Cultura Paracas
Cultura Paracas
Cultura Paracas
Índice
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1Ubicación geográfica
2Etimología
3Yacimientos paracas
4Descubrimiento
5División según Tello
o 5.1Paracas Cavernas (700 a. C. - 500 a. C.)
o 5.2Paracas Necrópolis (500 a. C. - 200 d. C.)
6Arquitectura
7Fardos funerarios de los hombres de paracas
8Textilería
9Cerámica
o 9.1Iconografía
10Trepanaciones craneanas
11Referencias
12Enlaces externos
Ubicación geográfica[editar]
La cultura paracas se desarrolló principalmente entre los ríos Ica y Pisco y en la península
de Paracas (Región Ica). En su época de mayor expansión, se extendió por el norte
hasta Chincha y por el sur hasta Yauca en la región Arequipa.
Algunos creen que el principal centro de los paracas pudo estar ubicado en Tajahuana, en
el valle de Ica, por el sector de Ocucaje. Se trataba de un poblado fortificado elevado sobre
la cima de una peña de fácil defensa.
Etimología[editar]
Paracas es una voz quechua que significa lluvia de arena (para, lluvia, y aco, arena), y
alude a los efectos causados por los vientos huracanados que suelen azotar
periódicamente la región, los mismos que arrastran arena y guano de las islas cercanas, y
cubren con ella la superficie a modo de una capa blanquecina.2 Este fenómeno
atmosférico ha dado su nombre a la península de Paracas, y por extensión, a la cultura
preinca descubierta en esa región.
Yacimientos paracas[editar]
Chincha: Bodegas, Lurín, Chincha.
Pisco: Cerro Colorado, Disco Verde, Cabeza Larga, Chongos, Tambo Colorado.
Ica: Teojate, Huamaní, Ocucaje, Callango (Ánimas Altas y Ánimas Bajas), Chiquerillos,
Ullujalla, Tomaluz.
Palpa: Mollaque, Chichictara.
Nasca: Soisongo, Atarco, Trancas, Cahuachi.
Descubrimiento[editar]
La cultura paracas fue descubierta en julio de 1925 por el arqueólogo peruano Julio C.
Tello, frente a la bahía de Paracas y al sur de Pisco. En agosto del mismo año, Tello,
ayudado por su discípulo Toribio Mejía Xesspe, instaló un campamento arqueológico en el
sitio.
El primer cementerio paracas fue hallado por Tello en las colinas de pórfido rojo conocidas
como Cerro Colorado. En total halló 39 tumbas en forma de pozo, que él denominó
“cavernas”, las cuales contenían fardos funerarios envueltos en finos mantos y rodeados
de ceramios, instrumentos de caza, pieles de animales y alimentos.
En 1927, Tello, junto con Mejía Xesspe, descubrió otro cementerio, en Warikayan, muy
cerca de Cerro Colorado, al que denominó Paracas-Necrópolis, donde halló 429 cadáveres
momificados, envueltos cada uno con varios mantos, algunos de los cuales eran muy
espléndidos. Son los célebres mantos paracas, conservados hoy en el MNAAHP.3
Además de esos dos cementerios, Tello identificó en la península de Paracas un tercer
cementerio, al que denominó Arena Blanca o Cabeza Larga, este último nombre debido a
la presencia de cráneos deformados, de forma alargada. Allí, además de tumbas
saqueadas, halló restos de viviendas subterráneas.4
Arquitectura[editar]
Tanto en la península de Paracas como en otros sitios paracas no se han hallado rastros
de arquitectura monumental, a excepción del valle bajo de Ica, donde se encuentran dos
sitios importantes: Ánimas Altas y Ánimas Bajas.
Ánimas Altas abarca un área de 100 hectáreas y está defendida por una muralla alta
hecha con capas de paja y tierra revestida de adobes. Consta de trece estructuras
elevadas de similar orientación y patrón arquitectónico. Algunas de sus paredes presentan
decoraciones hechas en trazos incisos cuando el barro todavía se hallaba húmedo.
Representan a felinos divinizados.
A poca distancia de Ánimas Altas se encuentra Ánimas Bajas, de unas 60 hectáreas de
extensión, conformado por siete montículos rectangulares construidos con adobes hechos
a mano, en forma de bolas o granos de maíz.
Textilería[editar]
Manto Paracas.
Cerámica[editar]
La cerámica paracas presenta un estilo definido y muy vistoso, que se repite fuera de la
península de Paracas, en diversas áreas situadas entre los valles de Chincha, al norte, y el
valle del Río Grande (Palpa), al sur. Para el valle de Ica se ha logrado establecer una larga
secuencia de cerámica, que se inicia en tiempos anteriores a Paracas y termina ya en los
inicios de la cultura Nazca, la cual es conocida como el Estilo Ocucaje, que consta de 10
fases. Cabe destacar que esta secuencia cerámica es la más completa del Formativo
Andino.
La cerámica paracas tiene formas muy variadas: ollas, tazas, platos así como botellas y
vasijas globulares con doble pico vertical unido por gollete puente. Algunas son de forma
escultórica, representando figuras humanas similares a los cuchimilcos de la cultura
Chancay.
En cuanto a la técnica decorativa, esta era así: se delimitaban primero las figuras con
líneas incisas angulosas, trazadas cuando la arcilla todavía estaba húmeda. Tras la
cocción del ceramio se hacía recién el coloreado, para lo cual se usaba pintura resinosa.
Los colores usados mayormente eran el negro, el rojo, el verde, el amarillo y el naranja.
Las figuras representadas muestran proximidad al arte chavín, en especial la
representación de un ser sobrenatural con rasgos de felino, ave y humano, al que se ha
denominado el Felino Volador.
Iconografía[editar]
Las decoraciones de los cerámicos, textiles y las lagenarias o calabazas pirograbadas
presentan una gama de elementos iconográficos. Se repiten constantemente seres
mitológicos como el Ser Oculado y el Felino Volador.
Trepanaciones craneanas[editar]
Existe constancia de que los paracas practicaron operaciones quirúrgicas, especialmente
las llamadas trepanaciones craneanas. Para esta práctica el cirujano paracas usaba fresas
de obsidiana, tumis o cuchillos con filo en forma de medialuna (hechos de una mezcla de
oro y plata), bisturís y pinzas. También usaban algodón, gasas y vendas. Se perforaba el
cráneo con la fresa de obsidiana y se raspaba o excavaba el hueso dañado con el cuchillo,
haciendo un movimiento circular que daba forma circular a la abertura. Realizado el
tratamiento respectivo, se obturaba la abertura con planchas de oro o de mate (calabaza).
Esto permitía que la operación cicatrice sin ningún problema.
Se ha discutido mucho las razones que impulsaron a la realización de esta práctica; se
cree que fueron hechas con la intención de curar fracturas por hundimiento de las paredes
óseas, para el alivio de las cefaleas y el tratamiento de las enfermedades mentales
mediante procedimientos mágicos (posiblemente se creía que al abrir el cráneo salían los
espíritus causantes del mal).6
Muchos cráneos con señales de trepanación indican que las personas sobrevivían a esa
práctica, debido a la presencia de callos óseos en la zona operada, los mismos que solo
se forman al pasar los años en una persona viva.