Pechin - Como Construye Varones La Escuela
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A palavra queer tem uma tradição significante em inglês como «stranho» ou
«pouco usual». Trata-se de um termo global para designar as minorias sexuais que não são
heterossexuais, heteronormadas ou de gênero binário. No contexto da identidade política
ocidental, quem se identifica com queer costuma tentar situar-se fora do discurso, da
ideologia e do estilo de vida que tipificam as grandes correntes nas comunidades LGBT
(lésbicas, gays, bissexuais e transexuais), que consideram opressivas ou com tendência à
assimilação (Fonte: Wikipedia, http://es.wikipedia.org/wiki/Queer).
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The word queer has a significant tradition in English as «strange» or «unusual»,
It is a global term for sexual minorities who are not heterosexual, heteronormative or gender-
binary. In the western political identity context, the people who identify themselves as
queer is usually find stand apart from the speech, the ideology and lifestyle that typify the
great currents in the LGBT communities (lesbian, gay, bisexual and transgender), which
they consider oppressive or with a tendency to the assimilation (Source: Wikipedia, http://
es.wikipedia.org/wiki/queer)
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Varios años más tarde Walter Benjamin retomó algunos de los aportes del
texto de Freud [«Más allá del principio del placer, de 1920]. En «Juguetes
y juego» (1928), donde realizó un comentario al libro de Karl Gröber, una
investigación sobre la historia del juguete, Benjamin esbozaba una incipiente
‘teoría del juego’, basándose fuertemente en las tesis de Freud sobre el jugar
del niño. En ese artículo Benjamin sostenía que el mundo de los juegos no
puede ser considerado desde el punto de vista de la imitación, sino que es la
ley de la repetición la que lo rige. Nada hace más feliz al niño que la repetición
y el retorno, en los que busca el restablecimiento de una situación anterior, sin
importar que esta haya sido en algunos casos traumática. Escribía Benjamin: «la
esencia del jugar no es un ‘hacer de cuenta que…’, sino un ‘hacer una y otra
vez’, la transformación de la vivencia más emocionante en hábito». Los hábitos
eran, para el autor, «formas irreconocibles, petrificadas, de nuestra primera
dicha, de nuestro primer horror». La repetición en el juego sería, entonces, –y
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184 aquí Benjamin sigue al pie de la letra el texto de Freud– no solo una manera
en la que el niño reelabora experiencias primitivas terroríficas sino también
una forma de gozar de triunfos y victorias.
Mariela Peller, 2010
1. INTRODUCCIÓN
Hay que pensar que las identificaciones son siempre una respuesta a
algún tipo de pérdida, y que suponen una cierta práctica mimética que 185
trata de incorporar el amor perdido dentro de la misma «identidad» del
que queda. Esta era la tesis de Freud en su trabajo de 1917 Duelo y me-
lancolía, tesis que sigue informando los debates sobre identificación en
el psicoanálisis contemporáneo […]. Para teóricos del psicoanálisis como
Mikkel Borch-Jakobsen y Ruth Leys, la identificación, y especialmente el
mimetismo identificatorio, precede a la ‘identidad’ y la constituye como
aquello que es fundamentalmente «otro para sí mismo». La idea de este
Otro dentro del yo, por decirlo así, supone que la distinción yo / Otro no
es en principio externa (lo que implica una poderosa crítica a la psicología
del ego); el yo es desde el principio radicalmente inseparable del ‘Otro’
(BUTLER, 2000, p. 105).
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Unos años antes de la sanción en 2010 de la Ley de Matrimonio con
independencia del sexo de sus contrayentes y en 2012 de la Ley de Identidad de Género,
produje los registros del trabajo doctoral en el que se basa el presente relato etnográfico.
F: […] donde yo iba antes era un colegio más chiquito, que se conocían
todos con todos desde el jardín. Como que nunca nadie se me ponía a
cuestionar nada porque siempre te conocí así, y nunca te conocí de otra
manera. […] Entonces, cuando yo me pasé al [nombra su nuevo colegio],
ahí como que, tipo, tuve un par de quilombos. Porque ponele, yo entré a
la división nueva que se había armado, 9° B, y de los veintipico, treintipico
que éramos, yo conocía a quince, que eran amigos míos. Y éramos una linda
barrita, éramos el curso más quilombero, era todo así. Nosotros entramos,
y el curso que era tipo… que tenía la mina más linda, los chabones que
mejor jugaban a la pelota, todo así, bueno ese era el B.
J: Los populares.
F: Nosotros seríamos los badboys y ellos eran, tipo, claro, unos gentle-
man. Y bueno, hubo un par de pibes que la bardearon, con el tema de…
tá bien, le dije ¿por dónde te vas vos? «Para allá». «Listo». Fuimos los
quince. Los esperamos y hubo murra a morir. O sea, yo dije, «vos me decís
algo a mí… bueno a ver quién es más hombre; plantate». Mis amigos todos
quietos, todos quietos.
Parece que los niños se pelean, pero no hacen más que aprender a
vivir en su país, y lo que las madres siguen con la mirada en los primeros
gestos adultos de sus vástagos no es tanto la suerte de una batalla como
el desarrollo de una iniciación (BARTHES, 2008, p. 61).
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En los últimos veinte años, las estrategias argumentativas en textos, no
solo de investigación sino también de políticas públicas, involucran una reflexión y un
posicionamiento con respecto a los usos sintácticos de género como parte de la normalización
(naturalización) de sentido/s en los sistemas lingüísticos. Podemos tomar como referencia el
prólogo ya citado en el que Judith Butler enfoca esta complejidad de la gramática política
del discurso convencional en las lenguas generizadas: «Además, ni la gramática ni el
estilo son políticamente neutrales. Aprender las reglas que rigen el discurso inteligible es
inculcarse el lenguaje normalizado, y el precio de no conformarse a él es la pérdida misma
de inteligibilidad. Como me lo recuerda Drucilla Cornell, que sigue la tradición de Adorno:
no hay nada radical acerca del sentido común. Sería un error aceptar que la gramática
aceptada es el mejor vehículo para expresar puntos de vista radicales, dadas las limitaciones
que la gramática misma impone al pensamiento; de hecho, a lo pensable […] ¿Están los
Hoy, ponele, juega Argentina nueve y media. ¿Qué hacemos? Nos junta-
mos todos los chicos a comer pizza y a tomar una cerveza… O sea, yo tengo
una vida híper, híper masculina en todo sentido. Yo salgo con una mina y
le pago yo, la acompaño a tal lugar, la acompaño a tomarse el colectivo, o
sea… como de confianza en vos mismo… Si yo sé que viene un chabón yo
creo que le peleo igual a igual, reacciono como cualquier chabón podría
reaccionar. Hay chabones más grandes y más chicos, más gordos y más
flacos. Bueno, yo soy así y yo sé que no tengo ese miedo que tienen las
mujeres, tampoco, de caminar de noche, de mandarte sola. Porque yo sé
que pase lo que pase, yo tengo la misma cabeza que tiene otro chabón,
y yo puedo usarle los mismos trucos que puede usarme él a mí, más allá
de la diferencia de cuerpo… A mí con el sonido ese [choca el puño contra
la palma] no me jodas porque no me voy a cagar. Ponele, vos me dijiste
«che, tenés algún quilombo acá, si no nos juntamos en un lugar neutro».
No, loco, todo bien, nos juntamos, hablamos tranquilos. Vos por ahí a una
mina le decís «nos juntamos en mi departamento» y te dice «nooo… ¿cómo
en tu departamento?» Yo ese miedo no lo tengo, por suerte no lo tengo. Es
como que todas las cosas típicas de las mujeres no las tengo, pero para
nada, absolutamente para nada. […] Claro, vos quizás ves que las minas
se miran entre sí, a ver quién está más linda que quién, como una cosa de
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188 competencia, yo me compré esto y vos ves que la mejor amiga se compra
lo último, de eso mismo pero lo último que salió. Cosas así, son bastante
competitivas en ese aspecto. […] Claro, nunca le dije «ay, no, porque es
re linda» [imita a una mujer]. Siempre le dije «no, mirá, el flaco es así,
ofendidos haciendo una petición legítima de lenguaje sencillo, o acaso su queja surge de
las expectativas hacia la vida intelectual que tienen como consumidores? ¿Hay, quizá, un
valor que se pueda obtener de tales experiencias de dificultad lingüística?» (Butler, 2001,
p. 19). La problematización del género en el uso de la lengua y el lenguaje es una operación
inseparable de la propuesta crítica de este texto que, a su vez, intenta desestabilizar y
señalar las inercias de la gramática y la sintaxis a partir del uso simultáneo –y en muchos
casos contradictorio– de las preposiciones y la utilización de signos de puntuación, como
el paréntesis o la barra, para regorganizar o marcar diversos modos posibles de sentido/s
dentro del mismo enunciado. Poner en cuestión el género como condición del lenguaje
válido sobre lo decible, lo inteligible y lo real ha sido una política epistemológica que ligó
a los activismos feministas y queer en el defacement del orden heteropatriarcal y binario
del discurso cotidiano de la/s democracia/s moderna/s capitalista/s. Así, una «nativización»
sobre la que se construye críticamente este trabajo etnográfico es la praxis de producción
del texto desde la forma de cuestionar la naturalización binaria del género entre activistas.
Existen diferentes convenciones sobre cómo poner en cuestión el género, entre ellas: la
arroba (@) pareciera sostener el binario y encerrar la declinación femenina «a» en una
«o» apenas abierta a compartir su espacio; el asterisco (*) es una interrupción simbólica
del alfabeto que propone el punto de intersección de un haz de rectas y múltiples rutas
de género; la equis (x) intenta cancelar o impugnar la lectura de género, interrumpirlo al
menos como binario, marcar el silencio frente a la hipersignificatividad de la declinación
femenina y masculina de la lengua castellana. En este artículo se escribirá la x cuando
corresponda una marcación universal del género.
el flaco está con tres minas más…». Corta y sencillo. No disfrazar, como
hacen las minas, que disfrazan todo para que no te caiga tan mal.
J: Pero si vos tenés que decir cuáles son esos problemas, hasta donde
contás, no tuviste problema para levantarte a nadie.
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En varios momentos de la entrevista Félix hace referencia a su sentido del
humor y a su personalidad abierta y amigable como estrategias voluntariamente desarrolladas
de supervivencia.
J: ¿Pero ahí qué es lo que te jode? ¿Te jode en lo personal, así, en bruto,
no tener pija? ¿O te jode pensar que la mina no la va a pasar del todo bien
si no tenés pija y sos un chico?
F: No… yo te digo, la mina con la que estuve, esa chica [da el nombre
de su exnovia], en noveno, supuestamente terminamos porque no se po-
día bancar la situación, en el sentido de que ella era una mina re linda…
Estaba todo el mundo atrás de la mina y no estaba con ningún flaco. Y
todas las amigas la empezaron a cuestionar que estaba mucho conmigo,
nunca diciendo nada malo de mí. Siempre tipo «te pasás todo el día con
[el apodo basado en su nombre femenino] y nunca… Te invitan miles de
chabones para salir, para cenar y nunca hacés nada, ¿por qué?». Todos
empezaron a meter presión. Y a mí me pudrió, bueno, listo, ¿sabés qué…?
F: No, eso no, porque no… es como un chabón, por donde me miren,
no les importa. Es como que yo te quiera convencer a vos de que vos sos
una mina. No te lo vas a poder convencer, porque sabés que sos un chabón.
J: Socialmente, digamos.
Vos creés lo que ves, en síntesis. Vos estás viendo un flaco que está
con mujeres; entonces no te detenés a mirar más allá, porque ya está,
es eso, eso es lo que ves. Así me llamo, o no me llamo así, pero a vos te
sale llamarme como supuestamente me llamo, Félix. El ser humano es
como que ve y piensa, o sea, vos me ves a mí y me ves un chabón y vos
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sabés… En cambio, como que este chico se llama X y es un pibe grandote,
rugbier y habla medio así [pone voz grave], no ponés ni una ficha de que
sea gay. Y quizás sea un poco más shockeante, pero está bien, o sea, el
chabón no anda de la mano, es como que… yo al pibe que está con él lo
conozco, y también es como que estén dos amigos hablando, o sea, muy
sano… Sí, vos lo ves así, se dan besos como cualquier persona, a mí no
me incomoda. Hay gente que sí, también es respetable porque es un poco
shockeante y hay gente que no está preparada para estas cosas. […] Es
shockeante visualmente. O sea, es la típica que vos ves, ponele, un flaco
y una mina dándose un beso y pasás la vista como si nada; y quizás ves
dos chabones y no querés mirar pero te llama la atención porque es raro.
Y es incómodo, pero nadie le dice nada. […] Porque es como... viste que
los hombres, la visión de hombre-gay que tengo, por lo menos con X, es
como que son más frontales de lo habitual, porque tienen esas cosas de
las minas medio histéricas pero a la vez son… tienen eso del hombre de
decírtela así, tirártela así como viene, pero tienen eso de mina de ser más
histérico, medio loco […]. Yo, la verdad, respeto a todas las personas que
son gays, lesbianas, me parece bárbaro. Yo o cualquier persona es la menos
indicada para hablar de cualquier otro. Entonces yo lo que decía… está
todo bien con cualquier persona, pero la verdad no comparto eso, no lo
adapto para mi vida porque no me siento bien con eso. Yo con X, que es
gay, que le gustan los hombres… y sin embargo yo me llevo bárbaro con
él, me cago de risa, salimos, perfecto. Pero de ahí a que yo, esa forma de
vida para mí yo no la quiero.
Eh… logros… como salir elegido mejor compañero, una cosa así.
Siempre fui muy, no sé, un alumno bastante ejemplar. Cumplía todos
los deberes […] prolijo absoluto. Incluso hasta el día de hoy tengo un
problema que no sé si es un problema, algo para trabajar en el psicólogo,
es que escribo con regla […]. Sí, no puedo, me cuesta mucho escribir
con lápiz o con lapicera así, o escribo muy lento […]. No sé… muchos
profesores hicieron análisis sobre esto, como que necesito algo en lo que
apoyarme, vaya a saber.
Como grupo, los definen y los aglutinan una serie de gustos y ac-
tividades en común. No consumen drogas, pues dicen que «es al pedo». El
tema predilecto de conversación es la música, que en el interior del grupo
se vuelve una actividad cohesiva: lo que nuclea el interés de todos es el rock
nacional: «nada de cumbia, eso odiamos». Fuera del colegio, se juntan fre-
cuentemente «a tocar», aunque aclaran que no son «una banda propiamente
dicha». De todas maneras, el deporte aparece también como una actividad de
socialización y un espacio de sociabilidad importante. Cuando pregunto por
otras actividades extraescolares, me responden: «Hay poco gimnasio, de vez
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194 en cuando alguno va, pero no dura mucho». Otras actividades físicas sí son
elegidas: tae kwon do, fútbol (aunque dicen: «ahora no somos muy futboleros,
antes sí»), tenis, natación, usan bicicleta, uno de ellos practica windsurf y
otro skate (agrega entre risas: «también una paja antes de dormir»).
Hay de todo; algunos hasta se hacen los hippies. Hay uno que se hace
el intelectual, se pone unos anteojos como los tuyos [se refieren a mis an-
teojos negros de pasta] para hacerse el canchero con las minas. Cree que
así se las va a levantar. Hay otro que se hace el raro y se compra pantalones
oxford en la galería Quinta Avenida. Igual tampoco somos de disfrazarnos.
A ese le gusta un poco Miranda!, se hace un poco el moderno y le gusta
un poco la música electrónica.
Con los otros grupos o con los chicos de este mismo grupo no hay
exclusiones, se reduce de vez en cuando de acuerdo al programa, pero
no se excluye, simplemente pasa. También hay algunos pollerudos, se los
entiende y se los perdona, pero da rabia; cuando se cortan por mucho
tiempo da rabia. Pero lo que es imperdonable, de garca total, es cambiar
de amigos. Algunos se pasaron de bando y todo bien, pero nunca vuelve
a ser lo mismo.
Las mujeres, tanto como los «otros grupos», marcan un límite que
define «bandos» desde una codificación homosocial que acerca la pertenencia
a la lealtad. Les pido que me cuenten un poco más sobre su relación con las
chicas: «Siempre hay un grupo de minas, hasta que se agota y aparece otro
nuevo». A veces varios están en distintos momentos con una misma chica:
[…] es más de minas; les encanta hablar por teléfono, pero además
es más necesario [aparece cierta condescendencia con lo que piensan
sus padres y madres al respecto], así están más seguras y los viejos más
tranquilos. Algunas se pasan, son medio pelotudas: […] en la cola del
boliche se hablan por celular, también se buscan adentro por celular…
Igual las minas, todas, usan celular.
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La mamá de Félix comentaba: «Es algo muy delicado, hay muchos prejuicios.
Te llega a agarrar un profesional súper católico… Porque [el médico clínico] estuvo buscando
todo el tiempo para ver adónde nos derivaba. Me dijo: “con cada uno de los colegas con
que me senté, que les pregunté por qué no trataban el tema, hasta amigos míos, me
dijeron que no” […]. Y después de dos meses de ir todos los jueves al clínico, me dijo:
“Te tengo que ser sincero, los profesionales que yo tenía de confianza, tanto psicólogos
como psiquiatras, no quieren tocar el tema, porque nadie quiere hacerse cargo de tomar
la responsabilidad en semejante historia”».
siendo nena y que era homosexual. Y no; es una mina que tiene un físico de
mina y mentalidad de varón». Lo interrumpen varios padres y madres a la
vez, y entre las voces se vuelve a escuchar la advertencia: «Eso te lo tiene
que decir un psiquiatra, te lo estoy diciendo en serio», y el padre acuerda:
Ella ahora tiene 18 años. No vaya a ser que en tres años diga «no, yo
en realidad quiero ser una mujer pero tengo esto, me confundí», y que
había un trastorno psiquiátrico que está enmascarando una situación que
nosotros creemos que es de una manera y es de otra.
Son cosas que tengo… que tenemos que saber. Cosas sobre las que
tenemos un desconocimiento total. Todo esto lo hago por mi lado, ella
no lo sabe. Porque en realidad son cosas que tenemos que saber. […] Yo
tengo que empaparme; bueno, los dos tenemos que empaparnos, tenemos
que saber todos los caminos posibles ante esto. Porque si no, diríamos:
«bueno, sí, dónde está el quirófano». […] No tenemos un libro donde nos
digan que era una realidad en la que teníamos que movernos para ver todo
lo que puede llegar a haber y qué es lo que tenemos que hacer […]. Pero
es un caso donde hay mucho que hacer y mucho que buscar, porque no
hay un lugar… Esa es la realidad.
Cuando tenía seis años le ponías una sábana rosa y ella te decía «yo
en esa cama no me acuesto». Jugaba ajedrez con sus pares varones y salía
campeona. Y vino el profesor de ajedrez a pedirnos permiso para que figure
en la tapa de un libro; estaba sorprendido porque su estructura mental
era de varón, tenía una estrategia mental de juego igual que la de los va-
rones. Por eso les ganaba a las chicas y a los propios varones. O sea, una
se puede poner en una posición porque es algo que lo venís construyendo
desde hace mucho tiempo. Distinto es si nunca te diste cuenta de nada.
A lo mejor uno vive adentro de un tupper, o no lo quiere ver o no lo puede
ver porque no está preparado para verlo. Otra cosa es cuando llevás todo
un proceso en el que siempre lo viste, pero la gente no estaba preparada
para hacerse cargo, llámese profesional o llámese como se quiera, ¿no? Y
nadie quiere decir «mire, está encasillada en esto».
Era el típico colegio donde una persona piensa algo y se queda con eso
que piensa y no le importan las consecuencias que pueda llegar a tener, las
repercusiones en la vida. Por ejemplo, la directora hablaba de mí o hablaba
de las cosas como si fuera, no sé, «ayer compré ravioles y los hice y los
comí», como si fuera cualquier cosa. O sea, chabona, ¡vos tenés un título
de psicopedagoga, psiquiatra, psicóloga! No opinés, porque no sabés lo
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200 que podés decir. Porque la mina podía llegar a decir una cosa y mi mamá,
¿viste?, como ve que la mina trataba siempre con chicos, hace cincuenta
años que era profesora y era directora… Trajo bastantes traumas a mi casa.
Entonces limitate a lo que te compete y no jodás. Podés dar una visión,
pero tampoco metiéndote en la vida de las personas y diciéndole a mi vieja
que me tiene que mandar a un psicólogo, que no sabe lo que va a pasar
conmigo, que yo me voy a descarrilar cuando sea grande. Nada que ver:
no me drogo, nada, no hago nada que pueda perjudicar a nadie y trato de
vivir lo mejor que puedo. Podés dar tu opinión, pero si vos ves que yo estoy
bien como estoy… Se tendrían que meter si hay quilombos, si yo soy así
y un chabón empieza a joder con eso. Ahí sí, metete, sancioná al chabón
porque es un desubicado. Pero si yo estoy bien… Y no insistas, porque
una vez que vos lo digas, como un comentario, como que te parecería
que más adelante yo podría tener problemas por ser así, está bien, yo lo
acepto, te lo entiendo, te lo respeto; pero cuando te ponés insistente con
el tema porque no se logra lo que vos querés y porque nadie dice lo que
vos querés que diga, ahí sí me jode. Le decía a mi mamá que me mande
a un psicólogo, el psicólogo decía que yo estaba bien y le decía «mandalo
a otro, mandalo a otro».
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3. REFLEXIONES FINALES
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En el ámbito de la clínica psi, el término «resiliencia» se refiere a la capacidad
subjetiva para sobreponerse a períodos de dolor emocional (BARUDY, 1998). Cuando unx
sujetx es capaz de hacerlo, se dice que tiene resiliencia adecuada y puede sobreponerse
a contratiempos o incluso resultar fortalecidx por los mismos. El concepto de resiliencia
se corresponde con el término «entereza». Esa capacidad de resistencia se prueba en
situaciones de fuerte y prolongado estrés.
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El acrónimo refiere a a lésbica, gay, trans y/o bisexual.
BIBLIOGRAFÍA
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BARTHES, Roland (2008). Del deporte y los hombres. Barcelona: Ediciones Paidós.
BELGICH, Horacio (2001). «El cuerpo escolar como territorio de atravesamientos de significación
sexual», en H. BELGICH, Los afectos y la sexualidad en la escuela (hacia una diversidad
del sentir). Buenos Aires: Homo Sapiens.
PELLER, Mariela (2010). «Un recuerdo de infancia. Juego, experiencia y memoria en los escritos
de Walter Benjamin». Nómadas. Revista Crítica de Ciencias Sociales y Jurídicas,
n.º 27, Madrid (ISSN 1578-6730).
SICILIANI, Norberto (2010). 100 razones para no ir a la escuela. Disquisiciones sobre la extitución
educativa. Buenos Aires: Editorial SB.