López Guerra. La Legitimidad Democrática Del Juez.
López Guerra. La Legitimidad Democrática Del Juez.
López Guerra. La Legitimidad Democrática Del Juez.
del juez
Luis López Guerra
Catedrático de Derecho Constitucional
1. EL PROBLEMA DE LA LEGITIMACIÓN
DEL PODER JUDICIAL
1
Para una serie de estudios que relacionan ambas cuestiones —papel del juez, y casos de corrup-
ción política— ver P. ANDRÉS IBÁÑEZ (comp.), Corrupcióny Estado de Derecho. El papel de la jurisdic-
ción, Madrid, 1996.
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Baste referirse, como exposición del estado de la cuestión sobre estos temas, al trabajo de E.
GARCÍA DE ENTERRÍA, Democracia, jueces y control de la Administración, Madrid, 1997, 3 ed.
4
En relación con este tema, ver Luciano VÁRELA CASTRO, «Sobre'la legitimidad del Poder Judi-
cial», en Poder Judicial, núm. especial XI (1989), págs. 87-97.
5
Para un análisis del significado de la legitimidad democrática, ver Elias DÍAZ, «Legitimidad de-
mocrática versus legitimidad positivista y legitimidad iusnaturalista», Anuario de Derechos Humanos,
1981, págs. 51-72.
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La justificación clásica del poder del juez, justificación que aún sigue re-
presentando el núcleo central de la legitimación del juez en el Estado demo-
crático, es la que deriva de la exposición realizada por Montesquieu en 1745:
«los Jueces de la Nación no son, como hemos dicho, más que el instrumento
que pronuncia las palabras de la ley, seres inanimados que no pueden mode-
rar ni la fuerza ni el rigor de las leyes». Esta fórmula supone identificar la le-
gitimidad del juez con la legitimidad de la misma ley, y es aplicable, por tan-
to, a la justificación del juez en cualquier régimen. En el régimen democráti-
co, la legitimación del juez residirá, simplemente, en que aplica la ley
democrática. Se trata pues (frente a la legitimación democrática «de origen»
de legislativo y ejecutivo) de una legitimación democrática «de ejercicio»9.
Esta construcción (a veces designada como «paleodemocrática» o «pa-
leopositivista») suprime de raíz el problema de la legitimación del juez, al
eliminar cualquier función innovadora o creadora del mismo en relación
con la ley. De hecho, fue adoptada entusiásticamente por el constitucio-
8
Ver A. LÓPEZ CASTILLO, «De integración y soberanía. El Tratado sobre la Unión Europea
(TUE) ante la Ley Fundamental alemana (LF). Comentario de la Sentencia Maastricht del Tribunal
Constitucional Federal (TCF) de 12 de octubre de 1993. (Das Bundesverfassungsgericht ais Hüter der
Staatlkhesverfassten Volkes)», REDC, 90 (1994), págs. 207-240.
9
Para un análisis sistemático de la justificación «clásica» del juez, Ignacio DE OTTO, Estudios so-
bre el Poder Judicial, Madrid, 1989. Sobre todo los tres primeros capítulos: «La función jurisdiccio-
nal», «El concepto constitucional del Juez» y «La sujeción del Juez al ordenamiento jurídico».
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Me remito a las consideraciones efectuadas en mi trabajo «Democracia y división del poder»,
en J. Félix TEZANOS (comp.), La Democraciapost-liberal, Madrid, 1996, págs. 238-255.
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Esta definición del stare decisis es la que se encuentra en la literatura anglosajona. Se admite
que los Tribunales inferiores deben seguir los precedentes sentados por los superiores, y que éstos deben se-
guir los suyos propios como regla, salvo que encuentren razones para variarlos (overniling). Así, D. E.
BRODY, American Legal System, 1978, pág. 8: «...the doctrine oí stare decisis, which declares that once
a decisión is reached by the superior court in a particular case it becomes a precedent, and all other ca-
ses of similar kind are to be decided according to the same rules». También G. PlTT, «Law application
in the Common Law tradition», en La crisis..., op. cit., pág. 40: «The doctrine oí stare decisis means
that where the legal justificaron (ratio decidendi) of a previsions case covers the case in hand, and
emanates from a court whose decisions are binding on the court seised of the case, then the previous de-
cisión must be followed». En la misma línea, H. J. ABRAHAM, The Judicial Process, New York, 1993,
6.a ed., págs. 324-327. Desde una perspectiva comparativa, Konrad ZwEIGERT y H. KüTZ, Introduc-
tion to Comparative Law, Oxford, 1992, pág. 267: «The doctrine lays down that every English court
is bound by all decisions handed down by courts superior to it in the hierarchy, and, until quite re-
cently, the doctrine laid down that the superior courts, namely the Court of Appeal and the House of
Lords, were bound to treat their own previous decisions as absolutely binding». Me remito sobre esta
cuestión a mi trabajo «El Tribunal Constitucional y el principio stare decisis», en El Tribunal Consti-
tucional, Madrid, 1981, vol. II, págs. 1435-1456. Para una opinión distinta, ver E. ALONSO GARCÍA,
La interpretación de la Constitución, Madrid, 1984, págs. 165-166.
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New York Times, 10 de marzo de 1937, pág. 1; cif. Z W E I G E R T , op.cit., pág. 2 5 4 . Para u n análi-
sis d e la posición del Tribunal S u p r e m o frente al New Deal, Robert A. BURT, The Constitution in con-
flict, Cambridge, 1992, págs. 2 5 3 - 2 6 7 , «The Struggle Against Judicial Supremacy».
25
U n análisis del papel «político» del Tribunal S u p r e m o puede hallarse en D . C o x , The role of
the Supreme Court in American Governement, Oxford, 1979, especialmente págs. 9 9 y ss., «Constitu-
tionalism a n d Politization».
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inicial: la legitimación del juez para crear Derecho (incluso frente al legis-
lador) se refuerza en la medida en que se refuerza su legitimidad democrá-
tica de origen, y su responsabilidad ante las fuentes (electorales y parla-
mentarias) de la voluntad popular. En este aspecto es donde pueden en-
contrarse considerables diferencias entre los sistemas de common law y de
«Derecho continental».
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Una excepción, señalada por CAPPELLETT!, op. cit., pág. 47, pudiera ser la Richteranklage pre-
vista en la Ley Fundamental de Bonn, art. 98.
3fi
Sobre estos temas, Luis María DfEZ-PlCAZO, Régimen constitucional del Poder Judicial, Madrid,
1991, págs. 106-110, apartado «La responsabilidad de los jueces». También J. GABALDÓN LÓPEZ,
«Control democrático del poder judicial», y F. MARfN CASTÁN, «Control democrático y legitimación
del Poder Judicial», ambas en Poder Judicial, número especial XI (1989), págs. 77-85 y 99-111, res-
pectivamente.
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Una interesante exposición de las formas de autogobierno en el «modelo americano» del poder
judicial, y sus diferencias con los modelos europeos de gobierno de ese poder puede encontrarse en
Ricardo HARO, «El poder judicial en la reforma constitucional argentina: el Consejo de la Magistratu-
ra», en W . AA., La reforma de la Constitución argentina en perspectiva comparada, Madrid, 1996,
págs. 187-196. En muchos países de Iberoamérica se han creado Consejos de la Magistratura, pero su
posición y funciones difieren considerablemente de las europeas, como explica HARO. Sobre esta
cuestión versa, también en el mismo volumen, mi trabajo «Algunas consideraciones sobre los Conse-
jos de la Magistratura», págs. 169-185.
-18 Me remito en esto a las consideraciones efectuadas en mi trabajo Democracia y división de po-
deres.
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Me remito de nuevo a mi trabajo Democracia y división de poderes, cit. También, ver Miguel
CARMONA RUANO, «La legitimidad democrática de la justicia», en W . AA., El sistema judicial en Es-
paña, Madrid, 1986, págs. 65-69.
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los componentes del CGPJ sean jueces o magistrados, que ha sido inter-
pretado por el Tribunal Constitucional como encaminado a «asegurar
que la composición del Consejo refleje el pluralismo existente en el seno de
la sociedad y muy en especial en el seno del poder judicial» (STC
108/1986). Y al tiempo la legitimación democrática exige, no sólo un
contacto permanente de este tipo de Consejos con las corrientes del pen-
samiento y crítica del Derecho en cada momento, sino también una ren-
dición continua de cuentas a las instancias parlamentarias y de la opinión
pública.
b) La designación de los integrantes de los Tribunales Supremos
por el Consejo de la Magistratura, si éste tiene una legitimación parla-
mentaria, supone la vía de conexión de esos tribunales con la «concien-
cia jurídica» de cada momento. Ello implica la necesidad de un cierto
margen de libertad en la selección de este tipo de jueces por el Consejo
de la Magistratura. Pero no basta sólo, para que cumplan su función, con
que los magistrados integrantes de los Tribunales Supremos reúnan los
requisitos de capacidad técnica exigibles de los jueces en general, sino
que, dada la misión de creadores del Derecho, deben además tener una
calificación que debe claramente definirse como política: esto es, la de re-
flejar adecuadamente la cultura y la opinión jurídica de la sociedad, las
posiciones prevalentes en ésta sobre los «grandes temas» del Derecho. Un
juez del Tribunal Supremo tiene una función cualitativamente distinta
de la del resto de los jueces, al potenciarse su dimensión creadora del De-
recho, y por ello, forzosamente vinculado a la sensibilidad social de mo-
mento.
c) Todo ello conduce a concluir que para que los altos órganos judi-
ciales, integrados en forma que reflejen el sentimiento jurídico de la colec-
tividad, puedan en la práctica orientar la acción de los tribunales, y legiti-
mar así democráticamente la labor creadora de éstos, deben disponer de
una amplia capacidad revisora, de manera que puedan pronunciarse sobre
todo tipo de casos, sin que existan áreas del Derecho que queden exentas
del examen del Tribunal Supremo. La restricción del acceso a vías como la
casación (por la cuantía, o por el tipo de procedimiento) trae como conse-
cuencia la imposibilidad real de que los Tribunales Supremos puedan esta-
blecer pautas jurisprudenciales en materias que, en muchos casos, son las
que más directamente afectan a grandes sectores de la población; frente a
ello, la consolidación del Tribunal Supremo como tercera instancia, (en
cuanto jurisdicción de apelación frente a la Sentencia de apelación) le
obliga a centrar sus actuaciones muchas veces en materias en que su fun-
ción de creación del Derecho es inexistente, en perjuicio de aquellos casos
en que esa función resulta necesaria. La potenciación de la legitimación
democrática del juez pasa pues no sólo por la potenciación del papel de
los Consejos de la Magistratura, sino también por una reformulación del
papel del Tribunal Supremo, de manera que en la actuación de éste se una
la capacidad de incidir en todas las áreas del Derecho a la posibilidad de
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seleccionar los supuestos en que su labor de creación del Derecho sea más
conveniente. De esta manera, el Tribunal Supremo podrá llevar a cabo su
labor de traducir a pautas normativas una voluntad popular que, si no está
expresada en las leyes, sí se ve reflejada, en forma indirecta, en la composi-
ción de esos tribunales.
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