Beyond A Wicked Kiss - Jo Goodman

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Corregido y

editado por
Erichz Z.
Dedicatoria

Quiero dedicar este trabajo


a una gran amiga
una hermana
que quiero mucho
y que es sper especial
poder compartir este libro con ella
ella es bueno, ella eres T *Ingrid Mesones*

La verdad que no tengo las suficientes lneas para expresar lo que


tu amistad significa para m, as que espero esto sea suficiente, un
recordatorio que aun hay mucho por hacer.

Todava te queda demasiado por descubrir


no bajes la vista y si la bajas
para tener cuidado de no caer en el lodo
no te ates a nada que te haga dao
no busques lo que no te saca una sonrisa
no derrames lgrimas por lo que no fue
tranquilo, mrate
ahora eres ms fuerte
deja de nublar tus ojos con la niebla
de esa sustancia fangosa de resignacin
alza tus brazos al cielo y agradece
por lo efmero y lo venidero
agradece por tus manos y tus pasos
por haber amado y sentirte vivo nuevamente
ahora te toca alegrar a otros
que igual que t van perdiendo
las nociones para continuar el camino
esparce tu semilla
regala tu historia
nunca dejes de evolucionar

El pequeo libro viajero, Quetzal Noah


Agosto 1798
Condado de Westphal

Nunca le pertenecera. Pareca ser una constante en las verdades


de su vida.

Haba sido as desde su nacimiento, aunque en la cuestin del


nacimiento haba sido sumamente inocente. No poda decir con
certeza el momento en el que haba tomado conocimiento del
hecho. No haba un momento que pudiera recordar como una
epifana. Ms bien, sospechaba que la verdad haba estado
goteando en su conciencia como un manantial subterrneo desde
sus doce aos.
Momentos como el que estaba experimentando ahora le hizo
darse cuenta de lo profundo que se haba vuelto el agua.

Evan Marchman era un espa. Situado cmodamente en las ramas


altas de un castao, tena una vista casi sin obstculos de la
campia. Cuando su visin no era tan clara, necesitaba solamente
una fraccin de segundo para voltear la cabeza y ponerla en otro
ngulo a travs de la maraa de hojas. Para cualquiera que mirase
desde el suelo era prcticamente invisible. Su posicin en la copa
del rbol slo poda ser descubierta si l mismo lo permita. Evan
no tena intencin de hacerlo.

Podra ser capturado. Y torturado. Seguramente sera torturado.


No le gustaba pensar en eso. Porque se haba convertido en un
espa?, se preguntaba. Mejor sera caerse del rbol y romperse el
cuello antes que ser atrapado por el enemigo. Mejor ponerle un
plazo a su propia existencia que dar un paso en falso y ser
encerrado dentro de las mazmorras del duque. Aprieta pulgares.
Grilletes. Atizadores calientes.
Ltigos. Potro de tortura. Evan se oblig a apartar de su mente
todas las cosas en las que no le gustaban pero que en realidad era
lo nico en lo que poda pensar. Trabajar como espa, consuma
considerablemente ms disciplina en el control del pensamiento
de la que haba adquirido, se convenci. Era otra cosa a la que
debera aplicarse.
Su sonrisa se desvaneci lentamente, el hoyuelo del lado
izquierdo de su boca desapareci, poniendo por obra la
instruccin que haba recibido para dominar sus rasgos y
pensamientos, y esper. Los escuch antes de verlos. Los sonidos
alegres se elevaron en el aire transportados por la suave brisa y
flotaron por las verdes praderas y las suaves colinas. Un hato de
ovejas levant la cabeza por un instante para ver de qu se trataba.
El ganado sigui pastando, para nada interesado por la cacofona
hilarante. Simplemente empezaron a moverse hacia otro parche de
hierba acolchada.

Evan tuvo un atisbo del avance de la fiesta de presentacin en la


lejana casa de campo. En el recodo del camino, el polvo se
arremolinaba encima de los carros, y en ocasiones pudo ver a un
par de jinetes montados en los esplndidos ejemplares de los
establos del duque disparados hasta la cima de una colina y
volver. Ni una sola voz se poda identificar por encima de las
dems, ninguna parte de un discurso o nota musical ascendi
hasta la copa del rbol donde estaba Evan, pero no crea haber
imaginado los sonidos de algaraba de un grupo acercndose. Por
encima de los sonidos que escuchaba desde lo profundo del
monte, el grito de las golondrinas, el susurro del viento entre las
ramas y el chapoteo del agua en el borde del lago, oy una
verdadera sinfona de risas.

Saba que tena que salir de su escondrijo antes de que los


portadores de la risa estuvieran bajo su nariz. No sera propio de
un buen espa, estar toda una tarde agazapado all. No podra
hacer ms que verlos, y eso no era lo que en realidad buscaba. Su
madre se decepcionara si se enterase de lo que haca. Cuando
haba dejado su casa esa maana, le haba dicho que slo tena la
intencin de irse de pesca. Haba tenido la precaucin de tomar
sus aparejos, pero slo para disimular su verdadero destino. Tena
planeado venir aqu, an si no hubiera podido convencerla.
Saber que deba bajar para escapar, no era lo mismo que hacerlo.
La idea inicial haba sido venir, sobre todo despus de haber
escuchado el deseo de la duquesa de entretener con un picnic a
sus invitados. La investigacin de inteligencia haba llegado a l
por la ruta habitual. La duquesa haba informado a su secretaria,
quien haba hecho los arreglos con el primer mayordomo, que le
haba dicho al cocinero, quien haba ordenado al personal de
cocina, que haban intercambiado miradas de sufrimiento ante la
enorme tarea que tenan por delante, y finalmente la servidumbre
se puso manos a la obra.
Evan lo haba escuchado de boca uno de los muchachos del
lavadero que, una vez fuera de las restricciones de la casa del
duque, parloteaba como una urraca.
Tonto era lo que Johnny Brown haba dicho.
Tonto.
"Clase", dijo Johnny revoleando los ojos. "Imagina elegir sentarte
en la hierba diablicamente cosquillosa y compartir un banquete
con las hormigas, los conejos y los erizos. Esta gente no tiene el
menor sentido comn, eso es lo que pasa. Hay tres comedores y
una sala de desayuno en la casa y Su Gracia decide llevar a sus
invitados a la laguna. No es que nadie vaya a pescar para
contribuir alimento para la cena. Por entretenimiento, tal vez, pero
no para la cena." Johnny habas acudido la cabeza con asombro y
escupi.

"Tonto".

Evan no estaba seguro de estar de acuerdo con Johnny, pero sin


comprometer una opinin propia, se mantuvo en silencio.
No tena la menor objecin a picnics y estaba feliz de disfrutar la
aficin de su madre por ellos. Ellos pescaban para su propia cena,
sin embargo, y cocinaban las truchas envueltas en hojas en un
pequeo fuego sobre las piedras. El sabor ahumado de la carne
tierna no poda emularse en la cocina de la casa, y haba algo
sobre estar fuera, al aire libre que aligeraba el estado de nimo de
su madre. Ni siquiera se daba cuenta que la hierba poda ser
diablicamente cosquillosa, y menos an le importaba pensar en
ello.
Tal vez la duquesa no era tan diferente de su madre. Tal vez su
estado de nimo tambin se aligeraba al estar sentada bajo el toldo
de un claro cielo estival.

Evocando la sonrisa beatfica que mostraba su madre en esas


ocasiones, Evan no poda sino envidiarle a Su Gracia ese singular
placer.
No poda imaginar, sin embargo, que la duquesa esbozara siquiera
una sonrisa en su direccin. Si daba muestras de alegra en algn
momento, era porque no saba que l estaba cerca. Ella con gusto
sufrira la marcha constante de mil hormigas sobre su persona
durante toda una tarde antes de soportar un solo momento en su
presencia.
Para no avergonzarla, ni incitar la clera del duque, Evan se
qued quieto como una piedra en la cima del rbol.
Los jinetes a caballo llegaron primero.
Haba cuatro hombres y dos mujeres.
Una de ellas pidi ayuda para bajar de su montura, y la otra salt
al suelo por s misma. Dos de los hombres llevaron a los caballos
y los ataron en un lugar sombreado al borde del bosque. Evan les
vio acercarse, pero nadie mir hacia l, y los caballos no
percibieron nada indebido. Segn sus clculos, haban llegado tan
cerca suyo como era probable que ocurriera en el transcurso de la
tarde y no haba llamado su atencin. Iba a estar bien. Estaba a
salvo. Los carros les siguieron a corto plazo y los pasajeros se
apearon rpidamente, expresando en unanimidad su aprobacin
por la esplndida campia que se extenda delante de ellos. Evan
pens que tenan una vista bastante bonita, pero palideca al lado
de la suya. l era el nico que poda ver la amplitud del lago.
Poda distinguir el sutil contraste de azul y plata en la superficie
reflectante del agua.
Poda ver ms all de la primera colina, un campo de flores
silvestres, y poda verla hierba mecerse como cuchillas dobladas
por el viento. Su horizonte estaba mucho ms distante del que
vean los que estaban en el suelo, y su panorama abarcaba una
vasta porcin de la propiedad Westphal en Ambermede. Los
invitados del duque no posean ms que una pequea parte de ese
cuadro, Evan lo tena casi todo.
Los huspedes se desplazaron a lo largo del lago y las colinas,
eligiendo lugares estratgicos para sus mantas y cestas.
Las mujeres llevaban sombreros adornados con cintas de color,
hojas de menta y fresas silvestres, y vestidos de percal a juego.
Se vean brillantes, alegres y vistosas, como si estuvieran
diseadas para ser parte de este paisaje. Incluso los hombres, con
la notable excepcin del duque, no se vean fuera de lugar. Con
pantalones de gabardina, chaquetas de punto y camisas de lino
sueltas, confeccionadas para facilitar la pesca o la natacin o
simplemente descansar. La mayora de ellos ya estaban sin
sombrero, el sombrero haba sido lo primero que tiraron al suelo
una vez se extendieron las mantas.
El duque de Westphal todava llevaba su sombrero de copa, de
piel de castor y seda, ms apropiado para un concurrido evento
social en un parque de Londres.
Llevaba guantes de raso y un bastn en la mano derecha. Sus
pantalones de dril blanco no mostraban siquiera una arruga, a
pesar de su paseo en el carro, y las puntas de su cuello se vean
rgidas como pas. Su chaqueta segua la lnea de sus hombros y
brazos, definiendo su figura alta y atltica. No se rea
abiertamente, ni sonrea con facilidad, sin embargo, de ninguna
manera se vea fuera de lugar en su entorno. Estaba tan cmodo
en su severidad como sus invitados lo estaban en su decadente
abandono.
Evan observ cmo el duque ofreca su brazo a su excelencia y
con cautela la llevaba hasta la manta que se haba preparado para
ellos. La duquesa era delicada hasta el punto de parecer frgil.
Tena una tez como de fina porcelana y luca casi demacrada. Los
huesos afilados de su cara estiraban su piel clara, marcando sus
pmulos hundidos y haciendo que sus ojos parecieran ms
escrutadores delo que en realidad eran. Estaba vestida con tanta
elegancia como cualquiera de sus invitadas, pero su vestido verde
manzana no realzaba su color, todo lo contrario la apagaba an
ms.
Evan vio claramente cuando inclin la cabeza hacia atrs para
responder algo a su marido. Tena la cara volteada en su
direccin, y por un momento pens que deba haberle visto. Sus
ojos se posaron en un punto ms all del hombro del duque,
directamente en su lnea de visin. De haber sido posible, habra
visto una cara tan plida como la suya, porque Evan pens que
estaba a punto de ser atrapado.
No era as. La vio sonrer brevemente en reconocimiento a la
observacin que el duque estaba hacindole, antes de que su
mirada se alejara definitivamente de l.
El latido de su corazn se desaceler y retom su ritmo normal.
Descubrir que no se haba movido en lo ms mnimo ni haba
producido siquiera un pequeo sonido de alarma le proporcion
un placer infinito.
Tal vez tena un talento natural para el trabajo de espionaje.
Le haba parecido tan remota la posibilidad cuando su amigo Sur
se lo haba sugerido que hasta le sonaba ridculo.
De hecho, reconoca que se haba redo.
Ya tena a los otros. Norte. Sur. Este. "Por qu un espa?" le
haba preguntado a Southerton. "Por qu no un abogado? O un
cirujano? con buena prctica podra adaptarme tambin."
"Es a beneficio de la rima," le haba dicho Sur. "Norte, Sur, Este,
Oeste.
Amigos para siempre nos hemos declarado. Las otras verdades las
negaremos porque somos, , lince, marinero y soldado" l se
haba detenido dramticamente. "Vas en primer lugar, abogado?
No rima, verdad, Oeste? No funciona. La rima es lo importante".
Evan haba dicho que supona que estaba bien, entonces. l sera
el espa.
"Muy bien," haba dicho Este, feliz detenerlo resuelto sin tener
que golpear a nadie. Le haba ofrecido un bollo en vez de un
apretn de manos.
Norte se haba frotado el puente ligeramente torcido de la nariz,
un gesto no tan ausente como pareca serlo. Sin decir una palabra,
le record a todos que Evan le haba roto ese apndice y le haba
dejado su hermoso rostro con bastante ms carcter de lo que su
madre pensaba que era bueno para l. Todos estaban de acuerdo
en que un espa podra llegar a ser muy necesario algn da.
Evan se dio cuenta de que asestar un golpe fuerte en la nariz de su
enemigo slo sera necesario si lo descubrieran. Lo mantuvo fuera
de su plan actual. No iba a permitir que eso ocurriera.
Cmodamente acunado como estaba en su rbol, no era probable
que se delatase o fuese descubierto por casualidad.
Ajust su mente al presente, dej de mirar al duque y la duquesa
de Westphal y se concentr en los ms pequeos de la reunin,
apiados junto al lago. No todos los que disfrutan de la
Hospitalidad de Su Gracia eran adultos. Haba media docena de
nios entre los invitados. El mayor era el heredero, Will Fairchild,
Lord Tenley, dos aos ms joven que Evan. Estaba organizando
el juego para los dems nios, decidiendo quin deba ocultarse,
quien deba buscar y dnde no deban hacerlo.
Su voz tena un tono alto, y autoritario.
No caba duda de que sera obedecido.
Tenley no apelaba a la cooperacin con la emisin de rdenes a
voz en cuello y cada palabra llegaba ntidamente a la copa del
rbol. Evan hubiera deseado cerrarle la boca.
Ya sea por miedo o respeto, los otros se sometieron a las
directivas y formaron filas. A excepcin de la ms joven entre
ellos, Evan no conoca sus nombres. La nia con la mata de pelo
tan rubio que era casi blanco a la luz del sol, tena un nombre que
haba aprendido rpidamente, Ria. Unos momentos despus de
bajar del carro, alguien haba comenzado a nombrarla con
frecuencia. "Ria, ven aqu."
"No vayas, Ria." "Mantente alejada de los caballos, Ria" "Ria".
"Riiii-aaa."
Evan se pregunt por qu no le ponan directamente una correa
para sujetarla, se habran ahorrado el trabajo.
"Maa riii aaa!"
As que no era "Ria", pens Evan, sino
"Mara". La vea correr entre los invitados, con sus piernas
regordetas pisando las mantas y perdindose entre la hierba alta,
siempre a un tris de sufrir una cada, nadie poda ser culpado por
no usar su nombre de pila. Apenas tenan tiempo suficiente para
pronunciar tres letras, mucho menos dos slabas. Alguien le
atrap, su padre, supuso Evan antes de que se precipitara dentro
de la cesta de picnic de la duquesa.
La duquesa no se perturb en absoluto por la interrupcin. Muy
por el contrario. Ayud a Ria, ahuec el pelo brillante de la nia,
y le habl suavemente. Evan esperaba eso, porque era sabido en
todo Ambermede que la duquesa tena un especial cario por los
nios. Lo que le daba a Evan la pauta de que la actitud del duque
no era menos atenta. En realidad tom a la nia, la alz y la hizo
girar en el aire una y otra vez hasta que la hizo chillar de alegra,
y luego le permiti golpearlo pidindole dar otra vuelta. Su Gracia
acept sin dudarlo. Nadie en el pueblo haba mencionado alguna
vez que el duque de Westphal se hubiera prestado alguna vez para
juguetear con los nios. Evan nunca habra credo algo as de su
gracia si no hubiera sido testigo de ello. No saba que pensar
acerca de lo que haba visto, y mucho menos cmo sentirse.
Era ms fcil empujar su incertidumbre a lo ms recndito de su
mente y concentrarse en su amplia visin de la fiesta. Tenley
haba logrado que algunos de los adultos se unieran a su juego
enrgico de esconder y buscar, y no pas mucho tiempo antes de
que los participantes se dirigieran a los escondites disponibles.
El bosque era un destino natural, pero nadie eligi su rbol de
castaas para ocultarse, ni tampoco fueron capaces de escalar tan
alto en ninguno de los rboles cercanos. El juego lleg a su fin en
menos de una hora, y Tenley reagrup sus tropas para jugar a la
mancha, a la gallina ciega, y, finalmente, al tesoro escondido.
Se refrescaron aligerndose de ropa, incluso los adultos para jugar
junto al lago.
Salpicndose y mojndose, riendo hasta obligar a una gran familia
de patos a huir del agua hacia la seguridad relativa de la colina.
Cuando el juego enrgico perdi inters, reacomodaron las
mantas y las canastas fueron abiertas para compartir el festn.
Haba platos de carne asada, cordero y pollo, grandes hogazas de
pan fresco, y una variada seleccin de fruta, queso y vino. Hubo
poco movimiento luego del refrigerio. Alguien sugiri charadas,
pero no se mostr demasiado entusiasmo. Incluso Tenley haba
dejado de ordenarles lo que deban hacer y pareca contento de
acostarse sobre una alfombra acolchada, panza arriba bajo el sol.
Algunos de los huspedes dorman, otros lean, y algunos jugaban
tranquilamente a las cartas.
En definitiva, estaban en paz, pens Evan. Desde su punto de
vista estaba bastante ms aburrido que reconfortado, pero supuso
que era tambin parte de ser un espa. Estaba limitado al
aburrimiento, y tendra que aprender a manejarlo. A tal fin,
mentalmente recit todos los dioses y diosas griegos y sus
homlogos romanos, despus los linajes reales de las casas de
Europa desde Carlomagno. Cuando regres a Hambrick Hall por
algunos das, l le apost a Sur y a los dems que poda recitarlos
en poco menos de un minuto. Estaba seguro de impresionarlos, y
posiblemente ganar algunos peniques.
Estaba pensando en cmo podra gastar sus ganancias cuando un
movimiento entre los huspedes de la duquesa le llam la
atencin. Para ser estrictamente exacto, era el movimiento de un
solo invitado. La joven Ria se haba levantado y estaba
alejndose. Evan no saba por qu nadie pareca darse cuenta. Era
cierto que haba ms gente durmiendo la siesta que la que haba
estado dormitando unos diez minutos antes, pero an haba varios
que se dedicaban a jugar a las cartas y a mantener una
conversacin tranquila. Ninguno de ellos prest atencin a la
chica, y Evan tuvo que creer que no la haban visto. Su madre y
su padre, por lo menos, Evan crea haberlos identificado
correctamente, yacan como cucharas sobre el csped, entibiados
por el sol del atardecer. El brazo de la madre estaba curvado
formando un arco que debi haber servido de almohada para la
cabeza de su hija. Ria se detuvo. Si se decida volver a la manta y
se acostaba en su lugar otra vez, nunca podra perderse. Evan
estaba seguro de que eso no sucedera. Pareca como si Ria
estuviera persiguiendo algo, una mariposa, tal vez, o una pluma
de pato que haba quedado flotando en el aire, despus que el ave
se haba apresurado a refugiarse en la ladera. Fuera lo que fuese,
se dio cuenta de que se estaba alejndose del lugar donde los
huspedes dorman sobre sus mantas y gradualmente se diriga al
lago.
No en una direccin estrictamente recta.
Caminaba sobre la hierba de aqu para all, a veces dando vueltas
y regresando unos pocos metros. Su avance se caracterizaba por
piruetas torpes y varios tropezones, pero era un juego, volva a
pararse despus de cada cada, decidida a capturar lo que fuera
que estaba eludindola.
Los ojos de Evan se dirigieron de nuevo a los huspedes. La
ausencia de Ria todava pasaba inadvertida. Nadie volvi a mirar
en su direccin. Nadie levant la mano y ni se par bruscamente
para llamarla. No importaba que la ruta de la nia hacia el lago
fuera impropia, era que la estaba llevando directamente a un
peligro del que no poda ser consciente.
Evan se dio cuenta de que tendra que hacerse responsable por su
seguridad. l fue el que vio el peligro, y le corresponda hacer
algo al respecto.
Advertir a los dems estaba fuera de toda cuestin.
Minutos preciosos podran perderse mientras todos averiguaban
donde estaba y lo hacan abandonar su escondite.
Sera castigado duramente si tena suerte, encerrado drsticamente
si no la tuviera, y era dudoso que escucharan qu era lo que estaba
tratando de decirles.
Ria estara en el fondo del lago para entonces, sus diminutos
pulmones no podan retener suficiente aire para mantenerse a
flote, y sus gritos y llantos desodos a causa del alboroto que su
presencia seguramente causaran.
Evan hizo su descenso rpido. Su gil y atltico cuerpo estaba
preparado para este tipo de desafo. Los dedos de sus manos y
pies tocaban las ramas slo lo necesario para sentirlas debajo de
l, y entonces se mova, siempre hacia abajo, acelerando, bajando
los ltimos doce pies en cada libre, deslizndose para agarrar una
rama, y luego balancendose hasta el suelo. Si alguien lo vio, no
se detuvo a reconocerlo.
La fuerza de su cada del rbol le hizo agacharse por un momento.
Como un corredor al inicio de una carrera de velocidad, se
levant lo suficiente para comenzar su descenso hacia la orilla del
lago. No se qued en el bosque sombreado. No haba tiempo de
esquivar los rboles y los obstculos de la maleza.
Corri hacia el permetro del claro y sigui corriendo por el
campo abierto.
Se escuchaban gritos ahora, todos ellos a sus espaldas. Haba
gente gritando que se detuviera, para que diera explicaciones.
Alguien grit: "Ladrn!"
Evan no saba porque haban dicho esa palabra, pero no hizo caso
a todos los que le pedan que regresara y direccion su curso
hacia el punto brillante delante suyo que estaba a punto de caer al
agua.
Se lanz hacia la nia, su cuerpo delgado tenso, ninguna parte de
ella toc el suelo en ningn momento, en perfecto desafo a la
gravedad. El esfuerzo no fue suficiente. Sus dedos rozaron el
dobladillo del vestido, pero no pudo sujetarla, y la tela se escap
de sus manos, mientras la inercia del salto haca que l mismo se
precipitara a tierra.
El aliento de Evan abandon sus pulmones al golpear el duro
suelo.
Alguien grit, pero no cay en el error de creer que la
preocupacin era por l. Volvi la cabeza a tiempo de ver a Ria
desaparecer bajo el agua. Su pelo ya no era tan brillante como lo
haba estado momentos antes y comprendi que se hunda por
segunda vez. El suelo vibraba bajo su mejilla, mientras los
invitados corran en masa hacia l.
Antes de que pudiera pensarlo mejor, sigui el ejemplo de Ria y
se sumergi en el lago. El agua era ms profunda de lo que crea.
Haba esperado que la pendiente del terreno siguiera el mismo
ngulo de inclinacin, pero no era s, a los pocos metros la
profundidad se acentuaba y se encontr manoteando a ciegas a su
alrededor en busca del percal amarillo.
Ayud, decidi ms tarde, que ella no hubiera desistido en la
lucha. A pesar de que no se comparaban en contextura y altura,
los movimientos de Ria eran tan enrgicos y desesperados como
los suyos. Sus brazos cortos, y sus dedos se cerraron alrededor de
sus muecas. El agua burbuje al dejar escapar sus ltimas
bocanadas de oxgeno, y los pies de
Evan se afirmaron en el fondo lodoso.
Patale, impulsndose hacia la superficie con Ria aferrndose a su
cuello. Aspir profundamente para recuperar el aliento, y sacudi
la cabeza para apartar la cortina de cabello de delante de sus ojos.
Los hombres estaban reunidos en el borde del agua en precario
equilibrio en la parte ms empinada de la pendiente.
Las mujeres, como la duquesa, se encontraban en un lugar ms
apacible, muchas de ellas con sus brazos extendidos como si
pudieran sacar a Ria ellos mismos por pura fuerza de voluntad.
Evan los estudi con una sola mirada y dese poder entregar a la
nia y desaparecer bajo el agua.
No sera fcil hacerlo porque los dedos de Ria ahora estaban
enredados en su pelo mojado. Cuando trat de alejarla de l, se
aferr con los deditos rechonchos hasta que pens que iba a
arrancarle el cuero cabelludo. Oa la multitud que gritaba, pero no
pudo distinguir ninguna orden o acusacin por encima del llanto
lastimero de Ria.
Evan avanz por el agua menos profunda utilizando slo las
piernas, manteniendo ambos brazos firmemente alrededor de la
nia estremecida de temor, y se acerc a la orilla donde alguien
fuese capaz de cogerla. No esperaba que nadie se preocupara por
ayudarlo, as que sufri una especie de shock cuando Ria
finalmente se separ de l, y alguien lo tom para sacarlo del
lago. Su rescate no fue demasiado suave. Mientras que una
chillona Ria pasaba de brazo en brazo hasta ser acunada en el
seno de su madre, Evan fue detenido bruscamente por el cuello de
su camisa y sacudido con fuerza.
Sucedi muy rpido como para que pudiera comprender lo que
estaba a punto de suceder. Un rugido sordo vibr a travs de su
cabeza cuando el primer par de manos que se apoder de l lo
mantuvo quieto mientras un segundo par le daba un atronador
golpe en las orejas. Haba gritado, pens, pero no poda estar
seguro.
Esperaba que no. Era demasiado humillante.
Alguien le dio la vuelta y lo empuj hacia adelante para hacer
frente al duque, tropezando cuando fue liberado y casi cayendo de
rodillas. Se las arregl para recuperar el equilibrio, justo a tiempo
antes del primer golpe. El bastn de Westphal silb en el aire
antes de caer sobre el hombro de Evan. Cay como una piedra y
rod a un lado. El segundo golpe le alcanz de lleno en la espalda,
levantando inmediatamente un verdugn debajo del lino mojado.
Se encogi, abrazando sus rodillas contra su pecho para proteger
su cara de los golpes. Su espalda y sus nalgas estaban expuestas, y
los golpes llovan sobre l.
Seguan gritndole, pero no poda or lo que decan. Pensaban
que haba empujado la nia al agua? No saban que l la haba
salvado?
Por humillante que fuera, Evan abri la boca para explicar. En
realidad, nadie lo escuch, por supuesto. No estaba seguro de que
su voz se hubiera elevado por encima de un susurro, y segua
acurrucado como un erizo con la boca muy cerca de las rodillas.
Su orgullo peleaba con el dolor, y el dolor gan. Se puso a cuatro
patas y trat de arrastrarse para alejarse, su nico pensamiento
ahora era escapar de los golpes y encontrar algn refugio donde
poder lamer sus heridas.
Se desplom cuando el bastn le dio entre los omplatos. No
poda doblar sus rodillas esta vez, estaba tendido en la orilla, con
la cara vuelta hacia un lado, los ojos cerrados. Un largo suspiro
sali de su cuerpo. Ya no senta dolor. Se esparci como una ola a
travs de su piel, y luego se fue, dejando una estela de calor. Se
imagin que senta unos dedos pequeos y regordetes enredados
en el pelo y un peso extraamente familiar aferrndose a l. Un
grito lo suficientemente agudo como para penetrar en sus odos
fue lo ltimo que escuch. No haba tiempo para preguntarse si
era suyo. Se estremeci una vez ms y se qued inmvil. Estaba
solo cuando se despert. No haba esperado que fuera de otra
manera. No haba ninguna razn para que nadie permaneciera
cerca de l, y mucho menos Sus Gracias. Sera asunto suyo
expulsar este desafortunado encuentro de su memoria.
Evan dudaba que alguien quisiera hablar de lo sucedido,
particularmente la mayora de los adultos, quin quera causarle
desagrado al duque o su duquesa.
Tenley podra decir algo. Era lo bastante impulsivo para hacerlo,
aunque poda ser que pensara dos veces antes de arriesgarse a
obtener la desaprobacin de su padre. Sin embargo, el joven
heredero no tena que preocuparse de soportar el peso del castigo
del bastn de Westphal.
El duque guardaba ese tipo de retribucin para su hijo bastardo.
Evan estaba quitndose con cuidado la camisa cuando la puerta de
su habitacin se abri. Haban pasado cuatro das desde que haba
regresado a Hambrick Hall para el inicio de las clases y una
semana desde que haba recibido los azotes. No haba sido capaz
de ocultar sus heridas a su madre, pero hasta ese momento haba
tenido xito escondiendo el episodio a los miembros del Club de
la Brjula.
Norte, Sur y Este se detuvieron en el interior de la habitacin.
Evan se habra redo por lo cmico de su abrupta parada, si no
hubiera estado tan concentrado en tratar de sacarse la camisa de
nuevo.
Agradeci cuando cerraron la puerta rpidamente.
Tena que reconocer que ninguno de ellos habl de lo que haban
visto. Evan estaba agradecido por eso. Termin de meter la
camisa dentro de los pantalones.
Haciendo caso omiso de las heridas an abiertas que se haban
pegoteado al gnero de la camisa anterior, recogi su chaqueta.
Brendan Hampton, al que llamaban "Norte", se adelant y tom la
chaqueta. Hacer algo til como ayuda de cmara de Evan, le haca
pensar que la recuperacin de su amigo no sera un proceso tan
doloroso.
"Gracias," dijo Evan, sin mirar a los ojos de Norte.
Gabriel Whitney, "Este" para los dems, le ofreci una de las
tortas heladas que llevaba. "Los pasteles siempre ayudan", dijo.
"Estos llegaron hoy, para compartirlos. No puedo comrmelos
todos yo, verdad?"
Evan era lo suficientemente amable como para contradecirlo. La
figura redondeada de Este era evidencia de lo contrario. Tom un
pastel y se sent cautelosamente en el borde de su cama,
invitando a los dems a unirse a l.
Mateo Forrester, el joven vizconde Southerton, cruz las piernas
debajo de l y se sent en el suelo.
Acept uno de los pasteles de manos de
Este con gran entusiasmo. Habl con la boca llena de comida. "T
nos dirs cuando ests de nimo, supongo. Y si nunca ests de
nimo, no importa. Seguiremos siendo tus compinches, Oeste".
Evan asinti con la cabeza. Era muy posible que jams dijera algo
al respecto. No dudaba de que tuvieran una muy buena idea sobre
lo que haba provocado los verdugones en la espalda y las piernas,
pero esto no lo haca menos humillante para l. Todava quera
revancha.
Como si hubiera ledo su mente, Norte frot el chichn de su
propia nariz. "Te gustara darme un puetazo? Parece como si
quisieras matar a alguien. "
La mandbula redondeada de Este se acerc y seal la hendidura
en su barbilla.
"Estoy a tu disposicin si desees acentuar esta grieta que necesita
profundidad".
Sur seal su mejilla izquierda donde haba acumulado la mayor
parte de su torta helada. Se le haba hinchado como si fuera una
ardilla. "Adelante. Toma impulso.
Un poco de ayuda para poder tragar el pastel."
Evan se puso a pensar en el juego de palabras de Sur. Eso le salv
de tener que dar otra respuesta. Su garganta estaba
incmodamente apretada y hablar habra sido una dura prueba. Su
disposicin a aceptar las lesiones y el dolor que su propio
padecimiento causaba en los otros era un recordatorio de cmo se
haban hecho amigos.
Nunca le pes tanto el hecho de ser un bastardo como esa vez.
Habl finalmente, tragando saliva, con la esperanza de que
pareciera que el pastel era la causa de su dificultad para
expresarse. "Ms bien quisiera golpear a uno de los obispos".
"Genial," dijo Sur, deseando haberlo pensado l mismo.
"Excelente," dijo Este, apartando las migajas de su pecho.
"De lujo", dijo Norte, aprobando. "De verdad, de lujo."
Todos se pusieron de pie y se dirigieron a la puerta. A pesar de
que su club se haba propuesto ser "enemigos jurados de la
Sociedad de los Obispos," jams hasta ese da se les haba
ocurrido provocar una pelea. Llegaron al patio adoquinado de
Hambrick preguntndose cmo podran comenzar el asunto
cuando uno de los obispos susurr,
"Bastardo". Fue sorprendentemente fcil despus de eso.
Captulo Uno
Noviembre 1818
Ella pensaba que podra or su risa. Le haba dicho mientras
estaban juntas, que de ella dependera escucharla, sin importar las
circunstancias que las uniera. Pero seguro que no, pens, no esta
noche. No cuando la circunstancia era la muerte.
"Va a tener que retirarse, seorita."
Ella fingi no haber odo. Haba tenido xito ignorando la orden
la vez anterior. Tal vez se convencera de que era sorda o tonta y
le otorgara concesiones. No era como si estuviera dando la lata a
nadie ms que a ella. De hecho, no haba nadie en la acera a estas
horas que pudiera sentirse molesto por su presencia.
Supuso que estaba envalentado por su importante apariencia.
Luca una libreta esplndidamente trenzada en oro que deba
rivalizar con la que llevaban los siervos del rey. Se hallaba de pie,
como un centinela en la parte superior de las escaleras, guardando
celosamente la entrada del club de caballeros como si su vida
dependiera de ello. Tal vez as fuera, consider. Si pudiera
planear alguna manera de romper sus defensas e ingresar al
exclusivamente masculino santuario del oporto *un licor ;)*, el
humo del cigarro, y los sillones de cuero, tal vez consiguiera que
lo despidieran, por encontrarlo inepto, y tendra que valerse por s
mismo y mantener a su familia iniciando un nuevo
emprendimiento como ratero.
Sera culpa de ella que se viera obligado a delinquir. Estuvo a
punto de esbozar una sonrisa debido al derrotero que sus
pensamientos haban tomado. La explicacin que poda encontrar
para el divague de su mente era que estaba profundamente
cansada, hasta los huesos. Sus dientes castaeteaban debido a la
humedad y el fro de la noche. El abrigo de su capa de lana ya no
era eficaz para mantener alejado el fro, ni tampoco la capucha
poda evitar que regueros de agua descendieran por su pelo.
Retirarse, era probablemente justo lo que necesitaba hacer. Como
si se tratara de su propia iniciativa, ms que como consecuencia
de su advertencia, comenz a caminar lentamente. No quit los
ojos de las ventanas del club mientras lo haca, pero estaban
demasiado altas por encima de la acera como para tener una clara
vista del interior. Anteriormente haba observado el club desde
otro lugar cruzando la calle. Desde esa distancia pudo ver algo de
las habitaciones clidamente iluminadas que daban a la parte
delantera, pero no tan claramente como para poder identificar a
ninguno de los miembros.
"Debe caminar ms rpido, seorita."
Algn duendecillo perverso la hizo detenerse en seco. No fingi
no haber odo su sugerencia. Su posicin erguida en la cima de la
escalera le haca semejante a un guardia romano, sin embargo, su
postura rgida no le impresion. Se qued all un largo minuto.
Estaba demasiado oscuro para medir la reaccin provocada por la
frustracin. Esperaba que hubiera pesado las consecuencias de
perder su trabajo ya sea por quitarse el mismo de la puerta o por
conseguir que otro lo corriera. De cualquier manera, tendra que
abandonar su posicin. Entonces ella podra tener una
oportunidad de ingresar al Club.
Al parecer, estaba hecho de otra pasta, pues pareci percatarse de
su plan, planteando un autntico desafo. Se envolvi ms
apretadamente bajo su manto y, finalmente, dio un paso atrs.
La lluvia caa dura y ruidosa sobre la acera y corra por la calle
empedrada hasta la alcantarilla. Un coche apurado pis un charco
enorme, enviando un chorro de agua que no pudo evitar. El
dobladillo de su vestido se arrastraba por la acera, y los zapatos ya
no eran una barrera contra la lluvia. Sus medias estaban hmedas
pegadas a la piel, y el agua se colaba dentro y fuera con cada uno
de sus pasos.
Fue la comprensin del hecho de que no tena realmente ningn
lugar adonde ir lo que la detuvo en seco. Gir sobre sus hmedos
talones y se dirigi resueltamente hacia la entrada del club. Esta
vez no se detuvo al pie de la escalera, subi los escalones con la
cabeza en alto a pesar de que su exposicin a los elementos le
haba amortiguado el espritu.
"Y ahora qu seorita?", dijo el lacayo en tonos tanto nerviosos
como ofendidos.
"Usted no puede estar aqu."
"Qu cosa tan absurda est diciendo, mi sentido comn me dice
que puedo y que debo. "No le dio tiempo para montar un
argumento."Como podr notar, usted ocupa uno de los pocos
lugares al amparo de la lluvia. Sera una grosera que se negara a
compartirlo".
"Grosero?" Las arrugas alrededor de sus ojos se profundizaron
cuando entrecerr los ojos para verla mejor.
"Por qu? Por negarme a albergar a una cualquiera? Usted
circula con muy poco equipaje, verdad? Mrchese antes de que
llame a los guardias. Es una noche desagradable para que ellos
estn fuera, y no van a agradecerle el viaje bajo la lluvia para
llevarla ante el juez sin demora".
Ella apart la cabeza, cubrindose con la capucha de la capa para
que no pudiera memorizar sus rasgos. "Llamara a un guardia
porque he pedido refugio contra esta lluvia abominable? Me
llevaran ante un juez, molestndolo por tan poca cosa?"
El lacayo no cay en su ardid. "No sera la primera de su tipo en
tratar de ganar su entrada aqu."
"Mi tipo? Usted se refiere, espero, al hecho de que soy mujer.
Haras bien en no compararme con ninguna gentuza".
Mirando hacia abajo, le vio cambiar el peso de su cuerpo de un
zapato de hebilla al otro. Pareca que sus palabras le haban
inquietado un poco. No le permitira asumir que ella conoca que
clase se asuntos se llevaban adelante en ese Club. No era la
desechada amante de nadie que vena a buscar venganza, ni
tampoco era una ramera buscando trabajo.
"Qu mal puede hacer si usted permite quedarme hasta que la
lluvia disminuya."
El criado mir hacia el cielo tormentoso. No haba evidencia de
luna o estrellas esta noche. Las pesadas nubes bajas, se
vislumbraban por el reflejo de las miles de farolas de Londres.
Dedos gruesos de niebla flotaban sobre el ro Thames y pronto
cada calle, parque, y callejn quedara cubierto por el manto
blanquecino. No habra diferencia con el West End. La niebla era
el gran nivelador de la ciudad, no tena en cuenta ttulos ni clases
sociales.
Los detalles arquitectnicos de muchos de los mejores edificios
de la ciudad se volvan tan borrosos como para ser confundidos
con los almacenes y los burdeles de la zona riberea.
"La lluvia no parar a corto plazo", dijo, sin pausa. "Y la niebla
casi est aqu.
Usted encontrar mejor su camino a casa si se pone en marcha
ahora. Ladrones y delincuentes an peores acecharn muy
pronto".
No se movi. Poda haberle dicho que recin haba llegado a
Londres y que su casa quedaba a una distancia de dos largos das
de marcha, pero no discerna el beneficio de revelar ninguna de
esas cosas. "Esperar", dijo. "No tiene que preocuparse, no tengo
la menor intencin de montar una escena. Es slo que..."
Su voz se apag. "Voy a esperar ", repiti en voz baja.
El ancho pecho del lacayo se expandi por la magnitud de su
suspiro. Hizo un poco de lugar para que ella pudiera refugiarse en
el porche angosto. "Desea enviar algn mensaje?", se pregunt.
"Me encargar de supervisar que sea entregado directamente."
Ella neg con la cabeza. Un mensaje podra ser desestimado en un
segundo. Esa era la razn por la que no se haba anunciado en su
casa. No tena la seguridad de que l estara de acuerdo en
recibirla.
Ni siquiera tena la certeza de que pudiera reconocerla, ni mucho
menos la consecuencia que podra tener que lo supiera.
Sera ms probable captar su atencin por un momento, si l era
consciente de su identidad o si era totalmente ignorante de la
misma? Podra despertar su inters, o sera despedida con un
movimiento de manos?
Sus preguntas la haban llevado hasta all, a este bastin de
exclusividad masculina en St. James, con la esperanza de forzar
un encuentro. No tena la seguridad de que l estuviera dentro,
pero despus de vigilar su casa por un tiempo, concluy que no
estaba en ella. Teniendo en cuenta lo que saba sobre l, este
pareca un lugar tan conveniente para encontrarlo como podra
serlo cualquier otro, y de todos modos tena que comenzar en
alguna parte.
Ella no quera conocerle formalmente en el funeral.
Evan Marchman, el duque recin asumido de Westphal, mir a
sus compaeros a travs de las cartas que sujetaba en sus manos.
Tendido como estaba en la silla de respaldo alto, su postura no era
precisamente la correcta para estar orando, sino ms bien para la
meditacin perezosa.
l y sus amigos componan un cuarteto sombro esta noche. No
encontraban la disposicin al humor ni los medios para hacer
apuestas de ninguna clase.
Permanecieron largos perodos sin conversacin formal. Bebieron
poco. Nadie los molest.
El comportamiento austero de su grupo estaba dando lugar a
miradas suspicaces en su direccin y despertaba murmullos de
incredulidad entre los dems miembros del club. Las personas
familiarizadas con la noticia de la muerte de su padre tambin
entenderan por qu no estaba de luto. "Estamos causando o un
gran revuelo, lo saben," dijo finalmente.
Este mir a su alrededor y vio que era as. Se encogi de
hombros. "Debe ser a causa de Sur. l est ms bien desaliado
esta tarde. Oblgalo a confesar".
El Visconde Southerton despert lo suficiente como para
preguntar: "Te refieres, tal vez, a las manchas de barro en mis
botas?"
Gabriel Whitney, marqus de Eastlyn, podra haber nombrado
muchos otros detalles que contribuan a tacharlo de una persona
descuidada en su apariencia, pero se conform con las botas
salpicadas de barro. "Eso es correcto. Nadie podra dudar de que
Darrow te ha dejado".
"Resulta que he sido yo el que lo ha abandonado", dijo Sur
hablando sobre su ayuda de cmara. Su cabeza descansaba en el
respaldo de la silla.
Con los ojos de color de acero pulido entrecerrados, considerando
las puntas de sus botas totalmente ofensivas. Haba sido un viaje
duro desde el medio de la nada hacia el centro de Londres. "Es
una situacin temporal en la relacin." Aadi en caso de que
Este tuviera en mente alguna oferta que pudiera tentar a Darrow
para ocupar su puesto. "l no est disponible para ti."
"Lstima". Eastlyn sorbi su oporto (licor) y luego su atencin
gir hacia Northam.
"Ests especialmente introspectivo esta noche ", dijo." No puede
ser nicamente por la muerte del padre de Oeste".
Brendan David Hampton, desde haca muchos aos el sexto
conde de Northam, distradamente se pas de nuevo las manos
por el pelo blanqueado por el sol. "No en realidad." Su delgada
sonrisa comunicaba sus disculpas a Oeste.
Por su parte, Oeste hizo un gesto amistoso. No haba ninguna
razn para ofenderse con la respuesta de su amigo.
l apenas poda culpar a Norte por expresar tan poca tristeza por
el fallecimiento del difunto duque, no cuando sus propios
sentimientos eran tan similares. Oeste lade la cabeza hacia un
lado, su mirada de color verde oscuro observando divertido como
Eastlyn escudriaba un poco ms a Northam, tratando de
descubrir esa causa digna de su abstraccin.
"Elizabeth, entonces," dijo Eastlyn. Las palabras apenas haban
sido pronunciadas cuando Este levant la mano, impidiendo que
Norte contestara. "No, no respondas. No debera haber
preguntado. No es asunto mo."
Este no dej de percibir que los hombros de Norte se relajaron ni
bien fue relevado de la obligacin de responder.
Pareca que no le importaba que ellos supieran que las cosas no
eran en absoluto como deberan ser en su matrimonio, pero no
tena ningn deseo de dar explicaciones sobre los detalles. Oeste
poda respetarlo. Todos ellos se haban reunido por l esa noche,
saba que estaran all por cualquier cosa que necesitar. Slo tena
que mirar a Southerton para ver el esfuerzo que haran, si era
necesario.
Norte inclin ligeramente la cabeza en direccin a Sur y capt la
mirada de su amigo. "Dnde estabas cuando escuchaste la
noticia?", pregunt.
Este se pregunt cmo respondera Sur.
l tena pruebas de qu Sur haba estado a una considerable
distancia de Londres, ya que haba ayudado a hacer los arreglos
para el tramo final de su regreso. A Oeste se le ocurri que Sur
estaba esforzndose por no mostrar lo duro que haba sido realizar
ese viaje. No daba por sentado la presencia de Sur en ese
momento, por supuesto, pero reconoca esto como una prueba
ms de los lazos de amistad que haban forjado en Hambrick Hall.
Este no dudaba de que Sur no hubiera titubeado por un segundo
que deba ir a Londres en lugar de seguir hacia su lugar de
destino. "Norte. Sur. Este. Oeste.
Amigos aunque la vida nos cueste. Un extrao no hubiera
reconocido la expresin tensa de Southerton producto de la
profunda fatiga que senta, pero l estaba entre sus amigos ahora y
no podan dejar de notar la cantidad de horas que su viaje le haba
llevado.
Una pequea sonrisa alivi las lneas de tensin alrededor de los
ojos de Southerton cuando se dispona a contestar la pregunta de
Norte. "A ms de la mitad del camino", dijo en voz baja. "Era un
hombre a medio camino."
Norte, irnicamente dio una respuesta enigmtica. "Hasta ahora".
"Por supuesto." Sur se acomod erguido en su silla. "Sospecho
que el retorno me llevar algo ms de tiempo."
Eastlyn rio en voz baja, la primera risa desde que se haban
reunido.
"Especialmente si tu intencin es concluir algo. No puedes viajar
la mitad del camino, y la mitad otra vez, y esperar para llegar all,
Sur. O es que te ensean algo diferente a bordo de los buques de
Su Majestad? Si lo hicieron, me gustara saberlo." Levant su
copa de oporto, con una expresin sobria. "Hasta cundo
permanecers en Londres?"
"Un da ms", dijo Sur. "Dos a lo sumo."
Este asinti. Baj la voz para que no se oyera ms all de su
pequeo crculo.
"Vas a llamarnos, no? ", pregunt." Si es necesario".
"Slo si es necesario," dijo Southerton con la misma entonacin
lgubre. "Yo no comprometera a ninguno de vosotros
intilmente".
Una de las cejas castaas de Eastlyn se curv en un arco perfecto.
"As que esa es la manera."
Ninguno de ellos tena que escuchar nada ms para saber qu Sur
estaba tratando de dar captura a un espa. Era la clase de trabajo
que a menudo le tocaba realizar a Oeste, y por una vez, estaba
agradecido de no tener esa asignacin. Se coment algo acerca de
la estrategia del plan, los talentos peculiares de Sur le otorgaban
una gran ventaja. Oeste record claramente ms de una ocasin en
Hambrick, dnde Sur haba tenido que utilizar su magnfico
intelecto para evadir a sus enemigos, los obispos. Por su parte,
Oeste habra preferido otra pelea, pero a Southerton le gustaba
utilizar sus propias formas de sortear los obstculos.
Oeste sonri mientras la siguiente pregunta de Eastlyn
demostraba que estaba inmerso en el mismo recuerdo. "No
contars toda la historia del reinado de
Enrique VIII, verdad? ", pregunt Este."
Si tienes que estar pasivo durante largo tiempo por algn plan
excepcional, quiero decir. Creo que no me quedara sentado otra
vez."
Norte asinti. "Yo estoy con Este. No puedes esperar mucho de
nosotros en esta ocasin, Sur."
Oeste se vio impulsado a contribuir a esta observacin. "No
importa que hayan pasado una veintena de aos. La memoria est
grabada dolorosamente en mi culo." Ese comentario de inmediato
atrajo tres pares de divertidas miradas.
l los observ con inocencia. "Qu? Un duque no puede hablar
de culos?"
"Un duque puede hablar de cualquier cosa que l quiera", dijo
Sur.
"Especialmente uno que tan recientemente ha adquirido el ttulo,
las tierras y la fortuna." "Te refieres a alguna concesin que se
har por un hijo bastardo que de repente adquiri legitimidad",
dijo Oeste.
Southerton continu como si no hubiera habido interrupcin.
"Pero a menos que quieras que otros imiten cada palabra que
digas y las mismas vuelvan a ti, por lo general lo mejor es hacer
silencio".
"Maldita sea", dijo Oeste en voz baja.
"Maldita sea, maldita sea."
Su actitud desconsolada provoc por primera vez sonrisas
idnticas al resto del Club de la brjula, entonces estallaron en
risas. Risotadas sin sentido, sin analizar siquiera su origen,
dejando que sus carcajadas hablaran por s solas, cuando ellos
mismos no podan encontrar las palabras que lo expresaran tan
bien.
La lluvia finalmente se redujo a una llovizna. El Sr. Dunlop por
fin haba conseguido que le dijera su nombre insista en que
desocupara la escalinata antes de que los miembros del club
comenzaran a retirarse. No tena sentido discutir o presionarlo
para obtener ms datos.
Demasiada suerte haba tenido al haberse resignado a la inevitable
opcin de compartir su refugio. Incluso se haba convertido en
una especie de amable compaero, bajando la guardia lo
suficiente como para permitirle informarse sobre lo que
necesitaba saber. Por primera vez desde su llegada a Londres, se
permiti un atisbo de esperanza.
De pie en la esquina donde una puerta de hierro marcaba el
permetro de la propiedad, pudo ver a algunos seores salir del
club. Solos o en pares, todos ellos haciendo una pausa en la charla
para ajustar los sombreros de piel de castor para que la lluvia no
salpicara sus rostros.
Llevaban guantes de seda y abrigos de lana.
Algunos de ellos usaban bastones.
Ahora que la lluvia haba casi desaparecido, no pareca
molestarlos demasiado. De vez en cuando se oa un comentario
maldiciendo el clima, pero no creaba gran dificultad ya que sus
carros llegaban hasta la puerta para recogerlos.
De vez en cuando llamaban al Sr. Dunlop para que les consiguiera
un coche de alquiler.
Ninguno tuvo que esperar demasiado, los conductores haban
estado precisamente atentos a esta oportunidad.
Su espritu alegre se fue esfumando cuando una hora despus, l
no haba aparecido. No crea que fueran muchos los caballeros
que quedaran en el interior.
Ms de tres veintenas ya se haban retirado del establecimiento.
No pareca ser un lugar tan grande como para dar cabida a otro
xodo de la misma magnitud.
Dunlop abri la puerta e hizo una respetuosa reverencia con la
cabeza. "Su Gracia. Debo llamarle un coche? "
Oeste se pregunt en qu momento dejara de sentir una punzada
de alarma al ser llamado de esa manera. Su Gracia.
Haba estado en el club slo dos veces en el pasado y haba sido
recibido con cortesa, pero sin esta desconcertante obsecuencia.
"Deseo caminar esta noche", dijo. "Es tonificante, no le parece?"
Oeste percibi que el lacayo pensaba que estaba bastante loco
para evitar la oferta de un coche, pero no ofrecera su opinin a tal
efecto. Haba un dejo de burla en el tono de Oeste cuando dijo:
"Et t, Dunlop?"
"Yo, Su Gracia?" Dunlop trag saliva.
"No s lo que quiere decir."
Oeste supuso que no lo saba. "T no fuiste tan servicial conmigo
hace dos das."
"Acaso lo he ofendido en algo? Le aseguro que no era mi
intencin."
Al ver que estaba poniendo incmodo al hombre, Oeste abandon
el tema.
Dunlop muy bien podra sealar que haca dos das haba sido un
caballero, es cierto, pero tambin un bastardo sin ninguna
posibilidad de cambiar su estado a futuro. Suspir. Tendra que
depender de Sur, Norte y Este para que lo trataran como siempre
lo haban hecho sin hacer concesiones a este cambio repentino del
estado de su nacimiento y de su posicin. "Mis amigos se llevaron
sus carros, me imagino."
"S", dijo Dunlop. "De hecho lo hicieron. No hace ms de media
hora."
Oeste saba muy bien cuando los dems se haban ido. Les haba
asegurado que estaba de una sola pieza y les anim a volver a
cada uno a su hogar. l se qued para disfrutar el ltimo brandy y
considerar lo que iba a ser de l cuando saliera a la luz la
sorprendente declaracin final de su padre. No haba sido
suficiente que el moribundo diera su explicacin a todos los
reunidos al lado de su lecho de muerte, sino que el abogado del
duque le haba dicho a Oeste que su padre haba redactado el
documento una noche antes de notificrselo.
Naturalmente, Oeste haba puesto en duda la lucidez de su padre,
con la esperanza de or de boca del abogado que el Duque estaba
completamente fuera de sus cabales. Ridgeway, no entenda cmo
Oeste poda estar tan poco deseoso de heredar el ttulo, las tierras,
la fortuna y la responsabilidad del ducado, asegurndole
reiteradamente que el antiguo duque estaba completamente
lcido, justo en el momento en que llamaron a Meg y la vio llegar
hasta pararse junto a l a un lado de la cama.
Oeste no se sinti mejor predispuesto hacia su padre al enterarse
de que haba llorado clamando por Meg al final.
Record con qu frecuencia su madre haba llorado de manera
similar por culpa del duque y la poca respuesta que haba recibido
de su parte. Si ella se presentaba a su lado, Oeste esperaba que
fuera con la intencin de sealarle el camino al infierno. Sin duda
no vendra para llevarlo a esa parte del cielo donde resida.
Incluso el Todopoderoso no poda ser tan misericordioso como
para concederle al difunto duque de Westphal un lugar all.
Oeste toc el ala de su sombrero de castor para que se acomodara
sobre su cabeza en un ngulo apropiado, dibuj una sonrisa
irnica en los labios, y comenz a bajar las escaleras. Un haz de
luz le marcaba el camino y el repiqueteo de la lluvia apenas poda
percibirse. Gir a la derecha por la acera en direccin a su casa,
sus largas zancadas lo llevaron hasta la esquina rpidamente. Hizo
una pausa mientras sala a la calle. Fue un titubeo, una sensacin
tan ligera que casi pas inadvertida. La niebla era tan espesa, que
no confiaba en s mismo para ver qu clase de trfico podra
aparecer en la calle. Inclin la cabeza hacia un lado y escuch.
Reconoci la aproximacin de un pesado carro tirado por un par
de caballos y un carruaje tirado por un solo animal. El transporte
se mova con rapidez y juzg que tena tiempo de cruzar sin
percances. Sin preocuparse en absoluto porque la persona que lo
vena siguiendo pudiera no ser capaz de hacer lo mismo.
Oeste lleg al otro lado de la calle, gir a la izquierda, y avanz
rpidamente hacia la mitad de la manzana donde haba una
abertura entre dos residencias de ladrillo blanco. Dio un paso
hacia un lado en la boca oscura del callejn y esper.
Los pasos que lo haban estado siguiendo desaceleraron, y
finalmente se detuvieron. Arma en mano, Oeste esper con
paciencia para ver qu truco utilizara el ratero para atracarlo.
"Su Gracia?"
No slo estaba ligeramente sorprendido por la dulce voz femenina
que lo llamaba, sino que se preguntaba si realmente haba
utilizado su nuevo ttulo. El hecho de que hubiera sido seguido
desde el club por una mujer no mitigaba el peligro. Tena
experiencia de que las mujeres que salan a la calle para ganarse
la vida podan ser tan peligrosas como sus contrapartes
masculinas. Tampoco poda descartar que pudiera haber un chulo
en las inmediaciones dispuesto a ayudar si no poda manejar la
cosa ella misma.
"Por favor, Su Gracia. No puedo ver siquiera mis dedos al final de
mi mano. Ests aqu?"
Oeste dio un paso adelante y se detuvo de forma segura a la
distancia del largo de un brazo de ella. Hablaba en voz baja,
gratamente.
"Quizs puede ver esto?"
"S". Ella parpade, retrocediendo cuando la hoja metlica se
detuvo cerca de la punta de su nariz. "S, lo veo."
"Correcto. Entonces tendr la bondad de tirar su propia arma."
"No tengo ninguna."
Su negacin no lo convenci. Para no encontrarse de repente con
una navaja entre las costillas, o una bala en sus testculos, Oeste
se movi rpidamente, la tom de la mueca y la hizo girar para
que se apretara contra l. La meti en el callejn y la empuj
contra la pared mojada por la lluvia de la residencia situada ms
al sur.
Volvi bruscamente la cabeza hacia un lado para que su nariz no
se aplastara contra su pecho y dej su mejilla impresa en el
ladrillo del muro. Aparte de un grito de asombro inicial, no hizo
ruido.
Eso fue inesperado, los ladrones experimentados rara vez
guardaban silencio, prefiriendo protestar por su inocencia con
toda la capacidad de sus pulmones, o mejor an, hacer
acusaciones de irregularidades cometidas por la misma persona
que estaban tratando de robar.
"Qu es lo que quieres?", pregunt.
A pesar de que su respuesta fue casi inaudible, mostraba el tenor
inequvoco de una orden. "Quiero que quite sus manos de mi
persona".
"Eso no es lo que quise decir." Continu su bsqueda sin pausa,
apart a un lado su manto y desliz sus manos impersonalmente a
lo largo de su estrecho torso y de sus pechos mientras buscaba
una daga envainada o una pistola. Sus grandes manos casi
completaban el crculo alrededor de su cintura, luego le abarc las
caderas y tante la longitud de los muslos. La oblig a abrir las
piernas y llev a cabo una bsqueda eficiente entre ellas, a la vez
que mantena su propio cuchillo sujeto al cinturn en la parte baja
de su espalda.
Cuando termin, se levant lentamente y se alej, guardando su
propia arma en la vaina de suave piel dentro de su bota.
"Te puedes dar la vuelta." Su tono era del todo educado. "Y
puedes decirme por qu me estabas siguiendo."
Ella no respondi de inmediato, y Oeste decidi no presionarla,
reconociendo que tambin necesitaba unos momentos al igual que
ella para recuperar la compostura. Utiliz esos instantes para
estudiar su esquivo perfil, lo que se vio impedido por la capucha
de pesada lana que cubra su pelo y caa sobre la frente.
Oeste extendi la mano para empujarla hacia atrs. Ella reaccion
tan rpido como una vbora, golpeando su antebrazo con el canto
de su mano para evitar que descubriera su rostro. No poda
haberla movido, al menos no sin utilizar mucha ms fuerza de la
que estaba aplicando, pero s permiti que poco a poco el brazo
ofensor cayera a un lado.
"No me toques", dijo ella, con tranquila dignidad, pero tambin
con un tono mortificado por haberlo golpeado. "No de nuevo". No
haba la menor splica en su voz cuando agreg: "Por favor."
Se dio cuenta poco a poco de que haba cometido un grave error
de juicio. Esta no era una vulgar ratera que haba seguido su
rastro. Sin embargo, el hecho de que hubiera permitido su
manoseo mientras la requisaba, sin ofrecer procaces comentarios
alentadores sobre la marcha, le daba la clara idea de que tampoco
era una prostituta.
No le gustaba pensar en las posibilidades que le quedaban. Haba
actuado menos groseramente cuando era solamente el
Sr. Evan Marchman. Al convertirse en el duque de Westphal,
pareca que se haba despedido de todo sentido de lo que era
correcto. Al igual que su padre. El negro infierno podra estar a su
alcance si segua comportndose de esta manera.
"Vamos," dijo finalmente. "Vamos a salir de aqu y voy a
encontrarte un transporte. Me parece que no deberas estar aqu
esta noche." Ni cualquier otra noche, a decir verdad. Haba
vislumbrado una gran fragilidad, pareca una nia abandonada
mirando asustada a su alrededor cuando le haba suplicado que no
siguiera incomodndola. Slo pudo percibir su perfil, borroso por
la penumbra y la niebla, pero su mirada pareca la de una gacela
temerosa. Tena pmulos altos y delicadamente definidos y la
nariz delgada. El arco de su frente plida era una curva suave. No
fue simplemente la falta de luz lo que le impidi determinar el
color de sus ojos. Ella mantuvo sus pestaas bajas todo el tiempo,
creando un halo de sombra sobre ellos.
Oeste le ofreci su codo y sonri un poco tristemente cuando no
lo acept, no era de extraar dadas las circunstancias del
encuentro. Salieron del callejn juntos, l a la cabeza, ella slo
medio paso detrs de l, y se detuvieron bajo un farol de la calle.
"Estoy seguro de que no deseas tratar algn negocio conmigo
dijo Oeste,
Permteme primero encontrar un coche de alquiler, eso no es un
requisito. No me has seguido por eso, sin dudas, Slo soy
coleccionista, pero t no tienes el hbito de acechar a un caballero
en la noche".
Hizo una mnima pausa y levant una ceja en gesto irnico. "O
s?"
Ella neg con la cabeza.
Oeste se pregunt si habra perdido la capacidad de hablar, y
luego oy como le castaeteaban los dientes y se dio cuenta que
estaba temblando por el fro y la humedad. Se llev dos dedos a
los labios y silb agudamente. La llamada tuvo una respuesta
inmediata. Desde algn lugar de la calle cubierta de niebla, un
conductor chasque su ltigo, y un caballo avanz con un sonoro
traqueteo de ruedas. Oeste silb por segunda vez para guiar el
corte hacia ellos. "La ayuda llegar en breve ", dijo." Dime la
direccin a la que debo llevarte".
"Calle Jeric nmero 24."
Oeste decidi que poda ser perdonado por pensar que no haba
odo bien.
Inclin la cabeza y dese que hubiera habido una brecha en la
mortaja neblinosa para poder contemplar sin ambages el rostro de
la mujer. "Perdn? Pens que habas dicho"
"Calle Jeric nmero 24."
"S. Eso es lo que me pareci or. No hay nada malo con mis
odos, entonces.
Esa es una buena noticia, no es cierto?, no estoy sordo" Vio girar
su cabeza bruscamente como si estuviera sorprendida por su
extrao sentido del humor, pero no dio una respuesta a su
pregunta retrica. "Siento tener que sealar," dijo sin alterarse,
"que la direccin que has mencionado es la ma."
Ella asinti con la cabeza.
"Y eso significa que vivo all", aadi amablemente.
"S, lo entiendo." Un atisbo de sonrisa haba asomado a sus
labios.
"Ya veo. Entonces concordars conmigo que t no vives all?"
Hizo la pregunta convencido de que ella era una loca escapada de
Bedlam * Famoso asilo para enfermos mentales de Inglaterra de
la epoca.
*, entonces dej de darle importancia. No importaba el resultado
del encuentro de esta noche, sera una historia divertida para
relatar, de cmo haba concluido la velada despus de estar con
sus amigos en el club, estaba ms seguro que nunca de que ellos.
l tena la firme conviccin de que dejndola no cambiara el
resultado, necesitaban de esa diversin. Dios, sino habra sido
muy triste. "Entonces quieres que te lleve a mi casa?"
"No tengo a dnde ir".
Oeste no estaba muy convencido de conseguir una respuesta
inteligente. "Tal vez si me dijeras de dnde vienes, ese sera un
buen comienzo para saber dnde volver".
Ella no respondi. El cochero los haba encontrado y estaba
parando. Oeste vacil, pensando rpidamente en sus opciones.
Poda dejarla justo donde estaba y caminar hasta su casa, o podra
tomar el coche y dejar que fuera ella la que caminara. Pero si la
dejaba sola y eso la expona a la perdicin, entonces qu ms
daba? Haba sido una noche bastante aburrida hasta que ella se
haba puesto en su camino.
Ella saba dnde viva l y tena la intencin de ir all. Esto
mostrara una notable falta de modales si la obligaba a hacer su
viaje sola.
Oeste abri la puerta del coche e hizo un gesto para que se
metiera dentro. Le dio al conductor la direccin y, a continuacin
la sigui. El interior de la cabina estaba a oscuras y frustr el
intento de un segundo estudio de sus rasgos. A pesar de que
estaba sentado frente a ella en el asiento de cuero rgido, haba
poco que pudiera discernir. "Todava no me has dicho nada
realmente importante", dijo." Eso tiene que cambiar, ya sabes".
"Yo soy la seorita M-Ash-sh-b-por", dijo con un temblequeo que
le sacudi hasta los huesos.
"Oh, espero que no lo seas," dijo l, quitndose el abrigo. "Ese es
un apellido de lo ms desafortunado.
Demasiadas slabas para conseguir pronunciarlas. Suena
extranjero. Es alemn?"
Ella levant la cabeza bruscamente, esta vez casi sin respingar la
nariz mientras Oeste achicaba el espacio entre ambos para
desabrocharse el abrigo. "Est-tas realm-mente loc-co," dijo ella.
"N-no m me hab-bles as-s."
l sonri, e incluso en la penumbra del carruaje tuvo un
vislumbre de sus facciones. "Entonces es porque no haces las
preguntas correctas. Le aseguro que la condicin lamentable de
mi estructura superior es de conocimiento comn.
Ahora, Srta. Ashby, qutese el manto, y pngase este abrigo. Lo
encontrar mucho ms confortable".
Oeste se alegr cuando ella no se detuvo a considerar los mritos
de su propuesta.
Era una seal de cun profundamente helada estaba. Observ con
atencin mientras finalmente retiraba la capucha de su cabeza y se
quitaba la capa. Poda distinguir una cascada de cabello claro y el
tallo delgado de su cuello. l saba por propia experiencia que la
tela de su vestido era bombas y que slo estaba una pizca menos
hmeda que su ropa exterior. Dudaba que pudiera inducirla a
desecharla tambin.
Su abrigo con capa la cubri y trat de arremeterlo a su alrededor
cuando su apretn de manos le impidi la tarea.
"Ponga los pies debajo de usted", le dijo.
Cuando la not lenta para obedecer, agreg, "A menos que
quieras estirar las piernas en direccin a m y me dejes calentarte
los dedos de los pies." Se ech a rer cuando ella sac sus pies
bruscamente, divertido por la rapidez con la que accedi. "Me
parece," dijo arrastrando las palabras, dirigindose a ella una vez
ms desde el banco de enfrente", que he encontrado la grieta en tu
armadura".
No respondi, no estaba del todo segura si se estaba burlando de
ella.
"As que, seorita Ashby", dijo Oeste, quitndose el sombrero y
colocndolo a su lado. Estir sus largas piernas y cruz los
brazos, su postura transmita una cierta negligencia, as como
curiosidad. "Me dirs ahora de dnde has venido.
Llegaremos pronto a mi casa, y te puedo asegurar que por muy
poco dinero, el conductor puede ser persuadido para rodear las
caballerizas durante horas sin parar".
"G-gillhollow", dijo con esfuerzo. "Te res-sulta fa-familiar?"
Lo era. Deseaba no haberlo conocido.
Hizo un movimiento con la parte posterior de su cuello y su
desconcertado sentido se erizo con el recuerdo. "Cerca de
Norfolk Broads."
"S".
"Y de Ambermede."
Ella se limit a asentir este momento.
"Ya veo," dijo sombramente. No era de extraar, entonces, que lo
hubiera tratado como su Excelencia.
Recientemente, los habitantes de los alrededores de
Ambermede haban tenido acceso a la informacin de que el
duque haba muerto y de todos los importantes cambios acaecidos
luego del deceso. La noticia haba llegado a Londres
notablemente rpido. Su padre no sera enterrado hasta maana
por la maana. Como estadista de gran notoriedad y por su largo
Servicio a la Corona, el duque tendra un entierro de honor en la
Abada de Westminster.
Oeste estaba determinado a soportar la ceremonia, aunque no
deseaba hacerlo.
"Eras tal vez su amante, entonces?"
La Srta. Ashby parpade,
Oeste se relaj. "Ustedes son de distintas edades. Creo.
"T-tengo V-einti C-cuatro."
"Tal vez un poco viejo para tu gusto."
"Es-sts sien-ndo cr-ruel", dijo. "C-con los d dos."
l se limit a gruir. Haba otras preguntas que deseaba hacerle,
pero incluso en su estado actual de confusin mental, fue capaz de
reconocer la injusticia de las mismas. Ella estaba en peligro de
cortarse la lengua con los dientes con todo ese temblequeo. Lo
menos que poda hacer era calentarla antes de continuar con su
interrogatorio. Si tena suerte, le contara toda su srdida historia,
y l no tendra que animarse a hacer una investigacin posterior.
El cochero desaceler, y Oeste se asom. Haba una linterna
encendida en la entrada de su casa de la ciudad, pero cada ventana
estaba sumida en oscuridad.
Los criados ya estaban en la cama.
Incluso su ayuda de cmara deba haber decidido que no volvera
esa noche, por lo general poda contar con Finch, sin importar la
hora.
La casa era de ladrillo rojo, con detalles en blanco, y de un
tamao mediano para esta seccin del West End. No tena la
imponente presencia de las casas de sus amigos, pero hasta haca
dos das no haba tenido sus bolsillos demasiado rebosantes. Su
dinero proceda de inversiones astutas, y si bien su riqueza poda
no coincidir con la de Northam, Southerton o Eastlyn, le permita
vivir cmodamente sin ninguna carencia material. Ahora, se
supona, que se mudara a una casa ms grande, ms digna de su
ttulo y su fortuna. La Aristocracia estara a la espera de su
prximo movimiento. l los llamaba parsitos. Todo era
demasiado deprimente para pensarlo siquiera.
"N-no hem-mos llegado a-an?"
Por un momento, Oeste haba olvidado que no estaba solo. Mir
en direccin a ella, preguntndose qu problemas le traera si la
invitaba a pasar. Concluy que no le importaba, pues estaba
decidido a hacerlo de todos modos. "Llegamos", dijo. "Llegamos
por cierto."
Abri la puerta, se ape y se volvi hacia ella y le tendi la mano.
Le tom un tiempo sacar sus piernas de debajo de su abrigo, y su
paciencia se vio puesta a prueba. Ella acept su ayuda e hizo un
pequeo sonido de protesta cuando l la levant por la cintura y la
puso en el suelo.
Oeste recogi su sombrero y su capa de dentro del coche,
entonces pag al conductor y le despidi con la mano. l inici la
marcha y ya estaba a medio camino de la puerta cuando se dio
cuenta de que ella no lo estaba siguiendo. Se volvi esperando
encontrarla de pie, triste y desolada, al lado de la calle, y se
sorprendi al descubrir que estaba inclinada como una vieja
mendiga hurgueteando en su seto.
"Hay varias chimeneas en el interior donde puedes entrar en
calor", dijo. "No hay necesidad de excavar aqu."
La Srta. Ashby no respondi. Se qued exactamente como estaba
durante varios minutos antes de pararse de pronto para revelar una
gran maleta sujeta entre sus brazos.
"Aaah", dijo Oeste, comprendiendo. "La escondiste ah hasta tu
regreso."
"Ust-ted es muy i-inteligente."
No se perdi el leve sarcasmo que se perciba en su tono. "Y t
es-sts helada". Dijo burlndose. Su boca se cerr de golpe, y
Oeste sonri. Se dio la vuelta y ech a andar por el camino.
Una vez dentro, tir su sombrero y su capa en una mesa a la
derecha de la puerta y encendi una vela, antes que la Srta.
Ashby cruzara el umbral. l le relev de la maleta, ponindola al
lado de la mesa.
No era tan pesada como pareca cuando la arrastr desde el seto, y
l decidi que o bien tena muy pocos bienes materiales o no tena
la expectativa de permanecer mucho tiempo en Londres. "Por
aqu".
Dijo.
Vio sus dedos abocados a los botones de su abrigo y sacudi la
cabeza. "No te lo quites todava. Vamos a ubicarte ante el fuego
en mi estudio primero".
l abri el camino por el pasillo y empuj a un lado las puertas de
la biblioteca.
Luego la condujo al interior. Este era el ambiente, adems de su
dormitorio donde saba que poda contar con un hogar clido.
El fuego que se haba encendido para l antes era pequeo ahora,
pero slo necesitaba un poco ms de lea para lograr las llamas
adecuadas. Satisfecho con su esfuerzo, le indic a la Srta. Ashby
que se adelantara y le quit el abrigo de sus hombros.
Ella estaba abrazndose a s misma bajo el pesado abrigo, y esta
postura no cambi cuando fue relevada del mismo.
Se par tan cerca del fuego como se atrevi y dej que su calor la
inundara.
Donde su vestido estaba hmedo, el vapor flua de la tela.
Al verla, a Oeste le llam la atencin lo delgada que estaba. No
era de pequea estatura. La parte superior de su cabeza le llegaba
a la nariz, demostrando que era alta para ser mujer. Posea
bastante ms busto de lo que se podra esperar, dada la delicadeza
de su estructura. No era que la seriedad de su vestido de fustn
negro hiciera hincapi en la curva de sus pechos, sino que Oeste
ya saba de la plenitud de sus formas, en virtud de su bsqueda
anterior. l no habra sido capaz de adivinar la perfecta redondez
de sus caderas y nalgas si no hubiera tenido la oportunidad de
sentirlos en las palmas de las manos. El vestido de luto que
llevaba desafiaba incluso a un observador cuidadoso para suponer
qu tipo de mujer podra ocultarse debajo de l. Sin embargo, ya
haba descubierto la longitud de sus piernas delgadas y el arco
grcil de sus pantorrillas y tobillos. En realidad, Oeste no poda
decidirse a sentirse totalmente arrepentido de sus acciones
anteriores.
Ella no haba posedo ninguna daga ni pistola, pero eso no
significaba que no hubiera poda tenerla.
Su cabello se estaba secando rpidamente. Finalmente haba
movido los brazos y levantado las manos para desenredarlo con
los dedos. Oeste pens que era an ms claro de lo que pareca en
el carruaje. Absorba algunos de los reflejos rojos y dorados de la
luz del fuego, pero eso era slo porque, como el sol, tena tan
poco color propio. Los nios a veces tenan ese tipo de cabello
que era como la luz y una textura fina como de seda, pero no
poda recordar haber visto una cascada as en una mujer adulta.
Veinticuatro, le haba dicho. De pie ante el fuego, tirando de los
hmedos rizos de su pelo con los dedos, se vea torpe, y no
pareca tener ms de seis y diez.
"Tal vez eres la amante de Tenley", dijo de repente.
Sus dedos se detuvieron en el pelo.
"No," dijo con firmeza, aunque slo con un hilo de voz. "Yo no
soy la amante de tu hermano".
"Medio hermano."
"S, por supuesto, tu medio hermano. Yo no era su medio
amante."
Una sonrisa irnica se dibuj en la boca de Oeste y un hoyuelo
apareci. "Veo que ests sintindote mejor."
"S".
Su tartamudez se haba detenido y estaba regocijado por ese
hecho. "Bien. Tomars un coac?" Fue al gabinete de las bebidas
y encontr la botella que l quera. "O prefieres jerez?"
"Prefiero coac."
"Perfecto." Sirvi una pequea cantidad en dos copas de cristal y
le dio una a ella.
La vio ahuecar las manos alrededor del vidrio para calentar el
coac, y le pregunt con delicadeza. "Mejor?"
Ella asinti con la cabeza.
"Tendrs que darte la vuelta", dijo.
Ella lo mir sin comprender.
"Para secar la humedad de tu trasero."
"Oh."
Al ver su rubor, a Oeste le cost creer que ella haba viajado todo
el camino desde Gillhollow a Londres sin ser molestada, sin
tomar en cuenta lo que l le haba hecho en el callejn. Encendi
varias lmparas en su estudio mientras ella le daba la espalda a las
llamas. Poda sentir que sus ojos lo seguan, aunque cada vez que
se volva, rpidamente desviaba la mirada hacia el suelo.
Habra esperado encontrar a alguien con la misma presencia
imponente de su padre? , se pregunt. Hasta que el cncer,
finalmente lo haba debilitado en los ltimos meses de su vida,
Oeste saba que su padre haba disfrutado de una salud robusta y
el vigor de muchos hombres de la mitad de su edad. El duque
haba sido alto y ancho de hombros. Se comportaba con una cierta
correccin impuesta en su apostura, como si estuviera siempre
consciente de ser observado. Su aspecto era serio, pero no
desagradable. Haba envejecido bien, las arrugas alrededor de los
ojos y la boca slo se sumaban a la definicin de su carcter.
Oeste haba hecho grandes esfuerzos para ver a su padre tan poco
como fuera posible. Ese haba sido el deseo del duque. Ninguno
de ellos haba estado insatisfecho con el acuerdo, y ningn intento
se haba hecho nunca para alterarlo.
Sin embargo, su padre haba sobresalido siempre a lo largo de
toda su vida. No era posible pasar desapercibido, debido a sus
servicios a la Corona. Podra haber sido el primer ministro de no
haber manejado Liverpool la oposicin durante la guerra contra
Napolen. La derrota en el Parlamento le haba irritado, Oeste lo
saba, y se imagin que su padre haba estado tramando una nueva
estratagema cuando el cncer lo alcanz y este ltimo hecho,
frustr su ascenso al poder. Inglaterra lo llor. Oeste no lo hizo.
Repar en el silln de respaldo alto, situado no muy lejos de
donde la seorita Ashby segua en pie. Era un lugar de descanso,
o al menos siempre lo haba considerado as. Tom un taburete de
tres patas y lo empuj ms cerca para poder colocar sus talones
sobre l. Parado al lado de una silla tapizada en terciopelo, lade
una ceja hacia su invitada ofrecindole asiento. "Voy a quedarme
de pie, si no te importa," dijo, mirando a su alrededor fila tras fila
de libros que se alineaban en la habitacin.
"Me importa. Quiero sentarme, y es de muy malos modales para
m estar sentado en presencia de una dama que est de pie."
"Mi vestido est todava hmedo. Voy a arruinar"
"Sintate."
Ella se dej caer sobre la silla ubicada al borde de la alfombra
Aubusson. El damasco rojo sangre contrastaba agudamente con
su vestido negro. Ella sujet la copa en su regazo con los dedos
entrelazados alrededor del cuello. Su espalda se mantuvo erguida
mientras esperaba la siguiente movida. Por fin vio que tena los
ojos de color gris azulado, y no haba nada juvenil en ellos. Ella
poda parecer tener seis y diez en todo lo dems, pero no en los
ojos. Ellos eran mucho mayores que la edad le haba dado, ms
sabios, tal vez, pero tambin cansados. El largo viaje a Londres
podra explicar parte su aspecto, sus malos tratos podra
explicarlo an ms, pero ninguna de esas cosas los describan a
cabalidad. Se preguntaba qu haban visto esos ojos.
"A qu se debe el luto?" pregunt, sealando su atuendo.
La pregunta la sorprendi. Cmo poda no saberlo? "El duque,
por supuesto."
La leve sonrisa de Oeste careca de humor. "Por supuesto que no
es por l.
Acaso era tu padre tambin? Dime, tengo que aceptar que eres
mi hermana?"
Habl con una voz cuidadosamente modulada, muy suave, que no
supuso ningn esfuerzo para ella. "Lo que dices es horrible, creo.
Me dijeron que seras as, y lo eres".
"Uno se esfuerza para no defraudar."
"Yo no he dicho que estaba a la espera de tu rudeza, simplemente
que me haban advertido sobre ello."
Oeste se pregunt qu podra responder a eso. Tom un sorbo de
su coac. "Te habas formado una opinin de m que era contraria
a lo que habas odo de mi carcter", pregunt." Cmo es eso
posible cuando apenas nos hemos conocido?"
"Nos hemos visto antes."
"Ahora, aqu hay algo realmente mal. Tengo un talento innato
para recordar caras y poner nombres a los rostros. Me gustara
saber si habamos sido presentados".
"Yo no he dicho que hubo presentaciones. Slo que nos hemos
encontrado."
l estudi su cara durante un largo rato.
Para su crdito, ella no apart la mirada, lo mir a los ojos
directamente. Oeste sospechaba que haba mantenido su cara
apartada antes porque tena miedo de que la reconociera y se viera
obligado a despedirla. Ahora que haba conseguido la entrada a su
casa, ya no tena miedo de que lo hiciera. No estaba seguro de por
qu pensaba as. Podra ponerla de nuevo en la calle con la misma
facilidad con que podra haberla dejado all.
Su boca se torci irnicamente mientras dejaba su copa en la
mesita. Pero no la haba dejado en la calle, cierto? Al igual que
un gatito desaliado, la haba cogido en brazos y llevado a casa.
De mala gana, concluy que su desconfianza no estaba totalmente
fuera de lugar.
"Entonces no eres mi hermana", dijo al fin.
"Ni siquiera su media hermana."
"Touch". Ech la cabeza hacia delante en un modesto saludo.
"Nos encontramos en la ciudad?"
"No."
"Entonces no fue durante la temporada."
"No." Ella sonri, divertida de que lo que haba comenzado como
un interrogatorio ahora era un juego de saln. l de las diecisiete
preguntas.
Ests familiarizada con Southerton?"
"No."
"Eastlyn?"
"No."
"Northam?" Antes de que pudiera decir que no y marcara otro
punto a su favor, se inspir para hacer una pregunta diferente.
"Con su esposa, entonces, la antigua Lady Elizabeth Penrose?"
"No." Ella le rest dos preguntas ms de todos modos.
Oeste se qued en silencio mientras consideraba un rumbo
diferente para sus preguntas. Era reacio a pensar que su conexin
exista slo a travs de su padre.
Sera difcil predisponerse con amabilidad hacia ella si hubiera
sido de alguna manera la enamorada del fallecido duque. Su
nombre no significaba nada para l, pero entonces no haba
pasado mucho tiempo con el abogado desde que se enter de la
muerte de su padre. En realidad, l haba abandonado al Sr.
Ridgeway, aunque no antes de anunciar abiertamente que prefera
la bastarda al ducado. De todos modos esperaba que en los
prximos das y semanas pudiera aprender los nombres de los
familiares que nunca se preocuparon ni tuvieron ninguna
deferencia sobre su existencia.
Siempre haba sido el bastardo de Westphal para ellos, como si no
hubiera tenido ningn nombre propio. Fue la casualidad, el acto
fallido, nacido en el lado equivocado de la manta. Como un nio
que haba aceptado esta ltima informacin en el sentido ms
literal, ya que su madre haba estado en el lado del sol sobre un
edredn cuando lo dio a luz. No poda imaginar por qu deba ser
tratado de manera diferente debido a este descuido. Por fin se
haba atrevido a preguntarle al respecto. Fue la nica vez que la
recordaba golpendolo.
Haba llorado despus, por supuesto, claramente horrorizado por
lo que haba hecho.
Nunca tuvo ninguna duda de que la haba perdonado, pero adems
nunca lo haba olvidado. Haba cosas que no se podan quitar de
la mente de uno.
Oeste quit los pies del taburete y se inclin hacia delante en su
silla. Sus codos descansaban sobre sus rodillas y sus dedos
formaban una torre debajo de su barbilla. Un leve surco vertical,
apareci entre sus cejas sobre los ojos entrecerrados. Un mechn
de pelo color cobre cay hacia adelante sobre la frente, pero
estaba demasiado absorto en la corona plida del propio cabello
de su husped como para notarlo. Haba visto un pelo as antes.
"T eres Ria", dijo.
Ella se maravill porque l finalmente haba ganado el juego.
Captulo Dos
"Nadie me ha llamado Ria durante mucho tiempo", dijo. "Yo no
estaba segura de que me conocieras por ese nombre o por
cualquier otro. Pensaba que iba a tener que darte muchas ms
explicaciones. Recuerdas la ocasin en que nos conocimos,
entonces?"

Oeste todava tena las marcas de los golpes en la espalda y el


trasero lo que consegua mantenerle la memoria fresca.
Pero no le dijo el por qu. "Lo recuerdo bastante bien." Hubo
poca inflexin en su voz que indicara cualquier emocin.
Recogi la copa de brandy y se puso en pie. "Quieres otro?"
pregunt, sealando su vaso.
"No."
l asinti brevemente y volvi sobre sus pasos hacia el mueble de
las bebidas, donde volvi a llenar su vaso, sirvindose mucho ms
que la vez anterior. Estaba dispuesto a correr el riesgo de un dolor
de cabeza por la maana a cambio del adormecimiento agradable
que le provocara el licor ahora. No regres a su silla de
inmediato, se qued dnde estaba, especulando con lo que iba a
hacer a continuacin.
"Ests muy cambiada", dijo al fin. Fue la cosa ms absurda que
pudo decir. Por supuesto que estaba cambiada. Haban pasado
veinte aos.
"T tambin."
l se encogi de hombros. "Cmo me has encontrado?"
Le pregunt a Ridgeway y me dio tu direccin."
"Como todos los abogados, el hombre tiene una lengua larga".
"Yo le presion bastante."
Oeste tuvo pocas dificultades para imaginarlo, si bien sus motivos
eran un misterio, era innegable su belleza, con su cabello dorado y
sus finos rasgos, perfectamente simtricos. Los ojos de color gris
azulado eran tal vez un poco demasiado serios, pero su color era
esplndido y las pestaas que los enmarcaban eran largas y
oscuras. Ella no los agit coquetamente ni una sola vez en su
direccin, pero se pregunt si en el caso del seor Ridgeway la
experiencia habra sido diferente.
Ria no estaba en absoluto cmoda ante la observacin constante
de Oeste.
Pensaba que la habra contemplado lo suficiente en el carro, y
luego otra vez cuando estuvo en frente del fuego. Sus
evaluaciones repetidas eran desconcertantes, aunque esperaba no
darle ningn indicio de ello. No era su deseo mostrarse
quisquillosa.
Tuvo ms cuidado a partir del ingreso a su estudio, limitndose a
mirarlo cuando estaba segura de que no la vea. No era algo fcil
de lograr ya que rara vez quitaba su atencin de ella. Se
preguntaba si habra desechado por completo sus intenciones de
hacerle dao.
No estaba en su naturaleza hacer dao a nada. Prefera tropezar
con sus propios pies antes de dar un paso para daar a otra
criatura, por muy repulsiva que fuera.
Una vez haba permitido que una gran araa peluda trepara por su
pierna desnuda hasta que pudo espantarla hacia una planta en
lugar de aplastarla con el libro que tena en la mano.
Oeste no sabra eso de ella, se dio cuenta. No haba ninguna
posibilidad de que lo supiera. No la haba visto en veinte aos.
Era asombroso que hubiera adivinado su identidad despus de
tanto tiempo.
"Cmo me reconociste cuando sal del club?" le pregunt.
Ria sinti un calor en las mejillas que no tena nada que ver con la
proximidad del fuego. Dijo con disimulo. "Escuch que el lacayo
te llamaba Su Alteza."
"Paladin tambin estaba en el club esta noche."
No tena ni idea de quin era Paladin, excepto que tambin deba
ser un duque y por lo tanto deban abordarlo de la misma manera
que a Westphal. Dej que su silencio respondiera.
"Tambin estoy seguro de que Ridgeway no me describi," dijo
Oeste reflexionando en voz alta.
Ria se reprendi a s misma por no haber pensado en una
explicacin sobre ese particular. La verdad era que si bien l no
haba sido consciente de ella durante dos dcadas, eso no quera
decir que ella no hubiera tenido noticias sobre l. Sin embargo, no
se lo dijo. En lugar de eso, replic, "Mr. Dunlop me dio algunos
indicios."
Ria vio que Oeste reflexionaba sobre esto. Como mentira era
buena, pens, ya que l estaba dispuesto a creer que podra ser
traicionado por una moneda.
Tambin explic su anterior vacilacin como un intento de
proteger al lacayo de las represalias. Cuando Oeste gru en voz
baja, festej que hubiera mordido el anzuelo y se lo hubiera
tragado tambin.
Cmo poda decirle que haba crecido preguntando por l? A
pesar de que fue disuadida de hacerlo por todos los que la
rodeaban, ese hecho simplemente hizo que fuera ms curiosa... y
ms cuidadosa. En las visitas a Ambermede cuando sus padres
estaban vivos, hacan viajes a la aldea, y en el pueblo siempre
encontraba personas que estaban dispuestas a hablar del bastardo
del duque. Haba odo hablar de su naturaleza y su temperamento
fogoso, de sus modales corteses y de su educacin y adems le
haban dicho que su pelo era rojizo. Ella saba que lo haban
enviado a Hambrick Hall para que no se cruzara con su medio
hermano Tenley en Eton. Tambin que sobresala en cricket y
remo, pero an ms como boxeador. Cuando ella todava estaba
en la escuela, l haba ido a Cambridge a estudiar matemticas.
Los habitantes del pueblo dejaron entrever que era
imprudentemente guapo, pero que mejorara con la edad. Ellos
sospechaban de sus xitos y con un poco de envidia, contaban
ancdotas salvajes sobre contrabando de brandy francs y
libertinaje en el Continente del que Oeste era protagonista.
Haba visto un retrato de l una vez y se pregunt de inmediato
cmo lo habran obligado a estar sentado durante tanto tiempo.
Ria modific ese pensamiento: en realidad no haba estado
sentado.
Cuando era joven, Oeste haba posado al lado de un gran caballo
negro. El artista haba sido lo suficientemente hbil para capturar
su despreocupacin en cada lnea, desde el hombro descansando
negligentemente contra el flanco de su montura hasta la pierna
casualmente cruzada a la altura del tobillo. Tampoco haba
afectacin en la mueca de la boca, en la sonrisa que revelaba una
apreciacin profundamente irnica de los caprichos de la vida.
Esa irona que tallaba un profundo hoyuelo en la mejilla y un
arqueo particular de sus cejas.
Eran los ojos, sin embargo, los que haban reclamado su atencin.
Haba humor en las profundidades verde oscuro, pero tambin
algo ms que no era tan fcil de definir y que la hizo temblar.
Ra los haba visto de esa manera esta noche, momentos antes de
que hubiera pronunciado en voz alta su nombre, y en ese
momento hubiera deseado encontrarse en otro lugar. Era una
mirada que la taladraba y disparaba los latidos de su corazn.
Ira era una palabra insuficiente para describirlo. Furia se le
acercaba bastante ms.
Era una conducta agresiva, el deseo de hacer dao y al diablo las
consecuencias, enmascarado por humor y una sonrisa descuidada.
Le haca temer ms por l mismo que por ella.
Con la copa en la mano, Oeste volvi a su silla. En lugar de
sentarse, apoy la cadera en el brazo del silln y mantuvo
graciosamente el equilibrio. Ella estaba ensimismada, y se
pregunt cul sera la direccin de sus pensamientos. No estaba
del todo cmoda en su presencia, lo que contaba como algo
bueno, pero no haba hecho ningn comentario sobre irse.
Deseaba que hubiera mostrado menos confianza y ms cautela en
sus modales. Qu diablos era lo que quera con l?
"As, pues, que indujiste a Dunlop para que me traicionara", dijo
pensativo.
"Atrevida, espero que te haya costado treinta piezas de plata."
"No tanto como eso."
"He sido vendido por muy poco, entonces."
"Me temo que s."
l asinti con la cabeza y tom un sorbo de brandy. "Para qu?
Todava no me dijiste nada. Has hecho un largo viaje para llegar a
m. Seguramente debe haber alguna razn para ello".
"Necesito tu ayuda".
Su sonrisa fue burlona. "No estoy tan pasado de copas como para
no poder deducirlo yo mismo. Por lo tanto la cuestin se dirime
diciendo: cunto?".
"Mucho, creo yo."
"Cien libras? Mil? Tendr que ponerle un valor a tu figura."
Observ que se sorprendi mucho por sus palabras. Su boca se
abri y form una perfecta "O."
"Ms de mil?", le pregunt. "Es esto una especie de chantaje,
entonces? Ser un triste papel el que desempees si fuera as. Los
chantajistas siempre han estado dispuestos a decir lo peor de m, y
nunca ha habido ninguna repercusin grave, excepto que no
siempre me invitan a las mejores cosas. Que, por cierto, siempre
me ha parecido algo bueno y de agradecer."
Ria lo mir con fascinacin, su mandbula se cerr en cuanto
mencion lo del chantaje. "De verdad eres un caballero muy
peculiar ", dijo al fin. Y se apresur a aadir: "Espero que no te
sientas ofendido por mi forma de hablar tan franca. No quiero
ofenderte".
Solt una breve carcajada, realmente divertido. "Tendrs que
ampliar tu vocabulario considerablemente si alguna vez intentas
ofenderme, si en algn momento me sent ofendido fue cuando
me llamaste caballero".
"Oh, pero no quiere decir" Ria se detuvo porque se dio cuenta
que se estaba divirtiendo con ella. Fue desconcertante, la forma en
que podra soplar caliente y fro, a veces ambas cosas a la vez.
Levant su copa y bebi un trago de brandy. Tal vez necesitaba
mucho ms alcohol de lo que haba consumido para poder
comprender.
"Yo no estoy necesitada de fondos", le dijo, "siempre y cuando no
se produzcan interrupciones en mi asignacin. Eso depende de ti,
no de m, y de cun rpidamente des atencin a los asuntos que
Ridgeway te ha planteado en relacin conmigo."
Oeste descubri que su equilibrio sobre el brazo del silln de
orejas de repente era muy precario. Sin apartar los ojos de ella,
baj con cuidado y se sent sobre el cojn. "Por qu Ridgeway
debera plantearme algo referido a ti? Y qu es eso acerca de una
asignacin? "
"Sin duda, has entendido que t controlas mi dinero"
"Por cierto que no."
"Pero es una de las responsabilidades de la tutela."
A Oeste no le gustaba dnde iba. Si pudiera retroceder en el
tiempo, y una vez ms encontrarse en la acera fuera del club.
En esta ocasin manejara su paso por la calle de manera
diferente. De hecho podra considerarse afortunado de ser
aplastado por el carro que se acercaba.
"Entonces debes solicitar un tutor," dijo.
"Eso es lo que estoy haciendo."
A pesar de que saba lo que vena, no era posible estar preparado
para el golpe.
Era un violento puetazo directo a las costillas. l haba cambiado
golpes en el ring en el saln del Caballero Jackson, pero nada lo
haba preparado para eso. "Te equivocas", le dijo sin rodeos.
"A ti puede agradarte pensar que s." En voz baja, dijo: "Pero no
lo estoy."
"Te he odo."
Esboz una ligera sonrisa de disculpa.
"Tienes veinticuatro aos," dijo.
"S".
"No es lo que en la sociedad se considera ms all de la mayora
de edad?"
Ria atemper las ganas de sonrer ms profundamente. Su
frustracin o era miedo? Era palpable. "Tu padre tena ideas ms
estrictas de lo que debera ser necesario para mi independencia.
Se determin que yo era imprudente en mis juicios, aunque no
creo que se hicieran muchas concesiones dado que todava era
una nia cuando mis padres murieron".
"Cuntos aos tenas?"
"Yo estaba apenas por debajo de mi dcimo cumpleaos."
"Murieron ambos a la vez?"
"S. El clera, segn me han dicho. Mis padres estaban en la
India. Mi padre fue asignado a los regimientos en Delhi y mi
madre estaba con l. Ya se haba arreglado para que me uniera a
ellos cuando lleg la noticia de la epidemia.
No mucho despus, una segunda misiva nos inform que haban
muerto".
Oeste pens que Ria haba lanzado su relato haciendo un gran
esfuerzo para evitar traslucir su dolor. l entendi y apreci lo
que le cost hacerlo. "Nosotros", pregunt, y la oblig
suavemente a continuar. "Quin estaba contigo?"
"Mi bisabuelo. Viva con l cuando lleg la noticia. Su ltima
esposa fue la hermana de la madre de tu padre".
Fue precisamente esa revelacin la que hizo que le doliera la
cabeza. "Quieres decir la ta del duque."
"S".
"Podras simplemente haber dicho eso."
Ria lo mir desde debajo de sus cejas perfectamente arqueadas.
"Creo que lo hice", dijo. "Debo dibujarte el rbol genealgico?
Como mi bisabuelo se cas con"
Levant una mano, con la palma hacia fuera. "Por favor, no
profundices en ese tema. Somos familiares, entonces."
"Primos".
"Lejanos", dijo.
"Es cierto."
Oeste se reclin en la silla, cerr los ojos y apret la curva de
cristal de la copa contra su frente. A pesar de que pareca caliente
en sus manos, era fra contra su frente. Baj el vaso lentamente y
abri los ojos. Ria todava le observaba atentamente, y
sospechaba que saba la mayor parte de lo que estaba pensando.
No haba hecho ningn intento de moderar su reaccin ante sus
palabras.
"Por qu no te quedaste con tu bisabuelo?" pregunt al fin. "Ya
estabas a su cuidado".
"S, pero su salud estaba fallando, y nadie esperaba que
sobreviviera a su bisnieto.
Es una de las razones por las que iba a reunirme con mis padres
en la India, la otra es que no haba amor entre l y mi padre.
Como no fue nombrado mi tutor en el testamento de mis padres y
porque claramente se especificaba que deba ser tutelada por otro,
eso es lo que se ha hecho".
"Qu hay sobre los otros parientes? Tus abuelos, por ejemplo."
"Murieron antes de que yo naciera. Mi lado del rbol de familia
tiene pocas ramas robustas."
"Eso parece." Termin su bebida y la coloc firmemente en la
mesa a su lado.
"Es una lstima".
"El duque se hizo mi tutor."
"S". La leve sonrisa de Oeste no expresaba alegra. "Puede que
me haya tomado ms tiempo que lo normal, pero lentamente, lo
he comprendido".
Ra no estaba segura de si esto era cierto. No pareca un hombre
completamente consciente de los acontecimientos.
"Quieres que te sirva otro brandy?"
"Por favor, no trates de ser til. Es muy poco, y demasiado tarde".
Ella no hizo ninguna otro ofrecimiento, se sent en silencio y le
permiti digerir cmo su vida, una vez ms, haba sido alterada
por la muerte de su padre. l no lo estaba tomando nada bien, y
ella tena todava que explicarle el propsito de su visita. Se le
ocurrira tarde o temprano que no haba viajado por todo el
camino desde Gillhollow slo para informarle de sus
responsabilidades como tutor.
Cuando lleg, haba supuesto que Ridgeway ya lo haba hecho.
Oeste coloc el pulgar y el dedo ndice en la parte alta del puente
de la nariz y se frot suavemente. El cansancio le calaba hasta los
huesos. Se imagin que si multiplicaba esa sensacin por diez,
todava tendra slo una fatiga comparado con la suya.
"Me parece a m que cualquier otra cosa que haya que decir", le
dijo, "mejor la digas por la maana, despus de la inhumacin.
Vas a asistir al servicio en Westminster, no?"
"S".
"Bueno. Entonces no tienes objeciones en posponer el debate
hasta maana."
Las tena, pero pareca ms prudente postergarlas. En verdad, la
posibilidad de poner una almohada debajo de su cabeza era una
idea tentadora. Era cada vez ms difcil contener el impulso de
bostezar. "No hay objeciones", dijo.
"Vamos a hablar por la maana."
Oeste asinti, aliviado de que el agotamiento pareciera haberla
tornado ms dcil.
"Dime. Qu arreglos has hecho para tu estancia en Londres esta
noche", se pregunt." Llamar a un mozo de cuadras para que te
lleve all." Vio el ltimo vestigio de color dejar su cara.
"Oh no ", dijo, sacudiendo la cabeza. "No digas que pensaste que
podas quedarte aqu."
Ria decidi que orlo en voz alta haca parecerla descerebrada.
"Ahora me queda mucho ms claro," dijo en voz baja, "por qu, a
la avanzada edad de veinticuatro aos, todava requieres un tutor".
"Eso es injusto."
"Por el contrario, me parece que pone claridad en el asunto."
"Viaj con fondos", dijo. "Yo no alquil una habitacin para m
porque determin que era ms importante encontrarte antes".
"Y os digo otra vez, seorita Ashby, que sus prioridades estn mal
establecidas, as como la manera de hacrmelas conocer, subrayan
las razones por las que todava tiene que lograr la independencia.
Destaco el hecho de que el que hayas venido a tontas y locas, toda
esta distancia, y sola, lo confirma. Podras haber muerto esta
tarde".
La fatiga no impidi que Ria levantara la barbilla. Habl en voz
baja, sin embargo, con acento suave pero punzante.
"Tu reto es injustificado. No tienes la menor idea de por qu te he
buscado. Me has pedido que no te lo diga hasta la maana, ya que
es una hora inconveniente, pero, que esa falta de conocimiento no
te detenga en un juicio apresurado." Se puso de pie y fue
gratamente sorprendido de que lo hiciera de manera tan regia.
Lo nico lamentable, es que el dobladillo de su vestido estaba
todava tan hmedo que las gotas de agua caan suavemente sobre
la alfombra. Ria ignor resueltamente este signo de decadencia.
"Lo har llamar a las ocho. Eso debera dar tiempo suficiente para
poder hablar antes de ir al servicio".
Oeste se anim lo suficiente para mirarla, fijamente, con una ceja
ladeada y con frialdad. La afect, l se alegr, ya que el impacto
la hizo caer de espaldas sobre el banco. Cuando ella se sent,
asinti con aprobacin. "Muy bellas palabras."
Las piernas de Ria temblaban ahora, y dudaba que pudiera
recobrarse por segunda vez. Incluso el duque, con toda su dureza,
nunca haba sido capaz de hacerla caer de espaldas con tanta
destreza. Oeste no poda creerlo, pens, pero poda aficionarse a
ello.
"No tienes nada que decir?", pregunt.
Ella neg con la cabeza.
"Hay cosas que me quieras decir que deban decirse esta noche?"
Ria vacil. Que podra lograr si le dijera todo ahora? Su mente
estara tranquila por haber conseguido desahogarse, pero ella
saba desde el principio que no obtendra de inmediato su ayuda.
Tendra obligaciones que debera cumplir, encargarse de que su
padre fuera enterrado y asegurarse de que los asuntos de la finca
estuvieran en buenas manos.
Oeste trat de evaluar lo que significaba la indecisin de Ria.
"Ests pasndola de alguna manera mal?" pregunt. "En
peligro? Amenazada? Embarazada?"
Estaba demasiado asustada para negar cualquiera de todas esas
preguntas.
"No," dijo, respondiendo por ella.
"Puedo ver que no es ninguna de esas situaciones."
Por una vez Ria se alegr de que sus pensamientos estuvieran tan
claramente expresados en su rostro.
"Es demasiado tarde para conseguir la compaa de ninguna de
las mujeres adecuadas que conozco, por lo tanto, har que te
acompaen a un alojamiento apropiado no lejos de aqu. Mi ama
de llaves escoger a una de las criadas para que te acompae, y se
quede contigo como dama de compaa." Oeste se detuvo el
tiempo suficiente para permitir que Ria expusiera su argumento.
Esperaba que su agotamiento fuera tan intenso que la incapacitara
para hacerlo.
Ponindose en pie, dijo: "Espera aqu. Voy a hacer los arreglos
necesarios."
A Oeste le pareci que su cabeza slo haba tocado la almohada
cuando su criado le anunci que era hora de levantarse.
Ignor a Finch hasta que su bao estuvo preparado, con lo que
gan los veinte minutos necesarios como para caer en un segundo
sueo profundo. "Va a tomar el desayuno en su habitacin esta
maana?" pregunt Finch.
Oeste termin dejndose caer en la baera. El agua estaba
felizmente clida, y fue como volver a estar cubierto por las
mantas. "Yo siempre tomo mi desayuno aqu. Por qu hoy
se?" Se detuvo, recordando de pronto lo que haca que esta
maana fuera completamente atpica. Se frot los ojos cerrados
con el pulgar y el ndice. Cuando habl, lo hizo ms para s que
para su ayuda de cmara. "No me digas que ya ha llegado".
Finch sabiamente no contest. Coloc las toallas cerca de la
chimenea para calentarlas y le dej una esponja, jabn y la Gaceta
al alcance de Oeste.
Desapareciendo en el vestuario, eligi la ropa para el da. Ya no
habra un paseo tonificante en el parque esta maana, Finch
seleccion pantalones negros, una camisa holgada, un chaleco
negro con botones de plata, y una levita corta tambin negra, todo
ello adecuado para el desayuno en el comedor. Luego puso el
atuendo a poca distancia de Oeste, y se dedic a ocuparse del
cambio de ropa que sera necesario antes del servicio de sepelio.
Oeste estaba secndose el cabello cuando Finch reapareci. Mir
a su ayuda de cmara entre los pliegues de la toalla, y vio la ropa
sobriamente negra que Finch haba elegido y jur por lo bajo
dejando escapar el aliento.
En absoluto desanimado, Finch se acerc, alcanzndole una
prenda tras otra, hasta que lo nico que faltaba era la levita. La
extendi para que Oeste pasara sus brazos por ella. Finch ajust la
lnea de la chaqueta, tirando de las mangas hasta que no quedaron
arrugas y a continuacin, la cepill con esmero.
Oeste soport los cuidados de Finch en silencio y sin quejarse. El
hombre tena casi la edad del difunto duque, pero actuaba como
una gallina con un polluelo. Oeste haba decidido desde el
principio que no haba razn para reprenderle. El ayuda de cmara
desempeaba sus funciones a conciencia. Debido a que Finch
haba engordado estos ltimos aos, con frecuencia le faltaba el
aliento y las rodillas le crujan alarmantemente cuando suba las
escaleras, por todo eso Oeste senta que era su obligacin hacer
que el hombre se sintiera til.
Estoy correctamente presentable?"
Pregunt Oeste, volvindose hacia el espejo de cuerpo entero y
evalundose rpidamente.
"Su Excelencia no debe dudar de ello", dijo Finch.
"Me gustara tomar unos polvos para el dolor de cabeza."
Finch asinti con la cabeza, su rostro extraamente angelical
perfectamente inescrutable. "Se los llevar inmediatamente".
"En la sala de desayunos, Finch."
"Muy bien."
Ria llevaba el mismo vestido negro de la noche anterior. Las
manchas de agua y barro que haban manchado el dobladillo la
noche anterior haban sido eliminadas por un lavado meticuloso.
El vestido estaba perfectamente presentable y no se vea deslucido
ni gastado. Sin embargo, se sinti en desventaja cuando Oeste
entr en la sala de desayunos y le vio tan arrollador. La noche
anterior haba percibido vagamente su mala reputacin.
Esta maana pareca mirndolo de pies a cabeza un mal nacido.
Su expresin, si bien careca de la soberbia que fue el sello
distintivo de su padre y su hermano, no era ni clida ni acogedora.
La sonrisa era ligera y el ngulo de esa ceja condenadamente
elevada pona distancias, como si estuviera ejerciendo el derecho
a ser ms observador que participante en cualquier drama. Ms
revelador fue que ningn hoyuelo asom ni le puso en evidencia.
Ria era de la opinin de que la gravedad no se ajustaba fcilmente
sobre los hombros de Oeste y que la expresin grave que
presentaba su rostro se vea algo forzada. No poda concebir que
hubiera adoptado este semblante serio como muestra de respeto
hacia su padre. Era ms probable que l hubiera decidido que sus
responsabilidades como tutor deban mostrarlo como un ser
arrogante, prepotente.
Ella pens que preferira que le pusiera un cuchillo en la garganta.
La cabeza de Oeste se inclin en forma de saludo mientras sus
ojos la examinaban.
"Ests bien? El alojamiento fue satisfactorio?"
"S, gracias. Fue muy amable de tu parte ocuparte de todo."
"No fue amable, sino necesario."
As que iba a ser as, pens Ria. l no tena intencin de facilitar
la comunicacin entre ellos. Pareca desear una oportunidad para
reprocharle lo que todava consideraba que haba sido precipitado
y falto de juicio, entonces l le sacara el mximo provecho.
Oeste le indic a Ria que le precediera al comedor. Una vez all,
descubri los platos y la invit a servirse. Templando su
diversin, la observ atiborrar su plato con rodajas de tocino,
tomate, y tostadas con mermelada. Cuando se sentaron a la mesa,
Ria escogi un huevo cocido, lo rompi con pericia con el canto
de la cuchara, y luego empez a quitarle la cscara. Fue en este
punto que levant la vista y se dio cuenta de que Oeste no se
haba servido nada, solo caf.
Ria baj lentamente la cuchara. Haba estado a punto de lanzarse
sobre su comida como si fuera un pilluelo de la calle
"Qu ests haciendo?" Pregunt Oeste.
Lo que quedaba de la dignidad de Ria se hizo aicos cuando su
estmago gru con gran ferocidad. La disculpa que haba estado
a punto de presentar simplemente muri en sus labios y ella se
sonroj con vehemencia.
Oeste no perdi tiempo tratando de determinar cundo Ria haba
comido por ltima vez. Claramente, haba pasado demasiado
tiempo desde su ltima comida.
"Come", dijo, y su tono no admita discusin. "Despreocpate por
los modales. Yo no lo hago."
La mortificacin hizo que los ojos de Ria se apartaran de la
mirada directa de Oeste. Se qued mirando el plato, luego el
regazo. Sus dedos se aflojaron alrededor de la cuchara lo
suficiente como para permitir que reposara a un lado.
"Nunca dejes que algo tan insignificante como una muestra de
buenos modales te impida hacer algo", la incit suavemente.
Considerando el clido panecillo y las tiras de tocino crujiente en
su plato. "Yo nunca hubiera esperado esto, dada la entusiasta
defensa que presentaste la noche anterior."
Mirndola con el rabillo del ojo, l parti el panecillo y
ligeramente extendi mantequilla y dulce en las mitades. Cuando
vio que todava no se animaba a empezar a comer, levant su
huevo cocido, lo puso en su copa, y rompi la blanca cpula con
su cuchara.
Tom como una buena seal que el ruido la sobresaltara, pero ella
todava no se haba llevado un solo bocado de comida a la boca.
No haba ms remedio que comer su comida. Mordi el panecillo
y esper que fuera suficiente para animarla a saciar su propio
apetito.
Ria cogi un tringulo de pan y se lo llev a los labios. Tuvo la
precaucin de tomar pequeos bocados.
"La verdad, es que eres realmente terca." Oeste dijo esto
simplemente como una observacin, sin rencor. "Yo creo que te
moriras de hambre antes de romper el ayuno primero. Parece un
poco raro viniendo de ti".
Mirando de reojo, ella suspir. "Te refieres a seguir con esto?,
no?"
"Estoy seguro que tienes el espritu para hacerlo, s."
Fueron sus acentos perfectamente ridos los que hicieron que las
esquinas de la boca de Ra se elevaran ligeramente.
Ella nunca hubiera pensado que posea ese agradablemente
curioso sentido del humor, ni siquiera sospechado que lo
encontrara tan fascinante. No haba tenido muchos motivos para
sonrer en los ltimos tiempos y ese pensamiento no era de su
agrado.
Ria se oblig a comer poco a poco sin tener en cuenta su hambre.
De vez en cuando bajaba la mano ponindola sobre su regazo y
apretndola contra su estmago para calmar cualquier sonido
vergonzoso, siempre lanzando una mirada de reojo para ver si l
estaba pendiente de ella. Le pareca que haba perdido el inters
en burlarse, a pesar de que sus palabras suponan lo contrario. l
comi ms despacio que ella, se dio cuenta, y bebi tres tazas de
caf negro mientras ella solo bebi una de chocolate caliente. Se
pregunt por qu no presentaba los efectos que causaba el exceso
de alcohol, aunque en realidad su mirada si mostraba signos de
prpados pesados.
Oeste estaba agradecido de ver que Ria no esperaba ninguna
invitacin de su parte para servirse ms tostadas y tomates. No
pudo terminar su primera porcin, y mucho menos servirse otro
plato. No la presion para discutir qu clase de conflicto la haba
impulsado a abandonar su sentido comn, dejar Gillhollow y
viajar sola a Londres. Todava haba tiempo suficiente, a pesar de
que la espera por la explicacin estuviera tornndose tediosa. El
da se proyectaba muy largo hoy, y aburrido en exceso,
empezando por el funeral de su padre. Estaba seguro de que sera
objeto de demasiadas miradas y susurros all. No habra ninguna
posibilidad de que pudiera pasar desapercibido como era su
costumbre en todas las reuniones de la alta sociedad. Las
circunstancias y la mano manipuladora de su padre lo haban
empujado al frente, ponindolo en el centro de la cuestin. Eso
era suficiente para hacerle perder su apetito.
Oeste dej su taza y apart el plato.
Permiti que el lacayo se lo llevara a la cocina, hacindole seas
con la mano. A diferencia de muchos otros de posicin similar y
de ingresos modestos o mejores, Oeste era consciente de la
presencia de los sirvientes en su casa. Nunca haba sido capaz de
fingir que no estaban, cuando era obvia su presencia, y era su
costumbre no hablar de cualquier cosa en frente de ellos. Saba de
primera mano qu clase de secretos podran ser escuchados por
las doncellas y lacayos en el curso de servir la cena.
Entre las tabernas y el puerto, muchas cosas se decan menudo,
que eran escuchados por odos que servan la mesa sin que nadie
pareciera darse cuenta.
Jugando al lacayo, Oeste haba tenido ocasin de conseguir
informacin nica, que nunca hubiera obtenido de otra manera.
Difcil haba sido explicar su tctica al coronel John Blackwood,
su mentor en el Ministerio de Asuntos Exteriores.
Haba pasado mucho tiempo desde que el trabajo de espionaje
haba requerido subir un castao.
Oeste esper hasta que la puerta de la sala de desayunos se cerr
tras el lacayo antes de hablar. "Debe haber algn punto en el que
puedas comenzar con el relato, supongo. Me gustara escucharte
ahora".
Fuera de la vista de Oeste, los dedos de Ria plisaban la servilleta
sobre su regazo.
De camino a la casa, mentalmente haba ensayado un discurso
conciso que expondra los hechos ante l por lo que francamente
no crea que podra ser despedida ligeramente. Pero no poda
recordar ni una palabra de ello ahora.
"Una de mis nias se ha perdido", dijo.
Oeste consider esto. "Muy bien", dijo.
"Quieres decir que vas a comenzar por el medio, o tal vez por el
final? No suele ser lo ms apropiado, pero en fin. Seras tan
amable de explicarme cmo es que han llegado esas nias a ser de
tu posesin? "
Ria haba permitido a la criada que peinara hacia atrs su pelo
grueso esa maana y lo recogiera a la moda en un nudo suave.
Ahora, mientras su cabeza comenz a dolerle, no tena idea de si
era debido a la tirantez de su cuero cabelludo, o al comentario
irnico de Oeste. Si tuviera que elegir, pens que podra ser a
causa de este ltimo. No se le haba escapado que una de sus cejas
estaba arqueada, y que con muy poca provocacin de su parte en
realidad podra rerse de ella.
Las fosas nasales de Ria se dilataron ligeramente y la dulce curva
de su boca se perdi. "Yo soy la directora de la Academia para
jvenes de la Seorita Weaver en Gillhollow. He sido maestra
estos ltimos seis aos y directora desde enero. Y antes de que
preguntes, no, no existe la seorita Weaver".
No se le haba ocurrido a Oeste preguntar por el homnimo de la
academia, pero ahora no poda resistirse. "No hay seorita
Weaver ahora o nunca la hubo?" No qued completamente
sorprendido cuando Ria no se dign a contestar.
Estaba aprendiendo que cuando ella le ignoraba, deba tomarlo
como algo bueno.
"Vamos, seorita Ashby, ha explicado para mi satisfaccin por
qu piensa en las estudiantes como sus nias, pero se plantea la
pregunta de cmo lleg a la Academia de la seorita Weaver.
Anoche mencionaste un subsidio. Yo no puedo asociar eso con tu
puesto en la escuela. El duque te proporcionaba tan poco dinero
como asignacin, que debiste emplearte?"
"Su Gracia me proporcionaba un subsidio generoso", dijo. "La
decisin de participar en ese empleo respetable fue ma".
Oeste haba aprendido a escuchar qu era lo que la gente no le
deca. Le pareci or algo entre las lneas ahora. "Mi padre no
estaba de acuerdo con el empleo."
"No, no lo prohibi, pero tampoco estaba a favor de el. Insisti en
que deba aceptar la subsidio".
Aqu haba otra cosa que no estaba diciendo del todo, decidi
Oeste. "Qu de hecho no ests utilizndolo para tus gastos ", dijo,
mirando su vestido "sino, para mantener la academia de la
seorita Weaver."
"Siempre hay estudiantes que no pueden permitirse pagar la
matrcula."
"Esas son estudiantes sin abolengo y con pocas posibilidades de
adquirir notoriedad. Por qu educarlas entonces? Qu sentido
tiene, especialmente si son mujeres? "
Era un argumento que Ria haba odo antes. Por lo general, se
haba sentido frustrada. Ahora, viniendo de este hombre,
simplemente se senta decepcionada.
"Esa es tu opinin", dijo con acento cuidadosamente neutral. "La
ma es mucho"
Se detuvo porque comprendi que su expresin burlona, haba
sido expresada con demasiada suavidad y con un gran esfuerzo
para que no lo delatara. "T no crees eso que dices, verdad?"
Oeste sonri un poco despus. "No, no lo creo." Se recost en su
silla y estir las piernas cmodamente. Sus manos estaban
dobladas ligeramente en el borde de la mesa. Se toc las puntas de
los pulgares.
"Pero no creas que soy un reformador como t. De hecho, yo no
soy un reformador en absoluto. Es un asunto complicado, mejor
dejrselo a los polticos, a quienes les gusta revolcarse en ello, o
las mujeres, que pueden blandir una escoba en represalias."
"Creo que eres es un cnico, excelencia."
"Y no me disculpo por serlo." la mir pensativo. "Hay mucho ms
aqu que quiero saber, Srta. Ashby, pero quin sabe si usted debe
decirme algo acerca de su chica desaparecida".
"Su nombre es Jane Petty, y no tiene ms de quince aos."
"Entonces no es una nia."
"No, pero"
"Has pensado en algn hombre joven?
Quizs se ha enamorado de uno de los becarios locales y han
huido a Gretna".
"No lo creo", dijo Ria, sacudiendo la cabeza. "No pude encontrar
ninguna evidencia de ello."
"Entonces admites que lo consideraste una posibilidad."
"Digamos que yo no quiero pasar nada por alto. Jane es bastante
ms confiada de lo conveniente, as que pude imaginar que algo
as haba sucedido. Sin embargo, no es una chica frvola, y uno
tiene que tener en cuenta que mantener el secreto en torno a una
fuga, entre tantas mujeres es totalmente imposible".
"Ests quizs dando a entender con tu descripcin que no es muy
reservada?"
Con un gesto casi imperceptible de la cabeza, Ria concedi el
punto. "Jane es una charlatana", dijo, su tono de voz era una clara
prueba de su cario por la nia, "y su movimiento no est
limitado a las labores de su mandbula. Casi nunca est quieta. Se
irrita con la inactividad y sufre las restricciones de la sala de
clase, slo porque debe hacerlo. Fuera del aula revolotea como un
colibr, detenindose aqu y all, pero nunca ms de unos
minutos.
Tiene demasiada energa, y no puede hablar en voz baja. Siempre
est volcando algo o al menos llevndoselo por delante. Uno
siempre sabe cundo Jane est cerca." El recuerdo le provoc una
leve sonrisa que desapareci rpidamente. Ria continu. "Pero no
es slo su derrotero el que se caracteriza por el caos. Jane se las
arregla para hacer exactamente lo mismo con las chicas.
Siempre hay un poco de drama a su paso".
"Entonces no es muy apreciada."
"No, no es eso en absoluto. Ella es muy popular entre las otras, no
necesita hacer ningn esfuerzo para ser bien acogida".
"Me haba olvidado de lo agradecidas que son las mujeres por el
drama. Se encargan de proveer un sinnmero de oportunidades
para ello."
Ahora fue Ria quien levant una ceja.
"Sin duda, ni el agradecimiento ni las oportunidades son
exclusivos de las mujeres".
Oeste pens en sus amigos y las intrigas en las que se deleitaban
en Hambrick Hall. "Reconozco mi error," dijo. Se contuvo a
tiempo para evitar confesar que todo era parte integral de la
juventud. Cmo, entonces, podra conciliar esta afirmacin con
el hecho de que l y sus amigos seguan el curso normal de las
intrigas? No, sera enfrentarse a un intenso escrutinio y Oeste
sabiamente mantuvo su silencio. "Cunto tiempo lleva
desaparecida la seorita Jane Petty?"
"Diecisis das."
Oeste tuvo cuidado de no demostrar consternacin. Haba tenido
la esperanza de or que haca mucho, mucho menos.
"No has tenido ninguna noticia en absoluto?
Ni un indicio? "
"Nada. Es otra razn por la que he rechazado la idea de que se
haya fugado.
Creo que tendra que haber escrito por estas horas. Ella no es una
nia irreflexiva".
"Por favor, controla esta tendencia que tienes de llamarla nia. No
ayuda. No puedes absolverla de toda responsabilidad de su propia
desaparicin."
"No puedo", dijo Ria con suavidad. "T no la conoces como yo.
No voy a creer que ella se ha ido por su propia voluntad."
Oeste decidi no discutir el punto. Ella tena razn l no conoca
a Jane, pero tambin era cierto, que tratar a Jane como si fuera
una nia no ayudaba.
"Qu es lo que quieres que haga, seorita Ashby? Esta es la
verdadera razn por la que te cruzaste en mi camino ayer? Es
posible que hayas viajado a la ciudad con Tenley y su prole, slo
con la intencin de asistir al servicio e informarme de mis
responsabilidades como tutor? Al parecer, deberas haber tratado
ese asunto conmigo de manera muy clara".
"Quiero que me ayudes a encontrarla."
Era casi lo que l haba esperado que ella dijera. "Que te ayude a
ti?", pregunt. "Quieres decir que t me ayudars a determinar el
paradero de la seorita Petty?"
"No," dijo ella con firmeza. "Quiero decir que t deberas
ayudarme."
No le gustaba el sonido de eso en absoluto. Tuvo que hacer un
esfuerzo para no presentar ninguna objecin. Decidi que poda
esperar, ya que todava no estaba preparado para darle una
respuesta. "Me resulta difcil imaginar que, aunque la salud del
duque ha sido una preocupacin, hayas recurrido a l con la
misma peticin". Cuando sus ojos esquivaron su mirada y
permaneci en silencio,
Oeste supo que tena razn. "Me gustara orlo de ti".
"Yo no hubiera recurrido a l", dijo al fin. "No es que tu padre
habra sido incomprensivo, sino que habra aprovechado la
oportunidad para darme lecciones sobre cmo manejar la escuela.
Me habra obligado a abandonar mis obligaciones".
Era bastante difcil para Oeste creer que el duque habra
manifestado siquiera una pizca de comprensin, pero lo dej
pasar. Seguramente la experiencia de Ria con su padre era muy
diferente de la suya.
"La seorita Petty desapareci hace ms de dos semanas. Eso fue
antes de que ninguno de nosotros supiera sobre las revelaciones
que el duque estaba por anunciar. Es posible que hayas acudido a
Tenley con tus preocupaciones, puesto que era de esperar que
sera tu tutor a futuro".
"Tu hermano no estara dispuesto a ayudarme." se apresur a
aadir: "No hay animosidad entre nosotros. Es slo que Tenley no
tiene inclinaciones de ayudar a nadie excepto a s mismo".
Oeste se rio entre dientes y mir como la tez blanca de Ria se
coloreaba. "Esa es una excusa muy benvola ofrecida a favor de
Tenley. Estoy seguro de que nunca vas a hacer un esfuerzo
similar para defender mi nombre".
"Slo quise decir " Se detuvo antes de empeorar la situacin.
Saba perfectamente lo que haba querido decir, su descripcin de
Tenley difcilmente podra haber sido hecha con ms cortesa.
Empuj hacia atrs la silla, y se puso de pie. Sinti sus ojos
ansiosos siguindolo hasta la chimenea donde atiz los rescoldos
mientras consideraba qu poda decirle. Mir por la ventana hacia
el jardn. Haba empezado a llover de nuevo, esta vez
acompaada por un fuerte viento que grababa las gotas en
diagonal en cada panel de vidrio. De vez en cuando astillas de
hielo se mezclaban entre las gotas de lluvia, una clara seal de
que el clima se volva ms fro. Estas agujas de hielo golpeaban la
ventana dndole un tono diferente al sonido del agua y luego se
disolvan lentamente en el quicio de la ventana antes de fundirse
completamente.
Colg el atizador y se volvi a Ria. Se pas una mano
distradamente por el pelo cobrizo. "Yo no s exactamente qu
crees que puedo hacer por ti".
"Ya te lo he dicho no? Puedes ayudarme a encontrar a Jane."
"En qu sentido?", pregunt. "Es dinero lo que necesitas?
Asistencia para contratar a alguien para hacer la investigacin?
Tal vez quieres decir que debo entrevistar a los candidatos para
que se encarguen de la bsqueda y descartar a aquellos que
podran aprovecharse de tu ingenuidad".
"No quiero que contrates a nadie", dijo.
"Te quiero a ti." Lo vio arquear sus dos cejas en respuesta a su
franqueza. "No puedo decrtelo con ms claridad que esta."
"No, eso fue totalmente sincero. Pareces estar dispuesta a salirte
con la tuya a cualquier precio."
Ria se neg a ser apartada de su propsito prestando atencin a su
burla.
"Te puedo ofrecer una compensacin, aunque, comprenders que
eso significa que slo cuento con mi asignacin. Si deseas ms,
entonces tendrs que aumentrmela".
Oeste dese no haberla enfrentado, porque esa clase de lgica que
planteaba era la que lo haca tambalear. Lo mir como si quisiera
darle explicaciones, y l alz una mano, con la palma hacia fuera,
para evitarlo. "Sera algo muy apreciado que no lo repitieras. En
mi experiencia rara vez resulta bueno aclarar las cosas, por el
contrario, se tiende a enredar an mas todo la segunda vez".
Ria sinti un mechn de pelo cosquillendole la mejilla. La
distraccin mientras sus ojos se posaban en l no fue bienvenida.
Se lo puso detrs de la oreja rpidamente. "Cul es tu respuesta a
mi propuesta?"
"Perdona mi torpeza, Srta. Ashby, pero necesito que me aclares
por qu crees que puedo ayudarte."
"Su Gracia, eres sincero, modesto o ambos?"
"No s lo que quieres decir."
No poda llamarlo mentiroso, aunque era una tentacin. "Tienes
un puesto en el
Ministerio del exterior".
"S. Eso es cierto."
"Entonces tienes conexiones."
"Supongo que eso tambin es cierto, aunque la forma en que eso
puede ser de utilidad en la bsqueda de la seorita
Petty sigue siendo un misterio."
"No has aprendido nada en absoluto?"
Oeste se frot la barbilla con el pulgar y el ndice. "S algo acerca
de la elaboracin jurdica de los documentos.
As es como paso el tiempo, examinando y revisando los
documentos que pasan de una persona a otra persona a otra
persona.
Cosas aburridas, pero lo hago al servicio de mi pas. "
"No lo creo", dijo. "Acerca de los documentos, quiero decir."
"Yo soy un empleado, Srta. Ashby, aunque supongo que la
herencia Westphal pondr un punto final a eso.
Tal vez me permitirn firmar los documentos a m en el futuro.
Me imagino que existe un sello Westphal. Podra utilizarlo
cuando ponga mi firma en el papel." Oeste vio los delicados
hombros de Ria abatidos. Sus ojos de color gris azulado ya no
eran sospechosos, sino resignados. "Qu, exactamente, es lo que
te imaginabas que haca en el Ministerio de Asuntos Exteriores?"
Ella se encogi de hombros. "Yo haba odo cosas."
"No me hagas esforzarme para orte."
"Yo haba odo cosas", dijo en un tono ms audible.
"Qu clase de cosas? No esa basura sobre el contrabando de
brandy francs, espero."
As que no era cierto que haba sido un contrabandista. Ria se
decepcion al orlo.
Los cuentos de su libertinaje en el continente probablemente
tambin eran falsos, aunque nunca le haba dado mucha
importancia. "Haba odo que tu persona era fundamental en la
prestacin de inteligencia sobre los movimientos de Napolen
durante la guerra".
Oeste acomod el atizador y le dijo con diversin mal disimulada.
"Mi querida seorita Ashby, no me digas que has concebido la
idea de que yo era un espa. Oh, pero puedo ver que lo has hecho.
Ests completamente abatida por haber comprobado que no era
as y sin duda an ms preocupada acerca de la seorita Petty. Es
cierto que yo estuve conectado con el campamento de Wellington,
pero tal inteligencia como la que mencionas la hizo alguien que se
limit a transmitrmela. Si me considerara un mensajero estara
sobreestimndome.
Decir que yo cumpla un papel decisivo, significa slo que era un
eslabn en la cadena, como suelen ser los secretarios a menudo.
De haber realizado mis deberes con menos diligencia, tal vez
habra dejado a un destacamento sin las raciones adecuadas, pero
dudo que el resultado de Waterloo dependiese de si haba
suficiente carne salada".
"T contabilizabas los alimentos?" pregunt, abriendo mucho los
ojos.
"Contabilic casi todo lo que un ejrcito requera para moverse y
luchar y moverse de nuevo. Matemticas, despus de todo, fue lo
que me mantuvo prisionero en Cambridge durante ms aos de
los que puedo recordar".
"Esas matemticas", dijo. "Ahora ests hablando de... de
sumar".
"S, bueno, se hace lo que se te pide que hagas. Si eres
Wellington, querrs saber que puedes confiar en la exactitud de
las cuentas. Rifles. Caones. Pistolas. Hombres. Uniformes.
Vagones. Botas. Caballos. Sillas de montar. Bayonetas".
"Carne salada", dijo Ria. "S, entiendo la importancia de eso, slo
pens que habas hecho algo..." Su voz se apag.
"Algo ms?", pregunt. "Creo que has concebido algunas ideas
romnticas acerca de lo que se requiere para ganar el da. No te
culpo. Nadie que no est en un campo ensangrentado puede saber
lo duro que puede ser ese trabajo.
"No era mi intencin menospreciar tu contribucin", dijo Ria
apresuradamente.
Avergonzada por su falta de sensibilidad, dijo contrita. "Es slo
que..." Se qued sin palabras de nuevo.
Oeste volvi a la mesa y se sent. "Ests agobiada por tu
preocupacin por la seorita Petty, y yo no he hecho nada para
aliviarla".
Ria logr esbozar una leve sonrisa como seal de que se haba
resignado a esa cruda realidad.
"Dime," dijo en un tono de leve inters.
"Esto de lo que te enteraste, respecto a mi desempeo en las
fuerzas, cmo lleg a ti?"
Ella lo poda decir honestamente, porque era informacin que
nunca se haba propuesto conocer. De hecho, habra sido una
espa muy incompetente si se hubiera dedicado a ello. "Me estaba
quedando con el duque en Londres ", dijo."
Har cinco o seis aos atrs, en la poca en que Wellington entr
a Madrid".
"Seis aos antes", dijo Oeste.
Ria pens en eso. "S, creo que tienes razn. Fue justo antes de
aceptar el cargo en la escuela. A lo que iba, yo estaba en Londres
en la residencia del duque y l tena un visitante. Yo no estaba a la
vista, ya que me ocultaba la pared pegada a la escalera, pero pude
ver que Westphal se alegr de su visita y le ofreci un refresco en
su estudio. Eso me pareci extrao porque tu padre rara vez
reciba a alguien con tanta efusividad. Este visitante era
decididamente diferente".
"As que ese hecho te pareci curioso."
Ella asinti con la cabeza. "Yo escuch al otro lado de la puerta,
aunque no debera admitirlo. Estaba sin duda en una edad en la
que eso era inadmisible, lo que no habla nada bien de m.
Pretenda slo conocer el nombre del hombre y tal vez ms
adelante encontrar la oportunidad de hablar con Westphal sobre
l. El nombre que o, sin embargo, fue el tuyo. Fue confuso al
principio, porque el hombre no te llamaba por tu nombre o
apellido".
"Oh?"
"Te llam Oeste".
"Ya veo." Nada en la expresin de Oeste cambi, aunque el dolor
que senta era real. "Eso debi de ser ciertamente confuso para ti".
"S. Me temo que pas mucho ms tiempo en la puerta de lo que
pretenda con el fin de comprenderlo."
"Pero lo hiciste."
"Sobre el final. Era claro para m que estaban hablando de ti
cuando tambin se refirieron a tu persona como el hijo del duque.
Yo saba que no deba hablaban de Tenley. l no estaba en el
continente, sino que estaba perdiendo el tiempo en las salas de
juego en ese mismo momento.
Forzosamente, tenas que ser t".
La nica aceptacin por parte de Oeste fue el sonido que hizo su
garganta al tragar.
"Hablaron largo y tendido, y para entonces haba aprendido algo
acerca de tu trabajo en el Ministerio de Relaciones Exteriores."
"No lo suficiente, por lo visto. No te diste cuenta de que estaba
en Madrid?"
"Bueno, no, pero yo no tena la posibilidad de hacer preguntas, y
ninguno de los dos hablaba del todo claro. Era fcil suponer que
ellos saban de lo que estaban hablando, pero no estaba tan claro
para m".
"As que llenaste los huecos de la conversacin con tonteras
sobre espas e intrigas."
"Yo no creo que fueran tonteras," dijo en voz baja, "pero s, en
resumen as fue."
"Sumas", dijo sucintamente. "Ese es mi punto fuerte." Oeste cerr
los ojos un momento y se los frot. "Este hombre, el que hablaba
de m como Oeste, recuerdas su nombre?"
Ria pens. "Recuerdo que llevaba un bastn", dijo, "y se apoyaba
mucho en l para poder llegar a las puertas de la biblioteca."
Oeste asinti. Esa parte de la informacin era tan buena como
tener un nombre.
La cabeza de Ria se levant bruscamente mientras chasqueaba los
dedos.
"Blackwood. Coronel Blackwood. Qu te hace pensar ese
nombre?"
Oeste saba que ella estaba buscando su aprobacin por haber
recordado ese nombre escuchado tanto tiempo atrs, pero no
poda drsela. "Lo que pienso", dijo en una amenaza silenciosa ",
es que voy a cometer un asesinato."
Captulo Tres
Oeste deseaba estar en cualquier lugar, excepto donde estaba. El
servicio en la abada haba sido interminable y no se haba
equivocado al anticipar la recepcin que haba recibido.
Intercept ms miradas furtivas de las que quera enumerar, y
haba habido un zumbido constante de susurros a sus espaldas.
Los ms cercanos a l, los que le conocan mejor que nadie,
estaban ahora reunidos en su casa. No haban ido a llorar la
muerte del duque, porque ninguno de los presentes era
especialmente aficionado a perdonar al hombre, sino que haban
venido a presentar sus respetos, a Lord Evan Marchman, quien
desde ahora y para siempre sera conocido como Su Gracia el
Duque de Westphal.

No se hara cargo.

Sin embargo, qu otra opcin le quedaba? No poda negar ser


quien era, tampoco poda darle el ttulo a Tenley sin importar lo
mucho que su hermano pudiera codiciar su primogenitura.
Tampoco poda darle a su hermano legitimidad, la misma que se
le haba quitado en el momento en que el duque haba revelado la
verdad sobre sus matrimonios. Tenley haba sido capaz de
suplicarle al Prncipe Regente para que la cuestin de su
legitimidad fuera nuevamente revisada. Oeste dudaba que si su
hermano recurra al Prncipe, Prinny sera muy generoso.
Ahora su hermanastro poda encontrar algn pequeo consuelo en
el hecho de seguir siendo conde, un ttulo que le lleg del lado de
la familia de su madre y no estaba sujeto a las restricciones del
duque ni de sus bienes. Por desgracia, haba poco dinero o tierras
que acompaaran el honor de ser conde. No era que Tenley fuera
indigente, pero sus circunstancias y perspectivas se haban
reducido enormemente.
Ver a Tenley en el servicio haba sido un momento incmodo,
aunque Oeste pensaba que se haban comportado lo
suficientemente bien. Al menos no haba habido pistolas
desenfundadas, y Oeste contaba esto como un buen comienzo.
Poda aceptar que el cambio de circunstancias para Tenley haba
sido ms duro que el suyo, sin embargo no senta mucha simpata
por l. Cada una de las expectativas de su hermano haban sido
materiales, mientras que l haba comprobado haca mucho que la
supervivencia significaba poseer valores, especialmente su
relacin con los dems.
El ensimismamiento de Oeste termin cuando Lady Benton
Reade entr resueltamente hasta situarse a su lado y lo inici en
una conversacin. De pie en el lado opuesto de la sala de estar
junto a la chimenea de mrmol verde, estaba Southerton. Oeste
tuvo cuidado de no permitir que su atencin se desviara en esa
direccin por demasiado tiempo, pero por entre las plumas
ondulantes de la capa de la seora Benton Reade, crey ver la
evidencia del brillo de la mirada impa de Sur. Era la prueba de
que no poda esperar ser rescatado por ese lado, y se resign a
soportar el monlogo que pas a ser la conversacin de la seora.
Finalmente logr excusarse cuando Northam y su esposa vinieron
a ofrecer sus condolencias y anunciar que se iban.
Mirando a uno y a otra, Oeste no poda dejar de ser consciente de
la tensin que exista entre ellos. Haba sido slo ayer por la
noche en el club que Norte haba sido objeto de burlas por
mostrarse distante y contemplativo? Pareca que nada haba
cambiado desde entonces. A pesar de todo, la actitud de Norte era
correcta, Oeste no poda dejar de preguntarse qu era lo que
estaba mal entre Elizabeth y su marido. La tez de la condesa
estaba plida y sus prpados estaban levemente hinchados. Era
dolor lo que percibi en su cara, y l saba muy bien que no era
esta solemne ocasin lo que lo haba suscitado.
El semblante de Norte daba muy pocos indicios sobre sus
pensamientos, que de por s ya era bastante inexpresivo para los
que lo conocan. Oeste tambin encajaba en esa descripcin, poco
demostrativa, pero ver a estos dos, con un dolor combinado tan
palpable, haca que se sintiera como un intruso en su propia casa.
Se los hizo tan fcil como pudo, los escolt hasta la puerta l
mismo, para que no tuvieran que cruzarse con sus otros invitados.
Cuando regres a la sala, vio de inmediato que Sur haba
desaparecido. No se requera ningn talento especial para saber
dnde haba ido. Oeste pudo ver que la puerta de su estudio
estaba cerrada y entendi que Sur la estara utilizando para hablar
con el coronel.
Northam y su condesa haban estado conversando con Blackwood
antes, y cuando Oeste mir a Eastlyn, le pareci que el marqus
estaba mirndolo como si tambin esperara tener un turno con el
coronel.
Eso estaba bien. Oeste saba que poda darse el lujo de darle a sus
amigos la primera oportunidad con Blackwood, quizs, incluso
fuera mejor que los otros le hablaran primero, le dara tiempo a
despedir a la gente. El coronel no podra despedirse cuando Oeste,
tuviera su momento de decirle algunas verdades.

John Blackwood, asesor del Ministerio de Asuntos Exteriores era


quien diriga las actividades del Club de la brjula, con una manta
sobre sus delgadas piernas, empuj su silla de ruedas cerca del
fuego. l haba permitido ser persuadido de no asistir a los
servicios del duque de esa maana, pero ni su mdico ni a su
ayuda de cmara pudieron evitar que fuera a la casa de Oeste esa
noche.
Ahora se preguntaba si no debera haberlos escuchado, no porque
estuvieran en lo cierto de que una noche fuera de casa lo hara
padecer una fatiga casi insoportable, sino por lo mal que haba
llegado a caer su presencia. Su querida Elizabeth, no pudo poner
ningn reparo, lo haban secuestrado del saln y lo haban
encerrado en el estudio de Oeste.
Excepto que ella hubiera hecho una escena, no podra haberlos
detenido y l no estaba seguro de haberlo querido tampoco.
Haba discutido con l, se neg incluso, a aceptar que su marido
fuera a la asignacin que le haba comisionado para buscar al
ladrn caballero. l, que pensaba que no haba nada que no
hiciera por ella, no poda concederle esta peticin, ni poda decirle
nada que pudiera tranquilizarla sobre este asunto.
El ladrn deba ser capturado y haba que hacerlo pronto. Norte,
era en todos los sentidos el hombre idneo para la tarea. Era una
gran responsabilidad como para dejarlo en manos de otra persona
menos calificada, por lo que se haba negado a complacerla.
Ahora tena mucho miedo de que ella no fuera a hablarle de
nuevo.
Despus de ese encuentro, Sur haba suplicado un minuto de su
tiempo. El coronel sonri un poco sombro, mientras atizaba el
fuego. Reclamado, no suplicado, era la palabra adecuada. Sur
haba exigido su tiempo y lo llam maldito bastardo, un trmino
generalmente reservado para el difunto duque. El vizconde haba
sido testigo de la tensin infeliz entre
Elizabeth y Northam, y busc la absolucin a su condena por
haber tenido incluso una pequea parte en el logro de su unin. El
coronel era ligeramente ms optimista que Sur de que todo tendra
un buen final, pero Sur no lo haba absuelto de la responsabilidad
de todos modos, como si fuera un sacerdote, y se lo carg sobre
sus hombros menos que robustos. La entrevista no haba
terminado ah, porque todava faltaba discutir la asignacin de
Sur. Todo Londres hablaba de la desaparicin de Miss India Parr.
La adorada actriz de Drury Lane haba perdido dos actuaciones, y
su pblico devoto, en gran parte conformado por hombres, haba
intentado quemar el lugar. Si comprobaba que Southerton era
responsable de la ausencia de la seorita Parr, lo ejecutara, y
luego lo descuartizara. Fue en esos momentos durante su
discusin que le haba echado en cara la responsabilidad de la
tensin entre Elizabeth y Northam.
Apenas haba despedido a Sur, cuando Eastlyn lleg a ocupar la
silla vaca. El marqus tena un humor de los mil demonios,
cortesa de una amante despechada, y no haba manera de
revertirlo. Los rumores de su compromiso con Lady Sophia
Colley no se haban silenciado, ms bien constituan otro
obstculo para la realizacin de su misin. No haba ms remedio
que seguir adelante.
El coronel se concentr en el fuego de nuevo, sus nudillos llenos
de protuberancias se pusieron blancos por la fuerza con que
apretaba su bastn. No poda hilar muy fino con este, pero oblig
al joven a examinar su situacin con cuidado y llegar a una
decisin de cmo se propona seguir. Las cuestiones relacionadas
con su tarea de apoyo a la Compaa de las Indias Orientales no
podan llevarse a cabo si Este no pona primero su propia casa en
orden. De hecho, pareca que el xito dependa de lograr una cosa
antes que la otra. A Blackwood le caa simptico, pero no cedi.
El coronel haba soltado el bastn cuando la puerta se abri. No
levant la vista.
"He estado esperndote".
"Pens que as sera", dijo Oeste. "Los otros ya han tenido su
audiencia. Parece justo que yo tenga la ma."
Blackwood no crey estar imaginando el fro tono de la voz de
Oeste. Sus ojos oscuros se estrecharon ligeramente cuando se dio
la vuelta y observ al hombre entrando en la habitacin. La
resolucin de sus pasos le dio la pauta de que de ninguna manera
sera fcil la charla con l. La rigidez de sus hombros hablaba de
su determinacin, y su andar no tena nada de la gracia informal
de un paso cordial. Haba tirantez en su boca, y la gravedad de sus
pensamientos haban grabado un gesto adusto en su rostro.
Pareca demacrado. No sera una exageracin decir que pareca
vagamente enfermo.
El coronel empuj su silla hasta el mueble de las bebidas. "Vas a
tomar whisky?"
"No." Oeste vio los vasos vacos dejados por sus amigos. Pareca
que Blackwood haba tenido xito ahogndose en alcohol, sin
duda disfrutando de la oportunidad de empaparse de l
libremente. Su mdico y su ayuda de cmara le limitaban la
bebida tanto como les era posible en su propia casa. "Pero puedes
complacerte a ti mismo", dijo.
Blackwood neg con la cabeza. Ya he hecho eso. Soy consciente
de mi tolerancia y creo que he llegado a mi lmite."
Oeste se sent mientras el coronel empujaba su silla ms cerca.
Blackwood era todava un hombre guapo, la enfermedad que le
haba costado la movilidad de sus piernas no le haba robado su
buena apariencia, ni entorpecido su mente. Sus reflejos eran ms
lentos ahora y un temblor a veces se poda percibir en sus manos,
pero l se mantena firme, fijando a su presa con una mirada
oscura que era a la vez una evaluacin y un desafo.
Aunque ya no se vea musculoso, todava tena un aspecto robusto
y se aseguraba de que su porte se viera realzado por la buena
confeccin de su ropa a la ltima moda.
Oeste saba que las piernas del coronel estaban ms dbiles de lo
que haban estado, hasta el verano pasado. Entonces Blackwood
haba podido viajar a la finca de Norte, en Battenburn para la
boda y haba acompaado a Elizabeth en su camino por el pasillo
central de la Abada, con la ayuda de dos bastones y la fuerza
nervuda de sus propios brazos. Slo cinco meses despus, Oeste
dudaba de que tal cosa hubiera sido posible, a pesar de que no
subestimaba la tenacidad del coronel, notaba que, en los pliegues
pronunciados de las comisuras de sus ojos, haba un gesto de
debilidad que estaba presente incluso en su estado relajado. A
excepcin de una incipiente prdida de su cabellera y algunas
hebras de color gris, el pelo negro del coronel no ceda ante la
enfermedad ni al avance de los aos. Blackwood baj sus gafas
con montura de oro sobre el puente de su nariz aguilea y observ
a Oeste con una sonrisa sorprendentemente amable y cmplice.
"Todo el mundo se ha ido?", pregunt.
Oeste asinti. "Acabo de despedir a los padres de Sur y de Norte.
Lady Winslow y Sir James se fueron slo unos momentos antes."
Al coronel no le sorprendi que los familiares de sus amigos
tambin se hubieran quedado. Haba sido as desde que la propia
madre de Oeste muri cuando l estaba todava en Cambridge.
Mucho antes de entonces, se haba establecido una conexin con
cada uno de las otras familias, tal vez, pens Blackwood, porque
Oeste era, para todos los efectos, hurfano. Nada menos que la
condesa viuda de Northam haba condescendido en denominar al
duque como un maldito bastardo, en defensa de Oeste a pesar de
que todava se ensaaba con l por romperle la nariz a su hijo,
cuando no eran ms que nios en Hambrick.
Las comisuras de la boca de Blackwood se levantaron mientras
consideraba el temperamento y la postura agresiva que
Oeste haba manifestado hacia cada uno de sus compaeros de
escuela. Se pregunt qu habra sido del joven Evan Marchman si
no lo hubiera conocido en esos das. Habran sido tan
rgidamente inflexibles los maestros de Hambrick, o habran visto
ms all del chico que mantena ferozmente cerrados los puos, a
quien el dolor y la confusin le haban vuelto tan beligerante?
Oeste no se reclin en su silla. En cambio, se sent un poco hacia
adelante y apoy los antebrazos en las rodillas. Sus dedos se
entrelazaron, y como era su costumbre, golpe ligeramente las
yemas de sus pulgares. No perdi el tiempo con gentilezas, fue
inmediatamente al grano.
"Por qu nunca me dijiste que lo visitaste?"
Aunque el coronel no tuvo dificultad en adivinar a qu se refera,
la pregunta lo sorprendi. "Nunca he considerado necesario
informarte de los nombres de la gente que visito. Por qu esta
vez habra sido diferente?"
"No puedes hacerme ninguna pregunta hasta que me contestes."
Blackwood le dio una mirada aguda sobre la montura de las gafas.
"En realidad, no estoy seguro de poder responderla. Ser hijo de
Westphal no te da derecho a conocer todas las ocasiones que tuve
que visitarlo. En efecto, dado el distanciamiento entre ustedes, me
parece lgico que ests interesado en mi trato con l".
"Es un asunto diferente cuando yo era el motivo de la
conversacin."
"Nunca he pensado en ti como una persona propensa a exagerar
su propia importancia. Tambin discutimos cosas totalmente
ajenas a ti."
Oeste no cedi. "Pero le contaste sobre mis actividades."
Era raro que Blackwood vacilara, pero ahora lo hizo. "A veces",
dijo finalmente.
"S".
Oeste se enderez un poco y luego se ech hacia atrs. No saba
que predominaba en su mirada, si el dolor o la acusacin.
"Por qu?" le pregunt en voz baja.
"Por qu decirle algo sobre m? Has estado tan pendiente de
Lord Redding hablando acerca de las actividades de Sur en los
ltimos aos? No puedo imaginar que alguna vez hayas
informado a la madre de Norte acerca de las cosas que ha hecho,
y sigue haciendo, para ti. Y Este? Estoy bastante seguro de que
no te dara las gracias por informarle a su padre."
"Suficiente por el momento", dijo el coronel. "Y tienes razn. He
dicho muy poco por no decir nada, acerca de los otros".
"Entonces, por qu?Por qu habras de"
"Nunca han querido saber. Lord y lady Redding. Sir James y
Lady Winslow. La condesa viuda. Todos ellos estn ms a gusto
sin saber los detalles, y si quisieran saber les preguntaran a sus
hijos. El duque quera saber, y en la medida en que pudiera ser
informado, se le inform. Tu padre estaba muy comprometido
con el gobierno, Oeste. l estuvo a un pelo de haber sido
nombrado primer ministro despus de que Perceval fue asesinado,
y l tena muchos partidarios alrededor.
Crees que no poda haber averiguado lo que quisiera? Yo dira
que prefiri recibir la informacin de m. Puedes confiar en la
veracidad de mis palabras".
"En lo que yo confiaba" Oeste dijo sin inflexin, "era en tu
silencio."
Extraamente sorprendido para encontrar las palabras, Blackwood
le ofreci su silencio ahora.
Oeste mir la botella de whisky en el mueble del bar y se dio
cuenta que no tena energa para ir hasta all. No poda recordar
un momento en el que hubiera estado tan falto de fuerzas, como
ahora. Los acontecimientos de estos ltimos tres das haban
conspirado para diezmar tanto su fortaleza, como la solidez de su
juicio.
"No se haba ganado el derecho a saber lo que haca" A pesar de
las emociones agitadas, su voz segua siendo notablemente firme.
"Pens que siempre haba quedado claro entre nosotros. No tenas
derecho a decrselo, el derecho era mo.
El duque debera haberme hecho las preguntas a m".
No tena sentido, decidi el coronel, afirmar lo que ambos saban
que era verdad:
Oeste no le habra respondido ninguna pregunta que le hiciera su
padre.
Blackwood permaneci en silencio, sin ofrecer defensa por sus
acciones.
"No tienes nada en absoluto que decir?" Pregunt Oeste.
"Excepto una disculpa, no puedo pensar en nada que desees
escuchar sobre el asunto.
Oeste esper, pero la disculpa del coronel no lleg. "Y no te
arrepientes de ello?"
"Lamento que no haber hecho caso a mi propio consejo e
informarte de que tu padre estaba haciendo preguntas."
Los ojos de Oeste se estrecharon ligeramente mientras miraba a
su mentor. "Por qu no? ", pregunt. "Por qu no confiaste en
tu propio juicio? No es eso lo que exiges de nosotros?"
"As es." Su sonrisa era triste. "Yo puedo hacer las cosas mal por
la razn correcta con la misma frecuencia que cualquier hombre.
Slo en retrospectiva, cualquiera de nosotros puede saber lo mal
que realmente actu.
Y qu hay de hablar con el duque de m? No he odo que tengas
ningn remordimiento por ello."
Al no decir nada, Blackwood dijo todo.
"Ya veo", dijo Oeste. Se dej caer pesadamente en la silla, de
modo que estaba casi recostado ahora, con sus largas piernas
estiradas delante de l.
"Nunca pensaste en las consecuencias?"
"Por supuesto que me preguntaba qu haras si lo hubieras sabido.
Tena la esperanza de que trataras de entender."
"Entender? Lo que yo entiendo, coronel, es que me ha nombrado
su maldito heredero. l no lo habra hecho si hubiera pensado que
yo era slo un empleado en el Ministerio de Asuntos Exteriores.
Eso es lo que yo entiendo. Todas esas tonteras acerca de una
tarea fundamental que llevaba a cabo en el campamento de
Wellington y"
"Tonteras?" Blackwood se enfad ante la idea de que alguna
vez se hubiera considerado as. "No dije nada excepto la verdad.
Que eres responsable de la mitad de lo que se haya podido llevar a
cabo Wellington en Fuentes de Ooro y Aluera . Un ao ms
tarde estabas en Madrid delante del ejrcito, tomando un riesgo
considerable de uniforme".
Oeste se volvi haciendo un gesto que indicaba tanto su modestia
como su indiferencia. "Pas documentos. Wellington traslad un
ejrcito. Mi contribucin fue"
"Esencial", dijo el coronel. "Y yo no soy adulador. Digo la
verdad."
Oeste no quera saber nada ms de esta conversacin. Saba que
lo que haba hecho era un trabajo importante y estaba orgulloso de
eso, pero no lo consideraba ms o menos importante que la
contribucin de los dems. Hizo un gran esfuerzo para pararse
sobre sus pies. Haciendo caso omiso de las botellas de whisky y
brandy, Oeste fue hacia la ventana y apart las pesadas cortinas
de terciopelo. La lluvia finalmente se haba vuelto por completo
aguanieve y el golpeteo en la ventana era fuerte y constante. Se
pregunt por el camino hacia Gillhollow, lo difcil que el
recorrido podra ser para un cochero. Se pregunt si Ria habra
viajado sola o acompaada por Tenley y su familia. Se pregunt...
Oeste permiti que las cortinas cayeran y se dio la vuelta.
Demasiado tarde, se dio cuenta de que el coronel haba corrido su
silla de ruedas y lo observaba de cerca, viendo algo ms de lo que
nunca haba querido decir o revelar. Oeste se pas los dedos por
el pelo, desconcertado por el escrutinio, y ofuscado por ser
atrapado con la guardia baja. "Qu decas?"
"De hecho", dijo Blackwood secamente.
En verdad, l haba permanecido en silencio, pero no estaba
dispuesto a permitir que Oeste lo obligara a rogar.
"Tena la esperanza de que cambiaras el humor, y me dijeras cual
es la fuente de tu informacin. No puedo pensar en nadie excepto
su padre, que estuviera al tanto de mis visitas".
"Los sirvientes."
El coronel neg con la cabeza. "No me olvid de tomarlos en
cuenta, pero no es posible que hablaran contigo. Ellos no
hablaran de algo as con nadie."
Oeste no poda apagar completamente su sonrisa. Se encogi de
hombros para desviar la atencin de ella. Blackwood se haba
olvidado, aunque sea brevemente, que ahora estaba en compaa
del duque de Westphal. Esos sirvientes que haban sido leales a su
padre, estaban en ese momento, a su servicio. Poda ser que
tuvieran reservas acerca de ciertos acontecimientos en relacin
con l, pero no se morderan la lengua, si se los presionaba.
"No vas a decrmelo?" pregunt el coronel.
Pareca que Oeste estaba siendo infantil por no decirle a
Blackwood lo que quera saber. Obtener un poco de su propia
medicina no era una sensacin muy agradable. "Miss Ashby" dijo
finalmente, viendo la reaccin del coronel. "No voy a preguntar si
sabes quin es. Puedo ver que la conoces."
Blackwood adopt una pose reflexiva, ladeando la cabeza y
golpendose el lado derecho de la nariz con el dedo ndice.
"Ella estaba en la abada hoy durante el servicio?"
Oeste asinti lentamente. "Adems del ttulo y la considerable
fortuna que el duque me ha dejado, tambin he heredado una
pupila. Qu piensas de eso, coronel? Parece que l posea sentido
del humor despus de todo."
"No lo haba visto de esa manera."
"Qu otra cosa puedo hacer sino encontrar el maldito lado
humorstico del asunto?" pregunt Oeste. l ya est muerto, as
que aunque me gustara hacerlo, no puedo matarlo".
El coronel pens que era una buena seal que el propio sentido
del humor de Oeste por fin hubiera salido a la superficie, sin
importar lo negro que fuera. "No puedo concebir que Miss
Ashby altere el equilibrio de tu existencia. Ella puede ser la
menor de las responsabilidades que ha heredado".
Las cejas de Oeste se alzaron. "Ella es una persona. Una mujer.
Las personas hembras son siempre ms difciles de manejar que la
tierra y el dinero. T sonres, pero sabes que es verdad. No puedes
decir que no has notado que Norte est distanciado de Elizabeth.
Y Este? Est metido entre la seora Sawyer y Lady Sophia y
dara la bienvenida a una copa de cicuta en esta instancia. Incluso
Sur, que puede tener la postura ms brillante en ocasiones, ha
estado actuando de forma muy peculiar. Estoy seguro de que hay
una mujer involucrada, yo le prestar mi casa de campo cerca de
Ambermede un lugar muy retirado".
Oeste vio que el coronel no movi un ojo en esta ltima parte de
la exposicin.
"Ah, t sabes de eso, verdad? Cre detectar tu mano en el asunto.
Entonces no es una cita en absoluto o no slo es una cita, sino una
misin." Levant una mano.
"No, no quiero que me lo confirmes."
"Ni lo har. Lo ltimo que necesito es que ustedes cuatro
tropiecen uno con el otro. Si eso sucede a pesar de mi deseo, que
sea de otra manera.
"Es bastante notable que no haya sucedido por ahora."
Los ojos oscuros de Blackwood se dirigieron a las botas de Oeste.
"Ms notable de lo que se puede esperar".
El coronel no lo dud. "Hblame de Miss Ashby," dijo. "Cmo
llegaste a conocer mis visitas al duque por medio de ella? Nunca
he tenido la oportunidad de conocerla".
Oeste relat lo que Ria le haba dicho.
"Te suena como si ella no fuera a ser un problema? Escucha
detrs de las puertas, si puedes creerlo. Ese es exactamente el tipo
de cosa que la hacen un sin fin de problemas."
Dado que Oeste se haba enfrentado a personas problemticas con
frecuencia en el curso de su trabajo, el coronel pens que estaba
siendo algo duro en su evaluacin de Miss Ashby. "Dudo que
practicara para participar en el espionaje".
"No podra decirlo. Slo me inform sobre este caso."
El coronel tosi para disimular su sonrisa. "Cuidado Oeste, tu
tono me hace acordar al ms pedante utilizado por Northam.
Haras bien en evitar esa comparacin. Ni siquiera su propia
madre puede soportarlo cuando adopta ese tono".
Oeste qued muy impresionado por eso.
"Entonces vers de primera mano lo que Miss Ashby es capaz de
hacer, porque nadie nunca me acus de pedantera".
"De hecho ", dijo Blackwood suavemente. "El pabelln ha tenido
una influencia perturbadora."
Eso lo describa muy bien, pens Oeste.
Volvi a su silla y apoy una cadera en el brazo. Esper que el
coronel lo mirara antes de hablar. "Podras preguntarte cmo nos
conocimos. En verdad, no intercambiamos ni una sola palabra al
respecto. Para tu informacin Miss Ashby lleg a la puerta de mi
casa ayer por la tarde sin acompaante".
"El diablo te diga." El coronel no intent ocultar su sorpresa.
"Confieso que s bastante poco acerca de este barrio, pero parece
poco probable que el duque hubiera tolerado este tipo de
comportamiento".
"El duque ha muerto. "
"Aaah, s, bueno, ah tienes."
"No puedes culparme por decir la verdad sobre eso." El pecho de
Oeste suba y bajaba, con una respiracin inaudible. Decidi
entonces que iba a decirle al coronel Blackwood todo.

Ria abraz a Amy Nash contra su pecho.


La chica estaba inconsolable, y no ayudaba que Ria sintiera la
necesidad de ceder a un combate frentico y ponerse a llorar. En
cambio, su expresin permaneca sombra, aunque esto no era
evidente, mientras el rostro de la pequea Amy se enterraba
contra ella. Cada vez que la nia levantaba la vista para evaluar la
reaccin de Ria, ella enmascaraba su preocupacin con una
aproximacin razonable a lo que debera haberse considerado una
sonrisa alentadora.
"Hiciste lo correcto al venir a m, Amy."
Ria acarici el pelo rojizo desordenado de Amy con los dedos.
"Es mejor tarde que nunca. Fuiste muy valiente al dar un paso
adelante, aun cuando pensabas que habra un castigo." Haba
mucho ms que Ria poda haber dicho toda una conferencia se
desarrollaba en su mente, pero se mordi la lengua. Amy saba
muy bien que debera haber dado un paso adelante
inmediatamente con su informacin.
Tambin saba que podra haber ofrecido esa misma informacin
en cualquier momento en las ltimas seis semanas.
Ria decidi que no tena sentido extenderse en esos puntos. Amy
finalmente haba llegado a ella, y esto era algo para agradecer,
nada menos.
"Vamos," dijo Ria. "Guarda estas lgrimas y mustrame tu cara
bonita."
Amy levant la cara dej que Ria la examinara. Sus lgrimas
fueron eliminadas suavemente con un pauelo que ola a lavanda.
Cuando le orden soplar, ella se resisti ensuciarle el pauelo y
sorbi ruidosamente en su lugar.
Ria la reprendi. "Se puede lavar, Amy.
Sopla, por favor. Djame or la trompeta del ngel Gabriel".
Cubri la sonrisa acuosa de Amy con el pauelo y lo sostuvo all
mientras la chica soplaba fuerte. "Eso es mucho mejor, no es
as?" Dobl el pauelo y se lo puso en la mano de Amy." Puedes
quedarte con l, y si sientes ganas de llorar, lo aprietas muy fuerte
y detendr las lgrimas".
Los oscuros ojos color chocolate de
Amy eran luminosas y vagamente sospechosos. "No debera
presionar mis ojos?"
"Slo si quieres coger las lgrimas. Si quieres acabar con ellas,
debers apretar. Es algo mgico" Ria estaba agradecida de que
Amy fuera todava lo bastante joven como para ser apaciguada
por pauelos mgicos. "Muy bien. Ahora, desde el principio.
Debo escucharte otra vez, sin sollozos. Quiero estar segura de que
entiendo todo".
Asintiendo con la cabeza, Amy cerr los dedos firmemente
alrededor del pauelo.
Realmente pareca funcionar. "Jane dijo que no deba contarlo.
Hicimos un juramento de sangre." Ella levant su dedo ndice
para mostrarle a Ria donde ella y
Jane se haban pinchado con una aguja de sus cestas de costura.
No haba ninguna cicatriz, pero acept el dedo de la mano para
inspeccionarlo de todos modos.
"Lo promet, Miss Ashby. Era una promesa solemne."
"Lo entiendo, pero no te equivocas al romper tu promesa. Es muy
importante que encontremos a Jane." Ria pens que si Amy
hubiera sido slo unos pocos aos mayor, tal vez no habra
guardado con tanto celo el secreto de su promesa. A los ocho, la
chica era demasiado joven para sopesar las consecuencias de
mantener una promesa contra los beneficios de romperla. Aunque
Amy pudo ver que todos estaban preocupados por Jane, se aferr
a las palabras de Jane de que todo estara bien y que no debera
revelar el secreto.
Ria se pregunt por qu Jane haba compartido una parte de su
plan con Amy, a continuacin, ofreci otra oracin de
agradecimiento. Quizs Jane haba considerado la aventura que
haba decidido encarar como algo demasiado emocionante, o tal
vez slo que quera impresionar a Amy.
Despus de sonarle otra vez la narz,
Ria le dio un abrazo y le dijo: "Me contaste que Jane te dijo que
se iba con un caballero".
"Un caballero muy correcto."
"S, un caballero correcto." Ria no poda imaginar lo que eso
significaba para cualquiera de las chicas. La idea de Jane de un
caballero correcto, poda muy bien ser una persona que llevara
limpia la suciedad de debajo de sus uas, o usara un bastn con
pomo de cristal. Jane no tena experiencia con un caballero que
quisiese aprovecharse de ella. "Qu dijo sobre su caballero
correcto?"
"Ella dijo muy poco, seorita Ashby.
Muy poco."
"Pero algo debe haberte dicho, Amy."
Ria quera sacudirla con fuerza y hacer que las palabras le
brotasen como las monedas de un banco. "Piensa. Pinsalo bien."
La frente de Amy Nash se frunci profundamente. "Dijo que era
guapo.
Llevaba una capa fina y suave como de terciopelo, con botones de
latn".
"Qu pasa con el color de sus ojos? y su pelo?"
La nia se limit a sacudir la cabeza.
"Su edad?"
El labio inferior de Amy tembl Se lo mordi y agarr el pauelo
con ms fuerza.
"Ella no lo dijo."
Jane probablemente no tena idea de la edad, pens Ria. Era tan
intil como preguntar sobre la altura del hombre.
Para Jane, menuda como una mueca, todo hombre que
conociera, probablemente asuma las proporciones de un titn en
su mente. "Acaso Jane nunca dijo dnde ni cmo lo conoci?"
Amy neg con la cabeza.
"Est bien. No te inquietes, dime lo que sabes!"
"Ella lo ama de verdad, Srta. Ashby.
Ellos estn casados ahora. Estoy segura de ello. Jane soaba
siempre con estar casada".
"Acaso alguna vez mencion el nombre de Gretna Green?
Recuerdas eso, Amy? Gretna. Green".
"No. Ella no dijo ni una palabra sobre eso. Dnde queda?
Vamos a buscarla all?"
Ria escuch la esperanza en la voz de la nia, y le conmovi el
corazn. "Gretna est en Escocia. Ustedes han visto su ubicacin
en el mapa en el aula.
Recuerdas dnde se encuentra Escocia?"
"Al norte
"Algo as. Requiere un viaje de muchos das llegar all, y no es
probable que encontremos a Jane o su novio a tiempo." Ria se
acomod en los apoyabrazos de la silla. Amy era pequeita, pero
se las arregl para ocupar toda la falda de Ria.
Despus de casi media hora de tratar de obtener algn dato de
ella, sus piernas tenan muy poca sensibilidad. Sin embargo, no le
pidi a Amy que se bajara de su regazo, y tampoco se enga a s
misma argumentando que su decisin era slo por el amor a Amy.
"Jane no se llev nada de ropa", dijo Ria. "Qu piensas de eso?"
"Oh, s me dijo por qu. Jane dijo que iba a tener un nuevo
guardarropa. l la llevara a la modista en la calle Firth para que
le confeccionara uno."
"En la calle Firth, Amy? Es eso lo que dijo Jane? Ests segura?"
La frente de Amy se frunci de nuevo, luego dijo. "Bueno, s. Es
precisamente lo que ella dijo."
La vela en el plato junto a ellas comenz a titilar. Sin bajar a
Amy, Ria cogi otra de sobre la mesa y la encendi antes de que
la primera se apagara. La coloc cuidadosamente sobre una bola
de cera caliente, hasta que pudiera quitar la otra del soporte. No lo
hizo sin dificultad.
Sus dedos temblaban.
Ria mir el juego de sombras y luces provocados por la llama
vacilante.
Podra ser verdad? se pregunt. Haba obtenido finalmente una
pista que le podra llevar hasta Jane? "Calle Firth en Londres,
Amy. Tal vez haya otras calles Firth, pero s que hay una en
Londres."
"Entonces es bueno que me haya acordado?"
"Muy bueno." Le dio al hombro de Amy un ligero apretn.
"Vamos a ver qu ms puedes recordar, de acuerdo?"
Aunque para Amy era un juego, fue incapaz de decir nada
significativo.
Cuando la pequea empez a bostezar en serio, Ria saba que la
haba presionado tanto como se atrevi. Llam a su asistente, y la
seorita Jenny Taylor apareci en un momento para acompaar a
Amy a su cama.
"Pobrecita," susurr Miss Taylor, levantando a Amy en el
cmodo refugio de sus brazos regordetes. "Ella se ha agotado de
tanto llorar".
Ria asinti. "Pero ha sido de gran ayuda."
"Qu inteligente eres, Amy!" La voluptuosa figura de la seorita
Taylor amortigu el apretn que le dio. "A la cama, entonces."
Mirando por sobre la cabeza oscura de Amy, le pregunt:"
Hay algo que necesite, Miss Ashby?"
"Nada. Yo tambin me voy para la cama. Por la maana voy a
tener que considerar la posibilidad de ir a Londres o enviar al
seor Lytton en mi lugar".
"Londres? Es ah donde esta pequea dice que nuestra Jane ha
ido?" El pecho de la seorita Taylor se levant y cay
dramticamente en un profundo suspiro.
"Londres es terriblemente grande. Y el seor Lytton no ser de
mucha utilidad, verdad?"
Las observaciones de la seorita Taylor eran bastante ciertas. "La
calle Firth no es demasiado larga. No puede haber ms de una
veintena de tiendas all y menos de la mitad que sean de modistas.
Yo dira que se estrechan las posibilidades para que incluso el
seor Lytton pueda descubrir algo que nos satisfaga." Ria not
que la seorita Taylor se mantena escptica.
Hasta el momento, el Sr. Oliver Lytton no las haba impresionado
con sus habilidades en la investigacin.
La seorita Taylor, en particular, estaba decepcionada por su falta
de xito. Ella haba sugerido la intervencin del seor
Lytton cuando Ria volvi del funeral del duque y anunci su
intencin de contratar a alguien para encontrar a Jane.

"Vamos a ver, seorita Taylor", dijo Ria. "Todava no he tomado


ninguna decisin."
La sonrisa de la seorita Taylor manifestaba su confianza en que
Ria hara lo mejor posible. "Buenas noches, Miss Ashby".
"Buenas noches."
Ria pas los siguientes veinte minutos escribiendo notas sobre las
actividades del da, en particular, las revelaciones de Amy Nash
antes de ir a la capilla. No poda estar segura de que era lo que
haba tocado a Amy tan profundamente para que la nia rompiera
su silencio, pero haba comenzado a llorar tan pronto como
formaron la fila para entrar a la capilla, y ninguno de los trucos
habituales sirvi para calmarla.
Todos lo haban intentado. La Academia de la seorita Weaver
empleaba a tres profesoras adems de Ria. Cada uno de ellas hizo
el intento para tratar de calmar a Amy. Mrs. Abergast, la ms
maternal entre ellas fue rechazada. La seorita Taylor, con sus
brazos regordetes y su amplio pecho, sufri el mismo trato.
Incluso la seorita Webster, muy conocida entre las jvenes como
la maestra cuyo rostro luca una eterna sonrisa, tampoco pudo
detener sus lgrimas. Slo haba quedado Ria para intentarlo.
Ria cerr la libreta y comenz a hacer los preparativos para irse a
la cama.
Como directora, posea un cuarto con varias salas, ninguna de las
cuales era grande, pero todas estaban cmodamente equipadas.
Adems del dormitorio y el vestidor contiguo, tena una sala de
estar para recibir invitados en la escuela y un estudio en el que
poda reunirse en privado con maestros y estudiantes y hacer sus
informes para la Junta.
No haba nada en esta ltima actividad, de lo que pudiera
disfrutar, pero deba ejecutarla con el fin de aportar al
funcionamiento de la academia.
Desde la desaparicin de Jane Petty, Ria pens que tena buenas
razones para preguntarse cunto tiempo ms podra continuar con
su empleo, al menos como directora, pero los administradores
continuaron manifestndole su apoyo en la gestin. No slo le
absolvan de la responsabilidad por el escape de Jane, sino que
parecan no estar ms que medianamente preocupados por el
incidente. Ria supona que era el efecto de la distancia el que
moderaba su reaccin. Los administradores hacan slo una visita
ocasional a la escuela, eligiendo supervisar las obras de caridad de
Londres o las fincas cercanas. Esto le daba a Ria la libertad de
tomar muchas decisiones que afectaban a la academia, pero
siempre teniendo presente que deba rendir cuentas como
directora cuando as era requerido.
Los administradores, sin embargo, con apenas un voto en contra,
haban aprobado la propuesta de contratar al Sr. Oliver Lytton
para investigar la desaparicin de Jane. Fue, quizs, la forma ms
notoria que poda esperar que se involucraran. Entenda muy bien
que estaban protegindose de la posibilidad del escndalo. Lo
ltimo que deseaban era encontrar sus nombres conectados con
algo tan sustancial como una maravilla a los nueve meses.
Suspirando pesadamente, Ria se dej caer al borde de la cama y
empez a pasarse un cepillo por el pelo claro con movimientos
poco entusiastas. Por el rabillo del ojo, pudo ver sus movimientos
reflejados en el espejo.
Evit mirar en esa direccin. Nada de su aspecto en la actualidad
le inspiraba confianza, y no pudo encontrarle ningn sentido al
esfuerzo de hacer otro inventario de todas las cosas que estaban
mal.
"Te ves como el mismo diablo."
Ria no se asust inmediatamente. Dada la direccin que sus
pensamientos acababan de tomar, simplemente le haba parecido
que ella haba hablado en voz alta. Le llev un momento
comprender el hecho de que la voz era muy diferente a la de ella.
Su cabeza se levant, girando hacia la puerta.
Oeste se ri ante la demora en su respuesta. Pens que pareca una
marioneta cuyos hilos estaban siendo manipulados por una mano
inexperta.
Incluso mientras lo pensaba, vio caer su cepillo de entre sus dedos
insensibles y aterrizar sobre la cama. No le importaba sentir su
mirada fija en l, ya que le dio oportunidad de estudiar su aspecto
y entender que no le gustaba lo que vea. Luca tan insustancial
como un fantasma, una observacin que no poda ser totalmente
atribuida a su blanco camisn de algodn. En opinin de Oeste, se
deba a su prdida de peso.
Su rostro era delgado, con los pmulos sobresaliendo con una
prominencia poco atractiva. Las sombras violetas bajo sus ojos
los hacan parecer hundidos. Su pelo suelto careca de brillo, a
pesar del hecho de que las velas de la mesita de noche se
reflejaban en l.
Tal vez si hubiera estado vestida con el mismo vestido de
bombas negro que se haba puesto en Londres, podra haber sido
engaado en el pensamiento de que ocultaba sus formas, pero no
lo crea.
"Te ves como el mismo diablo", repiti.
"Estoy totalmente segura de que te o la primera vez." Ria cogi
su manta de franela tendida a los pies de la cama y se la coloc
alrededor de sus hombros.
Oeste entr de lleno en la habitacin, pero no cerr la puerta a sus
espaldas.
"Por todos los cielos, no has tenido tiempo para prender la estufa.
No est muy caliente aqu. Supongo que es porque se estaban
preparando para calentarse debajo de todas esas mantas." Sin
invitacin para hacerlo, fue a la chimenea tom el atizador y
aviv las llamas. Cepillndose los guantes, se volvi hacia ella.
"Eso mantendr el fro alejado hasta tu regreso."
"Mi regreso?" Ria encontr ms que extrao poder ofrecer
cualquier respuesta.
Se senta como si tuviera que correr para ponerse al da con l, su
presencia la dejaba extraamente sin aliento y el ritmo cardaco
acelerado pareca confirmar que esto era cierto. "Hacia dnde
voy?"
"A tu sala de estar, espero." Oeste se quit el sombrero y el
abrigo, dobl este ltimo sobre su brazo, y luego comenz a
quitarse los guantes. "A menos que tengas el hbito de llevar a
cabo entrevistas en tu dormitorio. Esto presenta un dilema para
m, sin embargo, y sin duda puedes notarlo. Si bien estoy a
menudo a la vanguardia de cualquier movimiento de echar por
tierra las convenciones de la sociedad, como tu tutor me parece
que no es correcto. No puedo tolerar que entrevistes caballeros en
un ambiente tan ntimo. Por otra parte, no puedo ni siquiera
recomendarme como un caballero. El resumen es el siguiente: si
no me echas de tu habitacin con la debida celeridad, me ver
obligado a considerar que has renunciado a mi tutora".
Ria se pregunt si poda estar confundida, sin embargo, saba sin
lugar a dudas de que no estaba soando.
Ni siquiera poda encontrar la razn para sentirse ofendida o los
medios para defenderse. Ponindose de pie, se ajust el cinturn
de la bata de franela, y luego hizo una aclaracin. "Te das
cuenta, de que yo no te he invitado a entrar?"
"Es un poco tarde para eso. Podra haber surtido efecto cuando
todava estaba de pie en el umbral".
Era difcil argumentar esa objecin en particular. "Adelante", dijo
Ria, extendiendo la invitacin que no haba hecho antes.
Tomando el candelabro, lo llev de vuelta a la sala y encendi las
velas que estaban sobre la chimenea. Oeste asumi la tarea de
revivir las agonizantes llamas en la chimenea hasta tornarlas en
una ardiente hoguera. Se puso delante del fuego durante unos
momentos, al parecer contemplando la obra de sus manos,
mientras que Ria guardaba su abrigo, gorro y guantes en un
estante detrs de la puerta.
Pens que no tena ni idea del porqu de su presencia en la
habitacin, sin embargo, cuando se sent en el sof, gir sobre sus
talones para enfrentarse a ella. A pesar de que estaba a varios
metros de distancia, todava tena que levantar la cabeza para
mirarlo en un incmodo ngulo.
"Es tu intencin disfrutar el beneficio de tu obra durante mucho
tiempo ms?" pregunt ella.
Oeste frunci el ceo, tratando de comprender su significado, y
luego lleg a la conclusin de que su presencia frente de la
chimenea estaba bloqueando su calor.
Ria sonri agradecida cuando l se apart. Ms ahora otro
obstculo lo perjudicaba, la luz que llegaba de atrs haba
ocultado sus rasgos sumindolos en las sombras, pero ahora la luz
del fuego la revelaba por completo en todo su esplendor. Cuando
haba anunciado que luca como el mismo diablo, sin duda haba
hablado de puro burro. "Gracias", dijo.
"No te sientas? Es preferible, creo."
La sugerencia de una sonrisa se dibuj en su boca. "Preferible
para quin?"
"Ya que soy la duea, preferible para mi gusto."
Oeste mir a su alrededor y eligi una silla con asiento de
brocado esmeralda y respaldo de nogal oscuro.
Era de lejos el menos cmodo de los tapizados, pero a estas
alturas y despus de tan largo viaje, no tena deseos de confort.
Ira a su habitacin en la posada de Gillhollow para descansar, no
deseaba quedarse dormido aqu.
"Quieres un refresco?" Pregunt Ria.
"Te puedo ofrecer t o vino".
"Nada, gracias." Sus ojos se estrecharon ligeramente mientras la
miraba. "Hay algo ms detrs de esta muestra de aplomo, pienso.
No hay histeria. No hay demandas.
Muy pocas reacciones, de hecho".
Ria mir el reloj de la chimenea. Eran pasadas las once, incluso
ms tarde de lo que haba supuesto. Amy se haba ido a la cama
una hora antes. No pareca posible que ella se hubiera quedado
despierta para escribir y hacer planes. "Voy a tener un ataque de
histeria si no vas directamente a la explicacin de tu presencia
aqu, ahora".
El fantasma de una sonrisa se dibuj en su rostro, reconociendo la
irona en su rplica. "Me disculpo por venir a ti a esta hora. Yo no
hubiera entrado si hubieras estado en cama, pero te vi pasar frente
a la ventana y supe que estabas despierta".
"Me estabas mirando?"
"En realidad, estaba observando la escuela. Debe haber una
docena de maneras en que una chica emprendedora puede entrar y
salir sin llamar la atencin. Un enrejado es siempre una escalera
adecuada si es lo suficientemente robusta.
Estars encantada de saber que sus celosas son de construccin
slida.
Tambin hay una salida fcil desde las ventanas del tico, a travs
de los canalones de desage y la escalera apoyada contra la pared
del este."
La mandbula inferior de Ria se relaj.
"Estn arreglando el techo", dijo con un hilo de voz." Una
tormenta de hielo levant la pizarra".
"S, pens que podra ser la respuesta.
Tal vez tendrs que instruir a los trabajadores para quitar la
escalera cuando hayan terminado los trabajos del da."
Continu, enumerando los puntos con los dedos. "En el interior,
las puertas tienen las bisagras bien engrasadas, lo cual es siempre
una buena cosa cuando se quiere entrar y salir de la escuela o de
las habitaciones sin hacer ruido. Los pisos de los pasillos no
crujen demasiado y las escaleras, aunque hacen ruido en algunos
escalones, ofrecen una amplia barandilla pulida como una
alternativa rpida.
Supongo que todas las ventanas deben estar aseguradas, aunque
esto es slo moderadamente eficaz para mantener fuera a los
intrusos, no sirve de nada para mantener a tus nias dentro"
Mientras que la boca de Ra ya no estaba abierta, sus ojos se
haban agrandado considerablemente. "Es una escuela, su Gracia,
no una crcel. Las jvenes aqu son estudiantes, no prisioneras".
"Entonces no te importa si se escapan."
"No. S. Por supuesto que me importa si se van sin atencin o sin
permiso." Agit la mano con impaciencia. "Esa no es la cuestin.
Espero que esto no signifique que has venido hasta aqu para
informarme la manera de entrar sigilosamente en la escuela".
Si ella tena la esperanza de ponerlo a la defensiva, estaba muy
equivocada.
Oeste contest con bastante facilidad, "He utilizado la puerta de
entrada".
"Estaba cerrada."
"Sin llave."
"Puse la barra en su lugar yo misma antes del atardecer."
l se encogi de hombros. "Ese es justo mi punto de vista, la
barra sirve para disuadir a los intrusos, no presenta ningn
obstculo para los internos".
"Se trata de una escuela", dijo de nuevo, "no es un asilo. Usted
est comp" Ria se detuvo, pens en lo que estaba dicindole
bajo una luz diferente, y comenz de nuevo. "Qu ests
diciendo? Que la puerta no estaba cerrada porque alguien de aqu
sac la barra?"
"No he sido claro? ", pregunt. "Pens que era claro. S. Eso es
lo que estoy diciendo. Una de tus estudiantes sali por la puerta y
se encontr con un muchacho en el bosquecillo de hayas a menos
de cien metros de la escuela. No permanecieron all mucho
tiempo, aunque me parece que intercambiaron algunas
apasionadas palabras, oh s, y yo vi un pase de notas entre ellos,
pero no hubo besos. Creo que tu nia estaba dispuesta, pero el
muchacho tena sus trucos y la mantuvo a distancia. No puedo
decir por qu lo hizo, aunque supongo que se vanagloria en su
amor por ella y se remite a la negacin carnal para comportarse
como un caballero. Pero qu diablos," aadi Oeste, en un tono
levemente irnico, "mis amigos, de escucharme me tildaran de
romntico."
Ria no poda respirar lo suficiente en ese momento como para
llamarlo loco.
"Tienes fro?" Pregunt Oeste. "Tal vez te gustara una copa de
vino? Ests ms plida de lo que estabas hace unos momentos.
Eso no augura nada bueno."
Levant una mano para detenerla y se puso en pie. "Voy a
buscarlo. Guardas el vino en el aparador?"
Ella asinti con la cabeza.
Oeste sirvi medio vaso de vino tinto y se lo llev. "Toma. No te
har dao."
Ria se control para no vaciar el vaso.
"Ha vuelto?"
"La joven? S, ella no tard en entrar una vez que su novio se
march." Oeste volvi a su silla." Se apresur a regresar,
obedientemente coloc la barra en la puerta, y, creo, se fue
inmediatamente a su habitacin. Para entonces yo estaba en el
interior, por lo que el que colocase la barra ya no tena
importancia".
"Ya veo." en realidad no vea, no del todo, pero intent
comprender. Se le ocurri que deba investigar la identidad de su
estudiante, a pesar de que tena una muy buena idea de quin
poda ser.
"Puedes describir a la chica? Voy a hablar con ella por la
maana."
"Por supuesto que puedo describirla, es slo que no tengo ninguna
intencin de hacerlo. Ningn dao se ha hecho, y el chico pareca
ser un tipo bastante decente.
No creo que vayas a tener ningn problema por ese lado".
Especialmente, se dijo Oeste, despus de haber alcanzado al
muchacho enfermo de amor y tenido unas palabras con l.
"Me parece que tu chica se puede ahorrar un sermn.
Sin duda esa es mi decisin. Soy responsable, despus de todo, y
sus acciones tuvieron la consecuencia lamentable de abrir la
puerta para ti."
"Creo que he mencionado que haba otros medios por los que
podra haber ingresado a la escuela."
"S, pero por lo menos podras haberte roto el cuello con una de
ellas."
"Aaah, dijo. "Habras preferido encontrarme despatarrado en el
seto a luz de la maana."
"Me hubiera gustado ms si te hubieras perdido en el seto."
Oeste se ech a rer ante eso. "T, seorita Ashby, eres
decididamente insensible."
Ria frunci los labios para contener su sonrisa. Su risa fcil era
contagiosa, y le resultaba difcil no unirse a l. "Debe haber sido
Emma Blakely a quien has visto", dijo. "Ella tiene la costumbre
de coquetear con los nios de la aldea."
Ria termin su vino y dej la copa.
"Qu te ha trado a Gillhollow, excelencia? Fuiste muy claro al
no dejarme ninguna expectativa de que podra contar con tu
ayuda, y en realidad, no lo he hecho".
"Eso es cierto."
"No dirs que has cambiado de opinin."
"Digamos que he decidido ofrecerte ayuda pero a mi manera."
"Qu quieres decir?"
Oeste se inclin hacia atrs, cruzando los brazos, en una postura
relajada y atenta.
"Quiero formar parte de la junta de administradores de la
academia de la seorita Weaver".
Captulo Cuatro
"Hablas en serio", dijo Ria.
"Lo dices como si creyeras lo contrario. Te aseguro que lo digo en
serio. La lista de los administradores de la escuela es
impresionante. Por qu no involucrar mi nombre en esta
asociacin de caridad?"
"Vaya, ests tan pagado de ti mismo. Y en tan poco tiempo.
Realmente no has perdido un segundo." en ese momento, se
detuvo. "Eso pasa. Dios mo, pero es un alivio contar contigo."
l arque una ceja. "No te ha gustado la idea."
"Su Gracia tiene un gran talento como adivino, pero se ha
quedado corto. Aborrezco la idea. La detesto, de hecho."
"Por favor, no andes con rodeos. Debes decir exactamente lo que
piensas."
Entonces Ra sonri, aunque en un tono bajo y sin rastro de
humor. "Perdname. Eres generoso por tolerar mi lengua afilada".
"Ahora te decepcionar, Srta. Ashby. No est en mi mente
castigarte por decir lo que piensas. Dime por qu no debera
formar parte de la Junta".
"Cul sera tu propsito?" pregunt ella. "T ya disfrutas de una
considerable influencia como mi tutor. Tienes que interferir en
este aspecto de mi vida tambin? Tu padre era lo suficientemente
bueno como para no hacerlo."
Con un poco de esfuerzo, Oeste dej pasar la mencin de su
padre. No poda animarla a hablar libremente en un momento, y
exigirle que fuera ms cautelosa a continuacin. "Mi intencin no
es imponer mi voluntad sobre ti. Me equivoco al suponer que
todava deseas mi ayuda?
La seorita Jane Petty no ha regresado a la escuela an. Las
ltimas investigaciones que hice antes de salir de Londres, me
indican que no.
"Has estado haciendo preguntas? Cmo? A quin?"
"Creo que fuiste t quien seal que no debo de carecer de
conexiones con el Ministerio de Relaciones Exteriores."
"S, pero"
"Acud a ellos, seorita Ashby, en tu nombre. Lamento que no
fueran de ayuda para adivinar el paradero de Jane, pero algo
bueno puede obtenerse de ellos. Lo que aprend fue suficiente
para traerme hasta aqu".
Ria parpade. Se senta extraamente sensible, con ganas de llorar
de repente y esperaba no ceder al impulso y avergonzarse an
ms. "Gracias" dijo, tragando el nudo que tena en la garganta.
"Gracias por eso."
"Guarda tus gracias para cuando te anuncie que he logrado algo."
Inclin ligeramente la cabeza hacia un lado mientras continuaba
con su diatriba.
"Adems del control que temas que voy a imponer sobre ti, hay
alguna otra razn por la que no debo participar de la junta?"
"Supongo que no, aunque no entiendo que deseas lograr con eso."
"Un capricho, Srta. Ashby."
Lanz una carcajada e ignor su intento de hacerlo callar. Cuando
recuper el aliento, dijo: "Esto es una prueba de hecho, de tu
caridad hacia m."
"Tienes que bajar la voz. Alguien te va a escuchar."
Oeste se encogi de hombros. "Da lo mismo ya que soy tu
guardin, seremos absueltos por concertar una cita en tus
aposentos privados".
Ria lo mir con escepticismo. "No eres serio."
"Correcto. No lo soy. Pero, es muy entretenido ver como tratas de
resolverlo." dijo Oeste cambiando sabiamente de tema. Ria
pareca a punto de ir en busca de un cuchillo. "Me parece que
puedo ser de ms ayuda si tengo acceso sin restricciones a la
escuela. Podra utilizar mi posicin como tu tutor para hacer eso,
pero no es una buena idea. Va a inspirar comentarios, sobre todo
porque el ex duque no se dign a visitarte nunca aqu".
"S me visitaba." Ella mir su ceja arqueada y modific su
declaracin.
"Una vez.
Me visit una vez."
"S. Eso es lo que he odo."
Ria se pregunt si Tenley era su informante. Tenley no hubiera
compartido esta informacin como un acto de bondad. l
envidiaba cualquier tiempo que su padre hubiera pasado con ella.
"Entonces tambin debes saber que los administradores no tienen
por costumbre venir aqu."
"Pero visitan la escuela."
"Por supuesto."
"Y si quieren hacerlo frecuentemente, es una prctica aceptable."
Por supuesto."
"Y van y vienen cuando les place.
S".
"Entonces servir muy bien como excusa para hacer todas esas
cosas sin despertar murmuraciones. Ahora, deja de perder el
tiempo tratando de disuadirme. Tengo mis propias razones para
actuar de esta manera".
"No deberas decirme que es lo que piensas hacer?"
"No."
"Pero"
"No", repiti. "No tengo ninguna garanta de lo que haras si
supieras. No me he olvidado de que viajaste a
Londres sin el beneficio de una escolta, slo con la nocin
improbable de que yo era una especie de espa y con la
conviccin de que ese extrao que vendra a ser yo pudiera
prestarte ayuda".
"Sin embargo, aqu ests."
l le lanz una mirada penetrante.
"Porque me divierte. Haras bien en no poner expectativas ms
all de eso. Me encontr hecho un lo en Londres con todos mis
amigos comprometidos, literalmente, en sus propios embrollos.
Pareca una buena idea hacerme humo. Tambin est el asunto de
familiarizarme con la finca en Ambermede. Tenley se encuentra
todava en la residencia, y voy a tener que discutir con l acerca
de cmo seguiremos de ahora en ms".
Se le ocurri a Ria por primera vez que Oeste probablemente
nunca haba puesto un pie dentro de la mansin. Ella haba estado
en el pabelln del duque, y haba tenido oportunidad de
familiarizarse con la casa, mientras que a l no se le haba
permitido nunca cruzar el umbral. "Vas a exigirle a Tenley que
se vaya?"
"No. Por ahora, es su eleccin si se va o se queda. No tengo
planes inmediatos de residir all ms de un par de semanas cada
vez".
"Entonces quieres decir que sers un visitante frecuente de
Gillhollow?"
"No del pueblo", dijo. "Sino de la escuela. Planeo visitar al seor
Beckwith en Sunbury primero y expresar mi inters en la
academia. Tengo entendido que est all ahora, preparndose para
pasar el invierno. No queda tan lejos. Veremos cmo me va."
"No creo que lo encuentres tan abrumado por el honor de tu visita
que te invite a unirte a la junta".
"Tal vez no se ha enterado de que ya no soy un bastardo."
"No creo que exista una persona en toda Inglaterra que no haya
escuchado la historia del duque nombrndote y reconocindote
como su verdadero hijo y heredero." hizo una pausa. "Oh, ya veo
estabas aclarando el asunto.
"Yo. " La mirada verde de Oeste se pos en la pequea sonrisa
que flotaba en sus labios. Tena una boca generosa que exiga que
su atencin no se apartara de ella.
Oeste se inclin para susurrarle. "Creo que el seor Beckwith me
escuchar y tal vez lo convenza para que me incorpore."
Vio que Ria no estaba convencida. "Me encuentras tan
censurable, entonces?"
"No," dijo ella apresuradamente. "Es decir, no lo creo. Slo que la
junta de administradores est conformada por un grupo muy
singular."
"En serio?" estaba seguro de que Ria no saba casi nada acerca
de los hombres que conformaban la Junta de
Administradores de la Academia de seoritas, excepto Weaver,
que era quien pona la cara ante el pblico." Qu quieres decir?"
Bueno, la escuela es una institucin muy antigua" dijo ella. "Fue
fundada en 1725 por un grupo de seores de Londres que
deseaban contribuir al adelanto sobre la educacin de las mujeres.
Los administradores estn compuestos en gran parte por la tercera
y cuarta generacin de los fundadores. Esta responsabilidad social
se ha transmitido como legado a los hijos, nietos y bisnietos. As
son las cosas. La familia de tu padre no formaba parte de esa
tradicin. Por eso no creo que te dar la bienvenida en su redil".
"Puede que tengas razn. Tal vez sea un reto, pero no estoy
acostumbrado a estar de pie ante la ventana de la panadera con la
nariz pegada al cristal. Si hay un dulce que deseo, suelo encontrar
mi camino hacia el interior".
"Tal como lo hiciste esta noche." Ria se sonroj al darse cuenta de
cmo podra interpretar sus palabras, y sus ojos se clavaron a la
distancia. "No quise decir... es que..."
"No queras dar a entender que t eres el dulce? Eso es lo que
ests tratando de explicar?" se ri entre dientes, el sonido de la
travesura personificada. "Te ests sonrojando, Srta. Ashby, y te
sienta bien, porque eres demasiado plida. Sin embargo, tu
malestar es tan palpable que incluso yo no puedo seguir
burlndome de ti en este momento. En el futuro espero que
puedas manejarlo, de lo contrario llegars a ser una tediosa
compaa".
Su barbilla se alz y lo mir.
"Oh, has retomado el control. Muy bien hecho."
"Eres incorregible".
"Esa es la opinin fundada de los que me conocen bien."
"Vaya, y yo he llegado a la misma conclusin despus de un corto
tiempo de conocerte. Estoy lista." Oeste sonri. "Ahora que
definitivamente ests firmemente establecida sobre tus propios
pies, seorita Ashby." Se inclin hacia delante y apoy los codos
en las rodillas. "Basta de hablar de los miembros de la junta.
Dime acerca de ese tipo que contrataste... Mr. Lytton, creo que es
su nombre... Tengo entendido que an no ha demostrado su
vala".
Ria neg con la cabeza, no como extraada porque estuviera al
tanto de todo, sino simplemente como una respuesta a su
afirmacin "Es cierto que ha sido una decepcin. Tena
esperanzas en un primer momento, pero no hay nada que haya
sido capaz de descubrir por s mismo".
Oeste se vio obligado a sealar: "Tal vez no hay nada que pueda
descubrir. Debes admitir esa posibilidad. La seorita Petty se te
puede haber perdido para siempre."
"Lo he considerado", dijo Ria, aunque se resista a admitir que
haba perdido la fe, aunque fuera un poco. "Sin embargo, esta
misma tarde, Amy se acerc y ha contado una historia que
encierra una esperanza".
Mirando de reojo su reloj, Oeste se dio cuenta de que haba
mantenido a Ria fuera de la cama ms tiempo del que era su
intencin. No se arrepenta de haber venido a la escuela
inmediatamente, pero su idea haba sido echar una mirada en los
alrededores, y luego retirarse a la posada. La salida de la seorita
Emma Blakely de la casa le inspir a entrar a la academia por
ninguna otra razn ms que para demostrarse que poda hacerlo, y
luego demostrarle lo mismo a Ria. Haba recibido una bienvenida
a regaadientes, en primer lugar, y ahora estaba burlndose de l
con ese chisme de informacin de alguien llamada Amy, sobre
como ingenuamente Eva haba tentado a Adn con la manzana.
"La seorita Amy Nash tambin es una estudiante."
"De una edad similar a la seorita Petty?"
Amy tiene ocho aos."
Oeste estaba decepcionado, pero se cuid de no demostrarlo. Ria,
obviamente, consideraba a la chica un informante confiable, y l
no la desengaara.
"Amy sabe dnde est la seorita Petty?"
Ria neg con la cabeza y comenz a relatar lo que Amy le dijo.
Oeste escuch pacientemente la historia sin interrumpirla. Cuando
Ria concluy con la revelacin de Amy sobre la modista en Firth
Street, Oeste asinti con la cabeza. "No es alentador?" pregunt
Ria cuando Oeste no hizo ningn comentario.
"Es algo que vale la pena investigar, pero no s si merece tanto
entusiasmo."
Dado que Ria pens que haba ofrecido una explicacin
cuidadosamente moderada de los acontecimientos, el comentario
de Oeste la irrit. "Yo soy consciente de que puede llegar a no
significar nada".
"No fue mi intencin matar tus esperanzas, slo quiero mantener
la perspectiva. La informacin proviene de alguien que, a
diferencia de la seorita Petty, puede llamarse propiamente una
nia. Yo no tengo la experiencia que tienes con ellas, pero por
haber sido uno de ellos, s algo acerca de la falta de fiabilidad".
"Amy no es una mentirosa."
"Yo no he dicho que lo fuera. Es probable que crea que los pocos
detalles que te dio son reales, y, sin duda ha pasado semanas de
culpa, rememorando la conversacin de Jane con ella. No me
sorprendera que se haya convencido as misma de detalles que
nunca fueron compartidos. Pero slo as poda proporcionar
alguna descripcin del Caballero correcto de Jane."
"Yo ya haba pensado en eso." dijo Ria en voz baja. "Qu vamos
a hacer?"
"Le har preguntas yo mismo maana. Eso es lo primero. Si ella
me dice que Jane ha ido a Gretna sabr que es influenciable."
"Entonces no debera haber mencionado eso?"
Oeste se encogi de hombros. "Ya veremos".
"Y qu de la modista?"
"Consgueme una descripcin de Jane, as como un esbozo con
sus rasgos. Tal vez haya un retrato aqu? Un relicario?"
Ria neg con la cabeza. "No. Jane no tena nada de eso. Pero la
seorita Taylor ensea dibujo y se le atribuye ser una excelente
artista. Creo que ella le dio al seor Lytton un dibujo como el que
pides. Tendr que pedirle que prepare otro."
"Dile que prepare dos... y el mismo nmero de descripciones
tambin. Voy a enviar uno a Londres y me quedar con el otro".
"Entonces no irs a la calle Firth t mismo?"
"Miss Ashby, no he hecho ms que llegar aqu. No puedo caminar
penosamente por toda Inglaterra siguiendo todas las pistas.
Adems, aparte de la direccin de la calle en que vive la modista,
no tengo ningn otro dato, ni la menor idea de cmo buscarla. Te
dije que era un empleado.
No tengo formacin en las sutilezas que este trabajo requiere. Yo
sospecho que la entrevista con una estudiante de ocho aos de
edad, pondr a prueba mis habilidades. Debes permitir que use
mis conexiones." La sonrisa de Oeste apareci brevemente
mientras consideraba ansiosamente aprovechar esta oportunidad
para que el coronel lo ayudara. Se haba dado vuelta la tortilla por
as decirlo. Si bien haba pasado que alguna vez algn miembro
del club de la brjula haba actuado con el coronel en Holanda, no
era en absoluto lo habitual que el coronel asistiera a uno de sus
propios hombres.
Oeste pensaba que Blackwood hara cualquier cosa para librarse
de esa posicin incmoda. En retrospectiva, el descubrimiento de
que el coronel se haba reunido regularmente con el viejo duque
estaba demostrando ser ms beneficioso que doloroso.
"Algo te divierte?" Pregunt Ria, viendo la sonrisa de Oeste
plasmada en su rostro. El hoyuelo se le marcaba burlndose de
ella. Trat de no mirarlo, pero se senta ms bien como una polilla
atrada hacia la llama cada vez que hablaba.
"Confieso, que no puedo encontrar nada"
Oeste alz una mano. "Es un pensamiento descarriado que me
divierte. Pido disculpas por la desubicacin del mismo."
Ria saba que la haba desarmado de nuevo. Le preocupaba que lo
hubiera logrado con tan poco esfuerzo.
Pareca que no siempre era necesario que blandiera un arma para
lograrlo.
"A qu hora vendrs maana?"
Su pregunta era, en efecto, una despedida. Oeste se levant de su
silla y se par, con los pies ligeramente separados y las manos
cruzadas a la espalda. "Si te parece conveniente, me gustara
llegar antes de la hora del medioda."
"Eso va a estar bien." dijo. "Vas a tomar tu almuerzo con
nosotros?"
Oeste trat de imaginar una comida rodeado de docenas de
seoritas, tres maestras y su directora. No pudo. "Tal vez en otra
ocasin."
"Los administradores lo hacen, ya sabes. Cuando nos visitan, ya
sea individualmente o en conjunto, y siempre se sientan en la
cabecera de la mesa para la comida. Todos ellos han vivido para
contarlo."
Reconociendo un reto en su voz, Oeste alz una ceja. "Crees que
tengo miedo?"
"Usted palideci, excelencia."
l gru suavemente, y replic: "Muy bien, voy a unirme a
ustedes para el almuerzo, seorita Ashby."
"Oh, bravo! Haces honor a todos los secretarios del Ministerio de
Asuntos Exteriores al ejecutar este acto de valenta".
"Y qu hay de t valenta, Ria? No vas a mostrrmela a m
ahora?"
En un acto inconsciente, ella se tens un poco. Saba
instintivamente lo que quera decir. Estaba desafindola a que se
resistiera, a que dijera que no se atreva.
Se qued muy quieta y dej que sus pestaas descansaran sobre
sus mejillas.
El toque de su boca fue efmero, sin ninguna presin en primer
lugar. Lo sinti en la comisura de sus labios, luego se desliz
sobre ellos. El contacto era clido, ligeramente hmedo, y
lentamente se torn apremiante. Su propia boca se abri para
responder. Su recompensa fue el borde hmedo de su lengua
trazando la apertura. Las manos de Ria colgaban a sus costados, y
no las levant para abrazarlo. No era miedo de lo que hara si
fuera correspondida, era miedo de lo que podra permitirse a s
misma. l tena razn para sospechar que confiaba en l, pero no
en s misma.
Oeste levant la cabeza y la ech hacia atrs lentamente. Le
sostuvo la mirada, los dedos de una mano acariciando su sedoso
cabello mientras la otra se extenda por su espalda. Ella no estaba
temblando, pero tampoco estaba totalmente firme sobre sus pies.
Su respuesta haba sido algo ms que dulce e inocente.
Descubri la promesa de la pasin real al final de un tiempo
sorprendentemente corto. l sonri, la curva de su boca era
perfectamente malvada ahora, e inclin la cabeza rpidamente
para besarla de nuevo. Esta vez, su cuerpo reaccion hasta dejarla
sin aliento. Tena las manos y los dedos fuera de control. Fue ella
la que lo atrajo hacia s, aferrndolo por el cuello de su levita con
sus dedos y acercndolo con la tenacidad de una lapa. Su
voluptuosa boca devorndolo mientras se apretaba an ms contra
l. No era un fantasma el que sostena entre sus brazos, sino el
cuerpo de una mujer ligero y flexible como un rbol joven.
Oeste aprovech su ventaja y profundiz el beso. Su lengua barri
su labio superior, a lo largo de la parte inferior dulce como la
miel, y luego deslizndose por el relieve de sus dientes. Ella le
mordi muy ligeramente y toda la sangre de su cuerpo pareci
reunirse repentinamente en su ingle. Sinti la sacudida en
respuesta a esta presin en contra de su vientre tenso, pero se
apret a l de nuevo una vez que entendi la naturaleza de su
reaccin.
Oeste la deposit firmemente frente a l en esta ocasin y no trat
de sostenerla.
"No puedo decir si es demasiado valor o estupidez lo que posees,
pero puedes confiar en m si deseas tirar el guante una segunda
vez."
Ella parpade, recuper el equilibrio y tambin se esforz por
ocultar que la haba herido. "Por supuesto," dijo con dignidad
creble "Voy a depender de ti para demostrar sentido comn y la
cabeza fra. Como pupila tuya, lo correcto es que me remitas a un
mejor juicio".
"Un golpe directo, Srta. Ashby." En realidad, el golpe fue tan bajo
y tan punzante que Oeste sinti que su tumescencia se arrugaba.
Haba sido una leccin para l tambin. "Yo humildemente te
pido perdn." sin esperar saber si estara dispuesta a aceptar sus
disculpas, Oeste tom su abrigo, gorro y guantes y sali de la
habitacin. Se detuvo slo una vez en el otro lado del umbral para
recordarle que pusiera la barra de la puerta detrs de l, luego se
fue.

Su ayuda de cmara le despert a la hora acordada y Oeste


maldijo varias veces sin ninguna molestia real que lo motivara a
hacerlo. Al igual que Finch, que sufra en silencio, despus de
haber aceptado haca mucho tiempo este tipo de calvario de
manera natural, esa maana l tena su propio calvario que
soportar.
"Va a alojarse otra noche ms aqu?"
Pregunt Finch. Limpi el cuello y la barbilla de Oeste, quitando
toda la espuma de afeitar y analizado su obra para enfrentar el da.
Oeste se quit la toalla de alrededor de su cuello y se la entreg a
Finch. "No me has cortado la garganta, verdad?"
"Como siempre, he resistido la tentacin."
"Eres un buen hombre." Oeste se levant y recogi su levita. "No
nos volveremos a quedar aqu esta noche. Creo que prefiero ir a
Ambermede. Informales a Beedle y a tigre que estaremos dejando
Gillhollow, probablemente al caer la noche. Voy a tomar mi
montura para ir a la escuela.
Todava no he decidido si mi pupila va a acompaarnos, pero t
considera que lo har y planifica en consecuencia."
Finch no indic ni siquiera por el parpadeo de una pestaa que esa
directiva de alguna manera lo haba sorprendido. "Por supuesto.
Voy a preparar los grilletes con pernos".
Oeste taladr a su ayuda de cmara con una mirada de reojo. "Yo
estaba pensando ms en que ubicaras el equipaje de manera tal
que el bal de ella pueda tener cabida fcilmente." Hizo una
pausa. "Pero me parece que tu idea de grilletes es inspiradora y
me agrada saber que estarn disponibles si se requieren".
"Como usted disponga Su Gracia."
Oeste no pudo detectar ningn indicio de diversin en la respuesta
seca de su hombre, pero no pensaba que estuviera mal que fuera
as. "Usted sigue sorprendindome, Finch."
"Oh, espero que no sea as. Es mi objetivo ser fiable en todos los
sentidos.
La sorpresa no satisface, porque significa que he dejado de
impresionarlo en alguna ocasin anterior".
Dos pliegues verticales fruncieron el entrecejo de Oeste. Se
detuvo para ponerse el abrigo y mir a la figura corpulenta de su
ayuda de cmara con cierto recelo.
"Uno de ellos te ha metido en esto." dijo lentamente. "Eso es
todo, no es as?
Uno de ellos est jugando al titiritero con su marioneta".
"No puedo pensar en lo que eso significa Su excelencia."
La expresin de Oeste se aplac al darse cuenta de la verdad de
ello. Lanz una carcajada. "Su negativa no sirve, Finch.
No me he imaginado la nota de impertinencia en su tono desde
que hered este maldito ttulo. Me considerabas indudablemente
inadecuado cuando era el seor Evan Marchman. Yo te absuelvo
de tener que aseverarlo, no porque no lo pienses, sino para que no
tengas que expresarlo en voz alta. Ahora, quin de ellos te est
pagando para fastidiarme?"
No podra decrselo Su Gracia
"No, supongo que no. Tal vez si me arriesgara a nombrarlo, usted
me podra hacer una seal. Una inclinacin de cabeza. Un guio".
Finch se aclar la garganta y respondi en el mismo tono rido
con que haba hecho el resto de sus observaciones
"Estoy seguro de que no quiere que le guie un ojo".
"No, tienes razn en eso. Entonces hars una inclinacin de
cabeza."
El criado cabece.
"Es Northam?" Cuando no hubo respuesta por parte de Finch,
Oeste modific sus pensamientos. "No, tal vez es demasiado
pedante para los trucos de este tipo.
Qu pasa con Eastlyn?" Una vez ms, no hubo asentimiento en
respuesta.
"Bueno, l se retuerce en su propio condenable entrevero, as que
puede ser que sienta empata por el mo. Eso slo deja a Sur. Ha
estado disfrutando en grande al verme bailar en el patbulo a
causa del viejo duque." La barbilla de Finch no se levant ni una
fraccin. "Es que no es ninguno de ellos o slo no vas a
responderme?"
Esta vez Finch asinti con la cabeza tiesa.
Oeste alz las manos, aunque no estaba claro si lo haca por
frustracin o rendicin. Si era por esto ltimo, slo era temporal.
"Voy a averiguarlo, Finch. Hasta entonces, puedes continuar.
Estoy seguro que est siendo bien pagado por las molestias."
"No es ninguna molestia", dijo Finch.
"De todas las ideas raras que tiene de vez en cuando, esta ha sido
una de las mejores".
Oeste puso los ojos en blanco mientras recoga su sombrero.
"Buenos das, Finch."
Sali rpidamente, algo sorprendido por haber logrado tener la
ltima palabra. La academia de la seorita Weaver era una
mansin de piedra gris imponente situada a unos dos kilmetros
de distancia del pueblo. El entorno selvtico era bastante
agradable en primavera y verano con hayas, castaos, robles
maduros y altos pinos que salpicaban el permetro de la superficie
abierta alrededor de la escuela, pero en el invierno era un edificio
ms bien sombro. Un jardinero mantena recortado el seto y un
pequeo rebao de ovejas haca lo mismo con el csped. Las
ovejas asomaban perezosamente en el borde del semicrculo de
entrada en busca de manchas de hierba entre la nieve cuando
Oeste se acerc en su caballo. Algunas levantaron la cabeza y
balaron tristemente. El jardinero hizo una pausa y se quit el
sombrero, en reconocimiento hacia Oeste como una persona de
cierta importancia.
A la luz del da, Oeste tena una mejor visin de las dependencias.
Dirigi su semental rabe lejos de la tapia de piedra triturada
hacia el lado este de la escuela. La escalera segua apoyada en el
edificio, pero estaba en uso ahora, y Draco se asust cuando
carmbanos y piezas de pizarra cayeron del techo destrozndose
en el suelo cerca de sus pezuas. Oeste rpidamente alej el
caballo de ese sitio y desestim las disculpas de los dos
trabajadores en la azotea.
Rodeando la escuela, vio que la cochera era la ms grande de lo
que haba sido su impresin la noche anterior. Se pregunt
cuntas personas empleadas habra, adems de las profesoras y el
jardinero.
Debe haber mozos y choferes, mucamas y un ama de llaves, una
primera y segunda cocinera y dos o tres ayudantes adems.
Las propias nias tendran probablemente asignadas diversas
tareas, pero Oeste no poda imaginar que limpiaran el piso o
vaciaran los orinales.
Oeste guio a Draco alrededor de la escuela y se ape en la entrada
principal. Un mozo apareci para atender su caballo y observ
que no era un hombre joven sino de una treintena de aos mayor
que l, con los hombros encorvados y una sonrisa amistosa que
revel varios dientes perdidos. Oeste le sonri. No tendra mucho
sentido que la escuela empleara a la tentacin en la forma de
muchachos fuertes y viriles en las primeras etapas difciles de la
masculinidad. Eso seguramente habra generado ms escapadas
similares a la de la seorita Jane Petty.
Dando grandes zancadas, Oeste encontr que la puerta se abri
antes de llegar a ella. Una mujer que llevaba una cofia y un
delantal blanco se adelant y le hizo una reverencia. Haba
indicios de parpadeos y sonrisas inciertas dndole la clida
bienvenida que normalmente se extenda a todos los visitantes.
Oeste pensaba que dicha efusividad no era muy natural y que
deba esforzarse por algo ms digno. l la oblig ofreciendo su
sonrisa pcara, la que Southerton deca que podra detener el
avance de un glaciar.
"Miss Ashby est esperndolo Su Gracia." acept el sombrero y el
abrigo y moder su tendencia a cambiar nerviosamente de un pie
a otro mientras se quitaba los guantes. "Dmelos, yo los llevar."
Oeste crey que el ama de llaves le acompaara hasta la suite de
Ria, y casi cometi el error de caminar en direccin de la escalera.
Se contuvo, pretendiendo tomarse un momento para estudiar uno
de los retratos de la sala principal.
"Este es uno de los fundadores de la escuela?", pregunt.
Mrs. Oldham hizo una pausa en su paso y se volvi a acercarse.
"S, es Sir Anthony Beckwith."
"Beckwith." Oeste repiti el nombre en voz baja. "Tiene relacin
con el Beckwith, que ahora es uno de los administradores?"
"As es. El Sr. Jonathan Beckwith."
"S. l reside en Sunbury, creo."
"Al menos, la mitad del ao utiliza su residencia all. Sir Anthony
era su to, aunque los separan varias generaciones, sin duda".
"Es cierto." observ el retrato un momento ms. Sir Anthony
tena un aspecto muy fro, con los ojos sin vida. La expresin del
hombre se vea severamente rgida. Uno podra imaginar que
haba posado con los dientes apretados. "Tiene algn parecido
con el seor Beckwith?"
El ama de llaves lo consider. "Slo los ojos y la boca."
Maldita sea, pens Oeste. Sera una triste entrevista con ese
hombre. Se dio la vuelta, pero no sin antes mirar a los otros
retratos que cubran el pasillo.
Tena la impresin de que cada uno de los administradores de la
academia haban posado por lo menos una vez ante el caballete de
un artista. A medida que el ama de llaves avanzaba, vio quien sin
duda supona era Jonathan Beckwith. l pos de manera similar a
su ancestro fundador, contra una columna de mrmol majestuoso,
su rostro grave y austero plasmado en el retrato. Si el hombre
hubiera sentido pnico, Oeste podra haber entendido mejor su
expresin. Era parecido a lo que senta ahora, cuando estaba
siendo escoltado a la sala de comedor donde estaban veintinueve
chicas esperando su aparicin en el umbral. En la mesa principal,
Ria y tres profesoras tambin se pusieron de pie y la sala se torn
absolutamente silenciosa.
Reuni la dignidad suficiente para el momento e inclin la cabeza
hacia Ria.
"Miss Ashby," dijo. "Fue muy amable al invitarme."
Ria sali rpidamente de la mesa y se acerc a la puerta,
dejndose caer en una graciosa reverencia ante l. Detrs de ella,
todas las dems inmediatamente hicieron lo mismo. "El honor es
nuestro. Estamos muy contentas de que usted visite nuestra
humilde escuela."
La mantequilla no se derretira en la boca, decidi. No pudo
detectar ningn indicio de burla en las palabras que estaba
diciendo, pero recordando el final de su visita a sus habitaciones.
Tampoco haba ningn rubor que sugiriera que ella estaba
pensando en el beso.
Deba admitir que su aplomo le haba desconcertado. "El placer es
mo."
Ria lo llev a la mesa principal y le present a la seora Abergast,
y la seorita Taylor y la seorita Webster; luego se dio la vuelta e
hizo un ademn hacia las chicas. "No vas a decirle algo a ellas?"
le pregunt. "Estoy segura de que van a apreciar cualquier
consejo que usted est dispuesto a darles."
"Yo estoy seguro de que no lo harn", dijo en voz baja. As que
esto era verla en el campo de batalla. Era genial, de verdad, una
estrategia completamente admirable. Hara bien en no
subestimarla en un futuro.
"Pero voy a tratar de impresionarlas." Oeste no se perdi el
destello de incertidumbre en sus ojos cuando ella comenz a
considerar lo que realmente poda llegar a decirles a sus chicas. El
abuelo de Norte tena una serie de conferencias preparadas para
tales ocasiones, y Oeste las haba escuchado a todas en un
momento u otro.
Se pregunt si deba hablarles de las consecuencias
desafortunadas de la siembra de avena fuera de tiempo o de las
responsabilidades de una mujer hacia su marido.
Les ofreci una sonrisa contenida mientras su mirada recorra
libremente a las estudiantes paradas ante las tres mesas de roble.
Ellas le devolvieron cortsmente la mirada, como si hubiese
estado en Hambrick, pero saba que estaban contando los
segundos hasta que les dijera que podan sentarse. "Seoras,
opino que un almuerzo aplazado es un almuerzo enfriado y no es
lo mejor para l. Por favor, no desean sentarse y disfrutar de su
comida?"
Las chicas se acomodaron con tal presteza sobre los bancos que el
dominio de Oeste fue puesto a prueba.
Perdi la batalla consigo mismo y sonrindoles suavemente se
transform en un muchacho alegre. El profundo hoyuelo apareci,
junto con su gemelo menos llamativo, y en algn lugar entre las
chicas una cuchara cay al suelo de piedra y un sinfn de rumores
comenz. La mayora de ellas tuvieron la oportunidad de
vislumbrar esa pcara sonrisa antes de que Oeste volviera a
recuperar su apostura seria.
A su lado, Ria suspir.
"Qu?" pregunt, tomando asiento.
"No tienes ni idea de los estragos que has causado."
Ria sonri levemente cuando se dio cuenta de que la seorita
Taylor estaba observndola con cierta preocupacin, y baj la voz
para que no pudiera ser escuchada. "Y no me refiero a tu
discurso."
"Oh, entonces qu?"
"Tenas que mirarlas de esa manera particular?"
"De qu manera?"
"Sonriendo como si te hubieras tragado el sol."
l le dedic la misma sonrisa, pero pregunt: "Hubieras
preferido que las fulminara con ella?"
"Infinitamente mejor ", dijo escuetamente, forzndose por lucir su
sonrisa ms dulce.
Oeste consider esto mientras tomaba otra cucharada de sopa.
"Tal vez cuando yo sea uno de los administradores, puedas
decirme que es lo que piensas sobre m. Confieso que encuentro
tus mtodos muy peculiares. No te he visto fruncir el ceo." Se rio
en voz baja mientras suprima el deseo de enfrentarse a su mirada
furiosa. Ella estaba entre la espada y la pared, incapaz de ventilar
su frustracin sin alarmar a sus compaeras profesoras o sus
estudiantes. "La sopa es excelente", dijo. "Ya sabes lo que dicen
de un almuerzo aplazado".
"Yo escuch lo que dijiste."
"Es gratificante saber que estabas escuchando. Dime, cmo crees
que hubieran recibido mi discurso de la natalidad fuera del
matrimonio?"
Despus de la comida, Oeste y Ria se retiraron a su estudio.
Mantuvo la puerta abierta para ella y le permiti pasar delante de
l. "Ests segura de que ests soportando bien este asunto?",
pregunt. "Pareca que queras estrangular a alguien con cada
cucharada de sopa que tomabas".
Ella alegremente poda estrangularlo a l. Su pregunta
aparentemente ingenua, se deba a que haba sorbido cada
cucharada de caldo con dificultad, hasta el punto de costarle
respirar. Se haba ahogado y jade y abri la boca contra su
servilleta para no rociar la mesa, a la vez que tuvo que sufrir la
palmada de su mano en la espalda, golpendola como si fuera una
nia en edad de eructar. El comedor haba cado de nuevo en
silencio, excepto por el gorgoteo que sala de la parte posterior de
su garganta. Oeste se haba encargado de asegurarle a todos que
ella iba a estar bien, sin hacer siquiera una pausa en la constante
repercusin de palmaditas sobre su espalda.
"Me golpeaste como un timbal", dijo.
"Un remedio muy eficaz y no me disculpo por ello. Pude haberte
salvado la vida."
La mirada amarga de Ria le dijo de manera ms elocuente que las
palabras lo que pensaba de eso. No tuvo tiempo de sealar que l
haba sido la causa de su ataque de asfixia en el primer lugar
cuando oy claramente la voz aguda de Amy Nash en el pasillo.
"Mrs. Abergast est trayendo a Amy ahora", dijo. "Vas a querer
que me vaya mientras hablas con ella?"
"No, creo que ser ms cmodo para ella si ests presente, pero
necesito que hables muy poco. No quiero que la nia est
mirndote en busca de respuestas o que se deje influenciar para
responder como ella piensa que t quieres que lo haga. Mir a su
alrededor y vio una silla de lectura muy gastada en una esquina.
"Sintate all. Amy y yo vamos a estar aqu." Seal la silla detrs
de su escritorio y la opuesta.
Ria no puso objeciones sobre este arreglo, aunque pensaba que
era poco probable que Amy estuviera cmoda con Oeste
hacindole preguntas detrs de su escritorio. "Aqu est." Ria
invit a Amy a entrar. "No necesitamos nada ms, seora
Abergast. Voy a enviar a buscarla si la necesito."
La profesora asinti con la cabeza, aceptando su despido, y se
alej rpidamente.
Ria intent tomar la mano de la nia, pero la solt rpidamente
ante la negativa de Oeste y resisti el impulso de desobedecerle.
Hizo las presentaciones de nuevo y vio con cierto asombro como
Oeste le haca una reverencia corts y se llevaba la mano de Amy
a los labios. La nia se convirti inmediatamente en su esclava, y
Ria tuvo la honestidad de admitir que ella no actuaba tan distinto
ante su encanto. En silencio, se desliz hasta la esquina de la
habitacin. Amy, se dio cuenta, pero no volte ni una sola vez en
su direccin.
"Ven nia, no quieres tomar asiento?" pregunt Oeste. "O voy a
tener que jugar a la rana contigo?" Inmediatamente se puso en
cuclillas y qued al nivel de los ojos de Amy. "Confieso que se
est un poco incmodo. Vas a tener un poco de piedad de m y
tomar asiento en la silla de la seorita Ashby detrs del
escritorio?"
Riendo, Amy acept la directiva. Rode la mesa y se subi a la
silla de estilo reina Anne, con su decoracin de concha tallada en
la barra superior, el espaldar elegantemente curvado, y las patas
con forma de garra, se necesitaba poca imaginacin para saber
que la consideraba un trono. Una vez que se ubic en el asiento
con forma de herradura, su semblante reflej al igual que la reina,
absoluta condescendencia.
"Puedo?" Pregunt Oeste, indicando la silla enfrente a la suya.
"Por favor", dijo Amy, inclinando la cabeza.
La nia actuaba como si estuviera encarnando un papel en una
obra de teatro, pens mientras ocupaba su lugar.
De hecho, pareca una actriz desempeando su rol maestro.
"Entiendo que has sido convocada ante mi presencia para decirme
algo sobre la desaparicin de Jane. Eso es correcto?"
"S, lo es." La voz de Amy era muy suave, y mantena sus manos
dobladas cuidadosamente sobre el borde del escritorio. "Puedo
empezar, entonces?"
"Por supuesto."
Asinti con la cabeza una vez, y Amy se lanz en el relato de todo
lo que Jane le haba confiado. Cuando hubo terminado, se qued
observando a Oeste expectante. "Vas a encontrarla ahora?"
"Me ests ordenando que lo haga?"
"S. S, as es."
"Entonces no puedo negarme a iniciar la bsqueda", dijo. "Pero
no puedo prometerte que podr resolverlo rpidamente".
Enfatizando el nosotras Amy dijo: Nosotras somos ms que
pacientes
"Es gratificante escucharte."
Manteniendo un tono de corts inters, pregunt:
"Qu me puedes decir sobre los medios de transporte del
caballero? Jane te dijo que le prometi llevarla a Firth Street.
Cmo piensas que tena la intencin de llegar hasta all?"
"En coche, por supuesto."
"No a caballo?"
Amy neg con la cabeza. "Jane no monta. Ella le tiene miedo a
los caballos."
"Ya veo. Entonces aunque no sabes si el caballero tena un coche,
ests segura de que no iba a viajar a Londres a caballo".
"S que tiene un carro. Jane dijo que la iba a esperar en l." Amy
se dio cuenta de esto ltimo que haba dicho y se sinti
adecuadamente avergonzada.
Debajo de la mesa, sus piernas comenzaron a temblar.
"Yo no lo haba he dicho antes, verdad?"
"Su Alteza tiene muchas cosas que ocupan su mente. No se puede
esperar que recuerde cada detalle al mismo tiempo".
Las piernas de Amy se desaceleraron y finalmente se detuvieron.
"Eso es cierto."
Oeste continu interrogando a Amy durante veinte minutos antes
de que juzgar que ella estaba cansada. Por mantener cuidadosa
neutralidad haba sido capaz de reunir ms datos que los que Ria
le haba dado la noche anterior. Ms importante an, Amy no
haba mencionado ni una sola vez Gretna Green. Para Oeste, era
una buena seal de que Amy no fuera ms susceptible a la
sugestin que cualquier otro nio.
Cuando Ria volvi de acompaar a Amy a las aulas, Oeste se
haba trasladado de su estudio a la sala de estar y estaba reclinado
parcialmente en el sof. "No es tu intencin dormir aqu, espero."
Se levant lo suficiente para abrir un ojo. Ella estaba de pie
delante de l, con las piernas rgidamente apostadas, los brazos en
jarras, cada centmetro de ella en su rol de directora. "Me acost
un poco tarde anoche." Cerr los ojos y puso su antebrazo sobre
ellos por si acaso. Si era estrictamente honesto consigo mismo, lo
haca para esconderse de su mirada de pedernal azul grisceo.
Haba estado luchando con una vaga sensacin de haberle sido
infiel cuando la sirvienta se haba metido en su cama, sin embargo
el motivo de su malestar no era evidente para l.
No era como si le debiera fidelidad.

Haban compartido slo un beso travieso.

Incluso Ria, con su sentido de lo que era correcto, no poda


culparlo por aprovecharse de ella. Y no llevaba l treinta y dos
aos sin ataduras? Ciertamente, gozaba de la edad y las
circunstancias apropiadas para disfrutar de una mujer en su
tiempo libre sin temor a las repercusiones o los remordimientos
de conciencia.
Qu le deba a la seorita Ria Ashby?, segn ella misma, un
subsidio trimestral.
Le haba delegado la responsabilidad de controlar que se hiciera
sin interrupciones a un abogado competente. Ahora estaba aqu,
ofrecindole su ayuda cuando no estaba obligado a hacerlo, y ella
no haba hecho mucho ms que reprenderlo por presentarse sin
previo aviso, regaarlo por entrar sin autorizacin, reprocharle
por ganar el favor de sus alumnas, y ahora quera negarle unos
momentos de merecido descanso.
Excepto por ese exquisito beso, era absolutamente ingrata.
"Ests durmiendo?" Ria empuj el hombro de Oeste con sus
dedos. "No ests durmiendo. No puedes haberte dormido tan
rpido."
"No con tu dulce parloteo de urraca en mi odo." Dej caer el
brazo y se sent erguido. "No te quedars parada all?
Verdad? revoloteando como un colibr."
"Ests mezclando todo y mal. No puedo ser una urraca y un
colibr a la vez."
Oeste le dirigi una mirada tan intensa que la hizo sentar en la
silla ms cercana, entonces le dijo. "Cmo te pareci el relato de
Amy? En tu opinin, hizo todo lo posible para recordar datos
precisos?"
"Oh, s. Ella estaba muy comunicativa.
Lo ha hecho casi sin esfuerzo, debido a la delicadeza de tu
interrogatorio. Lo confieso, no me di cuenta de que le sugeriste
que se sentara en la silla. Pareca que ella tena el control de la
entrevista".
Lo tena. Simplemente plante las preguntas que hilaban la trama
de su historia."
l hizo ms que eso, pens Ria, aunque no poda identificar
claramente lo que era.
Haba logrado que la joven Amy se sintiera segura, a los pocos
momentos de conocerla, no como un amigo de su edad, sino
como un adulto que poda protegerla. Lo hizo hbilmente, y
mirndolo desde el fondo de la sala, Ria se haba llenado de
admiracin. "Y sus respuestas?" pregunt Ria. "Pueden ser
tiles?"
"Creo que s, s. El asunto sobre el transporte en particular, ser
til".
"Cmo? La descripcin de Amy fue muy corriente. Debe haber
una veintena de carros con resortes arqueados en esta parte de
Inglaterra con herrajes de latn y asientos de cuero gruesos y
mullidos. A medida que uno se acerca a Londres, el nmero se
multiplica por diez.
Probablemente viaj a Gillhollow en ese transporte".
Oeste no lo neg, a pesar de que estaba equivocada acerca de los
resortes. Eran demasiado rgidos para ser apropiados en las
carreteras llenas de baches, y l haba elegido montar junto al
carro la mayor parte del camino. "Ests omitiendo algo
relevante", le dijo. "la descripcin de Jane sugiere que ella ya
haba montado en el coche antes. Porque, cmo iba a saber sino
como eran los resortes? Los herrajes de latn se pueden ver desde
el exterior, pero los asientos? Cmo iba a saber si eran mullidos
de no haber descansado la cabeza contra uno? Por supuesto que
habra sido muy interesante si Jane le hubiera hecho una
descripcin de los detalles del escudo de la familia en la puerta
del carruaje a Amy, pero dudo que hubiera alguno. Por lo tanto,
debemos esforzarnos por analizar lo que tenemos en concreto".
Oeste entrelaz los dedos y se toc las yemas de sus pulgares
mientras pensaba.
"Qu oportunidades tuvo la seorita Petty de disfrutar de un
paseo en carruaje?"
Ria consider esto por un tiempo antes de responder. Ella no
saba que su exuberante boca se haba aplanado o que una arruga
se haba formado entre sus cejas. Cuando un mechn de pelo
sedoso cay sobre su frente y comenz a morderse la parte
interior de la mejilla, se vea tan joven como Amy. "Ella ha
viajado en los coches de la escuela, naturalmente, pero siempre lo
he tenido en cuenta. Ninguno de ellos es especialmente cmodo,
pero es un punto de referencia. "Ria neg con la cabeza y bate de
vuelta el mechn de pelo con impaciencia. "No puedo pensar en
una sola oportunidad que haya tenido de viajar en un medio de
transporte mejor equipado. Nosotros supervisamos estrechamente
a nuestros estudiantes. Es el tipo de cosa que habra sido
informado por una de las profesoras o notificado directamente por
las otras chicas".
"Tal como inform la fuga de la seorita Emma Blakely
anoche?" le pregunt con irona. "O como Amy lo notific
directamente?"
Ruborizada por la reprensin, todo lo que Ria pudo hacer fue
mantener fija la mirada de Oeste. Sus ojos verdes no estaban
acusndola, pero tampoco estaba tomndole el pelo. "Tienes
razn, por supuesto. Debe haber habido muchas oportunidades de
los que soy consciente".
"No te castigues por eso", dijo, con una sonrisa tocndole los
ojos. "Ests en inferioridad numrica con ellas. Lo que una chica
no piensa, lo hace otra, y cuando se unen fuerzas, es slo para
experimentar, podrn salirse con la suya, pero no van a ser ms
listas que t."
Ria levant una mano, con la palma hacia fuera. "Tienes que
parar", dijo, luchando por mantener firmeza. "De otro modo me
ver obligada a renunciar a mi puesto de inmediato. Me pregunto
por qu siempre me he considerado competente para esto?"
"Locura", dijo Oeste. "La explicacin est ah."
Ria sinti que las comisuras de su boca se alzaban. Cmo era
posible que pudiera reprenderla por su ingenuidad en un
momento, y luego aguijonearla al siguiente?
Resultaba un poco humillante darse cuenta de que era tan dcil en
sus manos como Amy Nash, pero apenas poda culparse por ello,
su maldito encanto.
"Hblame de Jane", dijo. "Tienes los bocetos que te ped?"
"S, y las descripciones tambin." Se levant y se dirigi al
estudio contiguo para buscarlos. "Creo que los encontrars
satisfactorios", dijo, entregndoselos. Sus dedos se rozaron al
alcanzarle los papeles. Sinti calor en el tacto, pero disimul
cobardemente su reaccin. No poda saber si l haba sentido lo
mismo, pero tampoco lo comprob.
Oeste roz la descripcin escrita, luego estudi el retrato
hbilmente representado en acuarela. "Es un buen retrato?",
pregunt.
"Yo creo que s." Ria se sent en el borde de la silla y se alis los
pliegues de su vestido sobre las rodillas. Haba elegido un vestido
gris oscuro de da con puntillas en el cuello y el dobladillo
recogido, era prctico, y satisfaca su deseo de lneas simples y
sencillas. En observancia del luto, llevaba una amplia banda negra
en la parte superior de su brazo derecho y se cubra los hombros
con un fino chal de lana negra, Es muy bonita, como se puede
ver."
Oeste asinti. "Eso es tal vez lo que llam la atencin del
caballero." Su mirada se concentr en los ojos verdes de la chica.
Haba una pizca de picarda en ellos. Tena una tez clara, si poda
dar fe en la pintura de la seorita Taylor. No haba imperfecciones
que estropearon su piel clara. Su cabello era de un oscuro color
miel, corto, y se volcaba hacia adelante para enmarcar su rostro en
forma de corazn. En el retrato llevaba una banda color verde del
mismo tono que sus ojos.
Era un amoroso detalle suministrado por la artista.
Oeste saba que distraera a cualquiera que mirara la acuarela por
primera vez.
Dudaba que Jane llevara la cinta del pelo por ms tiempo o
incluso que la tuviera puesta cuando haba desaparecido.
"Y su familia?" pregunt, poniendo los papeles a un lado. "No
has dicho nada acerca de ellos."
"Porque no hay nada que decir. Ella no tiene a nadie. Jane es una
de las estudiantes becadas por caridad de la escuela. Fue recogida
de un hospicio de Londres cuando tena la edad de Amy, y trada
aqu".
"Recogida?" La mirada de Oeste se redujo una fraccin.
"Recogida cmo?
Por quin?"
"Yo tendra que mirar los registros, pero creo que fue el Seor
Herndon, que tiene un puesto en la junta, quin la encontr y
pens que prometa. l la envi aqu. Eso fue antes de que me
incorporara a la escuela, pero puedo comprobar los datos si lo
deseas."
"Definitivamente lo deseo."
Ria oy algo en su tono que le eriz la nuca. "Por qu? "
pregunt ella. "Qu es lo que crees que sabes?"
Oeste tard mucho tiempo en contestar, sopesando las
consecuencias de hacerlo.
"Djame hacerte una pregunta primero, Srta. Ashby" dijo
lentamente. "Qu sabes de la Sociedad de los obispos?"
Captulo Cinco
"La Sociedad de los obispos?" repiti Ria. "No la conozco en lo
ms mnimo. Son clrigos?"
Oeste se ech a rer, aunque sin una alegra genuina.
"Difcilmente, a pesar de que han sabido demostrar un cierto
fervor religioso." Mir el reloj y vio que no haba tiempo
suficiente para revelar la informacin, al menos no con una
garanta de privacidad. "Me pregunto si estaras dispuesta a
acompaarme a Ambermede a intercambiar datos con respecto a
los obispos."
"Acompaarte?" No poda haberse sorprendido ms. "A la
casa? Para qu?"
"Haces demasiadas preguntas a la vez, lo sabes, pero las
respuestas son s, s, y porque lo deseo."
"Bueno, siempre y cuando lo desees, entonces debo mantener mis
objeciones, no?"
Oeste se estremeci un poco, sabiendo que esa declaracin en
tono bajo, era la causa de cada una de las excusas que pona
mentalmente para no involucrarse con ella. Antes de que pudiera
objetar su libre albedro, ella ya estaba fuera de la correa. Le daba
un poco de consuelo el hecho de que a ella no le iba ni le vena l.
Ra expuso su argumento basado en la lgica de la cosa, no en la
emocin.
Cuando termin, l asinti con la cabeza, luego pregunt: "Ser
suficiente una hora para que puedas recoger tus cosas?"
Al final, nada importaba, igual iba a salirse con la suya. Ria haba
sido capaz de obtener su consentimiento por el que se le permite
tener una hora y media para empacar su maleta y una hora
adicional para dejar su casa en orden. Convoc una reunin con
sus maestras, colocando a la seora Abergast a cargo
temporalmente, y dividi sus responsabilidades para dictar
geografa e historia entre ellas.
Dej cheques firmados para pagar a los trabajadores las
reparaciones del techo y, en el caso de que el Sr. Oliver Lytton
hiciera acto de presencia, directivas especficas de que deba salir
de inmediato hacia Londres para investigar las pistas
proporcionadas por Amy.
Ella haba estado a favor de despedir al hombre, pero cuando se lo
mencion a Oeste, se haba opuesto firmemente. Fue otra cosa
que le concedi sin saber el por qu, pero antes le haba arrancado
un aumento de 200 libras por ao en su asignacin.
Oeste volvi con el carro muy cerca de la hora sealada, debido a
la cada de la noche y la carretera en mal estado entre Gillhollow
y la escuela. Tambin haba empezado a nevar, y los vientres
abultados de las nubes prometan que no sera algo pasajero.
Los bales de Ria se fijaron al techo del carro, y el caballo de
Oeste se at a la parte trasera. El mozo de librea ofreci mantas a
Ria y a Oeste para protegerlos del fro, y luego tom asiento al
lado del conductor. El carro rod lentamente al principio, luego
con ms velocidad cuando su propio impulso lo hizo avanzar.
En el interior, Ria despleg una de las mantas a su alrededor,
mientras que Oeste jugueteaba con el farol hasta asegurarse de
que se mantendra de forma segura en su gancho. Cuando
termin, se sent y apoy los pies en el banco frente a l, puso los
tacones de sus botas justo al lado de las de Ra. Ella lo mir
fijamente, pero no dijo nada, y tampoco las quit. No era el tipo
de hombre que se fijaba en las reglas de etiqueta, aunque a l no
pareca importarle que ella se ofuscara. Por el contrario, pareca
encontrar su censura como algo divertido y se empecinaba ms en
que sus actitudes fueran indecorosas, al menos en privado.
"Ests mirndome", dijo. "Nadie te ha dicho que es de mal
gusto?"
"Todo el mundo, de hecho, me lo ha dicho."
Ella se llev una mano enguantada rpidamente a la boca para
ocultar su sonrisa.
"Por qu haces eso?", pregunt.
Los ojos de color gris azulado de Ria se abrieron por encima de
su mano mientras hablaba desde detrs de ella. "Qu?"
"Ocultar tu sonrisa. Por qu tratas de ocultar el hecho de que te
hago sonrer, o me atrevo a decir que a veces incluso te hago
rer?"
Su observacin la puso seria, y baj la mano a su regazo. "Creo
que es mejor que no me anime."
"Por qu no? Si aprecias el humor, entonces por qu no
disfrutar ms de lo mismo? Deberas haberme desalentando, en
lugar de hacer lo contrario."
"Nunca ha parecido necesario alentarte de ninguna manera", dijo.
"Sin duda, es mi prerrogativa no revelarla."
Oeste ignor su respuesta. "Es porque la risa implica intimidad?"
Ria tuvo un pequeo sobresalto que no poda ser atribuido
correctamente al balanceo del carro. "No s lo que quieres decir."
Pero lo saba, y l probablemente tambin. De hecho, entenda
perfectamente lo que haba querido insinuar, y no se lo
agradecera.
"Nunca has impresionado por tus muestras de ingenio
esfurzate por no hacerlo ahora."
"No nos estamos moviendo tan rpido que no pueda saltar sin
temor a las lesiones ", dijo, " ni tan lejos de la escuela que no
pueda caminar de regreso a la misma.
Nunca me has resultado del todo insoportable esfurzate por no
hacerlo ahora".
Oeste utiliz el dedo ndice para levantar el ala de su sombrero de
piel de castor una fraccin para poder observarla mejor. Su
ecuanimidad haba sido puesta a prueba, pero haba mejorado.
Haba color en las mejillas, y l haba percibido chispas en los
ojos de color pedernal. Su amplia boca entreabierta y la cresta
nacarada de sus dientes era visible desde donde estaba. Nunca
tendra motivos para decir que tena un genio hermoso, pero s un
genio despojado de artificios que animaba sus bellas facciones.
Este ltimo estado era infinitamente preferible al primero.
"Ocurre, Srta. Ashby, que si te casaras no tendras necesidad de
un tutor."
Ria no reaccion a los cambios bruscos en su conversacin. "Su
gracia es un matemtico, por lo tanto, sabe que se debe estudiar la
ecuacin. Por un lado, no faltan ms que ocho meses antes de mi
vigsimo quinto cumpleaos y con l mi independencia. Por otro
lado est el matrimonio. Si estamos de acuerdo en que el
matrimonio es para toda la vida, yo tendra que esperar mi
libertad aproximadamente para mi sexagsimo cumpleaos, o sea
dentro de"
"Cuatrocientos veintiocho meses", dijo Oeste de inmediato. "Si te
casas maana."
"Voy a confiar en tus cifras", dijo. "Son cuatrocientos veintiocho
meses que tengo que soportar sin que se me concedan mis
derechos naturales. No es una decisin difcil de tomar. Si
pensabas que habas encontrado un plan para librarte de m, haras
bien en revisarlo. Traes tu cuchillo?"
Oeste lanz una carcajada tan fuerte que los caballos se asustaron.
El carro avanz con alarmante rapidez hasta que el conductor les
puso bajo control.
Requiri algo ms de tiempo para que Oeste frenara su risa. "Por
Dios, Ria, eres increble. No puedo recordar cuando he estado tan
entretenido."
"Fuera de la compaa de sus amigos."
"Tal vez, " dijo pensativo, un poco aleccionador "pero yo no te
habl de ellos. Qu sabes de mis amigos?"
"Muy poco. Slo me informaron donde era que se reunan, y que
all armaban un gran revuelo."
"Tenley." No esper a que ella lo confirmara. Era como si dijera
que s.
Es verdad?"
"De vez en cuando s, pero decir que causamos un gran revuelo es
una exageracin." Oeste record que slo el verano pasado l y
sus amigos se haban presentado en una comida campestre en la
finca Battenburn. Haban participado en conversaciones procaces
sobre las peculiares semejanzas femeninas que tena un
melocotn, por lo que Sur casi se haba ahogado. Luego estuvo
ese asunto en el teatro cuando haban abandonado las mesas de
juego en persecucin de la actriz principal, Miss India Parr. Eso
haba sido haca solo unos meses antes.
Y cunto humor haba habido en la difcil situacin de Este con
Lady Sophia?
Habra sido un acto de bondad si se hubieran expulsado a s
mismos luego de la recepcin del Seor Helmsley. "Una vez
ms", dijo Oeste, "Tenley tiene razn."
"Pens que podra ser as."
"S, pero nos hemos conducido con la debida seriedad en la
Abada."
"Deberan haberlo hecho. No saba que tus amigos estuvieran
all."
"Ellos no han estado nunca all cuando se les necesitaba."
Ria poda pensar en una sola vez, pero haba sido haca muchos
aos, y tal vez no haban sido sus amigos entonces. Se pregunt si
habran estado dispuestos a lanzarse sobre su espalda para
protegerlo de la vara de su padre. "Es cierto que tienen un
nombre distinto por el que se reconocen?"
Tenley de nuevo? pregunt. O se lo habra contado el duque a
travs del coronel? No se conoca comnmente, aunque la gente
comentaba sobre sus nombres con la suficiente frecuencia.
"En Hambrick nos llamamos el Club de la Brjula. Northam.
Southerton. Eastlyn."
"Y t eres Westphal."
"Ahora. Entonces yo era Evan y mis amigos Brendan, Mateo y
Gabriel. Los ttulos vinieron despus. Yo afirmaba que si
suficientes personas experimentaban una muerte prematura,
podan obtener el ttulo. Un poco macabro, tal vez, pero es lo que
hablan los chicos cuando estn aburridos. Cuando nos dimos
cuenta de lo que conectaba los nombres, no pas mucho tiempo
antes de que alguien sugiriera el nombre del Club de la
Brjula. Me llamaron Oeste porque encajaba en la rima, y me
incluyeron, pero todos saban que nunca sera Westphal. Ya que
yo era un bastardo, y el duque no quera tener nada que ver
conmigo."
"Posees un extrao parecido con l."
"Espero que no lo digas en serio."
Ria no pudo determinar si se estaba burlando de ella. Su voz no
tena ninguna inflexin y su mirada era remota ahora. Opt por no
ofrecer apoyo para su comentario y lo dej que continuara.
"No importara, Dios no lo permita, si fuera su imagen viviente",
dijo Oeste.
"La verdad es que sin el reconocimiento pblico de lo que todo el
mundo saba que era la verdad, yo nunca hubiera podido heredar.
Apoy mi educacin en Hambrick, ms tarde, en Cambridge, y
dispuso una asignacin trimestral para m. Nada de eso, sin
embargo, fue hecho en su propio nombre. Mi benefactor era el
seor Thaddeus Hood".
"Mr. Hood? Pero estoy segura de que l era el abogado de tu
padre antes de Ridgeway."
"S, lo s. Creo que no haba nadie que ignorara que el duque era
mi padre y me mantena, pero nadie lo dijo."
"Admite que es peculiar."
Oeste haba dicho todo lo que quera decir sobre el tema y no
estaba ansioso de escuchar la opinin de Ria. Hizo su comentario
a un lado como si no tuviera importancia y volvi a hablarle sobre
el Club de la Brjula. "Mateo se convirti en vizconde Southerton
estando an en Hambrick. Para Este no lleg mucho despus,
creo. El padre y el hermano de Brendan murieron mientras estaba
con los regimientos de la India. Tuvo que vender su comisin y
volver a Inglaterra."
"As que todos ustedes estaban equivocados", dijo Ria despus de
un momento.
"Me dijiste que todos crean que nunca seras Westphal, sin
embargo, es exactamente lo que ha llegado a pasar."
"No, solamente nos adherimos a la fantasa con mano segura,"
dijo secamente, "pero tu insistes en volvernos a tierra."
Esta vez, ella no trat de ocultar su sonrisa. "Cmo es que los
cuatro continan siendo amigos por tanto tiempo?"
Oeste se encogi de hombros como si nunca se le hubiera
ocurrido ese pensamiento. "Los intereses similares, me imagino, y
Este, Norte y Sur a menudo son invitados a los mismos lugares,
por lo que disfrutan de la compaa uno del otro, les guste o no."
"Y t?"
"Ellos me torturaban para conseguir invitaciones en mi nombre.
Incluso entre la alta sociedad, siempre hay de esas matronas que
no son aprensivas acerca de redondear el nmero de las mesas con
un bastardo."
"Y ahora no das abasto con las invitaciones que te llegan. Tu
bandeja ya debe estar llena. Sers el invitado de honor, sospecho,
no el que redondee los nmeros nunca ms". Ria vio el cambio de
Oeste, como si lo hubiera desconcertado, y se dio cuenta de lo
lento que su ingenio se haba tornado en los ltimos tiempos.
"Es por eso que has venido a Gillhollow, no? Tiene bastante
poco que ver con tu diversin y mucho que ver con el miedo.
Ests huyendo de la aristocracia."
"Casi corriendo."
"Esto se debe a que puedes permitirte usar un coche de caballos."
"Es cierto, algo de lo que dices."
"No vas a negarlo?"
"Por qu? Puedo admitir que preferira arriesgarme caminando
solo en Holbern durante la madrugada, que sentarme a escuchar
uno de los musicales interminables de lady Stafford. No estoy
seguro de que sea miedo lo que describe mis sentimientos acerca
de esto ltimo, pero sin duda hay una marcada aversin a esos
asuntos".
Ria meti la manta alrededor de sus piernas, donde el traqueteo
del carruaje la haba aflojado. "Bueno," dijo con firmeza enftica:
"No me importa lo que te haya motivado a venir aqu, el hecho de
que ests dispuesto a ayudarme a encontrar a Jane es suficiente."
Oeste decidi que nada bueno poda salir de discutir el punto con
respecto a quin estaba ayudando a quin. Ria ya haba
demostrado que su obediencia tena un precio, 200 libras ms en
su asignacin.
Slo tena que asegurarse de que no le llevara a la quiebra en el
proceso. Era difcil imaginar una circunstancia ms triste que
contar con su ayuda por un subsidio, nunca haba cado tan bajo.
Aunque no poda adivinar sus pensamientos, Ria vio que l se
mostraba ms divertido. Estaba aprendiendo que, si bien costaba
un poco desestructurarlo, estaba demostrando un espritu ms
singular. "Por qu no quieres que le diga a la seorita Taylor que
le d al seor Lytton rdenes de marcharse? Sabes muy bien que
no ha sido de gran ayuda."
"l ha tenido bastante poco con qu trabajar hasta ahora. No sera
justo. Puede demostrar su vala en Londres."
"No te creo, lo sabes, hay algo ms que no me ests diciendo."
Oeste se encogi de hombros.
"Ciertamente, puedes pensar lo que quieras. No voy a tratar de
convencerte de la verdad."
"Me gustara conocer la sociedad que has mencionado. Estoy
aqu, despus de todo, y es justo que me cuentes, ya que has
accedido a acompaarme a Ambermede."
"No lo he olvidado." Baj sus pies del banco de enfrente y se
enderez en el asiento, acomod el sombrero en su lugar, y luego
decidi que poco a poco le revelara el asunto de los obispos,
tampoco se les deba un juramento de silencio."
Durante casi todo el tiempo que he estado en Hambrick Hall, ha
funcionado la Sociedad de los Obispos. Al igual que Amy y Jane,
tienen sus juramentos de sangre y sus secretos, aunque se trata de
algo mucho ms serio que un pacto mediante una gota de sangre,
en sus secretos est envuelta la sangre misma de todos ellos"
Levant una mano, anticipndose a la pregunta que poda ver
flotando en sus labios. "S, yo s algo sobre eso, y no, no te dir
nada ms".
Ria con fingida indiferencia dijo. "No importa. Slo son chicos
Tengo una vaga idea de las travesuras que pueden perpetrar."
" No, " dijo Oeste. "No tienes idea. Es muy poco lo que puede
atribuirse a travesuras y mucho a la maldad y la crueldad. Son
matones y sinvergenzas.
Puede ser que individualmente no representen una amenaza, pero
como miembros de la Sociedad no actan solos. Se consideran a
s mismos como superiores a cualquiera fuera de su crculo y
admiten miembros slo despus de haber demostrado su vala por
arbitrarias pruebas poco convencionales".
"Su Gracia est describiendo a cualquier miembro de la nobleza."
"Eso crees?" Reflexion sobre sus palabras, y neg con la
cabeza. "No, yo absuelvo a la nobleza de todo el vicio organizado
que los obispos promueven."
Ria se pregunt si eso era del todo cierto. Nunca haba
demostrado ninguna tolerancia hacia las manas y costumbres de
la alta sociedad.
"Nunca has querido formar parte de los obispos?" Pregunt Ria.
Al ver su expresin burlona, defendi su pregunta.
"Es una pregunta perfectamente razonable. Debes admitir que la
envidia mueve a algunos a tratar a otros con desprecio."
"Uvas agrias, quieres decir?"
"S. Uvas agrias."
"Debes juzgar la verdad de esto por ti misma. Nunca tuve el
menor deseo de ser uno de ellos. Una vez le prometieron a Norte
que podra unirse a su sociedad si se acercaba a una adivina en la
feria local y peda verla."
Ria lo mir, tan curiosa que lo interrumpi bruscamente y le
pregunt desconcertada. "Ah s? Verla para qu?"
"Sera incorrecto de mi parte decrtelo."
"Porque eres mi tutor?"
"Maldita sea, Srta. Ashby. Debido a que eres una mujer"
"Si no he entendido mal, tambin lo era la adivina."
Sus ojos se estrecharon, midindola.
"No," dijo finalmente. "No me hars caer en tus redes, sin
embargo debo reconocer que fue un buen esfuerzo."
Ella suspir. "Por lo visto no lo suficiente. No vas a decirme al
menos si el Seor Northam lo hizo?"
"Por supuesto. Incluso invit a Sur, Este, y a m a participar de la
prueba. Luego les informamos de nuestro xito a los obispos y
previsiblemente no cumplieron con su promesa. De hecho,
estaban furiosos porque lo hubiramos logrado. Tuvimos la suerte
de escapar. Queran hacernos dao sin duda alguna".
"Ya veo." Pero no vea nada, no con claridad. "Todava me parece
bastante ms travieso que criminal."
"Y lo fue... hasta el momento en que llegaron a nosotros con
hondas y garrotes."
"Oh."
"Por supuesto. " Se quit el sombrero y seal un punto en el
nacimiento del pelo justo por encima de la sien derecha. "Ves
esa cicatriz, Srta. Ashby? Me la dej un gato azul con ojos de
vidrio verde, debe medir un centmetro de dimetro por lo
menos."
Ella no vea ninguna cicatriz en su crneo, pero no tena ninguna
razn para dudar de su palabra. "Es una suerte, pues, que seas tan
notablemente cabeza dura, ya que de lo contrario podras haber
sido asesinado."
No era exactamente la respuesta simptica que tena la esperanza
de obtener, pero estaba seguro de que era lo nico que iba a
recibir por ahora. Opt por ignorar su descripcin como cabeza
dura y continu. "Entonces comprenders plenamente la raz del
problema."
"Son perfectos rufianes."
Sonri ligeramente ante esta descripcin. "Eso sigue siendo
demasiado amable, pero captura su esencia. Barlough que fue el
arzobispo de la Sociedad durante la mayora del tiempo en que
nosotros cuatro estuvimos en Hambrick se encargaba de cobrar un
impuesto a cualquier persona que quera cruzar el patio o hacer
uso de las reas comunes. Agarraba todo lo que le llamaba la
atencin, y no era lo material lo que ansiaba, ms bien el
sufrimiento que causaba al aliviar a otros de sus posesiones.
Exiga los apreciados soldados de plomo de los nios ms
pequeos, postales francesas de los ms viejos, monedas de los
que tenan poco, y los dulces de Eastlyn".
"Dulces?"
"Pasteles, helado, muffins, tartas. Ese tipo de cosas. Este tena una
afeccin muy grande por los dulces en esos das y reciba una
encomienda de golosinas casi todas las semanas de parte de su
madre. Te puedo asegurar, que se separaba de ellos de muy mala
gana." Oeste no devolvi el sombrero a su cabeza, lo puso en el
banco junto a l. "El tribunal de los obispos una vez oblig a Sur
que robara las preguntas de un examen de historia y se las
entregara. Eso caus un gran revuelo cuando se descubri."
Ria pens en lo que le haba dicho.
Adems del relato descriptivo de las represalias al Club brjula,
no le haba contado nada relevante. "Creo que no ests
dicindome nada. Qu respuesta dieron t y tus amigos?"
Oeste sonri. "Algo ingenioso por supuesto. Les tiramos
melocotones con las hondas, robamos el orinal de Barlough y
pedimos rescate por l, y Sur, manteniendo su esencia, no rob el
examen, sino que se lo aprendi de memoria, y luego recit las
preguntas al tribunal hasta dejarlos sin aliento".
La frente de Ria se frunci. "Me temo que tu inventiva es
exagerada."
"Tal vez si pudieras escucharlo de boca otro, lo creeras", dijo,
encogindose de hombros. "No me considero el mejor narrador,
aunque si te prestas a or el relato de labios de Sur, debes estar
preparada para disponer de varias horas."
Ella sonri, porque no haba ninguna duda por el tono de su voz,
que tena a su amigo en alta estima. "Haces que me arrepienta de
que mi propia educacin se haya limitado al aula de la mansin.
Todo era muy aburrido. Mis tutores e institutrices no me
alentaban a hacer travesuras, y en el mejor de los casos, no haba
nadie ms que los sirvientes para hacerles jugarretas, y eso habra
sido indigno de m."
"Tenley?"
"A menudo estaba ausente. Lo vea realmente muy poco." Ria no
quera explayarse con el tema de Tenley.
"Aunque tu discurso me pareci muy edificante, no alcanzo a
comprender que tiene que ver la Sociedad de los obispos de
Hambrick con la academia de la seorita Weaver. No tenemos
ninguna sociedad como esa en nuestra escuela.
Las chicas forman grupos cerrados que a veces excluyen a las
dems, y aunque eso me desanima y me entristece, no parece
tener el mismo significado que el civismo que motivaba a los
obispos. Al menos, espero que no. Estar muy decepcionada si
ests a punto de decirme que crees lo contrario, y que tienes
pruebas al respecto".
"No tengo ningn conocimiento sobre ese particular."
"Entonces no sospechas que las amigas de Jane hayan tenido que
ver con su fuga de la escuela."
"No." Oeste no pudo dejar de percibir su alivio palpable. "Pido
disculpas. No me di cuenta que tu pensamiento iba en esa
direccin".
"Qu he entendido mal? Pens que estabas advirtindome algo
referente a las nias a travs de la comparacin con la Sociedad
de los Obispos".
"No, en absoluto. Estaba advirtindote a ti sobre la Sociedad."
"Eso no-no tiene sentido", dijo con acento entrecortado. "Qu
tienen que ver los chicos de Hambrick Hall con mis nias, y
particularmente, con Jane?
Es uno de ellos el responsable de su fuga? Puede ser ese acto de
atraer a una joven y convencerla de escapar juntos parte del rito
vicioso que practican con sus iniciados?"
Oeste se inclin hacia delante y tom las manos enguantadas de
Ria entre las suyas, le sostuvo la mirada y habl en voz baja,
obligndola a pasar por alto el continuo traqueteo y los ruidos del
carro, y concentrarse en el sonido de su voz.
"He encarado esto muy mal", dijo. "No fue mi intencin
encaminar tu pensamiento sobre la idea que has mencionado,
porque, en verdad, yo mismo no la haba considerado. Supuse que
cuando Jane hablaba de un caballero correcto, estaba hablando de
alguien que haba llegado a su mayora de edad, no de un colegial.
Cabe pensar que puedes haber dado en el blanco ms que yo"
Ria mir las manos, y luego de nuevo a l. "No ests haciendo
otra cosa ms que dar vueltas. Sabes qu?, s que hay mucho
ms que no me quieres decir. Me gustara que"
"Cada uno de los miembros de la junta de Administradores es un
miembro de la Sociedad de los Obispos."
Ria parpade. Su boca se abri, se cerr y luego se separ de
nuevo....
"Has quedado boquiabierta."
"No lo puedo creer," dijo ella. "Es normal que haya quedado con
la boca abierta."
Al estudiar sus finos rasgos patricios, y no ver rastro de diversin
en la curva de su boca o cualquier seal en las tenues lneas en las
esquinas de sus ojos, Ria se dio cuenta de que hablaba totalmente
en serio. No hubiera podido igualar su gravedad, ni en el tono ni
en la expresin. "Dices la verdad. Yo no podra haber imaginado
esto nunca en mi vida."
"No me crees?" No haba pensado que iba a dudar de su palabra.
l no le haba dado razn alguna para que lo considerara un
mentiroso.
"No. No, no es eso en absoluto. Claro que te creo. Es slo que no
le doy ninguna importancia. No conoces a estos hombres. No
importa que hayan hecho en Hambrick Hall, ya no son aquellos
chicos. Todos ellos tienen una posicin establecida en una
sociedad alejada de la sociedad de su juventud".
Ria desliz sus manos de entre las suyas, ya no necesitaba de su
contacto como contencin, y esper a que se sentara de nuevo.
Observ que lo hizo lentamente, como si no estuviera tan seguro
de que su intervencin no sera necesaria. "No puedes pensar,"
pregunt, "que la madurez y el tiempo eventualmente pueden
influir en el propsito de un grupo de personas como los obispos?
Mira las obras de caridad que han hecho en nombre de la seorita
de Weaver. Seguramente que habla de un cambio en los valores
morales. Me imagino que su compartida experiencia como
obispos de Hambrick les ha proporcionado un vnculo duradero
muy parecido al que disfrutas t con tus amigos."
Oeste no dijo nada durante un largo rato.
"Lamento, pues, haberte alarmado. Mi experiencia con los
obispos fue tan dura, que es difcil no estar preocupado por
haberlos descubierto juntos, sobre todo cuando actualmente sus
intereses tampoco incluyen a los forasteros. Probablemente he
magnificado su conexin a la escuela. Como has dicho, estn
comprometidos en el servicio caritativo y deben ser felicitados
por sus esfuerzos en nombre de los estudiantes."
Ria dijo lentamente: "Es probable que slo sea una coincidencia
que una vez pertenecieran a la Sociedad de los obispos."
"Estoy seguro de que tienes razn."
Se senta menos aliviada de lo razonable. Su capitulacin
inmediata fue algo inesperado. Supuso que gastara su aliento
para convencerla de que sus sospechas estaban justificadas.
"Estos no son los mismos hombres que conociste en Hambrick,
verdad? No dijiste que los obispos provienen de una larga
tradicin?"
"Una tradicin muy larga. Tan larga como la Academia de la
seorita Weaver." La dej pensar en eso un momento y luego
continu. "Pero ests en lo cierto Yo no he conocido a ninguno de
estos hombres en Hambrick."
"Entonces reconoces que existe la posibilidad de que slo los
obispos que conociste pudieran haber sido agresores y
sinvergenzas."
"Si es importante para ti que lo reconozca, entonces lo har."
Ria frunci el ceo. "Ests siendo condescendiente."
"Soy Westphal. Eso me obliga a ser condescendiente."
Ella se apart ocultndose de su mirada con la capucha y mir por
la ventana para ordenar sus pensamientos. La linterna interior del
carruaje transform el vidrio en un espejo negro, y slo vio su
propio reflejo plido, vagamente insustancial.
El carro se mova ms tranquilo ahora que en el comienzo del
viaje. Debe ser a causa de la nieve cada, pens, amortigua las
ruedas y los cascos de los caballos.
"Creo que no te entiendo del todo", dijo en voz baja....
"No hay ninguna obligacin por la que debas hacerlo."
Ella lo mir con recelo. "Sin embargo, no puedo quitarme esta
sensacin de que ests enojado conmigo."
"No lo estoy."
"Decepcionado, entonces. Frustrado".
Ria se detuvo. "Molesto".
"Y si siento alguna o todas esas cosas?
Qu importancia puede tener? Por favor, dime que no has
cambiado tu propio juicio para aceptar el mo. Si eres capaz de
hacer algo as, voy a desposarte con un terrateniente gordo de
medios modestos.
Eso es exactamente lo que te mereceras".
La sonrisa de Ria revel un humor sombro. "Creo que te deleitas
en ser perverso."
Se encogi de hombros, tom su sombrero y lo acomod de
nuevo en su cabeza.
El ala le sombre los ojos mientras se recostaba contra los
cojines. Levant los pies, y los coloc junto al regazo de Ra, y
luego cruz los brazos sobre el pecho cmodamente. "Todava
queda mucho camino por recorrer, Srta. Ashby. Se me ocurre que
me gustara pasar estos ltimos kilmetros en silencio."
Cuando William Fairchild, conde de Tenley, supo que su medio
hermano ya se haba instalado en la biblioteca y que las
habitaciones en el ala norte se estaban preparando para l,
simplemente asinti con la cabeza e inform al primer
mayordomo que deba seguir adelante.
Su impresin, sin embargo, fue visible cuando se le dijo ms tarde
que Westphal lo hizo acompaado por la Srta. Ashby.
Despus de enviar el mayordomo fuera, Tenley cogi uno de los
artefactos egipcios de la repisa de la chimenea, en este caso, una
pequea figura de bronce de un gato y lo arroj con fuerza al
suelo. Como demostrando que no estaba conforme con esa
explosin de rabia, el felino rebot en la alfombra y golpe a
Tenley en la rodilla. Hizo una mueca y mir al resto de estatuillas
en la repisa de la chimenea para escoger una mejor segunda
opcin.
Le tom tanto tiempo hacer una eleccin, que el impulso de
romper algo pas. Tal vez sera mejor, decidi, romper el cuello
de Mara, pues sin duda se lo mereca. El incumplimiento
deliberado de sus deseos, era algo completamente fuera de
cuestin, sin embargo, era precisamente lo que haba hecho. No
le haba prometido que la visitara en la academia tan pronto
como fuera posible? Su esposa haba sido muy buena con l, ya
que haba permitido que Mara acompaara a la familia de vuelta
a Ambermede desde Londres. No poda tolerar la presencia de
Mara sin hacer su vida un infierno, y sin embargo, as haba sido
casi desde el servicio de Abbey.
Tenley agach, cogi el gato de bronce, y le dio la vuelta. Una
esmeralda que haba sido el ojo izquierdo del gato haba
desaparecido. Esta pieza era una de las favoritas de Margaret y
ella iba a notar la ausencia de la misma antes de pasados los
veinte minutos de entrar al saln. No haba nada que pudiera
hacer, pens, devolviendo la estatuilla a la repisa de la chimenea,
uno de los sirvientes tendra que cargar con la culpa.
Oeste estaba observando los tomos de la biblioteca cuando las
puertas detrs de l se abrieron. l inclin la cabeza hacia su
hermano, pero esper a que dijera algo a modo de saludo.
"Ests haciendo un inventario?" pregunt Tenley....
Ignorando el comentario sarcstico,
Oeste respondi amablemente, "Buenas noches, Tenley."
Gruendo suavemente, Tenley cerr las puertas. "Vas a tomar
una copa?"
"No. Pero srvete t, si quieres."
"Por supuesto".
Oeste vio cmo su hermano verta una porcin generosa de
whisky en un vaso de cristal y apretaba el vaso con tanta fuerza
como si hubiera sido una cuerda lanzada a un hombre que se
estaba ahogando. Se le ocurri que no conoca a Tenley lo
suficientemente bien como para especular sobre sus hbitos de
consumo de alcohol, pero tena la esperanza de que slo buscara
el consuelo ocasional en sus copas. No lo culpaba por apegarse al
trago. No haba nada en la situacin en la que se les haba
arrojado que fuera cmodo.
Tenley dio un gran primer trago. "Por lo tanto, ahora que has
venido. Debo informar a mi esposa e hijos que debemos dejar la
casa inmediatamente?"
"Si lo haces, ser porque quieres. Yo no estoy aqu para
desalojarte de la propiedad." Oeste se sinti interesado en
considerar a su hermano como si fuera una cosa palpable. Nunca
se le haba escapado a su atencin que l y Tenley compartan
algunas similitudes y este estudio a distancia de otra persona, era
sin duda algo que tenan en comn.
Oeste se pregunt por qu nunca haba considerado que podra ser
una prctica heredada del duque.
Pensar en ello ahora lo puso vagamente incmodo. Era menos
preocupante reconocer las similitudes de semejanza.
Ellos eran de la misma altura, probablemente del mismo peso, y
ambos posean un perfil parecido: la mandbula bien definida,
nariz patricia, y una frente amplia. A la distancia, con sus cabezas
cubiertas por sombreros, podran ser fcilmente confundidos con
gemelos. Su color era una caracterstica distintiva, obviamente. Su
cabello oscuro tena los reflejos cobrizos de su madre, mientras
que la cabellera de Tenley era igual a la del duque.
Tenley sonri levemente, y Oeste no pudo dejar de percibir el
hecho de que la mejilla de su hermano no tena hoyuelos.
Por otra parte, se dio cuenta de que, a falta de esta caracterstica,
el rictus de los labios de su hermano era petulante en vez de
irnico.
"No has venido para echarnos hoy", dijo Tenley. "Eso es lo que
quisiste decir."
"En serio? Yo no lo creo." Oeste se encogi de hombros. "Me
parece recordar que siempre has insistido en que tienes la razn y
que todo debe hacerse a tu manera.
Supongo que no puede haber mucha diferencia en ordenar que
clase de juegos deben jugar tus amigos y asignar el significado
que para ti tienen los dichos de otra persona aunque no fuera esa
su intencin."
No supuso ningn esfuerzo para Tenley poner frialdad en su
mirada. Sus ojos tenan el color azul de un glaciar desde el
principio. Pensando que podan influir en el resultado de la
temperatura de su sonrisa, no se sinti defraudado cuando en un
momento esta se torn helada. "Qu demonios ests diciendo?"
"No es importante."
Tenley se oblig a pausar para pensar en ello, pero fue directo al
meollo de la cuestin. "Si, como dices, no has venido a darnos el
ultimtum de despedida, entonces qu podemos inferir de tu
presencia?"
"T puedes inferir lo que quieras, pero yo estoy aqu para poner
algunos de mis asuntos en orden. No tiene sentido establecer
alojamiento en otro sitio."...
"Supongo que ya no vas a usar el coto de casa."
"De hecho, s. Slo que se lo prest a un amigo por el momento."
Oeste hizo una pausa para mirar alrededor de la gran biblioteca,
con su techo abovedado y sus yeseras ricamente esculpidas.
"Creo que toda mi casa podra caber en esta habitacin. Ser un
precio muy caro a pagar el tenerme tan cerca, Tenley?"
"Por qu has trado Mara?"
Oeste no dej de percibir el hecho de que su hermano no haba
respondido a la pregunta que le hizo. La respuesta, supuso, era
muy clara. No poda culpar a Tenley por desear que se fuera. Si se
invirtiesen las posiciones, podra muy bien estar pensando lo
mismo.
"Francamente, yo la traje porque no s qu tipo de recepcin
poda esperar. Saba que estaba familiarizada con la propiedad y
podra actuar como gua y mentora en caso de que nadie se
prestara para la tarea."
"Hopper va a encargarse. l es el mayordomo."
"Por supuesto." Hizo una pausa, observando que las puntas de los
dedos de Tenley se haban blanqueado un poco ms cuando l
presion su vaso. "He presumido demasiado invitando a la Srta.
Ashby que me acompaara?"
"T eres el duque ahora. Puede presumir todo lo que quieras."
"Voy a adoptar esa forma de pensamiento con el tiempo, supongo.
Tienes razn."
La sonrisa de Tenley fue sin humor. "Si queras ofenderme, no lo
hiciste. Eso es una pequea observacin que muestra lo poco
adecuado que eres para las responsabilidades que reviste tu nuevo
ttulo."
"No estbamos hablando de responsabilidades. Estbamos
hablando de una cierta disposicin hacia los dems."
"Una disposicin que se lleva desde la cuna."
"Por favor, no me lo recuerdes."
En ese momento, la sonrisa de Tenley se convirti en un tmpano.
"Crees que estoy hablando slo de nuestro padre comn? Te
aseguro que no. Mi madre era la hija de un conde mientras que la
tuya era"
Oeste esper. Cuando Tenley decidi tomar otro sorbo de su
bebida en lugar de terminar la frase, lo hizo por l.
"Aunque mi madre no lo era. Eso es lo que quisiste decir, no es
as? Tu madre era la hija de un conde mientras que mi madre no."
Despus de un largo momento, Tenley asinti. "S," dijo. "Eso es
todo."
"Pens que deba serlo. No puede haber fallas de observacin: es
cierto."
Tenley termin su bebida y puso el vaso hacia abajo. "Podras
haber enviado un mensaje avisando tu intencin de visitarnos,
sobre todo de tu intencin de traer a Mara contigo."
"Eso fue un verdadero problema. Ella no dio ninguna seal de que
no sera bienvenida."
"Le preguntaste?" l no esper que Oeste respondiera. "Cmo
terminaste en su compaa? Has estado en la academia de la
seorita Weaver?"...
Oeste asinti. "Una vez que me enter de que la Srta. Ashby era
mi vecina, pens que una visita a la escuela estara bien.
No poda alejarme de Londres hasta hace unos pocos das."
Tenley hizo un gesto con la mano para indicar el par de sillones
de respaldar alto que formaban un ngulo hacia la chimenea.
Dej que Oeste eligiera uno, y luego tom el otro. No tena
ningn sentido enfrentarse como si fueran combatientes en la sala
del Caballero Jackson. "Cul es tu opinin de la escuela?",
pregunt.
"Mi visita fue breve, pero parece estar cumpliendo su promesa de
educar a las jvenes. No tiene la amplitud de los recursos de Eton
o Hambrick Hall, pero los profesores parecen adecuados para la
tarea y las chicas estn dispuestas a aprender."
"Te diste cuenta de que Padre no aprobaba que Maria
desempeara un cargo en la academia."
"Ella me lo dijo. Pero parece que no lo prohibi, tampoco."
"Era infinitamente indulgente con ella."
"No lo apruebas?"
"No, pienso que debera casarse."
"En mi corta amistad con la seorita Ashby, ella no parece ser
alguien a quien se pueda obligar a hacer cualquier cosa."
"Una larga amistad tampoco alterar su opinin. Ella es
particularmente desatinada."
Los labios de Oeste se retorcieron con irona. "Naturalmente, nos
corresponde al resto de nosotros saber que es lo mejor para sus
intereses."
"Naturalmente."
Aqu haba otra diferencia, pens Oeste.
Su hermano no tena sentido de la irona.
Pareca que Tenley no poda encontrar el humor ni con un mapa y
una brjula.
Era una lstima, de verdad, ya que podra haber sido algo digno
de compartir con l infinitamente ms importante que el tenor de
sus funciones, la anchura de los hombros, o la forma en que
ambos se sentaban con las piernas estiradas longitudinalmente
delante de ellos.
"Hubo algn candidato en particular pidiendo la mano de la
seorita Ashby?" pregunt Oeste.
La vacilacin de Tenley fue breve pero reveladora. "Me parece
recordar que haba un seor Butterfield que aspiraba al puesto. Y
un seor Abbot. No quiso a ninguno de ellos, por supuesto.
Enarbolando la bandera de su independencia." Recordando la
exposicin de Ria durante su viaje a Ambermede, Oeste estaba en
apuros para mantener la risa a raya.
"Creo que ha ledo la Vindicacin de los Derechos de la Mujer de
Wollstonecraft."
Tenley salud este comentario aparte, ansioso de aclarar su
postura en el asunto.
"La cuestin es que ella no es independiente en absoluto. No con
un subsidio que hara que la mayora de los hombres mendigara
tratando de apoyarla."
La asignacin de Ria no era tan grande como eso, pens Oeste,
pero tal vez su hermano le envidiaba el uso libre de los fondos.
"Yo creo que es su deseo de ser independientes. Ella tendr el
control de su herencia en ocho meses."...
"Para desperdiciarla en la escuela. Recuerda mis palabras,
quedar en bancarrota en su afn de proveer para esas chicas."
"Tal vez lo har." Oeste hizo un ademn de indiferencia. "Tal vez
slo est exigiendo el derecho a hacerlo."
"No prevs un problema? Se presentar en tu puerta y te
increpar para que le des la solucin."
"Pagarle a sus acreedores, quieres decir? De alguna manera no
puedo imaginar que lo hara. Qu hay de la junta de
Administradores? No es ms probable que recurra a ellos?"
"Podra, pero eso no significa que no recurriera a vos. La junta le
exige que haga funcionar la escuela con lo que le dan.
No es probable que metan profundamente las manos en sus
bolsillos para socorrerla."
"Oh? Pens que haba una donacin bastante generosa."
"No podra decirlo. Nunca he preguntado. Lo que s es que Mara
parece pensar que nunca hay suficiente dinero."
Oeste decidi no seguir adelante este tema con Tenley. Se dio
cuenta de que su hermano nunca haba tenido la curiosidad
suficiente acerca de la escuela como para ser capaz de responder a
sus preguntas. Eso significaba la ayuda de Ria de nuevo sobre
este tema, algo que haba esperado evitar, ya que ella haba dejado
en claro que no comparta sus puntos de vista sobre los
administradores.
Estaba preparado para preguntar sobre la salud de la condesa y los
hijos de Tenley, cuando la puerta de la biblioteca se abri y Ria
entr, con un nio en el hueco de un brazo y otras dos personas
que trataban de apoderarse de su mano libre.
"Nunca digas que los has trado hasta aqu", dijo Tenley,
visiblemente molesto por la interrupcin. "Dnde est la niera
de James? William? Caroline? Dnde est su institutriz?"
William dej de batear la mano de su hermana menor fuera de Ria
y llam la atencin a su lado. A los seis aos de edad, se sinti
responsable de hablar.
"La seora Burke no se siente bien, padre. Ella est descansando."
"Y la niera de James? Est descansando tambin?"
Ria revolvi el pelo color toffee de William con los dedos, lo que
hizo que el mechn color calabaza que haba acomodado antes
volviera a caer sobre la frente.
"La niera de James ha ido a la cocina para preguntar acerca de la
cena de los nios. Es de la opinin de que es tarde, y cree que es
probable que se mueran de hambre si las bandejas no se
suministran puntualmente." Mir a Caroline esperando la
confirmacin, con los ojos alentadores. La nia ofreci un gesto
ms bien incierto, ojos azul plido como dardos entre Ria y su
padre. "Oh, debes ser ms sincera en tu enfoque, Caro, de lo
contrario tu pap va a pensar que te he puesto en su contra."
"Creo que de todos modos", dijo Tenley.
"Ya sea que te apoyen o no, debes llevarlos de vuelta a la
guardera y ver que se queden all. Encuentra una de las criadas
para que se quede con ellos hasta que la niera vuelva de la
capilla."
Oeste pens que Ria pareca ms decepcionada que sorprendida
por el presente edicto, aunque incluso esa emocin fue ocultada
tan rpidamente que los nios no pudieron verla. l le dio la
mxima puntuacin por no hacer ningn comentario. Si hubiera
manifestado una demostracin de afecto entre cualquiera de las
partes, habra sido incmodo en extremo. Sin embargo, a su pesar
tampoco hizo una presentacin formal de los nios, algo que
Tenley pareca reacio a hacer l mismo....
"Son nios guapos," dijo Oeste cuando Ria los hubo sacado de la
habitacin.
"Eres un hombre afortunado, Tenley."
"Entenders si las actitudes y acciones del difunto me hacen
pensar lo contrario."
Oeste asinti dbilmente. "Lo que lo oblig a hacerlo?"
Tenley se encogi de hombros. "Me lo he preguntado un centenar
de veces desde que cay en su lecho de muerte. Tal vez creas que
fue una pelea lo que me puso en desgracia con l, pero eso no fue
el caso.
Estaba distante en los ltimos tiempos.
Pens que era por el hecho de comprender que se estaba
muriendo, y no poda juzgarlo por estar as. Sin embargo, no
poda prever que sus reflexiones nos conduciran a este paso. T,
el duque, yo, el cambio de circunstancias".
"T sabes que yo no ped esto."
"Por supuesto que lo s. Te imaginars que me importa un
comino? Lo hecho, hecho est. Te dir francamente que he
preguntado a los abogados por la legalidad del asunto, pero parece
que fue cuidadoso en su documentacin, el Sr. Ridgeway me ha
informado que todo est en orden y no hay nada que hacer con
respecto a los deseos del duque excepto llevarlos a cabo ".
Y eso es lo que estaban haciendo, supuso Oeste: analizando sus
palabras con cuidado. No haba amor entre ellos, pero no poda
ser de otra manera. Ellos nunca se haban conocido, salvo en una
especie de forma remota. "Ha sido angustioso para tu esposa?"
"Pena es lo que se siente cuando se lleva la sopa fra a la mesa.
No hay palabra que describa adecuadamente su estado de nimo
ahora que hemos llegado a este paso."
Este comentario podra haber sido elevado al nivel de una broma
si Oeste no hubiera sabido que su hermano no tena sentido del
humor. l igual la gravedad de Tenley. "Siento tener que orte
decir eso."
Los labios de Tenley haban comenzado a formar una respuesta
que fue interrumpida por el regreso de Ria. l no se levant al
entrar en la habitacin, pero le dirigi su mirada azul glacial. "Eso
que hiciste fue indigno de ti, Mara, traer a los nios aqu. Sabe
que yo no puedo soportar ese tipo de interrupcin. No voy a
permitir que fomentes"
"Perdname, Tenley," dijo con un poco de esfuerzo en la
contricin. "No puedo imaginar en que estaba pensando."
"No estabas pensando. Ese es precisamente el problema. Sabes
que yo no comparto tu idea de que los nios deben estar
enredndose bajo los pies."
"Esa no es mi idea. Simplemente creo que deberan estar fuera de
la guardera en ocasiones y"
"Lo estn. La niera y la seora Burke suelen llevarlos al jardn."
"No se me permiti terminar. Tambin creo que deberan estar en
la compaa de sus padres."
"Por qu? Sera completamente aburrido."
Tuvo la tentacin de preguntar si se refera a s mismo y Lady
Tenley o sus hijos.
Pensndolo mejor, dijo: "Eso demuestra el poco tiempo que pasas
con ellos."...
"Yo no lo niego."
Oeste escuch este intercambio con creciente asombro, a pesar de
que se esforz por no revelarlo. Haba escuchado a Sur y su
hermana Emma lo suficiente para reconocer el combate que
formaba parte de ser hermanos. Si no fuera el tema de los nios
que los haba llevado al desacuerdo, hubieran encontrado otra
cosa. La tomadura de pelo que a menudo estaba presente en las
peleas que observaba entre Southerton y Emma no exista aqu,
pero decidi que era porque Tenley no tena la capacidad de rerse
de s mismo.
Tampoco era posible dejar de percibir que haba cierta tensin
entre ellos. Se sugera en la leve rigidez de la expresin de Ria y
la tensin en los ojos y la boca de Tenley. La causa no era tan
fcil de discernir, pero Oeste estaba desarrollando una hiptesis
que quera poner a prueba en el futuro. Si tena razn, debera
recorrer un largo camino para explicar cosas que no entenda en
ese momento.
Oeste ofreci a Ria su silla, pero ella eligi el sof en su lugar.
"Yo no quera interrumpir su charla."
El labio superior de Tenley se curv.
"Sin embargo, lo has hecho dos veces. Aun as, es preferible a
tenerte escuchando tras la puerta."
"Yo no escucho tras las puertas."
Oeste tosi educadamente en su puo.
"Ests seguro de que no quieres tomar algo?" pregunt Tenley.
"Gracias, pero no. No es nada."
Tenley se encogi de hombros y se levant. "Si me disculpan.
Voy a preguntar por mi esposa."
Oeste asinti con la cabeza y no dijo nada hasta que Tenley
estuvo fuera de la habitacin. "Crees que va a tomar tu ejemplo y
presionar la oreja a la puerta?"
"Desleal", dijo Ria. "Lo hice una vez y me arrepiento de todo
corazn por ello. Ojal no lo hubiera dicho."
"Probablemente no deberas haberlo hecho. Es el tipo de cosa que
yo probablemente saque a relucir una y otra vez."
l levant la mano, aplazando su respuesta. "Dime por qu lady
Tenley no nos ha recibido an."
"No puedo decir por qu no nos ha dado la bienvenida, aunque si
tuviera que aventurar una conjetura, sera que la noticia de mi
llegada la ha puesto directamente en su cama."
"Ella no es una admiradora tuya, sospecho."
"No."
"No mencionaste esto cuando te ped que me acompaaras a
Ambermede."
"Tu recuerdo est en desacuerdo con el mo. No recuerdo que me
lo hayas pedido."
"Muy bien. Cuando insist en que me acompaes. Satisfecha?"...
Despus de haber aclarado su punto de vista, Ria asinti
serenamente. "Mis opiniones no cuentan. Cmo iba a saber que
reaccionaras as?"
"No me entiendes. Yo no he dicho que habra alterado el
resultado, slo que me hubiera gustado saber. La sorpresa est
muy sobrevalorada."
"Voy a recordar eso."
Oeste inclin la cabeza una fraccin.
"Perfecto. Ahora, dime por qu lady Tenley no est entre tus
admiradores. Deben conocerse bien de pasada. T todava estabas
en la casa cuando Tenley se cas."
Ria retuvo el aliento y lo dej escapar lentamente. "Creo que Su
Excelencia sabe la respuesta. No es necesario que lo diga en voz
alta."
"Entonces lo har yo, slo por el hecho de exponer el asunto
claramente ante nosotros." Se detuvo un instante y luego dijo. "Es
porque Tenley est encendido de pasin por ti."
Captulo Seis
"Encendido de pasin por m?" Por una vez, Ria no trat de
ocultar su diversin.
"Eres tal como te describes un romntico".
"Y t ests tratando de evadir el tema. Tenley est enamorado de
ti."
Ria se puso seria. "Puedes imaginarlo enamorado de m? Slo
soy un viejo hbito, una costumbre difcil de romper, como
ponerse el zapato izquierdo primero. Ha pasado mucho tiempo
desde que se acerc a su padre para pedir mi mano.
Yo slo tena diecisis aos".
"El duque consider que eras demasiado joven?"
"No lo s. l no habl de ello conmigo. Tampoco Tenley. Slo
supe de su intencin cuando pidi mi mano a su padre de nuevo al
ao siguiente. Esta vez, cuando el duque lo rechaz, l vino a m".
"Y le diste las gracias por el honor de su propuesta, etc."
"Algo as, aunque espero que no haya sonado tan superficial. Me
gustara pensar que tuve compasin por su situacin y cierta
sensibilidad hacia sus sentimientos".
"La verdad de Dios, espero que no. Los hombres no quieren
mujeres que sientan lstima por ellos, eso es completamente
decadente. Un puetazo duro en el corazn una vez y listo.
Podemos recuperarnos de eso. Lo otro es una tortura".
Ria mir a Oeste, analizando lo serio que estaba. "Eso es
extraordinario. Realmente piensas de esa manera?"
"S lo hago".
"Hablas por experiencia propia?"
"No, pero es lo que quisiera para m. Y creo que puedo asegurar
que es lo que desearan mis amigos. Pero yendo al punto, tu
respuesta fue lo que le hizo cambiar sus intenciones para contigo
o simplemente lo espantaste al explicarle cuales eran tus
sentimientos por l?"
"Lo ltimo."
Oeste levant una ceja para enfatizar su idea. "Bueno, ah lo
tienes."
"Tenley es como un hermano", dijo.
"S, ese es mi punto de vista tambin. Ustedes estn ms en el
camino de los hermanos que de los amantes".
Ria se sonroj hasta las races de su pelo pero se las arregl para
dar un vistazo a Oeste. "Algo muy apropiado, ya que est
casado".
"Esa es mi opinin, tambin. Creo que estabas en lo correcto
sobre l, Tenley slo imagina que est enamorado de ti. Cmo te
describiste? Una vieja costumbre, un hbito difcil de romper?
Algo acerca de un zapato izquierdo?"
"S. Eso es lo que dije."
"Eso no debe de caerle muy simptico a la condesa. Ella no puede
estar ajena a la corriente subterrnea que existe entre t y su
esposo".
"No hay ninguna corriente subterrnea."
"Te pido perdn, maldita sea, este asunto es como las aguas
revueltas de un rpido. Pens que iba a perder mi equilibrio y ser
succionado por el remolino. Tenley te trata como a una hermana,
pero no ha sido capaz de pensar en ti como una". Oeste vio que
Ria estaba rumeando algn pensamiento que le haca morderse el
interior de la mejilla. Se aventur a lanzar una conjetura que
explicara el tenor de sus pensamientos.
"Tal vez el comportamiento de Tenley hacia ti no siempre ha sido
tan fraternal. Es as?"
Ria dej de mordisquearse la mejilla, pero no dijo nada.
"As que no ha cejado en su bsqueda. Ha tratado de forzarte de
alguna manera?"
"No!"
"Te ha comprometido, entonces. Te ha incomodado con sus
atenciones?"
Sus ojos se deslizaron por encima de Oeste para mirar a un punto
por encima de su hombro. Consider lo que podra decir, pero
decidi no responder.
"No te preocupes", dijo. "Tu silencio es ms que elocuente."
"Mi silencio no es una respuesta. No asumas que sabes lo que
significa."
"Por supuesto." A pesar de que su tono fue bastante agradable, no
daba a entender que haba cambiado de opinin. "Tu llegada a la
biblioteca, acompaada por los nios, comienza a cobrar un
sentido diferente. Creo que queras hablar con Tenley pero no a
solas. Los nios eran un escudo innecesario, ya que yo ya estaba
con l. Te salv de estar sola, pero tampoco pudiste hablar con l
claramente".
"Tienes una idea picante de lo absurdo."
Oeste sonri. "Voy a atesorar eso."
"Tonto".
"Tal vez, pero los tontos no siempre estn equivocados. De hecho,
en calidad de observadores de la comedia humana, es posible que
no tengamos competencia".
"No entiendes que es un insulto?"
"As es, pero no pareces tener el don para que surta efecto."
"Tendr que esforzarme, entonces."
La sonrisa de Oeste se suaviz. "No te gustaran las
consecuencias por tocar mi centro sensible." Vio que su
advertencia, ofrecida con total sinceridad, logr que la barbilla de
Ria se elevase un poco.
"Yo no estaba lanzando un desafo", dijo.
"Perdn, no lo tome como tal." Indic la puerta detrs de ella con
un movimiento de su mano. "Tenley volver dentro de poco,
sospecho, y muy probablemente con su esposa. Sugiero que
utilices este tiempo para decirme que es lo que puedo esperar de
este encuentro".
Ria reacomod sus pensamientos rpidamente. "Margaret ser
toda amabilidad.
Su ausencia hasta el momento es altamente inusual y debe haber
sido influenciado por mi presencia. No existe ninguna aversin
hacia ti".
"En serio? Ella me tiene en alta estima?, nunca hubiera podido
imaginarlo siquiera."
"A riesgo de punzarte en tu centro sensible, lo ms probable es
que le tenga ms estima al ttulo que a ti. Margaret es
absolutamente prctica".
"Me siento aliviado de escucharlo."
Ria suspir audiblemente, inexplicablemente aliviada por no
haberlo insultado. No poda predecir cmo reaccionara. A decir
verdad, ya no estaba segura de cmo reaccionara ella misma.
"Ella va a ser corts conmigo," dijo Ria. "Pero eso slo ser
mientras estemos frente a ti, despus me evitar todo el tiempo, y
si no puede, yo la evitar a ella".
"Te ve como una amenaza para su matrimonio?"
"S, pero no le he dado ninguna razn para que deba
preocuparse."
"Pero Tenley lo ha hecho."
"No puedo asegurarlo. No estoy al tanto de qu clase de
conversacin mantienen. Todo lo que s es que desde el principio,
he sido considerada como sospechosa."
"Ella es celosa por naturaleza o por las circunstancias?"
Ria no entendi, y su desconcierto se mostr claramente en sus
ojos expresivos.
"Tendrs que explicarme que quieres decir con eso.
"Algunas personas son celosas en su esencia misma, quieren lo
que no tienen, simplemente porque no lo tienen, y rara vez
necesitan otra razn. Tambin hay celos que se suscitan por el
temor de perder algo que han conseguido. Celos circunstanciales,
si se quiere".
"Entonces Margaret encaja en el ltimo caso. No es celosa por
naturaleza, sino por miedo de que Tenley le sea infiel."
Con razn, pens Oeste, pareca que su hermano tena algo ms
de su padre en l.
"Tenley dice que ella se angustia fcilmente."
"Tiene razn. Sus nervios estn tensos, y se requiere muy poco
para alterar su equilibrio, sin embargo, no fue siempre as".
"Te fuiste de Ambermede poco despus que Tenley estableci su
residencia con su condesa."
"S, pero yo estuve completamente de acuerdo."
"Westphal y Tenley no te apoyaron, sin embargo, te apoy la
Seora Tenley?"
"Ella..." Ria paus, buscando las palabras correctas. "Me alent a
hacerlo".
"Y te has mantenido al margen desde entonces?"
"No. Tu padre resida en Ambermede durante al menos cuatro
meses al ao, por lo que nunca dej de visitarlo. Sin embargo, he
preferido ir a Londres cuando el duque estaba all y Tenley no.
Tengo un gran afecto por los nios que Margaret no me envidia,
no desconfa de mi cario hacia ellos." Los hombros de Ria
suban y bajaban con sus suspiros. "Muchas veces he pensado que
si Tenley reconociera lo que sea que siente por m, Margaret y yo
podramos considerarnos como algo cercano a dos amigas".
"Algo parecido a dos amigas?", pregunt. "Por qu no amigas?"
"Porque la amistad que podramos disfrutar siempre sera
ensombrecida por las dudas y los temores. Acepto que, tambin
est la cuestin de los diferentes intereses. Margaret disfruta de
actividades que se consideran totalmente femeninos, mientras que
a m me entusiasma embarcarme en empresas que"
"Eso pellizca los lmites entre los hombres y las mujeres?"
pregunt Oeste con inflexin irnica. "S, estoy empezando a
apreciarlo".
"Eso es probablemente lo mejor," dijo ella, ignorando su
sarcasmo. "Nos ayudar a tratarnos bien mientras estemos
juntos."
Oeste lo dudaba, pero no ofreci esa opinin. "Estoy a favor de
pellizcar los lmites", dijo, levantndose de su silla.
Cerr la distancia hasta el sof de dos zancadas giles y cay
sobre el cojn a su lado. La sorpresa la mantuvo inmvil el tiempo
suficiente para permitir que l pusiera su brazo en el respaldo
curvo y cerca de sus hombros. "Vas a confiar en m?"
"Por supuesto, pero"
Oeste saba que eso en s era una respuesta. No importaba lo que
ella agregara para terminar la frase, ninguna otra palabra podra
negar lo que haba dicho antes.
Lo acept como una afirmacin y se volvi ligeramente hacia
ella, dejando caer un brazo en la espalda para abrazarla por los
hombros, y rodearle la cintura con el otro. La atrajo hacia s, tan
rpida y fuertemente que no pudo contrarrestarlo.
Sus brazos estaban atrapados apretadamente a sus lados, y cuando
ella se tens en reaccin, se limit a pegarla al ras de su cuerpo.
Vacil una fraccin de segundo, con la cabeza inclinada hacia un
lado, luego baj su boca a la de ella. "Confa en m ", dijo de
nuevo, con su voz convertida en un susurro ronco e intenso.
Luego sus labios la cubrieron.
Oeste se dio cuenta de que en su mente, se dispar una
advertencia. Este beso era ms intenso que todos los que
recordaba, ms dulce, ms voraz, ms profundo, ms codicioso y
su reaccin fue tan inesperada como inoportuna. No tena la
intencin de romper su promesa de no volver a caer en la misma
trampa una segunda vez, pero...
De todos los planes mal concebidos...
Ese pensamiento parpadeaba en su mente como la llama de una
vela atrapada por una corriente de aire, sacudindose
salvajemente. No poda estabilizarla, sin embargo, se
extinguira? Cerr los ojos con fuerza y la bes con ms urgencia,
escuchando esa alarma fuera de s que le deca que se detuviera,
sabiendo que l no quera hacerlo.
"Oh!" Margaret Warwick Fairchild,
Lady Tenley, entr en la biblioteca delante de su marido, saba
que la visin de la pareja en el sof estaba libre de toda
obstruccin, debido a que la altura del espaldar no era suficiente
como para resguardarlos.
Dese poder mirarla y calibrar su reaccin a lo que estaban
viendo. Estaba segura de que estara luchando para poner una
mscara de indiferencia en su rostro.
Oeste no permiti que Ria rompiera el abrazo con una actitud
culpable. Levant la cabeza lentamente, la sujet mientras le
lanzaba una mirada larga y significativa y una sonrisa pcara, y
luego volvi a colocarle la mano en la cintura. Mantuvo su brazo
alrededor de sus hombros, mientras su cabeza giraba en direccin
a la puerta.
"Parece que estamos atrapados", dijo con mucha sangre fra. "Eso
fue inesperado."
Ria saba que era una mentira, pero no porque lo oy en su voz.
Esos tonos cuidadosamente modulados no revelaban nada. Ella
sospechaba que l haba odo a Tenley y Margaret acercarse antes
de que giraran la manija de la puerta. l tena la intencin de ser
atrapado.
Lady Tenley se llev una mano a la boca para ayudarse a reprimir
una sonrisa.
"Las disculpas son innecesarias, creo." Corri hacia el sof
cuando Oeste acomod a Ra sobre el silln y se puso en pie.
"Usted debe estar esperando obtener cierto grado de privacidad en
su propia casa. Despus de todo, la mansin es ahora suya, no es
as?"
"No dramaticemos", dijo Oeste amablemente. "Yo s que soy el
intruso, y t eres muy amable al hacernos sentir bienvenidos".
Ria observ que Margaret apenas poda dar crdito a cmo
transform drsticamente una velada reprensin en una tcita
disculpa, y disolvi su expresin de disgusto volvindola
caritativa. La diferencia era tan sorprendente que Ria parpade,
esto era algo ms de lo que poda haber previsto, y ella saba muy
bien que Margaret no slo estaba respondiendo al ttulo del
hombre frente a ella, sino al hombre mismo. Arriesgando una
mirada de reojo a Oeste, no pudo discernir si la reaccin de
Margaret era fuera de lo normal, sin embargo, estaba bastante
segura de que esto era una experiencia nueva para l.
Ria acept la mano de Oeste cuando se lo ofreci y le permiti
que la ayudara a ponerse de pie y trat de no mostrar su alivio
cuando l mantuvo entre ellos una distancia perfectamente
respetuosa. Le solt las manos y se volvi entonces hacia
Margaret, que lo miraba con una sonrisa que esconda una
pregunta. Ria fue la primera en responder pronta el interrogante.
"Margaret", dijo en voz baja. "Lamento haberme impuesto a tu
hospitalidad. Espero que aceptes mis disculpas por no haber
podido dar aviso de nuestra llegada".
Lady Tenley acept el reto y ofreci una paz pblica. "No hay
necesidad de disculpa alguna. Creo que todos comprendemos que
nuestras nuevas circunstancias requieren una cierta flexibilidad de
pensamiento y accin. No se requiere ningn aviso. Somos una
familia, no es cierto? No existe la imposicin".
Ria pens que el tono de Margaret podra haber sido un poco
menos fresco, pero hizo un buen esfuerzo, y eso era tal vez un
buen comienzo. Se prometi a s misma que no lo tomara en
serio si se enterara ms tarde de que Margaret caa en la cuenta de
su actitud y lo tomaba de mala manera.
Margaret puso la mano sobre el antebrazo de su marido y le alis
la manga de la levita negra.
"No tienes nada que desees aadir, mi seor?"
"Yo ya les he dado la bienvenida", dijo Tenley. Sus ojos se
movieron entre Ra y Oeste, y luego descansaron en su esposa.
"Por qu nadie ha anunciado la cena?"
Ria se retuvo de hacer una observacin burlona. Tenley estaba
irritado, y ella deseaba ser la aguja que lo pinchara en ese
momento. Pero pensndolo bien, no sera prudente provocar un
clima incmodo para la cena.
Margaret le ofreci a Tenley una sonrisa indulgente, ignorndolo,
y dirigi a Ria y Oeste la conversacin, preguntando acerca de su
viaje, desde Londres, sobre la academia, su salud y, finalmente, el
clima.
En el momento en que se sentaron a cenar, ella les haba hecho
fcil mantenerse en silencio, excepto a Tenley, que aunque haba
dicho poco le otorg el privilegio de agradecer los alimentos.
La cena consista en sopa de patata ligeramente sazonada, pan
caliente, de gruesa corteza, y trucha al horno. Un men muy
satisfactorio para esas horas tardas y Lady Tenley estuvo
encantada de aceptar los cumplidos de Oeste para el cocinero.
La conversacin volvi a trancas y barrancas. Poltica. Teatro.
Libros. Arte.
Por mutuo acuerdo tcito, evitaron el tema de cualquier cosa que
pudiera ser interpretado como personal, y muy especialmente la
cuestin sobre el beso interrumpido. Ese tema qued en suspenso
hasta que los sexos se dividieron despus de la comida: Oeste y
Tenley se quedaron sentados a la mesa para beber una copa de
oporto, Ria y Margaret se excusaron y avanzaron hacia el saln.
Ria poda admitir francamente que tema estar a solas con
Margaret. Su patrn habitual tras la cena era dejar el comedor
juntas y encontrar inmediatamente diversiones independientes.
Cuando no tenan ms remedio que compartir la misma
habitacin, se dedicaban a quehaceres solitarios como bordar o
coser, y la conversacin entre ellas era escrupulosamente educada
e insustancial.
Lady Tenley era una feroz guerrera, un hecho que a menudo
pasaba desapercibido para las personas que la conocan poco.
Su delicada apariencia, como de mueca, su tez de porcelana, el
mentn pequeo, y los rasgados ojos aguamarina servan para
mostrar un aspecto sumiso, que revelaba de alguna manera un
carcter carente de espritu, tal vez incluso indeciso, y que estara
mejor envuelta en algodones. Pero nada ms era una ilusin. Ella
era, de hecho, de ideas firmes, protectora de la familia, impaciente
con la incompetencia, y no soportaba a los tontos. Esos rasgos
delicados podran convertirse en adustos, incluso arrogantes,
cuando se senta amenazada, y tena una forma de imponerse que
haca que su diminuta estatura fuera irrelevante.
"Vas a darme explicaciones, espero," dijo Margaret, una vez que
estuvieron solas.
"Te estabas ofreciendo a l, o l a ti?
No me he imaginaba que podras ser tan falta de sentido comn".
Ria suspir. "No puedo disfrutar de un capricho?"
"Un capricho? Sers afortunada si Tenley no te hace marchar
hacia el altar."
"Cmo es eso de ser afortunada?"
"Seguramente sabes que ese tipo tiene una cierta reputacin."
"Lo que s es que no lo ests llamando por su nombre. l es
Westphal, no un tipo, Margaret, y cualquiera que sea su
reputacin, ser reevaluado a la luz de eso".
"l es tu tutor. No debe aprovecharse de ti."
"Y no lo ha hecho ", dijo Ria con firmeza. Apenas lo dijo se dio
cuenta de la admisin de su confusin a Margaret.
El tenor de esta entrevista no era lo que ella haba esperado.
Dnde estaba el alivio que le otorgara el que el afecto de
Margaret estuviera comprometido en otros lugares? Haba visto
a travs de la farsa de Oeste, o se limit a sentir, queriendo
convencerse? "Me gusta mucho, Margaret, pero no hay que
preocuparse de que me haya comprometido, no traer la
vergenza sobre la familia".
"Westphal podra no compartir tus escrpulos."
"Eres demasiado dura." No haba ninguna razn para que
Margaret supiera sobre el arma que llevaba, o de su incursin a
sus apartamentos privados, o su insufrible prepotencia. "Ha sido
siempre amable y decente".
Los ojos de Margaret se agudizaron mientras consideraba esto.
"l no es Tenley", dijo al fin.
Ria frunci el ceo. "No lo entiendo. Qu quieres decir con
eso?"
"l no es tu hermano, " dijo Margaret.
Su pausa fue inusualmente larga mientras sopesaba sus palabras.
"No quiero ser desagradable abordando este tema, pero debo
sealar que no puedes satisfacer tu afecto por Tenley
sustituyndolo por su hermano".
Qu poda decir que sonara creble? se pregunt. Negar que no
tuviera ningn sentimiento ilcito para con Tenley, ms all del
que una hermana tiene por su hermano, pareca poco probable que
convencer a Margaret. Si Ria necesitaba pruebas de la
profundidad de los sentimientos de Margaret para su marido, las
tena ahora. Margaret no poda concebir que una mujer eligiera a
otro hombre sobre Tenley.
Adems pareca inapropiado discutir los sentimientos de Tenley.
Aunque Ria saba que Margaret era consciente de los sentimientos
de su marido, tambin saba que Margaret tena demasiado
orgullo para admitirlo en voz alta.
Decidi que haba una sola direccin que podra tomar, y esa era
Oeste. Ni el juego de palabras, ni la realidad la divertan.
"Vas a pensar que soy una desvergonzada, " dijo lentamente,
como si las palabras salieran de ella contra su voluntad. "No he
conocido demasiado a Su Gracia, pero soy plenamente consciente
de que su existencia se menciona raramente en esta casa, pero
desde el principio ha sido como si nunca hubiera dejado de
tratarlo. Tal vez tengas razn, y es la semejanza de porte y la
manera de actuar que comparte con Tenley lo que hace parecerlo
as, pero no creo que sea tan slo eso. Lo que siento por l en mi
corazn supera todo lo que he conocido. No puedo decir si se trata
de amor, slo que creo que podra serlo, porque mi corazn
tropieza cuando est en la misma habitacin que yo, y mi
pensamiento se dispersa como la semilla silvestre en el viento. Es
irritante y arrogante y siempre cree estar en lo cierto, sin embargo,
yo le perdono todo, no porque quiera hacerlo, sino porque no
puedo dejar de hacerlo".
"Oh", dijo Margaret en voz baja. Se sent en el sof, en el borde
como una reina.
"Nunca le perdonaste a Tenley esas cosas."
Ria fingi pensar en eso. "No, no lo hice. Nunca lo he hecho.
Qu piensas de eso?"
"Cuando Tenley me cortejaba, lo perdon esas cosas tambin."
"Entonces el impulso pasa," dijo Ria. "Eso, al menos, es bueno."
La expresin de Margaret se suaviz con una sonrisa delgada. Su
mirada fue ms all de Ra hacia la repisa de la chimenea, donde
vio que al gato egipcio le faltaba uno de sus ojos de esmeralda.
"An sigo perdonndole sus transgresiones."
Ria asinti. "Lo amas."
"S".
"Es amor, entonces, lo que yo siento por Westphal?"
"Creo que podra serlo."
Ria suspir profundamente y se sent.
"Me tienes que dar consejos, Margaret, porque yo no tengo idea
de cmo seguir de ahora en adelante".
Oeste tena el sueo ligero. Le sirvi bien durante la campaa
espaola cuando tena que tomar su descanso donde quiera que
pudiera encontrarlo.
Una vez se haba metido en una grieta en la roca y se despert
ante la proximidad de una patrulla francesa a un centenar de
metros de distancia. Haba dormido acurrucado en el suelo
hmedo de una bodega y se haba despertado por el sonido de un
corcho saltando por la presin de una botella. Haba pasado una
noche memorable de espaldas en la cama de una prostituta,
parndose al instante cuando ella desenvain una daga de debajo
de su cors.
Nunca se preocup por no despertarse.
Siempre lo haca.
Por eso se sorprendi cuando se puso recto y Ria dijo, "duermes
como los muertos."
No le fue posible orientarse de inmediato, simplemente la mir
parpadeando.
Estaba de pie a su lado iluminada por una vela y la llama
vacilante pona reflejos en su mejilla y la parte inferior de la
barbilla. Sus ojos lo observaron desde la sombra, hacindolos
increblemente oscuros, casi como si llevara una mscara en la
mitad superior de su cara. Su bata de franela cepillada estaba
apretada alrededor de su cintura, pero la apertura de su cuello
revelaba el blanco escote del camisn y el hueco de su garganta.
La llama de la vela parpadeaba vacilante otra vez, y Oeste se dio
cuenta de que era a causa de que Ria cambiaba su peso de un pie
al otro en el mismo lugar, y fue lo suficientemente curioso como
para apoyarse sobre el borde de la cama y echar un vistazo.
"Dnde estn tus zapatillas?", pregunt.
"Eso es todo lo que tienes que decirme? He venido a tu
habitacin en medio de la noche, y slo preguntas por mis
zapatillas?" Se qued inmvil por un momento.
"Admitirs que es de lo ms curioso."
Gimiendo suavemente, Oeste cerr los ojos y se apoy
pesadamente contra la cabecera de la cama. Se pas una mano por
el pelo antes de correr el riesgo de abrir un solo ojo. Cuando
confirm que ella segua all, que bajo ningn concepto era este el
resultado de compartir demasiado oporto con Tenley, hizo un
balance de la situacin y encontr que a pesar del sentido comn
y la decencia, ni por un momento poda pensar en lo que podra
decir para impresionarla.
"Maldita sea, maldita sea."
Ria sacudi su cabeza y la plida trenza de pelo que caa sobre sus
hombros se acomod sobre su espalda.
"Normalmente no soporto que se digan maldiciones", susurr.
"Pero has capturado la esencia de mis propios pensamientos".
"Oh, bueno," dijo secamente. "Es un alivio saberlo. Yo tena
mucho miedo de no comprender el funcionamiento de la mente de
una mujer. Descubrirlo hoy, a esta hora, nada menos, bueno,
puede ver que estoy sobrecogido por la noticia".
La boca de Ra expres desaprobacin.
"Veo que te refieres a ser insoportable."
"T crees que existe alguna otra manera que debo adoptar?" le
pregunt con frialdad. "Me gustara saber cul es.
Vienes a medianoche. Ests aqu sin invitacin. Tenley y su
esposa duermen a un tiro de piedra de mi dormitorio.
Ambos tenemos puestos nuestros camisones. Y esto puede ser
el factor ms relevante, no hay ningn maldito incendio! No se
puede concebir que existir un mejor enfoque, quin sabe si no
tenemos que marchar hacia el altar como consecuencia?"
Ria se volvi ligeramente y se sent, enganch el candelabro en el
borde de la cama. "Ojal hubiera estado tan lcida cuando
apareciste en mi habitacin en la escuela. La situacin no era muy
diferente, aunque creo que podra haber evitado el matrimonio. La
consecuencia ms probable de haberse descubierto habra sido mi
despido. Entiendo que no consideraste eso como un final tan
trgico como el matrimonio, pero hubiera sido de igual
importancia para m".
De no haber estado sentada, Oeste hubiese considerado la idea de
plantar el pie con fuerza contra su trasero. Pero lo pens mejor y
se apacigu.
Ria capt el movimiento bajo el edredn y dijo con acento
ligeramente acusador,
"Ibas a empujarme hacia el suelo".
"Iba a empujarte fuera de la cama. Independientemente de cun
lejos estuviera el suelo de ti."
Ella apenas poda dar crdito porque no mintiera acerca de su
intencin. "Eso es algo, al menos."
La frente de Oeste se frunci.
"Perdn?"
Ria no se dio cuenta que haba hablado en voz alta. "No es nada.
Slo estoy meditando."
Oeste decidi que era mejor dejarlo pasar. Suspir. "No vas a ir
al grano? Por qu ests aqu?"
"Cmo es que no lo sabes?" pregunt ella. "En verdad eres
responsable. Es que en la biblioteca no se ha promulgado el
edicto de que debes poner las cosas en orden?".
"Poner las cosas en orden? Qu es lo que est mal? Pens que
todo estaba muy bien. Tenley est resentido, y Margaret aliviada.
Mi hermano se recuperar pronto de su corazn herido, y
Margaret ser menos inflexible. Ella fue toda cordialidad durante
la cena. Creo que el beso ha sido un xito".
"Margaret fue agradable durante la cena, para que no percibieras
que se senta descompuesta por tu presencia all. No comprendes
que mientras exista la esperanza de que estuviramos apegados el
uno al otro, ella segua reservndose el juicio. Una vez que
estuvimos solas en el saln, me desafi. Al principio no saba que
es lo que realmente buscaba, entonces me di cuenta de que quera
ser convencida".
"Convencida?"
El corto suspiro de Ria comunic su impaciencia. "Convencida de
que ya no tena sentimientos afectivos por su marido. Convencida
de que no me prestaba a tus avances, simplemente porque eres el
hermano de Tenley. Convencida de que no iba a estar en peligro.
Convencida de que mis sentimientos estaban profundamente
comprometidos. En resumen, convencida de que lo que vea no
era una farsa".
"Ya veo", dijo Oeste arrastrando las palabras. Luego se dirigi
directamente a la parte de la exposicin que encontr ms
llamativa.
"Debo entender que Margaret me considera un sustituto inferior
de mi hermano?
Eso es realmente insostenible".
Ria lo mir. "No puedes hablar en serio?"
"S, pero no por esto. Ests haciendo un mundo de sus dudas."
"Lo que quiero decir, excelencia, es que ella ya no tiene dudas. La
convenc."
"Bueno. Entonces es un final agradable para un da largo. Vas a
volver a tu cuarto ahora?"
"Convenc a Margaret porque le dije que te quiero." Ria sinti un
agudo sentido de satisfaccin cuando esa declaracin obtuvo toda
la atencin de Oeste. Era difcil de discernir a la luz de las velas,
pero estaba casi segura de que los colores de su rostro
normalmente saludables se hubieran tornado cenicientos. "Es
cierto", dijo.
"Le dije que te quiero."
"No hay nada malo con mi audicin. Una vez fue suficiente".
"Slo para asegurarme. Ahora que sabes todo esto, me voy."
Empez a levantarse y se encontr con la mueca apresada por un
agarre seguro. El tirn fue totalmente innecesario porque an
estaba sentada."
S? "
"Esa expresin de regocijo no queda nada bien en tu cara."
Ria no hizo un muy buen esfuerzo para quitar su sonrisa. "No
vas a soltar mi brazo, Su Gracia?"
Oeste mir el lugar donde sus dedos rodeaban la fragilidad de los
huesos de la mueca, luego a ella. "Y no quieres llamarme
Oeste? Estoy harto del ttulo."
Levant los ojos y vio claramente la vacilacin marcada en su
rostro. "Pero una sola cosa ms," dijo, " yo no te presion para
que me hicieras ningn favor." Solt la mueca para probar que
contestar su peticin no se deba a que su respuesta lo
conformara.
"Muy bien", dijo ella, aleccionadora.
"Si eso te complace. Oeste."
"Bueno." Extendi la mano tom la vela y la coloc junto a la
cama. "Ahora, como es lo otro, la cuestin de que me amas, eso
es un cuento de Banbury, no es as?"
"T pnico no es halagador."
"Juzgas mal mis sentimientos. No es pnico, es terror." En otro
momento, el sonido de la risa de Ria le habra gustado. Ahora
pareca excesivamente fuerte y segura de atraer la atencin. Se
lanz hacia delante con rapidez y coloc su mano sobre su boca.
"Ten cuidado ", le susurr al odo. "De otro modo tendrs a
Tenley corriendo a la habitacin."
Por sobre la mano, los ojos de Ria se abrieron. Asinti con la
cabeza bruscamente varias veces para mostrar su conformidad.
Cuando la presin en la boca baj, aadi una disculpa con el
mismo susurro ronco que l. "Lo siento. Lo entiendes, no es a
Tenley a quien debemos temer. No es probable, como sugiri
Margaret, que insista en que marchemos hacia el altar. Es
Margaret quin querra vernos encadenados".
"Un punto justo", dijo, dejando caer su mano "pero me gustara
tener una respuesta a mi otra pregunta."
Ria tuvo que pensar un momento, para entender lo que le haba
preguntado.
"Oh, te refieres a lo que le dije a Margaret. Simple. Era una
mentira, nada ms."
Lo que ms le sorprenda a Oeste era que para su mente no era tan
simple.
"Eso es bueno", dijo, aunque se pregunt por qu tena que forzar
la conviccin en su voz. Decidi que si no llevaba el control
ahora, nunca lo hara, y quedara la premisa de que todo estaba
bien tal como ella deca.
Ria, advirti, pareca inquieta.
"Margaret no te ha presionado para que le confirmes tu relacin
conmigo, verdad?"
"Ella me ha asesorado sobre todas las formas en que podra
alentarte a proponerme matrimonio. Te sentirs aliviado al saber
que si sigo sus instrucciones, cuando concretemos, estars
convencido de que ha sido idea tuya".
"Ella es diablica, entonces."
"Completamente".
"Tal vez no deberas haber sido tan convincente. "
"Yo no vi otra alternativa. T empezaste esto, sabes. Yo no le dije
que me devolvas los sentimientos".
"As que ella piensa que soy un canalla a fondo."
"Por supuesto, pero eso no tiene importancia. Sigues siendo el
duque de Westphal."
l asinti con la cabeza, como reacio a confirmar la veracidad del
hecho. "Qu hay que hacer?"
"Es simple. Ahora que Margaret comprende plenamente mis
sentimientos por ti y ya no teme que le quite a Tenley, es
importante que no parezca demasiado ansiosa por tus avances".
"Estabas muy ansiosa? No me haba dado cuenta." De lo que
Oeste se daba cuenta era que se estaba divirtiendo enormemente,
no jugando con esa emocin, sino realmente esclavizado por ella.
Se le ocurri que los ocho meses que a Ria le quedaban hasta que
fuera legalmente independiente de l no era tanto tiempo como
haba pensado primero.
"Quieres decir que me despreciars, esa es la dura verdad?"
"Despreciarte? No, eso es demasiado duro. Margaret me ha
asesorado para que sea ms sutil que eso. Ella dice que podras
sentir que todo fue fingido si repentinamente dejara de mostrar
inters. Tambin llevara a aumentar las esperanzas de Tenley y a
darle motivos para perseguirme de nuevo. Ninguna de las dos
reconoci este punto en particular de forma explcita, pero nos
entendimos bastante bien."
"Parece como si te estuvieras refiriendo a caminar por la cuerda
floja, pues. No te ofendas, Ria, pero no estoy seguro de que la
sutileza sea tu punto fuerte. Has pensado en lo que vas a hacer
para resistirte a m? Puedo ser persuasivo, ya sabes."
Ella no lo neg. "Entonces, al menos deberas esforzarte."
"Cmo?" Debajo de las sbanas, Oeste estir sus piernas. "Est
en mi naturaleza."
Ria ofreci una mirada de desaprobacin: la boca ligeramente
fruncida, los ojos fros como un pedernal, y la mandbula rgida.
Las cejas de Oeste se levantaron. "Yo tomo esa mirada como una
respuesta de oposicin a mis inclinaciones."
"Muy bien." Los msculos de su rostro se relajaron y sonri, no
en voz lo suficientemente baja como para borrar su seriedad, sino
con la gravedad de alguien que dicta una sentencia. "Lo has
entendido perfectamente."
"No veo cmo podra ser de otra manera. Esa actitud de directora
que adoptas pondra frenos a los avances de los pcaros ms
decididos de la alta sociedad, y no me cuento como uno de ellos.
Como Sur podra decir, es una expresin que repele a todos los
intrusos".
Ella suspir." Es como has sealado, entonces. Yo no tengo el
talento para sutilezas. No se supone que deba repelerte a ti."
"No has entendido el enigma. Tal vez lo que Margaret quiso
decirte es que me permitas acercarme al agua, pero que debes
impedir que beba".
"S. S, por supuesto. Eso es precisamente lo que me dio a
entender".
Oeste sonri y se acomod contra el espaldar de madera de nogal
pulido otra vez.
Cruzando sus brazos sobre el pecho, hizo un estudio considerando
la expresin de Ra. "Est muy bien que yo est en lo cierto, pero
la cuestin es saber cmo ponerlo en prctica". Su abrupta parada
fue acompaada por el ligero temblor del marco de la cama.
"Mrate. Te ests congelando." Levant una esquina de la colcha
y le ofreci refugio debajo de ella." Es probable que tu temblor
me expulse de mi propia cama.
Entra."
"Obedezco slo porque tengo muchsimo fro", dijo. "No porque
t seas convincente en este caso."
"Puedes alegar la excusa que desees, pero por favor, metete
rpidamente." Se movi unos centmetros hacia el medio de la
cama, levant las mantas un poco ms, y mir fijamente el
espacio junto a l.
"Encontrars que est ms caliente aqu".
Ria se desliz bajo las sbanas y desestim su ayuda para
acomodarlas a su alrededor. Frot las plantas de sus pies
descalzos contra las sbanas. La friccin aadi una placentera
descarga de calor a un estremecimiento violento.
"Esto es de lo ms inadecuado."
"Eso es lo que he pensado desde el momento mismo en que te v
parada al lado de mi cama. Ahora nuestra posicin es la eleccin
de ser colgado como una oveja en lugar de un cordero. Aun as,
voy a contar con que te escondas bajo la cama en caso de que
alguien se acerque."
"Por supuesto."
"Ests extraamente complaciente."
Ella se encogi de hombros. "Tal vez es porque realmente no
espero una interrupcin. Cerr la puerta con llave."
Oeste levant la cabeza un centmetro, y luego la dej caer de
golpe contra la cabecera de la cama. Por un momento cerr sus
ojos. "Maldicin, Ria, eso no es el tipo de cosa que debes decirle
a un hombre que slo te ha invitado a compartir su lecho".
"Oh, te refieres a ser un caballero?
Pens necesitabas ayuda para hacer otro avance."
"Bueno, si lo fuera, no es de buen gusto que lo digas, verdad? Y
si estabas pensando que estaba ofreciendo calidez como un
seuelo, por qu no has tenido el buen sentido de rechazarme?"
Levant una mano, aplazando su respuesta. "No importa. No tiene
importancia ahora. No puedo decidirme a entender si confas en
m tanto o tan poco".
Ria no saba la respuesta a esa pregunta, por lo que se alegr al
ver que no lo planteaba como un interrogante.
"Debo irme ahora?"
"Qudate o mrchate. Es tu decisin."
No sonaba como una eleccin. Quedarse o irse. Haba argumentos
para ambas posturas, sin embargo, su innato sentido de la
honestidad la obligaba a admitir que no estaba interesada en los
argumentos que apoyaban la idea de irse. "Quiero quedarme."
Oeste suspir y la mir de reojo. Estaba acurrucada bajo las
mantas, pero como proteccin contra el fro, no contra l.
"Eres virgen, Srta. Ashby?"
Todo el cuerpo de Ria se sacudi. No era simplemente la
pregunta, sino la manera cmo la hizo lo que le repeli. Algo fro
se haba colado en su voz y no haba evidencia de una genuina
curiosidad.
Ms bien pareca que le era indiferente la respuesta y necesitaba
ms para calibrar su reaccin al recibir una respuesta. El hecho de
que l la haba llamado seorita Ashby cuando momentos antes
haba sido Ria, tambin fue revelador de la distancia que quera
poner entre ellos.
"Y bien?" Pregunt Oeste.
"Creo que voy a irme despus de todo."
l asinti con la cabeza. "Como quieras."
Ria se estremeci una vez, que se despoj de las sbanas y puso
sus pies en el suelo. Sus dedos temblaban ligeramente hasta que
tuvo la mano firmemente alrededor de la vela. "No puedo pensar
en ninguna razn por la que debera tener que molestarte de
nuevo," dijo en voz baja. "Esta noche o cualquier otra."
"Entonces te subestimas. Estoy seguro de que algo se te va a
ocurrir si te empeas en ello."
Ria trag una respuesta, pero no se movi de la cama. Ella se
mantuvo quieta en el lugar tal como lo haba hecho cuando haba
entrado en la habitacin de Oeste.
Dormido, se vea mucho ms joven que los aos que tena,
vagamente inocente de las mezquinas crueldades de la vida,
despreocupado por pensamientos de nada que no pudiera
conquistar. No signific nada, slo un capricho de su parte, ella
sospechaba que incluso cuando era joven, su sueo haba sido
perturbado por la inquietud y el miedo. No haba nada que ganar
al recordar al nio que haba sido cuando ste era el hombre en
que se haba convertido.
"S?", le pregunt. "Hay algo ms que te gustara decir?"
"Vas a encontrar a Jane, verdad? No cambiars de opinin
acerca de eso?"
Oeste se qued en silencio por un largo tiempo, teniendo en
cuenta su respuesta.
"Me duele que dudes." dijo. "Pero ocurre que no tengo yo la culpa
por eso. S, voy a encontrar a Jane. Sean cuales sean nuestros
agravios, Jane es independiente de ellos".
Ria asinti con la cabeza y se march tan silenciosamente como
haba venido.
Oeste fue a Sunbury poco antes de las ocho. Los sirvientes
llevaban mucho tiempo levantados, pero ni Tenley ni Margaret
haban aparecido. Ria tambin segua en la cama. Todo esto hizo
ms fcil la salida de Oeste. Escribi una nota dando
explicaciones de su ausencia quien fuese el primero en preguntar
por l y la dej con el mayordomo. Dar explicaciones sin
extenderse en los detalles no le molest.
Ria probablemente deducira su destino y Tenley y Margaret no
necesitaban saber nada ms.
El pueblo ordenado y encantador de Sunbury se encontraba trece
millas al suroeste de Ambermede. Oeste haba elegido a Sr.
Jonathan Beckwith como su primer contacto de los
Administradores de la academia por causa de su proximidad con
la escuela y la casa. No tena esperanza de que su visita fuera bien
recibida ms all de lo inherente a su nuevo ttulo. Si Ria tena
razn, l le negara cortsmente un asiento en la Junta de
Administradores, sin importar la influencia que ejerciera. Ella
comprenda mucho, an sin saber las conexiones que tena la
Junta con la Sociedad de los Obispos.
Lo que le daba la esperanza de poder disimular que su solicitud se
deba a un inters solidario, ms bien que a su sospecha de que
eran culpables de un delito flagrante. Si l despertaba su
curiosidad lo suficiente, podran dejarlo observar. Mantenerse
cerca y tenerlo bajo su atenta mirada permitindole hacer su
movida.
Haba sido una tctica favorita en Hambrick. Oeste dudaba de que
el tiempo hubiera cambiado el enfoque fundamental de la
Sociedad para mantener sus secretos.
La llegada de Oeste sin aviso ni invitacin, ni carta de
presentacin, y finalmente sin una comitiva, cre el mayor
revuelo para todos los que residan en la finca Beckwith.
Actualmente ese nmero se elevaba a veintiocho, el Sr. Jonathan
Beckwith y veintisiete sirvientes, entre ellos los caballerizos, que
tenan sus cuartos de dormir en el fondo de la cuadra, y la finca
del mayordomo, un alojamiento agradable situado encima de la
cocina de la nueva construccin. El Sr. Beckwith estaba a punto
de extender la mantequilla en su tostada cuando se anunci la
presencia de Oeste. Beckwith de inmediato orden que su bandeja
de desayuno fuera retirada y sus ropas cambiadas. Oeste fue
conducido a la cmoda galera e invitado a desayunar, y l le dijo
al hombre, que luego, despus de que conociera el propsito de su
visita, podran decidir qu haran para que todo sea agradable para
el nuevo duque de Westphal.
No tena ninguna prisa por presentarse ante su anfitrin. Acept la
invitacin a esperar en la galera con ecuanimidad mientras
Beckwith haca sus abluciones y mientras tanto se dedic a
recorrer la habitacin y a estudiar la serie de pinturas exhibidas.
Los paisajes tradicionales y no excepcionales, bodegones, escenas
de caza, y los retratos de la familia no eran para nada interesantes
para l, pero vistos en conjunto, creaban una visin ms amplia
del hombre que Beckwith imaginaba ser, o por lo menos del que
deseaba mostrar a sus invitados. Oeste pens que la eleccin de la
galera como un lugar para que l se helara hasta los huesos era
ms bien deliberada, y que probablemente haba sido utilizada
con gran xito antes como una forma en la que Beckwith daba la
bienvenida a sus huspedes. Aqu estaba la pretensin de
intimidad, ya que era infinitamente menos ntimo que mostrar el
estudio de un hombre, donde uno puede ver qu tipo de libros lee,
que tipo de cigarros prefiere, sus gustos sobre licor, y qu
importancia daba a sus propias comodidades.
Oeste trat de determinar cmo se podra crear la oportunidad de
ver ms de la casa, especialmente las salas menos pblicas,
cuando Beckwith entr en la galera.
Intercambiaron saludos, con un Beckwith azorado aceptando las
disculpas de Oeste por la brusquedad de su visita.
Jonathan Beckwith meda media cabeza ms que Oeste y posea
un cuerpo esbelto bien adaptado a la ropa de ltima moda, que era
elegante pero no ostentosa. Un largo y estrecho pantaln de
punto, medias blancas y frac azul. Su corbata estaba
cuidadosamente anudada, pero no intrincadamente, lo que sugera
que haba estado impaciente para hacer su camino a la galera. Su
nica vanidad era su pelo, porque se haba tomado el tiempo para
asegurarse de que sus cabellos castaos pesados estaban en
desorden estudiado y que el punto de escasez en la parte posterior
de su cabeza estuviera tapado.
Era raro que lo confundieran con un hombre que se acercaba a los
cuarenta y tres aos; pareca ser una dcada ms joven.
Oeste se tom el tiempo para preguntar educadamente sobre
algunas de las pinturas, lo que retras con xito la necesidad de
profundizar en el propsito de su visita. Debido a que Oeste
quera controlar la entrevista, fue capaz de involucrar a su
anfitrin en circunnavegar la galera antes de aceptar que era hora
de que lo acompaara a la sala de desayunos.
"No haba odo que estabas en Londres", dijo Beckwith despus
de haber sido servido huevos al horno y lonchas finas de jamn.
"Me parece sencillamente asombroso. La palabra suele viajar con
ms rapidez. Uno siempre saba cundo tu padre estaba en la
residencia de Ambermede".
"No me haba dado cuenta de que sus idas y venidas despertaran
tanto inters. l no era muy dado al entretenimiento."
"Tienes razn, pero eso no impidi que la gente especulara con
sus viajes. No haba ninguna persona ms ampliamente conocida
por estos lares que tu padre."
Beckwith continu en la misma lnea, y expres sus condolencias
al duque con mucho cuidado de no hacer mencin del cambio en
las circunstancias de la vida de Oeste.
"El viaje fue tranquilo, espero."
"Lo fue". Oeste dio un mordisco de sus huevos. "Me imagino que
voy a estar haciendo esto varias veces al ao, as que me parece
un buen augurio de que ste haya ido bien. Usted debe estar
especulando sobre el motivo de mi visita".
"Ha sido una pregunta en mi mente", dijo Beckwith, llevando un
tringulo de pan tostado con mantequilla a la boca. "Me has
honrado al tenerme en cuenta para una visita, porque yo no soy,
despus de todo, lo que se puede llamar correctamente un vecino.
Lo cual me lleva a inferir que la Academia de la Srta. Weaver
podra figurar en la explicacin de tu llegada".
"Ests en lo cierto", dijo Oeste.
"Entonces sabes que la seorita Ashby ahora es mi pupila."
"No estaba seguro, en verdad. Saba, por supuesto, que ella era la
pupila de tu padre, pero no estaba al tanto de los detalles de ese
acuerdo despus de su muerte. No lo ha mencionado en su
correspondencia reciente, ya que no tiene nada que ver con su
puesto en la academia. Hay algn problema? Tal vez no ests
de acuerdo en permitirle continuar con su trabajo como directora?
Me siento obligado a sealar que sera una gran prdida para las
estudiantes y sus compaeras maestras, pero lo entendera si esa
fuera tu decisin."
"Entonces ests de acuerdo de que era una indulgencia por parte
del duque permitirle tal libertad cuando podra haberle insistido
en que se casara".
"Por supuesto." Beckwith levant su taza de t y estudi a Oeste
por encima del borde antes de beber de ella. "Fue comentado de
vez en cuando".
"Comentado? Por quin?"
"Por la Junta de Administradores. Siempre estuvimos contentos
de tener a la Srta. Ashby en la academia, pero sera irresponsable
no cuestionar nuestra buena fortuna." l sonri dbilmente, a la
manera de un intercambio de confidencias con un viejo amigo, y
luego dej su taza en el plato. "Uno siempre se preguntaba si el
duque dispondra algn otro acuerdo para ella. La conexin de la
seorita Ashby con su padre no fue aprovechada por la escuela,
pero tampoco se nos pasaba por alto. Se le dio un auge a la
academia de la Srta. Weaver como no se le haba dado nunca
antes."
"Me pregunto qu vas a decir a mi propuesta de una conexin ms
directa", dijo Oeste, midiendo la reaccin de Beckwith mientras
continuaba embutindose su comida. "Yo soy de la idea de
permitir que la seorita Ashby contine en la escuela. Ella no ha
expresado ningn inters en casarse, y yo no tengo ningn deseo
de insistir en que debera hacerlo.
Sin embargo, no estoy dispuesto a complacerla como
excesivamente lo hizo mi padre. He dejado mis ocupaciones para
aprender ms sobre la escuela y me he complacido en gran
medida con los detalles. He decidido prestar la consecuencia de
mi ttulo a los buenos esfuerzos que se realizan en nombre de
estos estudiantes".
"Y si tu participacin en la academia nos proporciona los medios
para mantener a la Srta. Ashby con la correa ms corta, tanto
mejor".
Oeste hubiera jurado que Beckwith casi le hizo un guio. La
supresin de su deseo de poner la cara del hombre sobre su plato
con huevos le cost un gran esfuerzo, ofreci una sonrisa
vagamente cmplice en su lugar. "Lo has definido casi
exactamente."
"Casi?"
"A la luz de la reciente desaparicin de una de las estudiantes de
la academia, estoy tan preocupado por la seguridad de la seorita
Ashby como para acortar yo mismo esa correa".
"Ahh, ha tenido a bien informarte de la fuga de la joven. No
puedo decir que me haya gustado esa situacin."
"Estoy seguro de que es el tipo de situacin que la Junta de
Administradores desea mantener en silencio. No todas las chicas
son estudiantes becadas, despus de todo, y hay suficientes padres
que muy bien podra plantearse algunas dudas".
"Lo que dara lugar al despido de la seorita Ashby", dijo
Beckwith . "Ella es la que tiene ms que perder por no mantener
confidencialidad". Y agreg inmediatamente. "A pesar de que
est fuera de cuestin, su preocupacin y, podra aadir, la tuya,
es admirable."
"Fuera de cuestin? Cmo es eso?"
"A pesar de que desafa el sentido comn, siempre hay de esas
chicas que no aprecian su buena fortuna y deciden irse. Esta ms
reciente... la seorita Perry... no..."
"Petty", dijo Oeste. "Miss Jane Petty."
"S, es cierto. Como iba diciendo, la seorita Petty no es la
primera en disfrutar de sus vacaciones de la escuela sin avisar. No
ocurre con regularidad, pero s de vez en cuando. La Srta. Ashby
te ha informado de que estamos empleando a alguien que
investiga la desaparicin de la nia?"
"S. Y tambin me ha dicho que no ha llegado a ninguna
conclusin. Estoy pensando en hacer averiguaciones por mi
cuenta."
"Estoy seguro de que no es necesario.
Ella aparecer muy pronto. Con la mercanca estropeada, a menos
que me equivoque, probablemente con una barriga hinchada, y sin
el beneficio de haber odo las amonestaciones o una licencia
especial".
"Eso ser un alivio, creo yo, para la seorita Ashby," le dijo
Oeste. "Son los restos fros de la seorita Petty los que ella teme
encontrar."
Captulo Siete
Segn los clculos de Oeste, sera cerca de las dos de la maana
cuando vio la mansin Ambermede de nuevo. Su visin desde
detrs de la cabeza de Draco fue obstruida por una curva en el
camino, mientras el fulgor de los rayos de luz de la luna llena
iluminaba, toda la colina y el valle cubiertos de nieve. La mansin
se posicionada como una joya en un lecho mullido de terciopelo
blanco, un diamante que irradiaba la luz de la luna rebotando en
sus paredes de piedra.
Tir de las riendas de Draco, retardando el paso de su montura,
para terminar, detenindose por completo. Mirando a su
alrededor, se dio cuenta de qu se trataba de esta visin en
particular lo que le haca cosquillas en la memoria. A su izquierda
estaba el lago enteramente helado, pero todava visible por el
contorno de los bancos. Estaba tambin, el bosquecillo de hayas,
abetos, robles y el castao venerable y majestuoso que haba
amado trepar en su juventud.
Un ligero cambio en la presin de sus rodillas fue todo el estmulo
que Draco necesit para empezar a caminar, esta vez en direccin
al bosque. Cuando llegaron al castao, detuvo su caballo otra vez
y mir hacia arriba. Las ramas del rbol se dibujaban
perfectamente a luz de la luna y Oeste podra seguir el camino
que lo haba llevado hasta la cima. Teniendo en cuenta el
crecimiento de los ltimos veinte aos, se dio cuenta de que no
haba exagerado mucho la altura y el ancho de este gran rbol en
su propia mente.
No tena ningn problema para encontrar la cuna peculiar de las
ramas que lo haban mantenido con seguridad mientras observaba
a todos los invitados. Al ver la precariedad de esa posicin ahora,
y la considerable distancia que haba hasta el suelo, se pregunt
cmo no se haba roto el cuello, ya sea en el intento de subir o de
bajar.
Agach la cabeza y dej caer la mirada en el lago. Sin darse
cuenta de que haba incentivado a que Draco avanzara en esa
direccin, el semental comenz a andar cuidadosamente
abrindose camino a lo largo del borde de la ribera del lago hasta
que Oeste lo detuvo. Juzgar la distancia de los bosques y la
perspectiva del lago desde este punto de vista era ms adecuado,
estaba satisfecho por encontrar el mismo lugar donde haba
saltado al agua para rescatar a la joven Ria.
Todos estos aos despus, segua siendo una pregunta en su
mente si haba sido realmente ella la causa de su cada al agua.
Haba sido el esfuerzo para levantarla lo que caus que Ra
perdiera el vestido? Si no hubiera bajado del rbol, estara ella
todava bajo las aguas heladas del lago? Saba lo que recordaba
del incidente, pero en ocasiones se preguntaba si su memoria le
jugara una mala pasada.
Por qu ninguna otra persona haba visto lo que haba pasado? Si
era inocente, por qu su padre haba despellejado la piel de su
espalda?
Un escalofro que no tena nada que ver con el fro en el aire o en
el paisaje helado hizo que Oeste impulsara otra vez a Draco
bruscamente hacia la carretera y Ambermede.
Ria no poda dormir. Haba logrado ocultar su preocupacin con
respecto a la larga ausencia de Oeste ante Tenley y Margaret, pero
no haba sido as durante el da cuando no haba actividades para
ocupar su mente, entre ellas evitar estar a solas con Tenley. Los
nios beneficiados al estar ansiosos por su compaa y dispuesto a
hacer todo lo que ella sugera. Con la ayuda del jardinero y uno de
sus muchachos, construyeron un castillo de nieve con torres
almenadas. Caroline protestaba que quera vivir all en paz, ya
que el prncipe William quera ponerle sitio, pero las
inclinaciones belicosas de William triunfaron, y la rfaga
subsiguiente de bolas de nieve acab con l de un momento a
otro.
La construccin y la lucha en la nieve no podan ocupar todo el
da, sin embargo, cuando los nimos se aplacaron, Ria llev a los
nios a que recibieran sus clases.
Mientras que eran atendidos por su institutriz, Ria disfrut de una
breve visita con el infante Jaime, luego busc a Margaret para
tener una compaa adulta. Hizo preguntas sobre la misiva
enigmtica de Oeste y su posterior salida, pero pudo desviar su
atencin del asunto. Esto no era demasiado difcil de lograr,
Margaret estaba segura de que la causa de su desconcentracin
yaca en el beso de la noche anterior y no en el malestar que Oeste
haba sentido por la declaracin que Ria le haba hecho.
"T lo has espantado de la casa", la haba reprendido suavemente
Margaret, "por ser demasiado lanzada." Ria concord con que era
esa probablemente la razn y dej que Margaret habla largo y
tendido sobre la naturaleza cobarde de los hombres cuando eran
confrontados con los sentimientos de ternura de una mujer.
Durante el argumento de Margaret, Tenley se uni a ellas
brevemente y Ria not que no dijo nada en su defensa o en
defensa de su sexo. l sali de la habitacin tan pronto como le
fue posible despus de apoderarse de un libro que haba
supuestamente ido a buscar.
Cuando las puertas se cerraron detrs de l, Margaret haba
echado a Ria una significativa mirada de complicidad, y ninguna
de las dos pudo contener su risa.
Fue la primera vez en que Ria y Margaret haban compartido un
momento de abandono y deleite. Eso no debera ser a costa de
Tenley, sin embargo pareca bastante ms bien que mal.
Horas y horas haban pasado desde entonces, cada uno de ellos
arrastrndose con insoportable lentitud. La cena ocup una parte
del tiempo, y el recital de Margaret en el piano despus de la
comida lo hizo an ms. Al final del da, sin embargo, no tuvo
ms remedio que retirarse a su habitacin con todas sus preguntas
sin respuesta.
Ria se haba preparado para la cama tomando un largo bao de
vapor en el agua con aroma a lavanda. Cuando pareca que al fin
podra dormir toda la noche dentro de la tina, se despert lo
suficiente como para secarse y vestirse y dirigirse a la comodidad
de su gran cama con dosel. Estaba a la espera del sueo inmediato
y se volvi de lado, con una mano debajo de la almohada, y la
otra doblada en un puo y situada cerca de los labios. Fue
vagamente consciente de que su doncella apag la luz y sali en
silencio de la habitacin, entonces fue consciente slo de su
propia respiracin.
Veinte minutos ms tarde, todava estaba consciente de su
respiracin. No importaba que sus ojos estuvieran cerrados estaba
tan completamente despierta como lo haba estado antes de tomar
su bao.
"Maldita sea," dijo en voz baja. Era una imitacin de la
entonacin utilizada por Oeste cuando haba tenido ocasin de
maldecir. Le resultaba muy satisfactoria.
"Maldita sea, maldita sea."
Se sent, volvi a encender la lmpara y cogi el libro que haba
sacado de la biblioteca despus del desayuno. El Astrlogo de
Sir Walter Scott haba mantenido su inters durante tres
captulos esa maana, pero ahora no poda reunir concentracin
suficiente para seguir adelante. Despus de leer y releer la misma
media docena de pginas, finalmente se rindi y lo dej a un lado.
Apart las sbanas y tom su bata de franela de los pies de la
cama y se la puso.
Sus zapatillas estaban colocadas a una distancia prctica de la
cama, as que lo nico que tena que hacer era dar un paso hacia
ellas. La chimenea era su destino inmediato, y un atizador para
remover los rescoldos hasta que una gran llama salt de entre
ellos, y ardi uniformemente de nuevo.
Satisfecha de saber que no cogera fro, volvi su atencin hacia
la ventana. El pesado terciopelo marrn de las cortinas le negaba
las vistas al crudamente hermoso paisaje de invierno. A travs de
una delgada hendija en los paneles, poda ver que la luna era
extraordinariamente brillante esta noche. El dobladillo de su
propio camisn estaba iluminado por la luz azul plateada
dondequiera que fuera tocado por uno de los delgados haces de
luz.
Ria corri las cortinas y las fij contra la pared con la banda de
terciopelo a juego.
Se arrodill en el banco tapizado de la ventana y apoy los brazos
en el alfizar estrecho. Su respiracin nubl un panel de vidrio, y
luego desapareci lentamente.
La amplitud del paisaje nunca dejaba de asombrarla. Esta vista
panormica de la finca era a la vez familiar y extraa, lo primero
porque ella saba de memoria cada curva de la carretera debido a
que cada vez que visitaba este lugar, la exploracin del campo le
atraa como un imn.
Cortesa de la reciente nieve y la luz de esta luna llena, los
campos estaban inundados de esplendor cristalino.
Las crestas de nieve brillaban, y las largas ramas de los abetos
eran barridas con gracia por el peso de la nieve. Varios ciervos
vagaban con cautela fuera del bosque en busca de alimento.
Ms lejos an en la distancia estaba el lago. Congelado, casi
indistinguible de su entorno, pero Ria saba dnde encontrarlo. Lo
mir durante un largo rato, tratando de distinguir su permetro,
cuando un movimiento a lo largo de la orilla sur captur su
atencin.
Al principio pens que eran ciervos en busca de agua. El tamao,
sin embargo, la desconcert. Frot el vidrio con la manga de su
tnica para borrar el ltimo vestigio de condensacin. Cuando la
claridad de su visin todava no la satisfizo, abri la ventana.
El aire se col, y la primera rfaga helada estremeci las cortinas
y le aplan la bata y el camisn contra su pecho. Un momento
ms tarde, el viento se calm, y Ria exhal una respiracin
completa. Se asom por la ventana, su plida trenza caa hacia
adelante por encima del hombro colgando como un carmbano.
Con los ojos entrecerrados, fij su mirada con atencin y pudo
distinguir la forma de caballo y jinete. Ella no poda estar segura
de que se trataba de Draco y Oeste, pero intuitivamente saba que
era verdad. Para qu se desviara un extrao de la carretera y
bajara hasta el lago? Por otra parte, por qu a esa curva en
particular sobre la ribera del lago? Se pregunt por qu l tuvo el
valor de ir all. Deba ser un lugar lleno de desagradables
recuerdos.
Ella no haba regresado muy a menudo, y su memoria era bastante
ms vaga de lo que ella sospechaba que sera la suya.
Su mano derecha se levant distradamente, y masaje la parte
posterior de su cuello. Cuando se dio cuenta de lo que estaba
haciendo, sonri con un poco de irona y dej que sus dedos
cayesen. Una vieja costumbre, pens, que le daba un extrao
confort cuando esos recuerdos inciertos e inquietantes llegaban a
su mente.
Observ durante todo el tiempo que pudo soportar el fro. Sigui
el camino de Oeste fuera del lago hasta la carretera y lo perdi de
vista en una de las curvas.
Cuando reapareci, ella estaba temblando por el esfuerzo de
mantenerse en el marco de la ventana abierta. Sus dedos estaban
rgidos y torpes cuando intent alcanzar el picaporte, pero se las
arregl para conseguirlo despus de varios intentos. Avanz hasta
llegar a la chimenea, meti las manos tan cerca de las llamas
como se atrevi. Las gotas de agua cayeron al suelo desde el final
de la trenza donde la humedad se haba congelado y ahora se
estaba derritiendo.
Ria destrenz su pelo y lo pein con los dedos.
Finalmente se fue entibiando, la calidez tuvo el poder de aliviar la
mente de Ria, as como de alterarla. Record sus palabras duras y
fras la noche anterior cuando ella le dijo que no se le ocurra
ninguna razn por la que tendra que preocuparse de nuevo. A
continuacin, dijo que se subestimaba a s misma, y agreg: estoy
seguro de que algo se te va a ocurrir a ti si te esfuerzas.
Dios del cielo, estaba acabando con su cordura que l pudiera
tener razn.
Oeste entr a su habitacin y encontr que Finch estaba
esperando por l, o casi.
Su ayuda de cmara estaba roncando suavemente en un silln de
espaldar alto que haba sido empujado cerca de la chimenea. Los
brazos regordetes de Finch descansaban cmodamente sobre la
curva de su vientre, y sus pies estaban apoyados en un taburete de
tres patas.
Oeste le despert pisando con sus botas bastante fuerte, ya que
dejarlo dormir all habra sido el ms grave de los insultos.
Finch estuvo en pie inmediatamente, y Oeste fingi no haberse
dado cuenta de que haba habido un momento de falta de atencin
a sus funciones. Se haban llevado bien desde haca aos, de esa
manera, y Oeste estaba seguro de que seguiran as.
"Se especul mucho respecto a mi ausencia?" pregunt mientras
Finch se mova a su alrededor.
"Tanto que me sent obligado a iniciar un libro de apuestas."
Oeste ignor la rplica seca. "Acaso la seorita Ashby pregunt
por m?"
"No."
"Eso demuestra que est aprendiendo a manejarse con cierta
sutileza o que lleg a la conclusin de que tuve que irme".
"Sospecho que es la ltima," dijo Finch asistiendo a Oeste con su
levita. "Ella da la impresin de ser capaz de descifrar su misiva
secreta".
"Yo tambin sospecho que lo ltimo, pero eso es porque no puedo
concebir que haya dominado el arte de la sutileza."
"An no se ha ensangrentado la nariz. Eso es siempre una buena
seal."
Oeste frunci el ceo. "Vas a tener que explicar esta observacin.
He intentado por todos los medios de tratarla con respeto. Ella no
lo ha hecho" se detuvo debido a que el rostro redondeado de
Finch se mostraba claramente escptico.
"Tienes odo debajo de las escaleras? No cabe duda de que has
odo el chisme".
"Parece que fueron atrapados en una pose provocativa."
"Provocativa? Qu diablos significa eso? Me estaba besando."
Finch se encogi de hombros.
"Provocativa es la palabra que estn usando en la cocina. El Sr.
Hastings l es el primer mayordomo ha desaprobado esa
conversacin, pero slo para salvar su apariencia de
respetabilidad. Algunas de las especulaciones dicen que te fuiste a
obtener una licencia especial".
"Jrame que est bromeando."
"Si insiste."
Oeste gimi suavemente. "T no has fomentado ese tipo de
comentarios, espero."
"Yo no particip."
"Excepto en iniciar el libro de apuestas."
La sonrisa de Finch era enloquecedoramente inescrutable. Se
volvi hacia la colcha en la cama de Oeste e insert un calentador
de pies." Habr algo ms que necesite, Su Gracia?"
"No, busca tu propia comodidad, Finch. Dormir hasta tarde y
tomar mi desayuno aqu."
"Entonces voy a ver que no te molesten."
Recogi la ropa de Oeste para su posterior lavado y planchado y
las puso cuidadosamente sobre el brazo. "Buenas noches." Le
pareca que su empleador estaba dormido antes de que hubiera
salido de la habitacin.
Ria esper hasta que oy que Finch se retiraba en direccin de la
escalera de servicio antes de entrar al pasillo. Haba sido algo
arriesgado, pues casi haba estado a las puertas de la habitacin de
Oeste cuando estas se haban abierto.
Ella se meti en el saln ms cercano disponible, la sala privada
de lectura de Margaret, tal como descubri despus, y permaneci
all hasta que fuera seguro.
Se meti en la habitacin de Oeste tan silenciosamente como
haba hecho la noche anterior y se acerc a su cama. l dorma de
lado, frente a la chimenea.
Ese brillo dorado destacaba los ngulos de su cara, los contornos
de la mandbula, el corte patricio de la nariz, la lnea esculpida de
su mejilla. Haba sombras tenues bajo sus ojos y otra sombra que
era el crecimiento de la barba en la parte inferior de su barbilla.
No tena el aspecto de alguien con sueos agradables, a diferencia
de la noche anterior, pareca ms viejo de lo que era, ms cansado
del mundo, o simplemente cansado.
Ria se qued all durante ms de un minuto mientras debata la
conveniencia de despertarlo. Era poco probable que apreciara el
estado de ansiedad que la haba impulsado a salir de su
habitacin. l esperaba que ella actuara con ms circunspeccin,
o mejor, de que no actuara en absoluto. Eran muy diferentes en
ese aspecto. La inquietud la empujaba a hacer algo, mientras que
el malestar le tranquilizaba los nervios y despertaba su humor
negro.
Se pregunt qu podra aprender de l. Era posible que pudiera
dormir tan profundamente como lo haca ahora? Se volvi para
irse, y fue entonces cuando vio el delgado libro sobre la mesa
junto a la puerta.
La curiosidad por saber qu iba a poner tan lejos de su cama si
quisiera leerlo, Ria cruz la habitacin para recogerlo.
Trat de leer las letras doradas en el lomo mientras lo sostena a la
luz del fuego. No eran todas letras, se dio cuenta a los pocos
momentos de estudiar ms de cerca, el motivo que lo decoraba,
como las volutas de la repisa de la chimenea y el revestimiento de
madera. No haba nada en la portada que indicara el contenido.
Se acerc a la chimenea para disfrutar de la luz y abri el libro. Si
alguien le hubiera hecho suponer lo que podra estar contenido
dentro, Ria le habra dicho que eran mentiras. No era nada de lo
que podra haber tenido la imaginacin suficiente como para
adivinar.
El calor subi a sus mejillas mientras miraba la ilustracin para
confrontarla.
Curiosamente, a pesar de que pareca abarcar ambas pginas, la
imagen de la izquierda estaba al revs y hacia abajo.
A la derecha, una joven y bella mujer yaca en una actitud de total
abandono. Ella no estaba desnuda, pero su ropa haba sido
arreglada para que lo pareciera. Tena los brazos levantados por
encima de la cabeza y se sujetaba a un cabezal de hierro con las
puntas de sus dedos. El corpio de su vestido haba sido cortado a
lo largo atravesando el cors y la camisa, y sus pechos llenos,
puestos al descubierto, los pezones fruncidos y maduros, como si
pidieran ser arrancados. El dobladillo de su falda y sus enaguas
haban retrocedido al nivel de la cintura. Sus caderas estaban
impelidas hacia arriba, apoyadas sobre dos grandes almohadas
que haban sido colocadas all para tal fin.
Sus muslos estaban abiertos y el vello oscuro de su hinchado
pubis brillaba.
Los ojos de Ria recorrieron hacia arriba la cara de la mujer, cada
detalle magistralmente plasmado all por la experta mano del
artista. Sus ojos no estaban del todo cerrados, sino entreabiertos,
sombreados por sus largas pestaas. Su boca abierta, los labios
hmedos, y la punta de la lengua se podan ver asomando entre
ellos. El cuello largo y delgado se arqueaba, y su barbilla
apuntaba hacia arriba. El pelo de bano de la mujer yaca en un
enredo sobre su cabeza y daba la apariencia a la mirada de
cualquiera como salvaje, casi salvaje. El efecto del conjunto era
como de agona de placer o de dolor, no era posible saberlo.
De rodillas a los pies de la cama y entre las piernas de la mujer,
estaba un hombre de proporciones perfectas y masculinidad tan
bien definida que Ria pens que deba de ser la idea del artista de
un dios arrojado desde el Olimpo. A diferencia de la mujer, no
llevaba ninguna ropa en absoluto. Los msculos de sus brazos
estaban esculpidos, al igual que las nalgas y los muslos. Una de
sus manos descansaba sobre la rodilla derecha de la mujer, el otro
coga su considerable ereccin como si tuviera la intencin de
guiarlo hacia algn lugar particular. Ria puso sus nudillos contra
la boca para ahogar la risa nerviosa que este ltimo pensamiento
errante le haba producido.
Pero haba tardado en reaccionar y algn pequeo sonido escap
de su garganta, ella rpidamente mir por encima del hombro para
ver si Oeste haba despertado.
Suspir, aliviada de que no lo hubiera hecho.
Ria estaba desconcertado por lo que tena en sus manos, pero era
lo suficientemente madura como para no creer que enfrentara
todas las iras del infierno para examinarlo. A tal fin, dio vuelta el
libro y la imagen que haba estado al revs se enderez, pero se
abri en otra pgina. Era una pareja diferente. Aqu un hombre
estaba de espaldas apoyado en una columna de mrmol. Llevaba
ropas que haban estado a la moda ms de veinte aos antes: un
abrigo forrado en satn con botones grandes, un chaleco
ricamente bordado, pantalones ajustados con medias blancas y
botas de hebilla. De rodillas delante de l, con la cara y los brazos
levantados en pose de splica, haba una mujer cuyo pelo
empolvado estaba cuidadosamente peinado en rizos y tirabuzones.
Llevaba un vestido con una cintura ceida y mangas
acampanadas.
La pelvis del hombre empujaba hacia adelante, con la bragueta de
los pantalones abiertos, y sostena su virilidad levantada entre sus
manos grandes. El perfil de la intencin de sus acciones era muy
claro. Intentaba que la mujer tomara su prominente e hinchada
polla en su boca.
Otro sonido parcialmente estrangulado escap de la garganta de la
Ra, y sinti una agitacin entre sus muslos que era ms agradable
que desagradable. No saba que pensar acerca de su decepcin
cuando pasando la pgina se encontr con que era idntica a la
anterior. Volvi otra y otra y encontr que eran todas iguales.
Era lo mismo cuando ella invirti de nuevo el libro y mir a la
mujer y su Dios griego en la cama. Cada pgina era como
cualquier otra.
"No puedes determinar cmo funciona?"
El libro cay de las manos inertes de
Ria y dio un vuelco en el piso. Gir sobre sus talones y mir a
Oeste. Estaba recostado sobre su costado, con la cabeza apoyada
en un codo. Su pelo cobrizo brillaba a la luz del fuego, y sus ojos
tenan un cierto atractivo sooliento, pero pareca perfectamente a
sus anchas, de ninguna manera cansado como haba parecido
anteriormente. Al parecer, se estaba divirtiendo. Ria lo comprob
al verlo levantar las comisuras de la boca.
"Ven aqu ", dijo.
"Yo... yo llevo puestas mis zapatillas."
La sonrisa de Oeste se acentu cuando sus ojos se posaron en sus
pies. No poda recordar que Ria hubiera titubeado anteriormente
tal como lo haca en estos momentos. "S, ya veo. Es bueno que lo
hayas recordado." Seal el libro.
"Adelante. Recgelo y trelo aqu."
Ria se agach. Segua vigilando a Oeste con un poco de cautela
mientras sus dedos buscaban el libro de cobertura de cuero.
Lo cogi por una esquina, se enderez, y lo levant mientras se
diriga hacia l.
Oeste le indic el espacio libre a su lado. "Aqu". Seal mientras
se corra poco a poco, con el mismo entusiasmo que uno podra
manifestar al dar los pasos finales en la plataforma de la horca.
"No te lo ensear si prefieres que no lo haga. No debera hacerlo
de todos modos, as que necesitar algo de estmulo de tu parte".
Ria lleg a la cama y mantuvo el libro con ella. "Lo encontraste
aqu?" pregunt ella. "Es de Tenley?"
"Si lo encontr aqu, podra haber sido del duque", dijo Oeste.
"No te preocupes, no me lo robar de la biblioteca. "Tom el libro
de su mano y abri una pgina al azar. Sus cejas se levantaron una
fraccin cuando la mir, y luego dijo.
"Es bastante explcito, no es cierto? Deduzco por tu expresin
que no habas visto nada igual antes."
Ria neg con la cabeza. "No saba que tales cosas existan."
"Eso se debe a que tenas institutrices y tutores mientras yo iba a
una escuela para nios, este tipo de cosas son tan apreciadas como
reliquias sagradas".
"Entonces es tuyo."
l se ri entre dientes. "No, no es mo. Lo he tomado prestado,
aunque supongo que es mo por el momento." Una expresin que
no poda definir se dibuj en el rostro de Ria. "Te decepciona?
Te intriga?"
"Me confunde".
"Eso est bien, porque yo estoy confundido tambin. Qu ests
haciendo aqu?
Puedo asumir con toda seguridad que no has venido para esto."
Vio que sus ojos se desviaban hacia el libro abierto, luego los
apart rpidamente. Su curiosidad era algo palpable, pero l
fingi no darse cuenta. Casualmente cerr el libro en torno a su
dedo ndice. "Yo llegu hace poco tiempo. Crea que estaras
disfrutando de un sueo reparador en este preciso momento.
Estabas esperndome quizs?"
"Si te refieres a que si me he quedado despierta a la espera de tu
regreso, pues no, no lo hice."
"Eres una muy mala mentirosa. Apostara a que si te hubieran
criado chupando un limn, tus expresiones no estaran tan
fruncidas.
"Me interrumpi el sueo un ruido en el pasillo, y me levant a
investigar."
"Admiro la forma en que no te retractas de la mentira. Es una
buena estrategia si se empieza con buen pie, pero te garantizo que
no lo has hecho. Aun as, continua como desees. Soy tu pblico
embelesado".
Ria suspir con impaciencia. "Es que no me mostrars el
funcionamiento del libro?"
Oeste sonri. "Por supuesto. Dejaremos el otro tema para despus.
"Le indic la mesilla de noche. "Para apreciar totalmente esto, se
requiere ms luz".
Ria no estaba segura de s estaba hablando de su aprecio por el
libro, o del aprecio a su reaccin por el libro y su contenido.
Se pregunt en qu momento se haba convertido en su diversin
personal.
Contrariada le dijo: "Puede que no."
"Muy bien. Como ya he dicho, no debera hacerlo de todos
modos". Quit el dedo ndice y dej el libro junto a la mesa sin
encender las velas. "Entonces volvamos al tema de tu visita.
Volviste en menos de veinticuatro horas despus que te fuiste de
mi dormitorio enojadsima, jurando no volver jams".
"Esa es una descripcin exagerada. No fui tan dramtica, ni en
palabras ni en actos."
Oeste se corri a la mitad de la cama para hacerle espacio en su
borde.
"Sintate, o ms tendr que soportar una torcedura en el cuello".
Ria se sent mucho ms apartada que la noche anterior, girando
ligeramente hacia un lado para que poder enfrentarlo, y cruz una
pierna. "Quiero saber lo que ocurri mientras estabas fuera.
Tenley piensa que tuviste una reunin con Ridgeway por asuntos
urgentes con respecto a la finca. Margaret piensa que sospechas
que mis sentimientos por ti son demasiado profundos y has
entrado en pnico. Yo creo que estabas en Sunbury trabando
amistades con el seor Beckwith".
"Todas son posibilidades intrigantes. Si es Lady Tenley la que
cree que he huido de una manera tan cobarde, quin es el que
pens que sal para adquirir una licencia especial?"
"Yo no haba odo eso. No lo hiciste, verdad?"
"Como sospechabas, estaba en Sunbury con Beckwith."
Ella asinti con la cabeza. El alivio porque no hubiera conseguido
ninguna licencia especial se vio atenuado por la preocupacin de
que su reunin con el seor Beckwith podra no haber ido bien.
"Sigo siendo empleada de la escuela?"
"S. Yo no me met en ese asunto, aunque le suger que lo
entendera si lo hicieran.
Si l es representante de la junta de administradores, entonces no
son tan progresistas en su pensamiento en la forma en que me
hizo creer que lo eran. Parece que estn encantados de contratarte,
pero no pueden entender que el duque lo haya permitido".
"Soy muy consciente de la confusin sobre ese asunto. Soy la
segunda mujer que tiene la posicin de jefa de la escuela desde su
fundacin. Excepto por mi predecesora inmediata, todos los
dems han sido hombres".
"Qu pas con la seorita Weaver?"
Ria se encogi de hombros. "No sabra decrtelo. S que la
escuela fue fundada por caballeros. Si existiera una Srta. Weaver,
debe haber sido simplemente un nombre. No hay constancia de
que fuera una directora. Por favor, no malinterpretes lo que quiero
decir, los administradores dan pequeos pasos, pero siempre hacia
adelante".
"Esa es tu opinin. Si alguien asume la postura de permitir que las
mujeres deban encontrar su propsito en la vida fuera de la cocina
y la sala de dibujo es probable que provoque el colapso de la
sociedad.
Eso no es dar un paso hacia delante".
"Algunos podran tomar esa posicin", dijo, "pero no lo hacen. Es
demasiado tarde para discutir tus malditas convicciones. Dime
qu respuesta recibi tu oferta para unirte a la junta".
"No fue una invitacin hecha formalmente, pero creo que
Beckwith tiene la intencin de hablar o escribir a los otros
administradores sobre mi inters. Tengo razones para mantener la
esperanza." La luz tenue no impidi que Oeste vislumbrara la
Incertidumbre de Ria.
"T no encuentras esta opcin como algo til, verdad?"
"No estoy del todo segura de que ganars algo unindote a la
junta. Jane Petty es mi preocupacin, no la junta de
administradores".
"Miss Petty tambin es mi preocupacin. Esto no es una manera
para poder controlarte de cerca."
"Estoy muy contenta de escuchar eso."
Oeste sonri por su tono recortado.
Claramente, ella se senta ofendida por la sola idea de ser
vigilada.
"Esas son palabras de Beckwith, no las mas. Tengo que decir que
no me importa la forma en que lo dijo. Creo que lo ha hecho
porque le gustara que yo pudiera de alguna manera comenzar a
acortarte las riendas".
Ria frunci el ceo. Haba un sentido en sus palabras que no
entenda muy bien, algo que no deca claramente. "Yo no
entiendo por qu el seor Beckwith cree que necesito sujecin de
cualquier tipo. De qu manera cree que me he excedido en mis
libertades?"
Oeste se dio cuenta de que acababa de exponer una idea que Ria
no estaba preparada para escuchar. Por la forma en que haba
comenzado este segundo encuentro en su habitacin, saltaba a la
vista que no era mundana. Estas acciones fueron impulsadas por
su creencia de que eran necesarias y urgentes, y las haca en
nombre de la seorita Petty, no por algn inters carnal propio. l
hara bien en recordar que, a pesar de que era una maldita
tentacin fingir que se le haba pasado por alto, la Srta. Ria Ashby
tena una boca esplndidamente besable.
Oeste entendi que tendra que responder a su pregunta slo en la
medida que poda aceptar la respuesta.
"Beckwith piensa que no deberas haberme contado sobre la
desaparicin de la seorita Petty. l cree que tus preocupaciones
son excesivas".
"Excesivas? Pero" Se detuvo cuando Oeste alz un dedo.
"l es de la opinin definitiva de que va a aparecer,
probablemente embarazada y soltera, llena de remordimiento,
pero sola. Debes admitir que es una posibilidad, especialmente a
la luz de los datos que Amy nos dio".
"Si llega a suceder, es porque alguien se aprovech de Jane. l
debe aparecer para dar cuenta de sus acciones. El seor
Beckwith piensa que no debe hacerse nada?"
"l cree que ya lo est haciendo. Dio su aprobacin para contratar
al Sr. Lytton".
"Pero no ha habido ningn progreso."
"No creo que eso preocupe demasiado a Beckwith. l cree que los
administradores han cumplido con su deber hacia Miss Petty."
"Eso no puede ser verdad", dijo Ria.
Haba un pequeo matiz de amargura en su voz y de dolor detrs
de sus ojos.
"Debes haber entendido mal".
Sin ofrecer ningn argumento, Oeste sigui considerando su hilo
de razonamiento.
"l fue un gran apoyo", dijo. "Tengo la carta en la escuela. l
respondi rpidamente cuando le escrib refirindole lo de la
seorita Petty, y comparti todas mis preocupaciones."
"Entonces quizs ests probablemente en lo cierto. Debo haber
entendido mal."
Lgrimas de rabia inundaron los ojos de color gris azulado de Ria.
"Por qu haces eso? Por qu ofreces tu opinin, y a
continuacin, te rectificas de ella?"
l se encogi de hombros. "No es tan importante para m
convencerte de que estoy en lo cierto."
"Pero yo no quiero que renuncie a tu opinin si estoy
equivocada."
Una de las comisuras de la boca de Oeste se levant, pero sus ojos
permanecieron perfectamente sombros. "No renuncio a mi
opinin, Ria. Yo simplemente te permito tener la tuya".
Una lgrima cay por la comisura de su ojo. Ella la limpi con
impaciencia.
"Eres enloquecedor. Tal vez yo quiera ser convencida".
Su sonrisa se profundiz. "No lo creo."
Ria comenz a temblar, pero consigui reprimir un
estremecimiento. En un hilo de voz, pregunt: "Qu va a pasar
ahora?"
"Beckwith hablar a los dems administradores. Si tenemos
suerte, van a decidir que conviene nombrarme miembro de la
junta".
"Cuando me hablaste de tu intencin de reunirte con ellos, pens
que les ofreceras dinero para asegurarte un lugar. Pero ese no era
el plan en absoluto, verdad?"
"No. Ellos no se mueven por dinero."
"Entonces, qu es lo que ests ofrecindoles?"
"Poder". Oeste se incorpor y empuj una almohada detrs de la
espalda para apoyarse en la cabecera de la cama. Se pas la mano
por el cabello. "Te dije que Beckwith no est contento porque me
ocupe de investigar lo que sucedi con la seorita Petty. Es
natural que l quiera tener una medida de control sobre lo que
hago, y slo puede conseguirlo si me invita a unirme a ellos, y no
me puede invitar sin hablar con los dems.
En definitiva, Ria, estoy ofrecindoles una oportunidad para
eliminarme como amenaza y proteger sus posiciones".
Ria ausente entrelaz sus dedos hasta que sus manos formaron un
solo puo.
Elev el puo contra su pecho, y apoy la barbilla en los nudillos.
El motivo de Oeste era sincero. "Todava crees que el seor
Beckwith es uno de los obispos".
"l es un obispo. Nunca he dudado de eso."
Ella asinti dbilmente. Un argumento se form en su mente, pero
lo alej, tratando de no hacerlo cambiar de opinin cuando estaba
en desacuerdo con la suya. Pareca saber la batalla que estaba
luchando consigo misma, porque una sonrisa levant las
comisuras de la boca.
Ella dijo. "Nunca dije que no pudiera aprender algo de ti."
Esas palabras provocaron una malvada sonrisa en el rostro de
Oeste. "De hecho", dijo secamente.
Ria no pudo hacer nada para que el enrojecimiento de su tez no se
esparciera a su garganta y sus mejillas. "Has dado un significado a
mis dichos que no tena intencin de sugerir."
"Por supuesto."
"Intolerable".
Su sonrisa se hizo ms profunda. "T negativa sera ms eficaz si
tus ojos no estuvieran apartndose todo el tiempo de ese libro."
"Yo estaba concentrada en ti."
"Estabas pensando en ese libro." Tom el pequeo suspiro de Ria
como seal de resignacin ante la evidencia. "Qu es lo que
quieres saber sobre l?"
"De dnde lo sacaste?"
"Del estudio de Beckwith."
Ria no saba qu decir. "Qu extraordinario."
"Supongo que debe parecer as, pero no todos los hombres
encuentran que la poesa de Byron y Shelley sea un adecuada
afrodisaco". l la mir interrogante.
"Sabes lo que es un afrodisaco, no?"
"Por supuesto que s " dijo framente.
"Deriva de Afrodita, la diosa del amor y la belleza para los
antiguos griegos. Un afrodisiaco es algo que excita la forma en
que se piensa en el amor y la belleza".
Oeste asinti lentamente, en apuros por no rerse. "S, bueno, eso
es una definicin."
"Si hay otra, me gustara escucharla. No tengo ninguna simpata
por haber sido mantenida en la ignorancia."
"Y yo no soy tu maldito tutor."
Ria no supo precisar si haba sido una afirmacin o una forma de
expresarlo.
Simplemente lo mir.
"Muy bien. Un afrodisaco es algo, generalmente un alimento o
un medicamento, que excita la sangre." suspir fuertemente
cuando ella slo frunci el ceo hacia l. "Despierta el deseo
sexual. No puedo decirlo ms claramente que as".
"No tienes que hacerlo. Entiendo perfectamente. "Se detuvo un
instante y luego aadi: "Gracias."
Fueron las gracias de Ria las que acabaron con Oeste. Los acentos
suaves estaban tan totalmente en desacuerdo con el calor en sus
mejillas que la visin era casi cmica. l no se atrevi a rer, su
respuesta en cambio, fue besarla.
Se inclin hacia adelante y puso una mano en la nuca de Ria antes
de que ella determinara correctamente su intencin.
Su boca se pos en ella, suavemente al principio, luego con ms
presin cuando ella no se resisti. Sus labios eran suaves y dulces
y clidos. Se unieron a los de l en un suspiro entrecortado.
Se desliz ms cerca hasta que su cadera empuj la de ella.
Ria se volvi hacia l, buscando una mejor posicin en el borde
de la cama.
Sus manos se elevaron a la altura de los hombros, entonces se
levantaron para poder enhebrar sus dedos en su cabello. El primer
toque tentativo de sus dedos arranc un gruido gutural de l y
aceler su sangre. Sinti que se ruborizaba, y pudo distinguir la
inflamacin de los senos contra su pecho.
Tir ligeramente de su cabello. Este pequeo estmulo fue todo lo
que necesit para recostarse en la cama. l la sigui, las bocas
fundidas, los ojos cerrados. El beso se profundiz, la lengua
hundida profundamente en la boca, jugando con la de ella,
empujando, saboreando, chupando.
Oeste apart las mantas enredadas entre ellos. Encontr el
cinturn de la bata y lo desat, los laterales de la prenda cayeron a
ambos lados de su cintura, dejando slo el fino algodn de su
camisn como una barrera para su contacto. Puso una mano sobre
su abdomen y sinti que su piel se contraa. Su palma se desliz
hacia arriba y ella respir en forma irregular en respuesta a su
avance. Cuando l tom el pecho y acarici su diminuto pezn
erecto, sus caderas se levantaron de la cama.
l apart la boca de la de ella y se apoy. Ellos estaban ubicados
al revs en el colchn, sus cabezas a los pies, y los pies a la
cabeza. El calentador de la cama estaba peligrosamente cerca.
Una de las almohadas haba cado al suelo, junto con las dos
zapatillas de Ria, y las mantas estaban arrugadas formando un
montculo en el medio del colchn. Fue consciente por primera
vez del fro que haca fuera de las mantas, aunque el fro tena
bastante poco que ver con el temblor que lo estremeca.
Ella lo miraba con ojos acerados, del color del humo. Su
expresin no era vaga o fuera de foco, ni floja ni soolienta. Ms
bien, era vigilante. El deseo, en el rostro de Ria, era un acto
consciente de su voluntad, tal vez incluso un poco desafiante.
Ahora se hallaba envalentonada por la curiosidad, la necesidad
avivada, por la inteligencia de un ser sensible. Todo lo que podra
hacer con ella ahora, no sera en contra de su voluntad.
Oeste toc la frente de Ria con la suya.
Cerr los ojos, y su sonrisa se abri sobre la boca de ella. "Tal vez
voy a ser tu maldito tutor despus de todo," susurr.
Su propia sonrisa fue dbil cuando ella repiti las palabras que
haba pronunciado anteriormente pero en un contexto diferente.
"Nunca dije que no poda aprender algo de ti."
No respondi nada, continu besndola, y a continuacin, levant
la cabeza de nuevo y se desplaz de manera que yaci sobre su
espalda. Por el rabillo del ojo vio que Ria se acostaba a su lado y
se estiraba longitudinalmente junto a l, apoyndose en un codo y
adoptando la pose que l tena antes.
"Te he desagradado de alguna manera?", dijo en voz baja.
"No."
"Entonces por qu no me besas?"
"No estoy seguro de que quiera esta responsabilidad."
Se frot los pies desnudos uno contra el otro, para alejar el fro.
Oeste comenz a tirar de una de los mantas para drsela, pero ella
se qued a su lado. "T no tienes que asumir ninguna
responsabilidad", dijo. "Sobre nada." Se inclin, encontrando la
barrera de una de las mantas, y se desliz por encima de ellas.
"Nunca exigira de ti nada de eso. Ni aunque lo desearas.
Si el hecho de ser mi tutor es lo que te detiene, entonces"
"No tiene nada que ver con eso."
"Entonces, qu es?"
"T no tienes experiencia."
"Pero esa es exactamente la cuestin.
Tengo veinticuatro aos. Estoy convencida que ha llegado el
tiempo para adquirir alguna".
"Tu confianza est fuera de lugar. No sabe lo suficiente acerca de
las inclinaciones de los hombres para decir eso."
Ria se incorpor y dio la espalda a Oeste mientras encenda la
vela en la mesilla de noche. Recogi el libro de Beckwith y se
acost de nuevo, esta vez sobre su espalda. Abri el libro, y lo
levant para que ambos pudieran ver las ilustraciones.
El dibujo de la mujer de rodillas delante de aquel varn era el que
estaba en primera plana.
"Hblame de esto, entonces, " dijo ella.
A pesar de que era su intencin de ser audaz, el pequeo matiz en
su voz tena un dejo ligeramente vacilante. Despus de haber
llegado a ese punto, sin embargo, estaba decidida a perseverar.
"Se ve como si quisiera ponerse todo su masculinidad en la boca."
Oeste no recordaba haber tenido una conversacin como esta con
una mujer.
El tono de la misma, sin embargo, no le era desconocido. Ria
transmita la misma incertidumbre y el temor que l recordaba de
sus das en Hambrick cuando l y el resto del club de la brjula
haban visto imgenes como sta por primera vez.
"Creo que es su intencin, s," dijo cuidadosamente.
"Ella bien podra asfixiarse. Es extraordinariamente grande, no
es as?"
Oeste hizo un esfuerzo por concentrarse en la ilustracin y no en
la parte de l que ella podra llamar extraordinariamente grande.
"Es de la longitud y el grosor normales para un hombre excitado."
Le complaca poder abordar la pregunta de manera impersonal.
"En cuanto a si ella puede asfixiarse, depender de la habilidad
que tenga para hacerlo".
"La habilidad que tenga? Tomo eso como que se requiere un
poco de talento y prctica especiales." Ella se qued en silencio
mientras digera eso, le dijo pensativa: "Vi a un hombre gitano
una vez tragarse una espada de fuego casi hasta la empuadura.
Debe ser algo as parecido".
Oeste se dio cuenta de que muy bien podra ahogarse con nada
ms que su propia saliva, si no tomaba a Ria.
"S, supongo que s."
Ella lo mir, frunciendo el ceo. "Pero no ests seguro."
"Quiz puedas comprender que no he tenido ocasin ni de tragar
una espada ni de chupar un"
Se detuvo en seco, sabiendo que haba dicho demasiado. Tanto
para el conocimiento de Ria como precaucin para s mismo.
"Creo que se ha dicho suficiente ", le dijo. "No tiene ningn
sentido hablar de una cosa innecesaria."
Ria haba dejado el libro a un lado cuando le dijo: Si esta es la
nica manera que tengo para adquirir conocimiento, entonces no
deberas privarme de l.
Ahora, dime si es algo para ser disfrutado por ambas partes".
l gimi suavemente y se coloca el antebrazo sobre la frente. "Por
el hombre, sin duda. Por la mujer, a veces."
"Por qu slo a veces?"
"Depende del disfrute que derive por dar placer."
"Ya veo," dijo lentamente, poco dispuesta a admitir que an no
estaba segura de su significado. "Sabes esto por tu propia
experiencia?"
Oeste levant su brazo lo suficiente para dar a Ria una mirada de
reproche.
Qued satisfecho cuando ella se sonroj profundamente y volvi
al estudio de la ilustracin. Haba lmites para lo que le deca,
pens, y ella slo haba empujado esa pregunta en contra de uno
de ellos.
Los dedos de Ria temblaban ligeramente mientras giraba la
pgina. Ella consider el prximo grabado por un largo rato antes
de hablar. "ste es igual que el anterior. No entiendo el punto de
eso."
"No es exactamente igual que el anterior." Cogi el libro de
nuevo, y cuando ella se resisti a drselo, l le dijo. "Puedo?
Prometo devolverlo." Lo arranc de sus manos cuando ella se lo
tendi. Ubicndolo de manera que su vista fuera mejor, Oeste
capt todas las pginas entre el pulgar y el ndice, luego dej que
de su pulgar se deslizara el borde de cada pgina sucesiva por lo
que pasaron volando rpidamente.
Ria parpade ampliamente, fascinada y un poco asustada al
percibir como las figuras del hombre y la mujer modificaban sus
posturas a media que las pginas volteaban rpidamente. La mujer
se inclinaba hacia delante, tragando el erecto miembro del hombre
tan profundamente como el Gitano que Ria recordaba tragaba la
espada de fuego. "Hasta el mango", dijo entre dientes, apenas
consciente de que haba hablado en voz alta.
"Una descripcin acertada."
Ria tom el libro y lo sostuvo de las pginas tal como l haba
hecho, y luego deje que su pulgar se deslizara. El movimiento de
la pareja fue desigual, casi cmico, pero no se poda negar su
propsito. "Cmo se logra?"
Oeste se ech a rer. Ella senta ms curiosidad por el mtodo
utilizado por el artista que por el contenido. "Como he dicho, cada
pgina no es idntica a la anterior. Existen diferencias sutiles que
representan el movimiento cuando las pginas son pasadas
rpidamente."
Abri el libro en una ilustracin que estaba en el punto medio.
"Aqu puedes ver las diferencias entre ste y el del principio.
Ahora mira la ilustracin final. La mujer lo ha soltado de nuevo."
"Debo admitir que es una obra muy inteligente."
"Eso es lo que Sur dijo la primera vez que vio un libro como
ste."
"Cuntos aos tenas?"
"Once. Tal vez doce."
Ella asinti con la cabeza, suspirando.
"Y yo tengo el doble de edad. Los nios son ms afortunados,
creo yo, por conocer estas cosas a temprana edad."
"No recuerdo haber tenido esa opinin cuando nos pillaron."
Ria sonri. "Bueno, tal vez doce es muy joven. Aun as, las chicas
estaran en mejores condiciones para asegurar su lugar en la
sociedad si supieran lo que podran tener que soportar."
"Soportar," dijo en voz baja. Todo lo que Ria haba entendido,
pens, fue comprender el dilema de una mujer. Sin duda, haba
sido motivado por su propia madre. Observ su rostro mientras
hojeaba las pginas una tercera vez. Sus facciones ya no estaban
inundadas de color, y cada gesto de su rostro se vea concentrado.
Haba una fina arruga entre sus cejas, y sus ojos se haban
entrecerrado. Sus labios se torcan ligeramente a un lado. No tuvo
dificultades para imaginar que aplicaba la misma inteligencia y
consideracin a sus estudios en el aula, una estudiante muy
apreciada por sus profesores.
Ria volvi el libro al revs, comprendiendo al fin por qu la otra
ilustracin estaba impresa en otra direccin. Agarre el borde
delantero del papel entre el pulgar y el ndice, y dej volar las
pginas. Incluso a pesar de que saba que esperar, todava era
sorprendente. El hombre se introduca en la mujer y bombeaba a
trompicones entre sus muslos abiertos. La cabeza de la mujer
estaba echada hacia atrs derramando su pelo rubio.
Oeste logr coger el libro antes de que Ria lo dejara caer sobre su
cabeza. Lo cerr y lo dej a un lado, fuera de su alcance.
Se apoy en un codo mientras la miraba.
"Has visto lo suficiente?"
Ria sinti el rpido latido de su propio corazn y un raro,
sentimiento de inquietud dentro de ella, la respuesta que dio fue
un poco sin aliento. "Muy poco, creo. Parece ser bastante un
asunto bastante grosero".
"Lo es." Oeste estaba feliz de fomentar esta lnea de pensamiento.
"Pareca como si pudiera ser doloroso."
"Una perfecta agona."
La mirada que lanz en su direccin era sospechosa. "No puede
ser tan terrible, de lo contrario nunca nadie participara en ello, ni
siquiera con fines de procreacin".
"Uno aguanta mucho para continuar la especie."
"No lo creo."
Oeste se encogi de hombros.
"A m me gust bastante cuando me besaste."
"Besar est destinado a calmar los sentidos para lo que viene
despus."
Ria estaba un poco menos segura de lo que haba estado
momentos antes. "Qu hay de dar y recibir placer? Has hablado
de eso antes."
"Puede que haya exagerado ese aspecto. A decir verdad, hay poco
placer en ello."
"Los poetas hablan favorablemente de l."
"Ellos hablan de amor. T ests hablando de..." Su voz se apag
mientras buscaba la palabra adecuada.
"Tal vez deberas continuar esta discusin con lady Tenley."
"Cobarde". Ria se volvi hacia l. "No puedes decir la palabra
fornicacin? Eso es lo que las parejas estn haciendo, no?
Fornicar. T tambin puedes decirlo".
"Por supuesto", dijo con tono irnico.
"Me pareca que ofendera tu sensibilidad si lo hubiese hecho".
La expresin de Ria era grave. "S que tienes respeto por m",
dijo en voz baja.
"No es necesario que consideres tus palabras con tanto cuidado."
"Ria, por todos los demonios, aljate de m.
Fue un punto vlido, y ella no lo neg.
"Es slo que a veces crees que no conozco mi propia mente. Eso
es lo que me parece que realmente ofende mi sensibilidad.
Me gustara que no trataras de protegerme de mi misma. Deseo
que tu respeto por m, no se base en un hecho biolgico. Soy una
mujer, es cierto, pero eso debera ser motivo de felicidad, no una
razn para que desees alejarme."
"Y no es porque eres una mujer la razn por la que te ordeno que
debes tomar distancia. Esto se debe a que eres una dama."
"Maldita sea".
La risa de Oeste retumb suavemente en la parte posterior de su
garganta. "Va a requerir ms que ese lenguaje colorido para
animar a alguien a que te trate como a una prostituta".
Ria se incorpor y se apart la manta.
Su ereccin se alz formando una tienda con la tela de su camisa
de dormir. Antes de que l supiera lo que iba a hacer, ella se sent
a horcajadas sobre sus piernas y levant el camisn hacia arriba,
hasta los muslos.
"Y quin sabe si esto ser suficiente para animarte a ti."
Captulo Ocho
Oeste sujet a Ria por los hombros cuando ella comenz a
inclinarse hacia l. Las pupilas de sus ojos estaban dilatadas y
oscuras a causa del deseo, y el borde verde esmeralda de su iris
casi haba desaparecido. Su corazn martilleaba en el pecho, y oa
el estruendo del rugido de su sangre en sus odos. "No sabes lo
que" Se detuvo porque Ria estaba sacudiendo la cabeza
lentamente, y l supo que estaba perdido cuando ese movimiento
sutil se detuvo a milmetros de su miembro.
"Entonces tendrs que ensearme", dijo.
"O me permitirs aprender por m misma."
No le caba duda de que haba malinterpretado deliberadamente lo
que haba querido decir, pero su alma no poda ir en contra de esa
boca suave y suntuosa o la forma en que sus labios se separaron.
Sus manos cayeron, y la observ continuar su descenso hacia
abajo. Al primer toque de sus labios, sinti que todo su cuerpo se
tensaba.
Era demasiado y sin embargo no lo suficiente. Sus caderas se
sacudieron mientras abra su boca alrededor de su pene, haciendo
retroceder su prepucio con la mano para que su lengua pudiera
lamer la sedosa y sensible punta.
Su trenza plida cay hacia adelante sobre su hombro, y la punta
roz su muslo, oscilando como un pndulo movindose sobre l.
Llev las manos a las caderas, y lo acarici con las yemas de los
dedos, recorriendo a la ligera la firme carne de sus nalgas, usando
la ua del pulgar para marcar su piel con una lnea de color rosa
plido.
Quera cerrar los ojos. Quera verla. Era ertico de cualquier
manera, y por un tiempo hizo lo primero, luego lo segundo, hasta
que ella se ech hacia atrs, y con su respiracin ronca y los ojos
ligeramente entornados, le pidi ms. Al principio no entenda,
pero luego sus ojos se posaron en su excitacin, y se dio cuenta de
que era lo que ella quera. Al igual que la ilustracin. Hasta la
empuadura.
Se incorpor y se dirigi a la cabecera de la cama, sacndose su
camisa de dormir.
El fro de la habitacin no se senta ahora, no con su sangre
calentada a temperatura de lava fundida. Se recost contra el
cabecero y le tendi la mano, invitndola a subir sobre l como no
lo haba hecho antes.
Ria se arrodill delante de l, y esta vez cuando se inclin,
comenz a besar la suave curva de su cuello y sus hombros
siempre en continuo descenso. Su piel estaba caliente y tensa, los
msculos definidos por los planos y ngulos que parecan talladas
por un escultor. Ella desliz su boca a lo largo de la clavcula y
dej un rastro hmedo con el borde de la lengua. El sabor era a la
vez desconocido y tentador. Dulce y salado, almizclado y
hmedo, pareca saber a la perfeccin lo que deba hacer, sin
embargo, era algo completamente nuevo para ella, una
combinacin de sabores y olores que despertaban a sus propios
sentidos. Su piel se eriz, y sus fosas nasales se dilataron.
Sinti algo caliente y dulce pulsando urgentemente en su centro
femenino.
Rfagas de sensaciones siguieron el camino de su sangre hasta
que sus dedos le hormiguearon. Entre sus muslos sinti que la
humedad la inundaba. Sinti una presin all, pero tambin un
vaco, y el efecto de ambos era que ella dese que la tocara.
No lo hizo, sus dedos se cerraron en un puo a cada lado de ella.
Ria pas sus dedos a lo largo de sus brazos hasta llegar a las
muecas, y luego se curvaron como garras, y se lo llev cautivo
mientras sus labios y lengua, y finalmente sus dientes, seguan la
exploracin.
Su cabeza cay sobre la pelvis masculina. Sinti que retena el
aliento y la vibracin de placer.
Ella lo tom en su boca de nuevo, y todo el sabor y el olor de l se
hicieron ms intensos.
Este acto de dar placer le pareci profundamente ntimo, un acto
en el que era a la vez amo y mendigo, a la vez poderosa, pero al
servicio de l.
Le pareca que sentir estas cosas estaba bien, y que no era
diferente para l.
Poda ordenar que se detuviese o entregarse a ella. La atraccin
entre ambos lo mantuvo exactamente dnde estaba, luchando un
poco por la presin de sus manos y su boca, pero no tanto como
para quitarla de encima. Todava estaba inmvil a excepcin de
aquellos movimientos que no podan ayudar, y el hecho de que
ella era responsable de cada pequea muestra de excitacin era
casi insoportable.
Lo chup ms profundamente en esta ocasin, ayudada por sus
posiciones alteradas y su voz ronca susurr instrucciones. El grito
que brot de l fue su propio nombre, y su sonido fue tan
agradable que determin que quisiera orlo de nuevo.
Oeste liber sus muecas del agarre de Ria y llev sus manos a
sus caderas. Con no ms estmulo que eso, sus dedos avanzaron a
lo largo de la parte interna de sus muslos. Encontr la base de su
miembro y agreg un masaje rtmico de su mano a la constante
succin de su boca. Una de las manos de Oeste captur la trenza
suelta y la envolvi en el puo, y la otra se aferr a las sbanas
con desesperacin.
Sinti el cambio en la cadencia de su respiracin, jadeaba ahora, y
gema. Las cosas que quera decir vinieron a su mente con frases
inconexas, las palabras simplemente se trabaron en su garganta.
Sus caderas salieron disparadas hacia arriba, y luego ella obtuvo
todo de l, y el puo alrededor de su pelo se cerr como un
grillete. l supo que sera incapaz de apartarla en ese ltimo
momento. Fue una ola de placer tan intenso que irrumpi como la
erupcin de un volcn, imparable, poderosa e indomable, una ola
indescriptible como jams haba experimentado en toda su vida.
Entonces no pudo pensar y separar los testculos del cerebro y
agradeci que hubiera querido hacer eso con l.
Haba algo en este ltimo pensamiento que despert su sentido
del humor.
Mientras que la risa por lo general lo dejaba dbil, esta vez el
efecto fue exactamente lo contrario. Su placer fue tan inmenso
que la sensacin provoc la aceleracin de su pulso y la urgencia
de la intensa liberacin lo arras.
Maldiciendo en voz baja, sus palabras apenas inteligibles a sus
propios odos, l levant la cabeza de Ra alejndola y dirigiendo
su semilla a las sbanas, consciente todo el tiempo de su sorpresa
mientras lo estudiaba profundamente fascinada. Se sinti tan bien
como un insecto con sus alas desplegadas para su examen, Oeste
tir de una manta para cubrirse mientras dejaba sus pies sobre el
borde de la cama. Sin decir una palabra, desapareci en el
vestidor contiguo.
Oeste puso agua en una jofaina, aunque no estaba seguro si deba
usarla para hacer sus abluciones o ahogarse, no lo tena del todo
claro. Se qued mirando su reflejo en el espejo sobre el lavabo,
pero no vio nada all que le ayudara a comprender lo que acababa
de ocurrir.
Su sentido del honor estaba profundamente ofendido por lo que
haba permitido hacer a Ria, sin embargo, no poda negar que su
satisfaccin por sus manos y su boca no se pareca a ninguna otra
que jams haba conocido. Otras mujeres haban demostrado
mayor destreza, la camarera en el hotel por ejemplo, pero ninguna
haba estado tan decididamente interesada en todos los aspectos
de su respuesta. Tal vez fue la inocencia de Ria satisfaciendo su
curiosidad, pero Oeste sospechaba que era ms que eso. Desde el
principio, ella pareca estar consciente de l de una manera
inusual. Era sensible a su estado de nimo, a sus caprichosos
pensamientos, hasta su humor contrariado.
Era tan poco probable, entonces, que ella fuera tan agudamente
perceptiva de lo que le dara el placer ms intenso?
Oeste desenganch la manta de la cintura y la arroj en un banco
cercano.
Se lav, eliminando los aromas de lavanda y almizcle de su piel.
El agua helada le produjo una inspiracin rpida, pero tuvo el
efecto anestsico deseado en esa parte de l que an se mova.
El agua le salpic el pecho cuando se le cay la esponja en la
jofaina. Se limpi con un gesto negligente de sus dedos, y luego
se volvi a tomar una toalla de un gancho de bronce junto a la
puerta. Su espectro visual del dormitorio no inclua la cabecera de
la cama donde Ria reposaba. Las velas provean suficiente luz
como para ver que la mayora de las mantas haban sido
empujadas desde el centro de la cama a los pies, y el calentador
de pies estaba otra vez en su lugar. Zapatillas de Ria descansaban
todava en el suelo, pero la almohada que haba cado all antes
haba desaparecido. Asimismo, no vio el libro.
Por un momento, Oeste apoy los brazos en el borde de mrmol
del lavabo y baj la cabeza, evitando su reflexin.
Despus de un largo momento en esta posicin, se apart y se
enderez. Se mes la espesa cabellera con las yemas de los dedos,
y luego agarr la toalla y se sec. Cundo termin, arroj la toalla
a un lado y fue a la cmoda alta para revolver un par de cajones.
Sus pisadas fueron casi inaudibles mientras regresaba de nuevo a
la cama.
Ria estaba sentada cmodamente apoyada en el espaldar, rodeada
de un trono de almohadas y aun modestamente vestida con su
camisn y su bata de franela.
Sus rodillas dobladas y apoyado en ellas estaban el tesoro ertico
que haba robado de la biblioteca privada de Beckwith.
Ella estudiaba la ilustracin de la pareja que participaba en el
acoplamiento ms tradicional, aunque la descripcin de su
actividad era sospechosa, haba ciertos aspectos del dibujo que
Ria pareca haber dejado de percibir.
Oeste agarr el libro y se lo quit de las manos. Ella no se resisti
a su interferencia. Lo cerr y lo puso sobre la mesa. "Creo que has
aprendido suficiente del libro por hoy." l se felicit porque
todava era capaz de ruborizarse. No le gustaba pensar que su
experiencia sexual la hubiera endurecido. Le dola que ella
pudiera llegar a ser diferente a todas las sensibilidades. "Yo
quiero que te vayas ahora."
Ria haba estado esperando esto. Asinti con la cabeza
ligeramente, pero fue slo una indicacin de que lo haba odo.
No hiso ningn intento de salir de la cama.
En su lugar, tom una de las almohadas de su lado y la presion
contra la cabecera, invitndolo a sentarse a su lado. "Tengo
preguntas sobre lo que estoy aprendiendo que un libro no puede
responder adecuadamente".
"Y yo ya te he sugerido que se lo preguntes a Lady Tenley."
"Creo que abordar este tema con ella sera un error. Cmo puedo
explicarle mi inters en el asunto?"
"Las mujeres no discuten estas cosas entre s?"
Ella levant una ceja con incredulidad.
"Nunca he estado al tanto de las conversaciones de esta
naturaleza, y puedes estar seguro de que nadie pens nunca
ponerme una institutriz para educarme sobre esta cuestin. No es
un tema abordado en la escuela, ni siquiera entre los profesores
que se han casado." Ria cruz las manos y las apoy sobre sus
rodillas dobladas. "Por lo tanto, te corresponde a ti."
Era precisamente este tipo de responsabilidad la que haba estado
tratando de evitar. Su agria mirada impaciente le record eso.
Tom la manta que llevaba sobre el brazo y la hizo rodar
longitudinalmente.
Antes de sentarse, la puso al lado de Ra de modo que estara
entre ellos.
Fue una barrera fsica inadecuada, ms bien era un recordatorio de
la necesidad de la distancia entre ellos, y era ms que suficiente.
"No me siento avergonzada", dijo. Esta declaracin son un tanto
desafiante mientras se colocaba a su lado. "No puedes esperar que
lo est".
Oeste tir de las mantas que todava estaban amontonadas a sus
pies. Las sac y se las puso por encima de sus piernas,
ofrecindole a Ria una parte de ellas para arremeter a su
alrededor. Ella las acept con gratitud por lo que se dio cuenta de
que haba estado esperando esta invitacin. Al parecer, ella no se
movera de su cama hasta que estuviera lista, pero tampoco se
quedara all sin su permiso.
l no hizo comentarios sobre si pensaba que debera estar
avergonzada o no, pero dej que se quedara con la duda. "Qu es
lo que quieres saber?"
"Ests enojado conmigo."
No fue una pregunta, sino la afirmacin de un hecho. "S," dijo,
"pero pareces ser inmune a ello." parte de su respuesta no fue del
todo cierta. Que ella mencionara su ira contra todo demostr que
no era inmune a ella, y an ms el punto de que estaba enfadado
consigo mismo, no con ella. "Has hablado de una pregunta,
creo?"
"Por qu tomaste el libro del seor Beckwith?"
No era en absoluto lo que esperaba que le preguntara. No poda
decidir si este tipo de preguntas era preferible a las otras. "Lo
tom porque yo conozco a alguien que publica libros, no de este
tipo, y pens que sera capaz de decirme algo sobre el origen de
ste en particular. Tena curiosidad por lo que podra averiguar de
l".
"Me dijiste que no era raro."
"No es raro para los caballeros tener libros con un contenido
ertico, pero la amplitud de la coleccin de Beckwith es lo que lo
diferencia de lo que se podra considerar normal. Este tipo
particular de libro es relativamente raro. El hecho de que las
ilustraciones fueron impresas en ambas caras de la pgina hace
que sea an ms raro, sin embargo, yo no tuve problemas para
encontrar otros dos, en los estantes de Beckwith en un perodo
muy corto de tiempo. Por ltimo, la aficin de Beckwith por ellos
es una curiosidad.
Hay ciertas peculiaridades en los contenidos que hacen de su
coleccin algo tan especial".
"Peculiaridades?" Ella frunci el ceo.
"Pens que lo que vi en esas pginas estaba en la naturaleza de los
hombres y las mujeres".
"Si se permite que la violencia sea a veces parte de la naturaleza
de ambos, entonces es igual a lo que pensaba."
"No entiendo."
No, no lo entenda, pens. Su falta de experiencia la haba
impulsado a centrar su atencin en las caractersticas ms
llamativas de las ilustraciones. Ella no los haba considerado
como un todo, ni comprendido exactamente lo que estaba
visualizando. "Las dos mujeres estaban esposadas", dijo. "Una a
la baranda de hierro, la otra a la columna en que apoyaba la
espalda el hombre."
La cabeza de Ria neg. "Eso no puede estar bien."
Oeste suspir. "Me gustara que encontraras otra manera de
expresar tu asombro que no sea un desafo a cada palabra que
digo." l levant la mano, detenindola antes de que pasara sobre
l para coger el libro. "Yo te mostrar." Cogi el libro, lo abri
por una pgina al azar con la pareja en la cama, y luego us su
mano para cubrir todas las partes del dibujo, excepto las manos de
la mujer aferradas alrededor de la barandilla de hierro. Lo levant
para que Ria pudiera ver y observ la respuesta de su rostro.
Ella lo mir, parpadeando una vez, luego acept lo que estaba
viendo. Oeste volvi el libro, cubri el otro dibujo de la misma
manera, y le mostr las muecas de la mujer que estaban
efectivamente esposadas a la columna. No eran hierros pesados
los que mantenan a la mujer en el lugar, sino bandas delicadas
que podran haber sido de oro o plata. Los enlaces desde las
muecas a los anillos que las aseguraban eran casi invisibles, pero
Ria los haba visto una vez y saba dnde mirar.
Oeste cerr el libro y lo puso a un lado de nuevo. El rostro de Ria
presentaba un poco menos del color que tena unos momentos
antes." Tienes que tener alguna opinin al respecto", dijo. "Me
gustara orla."
"Te equivocas. No s qu pensar... sobre las ilustraciones o el
hecho de que el libro le pertenezca al seor Beckwith".
l admiti que requerira un esfuerzo considerable por parte de
ella para asimilar todo eso. "Hay hombres que encuentran placer
en el sometimiento de otros. En este caso, son las mujeres quienes
se hacen sus esclavas. Para no complicar tu mente, tengo que
decirte que no todas las mujeres se opondran a que se las utilizara
de esa manera, aunque no es la intencin del artista mostrar esto.
Sus dibujos tienen un propsito en particular y es la creacin de
emociones en la persona que las vea. Pueden ser temas de
dominacin o impotencia. No hay restriccin en las ilustraciones,
es literal y figurado".
Cuando Ria habl esta vez, su voz era casi inaudible. Ella sigui
mirando sus manos juntas. "Yo pensaba que las mujeres llevaban
brazaletes. Pens que eran gitanas."
Sacudi la cabeza lentamente, sintindose dbil y vagamente
enferma de repente.
"Pero creo que una parte de m entiende que haba algo ms que
yo estaba viendo, algo a lo que estaba respondiendo sin ser
plenamente consciente de ello.
Cuando fue... cuando yo estaba tocndote... es que cuando t y yo
estbamos forni" Ria se detuvo en esta ltima palabra, ya no
estaba segura de que fuera la ms apropiada.
"Cuando me estabas dando placer", dijo
Oeste. "Llammoslo as y prescindamos de expresiones ms
grficas, a menos que te ofenda hacerlo".
Por el contrario, Ria estaba agradecida por su sugerencia. Se
aclar la garganta, pero su voz segua siendo afectada por una
opresin all, y se oblig a soltar un suspiro tembloroso para darle
sentido a las palabras. "Cuando te daba placer, me llam la
atencin... una extraa idea de ser tanto el ama y la esclava. Yo
nunca... nunca he experimentado algo as antes y yo... creo que
me gust bastante el conflicto de la misma.
Me temo que pensar en ello excit mi sangre".
Oeste podra haber encontrado esta confesin picante si no
hubiera sido tan seria.
Claramente se turb, y slo pudo imaginar lo que le cost
confesarlo. En el curso de una sola noche, haba despertado al
ardor de la pasin desconocida para ella antes, y ahora estaba
descubriendo el complicada verdad que se le presentaba.
Se volvi un poco para que pudiera verla mejor. No era su forma
habitual evitar sus ojos, pero ella estaba hacindolo ahora.
Pas a travs de la barrera que los separaba y le toc la barbilla
con los dedos.
"Mrame, Ria." Empuj la punta de su barbilla hasta que su
cabeza gir lentamente hacia l. "Lo que has experimentado no es
algo que temer.
Fuiste t quien propuso la idea de que una mujer debe saber lo
que tendr que soportar. Lo que ocurri entre nosotros est
destinado a ser aceptado, y si te parece malo ahora, ests negando
tu propia naturaleza.
Crees que yo no comparto tus mismas emociones espinosos?
Hay acaso alguna otra prueba que necesites para saber que mi
sangre tambin se ha excitado?"
La sacudida de la cabeza de Ria fue casi imperceptible. Ella
contuvo el labio inferior y lo apres entre los dientes,
concentrndose en el dolor que se infliga a fin de mantener sus
ojos fijos en los suyos. Le preocupaba que la viera tan joven y tan
completamente vulnerable, sin embargo, este era Evan
Marchman, que vena a salvarla de las consecuencias de su propia
temeridad.
La almohadilla del pulgar de Oeste cruz el labio inferior de Ria,
liberndolo de su mordida. "No puedo decir que no entend la
totalidad de los dibujos. Yo saba lo que era cuando los tom de
Beckwith de hecho, he seleccionado el libro precisamente por esa
razn. No quise decir para que lo veas, pero despus de haberlo
visto, no debera haberte molestado con los detalles de su
contenido.
Llevo una medida de responsabilidad en lo sucedido. Entend que
es la naturaleza misma del fuego quemar y sacar ampollas,
incluso si no tiene experiencia".
"Ests hablando otra vez de protegerme."
"Supongo que s, y no puedo decir que alguna vez vaya a ser
diferente."
Ella lo sorprendi al no insistir en que debera serlo. Se apart un
mechn rebelde de cabello de la sien. "Tampoco puedo decir que
nunca voy a fallar. Quien debera ser su tutor, es ms bien un
zorro cuidando el gallinero se inclin hacia ella y vio que
esbozaba una leve sonrisa, y se alegr por ello. "Estoy seguro que
Tenley ha pensado as desde el principio, y Margaret est
llegando a esa conclusin. Mi criado se pregunta porque te traje
aqu. Mis amigos intercambian miradas significativas entre ellos,
cada uno pensando que sabe la respuesta."
"Cul es la respuesta?" le pregunt en voz baja. "Yo no la
conozco."
"No la conoces? Has sido bastante precisa al sealar que soy un
cobarde. Yo no quiero enfrentar a mi hermano y mi cuada solo".
"Oh."
"Est decepcionada?"
"No... s... un poco, creo."
Oeste atrap sus ojos e inclin la cabeza para sostener su mirada.
"No habrs desarrollado algn sentimiento de ternura hacia m,
verdad?"
"No."
"Eso es bueno. Me gustas muchsimo, Ria, pero cierta clase de
sentimientos pueden hacer que las cosas entre nosotros se vuelvan
irremediablemente complicadas".
Ella asinti con la cabeza. "Entiendo.
No necesitas preocuparte. Me gustas lo suficiente, supongo que
no habra sido capaz de darte placer si no me gustaras."
Oeste estaba contento de haberse posicionado en el centro de la
cama, ya que de lo contrario podra haber cado de ella.
Mientras que por lo general apreciaba la franqueza, Ria tena una
manera de practicarla que invariablemente lo desarmaba.
Su garganta se senta inexplicablemente estrangulada. "S," dijo
con voz ronca, "Eso es".
"Ests bien?"
Como pareca que iba a lanzarse a golpear su espalda, Oeste la
detuvo cogiendo su mueca. "Estoy bien." Afloj su agarre, pero
sin soltarla por completo. "T comprendes, verdad, que no se
volver a repetir lo de esta noche?"
"Yo no lo har, pero no puedo responder por ti."
"Yo tampoco. En cuanto a la segunda ilustracin, no habr nada
de eso tampoco."
"Contigo, querrs decir."
"Qu?"
"Contigo", repiti. "No puedes ordenarme que nunca tenga
relaciones sexuales con otro hombre".
Aunque Oeste se alegr de que ya no usara la palabra fornicacin
para describir las actividades ntimas entre hombres y mujeres, no
poda decirlo sin perder el punto al que pretenda llegar. "Tu
postura referente al matrimonio ha cambiado?"
"No."
"Entonces no mantendrs relaciones sexuales con un hombre."
Ria le dio a su respuesta toda la consideracin que crea que
mereca y respondi sin vacilar. "Sabes que suenas como un ser
perfectamente aburrido no?"
"Y t deliberadamente provocativa."
La sonrisa que le dedic fue bastante engreda. "Ests seguro?"
Poda admitir para s mismo que no estaba seguro de nada en lo
que a ella se refera, pero sufrira todas las torturas de los
condenados antes de admitirlo en su cara. "S, muy seguro. Y t te
deleitas aguijonendome".
"Tal vez," dijo. "Pero, puede ser que consiga la revancha."
"Touch".
La sonrisa que ella le ofreca ahora era levemente triste. Mir
hacia abajo a sus dedos rodeando su mueca, y luego habl con
un suave acento deliberado.
"No crees que ests siendo irrazonable? Si invito o no a otro
hombre a mi cama no es algo que puedas decidir por m. Cmo
puedes esperar que obedezca esa orden?
En ocho meses te liberars de tus responsabilidades por mi
bienestar, y yo ser independiente de tu influencia.
Liber la mueca de sus dedos y se burl de l con sus propias
palabras.
"No habrs desarrollado un sentimiento de ternura por m,
verdad?"
"No."
"Eso es bueno, entonces. Para los dos, creo."
Le pareca que slo haba una respuesta, a pesar de que ya no
estaba seguro de la verdad de la misma.
"Por supuesto."
"Entonces est decidido."
No lo estaba, pero no poda pensar en nada que pudiera
cambiarlo. Eligi recordarle que poda ejercer su influencia para
con ella en el presente.
"Todava quedan ocho meses restantes."
"Un poco menos de eso ahora, pero no voy a contar los das."
"Por supuesto", dijo secamente. "A fin de que te retires finalmente
a tu habitacin, has terminado con tus preguntas?"
"Casi. Me gustara saber si yo tengo el don."
Necesit un momento para entender de que estaba hablando, y
cuando lo hizo, otro momento para recuperarse. "La verdad de
Dios, dices las cosas ms asombrosas. Nunca podrs moderar tu
lengua? O es que cada pensamiento tuyo ser puesto a
disposicin del pblico?"
Ella simplemente lo mir muy seria, sin dar la menor seal de lo
que estaba pensando.
"S," dijo finalmente. "Tienes una gran destreza."
Ria asinti con la cabeza, pensativa. "Y hacia el final... qu fue
exactamente lo que sucedi contigo?"
Oeste dej caer la cabeza hacia atrs y golpe la cabecera. Cerr
los ojos y maldijo suavemente entre dientes. Se le ocurri que no
estara en esta posicin si l la hubiera dejado ahogarse en el lago
veinte aos antes.
"Tal vez te arrepientes de haberme salvado la vida", dijo Ria.
Abriendo un ojo, Oeste la mir con atencin. La sospecha de que
poda leer su mente finalmente estaba confirmada.
"Lo que pas exactamente es que me has ordeado la leche hasta
dejarme seco."
Esta descripcin, los dej a ambos atnitos, e hizo que la cabeza
de Ria saltara.
Tena los ojos abiertos como un bho y su boca se abri en un
aliento arrebatado rpidamente. Se las arregl para soltar una
palabra.
"Leche?"
"Esa fue mi semilla." Mordi cada palabra con una pausa en
medio para dar nfasis. "La derram en las sbanas en lugar de
ti."
"Entonces no habr ningn nio."
Suspirando, cogi el libro y lo abri. l seal con el dedo el
dibujo de la pareja en la cama. "As es cmo una mujer debe
recibir al hombre para que pueda tener un nio."
Ria sinti alivio al orlo. "Entonces es lo mismo para nosotros
como lo es para los animales. Estaba en lo cierto".
"Bueno, ahora puedes estarlo." Cerr el libro, casi atrapando la
punta de su dedo, pero esta vez, en vez de ponerlo sobre la mesa,
abri el cajn superior, lo dej caer dentro, y lo cerr de golpe.
Cuando se volvi hacia Ria, capt la visin estrecha de su sonrisa.
"Te ests divirtiendo?", pregunt.
"Slo a costa tuya."
"Entonces es bueno que me lo pueda permitir." Seal la puerta.
"Te juro que te sacar yo mismo a la rastra si no te vas ya
mismo".
Ria se quit las mantas y sac sus piernas sobre el costado de la
cama.
Camin hacia el otro lado, encontr sus zapatillas, y se las puso, y
luego asegur el cinturn de la bata de nuevo. "Buenas noches, Su
Gracia".
Oeste no la invit de nuevo a dirigirse a l con ms familiaridad.
Simplemente asinti y mantuvo los ojos en la direccin a la
puerta, lo que quera decir que se fuera. Cuando la puerta se cerr
detrs de ella, se recost en la cama, se puso una almohada sobre
su rostro, y la mantuvo all. Sus opciones parecan claras: podra
asfixiarse a s mismo o morir rindose.
Oeste durmi hasta tarde y desayun en su habitacin. Finch no
dijo nada acerca de su peticin de ropa de cama limpia, pero
Oeste no dej de percibir su ceja arqueada que se elev
observndolo en el espejo. Despus de que se ba y se visti,
despidi a Finch y cerr la puerta. Desde muy debajo de la cama
recuper dos retazos de tela y los puso sobre el colchn. No
estaba satisfecho con este escondite, no con las sirvientas
entrando muy pronto para poner su habitacin en orden, y
ciertamente no con Ria invitndose a s misma a visitarlo cuando
quisiera.
Haba realmente tomado su cabeza para zambullirla debajo de la
cama , no haba duda de que su curiosidad sobre estos temas le
haban causado mucho ms problemas que el libro maldito.
Quit la cadena en uno de los cilindros de lona y lo desdobl
cuidadosamente.
Los colores de la pintura eran tan vibrantes como para hacerle
parpadear. All estaba el profundo azul zafiro de una tumbona de
damasco cubierta por los hilos de oro y plata brillantes del pelo de
una mujer tumbada relajadamente con su cuerpo curvado hacia
atrs. Cortinas de terciopelo del color de los rubes colgaban en el
fondo y sus pesados pliegues barran el suelo. La mujer tena un
delgado brazo extendido hacia ellos como si fuera a correrlas para
dejar que un rayo de sol entrara. Oeste record que no haba
ninguna fuente de luz en la sala en la que el artista haba pintado.
Ni lmparas. Ni velas. Ni fuego.
En cambio, era la mujer misma la fuente que irradiaba la luz.
Estaba tendida desnuda sobre la longitud de la silla, con una
pierna levantada, un brazo arrojado sobre su cabeza. Su piel tena
el brillo de la madre perla. Sus ojos, entrecerrados dejaban
escapar el fulgor del nix pulido. Su espalda estaba ligeramente
arqueada, sus labios hmedos entreabiertos. La punta de su
lengua rosada se poda ver tocando la cresta de sus dientes. Sus
pechos plidos henchidos y los pezones arrugados. Entre sus
muslos su pubis brillaba con la evidencia de su excitacin y la
semilla de los hombres que ya la haban tomado.
No estaba sola en el extico ambiente.
El artista haba colocado a tres hombres con ella. Dos a un lado de
la habitacin con slo sus espaldas desnudas presentadas. El
tercer hombre estaba a los pies de la tumbona, su miembro erecto,
con las rodillas ligeramente flexionadas mientras se inclinaba
hacia adelante.
En el momento siguiente la sujetara por los tobillos y tirara de
ella hacia l, levantando sus caderas mientras caa de rodillas. Sus
largas piernas se enrollaran alrededor de l y le empujaran
dentro.
Fuerte. Punzante. Duro.
Oeste poda admirar la pintura por el talento del artista, pero el
tema le preocupaba ms que un poco. Se sent en el borde de la
cama y la enroll, y luego coloc la cadena. Esta era exactamente
la manera en que la haba encontrado en el estudio de Beckwith,
sin enmarcar ni montada en la pared, por qu su dueo no quera
mostrar apropiadamente este arte?, y sin embargo lo tena en un
soporte colgado expresamente con el propsito de exhibir este
cilindro en posicin vertical y una veintena de otros como l. No
haba manera de almacenar una pintura de esa manera y las
grietas ya estaban apareciendo en las pinceladas. Un mtodo
mejor de almacenamiento habra sido un cajn y
Oeste pregunt qu dira Beckwith si se lo sugera.
Su anfitrin de ayer probablemente todava no saba de las cosas
que Oeste haba sacado de su casa. Con alguna suerte,
permanecera en la ignorancia hasta que pudieran ser devueltos.
No haba sido la intencin de Occidente robar nada de la
biblioteca privada cuando entr en ella.
La idea de investigar la habitacin se le ocurri slo despus de
que Beckwith se excusara y pusiera fin a la breve entrevista.
Beckwith no saba disimular, pero Oeste fingi no darse cuenta.
Haba aguardado el tiempo, observando la casa desde la distancia,
hasta que vio a Beckwith salir de su casa a caballo. Lo haba
seguido un trecho, pero era algo peligroso y complicado de hacer
cuando poda ser tan fcilmente descubierto. Le dio la vuelta a
Draco cuando se dio cuenta de que la ruta que haba tomado
Beckwith lo llevara a Gillhollow. Si academia de la seorita
Weaver era su destino, Oeste no lo poda saber, pero el asunto del
hombre en esa direccin era sin duda interesante.
Oeste retrocedi y esper pacientemente hasta la noche, y luego
entr en la casa y se dirigi al santuario de Beckwith. Al no tener
idea clara de lo que buscaba, ni de lo que podra hallar, su
bsqueda se hizo de la manera ms casual, sin prisas pero
completa, tal como el coronel le haba enseado. Aplic
construcciones matemticas a su trabajo, buscando el valor de la
incgnita sobre Beckwith y equilibrando la ecuacin que se form
en su mente.
No le llev mucho tiempo. El escritorio era un depsito de
documentos poco interesantes: cartas, facturas de venta, asuntos
de bienes, inventarios, todo para describir un Lord ocupado de su
seoro. Hizo brevemente el trabajo de deducir a travs de ello.
Cuando dirigi su atencin a las estanteras se encontr con la
sorprendente coleccin de obras erticas de Beckwith.
No todos los libros abarcaban esos temas. Beckwith tambin
coleccionaba los escritos de Fielding, Jonson, Swift, Cervantes y
Marlowe. Su biblioteca era notablemente amplia a causa de las
obras que haba adquirido, aunque Oeste se preguntaba si parte de
ella era para demostrar que sus gustos no se limitaban slo a las
cosas ms all de los lmites.
Durante la eleccin de los libros al azar, se haba topado con el
Marqus de Sade.
Ms adelante en la misma fila, haba tropezado con Justine de
Sade. Haba ms escritos de hombres de la misma naturaleza que
el infame marqus, pero con su misma aficin por confundir el
placer sexual con un deporte sangriento.
La eleccin final del volumen ilustrado se bas en su relativa
singularidad y la ubicacin. Estaba escondido con otros libros sin
ttulo en el estante superior y pareca una opcin poco probable
para que Beckwith lo encontrara a menos que lo buscara
especficamente.
Las pinturas, sin embargo, haban sido otra cosa. Haba mirado
tres y determin que no haba nada que se pudiera aprender de
ellas. Como prueba de talento de los artistas, eran de calidad
mediocre, algo que podra pintar l mismo si as lo deseara. No
poda decir con certeza qu le hizo desenrollar la cadena en el
cuarto.
Los colores vibrantes llamaron su atencin en un primer
momento. Haba una luz misteriosa que haca del cuerpo desnudo
de la mujer el punto focal de la pintura.
Ella estaba en un lugar fresco y estril, como un templo, tal vez.
Las elegantes columnas jnicas, el piso pulido, y algo que
probablemente era un altar estaban tallados en el mismo mrmol
verde con vetas. Sus muecas estaban esposadas con cadenas de
oro, y ella estaba estirada tensamente entre dos pilares. Detrs de
ella haba un hombre que llevaba nada ms que la cabeza de un
gran toro con cuernos.
El artista haba hecho esta mscara con suficiente detalle para
mostrar la feroz expresin en su boca y fosas nasales. La cabeza
del animal se apoyaba en los hombros desnudos de un hombre
totalmente excitado, que haca de la imagen algo tan potente
como obsceno. Podra haber sido Hades llegando hasta Persfone,
el diablo mismo junto a su novia renuente.
Los ojos de Oeste se desviaron hacia la mujer, sujeta entre las
columnas. Su plido pelo suelto, era como un faro de luz. Las
finas hebras formaban el halo de una madonna en su cara y la
haca parecer casi en paz con lo que iba a ser su destino.
A primera vista, pens que estaba viendo a Ria, y le llam la
atencin como un impulso violento y doloroso lo instaba a
rescatarla. Cuando esa bruma de emocin ciega retrocedi y fue
capaz de pensar y ver ms claramente, se dio cuenta de que estaba
equivocado. La mujer no era Ria, pero l la conoca.
Ella era India Parr.
El shock por la sorpresa, empuj a Oeste a la silla detrs del
escritorio de Beckwith.
La seorita Parr era seguramente la actriz ms famosa de Londres,
famosa tanto por su sentido de la interpretacin de lo absurdo
como por su belleza. Su amistad con ella haba sido breve,
limitada a la vez que la vio en el escenario en el Drury Lane, y
luego de pie en la puerta de su camerino despus de presenciar el
puetazo que le haba dado a Sur slidamente en la barbilla por
interrumpir su actuacin con su risa inoportuna.
Haba chismes que circulaban en Londres de que la seorita Parr
haba estado bajo la proteccin de un seor M, y de que se haba
ido al extranjero con su amante.
Ocupado por los problemas que la tutora de Ria le ocasionaba,
haba prestado poca atencin a los detalles de la ausencia de la
seorita Parr del teatro, ni siquiera teniendo el tiempo para
participar en los libros de apuestas en cuanto a la identidad del
enigmtico seor M.
Ahora se preguntaba si debera haber inquirido ms sobre ella.
Southerton no estaba muy lejos, pero Oeste no quera molestarlo
con esto. Era poco probable que Sur le agradeciera una
interrupcin en su casa cuando l estaba la estaba usando como
lugar de citas con su ltimo pedazo de muselina. El pedazo de
muselina probablemente no lo apreciara, tampoco.
Despus de descubrir que la seorita Parr era la pieza central de
una pintura, tena que revisar todas las dems. Haba encontrado
ms de lo que le ofrecieron, y decidi que lo tomara tambin.
Estos leos eran muy superiores a todos los dems de la coleccin
de Beckwith. El artista no haba firmado su obra, pero Oeste
dudaba de que fuera porque no considerara las pinturas dignas de
una firma.
Posea un extraordinario talento el que haba puesto estas
pinceladas sobre el lienzo. Lo que este seor haba elegido como
tema, sin embargo, sugera una mente peligrosa y oscura. Se dio
cuenta de que el artista era el amante y protector de la seorita
Parr, el misterioso Seor M.
Oeste mir alrededor de su habitacin buscando un lugar mejor
para guardar cada una de las pinturas. Tendra que llevarlos a
Londres y mostrrselas al coronel.
Blackwood era la persona ms adecuada para saber qu podra
hacerse. El coronel eral centro de una intrincada red de espionaje
que se extenda a lo largo y ancho de Londres y ms all tambin.
Le revelaban informacin del palacio de St. James y de las calles
ms humildes de Holbern, y le presentaban hechos srdidos que
podan ser una trampa de acero para cualquier mente. La delgada
red de Blackwood, se desplazaba a travs del canal de Bruselas,
Calais, y Amsterdam, y se dispersaba a Pars, Madrid, Roma,
incluso Mosc. Haban pasado varios aos desde que Oeste le
haba enviado mensajes codificados desde el extranjero, pero se
acord de la complejidad de la red y la velocidad con la que el
coronel actuaba.
Oeste deseaba que hubiera alguien ms a quien pudiera acudir
para entregarle el libro y las pinturas a Blackwood. Sin embargo,
con contaba con mensajeros aqu, y esta no era una misin en
tiempos de guerra. Ni siquiera estaba al servicio del coronel en
ese momento, pero lo haba estado durante mucho tiempo y ahora
se encontraba invirtiendo sus roles establecidos desde haca
tiempo y pidiendo su ayuda. Blackwood haba sido de gran ayuda
con la identificacin de los administradores de la academia, como
miembros de la Sociedad de los Obispos.
Oeste esperaba que pudiera obtener ms de lo mismo.
La desaparicin de la seorita Jane Petty estaba abriendo la caja
de Pandora.
Ria se haba preparado para poder hacer frente a Oeste en la sala
de desayunos.
Cuando l no se uni a ellos para la comida, ella se sinti ms
ansiosa que aliviada.
Quera decir que este primer encuentro del da no lo hara
necesariamente bajo sus trminos. Era importante para ella no
demostrar tener ningn remordimiento sobre la noche anterior. l
se abalanzara sobre ella por tener esos sentimientos, como un
gato sobre un canario. No hara preguntas de seguro, pero
malinterpretara sus sentimientos al respecto. Los
remordimientos, desde su perspectiva, seran sobre todo lo que
haba hecho. No era probable que se lamentara por lo que haba
sido incapaz de animarla a que lo hiciera, es decir, a poner en
prctica los detalles de la ilustracin nmero dos.
Antes de dormirse, Ria haba llegado a la conclusin un tanto
humillante que ella no tena un aspecto tentador y era poco
probable que pudiera adquirirlo. Ella era la directora de la
Academia de la Srta. Weaver, no una cortesana, y no aspiraba a
serlo. Lo que quera era tener la experiencia completa de ser una
mujer sin la trampa del matrimonio, ni tampoco quera ganar esa
experiencia en el lecho de cualquier hombre. Deba ser alguien
cuya discrecin y modales fueran irreprochables y deba
asegurarse de que no la llevara a su cama para luego llamarla
puta por estar ah. Cuando consideraba el asunto seriamente, se
convenca de que debera esperar un montn de tiempo.
La idea de perder su virginidad, no haba estado durante mucho
tiempo en su cabeza. Tenley en su persecucin decidida le haba
proporcionado una gran oportunidad para ser relevada de su
virginidad si lo hubiera querido. En realidad, ni siquiera haba
concebido la posibilidad. No haba carecido de pretendientes
durante su primera temporada, y haba habido un nmero
adecuado de petimetres y pcaros entre ellos. Ni siquiera la atenta
mirada del duque hubiera sido suficiente para mantenerla a salvo,
si hubiera estado determinada a experimentar con uno de ellos. El
hecho era que no le haba interesado.
Ria no declar culpable a Oeste por poner tantos pensamientos
contradictorios en su cabeza, pero deba hacerlo responsable de
agitarlos. Tena la seguridad de que no haber sido por su
provocacin, esos sentimientos salvajes hubieran permanecido en
estado latente durante toda su vida. Podra haber subsistido en una
feliz ignorancia, sin saber de sus necesidades ms bajas, y sus
anhelos secretos habran permanecido adormecidos, ocultos
incluso de s misma. Pareca que Oeste haba mostrado una cierta
indiferencia hacia ella con el uso imprudente de su maligna
sonrisa, luego subyugado su apetito con un beso descuidado de la
misma naturaleza.
Ria descubri que pensaba en l demasiado tiempo, la paciencia
sera necesaria para encontrar una salida.
Para ponerle fin al asunto, se sumergi hasta las rodillas en el
banco de nieve al lado del seto y comenz a preparar su arsenal.
"Vamos a poner sitio a un verdadero castillo hoy ", le dijo a Will
y Caroline. "Creen que podrn tirar tan alto como para golpear
las ventanas?"
Oeste casi cay de su asiento cuando la primera bola de nieve
golpe con fuerza contra el cristal. Haba logrado enderezarse
agarrando la cornisa biselada del armario, usando la punta de la
bota para empujar el mueble en su lugar.
Comprob que los rollos de tela no eran visibles desde cualquier
ngulo antes de que renunciara y se acercara a la ventana.
La siguiente bola de nieve explot en el panel directamente en
frente de su cara.
Incluso a riesgo de recibir una en la barbilla, abri la ventana y se
asom.
Los nios se mostraron manifiestamente horrorizados. Ria ms
bien se vea satisfecha de s misma. Si hubiera albergado alguna
duda en cuanto a la identidad de los golpeadores de ventana, se le
hubiera disipado con el siguiente grito.
"Cuidado!" les dijo. "Tengo calderos de brea hirviendo, y los
tiraremos sobre ellos directamente."
Will y Caroline se dieron la vuelta para mirar a la cara Ria, sus
ojos tan grandes como monedas. "Es una mentira, verdad?"
pregunt Caroline. "No tienes ninguna perra hirviendo."
"Dije brea hirviendo, pero tienes razn es de mentira, le dijo Ria.
Toc la mejilla sonrosada de la nia con sus dedos enguantados y
le quit un copo de nieve.
"Vamos. Ya ha cerrado la ventana y estar sobre nosotros ms
rpido de lo que imaginas. Necesitamos ms armas y un mejor
lugar para atacarlo".
Se hizo cargo entonces y los llev al jardn, donde las estatuas y
setos proporcionaban proteccin y el paisaje de las terrazas les
ofreca la posibilidad de aprovechar las tierras altas. A pesar de
las ventajas que tenan, Oeste logr acercarse sigilosamente a
ellos desde la parte trasera y montar un ataque efectivo.
Caroline fue la primera en desertar.
Tom una posicin segura detrs de una fuente al lado de Oeste,
quin estaba en el campo de batalla lleno de bolas de nieve y las
lanzaba casi tan rpido como poda tirarlas. Al principio Will
ridiculiz a su hermana por haberlos abandonado, pero tuvo
motivos para reconsiderarlo cuando recibi una bola que le dio en
la boca abierta. Despus de eso, se agach y desapareci. Fue
entonces cuando Ria se dio cuenta de que era ms seguro para
Caroline si Will le permita unirse al flanco de Oeste. Agit la
corbata blanca en seal buena voluntad para una tregua temporal
y exigi parlamentar. A cambio de renunciar al joven William,
recibi como trueque tantas bolas de nieve como pudo llevar en
su falda.
Aunque el resultado nunca estuvo en duda, Ria no se rindi hasta
que yaca de espaldas en una montaa de nieve con Oeste, Will y
Caroline de pie sobre ella.
Incluso entonces, se rindi de mala gana.
Oeste sostuvo su bola de nieve preparada sobre Ria y le permiti
considerar sus opciones. "Incluso en Waterloo, Napolen no forz
a Wellington y Blcher a superar algo as", dijo. "El hombre sabe
cundo ceder".
Will mir hacia Oeste. "Yo digo, que es muy malo de parte de
ustedes comparar a Ta Ria con Napolen. Ella es correcta de
principio a fin".
Este pronunciamiento, dicho en un tono de relevancia y
sinceridad, tuvo el efecto de fomentar en Ria la sonrisa ms
beatfica. Al primer vistazo, Oeste pens que podra caer de
rodillas. Se las arregl para mantener el equilibrio, pero slo por
un estrecho margen. Mantener el equilibrio sobre el taburete del
tocador de su habitacin habra sido ms fcil.
Ofrecindole la paz, Oeste tendi la mano hacia ella.
Sin el menor remordimiento, Ria tir de l, rodando en el ltimo
momento para evitar que aterrizara sobre ella. Cay sobre su
rostro en la pila de nieve, y los nios inmediatamente se le
abalanzaron. Ria vio que l no trat de luchar muy duro contra
ellos, y cuando finalmente se rindi, fue con buen humor. Otra
cosa que poda aprender de l, pens.
Rendirse no tena por qu ser poniendo resistencia.
Will y Caroline salieron corriendo en direccin a la cocina
inmediatamente despus, en busca de grandes tazas de chocolate
caliente. Ria y Oeste les siguieron ms lentamente, rozndose lo
menos posible antes de aceptar que necesitaban un poco de ayuda
del otro para lograr beneficio mutuo.
"Para hacer lo que tengo que hacer ahora tendr que volver a
Londres", dijo sin prembulos.
La compostura de Ria vacil, pero se recuper rpidamente. Ms
difcil era manejar la forma en que su espritu se desplom ante
esta noticia. "Por supuesto."
"Es por el asunto de la seorita Petty que me marcho." No saba si
era necesaria una explicacin, pero pens que deba ofrecerla.
"S, lo entiendo. No pensaba lo contrario."
"Quieres que te acompae a la escuela?"
"No. La Navidad estar sobre nosotros pronto y ms de la mitad
de las nias se ir para sus hogares. Para las dems ser tiempo de
vacaciones. No he pasado la Navidad en la mansin desde que
Tenley se cas con Margaret. Creo que me gustara pasarla con
ellos este ao, si me lo permiten".
"No vas a sentirte incmoda?"
"No." Su sonrisa fue un poco ladeada, un poco triste, pero la
barbilla subi, y se las arregl para infundir optimismo en su voz.
"Voy a ser tan creble como haga falta.
Eso har que la mente de Margaret no se atormente y pueda
mantenerla a mi lado para darme consuelo y ms sabios
consejos".
"Y mientras Tenley permanecer a distancia."
"Si l quiere, s. Creo que no va a tener ocasin de encontrarme
sin Margaret cerca. Volver a la academia despus del Da de San
Esteban, pero antes del ao nuevo." Se volvi hacia l al tiempo
que le abra la puerta. "Cundo te irs?"
"Tan pronto como las carreteras sean transitables para el
transporte. Ni siquiera Draco encontrara el rumbo despus de las
nevadas de estas dos ltimas noches".
"Entonces mantengamos la esperanza de un rpido deshielo, por
el bien de la seorita Petty."
"S," dijo en voz baja. "Por el bien de la seorita Petty."
Tres das pasaron antes de que Oeste juzgara que los caminos
estaban en condiciones tolerables para viajar. No era con la
mirada puesta en su propia comodidad que esper, sino para
facilitar el viaje de Finch, quien sufra un doloroso ataque de gota
y no poda soportar las sacudidas del carro por mucho tiempo.
Aunque el valet protest ruidosamente contra las modificaciones
que se hicieron por l en el interior del carro, finalmente Oeste
pudo partir.
Salieron al amanecer e hicieron paradas frecuentes. A menudo
Oeste cabalgaba delante del carro, con el pretexto de asegurarse
de que el camino estaba despejado, pero en verdad, prefera estar
fuera antes de escuchar las quejas de dolor de Finch y estar solo
con sus pensamientos.
Haba dejado regalos para Tenley, Margaret, y los nios. Era la
primera vez que les haca regalos, y no estaba seguro de si haba
sido correcto hacerlo ahora. Sus sentimientos no eran
precisamente los de un hermano, un to ni siquiera un primo.
No poda decir con seguridad que no senta nada familiar, slo
que no era tan indiferente como le hubiera gustado ser.
Los hijos, se dio cuenta, le haban gustado bastante, sobre todo
cuando estaban en compaa de Ria. Tenan carcter y eran
juguetones y enrgicos, fciles de entretener. Se rean con
facilidad en su presencia, y ella tambin. Slo cuando se encontr
con los tres encima, su semblante se volvi ms comedido.
Oeste no se detuvo en este momento. A su juicio, los cambios
sutiles en las maneras de Margaret hacia l no se deban al cambio
del clima. Margaret ya no actuaba de forma altanera o irnica,
ms bien se haba vuelto graciosa y afable, pareciendo encontrar
placer en su compaa, y haba dejado de hacer referencia a la
herencia del ttulo. Sus nervios, se haban calmado cuando
comprendi que no tena intencin de echarlos de la casa.
En cuanto a Tenley, no haba dejado de percibir la tensin entre
ellos. Ninguno de los dos mencionaba o reconoca que una
segunda semilla haba arraigado. Oeste decidi que poda ser
tolerante con el temperamento de hermano, a pesar de que habra
sido ms fcil si Tenley hubiera posedo siquiera un indicio de
humor negro acerca de sus circunstancias. Ese Tenley se haba
extinguido para con l, en el momento en que se empe en quitar
a Ria de su camino, lo que era infinitamente ms comprensible.
Haba dejado un regalo para Ria tambin, algo que l haba
llevado consigo desde Londres: Los poemas ilustrados de William
Blake. Canciones de Inocencia y Experiencia El poeta mstico
le atraa de una manera que los romnticos no conseguan, pero
atesoraba ese volumen en particular porque haba pertenecido a su
madre. En la portada, Blake haba escrito su nombre como un
favor al hombre que se lo haba comprado, por lo que haba
significado para ella tenerlo.
Oeste nunca consider que su propio padre podra haber sido un
admirador de los audaces poemas de Blake, a veces violentos, o
que l hubiera entregado el libro a su madre con el motivo de
meterla en su cama. Regalos como ste rara vez se ofrecan como
recompensa del dolor que le hubiera causado, sino como
incentivo para que le permitiera continuar sin consecuencias.
Eso no el propsito de Oeste al regalarle ese libro de versos a Ria,
ms bien esperaba que pudiera apreciar que el manoseado
ejemplar era importante para l y que el ttulo iba a colacin
propsito de su corta experiencia. Haba una parte de l que
deseaba poder ver su cara cuando lo desenvolviera y otra parte se
senta aliviada por no verla. Si ella estaba decepcionada por la
ofrenda de paz que le haca, no quera ser testigo de ello.
Ria no se haba equivocado al llamarlo cobarde.
Captulo Nueve
Blackwood hizo un gesto a Oeste para que quitara las imgenes
de su vista.
Oeste las enroll con cuidado y desliz las cadenas de nuevo para
asegurarlas. Los dej en el aparador y volvi a su silla. El coronel,
estaba visiblemente agitado por lo que haba visto. No era un
estado que Oeste hubiese visto muy a menudo, y no poda
entender por qu las pinturas haban despertado esta reaccin. El
coronel era un hombre de mundo. Haba estado en frica y la
India, recorri todo el Continente, estudi en Harrow y Oxford,
podran hablar inteligentemente sobre las campaas, y continuar
la conversacin con la misma firmeza cuando el tema volva a la
literatura, la msica o el arte.
Oeste no poda concebir que el coronel no hubiera visto cuadros
como los de Beckwith antes. No crea que Blackwood se poda
haber ofendido por ellas, era algo ms que la sensibilidad
ofendida lo que haba que el coronel girara bruscamente alrededor
de su silla en busca de la botella de whisky.
"Qu puedes decirme sobre el artista?" pregunt Oeste.
Blackwood apur su copa y se sirvi otro trago antes de
responder. "Adems de que es un maldito demente y talentoso
pintor? Nada en absoluto". Aadi otro dedo de whisky en el vaso
para reponer lo que haba bebido y se dio la vuelta lentamente.
"De dnde diablos las sacaste? Yo pens cuando saliste de
Londres que tu destino era la Academia y tu casa en
Ambermede".
"Era, y fui a ambos lugares. Las pinturas no proceden de ninguno
de esos lugares."
Explic dnde las haba encontrad, as como porqu las haba
sustrado, a continuacin, le entreg el libro de Beckwith al
coronel.
Blackwood a regaadientes se separ de su whisky para echarle
una mirada. l hoje las pginas del primer dibujo hacia un lado,
luego hacia el otro, antes de arrojrselo de nuevo a Oeste. "No he
visto uno de esos desde que era un escolar, y nunca uno que hara
que el marqus de Sade se ruborizara. Las tendencias del seor
Beckwith son aparentemente nocivas, porque no es que yo juzgue
a un hombre duramente por tales cosas, pero que l est en la
junta de gobernadores de la academia para seoritas, no es algo
bueno".
Oeste asinti. Lo mismo me ocurri a m. Yo pensaba mostrarle
el libro al padre de Este. Sir James podra ser capaz de decirme
algo al respecto, cuando fue publicado y por quin, quin podra
tener los grabados originales. Estos no lo son, creo, pero no deben
haber muchos impresos".
"Estoy de acuerdo. Tienes que hablar con l. Si l no sabe las
respuestas, se dirigir a una persona que s las sepa".
Se le ocurri a Oeste de que Blackwood estaba ms cmodo
discutiendo sobre el libro que sobre las pinturas. Aun as, algo
tena que preguntarle acerca de ellas.
"Reconoce a la mujer de la pintura."
El coronel se dio cuenta de que Oeste no haba planteado una
pregunta, sino que haba hecho una declaracin. Tom un sorbo
de su bebida, luego asinti. "Miss India Parr. Ella no es fcil de
confundir con cualquier otra persona."
Oeste no le inform a Blackwood que la seorita Parr y Ria tenan
un gran parecido entre s y que se haba sentido impulsado a
matar por ello. "Qu piensas de eso?"
"Nada. Es incomprensible".
"He odo que hay un cierto Seor M que se ha convertido en su
protector."
La risa de Blackwood tena poco humor.
"Me sorprende de ti, Oeste. No pens que dabas crdito a los
chismes."
"Depende de si quiero orlos o no. Sabes algo acerca de este
Seor M? Creo que fue mencionado en la Gaceta".
"Es el mismo diario que public que Este se haba comprometido
con Lady Sophia Colley y ya conoces la falsedad de ese informe.
Las pginas de la Gaceta deben ser generosamente salpicadas con
sal antes de que sean ingeridas como alimento para el
pensamiento".
Oeste recordaba la historia lo suficientemente bien. Haba
causado mucha vergenza a Eastlyn.
"Dnde est Este?" pregunt, abandonando de momento el
objetivo de su visita.
"Me llam para que lo visite en su casa, pero l se haba ido de
all. Nadie saba dnde poda haberse metido".
"Y crees que yo s?"
"Si no lo sabes, es porque o bien comprometido en una misin
para ti, o realmente no sabes dnde est. Si es esto ltimo,
entonces sospecho que est corriendo detrs de Lady Sophia. El
compromiso puede ser falso, pero yo creo que sus sentimientos
por ella no lo son".
Blackwood suspir. "Es la segunda. No tengo ni idea de dnde se
ha ido."
Oeste no se molest en mostrar su diversin. Este estado de cosas
no era en absoluto del agrado del coronel. "l siempre va a estar
cerca. Siempre lo hace ahora, que tenga a Lady Sophia con l,
eso es ms incierto."
Estir las piernas delante de l, y dej caer la cabeza contra la
silla. Observ a Blackwood por debajo de sus pestaas.
"Acerca del Seor M, crees que l sea el artista?"
"l no puede ser al mismo tiempo artista y protector de la seorita
Parr. Es un desafo a la lgica."
"Pero est loco. Usted mismo lo dijo."
"Fue una expresin, nada ms, aunque no sorprendera que fuera
cierto. Las audaces pinceladas... el uso de esos colores brillantes...
el brillo de la seorita Parr, es un genio de la puesta, pero algo
muy oscuro lo gua."
Oeste se dio cuenta de que el pensamiento del coronel reflejaba el
suyo. Deseaba que fuera de otro modo, pero slo era un deseo.
"Se puede hacer una estimacin de cundo se hicieron las
pinturas?"
Blackwood mir el aparador. "Yo dira que se realizaron en los
ltimos tres aos, tal vez en los dos ltimos. No estaran en
condiciones relativamente buenas si hubieran sido almacenados
de manera inconsciente por ms tiempo que eso. Se sacaron y se
contemplaron con frecuencia, te has dado cuenta, no es as?"
El coronel desestim su propia pregunta.
"Puedo ver que no lo has notado. La pintura en los bordes de las
dos imgenes est gastada en lugares muy particulares. Fueron los
pulgares de Beckwith, creo yo, que han causado el dao.
Desenrolla la pintura, y luego la mantiene abierto para
observarla."
Blackwood se lo demostr extendiendo un lienzo imaginario. "l
va a destruirlas con su admiracin."
A Oeste no le importaba eso. Le preocupaba ms que Beckwith
las buscara antes de que un tiempo demasiado largo hubiera
pasado. "Voy a tener que devolverlas pronto, entonces", dijo, ms
para s mismo que para el coronel." Creo que tendr que beber un
trago ahora."
Levantndose, se dirigi al mueble bar y se sirvi un generoso
vaso de whisky. No lo tom de golpe tal como el coronel haba
hecho, sabore el sabor suave y ardiente. No volvi a su silla,
apoy la cadera en el escritorio del coronel y permaneci all
medio sentado, medio de pie.
"Qu opinin tiene usted de la seorita Parr? No como actriz.
Quiero decir, como modelo de estas pinturas. Crees que ella
pos voluntariamente?"
"No se puede estar seguro de que ella haya posado en absoluto."
El coronel hizo girar su silla hacia el fuego.
"Admitirs que su rostro es conocido por muchos. Su nmero de
admiradores suman una legin, y Prinny es uno de ellos. T la has
visto, un par de veces, creo, sin embargo, fuiste capaz de
reconocerla como la mujer de la pintura. En cuanto a la forma de
su cara, podra ser la de cualquiera".
"Y tambin podra ser la suya."
"S", dijo el coronel de mala gana. "Eso siempre es una
posibilidad."
"Cmo puedo descubrir la verdad?"
"Por qu es tan importante que lo hagas?"
Oeste se sorprendi de que el coronel le planteara esa cuestin.
"Porque si no pos para el artista, entonces ella puede no estar
consciente de que existen esas pinturas y tiene derecho a saber lo
que su belleza ha inspirado a la locura".
"Dudo que te lo agradezca."
Oeste lo dudaba tambin, pero si las pinturas fueron hechas sin el
conocimiento de la actriz, ella querra tomar medidas para
protegerse a s misma.
"Si ella sabe acerca de los cuadros, incluso si pos
voluntariamente, yo quiero saber ms. Cmo Beckwith adquiri
dos de ellos, por ejemplo. Quin es el artista? Qu clase de
mercado existe para estas cosas. Y como todo podra relacionarse
con la seorita Jane Petty."
"Es una locura suponer que India Parr te llevar hasta la nia
desaparecida de la Academia."
Oeste se encogi de hombros. "Puedo empezar en cualquier punto
del camino para ver a dnde conduce. Lo que quiero saber es si
usted me ayudar. Cmo puedo descubrir la verdad acerca de las
pinturas?"
Blackwood tardo mucho tiempo para responder. "Supongo que
tendrs que pedrselo a la seorita Parr t mismo."
"Cmo es eso posible? Ella est en el Continente".
"Te advert que no debas tomar los chismes como un hecho. Ella
no est en el extranjero. Sugiero que le preguntes a Southerton
primero. l te aconsejar sobre los beneficios de compartir esto
con ella".
"Sur? Sur sabe dnde est?" pregunt Oeste claramente
incrdulo y sin molestarse en ocultarlo.
"l lo sabe mejor que nadie. Ella es su misin."
"Te das cuenta de esto? Yo le he prestado mi casa de campo
cerca de Ambermede para su uso como" Oeste se detuvo. "Por
todos los cielos! Sur obtiene asignaciones de lujo. l est con la
seorita Parr ahora, no es as?"
"Por lo general no eras tan lento", dijo el coronel. "No lo
sospechabas?"
"No. Lo dudas? Yo he venido aqu en primer lugar. Lo
condenable es que estaba tan cerca, a slo unas pocas horas.
Ahora tendr que marcharme de nuevo."
Vera a Ria, sin embargo. El pensamiento corri por su mente
rpidamente, y no trat de sostenerlo. El coronel estuvo seguro de
ser testigo de un cambio repentino en su estado de nimo.
"Estas pinturas estn relacionadas con lo que has pedido a Sur
que haga?"
"Quizs. No lo s. Yo no saba de su existencia hasta que me las
mostraste.
No puedo decir cunto sabe la seorita Parr sobre esto o cunto le
ha dicho a Sur al respecto. Tienes que hablar con l primero.
Insisto en eso."
Oeste asinti. "De acuerdo." Saba que haba una gran cantidad de
informacin que el coronel estaba ocultando, en su mayora sobre
la actriz. Ah estaba la explicacin de la agitacin de Blackwood
cuando le mostr las pinturas. No lo presionara para obtener ms
datos. Cualquier informacin sobre la desaparicin de Jane Petty,
debera obtenerla de Sur primero.
En cuanto al coronel, mirndolo por encima del borde de su vaso,
Oeste pregunt: "Ha recibido el retrato de la seorita Petty?"
"Y la descripcin", dijo el coronel.
"Llegaron ayer temprano."
Oeste lanz un bufido de disgusto. "Yo podra haber hecho la
entrega casi tan rpido. Algn da me explicars cmo la
inteligencia de Roma puede llegar a tu puerta ms rpido que una
misiva desde Gillhollow".
"Todos los caminos conducen a Roma", dijo Blackwood
secamente. "Si bien no hay ms que uno."
"Presumo lo que quieres decir." tom un sorbo de whisky.
"Entonces no ha habido tiempo para realizar consultas a las
modistas en Firth Street".
"Por el contrario, envi a alguien all de inmediato."
"Y?"
"Espero tener noticias de ella pronto."
"Ella? Enviaste a una mujer?"
Blackwood ri. "Ellas son modistas, no? Juzgu que una mujer
tendra mejores probabilidades de xito".
Oeste sinti el cosquilleo de la piel en la parte posterior de su
cuello.
"Puedo conocer la identidad de esta mujer?"
"Por supuesto. Tendrs que darle las gracias, sin duda. Es
Elizabeth."
"Lady Northam." Oeste no lo poda creer, y sin embargo, apenas
se sorprendi. Aceptarlo pareca estar en perfecta armona con
todos los dems dilemas a los que se enfrentaba.
"T enviaste a la esposa de Norte en una misin para obtener
informacin acerca de una chica desaparecida?"
"Ella iba a ir a la modista, independientemente de si yo la enviara.
Slo fue providencial que pasara por mi casa primero." El coronel
toc el puente de sus gafas y las coloc en la punta de la nariz
para mirar a Oeste por encima.
"Tengo que recordarte que he conocido a Elizabeth toda su vida?
Ni t ni su esposo pueden hacer la misma afirmacin".
"Entiendo que Norte sabe sobre todo esto?"
"No sabra decrtelo. No tengo ni idea de si ella le dijo." Oeste
gimi suavemente, seguro de que iban a rodar cabezas si Norte lo
descubra. "Northam querr mi cabeza."
Blackwood rechaz esa idea. "Querr la ma primero."
"El orden en que rueden nuestras cabezas no hacen la diferencia
mientras estemos en la guillotina".
Riendo, el coronel termin su bebida y dej el vaso. "Creo que
Elizabeth no dir nada. Est deseosa de conseguir un poco de
adrenalina en este asunto del ladrn caballero".
"Entonces, Norte ha encontrado a su hombre?
"Es una manera de decir, pero hay un plan en marcha para dar con
l pronto. Despus de haber cumplido con Sur, es importante que
regreses a Londres. Habr necesidad de tus habilidades
particulares".
"Qu puedo hacer yo que los otros no puedan?"
"Espa. Lince. Marinero. Soldado...
Cul eres t?" Oeste suspir.
El coronel se diverta. "Sabes perfectamente que eres capaz de
hacer. Si esa es tu destreza quin soy yo para cuestionarla?"
Ese anuncio, logr que Oeste terminara lo que quedaba de su
bebida. En realidad contemplaba la posibilidad de servirse otro.
"He prometido a la seorita Ashby que voy a encontrar a su
estudiante perdida. No puedo estar aqu y all, y aqu de nuevo.
Me demor en ir a Gillhollow despus del funeral del duque
porque Northam necesitaba ayuda cuando Elizabeth le dej".
"Y ambos necesitan tu ayuda ahora, aunque sea yo el que te lo
solicite."
Oeste no poda recordar que le hubiera hecho una solicitud.
Supuso que al final no importaba. Saba que hara lo que fuera
necesario, ya que no estaba en l hacer otra cosa. No importaba
que el coronel contara con eso, se trataba de una promesa hecha
haca mucho tiempo en Hambrick Hall. "Amigos aunque la vida
nos cueste," dijo en voz baja. "S. Por supuesto".
"Yo te dar los detalles ms adelante.
No todo est listo." dijo Blackwood con su mirada grave. "Esto va
a requerir extremo cuidado. No puedes ser atrapado."
"S puedo, pero no lo ser."
"Bien. Tu parte se debe hacer antes de que el embajador de su
baile de invierno.
Creo que se puede hacer cooperativo, pero te corresponder a ti
asegurarte de que todos los datos sean correctos".
Oeste admiti que estaba ms intrigado que alarmado. "Y este
plan tuyo? Va a poner un punto final al Reinado del terror del
Seor Ladrn de la sociedad?"
"Sus tocadores y salones estarn a salvo de nuevo. Las Ladies
podrn vestir sus mejores joyas y pagarle a los acreedores".
Sonriendo, Oeste se despidi despus de que el coronel hubo
pedido y recibido la promesa de unirse a l en la noche de
Navidad para cenar. No era una promesa difcil de hacer. Oeste ya
saba que no haba un slo lugar en el que preferira estar.
Perceval Bartlett, El Muy Honorable Vizconde Herndon, se par
lentamente a modo de saludo mientras conducan a Oeste hacia el
jardn de invierno. El aire estaba impregnado de ricos aromas, el
suelo negro de tierra, helechos colgantes y el invernadero de
flores. Cuando Oeste entr en la habitacin, Herndon estaba
encorvado sobre una orqudea en maceta, examinando los
delicados ptalos rosados en busca de defectos. Ahora su palma
ahuecaba suavemente la corola y el pulgar desplegaba el
estambre. Daba la impresin, desde el punto de vista de Oeste,
que era un hombre reacio a dejar a su amante, haba algo
inequvocamente ntimo en la forma en que Herndon acariciaba la
planta.
Oeste dudaba de que hubiera sido por accidente que se le haya
permitido observar esto. Herndon pretenda provocar una
respuesta en l, para probar su reaccin. Para ello, Oeste se vio
obligado, a simular que apreciaba el gesto y que entenda a lo que
haca referencia.
"Aaah, Westphal," dijo Herndon. "As que has llegado despus de
todo. Haba odo que ibas a regresar de Ambermede despus del
ao nuevo".
"El nuevo ao ya est sobre nosotros. Hay tiempo suficiente para
hacer el viaje. No recibiste mi respuesta a tu invitacin?"
"S, lo hice, pero entonces o los rumores y no estuve seguro de tu
intencin."
"Mi intencin", dijo Oeste, con un fro adecuado en su voz, "es
mantener mi palabra. Me tienes aqu, Herndon, ahora qu vas a
hacer conmigo?"
Herndon mostraba una figura angulosa. Tena un rostro estrecho y
enjuto, los hombros cuadrados. Sus largos brazos terminaban en
huesudas muecas, manos grandes y dedos elegantemente
cnicos.
Su boca llena era la excepcin en las lneas perpendiculares que lo
definan.
All l era suave y grueso, el labio inferior sobresala hacia
adelante en algo que pareca el puchero sensual de una mujer.
"No puede haber ninguna duda de que eres hijo de tu padre", dijo.
"Un poco diablico, si no sonaras igual a l".
Oeste opt por no ofenderse. No poda permitirse el lujo de
exagerar la mano. La invitacin de Herndon era tan inesperada
como oportuna, y no despreciara la intencin de tomar ventaja de
ello.
"Conocas bien al duque?"
"Muy bien, me atrevera a decir que, sin duda, mejor que t."
Oeste fue testigo de lo que su tono helado le haba costado. l
tendra que sufrir el borde afilado de la lengua de Herndon si no
poda ser aplacado. Pareca que la mejor manera de lograrlo era
mediante apreciar la pasin del hombre. l pas los siguientes
treinta minutos recorriendo el jardn de invierno y haciendo
gestos y sonidos de admiracin y respeto por los cultivos de
Herndon.
El tema de la academia de la seorita Weaver nunca se abord.
Oeste podra admirar la paciencia del hombre, aun cuando no le
gustaba ser frustrado por ello.
La paciencia no era una caracterstica que a menudo se asociara
con un miembro de la Sociedad de los Obispos, pero supuso que
podra verse afectada cuando convena a sus propsitos,
especialmente por uno que haba ocupado la posicin exaltada de
arzobispo. Durante tres aos en Hambrick Hall, Herndon haba
sido el lder de la Sociedad. Ahora, ms de treinta aos despus,
an poda disfrutar de los beneficios de esa posicin como
presidente de la junta de Administradores.
Al final de la gira, adecuadamente aplacado, el Seor Herndon
ofreci que Oeste se uniese a l en la sala de msica para tomar el
t.
Despus del servicio, su seora lleg al punto de su invitacin.
"He recibido recientemente una carta del Sr. Beckwith de
Sunbury en lo que respecta a su preocupacin por la escuela de
Gillhollow. l indica que ests interesado en un puesto en el
consejo".
"Yo le expres eso a l, s."
"Bueno, entonces, sabrs, que ninguno de nosotros tiene
compensacin alguna por nuestra contribucin a la Academia.
Es ms, a menudo hay que aportar dinero o encontrar a otros para
que lo hagan. Se trata de un capricho caritativo de nuestra parte.
La escuela es apenas solvente la mayora de los aos."
"Soy muy consciente de ello."
Herndon asinti con la cabeza, sus ojos oscuros sagaces en su
evaluacin.
"No hay duda de que la Srta. Ashby te ha informado de que gasta
una parte considerable de sus fondos en suministros para los
estudiantes. Lo que me pregunto es si t no crees que es
demasiado indulgente?"
"Me pareci que un puesto en el consejo me dara oportunidad de
remediar las dos cosas."
"Tu padre no poda tenerla bajo control."
"No soy en todos los sentidos parecido al duque." subray con
una sonrisa sabiendo que hablaba confidencialmente como entre
dos amigos ntimos.
"Beckwith sugiere que tal vez deba mantenerla con una correa
ms corta, y despus de haberlo considerado, he llegado a estar de
acuerdo con su forma de pensar. Una correa ms corta se
adaptara muy bien a ella".
"Cunto ms apretada, mejor, eh?"
"Por supuesto."
El Seor Herndon se frot la barbilla.
"Miss Ashby es un tesoro. Si es tu intencin interferir con su
desempeo en la escuela, no sera sabio que integraras la junta
con nosotros."
"Has hablado con los otros miembros?"
"Con la mayora, no con todos. Slo con aquellos que estn en
Londres. He mantenido correspondencia con los otros." l tom
un sorbo de t. "Hubo un acuerdo entre nosotros, para que seas
activo en nuestro emprendimiento. Hay una larga historia de
buenas obras aqu que nos gustara continuar. Podr apreciar que
estamos rompiendo con la tradicin invitndote a ti. Los asientos
en el consejo siempre han sido ocupados por los que han tenido
un miembro de la familia precedindolos. Pero creemos que
incluir sangre nueva es algo positivo.
Oeste se pregunt si no estara obligado a derramar la propia. "Me
haces un gran honor. Yo no me haba permitido abrigar esperanza
alguna. Pareca poco probable, dado que no se le extendi la
misma invitacin a mi padre".
Ambas cejas de Herndon se levantaron.
"Yo no era consciente de que sabas que el duque haba
peticionado un puesto en la Junta".
"Miss Ashby lo saba. Ella me lo dijo."
Herndon no dijo nada de inmediato.
"Fue ella quin te anim a reunirte con Sr. Beckwith?"
"Me Desalent, en realidad."
"Ya veo." Hubo una pausa mientras dejaba la taza y el plato en la
mesa a su lado.
"Pero ella te habr contado otras cosas, creo. Acerca de la
estudiante que abandon la escuela por ejemplo?"
"S, ella lo mencion. Naturalmente est preocupada... como"
"Entonces te complacer saber que el seor Lytton, el hombre que
aprobamos contratar para encontrar a la chica, recientemente ha
visitado cada modista en Firth Street. Yo creo que la instruccin
para hacerlo vino de la seorita Ashby y se bas en algunos
detalles que supo por boca de una de sus alumnas".
"Y?"
"Y ha hecho recientemente un informe para m. Estoy seguro de
que tambin ha escrita una misiva que parti urgente para la
academia. El seor Lytton me ha dijo que la seorita..." Sus ojos
se elevaron hacia el techo mientras trataba de recordar el nombre.
Cuando lo record, le devolvi la mirada Oeste. "La seorita
Petty fue vista en varias de las tiendas. Estaba en compaa de un
joven caballero que indic que era su hermano y tutor. Compr
ropa de viaje, de dormir y otros elementos ntimos. La seorita
Petty no tiene ningn hermano. Pensamos que podemos concluir
con seguridad que ella se ha puesto bajo la proteccin de un
hombre que puede darse el lujo de mantenerla, aunque eso no sea
lo mejor para ella. La Srta. Ashby se sentir muy decepcionada al
enterarse, creo yo, pero ella no puede esperar que todas las nias
se comporten de una manera decente, por muy buena que sea su
influencia. Espero de corazn que no lo tome como un fracaso
personal y se culpe a s misma".
"S," dijo Oeste en voz baja. "Yo tambin lo espero."
Oeste esperaba bajo un grupo de rboles cuando vio el parpadeo
de la luz en la ventana superior de la casa. Haca fro, y l pateaba
el suelo y se soplaba las manos ahuecadas para protegerse del fro
penetrante.
El trayecto hasta Ambermede haba sido un viaje duro, casi sin
pausa. Constantes chubascos y nevadas hicieron el viaje
doblemente difcil, impidindole ver el camino por delante, o
incluso no mucho ms lejos de las pezuas de Draco.
Haba perseverado porque no poda hacer otra cosa. Sera un
alivio contarle a Sur sobre las pinturas, inmediatamente
abandonar ese lugar y continuar hacia Gillhollow.
Visitar la casa no era de su agrado, aunque la seora Simon que
viva en el pueblo siempre mantena el lugar en buenas
condiciones para l. Nunca estuvo seguro de por qu lo
conservaba despus de que su madre muri. No la necesitaba,
podra haberla dejado caer en el abandono. En los ltimos
tiempos haba empezado a pensar que haba sostenido la
propiedad para mantenerla viva en la memoria del duque, no en la
suya. Su inters en el mantenimiento haba disminuido casi
inmediatamente despus de enterarse de la muerte de su padre.
Esa era una indicacin segura de que sus motivos eran rencorosos,
no sentimentales. Si Sur no se la hubiera pedido prestada,
seguramente ya habra hablado con el abogado para venderla.
Un delgado haz de luz de luna penetraba en el dosel de ramas de
pino iluminando sus manos enguantadas y su cara. Dio un paso
atrs y fue tragado por la sombra de nuevo.
Era probable que Sur y la seorita Parr estuvieran durmiendo. Ese
era un estado que anhelaba para l. Pens en Ra y se pregunt de
qu clase de sueos que estara disfrutando. Pacfico?
Inquieto? l apostara que la respuesta tendra mucho que ver
con el informe que haba recibido del seor Lytton desde Londres.
Por otra parte, si ya lo tena en su poder, habra que ver si crea lo
que deca.
De cualquier manera, Oeste saba que iba a ser el portador de una
noticia que sera difcil de aceptar, y era poco probable que le
agradeciera por traerla.
En lugar de pensar en las consecuencias de eso, se present en la
casa y esper a ser descubierto. Hasta que ocurriera, sin embargo,
decidi acogerse a la cama.
Pareca infinitamente ms cmoda que la silla que haba sido su
hogar en los ltimos das.
Las pisadas de Sur en la escalera eran ligeras, pero ruidosas.
Oeste oy cada paso acompaando las rfagas intermitentes de
viento que azotaban la cabaa.
"Tambin podras anunciarte con un grito desde la torre," dijo
Oeste secamente.
"Tierra a la vista! Avast, ye mateys. O cmo sean los gritos que
se emiten desde el palo mayor".
Sur se detuvo en seco, con un pie en un escaln, el otro flotando
por encima.
"Maldita sea, Oeste. Podra haberte disparado."
Oeste considerado la pistola en la mano de Sur, dijo
despreocupado. "No, si no encontrabas el objetivo."
"Si eso es evidencia de tu ingenio, te suplico que no te esfuerces."
Oeste se encogi de hombros. Fue un gesto torpe, dado el hecho
de que segua tendido en el sof como si fueron una hamaca
rgida, con la cabeza apoyada en un extremo y los pies en el otro.
Se incorpor lentamente, y se sent mientras Sur terminaba su
descenso. Cogi la lmpara de aceite de la mesa y encendi la
mecha.
"Te pido disculpas por despertarte. No fue lo que quise hacer.
Pens que podra refugiarme del fro y conseguir dormir unas
pocas horas antes del amanecer." Ese no haba sido su primer
plan, pero una vez que estuvo a la intemperie, le haba parecido
mejor.
"No te detuviste en tu camino hasta aqu?"
"No. Vine directo desde Londres."
Las dos cejas de Sur se alzaron. Se pas una mano por el pelo y
logr reprimir un bostezo. "Entonces, Supongo que no ests aqu
para cuidar de tu reciente herencia. Ese asunto no puede haber
sido tan urgente".
"No, ir all despus. Has estado en la finca?"
"Fui ayer por la maana. Tu hermano est en la residencia, creo."
Oeste asinti. "Si no es tu intencin dispararme, es posible que
dejes la pistola."
Sur se mir la mano. La pistola apuntaba en direccin a Oeste.
Sonriendo, la puso sobre la mesa al lado de la lmpara de aceite y
acerc un taburete. "Es Elizabeth?", pregunt.
Oeste neg con la cabeza. "No. Ella est de vuelta en Londres con
Norte. No los he visto todava, pero el coronel dice que son
indecentemente felices".
"Eso es bueno, entonces."
"Puede ser, s."
Sur sonri dbilmente. "Por qu has venido? Si no es porque
quieres evitar que tu hermano te quite Westphal, entonces
por qu?"
Oeste apunt hacia donde haba colocado su cartera contra la
pared opuesta.
"Vine por motivo de un asunto que estoy investigando con el
coronel. Cuando le mostr esto a l, me envi aqu contigo."
No era una mentira del todo, pens Oeste, pero ejerca una
presin infinitamente mejor.
Sur se removi en su asiento para ver mejor. "Qu son?
Mapas?"
"Tienes que verlo por ti mismo." Sur empez a levantarse, pero
Oeste se inclin hacia adelante y puso una mano sobre su
antebrazo. "Yo ir a por ellas."
Se levant y cruz la habitacin. "Miss Parr est durmiendo?" le
pregunt.
"Si es que no la hemos despertado con todo este barullo."
Tardamente, Sur se dio cuenta de que Oeste no debera haber
sabido a quin haba trado a la casa de campo. "Te dijo el
coronel que la seorita Parr estaba aqu, o he dado un paso en
falso?"
"Fue el coronel. Me lo dijo de mala gana, te lo aseguro. No tena
ni idea de ello.
Puede que esto sea muy duro, Sur". Se inclin y recogi los dos
cilindros, uno en cada mano, y los llev de vuelta a donde
Sur estaba sentado. "Yo no saba qu hacer con ellas. El coronel
pens que t s sabras." Coloc una en la palma de la mano de
Sur, pero no la solt. Mir una vez en direccin de las escaleras, y
luego de vuelta a su amigo. "Tal vez sea mejor que me hayas
odo. Yo creo que habra sido ms difcil por la maana".
"Debido a la presencia de la seorita Parr, quieres decir."
Oeste asinti. Observ cmo Sur sacaba el lienzo y lo colocaba
transversalmente en su regazo. Cuando comenz a desenrollarlo,
Oeste dio un paso hacia atrs, dando a su amigo un poco de
privacidad.
"Oh Dios." Sur dijo las palabras en voz baja, mitad sorpresa,
mitad maldicin, cuando la pintura estuvo desplegada ante l. La
mir durante un largo momento, luego maldijo en voz baja y
empuj la tela de su regazo.
Oeste la atrap en el aire y la enroll rpidamente. "Quieres ver
la otra?"
"Debera?"
Oeste no haba visto desde la escuela una expresin tan
preocupada. La pintura con la cabeza de toro era ms grotesca que
la que ya haba visto. Sin embargo, Sur no debera haber hecho la
pregunta. No era una decisin que Oeste poda tomar por su
amigo.
Sur le tendi la mano. "Dmela".
Oeste vacil. La tez de su amigo estaba plida. Es evidente que l
tena algunos sentimientos por la seorita Parr, de lo contrario no
se habra visto afectado tan profundamente por las pinturas.
"Est bien", dijo Sur. "Quiero verla".
Oeste coloc el segundo lienzo enrollado en la mano extendida de
Sur.
l mir hacia otro lado en esta ocasin.
Sur la abri y le dio una rpida mirada antes de volverse hacia
Oeste. "Dnde las conseguiste?"
"Las rob".
"Puedes decirme algo ms?"
En esta ocasin Oeste minti voluntariamente. No haba razn
para que Sur conociera la naturaleza personal de su investigacin.
"Te puedo decir que la obtuve de uno de los embajadores."
"No son el tipo de obras de arte que puedan ser dadas por
desaparecidas."
"Eso es lo que pensaba." Oeste volvi a colocar ambas pinturas a
donde haban estado previamente en contra de la pared. Mientras
pensaba en lo que deba hacer a continuacin, se frot la parte
posterior de su cuello con la mano. Las hebras de pelo de color
rojo oscuro se levantaron de su cuello para posarse a la ligera
sobre la nuca. "No vas a creerlo, Sur, pero lo que estoy
investigando parece tener algo que ver con los obispos".
La cabeza de Sur se sacudi. "Los obispos? Ests hablando de
la sociedad?"
"S."
Negando con la cabeza lentamente, Sur mir hacia los lienzos
enrollados de nuevo.
"Pero no de los muchachos de Hambrick Hall".
"No. Por lo menos eso espero. Este es trabajo de hombres, no de
nios." La voz de Oeste se hizo ms dbil. "No todava."
Sur asinti con la cabeza. "Qu es lo que necesitas de m?"

Ria se sent acurrucada en su silla de lectura preferida en la


esquina de su habitacin, los suaves pliegues de su camisn
derramados a su alrededor. El libro en su regazo estaba cerrado,
pero esta no era su primera lectura. Ella ya haba memorizado
algunos de los versos, y apoyando la cabeza contra el respaldo de
la silla cerr los ojos, las palabras de Lily llegaron a la vanguardia
de su mente.
La rosa modesta alarga una espina
La oveja humilde, un cuerno amenazante
Mientras el blanco lirio en amor se deleite
Ni espina ni amenaza empaara la luz de su belleza
Ella no era Lily, pens Ria, ni siquiera una modesta rosa. Ms
bien una inmodesta, si quera ser estrictamente honesta consigo
misma, que no lo quera. En los ltimos tiempos haba concluido
que no haba ningn aspecto de la honestidad que fuera
intrnsecamente virtuosa, sobre todo en un examen de su propia
personalidad. El engao y la negacin la definan mejor. Por lo
menos eso le pareca.
Mientras el blanco lirio en amor se deleite. Las palabras flotaban
en su mente una y otra vez mientras consideraba si alguna vez
sucedera. Se deleitara en el amor?
Lo ms probable era que ese estado fuera privativo de poetas
locos y nias.
Sin duda, Jane Petty haba pensado de esa manera en el amor. Ella
deba haber disfrutado a rebosar de las posibilidades que se le
presentaron, la realizacin de todos sus sueos. Sera cruel que los
sueos fueran aplastados, y ms cruel an que lo hiciera la misma
persona que uno ha querido por encima de todas las dems. Ese
era probablemente el destino de Jane.
Un dolor se form en la parte posterior de la garganta de Ria. Se
estaba convirtiendo en familiar esa presin, por la obstruccin de
lgrimas que quedaban atascadas all, mientras las otras
presionaban en el fondo de sus ojos.
Levant la barbilla y volvi su rostro hacia la ventana,
disfrutando la tenue luz del sol en este da plido de invierno. Ese
sol que apenas tena fuerza suficiente para que sus rayos
transparentes, de vez en cuando asomaran a travs de las hendijas
abiertas entre las nubes.
Las estudiantes subiran pronto. Ria ya poda escuchar el
movimiento del ama de llaves y las criadas en el pasillo. La
cocinera y su joven ayudante tendran la avena burbujeando en el
gran caldero y las seoritas Taylor y Webster estaran dando los
ltimos pasos de su caminata matutina.
A la Sra. Abergast le disgustaban tanto las gachas como caminar,
as que dormira unos minutos ms que todos los dems y dira
que era lo mejor para ella.
Ria descubri que la rutina la reconfortaba. Aliviaba su mente
saber lo que poda esperar en la prxima hora, da, incluso
semana. Para el futuro inmediato, quera avanzar como de
memoria. Qu poda esperar de una vida en la que la emocin
ms intensa poda ser, elegir qu vestido ponerse, cul descartar o
contar el nmero de pasadas del cepillo en su cabello.
Abrazar la familiaridad de estos rituales servira para otro
propsito. El aburrimiento, tal vez, era lo que ella necesitaba para
poder dormir profundamente de nuevo.
Un golpe distinto en la sala de estar contigua captur toda la
atencin de Ria.
Este ruido fue seguido por una maldicin pronunciada con
suavidad y una serie de movimientos que indicaron que algo
haba salido mal. Salt catapultada de la silla para llegar a la
puerta abierta.
Oeste no levant la vista, continu frotando su muslo donde el
ngulo agudo de una mesita le haba magullado. "Esta mesita no
est donde yo la recordaba. Moviste los muebles."
"Espero que vuestra merced no me acuse de ponerle una trampa",
dijo Ria, con una sonrisa tirando de las esquinas de su boca.
"Estamos a la luz del da, despus de todo."
Sonriendo, Oeste levant la cabeza.
"Eso es verdad."
No fue su temeraria sonrisa lo que hizo colapsar a Ria, sino que
esa sonrisa fuera parte de l. De hecho, la curva un poco impa de
su boca le era familiar, corri ansiosa hacia adelante, slo para ser
detenida por su brazo.
"Debes mantener distancia", dijo. "No estoy en mi mejor
momento."
Los grandes ojos de Ria, de color gris azulado se clavaron en los
de l, y luego lo evalu de pies a cabeza. Se mordi el interior de
la mejilla, conteniendo palabras destempladas. Que se describiera
a s mismo como alguien que no est en su mejor momento era
casi un eufemismo.
Rayas de holln y sudor hacan que su rostro pareciera casi
irreconocible.
Los ojos infinitamente cansados. Ola a humo, y un mechn de
pelo que le caa sobre la frente estaba rizado y chamuscado. Haba
manchas negras tambin en sus pantalones y cenizas en sus botas.
Sospechaba que cuando se quitara el abrigo con capa, iba a ver
ms del mismo panorama. Slo el sombrero pareca no haber sido
parte de su aventura.
Todo tipo de preguntas se le ocurrieron, pero slo hizo una.
"Qu puedo hacer por ti?"
"Aydame a salir de esta capa, y luego busca una sbana para
cubrir una silla para que yo pueda sentarme."
Fue una muestra de su total agotamiento que requiere asistencia
para quitarse el abrigo. Ria lo ayud de buena gana, poniendo el
abrigo en el respaldo de una silla mecedora, mientras que Oeste
lanzaba su sombrero a un lado, luego desapareci en su
dormitorio y regres rpidamente con una sbana. No le
importaba en lo ms mnimo que su ropa manchada de holln
ensuciara sus muebles, ella le suministr la sbana porque l no se
sentara hasta que no lo hiciera.
Oeste se dej caer en el silln detrs de l tan pronto como Ria lo
cubri con la tela. As como tenso y dolorido se haba mostrado
momentos antes, ahora se derrumb. Sus piernas se abrieron, y
sus brazos cayeron libremente a los lados de la silla. Ech la
cabeza hacia atrs y cerr los ojos.
No se movi durante tanto tiempo que Ria pens que se haba
quedado dormido.
Pasaron varios minutos en los que no hubo ms que el sonido de
su acompasada respiracin. Ella se dispona a levantarse de la
silla ubicada a su lado cuando sus dedos la atraparon por la
mueca.
"No," dijo. "Sintate conmigo un poco ms."
Ria se sent. Por razones que no comprendi de inmediato, quiso
llorar.
Mir hacia abajo, sus nudillos ennegrecidos, el holln que cruzaba
la palma de su mano, pero slo sinti la suavidad de su tacto.
Parpade para contener las lgrimas.
"Qu sucede?", le pregunt Oeste.
Ni siquiera se haba dado cuenta de que la estaba mirando. "Haces
que tema por ti."
"Hago? Te aseguro que no es mi intencin."
Ria tuvo dificultades para suprimir el temblor de su voz. "Te
encuentras ms all del punto de agotamiento, sin embargo, has
venido aqu. No me puedo imaginar lo que ha ocurrido, pero me
parece que has tenido suerte de sobrevivir a ello, y aun as me
mantienes aprisionada. Por supuesto que tengo miedo por ti.
Demuestras el sentido comn de una bolsa de frijoles".
Con slo un mnimo movimiento de l, estuvo en su regazo, con
los brazos alrededor de su cuello. Los pliegues de su ondulante
bata de noche blanca se estaban ennegreciendo por el holln
rpidamente, pero le traan sin cuidado esas manchas.
No un lirio, se record a s misma, sino una modesta rosa.
Ella lo bes como si su vida dependiera de ello. Su boca se
inclinaba sobre la suya, separando sus labios con la presin. Sus
brazos la apretaron, y ella tom su cara entre sus palmas mientras
mova su boca hasta la comisura, luego a su mejilla, su frente, y,
finalmente, a lo largo de la lnea de su mandbula. Lo bes de
nuevo, esta vez profundamente, su lengua empujando contra la
suya. Sinti que sus pechos se hinchaban incluso antes de que sus
brazos le rodearan la espalda y la apretara an ms. Su levita de
lana era suavemente abrasiva contra su camisa de algodn, y los
botones se incrustaban en el material. El aire entre ellos estaba
caliente, pero amenazaba con convertirse en un calor abrasador.
Sus dedos se enrollaron en su pelo suelto, era como sumergir las
manos profundamente en agua fresca. La bes duramente,
necesitando impregnarse del sabor de ella, ansioso de librarse del
olor rancio a humo que haba en su nariz, y respirar la dulce
fragancia de lavanda y menta que era peculiarmente suyo. No
bastaba que ella estuviera en sus brazos, sinti que necesitaba
ms. Si l hubiera querido refugiarla, entonces no haba
comprendido plenamente lo que ella le estaba dando a cambio.
Ella estaba ofrecindole refugio en su corazn.
Ese conocimiento amenazaba con abrumarlo.
Sintiendo que algo haba cambiado, Ria rompi el beso y hundi
la cara en los pliegues tiznados de la corbata de Oeste.
Lo abraz con fuerza un momento ms mientras su respiracin
irregular se calmaba, luego levant la cara. "Espero que no
necesites una disculpa."
l descubri que an tena fuerzas para rerse. "Y espero que t
no necesites una franela. Vas a necesitar varias para limpiar tu
cara".
Ria se toc las mejillas, luego mir sus dedos manchados.
"Aqu tambin," dijo, colocando el dedo ndice sobre sus labios,
para luego mostrarle la evidencia. "Ests tan manchada de holln
como cualquier deshollinador".
Ella arque una ceja y le record cmo haba llegado a ponerse
as. Su mirada reprobatoria no dur mucho. Extendi la mano
hacia l. "Vamos Ya s lo que necesitas ahora."
Minutos antes habra jurado realmente que era incapaz de
levantarse de un salto, y mucho menos levantarse de cualquier
otra manera. Haba subestimado tanto la fuerza de la sonrisa de
sirena de Ra como su respuesta a la misma. Pareca que se
requera muy poco esfuerzo de su parte para moverlo. Ni siquiera
poda estar insatisfecho con ella.
Ria lo llev al dormitorio y cerr la puerta. Sin decir una palabra,
lo ayud a salir de su levita, su camisa, y luego lo guio hasta la
cama, le pidi que se sentara, entonces comenz a lidiar con las
botas.
Cuanto ms se tocaban, ms se encendan, y ella nunca trat de
evitar ese fin.
Oeste se tumb en la cama, desnudo excepto por sus calzones, y
la vio quitarse audazmente el camisn antes de meterse en la
cama con l. Sus pechos plidos estaban coronados por pezones
rosados, y se rozaron tentadoramente contra l mientras se
acercaba. Se mir las manos, y luego se las mostr a ella.
"Voy a marcar tu piel si te toco con las manos sucias".
Ra no dijo nada, le cogi las muecas y se llev las manos a sus
pechos. Dej que sus dedos acariciaran su piel y que sus pulgares
le rozaran los pezones. Sus manos dejaron las tenues manchas que
haba predicho.
Ria levant la mirada solemne de la suya. "Y voy a quedar
hermosa por eso", susurr. "Donde quiera que me toques."
Poda haberle dicho que ya era hermosa, pero no estaba seguro de
su aceptacin.
Prefiri demostrrselo, rodando hacia un lado y acostndola sobre
la espalda, para luego colocar su marca en ella, primero con las
manos, luego su boca.
Le ech hacia atrs el pelo en las sienes, peinando los sedosos
mechones con los dedos. Sus labios encontraron el suave hueco
donde su pulso lata tan dbilmente y la bes all. Su piel era
clida, perfecta. Bes su frente, inclin la cabeza, y le cogi la
oreja tirando suavemente con los dientes, luego sus labios se
apoderaron de ese lugar. Hizo dibujos con la punta de la lengua y
la oy respirar con ms rapidez.
Con su sonrisa impresa en la piel de su garganta, acarici la curva
de su cuello dio un sorbo ligero en su carne.
Le dej una marca que era diferente a la de sus huellas dactilares
en sus pechos, pero no menos prueba de su ntima posesin. Bes
la marca que haba dejado en su piel, y luego le hizo otra.
Ella se mova inquieta hacia l, instndole sin palabras. Oeste
sinti su impaciencia, pero no se dara prisas. Esto, al menos, se
hara a su manera. Tal vez no lo apreciara ahora, pero le dara las
gracias ms tarde.
"Te ests divirtiendo." Las palabras salieron de lo profundo de la
garganta de Ra, en un pesado susurro que era ajeno a ella.
"Mmm". Oeste levant la cabeza y peg su boca contra la de ella,
separando sus labios. Su aliento era clido y dulce.
"Siempre", dijo. La bes durante mucho tiempo, mantenindola
inmvil con nada ms que la presin de su boca sobre la de ella.
Hizo de ese beso un fin en s mismo, chupando su labio inferior,
su lengua, trazando el borde de sus dientes, lamiendo la sensible
parte inferior de sus labios de terciopelo, mojndolos, volviendo
su boca hmeda y caliente.
Ria agarr su cuello cuando se ech hacia atrs y lo habra
abrazado si l se lo hubiera permitido. Lo que hizo fue soltar sus
manos y colocar un beso en el corazn de cada palma, luego las
dej caer para que se aferrara a las sbanas mientras se inclinaba
hacia ella de nuevo.
Esta vez su boca se centr en el hueco de su garganta. Dejando un
rastro hmedo hacia sus pechos. Su corazn lata a un ritmo
frentico y Oeste poda sentirlo en sus labios. La bes all, luego
de nuevo a la curva del pecho. Tom la aureola arrugada en la
boca y chup. El pezn estaba tan perfectamente formado como
un tierno capullo y lo hizo rodar entre sus labios, sorbiendo con la
lengua.
Su mano cay sobre su cadera, sostenindola mientras ella se
levantaba de la cama en un arco como un gato. "Shhh", dijo, no
para silenciarla, sino para calmarla. "Yo te tengo. Voy a tenerte
siempre."
Le vio mover la boca como si quisiera decir algo, pero se limit a
sacudir la cabeza.
Sus ojos estaban oscuros en el centro, su expresin incrdula.
Pens que tal vez ni siquiera saba lo que estaba pasndole,
aunque uno nunca poda estar seguro acerca de la inclinacin de
los pensamientos de Ria. "Cuando llegues al precipicio de nuevo",
le dijo, Yo te dejar caer, y luego, voy a encontrarme contigo."
Ella asinti con la cabeza, no porque hubiera entendido, pens,
sino porque confiaba en l. La enormidad de lo que iba a hacer
con ella, lo que le permitira hacerle, apret su corazn y le rob
el aliento.
Ella lo salv de s mismo. No tuvo ninguna duda mientras sus
dedos se enrollaban en el pelo y tiraban con suavidad. Esa
sensacin intuitiva de ella, era la que la una a l y le permita no
slo ver su alma, sino no tener miedo, haba adivinado su
resolucin vacilante. No era que l no la deseara an, no quera
desearla. Se pregunt si ella podra distinguir la diferencia cuando
apenas poda hacerlo l mismo.
Sinti su tirn y vio que las comisuras de su boca se levantaban
en una sonrisa tmida. No su sabrosa sonrisa de sirena, no esta
vez; nada de flirteos coquetos.
Se hizo vulnerable con su honestidad, y al hacerlo, le dio ganas de
ser su igual.
"Bruja", dijo, y luego inclin la cabeza y tom el otro pecho en la
boca.
Oeste se alegr de que los delgados rayos de sol alcanzaran la
cama y expusieran su esplendor transparente a travs del cuerpo
de Ria. Desliz la mano bajo su cadera, acaricindola, dejando
que sus dedos la tocaran ligeramente a lo largo de la curva de su
parte inferior. Ella se movi de nuevo. Su mano se movi hacia
arriba hasta la cintura, pasando el pulgar por encima de su
abdomen, presionando ligeramente cuando su piel se retrajo en
respuesta.
Encajaba perfectamente, como si cada curva estuviera hecha a la
medida de su mano. Hizo un estudio lento de ella, aprendiendo la
forma de su hombro, el brazo, la delicada depresin en el interior
de su codo. Sus pechos se derramaban sobre sus palmas, firmes y
tensos, y su piel tena el rubor de un melocotn maduro.
Sus manos se deslizaron a lo largo de sus muslos, hacia la parte
posterior de sus rodillas.
La presin de su mano, ligera pero insistente, la hizo separar sus
piernas para l. Se desliz por su cuerpo, ya no haciendo un
sendero con sus manos, sino con su boca.
Se quit los calzoncillos y los lanz a un lado de la cama. Inst a
Ria a subir las rodillas mientras se inclinaba entre ellas. Encontrar
una manera de colocar sus piernas sobre sus hombros fue su
propia obra, pero signific que el beso ntimo presionando su
monte de Venus comenzara con una sonrisa.
Sinti que ella dio un respingo ante el primer contacto de sus
labios, y de nuevo cuando aplic su lengua. Ella era clida y
hmeda all, el deseo la haba humedecido. Ahora us su boca
para humedecerla ms.
A su alrededor se escuchaban los sonidos de la agitacin escolar:
el parloteo de los estudiantes en su camino hacia el comedor,
seguido de la advertencia de vez en cuando para que hicieran
silencio, la marcha de las nias en el pasillo y en la escalera; el
regao del ama de llaves a una de las criadas, el paso ms
decidido de los profesores conduciendo a los rezagados a
desayunar y, por ltimo, el golpe en la puerta del apartamento de
Ria y la pregunta desde el otro lado en cuanto al estado de su
salud.
Ria no oa nada de eso, slo el sonido de su propia respiracin y
el sordo, lejano rugido de la sangre en sus odos. Oeste estaba
consciente slo de la periferia, el enfoque ms ntido de su
atencin era Ria. Ellos podran haber estado a diez leguas de
distancia, por lo que a l le concerna.
Oeste levant la cabeza. De acuerdo a los sorbos rpidos de aire,
la tensin en su espalda, la forma en que su parte posterior se
curvaba, y sus suaves labios se entreabran, juzg que estaba lista
para l. Se incorpor, dejando caer la pierna de Ria desde su
hombro y acun su trasero.
Ella lo ayud, levantando sus caderas, pero sus ojos
permanecieron fijos en su cara.
Su cuerpo estaba mejor preparado para recibirlo que ella. Oeste
encontr su mano y la guio a su ereccin. "Observa", le dijo.
"Presta atencin a lo que haremos juntos."
Captulo Diez
Ria hizo exactamente lo que Oeste, le deca, vio venir su primer
empuje y elev sus propias caderas, recibindolo.
Entonces cerr los ojos, no pudo evitarlo. Por un momento pens
que no sera capaz de soportar la presin o la apertura necesaria
para dar cabida a su apndice.
Sus manos aferraron sus antebrazos con fuerza. Se mordi el labio
inferior para no avergonzarse a s misma pidindole que la soltara.
"Ria?" Pronunci su nombre como un interrogante. "Mrame".
Sus pestaas revolotearon hacia arriba. l estaba hundido tan
profundamente en ella como era posible que un hombre lo
estuviera.
Hasta la empuadura, pens, exactamente cmo deba ser.
No senta dolor ahora, ni siquiera poda decir que lo haba
sentido. Hubo molestias, pero tambin una sensacin que le haca
pensar que el malestar pasara. "Yo puedo detenerme ahora", le
dijo l. "Pero slo ahora, luego no podr parar." Su voz le lleg a
Ria desde lo ms profundo de su garganta, dulce y spera, como
la miel sobre la arena. La piel de Ra se eriz y la hizo temblar.
"Yo s lo que quiero", dijo en un hilo de voz. "Y no es eso."
Sus caderas se sacudieron en respuesta, retirndose y cayendo de
nuevo. Se inclin sobre ella, apoyando su peso sobre los
antebrazos, comenz a moverse poco a poco esta vez, ejerciendo
un poder de mando que no saba que tena, y comenz a ensearle
el ritmo que lograra el placer de ambos.
Senta que lo apresaba en su interior, pero se amalgamaban all,
de la misma forma maravillosa que se complementaban en todas
partes.
Cuando ella se arque y cay, su aliento se estremeci. l la haba
preparado para tomarlo profundamente, ahora lo saba. Cuando la
bes, cada invasin de su lengua era una rplica de lo que estaba
haciendo con su cuerpo.
l empujaba y se retiraba, y empujaba de nuevo. La incitaba a
alzarse dndole la bienvenida a su contacto, pero ya no era
necesario. Haba aprendido el ritmo.
Ria estir sus brazos hacia l, enlazando los brazos alrededor de
su espalda, extendiendo los dedos por los msculos abultados,
araando levemente su carne.
Lo sinti tensarse, luego relajarse, como aceptando que, de todas
las mujeres que haba conocido, slo ella tena derecho a tocarlo
as. Las puntas afiladas de sus uas aumentaron la presin sobre
su columna vertebral desde la parte baja de la espalda a su nuca,
luego hacia debajo de nuevo. El estremecimiento que pas por
debajo de su piel repercuti en ella, sorprendindola, ya que no
estaba familiarizada con el placer, que era tan bueno como le
haba asegurado, y que la empuj a experimentar la ligereza de
caer desde un precipicio, un salto al abismo, una oleada de
sensaciones tan intensa que se sinti morir, pero sus brazos la
esperaban, seguros en su agarre, pues de otro modo se hubiera
hecho aicos.
Oeste se movi entre sus muslos abiertos rpidamente, con
embates cortos y duros. La ltima prueba de lo que quedaba por
experimentar sucedi cuando sinti su propia liberacin, seguida
de un grito ahogado.
Oeste se apart a ltimo momento, retirndose de su interior para
luego desplomarse junto a ella, vaciando su semilla junto a su
cadera desnuda sobre el vientre plano y, finalmente, sobre las
sbanas.
"As no habr ningn bastardo," dijo en voz baja.
Ria asinti. Su garganta se haba cerrado, y no hubiera podido
hablar aunque hubiese querido. Se qued muy quieta durante
varios minutos. La simiente lechosa secndose sobre su piel.
Observ esa marca final sobre ella y pens si la hara verse tan
hermosa como se senta.
"Lo entiendes, verdad?" Oeste se puso de costado y se incorpor
sobre un brazo.
Coloc una mano sobre su hombro.
"Ria?"
"S, por supuesto." Dej salir las palabras a pesar de la opresin
en su garganta.
"Fue inesperado, eso es todo. Estuviste acertado al tomar
precauciones. Habla de tu experiencia, supongo, y mi falta de
ella".
Antes de que pudiera responder, Ria sac las piernas fuera de la
cama y se levant.
"Permteme lavarme y vestirme, y luego tendr un bao preparado
para ti.
Puedes dormir aqu. Nadie te molestar. El Sr. Dobson debe haber
visto tu caballo. l, por lo menos, sabe que ests conmigo."
Cogi su camisn y lo despleg en frente de ella. "Voy a decirles
que viniste montando desde Ambermede y te dio un migraa."
Oeste levant una ceja. "Una migraa?"
"Tienes otra dolencia en mente?
Escarlatina? Tifus? Gripe?"
"Que sea una migraa entonces." dijo, rindindose a la idea. Ella
tena el control ahora, y la acidez de su tono le advirti que deba
proceder con cautela.
"Eastlyn sufre de ellas algunas veces, a pesar de que no siempre
debe guardar cama".
"Entonces l es un tipo recio." Ria sinti algo de su humor
espinoso desvanecerse y su corazn se abland un poco al ver el
esfuerzo que Oeste estaba haciendo para mantener la cabeza
erguida. "Ms recio que t en este momento", dijo en un tono ms
suave. "Djame ocuparme de ti, y luego oir tus explicaciones.
Habr algunas, me imagino."
l asinti con la cabeza. No tena reservas para una discusin
ahora.
Privado de sueo durante ms de veinte y cuatro horas, poda
sentir que sus prpados comenzaban a cerrarse antes de que Ria
saliera de la habitacin.
La puesta de sol era temprana en esta poca del ao. Ya era de
noche, pero no terriblemente tarde cuando despert.
Estir lentamente sus msculos, sintiendo el tirn de dolor en
cada uno de ellos. Se acord de una desagradable noche fuera de
Madrid, que haba pasado acurrucado en la grieta de una roca a la
espera de que los franceses pasasen por encima de su cabeza. Esto
fue as, slo que peor.
Al abrir los ojos un poco, se qued adormilado mirando el fuego.
Lo que poda ver de la habitacin no era familiar para l.
No recordaba que alguna vez hubiera tenido cortinas de cama del
color exacto de los campos de trigo, y estaba seguro de que no
habra elegido los postes del dosel adornados con cuerdas de seda
trenzadas.
Un armario que ciertamente no era el suyo, estaba entre dos
ventanas cerradas.
Haba un gran silln cerca de la chimenea, se volvi un poco ms
en su direccin que hacia el fuego. Todava poda distinguir una
depresin leve en el cojn.
Haba un libro en el brazo de la silla, no poda ver claramente las
letras, pero el lomo era de cuero bruido, lo saba porque lo
habas sostenido durante horas en sus manos.
Con un suave gemido gutural, Oeste cay de espaldas, puso un
brazo sobre la frente, y se qued mirando el techo. Fue entonces
que Ria se inclin sobre la cama y dijo.
"Aaah, por lo que veo ests despierto", dijo en voz baja. "No
estaba seguro."
Tan pronto como dijo eso, pens Oeste, su mundo se enderez,
con el equilibrio restaurado. l le sonri, la curva de su boca se
vea ms somnolienta por el cansancio. Los prpados le pesaban,
pero su visin era finalmente clara.
Ria se haba recogido el pelo rubio en un nudo flojo. Los
extremos de una cinta de gros azul marino descansaban sobre el
cuello con volantes de su vestido de muselina, y finos mechones
de pelo que no pudieron ser domesticados le rozaban la mejilla y
la frente. Tena los ojos ms azules que grises, brillantes,
inteligentes, y an ms luminosos por la profundidad de su
preocupacin. Podra haber sido un ngel, salvo por una boca que
era demasiado dulce y generosa y una barbilla que era demasiado
testaruda. Ella era, en una palabra, encantadora. Trat de recordar
si alguna vez haba pensado de otra manera y opt por creer que
no, sino que ahora se estaba permitiendo apreciarla.
Record fragmentos del milagro que haba obrado en hacerle
humano otra vez. De alguna manera lo haba coaccionado para
que volviera a la cama despus de un bao preparado para l en
sus aposentos. Ella lo haba intimidado en la tina de cobre y lo
amenaz con un lavado adecuado si l no estaba dispuesto a
hacerlo por su cuenta. De vez en cuando ella apareca, al parecer,
cuando estaba a punto de caer dormido. Le procur toallas
calientes y una camisa limpia, y luego lo oblig a hacer uso de
ellas. Fue abusar de su generosidad y naturaleza por lo menos eso
fue lo que le dijo.
Oeste empuj las mantas que estaban acomodadas
cuidadosamente sobre su pecho y comprob que de hecho llevaba
una camisa de dormir, y que por cierto era suya. "Encontraste mi
bolsa".
"Lo hice."
Lleg un poco tarde para impedir el hallazgo. Su bolsa estaba
fijada a la silla de Draco, y dentro de ella las pinturas de
Beckwith. "No creo que hallas dominado tu curiosidad."
La expresin de Ria mostraba verdadero arrepentimiento. "Es
probable que no te importe saberlo, pero resist durante casi una
hora".
"Tienes razn", dijo, empujando a s mismo. "No me importa.
Qu has hecho con ellas?"
Ella seal su armario. "Las puse en el interior, en un lugar donde
no se pueden encontrar."
Oeste presion su pulgar e ndice entre los ojos y se frot. Quera
librarse de los rastros de sueo, pero lo encontraba absurdamente
difcil. "Pusiste una cucharada de ludano en mi garganta?"
"Slo un poco. No te acuerdas? Te quejaste de que la migraa se
estaba volviendo muy real."
A decir verdad, no recordaba, aunque supona que no iba a mentir
sobre ello.
"Qu hora es?"
"No mucho despus de las cinco, dira yo." Ella anticip su
prxima pregunta.
"De la noche, no de la maana. Es tan importante? No querrs
decir que tienes que irte ahora, verdad?"
Oeste se pas una mano por el pelo alborotado, sin lograr ninguna
mejora a pesar del esfuerzo. "No, todava no. Draco ha sido
atendido?"
"Hace unas horas y est en el establo ahora."
"Bien, gracias, por velar por l."
"El seor Dobson hizo eso." Ella vacil, pensando tal vez que
haba sonado demasiado mordaz. "De nada".
Mirando hacia arriba se dio cuenta de su ansiedad y de que nada
se estaba desarrollando como l esperaba, suspir profundamente.
"Maldita seas, no quera que veas esas pinturas."
"Lo s."
"Las viste a ambas?" Vio la respuesta afirmativa en sus ojos
claramente expresivos. "No es importante", dijo despus de un
momento. "Realmente nunca pens que podra ser de otra
manera."
Ria se sent en el borde de la cama. "Yo no quera verlas
tampoco, pero no lo supe hasta que las tuve frente a m."
"Si hay una lgica ah, se me escapa." l levant una mano para
detener una explicacin. "No, es el tipo de cosas que slo se
vuelve ms complicado cuando uno trata de explicarlas".
Ella asinti con la cabeza, aceptando la verdad de ello. "Puedo
ofrecerte algo para cenar? Hay carne asada y la seora Jellicoe ha
hecho pudn de ciruela".
"Todava no." l le tom la mano y entrelaz los dedos con los de
ella. "He sido duro contigo? Yo no quiero serlo. Te pido
disculpas".
"Y yo las acepto."
"Hay otra disculpa que deba darte?", pregunt. Sus claros ojos
verdes le sostuvieron la mirada. "Debo hablar con tus
remordimientos?"
Ria neg con la cabeza. "No tengo ninguno."
"Ni siquiera al final?"
"No," dijo ella con firmeza, deseando que le creyera. "Lo sent al
principio, pero he tenido tiempo de pensar desde entonces. Fue
muy ingenuo suponer que terminara de manera diferente. Estara
loca de preocupacin si se hubiera hecho de otro modo."
La cabeza de Oeste estaba inclinada hacia un lado mientras segua
mirndola.
"Entonces no quieres un nio?
Ria se mordi el labio inferior mientras consideraba su respuesta.
Ya no era tan simple como decir s o no. Esa opcin no exista
ms desde haca algn tiempo.
"Lo que yo no quiero," dijo, "es presentarme ante ti con un hijo
bastardo".
Ella no le permiti decir nada ms y le dio un apretn en la mano,
hacindole saber que no haba nada ms que decir sobre el tema.
"Ahora, me contars todo, o debo aplicarte grilletes para que
confieses? Dnde estabas t antes de venir aqu?"
El cambio abrupto en la conversacin hizo que Oeste parpadeara,
pero respondi con sinceridad, porque saba que no tena remedio.
"No muy lejos de aqu. Estaba cerca de Ambermede. Hay una
casa de campo en el borde de la finca que el duque traspas a mi
madre hace aos. Debes saber a cul me refiero. Ha sido mi casa
desde su muerte. Ah es donde estuve la ltima noche, visitando
mi casa".
A pesar de que respondi a su pregunta, apenas la clasific como
una explicacin.
"Vas a tener que decirme mucho ms que eso".
Oeste no lo dud. Deba rendirse a lo inevitable, le hizo sitio a su
lado en la cama. Cuando ella se acomod, comenz contndole la
forma en que haba encontrado las pinturas en el estudio de
Beckwith, la razn que tuvo para robarlas, y, finalmente, cul fue
el propsito de llevarlos a Londres. Su relacin con el coronel
requiri un poco de habilidad para esquivar el punto, pero no era
ms de lo que estaba acostumbrado a hacer cuando alguien
mostraba demasiado inters. Si Ria ya no crea que l era un
empleado de la oficina de asuntos exteriores, no lo dijo.
Demostr ser una muy buena oyente, haciendo preguntas con
poca frecuencia y slo una aclaracin. Haba cosas que quera
saber y que l no haba explicado completamente, pero lo dej
continuar con la historia a su manera. Mantuvo su discurso sobre
el tema de las pinturas, sin mencionar su visita al Seor Herndon,
ni las averiguaciones de Lady Northam a las modistas en Firth
Street.
"Miss Parr se nos uni poco despus de terminar de mostrarle las
pinturas a Sur", dijo. "Creo que puede haber estado escuchando
por encima de las escaleras, pero estaba muy compuesta cuando
vino a sentarse con nosotros. Me duele admitir que no le di mucha
importancia a lo difcil que sera para ella mirarlas, o lo difcil que
sera verla hacindolo, pero te puedo decir que no es una
experiencia que pronto voy a olvidar.
Southerton, tampoco. Fue doblemente doloroso para l, estoy
seguro. Miss Parr admiti que conoca la existencia de las
pinturas. Al parecer, hay ms de cuarenta de ellas, todas con
temas similares".
Ria se estremeci. "Tienen que ver con la degradacin."
"Eso es lo que yo pensaba tambin," dijo Oeste. "Miss Parr dice
que la intencin del artista no es tan fcil de explicar. Las pinturas
tienen el propsito de mostrar que ella es digna de adoracin."
"Y de sacrificios", dijo Ria suavemente.
"Ella debe saber que las pinturas la muestran como un sacrificio
humano."
Oeste se sorprendi por la claridad con que Ria la vio. l y Sur no
haban tenido esa misma perspectiva, hasta que India se los
explic. "Puede ser que ya lo sepa ", dijo en voz baja,
descansando su cabeza hacia atrs. "Me pidi que le regalase las
pinturas. Quera destruirlas ella misma, para asegurarse de que no
se hicieran pblicas. No poda permitirlo, y Sur saba que no
poda. Creo que no te puedes imaginar lo difcil que fue decirle
que no. Pens"
"Me imagino", dijo Ria. Apoy la mano en el antebrazo y lo
acarici suavemente.
"T eres un digno. Y bueno. Y gentil... hombre." sonri un poco
traviesa. "No, no me he olvidado de nuestro encuentro en el
callejn fuera de tu club, ni tampoco de que todava llevas una
cuchilla en tu bota, pero ninguna de esas cosas niega las otras. No
cambian el hecho de que puedas sentir la desesperacin de tener
que rechazar su peticin. S que debes devolver las pinturas al
seor Beckwith, que realmente no tienes otra opcin".
Los hombros de Oeste se levantaron y cayeron con un suspiro
inaudible. "Le expliqu a la seorita Parr que no haba otras
pinturas referentes a ella en la coleccin que encontr, pero estaba
claramente desconcertada de que ninguna hubiera estado en
manos del artista. Yo ya haba sabido por Sur que las pinturas no
se hicieron con permiso de ella, que fue, de hecho, drogada.
Nunca pos con nadie en la sala de pintura, no haba nadie ms,
excepto el pintor. Todo lo dems que pint naci de su
imaginacin".
"Menos las habitaciones", dijo Ria. "Las habitaciones son
bastante reales, creo."
Oeste nunca haba dudado de la agudeza de su ingenio, y aqu
haba una prueba ms. "Las has reconocido. Me pregunt si lo
haras. Yo tard bastante tiempo en identificarlas".
"Yo he pasado delante de los retratos en el pasillo casi todos los
das durante seis aos. T no puedes haberlo hecho ms de dos
veces".
"Tres veces, en realidad. Me tom un momento para estudiarlos
antes de venir aqu esta maana. Las columnas de mrmol jnicas
son las mismas de varios de los retratos de los fundadores de la
escuela.
El capitel de cada una son los mismos que en la pintura de la
seorita Parr. Son comunes, sin embargo, las hacen realmente
identificables. Hay un altar de mrmol tambin. Alguna vez lo
has visto?"
"No lo he estudiado de cerca, no, pero recuerdo haber pensado
que era adecuado para la escuela. Doncellas griegas
Jvenes, estudiando sus pergaminos.
Caballos, creo, pastando cerca."
"Ninfas y stiros". Se volvi para medir su reaccin. Ria estaba
mirndolo fijamente, con la boca abierta.
Se acerc y le puso un dedo debajo de la barbilla, con cuidado de
cerrrsela.
"Por lo menos no me dijiste que no tengo razn. Eso es una
mejora".
Ella se quit el dedo. "Slo porque me has cerrado la boca. Ests
completamente seguro? No podras estar equivocado?"
"El friso est muy inteligentemente hecho, y entiendo por qu no
le prestaste ms que una atencin superficial. Esa imagen despus
de todo, no es el tema central de los retratos, slo forma parte del
fondo. Esta maana he estudiado cada uno de los frisos para
compararlos con el de la pintura de la seorita Parr. Yo no tengo
ninguna duda ahora, pero t eres libre de pensar distinto.
Ria luch contra el impulso de dejar la habitacin e ir a la sala de
entrada de inmediato. No es que no le creyera, sino que era algo
que tena que ver por s misma. "Hiciste lo mismo con el otro
cuadro?"
"El sof y las cortinas no se ven tan claramente como el otro, sin
embargo, que no tuve ninguna dificultad para reconocerlos. Slo
hay un retrato que tiene esos objetos en el fondo, uno
relativamente reciente. Los colores de los tejidos siguen siendo
los mismos, aunque no tan vibrantes como los de la pintura de la
seorita Parr. Se me ocurri que el artista debe haber pensado que
la chaise longue color zafiro era un buen complemento para sus
ojos."
"Ests hablando de Sir Alex Cotton. l es el que est sentado en
la silla con el libro abierto a su lado, y l no posee penetrantes
ojos azules." Ria ahuec la almohada en la parte baja de su
espalda. "l tambin es el ltimo en unirse a la junta de
administradores".
"Hace cunto tiempo?"
"Desde que he estado aqu. En febrero, creo. Hace dos aos."
"Miss Parr dijo que la pintura se hizo tres aos atrs."
"Ella estaba en esa habitacin?"
"No, ni los hombres que la acompaan en el friso. Ella slo las ha
visto como parte de las pinturas."
"Pero esas personas tienen que existir", dijo Ria. "Los retratos de
los fundadores y los administradores no fueron realizadas por el
mismo artista, por lo menos uno de ellos con las columnas jnicas
tiene casi cien aos, y ninguno de ellos fue hecho por el artista
que pint a India Parr".
"Estoy de acuerdo. Existen las habitaciones."
Ria se dio cuenta de que no haba nada que pudiera decir ms all
de eso. l no saba nada ms. Cualquier otra cosa que hubiera
sucedido en la casa de campo, no estaba conectado ni con esas
habitaciones ni con la academia de la seorita Weaver. "No me
has dicho nada sobre el incendio, dijo.
"Sucedi que yo estaba explicando que era imposible no devolver
las pinturas cuando la Seorita Parr oli el humo.
Sur la envi fuera de la casa de campo, a buen resguardo mientras
l y yo subimos para encontrar la fuente que originaba el fuego.
Utilizamos lo que tenamos a mano. Mantas. Mi chaqueta. Pens
que seramos derrotados por el mismo.
Las llamas llegaban hasta el techo y barran el otro lado de la
repisa de la chimenea. La ventana de esa habitacin estaba
abierta, y las rfagas de viento avivaban las llamas. Nos retiramos
una vez a causa del humo. Arrastr baldes de nieve desde fuera,
llevndolos por las escaleras, subiendo los escalones de dos y tres
a la vez. Sur las arrojaba al fuego, y luego bajaba en busca de
ms".
Oste se sent apoyando los codos en las rodillas. Jjunt sus dedos,
y, como era su costumbre, dio unos golpecitos con las yemas de
sus pulgares juntos. Su cabeza se inclin, y sinti un toque suave
en la nuca. Ella estaba acaricindolo, peinando con los dedos sus
rizos tercos. Era casi como si ella supiera lo que tena que decirle
y lo difcil que era hacerlo.
"Apagamos el fuego", dijo Oeste, "pero para entonces ya
habamos perdido lo ms importante. Demasiado tarde, Sur se dio
cuenta de que el fuego era una distraccin. Debera haberlo
sabido. En todos esos viajes locos para obtener ms nieve...
podra haberme dado cuenta de que la seorita Parr se haba ido.
La buscamos lo mejor que pudimos, a pie durante la primera hora
ya que nuestros caballos haban huido. Incluso el par de grises
que Sur utilizaba para su carruaje haban desaparecido".
Los dedos de Ria se detuvieron en el cabello de Oeste. Ella
vacil, luego finalmente abord la pregunta. "No estoy segura de
entender. Acaso la seorita Parr prendi el fuego para escapar de
tu amigo? Ella estaba con l en contra de su voluntad?"
"No." Dej de tocar los pulgares un momento. "Definitivamente
no a tu primera pregunta. La respuesta a la segunda es ms
complicada, creo, y no tengo derecho a compartirla contigo. Te
puedes dar por satisfecha con eso?"
"Tu discrecin te hace un hombre honorable. Puedo estar
satisfecha con eso." Le revolvi el pelo en la parte posterior de la
cabeza. "No la encontraste?"
"No. Los caballos nos encontraron pasadas unas horas, pero para
entonces las huellas estaban cubiertas de nieve. Southerton
regres a Londres. Le ofrec ayuda, pero l no lo acept. l saba
que tena otro sitio donde deba ir, aunque no creo que fuera slo
por eso".
"Esto es lo que queras decir sobre Miss Parr siendo sacrificada,
no es as? Ella est en grave peligro, entonces."
Oeste asinti. "Sur cree que sabe dnde se encuentra. l estaba
destinado a morir en ese incendio. Tal vez hubiera sucedido si yo
no hubiera estado all, pero no puedo evitar la sensacin de que he
guiado al secuestrador de la seorita Parr a la casa. Sur dice que
no lo hice, pero l es el tipo de hombre que toma todo sobre sus
hombros".
"A diferencia de su gracia", dijo Ria con acento
inconfundiblemente irnico, "que est siempre tan dispuesto a
compartir la responsabilidad y las culpas. No, t no tienes nada en
comn con tu amigo".
Oeste le sonri disgustado. "Si tu opinin fuera un poco ms
incisiva, podra extraer sangre."
Los ojos de Ria se posaron en el profundo hoyuelo tallado al lado
de la boca de Oeste. Impulsivamente, lo bes.
"Qu fue eso?"
Ella se encogi de hombros. "No vas a querer saberlo."
"Te pregunt."
Ria neg con la cabeza. Poda ser discreto tambin, sobre todo
acerca de los secretos que residan en su propio corazn. "Vas a
comer ahora?", pregunt.
Se dio cuenta de que su apetito haba vuelto y estaba a punto de
decir que si cuando el estmago de Ria rugi con delicadeza.
Rindose, l asinti con la cabeza.
"Creo que sera mejor si te unieras." Se sentaron en la mesa de
alas abatibles que Ria abri en su sala de estar y comieron el
mismo men que los estudiantes haban tenido para su cena.
Carne asada cortada en rodajas finas, de color rosa en el centro, y
servida en su propio jugo, patatas pequeas y medallones de nabo
salteados con mantequilla ligeramente salada. Haba bollos
calientes, y miel para untar en ellos, y por ltimo, humeante pastel
de ciruelas de la seora Jellicoe como postre.
Oeste no necesit de ser animado a comer hasta hartarse. Para el
tiempo en que l se visti y la comida fue servida, los ruidos en el
estmago de Ria podan competir con los suyos. Despus se ech
hacia atrs en su silla y mir a Ria por encima del borde de su
copa de vino.
"Cmo fue posible que hayas podido quedarte conmigo hoy?"
"No pas todo el da vindote dormir", dijo. "Eso habra sido muy
aburrido por cierto. Ense mis clases y vine tan pronto como mis
tareas me lo permitieron. T no te moviste." Tom un sorbo de su
vino. "El personal y los estudiantes son curiosos, pero nadie tiene
motivos para dudar de mi palabra con respecto a tu llegada aqu y
an menos razones para sospechar de m un comportamiento
indecoroso".
Oeste se habra ahogado si hubiera estado bebiendo. "As es," dijo
suavemente.
"No puedo decir lo que podran sospechar que eres capaz de
hacerme."
"Muy divertido."
Ria se limit a alzar una ceja y sonri.
Oeste se pregunt si se atrevera a llevarla de vuelta a la cama.
Pareca como que ella ira de buena gana, tal vez incluso con
impaciencia. Reprimi la tentacin al recordarse a s mismo la
razn por la que haba venido aqu.
"Sabes una cosa?", dijo Ria, "si Adn hubiera tenido un dedal de
tu determinacin, an estara vivo en el Edn" Entonces frunci el
ceo, cuando un pensamiento se le ocurri. "Tal vez es que no soy
Eva".
Se vea tan perfectamente incomoda con la idea de que esto
podra ser cierto que
Oeste se levant de la silla y le dio un beso muy profundo en la
boca. "No hay nada reprochable en ti o en tu manzana."
Ria dej el vaso en la mesa y se presion con dos dedos los labios
ligeramente hinchados. Su beso saba a vino y ciruelas. Requiri
una cierta cantidad de determinacin por parte de ella para no
seguirlo de vuelta a su silla. "Oh", dijo ella en voz baja.
Oeste estir las piernas, cruzndolas a la altura de los tobillos y
luego los brazos casualmente contra su pecho. Su postura relajada
desmenta los turbulentos pensamientos que lo acosaban. "No
hemos hablado nada acerca de la seorita Petty."
"Lo s." Fue una especie de alivio aunque pequeo descubrir que
esto era sobre lo que quera discutir.
Cuando se volvi hacia ella con una expresin tan sobria, pens
que l iba a decirle que se ira inmediatamente. No dej de
percibir que por un momento su espritu festivo se haba
desplomado. "Pero eso es porque tengo algo as como una buena
noticia".
"Ah, s?" Oeste no indic ni con un mnimo parpadeo si l
contaba con la misma informacin.
"El seor Lytton me ha escrito contndome que l entrevist a
cada modista en Firth Street, y encontr respuestas positivas. Jane
fue recordada por varias de las modistas en compaa de un joven
caballero. Parece que l le estaba comprando un nuevo vestuario,
tal como Jane le dijo a Amy que hara. El seor Lytton enumera
los artculos adquiridos, si deseas ver su carta. Ha sido muy
minucioso con los detalles".
"Me gustara verla, s."
Ria se dirigi inmediatamente a la habitacin de al lado y tom la
carta de su escritorio. Se la dio a Oeste y su desconcierto habra
sido evidente si se hubiera quedado de pie a su lado mientras l la
lea, no de espaldas a la silla donde estaba sentado. "l escribe
que Jane fue recordada como una joven de muy buen humor.
Notaste eso? Y el caballero estaba ardientemente deseoso de
complacerla."
Oeste alz una ceja y dio a Ria una mirada significativa. "l
tambin dice que el caballero se present como hermano y tutor
de Jane. Qu piensas de eso?"
"Me imagin que eso fue porque l es muy joven y no quera que
nadie supiera que estaba consiguindose una amante."
Mir a Oeste francamente. "No creers que yo supona que tena
la intencin de casarse con ella. Jane puede haber pensado que ese
sera el resultado, pero te aseguro, yo no."
"El seor Lytton no identifica al hombre.
No te preguntaste acerca de eso?"
Ria pens que Oeste haba llegado muy rpidamente a la cuestin
que la preocupaba ms. "Por supuesto que lo hice. Ya escrib mi
respuesta y ped precisamente esa informacin. Me doy cuenta de
que es poco lo que puedo hacer respecto a la situacin de Jane, a
pesar de que me gustara que fuera de otra manera, pero no puedo
escribirle a ella y hacerle saber que no me importa la decisin que
tom y que puede acudir a m por ayuda en cualquier momento.
Jane fue ingenua al colocar tanta confianza en ese hombre, pero
no es tonta. Debe darse cuenta que la ha engaado y que se la ha
llevado slo para ser su protector, no su marido. Si ella no desea
continuar con ese acuerdo, entonces yo quiero que sepa que
todava puede buscarme".
"Ria", dijo Oeste suavemente. "Detente".
No poda permitir que ella continuara.
Estaba tratndose muy duramente. Las cosas que deca eran para
convencerse a s misma no a l de que Jane no sufrira ningn
dao. "No hay mucho ms que un grano de verdad en la carta del
seor Lytton."
Las manos de Ria cayeron a los costados. Sus delgados dedos se
cerraron alrededor del respaldo de la silla, agarrndolo con fuerza
lo suficiente para que sus nudillos se pusieran blancos.
"Quera llegar antes de que recibieras el informe, pero saba que
haba pocas posibilidades de ello. Lo que tengo que decirte no
ser fcil de escuchar.
Quisiera poder haberte ahorrado la falsa esperanza que el seor
Lytton te ha dado, aunque despus de escucharte, creo que ests
ms deseosa de querer creer eso, que de creer la verdad".
Ella asinti con la cabeza lentamente, renuente incluso ahora a
admitir la verdad de ello.
Oeste continu, hablndole de su encuentro con Lord Herndon y
su invitacin a formar parte del consejo de administradores.
Explic cmo lleg a saber que iba a recibir la carta del seor
Lytton, as como los pormenores de lo que contendra.
"Hubiera sospechado del informe, independientemente de
cualquier informacin que tuviera sobre lo contrario", dijo.
"Lord Herndon quera que yo supiera que este asunto con la
seorita Petty haba concluido de manera satisfactoria, pero me lo
dijo despus de que me hubo ofrecido un puesto en el consejo.
Creo que su propsito era desarmarme. La invitacin a unirme a
ellos, estaba destinada realmente, a evitar que hiciera ms
averiguaciones acerca de Jane".
"Tienen miedo de ti," dijo Ria.
"Dudo que sea por eso. Ellos no tienen miedo de nada, tampoco
creo que hayan actuado precipitadamente. No ha habido suficiente
tiempo desde que habl con Beckwith para que ellos pudieran
discutir lo que queran hacer. Creo que es su curiosidad por m lo
que los ha llevado a aceptarme."
Ria cogi su copa de vino y se la llev a los labios, sorprendida
cuando no tembl en su mano. Estaba hecha de un material ms
fuerte de lo que pensaba. Aun as, vaci su vaso. "Las cosas que
ests diciendo sobre Lord Herndon, Lord Beckwith... de hecho,
sobre todos los administradores... todava resultan difcil de
creer".
"Para ti", dijo Oeste. "Para ti es difcil de creer."
"Tal vez t lo crees slo porque la informacin apoya tu opinin
sobre ellos."
"Siempre es una posibilidad."
Ria dej su vaso vaco. Pas sus dedos distradamente a lo largo
del borde de la mesa. "Pero t no piensas que sea posible".
"No," dijo. "Yo no. Quieres or lo que me dijo mi informante
sobre su visita a las modistas?"
"S. S, por supuesto que quiero escuchar."
"Miss Petty fue recordada por dos de las modistas, pero slo dos.
Era tranquila, dijeron, dispuesta a permitir que el caballero tomara
todas las decisiones con respecto a las compras. No dijo una sola
palabra para contradecirle, a pesar de que ella pareca incmoda
con sus decisiones. Qued claro para ellas, por lo menos, que no
era un ajuar lo que estaba comprando. Slo una de las modistas
supuso que la chica estaba al tanto de eso. La otra no estaba tan
segura. Las prendas de vestir que encargaron estaban
confeccionadas con seda o batista.
Haba fajas, medias y ligas de seda; zapatillas con cintas bastante
largas de encaje hasta la rodilla. Los artculos no incluyeron una
sola pieza de ropa exterior. No haba capas.
Ni vestidos de calle. Nada para el teatro, las carreras, o para
paseos en carruaje por el parque. No haba bonetes o chales. Ni
botas, bufandas o guantes".
Oeste poda ver el efecto que sus palabras causaban en Ria. De
qu color se vera su piel a la luz de las velas, la visin entibiaba
su propia sangre. Sigui adelante, dndole exactamente la
informacin que
Elizabeth le haba dado a l. "No todos los artculos podran
haberse comprado a una modista, pero ya que todos ellos podran
haber sido adquiridos en Firth Street. Uno podra pensar que lo
habran hecho en ese momento".
"Tal vez l comenz a encontrar tediosa la compra de los
accesorios. As son los hombres, ya sabes. O quin sabe si Jane
no lo presion para marcharse."
Ria pronunci en voz alta esas excusas para darse cuenta que no
crea ni una de ellas.
Presion dos dedos en su sien y se masaje suavemente, cerrando
los ojos por un momento. Lo siento. Me promet que no volvera
a hacer esto".
"Hay algo que pueda hacer por ti?", pregunt. "Unos polvos
para el dolor de cabeza? Otra copa de vino?"
Ria declin ambas ofertas. "Puedes terminar el relato", dijo. "Slo
terminarlo."
l vacil slo un momento. "Muy bien. No parece que existan
ms compras realizadas por Jane en cualquiera de las otras
tiendas. Mi informante me dice que con un poco de humor procaz,
una de las modistas coment que pareca que el caballero no iba a
dejar a su pajarita escapar de la jaula una vez que l le enseara a
cantar".
Con los hombros cados, Ria inclin la cabeza y se mir las
manos. Estaban temblando ahora, sin embargo se senta tan
entumecida que la razn se le escapaba. "Ella no tiene ms que
quince aos," susurr. "S que piensas que no es una nia, pero lo
es, y ha vivido una vida totalmente protegida aqu.
En opinin de lady Northam tambin, podra haberle dicho Oeste.
Elizabeth haba quedado completamente descorazonada al saber
que la seorita Petty era tan joven y que saba tan poco del
mundo.
Ahora tena a dos mujeres instndolo a hacer una condescendiente
aceptacin de sus transgresiones. "Entiendo, dijo.
"Ella ha sido utilizada, independientemente de si l la ha puesto
en una jaula." El temblor de Ria lo interrumpi. Cogi la tetera y
le sirvi una taza. Todava estaba lo suficientemente caliente
como para combatir la mayor parte de su frialdad.
"Bebe esto."
Ria acept la oferta, pero no la levant hasta sus labios. Sostuvo
la taza de porcelana en sus palmas y permiti que el vaho de calor
le baare la cara. "No existe un nombre?" pregunt ella. "No
fue capaz tu informante de descubrir un nombre?"
"Mr. Swinbourne. Mr. Wallace Swinbourne. Es el nombre que las
dos modistas dijeron que utilizaba para acreditar sus compras".
La breve carcajada de Ria no tena ninguna pizca de humor. "Me
sorprende que se los dijera. Eso podra dar por tierra su
comportamiento irreprochable, y dar prueba de que l es tan
repugnante como para" Ella se detuvo de repente.
"Swinbourne Eso es algo, al menos. No hay nadie con ese
nombre en el consejo."
"No es su nombre, Ria. El nico Wallace Swinbourne que he
encontrado es un abogado en una empresa un poco destartalada
cerca de Covent Garden.
No coincide con la descripcin que las modistas suministraron
sobre el caballero que buscamos. Lo ms probable es que l tenga
un acuerdo con este seor para pagar las facturas lleguen a su
nombre."
"No le preguntaste?"
"No lo necesito. Yo simplemente necesitaba estar seguro de que
l no era el hombre que mi informante describi. Aun as, fui a su
oficina ms tarde esa noche y busqu los documentos que
confirman su acuerdo con el compaero de Jane.
No resulta sorprendente que no hubiera ninguno. Siempre es
mejor para ambas partes que no haya documentos cuando algo
impropio est pasando".
Los ojos de Ria se estrecharon.
"Entonces no puedes estar seguro de que haya una conexin entre
ellos."
"Yo s lo que vi cuando habl con l. Estoy seguro de ser un juez
justo de cuando la gente esquiva la verdad. El Sr. Swinbourne lo
hizo".
Por un momento, Ria no crey poder aspirar aire. Su pecho estaba
apretado con la presin dentro y por fuera. "Lo sabes, verdad?
Sabes quin es el secuestrador de Jane?"
Asintiendo con la cabeza, Oeste dijo. "El hombre que las dos
modistas describen probablemente es Sir Alex Cotton".
La copa casi se cay a travs de dedos inertes de Ria. La atrap
justo antes de que se derramara y la coloc sobre el borde de la
mesa rpidamente. "Oh, pero"
"Penetrantes ojos azules", dijo. "Sabes que usaron una frase
idntica a la que utilizaste t? Para confirmarlo ms all de
cualquier duda, voy a necesitar un boceto de Sir Alex. La seorita
Taylor ya ha demostrado su talento. Tal vez puedas convencerla
para hacer otro retrato. Una copia del retrato que est en la sala
ser suficiente".
"Qu voy a decirle? Ella va a querer saber por qu quiero una
cosa as."
"Confo en tu inventiva. Algo se te va a ocurrir."
Ria se mordi el labio inferior para evitar que temblara.
Oeste se puso de pie, tom la mano de Ra, y le aplic slo la
presin necesaria para levantarla. Ella entr de buena gana en el
crculo de sus brazos y sus manos se entrelazaron en la parte baja
de su espalda. Oeste la empuj hasta que ella se dej caer hacia
adelante y se apoy contra su cuerpo, con la frente presionada
contra su hombro.
Ria quera llorar, pero sus ojos permanecieron extraamente
secos.
"Qu clase de hombres son?" pregunt lastimeramente. "Sir
Alex. Sir. Beckwith. Sir Herndon. Todos ellos estn involucrados
de alguna manera.
Quines han sido mis empleadores en estos ltimos seis aos?"
La barbilla de Oeste frot la corona plida del cabello de Ria .
"Ya lo sabes," dijo en voz baja. "Te lo dije desde el principio."
"T me hablaste de colegiales jugando juegos crueles. Sir Alex es
un hombre. Qu est haciendo con una de mis chicas?"
l no respondi, simplemente la abraz con ms fuerza.
"Vas a encontrarla," dijo ella.
"Promteme que vas a encontrarla."
"S". l sinti que sus hombros temblaban ahora, entonces se dio
cuenta que estaba llorando suavemente. "Lo prometo". Sigui
abrazndola hasta que se calm, luego la llev de vuelta a su
cama. Esta vez fue l quien la ayud a sacarse la ropa y ponerse el
camisn, y el que la tap con las mantas una vez que estuvo en la
cama. Puso una compresa fresca sobre sus prpados hinchados y
se sent a su lado hasta que se durmi, y luego dej una nota que
estaba seguro que pudiera ver cuando se despertara.
No fue mucho despus de las ocho cuando finalmente se despidi
de la Academia de la Srta. Weaver, pero antes busc a la seora
Jellicoe, para pagarle con el cumplido de remarcar que su pastel
de ciruela era el mejor que haba probado.
En su camino a la cocina, salud calurosamente la Srta. Webster y
Mrs. Abergast.
Luego se encontr con la joven Amy y tres de sus amigas en la
sala de entrada, quines bailaron a su alrededor mientras era
escoltado hasta la puerta principal.
Todo el mundo pregunt por su salud, y l respondi que haba
sido muy bien atendido.
Draco haba sido colocado delante de los establos, en espera de l.
Oeste fij su bolsa a la silla de montar y acept la ayuda que el Sr.
Dobson le suministr para montar. Se quit el sombrero
saludando en direccin de Amy, sus amigas, y la seorita Taylor,
y slo entonces dio a Draco una fuerte patada con los talones y
salieron dejando la escuela detrs.
Ria se despert, encontr la nota garabateada apresuradamente de
Oeste, y sinti una aguda punzada de decepcin. Por supuesto que
deba irse. l no podra pasar la noche en sus aposentos, no con
toda la escuela sabiendo que estaba all. Y estaban las pinturas
que deban ser devueltas al seor Beckwith, si es que Oeste no
determinaba que ya era demasiado tarde.
Ella tom unos polvos para el dolor de cabeza, luego se fue a su
cuarto de estar.
La mesa haba sido limpiada, las sbanas guardadas de nuevo en
su lugar. Los candelabros vez ms ubicados en el centro de la
superficie de caoba.
Encendi tres de las velas, luego levant el candelabro de peltre y
lo llev a la sala.
Excepto por el crujido intermitente que era comn en una
estructura tan antigua como ese edificio, la escuela estaba en
silencio. Ria mir la puerta y la encontr atrancada. Tal vez la
seorita Emma Blakely tena la intencin de permanecer en su
habitacin esa noche, pens. Era una noche terriblemente fra para
una cita debajo de los abetos.
Sonriendo, Ria se dio la vuelta y subi los escalones de vuelta a la
sala.
Camin lentamente a lo largo del pasillo, sosteniendo la luz
delante de cada retrato, estudiando el rostro de los hombres que
haban gobernado la Academia desde su creacin.
Quizs la cosa ms malvada, decidi, era la benevolencia que se
vea en sus ojos.
Ellos se mostraban sobrios; invariablemente su forma era
correcta, solemne y digna, la mayora de ellos sin sonrer, pero
perciba, la bondad en su mirada.
Los retratos de los fundadores dieron paso a los de los
administradores de la mitad del siglo pasado, y descubri que era
ms de lo mismo. El estilo de las poses slo haba cambiado un
poco con los aos, la forma de vestir un poco ms modernizada.
El negro sombro de los fundadores fue reemplazado a su debido
tiempo por los finos satenes de tonos brillantes de los
administradores y luego sustituidos por los volantes, las modas
petimetres que permanecieron en boga hasta la aparicin de
Brummell dictaron que la simplicidad era el ltimo hito. A lo
largo de ms de un siglo, las pelucas se hicieron cada vez ms
elaboradas, a continuacin, menos y por ltimo, entre los
administradores ms recientes, desaparecieron por completo.
El antepasado fundador del seor Beckwith tena al menos una
expresin ms cruel que los dems.
Se notaba la rigidez en los ojos y la boca que haca que Ria
pensara que no tuvo la paciencia para sentarse bajo el escrutinio
del artista. Tal vez el artista haba sido movido a pintarlo ms
honestamente que los dems. Tal vez todos estaban tan
cruelmente destacados como este primer Beckwith, pero haban
exigido que sus retratos revelaran una caracterstica que su
naturaleza no mostraba, y que de hecho, no exista en ellos.
Estudi el retrato del antepasado de Sir Alex. Tena los ojos
profundamente azules, casi de color cobalto. Tambin tena una
mirada, franca y directa. Su manera de considerar a las personas
sin rodeos haca que sus ojos parecieran penetrantes.
No haba tenido tiempo de analizar a Sir Alex cuando visit la
escuela, pero haba vivido con el duque de Westphal durante
demasiados aos como para ser intimidada por alguien as. Sir
Alex slo haba sido ligeramente molesto por su insistencia en
esperar hasta que las chicas terminaran con sus lecciones antes de
llevarlas a pasear en su carruaje. La luz de los candelabros
parpade frenticamente cuando Ria la baj repentinamente.
Gotas de cera cayeron al suelo. Ella lo enderez rpidamente,
pero no pudo sostenerlo con la firmeza que lo haba hecho antes.
Ahora sus rodillas temblaban y amenazaban con ceder. Se volvi
y se apoy contra la pared y se esforz por mantener la
compostura.
Se alegr por lo avanzado de la hora. Si alguien hubiera sido
testigo de su angustia, ella se habra visto en apuros para ofrecer
una explicacin.
La respiracin de Ria se calm lentamente. Por qu no haba
recordado la invitacin de Sir Alex a las nias antes?
Haba ocurrido a mitad de semana, haca muchos meses. Martes?
Mircoles? En los primeros das de otoo, pens, al final de
septiembre. Ella lo haba sacado fuera de su mente tan pronto
como l se fue. Una visita inesperada de uno de los
administradores que no tena precedentes. Ella siempre lo acept
como algo bueno, una indicacin de que los administradores
estaban interesados en fraternizar con las jvenes y mostrarles
inters personal.
Las chicas se haban emocionado de ser invitadas a pasear en su
carruaje.
Cojines de cuero, buena suspensin, accesorios de bronce. Haba
ordenado a su chofer que los llevara ida y vuelta a Gillhollow,
donde compr cintas y bagatelas para ellas. Ria no haba tenido
corazn como para negarles ese gusto, ni negarle a Sir
Alex el placer de proporcionrselos.
As fue como haba entregado a Jane Petty al mismo diablo.
Ria se meti el puo en la boca para no gritar. "Dios", susurr
contra sus nudillos.
"Oh, Dios mo."
Se qued en esa posicin, la espalda contra la pared, con una
mano sobre los labios, la otra apretando el candelabro, hasta que
comprob que sus piernas le respondan. Dio un primer paso
vacilante, el segundo ms fuerte, entonces corri a su
apartamento, descuidando las llamas de las velas que se apagaron
una a una.
Entr y cerr la puerta rpidamente, apoyndose contra ella
mientras recuperaba el aliento. Sus dedos se abrieron por cuenta
propia del candelabro y lo dejaron caer al suelo. No lo levant.
"Ria?" Oeste se apart de la chimenea y se hizo visible. "Ria?
Qu tienes? Qu pas?"
Ella lo mir fijamente, con los ojos desorbitados y la boca abierta,
pero no tena la mente puesta en lanzar un grito.
De una larga zancada Oeste cerr la distancia entre ellos. La
cogi por los codos y le dio un firme sacudn. "Dime lo que ha
pasado."
Levant la cara hacia l, y le dijo con calma: "Sultame".
Sus manos se alejaron de inmediato, y dio un paso atrs.
Ria pas por el espacio que haba entre Oeste y la puerta. No
poda controlar su inquietud y se par frente a la ventana, a
continuacin, lo mir de frente otra vez.
Sus dedos aferrados al espaldar de una silla Windsor. "Me he
dado cuenta de que yo podra haberlo evitado, eso es lo que ha
sucedido. Jane se fue con Sir Alex porque se lo permit. Ella
mont en su carruaje como cualquier otra chica, pero l us esa
oportunidad para seducirla. La eligi para sacrificarla como un
cordero de un rebao de ovejas, y yo fui la mano que lo permiti".
Oeste no estaba seguro de que entenda todo lo que estaba
diciendo, pero era bastante claro que estaba culpndose a s
misma. "No lo sabas. No podas saberlo Ria, escchame. Si te
castigas tomando toda la responsabilidad del asunto, estaras
exonerando a Sir Alex. No lo hagas. No te enfermes de culpa
cuando no haba manera de que pudieras prever lo que pas".
Levant la cabeza. "Qu pasa si no puedes encontrarla? Y si no
podemos demostrar lo que ha hecho Sir Alex? Cmo voy a
proteger a las nias cuando venga de nuevo para llevarse a otra?"
Ella vio que l no poda responder a esas preguntas. Su visin se
oscureci en la periferia primero, luego ya no pudo tomar aire lo
suficientemente profundo.
Mareada y perdiendo el equilibrio, la habitacin se hundi en un
pozo al mismo tiempo que ella.
Lo ltimo que supo fue que Oeste no podra alcanzarla antes de
que cayera.
Los prpados de Ria se abrieron. Estaba acostada de lado en la
cama, y Oeste ocupaba la silla que ella haba utilizado para
cuidarlo antes. Tena la cabeza inclinada hacia atrs, y sus ojos
estaban cerrados. Su tutor, su ngel se haba quedado dormido.
Ella sonri, se estir, luego se estremeci cuando el dolor
atraves su hombro. Palp el punto sensible y lo encontr justo
debajo de la clavcula. Apart el camisn y mir su piel ms de
cerca. La luz que emita el candelabro a su lado era suficiente para
que ella pudiera ver la ligera coloracin que sin duda se
convertira en un hematoma lvido antes de que terminara el da.
Ech un vistazo al reloj de la repisa de la chimenea, tratando de
determinar cunto tiempo habra pasado y si podra posiblemente
tener una precisin de la hora.
Segn pareca, era la una y cuarto en punto. Ella nunca se haba
desmayado antes, pero no crea que fuera normal que
permaneciera inconsciente durante tanto tiempo. Todava no
haban sido las once cuando sali de su apartamento a echar un
vistazo a los retratos.
"Te sientes mejor?" pregunt Oeste, irguindose en la silla.
Ella asinti con la cabeza. "Creo que perd el sentido," dijo.
"Lamento que fueras testigo de ello."
"Yo no, y no es necesaria ninguna disculpa. Tus nervios estaban
sobreexcitados."
Su boca se curv con desaprobacin.
"Los nervios de Margaret se sobreexcitan. Yo me volv loca."
Oeste rio entre dientes. "Como quieras."
Seal la garrafa de jerez en la mesa y el vaso a su lado.
"He tratado de conseguir que tomes un poco de esto antes, cuando
te traje, pero no quisiste saber nada."
"Me trajiste?"
"No te acuerdas? No, supongo que no.
Me maldijiste, y a continuacin, caste dormida de inmediato.
Decid que lo ms prudente era dejar que permanecieras de esa
manera. Me puedes maldecir de nuevo en cualquier momento".
Ria se sonroj un poco. "He dicho o hecho algo ms que tenga
que expiar?"
Oeste fingi considerarlo. "Expiar? No, no lo creo... pero tal vez
puedas explicar la otra observacin que hiciste... inmediatamente
antes de que me maldijeras".
"Hice una observacin?" Su voz se quebr, cuando se apret
incmodamente el cuello con sus manos. "Qu te dije?"
"Djame pensar en ello. Fue doblemente peculiar." Ria lo mir
como si fuera a tirarle la almohada por la cabeza, por burlarse de
ella. Apoyando los antebrazos en las rodillas, l la mir con
franqueza.
"T dijiste: 'Lamento mucho informarle,
Alteza, que he desarrollado un sentimiento de ternura por ti.
Maldito seas, vete al infierno."
Ria se qued en silencio durante unos instantes, luego asinti
dbilmente. "Un cuento de Banbury, que como sabrs nunca hubo
uno.
Captulo Once
"Supongo que eso significa que no vas a dar explicaciones sobre
el tema", dijo Oeste, sonriendo.
"Quiere decir que no te creo, por lo tanto, no tengo nada que
explicar. "
Una de sus cejas se levant. "Ests completamente segura de que
no has dicho eso?"
Ria no lo estaba, pero saba que no poda permitirse vacilar ah.
"Yo no soy una enorme trucha que se prende con ese tipo de
cebo," dijo ella con acritud. "A pesar de que fue un buen esfuerzo
y muy bien programado."
"Gracias."
Sentndose, Ria tir el hombro cado de su camisn para que la
cubriera de nuevo.
"Cmo me golpe cuando me desmay?"
"Aaah, s. Eso fue un golpe desagradable, me temo. Tiraste la silla
sobre ti cuando caste al suelo."
"Entonces realmente no me desmayo con elegancia." dijo
masajeando suavemente el lugar de su lesin. "Eso es
lamentable."
Oeste se rio entre dientes. "Tal vez mejores con la prctica. Es el
tipo de cosas que mejor hacen mis brazos, sujetar mujeres
desmayadas."
"Me desvanec", dijo Ria. "No me desmay". Ella le lanz una
mirada significativa."
Qu ests haciendo aqu?, y cmo entraste esta vez?"
"Espero que puedas apreciar mis esfuerzos por ser discreto.
Deliberadamente hice una despedida pblica cuando me fui hace
unas cinco horas, por lo que pude volver sin previo aviso."
"Oh." Se pregunt si l saba que de repente la haba dejado sin
aliento. "Eso fue muy inteligente. Entonces nunca saliste para ir a
la mansin."
"As que encontraste mi nota. Lo dej en el caso de que alguien
viniera a buscarte.
Simplemente pretenda apoyar la historia de que haba cado
enfermo."
"Manejas los detalles muy bien."
l asinti con la cabeza. El coronel siempre me admir por eso.
"Es parte de ser un buen empleado."
Ria no tom en cuenta esa afirmacin. Si Oeste haba sido un
empleado de la oficina de asuntos exteriores, entonces ella era una
pieza de encaje de Bruselas.
"Y la otra pregunta?" inquiri ella.
"Cmo entraste?"
"Eso no podra haber sido ms sencillo.
Dej una ventana en tu sala de estar sin pestillo."
"Por supuesto." con la mayor sangre fra posible dijo, "An no ha
llegado el fin de tu visita."
"No, aun no." Oeste se levant y empez a desabrocharse la
levita. "Yo vengo a eso directamente."
Su fachada de imperturbabilidad desapareci por completo
cuando se enfrent con el brillo vagamente perverso de sus ojos.
"No tienes ninguna objecin?" pregunt, haciendo una pausa
mientras se encoga de hombros para sacarse su abrigo.
"Yo... no... es decir, no, no tengo ninguna objecin."
"Perfecto."
Pareca perfectamente a sus anchas, se dijo, mientras ella no lo
estaba en absoluto. La nica razn por la que pudo aceptar
proseguir a pesar de su estupefaccin fue que l estaba iniciando
claramente este encuentro, pero a pesar de que era ms
experimentado ahora, ella estaba menos segura de lo que poda
esperar. "Nos abocaremos a la ilustracin nmero uno?"
pregunt ella.
"O a la dos?"
La cabeza de Oeste sali de su camisa, pero sus brazos estaban
todava por encima mientras l se la quitaba. Ella era increble, y
si lo olvidaba por un momento, era probable que la descarada, se
lo recordara. Recurri a una respuesta que estaba seguro le dara
un respiro. "A ninguno de los dos."
Ria dijo. "Ninguno de los dos?"
"Me encuentro en la necesidad de una buena noche de sueo.
Parece que duermo mucho mejor cuando ests cerca."
l colg la corbata, la camisa y la capa en el interior de su
armario y le permiti unos minutos para decidir si se senta
complacida o insultada. En el momento en que se sent para
quitarse las botas, le pareca que haba tomado una decisin.
Se estaba acostando de nuevo, tendida de lado, con la cabeza
apoyada en una sola almohada. Su brazo extendido en un ngulo a
lo largo del borde de las mantas y su mano estaba en posicin de
darle la bienvenida.
Demostrara, supuso, que era un mentiroso ms logrado que ella.
Vistiendo slo sus calzones, se desliz bajo las sbanas que ella
levant para l. l se puso de costado y su mano roz su brazo
mientras ella corra las mantas.
Luego las solt, pero su mano continu su ascenso, deslizndose
por la pendiente de su hombro, el cuello, pero se detuvo en su
mandbula.
Su pulgar le roz la comisura de la boca.
"Buenas noches", dijo. Se inclin hacia delante y lo bes en los
labios. No fue un gesto de pasin, sino de dulzura.
"Ria". Decir su nombre, hizo que Oeste cambiara la naturaleza de
sus intenciones.
Su boca se movi sobre la de l, suavemente al principio,
empujando sus labios con los suyos, saborendolo con la punta de
su lengua. Ella se acerc, golpeando sus rodillas. Haciendo lugar
a una de sus piernas entre las suyas.
El enredo ntimo levant el dobladillo de su camisn hasta los
muslos. Su mano se desliz debajo de la tela y acarici su cadera
desnuda. Ella sigui adelante y sinti el contorno duro y caliente
de su excitacin contra ella. Los dedos de Ria se enroscaron en su
espeso cabello cobrizo y jugaron con los rizos de la nuca. Lo
sinti estremecerse ante la ligereza de su toque y dej la impronta
de un beso hmedo en su hombro.
l ahuec su trasero y la llev con fuerza contra l. Sus caderas se
movan sin la presin de sus dedos, balancendose y embistiendo,
de modo que la barrera de los materiales que los separaba se
convirti en algo ms que insignificante, se convirti en parte de
la tensin de abrasin, la resistencia que tena intencin de
superar, lentamente.
Ella le cogi el rostro entre las manos otra vez, plantando besos
en las comisuras de la boca, a lo largo de su mandbula, en el
hueco detrs de la oreja. Record que l haba atrapado su lbulo
entre los dientes, y ella le mordi en la misma forma, a
continuacin, perfil el lugar con el borde hmedo de su lengua.
El hoyuelo que estaba siempre en evidencia cuando sonrea
sostuvo su atencin por un tiempo.
Traz con la punta de su ua un sendero entre un hoyuelo y el
otro, observando que eran desiguales y not que la curva de su
boca se volva ms pronunciada a medida que las comisuras de
sus labios se alzaron.
"Es una buena cosa que no sean idnticos," susurr. "Es todo lo
que se interpone entre t y la perfeccin."
Oeste lanz una carcajada que fue interrumpida por las manos de
Ra sobre su boca.
"Ten cuidado," dijo ella con seriedad.
"De otro modo toda la escuela sabr que has regresado. Tu ardid
anterior habr sido en vano."
l asinti con la cabeza y sinti que la presin de su mano lo
dejaba. La captur por la mueca, la abraz un momento ms y le
dio un beso en la punta de sus dedos."
Eres hermosa, lo sabes."
"Es un bonito cumplido, pero innecesario."
"Los cumplidos no son necesarios. Son simplemente...
cumplidos." Oeste cruz los dedos con los de ella para mantenerla
apresada. "Crees que quera halagarte?
Para qu? Ya estoy en tu cama, y ahora sabes que mi propsito
ni era volver a dormir aqu, as que si te digo algo, es porque lo
digo en serio." Le apret la mano.
"Eres hermosa, y yo debera haberte que eso es lo que pens
desde el principio."
Ria estaba bien escptica. "No lo pensabas as desde el principio,
por lo que habra sido una mentira y altamente incorrecto decirlo,
incluso si no lo fuera."
Eso le hizo tirarla hacia s, sus brazos envueltos apretadamente
alrededor de ella.
l le acarici el cuello y gru bajo en su odo, "Y que sabes t
acerca de lo que es correcto."
Entonces la bes. Profundamente.
Maravillosamente duro. Ria sinti la misma pasin, ofrecindose
a su boca golosa, porque en el dar, ella tambin senta placer.
Se dio la vuelta sobre su espalda, y ella vino con l, tendida a lo
largo de su cuerpo slido. Trabajando en conjunto, levantaron el
dobladillo de su camisn hasta las caderas, luego la cintura, ms
all del nivel de sus pechos y, finalmente, se la pas por la
cabeza. Se retorci y se enred en sus manos antes de que
estuvieran libres de l, por lo que los dos se rieron en voz baja por
la torpeza nacida de la prisa.
Oeste le acarici la espalda, las palmas de sus manos masajeando
a lo largo de la parte exterior de sus costillas. Le hizo cosquillas
en la nuca con los dedos, haciendo a un lado la pesada cortina de
cabello.
"Qu es esto?" pregunt. Sus dedos acariciaron un borde de piel
marcado sobre su hombro, en la parte posterior de su cuello, y que
desapareca entre el pelo.
"Ocurri cuando te caste?"
No." Ria sac su mano de la de l. "No es nada ", susurr. " Una
cicatriz muy vieja." Ella lo bes. "No es nada." Sentndose, a
horcajadas sobre l, le inst a quitarse los calzones. Se las
arreglaron con considerable menos dificultad que con el camisn,
luego Oeste la levant y la ayud a encontrar un asiento nuevo,
esta vez bajndola sobre su miembro mientras la guiaba
sujetndola por las caderas. Observ su cara mientras ella se
acomodaba en l, la forma en que lo miraba con algo parecido al
asombro, sus ojos oscurecindose con el placer, el labio inferior
atrapado entre los dientes gimiendo ahogadamente. Sus fosas
nasales se dilataron mientras tomaba lentamente el aire.
Su cabeza cay hacia atrs y expuso el largo cuello a su boca. l
acept la ofrenda, rozando el hueco de su garganta con los dedos
pulgares, y luego dejando que sus manos bajaran mientras le
besaba la garganta.
Su esbelta figura proyect hacia arriba la plenitud de sus pechos.
l los acarici suavemente. Los pezones se arrugaron y se
pusieron erectos. Su lengua roz uno, y todo el cuerpo de Ria se
estremeci.
Lo tom por sus muecas y lo mantuvo all por lo que sus manos
iban abiertas sobre sus pechos, luego se movi contra ellas,
empujndose hacia sus palmas, acompandose con un
movimiento lento y ondulante de las caderas.
Ella lo abraz cuando l la inst a seguir. Utiliz su fuerza para
soltar sus manos en el ltimo momento y tomar la punta de uno
de sus pechos suavemente entre los labios. No pareca importarle
que ella le apremiara, cuando se haba entregado voluntariamente
a la succin de su boca candente.
Ria oy un sonido suave, y se dio cuenta que era procedente de la
parte posterior de su garganta. Su piel estaba caliente y demasiado
sensible ahora. Se senta tensa por la curva ascendente de placer
en la que viajaba. Sus manos se deslizaron por sus palmas
abiertas, los dedos extendidos para poder enhebrarlos con los
suyos.
Sus manos apretadas. Se qued sin aliento mientras l arremeta
con fuerza debajo de ella.
Se dio la vuelta con l cuando la tumb sobre su espalda,
despojada de toda pretensin de mansedumbre, ya que se le
orden una batalla.
Envolvi sus piernas alrededor de l con fuerza mientras sus
caderas se levantaron y cayeron. La punta de la lengua le
humedeci los labios entreabiertos. Vio sus ojos bajar a la boca y
oscurecerse.
Se esforz por moverse en su contra, sintindolo entre sus muslos
abiertos.
Trat de levantar la cabeza y coger su boca con la de ella, pero l
evit el contacto y puso sus labios contra la curva de su hombro
en su lugar, acariciando su cabello, besndola justo donde el canto
tenue del tejido cicatricial segua la lnea de su cuello.
Quera volverse sobre su espalda, pero l era demasiado fuerte. l
slo le daba lo que quera, pero lo que quera hacer era
complacerla. Ria sinti que la levantaba justo cuando comenzaba
a contraerse en torno a l, y despus los dos estaban sentados, con
las piernas sobre sus muslos y curvadas alrededor de su espalda,
plegado debajo de ella para hacer un trono de su regazo. Ella lo
mir, sorprendida por esta nueva posicin, cara a cara con l y
ms segura que un pjaro recin nacido en el nido.
"Hazlo de nuevo", le susurr Oeste al odo.
Ella no saba lo que quera decir, y luego los msculos de su
vagina se contrajeron involuntariamente, y ella le oy lanzar su
aliento ronco. Sus cejas se elevaron ligeramente cuando se dio
cuenta de que ella estaba cerrada como un puo alrededor de su
miembro. Cuando sus msculos se contrajeron de nuevo, a
propsito, se ech a rer de alegra, embriagada con este nuevo
poder, plenamente consciente de que responda a ella.
"Eres un buen hombre", dijo. Elevando la pelvis apenas unos
centmetros, ella se apret alrededor de l mientras se levantaba.
Sus manos se deslizaron hasta sus hombros y sus pechos se
frotaron en el pecho. "Un muy buen hombre."
Oeste la dej coger su boca esta vez.
Apoy sus caderas mientras ella segua apretndolo rtmicamente
con sus movimientos. l desliz su mano entre sus cuerpos y
ubic su mano entre sus muslos abiertos. Se estremeci
ligeramente cuando l comenz a acariciarle.
Tocarla aqu era como sumergir los dedos en la miel. Clido.
Viscoso.
Dulcemente perfumada. La acarici ms ntimamente que antes,
deslizando hacia atrs la capucha de su cltoris slo una vez y
dejando que su experiencia le diera un placer tan intenso que fue
como chispas saltando al golpear el acero candente.
Ria tuvo un escalofro violento, chispas girando como estrellas
atrapadas bajo su piel, el calor y la luz blanca y brillante en
aumento desde el centro de ella. Se levant, arquendose hacia el
cuerpo de Oeste, y gritando en voz baja por su repentino
alejamiento. Incluso entonces, en el momento de su placer ms
agudo, saba por qu lo haca. Por un instante, pens en negarle
que la abandonara, en aferrarse a l con todas sus fuerzas para
retenerlo. Precaucin, sentido comn, miedo, estas cosas se
afirmaron, y ella supo que no lo iba a traicionar con un acto tan
egosta.
l cay sobre la cama, derramndose en un xtasis sin fin.
Luego, recuperando el aliento, sostuvo su peso en sus antebrazos
mientras se inclinaba sobre ella. Su aliento se mezclaba caliente,
desigual, ya no sincrnico. Se miraron el uno al otro durante
mucho tiempo, la luz de las velas trazando sombras sobre sus
rostros. Perlas finas de transpiracin hacan resplandecer la piel.
En la sala fra, el calor se levantaba de sus cuerpos.
Oeste baj lentamente la cabeza y la bes una vez. Entonces de
nuevo.
Infinitamente suave ahora. Rod hasta el borde de la cama. Ria se
estir hacia l, pero ya estaba de pie, ligero y gil, y su mano
qued flotando en el aire antes de que ella la bajara. Desapareci
en su vestidor y reapareci a los pocos minutos con un cuenco
con agua y toallas dobladas sobre el brazo. Le lav la evidencia
de su amor de su cuerpo, como lo haba hecho antes con el suyo,
y luego puso el cuenco en el suelo y las toallas al lado de l.
"Quieres tu camisn?", pregunt.
Ella asinti con la cabeza. "Por favor."
Se lo entreg, a continuacin, se puso sus calzones. Por segunda
vez esa noche, se acomod las mantas para l, y se ubic a su
lado. Le ofreci el refugio de su hombro, y ella acept. Uno de
sus brazos yaca sobre el pecho y la cabeza encajaba
perfectamente en un hueco que pareca tallado a su medida.
"Qu piensas de nosotros?" le pregunt cundo Ria se instal a
su lado.
La pregunta no se haba hecho a la ligera. Ria no tuvo que
levantar la cabeza para saber que sus ojos estaban serios, y no
haba humor en su boca. "No me permito pensar en ello", dijo.
"Creo que podra hacer que me pusiera muy triste."
l asinti con la cabeza lentamente.
"No consideraras ser mi esposa, entonces?"
"No."
"Mi amante?"
"En Londres, quieres decir? Con una casa y sirvientes y un
faetn que me llevara al parque? Su Gracia ya me ha enseado a
cantar, no hay necesidad de jaula para m." Ella lament sus
palabras tan pronto como estuvieron fuera. No slo pareca frvola
y vagamente cruel, pero estaban en su mente por lo que las
modistas haban dicho acerca de Jane Petty. "Lo siento," dijo ella
rpidamente, elevndose para ver su cara y saber que estaba
pensando. "Fue una cosa horrible de decir. No has hecho nada que
yo no te haya pedido que hagamos. Incluso esta noche, esperaba
que volvieras. Quera estar contigo de nuevo. Esto me tiene que
durar toda la vida, ya sabes." Las lgrimas en el borde inferior de
las pestaas desbordaron y bajaron sobre sus mejillas. "No espero
que alguna vez haya nadie ms, no porque t digas que no debe
haberlo, sino porque yo no soy una mujer que alguna vez pueda ir
de la cama de un hombre a otro, buscando nada ms que mi
propio placer. Lo que me has enseado, lo atesorar siempre". Sus
lgrimas cayeron a raudales ahora, y su cuerpo comenz a temblar
con la fuerza de sus sollozos.
Haba llorado antes en sus brazos, pero esto era diferente. La
ltima vez haba sido por miedo a lo que le haba hecho a Jane.
Esta vez, ella tema lo que se haba hecho a s misma.
Oeste la dej llorar. Las lgrimas de una mujer no le frustraban ni
le asustaban.
Las haba conocido a una edad temprana en las rodillas de su
madre. Ella se echaba a rer en medio de ellas a veces,
despeinndole los rizos para que no se alarmara. En otras
ocasiones se excusaba y se esconda en su habitacin durante una
tarde, una noche, a veces todo un da, saliendo cuando la
melancola haba pasado, o cuando el duque volva para verla.
No saba por qu comenz a contarle a Ria esas cosas, pero una
vez que salieron las primeras palabras, descubri que haba sido
una buena idea contarle todo hasta el final. Ese secreto haba sido
un dolor en el pecho durante un tiempo muy largo, su humor
nunca haba servido para evitarlo, slo para mantenerlo
contenido.
"El nombre de mi madre era Meg", dijo.
"Lo sabas?"
Ria neg con la cabeza, limpiando con los nudillos la ltima de
las lgrimas, luego us una esquina de la sbana para borrar el
rastro que haban dejado en sus mejillas y, a continuacin, se
acost junto a l de nuevo.
"No Megan o Margaret o Meggie. Slo Meg Marchman." Sinti
el brazo de Ria en el pecho, y l puso sus dedos sobre su codo y
acarici la suave curva interior.
"Ella era la hija del viudo tutor empleado por el sptimo Duque de
Westphal para su hijo, el futuro octavo duque. Creci con mi
padre como su compaera hasta que fue enviado a la escuela. El
duque organiz una buena vida para su padre como maestro de
escuela para los nios de la aldea. Aunque no puedas creerlo, mis
dos abuelos eran progresistas en sus ideas sobre la educacin".
Ria no haba sabido esto, tampoco. Se pregunt si tal vez esto no
explicara por qu el propio padre de Oeste haba permitido su
decisin de ensear.
Pareca que su tutor, as como su propio padre, haba ejercido un
cierto grado de buena influencia en l.
Ella cerr los ojos y dej que las imgenes se formaran en el ojo
de su mente mientras Oeste prosegua con su relato. Vio a la
joven Meg, encantadora y muy hermosa a los diecisiete aos,
convirtindose en ms que una compaera para
William Fairchild cuando lleg a la edad adulta. Recto, ancho de
hombros, l contaba con una figura apuesta y podra haber elegido
entre cualquiera de las seoritas que se le presentaron durante la
temporada. l prometi que no tendra ninguna otra que Meg,
pero su voto slo haba sido dicho a ella. No eran tan ingenuos
como para pensar que cualquiera de sus padres bendecira una
unin entre ellos, pero tampoco estaban dispuestos a separarse. Se
casaron en secreto, con una licencia especial, y William prometi
que no iba a ser un secreto para siempre, que iba a convencer a su
padre con el tiempo. Su amor era verdadero, su padre llegara a
entender eso, y ellos prevaleceran. Una vez ms, su voto slo se
lo dijo a ella.
Ria trat de imaginar a William abordando el tema de sus
sentimientos por Meg con su padre. Hubiera sido difcil. l
hubiera querido hacer un llamado a la razn de su padre y
encontr un muro. Tal vez ni siquiera lo haba intentado. Oeste
era de la opinin de que era as.
"Mi madre le dijo a su padre sobre el matrimonio tan pronto como
se dio cuenta de que iba a tener un hijo. Ella le rog que no se lo
dijera al duque, sino que le permitiera a su marido ms tiempo
para influir en su propio padre. Estuvo de acuerdo, lo ms
probable en contra de su mejor juicio, pero l cumpli su promesa
y no habl con nadie, ni siquiera al ver que el vientre de su hija
comenzaba a hincharse y la verdad de su embarazo poda ser
evidentes para todos."
Oeste entrelaz los dedos con los de Ria y golpe el pulgar
ligeramente contra la de ella. "El hecho de que mi madre iba a dar
a luz presion a William a hacer algo rpidamente. Lo que le
llev a confesarle a su padre que era el amante de mi madre y que
l la haba embarazado. Si esperaba aadir que ya se haba casado
con ella y que el nio haba sido concebido dentro del
matrimonio, nunca tuvo la oportunidad de decirlo. Su padre
descarg su brazo con fuerza al golpearlo en la cara, luego le
ofreci sus felicitaciones por el inminente nacimiento de su
primer bastardo".
Ria se estremeci. No tanto como reaccin al relato de Oeste, sino
ms bien al tono helado de su voz. No era abiertamente fro, sino
que tena un dejo tan falto de emocin que le sobrecogi el
corazn.
"No s lo que pensaba mi padre, yo slo puedo juzgarlo por lo
que hizo", dijo Oeste. "Y lo que hizo fue estar de acuerdo en
casarse con la eleccin de su padre para l, Lady Jane Caldwell, la
hija apropiada de un conde con una herencia respetable. Mi padre
no tuvo ni el valor ni la honestidad de decrselo a mi madre l
mismo. Se enter del matrimonio cuando se leyeron las primeras
amonestaciones".
Alz la cabeza y mir a Oeste de nuevo. Sus rasgos se mantenan
impvidos, casi sin expresin, y ella percibi lo doloroso que era
para l. Apoy la mejilla contra su hombro y llor en silencio las
lgrimas que l no se permita.
"Ella fue a ver al duque," dijo l, apretando sus dedos
entrelazados. "Y le cont sobre el matrimonio. l exigi pruebas,
y no pudo ofrecer ninguna.
Esos papeles estaban al cuidado de su marido, y cuando lo
enfrent, no slo no present la prueba, sino que adems neg
todos los hechos de su historia. El registro oficial del acta de
matrimonio tambin desapareci. Mi madre fue acusada de ser
una intrigante, y su legtimo esposo se cas con Lady Jane el ao
siguiente, poco despus de que yo naciera. As es como me salv
del nombre William, como primer hijo, sin duda me hubieran
llamado as, al igual que llamaron a todos los duques anteriores a
m".
El pecho de Oeste se hundi en un profundo suspiro. "Lady Jane
y su bgamo marido concibieron un hijo vivo y otros cinco que no
lo hicieron. Los abortos involuntarios produjeron un deterioro
considerable en su salud, y ella se confin en su cama durante
muchos de los embarazos y despus tambin. El padre de mi
madre muri cuando yo era todava un beb, y sin sus ingresos,
mi madre tuvo que encontrar un empleo. Era una buena costurera,
as que comenz remendando ropa, luego a coser los vestidos de
moda. Ella acept dinero del duque no de mi padre, sino del que
ante la ley era su suegro, y abri una tienda en el pueblo.
No creo que mi madre no fuera una mujer orgullosa. Lo era, pero
las circunstancias le obligaron a ser tambin prctica."
Ria limpi las lgrimas que subrepticiamente todava brotaban de
sus ojos. "Crees que el duque crey su historia, y por eso le
ofreci dinero?"
Oeste se encogi de hombros. "Puede ser, pero tambin tena un
carcter pragmtico. Tena ambiciones para su propio hijo, y
quera asegurarse de que mi madre no planteara el tema del
supuesto matrimonio de nuevo. El dinero era ante todo un
soborno, aunque tambin puede haber sido como piensas. Incluso
si el duque se dio cuenta de que su hijo haba mentido, qu poda
hacer? Hubo una boda muy pblica con Lady Jane. No poda
exponer a su hijo como si tuviera dos esposas".
Alivi los dedos de ella liberndolos, y le dio a Ria la esquina de
la sbana para secarse los ojos. A cambio, ella le obsequi una
sonrisa llorosa, un poco avergonzado, l neg con la cabeza.
"Nunca nadie ha llorado por m antes."
Ria lo mir con el ceo fruncido. "Pero tu madre... dijiste que ella
lloraba mucho."
"Y lo haca, pero no por m." Inclin la cabeza y la bes en la
coronilla. Cuando habl, su aliento roz los zarcillos sedosos de
su cabello en la sien. "En la prctica, yo era un hijo bastardo, pero
ella era la madre de un hijo bastardo. En un pueblo tan pequeo
como Ambermede, no se la hizo una paria, pero siempre se la
dej aparte. El duque muri cuando yo tena tres aos, no mucho
despus de que Tenley naciera, y mi padre se hizo duque de
Westphal. All fue cuando empez a entrar en razones otra vez."
"Ella lo recibi de vuelta?" pregunt Ria.
"De vez en cuando. Ella lo amaba y se odiaba a s misma, o lo
odiaba y se odiaba a s misma."
"Pero ella te amaba", dijo Ria. "Siempre te am."
Su sonrisa fue un poco cansina. "Es tan importante que ella lo
hiciera?"
Ria lo mir fijamente, con el corazn en la garganta.
"No dejes que tu mente te angustie, Ria," le dijo suavemente. "Yo
no fui amado." Su mente no dej de angustiarse, no cuando lo dijo
de la manera como lo haba hecho. "Cmo era ella, Oeste?"
Tard un largo tiempo en responder.
"Creo que no me vas a creer a la luz de lo que te he dicho, pero
era alegre. Decidida, tal vez. Mantuvo la cabeza en alto y no se
disculp por lo que otros pensaban de ella. Saba que deca la
verdad y eso era su escudo. Era mi bastin, a su manera.
Nadie me ha llamado bastardo en su presencia".
"Pero cuando ella no estaba all?"
"Eso era harina de otro costal."
"No sabas la verdad, entonces?"
"No. Nunca. Ahora entiendo por qu no me fiaba de l. Mi padre
se estaba volviendo bastante influyente en la poltica, y su
continuo xito dependa de su silencio y del mo. Siempre me
reconoc como el hijo del duque. Nadie cuestion que tena un
hijo bastardo, salvo en Ambermede. Mi madre tambin se
compadeci de lady Jane, aunque este sentimiento no era mutuo.
La duquesa odiaba a mi madre, pero probablemente le tema
ms".
"Ella saba del otro matrimonio de su marido?"
Oeste lanz una breve carcajada ante esa idea. "No.
Definitivamente no." Se puso serio gradualmente.
"Lo que finalmente supo fue que el duque segua visitando a mi
madre y que le haba traspasado la casa de campo de la que te
habl. Ella descubri que l estaba pagando por mi educacin en
Hambrick y tena toda la intencin de apoyarme en la universidad
a la que decidiera ir.
Pensaba que tal atencin a su bastardo era excesiva".
Ria aventur su opinin en voz baja.
"Parece que fue bastante ms generoso que la mayora."
"Lo fue? Ese era el precio que mi madre exigi. Que el duque
estuviera dispuesto a pagarlo habla algo acerca de lo mucho que
la deseaba."
"Tal vez habla algo acerca de su culpabilidad."
Oeste neg con la cabeza. "El duque no estaba expuesto a las
mismas emociones bsicas que afectan a los dems mortales."
Ahora Ria se sent en la cama, dispuesta a no dejar que su
comentario pasara sin una rplica. Lo mir, de forma sincera,
aunque un poco dura. "Cmo se explica, entonces, que el duque
confesara su primer matrimonio antes de su muerte?
No creo que pudieras haberte convertido en el noveno duque de
Westphal si no fuera por obra de tu padre."
"Crees que yo quera esta herencia en esas circunstancias? Para
darle paz mental a ese bastardo egosta? Eso es lo que logr su
confesin en su lecho de muerte. l podra haber corregido esa
situacin en cualquier momento, sin embargo, opt por hacerlo
cuando le convino. l me despreciaba, Ria. Si despert alguna
emocin en l, fue odio".
"Auto odio", dijo en voz baja. "No creo que l te despreciara por
completo.
Creo que l se despreciaba a s mismo por no haber sido un
hombre mejor, uno que pudiera soportar la mancha sobre su
reputacin si se hubiera sabido la verdad.
Haber podido ser un hombre que pudiera enfrentar lo que otros
dijeran de l y permanecer de pie alto, erguido y orgulloso,
probablemente sea ms acertado decir que se preocupaba
demasiado por el que dirn. Creo que debera haberle gustado
haber sido un hombre que pudiera hacer lo que fuera honorable,
no slo lo que era conveniente."
Ria puso su mano suavemente sobre el pecho de Oeste. "Yo creo
que l deseaba ser el hombre en el que te has convertido."
Oeste sinti una presin en el pecho que estaba fuera de toda
proporcin al peso de la pequea mano de Ria. El nudo en su
garganta hizo que su voz sonara spera como un papel de lija.
"Ser un bastardo ayud a dar forma al hombre que soy. Debo
darle las gracias por eso, Ria?"
Puso su mano sobre la de ella. "Debo desestimar los aos de
tormento que vivi mi madre porque no poda hacer lo que era
correcto? Mi padre no conoci lo suficiente sobre el nio que fui
como para saber en la clase de hombre que me convertira."
"Era dbil," dijo ella. "Un hombre dbil, no un hombre malvado".
Oeste no estaba seguro de creer eso. "La debilidad engendra el
mal."
"S". Ella no pensaba que l se diera cuenta de la fuerza con que
apretaba su mano. Lo dej hacer porque sinti que era su tabla de
salvacin ahora, y no poda dejarlo a la deriva. "La debilidad
puede hacer exactamente eso."
l la mir, y una leve sonrisa cruz su cara. "No vas a discutir
conmigo?"
"No. Estoy aprendiendo que no siempre es necesario, ni siquiera
conveniente, que lo haga." Sinti que aflojaba su apriete, casi
inconscientemente. Inclin la cabeza y le coloc un beso en los
labios, luego se enderez antes de que pudiera tentarla con algo
ms de lo que pretenda. La debilidad no siempre engendra el mal,
pens.
A veces provoca el deseo de dar otro bocado a la manzana.
"Cundo te enteraste de la verdad?" pregunt ella. "No creo que
lo oyeras por primera vez de boca del abogado del duque,
Ridgeway no habra tenido el coraje de hacerlo por su cuenta.
l debe haber estado absolutamente disconforme en informarte de
que ibas a heredarlo".
"Absolutamente", dijo Oeste. "Yo creo que l pens que yo
querra matar al mensajero. Estoy seguro de que el duque le
advirti que no iba a tomar amablemente la noticia." Se frot la
barba incipiente con los nudillos. "Mi madre me habl de su
matrimonio, mientras yo todava estaba en Cambridge. Juzgaba
que era lo suficientemente maduro como para recibir esa
noticias."
"Lo eras?"
"Pas una quincena bebiendo y fornicando."
"Ya veo."
"Entonces viaj a Londres y ret a mi padre."
Los ojos de Ria se agrandaron. Con mucho miedo porque saba la
respuesta, se oblig a preguntar: "Lo retaste a duelo? Cmo?"
"Lo llam afuera." Oeste vio que Ria no tena palabras para
expresar adecuadamente su horror, pero la emocin estaba
claramente estampada en su rostro. "Se neg al reto, me dijo que
l estaba demasiado borracho para enfrentarse conmigo."
"Entonces te hizo un favor."
"No lo s. Muchas veces me he preguntado por qu lo dijo. Estaba
completamente sobrio."
"No puedes concebir que l no quera que cargaras con el pecado
de parricidio?"
"Ten cuidado, Ria," dijo Oeste. "O lo prximo que hagas ser
argumentar para su santidad."
Ria no tena paciencia para su tono burln. "El hombre que te
azot en la espalda con su bastn hasta dejarte cicatrices
permanentes, nunca ser un santo", dijo bruscamente. "Pero
tampoco, yo lo har un diablo. Fuiste a buscar a t madre para
pedirle cuentas por las decisiones que tom?" Por un momento se
pregunt si sera capaz de golpearla, ella estaba preparada para el
golpe, aunque creyera que no era merecido, pero dispuesta a
recibirlo, porque sus palabras realmente lo merecan.
Oeste no levant la mano. En cambio, la arrim a su lado
mientras consideraba sus pensamientos.
"Eres valiente," dijo finalmente. "No puedo decir lo contrario." Su
mano se levant lentamente, abri el puo con deliberacin. Toc
la curva de su cuello, haciendo a un lado la cascada de cabello
claro. Se qued muy quieta, y l le dio la mxima puntuacin por
no estremecerse cuando encontr la cresta angosta de tejido
cicatricial en el cuello. Aqu haba evidencia de que ella estaba
familiarizada con el fuerte chasquido del bastn del duque.
"Hblame de esto."
"Ya lo sabes."
Lo sospechaba, pero no lo saba. "l te llam la atencin." Ria
asinti, pero Oeste vio que lo miraba con curiosidad.
"Estaba enojado contigo?"
"No, en absoluto. Estaba enfadado con" Se detuvo, pensativa.
"No te acuerdas? Siempre he credo que lo recordabas."
Su dedo ndice traz la larga lnea de la cicatriz. "No lo entiendo.
Qu es lo que debo recordar?"
"Me dijiste desde el principio que no habas olvidado el motivo de
nuestro primer encuentro."
"No lo he hecho. Tengo las cicatrices como recuerdo de l."
"Al igual que yo."
Arrugas profundas aparecieron entre las cejas de Oeste. "No
entiendo", dijo con cautela. "Cmo? " Se detuvo, porque de
pronto comprendi. Un momento nico en el tiempo volvi a l
con una claridad cristalina. Una vez ms se hallaba tumbado en la
hierba dulce y spera, con la camisa hecha jirones cubierta de
sangre. Poda or el silbido del bastn de bano cortando el aire y
sentir el agudo dolor del golpe, como si estuviera sucediendo
ahora. El desconcierto y la traicin atacndolo por segunda vez.
Luego, sorprendentemente, sinti el peso de algo desconocido en
su espalda, y cuando el bastn de su padre volvi a silbar, no
hubo ms dolor, slo la bendita oscuridad.
Oeste no poda creer la conclusin a la que haba llegado, sin
embargo, tena sentido para l tambin. A los cuatro o a los
veinticuatro aos, era la clase de acto loco, valiente, heroico que
la seorita Ria Ashby hara.
"T te subiste a mi espalda", dijo, ms seguro de ello ahora.
"Recibiste un golpe dirigido a m."
Ria descubri que no poda mantenerle la mirada. Vagamente
avergonzada por su reaccin, apart la vista rpidamente y trat
de hacer caso omiso de los dedos en su cuello. l la sujet, no
duro, pero con firmeza. "T recibiste muchos ms en mi lugar,"
dijo ella.
"No eran para ti. El duque... los otros... todos ellos pensaron que
yo te haba empujado al lago. Esos golpes eran para m." Tom un
puado de su cabello, lo retorci y, a continuacin ejerciendo
suficiente presin la atrajo inclinndose hacia l de nuevo. Tal
como se propuso, Ra tuvo que acercarse para encontrar el alivio
de esta suave coercin. "T eras muy joven", dijo recordando.
"Qu es lo que realmente recuerdas sobre esa tarde que no te
hayan contado?"
"Es justo lo contrario de lo que piensas. Es mi primer recuerdo, y
es sorprendentemente claro. Sobre qu lo pas ese da fue muy
poco mencionado, incluso cuando pregunt. Escuch algunos
relatos turbios de otras personas." Ella puso su mano en la mejilla
para suavizar los ngulos tensos de su rostro.
"Recuerdo correr y caer y correr de nuevo. Recuerdo el reflejo de
la luz del sol en el lago, pensando que poda caminar sobre ese
espejo. Imagnate mi sorpresa al no encontrar nada slido bajo
mis pies imprudentes. A veces creo que puedo sentir el sabor del
agua del lago en la boca y la salpicadura de la misma en la nariz.
Me encontraste, me sacaste, y luego me pasaron a los brazos de
mi madre, t fuiste arrastrado fuera del agua y golpeado.
Crees que incluso a esa edad no saba que era por mi culpa?"
"Ellos pensaban que yo te empuj", dijo Oeste de nuevo. "Y tal
vez lo hice. No pude cogerte, y as me lanc. Podra ser que" Se
detuvo porque Ria estaba sacudiendo la cabeza.
"No es cierto", dijo. "Yo s que no. Yo habra podido defenderte
si no hubiera estado haciendo otra cosa ms que llorar. Sabes lo
que es mi ms vivo recuerdo de ese da? Es el rostro enfurecido
del duque. Su tez era una mscara teida de rojo, y sus facciones
haban cambiado de una manera que le hacan casi irreconocible y
aterrador para m."
"Sin embargo, hiciste lo que nadie ms hara. Creo que podra
haberme matado si no hubieras recibido el golpe para detenerlo.
Tu actitud puede haber sido lo que lo llev a recobrar la razn."
"Eso es lo que he escuchado," dijo ella.
"No me acuerdo de salir de la proteccin de los brazos o cualquier
cosa que le sigui hasta que me despert mucho ms tarde en
brazos de mi madre.
La herida en el cuero cabelludo y el hombro ya estaban cosidos.
Mi madre estaba sentada junto a mi cama, pero recuerdo que el
duque tambin estaba all, y que permaneci hasta que me dorm
de nuevo."
Oeste no se sorprendi ante la muestra de preocupacin de su
padre. "Quin te explic lo que te haba pasado?"
"Durante mucho tiempo, nadie lo hizo.
No la verdad. Me dijeron que la cicatriz era por un corte durante
mi cada al lago.
Rocas, o alguna tontera, es lo que se me pidi que creyera. Fue
Tenley quien finalmente me dijo la verdad, no porque quisiera,
sino porque yo le haba molestado de alguna manera y le dije que
era un intil incapaz de hacer algo por su cuenta." Ria respondi a
la pregunta que Oeste dej entrever slo con la ligera elevacin de
una de sus cejas. "Fue poco despus de que mis padres murieron,
y fui enviada a vivir con el duque en Ambermede.
Tenley necesitaba conseguir alguien a quien mortificar, as que se
asegur de que supiera que estaba en su casa por lstima, que era
porque su padre tena que reparar el dao que me haba
ocasionado, el motivo por el que haba venido a vivir en la
mansin."
"Fuiste al duque de inmediato para confirmarlo?," pregunt: "O
simplemente amenazaste con hacerlo?"
Ria templ su sonrisa. "Eso ltimo. Tenley fue infinitamente ms
susceptible despus de eso." Su sonrisa se desvaneci. "Y t?"
pregunt ella, Tenley le haba contado la rapidez con que todos
haban salido del lago. El duque mismo la haba levantado de la
espalda de Oeste y la haba llevado a su carruaje. Si haba alguien
que no estuviera a favor de dejar a un joven muchacho sangrando
e inconsciente en la orilla del lago, no fue mencionado en
presencia del duque. "Qu te pas despus que te dejamos en el
lago?"
Oeste se encogi de hombros. "Me despert en la oscuridad y me
dirig a casa. Mi madre me cuid, me reprendi por entrometerme
en la comida campestre del duque, y jur que no iba a permitirle
que visitara la casa nunca ms. l vino tres das despus, estando
yo an en la cama y llev a mi madre a su habitacin. Fing que
no saba que haba estado all, y ella fingi creerme".
"Lo siento," susurr Ria. "Me gustara"
l neg con la cabeza, silencindola.
"T no tienes la culpa. No es tan difcil reconocer que mi padre
me estaba castigando por ser su hijo, no por lo que l se
imaginaba que te haba querido hacer. l lo habra hecho si t
estabas all o no."
Le toc los labios con los suyos. "T eras su excusa, tal vez, pero
tambin fuiste mi ngel."
La boca de Ra se abri y le dio un beso largo y dulce, en
respuesta al deseo que despertaba su sabor, la presin de sus
labios, la humedad ligeramente spera de su lengua contra la de
ella.
La necesidad era mutua y este toque, un preludio. Ella conoca su
cuerpo ms ntimamente ahora, saba qu respuesta iba a obtener
cuando lo besara en la boca, en el cuello, detrs de la oreja.
Prob este conocimiento al hacer las cosas que le daban placer:
las uas araando ligeramente su pecho, la caricia de su mano por
la cara interna de su muslo, su boca deslizndose sobre su
abdomen tenso. Estas cosas le daban placer tambin, y al dar, ella
no se negaba nada a s misma.
Acarici su espalda, sinti las protuberancias estrechas de su
carne, donde sus heridas haban cicatrizado mal. Puso su boca
sobre su corazn, donde una herida recin ahora estaba
empezando a cerrarse.
Oeste se qued mirando el techo, con los ojos secos, y sinti algo
en su interior ante la suavidad del tacto de Ria. Su corazn. Su
voluntad. Su orgullo terco. El hombre que se renda ante ella se le
escapaba. No saba si le importaba. Por un momento l
simplemente se perteneca, y en el momento siguiente, era
absolutamente de ella.
Acarici los hilos de seda de su cabello con los dedos y friccion
la parte posterior de su cuello. Cuando levant la vista, le hizo
una sea con los ojos. Sonriendo, se acerc a l y le puso la boca
con ternura sobre la suya.
l se hizo cargo del beso, sinti que ella respondi de inmediato a
lo que l quera, siguiendo su ejemplo de manera que se convirti
en lo que ella quera tambin.
La ternura dio paso a la alegra.
La almohada de debajo de la cabeza de Ria fue echada a un lado
mientras ella se acostaba sobre su estmago. Apoy la mejilla en
la parte posterior de sus manos y cerr los ojos, ms consciente de
l, de su poder.
Anticipar su toque era tan excitante que hubo poca diferencia en
el momento en que en verdad la toc.
No se apresur. Sus manos y su boca se posaban exactamente en
el lugar ms sensible. Deliberadamente. Juzg su disposicin por
los cambios sutiles en la cadencia de su respiracin y los
pequeos gritos guturales que no poda frenar.
Los dedos de Ria se cerraron en puos mientras le levantaba las
caderas. Las almohadas descartadas fueron empujadas debajo de
ella. Lo sinti moverse detrs, masajeando la redondez de su
trasero, sus manos se deslizaron sobre sus muslos. Ella se mordi
el labio. La previsin de ese contacto era casi demasiado
excitante, casi doloroso de esperar, sin embargo, fue explosivo en
el momento en que la penetr. Su lento, y feroz control fue su
perdicin. Ella empuj bruscamente y tom todo de l, luego lo
mantuvo exactamente al ritmo que una vez la haba animado a
llevar. Se inclin sobre su oreja, le bes la parte de atrs de su
cuello, y le susurr algo al odo que no pudo descifrar. No
importaba. Ella gimi de placer de todos modos.
l se ech hacia atrs, apurando el ritmo que haba comenzado.
Su mano cay sobre la parte baja de su espalda. La sinti temblar
cuando su pulgar roz la base de su espina dorsal. Sus dedos le
recorrieron la cadera, luego se deslizaron debajo de ella, entre sus
muslos entreabiertos.
Ria aspir una bocanada de aire y la sostuvo. El delicioso calor
que le proporcionaba esa mano la mantuvo inmvil. Lo oy
amonestarla con suavidad para respirar. Ella lo hizo, a travs de
un pequeo gemido que cort el aire.
El estremecimiento que comenz a subir en espiral por su sangre
explot en millones de luminosas estrellas y al mismo tiempo
sinti temblor que lo sacuda a Oeste y el aullido primitivo que
ahog en su garganta masculina. Y luego toda la dulzura que
posea fue utilizada para sostenerla junto a su corazn,
apretadamente hasta que su respiracin se calm. Se quedaron
dormidos en una maraa de sbanas y mantas, con la cabeza
apoyada en su hombro y su mano cubriendo su pecho, su boca
descansando suavemente contra su pelo y su rodilla metida entre
las suyas.
Algn tiempo despus, llegaron a un estado de somnolencia en la
que sin despertar del todo hicieron el amor de nuevo, soando con
la expresin de dos cuerpos que se fusionan hasta volverse uno,
tan cegados que la pasin los atrap y se dejaron ir
completamente.
Cuando Ria despert por segunda vez, estaba sola en la cama.
Oeste estaba de pie junto a la ventana. Haba descorrido las
cortinas y estaba mirando hacia fuera.
Haba un haz de luz de sol en el horizonte, y eso era lo que Ria
supona lo mantena absorto. l se despedira pronto, lo saba.
Slo tena que ponerse su abrigo para estar listo para salir, y ste
estaba extendido sobre la silla junto a la chimenea esperndolo.
"Oeste?"
Dej que las cortinas cayeran y se apart de la ventana. "No dices
mi nombre muchas veces," le dijo.
"No lo hago?"
Sacudi la cabeza y se acerc a la cama.
"No tan a menudo."
La calidez de su voz ronca la hizo sentir caliente de repente. A
pesar de ese calor, sac las mantas a su alrededor mientras se
sentaba. "Me esforzar por hacerlo mejor, excelencia."
Oeste se sent, su tenue sonrisa iba desapareciendo cuanto ms la
miraba.
"Tengo que regresar a Londres", dijo. Apret un dedo sobre sus
labios cuando ella quiso hablar. "Voy a ir a Ambermede primero
para poder explicar mi presencia, luego esta noche volver a
visitar la casa de Beckwith, aunque no al seor Beckwith.
No puedo hacer el viaje de regreso a Londres tan rpido como
vine. Draco no lo resistir, y en verdad, tampoco yo." Ria se sinti
aliviada al saber que no iba a montar como un demonio por el
campo.
Esper a que retirara su dedo. "Vas a escribirme en cuanto
tengas noticias de Jane?"
l asinti con la cabeza. "Lo har."
"Ojal pudiera ir contigo."
Oeste no lo dud. Tambin sospechaba que Ria saba todas las
razones por las que deba quedarse all, la principal de ellas era la
responsabilidad de las chicas de la Academia. "Hay cosas que
debo hacer en Londres aparte de la bsqueda de la seorita Petty,"
le dijo. "Pero no me van a tomar demasiado tiempo."
"Entiendo", dijo. "Tendrs un gran nmero de invitaciones para
elegir. No se puede evitar a la alta sociedad para siempre."
"No, no lo entiendes. No es un asunto de la alta sociedad el que
debo atender, sino del coronel."
"Oh." Busc en su rostro, pero encontr que su expresin no
reflejaba el motivo de sus pensamientos.
"El Coronel Blackwood es bastante ms para ti de lo que debera
ser, creo yo."
Ria no fue disuadida por su encogimiento de hombros,
encontrando que mostraba algo ms que la indiferencia que l
pretenda. "Y tus amigos, creo, no son en absoluto lo que
parecen."
"Ellos son mis amigos", dijo Oeste lentamente. l le dio la
mxima puntuacin por tratar de sacarle informacin. Fue un
buen esfuerzo, pero se rindi antes que l.
"Ellos son mis amigos", repiti. "Y algo ms."
"Si quieres que te crea."
La respuesta singular que Ria le dio indic que ella no se dejaba
engaar. No sigui el tema, pero eligi otro. "Gracias por el libro
de poemas," dijo. "No deb haber esperado tanto para decirte lo
mucho que atesoro ese regalo."
"Era de mi madre."
Ella asinti con la cabeza. "Pens que podra haberlo sido."
Oeste encontr su mano y la apret. "No olvides que voy a
necesitar una copia del retrato de Sir Alex."
"S. Me acuerdo. Lo tendrs tan pronto como la seorita Taylor
pueda hacerlo."
"Bien."
Se quedaron en silencio de nuevo, no porque no tuvieran nada que
decir, sino porque cada uno era reacio a decir lo que gritaba su
mente. Fue Oeste quien finalmente habl.
"Ayer por la noche... la ltima vez que... eres consciente de que
yo no..."
"Fue esta maana", dijo, compadecindose de l. "Y yo soy
perfectamente consciente."
"Por eso, quiero..."
"Si hay consecuencias, voy a escribirte.
"Ria reconsider lo que la espera sera para l. "Tambin te
escribir en caso de que no haya ninguna."
l asinti con la cabeza. "Gracias." Al soltarle la mano, se puso
de pie. "Ten cuidado si alguno de los administradores visita la
escuela."
"S. Por supuesto." Ella mir hacia la ventana. La luz del sol
comenzaba a filtrarse a travs de un panel entre las cortinas.
"Debes irte ahora, de lo contrario te vern."
Oeste asinti de nuevo y se volvi para irse. Casi de inmediato se
detuvo, gir sobre sus talones, y aproximndose sac a Ria de la
cama. La atrajo contra su cuerpo y la bes larga y profundamente.
As como era su intencin, ella sinti el sello de su boca mucho
tiempo despus de que l se hubo ido.
Por lo que Oeste poda determinar, el baile del embajador francs
fue un acontecimiento brillante, por dentro y por fuera.
Una fina capa de nieve cubra el suelo fuera de la gran residencia.
Los carruajes se alineaban en la calle en frente de la puerta y
llenaban el camino que conduca a la entrada principal. Los
conductores, hombres de a pie, y los jvenes lacayos, todos
esplndidamente vestidos con su mejor librea, esperaban
estoicamente en la fra noche de enero para volver a prestar
servicio de nuevo. Los acordes de la msica se podan escuchar
desde el otro lado de la calle en la que Oeste estaba, en contra de
un pilar de piedra. No llevaba ni la librea de los criados, ni un
chaleco de raso fino ni la levita que era el traje elegido por los
caballeros invitados del embajador.
No era la intencin de Oeste hacerse notar esa noche. Haba
logrado lo que deba hacer en el estudio muy privado del
embajador y ahora esperaba los resultados de sus esfuerzos. l
permaneca acurrucado dentro de su abrigo negro, recostndose
contra el pilar, el ala de su sombrero de castor inclinado hacia
adelante sobre su frente. Si llamaba la atencin de alguien, sera
porque pensaran que estaba durmiendo. Nadie que no lo
conociera bien comprendera que estaba atento a todo.
Su tarea se haba hecho bastante simple por los preparativos del
coronel y la cooperacin del embajador.
Slo tena que asegurarse de que el embajador no hubiera
cambiado de opinin.
Oeste pudo comprobar, al hacer su entrada sin ser detectado en el
estudio, que el hombre haba cumplido su palabra. Los
documentos y las joyas que estaban destinados para atrapar al
Ladrn Caballero seguan all como haba prometido. Se qued en
la pequea habitacin contigua a la biblioteca slo el tiempo
suficiente para echar un vistazo a algunos de los libros que haba
detectado a la distancia.
Lament no tener una vela con l para poder comparar la
amplitud de la coleccin de Beckwith con la del propio
embajador.
Ahora, de pie en su puesto, sus pensamientos se dirigieron de
nuevo a Ria incluso mientras observaba la entrada. Se pregunt si
a ella le hubiera gustado haber asistido a un acontecimiento como
este y si a l le habra hecho feliz haber asistido con ella en su
brazo.
No pareca probable que alguna vez tuviera la oportunidad de
acompaarla.
Su propia invitacin yaca en una bandeja de plata en la casa de la
ciudad, la dej all porque su trabajo no requera que se uniera a
Norte y a Este en el interior. l no tena que mezclarse con los
invitados del embajador para lograr su tarea, ni le importaba. Eso
es lo que se deca a s mismo, pero en este momento, ms
tranquilo, saba que no era toda la verdad. Debajo del abrigo, toc
la carta que haba recibido esa tarde. Ria no iba a tener un hijo
suyo.
Tendra que haberse sentido aliviado, se dijo.
Lo que senta, es que estaba solo.
Captulo Doce
Ria examin los dibujos que la seorita Taylor haba hecho de
tres de los administradores. Haba conseguido la cooperacin de
la profesora al sugerir que tena una idea para un regalo especial
de agradecimiento a la junta directiva. Las chicas escribiran
cartas que describiesen sus experiencias en la Academia y haran
sus propios dibujos, pero para asegurarse de que habra uno que
sirviera como centro de mesa, se requera el talento de la seorita
Taylor.
"No estoy segura de que ninguno capte la mirada de ellos", dijo,
mirando desde detrs de su escritorio. Era difcil ponerle
decepcin a su voz ya que eran perfectos, pero se esforz por
hacerlo sutilmente ya que no quera herir los sentimientos de
Jenny Taylor.
"Crees que no son lo suficientemente buenos?", dijo Jenny.
Desde el lado opuesto de la mesa de Ra, estudindolos
crticamente tambin.
"Tampoco salieron como esperaba. Me temo que ninguno de ellos
es un tema inspirador, aunque por favor, no repitas lo que he
dicho. No quisiera que nadie piense que quise insultarlos."
Ria forz una pequea sonrisa. "Nadie podra pensar eso de ti",
dijo ella, recogiendo los dibujos en una pila.
El de arriba era Sir Alex. "Permite que guarde estos para que
pueda empezar a pensar en la manera de organizarlos con las
cartas de las nias y sus propias acuarelas. Si deseas comenzar a
hacer los dems, o incluso hacer un segundo intento de estos, yo
lo considerara un gran favor. Hiciste muy bonito el dibujo de
Jane Petty". Ria se cuid de ofrecer su siguiente sugerencia
tentativamente. "Tal vez si los hicieras en acuarelas en vez de
tinta, te gustara ms el resultado."
"Tal vez."
Ria crey que la seorita Taylor no sonaba del todo segura, pero
no la presion.
Levant los tres bocetos. "Puedo quedarme con estos?"
"Por supuesto." Empez a irse, entonces dud. Sus brazos
regordetes cruzados delante de ella, levantando la masa de su
seno. La postura no era desafiante, sino incierta. "Hubo noticias
de Londres?"
Ria lament no haber transmitido satisfactoriamente el informe
del seor Lytton desde el principio. No saba si los profesores
haban percibido su incertidumbre o si ella haba percibido la
suya, pero al final no le haba importado, porque les haba
informado que no iba a dejar el asunto sin resolver. Pocos das
despus de que Oeste se fue, la seora Abergast haba dado un
paso adelante y le pregunt un poco tmidamente, si el duque no
podra ejercer alguna influencia en la cuestin de encontrar a
Jane. Ria admiti que ella ya se lo haba pedido y que haba
aceptado ayudar en lo que pudiera. Ella era consciente de la
emocin que gener ese dato entre el personal, porque la noticia
no se qued mucho tiempo con la seora Abergast. La Srta.
Webster y la seorita Taylor acudieron a su vez, seguidas por el
ama de llaves, la seora Jellicoe, y el Sr. Dobson. La noticia
corri rpidamente a los dems.
Al da siguiente lleg una carta del Seor Herndon anunciando el
nombramiento del duque de Westphal como miembro de la Junta
de Administradores. Ria obedientemente pas esta informacin a
los profesores, el personal y los estudiantes, como lo hubiera
hecho con cualquier nuevo miembro, pero entenda que para los
adultos, por lo menos, tena un significado especial.
"No se sabe nada de Londres", dijo.
Debido a que la decepcin de la seorita Taylor era una cosa
palpable,
Ria aadi: "Yo te informar tan pronto sepa algo de las
averiguaciones."
La seorita Taylor atrap su labio inferior entre los dientes para
evitar que temblaran. Cuando pudo confiar en su fortaleza dijo:
"Jane era una de mis mejores alumnas. La echo de menos."
Ria asinti. "Entiendo". Observ a la seorita Taylor darse la
vuelta para retirarse, se sent en su silla y cerr los ojos. Se los
frot por un momento, pensando que el silencio de Oeste haca
que el paso lento de cada da fuera un poco ms difcil de
soportar. Saba que cumplira su promesa de escribir cuando
tuviera noticias de Jane, pero poda admitir para s misma ahora
que haba esperado que escribiera igual, independientemente de
los resultados.
Escribir la carta en la que revelaba que no habra ningn nio
haba sido difcil.
Haba empezado a redactarla en tres ocasiones distintas y se
detuvo porque el llanto haba causado borrones de tinta.
Sus lgrimas la sorprendieron. Ella haba dicho la verdad acerca
de no querer entregarle un hijo bastardo, pero tal vez menos
honesta sobre el deseo de tener un nio. Cuando lleg su perodo,
no pudo conciliar el sentimiento de prdida que sinti ante la
realidad de su situacin.
Prdida de qu?, se pregunt. No haba tenido ms que
esperanza durante un tiempo. Nunca hubo ningn nio que llorar,
slo el saber que no habra ninguno.
Ria medit en todos sus pensamientos, como si estuviera
buscando el lado bueno y el malo de todo ese embrollo. El bien y
el mal no estaban tan claramente establecidos, sin embargo, poco
a poco lleg a la conclusin de que si todo hubiera sido diferente,
ella estara llorando tambin. l habra insistido en que se
casaran, y sus decisiones no se discutan, lo que probablemente
hubiera hecho infelices a los dos.
Se llev los dedos a los labios y se imagin que poda sentir la
impresin de su boca sobre la de ella.
Desde que se haba ido, haba veces que se despertaba excitada en
el medio de la noche, como si hubiera sido complacida.
Despus, se quedaba despierta por un tiempo y se preguntaba si lo
mismo le habra pasado a l, o si habra encontrado satisfaccin
de una manera muy real, en la cama de otra mujer.
Esos pensamientos le hicieron enojarse con ella misma. No le
gust descubrir que, despus de aos de pensar que saba muy
bien lo que quera en la vida, se encontraba ahora deseando estar
con Oeste el resto de sus das. El oscuro humor autocrtico que
ahora la inundaba, era otra cosa que haba aprendido de l, y
encontr un cierto consuelo en ello.
Suspirando, se pregunt si habra podido cambiar sus
circunstancias, si le hubiera dicho que lo amaba.
Qu habra hecho con esa confesin?
Le habra restado importancia diciendo que lo saba desde haca
tiempo?
Hubiera hecho su propia confesin?
La habra besado hasta dejarla sin aliento? Tal vez todas esas
cosas juntas, pero ella todava estara aqu en Gillhollow y l
estara en Londres, y una vez dichas las palabras en voz alta, ella
no dejara de estar sola.
Llegaron noticias de Londres, aunque no de Oeste. Margaret y
Tenley vinieron desde Ambermede para contrselas. El
tristemente clebre Ladrn Caballero haba sido capturado y lord
Northam, si se poda confiar en que la Gaceta haba publicado la
historia correcta, haba recibido un disparo. Que el tiroteo hubiera
ocurrido durante la aprehensin era mucho menos claro, pero
Margaret le hizo una resea de todos los chismes que haba odo y
lo asegur como si fuera un hecho.
Margaret encontr un momento lejos de la presencia de Tenley
para preguntarle discretamente por Oeste, y Ria le dijo que no
haba odo nada de l. Ella pudo inferir que Margaret encontr esa
respuesta un poco extraa, aunque no se lo discuti ya que Tenley
vino a reunirse con ellas.
La visita fue una sorpresa agradable, y Ria celebr la diversin.
Margaret estaba razonablemente a gusto; Tenley se comportaba.
Le pareca que algo haba cambiado entre ellos, y le hizo
preguntarse qu podra haber dicho
Oeste en su ltima visita a Ambermede, o si no haba dicho nada
en absoluto.
Deben de haber sido sorprendidos por l otra vez, llegando a la
mansin por segunda vez sin previo aviso ni invitacin. Qu
excusa habra dado para despedirse tan pronto despus de su
llegada?
La idea hizo que Ria sonriera. Le hubiera gustado haber estado
escuchando tras la puerta mientras Oeste daba sus explicaciones a
un curioso Tenley y una Margaret an ms curiosa.
Ria se inclin hacia delante en su silla y se abanic con los
dibujos. No haba dudas de que ellos no eran el mejor trabajo de
Jenny Taylor, ni siquiera la segunda mejor.
Cada uno de ellos tena un parecido con los hombres de los
retratos, pero ninguno era del todo acertado. Jenny no haba sido
capaz de capturar sus caractersticas, como lo haba hecho con
Jane Petty.
Qu tena que ver esta tarea con la inspiracin? se pregunt. Sir
Alex, por lo menos, era un hombre bastante guapo, a pesar de sus
ojos penetrantes y el gusto por las mujeres jvenes. Le pareca
Ria que Jenny podra haber sido seducida por su mirada, si no por
algn atractivo oculto.
Haba otros cinco dibujos por hacer para completar la actual junta
directiva, y Ria no crey que podra presionar a Jenny para
esbozar estos tres por segunda vez.
Decirle a Jenny la verdadera razn por la que necesitaba los
dibujos no era posible.
Nadie deba saber las sospechas que Oeste albergaba. Todava no,
no sin pruebas.
No haba nada que ms por hacer que enviar el retrato de Sir Alex
a Oeste.

"El correo ha llegado", dijo el Sr. Blaine. Levant el paquete bien


atado para que Oeste lo viera, luego entr en la biblioteca ante la
indicacin de su patrn para hacerlo. Lo puso sobre la mesa al
lado de Oeste. "Necesita algo ms?"
Oeste dej de afilar su cuchillo para examinar la hoja. "Informa a
la seora Corbell que saldr esta noche, Blaine.
Cenar en la casa de Northam".
"Muy bien."
Por el rabillo del ojo, vio que Blaine haca una ligera reverencia y
sala de la habitacin. Esper a que el mayordomo se hubiera ido
antes de que dejara la piedra de afilar y recogiera el paquete.
El cuchillo estaba tan afilado que el cordel se abri sin ninguna
resistencia. Luego lo coloc junto a la piedra, a continuacin,
orden el correo. Las cartas que l identific como invitaciones
fueron arrojadas inmediatamente de nuevo en la mesa para
revisarlas en otro momento.
l hoje las dems, buscando especficamente el garabato audaz e
inconfundible de Ria. Estaba all, la tercera desde la parte inferior.
Rompi el sello del paquete pequeo y desdobl el envoltorio.
Una carta que llevaba su nombre estaba en la cima de una pieza
ligeramente arrugada de papel pergamino. Abri la carta primero
y empez a leer.
La misiva de Ria tena tres pginas.
Describa la visita de Tenley y Margaret, la ltima aventura de las
nias en Gillhollow al medirse unos zapatos nuevos, y la cada de
la seora Abergast desde un banquillo que la dej con un
esguince de tobillo. Pareca que alguien llamada Julianne Chester,
una estudiante, conjetur, haba liberado las gallinas del gallinero,
y an estaban en busca de su mejor ponedora. Amy Nash haba
contrado la varicela y estaba confinado en la enfermera. Las
alumnas estaban trabajando en un regalo especial para la junta de
administradores, que inclua copias de los retratos del hall de
entrada. Qu arreglos haba hecho su gracia para aadir su
propio retrato a los que estaban en la escuela?
Oeste sonri al leer esta ltima frase.
Su retrato en la sala de la Academia de la seorita Weaver? No
era muy probable.
Termin la carta y luego la ley dos veces ms. Ria haba relatado
vvidamente lo que estaba sucediendo a su alrededor, pero no dio
ningn indicio de lo que le ocurra a ella misma. Se preguntaba si
le ira bien o mal, y le preocupaba que no lo mencionara.
Realmente pensara que no quera saberlo?
Terminaba preguntando educadamente por su salud y la salud de
sus amigos, particularmente por Lord Northam.
Oeste supuso que era alentador que ella no hubiera preguntado
solamente por sus amigos.
Bien", dijo Elizabeth, levantando la vista de la carta. "Ella
pregunt sobre tu salud. Eso es algo, por lo menos".
Oeste suspir. "Es apenas una muestra de buena educacin."
Tendi la mano para recibir la carta de vuelta. "Ella puso en
evidencia una mayor preocupacin por tu marido."
"Le dispararon", dijo Elizabeth quebrantada. "Mientras no
estabas".
"Un detalle."
"Qu has manejado extraordinariamente bien en tu gestin." Ella
tom el pergamino doblado y lo abri. "Se trata de Sir Alex
Cotton?"
Oeste asinti. "Yo no creo que sea un buen trabajo."
"Podra ser cualquiera."
"Eso es lo que pens. El bosquejo de la pluma no ha captado el
color de sus ojos."
Observ a Elizabeth mientras lo estudiaba. "Vas a llevrselo a
las modistas?"
"Por supuesto. " Ella lo mir. "Tal vez sea suficiente."
Oeste vacil, eligiendo cuidadosamente sus palabras. "Vas a ser
muy discreta en esto? Mucho depende de ello."
"Quieres decir, si voy mantener esto lejos de mi marido? "
pregunt, sus oscuros ojos color mbar estrechndose un poco.
"O si voy a abstenerme de agitar el retrato en Firth Street?"
"Yo no te pido que tengas secretos para con Norte."
"Bien, porque no puedo hacerlo." Se detuvo un instante y le
ofreci una sonrisa un poco culpable. "O por lo menos no puedo
hacerlo nunca ms."
A consecuencia de los disparos, pens Oeste, pero probablemente
no slo por eso.
"Ser suficiente si te abstienes de agitarlo en Firth Street", dijo.
"Es algo que no le gustara a la madre de Norte. S que a menudo
te acercas a ella. Si las modistas pueden confirmar que este es el
hombre que se encontraba en su tienda con la seorita Petty,
ayudar mucho. "
Elizabeth asinti. Un mechn de pelo castao y sedoso le cay
sobre la frente, ella apret los labios y sopl hacia arriba,
levantndolo de nuevo con una bocanada de aire. "Estoy feliz de
hacer esta pequea cosa por ti. Northam no se opondr, o por lo
menos no se opondr demasiado. l no puede, verdad? No
despus de que ha hecho planes para montar contigo y Eastlyn
hasta Marlhaven."
Oeste ri entre dientes. "Ya has olvidado que fuiste t quien nos
presiona para ir tras Sur? Segn mis clculos, fue hace slo una
hora que insististe en que nos apresuramos a acudir en su ayuda".
"Un pequeo precio para una excelente cena, creo," dijo ella. "Y
creo que fue Este quien sugiri correr tras Sur en su ayuda. Yo
simplemente estuve de acuerdo con el plan."
"Todo saldr bien. Estoy seguro de ello." Se puso de pie.
"Tendrs la informacin que necesito a mi regreso de
Marlhaven?"
"S. Y t traers de vuelta a mi marido a salvo."
No era una pregunta, seal Oeste. "Por supuesto".
"Y a Miss Parr tambin."
Hubo una ligera inflexin en su voz, que indicaba que Elizabeth
no estaba tan segura de que esto fuera posible. Oeste respondi
con ms seguridad de la que senta. "Si ella est con Sur,
entonces, s."
Elizabeth se levant tambin. "Quieres despedirte de Northam y
Eastlyn, o les doy las buenas noches por ti?"
"Presntales mis excusas. Si voy a salir para Marlhaven maana,
entonces hay cosas que debo hacer esta noche."
"Vas a escribirle a la Srta. Ashby?"
Dio a Elizabeth un sobresaliente por su perspicacia. "S," dijo. "Es
una de las cosas que debo atender."
Elizabeth cruz la distancia hasta Oeste y le toc ligeramente en
el antebrazo.
"Vas a escribirle que estoy deseosa de tener su amistad? Despus
de leer la misiva, a m me parece que es precisamente el tipo de
persona que debera conocer mejor. Hizo una pausa y agreg.
"Y creo que no vendra mal si t le dijeras que la amas."

"Disclpenme nias," le dijo Ria a su clase. Mir hacia el pasillo


donde el Sr. Jonathan Beckwith se haba ubicado fuera de la vista
de sus alumnas. "Emma.
Revisa el mapa otra vez. Seala las campaas romanas en toda
Europa a partir del reinado de Julio Csar hasta el asesinato del
emperador Cmodus."
Ella dio a Emma el puntero y sali de la sala de clases, haciendo
como que no vea que todos los cuellos se fueron estirando para
echar un vistazo a lo que haba llamado su atencin.
"Lord Beckwith," dijo Ria, bajando la cabeza ligeramente en
seal de saludo.
Ese pequeo gesto de respeto le dio oportunidad de recobrar la
compostura.
"Qu bueno es verle! Puedo informar a mi clase que usted ha
venido a hacernos una visita?"
"De ninguna manera, no quiero molestar a sus estudiantes. Ojal
no tuviera que interrumpirla."
Ella lo llev por el pasillo, lejos de la puerta abierta de su saln de
clases.
"Permtame que le diga la seora Abergast que mis alumnos estn
solas. Ella las vigilar hasta que pueda regresar."
"Por supuesto. Voy a esperar por usted en sus apartamentos."
Ria no poda encontrar ninguna razn para protestar por este
arreglo que no resultara en su propia incomodidad. No haca tanto
tiempo que le habra gustado recibir a Lord Beckwith sin recelos.
Ahora tena que mantener esos sentimientos reprimidos
estrictamente para no delatarse. "Como quiera."
Sabiendo que a l no le gustaba comer con las estudiantes, le
pregunt: "Debo hacer arreglos para el almuerzo?"
"Por favor."
Asintiendo con la cabeza, Ria se excus y fue a buscar a la seora
Abergast. La maestra fue inmediatamente informada de que
estaban siendo visitados por uno de los Administradores, y Ria
tuvo que calmarla antes de que pudiera hacer su salida.
Lord Beckwith ya se haba puesto cmodo detrs de su escritorio
en el momento en que Ria lleg a sus aposentos. "Pens que
bamos a comer en la sala de estar", dijo.
"S. Eso estar bien." Sonri. "Pero vamos a hablar aqu."
Ria fue golpeada primero por la frescura de la sonrisa de
Beckwith, y luego por sus palabras. De repente, se dio cuenta de
que l haba usado su ausencia para ubicarse en su escritorio.
"Muy bien", dijo, aliviada de que no le temblara la voz.
Acept su invitacin para sentarse y eligi la silla Reina Ana,
situada en el otro lado de la mesa. "Tengo entendido que hay algo
en particular que le trae por aqu.
En qu puedo ayudarle?"
Se recost en la silla y puso sus manos firmemente en los
apoyabrazos. "En primer lugar, permtame decir lo contento que
estuve de leer la carta del seor Lytton respecto a la seorita
Petty. Si bien no es lo mejor que le podra haber sucedido,
tenemos al menos la seguridad de que encontr un protector, sino
un marido."
Ria asinti dbilmente. "Como usted dice, no es lo mejor que
podramos haber esperado. Todava estoy esperando escuchar el
nombre del caballero que invit a
Jane a abandonar la escuela."
"Usted no va a tomar ninguna medida al respecto, espero, sin la
aprobacin de los Administradores. Debo insistir en eso."
"No tengo ningn deseo de manchar el nombre del caballero. Slo
es mi deseo informarle a Jane que ella es bienvenido aqu si
necesita ayuda."
Beckwith mir a Ria bruscamente.
"Ayudarle? Qu clase de ayuda? Usted no debe permitir que
ella sea una influencia perniciosa para las otras jvenes volviendo
aqu. "
"No estoy de acuerdo", dijo Ria con calma. "Ella puede
proporcionar el mejor ejemplo a modo de demostracin de las
consecuencias por una mala decisin."
"Me temo que nadie va a aprobar su regreso."
Ria no insisti en su punto. Si Oeste tena razn en todo lo
referente a los Administradores, su aprobacin importara un
comino. "Entiendo", dijo.
"No voy a poner en peligro la reputacin de la escuela o la
educacin de las estudiantes actuando precipitadamente."
Ria vio de inmediato que, en lugar de aplacar a Beckwith, ella le
haba dicho precisamente lo que quera or. l estaba receloso por
su anuencia, desconfiado como un perro que siente el olor de un
hueso con carne.
"No es as?" le pregunt sin rodeos.
"No cree usted que actu precipitadamente al contarle a
Westphal sobre la fuga de la seorita Perry?"
"En retrospectiva, tal vez lo hice, frustrada por la falta de
progreso en la investigacin del seor Lytton. S que debera
haber pedido permiso a los Administradores antes de abordar el
asunto con l."
"Oh, quin dijo eso?"
"El duque. Despus que se reuni con usted. Yo pensaba que
estaba transmitiendo sus preocupaciones. Lo hizo no? Usted no
se sorprendi al saber que no estaba nada contento porque lo he
metido en medio de este embrollo."
"Le dio una reprimenda adecuada, verdad?"
Ria asinti. Mostrando un semblante contrito, creyendo que
estara exagerando su papel. Con los Administradores, ella era
siempre respetuosa, pero no sin carcter, y record que fue
Beckwith quien haba sugerido que Oeste le acortada las riendas.
"Me doy cuenta de que, como directora de la Academia de la
seorita Weaver, no tengo ni voz ni voto en la determinacin de la
composicin de la junta de Administradores, pero..."
"Pero? hable libremente, Srta. Ashby. Yo estaba seguro de que
le gustara haber sido consultada en esta ocasin. No tiene
ninguna objecin a que su tutor se sume a la junta?"
"No es una objecin, precisamente, sino ms bien una
advertencia."
"En serio? Una advertencia. Quiere decirme de que se trata,
no?"
El trasfondo burln en el tono de Beckwith era tan impropio de l
que Ria se alarm. No haba ninguna duda sobre el cosquilleo en
la parte posterior de su cuello, y ella apenas poda dar crdito a lo
difcil que era no ponerse a temblar en respuesta. Se oblig a
responder de manera superficial. "Es slo que no creo que el
duque est realmente interesado en la causa de nuestra escuela. Lo
que quiere es controlarme a m, esa es mi interpretacin de su
deseo de ser Administrador."
"Entonces no lo ha animado?"
"Oh, no. No, en absoluto." Ria descubri que era mucho ms
simple mantener su parte de la conversacin con el seor
Beckwith cuando estaba diciendo la pura verdad. "Yo me opuse
rotundamente."
Beckwith la estudi durante un largo momento. "l dijo lo
mismo."
"Lo hizo?"
"Creo que su oposicin a su plan le confirm la necesidad de
postularse."
Hizo un gesto desechando la objecin que Ria se dispona a hacer.
"Usted tendr que aprender a vivir con su interferencia, supongo.
Sea cual sea su motivacin, Westphal ser una ventaja."
Ria frunci el ceo, mirndolo dudosa.
"Su sospecha es comprensible, sin embargo, es como usted ha
dicho, como directora, no tienes ni voz ni voto en los asuntos de
la junta. Es desafortunado para ti, tal vez, que Westphal se sienta
en la necesidad de ejercer un cierto control sobre sus asuntos,
pero ha sido una bendicin para nosotros, y la escuela se
beneficiar".
No fue algo fcil de aceptar la sinceridad de Beckwith. Todava se
le erizaba el vello en la parte posterior del cuello, pero pareca que
quera decir ms de lo que dejaba entrever. La dej con el
pensamiento desconcertante de que haba otra interpretacin en
sus palabras que ella no entenda.
"Westphal est en Londres?" Pregunt Beckwith.
"Supongo que s. No he odo lo contrario."
"As que no est tan controlada como tema."
Ria respondi con cuidado, "Creo que est esperando el momento
oportuno."
"No confas en l?"
"Todo lo contrario. l es un hombre honorable. Le confiara mi
vida."
"Pero no tu futuro, es eso?"
Ria se salv de la necesidad de hacer una rplica por la llegada
del almuerzo.
Ella ayud a organizar la mesa de alas abatibles. Lord Beckwith
esper a que ella se sentara antes de tomar su asiento.
Se mostr reacia a despedir a la doncella, pero no tuvo opcin, su
invitado asumi el derecho de despedir a Sarah.
Beckwith llen su plato y no dud en saborear su comida. Con la
boca llena, dijo:
"Qu noticias ha tenido usted de Londres?"
Ria supuso que Beckwith hablaba en sentido general. "Muy poco.
Hemos odo que habr un asentamiento britnico en
Singapur muy pronto. Un golpe de Estado para el prncipe
regente, creo. l ha estado esperando una medida de este tipo
desde hace algn tiempo. Oh, y por supuesto, que el Ladrn
Caballero fue detenido, pero eso ha sido hace semanas."
"Entonces no ha odo hablar de que Miss India Parr ha vuelto al
teatro Drury Lane."
Sabiendo que estaba siendo vigilada muy de cerca, Ria tuvo
cuidado de mantener su rostro impvido. "Haba estado fuera?
Me temo que no s mucho sobre ella.
Tenemos mucho de que ocuparnos aqu.
Drury Lane recibe muy poca de nuestra atencin, salvo cuando las
chicas estn eligiendo una obra para interpretar.
Ellas tienen ms probabilidades de saber ms acerca de la seorita
Parr que yo".
Beckwith consider esto mientras untaba mantequilla en su pan.
"Pens que Westphal podra haberle escrito."
"No puedo imaginar por qu lo hara."
Beckwith habra perdido sus pinturas?, se pregunt. Ella saba
que Oeste pretenda devolverlas, pero tal vez no hubiera sido
posible antes de que Beckwith se diera cuenta de que no estaban.
Qu otra razn podra tener para mencionar a India Parr?
Compartir los cotilleos ms recientes sobre la elite de Londres era
algo que Ria nunca haba hecho con ninguno de los
Administradores. Pareca totalmente inapropiado ahora. "No me
haba dado cuenta de que la ausencia de una actriz de compaa
causara un gran revuelo.
Debe haberlo sido, si usted lo toma en cuenta. Ha visto su
actuacin?"
"Varias veces. Ella es una de mis favoritas."
Sabiendo que la hara palidecer, Ria trat de no pensar en las
pinturas. Ni siquiera pudo mostrar su alivio de que la seorita Parr
estuviera segura y a salvo.
"Entonces debe estar satisfecho al saber que ella pronto estar
actuando de nuevo. Me pregunto si a algunas de las nias
mayores les gustara asistir a una obra de teatro de Londres, o
cree usted que el Drury Lane no es conveniente?"
"No es tan malo como sola serlo. Creo que algo de esa naturaleza
podra ser arreglado."
No por ahora, pens Ria. Se arrepinti de plantear esa idea.
"Westphal no tiene un palco privado, pero su amigo el marqus de
Eastlyn s. Usted puede solicitrselo a su tutor para su
consideracin."
"No podra hacerlo."
"Oh claro que s, al igual que lo hizo cuando fue a l con sus
preocupaciones acerca de Miss Petty."
Ria se sonroj. Ella haba entrado en eso y tena la culpa. No
haba nada que pudiera hacer, sino reconocer su punto.
"Tiene razn, por supuesto. Debera haber aclarado que no quiero
molestarlo de nuevo. "
Beckwith se encogi de hombros. "Si uno le cree a las malas
lenguas, el nombre de la seorita Parr se ha relacionado con el
vizconde Southerton. Creo que l es tambin uno de los amigos
ms cercanos de Westphal."
"No lo s", dijo Ria con mucha ms calma de la que realmente
senta. "Su Gracia y yo estamos muy poco familiarizados.
Entender que l no me cuente de su vida en sociedad. Usted est
infinitamente ms enterado que yo."
Se sinti aliviada cuando Beckwith acept la respuesta y le pidi
que le hablara sobre la escuela. Ria le inform acerca de los ms
recientes logros de las estudiantes y la necesidad de hacer algo
ms por el techo que simplemente remendar lo. Lo invit a
recorrer la escuela antes de que se fuera, pero l se proclam
satisfecho con su informe y rechaz la oferta.
Ria pens que la entrevista haba terminado cuando el seor
Beckwith empuj su silla de la mesa. Slo ms tarde se dio cuenta
de cmo haba sido inducida a revelar las cosas ms importantes.
"Los Administradores se reunirn en marzo", le dijo, "En
Londres. A la luz de los cambios que estamos considerando, ser
necesario que usted est all."
Ria tard un momento en recuperar el aliento. "Qu tipo de
cambios?"
"Una segunda escuela, tal vez. Una ms cerca de Londres.
Westphal tiene la clase de amigos que podran apoyar tal
esfuerzo."
Lo mismo podra haberse dicho del padre de Oeste, sin embargo,
el seor Beckwith y el resto de la junta directiva se haba negado
a permitir que se les uniera. Ria no coment este hecho,
prefiriendo que Beckwith creyera que no encontraba nada extrao
en ello. "Esta es la primera vez que he odo hablar de una segunda
escuela. Es una propuesta muy interesante y ambiciosa".
"Como usted ha sealado a menudo, son muchas las seoritas que
merecen esta oportunidad y aqu tenemos poco espacio para ellas.
Es una idea que se puede concretar." l levant una ceja
cuestionando. "Usted tiene alguna objecin?"
"No," dijo rpidamente. "Ninguna en absoluto. Hay cosas que
atender aqu, por supuesto. No me gustara ver a la Srta. Weaver
sufrir porque los fondos se desvan a una nueva escuela."
"Entiendo. Es precisamente por eso que debe reunirse con
nosotros." Le informar la fecha, hora y lugar.
"Presenta algn problema?"
Ria neg con la cabeza. "Voy a sentirme feliz de estar all."
"Bueno. Cmo ver, usted tiene ms voz y voto de lo que
pensaba." Tir la servilleta sobre la mesa y se puso de pie. "Como
siempre, Srta. Ashby, ha sido un placer. Me reunir con algunas
de las chicas y los profesores en mi prxima visita, cuando no
est tan ansioso de llegar a la posada de Weybourne antes de la
noche."
"Entonces usted viaja directamente a Londres?"
"S".
Ria tambin se levant y le ofreci lo que esperaba fuera una
graciosa sonrisa.
"Al teatro Drury Lane, tal vez?"
"Estn por estrenar La Guillotina Veloz de Thomas Morton. Esta
obra marcar el regreso de la seorita Parr a los escenarios."
"Entonces, le deseo que disfrute de la misma." Ella jur que le
escribira a Oeste inmediatamente. India tena derecho a saber que
Beckwith estara en el auditorio del Drury Lane. Si la actriz
todava quera actuar, entonces deba hacerlo con pleno
conocimiento de que este hombre iba a estar all, con la mirada
fija en ella, tan oscura como sus intenciones. Ria escolt a Lord
Beckwith directamente a su coche, se qued hasta que se hubo
marchado, y luego regres a sus aposentos, donde se inclin sobre
el lavabo hasta que se libr del contenido de su estmago.
Oeste estaba en la cama boca arriba, con la cabeza apoyada en las
manos. Se qued mirando el techo, pero su atencin se centr en
algo que no poda ver. El crujido que le haba despertado regres
otra vez, pero se mantuvo. Una puerta que se abra? Una
ventana? No poda estar seguro a una distancia tan grande.
Se levant de la cama, luego retir rpidamente su cuchillo de la
funda de la bota.
Cruz la habitacin, sus pasos mucho ms ligeros que los del
intruso debajo de las escaleras. Su puerta se abri sin hacer ruido,
saba dnde pisar para evitar que el piso rechinara. En la parte
superior de las escaleras, se detuvo. Se qued en silencio de
nuevo esperando pacientemente, seguro de que lo que haba odo
no haba sido causado por ningn fenmeno natural.
Su paciencia fue recompensada cuando escuch el sonido
apagado de pasos en el pasillo, ms ligeros que antes. Se agach,
encaramado como una gran ave de rapia, y esper a que su presa
doblara la esquina de la baranda de la escalera antes de que se
abalanzara sobre l.
La lmpara de la mesa en el vestbulo no proporcion a Oeste la
suficiente luz para distinguir la figura encapuchada con claridad,
pero fue suficiente para que l tomara conciencia del tamao y el
sigilo de su oponente. En este caso, el tamao y el sigilo no iban a
presentar un problema.
"Tienes mucho que aprender..."
Ria dio un grito agudo y se agarr al poste de la barandilla con
una mano.
Imperturbable, Oeste continu. "acerca de entrar en un domicilio
sin ser detectada." Se puso de pie lentamente.
"Tienes los pies firmes debajo de ti?"
Con el corazn en la garganta, Ria se limit a asentir.
"Bien. Entonces ven conmigo." Cuando se quit la capucha para
obtener una mejor visin de l, entonces pareci vacilar, no poda
culparla por mostrar algo de sentido comn. "Me veo como si
estuviera por darte la vuelta y acostarte sobre mis rodillas? Porque
te aseguro que eso es exactamente lo que estoy pensando."
Exponer la cuestin con tanta osada ante ella pareci darle
coraje. Oeste vio cmo su figura se tensaba mientras se abrazaba
a s misma, y luego comenzaba a subir tras l. Cuando lleg al
escaln debajo de l, extendi su mano y esper a que ella la
tomara. Al parecer, no estaba ansiosa por hacerlo, pero l no se
movi a un lado.
Una vez que la sujet, se hizo a un lado para que pudiera reunirse
con l en el rellano.
"Me pregunto si puedes comprender plenamente el riesgo que
corriste al venir aqu precisamente de esta manera?"
"Obviamente no," dijo ella con acritud.
"De otro modo hubiera golpeado ms fuerte." "Por qu dices
"Se detuvo, frunciendo el ceo. "Ms fuerte? Te refieres a la
puerta?"
"Hay alguna otra manera de decirlo para que entiendas? S,
llam. Varias veces, de hecho. Cuando nadie apareci, decid este
otro plan. No puedo evitar preguntarme si el coronel sabe cun
profundamente duermes. Yo hubiera pensado que un espa"
Besar a Ria era ms conveniente y ms eficaz para calmarlo, que
ponerla sobre sus rodillas. l la apoy contra la pared y puso su
boca a un milmetro de la de ella. "Yo no soy un espa." l no le
dio la oportunidad de cuestionar esta afirmacin, pero le toc los
labios con la presin suficiente para evitar su rplica.
Oeste no quiso darle ms que un beso de bienvenida, pero una vez
que comenz, no fue tan fcil terminar. Ella probablemente
encontrara divertido saber que l no haba estado durmiendo en
absoluto cuando, como ella afirmaba, haba llamado a la puerta,
sino sentado en la cama, leyendo. Si no hubiera cerrado el libro
para acostarse, tal vez no hubiera odo su entrada a travs de la
ventana.
El sabor de su boca era algo que haba extraado, pero la
sensacin de apretarla contra su cuerpo era algo que haba
anhelado. La abraz con tanta fuerza que dudaba de que pudiera
respirar correctamente, pero en lugar de protestar, ella pareca
querer meterse bajo su piel.
l rompi el beso de mala gana y puso su frente contra la de ella,
reprimindose.
"Maldita sea, Srta. Ashby," susurr.
"Qu ests haciendo aqu?"
A pesar de que estaba deliciosamente fuera de control, lo absurdo
de Oeste dirigindose a ella formalmente, no pas desapercibido
para Ra. "Yo estoy besndolo Su Excelencia." Ella inclin la
cabeza hacia atrs unos pocos grados necesarios para que esa
declaracin fuera un hecho. Tomando su rostro entre las manos
enguantadas, comenz precisamente donde haba quedado.
Oeste atrap las muecas de Ria y alej sus manos suavemente
lejos de su cara, y luego levant la cabeza, rompiendo el beso,
negando con la cabeza ligeramente cuando ella volvi a ponerse
de puntillas.
Estaba demasiado oscuro en el pasillo para distinguir sus
facciones con claridad, pero Ria poda or la cadencia irregular de
su respiracin y comprendi que l tena autodominio, no estaba
cegado por una pasin imprudente. Ella se retir un poco en s
misma entonces, avergonzado por su deseo impulsivo de seguir
besndolo cuando estaba claro que no tena la misma necesidad.
Alivi la sujecin de sus muecas, se disculp en tono un
cuidadosamente neutro que no transmita ni su dolor, ni su
impaciencia.
"Ria?"
Demasiado tarde, se dio cuenta de que era la rigidez de su postura
lo que la delat. "Puedo hablar contigo?"
"Ria". Esta vez pronunci su nombre como alguien que desea
engatusar a un nio caprichoso. Fue la tctica equivocada para
usar con una mujer con independiente, y Oeste dio un paso atrs
cuando ella le reprendi por ser condescendiente. l levant las
manos en seal de rendicin.
"La biblioteca", dijo. "Todava habr un fuego all. No demorar
mucho tiempo." Sin esperar a ver si iba tras l, Oeste se volvi y
se dirigi a su escritorio.
Finch lleg minutos ms tarde, con los ojos turbios y confusos
mientras Oeste se estaba vistiendo. "Escuch voces", dijo.
"Hay algo que pueda hacer por usted?"
Ya haba recogido el camisn descartado de Oeste y lo estaba
colgando en el armario.
Oeste le dio a Finch la corbata. "Nudo simple, por favor" Luego
se levant con impaciencia mal disimulada cuando el valet
termin el lazo.
"Alguien est aqu?" pregunt Finch, alisando la tela antes de
pronunciar su satisfaccin.
"S, acaba de llegar."
"Debo llamar al Sr. Blaine? O a Mrs. Corbell? No creo que
sepan que tiene un invitado."
"No te preocupes. No estoy seguro de que ella vaya a quedarse."
"Ella?" Finch neg con la cabeza, con una vaga expresin de
desaprobacin.
"No me corresponde decirlo, pero"
"Usted tiene toda la razn, Finch. No te corresponde."
La nitidez del tono de Oeste par en seco a su valet. Estaba
acostumbrado a que se le permitieran ciertas libertades,
fundamentalmente decir lo que pensaba.
l apret la mandbula, luego decidi actuaren contra de tal
precaucin.
"Tena esperanzas puestas en la seorita Ashby," dijo
rpidamente. "Sera una vergenza terrible si permitiera que
alguien ligera de cascos se interpusiera entre usted y"
"Maldicin, Finch, quin crees que me est esperando escaleras
abajo?"
Los ojos de Finch sobresalan de las rbitas mientras se qued
boquiabierto ante su empleador.
"Exactamente lo que pensaba", dijo Oeste. "Ahora, cierra la boca,
Finch, antes de que ponga un gancho en ella."
La mandbula de Finch se cerr de nuevo. Le tendi la levita y
rest importancia una vez que aprob su ajuste. Oeste dio la
vuelta y se abroch tres botones de la capa. "No te alejes mucho.
Puedo tener necesidad de ti. Mejor an, duerme con un ojo
abierto."
"Como desee."
"Eso no te da licencia para escuchar detrs de la puerta." Oeste no
se dej engaar por la expresin ofendida de su ayuda de cmara.
"Si Northam te ofreciera dinero suficiente, lo haras."
"Usted me insulta."
Oeste hizo una pausa, considerando la gravedad del tono de
Finch. "La condesa, entonces", dijo, de repente suspicaz. "T lo
haras por Lady Northam."
"Bien, me ha pillado."
Ria estaba sentada en el banco tapizado, mirando el fuego, cuando
Oeste entr en la habitacin. La copa de jerez en la mano
tambale un poco, ya que la trajeron bruscamente de vuelta al
presente. Se haba quitado la capa y los guantes, y aunque ella no
estaba tan desaliada como la primera vez que haba visitado su
casa, la rapidez de su viaje era evidente en los pliegues arrugados
de su vestido de muselina y la forma en que el collar se torca
contra su garganta. Tambin haba un rictus de cansancio en la
leve lnea de su boca que haca juego con la pendiente de sus
hombros, y sus prpados estaban pesados, con las pestaas en
ocasiones a media asta, permaneciendo all durante lo que pareci
un tiempo excesivamente largo.
En el pasillo, un reloj dio las dos de la madrugada. Una de las
cejas de Oeste se levant deliberadamente ante este recordatorio
de lo tarde que era. Su mirada significativa no pas desapercibida.
El rubor de Ria subi por debajo de su cuello hasta que le ti la
cara de color rosa.
"Soy consciente de que ests de mal humor conmigo," dijo con
tranquila dignidad.
"No hay necesidad de resaltar tus sentimientos con irona."
"No estoy de acuerdo." Cruz la habitacin hasta el mueble bar y
se sirvi un vaso de whisky. "Fuera del hecho de que has
abandonado las clases. Podras decirme porque no has escrito
informndome tu intencin de venir aqu?" Mir por la ventana
hacia la calle y no vio a ningn carruaje o conductor." Tomaste
un carruaje alquilado otra vez?"
"S, por supuesto. La escuela no puede prescindir del carro para
mi viaje a Londres, y el Sr. Dobson tiene ms responsabilidades
como para desempearse como mi cochero personal." Su barbilla
se acerc. "Y yo s te escrib. Te envi una carta hace quince
das."
"Del mismo modo que llamaste a la puerta."
"T no me crees?" La mano de Ria tembl con la fuerza de su
decepcin.
"Hice las dos cosas, pero no voy a insistir en que aceptes mi
palabra. He mentido tantas veces, es un milagro que me permitas
dar explicacin alguna."
Oeste brind levantando su copa. Ella le dio claramente la
espalda, lo que subrayaba sus sentimientos con inflexin irnica.
"No recib ninguna correspondencia tuya", dijo. "No en los
ltimos quince das. Ya no desde que enviaste el dibujo de la
seorita Taylor, de Sir Alex."
Ria frunci el ceo. "Pero eso fue hace ms de un mes. Te he
escrito por lo menos una vez por semana desde entonces."
Eso le dio a Oeste motivo para pausar.
Su frente se arrug mientras consideraba las implicaciones de lo
que Ria le estaba diciendo.
"No te parece extrao que en varias ocasiones te hiciera la
misma pregunta en todas mis cartas? Esa es una buena indicacin
de que no estaba recibiendo una respuesta tuya."
"Todas tus cartas? No recib ninguna."
"Ninguna?"
Ella sacudi la cabeza, con una expresin profundamente
perpleja. Sus ojos lo siguieron mientras cruzaba la habitacin y se
sentaba, apoyando la cadera en el brazo de una silla tapizada en
lugar de utilizar el cojn. Estir un brazo en el espaldar y coloc
una pierna hacia un lado para mantener el equilibrio.
Pareca sumamente a gusto, y en todos los sentidos vigilante y
atento.
"Desde que te fuiste de Gillhollow, he recibido correspondencia
de la junta de Administradores," le dijo Ria. "Tambin las cartas
de Margaret y los nios. Mi bisabuelo, quien reside en
Greenwich, me escribi tambin. Supongo que podemos concluir
que no hay nada malo con el correo. Es algo peculiar no haber
recibido ninguna de tus cartas."
"Yo pienso exactamente lo mismo."
Tom un sorbo de su bebida. El asunto del viaje mal concebido
de Ria a Londres poda esperar, decidi, hasta que este entuerto se
aclarara." Quin recoge el correo de la escuela?"
"Todas las cartas se colocan en una cesta usada expresamente
para recogerlo.
Debes haberlo notado. Est situado en una mesa en el hall de
entrada, cerca de mis aposentos. Se hace generalmente por lo
menos un viaje cada da a Gillhollow, y cualquiera que sea la
correspondencia que haya en la canasta se lleva en ese momento".
"Entonces cualquiera puede quitar una carta."
"Yo no creo que nadie" Ella se detuvo, dndose cuenta de que
Oeste no estaba haciendo ninguna acusacin. Slo era una
observacin de su parte, y ella debera estar dispuesta a
considerarla, en lugar de defenderse. "S," dijo despus de un
momento. "Cualquiera puede hacerlo."
"Y las cartas que llegan para los estudiantes y profesores de la
escuela?
Cmo las reciben?"
"Se me entregan directamente a m para clasificarlas. Luego de
tomar las que requieren mi atencin, le doy el resto a uno de los
profesores para hacer las entregas correspondientes."
"Entregadas a ti por quin?"
"Por quien las haya recogido en Gillhollow."
"Y rara vez te toca a ti recogerlas."
No era una pregunta, pero Ria confirm su suposicin. "Rara
vez".
"Entonces realmente no eres la primera en verlas."
"No, pero" Ria se mordi el labio, tomndose un momento para
recuperar su compostura. No quera ir a donde l la estaba
guiando.
"No, yo no soy la persona que por lo general ve la
correspondencia en primer lugar."
Oeste no era insensible al dilema de Ria, pero comprender este
dilema era vital para la confianza que haban sido capaces de
nutrir. Si crean que cada uno de ellos haba escrito al otro,
entonces era necesaria la explicacin sobre la desaparicin de las
cartas. Pero para Ria confiar plenamente en l significaba aceptar
que haba sido traicionada por alguien ms.
Hblame de la carta que recib", dijo.
"El dibujo de la seorita Taylor, sobre Sir Alex... cmo fue
enviada?"
Ria mir su copa de jerez, pensando en volver a llenarla. "La puse
en la canasta...
No, se la di al seor Dobson, que estaba recogiendo las cartas de
la canasta".
"Entonces no pudo ser vista por nadie ms."
"No. l parti inmediatamente hacia Gillhollow."
"Y luego regres aqu."
"S".
"Y ninguna de tus otras cartas tampoco llegaron, ni las mas.
Podemos estar seguros que la falla no proviene de mi personal ni
de la entrega de correos."
Ria tom un largo trago de jerez disfrutando de la calidez que se
expandi por todo el camino hacia su estmago. "Estamos de
acuerdo", dijo.
"Alguien de la escuela es responsable."
"Puedes sugerir un nombre?"
"No. No puedo."
"Creo que podemos eliminar el Sr. Dobson como culpable", dijo
Oeste.
"Todos los dems, me temo, siguen siendo sospechosos."
"No dudo de la seora Abergast. No puedo recordar la ltima vez
que fue a Gillhollow, y nunca me ha entregado el correo a m.
Debe ser alguien ms."
Oeste termin su bebida y dej el vaso.
"Probablemente es menos importante saber quin que saber el por
qu."
Asinti ligeramente con la cabeza, los dedos de Ria se apretaron
alrededor del pie de la copa. "Antes de que te enviara el dibujo,
hubo otra carta que te escrib. La has recibido?"
Trat de mirarla a los ojos, pero fracas. "S, la enviaste por
correo expreso."
Con una sonrisa de disculpa, ella dese no haber hecho la
pregunta. "Por supuesto. Me haba olvidado." Levant la vista
hacia l. "Entonces sabes que no he venido por causa de un beb."
"Lo s," dijo suavemente.
Los ojos de Ria se desviaron rpidamente mientras se preguntaba
por el toque de pesar en su voz. Se lo haba imaginado, o sus
pensamientos acerca de tener un beb eran tan confusos como los
suyos?"
Las otras cartas que te envi... y las que t me escribiste...
debemos asumir que no slo fueron robadas, sino adems
ledas?"
"Creo que es una suposicin acertada."
"Ya veo." Ella vacil, luego continu a pesar de sus reservas.
"Probablemente querrs saber qu tipo de cosas te deca en ellas."
"Eso sera de gran ayuda."
"Lo dudo. No vas a considerarlo particularmente edificante. Es
ms de lo mismo que escrib en la misiva que envi con el retrato
de Sir Alex.
Describ la rutina de la escuela y qu clase de travesuras estaban
ideando las nias. Creo que hablaba en detalle sobre la salud de
los maestros, el mal tiempo, el xito de Amy Nash en el papel de
Portia al recitar el monlogo de la calidad de la misericordia del
Mercader de Venecia".
"Impresionante."
"S, lo fue." Ella no se haba perdido el tono burln de su
comentario, pero continu como si no lo lo hubiera notado. "Amy
es la estudiante ms joven en recitar ese monlogo."
"Habr una recompensa para ese logro, espero." Capt la negativa
de Ra y comprendi la verdad en un momento de lucidez. "Aaah,
ella tuvo que aprenderlo en penitencia por alguna travesura."
"Cmo lo sabes?"
Oeste sonri con encanto diablico.
"Cmo crees que aprend ese monlogo yo?"
Se dej caer sobre el cojn de la silla y estir las piernas delante
de l, una postura totalmente relajada. "Qu ms escribiste?"
Cansada como estaba, Ria no pudo enojarse por esa falta de
modales.
"Sobre Margaret y la visita de Tenley.
De hecho, me visitaron varias veces, y yo te describ en detalle
cada una. Creo que me lamentaba de que se hubieran quedado tan
poco tiempo."
"Un gran cambio, sin duda. Te sentas cmoda en presencia de
Tenley?"
"Sus atenciones hacia Margaret eran impecables, y en todos los
sentidos actu como un hermano mayor para m."
"Tuviste que ponerlo en su lugar?"
"No. Se apresur a contestar, una vez ms conscientes de que sus
pensamientos ms ntimos haban sido ledos por al menos otra
persona. "No, no tuve necesidad de hacerlo."
Oeste asinti. "Me preguntabas algo acerca de mi progreso en la
bsqueda de Jane Petty?"
"S. En cada una de las cartas."
"Y es probable que preguntaras por qu no te mantena
informada."
"S. La mayora de mis preguntas tenan que ver con Jane, pero
tambin te preguntaba por qu no me contaste sobre el Ladrn
Caballero. Supe sobre su aprehensin por Margaret y Tenley.
Tampoco hubo noticias sobre Miss Parr. Pens que habas
reconsiderado la decisin de ayudarme, o que no tenas inters en
tus amigos. No saba cmo"
Oeste neg con la cabeza, interrumpindola. "Te escrib
contndote sobre el Ladrn Caballero y la Seorita Parr y ms.
Me crees?"
Ria le crea absolutamente todo. "S".
Dej el jerez a un lado y se alis los pliegues de su vestido por
encima de las rodillas. "No me gusta que alguien ms est al tanto
de lo que me decas en las cartas. Qu ms escribiste?"
"Muy poco en relacin con Jane, aunque lady Northam me
confirm que Sir Alex era de hecho el seor que estaba con ella
en casa de la modista. Jane no reside en la ciudad. Sin embargo
Sir Alex tiene una casa que utiliza para establecer sus amantes.
No hay nadie viviendo all ahora. Es decepcionante, s que
esperabas ms noticias".
Ella asinti con la cabeza. "Y qu hay del resto de lo que
escribiste?"
"El resto?", pregunt. "Oh, me temo que no me explay mucho
sobre el otro tema."
"Oh! Eso es raro en ti. Qu tema?"
"Matrimonio".
Captulo Trece
"Matrimonio?" Ria tuvo que tragar saliva para dejar salir la
palabra de su boca.
"Ests abogando u oponindote?"
"Yo estoy proponindolo."
Esta vez Ria no trat de forzar una respuesta. Se le acerc
peligrosamente.
"Veo que no ests preparada para responder a la pregunta que te
he hecho en cada una de mis cartas." Antes de que pudiera dar
ninguna indicacin de que eso era cierto, Oeste se puso de pie y le
dio la espalda. Lanz un corto suspiro para tranquilizarse. "Est
igual de bien," dijo, caminando hacia el cordn de la campanilla.
Le dio dos tirones. "He comenzado mal. Merecas un discurso
ms bonito, aun si he de ser rechazado."
Echando un vistazo por encima del hombro, vio que Ria apenas se
haba recuperado.
Se vea ms plida que en cualquier otro momento desde que
entr en la habitacin. "Cundo fue la ltima vez que comiste?",
pregunt. "Hiciste el viaje desde Gillhollow en dos o tres das?"
"En tres", dijo, sacudindose de su letargo. "Y no importa cunto
ha pasado desde que com por ltima vez. No tengo hambre. Pero
me gustara saber si tienes un discurso lo bastante bonito a mano."
"No."
"No vas a decirlo claramente, entonces?"
"Quieres casarte conmigo?"
"Eso s que es claro."
"Creo que lo he dicho claramente la primera vez." l la mir de
cerca, pero por una vez los pensamientos de Ria se le hicieron
incomprensibles. "Y bien?"
"No," dijo ella en voz baja.
"Eso tambin estuvo claro."
Ella asinti con la cabeza, su sonrisa un poco triste. "Creo que me
gustara or el discurso bonito. "
"Por supuesto." Oeste abri la puerta para llamar a su ayuda de
cmara.
"Espablese Sr. Blaine. Quiero una comida ligera para mi
invitada. Tambin voy a necesitar un taxi que puede llevar a la
Srta. Ashby a la residencia en Oxford Street. Asegrese de que el
conductor no est pasado de copas y tenga buen aspecto. Mrs.
Corbell debe acompaarla y ver que todo est preparado all para
recibirla".
Ria empez a protestar, pero Oeste sali al pasillo y le dio la
ltima de sus instrucciones para Finch all. Cuando volvi a entrar
en la habitacin, Ria estaba resignado visiblemente a que l se
saliera con la suya.
"No pens que me enviaras lejos", dijo.
"Supongo que fue una tontera de mi parte."
"Yo no voy a enviarte lejos. Te estoy acomodando para lo que
queda de la noche. No puedes quedarte aqu. No tengo una
acompaante adecuada, y t ests familiarizada con la casa donde
vivi el duque cuando estaba en la ciudad. No me he molestado
en hacerla mi propia residencia, pero no hay ninguna razn para
que no puedas quedarte ah. En la maana voy a enviar una nota a
Lady Northam. Creo que ella estar dispuesta a acompaarte para
que podamos vernos sin que los rumores nos vinculen
inadecuadamente."
"T eres mi tutor. No hay ninguna razn por la que no pueda estar
a solas en tu propia casa."
"El rumor no sabe de razones. He odo tantos chismes tomados
como un hecho entre la alta sociedad que llenaran todos los
libros de apuestas en Londres si estuvieran registrados. Slo basta
con la experiencia de Eastlyn para estar seguros.
Las malas lenguas aseguraban desde haca meses que estaba
comprometido, eso lo puso directamente ante el altar."
Ria levant una ceja. Su tono era irnico. "Espero que l sea ms
feliz por el giro de los acontecimientos de lo que pareces estar t."
Oeste recurri a los hilos de su paciencia. "No estoy descontento
por esto, pero como t eres quien pregona de manera irremediable
en contra del matrimonio, estoy moralmente obligado a exponer
las consecuencias de los rumores ante ti."
"Eso es muy amable de tu parte, pero dudo sinceramente que mi
presencia en la ciudad se note."
"Creo que lo har. Hay una recepcin en honor al coronel
Blackwood maana por la tarde. La East India Company y
algunos miembros muy felices del parlamento le estn dando las
gracias por su ayuda en el conflicto con Singapur. Fue gracias a la
intervencin de Este, por supuesto, que lo hizo posible, pero el
coronel es en ltima instancia el responsable y aceptar los
elogios que Este no aceptara de ninguna manera. Me gustara que
pudieras asistir".
Ria parpade. "Buscar a Jane Petty interfiere con tus recepciones
y galas y musicales?" Ella vio que un msculo en la mandbula de
Oeste se tens, pero continu sin pausa. "Supongo que debes
respetar tus obligaciones para ir a este tipo de eventos, pero no
veo por qu yo no puedo ocuparme de ella en mis momentos
libres. Me prepar para la reunin del gobernador dentro de tres
das y har lo que pueda, mientras tanto, para localizar a Jane.
Pens que" se interrumpi cuando su mirada se hizo tan potente
que pens que podra atravesarla.
"Vamos," dijo. "Contina!"
"Pens que bamos a buscarla juntos. Vine aqu con esa idea en
mi mente. Incluso sin saber nada sobre las cartas que faltaban,
estaba claro para m que la encontraramos. Lord Beckwith no
dijo mucho, pero no puedo ignorar la naturaleza extraa de su
visita a la escuela. Pens que debas saber lo antes de que estemos
en la reunin juntos. Podra ser difcil en el mejor de los casos o
calamitoso en el peor".
Ria respir hondo, y se estremeci cuando solt el aire contenido.
"Me disculpo si me entremet en tu vida. Bien puedes comprender
ahora que yo no saba que no era bien recibida. Escrib. Llam. Y
puedo encontrar mi camino de vuelta. El cochero probablemente
ya ha llegado."
Estaba a medio camino de la puerta cuando l le orden sentarse.
"Yo soy tu protegida, su gracia, no t sbdita." Ella se enderez,
con la barbilla en alto, y ech a andar en direccin a su capa y
guantes. "En caso de que decidas proponerme matrimonio de
nuevo, y en caso de que decida aceptarte, ya sabes que es muy
poco probable que sea una esposa obediente".
Oeste se sinti como si todo el aire hubiera sido expulsado de sus
pulmones y el ltimo vestigio de razn eliminado de su cerebro.
Se puso delante de la puerta cuando ella se acerc y le bloque la
salida. "Hasta que recupere mi ingenio", dijo, "una demostracin
de fuerza es lo nico que me queda."
"Ten la cortesa o el sentido comn de hacerte a un lado."
l no se movi.
Ria se puso la capa sobre los hombros y empez a ponerse los
guantes. "Ests haciendo el ridculo."
"Es muy posible. Tal vez no lo creas, pero no me molesta en lo
ms mnimo.
Tambin yo tengo algo que decir, Ria, y vas a escucharme."
En su estado de agitacin, a Ria se le torn difcil ponerse sus
guantes de seda. Sus torpes dedos, se enredaban equivocando su
lugar. Maldiciendo en voz baja por no lograr colocarlos
correctamente, continu retorcindolos incmodamente para
ubicarlos.
Oeste tom las manos de Ria entre las suyas, apretndolas.
Cuando ella lo mir, desconcertada e insegura, l logr
tranquilizarla y devolverle la estabilidad. Se supona que haba
una manera, y l la conoca.
"Vas a detenerme a punta de cuchillo?" pregunt ella.
"Si es necesario, s." Apret sus manos suavemente. "Sintate
conmigo, Ria. Por favor."
Ella asinti con la cabeza. Su sentimiento de prdida fue bastante
real cuando le solt las manos y la condujo al silln.
Se quit el abrigo y esper pacientemente a que se sacara sus
guantes, luego los coloc en la silla que haba ocupado para que
pudiera tomar asiento a su lado.
"Has dicho muchas cosas a las que tengo que responder", dijo
Oeste. "Es difcil saber por dnde empezar."
Ria esper, sin ofrecer estmulo para que l comenzara. Quera
ms que nada poder irse.
"Ya veo," dijo en voz baja. "Sientes que te he traicionado,
entonces. Es comprensible. Tambin estoy encontrando difcil
conciliar que nosotros no somos los culpables de la falta de
correspondencia entre nosotros. Me pongo a pensar que si hubiera
escrito ms a menudo, alguna carta se habra colado de alguna
manera. Creo que debera haberte escrito todos los das, cada
hora, entonces tal vez habras recibido una y conocer algo de mis
pensamientos.
"Sabes que lament que no hubiramos concebido un beb? No,
no digas nada. Permtanme decir todo. Me doli, es cierto, y al
mismo tiempo me alegr por ello. No poda tolerar la idea de que
tuvieras a mi hijo bastardo, ni tampoco tengo el estmago para
forzarte a un matrimonio al que no quieres. Sabes que no es mi
estilo tratar de convencer a los dems de que tengo derecho a
cualquier cosa que se me antoje, sin embargo, yo romp con mis
propias creencias y comenc una campaa para convencerte de
que nuestra unin sera adecuada. Describ todos los beneficios
del matrimonio, su razn de ser, el propsito de su institucin, la
forma en que aporta un cierto orden en la sociedad y la seguridad
de una familia. Escrib que no me encontraras intolerable como
marido, que iba a disponer de tu herencia para que siempre
puedas tener el control de ella, que saba lo importante que es para
ti no abandonar la escuela, y te ofreca mi garantas de que
podras involucrarte en su funcionamiento, incluso siendo mi
duquesa. Se me ocurri que esa influencia sera positiva, mejor en
esa posicin que como directora del colegio, as que me propuse
convencerte. Yo consider todos los argumentos imaginables para
convencerte de aceptar el matrimonio, o al menos yo pensaba que
poda. Lady Elizabeth, Lady Northam ahora, me dijo algo que me
hizo darme cuenta que haba olvidado mencionar una cosa muy
importante."
Oeste atrap la barbilla de Ria cuando ella baj la mirada y la
oblig a confrontar sus ojos. Sus hermosos ojos azules, luminosos
con lgrimas no derramadas, pero su expresin segua
imperturbable.
Pens que ella esperaba algo, pero tena miedo de qu?
"Debo decrtelo claramente, Ria?"
Ella asinti con la cabeza.
Oeste vio como ese pequeo movimiento hizo que una lgrima se
deslizara entre las pestaas y se deslizara por su mejilla. Pareci
no ser consciente de ella, levant la mano para secarla, ni
parpade para eliminar las otras que amenazaban con seguir el
mismo camino.
"Te amo", dijo. "Eso es lo que yo no haba escrito al hablar de un
matrimonio entre nosotros. Es lo que no te he dicho que cuando te
ped que te casaras conmigo antes. Es porque te amo que no poda
dejar que te vayas sin escucharme, y es porque te amo que todava
voy a pedirte que te vayas cuando haya terminado. Yo quera
creer que estaba claro entre los dos, que no tena que decir las
palabras en voz alta, pero eso no me absuelve de ser un cobarde
por no haberlo hecho antes".
Oeste dej caer la mano en su regazo y la mir seguir el
movimiento. "Te amo, Ria."
Cerr los ojos un momento, apretando su garganta con la mano
porque la emocin le haca difcil hablar.
Susurrando en voz muy queda le dijo, "pregntame de nuevo."
l saba lo que quera decir. "Quieres casarte conmigo?"
"S". Se lanz a sus brazos. "Oh, s."
"No fue un discurso bonito."
"Fue perfecto". Dijo Ria contra su cuello mientras enterraba su
cara all.
"Perfecto".
Presion su sonrisa contra su pelo sedoso. "Significa esto que
has desarrollado un sentimiento de ternura por m?"
Ria se ech hacia atrs, con el rostro solemne, incluso grave.
"Ternura? Eso es inadecuado para describir lo que he sentido por
tanto tiempo. Hay ternura y pasin en mi corazn. Hay afecto y
deseo y, a veces una especie de impotencia por no sentir de
manera diferente hacia ti. Hay un hartazgo tal de amor que me ha
hecho temer. He tenido miedo al precio que estara dispuesta a
pagar por l, miedo de que fuera no deseado, miedo de aceptarlo,
disfrutarlo, o incluso expresarlo. Con tanto que temer, slo me
qued ocultarlo, ocultarlo en ocasiones incluso de m misma,
esperando que no te burlaras de m y de inmediato lamentar que
lo hubieras descubierto. Ternura es lo que sent cuando era
todava una nia, y me escapaba a la galera del duque para mirar
su retrato e imaginar que estabas mirndome a m."
La expresin solemne de Ria vacil, y su leve sonrisa se torn en
culpa. "No creo que podra enojarme contigo si fuera slo ternura
lo que guardo en mi corazn. Estoy bastante segura de que es
amor lo que provoca mi respuesta."
"Es as?" le pregunt con irona. "Me esforzar para recordarlo."
Ria empez a hablar, pero la llegada de la comida que Oeste haba
ordenado la interrumpi. Ella no saba qu efecto haba tenido su
confesin en su alma, pero sin duda le haba abierto el apetito.
Hizo todo lo posible para no caer vorazmente sobre la bandeja de
caldo de verduras y pan caliente que le llevaron. Oeste no
comparti las porciones generosas que le dieron, y Ria no lo
invit a sumarse.
Era consciente de que l la observaba con cierto regocijo por sus
mordiscos cuidadosamente medidos. Con certeza saba lo
hambrienta que estaba.
Por el rabillo del ojo, ella le dio una mirada significativa. "Si esta
va a ser tu actitud en cada comida, voy a ser tentada a cometer un
asesinato. Tu asesinato, que se entienda. No hay nadie ms. No
debes observarme tan de cerca."
Sonriendo, se sirvi una taza de t. l llev la copa a la chimenea
y atiz las brasas.
"Es aceptable que conversemos?" pregunt, mirndola.
"Siempre y cuando no ests en espera de una respuesta. Me
refiero a que voy a seguir comiendo." Arranc un trozo de pan y
lo sumergi en el caldo.
"Adelante. Estoy escuchando."
Oeste no dudaba que ella pudiera escucharlo. Lo que dudaba era
de su capacidad de no insertar un comentario o una pregunta. "Es
acerca de la recepcin de maana. Sir Alex Cotton estar all. Al
igual que Herndon." Colg el atizador y se volvi. El pedazo de
pan que Ria haba arrancado y empapado en el caldo simplemente
flotaba delante de su boca abierta. Las gotas de caldo caan en el
tazn. Ella pareca no darse cuenta de que lo sostena en la mano.
"Ellos son inversores muy importantes de la East India Company
y tienen mucho que perder si el negocio no se lleva a cabo.
Estarn presentes para extender su agradecimiento al coronel por
hacerlo posible, y yo voy a estar all para controlar sus pasos
despus. Aun as, no quiero tergiversar mi inters en ir all.
Hubiera asistido a esta recepcin, independientemente de su
presencia. Es meramente fortuito que crucemos nuestros caminos.
Eastlyn es mi amigo y merece mi lealtad, mi apoyo, incluso mi
admiracin. El Coronel Blackwood ha sido mi mentor, mi
confesor, mi defensor ms feroz y crtico, y cuando no puede
ayudarse a s mismo, ms padre para m que el mo propio.
As que, s, voy a hacer una pausa en la bsqueda de Jane Petty el
tiempo suficiente para estar al lado de las personas que han estado
presentes en mi vida. Si crees que te he fallado de alguna manera
por no fallarle a ellos, entonces debes saber que voy a fallarte otra
vez... y otra vez".
Por un momento, Ria no pudo respirar, por lo dura que haba sido.
Lentamente baj la mano y dej el pan en el borde del plato. "Yo
no merezco ser perdonada por hablar precipitadamente cuando
entiendo tan poco, por lo tanto, no voy a preguntar por ella. Lo
que s, sin embargo, es que no podras haber llegado a quererme
tan bien si no hubieras aprendido a amarlos primero. Es mucho
ms probable que te falle yo, no al revs."
Oeste neg con la cabeza. "Es una grave injusticia que pienses as
de ti. No es un defecto hablar con pasin, aunque tal vez no es
mala idea que pongas un freno a tu lengua en la agudeza de tus
respuestas."
Los ojos de Ria fueron al borde de la mesa donde sus manos
descansaban, y no los levant hasta que oy la risa gutural de
Oeste. "Estoy sinceramente arrepentida", dijo. "Qu es lo que te
divierte?"
"Slo el descubrimiento de ese talante particular, tan bello."
"Se debe a que no he tenido ocasin de utilizarlo a menudo."
Eso provoc la sonrisa cmplice de Oeste. "Pens que tendras
una prctica considerable."
Ria decidi que haba terminado con su arrepentimiento. Su boca
se aplast en una tenue lnea de desaprobacin, que
previsiblemente atrajo la atencin de Oeste. No tuvo que hacer
nada ms para distraerlo. "Si todava deseas que asista a la
recepcin de maana, entonces vas a tener que encontrarme algo
que ponerme. No he trado nada adecuado conmigo."
"He visto el contenido de tu armario", dijo. "No tienes nada
adecuado que lucir."
"Tal vez si aumentas mi asignacin."
"As puedes vestir a tus estudiantes mejor que a ti misma? No lo
creo. Si la Seora Northam no puede conseguirte un vestido
adecuado en el trmino de un da, ser la primera vez que no ha
sido capaz de obtener lo que desea. Te confieso que te he puesto
en sus manos porque estoy seguro de que te brindar lo que
necesites".
Ria no estaba tan segura de que la condesa agradecera tener esta
carga sobre ella, difera con el juicio de Oeste. "Y despus de la
recepcin? Entonces qu?"
"Eso puede esperar hasta maana. Quiero orte hablar de la visita
de Lord Beckwith a la escuela." Cuando Ria abri la boca para
hablar, Oeste levant la mano. "Maana. Tambin est el asunto
de la reunin de los Administradores que te trajo a Londres. Se
me inform acerca de la reunin, pero no que habas sido
invitada. Parece probable que pretendan confrontarnos, si es que
no cierran filas a nuestro alrededor. Como has mencionado, nos
enteraremos all".
Ria empuj su silla hacia atrs y se puso de pie. "No puedo
convencerte para que me dejes quedar aqu?"
"No."
"Pero hay una promesa de matrimonio entre nosotros."
"T y yo no compartiremos la cama otra vez hasta que se haya
hecho el intercambio de votos."
"T ests decidido a eso."
"Lo estoy."
Ria cruz la habitacin hasta la chimenea y puso su boca sobre la
suya. "Me encanta que me honres, que honres el matrimonio."
Ella le dio un beso, no como una tentacin, sino como para sellar
una promesa. Retrocediendo, estudi su rostro. "Todava tiene la
sonrisa de un pcaro", dijo al fin, y no estaba en absoluto
disgustada por ello.

Ria no se permiti el lujo de quedarse en la cama a la maana


siguiente. La condesa de Northam lleg a la residencia de Oxford
Street antes de que estuviera debidamente despierta, y a modo de
presentacin, la hizo pasar por la rutina de la maana de baarse,
vestirse, y romper su ayuno en poco menos de dos horas.
Lady Northam se disculp repetidamente por la premura con que
Ria tena que estar lista, pero era toda una cuestin llegar a Firth
Street antes de que las modistas estuvieran tan ocupadas, que ni
una de ellas aceptara el reto de vestir a Ria para esa misma
noche.
"Va a ser algo apresurado," le confi Elizabeth mientras el
carruaje se alejaba de la casa de la ciudad. "Pero Oeste ha sido
muy generoso con su moneda. Eso siempre es til".
Haba poco para que Ria hiciera excepto permitir ser manipulada.
Suceda con tan poca frecuencia, que descubri que poda
disfrutar de la experiencia. Lady Northam hizo que sea cmodo
para ella ir de una tienda a otra. Aunque tenan casi la misma
edad, la condesa era mucho ms conocedora de telas y moda.
Tena un ojo sabio para los colores y pareca saber
instintivamente lo que le quedara bien a Ria, sin embargo nunca
hizo una eleccin sin pedir su opinin, y nunca pareci hacer una
eleccin equivocada.
Madame Poncelet no respondi a los halagos de lady Northam,
pero qued lo suficientemente halagada por la suma que Elizabeth
le prometi que accedi a hacer un vestido para Ria. Cada
costurera en el taller fue convocada para la realizacin del
atuendo. Mientras Elizabeth y Madame Poncelet discutan los
detalles, Ria se puso de pie sobre un taburete, desnuda, excepto
por la camisola de algodn fino, y sufri las humillaciones
propias de tener un vestido de moda: midiendo, empujando,
inmovilizndose, y luego escuchando la discusin crtica sobre su
persona, por otras mujeres como si no estuviera presente.
Estuvieron de acuerdo en un vestido de bombas verde menta
adornado con bandas de cinta de raso bajo el pecho.
Mangas abullonadas, ribeteadas con las mismas bandas de satn
fino, y un escote pronunciado que proporcionara un buen marco
para sus exquisitos hombros. Un sombrero de copa adornado con
plumas de avestruz, guantes de satn y zapatillas de cabritilla
seran confeccionados con la misma tela y color, y por alguna
moneda adicional en bolso, Madame Poncelet acord encontrar el
sombrerero, el guantero y el zapatero que tendra todo listo a las
siete.
"Nunca lo lograr", dijo Ria, tomando asiento en el coche de
nuevo. "Ellas son costureras, no magos."
"No lo crees?" le dijo. "Por lo que Oeste ha pagado, la seora y
sus hijas no van a hacer nada hoy, excepto trabajar en tu vestido."
Ria acept el hecho de que Elizabeth estaba segura, aunque ella
no. "Es Madame Poncelet una de las modistas que habl acerca
de Jane Petty?" Ella pudo notar inmediatamente que haba
sorprendido a la condesa con su conocimiento. "Oeste me dijo
que usted ha hecho las investigaciones en la calle Firth para l.
Fue muy amable de su parte el prestar ayuda. Despus de verte
actuar con la modista, entiendo por qu te pidi que le ayudaras.
Creo que l no habra tenido tanto xito como t".
"Entonces subestimas su sonrisa." Los ojos almendrados de
Elizabeth brillaron con una luz burlona. "No te preocupes. Mi
marido tiene una sonrisa como la de l, aunque sin esos hoyuelos
que enmarcan la boca de Oeste. No sera capaz de vivir con l si
tuviera esos hoyuelos."
"Lo s," dijo Ria suavemente. "Ellos lo hacen totalmente
demasiado..."
"Perfecto?"
"Bueno, casi. Uno de ellos es ms profundo que el otro."
Elizabeth se ech a rer. "Espero que se lo hayas dicho."
"S".
"Bueno. Debe haber disfrutado escuchndolo, estoy segura."
Elizabeth alis su pelliza forrada de piel sobre sus rodillas.
"Fue el coronel quien primero me pidi que hablara con las
modistas. Lo hubiera hecho por Oeste, pero no se le ocurri
pensar en involucrarme."
"Lo hizo ms tarde, sin embargo."
"S. No fue cosa fcil para l hacerlo.
Creo que sinti que no tena otra opcin.
No significaba un problema para m y fue una pequea
retribucin por toda la ayuda que l nos prest a m y a mi
marido."
"Son como hermanos, no? El club Brjula, quiero decir."
"Tan cercanos cmo nos gusta pensar que los hermanos pueden
ser, y rara vez lo son. La rima es su credo. Norte, Sur, Este, Oeste.
Amigos para siempre nos hemos declarado. Las otras verdades las
negaremos porque somos espa, lince, marinero y soldado.
Southerton escribi ese verso cuando estaban todava en
Hambrick Hall. T lo conocas, verdad? Oeste te lo haba
recitado?" Ria neg con la cabeza, pronunciando las ltimas
palabras en su mente pero sin decirlas en voz alta. "Lince.
Soldado. Marinero." Mir a Elizabeth, la lnea de su boca
vagamente irnica. "Espa". Ria presion su sien con dos dedos y
la masaje ligeramente. "Siempre lo neg. Lo saba, o al menos
yo crea que lo saba, pero l nunca lo admiti."
"No lo tomes literalmente," dijo Elizabeth rpidamente. "Sur sera
el primero en decir que no se debe hacer demasiado caso de la
ltima lnea. Lo negara. Es algo acerca de la rima y no tiene
mayor significado que eso."
Ria se dio cuenta de que poda aceptar la explicacin de Elizabeth
sin tragarse la totalidad de ella y amablemente lo hizo.
Cuando el carruaje emprendi su camino de regreso a Oxford
Street, Ria repeta mentalmente extasiada, la versin de Elizabeth
sobre la tradicin del Club de la Brjula en sus das en Hambrick
Hall.
Oeste estaba esperndolas en la casa de la ciudad. Elizabeth le dio
una clida bienvenida y le inform sobre los aspectos ms
importantes de la excursin de la maana, y luego acept la oferta
de Oeste de un refresco, pero insisti en que solo en la biblioteca.
"Realmente no esperars que haga de chaperona, verdad?"
pregunt Elizabeth, sus ojos mbar yendo de Oeste a Ria. "Yo no
pienso hacerlo."
Cuando hubo desaparecido, Oeste se volvi a Ria. "Parece que
espera que nos comportemos irreprochablemente."
"En serio? Yo no tuve la misma sensacin."
Antes de que Ria pudiera explayarse sobre su punto de vista
frente a los sirvientes, Oeste la acompa al saln y cerr la
puerta. Luego la bes profundamente, separndose antes de que
no poder detenerse. Estuvo a punto de pensar que ya era
demasiado tarde, y la generosa curva de la boca de Ra no lo
ayud en lo ms mnimo.
"Deja de chuparte el labio inferior", le dijo. "Murdetelo si
quieres, de lo contrario voy a convocar a una de las criadas para
quitarle el polvo."
Ria se ech a rer. "Como quieras." Se apart de la puerta y lo
sigui hasta la habitacin. El desestim el sof de damasco a
favor de un par de sillas y escogi una. Ria no se burl sobre la
eleccin de la silla en vez del sof. No haba nada en su
comportamiento que sugiriera que una insinuacin suya sera
bienvenida.
Oeste esper hasta Ria estuviera sentada antes de sentarse en la
silla frente a ella.
"Hblame de la visita de Beckwith a la escuela", dijo sin
prembulos, como si no hubiera habido interrupcin en la
conversacin de la noche anterior.
Ria retom el hilo de su conversacin anterior y le dijo todo lo
que pudo recordar.
El escuch con atencin, interrumpiendo de vez en cuando para
pedirle que repitiera un detalle o describiera los matices del tono
de voz y las maneras de Beckwith.
Cuando termin, simplemente se recost en su silla y se qued
distante y pensativo.
Ria agradeci la interrupcin del servicio de t. Despidi a la
doncella y sirvi para ambos. "Hay otra cosa," dijo ella,
entregndole a Oeste su taza. "Le escrib a la seorita Parr sobre
el deseo del seor Beckwith de asistir a su actuacin en la obra
La guillotina veloz. Crees que habr recibido mi carta?"
"S que no lo hizo. "
"Cmo puedes estar seguro?"
l utiliz sus dedos para marcar las razones. "El Teatro Drury
Lane sigue en pie. Lord Beckwith contina respirando. Miss Parr
actu con gran xito generalizado. Tienes que creerme cuando te
digo que Sur debe haber influido en una o todas estas cosas."
"Tal vez la seorita Parr no le cont."
Ella vio que esto no se le haba ocurrido a Oeste. "Si es tan seguro
que Lord Southerton actuara de manera tan irresponsable, podra
habrselo ocultado para protegerlo de s mismo."
"Te aseguro que no habra habido nada imprudente en las
acciones de Sur. Habra habido un plan. Sur siempre tiene un
plan." Mirando a Ria constantemente por encima del borde de su
taza de t dijo.
"Creo que la seorita Parr no tiene secretos para Sur. Hay muchas
posibilidades de que se casen."
"En verdad?"
"Hay una apuesta entre nosotros al respecto. He jugado veinte
chelines".
Ri entre dientes ante la sorpresa de Ria. "Es hora de que sepas
que en este medio siempre hay una apuesta. Hasta la madre de
Norte ha participado, sin embargo, nunca es por ms que unos
pocos soberanos."
"Esto es algo que hacan en Hambrick Hall, no es as?"
l asinti con la cabeza. "Nuestros bolsillos estaban
invariablemente vacos en aquellos das, y en verdad, hasta hace
muy poco no podra haber participado con el resto del club si
hubieran optado por realizar apuestas importantes."
"Ellos se aseguraron de que fueras incluido, entonces."
"Siempre." La curva de la boca de Oeste se suaviz. "Ests
preocupada por esta noche, Ria? Creo que descubrirs que son, en
todos los sentidos, hombres honorables y decentes."
"No lo dudo. T los elegiste como amigos."
"Tal vez," dijo. "Entonces, de nuevo, tal vez me eligieron a m."
Termin su t, y luego se inclin hacia delante en su silla y apoy
los antebrazos en las rodillas.
"Les gustars enormemente."
Ella se sonroj un poco al ver que l haba adivinado su
incertidumbre. En verdad, haba estado menos ansiosa con motivo
de su primera presentacin a la sociedad.
"Norte, Sur, Este, Oeste. Amigos para siempre nos hemos
declarado. Las otras verdades las negaremos porque somos espa,
lince, marinero y soldado.", recit en voz baja. "Tu Club de la
brjula es un crculo formidable. No puede ser una cosa fcil ser
parte de ella".
"Ya ests en medio del Club tambin, sabes nuestra rima."
Ria consider esto. "Hay una apuesta con respecto a nosotros?"
"Sin duda alguna. Yo no s los detalles pero sospecho que
Elizabeth lo puso en movimiento y que Finch, como traidor que
es, se ha convertido en su principal fuente de informacin."
"Tu ayuda de cmara?, por qu, es"
"Solapado? Espantoso? Doblemente inteligente?" Oeste se
ech a rer. "Ella slo est dando vuelta el tablero. Ella y Norte
fueron objeto de una apuesta de este tipo y todo ha terminado
bastante bien. Mejor que eso, porque ellos sin duda se aman." Vio
la luz rasante de Ria profundizarse ms aun cuando le sostuvo la
mirada. "Fue Elizabeth quien te cont nuestra rima?"
"S".
"No se puede esperar demasiado de ella. Sur tena diez aos, creo,
cuando la escribi."
"Eso puede ser, pero Lady Northam dice que Norte se convirti
en un soldado, Sur, en marinero, Eastlyn, es todo un lince y t...
bueno, est claro que no eres ms que un empleado de la oficina
de asuntos exteriores."
Oeste se encogi de hombros. "En lo que respecta a Sur y Miss
Parr, deben ser informados acerca del inters de Beckwith en ver
su actuacin."
Ria no ofreci ninguna objecin cuando Oeste retom la
conversacin desvindose del asunto en cuestin. Tal vez slo era
que no estaba acostumbrado a contar para qu haba sido
contratado por el coronel, pero ella pens que igual de probable
era que l no considerara que su contribucin sea cual sea la
naturaleza exacta de lo que haca fuera algo excepcional.
Decidi que poda dejarlo pasar por el momento, pero l
aprendera que ella no siempre reaccionara de esa manera.
"Se lo dirs esta noche?" pregunt Ria.
"No. Esta tarde. Hay muchas posibilidades de que Herndon y Sir
Alex hayan visto las pinturas de Beckwith, o sean dueos de otras
como esas. Sur y Miss Parr van a querer saber lo que has
escuchado antes de asistir."
"Entonces, crees que van a asistir de todos modos?"
"Estoy seguro de ello." Su mirada verde estaba fija en la de ella.
"Cuando Sir Alex deje la recepcin, Northam y Elizabeth lo
seguirn en su carruaje. Sur y Miss Parr han acordado seguir a
Herndon. East y Sophie estaban muy dispuestos a colaborar
tambin, pero todos estamos de acuerdo en que su parte es
divertirse en la recepcin y tratar de evitar que Herndon y Cotton
se vayan demasiado pronto".
"Por qu debera importar el momento de su partida?"
"Porque no me gustara ser atrapado en una de sus casas."
"Ya veo." Ella apret los labios mientras pensaba qu era lo que
Oeste no haba dicho. "Y mi parte? Qu voy a hacer? Parece
que todo ha sido puesto en marcha por mi culpa, pero no se me da
nada que hacer. "
"Recordemos por un momento que no anticip su llegada.
Nuestros planes se elaboraron hace ms de un semana. Se me
ocurre que vas a estar lo suficientemente segura con Norte y
Elizabeth, a menos que desees permanecer en la recepcin con
Eastlyn y Sophie."
A Ria no le gust ninguna de las dos opciones, y lo demostr
encogiendo los hombros y elevando la barbilla. "Yo preferira ir
contigo."
Oeste se mostr ligeramente asombrado.
"Esa no es una de tus opciones."
"Por supuesto que lo es. Es una que no tienes intencin de darme.
Crees que no puedo hacerlo?"
"No, en absoluto. Creo que yo no puedo hacerlo. No si ests
conmigo."
La decepcin de Ria no disminuy, pero dijo. "Muy bien,
entonces voy a ir con lord y lady Northam." Pens que sera el
menor de dos males. Al menos poda abrazar la ilusin de que
estaba haciendo algo.
"Tendrs que superar tu renuencia a permitir que yo comparta
contigo tus asuntos. Ambos estaremos en la reunin del consejo
de Administradores. Si ha de ser la trampa que crees que es,
entonces debo estar tan preparada para ella como t".
Oeste no respondi de inmediato. No encontraba ninguna manera
conveniente para decirle esto, se dio cuenta. No tena un
argumento, deba ser directo. "No podrs asistir a la reunin, Ria.
Espero que lo entiendas."
"Cmo dices?"
Saba perfectamente que lo haba odo bien, slo que no quera
creer lo que le haba dicho.
"T no estars presente en la reunin."
"Eso es absurdo."
"No dudo de que piensas que lo es, pero todava no has sabido
apreciar la magnitud de la crueldad de los obispos. Sea lo que sea
que est en marcha aqu, no es la obra de unos pocos hombres.
Por naturaleza, al ser un miembro de la la sociedad, cada uno de
los administradores est involucrado en la desaparicin de la
seorita Petty. Sir Alex pudo haber actuado solo para atraer a la
seorita Petty lejos de la escuela, pero no es posible que haya
actuado sin la aprobacin del resto de ellos, no tienen secretos el
uno del otro. Tienen secretos para todos los dems".
"Todava es difcil para m creer que todos ellos acten con tanta
astucia y engao", dijo en voz baja, "pero eso es slo porque he
llegado tan tarde a comprender el carcter de estos hombres.
Estoy convencida de que tienes razn en todos los sentidos acerca
de ellos".
"No es suficiente. No puedes estar convencida y que todava te
resulte difcil de creer. Habr muy pocas personas en la recepcin
de esta noche que sepa que la Sociedad de los Obispos existe
fuera de los pasillos y las aulas de Hambrick Hall, sin embargo, la
razn por la que podrn celebrar un asentamiento britnico en
Singapur a finales de ao se debe a que Eastlyn desafi a cinco de
ellos y los derrot."
Las cejas de Ria se levantaron ligeramente. Sus labios se abrieron
en una silenciosa "O."
"Las pinturas de la seorita Parr fueron hechas por un artista que
fue miembro de la Sociedad en Hambrick."
"No dijiste nada de eso cuando hablamos de las pinturas."
"Miss Parr haba sido secuestrado anteriormente por la misma
persona, y Southerton me haba pedido que guardara silencio al
respecto. No tena derecho a decir nada ms."
Ria no pudo esconder completamente su dolor. "Y t pensaste
que yo se lo dira a alguien?"
"No era cuestin de si yo confiaba en ti o no", dijo. "Simplemente
no tena derecho a decrtelo. Si eso no te satisface como
explicacin, no puedo disculparme por ello."
Ni siquiera pudo ofrecer una sonrisa que suavizara la dureza de
sus palabras, pero esper pacientemente a que entendiera que, si
se dieran las mismas circunstancias, l actuara de la misma
manera.
La barbilla de Ria se relaj y sus ojos azules se resignaron al
aceptar la explicacin a regaadientes. "Supongo que no puedo
obligarte a nada, cuando he dependido de tu discrecin desde que
te encontr."
Ella se burl de s misma con una sonrisa ligeramente sarcstica,
a continuacin, se lanz otra vez. "Los administradores tambin
son responsables de lo que le ocurri a la seorita Parr?"
Oeste neg con la cabeza. Hubiera sido mejor haber podido
responder de otra manera. "El secuestrador de Miss Parr actu
solo." Y se apresur a aadir: "No te ilusiones, las circunstancias
son muy diferentes a lo que pas con Jane Petty.
No s cmo Beckwith compr las pinturas del artista. Es muy
posible que haya habido un intermediario. Tampoco est claro si
cualquiera de los otros administradores posee otra pintura similar.
Por el bien de la seorita Parr, es una de las cosas que espero
descubrir esta noche! Sin embargo, incluso si encuentro otras
obras en los hogares de Cotton o Herndon, slo es una prueba de
que comparten el mismo inters por ciertos temas erticos y creo
que ya sabemos que eso es cierto."
Ria se sirvi cuidadosamente una segunda taza de t mientras
consideraba esto.
"Cmo se entiende el hecho de que el artista que pint a la
seorita Parr tambin fue un obispo?"
"Porque eso prueba que los obispos se conocen entre s, incluso
cuando no son parte activa de los mismos crculos. Este artista no
pertenece a ningn enclave organizado de la sociedad, pero no es
descabellado suponer que saba que Jonathan Beckwith era un
obispo, cuando hizo el trato para venderle las pinturas."
"Los obispos slo ponen su confianza en los dems obispos."
"No estoy seguro de que se confen todo en absoluto, sino que
slo confan sus secretos unos a otros. Es tal vez una diferencia
sutil, pero creo que es muy importante"
"El Club de la Brjula es diferente?" pregunt Ria.
"Existe confianza."
Ella asinti con la cabeza, todava preocupada. "Ustedes estn
slo los cuatro haciendo frente a una Sociedad de cientos de
personas."
"Lo s. Muchas veces hemos comentado que no es justo para
ellos."
"Ms evidencia de tu ingenio empobrecido."
Oeste sonri, impenitente. "Eres muy amable para caracterizarlo
como meramente empobrecido. Algunas personas han sealado
que entre nosotros cuatro no reunimos materia gris suficiente para
hacer un imbcil."
Ria suspir. "No lo sentiste un insulto, verdad?"
"Sur podra ofenderse," dijo alegremente, "porque l es, a todas
luces, brillante. El resto de nosotros estamos demasiado duros
para ser tan susceptibles."
No pudo hacer nada ms que rerse, y fue precisamente lo que
necesitaba para borrar la mayora de sus ansiedades. Lo que poda
hacer, decidi, era extender su confianza a l y a sus amigos.
Soldado. Marinero. Lince. Espa. Ella lo mir, pensativa, su
semblante perfectamente grave ahora. "Puedo saber que vas a
hacer en la reunin de los Administradores?"
"Por supuesto." Cogi su taza de t y se la tendi para que le
sirviera otra vez.
"Suponiendo que ninguno de los administradores sepa todava que
has llegado a Londres, van a enterarse poco despus de que
Herndon y Sir Alex te vean esta noche. No estoy seguro de por
qu no se me inform de tu invitacin a la reunin, salvo que
quisieran sorprenderme con su presencia all. Me intriga que
pensaran que tal cosa fuera posible, y slo puedo imaginar que
han credo que yo no tendra ninguna oportunidad para
comunicarme contigo antes de la Junta."
"Casi no lo hicimos ", dijo. " Slo dos de mis cartas te llegaron, y
ninguna de las tuyas a m."
"Pero sigues siendo mi pupila. Tendran que haber sospechado
que me visitaras al llegar a Londres."
"Supongo que s, pero tal vez saban que originalmente mi
intencin era no llegar a Londres hasta el da de la reunin."
"Le dijiste eso a Beckwith?"
Ella neg con la cabeza. "No a Lord Beckwith. Slo a los
maestros."
"A todos ellos?"
"S. Nos reunimos con regularidad para charlar sobre nuestros
estudiantes y lo que se requiere de nosotros como sus instructores
y siempre hay algo en relacin con el edificio. Naturalmente, les
dije que me haban invitado a Londres para una reunin de la
junta."
"Cul fue su reaccin?"
"Casi ninguna. He tenido ocasin de venir aqu para las reuniones
antes. Estoy segura de que les dije que a la luz de lo ocupado que
todos estaban, tena la intencin de estar fuera el menor tiempo
posible".
"Y cuando decidiste salir de inmediato", pregunt. "Hubo
alguien que trat de influir en ti para que cambiaras tus planes de
nuevo?"
"Miss Webster estaba preocupada porque no crea ser capaz de
manejar la disciplina de las nias de ms edad, pero ella siempre
se preocupa por esa cuestin cada vez que debo salir. Mrs.
Abergast tom mi salida anticipada con calma."
"Y Miss Taylor?"
Ria no dijo nada durante un largo rato. A Miss Taylos siempre le
haba gustado Jenny, incluso admiraba su trabajo. Lo que tena
que decirle a Oeste no era fcil de admitir, sobre todo,
reconocerlo para s misma. "La reaccin de la seorita Taylor fue
poco convencional. Ella se enferm."
"Sospechas que fue una artimaa?"
"No tena ninguna razn para sospecharlo entonces. Lo hago
ahora."
"Por qu?"
Ria bebi un sorbo de t, y luego coloc la taza en su platillo.
"Hay varias razones, supongo. Ella nunca se ha quejado por
ninguna enfermedad, incluso cuando el resto de nosotros puede
ver que lo est. Cuando suger convocar al mdico, se opuso. Esto
no es inesperado, pero me convenci, y yo no envi por l.
Hubiera accedido a quedarme ms tiempo si la seora Abergast
no hubiera ofrecido desempear algunos de los deberes de la
seorita Taylor. Tuve un pensamiento fugaz de que la seorita
Taylor no pareci tan contenta como debera haber sido, pero
pas desapercibido y no pens en ello hasta ahora.
"Desde anoche he pensado bastante sobre el asunto. No te
sorprenders al saber que la seorita Taylor es la persona ms
lleva y trae de la escuela. Tambin es la que sugiri al Sr. Oliver
Lytton como la persona que investigue la fuga de Jane y la ms
concluyente, creo, es que ella tiene mucho ms talento que lo que
sus dibujos de los administradores podran sugerir.
Lo has visto en su retrato de Jane".
"Cunto tiempo ha estado ella en la academia de la Seorita
Weaver?"
"No estoy segura. He estado all seis aos, y ella estaba all por lo
menos cinco aos antes que yo."
"Por qu no se la nombr directora cuando el puesto estuvo
disponible?"
"Yo creo que ella no lo quizo."
Oeste consider. "Tal vez fue por mutuo acuerdo que no ocupara
ese puesto. Si hay un problema grave en la escuela, es muy
probable que la directora sea despedida. Los Administradores no
querran que la seorita Taylor se fuera, no si les sirve de ojos".
"Una espa, quieres decir."
La taza de t y el platillo de Oeste se sacudieron mientras los
dejaba sobre la mesa.
"Ms que eso," dijo, ponindose de pie.
Sin decir una palabra para explicar su intencin, sali de la
habitacin, slo para aparecer minutos despus, con un libro bajo
el brazo. Lo sostuvo en alto para que Ria pudiera ver el cuero
verde oscuro y los adornos dorados en el lomo. "No creo que
Norte me perdonara si Elizabeth hubiera encontrado esto en la
biblioteca. Lo traje conmigo hoy y lo puse donde pens que t y
yo estaramos teniendo esta conversacin. Lo reconoces?"
"Debera ser una perfecta idiota si no lo hiciera."
l se alegr de ver que a pesar de la agudeza de su tono, Ria
todava tuviera la capacidad de sonrojarse ante la visin del
mismo. "Aprend algunas cosas interesantes sobre el libro cuando
se lo llev a Sir James Winslow. l es mi fuente para todo lo
relacionado con publicaciones. En poco tiempo l fue capaz de
decirme que el libro fue realizado muy probablemente entre 1750
y 1790, de acuerdo al estilo de encuadernacin y la calidad del
papel, conoca dos casas de impresin y grabado que todava se
dedicaban a efectuar la misma obra. Podran haber hecho el
trabajo o saber algo de ella, y l amablemente se ofreci a
averiguar mientras tanto."
Ria se desliz hacia el borde de la silla, como si quisiera saltar en
cualquier momento. "Y?"
"Y l me inform hace poco que este libro fue impreso por una
pequea prensa que ya no funciona. Distribuyeron principalmente
folletos religiosos y colecciones de sermones, si puedes creerlo,
pero parece que eran conocidos por algunos como publicadores de
libros de esta naturaleza. Era una empresa rentable hasta la
Revolucin francesa. El propietario viaj a Pars poco despus de
la cada de la monarqua, y fue arrestado y ejecutado
sumariamente por publicar materiales sediciosos". Oeste mir el
libro e hizo un encogimiento de hombros con un toque galo
inconfundible. "Supongo que no tuvo la oportunidad de mostrar
algunas de sus obras lascivas, lo que podra haberle prolongado la
vida."
La boca de la Ra se frunci, desaprobando el tenor de su humor.
"Es la vida de un hombre, y no debes hablar con tan poco
respeto."
"El nombre del hombre era Neville, Ria. George Andrew
Neville." Oeste no se sorprendi como Ria se puso de pie.
Haba estado esperando slo por esta reaccin. "Ests
familiarizada con el nombre, entonces."
Cmo no iba a estarlo?, pregunt. Fue grabado en una placa de
oro debajo de otro de los retratos que cruzaba con regularidad en
el saln de la academia. Ria saba que Oeste no necesitaba la
confirmacin de su declaracin, pero no poda permanecer en
silencio. "Su hijo se sienta en la junta directiva. Su padre fue uno
de los fundadores. Uno de sus nietos ya se ha marchado de
Hambrick. El otro est all en la actualidad. Supongo que me dirs
que los chicos son obispos."
"S. El coronel lo ha verificado por m." La mirada de Ria fue de
impotente confusin. "Cul es la naturaleza exacta que este
legado ha forjado?"
"Riqueza. Posicin. Influencia. La capacidad de obligar a otros a
cumplir sus rdenes es fundamental para la sociedad. Poder, Ria,
en cualquier forma. Fue el poder poltico lo que motiv a Eastlyn
a enfrentar a los obispos. Los Administradores fundadores de la
Academia de la Srta. Weaver tenan una inclinacin ligeramente
diferente".
Oeste abri el libro y mostr a Ria una ilustracin del joven con
su espalda pegada a la columna jnica y la mujer de rodillas
delante de l. Le seal la cara del hombre, y pregunt.
"Sabes quin es, Ria?"
Estudi las caractersticas, luego sacudi la cabeza.
"Yo no haba visto el parecido tampoco antes," le dijo, cerrando el
libro. "Es el to de Jonathan Beckwith. Anthony Beckwith. Este
dibujo fue hecho aos antes de su retrato, aos antes de
convertirse en administrador. Debido a los antecedentes comunes
de los retratados, es obvio que los que tienen un puesto en la
junta, gozan de ciertos privilegios".
Ria se estremeci. "Cmo puedes estar seguro de que es Sir
Anthony?"
"Alguien con quien habl James Winslow, un anciano ahora, lo
record."
"No lo creo. No hace mucho tiempo."
"Aparentemente Beckwith era un visitante frecuente de la
imprenta de Neville cuando se estaban haciendo los grabados.
Este caballero era un aprendiz en esa misma tienda hace tantos
aos. Admitirs que las ilustraciones no son fciles de desalojar
de la mente de uno."
"No puedo a admitirlo", dijo Ria.
Oeste templ su sonrisa. "Esta ltima informacin te va a gustar
an menos. La mujer en la otra ilustracin de la"
Ria interrumpi. "No es posible que tengas un nombre para poner
a su cara."
"No. Por desgracia, no. Pero este mismo caballero record algo
que Neville y Beckwith dijeron mientras examinaban los
grabados. Dijeron que Sheridan no saba ni la mitad cuando
escribi La Escuela del Escndalo, que la seorita Weaver
habra abierto sus ojos a lo que era la importancia en la
educacin".
Oeste levant la mano, deteniendo las preguntas de Ria.
"Tambin me preguntaba por qu iba a recordar un intercambio
de palabras. l slo era un aprendiz de impresor. Un simple
muchacho. Pero tal vez su edad, explica su gran inters, y la razn
por la que Neville y Beckwith hablaron libremente, en su
presencia.
"l haba visto una actuacin de La Escuela del Escndalo slo
unos das antes, por lo que entendi la referencia a la obra. l
pens que la seorita Weaver deba ser el nombre de la mujer de
la ilustracin. Relacion las dos cosas inmediatamente en su
mente y nunca lo olvid. Creo que podemos confiar en su
memoria, Ria, a pesar de que l no comprendi la importancia de
lo que haba odo."
Oeste se acerc a ella y le cogi las manos entre las suyas. "T y
yo sabemos que Neville y Beckwith se referan a la Academia de
la seorita Weaver."
Ria asinti bruscamente.
"Debo decirte el resto?" pregunt con suavidad. "O prefieres no
escucharlo."
"Dilo", dijo. "Di todo."
"Lo ms probable es que las mujeres jvenes que aparecen en las
pinturas fueran estudiantes de la escuela, elegidas por su fina
apariencia y modales para que presten servicios tales como los
que ves en sta pgina y es igualmente probable que la seorita
Jenny Taylor sea la proxeneta de la Sociedad de los obispos".
Captulo Catorce
La recepcin era un apiamiento. Ria avanz a travs del camino
obstruido de la entrada de la sala de baile hasta que encontr un
rincn desocupado al lado de una maceta de helechos casi tan alto
como ella. Las delicadas frondas plumosas se balanceaban, a
veces rozando su mejilla mientras las corrientes de aire se
agitaban por los giros veloces de los bailarines.
Ria abri de golpe su abanico de seda y lo us para ocultar
cortsmente un bostezo indecoroso.
Se dio cuenta que la falta de sueo le estaba pasando factura, no
importa que estuviera nerviosa y tensa como la cuerda de un arco.
Ella haba tenido poco muy poco descanso en su viaje a Londres,
y slo unas pocas horas desde su llegada.
Elizabeth haba insistido en que durmiera la siesta antes de la
recepcin, pero despus de las revelaciones de Oeste, le result
imposible hacerlo. Tumbada en la cama en su habitacin, se haba
limitado a mirar el dosel superior y preguntarse por qu no se
senta algo ms que somnolencia.
Y la seorita Jenny Taylor es la proxeneta de la Sociedad de los
obispos. Las palabras no eran un eco dbil en su cabeza.
Ella poda or claramente cualquier cosa que estuviera dicindose
a su alrededor.
Mientras que las voces en el saln de baile zumbaban
indistintamente, an resonaba en su cabeza el tono exacto de la
voz de Oeste.
Ojal se hubiera desmayado o incluso caido enferma. Oeste haba
rondado por un momento como si esperara que alguna de estas
reacciones pudieran ocurrirle, pero la conmocin inicial pas tan
rpido que Ria lleg a entender que no fue precisamente sorpresa
lo que haba experimentado, sino ms bien una adormecida
resignacin. Que ella no sintiera sus palabras como un golpe
fsico, la hizo darse cuenta de cunto tiempo haba estado
abrigando sospechas similares. No es que hubiera podido
expresarlas en voz alta, lo entenda ahora.
Algunos pensamientos eran tan espantosos que haban resistido
incluso el ms privado de los exmenes.
Emily Barret. Amanda Kent. Mara Murdoch. Sylvia Jenner.
Ria enumer los nombres en su mente como si estuviera tomando
asistencia.
Todas ellas haban sido estudiantes de la escuela durante su
mandato de seis aos, y todas ellas se haban marchado antes de
su graduacin. A diferencia de Jane Petty, ninguna lo haba hecho
de forma inesperada, y nadie se preocup por lo qu sera de ellas.
El futuro de esas jvenes haba parecido ms brillante cuando
salieron de la academia que cuando entraron en ella.
"Estas tan plida como la leche", dijo Oeste.
Sorprendida en su ensueo desagradable por lo que fue sin duda
una observacin exacta, los dedos inertes de Ria soltaron el
abanico, que se cay, todava abierto, y qued colgando de su
mueca por su cordn de seda.
Lo busc a tientas por un momento antes de lograr colocarlo
cerrado y seguro en su palma.
Al ver que su compostura se desmoronaba, Oeste le ofreci su
codo.
"Ven, el prtico est vaco. No muchas personas estn dispuestas
a aventurarse a temperaturas ms frescas para disfrutar del aire
puro".
Ria coloc su brazo sobre el suyo y le permiti que la condujera
al exterior.
Mientras que ella slo haba sido capaz de moverse a travs de la
multitud a empujones antes, del brazo del duque de Westphal, los
invitados se abran a su paso. En el borde del gran prtico, Ria se
desprendi del brazo de Oeste y se apoy en la balaustrada de
mrmol. La noche era clara y ntida y las estrellas brillaban en el
cielo ndigo con tanto brillo como los diamantes en el saln de
baile.
"Quieres que te enve de vuelta a Oxford Street?" pregunt
Oeste. "Puedo decirle a mi chofer que te lleve. No tienes
necesidad de esperar a Norte y Elizabeth."
Vacil en su respuesta, pero finalmente neg con la cabeza, y
Oeste dudaba que pudiera hacerla cambiar de opinin. "No
puedes culparte, Ria, ests equivocada, no haba forma de que
hicieras algo por ellas."
No sorprendi a Ria en absoluto que Oeste hubiera adivinado el
tenor de sus pensamientos. "Pero lo saba", dijo en voz baja. "O
por lo menos creo que lo sospechaba. Debera haberte contado
sobre ellas desde el principio. No debera haber esperado hasta
enfrentarme con todo esto."
Oeste dio la vuelta y se sent en el borde de la barandilla. Puso
una mano sobre la de Ra. "Qu deberas haberme dicho?
Qu cuatro estudiantes dejaron la Academia porque buenas
familias vinieron a buscarlas? Debe haber parecido una causa para
celebrar, en lugar de lo contrario. Es slo que en retrospectiva
ahora puedes ver similitudes con la situacin de la seorita Petty".
Ria saba que tena razn, sin embargo, no era cosa fcil
absolverse de la culpa.
"Todas ellas tenan benefactores en el consejo de
Administradores. Llegaron a la escuela a una edad temprana, cada
una de ellas provenientes de casas de hurfanos. Eran las chicas
ms guapas. Mara y Emily tenan mucho talento en el piano.
Amanda Kent era animada y alegre, muy popular entre las dems.
Sylvia era la mejor alumna, ms silencioso que las otras,
escrupulosamente educada y siempre caritativa." Ria mir de
reojo a Oeste. "Al igual que Jane, la seorita Taylor mostr un
inters especial en ellas. Pens que era porque no tenan a nadie."
Su sonrisa vacil, a la vez triste y burlona. "Supongo que no me
equivoqu.
En realidad no. Que ha sido de ellas?"
Oeste no tena respuesta para eso. De hecho, trat de no imaginar
nada. En palabras de Ra, haca un poco ms de un ao que Sylvia
haba dejado la escuela.
Su salida se produjo justo antes de que fuera asignada al cargo de
directora. Las otras tres se haban ido antes. Meses, tal vez aos,
entre cada desaparicin.
Emily tena quince aos cuando se fue con una pareja sin hijos de
Nottingham.
Amanda y Sylvia haban cumplido su decimosexto ao cuando
salieron de la escuela para sendos hogares en Londres.
A los catorce aos, Mara haba sido la ms joven en irse.
"No se puede tener la certeza de que no estn ubicadas en los
hogares de las familias que las acogieron", dijo Oeste.
"Estoy segura", dijo Ria debidamente.
"As que, preferira que no intentaras levantarme el nimo con
falsas esperanzas."
Oeste admiti que tena razn. Le pareca que fue el puesto de Ria
como directora que haba hecho que los administradores se
mostraran reacios a llevarse a las nias de la academia de la
manera usual.
Habra habido una cierta agitacin entre ellos acerca de su
nombramiento para el cargo, pero sospechaba que esos recelos se
tranquilizaron por su conexin con el duque. Aun as, deban
haberse preocupado de que ella fuera ms exigente que su
predecesora en el cuidado de las nias una vez que se hubieran
ido de la escuela. No era tan probable que Ria se conformara con
una carta ocasional escrita por alguna de ellas.
Ria Ashby tomara la responsabilidad de visitar a las jvencitas
que estaban expresamente en su cuidado y asegurarse de que las
familias estaban cumpliendo con lo prometido al sacarlas de la
institucin.
Cuando Jane Petty hubo madurado lo suficiente como para llamar
la atencin de Sir Alex Cotton, concibi un enfoque diferente.
Esta vez no habra ningn familiar.
La repentina partida de Jane apuntara a una fuga impulsiva y
dara lugar a nada ms que nueve das de incertidumbre. Lo que
Sir Alex no poda saber era que Jane mantendra su admirador
caballero en secreto de todos, excepto de Amy Nash, y que Amy
Nash tardara tanto tiempo en compartir esa informacin.
Mientras tanto, simplemente parecera que Jane haba
desaparecido, esperando que las aguas se tranquilizaran. Contratar
al seor Lytton para encontrar a Jane proporcionara un alivio
temporal, pero Sir Alex y los administradores fueron confundidos
de nuevo por la muerte del duque. Debera haberse dado cuenta
de la enormidad de su error por el nombramiento de Ria como
directora cuando se fue de inmediato a Londres para pedir al
nuevo duque de Westphal que se involucrase en los asuntos de la
escuela.
"No me gusta dejarte aqu ", dijo Oeste.
"No estoy seguro de que ests del todo bien. Comiste muy poco
en la cena."
Ria se enderez. Estaban ms all del crculo de luz de las velas
procedentes de la sala de baile, pero poda distinguir sus rasgos lo
suficiente como para notar su preocupacin.
"No debes preocuparte por m. Le he prometido un baile a Eastlyn
cuando Sophie se siente con el coronel Blackwood, y estoy segura
de que Norte y Sur se vern obligados a dar una vuelta conmigo
cuando sus esposas estn ocupadas de manera similar. El coronel
ha prometido entretenerme, y tengo tantas preguntas para l que
estoy segura que lamentar la oferta."
Oeste no se perdi la nota de disimulado bienestar en su voz, y le
sonri porque ella lo esperaba. l no olvid que la haba sacado
de su escondite en la sombra de una maceta de helechos.
"Supongo que si te refieres a interrogar a Blackwood, no puedo
irme demasiado por tiempo, de lo contrario no voy a tener
secretos para contarte a la vuelta."
Ria asinti, buscando su rostro. "Vas a tener cuidado, no es
cierto?"
"S". Inclin la cabeza y la bes suavemente en la boca. Sus
labios estaban secos y frescos y sin pasin.
"Voy a hacer lo correcto, Ria," susurr, tomndola en sus brazos.
"Te prometo que voy a hacer lo correcto."
Ella no respondi, pero lo abraz con fuerza hasta que
suavemente se apart. Sin decir una palabra, volvieron al saln de
baile, y se escabulleron en la aglomeracin de personas. Ria no
deseaba compaa.
El marqus se acerc primero y le record su baile prometido. Ria
le acompa a la pista y tom su lugar en la fila.
Eastlyn demostr ser un compaero fcil, con la participacin de
ella en la conversacin lo justo para evitar detenerse en las
actividades de Oeste.
"l sabe lo que hace," Le asegur Este.
Ria se dio cuenta de que los reflejos en su pelo de color castao
destellaban mientras pasaban bajo la araa de cristal.
"Admitiras si no lo supiera?"
"l lo hara." Su media sonrisa apareci. "Pero yo no."
Ella frunci el ceo ligeramente, no muy segura de su significado.
"Ests diciendo que" Se qued en silencio, tropezando cuando
vio a Sir Alex Cotton de pie al borde de la multitud. Pareca estar
atento a la conversacin animada de una mujer que le estaba
bateando juguetonamente en el antebrazo con el abanico.
"nimo, Srta. Ashby", dijo Este, ayudndola a recuperarse con
gracia.
"Los ojos en m. Mi esposa dice que soy un tipo bastante guapo y
que puedo mejorar con el pasar de las horas, pero no voy a
convencerte fcilmente si no puedo mantener tu atencin ni el
tiempo que dura un baile."
El color rosa en las mejillas de Ria podra deberse al calor de la
habitacin o los esfuerzos de la danza, pero ambos saban que no
era as. "No vas a dejar que me desmaye, quieres? Slo lo he
hecho una vez, pero no he conseguido hacerlo con gracia."
"Voy a mantenerte en posicin vertical aunque deba pararte sobre
los dedos de mis pies." Vio que su promesa solemnemente hecha
le rob una dbil sonrisa.
"Has divisado a Cotton?", pregunt. "O a Herndon?" "A Sir
Alex. Quin est con l?"
"Ella es la seora Powell. Varios aos viuda y una flirteadora
empedernida.
Tiene riqueza propia y ningn inters en el matrimonio. Eso es lo
que la hace una compaera tan deseado."
Ria se pregunt por el inters de Sir Alex. Era fingido? La
Seora Powell era sin duda lo suficientemente atractiva como
para captar la atencin de un caballero, pero Ria saba algo acerca
de los gustos de este caballero que le hizo pensar que la dama
podra tener los dientes demasiado largos para l. Por otra parte,
quiz las chicas de la escuela no eran ms que una diversin, un
entretenimiento para disfrutar una vez, y luego despedirlas
fcilmente. Poda ser que l estuviera realmente intrigado por las
atenciones insignificantes de una mujer que era su igual social.
Eastlyn llam la atencin de la Ra de nuevo. "El verano pasado
pensaba que iba a echarle los perros a Southerton, pero se las
arregl para eludirla."
El vizconde era ms alto que muchos de los hombres de la
periferia de la pista de baile. Aun as, Ria escuch su risa antes de
que ella viera su mata de pelo negro.
Tena la cabeza ligeramente echada hacia atrs, exponiendo su
cuello, y su disfrute de ese momento era evidente. Aunque no
poda ver a la seorita Parr, ni tampoco a los padres de Sur,
sospechaba que estaban cerca y muy entretenidos por l.
"No creo que l est distrado de su tarea," le dijo Este. "Estoy
seguro de que sabe la ubicacin exacta de su presa."
"Yo no lo cre ni por un momento. l est mirando a Herndon,
entonces?"
Este asinti. "Y Norte es responsable de Cotton, por lo menos
mientras yo estoy con vos."
Ria pens que el marqus haba sacado la pajita ms corta. Ella no
dijo nada, porque estaba segura de que lo negara galantemente.
En cambio, se concentr en la secuencia de sus pasos y dej que
la msica llenara el silencio entre ellos.
Norte la invit para un baile en la siguiente cuadrilla, luego Sur
apareci para hacer lo mismo. Facilitada por su confianza y
desviada por su buen humor, Ria en ocasiones fue capaz de
olvidarse de que se senta tan abominablemente culpable y
disfrut del momento. No fue diferente una vez que estuvo
sentada junto a la invitada de honor.
Entre las interrupciones de los asistentes que an no haban
ofrecido sus felicitaciones, el coronel Blackwood habl con total
conocimiento de arte, literatura, msica, y, por ltimo, de Oeste.
Ria estaba atenta a cada parte de su conversacin, pero sobre todo
a la ltima. No fue necesario interrogar al coronel. Hablaba
libremente, y con evidente afecto, de Oeste como un hombre ms
joven. Ella estaba segura de que haba mucho que por necesidad
qued sin decir, pero Blackwood llen una gran parte de las
lagunas que tena sobre Oeste.
El coronel termin su bebida y friccion el vaso vaco entre sus
palmas. "Te estoy aburriendo", dijo. "Eso es todo? Os he
deleitado con una de sus hazaas ms terribles, y ya no tienen el
poder de asombrarte."
Ria baj rpidamente su abanico.
"Qu? No! No es ese el caso."
"Mi querida," dijo el coronel suavemente. "A pesar de que est
bostezando con considerable delicadeza detrs de su abanico,
usted est bostezando, sin embargo, y no creo que me equivoque
que sus miradas como dardos ocasionales son a beneficio de la
bsqueda de Oeste o tratar de saber que hora es. Puedo decir con
completa seguridad de que no ha vuelto, de lo contrario vendra
de inmediato a su lado. En cuanto a lo otro" Blackwood
consult el reloj dentro de su levita. "Ha pasado media hora de las
diez."
"Tan tarde?" Ria tena el temple suficiente como para disimular
su angustia, pero no pudo ocultarla por completo. "Por qu no ha
vuelto?"
"Debido a que no ha terminado", dijo el coronel con sencillez.
"Crees que estoy distrado de su ausencia?, pues no.
Confa en m, conozco a mis hombres, Srta. Ashby. Oeste no hace
nada si no es a fondo."
"No tienes miedo por l?" Blackwood dej de rodar el vaso y
mir a Ria gravemente. Pareca demasiado joven, de repente, o tal
vez slo era que se senta tan viejo. "No te voy a insultar diciendo
que yo nunca he tenido miedo por l, pero rara vez ha sido sobre
las cosas que piensas." l sonri suavemente y le hizo meditar en
lo que ella estaba pensando. Sosteniendo su vaso, pregunt:
"Puedo atreverme a pedirte que"
Ria se puso de pie de inmediato y tom el vaso de su mano. "Yo
debera haberle ofrecido antes", dijo. "Slo ser un momento."
Estaba agradecida por la oportunidad de hacer algo, incluso algo
tan pequeo como rellenar el vaso del coronel. Desde su llegada a
la recepcin, haba sido vigilada y mimada. Ella estaba casi
asfixiada por tantas buenas intenciones.
Agarrando el vaso vaco de Blackwood, Ria aprovech la
oportunidad para escapar.
Los refrescos se servan en la habitacin contigua, y Ria avanz
decididamente en esa direccin. No era la distancia lo que
planteaba el problema, sino el aglomeramiento de gente en la
entrada.
Deslizndose y, ocasionalmente, agachndose, pidiendo perdn a
dos matronas y un seor de edad para pasar entre ellos, haciendo
una pausa de vez en cuando para un intercambio corts de bromas
sin importancia, y, finalmente, blandiendo su abanico cerrado
como un atizador, Ria fue capaz de moverse a travs de la
multitud sin ninguna lesin y con algn inconveniente menor a
los dems.
Como era tan frecuente en esos casos, una vez que se escabull a
travs del montn apretado de invitados que bloqueaban la puerta,
la gente pululando alrededor de la habitacin de refrescos eran
exactamente once. Un lacayo, que evidentemente haba sido
disuadido por la multitud, se acerc rpidamente y se ocup de su
vaso. Ella lo sigui a la gran ponchera de cristal, pero cuando
levant la cuchara, ella lo detuvo.
"Yo no creo que haya sido ratafa lo que estaba all", dijo.
Mientras avanzaba entre el gento, haba tenido el vaso del
coronel apretado contra su pecho. No era el aroma de zumo de
fruta y brandy, ni el dulce aroma de las almendras lo que se
detectaba en la copa.
Inclinndose hacia adelante a modo de confidencia, Ria le dijo el
lacayo, "Whisky, creo. Lo mejor que tengas. Es para el coronel
Blackwood."
"Por supuesto." El criado se dirigi al aparador detrs de l y en
poco tiempo verti en el vaso dos medidas generosas de whisky.
Se lo entreg a ella y esper que solicitara algo para ella misma.
"No estoy segura de que puedo manejar dos vasos", dijo Ria,
mirando hacia atrs por donde haba venido.
"Hay otro camino." El lacayo dej que sus ojos se deslizaran
hacia los lados, apuntando a su izquierda.
Ella sigui su gesto y vio que el revestimiento de madera de nogal
no era una sola pieza slida y que el mural en la pared por encima
de ella ocultaba hbilmente la mayor parte del contorno de una
puerta.
El pequeo anillo de bronce fijado en la pared era lo que haba
atrado su atencin y le revel el resto. Sonriendo con gratitud,
dijo, "Si puedes servirme una copa de jerez, con mucho gusto la
aceptar".
"Por supuesto." Se volvi de nuevo, le sirvi, y le dio el vaso con
delicadeza.
"Ese pasadizo le llevar a la galera", dijo. "A partir de ah puede
entrar al saln o pasar a la biblioteca. Desea que le acompae?"
"No, eso no es necesario. Estoy segura que no soy la primero en
salir por all esta noche, y nadie se ha perdido an."
"No, por cierto."
Con los dos vasos ocupando sus manos, Ria mir suplicante al
lacayo. Vio a su dilema y se fue de inmediato al panel de la puerta
y la abri lo suficiente como para que ella pudiera pasar. Ria hizo
una pausa en el otro lado del panel hasta que hizo clic volviendo a
su lugar detrs de ella.
La galera no estaba desierta. Haba asistentes como en cualquier
reunin de la alta sociedad, que preferan la compaa de sus
allegados antes que sofocarse entre la multitud. Si las
circunstancias no haban obligado a Oeste a estar en otro lugar y
sus amigos a estar en el saln de baile, Ria sospechaba que all es
donde se habra encontrado el Club de la Brjula.
Poda imaginarlo tomando posicin en una esquina de la
habitacin larga, tal vez bajo el gran retrato de los antepasados de
su anfitrin, hablando sobre las apuestas de caballos, y sobre la
identidad de la siguiente persona que deberan investigar.
Sonriendo dbilmente por sus propias reflexiones, Ria comenz a
cruzar la galera hasta la puerta que la llevara a la sala.
Ella era consciente de las cabezas que se daban vuelta a su paso,
aunque si haba alguna objecin a su intrusin, no la escuch.
Atrapados en la charla, la pareja que estaba en el sof le prest
escasa atencin.
El tro de matronas detuvo deliberadamente su conversacin. Un
caballero se volvi de su estudio de una pintura para aplicarle el
mismo escrutinio a ella, otra que se encontraba cerca simplemente
tom una pizca de rap. En la mesa donde estaban jugando a las
cartas, el juego continu sin interrupcin, aunque un caballero
descubri que era posible elevar su monculo y hacer su jugada
simultneamente.
A Ria le habra gustado quedarse, pero los sonidos suavemente
cadenciosos de la orquesta de cuerdas le hicieron comprender la
necesidad de volver a la sala de baile. Ella tambin era consciente
de que su ausencia no pasara desapercibida por mucho tiempo. El
coronel echara sin duda en la falta su bebida, incluso aunque no
deseara su compaa.
Uno de los lacayos dio un paso adelante desde su posicin de
centinela en la puerta y la abri cuando Ria se acerc.
Ria rechaz su oferta para ayudarla con las bebidas al pasar por el
pasillo.
La msica era ms fuerte aqu, al igual que el zumbido de
conversacin de los invitados. Mir por el pasillo hacia el grupo
de gente que se arremolinaba en la entrada a la sala de baile, y
supo que no poda soportar la idea de volver all por el momento.
La puerta detrs de ella ya estaba cerrada y no ofreca una fcil
retirada.
Record que el lacayo de la sala de refrescos haba mencionado
una biblioteca.
Pareca como una oferta de refugio ahora. No poda imaginar que
en una casa tan grande como sta slo hubiera una manera de
llegar a la habitacin.
Girando en silencio sobre sus talones calzados con zapatillas, Ria
tom impulso y se dio de frente con la figura de lady Powell.
A pesar de su asombro y la torpeza del encuentro, Ria se las
arregl para evitar que se derramara el Jerez. La generosa media
de whisky que haba estado llevando de manera protectora a la
altura de su pecho fue harina de otro costal. Se derram por
encima del borde del vaso y salpic la blusa y la falda de su
vestido.
Estirando sus dos manos como si quisiera protegerse de otro
avance determinado, Lady Powell salt hacia atrs, al tiempo que
emita un suave "Ooh. Cuando vio la bebida que manchaba la
parte delantera de la tnica de Ra, reuni el valor suficiente para
examinar la condicin de su propia vestimenta. A excepcin de
algunas gotas de whisky en su escote, ella estaba perfectamente
seca. Las bandas de raso que cruzaban su pecho y su tnica azul
hielo estaban sin defectos, al igual que todos los pliegues de su
vestido de seda drapeado.
Segura de que todo estaba perfecto en ella, Lady Powell volvi su
atencin a la vctima real en este lamentable accidente. "Oh, mi
pobre querida. Usted ha llevado la peor parte, a pesar de ha sido
muy amable de su parte hacerlo."
"No tena ni idea de que estuviera justo detrs de m", dijo Ria.
"Y yo no tena idea de que giraras como un derviche para revertir
tu curso." Ella mir significativamente los vasos Ria todava
sostena. "Ni la menor idea de que estaban llenos. Aqu,
permtame sostener uno." Sin esperar una invitacin, relev a Ra
del vaso casi vaco. "Ven, vamos a encontrar un lugar para que
puedas limpiarte y yo buscar a un sirviente. Estn por todas
partes, no es as?, excepto cuando tenemos necesidad de ellos."
Enganchando su brazo en el de Ra como si fueran grandes
amigos que se preparan para participar en un 'tte tte, la llev
por el pasillo fuera de la sala de baile.
"Yo soy la seora Powell," dijo "Mi difunto marido era el
Honorable Edmund Powell."
"Yo soy Mara Ashby."
"S, lo s. Mi marido conoca al duque de Westphal bastante bien.
Intereses polticos similares, creo, y planes de negocio. Todo ello
ms all de mi conocimiento, te lo aseguro. Cosas aburridas. Rara
vez tuve ocasin de cruzarme con Westphal. Conozco a su hijo
mucho mejor".
Ria se concentr en no derramar el Jerez, aunque el pelo color
zanahoria de la Seora Powell era tentador. Ella sospechaba que
su seora no estaba familiarizada con Tenley, tena pocas dudas
de que era a Oeste a quien se refera.
"Aaah, aqu estamos." Lady Powell se detuvo frente a una puerta
con paneles pulidos y puso su palma alrededor de la manija de
latn. "Creo que este es el saln de msica. " Ella abri un poco la
puerta. "S, alli estn el piano y el arpa.
No puede haber nada de malo en que usemos esta habitacin hasta
que me hayan informado de otras ms adecuadas.
Adelante. Slo ser un minuto antes de que vuelva, no ms." Ella
abri la puerta un poco ms para que Ria pudiera entrar.
"Uno o dos sorbos de Jerez no estaran fuera de lugar", aconsej.
"Usted est inexplicablemente plida."
La puerta se cerr detrs de ella antes de que Ria pudiera
reaccionar. Lady Powell estaba equivocada. Haba una
explicacin para el estado de su tez cenicienta: no estaba sola en
la habitacin. Sentado en el banco del piano, frente a ella, estaba
Lord Jonathan Beckwith.
A su espalda, Ria tante la manija de la puerta. Sus dedos se
cerraron alrededor de ella, y la gir. La puerta se sacudi pero no
se abri.
"No culpo a la seora Powell", dijo Beckwith. "Ella piensa que su
esfuerzo es a beneficio de apoyar la reconciliacin entre
amantes." Se puso de pie, sonriendo ante la expresin patente de
incredulidad de Ria. "Qu? No dirs que no me elegiras sobre
Westphal?"
"Yo no te escogera sobre un sapo."
Suspir, en absoluto ofendido. "Querida, es infrecuente esta
conducta y estos extraordinariamente malos modales en ti. Da la
casualidad que Lady Powell tampoco lo crey. Ella tiene ideas
diablicas en la mente, pero hay lmites para lo que cree. Ella slo
piensa que estoy actuando en nombre de Westphal y que mi
funcin es la de mantenerte aqu hasta que llegue el duque".
"Por qu piensa que Westphal y yo somos amantes?"
"Supongo que porque Sir Alex le dijo que lo eras. Herndon
tambin crey tan interesante chisme. Usted me debe absolver de
destapar la olla, ya que no me mezclo con los invitados. Usted tal
vez quedar ms impactada por el hecho de que no me hayan
incluido en este asunto". Hizo una sea a Ria para unirse a l en el
piano. "Vamos, debemos irnos ahora."
Ria no se movi. Lo que hizo fue abrir la boca para gritar. El
fuerte estruendo, discordante de las teclas del piano la acall y le
dej una sensacin de impotencia.
Slo alguien que pasara por el pasillo habra notado el ruido y
probablemente no gran parte de su grito. Lentamente cerr la boca
hasta que sus labios quedaron entreabiertos, y luego alz la copa
de jerez y bebi un sorbo. "No voy a ir a ninguna parte con usted,
seor Beckwith, por lo que le invito a tocar otra meloda."
Una ceja oscura se arque de forma espectacular. El efecto fue
una penetrante mirada helada, y Beckwith percibi que el temor la
recorra. La mano de Ria no era tan firme en el pie de la copa de
jerez como lo haba sido un momento antes.
"Ramera Insolente". Sonri de repente.
"No eres carente de atractivo, incluso creo que puedes mejorar."
Ria intent abrir la puerta de nuevo, pero el mango qued
atascado. Al otro lado del piano haba un par de puertas francesas.
Supuso que Beckwith la escoltara para salir a travs de una de
ellas hacia el jardn. Haba pocas posibilidades de que pudiera
llegar al prtico y volver a entrar, o por lo menos llamar la
atencin sobre s misma. Era casi seguro que alguien la estara
buscando. Ella tena que retrasar su salida.
Beckwith seal un punto en el suelo directamente delante de l.
"Ven aqu."
Se detuvo un instante y luego aadi en un tono que era como el
chasquido de un ltigo, "Ahora".
El estmago de Ria dio un vuelco. Los efectos de comer muy
poco en la cena y haber tenido tan pocas horas de sueo se
combinaron para hacer que se sintiera inestable y mareada. Al
menos eso fue lo que pens. No creera que fue a causa de la seca
orden de Beckwith. Sus rodillas temblaron, y se tom un segundo
trago de jerez. Se le ocurri de pronto que el desmayo podra ser
la tctica dilatoria que necesitaba. Sus ojos miraron
desesperadamente alrededor, evaluando rpidamente qu piezas
de mobiliario deba evitar.
"No lo hagas ", dijo Beckwith, adivinando sus pensamientos.
"No ests ansiosa de ver a la seorita Petty?"
Sin ser consciente, Ria dio un paso adelante.
"Muy bien." Beckwith anim su accin con una sonrisa
condescendiente. "Otro, por favor. Luego otro. Verdaderamente,
seorita Ashby, no puedo ser responsable de lo que le ocurra a
Jane si no vienes aqu pronto. Su bienestar depende en gran
medida de tu cooperacin. Entiendes?"
Ria asinti. Dej el vaso en la mesa y cruz la habitacin,
detenindose en el lugar preciso que Beckwith haba indicado
anteriormente. "Usted me va a llevar a ver a Jane?"
"Esa es exactamente mi intencin." l no insisti en que aceptara
su levita para combatir el fro, ni cuando ella se neg a tomar su
brazo. "As sea entonces, Srta. Ashby. Hay un carro esperando
por nosotros. "Se detuvo justo antes de abrir las puertas para salir
del saln. "Usted no querra llamar la atencin sobre su salida.
Hay mucho ms en juego que el bienestar de una de sus
estudiantes.
Usted tendr que considerar el bienestar de todas ellas."
La amenaza era tan grande y tan audaz que Ria no quera creerlo,
sus dientes empezaron a castaetear. Demasiado tarde, se dio
cuenta de que sus rasgos imperfectamente educados hicieron que
se percibiera en cierta medida su duda.
"Te importara apostar por ellas?"
Beckwith pregunt con calma. "Ya te he explicado lo que est en
juego."
Ria neg con la cabeza rpidamente. No fue posible evitar el
escalofro que suba por su columna vertebral. En lugar de cruzar
los brazos frente a ella, los dej caer a los costados y no trat de
resistir el estremecimiento.
"Bueno." La expresin de Beckwith no cambi, pero su tono
sonaba aprobador.
"Tenemos que darnos prisa."
Abri la puerta e hizo pasar a Ria exterior.
Le pareca que el aire de la noche era infinitamente ms fro de lo
que haba sido antes. Ella mir el prtico y vio que ninguno de los
invitados se haba aventurado fuera. Beckwith corri por el jardn
pequeo y cerrado, y Ria lo sigui. Hizo a un lado la puerta de los
criados, esper que Ria lo precediera, entonces tom la delantera
una vez ms. El carro que Beckwith haba contratado estaba cerca
del final de una larga fila de carruajes prestos para la conclusin
de la recepcin. El conductor reconoci a Beckwith y salt desde
su posicin privilegiada para ayudar en el embarque.
Ria se sent en la esquina. Cuando el conductor se dio cuenta de
que no tena abrigo, le ofreci su propia capa.
Ella no quera tomarla, pero sus dientes no detendran su
movimiento. La negativa era absurdamente inadecuada.
Ella lo vio, pero no pudo orlo, Beckwith le dio al conductor una
direccin antes de meterse adentro. Ria pens que iba a elegir el
banco frente a ella, as que cuando se sent a su lado casi
retrocedi.
Luchando por una medida de dignidad, Ria le dijo: "No tengo
planes para saltar desde el carro. No hay necesidad de bloquear la
puerta."
"Es eso lo que piensas? Slo pensaba halagarla con mis
atenciones." l se ri entre dientes cuando Ria se apret ms
contra la esquina. "Estoy seguro de que no pretendes ser
insultante, Srta. Ashby, pero es difcil considerar tus actitudes de
cualquier otra manera."
"No es que me esfuerce, Lord Beckwith. Me refiero a ser un
insulto."
"Hueles como una puta salida de los muelles. Qu has
derramado sobre ti?"
Ria se haba propuesto no estremecerse, y esta vez tuvo xito.
"Whisky. La bebida era para el coronel Blackwood."
"As que hacas de moza para el lisiado."
Ella no respondi. Haba un tono de aspereza en la forma en que
Beckwith pronunci las palabras. El olor del whisky era tan fuerte
que no poda decir si haba estado bebiendo.
"Una criada de taberna", dijo Beckwith.
"Disfrutaras de eso? Sirviendo bebidas para los brutos
marineros.
Sirviendo a las rdenes del regimiento."
"A dnde vamos?" Ria luchaba por no caer en la desesperacin.
Ella estaba llegando a entender que a Beckwith le gustaba la idea
de hacer que le temiera.
Tampoco lo desafiara tal como l deseaba. l no respondera
como lo haca Oeste.
La diversin de Beckwith era someterla, no seducirla. El no
aplaudira su esfuerzo, no lo apreciara. Cuando Beckwith la mir,
no haba piedad en su mirada oscura, slo desprecio. Era el tipo
de mirada reservada para alguien que deba comprender que la
lucha era intil. La mosca en una tela de araa. La polilla en la
cera caliente. La abeja en el tarro de cristal invertida de un
colegial.
As era como Beckwith la vea, mereciendo su estudiada, su
fascinacin, y, finalmente, su fra compasin porque no haba ms
esperanza para ella que la que tenan la mosca, la polilla, o la
abeja.
Beckwith se qued en silencio durante tanto tiempo que Ria crey
que no tena intencin de responderle. Cuando finalmente habl,
su respuesta fue un enigma.
"Vamos a un lugar que ser a la vez familiar y extrao. Usted lo
ha visto muchas veces, pero no lo conoces."
Incluso entre las sombras profundas del carro, Ria observ que
pareca extraordinariamente satisfecho con su respuesta. Ella no
revel su impaciencia y se las arregl para mantener su voz
cuidadosamente neutra. "Jane estar all?"
S. Oh, s. No vaya a creer que voy a mentirle, seorita Ashby.
Todo lo que va a pasar depende de usted, y sepa que hablo slo la
verdad. Si digo que lo har, lo har."
Ria se mantuvo muy quieta cuando Beckwith agarr su barbilla
entre el pulgar y el ndice. Se haba puesto los guantes y el cuero
se senta fro y ligeramente spero contra su piel. No haba ningn
indicio de dulzura en su agarre.
"Si yo digo que se har, se har. Entiendes lo que te estoy
diciendo?"
"S".
"Me pregunto" Le solt la barbilla.
"Mustrame tus manos, seorita Ashby."
Desconcertada, Ria solt la capa. Sus guantes hasta el codo
brillaron plidos cuando el carro pas bajo una linterna de la
calle. Levant las manos en frente de ella, despreciando el gesto
de rendicin que imlicaba. Ahora saba lo que Beckwith hara y
no hizo ningn intento por quitarlo de encima cuando sus dedos le
rodearon las muecas.
"Voy a tener tu boca ahora." Bajando la cabeza, puso su boca
sobre la de ella con fuerza y apret los dientes contra los labios
cerrados.
Ria sinti el sabor de la sangre, aunque si era de ella o suya no fue
posible saberlo.
Su falta de cooperacin no alivi la presin que le aplicaba
Beckwith. El estmago de Ria se revolvi. Se pregunt qu
satisfaccin encontrara Beckwith con el sabor de la bilis en la
garganta. Su ltimo pensamiento antes de vomitar fue que debera
haber comido ms en la cena.

A su regreso a la recepcin, Oeste no se sorprendi al encontrar


que el coronel segua all rodeado de personas. Se acerc al
crculo alrededor de Blackwood pero no lleg a convertirse en
parte de l.
Escuch a medias lo que el coronel estaba diciendo al pblico
agradecido, permitiendo al mismo tiempo que sus ojos vagaran
por el saln de baile. En dos ocasiones le pareci vislumbrar a
Ria, pero cada vez que las mujeres se volvieron en su direccin,
su error fue inmediatamente evidente. Le pareca que Elizabeth
podra haber aprobado un color que no fuera el verde menta que
Ria llevaba. A su modo de ver, haba demasiado de ese color esta
noche. Observ esa tonalidad fra una vez ms, pero esta vez en
una mujer de casi el doble del tamao de Ra. La mujer se dio
cuenta de la atencin que le prestaba mientras pasaba frente a l y
le dio una sonrisa coqueta sobre el hombro de su pareja
desprevenida.
Oeste lanz un guio por su valenta y se alegr de escuchar su
risa encantada. La madre de Eastlyn ni siquiera fingi
escandalizarse. La vio tocar ligeramente a su marido en la mejilla
para que no mirara a su alrededor para encontrar la causa de su
diversin. Como Sir James y Lady Winslow se dirigieron a la
pista para el vals, Oeste dio cuenta de que an no haba visto a
Este o Sophie en el saln.
Sus ojos vagaron por los invitados de nuevo, esta vez en busca de
la corpulenta figura de Este y su pelo castao.
Cuando l no lo encontr, busc a Norte.
Esa brillante cabellera era del color del sol y fcilmente
identificable en una multitud, pero no esta vez. Con el ceo
fruncido ahora, la penetrante mirada verde de Oeste busc a
Southerton e India Parr.
Se haban ido tambin. Incluso el espacio al lado de la maceta de
helechos estaba desocupado. Oeste volvi a ingresar por el
vestbulo de entrada y mir el armario debajo de las escaleras.
Oeste saba que ya no estaban usndolo, pero se cuestion quin
podra estar ah. Lo abri.
"Le pido perdn ", dijo, maldiciendo mentalmente su lamentable
mala sincronizacin. El caballero no sali de debajo del vestido
de la dama, por lo que Oeste no pudo estar seguro de su identidad,
pero las caractersticas exquisitas de Grace Powell fueron
perfectamente visibles, al igual que sus pechos desnudos, una
buena extensin de su pantorrilla y su muslo.
Dadas las circunstancias, Oeste pens que su seora le mir con
gran aplomo.
Aunque ella se ruboriz lo suficiente, no hizo ningn intento de
cubrirse y, por un momento, pareci como si quisiera invitarlo a
unirse a ellos, o al menos quedarse a mirar.
Oeste seal al hombre de rodillas en el suelo delante de ella, con
la cabeza hundida entre sus muslos. "No es Sir Alex Cotton,
verdad?" susurr.
Lady Powell dio una pequea sacudida negativa y le despidi con
la mano.
Inseguro de si poda creerle, Oeste mir al caballero por segunda
vez, e identific la librea de los sirvientes de su anfitrin. Un
lacayo? Lady Powell tuvo la suerte de que fuera l quien los
descubriera, ya que saba que poda contar con su discrecin.
"Querrs que asegure la puerta", dijo Oeste a modo de despedida.
Se agach para pasar el dintel, la cerr, y luego apoy el hombro
casualmente contra ella. Varios invitados que se arremolinaban en
la entrada de la sala de baile haban tomado nota de su peculiar
comportamiento. l les sonri dbilmente y no ofreci ninguna
explicacin. Cuando oy que la puerta quedaba firmemente
asegurada, se enderez y dej su puesto. Si lady Powell mantena
un control tan firme sobre la puerta como lo haba hecho con la
cabeza del lacayo desventurado, no experimentara ms
interrupciones.
Oeste volvi a la sala de baile y descubri que la reunin
alrededor del coronel haba disminuido, pero no por completo.
Dos directores de la East India Company estaban presentes en el
grupo, junto con sus esposas y varios de los representantes del
Prncipe Regente.
Prinny mismo haba ido y venido, pero haba permitido que
muchos de su squito se quedaran para continuar expresando la
admiracin de la Corona para con el xito de coronel. Mientras
Prinny haba estado de pie al lado del coronel, Oeste habra tenido
que tomar una postura ms prudente. Desde que el regente estaba
ausente, Oeste sigui adelante con toda la sutileza de un elefante.
"El coronel tiene expresamente prohibido agotarse", dijo Oeste.
"Y yo soy el desgraciado que debe cumplir el edicto de su
mdico. Ustedes nos disculpan, verdad?"
Sin darle oportunidad a Blackwood para montar un argumento o
permitir a sus simpatizantes decir otra palabra, Oeste agarr la
parte posterior de la silla de ruedas y lo empuj con decisin
hacia el pasillo.
"Tienes un destino en mente, imagino", dijo el coronel secamente.
"Si no es as, hay una biblioteca que puedes encontrar por este
camino. La tercera puerta, creo que, a continuacin, a travs de la
galera."
La biblioteca no estaba desierta, como Oeste haba esperado.
Varios invitados estaban de brazos cruzados charlando cerca de la
chimenea, otro estaba subido en un taburete y examinanaba los
ttulos de los libros de los estantes superiores de la sala.
Un joven y su linda compaera compartan el sof, tocndose los
dedos.
Rompieron este contacto con aire de culpabilidad cuando entr
Oeste empujando la silla de ruedas del coronel. Oeste pens que
deba despedirlos, pero fue Blackwood, quien explic que
necesitaba unos momentos de intimidad.
Fueron inmediatamente obedientes al desocupar la habitacin.
"No tena ni idea de lo que les dira, " apunt el coronel cuando
qued solo con Oeste.
"Pero sospecho que te gustara que creyesen que estoy golpeando
las puertas de la muerte." Hizo una pausa, esperando que Oeste se
sentara al otro lado de la silla. El vaso de whisky en la mano le
impidi sealar con comodidad.
"Ya has visto que los dems se han ido, entonces. Eso explica tus
acciones precipitadas. No est bien en ti, Oeste. Cuento con t
prudencia y sentido comn de no llamar la atencin sobre t
mismo en la forma que acabas de hacer."
En otras circunstancias, Oeste habra recibido la reprimenda del
coronel con una respetuosa inclinacin de cabeza,
independientemente de si l pensaba que el reproche era merecido
o no. Era una seal de la considerable agitacin que segua
reprimiendo que no lo hiciera ahora.
"Se supona que ninguno de ellos se ira hasta que regresara. Ese
era el plan que acordamos".
"Y al igual que para conseguir una levita decente, fue necesaria
alguna modificacin," dijo Blackwood con calma. "Este, no pudo
retrasar la salida de ninguno de los dos caballeros. Para que no
pienses que hizo un pobre intento, te dir que Lady Sophia
tambin intent disuadirlos. Estaba claro para nosotros que
estaban ms que decididos a irse. Dado que an no habas
llegado, haba que tomar precauciones. Eastlyn y Lady Sophia se
fueron detrs de ellos para desviar las sospechas. Norte sigui el
rastro de Sir Alex, y Sur el de Herndon."
Oeste sinti una presin poco familiar en el pecho. Fue un cambio
muy sutil en sus planes. "Qu piensa de que Herndon y Cotton se
hayan ido antes que el invitado de honor? Hablaron con usted esta
noche, no es as?"
"Me presentaron sus respetos. Me dieron las gracias." l se
encogi de hombros.
"El acuerdo de Singapur engrosa sustancialmente sus arcas. Es
obvio que estuvieran agradecidos."
"No hicieron mencin de los obispos?"
"Ninguna."
Oeste saba que era poco probable que lo hicieran. Herndon y
Cotton eran un enigma. El acuerdo se logr porque cinco de sus
compaeros obispos fueron derrotados, sin embargo, se hicieron
an ms ricos por esa derrota. "No sospechan que sabemos que
son miembros de la sociedad?"
El coronel neg con la cabeza. "No hay ninguna razn por la que
deberan sospechar." Tom un sorbo de su bebida y disfrut del
calor lquido al bajar por su garganta. "Creo que es probable que
notaran tu ausencia en la recepcin."
Oeste asinti. Su pensamiento haba estado girando en la misma
direccin.
"Eso explicara su deseo de irse." Se permiti una leve sonrisa
burlona. Creo que ellos no confan en m."
"Me imagino que tienes razn. Dime, qu beneficios obtuviste
en tu incursin?
Supiste de algo que nos vaya a ser til, espero."
"Slo la prueba de que comparten el inters de Beckwith en las
artes erticas.
Nada que insine el paradero de la seorita Petty. La coleccin de
Herndon es ms variada que la de los otros, pero l ha estado
coleccionando sus obras durante un largo perodo de tiempo. Si
hay un tema, no es sexual, o ms bien no es slo sexual. Estos
hombres gozan con someter a las mujeres. Ellos practican un
ritual, creo, un rito sdico que juegan cada vez que se les antoja."
"Con la academia de la seorita Weaver como su jardn secreto",
dijo el coronel.
l, efectivamente, se senta mucho ms viejo que sus aos.
"Perdname. No debera admitirlo, pero yo preferira que t y yo
estuviramos tramando la muerte de Napolen de nuevo. All, por
lo menos haba honor. Estos obispos no tienen ninguna dignidad.
Tomando nias de los hogares de huerfanos, que ya han sido
mantenidas, educadas, entonces se las llevan y las usan para sus
propios placeres..." Blackwood se tom de golpe lo que quedaba
de su bebida.
"Supongo que no querrs resolver esto de una manera pblica."
"No. Hay demasiados inocentes que se veran perjudicados.
Cualquier denuncia pblica tendra graves consecuencias para las
jvenes."
"No es posible sacar a todos los administradores?"
"No, aunque es tentador." Oeste pein su cabello con los dedos.
"Tengo que encontrar a Jane Petty primero", le record a
Blackwood. "Entonces podr exigir su renuncia. Es una solucin
pobre, lo s, y no es tan satisfactoria como cortarle los cojones,
pero es lo nico que queda por hacer para que Ria y la escuela no
sean tocadas por el escndalo."
"Vas a esperar noticias de Northam y Sur?" pregunt el coronel.
Oeste asinti dbilmente. "Yo no tengo la esperanza de que
Herndon o Cotton les lleven hasta Jane. Si ellos se fueron porque
saban que me haba ido, entonces es probable que simplemente
regresaran a sus hogares."
"Has dejado todo en orden?"
"Lo hice." Nunca sabran con certeza que l haba estado all,
hasta que de los dijera.
"La reunin dentro de dos das..." El coronel hizo una pausa,
ajustndose las gafas.
"Ellos quieren tenderte una trampa, sabes?"
"Lo s."
"No me gusta".
Oeste sonri. "Me complace or eso."
"Daniel en la guarida del len," murmur el coronel. Observ
detenidamente a Oeste. "Y no te hagas ilusiones de que el len no
pueda comerte. Dios no est necesariamente de t lado."
Entonces es bueno que t lo ests."
Blackwood gru suavemente. "Llvame de nuevo a la sala de
baile. Te puedo asegurar que mi ausencia se ha notado y hay ms
de media docena de hombres planeando lo que van a decir sobre
mi tumba."
Oeste ri entre dientes. "Tal vez exagerar el estado de tu salud."
Ajust su vaso vaco entre las rodillas, y el coronel empez a girar
su silla para que Oeste la tomara.
"Recogers a la Miss Ashby antes de irte?", dijo, "A menos que
quieras que yo la lleve a Oxford Street. "
"Perdn?" Oeste agarr la silla del coronel y la la dio vuelta
bruscamente.
"Qu quieres decir, con que debera recoger a Miss Ashby? No
se fue con Norte y Elizabeth?"
"Tranquilzate, Oeste. Ella est bien, o por lo menos lo estaba."
Blackwood vio que estaba empeorando las cosas con su
explicacin, no mejorndola. La mandbula de Oeste estaba rgida
por el control que ejerca; un msculo palpitaba en su mejilla.
"Se fue a la sala de refrescos." Levant su vaso. "Reconocers
que era una odisea llegar hasta all. Ella tropez con Lady Powell
en el pasillo y derram mi whisky en su vestido. Lady Powell me
dijo que la Srta. Ashby se retir al saln para reparar los daos lo
mejor que pudo. Est esperndote all. Dadas las circunstancias,
no pens que querra acompaar a Norte y Elizabeth, y que
preferira volver directamente a su residencia".
"Usted habl Lady Powell?"
"S. Cuando me trajo mi bebida."
"Dnde queda ese saln?"
"No sabra decirte."
Oeste mantuvo su frustracin bajo control, pero por muy poco.
Empuj la silla del coronel de nuevo a la sala de baile, se asegur
de que estuviera cmodo, luego busc un lacayo que le mostrara
el saln. No queriendo crear un gran revuelo, llam suavemente,
luego llam el nombre de Ra. Cuando no hubo respuesta, intent
abrir la puerta. Se hizo a un lado para permitir que el lacayo
tratara de abrirla.
"Parece que est trabada, Su Gracia. Voy a buscar al primer
mayordomo. l tendr la llave."
Oeste se agach y mir por la cerradura.
"No se preocupe. Algo se ha atascado en el interior."
Contrariamente a lo que pensaba el resto del club de la Brjula,
Oeste no siempre llevaba un cuchillo en su bota. En esta ocasin,
lo llevaba en la manga de su casaca. Para el lacayo que estaba
mirando por encima del hombro, la hoja apareci como si hubiera
sido arrebatada del aire. Oeste ignor el murmullo asustado del
hombre y se dedic a forzar la cerradura. Slo unos pocos
segundos pasaron antes de que tuviera la ofensiva pieza colgando
de la punta de su cuchillo.
"Pero si es un arete!" dijo el lacayo. "Qu piensa usted de eso?"
Oeste saba exactamente qu hacer con l. Haba vislumbrado uno
igual antes, y slo uno. Mir por el pasillo hacia el armario debajo
de las escaleras. Guard el pendiente de oro y marfil, pero no su
cuchillo, luego despidi al lacayo. Tan pronto como el siervo le
hubo dado la espalda, entr a la sala.
Su corazn golpe con fuerza contra su pecho. Preparndose para
descubrir que estaba vaco, no era lo mismo encontrarlo as. Mir
rpidamente a su alrededor y vio que no haba salida de la
habitacin, excepto por la puerta por la que haba entrado y las
que conducan al exterior.
Ria realmente haba estado all, y la copa de jerez que encontr
confirm sus sospechas, entonces ella podra haber salido por las
puertas francesas.
Trat de imaginar por qu razn haba tenido que hacer eso. Nada
se le ocurri, excepto que tal vez estaba desperdiciando un tiempo
valioso.
Haba poco que ganar haciendo conjeturas cuando l posea esa
informacin escasa.
Toc el pendiente en su bolsillo, y luego fue en busca de su duea
Lady Powell tena mucho que responder.
Ria se despert en una cama. Su primer pensamiento fue que no
era la suya. Se pregunt si era la inclinacin natural de toda
persona tratar de orientarse mirando su entorno, luego se pregunt
cmo haba llegado hasta all en segundos. Era mucho ms fcil
contestar la ltima pregunta. Tena vvidos recuerdos de haber
vomitado sobre Lord Jonathan Beckwith, as como de haber sido
arrojada al piso del carro despus. El Administrador se haba
asegurado de que ella supiera que su persona le resultaba
fastidiosa. No haba lugar para ella en el que pudiera evitar los
bruscos golpes de sus botas. La posicin de erizo fue todo lo que
pudo hacer para defenderse al menos de recibir patadas en la
cabeza.
Se estir con cuidado, sintiendo el dolor en el hombro, la cadera y
la espalda, y sabiendo que podra haber sido mucho peor. El sabor
en su boca la hizo querer vomitar de nuevo. Llev sus piernas
hasta el pecho y rodando sobre su costado, luch contra las
nuseas.
El primer indicio de que no estaba sola en la habitacin, fue
cuando alguien puso un vaso de agua fresca en un ngulo un tanto
incmodo de sus labios.
"Bebe esto, Srta. Ashby."
Ria no mir el vaso, sino que agarr las manos que lo sujetaban.
Las lgrimas que nublaban su visin no tenan importancia
porque la voz era precisamente tal como la recordaba. "Jane",
susurr. "Querida, dulce Jane."
Captulo Quince
Ante la insistencia de Jane, Ria bebi.
Cuando retir el vaso, se sent y cogi el brazo de Jane cuando la
chica comenz a levantarse. No, no te vayas. He estado muy
preocupada. Necesito Jane se apart suavemente de las manos
de Ra y se levant. "Est bien, Srta. Ashby. Yo slo voy a
encender una vela para que pueda ver por s misma que estoy
bien. "Dej el vaso en el lavabo, cogi un candelabro, y utiliz las
brasas de la chimenea para encender la mecha. Cuando regres a
la cama, llevaba la vela por lo que su luz le baaba el rostro, pero
una vez que estuvo al lado de Ra, se la ofreci para que hiciera su
propia inspeccin.
"l te golpe, seorita?" pregunt ella.
"Tu labio est hinchado."
Ria se llev los dedos a la boca. Su labio inferior estaba de hecho
partido.
"No recuerdo haber sido golpeada." Us la punta de la lengua
para delinearlo y sinti un resabio de sangre. El recuerdo de la
boca de Beckwith en la de ella era suficientemente claro como
para hacer que se asqueara. "l me dio un beso."
Jane se limit a asentir, luego seal el hombro de Ria. "l no
puso su boca aqu tambin no es cierto?"
Mirando hacia abajo, Ria examin la curva de su hombro
desnudo. La piel ya estaba ligeramente descolorida a causa de lo
que haba sido un golpe furioso.
Lo que le molest ms al ver su lesin fue constatar que ya no
llevaba su vestido, ni siquiera su propia camisa. En cambio tena
puesto un camisn de tan buena batista que era casi transparente.
"Dnde est mi ropa?" Pregunt Ria.
"Ya no est".
"Ya no est? No entiendo. Quieres decir que se la llevaron?"
Jane neg con la cabeza. Puso el candelabro en el borde del
lavabo, luego sumergi un pao en una cuenca de porcelana. Las
gotitas de agua salpicaron el frente de su propio camisn de
batista, que se peg a su piel hasta que Jane lo separ.
"Usted no necesita ropa. Todas llevamos camisones aqu." Ria
dej caer la cabeza hacia atrs cuando Jane apret el pao fro y
hmedo en su frente.
El dominio de emociones de la nia era desconcertante. No haba
lgrimas. Ni histeria. Ni alivio de ningn tipo. De hecho, Jane no
mostraba ninguna clase de emocin. Ria sujet el pao en su
lugar mientras los dedos de Jane lo soltaban.
"Ests bien, Jane?" le pregunt en voz baja.
"S".
Ra percibi que Jane le rehuia la mirada. "Quin es todas?"
Pregunt.
"Dijiste que todas usamos camisones aqu. Quin es todas?"
Jane se encogi de hombros.
"No ests autorizada a decrmelo? Es eso, Jane? Sr. Beckwith te
ha dado instrucciones de no hablar conmigo."
Ante la falta de respuesta, Ria intent otra tctica. "Esta es la
casa de Sir Alex?"
"No, seorita. O ms bien no se trata slo de su casa."
Ria tuvo que esforzarse para escuchar la respuesta de Jane. "No
puedes hablar?"
Cuando Jane no dijo nada, Ria entendi que era toda la respuesta
que iba a recibir.
Su propia voz se convirti en un mero susurro.
"Estamos en Londres?"
"S".
Ria retir el pao de su frente y lo apret brevemente sobre su
labio inferior. Sus ojos se movieron por la habitacin escasamente
amueblada. No haba nada en la cmara pudiera darle una pista.
No haba figuritas sobre la chimenea. No haba reloj con cantos
dorados. No haba cuadros adornando las paredes con paneles
oscuros. Haba un espejo de cuerpo entero de pie en la esquina,
cerca de la puerta, y un lavabo estaba situado cerca de la cama.
No haba armarios ni bales. Ni roperos para ropa blanca. El piso
tambin estaba desnudo.
En la misma pared que la chimenea haba una puerta que se
confunda con el panel. Ria levant la barbilla en direccin de la
misma y le pregunt con su mirada.
"Para recibir visitas", dijo Jane.
Esta respuesta inicialmente sorprendi a Ria, entonces se asust
mientras consideraba que significado tena lo que Jane quera
transmitirle. "Yo no conozco este lugar", susurr. "El seor
Beckwith dijo que sera familiar para m."
Jane tom el pao de manos de Ria. "Yo no s nada de eso.
Debo mojar esto de nuevo para usted?"
"No." Ella observ a Jane doblar cuidadosamente el pao en
cuartos y colocarlo en el borde del cuenco. Los dedos de la chica
temblaban ligeramente, el nico signo externo de que la
compostura era fingida. El movimiento llam la atencin de Ria
hacia los delgados brazaletes de oro, que rodeaban cada una de las
muecas de Jane. Sus ojos se dirigieron inmediatamente a sus
propias muecas para ver si las mismas bandas se haban
colocado en las suyas. Cuando vio que no tena adornos, tambin
comprendi que no siempre sera as. "Puedes quitrtelas?"
Jane escondi sus manos rpidamente.
Las llev a su regazo y trat de cubrir sus muecas.
Sus dedos eran inadecuados para la tarea y cuando Ria le puso
una mano sobre la de ella, dej de agitarse y permiti que le
tomara las manos entre las suyas.
Inclin la cabeza, los ojos bajos, incapaz de mirar a cualquier
lugar excepto su regazo.
"Fueron hechos para m, seorita Ashby."
Ria se apart de la cabecera de la cama y levant una de las
manos de Jane para examinar el brazalete. Las muecas de la
chica eran pequeas y delicadas y la diadema de oro tena un
ajuste perfecto.
Ria trat tentativamente de bajarlo hasta la mano de Jane. No
pudo ir ms all de su mueca. En busca de un broche, Ria volvi
el brazalete y encontr slo un remache, elevado en la superficie
para mostrar donde se haba cerrado a presin. Las pulseras se
haban hecho para Jane.
"Has tenido ocasin de usarlos?" pregunt con cuidado. El
pequeo escalofro que recorri la figura encorvada de Jane fue
respuesta suficiente.
Ria apart las mantas y se puso de rodillas. Puso sus brazos
alrededor de los estrechos hombros de Jane y abraz a la nia
como si fuera su madre. Aun as no hubo lgrimas; Ria no las
esperaba tampoco. Jane pareca demasiado herida para llorar, o tal
vez demasiado temerosa. Se estremeci con el abrazo, pero no
emiti ningn sonido, y Ria se dio cuenta de que ella nunca se
permitira el lujo de derrumbarse. Se qued rgida e inflexible en
los brazos que estaban destinados a consolarla.
Ria afloj sus brazos y permiti que Jane se enderezara. Toc su
cabello rubio y sedoso con los dedos, separando algunas hebras
enredadas en su nuca.
"No puedes decirme nada en absoluto, Jane?"
Ella sinti la pequea sacudida, de la cabeza de Jane y no insisti.
Ignorando el dolor en los hombros y la espalda, Ria dej la cama.
Se lav la cara en la palangana, luego se enjuag la boca por
segunda vez. El suelo era miserablemente fro bajo sus pies, pero
ella se lo tom como una buena seal de que no era insensible a l
y resueltamente termin sus abluciones.
Consciente de que Jane estaba observndola, comenz a explorar
la pequea habitacin. Salvo por una claraboya, no haba
ventanas. La claraboya no se prestaba para escapar, pero pareca
puesta all con el propsito de burlarse de uno por la posibilidad.
Ria vio inmediatamente que no podra pedir ayuda. La cama no
era lo suficientemente alta, y no haba sillas que pudiese apilar.
No haba herramientas en la chimenea a su alcance, y nada poda
ganarse rompiendo el vaso.
Recorriendo el permetro de la habitacin no encontr nada
particularmente til.
La puerta del panel estaba bien cerrada, y sus intentos de abrirla
fallaron. Por el rabillo del ojo, vio que Jane no se movi de la
cama. Estaba segura que ella saba que la puerta no se poda abrir,
pens Ria. De otro modo podra haber tratado de evitarlo.
A cada lado de la chimenea, un gancho de hierro se hallaba fijo en
la pared. Ria asumi que estaban all como soportes para los
candelabros. Cuando se dio la vuelta y vio an ms ganchos en
las otras paredes a diferentes alturas, comprendi que tenan un
propsito mucho menos benigno. Echando un vistazo a Jane otra
vez, vio que la chica estaba acariciando uno de los brazaletes
como con agitacin, pero tambin podra haber sido una forma de
comunicacin.
Ria se movi rpidamente e hizo un intento superficial para abrir
la otra puerta, sabiendo muy bien que no ofrecera ninguna salida.
Regres de nuevo a la chimenea y se puso de pie frente a ella,
tratando de calentarse. "No hay carbn?" pregunt. "Si yo
pudiera conseguirlo, tal vez podra hacer que las brasas diesen
ms calor."
"Tienes que volver a la cama", dijo Jane. "Voy a buscar carbn,
pero usted debe acostarse primero."
Ria obedeci porque senta curiosidad.
Temblando ahora, se sent y coloc las mantas a su alrededor.
Jane, se dio cuenta, pareca casi inmune al fro penetrante de la
habitacin. La chica se levant y cruz la habitacin hasta la
puerta del panel.
Dio dos golpes secos con los nudillos. Un momento despus, la
puerta se abri y desapareci a travs de ella. Ria no pudo
levantarse de la cama lo suficientemente rpido como para
seguirla. Su intento la dej con un pie en el suelo y el otro todava
enredado en las sbanas.
Frustrada, se dej caer sobre la cama.
Pasaron varios minutos antes de que la puerta se abriera de nuevo.
Jane entr, llevando varios leos en los antebrazos extendidos,
seguida por Jonathan Beckwith. Jane se puso de rodillas delante
de la chimenea y colocando la lea en la estufa. Beckwith cerr la
puerta, pero se qued all hasta que ella hubo reavivado el fuego.
Ria no vio el atizador de hierro que llevaba hasta que se la alej
de su muslo. Presion la punta de la misma en el hombro de Jane,
ella se movi a un lado, entonces agit las brasas hasta que el
fuego comenz a cobrar vida. Llam a Jane con su dedo ndice, y
le seal un lugar a su lado, a continuacin, le mostr el gancho
que estaba en el lado izquierdo de la repisa de la chimenea.
La boca de Ra se sec cuando Jane camin tranquilamente al
lugar que Beckwith seal, levant ambos brazos sobre su cabeza,
y ella misma fij sus pulseras de oro al anclaje de la pared. Para
ello fue necesario que se pusiera de puntillas, una posicin que sin
duda le caus molestias, pero Ria no pudo notar que Jane se
molestara en lo ms mnimo por ello. La joven que Ria recordaba
como animada y vivaz estaba ahora absolutamente inexpresiva.
"Es una buena posicin para ella", dijo Beckwith, inclinndose
contra la chimenea.
"No lo cree, seorita Ashby?"
Ria no tena ni idea de cmo responder a su declaracin
escandalosa, ni siquiera teniendo los medios para hacerlo.
Beckwith estir su mano para sealar la figura delgada de Jane.
Sus ojos, sin embargo, nunca abandonaron los de Ria.
"Puede observar cmo se exhibe la hermosa longitud de su
cuerpo? Ella tiene senos encantadores. Esta posicin hace que se
levanten en el ngulo perfecto para la ofrenda. El fro tiene un
propsito, lo ves?" Suspir. "Supongo que el calor que acabamos
de aadir a la sala har que esos encantadores pezones
desaparezcan. Es una lstima." Ante el silencio de Ra, Beckwith
se acerc a la cama. Se detuvo a unos pocos metros de ella y la
mir de cerca. "Quiere tomar una copa? Algo ms adecuado para
su paladar que el agua. Hay vino. Coac. Brandy. De hecho, estoy
seguro de que no hay nada que usted podra solicitar que no est
disponible." Hizo una pausa, considerando esa promesa. "Excepto
ratafa. Eso no servimos".
"Vino".
"Por supuesto." Cogi el atizador, sonriendo con cierta afectacin
mientras lo haca. "No me gustara sentir esto clavado
bruscamente en mi crneo, y sospecho que nada le gustara nada
ms que una oportunidad para hacerlo. Es eso cierto, Srta.
Ashby?"
Ria no lo neg.
Tal como lo pens." Beckwith sali de la habitacin.
Liberndose de las mantas, Ria se apresur a correr adonde Jane
estaba de pie.
"No vas a salir de all? Oh, por favor, no apartes la vista.
Mrame, y dime que poder tiene sobre ti para que hagas esto por
l." Cuando Jane no dijo nada, Ria se puso de puntillas y trat de
levantar las pulseras del gancho. Sin la cooperacin de Jane, era
imposible. El propio peso de la nia la mantuvo en su lugar. Jane
deliberadamente se neg a ofrecer ayuda y la fuerza de Ria no fue
suficiente para hacerlo por s misma, no cuando ella comprendi
que Jane luchaba contra sus esfuerzos. La voz de Ria convirti en
un susurro. "Tenemos que ayudarnos la una a la otra si queremos
salir de este lugar, Jane. No puedes estar resuelta a no hacer nada.
Yo" Se interrumpi y se alej rpidamente cuando oy un
movimiento en la puerta. Hubo muy poco tiempo para volver a la
cama y tal vez incluso menos sentido hacerlo. Ria estaba casi
segura de que ella y Jane estaban siendo observadas.
Ria se puso de pie en medio de la habitacin, con las manos a los
costados, mientras la puerta se abra.
Ella no apart la mirada cuando Beckwith hizo un estudio
completo de su persona enfundada en el camisn casi
transparente. Poda avergonzarla nicamente, si ella le permita
hacerlo. Tuvo cuidado de no parecer insolente o desafiante,
sabiendo muy bien cmo estas actitudes despertaban el
temperamento violento de Beckwith.
"Su vino", dijo, empujando la puerta que cerr con la punta de su
zapato. Cuando hizo clic, l le llev la copa. "Creo que usted lo
encontrar de su gusto."
Ria acept el vaso y se acerc al fuego. Bebi el vino con
cuidado, desconfiando de su gentileza.
"Slo es vino", le dijo Beckwith.
Ella pens que l pareca divertido por sus sospechas. "Dnde
estoy?" pregunt.
"Usted dijo que yo iba a reconocer este lugar."
Beckwith seal la chimenea. "Ten cuidado de no acercarte
demasiado, seorita Ashby. Una sola brasa puede encender la tela
de tu camisn. Jane puede decir la verdad sobre eso. Te
encenderas como una antorcha."
Ria mir a Jane, pero ella se qued mirando fijamente a un punto
en el lado opuesto de la habitacin. Si le hubiera ocurrido algo
similar a Jane? , se pregunt.
O si haba sido testigo de ese horror?
Ria bebi ms profusamente de su vino.
"No vas a sentarse, Srta. Ashby?"
Se le ocurri a Ria que esta invitacin era realmente una orden.
Ella decidi no probarlo. Se sent en el borde de la cama,
enganch sus talones en el marco, y coloc una manta sobre su
regazo.
Beckwith neg con la cabeza. "Usted no puede usar la manta en
mi presencia. De hecho, no debe cubrirse de ninguna manera,
salvo por el vestido que le han dado.
Entiende?"
"Pero todava hace mucho fro en"
Haciendo caso omiso de ella, Beckwith se dio la vuelta y cerr la
distancia hacia Jane. Tom la punta arrugada de su seno derecho
entre los nudillos de su dedo ndice y medio y lo retorci con
dureza. Jane grit, pero el grito de Ria fue ms fuerte.
Tirando la manta, Ria se puso de pie.
"Djela!" La demanda fue innecesaria, pues Beckwith dej caer
la mano tan pronto como ella descart la manta.
"Sintese, seorita Ashby." Haba un nfasis furioso dado a cada
palabra. Se apart de Jane.
"Causa y efecto", dijo simplemente. "Tal vez sea ms claro
ahora."
Ria asinti lentamente. No hizo ningn intento de tomar la manta.
No habra impedido el escalofro que recorri su espalda y eriz
el pelo en la parte posterior de su cuello.
" Bueno ", dijo Beckwith. " Usted es una estudiante rpida,
aunque no esperaba nada menos. Las chicas por lo general no
tienen el beneficio de su edad y experiencia para guiarlos en la
materia, y puede tomar ms tiempo que la conexin se haga
evidente en sus mentes.
Jane es uno de estos casos". Mir a Jane. "Usted puede hablar,
querida.
Cuentale a la Srta. Ashby cuntos latigazos marqu en la espalda
y muslos de Sylvia antes de que aprendiera la obediencia debida."
"Cuatro latigazos, Srta. Ashby."
Beckwith palme la mejilla de la chica a la ligera. "Y ahora est
muy bien disciplinada" Dej caer la mano, pero sus dedos le
rozaron la garganta y pasaron ligeramente sobre la punta del seno
que haba apretado con tanta saa minutos antes. Dndose la
vuelta, l mir de nuevo a Ria. "Estamos en Londres", dijo. "Esa
fue la pregunta, no?"
"Qu parte de Londres?"
"Numero 48 de Whittington. Alivia su mente conocer ese dato?
Nunca estoy seguro de por qu alguien quiere esa informacin
intil, pero todo el mundo exige saberla. No le parece peculiar,
Srta. Ashby?"
Ria no respondi. Antes de que ella entendiera lo que estaba
pasando, Beckwith se haba vuelto de nuevo a Jane y la abofete
con dureza en la mejilla. "Por qu hizo eso? Yo no"
"No has respondido a mi pregunta."
Por un momento, Ria no poda pensar en lo que haba preguntado.
Su estmago se apret cuando pens que l podra golpear a Jane
otra vez porque era demasiado lenta con su respuesta. "No," dijo,
mientras se acordaba de la pregunta.
"No, yo no lo encuentro peculiar. Supongo que cada uno de
nosotros quiere ubicarse de alguna manera. Y, s, alivia mi
mente."
Sonri. "Pero usted no sabe dnde queda la calle Whittington,
verdad?"
"No."
"Y no tienes ni idea en qu parte de Londres estamos"
"No."
Beckwith se limit a sacudir su cabeza, todava desconcertado por
la importancia que cada nueva integrante de esta casa se
empeaba en saber dnde estaban.
No era como si pudieran salir por su propia voluntad. "Usted va a
querer saber por qu est aqu, por supuesto."
"Creo que lo s."
l se ri entre dientes. "S, supongo que s. Por lo menos en
alguna medida."
Meti la mano en el bolsillo de su levita y sac un trozo de cinta.
"Extiende tus manos, Srta. Ashby."
Ria obedeci sus instrucciones. La lucha fue mantenerse quieta
mientras usaba la cinta para medir cada una de sus muecas. Hizo
un pliegue en el raso para marcar la circunferencia. Ria quera
mirar hacia otro lado y no lo consigui, la imagen de s misma
usando las pulseras era demasiado real.
"Ven conmigo", dijo Beckwith.
No importaba que ella ya no estuviera segura de que sus piernas
la sostendran.
Se puso de pie rpidamente y esper a ver si lo consegua.
"Por aqu".
Ella saba que no deba vacilar cuando se volvi hacia la puerta,
pero se sinti obligada a preguntar, "Qu pasar con Jane?"
"Jane est exactamente donde debe estar." Se detuvo un instante
esperando que Ria pusiera alguna objecin. Como no lo hizo, se
limit a sonrer con aprobacin, perfectamente satisfecho con su
silencio.
"Por aqu". l golpe con fuerza la puerta y sta se abri para l.
Pas primero y la mantuvo abierta para ella, luego le hizo un
gesto para que lo siguiera.
Ria se par en el borde del umbral, pero no pudo cruzarlo.
Conoca este lugar, tal como Lord Beckwith le haba dicho que lo
hara. Era a la vez familiar, pero extrao.
Exactamente as.
El silln era color azul zafiro. Las pesadas cortinas de terciopelo
eran del color de los rubes. Los apliques de luz le daban tonos
rojizos a las telas brillantes y se reflejaban en las oscuras paredes
de nogal pulido. Era la habitacin que haba visto en la pintura de
India Parr. Era la misma silla en la que Sir Alex se haba sentado
para su retrato.
Era, de hecho, Sir Alex quien estaba sentado sobre la silla ahora,
sus ojos azul cobalto evalundola calculadoramente.
Lo rodeaba toda la junta de
Administradores de la academia de la seorita Weaver, salvo por
el ltimo de ellos.
Ria no saba si era mejor o peor para ella que el duque de
Westphal no estuviera entre los que estaban reunidos para esta
infernal bienvenida.

Oeste fue el ltimo en llegar. Fue absolutamente obvio para los


dems que no haba dormido. Ya no llevaba el traje formal de la
velada de la noche anterior, pero pareca haber sido reacio e
impaciente para beneficiarse de las atenciones de su ayuda de
cmara. La prueba de que Finch lo haba obligado a baarse
estaba en los mechones hmedos de su cabello cobrizo que se
ondulaban en el cuello de su chaqueta, pero no haba pruebas de
que hubiera encontrado en su bao la forma de relajarse. A todos
los presentes en la casa del coronel, les pareca que Oeste estaba a
punto de explotar.
Su quietud imperturbable era alarmante.
Ellos lo conocan demasiado bien como para suponer que su
calma era genuina.
Tom asiento en el silln favorito del coronel, de la manera ms
informal.
Cerr los ojos por un momento, con la cabeza hacia atrs y las
manos entrelazadas en el regazo.
La postura podra fcilmente haber sido confundida con la de
alguien que est rezando, pero para el que conoca a Oeste, era
obvio que estaba tratando de recomponer su alma.
As que nadie dijo una sola palabra, le dieron todo el tiempo que
necesit.
Oeste abri los ojos, se enderez en el silln, y sac una tarjeta de
su bolsillo.
"Esto me estaba esperando cuando regres a casa. Es la razn por
la que les envi las notas para que se reunieran conmigo aqu. El
coronel les ha contado lo que pas anoche?"
Norte asinti. "Me hubiera gustado que nos hubieras llamado
antes, Oeste. Sin ninguna novedad relevante, Elizabeth y yo
fuimos a casa despus de asegurarnos que Sir Alex se guardaba en
su propia residencia."
La sonrisa de Southerton fue irnica. "S que he sido negligente
al no pedir ayuda cuando ms la necesit, por lo que no puedo
reprocharte nada, pero"
"Pero vas a hacerlo de todos modos ", dijo Oeste. "Considralo
hecho y ahrrame el sermn."
"Bien por ti, al ahorrarnos ese discurso ", dijo Este, mientras se
serva una taza de t. "Que vamos a hacer, entonces?
El coronel dice que la Srta. Ashby muy probablemente se haya
ido con Beckwith. Puede ser verdad? Ni siquiera estaba entre los
que recibieron una invitacin."
Blackwood se ajust las gafas para leer la tarjeta que Oeste le
haba pasado.
"Por la descripcin que suministr Lady Powell, podemos estar
seguros de que era Beckwith."
"La seora tiene mucho que responder," dijo Sur.
Oeste neg con la cabeza. "Ella fue simplemente una
conveniencia para ellos. Si no hubiera sido ella, hubieran
encontrado a alguien ms para hacerlo."
El coronel levant la vista de la tarjeta. Se la entreg a Oeste.
"Dices que la tarjeta lleg esta maana?"
"No. El Sr. Blaine me dijo que la entregaron poco despus de la
medianoche. Pero la recib cuando volv a casa."
Eastlyn marc la tarjeta con la ua antes de pasarla a Sur.
"Queran que la veas mucho antes, entonces."
"S. Supongo que no podan saber que yo iba a iniciar la bsqueda
de la Srta. Ashby de inmediato."
Sur observ la tarjeta un rato largo y luego la pas directamente a
las manos de Northam. "Admitirs que fue una de las decisiones
ms imprudente de las que has tomado. Con tantas horas que han
pasado en el nterin, bien pueden creer que no vas a ir a buscarla
en absoluto."
"Es posible", dijo Oeste. "Pero han tenido acceso al intercambio
de cartas entre nosotros. Creo que saben que no voy a evitar una
confrontacin."
Norte desliz la tarjeta entre dos dedos de la mano extendida de
Oeste. "Eran cartas de amor, verdad?"
"Yo fui un poco lento en la declaracin de mis sentimientos ",
dijo Oeste. "Le propuse matrimonio en primer lugar." La reaccin
de sus amigos fue variando de manera uniforme hasta tornarse
ligeramente divertida. "S, bueno, ella me perdon. Me gustara
pensar que no se extendi imprudentemente en la redaccin de las
cartas." Su mirada vag por cada uno de ellos. "Estn conmigo,
entonces?"
Sur dej la taza en el platillo. "Esa es una pregunta tonta.
Ciertamente no estamos reunidos a esta hora porque estamos de
parte de los obispos." Esta afirmacin fue apoyada por los otros.
"No tienes ms que decirnos tu plan."
"S," dijo Oeste. "Mi plan. Voy a exponerlo directamente."
Golpe la tarjeta con el dedo ndice. "Estoy familiarizado con esta
direccin. Nmero 48 de Whittington. Saben dnde est?"
Eastlyn ofreci la informacin. "Queda en el West End. El Webb
es un club privado para caballeros. Los primos de mi esposa
tuvieron oportunidad de ir all, los admitieron y las cosas que
contaron no son las mejores. El conde de Tremont era un obispo,
por supuesto, pero nunca se me ocurri que el club podra ser
exclusivamente para la Sociedad. Tal vez conozcan el lugar por
otro nombre. He odo que a veces se le llama la Casa de las
Flores."
Oeste dej de tocar la tarjeta. Su tez, plida ya por la falta de
sueo, se volvi ms plida an. "La casa de las flores es un
burdel".
Este consider la mejor forma de contestarle a su amigo. "Voy a
depender de que no mates al mensajero".
"Adelante."
Muy consciente de que Oeste no haba hecho ninguna promesa,
Eastlyn continu.
"La casa de las flores es de hecho un burdel, uno que satisface
ciertas... humm, peculiaridades. Tengo entendido que slo se
permite la entrada a los miembros del club. Si bien es cierto que
la membresa es slo para los obispos, entonces se deduce que los
residentes de la casa sirven a voluntad y placer de la Sociedad".
Oeste mir a los dems para ver si tenan algo de importancia
para aadir.
Se quedaron en silencio, sorprendidos por la informacin de Este.
"El nombre del club, de nuevo?", pregunt.
"Webb".
Hblame de l."
Este lo hizo.
"No podra ser Webs*ingles: telearaa*?" Pregunt Sur,
retomando el hilo de los pensamientos de Oeste. "El nombre que
uno asocia con los arcnidos?"
"Por supuesto", dijo Este. "Nunca lo he visto escrito."
"Araas", dijo Norte en voz baja. "Los obispos son araas."
"Eso sin duda encaja, no es as?" El coronel se frot la barbilla
con los nudillos cuando reflexion sobre esto.
"Tejedoras extraordinarias de la naturaleza. No te parece,
Oeste?"
Sentndose completamente erguido en su silla, Oeste asinti. "La
Academia de Miss Weaver. Las piezas encajan bastante ms
limpiamente de lo que uno podra haber supuesto en primer
lugar." Ech un vistazo a Eastlyn. "Qu ms sabes acerca de la
casa de las flores?"
"Slo lo que ya os he dicho. Rumores. Nunca he ido ms all de
la puerta de entrada."
"Lacayos?"
"No. Uno puede ir fcilmente hasta la puerta principal sin ser
detenido. La admisin sera un poco ms difcil despus de ah.
Se podra requerir una identificacin... una contrasea, tal vez.
Algo que"
Oeste levant la tarjeta. "Esto?"
"Esa, ciertamente puede ser la manera de ganar la entrada, pero si
vas a ir con el resto de nosotros..." Su voz se apag mientras
consideraba el problema.
"Hay tiempo para hacer ms copias?
Acudir a Sir James. l lo puede lograr en un par de horas."
"No puedo esperarlos, pero sabiendo que lo vas a conseguir en un
tiempo considerablemente corto, podrn seguirme luego."
Norte levant una mano. "Tenemos que ir todos juntos, Oeste. No
t primero, y nosotros a la zaga. Qu pasa si las tarjetas no nos
habilitan la entrada?"
"Entonces usars tus recursos, aunque espero, encuentren algn
otro medio."
Ech un vistazo a Este de nuevo.
"Hblanos de la casa."
"Se encuentra justo en el medio de una fila de otras exactamente
iguales a ella. La entrada est por debajo de la planta baja en la
parte delantera. Imagino que los sirvientes utilizan la parte trasera.
No puedo decirte nada ms que eso."
"Ah lo tienes, Norte", dijo Oeste. "Es suficiente para nuestras
necesidades. Estoy seguro de que me encontrars. Los
administradores estn esperando que yo vaya solo."
"Para que caigas en la trampa", dijo el coronel.
"Sin lugar a dudas, pero si llegamos juntos puede que no hagan
nada en absoluto.
Necesito que me revelen dnde est Ria, no que la oculten ms. Ir
all solo es un riesgo justificado."
"Ese es tu plan?" pregunt Sur.
"Entrars como espa y nosotros te seguiremos."
"En esencia, s."
"No crees que requiere un poco ms de planificacin?"
"Wellington hizo que funcionara." les dijo Oeste a sus amigos.
"Te refieres a que un soldado, un marinero, y un lince no pueden
hacer lo mismo?" Ech un vistazo a Blackwood. "Ni siquiera
cuando un coronel lo ordena?"

Ria mir fijamente la bandeja de comida que haba sido trada a


su habitacin.
Era slo una comida ligera: Huevos revueltos, dos rodajas de pan
tostado, la mitad de una naranja y una taza de t. Ella haba sido
convidada a comer, pero no tena apetito para hacerlo.
Las consecuencias de rechazar la orden, incluso una tan sencilla
como esa, estuvieron a la vanguardia en su mente.
Ellos le haban explicado lo que podra esperar mientras fuera su
invitada. Visitante. Era la palabra que haban usado en realidad
para describir su presencia en la casa, y todava se senta un poco
enferma cuando consider la facilidad con que le dieron las
explicaciones. Se turnaron para decirle lo que iba a tener que
hacer a su debido tiempo.
Sir Alex le dijo que su responsabilidad principal sera la de tutora
de las mujeres jvenes en sus asignaturas.
Todos estuvieron de acuerdo en que la inteligencia mejoraba la
personalidad de sus estudiantes, y aunque lamentaron que ya no
pudiera ser la directora de la Academia, su llegada aqu sera ms
que bienvenida.
Lord Herndon le explic que hara tareas domsticas tambin,
aunque ninguna que ella debera considerar por debajo de su
posicin y todas ellas esenciales para el buen manejo del
establecimiento. El invernadero era de su especial inters, y l
habl con considerable orgullo del que haba instalado en la casa
de las flores.
Ria los escuch a todos. Barrera los pisos los martes. Cambiara
la ropa de cama los mircoles. Su turno en la cocina sera cada
diez das, y se esperaba que asistiera a la cocinera cuando fuera
requerida.
Fue Lord Beckwith, quien explic que no habra tareas por la
tarde, excepto que deseara hacer algo para s misma.
"Entendiste?" le pregunt cortsmente.
Y Ria asinti.
"No habr una ceremonia formal por tu iniciacin," continu
diciendo. "Ese rito sagrado se realiza cuando se va a ofrecer la
virginidad. Usted no puede ofrecernos eso, verdad?"
Ria no tuvo ninguna dificultad en recordar la columna jnica y el
altar que estaban tan perfectamente dibujados en el libro y en las
pinturas de la seorita Parr. El propsito del altar ya no era una
incgnita por develar.
"Yo no soy virgen", les dijo.
"Eso es cierto. Usted es una puta."
"No."
"Usted levant sus faldas para Westphal."
Ria no dijo nada.
"Usted separ sus muslos para l."
Ria poda sentir sus ojos sobre ella, sus miradas clavadas en su
rostro. Podra haber estado usando una armadura y todava se
sentira tan vulnerable como con ese camisn de batista fina.
"Usted lo invit a su cama", dijo Beckwith sin inflexin. "Y dej
que la tomara."
Ria se habra llevado las manos a los odos para no escuchar, pero
ellos se las habran apartado. Se vio obligada a escuchar la
intimidad de su amor por Oeste descripta en los trminos ms
viles imaginables. Y cuando las palabras finalmente le provocaron
lgrimas, Beckwith sonri.
El recuerdo de su llanto delante de ellos calent las mejillas de
Ria ahora. Cogi el tenedor y lo clav repetidas veces en el
huevo. Nada de lo que haba pasado la avergonzaba tanto como
esas lgrimas.
Haban esperado hasta que ella apenas pudiera respirar debido a
los estremecimientos que la sacudan, para que Sir Alex la llevara
de vuelta a su habitacin y la encerrara dentro.
Jane ya no estaba all, y Ria sinti un poco de alivio por su
ausencia. Haba comprobado que la puerta por la que haba
entrado estaba cerrada. Era demasiado esperar, pens, que alguien
cometiera el tipo de error que podra conducirla fuera de ese
lugar.
Ria se llev el tenedor lleno de huevo a la boca, pero no pudo
tragar ni un bocado.
El olor de la comida le revolvi el estmago. No poda imaginar
ser capaz de tragar algo sin vomitar.
Coloc la bandeja en el suelo, y se pregunt si estara siendo
observada, incluso ahora. Podra alguien venir e insistir en que
ella comiera lo que estaba preparado, o le exigiran que cumpliera
con las demandas hechas expresamente por uno de los obispos?
Ella no haba recibido la orden de comer, record. La bandeja
slo se haba puesto delante de ella.
Nadie vino. Ria saba que esto no significaba necesariamente que
no fuera observada, y guardando esto en su mente se puso una
manta sobre los hombros y se levant de la cama. La casa estaba
en silencio, extraamente silenciosa.
Excepto por el crujido ocasional de una tabla del suelo bajo sus
pies y la fuerza del viento a travs de la claraboya encima de la
cabeza, no se oa ningn otro sonido.
Por mucho que aborreca la idea de ser observada, la
incertidumbre, junto con el silencio, era casi desconcertante.
Ria apag la vela en el lavabo de manera que la nica luz de la
habitacin vena de la chimenea. Camin el permetro de la
habitacin tal como lo haba hecho antes, pero esta vez
examinando las paredes revestidas con ms detenimiento, en
busca de una rendija de luz que pudiera indicar una abertura a otra
habitacin. La encontr junto a la chimenea, justo a la izquierda
de donde Jane haba levantado las manos y enganchado sus
pulseras de oro en la pared.
Ria empuj muy ligeramente el panel, pero se habra quedado
asombrada si pudiera haberlo movido. Cuando no se movi, se
dio la vuelta y contempl la habitacin desde ese ngulo. Fue
capaz de tener una idea de lo que era visible cuando se abra el
panel. Se poda ver la mayor parte de la cama, pero Ria pens que
si se quedaba cerca de la cabecera, no estaba del todo dentro de la
lnea de visin de un observador. El rea justo debajo del panel y
a lo largo de la pared de la chimenea tampoco era visible y
pararse a un pie de distancia del panel, slo pondra su espalda a
la vista.
Ria continu su exploracin, pero no encontr otro medio por el
cual pudiera ser observada. Ella dese saber qu uso se le poda
dar a ese descubrimiento y se conform con el pequeo consuelo
de haber dado con l.
Cuando el fro de la habitacin la llev de nuevo delante de la
chimenea, Ria reflexion sobre lo que Beckwith y los otros le
haban dicho sobre su destino.
No saba exactamente cundo haba dejado de pensar en ellos
como los Administradores de la Academia, slo figuraban en su
mente ahora como la Sociedad de los Obispos, y todo lo que
Oeste le haba contado de ellos, era exactamente lo que haba
comprobado por s misma .
Su crueldad an tena la capacidad de quitarle el aliento, pero
supuso que con el tiempo llegara a acostumbrarse. Cmo se
poda sobrevivir de otra manera?
Jane pareca estar bien encontrando un lugar en su interior donde
poda escapar de la atencin viciosa de los obispos, y Ria
sospech que lo mismo debera hacer ella.
Al hacer que una chica sufriera las dolorosas consecuencias de la
desobediencia de otra, los obispos haban encontrado un mtodo
eficaz para obtener una rpida cooperacin. Ria saba que ella
podra ser la causante de que Beckwith o cualquier otro castigaran
a Jane, pero nunca les proporcionara deliberadamente una excusa
para hacerlo. Pareca probable que las otras chicas no actuaran de
manera diferente. La rebelin resultaba poco atractiva cuando
alguien ms deba soportar el castigo a pagar por ella.
Ria volvi a la cama y se acurruc en el centro de la misma.
Cuando una ola de temblor la sacudi, se desliz entre las
sbanas, apret las mantas a su alrededor, y se volvi de lado
hacia la chimenea.
Ansiaba dormir, pero ms que eso, ansiaba escapar. Con ese fin,
cerr los ojos y esper a que el cansancio que sujetaba sus
extremidades a la cama tuviera la misma influencia en su mente.
Esa paz le estaba vedada, sus pensamientos simplemente
tropezaron y cayeron unos sobre otros.
Oeste. La Academia. Jenny Taylor. Los obispos. De nuevo Oeste.
Jane. Amy Nash. El altar. Oeste en su cama. La Sociedad.
Murmuracin. Miles de observadores.
La publicacin del informe en La Gaceta.
Espa. Lince. Marinero. Soldado.
Ria no pudo reprimir un estremecimiento, ni volver la cabeza en
la almohada lo suficientemente rpido como para ahogar a su
pequeo grito.
Ya no era una cosa fcil distinguir qu parte de su reaccin era
esperanza y cul desesperacin.
Siempre haba sabido que Oeste vendra por ella, pero haba
evitado pensar lo que significara que lo hiciera. Los obispos la
utilizaran para castigarlo, para forzar su rendicin tal como
haban utilizado a Jane para doblegarla. Pens que poda soportar
cualquier cosa, excepto ver a Oeste cumpliendo las rdenes de los
obispos, ese dolor era de otro tipo, y no tena idea de su tolerancia
al mismo, ni al de l.
Se durmi por fin, a ratos al principio, luego ms profundamente.
Si hubo sueos, no los record al despertar. La habitacin an
estaba en sombras cuando abri los ojos, la claraboya revelaba
que la oscuridad estaba sobre Londres. Se sorprendi de que le
hubieran permitido dormir tanto tiempo, pero no lo confundi
como una cortesa. Era mucho ms probable que los obispos
tuvieran algn asqueroso motivo oculto.
Apenas haba comenzado a moverse cuando un movimiento en el
pasillo le llamla atencin. Inclinando la cabeza, oy una llave en
la cerradura. Casi inmediatamente, la puerta se abri. Jane estaba
all, esta vez con Sir Alex un paso detrs de ella. Ria observ que
Sir Alex cerraba la puerta y luego le indicaba a Jane que fuera
hacia la cama.
Ria no se perdi la mirada de preocupacin en el rostro de Jane
cuando vio que la bandeja de la comida haba sido ignorada. Jane
no habl con ella, pero dirigi su comentario a Sir Alex.
"Ella no ha comido. No hay nada en la bandeja que haya sido
tocado."
La mirada azul oscuro de sir Alex observ el alimento a los pies
de Jane.
"Tal vez ella piensa que est contaminada. Mustrale que no es
as."
Jane se inclin, recogi la tostada y la mordi. Trag, y se la
tendi a Ria.
Sentndose, Ria tom la ofrenda. Tena la lengua como papel de
lija, pero se las arregl para tragar un bocado, y luego otro. Sir
Alex avanz hasta los pies de la cama y observ en silencio hasta
que Ria se comi una parte de todo lo que le haban trado.
"Coloca la bandeja sobre la repisa de la chimenea, Jane," dijo, "y
luego espsate a la pared."
Ria no mir en direccin de Sir Alex, pero sinti que estaba
observando de cerca la reaccin de ella en lugar de mirar a Jane.
No cometi el error de preguntar por qu Jane deba atarse a la
pared. Ahora comprenda que se trataba de una prueba de la
obediencia de Jane, y el propsito era simplemente que l as lo
quiso. Los ojos de Ria se apartaron de Jane y fueron de nuevo a
Sir Alex cuando l meti la mano en el bolsillo de su levita. Pens
que simplemente estaba guardando la llave, pero luego se dio
cuenta de que l estaba cambindola por otra cosa.
Ella palideci cuando vio las pulseras que sostena en su palma
abierta. No eran idnticas a los que Jane llevaba, pero su
propsito era precisamente el mismo.
"Hasta que las suyas estn listas", dijo.
"Dame tus muecas."
Ria pens que no poda hacerlo, sin embargo, observ que sus
manos se extendieron hacia l, con las palmas hacia arriba, como
si estuvieran posedas. Lo que Sir Alex coloc alrededor de sus
muecas no era de oro sino de hierro.
No estaban conectadas por una cadena, pero estaban fijadas entre
s. Sir Alex le ense cmo funcionaba cruzando las muecas de
manera tal que los ganchos en cada remate se unieran para hacer
un hueco para el pasador. Una vez que el pasador estuviera en su
lugar, no podra tomarlo con sus propios dedos para liberarse de
ellas. Alguien ms tendra que hacerlo, y Ria comprendi
inmediatamente que no sera Jane ni ninguna de las otras chicas.
Ella sera liberada u obligada, segn el capricho de los obispos.
Sir Alex puso su mano delgada en las muequeras. "Son ms
pesadas que las que te daremos ms tarde, creo que te gustarn
ms. No te importarn tanto las pulseras una vez que las hayas
usado por un tiempo."
Ria pens que iba a quitar el pasador de entre los puos, pero no
lo hizo. Le toc la cara en vez, rozando su mejilla suavemente con
los nudillos, y le habl en un tono agradable, el mismo que podra
utilizar si estuvieran conversando a la hora del t.
"Usted llor muy bien antes," dijo. "A menudo me he preguntado
si podra hacerla llorar. Jane llora, sabes, aunque no tan
fcilmente ahora como lo haca al principio. Se imagin a s
misma enamorada de m. Lo sabas? Vamos, puedes hablar."
"S," dijo Ria, muy consciente de la presencia de Jane. "Me di
cuenta de eso. No creo que hubiera salido de la escuela de otra
manera."
"El amor se burla de nosotros, no cree Srta. Ashby?" No esper
una respuesta.
"Eso sin duda debe ser cierto en su caso. Usted acept al duque
bastardo de su cama. Admito que no poda creerlo al principio,
pero la seorita Taylor fue muy convincente en su misiva. Ella se
encontr con la sorpresa, al parecer, en sus propios apartamentos
en la escuela. Fue un descuido de su parte entretener a Westphal
all, pero tal vez ms descuidado fue el hecho de no asegurarse de
no ser molestada. Como directora, debe ver que su conducta sea
irreprochable. Pensamos que podamos contar con eso." Se
encogi de hombros. "Parece que no."
El pulgar de Sir Alex acarici el labio inferior de Ra. "Crees que
Westphal te querr despus de haber estado con nosotros?",
pregunt. "Hay una apuesta sobre ello. Vamos a organizar una
degustacin. Qu piensas sobre eso?"
Sus palabras no significaban nada para ella, pero el gemido
apenas audible de Jane hizo que la sangre de Ria se helara. Si esa
degustacin podra provocar semejante respuesta en Jane,
entonces deba ser algo digno de ser temido.
Sir Alex se puso de pie y se acerc a Jane. "Tienes algo que
quieras decir?"
"No, mi seor."
"Entonces, tal vez ests cansada de estar de pie."
"No, mi seor."
"Mira a la seorita Ashby, Jane, y dile lo que es una degustacin."
La cabeza de Jane gir en direccin a Ra. Sus labios se
separaron, pero le fall la voz.
"Dselo, Jane, o te juro que no voy a esperar para castigar a Sylvia
por tu desobediencia. La Srta. Ashby es lo suficientemente
experimentada en estas cuestiones." Como para hacer valer su
amenaza, Sir Alex comenz a girar de nuevo hacia Ra.
"Una degustacin es cuando todos ellos se turnan para estar
contigo", dijo Jane en un apuro. "Ellos... ellos se miran entre s y
cuentan sus embestidas y hacen apuestas sobre quin se queda
ms tiempo entre tus muslos."
Ria an no haba recuperado el color de la cara, as que no haba
ms que perder.
Lo que no pudo hacer por un momento fue respirar.
Los ojos azules de Sir Alex se dirigieron de Ra a Jane. La sonrisa
que bordeaba las comisuras de los labios hacia arriba mostraban a
un ser satisfecho. "Bien hecho, Jane. Creo que lo explicaste muy
bien. La Srta. Ashby ciertamente parece haber comprendido el
quid de la cuestin."
l ayud a Jane a soltarse del gancho y la acompa hasta la
puerta.
Introdujo la llave y gir el picaporte con una pequea reverencia.
"Vamos ", le dijo. "Puedes irte. Estoy bastante seguro de que has
descuidado tus tareas."
"S, mi Seor." Jane baj la cabeza y se apresur a salir de la
habitacin. Ella no fue lo suficientemente rpido para escapar de
la palma de la mano de Sir Alex. Su palma aterriz con elegancia
sobre su trasero y el sonido de la misma se apag por su
exclamacin.
Sir Alex cerr la puerta y gir la llave.
Ella es una buena chica", dijo mientras se volva hacia Ria.
"Dudo que vaya a cansarme de ella pronto."
"Qu va a ser de ella?"
"Una mejor pregunta sera Qu va a ser de ti? Jane ya no es de tu
incumbencia."
Sonri de repente. "Pero voy a satisfacer su curiosidad. Este lugar
no es muy diferente de la escuela en Gillhollow. Se podra decir
que es otra escuela de la seorita Weaver. Tambin damos clases
a las nias, en primer lugar, para que puedan servir a nuestras
necesidades, y para que luego pueda servir a las necesidades de
los dems. Quienes se destacan se convierten en cortesanas, las
menos talentosos son vendidas a burdeles. Las mercancas
daadas se convierten en prostitutas de la calle".
Las mercancas daadas. Hablaba alegremente de las nias que
haba utilizado como mercancas daadas. Ria sinti como si
hubiera un gran peso presionando contra su pecho; quiso respirar
profundamente pero no le fue posible.
"Eso es ser traficante de esclavos."
"Usted se ha vuelto audaz, de repente, seorita Ashby. Debe
aprender a proteger su lengua. Mi paciencia no es infinita.
Jane no est lejos, y es una cosa bastante simple llamarla de
nuevo." Hizo una sea para que Ria se pusiera de pie, luego le
orden que lo siguiera.
"No pensaste que poda hacerlo, verdad?"
"No."
"Probaremos tu vala aqu. Yo soy de la opinin que nos vas a
demostrar tu vala en muchas maneras. Vamos, quiero ver si estoy
en lo cierto." Agarrando a Ria por las muecas, la llev hasta la
pared opuesta a la chimenea y seal el gancho encima de su
cabeza.
"Los grilletes son ms difciles de encajar, pero creo que puedes
manejar la cosa."
Ria sinti que sus rodillas se debilitaban, pero permaneci de pie.
Entenda muy bien por qu haba elegido ese muro, ese gancho.
Su posicin aqu era para que estuviera a la vista de todos
aquellos que miraban a travs del panel. No poda decir si haba
sido abierto. El juego de luz y sombra en la pared lo esconda de
ella, pero sospechaba que el cuarto de al lado no estaba
iluminado, por lo que alguien podra observar sin ser visto.
Ella levant los brazos por encima de la cabeza tal cmo haba
visto a Jane hacer, luego se puso de puntillas para coger el
gancho. La postura le tens los brazos.
Se requirieron dos intentos antes de que ella fuera capaz de
deslizar los puos sobre el gancho, pero su esfuerzo fue
recompensado por una ligera relajacin de la tensin en los
hombros. Resisti el instinto de tratar de liberarse. Era lo que Sir
Alex esperaba, pens.
"Hermosa". Sir Alex se hizo ligeramente a un lado e hizo un
estudio de sus formas.
"Es lamentable que provocaras a Beckwith en el carruaje. Los
moretones no se ocultarn fcilmente. A Lord Herndon no le
gustan los ptalos de sus flores aplastadas y estoy inclinado a
pensar igual. Beckwith, sin embargo, no es tan particular. l
encuentra placer infligiendo una cierta cantidad de dolor, y casi
otro tanto al ver la reaccin al mismo. Pero no somos todos
iguales, Srta. Ashby."
l puso sus dedos en su cabello claro y lo coloc hacia adelante,
luego sigui el contorno de su figura hasta posar la mano sobre su
pecho.
Ha estado pensando acerca de la degustacin? Quin crees que
va a durar ms que todos los dems?"
Ria saba que l esperaba una respuesta.
"Pienso que sers t."
Sir Alex Cotton dio una carcajada. "Muy bien. S, ciertamente
apostar por m mismo." Su mano cay lejos de su pecho y se
apoy en la cadera un momento.
"Pero, qu hay de Westphal? Podra, l darte mejores
embestidas que todos nosotros?"
La boca de la Ra estaba seca como el polvo. Su lengua se pegaba
al paladar.
"Quieres tomar un poco de vino?"
Pregunt Sir Alex. Ante su asentimiento, se dirigi a la puerta
contigua, llam dos veces, y esper a que se abriera. Se fue menos
de un minuto y volvi con un vaso de clarete. "Voy a sostenerlo
para ti."
Coloc el borde de la copa en los labios y lo inclin con cuidado.
l no se movi hasta que ella hubo bebido profusamente. El vino
manchaba la boca de forma perfecta de Ria con el color de los
rubes. "Encantadora".
Ria cerr los ojos mientras inclinaba la cabeza y pona sus labios
sobre los de ella.
Trat de no darle la satisfaccin de su resistencia, pero le result
imposible no retroceder cuando l se apret con fuerza contra ella
y oblig a su lengua ms all de sus dientes. La mano que estaba
en su cadera se desliz entre sus muslos, y ella se sacudi
violentamente cuando el vestido de batista demostr ser una intil
barrera para el sondeo de sus dedos.
Sir Alex levant la cabeza, pero no quit su mano. "Y bien?",
pregunt.
"Qu hay de Westphal?"
Beckwith desliz el panel hasta cerrarlo y abri los postigos
mientras encenda la linterna. Luz baaba la pequea cmara e
iluminaba los rasgos duros del hombre a su lado. "Qu crees que
le contest?", pregunt. "Ella halagar a Sir Alex, o le dir que
t ganars la apuesta?"
Los dedos de Oeste se extendieron lentamente. Estaban rgidos y
casi sin circulacin de sangre por haberlos tenido durante tanto
tiempo en puos fuertemente apretados. "Qu es lo quieres a
cambio, Beckwith?"
"No es slo por m, Entiendes? Es por la Sociedad."
"S. Dmelo."
"Tienes que probarte a ti mismo primero. " Observ a Oeste
durante un largo rato, como si an estuviera teniendo en cuenta su
oferta. "Luego nos entregars al coronel a cambio de tu puta."
Captulo Diecisis
Ria se mordi el labio para no gritar despus de que Sir Alex sali
de la habitacin.
Sus brazos y hombros le dolan por la posicin poco natural que
ella se vio obligada a mantener. Para soportar su peso, tuvo que
pararse sobre los dedos del pie, los msculos de las pantorrillas y
los muslos le quemaban por el esfuerzo. Sir Alec no dijo cunto
tiempo estara fuera, slo que tena otros asuntos que atender. Ella
pens que iba a soltarla. Haba jugado con sus muecas como si
quisiera liberarla, pero luego simplemente haba dirigido su palma
a lo largo de su brazo, sonri observando su desilusin, y la haba
dejado sola para meditar en lo que, iba a ser su destino.
Se pregunt si ella estara siendo observada, incluso ahora.
Habran apostado los obispos sobre si iba a tratar de liberarse?
Era tentador mirar en la direccin del panel, tal como la estaba
tentando tratar de arrancarse las bandas de hierro, pero Ria
resisti las dos tentaciones debido a Jane. No importa que Sir
Alex tratara de diferenciarse de Beckwith, porque a la hora de
infligir dolor, Ria haba comprobado que estaban cortados con la
misma tijera.
Ella cerr los ojos. Haba otro tipo de escape, pens, uno que los
obispos no podran evitar tan fcilmente. En su mente, Ria vio el
lago en Ambermede.
Era verano, y la hierba era alta, y le haca cosquillas en las
rodillas mientras corra por la orilla del agua. Arranc una de las
campanillas y se la llev a los labios.
Sus mejillas se hincharon mientras trataba de hacer un silbato de
la misma.
El ruido que logr fue estridente a su propio odo y perfectamente
molesto para los que la rodeaban. Su madre la llam, "Ria. Ria,
ven aqu."
Ella no fue, por supuesto. Ni siquiera consider ir. El sol era
clido en su cara y una ligera brisa le alborotaba el cabello. El
agua le hizo seas con ms fuerza que su madre. Ella abandon la
brizna de hierba en favor de girar como una peonza, con los
brazos extendidos, como si pudiera abrazar el mundo entero en
ellos. "Ria", llam su padre. Ella le prest tan poca atencin como
lo haba hecho con su madre. "Maria".
Aaah, ella deba estar comportndose mal si alguien se haba visto
obligado a pronunciar su nombre de pila. "Reee-a!"
Ella se ri. Por qu deba ir hacia ellos? se pregunt. Pareca
infinitamente ms importante que se unieran a ella.
Ella tomara otra campanilla y jugara al flautista de Hamelin con
ellos. Su madre, su padre, el duque... todos ellos dejaran sus
mantas y bailaran alegremente su meloda. Ella se apart,
mostrndose como una bailarina, los brazos curvados con gracia
por encima de ella, sus largas piernas levantadas en punta con
elegancia. "Ria". Un coro de voces la llamaba, y ella alegremente
ignor los elogios de su pblico. Que vengan a ella, pens de
nuevo.
Que vengan.
"Ria". Oeste dio un tirn en el pasador que acoplaba los puos de
Ria. Ella gimi suavemente cuando cayeron los brazos sin fuerzas
a los costados. l tir de ella en contra de l y la mantuvo all,
sirvindole de apoyo. Su cabeza descansaba pesadamente sobre su
hombro. Su abrazo apretado era todo lo que la mantena en pie.
"Viniste," susurr. "Saba que lo haras.
Los dems, tambin. Dije que vendran a buscarme, y lo hicieron.
Yo saba que si jugaba para ellos, iban a venir." Era casi
demasiado trabajo esforzarse por sonrer, pero de alguna manera
sus labios lograron presionarse contra su abrigo.
"Qu sencillo es todo, verdad?"
"Shh".
Era un secreto?, se pregunt. O slo quera decir que ella no
debera hablar?
No importaba. No haba nada ms que quisiera decir en ese
momento. l la estaba levantando en sus brazos y todo era como
debera ser.
Oeste acost a Ria en la cama. Trat de aferrarse a l cuando se
enderez, pero not que ya no quedaba fuerzas en sus brazos. Ella
fue capaz de mantenerlos levantados por slo unos momentos
antes de caer pesadamente al colchn.
Era una agona para Oeste alejarse de all.
Para tranquilizarla, dijo: "No me voy a ninguna parte.
Ria lo mir alarmada. "No? Por qu?"
Coloc una mano sobre su hombro antes de que pudiera tratar de
incorporarse.
"Permteme que te de mi abrigo."
No fue una respuesta a su pregunta, y Ria estaba empezando a
pensar con claridad suficiente para darse cuenta de ello.
"Quiero salir de este lugar."
"No ms de lo que yo quiero que te vayas. "Se quit la levita, y
luego la ayud a sentarse el tiempo suficiente para colocarlo sobre
sus hombros.
"Deberas ponerlo de forma adecuada."
"As es mejor", le dijo en voz baja.
"Como si tus brazos estuvieran todava a mi alrededor.
"Ria no haba tenido intencin de causarle dolor, pero esa fue la
emocin exacta que vio pasar por su rostro, luego se instal en
sus ojos.
"Todo est bien. No tienes nada que responder." Ella estaba a
punto de poner una mano sobre la suya justo antes de que se
retirara de su lado. Volvi la cabeza para poder seguir sus
movimientos, Ria le vio usar la punta de la bota para empujar los
troncos en la chimenea. Uno de ellos dio la vuelta y cobr vida.
Ella sonri mientras saltaba hacia atrs para evitar el chisporroteo
de las llamas.
Oeste se volvi e hizo un gesto hacia el fuego. "Te gustara
sentarte aqu y entrar en calor?"
Ria neg con la cabeza. "El seor Beckwith me advirti que esta
prenda cobra fuego como un pabilo". Ella no perdi el toque
sombro de los labios del Oeste, "Pero no importa ahora", dijo.
"T has desterrado a los obispos."
"Siempre habr obispos."
"Entonces tendrs que acabar con todos los obispos. Es un buen
comienzo en algunos aspectos. Un final mejor en otros."
Oeste se acerc a la cama. Una de las mantas yaca en un
montculo a los pies, la otra haba cado al suelo. La levant, la
extendi entre sus brazos, luego cubri a Ria y las arremeti a su
alrededor. Vio que ella esperaba algo ms de l, sus brazos debajo
de ella, tal vez. Sentado en el borde de la cama, Oeste tom una
de las manos de Ria entre las suyas. Sacudi los grilletes de
hierro. Ella lo miraba de cerca ahora, y se las arregl para no
estremecerse al sentir el fro acero bajo sus dedos.
"Me gustara quitarte esto si pudiera", dijo. "Lo sabes, verdad?"
Los ojos de Ria se clavaron en su mueca. Vio su pulgar pasando
por el borde de la banda. Era extrao, pens, haba estado
tocndola all y ella no lo haba sabido.
Ella le devolvi la mirada. "Sir Alex tiene la llave."
"S. Lo s."
Su ceo se frunci levemente mientras consideraba lo que esto
significaba.
"T estabas mirando cuando estuvo aqu?"
l asinti con la cabeza.
Los dedos de Ria apretaron los suyos.
"Por cunto tiempo?"
"T estabas fingiendo dormir cuando vi por primera vez. Pens
que estabas dormida, pero luego me di cuenta de que no. La
Seorita Petty y Cotton llegaron poco despus, y parecieron darse
cuenta de inmediato."
"Pero si estabas all..." Ria se dio cuenta de que ella todava no
entenda. "Por qu no lo detuviste?" Se detuvo porque l negaba
con la cabeza.
"No poda ir hacia ti", dijo. "Yo no me atrev a hacer el intento."
Todava poda or a Beckwith describiendo grficamente lo que le
pasara a Ria si daba un solo paso en falso. Incluso ahora, si no
tena cuidado, el final poda ser el mismo. Tal vez ya haba dicho
ms de lo que debera decir.
Era difcil de saber. Beckwith no haba sido claro en cuanto a
cules eran las acciones que se admitiran en la negociacin con
los obispos. El hecho de que las puertas permanecieron cerradas
era una buena seal de que an estaba dentro de los lmites que
tenan en mente. Oeste no crea que hubieran vacilado para venir
y arrastrarlo fuera de la habitacin.
"Nosotros no nos vamos, verdad?"
Haba tan poca inflexin en la voz de Ra que era apenas una
pregunta.
"No, todava no."
Ria asinti. Sus ojos se dirigieron hacia el panel, luego mir a
Oeste para la confirmacin de lo que ella no se atreva a
preguntar.
Le apret la mano y lo vio, ms que oy, contener el aliento. En
ese pequeo gesto, ella comunic su comprensin.
"Lo llaman una degustacin," susurr Ria.
Las palabras apenas produjeron un sonido y Oeste tuvo que
inclinar la cabeza para orla. "S," dijo. "Escuch lo que Sir
Alex te deca."
"Por supuesto. Me olvid que estabas all."
Oeste tir de la manta hasta que las coloc justo debajo de sus
pechos. Dej abierta la mitad de su abrigo y corri el amplio
escote de su camisn sobre su hombro porque haba vislumbrado
el cardenal antes de ponerlo al descubierto.
"Beckwith?"
Su asentimiento fue casi imperceptible.
Ella saba que haba visto la lesin porque se vea como si fuera a
cometer un asesinato. Tal vez sera lo mejor, pens.
Pero no ahora. Ahora l estaba movindose con cuidado, incluso
con ella, sobre todo con ella. Ria entenda que era porque estaban
siendo observados. No estaba seguro, se dio cuenta. Le dola un
poco que no pudiera confiar en sus respuestas por completo, pero
tambin reconoci su buen juicio. No saba si ella respondera de
la manera adecuada si l le deca lo que pasaba realmente, pero no
poda garantizarlo.
Sir Alex le dijo que este era el lugar donde los obispos ponan a
prueba el temple de uno. l haba dicho eso de una manera muy
particular, pero Ria pens que podra ser cierto en muchos otros.
Quit su mano de la de Occidente y la levant para tocar su
mejilla. Sus dedos temblaron un poco, y ella sinti el peso del
grillete de hierro, pero ninguna de esas cosas conseguiran
doblegarla.
"Vamos," susurr. "Todo lo que debas hacer, hazlas antes de que
pierda el valor."
l agarr su mano y se llev los nudillos a la boca. Le dio un beso
all, sostenindola de esa manera durante un buen rato antes de
soltarla. "Quieres sentarte?"
Ella lo hizo. Era inesperado, no pens ni por un momento que iba
a deshacerse de las mantas y quitarle el abrigo de sus hombros, ni
que lo que iba a sacar de su bolsillo sera el pasador de hierro que
haba junto a sus esposas. "Qu piensas hacer con eso?" Pero
incluso mientras le preguntaba, ella saba la respuesta.
Oeste la levant y llev el abrigo para colgarlo en el gancho en el
que haban estado aseguradas hasta haca tan poco las muecas de
Ria. No era frecuente, supuso, que uno de ellos utilizara el gancho
como percha para su prenda de vestir.
l la mir fijamente, controlando su respiracin, antes de regresar
a la cama.
Cuando se gir, vio que Ria ya se haba sentado apoyando la
espalda en la cabecera, con las manos detrs de su espalda, sus
rodillas dobladas hacia el pecho, y mirando con recelo sus puos
cerrados, tratando de determinar en cul de ellos tendra el
pasador.
"No voy a pelear", dijo.
"Lo s." Se senta como si su corazn estuviera apretado en una
prensa de banco.
"Puede sostenerte sobre tus pies?"
Ria no lo saba, y no quera averiguarlo.
Qu tan rpido haba menguado su decisin, pens. Slo tuvo
que mostrarle el perno. Apart la sbana enredada alrededor de
sus tobillos y desliz sus pies sobre el borde de la cama. Cuando
se puso de pie, las rodillas le temblaron un poco. Su barbilla gir
en direccin a Oeste, para luego caer de nuevo cuando vio que l
ya no estaba donde ella esperaba que estuviera.
"Aqu", dijo. "Te quiero aqu."
Ria parpade. Estaba al lado del espejo de cuerpo entero. En un
ngulo diferente ahora, y cuando se volvi, su plena complexin
estuvo inmediatamente a la vista.
Era como si ya estuviera de pie a su lado. Ella decidi que
prefera estar all, de hecho, cerr la distancia entre ellos con las
piernas sorprendentemente firmes.
"Aqu", dijo de nuevo. "Frente al cristal."
Respirando entrecortadamente, Ria dio un paso hacia un lado.
"Mirndote a ti, no a m."
Con cierta dificultad, Ria quit la vista de Oeste y se mir en el
espejo, aunque no a s misma. Sus ojos se fijaron en un punto ms
all de su propio hombro. Poda ver la mayor parte de la cama
detrs. El corazn se le dispar, y cuando trat de cobrar el
aliento fue demasiado ligero como para llenar sus pulmones.
Oeste se situ detrs y puso las manos sobre sus hombros.
Cuando los ojos de Ria volaron hacia l, l neg con la cabeza y
le indic de nuevo su reflejo. "Mira mi mano." Levant la derecha
y vio cmo sus ojos lo seguan. Se preguntaba qu haba hecho
con el pasador, pero l no estaba dispuesto a revelar dnde lo
haba escondido.
Ria fij su mirada gris azulada en los dedos de Oeste, mientras se
arrastraban a lo largo de su clavcula. Senta su contacto, pero era
como si estuviera sucedindole a otra persona. Su mano roz su
piel tan ligeramente que no podra haberlo llamado una caricia. Si
fuera correcto el trmino, entonces dira que sus dedos estaban
susurrndole a su piel.
Su dedo ndice recorri el borde de su escote, deslizndose a
veces debajo del material, rascando su piel suavemente con la
punta de su ua. Inclin la cabeza una vez y bes la herida en su
hombro, luego se enderez y us ambas manos para empezar a
retirar su camisn.
Las manos de Ria se levantaron. Se estremeci cuando vio los
grilletes de hierro tan claramente expuestos en frente de ella.
Durante unos minutos se haba olvidado de ellos, sin embargo,
aqu estaban, duros, pesado y negros, un fuerte y aterrador
contraste con su piel suave, casi transparente.
"Baja tus manos", dijo.
Ella las baj lentamente. "No es porque t lo ordenes," dijo con
tranquila dignidad.
"Slo estoy probando mi vala."
Entonces Oeste sonri. Una sonrisa tan dbil, que se esfumo al
instante, iluminando sus ojos. "S lo que vales."
l puso sus labios contra el pelo sedoso y plido junto a su odo y
le dijo que la amaba.
Los ojos de Ria volaron hacia l, pero cuando levant la cabeza,
no estaba sonriendo. Tampoco la miraba a travs del espejo. Sus
ojos estaban fijos en el escote. Ella mir a continuacin su reflejo.
Afloj el material sobre sus pechos, primero la curva superior, y a
continuacin, lo sac por completo exponiendo los pezones
erectos. El camisn le cay hasta la cintura, pero sus manos se
quedaron dnde estaban, ahuecando sus pechos.
Sus pulgares pasaron sobre los botones sensibles, plenamente
excitados. Ella se apret un poco ms entre sus brazos, gimiendo
suavemente cuando una ola de calor comenz a recorrerla. Sus
ojos se cerraron.
"No," dijo. Sus manos se detuvieron.
"Abre los ojos".
Fue con no poco esfuerzo que ella levant sus pestaas y se qued
mirando las imgenes en el espejo. Sus pechos se sentan pesados,
ajustndose a sus palmas.
Se pregunt cmo sera ver su boca all, mamando de ella, sentir
la succin de la lengua y el mordisqueo de los dientes al tiempo
que vea los labios sobre su piel.
Su respiracin se detuvo.
Sus manos fueron de sus pechos a su cintura y se posaron en la
curva de sus caderas. Sus dedos eran largos y delgados, de uas
pulidas y suaves. Su piel mostraba moretones justo all donde sus
dedos pulsaban. No hizo ningn comentario sobre las lesiones
visibles en el muslo y debajo de la caja torcica, pero Ria no se
perdi la forma en que su mano se detuvo al notar la evidencia de
abuso. Con miedo de lo que pudiera ver en sus ojos, ella no mir
en esa direccin.
En cambio, le vio levantar sus manos para que su camisn pudiera
completar su descenso hasta el suelo. Ella sali de la nube de tela
sacudiendo sus pies cuando l le se lo orden, a pesar de que
apenas fue consciente de ello. No se dio cuenta de tampoco que l
lo apart con la punta de su bota.
Las manos de Occidente cayeron a sus costados, pero abrazaron a
Ria slidamente cuando ella se inclin hacia l. La curva de su
trasero descans cmodamente contra sus muslos, la corona de su
cabeza se ajust debajo de su barbilla.
A juzgar por el oscurecimiento de los ojos y la mirada vagamente
inquieta, Oeste dud que alguna vez la hubiera estudiado de una
manera tan franca y directa.
"Levanta tus manos."
Ria parpade. Observ cmo su cuerpo vibr en respuesta a la
orden sin inflexiones de Oeste. Levant las manos lentamente
hasta el nivel de sus pechos y las cruz por las muecas de la
manera que saba que iba a pedirle que hiciera.
Lo vio peinarle el pelo hacia atrs con los dedos, y luego el
pasador estaba all en su mano otra vez, y l la tom por las
esposas, para acoplarlas al igual que Sir Alex haba hecho antes.
"Ven", dijo.
Ella vacil, sin saber dnde quera decir que fuera. Se haba
apartado de ella, pero no indicaba ninguna direccin.
"A la cama".
Ria mir hacia la cama, completamente segura de que no poda
volver sobre sus pasos para ello. Jade suavemente cuando la
decisin fue tomada por ella.
Oeste la levant del suelo y la llev esa corta distancia. La acost,
luego sac la almohada de debajo de la cabeza.
"Levanta las caderas."
Mordindose el labio inferior con fuerza suficiente para extraer
sangre, Ria se concentr en el dolor en lugar de lo que estaba
haciendo. No supo que la almohada estaba bajo ella hasta que
sinti la presin suave e insistente de la mano de Oeste en la
cadera, empujndola hacia abajo. Su piel se retrajo cuando la
palma se desliz hasta la parte plana de su abdomen y se pos
entre sus pechos.
Desliz sus dedos por debajo de las muecas enlazadas y las
levant.
"Qu ests" Ria le cort la pregunta, estirando la cabeza para
ver la verdad misma. Incrustado en la cabecera de la cama haba
un gancho al igual que todos los dems en la sala. Era igual que la
ilustracin en el libro de Beckwith, se dio cuenta. As era como l
haba sabido que el gancho estaba all. Tena la intencin de
enganchar sus muecas a la cabecera de la cama, extender sus
muslos, y subir entre ellos. Incluso la almohada estaba colocada
exactamente como lo haba estado en el dibujo.
Ria entendi entonces que se trataba de rdenes especficas de
Beckwith las que guiaban a Oeste. Esta exhibicin era para l, tal
vez para l solo.
Mirando hacia atrs de Oeste, vio la contraccin de su mandbula,
Ria no ofreci resistencia mientras le aseguraba los puos. Pens
en su imagen al desnudarse delante del espejo de cuerpo entero y
sintiendo la atencin de sus manos en su cuello, en sus pechos,
acariciando la curva de su cadera y la parte interna del muslo. La
haba hecho observar, le ense a ver lo que estaba haciendo con
ella casi como si le estuviera pasando a otra persona. Esa es la
forma en que ella iba a sobrevivir a esto, pens. Eso era lo que
Oeste le haba dado, un medio para sobrevivir.
Visto a travs de la lente del ojo de su mente, nunca habra habido
nadie ms que ellos dos en esta habitacin.
Ria cerr los ojos mientras Oeste pasaba los dedos por su brazo,
rozando la parte inferior suave y sensible de su codo. Un pequeo
escalofro pas por debajo de su piel. Ella sinti una oleada de
tensin y cierta pesadez, no del todo desagradable, sobre sus
extremidades. Era como si tuviera conciencia slo de su toque
ahora, el peso de su mano en el hombro, ahuecando su pecho, los
latidos de su corazn, dejando un rastro en su piel, que termin
con sus dedos deslizndose entre sus muslos.
"brete para m."
Levantando una rodilla, Ria hizo exactamente eso. No trat de
evitar esta caricia, sino que se entreg a ella. Si era inevitable que
se viera obligado a tomarla, entonces lo ayudara a no hacerle
dao, y sinti que responda a la presin constante, e insistente de
sus dedos acaricindola.
Se dio cuenta de los primeros indicios de rendicin. Sus caderas
se levantaron una fraccin. Entre sus muslos, estaba mojada.
Hubo momentos en que el calor de sus dedos fue casi imposible
de soportar, a continuacin, su toque la aliviara y le dara un
momento de respiro.
Ella abri los ojos de pesados prpados y lo mir desde debajo de
sus pestaas.
Lo vio a la distancia y en sorprendente contraste con el calor que
provocaba en ella, sus ojos estaban fros. Ria lo habra acariciado
si le hubiera permitido la libertad de hacerlo. Habra pasado su
mano por la mejilla, borrando las lneas de las comisuras de su
boca sombra y el terrible fro de sus ojos. Lo que hizo fue
mostrarle su propia necesidad desnuda al someterse a l ahora, a
su fuerza.
Ella sinti que se quedaba sin aliento cuando l desliz un dedo
en su interior.
Lo apret por un momento, contrayndose a su alrededor, luego
hizo lo mismo, un momento despus, y otra vez ms. Sus talones
se clavaron en las sbanas y sacudi sus caderas a contrapunto.
No siempre era fcil saber lo que poda y lo que no poda hacer,
pero al final, Ria supuso que no tena importancia.
Ya no se senta desprotegida; Oeste la haba hecho sentirse
deseada ms all de toda razn. Hizo todo lo que pudo para no
gritar cuando l apart la mano y se puso de pie.
Parado junto a la cama, Oeste comenz a aflojarse la ropa. Mir
hacia arriba, cuando un puado de gotas de lluvia golpe el techo.
A travs de la claraboya, el brillo de las estrellas le llam la
atencin, y vislumbr una constelacin que era Casiopea. Ms
lluvia golpeando ligeramente en el cristal. Volvi a mirar a la Ra
y vio que sus ojos oscurecidos an se centraban vagamente sobre
l. Ella pareca completamente inconsciente de la tormenta que se
aproximaba.
Oeste tir la corbata hasta el pie de la cama y se desabroch el
chaleco. Se encogi de hombros para salir de l y lo dej caer al
lado de la corbata. Tirando de su camisa de lino, la liber de los
pantalones, y luego se la saco por la cabeza. En lugar de lanzarla a
un lado, la sacudi, y la dej caer para que cubriera a Ria desde
sus pechos a sus muslos.
Cuando su camisa flot sobre ella, Ria percibi el cambio leve en
la inclinacin de la boca de Oeste. La lnea segua siendo sombra,
pero haba algo ms all tambin, un cierto humor negro que
finalmente se impuso. Al igual que el parpadeo de la luz de las
velas en la cara, lo que le pareci ver all pas muy rpidamente.
Se pregunt durante todo el tiempo que tard en ir y venir, que
haba significado y despus no pens en ello de nuevo. Ria yaca
debajo de la tela de lino de su camisa, envuelta en su fragancia, en
su esencia misma, y esper a que acudiera a ella, para sentir ese
aroma brotando de su misma piel.
Oeste desabroch los botones de la bragueta, y luego se sent en
el borde de la cama. Hizo una pausa y consider el obstculo de
sus botas, y decidi dejrselas puestas. Estirndose junto a Ria,
us su cuerpo para protegerla de la vista del panel oculto,
entonces, un momento ms tarde, se oy una explosin, y luego
una ducha de fragmentos de vidrio.
Trozos del cristal de la claraboya rotos, esparcidas por la cicatriz
de su espalda, pero Oeste apenas tuvo conciencia del dolor.
Sostuvo a Ria protectoramente entre sus brazos, cubrindola con
sus anchos hombros y el torso hasta que la lluvia de vidrios y
piedras termin. En rpida sucesin, oy el panel cerrarse de
golpe, el susurro de la tempestad del viento, blasfemias y golpes
en la habitacin contigua, y luego una voz familiar amistosa
llamando desde arriba.
"Te digo una cosa, Oeste, lo ms decente que podra hacer sera
cerrar los ojos, pero me voy a romper el cuello en la cada si lo
hago."
"Sur". Oeste identific la voz para Ria en el caso de que no lo
hubiera hecho. Y le dijo a su amigo, "Miss Parr te romper el
cuello si no lo haces."
"Correcto", dijo Sur. "Mirando lejos ahora."
Oeste se sent y rpidamente solt la mueca de Ria, primero del
gancho, y luego las separ. La ayud a incorporarse y
rpidamente se frot los brazos rgidos antes de pasarle la camisa
por la cabeza. Ella estaba temblando ahora, en parte como
respuesta al torbellino de aire fro que azotaba la habitacin desde
la abertura del techo, pero tal vez ms por la claraboya destrozada
y el hecho asombroso de que Sur estuviera de pie encima de ellos.
Aturdida pero animada, Ria se dej poner primero la camisa de
Oeste, a continuacin, su levita. Aferrndose a su brazo, se puso
de pie y mientras el barra los trozos de cristal con sus botas.
Cuando se levant, ella lo sigui, a pesar de que l se haba
quedado donde estaba.
"Yo no voy a dejarte ir", dijo. Ella se tambale un poco sobre sus
pies descalzos, sus largas piernas temblorosas al dar sus primeros
pasos.
Oeste la levant para que no se cortara con el cristal y la dej slo
cuando lleg a la chimenea. "Listo!" le grit a Sur.
Casi de inmediato, el vizconde salt desde la abertura. Colgando
del marco de madera de la claraboya por un momento, luego lo
solt y aterriz ligeramente sobre sus pies. A excepcin de los
vidrios rotos que crujan bajo sus botas, haba descendido tan
silenciosamente como un ave de presa. l friccion sus manos y
mir a Oeste con satisfaccin por haber logrado hacerlo tan bien.
Haciendo una pequea reverencia a Ria, y manteniendo sus ojos
cortsmente en su rostro, le pregunt: "Se encuentra bien,
seorita Ashby?"
Ella parpade, pero descubri que slo tuvo fuerzas para asentir.
"Bueno." Ech un vistazo a Oeste.
"Puedes sacarnos?"
"Ahora puedo." Meti la mano en el interior de su bota y recuper
el cuchillo.
Entregando a Ria al cuidado de Sur, Oeste se agach delante de la
puerta de la habitacin de al lado y desliz la hoja a lo largo de la
grieta del panel hasta que capt el pestillo. Movi la hoja de acero
delgado ida y vuelta un par de veces antes de que presionara
suavemente el pasador. La puerta se abri unos centmetros y
Oeste la empuj con fuerza para abrir el resto.
"Beckwith huy tan pronto como el tragaluz fue destrozado", dijo
a Sur.
"Dnde estn Norte y Este?"
"Esperando por nosotros para remover a estos obispos de su
nido."
"Tienes un arma?"
Sur se desabroch la chaqueta y apunt a la culata de una pistola
asomando por encima de la cintura de sus pantalones.
"Pareca apropiado de alguna manera."
"Por supuesto." Oeste mir a Ria.
"Dame tus muecas."
Extendi sus manos y se maravill de su firmeza cuando Oeste
utiliz su daga para intentar quitarle las esposas. Ella lleg a la
conclusin antes de l de que el cuchillo no lograra quitarlas. "No
tiene importancia", le dijo ella, dejando caer las manos.
"Ellas no representan ningn obstculo para salir de este lugar."
Oeste mir a Sur en busca de sugerencias, pero su amigo se
encogi de hombros.
"Muy bien", dijo de mala gana, sabiendo que no poda permitirse
perder ms tiempo en la tarea. "Qudate cerca detrs de nosotros."
"Por supuesto." Antes de que ninguno de los hombres pudiera
detenerla, Ria se meti de nuevo en la habitacin en la que haba
estado prisionera y comenz a torcer el gancho de la pared ms
cercana. Sur vio de inmediato lo que estaba haciendo y empez a
ayudarla a girar el tornillo.
"Maldita sea", dijo Oeste. "Qu estn haciendo?"
"Un arma", le dijo Ria sucintamente.
Ella lo mir fijamente, desafindolo para que le dijera que no
poda tenerlo, mientras giraba el gancho con la ayuda de Sur.
Sin esperar simpata de Southerton, ni buscndola siquiera, utiliz
su cuchillo para aflojar el revestimiento alrededor del gancho para
que pudieran girar ms rpidamente. Una vez Ria lo tuvo en la
mano, l los llev a la habitacin contigua.
Para estar seguro, investig el cubculo oscuro donde haba sido
obligado a ver a Sir Alex acariciando a Ria. Estaba vaco.
Beckwith en verdad haba elegido irse corriendo del lugar.
Salieron de la habitacin con la silla de zafiro y las cortinas de
color rojo sangre por un pasillo estrecho en la parte superior de la
escalera. No haba otras habitaciones en esta planta, y los tres se
apresuraron a bajar las escaleras empinadas. En la sala de abajo,
Oeste le orden a Ria quedarse en el pasillo mientras que l y
Sur iban de una habitacin a otra en busca de Herndon, Cotton,
Beckwith, o cualquier otro de los obispos que estaban todava en
las inmediaciones.
Encontraron una nia arrodillada en la plataforma de una
chimenea, sujeta, por un collar de cuero delgado y una cadena
unida a un anillo de hierro entre los ladrillos.
Ella haba sido dejada sin atencin durante tanto tiempo que sus
antebrazos y la parte posterior de sus manos lucan pequeas
quemaduras y ampollas donde el rescoldo haba cado sobre su
piel. Su camisa estaba manchada de ceniza y una serie de
pequeos agujeros donde las llamas haban lamido la tela. Oeste
cort a travs del collar de cuero con el cuchillo, y Sur acompa
a la chica en busca de refugio donde estaba Ria.
"Sylvia ", dijo Ria suavemente. Tom a la joven aturdida en un
abrazo ferozmente protector, y siguieron abrazadas de esa manera
hasta que se les unieron Mary Murdoch, y Amanda Kent.
"Dnde est Jane?" pregunt.
Pero ninguna de ellas lo saba, o si lo saban, tenan demasiado
miedo de decirlo.
Se apiaron en torno a Ria, pero sinti que era un vnculo
demasiado frgil.
Ella sorprendi sus temerosas miradas como dardos hacia las
escaleras como si se temieran la repentina aparicin de los
obispos desde el piso de abajo. Ria se dio cuenta que no poda
depender de ellas para ayudarse a s mismas. La obediencia y el
miedo estaban demasiado bien arraigados.
Oeste y Southerton regresaron, ella los mir con ms
determinacin que antes.
"Y los obispos?"
Oeste y Sur intercambiaron miradas.
"Dos estn apresados", dijo Oeste cuidadosamente. Sur haba
atado a un barn corpulento sobre un banco acolchado, el culo
rosado del hombre qued levantado como los cuartos traseros de
un cerdo asado. Otro obispo atrapado con los pantalones por
debajo de sus regiones inferiores ahora estaba preso en el mismo
gancho que haba contenido a su vctima ms joven. "No te
gustara verlos."
Ria no estaba tan segura. "Jane?" pregunt.
Oeste neg con la cabeza.
"Y Sir Alex?"
"Todava no lo encontramos. Tampoco a Beckwith. Si ellos
huyeron por la parte delantera o trasera de la casa, Norte y Este ya
los tendrn controlados"
Ria asinti, pero no estaba tan segura como Oeste. Tom su seal
de las mujeres jvenes a su alrededor, que todava claramente
teman algunas represalias.
Se lo comunic a Oeste con una sola mirada, primero a las chicas,
a continuacin, en direccin a las escaleras.
Usando su cuchillo para indicar lo que quera hacer a Sur, Oeste
encabez la marcha hacia la planta baja, y en esta ocasin Sur
cerraba la marcha detrs de Ra y las nias. No les tom mucho
tiempo para determinar que la planta baja ya haba sido
abandonada. Ria hizo pasar a sus nias al santuario relativo del
hmedo invernadero, mientras que Sur y Oeste abran las puertas
para Eastlyn en la parte delantera de la casa y a Northam en la
parte trasera.
Eastlyn tena dos lacayos de librea a cuestas, pero los solt antes
de llegar al interior. Norte haba perseguido a todos los siervos
fugitivos hasta que estuvo seguro de que no haba obispos
escondindose entre ellos.
"Dnde est la Srta. Ashby? Pregunt Este.
"Al cuidado de las nias que encontramos. Ella est con ellas en
el jardn de invierno."
"Por supuesto", dijo Northam. "La Casa de las Flores."
"La idea de Herndon," les dijo Oeste.
"He aprendido ms de lo que quera saber acerca de este lugar
desde que te dej. El directorio de la academia de los
gobernadores hizo el esfuerzo a efectos de educarme, pero tendrs
que esperar para escucharlo. Sur y yo slo encontramos dos. Ellos
ests asegurados. Pero Beckwith estaba en el desvn cuando Sur
hizo su entrada teatral".
Sur se encogi de hombros. "La influencia de la seorita Parr."
Seal a Norte. Y cuando nos dimos cuenta de que era la mejor
manera de entrar, l me desafi."
Oeste levant la mano, diciendo basta.
"Las chicas tienen miedo. Una de ellas tiene quemaduras que
requieren atencin, y todas ellas necesitan saber los motivos que
desafan la explicacin y la razn. No s si pueden ser
persuadidas a denunciar a los obispos, pero es probable que sea
cierto que sepan dnde se han ido. Jane Petty sigue desaparecida.
Observ a los dems, francamente.
"Beckwith quera negociar con el coronel. Ese fue el precio que la
sociedad estaba pidiendo por la liberacin de la Srta. Ashby." Su
voz se hizo ms spera. "Eso, y algo ms."
Oeste no dijo nada ms con respecto a la otra demanda y saba
que Sur nunca repetira nada de lo que haba visto a travs de la
claraboya. "Denme un momento para hablar con la Srta. Ashby. A
continuacin vamos a planear una estrategia para examinar la casa
por segunda vez".
Cuando Oeste estuvo fuera de audiencia, Northam, dijo, "Se ve
como si hubiera visto el infierno."
"Lo ha visto", dijo en voz baja Sur. "Y cuando se vaya de aqu va
a poner los demonios detrs de l."
Ria se reuni con Oeste cuando entr en el invernadero. Mir por
encima de su hombro a Mara y Amanda que compartan un
banco de piedra, rodeado de macetas de orqudeas y hierbas altas.
Tambin compartan su levita. l frunci el ceo ante eso, pero
saba que Ria no podra haber actuado de otra manera.
Sylvia Jenner estaba sentada sobre un cojn a los pies de las otras
dos, con las piernas recogidas contra el pecho. Tena el dorso de
una mano quemada presionado a los labios y la otra en el interior
de una regadera. Tena un vendaje irregular alrededor de un
antebrazo, y el borde irregular de la camisa de Oeste justo por
encima de las rodillas de Ria le dijo el resto de la historia.
Ella extendi sus manos hacia l, y l las tom entre las suyas,
apretndolas ligeramente, frotando las palmas con sus pulgares.
La tranquilidad, sin embargo, no era unilateral, sino recproca.
"Qu han dicho?", pregunt.
"Muy poco. Ellas piensan que los administradores volvern por
ellas."
"Volvern? Quieres decir que haba una manera de salir que no
sabamos que exista?"
"No estoy segura. Tengo la sensacin de que las chicas piensan
que todava estn aqu. Hay ms nias desaparecidas adems de
Jane. Sylvia me dijo que hay otras seis. Pero no quiero
presionarlas a hablar, estn muy asustadas."
Ria" Oeste dijo su nombre con firmeza.
"Debes descubrir dnde creen que los obispos estn escondidos.
Si no puedes hacerlo t, yo lo har".
"No," dijo ella rpidamente. "No, yo lo har. Tienen miedo de ti."
"De m?"
La leve sonrisa de Ria fue gentil. "Ests medio desnudo," le
record, "y llevas un cuchillo. Tienen motivos."
l tir de ella contra l con fuerza y hundi la cara en su pelo.
Susurr en su odo, con voz baja y urgente, las palabras que se
caan de sus labios eran apenas inteligibles, incluso para l. No
importaba si entenda lo que deca, el abrazo comunicaba todo eso
y ms.
Al otro lado del invernadero, Mara y Amanda intercambiaron
miradas, luego la compartieron con Sylvia. Si la Srta. Ashby
confiaba en ese loco tan completamente como para correr el
riesgo de ser aplastados en sus brazos, podran ellas hacer
menos?
Oeste se solt del abrazo de mala gana.
Poda sentir la presin del paso del tiempo en la aceleracin de los
latidos del corazn. All estaba la urgencia que no poda ser
despedida. "Habla con ellas", dijo. "Voy a estar fuera con los
otros."
Ella asinti con la cabeza y esper a que se fuera.
El resto del club de la Brjula estaba reunido en el pasillo, al otro
lado de la puerta.
Sur le tendi una camisa a Oeste.
"Cortesa del barn. Ser demasiado grande, por supuesto, el
hombre es un cerdo en muchos sentidos, pero servir."
Oeste le dio las gracias y se la pas por encima de su cabeza y la
meti dentro del pantaln. Ria dice que las jvenes tienen miedo
de m."
"No me sorprendera," dijo Eastlyn. "Yo tambin tengo miedo de
ti."
Con un poco de esfuerzo, Oeste consigui esbozar una sonrisa
irnica.
Ech un vistazo a la pistola que Este tena en la mano. "Est
cargada?"
"No servira de mucho si no lo estuviera."
Asintiendo con la cabeza, la atencin de Oeste gir hacia Norte.
"T no vas a recibir un disparo, verdad?"
Northam se limit a sonrer y le revel su propia pistola. "Por
dnde empezamos nuestra bsqueda?"
"Un momento todava", le dijo Oeste.
"Ria est interrogando a las chicas de nuevo.
Si no dicen..." Dej que su voz se apagara. Ellos saban muy bien
lo que se vera obligado a hacer si ese era el caso.
Pareca que haba transcurrido un largo tiempo antes de que la
puerta del jardn de invierno se abriera, Ria sinti los ojos
expectantes de cada uno de ellos mientras entraba en el pasillo.
Sur vio que haba renunciado a la levita de Oeste, y rpidamente
se quit la suya y se la ofreci.
"Dnde estn?"
"Por debajo de las escaleras," dijo ella, tirando la levita sobre los
hombros como una capa.
"La cocina?" Pregunt Oeste.
"No. Por debajo de esta. Las chicas dicen que hay una gran sala
subterrnea ms profunda."
"Otra manera de salir?"
"Ellas no lo creen as. Nunca han visto a alguien salir por otro
medio, excepto la forma en que entraron."
Sus ojos de color de pedernal se lanzaron entre Oeste y
Southerton porque saba que ellos entenderan su referencia. "Es
la cmara del altar."
Oeste asinti con gravedad. "Me preguntaba por qu no lo
pensamos antes."
Explic a Northam y Eastlyn lo que podan esperar encontrar all,
pero fue Ria quien describi el propsito de la cmara.
Northam mene lentamente la cabeza cuando ella lleg a la
conclusin del relato.
"Es otro crculo del infierno."
"Uno que Dante olvid mencionar ", dijo
Este.
Estando de acuerdo con estas observaciones, Sur aadi, "Cmo
lo encontramos?"
"Yo se las mostrar." No poda decirse que soldado, marinero,
lince, y espa la miraron boquiabierto, pero algo similar.
"No van a poder encontrarla sin m."
Oeste tom aire. "El tiempo es importante aqu," le dijo. "Danos
las indicaciones que las nias te dijeron."
"Vamos," dijo ella, comenzando a alejarse de ellos. "Te juro que
ser ms rpido de esta manera."
Oeste la mir como si fuera a discutir.
Fue Norte quin puso una mano tranquilizadora sobre su hombro
y le advirti en contra de ella. Con pocas opciones, la siguieron.
Los condujo hacia la parte trasera de la casa y por una escalera
mal iluminada de la gran cocina. El horno haba sido descuidado
y se haba apagado cuando los criados abandonaron sus puestos.
El aroma del pan cocido llenaba la habitacin. Un desorden de
utensilios se encontraba junto a una cesta de huevos. Una caldera
de sopa burbujeaba en el hogar abierto "Mara me dijo que la
cocina est siempre en uso", explic Ria. "Se debe a las horas que
los obispos pasan aqu. Todo debe estar listo para ellos en todo
momento."
Oeste saba que las chicas estaban sujetas a las mismas
exigencias.
Sospechaba que sus amigos necesitaban ms explicaciones para
llegar a la misma conclusin.
Cuando mir alrededor y vio sus rostros sombros, l lo tom
como una confirmacin de que ya lo saban.
Ria levant una lmpara de la mesa de roble llena de marcas y la
encendi. La sostuvo en alto mientras conduca a los dems fuera
de la cocina, a travs de la despensa, el lavadero y el cuarto de
planchado. Se detuvo cuando llegaron a una puerta muy adornada
con esculturas de racimos de uvas a lo largo de la jamba.
El panel central era una talla del dios griego Dionisio
supervisando la celebracin de la cosecha en su honor. Los
juerguistas a su alrededor bailaban, beban y, en algunos casos
ejecutaban actos exquisitamente lascivos y libertinos.
Ria le dio la espalda a la puerta rpidamente y busc a tientas
detrs de ella el picaporte. "La bodega", dijo innecesariamente,
incapaz de satisfacer la curiosidad de tantos pares de ojos.
"Es necesario pasar por aqu."
Oeste lleg hasta el picaporte antes de que pudiera abrirlo.
"Djame ir primero."
Ella entreg el liderazgo sin argumento y entr al interior fresco y
ligeramente hmedo de la habitacin despus de que Oeste le
indicara que poda pasar. A peticin de Este, ella levant la
lmpara ms alta para que pudieran ver el interior con mayor
claridad.
Haba largos bastidores de vino, y cuatro toneles inmensos en el
centro de la habitacin. Desde el piso hasta el techo, las paredes
estaban cubiertas de an ms bastidores, la mayora de ellos
repletos de botellas.
"Dionisio, de hecho," dijo Eastlyn en voz baja. "No creo que ni
siquiera Prinny tenga tal coleccin. "Le dio a la habitacin un
segundo vistazo superficial. "Pero, Hacia dnde ahora? No hay
otra salida."
"No," dijo Ria. "De esta manera". Pas junto a Oeste y se dirigi a
la pared frente a la puerta.
El suelo estaba fro bajo sus pies descalzos y la lmpara se movi
ligeramente en su mano. Ella estuvo agradecida cuando Norte le
relev de la misma. "Cuarenta y tres y trece," les dijo. "Hay que
contar, a partir de la izquierda, luego hacia abajo la fila desde el
techo."
Oeste encontr la botella primero. Le puso la mano en el cuello y
esper a los dems para confirmar que era la correcta. "La saco?
O la giro?"
Ria se encogi de hombros con incertidumbre. "No lo s."
Examinaron la habitacin, tratando de determinar si el bastidor
oscilara hacia dentro o hacia fuera, o quizs se deslizara al
costado, Oeste tom una decisin rpidamente. Abri la botella.
Todos oyeron el clic delator.
Fue el ltimo sonido que se oy claramente. Una vez que el panel
secreto se abri una fraccin de pulgada, los gritos desde el otro
lado los ensordecieron hasta igualar el sonido de sus propios
pensamientos.
Oeste se volvi a mirar a los dems y vio que estaban dispuestos a
avanzar.
Norte coloc la lmpara en la mano de Ra de nuevo, y ella tuvo
que ceder terreno mientras l y los dems se pusieron delante de
ella. Satisfecho de que estuviera protegida de esa manera, Oeste
dio el visto bueno para seguir adelante.
"Me gustara aplastar a uno de estos obispos", dijo por encima del
estruendo, llevando a todos de vuelta a sus das de Hambrick.
Sur sonri. "Genial."
"Excelente," Acord Este.
"Categora superior ", dijo Norte. "De verdad, de primera
categora."
Oeste empuj el duro panel. Puso el otro pie en el cuarto de al
lado, y luego comenz a deslizarse hacia los costados.
La actividad en la cmara ms profunda de la Casa de las Flores
se calm lentamente cuando Norte, Sur, Este y Oeste llenaron el
umbral hombro con hombro.
Nada de lo que haban visto, odo o sabido por su propia
experiencia los prepar para el cuadro al que se enfrentaban
ahora. Detrs de ellos, oyeron como Ra contena el aliento y se
dieron cuenta de inmediato de que haban descuidado protegerla
plenamente de esa visin.
Jane Petty estaba en el centro del templo de mrmol, colocada en
el altar como sacrificio, los brazos y las piernas aseguradas por
cadenas de oro. Un amplio collar de oro estaba unido a un anillo
en el altar para que ella no pudiera levantar la cabeza, ni hacerla a
un lado. Las lneas finas rosadas que cruzaban su plida piel y el
tejido de batista cortado en pedazos a su alrededor eran la prueba
de que un latigazo haba sido utilizado varias veces para
despojarla de su vestido.
En cada esquina del altar estaban las siervas de Jane. Sus pulseras
de oro estaban fijadas a los anillos de hierro en la base de mrmol.
Se arrodillaban en actitud de oracin en el suelo liso, fro, sus
rasgos aterrados, pero estoicos. La columna de mrmol estriado,
con su influencia jnica en el capitel y en la base, daba apoyo a
otra joven, quien se estiraba tan tensa por las ataduras que sus
pies apenas raspaban el suelo.
La ltima ocupante femenina de la cmara estaba sentada en un
banco, sin ataduras de ninguna cadena o anillos o tiras, pero
colocada de tal manera que se vea obligada a ver el drama como
una de las asistentes.
Los obispos eran casi irreconocibles con sus sotanas oscuras, con
mscaras de cabeza completa, cada uno de ellos la imagen de una
bestia. Se quedaron en varias posturas de asombro, algunos con
sus brazos levantados, otros tratando de proteger sus erecciones,
todos ellos respirando con dificultad suficiente imitando los
resoplidos de las grandes bestias que haban imaginado
representar.
Lord Herndon estaba junto a la columna, la mano derecha segua
acariciando las puntas rosadas de los senos de su cautiva. Oeste
reconoci esos dedos largos, de aspecto ms bien frgil, que haba
visto acariciando los ptalos delicados de las orqudeas en su
jardn de invierno.
Sir Alex Cotton estaba de frente del altar. l continu acariciando
distradamente el cabello fino y sedoso de Jane, con los dedos
curvados como garras contra su cuero cabelludo, mientras sus
ojos azules la miraban fijamente detrs de la mscara de halcn.
Fue Beckwith quien empuaba el ltigo.
Se hallaba de pie en la parte posterior del altar, con la sotana
abierta desde el cuello a la polla, su mano sujetando su cabeza de
carnero, con la mueca sobre la empuadura del ltigo a punto de
golpear y atacar. El ltigo colgaba oscuramente desde el extremo
del mango, retorcindose como una serpiente hasta quedarse
inmvil.
As que este es el lugar donde se haban refugiado, pens Oeste.
A la entrada de Sur, Beckwith haba dado la alarma, y los que
podan moverse rpidamente lo haban hecho. No estaba del todo
claro si este teatro de indulgencia venal era un acto final
desesperado de los hombres en espera de ser atrapados, o si los
obispos estaban celebrando su salvacin por los pelos. Oeste crea
que probablemente era esto ltimo. No era propio de la Sociedad
anticipar la derrota. Si necesitaba una prueba ms, estaba el hecho
de que no haba ninguna va de escape en la habitacin.
Ria quera decirle a Oeste donde se encontraba. Su mano se cerna
cerca de la parte baja de su espalda, y ella poda sentir el leve
temblor en sus dedos mientras luchaba contra el impulso de
agarrar un puado de su camisa para retenerlo. No lo hara, sin
embargo. Entenda su necesidad de ir hacia adelante y encargarse
de ellos. No era diferente a los dems. Los cuatro se hallaban
ansiosos en el umbral, su rabia ms terrible se contena con la
confianza consumada.
En Hambrick, record, Oeste y sus amigos haban ido en busca de
una pelea cuando uno de ellos fue atacado.
Esta vez iban a atacar primero, desplegados como los puntos de la
brjula que siempre haban querido ser.
Ria contuvo el aliento cuando los vio partir.
Los obispos eran seis. Ni una sola de las jvenes podra ayudar en
su derrota.
Apenas pareca justo, pens, y luego se dio cuenta de que debera
haberlo sabido.
Para nivelar el campo de juego, el Club de la Brjula hizo una
pausa para despojarse de sus armas, entregndoselas a ella.
Soldado. Marinero. Lince. Esperaron como uno hasta que el espa
plant la primera trompada. Cuando la cabeza del carnero de
Beckwith se arrug bajo la fuerza del golpe de Oeste, se lanzaron
a la palestra.
Eplogo
Ya asomaban las primeras luces del alba cuando Ra y Oeste
llegaron por fin a su residencia. El sol an no haba aparecido en
el horizonte, pero una fina estela de luz ya se extenda por los
tejados de las casas Londres.
Oeste se despidi de sus amigos y con Ria del brazo subi los
escalones de su casa. No se detuvo hasta tener a Ria a salvo al
otro lado de la puerta.
El vestbulo estaba lleno de sirvientes en diversos estados de
vigilia. Algunos se haban posicionado en las escaleras.
Dos estaban sentados en el suelo con las piernas encogidas, con la
cabeza colgando incmodamente a un lado.
Finch comparta un pequeo banco con el ama de llaves.
Permanecan sentados, apoyndose uno al otro, hombro con
hombro.
Fue el mayordomo quien respondi al llamado en la puerta. Dio
una palmada al aire con elegancia, despertando a todos los
empleados a su cargo ponindolos en estado de alerta, y ofreci a
Oeste una rgida reverencia, y avergonzado, le dio una
explicacin por la vigilia.
"Necesitaban asegurarse de que Su Alteza fuera devuelto de
forma segura", dijo Blaine. "Tambin hubo una especial
preocupacin por la Srta. Ashby."
Oeste y Ria no tenan tan cansados los huesos como para no
emocionarse por esta acogida, aunque expresarlo verbalmente fue
considerablemente ms difcil, se las arreglaron para sonrer en
medio de la bruma de su agotamiento, pero para aquellos que
haban pasado una inquieta e incierta noche de espera, fue como
si dos soles gemelos hubieran irrumpido en el horizonte.
Con la maana sobre ellos, los sirvientes se dispersaron
rpidamente y tomaron posesin de las tareas que tanto el
mayordomo como el ama de llaves les haban asignado. Una
doncella corri por delante de Oeste y Ria para preparar sus
camas, mientras Finch los segua de cerca, con su lento ascenso
por las escaleras, como si se anticipara a tener que asistir a uno de
ellos o a ambos.
Oeste escolt a Ria a la cmara que ya estaba lista para ella, luego
se qued en la puerta hasta que ella simplemente se dej caer
sobre ella. Estaba bastante seguro de que estaba dormida antes de
que sus ojos se hubieran cerrado del todo.
Satisfecho por la idea de que iba a descansar a pierna suelta por
unas horas, al menos, Oeste la dej bajo al cuidado de una de las
criadas y acept la directiva de Finch para retirarse a su propia
habitacin.
Oeste se vio muy afectado por no poder derrumbarse sobre la
cama como lo haba hecho Ria. Se las arregl para mantenerse en
posicin vertical mientras Finch le quitaba las botas, aunque al
final se apoy sobre sus codos medio reclinado.
"Crees que los sirvientes notaron el atuendo poco convencional
de la Srta. Ashby?"
Finch le quit la segunda bota y se enderez. "No estoy seguro de
lo que quieres decir, Su Gracia. En qu sentido no era
convencional su atuendo?"
Oeste descubri que an tena fuerzas para rerse. Lo tom como
un signo alentador de que su mundo empezaba enderezarse
lentamente sobre su eje.
Haba hecho algn intento de encontrar ropa para Ria antes de
salir de La Casa de las Flores, pero la bsqueda haba sido
infructuosa. Ella haba llegado a su casa, con la camisa y el abrigo
de Sur, las piernas desnudas y los pies descalzos.
l haba querido llevarla alzada todo el camino, y ms tarde por
las escaleras, pero ella se haba negado a su ofrecimiento y haba
demostrado que no slo poda bastarse sola, sino que adems lo
haca con el porte de un miembro de la familia real.
Tal vez fue debido a tanta confianza, que ninguno de los
sirvientes se dio cuenta del estado de su ropa, o tal vez era cierto
que nadie le rest importancia.
"Eres un buen hombre, Finch," dijo Oeste.
"Su Gracia es muy gentil al decirlo."
Finch esponj dos almohadas y ayud a Oeste a acostarse.
"Hasta cundo desea dormir?" Cuando no hubo respuesta alguna,
Finch simplemente puso el edredn sobre su empleador, cerr las
cortinas, y luego en silencio se retir de la habitacin.
El ligero aroma a lavanda hizo contraer su nariz. Hilos sedosos
impregnados con la misma fragancia le tocaron la mejilla y los
labios. Cuando abri la boca, pudo degustarla con la lengua.
Sonriendo adormilado, l le acarici la corona de la cabeza con la
barbilla. Su barba con crecimiento de un da, rasp
agradablemente contra su pelo.
Justificado por la falta de sueo, su voz son ronca. "No deberas
estar aqu."
Ria se acurruc ms cerca de l, encontrando el ajuste perfecto
para su trasero contra la curva de su ingle y sus muslos. "Entonces
despdeme."
Oeste pas un brazo alrededor de su cintura. Ella ya no llevaba la
levita, pero segua teniendo puesta su camisa de lino. Se dio
cuenta de que se haba baado recientemente. Tena el cabello
ligeramente hmedo y la clida fragancia de las sales emanaban
de ella.
"No enviaste a nadie a Oxford Street para recuperar tu ropa?"
"S".
Como no dijo nada ms, Oeste aplast su sonrisa contra su pelo.
Oy su suave suspiro, la ltima resistencia de sus msculos en
tensin y la cadencia de su respiracin suave. Al instante qued
profundamente dormido junto a ella.
El constante golpeteo del agua despert a Ria. Oeste ya no estaba
a su lado, ni en la habitacin. Las pesadas cortinas de damasco
todava estaban corridas, pero por el haz delgado de luz plida
que atravesaba una parte de los paneles, se dio cuenta de que la
oscuridad ya se cerna sobre ellos. A excepcin de un breve
episodio de vigilia, Ria se dio cuenta de que haba dormido casi
todo el da.
Se estir y sinti dolor por la falta de actividad en cada uno de sus
msculos.
Al ponerse de espaldas, encontr la almohada de Oeste. La
levant por encima de su hombro para poder abrazarla contra su
pecho. No saba cmo haba salido de la cama sin despertarla de
inmediato, pero la frescura de la almohada atestiguaba el hecho de
que l haba estado ausente durante bastante tiempo.
El sonido que haba perturbado su sueo, le llam la atencin una
vez ms.
Asomando sobre la almohada arrugada, los ojos azul grisceo de
Ria se dirigieron a la fuente del sonido. La puerta del vestidor
contiguo estaba entreabierta.
Ella levant la cabeza, y cuando la prxima gota de agua salpic
el piso, ella supo de dnde haba venido.
Oeste estaba tan profundamente sumergido, que el agua lama su
nuez de Adn.
Su cabeza descansaba sobre el borde de la baera de cobre, sus
ojos estaban cerrados. Un brazo descansaba a lo largo del borde, y
un trapo hmedo colgaba de sus dedos. Otra gota de agua se col
desde el extremo del pao y en cuestin de segundos se convirti
en parte del pequeo charco sobre el piso de baldosas.
Ria arrebat la tela de la mano de Oeste y lo escurri
directamente sobre su rostro. El agua le salpic la frente y las
mejillas. Una gotita aterriz de lleno en el labio inferior.
"Te divierte ser molesta?" le pregunt con bastante calma. "O
prefieres servirte t misma?"
Desplegando la franela, Ria la dej caer sobre su rostro vuelto
hacia arriba. Para cuando se la hubo quitado y abierto los ojos, ya
se haba sacado la camisa por la cabeza y se preparaba para unirse
a l en la baera.
"Vamos a estar un poco apretados", dijo.
"Espero que s."
Sonriendo, Oeste se sent e hizo espacio para ella. El agua se
derram por los lados mientras ella se sentaba sobre sus muslos.
Apoy las manos en las rodillas y la cabeza en su hombro. Una
fina capa de agua caliente era todo lo que los separaba.
Ria lo acogi con beneplcito en el refugio ntimo de su cuerpo.
Cuando se calm el agua, no se oa ms que el suave sonido de su
respiracin y el latido regular de su corazn. En ese capullo clido
y lquido, finalmente se sinti suficientemente segura como para
preguntar lo que no haba podido preguntar antes. "Ayer por la
noche no fue el fin de los obispos, verdad?"
"No. Hambrick Hall es un nidal para la Sociedad. Siempre habr
obispos reproducindose."
"Y tal vez otros como t y tus amigos?"
"Enemigos jurados? S, eso espero."
"Cundo vas a liberarlos de la habitacin del altar?" pregunt.
"Cuando la seorita Petty y las otras jvenes decidan que debo
hacerlo."
"Oh, pero puede ser que decidan no hacerlo nunca."
Oeste asinti con gravedad.
"Precisamente."
Ella trat de evaluar la seriedad de sus palabras, pero no pudo.
"Cundo decidiste esto?"
"Cuando estaban atendiendo a la seorita Petty y las otras chicas,
y mis amigos y yo estbamos limpiando el lo que hicimos.
Beckwith perdi mucha sangre cuando le romp la nariz. Yo no
creo que le divirtiese que lo dejara ahogarse en ella.
Herndon tena una fea herida en el cuero cabelludo donde Norte
lo azot contra la columna de mrmol, sangr como el mismo
diablo, ya sabes. Y, por cortesa de Sur, Sir Alex perdi dos
dientes. No estoy seguro de lo que las lesiones de Eastlyn
causaron en los dems, pero l pareca estar disfrutando mucho de
usar sus puos".
Ria haba sido testigo de todo. Saba que no podra haberle dado
la espalda si se lo hubiera exigido. Oeste haba estado disfrutando
tanto como los otros.
No se poda negar que haba encontrado una cierta satisfaccin en
los golpes demoledores que pusieron a los obispos de rodillas.
Cuando alguno de ellos trat de llegar a la entrada donde ella
aguardaba, inteligentemente chasqueaba el ltigo de Sur hasta que
los enviaba de vuelta a la refriega. Si hubieran tratado de escapar,
estaba bastante segura de que podra haber utilizado la pistola de
Oeste.
Sin embargo, no estaba segura sobre el castigo que estaba siendo
infligido ahora.
"Norte y los otros estuvieron de acuerdo contigo, sobre el
encarcelamiento de los obispos all, quiero decir?"
"S. No es injusto, Ria. Ni siquiera considero que sea cruel. Ellos
sern alimentados y atendidos. Eso es ms compasin que la que
yo creo nunca manifestaron por las jvenes que tenan cautivas".
Puso sus manos sobre los hombros y masaje ligeramente los
tendones tensos de su espalda. "T sabes mejor que cualquiera de
nosotros la forma en que se entretenan dentro de la Casa de las
Flores."
"Lo s," dijo en voz baja. "Pero creo que confundes mi
preocupacin. No es por los obispos, sino por sus cuidadores.
Estarn en peligro cada vez que entren a la habitacin del altar
para entregar alimentos y agua a los prisioneros."
"Los obispos no tienen libertad para moverse."
"Qu quieres decir?"
"Estn tomando de su propia medicina."
Ante su mirada inquisitiva, Oeste explic:
"Ellos estn encadenados, Ria, y estoy bastante seguro de que es
un final apropiado. No creo que Jane o cualquiera de las otras
muchachas sugieran otorgar a los obispos su libertad antes de que
pase una semana."
"Qu pasa si pierden su valor? Beckwith es inteligente. Los otros
tambin. La pobre Jane cree que Sir Alex estaba enamorado de
ella. No sera una locura pensar que todava est enamorada de l.
Los obispos estn prisioneros de momento, pero hay que hacerse
a la idea de que una de las chicas puede ser inducida a liberarlos,
aunque parezca increble ahora mismo."
Las manos de Oeste detuvieron el suave masa je en la espalda de
Ra. "Hemos considerado esa opcin. Es por eso que el coronel va
a enviar refuerzos a La Casa de las Flores. Northam fue a hacer
los arreglos despus de que l y los dems nos acompaaron a
esta residencia. Estoy seguro de que todo ha sido preparado.
Las jvenes han sido contenidas y cuidadas tan esplndidamente
esta ltima noche que no querrn tener nada que ver con sus
antiguos torturadores. Los obispos sern atendidos por otros
cuyos corazones no se ablandarn tan fcilmente."
Ria movi un hombro bajo la mano de Oeste, recordndole que
sus dedos ya no estaban ofreciendo su presin reconfortante a lo
largo de su espalda. Suspir suavemente mientras comenzaba a
masajearla de nuevo. "Creo que no ser fcil para las chicas
aceptar a otros hombres en la casa. Los que presenciaron el
combate cuerpo a cuerpo en la cmara del altar sern
especialmente sospechosos."
"Es por eso que Norte le pedir al coronel que enve mujeres."
Ria estaba tan sorprendida por esta idea que el agua remoline a
su alrededor.
"Mujeres? Qu quieres decir con eso?"
"Por favor, no abraces la idea muy de cerca. Porque an no me he
recuperado de las intrigas de los ltimos dos das, y, francamente,
me gustara ser el nico miembro de mi club que no tenga que
preocuparse de que su esposa y el coronel conformen alguna
alianza impa".
"Yo no creo que fuera impa", dijo suavemente. "El Coronel
Blackwood es bastante encantador a pesar de todo. Tiene una
inteligencia superior y un ingenio mordaz que me parece muy
entretenido."
Oeste estaba seguro de que la naturaleza de su respuesta sera un
mal presagio para l en futuro prximo. Su suspiro fue
perfectamente audible y bastante revelador. "Supongo que no me
parecera ni la mitad de bien si no fuera tan estimulante."
"Estimulante? Lo crees as? Yo no quiero serlo."
"T tambin eres una mentirosa consumada, pero es uno de tus
principales recursos."
Ella se ri y llev sus brazos alrededor de su torso. Se adaptaban
muy bien debajo de sus pechos. "He estado pensando en hacer
algunos arreglos para Jane, Sylvia, Amanda y de hecho, para
todas las chicas. Sus vidas han cambiado extraordinariamente. Me
gustara ofrecerles oportunidades diferentes a las que la Sociedad
les dio."
"Algunas podran convertirse en cortesanas y prostitutas."
Ria asinti. "Lo s." Distradamente pas la mano hacia atrs y
adelante a lo largo del antebrazo de Oeste. "Voy a necesitar una
buena suma para incentivarlas a hacer algo ms. Casas decentes
en zonas respetables de la ciudad no se conseguirn a bajo costo."
"Es por eso que los primeros Administradores de la Academia de
la Srta. Weaver contribuirn sus considerables fortunas a la
empresa."
"En verdad? T crees que vayan a prestarse a ello?"
"Por supuesto. Sospecho que despus de unos das de encierro,
contribuirn generosamente para la rehabilitacin de las
seoritas."
"Y despus de su liberacin?" pregunt ella. "Podemos confiar
en que ellos cumplan sus promesas?"
"No. Pero puedes confiar en que cierta presin ser ejercida para
fomentar que acten con honor."
Ria estaba segura de que haba una gran cantidad de informacin
que no estaba dicindole. Pero podra preguntar por los detalles
ms tarde, pens, pero no ahora. Algunas de esas cosas no estaba
dispuesta a saberlas por el momento.
"Nada de esto puede tocar a la escuela, Oeste. Ellos no deben
arruinar a la Academia de la Srta. Weaver o a la reputacin de sus
estudiantes."
"Antes de irme de Gillhollow la ltima vez, arregl con Tenley
que deba cuidar de ti y de la escuela. Margaret fue informada
tambin de mi preocupacin. Sus visitas a Gillhollow tenan ms
que un solo propsito."
"T me estabas cuidando de cerca, incluso entonces?"
"Especialmente entonces ", dijo. Ra, la primera cosa que hice
cuando me di cuenta de que la seorita Jenny Taylor estaba al
servicio de los obispos fue informrselo a mi hermano. Estoy
seguro de que ha recibido la misiva y ha actuado en consecuencia.
Puedes estar tranquila de que la seorita Taylor ha sido removida
de la escuela y que las seoritas Abergast y Webster estn
reemplazndote en la direccin mientras estas ausente".
"Te has ocupado de todo, entonces."
"Me gustara ser tan omnisciente, pero slo hemos dado el
puntapi inicial."
Ria lo abraz. Apreciaba el cmodo silencio que se apoder de
ellos. El agua estaba todava caliente, aunque tal vez un par de
grados ms fra que el calor que emanaba de ellos. Despus de un
tiempo, dijo en voz baja: "Este es mi segundo bao del da."
"Lo s. Viniste a mi cama oliendo a lavanda."
"Yo? Tal vez fui demasiado liberal en el uso de las sales. Quera
lavarme el hedor de ese lugar miserable."
Aunque Ria dijo estas palabras con total naturalidad, sin rencor o
especial desagrado, Oeste se encontr apretando sus brazos
ligeramente a su alrededor.
"No sabes cmo me gustara haber podido hacer las cosas de
manera diferente."
"Creo que s lo s", le dijo. "Sabes que lo nico que lamentara
sera que te sientas responsable?" Ella sinti, ms que oy, su
brusca inhalacin.
"Imaginabas que no lo saba? Cuando hicieron que vinieras a m
y me miraras mientras jugaban conmigo, yo saba quin de
nosotros podra sufrir ms. Fuiste tan amable, incluso cuando
trabaste las esposas, an ms cuando las sujetaste a la cama." Ella
encontr su mano y la tom entre las suyas, sacndolas de debajo
del agua para llevarlas hacia su corazn. "Nunca tuve miedo de ti,
Oeste, slo miedo por ti... por nosotros. No habra habido
violacin, no entre t y yo, an si se hubiera realizado ese acto.
Los obispos no hubieran tenido xito en absoluto. Posean un gran
conocimiento sobre el dominio y la sumisin pero ninguno acerca
de cmo el amor salva la distancia entre ellos."
Gir un poco la cabeza, levantndola para ver si la lnea sombra
de su boca se haba suavizado. "Quera que, ya sabes. Tal vez yo
revelo demasiado de m admitirlo, pero lo hago. Cuando me
llamaste para pararme frente al espejo y pusiste tus manos sobre
m, me mostraste entonces cmo podra sobrevivir a lo que
queran. Lo hiciste parecer como si estuviera sucedindole a otra
persona, que yo solo era ms observadora que participante, y sin
embargo era yo... y t... y el deseo era tan real como el que
siempre he sentido por ti. Debo castigarme por eso?"
"No." Oeste cerr los ojos un instante.
"Dios, no."
"Qu hay de ti?"
Esta vez Oeste vacil.
Los dedos de Ria apretaron los suyos.
"Ves? Todava no te perdonas a ti mismo.
Me salvaste, Oeste, con tanta seguridad como lo hiciste aquella
tarde hace mucho tiempo atrs en el lago. No merecas ser
castigado por lo que hiciste entonces, ni tampoco lo mereces
ahora." Lo bes en la mejilla y luego le susurr al odo: "Tal vez
es algo que puedo quitarte con el lavado. Qu has hecho con el
jabn?"
Oeste se qued a su lado. Mir fijamente sus ojos azules durante
un buen rato, tom la dulce ofrenda de sus labios entreabiertos, el
deseo sincero y sin vergenza que defina sus rasgos exquisitos, y
pens cun completamente sin complicaciones haca que
pareciera todo.
Tal vez realmente lo era.
Le solt la mueca y se acerc al borde de la baera para tomar el
jabn.
Sonriendo, se lo puso en su palma abierta y observ cmo sus
dedos se enroscaban alrededor de l. Al primer toque de su calor
resbaladizo, pens que iba a deshacerse.
Hacan caso omiso del agua que salpica por los laterales o que sus
risas, se pudiesen or mucho ms all de la alcoba. Sus cuerpos se
hicieron resbaladizos por el jabn, y se movan con facilidad uno
contra otro sin tener en cuenta la friccin o las restricciones de su
entorno, enredando los brazos y las piernas de una forma que les
hizo perder el aliento por el simple placer de hacerlo.
Dejando regueros de agua a su paso, abandonaron la baera para
ir a la cama.
Debajo de las sbanas, Ria estaba totalmente encima de Oeste,
aplastndolo con su ligero peso y con el crculo de sus dedos
alrededor de sus muecas. Ella levant sus manos a la altura de
los hombros y alz la cabeza para poder mirarlo con claridad a los
ojos.
"Sabes?," dijo, "que tu amigo Sur tiene un psimo sentido de la
oportunidad",
"Te refieres al momento en que rompi la claraboya."
Ella asinti con la cabeza, con aire ausente roz los tendones de
sus muecas con sus pulgares. "Pero creo que sabas que l estaba
all, no?"
"S".
"Cmo? Mir cuando escuch las primeras gotas de lluvia, sin
embargo, no lo vi."
"Pero viste el cielo claro de la noche, no? Y las estrellas?"
"S".
"As que deberas haber sabido que no era lluvia lo que habas
odo. Sin nubes, no hay lluvia. Entonces me di cuenta de que era
una lluvia de piedras contra el cristal, una advertencia segura de
lo que estaba por venir. Yo no lo saba, aunque, no me sorprendi
que Sur bajara a travs de la claraboya. l fue admirado por su
desempeo descolgndose de los aparejos de los barcos de Su
Majestad, pero nunca hubiera imaginado como bajara de un
tejado".
Ria le dio a las muecas de Oeste una pequea sacudida. Sus
pechos se frotaron contra su pecho mientras se ergua.
"Hubieras debido advertirme."
"Yo no pude."
Ella se qued en silencio, teniendo en cuenta eso. "No," dijo
finalmente, "Supongo que no podas."
Sintiendo algo de su dolor, Oeste le dijo: "No fue porque pens
que me traicionaras, sino porque no creo que haya habido tiempo
suficiente para prepararte."
Ella le dio un beso en la boca. "Me preparaste lo suficientemente
bien. Me cubriste con tu cuerpo."
"Mmm."
"El vidrio debe haberte cortado."
"No fue nada."
"Djame ver". Ria se desliz hacia un lado y esper a que se
acostara sobre el estmago antes de sacar las mantas. Sus ojos se
fijaron por primera vez en los pequeos rasguos esparcidos por
su espalda, y luego en las cicatrices dbilmente estriadas que eran
evidencia de la paliza que haba recibido de la mano de su padre.
Fue humillante saber que haba recibido tanto dolor por su culpa.
Ella apoy la palma de la mano suavemente sobre su espalda y se
acerc. Bes su hombro. "Te amo."
Porque lo dijo a manera de confesin, por primera vez, sonri.
"Es gratificante saber que no has cambiado de opinin, porque
todava estoy decidido a que t seas mi esposa."
La boca suntuosamente curva de Ria se torci en una sonrisa
beatfica. Cuando l la cubri con la suya, sus brazos se asieron
de sus hombros, ella abri su boca, y se ofreci toda para l. Entr
en ella profundamente en el primer empuje y se mantuvo all, tal
como ella quera.
Estaba apretada y caliente y necesitada y no le importaba en
absoluto que l lo supiera.
Su disposicin a hacerse tan vulnerable a l y dar generosamente
de s misma todava tena el poder para confundirlo y
complacerlo, en partes iguales.
Ria levant los brazos hacia la cabecera de la cama y se estir,
arquendose debajo de l, acrecentando la ola de placer que l
cre. l la abraz y comparti todo lo que saba sobre el
acoplamiento, codicioso y apresurado en dar y recibir, hasta
estallar juntos en un xtasis irrefrenable.
Ms tarde, cuando pudieron amarse con paciencia y ternura, con
sus corazones latiendo menos ferozmente, compartieron la
dulzura y la plenitud de esa expresin de amor.
Ria se agit adormilada contra Oeste.
Enterrada profundamente bajo las sbanas, con su cuerpo
moldendose ntidamente al suyo, ella sinti profunda
satisfaccin.
El sonido que surga de la parte posterior de su garganta era, casi
un ronroneo.
"Eres gata o gatita?" Pregunt Oeste.
Ella presion sus uas en la palma de su mano. "T decides".
l simplemente se ri entre dientes, y se dio cuenta de que el
sonido de ella no era tan diferente del suyo. Esto provoc su
sonrisa. Hizo a un lado la cascada de cabello claro y bes la suave
curva de su cuello. "Yo no creo que pueda esperar a que se lean
las amonestaciones, no cuando ests tan perversamente persuasiva
en la actualidad. Si el cuarto de un caballero ya no es su santuario,
y l puede ser asaltado en su propio bao, una licencia especial es
el ltimo recurso que le queda."
"Tengo tentarte?"
Una de sus cejas se alz. "Lo dudas?"
Ella puso su mano en la de l. "No, supongo que no, pero es
sorprendentemente gratificante escucharlo."
Oeste le permiti arrebujarse contra l ms profundamente, no era
reacio a sentirla contra su piel y amarla una vez ms en ese
momento, sin embargo en pocos minutos su respiracin se
ralentiz, la cadencia cambi, y l supo que estaba dormida.
Se maravill que ella pudiera ser un torbellino en un momento,
contemplativa al siguiente, y luego encontrar la perfecta quietud
del sueo. Si fuera afortunado, pens, siempre reclamara su
atencin con sutileza y audacia, dndole tanto como ella brindaba,
y a menudo, si fuera humanamente posible, mucho ms.
Oeste la protega porque no poda evitarlo, no porque era por
naturaleza un espa.
Ella lo haba derrotado, le haba ganado.
Lo haca sonrer solo con la mirada. No haba nada en Ra que no
fuera bueno para su alma.
En Hambrick Hall, sus amigos le haban dado rumbo a su vida,
pero fue en el amor de Ria que haba encontrado su brjula.

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