Leyendas
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Leyendas
Una noche, a inicios del siglo pasado, un personaje de ultratumba apareció en las
calles de Riobamba. Quienes lo miraron se quedaron mudos de espanto. Era un jinete
sin cabeza. Todos los habitantes de la ciudad se guardaban muy temprano para huir de
la mala visión, pero nunca faltan los valerosos que lograron descubrir lo que escondía
detrás del fantasma.
EL AGUALONGO
La loca viuda fue el remedio para los caballeros que abandonaban el hogar por una
conquista galante. Los años pasaron y aún dicen que la loca viuda se aparece en las
noches…
LA MISTERIOSA CIUDAD OCULTA EN EL
CHIMBORAZO
Hace muchos años, en el tiempo de las grandes haciendas, había gente dedicada al
servicio de la casa y de las tierras. Los vaqueros eran los hombres dedicados a cuidar a
los toros de lidia que eran criados en las faldas del volcán Chimborazo.
Juan, uno de los vaqueros, se había criado desde muy pequeño en la hacienda. Recibió
techo y trabajo, pero así mismo, los maltratos del mayordomo y del dueño.
Una mañana que cumplía su labor, los toros desaparecieron misteriosamente. Juan se
desesperó porque sabía que el castigo sería terrible. Vagó horas y horas por el frío
páramo, pero no encontró a los toros.
Totalmente abatido, se sentó junto a una gran piedra negra y se echó a llorar
imaginando los latigazos que recibiría.
De pronto, en medio de la soledad más increíble del mundo, apareció un hombre muy
alto y blanco, que le habló con dulzura:
- ¿Por qué lloras hijito?
- Se me han perdido unos toros –respondió Juan- después de reponerse del susto.
- No te preocupes, yo me los llevé –dijo el hombre- vamos que te los voy a
devolver.
Juan se puso de pie dispuesto a caminar, pero el hombre sonriendo tocó un lado de la
piedra, y ésta se retiró ante sus ojos.
- Sígueme –le ordenó.
Aquella roca realmente era la entrada a una gran cueva. Sin saber realmente cómo,
Juan estuvo de pronto en medio de una hermosa ciudad escondida dentro de la
montaña.
El vaquero miró construcciones que brillaban como si estuvieran hechas de hielo. La
gente era alegre y disfrutaba de la lidia de toros.
El hombre alto le entregó los animales, le dio de comer frutas exquisitas, y como una
forma de compensación le regaló unas mazorcas de maíz.
De la misma forma extraña en la que había llegado, pronto estuvo en el páramo, con
los toros y las mazorcas.
Al llegar a la hacienda todos se burlaron de él por lo que consideraban una influencia
del alcohol. Decepcionado, pero a la vez tranquilo por haberse librado de la paliza,
Juan fue a su casa y sacó las mazorcas. Para su sorpresa eran de oro macizo.
Con este tesoro, el vaquero se compró una hacienda propia y se alejó para siempre del
lugar donde le habían maltratado tanto.
Desde entonces, los campesinos y los turistas tratan desesperadamente de buscar la
entrada a la ciudad del Chimborazo.
EL DUENDE DE SAN GERARDO
Por las noches y en los ríos que se juntan para formar elgran Guayas, frecuentemente
se observa un ataúd flotando en las oscuras aguas, con la tapa levantada y unagran
vela en la cabecera que ilumina los dos cadáveresque yacen en su interior. Ahí
descansan los cuerpos de la princesa Mina y su hijo.Mina fue hija del último de los
caciques de los daulis:Chauma. A sus espaldas, y en contra del parecer de supadre, ella
se enamoró de un español con quien se caso ensecreto. Su padre, al conocer la noticia,
se molestó muchoporque los españoles habían matado a sus antepasados y despojado
a su pueblo de sus tierras. Lleno de ira maldijoa su hija por casarse con un enemigo y
convertirse encristiana. La maldición de Chauma condenó al espíritu de Mina a no
tener descanso después de que se separara desu cuerpo. Luego de unos días, Mina,
abrumada por la melancolía quele provocó la huida de su casa y al conocer la muerte
de supadre cuando éste se disponía a asaltar la ciudad de Guayaquil, falleció dando a
luz a su primogénito que también nació muerto. Su esposo dio cumplimiento al último
deseo de la princesaque, presintiendo un triste desenlace, pidió que al morirno la
enterrase sino que, colocada dentro de un ataúd, ladejase en el río con la tapa de la
caja levantada. Apenassu esposo abandonó el ataúd en el río, éste, en vez dehundirse
permaneció en la superficie y partió como unaflecha a la ribera más lejana. Cuando
llegó, se dirigió deinmediato hacia la otra orilla y así indefinidamente, almismo tiempo
que apareció una vela encendida en sucabecera para poder ver los cadáveres.Desde
entonces, ciertas noches, se observa el ataúd porlos ríos Daule y Babahoyo. Muchos
navegantes aseguran haber visto con claridad los dos cadáveres y una nube demoscas
que los rodea, sobre todo en la noche del 25 defebrero, aniversario del deceso de la
princesa, cuando porúnica vez el ataúd se queda quieto en la superficie delagua
ofreciendo a los curiosos la oportunidad decontemplarlo.
EL CURA SIN CABEZA
"Esta leyenda también es común en varias ciudades interandinas del país; se cuanta
que en otra época vivía un sacerdote de escandalosas costumbres, que mantuvo
relaciones con numerosas beatas. Cuando el cura murió su cabeza fue cortada y se la
llevaron los demonios", manifestó Jorge Castillo.
Desde entonces, el alma del Cura recorría las calles de Cuenca por las noches,
buscando inútilmente su cabeza. Una versión mas picaresca de la leyenda asegura que
el curita tenia la cabeza en su sitio, pero tan buena era que, para evitar miradas
indiscretas cuando salía a sus andanzas ocultaba el cráneo bajo un manto, y de este
modo se asimilaba a una alta figura decapitada. El propio sacerdote se encargaba de
propagar la versión de "aparecido" para que sus buenos feligreses se abstuvieran de
fisgonear por las noches.