Leyendas

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EL DESCABEZADO DE RIOBAMBA

Una noche, a inicios del siglo pasado, un personaje de ultratumba apareció en las
calles de Riobamba. Quienes lo miraron se quedaron mudos de espanto. Era un jinete
sin cabeza. Todos los habitantes de la ciudad se guardaban muy temprano para huir de
la mala visión, pero nunca faltan los valerosos que lograron descubrir lo que escondía
detrás del fantasma.

EL AGUALONGO

El 4 de febrero de 1797, un terremoto destruyó gran parte de la zona central del


Ecuador. Se cuenta que antes del desastre se produjeron hechos misteriosos, como el
que les contamos a continuación.
En la plaza central de la villa de Riobamba se levantaba la escultura de un niño tejedor
(agualongo en quichua). Se dice que un día antes del pavoroso terremoto, hacía un
insoportable calor, y muchos se concentraron en la plaza para descansar. En esos
momentos miraron asombrados cómo la escultura de piedra giraba sobre su propio
eje.
Los testigos regresaron a sus casas profundamente contrariados, sin imaginar que al
día siguiente Riobamba desaparecería y que por eso, el Agualongo quiso verla por
última vez.
LA LOCA VIUDA

El inicio de esta leyenda urbana se remonta a la época republicana cuando la ciudad de


Riobamba era alumbrada por rudimentarios faroles que apenas competían con la luz
de las velas. La luna llena completaba el ambiente propicio para los aparecidos y
cuentos tenebrosos.
El protagonista de esta leyenda es Carlos, uno de los tantos bohemios que gustaba
embriagarse en las cantinas y no desaprovechaba la oportunidad de tener un desliz.
Una de aquellas noches de juerga, al dirigirse a casa, se encontró con una extraña
mujer vestida totalmente de negro y con una mantilla que le cubría el rostro, que le
hizo señas para que la siguiera.
Carlos sin pensarlo dos veces fue tras de la coqueta a lo largo de varias callejuelas
oscuras.
Al llegar a la Loma de Quito, el ebrio le dio alcance.
- “Bonita, ¿dónde me lleva? dijo.
Sin dar más explicaciones, la mujer dio la vuelta y Carlos recibió uno de los impactos
más grandes de su vida porque vio que la cara de la mujer era la de una calavera.
De la impresión, Carlos cayó pesadamente sobre el suelo mientras invocaba a todos los
santos. Logró levantarse y emprendió la carrera de regreso a casa.
Al llegar, el hombre encontró el refugio en su devota esposa Josefina. Entendió que la
visión fantasmagórica era el castigo por tantas infidelidades. Y desde entonces se
dedicó santamente a su hogar.
Lo que Carlos nunca se enteró es que su esposa estuvo detrás del “alma en pena”.
¿Qué había sucedido? Después de muchas noches en vela, Josefina se armó de valor
para castigar las continuas infidelidades de su cónyuge.
Una vecina le aconsejó darle un buen susto. Para el efecto le prestó una careta de
calavera y le recomendó vestirse de negro.
Sin estar segura, pero motivada por su amiga, la señora decidió hacerlo.
Una noche oscura, se trajeó de negro, se puso la careta y se cubrió con un velo. Lo
sucedido después ustedes ya lo conocen.

La loca viuda fue el remedio para los caballeros que abandonaban el hogar por una
conquista galante. Los años pasaron y aún dicen que la loca viuda se aparece en las
noches…
LA MISTERIOSA CIUDAD OCULTA EN EL
CHIMBORAZO

Hace muchos años, en el tiempo de las grandes haciendas, había gente dedicada al
servicio de la casa y de las tierras. Los vaqueros eran los hombres dedicados a cuidar a
los toros de lidia que eran criados en las faldas del volcán Chimborazo.
Juan, uno de los vaqueros, se había criado desde muy pequeño en la hacienda. Recibió
techo y trabajo, pero así mismo, los maltratos del mayordomo y del dueño.
Una mañana que cumplía su labor, los toros desaparecieron misteriosamente. Juan se
desesperó porque sabía que el castigo sería terrible. Vagó horas y horas por el frío
páramo, pero no encontró a los toros.
Totalmente abatido, se sentó junto a una gran piedra negra y se echó a llorar
imaginando los latigazos que recibiría.
De pronto, en medio de la soledad más increíble del mundo, apareció un hombre muy
alto y blanco, que le habló con dulzura:
- ¿Por qué lloras hijito?
- Se me han perdido unos toros –respondió Juan- después de reponerse del susto.
- No te preocupes, yo me los llevé –dijo el hombre- vamos que te los voy a
devolver.
Juan se puso de pie dispuesto a caminar, pero el hombre sonriendo tocó un lado de la
piedra, y ésta se retiró ante sus ojos.
- Sígueme –le ordenó.
Aquella roca realmente era la entrada a una gran cueva. Sin saber realmente cómo,
Juan estuvo de pronto en medio de una hermosa ciudad escondida dentro de la
montaña.
El vaquero miró construcciones que brillaban como si estuvieran hechas de hielo. La
gente era alegre y disfrutaba de la lidia de toros.
El hombre alto le entregó los animales, le dio de comer frutas exquisitas, y como una
forma de compensación le regaló unas mazorcas de maíz.
De la misma forma extraña en la que había llegado, pronto estuvo en el páramo, con
los toros y las mazorcas.
Al llegar a la hacienda todos se burlaron de él por lo que consideraban una influencia
del alcohol. Decepcionado, pero a la vez tranquilo por haberse librado de la paliza,
Juan fue a su casa y sacó las mazorcas. Para su sorpresa eran de oro macizo.
Con este tesoro, el vaquero se compró una hacienda propia y se alejó para siempre del
lugar donde le habían maltratado tanto.
Desde entonces, los campesinos y los turistas tratan desesperadamente de buscar la
entrada a la ciudad del Chimborazo.
EL DUENDE DE SAN GERARDO

El maestro universitario César Herrera Paula ha recopilado una serie de leyendas y


tradiciones de nuestra provincia. Una de ellas es la que contamos a continuación.
En San Gerardo, población del cantón Guano, muy cerca de la ciudad de Riobamba,
Juan trabajaba en un lugar muy distante del centro parroquial. Para llegar debía
atravesar un bosque; salía de su casa a las 8 de la mañana y retornaba a las 8 de la
noche.
Cierta ocasión mientras volvía, creyó escuchar pasos. No dio importancia, pero más
allá escuchó una voz ronca que le dijo:
- No mire atrás… únicamente dame tu cigarrillo.
Así lo hizo y prosiguió su recorrido. Al día siguiente llevó una cajetilla y la voz
nuevamente se dejó escuchar.
De reojo observó que se trataba de un hombre muy pequeñito, portaba un látigo en su
mano, y llevaba en su cabeza un sombrero muy grande.
Juan se asustó y corrió desesperadamente. Al llegar a casa comentó lo sucedido y su
madre le aconsejó llevar siempre un crucifijo.
Así lo hizo y al día siguiente, el hombrecillo no le pidió cigarrillos sino que empezó a
castigarle con el látigo.
Juan sacó de su camisa el crucifijo y el enano se esfumó como por encanto.
Esta aparición y otras similares hicieron entender que se trataba del Duende de San
Gerardo.
LA VIUDA DEL TAMARINDO
GUAYAQUIL Era un tamarindo antiguo que existía donde era la quinta Pareja. La
quinta Pareja quedaba donde es ahora la Clínica Guayaquil. Las calles exactamente
creo que son: Tomás Martínez y General Córdova, en esa área. En esa época era una
finca. No era una quinta. Se llamaba quinta y era un lugar abandonado y los tunantes,
o sea las personas que andaban tras del trago, iban solos, y en camino a casa,
mira*ban una mujer vestida de negro que parecía muy bella. En ese tiempo no había
pues mayor alumbrado. En*tonces el tunante, pues, éste que estaba, seguía ¿no?
seguía, perseguía a la viuda ésta, a la aparición ésta, y ésta lo llevaba siempre a un
tamarindo añoso lo llevaba allí. Cuando él iba pues, cuando él llegaba ya casi al pie del
tamarindo y luego se volteaba y la viuda había sido una calavera de la muerte! Una
calavera, de decir: itremenda! El tunante caía echando espuma por la boca.
VICTOR EMILIO ESTRADA Y EL
PACTO CON EL DEMONIO
Dice la leyenda que Víctor Emilio Estrada (ex presidente del Ecuador en 1911) era un
hombre de fortuna, acaudalado y de sapiencia, todo un caballero de fina estampa. Las
personas de esa época decían que el caballero había hecho un pacto con el Diablo, y
que cuando muriera él mismo vendría a su tumba a llevárselo. Víctor Emilio Estrada
construyó una tumba de cobre para que el Demonio no invadiera su descanso. Al morir
fue enterrado en su tumba de cobre, una de las más grandes del cementerio de
Guayaquil. El Demonio quiso llevarse su alma al infierno como habían pactado, pero en
vista de que no pudo éste lo maldijo y dejó varios demonios de custodios fuera de su
tumba para que lo vigilaran y no lo dejaran descansar en paz. Desde ese día Víctor
Emilio Estrada no descansa en paz y todas las noches sale a las 23 horas con su
sombrero de copa y su traje de gala por la puerta uno del famoso cementerio de
Guayaquil, a conversar con las personas que se detienen a coger el bus en la parada.
LA DAMA TAPADA
Se dice que la Dama Tapada, es un ser de origen desconocido que se aparecía en horas
cercanas a la medianoche a las personas que frecuentaban callejones no muy
concurridos. Según las historias relatadas por muchas personas acerca de estos
acontecimientos, una extraña joven se les aparecía, vistiendo un elegante vestido de la
época, con sombrilla, pero algo muy particular en ella era que llevaba su rostro tapado
con un velo, el cual no permitía que las víctimas la reconocieran. Al estar cerca de la
Dama, se dice que despedía a su entorno una fragancia agradable, y por ello, casi
todos los que la veían quedaban impactados al verla y estar cerca de ella. Hacía señales
para que la siguiesen y, en trance, las víctimas accedían a la causa pero ella no permitía
que se les acercara lo suficiente. Así, los alejaba del centro urbano y en lugares
remotos empezaba a detenerse. Posteriormente cuando las víctimas se le acercaban a
descubrirle el rostro un olor nauseabundo contaminaba el ambiente, y al ver su rostro
apreciaban un cadáver aún en proceso de putrefacción, la cual tenía unos ojos que
parecían destellantes bolas de fuego. La mayoría de las víctimas morían, algunos por el
susto y otros por la pestilente fragancia que emanaba el espectro al transformarse.
Muy pocos sobrevivían y en la cultura popular los llamaban tunantes. Desde aquellos
acontecimientos, hay quienes dicen que posteriormente aun transita por los callejones
por las noches.
ATAUD AMBULANTE

Por las noches y en los ríos que se juntan para formar elgran Guayas, frecuentemente
se observa un ataúd flotando en las oscuras aguas, con la tapa levantada y unagran
vela en la cabecera que ilumina los dos cadáveresque yacen en su interior. Ahí
descansan los cuerpos de la princesa Mina y su hijo.Mina fue hija del último de los
caciques de los daulis:Chauma. A sus espaldas, y en contra del parecer de supadre, ella
se enamoró de un español con quien se caso ensecreto. Su padre, al conocer la noticia,
se molestó muchoporque los españoles habían matado a sus antepasados y despojado
a su pueblo de sus tierras. Lleno de ira maldijoa su hija por casarse con un enemigo y
convertirse encristiana. La maldición de Chauma condenó al espíritu de Mina a no
tener descanso después de que se separara desu cuerpo. Luego de unos días, Mina,
abrumada por la melancolía quele provocó la huida de su casa y al conocer la muerte
de supadre cuando éste se disponía a asaltar la ciudad de Guayaquil, falleció dando a
luz a su primogénito que también nació muerto. Su esposo dio cumplimiento al último
deseo de la princesaque, presintiendo un triste desenlace, pidió que al morirno la
enterrase sino que, colocada dentro de un ataúd, ladejase en el río con la tapa de la
caja levantada. Apenassu esposo abandonó el ataúd en el río, éste, en vez dehundirse
permaneció en la superficie y partió como unaflecha a la ribera más lejana. Cuando
llegó, se dirigió deinmediato hacia la otra orilla y así indefinidamente, almismo tiempo
que apareció una vela encendida en sucabecera para poder ver los cadáveres.Desde
entonces, ciertas noches, se observa el ataúd porlos ríos Daule y Babahoyo. Muchos
navegantes aseguran haber visto con claridad los dos cadáveres y una nube demoscas
que los rodea, sobre todo en la noche del 25 defebrero, aniversario del deceso de la
princesa, cuando porúnica vez el ataúd se queda quieto en la superficie delagua
ofreciendo a los curiosos la oportunidad decontemplarlo.
EL CURA SIN CABEZA
"Esta leyenda también es común en varias ciudades interandinas del país; se cuanta
que en otra época vivía un sacerdote de escandalosas costumbres, que mantuvo
relaciones con numerosas beatas. Cuando el cura murió su cabeza fue cortada y se la
llevaron los demonios", manifestó Jorge Castillo.
Desde entonces, el alma del Cura recorría las calles de Cuenca por las noches,
buscando inútilmente su cabeza. Una versión mas picaresca de la leyenda asegura que
el curita tenia la cabeza en su sitio, pero tan buena era que, para evitar miradas
indiscretas cuando salía a sus andanzas ocultaba el cráneo bajo un manto, y de este
modo se asimilaba a una alta figura decapitada. El propio sacerdote se encargaba de
propagar la versión de "aparecido" para que sus buenos feligreses se abstuvieran de
fisgonear por las noches.

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