Legado Catequetico
Legado Catequetico
Legado Catequetico
ROMA 2009
INTRODUCCIÓN
2
capítulo está centrado en los retos que se presentan hoy p ara la misión apostólica de las
Carmelitas Misioneras, partiendo de una experiencia intensamente vivida y legada del P.
Palau y, de los últimos aportes, al mejoramiento del servicio catequístico dentro de la
Iglesia.
Esta profundización tiene como fuente, básicamente, las páginas periodísticas
publicadas y las cartas remitidas por el P. Palau entre los años 1851-1854, época en la que
actuó con intensidad su dimensión catequística. La razón fundamental es demostrar que la
acción catequística del P. Palau, desarrollada en San Agustín, no fue improvisada en sus
inicios y, mucho menos, en su defensa; sino que fue estudiada, propuesta y puesta en
práctica desde su concepción hasta su prohibición. Esto no quiere decir que se hayan
omitido sus grandes obras en el ámbito de la catequesis, como lo fueron: el Catecismo de
la Virtud y la Escuela de la Virtud Vindicada. Al contrario, se ha querido resaltar la riqueza
pastoral, que encierran las páginas periodísticas, en su contenido. Lejos de pretender dar
afirmaciones conclusivas, esta profundización tiene la finalidad de “estar abierta” a una
posterior profundización o investigación, convirtiéndose así en una base o fuente para
nuevos trabajos. De hecho, puede ser utilizada para motivar otras propuestas de estudio
Palautiano y/o favorecer vinculaciones significativas con otros temas catequéticos.
Antes de iniciar el desarrollo de los capítulos propuestos, creo conveniente
presentar y precisar algunos aspectos significativos de las distintas etapas de la vida
temporal del Beato Francisco Palau y Quer, para el cual me he servido de la información
recogida en la Positio por la Sagrada Congregación para la causa de los santos:
Nace en Aytona (diócesis de Lérida-España) el 29 de diciembre de 1811, sus padres
José y María Antonia. Séptimo de nueve hijos, es bautizado el mismo día del nacimiento y
recibe el sacramento de la confirmación el 11 de abril de 1817. A los 17 años, en el 1828,
entra en el seminario de Lérida, donde permanece por cuatro años preparándose para el
sacerdocio.
Persuadido de la llamada a la vida religiosa, abandona el seminario y, en 1832,
entra en los Carmelitas Descalzos en Barcelona, tomando el nombre religioso de Francisco
de Jesús María y José. El 25 de junio de 1835 se ve obligado a interrumpirles
inesperadamente, ya que es expulsado violentamente del convento a causa de la revolución
3
desatada. A consecuencia de la supresión o expropiación de los conventos de la Orden
Carmelitana, no pudo continuar la vida claustral, pero se mantuvo siempre fiel a su
vocación religiosa. Convencido de poderla realizar como sacerdote, acepta la ordenación
presbiteral que le es conferida en Barbastro (Huesca-España) el 2 de abril de 1836 por el
Obispo Mons. Santiago Fort y Puig. Los acontecimientos políticos de España interrumpen
bruscamente su actividad apostólica, obligándolo, desde 1840 a 1851, al exilio en Francia.
En 1851 regresa definitivamente a España y se incardina en la diócesis de
Barcelona, retomando su actividad sacerdotal. Hombre emprendedor y dinámico, funda y
dirige en la parroquia San Agustín de Barcelona, la Escuela de la Virtud, grandiosa obra
catequística, con la que obtiene extraordinarios frutos de revangelización. Acusada
injustamente de estar implicada en los desordenes sociales, surgidos en la ciudad, en marzo
de 1854 la Escuela es cerrada por las autoridades civiles y su director, P. Francisco Palau,
es confinado en la isla de Ibiza. Permanece exiliado seis largos años, hasta 1860, entregado
a la vida solitaria, a la contemplación del misterio de la Iglesia, la propagación de la
devoción mariana y la evangelización de la isla. Reconocida su inocencia y recuperada la
libertad de acción, se dona con entusiasmo al servicio de la Iglesia en diversos campos. En
un primer momento concentra sus energías en la predicación del Evangelio en las grandes
ciudades, como Madrid, Barcelona, Palma de Mallorca, Ciudadela, entre otras.
Al termino de sus compromisos de predicación en Ciudadela, en 1860, una
particular luz sobrenatural lo trasforma. Se le manifiesta todo el misterio de comunión de
la Iglesia como Cuerpo Místico de Cristo. Concibe su vida como una misión para amarla y
para gritar al mundo su belleza y su misterio: «Tu sabes, Iglesia santa, que si vivo, vivo por
ti». Dedica infatigablemente, sin cansarse, los últimos años de su vida a un apostolado
siempre más diversificado y comprometedor. Casi al mismo tiempo se ocupa de la
fundación de su familia religiosa, el Carmelo Misionero en sus dos ramas: masculina y
femenina. Asociando algunas tentativas realizadas, antes en Francia y después en Lérida y
Aytona, a partir de 1860 logra reunir algunas comunidades en las islas Baleares y en
Cataluña.
A partir de 1864 se dedica, con la pasión eclesial que lo caracteriza, a otro
apostolado de gran empeño e sacrificio: el exorcistado. En 1866 viaja a Roma para
4
exponerle al Papa Pío IX sus preocupaciones al respecto. Durante su permanencia en Roma
(diciembre 1866-marzo1867) el Superior de los Carmelitas Descalzos lo nombra Director
de los Terciarios de la Orden en España. Esto da consistencia legal a su renovado empeño
de vida religiosa, que lo lleva a fundar el Carmelo Misionero, que hoy perdura en dos
Congregaciones: las Carmelitas Misioneras y las Carmelitas Misioneras Teresianas. El 20
de marzo de 1872, rodeado de un grupo de hijos e hijas espirituales, entra en la paz de los
justos, pronunciando su última invocación a la Iglesia, que evoca la exclamación final de
su santa madre Teresa de Jesús: «¡Cuan dulce, cuan agradable, cuan delicioso debe ser el
descanso en los brazos de una Madre Virgen y pura como es la Iglesia triunfante!». El 24
de abril de 1988, el Papa Juan Pablo II lo proclamó beato, en la Plaza de San Pedro en
Roma.
5
CAPITULO I: LA CATEQUESIS EN LA EDAD MODERNA
Llamamos edad moderna, el periodo que va desde comienzos del siglo XVI hasta el
inicio del siglo XX. Una primera etapa de este periodo, corresponde a la época llamada de
la reforma y la contrarreforma, que llega hasta la primera mitad del siglo XVIII Los
principales acontecimientos que vive la Iglesia en estos años son, el descubrimiento y la
evangelización de la America, la reforma protestante iniciada por Lutero, y la reacción de
la Iglesia católica, llamada contrarreforma, cuyo eje principal fue el concilio de Trento.
Los siglos posteriores se caracterizan por la puesta en práctica de los decretos del
concilio de Trento, las controversias con los protestantes, las influencias ce la ilustración –
corriente de pensamiento que exalta la razón humana–, la fundación de muchas
congregaciones religiosas, entre otras.
Con esta visión general de la época, se quiere hacer caer en la cuenta, cómo el P.
Palau fue heredero de la historia de los pasados siglos y, cómo la experiencia eclesial de
entonces, fue, de alguna manera, maestra en las situaciones que le tocó vivir y afrontar en
el ámbito de la catequesis, por mucho que éstas puedan parecer totalmente inéditas. Así
mismo, ayudará a comprender la respuesta inmediata y eficaz que, en solo tres años (1852-
1854), el P. Palau supo dar a las apremiantes necesidades pastorales de la parroquia de San
Agustín.
6
consiguientes. [...] La forma principal de la instrucción fue, ante todo, la catequesis en las
Iglesias, o enseñanza de la doctrina cristiana, dispuesta para los adultos y que generalmente
tenía lugar los domingos por la tarde»1. Otra disposición conciliar que tuvo posteriormente
gran trascendencia fue la de publicar un catecismo. Este fue proyectado en primer lugar
«para los niños y adultos no instruidos, sacado de las Sagradas Escrituras y de los Padres
fieles a la fe». Sin embargo, después de varios intentos sin resultado, se decidió que el
catecismo fuera dirigido a los párrocos. A este catecismo se le conoció como Catecismo
Romano y fue publicado por San Pío V en 1566.
Los obispos se mostraron solícitos por aplicar las prescripciones del concilio en
materia de catequización de niños y adultos, pero la atención a éstos no tuvo un impulso
fuerte de organización, ni se prestó a la catequesis, en este campo, el interés y estudio que
se requería. Surgieron varias fundaciones de órdenes o cofradías, especialmente dedicadas
a la instrucción religiosa de los niños, más no fueron a la par las iniciativas de la catequesis
de adultos. Con todo esto, la reforma tridentina supuso un esfuerzo serio de
concientización de la necesidad de instrucción religiosa de los niños y de los adultos,
aunque fallaron, en cuanto a éstos, las realizaciones prácticas. El esfuerzo se concretó con
la aparición y multiplicación de los catecismos. 2 En el mismo siglo XVI aparecieron dos
catecismos católicos de gran renombre. Pedro Canisio, jesuita, publicó entre los años 1555
y 1559 uno que tuvo gran difusión en los países de lengua alemana. En Italia, Roberto
Belarmino, también jesuita, publicó otro catecismo en 1597 por mandato del papa. Ambos
fueron editados numerosas veces en los siglos posteriores, hasta el siglo XIX.
A fines del siglo XVI aparecieron en España dos catecismos que tuvieron gran
difusión en todo el país; así como en América y Filipinas, a lo largo de los siglos
posteriores. Jerónimo de Ripalda, jesuita, publicó en 1591 su Doctrina cristiana con una
exposición breve. En 1593 apareció la obra de Gaspar de Astete, también jesuita, titulada
Doctrina cristiana y documentos de crianza. Ambos catecismos, con más de mil ediciones,
presidieron toda la acción catequética en España hasta 1957, en que los obispos publicaron
el Catecismo Nacional en tres grados. La influencia del Astete y del Ripalda ha sido muy
1
A. JUNGMANN, Catequética. Finalidad y método de la instrucción religiosa, Barcelona 1961, 34.
2
Cf. L. ORTEGA, Una catequesis de adultos: La escuela de la virtud (1851-1854), Editorial de Espiritualidad, Madrid
1988, 82-84.
7
grande, no solo en cuanto que, pueden considerarse el único vehículo de instrucción
cristiana, que han utilizado todas las generaciones de cristianos españoles durante, tres
siglos y medio, sino también porque su estilo, sus acentos y sus mismas carencias y
omisiones, han configurado la visión religiosa de los españoles durante todo este período
8
rigurosa y permanente. La educación religiosa debía ser disciplinada y seria, sin ninguna
concesión a la bondad y a la cordialidad.
9
CAPITULO II: RASGOS CARACTERÍSTICOS DEL SER CATEQUÉTICO DEL
PADRE PALAU
3
CONCILIO ECUMÉNICO VATICANO II, Decreto sobre el ministerio y la vida sacerdotal PresbyterorumOrdinis (7
diciembre 1965), n. 4.
4
F. PALAU Y QUER, «Cartas», en E. PACHO, Francisco Palau Escritos, Editorial Monte Carmelo, Burgos 1997, 1032.
5
IDEM, «Escuela de la Virtud Vindicada», 403.
10
Sabiendo, por otra parte, que su «sacerdocio ministerial» estaba al servicio del
«sacerdocio común de los fieles», fomentó la vocación y la tarea de los catequistas,
ayudándoles a realizar una función que brota del Bautismo y se ejerce en virtud de una
misión que la Iglesia les confía: «La Junta Directiva de la Escuela estará compuesta de un
presidente, que será el Obispo de la diócesis donde se instale la Escuela; de un
Vicepresidente, que será el Cura Párroco de la iglesia donde la Escuela tenga sus
funciones; un Director, que ordene las funciones y ejercicios; cuatro catedráticos que por
turno expliquen la doctrina cristiana, o el Catecismo de las Virtudes; un secretario, también
eclesiástico, que tome los nombres de los individuos que se ofrezcan a asistir a las
instrucciones, y cuatro individuos seculares»6. El P. Palau llevó a cabo, de esta manera, la
recomendación que el Concilio Vaticano II hace actualmente, cuando pide a los presbíteros
que «reconozcan y promuevan la dignidad de los laicos y la parte que les corresponde en la
misión de la Iglesia»7.
6
F. PALAU Y QUER, «Páginas Periodísticas», 1541.
7
CONCILIO ECUMÉNICO VATICANO II, PresbyterorumOrdinis, 9b.
8
F. PALAU Y QUER, «Páginas Periodísticas», 1473.
9
IDEM, «Escuela de la Virtud Vindicada», 406.
11
El P. Palau fue intrínsecamente un mediador que facilitó la comunicación entre los
fieles cristianos de San Agustín y el misterio de Dios, así como la de los hombres entre sí y
con la comunidad. Tenemos la prueba, en el esfuerzo continuo para que su formación
cultural, su condición social y su estilo de vida, no fueran obstáculo al camino de la fe,
creando condiciones favorables, para que el mensaje cristiano fuera buscado, acogido y
profundizado: «Es una necesidad absoluta enseñar los rudimentos de la fe, lo es también
explicar el Catecismo de la Doctrina Cristiana, extendiéndose sobre la explicación de los
misterios, […] pero además, es de una necesidad extrema abrir escuelas públicas en las que
en los días festivos se invite al pueblo y se le propongan los nombres de la virtudes que son
la vida, la riqueza y la gloria del espíritu»10.
En ningún momento el P. Palau olvidó, que la adhesión de fe de los alumnos de la
Escuela de la Virtud, era fruto de la gracia y de la libertad, y por eso procuró que su
actividad catequética estuviera siempre, sostenida por la fe en el Espíritu Santo y por la
oración: «invocada la asistencia del Espíritu Santo, se principia la conferencia [...]
concluida la conferencia, cantan todos al Señor Dios de las Virtudes en acción de gracias;
luego el ‹Laudate› y ‹Quam dilecta tabernacula tua Domine virtutum› (Salmos 116,1 y
83,2)»11. Terminada la acción catequística de un año, invitará al reconocimiento de la
acción de Dios Padre, Hijo y Espíritu, así como a la acción de gracias: «la gratitud nos
impone un deber y mañana lo cumplirá. El director reasumirá las materias de que se ha
tratado en el curso, y a ésto seguirá un voto de gracias al Señor Dios de las virtudes por los
favores dispensados en este curso. Se cantará el salmo «Quam dilecta» etc., y, concluido
éste, D. Eduardo María Vilarrasa dará las gracias en nombre de la Escuela a todos los que
han cooperado en sostenerla, terminará la función con un solemne Te Deum, los gozos y la
despedida a la Virgen»12.
Finalmente, para el P. Palau tenía una importancia esencial la relación personal
entre el catequista y el catequizando. Esta relación se vio nutrida por el ardor educativo y
la aguda creatividad de adaptación «En estas escuelas apologéticas acomódese la doctrina a
su capacidad, sin defraudar a los ignorantes de la parte que les debe la enseñanza religiosa,
10
IDEM, «Páginas Periodísticas», 1546.
11
Ibidem, 1531.
12
Ibidem, 1513.
12
y en éstas tendrán ocasión de oír de boca de sus pastores las verdades de la Religión»13, así
como por el respeto máximo a la libertad y a la maduración de las personas.14
13
intervención divina en general, o a formas particulares de la misma. Destacan, entre otras,
la asistencia de la Virgen María, como en la Escuela de la Virtud, puesta bajo su protección
y presidencia. Al trazar su retrato, un testigo asegura que poseía una voz potente, pero
«más potente que su voz era su fe y su celo apostólico... ¡sí, mucho más!».16
Contando con la más absoluta confianza en Dios, no hallaba obstáculos que le
detuviesen en su servicio a la Iglesia. La injusta supresión de la Escuela de la Virtud y de
sus primeros intentos fundacionales de Lérida y Aytona, rompieron una vez más el cauce
normal de su vida, colocándole en el desamparo de todo lo humano. Aceptó con confianza
su situación de abandono y persecución, pidiendo a Dios que le iluminase en el camino a
seguir. Si buscó ayuda para que se hiciese justicia a su causa y se le concediese libertad,
terminó sus exposiciones dejando el resultado en las manos de la providencia: «Si V. E. –
escribe a san Antonio María Claret- juzga inoportuno ocuparse de esta causa, no por esto lo
tomaré a mala parte, pues que en estos asuntos yo adoro y adoraré los decretos de la
providencia»17.
Ante todo, debe recordarse, que en su vida y en su pensamiento superó la dualidad
amor a Dios y amor al prójimo, gracias a su visión profunda de la Iglesia, unidad
misteriosa de todos los miembros del Cuerpo Místico. Cristo Cabeza y los miembros –los
hermanos- forman una unidad indisoluble. La Escuela de la Virtud fue un continuo acto de
caridad, que le impuso arduos trabajos y penalidades, con el único fin de corregir errores y
mejorar las costumbres del pueblo cristiano. Su acción no se redujo a eliminar el vicio con
la enseñanza de la doctrina cristiana. Intervino ante las autoridades para que se
construyesen iglesias en las barriadas que se formaban alrededor de Barcelona, habitadas
principalmente por las clases obreras.18
16
Ibidem, LXXII–LXXVI.
17
Ibidem, LXXVII–LXXVIII.
18
Ibidem, LXXX–LXXXIX.
14
CAPITULO III: CATEQUESIS PALAUTIANA AL SERVICIO DE LA EDUCACIÓN
PERMANENTE DE LA FE
19
F. PALAU Y QUER, «Escuela de la Virtud Vindicada», 404.
20
JUAN PABLO II, Exhortación apostólica Catechesi Tradendae (16 octubre 1979), AAS 71 (1979), 24.
21
F. PALAU Y QUER, «Páginas Periodísticas», 1563.
15
auxiliares [...] son alumnos de la escuela católica todos los bautizados; nuestra Escuela,
que pertenece a ella, se ha propuesto, y no puede ser otra su misión, educar a todas las
clases adultas del pueblo católico, enseñándoles todos los deberes que les prescribe la
religión»22. De las formas múltiples de catequesis permanente que se proponen hoy, se
puede observar claramente que, el P. Palau, ya hacía uso de algunas como respuesta a las
exigencias de la época, estas son algunas de ellas:
El estudio y profundización de la Sagrada Escritura leída, no solo en la Iglesia, sino
con la Iglesia y su fe siempre viva. Ayudando a descubrir la verdad divina, de forma que
suscitara una respuesta de fe: «Estábamos fijos, aún lo estamos, en una sola cosa, y era el
objeto de esta misión, a saber: en anunciar y predicar el Evangelio de Nuestro Señor
Jesucristo y enseñar sus doctrinas»23.
La lectura cristiana de los acontecimientos, que viene exigida por la vocación
misionera de la comunidad cristiana: «Nosotros no nos creemos mejores que los isleños de
Cuba; sería bien incrédulo el que no viera en el terremoto, que ha convertido casi en ruinas
la capital de la isla, señales de enojo y de ira en un Dios infinitamente justo y bueno [...] El
sermón que está a cargo del Dr. Ventalló, tendrá por materia probar que ‹el terremoto, la
guerra, la peste, el hambre, y otras calamidades públicas son verdaderos azotes con que la
Divina Justicia castiga los crímenes públicos y escandalosos› (Catecismo, lec. 47)»24.
La catequesis ocasional que, ante determinadas circunstancias de la vida personal,
familiar, eclesial y social, trata de ayudar a interpretarlas y vivirlas desde la fe: «Invitamos
otra vez a los alumnos de esta Escuela para que asistan a las rogativas que juntos haremos
mañana por la prosperidad de la paz de la Iglesia y de los reinos agitados. El sermón será
sobre aquello del profeta Ezequiel ‹Si gladium induxero super terram illam› etc. (29, 8)»25.
La profundización sistemática del mensaje cristiano, por medio de una enseñanza
teológica, que eduque realmente en la fe, haga crecer en la inteligencia de la misma y
capacite al cristiano para dar razón de su esperanza en el mundo actual: «Siendo atacada
nuestra fe, siendo combatida públicamente, la Escuela de la Virtud se impone a sí misma el
22
Ibidem, 1515.
23
F. PALAU Y QUER, «Escuela de la Virtud Vindicada», 425.
24
F. PALAU Y QUER, «Páginas Periodísticas», 1456.
25
Ibidem, 1525.
16
deber sagrado de hacer de ella y de los fundamentos en que se apoya un auto público,
formal y solemne. Invita a todos los fieles a unirse con los alumnos para hacer a voz
unánime una profesión de la fe, que la tradición divina nos propone en orden a la Iglesia de
Dios, y de los misterios que esta, como columna inmóvil de verdad, nos manda creer. El
director de la Escuela hará una platica preparatoria para dicho acto»26.
26
Ibidem, 1464.
27
JUAN PABLO II, Catechesi Tradendae, 20c. Cfr. también DGC, nº 80.
28
F. PALAU Y QUER, «Escuela de la Virtud Vindicada», 425. Cfr. DGC, nº 82.
17
La finalidad de la catequesis se realiza a través de diversas tareas, mutuamente
implicadas, que se inspiran ciertamente en el modo con el que Jesús formaba a sus
discípulos. El P. Palau supo cultivar cada una de estas dimensiones, en los fieles de la
parroquia de San Agustín, a través de una acción catequística integral e integradora en sus
contenidos y en su praxis:
29
F. PALAU Y QUER, «Páginas Periodísticas», 1546. Cfr. DGC, nº 85.
30
Ibidem, 1472.
31
Ibidem, 1492.
18
comunitario, la captación recta del significado de los símbolos; ya que todo ello era
necesario para que existiera una vida litúrgica activa, de hecho, uno de los aspectos que lo
demuestra claramente, fue la adaptación a los tiempos litúrgicos fuertes: durante la Semana
Santa y Tiempo Pascual se interrumpía el ciclo normal de lecciones para instruir a los
alumnos en los misterios propios del tiempo, completándolo con celebraciones litúrgicas
correspondientes, hasta reemprender el curso ordinario, tras la celebración de la octava de
Pentecostés, en que se explicaban los dones del Espíritu Santo. He aquí algunas citas que
lo demuestran: «La Escuela de la Virtud, mañana, a las tres de la tarde en punto, principiará
la función del lavatorio bajo el orden y según las ceremonias prescritas por la Iglesia [...] A
este acto seguirá el sermón sobre la cena, que predicará el mismo que ha lavado los pies a
sus alumnos»32; «Nuestra Escuela en la iglesia parroquial de San Agustín celebrará la fiesta
de Pentecostés bajo el orden que sigue [...] Concluido el sermón, se cantarán las Letanías
Lauretanas»33; «La fiesta de la Asunción de Nuestra Señora la Virgen María, si es
solemnísima para todos los hijos de la Iglesia, lo será, por consiguiente, para los alumnos
de la Escuela de la Virtud»34.
32
Ibidem, 1435.
33
Ibidem, 1441.
34
Ibidem, 1450. Cfr. DGC, nº 85.
35
F. PALAU Y QUER, «Escuela de la Virtud Vindicada», 393. Cfr. DGC, nº 85.
36
Ibidem, 402.
19
alumnos emprendieron, así, un camino de transformación interior en el que, participando
del Misterio Pascual del Señor, pasaban del hombre viejo, al hombre nuevo en Cristo.
El Catecismo de las Virtudes, en el que el P. Palau, asumiendo el sermón de la
montaña, le imprime el espíritu de las bienaventuranzas, es una referencia indispensable en
esta formación moral, en aquel entonces tan necesaria. De hecho, la primera sección del
Catecismo de las Virtudes trató sobre la moral cristiana, bajo la forma de virtudes:
«Analizamos bajo la noción de la virtud todas las materias relativas a la moral cristiana»37.
El mismo P. Palau señala los puntos en los que se inspiró y consolidó el plan a seguir: 1º.
Redacción de un Catecismo que fuera ampliación y extensión del Catecismo de niños; 2º.
Elección de Santo Tomás como guía, para explicar la moral bajo la forma de virtud,
partiendo de su propio tratado sobre las virtudes; 3º. No hay virtud, no hay moralidad
verdadera, fuera de aquella que define y enseña la Iglesia católica; 4º. La virtud
contrahecha; 5º. Ilusiones de la vida espiritual del hombre; 6º. Hermosura, belleza, honra,
dignidad y glorias del alma racional; 7º. La nación española y sus relaciones con Dios.38
El Padre pretendía, en su primera sección, una verdadera catequesis moral para los
alumnos de la Escuela. Era el hombre completo, en su vida interna y en sus
manifestaciones externas, el que era objeto de atención y trasformación: «La virtud es una
forma simplicísima, impresa y gravada por el dedo de Dios en la vida del hombre y esa
forma alcanza todos sus actos, internos y externos, privados y públicos»39. También
pretendía, a través de sus objetivos, ser respuesta eficaz a las necesidades concretas del
momento y del hombre; a este objeto, la Escuela debía confrontar «virtud con virtud,
moralidad con moralidad, verdad con error, luz con tinieblas, realidad con sombras, lo
falso con lo verdadero», debía definir y denominar «por los nombres, voces y términos que
le son propios la virtud formal y describir los vicios por sus desastrosas y devastadoras
propiedades»40
20
correrías apostólicas, se propuso enseñar a orar eficazmente, sobre todo por la Iglesia, a
través de un manual, pedagógicamente bien estructurado, que llamó «Lucha del Alma con
Dios», cuya introducción dice textualmente: «¡Ojalá que logremos con nuestros desvelos
adiestrar muchas almas de oración en esta no menos tremenda que interesante y gloriosa
lucha!»41. Con esta obra inició el apostolado de la pluma. Su composición le ocupó los
últimos meses de 1842 y la imprenta de Montauban le publicaba para 1843; exactamente
ocho años antes de comenzar su obra catequística en Barcelona.
Contando con esta premisa, sin lugar a dudas, que la acción catequética
desarrollada por el P. Palau en la Parroquia de San Agustín, se vio impregnada de la
enseñanza oracional, tanto en el aspecto teórico, como en el aspecto practico-experiencial.
De hecho, la lección 19 del Catecismo de las Virtudes muestra claramente la referencia
teórica al aspecto oracional y, en muchos otros momentos de la vida de la Escuela, se
encuentra con frecuencia la invitación a la praxis oracional: «Vengan sin temor los
católicos barceloneses a [...] presentar juntos nuestras suplicas y oraciones al Ser
supremo»42
La comunión con Jesucristo llevó los alumnos de la Escuela a asumir un carácter
orante y contemplativo: «La Escuela es ella misma una orquesta cuyos instrumentos
músicos consisten en sus lenguas, las que, exprimiendo con el canto el fervor de su
corazón, inspira amor a la virtud, único objeto de su reunión»43. Y, de la misma manera, la
acción catequética palautiana en su aspecto comunitario, estuvo penetrada por un clima de
oración que el P. Palau verá reflejado en los siguientes elementos: «Los frutos de justicia y
demás virtudes que ha recogido, el concurso inmenso que ha honrado todas las funciones,
la caridad y celo con que se han ofrecido a trabajar gratuitamente casi todos los oradores de
esta ciudad, la piedad y el fervor con que la sostienen los fieles de ambos sexos»44,
ayudando a que el aprendizaje de la vida cristiana cobrara toda su profundidad.
Este clima se hizo particularmente necesario cuando los alumnos de la Escuela se
enfrentaban a los aspectos más exigentes del Evangelio y se sentían débiles «Continuará
haciendo rogativas por la paz y concordia entre todos los príncipes reinantes, por la
41
F. PALAU Y QUER, «Lucha del Alma con Dios», 30. Cfr. DGC, nº 85.
42
IDEM, «Páginas Periodísticas», 1535.
43
Ibidem, 1531.
44
Ibidem, 1544.
21
extirpación de las herejías, por la propagación y triunfo de nuestra santa Fe católica, y por
las demás necesidades públicas»45, o cuando descubrían —maravillados— la acción de
Dios en sus vidas: «La gratitud nos impone un deber y mañana lo cumplirá. El director
reasumirá las materias de que se ha tratado en el curso, y a esto seguirá un voto de gracias
al Señor Dios de las virtudes por los favores dispensados en este curso. Se cantará el salmo
«Quam dilecta» etc. [...] terminará la función con un solemne Te Deum, los gozos y la
despedida a la Virgen»46.
45
Ibidem, 1525.
46
Ibidem, 1513.
47
JUAN PABLO II, Catechesi Tradendae, 27.
48
CONCILIO ECUMÉNICO VATICANO II, Constitución dogmática sobre la divina revelación Dei Verbum (18 noviembre
1965), 9.
22
admirable al cual consulta constantemente la Iglesia, y del cual saca todo lo que nos manda
creer u obrar: este libro es la Biblia»49.
La Sagrada Tradición «transmite íntegramente a los sucesores de los apóstoles la
Palabra de Dios que fue a éstos confiada por Cristo Señor y por el Espíritu Santo» 50: «Dos
catecismos son necesarios para los fieles: el uno, que es el de la doctrina cristiana, instruye
al hombre sobre las creencias religiosas [...] y le conduce hasta el camino de su salud
espiritual y eterna; puesto ya el primer pie en el camino de la perfección, el otro catecismo,
que es el de las virtudes, le instruye, le dirige y le guía hasta la cima de la montaña santa.
Puesto y conducido el hombre en el camino del cielo por el Catecismo de la doctrina
cristiana, nuestro catecismo le descubre la ciudad santa, los senderos y carreteras que guían
a ella, los precipicios y despeñaderos en los que podría caer; le enseña por fin todo aquello
que debe saber para no extraviarse en el camino de perfección»51.
El Magisterio tiene la función de «interpretar auténticamente la Palabra de Dios» 52:
«Nuestra Escuela estudia y aprende una ciencia, la cual pertenece a todas las clases de la
sociedad [...] Los filósofos y los doctores eclesiásticos han escrito sobre ella con tanta
elocuencia y nos han dejado tantos libros, que forman ya una biblioteca entera [...] La
Suma del Angélico maestro Santo Tomás de Aquino ha merecido tal aprecio de todos los
doctores eclesiásticos»53.
La fuente viva de la Palabra de Dios y las «fuentes» que de ella derivan y en las que
ella se expresa, proporcionaron a la catequesis palautiana los criterios para transmitir su
mensaje a todos aquellos que habían aceptado la invitación de la Escuela de la Virtud:
«basta, para los que quieran ingresar en la misma, que se hallen animados de un santo
deseo de renunciar las pompas de Satanás, de luchar contra los vicios de un mundo
engañador y vacío de verdad, y de seguir el camino de la virtud cristiana, único capaz de
proporcionar el bienestar a la sociedad y de conducir al hombre a la verdadera felicidad»54.
49
F. PALAU Y QUER, «Páginas Periodísticas», 1495.
50
CONCILIO ECUMÉNICO VATICANO II, Dei Verbum, 9.
51
F. PALAU Y QUER, «Páginas Periodísticas», 1430.
52
CONCILIO ECUMÉNICO VATICANO II, Dei Verbum, 10b.
53
F. PALAU Y QUER, «Páginas Periodísticas», 1429.
54
Ibidem, «Páginas Periodísticas», 1527.
23
3.3. DESTINATARIOS DE LA CATEQUESIS PALAUTIANA
La transmisión del mensaje de la fe a los adultos, ha de tener muy en cuenta las
experiencias vividas, los condicionamientos y los desafíos que tales adultos encuentran, así
como sus múltiples interrogantes y necesidades respecto a la fe. En consecuencia cabe
distinguir entre: a) adultos creyentes, que viven con coherencia su opción de fe y desean
sinceramente profundizar en ella; b) adultos bautizados, que no recibieron una catequesis
adecuada; o que no han culminado realmente la iniciación cristiana; o que se han alejado
de la fe, hasta el punto, de que han de ser considerados «cuasi catecúmenos»; c) adultos no
bautizados, que necesitan, en sentido propio, un verdadero catecumenado. También debe
hacerse mención de aquellos adultos que provienen de confesiones cristianas no en plena
comunión con la Iglesia católica.
En la propuesta catequética del P. Palau a los fieles cristianos de la Parroquia de
San Agustín, deja claro dos elementos importantes: por una parte, que los destinatarios son
las personas adultas o las clases adultas como él las llamaba y, por otra parte, que la
enseñanza es para todos sin ninguna clase de distinción. A este punto del discurso, el
mismo dirá: «Nuestra Escuela [...] se ha propuesto, y no puede ser otra su misión, educar a
todas las clases adultas del pueblo católico, enseñándoles todos los deberes que les
prescribe la religión»55. La catequesis palautiana se dirigió a todas las personas adultas que,
en su ser de bautizadas, tenían el derecho y el deber de hacer madurar el germen de la fe
que Dios les había dado: «La Escuela de la virtud era, por consiguiente, aquella enseñanza
cristiana; era aquella educación católica que por derecho natural, divino y eclesiástico se
debe y se da al pueblo en una iglesia parroquial»56; tanto más si estas personas estaban
llamadas a desempeñar responsabilidades sociales de, diverso género, o sometidas a
cambios y crisis profundas.
El P. Palau supo identificar claramente las carencias y necesidades, que en términos
de fe cristiana, exigencias morales y responsabilidad cristiana, presentaban los fieles
adultos de San Agustín; por una parte, porque captó los efectos negativos que estaban
ejerciendo las corrientes filosóficas de la época sobre la feligresía y, por otra, porque supo
leer los signos de los tiempos que, dejaban ver, como consecuencia, la creciente
55
F. PALAU Y QUER, «Páginas Periodísticas», 1515
56
IDEM, «Escuela de la Virtud Vindicada», 403. Cfr. DGC, nº 172.
24
incredulidad y la perdida de valores morales. Es a partir de este conocimiento preciso de la
realidad y del contexto en que se encontraba, que propuso objetivos y contenidos
adecuados, determinó algunas constantes para la exposición, estableció las indicaciones
metodológicas más eficaces, y escogió las formas y modelos adecuados. En otras palabras,
me refiero a la Escuela de la Virtud, la obra catequética palautiana establecida para las
clases adultas de la parroquia San Agustín, con perspectivas de ser instaurada en las
capitales de primer orden. También el Catecismo de las Virtudes prestó un servicio
fundamental a la catequesis de adultos desarrollada por el P. Palau en la Escuela de la
Virtud: «Siendo nuestra Escuela una enseñanza de la doctrina cristiana dirigida a las clases
adultas, nuestro Catecismo había de ser una extensión y ampliación del que aprendimos
cuando niños»57.
25
predicación del evangelio y la enseñanza de sus doctrinas bajo una forma acomodada a las
exigencias de la nación»61.
La parroquia de San Agustín fue un punto de referencia importante para el pueblo
cristiano, incluso para los no practicantes: «Bajo este programa, la iglesia parroquial de
San Agustín de Barcelona fue convertida en una Escuela de Virtud, donde todos los días
festivos se explicaba al pueblo el Catecismo de las Virtudes»62. Ella continuó siendo la
animadora de la catequesis, sin dejar por eso de reconocer que, en ciertas ocasiones, la
parroquia no puede ser el centro de gravitación de toda la función eclesial de catequizar, y
que tenía necesidad de complementarse con otras instituciones: «Para estimular las
familias a la instrucción de la juventud, y de edificarles mediante los actos del culto
público de nuestra Religión, la Junta Directiva de la Escuela de la Virtud ha resuelto
ofrecer a varios colegios de señoritas de esta ciudad las siete virtudes principales, [...]
debiendo cada colegio presentar el nombre de la virtud que se le designe bordado en un
pequeño pendón, poniendo en la otra parte la imagen del titular del colegio»63.
61
F. PALAU Y QUER, «Cartas», 1091.
62
Ibidem, 1072. Cfr. DGC, nº 233.
63
F. PALAU Y QUER, «Páginas Periodísticas», 1536.
64
Ibidem, 1425. Cfr. DGC, nº 211.
26
veces, a miedos y supersticiones: «Es extrema la necesidad que tiene de una iglesia la
parroquia de San Martín de Provenzales [...] Las familias, teniendo su iglesia parroquial a
una distancia muy considerable y no pudiendo acudir a ella sin graves perjuicios, quedan
las más de las veces privadas de oír la palabra divina, y no pueden asistir a los divinos
oficios. Allanadas todas las dificultades que se han presentado, tenemos la satisfacción de
anunciar que el domingo próximo se pondrá la primera piedra con todas las ceremonias y
ritos que previene la Iglesia Romana»65. También la catequesis Palautiana en el medio
urbano tuvo en cuenta una amplia variedad de situaciones, que iban desde las de bienestar,
a las de pobreza y marginación: «La Escuela continuará haciendo rogativas por la paz y
concordia entre todos los príncipes reinantes, por la extirpación de las herejías, por la
propagación y triunfo de nuestra santa Fe católica, y por las demás necesidades públicas.
El sermón versará sobre el mismo asunto»66
Para cada uno de estos ambientes conocidos y vividos, el P. Palau supo pensar en
una catequesis específica, que contribuyera a la educación de la fe, argumentando de viva
voz, durante las conferencias, haciendo públicos sus argumentos a través de la prensa
escrita y estimulando a sus colaboradores a referirse al tema en cuestión durante los
sermones: «La Escuela hará mañana un imparcial y concienzudo examen de las pruebas en
que ciertos escritores apoyan las depresivas calificaciones que se dan a los frailes, pesando
los argumentos que suelen proponer nuestros utopistas»67. Las catequesis en contexto son
una oportunidad para que la persona haga vida o lleve a la práctica, los contenidos teóricos
recibidos. Se trata de aprovechar, fuera de los temas propuestos, acontecimientos que
interesan o incluso condicionan los alumnos, tomándolo como punto de partida para
desarrollar la lección catequética: «Digan y enseñen lo que quieran esas escuelas de
pestilencia, que la Escuela de la Virtud sostendrá siempre como un dogma católico, que el
orar por los vivos y por los muertos es una de las obras de misericordia, de beneficencia y
de caridad, tanto o más necesarias para el bienestar y felicidad social, como enseñar al que
no sabe y socorrer la humanidad doliente»68.
65
Ibidem, 1536
66
Ibidem, 1525. Cfr. DGC, 190-192.
67
Ibidem, 1509
68
Ibidem, 1501
27
A continuación cito otros ejemplo, en los que se observa claramente el
conocimiento e interés del Padre por las necesidades, acontecimientos, hachos y
situaciones concretas, que afectaban el mundo y atañían a todos; así como la forma
creativa de sensibilizar a sus alumnos involucrándolos en experiencias espirituales o de
ayuda humanitaria, que al final se convertían en una catequesis. De hecho, al final de
algunos de los anuncios vemos al Padre enfatizando: «El sermón versará sobre el mismo
asunto»: «La Escuela invita a todo buen católico venga a reunirse con ella para hacer, en
compañía de los alumnos de la misma, un acto tan sagrado, en ocasión en que las tinieblas
de la impiedad e incredulidad cubren la atmósfera espiritual de nuestro país»69; «La
Escuela de la Virtud hizo el domingo último rogativas por la salud de nuestra soberana la
reina doña Isabel II»70; «Nosotros no nos creemos mejores que los isleños de Cuba; sería
bien incrédulo el que no viera en el terremoto, que ha convertido casi en ruinas la capital
de la isla, señales de enojo y de ira en un Dios infinitamente justo y bueno... Para prevenir
tales males, cantó la Escuela este domingo próximo pasado las Letanías Lauretanas a su
excelsa Señora la Virgen María, y continuará sus rogativas los dos domingos que siguen»71
69
Ibidem, 1419.
70
Ibidem, 1530
71
Ibidem, 1456
28
CAPITULO IV: TAREAS FUNDAMENTALES DE LA CATEQUESIS PALAUTIANA
29
Trento. En consecuencia, se generaliza la costumbre de la predicación en las celebraciones
litúrgicas, como forma de luchar contra la ignorancia religiosa, al punto que la única
enseñanza religiosa que los fieles recibían, era a través de la predicación de los domingos y
fiestas; por lo cual, esta predicación fue tomando el carácter de enseñanza didáctica que, en
cortas palabras, solo era una mezcla entre homilía y catequesis
El P. Palau, queriendo establecer una enseñanza religiosa para adultos, logra
dinamizar la predicación del Evangelio, a la vez que separa la acción catequética del
momento homilético; de hecho, él mismo hace una clara distinción entre lo que es la
«Conferencia» y lo que es el «Sermón», palabras utilizadas entonces para referirse a lo que
hoy conocemos como Catequesis y Homilía: «Conferencia no es lo mismo que sermón. En
éste, es uno solo el individuo quien exprime sus sentimientos; en aquella hay conversación
o forma catequética»73. La conferencia o catequesis se dirige a la inteligencia y tiene como
fin instruir y formar al hombre, según el modo de pensar cristiano. El sermón u homilía
afecta inmediatamente a la voluntad y al sentimiento. Acorde con sus objetivos, la Escuela
de la Virtud pretendía cultivar no sólo la inteligencia (verdades cristianas), sino también la
voluntad y afectividad de los asistentes a San Agustín (virtudes teologales y morales).
«El estilo de la conferencia o catequesis, puesto que debía poner de relieve el
elemento racional, era más didáctico. En el sermón, es estilo debía ser más vivaz, para
mover la voluntad»74, es lo que expresará el mismo P. Palau: «En la conferencia se cultivan
las potencias intelectuales, en ella se discute, se discurre, se proponen dificultades, se
disuelven, se pregunta, se responde; este es el modo ordinario de cultivar la parte
intelectual del hombre. Pero esto no basta [...] el sermón; este sirve para acoger los frutos
de la conferencia. En los sermones, la palabra de Dios mueve, dispone y prepara el corazón
del hombre para obrar según las verdades que en su entendimiento han sido grabadas»75. El
mismo orden seguía la Escuela de la Virtud en el desarrollo de las lecciones, terminada la
conferencia catequística tenía lugar el sermón.
73
F. PALAU Y QUER, «Páginas Periodísticas», 1465.
74
L. ORTEGA, Una catequesis de adultos, 85.
75
F. PALAU Y QUER, «Páginas Periodísticas», 1473.
30
Una de las consecuencias generadas por el influjo de la corriente ilustrita fue; por
una parte, la escolarización de los niños que se extendió por muchos países, en algunos
casos, en forma obligatoria y; por la otra parte, que la catequesis quedó incluida dentro de
los planes de estudio pasando a llamarse enseñanza religiosa donde su último responsable
era el Estado. El alto número de niños que no se escolarizaba, por distintas circunstancias,
quedaba igualmente sin catequesis; acentuándose una crecida ignorancia religiosa. Ante
esta realidad, comenzaron a surgir grandes personajes que propusieron como solución la
creación de instituciones que se dedicarán, de manera especial, a la catequesis de los
pobres; el diseño organizativo era perfecto: como todas las escuelas, la catequesis debía
tener su grupo de alumnos, maestro, programa, texto, horario, registro, exámenes,
discusiones, etc.
En este contexto catequético de la época, se debe ubicar el termino «Escuela»
utilizado por el P. Palau, para identificar la acción catequética desarrollada en la parroquia
de San Agustín. La palabra «Escuela», en términos generales y específicos, es aplicable a
todo establecimiento organizado para la enseñanza así como a todo el conjunto de acciones
que tengan por fin instruir y formar, respectivamente. Ambas aplicaciones son válidas en la
experiencia palautiana, de hecho el P. Palau lo muestra con absoluta claridad: «Donde hay
cátedra hay maestros y discípulos, donde hay maestros y discípulos hay Escuela»76
Ejercitándose, el P. Palau, en el ministerio de la predicación: por la necesidad que
hay siempre de enseñar al pueblo la doctrina cristiana y de predicarle el santo Evangelio y,
porque era el medio de enseñanza religiosa fuertemente utilizado en la época para trasmitir
las verdades de la fe a los fieles creyentes, dirá: «la Verdad eterna se ha constituido una
Cátedra en todos los templos erigidos al verdadero Dios [...] De esta cátedra son alumnos
todos los creyentes, y maestros los predicadores del Evangelio». Esto significa que poco a
poco, y partiendo de la experiencia vivida, fue desarrollando una visión escolástica de la
enseñanza religiosa, que aplica inmediatamente a su obra catequética: «Cuando en el
templo, erigido al verdadero Dios, se define la virtud contra el vicio, es aquél verdadera
Escuela de virtud».
76
F. PALAU Y QUER, «Páginas Periodísticas», 1467.
31
4.1.3. Una educación en las virtudes
A raíz de la influencia negativa que ejerció, la corriente de pensamiento llamada
ilustración, sobre el cristianismo, las corrientes de espiritualidad de esta época
desarrollarón dos visiones opuestas: por una parte, la visión optimista y positiva del
hombre redimido por Jesucristo, propia de San Francisco de Sales; por otra parte, la visión
de un hombre corrompido y necesitado de penitencia rigurosa, ante un Dios severo y
exigente, propia del espiritualismo jansenista, nacido en Francia. Esta doble visión
marcará fuertemente su influencia en la catequesis de la época, desarrollando una
catequesis, que acentúa la educación en las virtudes, para llegar a una íntima unión con
Jesucristo y una educación religiosa disciplinada y seria. En este contexto y, no por
casualidad, el P. Palau dirá:
«éste nombre virtud se halla en boca de todos los pueblos, cualquiera que sea su
religión. Todos convienen en calificar de laudables y heroicas ciertas acciones humanas, y
a otras de vituperables»77, reconociendo la generalización del termino en la enseñanza y la
practica espiritual de la época.
«La virtud es la felicidad formal del hombre, por cuanto vincula el alma racional
con el Ser Supremo»78, dando una definición de la virtud en la línea de San Francisco de
Sales e incluso de Santo Tomás.
«Para preservar a nuestra patria de males de tamaño calibre, tomamos el encargo de
definirla, describirla, explicarla y presentarla tan bella como Dios la crió, confrontando con
ella las falsas virtudes y las mal tituladas moralidades de nuestros pseudodoctores y
pseudoescritores»79, sintiéndose urgido a contrarrestar la influencia de la ilustración en
España, especialmente, en la diócesis de Barcelona.
Para el P. Palau, «El objeto propuesto por la Escuela de la Virtud es enseñar la
virtud bajo aquel orden de materias, y estudiarla según el plan de estudios»80. Ess decir,
una formación integral del alumno, que le prepare como persona, para optar libre y
concientemente, por su ser de cristiano; le responsabilice como cristiano en su experiencia
77
F. PALAU Y QUER, «Páginas Periodísticas», 1519.
78
IDEM, «Escuela de la Virtud Vindicada», 410.
79
Ibidem, 411.
80
F. PALAU Y QUER, «Páginas Periodísticas», 1420.
32
relacional con Dios y con los hermanos y, le ayude a elegir y caminar por «la vía recta»
evitando «los excesos y defectos».
El conocimiento adquirido por los alumnos de la Escuela, sobre las verdades de la
fe y las virtudes, no podía quedar en un mero aprendizaje obtenido o enseñanza recibida,
debía volverse experiencia de vida, testimonio de una vida teologal y virtuosa. En otras
palabras, la enseñanza-aprendizaje debía estar acompañada por una ejercitación en la
practica de las virtudes: «El estudio por parte de los alumnos y la enseñanza por parte de
los doctores eclesiásticos serían un trabajo estéril si no hubiese la práctica; la Escuela no se
contentará en estudiar y enseñar las virtudes, dirigirá a más a todos sus alumnos en el
ejercicio y práctica de ellas»81, que era aplicable tanto a los alumnos como a los
eclesiásticos que colaboraban en las conferencias.
81
F. PALAU Y QUER, «Páginas Periodísticas», 1420.
33
bendiga mis proyectos. Yo no estoy todavía resuelto a emprender la predicación. Lo
encomiendo a Dios y le pido me dé su luz para conocer su voluntad» y retado por su celo
apostólico agregará: «Si he bajado de las montañas santas del Carmelo, no es para
descansar en las olas encrespadas y alborotadas del mundo. Eso no. Estoy en la ciudad, no
para aprobar al mundo en sus iniquidades y vanidades, sino para atacarlo y combatirlo»82
La Escuela de la Virtud fue concebida como una catequesis organizada para
adultos. El P. Palau estaba convencido de que las tradicionales formas de predicación no
favorecían la renovación moral y espiritual de la Diócesis, ni permitía al hombre descubrir
su superioridad sobre la técnica y el mundo material. Percibe la urgencia de hacer
descubrir, conocer y amar la sabiduría superior, el bien y la virtud por medios deferentes,
que favorecieran, por una parte, una actitud crítica frente a las ideologías extrañas
provenientes de una filosofía de corte económico y, por otra, una actitud de fe que llevara
al hombre a conocer que su máximo destino y vocación estaban en su realidad de hijo de
Dios. La acomodación a las urgencias de la época exigía una nueva metodología:
«Misiones en España, en la España de hoy significa la predicación del Evangelio en forma
acomodada, adaptada y escogida en las capitales de primer orden, para salvar su fe, la fe
católica, y con la fe los principios de la moral cristiana, puntos ambos horriblemente
impugnados y combatidos teórica y prácticamente»83
El P. Palau concibió la Escuela de la Virtud como un centro difusor de la enseñanza,
que por exigencia divina y humana, esto es, por justicia, debía impartirse al pueblo. Debía
tender a la renovación espiritual del individuo y, con él, al de la sociedad española.
Consideró necesario que el católico seglar adquiriese una cultura moral, acomodada a su
condición y estado, por eso al proponer el método tiene en cuenta al alumno: «Para
metodizar cualquiera enseñanza se han de tener muy conocidas, estudiadas y meditadas las
cualidades, disposiciones, capacidades, exigencias y necesidades de los educandos. Un
error en esta materia haría estéril e infructuosa la doctrina, pues que a esto se ha de atender
al escogerla y ordenarla»84; así, la Escuela de la Virtud es fruto de una madura reflexión
apostólica y de una honda preocupación pastoral.
82
F. PALAU Y QUER, «Cartas», 995.
83
IDEM, «Escuela de la Virtud Vindicada», 399.
84
Ibidem, 406.
34
4.2.1. Carácter diocesano-parroquial de la Acción Catequética Palautiana
Ayer como hoy, en el misterio profético de los obispos, el anuncio misionero y la
catequesis, son dos aspectos íntimamente unidos, y los sacerdotes se convierten en sus
colaboradores directos desde las parroquias. Los obispos son «los primeros responsables de
la catequesis, los catequistas por excelencia»85. La Escuela de la Virtud quiso ser
participación eficaz en la tarea principal del obispo, de hecho, contando con la aprobación
del obispo D. José Domingo Costa y Borrás, se inauguró con carácter diocesano en la
parroquia de San Agustín el Domingo 16 de noviembre de 1851. El comienzo oficial se
celebró a comienzos de 1852, con la participación del prelado, quien bendijo la imagen de
la virgen, que bajo el titulo de Nuestra Señora de las Virtudes, presidiría las funciones de la
Escuela: «El domingo próximo pasado inauguróse, en la Iglesia parroquial de San Agustín,
una asociación con el título de Escuela de la Virtud, bajo la dirección del Rdo. P. D.
Francisco Palau, director de los ejercicios del Colegio episcopal»86.
Convencido de que toda España estaba necesitada de una acción pastoral, escoge
como campo de acción la ciudad de Barcelona: «me presenté en 1851 al Exmo. Sr. Obispo
de Barcelona»87, por ser centro afluyente de toda España en su aspecto cultural, fabril,
industrial, y gran masa obrera. Además, era lugar de incubación e irradiación de las
doctrinas más reaccionarias, provenientes de otros países de Europa, especialmente de
Francia. Recibida la correspondiente autorización y movido por «la necesidad que hay
siempre de enseñar al pueblo la doctrina cristiana y de predicarle el santo Evangelio, me
ofrecí al señor cura párroco de San Agustín como auxiliar en el ministerio de la
predicación»88.
Desde su inauguración, la Escuela de la Virtud fue «erigida en la Iglesia parroquial
de San Agustín de esta ciudad»89, una de las más grandes parroquias de Barcelona. El P.
Palau no quiso que la obra catequística perdiera su carácter parroquial hasta el punto que,
ocupado el templo de San Agustín, la Escuela desarrolló sus lecciones en otras parroquias
de la ciudad barcelonesa, como San José y Santa Mónica. Así lo anunciará en varias
85
JUAN PABLO II, Catechesi Tradendae, 63b. Cfr. DGC, nº 219.
86
F. PALAU Y QUER, «Páginas Periodísticas», 1527.
87
Ibidem, 1560.
88
F. PALAU Y QUER, «Cartas», 1028. Cfr. DGC, nº 257.
89
IDEM, «Páginas Periodísticas», 1425.
35
ocasiones: «la Escuela tendrá sus ejercicios acostumbrados en la iglesia parroquial de Sta.
Mónica»90 y «La Escuela ha celebrado sus funciones en la iglesia de San José por estar la
parroquial de San Agustín ocupada en las fiestas de N. Sra. de la Consolación»91. Con
pleno fundamento el Boletín Eclesiástico llamaba a la Escuela de la Virtud «nuestra
Escuela»92.
Cabe resaltar como el P. Palau no solo se limita a ser el auxiliar del párroco de San
Agustín, sino que trabaja en comunión con él en todo lo concerniente al movimiento
pastoral de la parroquia. Esto se puede ver claramente en la siguiente comunicación a los
alumnos de la Escuela: «Por razón de que la Venerable Congregación de Ntra. Sra. de la
Esperanza tiene mañana por la tarde sus piadosos ejercicios en la iglesia parroquial de San
Agustín, antes que la Escuela principie sus conferencias, atendido el concurso inmenso que
honra ambas funciones, para evitar toda confusión, acordes con el Rdo. Cura Párroco de la
Iglesia hemos convenido en guardar el orden que sigue»93.
90
F. PALAU Y QUER, «Páginas Periodísticas», 1452.
91
Ibidem, 1502.
92
BOLETÍN ECLESIÁSTICO DE BARCELONA, (10 de octubre de 1853), n 2.
93
PALAU Y QUER, «Páginas Periodísticas», 1515.
94
Ibidem, 1439.
36
orden, ni método, se hacen incomprensibles o inapetecibles y por consiguiente
infructuosas. Pero si se escogen las más necesarias e importantes, si se forma de ellas un
cuerpo de materias, si se desarrollan con tiempo, con método y con orden, si se presentan,
explican, combaten y defienden, la verdad queda así revestida de sus propias formas y no
puede menos de atraer a sí al que la contempla. Así lo procura hacer la Escuela de la
Virtud»95
El éxito que desde el comienzo se perfila se debe, por una parte, a la aguda
intención pedagógica del P. Palau, y por otra a la acertada elección de sus colaboradores.
Como fundamento del método «el recto raciocinio» y como forma «la discusión y el libre
examen». Así quiso dar a entender que la Iglesia no se rehúsa al dialogo y que la religión
no entorpece el progreso, males que le achacaba la prensa progresista a la Iglesia. Los
términos « raciocinio», «discusión» y «libre examen» fueron seleccionados y manejados a
propósito, frente a los errores doctrinales y filosóficos, que amparados en estos mismos
vocablos, trataban de imponerse: «El método conferencial catequístico es el que
directamente purga, con la ventilación de las doctrinas, el entendimiento de los errores que
en él haya podido sembrar aquel «inimicus homo» de que nos habla el Salvador en el
Evangelio (Mt.13, 25)»96.
En resumidas cuentas, podemos decir que el método empleado era el escolástico o
especulativo, que fundándose en los principios de la revelación, estudiaba con la razón
iluminada por la fe, las verdades reveladas, y desentrañaba actitudes concretas en orden a
la vida cotidiana: «pudiendo yo, en calidad de Predicador del Evangelio, elegir las formas
(salva la disciplina eclesiástica) que creyera más convenientes, he adoptado el método de
catequista, y si he tomado algún nombre, ha sido solamente para saber a quién dirigirme en
mis preguntas y de ahí ha venido el título de Escuela»97
Programa propuesto: El P. Palau organizó «en dos grandes cuerpos de doctrinas todas la
materias escogidas», haciéndolas coincidir, en su distribución, con la división del año
eclesiástico, en 52 domingos. Estas materias tenían como fuente principal la «Suma
95
Ibidem, 1516. Cfr. DGC, nº 148.
96
Ibidem, 1473.
97
Ibidem, 1563. Cfr. DGC, nº 152-154..
37
Teológica» de Santo Tomás en su tratado sobre las virtudes (1.ª – 2.ª y 2.ª – 2 ªº)
correspondiente a la teología moral
Como texto base para seguir el programa doctrinal de materias, el P. Palau escribió
el «Catecismo de las Virtudes» (del que hablaré ampliamente más adelante), donde
sintetiza, con claridad y sencillez, la Suma tomista. Contiene además una sección
apologética y defensa de las virtudes fundamentales del cristianismo, contra los sistemas
modernos que las combatían. El contenido del Catecismo guarda estrecha relación con la
finalidad y objetivo de la catequesis en su primera concepción y, en cuanto a la forma del
texto, el P. Palau da la razón: «Para acomodarlo a la capacidad de todos, se los ofrezco en
forma de catecismo»98.
98
F. PALAU Y QUER, «Catecismo de las Virtudes», 215.
99
L. ORTEGA, Una catequesis de adultos, 98.
100
F. PALAU Y QUER, «Páginas Periodísticas», 1561.
38
realizarlos: «Ante todo, la Escuela invocará la asistencia del Espíritu Santo cantando a
coros la prosa del himno “Veni Sancti Spiritus”, traducida en lengua castellana; sentados
los alumnos en sus respectivos puestos, uno de los catedráticos preguntará la lección, la
que explicará el director o el presidente. Siendo el concurso muy considerable y grandioso
el templo que sirve de aula, los alumnos que hayan de ser interrogados, subirán a un
púlpito preparado frente la cátedra magistral, a fin de que el pueblo pueda oír las respuestas
y el modo de anunciarse los discípulos sobre la materia de que se trata. Los niños recitarán
la lección semanal literalmente; pero los jóvenes que han hecho ya distinción del bien y del
mal, y que son ya capaces de pronunciar sus discursos, emitir sus opiniones y formar
raciocinios sobre materias que tanto les interesan, éstos, sin ligarse a la letra,
desenvolverán libremente la pregunta que se les dirija. ¡Ojalá su ejemplo estimule a la
juventud extraviada!. Terminada la conferencia, que toda consistirá en preguntas y
respuestas, y en explicaciones sobre materia determinada, se cantará a coros, en acción de
gracias al Señor de las Virtudes, los salmos “Quam dilecta” y “Laudate Dominum” (Sal
83,2 y 116,1). Después de la conferencia, uno de nuestros oradores pronunciará un discurso
moral, análogo a la materia de que se ha tratado en ella. Se dará fin a la función con una
salve solemne cantada por la Escuela, o con las Letanías Lauretanas»101
El curso empezó siguiendo este orden descrito, pero, como bien dice el mismo P.
Palau haciendo historia de la Escuela, «a mediados de este mismo año y el siguiente de
1854, la enseñanza tomó otra forma. Por muchos y gravísimos motivos, que diré en su
puesto, decidí la enseñanza en dos partes: primera, enseñar la doctrina cristiana; segunda,
probar su divinidad»102. De hecho, el periódico El Ancora del 19 de febrero de 1853, al
anunciar los ejercicios para el tiempo de cuaresma, lo hace bajo el siguiente orden: «En
ella se continuará el orden de los demás días; se recitará por los niños la lección que se ha
de explicar, sobre su inteligencia se interrogará a los alumnos, se propondrán y se
disolverán las dificultades, y por último, los jóvenes de mayor capacidad emitirán la
opinión que hayan formado sobre las materias que la filosofía ventila»103.
101
F. PALAU Y QUER, «Páginas Periodísticas», 1467.
102
Ibidem, 1561.
103
Ibidem, 1472.
39
Evaluación anual: El P. Palau mantuvo fundamentalmente la organización inicial y los
objetivos que perseguía. Sin embargo «la Escuela nació sujeta a revisión y adaptación
anual, al final de cada curso se debían valorar y se evaluaron el método, el programa y los
frutos, a base de las experiencias realizadas»104. De este examen anual nació su
readaptación y la modificación de su programa según las necesidades de tiempo y
personas: «Por bello que sea el ideal, cuando del programa se pasa a la práctica, el tiempo
descubre muchas veces la inconveniencia o la irrealización de nuestros proyectos y algunas
veces la experiencia, la utilidad o necesidad de la empresa. Cuando se publicó el programa
sobre la Escuela no podíamos formar juicio acertado sobre ella»105.
Esto demuestra la capacidad pedagógica y claridad pastoral que el P. Palau tenía
como catequista, ya que no se centra en el hacer grandes cosas, sino en cómo responder
eficazmente a unas necesidades especificas generadas, por unas circunstancias concretas:
«Comprometidos nosotros a dar enseñanza religiosa a las clases adultas del pueblo
católico, continuaremos en el día de mañana y el 26 del corriente investigando y
examinando sus formas. Si damos con aquellas que son idóneas y conformes a las
exigencias de los educandos, seguros estamos de recoger con nuestras tareas
abundantísimos frutos»106
40
asistiendo a las explicaciones que se dan sobre la virtud y uniendo sus súplicas con las
nuestras, percibirá el mismo fruto»108.
La Escuela no imponía reglas, normas u obligaciones, fuera de las que como hijos
de la Iglesia tenía cada uno desde el bautismo; solo se les aconsejaba: «La lección semanal
que se les asigna, podrán aprenderla de memoria los que tengan capacidad, y los que no,
estudiarla y meditarla»109 y se les solicitaba, eso si, un firme propósito de luchar contra el
vicio y una voluntad decidida por la virtud cristiana, «Los alumnos estarán sujetos a la
vigilancia de la misma Escuela en cuanto a su conducta pública moral; serán corregidos
con amor y caridad por ella en todas las faltas que cometan»110
108
Ibidem, 1421.
109
Ibidem, 1421.
110
Ibidem, 1421.
111
Ibidem, 1420.
112
Ibidem, 1461.
113
Ibidem, 1468.
114
Ibidem, 1529.
41
éxito de la Escuela y dio complementariedad a los precisos y localizados objetivos de esta
catequesis de adultos, que evitó una actuación individualista ya desde sus comienzos,
inyectando en sus clases la savia entusiasta y juvenil de los filósofos del seminario.
115
L. ORTEGA, Una catequesis de adultos, 61.
116
F. PALAU Y QUER, «Cartas», 995.
42
que aclarar aquellas doctrinas fundamentales que ha enseñado siempre la Iglesia católica;
doctrinas de orden, de paz y tranquilidad»117
A Don Melchor Ordóñez y Viana, Gobernador de Barcelona: «Nuestro fin, Exmo.
Sr., no ha sido ni es otro que explicar, sostener y defender las doctrinas católicas, morigerar
el pueblo, y aclarar aquellas verdades que son la base de todo edificio social religioso»118
A D. Antonio Aherán, Alcalde Corregidor de Barcelona: «La Escuela de la Virtud
ha siempre existido, existe y existirá hasta la consumación de los siglos en todas las
iglesias del catolicismo, bien que bajo diferentes formas, porque siempre ha habido, hay y
habrá en ellas cátedra, maestros y alumnos»119.
117
Ibidem, 1024.
118
Ibidem, 1029.
119
Ibidem, 1032.
120
F. PALAU Y QUER, «Páginas Periodísticas», 1429.
43
gravitación religiosa de toda Barcelona. Las fuerzas antirreligiosas fueron las primeras en
percatarse de la resonancia que había logrado. Por lo tanto, pronto empieza su campaña
difamatoria: se acusa al clero y a la escuela de promover la discordia, el descontento y la
insurrección de los obreros, cuando estos se habían levantado en huelga en Barcelona.
Después de tres años de trabajo, la Escuela fue cerrada y, a pesar de las aclaraciones de su
director, la campaña periodística en su contra continuó. El obispo sale en defensa de la
obra ante las autoridades civiles y eclesiásticas, mientras el 31 de marzo el capitán La
Rocha decretaba la supresión y completa disolución de la Escuela de la Virtud.
El P. Palau envía una exposición al obispo, manifestándole su sorpresa por lo
acaecido, y considerando arbitrarias las medidas tomadas por las autoridades civiles y
militares. Hace llegar su protesta al alcalde corregidor, por la intromisión en asuntos
religiosos. El alcalde hace llegar esta comunicación, aumentada con comentarios
personales, al capitán La Rocha; éste en uso de sus facultades especiales por el estado de
excepción, decretó inmediatamente, con fecha 7 de abril, el confinamiento por tiempo
indefinido del P. Palau a la Isla de Ibiza. De nada sirvieron las protestas de uno y las
reivindicaciones de otros; así mismo vano resultó en ese momento el doble proceso
eclesiástico y civil, que demostró la inculpabilidad de la Escuela y su director. Así una
nueva y original concepción de la pastoral se venía a tierra y la Iglesia española perdía un
apostolado de vanguardia. Comenzaba el destierro de un sacerdote, uno de los muchos que
a través de la historia han vivido la profecía evangélica: «Por mí os llevarán ante
gobernadores y reyes, para que deis testimonio ante ellos y ante los gentiles» (Mt. 10, 18).
Su obispo Costa y Borras hizo la mejor defensa de la Escuela de la Virtud y de su
director en la pastoral del 5 de abril de 1854. En su mensaje el obispo habla de aquel varón
sincero y probo de quien dice el texto sagrado «que caminaba en la inocencia de su
corazón en medio de su casa». Aunque se dirige al clero, la alusión parece ser hecha al P.
Palau. Todo el comunicado es un elogio panegírico a la Escuela de la Virtud. Lo particular
e interesante es, que esta circular va refrendada por las firmas de varios obispos, a saber: de
Tarragona, Gerona, Tortosa, Lérida, entre otros. Esto expresa la buena opinión que merecía
la Escuela y la adhesión a ella por parte de los obispos. Tenía razón el P. Palau cuando
decía que «La Escuela suprimida haría un sermón eterno». El P Palau desde su destierro en
44
Ibiza y su obispo Costa y Borras desde el suyo en Cartagena, seguirán siendo testigos de
las arbitrariedades de un mal gobierno, hasta que al fin, el 2 de agosto de 1860, por una
real orden se declaraba inocente y en completa libertad el P. Palau.
VIRTUDES
Junto a los instrumentos dedicados a orientar y planificar el conjunto de la acción
catequética, están los instrumentos de trabajo de uso inmediato, que se utilizan dentro del
mismo acto catequético. En primer lugar están los textos didácticos que se ponen
directamente en manos de los catequizandos. El criterio inspirador de estos instrumentos
de trabajo ha de ser el de la doble fidelidad a Dios y a la persona humana, que es una ley
fundamental para toda la vida de la Iglesia. Se trata, en efecto, de saber conjugar una
exquisita fidelidad doctrinal, con una profunda adaptación al hombre, teniendo en cuenta la
psicología de la edad y el contexto socio-cultural en que vive. 121 Brevemente, hay que decir
que estos instrumentos catequéticos han de ser tales: «que conecten con la vida concreta de
la generación a la que se dirigen, teniendo bien presentes sus inquietudes y sus
interrogantes, sus luchas y sus esperanzas»122; «que encuentren el lenguaje comprensible a
esta generación»123; «que tiendan realmente a producir en sus usuarios un conocimiento
mayor de los misterios de Cristo, en orden a una verdadera conversión y a una vida más
conforme con el querer de Dios»124.
Estos aspectos propuestos por los documentos de la Iglesia para la organización del
servicio catequético, que conocemos y que nos esforzamos por poner en práctica, ya el P.
Palau en su afán por ofrecer un fundamento teórico-experiencial a los fieles de San
Agustín, les tenía presentes en su acción catequética. Como muestra de ello nos dejó el
Catecismo de las Virtudes, del cual el P. Eulogio Pacho, ocd, dirá: «Si la «Escuela de la
Virtud» puede considerarse como la obra apostólica mejor enfocada y planificada del P.
121
DGC, 286.
122
JUAN PABLO II, Catechesi Tradendae, 49b.
123
Ibidem.
124
Ibidem.
45
Palau, El Catecismo de las Virtudes, texto fundamental de la misma, es indudablemente su
escrito más logrado, incluso desde el punto de vista literario»125.
46
pueblo en general, no solo para su adquisición sino para su conocimiento y estudio así no
participen de la Escuela. De la misma manera, concluída la obra en su totalidad, anunciará
en el Ancora del Domingo14 de marzo de 1852: «El Catecismo que sirve de texto para
nuestra Escuela se ha concluido ya: se hallará de venta en las librerías de Piferrer, plaza del
Ángel; librería Histórica, plaza de la Constitución; librería Científica, Riera del Pino; en la
de Gorts, calle del Carmen, y en la de los Hermanos Torras, calle de Santa Ana: precio 4
rs»130.
130
Ibidem, 1431.
131
F. PALAU Y QUER, «Catecismo de las Virtudes», 275.
132
IDEM, «Páginas Periodísticas», 1430.
47
temática que tuviese incidencia directa en la vida practica de los cristianos. Quería enseñar
para vivir, o, mejor, enseñar a vivir cristianamente»133
La doctrina, expuesta con singular claridad, es un compendio muy bien logrado de
la Suma teológica de Santo Tomás, citado con frecuencia a lo largo del libro. No solo se
sintetiza la Suma tomista, sino que se acomoda también su ordenación o esquema, para
hacerlo más accesible y elemental. Lo que el Doctor Angélico expone en las dos secciones
de su obra (llamadas 1/2 y 2-2), corresponde a lo que suele denominarse «teología moral»,
constituyendo el tema de las virtudes el núcleo central, eso que intenta reducir a sus
principios más fundamentales el Catecismo de las Virtudes del P. Palau. Palau se complace
en hacer constar que propone la enseñanza del mejor de los maestros y doctores de la
Iglesia, así lo anunciará en el periódico El Ancora, el domingo 7 de marzo de 1852:
«siguiendo las huellas de un maestro que ha sido mirado en todos los siglos como sol de
las escuelas, hemos redactado en forma de catecismo todo cuanto nos dice en su Suma
sobre las virtudes y vicios. Nuestro catecismo sigue exactamente el orden de materias que
134
combinó Santo Tomás». Aparecen en las paginas del libro otros maestros o doctores,
pero las citas explicitas son indirectas, casi siempre tomadas del mismo Santo Tomás,
como San Anselmo, San Gregorio, etc. Esto no quiere decir que el P. Palau no hubiese
leído o consultado otras obras, tanto para su formación personal, como para la composición
de este escrito.
Fiel a su tendencia de forma dialogada y, sin lugar a dudas, conocedor de los
catecismos circulantes de la época, adopta la estructura clásica de los catecismos:
preguntas y respuestas directas. La encontramos muy bien explicada por el P. Eulogio
Pacho «Nadie ignora que la dificultad más ardua en esta clase de escritos estriba en la
formulación breve y precisa de las preguntas. Presupone un dominio perfecto de la materia,
tanto en su elección, como en su ordenación y en su enunciado. A este respecto, o bajo este
punto de vista, el Catecismo del P. Francisco es verdaderamente ejemplar, autentico
modelo. Las preguntas son siempre breves, claras, concisas. Se suceden además en perfecta
progresión lógica y doctrinal, sin repeticiones inútiles. En cambio, las respuestas suelen ser
más extensas, abarcando habitualmente todo y sólo lo que implica la pregunta: otro de los
133
E. PACHO, Estudios Palautianos, 82.
134
F. PALAU Y QUER, «Páginas Periodísticas», 1429.
48
secretos o éxitos de este tipo de escritos. Puede concluirse que es, en su conjunto, la obra
mejor lograda de cuantas salieron de su pluma. Sin duda, la que mejor consigue los
propósitos del autor».135
135
E. PACHO, Estudios Palautianos, 87.
136
Ibidem, 90.
137
Ibidem, 91.
49
de racionalistas, han querido levantar un sistema independiente de toda verdad revelada...
Esparcidas estas doctrinas lo suficiente para que ciertos espíritus miopes vean el error y no
reparen la verdad, es un deber de nuestra Escuela ocuparnos de esta cuestión»138
Es decir, terminada la sección correspondiente al Catecismo de las Virtudes, se
iniciaba una segunda sección que correspondía a las temáticas de actualidad que, en cierta
forma, concernían a todos, y cuya finalidad era presentar argumentos que probaran o
defendieran las proposiciones hechas y dar participación a los presentes para discutir sobre
el tema hasta esclarecer cualquier duda o cuestionamiento, «La Escuela escuchará atenta
los argumentos que se le presenten y sabrá allanar toda dificultad»139. Para esto el P. Palau
contaba con la participación de los mejores teólogos y filósofos que se encontraban en
Barcelona. A imitación del Catecismo de las Virtudes, se redactó un sumario de temas o
cuestiones, adaptado también a los 52 domingos del año. Con la exposición de los mismos
se intentaba componer otro manual o texto de mayores vuelos. «Hubiera sido, de
realizarse, un auténtico curso de apologética, orientado en doble sentido: primero, a
demostrar la credibilidad del dogma católico; en segundo lugar, a demostrar la perfecta
armonía del mismo con la ciencia y el progreso»140. Para que se pueda apreciar mejor el
planteamiento de la Escuela cito literalmente las palabras del P. Palau: «Por muchos y
gravísimos motivos [...] dividí toda la enseñanza en dos partes: Primera, enseñar la
doctrina cristiana; segunda, probar su divinidad. La primera fue siempre la misma; en
cuanto a la segunda [...] redacté todo el cuerpo de doctrinas, relativas a los motivos de
credibilidad de nuestra Religión, en 52 puntos o proposiciones, correspondientes a las
cincuenta y dos dominicas del año; tenía intención de formar de ellas un segundo
catecismo»141
138
F. PALAU Y QUER, «Páginas Periodísticas», 1493.
139
Ibidem, 1503.
140
E. PACHO, Estudios Palautianos, 92.
141
PALAU Y QUER, «Páginas Periodísticas», 1561.
50
CAPITULO V: RETOS PARA LA MISIÓN APOSTICA DE LAS CARMELITAS
MISIONERAS
51
Todo esto constituye una verdadera oportunidad para indagar, profundizar, asumir y
responder responsablemente en el campo de la Catequesis: como legado recibido del P.
Palau, como etapa fundamental del proceso evangelizador, que necesita ser atendida y,
finalmente como una de las expresiones de nuestra misión pastoral. En otras palabras, el
llamado que nos hace la realidad del cristiano actual, es a concebir nuestro servicio
catequístico a la Iglesia, como un camino de discernimiento: por una parte, en favor de
cada carmelita misionera que, por su misión evangelizadora, está llamada a tomar parte de
este ministerio catequístico de la Iglesia; y por otra parte, que personalmente considero la
más importante, en favor de tantos cristianos y cristianas en el mundo, que a voz en grito,
claman una adecuada atención pastoral de parte de la Iglesia, que desafía a proponer
nuevos paradigmas, que se puedan expresar en opciones pastorales fundamentales y
transformadoras.
52
catequético, al tiempo que retan fuertemente a ojear la panorámica catequística actual en
su saber ser y saber hacer .
Ante estos dos aspectos notorios de una realidad palautiano- eclesiástica, que se
muestra rica en su contenido, exigente en su ser y laboriosa en su hacer, surge una
inquietud: ¿porqué, según las conferencias episcopales nacionales y continentales como,
por ejemplo, la de Venezuela (2002) y Aparecida (2008), la educación en la fe del cristiano
adulto sigue siendo, todavía hoy, una necesidad apremiante para la Iglesia? ¿Será que
damos por supuesto que, con la iniciación cristiana, estas personas quedaron convertidas?
O, ¿será que nos resulta más fácil y cómodo acompañar las etapas de iniciación cristiana, o
como se llama comúnmente, catequesis para niños? Y, lo que realmente preocupa es
pensar, ¿de dónde estamos orientando la catequesis de niños y adolescentes si no contamos
con una catequesis sistemática permanente para los adultos? Para mí es claro, que a nivel
teórico-practico la solución al problema se planteó desde Trento, cuando «requirió la
enseñanza del pueblo» a través de una metodología especifica que, a lo largo de la historia
catequética, ha sufrido sus modificaciones en respuesta a los distintos contextos (sociales,
culturales y religiosos): «la catequesis en las Iglesias, o enseñanza de la doctrina cristiana,
dispuesta para los adultos», se canalizó a través de las distintas expresiones misioneras y
pastorales de la Iglesia, a cuyo respecto el P. Palau dirá, que es la «forma eficaz de
evangelizar», y, actualmente, se enfatiza en el último documento sobre la catequesis, como
lo es el DGC, sobre la catequesis de adultos como «forma principal de la catequesis».
La única respuesta que encuentro frente a esta realidad es, la dificultad que
presentan los agentes de catequesis para concebir la misma como un itinerario de fe que
conduzca a los creyentes desde el Bautismo a la plenitud de la vida cristiana. Hablar de
itinerario de fe significa subrayar la idea de que la formación cristiana es gradual y
progresiva y, que sólo se puede lograr a través de etapas sucesivas, que tienen una cierta
unidad entre ellas y una cierta duración. Pero esta es una idea que aún no ha logrado
penetrar plenamente en la mente de obispos, párrocos, religiosos y catequistas.
Movida a pensar en la Catequesis como un servicio eclesiástico, que el P. Palau
supo acoger y dinamizar a favor de los fieles de San Agustín y que, de hecho, nos dejó
como un legado, digno de recrear y poner en práctica, siento que la realidad catequética
53
actual en sus dos vertientes: eclesiástica y congregacional, nos pone ante un tiempo de
Kairós, que nos llama a predicar a Jesús muerto y resucitado, que camina en medio de
nosotras, y necesita ser conocido en profundidad por todos, con nuevas formas y métodos.
Este es un tiempo oportuno para la Iglesia y para las Carmelitas Misioneras, que me
interpela en el aspecto catequético de nuestra misión apostólica, y me invita a proponer
como nuevo paradigma de servicio catequético: un itinerario de educación permanente de
la fe, trasladando al centro de toda nuestra acción pastoral, lo que es esencial y necesario
dentro un proceso evangelizador y/o de maduración en la fe, como lo es la catequesis y, en
consecuencia una opción radical por el cristiano adulto que requiere una fuerte atención
pastoral, que le ayude a consolidar su fe.
54
Obispos, presbíteros, diáconos permanentes, consagrados y consagradas, laicos y laicas,
estamos llamados a asumir una actitud de permanente conversión pastoral, que implica
escuchar con atención y discernimiento “lo que el Espíritu está diciendo a las Iglesias”(DA
29) a través de los signos de los tiempos en los que Dios se manifiesta» 142, el cual las
Carmelitas Misioneras también estamos llamadas a vivir. Antes de preguntarnos acerca de
los destinatarios de nuestra acción misionera apostólica, es imprescindible preguntarnos
individualmente, ¿qué tengo que cambiar? y comunitariamente ¿qué tenemos que
cambiar?, para responder eficazmente a los retos y desafíos que continuamente recibimos
del mundo en sus distintos campos. A partir de lo anteriormente dicho, el legado
catequético palautiano nos exige y compromete a:
Superar la mentalidad generalizada, a lo largo de la vida pastoral de la Iglesia, que
la catequesis es un servicio presacramental, centrado ordinariamente en la iniciación
cristiana de niños y adolescentes, sin una continuidad en la etapa adulta de la vida. Esto
exige tomar con seriedad y responsabilidad la educación en la fe de nuestros cristianos
católicos, especialmente, aquellos que se nos han encomendado a través de las distintas
expresiones de nuestra misión apostólica.
Plantearnos la redefinición de posibles caminos para los catequizandos, que llegan a
un proceso catequístico, supuestamente evangelizados y convertidos a Jesucristo, sin fe o
con una fe, olvidada, casi adormecida. No solo debemos hablar de un primer anuncio,
siempre necesario e impostergable en el inicio de un proceso catequístico, sino de una
catequesis siempre misionera y Kerigmática, que sale a buscarnos en las distintas etapas de
nuestra vida, en las diversas edades de nuestra fe y en nuestros distintos lugares de
encuentro con Dios.
Resituar la catequesis en su lugar propio: la comunidad cristiana y su proyecto
unitario de evangelización, redescubriendo y/o resignificando la especifidad catequística,
en el ámbito de la misión apostólica de la Congregación, que favorezca la interacción y el
diálogo entre las distintas expresiones de nuestra acción pastoral.
142
CONSEJO EPISCOPAL LATINOAMERICANO, Documento conclusivo de Aparecida, (31 mayo 2007), Centro de
Publicaciones del CALEM, Bogotá 2007, 366.
55
En la misma línea de la reubicación de la catequesis en su lugar propio, se hace
necesario proponer un proyecto de formación de Hermanas, como agentes de catequesis,
inserto en los procesos pastorales de la Congregación.
Preocuparnos con urgencia de los adultos bautizados, alejados de la vida cristiana,
que no han tenido una suficiente o buena catequesis, con o sin los otros sacramentos de la
iniciación y de los que se sienten católicos, tienen fe, pero no se identifican ni integran a la
Iglesia (alejados, resentidos, indiferentes, etc.).
56
contrarios al Evangelio, y los pone a su servicio [...] De este modo, “la variedad en los
métodos es un signo de vida y una riqueza”, y a la vez una muestra de respeto a los
destinatarios».
Antes de proyectar un itinerario de fe es importante definir algunos criterios
metodológicos que ayudarán a elaborar y realizar todas las etapas y pasos de la
programación, entre los más significativos tenemos:
1. Proponer un itinerario de fe: La propuesta debe ser clara, en el sentido que el animador
debe expresar sin equivocaciones una hipótesis de itinerario y las motivaciones de tal
propuesta. Incluso debe ser abierta a otras posibles hipótesis, debe ser flexible a las
exigencias, que a primera vista las personas interesadas manifiesten, así como a las reales
posibilidades de tiempo que tengan las personas.
2. Verificar las reales exigencias educativas de las personas disponibles: Aquí ocurre
despertar en las personas la exigencia de descubrir algo nuevo, de poner remedio a los
límites personales, detectados con particular desagrado. Esta realidad presupone que las
personas estén dispuestas a ponerse en discusión sobre sí mismas y que estén disponibles al
cambio.
3. Definir los objetivos educativos que respondan a la realidad de las personas: El
verdadero esfuerzo debe ser el de individuar, con las personas, la exigencia educativa
compartida por la mayoría de los participantes y de, definir los objetivos, que satisfagan lo
mejor posible estas exigencias.
4. Precisar los contenidos a profundizar en el itinerario de fe: En este punto es necesario
que el anuncio cristiano sea concentrado en torno a sus ajes fundamentales y que sea
expresado en un lenguaje adecuado a las preguntas y a las exigencias de las personas
participantes. Es necesario que se profundice la experiencia humana a través de la reflexión
y el dialogo de grupo, hasta el punto de hacerla un “punto de vista”, del cual releer la
experiencia cristiana. Imprescindible es, proveer a las personas de instrumentos con los
cuales puedan desarrollar la profundización y la labor de búsqueda al interno del grupo:
Biblia, catecismo, textos, documentos, etc.
5. Individuar la modalidad según la cual se puedan profundizar los contenidos: Existen
diversidad de formas propuestas por la Iglesia, por ejemplo, el acercamiento a la Biblia a
57
través de la Lectio Divina, la lectura de confronte con la vida, la modalidad pedagógica del
documento, en particular del símbolo, el lenguaje de los signos litúrgicos, incluso, la
modalidad propia de la comunicación social.
6. Conectar los momentos de la reflexión catequística, con los otros momentos de la vida
eclesial: Es indispensable prever la participación de las personas en los momentos
litúrgicos y en las ocupaciones operativas de la comunidad eclesial, para que las personas
se enriquezcan de estos tipos de experiencias, y la comunidad sea vivificada de la
experiencia de crecimiento de los participantes en el itinerario de fe.
7. Evaluar y reformular con opciones operativas las convicciones de maduración: La
metodología didáctica enseña que la estructura cognoscitiva, después del aprendizaje de
nuevos conocimientos, se consolida en la medida que se expresa en coherentes opciones de
vida, en nuevas modalidades de relación con los otros. Por tanto, la persona es estimulada a
tomar la palabra, a pasar de una fe muda, silenciosa, a una fe expresada, dicha y vivida en
las distintas situaciones de la vida.
Esto, no es un camino que facilita el quehacer pastoral-catequético; se trata, en
cambio, del descubrimiento y la opción por un método, que tiene como trasfondo un gran
esfuerzo de estudio y reflexión de la realidad religiosa de los grupos, pueblos, naciones,
etc. y de las formas más adecuadas para responder efectivamente a las necesidades
detectadas. No se trata de hacer opciones definitivas e inamovibles, puesto que ningún
método es ideal ni puede ser asumido como un valor en sí mismo. Sólo propongo los
criterios comunes a la acción pastoral de la Iglesia, que nos pueden ayudar a orientar, en
una forma sistemática y organizada, nuestra misión apostólica en el campo de la
catequesis.
58
CONCLUCIÓN
El primer tema a través del cual tuve la oportunidad de acercarme a la persona del
P. Palau, durante mis inicios en la Congregación de las Carmelitas Misioneras, fue la
Escuela de la Virtud y, coincidencialmente, esta experiencia en la vida del Padre me ha
servido de base para desarrollar mi profundización en su aspecto catequético; así como, de
impulso para iniciar un proceso personalizado de acercamiento al P. Palau, a partir de una
experiencia afín con la mía, como lo es la Pastoral Parroquial, en este caso centrada en el
servicio catequístico a los fieles. También, cabe destacar que, el orientar mis estudios por la
línea catequética me permitió adentrarme en el mundo de la Catequesis como momento
fundamental del proceso evangelizador, pudiendo resaltar la persone del P. Palau como un
auténtico catequista de su tiempo, fácilmente identificable dentro de los parámetros
catequísticos actuales.
A partir de la visión general de esta profundización, quiero puntualizar sobre
algunos aspectos que creo necesario subrayar, entre ellos: Es claro que, directa o
indirectamente, el desenvolvimiento catequístico de la edad moderna tuvo su influencia en
el pensamiento y desarrollo de la acción catequística del Padre, es decir, el Padre no era
ajeno a la realidad catequística de la época, experimentada en la vivencia pastoral y
mostrada en los documentos eclesiales. No cabe la menor duda, que la experiencia
evangelizadora que el P. Palau vivió entre 1851 y 1854, fue, fundamentalmente, el
dinamizar creativo del servicio catequístico, que por el ministerio sacerdotal estaba
obligado a prestar en los distintos ambientes. Así mismo, es en el ministerio sacerdotal
donde se puede fundamentar el ser catequístico del Padre. El sacramento del Orden abrió
las puertas, puso la motivación y, finalmente, constituyó al P. Palau en un educador en la
fe, desde las tres dimensiones, que deben acompañar todo auténtico catequista: el ser, el
saber y el saber hacer; que quedan demostradas en la realización de las tareas de la
catequesis como, la Escuela de la Virtud y el catecismo de las Virtudes.
59
Haciendo un paralelo entre la experiencia del P. Palau y nuestra experiencia
personal-comunitaria, quiero dejar claro, que no se trata de trasladar la experiencia del P. a
nuestros días o de utilizar sus medios y formas, sino más bien de dejarnos tocar por su celo
apostólico, misionero, evangelizador y catequístico a favor de todas las personas, de todas
las edades para que, como él podamos responder a las exigencias y retos de nuestro
tiempo. Se trata de tener una mirada profunda, clara y objetiva de los ambientes en los
cuales nos movemos, así como de ojos capaces de detectar las principales necesidades, que
exigen una atención inmediata; Se trata de formarnos en el ámbito de la catequesis, a través
de un proceso integral e integrador de la Carmelita Misionera como agente de catequesis,
que nos permita prestar un auténtico servicio catequístico a la Iglesia. Se trata, finalmente,
de ejercitarnos en el tema de los nuevos paradigmas de la catequesis, que proponen nuevas
formas, nuevos métodos y nuevas áreas de acción; especialmente, la catequesis de adultos
como proceso de educación de la fe.
Del mismo modo, como el Directorio General para la Catequesis, fue una luz
excelente para orientar la lectura catequética del P. Palau a lo largo de este estudio, también
es posible encontrar en él las orientaciones y directrices que nos ayudarán a comprender
mejor y plantearnos un camino de discernimiento a la luz del Espíritu Santo, siempre en
orden a una renovación de nuestra misión pastoral y catequística a favor de toda la
comunidad cristiana.
60
BIBLIOGRAFIA
1. Fuentes
2. Estudios palautianos
DUVAL Armand, Fecundidad del fracaso, el Padre Francisco Palau y Quer o.c.d. 1811-
1872 Fundador del Carmelo Misionero Teresiano, FISA, I.G., Barcelona (España) 1987.
PASTOR Josefa, Misionero apostólico, en Biblioteca Carmelitano-Teresiana de Misiones
Tomo VI, Misionero a la intemperie Francisco Palau y Quer, Ediciones el Carmen, Vitoria
1988.
ORTEGA, Luisa, Una catequesis de adultos: La escuela de la virtud (1851-1854) EDE,
Madrid 1988.
PACHO Alberto, El Padre Palau y su momento histórico, Editorial Monte Carmelo, Burgos
1972.
PACHO Eulogio, Estudios Palautianos, Editorial Monte Carmelo, Burgos 1998.
61
PUCHA Susana, ¿Qué dice Francisco Palau al Ecuador hoy? Un primer intento de
relectura, Profundización Palautiana, Roma 1997.
SANCHEZ Segunda, Beato Francisco Palau y Quer, evangelizador en el siglo XIX, Tesina
de licenciatura, Granada 2000.
SCOTTI Teresa, Experiencia y obra evangelizadora del Padre Francisco Palau (1811-
1872), Tesina para la Licenciatura en Ciencias Religiosas, Roma 1982.
4. Textos catequéticos
62
MEDDI Luciano, Catequesi, Proposta e formazione della vita cristiana, Edizioni
Messagero, Padova 2004.
INDICE
INTRODUCCIÓN........................................................................................................ 2
CAPITULO II: Rasgos característicos del ser catequético del Padre Palau……….... 10
2.1. Agente de Catequesis Parroquial............................................................................ 10
2.2. En funciones de catequista...................................................................................... 11
2.3. Catequista Virtuoso................................................................................................. 13
63
4.3. Texto base para el Acto Catequístico Palautiano: “El Catecismo de las
Virtudes”........................................................................................................................ 45
4.3.1. Motivación del Texto.................................................................................. 46
4.3.2. Temática del Texto...................................................................................... 47
4.3.3. Composición y publicación del Texto......................................................... 49
4.3.4. Complemento inacabado del Texto............................................................. 49
CONCLUSION............................................................................................................. 59
BIBLIOGRAFIA.......................................................................................................... 61
I INDICE......................................................................................................................... 63
64