Psicologia de La Personalidad2
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Concepto
En ocasiones, a las teorías se les califica con términos despectivos. “Después de todo”,
dice la gente, “¡No es más que una teoría!” Se acostumbra suponer que son vagas,
abstractas y especulativas; en realidad, meras conjeturas o presentimientos. Todo lo
contrario de los hechos. Es verdad que una teoría no fundamentada en resultados de
investigaciones no pasa de ser una mera suposición. Sin embargo, un enorme volumen
de datos carecerá de significado a menos que estén organizados dentro de algún marco o
contexto explicativo. Una teoría ofrece el marco que simplifica y describe los datos en una
forma lógica. Podemos representarla como una especie de mapa que expresa la
interrelación de los datos: trata de estructurarlos e integrarlos en un patrón.
Las teorías son conjuntos de principios con que explicamos una clase particular de
fenómenos (en nuestro caso, las conductas y experiencias relacionadas con la
personalidad).
Una teoría proporciona un modelo para simplificar y describir los datos en forma
significativa. Las teorías de la personalidad deben ser verificables, aclarar y explicar los
datos, ayudar a entender la conducta y predecirla. Las teorías formales se basan en datos
recabados de la observación de una gran cantidad y varias clases de individuos. Son
objetivas y se prueban varias veces contra la realidad. La primera etapa en la
construcción de una teoría puede ser intuitiva; las ideas basadas en la intuición son
modificadas más tarde por el conocimiento racional y empírico (los resultados de la
investigación y del estudio científico). Hay muchos ejemplos en la historia de la ciencia y
de la psicología de estudiosos a quienes su teoría cegaba al extremo de que perdían la
objetividad. Con todo, el ideal de la objetividad sigue siendo la meta que persiguen los
científicos.
Métodos
Desde que Gordon Allport (1937b) propuso por primera vez los términos idiográfico y
nomotético, los psicólogos de la personalidad han debatido sobre el valor de los dos
enfoques. Los críticos del método idiográfico sostienen que la investigación idiográfica
carece de las reproducciones necesarias y de los controles de la ciencia (Corsini. 1986;
Dregcr, 1986: Eysenck, 1954. 1986; D. N. Robinson, 1984: Skaggs, 1945; Stroud. 1984).
Los críticos del método nomotético, preguntan cómo puede ser la personalidad el estudio
de los individuos si su investigación se basa siempre en grupos. Mientras que algunos
casos de estudio idiográficos parecen más narrativa que ciencia, los defensores de los
métodos idiográficos han sugerido estrategias de investigación para estudiar a los
individuos (I. E. Alexander, 1990; D.J. Bern, 1983: Bern y Funder, 1978). Sin embargo, la
mayor parte de la investigación sobre la personalidad es nomotética.
En pocas palabras, la objetividad de ésta dependerá siempre del tema –la naturaleza
humana tan compleja–, pero las suposiciones reflejarán en gran medida la personalidad y
las experiencias de quien las proponga.
Una tercera cuestión se refiere a la importancia relativa de los sucesos del pasado –
las experiencias de la niñez temprana por ejemplo– en comparación con lo que
ocurre más tarde. ¿Cuáles moldean más la personalidad? Si suponemos, como algunos
teóricos señalan, lo ocurrido en la infancia y la niñez afecta de manera decisiva la
formación de la personalidad, habrá que suponer que en el desarrollo posterior
simplemente maduran los temas básicos sembrados en los primeros años de vida. A esta
perspectiva se le conoce con el nombre de determinismo histórico. La personalidad (se
piensa) queda casi totalmente fija aproximadamente a los cinco años de edad y cambia
poco durante el resto de nuestra existencia. La naturaleza de las experiencias tempranas
determina la personalidad del adulto.
¿Individualidad o universalidad?
¿Tiene la naturaleza humana aspectos individuales o es universal? Es otra cuestión
que divide a los teóricos de la personalidad. Podemos considerar que es tan única que
ninguna acción, ninguna expresión tiene su equivalente en otra persona. De ser así,
carece de sentido comparar a la gente. Otra postura acepta la individualidad, pero la
interpreta partiendo de patrones generales de conducta considerados universales, por lo
menos dentro de una cultura particular.
¿Equilibrio o crecimiento?
Una quinta cuestión se refiere a lo que podríamos llamar las metas supremas y
necesarias de la vida. Los teóricos no concuerdan en qué constituye la principal
motivación en la vida. ¿Funcionamos como máquinas, como una especie de mecanismo
autorregulador, satisfecho siempre que se mantenga cierto equilibrio o balance interno?
¿Actuamos exclusivamente para atender las necesidades físicas, para obtener placer y
evitar el dolor? ¿Consiste la felicidad en reducir el estrés a un nivel mínimo?
Algunos teóricos suponen que el ser humano es algo más que un animal que busca el
placer y atenuar la tensión. Otros piensan que estamos motivados principalmente por la
necesidad de crecer, de realizar plenamente nuestro potencial, de alcanzar niveles cada
vez más altos de autorrealización y desarrollo.
¿Optimismo o pesimismo?
Esta cuestión refleja la idea que los teóricos tienen de la vida. Podemos llamarla
optimismo frente a pesimismo. ¿Es el ser humano esencialmente bueno o malo,
bondadoso o cruel, compasivo o despiadado? Nos hallamos aquí frente a un problema de
ética, un juicio de valor que supuestamente no debería tener cabida en el mundo objetivo
e imparcial de la ciencia. Sin embargo, varios teóricos han intentado con determinismo
histórico contestar esta pregunta y, como veremos más adelante, ésto ha estimulado
abundantes investigaciones. Algunos ofrecen una visión positiva y optimista de la
personalidad, describiendo al hombre como humanitario, altruista y con conciencia social.
Otros encuentran pocas de esas cualidades, ya sea en el individuo, ya sea en la
sociedad.
Los expertos coinciden en que la personalidad no es una entidad estática sino que está
sometida o transformaciones, pero discrepan acerca de la cuantía y de los elementos en
que se opera el cambio. A veces se describen transformaciones dramáticas de la
conducta, atribuidas a sucesos importantes, pero por lo general, los cambios son
graduales y requieren un período más o menos largo de incubación. Las transformaciones
de la personalidad se realizan dentro de ciertos límites, como los determinados por los
factores biológicos, el aprendizaje y otras circunstancias socioculturales. Por ello a pesar,
de los cambios, la persona se experimenta a sí misma como idéntica a lo largo del tiempo.