Grabado en Piedra Sendero Luminoso
Grabado en Piedra Sendero Luminoso
Grabado en Piedra Sendero Luminoso
Robin Kirk
© IEP ediciones
Horacio Urteaga 694, Lima 11
Telf. 32-3070 / 24-4856
Fax [5114] 32-4981
Impreso en el Perú
1ra. edición, agosto 1993
1,000 ejemplares
ISBN 84-89303-25-8
ISSN 1019-4479
KIRK, Robio
Grabado en piedra. Las mujeres de Sendero Luminoso.-- Lima: IEP, 1993.--
(Colección Mínima, 29)
W 105.01.0l/M/29
AGRADECIMIENTOS
[9]
10 R. Kirk
opción entre matar o no a otra mujer en nombre de una utopía que ni siquiera
pueden describir? Fue esta misma mujer, u otra en quien ella confiaba, quien
dejó la dinamita que acabó incluso con la apariencia de humanidad de esa
valiente y honorable mujer. Yo no estoy afirmando que Sendero Luminoso
constituye una insurgencia feminista. No puede negarse que están obe-
deciendo a un varón, el ubicuo Presidente Gonzalo, la enorme y
todopoderosa espada del padre, parodia de simbología fálica que guía sus
pensamientos. Pero, al mismo tiempo, las feministas no pueden ignorar o re-
chazar la existencia de estas mujeres, comprometidas con una causa que
consideran satisface sus deseos de un mundo más justo, que incluye igualdad
para todos.
Comprendo la pasión de Moyano por la justicia, su compromiso con los
ideales de Villa El Salvador y su decisión de poner su propia vida en la línea
de fuego en nombre de sus profundas creencias. Pero lo que me abruma, lo
que me subleva y me lleva a escribir estas páginas, es lo que movió a su
atacante, lo que se apoderó se ella y la forzó a hacer tal cosa.
Este ensayo está formado por estas frustraciones. No siento compasión
por Sendero Luminoso. Como escritora y activista de derechos humanos,
sigo criticando su sed de matanza, sus ideales totalitaristas. Pero criticar no
basta. Si esta guerra va a cesar alguna vez, considero que los peruanos - y
también los extranjeros a quienes "nos duele" el Perú- deben también
esforzarse por comprender cómo llegó a formarse Sendero Luminoso, sobre
qué fundamentos, y sobre la fuerza de las convicciones de qué personas. Tal
comprensión debe ir seguida de la acción, para corregir las injusticias de las
cuales el senderismo se ha valido para provocar esta terrible batalla. Sin ello,
cualquier victoria es insustancial.
Octubre 1992
12 R. Kirk
Yerba salvaje, puro perfume
Te suplico seguir mi camino
Serás mi bálsamo y mi tragedia,
mi perfume y mi gloria
Serás el amigo que florece sobre mi tumba
Allí, deja que la montaña me cubra,
deja que los cielos me respondan.
En la piedra, todo quedará grabado.
-Edith Lagos
LAS MUJERES DE SENDERO
[13]
14 R.Kirk
hombros las mochilas, con sus secretos enrollados dentro. A la distancia, los
campesinos trabajaban a duras penas sus rocosas parcelas. Betty sintió como
si les gritara que la ayuda llegaría pronto. Ella volvería.
"Ese fue el principio", cuenta Betty, "de lo que pensé que sería mi nueva
vida".
***
lleza, que nubló los sentidos del general el tiempo suficiente para que
afinasen su puntería los francotiradores instalados tras las cortinas de la
habitación. Aunque constituían aproximadamente el 30 por ciento del
ejército sandinista antes de la victoria, las mujeres fueron desmovilizadas
poco después de conseguida esta. Violeta Chamorro fue la única mujer
nominada para la Junta de los Once. Renunció seis meses después, por
motivos de salud.
Mao Tsé Tung dijo una vez que el éxito de la revolución depende de las
mujeres; sin embargo, sólo treinta participaron en la Gran Marcha y la
mayoría, como Jiang Qing, eran esposas de jefes del Ejército Rojo. Con todo,
la proporción entre hombres y mujeres nunca sobrepasó la razón de 18 a una.
Algunos historiadores creen que el Comité Central sólo permitió a Mao
desposar a Jiang Qing luego que ella prometió autoconfinarse a la vida
doméstica por 20 años. El final de la prohibición coincidió con la Revolución
Cultural, y con su nombramiento como la primera mujer integrante del
Politburó.
Jiang Qing gobernó como una emperatriz, destruyendo a los que una vez
dudaron de ella y recompensando a los leales con riquezas y poder. Tras la
muerte de Mao y su caída, los detractores de Qing atribuyeron su crueldad al
hecho de haber vivido tantos años a la sombra de Mao. Pero ella misma
rechazó cualquier insinuación de histeria femenina. "Libertad: no hay palabra
que resuene más dulcemente que esta", escribió una vez. "Pero para las
mujeres es tan incompatible como lo son la nieve y el fuego. Ser mujer y
libre equivale a estar muerta... y yo quiero vivir".
También yo tengo mis opiniones al respecto. Mientras observo a Betty,
me pregunto: ¿cómo pudieron engañarla? ¿No son las mujeres lo
suficientemente listas y despiertas como para descartar la guerra? Pienso en
las mujeres como forjadoras de la paz, como seres entregados a la crianza.
Ciertamente, figuras políticas como Margaret Thatcher pueden hacer el juego
de la
Las mujeres de Sendero Luminoso 17
debido batallar por años para limpiar sus nombres. Muchos de ellos, sin
embargo, no son inocentes. Con su presencia, la mujer dice que algo anda
mal aquí. Es algo sobrecogedor, que confiere a Sendero Luminoso un
extraño poder, fuera de este mundo. Algo más allá de toda comprensión.
Yo tampoco llego a comprenderlo. Es difícil sostener la mirada de Betty.
Mientras escucho su historia en este auto, caliente como un horno, hay algo
que no quiero imaginar: a Betty esperando en la plaza, mientras sus
compañeros arrastran a un hombre y lo colocan a sus pies para un "juicio
popular". Como La Chata, Betty tiene una grácil belleza. Como a Maritza, el
sol infundiría tonos rojizos en su cabello negro. Como ellas, Betty ha hecho
su elección. Ella no es la espectadora pasiva, ni siquiera una más de la banda,
sino quien aprieta el gatillo mientras se inclina, como una penitente, para
colocar otra estrella en la bandera roja de la Guerra Popular.
***
***
que tenía cabello castaño, lacio, y un cuerpo delgado pero fuerte. La vivaz y
bromista Techi, "palomillera", y llena de energía.
El polvo del camino se estrella contra el parabrisas del auto. En el
asiento trasero está el periodista ayacuchano que me ha prometido
presentarme a la mujer que resulta ser Betty. El periodista se ha contagiado
con tifoidea en un reciente viaje a la selva; está adormecido y tiene
escalofríos, a pesar del sol inclemente.
Los Durand vivían en una casa situada justo a la salida del pueblo. La
gente pensaba que a Techi y a su hermano mayor, Maximiliano, les iba a
sonreír el éxito. Para Teresa, eso significaba conseguir un marido, tener hijos
y quizá hasta un trabajo a medio tiempo. Maximiliano se convertiría en
abogado o ingeniero. Se mudaría a una casa de estuco en Lima, con un
jardinero y una criada traídos de Ayacucho. Haría frecuentes viajes de
trabajo a Miami, y quizá hasta a New York.
En cierta manera, ambos llenaron esas expectativas. Maximiliano se
convirtió en un experto en desarrollo de energía alternativa, mundialmente
famoso. Al ser arrestado en 1981, el escritor argentino Julio Cortázar firmó
una solicitud para su libertad. Después de ello, Durand fue a Francia y es
ahora considerado el embajador de Sendero Luminoso en Europa. Otro
hermano, Jorge, dirigió el periódico de Sendero Luminoso, El Diario, hasta
ser arrestado en 1992. Techi se casó con Osmán Morote, el segundo en la
jerarquía de Sendero Luminoso. Actualmente, Osmán cumple una sentencia
de 20 años de prisión por una serie de atentados dinamiteros en el
departamento de La Libertad. El y Techi tuvieron dos hijos, Elena y
Eduardo.
En ese punto, sin embargo, se separan los caminos de expectativas y
revolución. Antes de deslizarse hacia el mundo de sombras habitado por los
principales tideres de Sendero Luminoso, Techi entregó sus hijos a
campesinos para que los criasen - su prueba revolucionaria - ; más que una
prueba, sin embargo, los campesinos consideraron a los niños una carga.
Ubicaron
24 R. Kirk
a la madre de Techi y le devolvieron a las criaturas. Elena parece haber
heredado las convicciones de sus padres, aunque dice no recordar a ninguno
de los dos. Como su madre, estudió Ciencias Sociales en la universidad. En
abril de 1991 fue detenida en los alrededores de un centro comercial en
Lima, cuando intentaba colocar una bomba dirigida al entonces Vice-Pre-
sidente de la República, senador Máximo San Román. Con sus 19 años, fue
enviada a la misma prisión donde se encontraba su padre, cumpliendo una
pena de 20 años. Su hermano le siguió los pasos poco después. Allí,
caminando por el pasadizo de cemento que conduce a los pabellones
senderistas, los dos quizá vieran a su padre por primera vez desde que eran
bebés, observándolos desde la ventana del venusterio.
"La casa de los Morote era un punto de lo que yo llamo el Triángulo de
las Bermudas", dice César. El Triángulo está formado por las casas que
pertenecieron a las familias Durand, Cáceres y Morote: muchos de los hijos
de estas familias se unieron a Sendero Lummoso.
"Aquí es donde ellos se perdieron", dice César sonriendo. "Es como un
agujero negro".
César no comprende por qué Techi se casó con Morote, "¡ese huevón",
dice, "ese monje!". Mientras discutimos acerca de Osmán, llegamos al valle
llano de Huamanga, donde las laderas de la montaña se vuelven empinadas y
rocosas. No hay gente, ni animales, ni puestos al lado del camino.
Recientemente, el área ha sido escenario de persistentes choques entre
unidades de Sendero Luminoso, el Ejército y los comités de defensa civil
formados por el Ejército para combatir al senderismo. Mucha gente ha
huido.
Mi amigo periodista se levanta del asiento lo suficiente para señalarme
el lugar verdoso, próximo al puente, que marca una de las pocas curvas
cerradas de la ruta. Se le conoce como Ayahuarcuna, que en quechua
significa "donde cuelgan a los muertos". Allí, soldados de la Marina
arrestaban a los sospechosos de
Las mujeres de Sendero Luminoso 25
ser senderistas, los ejecutaban y los dejaban para alimento de los huishqus,
las aves de rapiña.
Según César, Techi cometió un error al casarse con Morote. Lo que
quiere decir es que probablemente ella aún extraña al ex integrante de los
Happy Boys. "Esos tipos seducen a las chicas", insiste César, sacudiendo la
cabeza. "Las embaucan, quizá".
Finalmente, llega a su teoría. El cree que la historia de Techi es típica:
las mujeres de la sierra son de voluntad fuerte, guerreras. Ellas llevan la voz
cantante. Como su propia mujer, también huamanguina, quien hace poco lo
dejó. Como Techi, ella tenía sus propias ideas sobre la vida; ideas que
incluyen vivir en Lima no en un pueblo olvidado como Huamanga-, ir al ci-
ne, salir a restaurantes, tener una vida nocturna. Se hartó de tanta matanza,
dice César. Y de sus borracheras. Quería establecer una bonita boutique y
vivir un poco, para variar.
Hasta en dos ocasiones César ha intentado subir el precio de sus
servicios, dice que para pagar las deudas de su mujer en Lima. Afirma que
alguien - una tía, una prima - puede facilitarme una foto de la graduación de
Techi. A cambio de cierta cantidad de dinero, por supuesto.
"Puede parecer que el hombre es el jefe de la familia", dice por fin,
agitando su brazo a lo largo del tablero del auto para acoger el valle que se
extiende abajo y a todas las mujeres invisibles que se imagina allá,
esperándolo. "¡Pero si lo piensas bien...! La mujer es la que manda en
realidad".
Mucha gente me habla sobre las recias huamanguinas: como María
Parado de Bellido, quien prefIrió encarar al pelotón de fusilamiento antes
que dar información a los españoles durante la guerra de independencia; y
las carniceras que rechazaron la introducción del papel moneda a inicios de
siglo, marchando por la Plaza de Armas con sus cuchillos recién afilados.
Según la historiadora María Rostworowski, una ver-
26 R. Kirk
sión del mito de creación incaico afIrma que Mama Huaco condujo a sus
hermanos y hermanas a la conquista del valle del Cusco, que después se
convertiría en capital del imperio. Cuando los incas atacaron a los guallas
que ocupaban el valle, Mama Huaco cogió a un soldado gualla, le arrancó
los pulmones con sus propias manos y los infló como si fueran globos rojos,
espantando al ejército gualla. Algunos cronistas dicen que los incas
vencieron a otro grupo, los chancas, al invocar a los pururauca, piedras
mágicas que se transformaban en guerreros de ambos sexos. Estudiosas
feministas contemporáneas sugieren que, antes de la conquista española, las
mujeres del ande podían ser lideresas y guerreras al mismo tiempo que
esposas y madres.
Después de la conquista, sin embargo, España y los depositarios
militantes de la moralidad católica decretaron un nuevo orden social. Este
resultó especialmente duro con las mujeres, consideradas menos humanas
que su maridos. La ecuación no podía haber sido más directa. La ley
española sostenía que el testimonio de un español en la corte tenía el mismo
valor que el de dos indios, o que el de tres indias. Dado que a menudo las
mujeres supervisaban el culto de los ídolos precolombinos que los españoles
buscaban destruir, estas fueron consideradas hechiceras y consortes del
demonio.
Lejos de ser dócil, la población indígena peruana montó muchos
levantamientos contra el poder español, entre los que destaca el de José
Gabriel Condorcaqui, autotitulado Túpac Amaru Il, como el último Inca
muerto a manos de los españoles. Aunque de corta duración - sólo unos
meses entre 1780-1781-, su revolución se extendió a lo largo de la mitad de
los Andes peruanos.
Condorcanqui era un visionario, y probablemente hubiera sido un
excelente Inca. Fue su esposa, Micaela Bastidas, quien cobró fama por su
ingenio militar. Una vez, reprochó públicamente a su marido por no atacar el
Cusco a tiempo para derrotar a los españoles. Tras
Las mujeres de Sendero Luminoso 27
***
departamento está entre las zonas más pobres del Perú. Los blancos dueños
de las haciendas trataron durante siglos a los indios como animales, buenos
sólo para trabajos manuales. Pero después de la Segunda Guerra Mundial, la
industrialización y la reforma agraria del primer gobierno de Fernando
Belaunde Terry forzaron a un cambio. La gente del campo empezó a migrar
a las ciudades en busca de trabajo y una vida mejor. Impulsados por la idea
del progreso, los líderes del país empezaron a construir nuevas universidades
en las ciudades. Entre 1961 y 1980, se abrieron 40 nuevas universidades.
Estas instituciones estatales se proponían preparar nuevas generaciones de
médicos, abogados, agrónomos y científicos sociales. Ya no sólo los hijos de
las élites blancas podían aspirar a la educación superior: muchos de los
nuevos estudiantes eran "cholos". Cuando la Universidad de Huamanga
reabrió sus puertas en 1959 (había sido cerrada en 1886 tras la desastrosa
derrota peruana en la Guerra con Chile), el número de matriculados creció
más de 15 veces en igual número de años.
Carlos Iván Degregori, antropólogo, era profesor en Huamanga cuando
Guzmán era director universitario de personal de la universidad. Como él,
Degregori era un misti, hijo de una próspera familia provinciana. Sobre la
repisa detrás de su desordenado escritorio en el Instituto de Estudios
Peruanos del que es ahora director en Lima, se hallan mezclados raros
ceramios precolombinos y piezas contemporáneas que se venden en el
Mercado Indio por 50 centavos de dólar cada una. Ambos tienen la misma
pátina ocre y una redondez artesanal. No pretenden una gran declaración
sobre continuidad cultural. Pero a menudo Degregori se descubre a sí mismo
explicando que, en el Perú, pasado y presente no son extraños entre sí.
Degregori parpadea al hablar, como sorprendido por el ir y venir del
pasado y presente. Puede ser más sencillo, dice, retroceder 500 años para
explicar los sucesos actuales, que usar los romos instrumentos de las
Las mujeres de Sendero Luminoso 31
ciencias sociales. Por ejemplo, para explicar por qué estos jóvenes
campesinos fluyeron a las universidades, Degregori usa una historia - mito o
realidad, no importa - de las Tradiciones Peruanas de Ricardo Palma.
Degregori cuenta: "Uno de los conquistadores decidió enviar como
regalo unos melones de su huerta a un amigo que vivía en la Lima recién
fundada. Entregó a los indios mensajeros una carta y les advirtió que no
comieran ninguno de los melones, o esta los delataría. A mitad de camino a
Lima, tentados por el hambre y el olor de la fruta madura, los indios
colocaron con cuidado la carta detrás de unas peñas y comieron algunos
melones furtivamente. La historia termina con el estupor de los indios ante el
poder de la palabra escrita, cuando el destinatario les dice exactamente
cuántos melones devoraron".
"Desde el principio, el conocimiento del idioma español, su lectura y
escritura, fue una herramienta de dominación", explica Degregori. "Educarse
significaba dejar de ser engañado, proceso que da a la educación un poder
explosivo".
Las familias pobres estan más dispuestas a sacrificarse para enviar a uno
de sus hijos varones a la universidad. Pero también las chicas empezaron a
matricularse. Ellas fueron las más brillantes, las más ambiciosas, deseosas de
desafiar la tradición. De los 1,451 estudiantes matriculados en 1968, 403
eran mujeres. Más de la mitad eran ayacuchanas. Las estudiantes se
concentraron en los departamentos de Trabajo Social, Obstetricia y
Educación, donde constituían la mayoría.
"Silvia" - otra de mis entrevistadas - también enseñaba en Huamanga,
como Degregori. Aunque criada en Lima, realizó su tesis doctoral en la selva
ayacuchana sobre un tema que fascinaba a Guzmán: por qué hasta el
momento la revolución no había traído consigo el cambio en el Perú.
El hecho de que Silvia fuera también bella y enérgica debe haber
intensificado el interés del conocido Doctor. Otro de los rasgos del filósofo,
recordado por
32 R. Kirk
***
matamos a 100 personas", dijo, "y entre ellas hay un subversivo, entonces
vale la pena hacerla".
Hay muchas maneras - ninguna de ellas precisa de medir este período en
la historia ayacuchana. Los políticos tienen estadísticas, aunque estas se
basen en informes de las fuerzas armadas que rutinariamente cuentan a
cualquier muerto como un "subversivo". Probablemente hay más
huamanguinos en Lima que en la provincia de Huamanga, obligados a huir
como refugiados internos. Una rápida mirada a cualquier mercado
ayacuchano revela que la mayoría de las mujeres campesinas usan prendas
de color negro: viudas o madres que han perdido a sus hijos o hijas.
César decide contarme sobre sus aventuras. Aquí vio a un hombre
parcialmente desollado. Al final de ese trecho existe, según dicen, una fosa
común. A veces el Ejército simplemente hace volar a la gente. Años después,
si uno está en el lugar correcto, puede recoger pequeños huesos de manos y
pies, limpios y secos como manzanas en otoño. En una ocasión perdió a una
pasajera, una profesora a la cual estaba llevando a un partido de fútbol, quien
fue sacada a viva fuerza de su Toyota rojo en un bloqueo al camino hecho
por Sendero Luminoso. El nombre de la profesora figuraba en una lista
escrita en un papel con tinta azul. Dijeron que era una informante. La última
vez que vio a la maestra por el espejo retrovisor de su auto, esta se estaba
arrodillando.
Amnistía Internacional se rehusó a aventurar un número preciso de
muertos. "La escala de crímenes podría en parte ser estimada por el alto
número de fosas o cementerios clandestinos, y de lugares en los cuales es
arrojada gran cantidad de cadáveres al lado del camino".
Aunque poco agudo y con frecuencia inexacto, el estilo científico de El
Gaucho estaba sacando a los senderistas de sus refugios. Abandonaron las
aldeas. Entonces vino el Ejército. A menudo, cuando el Ejército se iba, no
quedaba poblado al cual volver. El sen
Las mujeres de Sendero Luminoso 41
***
Para Betty, los problemas empezaron tres meses después que salió de
casa de su tía. Las cosas estaban yendo bien. "Nos hacían repetir los
principios que debíamos aprender, especialmente que éramos una familia
dedicada a la misma causa", cuenta Betty. "Los hombres respetaban a las
mujeres. Teníamos los mismos derechos".
Una noche, Betty inició una conversación con un camarada, un hombre,
procedente de otra unidad. Siguieron charlando cuando se encontraban en
otras reuniones. Mientras habla, Betty se encoge de hombros, como si no
hubiera significado nada para ella; sólo un hombre, hablando de cosas
cotidianas. Sin embargo, un día, el hombre - nunca me dijo su nombre - le
dijo que se había enamorado.
--
42 R. Kirk
"Eso no estaba en mis planes", insiste Betty. "No debía ocurrirme a mí".
El hombre quería casarse con Betty, y esta lo rechazó. Betty no quería
nada que no tuviera que ver con el Partido, con la lucha. El lloró, le rogó.
Ella se negó, una y otra vez. Betty no podía evitarlo, por temor a despertar
sospechas. Al mismo tiempo, no comentó la propuesta del hombre a sus
superiores. En ese momento, Betty era su amante, y temía que la culparan
por despertar su pasión.
El inclusive llegó a ofrecer casarse con ella según las normas de Sendero
Luminoso. Tenían su propia ceremonia matrimonial celebrada por el
Comisario Político de la zona, quien une a la pareja bajo la promesa de
"servir mejor a la revolución". Las mujeres no se comprometen ni con un
hombre ni con la familia ideal.
"Una noche, me amenazó con suicidarse con su propio revólver si me
negaba a ir con él a Huancayo, donde vivían sus padres. Me dijo que ellos
estaban enfermos e iban a morir. Yo pensé, si sólo es un par de días, si
regreso enseguida. No tenía intenciones de casarme con él. Pero no se lo dije
a nadie".
De primera intención, parecía muy simple. A la mañana siguiente,
tomaron un camión a Huancayo, cargado de tunas. No esperaba sentirse
animada, pero repentinamente, el traqueteo del camión la llenó de gozo. El
camino seguía el borde del valle, y de allí trepó por la helada puna, el
desierto de la cordillera. Betty divisó a un cóndor y un pequeño zorro rojo.
Después de algunas horas de bordear los inmensas peñas grises que
marcaban la llanura, el camión enfiló hacia el río Mantaro.
Fue entonces que él dijo, casi sin darle importancia: "Quizá podamos
contactar con la unidad en Huancayo". ¿Contactar?, se preguntó ella. ¿Para
qué, si vamos a volver en seguida? Le hizo la observación, pero él
simplemente se encogió de hombros. Era sólo una idea, dijo.
Las mujeres de Sendero Luminoso 43
***
cosas que Augusta, ella ahora tenía responsabilidades. Ambas sabían que
Augusta había escogido el camino más duro.
"Era la misma Augusta", cuenta su amiga. Llevaba puestas una falda y
chompa. Sus uñas estaban mordidas hasta la carne. Ya no tenía tiempo para
las novelas románticas. Pero aún no había aprendido a cocinar. Augusta le
prometió que se volverían a ver. Augusta le ofreció mantenerse siempre al
tanto de lo que le ocurriera a su amiga. Se separaron, llorando. "Así nos se-
parábamos siempre, pensé que la vería otra vez. Pero ella no mantuvo su
promesa".
Pregunto por la Augusta que en 1982 trató (y falló el intento) de ejecutar a
sus tíos por rehusar venderles armas. "Conocí a Augusta", me dice la amiga
con tristeza, "pero nunca conocí a la mujer que se hacía llamar Camarada
Norah".
A pesar de su prominencia inicial, poco se oyó de Augusta en los once
años que siguieron. Ocasionalmente, la policía aseguraba estar a punto de
capturar a Guzmán (aunque no a su esposa). Ninguno de mis entrevistados
admite tener fotografías suyas. Otras mujeres - como Edith Lagos - tienen
más publicidad. Mientras la figura de Guzmán se expande - el Doctor
Guzmán, el Camarada Gonzalo, el Presidente Gonzalo, la Cuarta Espada del
Comunismo -, la de Augusta se reduce. En 1991, la policía dio a conocer un
video capturado a Sendero Luminoso, mostrando el cuerpo de una mujer
envuelto en una bandera roja con la hoz y el martillo. Era Augusta. La
policía cree que murió el 14 de noviembre de 1988. Tenía 43 años.
En el video, Guzmán está solo con el féretro. Con voz distante y confusa,
habla de su pasión, sentimientos y valor. Entre los pronunciamientos,
Guzmán dirige al camarógrafo: más cerca, este ángulo, hacia atrás. Lo hace
para el recuerdo, quizá para algún futuro Museo Revolucionario. Guzmán
parece estarle respondiendo a "ciertos camaradas" que dudan sobre algo
relacionado a la muerte de la camarada Norah. Dice
48 R. Kirk
algo sobre el alma, luego habla de la fe. El breve panegírico causó intensas
especulaciones. Ella era una camarada, dice, "capaz de aniquilar su propia
vida para no levantar la mano contra el Partido... En la lamentable confusión
de su soledad nerviosa, prefirió autoaniquilarse, extinguirse". Mientras se
inclina para besar su frente, dice: "Me acercaré despacio. ¿Sale?".
La prensa barajó varias teorías por semanas enteras. ¿Se suicidó
Augusta? ¿O fue asesinada antes que pudiera dejar el Partido, traicionar a
Guzmán? Los documentos capturados indican que las especulaciones
llegaron hasta el Comité Central del Partido, el cual castigó severamente a
un grupo de camaradas que había formado una comisión para investigar la
muerte de Norah. El principal sospechoso era Guzmán. La policía jamás
halló el cuerpo.
La revista Sí publicó un fragmento de una carta atribuida a Guzmán y
dirigida a sus suegros:
***
1991, Zambrano aún estaba allí. La reconocí por una foto publicada en El
Diario. Su rostro cuadrado, sus quijadas pronunciadas, la frente surcada de
arrugas, le daba un inexplicable parecido a Jiang Qing, no en la época en que
jugueteaba con Mao en las cuevas de Yenán sino mucho después, cuando
adoptó los ternos severos que eran símbolo de la pureza de su ideología. El
cabello, alisado con agua, estaba sujetado fuertemente sobre la nuca. Ella es
la imagen de la "autómata asexuada" senderista, opuesta a la de Edith Lagos.
"Como parte de las legiones de hierro, mantenemos nuestra condición de
invencibles con el todopoderoso Pensamiento Marxista-Leninista-Maoísta-
Gonzalo, y bajo la conducción absoluta del Partido", dijo a su entrevistador
de El Diario. Cuando este le preguntó por el amor, Meche replicó: "El amor
es para la clase, y está en función de la guerra popular".
Como una suerte de reto, mi amiga Vera y yo decidimos visitar la
Trinchera Luminosa. La mayoría de los periodistas visitan a los hombres.
Pero las verdaderas personalidades de Sendero Luminoso son mujeres: Laura
Zambrano; Sybila Arredondo de Arguedas, viuda del fallecido novelista
peruano José María Arguedas; la ciudadana alemana Renata Herr. En otros
países latinoamericanos, los subversivos montan oficinas para recibir a los
periodistas. Incluso los llevan en sus patrullas. Pero virtualmente la única
manera de hablar directamente con Sendero Luminoso es en prisión.
Queríamos ver si nos permitirían entrar (y luego, volver afuera). Vera quería
fotos. Y yo quería saber cómo son cuando están en grupo, en su mejor
ambiente. Tenía que lograrlo a partir de las versiones oficiales, no de las
invenciones de la prensa o a través de la tragedia de Betty. Me preguntaba,
¿de qué manera mostrarían su femineidad? ¿Sería relevante?
Conseguir autorización oficial para ingresar a la prisión no era difícil.
Obtener permisó para ingresar a la Trinchera Luminosa ya era otra cosa. Las
propias mujeres decidirían.
Las mujeres de Sendero Luminoso 55
MRTA afecte su buen humor. Después de todo, ocurrió meses antes que él
llegara al puesto. No era problema suyo. "Me pagan una miseria, y me
entregan a tantos hombres. ¡La corrupción está en todas partes!". Baja la
visera de la gorra para calársela bien. "Se nos da esta prisión para cuidarla,
pero no tenemos control sobre la administración o los alimentos. Hago lo
que puedo para mantener las cosas lo mejor posible".
Su predecesor, otro oficial de policía, había sido despedido varios meses
antes por corrupción. El mismo fue removido también, semanas después de
nuestra visita. Vender licor, drogas y mujeres para luego ser despedido, son
gajes del oficio. El asunto no es visto como un castigo, sino como una
manera de distribuir la riqueza entre muchos comandantes.
El jefe de seguridad charlaba con nosotros mientras los guardias
terminaban de pasar lista a los prisioneros. Nos dijo que los guardias no
entraban a los pabellones, sino que contaban a los prisioneros, formados
militarmente en filas en los patios, desde el techo de los bunkers.
Aparecen dos policías para escoltamos a través de un pasadizo de
cemento. Puedo ver que el jefe de seguridad se divierte con lo que tiene ante
sus ojos: Vera y yo, pálidas de nacimiento, pero ahora más pálidas aún
mientras ingresamos a la enorme, sucia y cacofónica rotonda de la prisión.
Se ríe con los guardias, y les grita algunos chistes.
Los seis pabellones de Castro Castro están construidos a la manera en
que los niños dibujan al sol. Al centro se encuentra la rotonda, sin techo,
dominada por una torre con paredes de vidrio desde la cual pueden vigilar
los pabellones de tres pisos. Pero esa mañana, vi que los vidrios de las
ventanas estaban rotos. En lugar de vigilar, los guardias se sentían vigilados.
También se sentían como inmejorables blancos. La mayoría permanece en
los techos y en las cabinas de madera construidas para protegerlos del sol,
desde donde hacen el conteo diario de los reos.
58 R.Kirk
hoz y el martillo. Me pasan la mano por los brazos. Al interior, puedo ver
una habitación larga y estrecha que termina en una puerta con cortinajes. A
un lado hay bancas y mesas como de picnic, hechas de cemento. Pegados,
brillantes decorados de fiesta, rojos y dorados con letras colgando del techo:
EGP -por Ejército Guerrillero Popular - y CPA - por Comités Populares
Abiertos -. A mi derecha están las escaleras que conducen a las celdas de los
dos pisos superiores.
Las mujeres parecían vestidas para una fiesta, como de hecho lo estaban.
El día de visitas no sólo significaba la llegada de los seres queridos, sino
también sucesos especiales, como música y discursos. Sólo en ocasiones
extraordinarias - como el cumpleaños de Guzmán - se visten con una especie
de uniforme oficial: camisas rojas, faldas o pantalones negros, y gorras ne-
gras como la que usaba Mao. Por ser día de visita, tenían zapatos de taco
alto, uñas recién pintadas y faldas. Lucían jóvenes, bien vestidas y
escrupulosamente limpias. Algo difícil de lograr, supimos después, cuando
la única agua disponible para noventa personas proveniente de un caño y un
excusado - llega un día sí y un día no.
La camarada nos llevó a una mesa pequeña para interrogamos más. ¿Qué
nos traía a ese lugar, quién nos enviaba? ¿Para quién trabajábamos, cuál era
su posición respecto a la Guerra Popular? Respondí honestamente, aunque
no en profundidad. Hubiera tenido que discutir demasiado.
Una de las preguntas tenía que ver con la gente negra que vive en
Estados Unidos.
"Africanos-americanos", sugerí.
¿No están ellos oprimidos?, insistió la camarada.
Era pequeña y ansiosa. Estaba tan cerca de mí que podía oler el jabón de
lavandería que había usado en lugar de champú.
Dije que el racismo era un problema. Pero no es algo sencillo. "¿Sabes
quién es el general Colin Powell?, pregunté.
60 R. Kirk
Con sus banderas, marcharon hacia el patio exterior. Los policías que
miraban desde el techo eran astillas negras contra el sol del mediodía. Detrás
de las mujeres aparecía un enorme mural de Guzmán, con cara de luna llena
y sus anteojos de armazón plástico barato, agitándose como un ángel de la
venganza que bajara de un cielo escarlata. Las mujeres gritaban lemas y
aplaudían. Sólo una de ellas no levantaba el puño para acompañar los cantos.
Su cara tenía la apariencia de alguien que ha sido víctima de golpizas.
Después supe que su brazo derecho había quedado destruido al estallar un
explosivo que estaba fabricando. Los médicos pudieron reemplazar su brazo
izquierdo con un garfio de metal.
La escena era precisamente lo que Vera y yo esperábamos. Allí estaban,
formadas como soldados. Sus palabras eran vivificantes. Su hombros
estaban tensos, sus rostros denotaban fiereza. Eso es lo que me querían
mostrar: coraje y resolución. Fervor revolucionario. Eran las legiones de
hierro.
Sin embargo, sentí ganas de reír. Era tan fastidioso, tan
deslumbrantemente limpio. Era como una propaganda de la revolución,
hecha según los mismos principios que las de productos de limpieza. Fuerte,
de acción rápida, y eficaz contra esas manchas rebeldes (el capitalismo
mundial). Abrazaban el otro lado de la anarquía latina: el autoritarismo
latino, con su sombrío antecesor.
Se me ocurrió que esa era la fruta exótica de Guzmán, la que no llegó a
fabricar con Augusta. Sin embargo, como otros niños de padres estrictos,
parecían haber sido incubados en un lugar especial, quizá fuera
62 R. Kirk
de la historia: el transbordador espacial, las telenovelas venezolanas,
imágenes plásticas de santos, la caída de la Cortina de Hierro y la televisión
interactiva, la misma que imaginé podría darme esta imagen mental en
réplica instantánea, desde ángulos diferentes y con un tablero de puntuación
de asesinatos y bombas por cada rostro limpio gritando lemas. Desde luego,
la historia corre en su sangre tanto como en la mía. Pero, ¿qué historia es
esta? ¿Es esto todo lo que les dio la vida, un plato vacío de dudas?
"Gloria" (no quiso darme su verdadero nombre) estaba esperando al lado
de su celda para ser entrevistada. Parecía alguien a punto de someterse al
taladro de un odontólogo. Junto a ella estaba Fiorella, quien llevaba puestos -
en la húmeda penumbra del interior del pabellón - unos lentes de sol baratos,
y una blusa de poliéster con encajes.
En la pared de la celda de Gloria había una hoja de diario con una foto
de Guzmán, pegada a un pedazo de papel de construcción. Había en el
ambiente un insoportable olor a excrementos. Delia me explicó que las
autoridades de la prisión estaban arrumando los excrementos de los
prisioneros comunes a un lado de ese pabellón, sólo para molestarlas.
Con poco más de treinta años, el cuerpo de Gloria parecía una almohada
amontonada bajo su desgastado traje marrón. La mirada que Fiorella echaba
contra ella hacía sudar su grueso labio superior. Me di cuenta que Gloria
estaba siendo puesta a prueba. La prueba era yo. Es una sanción, pensé. O
quizás una promoción, una medalla extra por servicios al Partido.
El Partido, dicen los senderistas, tiene mil ojos y mil oídos. El Khmer
Rouge solía decir que el Angkar, la Organización, tenía tantos ojos como
una piña. Los ojos de Gloria se fijaron en los míos, mientras los de Fiorella,
tras las gafas, saltaban entre las dos.
Gloria me repitió las frases trilladas: las mujeres son oprimidas por la
sociedad y por la familia, de modo que son más revolucionarias que los
hombres.
Las mujeres de Sendero Luminoso 63
***
Esto es algo que intento explicar a los demás. Lo que sentí, esa mezcla
de fascinación, horror y pena. ¿Por qué no podía transmitírselo a alguien
más?
Las mujeres de Sendero Luminoso 67
Lo siento en mi voz cuando estoy con una amiga a la que llamaré Ruth.
Es una típica tarde de invierno en Lima, lúgubre y húmeda. Las sombras se
deslizan por su patio amurallado. Apenas puedo verla, envuelta en un saco
de lana al otro lado de la mesa. Sus gatos, agitados, merodean por el
perímetro. Ruth fuma. Yo bebo vino chileno servido de una caja. Aunque lo
usual es que Ruth converse incansablemente, está silenciosa. Me oigo a mí
misma, y mi voz me desagrada. Sueno demasiado joven y tonta.
Aunque los padres de Ruth eran europeos, fue criada en la hacienda de
su padrastro, uno de los hombres más ricos del Perú. Ruth creció entre dos
mundos, el europeo y el peruano, amando a su bella madre y odiando al ogro
que era el esposo de esta. Su padrastro - el Don - tenía extensas huertas de
naranjas, famosas mundialmente y del tamaño de pelotas. Como pasatiempo,
el Don criaba caballos de paso. Jamás los alimentaba o entrenaba, ni los
cuidaba cuando estaban enfermos, pero decía que eran frutos - tanto como
las naranjas- de su sabiduría superior. Una vez, David Brinkley y un equipo
de filmación de la CBS lo visitaron. Fue en 1962; querían saber lo que
ocurría con la oligarquía latinoamericana al momento en que Castro tomó el
control de Cuba. Con el Don, lo descubrieron. Con su poncho al viento y
sombrero de ala ancha, su caballo tirando de las bridas de plata, el Don
hablaba sobre "su gente", las familias que vivían en una mal disimulada
esclavitud en su hacienda. Parecía una vieja gloria del cine: un rostro de
nobles facciones, con un mechón de bigote y una corbata blanca como la
nieve bajo el mentón. La revolución era una moda pasajera, decía. El
verdadero modo en que debían darse las cosas era el suyo: la riqueza y el
poder sobre la vida bajo su tutela.
Ruth insiste en mostrarme esta cinta. Lo que me falta, dice, es una idea
de cómo eran las cosas antes. No hace dos años, ni diez. Pero sí el año en
que el Don se puso su poncho y su sombrero de ala ancha y posó
68 R. Kirk
para la cámara de la CBS. Podía haber sido en 1862 ó 1762. Así fueron las
cosas por mucho tiempo.
La CBS le envió al Don una copia de la película como agradecimiento.
Probablemente pensaron que era tan estúpido como fatuo, y que no se daría
cuenta que lo habían embromado. Pero el Don sí se dio cuenta. Con horror,
vio cómo estos gringos de rostro pálido, tan amigables y aparentemente
impresionados, lo habían convertido en el villano de su historia moralista. ¡A
él, que se había hecho por sí mismo, que había extraído una fortuna del
desierto! La cinta fue guardada bajo siete llaves por la madre de Ruth.
Seis años después, el Don lo perdió todo a causa de la reforma agraria
decretada por un grupo de generales del Ejército, comandando una
revolución que derrocó al gobierno civil y se mantuvo en el poder por doce
años. Asqueados, él y la madre de Ruth se mudaron a Madrid, donde la
situación económica los obligó a vivir en un apartamento sin ventanas,
amoblado con piezas de segunda mano. Un día, el Don reconoció en la calle
a una mujer que antes vendía verduras cerca de la hacienda. Sin pensarlo dos
veces, se presentó. Ella estaba a punto de abordar su Mercedes, conducido
por un chofer. Con gracia, la señora lo invitó a nadar en la mansión que esa
temporada estaba alquilando a la duquesa de Alba. Hasta ese momento, el
Don no se había dado cabal cuenta hasta qué punto su vida había cambiado.
Sin embargo, no se convirtió en un hombre mejor. La amargura y el odio
reinaban en él. Si hubiera podido, cree Ruth, habría recuperado cada
centímetro de tierra, cada globo grande de fruta, y hubiera hecho pagar por el
despojo incluso a la inocente vendedora de verduras que le hizo ver cuánto
había caído.
La madre de Ruth le entregó la cinta tras la muerte del Don, ocurrida
durante una visita al Perú. "Murió aplastado", aclara Ruth, "como una
cucaracha bajo siete toneladas de cemento en la carretera Panamericana".
Así eran las cosas, dice Ruth. Mira cómo son ahora.
Las mujeres de Sendero Luminoso 69
***
do" mucha gente. Betty cuenta que en ese momento, tendida boca abajo en
la cabina de la camioneta, cubierta con una frazada y bajo las rodillas de un
policía, pensó que nunca más vería a su hijo. Cuando la policía la
interrogaba, ella sólo lloraba. Dijo que la habían obligado a participar. Era
sólo una niña. La suspendieron de las muñecas. Le colocaron cables con
electricidad en los senos, las orejas y la vagina. Ella repitióla misma historia.
Había sido obligada. Entonces la violaron. Como ella misma dice, la
violación fue una especie de hecho automático, que no pretendía forzarla a
más confesiones. Lo hacían para relajarse. Fue una sesión larga y no muy
interesante.
Esa fue la primera vez. Desde entonces, Betty ha sido apresada varias
veces. Cada vez ocurre lo mismo. El viaje al puesto donde la interrogan.
Luego la violación. Cada vez ocurre menos. Pero ella nunca sabe cuándo un
policía le dirigirá, al verla en la calle, una sonrisa especial de
reconocimiento.
Quizá algún senderista la matará por soplona, dice. "Te encontraremos
dondequiera que te escondas", dicen los senderistas a los que dudan.
"Aunque tengamos que arrastrarte desde la tumba". Pese a sus escasos 27
años, Betty ya no se siente joven o esperanzada. Gana el equivalente a unos
55 dólares al mes, menos los descuentos del sindicato y seguro de salud. Lo
que queda alcanza para comprar dos panes diarios, un uniforme escolar y
tres pollos desplumados. Ella y Samuel están otra vez en casa de su tía. "Nos
toleramos mutuamente", dice, sonriendo débilmente.
Pero en cualquier momento puede vagar por allí alguien que recuerde a
la camarada Rita. Quizá, piensa, hubiera sido más inteligente haberse
quedado dentro. En ese caso, ya estaría muerta como las otras mujeres que
conoció. Es lo único que lamenta, no estar muerta. Lo demás, dice, lo haría
de nuevo si tuviera la oportunidad.
Después del arresto de Abimael Guzmán, corrieron rumores de que una
mujer asumiría el control de la or
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ganización. Podría haber sido Techi Durand o la abogada Martha Huatay,
quien hace algunos años había defendido a senderistas y era uno de los
cuadros más importantes hasta su reciente detención. De las dos, Huatay era
la candidata más probable; Techi aún arrastra demasiadas historias de
escapadas y bromas adolescentes. Huatay - con su cara cuadrada, fuerte, una
lideresa natural- tiene lo que su colega Laura Zambrano llamaría "el hierro
que se necesita para avanzar en el proyecto político" de Sendero Luminoso.
Sería exagerado sugerir que Sendero Luminoso es el futuro para las
mujeres, y mucho menos para el Perú. La mayoría de las peruanas no son
camaradas, sino dirigentes de comedores populares, clubes de madres,
grupos de derechos humanos e iglesias protestantes, y creen que para que se
produzca un cambio es necesaria la paz. Y son las víctimas de esta guerra.
Como la hermana Aguchita Rivas, quien se encontraba dando una clase de
repostería en el poblado de La Florida cuando los senderistas llegaron en
busca de la Madre Superiora, "culpable" por distribuir ayuda. La Madre
Superiora se encontraba en Lima, de modo que Rivas - de 70 años de edad -
tomó su lugar. Su crimen era "distraer a las niñas con dulces". Su verdugo
fue una muchacha de 17 años.
Para mí, es demasiado difícil de aceptar el lugar que esa muchacha
escogió en el ejército de Guzmán. El anhelo de una sociedad más justa
significa para ella - como para Betty, Gloria y Flor - cantar las alabanzas de
Gonzalo en un chino chapurreado, bajo una bandera que para el resto del
mundo ha devenido en una época muerta. La historia no ha pasado por ellos.
Lo terrible es que hay lugares en los cuales el transcurso del tiempo no trae
consigo mejores sino peores opciones: las más duras, y las más difíciles de
abandonar.
Aquí es donde la esperanza abandonó a Betty, maldiciendo la vida y
amando la muerte, una creyente que ya no cree pero que tiene una sola cosa
de que arrepentirse: haber vivido para contarlo.
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1977 Comrade Chiang Ch’ing. Little , Brown and Company: Boston.
La composición de Grabado en piedra.
Las mujeres de Sendero Luminoso fue
realizada en el Instituto de Estudios
Peruanos y estuvo a cargo de Aída Nagata.
El texto se presenta en caracteres Times de
10 p. con 2 p. de interlínea; las notas de pie
de página y bibliografía en 8 p. con
1 p. de interlínea. La caja mide 19 x 39 picas.
Se terminó de imprimir en agosto de 1993
en el taller de Gráficos SR Ltda.
Av. Lima 194 Barranco
Teléfono 67-5978
Lima - Perú