Lecturas y Relecturas
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Lecturas y Relecturas
2003-05
Mora-Lomel, Ral H.
Este documento obtenido del Repositorio Institucional del Instituto Tecnolgico y de Estudios Superiores de
Occidente se pone a disposicin general bajo los trminos y condiciones de la siguiente licencia:
http://quijote.biblio.iteso.mx/licencias/CC-BY-NC-ND-2.5-MX.pdf
4 ISBN 968-5087-54-7
ndice
Introduccin 7
Remembranzas alfonsinas 15
La conquista evangelizadora
en la literatura latinoamericana 171
5
Rehacer cada da la esperanza: tras la locura quijotesca 231
6
Introduccin
10
El hombre que apost a la libertad*
* Publicado con el ttulo Sartre: el hombre que apost a la libertad, en la revista Proceso,
nm.181, Mxico, 21 de abril de 1980, pp. 4041. 11
ment sus crticas cuando se supo acusado por l de estar ms preocupado
por Dios que por el hombre. 1 Los telogos apologetas lo temieron como al
ms furibundo antitesta. Los marxistas reclamaron su filiacin al Partido
Comunista o, como Lucien Goldmann, intentaron resistir a la lgica de su
pensamiento sobre el individuo y su opcin libre y personal.
Sartre fue siempre el hombre controvertido, el hombre de la controversia.
Naci en Pars el 21 de junio de 1905. Con su ensayo autobiogrfico Las pa-
labras (1964), quiso responder a quienes intentaban explicar su obra de fil-
sofo, novelista, dramaturgo o periodista, explorando con fantasas psicoana-
listas en su propia vida y la de sus antepasados.
Hijo de Anne Marie Schweitzer emparentado as con el Premio Nobel
de la Paz 1952, Albert Schweitzer, perdi de hecho a su padre, Jean Baptiste
Sartre, cuando tena apenas unos meses de vida. Sin creer en la casualidad
psquica de la obra artstica y del quehacer humano, con la irona que llena
toda su obra, en Las palabras reconoce que Jean Baptiste le hizo a Anne Marie
un hijo a/galope, antes de refugiarse en la muerte. Sartre se libr de esta
manera del superego y se convirti en un Edipo sin agresividad, con la
presencia, sin embargo, del gran patriarca, el abuelo materno Charles
Schweitzer: se pareca tanto a Dios que con frecuencia lo tomaban por l.
Sin amor, sin odio las dos caras de la misma medalla descubri as
el mundo de los libros: primero para leer, en la primera parte de su historia
(La Rochelle, Havre, Laon, Berln, Pars); luego para escribir: su decisin li-
bre y su proyecto.
Una decisin que lo haca aceptar la soledad. Como la de un bastardo que
por adopcin elige tener la pasin de comprender a los hombres. Con una
libertad sin trabas ni padrinos, igual a la que mostr al rechazar, en 1964, el
Premio Nobel de Literatura.
l ecturas y r electur as
2 Sartre, JeanPaul. Le Diable et le bon Dieu, Gallimard, Pars, 1951, p.282 (en espaol: El
diablo y Dios, Alianza, Madrid, 1981, p.242). 13
l ecturas y r electur as
14
Remembranzas alfonsinas*
1
La sonrisa alfonsina
Ante la vida puede el hombre adoptar actitudes muy variadas. Don Alfonso
Reyes hace muchos aos que adopt la sonrisa como actitud, en el sentido en
que puede ser sonriente un dilogo de Platn.2 En la rapidez de un discurso,
en ocasin de otro homenaje, Martn Luis Guzmn no tradujo esa sonrisa
como actitud sino en tal o cual ancdota, en tal o cual reflejo literario. Inspi-
rado por l, quiero volver sobre el tema y valorar, a travs del smbolo de la
sonrisa, la actitud que hizo suya don Alfonso no slo ante la vida sino tam-
bin ante la muerte.
La llamo smbolo, porque eso fue para Reyes: imagen, expresin de un
proceso consciente, lento, lleno de vicisitudes; lenguaje que reflej su ms
personal experiencia y le vali sus mejores pginas.
Smbolo que nos cuenta, repito, su actitud frente a la vida y la muerte, o
ms acorde con el homenajeado, frente a la muerte y la vida, ya que se fue el
orden que l quiso darle el da del dolor: Aqu mor yo y volv a nacer. Pas
de la muerte a la vida el 9 de febrero de 1913, gracias a la sonrisa del gran
Romntico, muerto por la patria: Una ancha, generosa sonrisa se le haba
r emembranzas a lfonsinas
* El presente apartado recopila un discurso y tres artculos en los que queda de manifiesto el
origen del quehacer literario de Alfonso Reyes y su opcin poltica.
1 Este discurso se public en Presencia de Alfonso Reyes. Homenaje en el X aniversario de
su muerte (19591969), Fondo de Cultura Econmica, Mxico, 1969, pp. 9198.
2 Guzmn, Martn Luis. La sonrisa como actitud, en Tiempo, Mxico, 11 de junio de 1943;
cfr. Pginas sobre Alfonso Reyes (19111945), t.I, Universidad de Nuevo Len, Monterrey,
1955. 15
quedado viva en el rostro: la ltima yerba que no pis el caballo de Atila; la
espiga solitaria, oh Heine que se le olvid al segador. 3
Don Alfonso tard 17 aos para poder expresar este dolor de la muerte de
su padre. 17 aos de lucha en silencio para no traicionarse. De esa lucha, de ese
silencio, de ese dolor fue expresin permanente la sonrisa.
En su obra, cuatro ensayos estn de manera expresa consagrados a la
reflexin de la sonrisa como actitud: Las dos caras, de El plano oblicuo
(1912); La sonrisa, de El suicida (1917); El coleccionista, de Calenda-
rio (julio de 1921), y Una sonrisa, de Los trabajos y los das (noviembre
de 1943). 50 pasajes, al menos, constituyen la coleccin alfonsina de son-
risas. Pretendo rehacer el proceso que esos ensayos y esa coleccin descubren.
Sonreiremos quizs tambin nosotros en el dolor que se renueva en cada ani-
versario de su muerte: sonrisa sin irona, sonrisa que ser invitacin a supe-
rar, como Reyes, lo absurdo de la historia, a renovar, como l, la esperanza.
Oh, qu sonrisa aqulla! Pocos gestos humanos ejercen sobre m mayor in-
fluencia que las sonrisas: yo las recojo, las estudio, las conservo con acucia
de coleccionador.4 Cuantas reflexiones haga don Alfonso despus sern explica-
cin, evolucin de esta confesin primera. Desde este momento las busca con
esa actitud tan suya de coleccionista, amante de los museos dinmicos.
Deslindar, distinguir los diversos tipos de sonrisas es desde ese momento
su reaccin instintiva. Sin mencionar entonces a Henri Bergson, la contrapo-
ne a la risa: sta se funda en lo cmico; la sonrisa es, a lo ms, una risa que
comienza. Hay sonrisas que son un reproche y desconciertan; otras traen el
descanso porque son anuncio de perdn; entre ambas estn las sonrisas com-
l ecturas y r electur as
pasivas, y stas torturan casi tanto como el silencio tenso en medio de la charla.
La sonrisa de El suicida
r emembranzas a lfonsinas
5 Reyes, Alfonso. El consuelo, en Reyes, Alfonso, Obras completas, vol.II: Visin de Anhuac,
Las vsperas de Espaa, Calendario, Fondo de Cultura Econmica, Mxico, 1976, p.281.
6 Reyes, Alfonso. El milagro, segn Duhamel, en Reyes, Alfonso, Obras completas, vol. III :
op. cit, p.393. 17
les de saludar la vida la aceptacin o el reto, Reyes propone la hiptesis
bsica de sus reflexiones en El suicida: Sostengo, en efecto, que toda crtica
sobre el mundo arroja un saldo negativo.7
De pesimista juzgara tal visin del mundo quien no hubiera admitido
con don Alfonso que, por el contrario, en la aceptacin, y sobre todo en la
aceptacin pasiva, est el peor de los conformismos: el que ignora el mal, por
no haberlo enfrentado, o pretende engaarse con un claudicante pudiera
haber sido peor.
La divagacin inicial as las llam su autor con que intenta de-
mostrar su aserto bsico es el ensayo intitulado La sonrisa que ahora releo.
No deben turbarnos, repite tres veces, ni las relaciones fisiolgicas entre la
risa y la sonrisa, ni las relaciones zoolgicas que intentan quienes creen per-
cibir una sonrisa en los simios, ni las consideraciones sobre las causas ex-
trnsecas de la sonrisa. Si queremos compararla a la risa como lo hiciera
Bergson, aludido aqu de manera expresa debemos subrayar sobre todo su
interioridad, su naturaleza solitaria, su origen espiritual y su permanencia.
Notas todas que estn definiendo ms una actitud que un gesto facial o una
explosin instantnea de la emotividad. En virtud de esto Reyes corrige la
afirmacin de Franois Rabelais: [...] rire est le propre de lhomme (rer es
lo propio del hombre). No, dice don Alfonso, lo propio es la sonrisa, porque
ella es, en todo caso, el signo de la inteligencia que se libra de los inferiores
estmulos. La libertad queda as unida a la dinmica de la sonrisa inteligente.
La primera forma de dicha libertad es la inutilidad inmediata de la son-
risa: no sirve para el mantenimiento corporal y, debido a ello, se desva de la
estricta gravedad vital, aunque, por eso mismo, tiene el mrito de poder con-
vertirse en la primera opinin del espritu sobre la materia y de poder juz-
gar al mundo como fantasa o capricho del pensamiento.
l ecturas y r electur as
El coleccionista
Este artculo, uno de los ltimos cartones de Calendario, fue publicado por
primera vez en la revista de Juan Ramn Jimnez y Alfonso Reyes, ndice, en
junio de 1921. Los subttulos de los dos apartados en que se divide quieren
plantear el problema y sugerir la evolucin: Por qu ya no colecciono sonri-
sas y Ahora colecciono miradas. 9
Menos especulativo que en El suicida, ms anecdtico, el escritor aqu
mete a juicio su coleccin de sonrisas. Pero aunque l lo pretenda, aunque
lo diga me adelanto a decir que su afn fue vano: sigui coleccionando
sonrisas. La revisin de 1921 que ahora cito es evolucin, progreso, nunca
renuncia del dinamismo de aquella actitud de coleccionista, ni abandono del
smbolo potico de la sonrisa. La evolucin se realiza por purificacin: He
dejado de coleccionar sonrisas en busca de algo ms serio, ms directo, ms
cristalino, concluye el primer prrafo.
De esa claridad le parece expresin ms lmpida la mirada, porque por
r emembranzas a lfonsinas
los ojos se dice el alma a toda hora. A pesar de eso, sostengo, la sonrisa sigui
siendo smbolo de todo su proceso existencial. De estas pginas saldr este
smbolo no empobrecido sino ms lleno de contenido emotivo e ideolgico.
9 Reyes, Alfonso. El coleccionista, en Reyes, Alfonso, Obras completas, vol.II: op. cit, pp.
352355. 21
El anlisis del primer apartado, Por qu ya no colecciono sonrisas, da
esta estructura:
AA B A AB C
En la segunda serie:
Hay sonrisas falsificadas, que quieren pasar por autnticas; embustes co-
merciales creados cuando el mercado perdi su virginidad encantadora
de antao.
Hay, sobre todo, algo que me inquieta: he dado en pensar que la sonrisa
es una risa sin entraas, una risa insalubre, sin eficacia vital; una risa
que se ha vuelto loca y ha olvidado su propsito a medio camino, como
flecha que se pierde en el aire [...] una catarsis mancada, un desahogo
10
que se arrepiente.
Yo s bien, en mi fuero interno, que todas stas son malas ideas. Antes, en mi
mejor poca, aunque tales ideas me asaltaran, no me inquietaban ni hacan
mella. Las tena yo descontadas de antemano. Lo que me importaba era llegar
a las almas colgado del hilo de araa de una sonrisa, como el amante que
trepa hasta el balcn por las trenzas de oro de Ruiponche.11
[...] llegar a las almas colgado del hilo de araa de una sonrisa es una
confesin ms seria, ms cristalina y ms potica que El suicida. A esta acti-
tud y a su smbolo no poda renunciar as lo proclamara l mismo
quien buscaba exactamente eso en el trabajo erudito, en la charla literaria,
en los gritos de la calle. Porque a travs de todo su trabajo se haba converti-
do en coleccionador de almas, para confesar en su coleccin la suya
propia.
Obvia y espontnea expresin de esta actitud tan ntima y personal fue la
sonrisa de la Gioconda, a la que Reyes una como mi oracin favorita
una pgina de Walter Pater. Esta oracin es el elemento C que cierra este apar-
tado de El coleccionista. Esa sonrisa, rezaba don Alfonso, es ms antigua
que las rocas que la circundan; como el vampiro, ha muerto ya muchas veces
r emembranzas a lfonsinas
11 Idem. 23
Muchos aos despus volvi el escritor sobre esta pgina para citarla en
Junta de sombras como expresin del alma o pintura moral. 12 Y esto consti-
tuye un nuevo y no pretendido argumento en pro de lo que sostengo, que El
coleccionista no renunci a la sonrisa, que sta sali de aquella tormenta
ms trasparente: la sonrisa es, de hoy para siempre, reto a la muerte por la
que el hombre se afirma en la vida y la crea en libertad.
16
Alfonso Reyes: la literatura como opcin poltica
15 Reyes, Alfonso. Adis, en Reyes, Alfonso, Obras completas, vol. X : Constancia potica,
Fondo de Cultura Econmica, Mxico, 1981, p.236.
16 Este artculo se public en la revista Proceso, nm.248, Mxico, 3 de agosto de 1981, pp.
4648. 25
ca, en la que muri das despus Francisco I. Madero, por la traicin de
Victoriano Huerta, comenz la poca en que Mxico se desgarr en venganzas
fratricidas. Quienes podan ofrecer una alternativa no violenta para la recons-
truccin del pas despus de la revolucin de 1910 se vieron dispersados por el
mundo: Alfonso Caso, Jos Vasconcelos, Julio Torri, Pedro Henrquez Urea y
Alfonso Reyes, conocidos como la generacin del Ateneo.
En el destierro estos intelectuales se sintieron reclamados por la lucha y
la muerte de los seres queridos, pero pocos superaron la tentacin de la re-
vancha sangrienta e infecunda como lo hizo Reyes. l, confinado en Pars,
luego olvidado en Madrid, un tanto castigado por la interpretacin de la his-
toria que convirti a su padre en un supuesto traidor, aprendi desde la po-
breza y el trabajo por el pan de cada da que Mxico deba emprender otro
camino: el de la educacin que trasforma la sociedad, porque suscita la con-
ciencia de miseria y alienta el impulso de liberacin. Por eso hizo de la lite-
ratura su quehacer prioritario y su ms radical opcin poltica.
Los aos de gestacin y afirmacin definitiva de esta opcin correspon-
den precisamente al periodo revolucionario de 19141924. La lectura super-
ficial de los escritos de esta poca propici otra calumnia, la que hace de
Alfonso Reyes un hombre que quiso vivir de espaldas, sin ver de frente lo que
en esos das sufra Mxico.
Se valora, es cierto, la erudicin con que, al lado de Ramn Menndez
Pidal, se meti al mundo de la filologa y de los clsicos espaoles, para pre-
parar desde la fra bodega en que estaba el Centro de Estudios Histricos la
edicin del Mo Cid y de las obras de Juan Ruiz de Alarcn, o para elaborar el
boletn bibliogrfico de dicho lugar. Con ese trabajo se fue ganando la fama
de humanista universal y cosmopolita sin fronteras. Su actividad ulterior, como
embajador en Brasil y, sobre todo, en Argentina, o sus meditaciones sobre los
l ecturas y r electur as
Espaa: las luchas de Emiliano Zapata, las correras de los federales, los eno-
jos de Venustiano Carranza contra el presidente estadunidense Woodrow Wilson
y contra sus antiguos compaeros, las incursiones de Francisco Villa en terri-
18 Reyes, Alfonso. Visin de Anhuac (1519), en Reyes, Alfonso, Obras completas, vol.II: op.
28 cit, pp. 934.
busca del alma nacional. Lema muy de la poca y tarea que sostena el mundo
cultural de Amrico Castro, Federico de Ons, Antonio G. Solalinde, Enrique
DezCanedo y Toms Navarro Toms, los investigadores del Centro de Estu-
dios Histricos. Es mucho ms que eso: una fbula histrica y una evocacin
del mundo que los conquistadores espaoles contemplaron al llegar a la
regin ms transparente del aire, el Anhuac. Paisaje, tierra y cielo, aire y
luz, recuerdo de cosas lejanas, sentimiento de estar olvidado por mi pas
y nostalgia de mi altiplanicie. Es el encuentro luminoso y humillante de dos
razas, en la hora del alumbramiento del Mxico mestizo de hoy.
Y ms todava: es una trasposicin de aquella visin a la propia vida. El
poema es como una elega a la desaparicin del hroe, como relata Reyes en
ese libro, al comentar el poema Ninoyolnonotza. En ese llanto del Anhuac
humillado, la muerte del hroe, del guerrero, mi seor, hizo florecer la
plaza, el templo, el palacio, con la que es hija de todas las flores, la sonrisa.
Una ancha, generosa sonrisa se le haba quedado viva en el rostro, confa
al final en su Oracin del 9 de febrero, al evocar la visin de la plaza y del
palacio en que cay su padre, en un ltimo y malogrado esfuerzo por recupe-
rar, desde la crcel de Tlatelolco, lo que Victoriano Huerta quera, como Atila,
pisotear: la esperanza de un Mxico que, por lo pronto, viva el espanto so-
cial. Semejante al espritu de sus desastres, el agua vengativa espiaba de
cerca la ciudad: turba los sueos de aquel pueblo gracioso y cruel. Esta tra-
gedia, expone ah mismo el miembro del Ateneo, acosaba a la ciudad desde
los aos de la conquista hasta los de aquella prodigiosa ficcin poltica
que nos dio treinta aos de paz augusta, la paz mentirosa y opresora de
Porfirio Daz.
Visin de Anhuac (1519), escrita en 1915 y publicada dos aos des-
r emembranzas a lfonsinas
30 19 Reyes, Alfonso. El suicida, en Reyes, Alfonso, Obras completas, vol. III : op. cit, pp. 217303.
hacer suyas las palabras de W.J. Bryan, un vicepresidente de Estados Unidos:
Yo no quiero que los hombres mueran por su patria, sino que vivan para su
patria. 20
Calendario 21 est formado por notas reunidas en un aparente orden
cronolgico, con un tono de humorismo anecdtico, fruto de amigables con-
versaciones. Con un imperceptible movimiento afectivo pasa de la ancdota
al secreto personal, de los gritos de la calle a la soledad y a la intimidad de los
recuerdos. Escritas a lo largo de nueve aos, a partir de las primeras noches
en Madrid, desde octubre de 1914, estas giles pginas penetran con la fuerza
emotiva de una palabra, oda al azar, y preparan las ltimas lneas, en las
que por nica vez dej entrever su secreto y la razn de sus silencios sobre
Mxico: Yo sal de mi tierra, har tantos aos, para ir a servir a Dios. Desde
que sal de mi tierra me gustan los recuerdos. En la ltima inundacin, el ro
se llev la mitad de nuestra huerta y las caballerizas del fondo. Despus se
deshizo la casa y se dispers la familia. Despus vino la revolucin. Despus,
nos lo mataron...
Imposible dejar de subrayar la coma de la ltima frase, como he querido
repetirlo una y otra vez a mis amigos: una breve pausa, puesta slo ah, como
un respiro, antes de levantar el manto que esconde las heridas y explican el
silencio de aquellas horas de gestacin y de opciones fundamentales.
Con tal pudor, contra el exhibicionismo y la verborrea demaggica y comer-
cial, Alfonso Reyes haba descubierto lo que es la literatura y su quehacer:
compartir la propia experiencia, interpelar con ella al hermano ausente o cerca-
no, impulsar la trasformacin y el paso de la muerte y de la injusticia a la vida.
Como uno de los momentos claves del homenaje nacional al miembro
del Ateneo, se ha prometido ya la puesta en escena de su pieza de teatro Ifigenia
r emembranzas a lfonsinas
cruel. 22 Reto y promesa que hay que sostener, porque ms de una vez el inten-
to ha sido fallido.
20 Reyes, Alfonso. En torno a la hazaa de Toln, en Reyes, Alfonso, Obras completas, vol. IX :
op. cit, pp. 265266.
21 Reyes, Alfonso. Calendario, en Reyes, Alfonso, Obras completas, vol.II: op. cit, pp.269359.
22 Reyes, Alfonso. Ifigenia cruel, en Reyes, Alfonso, Obras completas, vol. X : op. cit, pp.311359. 31
No ha faltado quien slo vio en esta obra, la ltima de los aos madrileos,
un remedo de las Ifigenias clsicas. Inspirado, no hay que desmentirlo, en
Eurpides y quizs ms en Racine, este poema es como de forma atinada lo
interpreta su propio autor en Historia documental de mis libros una
mitologa del presente y descarga de un sufrimiento personal.23 Es la afir-
macin, sin reticencias ya, de un camino que no slo se opone a la venganza
No quiero!, grita Ifigenia sino defiende la libertad. No tanto el camino
que concibe nuevos horrores como el que se identifica con el pueblo el
coro, incapaz de olvidar o de traicionar, capaz por el contrario de gritar y
urgir como exigencia de participacin poltica el principio de buen gobierno:
Nadie que no sea sensato mande en las plazas de los hombres.
Con Ifigenia, es ahora el coro, el pueblo testigo y vctima quien asume
la vocacin de quedar condenado al sacrificio parlante. Como el poeta. Como
Alfonso Reyes.
Pasada la tormenta, volvi l a Mxico, lo represent en diversas embajadas,
le habl desde la universidad, pero sobre todo le dio con sus escritos ensa-
yos, poemas, tradiciones, obras autobiogrficas como Parentalia y Albores
el secreto de sus trabajos y sus das: hacer de la palabra un servicio, hacer de
la literatura una opcin por construir y reconstruir la patria.
Alfonso Reyes vivi y trabaj hasta el 27 de diciembre de 1959, da de su
muerte, en la Capilla Alfonsina, durante aos al cuidado de Tikis, su nieta
Alicia Reyes, quien como Ifigenia rediviva, mantiene encendida la misma lm-
para. All se supo don Alfonso, como lo dijo en 1945 al recibir el Premio Na-
cional de Literatura, entre dos infinitos: el del recuerdo y el de la esperan-
za. Con el recuerdo y la investigacin creativa manifest su experiencia
literaria: no slo esttica sino espiritual que cambia al hombre y lo impulsa
en su tarea social. Por la esperanza retom los mitos y comparti sus utopas:
l ecturas y r electur as
ltima Tule, Tentativas y orientaciones, No hay tal lugar... Merece por eso
23 Reyes, Alfonso. Historia documental de mis libros, en Reyes, Alfonso, Obras completas,
32 vol. XXIV : Memorias, Fondo de Cultura Econmica, Mxico, 1990, p.186.
el elogio que alguna vez l formul como el ms preciado para un escritor:
Am a su patria en el dolor.
24
Al rescate de don Bernardo Reyes
24 Este artculo se public, con el ttulo Al rescate de la actuacin poltica de Bernardo Re-
yes, en la revista Proceso, nm.267, Mxico, 14 de diciembre de 1981, pp. 4849. 33
Si fue un traidor, la obra de su hijo es una mitologizacin sublimada por
el amor filial, de estilo perfecta, pero apoltica. Si como afirmamos contra
una versin de la historia que hasta el cine ha propalado Bernardo Reyes
fue un hroe romntico, si se quiere, con sus escritos don Alfonso inter-
pela el proceso mismo con que en Mxico enaltecemos o humillamos a quie-
nes con su palabra y su accin han creado la nacin que somos hoy. Tarea
poltica por excelencia, si la hay.
La pregunta rebasa la creacin y la interpretacin literaria. Es tema que
reclama un estudio cabal de la historia de la revolucin mexicana. La Capilla
Alfonsina, lo sabemos, prepara una investigacin en base a los archivos y la
correspondencia de este escritor. El propio Alfonso Reyes hizo obra de histo-
riador en su intachable y trasparente Oracin del 9 de febrero. Gastn Garca
Cant, en el prlogo de esta joya histricoliteraria, esboz ya la relacin de
aquellos das aciagos, ms all de la visin de vencedores o vencidos.
Rafael Dvila Reyes, sobrino de don Alfonso y nieto de don Bernardo, re-
pasa sus recuerdos en Proceso e invita a una reconstruccin del pasado. Tres
son los puntos fundamentales que habra que examinar: los aos de colabo-
racin de Bernardo Reyes con el gobierno de Porfirio Daz; su actitud ante la
revolucin maderista, y su salida de la crcel de Tlatelolco, el 9 de febrero de
1913, para ponerse al frente del gobierno.
Condenar a don Bernardo porque fue gobernador de Nuevo Len y mi-
nistro de Guerra en tiempos de Daz? Como tantos otros, entre ellos, Venustiano
Carranza, senador de Coahuila, y Enrique O. de la Madrid, gobernador de
Colima. Fue en ese grupo donde se ventil la necesidad de un cambio. En
casa del general Reyes, en Monterrey, se juntaron los Madero (Gustavo y Fran-
cisco), Pascual Orozco, Jos Mara Maytorena y Carranza, para postular como
vicepresidente a don Bernardo, a nombre precisamente de los antirreleccio-
l ecturas y r electur as
26
Alfonso Reyes en el debate
26 Este artculo se public, con el ttulo Alfonso Reyes: obra poltica, en la revista Proceso,
nm.269, Mxico, 28 de diciembre de 1981, pp. 5051.
27 Marn, Carlos. Gloria a Alfonso Reyes, mas no a su padre, en Proceso, nm.268, Mxico,
36 21 de diciembre de 1981, pp. 52-53.
que tuvieron lugar en la embajada de los Estados Unidos. Todo esto que
comparti est en contra de la versin partidista que nos quisieron ense-
ar en manuales escolares y pelculas como El cuartelazo.
Volviendo al campo que intento conocer la obra literaria de Alfonso
Reyes y las tcnicas de interpretacin simblica y sin querer rehuir los pro-
blemas que desde ah se plantean a los historiadores, niego las premisas que
Marn me atribuye, desconozco el concepto de literatura que parece manejar
y reformulo mis preguntas a quienes manejan no manipulan la historia.
En una sntesis tambin elemental de interpretacin literaria, la validez
de una obra no est en la perfeccin esttica o estilstica de un texto. Ni si-
quiera en el proceso psicolgicocreativo con que el escritor logra sublimar
sus propios conflictos y traducirlos en una simbologa, una mitologa litera-
ria. Contra estos dos fundamentos formal y psicoanaltico de un su-
puesto homenaje a Alfonso Reyes, propuse una hiptesis de interpretacin
sociolgica de Visin de Anhuac (1519), El suicida, Calendario e Ifigenia
cruel.
La validez de una obra artstica est dada por el sentido de la trasformacin
social y personal que suscita. Por eso no comparto el homenaje que prescinde
de la aportacin del miembro del Ateneo al proceso mexicano. Por eso protes-
to contra el apoliticismo del ensayista y del poeta Reyes. Por eso desconoz-
co la postura literaria que asume Marn: Real o supuesto el apoliticismo de
Alfonso Reyes, el Homenaje Nacional tiene como fundamento la obra litera-
ria, crtica, filosfica, histrica y magisterial que dej escrita. Su conducta
poltica no es materia de homenaje.
No. Es sta precisamente y no otra la cuestin de fondo. Alfonso
Reyes aport algo con sus escritos al proceso mexicano? Por necesidad, inse-
r emembranzas a lfonsinas
estaba herido y que haba cado Palacio Nacional, pensara que l poda
ofrecer una alternativa que impidiera la masacre que luego desangr al
pas? Pregunta que niega el parangn con 30 aos de tirana y busca inter-
pretar el smbolo del romanticismo que don Alfonso atribuye a su padre.
40
Ciencias de la comunicacin
y valores humanos*
Con profunda intuicin Albert Camus afirm que dar las gracias es la pala-
bra y la accin ms cristiana. Quiero comenzar esta conversacin sobre cien-
cias de la comunicacin y valores humanos haciendo ma su afirmacin.
Hay que decir, con toda la fuerza lingstica del verbo francs, que
remercier no es slo agradecer o dar las gracias sino devolver las gra-
cias recibidas, es volver a hacer, operar los dones. Remercier supone
ante todo la iniciativa de alguien que ofrece su ayuda. De igual manera, es la
propia capacidad de aceptar ese apoyo sin sentirse humillado por una mer-
ced. Pero supone, de forma ms profunda, el deseo de dejarnos llevar por el
dinamismo de la comunicacin, que a partir de un primer encuentro se enca-
mina a la creacin de una comunidad, en la que finalmente seamos capaces
de reconocernos unos en otros, como de manera esperanzada lo dijo Octavio Paz.
Cuando Camus desde su militante atesmo calificaba esta palabra
como la ms cristiana, descubra el valor del mito inicial, de la narracin
judeocristiana que cuenta que el hombre naci por iniciativa de quien le c iencias de la C omunicacin y v alores h umanos
dio un corazn capaz de amar: creado a imagen y semejanza nuestra. Tam-
bin descubra el impulso que, conforme a esa simbologa, hace de la euca-
rista palabra griega que significa accin de gracias la ms cabal
Cuando Odiseo y Dante, cuando Orfeo y Nicho Aquino y los hombres de maz
42 bajaron a los infiernos y se enfrentaron a las personas y a los tiempos idos,
segn aquel mito estructuralmente idntico en todas sus versiones, no inten-
taron slo descifrar el pasado, ni siguieron el camino de la muerte o el suici-
dio como forma vlida de asumir la vida. Tal evocacin era el grito con que
tomaron fuerza y entendieron su misin futura.
Algo de esto quisiera hacer hoy a la manera de cada una de las mesas de
trabajo sostenidas en esta reunin. Ya que compartir la experiencia en la co-
municacin colectiva o en la comunicacin institucional o en el rea acad-
mica de la comunicacin o en la comunicacin popular o independiente, es
en el fondo una evocacin que ilumina el camino y posibilita nuevas alterna-
tivas. La comunicacin de tal experiencia es lo fundamental de esta reunin
y el trasfondo de mis palabras.
Evoco ahora algo de lo que juntos vivimos aqu en el Instituto Tecnolgi-
co y de Estudios Superiores de Occidente ( ITESO ): no las peripecias que pusie-
ron a prueba nuestra fe en la comunicacin humana, ni las dificultades y
titubeos en la elaboracin de los programas ms aptos, ni las limitaciones
tcnicas de nuestros laboratorios que estimularon la creatividad y suplieron
las carencias, ni las zozobras o la seguridad ante el rechazo o la aceptacin
oficial y pblica de estos estudios como carrera profesional. Evoco aquello en
que, de la manera ms directa, me sent interpelado por ustedes los alumnos
de estas generaciones al ir interpretando los smbolos con que Rodolfo Usigli,
Octavio Paz, JeanPaul Sartre, Miguel ngel Asturias, Juan Rulfo, Albert
Camus, Mario Benedetti, Gabriel Garca Mrquez, Alfonso Reyes, Antoine de
SaintExupry, Pablo Neruda, Tennessee Williams, Len Felipe, Toms Moro c iencias de la C omunicacin y v alores h umanos
y aun Platn, Sfocles, Eurpides y Pablo de Tarso nos relataron su experien-
cia humana.
Tambin evoco los valores humanos que con esa lectura quisimos hacer
nuestros. Y atribuyo esta experiencia a ustedes, tanto o ms que a los autores
enunciados, porque lo sabemos el escritor, puesto el punto final de su
obra no es sino un lector privilegiado como el que ms que como noso-
tros puede rehacer la experiencia literaria, a travs de ese medio de comuni-
cacin que es el conjunto de smbolos verbales llamados literatura. No tuvi-
mos la alegra de encontrarnos aqu en persona con alguno de ellos, aunque 43
varios estuvieron invitados. El cmulo de notas tomadas en cada uno de los
seminarios realizados en estos aos me ayud a recoger lo que ustedes apor-
taron: su propia experiencia y su visin de la vida.
Smbolo explcito de esa experiencia y esa visin fue el poema con que
Eduardo Quijano, alumno entonces, licenciado en Ciencias de la Comunica-
cin ahora, resumi nuestros primeros andares:
Cmo se atraviesa
el Tiempo
Inconmovible
seco y con llanto an,
Milagro de las horas
que se esperan,
Bronca virginidad
encontrada entre
giles gaviotas,
hambrientas
Segundos llenos
misterios se contemplan,
Hablan arquitecturas
Detenidas
Corriendo hasta moler fatigas
(Hombre: Habla!)
Descansando en las manos,
palomas entre
Delfines navegando:
Sigue recogiendo
l ecturas y r electur as
cada muerte;
Y sobre el paso
los silencios
que rugen
44
Hasta hablarnos mientras dormido
sondonos,
recogindonos
Vuelas hasta la hora
fiel
Que ya regresa.
(Pasos, Guadalajara, Jalisco; 21 de septiembre de 1971).
Rieux decidi entonces escribir el relato que aqu termina, para no ser de
aqullos que se callan, para dar testimonio en favor de estos apestados, para
dejar al menos un recuerdo de la injusticia y la violencia que se les haba
hecho; y para decir simplemente lo que se aprende en medio de las calamida-
des: que hay en el hombre ms cosas dignas de admiracin que de desprecio.1
1 Camus, Albert. La peste, en Camus, Albert, Thtre, rcits, nouvelles, Gallimard, Pars,
1962, p.1497.
2 Vase en este libro Dios en la narrativa contempornea. 45
Esta confianza fundamental y fundante en el corazn y la persona hu-
mana es lo que posibilita la comunicacin y las ciencias que sta ha suscita-
do. Sin esa confianza, todo es comercio monetarista en los medios de comu-
nicacin. Contra esta actitud parecera estar aquella otra conviccin, nacida
de la experiencia de lo que circula y se impone en Mxico: La verdad es siem-
pre ms extraa que la mentira. 3 Cruel frase con que Miguel, el hijo de C-
sar Rubio, el fingido general de El gesticulador primera obra que medita-
mos juntos se rebela a nombre de la juventud de los universitarios. Su
rebelin, de hecho, y su salida de escena al final del drama, no desmiente lo
que Camus deca. Pero nos pone alerta.
Rodolfo Usigli se mostr hbil lector y mejor escritor al corregir las pri-
meras dos ediciones y hacer que en la tercera el profesor Rubio, homnimo
de un desaparecido general revolucionario, dijera en la hora de la verdad:
Vive, ms que nosotros dos. 4 As, no menta ya el personaje: nunca dijo que
el general, tan reclamado como hroe necesario para que la revolucin no
fracasara, estuviera vivo. Slo hizo de la fe en la inmortalidad un argumento
a favor de la apariencia. Gesticulaba as en busca de la forma que salvara la
fachada.
La comunicacin no puede jugar a las escondidas ni revestirse jams de
hipocresa. El juego de verdad y mentira en el gobierno, en la religin, en la
familia y en la economa, arruinan a Mxico y lo enmascaran. Con ese juego
no se engaa a los de fuera, pero s se oprime a los de dentro. Miguel, el hijo
del simulador mexicano, es el personaje de la obra dramtica que no aguan-
ta y huye aun de la sombra de Csar Rubio, sinnimo de simulacin.
El 17 de septiembre de 1968 comenz ese primer curso, parntesis en
Mxico que me impuso la muerte de mi padre, cuando estaba por terminar
l ecturas y r electur as
3 Usigli, Rodolfo. El gesticulador, en Usigli, Rodolfo, Teatro completo, t.I, Fondo de Cultura
Econmica, Mxico, 1979, p.862.
4 Ibidem, p.746. En la primera publicacin de esta obra, en 1938, el texto slo deca Vive.
De inmediato, para que la gesticulacin no se rompiera con una mentira, Usigli aadi
ms que nosotros dos. Sin esta frase, nada ms con el Vive, se imprimi tambin esta
pieza en Teatro de Rodolfo Usigli, Promociones Editoriales Mexicanas, Mxico, junio de
46 1979, p.23.
en Pars la tesis sobre la famosa y delatora coma de Alfonso Reyes: Despus
se deshizo la casa y se dispers la familia. Despus vino la revolucin. Des-
pus, nos lo mataron...5
Das ms tarde discutimos el smbolo que es Miguel, sin saber lo que a
esa misma hora suceda en la capital. Al releer las notas manuscritas de la
sesin de estudio de aquel da, ca en la cuenta de la fecha de aquella discu-
sin entre nosotros: 2 de octubre de 1968. Nos dice algo la fecha? Los medios
de comunicacin en Guadalajara no fueron ese da, ni los siguientes, de la
escuela de Rieux y de Camus: no dejaron testimonio testimonio cabal, el
nico vlido de lo que los universitarios, con su sangre, gritaron esa tarde
en Tlatelolco: Estoy harto! Todo es mentira. Mxico, como en el drama de
Usigli, salv las apariencias. Tuvimos la olimpada. Nos aplaudieron de fuera.
Con esa coyuntura social y poltica, los miembros de la Escuela de Cien-
cias de la Comunicacin del ITESO nos sentimos indefectiblemente ligados e
interpelados por la situacin nacional. La fe en la persona humana y en su
admirable capacidad de comunicacin no poda ni puede compaginarse con
la mentira que nos enmascara. Esa fe slo tendr vida cuando sepa ser eco
fecundo de la sangre de los justos sacrificados por las balas de la apariencia y
de la injusticia. La comunicacin es valiosa si es social, no individualista ni
intimista, ni mero alarde publicitario o esteticista.
Se nos impuso as, como a todo adolescente, sea persona fsica o moral, el
querer tomar conciencia de lo que somos y de las causas estructurales que
nos obligan a ser y a hacer lo que no queremos. c iencias de la C omunicacin y v alores h umanos
Habr tenido una evolucin discutible en los ltimos aos; no es el caso
comentarlo ahora. Es inegable que la valenta con que Octavio Paz renunci
a ser embajador y representante de Mxico en la India, cuando nuestro go-
bierno sacrificaba al minotauro del laberinto y a ms de siete jvenes y siete
doncellas en la Plaza de las Tres Culturas, nos hizo admirar cada palabra
suya. Llevados por el hilo de Ariadna en su gran libro El laberinto de la
da. Entonces, si alguien pregunta quin hizo justicia sobre el injusto comen-
dador, todos habremos de decir, como lo ense Flix Lope de Vega: Fuente
Ovejuna. Todos a una: Fuente Ovejuna, Seor.
8 Ibidem, p.209.
50 9 Vase en este libro La novela no social de Gabriel Garca Mrquez.
Porque el propsito de trasformacin social qued cantado en aquel poe-
ma Te quiero: si te quiero es porque sos/mi amor mi cmplice y todo/y en
la calle codo a codo/somos mucho ms que dos. Tus manos, tus ojos, tu
boca. Mi caricia, mi conjuro, tuya y ma. No se equivoca. Sabe gritar rebelda.
Siembra futuro. Trabajan por la justicia:
te quiero en mi paraso
es decir que en mi pas
la gente viva feliz
aunque no tenga permiso 10
Evocar lo vivido no es slo evocar lo que nos alegra y aligera para el vuelo.
Nuestra historia, como la de Benedetti, es la de un grupo pequeb que se
aburri en la oficina y esper impaciente la paga; que pudo desanimarse al
montar los martes culturales en el Teatro Guadalajara o perder la esperanza
al hundirse en el pozo. Dnde y cmo podremos trabajar con esas famosas
ciencias de la comunicacin? Si todo es un pozo: el cine, caro y maniatado y
prostituido; la televisin, en unas manos con cuyo monopolio no rimas; el c iencias de la C omunicacin y v alores h umanos
radio, censurado desde antes de Paco Huerta, amenazado aun por los otros
medios, incapaz de darnos de comer si comenzamos o acabamos como sim-
ples locutores; la prensa, buena perspectiva en los sociales rosa, en las notas
rojas de la polica, en el amarillismo poltico, en los editoriales neutros, en la
entrevista negra y en la crnica como tantas veces de la apata anun-
ciada. Nos quedan, quizs s quizs ya no, los discos, los audiovisuales, los
carteles o el peridico mural.
Cuando nac,
pobreza,
me seguiste,
me mirabas
a travs
de las tablas podridas
por el profundo invierno.
De pronto
l ecturas y r electur as
11 Benedetti, Mario. El cumpleaos de Juan ngel, Siglo XXI , Mxico, 1979, p.110.
52 12 Vase en este libro Rehacer cada da la esperanza: tras la locura quijotesca.
de noche,
repetan
tu nombre y apellido
o a veces
el salero quebrado,
el traje roto,
los zapatos abiertos,
me advertan.
All estaban
acechndome
tus dientes de carcoma,
tus ojos de pantano,
tu lengua gris
que corta
la ropa, la madera,
los huesos y la sangre,
all estabas
buscndome,
siguindome
desde mi nacimiento
por las calles.
Cuando alquil una pieza
pequea, en los suburbios, c iencias de la C omunicacin y v alores h umanos
sentada en una silla
me esperabas,
o al descorrer las sbanas
en un hotel oscuro,
adolescente,
no encontr la fragancia
de la rosa desnuda,
sino el silbido fro
de tu boca. 53
Pobreza,
me seguiste
por los cuarteles y los hospitales,
por la paz y la guerra.
Cuando enferm tocaron
a la puerta:
no era el doctor, entraba
otra vez la pobreza.
Te vi sacar mis muebles
a la calle:
los hombres
los dejaban caer como pedradas.
T, con amor horrible,
de un montn de abandono
en medio de la calle y de la lluvia
ibas haciendo
un trono desdentado
y mirando a los pobres
recogas
mi ltimo plato hacindolo diadema.
Ahora,
pobreza,
yo te sigo.
Como fuiste implacable,
soy implacable.
Junto
a cada pobre
l ecturas y r electur as
me encontrars cantando,
bajo
cada sbana
del hospital imposible
54 encontrars mi canto.
Te sigo,
pobreza,
te vigilo,
te cerco,
te disparo,
te aslo,
te cerceno las uas,
te rompo
los dientes que te quedan.
Estoy
en todas partes:
en el ocano con los pescadores,
en la mina
los hombres
al limpiarse la frente,
secarse el sudor negro,
encuentran
mis poemas.
Yo salgo cada da
con la obrera textil.
Tengo las manos blancas
de dar el pan en las panaderas.
Donde vayas, c iencias de la C omunicacin y v alores h umanos
pobreza,
mi canto
est cantando,
mi vida
est viviendo,
mi sangre
est luchando.
Derrotar
tus plidas banderas 55
en donde se levanten.
Otros poetas
antao te llamaron
santa,
veneraron tu capa,
se alimentaron de humo
y desaparecieron.
Yo
te desafo,
con duros versos te golpeo el rostro,
te embarco y te destierro.
Yo con otros,
con otros, muchos otros,
te vamos expulsando
de la tierra a la luna
para que all te quedes
fra y encarcelada
mirando con un ojo
el pan y los racimos
que cubrirn la tierra
de maana.13
13 Neruda, Pablo. Oda a la pobreza, en Neruda, Pablo, Odas elementales, Losada, Buenos
56 Aires, 1970, p.163.
Slo que al asumir esta tarea material, terrena y cotidiana de mis cien-
cias y nuestras ansias de comunin, Andr Malraux renov en nosotros la
angustia de nuestra condicin humana. Porque quien emprende en nombre
de la comunicacin este camino sabe que es verdad histrica lo que l dijo un
da: Se puede comulgar, aun con la muerte... Es lo ms difcil, pero quizs
es esto el sentido de la vida. 14
Comulgar con la muerte: dar la vida por aqul a quien se ama es la res-
puesta definitiva e inequvoca a aquel cmulo de preguntas despertadas en
nosotros por su novela. En ella leamos un da: Es muy raro que un hombre
pueda soportar cmo dira yo? su condicin humana. Todo aquello por
lo que los hombres aceptan hacerse matar, ms all del inters, tiende ms o
menos confusamente a justificar esta condicin fundndola en dignidad.15
Pero pregunt una generacin y otra: en qu consiste la dignidad
humana? cul es, en definitiva, la raz y la fuente de los valores humanos
que tienden a justificar y dar sentido a nuestra existencia, tan condicionada?
por qu el hombre es capaz de trasformar su sueo? Todo hombre suea
con ser dios. No poderoso: todopoderoso, y convertirse en simple servidor y
compaero en el dolor y en el fracaso: como Mao y China en Cantn, como
Tchen y Kyo bajo la pluma de Malraux.
Por qu? Por tres motivos que otras tres grandes experiencias nos ayuda-
ron a creer y vivir en esta bsqueda de comunin de lo que ms amamos en la
vida: primero, sabernos responsables unos de otros; segundo, animados con
la esperanza de una nueva primavera, y finalmente, destinados a destruir c iencias de la C omunicacin y v alores h umanos
con todos los medios de comunicacin a nuestro alcance toda imagen del
dios y de los dioses que el hombre ha inventado para rehuir la libertad y la
responsabilidad de sus acciones y palabras.
Nos aceptamos responsables, para siempre, unos de otros, por el tiempo inver-
tido, por los ritos de comunicacin con que nos iniciamos en la interminable
tarea de espiar y anunciar los asomos de la liberacin y de la esperanza.
Por eso la Virgen, Electra y Alicia en el pas de las maravillas, y Vera y
Cuba en nuestra Amrica, fueron vistos y defendidos como el smbolo de la
primavera que nos consagra, el smbolo de la consagracin que ungi a los
jvenes en plena primavera. Alejo Carpentier sostuvo as nuestra esperanza, y
a lo mejor sin la fe cristiana que a muchos anima, nos urgi como pocos a
tomar en serio nuestra simbologa y nuestros mitos ms valiosos: para que
llegue a este mundo el Reino de aqul en quien fundamos la esperanza, hace
falta que Hait y cada uno de los pueblos tengan hombres que como Jess se
llamen y sean un Agnus Dei, un cordero que con su sangre, libre y de manera
amorosa ofrecida ante la cruz y las balas, combate la peste y nos pone al lado
del que tiene hambre y est desnudo.
Slo que los Sartres y los Camus, tan ledos entre las primeras genera-
ciones de esta escuela, causaron la inquietud ms honda entre algunos pa-
dres de familia que tenan recelos hasta de las pelculas no vistas. Tambin
en el fondo de muchos de nosotros, porque no deja de ser fuerte leer aquello
de Las moscas: La justicia es asunto de los hombres. No tengo necesidad de
l ecturas y r electur as
llan a otros y crean una sociedad injusta. El enojo y la irritacin son conse-
cuencia de todo llamamiento en favor de los ex comulgados, de los que
21 Ibidem, p.114.
60 22 Vase en este libro Dios en la narrativa contempornea.
han quedado al margen de la participacin y de la libertad y de la comunica-
cin del pan y de la palabra.
Siento que al decir que estamos llamados a hacer de las ciencias de la
comunicacin y de sus medios una accin radicalmente personalizante y abier-
tamente socializadora, puede no slo invitar, llamar, sino tambin irritar y
suscitar enojo. Por un motivo claro: la palabra socializadora evoca otra
serie de experiencias que durante aos los medios de comunicacin comba-
tieron con un estribillo pernicioso, otra serie de experiencias que Mxico est
viviendo desde el 1 de septiembre de 1982 al creer que nacionalizar o estatizar
la banca es una accin que nos lleva al socialismo increyente.
No creo esto ltimo ni mucho menos pretendo irritar a alguien. S pre-
tendo decir que las ciencias de la comunicacin y sus medios, y nosotros al
trabajar como profesionistas en ellos, tenemos por delante una tarea, aqulla
que, para no acudir a otros que podran parecer sospechosos, deline Juan
XXIII en los aos que el mundo ha vivido de mayor comunin en las ltimas
dcadas:
A las notas que parecen caractersticas de nuestro tiempo tenemos que aadir
los progresos de la socializacin: es decir, esas mutuas y crecientes relaciones
de los hombres, que han impuesto a su vida y accin formas mltiples de
asociaciones, de ordinario admitidas como de derecho privado o pblico. Ori-
gen y fuente de esto parecen ser varios productos de nuestra edad, tales como
el desarrollo alcanzado por las ciencias y las artes, los ms eficaces medios de c iencias de la C omunicacin y v alores h umanos
produccin, y el ms elevado nivel cultural de los ciudadanos.
Avances de la vida social que han de considerarse como exponente y causa de
la creciente intervencin del Estado en materias que, por relacionarse con la
formacin ntima de la persona, tienen no poca importancia y no estn exen-
tas de peligros.
Nadie duda, desde luego, que de este progreso de la socializacin se siguen
muchos bienes y ventajas. Adase a esto que los inventos de la tcnica mo-
derna, cada vez ms perfeccionados, con que los hombres difunden hoy su
pensamiento como son la prensa, el cine, la radio y la televisin, apor- 61
tan la ventaja de que, dondequiera que los hombres se encuentren, aun sepa-
rados por enormes distancias de los acontecimientos, pueden, diramos, ha-
llarse presentes a los mismos. 23
Esta socializacin irrita, enoja a muchos, desde que lo dijo Juan XXIII , sobre
todo a los que no han sabido entender otra afirmacin: la propiedad privada,
aun de los medios de produccin, tiene una hipoteca. La pronunci Juan Pa-
blo II en Mxico y fue escandalizadora para aqullos que quisieran tener en
el monopolio de la comunicacin, de la empresa productiva, del capital ban-
cario, el imperio donde no se pone el sol.
Haciendo pues mas estas palabras de dos hombres a quienes con gran
alegra y orgullo he prometido especial cario y obediencia, afirmo que la
experiencia que hemos vivido en esta escuela nos provoca hacia una accin
abiertamente socializadora: no una actividad subrepticia, vergonzante,
sino abierta, que con la valenta que supone exponerse en pblico y al pblico,
a travs de los medios de comunicacin, diga que no queremos una sociedad
en que los ricos se hacen cada vez ms ricos a costa de pobres cada vez ms
pobres la frase ms fuerte de Juan Pablo II en Mxico, sino una socie-
dad en que quede desterrada hasta la luna y, ms all, la miseria. No callar.
Denunciar, dejar testimonio de esto en favor de los apestados, y vivir sus con-
secuencias sociales y socializadoras, es accin de las ciencias de la comuni-
cacin.
sto nos hace vislumbrar un nuevo tipo de sociedad, aqulla por la que tan-
tos jvenes nicaragenses y tantos campesinos y comunicadores de la palabra
dieron su vida y su sangre a sus pueblos, en honda comunin y viva esperan-
za de una tierra nueva, como lo hizo el arzobispo scar Arnulfo Romero:
l ecturas y r electur as
23 Mater et magistra, carta encclica del papa Juan XXIII sobre el reciente desarrollo de la
62 cuestin social a la luz de la doctrina cristiana, Roma, 15 de mayo de 1961, nn. 5661.
pueblo salvadoreo. Se lo digo sin ninguna jactancia, con la ms grande hu-
mildad.
Como pastor, estoy obligado por mandato divino, a dar la vida por quienes
amo, que son todos los salvadoreos, aun por aqullos que vayan a asesinar-
me. Si llegaran a cumplirse las amenazas, desde ya ofrezco a Dios mi sangre
por la redencin o por la resurreccin de El Salvador.
El martirio es una gracia de Dios que no creo merecer. Pero si Dios acepta el
sacrificio de mi vida, que mi sangre sea semilla de libertad y la seal de que la
esperanza ser una realidad.
Mi muerte, si es aceptada por Dios, sea por la liberacin de mi pueblo y como
testimonio de esperanza en el futuro. Puede usted decir, si llegasen a matar-
me, que perdono y bendigo a quienes lo hagan.
Ojal, s, se convencieran que perdern su tiempo. Un obispo morir, pero la
Iglesia de Dios, que es el pueblo, no perecer jams.
Como en Crnica de una muerte anunciada, durante aos ser difcil ha-
blar de otra cosa. Nos sorprendern los gallos del amanecer tratando de orde-
nar las alegras que la noticia hizo posibles. Ninguno de nosotros podr se-
guir viviendo sin saber con exactitud cul es el sitio y la misin que nos han
asignado por el hecho de habernos cruzado alguna vez en la vida con Gabo,
el Premio Nobel de Literatura 1982.
Claro que al felicitarlo y gritar el orgullo por ese reconocimiento de su
labor literaria, lo ms seguro es que nadie volver a atreverse a interpretar
su obra. La irona del novelista conden para siempre a los crticos que con
una investidura de pontfices, no encuentran en los libros lo que pueden sino
lo que quieren.
Si es que se lo tomamos en serio. Pero no. Gabriel Garca Mrquez, el
crtico de los crticos, el lector crtico e intrprete l mismo de sus propias
obras, tampoco esto se lo toma en serio. Como Cien aos de soledad, sus
ironas carecen por completo de seriedad. Todo sigue siendo seas a los l a n ovela no s ocial de g abriel g arca m rquez
amigos ms ntimos. Seas con que nos dice que le digamos qu nos dijo
con lo que nos dijo en sus cuentos y novelas. Como Plinio Apuleyo Mendoza,
ya sabemos que l sabe que nosotros sabemos eso. Como escritor quiere que
leamos lo que nos escribi, que nos dejemos interpelar, que compartamos con
l la experiencia interna de vivir sus obras.
asuste a los bien nacidos, a los bien portados. A pesar de que nuestro hijo
una novela, una familia, nuestra Amrica, tenga cola de puerco.
3 Garca Mrquez, Gabriel. El otoo del patriarca, Sudamericana, Buenos Aires, 1975, p.171. 69
La cuerda fue un alarde cinematogrfico del suspenso. Desde la primera
secuencia sabemos que s lo mataron, quines lo hicieron, por qu lo hicie-
ron y cmo lo ejecutaron. Crnica es un alarde literario del suspenso: s,
mataron a Santiago; lo hicieron Pedro y Pablo Vicario, porque tenan que
vengar el honor de la hermana, y lo ejecutaron a cuchillazos. Conocida la
historia, jugados de antemano todos los recursos que crean la expectativa en
las novelas y en las pelculas de suspenso ms que de policas, no queda
sino gozar la mejor obra, el alarde ms cabal de mantener en vilo la aten-
cin hasta la ltima toma, hasta la ltima lnea: [...] y se derrumb de bru-
ces en la cocina. 4
Con un control riguroso en la tcnica de cronista, Garca Mrquez no
slo manifiesta que es posible la perfeccin estilstica y estructural. Su radio-
grafa y su condena del machismo logra lo que Lope: la creacin de una con-
ciencia colectiva.
La mancha del honor motiva el drama, en Fuente Ovejuna y en la costa
del Caribe colombiano. Ambas tragicomedias se dan en un ambiente religio-
so y provinciano. En torno de una noche de bodas de Frondoso y Laurencia;
de ngela y Bayardo. Con un juez de por medio que en el intento de levantar
el sumario se encuentra con un pueblo en carne viva, pueblo de mari-
cas, 5 grit Clotilde Armenta; simple eco del grito de Laurencia: Maricones,
amujerados, cobardes, medio hombres. 6
Quin mat a Santiago Nasar? Fuente Ovejuna, Seor. La gente se
haba situado en la plaza como en los das de desfile. Todos los vieron salir
[...] De todos lados empezaron a gritarle, y Santiago Nasar dio varias vueltas
al revs y al derecho, deslumbrado por tantas voces a la vez. 7 Todo el mun-
do corra en direccin de la plaza, le cont Luisa Santiaga a su hijo el cro-
nistanarrador, hoy premio Nobel.
l ecturas y r electur as
8 Ibidem, p.126. 71
l ecturas y r electur as
72
Rencuentro con la verdad del periodismo*
* Publicado con el ttulo Los 100 aos de Ortega y Gasset: encuentro con la verdad del perio-
dismo, en la revista Proceso, nm.341, Mxico, 16 de mayo de 1983, pp. 5053. 73
El Imparcial, fundacin de la familia Ortega, herencia fielmente entre-
gada de padres a hijos, vivi con la concepcin de que el periodismo slo
puede cumplir su funcin poltica haciendo profesin de fe en un partido.
Diario liberal era el resumen de su ideario, al nacer en vsperas de la pri-
mera repblica espaola (18681869). Desde el 10 de enero de 1933, durante
la segunda repblica (19311936), se defini como Diario republicano de la
maana: simple camino hacia la muerte, despus de 66 aos de vida, en
manos de tres generaciones. Su ltimo nmero sali el 30 de mayo de 1933.
De nada le vali su programa final, presentado como patria, patriotismo y
patrimonio.
Jos Ortega y Gasset haba vislumbrado este fin y con anterioridad renun-
ci a ese patrimonio. Con la celebracin del cincuentenario de este peri-
dico, el 17 de marzo de 1917, intuy que la tarea del periodismo no era la de
ser vocero de un partido. Ensanchar el horizonte fue su batalla y la de sus
compaeros: nuevas ideas, nuevos nombres. Libertad, en el fondo, ante cual-
quier partido, para ser conciencia crtica ante el gobierno y ante cuantos as-
piran a l.
A este programa de renovacin se aadan, en 1917, otros dos motivos de
tensin interna en El Imparcial. Uno, de ndole ms directamente poltica.
Ante la creacin de la Junta de Defensa Militar, Rafael Gasset asumi el papel
de los conservadores, con apoyo a la poltica de la monarqua; don Jos se
opuso para expresar as su papel de periodista: crtico, con horizontes abiertos.
El otro, de orden econmico. El Imparcial pudo vivir siempre sin proble-
ma financiero ni competencia significativa. Ni la creacin de Torcuato Luca
de Tena, ABC , en 1902, haba deteriorado de forma seria su situacin. Cuatro
aos despus se form un trust, la sociedad editorial de Espaa, con El Im-
parcial, El Liberal y el Heraldo de Madrid. En vsperas del cincuentenario
l ecturas y r electur as
78
Cristbal Coln en Alejo Carpentier*
* Publicado con el ttulo Cristbal Coln en Carpentier: otro intento de crearle a Amrica un
santo, frente a su ansia de liberacin, en la revista Proceso, nm.379, Mxico, 6 de febrero
de 1984, pp. 2425.
1 Carpentier, Alejo. El arpa y la sombra, Siglo XXI , Mxico, 1979, p.43.
2 Ibidem, p.18. 79
lismo y del comunismo, ideas que no conocan fronteras se convirti as
en el primer papa que visit al nuevo mundo y en el mximo conocedor de los
problemas de Amrica en El Vaticano.
Para una Amrica inquieta, profunda, original que iba llegando a la
peligrosa mana de pensar y de luchar por la separacin de iglesia y estado,
as como por la libertad de prensa, un simple sentimiento nacionalista no era
lo que podra remediar la situacin. Con el fin de evitar que cayera en los
peligros de la revolucin no bastaban las visitas espordicas ni los concorda-
tos. Slo la fe podra prevenir que la independencia llevara al rompimiento
total con el imperio. Pero para unificar en la fe al continente ni santa Rosa
de Lima, ni Mariana de Paredes, ni Pedro Claver protector de los esclavos
negros, ni Martn de Porres, ni los mrtires del Paraguay estaban a la altura:
nada ms aquel que con una proeza impar haba doblado el espacio de las
tierras y mares conocidos a donde llevar la palabra del Evangelio. Christo-
phoros, el pasador de Cristo, deba ser canonizado por va excepcional, como
lo propuso su bigrafo el conde Roselly de Lorgues y como lo anhelaban el
cardenal de Burdeos, el metropolitano de las dicesis de las Antillas, su emi-
nencia el cardenal arzobispo de Burgos, el muy ilustre arzobispo de Mxico y
600 obispos ms.
La resea del viaje de Mastai a Chile, y el drama interno con que Po IX
firma el documento que introdujo la causa de Cristbal Coln, conforman la
primera parte de la novela de Carpentier: himno de alabanza, por eso titula-
da El arpa.
Rompiendo las cronologas, con la tcnica cinematogrfica y musical que
da tanto vigor a otras de sus obras El recurso del mtodo, Concierto ba-
rroco, El reino de este mundo, La consagracin de la primavera
Carpentier presenta en la segunda parte de El arpa y la sombra la confesin
l ecturas y r electur as
del moribundo descubridor de Amrica: sus sueos por dejar de ser un oscuro
sastre genovs y llegar hasta la ltima Tule anunciada por Sneca, la tierra
de Ofir y el retablo de maravillas.
La narracin sigue y cita las cartas de relacin de Coln. Ahonda en sus
80 amores con Felipa, Beatriz, la Vizcana, doa Isabel, su Columba. Enlista
sus pecados: deseo de darse un nombre, promesas no cumplidas a santa
Mara de Guadalupe, orgullo de conquistador, promotor de la codicia por el
oro, desconocedor del Evangelio, adorador temeroso del Dios de Abraham y de
Moiss que slo habla en el fuego y la tormenta, creador de la esclavitud ante
la carne indgena, calculador enemigo de sus enemigos como los hermanos
Martn Alonso y Vicente Yez Pinzn: ganar almas no es mi tarea. Y no se
pida vocacin de apstol a quien tiene agallas de banquero.3
Drama el de Cristbal que, al final, reconoce su ms cruel secreto: haber
abusado de forma deshonesta del candor de una doncella: Virgen como vir-
gen y desconocedora del mal del oro, fue la tierra que abr a la codicia y
lujuria de los hombres de ac. Kyrie Eleison. 4
Me jodieron, dir simplemente Christophoros, el Invisible, despus de
asistir como una sombra a la votacin con que la Sagrada Congregacin
de Ritos en tiempos de Len XIII neg la posibilidad de hacer de l un santo:
no por falta de documentacin histrica sobre su vida y sus milagros sino por
la lujuria con que adulter, dej hijos aqu y all, y por haber iniciado y
alentado un incalificable comercio de esclavos, vendiendo en mercados p-
blicos, varios centenares de indios capturados en el nuevo mundo. 5
Los primeros indgenas llevados como trofeo a la corte de Aragn y Castilla
renacen as, en esta novela de Carpentier, con el ms persistente abogado del
diablo. Nada pudo su defensor Jos Baldi, al repetir con Roselly de Lorgues,
que Coln fue un santo, un santo ofrecido por voluntad del seor all donde
Satans era rey. 6 Nada pudo la sombra de Len Bloy, ante el testimonio de
Friedrich Schiller, Vctor Hugo, Julio Verne, Ramn Menndez Pidal, Karl Marx,
c ristbal c oln en a lejo c arpentier
3 Ibid, p.142.
4 Ibid, p.153.
5 Ibid, pp. 193194.
6 Ibid, p.194. 81
rable proceso con que Carpentier, en la tercera parte, la sombra, recrea un
juicio dado a lo largo de la literatura y la historia.
No pudo unificarse Amrica Latina en la figura de un santo, a pesar de la
necesidad poltica que quiso revestirse de fe. Coln tampoco resisti ante
la acusacin que le lanza Bartolom de las Casas: quien roba el pan del
sudor ajeno es como el que mata a su prjimo. 7 Escandalosa sentencia que
el protonotario atribuye a Marx y resulta ser una cita del captulo 34 del
Eclesiasts, vlido a la hora del descubrimiento y en la independencia y en
esta hora de liberacin en que esta tierra sigue con su mana de pensar. Y
de engendrar hombres distintos.
l ecturas y r electur as
82 7 Ibid, p.190.
Ernesto Cardenal:
60 aos del poeta*
* El presente apartado est integrado por el artculo 60 aos de Ernesto Cardenal, publica-
do en la revista Proceso, nm.421, Mxico, 21 de enero de 1985, pp. 5961, y por la entre-
vista Vivimos en crisis, y en el amor, publicada tambin en Proceso, nm.787, Mxico, 2
de diciembre de 1991, pp. 4649. Para los propsitos de esta publicacin se suprimieron
algunos fragmentos de la entrevista ( NE ).
1 Cardenal, Ernesto. Hora 0, en Cardenal, Ernesto, Antologa, Nueva Nicaragua, Managua,
1982, p.64. 83
desde 1961 luch hasta acabar con la Guardia Nacional y Anastacio Somoza
Debayle, como en el pueblo nicaragense que hoy, contra toda agresin, man-
tiene la esperanza de su proyecto y de su revolucin.
La Hora 0 le lleg tambin un da al monje de la Trapa y de Solentiname,
Ernesto Cardenal, que el domingo 20 de enero de 1985 cumpli 60 aos de
vida. Por tal motivo, el nuevo gobierno de Nicaragua le rindi un homenaje:
no slo para l, porque en el programa de sociedad nueva no caben los perso-
nalismos que opacan la sangre de 50,000 hroes y mrtires cados por la libe-
racin del 19 de julio de 1979, sino para cuantos como Sandino y Cardenal
decidieron dejar de ser lo que eran para que naciera el hombre nuevo.
En la ms estructurada de sus novelas y la ms reaccionaria Historia
de Mayta, Mario Vargas Llosa tacha la obra potica de Ernesto Cardenal de
panfletaria. Se le cay, dice el escritor peruano, y no ha podido volver a leerla
desde que le oy declamar, con su voz oscura y opaca, la gesta nicaragense.
Olvidando la impetuosa rebelda que inspira las mejores pginas de Conver-
sacin en La Catedral y la epopeya toda de La guerra del fin del mundo,
Vargas Llosa ya no ve sino basura: en las calles de Lima y de Per entero, lo
mismo que en las pginas de todo escritor y todo poeta que se inspira en la
caridad eficaz que es la revolucin, como Ernesto confiesa de s mismo.
Desde los siete aos Cardenal escriba sus versos. Junto con Ernesto Meja
Snchez (La carne contigua, 1948) y Carlos Martnez Rivas (El paraso re-
cobrado, 1943), forma la llamada generacin del 40. Por sus poemas La
ciudad deshabitada (1946) y Proclama del conquistador (1947) era ya un
escritor de fama al obtener la Licenciatura en Letras por la Universidad Na-
cional Autnoma de Mxico (Unam).
El subjetivismo lrico de sus primeros escritos evoluciona hacia la ima-
gen precisa, el ritmo nuevo bajo el influjo de poetas estadunidenses como
l ecturas y r electur as
Seor
recibe a esta muchacha conocida en toda la tierra con el
nombre de Marilyn Monroe
aunque se no era su verdadero nombre
(Pero T conoces su verdadero nombre, el de la huerfanita
violada a los 9 aos
y la empleadita de tienda que a los
16 se haba querido
matar)
y que ahora se presenta ante Ti sin ningn maquillaje
sin su Agente de Prensa
sin fotgrafos y sin firmar autgrafos
86 4 Cardenal, Ernesto. Oracin por Marilyn Monroe, en Cardenal, Ernesto, op. cit, pp. 124126.
Con las reflexiones de la comunidad de su isla natal fundada el 13 de fe-
brero de 1966 Cardenal elabora El Evangelio en Solentiname:
Y cuando lloran
el indio muere.
Dispersados los hombres que cantan.
5 Cardenal, Ernesto. Nostalgia del futuro, Nueva Nicaragua, Managua, 1982, p.5.
6 Cardenal, Ernesto. Cantares mexicanos ( II ), en Cardenal, Ernesto, Homenaje a los indios
americanos, Laia, Barcelona, 1983, p.22. Tambin en Cardenal, Ernesto, Antologa, op.
cit, p.138. 87
Los Jaguares son condecorados.
Juntas militares sobre montones de
calaveras
zopilotes comiendo ojos [...]
Han comido Quetzal lo han comido
frito.
No nos han degradado ya bastante?7
7 Cardenal, Ernesto. Ardilla de los Tunes de un Katn, en Cardenal, Ernesto, Homenaje a los
indios americanos, op. cit, p.60. Tambin en Cardenal, Ernesto, Antologa, op. cit, p.170.
88 8 Cardenal, Ernesto. El estrecho dudoso, Nueva Imagen, Mxico, 1982, p.170.
Yo viv all una vida feliz, en aquel casi paraso de Solentiname, pero siempre
estuve dispuesto a sacrificarlo todo. Y lo hemos sacrificado. Sucedi que un
da un grupo de muchachos de Solentiname (algunos de mi comunidad), y
tambin muchachas, por convicciones profundas y despus de haberlo madu-
rado largo tiempo se resolvieron a tomar las armas. Por qu lo hicieron? Lo
hicieron nicamente por una razn: por su amor al reino de Dios. Por el ar-
diente deseo de que se implante una sociedad justa, un reino de Dios real y
concreto aqu en la tierra.9
11 Cardenal, Ernesto. Canto nacional, en Cardenal, Ernesto, Antologa, op. cit, p.208.
12 Idem.
90 13 Cardenal, Ernesto. Orculo sobre Managua, en Cardenal, Ernesto, op. cit, p.222.
Pero en medio del crimen que mata al inocente Acahualinca, afirma lo defi-
nitivo:
Desde esta seguridad del futuro, Managua, el Frente y Ernesto asumen la rea-
lidad presente:
y sa es la reconstruccin.15
14 Ibidem, p.223.
15 Ibid, p.227. 91
Tocar el cielo (1981) es un repaso del camino hacia la victoria inicial:
En la tumba del guerrillero, Ofensiva final, Otra llegada, Barrica-
da, Waslala son poemas que hoy el pueblo canta, porque la muerte no fue
intil sino lo que como semilla sembrada anunciaba:
Frente al comando, los nios corren como colibres. Ministro de Cultura des-
de julio de 1979, Ernesto Cardenal sigui escribiendo. Las ltimas pginas de
su Antologa (1983) recogen algunos de los poemas de la hora de la recons-
truccin. Cuando el gran avin dej las nubes sonrosadas del amanecer y
toc tierra, ante la presencia de Sandino, Carlos Fonseca, Julio Buitrago, scar
Turcios, Ricardo Morales Avils, Leonel Rugama, Eduardo Contreras, y tantos
ms, y tantos ms y tantos ms, Ernesto implora: Que me entierren en esta
tierra junto con ustedes Compaeros Muertos:
Seoras y Seores
la tierra que vamos a tocar es muy sagrada.
[...] Las ruedas ya acaban de tocar, seores pasajeros,
l ecturas y r electur as
II
97
l ecturas y r electur as
98
Mujer y poesa: clave de la nueva
cultura nicaragense*
Dos son, entre otros, los fenmenos que caracterizan la revolucin nicara-
gense: la masiva participacin cristiana y la importancia que se atribuye a
la dimensin cultural. Con este diagnstico comenz, en 1983, Giulio Girardi
su perspicaz anlisis Fe en la revolucin, revolucin en la cultura. 1
Con el presente estudio envo ahonda en la vertiente de la dimensin cul-
tural: sin ella, poco se conoce del proceso creativo que el pueblo de Nicaragua
vivi, en medio de la guerra y la amenaza permanente, para salir adelante en
las crisis y angustias de una economa de supervivencia y para alcanzar la
paz con independencia.
Un rbol en el bosque
Snchez, Daisy Zamora, Edwin Yllescas, Ciro Molina, Michele Najlis, Vidaluz
Meneses, Luis Rocha, Carlos Prez Alonso, Beltrn Morales, Adriana Guilln,
3 Para la lectura y el anlisis de la poesa de Gioconda Belli me refiero a las dos obras que
parecen la edicin definitiva: Amor insurrecto, Nueva Nicaragua, Managua, 1984, 152pp.
y De la costilla de Eva, Nueva Nicaragua, Managua, 1987, 142pp. La primera con la
omisin lamentable de varios poemas de las ediciones originales recoge: Sobre la gra-
ma (1974), Lnea de fuego (1978), Truenos y arco iris (1982). Con la abreviatura AI me
remito a Amor insurrecto y con CE a De la costilla de Eva. (Para los fines de esta edicin
tambin se consult: Belli, Gioconda. El ojo de la mujer, anam, Managua, 2001, 326pp,
NE ) 101
cultural en la angustiosa esperanza de esta lucha y de este pueblo, que no
naci ni termin el 19 de julio de 1979, pero que s hizo de ese da la fecha del
alumbramiento de todo lo soado antes y despus.
y suaves hondonadas
y me cav por dentro,
me hizo un taller de seres humanos.
(Y Dios me hizo mujer, AI, 39).
102
La abundancia de mi pelo, cabellera, piel, poros, colinas, cueva, sudor, sa-
liva, espalda, dedos, pechos, naranjas maduras, caracola del odo, hormonas,
piernas, brazos, dientes, cuenco de la mano, centro del lirio, taln, bahas,
olores, uas, boca, mi mismo centro: metforas y geografa corprea, he-
cha naturaleza, enredadera, metamorfoseada.
Y ansia de mujer tierna: anhelos de ser gacela, yegua arisca, lucirnaga
instantnea, gata boca arriba. Con la misma peticinplegaria de la mujer
madura:
Vestime de amor
que estoy desnuda;
que estoy como ciudad
deshabitada
sorda de ruidos,
tiritando de trinos,
reseca hoja quebradiza de marzo.
(Peticin, CE, 25).
Porque estar juntos, codo a codo, lado a lado, ser compaeros es el sueo
primigenio, raz de la admiracin y la ternura:
103
[...]
juntos somos completos
y nos miramos con orgullo
conociendo nuestras diferencias
sabindonos mujer y hombre
y apreciando la disimilitud
de nuestros cuerpos.
(De la mujer al hombre, AI, 46).
Entonces vienen la caricia, los besos, las cosquillas, los secretos en los poros
para llenar muchas lunas, la marea del corazn, las sbanas explayadas, el
temblor de las piernas, los crujidos de las ramas, la embestida al hombro
izquierdo, las dentelladas, el lenguaje de jeroglficos, la noche con su can-
tar de guitarra del monte, las playas de ternura, los gemidos: exploradores
que renuevan/el ms antiguo acto del conocimiento. (Definiciones, CE ,
59): mi cuerpo como tinaja/recogi toda el agua tierna/que derramaste so-
bre m (Como tinaja, AI , 90).
Por eso el anhelo de la revelacin nueva y del prximo crepsculo para
que [...] ondees tu cuerpo/como bandera/sobre mi cuerpo. (Esperndo-
lo, AI , 59). Deseo decidido de Sembrarte como un gran rbol en mi cuerpo
(Te veo como un temblor, AI , 52). Recuerdo y promesa de hacer de Mi
cuerpo tu perenne habitacin./Tu morada de las suaves paredes. (In
memoriam, CE , 30). Con realismo crudo, surge ah la confesin ms ntima,
la definicin ms escandalosa del amor:
y tiembla dentro de m
buscando la mujer que anida
en lo ms profundo de mi interior de hembra.
(Definiciones, CE, 59).
104
Y, luego, el descubrimiento ms limpio y lleno de gozo: Dios te hizo hombre
para m (De la mujer al hombre, AI , 46). Confesin juvenil que hace de la
desnudez el regreso al paraso sin velos, revelacin femenina:
[...]
renegada de mi clase,
engendrada entre suaves almohadas
y aposentos iluminados;
sorprendida a los 20 aos
por una realidad
lejana a mis vestidos de tules y lentejuelas,
volcada a la ideologa de los sin pan y sin tierra,
[...]
l ecturas y r electur as
Todo como junto al mar, desde un castillo de agua, arena y divagando sobre
las historias que nos contaban/cuando, nios, ramos un solo poro/abierto a
106 la Naturaleza. (Castillos de arena, AI , 54). Confesin de nostalgias [...]
de lo que tenemos y lo que nos falta, de todo eso que tengo dentro (El Re-
cuerdo, AI , 56), y de tristezas:
[...]
ahora la tristeza ha hecho nido,
se ha venido a posar entre mis ramas
y estoy como un sauce llorn,
tendida y doblada,
acariciando apenas
la tierra con mis lgrimas.
(Ir dejando en jirones la piel en el amor, AI, 128).
Yo soy tu cama,
tu suelo,
soy tu guacal
en el que te derramas sin perderte
porque yo amo tu semilla
y la guardo.
(Yo soy, AI, 51).
quiso acabar con los tiempos en que las cosechas eran hechas con cnticos y
chicha.
La poesa nicaragense, la cultura nueva est escrita con las cosas coti-
dianas, con sencillos deseos, como los de Gioconda y los de toda mujer:
108
Hoy quisiera [...]
que me dijeras por ejemplo
que soy la mujer ms linda del mundo
que me quers mucho
cosas as
tan sencillas
tan repetidas,
que me delinearas el rostro
y me quedaras viendo a los ojos
como si tu vida entera dependiera de que los mos
sonrieran
alborotando todas las gaviotas en la espuma.
(Sencillos deseos, CE, 65).
Slo valorando la fuerte ternura de una mirada, la apuesta que supone hacer
depender toda la vida de una sonrisa, se podr aceptar que hay aqu una cul-
tura distinta y audaz. Gioconda llega a lo ms femenino, a lo ms audaz, al
confiar a las hojas de papel vrgenes blancas su canto sobre la en-
fermedad de las mujeres (Menstruacin, AI , 60), sobre [...] las planicies
de mi vientre,/van cogiendo la forma/de una redonda colina palpitante (Ma-
T
pequeo ser,
ests creciendo dentro de m
dndome una nueva dimensin.
[...]
Por las noches ya me despiertas
con tu suave golpeteo
a las puertas de mi casa ms secreta.
(Feto, AI , 62).
109
Esperanza de mujer mujer slo mujer puede ser ya su adjetivo es ser
madre. Para eso guard la semilla. Con la finalidad de poder arrullar entre
los brazos y darle el pecho al sueo por aos soado, prepara el momento en
que, tan bblicamente, le llegue su hora. Luego, todo el sufrimiento ser
gozo y recuerdo agradecido:
Me acuerdo
cuando naci mi hija.
Yo era un solo dolor miedoso,
esperando ver salir de entre mis piernas
un sueo de nueve meses
con cara y sexo.
(Parto, AI, 64).
[...]
abrirnos a la vida sta que escogimos,
ubicarnos en nuestra propia pequeez y
grandeza,
confiados como nios en la luz de maana
(Reflexiones, CE, 55).
Gracias a una mano amiga que sostiene, levanta y zarandea las ganas de
l ecturas y r electur as
[...]
llevndose entre nubes de sueo y de pasado,
las debilidades que, por siglos, nos mantuvieron
separados
como seres de distinta estatura.
Por eso Reglas del juego para los hombres que quieren amar a mujeres mu-
jeres ( CE , 41) y Pequeas lecciones de erotismo ( CE , 101) son, en la plu-
ma de Gioconda, 19 estrofas que revolucionan la cultura e invitan al reto de
trabajar unidos en la cocina y con los paales del hijo, con el mismo amor
violento que la mujer reclama y pone en esta lucha:
Sin caer en la liberacin femenina que, sin estas batallas, es palabrera ante
el espejo, espejismos de paraso para quien teme prearse [...] de frutas y
malinches,/de poemas y cogollos (Eva advierte sobre las manzanas, AI ,
148), y anhela saciarse con todo lo que ofrece esa vieja bruja fascinante,
Nueva York, moderna caja de Pandora y templo del consumismo, sin puntua-
cin, sin tiempo para decidir ante lo que anuncia: 113
[...]
abiertas puertas hacia la tentacin
libros muebles ropa revistas restaurantes tiendas
tiendas tiendas caras baratas cines teatros modas
deportes pornografa zapatos queso sorbete
concierto pera boutiques almacenes inmensos
el almacn ms grande del mundo
pisos pisos pisos unos sobre los otros
cafeteras hamburguesas supermercados
salmn ostras aguacates jugo de naranja
mquinas para jugar para excitarse para pensar
para calcular drogas para soar
audfonos para pasear por las calles
oyendo msica en patines surcando navegando
(Nueva York, CE, 136).
Ciudad llena [...] de todo lo que aqu nos falta...: el jabn, las bujas, la
leche (Si yo no viviera, CE , 57). Rebelin contra este pecado de desperdicio
y hambre. Para eso hacen falta balas con corazn, como las del Herma-
no, combatiente, que acaben con las guilas rapaces y los asesinos fulanos
que destrozaron vidas [...] para guardar riquezas/o pedazos de mundo que
no les pertenecen (Hermano combatiente, CE , 114). Hacen falta los nue-
vos portadores de sueos:
[...] amadores
y soadores;
hombres y mujeres que no soaron con
l ecturas y r electur as
Levntate, muchacha
Indio salvaje,
me haces seas a travs de los siglos,
116 a travs de todos los descubrimientos,
vuelves a vivir en mis ansias de monte
de desnudez...
de milpas...
(Escrito ante una tumba india, AI , 69).
[...]
donde mujeres gritan nacimientos
todo el da pasamos palpitando
tum tum tam tam
venas de indios repiten historia:
No queremos hijos que sean esclavos
flores salen de atades
nadie muere en Nicaragua
(Nicaragua agua fuego, CE, 107).
Por eso los malinches son hoy ms rojos (Ahora vamos envueltos en consig-
nas hermosas, AI , 126). 117
En el gozne de la esperanza
4 Gioconda Belli es muy consciente de su papel como poeta. Para conocer su planteamiento,
cfr. Poema a las hojas de papel, Amo a los hombres y les canto, Del qu hacer con
estos poemas y Exorcismo, en Amor insurrecto; adems Alucinacin, en De la costi-
118 lla de Eva.
impulsar a otros para que enfrenten, acepten y asuman la suya. Es ste el
sentido ms all del significado de las imgenes corporales y sexuales
de la poesa de Gioconda: con todas ellas va logrando decir yo soy. La re
velacin es, pues, una forma, muy bella y concreta, de afirmar su propia
identidad y de asumir la responsabilidad de defenderla contra toda agresin.
De rebelarse.
El artista es el mximum de conciencia posible de una clase social. En el
conjunto de relaciones que los mismos smbolos de la obra artstica generan
hay una manifestacin y un impulso de las interacciones sociales: de sus ten-
dencias al cambio, sus luchas, sus utopas y sus sueos esperanzados. As lo
postula la escuela genticoestructural y as lo asumimos nosotros, por el
rigor con que marxlogos como Gyrgy Lukcs y Lucien Goldmann lo han
aplicado y por la afirmacin de lo que parece evidente: el artista es centro de
influjo social, condicionado por la dinmica de su tiempo e impulsor de ese
mismo dinamismo.
O slo porque si algo ha afirmado la revolucin en Nicaragua es su em-
peo en la construccin en versos de Gioconda no slo de nuevas rela-
ciones de produccin/sino de nuevas relaciones de amor (Problemas de la
transicin, CE , 77).
El reflejo y el impulso social de la revolucin en la cultura, de manera
5 Para profundizar en la tcnica del cuadro semitico se puede consultar Mora, Ral H. Tras
el smbolo literario. Escuelas y tcnicas de interpretacin, ITESO /Universidad Iberoame-
120 ricana Len/Universidad Iberoamericana Puebla, Guadalajara, 2002, 118pp.
Cuadro 1
Cuadrado semitico sobre la obra de Gioconda Belli
Rebelarse
Revelarse
1
(3) (1)
Mujer Muchachita
liberada 2 violada
Revelarse Rebelarse
1. Vaina.
(2) Vrgenes blancas
2. Desnuda.
. Parto.
Contra una falsa y mentirosa tica que como las hojas impresas por la
tarde con sus mentiras se rasgan la vestidura porque un pueblo grita
por la vida nueva.
Contra los que, por voluntad o por fuerza, dejan a Nicaragua deshabitada,
122 despoblada, sin identidad verdadera.
Contra los que a nombre de revoluciones ya hechas es evidente que la
liberacin de la mujer es algo que quiere revolucionar, dar la vuelta al
machismo conquistador y dominante, impiden que un pueblo llegue a
sus races y desde ellas, indgenas, hispnicas, cristianas, universales, tam-
bin grecolatinas a veces, invente, sea heterodoxo: indito, no parido an-
tes. Sin aceptar que revolucin alguna, fiel a su nombre, pueda decirse
ya hecha, como artculo de exportacin.
Una sntesis
Qu sos
sino un triangulito de tierra
perdido en la mitad del mundo?
[...]
Qu sos
l ecturas y r electur as
125
l ecturas y r electur as
126
Cantos revolucionarios de Nicaragua*
* Publicado con el ttulo Cultura desde abajo. En la fuente del coraje, en la revista envo,
nm.106, Managua, agosto de 1990, pp. 1636. 127
cipio, para entroncar con la historia y descubrir as una esperanza sin lmi-
tes. 1
Junto a ellos y como ejemplo de muchos ms que fueron sensibilizndonos
a lo cotidiano para encontrar el camino, destacan los llamados cantautores.
La revista envo entrevist a algunos de ellos y volvi a escuchar sus cantares.
Muchas de sus obras fueron compuestas a la hora de la lucha contra Anastacio
Somoza y ayudaron as a hacer posible lo imposible. Esas mismas frases y
melodas sostuvieron la certeza de que la agresin mltiple contra Nicara-
gua, en la dcada de los ochenta, no habra de pasar ni vencera. Volver a
meditar lo que cantaron ayudar a ver que su aporte no enmudece ni se
invalida con un revs electoral ni con un cambio de gobierno. Como verdade-
ra obra de arte, perdura su validez, porque es autntica la experiencia y la
accin a la que convocan.
El presente anlisis quiere dejar testimonio de cmo en Nicaragua la can-
cin ha hecho esta historia, porque supo descubrir el secreto de lo cotidiano.
Ante la imposibilidad de estudiar en un artculo, necesariamente breve, toda
la produccin musical de estas dcadas, hemos elegido la obra de los herma-
nos Carlos y Luis Enrique Meja Godoy como base de este estudio. Eleccin
que no intenta ignorar a los dems sino descubrir as una pista. Porque en los
Meja Godoy y en sus grandes cantatas estn presentes msicos y poetas como
Arlen Si, la chinita de Jinotepe, cada en combate en El Sauce, en 1975, y
David McField, Leonel Rugama, Ricardo Morales Avils, Otto Ren Castillo,
Virginia Grteer, Ernesto Meja Snchez, Francisco de Ass Fernndez, Ernes-
to Cardenal, Toms Borge y Sergio Ramrez.
Con los Meja Godoy colaboran y producen Los Soadores de Sarawaska,
Pablo el Guadalupano, Otto de la Rocha, Salvador y Katia Cardenal, el Do
Guardabarranco, el Dueto Tapacal y Norma Elena Gadea.
l ecturas y r electur as
1 Vase en este libro Ernesto Cardenal: 60 aos del poeta y Mujer y poesa: clave de la
128 nueva cultura nicaragense.
Rivas, de Cosigina, del pueblo annimo que inspira sus ritmos y sus letras.
Con sus voces han cantado a Tino Lpez Guerra (Viva Len, jodido), Cami-
lo Zapata (Juana la Chinandegana, Solar de Monimb), Erwin Krger
(Queja india, Los zenzontles). Lista interminable. Solidaridad fraterna,
expuesta a los momentos de conflicto de toda relacin humana y de exigen-
cia profesional, que no trascendieron ni opacaron la tarea comn: cantar y
hacer la historia.
Dos limitaciones tiene este anlisis. Primera, la incapacidad de trasmitir
con palabras el ritmo de los sones, de los atabales, de la marimba y de la
guitarra. As, quedamos obligados a hacer nfasis en lo posible para una
publicacin escrita, precisamente en la letra. Limitacin asumida, ciertos de
que una expresin, un verso, evoca la meloda en quien tiene orejas en el
corazn: Ay Nicaragua, Nicaragita...
En segundo lugar, no existe una edicin crtica ni una cronologa exacta
de esta produccin. Difcil, por eso, aun consultados los autores, separar eta-
pas y distinguir con precisin la evolucin y los procesos.
Las grabaciones en disco y en casete hechas por la Empresa Nicaragense
de Grabaciones Culturales ( ENIGRAC ) son, hasta el momento, la mejor refe-
rencia musical. El Boletn Nicaragense de Bibliografa y Documentacin
dej un avance de lo que puede ser una recopilacin cabal de esta obra poti-
ca: el nmero 48, correspondiente al bimestre de julio y agosto de 1982, pare-
ce una promesa, para tiempos menos agredidos, de la Biblioteca del Banco
Central de Nicaragua, editora de este imponderable aporte para comprender
la historia.
c antos r evolucionarios de n icaragua
Historia de lo cotidiano
El nombre del nio Luis Alfonso Velzquez es de los que se recuerdan con ms
admiracin y ternura. Cerca ya la cada de Somoza, fue asesinado en mayo.
Haba servido de correo. Micrfono en mano supo animar a los dudosos.
Mucho antes otros le haban precedido. Los Meja Godoy supieron descu-
brir en los juegos infantiles la promesa de una alegra nueva. Con cario
paterno arrullan esa esperanza.
Quincho, VVenancia
enancia y el de la tiradora
134
Juancito Tiradora naci montaa adentro
colgado en los bejucos como un zorzal del cerro
picoteando las frutas, menudo chichilote
robando en los solares la miel del tigilote.
Juancito Tiradora no tuvo nunca nada
pero se sinti dueo de toda la montaa
aprendi a amar el surco, la milpa y la quebrada
las pozas azulejas repletas de mojarras.
Juancito Juan Tiradora
Juancito Juancito Juan
dueo de milpas y aurora
Juancito Juancito Juan.
Tu corazn de pjaro no conoci fronteras
pero olvid decirte que de otros es la tierra
mordi tu sangre dulce la bala de un cobarde
lloraron los pocoyos cuando cay la tarde.
Ahora que nadie tu libertad limita
practicas en las noches tu enorme puntera
vas derribando estrellas que caen en el ro
y luego de enjuagarlas las metes al bolsillo.
Juancito Juan Tiradora
Juancito Juancito Juan
dueo de milpas y auroras
Juancito Juancito Juan
c antos r evolucionarios de n icaragua
Acepta Luis Enrique que sus propias canciones y las de su hermano Carlos
tienen una gran carga ideolgica. Es obvio que su manera de desenmascarar,
en los hechos, las causas y los autores de la injusticia, no fue algo que apren-
dieron cuando sus padres Carlos Meja Fajardo y Elsa Godoy de Meja
los vieron nios en Somoto. Ni siquiera Luis Enrique pudo comprender a
cabalidad lo que sufra la niez y el pueblo nicaragense, en 1967, cuando
fue a Costa Rica a estudiar medicina, ni cuando se integr, all mismo, al
grupo musical Los Rufos y tuvo con ellos sus primeros xitos radiofnicos.
Por esos mismos aos, Carlos, despus de dejar el seminario, asqueado,
frustrado, sin encontrar all lo que yo esperaba en el aspecto filosfico
teolgico, sobre todo en los conflictos de la vida interior, y especficamente en
los problemas que todo joven sufre en esa etapa de desarrollo, se alej de
todo vnculo religioso. Busqu en otras reas la respuesta a mis inquietudes
vocacionales.
Para comprender la historia y dejar en sus canciones la protesta y la con-
vocatoria a la lucha necesitaron la influencia de Joan Bez, Bob Dylan y los
Beatles. Pero mucho ms la de Silvio Rodrguez, Pablo Milans, Isabel Parra,
IntiIllimani, Quilapayn y Daniel Viglietti. Lo que vivieron Cuba, Chile y
Uruguay los sensibiliz a la vida cotidiana y sus misterios de dolor y esperanza.
La llamada carga ideolgica no pudo tener ms atinada expresin que la
que uno y otro dieron en canciones como Pioln, Cancin de cuna, Na-
ci el nio negro, Pobrecito mi cipote, Pequea hija ma, para citar
c antos r evolucionarios de n icaragua
La cancin Aquel almendro de onde la Tere, con su ternura, evoca las fra-
ses musicales de La casita y de As es mi tierra, popularizadas en Mxico
hacia los aos de 1929 y 1930, cuando el general Sandino intent la batalla
diplomtica y el apoyo internacional desde Yucatn.
139
Una lgrima resalada de aquel ayer que no volver es el tributo viril al
amor de la infancia por Mara Ins. Como en otros versos, la niez queda
retratada en el pantaln chingo corto, de brincacharcos y en los za-
patos burros. Ahora brota el estremecimiento en el pecho, la mirada a la
casona, cuando llegaron con su fragancia las hojas de aquel almendro en
flor. El nombre de la mujer por quien se vivi el primer cario queda aso-
ciado para siempre al aroma de los almendros que hoy retoaron en mi so-
lar. Imposible olvidarlo en una tierra y una geografa llenas de esos rboles
y de esas casonas.
La quebradita fluye de manera suave, con la misma delicadeza y una
evocacin de aroma y perfumes semejante a la anterior:
140 Sobre los recuerdos se impone el anhelo y la ilusin del maana posible:
En aquella lomita rodeada de pinos
y de soledades
voy a sembrar la milpa
que tanto hemos soado.
Sin que eso cancele la realidad presente: la tierra est alienada, la lucha ape-
nas comienza:
La quebradita
V iolacin y dolor
A la Juliana la de Waslala
le dijo el jefe del batalln
es tu marido sindicalista
est en la lista que cargo yo.
Todas las hienas la mancillaron
la milpa entera se estremeci
mas la montaa guard la infamia
y el llanto en furia se perpetu.
Trfico del juez con el dolor, como un Judas de la montaa. Sobre el camino
l ecturas y r electur as
slo quedan hilachas de sol, como cant Luis Enrique. No fue Hilachas de
sol su primera cancin, pero s la primera ms difundida. En ella repasa la
historia de desigualdad y de contraste injusto, con una voz y una guitarra
entrecortadas como con un sollozo:
146
La tierra labrada mal repartida
la luna que alumbra slo en la hacienda.
Pari la patrona del campesino
un buitre tan negro como su padre,
mientras el tiempo pudre sobre mi viejo,
mazorca de arrugas amarga y clida.
sieron decir si los guerrilleros pasaron por all. Lo que s dijeron Mara
Venancia y la Amanda es que a Esteban los guardias lo montaron en el heli-
cptero y a Juan Hernndez se lo llev la patrulla. Al poco rato regresaron sin
148
ellos. Lo mismo sucedi a Saturnino y a Chico Gonzlez. En una hermandad
que ms de una vez une al poeta de Solentiname y a los Meja Godoy, con su
acorden y su guitarra Carlos y Los de Palacagina lloran y cantan:
Seis acordes graves, desde ms abajo del pentagrama, lentos como los pasos
ancianos de la Mara Venancia, inician el relato:
terminados tambin con ese golpe en cada lnea, golpe como en la carne de
las mujeres mancilladas: general, Aguilar, hablar, pasar, torrencial, est, all,
ver, volver, avin, mir, conmin, pantaln, noms, taquezal, flor, agarr,
interrogacin, septentrin. La estrofa del coro, iterada tras cada paso de la
narracin, no esconde ya su Ay! Ay! Lo grita con notas altas, tambin de
llanto.
149
Las mujeres del Cu
A la Cndida Martnez
un guardia la conmin:
ven chavala, le dijo
lavme este pantaln
la cipota campesina
fue mancillada ah noms
y Tacho desde un afiche
rea en el taquezal.
Tan cruel y exacta es esta cancin, que Carlos Meja Godoy no quiso siquiera
permitirse un suspiro ni echar mano del humor que en la tragedia sonre. En
lugar de la mirada con que las mujeres del Cu vislumbraron entre sueos y
en la noche a los muchachos como lo cuenta Ernesto Cardenal al final
de su poema, Carlos introduce una tierna mazurquita. Msica que de por
s convoca a la lucha de Sandino y evoca la meloda nostlgica y esperanzada
de su compaero Cabrerita (Ernesto Cabrera Cruz). Bella manera de trasmi-
tir la propia reflexin: enmudecer la palabra y dar tiempo para la meditacin
silenciosa.
Dolores de parto
Convocar a las mujeres que dieron sus hijos y llamarlas Madres de Hroes y
l ecturas y r electur as
Mrtires fue visto por quienes a nadie perdieron en los ocho aos de agre-
sin estadunidense como una manipulacin sentimental y religiosa, con fi-
nes polticos.
Poner de nuevo en su cara la sonrisa y prepararse as a celebrar la Euca-
150 rista el da del novenario y en el aniversario de sus cados es para estas
madres y esposas el ments a tal calumnia. Mujeres capaces de bailar en el
viejo estadio deportivo Rigoberto Lpez Prez, alguna vez con improvisadas
gradas de madera: Para eso estn luchando los muchachos en la montaa.
Para que estemos alegres.
A la manera de Arlen Si y su homenaje a la mujer campesina Mara
rural, los Meja Godoy tambin cantan a estas madres. La Rosa
Hernndez, escrita por Luis Enrique, en 1978, es su tributo agradecido y ad-
mirado. Esta Rosa tuvo seis chavalos porque Dios quiso ya no darle ms.
Ahora tiene 60 abriles, el pelo blanco y peleando los hijos. Sin muchos
cuentos, ella misma les habl muy claro a los que cri hasta que apenas
llegaban a la edad del indio para trabajar. Les trasmiti lo que en su analfa-
betismo en el rostro del pueblo aprendi a deletrear: hay que romper las
cadenas del hambre y de la explotacin. Y an me queda, dice, aqu en
las venas sangre que dar en las barricadas. En 1978 crey en la liberacin
del pueblo organizado.
Carlos entrega un canto hecho de milpa, de montaa y de ro a la madre
nicaragense: a la que lava ropa ajena para que el hijo estudie, a la madre del
ferroviario, del minero que muere rompiendo el mineral, a la madre del pes-
cador, del esclavo, del arado, del pobre obrero: madre de mi tierra. El tra-
bajo de esa madre y sus voces, como un ro, arrullan la esperanza por toda la
geografa de Nicaragua: Tonal, Nagarote, Tisma, Cusmapa, Solentiname,
Siuna, Cacaul, Arenas, Tomab, Tapacales, Coco, El Rama, Tepeneguasapa.
Los poemas de otra madre, Gioconda Belli, inspiran otra cancin, Cuan-
do venga la paz, amor. En medio de la guerra se retoma el sueo del maa-
c antos r evolucionarios de n icaragua
zo, una raya entre ceja y nariz, un surco sobre la yugular y como signo de
consagracin una sea en la frente. Con cada huella se reviven los reme-
dios y las sensaciones internas: sebo serenado, 18 puntadas, verdugn que
todava pone chirizo.
152
Cada cicatriz pronuncia de nuevo el nombre del agresor y su motivo: un
alistado, dicen que por casualidad; Chn Lanuza, por un pleito en Cacaul;
Melchor Pastrn [...] por aquel beso robado que le d a la Rosa Ins. La
ltima, ostentada con orgullo desde que Chinto escap de morir en la monta-
a: en la guerra de Sandino, combatiendo en Apal. La censura y la repre-
sin somocista no permita ms, ni haca falta. Bast gritar que a esa sea
yo la quiero con el alma, para que en otros combates cada cicatriz y cada
miembro mutilado dijeran siempre y para siempre el secreto del humor: la
esperanza que consagra.
Por qu Chinto repite una y otra vez con el coro vengo sealado desde
que nac? Sealado no significa ni condenado ni predestinado a sufrir.
Este campesino no fue nunca un becerro al que el patrn le puso su nombre
con hierro ardiente. La cicatriz del nacimiento, el ombligo, no evoca ningu-
na esclavitud sino la alegra dolorosa con que lo parieron para la vida. Eso es
lo que hay que leer. Por eso se llama leyenda a cada cicatriz.
La cancin Terencio Acahualinca introduce otras huellas, una vez ms
con suave acorden y alegre guitarra. Naci en la periferia porque el sistema
lo tir al anillo que circunda la ciudad. A pesar de eso no le falta galillo
para gritar su verdad. Como para que conste en el censo y se avergence la
burocracia:
por la esperencia.
Un curso de alta miseria
me hizo doctor
soy licenciado en pobreza
ms master en desnutricin.
Ritmo y letra son eco de la picarda de la mujer del mercado Oriental, pero
fue tambin el nico recurso para filtrar la injusticia del robo que impidi
que la ayuda internacional llegara a los ms damnificados:
l ecturas y r electur as
Siempre a la sardina
se la come el tiburn
y el que tiene ms galillo
siempre traga ms pinol.
154
El carraspeo de la guitarra o su aceleracin son para Luis Enrique como un
mero asidero para que su clamor, grave, profundo, pueda fluir sin que ni las
lgrimas ni la rabia lo ahoguen:
parece que slo es posible hasta que me muera, cuando me siembren jun-
to al ro. La desilusin es as de cruel porque el patrn gan con un vestido
nuevo y se llev a la chavala. La dureza de la competencia queda descrita por
el ttulo de la cancin: Yo te ofrec una esperanza. Intil pues esperar? A
pesar del humor, estn los caminos cerrados y la tristeza ser siempre eso,
tristeza? Las preguntas y su angustia como huella y seal de todo, en el
corazn.
155
En la fuente del coraje
Por tres caminos y a lo largo de canciones acumuladas con los aos el obrero
y el campesino recobran el aliento necesario. El primero es el campo mismo,
sembrado por todas partes. No con la milpa ni el frijolar. Aun esa semilla
parece robada. Siembra de vidas, de sangre. Juan Carmenate cay junto al
chilamate (Alforja campesina); Pedro el minero muri en Siuna (La tumba
del guerrillero); el que se sali del seminario qued all por el cementerio
(No se me raje mi compa). De muchos ms se sabe tambin el sitio exacto,
pero de otros, de la mayora, el pueblo sigue preguntando por la tumba:
la comunin no es un rito
intrascendente y banal
es compromiso y vivencia
toma de conciencia de la cristiandad.
Quien as canta a Aisa Padre es peligroso. Como Jess. Por eso la dicta-
dura prohibi el uso de esta msica. No fue autorizada por la Jerarqua,
precisa Luis Enrique: Pero nunca lleg un supuesto memorndum que lo
prohibiera. La misa campesina es la consecuencia y el resultado de esta lucha
cotidiana en la que todos nosotros nos involucramos.
La fe cristiana es subversiva porque desde sus orgenes busca el cambio:
hacer de este mundo de tinieblas una presencia del Reino del Padre. Tal fe da
l ecturas y r electur as
Mi venganza personal
ser el derecho de tus hijos
a la escuela y a las flores.
Mi venganza personal ser entregarte
este canto florecido sin temores.
Mi venganza personal
ser mostrarte la bondad
que hay en los ojos de mi pueblo.
Los ojos de ese pueblo son luz. Regalo y dinamismo cristiano. Ms cuando
brota a falta de un elegante cirio pascual como un ocote encendido,
como miles lo cantaron al terminar el viacrucis del canciller Miguel DEscoto
y como lo siguen cantando al amanecer del domingo en que de nuevo se puso
de pie el hijo de una tal Mara.
En la produccin de estos cantautores hay una tercera veta: la que hoy se
c antos r evolucionarios de n icaragua
La milpa nueva
Intil repetir que lo que cantan Luis Enrique y Carlos Meja Godoy es la vida
cotidiana del pueblo. Y no un pueblo annimo. Cada hombre queda en sus
canciones con su propia historia y su lugar de origen.
Yo soy de un pueblo sencillo repite en ocho diversas formas la misma
confesin de identidad del yo, como el pas pequeo, sencillo, mecido entre
fusil y cantar, poeta, orgulloso, con mil batallas perdidas, victorioso,
reciente, fraterno y amigo. Un pueblo y un poeta que resulta, pues,
Canto pico al FSLN y Sandino Santo y Sea son dos grandes poemas
musicales, de creacin colectiva de mltiples artistas. Entre ellos, los Meja
Godoy. Otros cantos de lucha sandinista pueden considerarse como una pro-
duccin muy cercana al poema pico, aunque cada una de esas canciones
162 fueron escritas y divulgadas en diversos momentos y circunstancias.
El estudio y el anlisis detenido de todos ellos requerira un tiempo y un
espacio que queda aqu fuera de lugar. Pero no slo por eso me contento aho-
ra con una mera alusin a dichos poemas. De propsito, a lo largo de todo lo
que precede, he dejado en silencio an los cantos a Sandino y a Carlos Fonseca,
tacayanes de esta historia.
Sus vidas, sus angustias, sus trabajos, sus amores y sus juegos han queda-
do ya dichos: porque ambos fueron pueblo. Y pueblo son Camilo Zapata, Arlen
Si, Germn Pomares, Santos Lpez, Julio Buitrago, Luisa Amanda, la Gata
Mungua. En la fe de pueblo est la de sus hroes, tambin la de los nios
como Luis Alfonso. En sus derrotas tambin ellos cantan no se me raje mi
compa. La geografa que ellos recorrieron es la ya dicha. Tan es as que, al
preguntarse quin es esa muchacha que Sandino el guerrillero lleva en el
anca segura de su caballo prieto, la respuesta es una, slo una: Ella es la
ms galana, ella es la ms bonita, ella es la Nicaragua, la Nicaragita.
Aado, con todo, una palabra sobre estos cantos picos, para que se apre-
cie ms su valor. Son poemas dedicados a los cados. Slo por excepcin se
menciona a Toms Borge, cuando, en una bella alegora de bosques, la ceiba,
el malinche, el chilamate frondoso, el granadillo, el chile congo, el jocote y el
legendario jenzaro se dieron cita. Convocatoria de los generales patriarcas,
los gegenses de la narracin primitiva, para dar las diez semillas del
PopolVuh y hacer nacer el nuevo chilotito, el FSLN . Estas cantatas no son
himnos de exaltacin de los que gobiernan y mandan. Son una cancelacin
del viejo concepto de la historia como la glorificacin de los emperadores,
aunque fueran justos.
c antos r evolucionarios de n icaragua
Ambos cantos picos estn compuestos con los mismos ritmos y las mis-
mas ancdotas cotidianas y efmeras que viven hombres y mujeres en un rin-
cn y en otro de la montaa o la ciudad. En el nacimiento de Sandino lleg,
como se deba, la comadrona, y las mujeres se apretujaron con su vestido
negro. Sus amoros, su humor, su experiencia religiosa no son otros que los
de todo paisano. Como a cualquier enamorado romntico, al General de Hom-
bres Libres se le hace cantar, como en La quebradita, la dulzura de una flor
de pino. Puede haber algo ms pasajero que una velada en que Cabrerita 163
interpreta una mazurkita en la mayor? Y a la pobre Mam Ramona le pas lo
que a la Mara de Los Guardias, aun en el ritmo de risa y buen humor.
He dicho ya que son poemas de creacin colectiva. Como si los actuales
artistas dijeran as que slo sintindose treinta con l podan repasar la
historia y aprender de ella. Pero esta fraternidad supera los tiempos y va ms
all de la frontera. Gran acierto fue dedicar la primera parte de Sandino
Santo y Sea a hacernos or lo que sus guerrilleros oyeron, cantaron y tam-
bin compusieron, adaptando msicas y melodas que el obrero petrolero se
haba llevado cuando dej Mxico. La reconstruccin artstica del pasado no
es de biblioteca ni de archivos: todo es el cantar del pueblo.
La expresin fina, potica, como debe ser la de todo heredero de Rubn
Daro, se inspira en poetas contemporneos: Ernesto, Leonel, la misma Arlen
Si. Y por si fuera poco, se prodiga en versos tan puros como un beso en tu
frente y como un granito de maz.
La accin heroica, lo verdaderamente pico, es lo que naci de ese grani-
to: un pueblo que apost a la libertad y la gan, porque qued cultivada con
el amor y la sangre de los que con verdadera fe creyeron. En medio de una
lucha, tambin ideolgica, con la que algunos se hicieron harina de otro costal.
Lo que proclaman estos cantos picos es la gesta heroica de un pueblo,
Nicaragua. La identidad de cada individuo radica en la comunin y el com-
promiso con que de manera personal se haya asumido su lucha. Lucha contra
todo lo que mata al pobre y viola a la mujer. Apuesta por una vida en libertad.
Porque todo cambiar.
Slo valorndolo as se puede justipreciar el vigor de la palabra misma de
revolucin, y la fuerte convocatoria de la consigna Patria libre o morir. En
ella se proclama lo aprendido en el repaso de la historia de Sandino y su
pequeo ejrcito loco, para entender lo que era el presente de la dictadura
l ecturas y r electur as
proceso.
Hay quienes creyeron que todo cambiara con un vestido nuevo o abando-
nando a doa Crescencia Fornos. Se convirtieron as en la mujer que huye o
en el hombre que se hace harina de otro costal. Falsa revolucin, porque
166 da un cambio, pero de mera reforma. Peor an: esos niegan su identidad,
renuncian a sembrar con el campesino que llora a la mujer perdida, desco-
nocen el humor con que la mujer hace del maz toda la comida que la fami-
lia gusta, no la ajena, al gusto extranjero.
En contradiccin con la esperanza estn los que destruyen los campos y
violan all por Waslala y el ro Cu, los que matan la vida nueva que asoma
en los juegos infantiles del Open Tres. Esos no quieren ni revolucin ni culti-
vo. Contradicen al pueblo todo.
Ni faltan los que se ponen chusmones, desalentados, por la situacin y
el dolor sufrido. Los que piensan apegados a una tradicin que los amarra a
la resignacin y a la aceptacin pasiva, que nada puede cambiar. Que ni si-
quiera hay que intentarlo.
Sin embargo, existen y son los ms los que hasta se siembran como
semilla en las cicatrices de los surcos y juran que la milpa ser nueva. Los
que encuentran su identidad en su cultura como accin y como fruto de su
siembra y hacen de la revolucin la apuesta activa de su fe, de su amor y
de su forma de vida.
Visualizando estos cuatro grupos en un cuadro semitico, vemos as la
historia cantada por Carlos y Luis Enrique (vase el cuadro 1). Ledo de ma-
nera sociolgica no slo en el cuadro sino en todo el trabajo que estos
cantautores difundieron, est el resumen, el repaso de la historia nicaragense
y de sus pueblos hermanos. Ah se genera el futuro:
Cultura
Revolucin
1
Vestido nuevo
Chusmn Harina de
2 otro costal
Revolucin Cultura
BalaViolacin
1. Identidad. Muerte
2. Trasformacin.
. Historia.
tidad Jos Mara Moncada, Juan Bautista Sacasa, los vende patrias
sonrieron desde un afiche.
Chusmones se pusieron y se ponen los que por creer que la tradicin es
repeticin tradicionalista de formas y un rito intrascendente y banal, pre-
firieron no apostarle al cambio sino atenerse al camino trillado. En el
peor de los casos, los que piensan que todo cambio social revolucionario
es oposicin a la voluntad de Dios que nos hizo pobres y en la humilla-
cin nos pide slo paciencia y resignacin para ganar as el cielo. Ah
estn de hecho los que desconocen al Cristo trabajador que lucha en el
l ecturas y r electur as
169
l ecturas y r electur as
170
La conquista evangelizadora
en la literatura latinoamericana*
* Publicado en las revistas Renglones, nm.21, Guadalajara, diciembre de 1991, pp. 314; y
XipeTotek, vol.11, nm.1, Guadalajara, eneromarzo de 1993, pp. 330.
1 Fuentes, Carlos. Cristbal Nonato, Fondo de Cultura Econmica, Mxico, 1987, p.563. 171
Carlos Fuentes, con su novela Cristbal Nonato, nacida el 4 de mayo de 1987,
se adelant en la reflexin que hemos venido provocando en torno al descu-
brimiento o encubrimiento de Amrica, a los 500 aos de confusin que por
malinchismo o chauvinismo, por posturas traumticas o ingenuamente
triunfalistas, por el influjo de la leyenda blanca o de la negra nos impide
todava asumir nuestra propia responsabilidad ante el presente y ante el futuro.
La celebracin del V centenario fue slo un cmulo de festejos y concur-
sos, en este continente ya no tan nuevo, y en el viejo? La pretensin es una
vez ms lograr que las masas no pensemos, que nos mantengamos aleja-
dos y distantes de la realidad que se remueve en el fondo de nuestro acontecer
cotidiano?
As lo sugiere la presentacin de la novela, llamada Cristbal no slo en
honor de Coln sino por el asunto que gua la accin: responder y ganar el
concurso que la nacin promueve: el nio que nazca primero el 12 de octubre
de 1992 y que ms se parezca al descubridor tendr asegurada la vida, de por
vida. Por eso sus padres, ngel y ngeles, lo conciben en las playas de Acapulco,
el da de la Epifana y de la primera ley agraria de la revolucin, el 6 de enero
del esperado ao del centenario de nuestro encubrimiento.
Nonato, porque toda la accin 569 pginas ser vista desde el esper-
matozoide y el vulo por l fecundado, desde el seno materno. Ah, slo ah,
recibir el germinal Christophoro toda la herencia de la historia, a travs de
los genes paternos, maternos, clasemedieros y revolucionarios, hispanos, pues,
e indgenas a la vez. Palomar ser su apellido: nada ms cercano a Columbus,
palomo que lleva la uncin de la vida nueva: Christophoro.
He trascrito el final: con la lucha entre un ngel del recuerdo y de la
sabidura y un ngel Barroco con alas de quetzal y casco de oro, Cristbal
Yanato olvida, olvida. A lo mejor, la nia que lo acompaa en el parto, su
l ecturas y r electur as
Angustia, desolacin: nadie puede ignorar ni olvidar que esa realidad est en
la base de la conmemoracin del V centenario. Sin patetismos. Si se quiere,
sin tomar partido, pero aceptando y asumiendo el dolor del pueblo que fue
evangelizado, conquistado. Triste manera de hacer llegar la Buena Nueva. La
conquista no fue seduccin amorosa. La era histrica en que llegan los con-
quistadores a Mxico proceda precisamente de la lluvia de flores que cay
sobre las cabezas de los hombres al finalizar el cuarto sol cosmognico. La
tierra se vengaba de sus escaseces anteriores, y los hombres agitaban las ban-
deras de jbilo, sita el dato de forma cronolgica Alfonso Reyes.3 As lo
perpetu el poema Ninoyolnonotza:
[...]
poema:
176 4 Ibidem, pp. 3132. Arreglo castellano de Jos Mara Vigil, sobre la versin inglesa de Brinton.
Hemos logrado al fin llegar a Tenochtitlan:
esforzaos, tlaxcaltecas y huexotzincas.
Cmo lo oir el prncipe Xicotncatl, el ahorcado? Ea, esforzaos!
[...]
Tae tu tamboril, re a carcajadas, oh Ixtlixchitl,
ponte a bailar en Cuauhquiahuac, el de Mxico,
haz que al girar brille tu escudo de rosadas plumas
aqu en Temalacatitlan. Ea, esforzaos!
di en tres partes; el agua que hirvi con el viento; la mujer que lloraba y
gritaba de noche: Hijitos mos, a dnde os llevar?; los pjaros cenicientos
5 Garibay, ngel Mara. Canto tlaxcalteca acerca de la Conquista, en Garibay, ngel Mara,
Poesa indgena de la altiplanicie, Universidad Nacional Autnoma de Mxico, Mxico,
178 1962, pp. 4146.
cados en las redes de los pescadores y en cuyas molleras Moctecuhzoma
vio el cielo, las estrellas y cmo algunas personas venan de prisa, se hacan
la guerra, a cuestas sobre unos como venados; muchas veces se mostraban a la
gente hombres deformes, personas monstruosas. De dos cabezas, pero un solo
cuerpo. 6
Bien pueden tenerse tales consejas como justificativos de la derrota, pos-
teriores a la guerra contra los invasores. Aunque as fuera, su aceptacin des-
cubre un trasfondo religioso, lleno de temor ante lo inesperado. Supersticin,
si se quiere.
Pero tras todo eso, haba tambin afirmacin de valores culturales de pri-
mera calidad. As, al otro extremo del continente, entre los pueblos guaranes,
la literatura chirip canta a la fraternidad con que se espera y se recibe a todo
forastero:
Imposible repasar todos los textos precolombinos. Tal vez se objetar contra
lo citado que no son propiamente literatura. Porque sigue siendo verdad lo
que don ngel Mara Garibay escribi en la introduccin de su versin de la
Poesa indgena de la altiplanicie:
8 Cadogan, Len. Canto ritual de nuestro Abuelo grande primigenio, en Cadogan, Len,
op. cit, p.153.
180 9 Garibay, ngel Mara. Poesa indgena de la altiplanicie, op. cit, p. VII .
Sin que esto les quite, segn su creacin literaria, la capacidad crtica y
el anhelo de liberacin. Yendo ms all del lmite de este primer acercamien-
to, vale la pena escuchar lo que el Libro de Chilam Balam de Chumayel
cant, denunci y anhel dcadas ms tarde (20 de enero de 1782, segn la
nota de la pgina 81 del manuscrito?). Porque, despus de proclamar como
lo hicieron los guaranes: 7. Recibid a vuestros huspedes que tienen barba y
son de las tierras del oriente, conductores de la seal de Dios, Padre, 10 corri-
ge y grita el poeta: No hay verdad en las palabras de los extranjeros. Los
hijos de las grandes casas desiertas, los hijos de los grandes hombres de las
casas despobladas, dirn que es cierto que vinieron ellos aqu, Padre.
Qu Profeta, qu Sacerdote, ser el que rectamente interprete las pala-
bras de estas Escrituras? 11
Ni duda le cabe entonces al poeta que con el conquistador lleg el cristia-
nismo y que con l aprendieron a llamar Padre a aquel cabe quien est el ser
de todas las cosas. Sin que eso le impida compartir su experiencia interna e
interpelar desde entonces a sus oyentes, entre ellos a nosotros hoy:
Solamente por el tiempo loco, por los locos sacerdotes, fue que entr a noso-
tros la tristeza, que entr a nosotros el cristianismo. Porque los muy cris-
como Bernal Daz del Castillo ofrecieron con obras como la Historia verda-
dera de la Nueva Espaa.
12 Libro de los linajes, en Libro de Chilam Balam de Chumayel, op. cit, pp. 1617.
182 13 Trece Ahua Katn, en Libro de Chilam Balam de Chumayel, op. cit. p.83.
Lejos estaba Bernal Daz de las reglas que los historigrafos se han dado
para asegurar el carcter cientfico de una obra con fundamentos clasificables
entre los acervos de la historiografa. Imposible negar el carcter justificativo
y panegrico de las Cartas de Relacin de Hernn Corts. Hoy no falta quien
califique los Comentarios reales de Garcilaso de la Vega, el Inca, de novela
heroica y aun de fbula, aunque el autor, mestizo nacido en Per, se afan
por dar el relato fiel de las hazaas y de las injusticias que, a la postre, lo
hicieron a l mismo vctima de la conquistaevangelizadora, o de la evange-
lizacinconquistadora.
Mucho viaj y mucho gust en viajar por Panam, Per y Chile, Alonso
de Ercilla y Ziga, y con todo empeo difundi en Francia, Inglaterra, Sui-
za, Italia, Austria, Hungra y, por supuesto, Espaa cuanto vio, escuch y supo
desde aquella hora. A pesar de ello, a su gran obra, La Araucana, ms fcil-
mente se le compara con La Eneida, y como epopeya, que con cualquier en-
sayo de historia de nuestras universidades.
El exigente Marcelino Menndez y Pelayo dijo de La Araucana: Poesa
de las navegaciones, de los descubrimientos y de las conquistas ultramarinas,
trayendo al arte nuevos ciclos, nuevas tierras, gentes brbaras, costumbres
exticas, hazaas y atrocidades increbles. 14
184 15 Vase en este libro Rehacer cada da la esperanza: tras la locura quijotesca.
podr, con todo, negar que, tras la bsqueda de lo nuevo, haba un impulso
trasformador. Aunque fuera de sus propias vidas. Y una motivacin tam-
bin impuramente religiosa, de fe.
No era vano ni nada ms personal el argumento que el Inca de la Vega
adujo para defender sus negados derechos y para subrayar la importancia de
la aventura descubridora: Para confirmacin de esta grandeza, y de lo que el
Per ha enriquecido a todo el mundo, alega: De que un indio idlatra, que
tantas crueldades haba hecho, como Atahualpa, muriese bautizado, devemos
[sic] dar gracias a Dios Nuestro Seor, que no desecha de su infinita miseri-
cordia los pecadores tan grandes como l, y como yo. 16
Pero formulemos de forma abierta la pregunta que la conquista y su V
centenario provoca: qu derecho tenan aqullos para imponer su fe?, qu
derecho tiene alguien para imponer su propia cultura y a nombre de ella
destruir la ajena?, qu derecho tiene una persona, una nacin o pas para
hacer de los otros sus vasallos, a nombre de su propio proyecto social, su
propio estilo de vida, su propia utopa?
Ninguno. Seamos igual de abiertos: ningn derecho tienen ni una perso-
na ni un pas para hacer eso. El repaso de aquella historia de hace 500 aos,
hecha en estos aos nuestros, me convence que as es. Aceptarlo, decirlo en
16 De la Vega, Garcilaso. Comentarios reales, vol.I, A. Rosenblat, Buenos Aires, 1944, p.95. 185
Hereja!, clamaran hoy conquistadores y evangelizadores de hace 500
aos menos dos, por lo que acabo de decir. Cmo asimilar el nombre
del Padre de Nuestro Seor Jesucristo con el de esos dolos? Reo soy de muer-
te, para proteger la fe!
Pero defendmonos de la Inquisicin que pronto llegara a peticin
del Real Patronato por qu no vieron aquellos conquistadoresevan-
gelizadores en este Antiguo Secreto de nuestros antepasados mayas al Dios
desconocido que san Pablo s reconoci y alab, paseando entre los mitos y
los ritos con que los griegos de Corinto conmemoraban a sus dioses?
Porque la cultura, la identidad, la concepcin de su fe, condicionada y
formulada en sus propias estructuras, lo impeda. Era imposible pensar de
otra manera en la Espaa, bastin de la Contrarreforma, y aun en la Alema-
nia de esa hora, cuna de la Reforma. Juzgarlo con nuestros criterios, sin ex-
cusa, y condenarlos porque hace cinco siglos no hicieron lo que hoy, 20 siglos
despus de Pablo de Tarso, vemos como posible, como lo justo y lo razonable,
es un anacronismo. Y ste es uno de los dos pecados capitales en la lectura e
interpretacin de la historia.
El segundo es semejante a ste, el arcasmo: querer perpetuar y aplicar a
una poca la nuestra, en el caso los principios, criterios y formas cultu-
rales con que se pens y se actu en siglos pasados, sin asumir la responsabi-
lidad de lo que hoy nos da identidad verdadera.
As, sobre lo que hoy llamamos V centenario descubrimiento?, encu-
brimiento?, encuentro?, tropezn?, la disputa qued abierta. Desde que
los literatos de aquel momento, siglo XV y XVI , manifestaron su experiencia
ante lo que vean y vivan.
El entusiasmo por la empresa espaola en este nuevo mundo vibraba en
todos, como subraya ngel Valbuena Prat. Pero contra el apoyo un tanto o del
l ecturas y r electur as
todo acrtico a los conquistadores, que sale como relato de las plumas de Fran-
cisco Lpez de Jerez y Pedro Cieza de Len, desde Per, y de Francisco Lpez
Gmara y Bernal Daz del Castillo, desde Mxico, violentos e igual de apasio-
nados escriben fray Bartolom de las Casas y fray Bernardino de Sahagn.
186
Brevsima relacin de la destruycin de las Indias llam fray Bartolom
a su testimonio. Y con una valenta inaudita, dos aos antes de su muerte,
present al Consejo de Indias el ltimo Memorial, como sntesis de los cr-
menes perpetrados por los conquistadores y en el que formula ocho conclu-
siones:
La primera, que todas las guerras que llamaron conquistas fueron y son in-
justsimas y de propios tiranos.
La segunda, que todos los reinos y seoros de las Indias tenemos usurpados.
La tercera, que las encomiendas o repartimientos de indios son iniqusimos, y
de per se malos, y as tirnicas, y la tal gobernacin tirnica.
La cuarta, que todos los que las dan pecan mortalmente, y los que las tienen
estn siempre en pecado mortal, y si no las dejan no se podrn salvar.
La quinta, que el rey nuestro seor, que Dios prospere y guarde, con todo cuanto
poder Dios le dio no puede justificar las guerras y robos hechos a estas gentes,
ni los dichos repartimientos o encomiendas, ms que justificar las guerras y
robos que hacen en los turcos al pueblo cristiano.
La sexta, que todo cuanto oro y plata, perlas y otras riquezas que han venido a
Espaa, y en las Indias se trata entre nuestros espaoles, muy poquito sacado,
[...] y vuestra merced sabe bien que ms sabe el necio en su casa que el cuerdo
en la ajena.
Eso, no, Sancho respondi don Quijote; que el necio en su casa ni en
la ajena sabe nada, a causa de que sobre el cimiento de la necedad no asienta
ningn discreto edificio. 19
l ecturas y r electur as
18 Valbuena Prat, ngel. Historia de la literatura espaola, t.I, Gustavo Gili, Barcelona,
1968, p.576.
19 Cervantes Saavedra, Miguel de. Don Quijote de la Mancha, en Cervantes Saavedra, Miguel
188 de, Obras completas, Aguilar, Madrid, 1952, p.1419.
Y no hay mayor necedad que olvidar lo que bien aprendido tenemos: comple-
temos as los sabios consejos de aquel loco por la justicia a su refranero escu-
dero, de su mutua enseanza retenemos la norma para bien juzgar que don
Quijote dio a su amigo, prximo a ser gobernador de la nsula Barataria:
[...] en los pueblos de Amrica latina, en esta viva armona de las naciones
vinculadas por todos los lazos de la tradicin, de la raza, de las instituciones,
del idioma, como nunca las present juntas y abarcando tan vasto espacio la
historia del mundo, bien podemos decir que hay algo tan alto como la idea de
la patria, y es la idea de la Amrica: la idea de la Amrica como una grande e
23 Unamuno, Miguel de. Soliloquios y conversaciones, EspasaCalpe, Madrid, 1979, p.162. 191
En esta apasionante novela, Carpentier repasa el proceso que Po IX , por
peticin de ms de 600 obispos y cardenales de Amrica Latina y de Espaa,
inici para beatificar a Cristbal Coln: por l se duplic el espacio de las
tierras y mares a donde llevar la palabra del Evangelio. 24 Ese era su gran
mrito. Entre 1823 y 1825, el futuro papa Mastai Ferretti, joven delgado, ha-
ba recorrido Argentina, Chile, Bolivia, Per, Colombia y Uruguay. Ah intuy
que un beato, un santo, como Cristbal, no poca ayuda poltica podra pres-
tar a la convulsionada iglesia de Amrica. En el proceso, reconstruido por
Carpentier, desfilan Bolvar, indgenas, Len Bloy, Karl Marx: a favor, en con-
tra. Simple sombra. El arpa de la gloria no toc para Coln. No era l quien
poda unificar esta patria nueva, ni inspirar a la iglesia quizs tambin nue-
va, desde la independencia. 25
En su contra pesa lo que con inmenso amor a Amrica cant luego Pablo
Neruda. Su Canto general merecera todo un estudio. Visin de Amrica y de
su historia. Dos estrofas evocan e interpretan con emocin histrica lo
que fue aquel origen:
26 Neruda, Pablo. Amor Amrica (1400), en Neruda, Pablo, Canto general, Seix Barral, Bar-
celona, 1984, p.9.
27 Neruda, Pablo. Vienen por las islas (1493), en Neruda, Pablo, op. cit, p.47. 193
joven estremecido en las tinieblas
metlicas de Mxico, en tu mano
recibo el don de tu patria desnuda.
El manantial hundido
bajo todas las bocas de la tierra.
tra historia, la del principio cuando todo era caos, nada y la que inici
30 Daro, Rubn. A Coln, en Daro, Rubn, El canto errante, EspasaCalpe, Madrid, 1965,
pp. 4043. 195
Previnindonos ya contra toda otra conquista, contra toda destruccin de
nuestras esperanzas Ay, Nicaragua, Nicaragita, la flor ms linda de mi
querer, en Cantos de vida y esperanza que encierra, dijo, las esen-
cias y savias de mi otoo nos alerta con su marcial grito a Theodore
Roosevelt. Esta Amrica repite lo que dijo el noble Cuauhtmoc: Yo no estoy
en un lecho de rosas. 31 Y esa Amrica es, para Daro, ya entonces, la de los
poetas como Netzahualcyotl y la de Cristbal Coln: la Amrica catlica, la
Amrica espaola, a la que no le falta Dios.
Con una plegaria semejante a la de Rubn, Gabriela Mistral mir e im-
plor al sol:
[...]
Llegas piadoso y absoluto
segn los dioses no llegaron,
trtolas blancas en bandada,
man que baja sin doblarnos.
No sabemos qu es lo que hicimos
para vivir transfigurados.
[...]
A tu llama fi a los mos,
en parva de ascuas acostados.
Sobre tendal de salamandras
duermen y suean sus cuerpos santos.
O caminan contra el crepsculo,
encendidos como retamos,
azafranes sobre el poniente
medio Adanes, medio topacios...
l ecturas y r electur as
196 31 Daro, Rubn. Cantos de vida y esperanza, EspasaCalpe, Madrid, 1983, p.11.
con Pirmide de tu nombre,
con pitahayas y con mangos,
[...] 32
Para lograrlo, indica la ruta: el mito como smbolo creativo y ejemplar abre
las puertas de la comunin. El repaso de las narraciones simblicas desnu-
dan nuestro ser y nos educan para actuar. Porque el mito no es ficcin ni
mentira. A menos que de manera consciente lo prostituyamos, como en el
remedo del mito de Superman.
34 Paz, Octavio. El laberinto de la soledad, Fondo de Cultura Econmica, Mxico, 1969, p.191. 199
Contra la pretensin de su autor, en la utopa ya aludida de Vasconcelos,
La raza csmica, pudo alguien leer el orgullo racista que, en su mxima
locura, provoc las matanzas de la segunda guerra mundial y, aun ahora,
pretende justificar la discriminacin en Sudfrica y Alabama. Y tambin en
nuestras tierras.
Lo que somos, nuestra raza, latinoamericana, puede abrirse a la comu-
nin, a la fraternidad csmica, porque no somos la sntesis mestiza que tan-
tas veces hemos odo. Somos mestizos, pero no slo mestizos. Somos criollos,
pero no slo criollos. Somos quechuas, garifonos, tarahumaras, otomes; pero
no slo somos tzeltales, sumus, guaranes o gnobes, somos negros, mulatos;
pero no slo eso. Somos todo eso.
As es, aunque simulemos lo contrario, aunque gesticulemos para no de-
crnoslo. Para no obrar en consecuencia. El trauma de la Malinche que no
es slo psicolgico sino sociocultural es lo que provoca que este continente
no asuma la unidad que estaba en la fe de forma triste impuesta en el
Padre comn, en el Antiguo Secreto.
No puede ser desodo el grito tan fuerte con que Alejo Carpentier,
Guimaraes Rosa, Jorge Amado, desde Cuba, Hait y Brasil, nos abren los odos
para decirnos que tambin somos descendientes tnicos, culturales,
mticos del dolor y de la esperanza de aquellos que fueron arrancados de
frica en el principio y hoy nacen, trabajan, comulgan y comparten sus sue-
os como los que ms.
Verdaderos latinoamericanos, como los campesinos despojados de su tie-
rra en el despertar del siglo XVI y en el ocaso de este siglo XX . Entonces, a
nombre de la falsa utopa del Nuevo Mundo; hoy, con el no menos falso evan-
gelio neoliberal. Porque ni la invasin de 1492 ni el despojo de 1992 tienen
nada que ver con el amor de la verdadera conquista de enamorados.
l ecturas y r electur as
diferentes a toda referencia religiosa, Goldmann enfrent las risas y las sonri-
sas irnicas, para sostener que esa experiencia interna es lo fundamental de
la lectura de una obra artstica o literaria. Sin sentir internamente, las
interpretaciones que se aventuren de tal obra sern mero juego de palabras
vaco.
Sin embargo, esta ltima reflexin sobre los increyentes me da pie para sentir-
me de lleno en ella, ya que me permite proclamar lo que tantas veces, con toda
sinceridad y honestidad, he dicho a mis alumnos, en las clases y cursos de
literatura: cunto debo en la afirmacin libre de mi propia fe a tantos escri-
tores, poetas, ensayistas, novelistas que dedicaron todo su haber y su poseer a
combatir a Dios no slo por su atesmo sino por su militante antitesmo.
Para explicar esta afirmacin, que puede ser escandalosa, pretendo, pues,
compartir algunas de las experiencias internas que, a travs de los smbolos 205
verbales recibidos, me han hecho vivir hombres y mujeres como Albert Camus,
JeanPaul Sartre, Miguel de Unamuno, Alejo Carpentier, Pablo Neruda y, por
supuesto, cristianos y catlicos como Georges Bernanos, Paul Claudel, Gio-
conda Belli, Ernesto Cardenal y Graham Greene.
De lo vivido con ellos y sus obras literarias me limito en esta ocasin a un
slo punto: la experiencia literaria a que nos provocan y convocan sobre el
tema Dios. Tengo por tema, como lo entienden las modernas escuelas de
interpretacin simblica, la actitud intelectual y afectiva con que un deter-
minado autor vive un asunto particular.
Expongo aqu esa experiencia sobre Dios en la literatura contempornea
en torno a tres puntos: primero, Dios y la experiencia del mal; segundo, Dios
y la libertad humana, y tercero, las mediaciones de Dios.
A manera de conclusin, retomo lo que podemos llamar de manera provi-
sional el juicio de Dios: no el acto con que l nos juzga sino el juicio con que
algunos de estos escritores de nuestro siglo XX lo juzgan.
Sobra decir que todo ser una mera y rpida evocacin, con la esperanza
de que ustedes se sientan invitados a leer o releer los autores aqu menciona-
dos y muchos ms.
resulta para todas un fuerte apoyo en los momentos en que los triunfantes de
la revolucin de 1789 requisan todo bien eclesistico y empiezan a dispersar
conventos. Presienten todas que la amenaza de ser asesinadas no es imagina-
cin enfermiza. Hacen, por eso, voto de martirio: no rehuir la muerte en
aquella situacin sino dar la vida, como testimonio de fidelidad.
1 Bernanos, Georges. Dilogo de las carmelitas, Troquell, Buenos Aires, 1965, p.29.
2 Idem.
3 Ibidem, p.38. 207
En tal resolucin se mezclan motivos llenos tambin de orgullo de clase:
Me avergenza pensar que una hija de noble cuna pueda, llegado el caso,
carecer de nimo, 4 dice la madre Mara de la Encarnacin, a cuyo cuidado
haba dejado la difunta priora la direccin espiritual de Blanca. Por insisten-
cia suya, contra el parecer de la nueva priora, ausente por unas semanas del
Carmelo para salvar la vida de sus hermanas, todas hicieron el voto de marti-
rio. En el momento mismo de pronunciarlo, Blanca huye.
La comunidad entera fue condenada a muerte. La madre Mara de la En-
carnacin, buscando y tratando de convencer a sor Blanca de la Agona para
que vuelva con sus hermanas, queda, de hecho, con vida: Estoy deshonra-
da!, es su ltima exclamacin en el drama: deshonra vivir, en tales circuns-
tancias.
Cul es la lucha, la experiencia humana de fondo? Bien lo plantean la
nueva priora y una connovicia de Blanca, sor Constancia: Morir es felicidad?
A fe ma! [dice la primera]. Cuando hayamos dado el nombre de felicidad a
lo que el comn de los hombres llama desgracia, de qu nos valdra? Desear
la muerte en plena salud es llenarse el alma de viento, como un loco que cree
alimentarse con el humo del asado. 5
Y la segunda, alegre y esperanzada siempre, nos lleva ms a fondo: Es
una grandsima desgracia el tener que dar a Dios una vida a la cual no se est
apegada o a la cual slo se lo est por costumbre, una costumbre que ha
llegado a ser feroz. Hay que amar la vida, esta vida, y no vivir por costumbre
de vivir sino por amor a ella: Amo tanto la vida!, fue su confesin ms
profunda. 6 Por ese amor no est segura sobre si tiene o no miedo a la muerte.
Tenerle miedo, de ser as, es slo muestra de amor a la vida.
Avergonzarse de tener miedo a la muerte puede ser una forma de despre-
cio. Y el desprecio no debe tener cabida en el corazn humano. Hay que asu-
l ecturas y r electur as
mir el riesgo del miedo como el riesgo de la muerte. Sin miedo al miedo. La
4 Ibid, p.57.
5 Ibid, p.137.
208 6 Ibid, pp. 51, 140.
verdadera valenta se halla en ese riesgo, haba dicho el Caballero, hermano
de Blanca de la Force, de la Agona. 7 Es el riesgo de la vida amada en verdad.
En este drama, tan radicalmente humano, puesto que no hay nada ms
radical en nosotros que la vida, raz de todo lo dems, no poda dejar de alu-
dir Bernanos a la imagen de Jess de Nazaret, enfrentado a situacin seme-
jante: En el Jardn de los Olivos Cristo no era ya el amo de nada. Nunca la
angustia humana se haba elevado hasta tan alto; jams alcanzar tal nivel.
Ella haba descubierto todo en l, salvo ese extremo rincn del alma en don-
de se ha consumado la divina aceptacin. 8
Aceptar lo inevitable? Aceptar la muerte? Aceptarla cuando, como en el
caso de Jess y en el caso de las carmelitas, es fruto de una injusticia? No
rebelarse ni luchar contra la injusticia? Esa parece ser la conclusin en este
drama de Bernanos, tan cercano ya a su propia muerte cuando escribi Di-
logo de las carmelitas:
Que esta obra sea injusta [haba dicho la priora Mara de San Agustn] no
pertenece a nosotras, pobres siervas, juzgarlo, pues nuestra vocacin no con-
siste, de ningn modo, en oponernos a la injusticia, sino simplemente en
expiarla, pagando su rescate y, como nosotras no poseemos otra cosa que nues-
tras miserables personas, somos nosotras mismas ese rescate. 9
te amar esta creacin donde los nios son torturados. 10 La peste, de Albert
Camus (19131960), fue editada en 1947. La accin se sita, segn datos de
la novela misma, en 194...
7 Ibid, p.95.
8 Ibid, p.142.
9 Ibid, p.122.
10 Camus, Albert. La peste, en Camus, Albert, Thtre, rcits, nouvelles, Gallimard, Pars,
1962, p.1397. 209
Toda la crtica descubre en ella una parbola de lo que signific para
Europa, para Francia en particular, la ocupacin nazi y la segunda guerra
mundial. Pero, ms all de esa referencia coyuntural, la peste es sinnimo de
lo que es: el mal, en cualquiera de sus formas. Una palabra sobre la experien-
cia de Dios que Camus, abiertamente ateo, comparte.
A lo largo de cinco grandes captulos, La peste narra, bajo la pluma de un
cronista que a la postre se descubre ser el doctor Rieux, uno de los personajes
centrales de la novela, cmo la aparicin de miles de ratas muertas en las
calles de Orn, en Argelia, y su reaparicin en los caos y las escaleras, des-
pus de largos aos en que la ciudad qued cerrada, marcaron el comienzo y
el fin del mal, llamado peste, como en plena Edad Media.
La relacin con Dios, en tal situacin, queda establecida por Camus en las
reacciones del pueblo: descuido inicial, semana de rogativas y veladas de oracin
llenas de candelas, temor y resignacin. Pero de manera ms fuerte en dos
sucesivos sermones de un jesuita, el padre Paneloux, en la catedral de Orn.
Invitacin a orar, ante el castigo de Dios que nos invita a la conversin,
fue el tema del primero. Castigo que es gracia de Dios, porque l, que no es
tibio sino amante, quiere ver a los suyos durante mucho ms tiempo que el
que le damos cada domingo. Gracia la peste, porque quera vernos ms. Esta
es su manera de amar, a decir verdad, la nica manera de amar:11 castigar-
nos como invitacin a la conversin, al cambio. As lo interpret el xodo,
as lo vivi la Edad Media, cuando, con la Leyenda Dorada, el ngel del Seor
golpe a la humanidad desviada y corrompida. Regalo de Dios que con la
peste hace reflexionar y asumir que la vida cristiana es mucho ms exigente
y que en asumir tales exigencias est el secreto de la afirmacin del individuo
que busca nuestro mundo moderno. Todo es manifestacin de la misericor-
dia divina que ha puesto en todas las cosas el bien y el mal, la clera y la
l ecturas y r electur as
11 Ibidem, p.1298.
210 12 Ibid, p.1299.
para morir ms pronto y alcanzar la vida eterna. Es hereja pretender acele-
rar as el orden inmutable con que somos encaminados hacia la vida eterna.
Tan hereja sa, como la de oponerse al mal. Hay que aceptar el mal con una
esperanza contra toda esperanza, porque con tal esperanza se expresa la ni-
ca palabra cristiana, que es de amor: Dios hara el resto. 13
El segundo sermn lo tiene Paneloux en plena crisis de la epidemia y
entre miles de muertos. En tal situacin, el pueblo, si no haba abandonado
del todo sus prcticas religiosas para entregarse a una vida personal profun-
damente inmoral, acuda con ms espontaneidad a las profecas, las supers-
ticiones, las medallas de san Roque, que a la celebracin de la misa.
Con menos conviccin que la primera vez, nota el cronista, en este se-
gundo sermn el jesuita Paneloux no usaba ya el vosotros sino el noso-
tros. Sin negar lo dicho antes, el padre insisti que no hay que tratar de
explicar el mal como tan de manera abierta intent l hacerlo antes,
sino de tratar de aprender lo que en medio de l se puede aprender.14 Por-
que decir que la peste es un castigo para la conversin, siendo vlido, segn
su parecer, para casos como el del violador don Juan, no explica nada cuando
se trata de la muerte dolorosa de un nio inocente. Ante l, slo queda una
alternativa: Creer todo o negar todo. Y quin, pues, entre ustedes, osara ne-
gar todo. Creer, querer el mal, porque Dios lo quiere: El sufrimiento de
los nios era nuestro pan amargo, pero sin este pan, nuestra alma perecera
de hambre espiritual. Ante la experiencia del mal, la eleccin se plantea
entre odiar a Dios o amarlo. Y quin se atrevera a odiarlo?. 15 El amor a
Dios supone un abandono total de s mismo. El amor a Dios es un amor dif-
d ios en la n arrativa c ontempornea
cil. Aceptar esto es slo fruto de la fe verdadera. La que hace falta en tal situa-
cin: Dios har surgir su espritu de la ceniza misma de los nios muertos.
Paneloux, en esta segunda intervencin mostr ms su inquietud que su
fuerza, segn la opinin de un anciano sacerdote que tambin lo escuch.
13 Ibid, p.1300.
14 Ibid, p.1402.
15 Ibid, p.1403. 211
Algo haba sucedido entre uno y otro sermn: junto con el doctor Rieux haba
sido testigo de la muerte de un nio, atacado de forma cruel por la peste:
sobre su lecho deshecho, el nio tom la forma de un grotesco crucifica-
do. 16 Ante tal imagen, slo queda amar, puesto que no podemos comprender,
fue su conclusin. Y eso es gracia, slo gracia. Rechazar tal opcin fue, por el
contrario, la protesta de Rieux: [...] yo rehusar hasta la muerte amar esta
creacin donde los nios son torturados.
No fue un fatalismo pasivo el que vivi Paneloux. Se ofreci como volun-
tario y ayud a Rieux a prevenir el mal y consolar a los que entraban en
agona. Muri al fin: Caso dudoso, escribi el cronista, inseguro de si su
mal haba sido la peste o no. Una nota provisional de la novela, recogida por
la edicin crtica de la Biblioteca de La Pliade, y no publicada en el texto
definitivo, revela la profundidad de la experiencia que Albert Camus vivi
ante la muerte del inocente: con el rechazo total de Rieux a la aceptacin del
mal, por la fe, quiso Camus confesar lo que descubre en todo hombre que
sufre y muere. Aqul que debe morir: Celui qui doit mourir es, en efecto,
el ttulo que se dio en francs a la obra de Niko Kazantzakis, en castellano
llamada Cristo de nuevo crucificado. Camus, en todo hombre que sufre, en
la peste o en la guerra, en esta creacin donde el mal es un dato y un hecho,
am a Jess, el Inocente Crucificado, como un nio, inocente. Contra la in-
justicia que es su asesinato se rebela Camus.
Ser santo sin Dios fue la inquietud del ms conmovedor personaje de La
peste, Tarrou. Consagrado eso es ser santo al menos a la salud (sant),
ya que no a la salvacin (salut) del enfermo y del que sufre. Su opcin fun-
damental fue vivir o morir por lo que se ama. Y lo que el am fue al hombre.
Por eso, apestado, tambin muri, despus de haber luchado con todas sus
fuerzas contra el mal, con su pobre y terrible amor al hombre. Eso le bast,
l ecturas y r electur as
16 Ibid, p.1394.
212 17 Ibid, pp. 1427, 1351, 1467.
Rieux, desaparecido el mal, al menos por un tiempo, porque la peste nunca
desaparece del todo, resume que lo que se aprende en ella es que hay en el
hombre ms cosas dignas de admiracin que de desprecio. 18 De eso era l
testigo y de eso quiso dejar memoria, para que no se olvide. Fue lo que vio,
vivi y am, ya no en la afirmacin del individuo sino en la reaccin toda del
pueblo de Orn, verdadero y definitivo actor, como comunidad social, de esta
estrujante novela y de la historia verdadera que es la nuestra.
Qu pensar de todo esto? Qu reflexin provoca esta experiencia interna
del mal? Quin tiene razn, Rieux o Paneloux? Importa, de veras, tener
razn? Cul puede ser nuestra propia opcin ahora, ya que la peste, hoy,
sigue operando y los inocentes siguen siendo crucificados? Puesto que no que-
remos odiar, cmo amar? Puesto que no queremos negar, cmo afirmar a
Dios Padre, del Crucificado?
Slo enuncio las preguntas, no ofrezco respuestas. Tienen que ser res-
puestas y opciones no de un jesuita, no de una persona individual sino de
toda una comunidad. Porque vergenza sera querer ser feliz y santo solo. Si
al menos tantos increyentes como Rieux y Camus pudieran decir de todos
nosotros lo que al final se dijo de Paneloux: Sus acciones fueron mejores
que sus palabras.
Ser testigos fue el impulso de arranque de la comunidad cristiana. Testigo
y mrtir son sinnimos. Los que dan su sangre por defender lo que aman y lo que
creen se llaman mrtires, porque con eso dan testimonio de su fe y de su amor.
Qu es ms duro: pensar en un hombre muerto o en un hombre culpa-
ble? Es esta una de las preguntas finales de La peste. 19 Tal vez lo segundo. Ya
d ios en la n arrativa c ontempornea
18 Ibid, p.1497.
19 Ibid, p.1472. 213
A tan difcil encrucijada nos llev Graham Greene, con una de sus ms
fuertes novelas, El poder y la gloria, de 1940. La reciente canonizacin por
el papa Juan Pablo II de ms de una decena de sacerdotes muertos durante la
llamada Guerra Cristera, en Mxico, de 1926 a 1929, ha dado gran actuali-
dad a esta obra del fecundo escritor ingls.
Toda la accin se sita en Tabasco, estado del sureste mexicano. Tras el
personaje del teniente indgena empeado en perseguir y encontrar al sacer-
dote estadunidense que se haba quedado en la entidad, es fcil reconocer al
gobernador de aquella poca, Toms Garrido Canaval. Este nombre, en nues-
tros colegios jesuitas, nos suscitaba la imagen de lo peor de la raza humana,
perseguidor de la fe y de la religin cristiana. Ley de ese estado fue que todo
sacerdote deba contraer matrimonio.
El cura borracho, el padre Wisky como es mencionado, sin nombre, a lo
largo de toda la novela, es el personaje central. Oportunidades de escapar
tuvo una y otra vez. En dos ocasiones estuvo frente a su perseguidor; en una,
hasta dinero recibi de l, cuando fue encarcelado por borracho. En otra, se
le escap gracias a que una nia de la ranchera lo seal como a su propio
padre, en medio del lodo y entre cerdos sucios.
Porque ambas cosas fue el cura: vicioso enfermo de alcoholismo, y padre
que, ebrio, engendr una hija con la muchacha que lo atenda en la parro-
quia. No se cas, como otro sacerdote, el padre Jos, por orgullo. Su ministe-
rio fue confesar y dar la comunin, siempre de carrera: Qu actor de teatro
soy!, se reconoci un da. La vspera de su muerte, se embriag por ltima
vez. En su borrachera, ni el Yo pecador pudo repetir. Verdadero ngel
cado. 20 Fue fusilado sin que nadie oyera de su boca el Viva Cristo Rey!,
con que entregaron la vida tantos mrtires de aquella hora, sostenidos por la
fe que defendieron y por el celibato, afirmado contra la injusta ley que lo
l ecturas y r electur as
prohiba.
Un culpable, pues, a su juicio y al juicio de todos: marioneta de teatro,
ngel cado. Y muerto, al fin: Mrtir? Hroe?, pregunta un nio a su madre,
214 20 Greene, Graham. El poder y la gloria, Emec, Buenos Aires, 1968, pp. 219, 233, 188.
que a lo largo de toda la novela les va leyendo a sus hijos la historia de los
mrtires cristeros, la ltima la del padre Juan que s muri con el grito va-
21
liente de Cristo y el rosario en la mano.
Gloria de los mrtires es la muerte. Su poder, el de los nios de quienes s
es el Reino de Dios. Nada tuvo el cura de ese poder y de esa gloria? Paradoja
del Dios que se confa a hombres como este cura, tan capaces de enlodar
la dignidad sacerdotal recibida. Qu dignidad se da al sacerdote?
El cura un da, se supo, en su borrachera y de camino hacia la libertad, el
nico sacerdote que quedaba en el estado. No pudo, no quiso salir. Otra vez,
en el lmite ya de otra entidad en que supuso haba mayor libertad, fue alcan-
zado por un mestizo que le pidi fuera a confesar a un moribundo. Renunci
a la libertad y volvi a donde saba lo que le esperaba, a manos de ese mestizo
que lo entreg por otras 30 monedas. Para que el dinero no le quemara, para que
no lo arrojara como Judas en las gradas del templo, el cura lo perdon de
corazn.
Slo durante un sueo, en medio de su borrachera final, entrevi el cura
algo que poda ser una buena accin suya: supo ensear a una nia, atacada
por otra peste y destinada tambin a la muerte, el alfabeto Morse. Con un
dilogo de esa ndole, al estilo Morse, logr que el teniente que lo fusilara
descubriera en s mismo que, perseguidor como era por causa de los pobres
contra la iglesia, como Paneloux, predicaba paciencia y resignacin, era un
hombre bueno. 22 Fue esa la misma nica semilla que sembr en los caminos
y los poblados por donde buscaba la libertad y volva sobre sus pasos. Nadie
deba, pues, despreciarse.
d ios en la n arrativa c ontempornea
Porque este pobre hombre, esta pobre mujer que eran los moradores de
las rancheras de Tabasco y los miembros del ejrcito perseguidor, y nosotros,
s nosotros mismos, somos la imagen de Dios. Triste imagen, pero de Dios:
21 Ibidem, p.245.
22 Ibid, p.215. 215
era el polica, el criminal, el cura, el loco y el juez. Algo parecido a Dios colga-
ba en la horca, o adoptaba extraas actitudes ante las balas en el patio de una
crcel, o se contorsionaba como un camello en el acto sexual.23
23 Ibid, p.114.
24 Ibid, p.234.
216 25 Cfr. 2 Cor. 5, 21.
audacia con que el Padre de nuestro Seor Jesucristo nos hizo hijos en su
Hijo. Entregar esta semilla del Verbo, con nuestra palabra tartamuda y nues-
tro vacilante caminar, es la misin confiada a los seguidores de Jess de
Nazaret.
Con razn la nica plegaria que el cura logr formular antes de su muer-
te y ante la imagen enlodada de su propia hija fue: Oh Dios, aydala!
Condname, lo merezco, pero hazla vivir eternamente. 26 Plegaria del Ino-
cente Crucificado, condenado por su sociedad y por nuestro tiempo. Anhelo
de Dios, ante el mal que es la muerte y el pecado mismo.
Pero, dentro de este drama, Dios vive y acta a travs de todo un conjunto
de familias, encerradas en una vecindad del centro urbano capitalino. En
lucha abierta estn Ana Romana, la portera poseedora de las llaves de entrada
y salida, y Pedro Rojo, un rojillo comunizante. Con cruel irona, el drama
termina en la noche de navidad, cuando la Romana bota las llaves a la cloaca,
27 Magaa, Sergio. Los signos del zodaco, en Monterde, Francisco, Teatro mexicano del
218 siglo XX , Fondo de Cultura Econmica, Mxico, 1956, p.325.
justicia y hacer pagar el asesinato, cometido 15 aos antes. En el centro del
escenario y de la plaza, la estatua de Jpiter preside todo. Pero, como un bar-
budo, el dios de las moscas y de la muerte, el mismo Zeus acta y se pasea
por la ciudad.
A travs del smbolo de Jpiter no da Sartre slo la experiencia griega de
los dioses. En l pone cuanto piensa y siente, en definitiva, del Dios de su
propio pueblo, el Dios cristiano. Una caricatura, podemos decir, pero una ca-
ricatura que nos interpela a fondo, porque con excesiva frecuencia es sa la
imagen de Dios que nosotros mismos podemos adorar y trasmitir.
Dios celoso de los que son suyos. Dios que vigila a los hombres en sus
caminos y en sus hogares, noche y da. Dios que no interfiere en la accin
humana sino deja que los hombres acten, aunque su actuacin sea crimi-
nal. Dios que, en lugar de castigar y restablecer la justicia, tiene por mejor
permitir el tumulto y el mal para provecho del orden moral. Para ello, se
sirve de smbolos, en el caso actual, de las moscas, que se encargan de recor-
dar a toda mujer y a todo hombre, aun a los pequeos y recin nacidos, que
todos nacieron y estn penetrados por su pecado original. As, todos, por sus
remordimientos, atados por el miedo, sabrn acogerse a la sombra de los dio-
ses para no ser devorados ni destruidos. Porque todopoderoso es Jpiter, pode-
roso es Dios, capaz pues de espantar las moscas con su mano, haciendo en el
aire la seal de una cruz o de un reguilete, con las mgicas palabras del
perdn: Abraxas, galla, galla, ts, ts.28 Para verse sin la amenaza que sim-
bolizan las moscas, basta la confesin pblica de los propios pecados, como
dir de forma irnica Electra a su hermano, antes de saber que es l, creyndolo
d ios en la n arrativa c ontempornea
28 Sartre, JeanPaul. Les mouches, en Sartre, JeanPaul, Thtre, Gallimard, Pars, 1947, pp.
18, 20, 24.
29 Ibidem, pp. 38, 24. 219
Se sabe Orestes dudoso entre el bien y el mal, cansado de buscar el cami-
no, necesitado de que Zeus le ayude: Yo te imploro: si la resignacin y la
abyecta humildad son las leyes que t me impones, manifistame tu voluntad
por algn signo, porque yo no veo ya nada claro. 30
No hay milagros, no puede haber de parte de Zeus un signo que marque
la ruta, protesta Electra: hay que gustar la soledad y la amargura de elegir el
propio camino, en medio del pueblo, o huir. Orestes elige y es reconocido al
fin por su hermana como hermano, en la decisin de actuar, de poner su
acto, y hacer justicia contra los criminales. En la boca de quien as se elige
queda un sabor amargo, un gusto de fiebre. Porque cuesta ser libre y actuar
como tal.
No te aman, Zeus. Te temen, informa Egisto a Jpiter sobre el senti-
miento de los hombres y mujeres de la ciudad gobernada por dos criminales.
S, el dios lo sabe y lo acepta, pero gracias a la muerte de un hombre, 20 mil
ms, hundidos en el arrepentimiento, acuden a l: No es un mal mercado.
As reina el orden: en Argos, gracias a Egisto; en el mundo, gracias a Zeus.
Por eso el hombre, Egisto, escucha el mayor elogio que Dios le dirige: Yo te
hice a mi imagen. Para mantener el orden en la tierra. Para guardar el se-
creto que slo los dioses y los reyes saben: Que los hombres son libres. Pero
ellos no lo saben, porque reyes y dioses no dejan que lo sepan. Se rompera el
orden con ese saber: Cuando la libertad explota en el alma del hombre, los
Dioses no pueden ya nada contra tal hombre. 31 Tratar de cambiar el orden
establecido. Tal hombre querr hacer justicia y la har.
Como la hizo Orestes, matando ante la mirada de Electra a Egisto y ha-
cindola or los gritos de Clitemestra al ser ejecutada. Porque con ese acto,
suyo, mostr la verdad de su decisin: ser libre y ensear la libertad a los
habitantes de Argos.
l ecturas y r electur as
30 Ibid, p.69.
220 31 Ibid, pp. 83, 84, 86.
del esclavo crucificado. As intenta Jpiter que Orestes renuncie a su accin,
se arrepienta y vuelva, tambin l, al orden imperante. Le basta reconocer
que su accin fue mala y Zeus le dar la salvacin. No soy ni amo ni esclavo,
Jpiter, responde Orestes. Yo soy mi libertad! Apenas me habas creado, dej
de pertenecerte. 32
Tal blasfemia horroriza a Electra. Llena de terror, se arrepiente de sus
aos de amargura y de esperanza contra el crimen. Perseguida por las Furias,
se acoge a los pies de la estatua del dios. Rechaza, espantada y llena de re-
mordimientos, su propia accin, en medio del pueblo.
A travs de la multitud, de igual manera espantada, envuelta por nubes
de moscas, Orestes marcha tocando, como un encantador, la flauta. Tras de s
se lleva al mar, como si fueran ratas, los miedos, los escrpulos, los arrepen-
timientos, las moscas.
El pecado cre a los dioses, dice JeanPaul Sartre. Asumamos nuestra
libertad, nuestra responsabilidad, nuestros actos, sin arrepentirnos como
Electra, y desaparecer tambin en el mar ese Jpiter, ese Dios caricatura.
Porque tal Dios, as actuante, no existe. No es ese el Dios revelado en
Jesucristo, el Hijo del Hombre que asumi la libertad y enfrent la muerte
para descubrirnos la alegra de ser hijos. Pero, cmo asumir nuestra liber-
tad, verdaderamente nuestra? Ese es el reto. Ni una o mil acciones malas nos
definen. No podemos renunciar a la responsabilidad de ser libres. Sentir pena
de haber hecho el mal a quien amamos es sentimiento de toda persona ho-
nesta. Pero tal pena y tal arrepentimiento no bastan para ser honesto, mucho
menos para ser cristiano. Ms all de tales sentimientos est el reto de volver
d ios en la n arrativa c ontempornea
a amar, de poner nuestro propio acto, en amor y libertad. Sin miedo ni temor,
por ms que el temor al castigo sea tan humanamente espontneo.
Qu puedo hacer por Cristo?, se pregunt Ignacio de Loyola al mirar
sus propios pecados. Y se puso por aos a buscar la respuesta. Alcanz la li-
bertad y ense, verdadero pedagogo, a que nosotros la asumamos, para de-
34 Carpentier, Alejo. El arpa y la sombra, Siglo XXI , Mxico, 1979, pp. 30, 43. 223
Santos y santas venerados en uno y otro pas, con candelas, incienso y plega-
rias populares. La apuesta de que Cristbal Coln convocara a todos fue una
apuesta perdida. l, como la iglesia de aquella hora tambin la del
2000? slo qued como estatua en plazas y avenidas: Pero de estatuas
slo no vive el hombre. 35
He buscado toda mi vida un supremo Alguien, amarlo no slo con el
corazn sino con todo el universo: as canta el poeta nicaragense Ernesto
Cardenal (1925), al estilo de Teilhard de Chardin. Su Cntico csmico 36 (1989)
es una exploracin ms all del tiempo y del espacio, a lo largo de todos los
tiempos y de todos los espacios, para descubrir al fin y hacrnoslo sentir que
Dios es amor. En el principio y siempre.
Por dos lneas explora y nos gua Cardenal: por la ciencia y por el mito.
Asume como explicacin cientfica la ms plausible del origen del cosmos, el
BigBang y la evolucin con que la materia toda, la santa materia, busca
conocerse, tomar conciencia, darse y darnos por fin la comunin con un apre-
tn de manos fraternas: Hermano, dame tu mano y unidos marchemos ya.
Y en todo mira
35 Ibidem, p.202.
36 Cardenal, Ernesto. Cntico csmico, ITESO , Guadalajara, 1991, 581pp. Vase en este libro
Ernesto Cardenal: 60 aos del poeta.
224 37 Ibidem, p.415.
Por ese doble camino, el de la materia y el del corazn humano, Ernesto
Cardenal contempla cmo Unkulunkulu el Viejo viejo est en las galaxias
infinitas y en el acontecer cotidiano, dando existencia y vida, uniendo lo que
siempre pareci irreconciliable y contradictorio: el erotismo y el marxismo,
el cinematgrafo y la fe, la utopa y el fracaso, la poesa y las matemticas,
Mao y Jesucristo, la muerte y la vida, la astrofsica y la libertad, la materia y
el espritu, la increencia y la religin, el tiempo como espacio y el espacio
como tiempo, la explosin y la concentracin, la lucha de clases y el amor, el
mito y la ciencia... Dinamismo de amor y comunin, porque el Pap del Cie-
lo, el Dios de Jess, trabaja en todo, es decir, todo trabaja en l. Contra el
Diablo y sus oficinas en Auschwitz, la bolsa de valores, Hiroshima, Rockefeller
Center. Para que todos descubramos que el universo tiene sentido.
Dios est
presente en todo
pero tan ausente de todo
que es perfectamente racional
ser ateo.38
Tan racional como ser creyente. La libertad de creer o negar. Porque as fue
En el principio, en este principio en el que somos, nos movemos, existimos
y amamos, en nuestra propia historia y en la historia de todos los pueblos.
Todo el cosmos canta: inefable y cantada presencia amorosa de Dios, con-
templada y amada a la manera de san Juan de la Cruz, de Confucio, de los
d ios en la n arrativa c ontempornea
que saben mirar y trabajar, a la manera del Hacedor Amante, Padre del Cielo
y de la Tierra.
El libro entero del cosmos, de la materia que somos y del hombre que
seremos, queda as abierto como la mediacin ms pletrica de amor: bellsi-
ma experiencia de Dios nos ofrece as el poeta de Solentiname, sacerdote cas-
tigado por luchar por la libertad y el pan de su pueblo.
[San Dmitri] tena una cita con Dios mismo en las estepas, y l se daba prisa
por llegar cuando encontr a un campesino con su carreta atascada en el
lodo. San Dmitri lo ayud. El lodo era espeso, el bache profundo. Hizo falta
batallar durante una hora. Y cuando termin, San Dmitri corri a la cita.
Pero Dios ya no estaba all.
Y entonces?
Y entonces, siempre habr quienes llegarn tarde a la cita, porque hay
demasiadas carretas atascadas en el camino y demasiados hermanos por so-
correr. 39
l ecturas y r electur as
Cundo y por qu los cristianos dejamos de decir con toda claridad y exacti-
tud que el encuentro con el nico Dios que confa en nosotros est precisa-
mente en la carreta? Nos dio, nos da miedo dar con el lugar exacto de la cita
226 39 Camus, Albert. Les justes, en Camus, Albert, op. cit, p.362.
con Dios: l nos espera en el que tiene hambre y est desnudo, en el que tiene
sed y es perseguido, en el que est enfermo (en el portador de VIH sida), en el
encarcelado, en el emigrante y el extranjero. 40 Preferimos y contraponemos a
ese encuentro, en donde est Jess, el Hijo del Hombre, el Hijo de Dios, nues-
tra oracin solitaria e insolidaria, que no es oracin ni encuentro cristiano.
Camus, en su vida personal, vivi de hecho desatascando carretas. Muri
cuando conduca una, de camino hacia Pars, el 4 de enero de 1960, a las
13:55 horas. Estoy cierto de que ah, por fin descubri al que buscaba y al que
ayud. Porque ah es la cita con que nos jugamos todo, creyentes y ateos.
JeanPaul Sartre rompi su amistad con Camus, a raz de La peste y Los
justos. Lo sinti ms preocupado por Dios que por el hombre. Preocupado, es
cierto, por el hombre, no s si por Dios, de quien, conforme a la parbola de
San Dmitri, decidi prescindir. Preocupado y ocupado por ayudar al inocente
crucificado. Su obra teatral y su vida personal nos provocan a vivir lo mismo,
en nuestros propios caminos y nuestra propia historia. Para eso nos dieron la
libertad y la vida y la capacidad de amar. El pobre y el humillado, mediacin
la ms plena del Dios de Jess. Cunto le debo a este ateo tan creyente.
Conclusin
41 Unamuno, Miguel de. Mi religin, en Unamuno, Miguel de, Ensayos, t.II, M. Aguilar,
Madrid, 1942, p.297.
" Unamuno, Miguel de. La agona del cristianismo, en Unamuno, Miguel de, op. cit, t.I,
p.931.
43 Sartre, Jean-Paul. Le Diable et le bon Dieu, Gallimard, Pars, 1951, p.282 (en espaol: El
228 diablo y Dios, Alianza, Madrid, 1981, p.242).
tad y elegir, remedo de afirmacin de la paternidad de Dios que no nos abre a
los hermanos, o slo nos abre a los que nosotros elegimos como tales.
Un Dios que nosotros ponemos, no es Dios. Y tiene Sartre, en esto, toda la
razn. No es Dios un talismn ni un pretexto para camuflar nuestros miedos
o nuestras elecciones. Fe es la confianza, libre y personal, en quien primero
confi en el hombre y lo hizo libre, en esta historia y esta tierra.
No aceptar esto es, a no dudarlo, negar a Dios y la experiencia de su amor,
tan audaz. Menos niega a ese nico Dios quien se acepta hombre, hermano
del hombre y confa en l. Aunque con sus palabras dice que no cree, si con
sus obras y su accin cura al enfermo y libera al cautivo y al esclavizado, es
de aquellos que en la hora del balance definitivo se quedarn pasmados de
or lo que tambin nosotros queremos que nos digan en tal momento: ven-
gan, benditos de mi Padre. Ustedes son de los mos.
Dar testimonio de esto, ser mrtires de este secreto a voces es nuestra ta-
rea, porque es nuestra opcin y el regalo recibido. Regalo que no humilla,
porque es invitacin, no imposicin. Callarlo o actuar en contra es lo que
somete a Dios a juicio en nuestro tiempo y nuestra historia.
Algo de esto, pues, me hace vivir la literatura de nuestros contempor-
neos, con su experiencia compartida, con la reflexin que as suscitan, las
alternativas que se nos abren para elegir, la accin y el examen con que pro-
bamos y comprobamos la validez de nuestras opciones fundamentales, de
nuestra fe, en definitiva.
d ios en la n arrativa c ontempornea
229
l ecturas y r electur as
230
Rehacer cada da la esperanza:
tras la locura quijotesca*
* Publicado en la revista Christus, nm.705, Mxico, marzoabril de 1998, pp. 4346. 231
Por eso se busca que tenga lugar en la tierra y en la sociedad lo que toda-
va no lo tiene. Gracias a la esperanza naci la Utopa: pas y sociedad donde
un gobierno ideal sirve a un pueblo feliz.
Comunica, Seor, al rey tu justicia, suplic el salmista. No slo al he-
redero de David. S a todo gobernante, repetimos hoy todava con nuestra ple-
garia. Porque con esa justicia nos ponemos en camino de que el opresor deje
de serlo y el pobre goce de la libertad. Cuando la justicia orienta la ley y se
convierte en el criterio fecundo de discernimiento en el ejecutivo.
Abundancia de trigo habr en la tierra, que cubrir la cima de los ce-
rros. Sin acaparadores, ni ricos cada vez ms ricos a costa de pobres cada
vez ms pobres, como lo ense la expresin ms fuerte de toda la doctrina
social de la iglesia. Diseo ste de un proyecto de vida que hace eco a lo que
Isaas proclam:
2 Garca Mrquez, Gabriel. El otoo del patriarca, Sudamericana, Buenos Aires, 1971, p.108.
3 Cervantes Saavedra, Miguel de. Don Quijote de la Mancha, en Cervantes Saavedra, Miguel
de, Obras completas, Aguilar, Madrid, 1952, primera parte, cap. XI , p.1066. 233
Muy lejos estaba Miguel de Cervantes Saavedra (15471616), al escribir
en 1605 la primera parte de El ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha,
y al publicar diez aos despus la segunda, de imaginar el comunismo de nuestro
siglo. Su contexto era el de la defensa contra los turcos y la batalla de Lepanto,
su contexto era el del despojo conquista de las tierras de Amrica y de
la Santa Hermandad. poca en que la hermandad, en estas tierras nuestras,
con los verdaderos evangelizadores, recobraba su sentido original, porque Dios
es Padre. As, que somos ministros de Dios en la tierra, y brazos por quien se
ejecuta su justicia, proclama el de la Triste Figura, agradecido por tal mi-
sin. Los caballeros ponen en ejecucin lo que los religiosos, con toda paz y
sosiego piden al cielo: el bien de la tierra.4
Debido a ello, quien asume tal proyecto, sigue planteando el soador Ca-
ballero, no debe mirar a los menesterosos sino como menesterosos, lo sean
por culpa propia o ajena: Ni atae averiguar si los afligidos, encadenados y
opresos que encuentra por los caminos van de aquella manera, o estn en
aquella angustia, por sus culpas, o por sus gracias; slo le toca ayudarles
como a menesterosos, poniendo los ojos en sus penas, y no en sus bellaque-
ras. 5
Con toda razn se ve que aquel tranquilo hidalgo, don Alonso Quijada, o
Quesada, o Quejana, a sus 50 aos, se volvi loco. se es su humor, dice el
texto mismo, en el sentido de ndole y talante demostrados externamente.
Dolorosa y de forma caricaturesca, a lo largo de los primeros 52 captulos de
la famosa novela, ninguna de las aventuras vividas por el Caballero de la
Triste Figura termina con la libertad, la justicia o el honor que busca resta-
blecer. En su lugar abundan los golpes, los destrozos, las persecuciones, las
heridas y el volver enjaulado l mismo a su tierra natal. Ms de una vez el
resultado de la ayuda pretendida fue empeorar la situacin. As, el muchacho
l ecturas y r electur as
Andrs, a quien don Quijote vio atado a un rbol y a quien defendi de los
azotes de su amo, a la postre fue ms vapuleado, por eso, y no sin razn,
suplica enojado:
Por loco lo tienen todos los personajes que lo encuentran en la venta, en los
caminos o en el ayuno de la Sierra Morena. Por loco lo tiene el imaginado
autor que inspira la obra, Cide Hamete Benengeli, historiador arbigo que,
segn la poca, es sinnimo de mentiroso. Por loco lo tenemos, por su-
puesto, los lectores.
Pero todos remos. Algunos de los actores, por burla y con desprecio. Otros,
por la capacidad de rerse de lo que aman, sin dejar de amarlo: sentido el ms
pleno del humor. Como logra hacerlo Sancho Panza. Como lo hace Miguel
de Cervantes, al subrayar como narrador lo ridculo palabra cuya raz es
rer en cada encuentro de la lucha quijotesca por un mundo nuevo. Rer
con amor, porque, a la larga, don Quijote enamora y, al final, quin no llora
su muerte?
Este sentido del humor es explcito en la obra con cada refrn de Sancho
y con su sabia mirada de la realidad. El humor se acrecienta cada vez que el
proclamar a la postre: sin blanca entr en este gobierno, y sin ella salgo, bien
al revs de como suelen salir los gobernadores. En el siglo XVII y en nuestro
238 11 Cervantes Saavedra, Miguel de. Op. cit, segunda parte, cap. LII , p.1454.
siglo XX . Sus Constituciones fueron en la aventura narrada y son todava
en nuestros das un sabio y aquilatado manual de buen gobierno, con el que
los ricos ya no se enriquecen a costa de los pobres, porque todos ayudan al
menesteroso.
Efmero gobierno y pura novela. S, pero duradero y cabal ejemplo de lo
que s es posible: esperar que un hombre del pueblo, otro Sancho amigo, sea
el gobernante ideal que sirve a un pueblo feliz. Ya que la justicia y la libertad
orientan su servicio y le dan el criterio para discernir lo que conviene en cada
situacin, sin ambicin personal o partidista alguna. Sin dictadura siquiera
del proletariado, porque no cabe dictadura de ninguna especie.
Utopa la del Caballero de la Triste Figura y su escudero Sancho Panza
que impulsa a renovar la esperanza de que llegue esto a ser verdad tambin
en nuestros das y no slo en la literatura. Yo s quin soy y s qu puedo ser
grita hoy, con vigorosa razn y apasionado amor, el indgena humillado por
siglos. Por su causa nos convoca a todos, en la defensa de la vida y de su
cultura: porque la sencillez de su condicin y la fidelidad de su trato lo me-
rece, 12 afirma Alonso Quijano el Bueno.
Muri don Quijote y quemaron todos los libros de caballera. Pero, muri de
veras y se quem su anhelo de desfacer entuertos? La pintura, el ballet, la
escultura, la msica, el trabajo artesanal, inumerables proyectos de sociedad
240
El nombre de la rosa
y los hilos del laberinto*
* Publicado con el ttulo Los hilos del laberinto: acercamiento semiticoliterario a la no-
vela El nombre de la rosa, en la revista XipeTotek, vol. VIII , nm.1, Guadalajara, 31 de
marzo de 1999, pp. 4163.
1 Aunque tengo a la mano la edicin original en italiano de Bompiani, manejo para esta
relectura la edicin con que Lumen, de Barcelona, inici su coleccin Narrativa actual:
julio de 1993, 471pp. Cita, p.5. 241
este XXII ciclo de conferencias para poner en comn lo que, desde tan diferen-
tes disciplinas, hemos vivido algunos de los lectores de El nombre de la rosa.
De hecho, todo arranca de un dilogo interdisciplinar, iniciado el 10 de no-
viembre de 1994 por un conjunto de profesores y alumnos del Instituto Libre
de Filosofa y Ciencias, en Guadalajara.
A lo largo de casi dos semestres comprobamos los participantes que s es
posible dicho dilogo, enriquecedor como todo lo que nos lleva a poner en
comn, como amigos ms que como cientficos y especialistas, lo que en el
interior vivimos: Inter omnes, omnia scimus (Todo lo sabemos entre todos)
reza el lema con que la Capilla Alfonsina tradujo el anhelo del mexicano
universal, Alfonso Reyes. Porque, aceptmoslo o no, limitado es el fruto de la
bsqueda de la verdad cuando de forma aislada nos acercamos a ese gran
secreto que es la realidad y la vida o el corazn humano. Pero fecundo y
fecundante es el esfuerzo comn con que, por el dilogo interpersonal, ayu-
damos a arrancar las mscaras con que escondemos y disfrazamos la reali-
dad misma. Ya que la realidad que anhelamos conocer y trasformar de mane-
ra permanente nos reta: hoy, como en aquel noviembre de 1327, en que se
sita la semana de que habla esta novela de Umberto Eco.
Retomo ahora algo de lo que en mi interior viv y revivo al leer y releer
esta obra literaria. Formular en una hiptesis que resuma lo vivido en la lec-
tura respetuosa y atenta de la obra artstica y literaria es la tarea ineludible
de quien quiere compartirlo. Como sugiero a mis propios alumnos, tal hip-
tesis puede expresarse respondiendo a una simple pregunta: a qu nos pro-
voca?, a favordequ nos llama e invita esta novela? Sin ms rodeos digo
lo que me respondo: Umberto Eco con El nombre de la rosa nos provoca a
amar con humor. Y nos ofrece el camino para hacerlo: ejercer la plegaria del
desciframiento. 2
l ecturas y r electur as
Dilogo interdisciplinar
Los hilos del laberinto es el ttulo que los organizadores de estas conferen-
cias dieron a mi ponencia. Mostrar cmo la novela nos mete, nos pierde, nos
libera o no en el laberinto que esconde un gran secreto, el secreto de la biblio-
teca. Hilos de Ariadna son cada uno de los aportes que en las prximas sema-
nas ofrecern los dems conferencistas, como nos los proporcionaron ya otros
participantes del mencionado seminario interdisciplinar. Porque la novela
como conjunto de smbolos verbales, es una reconstruccin exacta de la his-
toria poltica y eclesistica vivida por el tercer conflicto papaemperador, entre
Juan XXII y Ludovico de Baviera, a partir de 1320. La historia hecha literatu- e l n ombre de la r osa y l os h ilos del l aberinto
ra, al estilo de Gabriel Garca Mrquez y su Crnica de un secuestro o El
general en su laberinto.
Hay en esa historia literaria una descripcin y un anlisis sociolgico de
los dinamismos e intereses econmicos en juego, en un determinado momen-
to, con el enfrentamiento sangriento de la lucha entre clases poderosas y
multitudes miserables que todo enriquecimiento injusto y todo monopolio
Sabemos que a lo largo del siglo XIX se fue imponiendo el deseo de ser cient-
fico. Las ya aludidas ciencias exactas tan indiscutiblemente impulsadas por
Roger Bacon acabaron por emular aun a los calificados como humanistas. El
primer campo de aplicacin de la urgida ciencia en estas ltimas reas se
dio en la historiografa. De ah surgi la exigencia de fundamentar, no slo 247
resear, lo contado por las viejas crnicas y los relatos de nuevos descubri-
mientos, como lo hicieron Bernal Daz del Castillo, Pedro de Gante o Francis-
co Xavier Clavigero al decirnos lo que pas en estas Indias Occidentales. En el
campo literario y lingstico se impuso tambin tal cientificidad, como lo
muestra el empeoso y casi monacal trabajo de Ramn Menndez Pidal y los
artculos de la Revista de filologa espaola, junto con las mltiples edicio-
nes de obras literarias promovidas por su Centro de Estudios Hispnicos.
A la par, para valorar la perfeccin de una determinada creacin artsti-
ca, se siguieron aplicando los parmetros que otro grupo de estudios haba
sintetizado al leer las obras bautizadas como clsicas: las griegas y las lati-
nas, por supuesto, pero tambin un poco a regaadientes al inicio Dante
Alighieri, William Shakespeare y Miguel de Cervantes. El arte de hablar y es-
cribir pareca maniatado por las normas de la perfeccin que, decan, here-
daron con sus escritos los picos, los dramaturgos, los oradores, los poetas y
los novelistas de antao.
Contra esa doble cadena de la escuela histricocientfica y la escuela
normativa, reaccionaron los escritores cercanos a Anatole France y luego a
Andr Gide, tanto para decirnos su palabra, como para interpretar y valorar
la de los dems: acudir a la impresin interna, a la emocin esttica que una
obra literaria suscita fue el criterio atendido y defendido: Pretexto para decir
las aventuras de mi alma fue el principio propuesto por Gide en la lectura y
la interpretacin simblica.
La nouvelle critique de los aos sesenta en Francia, parece habernos lle-
vado no a un compromiso entre tales corrientes sino a aceptar que lo impor-
tante en la interpretacin simblica es la experiencia interna que el conjunto
de smbolos provoca: experiencia espiritual, dijo Lucien Goldmann, pero,
con cierto humor ante las aventuras de mi alma, sostuvo con tino esa nue-
l ecturas y r electur as
tea entre los actores de la novela la reflexin, a veces hasta discusin acalora-
da, sobre su sentido: a saber, sobre lo que tal trmino quiere decir y lo que en
efecto dice. Decir, como afeccin emotiva o razonamiento que provoca en el
8 De esta manera traduzco, de forma pedaggica, cuanto con exacta finura propone Greimas,
op. cit, pp. 2932. 253
apocalptica del libro de Job. 9 Como sustantivo y en plural, rosas simboliza
la flor as llamada y surge en medio del xtasis amoroso del novicio narrador:
12 Ibid, pp. 77, 107, 125, 94, 447, 441, 93, 124.
13 Ibid, pp. 125, 186, 124, 413.
14 Ibid, p.445.
15 Ibid, p.447. 255
Cuadro 1
Cuadrado semitico de El nombre de la rosa
Libertad
Rosa
Risa
Ansia Irona
2
Risa Rosa
Miedo
1. Amor.
2. Humor.
. Secreto del laberinto.
que aceptan su sabidura, signo del humor con que se vive: capacidad de rer-
se de lo que se ama, sin dejar de amarlo.
16 Ibid, p.463.
256 17 Ibid, p.125.
Relacionando rosa y risa, como signos as descifrados, encontramos a lo
largo de la novela a aquellos que ren sin amar, con desprecio, y su signo es la
irona; los que ni ren ni aman y se condenan o condenan a otros al miedo;
los que aman pero no pueden o no aceptan rer, y viven en la ansiedad; los
que aman y ren: estos alcanzan, por fin, en verdad la libertad y sonren.
Acudamos a Greimas para darnos una representacin visual de estos sm-
bolos y de las relaciones as generadas (vase el cuadro 1). 18
Conclusin
Retomemos, para concluir, los prrafos con que Umberto Eco cierra su intro-
duccin a ese manuscrito del viejo Adso de Melk, por casualidad encontrado
en Praga, en la versin de un tal abate Vallet:
18 Para los poco familiarizados con los esquemas semiticos: cuando se dan juntas rosa y risa
(amor y humor), tenemos libertad. Si hay rosa (amor) sin risa (sin humor), tenemos an-
sia. Si hay humor, sin amor, tenemos irona. Finalmente, cuando no hay ni amor ni hu-
mor, tenemos miedo. La clave: el secreto del laberinto ( NE ).
19 Ibid, p.9. 257
No hay en estas palabras de Eco ni irona, ni miedo, ni ansia; s una gran
libertad: placentera, amorosa. Amor por el signo. Reconstruyendo el supuesto
testimonio de Adso, hace suya, como hemos visto, la plegaria con que el anti-
guo novicio recuerda todo en su vejez: plegaria de interpretar los smbolos y
los signos. Como semilogo verdadero.
Es verdad que esta fbula de la Edad Media est alejada de nuestro tiem-
po? Desvinculada de nuestra poca? Ajena a nuestras esperanzas y a nues-
tras certezas? Todo es mero placer esttico, al modo de Andr Gide? La razn
ahuyent ya los monstruos de los sueos? Goldmann y nosotros, tras la lectu-
ra, lo desmentimos. No. Corrijo, no es mentira lo que relata Umberto Eco. Es
mscara pudorosa con que dice que, sin las declaraciones revolucionarias de
Praga, Pars y Mxico 68, siguen siendo suyas nuestras esperanzas y nuestras
miserias cotidianas, las de nuestra poca y nuestro tiempo. En todo se mues-
tra prometindose con nosotros esto es comprometindose en cambiar
ya no el mundo ni el kosmos en abstracto, como un absoluto, pero s lo que
este mundo esconde, como el gran secreto del mundanal laberinto: el cora-
zn, signo de los ms ntimos secretos. Corazn con pasin como el del an-
ciano Adso de Melk quien, con los aos, no envejeci sino acumul juventud.
Por eso todo es un recuerdo, un recordar, que significa volveralcorazn:
bello ejercicio espiritual.
El conjunto de relaciones simblicas son un reflejo no un anlisis ni
un relato de las relaciones sociales, afirm Goldmann. Y su afirmacin es
ma. Por eso, leyendo desde nuestro imprescindible contexto El nombre de
la rosa, siento que cada pgina evoca, provoca y convoca en nosotros mismos
una experiencia en que nos reconocemos. Contexto personal y social. No es
necedad, por eso, que mirando y amando a aquella muchacha sin nombre
veamos en ella a los simples que aman y alcanzan la libertad por su humor.
l ecturas y r electur as
Tienen humor y ren los aldeanos y los de la comedia porque saben ser hu-
mus, esto es, tierra. Los aldeanos, los simples, los empobrecidos viven aman-
do esta tierra y rindose del miedo con que otros intentan separarlos de ella,
como los habitantes de aquella abada, como Juan XXII o Ludovico de Baviera,
258
aquel noviembre de 1327: signos tambin ellos de los que hoy, con otros nom-
bres, intentan lo mismo en nuestro laberinto contemporneo.
Sin embargo, cul es el secreto tan escondido en el laberinto que es esta
novela? Lo saben los que la han ledo. Lo descubrirn quienes, tras este ciclo
de conferencias de XipeTotek, asuman la invitacin para su lectura. S que
sabremos todos gustar la gran verdad y la fuerte invitacin a compartir la
experiencia literaria que se encierra en el epgrafe final del libro, en donde la
rosa, de nuevo como sustantivo singular y femenino, brota como esperanza:
stat rosa pristina nomine, nomina nuda tenemus (ah est la rosa primera
con su nombre, nosotros tenemos nombres desnudos). O, como tradujo Xavier
Gmez Robledo: est la rosa desde siempre con su nombre de rosa, pero te-
nemos los nombres desnudos. 20
Pero, interpreta nuestro querido maestro y amigo Xaviercito al leer la
coma si la rosa es un signo, tener su nombre es tener un signo de un signo:
desnudo, abierto. Invitacin tambin sta, como la primera, dada ya en el
ttulo de El nombre de la rosa, el signo del signo, para hacer nues-
tra la plegaria del desciframiento que nos lleve juntos a vivir, por fin, la expe-
riencia interna de amar y de amar con humor. Estamos as en la gran aventu-
ra de intuslegere, leer y entender desde dentro. Amorosamente. Aventura de
la inteligencia ertica. Una sonrisa?
20 Gmez Robledo, Xavier y Gabriel Carrillo Czares. Los latines de El nombre de la rosa en
espaol, ITESO , Guadalajara, 1990, p.41. 259
l ecturas y r electur as
260
Memoria del futuro:
exploracin literaria y cinematogrfica*
* Publicado con el ttulo Smbolo y realidad del ao 2000: exploracin literaria y cinemato-
grfica, en la revista XipeTotek, vol. IX , nm.3, Guadalajara, 30 de septiembre de 2000,
pp. 221243. El ensayo se realiz entre el 2 de julio y el 18 de noviembre de 1999. 261
rinto de la literatura y el cine para este acercamiento al 2000. Lo hago deseo-
so de que encontremos no el terror del Minotauro sino el secreto maravilloso
que descubri Adso, gracias a su maestro en discernimiento, Guillermo de
Baskerville: el dinamismo y las limitaciones de nuestra condicin humana.
Expreso as, de entrada, mi gratitud a Andr Malraux y a Umberto Eco y a
tantos otros que me han enseado a respetar y amar la palabra humana, eco
balbuciente del Verbo que el Padre conjug en nuestra carne.
Vi un ngel que bajaba del cielo con la llave del abismo y una gran cadena
en la mano. Este ngel sujet al dragn, aquella serpiente antigua, que es el
diablo y Satans, y lo encaden por mil aos. Lo arroj al abismo, y puso un
sello sobre la puerta para que no engaara a las naciones hasta que pasaran
los mil aos. Una equivocada interpretacin de estos primeros versculos del
captulo 20 del Apocalipsis, suscit, por cierto influjo del judasmo, hacia el
final del primer milenio de nuestra era, la teora de que la llegada del Mesas
era inminente, que el Anticristo sera por fin aniquilado, y que el juicio final
l ecturas y r electur as
264 1 Belli, Gioconda. Los cuarenta, en Belli, Gioconda, Apogeo, anam, Managua, 1997, p.29.
como opinin de que el reino de Cristo en la tierra se dara por mil aos antes
de la resurreccin universal. Otras dos interpretaciones dieron pie a actitudes
herticas. Una de esas corrientes sostena que antes de ese da en que acaba-
ra el primer milenio, todos tenan licencia, sin lmite alguno, para cual-
quier gozo de los sentidos y placeres: tras esta supuesta licencia algo quedaba
del desprecio a toda la materia, a la carne que somos, porque, como sostuvo
el maniquesmo, es creacin no de Dios sino del demonio; usndola, fuera de
todo orden y toda moral, haba que mostrar que deseamos su destruccin,
para que el alma quede al fin liberada.
Otra propuesta, ms judaica, amenazaba con la muerte y el castigo inmi-
nente a los que no guardaran la ley de Moiss. La confusin entre una y otra
invitacin tuvo de hecho como resultado el miedo, el desorden, la angustia
por la inminencia de la muerte y la condena, el desenfreno o el castigo des-
pectivo del cuerpo mismo y de toda materia. El fin del mundo estaba cerca.
Algo de esto han propalado algunos pocos en nuestros das. Ms de una
vez se vio el final de todo siglo como un anuncio de lo que, en esta concep-
cin, nos aguarda. As lo describe Mario Vargas Llosa en su novela La guerra
del fin del mundo, con su apasionante relato de Brasil a fines del siglo XIX .
No es esta, por cierto, la actitud predominante en la preparacin del 2000.
3 Belli, Gioconda. Parto, en Belli, Gioconda, El ojo de la mujer, anam, Managua, 2001,
266 p.43.
ran ni amenazan lo que otros viven o piensan, pero s reclaman su derecho: el
derecho de todo pueblo a asumir su propio dinamismo para sentir, pensar,
entender, simbolizar, trasformar, celebrar y compartir la vida, y de relacio-
narse y organizarse entre s y con todos los dems conforme a su propia for-
ma de bendecir la vida y la tierra y el agua y los cielos. Este dinamismo es lo
que llamamos cultura, sin las miopas pretenciosas con que los siglos pasa-
dos impusieron aun con las armas la cultura grecolatina, o la judeocristia-
na o la todava hoy imperante cultura occidental.
La esperanza a que convoca el 2000 ha de expresarse en la tarea y la lu-
cha por esta libertad y esta comunin de todos, con los propios valores, sin
reduccionismos tursticos. Fin de los siglos y milenios de destruccin y des-
precio fratricidas.
Carpe diem: cosecha el da, al da. Juvenil y fresco verso del citado poeta
latino Horacio. Hoy se le retoma con gozo, como actitud frente a las angus-
tias y las penas. Tambin ante los proyectos de futuro.
La modernidad, desde mediados del siglo XIX , fue como el pasaporte para
pasar la aduana de los tiempos viejos y para entrar de lleno al progreso, con
la fe puesta en la ciencia y la tcnica. Con los apoyos sociolgicos de grandes
analistas de aquel mismo siglo y de nuestros das, veamos que el crecimiento
verdadero y humano era imposible mientras no cambiara por igual el con-
junto consistente de nuestras relaciones polticas y econmicas. La lucha por
un cambio de estructuras no slo gener revoluciones en la Europa del Este y 269
en el Extremo Oriente sino inspir a la juventud mundial de los aos sesenta
de nuestro ya no tan juvenil siglo XX . Pesada carga soar con un futuro mejor
y estar dispuesto a dar la vida por conseguirlo.
Quam minimum credula postero (Sin creer para nada en el maana),
complet Horacio. Posmodernidad se ha llamado ahora a esta actitud de vida.
Basta de cargas intiles, dicen. Ms vale asumir, da a da, La insoportable
levedad del ser. Milan Kundera, gil novelista y perspicaz contemplador de
lo cotidiano, gana cada da ms adeptos. Sin enojo, sin amargura, con sere-
nidad. El cambio que desearon los pueblos del siglo XX no era para maana.
Por doquier se repitieron los intentos y los fracasos. Como en una intermina-
ble renovacin del mito de Ssifo: cuando sentamos ir llegando a la cumbre
y a la luz, todo rodaba hasta el abismo una y otra vez. Castigo eterno de los
dioses por haber traicionado sus secretos. Secretos del maana. Dejmoslos a
las inexistentes divinidades. Gocemos el sonido del piano y el violn. Que re-
volotee ignorada la mariposa nocturna.
Sin embargo, el 2000 evoca y renueva el anuncio de un mundo en que los
esclavos recobran la libertad, los ciegos vuelven a ver, los pobres se alegran
por haber entrado a la fiesta y a la vida. Reino de Dios llam Jess a esta
promesa. Promesa suya, porque Dios es Abb y todos somos hermanos: esto
fue lo que dijo como su ms ntimo secreto, sin que nadie se lo robara. Por
esto enfrent y venci la muerte.
En este dilema tan cierto entre el hoy y el maana nace el nuevo milenio.
El gran reto, cotidiano tambin, es saber asumir el presente, con memoria del
futuro: paradjica propuesta del otro gran poeta, Mario Benedetti. Si el pasa-
do no nos ayuda, afirma, inventmonos otro. Slo as podremos salir de la
pesadilla actual y gozar ya la llegada de otro amanecer. Cada da, sin el eter-
no retorno que deplor Nietzsche, antes de que hablara Zaratustra y susurra-
l ecturas y r electur as
Ao de liberacin
Las pginas del Levtico herencia del pueblo de Israel son todo un cdigo
de leyes sobre ofrendas y sacrificios, sobre la pureza y la impureza ritual,
Los habitantes de los pases del Tercer Mundo no son responsables de tan des-
mesurada deuda, pero s son las ms afectadas por ella, convertidos de este
modo en verdaderos esclavos de por vida.
Ao de perdn, de liberacin y de alegra. Para toda la familia humana.
Lograremos que el smbolo que es el 2000 revierta la cruel realidad en que
mueren y dizque viven millones y millones de seres humanos? La fiesta a que nos
estamos convocando es, pues, un enorme reto. Slo sintindonos todos una
sola familia, como lo sintieron los descendientes de los 12 hijos de Israel,
podremos hacer de este cambio de siglo y de milenio un cambio de las estruc-
turas que dan como cruel caracterstica lo que el Episcopado Latinoamerica-
6 Consejo Episcopal Latinoamericano, CEPAL . III Conferencia General del Episcopado Lati-
noamericano, Puebla: La evangelizacin en el presente y en el futuro de Amrica
Latina, Conferencia del Episcopado Mexicano, Mxico, 1979, nm.30, p.56. 275
evocamos siquiera el mito griego que vio en Eros al amor: hijo de Afrodita y
de Ares, diosa de la belleza y de la fecundidad, la primera; dios de la guerra y el
combate, el segundo, convertido en luchador incansable por el bien, gracias
a la ternura de Afrodita. Tampoco recordamos hoy la versin tan profunda
que Platn, en su admiracin por Scrates, el gran educador y defensor de la
juventud, ofreci al narrar el origen simblico de Eros, hijo de Poros y Penia:
el poder y la pobreza. Amor, por eso mismo, audaz, magnnimo, batallador,
vencedor aun de la muerte y, sin embargo, sensible a la necesidad de los de-
ms, triste, macilento y descolorido, porque sufre con el que sufre, porque lo
ama, como un padre y una madre aman al fruto de sus entraas.
Bajo la palabra erotizacin a lo mejor escondemos de manera pudorosa
lo que parece hoy fundamento de todo deseo y toda relacin humana, la
genitalizacin de la vida. No prostitucin generalizada; sera injusto e infun-
dado llamarla as, pero s bsqueda y afirmacin de la plenitud gozosa del
ejercicio de los rganos genitales, mutilada con dolorosa frecuencia de su
capacidad reproductora, temerosa ms bien de engendrar un nuevo ser humano.
La inesperada muerte en 1999 del gran director de cine, Stanley Kubrick,
mientras filmaba su ltima pelcula, aceler la publicidad y el sensacionalis-
mo en espera de la versin definitiva y del estreno mundial de Ojos bien ce-
rrados. De manera personal tem escandalizar a alguno de mis alumnos o
alumnas, en el curso de Dios en el cine, al proponerles esta cinta como base
para nuestra reflexin en el diplomado de Teologa, ofrecido por el Instituto
Tecnolgico y de Estudios Superiores de Occidente ( ITESO ) y desarrollado en
el Instituto Libre de Filosofa y Ciencias Sociales. No hubo escndalo alguno.
S desconcierto porque se impuso la primera impresin: Dios es el gran au-
sente en la pelcula, como ausente parece en nuestra vida amorosa y sexuada.
Esta primera hiptesis nos invita a mirar nuestro fin de siglo: de veras
l ecturas y r electur as
mento de lo que llamamos nuestra fe. Fe que nos encamina a dar, cuidar,
defender la vida. Mxima manifestacin de lo que los primeros cristianos,
como san Ireneo, llamaron doxa y nuestra tradicin tradujo como gloria:
manifestacin gozosa y pblica del ser humano, viviente. Porque es sta
278 la manifestacin histrica y pblica de Aquel en quien vivimos, nos movemos y
somos. Trabajar por la mayor gloria de Dios no es ni ha sido para el pueblo
cristiano y en l, como consigna de vida, para la Compaa de Jess, (per-
dn por esta referencia tan personal) una simple convocatoria para un
acto religioso de alabanza y canto. Es el reto que juntos hemos de asumir
cuantos amamos y deseamos amar. Reto de compartir esta fe confianza de
Dios en nosotros, confianza nuestra en Dios, confianza de una persona en
otra en nuestra sociedad, y convocatoria universal para luchar y trabajar
por la justicia, a fin de que desaparezca todo lo que destruye este primer y
universal regalo, la vida de todo ser humano.
El nacimiento del 2000 es, en esta perspectiva, el smbolo de que cuantos
nos alegramos y nos renovamos con el fin de un siglo de cosificacin huma-
na y sexualmente parcializado, nos prometemos una comunin de lo ms
secreto y ms profundo de nuestros anhelos: trabajar por la justicia, para que
en todos se celebre y se defienda en verdad la vida.
No en vano, como decamos antes, el 2000 recuerda a aquel carpintero
que am a los dems ms que a s mismo, aquel que asumi en todo nuestra
condicin humana y nos convoca as, al mundo y a la humanidad entera, a ser
portadores del amor que genera vida plena. Secreto ste el ms ntimo, recibi-
do para que, en la finura de la amistad, lo vivamos todos juntos. Con este
280
Colofn
Qu es la utopa?*
Es un pedacito de amor.
Es el amor mismo.
Es memoria del futuro.
Es el secreto del Reino y de nuestra lucha humana.
Es la sombra de la palmera que desde all, lejos, te anima en el desierto y en
la arena.
Es la comunin que nos dan ms all de todo credo los poetas, los cien-
tficos, los polticos, los de a de veras.
Es el grito y la protesta de Delfinita y Doa Mxima porque nos matan en su
juventud a Layo.
Es el imn que hasta de las puertas, los muebles y las paredes de Macondo
arranca nuestros clavos.
Es la locura enamorada con que don Quijote hace nacer de Aldonza a Dulcinea.
Es el vientre virginal o desflorado que anhelamos fecundar.
Es la semilla de la vida nueva.
Es la Ciudad del Sol aqu en la tierra que destruyen o edifican el diablo y el
buen Dios que llevamos dentro.
c olofn
anhelan perder su blancura vaca con lo que vos deses, con lo que vos quers,
con lo que a fondo amas.
Es el eco de la Palabra con que el Padre se nos dijo en aquel instante, ahora.
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