Miedo Insuperable
Miedo Insuperable
Miedo Insuperable
I
Universidad de Matanzas Camilo Cienfuegos. Matanzas, Cuba.
II
Universidad de Ciencias Médicas de Matanzas. Matanzas, Cuba.
RESUMEN
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ABSTRACT
Fear is a psychological status, a basic condition and inherent property of the human
being that is activated under certain presumptions. Its determination or
appreciation depends on the specialized criteria of psychologists, psychiatrists and
sociologists. When this status of very intense emotion becomes an insuperable fear
and under it a subject acts, for the Penal Right, according to the Penal Code in
force, protected by the article 26, the subject is exempted from the penal
responsibility. With this research we pretend to characterize fear from the
psychological point of view to understand it from the juridical point of view, and
also determining the elements having influence on the integration of the
insuperable fear as exemption from the penal responsibility. This is a very
controversial theme inside the penal science, because although it was taken into
account by the legislator, in the juridical practice it is scarcely used, assuming it as
one of the main factors for it to be a matter of appreciation. Taking into account the
eminently subjective character of the fear, as much for the person who suffers it as
for the experts that have to prove it, it is comprehensive that the mentioned
institution is avoided and in its place it is considered that the subject acted under
coercion. The interdisciplinary content of this investigation has to serve as a
premise for the specialist in Psychology, Medicine, Psychiatry, Sociology and
Juridical Sciences to carry out their combined scientific work, and for the exemption
not to be left only for the appreciation of the magistrate.
Key words: fear, insuperable fear, exemption from the penal responsibility.
INTRODUCCIÓN
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En el orden jurídico, asumir esta concepción implica entender que el derecho no
puede soslayar factores genéticos (edad, sexo, malformaciones o enfermedades
congénitas, sobre todo mentales); psíquicos (sentimientos, emociones, miedo,
fobias); sociales, pues en consonancia con las condiciones histórico-sociales
concretas se erigen las normas jurídicas; así estudiar el comportamiento humano a
partir del enfoque social que supone el derecho, implica recurrir, a aquellas
disciplinas que le aporten el sustrato necesario a sus pronunciamientos, por
constituir el enfoque interdisciplinario un imperativo de las ciencias jurídicas
modernas. Disciplinas tales como la sociología, la psicología, la psiquiatría
empleadas con carácter integrador le aportan fundamentos científicos a las ciencias
jurídicas.
DESARROLLO
Al igual que otros estados cuya presencia resulta inevitable, tales como el sueño, la
ira o el hambre, el miedo constituye una premisa que no es exclusiva del hombre,
por cuanto su presencia permite colocar cualquier organismo en estado de alerta
funcional en el que cooperan todos los niveles de estructura orgánica, desde las
células a los sistemas, vinculados por procesos humorales, es decir, una acción
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coligada que toma un carácter prioritario para neutralizar o evadir los efectos
peligros —reales o presuntos— de lo temido o vulnerable, cualquiera que fuere su
naturaleza. En lo que al hombre respecta, aun cuando se establece una estrecha
relación, entre lo biológico, lo psíquico y lo social, el miedo en su sentido más
estricto y primitivo no depende de la ética, sino de la capacidad de la reacción del
individuo según su experiencia y posibilidad de interrelacionar con el medio. Por
cuanto es evidente la variabilidad de esta capacidad, el fenómeno toma un carácter
indudablemente relativo y nunca absoluto, toda vez que no podrían esperarse
respuestas idénticas en sujetos diversos, y aun cuando existiera un patrón general
de conducta, las características individuales presentan suficiente argumento para
esta variabilidad.(3)
Pudieran citarse los denominados “miedos absurdos”, donde resulta notable que la
esencia del temor es insustancial, fenómenos que la mayoría de las veces
reconocen los implicados, luego de un proceso de contracción racional, sin que
ninguno de los argumentos parezca satisfacer la causa del miedo. La presencia de
este no supone un vínculo psicopatológico obligado que evidentemente haría
explícita la fundamentación del estado de temor absoluto en el que el sujeto
incurre. Las fobias, con todo el trasfondo psicológico que se les supone, resulta el
ejemplo más patente de esta situación.(5) Personas normales, con desempeño
público coherente, pueden desarrollar miedos absolutos ante otras personas,
animales, cosas o situaciones que recorren un espectro muy diverso. El miedo a las
alturas, los espacios cerrados, insectos u otros animales —como ofidios o
batracios—, al agua, al fuego, colores específicos o inclusive determinadas melodías
musicales, no son sino una muestra de la extensísima variación de aspectos a
temer con relación interminable que pueden afectar a un ser humano, aunque ello
no tenga sentido. Con esto queda claramente establecida la manera de actuar en
situación de alarma sin que ética, moral, razón o instrucción predominen
necesariamente en el proceso.
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grado extremo aun cuando no exista correspondencia lógica entre esta respuesta y
la condición estructural de lo temido. En este caso se hace evidente que en la
articulación del miedo no siempre se impone el raciocinio pausado, el análisis
preciso o la apreciación exacta sino la valoración propia y muy personal del agente
según esté o no en facultad de colocarse en esa situación.
De lo antes expresado se deducen tres elementos esenciales a tener en cuenta en
torno al miedo:
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En la segunda etapa —el ataque de pánico—, estos mensajes entre mente y cuerpo
ya no son silenciosos, pero sus efectos son los mismos. Esto provoca sensaciones
físicas que el cuerpo genera (como las taquicardias). El individuo afectado tiene
miedo de los síntomas percibidos e inconscientemente emite instrucciones al cuerpo
para protegerse, con las cuales el cuerpo comienza a “cambiar su química” con el
fin de protegerse de la emergencia. Sin embargo, como no se trata de una
verdadera crisis física, no se puede utilizar correcta y eficazmente la estrategia del
organismo, preparado para la alerta. Como consecuencia, se produce un aumento
de los síntomas físicos, lo que a su vez crea el ciclo auto-reforzado de percepciones
de amenaza y reacciones corporales que se sufren durante el ataque de pánico.
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que la inmediatez en el examen pericial deba ser vital, pues los signos clínicos y
fisiológicos del miedo anteriormente referenciados desaparecen en el sujeto a los
pocos minutos de sucedido el evento.
Según el Manual de diagnóstico de los trastornos mentales (DSM-IV), las fobias son
consideradas dentro de los trastornos de ansiedad. Se involucra también a otras
categorizaciones, pero específicamente se enmarca la mayor parte de la casuística
dentro de crisis de angustia, agorafobia, trastornos de angustia, fobia específica y
fobia social. Caracteriza básicamente a la fobia como la aparición de una crisis de
angustia desencadenada por el objeto o situación fobígena.
Este manual define a la fobia específica como el “temor acusado y persistente que
es excesivo o irracional, desencadenado por la presencia o anticipación de un
objeto o situación específicos [...], la exposición al estímulo fóbico provoca casi
invariablemente una respuesta inmediata de ansiedad, que puede tomar la forma
de una crisis de angustia [...], las situaciones fóbicas se evitan o se soportan a
costa de una intensa ansiedad o malestar”. Dice también que los comportamientos
de evitación interfieren acusadamente con la rutina normal de la persona, con las
relaciones laborales, académicas o sociales o bien provocan un malestar
clínicamente significativo. Además el DSM-IV especifica el tipo de fobia, ya sea
animal, ambiental, situacional (entre otras).
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Nistofobia: miedo a la oscuridad.
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penales. Motivado por este miedo superlativo, irrefrenable, desaparece la
representación en sí del individuo (el sujeto actor del delito) en el hecho que se le
imputa, al igual que su proyección en el resultado; con lo que se sitúa a merced del
individuo en el cual se producirá el resultado.
Respecto a la labor pericial se debe presumir que los peritos tienen a su cargo
determinar si ese miedo sentido por el sujeto fue insuperable, pero
contradictoriamente, para ello el perito no posee una escala de miedo que le
permita establecer esa gradación, como se hace, por ejemplo, con el coeficiente de
inteligencia. En este caso específico depende de la experiencia, conocimiento
científico y también de la subjetividad del perito, de ahí la necesidad de trabajar los
casos de miedo insuperable a partir de un equipo multi e interdisciplinario de
psicólogos, psiquiatras, sociólogos y médicos especialistas en Medicina General
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Integral, que puedan determinar por las manifestaciones fisiológicas del sujeto, ya
referidas anteriormente, si el mismo cometió el delito, bajo miedo insuperable o no.
Esto, por supuesto, es mucho más atendible en los casos de miedos provocados por
males que impliquen una amenaza para la integridad física del sujeto o agente
comisor. Por tanto, no existe razón para renunciar categóricamente al auxilio
pericial en estos casos, pues no hay dudas que al exigir la propia ley para la
configuración de esta eximente que se actúe “impulsado por miedo insuperable” se
está validando el carácter esencialmente emotivo de dicha categoría, por tanto, la
labor de un psicólogo o psicometrista (que también integran las comisiones de
peritaje) con la realización de entrevistas especializadas y pruebas como la 16 PF
Cattel sobre grados de afectividad y tipo de personalidad, podrían ofrecer datos de
interés para lograr un pronunciamiento judicial lo más cercano posible a las reglas
de la equidad y la justicia.
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CONCLUSIONES
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
5. Nardone G. Más allá del miedo. Barcelona: Editorial Paidós Ibérica; 2003. p. 99.
6. Reid WR. ¡No al pánico! Cómo controlar los ataques de angustia. Santiago de
Chile: Editorial Cuatro Vientos; 2001. p. 62.
7. Moreno P, Martín J. Dominar las crisis de ansiedad. Una guía para pacientes.
Bilbao: Editorial Desclée de Brower; 2004.
8. Nardone G. No hay noche que no vea el día: la terapia breve para los ataques de
pánico. Barcelona: Editorial Herder; 2004.
10. Mir Puig S. Derecho Penal. Parte General. 8va ed. Barcelona: Editorial
Reppertor; 2008. p. 596-600.
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Recibido: 25 de noviembre de 2012.
Aprobado: 14 de diciembre de 2012.
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