1) Las Potestades Administrativas en El Derecho Chileno
1) Las Potestades Administrativas en El Derecho Chileno
1) Las Potestades Administrativas en El Derecho Chileno
ADMINISTRATIVAS EN EL
DERECHO CHILENO.
UN ESTUDIO DOGMÁTICO-JURÍDICO EN TORNO A SU
CONFIGURACIÓN, ESTRUCTURA Y EFECTOS
***
I.-
EL PODER Y LAS POTESTADES
1) EL PODER EN GENERAL
Al empezar el desarrollo de este trabajo, es preciso decir algo siquiera acerca del
poder. Cabe prevenir, desde luego, que dicha temática es inmensa y que resulta imposible
abarcarlo en toda sus multidimensionalidad dentro de los acotados límites de éste, y
sólo se hará referencia del modo que sigue –de manera referencial o esquemática-, con
miras de los precisos objetivos de esta investigación.
En sentido general, el poder es por esencia afán de dominación o necesidad de
imponer a un grupo un modo determinado de entender la convivencia1; así se entiende
que sea definido genéricamente por el Diccionario de la Lengua como “dominio,
imperio, facultad y jurisdicción que alguien tiene para mandar o ejecutar algo”. Luego -
continuando con ideas generales pero avanzando hacia aspectos más precisos-, es
posible decir que el poder es la capacidad de influir sobre las acciones humanas en
virtud de una determinación física (la fuerza); en virtud del control de las ideas y
pasiones (poder ideológico); y a través de la satisfacción de necesidades humanas (poder
económico). Así, esta potencia o energía se proyecta sobre los que obedecen en forma
de autoridad y de coacción; en el primer caso, se trata del elemento espiritual del poder,
y en el segundo del elemento material del mismo.2.
Por cierto, resulta innegable que la historia del poder y de los afanes limitadores
del mismo sea probablemente también parte de la historia misma del Derecho
Administrativo; sin embargo no es este el momento de hacer historia, sino sólo de
ubicar algunos elementos que sirvan para los objetos precisos de este trabajo. No
obstante, resulta ineludible sostener la importancia y utilidad de ello, pues como
inmejorablemente señaló García de Enterría a propósito del análisis del poder en su
funcionalismo, “todo el suculento tema del Estado de Derecho se convierte para los
administrativistas en un conjunto de técnicas concretas y particulares” 3, convirtiendo de
este modo la metafísica en técnica.
Ahora bien, en particular el poder en un sentido político es concebido como la
capacidad de hacerse obedecer, de sujetar a los demás a las decisiones adoptadas, de
mandar o ejecutar una cosa; así, ya en la comunidad política, se erige el Derecho como
una concentración objetiva de poder que concurre con las esferas de libertad que son
delimitadas por éste. En consecuencia, esas reglas de Derecho por un lado determinan
el sometimiento a éste del poder mismo4; y por otro lado, es el marco en el que el poder
individual se manifiesta en esa organización política, a través del derecho subjetivo y sus
facultades. Consecuencialmente, no sólo los particulares, sino que también los poderes
públicos –sus titulares y el poder mismo en definitiva- quedan sometidos a las reglas de
Derecho5.
De este modo, esta fuerza vincula irresistiblemente tanto a los particulares como a
los mismos “poderes públicos” que los detentan, y -al mismo tiempo- los someten. Y
esto tiene su expresión más evidente en las constituciones escritas –la máxima
manifestación del Derecho legislado-, que constituyen el lugar habitual en que se
concreta el balance entre poderes conferidos a los gobernantes y la preservación de las
libertades individuales6.
Enseguida, es posible definir en términos genéricos el poder público como el poder
de creación e imposición unilateral de obligaciones y derechos; por lo dicho, sería una
1 GONZÁLEZ NAVARRO, F. (1995) Derecho Administrativo Español. Tomo I. Barañáin (Pamplona): EUNSA, pp. 60-
61.
2 SUÑÉ LLINÁS, E. (1989) “Sobre el concepto de potestad”. En Gómez Ferrer, Rafael (coordinación). Libro
7 ARIÑO ORTIZ, G. (2011) “Sobre el concepto de Administración Pública y el Derecho Administrativo”. En Ariño
Ortiz, G. Lecciones de Administración (y Políticas Públicas). Madrid: Iustel, pp. 79-80.
8 GONZÁLEZ NAVARRO (1995) 74.
9
GARCÍA DE ENTERRÍA (2004) 49.
10 Que da esta explicación a propósito de la configuración de la potestad jurisdiccional. MONTERO AROCA, J. et al.
Se considera ahora traer a colación esta cuestión, dado que sirve para delimitar la
noción de potestad, que normalmente es construida de frente a la de derecho subjetivo.
Cierto es, sin embargo, que este trabajo no tratará en especial sobre la institución
del derecho subjetivo, pero resulta ineludible referir siquiera alguna conceptualización y
sus caracteres esenciales a objeto de diferenciarlo de uno de los propios del objeto
principal de este trabajo, como es la potestad.
Así, desde los aportes de Santi Romano17 y en todo el desarrollo posterior que se
hace sobre ello, es posible señalar que para definir la potestad es preciso dividir el poder
jurídico en dos esferas: la de las potestades y la de los derechos subjetivos. En este
mismo sentido se pronuncia Cassagne al definir la potestad por contraste con el
derecho subjetivo18.
En efecto, el ámbito de la potestad, sería una esfera cualquiera del poder soberano
del Estado, que por su carácter ordenador de la sociedad se le impone al individuo en
mayor o menor intensidad. Se caracterizan como legales, inalienables, irrenunciables,
intransmisibles, inagotables e imprescriptibles19; notas que más que derivar de las
relaciones con la capacidad, son características que derivan de ella por razones políticas
tendientes a preservar la continuidad y regularidad en el ejercicio del poder.
En cambio el ámbito de los derechos subjetivos sería el propio o específico del poder
individual –un derecho relativo al sujeto-, que corresponde a la esfera de su libertad
individual, y se caracteriza por: tener su origen en una relación jurídica concreta, recaer
15 GARCÍA PELAYO (1991) 1887.
16 WEBER, M. (1984) Economía y sociedad. Esbozo de sociología comprensiva., México D. F.: Fondo de Cultura
Económica, pp. 172-174.
17 ROMANO, S. (2002) Fragmentos de un Diccionario Jurídico, Granada: Comares, pp. 221-258. Es analizado
20
LINDE PANIAGUA, E. (2012) Fundamentos de Derecho Administrativo. Del derecho del poder al derecho de los ciudadanos.
Madrid: UNED-Colex, p. 270.
21 GUZMÁN BRITO, A. (1976) “Presentación”. En Villey, M. Estudios en torno a la noción de derecho subjetivo.
Valparaíso: Ediciones Universitarias de Valparaíso, pp. 11-22; y DE CASTRO CID, B. (2002) Nuevas lecciones de Teoría
del Derecho. Madrid: Editorial Universitas, pp. 306-309.
Como dato adicional, Guzmán en otro estudio abunda sobre el origen de la noción, situándola como una creación
de los canonistas del siglo XII, aunque su éxito sólo vino a producirse en pleno siglo XIX; hasta entonces se
hablaba, a lo sumo, de derecho considerado subjetivamente y objetivamente, y sólo por la autoridad de la obra de
Windscheid comienza el uso masivo de la expresión derecho subjetivo. GUZMÁN BRITO, A. (2003) “Historia de la
denominación del derecho-facultad como „subjetivo‟ ”. Revista de Estudios Histórico-Jurídicos (REHJ), XXV, pp. 407-
443.
22 GUZMÁN (1976) 15.
23 DE CASTRO, F. (1955) Derecho Civil de España. Tomo I. Madrid: Instituto de Estudios Políticos, p. 640.
24 REALE, M. (1993) Introducción al Derecho. Madrid: Ediciones Pirámide, p. 215. Allí postula una concepción
omnicomprensiva de los elementos del derecho subjetivo detectados por él que se resumen en: por un lado, la
posibilidad de pretender algo tal como se halla expresado en la norma; y, por otro, en la posibilidad de que un
sujeto pretenda y exija con garantía que la norma le atribuye.
25 ALESSANDRI, A. / SOMARRIVA, M. / VODANOVIC, H. (1998) Tratado de Derecho Civil: partes preliminar y general.
Dicho todo lo anterior, cabe sostener ahora que la noción de potestad en general y
luego la noción de potestad administrativa en particular, están intrínsecamente involucradas
en el todo el ámbito de las actividades donde se ejerce concretamente el poder público,
lo que se manifiesta en actividad administrativa material o sustantiva realizada, la que se
manifestará en: permisos, autorizaciones, concesiones, licencias, fiscalizaciones,
sanciones, a través de las cuales se ordena un sector o se gestionan riesgos; o se
concretará en ayudas públicas como fomento; o en actividad prestacional de servicio
público lato sensu o reguladora de esas prestaciones.
Por esto, se estima necesario tratar desde una perspectiva más genérica esta
cuestión -que resulta fundamental para lo que se afirmará-, hasta llegar en los próximos
acercamientos a una delimitación específica de las potestades administrativas, materia
particular de este trabajo.
A estos efectos iniciales, se afirma que la potestad consiste precisamente en un
poder jurídico en virtud del cual su titular aparece investido de una autoridad, de la que
se deriva una cierta posición de superioridad o supremacía para su titular, siendo por
consiguiente, una especie del género poder31. Y es necesario señalar esto, toda vez que
no todos los poderes que se proyectan sobre otros sujetos son potestades, de modo que
lo serán únicamente aquellos calificados jurídicamente como tales; lo que por lo demás
es uno de los efectos del establecimiento de las modernas constituciones, por medio de
la institucionalización de poderes gubernamentales dispersos lo que ha terminado
fortaleciendo en definitiva su ejercicio32.
Como ha sido explícitamente reconocido33, el concepto de potestad como figura
jurídica y su proyección al Derecho Administrativo se lo debemos de manera principal
a Romano; y, de acuerdo a lo ya dicho, la potestad supone una derivación de la
soberanía, que atribuye a su titular una posición de superioridad respecto de las
el lenguaje-, con respecto a los derechos subjetivos; por ejemplo la exteriorización de los derechos subjetivos
serían las facultades y en cambio la exteriorización de los poderes serían las potestades. ROMANO (2002) 246.
32
LOUGHLIN (2010) 375.
33 VILLAR PALASÍ, J. L. / VILLAR EZCURRA, J. L. (1999) Principios de Derecho Administrativo. Tomo II. Madrid:
provisión de plaza de Catedrático de Derecho Administrativo en la Universidad de La Laguna. Tomo II. La Laguna:
mecanografiado-autoeditado, p. 44.
37 Por ejemplo la “patria potestad”, regulada en los artículos 243 y siguientes del Código Civil; especialmente en lo
del poder jurídico-administrativo, toda vez que para someter este poder al Derecho lo primero que hay que hacer
es delimitarlo, y para ello debe ser medido. Y una forma de hacerlo, es por medio de la atribución de
competencias a los distintos órganos administrativos, con lo que se concreta el proceso de medición y distribución
de este poder.
45 DE LA CUÉTARA (2011) 131.
46 QUEZADA MELÉNDEZ, J. (1997) Derecho Procesal chileno. La Competencia. Santiago: Imprenta Marcelo Carter, pp.
33-34.
47 QUEZADA (1997) 38.
48 COLOMBO CAMPBELL, J. (2004) La competencia. Santiago: Editorial Jurídica de Chile, p. 18.
49 GUZMÁN (2003) 407-408.
Se adiciona que el Diccionario de la Lengua Española de la Real Academia Española, define derecho como la
facultad de hacer o exigir todo aquello que la ley o la autoridad establece en nuestro favor; y luego define facultad
como el derecho para hacer algo.
actuar en la esfera que la ley ha puesto en la esfera de sus atribuciones, afirmación que
arranca del viejo artículo 10 del COT y se relaciona con artículo 7 de la CPR; o -de
manera técnicamente más adecuada-, agrega que es una institución de Derecho público
que se aplica de preferencia a las funciones jurisdiccional y administrativa, que
distribuye las funciones correspondientes entre sus órganos50.
Enseguida, específicamente en el campo del Derecho Administrativo chileno,
Soto Kloss –a propósito del análisis de la competencia-, ha sostenido que ésta puede ser
definida como el “conjunto de poderes con que el Derecho dota, provee, o habilita, a
un órgano para que actuando éste en la vida de relación de sujeto jurídico (…) impute
unitariamente los efectos de su actuación a este sujeto, y pueda así cumplir los fines
para los cuales ha sido precisamente creado por el legislador”51. Y luego,
desmembrando la noción, y a propósito de la expresión “conjunto de poderes
jurídicos” hace surgir la noción de potestad, conceptualizándola como un poder
jurídico (genérico de supremacía de supraordenación jurídica), finalizado en beneficio
de un tercero que, otorgado directamente por el Derecho, lo mueve a actuar para
satisfacer necesidades públicas52. En fin, caracteriza a estos poderes, señalando que son
configurados y atribuidos por la ley a un órgano específico (determinando su campo de
actuación), de manera tal que lo que se otorga por el ordenamiento jurídico son medidas
de potestades –competencia atributiva, en otras palabras- a un órgano al que se le
atribuyen funciones, o sea ámbito de actividades que debe realizar en ejercicio de estos
poderes jurídicos/potestades53.
A propósito de lo señalado por Soto Kloss, cabe hacer presente que -en términos
estrictos y como se sostuvo precedentemente- en realidad de lo que se habla acá a
propósito de la competencia54, es de los mismos poderes jurídicos a que se ha hecho
referencia en todo este apartado –es decir, de las potestades administrativas-, pero
tratándolas fundamentalmente en su aspecto organizativo, del cual surge
ineludiblemente dicha noción, como una especificación de esa dosis medida ahora
competencial de poder jurídico-administrativo asignado a un órgano; pero esta
perspectiva no es completa o unitaria de la institución, sino que sólo se refiere a la
misma desde una parcialidad.
En el mismo sentido Silva Cimma sostiene ahora que las potestades
administrativas constituyen el conjunto de poderes jurídicos de que está dotada la
Administración para que pueda cumplir sus cometidos55. También igualmente se señala
por Moraga que las potestades administrativas “son medios jurídicos de que se dota a
los órganos de la Administración del Estado para el cumplimiento de los cometidos que
la Constitución y la ley les ha encargado”56, donde se sostiene además que son poderes
de actuación o decisión que se imponen a los órganos administrativos, constituyendo
verdaderos poderes funciones, que no constituyen un privilegio de la Administración
Pública sino que un instrumento al servicio de finalidades públicas, previas y
específicamente establecidas en la Constitución o las leyes57.
Y luego Saavedra sigue esa tendencia al tratarla como potestades de la
Administración, afirma consecuencialmente que el legislador en el marco constitucional
delimita las potestades con distintos grados de concreción a favor de ella58.
Claro está, ambos se refieren a las personas, titulares de sujetos de derechos subjetivos, en especial en su versión
relativa a la capacidad de goce como consustancial al concepto de persona, pues es esencia de ella la posibilidad de
adquirir derechos y obligaciones. LYON PUELMA, A. (2007) Personas naturales. Santiago: Ediciones Universidad
Católica de Chile, p. 172. También en el mismo sentido, FIGUEROA YÁÑEZ, G. (1997) El patrimonio. Santiago:
Editorial Jurídica de Chile, pp. 313-314.
50 COLOMBO (2004) 29-30.
51 SOTO KLOSS, E. (2009) Derecho Administrativo. Temas fundamentales. Santiago: Legal Publishing-Abeledo Perrot, p.
125.
52 SOTO KLOSS (2009) 125-126.
53 SOTO KLOSS (2009) 127.
54 Es decir, algo que compete a alguien en particular.
55 SILVA CIMMA, E. (1996) Derecho Administrativo chileno y comparado. Introducción y Fuentes. Santiago: Editorial Jurídica
de Chile, p. 31.
56
MORAGA KLENNER, C. (2010) Tratado de Derecho Administrativo. La actividad formal de la Administración del Estado.
Santiago: Abeledo Perrot-Legal Publishing, p. 26.
57
MORAGA KLENNER (2010) 26-27.
58
SAAVEDRA FERNÁNDEZ, R. (2011) Discrecionalidad administrativa. Santiago: Abeledo Perrot-Legal Publishing, pp.
12-13.
Ahora bien, claramente de manera más cercana a la perspectiva que se sostiene en
este trabajo sobre las potestades administrativas, Ferrada ha señalado –refiriéndose a
ellas con esta denominación-, que las mismas son los instrumentos ordinarios de
actuación del poder público administrativo, a través de las cuales la Administración
satisface los intereses de la comunidad con pleno respeto a los derechos
fundamentales59. Y esta afirmación la realiza pese a que en nuestro texto constitucional
no están explícitamente reconocidas en términos generales, salvo algunas referencias
organizativas como por lo demás es la regla, pues los textos constitucionales establecen
principalmente misiones y/o mandatos60; sin perjuicio que de manera implícita es
posible reconocer los contornos de éstas y que determinan su estructura, ejercicio y
límites, los que se encuentran en los artículo 1º, 3º, 6º y 7º de la CPR.
En este escenario, se postula en primer término -y aun a pesar de la terminología
usada habitualmente por la ley-, que es preferible hablar de potestad administrativa antes
que de competencia administrativa, puesto que con la utilización de la primera de las
expresiones queda más claro de lo que trata esta institución –una dosis competencial y
medida de poder-, y con la segunda sólo se atiende al carácter parcelado de esos
poderes lo que es solo una de sus notas características. Abundando sobre esta
preferencia –siguiendo en ello ahora a Parejo- es posible sostener que el término
competencia tiene un sentido más restringido que el de potestad, correspondiendo a la
parte o medida de la potestad asignada a un determinado órgano destinatario61.
En segundo término, y como una consecuencia de esta idea y supuesto, además,
un Estado de Derecho por tanto, donde el orden jurídico actúa cómo un moderador
entre el poder público y las pretensiones de los particulares, y también en donde no se
reconoce a ninguna entidad la existencia de poderes genéricos e imprecisos, la potestad
aparece como una especie del género poder jurídico, que se puede identificar en base a
los siguientes caracteres específicos62:
a) es un poder reconocido y otorgado por el ordenamiento jurídico;
b) es un poder que lleva aparejada una situación de sujeción en virtud que una o
varias personas quedan sometidas a la potestad de otra, cuyos actos producen efectos
jurídicos sobre los primeros;
c) se configura como un poder susceptible de aplicación indefinida;
d) constituye un poder que se ejerce en interés de terceros, que se identifica como
una “potestad-función” por lo que se ejerce por parte de los apoderados de dichos
poderes jurídicos en beneficio de la colectividad; y
e) en fin, la potestad implica no sólo la posibilidad de actuación legítima (poder),
sino la obligación de actuar a favor del fin para el que fue concebida (deber).
De ello se deriva que las potestades son de ejercicio obligatorio y por lo mismo,
irrenunciables, intransmisibles e inextinguibles por la voluntar de su titular.
Sintetizando lo expuesto es posible sostener que las potestades consideradas en
general, constituyen un poder concedido por el ordenamiento en interés de terceros y
que implica una situación de sujeción de otros sujetos; y, en particular, las potestades
administrativas constituyen dosis medidas de poder jurídico-administrativo surgidas
desde el ordenamiento jurídico.
Por cierto, como afirma certeramente Ferrada63, la existencia de potestades
administrativas vinculadas a la existencia y atención de intereses públicos
comprometidos en su titularidad y ejercicio constituye una característica de nuestro
sistema administrativo, lo que incluso permite identificar una serie de potestades
clásicas de los poderes públicos, a saber: la potestad ejecutiva, disciplinaria, de mando,
reglamentaria, de ejecución, de revisión de oficio de los actos administrativos o de
revocación e invalidación, y sancionatoria; cuyos deslindes y límites se han discutido
sobre todo a partir de la década inaugurada en 1980 y hasta nuestros días. Pero lo que
59 FERRADA BÓRQUEZ, J.C. (2003 a) “La progresiva constitucionalización del poder público administrativo
chileno: un análisis jurisprudencial”. En Ferrada Bórquez, J. C. (Coordinador). La constitucionalización del Derecho
chileno. Santiago: Editorial Jurídica de Chile, p. 66.
60
LINDE PANIAGUA (2012) 120-133.
61 PAREJO, L. (2003) Derecho Administrativo. Barcelona: Ariel, p. 620.
62 DE LA CUÉTARA. J. M. (1983) La actividad de la Administración. Lecciones de Derecho Administrativo. Madrid: Tecnos,
administrativo chileno”. Revista de Derecho. Universidad Austral de Chile, Vol. XX Nº 2, pp. 76-77.
no se discute es precisamente la existencia de ellas, su origen y la titularidad de las
mismas en un conjunto de sujetos apoderados por el ordenamiento jurídico para ello,
las que encuentran su antecedentes en las misiones y mandatos constitucionales, y la
especificación de ellas en los distintos cuerpos legales que determinan, a través de las
“atribuciones” dadas a los órganos, en esos poderes específicos atribuidos.
II.-
LA ESTRUCTURA DE LAS POTESTADES
ADMINISTRATIVAS
a) Principio de MENSURABILIDAD
EL MARCO DE LA CONSTITUCIÓN
Sin duda alguna que el primer modo a través del cual es posible atribuir
potestades administrativas se encuentra en la Constitución Política, pues ésta de manera
directa establece el marco de posibilidades a todo el conjunto de potestados-titulares de
poderes públicos. Es claro, no obstante, que la Constitución no contiene una norma
general de atribución de potestades, pero sí atribuye algunas potestades específicas y un
deber general de ejercicio y respeto de ellas, en virtud del principio-regla de
juridicidad69.
En efecto, pues a través del complejo derivado del artículo 6 y 7 de la CPR se
traza nuestra “regla de oro del Derecho público chileno”70 -como se suele llamar al
principio-regla allí consagrado-, de lo que se deriva la vinculación positiva de la
Administración a la Ley en sentido amplio, consecuencia de lo cual el sujeto apoderado
de estos poderes públicos no puede hacer más que aquello que se le autoriza.
Al respecto, en una explicación clásica, Soto Kloss señala que “(…) mientras que
en el Derecho Privado el Derecho vincula de modo negativo el actuar de las personas
naturales, dada su autonomía de actuación en tanto prohibición de traspasar o vulnerar
límites, en el Derecho Público se da una vinculación positiva del Derecho respecto de
los sujetos jurídicos que allí actúan, Estado/fisco, Estado/municipio, Estado/empresa
estatal, Estado/instituciones, Estado/fondos, etc., o como se denominen en un
ordenamiento dado, como ocurre en el sistema chileno”71.
Sin perjuicio de ello, es posible que la propia Constitución apodere
específicamente a alguno de los sujetos ya indicados con estas potestades.
Y así, ejemplo evidente de lo anterior, es el artículo 24 de la CPR:
“El gobierno y la administración del Estado corresponde al Presidente de la República, quien es
el Jefe de Estado.
Su autoridad se extiende a todo cuanto tiene por objeto la conservación del orden público en el
exterior y la seguridad externa de la República, de acuerdo con la Constitución y las leyes.
(…)”.
Adicionalmente debe agregarse la amplia potestad normativa, autónoma y de
ejecución, del Presidente de la República en el artículo 32 Nº 6 que dispone:
“Son atribuciones especiales del Presidente de la República:
6º. Ejercer la potestad reglamentaria en todas aquellas materias que no sean propias del dominio
legal, sin perjuicio de la facultad de dictar los demás reglamentos, decretos e instrucciones que crea
convenientes para la ejecución de las leyes”.
En fin, a estas disposiciones deben sumarse a lo menos, las correspondientes a los
artículos 98, 111 y 118 de la CPR relativas o vinculadas a distintos entes públicos, a
quienes se dota de poderes jurídico-administrativos específicos en sus distintos ámbitos
competenciales.
pp. 328-359.
71 SOTO KLOSS, E. (1996) II, 28.
EL MARCO DE LA LEY
Villar Ezcurra, aunque en un sentido de quiebre de la legalidad formal, que es resuelta por la aplicación restringida
del principio de eficacia de la norma a aquellos casos en que no se han explicitado las potestades específicas, sino
que hay cláusulas abiertas de atribución de potestad, lo que en caso alguno pueden implicar un uso abusivo o
ilimitado del poder. VILLAR PALASÍ/ VILLAR EZCURRA (1999) II.18-21. También LINDE PANIAGUA (2012) 272.
Para explicar aquello se ha recurrido a una primera explicación, que se basa en la
autoatribución de potestades, conforme la cual la autoridad administrativa por vía
reglamentaria se podría autohabilitar para actuar o se autoinvestiría de una o varias
potestades. Lo anterior, sin embargo, no es admisible en tanto vulneraría el concepto
mismo de potestad, puesto que consistiendo ésta en la proyección de efectos jurídicos
desde la voluntad de quien la ostenta a la esfera de quienes a ella están sujetos, es
inadmisible que nadie y mucho menos la Administración Pública pueda investirse por sí
misma de ese poder específico.
Luego, en principio, tampoco resultan coherentes con lo explicado previamente
acerca de la legalidad de las atribuciones de la Administración 77 los denominados
poderes inherentes o implícitos de ella, pues romperían el viejo principio de juridicidad
stricto sensu de nuestro ordenamiento; y, adicionalmente, también se quebraría el
principio del veto a la interpretación analógica o expansiva de normas de Derecho
Público, en este caso específicamente de Derecho Administrativo, pues la atribución de
potestades es excepcional en tanto supone restricciones a la libertad individual. Así se
sostiene habitualmente la irreductibilidad del principio que ante lege silente la
Administración carece de poderes, o también el de in dubio pro libertate.
Sin embargo, lo cierto es que en base a la realidad, es posible afirmar que ni el
Derecho escrito ni la voluntad del Poder Legislativo, gozan de la exclusividad de
creación o configuración de las potestades administrativas. En efecto en el Derecho
anglosajón se reconoce que una vez concedida una potestad, esta considera en sí misma
un poder en cuya virtud a la habilitación inicial se le suma todo lo que aún no estando
escrito aparece razonablemente incorporado a ésta, siempre que sea considerado
incidental o consecuente con un poder autorizado previamente por la legislatura,
constituyendo precisamente un poder inherente (“inherent power” en la expresión
inglesa). De este modo este principio de razonabilidad permite que cuando una decisión
administrativa pueda ser tachada de no razonable, y el juez puede declarar su invalidez.
Supuestos de no razonabilidad se encuentran en los casos de injusticia manifiesta, o de
interferencias opresivas y gratuitas en la libertad, los que se vinculan claramente con la
no vulneración de los principios de proporcionalidad y congruencia entre los hechos y
las medidas limitadoras de derechos ya analizados.
De este modo, sería posible reconocer poderes implícitos cada vez que la
atribución que deriva de normas jurídicas concretas y que fija su finalidad, no
contemple medios vinculados con ese fin predeterminado, y éstos sean consistentes con
la costumbre y los principios generales del Derecho a más del respeto por los derechos
subjetivos.
Así, se avanza en la armonización de la juridicidad de las potestades y la existencia
de estas potestades “inherentes” de la Administración.
Ahora, bajo el criterio de la operatividad del Estado de Derecho 78, hay que
entender el recurso a los principios generales del Derecho para explicar la aparente
antinomia señalada precedentemente entre configuración legal y poderes inherentes.
Al respecto cabe señalar que la Administración en primerísimo lugar -y otros
entes potestados- son titulares de evidentes poderes generales de ordenación de ciertos
ámbitos como en el comercio, territorio, tráfico aéreo, recursos hídricos, industria,
agricultura, y minería entre muchos otros; los que la doctrina ha denominado poderes
concomitantes de otros o filiales o derivados de los mismos, y que sería un conjunto de
poderes incluidos en otros o también denominados “poderes inherentes o implícitos” 79,