Marca País Artículos
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La marca lugar
¿Qué son y qué les pasa a los lugares que piden ser
marcados? Recomendaciones y casos que hoy dejan
huella.
La idea de que vivimos en un mundo diferente cuenta con tres referencias que en su
momento se presentaron como absolutas: el supuesto fin de la historia, el concepto de
que las identidades son líquidas y la creciente existencia de los no lugares.1 Sin embargo,
esta percepción de vivir en un escenario etéreo choca contra una realidad de crisis
periódicas que sufren las naciones. Esta situación descubre el hecho de que la mayoría de
los mortales no se desplaza volando y sí camina por el suelo. De allí que ser ciudadanos
del mundo o parte de empresas multinacionales es una ilusión. Que la mayoría se
enfrenta con fronteras, y que al rebotar contra ellas solo quedan las comunidades
originales o los lugares conocidos como pista de aterrizaje.
Y ya en el suelo, nos encontraremos con lo bueno y malo de la necesidad de identificarse
con un lugar y un grupo social. La condición de ser parte de un cuerpo colectivo que nos
brinde cierta organización. Que ayude a garantizar lo que entendemos como nuestros
derechos. Un lugar donde se pueda compartir sentimientos de pertenencia a un grupo de
referencia. Me refiero también a un sentimiento de trascendencia, donde haya testimonio
material de nuestro origen o llegada y una proyección imaginada hacia un futuro posible
que vaya más allá de la generación actual. Por eso son los niños quienes más demandan la
contención de un lugar para desde ahí entender su mundo.
Pero aceptemos algo de la idea de estar en un mundo diferente y señalemos una de las
cosas que sí ha generado cambios en hábitos y expectativas en determinados sectores
sociales: existe ahora una audiencia mayor que en el siglo XIX, de gente que busca
interactuar en otros lugares.2 Turistas, inversores o meros compradores de objetos e
historias ansiosos por degustar lo particular de lo otro. Son los que se llevarán testimonios
que certifiquen que ellos han estado o sido parte de ese lugar ajeno. Personas y empresas
que buscan en forma permanente encontrar su norte y sentido.
Como primer balance podemos plantear que aún hoy todo proviene y va hacia algún lugar
y que todos somos de algún sitio. Esto también se refuerza en el hecho de que la mayoría
de las cosas siguen siendo clasificadas por su lugar de procedencia, bajo los mismos
parámetros que reducen a la condición de cosas a las personas y objetos por su lugar de
origen. De esta manera nos acostumbramos a escuchar la existencia de muebles suecos,
meditación hindú, política alemana, mecánicos polacos o alegría brasileña. Así, y ante las
necesidades de interactuar, de pertenecer y diferenciarse es que el diseño debe aportar lo
suyo. Porque todos necesitamos de un lugar, nuestra clave es cómo representar a ese
lugar.
¿Qué son y qué les pasa a los lugares?
En realidad un lugar es algo que solo puede ser interpretado, que no tiene vida por sí
mismo, ya que su verdad es solo fruto de cómo se lo analice o imagine; de cómo se
encuentra unido a algo que de por sí, intrínsecamente, no lo tiene. Segundo, un lugar llega
a ser significativo socialmente si entrecruza y teje los intereses de grupos diversos que
encuentran allí su espacio de acción. Con relación a lo anterior, en los últimos siglos han
sido los estados nacionales quienes representan y estructuran a los lugares físicos.
Quedan pocos sitios, como los polos norte y sur, que todavía no han sido adjudicados
legalmente a una nación en particular.
Pero la circunstancia actual de los lugares es que el modelo económico dominante ha
acotado su autonomía y capacidad de estructurar políticas integrales de desarrollo. Ante
esta situación, las regiones o ciudades se ven obligadas a tomar la iniciativa en pos de
atraer para sí capitales y por ende trabajo para sus habitantes. Los medios con los que
cuentan son: estimular el turismo, la apertura a inversiones directas o lograr un mayor
marco de gestión. Así, ciudades como Melbourne, Hong Kong, Cali, Bilbao o Ámsterdam,
no esperan a que otros definan el futuro sino que emprenden acciones sobre su imagen y
comunicación para lograr así posicionarse exitosamente.
En paralelo, productores se agrupan y gestionan la denominación de origen de su oferta
para separarse de otros y combatir directamente por mercados. Estas nuevas
corporaciones buscan tanto que cada empresario pueda hacer su juego con mayor
respaldo como disminuir costos de promoción. Entonces, y aunque parezca una situación
propia de la edad media, hoy las ciudades, productores y las ligas de comerciantes locales,
salen a competir por el mundo usando como insignia a sus marcas de procedencia. Al
mismo tiempo, empresarios locales entienden que asociar sus productos a atributos
positivos del lugar les ayuda a ser entendidos y valorados.
Mi trabajo fue dominado en los últimos años por este tema, ya que la expresión de la
variable de origen de las empresas se convirtió en una estructura para identificarlas y
publicitarlas: empresas irlandesas que necesitaban mostrar rasgos de su cultura para que
sus productos fuesen aceptados en Escandinavia o Inglaterra; de Islandia, que requerían
reflejar algo de su naturaleza para vender más en Estados Unidos; compañías de Turquía o
Rusia, que requerían fijar su localización para atraer clientes que desearan interactuar
entre Europa y Asia, o de Emiratos Árabes, deseosos de ser referentes de la diáspora
musulmana. Hasta aeropuertos que requerían justificar su situación y ubicación
estratégica como articuladores de mundos. Es decir, encontré que las imágenes que
remiten a algo del lugar son, en el presente, esenciales para un trabajo como diseñador de
marcas.
Pero eso no es todo, los actuales y futuros habitantes de esos ámbitos también necesitan
de esas marcas. ¿Por qué?, porque la marca hace visible no sólo estrategias de política
institucional, no sólo un mensaje para ocupar nichos de mercado, sino que será
interpretada como parte de los recursos que simbolizan el lazo social que une a los
integrantes del lugar.
¿Cuál es el aporte del diseño?
Podemos pensar que como diseñadores somos cuentistas: las marcas son imágenes que
proyectan un relato en quienes las entienden. Un cuento que dialoga con otras historias
que el espectador adquirió sobre ese determinado lugar, pretendiendo afectar así la
interpretación que él o ella finalmente realicen sobre el mismo. De esta forma, el eje de
nuestro aporte consiste en buscar, interpretar y dar cuerpo a una historia que logre ser
registrada por su audiencia como la identidad del lugar. Esto nos lleva a crear marcas que
interrogan al receptor, ayudando a anclar un algo que sea fijado como propio y atractivo
por extraños. La «cosa nostra»3 que los demás también desearán.
Además, dado que no hay identidad si esta no se plasma en una imagen, esto nos lleva a
darnos cuenta que en realidad somos nosotros, como especialistas, quienes debemos ser
el centro de este tema, porque la acción de materializar o simbolizar lo que no tiene
forma es nuestra tarea. No se puede esperar que otra disciplina sea la responsable de ella.
Así, y usando como soporte de nuestro trabajo a un evento (Olimpiada, Feria, Fiesta, etc.)
o desde la creación directa de una marca de presentación, es que el diseñador es un actor
político, en tanto debe tomar partido sobre cosas que afectarán la forma de ver de sus
audiencias y cómo se ven a sí mismas.
¿Cómo debe ser la marca?
Al hablar en nombre del lugar uno tiene distintas opciones: puede proyectarlo como un
escenario sin actores, lo que sería elegir ser solo quien limpia el teatro y apaga las luces.
Configurarlo como una caja de música que repite un mismo baile (Tango, Vals, etc.), lo que
sería aferrarnos a una historia o en una misma broma. También se puede proyectar al
lugar desde una empresa, lo que es atar la suerte del país a ella. En este sentido, sí
recomiendo:
Que la marca lugar sea fruto de una estrategia aceptada por todos. Una que brinde a la
mayoría de los segmentos sociales que componen el lugar, de una referencia clara, a la
vez que transmita valores inclusivos interna y externamente.
Que sea políticamente correcta, que no deje heridos sin necesidad.
Que transmita una idea entendible, funcionando sola o con un eslogan de apoyo, pero
que exprese claramente lo que el lugar dice ser. Sin complicaciones.
Que deje pensando a sus lectores. Que logre llegar a lo más profundo de ellos para que
reflexionen sobre el tema para así afectar sus prejuicios.
Algunos casos interesantes
Tomemos algunos ejemplos: uno es la marca de Vancouver para sus Juegos Olímpicos de
Invierno. En ella se integraron ambiguamente elementos totémicos de las comunidades
indígenas del lugar con una figura abstracta de esquiador moderno, logrando una imagen
simpática, visualmente atractiva y políticamente correcta. Otra es la marca I amsterdam:
es recordable, reflexiva y lúdica, tan genérica que suma a Ámsterdam a todo aquel que
quiera ser parte de ella.
Similar pero efectivo es el desarrollo de marca lugar creado por un grupo de jóvenes que
vale la pena ser mostrado: I’m siberian nace como un acto de resistencia de los siberianos
contra toda imagen negativa de su tierra y población. El sistema crece y se difunde por
redes sociales y por la venta de merchandising. Inicialmente creada para estimular el
sentimiento de pertenencia de su población, hoy ayuda a mejorar la imagen de Siberia en
el exterior.
Me quedo también con la marca «México», que sigue logrando sumar referentes de su
fuerte pasado y bella naturaleza, con los de un presente optimista.
Conclusión
Como conclusión se puede pensar que la marca lugar tiene que ver no sólo con algunos
negocios, no sólo con los otros, sino también con una u otra manera de ver a un lugar. Con
proyectos de vida, abiertos o cerrados. Con la cultura local, los modos ideales de
relacionarse con el mundo y con la valoración que hagamos de nosotros mismos. Tiene
que ver con hacer visible algo. También con el sentido, la identidad, los sueños
individuales y colectivos de la gente.
NORBERTO CHAVES
Las marcas de South Africa y Cuba son reales y exactas. Las de Canada y Iceland son
reales; pero les hemos «neutralizado» el logotipo. Las de Quebec y Ireland nos las hemos
inventado. La de Suiza la hemos encontrado sobre la cama del hotel en el papelito de la
chocolatina. La de Perú la realizó el diseñador argentino, Nebur, a partir de nuestras
sugerencias. Y la de Argentina se la hemos pedido prestada a Canal 7 (televisora
argentina) sin permiso de sus autores: Guillermo Stein y su equipo.
NORBERTO CHAVES
LUCIANO CASSISI
1. Denominación ● ● ● ● ●
2. Propiedad ● ●
3. Localización física ● ●
4. Presencia ● ●
5. Firma ● ● ● ●
6. Aval o respaldo ● ●
7. Patrocinio ● ● ●
8. Característica ● ● ● ● ●
Llegamos entonces a una suerte de «mapa de funciones posibles» para la marca gráfica de
cada tipo de entidad. Por supuesto que el análisis de funciones requeridas debe realizarse
para cada caso específico. Por eso mismo decíamos que son funciones que «podrían»
resultar aplicables, pues eso dependerá de cada caso: no todas las organizaciones
necesitan que su marca indique propiedad, pues no todas cuentan con propiedades; no
todos los productos necesitan manifestar su respaldo a otras marcas; no todas las
campañas de comunicación necesitan indicar presencia, pues la mayoría de ellas no se
desplaza por espacios físicos sino comunicacionales; no todos los lugares necesitan firmar
mensajes propios, etc.
Conclusión
¿De qué podría servir el análisis de funciones de la marca gráfica que hemos realizado? Sin
duda para diseñar mejor, para tener pautas técnicas más precisas antes de empezar a
desarrollar propuestas gráficas, para auditar marcas gráficas existentes. En suma, saber
que una marca gráfica debe desempeñar unas determinadas funciones y no otras, es
información fundamental para definir algunos de los requerimientos técnicos que esta
debe cumplir. Diseñar un signo que sirva simultáneamente para firmar mensajes
comerciales y para indicar propiedad, implica contemplar unos rendimientos gráficos
diferentes de los de una marca que solamente necesita oficiar como respaldo de otras
entidades. El reconocimiento de estas funciones puede ser determinante (aunque
seguramente no suficiente) para establecer pautas gráficas concretas de la marca; como
limitar su cantidad de colores, determinar el tipo marcario y género gráfico adecuados, o
definir sus características en cuanto a otros parámetros técnicos (versatilidad, vigencia,
reproducibilidad, legibilidad, llamado de atención, singularidad, etc.).