Ensayos de Disenso Alberto Buela
Ensayos de Disenso Alberto Buela
Ensayos de Disenso Alberto Buela
Ensayos de Disenso
Alberto Buela
Cultura
La gnosis moderna como atajo al saber
La cultura meditica
Notas sobre la postmodernidad
Postmodernidad y desencanto
Pluralismo y cultura
Metapoltica
Qu es metapoltica? Lenguaje
y poltica I Comunitarismo y
poder poltico
Acerca de la democracia postmoderna
Pluralismo sin relativismo
Amrica
El tiempo americano
El extraamiento americano por el nombre
Mestizaje e igualitarismo en Amrica
Religin y modernidad en Amrica
Historia y memoria nacional
La tradicin nacional
Nacionalismo continental
El desencantamiento del mundo
Prlogo
Alberto Buela rene en este tomo sus ensayos publicados en Disenso, revista de
metapoltica. Este nombre llama, ya al ser enunciado, a reflexin. La voz disenso seala una
afirmacin que consiste y se afianza en una negacin; significa, pues, una oposicin, y con
ello sustenta una posicin frente a otra que la ha provocado y que combate. En todo disenso
hay un enfrentamiento, una contradiccin insalvable, y as resulta lo contrario de la
dialctica, que anticipa la sntesis, que vislumbra complacida y anhelante- en el horizonte.
La rotundidad del disenso se explica, existencialmente, por la conviccin tica que emana y
que impone un deber de protesta. Detrs del contenido lgico del disenso siempre hay una
necesidad- axiolgicamente fundada e insobornable- de hacer vencer la verdad.
Nada ms lejos de l, que el parloteo-hablar por hablar y discutir por discutir- y que la jovial
disposicin a un compromiso que no compromete a nada. Tal suele ser el tan celebrado
consenso. En el disenso se cruzan, dramticamente, logos y ethos, y quien disiente perturba
y se hace antiptico. Por lo dems- y esto es lo peor- se coloca a menudo en una posicin
polticamente no correcta.
Metapoltica es un neologismo, que a m, personalmente, no me gusta, creado a semejanza
de la palabra metafsica que seala, en el corpus de las obras de Aristteles, los libros que
vienen despus de los fsicos. Es una denominacin relativa a la ordenacin libresca y no al
contenido de un tratado. Metapoltica seran as aplicando este criterio, los libros que siguen
a los polticos en el catlogo de los escritos del Estagirita. Pero el uso inveterado interpreta el
adverbio de lugar meta (detrs) como la homfona preposicin a travs de, dndole un cariz
epistemolgico. Y entonces- siguiendo la analoga- metapoltica quiere decir, en la jerga
acadmica de nuestro tiempo, ms all-en lo hondo- de la poltica, aquello que la
fundamenta, explica y le confiere sentido.
Poltica se entiende aqu, obvia decirlo, manejo de la polis, con todo lo que, esencialmente,
atae a ella, a la comunidad-chica o grande- y a su bienestar general. (Algo muy distinto de
la politiquera, de la manipulacin de los negocios pblicos, del ajetreo partidista). Y,
asumiendo esta realidad social e interpretndola, resulta labor de la metapoltica meditar y
establecer sus principios y fines, desentraar sus ideas directrices, analizar las condiciones
de su aplicacin en la prctica, averiguar sus lmites y presentar una visin coherente de la
misma. La metapoltica adquiere, de este modo, categora filosfica.
Por confusiones-no siempre injustificadas- a que tales meditaciones se prestan en nuestro
bajo mundo sublunar, poltica y metapoltica constituyen arriesgadas empresas,
especialmente si se aventuran por el mbito internacional, sospechosas de estar al servicio
de lo que eufemsticamente se llaman intereses inconfesables. Es un albur que hay que
correr cuando urge, en defensa del hombre, proclamar el bien y la verdad en temas de tanto
momento como son sociedad, mundializacin, liberalismo, homogeneizacin, identidad..
Con estos ensayos-que disidir y disentir son verbos gemelos- sobre metapoltica, se mete
Alberto Buela, a doble ttulo, en la boca del lobo, y es justo felicitarlo por su coraje de
gaucho y de caballero andante, as como por el rigor y conocimiento (vivido y estudiado) de
la materia con que lo hace. Desde luego que no constituye un caso aislado-lejos de ello!- en
tal empresa, pues no faltan quienes lo precedan o acompaen a uno y otro lado del
Atlntico: Galbraith (1967), Zinoviev(1993), Saint Marc (1994), Forrester(1996),
Tillinac(1999), para citar solo unos pocos nombres de referencia, han dejado or su voz en
este sentido. Pero la inmensa mayora de tcnicos y expertos en estos campos, sean
catedrticos o publicistas, as como la tendencia internacional, estn del otro lado de la
barricada y juzgan tal andadura intelectual absurda y marginal, y-segn los diferentes
puntos de vista- reaccionario o subversiva.
Aunque no coincido en algunos puntos de detalle con el autor (reivindico el disenso dentro
del disenso), las tesis sostenidas, los anlisis que hace, los ideales que defiende, responden
a mis propias inquietudes y opiniones, desde aos atrs sustentadas. El hecho que sea, a
ttulo profesor de filosofa griega, cultor de Aristteles- como yo- que el pensar de Heidegger
influya en el suyo-como en el mo- y la hermandad en la fe cristiana, hacen que, por encima
de dos generaciones, sienta una solidaridad intelectual y de enfoque de la vida con lo que
expone en esta obra. Y as se justifica que-sin mritos para ello pero con singular agrado- la
prologue.
El texto se divide en cuatro partes. En la primera, despus de ubicar el tema en la
problemtica filosfica de hoy, nos bosqueja un cuadro de situacin de la humanidad en el
mundo actual, es decir de la realidad en que se encuentra implicado el hombre personal y
colectivamente: modernidad y globalizacin.
En la segunda seccin se establecen las relaciones entre estas caractersticas de la situacin
que vivimos con la cultura, mejor dicho: con las manifestaciones de una nueva conformacin
(deformacin) del espritu que se impone a la humanidad, ya sea en forma subrepticia, ya
sea abiertamente programada, por instancias annimas o ncleos de poder.
La tercera parte se refiere a la metapoltica. En ella no dice lo que ella es, en sus diferentes
significaciones, y la importancia del lenguaje poltico, sus usos y estratagemas, para
comprender su mecanismo. Estos aspectos modernos de una vieja preocupacin por el
manejo de la sociedad descubren los entretelones del ejercicio del poder.
Finalmente el libro estudia Nuestra Amrica: hispnica, lusitana, indiana, criolla, barroca y
catlica, materialmente desinteresada y duea de su real gana (Keyserling), en su
especificidad, luces y sombras, as como es y queremos que sea, idntica a s misma en el
cuadro de su historia. Aqu el tiempo se teje en telares vernculos: no es money, ni tirano, ni
fabricante de stress, sino tardanza de lo que est por venir (Martn Fierro). Se deja tiempo
al tiempo y se contemporiza con la eternidad. Patria grande, patria chica, tradicin,
mestizaje, son temas que confluyen en la afirmacin de su autonoma dialctica con
Occidente, del cual Iberoamrica- a la vez- forma parte y se distingue. Queda tan al oeste
del Oeste que se sale de l.
En suma: Ensayos de Disenso hace honor a su nombre: no es un libro mentalmente
pacifista, dcil al pensamiento nico, recomendable para la siesta, sino un ponderado pregn
de desafo, un siempre renovado acicate a descubrir la verdad debajo de la informacin, a
ahondar en nosotros mismos, ha reconocernos como hombres, como personas-frgiles,
criticables pero fraternales- abiertos a todos los horizontes y centrados en una insobornable
nostalgia telrica.
Filosofa alternativa
Consideracin histrica
Claros ejemplos que avalan nuestra afirmacin los encontramos a lo largo de la historia de la
filosofa. As, el perodo greco se caracteriz, llegando a su plenitud con Platn y Aristteles,
por una evidente prioridad de la contemplacin expresada a travs del uso instrumental del
intelecto= en su doble actividad: intuitiva y discursiva.
El hombre para el griego es que proviene de que significa
investigador de lo que ha visto, es decir el que contempla. Y qu es lo que contempla? El
mundo como un Cosmos= , esto es, una totalidad ordenada (primer sentido de
cosmos) y armnica (segundo sentido) de todo lo que es.
La filosofa griega viene entonces a responder la pregunta acerca de la naturaleza de las
cosas dentro de la totalidad de sentido que constituye un Cosmos.
La filosofa romana, por su parte,-Varrn, Cicern, Sneca- tuvo un carcter eclctico y solo
logr asimilar algunos retazos de la filosofa griega. Se destac siempre si carcter prctico.
Esto es, aquellos aspectos que hacen a los problemas ticos, polticos y de organizacin
social, de ah que el derecho romano haya sido su mayor logro.
La filosofa deja de ser un saber amplio y totalizante sobre la realidad, excluye las cuestiones
especulativas, para limitarse a la gramtica, la retrica y el derecho. El hombre es concebido
como homo que viene de humus; esto es, aquel que tiene los pies en la tierra porque con
ella est constituido. En una segunda acepcin humus quiere decir regin, aquello que la
tierra tiene de mejor para cada uno. La filosofa romana viene a dar satisfaccin a la
demanda sobre la naturaleza de las cosas que constituyen la cosa-pblica, la res-publica=
repblica. Y el instrumento idneo para ordenar las cosas pblicas es la palabra, sea bajo su
aspecto discursivo-la retrica-, sea bajo su aspecto normativo- el derecho-.
La filosofa cristiana elaborada sobre la base de elementos especulativos tomados de la
filosofa griega, los somete a categoras teolgicas provistas por el datum revelado
(explicitando as una cosmovisin raigalmente diferente de la griega y la romana), otorgando
prioridad a la especulacin sobrenatural: philosophia ancilla teologa, filosofa sierva de la
teologa dice el apotegma escolstico. Y as, el universo es concebido como una creacin
gratuita de Dios y el hombre como su creatura.
La filosofa deja de ser un saber Csmico (Grecia) o un saber prctico-poltico (Roma) para
transformarse en un saber de salvacin. La conciencia de creaturidad supera la angustia de
la doble ignorancia: el no saber a dnde vamos y de dnde venimos, puesto que las
respuestas estn dadas en el texto sagrado.
A partir del siglo XVI el hombre baja su mirada del cielo a la tierra y husmea, sea en su
interior-el cogito cartesiano inaugura el primado de conciencia-, sea en el exterior
mensurable- el empirismo ingls incoado por Bacon y Hume es apropiado ejemplo-
proveedor de las certezas indubitables que le permiten explicar qu es la realidad.
Ello conlleva a las dicotomizaciones antropolgicas entre res cogitans y res extensa
(Descartes) y a las ontolgicas entre numeno y fenmeno (Kant), las que producen como
natural consecuencia, en tanto acentan su tarea sobre la res extensa y el fenmeno, el
desarrollo incomparable de la ciencia y de la tcnica que signan nuestro tiempo. Ello a su
vez, implica una axiologa que eclipsa, cuando no niega, los ideales valorativos
representados por el hroe, el santo y el sabio de la antigedad y el medioevo.
Durante el siglo XIX surgen como continuidad al empirismo, el positivismo con Comte3,
Bentham y Ardig y como respuesta al criticismo de Kant, el idealismo de Fichte, Schelling y
Hegel. Este ltimo va a tener una incidencia destacada sobre las ciencias sociales a travs
del marxismo, pero ninguna sobre la ciencia, los cientficos y tecncratas.
Finalmente, la primera mitad del siglo XX nos llama la atencin sobre la relacin entre la
situacin donde se da la existencia-las circunstancias, el entorno- y el carcter: el ser del
hombre al decir de Herclito . As, describe con la fenomenologa los
rasgos tpicos de la existencia alienada y el contenido alienante, pero nos deja sin respuestas
al problema esencial del hombre. La interpretacin del ser y su sentido queda como
problema abierto y sin solucin.
La filosofa de la segunda mitad de este siglo que est terminando, va a tomar conciencia de
su propia impotencia y comienza a negar todos los relatos o discursos universales
explicativos de la realidad en su conjunto.
1
Herclito: fragmento 22 B.
Consideracin actual
Aqu y ahora nos hallamos en la crtica de los discurso globalizantes: la idea de progreso
indefinido vigente desde el comienzo de la modernidad; el poder omnmodo de la razn en
su proyeccin cientfica o en su instrumentacin tecnolgica; la democracia como forma de
vida y no como forma de gobierno, como se postulaba desde la antigedad; el cristianismo
como universal ms social que de salvacin; el lucro y su consecuencia el consumo como
motor de toda la sociedad.
En esta crtica se han desarrollado en Europa dos posturas entre s antitticas: el
pensamiento postmoderno dbil, dbole o light y, el pensamiento de la decadencia o
nouvelle droite. En tanto que desde Iberoamrica nosotros proponemos un un pensamiento
de alternativa, no conformista, expresado a travs de una filosofa del arraigo o de las
identidades.
Tenemos en primer lugar a aquellos que a la zaga de la escuela neomarxista de Frankfurt
(Horkheimer, Adorno, Apel, etc.) cuyo principal exponente en este tema es Jnger Haberlas,
aun cuando critican los mencionados grandes relatos, nos advierten sobre peligro de la
postmodernidad, pues ven en ella la anulacin definitiva del proyecto moderno de los
filsofos del Iluminismo, tal como lo hacen Finkielkraut, Henry Levy, Eco. Estos autores y
una innumerable cantidad ms, critican a la sociedad moderna en aquellos aspectos en
donde an no se complet el proyecto Iluminista, oponindose frreamente a la
postmodernidad.
En segundo lugar se encuentran aquellos autores como Vattimo, Lyotard, Scarpetta,
Lypovetsky, Derrida y otros, que defienden un postmodernismo, pero inscripto en la
modernidad. Es decir, son aquellos filsofos ( si es que as los podemos designar) que en su
crtica a los discursos universales proponen como solucin una desesperanzada invitacin a
la resignacin. Carecen de la voluntad histrica para instaurar un nuevo arraigo del hombre.
En definitiva, tanto los primeros como los segundos, quedan anclados en la modernidad
porque todos ellos se inscriben finalmente a la lnea de pensamiento que retoma el proyecto
Iluminista. Vayan dos ejemplos de muestra: Derrida: fieles al ideal de la Iluminacin,
reconociendo sus lmites, para trabajar a las luces de hoy (Lautre cap). Finkielkraut: Es
necesario retomar el proyecto del Iluminismo (La Dfaite de la pense).
Por su parte el pensamiento de la decadencia se inscribe en la defensa de un
posmodernismo fuerte por oposicin al dbole de Vattimo y compaa. Autores como de
Benoist, Faye, Mathieu, Severino, suman a sus crticas de los grandes relatos de la
modernidad al cristianismo y proponen una postmodernidad nietzscheana desprendida de
todo mesiansmo paradisaco judeo-cristiano, en donde la tendencia comunitaria llamada
neotribalismo o clanismo puede ir de la mano con la hipertecnicidad. Todo ello al servicio de
una tradicin mtica y una revolucin, en definitiva, conservadora.
En cuanto a nosotros, iberoamericanos, la nica posibilidad de hacer filosofa de manera
genuina es a travs de la postulacin de un pensamiento de alternativa, el que fundado en
nuestro genius loci-clima, suelo y paisaje- y enraizado en nuestra peculiar historia, plantee
prioritariamente el tema de nuestra identidad y del ser, pero claro est, visto desde Amrica.
No existi ni existir verdadero filosofar que no parta de un autntico arraigo, de saberse a
una pertenencia.
Nosotros, los hispanoamericanos, tenemos un punto de partida para nuestro filosofar que no
es la crtica a los grandes relatos, a la manera europea o del cipayaje de nuestra
inteligencia culturosa, que intenta filosofar a imitacin de aqullos. Nuestra pregunta
originaria nade de la pre-ocupacin sobre nuestra mismidad y cmo a partir de esa de-
velacin respondemos al sentido del ser.
Los grandes relatos de la modernidad enunciados ms arriba no nos han afectado, y si nos
han alcanzado lo han hecho de manera entitativamente diferente a los sucedido con
europeos y americanos del norte: Y eso es as porque la Amrica hispana escogi desde el
comienzo-el siglo XVI- un camino diferente al resto de Occidente. As regmenes polticos
dependientes del gran relato democrtico fracasaron siempre en tanto que imitacin opaca
de algo que no surgi naturalmente nuestro. En este sentido es apropiado recordar que el
gran ensayista de la democracia, Alexis de Tocqueville, prevea como forma de gobierno ms
apropiada para Amrica espaola la figura del dspota ilustrado 2.
Luego de cinco siglo de historia poltica, slo acumulamos dspotas a secas o democracias
entreguistas. Los pocos ejemplos histricos que funcionaron con un sentido de justicia y un
proyecto autnomo de nacin fueron aquellos que intentaron sub specie paternalista una
democracia orgnica, siempre cuestionada desde los diferentes centros mundiales dadores
de sentido, como populistas, fascistas y totalitarias, aun cuando esas democracias orgnicas
solo intentaron otorgar a las fuerzas sociales de la comunidad, la representatividad poltica
que les fuera negada sistemticamente por la democracia liberal.
El otro relato moderno el del progreso, slo fue adoptado por la elites culturosas pero nunca
por nuestros pensadores ms genuinos, y menos an por el pueblo hispanoamericano, que
ha visto en ella una visin reducida-unidimensional- del hombre y sus problemas. El progreso
indefinido en estos ltimos aos denominado desarrollo, siempre estuvo vinculado a la
nocin calvinista de xito; lleva adosada una exigencia moral de logro.
La resistencia al discurso globalizante de progreso radica en que para nosotros, herederos
ab initio, del mundo bajo medieval, carece de validez universal. Vivenciamos a lo largo de
nuestra historia una desintona entre progreso econmico y cientfico, por una parte, y
decadencia artstica, moral y espiritual, por la otra.
Del tercer gran relato, aqul del poder omnmodo de la razn, ni siquiera tenemos
experiencia propia. Nuestra actitud ha sido copia, pura copia. La filosofa analtica
iberoamericana es un claro ejemplo. La resistencia a la adopcin del relato exclusivamente
racionalista es evidente. El apotegma pascaliano: el corazn tiene razones que la razn no
conoce, se encuentra en nosotros fuera de discusin. No hemos podido instrumentar la
razn en funcionalidad cientfico-tecnolgica, aunque tenemos muchos casos de
investigadores aislados. Y cuando lo pretendimos hacer de manera sistemtica, por ej. con el
desarrollo nuclear argentino, fue abortado (Tlatelolco) desde los centros de poder mundial a
fin de reservarse el monopolio.
En cuanto al otro gran discurso, el del cristianismo. Ya hemos dicho en otra parte que ste
no llega como en Europa, despus de Europa, ni llega a nuestras tierras el cristianismo
racionalista del primado de conciencia y del deber ser que llega a Norteamrica. Aqu el
cristianismo naci con nosotros y nosotros con l. Y merced a la magnfica matriz americana
que en su ser hospitalario nos cobij a todos, floreci en forma diferente que en ultramar.
Es ciento que carecemos de la puridad cultural europea, pero aportamos una heterodoxia
ritual-teolgica que hace que el cristianismo sea en nosotros asumido vitalmente. As, todos
los proyectos de corte nacional que han existido en nuestras tierras aun cuando no se hayan
plasmado, llevan siempre la preferencia catlica del modo de vida.
Finalmente el otro gran discurso y su propuesta de sociedad consumista es inviable en
nosotros, pues Iberoamrica, es de toda evidencia una sociedad pobre y empobrecida. De
modo tal que mal puede dar lo que no tiene: dinero y bienes de consumo. Ello no quita que
su clase dirigente deje de proponer como meta una sociedad de consumo a travs del
modelo neo-liberal de aplicacin. Pero lo ciento es que, como dice el adagio: del dicho al
hecho hay mucho trecho y nuestra realidad se caracteriza por el sufrimiento que traen las
carencias de todo tipo para poder alcanzar una vida buena. 3
Ahora bien, sin ninguno de los cinco grandes relatos que acabamos de enumerar nos
alcanzan a nosotros los iberoamericanos es porque nuestra realidad es entitativamente
diferente de la europea y de la americana anglosajona. Ello si nos situamos en el plano
2
Buela, Alberto: El sentido de Amrica, Ed. Teora, Bs.As., 1990, p. 92
3
Aristteles: tica nicomaquea, 1323, b 29
metafsico se enuncia as: el ser iberoamericano tiene que producir su discurso, que no
puede ser otra cosa ms que alternativo a los ya dados, y los filsofos de estas latitudes
tienen que decodificarlos prestando odos atentos su logos ontolgico.
Conviene recordar aqu a Herclito cuando nos dice: Aunque el logos existe siempre, los
hombres se tornan incapaces de comprenderlo, tanto antes de orlo como una vez que lo
han odo.4
De ah que la tarea filosfica-en el sentido de bsqueda de nosotros mismos- sea una
exigencia propuesta por nuestra realidad iberoamericana.
Consideracin metafsica
Llegando a las postrimeras del siglo XX podemos constatar que el hombre es sometido por
los diferentes mass media a adoptar valores y creencias de una manera mecnica; esto es, no
libre.
No le est permitido deliberar antes de adoptar una posicin. No puede emitir como pretenda
Cassirer (1) respuestas demoradas; sino que est condicionado intelectual y emotivamente de
forma tal que slo puede responder con reacciones y no con respuestas.
En todos los mbitos del hacer, del obrar, del querer y del pensar podemos observar lo que
hoy en da, merced a la influencia de la lingstica, se denominan relatos , y que antao se
denominaban ideas fuerza, que se usan y se adoptan sin someterlas previamente a un juicio
crtico. As tenemos por ejemplo en el mbito del hacerla infinidad de bodrios que pasan
por obras de arte, sea de la plstica, la msica, la escultura, la arquitectura, la televisin, el
cine, las artes grficas, etc.,etc. El lector atento encontrar miles de ejemplos en cada rama lo
que nos obvia de enumerarlos.
En el mbito del obrar, el relativismo cultural en donde Mozart vale tanto como un
tamborillero de murga, ha diluido totalmente el criterio de verdad que nos deca que existe
una norma de verdad absoluta: hacer el bien y evitar el mal. En cuanto a los dominios del
querer y del pensar, el primado de conciencia inaugurado por Descartes, quien busc en el
pienso luego existo- en el interior del sujeto la verdad- subjetiviz la percepcin y
6
Henrquez Urea, Pedro: Seis ensayos en busca de nuestra expresin,
Ed. Babel, Bs.As., 1926, p. 32
manifestacin de aqulla. Y as hoy tienen vigencia planetaria las manifestaciones filosficas
ms caprichosas y los quereres ms arbitrarios.
As Richard Rorty (2), que la va hoy de principal filsofo norteamericano, pone en plano de
igualdad las meditaciones de Heidegger y con los cuentos de Dikens. Argumentando que la
filosofa es tan occidental como la novela y no menos inseparable de la democracia que
aqulla. Pero como en filosofa, siempre segn Rorty, no existen argumentos slidos sino que
se est de acuerdo en la conclusin, la literatura al tener mayor fuerza expresiva produce un
ms eficaz convencimiento.
Ante todo esto y mucho ms, que sera mprobo enumerar, nosotros en tanto filsofos no
comformistas, ofrecemos en el presente trabajo, en primer lugar, una crtica a tres visiones del
mundo que se complementan: la del mundo igualitario y su proyecto poltico representado por
la democracia liberal; la del mundo stndard y su proyeccin a travs de la primera y segundo
revolucin industrial, con la exaltacin de la tcnica y la veneracin de la tecnologa; y
finalmente, la del mundo frvolo o light y su manifestacin mediante la blanda o soft
ideologa sobre el mundo todo uno, como el de nuestros das.
El mundo igualitario
El mundo igualitario hunde sus races histricas en el segundo de los lemas de la Revolucin
Francesa de 1789: lgalit.
Este apotegma, indiscutido e indiscutible, ha logrado despus de dos siglo de machacona
perseverancia hacer de la igualdad la base de todos los discursos de y sobre el hombre.
Primero lo fue en el plano econmico, con la igualdad de oportunidades que nos brinda la ley
de acero del liberalismo: la ley de oferta y demanda. En lo social con la propuesta del
marxismo de la sociedad comunista de los productores asociados. Luego en el plano
religioso donde los sacerdotes dejaron de hacer lo sagrado como su nombre lo indica, para
abrir paso a una cristiandad partida en sectas, tantas como cristianos oportunistas se presentan.
Finalmente, en el plano filosfico, cuando se declara la muerte de Dios, porque lo iguala por
lo bajo con el superhombre.
Este avance del igualitarismo en todos los dominios de la actividad humana (hacer, obrar,
pensar) ha desembocado en el mundo de hoy con su propuesta ms genuina: el nuevo orden
mundial, que no es otro que la homogenizacin del mundo bajo un solo totalitarismo de
carcter planetario.
Aparece entonces como el logro final del igualitarismo, el totalitarismo ms atroz y sutil a que
se encuentre sometida la existencia del hombre y de los pueblos. Aquel que no ofrece ni el
mnimo pliegue para realizar la existencia autntica y un desarrollo poltico-social soberano.
El igualitarismo muestra hoy descaradamente la falsedad de sus propuestas y la vergonzosa
paradoja de sus postulados. As en lo poltico nos ofreci la democracia igualitaria, cuando el
ciudadano jams participa de ninguna decisin poltica. En lo econmico nos propuso la
economa de mercado, y solo logr que el pez grande se coma al pez chico. En lo social nos
prometi una sociedad sin clases y, de hecho, nos someti a la dictadura social de los
diferentes lobbies. En lo religioso nos brind una religin a nuestro gusto y placer y, lo cierto,
es que quedamos abandonados a merced de los mercachifles de los sagrado, como lo son
los pastores electrnicos. En lo filosfico nos propuso al hombre nuevo, al hombre autntico y
nos transform en homnculos.
El discurso igualitario es uno de los relatos ms significativos de la modernidad. Y se
encuentra a la altura de aquellos otros como: a) el progreso indefinido, que es tal cuando el
solo hecho de progresar se convierte en sentido del progreso, b) el lucro y su propuesta de la
sociedad de consumo con el homo consumans, en donde la mercanca es el medio de canje
para logar dinero y no el dinero el medio de canje para lograr mercanca, c) el poder
omnmodo de la razn y su consecuencia, la sociedad tecnificada y su ideal de hombre como
homo faber.
El igualitarismo nos introduce en la etapa de la nivelacin en la historia del mundo. Quiebra
toda idea de jerarqua en donde, aparentemente, nadie manda ni nadie obedece, pero lo cierto
es que el igualitarismo es un totalitarismo sutil y despiadado en donde manda unos pocos. El
totalitarismo de los diferentes lobbies que funciona ms all de las instituciones de la
democracia liberal. Lobbies que funcionan como logias, en donde la decisin est tomada
antes que la deliberacin. La deliberacin se transforma as en una parodia que viene a
justificar la decisin tomada de antemano.
Vemos como el mundo igualitario es una gran mentira, porque tanto la igualdad poltica,
social, cultural y econmica no dejan de ser presupuestos ideolgicos, dado que no estn
garantizadas la igualdad de posibilidades de aquellos que intentan libremente manifestarse
en dichos planos.
El igualitarismo no es una idea sino, estrictamente, un ideologismo pues enmascara una
voluntad de poder de grupos o sectores sociales que lo instrumentan. La envida, como lo ha
demostrado Fernndez de la Mora (3), es la disimulada raz de los movimientos igualitarios y
su motor el resentimiento en tanto odio retenido.
La igualdad de posibilidades es la nica igualdad-adems de la matemtica- predicable a
ciencia cierta, pues ello nos habla de la participacin de todo hombre sin desventaja en la
lnea de partida de los asuntos de la vida. De alguna manera esta igualdad de posibilidades
halla su fundamento en la igualdad teolgica de los hombres en tanto hijos de Dios. Es decir,
en una igualdad de origen metafsico por participar del mismo ser, pero jams una igualdad
igualitaristas de participacin en la misma medida. El grueso error de Nietzsche y de sus
seguidores en la crtica a la sociedad igualitaria es confundir estos dos niveles de igualdad.
La respuesta a este mundo igualitario no debe nacer de una actitud retrgrada postulando una
vuelta al pasado, por aquello de que todo tiempo pasado fue mejor, ni menos an mediante
una actitud totalitaria de imposicin compulsiva de ciertas pautas y valores, lo que sera una
torpeza inconducente reida con la naturaleza de hombre. La respuesta al mundo igualitario
debe nacer de lo que nosotros denominamos preferencia de s mismo. Tanto los hombres
como los pueblos deben, al intentar una realizacin genuina, partir de este postulado. Claro
est, que no para caer en la exaltacin de s mismo o en la infatuacin del corazn, sino para
dar cumplimiento a lo que uno, potencialmente, es.
El mundo stndard
Es un hecho evidente a todos nosotros que la lengua inglesa se impone como lengua
planetaria. El totalitarismo del ingls no deja ningn pliegue de la realidad sin penetrar. El
bombardeo masivo e indiscriminado a la manera de la II Guerra Mundial, de Vietnam, de
Malvinas, de Irak se realiza sobre nuestras conciencias con palabras, frases y modismos a
travs de todos los mass media, 24 sobre 24hs. La defensa se hace estril, porque como dijera
Hegel: la cantidad cuando se torna masiva se transforma en cualidad. As nosotros dejamos
de preferir (momento nodal) nuestro idioma por otro: el castellano por el ingls.
La nocin que vamos a tratar de desentraar es la de stndard. Este trmino se introduce en
nuestro idioma hace algo ms de cien aos, en la poca de la segunda revolucin industrial,
con el nacimiento de la produccin en cadena de productos uniformes para consumo masivo y
fue aceptado por la Real Academia de la lengua con el slo agregado de un mero acento:
stndard.
La palabra proviene del latn sto-statum que significa estar de pie o inmvil, trmino que los
latinos utilizaban slo para indicar posicin o postura, pero en ingls segn el Collins
Dictionary le otorgan un sentido dentico al definirlo como peso o medida a la que todos
deben compararse.(Wieght or mesure to which others must conform). Este marcado cambio
en la significacin ha hecho que lo stndard equivalga a lo permitido, a lo normal, a lo
aceptado. En definitiva a lo bueno. Siguiendo la lgica del trmino podemos afirmar- la
realidad lo corrobora a diario- que lo uniforme en todas sus manifestaciones es lo correcto.
As aqul que sale de lo comn, el contestatario, el controvertir, el transgresor son todas
figuras peligrosas para el mundo stndard. Y obsrvese que decimos el transgresor y no el
revolucionario, pues esta ltima es una categora tpica del sistema. El revolucionario
progresista de izquierda es una figura incorporada al universo de la sociedad opulenta, por el
contrario el contraventor, el transgresor, el marginal son los verdaderos enemigos del mundo
stndard, cuya proyeccin poltica es la conformacin de un mundo todo uno. El arquetipo
de esta mundo stndard es el empleado burcrata, el obrero mecanizado, el poltico
regiminoso, el cannigo, el becario, el escritor acadmico, el tecncrata, en definitiva, todos
aquellos que colaboran en la construccin de un mundo homogeneizado bajo un mismo y
nico proyecto. Negndose as al esfuerzo de explicar su propia identidad a travs del genuino
ejercicio de pensar y obrar siendo ellos mismos. Esto es, corriendo el riesgo de ser hombres
libres.
El mundo stndard mutil al santo por en cannigo, al hroe por el soldado (proviene de
soldum= dinero), al genio por el ratn de biblioteca, al tambero y su leche de apoyo por el
sachet pasteurizado, al artista por el snob, al artesano por el tcnico.
Difcilmente nos percatemos de la mutilacin gravsima ocasionada por la standarizacin
Es tal el poder que encierra que su propia denuncia es incorporada como standarizado motivo
de estudio. Ejemplo clsico son los miles de ensayos sobre la tcnica, en donde lo menos
que se dice es algo sobre ella, a no ser que, se canten alabanzas a la manera de los Julianes
Maras. Pero el carcter de extraamiento, de alienacin, de falsificacin o desfiguracin
sealado por los Heidegger (8) y los Junger (9) ha sido cuidadosamente silenciado, cuando no
planteado y presentado de falsa manera.
La consecuencia de un siglo de standarizacin ha provocado, segn nuestra opinin, el
extraamiento ms profundo del hombre consigo mismo. La pregunta por el ser ntimo, segn
la cual el objeto de interrogacin coincide con el sujeto interrogante-el hombre se pregunta
por el hombre- ha dejado de plantearse. Dej el hombre de estar abierto a un mundo en
donde deba por deliberacin y posterior accin mediatizar la inmediatez de lo dado, para
solo vivir con lo dado (cosas e ideas). Ha sido reducido como el animal a un medio ambiente
especfico que le impone estmulos de consumo y al que responde con reacciones
condicionadas de compra o imitacin y no con respuestas demoradas como debera ocurrir
en razn de su jerarqua en el orden de la naturaleza. Este medio ambiente y no ya un
mundo produce existencias stndard, uniformes, siempre ms de lo mismo. La sociedad de
consumo le ofrece cosas e ideas que le evitan el riesgo de la mediatizacin, recibe un
mundo hecho de una vez y para siempre, sin aristas, de ideales unvocos y de respuestas
calcadas. Ahora bien, esta seguridad de un ambiente todo uno lo limitan a lo que se piensa,
se dice o se obra, a la manera de un simple eslabn de la produccin en cadena, de la
produccin stndard. Lo que ha perdido el hombre es, en definitiva, el ejercicio de la sana
libertad y su capacidad de crear un mundo para pasar a rifar su existencia en las cosas y las
ideas hechas. Su solo fin es durar.
Y en cuanto a los pueblos, nunca mejor que ahora se hace evidente la afirmacin del mayor
pensador portorriqueo don Antonio S. Pedreira cuando escribiera: Todo pueblo posee un
repertorio de convicciones inefables, vivas, escurridizas, que no se puede reducir a nmero.
No es posible encarcelar a los hombres en la incmoda jaula de un stndard, fetiche que la
democracia ha inventado para evitarse complicaciones que suelen engendrar las
diferencias (10).
Nos preguntamos entonces, es posible que el hombre de nuestros das, y en particular de
nuestras sociedades de masas pueda recuperar su s mismo? A partir de qu nocin,
categora o concepto este hombre puede pivotear de manera eficaz-con proyeccin en la vida
prctica: la tica, la economa, la poltica- la restauracin de su propia identidad?.
Nosotros creemos encontrarla en la reinsercin de la nocin de arraigo como categora madre
a explicitar cotidianamente. As, la existencia de una economa autocentrada, de una poltica
soberana, de una tica genuina, de un arte propio y de una filosofa autntica, slo es posible
si logramos otorgar funcionalidad a la nocin de arraigo.
La necesidad del hombre de liberarse de la inhospitalidad del mundo-el hombre como animal
deficiente de Arnold Ghehlen (11)-de estar a salvo, exige de l que sepa fundar por su propio
esfuerzo una proteccin segura, une citadelle al decir de Saint Exupry, una morada que le
permita no slo protegerse (sentido negativo), sino sobretodo, encarnar valores, fundar un
arraigo (sentido positivo). El hombre, dice Heidegger, es slo en cuanto habita. El hecho
de estar originariamente arrojado al mundo exige de l para ganar su ser el esfuerzo de crear
su propio arraigo. En el mundo stndard el hombre est en el espacio pero no tiene espacio,
carece de la unidad indivisible entre lo que es y lo que tiene. Incluso en las sociedades de
consumo tiene ms de lo que necesita para existir (el confort) pero infinitamente menos de lo
que necesita para ser, pues est alienado por el consumo y posesin de cosas.
Esta relacin axiolgicamente negativa entre confort y alienacin es, entre otras muchas, el
signo evidente de una sociedad en descomposicin, que est reclamando a gritos un nuevo
rumbo para que la vida sea como pretenda el viejo Aristteles una buena vida (EN 1323 b
29), fin ltimo de la sociedad poltica.
El mundo light
Ciertamente que el ingls se ha transformado en la lengua del Estado homogneo mundial,
aunque no sea la lengua ms hablada del mundo (12). Hoy es la lengua franca, al decir de
nuestros mayores. Y light es uno de los trminos de ms uso en nuestros das. El vocablo
ingls significa liviano, ligero, luminoso, claro. Con estos sentidos juntos o separados, segn
sea el producto que se publicita o la moda que se desea imponer, se lo aplica reiterada y
machaconamente.
La publicidad que no es otra cosa que poner el ser a la venta y que entiende la existencia
como stock-por ej. la existencia de mercadera- golpetea nuestra conciencia ofrecindonos
como panacea el caf light, los cigarrillos light, los chiclets light, la lecho descremada, en
suma, los alimentos light por todos lados.
Nos propone la moda light con vestimentas ms prcticas y livianas como el jean y el top, con
arquetipos de mujeres delgadsimas y hombres estilizados; que si son barbados usan barba
light al estilo del actor yanqui Mike Rourke o nuestro autctono Len Greco o el poltico
espaol Rajoy. La imagen del hombre y mujer propuesta siempre liviana y ligera; lo serio, si
se muestra, es como contrapartida ridcula de lo frvolo. Y esto ltimo ha dejado de existir
como falencia para equivaler a lo que debe ser.
A lo light sigue de cerca lo wet hmedo) que se aplica a los polticos liberales que son blandos
cuando se trata de la cuestin social. As Bush fue wet respecto de Regan que fue dry (seco).
En otro orden pero siguiendo este mismo razonamiento, observamos como la gomina pas de
moda para dar lugar al fijador que deja el cabello permanentemente hmedo. Para designarlo
se adopt el trmino francs gel que significa helado o fro hmedo. A lo light est vinculado
lo soft; que designa al elemento de programacin de los ordenadores que se contrapone a lo
hard (duro), que designa la mquina en s misma.
La soft- ideologa est constituida por este cmulo de ideas comunes que manejan los mass
media en donde desaparecen las ideas de esfuerzo, austeridad, sufrimiento, lucha: al par que la
preparacin par asumirlas a travs de los ejercicios de voluntad y la prctica de las distintas
virtudes.
La vida es asociada a la idea de levedad, liviandad y ligereza. El mundo juvenil se impone
como proyecto para los mayores o viejos. Se niega todo conflicto porque n definitiva se niega
la nocin de agonista (luchador) para lo que no hay que ser necesariamente fuerte. El hombre
deja de ser un agonista para pasar a ser todos juntos protagonistas: Sea Ud. tambin
protagonista bla..bla.bla, nos repiten hasta el cansancio los medios de
comunicacin masivos.
La ideologa soft, eliminando por principio la conflictividad, no transforma nada, est
obligada a mantenerse dentro del orden constituido. No modifica el statu quo reinante ni el
estado de injusticia flagrante para millones de hombres en el mundo. Al ser simplemente una
ideologa del estar ah dentro y con el rgimen de turno (denominado capitalismo neoliberal
o socialdemocracia) la soft-ideologa justifica y privilegia las relaciones de fuerza (el poder de
los lobbies) por sobre las relaciones de justicia (gobierno en vista al bien comn).
Vemos pues como el mundo light encierra en s mismo una profunda contradiccin que dice:
construyamos un mundo sin conflictos (razonable) pero sin resolver el conflicto fundamental,
la primaca de la fuerza (poder del dinero) sobre la justicia y la ley (la razn sin pasin).
Como dijimos, el mundo light tiene como sustrato ideolgico la soft-ideologa una ideologa
que no quiere serlo segn sus voceros. Que se presenta mas bien como un pragmatismo
civilizado al que le interesa muchsimo ms la coyuntura que los proyectos a largo alcance.
Una ideologa que niega sistemticamente el conflicto, de ah, que su mtodo sea la
componenda y la negociacin sin lmite.
Todo se negocia y todo es materia negociable. Las sociedades al ir limitando el ideal a la
coyuntura dejan de lado los proyectos o modelos nacionales siempre histricos, trabajosos y
de larga realizacin, para ir sumndose al carro triunfal de la conduccin nica del Estado
homogneo universal. Y al dejar de lado los grandes ideales y limitar la poltica a lo
inmediato y al ser su mtodo la negociacin, el poder de las sociedades va distribuyndose
ms en los distintos lobbies o grupos de intereses, lo que lleva al primado de la economa
sobre la poltica, a todas luces una inversin de valores.
En definitiva, la soft-ideologa propone como forma de gobierno la plutocracia mundialista de
modelo uniforme y como ideal de vida la liviandad de un mundo sin aristas. El filsofo nipo-
americano Francis Fukuyama con su tesis sobre el fin de la historia, donde augura el triunfo
planetario de la cultura de consumo universal y la universalizacin de la democracia liberal
occidental como la forma final de gobierno humano (13), es su principal publicista.
Mientras que nuestro gobiernos iberoamericanos son sus principales compradores al pretende
acceder por la va imitativa del modelo neo-liberal a los goces y beneficios de un supuesto
primer mundo. As nuestros gobiernos han reemplazado la poltica agonal, como lucha, por
una poltica sin riesgos, sin enfrentamientos, en una palabra por una poltica light. Ello se ve
claro en los principios que rigen nuestra poltica exterior; esto son, la negacin de la posible
conflictividad con otros Estados y el deseo de establecer relaciones carnales con los centros
de poder mundial.
Siempre convine comenzar aclarando que se entiende por los principales conceptos que se
usarn en un artculo o estudio, para que el otro, el lector, sepa a que atenerse.
Los trminos de mundializacin y globalizacin se suelen emplear en forma indistinta por la
mayora de los usuarios, pero en nuestra opinin es pertinente hacer una distincin.
Mundializacin es un concepto ms antiguo, bsicamente poltico, que significa la tendencia
a la organizacin de un gobierno mundial nico. El acento se coloca en la dimensin poltica
de la unificacin del mundo. Es un ideario que nace con los viejos iluministas como Kant, y
pasando por toda la tradicin socialista llega a nuestros das.
Globalizacin es un concepto ms reciente, bsicamente econmico, que proclamado en
1991 por George Bush, postula la constitucin de un one world, el mundo como un gran
supermercado en donde las reglas las coloca la OMG, su parlamento es Davos y su gerente
el FMI.
Como vemos ambos conceptos no son contradictorios no compiten entre s, sino ms bien
complementan en la conformacin de un pensamiento nico y polticamente correcto.
Tenemos un tercer concepto el de Aldea Global que pedimos aprestado a McLuhan que
indica la unidad, de facto, del mundo por el avance tecnolgico aplicado fundamentalmente
a la especulacin financiera -imperialismo desterritorializado y a los medios masivos de
comunicacin.
As como el Estado ofrece el marco jurdico a una nacin, aun cuando aqul slo
existe en sus aparatos y no en s, pues su ser est dado por la nacin que
encarna. De la misma manera, la nacin es la expresin del proyecto poltico-cultural
que un pueblo se da para existir en la historia poltica del mundo. En tanto que un
pueblo es un conjunto unido por una conciencia tnico-cultural(lase:valores)de
pertenencia, pero no necesariamente poltica. Pues hay pueblos - los judos ayer, los
kurdos hoy- que no existen como naciones.
Vemos pues como en la base se encuentra un ncleo de valores compartidos por un
conjunto de hombres que denominamos pueblo. Este pueblo puede inscribir su
existencia poltica en la historia si intenta instaurar su proyecto de nacin. Esta
existe formalmente si es reconocida; por otras naciones. Y jurdicamente si es
representada por un Estado, a su vez reconocido por otros Estados. As pues, la
categora de reconocimiento es la que da nacimiento al derecho internacional
pblico. Si ella, las naciones quedan en potencia, como sucede con la Gran Nacin
Hispanoamericana, proyecto poltico de nuestros padres fundadores, San Martn y
Bolivar, todava no plasmado.
Esbozo conceptual
El trmino modernidad indica la calidad de lo moderno y proviene de la
expresin apocopada de los trminos modo y hodierno que significan: lo que
pertenece al tiempo presente, al modo de hoy.(1)
La modernidad ha sido, a partir del siglo XVI, un producto del encantamiento
del hombre de s mismo y sus obras. Y as exalt hasta la veneracin en el altar de la
razn las ideas de progreso, subjetividad, igualdad, democracia, mercado,
libertad, individuo, ciencia, tcnica, secularizacin, occidente, etc.
El mundo moderno es producto de la razn calculadora, y su ideologa es el
maridaje entre ciencia y tcnica cuyo producto es la tecnologa.
La modernidad comienza en el plano filosfico con Descartes quien concibe al
hombre, no como un todo psicofsico, como una unidad de cuerpo y alma como lo
haca el medioevo, sino como sujeto dual compuesto de una res cogitans (su alma) y
una res extensa (su cuerpo). Este gravsimo error de concepcin anula el
orden arquitectnico clsico de las disciplinas prcticas que estaban sometidas a la
filosofa poltica, dejando a la economa librada a su propio obrar, que de este modo
comienza a actuar sin lmites.
As, la filosofa, la razn especulativa cede su lugar a la razn calculadora y se
retira a la torre de cristal del puro pensamiento desde donde esa mancha roja en el
pecho del hombre cado delante de su ventana no es un clavel, como errneamente
juzgar, sino la herida mortal de un luchador por sus derechos. Se va a ocupar slo
de la res cogitans y deja el mundo material, la res extensa, en manos de las ciencias
particulares renunciando a regirlas con la fijacin del principio de finalidad.
De modo tal que la economa que estaba regida por el principio de bien comn
general y subordinada al logro de ese bien, comienza a ocuparse slo de la
produccin de riqueza de bienes sin parar mientes en nada. Da comienzo el reinado
de la mercanca.
Esta razn calculadora llevada hasta el paroxismo en nuestros das por las
ciencias particulares ha producido efectos que escapan a su control, el temor del
hombre no es ya hacia la naturaleza (terremotos, fieras, etc.) sino a los productos y
efectos de las ciencias sin lmite (los clones, los accidentes nucleares, el agujero de
ozono, el desempleo, etc.)
La modernidad en Iberoamrica
La Amrica criolla se fue construyendo a lo largo de tres siglos (de 1492 a
1800) a travs de la simbiosis de dos mundos; el autctono americano y el hispano-
lusitano, pre-moderno o bajo medieval.
Nuestra Amrica tom desde el inicio, desde el siglo XVI, un camino diferente
al resto de Occidente dado que su mundo de valores no perteneca a la poca
moderna. No slo ramos el extremo Occidente que nos alejaba de las rutas
comerciales del Atlntico norte, sino que ramos adems ese extrao mundo
morocho donde todo estaba por descubrir. Claro est, los espaoles no nos haban
investigado, ellos haban convivido, haban vivido junto a nosotros, ellos formaban
parte. De modo tal que la conciencia europea -inglesa y centro europea
principalmente- no nos reconoci hasta que escuch los relatos de sus propios
piratas, aventureros y viajeros. Luego, a comienzos del siglo XIX, nos envi sus
soldados y detrs sus comerciantes que son los que nos introducen en la
modernidad. As, no slo, nos inculcan sus ideas: libre cambio, libre navegacin,
parlamentarismo republicano, secularizacin etc., sino que
como consecuencia de ellas comienza la despiadada expoliacin de nuestras
riquezas que ya lleva dos siglos(de 1800 al 2000).
En realidad el occidente empieza, especialmente Inglaterra y Francia, a
transportar la modernidad a Iberoamrica a comienzo del siglo XIX. En una palabra,
la nuestra es una tardo-modernidad. Y como consecuencia de ello nosotros
somos forzados a abandonar un mundo de valores que nos haba conformado en lo
que ramos: gauchos en Argentina, charros en Mxico, gachos en Brasil de sur,
sertaos en el Noreste, huasos en Chile, borinqueos en Puerto Rico, llaneros en
Venezuela, etc.etc, para pasar a ser todos gentelmen u honnete homme, cuando no
condottieri. Esta tensin entre la defensa del principio "sers lo que eres"
enunciado ya por Pndaro y la imposicin de los valores de la tardomodernidad
explica el desgarramiento interior de nuestra repblicas durante todo el siglo XIX y lo
que va del XX. La explicacin de por qu Hegel sostuvo que esta parte de Amrica
puede ser caracterizada como una sucesin de erupciones llamadas revolucin,
estriba en la impostura moderna que las elites criollas adoptaron como propia y que
nuestros pueblos nunca aceptaron como expresin genuina, sea de su
representacin poltica sea, menos an, de su identidad cultural. En una palabra, las
revoluciones surgen porque el proyecto moderno, y Hegel es un producto del mismo,
no cuaja con la ndole de los pueblos indoibricos.(2)
Es decir, nos vimos obligados a cambiar de paradigma, pero no por la
aparicin de un cmulo de excepciones al viejo modelo bajo-medieval como sucedi
en Europa con la multiplicacin de los descubrimientos de todo tipo, desde el reloj
mecnico en el siglo XIV a la imprenta en el XVI, sino que nuestro modelo quebr
por la colonizacin cultural de la lites americanas pro-modernas que compraron la
receta de la modernidad a la masonera anglo-francesa.
La modernidad llega tarde a Hispanoamrica pero llega slo a los aparatos del poder
poltico. As llega al Estado y su organizacin pero no penetra la comunidad. El
comunitarismo hispano-indiano se resiste al ideario moderno. Incluso las instituciones
hispnicas en Amrica se adaptan secundum quid, pero no del todo. Porque
las instituciones, que en Nuestra Amrica proporcionan orientacin y sentido, que
transmiten patrones de comportamiento pertenecen, an hoy, a la comunidad:
la familia, iglesias, asociaciones, sindicatos etc. El Estado sub specie democratica
slo ha actuado como instancia reguladora a travs de un "mundo de leyes" y no
ofrece, al indiano, ningn orden compartido. Esto es un escndalo para la razn
ilustrada y para la tica discursiva y comunicativa de los Habermas y los Apel
pues indica una perezosa renuncia a proseguir el proyecto de la modernidad.
Es interesante notar que esta resistencia comunitaria y esta relativa
adaptacin institucional se lleva a cabo como manifestacin de un modo de ser: el
modo iberoamericano de ser en el mundo.
La expresin institucional de este modo de ser ha hecho incomprensible a la
mentalidad moderno-mundialista algunos de nuestros regmenes polticos, en las
raras ocasiones que tuvieron representatividad genuina de nuestro pueblos. As,
Arnulfo Arias en Panam; Pedro Albiz Campos en Puerto Rico; Jacobo
Arbenz en Guatemala; Elicer Gaitn en Colombia; Pern en Argentina; Gabriel
Garca Moreno en Ecuador; Natalicio Gonzlez en Paraguay; Getulio Vargas en
Brasil; Sandino en Nicaragua; Madero en Mxico; Balmaceda en Chile, Villaroel en
Bolivia, etc.Todos ellos fueron a la vez incomprendidos y condenados por los centros
de poder mundial dado que incorporaban, secundum quid, dentro de sus planteos
polticos y sociales improntas tpicamente americanas.
Anlisis de prospectiva
Qu nos est permitido esperar ante un mundo, da a da, ms globalizado?.
Pareciera ser que el modelo liberal de mercado impone su proyecto de
sociedad
de consumo en todo el orbe, donde, aparentemente, sociedades subdesarrolladas
como las de Nuestra Amrica participan en pie de igualdad con sociedades
opulentas de los beneficios de dicho modelo. Pero decimos, aparentemente, dado
que en las nuestras slo una pequea elite accede a los mentados beneficios, el
resto, como deca mi abuela: "ajo y agua".
El modelo neoliberal de exaltacin del mercado ya ha creado en nuestros
pases sociedades de dos velocidades, "los pocos ricos y los muchos pobres". En
Argentina, particularmente, va desapareciendo esa inmensa clase media-
trabajadora que se haba creado a partir de la primera industrializacin y de difusin
de la propiedad rural desde l945.-
Los planes de privatizacin de las empresas pblicas han dejado estados
nacionales sin resortes de poder. Los polticos cuando acceden a los cargos
encuentran a los aparatos del estado vaciados de contenido y no pueden ejecutar las
medidas propuestas porque carecen de facto de los aparatos de ejecucin. Por su
parte los partidos polticos triunfantes, lejos de representar los intereses genuinos del
pueblo que los vot, se encuentran limitados slo a legitimar y legalizar los
paquetes de medidas econmicas que vienen armados desde los centros de poder y
los mercados de capitales. Los partidos polticos no slo enfrentan una "crisis de
representatividad" magnficamente expuesta en su poca tanto por Giuseppe Maman
(Governo parlamentare e partitocracia de 1949), como por Gonzalo Fernndez de la
Mora (La Partitocracia de 1977), sino que ahora debe sumrsele una "crisis de
finalidad".
En otro orden, asistimos a la venta y posterior desgase de las empresas del
estado sin contrapartida. As las dos megaempresas emblemticas de los estados de
Brasil y Argentina como la minera Vale do Rio Duce y la petrolera
Yacimientos Petrolferos Fiscales fueron vendidas a precio vil a corporaciones
internacionales que proceden luego a su desmantelamiento, cuya consecuencia es el
cierre de puestos de trabajo seguido de lo que Viviane Forrester llam "el horror
econmico": La desocupacin. Todo esto, la prdida de un capital genuinamente
regional, pone en serio peligro el mximo polo de poder de nuestros pueblos en el
presente, esto es la realizacin del Mercado Comn del Sur. Dado que a la falta de
capitales propios se suma por parte de los estados nacionales la enajenacin de sus
aparatos de ejecucin. As pues, no es nada fcil construir un gran espacio comn,
un mercado autocentrado, sin capital ni poder y , sobretodo, teniendo en cuenta que
existe un proyecto hegemnico contrapuesto, de libre mercado desde Alaska a Tierra
del Fuego como es el Nafta lanzado por el presidente George Busch.
Desde el punto de vista filosfico slo la preferencia de nosotros mismos
nos puede resguardar de la absorcin globalizadora.
Cuando decimos nosotros mismos nos referimos a los pueblos iberoamericanos y no
a la Argentina aisladamente, como ha pretendido cierto nacionalismo de fronteras
cerradas. Esta preferencia significa que debemos llevar a cabo un sano egosmo en
todos los aspectos: Producir y consumir preferentemente nuestros productos.
Logrando as que el capital regional arraigue por las ventajas comparativas que le
ofrece el consumo de nuestra regin.
Esta preferencia de nosotros mismos, se debe exaltar en todos los rdenes
del obrar humano. As por ejemplo, en las migraciones preferir las iberoamericanas a
las asiticas; en las artes y la msica preferir la nuestra, mltiple y variada, a los
bodrios y
el baby talk de la imbecilizacin mundializada; en la religin, nuestro
catolicismo heterodoxo y mistongo a las sectas salvficas de yanquilandia; en las
ciencias nuestra trabajosa imbricacin entre la sapiencia tradicional de nuestros
pueblos(medicina, agricultura, ganadera, arquitectura etc.) y ciencia estricta, al
especialista de lo mnimo, que dej hace rato de ver su ciencia y el objeto de la
misma como un todo.
Vemos pues como esta preferencia de nosotros mismos nace, antes que
nada, a partir de una toma de conciencia acerca de lo qu somos (cuestin de la
identidad), y debera luego alzarse a travs de un acto de voluntad como norma a
seguir (cuestin del proyecto) que asegure a nuestra ecmene cultural
iberoamericana su lugar propio, junto a las otras ecmenes culturales que conforman
este pluriverso que denominamos mundo.
As pues, nosotros consideramos que ante el avance evidente de la
globalizacin, sobretodo en los campos de la informtica massmeditica y la
economa electrnica, no es cuestin de volver a los toldos ni a los ranchos sino que
esos toldos y ranchos tengan ah su expresin. Y para ello hay que construir
previamente poder y este poder ser tal si alzamos las banderas de un Nacionalismo
Continental Iberoamericano como quera el chileno Alberto Edwards Bello. As, la
campana de resonancia de nuestra voz ser lo suficientemente grande para que se
escuche y se respete en todo el mundo. Y muy probablemente la consecuencia
metapoltica de este estentreo llamado tenga un eco multiplicado, como indica
Pedro Baquero Lazcano(3) en la Comunidad Ibrica de Naciones integrada no slo
por Portugal y Espaa sino tambin por Filipinas y el Africa hispano-lusitana.Todo lo
cual nos dara el poder suficiente para decir, ante este mundo homegeneizante y
globalizador que buscan imponernos desde los centros mundiales de produccin de
sentido: Basta,... djenos ser.
1.- Una explicacin histrica sera: "Dicha palabra en su forma latina modernus se utiliz por primera
vez en el siglo V a fin de distinguir el presente que se haba vuelto oficialmente cristiano, del pasado
romano y pagano". (Cfr.Pinto Mosqueira, Gustavo:"Qu es esa cosa llamada modernidad", Yachay,
(Cochabamba-Bolivia), N21 (1995), p.122).
2.-Con agudeza observ al respecto el mximo pensador nacional boliviano Carlos Montenegro en su
trabajo Nacionalismo y Coloniaje que:"el motn (revolucin) fenmeno caracterizante de la
republicanidad indoamericana no se produce por la sola instancia de la personal ambicin de los
caudillos...sino que la extraordinaria proliferacin del motn se alimenta de un antagonismo incurable y
fundamental no resuelto por la guerra de la Independencia un antagonismo que ha quedado en el
subsuelo a manera de simiente apenas recubierta por la capa de tierra del orden republicano.El motn
es la forma de expresin que toma la lucha de las dos tendencias, la colonial y al nacional, desde la
fundacin de Bolivia...La nacional representa las corrientes nativas autonomistas y la colonial, las
corrientes forneas de dominio". (op.cit.Buenos Aires,Pleamar,1967,pp.72 a 74).-
(Crdoba),N1,(1996),p.p.10 a 13.-
Los clsicos, esto es, aquellos autores antiguos a quienes siempre se interroga
sobre lo actual, de ah su vigencia, han afirmado que el camino filosfico consiste en
"distinguir para unir" y este ha sido el lema de la philosophia peremnis.
Siguiendo esta enseanza debemos distinguir entre "aldea planetaria" y
"globalizacin", pues la confusin en la mayor parte de las exposiciones sobre el tema
que nos ocupa es una constante (1).
La revolucin informtica con sus terminales interconectadas al sistema de
internet ha transformado al mundo en una aldea global como previ Marshall Mac
Luhan all por los aos sesenta. Pero una cosa es la planetizacin cierta e irreversible
de la tierra como fruto del desarrollo exponencial de la tcnica transformada hoy en
tecnologa y otra distinta es el proyecto ideolgico de one world lanzado por
el presidente estadounidense Goeroge Busch en l991.
Esta distincin entre "aldea planetaria" como un hecho fctico indubitable y la
tan mentada "globalizacin" como proyecto ideolgico es de fundamental importancia
para no confundir los niveles de anlisis.
El proyecto ideolgico de globalizacin cuenta, en nuestra opinin, con dos
instrumentos sustantivos. a) la produccin de sentido con el control de los mass
media internacionales. y b) la produccin de dinero virtual o electrnico (50 veces
superior al comercial) con lo que obtiene el control mediato de las economas
nacionales. A estos dos instumentos podemos sumar, siguiendo al socilogo egipcio
Samir Amir, el monopolio de las armas y de los recursos naturales.
Posee adems tres instituciones internacionales. Una, que es la deliberativa,
conocida como la Cumbre de Davos (Suiza) en donde ao a aos se renen los
mximos operadores econmicos y polticos internacionales a exponer acerca de la
marcha del mundo y sus perspectivas. Siempre desde la exclusiva ptica del
economicismo.
Otra de las instituciones es de orden ejecutivo, la denominada Organizacin
Mundial de Comercio-OMC-(Ginebra) que ejecuta las desregulaciones de las
economas nacionales en beneficio de los grandes polos financieros internacionales.
La ltima de las instituciones que instrumenta este proyecto usurocrtico, en
trminos de Ezra Pound, es el Fondo Monerario Internacional como control de gestin
de las economas nacionales tanto en la recaudacin impositiva como en el pago de
los intereses de la deuda externa.
Vistos los instrumentos y las instituciones del proyecto ideolgico de
globalizacin slo nos restan dos palabras sobre el modelo de aplicacin. En el caso
de nuestro continente es el
rea de Libre Comercio de las Amricas (ALCA) que como modelo puramente
economicista y neoliberal entrar en vigor en el ao 2005 con el gran supermercado
continental desde Tierra del Fuego hasta Alaska.
Desde Nuestra Amrica, como gustaba decir Jos Mart, se ha
intentado, aunque limitada slo al intercambio comercial con eje entre Buenos Aires y
Sao Paulo, una tmida respuesta con la creacin del Mercado comn del Sur
(Mercosur). Falta an la voluntad poltica explcita de constituir un gran espacio
geopoltico biocenico y econmicamente autocentrado.
Con respecto al concepto de "aldea global" mucho y bien se ha escrito ya. Una
plyade de pensadores se ha venido ocupando estos ltimos aos en la
caracterizacin de esta etapa que estamos viviendo. As desde Francia han hablado
Gilles Lipovetsky, Jean Lyotard, Jean Baudrillard, Alain de Benoist, Deleuze-Guattari et
alia; desde Italia Gianni Vattimo, Marco Tachi, Augusto del Noce, Giorgio Colli,
Emanuelle Severino y otros; desde Espaa Eugenio Trias, Gonzalo Fernndez de la
Mora, Javier Esparza, etc. Desde Estados Unidos Daniel Bell, Benjamn Barber,
John Galbraith, Peter Berger, Allan Bloom y otros. Y desde el "mundo bolita"- ese
que los tontos de capirote llaman Latinaoamrica- miles de plumferos copiones e
imitadores de toda clase y pelo. Comenzando por mis colegas universitarios que
como los pobres infelices de la
caverna platnica son campeones en sombras, pero que de la realidad no saben
nada. Slo saben correr detrs de las sombras, lase novedades.
El hombre de esta aldea global ha sido descripto como hombre light a quien
no le interesa saber sino solo estar enterado de lo que pasa. Los pueblos han sido
transformados en pblico consumidor que peregrina semanalmente al supermercado.
La opinin pblica slo existe como opinin publicada dado que ms all de los mass
media no existen canales genuinos de expresin. Las diferentes culturas que integran
este pluriverso que denominamos mundo han sido transformadas una nica cultura
homogeneizada que a travs de las modas, maneras y costumbres expresa una visin
unvoca del hombre. La consecuencia es la prdida creciente de las
identidades nacionales; todo es ms de lo mismo. La visin general sobre las
cosas y los problemas ha sido reemplazada por los especialistas de lo mnimo; se ve
el rbol pero no el bosque. Se discuten las recetas y no las enfermedades. Desde la
filosofa vemos como el concepto fue desplazado por la imagen. El homo sapiens se
ha transformado en homo videns segn la acertada expresin de Giovanni Sartori 2.
Y para colmo de males la cultura del zapping nos ofrece una sucesin de
imgenes truncas cuya hilacin nos est vedada. Finalmente desde la poltica, la
ciencia arquitectnica por naturaleza, sus agentes al ser superados por los hechos
sobre los cuales no logran ninguna interpretacin slo atinan a hablar un lenguaje
que se compromete pero sin obligarse. Un verdadero hierro de madera.
El hecho fctico de la aldea global, de la planetizacin de la tierra por la
tcnica viene siendo aprovechado por los sostenedores de la ideologa de la
globalizacin que enmascara, bajo los ideales iluministas de una humanidad sin
diferencias, los intereses de los grupos de poder internacionales para su propio
provecho.
Otra es la lectura e interpretacin que puede y debe hacerse del hecho bruto
de la aldea global, que consiste simplemente en manejarse con "serenidad con las
cosas" segn propona Heidegger y con un proyecto poltico de nacin como
propusieran desde siempre los grandes conductores de la humanidad y no con
simples recetas parciales al estilo de los inventores de la "ingeniera poltica o social".
1.- Dado que, como para muestra slo basta un botn, tomemos, por ejemplo,lo que
dice Oscar R.Cardozo el principal analista del diario argentino de ms tiraje cuando
afirma: "La globalizacin econmica era necesaria para ajustar al mundo a las nuevas
formas de produccin y acumulacin."(Clarn,18/10/98 p.31). Lo paradjico es que el
renombrado periodista reconociendo la "planetizacin" est en contra de la
"globalizacin" pero se expresa en forma confusa porque no distingue entre ambos.
As como pusimos el ejemplo de los que confunden los trminos, a fuer de
sinceros debemos destacar a Emilio Mspero, secretario general de la Clat, como uno
de los pocos que distingue los trminos, an cuando l contrapone mundializacin a
globalizacin.
2.- Sartori, Giovanni: Homo videns- La sociedad teledirigida, Ed. Taurus, Buenos
Aires,
1998: La tesis de fondo de este libro es que un hombre que pierde la capacidad
de abstraccin (el concepto fue reemplazado por la imagen) es eo ipso incapaz
de racionalidad, y por lo tanto es un animal simblico (E.Cassirer) que ya no
tiene capacidad para sostener el mundo construido por el homo sapiens (pg. 146).
II- Cultura
La gnosis moderna como atajo al saber
Conclusin
Ciertamente que nuestro enemigo es la civilizacin moderno-mundialista que con su
proyecto de un one word en donde se homogeneizan todas las culturas y
desaparecen las diferencias nos extraa sustancialmente de nosotros mismos.
Ciertamente que el enfrentamiento a este modelo libero-racional-progresista-
demcrato-comsumista no puede hacerse huyendo para atrs como pretende la
gnosis moderna, ni huyendo para adelante como pretende el utopismo progresista.
La pelea hay que darla ahora y aqu -hic Rhodus hic saltus deca Hegel-.Aqu est
Rodas, aqu hay que bailar, con la mejor elaboracin y profundizando las categoras
que nos permitan persuadir y disuadir al enemigo. Debemos afectarlo, utilizando
categoras que nos permitan la denuncia ms clara de la dependencia, del
extraamiento, de la dominacin a que estamos sometidos todos aquellos pueblos
que somos convidados de piedra de la historia moderna y contempornea.
Pero claro est, esto ltimo supone el esfuerzo de estudiar seriamente, de quemarse
las pestaas trabajando sistemticamente, de no distraerse con un pensamiento
ocurrenteque puede deslumbrar al amigo, ejerciendo una fascinacin esttica, pero
que es insignificante al enemigo.
As pues la gnosis moderna es un atajo al saber porque no significa ningn esfuerzo
ni intelectual ni moral como lo exige el acceso a la verdadera sabidura -la filosofa
griega, el derecho romano, la teologa mistica cristiana, la msica clsica, el arte
gtico ,la pintura como splendor veri, etc.etc.- dado que es una coleccin de
trminos esotricos de cierta resonancia y frases crpticas ms o menos ocurrentes ,
que cada autor acomoda a su gusto y piaccere.Y la gnosis moderna es adems, y
sobretodo, un atajo al saber, porque su pensamiento no significa nada para el
enemigo moderno-mundialista a quien no afecta en lo ms mnimo. Es, en definitiva,
un sin sentido filosfico-poltico.
La cultural meditica
Si tuviramos en cuenta la intuicin del mayor filsofo dans Soren Kierkegaard
(l813-
1855),pastor protestante protestador del protestantismo y padre de la filosofa de la
existencia; la cultura meditica habra comenzado con Lutero:" !Oh! Lutero, tu tienes
una responsabilidad enorme!.Pues cuanto ms lo observo, veo tanto ms claramente
que has abatido al Papa.... para poner en su trono al Pblico.T has alterado el
concepto de martirio del Nuevo Testamento enseando a los hombres a vencer con
la fuerza del nmero"(Diario Intimo de 1854).
Uno de los componentes de la cultura meditica es el pblico como masa
consumidora.Los pueblos son transformados en pblico consumidor.Y la fuerza de
un programa televisivo est dada por el raiting o sea el nmero de telespectadores.
Entendemos por cultura meditica el conjunto de manifestaciones emitidas por
los mass media, que van amalgamando una imagen uniforme de lo que se busca
transmitir (el mensaje) y del hombre que lo recibe (el receptor).
La cultura meditica es una cultura de intermediacin,de interposicin entre el
hombre y las cosas.Estrictamente es una nada de cultura. Pues sta
es,ontolgicamente, el cultivo que el hombre hace de su propio humus=homo.Ese
hacerse hombre sin ms, es la raz ltima de lo que se denomina cultura.Dicho
en otros trminos,cultura meditica es un hierro de madera, una contradictio in
terminis.
El hombre como oyente,lector o televidente es reducido en su consideracin a
mero pblico consumidor.Los mensajes mediticos no hacen acepcin de personas,
aun cuando en ciertos diarios se conceda al lector espacio para "cartas de
lectores".Lo cierto es que ellos en su totalidad van dirigidos a incrementar el
consumo de los productos que - publicidad mediante- sostienen econmicamente a
los mass media.Esto es lo que podramos denominar "crculo hermenutico de
produccin de sentido", segn el cual, algo tiene sentido cuando se lo publicita y se
consume y, se lo publicita para que tenga sentido y sea consumido.
La cultura meditica es la expresin ms acabada de la modernidad en cuanto se
entiende a sta como "La exaltacin de lo pblico hasta el paroxsmo".Todo est
expuesto a travs de esa gran vidriera que son los millones de pantallas de
televisin.La publicidad cuya naturaleza es "poner el ser a la venta", y cuya mxima
expresin es "poder vender todo"; trastoca el ltimo sentido del ser, reduciendo "la
existencia" a "existencia de mercadera", a " stock comercial".
Desde Freud con la exposicin del inconsciente hasta las ltimas manipulaciones
genticas:clonacin, fecundacin artificial etc.,desde la apertura al pblico del
Amazonas a travs de los bombardeos defoliantes, hasta las tarjetas de crdito que
hacen imposible la intimidad de los gastos, la sociedad opulenta,la de la ostentacin,
la de los shopings ha reducido lo privado a grado cero.
Eliminada, mediante el mensaje homogeneizador de la cultura meditica,toda
privacidad entendida como mbito de expresin de lo propio, de lo singular, de lo
irrepetible, pierden el hombre y los pueblos su identidad, y as todas la tradiciones
encuentran su manifestacin en el blue jean o en lo light.El hombre moderno fruto de
la cultura meditica es una" pura apariencia".
Apariencia en el vestir:sacos con hombreras para parecer ms fuertes; en el
hablar:el baby talk monosilbico y soez para parecer ms rudos; en el marchar:
balancendose al caminar para parecer ms malos; en el aspecto: con barba
semicrecida (light) para parecer ms ligeros o el cabello hmedo(gelt) para parecer
ms frescos.
Pero no slo hay que parecer sino aparecer.Mostrarse pblicamente. El lema es
llamar la atencin, como "transgresor light".Con ropa rada "como s" fuera vieja, pero
de marca.Con el pelo a lo indio pero con gelt.Con un pauelo a lo gitano pero de
seda
italiana o con un gorro de visera pero puesto al revs.Qu zozobra que
deben representar estos transgresores light!,para los titulares del
poder.Transgresores que "tienen domesticada la disidencia".
En un trabajo anterior (l) nos hemos ocupado de las distintas visiones del
ser.As,grosso modo, para los griegos el ser "es lo que es",para el cristianismo
medieval "Dios",para la filosofa moderna, segn sus variantes empirista o
racionalista "lo mensurable o lo pensable", ya en nuestro siglo fue "lo dado","la
existencia","la vida", y hoy,la filosofa de la sociedad de consumo equipara el ser a
"las cosas".Es la poca del imperio de los entes sobre el ser.Los entes como cosas o
Glems; esto es, entes que solamente obedecen el mandato de su inercia, le dan el
tomo a este fin del milenio.
As, ser es poseer cosas.Incluso se compran cosas por el solo hecho de
poseerlas,pero que no llegan nunca a usarse.El zapping como sucesin de imgenes
truncas, no es slo una actitud ante el televisor sino ante la vida en general.
La imagen como apariencia de la realidad fue impuesta compulsivamente, llegando
incluso a reemplazar al concepto.As los grandes medios grficos se manejan hoy
ms con fotos que con textos.
Las traslaciones masivas, en ese peregrinaje mundano de turistas que no van a
ninguna parte y quieren estar en todas nos muestra a las claras que el hombre
moderno es un "gran mirn", quiere mirar todo, pero rara vez ve.
Porque para ver se necesita una visin previa que venga de lo
buscado.Conocimiento preconceptual.As, la mirada que ve, es tal porque se inserta
en una totalidad de sentido.Ya el viejo Platn
afirmaba al respecto: "La mejor prueba de que una naturaleza sea sabia o no, es
porque el que sabe tiene una visin de conjunto, y el que no la tiene no lo
es"(Repblica, 537 a, 10-15).
Y al hombre meditico se le ofrece una sucesin veloz de imgenes truncas sin
ningn sentido.Y si es especialista en algo, lo es de "lo mnimo".
El perfil del hombre meditico es light, su pensamiento es dbil.Esto es,
sin convicciones.Quiere saber, no para investigar o cambiar, sino simplemente "para
saber qu pasa".En moral no llega ni a hedonista - no busca compulsivamente el
placer- es simplemente permisivo. Permisividad que lo acerca lentamente al
escepticismo, pues de esa permisividad y tolerancia interminable nace la indiferencia
hacia toda verdad,cuna de su relativismo acomodaticio y de su atomismo social.
En estos das (15-12-94) acaba de sumarse la "televisin interactiva".En
la ciudad de Orlando,Estados Unidos,la firma norteamericana Time Warner instal
en cinco hogares una computadora,un televisor y una impresora con lo que los
usuarios eligirn films para ver a partir de un men de 50 pelculas - que
se podrn parar,adelantar o retroceder como las que se alquilan en los video-
clubs - hacer compras en varios schopings de la ciudad, intercambiar informacin
con sus vecinos
,utilizar el servicio de correos y obtener a travs de la pantalla la noticia del diario
local
Orlando Sentinel.
Todo indica que de aqu en adelante TV,video,telfono,correo,
computadora y muchos otros elementos se integrarn en una autopista informtica
cuyo eje conductor es la fibra ptica.
La interactividad integrar al hombre como "simple apariencia", pues las
imgenes de los hombres hablarn por ellos, en tanto que el hombre de carne y
hueso quedar reducido a teclear en su terminal.
Hace ya muchos aos, antes que apareciera la televisin, afirmaba
Leopoldo
Marechal:"Raro es el mortal que no reconoce y venera hoy la Radiotelefona uno de
los
milagros de la ciencia que ms ha contribuido a exaltar la fe de los creyentes en un
porvenir lleno de artefactos admirables que, al amoblar sus casas y desamoblar sus
almas, ha de ganarles el reino de una beatitud sin rompederos de cabeza"(2)
Amoblar la casa con mltiples electodomsticos y desamoblar el alma.Sin
capacidad de instaurar valores, de construir un "mundo", el hombre se reduce a un
homnculo de quereres determinados de antemano. Su libertad: una ilusin. Su
poder:lo que los mass medias ofrecen.
El desarrollo de las comunicaciones nos hizo pasar de la era atmica a la era
satelital o informtica; por la cual el mundo en su sentido natural, como lugar para
habitar, deviene una mera pantalla donde lo virtual se convierte con lo real.
El acceso a la noticia "al instante", la planetizacin de los sucesos - aquellos
que los mass medias eligieron como tales-, llevan al hombre, producto de la cultura
meditica a creer que lo que aparece es la realidad. El extraamiento de s
mismo llega a ser total.
En las sociedades dependientes como las nuestras del Cono sur de Amrica,
hoy llamadas emergentes, este extraamiento llega a lmites increbles. La "caja
embobadora", la TV de caja boba no tiene nada, llega al 85% de la
poblacin, proponiendo un primer mundo absolutamente inalcanzable para el 40% de
sus habitantes (3) (casi 200 millones de personas), sobrevivientes debajo de la lnea
de la pobreza.
Ser acaso a causa de esta masa inmensa de hombres y mujeres que
emergen su cabeza de las aguas de la absoluta pobreza para no
morir ahogados, el motivo por el cual nuestros tecncratas de turno
denominan a nuestras sociedades como "emergentes"?. Nos
enteramos
ahora que 15.000 mejicanos mueren al ao por diarrea en la zona de Chiapas. Y,
los miles que de clera mueren en Bolivia, Per, Paraguay y Brasil, donde no existe
ninguna estadstica?
Son millones de personas que viven ,como dice Discpolo,"con la ata contra
el vidrio" de la pantalla de TV, viendo deseando, soando un mundo - el llamado
primero- al que jams podrn tener acceso y que tendr siempre para ellos una
existencia real, aun cuando sabemos que es una siempre virtualidad o apariencia.
Y as como Hegel aplicaba en plena mistificacin de la razn el adagio: Todo
lo racional es real y todo lo real es racional. De la misma manera podemos decir
ahora, en plena mistificacin de la cultura meditica que: Todo lo aparente es real y
todo lo real es aparente. Pues as como el hombre de la cultura meditica toma en
un primer momento lo virtual, lo que aparece a travs de los mass media por real; en
un segundo momento, en su vuelta a la realidad que lo entorna toma a sta por
virtual, producindose entonces la desculturizacin o colonizacin cultural. Esto es,
cuando el hombre pierde su pertenencia, su arraigo, sus valores, su lenguaje, en una
palabra, su capacidad de ser "s mismo".
Disculpndonos de antemano por la abstrusa expresin, el movimiento
dialctico del hombre meditico es el siguiente: Este hombre en lugar de continuar
siendo "el ser que puede mediatizar la inmediatez", l es mediatizado por los media,
de forma tal que no slo pone sino que llega a tener su ser en ellos. As, cuntas
veces escuchamos afirmar inocentemente:"Yo no puedo vivir sin la radio, o la TV, o
el walkman, o sin el diario, etc.".
El hombre de la cultura meditica realiza incluso los trabajos ms
esclavizantes, ms alienantes, como si esa no fuera la realidad, sta pasa y l se
identifica, con el mensaje que los mass media le envan ininterrumpidamente. Dos
ejemplos extremos pueden mostrar mejor esta dialctica. El primero lo encontramos
en los colectiveros de
Buenos Aires, esa fauna tan comn y cotidiana que cumple su tarea aturdida por la
radio a todo volumen, que vive en el mundo de la realidad virtual o aparente de los
mensajes que recibe y no en la realidad del cuidado del pasajero que transporta. Y
en el otro extremo los yuppies de la Bolsa de Valores, que atrapados en los datos de
sus ordenadores son millonarios en horas y dejan de serlo en minutos. La velocidad
de la transaccin financiera es mucho ms veloz que la de la operacin comercial,
as aprovechando esta "movilidad electrnica del dinero" como lcidamente la
denomina el economista Marcelo Lascano, el especulador realiza mltiples
transacciones financieras (lo virtual) sobre una operacin comercial (lo real). Que si
son exitosas transforman al yuppie en "millonario virtual", que no llega a tomar
conciencia que vive en un estado de riqueza ficticio o aparente. De ah que sus
quiebras sean siempre sorpresivas y sorprendentes.
Es irreversible este camino?.Existe alguna posibilidad de salida? Hay
socilogos, antroplogos y estudiosos en general en nuestro medio que montados en
un voluntarismo optimista diagnostican sobre nuestra sociedad, mal llamada por ellos
Amrica Latina, que la fuerza inconsciente de nuestros pueblos se impondr a los
valores de la contracultura que le imponen los mass media.
Nosotros ,a contrario sensu, vemos una posibilidad de salida no en la
apelacin romntica al Volkgeist -espritu del pueblo- sino en la "toma de
consciencia" que ante los mass media como la tcnica ms poderosa de este fin del
milenio,nos permita decir: No.
Pero, No, se puede decir de varias maneras. Una es clausurando toda
posibilidad de contacto. Hay que apagar la TV. aconsej el Papa el ao pasado. Y
otra, llevndonos del consejo heideggeriano, es decir "no y s" a los objetos tcnicos.
Esto es, poder dejarlos de lado -no- y poder tomarlos -s- cuando nos son tiles, que
es lo que determina su ser.
La democracia como forma de vida es uno de los ltimos relatos de la modernidad. Comienza
a constituirse en paradigma universal a partir del ltimo cuarto del siglo XVIII, y es la
Revolucin Francesa su gran impulsora. Y es la versin liberal de la sociedad poltica la que
da origen a la democracia moderna. No percatndose que la democracia es una "forma de
gobierno", como lo son la monarqua o la aristocracia, y que por ende, reducir al hombre slo
a la forma de vida democrtica, es encorsetarlo y privarlo de las mltiples y variadas
formas de vida que el hombre se da, y se puede dar a s mismo para existir plenamente.
La subjetivizacin del cristianismo nace con el libre examen de las escrituras
impulsado por la Reforma protestante del siglo XVI encabezada por Lutero y Calvino.
Y se consolida con el primado de conciencia del filsofo Descartes para quien el
descubrimiento de la verdad es obra personal de la razn que acta y vive en cada
individuo. El "pienso, luego existo" es a la nica verdad incuestionable a que arriba la
razn cartesiana.
Esta subjetivizacin del cristianismo produjo como resultado "una cristiandad
partida en sectas" como la que hoy vivimos en Amrica. Para beneficio exclusivo de
los bussines-predicadores y enfeudamiento de los fieles que los siguen.
Pluralismo y cultura
Pluralismo cultural
La riqueza del mundo consiste en la diversidad tnica y cultural que lo constituye como un
pluriverso y no como un simple universo como pretendi la mente de los ilustrados.
Esta diversidad no debe ser entendida como un desastre porque sea ella fuente de
conflictos, sino que el conflicto debe ser comprendido como connatural al hombre.
Tengamos en cuenta que el carcter de conflictivo, de ser an no resuelto es la definicin
que da Niezstche del hombre.
El pluralismo cultural no debe ser entendido como multiculturalismo en tanto relativismo
cultural que conduce simultneamente a las exclusiones de otras culturas, sino que el
pluralismo debe ser entendido como interculturalismo donde cada identidad cultural se
piensa entre otras. Tanto el multiculturalismo como la interculturalidad parten de la
afirmacin del principio de diferencia, pero mientras con el primero se piensa la defensa y
preservacin de la identidad cultural limitando los intercambios, el segundo va a sostener
que las identidades culturales se constituyen viviendo con y entre las otras (3).
Ahora bien, el hecho de pensar la realizacin de las diferentes culturas en el intercambio y
no en el aislamiento abre la posibilidad de la mutua influencia y, al mismo tiempo, la de
poder encontrar alguna pauta superior que nos aleje del relativismo cultural. Nos
explicamos: si las culturas son pensadas como compartimientos estancos, y por una suerte
de democratismo cultural, se acepta que todas valen por igual, entonces no tenemos salida
al dilema del relativismo. Por el contrario, si las culturas son pensadas una entre otras en
influencias mutuas podemos, sine ira et studio, establecer ciertas pautas o principios
culturales por los cuales afirmar que una cultura es superior o inferior a otra en ciertos
aspectos o manifestaciones, con lo cual quebramos el totalitarismo relativista de la
decadente antropologa occidental. As por ejemplo, y debido a la mutua influencia de las
culturas europea e iberoamericana, y por ende a una cierta comunidad de pautas culturales,
podemos decir que en muchos aspectos ellos han llegado a expresiones superiores y en
otras nosotros. Y si esto es as, sin necesidad de establecer una toponimia matemtico-
cultural, ya estamos quebrando el relativismo cultural contemporneo, pues es signo de que
existen expresiones superiores e inferiores.
Mas, cabe ahora preguntarse Cul es la pauta o norma cultural que hace que una cultura o
expresin cultural sea superior o inferior a otra?: La produccin de significaciones de mayor
o menor valor universal. Se nos podr objetar que el valor universal est dado por las
culturas dominantes. Y ello es cierto. Pero al mismo tiempo ello no inhibe que una cultura,
llammosle perifrica, no pueda producir significaciones de valor universal.
De modo tal que cunto mayor cantidad de significaciones de valor universal produzca una
cultura, mayor ser su jerarqua y superioridad.
Ahora bien, Qu es lo que hace que una significacin tenga valor universal?. Para la
antropologa cultural lo mismo que para las ciencias sociales el hecho de ser aceptadas
mayoritariamente. Que dicho sea de paso, no es poco. Pero para la filosofa el
fundamento de la validez universal de una expresin cultural no radica en la cantidad o
nmero de convalidaciones sino en la naturaleza misma del valor expresado. Cuanto ms
acabada o perfecta es la significacin de una particularidad mayor validez universal ha de
tener. Al mismo tiempo la filosofa establece una jerarqua en orden a las manifestaciones
distinguiendo entre manifestaciones vitales y las del espritu (nous o anima) otorgndole
una primaca a esta ltima por ser expresin de lo divino que hay en nosotros. Vemos
pues que desde la filosofa se plantea un doble acceso a la produccin de significaciones
de validez universal. Primero en cuanto a la perfeccin de la expresin y segundo en
tanto expresin de lo ms sublime que hay en nosotros.
1.-Kymlicka,Will: Ciudadana multicultural, Barcelona, Ed.Paids, 1996, p.13.-
2.-Nino, Carlos: Etica y derechos humanos, Bs.As. Ed.Astrea, 1989, p.20.-
3.-Sanchez Praga,Jos:Globalizacin,Gobernabilidad y Cultura, Ed.Abya-Yala.,Quito,1997,pp.115 a
124.-
III Metapoltica
Qu es metapoltica
Pocos son los que saben que este es el antecedente ms lejano de la nocin
de metapoltica que comenz a manejarse a partir de 1968 por un grupo
cultural francs conocido como nouvelle droite.
Existe una cierta coincidencia entre las dos primeras corrientes en cuanto
a que la metapolitica es una reflexion critica acerca de los preconceptos
de la politica. En tanto que la diferencia entre ambas se encuentra en la
relacin entre metapolitica y poltica. As, mientras la nouvelle doitre
niega toda relacin, la analtica-hermenutica afirma que "abre el acceso a
la politica". Se da en esta comparacin una coincidencia metodolgica y una
disidencia de carcter funcional.
Conclusin
Sin pretender agotar el tema y al mismo tiempo evitar caer en un
sincretismo acomodaticio nosotros proponemos la siguiente acepcin de
metapoltica.
Como su nombre lo indica en griego th meth politik, la metapoltica es
la disciplina que va ms all de la poltica, que la trasciende, en el
sentido que busca su ltima razn de ser. Es una disciplina bifronte pues
es filosfica y poltica al mismo tiempo. Es filosfica en tanto que estudia
en sus razones ltimas las categoras que condicionan la accin poltica de
los gobiernos de turno, pues "entiende la poltica desde las grandes ideas,
la cultura de los pueblos, los mitos movilizadores de la historia"(6). Y es
poltica, en cuanto busca con su saber, crear las condiciones "para
suplantar a los gobernantes y mantenedores de la presente conduccin",
segn palabras de Max Scheler.
Esta pluridisciplina exige un mtodo y este puede ser el fenomenolgico-
hermenutico, realizando la epoj(puesta entre parntesis) de las
opiniones pretritas, preconcepturales o ideolgicas, pare intentar una
descripcin eidtica(de los rasgos esenciales) lo ms objetiva posible de
los "hechos mismos". Para, en un segundo momento, pasar a la interpretacin
del lenguaje poltico.
Hasta aqu coincidiramos en parte con la segunda corriente, pero
metapoltica para nosotros "a contrario sensu" que para sta, no puede
quedarse en el mero juicio descriptivo, sino que por su doble carcter de
filosfica y poltica est obligada a emitir juicios de valor intentados. Y
esto ltimo, la emisin de juicio de valores, en la crtica cultural, no
conformista y contra corriente al discurso massmeditico del establhisment,
es el mrito ms significativo de la nouvelle droite.
En cuanto a la tercera acepcin, la tradicionalista, creemos que la misma
se vincula mucho ms estrechamente, tanto por su saber inicitico y
esotrico como por su propuesta paradigmtica, a una teologa poltica que
a una disciplina reflexiva y exotrica como la metapoltica.
Adems la metapoltica en cuanto disciplina, al menos bivalente, no es un
pensamiento simplemente teortico sino que exige abrirse a la accin
poltica como productora de sentido dentro del marco de pertenencia o
ecmene cultural desde donde se sita el metapoltico.
Resumiendo nuestra propuesta tenemos, una disciplina filosfica y poltica,
que puede utilizar con provecho el mtodo fenomenolgico-hermenutico, pero
que por su carcter plurivalente est obligada a emitir juicios de valor y
no solamente juicios descriptivos. Al tiempo que por su propia ndole exige
el acceso a la poltica.
Notas
Alberto Buela
Una mirada sin valores recorre la vida cotidiana, hoy los hombres estn en condiciones de
mirar todo lo que sucede en el mundo, pueden tcnicamente recibir informacin de lo que
acontece en el ltimo rincn de la tierra y an fuera de ella. El hombre mira todo pero rara
vez ve, y este es el problema.
El ser de las cosas es slo accesible a un nivel ms profundo de la doble percepcin visual,
sea micro o macrocsmica. A l no se llega como pretenden los especialistas de lo mnimo
a travs de una subdivisin infinita de los saberes que no les permite ver el todo de su
disciplina, ni tampoco como propugnan los tuttologos esotricos de la nueva gnosis a
travs de mtodos infundados y arbitrarios como un atajo al saber.
El acceso al ser de las cosas es lo ms difcil de aprehender y requiere por tanto otras
condiciones o instrumentos de acceso. Los viejos filsofos, esos filsofos oscuros que han
jalonado la historia de las ideas sin la publicidad de un premio Nobel, hablaban del hbito
metafsico como camino de entrada. Esto es, en tanto hbito, la prctica reiterada y regular
en el uso de los primeros principios- de identidad, de no contradiccin, etc.- del ser y del
obrar y, en tanto metafsico, la utilizacin de las nociones ltimas de analoga, participacin,
sustancia-accidente, potencia-acto, esencia-existencia etc.- para la captacin del ser de los
entes.
Los tratados de poltica desde los griegos para ac, pasando por La Repblica de Platn, La
Poltica de Aristteles, De legis de Cicern, De Civitas Dei de San Agustn, Defensor pacis de
Marsilio de Padua, El Prncipe de Maquiavelo, Les six livres de la rpublique de Jean Bodin, El
Leviatn de Thomas Hobbes, Tratado sobre el gobierno civil de John Locke, El Contrato
social de J.J.Rousseau, La filosofa del derecho de Hegel, El Manifiesto comunista de Marx-
Engels, Sobre el Estado de Lenn, El espritu de la revolucin fascista de Mussolini, Mi Lucha
de Hitler, El Proyecto nacional de Pern, por solo citar a los ms significativos nos hablan de
las condiciones, instrumentos y objetivos de la poltica como ciencia del bien comn general,
pero poco o nada nos dicen acerca de las categoras que condicionan la accin poltica ni de
la metafsica de la poltica. En una palabra, poco nos dicen sobre la metapoltica, que es el
saber interdisciplinario sobre la que queremos hablar algo ms.
As la inmensa mayora de los tericos de la poltica nos habla en sus manuales y tratados de
los principios doctrinales y casi nada nos dicen de ese arte hermtico del que nos habla el
Vasco. Menos an nos hablan de los poderes indirectos, de las grandes categoras que
condicionan la accin poltica de los gobiernos de turno. De eso no se habla, porque se le
niega todo saber cientfico, en el mejor de los casos se lo deja librado a intuiciones no
desarrolladas. Y as, por ejemplo, intuimos que existe luego de la debacle financiera que
comenz en diciembre del 2008 con la quiebra del banco de los hermanos Lehman en Nueva
York, un imperialismo internacional del dinero que se maneja libremente y por su cuenta
ms all de los Estados.
Sin embargo la metapoltica como metafsica de la poltica, como aquello que est ms all
de la poltica, siempre est presente. Est presente en las decisiones geoestratgicas, est
presente en los proyectos o modelos que ejecutan los gobiernos o que les hacen ejecutar.
Est presente, en definitiva, en el arte hermtico de los que conducen los Estados.
Por supuesto que algunos conductores (Napolen, Bismark, Pern, Cesar) han escrito acerca
de este arte hermtico pero lo han hecho por analoga desde un saber como el arte de la
conduccin militar aplicado a la poltica. Pero el tema sigue en pie: existe este arte
hermtico como disciplina enseable? Nosotros creemos que s, y que esta disciplina es la
metapoltica.
La metapoltica tiene dos caras o aspectos bien determinados: uno, el estudio de las grandes
categoras que condicionan la accin poltica (homogeneizacin cultural, pensamiento nico,
polticamente correcto, light o dbil, monotesmo del libre mercado, consenso como mtodo,
etc.) y, otro, el arte hermtico de la conduccin (psicologa de las masas, persuasin y
discurso poltico, determinacin del enemigo, kairs o tiempo oportuno, cultura meditica, el
retiro de Dios, al decir de Len Bloy, etc.).
Hoy nuestros dirigentes, sobre todo los del mundo bolita, los de las sociedades perifricas,
necesitan de la metapoltica como el pez del agua para vivir, de lo contrario seguirn
convalidando con su accionar decisiones tomadas en otro lado, en los centros de poder
mundial, reidas con la defensa de nuestros intereses ms propios.
Y ello es as, porque nadie puede dar lo que no tiene y nuestros dirigentes carecen de un
conocimiento en profundidad de lo que acontece en el mundo. Especficamente no
entienden, no inteligen = intus legere: leer adentro, no pueden leer adentro, en la oscuridad
del mundo, para tomar el ttulo del artculo de Baroja. Tienen avidez de novedades pero se
agotan en ellas porque no las pueden repensar o elaborar desde ellos mismos. Esto es, no
les pueden dar el carcter de genuino, de propio. Estas novedades siguen siendo en ellos un
remedo, una mala copia de lo pensado por otros y para otros.
Lenguaje y poltica
1.1 Los viejos filsofos pre-modernos tenan un adagio que deca: "Distinguir para unir",
con lo cual queran significar que el paso previo a toda exposicin filosfica consista en
precisar claramente las partes del problema que se iba a tratar y distinguir entre los
elementos que constituan el tema de estudio, ya sea precisando conceptos, ya
determinando los alcances de la investigacin .Pero todo estaba dirigido a unir. Es decir, a
ofrecer una exposicin unitaria, no- parcial, holstica como decimos hoy, del asunto tratado.
El estudio filosfico de cualquier problema tena siempre "una unidad de sentido",que estaba
dado por el concepto analgico de ser(parte idem parte diversa) por el cual se une lo
diferente manteniendo la unidad y se mantienen las diferencias sin abolir la unidad. Los
filsofos de la modernidad con Kant a la cabeza reemplazan este viejo mtodo por el
analtico-sinttico que busca imponerse a la complejidad de los saberes filosficos como
mtodo que supone entender la realidad - el ser - en forma unvoca. Esto es, cada concepto
tiene un sentido nico. Significa una sola idea "clara y distinta".Olvid que lo real no slo
pinta el blanco y el negro sino ,entre otros, el gris. La filosofa analtica, el matematicismo y
el cientificismo filosfico son la ltima expresin de este mtodo y de esta visin del ser de
los entes. Al respecto un perspicaz observador de la realidad
como Spengler observ:"El medio para comprender las formas muertas es la ley matemtica.
El medio para comprender las formas vivas, la analoga"(1)
1.2 El estudio del lenguaje se inserta en una disciplina mayor que es la semitica, ciencia
de los signos creada a comienzos de siglo (1901) por Charles Morris. Pero ha sido la
lingstica contempornea tanto a travs de su fundador Ferdinand de Saussure(1857-1913)
con su Curso de lingustica general,como de Karl Bhler(1879-1963) con su Teora del
lenguaje; Roman Jakobson y sus Ensayos de lingustica general(l964); Noam Chomsky con
sus Reflexiones sobre el lenguaje(1975) continuados por una plyade innumerable de
estudiosos los que han determinado sus categoras de estudio. Es indispensable aclarar
previamente que la premisa metafsica que nosotros sostenemos con relacin a la
naturaleza del lenguaje es que: Es un dato fenomenolgico que el hombre piensa a travs
del lenguaje, ya sea por el verbo interior
-el se dice a s mismo- ya por el verbo oral-que expresa su capacidad dialgica-.Pero el
pensamiento si bien tiene cronologa simultnea con el lenguaje, tiene una prioridad
ontolgica respecto de ste ltimo. El hombre no piensa por el lenguaje, como pretenden
mutatis mutandi Searle, Austin, Quine et alii, sino que piensa a travs del lenguaje. Como
puede apreciarse nuestra toma de posicin no es ni la del realismo ingenuo que afirma que
puede pensarse sin lenguaje, ni la del nominalismo lingstico contemporneo que sostiene,
la limite, que slo pensamos trminos o palabras.
2.1 Consecuentes con lo postulado ab initio, cabe hacer la distincin entre lenguaje, lengua
y habla o palabra.
As, la lengua es un sistema de signos articulados mediante los cuales un grupo de hombres
se comunica. En tanto que el lenguaje es la capacidad por la cual el hombre puede hacer
uso de una lengua, mientras que el habla o la palabra es el ejercicio individual de una
lengua.
Como aqu lo que nos interesa es analizar cmo el poltico hace uso de una lengua - el
lenguaje del poltico - se impone otra distincin. Aquella que nos muestra que el lenguaje
posee tres dimensiones. La sintctica que estudia la relacin de los signos entre s. La
semntica que se ocupa de la relacin de los signos con sus designados y la pragmtica que
estudia la relacin de los signos con los usuarios o intrpretes. En esta ltima dimensin
como usuario, entra el poltico como "el otro",ya sea receptor o emisor, en el fenmeno de la
comunicacin. Los lingistas contemporneos sobre todo los que practican la lingstica
descriptiva o sincrnica estudian un estado de lengua, les interesa la dimensin morfo-
sintctica. La relacin correcta o incorrecta entre los signos.A los fillogos o a aquellos que
an practican la lingstica histrica o romntica alemana como lo hiciera en nuestro medio
Carlos Disandro o en Europa Giorgio Locchi les interesa el aspecto diacrnico de la lengua y
por ende su dimensin semntica. La relacin verdadera o falsa de los signos con sus
designados. A los filsofos debera interesarles la dimensin pragmtica que tiene que
responder a la pregunta del para qu del lenguaje, del sentido del mismo. La relacin de
veracidad o mendacidad en el uso de los signos por los usuarios o intrpretes.
Es ms, a fuer de ser precisos debemos decir que la veracidad no plantea ningn problema
filosfico, el problema lo plantea la mendacidad, sea como mentira deliberada, sea como
hbito de mentir.
2.2 El poltico como usuario del lenguaje lo utiliza en su aspecto disuasorio. Gobernar
hoy como ayer en el rgimen partidocrtico no es otra cosa que persuadir, y es por ello que
en el lenguaje de "este poltico" se destaca claramente el aspecto suasorio.
El lenguaje poltico, afirm hace muchos aos el filsofo peruano Francisco Mir Quesada,
a contrario sensu que el de la ciencia o la filosofa "no describe un fenmeno sino que, en
general, prescribe como debe ser el mundo"(1). Pero en esa prescripcin carece de criterios
objetivos de verdad respecto del deber ser. Este ltimo por ser inagotable-existen tantos
modelos como capacidad tiene el hombre de imaginar "lo que debera ser" - es
incontrastable.
El primer crculo hermenutico del lenguaje poltico se cierra con la disuasin del
receptor de que l, el poltico, es el mejor medio para realizar lo que debe ser.
En cuanto al tipo de lenguaje, entre formalizado y natural, el poltico utiliza el lenguaje
vernculo haciendo uso de la lengua de su comunidad de pertenencia en su aspecto
cotidiano e incluso familiar, a fin de poder utilizar todos los recurso disuasorios que el
lenguaje permite, fundamentalmente, la apelacin a los efectos emotivos, sobretodo la
emocin patritica. Cuando un poltico se traslada a una comunidad lingstica que no es la
suya la utilizacin del paralenguaje o lenguaje gestual reemplaza al discurso articulado. El
objetivo es siempre el mismo: la persuasin del receptor de que l, el poltico, es el mejor
medio para realizar lo que debe ser. Y por qu l es el mejor? Porque l vende a
travs de su autopropaganda la imagen de una personalidad superior al comn de la gente.
A esta funcin del lenguaje podemos denominarla ostensiva, porque corresponde al uso
del lenguaje en su tarea de mostracin de algo. Pero cmo se ostenta?.Con el complemento
de otra funcin que podramos denominar prometiente, entendida como expresin de
vana promesa, a travs de la cual simula adquirir una obligacin que en caso de no ser
cumplida no lo desprestigie ante el pueblo-receptor. En una palabra, el discurso poltico de la
partidocracia de nuestros das puede resumirse como: un compromiso que no compromete.
3.1 La contrapartida del antiguo adagio:El hombre es esclavo de sus palabras y dueo de
sus silencios,es el discurso poltico de la hora actual.Viejos lderes como Salazar, Franco o
nuestro Yrigoyen
lo tuvieron por norma.Hoy,el hombre -polticos incluidos- ha sido transformado en un "gran
parloteador".El hablar por hablar de la existencia impropia en Heidegger(2) campea por todos
lados. Abel Posse con la sagacidad que lo caracteriza nos habl recientemente de "la patria
locutora"(3)como ese zumbido generalizado de avispero enfurecido que todas las maanas
producen los locutores radiales y sus entrevistados como una forma ms de extraamiento
de nosotros mismos.Y el lenguaje poltico es el gran aprovechador de esta "vacuidad
lingstica" que nos rodea a diario.Como observara al respecto,Jos L.Lpez Aranguren:"Una
forma sutil de la mendacidad o mentira es la deliberada no-comunicacin.El lenguaje sirve
para ocultar la comunicacin de la verdad tras una cortina de palabras incomprensibles o,
pura y simplemente, in-significantes.La poltica al uso suele ser inmoral en este sentido.Los
polticos dicen por supuesto muchas mentiras, y tambin son mendaces pues casi
continuamente lo que hace es hablar de otra cosa, distraer la atencin de los verdaderos
problemas, servirse de la palabra para la incomunicacin, hablar de lo que no es la verdadera
cuestin y en un plano que no es el de la realidad"(4).Vemos como el lenguaje del poltico
dice y no dice.Se compromete sin obligarse.
En definitiva,este segundo crculo hermenutico del lenguaje poltico se cierra en el
autoengao de ste.As la mendacidad de su lenguaje se funda, no tanto en
mentira deliberada, sino en que se ha mentido a s mismo terminando por creerse lo que le
conviene.Como consecuencia de ello, el poltico dice mentiras con "buena conciencia".Y esto
es terrible, porque es irrecuperable.
3.2 Un aspecto complementario del "autoengao" del lenguaje poltico es " el doble
discurso", mecanismo por el cual no ya " se dice una cosa y se hace otra" , sino que se
"postulan propuestas diferentes sobre un mismo asunto".
Este "doble discurso" est mostrando tanto en el orden interior de los estados como
en las miles de conferencias internacionales -cuando un tiranejo habla de respeto a los
derechos humanos y en su pas no se respeta ni a las monjas -que el lenguaje o discurso
poltico no es otra cosa que "prctica de poder".Es decir, "yo puedo esto o aquello (aunque
de facto no lo pueda)" pero, sobretodo y fundamentalmente, "puedo lograr que Uds.ahora
me escuchen en pie de igualdad".En una palabra, "yo tambin formo parte de esta
comunidad ideal de comunicacin que otorga tanto poder a Uds. como a mi".
Esto ltimo nos obliga a pensar sobre el tema de la universalidad del discurso poltico.Existe
un discurso poltico universal?.
Hemos dicho ms arriba que el lenguaje poltico es natural y vernculo por oposicin al
formalizado y universal de las ciencias.Por lo tanto, es expresin de una comunidad
determinada y de su tradicin histrica, de ah que no pueda alzarse a "principio de
universalizacin" vlido para todo hombre.
La pretensin de un discurso poltico universal que nosotros catalogamos como discurso
mundialista, se da, aparentemente, slo cuando la idea de humanidad es reducida a la idea
poltica de repblica universal como propuso, en su poca, la masonera y el Iluminismo,
o como hoy proponen los ideologos del "nuevo orden mundial" con la construccin de una
"aldea planetaria". La vieja distincin poltica fundamental entre amigo-enemigo ha
desaparecido de su discurso poltico,que licu la nocin de enemigo en la anfibolgica de
amigo-adversario.
Incluso hay quienes,proponen una poltica mnima mundial como el premio Nobel en
economa von Hayek :"una obligacin moral racionalmente justificable y ,entonces exigible,
de obligacin de fidelidad contractual y honestidad"(5).Otros, menos prcticos, como el
filsofo ingls Sir David Ross en su Etica:"el respeto a la palabra empeada"(6).Y, en
nuestros das Karl Otto Apel, capitoste de la Escuela de Frankfurt, el "principo procedimental
de formacin de consenso"(7).
La propuesta de von Hayek es buena para cobrar las deudas externas del Tercer mundo, la
de Ross para entretener a los estudiantes de filosofa, y la de Apel, y su principio de
consenso universal para justificar la Guerra del Golfo,el Bloqueo a Cuba,la no-intervencin en
el genocidio olvidado de Biafra o el reciente de Ruanda,pues "consenso universal"se logra en
la prctica poltica internacional cuando se ponen de acuerdo las pocas naciones que
ostentan poder nuclear y econmico.
Vemos pues como el discurso mundialista as sea como planteo de una poltica
mnima no slo anula el discurso poltico stricto sensu, (distincin amigo-enemigo) sino que
viene a justificar, en la prctica, el totalitarismo ms atroz. Aqul que vestido de
democrtico, ejerce el imperio mundial.
Qu nos es dable esperar?.Nuestros polticos han sido superados por la fuerza de las
cosas.No poseen respuestas alternativas.No tienen ideas nuevas ante los nuevos
problemas que plantea esta realidad que se les escapa.Ello se aprecia en su gastado
lenguaje que dice ms de lo mismo sin decir nada.
La crisis mundial de representatividad de los partidos polticos es otro de los signos
de este agotamiento. As desde el conservatismo clsico hasta las sedicentes fuerzas
progresistas; invocando razones de corrupcin, desprestigio e ineficacia, los partidos polticos
han sido esencialmente cuestionados. Pero nuestros polticos, sordos a la vox populi
que reclama soluciones a problemas especficos, an plantean "grandes discursos" con
programas de solucin total, cuando hoy da la interdependencia de los estados nacionales
hace imposible el cumplimiento de "los programas nacionales de solucin total".Y peor an,
en aquellos pases dependientes como los nuestros de Iberoamrica, en donde la nocin de
soberana nacional, en la prctica, ha caducado merced al afn de nuestros polticos de
sumarse al modelo mundialista subspecie neo-liberal de " nuevo orden" y "mundo uno". La
gran "desilusin poltica" a que asistimos en este fin del milenio plantea la bsqueda de una
representatividad ms genuina y eficaz. En este sentido el observador atento vislumbra ya,
que, al margen de la accin tradicional de los partidos polticos, hoy la representacin
autntica surge de la ocupacin sobre problemas especficos (vgr. ecologa, pobreza,
libertades concretas) que son las preocupaciones reales no-ideolgicas del hombre de
nuestros das. Hoy, la sociedad opulenta a puertas del
2000, convida a todos al banquete de la sociedad de consumo pero deja a la mayora "con la
ata contra el vidrio" como dijera Dicepoln. La contradiccin es flagrante pues, a un mismo
tiempo es totalitariamente igualitario en la oferta (los mass media nos venden todo: Tanto
mercadera como promesas polticas) y absolutamente desigual en la posibilidad de
adquisicin. (la brecha pobres-ricos es cada vez mayor.Y el acceso a los cargos pblicos est
reservado a un
staff permanente). As, en las sociedades dependientes y pauperizadas como las nuestras de
la Amrica del Sur con, cada vez ms desocupados y pobres, la adquisicin de "bienes de
consumo" se estrecha cada da ms al crimen. En tanto que el acceso a los cargos polticos a
la corrupcin. Crimen y corrupcin son el trampoln utilizado para salvar la contradiccin
madre de la "aldea global sub specie neo-liberal", aquella que machaconamente nos dice
que: todos somos iguales pero, en la prctica cotidiana, unos ms iguales que otros.
Polmica anglosajona
Al comienzo de los aos ochenta apareci en Estados Unidos y Canad una corriente de
pensamiento filosfico, poltico y moral denominada comunitarista (1). Este movimiento
intelectual no constituye un conjunto unificado sino ms bien un conglomerado de versiones
libres, en abierta polmica con los pensadores liberales norteamericanos, sobre un tema
central: la primaca del bien sobre el deber.
El estudioso alemn Axel Honneth en su libro Kommunitarismus (2) sostiene que es posible
distinguir dos etapas importantes en el debate. Una inicial en la que las posiciones
contrapuestas habran aparecido en toda su radicalidad. Y una segunda, metaterica, en la
que los autores habran reconocido un terreno comn de discusin. Este terreno comn es la
tradicin democrtico-liberal de las sociedades modernas.
En la etapa inicial; la ms virulenta y definida, se ubican del lado comunitarista; Michael
Sandel (Las esferas de la justicia; La repblica procedimental) y Alasdair McIntayre (Despus
de la virtud, Es el patriotismo una virtud?), polemizando con dos autores claves del
liberalismo contemporneo: John Rawls (Teora de la justicia) y Robert Nozick (Anarqua,
Estado y Utopa).
En la segunda etapa se destacan del costado comunitarista: Charles Taylor (El origen del yo,
La construccin de la identidad moderna); Michael Walzer (La critica comunitarista al
liberalismo) y del lado liberal, Chales Lamore (El liberalismo poltico); Ronald Dworkin (El
imperio del derecho) y Bruce Ackerman (Justicia social en el estado liberal).
La primera etapa se inaugura con la crtica al liberalismo llevada a cabo por
McIntayre desde la ptica clsica de la filosofa escolstica. Su crtica se dirige a "la anarqua
moral" como consecuencia del relativismo axiolgico que produjo el modelo liberal en la
sociedad norteamericana. A la primaca que Rawls otorga a lo justo (right) sobre el bien
(good), Mc Intayre, apoyndose en Aristteles y Santo Toms de Aquino, le responde que el
bien (good) tiene razn de causa final, de ah que el agente moral deba siempre obrar en
vista a fines y que para alcanzarlos se encuentre obligado al ejercicio de la virtud, puesto
que el fin = bien no justifica los medios. La exigencia de proporcionalidad en la tica de
bienes entre los medios y los fines, hace que el bien = fin exija para su consecucin el
ejercicio de la virtud por parte del agente moral.
En el caso de Michael J. Sandel su crtica va dirigida directamente al trabajo de John
Rawls Teora de la Justicia, texto clsico del liberalismo actual. Contra la concepcin liberal
del yo que supone un universo vaco de sentido (el sujeto trascendental de Kant), l opone
su teora del yo (self) segn la cual el sujeto humano est intrnsecamente exigido de
constituir o dar significaciones a ese universo vaco de todo sentido o telos. El yo no es
anterior a los fines que l se da, sino que l mismo constituye los fines que no son sino parte
del objeto de sus elecciones. El yo se constituye, segn Sandel, siempre en un contexto del
que no puede abstraerse. El est encarnado. Esta "contextualidad de la autocomprehensin"
presenta a la comunidad no como un medio - como lo es la sociedad para el individuo
liberal- sino como el fundamento de sus elecciones, que, incluso contribuye a fundar su
identidad. Extrao periplo intelectual el de Sandel, ya que acepta gustoso "el sujeto
trascendental igual x de Kant" como haz de posibilidades, pero busca contextualizarlo.
En la segunda etapa se destacan Michael Walzer con su crtica al concepto
ilumiminista de universalidad, segn el cual algo para ser valioso debe tener valor universal.
Al respecto observa muy bien Eduardo Nieto: "Michael Walzer en Spheres of Justice sealar
que lo que verdaderamente existe no es una moral universal y un mtodo de distribucin
general de justicia sino que lo que se da son principios de justicia plurales. Las diferencias
derivan de las distintas formas de entender los bienes sociales mismos: el inevitable
producto del particularismo histrico y cultural" (3). Pero, al mismo tiempo, llama la atencin
sobre la ambivalencia de la crtica comunitarista al liberalismo diciendo que "puede venir a
corregir las nuevas desigualdades debidas al mercado como a reforzar las viejas
desigualdades".
Por ltimo nos encontramos con el canadiense Charles Taylor que apoyndose en el
"principio de reconocimiento" enunciado por Hegel - segn el cual algo o alguien existe
cuando hay otro que lo reconoce como tal -, sostiene que los individuos deben ser
reconocidos como agentes morales autnomos en un contexto sociocultural dado. En su
crtica a la sociedad contempornea que la caracteriza siguiendo a Bloon, Bell, Lasch,
Lipovetsky, entre otros, propone como solucin recuperar el ideal de "autenticidad" que se
apoya, siempre segn Taylor, "en el liberalismo de la neutralidad. Y uno de sus pilares
bsicos es que una sociedad liberal debe ser neutral en cuestiones que ataen a la buena
vida" (4). Con lo que relega las discusiones sobre la "buena vida" -el eu zon de Aristteles-
fuera del discurso poltico.
La fuente de la "autenticidad" la encuentra siguiendo a J. J. Rousseau en "la voz
interior que nos dice qu es lo correcto a la hora de actuar" (5). Luego, se pregunta:
"Cmo se llega o se recupera la autenticidad?". A travs del rescate de la nocin de
dignidad en contraposicin a la de honor (concepto premoderno), "porque la dignidad todo
el mundo la comparte. Es lo nico compatible con una sociedad democrtica" (6).
Ya hemos dicho alguna vez, comentando alguno de sus libros: "Pobre Taylor, l se da
cuenta que estamos mal y vamos peor, comparte la critica a la modernidad de los autores
mencionados, pero pretende superar las enfermedades de la modernidad inyectndole ms
modernidad" (7).
En definitiva, el comunitarismo anglosajn, salvo el caso de Alasdair McIntayre que
est apoyado en una metafsica premoderna como lo es la escolstica catlica, el resto en su
reclamo de autonomas y diferencias da por supuesto, y no cuestiona, los fundamentos de la
sociedad demo-liberal-capitalista que supimos conseguir, sino que los da por aceptados. Esto
ltimo nos est indicando, en buen romance, que la proyeccin poltico-prctica del
comunitarismo anglosajn es nula.
No hay que confundir la exhortacin que un filsofo puede hacer a un poltico (la que le hizo
Sandel al demcrata Dukakis en 1988) con la funcionalidad de la idea sugerida. Del dicho al
hecho, dice el refrn, hay mucho trecho. Y sobre todo en las sociedades opulentas que
fcilmente incorporan "a su sistema" las ideas que lo contradicen. Para los comunitaristas
estn los campus universitarios, para que all se entretengan y no molesten al poder poltico.
Comunidad y Sociedad
Es a partir de Hegel que surgen los intentos de superar al capitalismo liberal con
nuevas formas comunitarias. El fascismo y el marxismo se presentan como comunitaristas
pero, de hecho, al ser productos ambos de la modernidad, quedaron atados y limitados a la
idea de Estado-nacin. La Iglesia, por su parte, siempre ha privilegiado la comunidad a la
sociedad pero, de facto, encubriendo la persistencia de la sociedad capitalista. De los
regmenes polticos contemporneos los intentos ms consecuentes con la estructuracin del
poder poltico a partir de la comunidad han sido los gobiernos de Oliveira Salazar en Portugal
y de Pern en Argentina. Y como soporte terico-poltico las constituciones austraca de l934,
peruana de l933, la irlandesa de l937 y en Argentina la primera constitucin de la provincia
del Chaco en 1951, que otorgaban representacin institucional a las cuerpos intermedios que
constituyen la comunidad.
En el caso puntual del peronismo, ste parte expresamente de la idea de Comunidad
Organizada. Existe un texto homnimo de Pern elaborado en 1949, pero sta, "su idea
fuerza", se encuentra cabalmente expresada en el mensaje al Congreso el 1 de mayo de
1974, conocido como Proyecto Nacional o Modelo Argentino. All sostiene expresamente que
a la comunidad se llega desde abajo y no desde arriba. Los cuerpos intermedios son
creaciones libres del pueblo segn sus necesidades y no creaciones del Estado. "La
configuracin de esta comunidad organizada implica la creacin de un sistema de
instituciones polticas, sociales, es decir estructuras intermedias completas que garanticen la
presencia del pueblo en la elaboracin de las decisiones y el cumplimiento de las mismas.
Esto es en definitiva lo que se denomina democracia orgnica. Esta concepcin de la
democracia sobrepasa con creces la concepcin liberal de democracia, que slo reconoce de
hecho el papel de las organizaciones intermedias denominadas "partidos polticos", con lo
cual la savia de los pueblos, que son las mltiples organizaciones de la sociedad civil, queda
de lado en la gestin poltica" (16). Esta cita sustancial del pensamiento de Pern, confirma
el carcter revolucionario de la idea de Comunidad Organizada. Revolucionario - no en el
sentido de la Revolucin Mundial de Belloc, Dawson o Meinvielle: Renacimiento; Reforma;
Revolucin Francesa; Revolucin Bolchevique - sino porque trastoca sustancialmente el
orden de la sociedad demo-liberal, capitalista y burguesa en que vivimos.
Es sabido que las relaciones de poder poltico son variables, stricto sensu contingentes,
porque se fundan en la tensin de las fuerzas que se producen en cada momento histrico
para mantenerse. En este sentido el ejemplo clsico es Bismark con su idea del poder como
manejo de tensiones.
En el orden filosfico; as como Aristteles caracterizaba el poder poltico con relacin a su
polis griega, Cicern a la civitas romana y los escolsticos lo referan a la cristiandad, de la
misma manera Jean Bodin caracteriz - rota la unidad religiosa- caracteriz el poder poltico
con relacin al Estado como unidad superior y neutra a las partes en pugna. Lenn, por su
parte, denunci esa pretendida neutralidad liberal-burguesa sosteniendo que: "El Estado es
una mquina para que una clase reprima a otra" (17), pero sin salir del Estado bodiniano
como unidad poltica. Finalmente Louis Althuser aggiorna el mensaje de Lenn con su tesis
de que en la posesin de los aparatos del Estado radica la naturaleza del poder poltico.
Ahora bien, as como la tesis segn la cual la posesin de los aparatos del Estado es garanta
de poder puede ser vlida, slo en aquellas naciones donde dos siglos de pertinaz
liberalismo poltico destruy el entramado natural que crean los hombres por el simple hecho
de responder a su naturaleza intrnseca de "ser un zoon politikon", un animal poltico y
social. De la misma manera, despus de la segunda Gran Guerra y sobre todo luego del
emblemtico 1989, las fuentes del poder poltico se encuentran ms all del Estado-nacin.
Hoy el poder real constituye la Gran Maquinaria de la que habla asiduamente Abel Posse
(loobies, trust y monopolios internacionales), que se devora a sus propios administradores y
delegados: los polticos de los diferentes Estados, que hacen "como s" estuvieran
conduciendo las sociedades que administran. Al respecto ya en l953, alguien que sobre la
naturaleza del poder poltico algo saba, sostuvo: "La poca del estado como portador del
monopolio ms asombroso, es decir del monopolio de la decisin poltica, est terminando
ahora" (18).
Ahora bien, la Gran Maquinaria, la Sinarqua internacional de la que hablaba Pern: "Ese
conjunto de poderes visiblemente contrapuestos, pero que clandestinamente, en todos los
rdenes (poltico, econmico, cultural y religioso), convergen en la formacin de un gobierno
mundial invisible" (19) tiene hoy un nico e insobornable enemigo; el arraigo de los pueblos
en sus respectivas tradiciones. Las que, por otra parte, son las que fijan su identidad
dentro de la historia del mundo. Entendindose por tradicin, slo el traspaso de lo valioso
de una generacin a otra. Su heredad.
Hemos mostrado como el comunitarismo anglosajn carece de proyeccin poltica prctica
pues no cuestiona el modelo poltico liberal-democrtico de toma (sufragio universal y
secreto donde un hombre es igual a un voto) y ejecucin del poder (independencia de
poderes, deliberacin del pueblo a travs de representantes, etc). Slo cuestiona ciertos
mecanismos en el funcionamiento de la sociedad civil.
En cuanto al comunitarismo hispanoamericano, ciertamente mucho menos elaborado que
aquel, viene cuestionando desde hace doscientos aos - desde la Guerra por la
Emancipacin- el modelo poltico democrtico y liberal como modelo de dominacin
extranjera. Pues como afirmara el eximio pensador boliviano Carlos Montenegro: "Tres
fueron los principales mitos a cuya advocacin encomend su suerte la entreguista
oligarqua hispanoamericana: el mito de la libertad, el del sufragio y el de la ley" (20).
Lapidario!
A lo que podemos adjuntar lo que sostena reiteradamente don Leopoldo Lugones (1874-
1938), patriarca de los escritores argentinos: "La Nacin est sacrificando su prosperidad y
su porvenir a la venidad de los idelogos y al provecho de los polticos. Su democracia de
importacin ha fracasado, precisamente por ser extranjera desde el texto hasta el espritu".
Esta crtica ms existencial que filosfica ha sido caracterizada desde los centros de
"produccin de sentido" como reaccionaria y antidemocrtica, cuando en realidad slo busc
y busca, como decan los Beatles, "que nos dejen ser" (let it be).
Comunitarismo hispanoamericano
A diferencia del anglosajn nuestro comunitarismo no surge a partir de los filsofos sino que
forma parte indisoluble de nuestra conciencia social desde el inicio de nuestra existencia
como conglomerado humano en Amrica. Ms aun, este comunitarismo de raigambre
hispnica encuentra un substrato propicio en las organizaciones comunitarias de las
civilizaciones pre-colombinas.
Es sabido que la ciudad castellana del siglo X al XVI surge, como su nombre lo indica,
alrededor de un castillo. No es el municipio romano: es algo nuevo, de distinta poblacin y
modalidades diferentes. La ciudad castellana es un cuartel listo para el combate. La habitan
soldados y la gobiernan capitanes. El municipio espaol fue el modelo para organizar el
rgimen poltico de las poblaciones americanas. "Pero, los municipios indianos del XVI y XVII
no se asemejan a los espaoles del mismo tiempo. En cambio, y mucho, a las ciudades de la
Castilla medieval con sus milicias combativas, caudillos conductores de las huestes, alcaldes
elegidos por "el comn" (caballeros y villanos), distribuyendo justicia segn los usos
lugareos y regimientos de vecinos que administran la ciudad por voluntad de sus
convecinos. En una palabra, la Repblica de los vetustos fueros del XI al XIV resurge en
Indias" (8).
La autonoma foral de las ciudades castellanas del siglo XI de la Espaa de la Reconquista,
es la que da nacimiento a la autonoma vecinal de las ciudades indianas. La idea de
comunidad est, pues, en nuestro propio origen. Eso que propone nuestro amigo el italo-
norteamericano Paul Piccone "la creacin de pequeas comunidades orgnicas autnomas
que permitan la instauracin de una verdadera democracia participativa" (9) en
Hispanoamrica se vive ab ovo.
Se dir que en nosotros no guarda la forma de la democracia liberal, que los caudillos y jefes
militares desde siempre han acaparado el poder poltico, s. Pero quin puede negar que no
se ha realizado "una verdadera democracia participativa" en un acto de Gaitn, Vargas,
Pern, Solano Lpez, Melgarejo, Zapata o Sandino con la participacin efectiva y directa de
nuestro pueblo aplaudiendo o abucheando segn sea la propuesta realizada desde el balcn.
Son ellos y no otros los que han actualizado la vieja acclamatio romana.
Se nos dir que los pueblos son fcilmente manejados. Que las masas se caracterizan por
ser muchas cabezas y ningn cerebro. Pero tambin es cierto que las urnas son
"democrticamente violadas" por los politiqueros de turno, incluso, delante de los
observadores internacionales enviados ad hoc desde los centros de poder.
Ya el primer historiador econmico-social del perodo colonial, el impoluto Don Juan
Agustn Garca, afirmaba en el prlogo de su memorable Ciudad Indiana: "El desprestigio de
los viejos Cabildos coloniales ha influido en el papel poltico de los Congresos" (10). Y en la
conclusin reconoca que: "Se puede afirmar, sin temor de incurrir en una paradoja, que el
pas no ha salido del rgimen antiguo" (11). "Le communautarisme, sostiene acertadamente
de Benoit, se situe clairement dans une perspective "holiste", pour reprendre un terme
acclimat en France" (12). Lo que nos da pie para aclarar que en Iberoamrica todos somos
"maestros en generalidades". El hombre hispanoamericano, sea por su herencia espaola,
sea por el espectculo totalizante que le ofrece la inmensidad de su paisaje, tiene siempre
una visin del todo. Un ejemplo lo ofrece el Martn Fierro ledo en su conjunto. Por otra parte
la conduccin de la vida poltica en Iberoamrica, al contrario de lo que sucede en
Angloamrica no est regida por "individuos triunfadores" de la sociedad de consumo, sino
que desde siempre estuvo en manos de instituciones de base comunitaria; como la Iglesia,
el Ejrcito y los Sindicatos. Es probable que esto suene a antiguo; ante la ola privatizadora y
demo-liberal que sufre hoy nuestro continente. Pero estos no son ms que interregnos en
esa existencia comunitaria que caracteriza la vida de los pueblos de Nuestra Amrica.
Notas:
1.- El trmino ingls es community, que significa en este contexto la comunidad poltica en sentido
global. Y sta es entendida como conjunto de individuos en estado de interdependencia social, sea
por sus costumbres, valores o situacin existencial. A diferencia de community el trmino alemn
Gemeinschaft significa en su acepcin prstina "comunidad estamental". Este es uno de los motivos
por el cual los alemanes hablan de Kommunitarismus para referirse al "comunitarismo noramericano".
2.- Honneth, Axel: El comunitarismo: un debate sobre los fundamentos morales de las sociedades
modernas, Ed. Campus Verlag, Frankfort, 1993.
3.- Nieto, Eduardo: Reto comunitario, en revista Ciudad de los Csares N 39, mayo/julio 1995,
pp.10-12.
4.-Taylor, Charles: Etica de la autenticiddad, Ed. Paids, Barcelona, 1994, p.53.
5.-Taylor, Charles: op. cit. p. 62.
6.-Taylor, Charles: op. cit. p. 80.
7.-Buela, Alberto: comentario en revista Disenso, N 4, Buenos Aires, invierno 1995, p. 74.
8.- Rosa, Jos Mara: Del municipio indiano a la provincia argentina, Ed. Pea Lillo, Buenos Aires,
1974, p. 15.
9.-Piccone, Paul: The crisis of liberalism and the emergence of federal populis, en revista Telos, otoo
1991, pp. 7-44.
10.-Garca, Juan Agustn: La Ciudad Indiana, Ed. Alpe, Buenos Aires, l953 (1ra. edicin 1900), p.12.
11.-Garca, Juan Agustn: op. Cit .p. 235.
12.-Benoit, Alain de: Communautariens vs.Libraux, en revista Krisis, N16, junio 1994, pp. 2-29.
13.-Buela, Alberto: Aportes al pensamiento nacional, Ed. Cultura et Labor, Buenos Aires, 1987,
p.87.
14.- Tonnies, Ferdinad: Communaut et socit, Ed. PUF, Paris, l944. p.62.
15.- Buela, Alberto: Hegel: Derecho, Moral y Estado (La gnesis de la idea de comunidad organizada),
Ed. Cultura et Labor, Buenos Aires, 1985, pp. 35/36.
16.-Pern, Juan: Proyecto Nacional, Ed. El Cid, Buenos Aires, 1981, p. 84.
17.- Lenn: Sobre el estado, p.14.
18.-Schmitt, Carl: El Concepto de lo poltico, Ed. Struhart, Buenos Aires, 1985, p.15.
19.- Buela, Alberto: La Sinarqua y lo nacional, Ed. Cultura et Labor, Buenos Aires, 1974, p. 7.
Sinarqua es una palabra griega que viene de syn que significa con, lo que da idea de
convergencia, y arqua, que se deriva de arj que se traduce por principio, por poder. Sinarqua,
en sentido etimolgico, menta la convergencia de principios de poder que convergen en una entidad.
Es decir, poderes que a la vista de todo el mundo aparecen como contrapuestos, en profundidad
estn coaligados.
20.- Montenegro, Carlos: Nacionalismo y Coloniaje, Ed. Pleamar, Buenos Aires, 1967, p.
200.
Acerca de la democracia
postmoderna
1.- Buela, Alberto: Aportes al pensamiento nacional, Buenos Aires, Ed.Cultura et Labor,
1987,pg.51:"La democracia liberal se ha definido siempre como el sistema a travs del cual, el
vehculo o vocero de la sociedad civil ante el gobierno es el partido poltico. De ah que,
peyorativamente, se hable de "partidocracia demo-liberal". Mientras que en la democracia social no
slo es el partido poltico el vocero de la sociedad civil ante el gobierno, sino tambin todas aquellas
organizaciones libres que el pueblo se da a s mismo; sean cmaras, asociaciones profesionales o
sindicatos. En una palabra, son los cuerpos orgnicos reconocidos por su representatividad social, los
que participan en la construccin de la decisin poltica".
2.- Betto, Frei: Neoliberalismo, la nueva fase del capitalismo, en revista Amrica Nuestra N8, La
Habana,
1997.
Pluralismo cultural sin relativismo
IV-Amrica
El tiempo americano
Notas:
1.- Buela, Alberto: El Sentido de Amrica, Buenos Aires, Theora, 1990. Tambin en Ensayos
Iberoamericanos,Buenos Aires, Ed.Cultura et Labor, 1994. As como en Hispanoamrica contra
Occidente, Madrid, Barbarroja, 1996.-
2.- Ardao, Arturo: Gnesis de la idea y el nombre de Amrica Latina,
Montevideo,1980.
Stabb, Martin: In Quest of identity: Patterns in the spanish american essay of ideas,1890-
1960,Univ.of
North Carolina
Press,1967
Phelan,John L.: El origen de la idea de Amrica,Mxico,
UNAM,1978
Vittini,Manuel Antonio:Panamericanismo o Zollverein
americano?, Buenos Aires, Ed.Cultura, 1950.-
Wagner de Reyna, Alberto: Reflexin sobre Iberoamrica,Lima,
1949.-
Izquierdo Araya,Guillermo: Latinoamrica, Hispanoamrica o Iberoamrica, en revista Dinmica
Social
N18, Bs.As.febrero
1952.
3.-Scheler, Max: El resentimiento en la moral,Buenos Aires, Espasa-Calpe, 1944,
p.152.-
4.-Zea,Leopoldo: La esencia de lo americano,Buenos Aires, Pleamar,
l971.-
5.-Soler, Ricaurte: Latinoamericanismo,en revista Tareas, N62 sept-
dic.l985.-
6.- Hernndez Arregui, Juan J.: op.cit, Buenos Aires, Plus Ultra, 1973,
p.5.-
7.- Thiriart, Jean: Arriba Europa: Un imperio de 400 millones, Barcelona,
Ed,Mateu,p.17.-
8.-Peicovich, Emilio: Borges,el palabrista,Madrid, Letra
Viva,1980
9.-Entrevista a Fernando Snchez Drag, en revista Barataria, dic.1991, N0, Ed.Biblioteca
de
Aragn,Zaragoza.
-
10.-Horia, Vintila: Reconquista del Descubrimiento,Madrid, Veintiuno,
1992,p.119.-
11.-Montezanti, Nestor: El dilema de latinoamrica, Bs.As. ed.del autor,
1997,p.2.-
12.-Convengamos que el atribulado decano ha manejado la versin light de latinidad, tan bien
expuesta por Manuel Glvez hace casi noventa aos cuando en El Solar de la Raza sostena:"Este
concepto, hablando de Barcelona como la Espaa latina, suele ser concretado en ideas de claridad,
alegra, amor a
la vida y al vino, msicas melodiosas, elegancia, idealismo, discreto paganismo, entusiasmo, gracia,
generosidad, optimismo...!Y otras perlas de la belleza y de la vida, ensartadas en collar, con todas
aquellas, en el cuello moreno de la sonriente, de la fuerte, de la alocada virgen mediterrnea!".
(op.cit.Buenos Aires, Ed.Tor, 1913, p.96.)
Adems de la versin light de latinidad est la versin burda, o poco seria, de la que hemos
hablado, que es aquella que limita a los italianos a lo latino- sin percatarse que sta ltima es una de
las mltiples y variadas tradiciones peninsulares - y as aduce que como en Argentina tenemos muchos
italianos y descendientes de estos, entonces nosotros debemos definirnos como latinos.
Parece ser que ya pas la poca en que los ensayistas que se ocupaban de la
ndole de nosotros, los americanos, sostenan la superioridad de la raza blanca
europea, afirmando que ramos ms o menos capaces en la medida en que nos
acercbamos a tan preciado arquetipo de hombre.
Ellos nos juzgaron segn pautas dadas por el Iluminismo y la Ilustracin, y tuvieron
su plenitud durante dos siglos y medio -XVIII, XIX y primera mitad del XX-.
Si, hipotticamente, hay algo de bueno en las consecuencias de la segunda guerra
mundial, ello es la quiebra definitiva de la imagen eurocntrica de hombre. A partir
de all el hombre europeo pierde su validez universal y se transforma en un tipo ms
de las distintas figuras de hombre que habitamos este mundo.
Hoy, y desde hace medio siglo, ha adquirido plena vigencia la teora del mestizaje
para explicar lo que somos nosotros, los americanos. As tenemos mestizajes de
toda laya. Aquellos que nos hablan de mestizaje cultural: en Amrica convergen
todas las culturas. Somos la raza csmica. Racial: a la Amrica ibrica se superpone
la africana, luego la latina, ahora la coreana etc. Lingstica: en nuestra Amrica no
hablamos el portugus y espaol peninsulares sino ya una lengua diferente a
aquellas. Ontolgico: Sosteniendo, segn la teora hilemrfica, que el indio es la
materia y el europeo la forma. Poltico: nuestras formas de gobierno son
democracias autoritarias, mezcla de caudillos y de pueblo.
La consecuencia de esta teora del mestizaje es la miserable, bastarda y claudicante
teora de la no-conclusin de Amrica, segn la cual Amrica aun no es. Ejemplar
tpico de los sostenedores de esta vergonzante teora es nuestro compatriota, el
confundido Carlos Dufour quien, muy suelto de cuerpo cual mariposa gringa que es,
afirma: La dialctica de nuestra identidad estar en ser lo que no somos y en dejar
de ser lo que fuimos. Es la tesis tpica de aquellos que carecen de enraizamiento a
su tierra y a sus tradiciones.
Esta teora del mestizaje, bajo sus distintas variantes, supone que los aportes son
por partes iguales en todo. An cuando algunos pongan ms el acento en lo indio
-los indigenistas- y otros en lo latino -los latinoamericanistas-. La idea de igualdad
est en la base de la teora del mestizaje. Y este es el aspecto ms falaz de dicha
teora.
Vayamos por partes. Nosotros no negamos que en nuestra Amrica se haya
producido un mestizaje. Es ms, creemos que el fruto ms logrado de ese colosal
abrazo que se dan, durante tres siglos, tanto en la lucha como en el lecho
peninsulares y aborgenes es la Amrica criolla, la Amrica morena. Lo que nosotros
negamos es que seamos el producto de un igualitarismo cultural en donde la
cosmovisin bajo medieval que traan espaoles y portugueses haya aportado por
partes iguales con la cosmovisin indiana en la constitucin de lo que somos. No. De
ninguna manera. El mestizaje que se dio en Amrica, y hay que decirlo con todas las
letras, no es un entrecruzamiento por partes iguales, pues en los aspectos
superiores de la vida del espritu - lengua, religin, filosofa, instituciones, etc.- el
aporte ibrico fue incomparablemente mayor que el indiano. Y es por este aporte
que nosotros, los americanos, somos herederos legtimos de las tres grandes figuras
cosmovisionales que ha producido Occidente: la greco-romana, la heleno-cristiana y
la hispano-portuguesa. Y en este sentido podemos decir, disculpen la inmodestia,
que nosotros lo iberoamericanos somos el verdadero Occidente, y ello no tanto por
nuestro mritos sino mas bien porque hemos sido menos zapados, menos corrodos
por la modernidad. Y en esta defensa ante la avasallante marcha del mundo
moderno, no poco a tenido que ver el aporte indiano con su categora de tiempo.
8
Disandro, Carlos: Las Fuentes de la Cultura, Buenos Aires,
Ed.Hostera Volante, 1965,p.220.-
consecuencias, son contradictorios con la naturaleza humana y el orden entitativo de las
cosas.
Descripta la modernidad, en grandes rasgos, tanto en su aspecto histrico como en
su contenido, corresponde ahora introducirnos en el tema de nuestra ponencia: Religin y
modernidad en Amrica.
Sabemos por Bernardino de Sahagn que Amrica fue hallada (hallar, significa dar
con algo sin haberlo buscado) por el vikingo Ullman cuando desembarc en Panuco, en el
golfo de Mjico en el 967 de nuestra era. Pero ello no nos dice nada porque ninguna de
estas expediciones insert a Amrica en el mundo. Amrica, y este es el hecho magno, es
descubierta o develada-lo que supone intencionalidad en la conciencia descubridora- por el
hombre europeo-mediterrneo, cuya conformacin mental es an, y sobretodo, bajo
medieval. Como muy bien a sostenido el rumano Vintila Horia: "Si descubrimiento es
develar, altheia en griego, entonces los vikingos no develaron nada, y los espaoles lo
develaron todo, una vez y para siempre" 9.
Con el descubrimiento chocan o se encuentran como se dice hoy dos cosmovisiones:
La autctona o india y la bajomedieval o catlica. Y en el abrazo ciclpeo que se dan los
enemigos en la lucha o los amantes en el lecho, los espaoles se mixturaron sin tapujos ni
temores con el aborigen americano.
De esa colosal mixtura indo-hispana surgimos nosotros, la Amrica criolla, la Amrica
morena. Dicha simbiosis produjo una conciencia: la iberoamericana como un mixto perfecto,
portador de una cosmovisin propia- ni tan espaol ni tan indio dir Bolivar- anlogamente
diferente a las cosmovisiones de que est compuesta.
"Obsrvese que hablamos de mixto perfecto y no de compuesto sustancial como
apresuradamente podra hablarse. Y ello es as porque por compuesto sustancial se
entiende, hablando metafsicamente, al ente cuyos componentes son sustancias incompletas,
pero que sin embargo siguen siendo distintas conservando su propia naturaleza despus de
producida la unin. Tal el compuesto humano resultado de la unin del alma y el cuerpo. En
nuestro caso afirmamos que constituimos un mixto perfecto. porque nuestra identidad
nacional surge de la unin, por fusin y no por mezcla, de diversos elementos completos -lo
catlico y lo indo como cosmovisiones- que forman un todo natural en s mismo: la
conciencia hispanoamericana que es anlogamente diferente de estas dos cosmovisiones
tomadas aisladamente" 10.
La religin que llega a Amrica no es producto ni del ecumenismo vaticano-
mundialista ni del vacuum barroco del racionalismo jesutico. La religin que llega a
nuestras tierras es pre-moderna. Es el catolicismo bajomedieval anterior a la modernidad.
Anterior a la revolucin mundial para hablar como Christopher Dawson. Ni siquiera son los
jesuitas, que ciertamente poseen rasgos modernos, pero que llegan 80 aos despus del
descubrimiento y fueron expulsados en 1767, sino rdenes tradicionales y enfrentadas a
ellos como los dominicos(1510), los franciscanos (1511),los mercedarios (1513) y los
agustinos (1523). Estas son las cuatro rdenes que mantuvieron establemente su accin
evangelizadora en Amrica durante todo el perodo hispnico.
Ahora bien, cmo se plasma ese catolicismo premoderno en Amrica?. En forma
heterodoxa. Y sta surge a causa de la mixtura originaria de que hablramos, entre la
conciencia autctona y la conciencia arribea. Esta mixtura originaria supera, va ms all, de
la intencin ortodoxa de los agentes evangelizadores. Es por este motivo ltimo que la
religin en nuestra Amrica carece de la puridad ritual europea. Esta heterodoxia, desvelo de
los puristas "chupa cirios", se produce por la aculturacin del catolicismo en nuestro
9
Horia, Vintila: Reconquista del Descubrimiento, Madrid, Ed.
Veintiuno, 1992, p.30
10
Buela, Alberto: El Sentido de Amrica, Buenos Aires, Ed.Theora, 1990,p.57.-
continente. Y all radica su fortaleza y all demora su riqueza. Lo que queremos decir se
manifiesta a nivel sensible en la veneracin cultual a la Virgen bajo las distintas
advocaciones nacionales, entre otras, la de Lujn para Argentina o la de Guadalupe para
Mjico. La vinculacin del culto a Mara con la Pacha Mama en Bolivia, Per ,el norte de Chile
y Argentina. O los cultos populares en nuestro pas a la Difunta Correa o al Gaucho Gil. Este
entrecruzamiento entre lo catlico y lo indio, an pecando de heterodoxo, fue y es la mejor
resistencia tanto a la penetracin yanqui a travs de estoicismo mormn o evanglico como
al manipuleo del racionalismo cristiano que la Europa decadente nos ofreci como su ltimo
producto a travs de la teologa de la liberacin 11. No es un secreto para nadie que sus
representantes ms conspicuos as como sus categoras de anlisis son ambos productos
europeos.
El catolicismo Americano, por el contrario, est internalizado, o mejor an, est
asumido vitalmente por nuestros pueblos. El es esencial a nosotros ms all que
practiquemos o no la confesionalidad. Ms aun ,tomado como dato antropocultural es
insustituible en nuestra ecmene iberoamericana. Y esa vitalidad que se manifiesta en forma
heterodoxa es, si me permiten el juego de palabras, su ms lograda ortodoxia.
Esta heterodoxia catlica, cuya expresin ms acabada en el arte fueron los
imagineros hispano-criollos y sus arcngeles arcabuceros, es la que le permiti resistir el
asalto de la modernidad durante quinientos aos. Y es la que hoy se resiste, en los hechos, a
la penetracin de las sectas financiadas desde yanquilandia. Y creemos que es la principal
herramienta que tenemos para encarar con xito la lucha del milenio que viene.
Es comprensible que ante la descristianizacin del Viejo Continente los europeos
urgen en sus dlmenes y en sus mticos relatos primordiales - Europa no naci catlica,
Amrica s- que los yanquis sigan creyendo en su "destino manifiesto", pero quedmonos
nosotros con esta "religin mistonga" como deca el cura Castellani -pero,donde jams surgi
una hereja- que es la que nos otorga una identidad propia dentro los pueblos que
conforman este pluriverso que denominamos mundo.
Aclaracin semntica
11
Nos referimos sobretodo a la vertiente encabezada por Gustavo Gutirrez,principal vocero
del maridaje entre marxismo y teologa.
expedicin de Maximiliano en 1861 comenz a hablar de "Amrica Latina" y
Napolen III en 1863 al dar sus instrucciones al general Forey para la expedicin
militar a Mjico, afirmar: "Es dable devolver a la raza latina...su prestigio...allende el
ocano". Lo que pretenda Napolen III era hacer jugar a Francia una funcin
decisiva en Amrica hispnica, sobre la base de su ulterior extensin "como pas
latino". En definitiva, Latinoamrica o Amrica latina es un invento de la intelligenzia
colonial francesa para "curarse en salud". Es decir, para incorporar sus territorios
americanos a un proyecto que siendo hispanoamericano le resultara totalmente
extrao y pondra en cuestin sus mismas posesiones en Amrica del Sur"(2).Como
eso no pudo ser, porque Napolen III, y su proyecto Maximiliano, fue derrotado
militarmente en Mjico, lo continu en el plano de la cultura expandiendo la idea de
revolucin en las lites criollas. Tarea, que por otra parte contina hasta nuestros
das, claro que bajos otros ropajes. Hoy nos proponen la globalizacin mundial de la
democracia, dicindonos con Alain Touraine que estamos mal porque no somos lo
suficientemente democrticos, dado que no se llev hasta sus ltimas
consecuencias el proyecto moderno del Iluminismo en nuestras tierras. Cuan
acertado estuvo el rumano Vintila Horia, ganador del premio Goncourt de l960,
cuando dijo: "La guerra intelectual contra la herencia espaola en las Amricas
culmina con la aceptacin internacional del trmino Latinoamrica"(3).
En este mismo sentido, el penetrante Hernndez Arregui en el prlogo a la II edicin
de
Qu es el ser nacional? afirma: esta versin que el lector tiene a la vista
es exactamente igual a la primera, salvo en el reemplazo, cada vez que lo he
estimado necesario, del falso concepto de Amrica Latina un trmino creado en
Europa y utilizado desde entonces por los Estados Unidos con relacin a estos
pases, y que disfraza una de las tantas formas de colonizacin mental. No somos
latinoamericanos.(4)
Como al pasar hacemos notar que, ni los habitantes del Canad francs(Quebc), ni
los italo-norteamericanos, ni los haitianos se llaman a s mismos latinoamericanos, lo
que muestra a las claras la imposicin ideolgica del trmino, habida cuenta que
todas estas comunidades son de lengua derivada del latn. Con lo cual se produce
un doble ments a un trmino bastardo e interesado, que slo a servido para
extraarnos a nosotros mismos en el modo o manera de designarnos. En una
palabra, no es un trmino ni de carcter lingstico ni cultural, es una creacin
ideolgica ex professo para enmascarar los intereses de las potencias coloniales en
Nuestra Amrica.
Historia e Historiadores
Aun cuando se sabe - desde Aristteles, pasando por Lineo hasta nuestros das- que
ninguna clasificacin es exhaustiva. No obstante la tcnica de la clasificacin sigue
siendo la posibilidad ms adecuada para ofrecer una visin breve y completa sobre
el asunto a exponer.
En el tratamiento de la historia argentina pueden distinguirse grosso
modo cuatro grandes corrientes historiogrficas: la liberal u oficial, la revisionista o
rosista, la liberal de izquierda o universitaria y la izquierda nacional o sincretista.
La corriente liberal caracterizada por la lnea Mayo-Caseros es la que escribi
la "historia oficial" de la Argentina. Bartolom Mitre y Vicente Fidel Lpez son sus
fundadores en el ltimo cuarto del siglo XIX y la Academia Nacional de Historia con
Ricardo Levene y compaa, ha sido su continuadora hasta nuestros das(5).
La corriente revisionista, como su nombre lo indica, es la que revisa la historia
oficial, transformndose en su contrapartida.
Esta corriente se inicia con la reivindicacin de la figura de Juan Manuel de Rosas y
tiene como antecedentes a Francisco Bilbao y su Historia de Rosas(1872) y a Adolfo
Saldas con Historia de la Confederacin Argentina(1892).Pero el revisionismo como
corriente historiogrfica nace con el trabajo de Ernesto Quesada, La Epoca de
Rosas(1898) que es cuando por primera vez se denunci la necesidad de superar el
mtodo lineal-positivista de la historiografa liberal. Tanto Bilbao como Saldas
tienen un propsito reivindicatorio, pero su mtodo histrico es liberal, pues "ninguno
de los dos consigui desaferrarse de la sujecin estricta a la letra escrita"(6),en
cambio Quesada establece, a travs de su mtodo, el festina lente(7), la diferencia
entre la explicacin liberal-positivista y la comprensin historicista. De modo que el
aporte de la corriente revisionista no se agota en lo reivindicativo sino que se
extiende a lo metodolgico.
Esta corriente se contina en la enciclopdica Historia Argentina de Jos Mara
Rosa, en los ocho tomos de Vida poltica de Rosas a travs de su correspondencia
de Julio Irazusta, en la didctica Historia Argentina de Ernesto Palacio y en mltiples
historiadores vinculados al Instituto de Investigaciones histricas Juan Manuel de
Rosas.
Las corriente liberal de izquierda o progresista nace ms recientemente. Aun
cuando se incuba antes, tiene su floruit despus del golpe de Estado de l955 que
derroca a Pern. Sus principales mentores son Tulio Halpern Donghi y Luis Alberto
Romero, hijo de quien fuera rector de la Universidad de Buenos Aires con la
revolucin libertadora, quienes se caracterizan ,obviamente, por su marcado
antiperonismo.
Sus anlisis histricos estn signados por una diarqua de origen, pues aplican
categoras marxistas pero entendidas sub specie poltica liberal. Esta ambigedad,
tildada de demcrata y progresista, le ha permitido reemplazar a la "vieja historia
liberal" en todos los programas de enseanza de historia tanto en la escuela
secundaria como en la universidad.
Finalmente tenemos la corriente de izquierda nacional, cuyos principales
expositores, a diferencia de la liberal de izquierda, son pro-peronistas. Posee un
marcado tinte economicista en el tratamiento de la historia, propio de su marxismo de
origen. Al que debemos sumar un alto contenido como "historia social". Es una
corriente de clara y expresa vocacin de integracin continental iberoamericana. Sus
principales exponentes y fundadores han sido Jorge Abelardo Ramos(Historia de la
nacin latinoamericana), Rodolfo Puiggrs(Historia crtica de los partidos polticos
argentinos) y el pensador Juan Jos Hernndez Arregui(La formacin de la
conciencia nacional). Existe, en nuestra opinin, un antecedente ilustre de esta
corriente en el historiador y socilogo de principios de siglo don Juan Agustn Garca
con su trabajo sobre la poca colonial titulado La Ciudad Indiana(1900).
Memoria nacional
Ahora bien, qu tienen que ver? y cmo tienen que ver? estas cuatro corrientes
historiogrficas en la constitucin de la memoria nacional de nuestro pueblo.
Estas son las cuestiones que debemos resolver
aqu.
Si como se dice, un problema bien planteado est ya medio resuelto. El
problema de la existencia de las memorias nacionales se encuentra ntrnsecamente
vinculado con la existencia de los pueblos. O ms precisamente, la existencia de los
pueblos es la conditio sine qua non de la existencia de las memorias
nacionales.
Porque el pueblo es el sujeto de esas memorias, en tanto que portador de
retenciones no cadas en el olvido.
Claro est, para aquellos que niegan la existencia de los pueblos como sujetos
histricos esta meditacin carece de sentido. Pero como para nosotros lo tiene,
definamos entonces, qu entendemos por pueblo.
Es el conjunto de hombres y mujeres unidos por una conciencia tnico-cultural
(lengua y valores), de pertenencia a una comunidad determinada. Esta comunidad no
es necesariamente poltica, pues hubo y hay pueblos -los judos ayer y los kurdos
hoy- que no existieron o no existen como naciones.
A su vez el concepto de nacin se expresa en el proyecto poltco-cultural que un
pueblo determinado se da en la historia del mundo. Por su parte, la nacin adquiere
existencia real, pasa de la potencia al acto, cuando es reconocida por la comunidad
internacional. Esto es, cuando se encarna en un Estado, que es el que le ofrece el
marco jurdico de su organizacin. De lo contrario, queda en potencia, como el caso
de la Gran Nacin Hispanoamericana soada por Bolivar, San Martn, Morazn,
Melgarejo y tantos otros.
Vemos como el concepto de nacin es, primero y antes que nada, una nocin
poltico-cultural, que adquiere un status oficial cuando se plasma en un Estado
reconocido como tal. De modo, que segn esto, la memorias nacionales van ms all
de los Estados nacionales. Es por este motivo que nosotros podemos hablar con
razn de la memoria nacional del pueblo iberoamericano.
Pero adems, as como la idea de nacin es anterior a la de Estado porque lo
funda. Tiene primaca ontolgica porque: Lo hace ser. La idea de pueblo tiene una
prioridad histrica, pues el concepto de pueblo es histricamente anterior al concepto
de Estado-Nacin que es una categora moderna. Es, sin lugar a dudas, el fruto
poltico ms logrado de la modernidad.
Luego de este desbroce de conceptos lo que queda claro es, que la memoria
nacional tiene que ver con la memoria de los pueblos, que a su vez va ms all de
las historias nacionales particulares, sobretodo en el caso iberoamericano. Ya
tenemos, pues, una pauta. Toda corriente limitada a un "nacionalismo de fronteras
adentro", de Patria Chica, poco y nada tendr que ver con la memoria nacional. Ni
que decir de aquellas corrientes que "Como nuestros cultos, al decir del poeta
Homero Manzi, adscriben a todos los problemas y soluciones extraas, y cuando
intervienen en los nuestros, lo hacen como extranjeros".
Y si esto es as, respondamos, entonces, a las preguntas planteadas:
Qu y cmo tienen que ver las corrientes historiogrficas argentinas en la memoria
de nuestro pueblo?.
La historiografa de corte liberal: En nada. Es un producto de la intelligenzia
colonial anglo-francesa del siglo pasado que se encuentra en las antpodas
valorativas de la memoria nacional de nuestro pueblo. Por otra parte, su propio
mtodo historiogrfico de "sujecin estricta a la letra escrita" la inhabilita para
incorporar ningn aporte de la memoria oral colectiva. As pues, tanto ideolgica
como metodolgicamente la corriente de corte liberal se encuentra escindida de la
memoria nacional del pueblo argentino.
La revisionista se encuentra vinculada en parte a la memoria de nuestro
pueblo. Sobretodo en el rescate del tema de nuestra gnesis como nacin. No
nacimos en mayo de 1810 sino tres siglos antes. Y en la determinacin de nuestros
enemigos histricos: Inglaterra y Francia y la lucha de Rosas contra ellos.
La liberal de izquierda, no slo nada tiene que ver, sino que adems niega
expresamente la memoria popular. Un ejemplo tpico es el reciente trabajo de Dina
Quattrocchi-Woisson: Los males de la memoria, Bs.As. Emece,1995, que desde su
como puesto en el CNRS francs opone las categoras de memoria(saber subjetivo)
a historia(saber objetivo).Negndole as a la memoria popular su carcter de
"verificabilidad intersubjetiva como criterio de verdad sobre los hechos histricos
En definitiva, es un subproducto no slo de la vieja corriente liberal a la que se le
suma un visceral antiperonismo, que desde la ctedra universitaria, sea argentina,
estadounidense o europea no habla ya sobre lo que fuimos sino acerca de lo que
debemos ser. Es una visin totalmente ideologizada en favor del ideario del
socialismo democrtico internacional.
Finalmente la corriente de izquierda nacional, algo tiene que ver con la
memoria de nuestro pueblo. Sobretodo con su tarea de rescate histrico de
pertenencia de la Argentina a la comn Patria Grande hispanoamericana y en la
explicitacin de los mecanismos de explotacin econmica de las sociedades
dependientes.
Conclusin
Hemos afirmado al comenzar esta exposicin que ninguna clasificacin
es
exhaustiva. De modo tal que, no escapar al lector atento, que existen un sin
nmero de historiadores que realizan su tarea al margen de las corrientes
mencionadas.
Observar, tambin, que la distincin entre pueblo como sujeto de valores-;
nacin como proyecto poltico cultural y Estado, es de singular importancia
para determinar el emplazamiento de la memoria nacional en el pueblo como
portador de retenciones no cadas en el olvido.
De modo tal que las corrientes historiogrficas participan en mayor o menor medida
en la memoria nacional de los pueblos, en tanto y cuanto participan en la
explicitacin de las vivencias y valores que un pueblo retiene como propios.
Notas :
La tradicin nacional
Notas:
Nacionalismo Continental
No escapar al lector atento la similitud del ttulo con el del trabajo del ensayista chileno
Joaqun Edwards Bello (1887-1968) quien all por 1935 public una serie de ensayos bajo
ese nombre. Sea pues, nuestro homenaje al preclaro pensador trasandino.
Notas:
1.- El Estado es entendido en este contexto segn la versin liberal como la organizacin jurdico-
institucional de la nacin. Nuestra meditacin sobre el Estado puede encontrarse en: Aportes al
pensamiento nacional, Ed.Cultura et Labor, Bs.As.1987.-
2.-Pakkasvirta,Jussi: Un continente, una nacin?, Ed.Academia de Ciencias de Finlandia, Helsinki,
1997, p.43.-
Resumen:
La idea de desencanto encierra el quiebre de una relacin
armnica previa entre hombre-mundo. As observamos cuatro
desencantos bien marcados en el proceso socio-cultural de la historia del mundo. El primero, el
paso
del mito al logos con el surgimiento de la filosofa griega, el segundo el trnsito del mundo pagano al
cristiano, el tercero con el surgimiento de la modernidad y por ltimo el desencanto postmoderno.
Nuestra tesis es que slo desde un enraizamiento premoderno, en los rasgos entitativos de nuestra
ndole, es posible superar el desencantado nihilismo de nuestros das, pues no se puede reformar
nuestra sociedad recurriendo a los mismos instrumentos- los de la modernidad- que la han llevado a
su situacin actual.
En cuanto al mtodo optamos por el disenso como el nico capaz de crear teora crtica , pues pensar,
y sobre todo desde Nuestra Amrica, es disentir. Disentir ante el pensamiento nico y poltcamente
correcto, pero disentir tambin ante la normalidad filosfica impuesta por el pensamiento europeo.
La idea de desencanto ha sido utilizada modernamente en sociologa por Max Weber y Ernst
Troeltsch para interpretar el paso de una etapa a otra en el proceso socio-cultural de la
historia del mundo.
El trmino contiene en s la idea de encanto, bajo su forma negativa y est vinculado a las
categoras de secularizacin o desdivinizacin.
No hay que olvidar al respecto que mundo se dice en griego cosmos ( que
significa primariamente limpio o bello. En nuestros das qued la cosmtica como la ciencia
del embellecimiento. Las mujeres la utilizan sobre todo para encantar a los hombres. Las
ideas de mundano y mundanal nos indican una insercin extralimitada en el mundo. Una
sobrecarga de cosmticos, para seguir con el ejemplo, que termina, en general
desencantando.
Por otra parte la idea de encanto que viene de incanto y que significa en latn pronunciar
frmulas mgicas, hechizar, someter a poderes mgicos indica con el sufijo in aquello que
est dentro del canto que en latn significaba cantar para ensalzar acompandose de un
instrumento musical. La idea de encanto tiene dos vertientes, una compuesta por el
sometimiento a poderes mgicos, donde el mito est detrs y otra por el sometimiento de
los sentidos a la hermosura, la gracia, la simpata o el talento. Pero adems, no debemos
olvidar que el encanto encierra tambin, y este es su aspecto negativo, la idea de aducir
razones aparentes y engaosas, pues encanto tambin significa vender en pblica subasta,
que como es sabido por todos, es el lugar propicio para el engao.
Y el mundo, nuestro mundo, es todo esto, el lugar donde nos gozamos y tambin donde nos
padecemos unos a otros.
Observamos, al menos etimolgicamente, como la idea de encanto est estrechamente
vinculada a la de mundo.
Nosotros vemos cuatro etapas en el desencantamiento del mundo, que marcan a su vez
cuatro perodos bien determinados de nuestra historia socio-poltico-cultural.
El mundo hasta el surgimiento de la filosofa griega en Mileto hacia el siglo VI a.C. estaba
considerado por las cosmologas de los pueblos antiguos India, Egipto, Caldea, Grecia
como un conjunto de fuerzas de la naturaleza que se personificaban en divinidades.
El salto cualitativo, y nunca acabado de estudiar sobre qu produjo el surgimiento de la
filosofa griega, consisti en que sta reemplaz esas divinidades por elementos naturales-
agua, aire, fuego, tierra- y por explicaciones racionales de condensacin-dilatacin, fro y
calor.
El mundo cristiano se desarrolla sin sobresaltos hasta finales del siglo XVII en que aparece
un nuevo orden de cosas. Finis saeculi novam rerum faciem aperuit, afirmar Leibniz, el
ltimo filsofo que concentr en s todo el saber de su tiempo (2). Comenzaba, pues, la
entronizacin del culto a la diosa razn. Hasta ese momento se sucede un perodo, casi
mil aos, de gran expansin misional y, al mismo tiempo, de gran acumulacin del saber
antiguo. Caballeros, misioneros y monjes realizan el trabajo ms pesado de la Alta edad
media, tambin denominado peyorativamente perodo oscuro. Viene luego la denominada
Baja edad media que tiene su plenitud en el siglo XIII, siglo de las grandes Summas Alberto
Magno, Toms de Aquino, San Buenaventura, Duns Escoto, etc.-. Nace, en el siglo siguiente
con el nominalismo, lo que justamente se denomin la va moderna, que es proseguida por
el Renacimiento en el XV, la Reforma en el XVI y el Racionalismo del siglo XVII. Estos
grandes movimientos an son y pertenecen mutatis mutandi al mundo cristiano. El
desencantamiento de ste mundo se produce en el siglo XVIII con la propuesta del
racionalismo, ahora, Iluminista y con el movimiento de la Ilustracin enciclopdica.
Se inaugura la poca de la razn calculadora como acertadamente la denomin Heidegger.
Dios deja de ser el centro del universo, el productor de sentido para convertirse en un
captulo de la filosofa denominado teodicea. An cuando ya hace dos siglos que los mtodos
han cambiado, se privilegia el mtodo experimental al especulativo, el desancantamiento del
mundo se produce cuando, al decir de Hegel, el bosque sagrado de toda la tradicin
medieval y premoderna se transforma en mera lea. El objeto ya no es lo bello sino que
degradndose a objeto material es slo lo calculable, lo mensurable, lo dominable por la
razn.
Sin embargo la razn iluminista intenta su propio encantamiento del mundo a travs de
cinco o seis relatos universales: el progreso indefinido, el poder omnmodo de la razn, la
democracia como forma de vida, la subjetivizacin del cristianismo, la manipulacin de la
naturaleza por la tcnica, la libertad como capricho subjetivo.
Respecto del encantamiento moderno, donde se aprecia que en el origen est el elemento
que producir el desencantamiento, afirmamos junto con nuestro amigo y filsofo Alfredo
Mason que: la construccin ms "originalmente" racional y europea, es la utopa (las de
Campanella con su Ciudad del Sol; Francis Bacon y su Atlntida o Thomas Moro y su
Utopia). Que viene a ser una razn que se concibe a s como absoluta que ordena un
universo segn sus propias leyes y que a pesar de lo arbitrario lo consagra como el ideal
perfecto. Es la renuncia al mundo real y la opcin por el virtual.(3)
Es dable aclarar que la crtica a estos grandes relatos no va en desmedro de los rasgos
positivos que tiene, sin lugar a dudas, la modernidad, por ejemplo: la libertad religiosa, el
progreso material en miles de invenciones utilsimas al hombre, como en los campos de la
salud, la vivienda, el transporte, la educacin, la ciencia, etc. Pero la exaltacin o estudio de
estos aspectos no es objeto de este trabajo.
Ac intentamos mostrar como algunos de los elementos fundamentales de la modernidad la
hicieron entrar en contradiccin consigo misma. Analgicamente y para lucimiento
acadmico hablaramos de la quiebra de los paradigmas al estilo de Thomas Kuhn.
En realidad, este modelo discursivo, que en criollo debera denominarse modelo conversado,
muestra la gran contradiccin del pensamiento progresista de estos primeros aos del siglo
XXI, que consiste en creer que se puede reformar la sociedad recurriendo a los mismos
instrumentos que la han llevado a su situacin actual.
Hoy el dios monotesta del libre mercado ha llegado a privatizar la opinin pblica ya que
slo existe la opinin publicada. Los agentes mediticos se han quedado hoy da con la
representacin exclusiva del pueblo que ellos han transformado en gente. La patria
locutora y escribidora viene reemplazando a los polticos quienes ante la furia privatizadora
de los activos fijos estatales se han quedado sin aparatos del Estado para ejercer el poder y
han cedido su iniciativa al periodismo y los tecncratas.
En el mbito de la cultura dejar de lado la versin liberal de la misma que nos viene desde la
poca de la Enciclopedia francesa con su idea del valor universal de la cultura racional-
occidental e ir al rescate del principio de identidad, no solo como afirmacin de nosotros
mismos sino tambin como defensa de la diversidad cultural, que se expresa en el
reconocimiento del otro, del diferente a nosotros. Rechazar la nefasta teora del
multiculturalismo y proponer el pluralismo intercultural. Esto es, un pluralismo sin relativismo
que hace que el mundo sea en realidad un pluriverso y no un universo como ha pretendido
el pensamiento moderno-ilustrado desde la poca de su nacimiento.(6)
Notas:
1.- Platn en Cratilo (399 c 1 a 6) se pregunta por la etimologa del trmino hombre: Por qu
reciben los hombres el nombre de anthopoi(hombres) ? ... Este nombre de nthropos significa que
los dems animales no observan ni reflexionan ni examinan (anathrei) nada de lo que ven; en cambio
el hombre, al tiempo que ve- y esto significa oppe- tambin examina y razona todo lo que ha visto.
De aqu que slo el hombre, entre los animales, ha recibido correctamente el nombre de nthropos
porque examina lo que ha visto (anathrn ha oppe).
2.- Cfr. Hazard, Paul: La crisis de la conciencia europea 1680-1715, Madrid, Ed.Pegaso, 1975.-
3.-Mason, Alfredo: Comentarios a la primera versin de El desencantamiento del mundo, Buenos
Aires, e-amail del 15-3-04.-
4.- Villoro, Luis: El pensamiento moderno. Filosofa del Renacimiento, Mxico, F:C.E., 1992, p.
104
5.-Cfr.Furet, Francois: Pensar la Revolucin Francesa, Barcelona, Ed. Petrel, 1980. Especialmente el
captulo: Agustn Cochin: La teora del jacobinismo.-
6.-El desarrollo pormenorizado de las razones que justifican las medidas propuestas en estos tres
campos puede encontrarse en nuestros libros: Hispanoamrica contra Occidente, Madrid, Barbarroja,
1996; Ensayos de Disenso, Barcelona, Nueva Repblica, 1999 y en Metapoltica y Filosofa, Buenos
Aires, Theora, 2002.
(*)Chers amis,
Le Prof. Buela, spcialiste de philosophie grecque antique Buenos Aires en Argentine est
lun de nos amis de longue date. Le texte quil nous a envoy aujourdhui est CAPITAL et
mrite une lecture trs attentive. Il est galement idal pour les travaux des cellules de
lcole des cadres,dans la mesure o la clart limpide (et hispanique) des arguments et des
thses de Buela nous permet de cerner une notion aussi capitale que celle de
dsenchantement, thorise en son temps par Max Weber. Bon travail ! Robert Steuckers
Eplogo
Querido Alberto:
Gran alegra me caus recibir tus Ensayos de Disenso (Sobre Metapoltica) a los que
tambin, con todo provecho, se les podra rebautizar: Porqu Metapoltica?(Ensayos de
Disenso), argumento para esclarecer algunas mentes atrapadas en la telaraa de la
Postmodernidad y en momentos que la Poltica (con maysculas!) ha sido bastardeada y
subalternizada en aras del gran mercado de baratijas universal.
Sera en extremo audaz de mi parte hacer algn tipo de comentario a tu magnfico trabajo,
acuado y plasmado a travs de aos de esfuerzo y lucha personal desde las pginas de la
muy querida y aorada Disenso. Ni tan siquiera intentar una glosa al estilo de los viejos
comentaristas del Corpus Iuris. Apenas me atrevo a elaborar apuntes sueltos, desordenados
y hasta anrquicos, que espero sepas tratarlos con benevolencia y puedan ser de alguna
manera tiles para la continuidad de tu fenomenal labor.
Qu respuesta tenemos, hombres de estas latitudes perifricas y premodernas, para poder
cambiar el curso y las imposiciones de este mundo igualitario agobiante que nos oprime
da a da? Acaso,tratando de volver hacia atrs en el tiempo(la simple aoranza por un
pasado mejor) o tan slo tratando de imponer desde un poder que no se tiene y desde el
cual fuimos extraados pautas y valores que respondan ms cabalmente a nuestra
bastardeada identidad nacional?
Ni uno ni otro procedimiento pudo llevarse a cabo o sirvi a lo largo de nuestro devenir
histrico frente a un modelo globalizador que parece ineluctable. Los ejemplos abundan.
Los revolucionarios de 1943 quisieron enderezar moralmente la sociedad de entonces, ms
all del uso y abuso de absurdas moralinas que llegaron al ridculo de prohibir la difusin
de algunas letras de tango. Desde otra perspectiva, el mismsimo modelo universalista y
antinacional, acompaado de un formidable aparato meditico (machaconamente
compulsivo) no ha podido afortunadamente completar del todo su monumental lavado de
cerebros: En todas las latitudes y principalmente en los grandes espacios culturales han
aparecido y aparecen - Gracias a Dios!, expresiones como la tuya, de los considerados
polticamente inconvenientes que estn socavando y resquebrajando los cimientos del one
world. Entre nosotros los piqueteros y los frecuentes cortes de rutas son ejemplo de este
revulsivo social y del rechazo cada vez ms generalizado de gran parte de nuestra sociedad.
De nada vale la pretensin dogmatizadora de la Historiografa oficial, acadmica y
presuntuosa, apoyada en los aparatos de poder y en la intelligentsia local por frenar la
aparicin de las corrientes revisionistas y el alumbramiento de una verdadera Historia
cientfica. Ya Toynbee en su visita al pas en 1966 inquirira a este alumno de la carrera de
Historia, sobre qu era eso del revisionismo?; al ao siguiente declarara en Inglaterra:
He encontrado un pas sumergido en una irritada introspeccin (sic)
En el campo de las letras hubo siempre la ms amplia difusin para los Borges, Victoria
Ocampo, Silvina Bulrich, Sbato, Mrmol et alia, con menosprecio y ocultamiento para Hugo
Wast (el escritor argentino ms traducido mundialmente y hoy casi un desconocido en el
pas de los argentinos e Iberoamrica), Manuel Galvez, Leonardo Castellani, Leopoldo
Marechal, Juan Luis Gallardo, Abel Posse y tantos otros. Un amigo, con sarcasmo afirmaba
sobre este orden de cosas que Marechal era ms importante que Borges, porque al menos
cuantitativamente, haba escribido ms mucho, tanto en poesa cuanto en novelstica.
Finalmente esta agresin a las esencias de lo nacional se proyecta hasta el propio lenguaje
coloquial, imponiendo trminos ingleses, descalificando formas lingsticas tradicionales (mal
llamadas arcaicas) o de origen quechua, que siguen siendo utilizadas a pesar de todo, por
los estamentos populares del norte argentino y de la regin: el castizo haiga en lugar del
haya gramatical; el mais adversativo en lugar del pero; el chuy (fro) y tuy (caliente); el
descaisido por el decado; el api (desabrido) y tantos otros que nos singularizan.
Sobreviven a estas poderosas agresiones, valiosos elementos de la cultura popular
americana, perdurando tambin obras y autores enraizados con nuestra identidad que
nuevamente comienza a ser revalorizada (el despertar actual de la msica e intrpretes
folclricos y del tango por ejemplo).
Los transgresores (obviamente a nosotros nos cabe la verdadera descalificacin que nos
convierte en polticamente incorrectos) para este modelo no son nada ms que figuras de
circunstancias que no van ms all de los lmites fijados por el propio modelo. El lenguaje, la
estrafalaria vestimenta y las actitudes groseras de ciertos personajes del rock nacional son
parte del circo y de los parmetros permitidos. De igual modo el look policromo de algunos
futbolistas, de manifestantes gay, polticos faranduleros y otros tantos que
continuamente desfilan por las pantallas de la televisin.
Estamos entonces en presencia del llamado totalitarismo democrtico, dentro del proyecto
democracia de yanquilandia, pero que en realidad debera denominarse autoritarismo
plutocrtico. Aquello que con exquisita irona defina aos atrs Jos Antonio: Hay que
respetar los derechos individuales...Ahora bien, qu son los derechos individuales?.
Imaginemos a un obrero de un peridico...Ese obrero, una maana, cuando alborea, nota
que le corre por la frente un sudor fro...Pesadamente cae al suelo...Se ha muerto. El obrero
deja viuda y seis hijos...La viuda recibe un subsidio...Vive unos meses; acaso un ao o dos.
Pero llega una fecha en que resbala entre los dedos el ltimo (peso) del subsidio...Y
entonces? Entonces, si la viuda tiene la fortuna de vivir en un Estado liberal, se encontrar
con una Constitucin magnfica (nuestros polticos afirman que la promulgada en 1994 lo
es), que le asegurar todos los derechos. Los famosos derechos individuales. La viuda
tendr libertad para elegir la profesin que le plazca. Nadie le podr impedir, por ejemplo,
que establezca una joyera o un Banco...La viuda ser muy duea de lanzar un rotativo como
aquel en que su marido trabajaba. Y como, adems, las leyes protegen la libertad religiosa,
le estar permitido fundar una secta y abrir una capilla. Toda esa riqueza jurdica, no
conforta a cualquiera? Claro est que la viuda acaso no sienta la comezn urgente de
escribir artculos polticos o fundar religiones...Pudiera ocurrir que su mayor apremio
consistiera en hallar sustento...Pero eso es, cabalmente, lo que no le proporciona el Estado
liberal. Derecho a comer, s, sin duda alguna. Pero comida?...
Es en esencia este gobierno mundial y particularmente en la Argentina el gobierno de la
mediocracia, en su doble semntica, gobierno de los medios de difusin que predican las
bondades de esta democracia, y gobierno de los dirigentes mediocres, pantallas o simples
testaferros del verdadero poder detrs del trono: Ronald Reagan, Carter, Clinton, Bush en
USA; Menem o de la Ra, en Argentina.
BUELA, Alberto, Ensayos de Disenso (Sobre Metapoltica); Molins de Rei (Barcelona), Nueva
Repblica Ediciones, 1999.