interesantes: cartas, facturas de venta, asuntos de bienes, inventarios, todo para describir un Lord ocupado de su seoro. Hizo brevemente el trabajo de deducir a travs de ello. Cuando dirigi su atencin a las estanteras se encontr con la sorprendente coleccin de obras erticas de Beckwith. No todos los libros abarcaban esos temas. Beckwith tambin coleccionaba los escritos de Fielding, Jonson, Swift, Cervantes y Marlowe. Su biblioteca era notablemente amplia a causa de las obras que haba adquirido, aunque Oeste se preguntaba si parte de ella era para demostrar que sus gustos no se limitaban slo a las cosas ms all de los lmites. Durante la eleccin de los libros al azar, se haba topado con el Marqus de Sade. Ms adelante en la misma fila, haba tropezado con Justine de Sade. Haba ms escritos de hombres de la misma naturaleza que el infame marqus, pero con su misma aficin por confundir el placer sexual con un deporte sangriento. La eleccin final del volumen ilustrado se bas en su relativa singularidad y la ubicacin. Estaba escondido con otros libros sin ttulo en el estante superior y pareca una opcin poco probable para que Beckwith lo encontrara a menos que lo buscara especficamente. Las pinturas, sin embargo, haban sido otra cosa. Haba mirado tres y determin que no haba nada que se pudiera aprender de ellas. Como prueba de talento de los artistas, eran de calidad mediocre, algo que podra pintar l mismo si as lo deseara. No poda decir con certeza qu le hizo desenrollar la cadena en el cuarto. Los colores vibrantes llamaron su atencin en un primer momento. Haba una luz misteriosa que haca del cuerpo desnudo de la mujer el punto focal de la pintura. Ella estaba en un lugar fresco y estril, como un templo, tal vez. Las elegantes columnas jnicas, el piso pulido, y algo que probablemente era un altar estaban tallados en el mismo mrmol verde con vetas. Sus muecas estaban esposadas con cadenas de oro, y ella estaba estirada tensamente entre dos pilares. Detrs de ella haba un hombre que llevaba nada ms que la cabeza de un gran toro con cuernos. El artista haba hecho esta mscara con suficiente detalle para mostrar la feroz expresin en su boca y fosas nasales. La cabeza del animal se apoyaba en los hombros desnudos de un hombre totalmente excitado, que haca de la imagen algo tan potente como obsceno. Podra haber sido Hades llegando hasta Persfone, el diablo mismo junto a su novia renuente. Los ojos de Oeste se desviaron hacia la mujer, sujeta entre las columnas. Su plido pelo suelto, era como un faro de luz. Las finas hebras formaban el halo de una madonna en su cara y la haca parecer casi en paz con lo que iba a ser su destino. A primera vista, pens que estaba viendo a Ria, y le llam la atencin como un impulso violento y doloroso lo instaba a rescatarla. Cuando esa bruma de emocin ciega retrocedi y fue capaz de pensar y ver ms claramente, se dio cuenta de que estaba equivocado. La mujer no era Ria, pero l la conoca. Ella era India Parr. El shock por la sorpresa, empuj a Oeste a la silla detrs del escritorio de Beckwith. La seorita Parr era seguramente la actriz ms famosa de Londres, famosa tanto por su sentido de la interpretacin de lo absurdo como por su belleza. Su amistad con ella haba sido breve, limitada a la vez que la vio en el escenario en el Drury Lane, y luego de pie en la puerta de su camerino despus de presenciar el puetazo que le haba dado a Sur slidamente en la barbilla por interrumpir su actuacin con su risa inoportuna. Haba chismes que circulaban en Londres de que la seorita Parr haba estado bajo la proteccin de un seor M, y de que se haba ido al extranjero con su amante. Ocupado por los problemas que la tutora de Ria le ocasionaba, haba prestado poca atencin a los detalles de la ausencia de la seorita Parr del teatro, ni siquiera teniendo el tiempo para participar en los libros de apuestas en cuanto a la identidad del enigmtico seor M. Ahora se preguntaba si debera haber inquirido ms sobre ella. Southerton no estaba muy lejos, pero Oeste no quera molestarlo con esto. Era poco probable que Sur le agradeciera una interrupcin en su casa cuando l estaba la estaba usando como lugar de citas con su ltimo pedazo de muselina. El pedazo de muselina probablemente no lo apreciara, tampoco. Despus de descubrir que la seorita Parr era la pieza central de una pintura, tena que revisar todas las dems. Haba encontrado ms de lo que le ofrecieron, y decidi que lo tomara tambin. Estos leos eran muy superiores a todos los dems de la coleccin de Beckwith. El artista no haba firmado su obra, pero Oeste dudaba de que fuera porque no considerara las pinturas dignas de una firma. Posea un extraordinario talento el que haba puesto estas pinceladas sobre el lienzo. Lo que este seor haba elegido como tema, sin embargo, sugera una mente peligrosa y oscura. Se dio cuenta de que el artista era el amante y protector de la seorita Parr, el misterioso Seor M. Oeste mir alrededor de su habitacin buscando un lugar mejor para guardar cada una de las pinturas. Tendra que llevarlos a Londres y mostrrselas al coronel. Blackwood era la persona ms adecuada para saber qu podra hacerse. El coronel eral centro de una intrincada red de espionaje que se extenda a lo largo y ancho de Londres y ms all tambin. Le revelaban informacin del palacio de St. James y de las calles ms humildes de Holbern, y le presentaban hechos srdidos que podan ser una trampa de acero para cualquier mente. La delgada red de Blackwood, se desplazaba a travs del canal de Bruselas, Calais, y Amsterdam, y se dispersaba a Pars, Madrid, Roma, incluso Mosc. Haban pasado varios aos desde que Oeste le haba enviado mensajes codificados desde el extranjero, pero se acord de la complejidad de la red y la velocidad con la que el coronel actuaba. Oeste deseaba que hubiera alguien ms a quien pudiera acudir para entregarle el libro y las pinturas a Blackwood. Sin embargo, con contaba con mensajeros aqu, y esta no era una misin en tiempos de guerra. Ni siquiera estaba al servicio del coronel en ese momento, pero lo haba estado durante mucho tiempo y ahora se encontraba invirtiendo sus roles establecidos desde haca tiempo y pidiendo su ayuda. Blackwood haba sido de gran ayuda con la identificacin de los administradores de la academia, como miembros de la Sociedad de los Obispos. Oeste esperaba que pudiera obtener ms de lo mismo. La desaparicin de la seorita Jane Petty estaba abriendo la caja de Pandora. Ria se haba preparado para poder hacer frente a Oeste en la sala de desayunos. Cuando l no se uni a ellos para la comida, ella se sinti ms ansiosa que aliviada. Quera decir que este primer encuentro del da no lo hara necesariamente bajo sus trminos. Era importante para ella no demostrar tener ningn remordimiento sobre la noche anterior. l se abalanzara sobre ella por tener esos sentimientos, como un gato sobre un canario. No hara preguntas de seguro, pero malinterpretara sus sentimientos al respecto. Los remordimientos, desde su perspectiva, seran sobre todo lo que haba hecho. No era probable que se lamentara por lo que haba sido incapaz de animarla a que lo hiciera, es decir, a poner en prctica los detalles de la ilustracin nmero dos. Antes de dormirse, Ria haba llegado a la conclusin un tanto humillante que ella no tena un aspecto tentador y era poco probable que pudiera adquirirlo. Ella era la directora de la Academia de la Srta. Weaver, no una cortesana, y no aspiraba a serlo. Lo que quera era tener la experiencia completa de ser una mujer sin la trampa del matrimonio, ni tampoco quera ganar esa experiencia en el lecho de cualquier hombre. Deba ser alguien cuya discrecin y modales fueran irreprochables y deba asegurarse de que no la llevara a su cama para luego llamarla puta por estar ah. Cuando consideraba el asunto seriamente, se convenca de que debera esperar un montn de tiempo. La idea de perder su virginidad, no haba estado durante mucho tiempo en su cabeza. Tenley en su persecucin decidida le haba proporcionado una gran oportunidad para ser relevada de su virginidad si lo hubiera querido. En realidad, ni siquiera haba concebido la posibilidad. No haba carecido de pretendientes durante su primera temporada, y haba habido un nmero adecuado de petimetres y pcaros entre ellos. Ni siquiera la atenta mirada del duque hubiera sido suficiente para mantenerla a salvo, si hubiera estado determinada a experimentar con uno de ellos. El hecho era que no le haba interesado. Ria no declar culpable a Oeste por poner tantos pensamientos contradictorios en su cabeza, pero deba hacerlo responsable de agitarlos. Tena la seguridad de que no haber sido por su provocacin, esos sentimientos salvajes hubieran permanecido en estado latente durante toda su vida. Podra haber subsistido en una feliz ignorancia, sin saber de sus necesidades ms bajas, y sus anhelos secretos habran permanecido adormecidos, ocultos incluso de s misma. Pareca que Oeste haba mostrado una cierta indiferencia hacia ella con el uso imprudente de su maligna sonrisa, luego subyugado su apetito con un beso descuidado de la misma naturaleza. Ria descubri que pensaba en l demasiado tiempo, la paciencia sera necesaria para encontrar una salida. Para ponerle fin al asunto, se sumergi hasta las rodillas en el banco de nieve al lado del seto y comenz a preparar su arsenal. "Vamos a poner sitio a un verdadero castillo hoy ", le dijo a Will y Caroline. "Creen que podrn tirar tan alto como para golpear las ventanas?" Oeste casi cay de su asiento cuando la primera bola de nieve golpe con fuerza contra el cristal. Haba logrado enderezarse agarrando la cornisa biselada del armario, usando la punta de la bota para empujar el mueble en su lugar. Comprob que los rollos de tela no eran visibles desde cualquier ngulo antes de que renunciara y se acercara a la ventana. La siguiente bola de nieve explot en el panel directamente en frente de su cara. Incluso a riesgo de recibir una en la barbilla, abri la ventana y se asom. Los nios se mostraron manifiestamente horrorizados. Ria ms bien se vea satisfecha de s misma. Si hubiera albergado alguna duda en cuanto a la identidad de los golpeadores de ventana, se le hubiera disipado con el siguiente grito. "Cuidado!" les dijo. "Tengo calderos de brea hirviendo, y los tiraremos sobre ellos directamente." Will y Caroline se dieron la vuelta para mirar a la cara Ria, sus ojos tan grandes como monedas. "Es una mentira, verdad?" pregunt Caroline. "No tienes ninguna perra hirviendo." "Dije brea hirviendo, pero tienes razn es de mentira, le dijo Ria. Toc la mejilla sonrosada de la nia con sus dedos enguantados y le quit un copo de nieve. "Vamos. Ya ha cerrado la ventana y estar sobre nosotros ms rpido de lo que imaginas. Necesitamos ms armas y un mejor lugar para atacarlo". Se hizo cargo entonces y los llev al jardn, donde las estatuas y setos proporcionaban proteccin y el paisaje de las terrazas les ofreca la posibilidad de aprovechar las tierras altas. A pesar de las ventajas que tenan, Oeste logr acercarse sigilosamente a ellos desde la parte trasera y montar un ataque efectivo. Caroline fue la primera en desertar. Tom una posicin segura detrs de una fuente al lado de Oeste, quin estaba en el campo de batalla lleno de bolas de nieve y las lanzaba casi tan rpido como poda tirarlas. Al principio Will ridiculiz a su hermana por haberlos abandonado, pero tuvo motivos para reconsiderarlo cuando recibi una bola que le dio en la boca abierta. Despus de eso, se agach y desapareci. Fue entonces cuando Ria se dio cuenta de que era ms seguro para Caroline si Will le permita unirse al flanco de Oeste. Agit la corbata blanca en seal buena voluntad para una tregua temporal y exigi parlamentar. A cambio de renunciar al joven William, recibi como trueque tantas bolas de nieve como pudo llevar en su falda. Aunque el resultado nunca estuvo en duda, Ria no se rindi hasta que yaca de espaldas en una montaa de nieve con Oeste, Will y Caroline de pie sobre ella. Incluso entonces, se rindi de mala gana. Oeste sostuvo su bola de nieve preparada sobre Ria y le permiti considerar sus opciones. "Incluso en Waterloo, Napolen no forz a Wellington y Blcher a superar algo as", dijo. "El hombre sabe cundo ceder". Will mir hacia Oeste. "Yo digo, que es muy malo de parte de ustedes comparar a Ta Ria con Napolen. Ella es correcta de principio a fin". Este pronunciamiento, dicho en un tono de relevancia y sinceridad, tuvo el efecto de fomentar en Ria la sonrisa ms beatfica. Al primer vistazo, Oeste pens que podra caer de rodillas. Se las arregl para mantener el equilibrio, pero slo por un estrecho margen. Mantener el equilibrio sobre el taburete del tocador de su habitacin habra sido ms fcil. Ofrecindole la paz, Oeste tendi la mano hacia ella. Sin el menor remordimiento, Ria tir de l, rodando en el ltimo momento para evitar que aterrizara sobre ella. Cay sobre su rostro en la pila de nieve, y los nios inmediatamente se le abalanzaron. Ria vio que l no trat de luchar muy duro contra ellos, y cuando finalmente se rindi, fue con buen humor. Otra cosa que poda aprender de l, pens. Rendirse no tena por qu ser poniendo resistencia. Will y Caroline salieron corriendo en direccin a la cocina inmediatamente despus, en busca de grandes tazas de chocolate caliente. Ria y Oeste les siguieron ms lentamente, rozndose lo menos posible antes de aceptar que necesitaban un poco de ayuda del otro para lograr beneficio mutuo. "Para hacer lo que tengo que hacer ahora tendr que volver a Londres", dijo sin prembulos. La compostura de Ria vacil, pero se recuper rpidamente. Ms difcil era manejar la forma en que su espritu se desplom ante esta noticia. "Por supuesto." "Es por el asunto de la seorita Petty que me marcho." No saba si era necesaria una explicacin, pero pens que deba ofrecerla. "S, lo entiendo. No pensaba lo contrario." "Quieres que te acompae a la escuela?" "No. La Navidad estar sobre nosotros pronto y ms de la mitad de las nias se ir para sus hogares. Para las dems ser tiempo de vacaciones. No he pasado la Navidad en la mansin desde que Tenley se cas con Margaret. Creo que me gustara pasarla con ellos este ao, si me lo permiten". "No vas a sentirte incmoda?" "No." Su sonrisa fue un poco ladeada, un poco triste, pero la barbilla subi, y se las arregl para infundir optimismo en su voz. "Voy a ser tan creble como haga falta. Eso har que la mente de Margaret no se atormente y pueda mantenerla a mi lado para darme consuelo y ms sabios consejos". "Y mientras Tenley permanecer a distancia." "Si l quiere, s. Creo que no va a tener ocasin de encontrarme sin Margaret cerca. Volver a la academia despus del Da de San Esteban, pero antes del ao nuevo." Se volvi hacia l al tiempo que le abra la puerta. "Cundo te irs?" "Tan pronto como las carreteras sean transitables para el transporte. Ni siquiera Draco encontrara el rumbo despus de las nevadas de estas dos ltimas noches". "Entonces mantengamos la esperanza de un rpido deshielo, por el bien de la seorita Petty." "S," dijo en voz baja. "Por el bien de la seorita Petty." Tres das pasaron antes de que Oeste juzgara que los caminos estaban en condiciones tolerables para viajar. No era con la mirada puesta en su propia comodidad que esper, sino para facilitar el viaje de Finch, quien sufra un doloroso ataque de gota y no poda soportar las sacudidas del carro por mucho tiempo. Aunque el valet protest ruidosamente contra las modificaciones que se hicieron por l en el interior del carro, finalmente Oeste pudo partir. Salieron al amanecer e hicieron paradas frecuentes. A menudo Oeste cabalgaba delante del carro, con el pretexto de asegurarse de que el camino estaba despejado, pero en verdad, prefera estar fuera antes de escuchar las quejas de dolor de Finch y estar solo con sus pensamientos. Haba dejado regalos para Tenley, Margaret, y los nios. Era la primera vez que les haca regalos, y no estaba seguro de si haba sido correcto hacerlo ahora. Sus sentimientos no eran precisamente los de un hermano, un to ni siquiera un primo. No poda decir con seguridad que no senta nada familiar, slo que no era tan indiferente como le hubiera gustado ser. Los hijos, se dio cuenta, le haban gustado bastante, sobre todo cuando estaban en compaa de Ria. Tenan carcter y eran juguetones y enrgicos, fciles de entretener. Se rean con facilidad en su presencia, y ella tambin. Slo cuando se encontr con los tres encima, su semblante se volvi ms comedido. Oeste no se detuvo en este momento. A su juicio, los cambios sutiles en las maneras de Margaret hacia l no se deban al cambio del clima. Margaret ya no actuaba de forma altanera o irnica, ms bien se haba vuelto graciosa y afable, pareciendo encontrar placer en su compaa, y haba dejado de hacer referencia a la herencia del ttulo. Sus nervios, se haban calmado cuando comprendi que no tena intencin de echarlos de la casa. En cuanto a Tenley, no haba dejado de percibir la tensin entre ellos. Ninguno de los dos mencionaba o reconoca que una segunda semilla haba arraigado. Oeste decidi que poda ser tolerante con el temperamento de hermano, a pesar de que habra sido ms fcil si Tenley hubiera posedo siquiera un indicio de humor negro acerca de sus circunstancias. Ese Tenley se haba extinguido para con l, en el momento en que se empe en quitar a Ria de su camino, lo que era infinitamente ms comprensible. Haba dejado un regalo para Ria tambin, algo que l haba llevado consigo desde Londres: Los poemas ilustrados de William Blake. Canciones de Inocencia y Experiencia El poeta mstico le atraa de una manera que los romnticos no conseguan, pero atesoraba ese volumen en particular porque haba pertenecido a su madre. En la portada, Blake haba escrito su nombre como un favor al hombre que se lo haba comprado, por lo que haba significado para ella tenerlo. Oeste nunca consider que su propio padre podra haber sido un admirador de los audaces poemas de Blake, a veces violentos, o que l hubiera entregado el libro a su madre con el motivo de meterla en su cama. Regalos como ste rara vez se ofrecan como recompensa del dolor que le hubiera causado, sino como incentivo para que le permitiera continuar sin consecuencias. Eso no el propsito de Oeste al regalarle ese libro de versos a Ria, ms bien esperaba que pudiera apreciar que el manoseado ejemplar era importante para l y que el ttulo iba a colacin propsito de su corta experiencia. Haba una parte de l que deseaba poder ver su cara cuando lo desenvolviera y otra parte se senta aliviada por no verla. Si ella estaba decepcionada por la ofrenda de paz que le haca, no quera ser testigo de ello. Ria no se haba equivocado al llamarlo cobarde. Captulo Nueve Blackwood hizo un gesto a Oeste para que quitara las imgenes de su vista. Oeste las enroll con cuidado y desliz las cadenas de nuevo para asegurarlas. Los dej en el aparador y volvi a su silla. El coronel, estaba visiblemente agitado por lo que haba visto. No era un estado que Oeste hubiese visto muy a menudo, y no poda entender por qu las pinturas haban despertado esta reaccin. El coronel era un hombre de mundo. Haba estado en frica y la India, recorri todo el Continente, estudi en Harrow y Oxford, podran hablar inteligentemente sobre las campaas, y continuar la conversacin con la misma firmeza cuando el tema volva a la literatura, la msica o el arte. Oeste no poda concebir que el coronel no hubiera visto cuadros como los de Beckwith antes. No crea que Blackwood se poda haber ofendido por ellas, era algo ms que la sensibilidad ofendida lo que haba que el coronel girara bruscamente alrededor de su silla en busca de la botella de whisky. "Qu puedes decirme sobre el artista?" pregunt Oeste. Blackwood apur su copa y se sirvi otro trago antes de responder. "Adems de que es un maldito demente y talentoso pintor? Nada en absoluto". Aadi otro dedo de whisky en el vaso para reponer lo que haba bebido y se dio la vuelta lentamente. "De dnde diablos las sacaste? Yo pens cuando saliste de Londres que tu destino era la Academia y tu casa en Ambermede". "Era, y fui a ambos lugares. Las pinturas no proceden de ninguno de esos lugares." Explic dnde las haba encontrad, as como porqu las haba sustrado, a continuacin, le entreg el libro de Beckwith al coronel. Blackwood a regaadientes se separ de su whisky para echarle una mirada. l hoje las pginas del primer dibujo hacia un lado, luego hacia el otro, antes de arrojrselo de nuevo a Oeste. "No he visto uno de esos desde que era un escolar, y nunca uno que hara que el marqus de Sade se ruborizara. Las tendencias del seor Beckwith son aparentemente nocivas, porque no es que yo juzgue a un hombre duramente por tales cosas, pero que l est en la junta de gobernadores de la academia para seoritas, no es algo bueno". Oeste asinti. Lo mismo me ocurri a m. Yo pensaba mostrarle el libro al padre de Este. Sir James podra ser capaz de decirme algo al respecto, cuando fue publicado y por quin, quin podra tener los grabados originales. Estos no lo son, creo, pero no deben haber muchos impresos". "Estoy de acuerdo. Tienes que hablar con l. Si l no sabe las respuestas, se dirigir a una persona que s las sepa". Se le ocurri a Oeste de que Blackwood estaba ms cmodo discutiendo sobre el libro que sobre las pinturas. Aun as, algo tena que preguntarle acerca de ellas. "Reconoce a la mujer de la pintura." El coronel se dio cuenta de que Oeste no haba planteado una pregunta, sino que haba hecho una declaracin. Tom un sorbo de su bebida, luego asinti. "Miss India Parr. Ella no es fcil de confundir con cualquier otra persona." Oeste no le inform a Blackwood que la seorita Parr y Ria tenan un gran parecido entre s y que se haba sentido impulsado a matar por ello. "Qu piensas de eso?" "Nada. Es incomprensible". "He odo que hay un cierto Seor M que se ha convertido en su protector." La risa de Blackwood tena poco humor. "Me sorprende de ti, Oeste. No pens que dabas crdito a los chismes." "Depende de si quiero orlos o no. Sabes algo acerca de este Seor M? Creo que fue mencionado en la Gaceta". "Es el mismo diario que public que Este se haba comprometido con Lady Sophia Colley y ya conoces la falsedad de ese informe. Las pginas de la Gaceta deben ser generosamente salpicadas con sal antes de que sean ingeridas como alimento para el pensamiento". Oeste recordaba la historia lo suficientemente bien. Haba causado mucha vergenza a Eastlyn. "Dnde est Este?" pregunt, abandonando de momento el objetivo de su visita. "Me llam para que lo visite en su casa, pero l se haba ido de all. Nadie saba dnde poda haberse metido". "Y crees que yo s?" "Si no lo sabes, es porque o bien comprometido en una misin para ti, o realmente no sabes dnde est. Si es esto ltimo, entonces sospecho que est corriendo detrs de Lady Sophia. El compromiso puede ser falso, pero yo creo que sus sentimientos por ella no lo son". Blackwood suspir. "Es la segunda. No tengo ni idea de dnde se ha ido." Oeste no se molest en mostrar su diversin. Este estado de cosas no era en absoluto del agrado del coronel. "l siempre va a estar cerca. Siempre lo hace ahora, que tenga a Lady Sophia con l, eso es ms incierto." Estir las piernas delante de l, y dej caer la cabeza contra la silla. Observ a Blackwood por debajo de sus pestaas. "Acerca del Seor M, crees que l sea el artista?" "l no puede ser al mismo tiempo artista y protector de la seorita Parr. Es un desafo a la lgica." "Pero est loco. Usted mismo lo dijo." "Fue una expresin, nada ms, aunque no sorprendera que fuera cierto. Las audaces pinceladas... el uso de esos colores brillantes... el brillo de la seorita Parr, es un genio de la puesta, pero algo muy oscuro lo gua." Oeste se dio cuenta de que el pensamiento del coronel reflejaba el suyo. Deseaba que fuera de otro modo, pero slo era un deseo. "Se puede hacer una estimacin de cundo se hicieron las pinturas?" Blackwood mir el aparador. "Yo dira que se realizaron en los ltimos tres aos, tal vez en los dos ltimos. No estaran en condiciones relativamente buenas si hubieran sido almacenados de manera inconsciente por ms tiempo que eso. Se sacaron y se contemplaron con frecuencia, te has dado cuenta, no es as?" El coronel desestim su propia pregunta. "Puedo ver que no lo has notado. La pintura en los bordes de las dos imgenes est gastada en lugares muy particulares. Fueron los pulgares de Beckwith, creo yo, que han causado el dao. Desenrolla la pintura, y luego la mantiene abierto para observarla." Blackwood se lo demostr extendiendo un lienzo imaginario. "l va a destruirlas con su admiracin." A Oeste no le importaba eso. Le preocupaba ms que Beckwith las buscara antes de que un tiempo demasiado largo hubiera pasado. "Voy a tener que devolverlas pronto, entonces", dijo, ms para s mismo que para el coronel." Creo que tendr que beber un trago ahora." Levantndose, se dirigi al mueble bar y se sirvi un generoso vaso de whisky. No lo tom de golpe tal como el coronel haba hecho, sabore el sabor suave y ardiente. No volvi a su silla, apoy la cadera en el escritorio del coronel y permaneci all medio sentado, medio de pie. "Qu opinin tiene usted de la seorita Parr? No como actriz. Quiero decir, como modelo de estas pinturas. Crees que ella pos voluntariamente?" "No se puede estar seguro de que ella haya posado en absoluto." El coronel hizo girar su silla hacia el fuego. "Admitirs que su rostro es conocido por muchos. Su nmero de admiradores suman una legin, y Prinny es uno de ellos. T la has visto, un par de veces, creo, sin embargo, fuiste capaz de reconocerla como la mujer de la pintura. En cuanto a la forma de su cara, podra ser la de cualquiera". "Y tambin podra ser la suya." "S", dijo el coronel de mala gana. "Eso siempre es una posibilidad." "Cmo puedo descubrir la verdad?" "Por qu es tan importante que lo hagas?" Oeste se sorprendi de que el coronel le planteara esa cuestin. "Porque si no pos para el artista, entonces ella puede no estar consciente de que existen esas pinturas y tiene derecho a saber lo que su belleza ha inspirado a la locura". "Dudo que te lo agradezca." Oeste lo dudaba tambin, pero si las pinturas fueron hechas sin el conocimiento de la actriz, ella querra tomar medidas para protegerse a s misma. "Si ella sabe acerca de los cuadros, incluso si pos voluntariamente, yo quiero saber ms. Cmo Beckwith adquiri dos de ellos, por ejemplo. Quin es el artista? Qu clase de mercado existe para estas cosas. Y como todo podra relacionarse con la seorita Jane Petty." "Es una locura suponer que India Parr te llevar hasta la nia desaparecida de la Academia." Oeste se encogi de hombros. "Puedo empezar en cualquier punto del camino para ver a dnde conduce. Lo que quiero saber es si usted me ayudar. Cmo puedo descubrir la verdad acerca de las pinturas?" Blackwood tardo mucho tiempo para responder. "Supongo que tendrs que pedrselo a la seorita Parr t mismo." "Cmo es eso posible? Ella est en el Continente". "Te advert que no debas tomar los chismes como un hecho. Ella no est en el extranjero. Sugiero que le preguntes a Southerton primero. l te aconsejar sobre los beneficios de compartir esto con ella". "Sur? Sur sabe dnde est?" pregunt Oeste claramente incrdulo y sin molestarse en ocultarlo. "l lo sabe mejor que nadie. Ella es su misin." "Te das cuenta de esto? Yo le he prestado mi casa de campo cerca de Ambermede para su uso como" Oeste se detuvo. "Por todos los cielos! Sur obtiene asignaciones de lujo. l est con la seorita Parr ahora, no es as?" "Por lo general no eras tan lento", dijo el coronel. "No lo sospechabas?" "No. Lo dudas? Yo he venido aqu en primer lugar. Lo condenable es que estaba tan cerca, a slo unas pocas horas. Ahora tendr que marcharme de nuevo." Vera a Ria, sin embargo. El pensamiento corri por su mente rpidamente, y no trat de sostenerlo. El coronel estuvo seguro de ser testigo de un cambio repentino en su estado de nimo. "Estas pinturas estn relacionadas con lo que has pedido a Sur que haga?" "Quizs. No lo s. Yo no saba de su existencia hasta que me las mostraste. No puedo decir cunto sabe la seorita Parr sobre esto o cunto le ha dicho a Sur al respecto. Tienes que hablar con l primero. Insisto en eso." Oeste asinti. "De acuerdo." Saba que haba una gran cantidad de informacin que el coronel estaba ocultando, en su mayora sobre la actriz. Ah estaba la explicacin de la agitacin de Blackwood cuando le mostr las pinturas. No lo presionara para obtener ms datos. Cualquier informacin sobre la desaparicin de Jane Petty, debera obtenerla de Sur primero. En cuanto al coronel, mirndolo por encima del borde de su vaso, Oeste pregunt: "Ha recibido el retrato de la seorita Petty?" "Y la descripcin", dijo el coronel. "Llegaron ayer temprano." Oeste lanz un bufido de disgusto. "Yo podra haber hecho la entrega casi tan rpido. Algn da me explicars cmo la inteligencia de Roma puede llegar a tu puerta ms rpido que una misiva desde Gillhollow". "Todos los caminos conducen a Roma", dijo Blackwood secamente. "Si bien no hay ms que uno." "Presumo lo que quieres decir." tom un sorbo de whisky. "Entonces no ha habido tiempo para realizar consultas a las modistas en Firth Street". "Por el contrario, envi a alguien all de inmediato." "Y?" "Espero tener noticias de ella pronto." "Ella? Enviaste a una mujer?" Blackwood ri. "Ellas son modistas, no? Juzgu que una mujer tendra mejores probabilidades de xito". Oeste sinti el cosquilleo de la piel en la parte posterior de su cuello. "Puedo conocer la identidad de esta mujer?" "Por supuesto. Tendrs que darle las gracias, sin duda. Es Elizabeth." "Lady Northam." Oeste no lo poda creer, y sin embargo, apenas se sorprendi. Aceptarlo pareca estar en perfecta armona con todos los dems dilemas a los que se enfrentaba. "T enviaste a la esposa de Norte en una misin para obtener informacin acerca de una chica desaparecida?" "Ella iba a ir a la modista, independientemente de si yo la enviara. Slo fue providencial que pasara por mi casa primero." El coronel toc el puente de sus gafas y las coloc en la punta de la nariz para mirar a Oeste por encima. "Tengo que recordarte que he conocido a Elizabeth toda su vida? Ni t ni su esposo pueden hacer la misma afirmacin". "Entiendo que Norte sabe sobre todo esto?" "No sabra decrtelo. No tengo ni idea de si ella le dijo." Oeste gimi suavemente, seguro de que iban a rodar cabezas si Norte lo descubra. "Northam querr mi cabeza." Blackwood rechaz esa idea. "Querr la ma primero." "El orden en que rueden nuestras cabezas no hacen la diferencia mientras estemos en la guillotina". Riendo, el coronel termin su bebida y dej el vaso. "Creo que Elizabeth no dir nada. Est deseosa de conseguir un poco de adrenalina en este asunto del ladrn caballero". "Entonces, Norte ha encontrado a su hombre? "Es una manera de decir, pero hay un plan en marcha para dar con l pronto. Despus de haber cumplido con Sur, es importante que regreses a Londres. Habr necesidad de tus habilidades particulares". "Qu puedo hacer yo que los otros no puedan?" "Espa. Lince. Marinero. Soldado... Cul eres t?" Oeste suspir. El coronel se diverta. "Sabes perfectamente que eres capaz de hacer. Si esa es tu destreza quin soy yo para cuestionarla?" Ese anuncio, logr que Oeste terminara lo que quedaba de su bebida. En realidad contemplaba la posibilidad de servirse otro. "He prometido a la seorita Ashby que voy a encontrar a su estudiante perdida. No puedo estar aqu y all, y aqu de nuevo. Me demor en ir a Gillhollow despus del funeral del duque porque Northam necesitaba ayuda cuando Elizabeth le dej". "Y ambos necesitan tu ayuda ahora, aunque sea yo el que te lo solicite." Oeste no poda recordar que le hubiera hecho una solicitud. Supuso que al final no importaba. Saba que hara lo que fuera necesario, ya que no estaba en l hacer otra cosa. No importaba que el coronel contara con eso, se trataba de una promesa hecha haca mucho tiempo en Hambrick Hall. "Amigos aunque la vida nos cueste," dijo en voz baja. "S. Por supuesto". "Yo te dar los detalles ms adelante. No todo est listo." dijo Blackwood con su mirada grave. "Esto va a requerir extremo cuidado. No puedes ser atrapado." "S puedo, pero no lo ser." "Bien. Tu parte se debe hacer antes de que el embajador de su baile de invierno. Creo que se puede hacer cooperativo, pero te corresponder a ti asegurarte de que todos los datos sean correctos". Oeste admiti que estaba ms intrigado que alarmado. "Y este plan tuyo? Va a poner un punto final al Reinado del terror del Seor Ladrn de la sociedad?" "Sus tocadores y salones estarn a salvo de nuevo. Las Ladies podrn vestir sus mejores joyas y pagarle a los acreedores". Sonriendo, Oeste se despidi despus de que el coronel hubo pedido y recibido la promesa de unirse a l en la noche de Navidad para cenar. No era una promesa difcil de hacer. Oeste ya saba que no haba un slo lugar en el que preferira estar. Perceval Bartlett, El Muy Honorable Vizconde Herndon, se par lentamente a modo de saludo mientras conducan a Oeste hacia el jardn de invierno. El aire estaba impregnado de ricos aromas, el suelo negro de tierra, helechos colgantes y el invernadero de flores. Cuando Oeste entr en la habitacin, Herndon estaba encorvado sobre una orqudea en maceta, examinando los delicados ptalos rosados en busca de defectos. Ahora su palma ahuecaba suavemente la corola y el pulgar desplegaba el estambre. Daba la impresin, desde el punto de vista de Oeste, que era un hombre reacio a dejar a su amante, haba algo inequvocamente ntimo en la forma en que Herndon acariciaba la planta. Oeste dudaba de que hubiera sido por accidente que se le haya permitido observar esto. Herndon pretenda provocar una respuesta en l, para probar su reaccin. Para ello, Oeste se vio obligado, a simular que apreciaba el gesto y que entenda a lo que haca referencia. "Aaah, Westphal," dijo Herndon. "As que has llegado despus de todo. Haba odo que ibas a regresar de Ambermede despus del ao nuevo". "El nuevo ao ya est sobre nosotros. Hay tiempo suficiente para hacer el viaje. No recibiste mi respuesta a tu invitacin?" "S, lo hice, pero entonces o los rumores y no estuve seguro de tu intencin." "Mi intencin", dijo Oeste, con un fro adecuado en su voz, "es mantener mi palabra. Me tienes aqu, Herndon, ahora qu vas a hacer conmigo?" Herndon mostraba una figura angulosa. Tena un rostro estrecho y enjuto, los hombros cuadrados. Sus largos brazos terminaban en huesudas muecas, manos grandes y dedos elegantemente cnicos. Su boca llena era la excepcin en las lneas perpendiculares que lo definan. All l era suave y grueso, el labio inferior sobresala hacia adelante en algo que pareca el puchero sensual de una mujer. "No puede haber ninguna duda de que eres hijo de tu padre", dijo. "Un poco diablico, si no sonaras igual a l". Oeste opt por no ofenderse. No poda permitirse el lujo de exagerar la mano. La invitacin de Herndon era tan inesperada como oportuna, y no despreciara la intencin de tomar ventaja de ello. "Conocas bien al duque?" "Muy bien, me atrevera a decir que, sin duda, mejor que t." Oeste fue testigo de lo que su tono helado le haba costado. l tendra que sufrir el borde afilado de la lengua de Herndon si no poda ser aplacado. Pareca que la mejor manera de lograrlo era mediante apreciar la pasin del hombre. l pas los siguientes treinta minutos recorriendo el jardn de invierno y haciendo gestos y sonidos de admiracin y respeto por los cultivos de Herndon. El tema de la academia de la seorita Weaver nunca se abord. Oeste podra admirar la paciencia del hombre, aun cuando no le gustaba ser frustrado por ello. La paciencia no era una caracterstica que a menudo se asociara con un miembro de la Sociedad de los Obispos, pero supuso que podra verse afectada cuando convena a sus propsitos, especialmente por uno que haba ocupado la posicin exaltada de arzobispo. Durante tres aos en Hambrick Hall, Herndon haba sido el lder de la Sociedad. Ahora, ms de treinta aos despus, an poda disfrutar de los beneficios de esa posicin como presidente de la junta de Administradores. Al final de la gira, adecuadamente aplacado, el Seor Herndon ofreci que Oeste se uniese a l en la sala de msica para tomar el t. Despus del servicio, su seora lleg al punto de su invitacin. "He recibido recientemente una carta del Sr. Beckwith de Sunbury en lo que respecta a su preocupacin por la escuela de Gillhollow. l indica que ests interesado en un puesto en el consejo". "Yo le expres eso a l, s." "Bueno, entonces, sabrs, que ninguno de nosotros tiene compensacin alguna por nuestra contribucin a la Academia. Es ms, a menudo hay que aportar dinero o encontrar a otros para que lo hagan. Se trata de un capricho caritativo de nuestra parte. La escuela es apenas solvente la mayora de los aos." "Soy muy consciente de ello." Herndon asinti con la cabeza, sus ojos oscuros sagaces en su evaluacin. "No hay duda de que la Srta. Ashby te ha informado de que gasta una parte considerable de sus fondos en suministros para los estudiantes. Lo que me pregunto es si t no crees que es demasiado indulgente?" "Me pareci que un puesto en el consejo me dara oportunidad de remediar las dos cosas." "Tu padre no poda tenerla bajo control." "No soy en todos los sentidos parecido al duque." subray con una sonrisa sabiendo que hablaba confidencialmente como entre dos amigos ntimos. "Beckwith sugiere que tal vez deba mantenerla con una correa ms corta, y despus de haberlo considerado, he llegado a estar de acuerdo con su forma de pensar. Una correa ms corta se adaptara muy bien a ella". "Cunto ms apretada, mejor, eh?" "Por supuesto." El Seor Herndon se frot la barbilla. "Miss Ashby es un tesoro. Si es tu intencin interferir con su desempeo en la escuela, no sera sabio que integraras la junta con nosotros." "Has hablado con los otros miembros?" "Con la mayora, no con todos. Slo con aquellos que estn en Londres. He mantenido correspondencia con los otros." l tom un sorbo de t. "Hubo un acuerdo entre nosotros, para que seas activo en nuestro emprendimiento. Hay una larga historia de buenas obras aqu que nos gustara continuar. Podr apreciar que estamos rompiendo con la tradicin invitndote a ti. Los asientos en el consejo siempre han sido ocupados por los que han tenido un miembro de la familia precedindolos. Pero creemos que incluir sangre nueva es algo positivo. Oeste se pregunt si no estara obligado a derramar la propia. "Me haces un gran honor. Yo no me haba permitido abrigar esperanza alguna. Pareca poco probable, dado que no se le extendi la misma invitacin a mi padre". Ambas cejas de Herndon se levantaron. "Yo no era consciente de que sabas que el duque haba peticionado un puesto en la Junta". "Miss Ashby lo saba. Ella me lo dijo." Herndon no dijo nada de inmediato. "Fue ella quin te anim a reunirte con Sr. Beckwith?" "Me Desalent, en realidad." "Ya veo." Hubo una pausa mientras dejaba la taza y el plato en la mesa a su lado. "Pero ella te habr contado otras cosas, creo. Acerca de la estudiante que abandon la escuela por ejemplo?" "S, ella lo mencion. Naturalmente est preocupada... como" "Entonces te complacer saber que el seor Lytton, el hombre que aprobamos contratar para encontrar a la chica, recientemente ha visitado cada modista en Firth Street. Yo creo que la instruccin para hacerlo vino de la seorita Ashby y se bas en algunos detalles que supo por boca de una de sus alumnas". "Y?" "Y ha hecho recientemente un informe para m. Estoy seguro de que tambin ha escrita una misiva que parti urgente para la academia. El seor Lytton me ha dijo que la seorita..." Sus ojos se elevaron hacia el techo mientras trataba de recordar el nombre. Cuando lo record, le devolvi la mirada Oeste. "La seorita Petty fue vista en varias de las tiendas. Estaba en compaa de un joven caballero que indic que era su hermano y tutor. Compr ropa de viaje, de dormir y otros elementos ntimos. La seorita Petty no tiene ningn hermano. Pensamos que podemos concluir con seguridad que ella se ha puesto bajo la proteccin de un hombre que puede darse el lujo de mantenerla, aunque eso no sea lo mejor para ella. La Srta. Ashby se sentir muy decepcionada al enterarse, creo yo, pero ella no puede esperar que todas las nias se comporten de una manera decente, por muy buena que sea su influencia. Espero de corazn que no lo tome como un fracaso personal y se culpe a s misma". "S," dijo Oeste en voz baja. "Yo tambin lo espero." Oeste esperaba bajo un grupo de rboles cuando vio el parpadeo de la luz en la ventana superior de la casa. Haca fro, y l pateaba el suelo y se soplaba las manos ahuecadas para protegerse del fro penetrante. El trayecto hasta Ambermede haba sido un viaje duro, casi sin pausa. Constantes chubascos y nevadas hicieron el viaje doblemente difcil, impidindole ver el camino por delante, o incluso no mucho ms lejos de las pezuas de Draco. Haba perseverado porque no poda hacer otra cosa. Sera un alivio contarle a Sur sobre las pinturas, inmediatamente abandonar ese lugar y continuar hacia Gillhollow. Visitar la casa no era de su agrado, aunque la seora Simon que viva en el pueblo siempre mantena el lugar en buenas condiciones para l. Nunca estuvo seguro de por qu lo conservaba despus de que su madre muri. No la necesitaba, podra haberla dejado caer en el abandono. En los ltimos tiempos haba empezado a pensar que haba sostenido la propiedad para mantenerla viva en la memoria del duque, no en la suya. Su inters en el mantenimiento haba disminuido casi inmediatamente despus de enterarse de la muerte de su padre. Esa era una indicacin segura de que sus motivos eran rencorosos, no sentimentales. Si Sur no se la hubiera pedido prestada, seguramente ya habra hablado con el abogado para venderla. Un delgado haz de luz de luna penetraba en el dosel de ramas de pino iluminando sus manos enguantadas y su cara. Dio un paso atrs y fue tragado por la sombra de nuevo. Era probable que Sur y la seorita Parr estuvieran durmiendo. Ese era un estado que anhelaba para l. Pens en Ra y se pregunt de qu clase de sueos que estara disfrutando. Pacfico? Inquieto? l apostara que la respuesta tendra mucho que ver con el informe que haba recibido del seor Lytton desde Londres. Por otra parte, si ya lo tena en su poder, habra que ver si crea lo que deca. De cualquier manera, Oeste saba que iba a ser el portador de una noticia que sera difcil de aceptar, y era poco probable que le agradeciera por traerla. En lugar de pensar en las consecuencias de eso, se present en la casa y esper a ser descubierto. Hasta que ocurriera, sin embargo, decidi acogerse a la cama. Pareca infinitamente ms cmoda que la silla que haba sido su hogar en los ltimos das. Las pisadas de Sur en la escalera eran ligeras, pero ruidosas. Oeste oy cada paso acompaando las rfagas intermitentes de viento que azotaban la cabaa. "Tambin podras anunciarte con un grito desde la torre," dijo Oeste secamente. "Tierra a la vista! Avast, ye mateys. O cmo sean los gritos que se emiten desde el palo mayor". Sur se detuvo en seco, con un pie en un escaln, el otro flotando por encima. "Maldita sea, Oeste. Podra haberte disparado." Oeste considerado la pistola en la mano de Sur, dijo despreocupado. "No, si no encontrabas el objetivo." "Si eso es evidencia de tu ingenio, te suplico que no te esfuerces." Oeste se encogi de hombros. Fue un gesto torpe, dado el hecho de que segua tendido en el sof como si fueron una hamaca rgida, con la cabeza apoyada en un extremo y los pies en el otro. Se incorpor lentamente, y se sent mientras Sur terminaba su descenso. Cogi la lmpara de aceite de la mesa y encendi la mecha. "Te pido disculpas por despertarte. No fue lo que quise hacer. Pens que podra refugiarme del fro y conseguir dormir unas pocas horas antes del amanecer." Ese no haba sido su primer plan, pero una vez que estuvo a la intemperie, le haba parecido mejor. "No te detuviste en tu camino hasta aqu?" "No. Vine directo desde Londres." Las dos cejas de Sur se alzaron. Se pas una mano por el pelo y logr reprimir un bostezo. "Entonces, Supongo que no ests aqu para cuidar de tu reciente herencia. Ese asunto no puede haber sido tan urgente". "No, ir all despus. Has estado en la finca?" "Fui ayer por la maana. Tu hermano est en la residencia, creo." Oeste asinti. "Si no es tu intencin dispararme, es posible que dejes la pistola." Sur se mir la mano. La pistola apuntaba en direccin a Oeste. Sonriendo, la puso sobre la mesa al lado de la lmpara de aceite y acerc un taburete. "Es Elizabeth?", pregunt. Oeste neg con la cabeza. "No. Ella est de vuelta en Londres con Norte. No los he visto todava, pero el coronel dice que son indecentemente felices". "Eso es bueno, entonces." "Puede ser, s." Sur sonri dbilmente. "Por qu has venido? Si no es porque quieres evitar que tu hermano te quite Westphal, entonces por qu?" Oeste apunt hacia donde haba colocado su cartera contra la pared opuesta. "Vine por motivo de un asunto que estoy investigando con el coronel. Cuando le mostr esto a l, me envi aqu contigo." No era una mentira del todo, pens Oeste, pero ejerca una presin infinitamente mejor. Sur se removi en su asiento para ver mejor. "Qu son? Mapas?" "Tienes que verlo por ti mismo." Sur empez a levantarse, pero Oeste se inclin hacia adelante y puso una mano sobre su antebrazo. "Yo ir a por ellas." Se levant y cruz la habitacin. "Miss Parr est durmiendo?" le pregunt. "Si es que no la hemos despertado con todo este barullo." Tardamente, Sur se dio cuenta de que Oeste no debera haber sabido a quin haba trado a la casa de campo. "Te dijo el coronel que la seorita Parr estaba aqu, o he dado un paso en falso?" "Fue el coronel. Me lo dijo de mala gana, te lo aseguro. No tena ni idea de ello. Puede que esto sea muy duro, Sur". Se inclin y recogi los dos cilindros, uno en cada mano, y los llev de vuelta a donde Sur estaba sentado. "Yo no saba qu hacer con ellas. El coronel pens que t s sabras." Coloc una en la palma de la mano de Sur, pero no la solt. Mir una vez en direccin de las escaleras, y luego de vuelta a su amigo. "Tal vez sea mejor que me hayas odo. Yo creo que habra sido ms difcil por la maana". "Debido a la presencia de la seorita Parr, quieres decir." Oeste asinti. Observ cmo Sur sacaba el lienzo y lo colocaba transversalmente en su regazo. Cuando comenz a desenrollarlo, Oeste dio un paso hacia atrs, dando a su amigo un poco de privacidad. "Oh Dios." Sur dijo las palabras en voz baja, mitad sorpresa, mitad maldicin, cuando la pintura estuvo desplegada ante l. La mir durante un largo momento, luego maldijo en voz baja y empuj la tela de su regazo. Oeste la atrap en el aire y la enroll rpidamente. "Quieres ver la otra?" "Debera?" Oeste no haba visto desde la escuela una expresin tan preocupada. La pintura con la cabeza de toro era ms grotesca que la que ya haba visto. Sin embargo, Sur no debera haber hecho la pregunta. No era una decisin que Oeste poda tomar por su amigo. Sur le tendi la mano. "Dmela". Oeste vacil. La tez de su amigo estaba plida. Es evidente que l tena algunos sentimientos por la seorita Parr, de lo contrario no se habra visto afectado tan profundamente por las pinturas. "Est bien", dijo Sur. "Quiero verla". Oeste coloc el segundo lienzo enrollado en la mano extendida de Sur. l mir hacia otro lado en esta ocasin. Sur la abri y le dio una rpida mirada antes de volverse hacia Oeste. "Dnde las conseguiste?" "Las rob". "Puedes decirme algo ms?" En esta ocasin Oeste minti voluntariamente. No haba razn para que Sur conociera la naturaleza personal de su investigacin. "Te puedo decir que la obtuve de uno de los embajadores." "No son el tipo de obras de arte que puedan ser dadas por desaparecidas." "Eso es lo que pensaba." Oeste volvi a colocar ambas pinturas a donde haban estado previamente en contra de la pared. Mientras pensaba en lo que deba hacer a continuacin, se frot la parte posterior de su cuello con la mano. Las hebras de pelo de color rojo oscuro se levantaron de su cuello para posarse a la ligera sobre la nuca. "No vas a creerlo, Sur, pero lo que estoy investigando parece tener algo que ver con los obispos". La cabeza de Sur se sacudi. "Los obispos? Ests hablando de la sociedad?" "S." Negando con la cabeza lentamente, Sur mir hacia los lienzos enrollados de nuevo. "Pero no de los muchachos de Hambrick Hall". "No. Por lo menos eso espero. Este es trabajo de hombres, no de nios." La voz de Oeste se hizo ms dbil. "No todava." Sur asinti con la cabeza. "Qu es lo que necesitas de m?"
Ria se sent acurrucada en su silla de lectura preferida en la
esquina de su habitacin, los suaves pliegues de su camisn derramados a su alrededor. El libro en su regazo estaba cerrado, pero esta no era su primera lectura. Ella ya haba memorizado algunos de los versos, y apoyando la cabeza contra el respaldo de la silla cerr los ojos, las palabras de Lily llegaron a la vanguardia de su mente. La rosa modesta alarga una espina La oveja humilde, un cuerno amenazante Mientras el blanco lirio en amor se deleite Ni espina ni amenaza empaara la luz de su belleza Ella no era Lily, pens Ria, ni siquiera una modesta rosa. Ms bien una inmodesta, si quera ser estrictamente honesta consigo misma, que no lo quera. En los ltimos tiempos haba concluido que no haba ningn aspecto de la honestidad que fuera intrnsecamente virtuosa, sobre todo en un examen de su propia personalidad. El engao y la negacin la definan mejor. Por lo menos eso le pareca. Mientras el blanco lirio en amor se deleite. Las palabras flotaban en su mente una y otra vez mientras consideraba si alguna vez sucedera. Se deleitara en el amor? Lo ms probable era que ese estado fuera privativo de poetas locos y nias. Sin duda, Jane Petty haba pensado de esa manera en el amor. Ella deba haber disfrutado a rebosar de las posibilidades que se le presentaron, la realizacin de todos sus sueos. Sera cruel que los sueos fueran aplastados, y ms cruel an que lo hiciera la misma persona que uno ha querido por encima de todas las dems. Ese era probablemente el destino de Jane. Un dolor se form en la parte posterior de la garganta de Ria. Se estaba convirtiendo en familiar esa presin, por la obstruccin de lgrimas que quedaban atascadas all, mientras las otras presionaban en el fondo de sus ojos. Levant la barbilla y volvi su rostro hacia la ventana, disfrutando la tenue luz del sol en este da plido de invierno. Ese sol que apenas tena fuerza suficiente para que sus rayos transparentes, de vez en cuando asomaran a travs de las hendijas abiertas entre las nubes. Las estudiantes subiran pronto. Ria ya poda escuchar el movimiento del ama de llaves y las criadas en el pasillo. La cocinera y su joven ayudante tendran la avena burbujeando en el gran caldero y las seoritas Taylor y Webster estaran dando los ltimos pasos de su caminata matutina. A la Sra. Abergast le disgustaban tanto las gachas como caminar, as que dormira unos minutos ms que todos los dems y dira que era lo mejor para ella. Ria descubri que la rutina la reconfortaba. Aliviaba su mente saber lo que poda esperar en la prxima hora, da, incluso semana. Para el futuro inmediato, quera avanzar como de memoria. Qu poda esperar de una vida en la que la emocin ms intensa poda ser, elegir qu vestido ponerse, cul descartar o contar el nmero de pasadas del cepillo en su cabello. Abrazar la familiaridad de estos rituales servira para otro propsito. El aburrimiento, tal vez, era lo que ella necesitaba para poder dormir profundamente de nuevo. Un golpe distinto en la sala de estar contigua captur toda la atencin de Ria. Este ruido fue seguido por una maldicin pronunciada con suavidad y una serie de movimientos que indicaron que algo haba salido mal. Salt catapultada de la silla para llegar a la puerta abierta. Oeste no levant la vista, continu frotando su muslo donde el ngulo agudo de una mesita le haba magullado. "Esta mesita no est donde yo la recordaba. Moviste los muebles." "Espero que vuestra merced no me acuse de ponerle una trampa", dijo Ria, con una sonrisa tirando de las esquinas de su boca. "Estamos a la luz del da, despus de todo." Sonriendo, Oeste levant la cabeza. "Eso es verdad." No fue su temeraria sonrisa lo que hizo colapsar a Ria, sino que esa sonrisa fuera parte de l. De hecho, la curva un poco impa de su boca le era familiar, corri ansiosa hacia adelante, slo para ser detenida por su brazo. "Debes mantener distancia", dijo. "No estoy en mi mejor momento." Los grandes ojos de Ria, de color gris azulado se clavaron en los de l, y luego lo evalu de pies a cabeza. Se mordi el interior de la mejilla, conteniendo palabras destempladas. Que se describiera a s mismo como alguien que no est en su mejor momento era casi un eufemismo. Rayas de holln y sudor hacan que su rostro pareciera casi irreconocible. Los ojos infinitamente cansados. Ola a humo, y un mechn de pelo que le caa sobre la frente estaba rizado y chamuscado. Haba manchas negras tambin en sus pantalones y cenizas en sus botas. Sospechaba que cuando se quitara el abrigo con capa, iba a ver ms del mismo panorama. Slo el sombrero pareca no haber sido parte de su aventura. Todo tipo de preguntas se le ocurrieron, pero slo hizo una. "Qu puedo hacer por ti?" "Aydame a salir de esta capa, y luego busca una sbana para cubrir una silla para que yo pueda sentarme." Fue una muestra de su total agotamiento que requiere asistencia para quitarse el abrigo. Ria lo ayud de buena gana, poniendo el abrigo en el respaldo de una silla mecedora, mientras que Oeste lanzaba su sombrero a un lado, luego desapareci en su dormitorio y regres rpidamente con una sbana. No le importaba en lo ms mnimo que su ropa manchada de holln ensuciara sus muebles, ella le suministr la sbana porque l no se sentara hasta que no lo hiciera. Oeste se dej caer en el silln detrs de l tan pronto como Ria lo cubri con la tela. As como tenso y dolorido se haba mostrado momentos antes, ahora se derrumb. Sus piernas se abrieron, y sus brazos cayeron libremente a los lados de la silla. Ech la cabeza hacia atrs y cerr los ojos. No se movi durante tanto tiempo que Ria pens que se haba quedado dormido. Pasaron varios minutos en los que no hubo ms que el sonido de su acompasada respiracin. Ella se dispona a levantarse de la silla ubicada a su lado cuando sus dedos la atraparon por la mueca. "No," dijo. "Sintate conmigo un poco ms." Ria se sent. Por razones que no comprendi de inmediato, quiso llorar. Mir hacia abajo, sus nudillos ennegrecidos, el holln que cruzaba la palma de su mano, pero slo sinti la suavidad de su tacto. Parpade para contener las lgrimas. "Qu sucede?", le pregunt Oeste. Ni siquiera se haba dado cuenta de que la estaba mirando. "Haces que tema por ti." "Hago? Te aseguro que no es mi intencin." Ria tuvo dificultades para suprimir el temblor de su voz. "Te encuentras ms all del punto de agotamiento, sin embargo, has venido aqu. No me puedo imaginar lo que ha ocurrido, pero me parece que has tenido suerte de sobrevivir a ello, y aun as me mantienes aprisionada. Por supuesto que tengo miedo por ti. Demuestras el sentido comn de una bolsa de frijoles". Con slo un mnimo movimiento de l, estuvo en su regazo, con los brazos alrededor de su cuello. Los pliegues de su ondulante bata de noche blanca se estaban ennegreciendo por el holln rpidamente, pero le traan sin cuidado esas manchas. No un lirio, se record a s misma, sino una modesta rosa. Ella lo bes como si su vida dependiera de ello. Su boca se inclinaba sobre la suya, separando sus labios con la presin. Sus brazos la apretaron, y ella tom su cara entre sus palmas mientras mova su boca hasta la comisura, luego a su mejilla, su frente, y, finalmente, a lo largo de la lnea de su mandbula. Lo bes de nuevo, esta vez profundamente, su lengua empujando contra la suya. Sinti que sus pechos se hinchaban incluso antes de que sus brazos le rodearan la espalda y la apretara an ms. Su levita de lana era suavemente abrasiva contra su camisa de algodn, y los botones se incrustaban en el material. El aire entre ellos estaba caliente, pero amenazaba con convertirse en un calor abrasador. Sus dedos se enrollaron en su pelo suelto, era como sumergir las manos profundamente en agua fresca. La bes duramente, necesitando impregnarse del sabor de ella, ansioso de librarse del olor rancio a humo que haba en su nariz, y respirar la dulce fragancia de lavanda y menta que era peculiarmente suyo. No bastaba que ella estuviera en sus brazos, sinti que necesitaba ms. Si l hubiera querido refugiarla, entonces no haba comprendido plenamente lo que ella le estaba dando a cambio. Ella estaba ofrecindole refugio en su corazn. Ese conocimiento amenazaba con abrumarlo. Sintiendo que algo haba cambiado, Ria rompi el beso y hundi la cara en los pliegues tiznados de la corbata de Oeste. Lo abraz con fuerza un momento ms mientras su respiracin irregular se calmaba, luego levant la cara. "Espero que no necesites una disculpa." l descubri que an tena fuerzas para rerse. "Y espero que t no necesites una franela. Vas a necesitar varias para limpiar tu cara". Ria se toc las mejillas, luego mir sus dedos manchados. "Aqu tambin," dijo, colocando el dedo ndice sobre sus labios, para luego mostrarle la evidencia. "Ests tan manchada de holln como cualquier deshollinador". Ella arque una ceja y le record cmo haba llegado a ponerse as. Su mirada reprobatoria no dur mucho. Extendi la mano hacia l. "Vamos Ya s lo que necesitas ahora." Minutos antes habra jurado realmente que era incapaz de levantarse de un salto, y mucho menos levantarse de cualquier otra manera. Haba subestimado tanto la fuerza de la sonrisa de sirena de Ra como su respuesta a la misma. Pareca que se requera muy poco esfuerzo de su parte para moverlo. Ni siquiera poda estar insatisfecho con ella. Ria lo llev al dormitorio y cerr la puerta. Sin decir una palabra, lo ayud a salir de su levita, su camisa, y luego lo guio hasta la cama, le pidi que se sentara, entonces comenz a lidiar con las botas. Cuanto ms se tocaban, ms se encendan, y ella nunca trat de evitar ese fin. Oeste se tumb en la cama, desnudo excepto por sus calzones, y la vio quitarse audazmente el camisn antes de meterse en la cama con l. Sus pechos plidos estaban coronados por pezones rosados, y se rozaron tentadoramente contra l mientras se acercaba. Se mir las manos, y luego se las mostr a ella. "Voy a marcar tu piel si te toco con las manos sucias". Ra no dijo nada, le cogi las muecas y se llev las manos a sus pechos. Dej que sus dedos acariciaran su piel y que sus pulgares le rozaran los pezones. Sus manos dejaron las tenues manchas que haba predicho. Ria levant la mirada solemne de la suya. "Y voy a quedar hermosa por eso", susurr. "Donde quiera que me toques." Poda haberle dicho que ya era hermosa, pero no estaba seguro de su aceptacin. Prefiri demostrrselo, rodando hacia un lado y acostndola sobre la espalda, para luego colocar su marca en ella, primero con las manos, luego su boca. Le ech hacia atrs el pelo en las sienes, peinando los sedosos mechones con los dedos. Sus labios encontraron el suave hueco donde su pulso lata tan dbilmente y la bes all. Su piel era clida, perfecta. Bes su frente, inclin la cabeza, y le cogi la oreja tirando suavemente con los dientes, luego sus labios se apoderaron de ese lugar. Hizo dibujos con la punta de la lengua y la oy respirar con ms rapidez. Con su sonrisa impresa en la piel de su garganta, acarici la curva de su cuello dio un sorbo ligero en su carne. Le dej una marca que era diferente a la de sus huellas dactilares en sus pechos, pero no menos prueba de su ntima posesin. Bes la marca que haba dejado en su piel, y luego le hizo otra. Ella se mova inquieta hacia l, instndole sin palabras. Oeste sinti su impaciencia, pero no se dara prisas. Esto, al menos, se hara a su manera. Tal vez no lo apreciara ahora, pero le dara las gracias ms tarde. "Te ests divirtiendo." Las palabras salieron de lo profundo de la garganta de Ra, en un pesado susurro que era ajeno a ella. "Mmm". Oeste levant la cabeza y peg su boca contra la de ella, separando sus labios. Su aliento era clido y dulce. "Siempre", dijo. La bes durante mucho tiempo, mantenindola inmvil con nada ms que la presin de su boca sobre la de ella. Hizo de ese beso un fin en s mismo, chupando su labio inferior, su lengua, trazando el borde de sus dientes, lamiendo la sensible parte inferior de sus labios de terciopelo, mojndolos, volviendo su boca hmeda y caliente. Ria agarr su cuello cuando se ech hacia atrs y lo habra abrazado si l se lo hubiera permitido. Lo que hizo fue soltar sus manos y colocar un beso en el corazn de cada palma, luego las dej caer para que se aferrara a las sbanas mientras se inclinaba hacia ella de nuevo. Esta vez su boca se centr en el hueco de su garganta. Dejando un rastro hmedo hacia sus pechos. Su corazn lata a un ritmo frentico y Oeste poda sentirlo en sus labios. La bes all, luego de nuevo a la curva del pecho. Tom la aureola arrugada en la boca y chup. El pezn estaba tan perfectamente formado como un tierno capullo y lo hizo rodar entre sus labios, sorbiendo con la lengua. Su mano cay sobre su cadera, sostenindola mientras ella se levantaba de la cama en un arco como un gato. "Shhh", dijo, no para silenciarla, sino para calmarla. "Yo te tengo. Voy a tenerte siempre." Le vio mover la boca como si quisiera decir algo, pero se limit a sacudir la cabeza. Sus ojos estaban oscuros en el centro, su expresin incrdula. Pens que tal vez ni siquiera saba lo que estaba pasndole, aunque uno nunca poda estar seguro acerca de la inclinacin de los pensamientos de Ria. "Cuando llegues al precipicio de nuevo", le dijo, Yo te dejar caer, y luego, voy a encontrarme contigo." Ella asinti con la cabeza, no porque hubiera entendido, pens, sino porque confiaba en l. La enormidad de lo que iba a hacer con ella, lo que le permitira hacerle, apret su corazn y le rob el aliento. Ella lo salv de s mismo. No tuvo ninguna duda mientras sus dedos se enrollaban en el pelo y tiraban con suavidad. Esa sensacin intuitiva de ella, era la que la una a l y le permita no slo ver su alma, sino no tener miedo, haba adivinado su resolucin vacilante. No era que l no la deseara an, no quera desearla. Se pregunt si ella podra distinguir la diferencia cuando apenas poda hacerlo l mismo. Sinti su tirn y vio que las comisuras de su boca se levantaban en una sonrisa tmida. No su sabrosa sonrisa de sirena, no esta vez; nada de flirteos coquetos. Se hizo vulnerable con su honestidad, y al hacerlo, le dio ganas de ser su igual. "Bruja", dijo, y luego inclin la cabeza y tom el otro pecho en la boca. Oeste se alegr de que los delgados rayos de sol alcanzaran la cama y expusieran su esplendor transparente a travs del cuerpo de Ria. Desliz la mano bajo su cadera, acaricindola, dejando que sus dedos la tocaran ligeramente a lo largo de la curva de su parte inferior. Ella se movi de nuevo. Su mano se movi hacia arriba hasta la cintura, pasando el pulgar por encima de su abdomen, presionando ligeramente cuando su piel se retrajo en respuesta. Encajaba perfectamente, como si cada curva estuviera hecha a la medida de su mano. Hizo un estudio lento de ella, aprendiendo la forma de su hombro, el brazo, la delicada depresin en el interior de su codo. Sus pechos se derramaban sobre sus palmas, firmes y tensos, y su piel tena el rubor de un melocotn maduro. Sus manos se deslizaron a lo largo de sus muslos, hacia la parte posterior de sus rodillas. La presin de su mano, ligera pero insistente, la hizo separar sus piernas para l. Se desliz por su cuerpo, ya no haciendo un sendero con sus manos, sino con su boca. Se quit los calzoncillos y los lanz a un lado de la cama. Inst a Ria a subir las rodillas mientras se inclinaba entre ellas. Encontrar una manera de colocar sus piernas sobre sus hombros fue su propia obra, pero signific que el beso ntimo presionando su monte de Venus comenzara con una sonrisa. Sinti que ella dio un respingo ante el primer contacto de sus labios, y de nuevo cuando aplic su lengua. Ella era clida y hmeda all, el deseo la haba humedecido. Ahora us su boca para humedecerla ms. A su alrededor se escuchaban los sonidos de la agitacin escolar: el parloteo de los estudiantes en su camino hacia el comedor, seguido de la advertencia de vez en cuando para que hicieran silencio, la marcha de las nias en el pasillo y en la escalera; el regao del ama de llaves a una de las criadas, el paso ms decidido de los profesores conduciendo a los rezagados a desayunar y, por ltimo, el golpe en la puerta del apartamento de Ria y la pregunta desde el otro lado en cuanto al estado de su salud. Ria no oa nada de eso, slo el sonido de su propia respiracin y el sordo, lejano rugido de la sangre en sus odos. Oeste estaba consciente slo de la periferia, el enfoque ms ntido de su atencin era Ria. Ellos podran haber estado a diez leguas de distancia, por lo que a l le concerna. Oeste levant la cabeza. De acuerdo a los sorbos rpidos de aire, la tensin en su espalda, la forma en que su parte posterior se curvaba, y sus suaves labios se entreabran, juzg que estaba lista para l. Se incorpor, dejando caer la pierna de Ria desde su hombro y acun su trasero. Ella lo ayud, levantando sus caderas, pero sus ojos permanecieron fijos en su cara. Su cuerpo estaba mejor preparado para recibirlo que ella. Oeste encontr su mano y la guio a su ereccin. "Observa", le dijo. "Presta atencin a lo que haremos juntos." Captulo Diez Ria hizo exactamente lo que Oeste, le deca, vio venir su primer empuje y elev sus propias caderas, recibindolo. Entonces cerr los ojos, no pudo evitarlo. Por un momento pens que no sera capaz de soportar la presin o la apertura necesaria para dar cabida a su apndice. Sus manos aferraron sus antebrazos con fuerza. Se mordi el labio inferior para no avergonzarse a s misma pidindole que la soltara. "Ria?" Pronunci su nombre como un interrogante. "Mrame". Sus pestaas revolotearon hacia arriba. l estaba hundido tan profundamente en ella como era posible que un hombre lo estuviera. Hasta la empuadura, pens, exactamente cmo deba ser. No senta dolor ahora, ni siquiera poda decir que lo haba sentido. Hubo molestias, pero tambin una sensacin que le haca pensar que el malestar pasara. "Yo puedo detenerme ahora", le dijo l. "Pero slo ahora, luego no podr parar." Su voz le lleg a Ria desde lo ms profundo de su garganta, dulce y spera, como la miel sobre la arena. La piel de Ra se eriz y la hizo temblar. "Yo s lo que quiero", dijo en un hilo de voz. "Y no es eso." Sus caderas se sacudieron en respuesta, retirndose y cayendo de nuevo. Se inclin sobre ella, apoyando su peso sobre los antebrazos, comenz a moverse poco a poco esta vez, ejerciendo un poder de mando que no saba que tena, y comenz a ensearle el ritmo que lograra el placer de ambos. Senta que lo apresaba en su interior, pero se amalgamaban all, de la misma forma maravillosa que se complementaban en todas partes. Cuando ella se arque y cay, su aliento se estremeci. l la haba preparado para tomarlo profundamente, ahora lo saba. Cuando la bes, cada invasin de su lengua era una rplica de lo que estaba haciendo con su cuerpo. l empujaba y se retiraba, y empujaba de nuevo. La incitaba a alzarse dndole la bienvenida a su contacto, pero ya no era necesario. Haba aprendido el ritmo. Ria estir sus brazos hacia l, enlazando los brazos alrededor de su espalda, extendiendo los dedos por los msculos abultados, araando levemente su carne. Lo sinti tensarse, luego relajarse, como aceptando que, de todas las mujeres que haba conocido, slo ella tena derecho a tocarlo as. Las puntas afiladas de sus uas aumentaron la presin sobre su columna vertebral desde la parte baja de la espalda a su nuca, luego hacia debajo de nuevo. El estremecimiento que pas por debajo de su piel repercuti en ella, sorprendindola, ya que no estaba familiarizada con el placer, que era tan bueno como le haba asegurado, y que la empuj a experimentar la ligereza de caer desde un precipicio, un salto al abismo, una oleada de sensaciones tan intensa que se sinti morir, pero sus brazos la esperaban, seguros en su agarre, pues de otro modo se hubiera hecho aicos. Oeste se movi entre sus muslos abiertos rpidamente, con embates cortos y duros. La ltima prueba de lo que quedaba por experimentar sucedi cuando sinti su propia liberacin, seguida de un grito ahogado. Oeste se apart a ltimo momento, retirndose de su interior para luego desplomarse junto a ella, vaciando su semilla junto a su cadera desnuda sobre el vientre plano y, finalmente, sobre las sbanas. "As no habr ningn bastardo," dijo en voz baja. Ria asinti. Su garganta se haba cerrado, y no hubiera podido hablar aunque hubiese querido. Se qued muy quieta durante varios minutos. La simiente lechosa secndose sobre su piel. Observ esa marca final sobre ella y pens si la hara verse tan hermosa como se senta. "Lo entiendes, verdad?" Oeste se puso de costado y se incorpor sobre un brazo. Coloc una mano sobre su hombro. "Ria?" "S, por supuesto." Dej salir las palabras a pesar de la opresin en su garganta. "Fue inesperado, eso es todo. Estuviste acertado al tomar precauciones. Habla de tu experiencia, supongo, y mi falta de ella". Antes de que pudiera responder, Ria sac las piernas fuera de la cama y se levant. "Permteme lavarme y vestirme, y luego tendr un bao preparado para ti. Puedes dormir aqu. Nadie te molestar. El Sr. Dobson debe haber visto tu caballo. l, por lo menos, sabe que ests conmigo." Cogi su camisn y lo despleg en frente de ella. "Voy a decirles que viniste montando desde Ambermede y te dio un migraa." Oeste levant una ceja. "Una migraa?" "Tienes otra dolencia en mente? Escarlatina? Tifus? Gripe?" "Que sea una migraa entonces." dijo, rindindose a la idea. Ella tena el control ahora, y la acidez de su tono le advirti que deba proceder con cautela. "Eastlyn sufre de ellas algunas veces, a pesar de que no siempre debe guardar cama". "Entonces l es un tipo recio." Ria sinti algo de su humor espinoso desvanecerse y su corazn se abland un poco al ver el esfuerzo que Oeste estaba haciendo para mantener la cabeza erguida. "Ms recio que t en este momento", dijo en un tono ms suave. "Djame ocuparme de ti, y luego oir tus explicaciones. Habr algunas, me imagino." l asinti con la cabeza. No tena reservas para una discusin ahora. Privado de sueo durante ms de veinte y cuatro horas, poda sentir que sus prpados comenzaban a cerrarse antes de que Ria saliera de la habitacin. La puesta de sol era temprana en esta poca del ao. Ya era de noche, pero no terriblemente tarde cuando despert. Estir lentamente sus msculos, sintiendo el tirn de dolor en cada uno de ellos. Se acord de una desagradable noche fuera de Madrid, que haba pasado acurrucado en la grieta de una roca a la espera de que los franceses pasasen por encima de su cabeza. Esto fue as, slo que peor. Al abrir los ojos un poco, se qued adormilado mirando el fuego. Lo que poda ver de la habitacin no era familiar para l. No recordaba que alguna vez hubiera tenido cortinas de cama del color exacto de los campos de trigo, y estaba seguro de que no habra elegido los postes del dosel adornados con cuerdas de seda trenzadas. Un armario que ciertamente no era el suyo, estaba entre dos ventanas cerradas. Haba un gran silln cerca de la chimenea, se volvi un poco ms en su direccin que hacia el fuego. Todava poda distinguir una depresin leve en el cojn. Haba un libro en el brazo de la silla, no poda ver claramente las letras, pero el lomo era de cuero bruido, lo saba porque lo habas sostenido durante horas en sus manos. Con un suave gemido gutural, Oeste cay de espaldas, puso un brazo sobre la frente, y se qued mirando el techo. Fue entonces que Ria se inclin sobre la cama y dijo. "Aaah, por lo que veo ests despierto", dijo en voz baja. "No estaba seguro." Tan pronto como dijo eso, pens Oeste, su mundo se enderez, con el equilibrio restaurado. l le sonri, la curva de su boca se vea ms somnolienta por el cansancio. Los prpados le pesaban, pero su visin era finalmente clara. Ria se haba recogido el pelo rubio en un nudo flojo. Los extremos de una cinta de gros azul marino descansaban sobre el cuello con volantes de su vestido de muselina, y finos mechones de pelo que no pudieron ser domesticados le rozaban la mejilla y la frente. Tena los ojos ms azules que grises, brillantes, inteligentes, y an ms luminosos por la profundidad de su preocupacin. Podra haber sido un ngel, salvo por una boca que era demasiado dulce y generosa y una barbilla que era demasiado testaruda. Ella era, en una palabra, encantadora. Trat de recordar si alguna vez haba pensado de otra manera y opt por creer que no, sino que ahora se estaba permitiendo apreciarla. Record fragmentos del milagro que haba obrado en hacerle humano otra vez. De alguna manera lo haba coaccionado para que volviera a la cama despus de un bao preparado para l en sus aposentos. Ella lo haba intimidado en la tina de cobre y lo amenaz con un lavado adecuado si l no estaba dispuesto a hacerlo por su cuenta. De vez en cuando ella apareca, al parecer, cuando estaba a punto de caer dormido. Le procur toallas calientes y una camisa limpia, y luego lo oblig a hacer uso de ellas. Fue abusar de su generosidad y naturaleza por lo menos eso fue lo que le dijo. Oeste empuj las mantas que estaban acomodadas cuidadosamente sobre su pecho y comprob que de hecho llevaba una camisa de dormir, y que por cierto era suya. "Encontraste mi bolsa". "Lo hice." Lleg un poco tarde para impedir el hallazgo. Su bolsa estaba fijada a la silla de Draco, y dentro de ella las pinturas de Beckwith. "No creo que hallas dominado tu curiosidad." La expresin de Ria mostraba verdadero arrepentimiento. "Es probable que no te importe saberlo, pero resist durante casi una hora". "Tienes razn", dijo, empujando a s mismo. "No me importa. Qu has hecho con ellas?" Ella seal su armario. "Las puse en el interior, en un lugar donde no se pueden encontrar." Oeste presion su pulgar e ndice entre los ojos y se frot. Quera librarse de los rastros de sueo, pero lo encontraba absurdamente difcil. "Pusiste una cucharada de ludano en mi garganta?" "Slo un poco. No te acuerdas? Te quejaste de que la migraa se estaba volviendo muy real." A decir verdad, no recordaba, aunque supona que no iba a mentir sobre ello. "Qu hora es?" "No mucho despus de las cinco, dira yo." Ella anticip su prxima pregunta. "De la noche, no de la maana. Es tan importante? No querrs decir que tienes que irte ahora, verdad?" Oeste se pas una mano por el pelo alborotado, sin lograr ninguna mejora a pesar del esfuerzo. "No, todava no. Draco ha sido atendido?" "Hace unas horas y est en el establo ahora." "Bien, gracias, por velar por l." "El seor Dobson hizo eso." Ella vacil, pensando tal vez que haba sonado demasiado mordaz. "De nada". Mirando hacia arriba se dio cuenta de su ansiedad y de que nada se estaba desarrollando como l esperaba, suspir profundamente. "Maldita seas, no quera que veas esas pinturas." "Lo s." "Las viste a ambas?" Vio la respuesta afirmativa en sus ojos claramente expresivos. "No es importante", dijo despus de un momento. "Realmente nunca pens que podra ser de otra manera." Ria se sent en el borde de la cama. "Yo no quera verlas tampoco, pero no lo supe hasta que las tuve frente a m." "Si hay una lgica ah, se me escapa." l levant una mano para detener una explicacin. "No, es el tipo de cosas que slo se vuelve ms complicado cuando uno trata de explicarlas". Ella asinti con la cabeza, aceptando la verdad de ello. "Puedo ofrecerte algo para cenar? Hay carne asada y la seora Jellicoe ha hecho pudn de ciruela". "Todava no." l le tom la mano y entrelaz los dedos con los de ella. "He sido duro contigo? Yo no quiero serlo. Te pido disculpas". "Y yo las acepto." "Hay otra disculpa que deba darte?", pregunt. Sus claros ojos verdes le sostuvieron la mirada. "Debo hablar con tus remordimientos?" Ria neg con la cabeza. "No tengo ninguno." "Ni siquiera al final?" "No," dijo ella con firmeza, deseando que le creyera. "Lo sent al principio, pero he tenido tiempo de pensar desde entonces. Fue muy ingenuo suponer que terminara de manera diferente. Estara loca de preocupacin si se hubiera hecho de otro modo." La cabeza de Oeste estaba inclinada hacia un lado mientras segua mirndola. "Entonces no quieres un nio? Ria se mordi el labio inferior mientras consideraba su respuesta. Ya no era tan simple como decir s o no. Esa opcin no exista ms desde haca algn tiempo. "Lo que yo no quiero," dijo, "es presentarme ante ti con un hijo bastardo". Ella no le permiti decir nada ms y le dio un apretn en la mano, hacindole saber que no haba nada ms que decir sobre el tema. "Ahora, me contars todo, o debo aplicarte grilletes para que confieses? Dnde estabas t antes de venir aqu?" El cambio abrupto en la conversacin hizo que Oeste parpadeara, pero respondi con sinceridad, porque saba que no tena remedio. "No muy lejos de aqu. Estaba cerca de Ambermede. Hay una casa de campo en el borde de la finca que el duque traspas a mi madre hace aos. Debes saber a cul me refiero. Ha sido mi casa desde su muerte. Ah es donde estuve la ltima noche, visitando mi casa". A pesar de que respondi a su pregunta, apenas la clasific como una explicacin. "Vas a tener que decirme mucho ms que eso". Oeste no lo dud. Deba rendirse a lo inevitable, le hizo sitio a su lado en la cama. Cuando ella se acomod, comenz contndole la forma en que haba encontrado las pinturas en el estudio de Beckwith, la razn que tuvo para robarlas, y, finalmente, cul fue el propsito de llevarlos a Londres. Su relacin con el coronel requiri un poco de habilidad para esquivar el punto, pero no era ms de lo que estaba acostumbrado a hacer cuando alguien mostraba demasiado inters. Si Ria ya no crea que l era un empleado de la oficina de asuntos exteriores, no lo dijo. Demostr ser una muy buena oyente, haciendo preguntas con poca frecuencia y slo una aclaracin. Haba cosas que quera saber y que l no haba explicado completamente, pero lo dej continuar con la historia a su manera. Mantuvo su discurso sobre el tema de las pinturas, sin mencionar su visita al Seor Herndon, ni las averiguaciones de Lady Northam a las modistas en Firth Street. "Miss Parr se nos uni poco despus de terminar de mostrarle las pinturas a Sur", dijo. "Creo que puede haber estado escuchando por encima de las escaleras, pero estaba muy compuesta cuando vino a sentarse con nosotros. Me duele admitir que no le di mucha importancia a lo difcil que sera para ella mirarlas, o lo difcil que sera verla hacindolo, pero te puedo decir que no es una experiencia que pronto voy a olvidar. Southerton, tampoco. Fue doblemente doloroso para l, estoy seguro. Miss Parr admiti que conoca la existencia de las pinturas. Al parecer, hay ms de cuarenta de ellas, todas con temas similares". Ria se estremeci. "Tienen que ver con la degradacin." "Eso es lo que yo pensaba tambin," dijo Oeste. "Miss Parr dice que la intencin del artista no es tan fcil de explicar. Las pinturas tienen el propsito de mostrar que ella es digna de adoracin." "Y de sacrificios", dijo Ria suavemente. "Ella debe saber que las pinturas la muestran como un sacrificio humano." Oeste se sorprendi por la claridad con que Ria la vio. l y Sur no haban tenido esa misma perspectiva, hasta que India se los explic. "Puede ser que ya lo sepa ", dijo en voz baja, descansando su cabeza hacia atrs. "Me pidi que le regalase las pinturas. Quera destruirlas ella misma, para asegurarse de que no se hicieran pblicas. No poda permitirlo, y Sur saba que no poda. Creo que no te puedes imaginar lo difcil que fue decirle que no. Pens" "Me imagino", dijo Ria. Apoy la mano en el antebrazo y lo acarici suavemente. "T eres un digno. Y bueno. Y gentil... hombre." sonri un poco traviesa. "No, no me he olvidado de nuestro encuentro en el callejn fuera de tu club, ni tampoco de que todava llevas una cuchilla en tu bota, pero ninguna de esas cosas niega las otras. No cambian el hecho de que puedas sentir la desesperacin de tener que rechazar su peticin. S que debes devolver las pinturas al seor Beckwith, que realmente no tienes otra opcin". Los hombros de Oeste se levantaron y cayeron con un suspiro inaudible. "Le expliqu a la seorita Parr que no haba otras pinturas referentes a ella en la coleccin que encontr, pero estaba claramente desconcertada de que ninguna hubiera estado en manos del artista. Yo ya haba sabido por Sur que las pinturas no se hicieron con permiso de ella, que fue, de hecho, drogada. Nunca pos con nadie en la sala de pintura, no haba nadie ms, excepto el pintor. Todo lo dems que pint naci de su imaginacin". "Menos las habitaciones", dijo Ria. "Las habitaciones son bastante reales, creo." Oeste nunca haba dudado de la agudeza de su ingenio, y aqu haba una prueba ms. "Las has reconocido. Me pregunt si lo haras. Yo tard bastante tiempo en identificarlas". "Yo he pasado delante de los retratos en el pasillo casi todos los das durante seis aos. T no puedes haberlo hecho ms de dos veces". "Tres veces, en realidad. Me tom un momento para estudiarlos antes de venir aqu esta maana. Las columnas de mrmol jnicas son las mismas de varios de los retratos de los fundadores de la escuela. El capitel de cada una son los mismos que en la pintura de la seorita Parr. Son comunes, sin embargo, las hacen realmente identificables. Hay un altar de mrmol tambin. Alguna vez lo has visto?" "No lo he estudiado de cerca, no, pero recuerdo haber pensado que era adecuado para la escuela. Doncellas griegas Jvenes, estudiando sus pergaminos. Caballos, creo, pastando cerca." "Ninfas y stiros". Se volvi para medir su reaccin. Ria estaba mirndolo fijamente, con la boca abierta. Se acerc y le puso un dedo debajo de la barbilla, con cuidado de cerrrsela. "Por lo menos no me dijiste que no tengo razn. Eso es una mejora". Ella se quit el dedo. "Slo porque me has cerrado la boca. Ests completamente seguro? No podras estar equivocado?" "El friso est muy inteligentemente hecho, y entiendo por qu no le prestaste ms que una atencin superficial. Esa imagen despus de todo, no es el tema central de los retratos, slo forma parte del fondo. Esta maana he estudiado cada uno de los frisos para compararlos con el de la pintura de la seorita Parr. Yo no tengo ninguna duda ahora, pero t eres libre de pensar distinto. Ria luch contra el impulso de dejar la habitacin e ir a la sala de entrada de inmediato. No es que no le creyera, sino que era algo que tena que ver por s misma. "Hiciste lo mismo con el otro cuadro?" "El sof y las cortinas no se ven tan claramente como el otro, sin embargo, que no tuve ninguna dificultad para reconocerlos. Slo hay un retrato que tiene esos objetos en el fondo, uno relativamente reciente. Los colores de los tejidos siguen siendo los mismos, aunque no tan vibrantes como los de la pintura de la seorita Parr. Se me ocurri que el artista debe haber pensado que la chaise longue color zafiro era un buen complemento para sus ojos." "Ests hablando de Sir Alex Cotton. l es el que est sentado en la silla con el libro abierto a su lado, y l no posee penetrantes ojos azules." Ria ahuec la almohada en la parte baja de su espalda. "l tambin es el ltimo en unirse a la junta de administradores". "Hace cunto tiempo?" "Desde que he estado aqu. En febrero, creo. Hace dos aos." "Miss Parr dijo que la pintura se hizo tres aos atrs." "Ella estaba en esa habitacin?" "No, ni los hombres que la acompaan en el friso. Ella slo las ha visto como parte de las pinturas." "Pero esas personas tienen que existir", dijo Ria. "Los retratos de los fundadores y los administradores no fueron realizadas por el mismo artista, por lo menos uno de ellos con las columnas jnicas tiene casi cien aos, y ninguno de ellos fue hecho por el artista que pint a India Parr". "Estoy de acuerdo. Existen las habitaciones." Ria se dio cuenta de que no haba nada que pudiera decir ms all de eso. l no saba nada ms. Cualquier otra cosa que hubiera sucedido en la casa de campo, no estaba conectado ni con esas habitaciones ni con la academia de la seorita Weaver. "No me has dicho nada sobre el incendio, dijo. "Sucedi que yo estaba explicando que era imposible no devolver las pinturas cuando la Seorita Parr oli el humo. Sur la envi fuera de la casa de campo, a buen resguardo mientras l y yo subimos para encontrar la fuente que originaba el fuego. Utilizamos lo que tenamos a mano. Mantas. Mi chaqueta. Pens que seramos derrotados por el mismo. Las llamas llegaban hasta el techo y barran el otro lado de la repisa de la chimenea. La ventana de esa habitacin estaba abierta, y las rfagas de viento avivaban las llamas. Nos retiramos una vez a causa del humo. Arrastr baldes de nieve desde fuera, llevndolos por las escaleras, subiendo los escalones de dos y tres a la vez. Sur las arrojaba al fuego, y luego bajaba en busca de ms". Oste se sent apoyando los codos en las rodillas. Jjunt sus dedos, y, como era su costumbre, dio unos golpecitos con las yemas de sus pulgares juntos. Su cabeza se inclin, y sinti un toque suave en la nuca. Ella estaba acaricindolo, peinando con los dedos sus rizos tercos. Era casi como si ella supiera lo que tena que decirle y lo difcil que era hacerlo. "Apagamos el fuego", dijo Oeste, "pero para entonces ya habamos perdido lo ms importante. Demasiado tarde, Sur se dio cuenta de que el fuego era una distraccin. Debera haberlo sabido. En todos esos viajes locos para obtener ms nieve... podra haberme dado cuenta de que la seorita Parr se haba ido. La buscamos lo mejor que pudimos, a pie durante la primera hora ya que nuestros caballos haban huido. Incluso el par de grises que Sur utilizaba para su carruaje haban desaparecido". Los dedos de Ria se detuvieron en el cabello de Oeste. Ella vacil, luego finalmente abord la pregunta. "No estoy segura de entender. Acaso la seorita Parr prendi el fuego para escapar de tu amigo? Ella estaba con l en contra de su voluntad?" "No." Dej de tocar los pulgares un momento. "Definitivamente no a tu primera pregunta. La respuesta a la segunda es ms complicada, creo, y no tengo derecho a compartirla contigo. Te puedes dar por satisfecha con eso?" "Tu discrecin te hace un hombre honorable. Puedo estar satisfecha con eso." Le revolvi el pelo en la parte posterior de la cabeza. "No la encontraste?" "No. Los caballos nos encontraron pasadas unas horas, pero para entonces las huellas estaban cubiertas de nieve. Southerton regres a Londres. Le ofrec ayuda, pero l no lo acept. l saba que tena otro sitio donde deba ir, aunque no creo que fuera slo por eso". "Esto es lo que queras decir sobre Miss Parr siendo sacrificada, no es as? Ella est en grave peligro, entonces." Oeste asinti. "Sur cree que sabe dnde se encuentra. l estaba destinado a morir en ese incendio. Tal vez hubiera sucedido si yo no hubiera estado all, pero no puedo evitar la sensacin de que he guiado al secuestrador de la seorita Parr a la casa. Sur dice que no lo hice, pero l es el tipo de hombre que toma todo sobre sus hombros". "A diferencia de su gracia", dijo Ria con acento inconfundiblemente irnico, "que est siempre tan dispuesto a compartir la responsabilidad y las culpas. No, t no tienes nada en comn con tu amigo". Oeste le sonri disgustado. "Si tu opinin fuera un poco ms incisiva, podra extraer sangre." Los ojos de Ria se posaron en el profundo hoyuelo tallado al lado de la boca de Oeste. Impulsivamente, lo bes. "Qu fue eso?" Ella se encogi de hombros. "No vas a querer saberlo." "Te pregunt." Ria neg con la cabeza. Poda ser discreto tambin, sobre todo acerca de los secretos que residan en su propio corazn. "Vas a comer ahora?", pregunt. Se dio cuenta de que su apetito haba vuelto y estaba a punto de decir que si cuando el estmago de Ria rugi con delicadeza. Rindose, l asinti con la cabeza. "Creo que sera mejor si te unieras." Se sentaron en la mesa de alas abatibles que Ria abri en su sala de estar y comieron el mismo men que los estudiantes haban tenido para su cena. Carne asada cortada en rodajas finas, de color rosa en el centro, y servida en su propio jugo, patatas pequeas y medallones de nabo salteados con mantequilla ligeramente salada. Haba bollos calientes, y miel para untar en ellos, y por ltimo, humeante pastel de ciruelas de la seora Jellicoe como postre. Oeste no necesit de ser animado a comer hasta hartarse. Para el tiempo en que l se visti y la comida fue servida, los ruidos en el estmago de Ria podan competir con los suyos. Despus se ech hacia atrs en su silla y mir a Ria por encima del borde de su copa de vino. "Cmo fue posible que hayas podido quedarte conmigo hoy?" "No pas todo el da vindote dormir", dijo. "Eso habra sido muy aburrido por cierto. Ense mis clases y vine tan pronto como mis tareas me lo permitieron. T no te moviste." Tom un sorbo de su vino. "El personal y los estudiantes son curiosos, pero nadie tiene motivos para dudar de mi palabra con respecto a tu llegada aqu y an menos razones para sospechar de m un comportamiento indecoroso". Oeste se habra ahogado si hubiera estado bebiendo. "As es," dijo suavemente. "No puedo decir lo que podran sospechar que eres capaz de hacerme." "Muy divertido." Ria se limit a alzar una ceja y sonri. Oeste se pregunt si se atrevera a llevarla de vuelta a la cama. Pareca como que ella ira de buena gana, tal vez incluso con impaciencia. Reprimi la tentacin al recordarse a s mismo la razn por la que haba venido aqu. "Sabes una cosa?", dijo Ria, "si Adn hubiera tenido un dedal de tu determinacin, an estara vivo en el Edn" Entonces frunci el ceo, cuando un pensamiento se le ocurri. "Tal vez es que no soy Eva". Se vea tan perfectamente incomoda con la idea de que esto podra ser cierto que Oeste se levant de la silla y le dio un beso muy profundo en la boca. "No hay nada reprochable en ti o en tu manzana." Ria dej el vaso en la mesa y se presion con dos dedos los labios ligeramente hinchados. Su beso saba a vino y ciruelas. Requiri una cierta cantidad de determinacin por parte de ella para no seguirlo de vuelta a su silla. "Oh", dijo ella en voz baja. Oeste estir las piernas, cruzndolas a la altura de los tobillos y luego los brazos casualmente contra su pecho. Su postura relajada desmenta los turbulentos pensamientos que lo acosaban. "No hemos hablado nada acerca de la seorita Petty." "Lo s." Fue una especie de alivio aunque pequeo descubrir que esto era sobre lo que quera discutir. Cuando se volvi hacia ella con una expresin tan sobria, pens que l iba a decirle que se ira inmediatamente. No dej de percibir que por un momento su espritu festivo se haba desplomado. "Pero eso es porque tengo algo as como una buena noticia". "Ah, s?" Oeste no indic ni con un mnimo parpadeo si l contaba con la misma informacin. "El seor Lytton me ha escrito contndome que l entrevist a cada modista en Firth Street, y encontr respuestas positivas. Jane fue recordada por varias de las modistas en compaa de un joven caballero. Parece que l le estaba comprando un nuevo vestuario, tal como Jane le dijo a Amy que hara. El seor Lytton enumera los artculos adquiridos, si deseas ver su carta. Ha sido muy minucioso con los detalles". "Me gustara verla, s." Ria se dirigi inmediatamente a la habitacin de al lado y tom la carta de su escritorio. Se la dio a Oeste y su desconcierto habra sido evidente si se hubiera quedado de pie a su lado mientras l la lea, no de espaldas a la silla donde estaba sentado. "l escribe que Jane fue recordada como una joven de muy buen humor. Notaste eso? Y el caballero estaba ardientemente deseoso de complacerla." Oeste alz una ceja y dio a Ria una mirada significativa. "l tambin dice que el caballero se present como hermano y tutor de Jane. Qu piensas de eso?" "Me imagin que eso fue porque l es muy joven y no quera que nadie supiera que estaba consiguindose una amante." Mir a Oeste francamente. "No creers que yo supona que tena la intencin de casarse con ella. Jane puede haber pensado que ese sera el resultado, pero te aseguro, yo no." "El seor Lytton no identifica al hombre. No te preguntaste acerca de eso?" Ria pens que Oeste haba llegado muy rpidamente a la cuestin que la preocupaba ms. "Por supuesto que lo hice. Ya escrib mi respuesta y ped precisamente esa informacin. Me doy cuenta de que es poco lo que puedo hacer respecto a la situacin de Jane, a pesar de que me gustara que fuera de otra manera, pero no puedo escribirle a ella y hacerle saber que no me importa la decisin que tom y que puede acudir a m por ayuda en cualquier momento. Jane fue ingenua al colocar tanta confianza en ese hombre, pero no es tonta. Debe darse cuenta que la ha engaado y que se la ha llevado slo para ser su protector, no su marido. Si ella no desea continuar con ese acuerdo, entonces yo quiero que sepa que todava puede buscarme". "Ria", dijo Oeste suavemente. "Detente". No poda permitir que ella continuara. Estaba tratndose muy duramente. Las cosas que deca eran para convencerse a s misma no a l de que Jane no sufrira ningn dao. "No hay mucho ms que un grano de verdad en la carta del seor Lytton." Las manos de Ria cayeron a los costados. Sus delgados dedos se cerraron alrededor del respaldo de la silla, agarrndolo con fuerza lo suficiente para que sus nudillos se pusieran blancos. "Quera llegar antes de que recibieras el informe, pero saba que haba pocas posibilidades de ello. Lo que tengo que decirte no ser fcil de escuchar. Quisiera poder haberte ahorrado la falsa esperanza que el seor Lytton te ha dado, aunque despus de escucharte, creo que ests ms deseosa de querer creer eso, que de creer la verdad". Ella asinti con la cabeza lentamente, renuente incluso ahora a admitir la verdad de ello. Oeste continu, hablndole de su encuentro con Lord Herndon y su invitacin a formar parte del consejo de administradores. Explic cmo lleg a saber que iba a recibir la carta del seor Lytton, as como los pormenores de lo que contendra. "Hubiera sospechado del informe, independientemente de cualquier informacin que tuviera sobre lo contrario", dijo. "Lord Herndon quera que yo supiera que este asunto con la seorita Petty haba concluido de manera satisfactoria, pero me lo dijo despus de que me hubo ofrecido un puesto en el consejo. Creo que su propsito era desarmarme. La invitacin a unirme a ellos, estaba destinada realmente, a evitar que hiciera ms averiguaciones acerca de Jane". "Tienen miedo de ti," dijo Ria. "Dudo que sea por eso. Ellos no tienen miedo de nada, tampoco creo que hayan actuado precipitadamente. No ha habido suficiente tiempo desde que habl con Beckwith para que ellos pudieran discutir lo que queran hacer. Creo que es su curiosidad por m lo que los ha llevado a aceptarme." Ria cogi su copa de vino y se la llev a los labios, sorprendida cuando no tembl en su mano. Estaba hecha de un material ms fuerte de lo que pensaba. Aun as, vaci su vaso. "Las cosas que ests diciendo sobre Lord Herndon, Lord Beckwith... de hecho, sobre todos los administradores... todava resultan difcil de creer". "Para ti", dijo Oeste. "Para ti es difcil de creer." "Tal vez t lo crees slo porque la informacin apoya tu opinin sobre ellos." "Siempre es una posibilidad." Ria dej su vaso vaco. Pas sus dedos distradamente a lo largo del borde de la mesa. "Pero t no piensas que sea posible". "No," dijo. "Yo no. Quieres or lo que me dijo mi informante sobre su visita a las modistas?" "S. S, por supuesto que quiero escuchar." "Miss Petty fue recordada por dos de las modistas, pero slo dos. Era tranquila, dijeron, dispuesta a permitir que el caballero tomara todas las decisiones con respecto a las compras. No dijo una sola palabra para contradecirle, a pesar de que ella pareca incmoda con sus decisiones. Qued claro para ellas, por lo menos, que no era un ajuar lo que estaba comprando. Slo una de las modistas supuso que la chica estaba al tanto de eso. La otra no estaba tan segura. Las prendas de vestir que encargaron estaban confeccionadas con seda o batista. Haba fajas, medias y ligas de seda; zapatillas con cintas bastante largas de encaje hasta la rodilla. Los artculos no incluyeron una sola pieza de ropa exterior. No haba capas. Ni vestidos de calle. Nada para el teatro, las carreras, o para paseos en carruaje por el parque. No haba bonetes o chales. Ni botas, bufandas o guantes". Oeste poda ver el efecto que sus palabras causaban en Ria. De qu color se vera su piel a la luz de las velas, la visin entibiaba su propia sangre. Sigui adelante, dndole exactamente la informacin que Elizabeth le haba dado a l. "No todos los artculos podran haberse comprado a una modista, pero ya que todos ellos podran haber sido adquiridos en Firth Street. Uno podra pensar que lo habran hecho en ese momento". "Tal vez l comenz a encontrar tediosa la compra de los accesorios. As son los hombres, ya sabes. O quin sabe si Jane no lo presion para marcharse." Ria pronunci en voz alta esas excusas para darse cuenta que no crea ni una de ellas. Presion dos dedos en su sien y se masaje suavemente, cerrando los ojos por un momento. Lo siento. Me promet que no volvera a hacer esto". "Hay algo que pueda hacer por ti?", pregunt. "Unos polvos para el dolor de cabeza? Otra copa de vino?" Ria declin ambas ofertas. "Puedes terminar el relato", dijo. "Slo terminarlo." l vacil slo un momento. "Muy bien. No parece que existan ms compras realizadas por Jane en cualquiera de las otras tiendas. Mi informante me dice que con un poco de humor procaz, una de las modistas coment que pareca que el caballero no iba a dejar a su pajarita escapar de la jaula una vez que l le enseara a cantar". Con los hombros cados, Ria inclin la cabeza y se mir las manos. Estaban temblando ahora, sin embargo se senta tan entumecida que la razn se le escapaba. "Ella no tiene ms que quince aos," susurr. "S que piensas que no es una nia, pero lo es, y ha vivido una vida totalmente protegida aqu. En opinin de lady Northam tambin, podra haberle dicho Oeste. Elizabeth haba quedado completamente descorazonada al saber que la seorita Petty era tan joven y que saba tan poco del mundo. Ahora tena a dos mujeres instndolo a hacer una condescendiente aceptacin de sus transgresiones. "Entiendo, dijo. "Ella ha sido utilizada, independientemente de si l la ha puesto en una jaula." El temblor de Ria lo interrumpi. Cogi la tetera y le sirvi una taza. Todava estaba lo suficientemente caliente como para combatir la mayor parte de su frialdad. "Bebe esto." Ria acept la oferta, pero no la levant hasta sus labios. Sostuvo la taza de porcelana en sus palmas y permiti que el vaho de calor le baare la cara. "No existe un nombre?" pregunt ella. "No fue capaz tu informante de descubrir un nombre?" "Mr. Swinbourne. Mr. Wallace Swinbourne. Es el nombre que las dos modistas dijeron que utilizaba para acreditar sus compras". La breve carcajada de Ria no tena ninguna pizca de humor. "Me sorprende que se los dijera. Eso podra dar por tierra su comportamiento irreprochable, y dar prueba de que l es tan repugnante como para" Ella se detuvo de repente. "Swinbourne Eso es algo, al menos. No hay nadie con ese nombre en el consejo." "No es su nombre, Ria. El nico Wallace Swinbourne que he encontrado es un abogado en una empresa un poco destartalada cerca de Covent Garden. No coincide con la descripcin que las modistas suministraron sobre el caballero que buscamos. Lo ms probable es que l tenga un acuerdo con este seor para pagar las facturas lleguen a su nombre." "No le preguntaste?" "No lo necesito. Yo simplemente necesitaba estar seguro de que l no era el hombre que mi informante describi. Aun as, fui a su oficina ms tarde esa noche y busqu los documentos que confirman su acuerdo con el compaero de Jane. No resulta sorprendente que no hubiera ninguno. Siempre es mejor para ambas partes que no haya documentos cuando algo impropio est pasando". Los ojos de Ria se estrecharon. "Entonces no puedes estar seguro de que haya una conexin entre ellos." "Yo s lo que vi cuando habl con l. Estoy seguro de ser un juez justo de cuando la gente esquiva la verdad. El Sr. Swinbourne lo hizo". Por un momento, Ria no crey poder aspirar aire. Su pecho estaba apretado con la presin dentro y por fuera. "Lo sabes, verdad? Sabes quin es el secuestrador de Jane?" Asintiendo con la cabeza, Oeste dijo. "El hombre que las dos modistas describen probablemente es Sir Alex Cotton". La copa casi se cay a travs de dedos inertes de Ria. La atrap justo antes de que se derramara y la coloc sobre el borde de la mesa rpidamente. "Oh, pero" "Penetrantes ojos azules", dijo. "Sabes que usaron una frase idntica a la que utilizaste t? Para confirmarlo ms all de cualquier duda, voy a necesitar un boceto de Sir Alex. La seorita Taylor ya ha demostrado su talento. Tal vez puedas convencerla para hacer otro retrato. Una copia del retrato que est en la sala ser suficiente". "Qu voy a decirle? Ella va a querer saber por qu quiero una cosa as." "Confo en tu inventiva. Algo se te va a ocurrir." Ria se mordi el labio inferior para evitar que temblara. Oeste se puso de pie, tom la mano de Ra, y le aplic slo la presin necesaria para levantarla. Ella entr de buena gana en el crculo de sus brazos y sus manos se entrelazaron en la parte baja de su espalda. Oeste la empuj hasta que ella se dej caer hacia adelante y se apoy contra su cuerpo, con la frente presionada contra su hombro. Ria quera llorar, pero sus ojos permanecieron extraamente secos. "Qu clase de hombres son?" pregunt lastimeramente. "Sir Alex. Sir. Beckwith. Sir Herndon. Todos ellos estn involucrados de alguna manera. Quines han sido mis empleadores en estos ltimos seis aos?" La barbilla de Oeste frot la corona plida del cabello de Ria . "Ya lo sabes," dijo en voz baja. "Te lo dije desde el principio." "T me hablaste de colegiales jugando juegos crueles. Sir Alex es un hombre. Qu est haciendo con una de mis chicas?" l no respondi, simplemente la abraz con ms fuerza. "Vas a encontrarla," dijo ella. "Promteme que vas a encontrarla." "S". l sinti que sus hombros temblaban ahora, entonces se dio cuenta que estaba llorando suavemente. "Lo prometo". Sigui abrazndola hasta que se calm, luego la llev de vuelta a su cama. Esta vez fue l quien la ayud a sacarse la ropa y ponerse el camisn, y el que la tap con las mantas una vez que estuvo en la cama. Puso una compresa fresca sobre sus prpados hinchados y se sent a su lado hasta que se durmi, y luego dej una nota que estaba seguro que pudiera ver cuando se despertara. No fue mucho despus de las ocho cuando finalmente se despidi de la Academia de la Srta. Weaver, pero antes busc a la seora Jellicoe, para pagarle con el cumplido de remarcar que su pastel de ciruela era el mejor que haba probado. En su camino a la cocina, salud calurosamente la Srta. Webster y Mrs. Abergast. Luego se encontr con la joven Amy y tres de sus amigas en la sala de entrada, quines bailaron a su alrededor mientras era escoltado hasta la puerta principal. Todo el mundo pregunt por su salud, y l respondi que haba sido muy bien atendido. Draco haba sido colocado delante de los establos, en espera de l. Oeste fij su bolsa a la silla de montar y acept la ayuda que el Sr. Dobson le suministr para montar. Se quit el sombrero saludando en direccin de Amy, sus amigas, y la seorita Taylor, y slo entonces dio a Draco una fuerte patada con los talones y salieron dejando la escuela detrs. Ria se despert, encontr la nota garabateada apresuradamente de Oeste, y sinti una aguda punzada de decepcin. Por supuesto que deba irse. l no podra pasar la noche en sus aposentos, no con toda la escuela sabiendo que estaba all. Y estaban las pinturas que deban ser devueltas al seor Beckwith, si es que Oeste no determinaba que ya era demasiado tarde. Ella tom unos polvos para el dolor de cabeza, luego se fue a su cuarto de estar. La mesa haba sido limpiada, las sbanas guardadas de nuevo en su lugar. Los candelabros vez ms ubicados en el centro de la superficie de caoba. Encendi tres de las velas, luego levant el candelabro de peltre y lo llev a la sala. Excepto por el crujido intermitente que era comn en una estructura tan antigua como ese edificio, la escuela estaba en silencio. Ria mir la puerta y la encontr atrancada. Tal vez la seorita Emma Blakely tena la intencin de permanecer en su habitacin esa noche, pens. Era una noche terriblemente fra para una cita debajo de los abetos. Sonriendo, Ria se dio la vuelta y subi los escalones de vuelta a la sala. Camin lentamente a lo largo del pasillo, sosteniendo la luz delante de cada retrato, estudiando el rostro de los hombres que haban gobernado la Academia desde su creacin. Quizs la cosa ms malvada, decidi, era la benevolencia que se vea en sus ojos. Ellos se mostraban sobrios; invariablemente su forma era correcta, solemne y digna, la mayora de ellos sin sonrer, pero perciba, la bondad en su mirada. Los retratos de los fundadores dieron paso a los de los administradores de la mitad del siglo pasado, y descubri que era ms de lo mismo. El estilo de las poses slo haba cambiado un poco con los aos, la forma de vestir un poco ms modernizada. El negro sombro de los fundadores fue reemplazado a su debido tiempo por los finos satenes de tonos brillantes de los administradores y luego sustituidos por los volantes, las modas petimetres que permanecieron en boga hasta la aparicin de Brummell dictaron que la simplicidad era el ltimo hito. A lo largo de ms de un siglo, las pelucas se hicieron cada vez ms elaboradas, a continuacin, menos y por ltimo, entre los administradores ms recientes, desaparecieron por completo. El antepasado fundador del seor Beckwith tena al menos una expresin ms cruel que los dems. Se notaba la rigidez en los ojos y la boca que haca que Ria pensara que no tuvo la paciencia para sentarse bajo el escrutinio del artista. Tal vez el artista haba sido movido a pintarlo ms honestamente que los dems. Tal vez todos estaban tan cruelmente destacados como este primer Beckwith, pero haban exigido que sus retratos revelaran una caracterstica que su naturaleza no mostraba, y que de hecho, no exista en ellos. Estudi el retrato del antepasado de Sir Alex. Tena los ojos profundamente azules, casi de color cobalto. Tambin tena una mirada, franca y directa. Su manera de considerar a las personas sin rodeos haca que sus ojos parecieran penetrantes. No haba tenido tiempo de analizar a Sir Alex cuando visit la escuela, pero haba vivido con el duque de Westphal durante demasiados aos como para ser intimidada por alguien as. Sir Alex slo haba sido ligeramente molesto por su insistencia en esperar hasta que las chicas terminaran con sus lecciones antes de llevarlas a pasear en su carruaje. La luz de los candelabros parpade frenticamente cuando Ria la baj repentinamente. Gotas de cera cayeron al suelo. Ella lo enderez rpidamente, pero no pudo sostenerlo con la firmeza que lo haba hecho antes. Ahora sus rodillas temblaban y amenazaban con ceder. Se volvi y se apoy contra la pared y se esforz por mantener la compostura. Se alegr por lo avanzado de la hora. Si alguien hubiera sido testigo de su angustia, ella se habra visto en apuros para ofrecer una explicacin. La respiracin de Ria se calm lentamente. Por qu no haba recordado la invitacin de Sir Alex a las nias antes? Haba ocurrido a mitad de semana, haca muchos meses. Martes? Mircoles? En los primeros das de otoo, pens, al final de septiembre. Ella lo haba sacado fuera de su mente tan pronto como l se fue. Una visita inesperada de uno de los administradores que no tena precedentes. Ella siempre lo acept como algo bueno, una indicacin de que los administradores estaban interesados en fraternizar con las jvenes y mostrarles inters personal. Las chicas se haban emocionado de ser invitadas a pasear en su carruaje. Cojines de cuero, buena suspensin, accesorios de bronce. Haba ordenado a su chofer que los llevara ida y vuelta a Gillhollow, donde compr cintas y bagatelas para ellas. Ria no haba tenido corazn como para negarles ese gusto, ni negarle a Sir Alex el placer de proporcionrselos. As fue como haba entregado a Jane Petty al mismo diablo. Ria se meti el puo en la boca para no gritar. "Dios", susurr contra sus nudillos. "Oh, Dios mo." Se qued en esa posicin, la espalda contra la pared, con una mano sobre los labios, la otra apretando el candelabro, hasta que comprob que sus piernas le respondan. Dio un primer paso vacilante, el segundo ms fuerte, entonces corri a su apartamento, descuidando las llamas de las velas que se apagaron una a una. Entr y cerr la puerta rpidamente, apoyndose contra ella mientras recuperaba el aliento. Sus dedos se abrieron por cuenta propia del candelabro y lo dejaron caer al suelo. No lo levant. "Ria?" Oeste se apart de la chimenea y se hizo visible. "Ria? Qu tienes? Qu pas?" Ella lo mir fijamente, con los ojos desorbitados y la boca abierta, pero no tena la mente puesta en lanzar un grito. De una larga zancada Oeste cerr la distancia entre ellos. La cogi por los codos y le dio un firme sacudn. "Dime lo que ha pasado." Levant la cara hacia l, y le dijo con calma: "Sultame". Sus manos se alejaron de inmediato, y dio un paso atrs. Ria pas por el espacio que haba entre Oeste y la puerta. No poda controlar su inquietud y se par frente a la ventana, a continuacin, lo mir de frente otra vez. Sus dedos aferrados al espaldar de una silla Windsor. "Me he dado cuenta de que yo podra haberlo evitado, eso es lo que ha sucedido. Jane se fue con Sir Alex porque se lo permit. Ella mont en su carruaje como cualquier otra chica, pero l us esa oportunidad para seducirla. La eligi para sacrificarla como un cordero de un rebao de ovejas, y yo fui la mano que lo permiti". Oeste no estaba seguro de que entenda todo lo que estaba diciendo, pero era bastante claro que estaba culpndose a s misma. "No lo sabas. No podas saberlo Ria, escchame. Si te castigas tomando toda la responsabilidad del asunto, estaras exonerando a Sir Alex. No lo hagas. No te enfermes de culpa cuando no haba manera de que pudieras prever lo que pas". Levant la cabeza. "Qu pasa si no puedes encontrarla? Y si no podemos demostrar lo que ha hecho Sir Alex? Cmo voy a proteger a las nias cuando venga de nuevo para llevarse a otra?" Ella vio que l no poda responder a esas preguntas. Su visin se oscureci en la periferia primero, luego ya no pudo tomar aire lo suficientemente profundo. Mareada y perdiendo el equilibrio, la habitacin se hundi en un pozo al mismo tiempo que ella. Lo ltimo que supo fue que Oeste no podra alcanzarla antes de que cayera. Los prpados de Ria se abrieron. Estaba acostada de lado en la cama, y Oeste ocupaba la silla que ella haba utilizado para cuidarlo antes. Tena la cabeza inclinada hacia atrs, y sus ojos estaban cerrados. Su tutor, su ngel se haba quedado dormido. Ella sonri, se estir, luego se estremeci cuando el dolor atraves su hombro. Palp el punto sensible y lo encontr justo debajo de la clavcula. Apart el camisn y mir su piel ms de cerca. La luz que emita el candelabro a su lado era suficiente para que ella pudiera ver la ligera coloracin que sin duda se convertira en un hematoma lvido antes de que terminara el da. Ech un vistazo al reloj de la repisa de la chimenea, tratando de determinar cunto tiempo habra pasado y si podra posiblemente tener una precisin de la hora. Segn pareca, era la una y cuarto en punto. Ella nunca se haba desmayado antes, pero no crea que fuera normal que permaneciera inconsciente durante tanto tiempo. Todava no haban sido las once cuando sali de su apartamento a echar un vistazo a los retratos. "Te sientes mejor?" pregunt Oeste, irguindose en la silla. Ella asinti con la cabeza. "Creo que perd el sentido," dijo. "Lamento que fueras testigo de ello." "Yo no, y no es necesaria ninguna disculpa. Tus nervios estaban sobreexcitados." Su boca se curv con desaprobacin. "Los nervios de Margaret se sobreexcitan. Yo me volv loca." Oeste rio entre dientes. "Como quieras." Seal la garrafa de jerez en la mesa y el vaso a su lado. "He tratado de conseguir que tomes un poco de esto antes, cuando te traje, pero no quisiste saber nada." "Me trajiste?" "No te acuerdas? No, supongo que no. Me maldijiste, y a continuacin, caste dormida de inmediato. Decid que lo ms prudente era dejar que permanecieras de esa manera. Me puedes maldecir de nuevo en cualquier momento". Ria se sonroj un poco. "He dicho o hecho algo ms que tenga que expiar?" Oeste fingi considerarlo. "Expiar? No, no lo creo... pero tal vez puedas explicar la otra observacin que hiciste... inmediatamente antes de que me maldijeras". "Hice una observacin?" Su voz se quebr, cuando se apret incmodamente el cuello con sus manos. "Qu te dije?" "Djame pensar en ello. Fue doblemente peculiar." Ria lo mir como si fuera a tirarle la almohada por la cabeza, por burlarse de ella. Apoyando los antebrazos en las rodillas, l la mir con franqueza. "T dijiste: 'Lamento mucho informarle, Alteza, que he desarrollado un sentimiento de ternura por ti. Maldito seas, vete al infierno." Ria se qued en silencio durante unos instantes, luego asinti dbilmente. "Un cuento de Banbury, que como sabrs nunca hubo uno. Captulo Once "Supongo que eso significa que no vas a dar explicaciones sobre el tema", dijo Oeste, sonriendo. "Quiere decir que no te creo, por lo tanto, no tengo nada que explicar. " Una de sus cejas se levant. "Ests completamente segura de que no has dicho eso?" Ria no lo estaba, pero saba que no poda permitirse vacilar ah. "Yo no soy una enorme trucha que se prende con ese tipo de cebo," dijo ella con acritud. "A pesar de que fue un buen esfuerzo y muy bien programado." "Gracias." Sentndose, Ria tir el hombro cado de su camisn para que la cubriera de nuevo. "Cmo me golpe cuando me desmay?" "Aaah, s. Eso fue un golpe desagradable, me temo. Tiraste la silla sobre ti cuando caste al suelo." "Entonces realmente no me desmayo con elegancia." dijo masajeando suavemente el lugar de su lesin. "Eso es lamentable." Oeste se rio entre dientes. "Tal vez mejores con la prctica. Es el tipo de cosas que mejor hacen mis brazos, sujetar mujeres desmayadas." "Me desvanec", dijo Ria. "No me desmay". Ella le lanz una mirada significativa." Qu ests haciendo aqu?, y cmo entraste esta vez?" "Espero que puedas apreciar mis esfuerzos por ser discreto. Deliberadamente hice una despedida pblica cuando me fui hace unas cinco horas, por lo que pude volver sin previo aviso." "Oh." Se pregunt si l saba que de repente la haba dejado sin aliento. "Eso fue muy inteligente. Entonces nunca saliste para ir a la mansin." "As que encontraste mi nota. Lo dej en el caso de que alguien viniera a buscarte. Simplemente pretenda apoyar la historia de que haba cado enfermo." "Manejas los detalles muy bien." l asinti con la cabeza. El coronel siempre me admir por eso. "Es parte de ser un buen empleado." Ria no tom en cuenta esa afirmacin. Si Oeste haba sido un empleado de la oficina de asuntos exteriores, entonces ella era una pieza de encaje de Bruselas. "Y la otra pregunta?" inquiri ella. "Cmo entraste?" "Eso no podra haber sido ms sencillo. Dej una ventana en tu sala de estar sin pestillo." "Por supuesto." con la mayor sangre fra posible dijo, "An no ha llegado el fin de tu visita." "No, aun no." Oeste se levant y empez a desabrocharse la levita. "Yo vengo a eso directamente." Su fachada de imperturbabilidad desapareci por completo cuando se enfrent con el brillo vagamente perverso de sus ojos. "No tienes ninguna objecin?" pregunt, haciendo una pausa mientras se encoga de hombros para sacarse su abrigo. "Yo... no... es decir, no, no tengo ninguna objecin." "Perfecto." Pareca perfectamente a sus anchas, se dijo, mientras ella no lo estaba en absoluto. La nica razn por la que pudo aceptar proseguir a pesar de su estupefaccin fue que l estaba iniciando claramente este encuentro, pero a pesar de que era ms experimentado ahora, ella estaba menos segura de lo que poda esperar. "Nos abocaremos a la ilustracin nmero uno?" pregunt ella. "O a la dos?" La cabeza de Oeste sali de su camisa, pero sus brazos estaban todava por encima mientras l se la quitaba. Ella era increble, y si lo olvidaba por un momento, era probable que la descarada, se lo recordara. Recurri a una respuesta que estaba seguro le dara un respiro. "A ninguno de los dos." Ria dijo. "Ninguno de los dos?" "Me encuentro en la necesidad de una buena noche de sueo. Parece que duermo mucho mejor cuando ests cerca." l colg la corbata, la camisa y la capa en el interior de su armario y le permiti unos minutos para decidir si se senta complacida o insultada. En el momento en que se sent para quitarse las botas, le pareca que haba tomado una decisin. Se estaba acostando de nuevo, tendida de lado, con la cabeza apoyada en una sola almohada. Su brazo extendido en un ngulo a lo largo del borde de las mantas y su mano estaba en posicin de darle la bienvenida. Demostrara, supuso, que era un mentiroso ms logrado que ella. Vistiendo slo sus calzones, se desliz bajo las sbanas que ella levant para l. l se puso de costado y su mano roz su brazo mientras ella corra las mantas. Luego las solt, pero su mano continu su ascenso, deslizndose por la pendiente de su hombro, el cuello, pero se detuvo en su mandbula. Su pulgar le roz la comisura de la boca. "Buenas noches", dijo. Se inclin hacia delante y lo bes en los labios. No fue un gesto de pasin, sino de dulzura. "Ria". Decir su nombre, hizo que Oeste cambiara la naturaleza de sus intenciones. Su boca se movi sobre la de l, suavemente al principio, empujando sus labios con los suyos, saborendolo con la punta de su lengua. Ella se acerc, golpeando sus rodillas. Haciendo lugar a una de sus piernas entre las suyas. El enredo ntimo levant el dobladillo de su camisn hasta los muslos. Su mano se desliz debajo de la tela y acarici su cadera desnuda. Ella sigui adelante y sinti el contorno duro y caliente de su excitacin contra ella. Los dedos de Ria se enroscaron en su espeso cabello cobrizo y jugaron con los rizos de la nuca. Lo sinti estremecerse ante la ligereza de su toque y dej la impronta de un beso hmedo en su hombro. l ahuec su trasero y la llev con fuerza contra l. Sus caderas se movan sin la presin de sus dedos, balancendose y embistiendo, de modo que la barrera de los materiales que los separaba se convirti en algo ms que insignificante, se convirti en parte de la tensin de abrasin, la resistencia que tena intencin de superar, lentamente. Ella le cogi el rostro entre las manos otra vez, plantando besos en las comisuras de la boca, a lo largo de su mandbula, en el hueco detrs de la oreja. Record que l haba atrapado su lbulo entre los dientes, y ella le mordi en la misma forma, a continuacin, perfil el lugar con el borde hmedo de su lengua. El hoyuelo que estaba siempre en evidencia cuando sonrea sostuvo su atencin por un tiempo. Traz con la punta de su ua un sendero entre un hoyuelo y el otro, observando que eran desiguales y not que la curva de su boca se volva ms pronunciada a medida que las comisuras de sus labios se alzaron. "Es una buena cosa que no sean idnticos," susurr. "Es todo lo que se interpone entre t y la perfeccin." Oeste lanz una carcajada que fue interrumpida por las manos de Ra sobre su boca. "Ten cuidado," dijo ella con seriedad. "De otro modo toda la escuela sabr que has regresado. Tu ardid anterior habr sido en vano." l asinti con la cabeza y sinti que la presin de su mano lo dejaba. La captur por la mueca, la abraz un momento ms y le dio un beso en la punta de sus dedos." Eres hermosa, lo sabes." "Es un bonito cumplido, pero innecesario." "Los cumplidos no son necesarios. Son simplemente... cumplidos." Oeste cruz los dedos con los de ella para mantenerla apresada. "Crees que quera halagarte? Para qu? Ya estoy en tu cama, y ahora sabes que mi propsito ni era volver a dormir aqu, as que si te digo algo, es porque lo digo en serio." Le apret la mano. "Eres hermosa, y yo debera haberte que eso es lo que pens desde el principio." Ria estaba bien escptica. "No lo pensabas as desde el principio, por lo que habra sido una mentira y altamente incorrecto decirlo, incluso si no lo fuera." Eso le hizo tirarla hacia s, sus brazos envueltos apretadamente alrededor de ella. l le acarici el cuello y gru bajo en su odo, "Y que sabes t acerca de lo que es correcto." Entonces la bes. Profundamente. Maravillosamente duro. Ria sinti la misma pasin, ofrecindose a su boca golosa, porque en el dar, ella tambin senta placer. Se dio la vuelta sobre su espalda, y ella vino con l, tendida a lo largo de su cuerpo slido. Trabajando en conjunto, levantaron el dobladillo de su camisn hasta las caderas, luego la cintura, ms all del nivel de sus pechos y, finalmente, se la pas por la cabeza. Se retorci y se enred en sus manos antes de que estuvieran libres de l, por lo que los dos se rieron en voz baja por la torpeza nacida de la prisa. Oeste le acarici la espalda, las palmas de sus manos masajeando a lo largo de la parte exterior de sus costillas. Le hizo cosquillas en la nuca con los dedos, haciendo a un lado la pesada cortina de cabello. "Qu es esto?" pregunt. Sus dedos acariciaron un borde de piel marcado sobre su hombro, en la parte posterior de su cuello, y que desapareca entre el pelo. "Ocurri cuando te caste?" No." Ria sac su mano de la de l. "No es nada ", susurr. " Una cicatriz muy vieja." Ella lo bes. "No es nada." Sentndose, a horcajadas sobre l, le inst a quitarse los calzones. Se las arreglaron con considerable menos dificultad que con el camisn, luego Oeste la levant y la ayud a encontrar un asiento nuevo, esta vez bajndola sobre su miembro mientras la guiaba sujetndola por las caderas. Observ su cara mientras ella se acomodaba en l, la forma en que lo miraba con algo parecido al asombro, sus ojos oscurecindose con el placer, el labio inferior atrapado entre los dientes gimiendo ahogadamente. Sus fosas nasales se dilataron mientras tomaba lentamente el aire. Su cabeza cay hacia atrs y expuso el largo cuello a su boca. l acept la ofrenda, rozando el hueco de su garganta con los dedos pulgares, y luego dejando que sus manos bajaran mientras le besaba la garganta. Su esbelta figura proyect hacia arriba la plenitud de sus pechos. l los acarici suavemente. Los pezones se arrugaron y se pusieron erectos. Su lengua roz uno, y todo el cuerpo de Ria se estremeci. Lo tom por sus muecas y lo mantuvo all por lo que sus manos iban abiertas sobre sus pechos, luego se movi contra ellas, empujndose hacia sus palmas, acompandose con un movimiento lento y ondulante de las caderas. Ella lo abraz cuando l la inst a seguir. Utiliz su fuerza para soltar sus manos en el ltimo momento y tomar la punta de uno de sus pechos suavemente entre los labios. No pareca importarle que ella le apremiara, cuando se haba entregado voluntariamente a la succin de su boca candente. Ria oy un sonido suave, y se dio cuenta que era procedente de la parte posterior de su garganta. Su piel estaba caliente y demasiado sensible ahora. Se senta tensa por la curva ascendente de placer en la que viajaba. Sus manos se deslizaron por sus palmas abiertas, los dedos extendidos para poder enhebrarlos con los suyos. Sus manos apretadas. Se qued sin aliento mientras l arremeta con fuerza debajo de ella. Se dio la vuelta con l cuando la tumb sobre su espalda, despojada de toda pretensin de mansedumbre, ya que se le orden una batalla. Envolvi sus piernas alrededor de l con fuerza mientras sus caderas se levantaron y cayeron. La punta de la lengua le humedeci los labios entreabiertos. Vio sus ojos bajar a la boca y oscurecerse. Se esforz por moverse en su contra, sintindolo entre sus muslos abiertos. Trat de levantar la cabeza y coger su boca con la de ella, pero l evit el contacto y puso sus labios contra la curva de su hombro en su lugar, acariciando su cabello, besndola justo donde el canto tenue del tejido cicatricial segua la lnea de su cuello. Quera volverse sobre su espalda, pero l era demasiado fuerte. l slo le daba lo que quera, pero lo que quera hacer era complacerla. Ria sinti que la levantaba justo cuando comenzaba a contraerse en torno a l, y despus los dos estaban sentados, con las piernas sobre sus muslos y curvadas alrededor de su espalda, plegado debajo de ella para hacer un trono de su regazo. Ella lo mir, sorprendida por esta nueva posicin, cara a cara con l y ms segura que un pjaro recin nacido en el nido. "Hazlo de nuevo", le susurr Oeste al odo. Ella no saba lo que quera decir, y luego los msculos de su vagina se contrajeron involuntariamente, y ella le oy lanzar su aliento ronco. Sus cejas se elevaron ligeramente cuando se dio cuenta de que ella estaba cerrada como un puo alrededor de su miembro. Cuando sus msculos se contrajeron de nuevo, a propsito, se ech a rer de alegra, embriagada con este nuevo poder, plenamente consciente de que responda a ella. "Eres un buen hombre", dijo. Elevando la pelvis apenas unos centmetros, ella se apret alrededor de l mientras se levantaba. Sus manos se deslizaron hasta sus hombros y sus pechos se frotaron en el pecho. "Un muy buen hombre." Oeste la dej coger su boca esta vez. Apoy sus caderas mientras ella segua apretndolo rtmicamente con sus movimientos. l desliz su mano entre sus cuerpos y ubic su mano entre sus muslos abiertos. Se estremeci ligeramente cuando l comenz a acariciarle. Tocarla aqu era como sumergir los dedos en la miel. Clido. Viscoso. Dulcemente perfumada. La acarici ms ntimamente que antes, deslizando hacia atrs la capucha de su cltoris slo una vez y dejando que su experiencia le diera un placer tan intenso que fue como chispas saltando al golpear el acero candente. Ria tuvo un escalofro violento, chispas girando como estrellas atrapadas bajo su piel, el calor y la luz blanca y brillante en aumento desde el centro de ella. Se levant, arquendose hacia el cuerpo de Oeste, y gritando en voz baja por su repentino alejamiento. Incluso entonces, en el momento de su placer ms agudo, saba por qu lo haca. Por un instante, pens en negarle que la abandonara, en aferrarse a l con todas sus fuerzas para retenerlo. Precaucin, sentido comn, miedo, estas cosas se afirmaron, y ella supo que no lo iba a traicionar con un acto tan egosta. l cay sobre la cama, derramndose en un xtasis sin fin. Luego, recuperando el aliento, sostuvo su peso en sus antebrazos mientras se inclinaba sobre ella. Su aliento se mezclaba caliente, desigual, ya no sincrnico. Se miraron el uno al otro durante mucho tiempo, la luz de las velas trazando sombras sobre sus rostros. Perlas finas de transpiracin hacan resplandecer la piel. En la sala fra, el calor se levantaba de sus cuerpos. Oeste baj lentamente la cabeza y la bes una vez. Entonces de nuevo. Infinitamente suave ahora. Rod hasta el borde de la cama. Ria se estir hacia l, pero ya estaba de pie, ligero y gil, y su mano qued flotando en el aire antes de que ella la bajara. Desapareci en su vestidor y reapareci a los pocos minutos con un cuenco con agua y toallas dobladas sobre el brazo. Le lav la evidencia de su amor de su cuerpo, como lo haba hecho antes con el suyo, y luego puso el cuenco en el suelo y las toallas al lado de l. "Quieres tu camisn?", pregunt. Ella asinti con la cabeza. "Por favor." Se lo entreg, a continuacin, se puso sus calzones. Por segunda vez esa noche, se acomod las mantas para l, y se ubic a su lado. Le ofreci el refugio de su hombro, y ella acept. Uno de sus brazos yaca sobre el pecho y la cabeza encajaba perfectamente en un hueco que pareca tallado a su medida. "Qu piensas de nosotros?" le pregunt cundo Ria se instal a su lado. La pregunta no se haba hecho a la ligera. Ria no tuvo que levantar la cabeza para saber que sus ojos estaban serios, y no haba humor en su boca. "No me permito pensar en ello", dijo. "Creo que podra hacer que me pusiera muy triste." l asinti con la cabeza lentamente. "No consideraras ser mi esposa, entonces?" "No." "Mi amante?" "En Londres, quieres decir? Con una casa y sirvientes y un faetn que me llevara al parque? Su Gracia ya me ha enseado a cantar, no hay necesidad de jaula para m." Ella lament sus palabras tan pronto como estuvieron fuera. No slo pareca frvola y vagamente cruel, pero estaban en su mente por lo que las modistas haban dicho acerca de Jane Petty. "Lo siento," dijo ella rpidamente, elevndose para ver su cara y saber que estaba pensando. "Fue una cosa horrible de decir. No has hecho nada que yo no te haya pedido que hagamos. Incluso esta noche, esperaba que volvieras. Quera estar contigo de nuevo. Esto me tiene que durar toda la vida, ya sabes." Las lgrimas en el borde inferior de las pestaas desbordaron y bajaron sobre sus mejillas. "No espero que alguna vez haya nadie ms, no porque t digas que no debe haberlo, sino porque yo no soy una mujer que alguna vez pueda ir de la cama de un hombre a otro, buscando nada ms que mi propio placer. Lo que me has enseado, lo atesorar siempre". Sus lgrimas cayeron a raudales ahora, y su cuerpo comenz a temblar con la fuerza de sus sollozos. Haba llorado antes en sus brazos, pero esto era diferente. La ltima vez haba sido por miedo a lo que le haba hecho a Jane. Esta vez, ella tema lo que se haba hecho a s misma. Oeste la dej llorar. Las lgrimas de una mujer no le frustraban ni le asustaban. Las haba conocido a una edad temprana en las rodillas de su madre. Ella se echaba a rer en medio de ellas a veces, despeinndole los rizos para que no se alarmara. En otras ocasiones se excusaba y se esconda en su habitacin durante una tarde, una noche, a veces todo un da, saliendo cuando la melancola haba pasado, o cuando el duque volva para verla. No saba por qu comenz a contarle a Ria esas cosas, pero una vez que salieron las primeras palabras, descubri que haba sido una buena idea contarle todo hasta el final. Ese secreto haba sido un dolor en el pecho durante un tiempo muy largo, su humor nunca haba servido para evitarlo, slo para mantenerlo contenido. "El nombre de mi madre era Meg", dijo. "Lo sabas?" Ria neg con la cabeza, limpiando con los nudillos la ltima de las lgrimas, luego us una esquina de la sbana para borrar el rastro que haban dejado en sus mejillas y, a continuacin, se acost junto a l de nuevo. "No Megan o Margaret o Meggie. Slo Meg Marchman." Sinti el brazo de Ria en el pecho, y l puso sus dedos sobre su codo y acarici la suave curva interior. "Ella era la hija del viudo tutor empleado por el sptimo Duque de Westphal para su hijo, el futuro octavo duque. Creci con mi padre como su compaera hasta que fue enviado a la escuela. El duque organiz una buena vida para su padre como maestro de escuela para los nios de la aldea. Aunque no puedas creerlo, mis dos abuelos eran progresistas en sus ideas sobre la educacin". Ria no haba sabido esto, tampoco. Se pregunt si tal vez esto no explicara por qu el propio padre de Oeste haba permitido su decisin de ensear. Pareca que su tutor, as como su propio padre, haba ejercido un cierto grado de buena influencia en l. Ella cerr los ojos y dej que las imgenes se formaran en el ojo de su mente mientras Oeste prosegua con su relato. Vio a la joven Meg, encantadora y muy hermosa a los diecisiete aos, convirtindose en ms que una compaera para William Fairchild cuando lleg a la edad adulta. Recto, ancho de hombros, l contaba con una figura apuesta y podra haber elegido entre cualquiera de las seoritas que se le presentaron durante la temporada. l prometi que no tendra ninguna otra que Meg, pero su voto slo haba sido dicho a ella. No eran tan ingenuos como para pensar que cualquiera de sus padres bendecira una unin entre ellos, pero tampoco estaban dispuestos a separarse. Se casaron en secreto, con una licencia especial, y William prometi que no iba a ser un secreto para siempre, que iba a convencer a su padre con el tiempo. Su amor era verdadero, su padre llegara a entender eso, y ellos prevaleceran. Una vez ms, su voto slo se lo dijo a ella. Ria trat de imaginar a William abordando el tema de sus sentimientos por Meg con su padre. Hubiera sido difcil. l hubiera querido hacer un llamado a la razn de su padre y encontr un muro. Tal vez ni siquiera lo haba intentado. Oeste era de la opinin de que era as. "Mi madre le dijo a su padre sobre el matrimonio tan pronto como se dio cuenta de que iba a tener un hijo. Ella le rog que no se lo dijera al duque, sino que le permitiera a su marido ms tiempo para influir en su propio padre. Estuvo de acuerdo, lo ms probable en contra de su mejor juicio, pero l cumpli su promesa y no habl con nadie, ni siquiera al ver que el vientre de su hija comenzaba a hincharse y la verdad de su embarazo poda ser evidentes para todos." Oeste entrelaz los dedos con los de Ria y golpe el pulgar ligeramente contra la de ella. "El hecho de que mi madre iba a dar a luz presion a William a hacer algo rpidamente. Lo que le llev a confesarle a su padre que era el amante de mi madre y que l la haba embarazado. Si esperaba aadir que ya se haba casado con ella y que el nio haba sido concebido dentro del matrimonio, nunca tuvo la oportunidad de decirlo. Su padre descarg su brazo con fuerza al golpearlo en la cara, luego le ofreci sus felicitaciones por el inminente nacimiento de su primer bastardo". Ria se estremeci. No tanto como reaccin al relato de Oeste, sino ms bien al tono helado de su voz. No era abiertamente fro, sino que tena un dejo tan falto de emocin que le sobrecogi el corazn. "No s lo que pensaba mi padre, yo slo puedo juzgarlo por lo que hizo", dijo Oeste. "Y lo que hizo fue estar de acuerdo en casarse con la eleccin de su padre para l, Lady Jane Caldwell, la hija apropiada de un conde con una herencia respetable. Mi padre no tuvo ni el valor ni la honestidad de decrselo a mi madre l mismo. Se enter del matrimonio cuando se leyeron las primeras amonestaciones". Alz la cabeza y mir a Oeste de nuevo. Sus rasgos se mantenan impvidos, casi sin expresin, y ella percibi lo doloroso que era para l. Apoy la mejilla contra su hombro y llor en silencio las lgrimas que l no se permita. "Ella fue a ver al duque," dijo l, apretando sus dedos entrelazados. "Y le cont sobre el matrimonio. l exigi pruebas, y no pudo ofrecer ninguna. Esos papeles estaban al cuidado de su marido, y cuando lo enfrent, no slo no present la prueba, sino que adems neg todos los hechos de su historia. El registro oficial del acta de matrimonio tambin desapareci. Mi madre fue acusada de ser una intrigante, y su legtimo esposo se cas con Lady Jane el ao siguiente, poco despus de que yo naciera. As es como me salv del nombre William, como primer hijo, sin duda me hubieran llamado as, al igual que llamaron a todos los duques anteriores a m". El pecho de Oeste se hundi en un profundo suspiro. "Lady Jane y su bgamo marido concibieron un hijo vivo y otros cinco que no lo hicieron. Los abortos involuntarios produjeron un deterioro considerable en su salud, y ella se confin en su cama durante muchos de los embarazos y despus tambin. El padre de mi madre muri cuando yo era todava un beb, y sin sus ingresos, mi madre tuvo que encontrar un empleo. Era una buena costurera, as que comenz remendando ropa, luego a coser los vestidos de moda. Ella acept dinero del duque no de mi padre, sino del que ante la ley era su suegro, y abri una tienda en el pueblo. No creo que mi madre no fuera una mujer orgullosa. Lo era, pero las circunstancias le obligaron a ser tambin prctica." Ria limpi las lgrimas que subrepticiamente todava brotaban de sus ojos. "Crees que el duque crey su historia, y por eso le ofreci dinero?" Oeste se encogi de hombros. "Puede ser, pero tambin tena un carcter pragmtico. Tena ambiciones para su propio hijo, y quera asegurarse de que mi madre no planteara el tema del supuesto matrimonio de nuevo. El dinero era ante todo un soborno, aunque tambin puede haber sido como piensas. Incluso si el duque se dio cuenta de que su hijo haba mentido, qu poda hacer? Hubo una boda muy pblica con Lady Jane. No poda exponer a su hijo como si tuviera dos esposas". Alivi los dedos de ella liberndolos, y le dio a Ria la esquina de la sbana para secarse los ojos. A cambio, ella le obsequi una sonrisa llorosa, un poco avergonzado, l neg con la cabeza. "Nunca nadie ha llorado por m antes." Ria lo mir con el ceo fruncido. "Pero tu madre... dijiste que ella lloraba mucho." "Y lo haca, pero no por m." Inclin la cabeza y la bes en la coronilla. Cuando habl, su aliento roz los zarcillos sedosos de su cabello en la sien. "En la prctica, yo era un hijo bastardo, pero ella era la madre de un hijo bastardo. En un pueblo tan pequeo como Ambermede, no se la hizo una paria, pero siempre se la dej aparte. El duque muri cuando yo tena tres aos, no mucho despus de que Tenley naciera, y mi padre se hizo duque de Westphal. All fue cuando empez a entrar en razones otra vez." "Ella lo recibi de vuelta?" pregunt Ria. "De vez en cuando. Ella lo amaba y se odiaba a s misma, o lo odiaba y se odiaba a s misma." "Pero ella te amaba", dijo Ria. "Siempre te am." Su sonrisa fue un poco cansina. "Es tan importante que ella lo hiciera?" Ria lo mir fijamente, con el corazn en la garganta. "No dejes que tu mente te angustie, Ria," le dijo suavemente. "Yo no fui amado." Su mente no dej de angustiarse, no cuando lo dijo de la manera como lo haba hecho. "Cmo era ella, Oeste?" Tard un largo tiempo en responder. "Creo que no me vas a creer a la luz de lo que te he dicho, pero era alegre. Decidida, tal vez. Mantuvo la cabeza en alto y no se disculp por lo que otros pensaban de ella. Saba que deca la verdad y eso era su escudo. Era mi bastin, a su manera. Nadie me ha llamado bastardo en su presencia". "Pero cuando ella no estaba all?" "Eso era harina de otro costal." "No sabas la verdad, entonces?" "No. Nunca. Ahora entiendo por qu no me fiaba de l. Mi padre se estaba volviendo bastante influyente en la poltica, y su continuo xito dependa de su silencio y del mo. Siempre me reconoc como el hijo del duque. Nadie cuestion que tena un hijo bastardo, salvo en Ambermede. Mi madre tambin se compadeci de lady Jane, aunque este sentimiento no era mutuo. La duquesa odiaba a mi madre, pero probablemente le tema ms". "Ella saba del otro matrimonio de su marido?" Oeste lanz una breve carcajada ante esa idea. "No. Definitivamente no." Se puso serio gradualmente. "Lo que finalmente supo fue que el duque segua visitando a mi madre y que le haba traspasado la casa de campo de la que te habl. Ella descubri que l estaba pagando por mi educacin en Hambrick y tena toda la intencin de apoyarme en la universidad a la que decidiera ir. Pensaba que tal atencin a su bastardo era excesiva". Ria aventur su opinin en voz baja. "Parece que fue bastante ms generoso que la mayora." "Lo fue? Ese era el precio que mi madre exigi. Que el duque estuviera dispuesto a pagarlo habla algo acerca de lo mucho que la deseaba." "Tal vez habla algo acerca de su culpabilidad." Oeste neg con la cabeza. "El duque no estaba expuesto a las mismas emociones bsicas que afectan a los dems mortales." Ahora Ria se sent en la cama, dispuesta a no dejar que su comentario pasara sin una rplica. Lo mir, de forma sincera, aunque un poco dura. "Cmo se explica, entonces, que el duque confesara su primer matrimonio antes de su muerte? No creo que pudieras haberte convertido en el noveno duque de Westphal si no fuera por obra de tu padre." "Crees que yo quera esta herencia en esas circunstancias? Para darle paz mental a ese bastardo egosta? Eso es lo que logr su confesin en su lecho de muerte. l podra haber corregido esa situacin en cualquier momento, sin embargo, opt por hacerlo cuando le convino. l me despreciaba, Ria. Si despert alguna emocin en l, fue odio". "Auto odio", dijo en voz baja. "No creo que l te despreciara por completo. Creo que l se despreciaba a s mismo por no haber sido un hombre mejor, uno que pudiera soportar la mancha sobre su reputacin si se hubiera sabido la verdad. Haber podido ser un hombre que pudiera enfrentar lo que otros dijeran de l y permanecer de pie alto, erguido y orgulloso, probablemente sea ms acertado decir que se preocupaba demasiado por el que dirn. Creo que debera haberle gustado haber sido un hombre que pudiera hacer lo que fuera honorable, no slo lo que era conveniente." Ria puso su mano suavemente sobre el pecho de Oeste. "Yo creo que l deseaba ser el hombre en el que te has convertido." Oeste sinti una presin en el pecho que estaba fuera de toda proporcin al peso de la pequea mano de Ria. El nudo en su garganta hizo que su voz sonara spera como un papel de lija. "Ser un bastardo ayud a dar forma al hombre que soy. Debo darle las gracias por eso, Ria?" Puso su mano sobre la de ella. "Debo desestimar los aos de tormento que vivi mi madre porque no poda hacer lo que era correcto? Mi padre no conoci lo suficiente sobre el nio que fui como para saber en la clase de hombre que me convertira." "Era dbil," dijo ella. "Un hombre dbil, no un hombre malvado". Oeste no estaba seguro de creer eso. "La debilidad engendra el mal." "S". Ella no pensaba que l se diera cuenta de la fuerza con que apretaba su mano. Lo dej hacer porque sinti que era su tabla de salvacin ahora, y no poda dejarlo a la deriva. "La debilidad puede hacer exactamente eso." l la mir, y una leve sonrisa cruz su cara. "No vas a discutir conmigo?" "No. Estoy aprendiendo que no siempre es necesario, ni siquiera conveniente, que lo haga." Sinti que aflojaba su apriete, casi inconscientemente. Inclin la cabeza y le coloc un beso en los labios, luego se enderez antes de que pudiera tentarla con algo ms de lo que pretenda. La debilidad no siempre engendra el mal, pens. A veces provoca el deseo de dar otro bocado a la manzana. "Cundo te enteraste de la verdad?" pregunt ella. "No creo que lo oyeras por primera vez de boca del abogado del duque, Ridgeway no habra tenido el coraje de hacerlo por su cuenta. l debe haber estado absolutamente disconforme en informarte de que ibas a heredarlo". "Absolutamente", dijo Oeste. "Yo creo que l pens que yo querra matar al mensajero. Estoy seguro de que el duque le advirti que no iba a tomar amablemente la noticia." Se frot la barba incipiente con los nudillos. "Mi madre me habl de su matrimonio, mientras yo todava estaba en Cambridge. Juzgaba que era lo suficientemente maduro como para recibir esa noticias." "Lo eras?" "Pas una quincena bebiendo y fornicando." "Ya veo." "Entonces viaj a Londres y ret a mi padre." Los ojos de Ria se agrandaron. Con mucho miedo porque saba la respuesta, se oblig a preguntar: "Lo retaste a duelo? Cmo?" "Lo llam afuera." Oeste vio que Ria no tena palabras para expresar adecuadamente su horror, pero la emocin estaba claramente estampada en su rostro. "Se neg al reto, me dijo que l estaba demasiado borracho para enfrentarse conmigo." "Entonces te hizo un favor." "No lo s. Muchas veces me he preguntado por qu lo dijo. Estaba completamente sobrio." "No puedes concebir que l no quera que cargaras con el pecado de parricidio?" "Ten cuidado, Ria," dijo Oeste. "O lo prximo que hagas ser argumentar para su santidad." Ria no tena paciencia para su tono burln. "El hombre que te azot en la espalda con su bastn hasta dejarte cicatrices permanentes, nunca ser un santo", dijo bruscamente. "Pero tampoco, yo lo har un diablo. Fuiste a buscar a t madre para pedirle cuentas por las decisiones que tom?" Por un momento se pregunt si sera capaz de golpearla, ella estaba preparada para el golpe, aunque creyera que no era merecido, pero dispuesta a recibirlo, porque sus palabras realmente lo merecan. Oeste no levant la mano. En cambio, la arrim a su lado mientras consideraba sus pensamientos. "Eres valiente," dijo finalmente. "No puedo decir lo contrario." Su mano se levant lentamente, abri el puo con deliberacin. Toc la curva de su cuello, haciendo a un lado la cascada de cabello claro. Se qued muy quieta, y l le dio la mxima puntuacin por no estremecerse cuando encontr la cresta angosta de tejido cicatricial en el cuello. Aqu haba evidencia de que ella estaba familiarizada con el fuerte chasquido del bastn del duque. "Hblame de esto." "Ya lo sabes." Lo sospechaba, pero no lo saba. "l te llam la atencin." Ria asinti, pero Oeste vio que lo miraba con curiosidad. "Estaba enojado contigo?" "No, en absoluto. Estaba enfadado con" Se detuvo, pensativa. "No te acuerdas? Siempre he credo que lo recordabas." Su dedo ndice traz la larga lnea de la cicatriz. "No lo entiendo. Qu es lo que debo recordar?" "Me dijiste desde el principio que no habas olvidado el motivo de nuestro primer encuentro." "No lo he hecho. Tengo las cicatrices como recuerdo de l." "Al igual que yo." Arrugas profundas aparecieron entre las cejas de Oeste. "No entiendo", dijo con cautela. "Cmo? " Se detuvo, porque de pronto comprendi. Un momento nico en el tiempo volvi a l con una claridad cristalina. Una vez ms se hallaba tumbado en la hierba dulce y spera, con la camisa hecha jirones cubierta de sangre. Poda or el silbido del bastn de bano cortando el aire y sentir el agudo dolor del golpe, como si estuviera sucediendo ahora. El desconcierto y la traicin atacndolo por segunda vez. Luego, sorprendentemente, sinti el peso de algo desconocido en su espalda, y cuando el bastn de su padre volvi a silbar, no hubo ms dolor, slo la bendita oscuridad. Oeste no poda creer la conclusin a la que haba llegado, sin embargo, tena sentido para l tambin. A los cuatro o a los veinticuatro aos, era la clase de acto loco, valiente, heroico que la seorita Ria Ashby hara. "T te subiste a mi espalda", dijo, ms seguro de ello ahora. "Recibiste un golpe dirigido a m." Ria descubri que no poda mantenerle la mirada. Vagamente avergonzada por su reaccin, apart la vista rpidamente y trat de hacer caso omiso de los dedos en su cuello. l la sujet, no duro, pero con firmeza. "T recibiste muchos ms en mi lugar," dijo ella. "No eran para ti. El duque... los otros... todos ellos pensaron que yo te haba empujado al lago. Esos golpes eran para m." Tom un puado de su cabello, lo retorci y, a continuacin ejerciendo suficiente presin la atrajo inclinndose hacia l de nuevo. Tal como se propuso, Ra tuvo que acercarse para encontrar el alivio de esta suave coercin. "T eras muy joven", dijo recordando. "Qu es lo que realmente recuerdas sobre esa tarde que no te hayan contado?" "Es justo lo contrario de lo que piensas. Es mi primer recuerdo, y es sorprendentemente claro. Sobre qu lo pas ese da fue muy poco mencionado, incluso cuando pregunt. Escuch algunos relatos turbios de otras personas." Ella puso su mano en la mejilla para suavizar los ngulos tensos de su rostro. "Recuerdo correr y caer y correr de nuevo. Recuerdo el reflejo de la luz del sol en el lago, pensando que poda caminar sobre ese espejo. Imagnate mi sorpresa al no encontrar nada slido bajo mis pies imprudentes. A veces creo que puedo sentir el sabor del agua del lago en la boca y la salpicadura de la misma en la nariz. Me encontraste, me sacaste, y luego me pasaron a los brazos de mi madre, t fuiste arrastrado fuera del agua y golpeado. Crees que incluso a esa edad no saba que era por mi culpa?" "Ellos pensaban que yo te empuj", dijo Oeste de nuevo. "Y tal vez lo hice. No pude cogerte, y as me lanc. Podra ser que" Se detuvo porque Ria estaba sacudiendo la cabeza. "No es cierto", dijo. "Yo s que no. Yo habra podido defenderte si no hubiera estado haciendo otra cosa ms que llorar. Sabes lo que es mi ms vivo recuerdo de ese da? Es el rostro enfurecido del duque. Su tez era una mscara teida de rojo, y sus facciones haban cambiado de una manera que le hacan casi irreconocible y aterrador para m." "Sin embargo, hiciste lo que nadie ms hara. Creo que podra haberme matado si no hubieras recibido el golpe para detenerlo. Tu actitud puede haber sido lo que lo llev a recobrar la razn." "Eso es lo que he escuchado," dijo ella. "No me acuerdo de salir de la proteccin de los brazos o cualquier cosa que le sigui hasta que me despert mucho ms tarde en brazos de mi madre. La herida en el cuero cabelludo y el hombro ya estaban cosidos. Mi madre estaba sentada junto a mi cama, pero recuerdo que el duque tambin estaba all, y que permaneci hasta que me dorm de nuevo." Oeste no se sorprendi ante la muestra de preocupacin de su padre. "Quin te explic lo que te haba pasado?" "Durante mucho tiempo, nadie lo hizo. No la verdad. Me dijeron que la cicatriz era por un corte durante mi cada al lago. Rocas, o alguna tontera, es lo que se me pidi que creyera. Fue Tenley quien finalmente me dijo la verdad, no porque quisiera, sino porque yo le haba molestado de alguna manera y le dije que era un intil incapaz de hacer algo por su cuenta." Ria respondi a la pregunta que Oeste dej entrever slo con la ligera elevacin de una de sus cejas. "Fue poco despus de que mis padres murieron, y fui enviada a vivir con el duque en Ambermede. Tenley necesitaba conseguir alguien a quien mortificar, as que se asegur de que supiera que estaba en su casa por lstima, que era porque su padre tena que reparar el dao que me haba ocasionado, el motivo por el que haba venido a vivir en la mansin." "Fuiste al duque de inmediato para confirmarlo?," pregunt: "O simplemente amenazaste con hacerlo?" Ria templ su sonrisa. "Eso ltimo. Tenley fue infinitamente ms susceptible despus de eso." Su sonrisa se desvaneci. "Y t?" pregunt ella, Tenley le haba contado la rapidez con que todos haban salido del lago. El duque mismo la haba levantado de la espalda de Oeste y la haba llevado a su carruaje. Si haba alguien que no estuviera a favor de dejar a un joven muchacho sangrando e inconsciente en la orilla del lago, no fue mencionado en presencia del duque. "Qu te pas despus que te dejamos en el lago?" Oeste se encogi de hombros. "Me despert en la oscuridad y me dirig a casa. Mi madre me cuid, me reprendi por entrometerme en la comida campestre del duque, y jur que no iba a permitirle que visitara la casa nunca ms. l vino tres das despus, estando yo an en la cama y llev a mi madre a su habitacin. Fing que no saba que haba estado all, y ella fingi creerme". "Lo siento," susurr Ria. "Me gustara" l neg con la cabeza, silencindola. "T no tienes la culpa. No es tan difcil reconocer que mi padre me estaba castigando por ser su hijo, no por lo que l se imaginaba que te haba querido hacer. l lo habra hecho si t estabas all o no." Le toc los labios con los suyos. "T eras su excusa, tal vez, pero tambin fuiste mi ngel." La boca de Ra se abri y le dio un beso largo y dulce, en respuesta al deseo que despertaba su sabor, la presin de sus labios, la humedad ligeramente spera de su lengua contra la de ella. La necesidad era mutua y este toque, un preludio. Ella conoca su cuerpo ms ntimamente ahora, saba qu respuesta iba a obtener cuando lo besara en la boca, en el cuello, detrs de la oreja. Prob este conocimiento al hacer las cosas que le daban placer: las uas araando ligeramente su pecho, la caricia de su mano por la cara interna de su muslo, su boca deslizndose sobre su abdomen tenso. Estas cosas le daban placer tambin, y al dar, ella no se negaba nada a s misma. Acarici su espalda, sinti las protuberancias estrechas de su carne, donde sus heridas haban cicatrizado mal. Puso su boca sobre su corazn, donde una herida recin ahora estaba empezando a cerrarse. Oeste se qued mirando el techo, con los ojos secos, y sinti algo en su interior ante la suavidad del tacto de Ria. Su corazn. Su voluntad. Su orgullo terco. El hombre que se renda ante ella se le escapaba. No saba si le importaba. Por un momento l simplemente se perteneca, y en el momento siguiente, era absolutamente de ella. Acarici los hilos de seda de su cabello con los dedos y friccion la parte posterior de su cuello. Cuando levant la vista, le hizo una sea con los ojos. Sonriendo, se acerc a l y le puso la boca con ternura sobre la suya. l se hizo cargo del beso, sinti que ella respondi de inmediato a lo que l quera, siguiendo su ejemplo de manera que se convirti en lo que ella quera tambin. La ternura dio paso a la alegra. La almohada de debajo de la cabeza de Ria fue echada a un lado mientras ella se acostaba sobre su estmago. Apoy la mejilla en la parte posterior de sus manos y cerr los ojos, ms consciente de l, de su poder. Anticipar su toque era tan excitante que hubo poca diferencia en el momento en que en verdad la toc. No se apresur. Sus manos y su boca se posaban exactamente en el lugar ms sensible. Deliberadamente. Juzg su disposicin por los cambios sutiles en la cadencia de su respiracin y los pequeos gritos guturales que no poda frenar. Los dedos de Ria se cerraron en puos mientras le levantaba las caderas. Las almohadas descartadas fueron empujadas debajo de ella. Lo sinti moverse detrs, masajeando la redondez de su trasero, sus manos se deslizaron sobre sus muslos. Ella se mordi el labio. La previsin de ese contacto era casi demasiado excitante, casi doloroso de esperar, sin embargo, fue explosivo en el momento en que la penetr. Su lento, y feroz control fue su perdicin. Ella empuj bruscamente y tom todo de l, luego lo mantuvo exactamente al ritmo que una vez la haba animado a llevar. Se inclin sobre su oreja, le bes la parte de atrs de su cuello, y le susurr algo al odo que no pudo descifrar. No importaba. Ella gimi de placer de todos modos. l se ech hacia atrs, apurando el ritmo que haba comenzado. Su mano cay sobre la parte baja de su espalda. La sinti temblar cuando su pulgar roz la base de su espina dorsal. Sus dedos le recorrieron la cadera, luego se deslizaron debajo de ella, entre sus muslos entreabiertos. Ria aspir una bocanada de aire y la sostuvo. El delicioso calor que le proporcionaba esa mano la mantuvo inmvil. Lo oy amonestarla con suavidad para respirar. Ella lo hizo, a travs de un pequeo gemido que cort el aire. El estremecimiento que comenz a subir en espiral por su sangre explot en millones de luminosas estrellas y al mismo tiempo sinti temblor que lo sacuda a Oeste y el aullido primitivo que ahog en su garganta masculina. Y luego toda la dulzura que posea fue utilizada para sostenerla junto a su corazn, apretadamente hasta que su respiracin se calm. Se quedaron dormidos en una maraa de sbanas y mantas, con la cabeza apoyada en su hombro y su mano cubriendo su pecho, su boca descansando suavemente contra su pelo y su rodilla metida entre las suyas. Algn tiempo despus, llegaron a un estado de somnolencia en la que sin despertar del todo hicieron el amor de nuevo, soando con la expresin de dos cuerpos que se fusionan hasta volverse uno, tan cegados que la pasin los atrap y se dejaron ir completamente. Cuando Ria despert por segunda vez, estaba sola en la cama. Oeste estaba de pie junto a la ventana. Haba descorrido las cortinas y estaba mirando hacia fuera. Haba un haz de luz de sol en el horizonte, y eso era lo que Ria supona lo mantena absorto. l se despedira pronto, lo saba. Slo tena que ponerse su abrigo para estar listo para salir, y ste estaba extendido sobre la silla junto a la chimenea esperndolo. "Oeste?" Dej que las cortinas cayeran y se apart de la ventana. "No dices mi nombre muchas veces," le dijo. "No lo hago?" Sacudi la cabeza y se acerc a la cama. "No tan a menudo." La calidez de su voz ronca la hizo sentir caliente de repente. A pesar de ese calor, sac las mantas a su alrededor mientras se sentaba. "Me esforzar por hacerlo mejor, excelencia." Oeste se sent, su tenue sonrisa iba desapareciendo cuanto ms la miraba. "Tengo que regresar a Londres", dijo. Apret un dedo sobre sus labios cuando ella quiso hablar. "Voy a ir a Ambermede primero para poder explicar mi presencia, luego esta noche volver a visitar la casa de Beckwith, aunque no al seor Beckwith. No puedo hacer el viaje de regreso a Londres tan rpido como vine. Draco no lo resistir, y en verdad, tampoco yo." Ria se sinti aliviada al saber que no iba a montar como un demonio por el campo. Esper a que retirara su dedo. "Vas a escribirme en cuanto tengas noticias de Jane?" l asinti con la cabeza. "Lo har." "Ojal pudiera ir contigo." Oeste no lo dud. Tambin sospechaba que Ria saba todas las razones por las que deba quedarse all, la principal de ellas era la responsabilidad de las chicas de la Academia. "Hay cosas que debo hacer en Londres aparte de la bsqueda de la seorita Petty," le dijo. "Pero no me van a tomar demasiado tiempo." "Entiendo", dijo. "Tendrs un gran nmero de invitaciones para elegir. No se puede evitar a la alta sociedad para siempre." "No, no lo entiendes. No es un asunto de la alta sociedad el que debo atender, sino del coronel." "Oh." Busc en su rostro, pero encontr que su expresin no reflejaba el motivo de sus pensamientos. "El Coronel Blackwood es bastante ms para ti de lo que debera ser, creo yo." Ria no fue disuadida por su encogimiento de hombros, encontrando que mostraba algo ms que la indiferencia que l pretenda. "Y tus amigos, creo, no son en absoluto lo que parecen." "Ellos son mis amigos", dijo Oeste lentamente. l le dio la mxima puntuacin por tratar de sacarle informacin. Fue un buen esfuerzo, pero se rindi antes que l. "Ellos son mis amigos", repiti. "Y algo ms." "Si quieres que te crea." La respuesta singular que Ria le dio indic que ella no se dejaba engaar. No sigui el tema, pero eligi otro. "Gracias por el libro de poemas," dijo. "No deb haber esperado tanto para decirte lo mucho que atesoro ese regalo." "Era de mi madre." Ella asinti con la cabeza. "Pens que podra haberlo sido." Oeste encontr su mano y la apret. "No olvides que voy a necesitar una copia del retrato de Sir Alex." "S. Me acuerdo. Lo tendrs tan pronto como la seorita Taylor pueda hacerlo." "Bien." Se quedaron en silencio de nuevo, no porque no tuvieran nada que decir, sino porque cada uno era reacio a decir lo que gritaba su mente. Fue Oeste quien finalmente habl. "Ayer por la noche... la ltima vez que... eres consciente de que yo no..." "Fue esta maana", dijo, compadecindose de l. "Y yo soy perfectamente consciente." "Por eso, quiero..." "Si hay consecuencias, voy a escribirte. "Ria reconsider lo que la espera sera para l. "Tambin te escribir en caso de que no haya ninguna." l asinti con la cabeza. "Gracias." Al soltarle la mano, se puso de pie. "Ten cuidado si alguno de los administradores visita la escuela." "S. Por supuesto." Ella mir hacia la ventana. La luz del sol comenzaba a filtrarse a travs de un panel entre las cortinas. "Debes irte ahora, de lo contrario te vern." Oeste asinti de nuevo y se volvi para irse. Casi de inmediato se detuvo, gir sobre sus talones, y aproximndose sac a Ria de la cama. La atrajo contra su cuerpo y la bes larga y profundamente. As como era su intencin, ella sinti el sello de su boca mucho tiempo despus de que l se hubo ido. Por lo que Oeste poda determinar, el baile del embajador francs fue un acontecimiento brillante, por dentro y por fuera. Una fina capa de nieve cubra el suelo fuera de la gran residencia. Los carruajes se alineaban en la calle en frente de la puerta y llenaban el camino que conduca a la entrada principal. Los conductores, hombres de a pie, y los jvenes lacayos, todos esplndidamente vestidos con su mejor librea, esperaban estoicamente en la fra noche de enero para volver a prestar servicio de nuevo. Los acordes de la msica se podan escuchar desde el otro lado de la calle en la que Oeste estaba, en contra de un pilar de piedra. No llevaba ni la librea de los criados, ni un chaleco de raso fino ni la levita que era el traje elegido por los caballeros invitados del embajador. No era la intencin de Oeste hacerse notar esa noche. Haba logrado lo que deba hacer en el estudio muy privado del embajador y ahora esperaba los resultados de sus esfuerzos. l permaneca acurrucado dentro de su abrigo negro, recostndose contra el pilar, el ala de su sombrero de castor inclinado hacia adelante sobre su frente. Si llamaba la atencin de alguien, sera porque pensaran que estaba durmiendo. Nadie que no lo conociera bien comprendera que estaba atento a todo. Su tarea se haba hecho bastante simple por los preparativos del coronel y la cooperacin del embajador. Slo tena que asegurarse de que el embajador no hubiera cambiado de opinin. Oeste pudo comprobar, al hacer su entrada sin ser detectado en el estudio, que el hombre haba cumplido su palabra. Los documentos y las joyas que estaban destinados para atrapar al Ladrn Caballero seguan all como haba prometido. Se qued en la pequea habitacin contigua a la biblioteca slo el tiempo suficiente para echar un vistazo a algunos de los libros que haba detectado a la distancia. Lament no tener una vela con l para poder comparar la amplitud de la coleccin de Beckwith con la del propio embajador. Ahora, de pie en su puesto, sus pensamientos se dirigieron de nuevo a Ria incluso mientras observaba la entrada. Se pregunt si a ella le hubiera gustado haber asistido a un acontecimiento como este y si a l le habra hecho feliz haber asistido con ella en su brazo. No pareca probable que alguna vez tuviera la oportunidad de acompaarla. Su propia invitacin yaca en una bandeja de plata en la casa de la ciudad, la dej all porque su trabajo no requera que se uniera a Norte y a Este en el interior. l no tena que mezclarse con los invitados del embajador para lograr su tarea, ni le importaba. Eso es lo que se deca a s mismo, pero en este momento, ms tranquilo, saba que no era toda la verdad. Debajo del abrigo, toc la carta que haba recibido esa tarde. Ria no iba a tener un hijo suyo. Tendra que haberse sentido aliviado, se dijo. Lo que senta, es que estaba solo. Captulo Doce Ria examin los dibujos que la seorita Taylor haba hecho de tres de los administradores. Haba conseguido la cooperacin de la profesora al sugerir que tena una idea para un regalo especial de agradecimiento a la junta directiva. Las chicas escribiran cartas que describiesen sus experiencias en la Academia y haran sus propios dibujos, pero para asegurarse de que habra uno que sirviera como centro de mesa, se requera el talento de la seorita Taylor. "No estoy segura de que ninguno capte la mirada de ellos", dijo, mirando desde detrs de su escritorio. Era difcil ponerle decepcin a su voz ya que eran perfectos, pero se esforz por hacerlo sutilmente ya que no quera herir los sentimientos de Jenny Taylor. "Crees que no son lo suficientemente buenos?", dijo Jenny. Desde el lado opuesto de la mesa de Ra, estudindolos crticamente tambin. "Tampoco salieron como esperaba. Me temo que ninguno de ellos es un tema inspirador, aunque por favor, no repitas lo que he dicho. No quisiera que nadie piense que quise insultarlos." Ria forz una pequea sonrisa. "Nadie podra pensar eso de ti", dijo ella, recogiendo los dibujos en una pila. El de arriba era Sir Alex. "Permite que guarde estos para que pueda empezar a pensar en la manera de organizarlos con las cartas de las nias y sus propias acuarelas. Si deseas comenzar a hacer los dems, o incluso hacer un segundo intento de estos, yo lo considerara un gran favor. Hiciste muy bonito el dibujo de Jane Petty". Ria se cuid de ofrecer su siguiente sugerencia tentativamente. "Tal vez si los hicieras en acuarelas en vez de tinta, te gustara ms el resultado." "Tal vez." Ria crey que la seorita Taylor no sonaba del todo segura, pero no la presion. Levant los tres bocetos. "Puedo quedarme con estos?" "Por supuesto." Empez a irse, entonces dud. Sus brazos regordetes cruzados delante de ella, levantando la masa de su seno. La postura no era desafiante, sino incierta. "Hubo noticias de Londres?" Ria lament no haber transmitido satisfactoriamente el informe del seor Lytton desde el principio. No saba si los profesores haban percibido su incertidumbre o si ella haba percibido la suya, pero al final no le haba importado, porque les haba informado que no iba a dejar el asunto sin resolver. Pocos das despus de que Oeste se fue, la seora Abergast haba dado un paso adelante y le pregunt un poco tmidamente, si el duque no podra ejercer alguna influencia en la cuestin de encontrar a Jane. Ria admiti que ella ya se lo haba pedido y que haba aceptado ayudar en lo que pudiera. Ella era consciente de la emocin que gener ese dato entre el personal, porque la noticia no se qued mucho tiempo con la seora Abergast. La Srta. Webster y la seorita Taylor acudieron a su vez, seguidas por el ama de llaves, la seora Jellicoe, y el Sr. Dobson. La noticia corri rpidamente a los dems. Al da siguiente lleg una carta del Seor Herndon anunciando el nombramiento del duque de Westphal como miembro de la Junta de Administradores. Ria obedientemente pas esta informacin a los profesores, el personal y los estudiantes, como lo hubiera hecho con cualquier nuevo miembro, pero entenda que para los adultos, por lo menos, tena un significado especial. "No se sabe nada de Londres", dijo. Debido a que la decepcin de la seorita Taylor era una cosa palpable, Ria aadi: "Yo te informar tan pronto sepa algo de las averiguaciones." La seorita Taylor atrap su labio inferior entre los dientes para evitar que temblaran. Cuando pudo confiar en su fortaleza dijo: "Jane era una de mis mejores alumnas. La echo de menos." Ria asinti. "Entiendo". Observ a la seorita Taylor darse la vuelta para retirarse, se sent en su silla y cerr los ojos. Se los frot por un momento, pensando que el silencio de Oeste haca que el paso lento de cada da fuera un poco ms difcil de soportar. Saba que cumplira su promesa de escribir cuando tuviera noticias de Jane, pero poda admitir para s misma ahora que haba esperado que escribiera igual, independientemente de los resultados. Escribir la carta en la que revelaba que no habra ningn nio haba sido difcil. Haba empezado a redactarla en tres ocasiones distintas y se detuvo porque el llanto haba causado borrones de tinta. Sus lgrimas la sorprendieron. Ella haba dicho la verdad acerca de no querer entregarle un hijo bastardo, pero tal vez menos honesta sobre el deseo de tener un nio. Cuando lleg su perodo, no pudo conciliar el sentimiento de prdida que sinti ante la realidad de su situacin. Prdida de qu?, se pregunt. No haba tenido ms que esperanza durante un tiempo. Nunca hubo ningn nio que llorar, slo el saber que no habra ninguno. Ria medit en todos sus pensamientos, como si estuviera buscando el lado bueno y el malo de todo ese embrollo. El bien y el mal no estaban tan claramente establecidos, sin embargo, poco a poco lleg a la conclusin de que si todo hubiera sido diferente, ella estara llorando tambin. l habra insistido en que se casaran, y sus decisiones no se discutan, lo que probablemente hubiera hecho infelices a los dos. Se llev los dedos a los labios y se imagin que poda sentir la impresin de su boca sobre la de ella. Desde que se haba ido, haba veces que se despertaba excitada en el medio de la noche, como si hubiera sido complacida. Despus, se quedaba despierta por un tiempo y se preguntaba si lo mismo le habra pasado a l, o si habra encontrado satisfaccin de una manera muy real, en la cama de otra mujer. Esos pensamientos le hicieron enojarse con ella misma. No le gust descubrir que, despus de aos de pensar que saba muy bien lo que quera en la vida, se encontraba ahora deseando estar con Oeste el resto de sus das. El oscuro humor autocrtico que ahora la inundaba, era otra cosa que haba aprendido de l, y encontr un cierto consuelo en ello. Suspirando, se pregunt si habra podido cambiar sus circunstancias, si le hubiera dicho que lo amaba. Qu habra hecho con esa confesin? Le habra restado importancia diciendo que lo saba desde haca tiempo? Hubiera hecho su propia confesin? La habra besado hasta dejarla sin aliento? Tal vez todas esas cosas juntas, pero ella todava estara aqu en Gillhollow y l estara en Londres, y una vez dichas las palabras en voz alta, ella no dejara de estar sola. Llegaron noticias de Londres, aunque no de Oeste. Margaret y Tenley vinieron desde Ambermede para contrselas. El tristemente clebre Ladrn Caballero haba sido capturado y lord Northam, si se poda confiar en que la Gaceta haba publicado la historia correcta, haba recibido un disparo. Que el tiroteo hubiera ocurrido durante la aprehensin era mucho menos claro, pero Margaret le hizo una resea de todos los chismes que haba odo y lo asegur como si fuera un hecho. Margaret encontr un momento lejos de la presencia de Tenley para preguntarle discretamente por Oeste, y Ria le dijo que no haba odo nada de l. Ella pudo inferir que Margaret encontr esa respuesta un poco extraa, aunque no se lo discuti ya que Tenley vino a reunirse con ellas. La visita fue una sorpresa agradable, y Ria celebr la diversin. Margaret estaba razonablemente a gusto; Tenley se comportaba. Le pareca que algo haba cambiado entre ellos, y le hizo preguntarse qu podra haber dicho Oeste en su ltima visita a Ambermede, o si no haba dicho nada en absoluto. Deben de haber sido sorprendidos por l otra vez, llegando a la mansin por segunda vez sin previo aviso ni invitacin. Qu excusa habra dado para despedirse tan pronto despus de su llegada? La idea hizo que Ria sonriera. Le hubiera gustado haber estado escuchando tras la puerta mientras Oeste daba sus explicaciones a un curioso Tenley y una Margaret an ms curiosa. Ria se inclin hacia delante en su silla y se abanic con los dibujos. No haba dudas de que ellos no eran el mejor trabajo de Jenny Taylor, ni siquiera la segunda mejor. Cada uno de ellos tena un parecido con los hombres de los retratos, pero ninguno era del todo acertado. Jenny no haba sido capaz de capturar sus caractersticas, como lo haba hecho con Jane Petty. Qu tena que ver esta tarea con la inspiracin? se pregunt. Sir Alex, por lo menos, era un hombre bastante guapo, a pesar de sus ojos penetrantes y el gusto por las mujeres jvenes. Le pareca Ria que Jenny podra haber sido seducida por su mirada, si no por algn atractivo oculto. Haba otros cinco dibujos por hacer para completar la actual junta directiva, y Ria no crey que podra presionar a Jenny para esbozar estos tres por segunda vez. Decirle a Jenny la verdadera razn por la que necesitaba los dibujos no era posible. Nadie deba saber las sospechas que Oeste albergaba. Todava no, no sin pruebas. No haba nada que ms por hacer que enviar el retrato de Sir Alex a Oeste.
"El correo ha llegado", dijo el Sr. Blaine. Levant el paquete bien
atado para que Oeste lo viera, luego entr en la biblioteca ante la indicacin de su patrn para hacerlo. Lo puso sobre la mesa al lado de Oeste. "Necesita algo ms?" Oeste dej de afilar su cuchillo para examinar la hoja. "Informa a la seora Corbell que saldr esta noche, Blaine. Cenar en la casa de Northam". "Muy bien." Por el rabillo del ojo, vio que Blaine haca una ligera reverencia y sala de la habitacin. Esper a que el mayordomo se hubiera ido antes de que dejara la piedra de afilar y recogiera el paquete. El cuchillo estaba tan afilado que el cordel se abri sin ninguna resistencia. Luego lo coloc junto a la piedra, a continuacin, orden el correo. Las cartas que l identific como invitaciones fueron arrojadas inmediatamente de nuevo en la mesa para revisarlas en otro momento. l hoje las dems, buscando especficamente el garabato audaz e inconfundible de Ria. Estaba all, la tercera desde la parte inferior. Rompi el sello del paquete pequeo y desdobl el envoltorio. Una carta que llevaba su nombre estaba en la cima de una pieza ligeramente arrugada de papel pergamino. Abri la carta primero y empez a leer. La misiva de Ria tena tres pginas. Describa la visita de Tenley y Margaret, la ltima aventura de las nias en Gillhollow al medirse unos zapatos nuevos, y la cada de la seora Abergast desde un banquillo que la dej con un esguince de tobillo. Pareca que alguien llamada Julianne Chester, una estudiante, conjetur, haba liberado las gallinas del gallinero, y an estaban en busca de su mejor ponedora. Amy Nash haba contrado la varicela y estaba confinado en la enfermera. Las alumnas estaban trabajando en un regalo especial para la junta de administradores, que inclua copias de los retratos del hall de entrada. Qu arreglos haba hecho su gracia para aadir su propio retrato a los que estaban en la escuela? Oeste sonri al leer esta ltima frase. Su retrato en la sala de la Academia de la seorita Weaver? No era muy probable. Termin la carta y luego la ley dos veces ms. Ria haba relatado vvidamente lo que estaba sucediendo a su alrededor, pero no dio ningn indicio de lo que le ocurra a ella misma. Se preguntaba si le ira bien o mal, y le preocupaba que no lo mencionara. Realmente pensara que no quera saberlo? Terminaba preguntando educadamente por su salud y la salud de sus amigos, particularmente por Lord Northam. Oeste supuso que era alentador que ella no hubiera preguntado solamente por sus amigos. Bien", dijo Elizabeth, levantando la vista de la carta. "Ella pregunt sobre tu salud. Eso es algo, por lo menos". Oeste suspir. "Es apenas una muestra de buena educacin." Tendi la mano para recibir la carta de vuelta. "Ella puso en evidencia una mayor preocupacin por tu marido." "Le dispararon", dijo Elizabeth quebrantada. "Mientras no estabas". "Un detalle." "Qu has manejado extraordinariamente bien en tu gestin." Ella tom el pergamino doblado y lo abri. "Se trata de Sir Alex Cotton?" Oeste asinti. "Yo no creo que sea un buen trabajo." "Podra ser cualquiera." "Eso es lo que pens. El bosquejo de la pluma no ha captado el color de sus ojos." Observ a Elizabeth mientras lo estudiaba. "Vas a llevrselo a las modistas?" "Por supuesto. " Ella lo mir. "Tal vez sea suficiente." Oeste vacil, eligiendo cuidadosamente sus palabras. "Vas a ser muy discreta en esto? Mucho depende de ello." "Quieres decir, si voy mantener esto lejos de mi marido? " pregunt, sus oscuros ojos color mbar estrechndose un poco. "O si voy a abstenerme de agitar el retrato en Firth Street?" "Yo no te pido que tengas secretos para con Norte." "Bien, porque no puedo hacerlo." Se detuvo un instante y le ofreci una sonrisa un poco culpable. "O por lo menos no puedo hacerlo nunca ms." A consecuencia de los disparos, pens Oeste, pero probablemente no slo por eso. "Ser suficiente si te abstienes de agitarlo en Firth Street", dijo. "Es algo que no le gustara a la madre de Norte. S que a menudo te acercas a ella. Si las modistas pueden confirmar que este es el hombre que se encontraba en su tienda con la seorita Petty, ayudar mucho. " Elizabeth asinti. Un mechn de pelo castao y sedoso le cay sobre la frente, ella apret los labios y sopl hacia arriba, levantndolo de nuevo con una bocanada de aire. "Estoy feliz de hacer esta pequea cosa por ti. Northam no se opondr, o por lo menos no se opondr demasiado. l no puede, verdad? No despus de que ha hecho planes para montar contigo y Eastlyn hasta Marlhaven." Oeste ri entre dientes. "Ya has olvidado que fuiste t quien nos presiona para ir tras Sur? Segn mis clculos, fue hace slo una hora que insististe en que nos apresuramos a acudir en su ayuda". "Un pequeo precio para una excelente cena, creo," dijo ella. "Y creo que fue Este quien sugiri correr tras Sur en su ayuda. Yo simplemente estuve de acuerdo con el plan." "Todo saldr bien. Estoy seguro de ello." Se puso de pie. "Tendrs la informacin que necesito a mi regreso de Marlhaven?" "S. Y t traers de vuelta a mi marido a salvo." No era una pregunta, seal Oeste. "Por supuesto". "Y a Miss Parr tambin." Hubo una ligera inflexin en su voz, que indicaba que Elizabeth no estaba tan segura de que esto fuera posible. Oeste respondi con ms seguridad de la que senta. "Si ella est con Sur, entonces, s." Elizabeth se levant tambin. "Quieres despedirte de Northam y Eastlyn, o les doy las buenas noches por ti?" "Presntales mis excusas. Si voy a salir para Marlhaven maana, entonces hay cosas que debo hacer esta noche." "Vas a escribirle a la Srta. Ashby?" Dio a Elizabeth un sobresaliente por su perspicacia. "S," dijo. "Es una de las cosas que debo atender." Elizabeth cruz la distancia hasta Oeste y le toc ligeramente en el antebrazo. "Vas a escribirle que estoy deseosa de tener su amistad? Despus de leer la misiva, a m me parece que es precisamente el tipo de persona que debera conocer mejor. Hizo una pausa y agreg. "Y creo que no vendra mal si t le dijeras que la amas."
"Disclpenme nias," le dijo Ria a su clase. Mir hacia el pasillo
donde el Sr. Jonathan Beckwith se haba ubicado fuera de la vista de sus alumnas. "Emma. Revisa el mapa otra vez. Seala las campaas romanas en toda Europa a partir del reinado de Julio Csar hasta el asesinato del emperador Cmodus." Ella dio a Emma el puntero y sali de la sala de clases, haciendo como que no vea que todos los cuellos se fueron estirando para echar un vistazo a lo que haba llamado su atencin. "Lord Beckwith," dijo Ria, bajando la cabeza ligeramente en seal de saludo. Ese pequeo gesto de respeto le dio oportunidad de recobrar la compostura. "Qu bueno es verle! Puedo informar a mi clase que usted ha venido a hacernos una visita?" "De ninguna manera, no quiero molestar a sus estudiantes. Ojal no tuviera que interrumpirla." Ella lo llev por el pasillo, lejos de la puerta abierta de su saln de clases. "Permtame que le diga la seora Abergast que mis alumnos estn solas. Ella las vigilar hasta que pueda regresar." "Por supuesto. Voy a esperar por usted en sus apartamentos." Ria no poda encontrar ninguna razn para protestar por este arreglo que no resultara en su propia incomodidad. No haca tanto tiempo que le habra gustado recibir a Lord Beckwith sin recelos. Ahora tena que mantener esos sentimientos reprimidos estrictamente para no delatarse. "Como quiera." Sabiendo que a l no le gustaba comer con las estudiantes, le pregunt: "Debo hacer arreglos para el almuerzo?" "Por favor." Asintiendo con la cabeza, Ria se excus y fue a buscar a la seora Abergast. La maestra fue inmediatamente informada de que estaban siendo visitados por uno de los Administradores, y Ria tuvo que calmarla antes de que pudiera hacer su salida. Lord Beckwith ya se haba puesto cmodo detrs de su escritorio en el momento en que Ria lleg a sus aposentos. "Pens que bamos a comer en la sala de estar", dijo. "S. Eso estar bien." Sonri. "Pero vamos a hablar aqu." Ria fue golpeada primero por la frescura de la sonrisa de Beckwith, y luego por sus palabras. De repente, se dio cuenta de que l haba usado su ausencia para ubicarse en su escritorio. "Muy bien", dijo, aliviada de que no le temblara la voz. Acept su invitacin para sentarse y eligi la silla Reina Ana, situada en el otro lado de la mesa. "Tengo entendido que hay algo en particular que le trae por aqu. En qu puedo ayudarle?" Se recost en la silla y puso sus manos firmemente en los apoyabrazos. "En primer lugar, permtame decir lo contento que estuve de leer la carta del seor Lytton respecto a la seorita Petty. Si bien no es lo mejor que le podra haber sucedido, tenemos al menos la seguridad de que encontr un protector, sino un marido." Ria asinti dbilmente. "Como usted dice, no es lo mejor que podramos haber esperado. Todava estoy esperando escuchar el nombre del caballero que invit a Jane a abandonar la escuela." "Usted no va a tomar ninguna medida al respecto, espero, sin la aprobacin de los Administradores. Debo insistir en eso." "No tengo ningn deseo de manchar el nombre del caballero. Slo es mi deseo informarle a Jane que ella es bienvenido aqu si necesita ayuda." Beckwith mir a Ria bruscamente. "Ayudarle? Qu clase de ayuda? Usted no debe permitir que ella sea una influencia perniciosa para las otras jvenes volviendo aqu. " "No estoy de acuerdo", dijo Ria con calma. "Ella puede proporcionar el mejor ejemplo a modo de demostracin de las consecuencias por una mala decisin." "Me temo que nadie va a aprobar su regreso." Ria no insisti en su punto. Si Oeste tena razn en todo lo referente a los Administradores, su aprobacin importara un comino. "Entiendo", dijo. "No voy a poner en peligro la reputacin de la escuela o la educacin de las estudiantes actuando precipitadamente." Ria vio de inmediato que, en lugar de aplacar a Beckwith, ella le haba dicho precisamente lo que quera or. l estaba receloso por su anuencia, desconfiado como un perro que siente el olor de un hueso con carne. "No es as?" le pregunt sin rodeos. "No cree usted que actu precipitadamente al contarle a Westphal sobre la fuga de la seorita Perry?" "En retrospectiva, tal vez lo hice, frustrada por la falta de progreso en la investigacin del seor Lytton. S que debera haber pedido permiso a los Administradores antes de abordar el asunto con l." "Oh, quin dijo eso?" "El duque. Despus que se reuni con usted. Yo pensaba que estaba transmitiendo sus preocupaciones. Lo hizo no? Usted no se sorprendi al saber que no estaba nada contento porque lo he metido en medio de este embrollo." "Le dio una reprimenda adecuada, verdad?" Ria asinti. Mostrando un semblante contrito, creyendo que estara exagerando su papel. Con los Administradores, ella era siempre respetuosa, pero no sin carcter, y record que fue Beckwith quien haba sugerido que Oeste le acortada las riendas. "Me doy cuenta de que, como directora de la Academia de la seorita Weaver, no tengo ni voz ni voto en la determinacin de la composicin de la junta de Administradores, pero..." "Pero? hable libremente, Srta. Ashby. Yo estaba seguro de que le gustara haber sido consultada en esta ocasin. No tiene ninguna objecin a que su tutor se sume a la junta?" "No es una objecin, precisamente, sino ms bien una advertencia." "En serio? Una advertencia. Quiere decirme de que se trata, no?" El trasfondo burln en el tono de Beckwith era tan impropio de l que Ria se alarm. No haba ninguna duda sobre el cosquilleo en la parte posterior de su cuello, y ella apenas poda dar crdito a lo difcil que era no ponerse a temblar en respuesta. Se oblig a responder de manera superficial. "Es slo que no creo que el duque est realmente interesado en la causa de nuestra escuela. Lo que quiere es controlarme a m, esa es mi interpretacin de su deseo de ser Administrador." "Entonces no lo ha animado?" "Oh, no. No, en absoluto." Ria descubri que era mucho ms simple mantener su parte de la conversacin con el seor Beckwith cuando estaba diciendo la pura verdad. "Yo me opuse rotundamente." Beckwith la estudi durante un largo momento. "l dijo lo mismo." "Lo hizo?" "Creo que su oposicin a su plan le confirm la necesidad de postularse." Hizo un gesto desechando la objecin que Ria se dispona a hacer. "Usted tendr que aprender a vivir con su interferencia, supongo. Sea cual sea su motivacin, Westphal ser una ventaja." Ria frunci el ceo, mirndolo dudosa. "Su sospecha es comprensible, sin embargo, es como usted ha dicho, como directora, no tienes ni voz ni voto en los asuntos de la junta. Es desafortunado para ti, tal vez, que Westphal se sienta en la necesidad de ejercer un cierto control sobre sus asuntos, pero ha sido una bendicin para nosotros, y la escuela se beneficiar". No fue algo fcil de aceptar la sinceridad de Beckwith. Todava se le erizaba el vello en la parte posterior del cuello, pero pareca que quera decir ms de lo que dejaba entrever. La dej con el pensamiento desconcertante de que haba otra interpretacin en sus palabras que ella no entenda. "Westphal est en Londres?" Pregunt Beckwith. "Supongo que s. No he odo lo contrario." "As que no est tan controlada como tema." Ria respondi con cuidado, "Creo que est esperando el momento oportuno." "No confas en l?" "Todo lo contrario. l es un hombre honorable. Le confiara mi vida." "Pero no tu futuro, es eso?" Ria se salv de la necesidad de hacer una rplica por la llegada del almuerzo. Ella ayud a organizar la mesa de alas abatibles. Lord Beckwith esper a que ella se sentara antes de tomar su asiento. Se mostr reacia a despedir a la doncella, pero no tuvo opcin, su invitado asumi el derecho de despedir a Sarah. Beckwith llen su plato y no dud en saborear su comida. Con la boca llena, dijo: "Qu noticias ha tenido usted de Londres?" Ria supuso que Beckwith hablaba en sentido general. "Muy poco. Hemos odo que habr un asentamiento britnico en Singapur muy pronto. Un golpe de Estado para el prncipe regente, creo. l ha estado esperando una medida de este tipo desde hace algn tiempo. Oh, y por supuesto, que el Ladrn Caballero fue detenido, pero eso ha sido hace semanas." "Entonces no ha odo hablar de que Miss India Parr ha vuelto al teatro Drury Lane." Sabiendo que estaba siendo vigilada muy de cerca, Ria tuvo cuidado de mantener su rostro impvido. "Haba estado fuera? Me temo que no s mucho sobre ella. Tenemos mucho de que ocuparnos aqu. Drury Lane recibe muy poca de nuestra atencin, salvo cuando las chicas estn eligiendo una obra para interpretar. Ellas tienen ms probabilidades de saber ms acerca de la seorita Parr que yo". Beckwith consider esto mientras untaba mantequilla en su pan. "Pens que Westphal podra haberle escrito." "No puedo imaginar por qu lo hara." Beckwith habra perdido sus pinturas?, se pregunt. Ella saba que Oeste pretenda devolverlas, pero tal vez no hubiera sido posible antes de que Beckwith se diera cuenta de que no estaban. Qu otra razn podra tener para mencionar a India Parr? Compartir los cotilleos ms recientes sobre la elite de Londres era algo que Ria nunca haba hecho con ninguno de los Administradores. Pareca totalmente inapropiado ahora. "No me haba dado cuenta de que la ausencia de una actriz de compaa causara un gran revuelo. Debe haberlo sido, si usted lo toma en cuenta. Ha visto su actuacin?" "Varias veces. Ella es una de mis favoritas." Sabiendo que la hara palidecer, Ria trat de no pensar en las pinturas. Ni siquiera pudo mostrar su alivio de que la seorita Parr estuviera segura y a salvo. "Entonces debe estar satisfecho al saber que ella pronto estar actuando de nuevo. Me pregunto si a algunas de las nias mayores les gustara asistir a una obra de teatro de Londres, o cree usted que el Drury Lane no es conveniente?" "No es tan malo como sola serlo. Creo que algo de esa naturaleza podra ser arreglado." No por ahora, pens Ria. Se arrepinti de plantear esa idea. "Westphal no tiene un palco privado, pero su amigo el marqus de Eastlyn s. Usted puede solicitrselo a su tutor para su consideracin." "No podra hacerlo." "Oh claro que s, al igual que lo hizo cuando fue a l con sus preocupaciones acerca de Miss Petty." Ria se sonroj. Ella haba entrado en eso y tena la culpa. No haba nada que pudiera hacer, sino reconocer su punto. "Tiene razn, por supuesto. Debera haber aclarado que no quiero molestarlo de nuevo. " Beckwith se encogi de hombros. "Si uno le cree a las malas lenguas, el nombre de la seorita Parr se ha relacionado con el vizconde Southerton. Creo que l es tambin uno de los amigos ms cercanos de Westphal." "No lo s", dijo Ria con mucha ms calma de la que realmente senta. "Su Gracia y yo estamos muy poco familiarizados. Entender que l no me cuente de su vida en sociedad. Usted est infinitamente ms enterado que yo." Se sinti aliviada cuando Beckwith acept la respuesta y le pidi que le hablara sobre la escuela. Ria le inform acerca de los ms recientes logros de las estudiantes y la necesidad de hacer algo ms por el techo que simplemente remendar lo. Lo invit a recorrer la escuela antes de que se fuera, pero l se proclam satisfecho con su informe y rechaz la oferta. Ria pens que la entrevista haba terminado cuando el seor Beckwith empuj su silla de la mesa. Slo ms tarde se dio cuenta de cmo haba sido inducida a revelar las cosas ms importantes. "Los Administradores se reunirn en marzo", le dijo, "En Londres. A la luz de los cambios que estamos considerando, ser necesario que usted est all." Ria tard un momento en recuperar el aliento. "Qu tipo de cambios?" "Una segunda escuela, tal vez. Una ms cerca de Londres. Westphal tiene la clase de amigos que podran apoyar tal esfuerzo." Lo mismo podra haberse dicho del padre de Oeste, sin embargo, el seor Beckwith y el resto de la junta directiva se haba negado a permitir que se les uniera. Ria no coment este hecho, prefiriendo que Beckwith creyera que no encontraba nada extrao en ello. "Esta es la primera vez que he odo hablar de una segunda escuela. Es una propuesta muy interesante y ambiciosa". "Como usted ha sealado a menudo, son muchas las seoritas que merecen esta oportunidad y aqu tenemos poco espacio para ellas. Es una idea que se puede concretar." l levant una ceja cuestionando. "Usted tiene alguna objecin?" "No," dijo rpidamente. "Ninguna en absoluto. Hay cosas que atender aqu, por supuesto. No me gustara ver a la Srta. Weaver sufrir porque los fondos se desvan a una nueva escuela." "Entiendo. Es precisamente por eso que debe reunirse con nosotros." Le informar la fecha, hora y lugar. "Presenta algn problema?" Ria neg con la cabeza. "Voy a sentirme feliz de estar all." "Bueno. Cmo ver, usted tiene ms voz y voto de lo que pensaba." Tir la servilleta sobre la mesa y se puso de pie. "Como siempre, Srta. Ashby, ha sido un placer. Me reunir con algunas de las chicas y los profesores en mi prxima visita, cuando no est tan ansioso de llegar a la posada de Weybourne antes de la noche." "Entonces usted viaja directamente a Londres?" "S". Ria tambin se levant y le ofreci lo que esperaba fuera una graciosa sonrisa. "Al teatro Drury Lane, tal vez?" "Estn por estrenar La Guillotina Veloz de Thomas Morton. Esta obra marcar el regreso de la seorita Parr a los escenarios." "Entonces, le deseo que disfrute de la misma." Ella jur que le escribira a Oeste inmediatamente. India tena derecho a saber que Beckwith estara en el auditorio del Drury Lane. Si la actriz todava quera actuar, entonces deba hacerlo con pleno conocimiento de que este hombre iba a estar all, con la mirada fija en ella, tan oscura como sus intenciones. Ria escolt a Lord Beckwith directamente a su coche, se qued hasta que se hubo marchado, y luego regres a sus aposentos, donde se inclin sobre el lavabo hasta que se libr del contenido de su estmago. Oeste estaba en la cama boca arriba, con la cabeza apoyada en las manos. Se qued mirando el techo, pero su atencin se centr en algo que no poda ver. El crujido que le haba despertado regres otra vez, pero se mantuvo. Una puerta que se abra? Una ventana? No poda estar seguro a una distancia tan grande. Se levant de la cama, luego retir rpidamente su cuchillo de la funda de la bota. Cruz la habitacin, sus pasos mucho ms ligeros que los del intruso debajo de las escaleras. Su puerta se abri sin hacer ruido, saba dnde pisar para evitar que el piso rechinara. En la parte superior de las escaleras, se detuvo. Se qued en silencio de nuevo esperando pacientemente, seguro de que lo que haba odo no haba sido causado por ningn fenmeno natural. Su paciencia fue recompensada cuando escuch el sonido apagado de pasos en el pasillo, ms ligeros que antes. Se agach, encaramado como una gran ave de rapia, y esper a que su presa doblara la esquina de la baranda de la escalera antes de que se abalanzara sobre l. La lmpara de la mesa en el vestbulo no proporcion a Oeste la suficiente luz para distinguir la figura encapuchada con claridad, pero fue suficiente para que l tomara conciencia del tamao y el sigilo de su oponente. En este caso, el tamao y el sigilo no iban a presentar un problema. "Tienes mucho que aprender..." Ria dio un grito agudo y se agarr al poste de la barandilla con una mano. Imperturbable, Oeste continu. "acerca de entrar en un domicilio sin ser detectada." Se puso de pie lentamente. "Tienes los pies firmes debajo de ti?" Con el corazn en la garganta, Ria se limit a asentir. "Bien. Entonces ven conmigo." Cuando se quit la capucha para obtener una mejor visin de l, entonces pareci vacilar, no poda culparla por mostrar algo de sentido comn. "Me veo como si estuviera por darte la vuelta y acostarte sobre mis rodillas? Porque te aseguro que eso es exactamente lo que estoy pensando." Exponer la cuestin con tanta osada ante ella pareci darle coraje. Oeste vio cmo su figura se tensaba mientras se abrazaba a s misma, y luego comenzaba a subir tras l. Cuando lleg al escaln debajo de l, extendi su mano y esper a que ella la tomara. Al parecer, no estaba ansiosa por hacerlo, pero l no se movi a un lado. Una vez que la sujet, se hizo a un lado para que pudiera reunirse con l en el rellano. "Me pregunto si puedes comprender plenamente el riesgo que corriste al venir aqu precisamente de esta manera?" "Obviamente no," dijo ella con acritud. "De otro modo hubiera golpeado ms fuerte." "Por qu dices "Se detuvo, frunciendo el ceo. "Ms fuerte? Te refieres a la puerta?" "Hay alguna otra manera de decirlo para que entiendas? S, llam. Varias veces, de hecho. Cuando nadie apareci, decid este otro plan. No puedo evitar preguntarme si el coronel sabe cun profundamente duermes. Yo hubiera pensado que un espa" Besar a Ria era ms conveniente y ms eficaz para calmarlo, que ponerla sobre sus rodillas. l la apoy contra la pared y puso su boca a un milmetro de la de ella. "Yo no soy un espa." l no le dio la oportunidad de cuestionar esta afirmacin, pero le toc los labios con la presin suficiente para evitar su rplica. Oeste no quiso darle ms que un beso de bienvenida, pero una vez que comenz, no fue tan fcil terminar. Ella probablemente encontrara divertido saber que l no haba estado durmiendo en absoluto cuando, como ella afirmaba, haba llamado a la puerta, sino sentado en la cama, leyendo. Si no hubiera cerrado el libro para acostarse, tal vez no hubiera odo su entrada a travs de la ventana. El sabor de su boca era algo que haba extraado, pero la sensacin de apretarla contra su cuerpo era algo que haba anhelado. La abraz con tanta fuerza que dudaba de que pudiera respirar correctamente, pero en lugar de protestar, ella pareca querer meterse bajo su piel. l rompi el beso de mala gana y puso su frente contra la de ella, reprimindose. "Maldita sea, Srta. Ashby," susurr. "Qu ests haciendo aqu?" A pesar de que estaba deliciosamente fuera de control, lo absurdo de Oeste dirigindose a ella formalmente, no pas desapercibido para Ra. "Yo estoy besndolo Su Excelencia." Ella inclin la cabeza hacia atrs unos pocos grados necesarios para que esa declaracin fuera un hecho. Tomando su rostro entre las manos enguantadas, comenz precisamente donde haba quedado. Oeste atrap las muecas de Ria y alej sus manos suavemente lejos de su cara, y luego levant la cabeza, rompiendo el beso, negando con la cabeza ligeramente cuando ella volvi a ponerse de puntillas. Estaba demasiado oscuro en el pasillo para distinguir sus facciones con claridad, pero Ria poda or la cadencia irregular de su respiracin y comprendi que l tena autodominio, no estaba cegado por una pasin imprudente. Ella se retir un poco en s misma entonces, avergonzado por su deseo impulsivo de seguir besndolo cuando estaba claro que no tena la misma necesidad. Alivi la sujecin de sus muecas, se disculp en tono un cuidadosamente neutro que no transmita ni su dolor, ni su impaciencia. "Ria?" Demasiado tarde, se dio cuenta de que era la rigidez de su postura lo que la delat. "Puedo hablar contigo?" "Ria". Esta vez pronunci su nombre como alguien que desea engatusar a un nio caprichoso. Fue la tctica equivocada para usar con una mujer con independiente, y Oeste dio un paso atrs cuando ella le reprendi por ser condescendiente. l levant las manos en seal de rendicin. "La biblioteca", dijo. "Todava habr un fuego all. No demorar mucho tiempo." Sin esperar a ver si iba tras l, Oeste se volvi y se dirigi a su escritorio. Finch lleg minutos ms tarde, con los ojos turbios y confusos mientras Oeste se estaba vistiendo. "Escuch voces", dijo. "Hay algo que pueda hacer por usted?" Ya haba recogido el camisn descartado de Oeste y lo estaba colgando en el armario. Oeste le dio a Finch la corbata. "Nudo simple, por favor" Luego se levant con impaciencia mal disimulada cuando el valet termin el lazo. "Alguien est aqu?" pregunt Finch, alisando la tela antes de pronunciar su satisfaccin. "S, acaba de llegar." "Debo llamar al Sr. Blaine? O a Mrs. Corbell? No creo que sepan que tiene un invitado." "No te preocupes. No estoy seguro de que ella vaya a quedarse." "Ella?" Finch neg con la cabeza, con una vaga expresin de desaprobacin. "No me corresponde decirlo, pero" "Usted tiene toda la razn, Finch. No te corresponde." La nitidez del tono de Oeste par en seco a su valet. Estaba acostumbrado a que se le permitieran ciertas libertades, fundamentalmente decir lo que pensaba. l apret la mandbula, luego decidi actuaren contra de tal precaucin. "Tena esperanzas puestas en la seorita Ashby," dijo rpidamente. "Sera una vergenza terrible si permitiera que alguien ligera de cascos se interpusiera entre usted y" "Maldicin, Finch, quin crees que me est esperando escaleras abajo?" Los ojos de Finch sobresalan de las rbitas mientras se qued boquiabierto ante su empleador. "Exactamente lo que pensaba", dijo Oeste. "Ahora, cierra la boca, Finch, antes de que ponga un gancho en ella." La mandbula de Finch se cerr de nuevo. Le tendi la levita y rest importancia una vez que aprob su ajuste. Oeste dio la vuelta y se abroch tres botones de la capa. "No te alejes mucho. Puedo tener necesidad de ti. Mejor an, duerme con un ojo abierto." "Como desee." "Eso no te da licencia para escuchar detrs de la puerta." Oeste no se dej engaar por la expresin ofendida de su ayuda de cmara. "Si Northam te ofreciera dinero suficiente, lo haras." "Usted me insulta." Oeste hizo una pausa, considerando la gravedad del tono de Finch. "La condesa, entonces", dijo, de repente suspicaz. "T lo haras por Lady Northam." "Bien, me ha pillado." Ria estaba sentada en el banco tapizado, mirando el fuego, cuando Oeste entr en la habitacin. La copa de jerez en la mano tambale un poco, ya que la trajeron bruscamente de vuelta al presente. Se haba quitado la capa y los guantes, y aunque ella no estaba tan desaliada como la primera vez que haba visitado su casa, la rapidez de su viaje era evidente en los pliegues arrugados de su vestido de muselina y la forma en que el collar se torca contra su garganta. Tambin haba un rictus de cansancio en la leve lnea de su boca que haca juego con la pendiente de sus hombros, y sus prpados estaban pesados, con las pestaas en ocasiones a media asta, permaneciendo all durante lo que pareci un tiempo excesivamente largo. En el pasillo, un reloj dio las dos de la madrugada. Una de las cejas de Oeste se levant deliberadamente ante este recordatorio de lo tarde que era. Su mirada significativa no pas desapercibida. El rubor de Ria subi por debajo de su cuello hasta que le ti la cara de color rosa. "Soy consciente de que ests de mal humor conmigo," dijo con tranquila dignidad. "No hay necesidad de resaltar tus sentimientos con irona." "No estoy de acuerdo." Cruz la habitacin hasta el mueble bar y se sirvi un vaso de whisky. "Fuera del hecho de que has abandonado las clases. Podras decirme porque no has escrito informndome tu intencin de venir aqu?" Mir por la ventana hacia la calle y no vio a ningn carruaje o conductor." Tomaste un carruaje alquilado otra vez?" "S, por supuesto. La escuela no puede prescindir del carro para mi viaje a Londres, y el Sr. Dobson tiene ms responsabilidades como para desempearse como mi cochero personal." Su barbilla se acerc. "Y yo s te escrib. Te envi una carta hace quince das." "Del mismo modo que llamaste a la puerta." "T no me crees?" La mano de Ria tembl con la fuerza de su decepcin. "Hice las dos cosas, pero no voy a insistir en que aceptes mi palabra. He mentido tantas veces, es un milagro que me permitas dar explicacin alguna." Oeste brind levantando su copa. Ella le dio claramente la espalda, lo que subrayaba sus sentimientos con inflexin irnica. "No recib ninguna correspondencia tuya", dijo. "No en los ltimos quince das. Ya no desde que enviaste el dibujo de la seorita Taylor, de Sir Alex." Ria frunci el ceo. "Pero eso fue hace ms de un mes. Te he escrito por lo menos una vez por semana desde entonces." Eso le dio a Oeste motivo para pausar. Su frente se arrug mientras consideraba las implicaciones de lo que Ria le estaba diciendo. "No te parece extrao que en varias ocasiones te hiciera la misma pregunta en todas mis cartas? Esa es una buena indicacin de que no estaba recibiendo una respuesta tuya." "Todas tus cartas? No recib ninguna." "Ninguna?" Ella sacudi la cabeza, con una expresin profundamente perpleja. Sus ojos lo siguieron mientras cruzaba la habitacin y se sentaba, apoyando la cadera en el brazo de una silla tapizada en lugar de utilizar el cojn. Estir un brazo en el espaldar y coloc una pierna hacia un lado para mantener el equilibrio. Pareca sumamente a gusto, y en todos los sentidos vigilante y atento. "Desde que te fuiste de Gillhollow, he recibido correspondencia de la junta de Administradores," le dijo Ria. "Tambin las cartas de Margaret y los nios. Mi bisabuelo, quien reside en Greenwich, me escribi tambin. Supongo que podemos concluir que no hay nada malo con el correo. Es algo peculiar no haber recibido ninguna de tus cartas." "Yo pienso exactamente lo mismo." Tom un sorbo de su bebida. El asunto del viaje mal concebido de Ria a Londres poda esperar, decidi, hasta que este entuerto se aclarara." Quin recoge el correo de la escuela?" "Todas las cartas se colocan en una cesta usada expresamente para recogerlo. Debes haberlo notado. Est situado en una mesa en el hall de entrada, cerca de mis aposentos. Se hace generalmente por lo menos un viaje cada da a Gillhollow, y cualquiera que sea la correspondencia que haya en la canasta se lleva en ese momento". "Entonces cualquiera puede quitar una carta." "Yo no creo que nadie" Ella se detuvo, dndose cuenta de que Oeste no estaba haciendo ninguna acusacin. Slo era una observacin de su parte, y ella debera estar dispuesta a considerarla, en lugar de defenderse. "S," dijo despus de un momento. "Cualquiera puede hacerlo." "Y las cartas que llegan para los estudiantes y profesores de la escuela? Cmo las reciben?" "Se me entregan directamente a m para clasificarlas. Luego de tomar las que requieren mi atencin, le doy el resto a uno de los profesores para hacer las entregas correspondientes." "Entregadas a ti por quin?" "Por quien las haya recogido en Gillhollow." "Y rara vez te toca a ti recogerlas." No era una pregunta, pero Ria confirm su suposicin. "Rara vez". "Entonces realmente no eres la primera en verlas." "No, pero" Ria se mordi el labio, tomndose un momento para recuperar su compostura. No quera ir a donde l la estaba guiando. "No, yo no soy la persona que por lo general ve la correspondencia en primer lugar." Oeste no era insensible al dilema de Ria, pero comprender este dilema era vital para la confianza que haban sido capaces de nutrir. Si crean que cada uno de ellos haba escrito al otro, entonces era necesaria la explicacin sobre la desaparicin de las cartas. Pero para Ria confiar plenamente en l significaba aceptar que haba sido traicionada por alguien ms. Hblame de la carta que recib", dijo. "El dibujo de la seorita Taylor, sobre Sir Alex... cmo fue enviada?" Ria mir su copa de jerez, pensando en volver a llenarla. "La puse en la canasta... No, se la di al seor Dobson, que estaba recogiendo las cartas de la canasta". "Entonces no pudo ser vista por nadie ms." "No. l parti inmediatamente hacia Gillhollow." "Y luego regres aqu." "S". "Y ninguna de tus otras cartas tampoco llegaron, ni las mas. Podemos estar seguros que la falla no proviene de mi personal ni de la entrega de correos." Ria tom un largo trago de jerez disfrutando de la calidez que se expandi por todo el camino hacia su estmago. "Estamos de acuerdo", dijo. "Alguien de la escuela es responsable." "Puedes sugerir un nombre?" "No. No puedo." "Creo que podemos eliminar el Sr. Dobson como culpable", dijo Oeste. "Todos los dems, me temo, siguen siendo sospechosos." "No dudo de la seora Abergast. No puedo recordar la ltima vez que fue a Gillhollow, y nunca me ha entregado el correo a m. Debe ser alguien ms." Oeste termin su bebida y dej el vaso. "Probablemente es menos importante saber quin que saber el por qu." Asinti ligeramente con la cabeza, los dedos de Ria se apretaron alrededor del pie de la copa. "Antes de que te enviara el dibujo, hubo otra carta que te escrib. La has recibido?" Trat de mirarla a los ojos, pero fracas. "S, la enviaste por correo expreso." Con una sonrisa de disculpa, ella dese no haber hecho la pregunta. "Por supuesto. Me haba olvidado." Levant la vista hacia l. "Entonces sabes que no he venido por causa de un beb." "Lo s," dijo suavemente. Los ojos de Ria se desviaron rpidamente mientras se preguntaba por el toque de pesar en su voz. Se lo haba imaginado, o sus pensamientos acerca de tener un beb eran tan confusos como los suyos?" Las otras cartas que te envi... y las que t me escribiste... debemos asumir que no slo fueron robadas, sino adems ledas?" "Creo que es una suposicin acertada." "Ya veo." Ella vacil, luego continu a pesar de sus reservas. "Probablemente querrs saber qu tipo de cosas te deca en ellas." "Eso sera de gran ayuda." "Lo dudo. No vas a considerarlo particularmente edificante. Es ms de lo mismo que escrib en la misiva que envi con el retrato de Sir Alex. Describ la rutina de la escuela y qu clase de travesuras estaban ideando las nias. Creo que hablaba en detalle sobre la salud de los maestros, el mal tiempo, el xito de Amy Nash en el papel de Portia al recitar el monlogo de la calidad de la misericordia del Mercader de Venecia". "Impresionante." "S, lo fue." Ella no se haba perdido el tono burln de su comentario, pero continu como si no lo lo hubiera notado. "Amy es la estudiante ms joven en recitar ese monlogo." "Habr una recompensa para ese logro, espero." Capt la negativa de Ra y comprendi la verdad en un momento de lucidez. "Aaah, ella tuvo que aprenderlo en penitencia por alguna travesura." "Cmo lo sabes?" Oeste sonri con encanto diablico. "Cmo crees que aprend ese monlogo yo?" Se dej caer sobre el cojn de la silla y estir las piernas delante de l, una postura totalmente relajada. "Qu ms escribiste?" Cansada como estaba, Ria no pudo enojarse por esa falta de modales. "Sobre Margaret y la visita de Tenley. De hecho, me visitaron varias veces, y yo te describ en detalle cada una. Creo que me lamentaba de que se hubieran quedado tan poco tiempo." "Un gran cambio, sin duda. Te sentas cmoda en presencia de Tenley?" "Sus atenciones hacia Margaret eran impecables, y en todos los sentidos actu como un hermano mayor para m." "Tuviste que ponerlo en su lugar?" "No. Se apresur a contestar, una vez ms conscientes de que sus pensamientos ms ntimos haban sido ledos por al menos otra persona. "No, no tuve necesidad de hacerlo." Oeste asinti. "Me preguntabas algo acerca de mi progreso en la bsqueda de Jane Petty?" "S. En cada una de las cartas." "Y es probable que preguntaras por qu no te mantena informada." "S. La mayora de mis preguntas tenan que ver con Jane, pero tambin te preguntaba por qu no me contaste sobre el Ladrn Caballero. Supe sobre su aprehensin por Margaret y Tenley. Tampoco hubo noticias sobre Miss Parr. Pens que habas reconsiderado la decisin de ayudarme, o que no tenas inters en tus amigos. No saba cmo" Oeste neg con la cabeza, interrumpindola. "Te escrib contndote sobre el Ladrn Caballero y la Seorita Parr y ms. Me crees?" Ria le crea absolutamente todo. "S". Dej el jerez a un lado y se alis los pliegues de su vestido por encima de las rodillas. "No me gusta que alguien ms est al tanto de lo que me decas en las cartas. Qu ms escribiste?" "Muy poco en relacin con Jane, aunque lady Northam me confirm que Sir Alex era de hecho el seor que estaba con ella en casa de la modista. Jane no reside en la ciudad. Sin embargo Sir Alex tiene una casa que utiliza para establecer sus amantes. No hay nadie viviendo all ahora. Es decepcionante, s que esperabas ms noticias". Ella asinti con la cabeza. "Y qu hay del resto de lo que escribiste?" "El resto?", pregunt. "Oh, me temo que no me explay mucho sobre el otro tema." "Oh! Eso es raro en ti. Qu tema?" "Matrimonio". Captulo Trece "Matrimonio?" Ria tuvo que tragar saliva para dejar salir la palabra de su boca. "Ests abogando u oponindote?" "Yo estoy proponindolo." Esta vez Ria no trat de forzar una respuesta. Se le acerc peligrosamente. "Veo que no ests preparada para responder a la pregunta que te he hecho en cada una de mis cartas." Antes de que pudiera dar ninguna indicacin de que eso era cierto, Oeste se puso de pie y le dio la espalda. Lanz un corto suspiro para tranquilizarse. "Est igual de bien," dijo, caminando hacia el cordn de la campanilla. Le dio dos tirones. "He comenzado mal. Merecas un discurso ms bonito, aun si he de ser rechazado." Echando un vistazo por encima del hombro, vio que Ria apenas se haba recuperado. Se vea ms plida que en cualquier otro momento desde que entr en la habitacin. "Cundo fue la ltima vez que comiste?", pregunt. "Hiciste el viaje desde Gillhollow en dos o tres das?" "En tres", dijo, sacudindose de su letargo. "Y no importa cunto ha pasado desde que com por ltima vez. No tengo hambre. Pero me gustara saber si tienes un discurso lo bastante bonito a mano." "No." "No vas a decirlo claramente, entonces?" "Quieres casarte conmigo?" "Eso s que es claro." "Creo que lo he dicho claramente la primera vez." l la mir de cerca, pero por una vez los pensamientos de Ria se le hicieron incomprensibles. "Y bien?" "No," dijo ella en voz baja. "Eso tambin estuvo claro." Ella asinti con la cabeza, su sonrisa un poco triste. "Creo que me gustara or el discurso bonito. " "Por supuesto." Oeste abri la puerta para llamar a su ayuda de cmara. "Espablese Sr. Blaine. Quiero una comida ligera para mi invitada. Tambin voy a necesitar un taxi que puede llevar a la Srta. Ashby a la residencia en Oxford Street. Asegrese de que el conductor no est pasado de copas y tenga buen aspecto. Mrs. Corbell debe acompaarla y ver que todo est preparado all para recibirla". Ria empez a protestar, pero Oeste sali al pasillo y le dio la ltima de sus instrucciones para Finch all. Cuando volvi a entrar en la habitacin, Ria estaba resignado visiblemente a que l se saliera con la suya. "No pens que me enviaras lejos", dijo. "Supongo que fue una tontera de mi parte." "Yo no voy a enviarte lejos. Te estoy acomodando para lo que queda de la noche. No puedes quedarte aqu. No tengo una acompaante adecuada, y t ests familiarizada con la casa donde vivi el duque cuando estaba en la ciudad. No me he molestado en hacerla mi propia residencia, pero no hay ninguna razn para que no puedas quedarte ah. En la maana voy a enviar una nota a Lady Northam. Creo que ella estar dispuesta a acompaarte para que podamos vernos sin que los rumores nos vinculen inadecuadamente." "T eres mi tutor. No hay ninguna razn por la que no pueda estar a solas en tu propia casa." "El rumor no sabe de razones. He odo tantos chismes tomados como un hecho entre la alta sociedad que llenaran todos los libros de apuestas en Londres si estuvieran registrados. Slo basta con la experiencia de Eastlyn para estar seguros. Las malas lenguas aseguraban desde haca meses que estaba comprometido, eso lo puso directamente ante el altar." Ria levant una ceja. Su tono era irnico. "Espero que l sea ms feliz por el giro de los acontecimientos de lo que pareces estar t." Oeste recurri a los hilos de su paciencia. "No estoy descontento por esto, pero como t eres quien pregona de manera irremediable en contra del matrimonio, estoy moralmente obligado a exponer las consecuencias de los rumores ante ti." "Eso es muy amable de tu parte, pero dudo sinceramente que mi presencia en la ciudad se note." "Creo que lo har. Hay una recepcin en honor al coronel Blackwood maana por la tarde. La East India Company y algunos miembros muy felices del parlamento le estn dando las gracias por su ayuda en el conflicto con Singapur. Fue gracias a la intervencin de Este, por supuesto, que lo hizo posible, pero el coronel es en ltima instancia el responsable y aceptar los elogios que Este no aceptara de ninguna manera. Me gustara que pudieras asistir". Ria parpade. "Buscar a Jane Petty interfiere con tus recepciones y galas y musicales?" Ella vio que un msculo en la mandbula de Oeste se tens, pero continu sin pausa. "Supongo que debes respetar tus obligaciones para ir a este tipo de eventos, pero no veo por qu yo no puedo ocuparme de ella en mis momentos libres. Me prepar para la reunin del gobernador dentro de tres das y har lo que pueda, mientras tanto, para localizar a Jane. Pens que" se interrumpi cuando su mirada se hizo tan potente que pens que podra atravesarla. "Vamos," dijo. "Contina!" "Pens que bamos a buscarla juntos. Vine aqu con esa idea en mi mente. Incluso sin saber nada sobre las cartas que faltaban, estaba claro para m que la encontraramos. Lord Beckwith no dijo mucho, pero no puedo ignorar la naturaleza extraa de su visita a la escuela. Pens que debas saber lo antes de que estemos en la reunin juntos. Podra ser difcil en el mejor de los casos o calamitoso en el peor". Ria respir hondo, y se estremeci cuando solt el aire contenido. "Me disculpo si me entremet en tu vida. Bien puedes comprender ahora que yo no saba que no era bien recibida. Escrib. Llam. Y puedo encontrar mi camino de vuelta. El cochero probablemente ya ha llegado." Estaba a medio camino de la puerta cuando l le orden sentarse. "Yo soy tu protegida, su gracia, no t sbdita." Ella se enderez, con la barbilla en alto, y ech a andar en direccin a su capa y guantes. "En caso de que decidas proponerme matrimonio de nuevo, y en caso de que decida aceptarte, ya sabes que es muy poco probable que sea una esposa obediente". Oeste se sinti como si todo el aire hubiera sido expulsado de sus pulmones y el ltimo vestigio de razn eliminado de su cerebro. Se puso delante de la puerta cuando ella se acerc y le bloque la salida. "Hasta que recupere mi ingenio", dijo, "una demostracin de fuerza es lo nico que me queda." "Ten la cortesa o el sentido comn de hacerte a un lado." l no se movi. Ria se puso la capa sobre los hombros y empez a ponerse los guantes. "Ests haciendo el ridculo." "Es muy posible. Tal vez no lo creas, pero no me molesta en lo ms mnimo. Tambin yo tengo algo que decir, Ria, y vas a escucharme." En su estado de agitacin, a Ria se le torn difcil ponerse sus guantes de seda. Sus torpes dedos, se enredaban equivocando su lugar. Maldiciendo en voz baja por no lograr colocarlos correctamente, continu retorcindolos incmodamente para ubicarlos. Oeste tom las manos de Ria entre las suyas, apretndolas. Cuando ella lo mir, desconcertada e insegura, l logr tranquilizarla y devolverle la estabilidad. Se supona que haba una manera, y l la conoca. "Vas a detenerme a punta de cuchillo?" pregunt ella. "Si es necesario, s." Apret sus manos suavemente. "Sintate conmigo, Ria. Por favor." Ella asinti con la cabeza. Su sentimiento de prdida fue bastante real cuando le solt las manos y la condujo al silln. Se quit el abrigo y esper pacientemente a que se sacara sus guantes, luego los coloc en la silla que haba ocupado para que pudiera tomar asiento a su lado. "Has dicho muchas cosas a las que tengo que responder", dijo Oeste. "Es difcil saber por dnde empezar." Ria esper, sin ofrecer estmulo para que l comenzara. Quera ms que nada poder irse. "Ya veo," dijo en voz baja. "Sientes que te he traicionado, entonces. Es comprensible. Tambin estoy encontrando difcil conciliar que nosotros no somos los culpables de la falta de correspondencia entre nosotros. Me pongo a pensar que si hubiera escrito ms a menudo, alguna carta se habra colado de alguna manera. Creo que debera haberte escrito todos los das, cada hora, entonces tal vez habras recibido una y conocer algo de mis pensamientos. "Sabes que lament que no hubiramos concebido un beb? No, no digas nada. Permtanme decir todo. Me doli, es cierto, y al mismo tiempo me alegr por ello. No poda tolerar la idea de que tuvieras a mi hijo bastardo, ni tampoco tengo el estmago para forzarte a un matrimonio al que no quieres. Sabes que no es mi estilo tratar de convencer a los dems de que tengo derecho a cualquier cosa que se me antoje, sin embargo, yo romp con mis propias creencias y comenc una campaa para convencerte de que nuestra unin sera adecuada. Describ todos los beneficios del matrimonio, su razn de ser, el propsito de su institucin, la forma en que aporta un cierto orden en la sociedad y la seguridad de una familia. Escrib que no me encontraras intolerable como marido, que iba a disponer de tu herencia para que siempre puedas tener el control de ella, que saba lo importante que es para ti no abandonar la escuela, y te ofreca mi garantas de que podras involucrarte en su funcionamiento, incluso siendo mi duquesa. Se me ocurri que esa influencia sera positiva, mejor en esa posicin que como directora del colegio, as que me propuse convencerte. Yo consider todos los argumentos imaginables para convencerte de aceptar el matrimonio, o al menos yo pensaba que poda. Lady Elizabeth, Lady Northam ahora, me dijo algo que me hizo darme cuenta que haba olvidado mencionar una cosa muy importante." Oeste atrap la barbilla de Ria cuando ella baj la mirada y la oblig a confrontar sus ojos. Sus hermosos ojos azules, luminosos con lgrimas no derramadas, pero su expresin segua imperturbable. Pens que ella esperaba algo, pero tena miedo de qu? "Debo decrtelo claramente, Ria?" Ella asinti con la cabeza. Oeste vio como ese pequeo movimiento hizo que una lgrima se deslizara entre las pestaas y se deslizara por su mejilla. Pareci no ser consciente de ella, levant la mano para secarla, ni parpade para eliminar las otras que amenazaban con seguir el mismo camino. "Te amo", dijo. "Eso es lo que yo no haba escrito al hablar de un matrimonio entre nosotros. Es lo que no te he dicho que cuando te ped que te casaras conmigo antes. Es porque te amo que no poda dejar que te vayas sin escucharme, y es porque te amo que todava voy a pedirte que te vayas cuando haya terminado. Yo quera creer que estaba claro entre los dos, que no tena que decir las palabras en voz alta, pero eso no me absuelve de ser un cobarde por no haberlo hecho antes". Oeste dej caer la mano en su regazo y la mir seguir el movimiento. "Te amo, Ria." Cerr los ojos un momento, apretando su garganta con la mano porque la emocin le haca difcil hablar. Susurrando en voz muy queda le dijo, "pregntame de nuevo." l saba lo que quera decir. "Quieres casarte conmigo?" "S". Se lanz a sus brazos. "Oh, s." "No fue un discurso bonito." "Fue perfecto". Dijo Ria contra su cuello mientras enterraba su cara all. "Perfecto". Presion su sonrisa contra su pelo sedoso. "Significa esto que has desarrollado un sentimiento de ternura por m?" Ria se ech hacia atrs, con el rostro solemne, incluso grave. "Ternura? Eso es inadecuado para describir lo que he sentido por tanto tiempo. Hay ternura y pasin en mi corazn. Hay afecto y deseo y, a veces una especie de impotencia por no sentir de manera diferente hacia ti. Hay un hartazgo tal de amor que me ha hecho temer. He tenido miedo al precio que estara dispuesta a pagar por l, miedo de que fuera no deseado, miedo de aceptarlo, disfrutarlo, o incluso expresarlo. Con tanto que temer, slo me qued ocultarlo, ocultarlo en ocasiones incluso de m misma, esperando que no te burlaras de m y de inmediato lamentar que lo hubieras descubierto. Ternura es lo que sent cuando era todava una nia, y me escapaba a la galera del duque para mirar su retrato e imaginar que estabas mirndome a m." La expresin solemne de Ria vacil, y su leve sonrisa se torn en culpa. "No creo que podra enojarme contigo si fuera slo ternura lo que guardo en mi corazn. Estoy bastante segura de que es amor lo que provoca mi respuesta." "Es as?" le pregunt con irona. "Me esforzar para recordarlo." Ria empez a hablar, pero la llegada de la comida que Oeste haba ordenado la interrumpi. Ella no saba qu efecto haba tenido su confesin en su alma, pero sin duda le haba abierto el apetito. Hizo todo lo posible para no caer vorazmente sobre la bandeja de caldo de verduras y pan caliente que le llevaron. Oeste no comparti las porciones generosas que le dieron, y Ria no lo invit a sumarse. Era consciente de que l la observaba con cierto regocijo por sus mordiscos cuidadosamente medidos. Con certeza saba lo hambrienta que estaba. Por el rabillo del ojo, ella le dio una mirada significativa. "Si esta va a ser tu actitud en cada comida, voy a ser tentada a cometer un asesinato. Tu asesinato, que se entienda. No hay nadie ms. No debes observarme tan de cerca." Sonriendo, se sirvi una taza de t. l llev la copa a la chimenea y atiz las brasas. "Es aceptable que conversemos?" pregunt, mirndola. "Siempre y cuando no ests en espera de una respuesta. Me refiero a que voy a seguir comiendo." Arranc un trozo de pan y lo sumergi en el caldo. "Adelante. Estoy escuchando." Oeste no dudaba que ella pudiera escucharlo. Lo que dudaba era de su capacidad de no insertar un comentario o una pregunta. "Es acerca de la recepcin de maana. Sir Alex Cotton estar all. Al igual que Herndon." Colg el atizador y se volvi. El pedazo de pan que Ria haba arrancado y empapado en el caldo simplemente flotaba delante de su boca abierta. Las gotas de caldo caan en el tazn. Ella pareca no darse cuenta de que lo sostena en la mano. "Ellos son inversores muy importantes de la East India Company y tienen mucho que perder si el negocio no se lleva a cabo. Estarn presentes para extender su agradecimiento al coronel por hacerlo posible, y yo voy a estar all para controlar sus pasos despus. Aun as, no quiero tergiversar mi inters en ir all. Hubiera asistido a esta recepcin, independientemente de su presencia. Es meramente fortuito que crucemos nuestros caminos. Eastlyn es mi amigo y merece mi lealtad, mi apoyo, incluso mi admiracin. El Coronel Blackwood ha sido mi mentor, mi confesor, mi defensor ms feroz y crtico, y cuando no puede ayudarse a s mismo, ms padre para m que el mo propio. As que, s, voy a hacer una pausa en la bsqueda de Jane Petty el tiempo suficiente para estar al lado de las personas que han estado presentes en mi vida. Si crees que te he fallado de alguna manera por no fallarle a ellos, entonces debes saber que voy a fallarte otra vez... y otra vez". Por un momento, Ria no pudo respirar, por lo dura que haba sido. Lentamente baj la mano y dej el pan en el borde del plato. "Yo no merezco ser perdonada por hablar precipitadamente cuando entiendo tan poco, por lo tanto, no voy a preguntar por ella. Lo que s, sin embargo, es que no podras haber llegado a quererme tan bien si no hubieras aprendido a amarlos primero. Es mucho ms probable que te falle yo, no al revs." Oeste neg con la cabeza. "Es una grave injusticia que pienses as de ti. No es un defecto hablar con pasin, aunque tal vez no es mala idea que pongas un freno a tu lengua en la agudeza de tus respuestas." Los ojos de Ria fueron al borde de la mesa donde sus manos descansaban, y no los levant hasta que oy la risa gutural de Oeste. "Estoy sinceramente arrepentida", dijo. "Qu es lo que te divierte?" "Slo el descubrimiento de ese talante particular, tan bello." "Se debe a que no he tenido ocasin de utilizarlo a menudo." Eso provoc la sonrisa cmplice de Oeste. "Pens que tendras una prctica considerable." Ria decidi que haba terminado con su arrepentimiento. Su boca se aplast en una tenue lnea de desaprobacin, que previsiblemente atrajo la atencin de Oeste. No tuvo que hacer nada ms para distraerlo. "Si todava deseas que asista a la recepcin de maana, entonces vas a tener que encontrarme algo que ponerme. No he trado nada adecuado conmigo." "He visto el contenido de tu armario", dijo. "No tienes nada adecuado que lucir." "Tal vez si aumentas mi asignacin." "As puedes vestir a tus estudiantes mejor que a ti misma? No lo creo. Si la Seora Northam no puede conseguirte un vestido adecuado en el trmino de un da, ser la primera vez que no ha sido capaz de obtener lo que desea. Te confieso que te he puesto en sus manos porque estoy seguro de que te brindar lo que necesites". Ria no estaba tan segura de que la condesa agradecera tener esta carga sobre ella, difera con el juicio de Oeste. "Y despus de la recepcin? Entonces qu?" "Eso puede esperar hasta maana. Quiero orte hablar de la visita de Lord Beckwith a la escuela." Cuando Ria abri la boca para hablar, Oeste levant la mano. "Maana. Tambin est el asunto de la reunin de los Administradores que te trajo a Londres. Se me inform acerca de la reunin, pero no que habas sido invitada. Parece probable que pretendan confrontarnos, si es que no cierran filas a nuestro alrededor. Como has mencionado, nos enteraremos all". Ria empuj su silla hacia atrs y se puso de pie. "No puedo convencerte para que me dejes quedar aqu?" "No." "Pero hay una promesa de matrimonio entre nosotros." "T y yo no compartiremos la cama otra vez hasta que se haya hecho el intercambio de votos." "T ests decidido a eso." "Lo estoy." Ria cruz la habitacin hasta la chimenea y puso su boca sobre la suya. "Me encanta que me honres, que honres el matrimonio." Ella le dio un beso, no como una tentacin, sino como para sellar una promesa. Retrocediendo, estudi su rostro. "Todava tiene la sonrisa de un pcaro", dijo al fin, y no estaba en absoluto disgustada por ello.
Ria no se permiti el lujo de quedarse en la cama a la maana
siguiente. La condesa de Northam lleg a la residencia de Oxford Street antes de que estuviera debidamente despierta, y a modo de presentacin, la hizo pasar por la rutina de la maana de baarse, vestirse, y romper su ayuno en poco menos de dos horas. Lady Northam se disculp repetidamente por la premura con que Ria tena que estar lista, pero era toda una cuestin llegar a Firth Street antes de que las modistas estuvieran tan ocupadas, que ni una de ellas aceptara el reto de vestir a Ria para esa misma noche. "Va a ser algo apresurado," le confi Elizabeth mientras el carruaje se alejaba de la casa de la ciudad. "Pero Oeste ha sido muy generoso con su moneda. Eso siempre es til". Haba poco para que Ria hiciera excepto permitir ser manipulada. Suceda con tan poca frecuencia, que descubri que poda disfrutar de la experiencia. Lady Northam hizo que sea cmodo para ella ir de una tienda a otra. Aunque tenan casi la misma edad, la condesa era mucho ms conocedora de telas y moda. Tena un ojo sabio para los colores y pareca saber instintivamente lo que le quedara bien a Ria, sin embargo nunca hizo una eleccin sin pedir su opinin, y nunca pareci hacer una eleccin equivocada. Madame Poncelet no respondi a los halagos de lady Northam, pero qued lo suficientemente halagada por la suma que Elizabeth le prometi que accedi a hacer un vestido para Ria. Cada costurera en el taller fue convocada para la realizacin del atuendo. Mientras Elizabeth y Madame Poncelet discutan los detalles, Ria se puso de pie sobre un taburete, desnuda, excepto por la camisola de algodn fino, y sufri las humillaciones propias de tener un vestido de moda: midiendo, empujando, inmovilizndose, y luego escuchando la discusin crtica sobre su persona, por otras mujeres como si no estuviera presente. Estuvieron de acuerdo en un vestido de bombas verde menta adornado con bandas de cinta de raso bajo el pecho. Mangas abullonadas, ribeteadas con las mismas bandas de satn fino, y un escote pronunciado que proporcionara un buen marco para sus exquisitos hombros. Un sombrero de copa adornado con plumas de avestruz, guantes de satn y zapatillas de cabritilla seran confeccionados con la misma tela y color, y por alguna moneda adicional en bolso, Madame Poncelet acord encontrar el sombrerero, el guantero y el zapatero que tendra todo listo a las siete. "Nunca lo lograr", dijo Ria, tomando asiento en el coche de nuevo. "Ellas son costureras, no magos." "No lo crees?" le dijo. "Por lo que Oeste ha pagado, la seora y sus hijas no van a hacer nada hoy, excepto trabajar en tu vestido." Ria acept el hecho de que Elizabeth estaba segura, aunque ella no. "Es Madame Poncelet una de las modistas que habl acerca de Jane Petty?" Ella pudo notar inmediatamente que haba sorprendido a la condesa con su conocimiento. "Oeste me dijo que usted ha hecho las investigaciones en la calle Firth para l. Fue muy amable de su parte el prestar ayuda. Despus de verte actuar con la modista, entiendo por qu te pidi que le ayudaras. Creo que l no habra tenido tanto xito como t". "Entonces subestimas su sonrisa." Los ojos almendrados de Elizabeth brillaron con una luz burlona. "No te preocupes. Mi marido tiene una sonrisa como la de l, aunque sin esos hoyuelos que enmarcan la boca de Oeste. No sera capaz de vivir con l si tuviera esos hoyuelos." "Lo s," dijo Ria suavemente. "Ellos lo hacen totalmente demasiado..." "Perfecto?" "Bueno, casi. Uno de ellos es ms profundo que el otro." Elizabeth se ech a rer. "Espero que se lo hayas dicho." "S". "Bueno. Debe haber disfrutado escuchndolo, estoy segura." Elizabeth alis su pelliza forrada de piel sobre sus rodillas. "Fue el coronel quien primero me pidi que hablara con las modistas. Lo hubiera hecho por Oeste, pero no se le ocurri pensar en involucrarme." "Lo hizo ms tarde, sin embargo." "S. No fue cosa fcil para l hacerlo. Creo que sinti que no tena otra opcin. No significaba un problema para m y fue una pequea retribucin por toda la ayuda que l nos prest a m y a mi marido." "Son como hermanos, no? El club Brjula, quiero decir." "Tan cercanos cmo nos gusta pensar que los hermanos pueden ser, y rara vez lo son. La rima es su credo. Norte, Sur, Este, Oeste. Amigos para siempre nos hemos declarado. Las otras verdades las negaremos porque somos espa, lince, marinero y soldado. Southerton escribi ese verso cuando estaban todava en Hambrick Hall. T lo conocas, verdad? Oeste te lo haba recitado?" Ria neg con la cabeza, pronunciando las ltimas palabras en su mente pero sin decirlas en voz alta. "Lince. Soldado. Marinero." Mir a Elizabeth, la lnea de su boca vagamente irnica. "Espa". Ria presion su sien con dos dedos y la masaje ligeramente. "Siempre lo neg. Lo saba, o al menos yo crea que lo saba, pero l nunca lo admiti." "No lo tomes literalmente," dijo Elizabeth rpidamente. "Sur sera el primero en decir que no se debe hacer demasiado caso de la ltima lnea. Lo negara. Es algo acerca de la rima y no tiene mayor significado que eso." Ria se dio cuenta de que poda aceptar la explicacin de Elizabeth sin tragarse la totalidad de ella y amablemente lo hizo. Cuando el carruaje emprendi su camino de regreso a Oxford Street, Ria repeta mentalmente extasiada, la versin de Elizabeth sobre la tradicin del Club de la Brjula en sus das en Hambrick Hall. Oeste estaba esperndolas en la casa de la ciudad. Elizabeth le dio una clida bienvenida y le inform sobre los aspectos ms importantes de la excursin de la maana, y luego acept la oferta de Oeste de un refresco, pero insisti en que solo en la biblioteca. "Realmente no esperars que haga de chaperona, verdad?" pregunt Elizabeth, sus ojos mbar yendo de Oeste a Ria. "Yo no pienso hacerlo." Cuando hubo desaparecido, Oeste se volvi a Ria. "Parece que espera que nos comportemos irreprochablemente." "En serio? Yo no tuve la misma sensacin." Antes de que Ria pudiera explayarse sobre su punto de vista frente a los sirvientes, Oeste la acompa al saln y cerr la puerta. Luego la bes profundamente, separndose antes de que no poder detenerse. Estuvo a punto de pensar que ya era demasiado tarde, y la generosa curva de la boca de Ra no lo ayud en lo ms mnimo. "Deja de chuparte el labio inferior", le dijo. "Murdetelo si quieres, de lo contrario voy a convocar a una de las criadas para quitarle el polvo." Ria se ech a rer. "Como quieras." Se apart de la puerta y lo sigui hasta la habitacin. El desestim el sof de damasco a favor de un par de sillas y escogi una. Ria no se burl sobre la eleccin de la silla en vez del sof. No haba nada en su comportamiento que sugiriera que una insinuacin suya sera bienvenida. Oeste esper hasta Ria estuviera sentada antes de sentarse en la silla frente a ella. "Hblame de la visita de Beckwith a la escuela", dijo sin prembulos, como si no hubiera habido interrupcin en la conversacin de la noche anterior. Ria retom el hilo de su conversacin anterior y le dijo todo lo que pudo recordar. El escuch con atencin, interrumpiendo de vez en cuando para pedirle que repitiera un detalle o describiera los matices del tono de voz y las maneras de Beckwith. Cuando termin, simplemente se recost en su silla y se qued distante y pensativo. Ria agradeci la interrupcin del servicio de t. Despidi a la doncella y sirvi para ambos. "Hay otra cosa," dijo ella, entregndole a Oeste su taza. "Le escrib a la seorita Parr sobre el deseo del seor Beckwith de asistir a su actuacin en la obra La guillotina veloz. Crees que habr recibido mi carta?" "S que no lo hizo. " "Cmo puedes estar seguro?" l utiliz sus dedos para marcar las razones. "El Teatro Drury Lane sigue en pie. Lord Beckwith contina respirando. Miss Parr actu con gran xito generalizado. Tienes que creerme cuando te digo que Sur debe haber influido en una o todas estas cosas." "Tal vez la seorita Parr no le cont." Ella vio que esto no se le haba ocurrido a Oeste. "Si es tan seguro que Lord Southerton actuara de manera tan irresponsable, podra habrselo ocultado para protegerlo de s mismo." "Te aseguro que no habra habido nada imprudente en las acciones de Sur. Habra habido un plan. Sur siempre tiene un plan." Mirando a Ria constantemente por encima del borde de su taza de t dijo. "Creo que la seorita Parr no tiene secretos para Sur. Hay muchas posibilidades de que se casen." "En verdad?" "Hay una apuesta entre nosotros al respecto. He jugado veinte chelines". Ri entre dientes ante la sorpresa de Ria. "Es hora de que sepas que en este medio siempre hay una apuesta. Hasta la madre de Norte ha participado, sin embargo, nunca es por ms que unos pocos soberanos." "Esto es algo que hacan en Hambrick Hall, no es as?" l asinti con la cabeza. "Nuestros bolsillos estaban invariablemente vacos en aquellos das, y en verdad, hasta hace muy poco no podra haber participado con el resto del club si hubieran optado por realizar apuestas importantes." "Ellos se aseguraron de que fueras incluido, entonces." "Siempre." La curva de la boca de Oeste se suaviz. "Ests preocupada por esta noche, Ria? Creo que descubrirs que son, en todos los sentidos, hombres honorables y decentes." "No lo dudo. T los elegiste como amigos." "Tal vez," dijo. "Entonces, de nuevo, tal vez me eligieron a m." Termin su t, y luego se inclin hacia delante en su silla y apoy los antebrazos en las rodillas. "Les gustars enormemente." Ella se sonroj un poco al ver que l haba adivinado su incertidumbre. En verdad, haba estado menos ansiosa con motivo de su primera presentacin a la sociedad. "Norte, Sur, Este, Oeste. Amigos para siempre nos hemos declarado. Las otras verdades las negaremos porque somos espa, lince, marinero y soldado.", recit en voz baja. "Tu Club de la brjula es un crculo formidable. No puede ser una cosa fcil ser parte de ella". "Ya ests en medio del Club tambin, sabes nuestra rima." Ria consider esto. "Hay una apuesta con respecto a nosotros?" "Sin duda alguna. Yo no s los detalles pero sospecho que Elizabeth lo puso en movimiento y que Finch, como traidor que es, se ha convertido en su principal fuente de informacin." "Tu ayuda de cmara?, por qu, es" "Solapado? Espantoso? Doblemente inteligente?" Oeste se ech a rer. "Ella slo est dando vuelta el tablero. Ella y Norte fueron objeto de una apuesta de este tipo y todo ha terminado bastante bien. Mejor que eso, porque ellos sin duda se aman." Vio la luz rasante de Ria profundizarse ms aun cuando le sostuvo la mirada. "Fue Elizabeth quien te cont nuestra rima?" "S". "No se puede esperar demasiado de ella. Sur tena diez aos, creo, cuando la escribi." "Eso puede ser, pero Lady Northam dice que Norte se convirti en un soldado, Sur, en marinero, Eastlyn, es todo un lince y t... bueno, est claro que no eres ms que un empleado de la oficina de asuntos exteriores." Oeste se encogi de hombros. "En lo que respecta a Sur y Miss Parr, deben ser informados acerca del inters de Beckwith en ver su actuacin." Ria no ofreci ninguna objecin cuando Oeste retom la conversacin desvindose del asunto en cuestin. Tal vez slo era que no estaba acostumbrado a contar para qu haba sido contratado por el coronel, pero ella pens que igual de probable era que l no considerara que su contribucin sea cual sea la naturaleza exacta de lo que haca fuera algo excepcional. Decidi que poda dejarlo pasar por el momento, pero l aprendera que ella no siempre reaccionara de esa manera. "Se lo dirs esta noche?" pregunt Ria. "No. Esta tarde. Hay muchas posibilidades de que Herndon y Sir Alex hayan visto las pinturas de Beckwith, o sean dueos de otras como esas. Sur y Miss Parr van a querer saber lo que has escuchado antes de asistir." "Entonces, crees que van a asistir de todos modos?" "Estoy seguro de ello." Su mirada verde estaba fija en la de ella. "Cuando Sir Alex deje la recepcin, Northam y Elizabeth lo seguirn en su carruaje. Sur y Miss Parr han acordado seguir a Herndon. East y Sophie estaban muy dispuestos a colaborar tambin, pero todos estamos de acuerdo en que su parte es divertirse en la recepcin y tratar de evitar que Herndon y Cotton se vayan demasiado pronto". "Por qu debera importar el momento de su partida?" "Porque no me gustara ser atrapado en una de sus casas." "Ya veo." Ella apret los labios mientras pensaba qu era lo que Oeste no haba dicho. "Y mi parte? Qu voy a hacer? Parece que todo ha sido puesto en marcha por mi culpa, pero no se me da nada que hacer. " "Recordemos por un momento que no anticip su llegada. Nuestros planes se elaboraron hace ms de un semana. Se me ocurre que vas a estar lo suficientemente segura con Norte y Elizabeth, a menos que desees permanecer en la recepcin con Eastlyn y Sophie." A Ria no le gust ninguna de las dos opciones, y lo demostr encogiendo los hombros y elevando la barbilla. "Yo preferira ir contigo." Oeste se mostr ligeramente asombrado. "Esa no es una de tus opciones." "Por supuesto que lo es. Es una que no tienes intencin de darme. Crees que no puedo hacerlo?" "No, en absoluto. Creo que yo no puedo hacerlo. No si ests conmigo." La decepcin de Ria no disminuy, pero dijo. "Muy bien, entonces voy a ir con lord y lady Northam." Pens que sera el menor de dos males. Al menos poda abrazar la ilusin de que estaba haciendo algo. "Tendrs que superar tu renuencia a permitir que yo comparta contigo tus asuntos. Ambos estaremos en la reunin del consejo de Administradores. Si ha de ser la trampa que crees que es, entonces debo estar tan preparada para ella como t". Oeste no respondi de inmediato. No encontraba ninguna manera conveniente para decirle esto, se dio cuenta. No tena un argumento, deba ser directo. "No podrs asistir a la reunin, Ria. Espero que lo entiendas." "Cmo dices?" Saba perfectamente que lo haba odo bien, slo que no quera creer lo que le haba dicho. "T no estars presente en la reunin." "Eso es absurdo." "No dudo de que piensas que lo es, pero todava no has sabido apreciar la magnitud de la crueldad de los obispos. Sea lo que sea que est en marcha aqu, no es la obra de unos pocos hombres. Por naturaleza, al ser un miembro de la la sociedad, cada uno de los administradores est involucrado en la desaparicin de la seorita Petty. Sir Alex pudo haber actuado solo para atraer a la seorita Petty lejos de la escuela, pero no es posible que haya actuado sin la aprobacin del resto de ellos, no tienen secretos el uno del otro. Tienen secretos para todos los dems". "Todava es difcil para m creer que todos ellos acten con tanta astucia y engao", dijo en voz baja, "pero eso es slo porque he llegado tan tarde a comprender el carcter de estos hombres. Estoy convencida de que tienes razn en todos los sentidos acerca de ellos". "No es suficiente. No puedes estar convencida y que todava te resulte difcil de creer. Habr muy pocas personas en la recepcin de esta noche que sepa que la Sociedad de los Obispos existe fuera de los pasillos y las aulas de Hambrick Hall, sin embargo, la razn por la que podrn celebrar un asentamiento britnico en Singapur a finales de ao se debe a que Eastlyn desafi a cinco de ellos y los derrot." Las cejas de Ria se levantaron ligeramente. Sus labios se abrieron en una silenciosa "O." "Las pinturas de la seorita Parr fueron hechas por un artista que fue miembro de la Sociedad en Hambrick." "No dijiste nada de eso cuando hablamos de las pinturas." "Miss Parr haba sido secuestrado anteriormente por la misma persona, y Southerton me haba pedido que guardara silencio al respecto. No tena derecho a decir nada ms." Ria no pudo esconder completamente su dolor. "Y t pensaste que yo se lo dira a alguien?" "No era cuestin de si yo confiaba en ti o no", dijo. "Simplemente no tena derecho a decrtelo. Si eso no te satisface como explicacin, no puedo disculparme por ello." Ni siquiera pudo ofrecer una sonrisa que suavizara la dureza de sus palabras, pero esper pacientemente a que entendiera que, si se dieran las mismas circunstancias, l actuara de la misma manera. La barbilla de Ria se relaj y sus ojos azules se resignaron al aceptar la explicacin a regaadientes. "Supongo que no puedo obligarte a nada, cuando he dependido de tu discrecin desde que te encontr." Ella se burl de s misma con una sonrisa ligeramente sarcstica, a continuacin, se lanz otra vez. "Los administradores tambin son responsables de lo que le ocurri a la seorita Parr?" Oeste neg con la cabeza. Hubiera sido mejor haber podido responder de otra manera. "El secuestrador de Miss Parr actu solo." Y se apresur a aadir: "No te ilusiones, las circunstancias son muy diferentes a lo que pas con Jane Petty. No s cmo Beckwith compr las pinturas del artista. Es muy posible que haya habido un intermediario. Tampoco est claro si cualquiera de los otros administradores posee otra pintura similar. Por el bien de la seorita Parr, es una de las cosas que espero descubrir esta noche! Sin embargo, incluso si encuentro otras obras en los hogares de Cotton o Herndon, slo es una prueba de que comparten el mismo inters por ciertos temas erticos y creo que ya sabemos que eso es cierto." Ria se sirvi cuidadosamente una segunda taza de t mientras consideraba esto. "Cmo se entiende el hecho de que el artista que pint a la seorita Parr tambin fue un obispo?" "Porque eso prueba que los obispos se conocen entre s, incluso cuando no son parte activa de los mismos crculos. Este artista no pertenece a ningn enclave organizado de la sociedad, pero no es descabellado suponer que saba que Jonathan Beckwith era un obispo, cuando hizo el trato para venderle las pinturas." "Los obispos slo ponen su confianza en los dems obispos." "No estoy seguro de que se confen todo en absoluto, sino que slo confan sus secretos unos a otros. Es tal vez una diferencia sutil, pero creo que es muy importante" "El Club de la Brjula es diferente?" pregunt Ria. "Existe confianza." Ella asinti con la cabeza, todava preocupada. "Ustedes estn slo los cuatro haciendo frente a una Sociedad de cientos de personas." "Lo s. Muchas veces hemos comentado que no es justo para ellos." "Ms evidencia de tu ingenio empobrecido." Oeste sonri, impenitente. "Eres muy amable para caracterizarlo como meramente empobrecido. Algunas personas han sealado que entre nosotros cuatro no reunimos materia gris suficiente para hacer un imbcil." Ria suspir. "No lo sentiste un insulto, verdad?" "Sur podra ofenderse," dijo alegremente, "porque l es, a todas luces, brillante. El resto de nosotros estamos demasiado duros para ser tan susceptibles." No pudo hacer nada ms que rerse, y fue precisamente lo que necesitaba para borrar la mayora de sus ansiedades. Lo que poda hacer, decidi, era extender su confianza a l y a sus amigos. Soldado. Marinero. Lince. Espa. Ella lo mir, pensativa, su semblante perfectamente grave ahora. "Puedo saber que vas a hacer en la reunin de los Administradores?" "Por supuesto." Cogi su taza de t y se la tendi para que le sirviera otra vez. "Suponiendo que ninguno de los administradores sepa todava que has llegado a Londres, van a enterarse poco despus de que Herndon y Sir Alex te vean esta noche. No estoy seguro de por qu no se me inform de tu invitacin a la reunin, salvo que quisieran sorprenderme con su presencia all. Me intriga que pensaran que tal cosa fuera posible, y slo puedo imaginar que han credo que yo no tendra ninguna oportunidad para comunicarme contigo antes de la Junta." "Casi no lo hicimos ", dijo. " Slo dos de mis cartas te llegaron, y ninguna de las tuyas a m." "Pero sigues siendo mi pupila. Tendran que haber sospechado que me visitaras al llegar a Londres." "Supongo que s, pero tal vez saban que originalmente mi intencin era no llegar a Londres hasta el da de la reunin." "Le dijiste eso a Beckwith?" Ella neg con la cabeza. "No a Lord Beckwith. Slo a los maestros." "A todos ellos?" "S. Nos reunimos con regularidad para charlar sobre nuestros estudiantes y lo que se requiere de nosotros como sus instructores y siempre hay algo en relacin con el edificio. Naturalmente, les dije que me haban invitado a Londres para una reunin de la junta." "Cul fue su reaccin?" "Casi ninguna. He tenido ocasin de venir aqu para las reuniones antes. Estoy segura de que les dije que a la luz de lo ocupado que todos estaban, tena la intencin de estar fuera el menor tiempo posible". "Y cuando decidiste salir de inmediato", pregunt. "Hubo alguien que trat de influir en ti para que cambiaras tus planes de nuevo?" "Miss Webster estaba preocupada porque no crea ser capaz de manejar la disciplina de las nias de ms edad, pero ella siempre se preocupa por esa cuestin cada vez que debo salir. Mrs. Abergast tom mi salida anticipada con calma." "Y Miss Taylor?" Ria no dijo nada durante un largo rato. A Miss Taylos siempre le haba gustado Jenny, incluso admiraba su trabajo. Lo que tena que decirle a Oeste no era fcil de admitir, sobre todo, reconocerlo para s misma. "La reaccin de la seorita Taylor fue poco convencional. Ella se enferm." "Sospechas que fue una artimaa?" "No tena ninguna razn para sospecharlo entonces. Lo hago ahora." "Por qu?" Ria bebi un sorbo de t, y luego coloc la taza en su platillo. "Hay varias razones, supongo. Ella nunca se ha quejado por ninguna enfermedad, incluso cuando el resto de nosotros puede ver que lo est. Cuando suger convocar al mdico, se opuso. Esto no es inesperado, pero me convenci, y yo no envi por l. Hubiera accedido a quedarme ms tiempo si la seora Abergast no hubiera ofrecido desempear algunos de los deberes de la seorita Taylor. Tuve un pensamiento fugaz de que la seorita Taylor no pareci tan contenta como debera haber sido, pero pas desapercibido y no pens en ello hasta ahora. "Desde anoche he pensado bastante sobre el asunto. No te sorprenders al saber que la seorita Taylor es la persona ms lleva y trae de la escuela. Tambin es la que sugiri al Sr. Oliver Lytton como la persona que investigue la fuga de Jane y la ms concluyente, creo, es que ella tiene mucho ms talento que lo que sus dibujos de los administradores podran sugerir. Lo has visto en su retrato de Jane". "Cunto tiempo ha estado ella en la academia de la Seorita Weaver?" "No estoy segura. He estado all seis aos, y ella estaba all por lo menos cinco aos antes que yo." "Por qu no se la nombr directora cuando el puesto estuvo disponible?" "Yo creo que ella no lo quizo." Oeste consider. "Tal vez fue por mutuo acuerdo que no ocupara ese puesto. Si hay un problema grave en la escuela, es muy probable que la directora sea despedida. Los Administradores no querran que la seorita Taylor se fuera, no si les sirve de ojos". "Una espa, quieres decir." La taza de t y el platillo de Oeste se sacudieron mientras los dejaba sobre la mesa. "Ms que eso," dijo, ponindose de pie. Sin decir una palabra para explicar su intencin, sali de la habitacin, slo para aparecer minutos despus, con un libro bajo el brazo. Lo sostuvo en alto para que Ria pudiera ver el cuero verde oscuro y los adornos dorados en el lomo. "No creo que Norte me perdonara si Elizabeth hubiera encontrado esto en la biblioteca. Lo traje conmigo hoy y lo puse donde pens que t y yo estaramos teniendo esta conversacin. Lo reconoces?" "Debera ser una perfecta idiota si no lo hiciera." l se alegr de ver que a pesar de la agudeza de su tono, Ria todava tuviera la capacidad de sonrojarse ante la visin del mismo. "Aprend algunas cosas interesantes sobre el libro cuando se lo llev a Sir James Winslow. l es mi fuente para todo lo relacionado con publicaciones. En poco tiempo l fue capaz de decirme que el libro fue realizado muy probablemente entre 1750 y 1790, de acuerdo al estilo de encuadernacin y la calidad del papel, conoca dos casas de impresin y grabado que todava se dedicaban a efectuar la misma obra. Podran haber hecho el trabajo o saber algo de ella, y l amablemente se ofreci a averiguar mientras tanto." Ria se desliz hacia el borde de la silla, como si quisiera saltar en cualquier momento. "Y?" "Y l me inform hace poco que este libro fue impreso por una pequea prensa que ya no funciona. Distribuyeron principalmente folletos religiosos y colecciones de sermones, si puedes creerlo, pero parece que eran conocidos por algunos como publicadores de libros de esta naturaleza. Era una empresa rentable hasta la Revolucin francesa. El propietario viaj a Pars poco despus de la cada de la monarqua, y fue arrestado y ejecutado sumariamente por publicar materiales sediciosos". Oeste mir el libro e hizo un encogimiento de hombros con un toque galo inconfundible. "Supongo que no tuvo la oportunidad de mostrar algunas de sus obras lascivas, lo que podra haberle prolongado la vida." La boca de la Ra se frunci, desaprobando el tenor de su humor. "Es la vida de un hombre, y no debes hablar con tan poco respeto." "El nombre del hombre era Neville, Ria. George Andrew Neville." Oeste no se sorprendi como Ria se puso de pie. Haba estado esperando slo por esta reaccin. "Ests familiarizada con el nombre, entonces." Cmo no iba a estarlo?, pregunt. Fue grabado en una placa de oro debajo de otro de los retratos que cruzaba con regularidad en el saln de la academia. Ria saba que Oeste no necesitaba la confirmacin de su declaracin, pero no poda permanecer en silencio. "Su hijo se sienta en la junta directiva. Su padre fue uno de los fundadores. Uno de sus nietos ya se ha marchado de Hambrick. El otro est all en la actualidad. Supongo que me dirs que los chicos son obispos." "S. El coronel lo ha verificado por m." La mirada de Ria fue de impotente confusin. "Cul es la naturaleza exacta que este legado ha forjado?" "Riqueza. Posicin. Influencia. La capacidad de obligar a otros a cumplir sus rdenes es fundamental para la sociedad. Poder, Ria, en cualquier forma. Fue el poder poltico lo que motiv a Eastlyn a enfrentar a los obispos. Los Administradores fundadores de la Academia de la Srta. Weaver tenan una inclinacin ligeramente diferente". Oeste abri el libro y mostr a Ria una ilustracin del joven con su espalda pegada a la columna jnica y la mujer de rodillas delante de l. Le seal la cara del hombre, y pregunt. "Sabes quin es, Ria?" Estudi las caractersticas, luego sacudi la cabeza. "Yo no haba visto el parecido tampoco antes," le dijo, cerrando el libro. "Es el to de Jonathan Beckwith. Anthony Beckwith. Este dibujo fue hecho aos antes de su retrato, aos antes de convertirse en administrador. Debido a los antecedentes comunes de los retratados, es obvio que los que tienen un puesto en la junta, gozan de ciertos privilegios". Ria se estremeci. "Cmo puedes estar seguro de que es Sir Anthony?" "Alguien con quien habl James Winslow, un anciano ahora, lo record." "No lo creo. No hace mucho tiempo." "Aparentemente Beckwith era un visitante frecuente de la imprenta de Neville cuando se estaban haciendo los grabados. Este caballero era un aprendiz en esa misma tienda hace tantos aos. Admitirs que las ilustraciones no son fciles de desalojar de la mente de uno." "No puedo a admitirlo", dijo Ria. Oeste templ su sonrisa. "Esta ltima informacin te va a gustar an menos. La mujer en la otra ilustracin de la" Ria interrumpi. "No es posible que tengas un nombre para poner a su cara." "No. Por desgracia, no. Pero este mismo caballero record algo que Neville y Beckwith dijeron mientras examinaban los grabados. Dijeron que Sheridan no saba ni la mitad cuando escribi La Escuela del Escndalo, que la seorita Weaver habra abierto sus ojos a lo que era la importancia en la educacin". Oeste levant la mano, deteniendo las preguntas de Ria. "Tambin me preguntaba por qu iba a recordar un intercambio de palabras. l slo era un aprendiz de impresor. Un simple muchacho. Pero tal vez su edad, explica su gran inters, y la razn por la que Neville y Beckwith hablaron libremente, en su presencia. "l haba visto una actuacin de La Escuela del Escndalo slo unos das antes, por lo que entendi la referencia a la obra. l pens que la seorita Weaver deba ser el nombre de la mujer de la ilustracin. Relacion las dos cosas inmediatamente en su mente y nunca lo olvid. Creo que podemos confiar en su memoria, Ria, a pesar de que l no comprendi la importancia de lo que haba odo." Oeste se acerc a ella y le cogi las manos entre las suyas. "T y yo sabemos que Neville y Beckwith se referan a la Academia de la seorita Weaver." Ria asinti bruscamente. "Debo decirte el resto?" pregunt con suavidad. "O prefieres no escucharlo." "Dilo", dijo. "Di todo." "Lo ms probable es que las mujeres jvenes que aparecen en las pinturas fueran estudiantes de la escuela, elegidas por su fina apariencia y modales para que presten servicios tales como los que ves en sta pgina y es igualmente probable que la seorita Jenny Taylor sea la proxeneta de la Sociedad de los obispos". Captulo Catorce La recepcin era un apiamiento. Ria avanz a travs del camino obstruido de la entrada de la sala de baile hasta que encontr un rincn desocupado al lado de una maceta de helechos casi tan alto como ella. Las delicadas frondas plumosas se balanceaban, a veces rozando su mejilla mientras las corrientes de aire se agitaban por los giros veloces de los bailarines. Ria abri de golpe su abanico de seda y lo us para ocultar cortsmente un bostezo indecoroso. Se dio cuenta que la falta de sueo le estaba pasando factura, no importa que estuviera nerviosa y tensa como la cuerda de un arco. Ella haba tenido poco muy poco descanso en su viaje a Londres, y slo unas pocas horas desde su llegada. Elizabeth haba insistido en que durmiera la siesta antes de la recepcin, pero despus de las revelaciones de Oeste, le result imposible hacerlo. Tumbada en la cama en su habitacin, se haba limitado a mirar el dosel superior y preguntarse por qu no se senta algo ms que somnolencia. Y la seorita Jenny Taylor es la proxeneta de la Sociedad de los obispos. Las palabras no eran un eco dbil en su cabeza. Ella poda or claramente cualquier cosa que estuviera dicindose a su alrededor. Mientras que las voces en el saln de baile zumbaban indistintamente, an resonaba en su cabeza el tono exacto de la voz de Oeste. Ojal se hubiera desmayado o incluso caido enferma. Oeste haba rondado por un momento como si esperara que alguna de estas reacciones pudieran ocurrirle, pero la conmocin inicial pas tan rpido que Ria lleg a entender que no fue precisamente sorpresa lo que haba experimentado, sino ms bien una adormecida resignacin. Que ella no sintiera sus palabras como un golpe fsico, la hizo darse cuenta de cunto tiempo haba estado abrigando sospechas similares. No es que hubiera podido expresarlas en voz alta, lo entenda ahora. Algunos pensamientos eran tan espantosos que haban resistido incluso el ms privado de los exmenes. Emily Barret. Amanda Kent. Mara Murdoch. Sylvia Jenner. Ria enumer los nombres en su mente como si estuviera tomando asistencia. Todas ellas haban sido estudiantes de la escuela durante su mandato de seis aos, y todas ellas se haban marchado antes de su graduacin. A diferencia de Jane Petty, ninguna lo haba hecho de forma inesperada, y nadie se preocup por lo qu sera de ellas. El futuro de esas jvenes haba parecido ms brillante cuando salieron de la academia que cuando entraron en ella. "Estas tan plida como la leche", dijo Oeste. Sorprendida en su ensueo desagradable por lo que fue sin duda una observacin exacta, los dedos inertes de Ria soltaron el abanico, que se cay, todava abierto, y qued colgando de su mueca por su cordn de seda. Lo busc a tientas por un momento antes de lograr colocarlo cerrado y seguro en su palma. Al ver que su compostura se desmoronaba, Oeste le ofreci su codo. "Ven, el prtico est vaco. No muchas personas estn dispuestas a aventurarse a temperaturas ms frescas para disfrutar del aire puro". Ria coloc su brazo sobre el suyo y le permiti que la condujera al exterior. Mientras que ella slo haba sido capaz de moverse a travs de la multitud a empujones antes, del brazo del duque de Westphal, los invitados se abran a su paso. En el borde del gran prtico, Ria se desprendi del brazo de Oeste y se apoy en la balaustrada de mrmol. La noche era clara y ntida y las estrellas brillaban en el cielo ndigo con tanto brillo como los diamantes en el saln de baile. "Quieres que te enve de vuelta a Oxford Street?" pregunt Oeste. "Puedo decirle a mi chofer que te lleve. No tienes necesidad de esperar a Norte y Elizabeth." Vacil en su respuesta, pero finalmente neg con la cabeza, y Oeste dudaba que pudiera hacerla cambiar de opinin. "No puedes culparte, Ria, ests equivocada, no haba forma de que hicieras algo por ellas." No sorprendi a Ria en absoluto que Oeste hubiera adivinado el tenor de sus pensamientos. "Pero lo saba", dijo en voz baja. "O por lo menos creo que lo sospechaba. Debera haberte contado sobre ellas desde el principio. No debera haber esperado hasta enfrentarme con todo esto." Oeste dio la vuelta y se sent en el borde de la barandilla. Puso una mano sobre la de Ra. "Qu deberas haberme dicho? Qu cuatro estudiantes dejaron la Academia porque buenas familias vinieron a buscarlas? Debe haber parecido una causa para celebrar, en lugar de lo contrario. Es slo que en retrospectiva ahora puedes ver similitudes con la situacin de la seorita Petty". Ria saba que tena razn, sin embargo, no era cosa fcil absolverse de la culpa. "Todas ellas tenan benefactores en el consejo de Administradores. Llegaron a la escuela a una edad temprana, cada una de ellas provenientes de casas de hurfanos. Eran las chicas ms guapas. Mara y Emily tenan mucho talento en el piano. Amanda Kent era animada y alegre, muy popular entre las dems. Sylvia era la mejor alumna, ms silencioso que las otras, escrupulosamente educada y siempre caritativa." Ria mir de reojo a Oeste. "Al igual que Jane, la seorita Taylor mostr un inters especial en ellas. Pens que era porque no tenan a nadie." Su sonrisa vacil, a la vez triste y burlona. "Supongo que no me equivoqu. En realidad no. Que ha sido de ellas?" Oeste no tena respuesta para eso. De hecho, trat de no imaginar nada. En palabras de Ra, haca un poco ms de un ao que Sylvia haba dejado la escuela. Su salida se produjo justo antes de que fuera asignada al cargo de directora. Las otras tres se haban ido antes. Meses, tal vez aos, entre cada desaparicin. Emily tena quince aos cuando se fue con una pareja sin hijos de Nottingham. Amanda y Sylvia haban cumplido su decimosexto ao cuando salieron de la escuela para sendos hogares en Londres. A los catorce aos, Mara haba sido la ms joven en irse. "No se puede tener la certeza de que no estn ubicadas en los hogares de las familias que las acogieron", dijo Oeste. "Estoy segura", dijo Ria debidamente. "As que, preferira que no intentaras levantarme el nimo con falsas esperanzas." Oeste admiti que tena razn. Le pareca que fue el puesto de Ria como directora que haba hecho que los administradores se mostraran reacios a llevarse a las nias de la academia de la manera usual. Habra habido una cierta agitacin entre ellos acerca de su nombramiento para el cargo, pero sospechaba que esos recelos se tranquilizaron por su conexin con el duque. Aun as, deban haberse preocupado de que ella fuera ms exigente que su predecesora en el cuidado de las nias una vez que se hubieran ido de la escuela. No era tan probable que Ria se conformara con una carta ocasional escrita por alguna de ellas. Ria Ashby tomara la responsabilidad de visitar a las jvencitas que estaban expresamente en su cuidado y asegurarse de que las familias estaban cumpliendo con lo prometido al sacarlas de la institucin. Cuando Jane Petty hubo madurado lo suficiente como para llamar la atencin de Sir Alex Cotton, concibi un enfoque diferente. Esta vez no habra ningn familiar. La repentina partida de Jane apuntara a una fuga impulsiva y dara lugar a nada ms que nueve das de incertidumbre. Lo que Sir Alex no poda saber era que Jane mantendra su admirador caballero en secreto de todos, excepto de Amy Nash, y que Amy Nash tardara tanto tiempo en compartir esa informacin. Mientras tanto, simplemente parecera que Jane haba desaparecido, esperando que las aguas se tranquilizaran. Contratar al seor Lytton para encontrar a Jane proporcionara un alivio temporal, pero Sir Alex y los administradores fueron confundidos de nuevo por la muerte del duque. Debera haberse dado cuenta de la enormidad de su error por el nombramiento de Ria como directora cuando se fue de inmediato a Londres para pedir al nuevo duque de Westphal que se involucrase en los asuntos de la escuela. "No me gusta dejarte aqu ", dijo Oeste. "No estoy seguro de que ests del todo bien. Comiste muy poco en la cena." Ria se enderez. Estaban ms all del crculo de luz de las velas procedentes de la sala de baile, pero poda distinguir sus rasgos lo suficiente como para notar su preocupacin. "No debes preocuparte por m. Le he prometido un baile a Eastlyn cuando Sophie se siente con el coronel Blackwood, y estoy segura de que Norte y Sur se vern obligados a dar una vuelta conmigo cuando sus esposas estn ocupadas de manera similar. El coronel ha prometido entretenerme, y tengo tantas preguntas para l que estoy segura que lamentar la oferta." Oeste no se perdi la nota de disimulado bienestar en su voz, y le sonri porque ella lo esperaba. l no olvid que la haba sacado de su escondite en la sombra de una maceta de helechos. "Supongo que si te refieres a interrogar a Blackwood, no puedo irme demasiado por tiempo, de lo contrario no voy a tener secretos para contarte a la vuelta." Ria asinti, buscando su rostro. "Vas a tener cuidado, no es cierto?" "S". Inclin la cabeza y la bes suavemente en la boca. Sus labios estaban secos y frescos y sin pasin. "Voy a hacer lo correcto, Ria," susurr, tomndola en sus brazos. "Te prometo que voy a hacer lo correcto." Ella no respondi, pero lo abraz con fuerza hasta que suavemente se apart. Sin decir una palabra, volvieron al saln de baile, y se escabulleron en la aglomeracin de personas. Ria no deseaba compaa. El marqus se acerc primero y le record su baile prometido. Ria le acompa a la pista y tom su lugar en la fila. Eastlyn demostr ser un compaero fcil, con la participacin de ella en la conversacin lo justo para evitar detenerse en las actividades de Oeste. "l sabe lo que hace," Le asegur Este. Ria se dio cuenta de que los reflejos en su pelo de color castao destellaban mientras pasaban bajo la araa de cristal. "Admitiras si no lo supiera?" "l lo hara." Su media sonrisa apareci. "Pero yo no." Ella frunci el ceo ligeramente, no muy segura de su significado. "Ests diciendo que" Se qued en silencio, tropezando cuando vio a Sir Alex Cotton de pie al borde de la multitud. Pareca estar atento a la conversacin animada de una mujer que le estaba bateando juguetonamente en el antebrazo con el abanico. "nimo, Srta. Ashby", dijo Este, ayudndola a recuperarse con gracia. "Los ojos en m. Mi esposa dice que soy un tipo bastante guapo y que puedo mejorar con el pasar de las horas, pero no voy a convencerte fcilmente si no puedo mantener tu atencin ni el tiempo que dura un baile." El color rosa en las mejillas de Ria podra deberse al calor de la habitacin o los esfuerzos de la danza, pero ambos saban que no era as. "No vas a dejar que me desmaye, quieres? Slo lo he hecho una vez, pero no he conseguido hacerlo con gracia." "Voy a mantenerte en posicin vertical aunque deba pararte sobre los dedos de mis pies." Vio que su promesa solemnemente hecha le rob una dbil sonrisa. "Has divisado a Cotton?", pregunt. "O a Herndon?" "A Sir Alex. Quin est con l?" "Ella es la seora Powell. Varios aos viuda y una flirteadora empedernida. Tiene riqueza propia y ningn inters en el matrimonio. Eso es lo que la hace una compaera tan deseado." Ria se pregunt por el inters de Sir Alex. Era fingido? La Seora Powell era sin duda lo suficientemente atractiva como para captar la atencin de un caballero, pero Ria saba algo acerca de los gustos de este caballero que le hizo pensar que la dama podra tener los dientes demasiado largos para l. Por otra parte, quiz las chicas de la escuela no eran ms que una diversin, un entretenimiento para disfrutar una vez, y luego despedirlas fcilmente. Poda ser que l estuviera realmente intrigado por las atenciones insignificantes de una mujer que era su igual social. Eastlyn llam la atencin de la Ra de nuevo. "El verano pasado pensaba que iba a echarle los perros a Southerton, pero se las arregl para eludirla." El vizconde era ms alto que muchos de los hombres de la periferia de la pista de baile. Aun as, Ria escuch su risa antes de que ella viera su mata de pelo negro. Tena la cabeza ligeramente echada hacia atrs, exponiendo su cuello, y su disfrute de ese momento era evidente. Aunque no poda ver a la seorita Parr, ni tampoco a los padres de Sur, sospechaba que estaban cerca y muy entretenidos por l. "No creo que l est distrado de su tarea," le dijo Este. "Estoy seguro de que sabe la ubicacin exacta de su presa." "Yo no lo cre ni por un momento. l est mirando a Herndon, entonces?" Este asinti. "Y Norte es responsable de Cotton, por lo menos mientras yo estoy con vos." Ria pens que el marqus haba sacado la pajita ms corta. Ella no dijo nada, porque estaba segura de que lo negara galantemente. En cambio, se concentr en la secuencia de sus pasos y dej que la msica llenara el silencio entre ellos. Norte la invit para un baile en la siguiente cuadrilla, luego Sur apareci para hacer lo mismo. Facilitada por su confianza y desviada por su buen humor, Ria en ocasiones fue capaz de olvidarse de que se senta tan abominablemente culpable y disfrut del momento. No fue diferente una vez que estuvo sentada junto a la invitada de honor. Entre las interrupciones de los asistentes que an no haban ofrecido sus felicitaciones, el coronel Blackwood habl con total conocimiento de arte, literatura, msica, y, por ltimo, de Oeste. Ria estaba atenta a cada parte de su conversacin, pero sobre todo a la ltima. No fue necesario interrogar al coronel. Hablaba libremente, y con evidente afecto, de Oeste como un hombre ms joven. Ella estaba segura de que haba mucho que por necesidad qued sin decir, pero Blackwood llen una gran parte de las lagunas que tena sobre Oeste. El coronel termin su bebida y friccion el vaso vaco entre sus palmas. "Te estoy aburriendo", dijo. "Eso es todo? Os he deleitado con una de sus hazaas ms terribles, y ya no tienen el poder de asombrarte." Ria baj rpidamente su abanico. "Qu? No! No es ese el caso." "Mi querida," dijo el coronel suavemente. "A pesar de que est bostezando con considerable delicadeza detrs de su abanico, usted est bostezando, sin embargo, y no creo que me equivoque que sus miradas como dardos ocasionales son a beneficio de la bsqueda de Oeste o tratar de saber que hora es. Puedo decir con completa seguridad de que no ha vuelto, de lo contrario vendra de inmediato a su lado. En cuanto a lo otro" Blackwood consult el reloj dentro de su levita. "Ha pasado media hora de las diez." "Tan tarde?" Ria tena el temple suficiente como para disimular su angustia, pero no pudo ocultarla por completo. "Por qu no ha vuelto?" "Debido a que no ha terminado", dijo el coronel con sencillez. "Crees que estoy distrado de su ausencia?, pues no. Confa en m, conozco a mis hombres, Srta. Ashby. Oeste no hace nada si no es a fondo." "No tienes miedo por l?" Blackwood dej de rodar el vaso y mir a Ria gravemente. Pareca demasiado joven, de repente, o tal vez slo era que se senta tan viejo. "No te voy a insultar diciendo que yo nunca he tenido miedo por l, pero rara vez ha sido sobre las cosas que piensas." l sonri suavemente y le hizo meditar en lo que ella estaba pensando. Sosteniendo su vaso, pregunt: "Puedo atreverme a pedirte que" Ria se puso de pie de inmediato y tom el vaso de su mano. "Yo debera haberle ofrecido antes", dijo. "Slo ser un momento." Estaba agradecida por la oportunidad de hacer algo, incluso algo tan pequeo como rellenar el vaso del coronel. Desde su llegada a la recepcin, haba sido vigilada y mimada. Ella estaba casi asfixiada por tantas buenas intenciones. Agarrando el vaso vaco de Blackwood, Ria aprovech la oportunidad para escapar. Los refrescos se servan en la habitacin contigua, y Ria avanz decididamente en esa direccin. No era la distancia lo que planteaba el problema, sino el aglomeramiento de gente en la entrada. Deslizndose y, ocasionalmente, agachndose, pidiendo perdn a dos matronas y un seor de edad para pasar entre ellos, haciendo una pausa de vez en cuando para un intercambio corts de bromas sin importancia, y, finalmente, blandiendo su abanico cerrado como un atizador, Ria fue capaz de moverse a travs de la multitud sin ninguna lesin y con algn inconveniente menor a los dems. Como era tan frecuente en esos casos, una vez que se escabull a travs del montn apretado de invitados que bloqueaban la puerta, la gente pululando alrededor de la habitacin de refrescos eran exactamente once. Un lacayo, que evidentemente haba sido disuadido por la multitud, se acerc rpidamente y se ocup de su vaso. Ella lo sigui a la gran ponchera de cristal, pero cuando levant la cuchara, ella lo detuvo. "Yo no creo que haya sido ratafa lo que estaba all", dijo. Mientras avanzaba entre el gento, haba tenido el vaso del coronel apretado contra su pecho. No era el aroma de zumo de fruta y brandy, ni el dulce aroma de las almendras lo que se detectaba en la copa. Inclinndose hacia adelante a modo de confidencia, Ria le dijo el lacayo, "Whisky, creo. Lo mejor que tengas. Es para el coronel Blackwood." "Por supuesto." El criado se dirigi al aparador detrs de l y en poco tiempo verti en el vaso dos medidas generosas de whisky. Se lo entreg a ella y esper que solicitara algo para ella misma. "No estoy segura de que puedo manejar dos vasos", dijo Ria, mirando hacia atrs por donde haba venido. "Hay otro camino." El lacayo dej que sus ojos se deslizaran hacia los lados, apuntando a su izquierda. Ella sigui su gesto y vio que el revestimiento de madera de nogal no era una sola pieza slida y que el mural en la pared por encima de ella ocultaba hbilmente la mayor parte del contorno de una puerta. El pequeo anillo de bronce fijado en la pared era lo que haba atrado su atencin y le revel el resto. Sonriendo con gratitud, dijo, "Si puedes servirme una copa de jerez, con mucho gusto la aceptar". "Por supuesto." Se volvi de nuevo, le sirvi, y le dio el vaso con delicadeza. "Ese pasadizo le llevar a la galera", dijo. "A partir de ah puede entrar al saln o pasar a la biblioteca. Desea que le acompae?" "No, eso no es necesario. Estoy segura que no soy la primero en salir por all esta noche, y nadie se ha perdido an." "No, por cierto." Con los dos vasos ocupando sus manos, Ria mir suplicante al lacayo. Vio a su dilema y se fue de inmediato al panel de la puerta y la abri lo suficiente como para que ella pudiera pasar. Ria hizo una pausa en el otro lado del panel hasta que hizo clic volviendo a su lugar detrs de ella. La galera no estaba desierta. Haba asistentes como en cualquier reunin de la alta sociedad, que preferan la compaa de sus allegados antes que sofocarse entre la multitud. Si las circunstancias no haban obligado a Oeste a estar en otro lugar y sus amigos a estar en el saln de baile, Ria sospechaba que all es donde se habra encontrado el Club de la Brjula. Poda imaginarlo tomando posicin en una esquina de la habitacin larga, tal vez bajo el gran retrato de los antepasados de su anfitrin, hablando sobre las apuestas de caballos, y sobre la identidad de la siguiente persona que deberan investigar. Sonriendo dbilmente por sus propias reflexiones, Ria comenz a cruzar la galera hasta la puerta que la llevara a la sala. Ella era consciente de las cabezas que se daban vuelta a su paso, aunque si haba alguna objecin a su intrusin, no la escuch. Atrapados en la charla, la pareja que estaba en el sof le prest escasa atencin. El tro de matronas detuvo deliberadamente su conversacin. Un caballero se volvi de su estudio de una pintura para aplicarle el mismo escrutinio a ella, otra que se encontraba cerca simplemente tom una pizca de rap. En la mesa donde estaban jugando a las cartas, el juego continu sin interrupcin, aunque un caballero descubri que era posible elevar su monculo y hacer su jugada simultneamente. A Ria le habra gustado quedarse, pero los sonidos suavemente cadenciosos de la orquesta de cuerdas le hicieron comprender la necesidad de volver a la sala de baile. Ella tambin era consciente de que su ausencia no pasara desapercibida por mucho tiempo. El coronel echara sin duda en la falta su bebida, incluso aunque no deseara su compaa. Uno de los lacayos dio un paso adelante desde su posicin de centinela en la puerta y la abri cuando Ria se acerc. Ria rechaz su oferta para ayudarla con las bebidas al pasar por el pasillo. La msica era ms fuerte aqu, al igual que el zumbido de conversacin de los invitados. Mir por el pasillo hacia el grupo de gente que se arremolinaba en la entrada a la sala de baile, y supo que no poda soportar la idea de volver all por el momento. La puerta detrs de ella ya estaba cerrada y no ofreca una fcil retirada. Record que el lacayo de la sala de refrescos haba mencionado una biblioteca. Pareca como una oferta de refugio ahora. No poda imaginar que en una casa tan grande como sta slo hubiera una manera de llegar a la habitacin. Girando en silencio sobre sus talones calzados con zapatillas, Ria tom impulso y se dio de frente con la figura de lady Powell. A pesar de su asombro y la torpeza del encuentro, Ria se las arregl para evitar que se derramara el Jerez. La generosa media de whisky que haba estado llevando de manera protectora a la altura de su pecho fue harina de otro costal. Se derram por encima del borde del vaso y salpic la blusa y la falda de su vestido. Estirando sus dos manos como si quisiera protegerse de otro avance determinado, Lady Powell salt hacia atrs, al tiempo que emita un suave "Ooh. Cuando vio la bebida que manchaba la parte delantera de la tnica de Ra, reuni el valor suficiente para examinar la condicin de su propia vestimenta. A excepcin de algunas gotas de whisky en su escote, ella estaba perfectamente seca. Las bandas de raso que cruzaban su pecho y su tnica azul hielo estaban sin defectos, al igual que todos los pliegues de su vestido de seda drapeado. Segura de que todo estaba perfecto en ella, Lady Powell volvi su atencin a la vctima real en este lamentable accidente. "Oh, mi pobre querida. Usted ha llevado la peor parte, a pesar de ha sido muy amable de su parte hacerlo." "No tena ni idea de que estuviera justo detrs de m", dijo Ria. "Y yo no tena idea de que giraras como un derviche para revertir tu curso." Ella mir significativamente los vasos Ria todava sostena. "Ni la menor idea de que estaban llenos. Aqu, permtame sostener uno." Sin esperar una invitacin, relev a Ra del vaso casi vaco. "Ven, vamos a encontrar un lugar para que puedas limpiarte y yo buscar a un sirviente. Estn por todas partes, no es as?, excepto cuando tenemos necesidad de ellos." Enganchando su brazo en el de Ra como si fueran grandes amigos que se preparan para participar en un 'tte tte, la llev por el pasillo fuera de la sala de baile. "Yo soy la seora Powell," dijo "Mi difunto marido era el Honorable Edmund Powell." "Yo soy Mara Ashby." "S, lo s. Mi marido conoca al duque de Westphal bastante bien. Intereses polticos similares, creo, y planes de negocio. Todo ello ms all de mi conocimiento, te lo aseguro. Cosas aburridas. Rara vez tuve ocasin de cruzarme con Westphal. Conozco a su hijo mucho mejor". Ria se concentr en no derramar el Jerez, aunque el pelo color zanahoria de la Seora Powell era tentador. Ella sospechaba que su seora no estaba familiarizada con Tenley, tena pocas dudas de que era a Oeste a quien se refera. "Aaah, aqu estamos." Lady Powell se detuvo frente a una puerta con paneles pulidos y puso su palma alrededor de la manija de latn. "Creo que este es el saln de msica. " Ella abri un poco la puerta. "S, alli estn el piano y el arpa. No puede haber nada de malo en que usemos esta habitacin hasta que me hayan informado de otras ms adecuadas. Adelante. Slo ser un minuto antes de que vuelva, no ms." Ella abri la puerta un poco ms para que Ria pudiera entrar. "Uno o dos sorbos de Jerez no estaran fuera de lugar", aconsej. "Usted est inexplicablemente plida." La puerta se cerr detrs de ella antes de que Ria pudiera reaccionar. Lady Powell estaba equivocada. Haba una explicacin para el estado de su tez cenicienta: no estaba sola en la habitacin. Sentado en el banco del piano, frente a ella, estaba Lord Jonathan Beckwith. A su espalda, Ria tante la manija de la puerta. Sus dedos se cerraron alrededor de ella, y la gir. La puerta se sacudi pero no se abri. "No culpo a la seora Powell", dijo Beckwith. "Ella piensa que su esfuerzo es a beneficio de apoyar la reconciliacin entre amantes." Se puso de pie, sonriendo ante la expresin patente de incredulidad de Ria. "Qu? No dirs que no me elegiras sobre Westphal?" "Yo no te escogera sobre un sapo." Suspir, en absoluto ofendido. "Querida, es infrecuente esta conducta y estos extraordinariamente malos modales en ti. Da la casualidad que Lady Powell tampoco lo crey. Ella tiene ideas diablicas en la mente, pero hay lmites para lo que cree. Ella slo piensa que estoy actuando en nombre de Westphal y que mi funcin es la de mantenerte aqu hasta que llegue el duque". "Por qu piensa que Westphal y yo somos amantes?" "Supongo que porque Sir Alex le dijo que lo eras. Herndon tambin crey tan interesante chisme. Usted me debe absolver de destapar la olla, ya que no me mezclo con los invitados. Usted tal vez quedar ms impactada por el hecho de que no me hayan incluido en este asunto". Hizo una sea a Ria para unirse a l en el piano. "Vamos, debemos irnos ahora." Ria no se movi. Lo que hizo fue abrir la boca para gritar. El fuerte estruendo, discordante de las teclas del piano la acall y le dej una sensacin de impotencia. Slo alguien que pasara por el pasillo habra notado el ruido y probablemente no gran parte de su grito. Lentamente cerr la boca hasta que sus labios quedaron entreabiertos, y luego alz la copa de jerez y bebi un sorbo. "No voy a ir a ninguna parte con usted, seor Beckwith, por lo que le invito a tocar otra meloda." Una ceja oscura se arque de forma espectacular. El efecto fue una penetrante mirada helada, y Beckwith percibi que el temor la recorra. La mano de Ria no era tan firme en el pie de la copa de jerez como lo haba sido un momento antes. "Ramera Insolente". Sonri de repente. "No eres carente de atractivo, incluso creo que puedes mejorar." Ria intent abrir la puerta de nuevo, pero el mango qued atascado. Al otro lado del piano haba un par de puertas francesas. Supuso que Beckwith la escoltara para salir a travs de una de ellas hacia el jardn. Haba pocas posibilidades de que pudiera llegar al prtico y volver a entrar, o por lo menos llamar la atencin sobre s misma. Era casi seguro que alguien la estara buscando. Ella tena que retrasar su salida. Beckwith seal un punto en el suelo directamente delante de l. "Ven aqu." Se detuvo un instante y luego aadi en un tono que era como el chasquido de un ltigo, "Ahora". El estmago de Ria dio un vuelco. Los efectos de comer muy poco en la cena y haber tenido tan pocas horas de sueo se combinaron para hacer que se sintiera inestable y mareada. Al menos eso fue lo que pens. No creera que fue a causa de la seca orden de Beckwith. Sus rodillas temblaron, y se tom un segundo trago de jerez. Se le ocurri de pronto que el desmayo podra ser la tctica dilatoria que necesitaba. Sus ojos miraron desesperadamente alrededor, evaluando rpidamente qu piezas de mobiliario deba evitar. "No lo hagas ", dijo Beckwith, adivinando sus pensamientos. "No ests ansiosa de ver a la seorita Petty?" Sin ser consciente, Ria dio un paso adelante. "Muy bien." Beckwith anim su accin con una sonrisa condescendiente. "Otro, por favor. Luego otro. Verdaderamente, seorita Ashby, no puedo ser responsable de lo que le ocurra a Jane si no vienes aqu pronto. Su bienestar depende en gran medida de tu cooperacin. Entiendes?" Ria asinti. Dej el vaso en la mesa y cruz la habitacin, detenindose en el lugar preciso que Beckwith haba indicado anteriormente. "Usted me va a llevar a ver a Jane?" "Esa es exactamente mi intencin." l no insisti en que aceptara su levita para combatir el fro, ni cuando ella se neg a tomar su brazo. "As sea entonces, Srta. Ashby. Hay un carro esperando por nosotros. "Se detuvo justo antes de abrir las puertas para salir del saln. "Usted no querra llamar la atencin sobre su salida. Hay mucho ms en juego que el bienestar de una de sus estudiantes. Usted tendr que considerar el bienestar de todas ellas." La amenaza era tan grande y tan audaz que Ria no quera creerlo, sus dientes empezaron a castaetear. Demasiado tarde, se dio cuenta de que sus rasgos imperfectamente educados hicieron que se percibiera en cierta medida su duda. "Te importara apostar por ellas?" Beckwith pregunt con calma. "Ya te he explicado lo que est en juego." Ria neg con la cabeza rpidamente. No fue posible evitar el escalofro que suba por su columna vertebral. En lugar de cruzar los brazos frente a ella, los dej caer a los costados y no trat de resistir el estremecimiento. "Bueno." La expresin de Beckwith no cambi, pero su tono sonaba aprobador. "Tenemos que darnos prisa." Abri la puerta e hizo pasar a Ria exterior. Le pareca que el aire de la noche era infinitamente ms fro de lo que haba sido antes. Ella mir el prtico y vio que ninguno de los invitados se haba aventurado fuera. Beckwith corri por el jardn pequeo y cerrado, y Ria lo sigui. Hizo a un lado la puerta de los criados, esper que Ria lo precediera, entonces tom la delantera una vez ms. El carro que Beckwith haba contratado estaba cerca del final de una larga fila de carruajes prestos para la conclusin de la recepcin. El conductor reconoci a Beckwith y salt desde su posicin privilegiada para ayudar en el embarque. Ria se sent en la esquina. Cuando el conductor se dio cuenta de que no tena abrigo, le ofreci su propia capa. Ella no quera tomarla, pero sus dientes no detendran su movimiento. La negativa era absurdamente inadecuada. Ella lo vio, pero no pudo orlo, Beckwith le dio al conductor una direccin antes de meterse adentro. Ria pens que iba a elegir el banco frente a ella, as que cuando se sent a su lado casi retrocedi. Luchando por una medida de dignidad, Ria le dijo: "No tengo planes para saltar desde el carro. No hay necesidad de bloquear la puerta." "Es eso lo que piensas? Slo pensaba halagarla con mis atenciones." l se ri entre dientes cuando Ria se apret ms contra la esquina. "Estoy seguro de que no pretendes ser insultante, Srta. Ashby, pero es difcil considerar tus actitudes de cualquier otra manera." "No es que me esfuerce, Lord Beckwith. Me refiero a ser un insulto." "Hueles como una puta salida de los muelles. Qu has derramado sobre ti?" Ria se haba propuesto no estremecerse, y esta vez tuvo xito. "Whisky. La bebida era para el coronel Blackwood." "As que hacas de moza para el lisiado." Ella no respondi. Haba un tono de aspereza en la forma en que Beckwith pronunci las palabras. El olor del whisky era tan fuerte que no poda decir si haba estado bebiendo. "Una criada de taberna", dijo Beckwith. "Disfrutaras de eso? Sirviendo bebidas para los brutos marineros. Sirviendo a las rdenes del regimiento." "A dnde vamos?" Ria luchaba por no caer en la desesperacin. Ella estaba llegando a entender que a Beckwith le gustaba la idea de hacer que le temiera. Tampoco lo desafiara tal como l deseaba. l no respondera como lo haca Oeste. La diversin de Beckwith era someterla, no seducirla. El no aplaudira su esfuerzo, no lo apreciara. Cuando Beckwith la mir, no haba piedad en su mirada oscura, slo desprecio. Era el tipo de mirada reservada para alguien que deba comprender que la lucha era intil. La mosca en una tela de araa. La polilla en la cera caliente. La abeja en el tarro de cristal invertida de un colegial. As era como Beckwith la vea, mereciendo su estudiada, su fascinacin, y, finalmente, su fra compasin porque no haba ms esperanza para ella que la que tenan la mosca, la polilla, o la abeja. Beckwith se qued en silencio durante tanto tiempo que Ria crey que no tena intencin de responderle. Cuando finalmente habl, su respuesta fue un enigma. "Vamos a un lugar que ser a la vez familiar y extrao. Usted lo ha visto muchas veces, pero no lo conoces." Incluso entre las sombras profundas del carro, Ria observ que pareca extraordinariamente satisfecho con su respuesta. Ella no revel su impaciencia y se las arregl para mantener su voz cuidadosamente neutra. "Jane estar all?" S. Oh, s. No vaya a creer que voy a mentirle, seorita Ashby. Todo lo que va a pasar depende de usted, y sepa que hablo slo la verdad. Si digo que lo har, lo har." Ria se mantuvo muy quieta cuando Beckwith agarr su barbilla entre el pulgar y el ndice. Se haba puesto los guantes y el cuero se senta fro y ligeramente spero contra su piel. No haba ningn indicio de dulzura en su agarre. "Si yo digo que se har, se har. Entiendes lo que te estoy diciendo?" "S". "Me pregunto" Le solt la barbilla. "Mustrame tus manos, seorita Ashby." Desconcertada, Ria solt la capa. Sus guantes hasta el codo brillaron plidos cuando el carro pas bajo una linterna de la calle. Levant las manos en frente de ella, despreciando el gesto de rendicin que imlicaba. Ahora saba lo que Beckwith hara y no hizo ningn intento por quitarlo de encima cuando sus dedos le rodearon las muecas. "Voy a tener tu boca ahora." Bajando la cabeza, puso su boca sobre la de ella con fuerza y apret los dientes contra los labios cerrados. Ria sinti el sabor de la sangre, aunque si era de ella o suya no fue posible saberlo. Su falta de cooperacin no alivi la presin que le aplicaba Beckwith. El estmago de Ria se revolvi. Se pregunt qu satisfaccin encontrara Beckwith con el sabor de la bilis en la garganta. Su ltimo pensamiento antes de vomitar fue que debera haber comido ms en la cena.
A su regreso a la recepcin, Oeste no se sorprendi al encontrar
que el coronel segua all rodeado de personas. Se acerc al crculo alrededor de Blackwood pero no lleg a convertirse en parte de l. Escuch a medias lo que el coronel estaba diciendo al pblico agradecido, permitiendo al mismo tiempo que sus ojos vagaran por el saln de baile. En dos ocasiones le pareci vislumbrar a Ria, pero cada vez que las mujeres se volvieron en su direccin, su error fue inmediatamente evidente. Le pareca que Elizabeth podra haber aprobado un color que no fuera el verde menta que Ria llevaba. A su modo de ver, haba demasiado de ese color esta noche. Observ esa tonalidad fra una vez ms, pero esta vez en una mujer de casi el doble del tamao de Ra. La mujer se dio cuenta de la atencin que le prestaba mientras pasaba frente a l y le dio una sonrisa coqueta sobre el hombro de su pareja desprevenida. Oeste lanz un guio por su valenta y se alegr de escuchar su risa encantada. La madre de Eastlyn ni siquiera fingi escandalizarse. La vio tocar ligeramente a su marido en la mejilla para que no mirara a su alrededor para encontrar la causa de su diversin. Como Sir James y Lady Winslow se dirigieron a la pista para el vals, Oeste dio cuenta de que an no haba visto a Este o Sophie en el saln. Sus ojos vagaron por los invitados de nuevo, esta vez en busca de la corpulenta figura de Este y su pelo castao. Cuando l no lo encontr, busc a Norte. Esa brillante cabellera era del color del sol y fcilmente identificable en una multitud, pero no esta vez. Con el ceo fruncido ahora, la penetrante mirada verde de Oeste busc a Southerton e India Parr. Se haban ido tambin. Incluso el espacio al lado de la maceta de helechos estaba desocupado. Oeste volvi a ingresar por el vestbulo de entrada y mir el armario debajo de las escaleras. Oeste saba que ya no estaban usndolo, pero se cuestion quin podra estar ah. Lo abri. "Le pido perdn ", dijo, maldiciendo mentalmente su lamentable mala sincronizacin. El caballero no sali de debajo del vestido de la dama, por lo que Oeste no pudo estar seguro de su identidad, pero las caractersticas exquisitas de Grace Powell fueron perfectamente visibles, al igual que sus pechos desnudos, una buena extensin de su pantorrilla y su muslo. Dadas las circunstancias, Oeste pens que su seora le mir con gran aplomo. Aunque ella se ruboriz lo suficiente, no hizo ningn intento de cubrirse y, por un momento, pareci como si quisiera invitarlo a unirse a ellos, o al menos quedarse a mirar. Oeste seal al hombre de rodillas en el suelo delante de ella, con la cabeza hundida entre sus muslos. "No es Sir Alex Cotton, verdad?" susurr. Lady Powell dio una pequea sacudida negativa y le despidi con la mano. Inseguro de si poda creerle, Oeste mir al caballero por segunda vez, e identific la librea de los sirvientes de su anfitrin. Un lacayo? Lady Powell tuvo la suerte de que fuera l quien los descubriera, ya que saba que poda contar con su discrecin. "Querrs que asegure la puerta", dijo Oeste a modo de despedida. Se agach para pasar el dintel, la cerr, y luego apoy el hombro casualmente contra ella. Varios invitados que se arremolinaban en la entrada de la sala de baile haban tomado nota de su peculiar comportamiento. l les sonri dbilmente y no ofreci ninguna explicacin. Cuando oy que la puerta quedaba firmemente asegurada, se enderez y dej su puesto. Si lady Powell mantena un control tan firme sobre la puerta como lo haba hecho con la cabeza del lacayo desventurado, no experimentara ms interrupciones. Oeste volvi a la sala de baile y descubri que la reunin alrededor del coronel haba disminuido, pero no por completo. Dos directores de la East India Company estaban presentes en el grupo, junto con sus esposas y varios de los representantes del Prncipe Regente. Prinny mismo haba ido y venido, pero haba permitido que muchos de su squito se quedaran para continuar expresando la admiracin de la Corona para con el xito de coronel. Mientras Prinny haba estado de pie al lado del coronel, Oeste habra tenido que tomar una postura ms prudente. Desde que el regente estaba ausente, Oeste sigui adelante con toda la sutileza de un elefante. "El coronel tiene expresamente prohibido agotarse", dijo Oeste. "Y yo soy el desgraciado que debe cumplir el edicto de su mdico. Ustedes nos disculpan, verdad?" Sin darle oportunidad a Blackwood para montar un argumento o permitir a sus simpatizantes decir otra palabra, Oeste agarr la parte posterior de la silla de ruedas y lo empuj con decisin hacia el pasillo. "Tienes un destino en mente, imagino", dijo el coronel secamente. "Si no es as, hay una biblioteca que puedes encontrar por este camino. La tercera puerta, creo que, a continuacin, a travs de la galera." La biblioteca no estaba desierta, como Oeste haba esperado. Varios invitados estaban de brazos cruzados charlando cerca de la chimenea, otro estaba subido en un taburete y examinanaba los ttulos de los libros de los estantes superiores de la sala. Un joven y su linda compaera compartan el sof, tocndose los dedos. Rompieron este contacto con aire de culpabilidad cuando entr Oeste empujando la silla de ruedas del coronel. Oeste pens que deba despedirlos, pero fue Blackwood, quien explic que necesitaba unos momentos de intimidad. Fueron inmediatamente obedientes al desocupar la habitacin. "No tena ni idea de lo que les dira, " apunt el coronel cuando qued solo con Oeste. "Pero sospecho que te gustara que creyesen que estoy golpeando las puertas de la muerte." Hizo una pausa, esperando que Oeste se sentara al otro lado de la silla. El vaso de whisky en la mano le impidi sealar con comodidad. "Ya has visto que los dems se han ido, entonces. Eso explica tus acciones precipitadas. No est bien en ti, Oeste. Cuento con t prudencia y sentido comn de no llamar la atencin sobre t mismo en la forma que acabas de hacer." En otras circunstancias, Oeste habra recibido la reprimenda del coronel con una respetuosa inclinacin de cabeza, independientemente de si l pensaba que el reproche era merecido o no. Era una seal de la considerable agitacin que segua reprimiendo que no lo hiciera ahora. "Se supona que ninguno de ellos se ira hasta que regresara. Ese era el plan que acordamos". "Y al igual que para conseguir una levita decente, fue necesaria alguna modificacin," dijo Blackwood con calma. "Este, no pudo retrasar la salida de ninguno de los dos caballeros. Para que no pienses que hizo un pobre intento, te dir que Lady Sophia tambin intent disuadirlos. Estaba claro para nosotros que estaban ms que decididos a irse. Dado que an no habas llegado, haba que tomar precauciones. Eastlyn y Lady Sophia se fueron detrs de ellos para desviar las sospechas. Norte sigui el rastro de Sir Alex, y Sur el de Herndon." Oeste sinti una presin poco familiar en el pecho. Fue un cambio muy sutil en sus planes. "Qu piensa de que Herndon y Cotton se hayan ido antes que el invitado de honor? Hablaron con usted esta noche, no es as?" "Me presentaron sus respetos. Me dieron las gracias." l se encogi de hombros. "El acuerdo de Singapur engrosa sustancialmente sus arcas. Es obvio que estuvieran agradecidos." "No hicieron mencin de los obispos?" "Ninguna." Oeste saba que era poco probable que lo hicieran. Herndon y Cotton eran un enigma. El acuerdo se logr porque cinco de sus compaeros obispos fueron derrotados, sin embargo, se hicieron an ms ricos por esa derrota. "No sospechan que sabemos que son miembros de la sociedad?" El coronel neg con la cabeza. "No hay ninguna razn por la que deberan sospechar." Tom un sorbo de su bebida y disfrut del calor lquido al bajar por su garganta. "Creo que es probable que notaran tu ausencia en la recepcin." Oeste asinti. Su pensamiento haba estado girando en la misma direccin. "Eso explicara su deseo de irse." Se permiti una leve sonrisa burlona. Creo que ellos no confan en m." "Me imagino que tienes razn. Dime, qu beneficios obtuviste en tu incursin? Supiste de algo que nos vaya a ser til, espero." "Slo la prueba de que comparten el inters de Beckwith en las artes erticas. Nada que insine el paradero de la seorita Petty. La coleccin de Herndon es ms variada que la de los otros, pero l ha estado coleccionando sus obras durante un largo perodo de tiempo. Si hay un tema, no es sexual, o ms bien no es slo sexual. Estos hombres gozan con someter a las mujeres. Ellos practican un ritual, creo, un rito sdico que juegan cada vez que se les antoja." "Con la academia de la seorita Weaver como su jardn secreto", dijo el coronel. l, efectivamente, se senta mucho ms viejo que sus aos. "Perdname. No debera admitirlo, pero yo preferira que t y yo estuviramos tramando la muerte de Napolen de nuevo. All, por lo menos haba honor. Estos obispos no tienen ninguna dignidad. Tomando nias de los hogares de huerfanos, que ya han sido mantenidas, educadas, entonces se las llevan y las usan para sus propios placeres..." Blackwood se tom de golpe lo que quedaba de su bebida. "Supongo que no querrs resolver esto de una manera pblica." "No. Hay demasiados inocentes que se veran perjudicados. Cualquier denuncia pblica tendra graves consecuencias para las jvenes." "No es posible sacar a todos los administradores?" "No, aunque es tentador." Oeste pein su cabello con los dedos. "Tengo que encontrar a Jane Petty primero", le record a Blackwood. "Entonces podr exigir su renuncia. Es una solucin pobre, lo s, y no es tan satisfactoria como cortarle los cojones, pero es lo nico que queda por hacer para que Ria y la escuela no sean tocadas por el escndalo." "Vas a esperar noticias de Northam y Sur?" pregunt el coronel. Oeste asinti dbilmente. "Yo no tengo la esperanza de que Herndon o Cotton les lleven hasta Jane. Si ellos se fueron porque saban que me haba ido, entonces es probable que simplemente regresaran a sus hogares." "Has dejado todo en orden?" "Lo hice." Nunca sabran con certeza que l haba estado all, hasta que de los dijera. "La reunin dentro de dos das..." El coronel hizo una pausa, ajustndose las gafas. "Ellos quieren tenderte una trampa, sabes?" "Lo s." "No me gusta". Oeste sonri. "Me complace or eso." "Daniel en la guarida del len," murmur el coronel. Observ detenidamente a Oeste. "Y no te hagas ilusiones de que el len no pueda comerte. Dios no est necesariamente de t lado." Entonces es bueno que t lo ests." Blackwood gru suavemente. "Llvame de nuevo a la sala de baile. Te puedo asegurar que mi ausencia se ha notado y hay ms de media docena de hombres planeando lo que van a decir sobre mi tumba." Oeste ri entre dientes. "Tal vez exagerar el estado de tu salud." Ajust su vaso vaco entre las rodillas, y el coronel empez a girar su silla para que Oeste la tomara. "Recogers a la Miss Ashby antes de irte?", dijo, "A menos que quieras que yo la lleve a Oxford Street. " "Perdn?" Oeste agarr la silla del coronel y la la dio vuelta bruscamente. "Qu quieres decir, con que debera recoger a Miss Ashby? No se fue con Norte y Elizabeth?" "Tranquilzate, Oeste. Ella est bien, o por lo menos lo estaba." Blackwood vio que estaba empeorando las cosas con su explicacin, no mejorndola. La mandbula de Oeste estaba rgida por el control que ejerca; un msculo palpitaba en su mejilla. "Se fue a la sala de refrescos." Levant su vaso. "Reconocers que era una odisea llegar hasta all. Ella tropez con Lady Powell en el pasillo y derram mi whisky en su vestido. Lady Powell me dijo que la Srta. Ashby se retir al saln para reparar los daos lo mejor que pudo. Est esperndote all. Dadas las circunstancias, no pens que querra acompaar a Norte y Elizabeth, y que preferira volver directamente a su residencia". "Usted habl Lady Powell?" "S. Cuando me trajo mi bebida." "Dnde queda ese saln?" "No sabra decirte." Oeste mantuvo su frustracin bajo control, pero por muy poco. Empuj la silla del coronel de nuevo a la sala de baile, se asegur de que estuviera cmodo, luego busc un lacayo que le mostrara el saln. No queriendo crear un gran revuelo, llam suavemente, luego llam el nombre de Ra. Cuando no hubo respuesta, intent abrir la puerta. Se hizo a un lado para permitir que el lacayo tratara de abrirla. "Parece que est trabada, Su Gracia. Voy a buscar al primer mayordomo. l tendr la llave." Oeste se agach y mir por la cerradura. "No se preocupe. Algo se ha atascado en el interior." Contrariamente a lo que pensaba el resto del club de la Brjula, Oeste no siempre llevaba un cuchillo en su bota. En esta ocasin, lo llevaba en la manga de su casaca. Para el lacayo que estaba mirando por encima del hombro, la hoja apareci como si hubiera sido arrebatada del aire. Oeste ignor el murmullo asustado del hombre y se dedic a forzar la cerradura. Slo unos pocos segundos pasaron antes de que tuviera la ofensiva pieza colgando de la punta de su cuchillo. "Pero si es un arete!" dijo el lacayo. "Qu piensa usted de eso?" Oeste saba exactamente qu hacer con l. Haba vislumbrado uno igual antes, y slo uno. Mir por el pasillo hacia el armario debajo de las escaleras. Guard el pendiente de oro y marfil, pero no su cuchillo, luego despidi al lacayo. Tan pronto como el siervo le hubo dado la espalda, entr a la sala. Su corazn golpe con fuerza contra su pecho. Preparndose para descubrir que estaba vaco, no era lo mismo encontrarlo as. Mir rpidamente a su alrededor y vio que no haba salida de la habitacin, excepto por la puerta por la que haba entrado y las que conducan al exterior. Ria realmente haba estado all, y la copa de jerez que encontr confirm sus sospechas, entonces ella podra haber salido por las puertas francesas. Trat de imaginar por qu razn haba tenido que hacer eso. Nada se le ocurri, excepto que tal vez estaba desperdiciando un tiempo valioso. Haba poco que ganar haciendo conjeturas cuando l posea esa informacin escasa. Toc el pendiente en su bolsillo, y luego fue en busca de su duea Lady Powell tena mucho que responder. Ria se despert en una cama. Su primer pensamiento fue que no era la suya. Se pregunt si era la inclinacin natural de toda persona tratar de orientarse mirando su entorno, luego se pregunt cmo haba llegado hasta all en segundos. Era mucho ms fcil contestar la ltima pregunta. Tena vvidos recuerdos de haber vomitado sobre Lord Jonathan Beckwith, as como de haber sido arrojada al piso del carro despus. El Administrador se haba asegurado de que ella supiera que su persona le resultaba fastidiosa. No haba lugar para ella en el que pudiera evitar los bruscos golpes de sus botas. La posicin de erizo fue todo lo que pudo hacer para defenderse al menos de recibir patadas en la cabeza. Se estir con cuidado, sintiendo el dolor en el hombro, la cadera y la espalda, y sabiendo que podra haber sido mucho peor. El sabor en su boca la hizo querer vomitar de nuevo. Llev sus piernas hasta el pecho y rodando sobre su costado, luch contra las nuseas. El primer indicio de que no estaba sola en la habitacin, fue cuando alguien puso un vaso de agua fresca en un ngulo un tanto incmodo de sus labios. "Bebe esto, Srta. Ashby." Ria no mir el vaso, sino que agarr las manos que lo sujetaban. Las lgrimas que nublaban su visin no tenan importancia porque la voz era precisamente tal como la recordaba. "Jane", susurr. "Querida, dulce Jane." Captulo Quince Ante la insistencia de Jane, Ria bebi. Cuando retir el vaso, se sent y cogi el brazo de Jane cuando la chica comenz a levantarse. No, no te vayas. He estado muy preocupada. Necesito Jane se apart suavemente de las manos de Ra y se levant. "Est bien, Srta. Ashby. Yo slo voy a encender una vela para que pueda ver por s misma que estoy bien. "Dej el vaso en el lavabo, cogi un candelabro, y utiliz las brasas de la chimenea para encender la mecha. Cuando regres a la cama, llevaba la vela por lo que su luz le baaba el rostro, pero una vez que estuvo al lado de Ra, se la ofreci para que hiciera su propia inspeccin. "l te golpe, seorita?" pregunt ella. "Tu labio est hinchado." Ria se llev los dedos a la boca. Su labio inferior estaba de hecho partido. "No recuerdo haber sido golpeada." Us la punta de la lengua para delinearlo y sinti un resabio de sangre. El recuerdo de la boca de Beckwith en la de ella era suficientemente claro como para hacer que se asqueara. "l me dio un beso." Jane se limit a asentir, luego seal el hombro de Ria. "l no puso su boca aqu tambin no es cierto?" Mirando hacia abajo, Ria examin la curva de su hombro desnudo. La piel ya estaba ligeramente descolorida a causa de lo que haba sido un golpe furioso. Lo que le molest ms al ver su lesin fue constatar que ya no llevaba su vestido, ni siquiera su propia camisa. En cambio tena puesto un camisn de tan buena batista que era casi transparente. "Dnde est mi ropa?" Pregunt Ria. "Ya no est". "Ya no est? No entiendo. Quieres decir que se la llevaron?" Jane neg con la cabeza. Puso el candelabro en el borde del lavabo, luego sumergi un pao en una cuenca de porcelana. Las gotitas de agua salpicaron el frente de su propio camisn de batista, que se peg a su piel hasta que Jane lo separ. "Usted no necesita ropa. Todas llevamos camisones aqu." Ria dej caer la cabeza hacia atrs cuando Jane apret el pao fro y hmedo en su frente. El dominio de emociones de la nia era desconcertante. No haba lgrimas. Ni histeria. Ni alivio de ningn tipo. De hecho, Jane no mostraba ninguna clase de emocin. Ria sujet el pao en su lugar mientras los dedos de Jane lo soltaban. "Ests bien, Jane?" le pregunt en voz baja. "S". Ra percibi que Jane le rehuia la mirada. "Quin es todas?" Pregunt. "Dijiste que todas usamos camisones aqu. Quin es todas?" Jane se encogi de hombros. "No ests autorizada a decrmelo? Es eso, Jane? Sr. Beckwith te ha dado instrucciones de no hablar conmigo." Ante la falta de respuesta, Ria intent otra tctica. "Esta es la casa de Sir Alex?" "No, seorita. O ms bien no se trata slo de su casa." Ria tuvo que esforzarse para escuchar la respuesta de Jane. "No puedes hablar?" Cuando Jane no dijo nada, Ria entendi que era toda la respuesta que iba a recibir. Su propia voz se convirti en un mero susurro. "Estamos en Londres?" "S". Ria retir el pao de su frente y lo apret brevemente sobre su labio inferior. Sus ojos se movieron por la habitacin escasamente amueblada. No haba nada en la cmara pudiera darle una pista. No haba figuritas sobre la chimenea. No haba reloj con cantos dorados. No haba cuadros adornando las paredes con paneles oscuros. Haba un espejo de cuerpo entero de pie en la esquina, cerca de la puerta, y un lavabo estaba situado cerca de la cama. No haba armarios ni bales. Ni roperos para ropa blanca. El piso tambin estaba desnudo. En la misma pared que la chimenea haba una puerta que se confunda con el panel. Ria levant la barbilla en direccin de la misma y le pregunt con su mirada. "Para recibir visitas", dijo Jane. Esta respuesta inicialmente sorprendi a Ria, entonces se asust mientras consideraba que significado tena lo que Jane quera transmitirle. "Yo no conozco este lugar", susurr. "El seor Beckwith dijo que sera familiar para m." Jane tom el pao de manos de Ria. "Yo no s nada de eso. Debo mojar esto de nuevo para usted?" "No." Ella observ a Jane doblar cuidadosamente el pao en cuartos y colocarlo en el borde del cuenco. Los dedos de la chica temblaban ligeramente, el nico signo externo de que la compostura era fingida. El movimiento llam la atencin de Ria hacia los delgados brazaletes de oro, que rodeaban cada una de las muecas de Jane. Sus ojos se dirigieron inmediatamente a sus propias muecas para ver si las mismas bandas se haban colocado en las suyas. Cuando vio que no tena adornos, tambin comprendi que no siempre sera as. "Puedes quitrtelas?" Jane escondi sus manos rpidamente. Las llev a su regazo y trat de cubrir sus muecas. Sus dedos eran inadecuados para la tarea y cuando Ria le puso una mano sobre la de ella, dej de agitarse y permiti que le tomara las manos entre las suyas. Inclin la cabeza, los ojos bajos, incapaz de mirar a cualquier lugar excepto su regazo. "Fueron hechos para m, seorita Ashby." Ria se apart de la cabecera de la cama y levant una de las manos de Jane para examinar el brazalete. Las muecas de la chica eran pequeas y delicadas y la diadema de oro tena un ajuste perfecto. Ria trat tentativamente de bajarlo hasta la mano de Jane. No pudo ir ms all de su mueca. En busca de un broche, Ria volvi el brazalete y encontr slo un remache, elevado en la superficie para mostrar donde se haba cerrado a presin. Las pulseras se haban hecho para Jane. "Has tenido ocasin de usarlos?" pregunt con cuidado. El pequeo escalofro que recorri la figura encorvada de Jane fue respuesta suficiente. Ria apart las mantas y se puso de rodillas. Puso sus brazos alrededor de los estrechos hombros de Jane y abraz a la nia como si fuera su madre. Aun as no hubo lgrimas; Ria no las esperaba tampoco. Jane pareca demasiado herida para llorar, o tal vez demasiado temerosa. Se estremeci con el abrazo, pero no emiti ningn sonido, y Ria se dio cuenta de que ella nunca se permitira el lujo de derrumbarse. Se qued rgida e inflexible en los brazos que estaban destinados a consolarla. Ria afloj sus brazos y permiti que Jane se enderezara. Toc su cabello rubio y sedoso con los dedos, separando algunas hebras enredadas en su nuca. "No puedes decirme nada en absoluto, Jane?" Ella sinti la pequea sacudida, de la cabeza de Jane y no insisti. Ignorando el dolor en los hombros y la espalda, Ria dej la cama. Se lav la cara en la palangana, luego se enjuag la boca por segunda vez. El suelo era miserablemente fro bajo sus pies, pero ella se lo tom como una buena seal de que no era insensible a l y resueltamente termin sus abluciones. Consciente de que Jane estaba observndola, comenz a explorar la pequea habitacin. Salvo por una claraboya, no haba ventanas. La claraboya no se prestaba para escapar, pero pareca puesta all con el propsito de burlarse de uno por la posibilidad. Ria vio inmediatamente que no podra pedir ayuda. La cama no era lo suficientemente alta, y no haba sillas que pudiese apilar. No haba herramientas en la chimenea a su alcance, y nada poda ganarse rompiendo el vaso. Recorriendo el permetro de la habitacin no encontr nada particularmente til. La puerta del panel estaba bien cerrada, y sus intentos de abrirla fallaron. Por el rabillo del ojo, vio que Jane no se movi de la cama. Estaba segura que ella saba que la puerta no se poda abrir, pens Ria. De otro modo podra haber tratado de evitarlo. A cada lado de la chimenea, un gancho de hierro se hallaba fijo en la pared. Ria asumi que estaban all como soportes para los candelabros. Cuando se dio la vuelta y vio an ms ganchos en las otras paredes a diferentes alturas, comprendi que tenan un propsito mucho menos benigno. Echando un vistazo a Jane otra vez, vio que la chica estaba acariciando uno de los brazaletes como con agitacin, pero tambin podra haber sido una forma de comunicacin. Ria se movi rpidamente e hizo un intento superficial para abrir la otra puerta, sabiendo muy bien que no ofrecera ninguna salida. Regres de nuevo a la chimenea y se puso de pie frente a ella, tratando de calentarse. "No hay carbn?" pregunt. "Si yo pudiera conseguirlo, tal vez podra hacer que las brasas diesen ms calor." "Tienes que volver a la cama", dijo Jane. "Voy a buscar carbn, pero usted debe acostarse primero." Ria obedeci porque senta curiosidad. Temblando ahora, se sent y coloc las mantas a su alrededor. Jane, se dio cuenta, pareca casi inmune al fro penetrante de la habitacin. La chica se levant y cruz la habitacin hasta la puerta del panel. Dio dos golpes secos con los nudillos. Un momento despus, la puerta se abri y desapareci a travs de ella. Ria no pudo levantarse de la cama lo suficientemente rpido como para seguirla. Su intento la dej con un pie en el suelo y el otro todava enredado en las sbanas. Frustrada, se dej caer sobre la cama. Pasaron varios minutos antes de que la puerta se abriera de nuevo. Jane entr, llevando varios leos en los antebrazos extendidos, seguida por Jonathan Beckwith. Jane se puso de rodillas delante de la chimenea y colocando la lea en la estufa. Beckwith cerr la puerta, pero se qued all hasta que ella hubo reavivado el fuego. Ria no vio el atizador de hierro que llevaba hasta que se la alej de su muslo. Presion la punta de la misma en el hombro de Jane, ella se movi a un lado, entonces agit las brasas hasta que el fuego comenz a cobrar vida. Llam a Jane con su dedo ndice, y le seal un lugar a su lado, a continuacin, le mostr el gancho que estaba en el lado izquierdo de la repisa de la chimenea. La boca de Ra se sec cuando Jane camin tranquilamente al lugar que Beckwith seal, levant ambos brazos sobre su cabeza, y ella misma fij sus pulseras de oro al anclaje de la pared. Para ello fue necesario que se pusiera de puntillas, una posicin que sin duda le caus molestias, pero Ria no pudo notar que Jane se molestara en lo ms mnimo por ello. La joven que Ria recordaba como animada y vivaz estaba ahora absolutamente inexpresiva. "Es una buena posicin para ella", dijo Beckwith, inclinndose contra la chimenea. "No lo cree, seorita Ashby?" Ria no tena ni idea de cmo responder a su declaracin escandalosa, ni siquiera teniendo los medios para hacerlo. Beckwith estir su mano para sealar la figura delgada de Jane. Sus ojos, sin embargo, nunca abandonaron los de Ria. "Puede observar cmo se exhibe la hermosa longitud de su cuerpo? Ella tiene senos encantadores. Esta posicin hace que se levanten en el ngulo perfecto para la ofrenda. El fro tiene un propsito, lo ves?" Suspir. "Supongo que el calor que acabamos de aadir a la sala har que esos encantadores pezones desaparezcan. Es una lstima." Ante el silencio de Ra, Beckwith se acerc a la cama. Se detuvo a unos pocos metros de ella y la mir de cerca. "Quiere tomar una copa? Algo ms adecuado para su paladar que el agua. Hay vino. Coac. Brandy. De hecho, estoy seguro de que no hay nada que usted podra solicitar que no est disponible." Hizo una pausa, considerando esa promesa. "Excepto ratafa. Eso no servimos". "Vino". "Por supuesto." Cogi el atizador, sonriendo con cierta afectacin mientras lo haca. "No me gustara sentir esto clavado bruscamente en mi crneo, y sospecho que nada le gustara nada ms que una oportunidad para hacerlo. Es eso cierto, Srta. Ashby?" Ria no lo neg. Tal como lo pens." Beckwith sali de la habitacin. Liberndose de las mantas, Ria se apresur a correr adonde Jane estaba de pie. "No vas a salir de all? Oh, por favor, no apartes la vista. Mrame, y dime que poder tiene sobre ti para que hagas esto por l." Cuando Jane no dijo nada, Ria se puso de puntillas y trat de levantar las pulseras del gancho. Sin la cooperacin de Jane, era imposible. El propio peso de la nia la mantuvo en su lugar. Jane deliberadamente se neg a ofrecer ayuda y la fuerza de Ria no fue suficiente para hacerlo por s misma, no cuando ella comprendi que Jane luchaba contra sus esfuerzos. La voz de Ria convirti en un susurro. "Tenemos que ayudarnos la una a la otra si queremos salir de este lugar, Jane. No puedes estar resuelta a no hacer nada. Yo" Se interrumpi y se alej rpidamente cuando oy un movimiento en la puerta. Hubo muy poco tiempo para volver a la cama y tal vez incluso menos sentido hacerlo. Ria estaba casi segura de que ella y Jane estaban siendo observadas. Ria se puso de pie en medio de la habitacin, con las manos a los costados, mientras la puerta se abra. Ella no apart la mirada cuando Beckwith hizo un estudio completo de su persona enfundada en el camisn casi transparente. Poda avergonzarla nicamente, si ella le permita hacerlo. Tuvo cuidado de no parecer insolente o desafiante, sabiendo muy bien cmo estas actitudes despertaban el temperamento violento de Beckwith. "Su vino", dijo, empujando la puerta que cerr con la punta de su zapato. Cuando hizo clic, l le llev la copa. "Creo que usted lo encontrar de su gusto." Ria acept el vaso y se acerc al fuego. Bebi el vino con cuidado, desconfiando de su gentileza. "Slo es vino", le dijo Beckwith. Ella pens que l pareca divertido por sus sospechas. "Dnde estoy?" pregunt. "Usted dijo que yo iba a reconocer este lugar." Beckwith seal la chimenea. "Ten cuidado de no acercarte demasiado, seorita Ashby. Una sola brasa puede encender la tela de tu camisn. Jane puede decir la verdad sobre eso. Te encenderas como una antorcha." Ria mir a Jane, pero ella se qued mirando fijamente a un punto en el lado opuesto de la habitacin. Si le hubiera ocurrido algo similar a Jane? , se pregunt. O si haba sido testigo de ese horror? Ria bebi ms profusamente de su vino. "No vas a sentarse, Srta. Ashby?" Se le ocurri a Ria que esta invitacin era realmente una orden. Ella decidi no probarlo. Se sent en el borde de la cama, enganch sus talones en el marco, y coloc una manta sobre su regazo. Beckwith neg con la cabeza. "Usted no puede usar la manta en mi presencia. De hecho, no debe cubrirse de ninguna manera, salvo por el vestido que le han dado. Entiende?" "Pero todava hace mucho fro en" Haciendo caso omiso de ella, Beckwith se dio la vuelta y cerr la distancia hacia Jane. Tom la punta arrugada de su seno derecho entre los nudillos de su dedo ndice y medio y lo retorci con dureza. Jane grit, pero el grito de Ria fue ms fuerte. Tirando la manta, Ria se puso de pie. "Djela!" La demanda fue innecesaria, pues Beckwith dej caer la mano tan pronto como ella descart la manta. "Sintese, seorita Ashby." Haba un nfasis furioso dado a cada palabra. Se apart de Jane. "Causa y efecto", dijo simplemente. "Tal vez sea ms claro ahora." Ria asinti lentamente. No hizo ningn intento de tomar la manta. No habra impedido el escalofro que recorri su espalda y eriz el pelo en la parte posterior de su cuello. " Bueno ", dijo Beckwith. " Usted es una estudiante rpida, aunque no esperaba nada menos. Las chicas por lo general no tienen el beneficio de su edad y experiencia para guiarlos en la materia, y puede tomar ms tiempo que la conexin se haga evidente en sus mentes. Jane es uno de estos casos". Mir a Jane. "Usted puede hablar, querida. Cuentale a la Srta. Ashby cuntos latigazos marqu en la espalda y muslos de Sylvia antes de que aprendiera la obediencia debida." "Cuatro latigazos, Srta. Ashby." Beckwith palme la mejilla de la chica a la ligera. "Y ahora est muy bien disciplinada" Dej caer la mano, pero sus dedos le rozaron la garganta y pasaron ligeramente sobre la punta del seno que haba apretado con tanta saa minutos antes. Dndose la vuelta, l mir de nuevo a Ria. "Estamos en Londres", dijo. "Esa fue la pregunta, no?" "Qu parte de Londres?" "Numero 48 de Whittington. Alivia su mente conocer ese dato? Nunca estoy seguro de por qu alguien quiere esa informacin intil, pero todo el mundo exige saberla. No le parece peculiar, Srta. Ashby?" Ria no respondi. Antes de que ella entendiera lo que estaba pasando, Beckwith se haba vuelto de nuevo a Jane y la abofete con dureza en la mejilla. "Por qu hizo eso? Yo no" "No has respondido a mi pregunta." Por un momento, Ria no poda pensar en lo que haba preguntado. Su estmago se apret cuando pens que l podra golpear a Jane otra vez porque era demasiado lenta con su respuesta. "No," dijo, mientras se acordaba de la pregunta. "No, yo no lo encuentro peculiar. Supongo que cada uno de nosotros quiere ubicarse de alguna manera. Y, s, alivia mi mente." Sonri. "Pero usted no sabe dnde queda la calle Whittington, verdad?" "No." "Y no tienes ni idea en qu parte de Londres estamos" "No." Beckwith se limit a sacudir su cabeza, todava desconcertado por la importancia que cada nueva integrante de esta casa se empeaba en saber dnde estaban. No era como si pudieran salir por su propia voluntad. "Usted va a querer saber por qu est aqu, por supuesto." "Creo que lo s." l se ri entre dientes. "S, supongo que s. Por lo menos en alguna medida." Meti la mano en el bolsillo de su levita y sac un trozo de cinta. "Extiende tus manos, Srta. Ashby." Ria obedeci sus instrucciones. La lucha fue mantenerse quieta mientras usaba la cinta para medir cada una de sus muecas. Hizo un pliegue en el raso para marcar la circunferencia. Ria quera mirar hacia otro lado y no lo consigui, la imagen de s misma usando las pulseras era demasiado real. "Ven conmigo", dijo Beckwith. No importaba que ella ya no estuviera segura de que sus piernas la sostendran. Se puso de pie rpidamente y esper a ver si lo consegua. "Por aqu". Ella saba que no deba vacilar cuando se volvi hacia la puerta, pero se sinti obligada a preguntar, "Qu pasar con Jane?" "Jane est exactamente donde debe estar." Se detuvo un instante esperando que Ria pusiera alguna objecin. Como no lo hizo, se limit a sonrer con aprobacin, perfectamente satisfecho con su silencio. "Por aqu". l golpe con fuerza la puerta y sta se abri para l. Pas primero y la mantuvo abierta para ella, luego le hizo un gesto para que lo siguiera. Ria se par en el borde del umbral, pero no pudo cruzarlo. Conoca este lugar, tal como Lord Beckwith le haba dicho que lo hara. Era a la vez familiar, pero extrao. Exactamente as. El silln era color azul zafiro. Las pesadas cortinas de terciopelo eran del color de los rubes. Los apliques de luz le daban tonos rojizos a las telas brillantes y se reflejaban en las oscuras paredes de nogal pulido. Era la habitacin que haba visto en la pintura de India Parr. Era la misma silla en la que Sir Alex se haba sentado para su retrato. Era, de hecho, Sir Alex quien estaba sentado sobre la silla ahora, sus ojos azul cobalto evalundola calculadoramente. Lo rodeaba toda la junta de Administradores de la academia de la seorita Weaver, salvo por el ltimo de ellos. Ria no saba si era mejor o peor para ella que el duque de Westphal no estuviera entre los que estaban reunidos para esta infernal bienvenida.
Oeste fue el ltimo en llegar. Fue absolutamente obvio para los
dems que no haba dormido. Ya no llevaba el traje formal de la velada de la noche anterior, pero pareca haber sido reacio e impaciente para beneficiarse de las atenciones de su ayuda de cmara. La prueba de que Finch lo haba obligado a baarse estaba en los mechones hmedos de su cabello cobrizo que se ondulaban en el cuello de su chaqueta, pero no haba pruebas de que hubiera encontrado en su bao la forma de relajarse. A todos los presentes en la casa del coronel, les pareca que Oeste estaba a punto de explotar. Su quietud imperturbable era alarmante. Ellos lo conocan demasiado bien como para suponer que su calma era genuina. Tom asiento en el silln favorito del coronel, de la manera ms informal. Cerr los ojos por un momento, con la cabeza hacia atrs y las manos entrelazadas en el regazo. La postura podra fcilmente haber sido confundida con la de alguien que est rezando, pero para el que conoca a Oeste, era obvio que estaba tratando de recomponer su alma. As que nadie dijo una sola palabra, le dieron todo el tiempo que necesit. Oeste abri los ojos, se enderez en el silln, y sac una tarjeta de su bolsillo. "Esto me estaba esperando cuando regres a casa. Es la razn por la que les envi las notas para que se reunieran conmigo aqu. El coronel les ha contado lo que pas anoche?" Norte asinti. "Me hubiera gustado que nos hubieras llamado antes, Oeste. Sin ninguna novedad relevante, Elizabeth y yo fuimos a casa despus de asegurarnos que Sir Alex se guardaba en su propia residencia." La sonrisa de Southerton fue irnica. "S que he sido negligente al no pedir ayuda cuando ms la necesit, por lo que no puedo reprocharte nada, pero" "Pero vas a hacerlo de todos modos ", dijo Oeste. "Considralo hecho y ahrrame el sermn." "Bien por ti, al ahorrarnos ese discurso ", dijo Este, mientras se serva una taza de t. "Que vamos a hacer, entonces? El coronel dice que la Srta. Ashby muy probablemente se haya ido con Beckwith. Puede ser verdad? Ni siquiera estaba entre los que recibieron una invitacin." Blackwood se ajust las gafas para leer la tarjeta que Oeste le haba pasado. "Por la descripcin que suministr Lady Powell, podemos estar seguros de que era Beckwith." "La seora tiene mucho que responder," dijo Sur. Oeste neg con la cabeza. "Ella fue simplemente una conveniencia para ellos. Si no hubiera sido ella, hubieran encontrado a alguien ms para hacerlo." El coronel levant la vista de la tarjeta. Se la entreg a Oeste. "Dices que la tarjeta lleg esta maana?" "No. El Sr. Blaine me dijo que la entregaron poco despus de la medianoche. Pero la recib cuando volv a casa." Eastlyn marc la tarjeta con la ua antes de pasarla a Sur. "Queran que la veas mucho antes, entonces." "S. Supongo que no podan saber que yo iba a iniciar la bsqueda de la Srta. Ashby de inmediato." Sur observ la tarjeta un rato largo y luego la pas directamente a las manos de Northam. "Admitirs que fue una de las decisiones ms imprudente de las que has tomado. Con tantas horas que han pasado en el nterin, bien pueden creer que no vas a ir a buscarla en absoluto." "Es posible", dijo Oeste. "Pero han tenido acceso al intercambio de cartas entre nosotros. Creo que saben que no voy a evitar una confrontacin." Norte desliz la tarjeta entre dos dedos de la mano extendida de Oeste. "Eran cartas de amor, verdad?" "Yo fui un poco lento en la declaracin de mis sentimientos ", dijo Oeste. "Le propuse matrimonio en primer lugar." La reaccin de sus amigos fue variando de manera uniforme hasta tornarse ligeramente divertida. "S, bueno, ella me perdon. Me gustara pensar que no se extendi imprudentemente en la redaccin de las cartas." Su mirada vag por cada uno de ellos. "Estn conmigo, entonces?" Sur dej la taza en el platillo. "Esa es una pregunta tonta. Ciertamente no estamos reunidos a esta hora porque estamos de parte de los obispos." Esta afirmacin fue apoyada por los otros. "No tienes ms que decirnos tu plan." "S," dijo Oeste. "Mi plan. Voy a exponerlo directamente." Golpe la tarjeta con el dedo ndice. "Estoy familiarizado con esta direccin. Nmero 48 de Whittington. Saben dnde est?" Eastlyn ofreci la informacin. "Queda en el West End. El Webb es un club privado para caballeros. Los primos de mi esposa tuvieron oportunidad de ir all, los admitieron y las cosas que contaron no son las mejores. El conde de Tremont era un obispo, por supuesto, pero nunca se me ocurri que el club podra ser exclusivamente para la Sociedad. Tal vez conozcan el lugar por otro nombre. He odo que a veces se le llama la Casa de las Flores." Oeste dej de tocar la tarjeta. Su tez, plida ya por la falta de sueo, se volvi ms plida an. "La casa de las flores es un burdel". Este consider la mejor forma de contestarle a su amigo. "Voy a depender de que no mates al mensajero". "Adelante." Muy consciente de que Oeste no haba hecho ninguna promesa, Eastlyn continu. "La casa de las flores es de hecho un burdel, uno que satisface ciertas... humm, peculiaridades. Tengo entendido que slo se permite la entrada a los miembros del club. Si bien es cierto que la membresa es slo para los obispos, entonces se deduce que los residentes de la casa sirven a voluntad y placer de la Sociedad". Oeste mir a los dems para ver si tenan algo de importancia para aadir. Se quedaron en silencio, sorprendidos por la informacin de Este. "El nombre del club, de nuevo?", pregunt. "Webb". Hblame de l." Este lo hizo. "No podra ser Webs*ingles: telearaa*?" Pregunt Sur, retomando el hilo de los pensamientos de Oeste. "El nombre que uno asocia con los arcnidos?" "Por supuesto", dijo Este. "Nunca lo he visto escrito." "Araas", dijo Norte en voz baja. "Los obispos son araas." "Eso sin duda encaja, no es as?" El coronel se frot la barbilla con los nudillos cuando reflexion sobre esto. "Tejedoras extraordinarias de la naturaleza. No te parece, Oeste?" Sentndose completamente erguido en su silla, Oeste asinti. "La Academia de Miss Weaver. Las piezas encajan bastante ms limpiamente de lo que uno podra haber supuesto en primer lugar." Ech un vistazo a Eastlyn. "Qu ms sabes acerca de la casa de las flores?" "Slo lo que ya os he dicho. Rumores. Nunca he ido ms all de la puerta de entrada." "Lacayos?" "No. Uno puede ir fcilmente hasta la puerta principal sin ser detenido. La admisin sera un poco ms difcil despus de ah. Se podra requerir una identificacin... una contrasea, tal vez. Algo que" Oeste levant la tarjeta. "Esto?" "Esa, ciertamente puede ser la manera de ganar la entrada, pero si vas a ir con el resto de nosotros..." Su voz se apag mientras consideraba el problema. "Hay tiempo para hacer ms copias? Acudir a Sir James. l lo puede lograr en un par de horas." "No puedo esperarlos, pero sabiendo que lo vas a conseguir en un tiempo considerablemente corto, podrn seguirme luego." Norte levant una mano. "Tenemos que ir todos juntos, Oeste. No t primero, y nosotros a la zaga. Qu pasa si las tarjetas no nos habilitan la entrada?" "Entonces usars tus recursos, aunque espero, encuentren algn otro medio." Ech un vistazo a Este de nuevo. "Hblanos de la casa." "Se encuentra justo en el medio de una fila de otras exactamente iguales a ella. La entrada est por debajo de la planta baja en la parte delantera. Imagino que los sirvientes utilizan la parte trasera. No puedo decirte nada ms que eso." "Ah lo tienes, Norte", dijo Oeste. "Es suficiente para nuestras necesidades. Estoy seguro de que me encontrars. Los administradores estn esperando que yo vaya solo." "Para que caigas en la trampa", dijo el coronel. "Sin lugar a dudas, pero si llegamos juntos puede que no hagan nada en absoluto. Necesito que me revelen dnde est Ria, no que la oculten ms. Ir all solo es un riesgo justificado." "Ese es tu plan?" pregunt Sur. "Entrars como espa y nosotros te seguiremos." "En esencia, s." "No crees que requiere un poco ms de planificacin?" "Wellington hizo que funcionara." les dijo Oeste a sus amigos. "Te refieres a que un soldado, un marinero, y un lince no pueden hacer lo mismo?" Ech un vistazo a Blackwood. "Ni siquiera cuando un coronel lo ordena?"
Ria mir fijamente la bandeja de comida que haba sido trada a
su habitacin. Era slo una comida ligera: Huevos revueltos, dos rodajas de pan tostado, la mitad de una naranja y una taza de t. Ella haba sido convidada a comer, pero no tena apetito para hacerlo. Las consecuencias de rechazar la orden, incluso una tan sencilla como esa, estuvieron a la vanguardia en su mente. Ellos le haban explicado lo que podra esperar mientras fuera su invitada. Visitante. Era la palabra que haban usado en realidad para describir su presencia en la casa, y todava se senta un poco enferma cuando consider la facilidad con que le dieron las explicaciones. Se turnaron para decirle lo que iba a tener que hacer a su debido tiempo. Sir Alex le dijo que su responsabilidad principal sera la de tutora de las mujeres jvenes en sus asignaturas. Todos estuvieron de acuerdo en que la inteligencia mejoraba la personalidad de sus estudiantes, y aunque lamentaron que ya no pudiera ser la directora de la Academia, su llegada aqu sera ms que bienvenida. Lord Herndon le explic que hara tareas domsticas tambin, aunque ninguna que ella debera considerar por debajo de su posicin y todas ellas esenciales para el buen manejo del establecimiento. El invernadero era de su especial inters, y l habl con considerable orgullo del que haba instalado en la casa de las flores. Ria los escuch a todos. Barrera los pisos los martes. Cambiara la ropa de cama los mircoles. Su turno en la cocina sera cada diez das, y se esperaba que asistiera a la cocinera cuando fuera requerida. Fue Lord Beckwith, quien explic que no habra tareas por la tarde, excepto que deseara hacer algo para s misma. "Entendiste?" le pregunt cortsmente. Y Ria asinti. "No habr una ceremonia formal por tu iniciacin," continu diciendo. "Ese rito sagrado se realiza cuando se va a ofrecer la virginidad. Usted no puede ofrecernos eso, verdad?" Ria no tuvo ninguna dificultad en recordar la columna jnica y el altar que estaban tan perfectamente dibujados en el libro y en las pinturas de la seorita Parr. El propsito del altar ya no era una incgnita por develar. "Yo no soy virgen", les dijo. "Eso es cierto. Usted es una puta." "No." "Usted levant sus faldas para Westphal." Ria no dijo nada. "Usted separ sus muslos para l." Ria poda sentir sus ojos sobre ella, sus miradas clavadas en su rostro. Podra haber estado usando una armadura y todava se sentira tan vulnerable como con ese camisn de batista fina. "Usted lo invit a su cama", dijo Beckwith sin inflexin. "Y dej que la tomara." Ria se habra llevado las manos a los odos para no escuchar, pero ellos se las habran apartado. Se vio obligada a escuchar la intimidad de su amor por Oeste descripta en los trminos ms viles imaginables. Y cuando las palabras finalmente le provocaron lgrimas, Beckwith sonri. El recuerdo de su llanto delante de ellos calent las mejillas de Ria ahora. Cogi el tenedor y lo clav repetidas veces en el huevo. Nada de lo que haba pasado la avergonzaba tanto como esas lgrimas. Haban esperado hasta que ella apenas pudiera respirar debido a los estremecimientos que la sacudan, para que Sir Alex la llevara de vuelta a su habitacin y la encerrara dentro. Jane ya no estaba all, y Ria sinti un poco de alivio por su ausencia. Haba comprobado que la puerta por la que haba entrado estaba cerrada. Era demasiado esperar, pens, que alguien cometiera el tipo de error que podra conducirla fuera de ese lugar. Ria se llev el tenedor lleno de huevo a la boca, pero no pudo tragar ni un bocado. El olor de la comida le revolvi el estmago. No poda imaginar ser capaz de tragar algo sin vomitar. Coloc la bandeja en el suelo, y se pregunt si estara siendo observada, incluso ahora. Podra alguien venir e insistir en que ella comiera lo que estaba preparado, o le exigiran que cumpliera con las demandas hechas expresamente por uno de los obispos? Ella no haba recibido la orden de comer, record. La bandeja slo se haba puesto delante de ella. Nadie vino. Ria saba que esto no significaba necesariamente que no fuera observada, y guardando esto en su mente se puso una manta sobre los hombros y se levant de la cama. La casa estaba en silencio, extraamente silenciosa. Excepto por el crujido ocasional de una tabla del suelo bajo sus pies y la fuerza del viento a travs de la claraboya encima de la cabeza, no se oa ningn otro sonido. Por mucho que aborreca la idea de ser observada, la incertidumbre, junto con el silencio, era casi desconcertante. Ria apag la vela en el lavabo de manera que la nica luz de la habitacin vena de la chimenea. Camin el permetro de la habitacin tal como lo haba hecho antes, pero esta vez examinando las paredes revestidas con ms detenimiento, en busca de una rendija de luz que pudiera indicar una abertura a otra habitacin. La encontr junto a la chimenea, justo a la izquierda de donde Jane haba levantado las manos y enganchado sus pulseras de oro en la pared. Ria empuj muy ligeramente el panel, pero se habra quedado asombrada si pudiera haberlo movido. Cuando no se movi, se dio la vuelta y contempl la habitacin desde ese ngulo. Fue capaz de tener una idea de lo que era visible cuando se abra el panel. Se poda ver la mayor parte de la cama, pero Ria pens que si se quedaba cerca de la cabecera, no estaba del todo dentro de la lnea de visin de un observador. El rea justo debajo del panel y a lo largo de la pared de la chimenea tampoco era visible y pararse a un pie de distancia del panel, slo pondra su espalda a la vista. Ria continu su exploracin, pero no encontr otro medio por el cual pudiera ser observada. Ella dese saber qu uso se le poda dar a ese descubrimiento y se conform con el pequeo consuelo de haber dado con l. Cuando el fro de la habitacin la llev de nuevo delante de la chimenea, Ria reflexion sobre lo que Beckwith y los otros le haban dicho sobre su destino. No saba exactamente cundo haba dejado de pensar en ellos como los Administradores de la Academia, slo figuraban en su mente ahora como la Sociedad de los Obispos, y todo lo que Oeste le haba contado de ellos, era exactamente lo que haba comprobado por s misma . Su crueldad an tena la capacidad de quitarle el aliento, pero supuso que con el tiempo llegara a acostumbrarse. Cmo se poda sobrevivir de otra manera? Jane pareca estar bien encontrando un lugar en su interior donde poda escapar de la atencin viciosa de los obispos, y Ria sospech que lo mismo debera hacer ella. Al hacer que una chica sufriera las dolorosas consecuencias de la desobediencia de otra, los obispos haban encontrado un mtodo eficaz para obtener una rpida cooperacin. Ria saba que ella podra ser la causante de que Beckwith o cualquier otro castigaran a Jane, pero nunca les proporcionara deliberadamente una excusa para hacerlo. Pareca probable que las otras chicas no actuaran de manera diferente. La rebelin resultaba poco atractiva cuando alguien ms deba soportar el castigo a pagar por ella. Ria volvi a la cama y se acurruc en el centro de la misma. Cuando una ola de temblor la sacudi, se desliz entre las sbanas, apret las mantas a su alrededor, y se volvi de lado hacia la chimenea. Ansiaba dormir, pero ms que eso, ansiaba escapar. Con ese fin, cerr los ojos y esper a que el cansancio que sujetaba sus extremidades a la cama tuviera la misma influencia en su mente. Esa paz le estaba vedada, sus pensamientos simplemente tropezaron y cayeron unos sobre otros. Oeste. La Academia. Jenny Taylor. Los obispos. De nuevo Oeste. Jane. Amy Nash. El altar. Oeste en su cama. La Sociedad. Murmuracin. Miles de observadores. La publicacin del informe en La Gaceta. Espa. Lince. Marinero. Soldado. Ria no pudo reprimir un estremecimiento, ni volver la cabeza en la almohada lo suficientemente rpido como para ahogar a su pequeo grito. Ya no era una cosa fcil distinguir qu parte de su reaccin era esperanza y cul desesperacin. Siempre haba sabido que Oeste vendra por ella, pero haba evitado pensar lo que significara que lo hiciera. Los obispos la utilizaran para castigarlo, para forzar su rendicin tal como haban utilizado a Jane para doblegarla. Pens que poda soportar cualquier cosa, excepto ver a Oeste cumpliendo las rdenes de los obispos, ese dolor era de otro tipo, y no tena idea de su tolerancia al mismo, ni al de l. Se durmi por fin, a ratos al principio, luego ms profundamente. Si hubo sueos, no los record al despertar. La habitacin an estaba en sombras cuando abri los ojos, la claraboya revelaba que la oscuridad estaba sobre Londres. Se sorprendi de que le hubieran permitido dormir tanto tiempo, pero no lo confundi como una cortesa. Era mucho ms probable que los obispos tuvieran algn asqueroso motivo oculto. Apenas haba comenzado a moverse cuando un movimiento en el pasillo le llamla atencin. Inclinando la cabeza, oy una llave en la cerradura. Casi inmediatamente, la puerta se abri. Jane estaba all, esta vez con Sir Alex un paso detrs de ella. Ria observ que Sir Alex cerraba la puerta y luego le indicaba a Jane que fuera hacia la cama. Ria no se perdi la mirada de preocupacin en el rostro de Jane cuando vio que la bandeja de la comida haba sido ignorada. Jane no habl con ella, pero dirigi su comentario a Sir Alex. "Ella no ha comido. No hay nada en la bandeja que haya sido tocado." La mirada azul oscuro de sir Alex observ el alimento a los pies de Jane. "Tal vez ella piensa que est contaminada. Mustrale que no es as." Jane se inclin, recogi la tostada y la mordi. Trag, y se la tendi a Ria. Sentndose, Ria tom la ofrenda. Tena la lengua como papel de lija, pero se las arregl para tragar un bocado, y luego otro. Sir Alex avanz hasta los pies de la cama y observ en silencio hasta que Ria se comi una parte de todo lo que le haban trado. "Coloca la bandeja sobre la repisa de la chimenea, Jane," dijo, "y luego espsate a la pared." Ria no mir en direccin de Sir Alex, pero sinti que estaba observando de cerca la reaccin de ella en lugar de mirar a Jane. No cometi el error de preguntar por qu Jane deba atarse a la pared. Ahora comprenda que se trataba de una prueba de la obediencia de Jane, y el propsito era simplemente que l as lo quiso. Los ojos de Ria se apartaron de Jane y fueron de nuevo a Sir Alex cuando l meti la mano en el bolsillo de su levita. Pens que simplemente estaba guardando la llave, pero luego se dio cuenta de que l estaba cambindola por otra cosa. Ella palideci cuando vio las pulseras que sostena en su palma abierta. No eran idnticas a los que Jane llevaba, pero su propsito era precisamente el mismo. "Hasta que las suyas estn listas", dijo. "Dame tus muecas." Ria pens que no poda hacerlo, sin embargo, observ que sus manos se extendieron hacia l, con las palmas hacia arriba, como si estuvieran posedas. Lo que Sir Alex coloc alrededor de sus muecas no era de oro sino de hierro. No estaban conectadas por una cadena, pero estaban fijadas entre s. Sir Alex le ense cmo funcionaba cruzando las muecas de manera tal que los ganchos en cada remate se unieran para hacer un hueco para el pasador. Una vez que el pasador estuviera en su lugar, no podra tomarlo con sus propios dedos para liberarse de ellas. Alguien ms tendra que hacerlo, y Ria comprendi inmediatamente que no sera Jane ni ninguna de las otras chicas. Ella sera liberada u obligada, segn el capricho de los obispos. Sir Alex puso su mano delgada en las muequeras. "Son ms pesadas que las que te daremos ms tarde, creo que te gustarn ms. No te importarn tanto las pulseras una vez que las hayas usado por un tiempo." Ria pens que iba a quitar el pasador de entre los puos, pero no lo hizo. Le toc la cara en vez, rozando su mejilla suavemente con los nudillos, y le habl en un tono agradable, el mismo que podra utilizar si estuvieran conversando a la hora del t. "Usted llor muy bien antes," dijo. "A menudo me he preguntado si podra hacerla llorar. Jane llora, sabes, aunque no tan fcilmente ahora como lo haca al principio. Se imagin a s misma enamorada de m. Lo sabas? Vamos, puedes hablar." "S," dijo Ria, muy consciente de la presencia de Jane. "Me di cuenta de eso. No creo que hubiera salido de la escuela de otra manera." "El amor se burla de nosotros, no cree Srta. Ashby?" No esper una respuesta. "Eso sin duda debe ser cierto en su caso. Usted acept al duque bastardo de su cama. Admito que no poda creerlo al principio, pero la seorita Taylor fue muy convincente en su misiva. Ella se encontr con la sorpresa, al parecer, en sus propios apartamentos en la escuela. Fue un descuido de su parte entretener a Westphal all, pero tal vez ms descuidado fue el hecho de no asegurarse de no ser molestada. Como directora, debe ver que su conducta sea irreprochable. Pensamos que podamos contar con eso." Se encogi de hombros. "Parece que no." El pulgar de Sir Alex acarici el labio inferior de Ra. "Crees que Westphal te querr despus de haber estado con nosotros?", pregunt. "Hay una apuesta sobre ello. Vamos a organizar una degustacin. Qu piensas sobre eso?" Sus palabras no significaban nada para ella, pero el gemido apenas audible de Jane hizo que la sangre de Ria se helara. Si esa degustacin podra provocar semejante respuesta en Jane, entonces deba ser algo digno de ser temido. Sir Alex se puso de pie y se acerc a Jane. "Tienes algo que quieras decir?" "No, mi seor." "Entonces, tal vez ests cansada de estar de pie." "No, mi seor." "Mira a la seorita Ashby, Jane, y dile lo que es una degustacin." La cabeza de Jane gir en direccin a Ra. Sus labios se separaron, pero le fall la voz. "Dselo, Jane, o te juro que no voy a esperar para castigar a Sylvia por tu desobediencia. La Srta. Ashby es lo suficientemente experimentada en estas cuestiones." Como para hacer valer su amenaza, Sir Alex comenz a girar de nuevo hacia Ra. "Una degustacin es cuando todos ellos se turnan para estar contigo", dijo Jane en un apuro. "Ellos... ellos se miran entre s y cuentan sus embestidas y hacen apuestas sobre quin se queda ms tiempo entre tus muslos." Ria an no haba recuperado el color de la cara, as que no haba ms que perder. Lo que no pudo hacer por un momento fue respirar. Los ojos azules de Sir Alex se dirigieron de Ra a Jane. La sonrisa que bordeaba las comisuras de los labios hacia arriba mostraban a un ser satisfecho. "Bien hecho, Jane. Creo que lo explicaste muy bien. La Srta. Ashby ciertamente parece haber comprendido el quid de la cuestin." l ayud a Jane a soltarse del gancho y la acompa hasta la puerta. Introdujo la llave y gir el picaporte con una pequea reverencia. "Vamos ", le dijo. "Puedes irte. Estoy bastante seguro de que has descuidado tus tareas." "S, mi Seor." Jane baj la cabeza y se apresur a salir de la habitacin. Ella no fue lo suficientemente rpido para escapar de la palma de la mano de Sir Alex. Su palma aterriz con elegancia sobre su trasero y el sonido de la misma se apag por su exclamacin. Sir Alex cerr la puerta y gir la llave. Ella es una buena chica", dijo mientras se volva hacia Ria. "Dudo que vaya a cansarme de ella pronto." "Qu va a ser de ella?" "Una mejor pregunta sera Qu va a ser de ti? Jane ya no es de tu incumbencia." Sonri de repente. "Pero voy a satisfacer su curiosidad. Este lugar no es muy diferente de la escuela en Gillhollow. Se podra decir que es otra escuela de la seorita Weaver. Tambin damos clases a las nias, en primer lugar, para que puedan servir a nuestras necesidades, y para que luego pueda servir a las necesidades de los dems. Quienes se destacan se convierten en cortesanas, las menos talentosos son vendidas a burdeles. Las mercancas daadas se convierten en prostitutas de la calle". Las mercancas daadas. Hablaba alegremente de las nias que haba utilizado como mercancas daadas. Ria sinti como si hubiera un gran peso presionando contra su pecho; quiso respirar profundamente pero no le fue posible. "Eso es ser traficante de esclavos." "Usted se ha vuelto audaz, de repente, seorita Ashby. Debe aprender a proteger su lengua. Mi paciencia no es infinita. Jane no est lejos, y es una cosa bastante simple llamarla de nuevo." Hizo una sea para que Ria se pusiera de pie, luego le orden que lo siguiera. "No pensaste que poda hacerlo, verdad?" "No." "Probaremos tu vala aqu. Yo soy de la opinin que nos vas a demostrar tu vala en muchas maneras. Vamos, quiero ver si estoy en lo cierto." Agarrando a Ria por las muecas, la llev hasta la pared opuesta a la chimenea y seal el gancho encima de su cabeza. "Los grilletes son ms difciles de encajar, pero creo que puedes manejar la cosa." Ria sinti que sus rodillas se debilitaban, pero permaneci de pie. Entenda muy bien por qu haba elegido ese muro, ese gancho. Su posicin aqu era para que estuviera a la vista de todos aquellos que miraban a travs del panel. No poda decir si haba sido abierto. El juego de luz y sombra en la pared lo esconda de ella, pero sospechaba que el cuarto de al lado no estaba iluminado, por lo que alguien podra observar sin ser visto. Ella levant los brazos por encima de la cabeza tal cmo haba visto a Jane hacer, luego se puso de puntillas para coger el gancho. La postura le tens los brazos. Se requirieron dos intentos antes de que ella fuera capaz de deslizar los puos sobre el gancho, pero su esfuerzo fue recompensado por una ligera relajacin de la tensin en los hombros. Resisti el instinto de tratar de liberarse. Era lo que Sir Alex esperaba, pens. "Hermosa". Sir Alex se hizo ligeramente a un lado e hizo un estudio de sus formas. "Es lamentable que provocaras a Beckwith en el carruaje. Los moretones no se ocultarn fcilmente. A Lord Herndon no le gustan los ptalos de sus flores aplastadas y estoy inclinado a pensar igual. Beckwith, sin embargo, no es tan particular. l encuentra placer infligiendo una cierta cantidad de dolor, y casi otro tanto al ver la reaccin al mismo. Pero no somos todos iguales, Srta. Ashby." l puso sus dedos en su cabello claro y lo coloc hacia adelante, luego sigui el contorno de su figura hasta posar la mano sobre su pecho. Ha estado pensando acerca de la degustacin? Quin crees que va a durar ms que todos los dems?" Ria saba que l esperaba una respuesta. "Pienso que sers t." Sir Alex Cotton dio una carcajada. "Muy bien. S, ciertamente apostar por m mismo." Su mano cay lejos de su pecho y se apoy en la cadera un momento. "Pero, qu hay de Westphal? Podra, l darte mejores embestidas que todos nosotros?" La boca de la Ra estaba seca como el polvo. Su lengua se pegaba al paladar. "Quieres tomar un poco de vino?" Pregunt Sir Alex. Ante su asentimiento, se dirigi a la puerta contigua, llam dos veces, y esper a que se abriera. Se fue menos de un minuto y volvi con un vaso de clarete. "Voy a sostenerlo para ti." Coloc el borde de la copa en los labios y lo inclin con cuidado. l no se movi hasta que ella hubo bebido profusamente. El vino manchaba la boca de forma perfecta de Ria con el color de los rubes. "Encantadora". Ria cerr los ojos mientras inclinaba la cabeza y pona sus labios sobre los de ella. Trat de no darle la satisfaccin de su resistencia, pero le result imposible no retroceder cuando l se apret con fuerza contra ella y oblig a su lengua ms all de sus dientes. La mano que estaba en su cadera se desliz entre sus muslos, y ella se sacudi violentamente cuando el vestido de batista demostr ser una intil barrera para el sondeo de sus dedos. Sir Alex levant la cabeza, pero no quit su mano. "Y bien?", pregunt. "Qu hay de Westphal?" Beckwith desliz el panel hasta cerrarlo y abri los postigos mientras encenda la linterna. Luz baaba la pequea cmara e iluminaba los rasgos duros del hombre a su lado. "Qu crees que le contest?", pregunt. "Ella halagar a Sir Alex, o le dir que t ganars la apuesta?" Los dedos de Oeste se extendieron lentamente. Estaban rgidos y casi sin circulacin de sangre por haberlos tenido durante tanto tiempo en puos fuertemente apretados. "Qu es lo quieres a cambio, Beckwith?" "No es slo por m, Entiendes? Es por la Sociedad." "S. Dmelo." "Tienes que probarte a ti mismo primero. " Observ a Oeste durante un largo rato, como si an estuviera teniendo en cuenta su oferta. "Luego nos entregars al coronel a cambio de tu puta." Captulo Diecisis Ria se mordi el labio para no gritar despus de que Sir Alex sali de la habitacin. Sus brazos y hombros le dolan por la posicin poco natural que ella se vio obligada a mantener. Para soportar su peso, tuvo que pararse sobre los dedos del pie, los msculos de las pantorrillas y los muslos le quemaban por el esfuerzo. Sir Alec no dijo cunto tiempo estara fuera, slo que tena otros asuntos que atender. Ella pens que iba a soltarla. Haba jugado con sus muecas como si quisiera liberarla, pero luego simplemente haba dirigido su palma a lo largo de su brazo, sonri observando su desilusin, y la haba dejado sola para meditar en lo que, iba a ser su destino. Se pregunt si ella estara siendo observada, incluso ahora. Habran apostado los obispos sobre si iba a tratar de liberarse? Era tentador mirar en la direccin del panel, tal como la estaba tentando tratar de arrancarse las bandas de hierro, pero Ria resisti las dos tentaciones debido a Jane. No importa que Sir Alex tratara de diferenciarse de Beckwith, porque a la hora de infligir dolor, Ria haba comprobado que estaban cortados con la misma tijera. Ella cerr los ojos. Haba otro tipo de escape, pens, uno que los obispos no podran evitar tan fcilmente. En su mente, Ria vio el lago en Ambermede. Era verano, y la hierba era alta, y le haca cosquillas en las rodillas mientras corra por la orilla del agua. Arranc una de las campanillas y se la llev a los labios. Sus mejillas se hincharon mientras trataba de hacer un silbato de la misma. El ruido que logr fue estridente a su propio odo y perfectamente molesto para los que la rodeaban. Su madre la llam, "Ria. Ria, ven aqu." Ella no fue, por supuesto. Ni siquiera consider ir. El sol era clido en su cara y una ligera brisa le alborotaba el cabello. El agua le hizo seas con ms fuerza que su madre. Ella abandon la brizna de hierba en favor de girar como una peonza, con los brazos extendidos, como si pudiera abrazar el mundo entero en ellos. "Ria", llam su padre. Ella le prest tan poca atencin como lo haba hecho con su madre. "Maria". Aaah, ella deba estar comportndose mal si alguien se haba visto obligado a pronunciar su nombre de pila. "Reee-a!" Ella se ri. Por qu deba ir hacia ellos? se pregunt. Pareca infinitamente ms importante que se unieran a ella. Ella tomara otra campanilla y jugara al flautista de Hamelin con ellos. Su madre, su padre, el duque... todos ellos dejaran sus mantas y bailaran alegremente su meloda. Ella se apart, mostrndose como una bailarina, los brazos curvados con gracia por encima de ella, sus largas piernas levantadas en punta con elegancia. "Ria". Un coro de voces la llamaba, y ella alegremente ignor los elogios de su pblico. Que vengan a ella, pens de nuevo. Que vengan. "Ria". Oeste dio un tirn en el pasador que acoplaba los puos de Ria. Ella gimi suavemente cuando cayeron los brazos sin fuerzas a los costados. l tir de ella en contra de l y la mantuvo all, sirvindole de apoyo. Su cabeza descansaba pesadamente sobre su hombro. Su abrazo apretado era todo lo que la mantena en pie. "Viniste," susurr. "Saba que lo haras. Los dems, tambin. Dije que vendran a buscarme, y lo hicieron. Yo saba que si jugaba para ellos, iban a venir." Era casi demasiado trabajo esforzarse por sonrer, pero de alguna manera sus labios lograron presionarse contra su abrigo. "Qu sencillo es todo, verdad?" "Shh". Era un secreto?, se pregunt. O slo quera decir que ella no debera hablar? No importaba. No haba nada ms que quisiera decir en ese momento. l la estaba levantando en sus brazos y todo era como debera ser. Oeste acost a Ria en la cama. Trat de aferrarse a l cuando se enderez, pero not que ya no quedaba fuerzas en sus brazos. Ella fue capaz de mantenerlos levantados por slo unos momentos antes de caer pesadamente al colchn. Era una agona para Oeste alejarse de all. Para tranquilizarla, dijo: "No me voy a ninguna parte. Ria lo mir alarmada. "No? Por qu?" Coloc una mano sobre su hombro antes de que pudiera tratar de incorporarse. "Permteme que te de mi abrigo." No fue una respuesta a su pregunta, y Ria estaba empezando a pensar con claridad suficiente para darse cuenta de ello. "Quiero salir de este lugar." "No ms de lo que yo quiero que te vayas. "Se quit la levita, y luego la ayud a sentarse el tiempo suficiente para colocarlo sobre sus hombros. "Deberas ponerlo de forma adecuada." "As es mejor", le dijo en voz baja. "Como si tus brazos estuvieran todava a mi alrededor. "Ria no haba tenido intencin de causarle dolor, pero esa fue la emocin exacta que vio pasar por su rostro, luego se instal en sus ojos. "Todo est bien. No tienes nada que responder." Ella estaba a punto de poner una mano sobre la suya justo antes de que se retirara de su lado. Volvi la cabeza para poder seguir sus movimientos, Ria le vio usar la punta de la bota para empujar los troncos en la chimenea. Uno de ellos dio la vuelta y cobr vida. Ella sonri mientras saltaba hacia atrs para evitar el chisporroteo de las llamas. Oeste se volvi e hizo un gesto hacia el fuego. "Te gustara sentarte aqu y entrar en calor?" Ria neg con la cabeza. "El seor Beckwith me advirti que esta prenda cobra fuego como un pabilo". Ella no perdi el toque sombro de los labios del Oeste, "Pero no importa ahora", dijo. "T has desterrado a los obispos." "Siempre habr obispos." "Entonces tendrs que acabar con todos los obispos. Es un buen comienzo en algunos aspectos. Un final mejor en otros." Oeste se acerc a la cama. Una de las mantas yaca en un montculo a los pies, la otra haba cado al suelo. La levant, la extendi entre sus brazos, luego cubri a Ria y las arremeti a su alrededor. Vio que ella esperaba algo ms de l, sus brazos debajo de ella, tal vez. Sentado en el borde de la cama, Oeste tom una de las manos de Ria entre las suyas. Sacudi los grilletes de hierro. Ella lo miraba de cerca ahora, y se las arregl para no estremecerse al sentir el fro acero bajo sus dedos. "Me gustara quitarte esto si pudiera", dijo. "Lo sabes, verdad?" Los ojos de Ria se clavaron en su mueca. Vio su pulgar pasando por el borde de la banda. Era extrao, pens, haba estado tocndola all y ella no lo haba sabido. Ella le devolvi la mirada. "Sir Alex tiene la llave." "S. Lo s." Su ceo se frunci levemente mientras consideraba lo que esto significaba. "T estabas mirando cuando estuvo aqu?" l asinti con la cabeza. Los dedos de Ria apretaron los suyos. "Por cunto tiempo?" "T estabas fingiendo dormir cuando vi por primera vez. Pens que estabas dormida, pero luego me di cuenta de que no. La Seorita Petty y Cotton llegaron poco despus, y parecieron darse cuenta de inmediato." "Pero si estabas all..." Ria se dio cuenta de que ella todava no entenda. "Por qu no lo detuviste?" Se detuvo porque l negaba con la cabeza. "No poda ir hacia ti", dijo. "Yo no me atrev a hacer el intento." Todava poda or a Beckwith describiendo grficamente lo que le pasara a Ria si daba un solo paso en falso. Incluso ahora, si no tena cuidado, el final poda ser el mismo. Tal vez ya haba dicho ms de lo que debera decir. Era difcil de saber. Beckwith no haba sido claro en cuanto a cules eran las acciones que se admitiran en la negociacin con los obispos. El hecho de que las puertas permanecieron cerradas era una buena seal de que an estaba dentro de los lmites que tenan en mente. Oeste no crea que hubieran vacilado para venir y arrastrarlo fuera de la habitacin. "Nosotros no nos vamos, verdad?" Haba tan poca inflexin en la voz de Ra que era apenas una pregunta. "No, todava no." Ria asinti. Sus ojos se dirigieron hacia el panel, luego mir a Oeste para la confirmacin de lo que ella no se atreva a preguntar. Le apret la mano y lo vio, ms que oy, contener el aliento. En ese pequeo gesto, ella comunic su comprensin. "Lo llaman una degustacin," susurr Ria. Las palabras apenas produjeron un sonido y Oeste tuvo que inclinar la cabeza para orla. "S," dijo. "Escuch lo que Sir Alex te deca." "Por supuesto. Me olvid que estabas all." Oeste tir de la manta hasta que las coloc justo debajo de sus pechos. Dej abierta la mitad de su abrigo y corri el amplio escote de su camisn sobre su hombro porque haba vislumbrado el cardenal antes de ponerlo al descubierto. "Beckwith?" Su asentimiento fue casi imperceptible. Ella saba que haba visto la lesin porque se vea como si fuera a cometer un asesinato. Tal vez sera lo mejor, pens. Pero no ahora. Ahora l estaba movindose con cuidado, incluso con ella, sobre todo con ella. Ria entenda que era porque estaban siendo observados. No estaba seguro, se dio cuenta. Le dola un poco que no pudiera confiar en sus respuestas por completo, pero tambin reconoci su buen juicio. No saba si ella respondera de la manera adecuada si l le deca lo que pasaba realmente, pero no poda garantizarlo. Sir Alex le dijo que este era el lugar donde los obispos ponan a prueba el temple de uno. l haba dicho eso de una manera muy particular, pero Ria pens que podra ser cierto en muchos otros. Quit su mano de la de Occidente y la levant para tocar su mejilla. Sus dedos temblaron un poco, y ella sinti el peso del grillete de hierro, pero ninguna de esas cosas conseguiran doblegarla. "Vamos," susurr. "Todo lo que debas hacer, hazlas antes de que pierda el valor." l agarr su mano y se llev los nudillos a la boca. Le dio un beso all, sostenindola de esa manera durante un buen rato antes de soltarla. "Quieres sentarte?" Ella lo hizo. Era inesperado, no pens ni por un momento que iba a deshacerse de las mantas y quitarle el abrigo de sus hombros, ni que lo que iba a sacar de su bolsillo sera el pasador de hierro que haba junto a sus esposas. "Qu piensas hacer con eso?" Pero incluso mientras le preguntaba, ella saba la respuesta. Oeste la levant y llev el abrigo para colgarlo en el gancho en el que haban estado aseguradas hasta haca tan poco las muecas de Ria. No era frecuente, supuso, que uno de ellos utilizara el gancho como percha para su prenda de vestir. l la mir fijamente, controlando su respiracin, antes de regresar a la cama. Cuando se gir, vio que Ria ya se haba sentado apoyando la espalda en la cabecera, con las manos detrs de su espalda, sus rodillas dobladas hacia el pecho, y mirando con recelo sus puos cerrados, tratando de determinar en cul de ellos tendra el pasador. "No voy a pelear", dijo. "Lo s." Se senta como si su corazn estuviera apretado en una prensa de banco. "Puede sostenerte sobre tus pies?" Ria no lo saba, y no quera averiguarlo. Qu tan rpido haba menguado su decisin, pens. Slo tuvo que mostrarle el perno. Apart la sbana enredada alrededor de sus tobillos y desliz sus pies sobre el borde de la cama. Cuando se puso de pie, las rodillas le temblaron un poco. Su barbilla gir en direccin a Oeste, para luego caer de nuevo cuando vio que l ya no estaba donde ella esperaba que estuviera. "Aqu", dijo. "Te quiero aqu." Ria parpade. Estaba al lado del espejo de cuerpo entero. En un ngulo diferente ahora, y cuando se volvi, su plena complexin estuvo inmediatamente a la vista. Era como si ya estuviera de pie a su lado. Ella decidi que prefera estar all, de hecho, cerr la distancia entre ellos con las piernas sorprendentemente firmes. "Aqu", dijo de nuevo. "Frente al cristal." Respirando entrecortadamente, Ria dio un paso hacia un lado. "Mirndote a ti, no a m." Con cierta dificultad, Ria quit la vista de Oeste y se mir en el espejo, aunque no a s misma. Sus ojos se fijaron en un punto ms all de su propio hombro. Poda ver la mayor parte de la cama detrs. El corazn se le dispar, y cuando trat de cobrar el aliento fue demasiado ligero como para llenar sus pulmones. Oeste se situ detrs y puso las manos sobre sus hombros. Cuando los ojos de Ria volaron hacia l, l neg con la cabeza y le indic de nuevo su reflejo. "Mira mi mano." Levant la derecha y vio cmo sus ojos lo seguan. Se preguntaba qu haba hecho con el pasador, pero l no estaba dispuesto a revelar dnde lo haba escondido. Ria fij su mirada gris azulada en los dedos de Oeste, mientras se arrastraban a lo largo de su clavcula. Senta su contacto, pero era como si estuviera sucedindole a otra persona. Su mano roz su piel tan ligeramente que no podra haberlo llamado una caricia. Si fuera correcto el trmino, entonces dira que sus dedos estaban susurrndole a su piel. Su dedo ndice recorri el borde de su escote, deslizndose a veces debajo del material, rascando su piel suavemente con la punta de su ua. Inclin la cabeza una vez y bes la herida en su hombro, luego se enderez y us ambas manos para empezar a retirar su camisn. Las manos de Ria se levantaron. Se estremeci cuando vio los grilletes de hierro tan claramente expuestos en frente de ella. Durante unos minutos se haba olvidado de ellos, sin embargo, aqu estaban, duros, pesado y negros, un fuerte y aterrador contraste con su piel suave, casi transparente. "Baja tus manos", dijo. Ella las baj lentamente. "No es porque t lo ordenes," dijo con tranquila dignidad. "Slo estoy probando mi vala." Entonces Oeste sonri. Una sonrisa tan dbil, que se esfumo al instante, iluminando sus ojos. "S lo que vales." l puso sus labios contra el pelo sedoso y plido junto a su odo y le dijo que la amaba. Los ojos de Ria volaron hacia l, pero cuando levant la cabeza, no estaba sonriendo. Tampoco la miraba a travs del espejo. Sus ojos estaban fijos en el escote. Ella mir a continuacin su reflejo. Afloj el material sobre sus pechos, primero la curva superior, y a continuacin, lo sac por completo exponiendo los pezones erectos. El camisn le cay hasta la cintura, pero sus manos se quedaron dnde estaban, ahuecando sus pechos. Sus pulgares pasaron sobre los botones sensibles, plenamente excitados. Ella se apret un poco ms entre sus brazos, gimiendo suavemente cuando una ola de calor comenz a recorrerla. Sus ojos se cerraron. "No," dijo. Sus manos se detuvieron. "Abre los ojos". Fue con no poco esfuerzo que ella levant sus pestaas y se qued mirando las imgenes en el espejo. Sus pechos se sentan pesados, ajustndose a sus palmas. Se pregunt cmo sera ver su boca all, mamando de ella, sentir la succin de la lengua y el mordisqueo de los dientes al tiempo que vea los labios sobre su piel. Su respiracin se detuvo. Sus manos fueron de sus pechos a su cintura y se posaron en la curva de sus caderas. Sus dedos eran largos y delgados, de uas pulidas y suaves. Su piel mostraba moretones justo all donde sus dedos pulsaban. No hizo ningn comentario sobre las lesiones visibles en el muslo y debajo de la caja torcica, pero Ria no se perdi la forma en que su mano se detuvo al notar la evidencia de abuso. Con miedo de lo que pudiera ver en sus ojos, ella no mir en esa direccin. En cambio, le vio levantar sus manos para que su camisn pudiera completar su descenso hasta el suelo. Ella sali de la nube de tela sacudiendo sus pies cuando l le se lo orden, a pesar de que apenas fue consciente de ello. No se dio cuenta de tampoco que l lo apart con la punta de su bota. Las manos de Occidente cayeron a sus costados, pero abrazaron a Ria slidamente cuando ella se inclin hacia l. La curva de su trasero descans cmodamente contra sus muslos, la corona de su cabeza se ajust debajo de su barbilla. A juzgar por el oscurecimiento de los ojos y la mirada vagamente inquieta, Oeste dud que alguna vez la hubiera estudiado de una manera tan franca y directa. "Levanta tus manos." Ria parpade. Observ cmo su cuerpo vibr en respuesta a la orden sin inflexiones de Oeste. Levant las manos lentamente hasta el nivel de sus pechos y las cruz por las muecas de la manera que saba que iba a pedirle que hiciera. Lo vio peinarle el pelo hacia atrs con los dedos, y luego el pasador estaba all en su mano otra vez, y l la tom por las esposas, para acoplarlas al igual que Sir Alex haba hecho antes. "Ven", dijo. Ella vacil, sin saber dnde quera decir que fuera. Se haba apartado de ella, pero no indicaba ninguna direccin. "A la cama". Ria mir hacia la cama, completamente segura de que no poda volver sobre sus pasos para ello. Jade suavemente cuando la decisin fue tomada por ella. Oeste la levant del suelo y la llev esa corta distancia. La acost, luego sac la almohada de debajo de la cabeza. "Levanta las caderas." Mordindose el labio inferior con fuerza suficiente para extraer sangre, Ria se concentr en el dolor en lugar de lo que estaba haciendo. No supo que la almohada estaba bajo ella hasta que sinti la presin suave e insistente de la mano de Oeste en la cadera, empujndola hacia abajo. Su piel se retrajo cuando la palma se desliz hasta la parte plana de su abdomen y se pos entre sus pechos. Desliz sus dedos por debajo de las muecas enlazadas y las levant. "Qu ests" Ria le cort la pregunta, estirando la cabeza para ver la verdad misma. Incrustado en la cabecera de la cama haba un gancho al igual que todos los dems en la sala. Era igual que la ilustracin en el libro de Beckwith, se dio cuenta. As era como l haba sabido que el gancho estaba all. Tena la intencin de enganchar sus muecas a la cabecera de la cama, extender sus muslos, y subir entre ellos. Incluso la almohada estaba colocada exactamente como lo haba estado en el dibujo. Ria entendi entonces que se trataba de rdenes especficas de Beckwith las que guiaban a Oeste. Esta exhibicin era para l, tal vez para l solo. Mirando hacia atrs de Oeste, vio la contraccin de su mandbula, Ria no ofreci resistencia mientras le aseguraba los puos. Pens en su imagen al desnudarse delante del espejo de cuerpo entero y sintiendo la atencin de sus manos en su cuello, en sus pechos, acariciando la curva de su cadera y la parte interna del muslo. La haba hecho observar, le ense a ver lo que estaba haciendo con ella casi como si le estuviera pasando a otra persona. Esa es la forma en que ella iba a sobrevivir a esto, pens. Eso era lo que Oeste le haba dado, un medio para sobrevivir. Visto a travs de la lente del ojo de su mente, nunca habra habido nadie ms que ellos dos en esta habitacin. Ria cerr los ojos mientras Oeste pasaba los dedos por su brazo, rozando la parte inferior suave y sensible de su codo. Un pequeo escalofro pas por debajo de su piel. Ella sinti una oleada de tensin y cierta pesadez, no del todo desagradable, sobre sus extremidades. Era como si tuviera conciencia slo de su toque ahora, el peso de su mano en el hombro, ahuecando su pecho, los latidos de su corazn, dejando un rastro en su piel, que termin con sus dedos deslizndose entre sus muslos. "brete para m." Levantando una rodilla, Ria hizo exactamente eso. No trat de evitar esta caricia, sino que se entreg a ella. Si era inevitable que se viera obligado a tomarla, entonces lo ayudara a no hacerle dao, y sinti que responda a la presin constante, e insistente de sus dedos acaricindola. Se dio cuenta de los primeros indicios de rendicin. Sus caderas se levantaron una fraccin. Entre sus muslos, estaba mojada. Hubo momentos en que el calor de sus dedos fue casi imposible de soportar, a continuacin, su toque la aliviara y le dara un momento de respiro. Ella abri los ojos de pesados prpados y lo mir desde debajo de sus pestaas. Lo vio a la distancia y en sorprendente contraste con el calor que provocaba en ella, sus ojos estaban fros. Ria lo habra acariciado si le hubiera permitido la libertad de hacerlo. Habra pasado su mano por la mejilla, borrando las lneas de las comisuras de su boca sombra y el terrible fro de sus ojos. Lo que hizo fue mostrarle su propia necesidad desnuda al someterse a l ahora, a su fuerza. Ella sinti que se quedaba sin aliento cuando l desliz un dedo en su interior. Lo apret por un momento, contrayndose a su alrededor, luego hizo lo mismo, un momento despus, y otra vez ms. Sus talones se clavaron en las sbanas y sacudi sus caderas a contrapunto. No siempre era fcil saber lo que poda y lo que no poda hacer, pero al final, Ria supuso que no tena importancia. Ya no se senta desprotegida; Oeste la haba hecho sentirse deseada ms all de toda razn. Hizo todo lo que pudo para no gritar cuando l apart la mano y se puso de pie. Parado junto a la cama, Oeste comenz a aflojarse la ropa. Mir hacia arriba, cuando un puado de gotas de lluvia golpe el techo. A travs de la claraboya, el brillo de las estrellas le llam la atencin, y vislumbr una constelacin que era Casiopea. Ms lluvia golpeando ligeramente en el cristal. Volvi a mirar a la Ra y vio que sus ojos oscurecidos an se centraban vagamente sobre l. Ella pareca completamente inconsciente de la tormenta que se aproximaba. Oeste tir la corbata hasta el pie de la cama y se desabroch el chaleco. Se encogi de hombros para salir de l y lo dej caer al lado de la corbata. Tirando de su camisa de lino, la liber de los pantalones, y luego se la saco por la cabeza. En lugar de lanzarla a un lado, la sacudi, y la dej caer para que cubriera a Ria desde sus pechos a sus muslos. Cuando su camisa flot sobre ella, Ria percibi el cambio leve en la inclinacin de la boca de Oeste. La lnea segua siendo sombra, pero haba algo ms all tambin, un cierto humor negro que finalmente se impuso. Al igual que el parpadeo de la luz de las velas en la cara, lo que le pareci ver all pas muy rpidamente. Se pregunt durante todo el tiempo que tard en ir y venir, que haba significado y despus no pens en ello de nuevo. Ria yaca debajo de la tela de lino de su camisa, envuelta en su fragancia, en su esencia misma, y esper a que acudiera a ella, para sentir ese aroma brotando de su misma piel. Oeste desabroch los botones de la bragueta, y luego se sent en el borde de la cama. Hizo una pausa y consider el obstculo de sus botas, y decidi dejrselas puestas. Estirndose junto a Ria, us su cuerpo para protegerla de la vista del panel oculto, entonces, un momento ms tarde, se oy una explosin, y luego una ducha de fragmentos de vidrio. Trozos del cristal de la claraboya rotos, esparcidas por la cicatriz de su espalda, pero Oeste apenas tuvo conciencia del dolor. Sostuvo a Ria protectoramente entre sus brazos, cubrindola con sus anchos hombros y el torso hasta que la lluvia de vidrios y piedras termin. En rpida sucesin, oy el panel cerrarse de golpe, el susurro de la tempestad del viento, blasfemias y golpes en la habitacin contigua, y luego una voz familiar amistosa llamando desde arriba. "Te digo una cosa, Oeste, lo ms decente que podra hacer sera cerrar los ojos, pero me voy a romper el cuello en la cada si lo hago." "Sur". Oeste identific la voz para Ria en el caso de que no lo hubiera hecho. Y le dijo a su amigo, "Miss Parr te romper el cuello si no lo haces." "Correcto", dijo Sur. "Mirando lejos ahora." Oeste se sent y rpidamente solt la mueca de Ria, primero del gancho, y luego las separ. La ayud a incorporarse y rpidamente se frot los brazos rgidos antes de pasarle la camisa por la cabeza. Ella estaba temblando ahora, en parte como respuesta al torbellino de aire fro que azotaba la habitacin desde la abertura del techo, pero tal vez ms por la claraboya destrozada y el hecho asombroso de que Sur estuviera de pie encima de ellos. Aturdida pero animada, Ria se dej poner primero la camisa de Oeste, a continuacin, su levita. Aferrndose a su brazo, se puso de pie y mientras el barra los trozos de cristal con sus botas. Cuando se levant, ella lo sigui, a pesar de que l se haba quedado donde estaba. "Yo no voy a dejarte ir", dijo. Ella se tambale un poco sobre sus pies descalzos, sus largas piernas temblorosas al dar sus primeros pasos. Oeste la levant para que no se cortara con el cristal y la dej slo cuando lleg a la chimenea. "Listo!" le grit a Sur. Casi de inmediato, el vizconde salt desde la abertura. Colgando del marco de madera de la claraboya por un momento, luego lo solt y aterriz ligeramente sobre sus pies. A excepcin de los vidrios rotos que crujan bajo sus botas, haba descendido tan silenciosamente como un ave de presa. l friccion sus manos y mir a Oeste con satisfaccin por haber logrado hacerlo tan bien. Haciendo una pequea reverencia a Ria, y manteniendo sus ojos cortsmente en su rostro, le pregunt: "Se encuentra bien, seorita Ashby?" Ella parpade, pero descubri que slo tuvo fuerzas para asentir. "Bueno." Ech un vistazo a Oeste. "Puedes sacarnos?" "Ahora puedo." Meti la mano en el interior de su bota y recuper el cuchillo. Entregando a Ria al cuidado de Sur, Oeste se agach delante de la puerta de la habitacin de al lado y desliz la hoja a lo largo de la grieta del panel hasta que capt el pestillo. Movi la hoja de acero delgado ida y vuelta un par de veces antes de que presionara suavemente el pasador. La puerta se abri unos centmetros y Oeste la empuj con fuerza para abrir el resto. "Beckwith huy tan pronto como el tragaluz fue destrozado", dijo a Sur. "Dnde estn Norte y Este?" "Esperando por nosotros para remover a estos obispos de su nido." "Tienes un arma?" Sur se desabroch la chaqueta y apunt a la culata de una pistola asomando por encima de la cintura de sus pantalones. "Pareca apropiado de alguna manera." "Por supuesto." Oeste mir a Ria. "Dame tus muecas." Extendi sus manos y se maravill de su firmeza cuando Oeste utiliz su daga para intentar quitarle las esposas. Ella lleg a la conclusin antes de l de que el cuchillo no lograra quitarlas. "No tiene importancia", le dijo ella, dejando caer las manos. "Ellas no representan ningn obstculo para salir de este lugar." Oeste mir a Sur en busca de sugerencias, pero su amigo se encogi de hombros. "Muy bien", dijo de mala gana, sabiendo que no poda permitirse perder ms tiempo en la tarea. "Qudate cerca detrs de nosotros." "Por supuesto." Antes de que ninguno de los hombres pudiera detenerla, Ria se meti de nuevo en la habitacin en la que haba estado prisionera y comenz a torcer el gancho de la pared ms cercana. Sur vio de inmediato lo que estaba haciendo y empez a ayudarla a girar el tornillo. "Maldita sea", dijo Oeste. "Qu estn haciendo?" "Un arma", le dijo Ria sucintamente. Ella lo mir fijamente, desafindolo para que le dijera que no poda tenerlo, mientras giraba el gancho con la ayuda de Sur. Sin esperar simpata de Southerton, ni buscndola siquiera, utiliz su cuchillo para aflojar el revestimiento alrededor del gancho para que pudieran girar ms rpidamente. Una vez Ria lo tuvo en la mano, l los llev a la habitacin contigua. Para estar seguro, investig el cubculo oscuro donde haba sido obligado a ver a Sir Alex acariciando a Ria. Estaba vaco. Beckwith en verdad haba elegido irse corriendo del lugar. Salieron de la habitacin con la silla de zafiro y las cortinas de color rojo sangre por un pasillo estrecho en la parte superior de la escalera. No haba otras habitaciones en esta planta, y los tres se apresuraron a bajar las escaleras empinadas. En la sala de abajo, Oeste le orden a Ria quedarse en el pasillo mientras que l y Sur iban de una habitacin a otra en busca de Herndon, Cotton, Beckwith, o cualquier otro de los obispos que estaban todava en las inmediaciones. Encontraron una nia arrodillada en la plataforma de una chimenea, sujeta, por un collar de cuero delgado y una cadena unida a un anillo de hierro entre los ladrillos. Ella haba sido dejada sin atencin durante tanto tiempo que sus antebrazos y la parte posterior de sus manos lucan pequeas quemaduras y ampollas donde el rescoldo haba cado sobre su piel. Su camisa estaba manchada de ceniza y una serie de pequeos agujeros donde las llamas haban lamido la tela. Oeste cort a travs del collar de cuero con el cuchillo, y Sur acompa a la chica en busca de refugio donde estaba Ria. "Sylvia ", dijo Ria suavemente. Tom a la joven aturdida en un abrazo ferozmente protector, y siguieron abrazadas de esa manera hasta que se les unieron Mary Murdoch, y Amanda Kent. "Dnde est Jane?" pregunt. Pero ninguna de ellas lo saba, o si lo saban, tenan demasiado miedo de decirlo. Se apiaron en torno a Ria, pero sinti que era un vnculo demasiado frgil. Ella sorprendi sus temerosas miradas como dardos hacia las escaleras como si se temieran la repentina aparicin de los obispos desde el piso de abajo. Ria se dio cuenta que no poda depender de ellas para ayudarse a s mismas. La obediencia y el miedo estaban demasiado bien arraigados. Oeste y Southerton regresaron, ella los mir con ms determinacin que antes. "Y los obispos?" Oeste y Sur intercambiaron miradas. "Dos estn apresados", dijo Oeste cuidadosamente. Sur haba atado a un barn corpulento sobre un banco acolchado, el culo rosado del hombre qued levantado como los cuartos traseros de un cerdo asado. Otro obispo atrapado con los pantalones por debajo de sus regiones inferiores ahora estaba preso en el mismo gancho que haba contenido a su vctima ms joven. "No te gustara verlos." Ria no estaba tan segura. "Jane?" pregunt. Oeste neg con la cabeza. "Y Sir Alex?" "Todava no lo encontramos. Tampoco a Beckwith. Si ellos huyeron por la parte delantera o trasera de la casa, Norte y Este ya los tendrn controlados" Ria asinti, pero no estaba tan segura como Oeste. Tom su seal de las mujeres jvenes a su alrededor, que todava claramente teman algunas represalias. Se lo comunic a Oeste con una sola mirada, primero a las chicas, a continuacin, en direccin a las escaleras. Usando su cuchillo para indicar lo que quera hacer a Sur, Oeste encabez la marcha hacia la planta baja, y en esta ocasin Sur cerraba la marcha detrs de Ra y las nias. No les tom mucho tiempo para determinar que la planta baja ya haba sido abandonada. Ria hizo pasar a sus nias al santuario relativo del hmedo invernadero, mientras que Sur y Oeste abran las puertas para Eastlyn en la parte delantera de la casa y a Northam en la parte trasera. Eastlyn tena dos lacayos de librea a cuestas, pero los solt antes de llegar al interior. Norte haba perseguido a todos los siervos fugitivos hasta que estuvo seguro de que no haba obispos escondindose entre ellos. "Dnde est la Srta. Ashby? Pregunt Este. "Al cuidado de las nias que encontramos. Ella est con ellas en el jardn de invierno." "Por supuesto", dijo Northam. "La Casa de las Flores." "La idea de Herndon," les dijo Oeste. "He aprendido ms de lo que quera saber acerca de este lugar desde que te dej. El directorio de la academia de los gobernadores hizo el esfuerzo a efectos de educarme, pero tendrs que esperar para escucharlo. Sur y yo slo encontramos dos. Ellos ests asegurados. Pero Beckwith estaba en el desvn cuando Sur hizo su entrada teatral". Sur se encogi de hombros. "La influencia de la seorita Parr." Seal a Norte. Y cuando nos dimos cuenta de que era la mejor manera de entrar, l me desafi." Oeste levant la mano, diciendo basta. "Las chicas tienen miedo. Una de ellas tiene quemaduras que requieren atencin, y todas ellas necesitan saber los motivos que desafan la explicacin y la razn. No s si pueden ser persuadidas a denunciar a los obispos, pero es probable que sea cierto que sepan dnde se han ido. Jane Petty sigue desaparecida. Observ a los dems, francamente. "Beckwith quera negociar con el coronel. Ese fue el precio que la sociedad estaba pidiendo por la liberacin de la Srta. Ashby." Su voz se hizo ms spera. "Eso, y algo ms." Oeste no dijo nada ms con respecto a la otra demanda y saba que Sur nunca repetira nada de lo que haba visto a travs de la claraboya. "Denme un momento para hablar con la Srta. Ashby. A continuacin vamos a planear una estrategia para examinar la casa por segunda vez". Cuando Oeste estuvo fuera de audiencia, Northam, dijo, "Se ve como si hubiera visto el infierno." "Lo ha visto", dijo en voz baja Sur. "Y cuando se vaya de aqu va a poner los demonios detrs de l." Ria se reuni con Oeste cuando entr en el invernadero. Mir por encima de su hombro a Mara y Amanda que compartan un banco de piedra, rodeado de macetas de orqudeas y hierbas altas. Tambin compartan su levita. l frunci el ceo ante eso, pero saba que Ria no podra haber actuado de otra manera. Sylvia Jenner estaba sentada sobre un cojn a los pies de las otras dos, con las piernas recogidas contra el pecho. Tena el dorso de una mano quemada presionado a los labios y la otra en el interior de una regadera. Tena un vendaje irregular alrededor de un antebrazo, y el borde irregular de la camisa de Oeste justo por encima de las rodillas de Ria le dijo el resto de la historia. Ella extendi sus manos hacia l, y l las tom entre las suyas, apretndolas ligeramente, frotando las palmas con sus pulgares. La tranquilidad, sin embargo, no era unilateral, sino recproca. "Qu han dicho?", pregunt. "Muy poco. Ellas piensan que los administradores volvern por ellas." "Volvern? Quieres decir que haba una manera de salir que no sabamos que exista?" "No estoy segura. Tengo la sensacin de que las chicas piensan que todava estn aqu. Hay ms nias desaparecidas adems de Jane. Sylvia me dijo que hay otras seis. Pero no quiero presionarlas a hablar, estn muy asustadas." Ria" Oeste dijo su nombre con firmeza. "Debes descubrir dnde creen que los obispos estn escondidos. Si no puedes hacerlo t, yo lo har". "No," dijo ella rpidamente. "No, yo lo har. Tienen miedo de ti." "De m?" La leve sonrisa de Ria fue gentil. "Ests medio desnudo," le record, "y llevas un cuchillo. Tienen motivos." l tir de ella contra l con fuerza y hundi la cara en su pelo. Susurr en su odo, con voz baja y urgente, las palabras que se caan de sus labios eran apenas inteligibles, incluso para l. No importaba si entenda lo que deca, el abrazo comunicaba todo eso y ms. Al otro lado del invernadero, Mara y Amanda intercambiaron miradas, luego la compartieron con Sylvia. Si la Srta. Ashby confiaba en ese loco tan completamente como para correr el riesgo de ser aplastados en sus brazos, podran ellas hacer menos? Oeste se solt del abrazo de mala gana. Poda sentir la presin del paso del tiempo en la aceleracin de los latidos del corazn. All estaba la urgencia que no poda ser despedida. "Habla con ellas", dijo. "Voy a estar fuera con los otros." Ella asinti con la cabeza y esper a que se fuera. El resto del club de la Brjula estaba reunido en el pasillo, al otro lado de la puerta. Sur le tendi una camisa a Oeste. "Cortesa del barn. Ser demasiado grande, por supuesto, el hombre es un cerdo en muchos sentidos, pero servir." Oeste le dio las gracias y se la pas por encima de su cabeza y la meti dentro del pantaln. Ria dice que las jvenes tienen miedo de m." "No me sorprendera," dijo Eastlyn. "Yo tambin tengo miedo de ti." Con un poco de esfuerzo, Oeste consigui esbozar una sonrisa irnica. Ech un vistazo a la pistola que Este tena en la mano. "Est cargada?" "No servira de mucho si no lo estuviera." Asintiendo con la cabeza, la atencin de Oeste gir hacia Norte. "T no vas a recibir un disparo, verdad?" Northam se limit a sonrer y le revel su propia pistola. "Por dnde empezamos nuestra bsqueda?" "Un momento todava", le dijo Oeste. "Ria est interrogando a las chicas de nuevo. Si no dicen..." Dej que su voz se apagara. Ellos saban muy bien lo que se vera obligado a hacer si ese era el caso. Pareca que haba transcurrido un largo tiempo antes de que la puerta del jardn de invierno se abriera, Ria sinti los ojos expectantes de cada uno de ellos mientras entraba en el pasillo. Sur vio que haba renunciado a la levita de Oeste, y rpidamente se quit la suya y se la ofreci. "Dnde estn?" "Por debajo de las escaleras," dijo ella, tirando la levita sobre los hombros como una capa. "La cocina?" Pregunt Oeste. "No. Por debajo de esta. Las chicas dicen que hay una gran sala subterrnea ms profunda." "Otra manera de salir?" "Ellas no lo creen as. Nunca han visto a alguien salir por otro medio, excepto la forma en que entraron." Sus ojos de color de pedernal se lanzaron entre Oeste y Southerton porque saba que ellos entenderan su referencia. "Es la cmara del altar." Oeste asinti con gravedad. "Me preguntaba por qu no lo pensamos antes." Explic a Northam y Eastlyn lo que podan esperar encontrar all, pero fue Ria quien describi el propsito de la cmara. Northam mene lentamente la cabeza cuando ella lleg a la conclusin del relato. "Es otro crculo del infierno." "Uno que Dante olvid mencionar ", dijo Este. Estando de acuerdo con estas observaciones, Sur aadi, "Cmo lo encontramos?" "Yo se las mostrar." No poda decirse que soldado, marinero, lince, y espa la miraron boquiabierto, pero algo similar. "No van a poder encontrarla sin m." Oeste tom aire. "El tiempo es importante aqu," le dijo. "Danos las indicaciones que las nias te dijeron." "Vamos," dijo ella, comenzando a alejarse de ellos. "Te juro que ser ms rpido de esta manera." Oeste la mir como si fuera a discutir. Fue Norte quin puso una mano tranquilizadora sobre su hombro y le advirti en contra de ella. Con pocas opciones, la siguieron. Los condujo hacia la parte trasera de la casa y por una escalera mal iluminada de la gran cocina. El horno haba sido descuidado y se haba apagado cuando los criados abandonaron sus puestos. El aroma del pan cocido llenaba la habitacin. Un desorden de utensilios se encontraba junto a una cesta de huevos. Una caldera de sopa burbujeaba en el hogar abierto "Mara me dijo que la cocina est siempre en uso", explic Ria. "Se debe a las horas que los obispos pasan aqu. Todo debe estar listo para ellos en todo momento." Oeste saba que las chicas estaban sujetas a las mismas exigencias. Sospechaba que sus amigos necesitaban ms explicaciones para llegar a la misma conclusin. Cuando mir alrededor y vio sus rostros sombros, l lo tom como una confirmacin de que ya lo saban. Ria levant una lmpara de la mesa de roble llena de marcas y la encendi. La sostuvo en alto mientras conduca a los dems fuera de la cocina, a travs de la despensa, el lavadero y el cuarto de planchado. Se detuvo cuando llegaron a una puerta muy adornada con esculturas de racimos de uvas a lo largo de la jamba. El panel central era una talla del dios griego Dionisio supervisando la celebracin de la cosecha en su honor. Los juerguistas a su alrededor bailaban, beban y, en algunos casos ejecutaban actos exquisitamente lascivos y libertinos. Ria le dio la espalda a la puerta rpidamente y busc a tientas detrs de ella el picaporte. "La bodega", dijo innecesariamente, incapaz de satisfacer la curiosidad de tantos pares de ojos. "Es necesario pasar por aqu." Oeste lleg hasta el picaporte antes de que pudiera abrirlo. "Djame ir primero." Ella entreg el liderazgo sin argumento y entr al interior fresco y ligeramente hmedo de la habitacin despus de que Oeste le indicara que poda pasar. A peticin de Este, ella levant la lmpara ms alta para que pudieran ver el interior con mayor claridad. Haba largos bastidores de vino, y cuatro toneles inmensos en el centro de la habitacin. Desde el piso hasta el techo, las paredes estaban cubiertas de an ms bastidores, la mayora de ellos repletos de botellas. "Dionisio, de hecho," dijo Eastlyn en voz baja. "No creo que ni siquiera Prinny tenga tal coleccin. "Le dio a la habitacin un segundo vistazo superficial. "Pero, Hacia dnde ahora? No hay otra salida." "No," dijo Ria. "De esta manera". Pas junto a Oeste y se dirigi a la pared frente a la puerta. El suelo estaba fro bajo sus pies descalzos y la lmpara se movi ligeramente en su mano. Ella estuvo agradecida cuando Norte le relev de la misma. "Cuarenta y tres y trece," les dijo. "Hay que contar, a partir de la izquierda, luego hacia abajo la fila desde el techo." Oeste encontr la botella primero. Le puso la mano en el cuello y esper a los dems para confirmar que era la correcta. "La saco? O la giro?" Ria se encogi de hombros con incertidumbre. "No lo s." Examinaron la habitacin, tratando de determinar si el bastidor oscilara hacia dentro o hacia fuera, o quizs se deslizara al costado, Oeste tom una decisin rpidamente. Abri la botella. Todos oyeron el clic delator. Fue el ltimo sonido que se oy claramente. Una vez que el panel secreto se abri una fraccin de pulgada, los gritos desde el otro lado los ensordecieron hasta igualar el sonido de sus propios pensamientos. Oeste se volvi a mirar a los dems y vio que estaban dispuestos a avanzar. Norte coloc la lmpara en la mano de Ra de nuevo, y ella tuvo que ceder terreno mientras l y los dems se pusieron delante de ella. Satisfecho de que estuviera protegida de esa manera, Oeste dio el visto bueno para seguir adelante. "Me gustara aplastar a uno de estos obispos", dijo por encima del estruendo, llevando a todos de vuelta a sus das de Hambrick. Sur sonri. "Genial." "Excelente," Acord Este. "Categora superior ", dijo Norte. "De verdad, de primera categora." Oeste empuj el duro panel. Puso el otro pie en el cuarto de al lado, y luego comenz a deslizarse hacia los costados. La actividad en la cmara ms profunda de la Casa de las Flores se calm lentamente cuando Norte, Sur, Este y Oeste llenaron el umbral hombro con hombro. Nada de lo que haban visto, odo o sabido por su propia experiencia los prepar para el cuadro al que se enfrentaban ahora. Detrs de ellos, oyeron como Ra contena el aliento y se dieron cuenta de inmediato de que haban descuidado protegerla plenamente de esa visin. Jane Petty estaba en el centro del templo de mrmol, colocada en el altar como sacrificio, los brazos y las piernas aseguradas por cadenas de oro. Un amplio collar de oro estaba unido a un anillo en el altar para que ella no pudiera levantar la cabeza, ni hacerla a un lado. Las lneas finas rosadas que cruzaban su plida piel y el tejido de batista cortado en pedazos a su alrededor eran la prueba de que un latigazo haba sido utilizado varias veces para despojarla de su vestido. En cada esquina del altar estaban las siervas de Jane. Sus pulseras de oro estaban fijadas a los anillos de hierro en la base de mrmol. Se arrodillaban en actitud de oracin en el suelo liso, fro, sus rasgos aterrados, pero estoicos. La columna de mrmol estriado, con su influencia jnica en el capitel y en la base, daba apoyo a otra joven, quien se estiraba tan tensa por las ataduras que sus pies apenas raspaban el suelo. La ltima ocupante femenina de la cmara estaba sentada en un banco, sin ataduras de ninguna cadena o anillos o tiras, pero colocada de tal manera que se vea obligada a ver el drama como una de las asistentes. Los obispos eran casi irreconocibles con sus sotanas oscuras, con mscaras de cabeza completa, cada uno de ellos la imagen de una bestia. Se quedaron en varias posturas de asombro, algunos con sus brazos levantados, otros tratando de proteger sus erecciones, todos ellos respirando con dificultad suficiente imitando los resoplidos de las grandes bestias que haban imaginado representar. Lord Herndon estaba junto a la columna, la mano derecha segua acariciando las puntas rosadas de los senos de su cautiva. Oeste reconoci esos dedos largos, de aspecto ms bien frgil, que haba visto acariciando los ptalos delicados de las orqudeas en su jardn de invierno. Sir Alex Cotton estaba de frente del altar. l continu acariciando distradamente el cabello fino y sedoso de Jane, con los dedos curvados como garras contra su cuero cabelludo, mientras sus ojos azules la miraban fijamente detrs de la mscara de halcn. Fue Beckwith quien empuaba el ltigo. Se hallaba de pie en la parte posterior del altar, con la sotana abierta desde el cuello a la polla, su mano sujetando su cabeza de carnero, con la mueca sobre la empuadura del ltigo a punto de golpear y atacar. El ltigo colgaba oscuramente desde el extremo del mango, retorcindose como una serpiente hasta quedarse inmvil. As que este es el lugar donde se haban refugiado, pens Oeste. A la entrada de Sur, Beckwith haba dado la alarma, y los que podan moverse rpidamente lo haban hecho. No estaba del todo claro si este teatro de indulgencia venal era un acto final desesperado de los hombres en espera de ser atrapados, o si los obispos estaban celebrando su salvacin por los pelos. Oeste crea que probablemente era esto ltimo. No era propio de la Sociedad anticipar la derrota. Si necesitaba una prueba ms, estaba el hecho de que no haba ninguna va de escape en la habitacin. Ria quera decirle a Oeste donde se encontraba. Su mano se cerna cerca de la parte baja de su espalda, y ella poda sentir el leve temblor en sus dedos mientras luchaba contra el impulso de agarrar un puado de su camisa para retenerlo. No lo hara, sin embargo. Entenda su necesidad de ir hacia adelante y encargarse de ellos. No era diferente a los dems. Los cuatro se hallaban ansiosos en el umbral, su rabia ms terrible se contena con la confianza consumada. En Hambrick, record, Oeste y sus amigos haban ido en busca de una pelea cuando uno de ellos fue atacado. Esta vez iban a atacar primero, desplegados como los puntos de la brjula que siempre haban querido ser. Ria contuvo el aliento cuando los vio partir. Los obispos eran seis. Ni una sola de las jvenes podra ayudar en su derrota. Apenas pareca justo, pens, y luego se dio cuenta de que debera haberlo sabido. Para nivelar el campo de juego, el Club de la Brjula hizo una pausa para despojarse de sus armas, entregndoselas a ella. Soldado. Marinero. Lince. Esperaron como uno hasta que el espa plant la primera trompada. Cuando la cabeza del carnero de Beckwith se arrug bajo la fuerza del golpe de Oeste, se lanzaron a la palestra. Eplogo Ya asomaban las primeras luces del alba cuando Ra y Oeste llegaron por fin a su residencia. El sol an no haba aparecido en el horizonte, pero una fina estela de luz ya se extenda por los tejados de las casas Londres. Oeste se despidi de sus amigos y con Ria del brazo subi los escalones de su casa. No se detuvo hasta tener a Ria a salvo al otro lado de la puerta. El vestbulo estaba lleno de sirvientes en diversos estados de vigilia. Algunos se haban posicionado en las escaleras. Dos estaban sentados en el suelo con las piernas encogidas, con la cabeza colgando incmodamente a un lado. Finch comparta un pequeo banco con el ama de llaves. Permanecan sentados, apoyndose uno al otro, hombro con hombro. Fue el mayordomo quien respondi al llamado en la puerta. Dio una palmada al aire con elegancia, despertando a todos los empleados a su cargo ponindolos en estado de alerta, y ofreci a Oeste una rgida reverencia, y avergonzado, le dio una explicacin por la vigilia. "Necesitaban asegurarse de que Su Alteza fuera devuelto de forma segura", dijo Blaine. "Tambin hubo una especial preocupacin por la Srta. Ashby." Oeste y Ria no tenan tan cansados los huesos como para no emocionarse por esta acogida, aunque expresarlo verbalmente fue considerablemente ms difcil, se las arreglaron para sonrer en medio de la bruma de su agotamiento, pero para aquellos que haban pasado una inquieta e incierta noche de espera, fue como si dos soles gemelos hubieran irrumpido en el horizonte. Con la maana sobre ellos, los sirvientes se dispersaron rpidamente y tomaron posesin de las tareas que tanto el mayordomo como el ama de llaves les haban asignado. Una doncella corri por delante de Oeste y Ria para preparar sus camas, mientras Finch los segua de cerca, con su lento ascenso por las escaleras, como si se anticipara a tener que asistir a uno de ellos o a ambos. Oeste escolt a Ria a la cmara que ya estaba lista para ella, luego se qued en la puerta hasta que ella simplemente se dej caer sobre ella. Estaba bastante seguro de que estaba dormida antes de que sus ojos se hubieran cerrado del todo. Satisfecho por la idea de que iba a descansar a pierna suelta por unas horas, al menos, Oeste la dej bajo al cuidado de una de las criadas y acept la directiva de Finch para retirarse a su propia habitacin. Oeste se vio muy afectado por no poder derrumbarse sobre la cama como lo haba hecho Ria. Se las arregl para mantenerse en posicin vertical mientras Finch le quitaba las botas, aunque al final se apoy sobre sus codos medio reclinado. "Crees que los sirvientes notaron el atuendo poco convencional de la Srta. Ashby?" Finch le quit la segunda bota y se enderez. "No estoy seguro de lo que quieres decir, Su Gracia. En qu sentido no era convencional su atuendo?" Oeste descubri que an tena fuerzas para rerse. Lo tom como un signo alentador de que su mundo empezaba enderezarse lentamente sobre su eje. Haba hecho algn intento de encontrar ropa para Ria antes de salir de La Casa de las Flores, pero la bsqueda haba sido infructuosa. Ella haba llegado a su casa, con la camisa y el abrigo de Sur, las piernas desnudas y los pies descalzos. l haba querido llevarla alzada todo el camino, y ms tarde por las escaleras, pero ella se haba negado a su ofrecimiento y haba demostrado que no slo poda bastarse sola, sino que adems lo haca con el porte de un miembro de la familia real. Tal vez fue debido a tanta confianza, que ninguno de los sirvientes se dio cuenta del estado de su ropa, o tal vez era cierto que nadie le rest importancia. "Eres un buen hombre, Finch," dijo Oeste. "Su Gracia es muy gentil al decirlo." Finch esponj dos almohadas y ayud a Oeste a acostarse. "Hasta cundo desea dormir?" Cuando no hubo respuesta alguna, Finch simplemente puso el edredn sobre su empleador, cerr las cortinas, y luego en silencio se retir de la habitacin. El ligero aroma a lavanda hizo contraer su nariz. Hilos sedosos impregnados con la misma fragancia le tocaron la mejilla y los labios. Cuando abri la boca, pudo degustarla con la lengua. Sonriendo adormilado, l le acarici la corona de la cabeza con la barbilla. Su barba con crecimiento de un da, rasp agradablemente contra su pelo. Justificado por la falta de sueo, su voz son ronca. "No deberas estar aqu." Ria se acurruc ms cerca de l, encontrando el ajuste perfecto para su trasero contra la curva de su ingle y sus muslos. "Entonces despdeme." Oeste pas un brazo alrededor de su cintura. Ella ya no llevaba la levita, pero segua teniendo puesta su camisa de lino. Se dio cuenta de que se haba baado recientemente. Tena el cabello ligeramente hmedo y la clida fragancia de las sales emanaban de ella. "No enviaste a nadie a Oxford Street para recuperar tu ropa?" "S". Como no dijo nada ms, Oeste aplast su sonrisa contra su pelo. Oy su suave suspiro, la ltima resistencia de sus msculos en tensin y la cadencia de su respiracin suave. Al instante qued profundamente dormido junto a ella. El constante golpeteo del agua despert a Ria. Oeste ya no estaba a su lado, ni en la habitacin. Las pesadas cortinas de damasco todava estaban corridas, pero por el haz delgado de luz plida que atravesaba una parte de los paneles, se dio cuenta de que la oscuridad ya se cerna sobre ellos. A excepcin de un breve episodio de vigilia, Ria se dio cuenta de que haba dormido casi todo el da. Se estir y sinti dolor por la falta de actividad en cada uno de sus msculos. Al ponerse de espaldas, encontr la almohada de Oeste. La levant por encima de su hombro para poder abrazarla contra su pecho. No saba cmo haba salido de la cama sin despertarla de inmediato, pero la frescura de la almohada atestiguaba el hecho de que l haba estado ausente durante bastante tiempo. El sonido que haba perturbado su sueo, le llam la atencin una vez ms. Asomando sobre la almohada arrugada, los ojos azul grisceo de Ria se dirigieron a la fuente del sonido. La puerta del vestidor contiguo estaba entreabierta. Ella levant la cabeza, y cuando la prxima gota de agua salpic el piso, ella supo de dnde haba venido. Oeste estaba tan profundamente sumergido, que el agua lama su nuez de Adn. Su cabeza descansaba sobre el borde de la baera de cobre, sus ojos estaban cerrados. Un brazo descansaba a lo largo del borde, y un trapo hmedo colgaba de sus dedos. Otra gota de agua se col desde el extremo del pao y en cuestin de segundos se convirti en parte del pequeo charco sobre el piso de baldosas. Ria arrebat la tela de la mano de Oeste y lo escurri directamente sobre su rostro. El agua le salpic la frente y las mejillas. Una gotita aterriz de lleno en el labio inferior. "Te divierte ser molesta?" le pregunt con bastante calma. "O prefieres servirte t misma?" Desplegando la franela, Ria la dej caer sobre su rostro vuelto hacia arriba. Para cuando se la hubo quitado y abierto los ojos, ya se haba sacado la camisa por la cabeza y se preparaba para unirse a l en la baera. "Vamos a estar un poco apretados", dijo. "Espero que s." Sonriendo, Oeste se sent e hizo espacio para ella. El agua se derram por los lados mientras ella se sentaba sobre sus muslos. Apoy las manos en las rodillas y la cabeza en su hombro. Una fina capa de agua caliente era todo lo que los separaba. Ria lo acogi con beneplcito en el refugio ntimo de su cuerpo. Cuando se calm el agua, no se oa ms que el suave sonido de su respiracin y el latido regular de su corazn. En ese capullo clido y lquido, finalmente se sinti suficientemente segura como para preguntar lo que no haba podido preguntar antes. "Ayer por la noche no fue el fin de los obispos, verdad?" "No. Hambrick Hall es un nidal para la Sociedad. Siempre habr obispos reproducindose." "Y tal vez otros como t y tus amigos?" "Enemigos jurados? S, eso espero." "Cundo vas a liberarlos de la habitacin del altar?" pregunt. "Cuando la seorita Petty y las otras jvenes decidan que debo hacerlo." "Oh, pero puede ser que decidan no hacerlo nunca." Oeste asinti con gravedad. "Precisamente." Ella trat de evaluar la seriedad de sus palabras, pero no pudo. "Cundo decidiste esto?" "Cuando estaban atendiendo a la seorita Petty y las otras chicas, y mis amigos y yo estbamos limpiando el lo que hicimos. Beckwith perdi mucha sangre cuando le romp la nariz. Yo no creo que le divirtiese que lo dejara ahogarse en ella. Herndon tena una fea herida en el cuero cabelludo donde Norte lo azot contra la columna de mrmol, sangr como el mismo diablo, ya sabes. Y, por cortesa de Sur, Sir Alex perdi dos dientes. No estoy seguro de lo que las lesiones de Eastlyn causaron en los dems, pero l pareca estar disfrutando mucho de usar sus puos". Ria haba sido testigo de todo. Saba que no podra haberle dado la espalda si se lo hubiera exigido. Oeste haba estado disfrutando tanto como los otros. No se poda negar que haba encontrado una cierta satisfaccin en los golpes demoledores que pusieron a los obispos de rodillas. Cuando alguno de ellos trat de llegar a la entrada donde ella aguardaba, inteligentemente chasqueaba el ltigo de Sur hasta que los enviaba de vuelta a la refriega. Si hubieran tratado de escapar, estaba bastante segura de que podra haber utilizado la pistola de Oeste. Sin embargo, no estaba segura sobre el castigo que estaba siendo infligido ahora. "Norte y los otros estuvieron de acuerdo contigo, sobre el encarcelamiento de los obispos all, quiero decir?" "S. No es injusto, Ria. Ni siquiera considero que sea cruel. Ellos sern alimentados y atendidos. Eso es ms compasin que la que yo creo nunca manifestaron por las jvenes que tenan cautivas". Puso sus manos sobre los hombros y masaje ligeramente los tendones tensos de su espalda. "T sabes mejor que cualquiera de nosotros la forma en que se entretenan dentro de la Casa de las Flores." "Lo s," dijo en voz baja. "Pero creo que confundes mi preocupacin. No es por los obispos, sino por sus cuidadores. Estarn en peligro cada vez que entren a la habitacin del altar para entregar alimentos y agua a los prisioneros." "Los obispos no tienen libertad para moverse." "Qu quieres decir?" "Estn tomando de su propia medicina." Ante su mirada inquisitiva, Oeste explic: "Ellos estn encadenados, Ria, y estoy bastante seguro de que es un final apropiado. No creo que Jane o cualquiera de las otras muchachas sugieran otorgar a los obispos su libertad antes de que pase una semana." "Qu pasa si pierden su valor? Beckwith es inteligente. Los otros tambin. La pobre Jane cree que Sir Alex estaba enamorado de ella. No sera una locura pensar que todava est enamorada de l. Los obispos estn prisioneros de momento, pero hay que hacerse a la idea de que una de las chicas puede ser inducida a liberarlos, aunque parezca increble ahora mismo." Las manos de Oeste detuvieron el suave masa je en la espalda de Ra. "Hemos considerado esa opcin. Es por eso que el coronel va a enviar refuerzos a La Casa de las Flores. Northam fue a hacer los arreglos despus de que l y los dems nos acompaaron a esta residencia. Estoy seguro de que todo ha sido preparado. Las jvenes han sido contenidas y cuidadas tan esplndidamente esta ltima noche que no querrn tener nada que ver con sus antiguos torturadores. Los obispos sern atendidos por otros cuyos corazones no se ablandarn tan fcilmente." Ria movi un hombro bajo la mano de Oeste, recordndole que sus dedos ya no estaban ofreciendo su presin reconfortante a lo largo de su espalda. Suspir suavemente mientras comenzaba a masajearla de nuevo. "Creo que no ser fcil para las chicas aceptar a otros hombres en la casa. Los que presenciaron el combate cuerpo a cuerpo en la cmara del altar sern especialmente sospechosos." "Es por eso que Norte le pedir al coronel que enve mujeres." Ria estaba tan sorprendida por esta idea que el agua remoline a su alrededor. "Mujeres? Qu quieres decir con eso?" "Por favor, no abraces la idea muy de cerca. Porque an no me he recuperado de las intrigas de los ltimos dos das, y, francamente, me gustara ser el nico miembro de mi club que no tenga que preocuparse de que su esposa y el coronel conformen alguna alianza impa". "Yo no creo que fuera impa", dijo suavemente. "El Coronel Blackwood es bastante encantador a pesar de todo. Tiene una inteligencia superior y un ingenio mordaz que me parece muy entretenido." Oeste estaba seguro de que la naturaleza de su respuesta sera un mal presagio para l en futuro prximo. Su suspiro fue perfectamente audible y bastante revelador. "Supongo que no me parecera ni la mitad de bien si no fuera tan estimulante." "Estimulante? Lo crees as? Yo no quiero serlo." "T tambin eres una mentirosa consumada, pero es uno de tus principales recursos." Ella se ri y llev sus brazos alrededor de su torso. Se adaptaban muy bien debajo de sus pechos. "He estado pensando en hacer algunos arreglos para Jane, Sylvia, Amanda y de hecho, para todas las chicas. Sus vidas han cambiado extraordinariamente. Me gustara ofrecerles oportunidades diferentes a las que la Sociedad les dio." "Algunas podran convertirse en cortesanas y prostitutas." Ria asinti. "Lo s." Distradamente pas la mano hacia atrs y adelante a lo largo del antebrazo de Oeste. "Voy a necesitar una buena suma para incentivarlas a hacer algo ms. Casas decentes en zonas respetables de la ciudad no se conseguirn a bajo costo." "Es por eso que los primeros Administradores de la Academia de la Srta. Weaver contribuirn sus considerables fortunas a la empresa." "En verdad? T crees que vayan a prestarse a ello?" "Por supuesto. Sospecho que despus de unos das de encierro, contribuirn generosamente para la rehabilitacin de las seoritas." "Y despus de su liberacin?" pregunt ella. "Podemos confiar en que ellos cumplan sus promesas?" "No. Pero puedes confiar en que cierta presin ser ejercida para fomentar que acten con honor." Ria estaba segura de que haba una gran cantidad de informacin que no estaba dicindole. Pero podra preguntar por los detalles ms tarde, pens, pero no ahora. Algunas de esas cosas no estaba dispuesta a saberlas por el momento. "Nada de esto puede tocar a la escuela, Oeste. Ellos no deben arruinar a la Academia de la Srta. Weaver o a la reputacin de sus estudiantes." "Antes de irme de Gillhollow la ltima vez, arregl con Tenley que deba cuidar de ti y de la escuela. Margaret fue informada tambin de mi preocupacin. Sus visitas a Gillhollow tenan ms que un solo propsito." "T me estabas cuidando de cerca, incluso entonces?" "Especialmente entonces ", dijo. Ra, la primera cosa que hice cuando me di cuenta de que la seorita Jenny Taylor estaba al servicio de los obispos fue informrselo a mi hermano. Estoy seguro de que ha recibido la misiva y ha actuado en consecuencia. Puedes estar tranquila de que la seorita Taylor ha sido removida de la escuela y que las seoritas Abergast y Webster estn reemplazndote en la direccin mientras estas ausente". "Te has ocupado de todo, entonces." "Me gustara ser tan omnisciente, pero slo hemos dado el puntapi inicial." Ria lo abraz. Apreciaba el cmodo silencio que se apoder de ellos. El agua estaba todava caliente, aunque tal vez un par de grados ms fra que el calor que emanaba de ellos. Despus de un tiempo, dijo en voz baja: "Este es mi segundo bao del da." "Lo s. Viniste a mi cama oliendo a lavanda." "Yo? Tal vez fui demasiado liberal en el uso de las sales. Quera lavarme el hedor de ese lugar miserable." Aunque Ria dijo estas palabras con total naturalidad, sin rencor o especial desagrado, Oeste se encontr apretando sus brazos ligeramente a su alrededor. "No sabes cmo me gustara haber podido hacer las cosas de manera diferente." "Creo que s lo s", le dijo. "Sabes que lo nico que lamentara sera que te sientas responsable?" Ella sinti, ms que oy, su brusca inhalacin. "Imaginabas que no lo saba? Cuando hicieron que vinieras a m y me miraras mientras jugaban conmigo, yo saba quin de nosotros podra sufrir ms. Fuiste tan amable, incluso cuando trabaste las esposas, an ms cuando las sujetaste a la cama." Ella encontr su mano y la tom entre las suyas, sacndolas de debajo del agua para llevarlas hacia su corazn. "Nunca tuve miedo de ti, Oeste, slo miedo por ti... por nosotros. No habra habido violacin, no entre t y yo, an si se hubiera realizado ese acto. Los obispos no hubieran tenido xito en absoluto. Posean un gran conocimiento sobre el dominio y la sumisin pero ninguno acerca de cmo el amor salva la distancia entre ellos." Gir un poco la cabeza, levantndola para ver si la lnea sombra de su boca se haba suavizado. "Quera que, ya sabes. Tal vez yo revelo demasiado de m admitirlo, pero lo hago. Cuando me llamaste para pararme frente al espejo y pusiste tus manos sobre m, me mostraste entonces cmo podra sobrevivir a lo que queran. Lo hiciste parecer como si estuviera sucedindole a otra persona, que yo solo era ms observadora que participante, y sin embargo era yo... y t... y el deseo era tan real como el que siempre he sentido por ti. Debo castigarme por eso?" "No." Oeste cerr los ojos un instante. "Dios, no." "Qu hay de ti?" Esta vez Oeste vacil. Los dedos de Ria apretaron los suyos. "Ves? Todava no te perdonas a ti mismo. Me salvaste, Oeste, con tanta seguridad como lo hiciste aquella tarde hace mucho tiempo atrs en el lago. No merecas ser castigado por lo que hiciste entonces, ni tampoco lo mereces ahora." Lo bes en la mejilla y luego le susurr al odo: "Tal vez es algo que puedo quitarte con el lavado. Qu has hecho con el jabn?" Oeste se qued a su lado. Mir fijamente sus ojos azules durante un buen rato, tom la dulce ofrenda de sus labios entreabiertos, el deseo sincero y sin vergenza que defina sus rasgos exquisitos, y pens cun completamente sin complicaciones haca que pareciera todo. Tal vez realmente lo era. Le solt la mueca y se acerc al borde de la baera para tomar el jabn. Sonriendo, se lo puso en su palma abierta y observ cmo sus dedos se enroscaban alrededor de l. Al primer toque de su calor resbaladizo, pens que iba a deshacerse. Hacan caso omiso del agua que salpica por los laterales o que sus risas, se pudiesen or mucho ms all de la alcoba. Sus cuerpos se hicieron resbaladizos por el jabn, y se movan con facilidad uno contra otro sin tener en cuenta la friccin o las restricciones de su entorno, enredando los brazos y las piernas de una forma que les hizo perder el aliento por el simple placer de hacerlo. Dejando regueros de agua a su paso, abandonaron la baera para ir a la cama. Debajo de las sbanas, Ria estaba totalmente encima de Oeste, aplastndolo con su ligero peso y con el crculo de sus dedos alrededor de sus muecas. Ella levant sus manos a la altura de los hombros y alz la cabeza para poder mirarlo con claridad a los ojos. "Sabes?," dijo, "que tu amigo Sur tiene un psimo sentido de la oportunidad", "Te refieres al momento en que rompi la claraboya." Ella asinti con la cabeza, con aire ausente roz los tendones de sus muecas con sus pulgares. "Pero creo que sabas que l estaba all, no?" "S". "Cmo? Mir cuando escuch las primeras gotas de lluvia, sin embargo, no lo vi." "Pero viste el cielo claro de la noche, no? Y las estrellas?" "S". "As que deberas haber sabido que no era lluvia lo que habas odo. Sin nubes, no hay lluvia. Entonces me di cuenta de que era una lluvia de piedras contra el cristal, una advertencia segura de lo que estaba por venir. Yo no lo saba, aunque, no me sorprendi que Sur bajara a travs de la claraboya. l fue admirado por su desempeo descolgndose de los aparejos de los barcos de Su Majestad, pero nunca hubiera imaginado como bajara de un tejado". Ria le dio a las muecas de Oeste una pequea sacudida. Sus pechos se frotaron contra su pecho mientras se ergua. "Hubieras debido advertirme." "Yo no pude." Ella se qued en silencio, teniendo en cuenta eso. "No," dijo finalmente, "Supongo que no podas." Sintiendo algo de su dolor, Oeste le dijo: "No fue porque pens que me traicionaras, sino porque no creo que haya habido tiempo suficiente para prepararte." Ella le dio un beso en la boca. "Me preparaste lo suficientemente bien. Me cubriste con tu cuerpo." "Mmm." "El vidrio debe haberte cortado." "No fue nada." "Djame ver". Ria se desliz hacia un lado y esper a que se acostara sobre el estmago antes de sacar las mantas. Sus ojos se fijaron por primera vez en los pequeos rasguos esparcidos por su espalda, y luego en las cicatrices dbilmente estriadas que eran evidencia de la paliza que haba recibido de la mano de su padre. Fue humillante saber que haba recibido tanto dolor por su culpa. Ella apoy la palma de la mano suavemente sobre su espalda y se acerc. Bes su hombro. "Te amo." Porque lo dijo a manera de confesin, por primera vez, sonri. "Es gratificante saber que no has cambiado de opinin, porque todava estoy decidido a que t seas mi esposa." La boca suntuosamente curva de Ria se torci en una sonrisa beatfica. Cuando l la cubri con la suya, sus brazos se asieron de sus hombros, ella abri su boca, y se ofreci toda para l. Entr en ella profundamente en el primer empuje y se mantuvo all, tal como ella quera. Estaba apretada y caliente y necesitada y no le importaba en absoluto que l lo supiera. Su disposicin a hacerse tan vulnerable a l y dar generosamente de s misma todava tena el poder para confundirlo y complacerlo, en partes iguales. Ria levant los brazos hacia la cabecera de la cama y se estir, arquendose debajo de l, acrecentando la ola de placer que l cre. l la abraz y comparti todo lo que saba sobre el acoplamiento, codicioso y apresurado en dar y recibir, hasta estallar juntos en un xtasis irrefrenable. Ms tarde, cuando pudieron amarse con paciencia y ternura, con sus corazones latiendo menos ferozmente, compartieron la dulzura y la plenitud de esa expresin de amor. Ria se agit adormilada contra Oeste. Enterrada profundamente bajo las sbanas, con su cuerpo moldendose ntidamente al suyo, ella sinti profunda satisfaccin. El sonido que surga de la parte posterior de su garganta era, casi un ronroneo. "Eres gata o gatita?" Pregunt Oeste. Ella presion sus uas en la palma de su mano. "T decides". l simplemente se ri entre dientes, y se dio cuenta de que el sonido de ella no era tan diferente del suyo. Esto provoc su sonrisa. Hizo a un lado la cascada de cabello claro y bes la suave curva de su cuello. "Yo no creo que pueda esperar a que se lean las amonestaciones, no cuando ests tan perversamente persuasiva en la actualidad. Si el cuarto de un caballero ya no es su santuario, y l puede ser asaltado en su propio bao, una licencia especial es el ltimo recurso que le queda." "Tengo tentarte?" Una de sus cejas se alz. "Lo dudas?" Ella puso su mano en la de l. "No, supongo que no, pero es sorprendentemente gratificante escucharlo." Oeste le permiti arrebujarse contra l ms profundamente, no era reacio a sentirla contra su piel y amarla una vez ms en ese momento, sin embargo en pocos minutos su respiracin se ralentiz, la cadencia cambi, y l supo que estaba dormida. Se maravill que ella pudiera ser un torbellino en un momento, contemplativa al siguiente, y luego encontrar la perfecta quietud del sueo. Si fuera afortunado, pens, siempre reclamara su atencin con sutileza y audacia, dndole tanto como ella brindaba, y a menudo, si fuera humanamente posible, mucho ms. Oeste la protega porque no poda evitarlo, no porque era por naturaleza un espa. Ella lo haba derrotado, le haba ganado. Lo haca sonrer solo con la mirada. No haba nada en Ra que no fuera bueno para su alma. En Hambrick Hall, sus amigos le haban dado rumbo a su vida, pero fue en el amor de Ria que haba encontrado su brjula.