GONZÁLEZ, El Problema de Dios en Kant
GONZÁLEZ, El Problema de Dios en Kant
GONZÁLEZ, El Problema de Dios en Kant
PRESENTADO POR:
JULIÁN GONZÁLEZ TORRES
RECTOR:
SECRETARIO GENERAL:
NATURALEZA:
A mi familia (mis padres: Armando y Deysi; mis hermanos: Saúl, Daniel, Lázaro, Fátima,
Benjamín y Sofía—“mi Fiona”—): porque en ella descubrí la sonrisa y el llanto; porque en ella
aprendí a luchar con esperanza, a ser solidario y a compartir el pan.
3
ÍNDICE
Introducción ……………………………………………………………………………….4
I Incognoscibilidad de Dios………………………………………………………........7
IV Moral y Religión……………………………………………………………………52
Conclusiones…………………………………………………………………………........61
Bibliografía………………………………………………………………………………..66
4
INTRODUCCIÓN
occidental. En este sentido, los grandes filósofos no han sido la excepción en cuanto a
mismo tiempo, qué respuesta da al respecto. En pocas palabras, las páginas que conforman
problema de Dios?
UCA con respecto a los egresados de la carrera de Licenciatura en Filosofía. Es decir, ahora
autores clásicos. De ahí que para mí fue una intensa satisfacción el decidirme a leer algunas
obras de Kant. En segundo lugar, y este es el motivo primordial, el autor de este trabajo
puede llegar a conocer a Dios, pero en el núcleo mismo de esta razón nace un viejo afán
humano por alcanzar lo absolutamente incondicionado, o sea, Dios. De ahí que la razón
kantiana no es una razón escéptica, ni agnóstica, sino que se trata de una razón finita,
limitada. Estos dos grandes motivos me impulsaron a ahondar con un poco de claridad
sobre el problema de Dios en la filosofía de I. Kant. Al mismo tiempo, considero que este
trabajo puede ser una buena guía para aquellos estudiantes egresados que, bajo los nuevos
5
que Kant llama uso teórico de la razón, es decir, la facultad humana de conocer. Allí se
analizan los fundamentos que constituyen la teoría kantiana del conocimiento. Como hemos
escuchado en repetidas ocasiones, Kant realiza una síntesis epistemológica en cuanto que
su teoría recoge los mejores aportes del racionalismo y del empirismo. El conocimiento es
el resultado del encuentro entre datos empíricos y estructuras a priori del sujeto
cognoscente. En términos más estrictos, los elementos a priori del sujeto ordenan las
impresiones sensibles. Pero la idea central radica justamente en afirmar que objeto de
estructuras a priori. En este sentido, pues, Dios resulta incognoscible, puesto que no
la razón pura. Allí Kant nos muestra que la razón siempre está tentada a traspasar los
límites del conocimiento. Es decir, frente a todo lo que logramos conocer en nuestro mundo
se abandonan los límites de todo conocimiento posible. A pesar de ello, la razón logra dar
voluntad y Dios. Kant se detiene a analizar los procesos en que incurre la razón para
establecer dichas ideas. Atendiendo a la razón principal de este trabajo aquí únicamente se
han señalado aquellos razonamientos que conducen a la idea de Dios. Y dado que estas
6
ideas no representan objetos de conocimiento Kant les asigna un papel regulador para el
conocimiento.
una moral plenamente autónoma Kant señala que solamente el cumplimiento de la ley
Dios. Él señala que la ley moral manda realizar el supremo bien; aquí convergen virtud y
felicidad. Pero para poder alcanzar ese supremo bien es racional y coherente admitir la
existencia de Dios. Así como, también, admitir la inmortalidad del alma y la libertad del
sujeto humano. En esto consiste el uso práctico de la razón o facultad superior de desear.
En este sentido, aquellas ideas que en el uso teórico de la razón sólo podían pensarse ahora,
explicita el teísmo moral kantiano. Kant hace de su sistema moral una religión. En este
sentido, la religión moral o natural consiste en cumplir la ley moral por sí misma, el deber
por el deber, y no porque sea un mandato de Dios. En Kant, Dios existe porque la moral lo
exige. De ahí que se diga que el Dios de Kant es un Dios moral. A diferencia de la religión
natural, que es universal, la religión revelada es histórica. Nuestro autor afirma que, en
términos estrictos, religión sólo hay una: la religión moral. A su criterio, sólo hay una
religión histórica que coincide con la religión moral: se trata del cristianismo.
Las obras de Kant que sustentan este trabajo son las siguientes: Crítica de la razón pura;
INCOGNOSCIBILIDAD DE DIOS
Para que la exposición de nuestro tema sea clara y ordenada es necesario que
abordemos, en primer lugar, los elementos fundamentales que están a la base de la teoría
del conocimiento de Kant. En este sentido, el objetivo de este primer capítulo consiste en
nuestro tema debido a dos razones básicas. Primera, porque solamente comprendiendo,
primero, la incapacidad del uso teórico de la razón para conocer a Dios, se entenderá, más
tarde, la posibilidad de acceder a Dios desde el uso práctico de la razón. Segunda, la más
obvia, porque la filosofía crítica de Kant inicia con su teoría del conocimiento.
En primer lugar, la matemática y la física han logrado constituirse como ciencias, es decir,
realizado más que un papel risible. Esta —según Kant— “no ha tenido hasta ahora la
8
emprende este filósofo su magna obra: someter a juicio a la razón pura. Un juicio en el que
crítico queda enunciada de la siguiente manera: ¿Cómo son posibles los juicios sintéticos a
priori?2. La matemática y la física trabajan con este tipo de juicios; la metafísica, por su
parte, también echa mano de ellos. En este sentido, García Morente señala que “todo el
libro de Kant, la Crítica de la Razón Pura, está dispuesto en sus setecientas páginas para
contestar a estas tres preguntas: ¿Cómo son posibles los juicios sintéticos “a priori” en la
matemática? ¿Cómo son posibles los juicios sintéticos “a priori” en la física? ¿Son
1
I. Kant, Crítica de la razón pura. Traducción de Pedro Rivas, Alfaguara, Madrid, 1978, p. 19. En adelante:
CRP.
2
Kant parte de la distinción entre los juicios analíticos y los sintéticos. Analíticos son aquellos juicios en los
cuales el predicado del juicio está contenido en el concepto del sujeto, es decir, aquellos en los cuales lo que
el predicado establece respecto del concepto del sujeto es algo que ya está contenido previamente en el
concepto del sujeto. El ejemplo que Kant pone es el siguiente: “Todos los cuerpos son extensos”.
Efectivamente, basta con pensar el concepto cuerpo para darme cuenta de su extensión. El fundamento que
legitima este tipo de juicios es el principio de identidad. En este sentido, los juicios analíticos son a priori, es
decir, su legitimidad no estriba en la experiencia. Por eso decimos que son verdaderos, universales y
necesarios. Sin embargo, con este tipo de juicios no avanza el conocimiento, puesto que en todo juicio
analítico el predicado no hace otra cosa que señalar algo que ya estaba contenido en el concepto del sujeto.
Los juicios sintéticos, por su parte, son aquellos en los cuales el predicado del juicio no está contenido en
el concepto del sujeto, es decir, aquellos en los cuales lo que el predicado establece respecto del concepto del
sujeto es algo nuevo que no estaba contenido en éste. Tal es el caso de este juicio: “Todos los cuerpos son
pesados”. Kant afirma que “el predicado constituye algo completamente distinto de lo que pienso en el simple
concepto de cuerpo en general. Consiguientemente, de la adición de semejante predicado surge un juicio
sintético”. En este sentido, la fuente de estos juicios la encontramos en la experiencia, es decir, son juicios a
posteriori. Es gracias a la experiencia que en el juicio el predicado dice algo nuevo del sujeto. Pero tampoco
con este tipo de juicios avanza el conocimiento, puesto que tales juicios al depender de la experiencia son
particulares y contingentes. En otras palabras, carecen de necesidad y de universalidad. Y estas son
características esenciales del conocimiento científico.
Entonces, ni los juicios analíticos (a priori) ni los juicios sintéticos (a posteriori) nos conducen a un
conocimiento científico. Dichas ciencias son posibles debido a que operan con juicios sintéticos a priori; este
tipo de juicios híbridos poseen el carácter de aumentar el conocimiento (son sintéticos), pero no tienen su
fuente en la experiencia, sino que son a priori. La obra kantiana, pues, tiene que investigar las condiciones del
sujeto cognoscente que hacen posible la formulación de dichos juicios.
9
caso de la matemática y de la física se traduce por cuáles son las condiciones del sujeto
cognoscente que hacen posible tales juicios. Mientras que en el caso de la metafísica,
justamente se trata de averiguar si posee legitimidad o no para formular ese tipo de juicios.
Para contestar esa pregunta medular Kant cree necesario someter a la razón humana a un
tribunal. Y como él mismo afirma: “Semejante tribunal no es otro que la misma Crítica de
la razón pura”4.
En concreto, en dicha obra Kant se propone someter a juicio el uso teórico de la razón
entendimiento. Es decir, sólo de la unión de ambos pueden surgir juicios sintéticos a priori.
tiene como objetivo mostrar y demostrar las estructuras a priori del sujeto cognoscente que
3
M. García Morente, Lecciones preliminares de filosofía. Porrúa, México, 1964, p. 241.
4
CRP, p. 9.
5
Cfr. G. Deleuze, La filosofía crítica de Kant. Cátedra, Madrid, 1963. En esta obra Deleuze define dos
sentidos del término kantiano de facultad. Él aclara entre un «Primer sentido de la palabra facultad» y un
«Segundo sentido de la palabra facultad». Pues bien, nosotros estamos usando el término en su primer
sentido. Así lo expresa él: “Toda representación está en relación con algo distinto de ella, objeto y sujeto.
Distingamos tantas facultades del espíritu como tipos de relación. En primer lugar, una representación puede
referirse al objeto desde el punto de vista de la concordancia o de la conformidad: este caso, el más simple,
define la facultad de conocer. En segundo lugar […]”. En este sentido, pues, empleamos nosotros dicho
término.
10
Pero antes de proceder a desarrollar tal objetivo es necesario que se aclare el término
condiciones a priori del sujeto cognoscente que hacen posible la realidad del conocimiento
que se ocupa, no tanto de los objetos, cuanto de nuestro modo de conocerlos, en cuanto
que tal modo ha de ser posible a priori”6. Es decir, la filosofía trascendental kantiana se
del sujeto cognoscente que han hecho posible que la matemática se constituya como
En la Introducción de la Crítica de la razón pura afirma que “existen dos troncos del
conocimiento humano, los cuales proceden acaso de una raíz común, pero desconocida
6
CRP, p. 58.
7
CRP, pp. 60-61.
8
Aquí empleamos el «Segundo sentido de la palabra facultad». Así lo expresa Deleuze: “Pero en un segundo
sentido, «facultad» designa una fuente específica de representaciones. Se distinguirá, pues, tantas facultades
como especies de representación” (Ibídem, pp.21-22). Efectivamente, de acuerdo a este segundo sentido,
nosotros poseemos una facultad receptiva (sensibilidad) y tres facultades activas (imaginación, entendimiento
y razón). Como se verá, las representaciones, intuiciones puras, de la sensibilidad son el espacio y el tiempo.
11
cognoscente únicamente a través de dos intuiciones puras o formas puras: espacio y tiempo.
Espacio y tiempo son, entonces, las condiciones a priori de la sensibilidad que hacen
Kant al respecto.
tiempo no son conceptos de cosas reales, son intuiciones; 3) espacio y tiempo, en tanto que
torno al tiempo.
resultado de la experiencia, sino que ésta supone a aquel. Además, podemos perfectamente
pensar el espacio sin objetos, pero nos es imposible pensar los objetos sin espacio. 2.
Espacio no es un concepto, sino una intuición pura. Cuando estamos ante un concepto
estamos ante una “unidad mental —según García Morente— dentro de la cual están
9
Cfr. M. García Morente, op. cit., p. 248.
12
intuición es, según Kant, intuición de un objeto singular. Tenemos, pues, un único espacio,
sensibilidad; es por el espacio por el que los fenómenos dados en la sensibilidad son objetos
de conocimiento. El espacio como forma pura de la facultad sensible hace posible este tipo
de juicios en la geometría: “La línea recta es la más corta entre dos puntos”.
Esto quiere decir que en el sujeto se dan percepciones sensibles en forma de vivencias, es
decir, vivencias que acontecen, que se suceden, y estas, en efecto, suponen el tiempo como
intuición pura. Además, similar a como señalábamos respecto del espacio, puede darse el
se señaló que hablar de concepto es hablar de una unidad mental que subsume una
10
M. García Morente, op. cit., p. 251.
13
Kant concluye, pues, que espacio y tiempo son las formas puras de la sensibilidad,
En síntesis, pues, todo objeto para ser objeto de conocimiento tiene que ser dado en la
nuestra temática central, esta afirmación no debe perderse de vista. Pero para que haya
conocimiento en términos estrictos no basta con las formas puras de la sensibilidad, hace
falta aún la facultad del entendimiento11. En qué consiste ésta y cómo se articula con las
Kant ya mostró y demostró que espacio y tiempo, formas puras de la sensibilidad, son
las condiciones a priori de las recepción de impresiones del sujeto cognoscente. Ahora bien,
sensibilidad tiene que ser pensado por el entendimiento, sólo de esta manera se construye el
son las condiciones a priori del entendimiento puro por las que el sujeto es capaz de pensar
los fenómenos, es decir, de conocer los fenómenos. Veamos un texto clásico de Kant:
Si llamamos sensibilidad a la receptividad que nuestro psiquismo posee, siempre que sea
afectado de alguna manera, en orden a recibir representaciones, llamaremos entendimiento a la
capacidad de producirlas por sí mismo, es decir, a la espontaneidad del conocimiento. Nuestra
naturaleza conlleva el que la intuición sólo puede ser sensible, es decir, que no contenga sino el
11
De nuevo, aquí empleamos el «Segundo sentido de la palabra facultad», según el estudio de G. Deleuze
(Cfr. pp. 21-24).
14
modo según el cual somos afectados por objetos. La capacidad de pensar el objeto de la
intuición es, en cambio, el entendimiento. Ninguna de estas propiedades es preferible a la otra:
sin sensibilidad ningún objeto nos sería dado y, sin entendimiento, ninguno sería pensado. Los
pensamientos sin contenido son vacíos; las intuiciones sin conceptos son ciegas. […] Las dos
facultades o capacidades no pueden intercambiar sus funciones. Ni el entendimiento puede
intuir nada, ni los sentidos pueden pensar nada. El conocimiento únicamente puede surgir de la
unión de ambos.12
Lo que aquí interesa dejar claro es la manera como se articulan ambas facultades, es
breve.
Para Kant, la facultad de pensar no es otra cosa que el empleo o uso de conceptos, es
decir, la elaboración de juicios. Por esto llama al entendimiento la facultad de juzgar, o sea,
Pero Kant está buscando las condiciones a priori del entendimiento que hacen
mostrar y demostrar los conceptos puros y los principios del entendimiento puro. La
«Analítica trascendental» él la define como “la parte de la lógica trascendental que trata
de los elementos del conocimiento puro del entendimiento y de los principios sin los cuales
Es decir, Kant cree que en la estructura lógica o forma de los juicios se encuentran
12
CRP, p. 93.
13
CRP, p. 100.
15
Pues bien, según Kant, es posible establecer cuatro formas distintas de juicios y en cada
una de estas formas se dan tres tipos de juicios diferentes. Él afirma que “[…] la función
del pensamiento, dentro del juicio, puede reducirse a cuatro títulos, cada uno de los cuales
1. Según la cantidad
Universales
Particulares
Singulares
2. Según la modalidad
Problemáticos
Asertóricos
Apodícticos
Establecido esto, Kant ya tiene la guía para el descubrimiento de esos conceptos puros
del entendimiento. De ahí que en base a la tabla anterior de los juicios establece la siguiente
1. Según la cantidad
Unidad
Pluralidad
Totalidad
14
CRP, pp. 106-7.
16
4. Según la modalidad
Posibilidad-Imposibilidad
Existencia-No existencia
Necesidad-Contingencia
Pues bien, estas doce categorías son las condiciones a priori del entendimiento en virtud
de las cuales los fenómenos se hacen cognoscibles. A continuación se explicará el modo (lo
que Kant llama «Deducción trascendental») en que dichos conceptos puros son aplicados a
los fenómenos.
impresiones sensibles. Ahora bien, para que haya conocimiento en sentido estricto, esa
variedad de impresiones sensibles tiene que ser combinada de manera que se establezca una
unidad, una síntesis. Si esto no sucede, entonces dichas impresiones no son otra cosa más
que meras impresiones subjetivas de algún sujeto en particular. Pero en la construcción del
conocimiento dichas impresiones revisten objetividad en tanto que constituyen una unidad.
Esta unidad es la unidad sintética del entendimiento. Se trata, pues, de una unidad sintética
que supone una x, un algo como substrato de las impresiones por mí recibidas, sirve para
dos cosas: primero, para referir cada impresión a ese algo, a ese substrato x, y segundo:
para que, mediante esa referencia, las impresiones no sean simplemente sucesivas en mi
17
conciencia, sino enlazadas objetivamente entre sí”15. Esa x, ese algo o substrato es lo que
trata, en absoluto, de un objeto empírico. Como afirma García Morente: “no es nada más
que un punto de reunión ideal, una noción previa, desprovista de toda concreción; es el
llamado unidad sintética a priori17. Y esta unidad sintética a priori se sostiene o está
otra cosa que las diversas modalidades de la síntesis pura, es decir, los modos distintos en
que las impresiones sensibles son subsumidas por el entendimiento. Con esto, Kant ha
los fenómenos como objetos de conocimiento; las categorías puras son esas distintas
modalidades de la unidad sintética a priori en virtud de las cuales los fenómenos se hacen
objetos cognoscibles. Por eso afirma Kant que las categorías puras son condiciones a priori
los objetos mismos. Ahora bien, la totalidad del proceso cognoscitivo está fundada en un
Deleuze lo resume de modo claro: “Las representaciones son mías en la medida en que
están unidas en la unidad de una conciencia, de tal manera que las acompañe el «yo
15
M. García Morente, La filosofía de Kant. Espasa-Calpe, Madrid, 1917, p. 82.
16
Ibídem, p. 84.
17
Cfr. Ibídem, pp. 80-93.
18
diverso que las mismas sintetizan no se relaciona a su vez con un objeto cualquiera. […] El
límites de todo conocimiento posible. Conocimiento es solamente aquel tipo de saber que
científico
resultado de la síntesis, realizada por el entendimiento como facultad de conocer, entre las
estructuras a priori del sujeto (espacio y tiempo, intuiciones puras, y categorías puras) y los
datos sensibles dados en él. Es decir, ni las solas impresiones, por sí mismas, ni las solas
Por lo tanto, Dios, pensado como ser absoluto e incondicionado resulta ser realmente
incognoscible. Dicho de otra manera, puesto que Dios no es ningún tipo de impresión
sensible, ningún tipo de fenómeno dado en la sensibilidad, de tal manera que pueda ser
subsumido por las categorías del entendimiento, no puede llegar a ser objeto de
conocimiento.
18
G. Deleuze, op. cit., p. 34.
19
En conclusión, si Dios existe (y, ¿cómo lo conocemos?) o Dios no existe es algo que
idea de Dios. Frente a la posibilidad de que exista un genio maligno que nos haga creer lo
falso como verdadero, Descartes recurre a Dios. Este es el único absolutamente bueno y
absolutamente verdadero; por lo tanto, no puede permitir ni que alguien nos engañe ni que
nuestra propia inteligencia nos engañe. En otras palabras, Descartes ve aún en Dios el
autonomía del sujeto, pues, como ya vimos, Dios no solamente queda totalmente fuera de la
estructuración del conocimiento humano, sino que, además, nuestra facultad de conocer no
puede dar cuenta de él como objeto de conocimiento. Los límites de todo conocimiento
posible han quedado establecidos en la Crítica de la razón pura y resulta que el problema
Ahora bien, Kant reconoce que en la misma estructura de la razón subyace la necesidad
de querer dar cuenta de eso que llamamos Dios. Dicha necesidad es una ilusión en tanto
que, desde la facultad de conocer, Dios es algo imposible de conocer. Pero se trata de una
ilusión legítima, en tanto que tiene su raíz en el núcleo mismo de la razón humana. A pesar
de sus límites, la razón se propone, se ilusiona, teorizar sobre Dios. El capítulo siguiente,
II
En este capítulo nos proponemos abordar el tratamiento que de Dios realiza Kant en la
idea de Dios constituya un referente fundamental en dicha cuestión, puesto que uno de los
nuestra temática es necesario aclarar tres cosas. 1. Kant afirma que la Dialéctica
pensamiento puro más allá de los límites de toda experiencia posible. 2. Le llama dialéctica
ideas Kant dejará en claro lo siguiente: a) la ilusión de conocer a Dios es una pretensión
totalidad absoluta, como ideal de unidad absoluta, desempeña un papel regulador para el
kantiana para demostrar la legitimidad de Dios como mero ideal de la razón pura.
21
Kant ha establecido ya las leyes del entendimiento puro, ha establecido los límites de
todo conocimiento posible. Él afirma que el “territorio” del conocimiento objetivo es una
isla, la cual está rodeada “por un océano ancho y borrascoso, verdadera patria de la
ilusión”. Ese océano no es otra cosa que la razón. Y la razón es la sede de una ilusión
trascendental, en tanto que conculca las leyes del entendimiento puro y pretende conocer
incursionando más allá de las fronteras del conocimiento objetivo. A continuación, pues,
Para obtener las categorías puras del entendimiento, el pensamiento kantiano tomó como
punto de partida el uso lógico de aquél: elaboración de juicios, es decir, juzgar. De modo
similar, para encontrar las ideas trascendentales de la razón pura Kant parte del uso lógico
afirma—, en virtud de la analogía con los conceptos del entendimiento, que el concepto
lógico nos dé también la clave del trascendental y que la tabla de funciones del primero
nos proporcione igualmente el árbol genealógico de los conceptos de razón”19. Aquí debe
quedar claro, pues, que Kant se interesa por el uso meramente lógico de la razón
únicamente en la medida en que le sirve de base para dar con las ideas puras de la razón. Lo
Antes de continuar hay que señalar que estamos ante la razón como facultad, pero según
sentido, la razón en tanto que facultad constituye una fuente específica de representaciones:
19
CRP, p. 301.
22
las ideas trascendentales. Estas ideas son los elementos a priori de la razón en tanto que
facultad.
Continuando con lo anterior, se trata de ir al uso lógico de la razón para dar con la raíz
de las ideas trascendentales. Kant afirma que “el procedimiento formal y lógico de la razón
el silogismo.
En todo silogismo se tiene como punto de partida una proposición y, a través de otra
que emplea Kant: Todos los hombres son mortales. Todos los sabios son hombres. Luego,
todos los sabios son mortales. Como vemos, la conclusión se ha extraído de la premisa
mayor mediante la intervención de la premisa menor. Con respecto a este ejemplo se puede
afirmar que la razón ha procedido de arriba a abajo; pero también puede proceder al revés,
son mortales; todos los hombres son animales; luego, todos los hombres son mortales. En
este proceder de la razón encontramos dos cosas. Kant lo indica con las siguientes palabras:
20
CRP, p. 305.
23
expuesta al mismo esfuerzo de la razón y que, por tanto, hay que buscar la condición de la
condición (por medio de un prosilogismo) mientras ello sea factible, se comprende que el
genuino principio de la razón en general (en su uso lógico) es éste: encontrar lo incondicionado
del conocimiento condicionado del entendimiento, aquello con lo que la unidad de éste queda
completada21.
totalidad incondicionada de las condiciones. En este sentido, las ideas de la razón no son
[…] la totalidad de las condiciones de un condicionado dado. Teniendo en cuenta que sólo lo
incondicionado hace posible la totalidad de las condiciones y, a la inversa, la totalidad de las
condiciones es siempre incondicionada, podemos explicar el concepto puro de razón como
concepto de lo incondicionado, en el sentido de que contiene un fundamento de la síntesis de lo
condicionado22.
Pues bien, y ¿cuáles son esas ideas trascendentales? ¿Cómo aparecen esas ideas de la
razón? Para dar con esas ideas el filósofo de Königsberg solamente tiene que llevar a
término el supuesto del que ha partido: que el análisis del uso lógico de la razón nos dará la
clave de su uso puro. Kant afirma que:
Los conceptos de razón pura serán tantos cuantas sean las clases de relación que el
entendimiento se representa por medio de las categorías. Consiguientemente, habrá que buscar:
en primer lugar, un incondicionado de la síntesis categórica en un sujeto; en segundo lugar, un
incondicionado de la síntesis hipotética de los miembros de una serie; en tercer lugar, un
incondicionado de la síntesis disyuntiva de las partes en un sistema23.
Todos los conceptos puros tienen que ver con la unidad sintética de las representaciones, pero
los conceptos de la razón pura (las ideas trascendentales) tienen que ver con la unidad sintética
incondicionada de todas las condiciones. Consiguientemente, todas las ideas trascendentales
podrán reducirse a tres clases: la primera de ellas incluirá la unidad absoluta (incondicionada)
del sujeto pensante; la segunda, la unidad absoluta de la serie de las condiciones del fenómeno;
la tercera, la unidad absoluta de la condición de todos los objetos del pensamiento en general24.
21
CRP, p. 305-6.
22
CRP, p. 315.
23
CRP, p. 315.
24
CRP, p. 322-3.
24
Dicho con otras palabras, hay tres clases de silogismos (categórico, hipotético y disyuntivo)
que corresponden a las tres categorías de relación del entendimiento (sustancia, causalidad
y reciprocidad). Pues bien, en cada uno de estos silogismos la razón se propone llegar hasta
propone arribar hasta un incondicionado que sería la unidad absoluta del sujeto pensante. A
[…] este afán de la razón de pasar de una condición a otra y a otra y a otra, revela que la razón
aspira en el fondo de sí misma a llegar a lo incondicionado. Lo incondicionado no se da jamás
en nuestra experiencia; pero la razón quiere lo incondicionado. Entonces, en vez de ir de
condición en condición, en un proceso infinito, en una serie infinita, salta sobre la serie, toma la
totalidad de la serie, la sintetiza en una idea y estatuye el alma, el universo y Dios, precisamente
como las unidades incondicionadas de esas series infinitas condicionadas, como lo absoluto en
la serie relativa de cada una de las vivencias y de cada uno de los fenómenos físicos25.
Estas son, pues, las ideas de la razón pura, estas son las que han constituido el objeto de
la metafísica tradicional: Alma, Mundo y Dios. Hay que tener en cuenta que Kant llega a
afirmar que los grandes problemas de la metafísica se reducen a estos tres: la inmortalidad
primera Crítica nos dice que “Dios, la libertad y la inmortalidad” son los “inevitables
problemas” que la metafísica se propone resolver26. Como podrá ver el lector, aquí Kant
25
M. García Morente, Lecciones preliminares de filosofía… op. cit., p. 298. El subrayado es nuestro.
26
CRP, p. 45.
25
incondicionada de toda la experiencia, tanto la interna como la externa. Kant deja claro que
proceso inherente a la razón misma. Son auténticas ideas trascendentales en tanto en cuanto
la razón las produce enteramente a priori. Nuestro autor escribe extensas páginas donde
expone los distintos silogismos que conducen a la instauración de dichas ideas. Pero
proceso que desencadena la razón para establecer la idea de Dios. Este apartado de la
Crítica se denomina «El ideal de la razón pura». Nuestra exposición cumplirá dos
Kant afirma que los intentos de demostrar la existencia de Dios pueden reducirse a tres
La prueba ontológica. Esta fue fundada por San Anselmo y luego fue retomada por
Así, pues, el modo natural de proceder de la razón humana es éste. Primero llega al
convencimiento de que existe algún ser necesario. En éste reconoce una existencia
incondicionada. Luego busca el concepto de lo que es independiente de toda condición y lo
encuentra en aquello que constituye, a su vez, la condición suficiente de todo lo demás, es decir,
en aquello que contiene toda realidad. Pero el todo ilimitado es una unidad absoluta, e implica
el concepto de un ser particular, es decir, el concepto del ser supremo. De ello infiere que éste,
en cuanto fundamento primario de todas las cosas, existe de un modo absolutamente
necesario27.
Ahí tenemos, pues, el argumento ontológico. Ahora bien, Kant será lo suficientemente
Frente a esta dura crítica kantiana, los defensores de la prueba arguyen que el caso de
Dios es único. Afirman que se puede negar la existencia de cualquier cosa sin caer en
está incluida en el concepto mismo. Por lo tanto, es suficiente que el concepto de Dios sea
posible para afirmar que en verdad existe. La refutación kantiana al respecto señala que
introducir previamente la existencia en el concepto de una cosa para deducir luego que esa
cosa existe no es más que una mera tautología. Es decir, lo que se hace es afirmar que una
cosa existente existe. Este proceder de la razón es tautológico. Frente a ello, según
Los juicios de existencia son sintéticos, menos en un sólo caso: el del concepto de Dios o del
ser absolutamente necesario. Pues en este caso y sólo en él la existencia está contenida en el
concepto del sujeto. Y, en consecuencia, se puede obtener por mero análisis, sin que se cometa
28
CRP, p. 501-2.
27
Evidentemente, «ser» no es un predicado real, es decir, el concepto de algo que pueda añadirse
al concepto de una cosa. Es simplemente la posición de una cosa o de ciertas determinaciones
en sí. En su uso lógico no es más que la cópula de un juicio. La proposición «Dios es
omnipotente» contiene dos conceptos que poseen sus objetos: «Dios» y «omnipotencia». La
partícula «es» no es un predicado más, sino aquello que relaciona sujeto y predicado. Si tomo
el sujeto («Dios») con todos sus predicados (entre los que se halla también la «omnipotencia»)
y digo «Dios es», o «Hay un Dios», no añado nada nuevo al concepto de Dios, sino que pongo
el sujeto en sí mismo con todos sus predicados, y lo hago relacionando el objeto con mi
concepto. Ambos deben poseer exactamente el mismo contenido. Nada puede añadirse, pues, al
concepto, que sólo expresa la posibilidad, por el hecho de concebir su objeto (mediante la
expresión «él es») como absolutamente dado30.
En definitiva, pues, se puede pensar muy bien a Dios como el ser absolutamente
pesar de ello, aún falta averiguar si este ser existe o no existe. Es decir, falta averiguar si es
posible conocerlo a posteriori. En el fondo, pues, estamos ante un salto indebido: pasar de
siguiente manera: “si algo existe, tiene que existir también un ser absolutamente necesario.
Ahora bien, existo al menos yo. Por consiguiente, existe un ser absolutamente necesario”31.
Pero la crítica kantiana encuentra fallos en esta nueva prueba. En primer lugar, se hace un
uso indebido (trascendente) del principio de causalidad, al llevarlo fuera del campo de la
primer incondicionado, sin recorrer la totalidad de las condiciones. Pero la crítica central a
este argumento consiste en que aparenta partir de la experiencia, pero en realidad termina
29
E. Colomer, op. cit., p. 177.
30
CRP, p. 504.
31
CRP, p. 507.
28
argumento cosmológico parte de la existencia de algo para acabar con el ser necesario,
pero ese ser no tiene por qué ser Dios (puede ser el mundo en cuanto totalidad). Sólo
llegaríamos a Dios si identificamos al ser necesario con el ser perfecto e infinito, que ya no
podría ser el mundo, pero entonces caeríamos en el argumento ontológico que pasa de la
ontológico”32.
Prueba físicoteológica. Kant no oculta su simpatía ante esta prueba: “Esta demostración
merece ser mencionada siempre con respeto. Es la más antigua, la más clara y la más
que encontramos en las cosas del mundo. En la naturaleza observamos que las cosas se
disponen según una teleología, observamos un orden conforme a ciertos fines. De ahí que la
existencia de esos seres bien organizados, la armonía que descubrimos en la naturaleza, nos
omnipotente. Es decir, Dios. Ahora bien, la refutación kantiana a esta otra prueba se centra
en el siguiente argumento:
Lo más que podría, pues, demostrar la prueba sería, no un creador del mundo, a cuya idea todo
estuviera sometido, sino un arquitecto del mundo que estaría siempre muy condicionado por la
aptitud de la materia que trabajara. Este resultado está muy lejos de cumplir el gran objetivo
perseguido, es decir, el demostrar un primer ser omnisuficiente34.
32
J. A. Estrada, Dios en las tradiciones filosóficas. 1. Aporías y problemas de la teología natural. Trotta,
Madrid, 1994, p. 131.
33
CRP, p. 519.
34
CRP, p. 521.
29
Con esta demostración, además, si partimos del orden y de lo bello de la naturaleza para
En resumen, para el pensamiento kantiano la razón no puede esgrimir una prueba teórica
razón una realidad comprobada, sino únicamente un ideal. Pero se trata de un ideal que no
es el resultado de un mero capricho de los hombres, sino que se trata de una idea a la cual
tiende la misma estructura de la razón. El ideal de Dios se presenta, pues, como unidad
Ahora bien, Kant señala una cosa muy importante: la demostración de la imposibilidad de
comprobar su no existencia.
refutación que de ellas hace Kant. En el siguiente apartado nos detendremos a explicar qué
quiere decir nuestro autor cuando habla del uso regulativo de las ideas de la razón.
pensamiento puro más allá de lo límites de toda experiencia posible, es decir, la dialéctica
ideas trascendentales: alma (inmortalidad), mundo (libertad), Dios. Hemos desentrañado los
30
errores de la razón en los argumentos que pretenden demostrar la existencia de Dios. Pero
inexistencia de Dios. A partir de esto concluíamos que Dios constituye un mero ideal de la
razón humana, pero no un ideal producto del capricho humano, sino producto de la misma
desarrollo de nuestro capítulo primero. Ahí se establecieron los límites del conocimiento
humano. Sin embargo, en este capítulo segundo queda plenamente claro que la búsqueda de
una unidad absoluta e incondicionada es una tarea inherente a la razón; además, hemos
constatado las contradicciones, los sofismas en que incurre la razón cuando abandona las
condiciones que hacen posible la experiencia humana. Somos fieles testigos, pues, de una
Se trata de una razón insatisfecha que quiere traspasar lo fenomenológico pero no puede, que
está tentada de alargarse hasta el Dios principio y fundamento pero no le alcanza. […] Se trata,
por consiguiente, de una razón desgarrada ante la conciencia de sus límites, a los que quiere
traspasar, y en última instancia de una razón desfondada, ya que no puede dar un soporte
ontológico a su constitución del mundo, por su reducción fenomenológica35.
35
J. A. Estrada, op. cit., p. 124.
36
E. Colomer, op. cit., p. 175.
31
Dialéctica Trascendental nos habla del «uso reguladoz de las ideas de la razón pura».
El resultado de todas las tentativas dialécticas de la razón pura no sólo confirma lo que ya
demostramos en la analítica, que todas las inferencias que pretenden rebasar el campo de la
experiencia posible son falaces y carentes de fundamento, sino que nos enseña, a la vez, lo
siguiente: que la razón humana posee una tendencia natural a sobrepasar ese campo; que las
ideas trascendentales son tan naturales a la razón como las gategoríis al entendimiento, si bien
con la diferencia de que, mientras las últimas nos conducen a la verdad, es decir, a la
concordancia de nuestros conceptos con su objeto, las primeras producen una simple ilusión,
pero una ilusión que es irresistible y apenas neutralizable por medio de la crítica más severa37.
Efectivamente, por medio de las ideas no conocemos ningún objeto, no se pueden aplicar
a ninguna intuición sensible. En la producción del conocimiento, pues, las ideas no tienen
un uso constitutivo (que sí lo tienen las categorías). Mucho menos podemos darles un uso
trascendente, puesto que ya hemos constatado las falacias en que incurre la razón al
abandonar los límites de la experiencia. Pero Kant ya ha afirmado que dichas ideas son
necesarias a la razón. De ahí que ellas tendrían un uso en relación con la experiencia, pero
sin que conozcamos a través de ellas nuevos objetos. Su función estriba en integrar en una
unidad sistemática los elementos del entendimiento puro. Las ideas trascendentales, pues,
Sostengo, pues, que las ideas trascendentales nunca son de uso constitutivo, de suerte que se
den en virtud de ellas los conceptos de ciertos objetos; entendidas así, no son más que
conceptos sofísticos (dialécticos). Tienen, por el contrario, un destacado uso regulador,
indispensablemente necesario, a saber: dirigir el entendimiento a un objetivo determinado en el
que convergen las líneas directrices de todas sus reglas. Este punto de convergencia, aunque no
sea más que una idea (focus imaginarius), es decir, un punto del que no parten realmente los
conceptos del entendimiento, ya que se halla totalmente fuera de los límites de las experiencia,
sirve para dar a esos conceptos la mayor unidad, a la vez que la mayor amplitud38.
37
CRP, p. 530.
38
CRP, p. 531-2.
32
En pocas palabras, las ideas son un tipo de «reglas heurísticas» que guían al
conocimiento humano hacia una unidad sistemática que ellas mismas representan. De ahí
para el entendimiento. Si éste establece la unidad de los fenómenos mediante las categorías,
por las ideas. En este sentido, según J. A. Estrada, “la referencia a Dios tiene un valor
Dios”39 .
Kant volverá a abordar el problema de Dios, incluso con una profundidad aún mayor. Pero
ese otro abordaje lo hará desde otro campo, desde otro “lugar”. Se trata, pues, del
tratamiento de Dios a partir del uso práctico de la razón. De eso nos ocuparemos en el
capítulo siguiente.
39
J. A. Estrada, op. cit., p. 122.
33
III
DIOS Y LA MORAL
incognoscible para el entendimiento humano, pero también constatamos que Dios, como
unidad absoluta e incondicionada, se erige como idea regulativa de la razón; ésta, mediante
el uso de esa idea trascendental, pretende dar unidad sistemática a los conocimientos del
teórico de la razón pura. Pero resulta que también hay uso práctico de ella.
Haber investigado el uso teórico o teorético de la razón pura es, en otras palabras, haber
establecido los límites de la facultad de conocer. Ahora Kant se propone estudiar el uso
conocer está presidida por el entendimiento puro, es a éste a quien le corresponde legislar.
Y en el capítulo anterior veíamos, según el estudio de G. Deleuze, que la razón pura fungía
como facultad pero en tanto que es ella fuente de representaciones: las ideas
ahora de la facultad de desear hay que aclarar las siguientes cuestiones. En primer lugar,
34
estamos ante un uso distinto de la razón pura, se trata justamente de su uso práctico. En
lugar, si en el conocimiento teórico es el entendimiento el que preside (el que lleva las
riendas), en la facultad de desear es la misma razón pura quien preside, es decir, es a ella a
En este capítulo, pues, nos proponemos estudiar el uso práctico de la razón a fin de
exponer la conexión que establece el pensamiento kantiano entre este nuevo empleo de la
razón y el problema de Dios. Como constataremos en su momento, Kant funda una moral
autónoma que hace razonable postular la existencia de Dios. De ahí que se afirme que Dios
existe porque la moral lo exige, Dios es gracias a que hay una ley moral. Para desarrollar
esto explicaremos, en primer lugar, en qué consiste la moral kantiana; luego se expondrá el
la razón práctica.
Hablar del uso práctico de la razón pura es, según Kant, hablar del ámbito de la
40
Para efectos de claridad, reproduciremos aquí el texto completo de G. Deleuze que habla sobre el «Primer
sentido de la palabra facultad» —puesto que anteriormente solo expusimos un fragmento—: “Toda
representación está en relación con algo distinto de ella, objeto y sujeto. Distinguimos tantas facultades del
espíritu como tipos de relación. En primer lugar, una representación puede referirse al objeto desde el punto
de vista de la concordancia o de la conformidad: este caso, el más simple, define la facultad de conocer. En
segundo lugar, la representación puede entrar en relación de causalidad con su objeto. Es el caso de la
facultad de desear: «facultad de ser, con sus representaciones, causa de la realidad de los objetos de tales
representaciones»” (Ibídem, pp. 14-15).
35
conocimiento teórico en tanto que éste versa sobre las cosas como son, es decir, en tanto
priori del sujeto cognoscente. La razón teórica habla de las cosas tal como son en el mundo
moralidad resulta que no se encuentra con objetos de experiencia, sino con mandatos que
exigen una acción determinada. “El conocimiento teórico —afirma M. García Morente—
ser”41.
una síntesis entre un concepto sujeto y un concepto predicado. Dicha síntesis queda
expresada en la cópula es. Mientras que la cópula de un juicio moral o práctico no dice es,
sino debe ser. He aquí dos ejemplos para aclarar la cuestión. “Los seres humanos son
mortales”, constituye un juicio teórico; “los seres humanos deben ser veraces”, constituye
un juicio práctico.
virtud de los cuales los humanos rigen su conducta. Ajustan sus vidas a dichos principios y,
a la vez, tienen en dichos principios criterios para formular juicios morales acerca de sí
mismos y del mundo en que viven. El análisis crítico de las condiciones de posibilidad del
matemática. De modo similar, Kant se propone estudiar las condiciones a priori que hacen
41
M. García Morente, La filosofía de Kant... op. cit., p. 144.
36
Pues bien, en adelante se tratará de aclarar en qué consiste el hecho moral. Pero antes de
ello conviene que se aclare primero qué entiende Kant por uso práctico de la razón pura.
Así lo expresa:
Con el uso práctico de la razón ocurre ya algo distinto. En éste, ocúpase la razón con
fundamentos de determinación de la voluntad, que es una facultad, o de producir objetos que
correspondan a las representaciones, o por lo menos de determinarse a sí misma a la realización
de esos objetos (sea o no suficiente para ello la facultad física), es decir, de determinar su
causalidad42.
Ahora precisemos más acerca de ese hecho fundamental del que parte la moral kantiana.
teórico (tampoco en la sensibilidad humana, como ya se verá), sino que tiene como punto
de partida un faktum, esto es, un hecho de la pura razón. Un hecho de la pura razón que
determina la voluntad humana. Este faktum no es otra cosa que un imperativo moral, es la
[…] La ley moral, si bien no visión (Aussicht) alguna, proporciona, sin embargo, un hecho, que
los datos todos del mundo sensible y nuestro uso teórico de la razón, en toda su extensión, no
alcanza a explicar, un hecho que anuncia un mundo puro del entendimiento, hasta lo determina
positivamente y nos da a conocer algo de él, a saber, una ley43.
En tanto que hecho puro de la razón, la ley moral no es el resultado de una deducción
teórica, tampoco puede ser comprobada mediante la experiencia. Ella se impone por sí
[…] La ley moral es dada, por decirlo así, como un hecho de la razón pura, del cual nosotros, a
priori, tenemos conciencia, y que es cierto apodícticamente, aun suponiendo que no se pueda
encontrar en la experiencia ejemplo alguno de que se haya seguido exactamente. Así, pues, la
realidad objetiva de la ley moral no puede ser demostrada por ninguna deducción, por ningún
esfuerzo de la razón teórica, especulativa o apoyada empíricamente, y, por tanto, aun si se
quiere renunciar a la certidumbre apodíctica, no puede tampoco ser confirmada por la
experiencia, y demostrada así a posteriori; sin embargo, se mantiene firme sobre sí misma44.
42
I. Kant, Crítica de la razón práctica. Traducción de Emilio Miñana y Villagrasa y Manuel García Morente,
Espasa-Calpe, Madrid, 1913, p. 27. En adelante: CRPr.
43
CRPr, p. 67-68.
44
CRPr, p. 73.
37
La ley moral, pues, determina la voluntad al acto, y el elemento fundamental de esta ley
lo constituye la conciencia del deber. “El deber —afirma Kant— es la necesidad de una
acción por respeto a la ley”45. Son célebres aquellas palabras con las que inicia la
de él es posible pensar nada que pueda ser considerado bueno sin restricción excepto una
buena voluntad”46. Y, más adelante, en el desarrollo de esa misma obra, afirma que:
La buena voluntad no es buena por lo que efectúe o realice ni por su aptitud para alcanzar algún
determinado fin propuesto previamente, sino que sólo es buena por el querer, es decir, en sí
misma, y considerada por sí misma es, sin comparación, muchísima más valiosa que todo lo
que por medio de ella pudiéramos realizar en provecho de alguna inclinación y, si se quiere, de
la suma de todas las inclinaciones. […] para desarrollar este concepto [buena voluntad] que se
halla en la cúspide de toda la estimación que tenemos de nuestras acciones y que es la condición
de todo lo demás, vamos a considerar el concepto del deber47.
obligación de actuar siempre cumpliendo dicha ley. Se trata, afirma Kant, de cumplir con la
ley moral simplemente por el puro deber, esto es, al margen de mis intenciones e
inclinaciones. Solamente aquella voluntad que se somete a la ley por puro deber está en
camino de llegar a ser una buena voluntad. Veamos el fragmento de otro texto para
¡Deber! Nombre sublime y grande, tú que no encierras nada amable que lleve consigo
insinuante lisonja, sino que pides sumisión, sin amenazar, sin embargo, con nada que despierte
aversión natural en el ánimo y lo asuste para mover la voluntad, tú que sólo exiges una ley que
halla por sí misma acceso en el ánimo, y que se conquista, sin embargo, y aun contra nuestra
voluntad, veneración por sí misma (aunque no siempre observancia); tú, ante quien todas las
inclinaciones enmudecen, aun cuando en secreto obran contra ti […]48.
45
I. Kant, Fundamentación de la metafísica de las costumbres. Edición y traducción de Luis Martínez de
Velasco, Espasa-Calpe, Madrid, p. 63. En adelante: FMC.
46
FMC, p. 54.
47
FMC, p. 54-55 y 58.
48
CRPr, p. 126.
38
impone una ley a la voluntad, una ley que se presenta como un faktum. De ahí que el papel
central del deber en la voluntad consiste justamente en cumplir la ley no por conquistar mi
propia felicidad o la de los otros, sino simplemente por puro deber, por mor del deber,
2. El imperativo categórico
Enseguida aclara que estos principios pueden ser subjetivos u objetivos. A los principios
subjetivos los llama máximas, mientras que a los objetivos los denomina leyes. La máxima
es una norma de conducta que el sujeto se da a sí mismo y que es válida sólo para su
voluntad. “Por ejemplo —afirma Kant— alguien puede adoptar la máxima de no aguantar
ofensa alguna sin vengarla, y, sin embargo, comprender al mismo tiempo que ella no es
ninguna ley práctica, sino sólo su máxima […]”50. El caso de las leyes es distinto. En este
caso la norma de conducta es objetiva, es decir, válida para todo ser racional, para todo el
mundo. En este caso la razón decreta un imperativo, una regla que impone “[…] un deber
ser (ein Sollen) que expresa la compulsión (Nötigung) objetiva de la acción y significa que
49
CRPr, p. 33.
50
CRPr, p. 34.
51
CRPr, p. 34.
39
Ahora bien, sucede que los imperativos pueden ser incondicionados, en tanto que
mientras que aquel imperativo que manda una acción no porque es buena en sí misma, sino
porque es buena como medio para conseguir otra cosa («un efecto apetecido»), entonces
estamos frente a un imperativo hipotético. A partir de esto Kant señala que las máximas son
principios pero no imperativos, y los imperativos hipotéticos son preceptos prácticos pero
Decid a alguien, por ejemplo, que debe trabajar y ahorrar en la juventud para no sufrir de la
miseria en la vejez; éste es un precepto práctico de la voluntad, exacto y al mismo tiempo
importante. Pero pronto se ve que aquí la voluntad es referida a alguna otra cosa que se supone
desea […] Ahora bien; decid a alguien que nunca debe hacer falsas promesas: ésa es una regla
que sólo se refiere a su voluntad, sean o no las intenciones que el hombre puede tener,
realizables por esa voluntad; el mero querer es lo que debe ser determinado completamente a
priori por aquella regla52.
Los únicos imperativos verdaderamente morales, pues, son los imperativos categóricos,
estos son reglas de acción con carácter de necesidad y universalidad, con validez absoluta
para todo el mundo y para cualquier circunstancia. De ahí que las máximas sean solo
consejos de sagacidad, válidos sólo para un sujeto en particular; los imperativos hipotéticos,
reglas de habilidad o prudencia, cuya validez radica en proponer determinados medios para
obtener ciertos fines. Sólo el imperativo categórico tiene el carácter de ley universal y
necesaria.
el imperativo pueda mandar necesaria y universalmente tiene que ser estrictamente formal,
52
CRPr, pp. 35 y 36.
40
Kant formula dos teoremas, a partir de los cuales se deduce una conclusión. El primer
teorema dice así: “Todos los principios prácticos que suponen un objeto (materia) de la
cuya realidad es apetecida; siempre que el deseo de un objeto preceda y funde una acción,
“Todos los principios prácticos materiales son, como tales, sin excepción, de una y la
misma clase, y pertenecen al principio universal del amor a sí mismo o felicidad propia”54.
Efectivamente, según Kant, toda acción o conducta humana que se guía según el deseo de
objetos con tal de conseguir placer tiene como fin último alcanzar la felicidad. Pero sucede
que el deseo de felicidad es incompatible con la universalidad de la ley; lo que para alguno
puede ser causa de felicidad, para algotro puede ser causa de infelicidad. Y aun suponiendo
que todos los sujetos se pusiesen de acuerdo sobre lo que les produciría felicidad, siempre
estaríamos ante un principio empírico en tanto que no procede de la razón pura práctica,
sino de la experiencia. De los dos teoremas anteriores el filosofó de Königsberg deduce esta
53
CRPr, p. 36.
54
CRPr, p. 37.
41
superior de desear la voluntad es determinada a priori por la razón pura. No importa que las
representaciones que están enlazadas con el sentimiento del placer provengan de los
sentidos o del entendimiento, en ambos casos la voluntad estará sometida por la facultad
El principio de la propia felicidad, por mucho que se use en él del entendimiento y de la razón,
no contendría, pues, para la voluntad, ningunos otros fundamentos de determinación que los
que son conformes con la facultad inferior de desear, y entonces, o no hay facultad superior
alguna de desear, o la razón pura tiene que ser por sí sola práctica, es decir, tiene que poder
determinar la voluntad mediante la mera forma de la regla práctica […]56.
Todo lo señalado anteriormente, pues, nos conduce al siguiente teorema: “Si un ser
racional debe pensar sus máximas como leyes prácticas universales, puede sólo pensarlas
según la materia, sino sólo según la forma”57. Acá estamos, pues, a un paso del imperativo
mera formalidad, a priori. Así lo expresa Kant: “Obra de tal modo, que la máxima de tu
voluntad pueda valer siempre, al mismo tiempo, como principio de una legislación
anterior. La buena voluntad se hace tal porque cumple la ley por deber, por mor del deber,
como dice Kant. Incluso, no basta con actuar conforme al deber, la acción auténticamente
55
CRPr, p. 38.
56
CRPr, p. 41.
57
CRPr, p. 45.
58
CRPr, p. 50.
42
moral, verdaderamente moral, cumple con la ley simplemente por deber, por el querer
mismo. De ahí que aquel que actúa a la espera de los resultados de su acción, aquel que
persigue estos y aquellos fines, posee una mala voluntad. Dicho con otras palabras, la
moralidad del acto no reside en el acto físico mismo, sino en la voluntad que lo puso en
marcha. Si esta voluntad cumple la ley moral por deber entonces está en camino de
deuda; cuando en realidad sé, desde mi fuero interno, que no voy a pagarle. Entonces debo
preguntarme si mi máxima debo prestar dinero haciendo una falsa promesa de cancelarlo
Con el objeto de saber lo que he de hacer para que mi querer sea moralmente bueno no necesito
ir a buscar muy lejos una especial penetración. Inexperto en lo que se refiere al curso del
mundo, incapaz de estar preparado para todos los sucesos que en él ocurren, me basta con
preguntar: ¿puedes querer que tu máxima se convierta en ley universal? Si no, es una máxima
reprobable, y no por algún perjuicio que pueda ocasionarte a ti o algún otro, sino porque no
puede incluirse como principio en una legislación universal posible59.
Por la brevedad de esta investigación, no nos detendremos acá en las explicaciones que
ofrece Kant respecto a cuando una máxima no procede para ley universal.
Antes de pasar al siguiente apartado hace falta mencionar otra formulación del
imperativo categórico. Esta nueva formulación tiene como fundamento el hecho de que
toda“naturaleza racional existe como fin en sí misma”. Aquellos seres cuya existencia no
valor de medios, por eso se les llama cosas. Pero sucede que los seres racionales en tanto
que personas constituyen en sí mismas un fin, de modo tal que no pueden subordinarse al
arbitrio de cualquier otra voluntad. El ser humano, pues, es un ser cuya existencia es por sí
59
FMC, p. 67.
43
misma un fin. De ahí que el imperativo categórico queda como sigue: “Obra de tal modo
siempre como un fin, y nunca sólo como un medio”60. Según la mayoría de estudiosos de
Kant, esta segunda formulación del imperativo categórico es la continuación del primero en
tanto que a la base de ambas formulaciones tenemos el mismo sujeto moral kantiano: un ser
racional que se da a sí mismo sus propias leyes. Cabe mencionar aquí lo que sostiene J. A.
obrar con máximas universales y desde el respeto al hombre son las dos caras de la
3. Autonomía de la voluntad
ley. Si la voluntad pura no se dictase a sí misma la ley moral, sino que se sometiera a las
Pero la moral kantiana tiene su fundamento en la autolegislación del sujeto humano. De ahí
que para Kant voluntad libre y voluntad sumisa a la ley moral que se ha impuesto son una y
Por voluntad se entiende una especie de causalidad de los seres vivos en cuanto que son
racionales, y libertad sería la propiedad de esta causalidad por la cual puede ser eficiente
independientemente de causas ajenas que la determinen […] ¿Qué puede ser entonces la
libertad de la voluntad sino autonomía, es decir, propiedad de la voluntad de ser una ley para sí
misma? Ahora bien, la proposición la voluntad es, en todas sus acciones, una ley para sí misma
caracteriza únicamente el principio de actuar sólo según aquella máxima que pueda presentarse
60
FMC, p. 104.
61
J. A. Estrada, Dios en las tradiciones filosóficas. 2. De la muerte de Dios a la crisis del sujeto. Trotta,
Madrid, 1994, p. 106.
44
como una ley universal. Justamente ésta es la fórmula del imperativo categórico y el principio
de la moralidad. En consecuencia, voluntad libre y voluntad sometida a leyes morales son la
misma cosa62.
La libertad es sin duda la ratio essendi de la ley moral, pero la ley moral es la ratio cognoscendi
de la libertad. Pues si la ley moral no estuviese, en nuestra razón, pensada anteriormente con
claridad, no podríamos nunca considerarnos como autorizados para admitir algo así como lo
que la libertad es (aun cuando ésta no se contradice). Pero si no hubiera libertad alguna, no
podría de ningún modo encontrarse la ley moral en nosotros63.
Constatamos aquí, entonces, que aquella idea pensable de la razón pura ha revestido
bajo la que obra”65. La ley moral, pues, es un hecho que se impone, una realidad que
Ahora bien, vistas así las cosas emerge ante nosotros un problema: suponer que hay
sujetos que actúan por libertad es ir en contra de las leyes del mundo empírico, aquí todo
Resulta que todo acontecimiento y, por consiguiente, también toda acción, que sucede en un
punto del tiempo, es necesaria bajo la condición de lo que fue en el tiempo precedente. Ahora
bien, como el tiempo pasado no está ya en mi poder, tiene que ser necesaria toda acción, que yo
ejercito, por fundamentos determinantes, que no están en mi poder, es decir, que en el momento
en que obro nunca soy libre66.
Para resolver esa contradicción entre libertad y necesidad Kant nos remite a su
62
FMC, pp. 129 y 130.
63
CRPr, p. 12.
64
En la Crítica de la razón pura Kant llega a afirmar que “la meta final a la que en definitiva apunta la
especulación de la razón en su uso trascendental se refiere a tres objetos: la libertad de la voluntad, la
inmortalidad del alma y la existencia de Dios” (p. 626).
65
FMC, p. 132.
66
CRPr, p. 136.
45
para todo aquello (seres y cosas) en cuanto que su existencia está determinada en el tiempo,
es decir, en tanto que fenómenos. Mientras que la libertad es propia de un tipo especial de
seres: el sujeto humano en tanto que noúmeno. No quiere esto decir que el ser humano
pierda su carácter fenoménico, lo que quiere decir es que la moralidad compete al sujeto
únicamente en tanto que noúmeno o cosa en sí. Kant expresa esto de la siguiente manera:
Por consiguiente, si se le quiere aún salvar [la libertad], no queda más camino que atribuir la
existencia de una cosa en cuanto es determinable en el tiempo, y, por tanto, también la
causalidad según la ley de la necesidad natural, sólo al fenómeno; la libertad empero atribuirla
a un mismo ser como cosa en sí misma67.
En tanto que noúmeno, cosa en sí misma, el ser humano es un ser libre; pero no se trata
de una libertad empírica o psicológica, sostener esto significaría echar por tierra todo el
causalidad natural no es eliminada, sino puesta a las ordenes de la libertad. Como señala
fenoménico”68.
Llegados a este punto, pues, no resulta más que hermoso leer un escrito de H.-G.
Gadamer en el que afirma que sigue siendo vigente la distinción kantiana, puesto que “[…]
somos ciudadanos de dos mundos. Estamos situados no sólo en el lugar físico, sino
67
CRPr, p. 137.
68
E. Colomer, op. cit., p. 228.
69
“Ciudadano de dos mundos (1985)”, en H.-G. Gadamer, El giro hermenéutico. Cátedra, Madrid, 2001, p.
182.
46
sino que tan sólo son ideas pensables y cumplen un uso regulador para el entendimiento.
Pero resulta que la razón en su uso práctico convierte aquellas ideas pensables en
fundamental para el desarrollo moral. Kant insiste en que el ser humano en tanto que
noúmeno es una persona libre que se desgaja de las leyes de la naturaleza. En este sentido,
después de hacer una breve mención sobre la inmortalidad del alma, en este apartado nos
santidad. Ahora bien, tal santidad resulta inalcanzable por “ningún ser racional en el
mundo sensible en ningún momento de su existencia”. De ahí que sea posible alcanzar la
santidad únicamente mediante un progreso que va al infinito, pero para ello es necesario
postular la inmortalidad del alma. “Este progreso infinito es, empero, sólo posible, bajo el
supuesto de una existencia y personalidad duradera en lo infinito del mismo ser racional
(que se llama la inmortalidad del alma)”71. Vemos, pues, que en el ámbito de la moralidad
la inmortalidad del sujeto deja de ser una idea pensable y se constituye en una condición
70
Ver nota Nº 64, p. 37.
71
CRPr, p. 172.
47
uso práctico de la razón. Sucede que también la razón práctica va en busca de la totalidad
Que la virtud (como dignidad de ser feliz) sea la más elevada condición de todo lo que nos
pueda parecer sólo apetecible, por consiguiente, también de toda nuestra busca de la felicidad;
que ella sea, por tanto, el bien más elevado, ha sido mostrado en la analítica [primera parte de la
Crítica de la razón práctica]. Pero no por eso es aún el bien completo y acabado como objeto
de la facultad de desear de seres racionales finitos, pues para serlo se requiere también felicidad
[…] Ahora bien, en cuanto la virtud y la felicidad conjuntamente constituyen la posesión del
supremo bien en una persona, y en cuanto además, estando la felicidad repartida exactamente en
proporción a la moralidad (como valor de la persona y de su dignidad para ser feliz),
constituyen ambas el supremo bien de un mundo posible […]72.
supremo bien; sólo en éste se da el enlace entre virtud y felicidad. Y es en este enlace
donde estriba la antinomia de la razón práctica, puesto que nosotros ya sabemos que el
En esta pregunta está formulada la antinomia de la razón práctica. Kant sostiene que dado
que “las máximas de la virtud y las de la propia felicidad son, con respecto a su principio
Pues bien, a criterio de Kant, sólo hay dos salidas posibles: el enlace entre virtud y
y la búsqueda racional de la felicidad son dos acciones idénticas o son dos acciones
72
CRPr, pp. 157 y 158.
73
CRPr, p. 160.
48
distintas, pero de suerte que la una produzca la otra”74. Los epicúreos creían que era la
búsqueda de la felicidad la que conducía a la virtud; mientras que los estoicos sostenían que
Así, pues, o el apetito de felicidad tiene que ser la causa motriz de las máximas de la virtud, o la
máxima de la virtud tiene que ser la causa eficiente de la felicidad […] La primera de las dos
proposiciones, a saber, que la tendencia a la felicidad produce un fundamento de disposición de
ánimo virtuosa, es absolutamente falsa; pero la segunda, que la disposición virtuosa produzca
necesariamente felicidad, no lo es absolutamente, sino sólo mientras ella sea considerada como
la forma de la causalidad en el mundo sensible y, por consiguiente, si admito la existencia en el
mismo, como el único modo de existencia del ser racional; es, pues, falsa sólo de modo
condicionado. Pero como no sólo estoy facultado para pensar mi existencia también como
noúmeno en un mundo del entendimiento, sino que hasta tengo en la ley moral un fundamento
puramente intelectual de determinación de mi causalidad (en el mundo sensible), no es, pues,
imposible que la moralidad de la disposición de ánimo tenga una conexión, si no inmediata, sin
embargo, mediata (por medio de un autor inteligible∗ de la naturaleza), y a la verdad necesaria,
como causa, con la felicidad, como efecto, en el mundo sensible […]75.
Sucede, pues, que la ley moral manda al ser humano que produzca el bien supremo; el
ser humano en tanto que persona libre se sitúa en un mundo inteligible, racional, en donde
necesario para la moralidad humana en tanto que sólo por él el ser humano puede ser digno
de felicidad. Dios es una realidad necesaria porque la ley moral lo exige. Dice Kant:
Así, pues, la causa suprema de la naturaleza, en cuanto ella ha de ser presupuesta para el
supremo bien, es un ser que por razón y voluntad es la causa (por consiguiente, el autor) de la
naturaleza, es decir, Dios. Por consiguiente, el postulado de la posibilidad del bien supremo
derivado (el mejor del mundo) es al mismo tiempo el postulado de la realidad de un bien
supremo originario, esto es, de la existencia de Dios. Ahora bien, era un deber para nosotros
fomentar el supremo bien; por consiguiente, no sólo era derecho, sino también necesidad unida
con el deber, como exigencia, presuponer la posibilidad de este bien supremo, lo cual, no
ocurriendo más que bajo la condición de la existencia de Dios, enlaza inseparablemente la
74
E. Colomer, op. cit., p. 232.
∗
Éste subrayado es nuestro.
75
CRPr, pp. 161 y 162-63.
49
presuposición del mismo con el deber, es decir, que es moralmente necesario admitir la
existencia de Dios76.
El fundamento de la moral kantiana es una voluntad pura autónoma; ésta en tanto que
que voluntad libre y voluntad sometida a su ley sean lo mismo. El cumplimiento de esa ley
por el puro deber, el deber por el deber, hace de la voluntad una voluntad buena, y ésta
Pero resulta que es el bien supremo («el mejor del mundo») la aspiración suprema del
sujeto humano en este mundo. Es en el bien supremo donde se conjugan virtud y felicidad.
Y para que se dé este bien supremo es necesario que exista el Ser Supremo, el Absoluto, es
decir, Dios. Es la misma ley moral, pues, la que fomenta el supremo bien; de ahí que
posibilidad (exigida por la ley misma) para desarrollar la moral. Para llevar a cabo un buen
desempeño moral en la vida es razonable y necesario creer que hay un Dios que hace real el
bien supremo en la persona. Kant afirma que el bien supremo es el objeto de la ley moral.
Zubiri nos pone en guardia cuando nos dice que no se puede «caricaturizar» o
Dios»; efectivamente, Kant niega que Dios sea un objeto cognoscible para la razón
teorética, es decir, para la ciencia. Dios no es una intuición subsumida bajo un concepto.
76
CRPr, p. 176.
77
X. Zubiri, Cinco lecciones de filosofía. Alianza Editorial, Madrid, 1985, p. 103.
50
Pero el sabio de Königsberg afirma contundentemente que para la razón práctica Dios es
una realidad inteligible aunque no demostrable. Sucede, pues, que la razón práctica
conduce a afirmar la realidad de Dios sin poder explicarse cómo es esa realidad. Por el
imperativo moral, sostiene Zubiri, “el entendimiento intelige que hay una realidad en sí, la
realidad de Dios, cuya causalidad está por encima de la causalidad entera de la naturaleza
(entendida como sistema de objetos), sin que podamos explicarnos ese tipo de entidad y
causalidad […] Lo único que nos dice [Kant] es que no podemos comprender
una intelección de Dios por la vía de la razón práctica en el orden de las cosas en sí. Esta
Para Kant, pues, Dios existe, pero el punto de partida es el faktum moral que se impone
al sujeto humano en tanto que noúmeno, cosa en sí. J. A. Estrada afirma que: “el punto de
partida es por lo tanto la ley moral, como «hecho» de la razón: se trata de una ley que se
nos impone con obligatoriedad, que está inscrita en las mismas estructuras de la
racionalidad y que nos hace exigir la libertad como su presupuesto necesario para
defender la autonomía del hombre. Desde ahí podemos abrirnos al problema de Dios: Dios
existe porque sabemos que el deber existe, encontramos a Dios en la dinámica de nuestra
conciencia de obligatoriedad”79.
Hemos intentado, pues, exponer el lugar que ocupa el problema de Dios en la filosofía
kantiana. Y es sólo a partir de la moral autónoma que Dios se hace presente como una
78
Ibídem, p. 101.
79
J. A. Estrada, Dios en las tradiciones filosóficas. 2. De la muerte de Dios… op. cit., p. 113.
51
realidad en sí necesaria, aunque inexplicable. La realidad del faktum moral exige que Dios
exista.
Valga decir, a modo de conclusión, que Kant no nos habla de dos razones, sino que se
trata siempre de una y la misma razón: ya sea en su uso práctico o en su uso teorético. El
gran filósofo de de Königsberg afirma que en el enlace de la razón teórica con la práctica
la primacía corresponde a la segunda. Sostiene que el interés más profundo de la razón pura
es en último término práctico, de ahí que el mismo interés teórico es sólo condicionado y
sentido de que el uso práctico amplía el conocimiento teórico, sino en el sentido de que éste
se subordina a aquél.
52
IV
MORAL Y RELIGIÓN
concreto, se trata de abordar lo que Kant denomina religión natural y en qué se diferencia
capítulo anterior en lo que se conoce como teísmo moral kantiano. De ahí que, en un primer
Comenzaremos la temática de este capitulo con dos textos, de obras distintas, de Kant.
En El conflicto de las facultades sostiene que: “las proposiciones de fe, que se han de ver a
la vez como mandamientos divinos, pueden ser de dos tipos: puramente estatutarias, es
decir, doctrinas reveladas y sólo casuales para nosotros; o morales, es decir, unidas a la
de la mera razón Kant afirma lo siguiente: “Pero todas las religiones pueden dividirse en:
80
Cfr. Enrique M. Ureña, La crítica kantiana de la sociedad y de la religión. Tecnos, Madrid, 1979, p. 73. En
una nota a pie de página, Ureña señala las distintas denominaciones que utiliza Kant para los dos tipos de
religión.
81
Citado por Enrique M. Ureña, op. cit., p. 71.
53
la Religión de la petición de favor (del mero culto) y la Religión moral, esto es: la Religión
análisis minucioso sobre ambos tipos de religiones. Lo que se pretende es ofrecer algunas
características principales de ambas religiones, bajo la cuestión central que domina este
La Moral, en cuanto que está fundada sobre el concepto del hombre como un ser libre que por
el hecho mismo de ser libre se liga él mismo por su Razón a leyes incondicionadas, no necesita
ni de la idea de otro ser por encima del hombre para conocer el deber propio, ni de otro motivo
impulsor que la ley misma para observarlo83.
Y es que, efectivamente, como bien apunta J. A. Estrada84, Kant funda la moral no sólo
establece un vínculo entre moral y religión. Al respecto, nuestro filósofo afirma que la ley
moral conduce:
[…] por el concepto del supremo bien, como objeto y fin de la razón pura práctica, a la religión,
esto es, al conocimiento de todos los deberes como mandatos divinos, no como sanciones, es
decir, órdenes arbitrarias y por sí mismas contingentes de una voluntad extraña, sino como
leyes esenciales de toda voluntad libre por sí misma, que, sin embargo, tienen que ser
82
I. Kant, La religión dentro de los límites de la mera razón. Traducción de Felipe Martínez Marzoa, Alianza
Editorial, Madrid, 1969, p. 60. En adelante: RLMR.
83
RLMR, p. 19.
84
Cfr. J. A. Estrada, Dios en las tradiciones filosóficas. 2. De la muerte de Dios… op. cit., pp. 119-120.
54
consideradas como mandatos del ser supremo, porque nosotros no podemos esperar el supremo
bien, que la ley moral nos hace un deber de ponernos como objeto de nuestro esfuerzo, más que
de una voluntad moralmente perfecta (santa y buena), y al mismo tiempo todopoderosa, y, por
consiguiente, mediante una concordancia con esa voluntad85.
La cuestión que de inmediato hay que resolver queda expresada en la siguiente pregunta:
¿a qué tipo de religión nos conduce la ley moral? ¿Nos conduce a una religión natural o
una religión revelada? En adelante, pues, se intentará responder estas preguntas, a la vez
La religión revelada es histórica, es estatutaria. Para llegar a los hombres se presenta por
medio de una Escritura, a la vez que requiere de gente erudita, para poder perdurar en la
praxis humana. Si nos atenemos al análisis de Colomer, hay que decir que las religiones
históricas se caracterizan por hacerles creer a sus seguidores que la buena conducta se
tales religiones está acompañada de estamentos (Religión estatutaria) que mandan obrar
bien pero porque Dios así lo exige. Kant sostiene que “La Religión en la que yo he de saber
de antemano que algo es un mandamiento divino para reconocerlo como deber mío es la
de saber primero que algo es deber, antes de que pueda conocerlo como mandamiento
Y es que aquí está en juego la autonomía de la ley moral. Si tenemos como punto de
cumple con el deber por sí mismo, sino porque antes constituye un mandamiento divino. Es
decir, el cumplimiento del deber kantiano nos conduce a una religión natural y no a una
85
CRPr, p. 181.
86
Cfr. E. Colomer, op. cit., p. 272.
87
RLMR, p. 150.
55
religión revelada. La praxis moral en Kant nos conduce, pues, a un tipo de religión
circunscrita a los límites de la mera razón. De ahí que Kant señale, entre otras cosas, que
los milagros no son algo que atañe a la religión racional pura. La auténtica praxis religiosa
radica en el cumplimiento del deber por el deber. Y sólo en base a este cumplimiento puede
encontrar el hombre el favor de Dios. Así establece nuestro filósofo este principio: “todo lo
que, aparte de la buena conducta de vida, se figura el hombre poder hacer para hacerse
conocimiento de todos nuestros deberes como mandamientos divinos”89. Por eso es que el
Sólo hay una (verdadera) Religión; pero puede haber múltiples modos de creencia. Se puede
añadir que en las iglesias diversas, que se separan unas de otras por la diversidad de sus modos
de creencia, puede encontrarse sin embargo una y la misma verdadera Religión. Es, pues, más
conveniente (como también efectivamente más usual) decir: este hombre es de esta o aquella
creencia (judía, mahometana, cristiana, católica, luterana), que decir: es de esta o aquella
Religión90.
La religión natural, pues, está anclada en la misma razón; se trata de una religión
universal. En ella tiene cabida toda la humanidad en tanto que todos los seres humanos
disponen de la ley moral en su interior. Valga decir, a modo de comentario, que Kant, como
buen ilustrado, creía en una transición histórica de las religiones reveladas hacia la religión
natural o moral. Dicha transición sólo puede ocurrir en una época de ilustración, que es la
época de Kant.
88
RLMR, p. 166.
89
RLMR, p. 150.
90
RLMR, p. 109.
56
No podemos concluir este apartado sin decir algo sobre la importancia que adquiere la
privilegiado al afirmar que la religión cristiana es la única que coincide con la religión
religión histórica que aparece ya en palabras del primer Maestro no como una religión
estatutaria, sino moral. A la luz de este privilegio de que goza el Cristianismo Kant hace su
propia lectura, entre otras cosas, del pecado original, la encarnación y la redención. Aquí
no nos detendremos en esos elementos. Baste con decir que Kant entiende el pecado
ley moral y, sin embargo, en la praxis, subordinarla al motivo de la felicidad o del amor a
sí mismo. Este mal radical o mal moral no debe pensarse como anclado en una disposición
natural de tipo biológico-psicológico. Tampoco debe pensarse como una maldad moral
absoluta. Kant señala que lo primero convertiría al ser humano en un animal, mientras que
género humano, algo que tiene su raíz en la misma humanidad. Pero el hecho de que
conociendo la ley moral el hombre no la cumple es algo inexplicable para la razón kantiana.
Para que el hombre pueda salir del mal moral en que se encuentra, Kant echa mano del
Hijo de Dios como «ideal de la humanidad agradable a Dios». Este ideal es de gran utilidad
para que el sujeto reoriente su camino hacia el bien moral. Y es que el ser humano necesita
de dicho ideal para reponerse y elevarse al ideal de la santidad. Nuestro filósofo nos habla
de una «fe práctica en este Hijo de Dios». Y es en esta fe donde se revela la ayuda de Dios;
pero se trata de una ayuda que no anula la autonomía del sujeto. Esta cuestión del socorro
divino para salir del mal moral, Ureña lo resume de la siguiente manera:
57
este capítulo, se trata de culminar la exposición sobre la moral fundada por I. Kant. En este
sentido, hay que decir, y en esto consiste la tesis central de este apartado, que el filósofo de
Königsberg funda una Religión moral. Es decir, la praxis de la moral kantiana constituye
una práctica religiosa, pero se trata de una vivencia estrictamente racional, de una religión
natural, como se indicó anteriormente. Se trata de una fe racional pura práctica que tiene
su fundamento en la ley moral. Esta ley ordena, de modo objetivo, que se realice el supremo
bien, enlace entre virtud y felicidad. Pero para poder llevar a cabo el supremo bien, que es
del alma, libertad de la voluntad y Dios). E. Colomer señala esto del modo siguiente: “El
mandato de fomentar el bien supremo y la posibilidad del mismo en general son necesarios
esta posibilidad es sólo una condición subjetiva de nuestra razón. El supremo bien no es
91
Enrique M. Ureña, op. cit., p. 89.
58
«pensable» ni «concebible» para la razón, sino bajo el supuesto de Dios y del futuro
mundo inteligible. La necesidad moral de los postulados es, pues, subjetiva, no objetiva.
Fomentar el bien supremo es una ley objetiva del deber. Creer en los presupuestos teóricos
de la posibilidad del bien supremo es una necesidad subjetiva de la razón”92. Ahora bien,
que crea su objeto, sino más bien como un querer admitir la existencia de determinados
objetos. El asentimiento a los postulados constituye así una fe racional pura práctica. Una
objetiva de la ley moral y en la necesidad subjetiva de la razón93. Kant afirma que “una vez
reconocido que la ley moral pura obliga a cada cual irremisiblemente como mandato (no
como regla de prudencia), puede decir bien el hombre honrado: yo quiero que exista un
Dios, quiero que mi existencia en este mundo sea también, fuera del enlace natural, una
existencia en un mundo racional puro; quiero, finalmente, que mi duración sea infinita,
De ahí que en la dinámica misma de la praxis moral los hombres pueden hacer real el
reino de Dios en la tierra. Un reino en el que todos los hombres se traten como fines en sí
mismos. Un reino en el que todos son al mismo tiempo autolegisladores y en el que hasta el
En su esmero por hacer real el supremo bien el sujeto cumple con el deber moral (es un
hombre virtuoso) y solo en base a ese cumplimiento puede convertirse en una persona
digna de felicidad; puesto que como ya se explicó antes, el cumplimiento de la ley moral es
92
E. Colomer, op. cit., p. 240.
93
Ibídem, p. 241.
94
CRPr, p. 199.
59
el fundamento radical del supremo bien, de tal manera que aun cuando el enlace entre
virtud y felicidad constituye el supremo bien, únicamente al llevar una vida virtuosa puedo
[…] cuando se pregunta por el último fin de Dios en la creación del mundo, no ha de decirse la
felicidad de los seres racionales en él, sino el supremo bien, el cual añade a aquel deseo de los
seres racionales aún una condición, a saber, la de ser dignos de la felicidad, es decir, la
moralidad de esos mismos seres racionales, que contiene la única medida, según la cual ellos
pueden esperar llegar a ser partícipes de la felicidad por la mano de un creador sabio […] Pues
nada honra más a Dios que lo más apreciable en el mundo, el respeto por su mandato, la
observancia del santo deber que nos impone su ley, cuando viene a añadirse su magnífica
disposición de coronar tan hermoso orden con la adecuada felicidad95.
En esto, pues, radica el honor de Dios: que el hombre se haga digno de felicidad con el
cumplimiento del deber moral. Como dice Colomer, el Dios de Kant es un Dios moral, un
Dios que está sometido a su sistema moral. Nuestro autor señala que en tanto que el ser
humano es un fin en sí mismo no puede ser utilizado (sólo) como medio ni por el mismo Ser
Supremo.
Que el Dios kantiano es un Dios a la medida de su moral queda bien señalado cuando
afirma que “hay, sin embargo, tres [propiedades] que, exclusivamente y sin adición alguna
de grandeza, son atribuidas a Dios, y las tres son morales: Él es el único santo, único
gobernante (y conservador) y el justo juez, tres cualidades que encierran en sí, todo lo que
Hemos concluido, pues, lo que nos ha llegado como teísmo moral kantiano. La religión
moral se circunscribe a los estrechos límites de la razón. Es la razón pura práctica, por la
95
CRPr, pp. 182-183
96
CRPr, p. 183.
60
vía del faktum moral, la que hace posible inteligir a Dios como ser real. Ciertamente, Dios
no pude ser un objeto de conocimiento, pero la praxis moral nos concede una fe, una fe
moral que postula la existencia de Dios como condición de posibilidad para alcanzar el
bien supremo. Nótese que se habla de Dios como condición de posibilidad, no como
fundamento; puesto que el fundamento del bien supremo se sitúa en la mera razón pura
práctica.
61
CONCLUSIONES
esta facultad consiste en recibir las intuiciones empíricas. En seguida veíamos que los
estructuras a priori del sujeto, es decir, en tanto que los datos empíricos, ordenados
temporal y espacialmente, son sometidos a las categorías puras del entendimiento. Dicha
tarea corre por cuenta del «yo trascendental», que dice Kant. En esto constituye, pues, la
facultad humana de conocer. A partir de esto, constatábamos algo que caía por su propio
peso: en tanto que Dios trasciende los límites kantianos del conocimiento la razón debe
antropológico cartesiano. Descartes aún recurre a Dios para establecer el puente entre el
orden de lo real y el orden del conocimiento. Mientras que Kant no sólo declara la
Pero resulta que la razón siempre quiere romper los límites del conocimiento humano, la
razón quiere trascender las fronteras de nuestro mundo de la experiencia para arribar a lo
que afirma que los tres grandes problemas de la metafísica tradicional se reducen a tres: la
idea de Alma, la idea de Mundo y la idea de Dios. El apartado donde Kant se detiene a
analizar el procedimiento en que incurre la razón para establecer dichas ideas lo denomina
«Dialéctica trascendental». Dialéctica, porque al hacer eso la razón cae en sofismas, puesto
que ha abandonado ya los limites del conocimiento. Trascendental, por que el afán de la
afán anclado en la estructura misma de la razón humana. Pues bien, en esa búsqueda
la razón pura» de la Crítica de la razón pura, Kant analiza (y destruye) tres pruebas
cosmológica y físico-teológica. En general, Kant sostiene que las tres se reducen a una sola:
la prueba ontológica. Esta reza más o menos así: Dios es el ser absolutamente perfecto (el
ens realissimum), por lo tanto, Dios existe, puesto que si careciera de la existencia entonces
no sería el ser absolutamente perfecto. En el fondo, el grave error de este intento de prueba
consiste en que hace un salto indebido desde el plano lógico hasta el plano ontológico. Pero
a pesar de que la razón sea incapaz de demostrar la existencia o inexistencia de Dios, Kant
sostiene que en tanto que idea de la razón pura juega un papel regulador para el
entendimiento humano. Kant afirma, pues, que la idea de Dios es una especie de regla
heurística que guía al conocimiento hacia una unidad sistemática, algo así como una unidad
sistemática de los conocimientos del entendimiento. Dios, pues, es sólo una idea pensable
teórico de la razón, Dios resulta ser incognoscible. Pero resulta que también hay un uso
moral, según Kant, se encuentran en la estructura misma de la razón humana. La ley moral,
dirá este filósofo, está inscrita en la conciencia de cada sujeto. La ley moral es un faktum de
conciencia. En este sentido, persona moral es aquella que cumple con la ley moral porque
la ley es buena en sí misma, por sí misma, y no por sus consecuencias. En esto, pues,
social ni en los deseos de las personas; la moral esta fundada a priori en la conciencia del
sujeto. La ley moral dice así: «Obra de tal modo, que la máxima de tu voluntad pueda valer
cumplimiento del deber por el deber puede llevarnos a creer de un modo racional y
coherente que Dios existe. Por la moral, las meras ideas de la razón teórica revisten
realidad. La razón práctica presupone como real un alma inmortal, una persona libre y un
Dios que nos garantizará la felicidad en tanto que nosotros cumplamos con nuestro deber
moral, es decir, en tanto que nos hagamos dignos de felicidad. Por eso Kant afirma que el
objeto de la ley moral es el supremo bien, es decir, el enlace entre virtud y felicidad. Pero
plenitud, es decir, el hombre que ha vivido virtuosamente (cumpliendo la ley moral) se hace
digno de felicidad y es Dios mismo quien garantiza esa felicidad. Por eso dice Kant que el
fin último de Dios para con los hombres no consiste en que éstos sean felices, sino en que
moral”.
64
Por último, Kant hace de la praxis moral una religión. De ahí que la religión verdadera
es aquella que está fundada en la conciencia moral; esto la hace universal, en tanto que la
ley moral está inscrita en todo sujeto con uso de razón. Las religiones reveladas son
fundan en creencias, mientras que la religión natural o moral está fundada en el imperativo
categórico. En la religión revelada se cumple con la moral porque Dios lo exige; mientras
que en la religión natural se cumple con el deber moral porque está dado a priori por la
razón.
señala, apuesta por la consolidación de un ser humano autónomo y libre en el pensar. Kant
exige al ser humano que se libere de la tutela del otro y que asuma, por sí mismo, la tarea
de pensar. De ahí su profundo empeño por ofrecernos una religión universal: la religión
moral; anclada ésta en la estructura racional de todo sujeto humano. Se trata de una religión
fundada en una persona libre y autónoma. En segundo lugar, una de las debilidades de la
construye una religión moral donde tendrían cabida todos los seres humanos, pero al mismo
tiempo se trata de una moral en extremo formalista. En ella no hay cabida ni para la
sensibilidad y los sentimientos ni para el contexto socio-histórico donde el ser humano hace
su vida. En pocas palabras, el precio a pagar por una moral universal es justamente la
tercer lugar, el llamado de Kant a asumir la “mayoría de edad” en materia religiosa permite
una mayor criticidad hacia los dogmas y hacia la autoridad de la Iglesia. J. A. Estrada llama
65
a Kant “el gran maestro de la Ilustración que pone punto final a una religión de
trata de un Dios que pende de una moral que tiene su fundamento último en una voluntad
resulta ser “algo” incognoscible para la razón humana, pero en el núcleo mismo de ella
afán intrínseco a nuestra razón finita, es decir, un afán legítimo. Kant cree haber resuelto
esa inquietud humana con el uso práctico de la razón, el problema estriba en que el Dios
sistema filosófico. Además, hay que tener en cuenta que el pensamiento de algunos
filósofos actuales asume con seriedad algunos elementos de la filosofía kantiana. Tal es el
BIBLIOGRAFÍA
OBRAS DE KANT:
_La Religión dentro de los límites de la mera Razón. Traducción de Felipe Martínez
Marzoa, Alianza Editorial, Madrid, 1969.
OBRAS EN GENERAL: