Poder y Estudios de Las Danzas en EL Peru
Poder y Estudios de Las Danzas en EL Peru
Poder y Estudios de Las Danzas en EL Peru
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CONTENIDO
Resumen……………………………………………………………………………… 4
Introducción…………………………………………………………………………… 5
(1968-1980)…………………………………………………………....................... 37
3
Resumen
dichos estudios.
en los estudios de las danzas. Los estudios de las danzas han estado ligados
luchas por la hegemonía cultural, es por ello que no se han abordado por
los estudios de las danzas, sobre todo desde una lectura que privilegie las
4
INTRODUCCIÓN
5
manifiestas y que es necesario visibilizar y evidenciar. La comprensión de las
danzas ensayada desde la mayoría de los estudios dedicados a ellas han
dejado de lado el análisis de las relaciones de poder, asunto clave desde
nuestro punto de vista para lograr una comprensión más integral, no
circunscrita a una mirada de lo cultural separada de lo político, lo económico, lo
social, sino más bien que apueste por la comprensión de la totalidad. Aspecto
central para avanzar en una lectura integral y crítica emancipadora –en
palabras de Boaventura de Sousa Santos (2004)- de las danzas y como parte
de las mismas de la cultura y las relaciones de poder en el Perú; pero además
para aportar a perspectivas creativas, que van evidentemente más allá del
campo de la sociología y las ciencias sociales, que puedan incorporar una
sensibilidad crítica en la creación coreográfica.
1 Existe una diferencia entre los “estudios de la danza” y lo que se puede llamar en general como
“producción bibliográfica y gráfica de la danza”. Lo primero se refiere a una reflexión sobre la danza que
pretende ser sistemática y que empieza y se desarrolla en el siglo XX. Lo segundo, en cambio se refiere a
todos los materiales escritos y gráficos que reseñan y dan aviso de las danzas, constituyéndose por ello
en fuentes para su investigación histórica. En esta producción bibliográfica y gráfica figuran la iconografía
prehispánica, los relatos de los cronistas hispanos y no hispanos desde los inicios de la dominación
española, los relatos costumbristas de numerosos viajeros que llegaron a estas tierras en los siglos XVIII
y XIX, los dibujos y acuarelas en los siglos XVIII y XIX y las crónicas de escritores peruanos a fines del
siglo XIX e inicios del XX.
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por su parte tendrá que esperar, por lo menos, hasta los años cincuenta para
que una reflexión sistemática desde la crítica se ocupe de ellas.
7
sociología. Mi formación en ciencias sociales fue a la par de un cada vez más
acrecentado interés por la práctica de las danzas, primero las llamadas danzas
folklóricas y posteriormente por la danza moderna y académica. Mi formación
como bailarina es en danza moderna, pero siempre me llamó mucho la
atención en general todas las danzas que se practican en el Perú. Este interés
me llevó, en todos estos años de pasiones divididas e intereses confrontados, a
buscar, recolectar y revisar la producción bibliográfica que se hizo y se hace
sobre en el campo de los estudios de las danzas. El resultado es la presente
investigación que pretende ser una contribución al análisis de las danzas como
parte de los estudios culturales.
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1. INICIO DE LOS ESTUDIOS DE LAS DANZAS Y EL PROBLEMA
NACIONAL (1900-1941)
“Por eso, los indios, definidos durante la colonia como una “república”
aparte, con sus propias leyes, relaciones y características, ligados a los
criollos solamente por compartir con ellos la condición de súbditos de la
corona española, pasaron a ser ignorados en la nueva república
levantada sobre el modelo de la sociedad criolla” (Bonilla y Spalding,
1972: 62-63).
2Según Contreras (1996), la población indígena para 1900 llegaba a la cifra de dos millones de
habitantes de los 3.4 que contenía en total el Perú.
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las referencias principales para repensar críticamente las bases sobre las
cuales construir la identidad nacional. La crítica implacable de Gonzáles Prada
es retomada por la reflexión de Mariátegui y Haya de la Torre, pero también por
los intelectuales indigenistas, que aportan a forjar el interés por la
“recuperación” de las expresiones culturales andinas (“folklore nacional”), entre
ellas las danzas, como componentes centrales no sólo de “una identidad
nacional” sino de “un nuevo proyecto de sociedad”.
3 El primer indigenismo incluye entre otros la acción de la “Asociación Pro-Indígena” creada por Pedro
Zulen y Dora Mayer entre 1909 y 1917, que reivindican los derechos de las comunidades indígenas y
crítica duramente la acción del Estado; el segundo indigenismo incorpora entre otros la labor arqueológica
de Julio C. Tello o Luis E. Valcárcel, que abandona el ensayo social para refugiarse en la etnohistoria del
Perú antiguo a partir de 1930. El indigenismo como movimiento intelectual, durante estos años, se refugia
en ámbitos e instituciones que no desafían explícitamente al poder. Cambio que se explica en gran
10
Los estudios de las danzas andinas pueden situarse, en este sentido, en
el periodo de “recuperación sistemática de la cultura” o “tradición”, objetivo de
los estudios del “folklore” y que empiezan propiamente a “mediados de la
década de 1930, con un primer apogeo en la década siguiente, producto de la
reconcentración de los círculos intelectuales provincianos formados en la
eclosión indigenista de las décadas previas” (Roel, 2000: 76).
Sin embargo, son sobre todo los artículos de José María Arguedas los
que marcan este periodo, porque definen las pautas que seguirán los trabajos
posteriores. Figuran entre otros, sus artículos sobre las pandillas en la fiesta de
Tinta, la danza de los sijllas en el valle del Vilcanota y de los majeños en
Paucartambo, todas de Cusco; las danzas de la fiesta del señor de la caña de
Chiclin, en la costa norte; y los sicuris de Puno, que aparecen entre 1940 y
4
1943, en La Prensa de Buenos Aires .
medida por la brutal represión militar del Estado contra los movimientos antioligárquicos liderados por el
APRA y que termina con el fusilamiento de líderes obreros y campesinos, militantes apristas y comunistas
en la fortaleza de Chan Chan, tumba de la revolución de Trujillo de 1932.
4 No es posible dejar de mencionar que Arguedas cultiva durante estos años su particular lectura del
mundo indígena a partir de la combinación entre creación literaria y etnografía que lo llevan al poco
tiempo a interesarse en el estudio de la antropología. La cronología de Eve-Marie Fell (1996) muestra su
recorrido.
11
107). Ellas son descritas a través de sus antecedentes y orígenes, de su
significado, del vestuario, de sus máscaras, de la coreografía y de los
instrumentos musicales que la acompañan. Estos artículos buscan resaltar
sobre todo la autenticidad de las danzas del “ande puro”, criticando la
degradación e hibridez que genera en ellas la influencia de la civilización
occidental, o la pérdida de su esencia y empobrecimiento, cuando son sacadas
de su entorno.
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Es así por ejemplo que en el periodo de la música criolla conocido como
Guardia vieja –tomando otra vez a Lloréns (1987)-, que va desde fines del siglo
XIX y comienzos del XX, el vals cultivado por las clases populares de Lima
adquiere características locales después de haberse transformado bebiendo de
diversas fuentes, tanto como de las europeas (wals vienes, jota española y
mazurca polaca), de las mestizas de la costa central (pregones, tristes) y de las
de origen afroperuano.
Junto con el vals existen otros ritmos populares como la polca de origen
europeo y la zamacueca de origen afroperuano. La zamacueca o moza mala,
conocida durante gran parte del siglo XIX, “se había enriquecido asimilando la
resbalosa y las fugas, diferenciándose de géneros costeños similares, pasando
a ser llamada Marinera en los años de la guerra con Chile” (Lloréns, 1987:
258).
Las poblaciones de los barrios de Lima, durante las décadas del veinte y
treinta, además de registrar la presencia de tradiciones musicales de origen
criollo y afroperuano, reciben la influencia de la oferta musical de otros ritmos
internacionales que se confrontan con las tradiciones locales, gracias a la lenta
expansión del fonógrafo como parte del acelerado proceso de modernización
5
que se vive en especial en Lima desde la década del veinte .
“tu sabes cómo lucho por sacar adelante la canción criolla, pero tengo la
esperanza de que el esfuerzo mío y de otros, que no somos muchos,
sirva para que nuestro folclore se coloque en el lugar que le
corresponde; y que sea conocido tanto aquí como en el extranjero, pero
con carta de ciudadanía peruana bien definida” (Lloréns, 1987: 271).
5 Al respecto Cesar Santa Cruz Gamarra (1989) señala que en 1920 “casi no se escuchan valses y polcas
criollos; la juventud termino por olvidar las coreografías correspondientes” (1989:178). En este periodo
había una “avalancha de música y danzas” extranjeras como el fox-trot, milongas, tangos, rancheras, jazz
y música cubana.
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Los estudios de las danzas, en este sentido, tienen una segunda fuente
de referencia a partir de la cual se exploran las manifestaciones de origen
criollo y afroperuano, influenciados por la búsqueda y afirmación de una
tradición popular distinta a la andina. Los abordajes en este aspecto tienen
6
como antecedente los relatos de viajeros aparecidos entre los siglos XVIII y
XIX dedicados entre otras cosas a las expresiones dancísticas criollas. Pero
también en las crónicas de escritores peruanos aparecidos entre mediados del
7
siglo XIX y comienzos del XX .
Entre los abordajes de este segundo tipo de trabajos figuran sobre todo
los artículos de Fernando Romero, los cuales están enmarcadas en su amplia
bibliografía dedicada a la presencia de las poblaciones africanas en el Perú. En
los artículos “Ritmo negro en la Costa Zamba”, “La Zamba, Abuela de la
Marinera”, y “Cómo era la Zamacueca Zamba”, aparecidos en la revista
Turismo, en 1939, donde analiza específicamente el aporte de las danzas
africanas en la constitución de la danza de la zamacueca, que data de la época
colonial, y la cual es señalada por Romero como “abuela” de la marinera
8
limeña . Una cita de Romero es ilustrativa al respecto:
6 Estos relatos abarcan un amplio espectro de la vida social de esos tiempos donde también se reseñan
las “costumbres”, música y bailes de las clases populares limeñas. Los ejemplos son, entre otros, los
relatos de los viajeros franceses Frezier que en 1712 reseña la danza del zapateo, posible origen de la
marinera; y Maximiliano Radiguet que, en 1856, reseña la danza de la zamacueca; o las narraciones del
etnólogo austriaco Charles Wienner, que recorrió el Perú entre 1875 y 1877, o el peruanista Ernst
Widdendorf que estuvo en el país entre 1855 y 1888, y también describen el baile de la zamacueca
(Zanutelli, 1999).
7 Los casos de Romualdo Alva (1870-1945) que en “Recuerdos históricos de la música peruana y las
fiestas nacionales” reseña una diversidad de danzas entre ellas la marinera, el tondero, el mata toro, el
agua nieve, etc. Y Manuel Atanasio Fuentes (1820-1889) que en la “Guía histórico-descriptiva,
administrativa, judicial y de domicilio de Lima” de 1860 hace referencias de los bailes nacionales entre
ellos la polca y la zamacueca (Zanutelli, 1999).
8 No es extraño que las primeras investigaciones de danza criollo costeño se dediquen a analizar la
marinera limeña, teniendo en cuenta que ya desde fines del siglo XIX este era considerado “parte de la
vertiente criolla y se le encuentra en las fiestas populares de negros mestizos y blancos” (LLorens, 1983:
29). Por otro lado, también puede señalarse que en el siglo XX la marinera irá consolidándose como “el
baile nacional”.
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Romero vincula la idea de cortejo sexual de las danzas africanas con la
zamacueca y la marinera limeña. Además plantea que la regla estrófica de los
fragmentos conocidos de la zamacueca de inicios del siglo XIX son las mismas
que las reglas de la marinera actual. El trabajo de Romero aporta un
conocimiento que afirma la presencia africana, como parte de la
heterogeneidad cultural del Perú, sustentándolo de manera rigurosa y
profunda.
Pero los estudios de las danzas durante este periodo no se agotan sólo
en las danzas populares de origen andino, criollo y afroperuano. Hay también
una pionera y valiosa reflexión dedicada a las llamadas danza clásica y
moderna de origen occidental.
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No quisiéramos omitir además la mención de que la primera academia
oficial de ballet, llamada Academia Municipal de Danza, es fundada en 1935,
bajo la dirección de la maestra rusa Lisa von Torne. Tres años después, en
1938, será abierto el taller de ballet en el Instituto Bach a cargo de la maestra
británica Thora Darsie.
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nacionales propios y diferenciados que no pueden vertebrarse en un solo
proyecto nacional. Las expresiones dancísticas forman parte también de estos
proyectos nacionales. Las danzas populares de origen andino representan una
tradición muy distinta y que responde a patrones diferenciados de las de origen
criollo o afroperuano. Las danzas populares a su vez se distinguen de las
danzas clásica y moderna de origen occidental que son apropiadas como
expresiones “cultas” por las elites dominantes. El resultado es una
heterogeneidad de proyectos nacionales y expresiones dancísticas divorciados
entre si porque no logran comunicarse, expresan tradiciones diferentes
sustentadas en códigos culturales distintos y relaciones desiguales en sus
términos de acceso a las instituciones que ejercen el poder.
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2. AVANCES EN LOS ESTUDIOS DE LAS DANZAS, INFLUENCIA DE LA
ANTROPOLOGÍA CULTURALISTA Y CONTINUACIÓN DEL DEBATE SOBRE
LO NACIONAL (1942-1967)
9 El Instituto de Arte Peruano que estaba bajo la dirección de José Sabogal y contaba con la colaboración
de reconocidos intelectuales indigenistas que incluían entre otros a Julia Codesido, Ángela y Teresa
Carballo, Enrique Camino Brent, Camilo Blas y Alicia Bustamante, quienes trabajaban avocados al
“descubrimiento y la revalorización de las expresiones populares de las diferentes regiones del Perú”, pero
sobre todo las de raíz andina. El Instituto de Etnología y Arqueología de la Universidad Nacional Mayor de
San Marcos de Lima estaba bajo la conducción del propio Valcárcel y contaba con la participación de
reconocidos antropólogos y estudiosos como José María Arguedas, José Matos Mar y Jorge Muelle,
quienes trabajaban en la reflexión académica del legado histórico, el proceso y quehacer de la realidad
cultural, en especial de matriz andina (Parra, 2004).
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y difusión de diversos trabajos antropológicos e históricos dedicadas a los
10
estudios de las danzas a través de la publicación periódica de su revista .
10 Al fundarse el Museo Nacional de la Cultura, este es encargado de publicar la Revista del Museo
Nacional, la cual había sido creada por el propio Valcárcel en 1932, como órgano de difusión del Museo
Nacional que él dirigía. La inicial perspectiva arqueológica de la revista fue ampliada cuando se incorporó
al Museo Nacional de la Cultura, desde ahí se animaron y publicaron valiosos estudios de carácter
etnológico e histórico que comprendían en gran número trabajos sobre danzas andinas. Esta revista,
adquirió prestigio internacional por la calidad de sus publicaciones, se publicó con regularidad hasta 1960,
periodo en el cual llegaba hasta 2 volúmenes por año (Parra, 2004).
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Estudios de danzas andinas
Otro autor que merece mención es Emilio Vásquez quien pública sus
trabajos en la Revista del Museo Nacional. En 1944 publica el artículo sobre la
11 La revista limeña Mar del Sur era una publicación editada desde fines de los años cuarenta y
dedicada a humanidades, dirigida por Aurelio Miroquesada, donde también aparecieron diversos artículos
dedicados a temas antropológicos, folklore y estudios de las danzas.
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coreografía puneña, donde analiza danzas como los choquelas, el chaco y el
cusillo. En 1946, publica un segundo artículo dedicado a la pandilla puneña,
síntesis –según el mismo- del “mestizaje sur andino”, que trata sobre su origen
e historia, desarrollo coreográfico, música, canto y trascendencia. Por último,
en 1951, publica un tercer artículo sobre la danza de los chunchos, danza que
si bien alude claramente a lo indígena, es más bien un claro ejemplo de “los
afanes nacionales del mestizaje peruano por fundar su identidad en lo
autóctono”. La reflexión de Vásquez expresa la necesidad de afirmación de una
identidad regional mestiza, donde lo “autóctono prime sobre lo foráneo”, que
pretende ser proyectada a nivel nacional; pero que si bien no tiene el alcance y
filo crítico presente en las reflexiones de los años veinte y treinta, muestra
como el debate sobre lo nacional se mantiene vivo durante este periodo.
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“elegancia” de sus vestuarios, “variedad de las figuras”, “riqueza de
movimientos” de su coreografía. Lira trata de demostrar en sus artículos el
“elevado nivel cultural” alcanzado por las expresiones artísticas “autóctonas”,
toma como ejemplo el análisis de estas danzas para demostrar la fuerza,
“rehabilitación” y “renacimiento definitivo” de lo “autóctono” como base de la
identidad nacional.
“Lo autóctono cada día despierta más interés y los problemas están
siendo motivos de escuela y de partido del llamado indigenismo y neo-
indigenismo. En toda América, sin excluir a los Estados Unidos, existe
una preocupación bien marcada por investigar cuestiones pre-
colombinas, con intentos de enarbolar una neo-cultura esencialmente
americana, cimentada en principios propios, y no ya en trasplantes de
exóticas culturas que no cuadran con el medio ni con el espíritu de la
raza” (Lira, 1949: 172).
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danza, la procedencia, el área de dispersión y relaciones, los vestidos y
adornos, la coreografía (número de participantes, descripción de cada
movimiento), clasificación (por su forma, origen y significado), la música
asociada o análisis musicológico (tesitura, sistema tonal, sistema rítmico,
fraseología, tiempos) e instrumentos asociados. Roel, por su formación
académica, intenta asumir una perspectiva más sistemática y rigurosa en el
estudio de las danzas andinas, que evita el vínculo emocional y por lo tanto los
calificativos grandilocuentes, presentes en varios artículos de autores que
escriben en los años cuarenta e intentan idealizar y exaltar las danzas
indígenas. Sus artículos, sin dejar de manifestar su admiración por la “belleza
de las representaciones” y hermosura de la creación dancística andina, tratan
de demostrar la alta categoría estética y artística de las danzas indígenas.
Pero el canon iniciado por Josafat Roel no fue seguido por todos los que
publicaron estudios sobre danzas posteriormente. Hubo varios autores que
estaban inscritos en un abordaje más emotivo entre los que figuran los
siguientes:
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pantalón bombachos), con movimientos exagerados y groseros que muestran
los defectos y vicios del conquistador. La intención del autor es revalorar al
indio y con ello también sus producciones artísticas porque para apreciar esta
danza es necesario ver con ojos estéticos el “espíritu irónico y humorístico que
es capaz de ridiculizar a su enemigo blanco mostrando a si su desprecio, con
esa risa para adentro que es como ríe el indio” (1952:90).
Otros que también se diferencian del canon establecido por Josafat Roel
son Luis E. Valcárcel quien publica, en 1951, un estudio sobre las fiestas y las
danzas del Cuzco; y Uriel García que saca a luz, en 1955, un artículo sobre los
elementos teatrales de las danzas indígenas en la época inca y colonial. Ambos
son reflexiones ensayísticas sobre las danzas andinas y su rol en la historia y
sociedad andina.
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de las danzas a través de la descripción de la vestimenta, coreografía,
instrumentos musicales, del escenario y la oportunidad.
12En la bibliografía de Arguedas establecida por Eve-Marie Fell (1996) figuran los siguientes artículos
referidos a la reflexión sobre las danzas peruanas:
a. “La Marinera, las academias y lo criollo”, en El Comercio, Suplemento Dominical, 13-VI-1954,
p.5. b. “El folklore y las academias”, en El Comercio, Suplemento Dominical, 18-VII-1954, p.5.
c. “Danzas del Perú”, en El Comercio, Suplemento Dominical, 28-VII-1955, p.26.
d. “Las danzas incas del Perú. Una responsabilidad del Ministerio de Educación y de la Universidad”, en
El Comercio, Suplemento Dominical, 12-VI-1960, p.8.
e. “Concursos folklóricos. Una iniciativa de Radio Nacional”, en El Comercio, Suplemento Dominical, 14-
IV-1963, p.5.
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Respecto a la segunda reflexión referida al abordaje de las danzas como
parte del análisis antropológico de los rituales festivos, no podemos omitir
mencionar, en primer lugar, al libro de Pierre Verger, de 1951, sobre fiestas y
14
danzas cuzqueñas y andinas .
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fecha. Muestran un nivel de rigor mucho más profundo y elaborado que marca
la consolidación de los estudios realizados desde el enfoque de la antropología
culturalista.
27
Lo afroperuano, por su parte, tiene un hito importante el año 1956, fecha
en que se presenta la compañía Pancho Fierro, fundada por el folklorista y
15
profesor universitario José Durand . Hito que va propiciar, en años posteriores, la
reflexión y práctica de las danzas y música afroperuana. La compañía estuvo
integrada por músicos y bailarines de zonas rurales de la costa, en especial de
16
Aucayama y Cañete en Lima y Chincha en Ica .
15 José Durand Flores (1925 -1990) representa un figura clave en el rescate y renacimiento de la
música y danzas afroperuanas. Era un intelectual blanco de origen burgués y tradición criolla, educado en
México, poseía un amplio conocimiento de la literatura colonial. Fue profesor de la Universidad Nacional
Mayor de San Marcos, dedicado folklorista y promotor de la cultura afroperuana. Viajó fuera del Perú en
1968 para enseñar en universidades de Francia y Estados Unidos, país donde radicó hasta su muerte.
16 Los integrantes incluyen entre otros a Nicomedes Santa Cruz, Porfirio Vásquez y sus hijos Abelardo
Vásquez y Vicente Vásquez, Carlos “Caitro” Soto de la Colina y sus hermanos Enrique y Orlando,
Ronaldo Campos, Mendoza Reyes, Lito Gonzales, Reynaldo “Canano” Barrenchea.
28
No podemos justamente, por ello, descuidar el aporte artístico a la vez
que intelectual realizado por los hermanos Santa Cruz, quienes animan el
17
“rescate”, la difusión y práctica de la tradición cultural “afroperuana” , en
especial, de la música, décima y danzas. El cambio de terminología que
empieza a usar Nicomedes, por ejemplo al referirse a la “música afroperuana”
en vez de “música de negros” y que reflejaba su posición africanista, “señala
un paso preliminar en la separación de lo negro del repertorio criollo y de la
cultura criolla” (Feldman, 2001: 192). Propuesta contraria a la esbozada por
José Durand.
17La presencia de los Santa Cruz tiene una connotación especial en este periodo porque son ellos los
que inician el resurgimiento del “folklore afroperuano” cuando en 1959 fundan el conjunto “Cumanana”.
Nicomedes Santa Cruz inicia su reflexión en este periodo. Victoria Santa Cruz, por su parte, se dedica al
trabajo de recopilación coreográfico y musical a partir de esta fecha.
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el interés cultural por el “arte de la danza” de las elites limeñas, muy distinto al
interés por las danzas andinas difundido por los antropólogos culturalistas y los
indigenistas, distinta también del interés por las danzas de la tradición
afroperuana y criolla manifestada, especialmente, por los intelectuales y
artistas afroperuanos; pero a pesar de sus diferencias forman parte, todas y sin
distinción alguna, del irresuelto debate sobre lo nacional.
18 Garland (1996) consigna un conjunto de artículos sobre danza que van desde 1953 hasta 1964.
Algunos de ellos son por ejemplo: Anónimo, “El ballet moderno son ya un arte establecido en los Estados
Unidos”, Nº 62, 1953; Anónimo, “La Danza en el Mundo”, Nº 134, 1959; ó Anónimo, “Ballet Nacional
Peruano: Esperanza y Seriedad Profesionales”, mayo junio de 1961.
19 “El Ballet universitario”, Año I Nº 4, enero de 1952; “Crítica al Ballet de la AAA”, Año I Nº 3, diciembre
de 1951; “Notas para una historia de ballet en el Perú” II (Año I, Nº 10, 1952) , III (Año I, Nº 10, 1952), IV
(Año I, Nº 11, 1952) y V (Año I, Nº12 1952), VI (Año II, Nº 2, 1953).
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Es conveniente reseñar como era el posicionamiento social y cultural
alcanzado por la danza clásica y moderna en las elites limeñas, durante este
periodo, para contextualizar los trabajos realizados sobre ambas. Lima era un
escenario importante de la difusión de estas danzas en América Latina, con un
marcado énfasis en lo referente a la danza clásica, de este modo se presentan
varias compañías reconocidas internacionalmente como: Kurt Joss con la
“Mesa Verde” en 1940, American Ballet en 1941, Norka Rouskaya y Original
Ballet Russe del Coronel del Bail en 1943, Alicia Alonso en 1949, Ballet de
Cuba y Ballet del Colón en 1959, la Compañía José Limon en 1960, el Ballet
Siglo XX de Maurice Bégart en 1963, Ballet de la Opera de Berlín en 1964,
Ballet de Sergei Lifar en 1965, Ballet Africano en 1966 y Ballet Berioska en
1967.
20 La AAA era una asociación creada en 1938 bajo el liderazgo de jóvenes de la alta burguesía limeña
entre los que contaban: Aurelio y Alejandro Miroquesada, Manuel Solari Swayne, Percy Gibson, Carlos
Rasgadas, Corina Garland y Ricardo Grau. Su propósito principal era “educar la sensibilidad colectiva”,
por ello al inicio animará la práctica y difusión del teatro y poco después, a partir de 1942, el ballet.
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maestro ruso Dimitri Rostoff, integrante del Original Ballet Russe. Rostoff animó
diversas presentaciones en el que interactuaban bailarines internacionales y
nacionales. El sello que Rostoff y la Escuela de Ballet de la AAA querían
imponer era lograr que los bailarines peruanos fueran capaces de integrarse a
cualquier elenco reconocido internacionalmente, por ello, pensaban más hacia
fuera que hacia dentro de la realidad del país. Esta perspectiva cambiará con la
llegada del nuevo director, el maestro francés Roger Fenonjois, coreógrafo y ex
estrella de la Opera de París, quien esta más interesado en coreografiar de
acuerdo a las posibilidades técnicas de los bailarines peruanos, es decir, su
propuesta es trabajar un ballet de cámara. Fenonjois está sólo dos años en la
AAA y en los años sesenta funda el Instituto Coreográfico Peruano Francés en
el que despliega su propuesta. En 1964 pasará a dirigir el Conservatorio de
Danza de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos. El mismo año es
creado el Ballet Arts Center por la bailarina del Royal Ballet de Londres Vera
Stasny. Por su parte, Lucy Telge abrirá su academia en 1966, que con los años
será la base del Ballet Municipal.
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Francisco Gonzáles y Alberto Terry, en los decorados. En 1952 consigue una
resolución de César Miro, entonces Director de Educación Artística y Extensión
Cultural del Ministerio de Educación Pública, en la que se le adjudican treinta
becas para financiar a estudiantes de su escuela.
Una muestra del debate en torno a este tema aparece en los artículos de
Julio Castro que publica, 1967 y 1968, en el Anuario del Ballet en
Latinoamérica. Castro critica el criterio excesivamente “folklórico” del
“oficialismo”, presente en la dirección de la Casa de la Cultura, representado
por José María Arguedas, “quienes están porfiados en llevar las cuestiones
artísticas bajo el poncho improcedente de un sentimentalismo piojoso” (Castro,
1967:102), pues –según él- desconocen lo que constituye el espacio escénico y
sus reglas. Castro cuestiona el “afán insensato de Arguedas y ahijados” que
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reclaman “que sean los propios indígenas los que suban al escenario a bailar
… como si al público que va al teatro le interesara más la investigación
etnológica que una obra artística” (Castro, 1967:103). Para este autor es
necesario que el ballet cuente con bailarines de un elevado manejo técnico que
sólo se consigue si son preparados académicamente a través de muchos años
de estudio, y no como pretende Arguedas al proponer que “sean los propios
indígenas quienes suban al escenario a bailar” y “en el colmo de la candidez -
que la formación de un ballet nacional se soluciona recorriendo el país en plan
de reclutamiento de nativos para presentarlos –tal cual son- en los escenarios
urbanos” (Castro, 1967: 103).
34
entre si, y que muestran que no constituyen una sola posición homogénea y
cerrada.
Por un lado están los que miran a la danza clásica como mecanismo
para insertarse en una cultura más cosmopolita, con un referente que esta en
el extranjero; por otro, están los que ven a la danza clásica nacional, con
referentes en las danzas populares, una manera de aportar a la identidad
nacional; y también están los que ven a la danza por la danza misma, y
consideran necesario empezar a crear a partir de los elementos con los que se
cuenta a nivel técnico, coreográfico, escénico, del entorno, de las motivaciones
personales, y que asumen más una preocupación por las posibilidades de la
expresión artística corporal, individual o grupal, que por el aporte que puede
realizarse a la construcción de un nosotros colectivo.
35
Por otro lado, los estudios de las danzas afroperuanas y criollas
asumirán un abordaje diferente sustentado en otro presupuesto. La necesidad
de construir o reconstruir un “nosotros” anima sobre todo a intelectuales y
artistas afroperuanos a “rescatar” lo que ellos denominan “folklore negro”, en
unos casos –como la propuesta de los hermanos Santa Cruz- relevando la
matriz histórico cultural de África, y en otros –como en el caso de José Durand-
relevando la matriz colonial española.
36
3. ESTUDIOS DE LAS DANZAS Y NACIONALISMO POPULAR (1968-1980)
37
análisis, y están dedicados principalmente a danzas populares andinas, que
buscan dar cuenta de la diversidad y riqueza de “nuestras manifestaciones
autenticas”.
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ensayo etnológico sobre la danza del huacón o huaconada de Mito (Junín),
publicado en los Anales Científicos de la Universidad Nacional del Centro del
Perú, de Huancayo, en 1971. Trabajo que emprende para comprender mejor el
pasado del pueblo de Mito y sus formas de comportamiento actual, hace una
génesis de la etimología de la palabra “huacón”, de su presencia a través de
las crónicas, establece su clasificación, su área de difusión, la descripción de
vestimentas, máscaras, técnicas de confección de vestuario y máscaras;
coreografía, estudiada a través de la elaboración de croquis de las formaciones
y desplazamientos de los bailarines, así como descripciones detalladas de los
movimientos que incluye la danza, y dentro de estos los pasos y expresiones
corporales realizados por los bailarines; los instrumentos musicales usados en
la interpretación de la música, así como la propia música y canto interpretados
en el acompañamiento de la danza; identificación de bailarines que conocen y
guardan la memoria histórica de la danza. Realiza además un esfuerzo de
interpretación del sentido y función que cumple la danza en cada movimiento,
así como sobre el rol que desempeña dentro de la organización social de Mito,
en donde el Huacón representa el orden y control social y moral de la autoridad
comunal. Orellana ve en el Huacón una danza que se ha mantenido desde
tiempos precolombinos, lo que significa que la cultura andina ha sido fuerte por
haber mantenido esta expresión cultural; pero ve también que esta va
perdiendo su carácter original y su mensaje se va deformando, por ello, insta a
que se conserve como “un patrimonio viviente de lo que fue nuestro pasado”.
39
español, el chuto representa al indígena común (generalmente labriego pobre)
y el jergacumo al llamero de las alturas de origen precolombino.
40
Mildred Merino de Zela sobre folklore coreográfico e historia, publicado en
1977, por la revista Folklore Americano en México. Para la autora las danzas o
el “folklore coreográfico” constituye un “valioso medio de expresión social a
través de las generaciones”, pues es una expresión folklórica, además de la
oral y musical, que sirve como medio de comunicación de los pueblos ágrafos y
que trasciende al lenguaje. El folklore coreográfico será, por ello, no sólo el
modo de “perpetuación de rasgos de la vida del pueblo”, sino también el “modo
de conservación de la memoria histórico popular”, donde están presentes una
relación de hechos históricos-militares. Resalta también el carácter histórico de
las danzas-representaciones en el país, el cual ha subsistido hasta la fecha a
pesar de las restricciones que se dieron en diferentes momentos:
41
“peruanidad”; pues ellas son un medio de la toma de “conciencia histórica” y
“afirmación de la personalidad” e identidad histórica del Perú, basado en el
orgullo de su pasado remoto prehispánico y en la burla y critica de sus errores
y características. De este modo, desde esta posición, nuestra ”peruanidad” o el
nosotros nacional “presente” y proyectado al “futuro” de los “no descastados”
debe fundamentarse en el pasado de raíces prehispánicas y en la lectura critica
de la historia.
42
evitar las “alteraciones monstruosas (hechas a veces de forma mañosa u otras
por desconocimiento)” del folklore puneño, pues este folklore no se debía dejar
a su libre albedrío “porque esta en juego nuestra esencia cultural”. Por ello
hace un llamado a todas las instituciones puneñas para que colaboren con este
evento y para aconsejar a los organismos encargados de promover la cultura
“para que exista una política de tratamiento unitaria y coherente de la cultura
popular”.
21 Nicomedes Santa Cruz, Tondero y Marinera, Lima, Universidad Nacional Mayor de San Marcos, 1973.
43
El folklore afroperuano aporta al complejo proceso de construcción de la
peruanidad, en la medida en que lo específicamente afroperuano es producto
de las expresiones culturales de las poblaciones negras en el Perú. Por ello,
por ejemplo, Nicomedes Santa Cruz hará un exhaustivo análisis coreográfico
para demostrar que danzas como la zamacueca o marinera limeña nacieron del
aporte afroperuano y no de danzas como la cueca chilena o la zamba
argentina.
44
se manifiesta en expresiones como la danza de negritos, practicada
popularmente en Chincha, no es según la autora, “... precisamente de origen
africano, sino de procedencia española, transformada por los negros en el Perú
quienes le incorporan contenidos sobre la esclavitud, rítmica de procedencia
africana y melodías pentatónicas de origen andino” (Vásquez, s/f).
45
ocupen del dictado de seminarios y talleres en su escuela, hecho que
trae a Lima, entre otros importantes coreógrafos: a Roston Maldoon,
Anna Sokolov, Sara Pardo y a Susanne Linke” (Garland, s/f).
46
de la danza moderna facilita lograr este propósito. Sensibilidad que sintoniza
con la ideología nacionalista propalada por el régimen militar y que forma parte
del discurso oficial del Estado.
Los estudios de las danzas, como puede deducirse, una vez más no
escapan a la influencia que ejerce el contexto histórico y los discursos
ideológicos que en él se desenvuelven; pero sobre todo no son ajenos a las
tensiones sociales o los proyectos políticos e ideológicos dominantes o
hegemónicos.
47
4. INSTITUCIONALIZACIÓN DE LOS ESTUDIOS DE LAS DANZAS (1981-
2005)
22
La noción de problemática de investigación alude “a un conjunto estructurado de cuestiones, de
preguntas y núcleos de preguntas, acerca de áreas delimitadas de la realidad” (Quijano, 1990: 14).
48
buscaba en la realidad latinoamericana los procesos y actores registrados en la
realidad europea y al no encontrarlos trató de resolver el problema imponiendo
un discurso cerrado e ideológico (Quijano, 1990).
49
El abordaje analítico
50
activo” (1985:15). Poole plantea de manera explicita por primera vez, desde los
estudios de las danzas, las relaciones que estas, y por lo tanto la cultura,
poseen con el poder. Abre en este sentido una nueva perspectiva de análisis
que complementa la descripción etnográfica, porque suma un análisis que
incorpora las relaciones de poder.
23
“un producto de los grupos de poder regionales mistis e intelectuales,
que ante la pérdida de su antiguo papel mediador optaron por crear una
situación de hegemonía sobre la base de una identidad compartida,
reinventando una tradición que incorpora los elementos más llamativos a
un contenido” (2000: 108).
51
La relación entre los estudios de las danzas y el poder, como las plantea
Poole, no es extendido a todos los trabajos que se producirán en años
posteriores. Existen varios abordajes donde se analizan e interpretan de
manera parcial las relaciones de poder presentes en las danzas. Un ejemplo
son los trabajos aparecidos en la compilación de estudios que, desde el
Proyecto de Preservación de la Música Tradicional Andina del Instituto Riva-
Agüero de la Pontificia Universidad Católica del Perú, anima Raúl Romero
(1993). Compilación que incluye el trabajo de Cánepa (1993), que analiza el rol
de las máscaras en la construcción de la identidad mestiza y las disputas por el
estatus social que se dan en las danzas de la fiesta de la Virgen del Carmen,
en Paucartambo Cusco; y el trabajo de Mendoza (1993), dedicado a analizar el
poder, el prestigio y la masculinidad mestiza, a través de la danza majeño de
San Jerónimo Cusco.
24 Cánepa analiza la participación delas trece comparsas de danzas que se presentan en el marco ritual
de la fiesta de la Virgen del Carmen: qhapac qollas, qhapac ch´unchus, saqras, k´achampas, Majeños,
silkas o wayras, qhapac negros, auqachilenos, waka wakas, chukchus, panaderos, contradanza y
qoyacha.
52
“si bien algunas etnografías siguen subrayando el papel clave que la
actuación tiene en la creación y expresión de la realidad sociocultural,
ellas también están llamando nuestra atención sobre la necesidad de
analizar esas actuaciones según su propia lógica (...) también muestra
que estas prácticas, fiestas y danzas rituales se basan en la experiencia
social cada vez más amplia y diversa de los participantes y que estás
formas de prácticas corporales son elementos centrales en la
configuración de esa experiencia cambiante. En los Andes, la danza ha
devenido en algo poderoso gracias al lugar especial que ocupa en la
encrucijada del folklore y el ritual, los medios de comunicación masiva y
las preferencias estéticas locales, la tradición y la modernidad, y las
identidades regional y nacional” (2001: 349).
De otro lado Romero (2004) resalta, como parte de sus análisis sobre la
vigorosa y floreciente cultura popular del Valle del Mantaro, el papel de las
danzas drama en la conformación de la identidad regional. Analiza entre otras
25
el huauco y el huaylas . El análisis muestra que no existe nostalgia o lamento
en relación a la pérdida de expresiones como el huauco; pero si en el caso del
huaylas, que ha sido preservado y es practicado en todo el valle. Porque “el
sentido de la comunidad y la reproducción del ciclo vital, que este último evoca
en la memoria de los residentes del Valle, son ingredientes significativos en las
reafirmaciones actuales de la identidad regional” (2004: 104). Por ello, el
huaylas es rescatado como imagen de lo que el valle fue en realidad; en este
sentido, el objetivo primario que está detrás de la discusión de los orígenes del
huaylas es la búsqueda de raíces comunes de la cultura wanka, en donde va
primar la “necesidad de la generalización y homogenización de una historia
regional”.
25 El huauco es realizado por un ejecutante que toca la tinya y el pincullo, durante las faenas agrícolas
comunales, para aumentar la energía de los trabajadores. El huaylas, por su parte, es una celebración
musical y dancística de la juventud, del trabajo comunal y de la reciprocidad andina, porque
históricamente involucraba un evento comunal donde hombres y mujeres se conocían y cortejaban.
53
comprobar que las relaciones de poder entre las “identidades locales”
“identidad regionales” o “folklore local y regional” y el discurso cultural
hegemónico dominante a escala nacional y global no aparecen considerados
en el análisis. No se interroga, en otras palabras, por las implicancias políticas
que poseen sus análisis, sino más bien apelan a un análisis culturalista -y como
sugiere Roel (2000)- esencializan las identidades, por ejemplo la mestiza que
se pretende hegemónica, y no son planteadas en términos socioeconómicos;
pero tampoco interrogan los procesos de construcción de las relaciones de
poder. “No han tratado los procesos de interacción y dominación simbólica
fuera del estudio de casos; ni ( ) la manera como estas relaciones están
presentes en las percepciones, los cuerpos y en el mismo acto de
comunicación” (2000:104).
El abordaje descriptivo
54
El primer grupo de trabajos que puede ser citado corresponde a los
elaborados sobre la base del esfuerzo de investigadores y docentes del folklore
local y regional, amantes de las danzas populares y que abordan sus trabajos
desde una identificación emocional muy fuerte con sus lugares de origen, entre
otras figuran: el libro recopilatorio del profesor José Portugal (1981), sobre
danzas y bailes del altiplano; el artículo monográfico de Víctor Domínguez
(1982), sobre la danza raywana de Huanuco; el estudio de Enrique Cuentas
(1983), sobre la diablada puneña como una expresión coreográfica mestiza; el
trabajo de José Patron (1984), sobre la danza la pandilla de Puno; la
compilación de artículos del antropólogo y folklorista Alejandro Vivanco (1988),
dedicados a la descripción de diversos temas de “folklore andino” que incluyen
entre otros a las danzas; los amplios y documentados estudios de Segundo
55
estudios descriptivos como el del profesor Emilio Morillo Miranda (1987), sobre
la danza de los huaris de Pataz Ancash; el trabajo del antropólogo y
folklorólogo José Vilcapoma (1999), que aborda la descripción de la danza
maqtada de Junín donde se recrea la confrontación entre peruanos y chilenos.
Además del artículo historiográfico de Juan José Vega (1999), dedicado a la
danza incaica cachua.
Otra institución que anima también los estudios de las danzas andinas
es el Instituto Riva-Agüero de la Pontificia Universidad Católica del Perú,
dedicado a la labor de investigación, recopilación, preservación y difusión de la
memoria oral, musical y dancística popular. Entre los trabajos que anima están
investigaciones de corte etnográfico como los de Vreeland (1993) y Casas
(1993), que describen danzas de Lambayeque; Bigehno (1993), que describe la
danza de los negritos y la danza de las tijeras interpretadas entre los residentes
de Lucanas Ayacucho en Lima; Ráez (1993), que describe las danzas del Valle
del Colca en Caylloma Arequipa; Cánepa (1993), que realiza un trabajo
descriptivo sobre las danzas de las pallas y los chunchus en el ciclo festivo de
la muerte del Inca en Cajamarca; y Ulfe (2004), que realiza las etnografías
festivas de Ayacucho y hace una descripción de las danzas en ella
interpretadas.
56
un registro visual atractivo de los vestuarios, mascaras y coreografías de las
danzas.
27Mónica Rojas, estudiante afroperuana de la Universidad de Washington, viene trabajando sobre esta
danza y su proceso de recuperación como parte del carnaval negro peruano, realizado por varias
organizaciones peruanas de afrodescendientes y asociaciones culturales.
57
diversas danzas; y sobre todo el de Heidi Carolyn Feldman (2001), sobre el
significado de la escenificación o puesta en escena de la música y danzas
afroperuanas en el periodo 1956-2000.
58
sugerente, pero vuelve a caer en el enfoque culturalista y si bien por momentos
incorpora el análisis de los contextos históricos que marcan la puesta en
escena de la música y danzas afroperuanas, no logra del todo mostrar en su
integralidad las relaciones de poder que están presentes en estos procesos
creativos.
Existen sólo dos trabajos sobre estas danzas en este periodo. El primero
es el ensayo de la bailarina y coreógrafa Morella Petrozzi (1996), que hace una
reflexión crítica del ballet y de la danza moderna desde un enfoque de género y
una posición feminista, el cual muestra como en la danza moderna el lenguaje
corporal de la mujer puede aportar en la construcción de relaciones equitativas
de género.
59
El otro trabajo es el libro de Lichi Garland (1996), sicóloga y crítica de
danza, quien realiza el intento de elaborar la historia del ballet y la danza
moderna en el Perú, desde las primeras décadas del siglo XX hasta la década
del sesenta, escrito a manera de crónica periodística y que sigue el patrón
iniciado en las décadas anteriores en los trabajos dedicados a este tipo de
danzas.
Los vacíos son evidentes en el caso de otras danzas populares como las
afroperuanas, criollas y costeñas, así como en la danza clásica y moderna;
pero manteniéndose inexistentes para el caso de las danzas amazónicas,
además de las vinculadas al mundo musical internacional como el rock, el
breack dance, reggaeton, etc.
60
memoria; pero al mismo tiempo constituye un mecanismo de asignación de
estatus y reconocimiento público que diferencia. No obtiene igual grado de
reconocimiento la investigación de una danza realizada por un intelectual
regional o local, que apela principalmente a su esfuerzo individual, que la
promovida desde una institución ubicada en Lima y que posee mayor acceso a
28
los medios académicos, de comunicación y la opinión pública . Si bien se han
institucionalizado los estudios de las danzas, este hecho no ha venido
acompañado por la constitución de una comunidad de investigación donde los
diversos aportes sean reconocidos y puedan compartirse.
28 Es notorio en este sentido la casi nula difusión de las investigaciones de danza presentadas en el
marco de los Congresos de Folklore en el Perú. No se conoce que investigaciones han sido realizadas
porque las ponencias presentadas no han sido publicadas. La excepción es el Congreso del 2004.
61
CONCLUSIONES: HACIA UN BALANCE PRELIMINAR DE LOS ESTUDIOS
DE LAS DANZAS EN EL PERÚ
62
origen rural y especialmente las de comunidades campesinas, dejando de lado
el estudio de otras como el huayno y otras más urbanizadas como la chicha,
cumbia o el huayno moderno.
Además este sesgo limitó el interés por analizar procesos que se fueron
gestando a partir de las expresiones dancísticas de origen popular, como la
mayor parte de danzas afroperuanas, que fueron reconstruidas
contemporáneamente apelando a una memoria histórica y corporal; pero que
se expresaron principalmente en escenarios y medios masivos de
comunicación, como la televisión, y no a través de canales de difusión como las
fiestas religiosas y populares, características de las danzas andinas.
63
su prioridad al tomar en cuenta la fragmentación que vivimos a escala global de
nociones como la de nación y la relevancia que adquiere hoy en contra parte el
mundo privado. El estudio del cuerpo adquiere centralidad, merece un
tratamiento diferenciado y una atención especial, sobre todo desde los estudios
de las danzas.
64
El análisis del poder exige sin embargo tomar en cuenta también las
otras dimensiones de la realidad porque “la clasificación de las gentes no se
realiza solamente en un ámbito del poder, la economía, por ejemplo, sino en
todos y en cada uno de los ámbitos” (Quijano, 2000:241).
Por ello los estudios de las danzas tienen que incorporar el análisis de
29 30
las relaciones de poder , de la colonialidad que lo caracteriza y la
31
subalternidad que construye socialmente, a fin de que las danzas como
fenómeno cultural no estén aisladas de procesos sociales, económicos,
políticos o culturales, o su abordaje se realice desde una mirada parcial o
sectorial propia de una disciplina, sino se analice de una manera integral e
integrada; pero que no supone una mirada reduccionista que pase del análisis
privilegiado de la “cultura” al análisis del “poder” sino que más bien apueste por
relacionar cultura y poder como parte de una compleja realidad, y donde una
lectura que resalte las diferencias culturales no termine legitimando las
desigualdades que genera el poder.
29
No pretendemos señalar que no se haya tomado en cuenta esta perspectiva. La revisión de los
estudios de las danzas, muestran que el análisis del poder ha sido considerado en algunos estudios
académicos realizados anteriormente. Desde una perspectiva el poder ha sido visto como función
instituida que forma parte del orden social (Cánepa, 1998; Mendoza, 2001) y desde otra perspectiva ha
sido entendido como parte de procesos sociales y culturales de construcción de relaciones de poder
(Poole,1985).
30 Aníbal Quijano plantea que la colonialidad del poder representa fundamentalmente una
jerarquización social, política, económica, cultural y un reordenamiento geopolítico del espacio. “La
colonialidad es uno de los elementos constitutivos y específicos del patrón mundial de poder capitalista.
Se funda en la imposición de una clasificación racial/ étnica de la población del mundo como piedra
angular de dicho patrón de poder y opera en cada uno de los planos, ámbitos y dimensiones, materiales y
subjetivas, de la existencia social cotidiana y a escala societal. Se origina y mundializa a partir de
América” (2000:342).
31 El origen de la noción subalternidad encuentra sus raíces en los trabajos de investigación
desarrollados por el grupo de historiadores reunidos entorno a Ranajit Guha, quienes reconocen que la
historia oficial colonial o nacionalista, había invisibilizado como actores a los sectores subalternos de la
sociedad. Ellos, desafiando las afirmaciones simplistas de un marxismo ingenuo, según las cuales la
economía y sociedad sudasiáticas podían entenderse en términos de divisiones de clase, emprendieron la
elaboración de la categoría de lo subalterno, a partir de los escritos de Antonio Gramsci: “como una
metáfora para los atributos generales de la subordinación en la sociedad del sur de Asia, ya se expresara
ésta en términos de clase, casta, edad, género o cargo público. En la naturaleza misma de las
dimensiones de cajón de sastre de esta categoría, más que como un matizado instrumento heurístico, lo
subalterno podía adquirir los atributos de una entidad histórica y social sustantiva y singular. No obstante,
como una forma abreviada para referirse a un conjunto de problemas por analizar, la categoría de
subalterno también contenía ya en sí la posibilidad de fundamentar análisis que profundizaran la
articulación de principios diferentes, entrelazados, de división social y dominación cultural, incluyendo
comunidad y clase, casta y raza, género y nación” (Dube, 1999).
65
investigado como el otro. Las metodologías hasta hoy utilizadas en los estudios
de las danzas, por lo tanto, han sido mantenidas al margen de procesos de
reflexión crítica, asunto que no debe pasar inadvertido en especial si tomamos
en cuenta que las metodologías y técnicas de investigación constituyen
“expresiones del poder” (Ibáñez 1979).
66
combinar metodologías y técnicas de diversas disciplinas se podrá asegurar
una lectura más integradora de las danzas de esta parte del mundo.
67
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