Sermon 1574
Sermon 1574
Sermon 1574
Yo Era
NO. 1574
SERMÓN PREDICADO POR CHARLES HADDON SPURGEON
EN EL TABERNÁCULO METROPOLITANO, NEWINGTON, LONDRES.
1
todo lo contrario; y encontrarán que uno de los rasgos del carácter
de todo verdadero penitente es la tendencia a ennegrecerse antes
que a enjalbegar sus transgresiones. Algunas veces habla de sí
mismo en términos que otros piensan que han de ser exagerados,
aunque para él y ciertamente para Dios son simplemente
verdaderos. Probablemente hayan leído algunas biografías de John
Bunyan en las que el biógrafo dice que Bunyan forcejeaba con una
mórbida conciencia y que se acusaba de un grado de pecado del cual
no era culpable. Exactamente así es, en opinión del biógrafo, pero no
es así en opinión de John Bunyan, quien, alarmado por una
conciencia sensible, no podía encontrar palabras lo suficientemente
duras para expresar su autorreprobación. Job dijo una vez: “Me
aborrezco”. Esa es una expresión muy dura, pero cuando vio su
propio pecado estando en la presencia de Dios, el varón acerca de
quien el Señor había dicho a Satanás: “No hay otro como él en la
tierra, varón perfecto y recto, temeroso de Dios y apartado del mal”,
ese varón en cuya contra el propio demonio no podía presentar
ninguna acusación, dijo eso cuando vio a Dios. El brillo de la
santidad divina le hizo tan consciente de su pecado que exclamó:
“Mas ahora mis ojos te ven. Por tanto me aborrezco, y me arrepiento
en polvo y ceniza”. Quienes han visto la suma pecaminosidad del
pecado a la luz del Espíritu Santo y han sido llevados a ser
verdaderos penitentes, son las últimas personas que hablan con
levedad del mal. Hablan insistentemente de su propia criminalidad
con muchos términos que expresan cuán grandemente la han
sentido.
2
pone su ofensa en contra de Cristo y de Su iglesia bajo la luz más
potente que puede. Sus enemigos no tienen una acusación tan grave
que hacerle como esa que él voluntariamente presenta en su propia
contra.
3
ocasionando que sufrieran de la misma manera que él y su
compañero Silas sufrieron después en la prisión de Filipos.
4
carácter que pudieras tener saliera de igual manera de tus labios.
“Alábete el extraño, y no tu propia boca; el ajeno, y no los labios
tuyos”; pero cuando exista una acusación que se deba hacer en tu
contra, sé tú el primero en hacerla delante del Dios viviente con
lágrimas de arrepentimiento.
5
es algo maravilloso que se les permita ponerse de pie y hablar del
perdón comprado con sangre; que se les permita hablar de la
santidad aunque sus labios solían hablar de cualquier otro tema
excepto de ese; que se les permita exaltar al Cristo para quien no
tenían ninguna palabra de alabanza hasta hace poco, para quien,
más bien, ustedes sólo tenían palabras de desprecio y escarnio?
Pablo se quedaba pasmado al pensar que él hubiese sido colocado en
el ministerio; y cuando volteo a mirar a mi propia vida antes de
conocer al Señor, me sorprende estar aquí en vista de que durante
mucho tiempo rehusé el amor de mi Señor, desechando Sus favores
y no queriendo aceptar ninguno de ellos. Ah, yo no sabía lo que me
sucedería un día. No me imaginaba entonces que yo estaría de pie
aquí alguna vez para:
Pero pensar que Él me miró, y saber que “A mí” –así como a Pablo-
“me fue dada esta gracia de anunciar entre los gentiles el evangelio
de las inescrutables riquezas de Cristo” me llena de una gratitud que
me induce a postrarme delante de Dios en agradecida adoración.
6
“Habiendo sido” –habiendo sido antes- todo lo que no debí haber
sido, pero la gracia me ha cambiado, y al Dios de gracia sea toda la
gloria. ¿Acaso todos los que aman al Señor no se unirán a mí en esta
expresión de adoradora gratitud?
7
mostraba lo que habían sido y procuraba enseñarles lo que habrían
tenido la probabilidad de ser de no haber sido por su caridad. Si eres
proclive a alzar tu cabeza y a jactarte porque ahora eres un gran
hombre, mira simplemente la efigie de lo que eras antes de que el
Señor te hiciera una nueva creación en Cristo Jesús. Oh, ¿quién
podría decir cuál habría sido esa efigie de no haber sido por la
intervención de la gracia divina? Pienso que dirías lo que dijo un
escocés a Rowland Hill cuando visitaba al buen varón en su estudio.
Se sentó y lo miró, y si han visto su retrato sabrán que el rostro de
Rowland Hill es inolvidable: tiene un peculiar aire cómico. Así que el
escocés respondió en respuesta a la pregunta que le hiciera: “¿qué es
lo que miras?” “He estado estudiando las líneas de su rostro”. “Y
¿qué es lo que percibes?”, preguntó el señor Hill. “Pues bien, que si
la gracia de Dios no le hubiese hecho cristiano, usted habría sido uno
de los peores individuos que viviera jamás”. “¡Ah!”, –dijo el señor
Hill- “esta vez diste en el blanco”. No me sorprendería tampoco que
si algunos de nosotros nos viéramos en el espejo, contemplaríamos
allí a alguien que habría sido un pecador ennegrecido de no ser por
el cambio de corazón que la gracia soberana ha obrado. Esto debería
hacernos muy humildes y muy modestos delante de Dios. Amigos, yo
los invito a que reflexionen en esto, y cuando sientan que comienzan
a inflarse un poco, pinchen la vejiga del necio y perverso orgullo con
la aguja de la conciencia al tiempo que recuerdan lo que solían ser, y
serán mucho mejores si dejan que se escape un poco de gas.
Regresen tan rápidamente como puedan a su verdadera forma, pues
¿qué son ustedes, después de todo? Si son algo que es bueno, o recto
o agradable a los ojos del Señor, aun así tienen que decir: “Por la
gracia de Dios soy lo que soy”.
Bien, esas son dos de las inferencias que resultan de mirar al pasado,
a lo que ustedes eran; la mirada retrospectiva genera gratitud y
nutre la humildad.
8
III. La siguiente inferencia es: EL RECUERDO DE NUESTRA
CONDICIÓN ANTERIOR DEBERÍA RENOVAR EN NOSOTROS UN
GENUINO ARREPENTIMIENTO.
Dense golpes de pecho cuando piensen que fue necesario que Cristo
muriera para que ustedes fueran liberados del pecado y de su castigo
9
y de su poder, y conforme crezca su amor que abunde su aflicción
debido a que tan grande Señor haya tenido que ser crucificado por
ustedes. Oh, pecado, conforme Cristo se nos hace más precioso, tú te
vuelves más odioso, y conforme nuestra alma aprende más de la
hermosura de la santidad, percibe más tu fealdad, y entonces
continuamente te desprecia más y más. Si quieren levantar las
compuertas del arrepentimiento, tomen asiento y recuerden lo que
eran por naturaleza y lo que seguirían siendo si la gracia no hubiese
intervenido. Entonces, sería bueno que dijeran: “Habiendo yo sido
antes blasfemo, perseguidor e injuriador”, o que usaran cualquier
otra expresión que los describa con exactitud, si eso los condujera,
como a Pedro, a salir y llorar amargamente genuinas lágrimas de
arrepentimiento.
IV. Y ahora, en cuarto lugar (pueden ver que sólo tenemos unas
pocas palabras para cada inferencia) LA RETROSPECCIÓN DE
NUESTRAS VIDAS PASADAS DEBERÍA ENCENDER EN
NOSOTROS UN AMOR FERVIENTE por el Señor que nos ha
redimido.
10
a la cantidad de pecado perdonado; pero sí digo que va en
proporción a la conciencia del pecado perdonado. Un hombre
pudiera ser un menor pecador que otro, pero pudiera estar más
consciente de su pecado, y ese será el hombre que amará más a
Cristo. Oh, no olviden lo que eran, no sea que se despreocupen de su
obligación para con Jesús. Ustedes ahora son santos, pero no
siempre lo fueron. Ahora pueden hablar con otros de Cristo, pero
antes no hubieran podido hacerlo ni una sola vez. Ahora pueden
luchar en oración con el ángel y prevalecer, pero antes estaban más
familiarizados con el demonio que con el ángel. En este momento
sus corazones dan testimonio de la presencia del Espíritu Santo en
ustedes, pero no hace mucho tiempo el príncipe del poder del aire
obraba dentro de ustedes y el Espíritu Santo estaba ausente por
completo. Yo les suplico, por tanto, que no olviden esto, no sea que
se olviden de amar a Aquel que ha propiciado este maravilloso
cambio en ustedes. Yo creo que no hay nada mejor que retener un
vívido sentido de la conversión con el objeto de retener un vívido
sentido del amor. No tengan miedo de amar demasiado a Cristo. Veo
que la fría crítica capciosa de esta época objeta cualquier expresión
de amor a Cristo que usamos en nuestros himnos porque dice que
son sensuales. Mi única respuesta a tal habladuría es: ¡Que Dios nos
dé más de esa bendita sensualidad! Yo creo que en vez de disminuir
esas expresiones será una señal de crecimiento en la gracia cuando
sean más abundantes y no si se vuelven tan comunes como para ser
hipócritas; entonces serían repugnantes; pero en tanto que sean
veraces y honestas, yo soy uno que les diría a quienes aman al Señor
que sigan adelante y que canten:
Continúen cantando:
No duden en decir:
11
presente día, no contenta con arrancar la carne doctrinal del cuerpo
espiritual, está buscando ahora sacar con garfios el propio corazón
de la religión, y reducir la experiencia cristiana a una gélida duda de
todo. Guárdense de eso. Crean en algo, y amen algo, pues creer es
vivir, y amar es tener salud. ¡Oh que tuviéramos mucho más amor
que brotara de un sentido profundo e intenso de lo que fuimos antes
y del cambio que Cristo ha obrado en nosotros! “Pero” –dirá alguien-
“yo no sé si un gran cambio ha sido obrado en mí”. No, y hay algunas
personas que nos dicen que no necesitamos ningún cambio. Hay
algunos pedobautistas que predican hoy en día que la mayoría de los
hijos de padres piadosos no necesitan la conversión. La Iglesia de
Inglaterra nos ha enseñado desde hace mucho tiempo la
regeneración bautismal; ahora hay algunos disconformes que
pretenden persuadirnos que no se necesita ninguna regeneración.
Este es un nuevo tipo de doctrina de la que no sé nada, y de la que la
palabra de Dios no sabe nada, y que es inaceptable para nosotros.
Devoraría la propia vida del cristianismo nuestra fe en ella. Los
ancestros piadosos no podrían salvar a ninguno de ustedes, aun si
sus padres y madres y abuelos y abuelas y tatarabuelos y
tatarabuelas y tatara-tatara-tatara-tatarabuelos y tatara-tatara-
tatara-tatarabuelas, todas las generaciones previas que quieran,
aunque todas hubieran sido santas, su fe no les serviría a ustedes de
nada. Tienen que nacer “no de sangre, ni de voluntad de carne, ni de
voluntad de varón, sino de Dios”. “Os es necesario nacer de nuevo”
es tan válido para un hijo como para otro; es tan válido para ti como
lo era de mí, y es tan válido para mí como para el ladrón encerrado
hoy en prisión. Pero algunos de nosotros hemos sido cambiados,
hemos sido lavados, hemos sido justificados y somos santificados en
el nombre del Señor Jesús y por el Espíritu de nuestro Dios.
Trastornarnos ha sido una real obra de gracia, la reversión del curso
de la naturaleza, el volver la noche en día, un volver de los poderes
de nuestro espíritu del dominio de Satanás al dominio de Cristo; y
tenemos que amar y amaremos a Aquel que ha obrado en nosotros
una transformación tan prodigiosa.
12
arrastraba ante los tribunales, y ahora él mismo va y se presenta
delante de los procónsules romanos y delante del propio emperador
romano. Pablo no puede hacer jamás demasiado por Cristo porque
ya hizo mucho por el diablo. Recuerdo a uno que vivía a cuatro o
cinco millas de distancia de un lugar de adoración, que solía decir:
“Vetustas piernas, de nada les sirve a ustedes estar cansadas, pues
tienen la obligación de llevarme. Ustedes solían trasladarme al lugar
de diversión cuando yo servía al demonio pero ahora me llevarán a
la casa de Dios para que pueda adorarle y servirle”. Cuando algunas
veces le tocaba algún asiento incómodo, él solía decir: “Huesos
viejos, no tiene caso que rezonguen; tienen que sentarse aquí o de lo
contrario tendrán que ponerse de pie. Hace años, cuando servía a
Satanás, ustedes toleraban todo tipo de inconvenientes cuando yo
asistía al teatro o iba a cualquier otro centro de perversión; y ustedes
deben estar contentos ahora haciendo lo mismo pero para un mejor
Señor y para un servicio más noble”. Pienso que algunos de nosotros
podríamos sacar una lección de ese anciano, y decirnos: “Vamos,
codicia, tú no vas a impedirme que sirva al Señor. Yo, que solía ser
generoso con el demonio, no tengo ahora la intención de ser tacaño
con Dios”. Si fuera alguna vez tentado de esa manera, daré el doble
de lo que pensaba dar para fastidiar al demonio, pues él no hará lo
que quiera conmigo. Algunos, cuando sirven a Satanás, van como si
cabalgaran en un caballo de carreras y le dan latigazos y espuelazos
para llegar en primer lugar. Cómo están dispuestos a destruir su
cuerpo y su alma en el servicio del maligno; pero si un cristiano se
vuelve muy activo dicen: “Oh, vaya, vaya, está excitado, es un
fanático, y se ha vuelto un entusiasta”. ¿Por qué no habría de
mostrar seriedad? Los siervos del diablo son entusiastas; y ¿por qué
no habrían de ser iguales los siervos de Dios? Príncipe negro,
príncipe negro, tú tienes héroes a tu servicio, pero ¿ha de tener
Cristo a Su servicio a personas carentes de sensibilidad? Ciertamente
si algo puede despertar todos los poderes de nuestra naturaleza, si
algo puede hacer que un cojo salte como una liebre, si algo puede
hacer que un corazón palpitante y trémulo sea osado y valiente por
Cristo, debe ser el amor que Cristo ha mostrado al considerar a unos
seres como éramos nosotros y cambiarnos por Su gracia. “Ah, pero
tú no debes hacer demasiado”, dirá alguien. ¿Has conocido alguna
vez a alguien que hiciera demasiado? Si alguien hiciera demasiado
por Cristo alguna vez, marquemos un lote en el cementerio para
enterrarlo allí. Esa tumba no sería usada nunca; estaría vacía hasta
la venida de Cristo. “Ah, pero podrías tener demasiados hierros en el
fuego”, (tener muchos asuntos entre manos) (1). Depende del
tamaño del fuego. Deja que tu fuego se caliente bien, quiero decir,
que tu corazón se ponga al rojo vivo y que tu naturaleza arda; luego
13
pon todos los hierros que seas capaz de introducir. Mantenlos a
todos al rojo vivo si fuese posible. Sopla y haz que las llamas sean
muy vehementes.
¡Oh, vivir para Dios una vida de celo extático aunque solo fuese por
un breve espacio de tiempo! Sería mejor que cumplir cien años de
una existencia vacía en la que uno va arrastrándose como un caracol
dejando tras de sí un rastro de baba y nada más. Eso sería mucho
mejor que babear, cosa que hacemos a menudo:
VI. Ahora, en sexto lugar, estoy seguro de que otra inferencia que
debería ser extraída es: Si recordáramos lo que fuimos y cómo nos
ha cambiado la gracia, ESO DEBERÍA DARNOS MUCHA
ESPERANZA RESPECTO A OTRAS PERSONAS. Pablo tenía mucha
esperanza pues dice: “Palabra fiel y digna de ser recibida por todos:
que Cristo Jesús vino al mundo para salvar a los pecadores, de los
cuales yo soy el primero. Pero por esto fui recibido a misericordia,
para que Jesucristo mostrase en mí el primero toda su clemencia,
para ejemplo de los que habrían de creer en él para vida eterna”.
Bien, amigo, si tú eres salvo: entonces cualquiera puede serlo. No
deberías desesperar nunca de la salvación de alguien, pues tú te
conoces y sientes que fuiste el más indigno de los hombres; y con
todo, la gracia de Dios realmente te ha conducido a amarle. Bien,
entonces, esa gracia puede posarse en cualquiera. Ya ha caído en el
espacio que menos se pensaba. Ahora, a partir de este momento no
albergues nunca la idea de que es inútil intentar beneficiar a
cualquiera de tus congéneres. Yo recuerdo y de hecho me he
encontrado a menudo con la circunstancia de personas que dicen:
“¿Por qué no le pediste a Fulano de Tal que asistiera a un lugar de
adoración?” “¿Pedirle yo? Oh, nunca pensaría en él”. “¿Por qué no?”
“No serviría de nada”. Es algo muy singular que ese es precisamente
el tipo de personas que, si logras que oigan la palabra, generalmente
son convertidas: las personas que tú crees que no sirve de nada que
asistan. Individuos que han estado acostumbrados a hablar
irrespetuosamente de las cosas religiosas, una vez que caen bajo el
sonido de la verdad, son con frecuencia los primeros en recibir una
bendición. Ese es el tipo de individuos con los que hay que probar,
pues hay alguna esperanza de alcanzar a los seres que tienen tanta
14
necesidad de un Evangelio que podemos proclamarles en la
condición en que se encuentran. Ustedes saben que hay un suelo
virgen allí, así que ese es el preciso lugar para sembrar la buena
simiente del reino. Hay buena pesca en un estanque en el cual no se
ha pescado nunca antes; y he aquí un hombre que no ha sido
endurecido por el Evangelio; no se ha acostumbrado al sonido de la
palabra, como para no tomar nota de cualquier cosa que se le diga.
Tráiganlo; ese es precisamente el hombre que necesitamos: háganlo
entrar. “Pero él es un blasfemo”. Bien, pero si tú eras un blasfemo
antes de tu conversión, no deberías decir nunca nada al respecto.
“Oh, pero él es un hombre muy endurecido”. Sí, pero si tú fuiste
convertido a pesar de lo que eras, no deberías hacer nunca esa
objeción contra nadie. “Oh, pero es un hombre rudo y vulgar”. Bien,
muchos de nosotros no pueden jactarse acerca de una ascendencia
aristocrática. “Oh, pero” –dirá alguien- “es un hombre tan orgulloso,
un hombre tan altivo”; o, “es un hombre rico; es un hombre
orgulloso de sus posesiones”. Sí, pero hay otros como él que han sido
conducidos a entrar; y si bien ese hombre ha pecado de una manera,
tú has pecado de otra manera; y si la gracia de Dios te encontró con
tus seis maneras de pecar puede encontrarse con su media docena
de maneras. Puedes tener la seguridad de que Dios tenía la intención
de que tuviéramos esperanzas respecto a otras personas cuando Él
nos salvó. Mira a ese hombre que sale del hospital. Ha sufrido casi
todas las enfermedades que puedas imaginar, y con todo, ha sido
curado. No es el hombre que fuera a decir: “No sirve de nada entrar
allí pues no obtendrías ningún beneficio siguiendo el tratamiento de
ese doctor”; al contrario, siempre que se encontrara con alguien que
está sufriendo, diría: “Anda y prueba al médico que me curó. Si
puedes conseguir una cama bajo su cuidado, si puedes lograr que te
conozca, puedes estar casi seguro de que vas a curarte; tus
enfermedades no pueden ser peores que la mías, y si él trató mi caso
eficazmente puede tratar el tuyo”. El hombre que ha gustado que
Cristo es clemente y que ha probado en su propio caso el poder
convertidor del Espíritu Santo es quien le hará publicidad a Cristo y
proclamará Su fama por todo el mundo. Oh, yo te ruego, querido
amigo, que no desesperes de nadie. Tú que vas repartiendo
opúsculos: entra en las peores casas; tú que hablas a los más
extraviados en los asilos para indigentes y que los encuentras
moribundos en la enfermería rechazando la palabra al momento que
la predicas, con todo, siguen haciéndolo; sigue haciéndolo. “Nunca
te des por vencido”. Así como el Señor te salvó a ti, la gracia de Dios
puede salvar a cualquiera, sin importar cuán profundamente pudiera
haberse hundido en el pecado; la gracia puede alcanzar incluso al
más vil de los hijos de los hombres.
15
VII. La última inferencia es que LO QUE DIOS HA HECHO POR
NOSOTROS DEBERÍA CONFIRMAR NUESTRA CONFIANZA DE
ACUERDO CON NUESTRA PROPIA EXPERIENCIA, es decir,
nuestra confianza no en nosotros mismos, sino en Dios, que
perfeccionará lo que ha comenzado en nosotros. Si eres un creyente,
para llevarte al cielo no se necesita ni la mitad de la gracia que ya has
recibido para ubicarte donde estás. Tienes que ser perfeccionado;
pero recuerda que fue aquel primer paso el que supuso la dificultad.
Siempre me acuerdo de la leyenda de San Dionisio, que recogió su
cabeza después de que le fuera cortada, y me parece que caminó
cuarenta leguas con ella. Pero una persona ocurrente comentó que
no había problema en caminar cuarenta leguas; la dificultad
estribaba en dar el primer paso. Así era; y así también, toda la
dificultad de la caminata de la fe radica en el primer paso, en ese
primer acercamiento de un corazón muerto con la vida, en esa
primera recuperación de un alma reprobada, de una mente carnal
que está enemistada con Dios, para llevarla a una amistad con Dios.
Bien, eso ya se ha realizado; esa primera grande obra ha sido obrada
en ustedes por Dios el Espíritu Santo, y ahora pueden decir con el
apóstol: “Porque si siendo enemigos, fuimos reconciliados con Dios
por la muerte de su Hijo, mucho más, estando reconciliados,
seremos salvos por su vida”. ¿Piensan que el Señor convierte alguna
vez a un hombre con miras a mostrarle la luz para que regrese otra
vez a las densas tinieblas para siempre? ¿Piensan que deja caer una
chispa de luz celestial en nuestras almas para que se apague y no se
reencienda jamás? ¿Acaso viene y nos enseña a comer el pan
celestial y a beber el agua de vida para luego dejarnos morir de
hambre o morir de sed? ¿Acaso nos hace miembros del cuerpo de
Cristo pero luego permite que nos pudramos y que nos
descompongamos? ¿Nos ha traído hasta aquí para ponernos en
vergüenza? ¿Me ha dado un corazón que clama tras Él y lo anhela
ardientemente; me ha dado un suspirar por alcanzar la perfección,
un hambre interna de todo lo que es santo y verdadero, pero tiene la
intención, después de todo, de abandonarme? No puede ser:
16
Porciones de la Escritura leídas antes del sermón:
Hechos 26 y 1 Timoteo 1; 11-17.
(1) El pastor Spurgeon usa en inglés la siguiente expresión: “Ah, but you may
have too many irons in the fire”. Esa expresión es idiomática e indica “hacer
demasiadas cosas al mismo tiempo”. Opté por la traducción literal para que el
pasaje fuera traducible sin tener que inventar las expresiones equivalentes. Pero
hay que tener en mente el significado de la expresión idiomática.
17