Creados para Alabanza de Sus Gloria-Vicente Borragán
Creados para Alabanza de Sus Gloria-Vicente Borragán
Creados para Alabanza de Sus Gloria-Vicente Borragán
con una sola palabra, repetida sin cesar: “Alelú, alelú” (que
significa “alabad”), y el pueblo respondía pronunciando el
nombre del Señor: “Yavé, Yavé, Yavé”. Y lo hacía con
cantos, con gritos, con aclamaciones, con clamores de
alabanza.
¡Qué bello sería si todos los hombres nos convirtiéramos
en una pura alabanza de la gloria del Señor! Porque,
¿cuántos millones de hombres somos ahora en el mundo?
Unos 6.031 millones, según el dato que yo tengo de última
hora. Pero, ¿cuántos alabarán al Señor? Todos, de alguna
manera.
Hay una frase de San Ireneo que dice: Gloria Dei homo
vivens, es decir, El hombre viviente es la gloria de Dios. El
hombre, por el mero hecho de vivir, ya canta su gloria; con
su sola existencia es ya una alabanza de su gloria. Pero
cuando yo hablo de alabanza, me refiero a esa alabanza
que nosotros conocemos. ¿Cuántos le dirán con su corazón
y con su voz, consciente y abiertamente: “Te damos gloria,
Señor, y te bendecimos? Seguramente no muchos.
Tenemos que convertirnos en sacerdotes de toda la
humanidad, para que del corazón de todos los hombres
surja una alabanza poderosa para el Señor. Los hombres de
Israel así lo sintieron. Israel era un pueblo pequeño e
insignificante; ni en los mejores tiempos de su historia
debió pasar de dos millones o dos millones y medio.
Pero abrió sus ojos a los pueblos de alrededor y los invitó
a que se unieran a su alabanza: “Alabad al Señor todas las
naciones. ¡Oh Dios, que todos los pueblos te alaben!
Príncipes y jefes del mundo, hombres y mujeres, sabios e
ignorantes, ricos y pobres, venid todos a alabar y bendecir
al Señor”. La alabanza es como una enfermedad
contagiosa. El que lleva a Dios en su corazón siente la
necesidad de comunicar a todos su deseo infinito de alabar.
Y así es como, poco a poco, del individuo pasa al pueblo,
del pueblo pasa a todos los pueblos, hasta que la alabanza
termina por englobar a todos los seres y elementos de la
naturaleza. ¿Cuántos millones de estrellas habrá? ¿Cuántos
millones de peces, de árboles, de aves, de animales, de
granitos de arena? ¡Cuántas voces en la naturaleza! Los
rabinos hablaban de una alabanza de las cosas que nadie
recogía y así se perdía para siempre. Pero nosotros somos
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