N 12 A 09 Morillas
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N 12 A 09 Morillas
Enriqueta Morillas
Universidad Nacional del Comahue
[ emorilla@neunet.com.ar ]
Resumen: El corpus de los textos que son objeto de nuestra atencin corres-
ponden a las etapas del Descubrimiento y de la Conquista hasta fines del
siglo XVIII, entre los que se destacan los de eminente valor narrativo. En
este sentido, importa el valor otorgado a los mismos por tratarse ms de
relatos que de crnicas y por haberlas escrito muchos de sus autores obliga-
dos por la Corona de Castilla. Estos se hallaron con la dificultad lingstica
de transmitir la experiencia de un mundo totalmente desconocido (ignoto)
a lo que hay que agregar que lo hicieron con una visin o conciencia falsa
que los llevaba a una particular seleccin de lo observable. En el caso de los
Conquistadores, cabe agregar que, situados en los inicios de la modernidad,
el sealado desplazamiento del informe al relato supone una mayor cabida
de la subjetividad. Es as como en el siglo XVII predominan las historias
particulares en lugar de las generales, naturales y morales, constituyndose
en el ejemplo acabado los Comentarios reales del Inca Gracilaso de la Vega:
all tiene lugar el nacimiento del cuento literario y otros gneros breves
como la tradicin. Estas modalidades del relato aparecern a lo largo de
los siglos siguientes conformando una corriente slida para el americanismo
literario.
En relacin con la literatura de la Patagonia, nos detendremos en el perodo
1870-1914, aproximadamente, momento en que se realiza el proceso de
afianzamiento de la Argentina moderna, buscando poner de relieve los
aspectos formales de los textos y la comprensin de los orgenes de lo consi-
derado como propio. Esto supone la dificultad de advertir la construccin de
una identidad patagnica ante el contraste de los enunciados eurocntricos
y la oscilante visin o representaciones de lo Otro y del Otro.
E
stimadas por los historiadores de la literatura hispano-
americana por su fuerza literaria (Anderson Imbert
1967), nos parece oportuno recordar que estos textos
inaugurales tienen en comn el hecho de que se refieren
al descubrimiento y la conquista de las denominadas inicialmente Indias y ms
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tarde Nuevo Mundo. Es un amplio corpus que abarca los escritos hasta fines
del siglo XVIII. Desde luego, en las denominadas crnicas en sentido amplio
descuellan las que tienen un marcado carcter textual de alto valor en la
memoria colectiva y en la organizacin de la cultura, distintas por su direccio-
nalidad de aquellas otras que tienden ms bien a documentar que a relatar.
Crnicas y cronistas indianos conforman sus escritos modelndolos como
textos y tipos discursivos que en realidad designan ms bien a las historias
que a las crnicas propiamente dichas. Esto ocurre porque slo ms tarde
sern recuperados por la cultura por la importancia del hecho que narran.
Tambin nos parece til puntualizar que si toman la forma de cartas escritas
con la obligacin de informar a la corona y se nos presentan como relaciones
o relatos, integran la historia literaria y la de la historiografa; no lo es tanto
por su intencin sino por esa recuperacin. Con esto tiene que ver el cambio
epistemolgico en virtud del cual se recuperan, es decir, se toman del pasado
aquellos textos que muestran desde la perspectiva de la recepcin ciertas pro-
piedades historiogrficas o literarias (Walter Mignolo 1982: 59).
Desde nuestra perspectiva actual resulta especialmente destacable el hecho
de que Cristbal Coln, Hernn Corts y la serie de conquistadores del terri-
torio que finalmente se denomin Amrica, en su gran mayora, escribieron
obligadamente, por orden y mandato de su Majestad Imperial. Deban informar
acerca del territorio y de las gentes que en las islas y en tierra firme hallaran
y de la calidad que son. A Coln, por ejemplo, se le exige facer memoria
para que de todo nos traigas entera relacin (Carta del cuarto viaje, citado por
Mignolo 1982: 59). El Diario de navegacin del almirante presenta al mismo
tiempo la modalidad discursiva del diario y tambin la de la carta, ya que l
mismo lo indica y su lectura lo corrobora: y para esto pens de escribir muy
puntualmente todo este viaje de da en da todo lo que yo hiciese y viese y
pasase como adelante se ver (Coln 1985: 73).
Conceptualmente, las tierras descubiertas no son conocidas, no han sido
vistas antes y por lo tanto son ignotas (OGorman 1958); Amrica es un objeto
silencioso y la dificultad estribar puntualmente en la referencia, en el
compromiso de los significantes con los significados que alteran las nociones
transmitidas por la lengua, apreciable en la conformacin de estos textos. El
desplazamiento lingstico es tan inevitable como el conceptual y el epistemo-
lgico, pues la incorporacin de estas Indias al Mundo Conocido altera
necesariamente la cosmovisin al cambiar la Historia.
Al recuperar estos textos la cuestin del gnero se torna relevante para su
lectura. Mucho se ha dicho al respecto: as como Coln intentaba llevar a
cabo su obligado informe, Bartolom de Las Casas incorpora el Diario a sus
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Es as como los textos del descubrimiento y la conquista irn cambiando
con el tiempo en el cual se escriben. Cuando la denominacin Indias entra
en litigio es el momento en el que las cartas ya son publicadas. En particular,
trae consecuencias la de Amrico Vespucio, Mundus Novus, la cual cambia
el concepto y no solamente el nombre del continente. El sujeto observador no
se sita en un primer plano, sus cartas no estn dirigidas sino a sus amigos
doctos y no cae sobre sus espaldas toda la enorme responsabilidad de la
empresa. Al publicarse esta carta se expande la evidencia de que nuevas tierras,
las del Nuevo Mundo, constituyen la cuarta parte del globo terrestre.
Otro captulo de la historiografa indiana genera nuevos escritos: el de la
colonizacin. En el epistolario de Hernn Corts hallamos nuevamente las
expresiones carta y relacin. Su educacin demuestra que en Salamanca
adquiri las nociones de gramtica, retrica, sintaxis, de la potica y la
dialctica. El arte de la relacin puede advertirse en el cuidadoso escrito que
muestra su dominio de la actividad verbal y su utilizacin de los recursos de la
lengua. Las cartas de Pedro Mrtir de Anglera, las cuales no slo muestran la
importancia de informar, sino tambin la de difundir y divulgar, como tambin
la finalidad humanista de aguzar el ingenio, ampla y robustece la memoria y
suministra abundancia de palabras y de sentencias (citado por Mignolo 1982:
69). Formar una cultura letrada la humanista que, como vemos, excede ya
con un salto considerable al objetivo de informar ser el empeo de muchos,
siendo el Inca Garcilaso de la Vega la mayor figura de la serie.
Con respecto al uso de los trminos crnica e historia, no es intil recordar
que durante los siglos XVI y XVII prevaleci el de Tcito: anales se refiere
a lo pasado, historia a lo presente: la historia natural implica la ausencia del
tiempo. Crnica se usa para el informe de lo pasado y lo presente, enfatizando
el tiempo de lo relatado. Pedro Cieza de Len nos ha recordado que Cicern
llam escriptura a la historia: Y as llam a la escriptura Cicern testigo de
los tiempos, maestra de la vida, luz de la verdad (Cieza de Len 1986: 6). En
el Prlogo a su Historia de las Indias, el Padre Bartolom de Las Casas observa
que procura poner los fundamentos y asignar las causas, con lo cual busca los
motivos de los historiadores, sus propsitos de fama y de gloria, su servidumbre
con los poderosos y el rescate del olvido (Mignolo 1982: 76).
No es mi propsito someter al lector a un esforzado recuento de expresiones
como stas, sino sealar algunas que aparecen en los proemios o prlogos o
declaraciones de intencin que preceden los tratados. De all que siga la sntesis
de Walter Mignolo que puede orientar las lecturas directas de estos textos, tarea
que requiere de un minucioso trabajo. Aqu quiero llamar la atencin sobre la
condicin de relato que necesariamente adquieren las crnicas al aproximarse
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En el Ro de la Plata cobran especial importancia el Viaje al Ro de la Plata
de Ulrico Schmidel (1567), los Comentarios a los Naufragios de Alvar Nez
Cabeza de Vaca (1555), cuya autora pertenece a Pero Hernndez. Asimismo,
el poema Argentina de Martn del Barco Centenera (1602) y la Argentina
manuscrita de Ruy Daz de Guzmn (1612). Todos estos textos sern sometidos
a la observacin minuciosa de Flix de Azara en el siglo XVIII en su Relato y
descripcin del Paraguay y del Ro de la Plata (1847). ste nos interes especial-
mente porque incide en la demarcacin de las fabulaciones y la historia, con
una mentalidad racionalista crtica (Morillas 2002).
Vanse, al respecto, los trabajos de Mary Louise Pratt (1997), Silvia Estela Casini (2000) y
Facchinetti et al. (1997).
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revitaliza. Desde luego, y no podra ser de otra manera, en plena modernidad
racionalista el auge de las ciencias otorga primaca al discurso cientfico y al
relato de estas exploraciones. Puede apreciarse la edicin y difusin de este tipo
de literatura y tambin que ella se halla en relacin con un mercado editorial
vido y atento a estas comunicaciones y fabulaciones. El gusto por lo legendario,
las dimensiones colosales del espacio americano, la difusin de las leyendas de
la ciudad de los Csares y de Trapalanda renuevan la propensin a la aventura
y vuelven a nutrir los mitos surgidos de la construccin imaginaria de la pica
americana, la revitalizacin de mundos lejanos y prximos.
No olvidamos y no nos parece ocioso insistir en el hecho de que la proli-
feracin de los relatos de imaginacin conforma la contra-cara del Siglo de las
Luces, lo cual se expresa claramente en los trabajos de los investigadores del
perodo. Como lo hemos visto en otras ocasiones, recordamos que los mismos
lectores han de quejarse del excesivo racionalismo que amenaza con dejar en
el pasado los antiguos relatos y leyendas que nutren la fantasa y dan cabida a
los prodigios de la imaginacin (Trann 1997: 21). Las tendencias al realismo
de la narracin no impiden una copiosa literatura que potencia las aventuras
y sucesos inverosmiles para las mentes completamente inclinadas ante la
Diosa Razn, como la llamara crticamente Alejo Carpentier, especialmente
en su novela El siglo de las luces. Tambin es bueno recordar que las estticas
y movimientos realistas signan la poca por su extensin y predominio, pero
ello no excluye la expresin de las otras estticas. En el caso de la literatura
escrita en Amrica, pensamos en Henrquez Urea y su teora de las corrientes
literarias que atraviesan nuestra historia y aglutinan las formaciones genricas
(Henrquez Urea 1949).
Una revisin minuciosa de los escritos en lengua espaola descubre estos
asertos. En el poema El Bernardo de Bernardo de Balbuena (1609), uno de los
cinco grandes poemas picos americanos, encontramos lo que la crtica llamara
pica fantstica, siendo el prlogo de este texto uno de los ms interesantes,
ya que exalta la fantasa y considera que la poesa (literatura) no es sino parto
dichoso de la imaginativa. Si bien hemos mencionado un poema barroco,
en el cual los contrastes y proliferaciones permiten y facilitan la expresin de
la imaginacin, antes de la organizada sociedad virreinal en la que tienen
cabida las instituciones culturales, las polmicas y los juegos literarios de las
academias, en las mismas crnicas, cartas y relaciones que se suceden a partir
del descubrimiento irrumpe tambin para otorgar inters y espesor al relato.
No solamente muestran la propensin hacia la configuracin de una temprana
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americana y la necesidad de confrontarla con las tradiciones lingsticas y
literarias peninsulares y europeas.
Tensiones de la modernidad:
La Patagonia y la literatura de viajes en el siglo XIX
En el caso de los viajeros argentinos del siglo XIX, cuyo imaginario fue
expandido en buena medida por sus lecturas previas, es interesante advertir
que elaboran textos cuya ndole es francamente dialgica en relacin con los
anteriores. Se hallan comprometidos con la Argentina Moderna y algunos
participan de las numerosas exploraciones cientficas. Van a llevar a cabo
el recuento y reconocimiento fsico, biolgico y humano para consolidar
el proceso de construccin del proyecto del programa nacional, tal y como
fuera articulado. Por otra parte, en este perodo se ha producido lo que Eric
Hobsbawm (1987) denomina el inicio del proceso de integracin capitalista
con el reparto imperial de las tierras del globo y la integracin de la economa
monopolista que se establece como rectificacin a los postulados librecambistas
del liberalismo. Aun cuando en principio quede fuera del reparto, esta reali-
dad econmica planificada condiciona nuestra periferia. De manera similar,
en esta lnea de apreciacin se sitan, entre otros, los trabajos difundidos por
Mary Louise Pratt (1997) y los que le siguen en el tiempo a propsito de los
viajeros en el siglo XIX. Todos nos parecen de utilidad; tambin cabe sealar la
coincidencia de apreciacin en los historiadores actuales. Las tierras frtiles, la
gran variedad de climas templados, acabarn siendo valoradas por estas y otras
aptitudes, que tienen en cuenta los grandes recursos naturales de las llanuras
dilatadas que se extienden ms all de la pampa hmeda.
Entre 1870 y las primeras dcadas del siglo XX la Patagonia adquiere un pro-
tagonismo que se evidencia en los acontecimientos histricos que enmarcan la
conquista del desierto: el conflicto limtrofe con Chile, la peculiar convivencia
de los funcionarios del Estado-Nacin en la lnea de los fortines y los caciques
de las distintas tribus originarias, sus negocios y confrontaciones. La prctica
del cautiverio de los hombres y mujeres que sigue a los ataques sorpresivos, los
malones y las extorsiones, la venta de ganado robado que llevan a Chile de
contrabando y la racin que reciben del Estado-Nacin se generalizan a lo
largo del siglo XIX. El caballo proporciona al aborigen un medio de movilidad
extraordinario para sus desplazamientos. El indio nmada presenta as no pocas
dificultades para los colonos y habitantes de los fortines.
La profusin de relatos de viaje que acompaa estos hechos permite pensar
que esta regin fue y contina siendo un lugar de ricas significaciones. En este
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En el curso de nuestra investigacin Relatos de viajes, crnicas, memorias
y otros escritos de la literatura de la Patagonia (1870-1914), se nos impuso
la necesidad de identificar a los autores y textos relevantes para el estudio de
la identidad patagnica, atender a la mirada y la intencionalidad de los via-
jeros en la regin, como tambin destacar las oscilaciones en la construccin
de la identidad. Retenemos la afirmacin bachtiniana de que la descripcin
y la interpretacin de lo observado y descripto son operaciones bsicas para
advertir y precisar la cultura, entendiendo que el viajero cumple esta funcin
de un modo altamente estimable y tambin sui generis. As como las largas
descripciones propician y preparan el encuentro con el Otro, en el mbito
de esa otra naturaleza y ambiente singular, lo Otro natural y la consiguiente
interpretacin han de permitir el dialogismo aun cuando se parta de lo visual
o de lo meramente gestual. Los lenguajes se potencian para la expresin de
lo diferente. Nos hallamos muy especficamente en la zona de contacto que
Mary Louise Pratt (1997) refiere situndolo entre dos sujetos histricos muy
diferentes que no se haban relacionado hasta ese momento.
El anlisis de lo textos de los viajeros muestra las constantes que delatan
su valor ideolgico y esttico y asimismo pone al descubierto las tensiones de
la pluralidad: se sitan en el difcil espacio en el cual conviven liberalismo y
positivismo, conservadurismo, actitudes progresistas y reaccionarias. Tienen la
aptitud de ofrecer al lector, en un abanico ampliable, su entrecruzamiento. Al
mismo tiempo que se renuevan el neoclasicismo y el romanticismo estticos, el
espiritualismo, el materialismo cientificista y el realismo originan otras moda-
lidades narrativas las cuales convergen y se entrelazan en la trama textual.
En estos relatos de viajes contrastan las distintas perspectivas: la Patagonia
como frontera geogrfica y cultural potencialmente productiva, la naturaleza
incitadora, el paisaje. Sometida a la observacin cientfica por la formacin
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tercera proviene de la mirada del viajero nativo que caracteriza al perodo
considerado, quien ve en la regin un futuro posible, un futuro previsible para
ese progreso que la consolidacin de la Nacin exige.
En su clebre Diario del viaje de un naturalista alrededor del mundo, Charles
Darwin relata su navegacin a bordo del Beagle, navo de S. M., con el capitn
Fitz Roy, a quien ofreciera sus servicios como hombre de ciencia (Darwin
1998: 9). Tena por entonces 1831 veintids aos y en l trata de una expe-
dicin alrededor del mundo que durara cinco aos. Este Diario publicado a
su regreso en Inglaterra fue objeto de numerosas ediciones, pues se considera
que, por las ideas que transmite para los principios universales de la ciencia,
tiene consecuencias que lo trascienden como tal. Se ocupa de los mamferos
fsiles, de los mamferos vivientes, de los reptiles, de las aves, de los peces, sus
costumbres y reas o mbitos geogrficos. Son los requerimientos de la Historia
Natural los que lo guan, y as lo manifiesta en el Prefacio de 1845.
No obstante lo dicho, Charles Darwin no elude observaciones respecto
de los colonos ingleses, espaoles y tambin portugueses y franceses. Como
es habitual en estos viajes, llega al Ro de la Plata a travs de Brasil y en cada
lugar en el cual se detiene da cuenta en un relato fluido, minucioso y ameno,
de las costumbres y actitudes de sus habitantes. Al igual que los primeros
expedicionarios, se regocija con la buena comida y no deja de testimoniar el
mutuo asombro entre los que provienen del otro lado del Atlntico y los que
ya se hallan arraigados en estas latitudes, sobre los cuales no tiene una mirada
parcial, pues advierte y critica muchos de sus rasgos y maneras de proceder
en sus vidas cotidianas. En general, Darwin aprecia altamente la naturaleza
que estudia minuciosamente, pero tambin observa con un grado de verismo
destacable las costumbres, y su testimonio sigue siendo importante para nuestra
intrahistoria, para la historia de nuestra vida cotidiana. Lo pintoresco es exal-
tado y puesto de manifiesto sin ambages. Se dira un ingls de buena voluntad,
un verdadero naturalista, capaz de sentir lo natural en todas sus magnitudes,
sin escatimar asombro, aprecio, valoracin, comparaciones, de manera que las
descripciones se recortan en un relato cuya ilacin lo torna atractivo. En 1833
el Beagle zarp de Maldonado rumbo a la desembocadura del Ro Negro el
da 3 de agosto. As define su posicin:
Este es el ro ms importante de toda la lnea de la costa, entre el estrecho de
Magallanes y el Plata Hace unos cincuenta aos, bajo el antiguo dominio
espaol, se estableci aqu una pequea colonia, y ella es, a la fecha en que
La edicin de Elefante Blanco (Buenos Aires 1998) selecciona solamente las etapas del viaje
vinculadas con los territorios sudamericanos. Dada la importancia que en esta seleccin
adquiere la regin patagnica, la hemos utilizado por su asequibilidad.
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vertir a uno de estos jvenes indios en una estatua de bronce, su vestimenta
hubiera podido mostrarse como modelo de gracia y perfeccin (83).
Estas observaciones de Darwin propenden al verismo, con una clara visin
utilitaria que hace del trabajo industrioso un valor incuestionable, bsico para
la nocin de progreso. Cuando confrontamos este texto con las ideas de Sar-
miento y la generacin del 37 vemos que ya se halla en sintona con el modelo
civilizador anglosajn. Tambin comprobamos la propensin al costumbrismo
del diario de viajes y en el caso de Charles Darwin, su indiscutible literariedad.
Prdigo en imgenes, abunda en argumentos, al tiempo que analiza, clasifica
y ejemplifica. No para mientes en desenvolver a travs del relato una menta-
lidad que se quiere progresista, en la cual el salvaje puede ser integrado al
modelo civilizador si cambia sus costumbres Las valoraciones se suceden una
tras otra, impregnando el relato que por momentos, como en el episodio que
hemos referido, se torna novelesco.
El extraordinario espectculo que ofrece la llanura patagnica alberga
nuevos episodios, como el de las salinas en tiempo de cosecha, con el relato de
la extraccin de la sal por parte de la poblacin reunida en las mrgenes del ro;
los cristales de yeso reciben el nombre de padres de la sal y los de sulfato de
sodio madre de la sal; los gauchos aseguran que estas sales progenitoras se
presentan siempre en las orillas de las salinas cuando el agua empieza a evapo-
rarse. As se suceden los gusanos anlidos que viven en la sal, y los flamencos,
conformando un micromundo en el cual se desarrollan en todo su esplendor los
seres orgnicos. Las referencias a gauchos, a indios y a colonos son frecuentes,
y hasta aparece una semblanza de Rosas tratada de un modo similar al de la
novela histrica, pues relata ancdotas que perfilan su carcter, como tambin
el de otros estancieros de la llanura bonaerense y la patagnica.
En Orellie-Antoine de Tounnens hallamos los intereses de un sujeto que
puede tambin inscribirse en esta primera visin. No se trata, en este caso, de
la empresa de un imperio europeo, sino del intento individual de Orellie de
establecer un reino en la Patagonia, segn sus afirmaciones para dar fin a las
guerras entre pueblos indgenas que no lograban una convivencia pacfica. Para
el hombre europeo Amrica representa una alternativa a la decadencia del Viejo
Mundo. Sin embargo, para Orellie es necesario mantener algunos vnculos
con la que representara su modelo de civilizacin: la lengua y las tradiciones
educativas, la legislacin, son rasgos de la cultura francesa que cree necesario
imponer en el nuevo territorio (Vitarelli 2007). Los escritos de Orellie, como
el Journal La couronne dacier (Socit Bretonne des tudes Patagoniques
2000), muestran un complejo entramado de ideas y de creencias que disean
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salvaje, sino que indaga en su pensamiento, vinculado a los antiguos Incas,
sus descendientes y pobladores de la regin andina y cordillerana. Como si
el Sur fuese una de las estribaciones de la gran civilizacin del Per (Morillas
2003: 467-464 y 2007). Es as como Hudson logra comunicar a su viaje la
transfiguracin de la Patagonia, a cuyo conocimiento accede tambin por el
ejercicio meditado y constante de los otros sentidos, sobre todo el de la vista.
De los cinco sentidos, el odo y la vista constituyen los superiores, los que con-
forman las representaciones mentales. Hudson elabora un verdadero tratado de
las sensaciones y su percepcin sensible como modo de conocimiento directo
de la Naturaleza, a cuyo travs accede al conocimiento. Mirar lo que otros no
vieron tiene, por entonces, no poco mrito, pues su pormenorizada narracin
da paso a la exaltacin y al gozo de estas tierras, incorporndolas al concierto
universal con una conciencia clara de que se trata de la periferia apenas con-
siderada. El haber planteado la Patagonia como problema tiene tambin su
importancia: desde el pensamiento, sugiere una modalidad propia del indgena
diferente de la europea. Discrepa de manera sistemtica con Darwin y otros
viajeros y filsofos dotados de ojos imperiales que se quedan a medias en sus
indagaciones, condicionadas por intereses ajenos. En sus taxonomas, Hudson
completa los datos de Darwin y los ampla, de manera tal que en este Diario
incluye un tratado de la fauna animal y vegetal. Tambin es preciso recordar
que la ornitologa es la motivacin cientfica que lo trae a la Patagonia a la
cual llega siguiendo las migraciones de las aves, su infancia en las lagunas de
Chascoms y su estrecho contacto con la tierra que lo vio nacer. Este texto
lo adscribe al proyecto del 80 como cientfico y a Argentina como viajero
nativo, hijo de colonos norteamericanos. En la Literatura Argentina pertenece,
sin duda, a la segunda generacin romntica y constituye el texto de mayor
importancia escrito ms tarde, en Londres, dadas su literariedad, sus aporta-
ciones y su capacidad para advertir la problemtica de la Patagonia. Define
su posicin en el proyecto nacional, apoyndose en consideraciones propias
de la generacin del 37. Pero el libro de Hudson elabora, fundamentalmente,
el elogio de la Patagonia a travs de la percepcin sensible; de esta manera el
viaje lo es tambin el de su transfiguracin.
Los trabajos crticos que estudiaran a nuestros viajeros nativos han quedado
en la caracterizacin biogrfica de sus proyectos. La actualidad de sus inves-
tigaciones, las del perito Francisco Pascasio Moreno, en particular, obliga a
dirigir la mirada sobre sus propuestas de desarrollo, sobre la reflexin poltica
acerca del reparto de tierras, sobre la cartografa regional, entre otros aportes
singulares. Resulta significativo el tratamiento entusiasta que da al tendido
de las redes ferroviarias: hay una doble intencin en este smbolo del progreso
Viaje a la Patagonia Austral, editado por el autor en 1876, narra las vicisitudes de un viaje que
reconoce como ilustres antecesores a Charles Darwin en la expedicin comandada por Fitz
Roy, de 1833, y a George C. Musters, en 1870.
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geogrfica, unida al nacionalismo militar, poltico y econmico-administrativo
prevalecen, sosteniendo un proyecto que diverge de lo conseguido a lo largo
de un siglo de desarrollo desparejo, inconexo, incompleto.
Entre los viajeros nativos, es necesario distinguir las obras de los cientficos
de las que emprendieran otros con el objeto de ofrecer una versin pblica
del territorio, que se caracterizaron por sus indagaciones periodsticas. Con-
temporneamente a los textos del Perito Moreno, Payr, Eizaguirre y Popper
inauguran un dilogo con el pblico de la prensa diaria (La Nacin, La Prensa,
El Nacional), consecuente con los aspectos ideolgico-polticos del viaje nativo,
con un proyecto personal de apropiacin discursiva del territorio patagnico.
El viaje toma la forma del artculo de peridico y su particularidad genrica es
que se elabora al tiempo que el territorio va configurndose. En estos escritos el
paisaje es atravesado por la mirada organizadora del viajero entretejido por las
versiones de otros que le sirven de fuentes. El dilogo y la confrontacin con
los textos extranjeros cobra un sentido particular, ya que el periodista tambin
busca sus propias fuentes en los pobladores, los peridicos y los polticos que
actan en la regin. En La Australia Argentina: Excursin periodstica a las costas
patagnicas, Tierra del Fuego e Isla de los Estados, Roberto Payr (1898) recoge
los artculos publicados en La Nacin. Es la visin de un periodista maduro que
se detiene en la fisonoma de los habitantes, pero tambin de las poblaciones
y su desarrollo y crecimiento urbano. Da cuenta de los modos de vida, de la
supervivencia del indgena y la implantacin de los emigrados. Advierte en la
pormenorizada informacin su visin de la Patagonia como tierra de progreso,
aun cuando deja constancia crtica del aislamiento en que se halla la Regin
con relacin al Estado Nacional y su escaso o nulo inters en la implementa-
cin de polticas adecuadas. La idealizacin del territorio quiere ocultar esa
transformacin efectiva, los deliberados obstculos que frenan su desarrollo.
Payr es un fuerte crtico del proyecto de la apropiacin militar y la simblica,
que se lleva a cabo con el envo de cientficos argentinos Moreno, Holmberg,
Ameghino, Ramos Meja, Lista, entre otros como de los extranjeros cuyas
expediciones financiara el estado Nacional Onelli, Burmestein, Berg, en la
medida en que estas expediciones no se siguen de un desarrollo planificado de
la regin. Aqu la periferia se convierte en objeto de discrepancia y surge una
nueva propuesta al interesarse Roberto Payr de manera realista por el presente
y su proyeccin hacia un futuro real, antes que simblico y utpico.
En la mayor parte de los escritores nativos es importante advertir el debate
con los autores precedentes, sobre todo los extranjeros. Son especialmente
cuidadosos al corregir los errores de apreciacin y la mirada interesada de los
que claramente se inscriben en un proyecto imperial. Se reconocen como
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