Reseña "Incendio en La Torre Cinco"

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Las cenizas de una tragedia

Con un escalofriante relato sobre una de las desgracias más importantes de la última
década, el libro “Incendio en la torre 5: las 81 muertes que Gendarmería quiere olvidar”,
escrito por la periodista Tania Tamayo, da cuenta de las negligencias existentes antes del
siniestro, de la cultura carcelaria que se forja en la violencia extrema y como también la
desigualdad aún persiste en los lugares más profundos de la justicia chilena.

Por Mariana Poblete

Para los expertos en la materia, el mejor periodismo siempre está fundado en un


sentimiento de curiosidad. Este sentimiento debería ser el principal motor de acción para
escribir cualquier texto periodístico, porque es una de las maneras en que una historia real
pueda convertirse en algo que deja una marca.

Sin embargo, definir cuando la curiosidad puede sobrepasar los límites éticos es
increíblemente difícil y lamentablemente, la mayoría de los medios usa la curiosidad como
una excusa para hacer negocios con las tragedias que ocurren día a día.

Es por eso que “Incendio en la torre 5: las 81 muertes que Gendarmería quiere olvidar” de
Tania Tamayo Grez, no es sólo un relato que alterna entre hecho y narración los factores
que determinaron el final de una de las tragedias nacionales más recordadas de la última
década, sino que frente a todo, cuestiona y humaniza.

“Incendio en la torre 5” es un ejercicio para ver la línea entre la curiosidad y el


sensacionalismo. Ya que, según una entrevista realizada por “The Clinic.cl”, la periodista
Tania Tamayo afirma que su motivación principal para la investigación que aborda su libro
fue por un sentimiento de “cuasi voyeurismo”.

Cosa que no es casual si consideramos que 2010 fue un año donde la destrucción y la
pérdida de vidas en el 27/F solo era comparable a un filme post apocalíptico y que también
mostró el peor lado de los medios, con su desmesurado sensacionalismo y con autoridades
que no supieron actuar frente al desastre.

Sin embargo, con lo que sucedió el ocho de diciembre, no solo las sombras del terremoto y
posterior tsunami aparecieron de nuevo, sino que también, el sensacionalismo y la
truculencia tomó la transmisión de la noticia, mostrando los llantos de los familiares cuando
los fallecidos eran mencionados por Carabineros y donde tiempo más tarde, el Consejo
Nacional de Televisión (CNTV) multó a cuatro canales por mostrar imágenes que atentaban
contra la vulnerabilidad emocional y moral de las personas afectadas.

En este sentido, la curiosidad del horror sufrido por estos hombres se hace presente en el
primer capítulo del libro, donde las descripciones de gente calcinada, los gritos de personas
desesperadas y la explicitud de las muertes, dan la sensación de ansiedad por escapar de
las llamas que alguna vez existieron en el recinto penitenciario.
En lo sucesivo, “Incendio en la torre 5” trata de retratar la dinámica de la Cárcel de San
Miguel y en general, del mundo carcelario de Chile. Estos son representados en personajes
tales como Víctor, quien vio la pelea antes del incendio y relata cómo los presos se las
arreglaban para conseguir cosas desde afuera, Roberto, quien sabía de las reglas y Mañas
de la cárcel para sobrevivir y el cariño a su Perquin y Rubén, quien es el primero en
mencionar el hacinamiento y las malas condiciones del lugar.

Tan pronto sus relatos reproducen el ambiente, estos se alternan con una serie de
documentos y narraciones sobre las negligencias que existían en la cárcel. Ahí, se cuenta
de decretos que establecen el protocolo que los Gendarmes tienen que seguir en caso de
que un preso no cumpla con las reglas del lugar, que parecían más a una sesión de tortura
en Guantánamo que con una penalización, cosa que se suma al hacinamiento del recinto,
donde 1956 internos tenían que vivir en un espacio para 800 personas.

Luego, otros personajes toman el relevo de la historia. Esta vez, son los gendarmes a cargo
de la seguridad de la cárcel, entre ellos José Hormazábal,jefe de la guardia nocturna,
Fernando Orrego, uno de los cuatro centinelas que vigilaban la torre la noche del incendio y
Edith Ramírez, jefa de la guardia armada.

En una conversación, se muestra como el aviso del incendio empieza a escalar en una
espiral desesperante, donde los gendarmes, los bomberos y personal del Hospital Barros
Luco y posteriormente, personal de PDI y fiscalía, verían el horror que habían dejado las
llamas, con cuerpos tirados en el piso y con la destrucción total de la torre 5.

Sin embargo, Tamayo, en una prosa elegante, declara subliminalmente que lo vivido en San
Miguel esa noche no fue culpa de los Gendarmes completamente, sino que este suceso fue
una especie de “Muerte en el expreso de oriente”, con varias personas que influyeron en el
destino de esos 81 presos.

Considerando eso, el libro plantea una serie de irregularidades que adolece el sistema
penitenciario hasta el día de hoy, como la sobreexplotación de los Gendarmes que según
un reportaje de “La Tercera” en junio de este año, estos trabajan aproximadamente 18
horas seguidas y sin una posibilidad de descanso, haciendo que algunos de estos vigilantes
se quiten la vida.

Otro anomalía que el libro pone en la palestra es la desorganización que existía frente a la
clasificación de los presos, ya que en el sector en donde ocurrió el siniestro, los condenados
por delitos sexuales compartían piso con los convictos por venta ilegales de DVDs, algo que
sigue resonando por la extraña lógica de los gendarmes de juntar violadores con
vendedores ambulantes.

Además, temas como la casi nula capacitación del personal de gendarmería para manejar
incendios, las evidentes fallas en las red seca, los absurdos protocolos que demoraron el
ingreso a Bomberos a la cárcel, la falta de financiamiento para gendarmería y la carencia de
servicios básicos en algunos sectores de cárceles concesionadas son tocados de manera
cruda y directa en términos informativos, pero pueden ser digeridos fácilmente por la
manera en que está narrada.
Pero el triunfo más grande de este libro es presentar uno de los temas más incómodos para
la sociedad chilena que se refleja crudamente en el libro: El clasismo que ejerce el estado
chileno en su modelo de justicia.

Este clasismo no es un elemento que está explícito en el texto, pero se nota en la selección
de los datos, artículos y testimonios que son recolectados en la investigación.

Tamayo no es una novata en tocar este asunto en particular, ya que en sus anteriores
obras, “Caso Bombas: La explosión en la fiscalía sur” y “Todos somos Manuel Gutiérrez”,
nos habla de la desigualdad y la corrupción que existe en el sistema de justicia chileno,
donde en el primer caso, se presentaron pruebas y se realizaron procesos ilegales para
incriminar a personas inocentes y en el segundo, con un cuento sobre la pobreza y la
impunidad policial.

Pero como ya se mencionó, aunque los involucrados, tanto encargados de organismos de


justicia como los gendarmes tienen responsabilidad en 81 muertes, solo se imputaron a los
“responsables directos”, como Hormazábal, con cuasidelito de homicidio, cosa que impacta
por la decisión, pero que no sorprende considerando que la gente que pertenece al mundo
de la cárcel, es ignorado.

Aquí, se plantea que el estado chileno es un ente profundamente discriminador y que los
individuos que lo componen, no le interesa del todo resolver los problemas existentes.
Donde los problemas de Gendarmería son ignorados porque comparten con los presos,
aunque sea de manera violenta, donde aún no se resuelve el hacinamiento de los presos ni
el trato hacia ellos y por sobre todo, reina la indiferencia.

Para finalizar,“Incendio en la torre 5” es un relato que se toma la importancia de relatar la


crudeza de un mundo extremadamente duro, pero que narra de manera precisa y
responsable la magnitud de una desgracia que aún deja muchas preguntas, porque aunque
las llamas ya están extintas, las cenizas quedarán para siempre en la memoria.

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