Otra Reforma PDF
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Resumen
La reforma constitucional mexicana en materia de derechos humanos de junio de 2011 proyectó una visión
integradora de los derechos humanos, a partir del reconocimiento de un derecho internacional y regional
cada vez más necesario de respetarse y fortalecerse. Por ello, el presente estudio reconoce que la norma
constitucional mexicana contiene en la práctica supuestos normativos opuestos entre sí, circunstancia que
implica prever a un mismo nivel constitucional una contradicción. Es propósito del presente estudio
demostrar que la constitución mexicana en su contexto, requiere integrar una coherencia interna tomando
como referencia el principio de igualdad en la definición y reconocimiento del derecho indígena basado en
los usos y costumbres, y el derecho positivo; aplicando dichos conceptos al entorno local en el municipio
de Amealco de Bonfil del Estado de Querétaro.
Palabras clave: Derecho indígena, usos y costumbres, igualdad.
Abstract
The Mexican constitutional reform on human rights of June 2011, projected an integrating vision of
human rights, from the recognition of an international and regional right increasingly necessary to be
respected and strengthened. For this reason, the present study recognizes that the Mexican constitutional
norm, in practice, contains opposing normative assumptions, a circumstance that implies a contradiction
at the same constitutional level. It is the purpose of the present study to demonstrate that the Mexican
constitution in its context, requires integrating an internal coherence taking as reference the principle of
equality in the definition and recognition of indigenous law based on the uses and customs and positive
law; applying these concepts to the local environment in the municipality of Amealco de Bonfil of the State
of Querétaro.
Key words: Indigenous law, uses and customs, equality.
1
Fecha de recepción: 06/04/2018. Fecha de aceptación: 07/07/2018.
2 Doctor en derecho. Profesor de tiempo completo en la Facultad de Derecho de la Universidad Autónoma de
Querétaro-México. Miembro del sistema nacional de investigadores, nivel I de CONACyT. Correo electrónico:
luis.avendano@hotmail.com
3 Doctor en derecho. Profesor de tiempo completo en la Facultad de Derecho de la Universidad Autónoma de
I. Consideraciones generales
En México, el derecho indígena relativo a sus usos y costumbres constituye el reconocimiento de derechos
calificados como históricos dentro del derecho positivo constitucional (Gómez, 2014, p.231). Circunstancia
que incluye colocar a un mismo nivel normativo y a su vez nivel teórico-jurídico, derecho histórico y
positivo formal. Por lo cual las contradicciones que la aplicación de tales sistemas conlleva, constituyen en
la práctica una antinomia no solo como norma-regla sino también como valor
Por ello, tal derecho debe ser estudiado no como un ‘Estado paralelo’ al Estado positivo nacional; sino
como un sistema inserto en el orden constitucional, fundamentando coincidencias y contradicciones a
partir del principio de igualdad en términos del liberalismo jurídico.
A las consideraciones anteriores, cabe señalar que en la reforma constitucional de junio de 2011 nuestro
país se sujetó al control de convencionalidad como parámetro de eficacia en materia de derechos
humanos, a partir tanto de la positivación como de la interpretación convencional y constitucional;
circunstancia que supone hallarnos en presencia de un canon ‘internacionalista’, donde el parámetro de
validez de tales derechos lo otorguen no solo el fenómeno nacional, sino también las normas y criterios de
interpretación emanados de sentencias, opiniones consultivas e informes de los organismos
supranacionales de protección de los derechos humanos (Avendaño, 2014, p. 123).
Así, el objeto del presente estudio lo constituye ambas hipótesis, es decir, tanto la descripción del
fenómeno de supranacionalidad como del de intranacionalidad, a partir de la cual la Constitución federal
mexicana deba ser abordada como norma-principio, y en donde su interpretación y ubicación conceptual
represente no solo un tratamiento como norma-regla sino particularmente como valor.
Las hipótesis a desarrollar en el presente trabajo, consisten por un lado distinguir cuál es el
reconocimiento jurídico constitucional con que cuenta el sistema indígena de los usos y costumbres, el
impacto de la reforma constitucional de junio de 2011 en la modulación y eficacia de dicho sistema; y por
último, generar elementos para la aproximación a un concepto. La metodología, consiste en aplicar el
modelo de Dworkin al fenómeno nacional en la definición de un sistema normativo no excluyente sino
complementario al positivo constitucional.
Así el estudio y conceptualización del derecho indígena ha sido también objeto de estudio desde diversos
enfoques, entre los que destaca el planteamiento del llamado ‘derecho consuetudinario indígena’,
‘costumbre jurídica indígena’ o de los ‘usos y costumbres’. Es decir sin una univocidad en cuanto al
concepto, constituye el reconocimiento de derechos calificados como históricos dentro del derecho
positivo. Circunstancia que incluye a su vez colocar a un mismo nivel normativo y a su vez teórico-
jurídico, derecho histórico y positivo formal.
En México, los acontecimientos sociales y políticos que precedieron a la reforma constitucional federal
fueron diversos, entre los que destaca el del 1º de enero de 1994 donde surge el movimiento indígena
denominado Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) como oposición al inicio de vigencia del
Tratado de Libre comercio con Estados Unidos y Canadá (TLCAN). A lo anterior se sumó en el año 2000 el
cambio de régimen político que significó la llegada a la Presidencia de la República del Partido Acción
Nacional (PAN) y la interrupción en el poder de más de 70 años del Partido Revolucionario Institucional
(PRI) y generando una incipiente democracia (Avendaño, 2017, p. 42).
Todo lo anterior influyó para que el 14 de agosto de 2001 se modifique el artículo 2º, confiriendo con ello
el reconocimiento constitucional a la diversidad étnica y cultural mexicana y nos ubique en la órbita
del multiculturalismo. A decir el artículo dispone:
es de 62,197 habitantes, de los cuales 29,842 son hombres y 32,355 son mujeres. En el municipio existen
34 comunidades de origen Otomí, ahora Ñañhú (INEGI, 2001, p. 15).
En el caso que nos ocupa, se desarrollan dos hipótesis. Por una parte el sistema normativo del derecho
indígena de usos y costumbres, y por el otro, el sistema positivo reconocido constitucionalmente a todos
los nacionales, aplicados a un mismo sujeto de reconocimiento: mujeres indígenas.
irreversibles. La ofendida es lideresa de la organización otomí Yax Kin, que a su vez participa en proyectos
productivos para las mujeres de Amealco.
El juez único municipal de Amealco de Bonfil dentro de la causa 23/2003, encontró elementos suficientes
para responsabilizar penalmente por los delitos de lesiones y violación equiparada a las dos mujeres
agresoras en contra de la lideresa de la organización otomí Yax Kin, por lo que fueron sentenciadas a dos
años de prisión, el pago de una multa, la reparación del daño y a realizar trabajos en beneficio a favor de la
comunidad (TSJ, 2003, p. 70).
uno que posibilite el que los jueces ordinarios puedan analizar la conformidad de una ley con la
Constitución o los tratados internacionales que formen parte del plexo constitucional formando con ello
un control difuso de la constitucionalidad, convirtiendo así a los jueces locales en guardianes de la
constitucionalidad en general.
2) Por otro lado, el de los Sistemas jurídicos indígenas, creados alrededor de sus cosmovisiones, que
cuentan con sistemas propios de autoridad y representación, decisión, control y regulación
social. Sistemas jurídicos a los que la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos les
reconoce jurisdicción legal.
3) Por último, y en atención al reconocimiento de los tratados internacionales aplicables al sistema
nacional por virtud de la reforma de 10 de junio de 2011, los acuerdos del Convenio 169 de la
Organización Internacional del Trabajo Sobre pueblos indígenas y tribales en países
independientes, disponen entre otras cosas:
“8.2: Dichos pueblos (indígenas) deberán tener el derecho de conservar sus costumbres e
instituciones propias, siempre que éstas no sean incompatibles con los derechos
fundamentales definidos por el sistema jurídico nacional ni con los derechos
humanos internacionalmente reconocidos. Siempre que sea necesario, deberán
establecerse procedimientos que puedan surgir en la aplicación de este principio.
9.1: En la medida en que ello sea compatible con el sistema jurídico nacional y con
los derechos humanos internacionalmente reconocidos, deberán respetarse los
métodos a los que los pueblos interesados recurren tradicionalmente para la represión de los
delitos cometidos por sus miembros” (OIT, 1990, p.p. 8-9).
De lo anterior, se desprende por parte del Estado nacional el reconocimiento la diversidad étnica y
cultural, así como el pluralismo jurídico en el que destaca el sistema jurídico indígena. Sin embargo, en un
modelo de derecho positivo como el nuestro reconocer y otorgar el carácter jurídico a los sistemas
normativos indígenas resulta una cuestión muy difícil de aceptar, particularmente, para los
administradores de justicia que seguido incurren en actos que violentan los derechos fundamentales de los
pueblos indígenas reconocidos en instrumentos jurídicos nacionales e internacionales, como el Convenio
169 de la Organización Internacional del Trabajo y el artículo 2° constitucional o enunciativos como la
Declaración de los Derechos de los Pueblos Indígenas.
A esto habría que agregar la dificultad que existe para determinar qué derecho debe prevalecer, en caso de
oposición de las normas estatales con los sistemas jurídicos indígenas y qué autoridades son las que deben
de resolver las controversias que se susciten en caso de conflicto de las normas estatales con las indígenas.
En efecto, la fracción II del artículo 2° constitucional dispone:
“II. Aplicar sus propios sistemas normativos en la regulación y solución de sus
conflictos internos, sujetándose a los principios generales de esta Constitución,
respetando las garantías individuales, los derechos humanos y, de manera relevante, la
dignidad e integridad de las mujeres. La ley establecerá los casos y procedimientos de
validación por los jueces o tribunales correspondientes” (Constitución Política de los Estados
Unidos Mexicanos, 1917, p. 2).
Como se podrá observar, el dispositivo ejerce un desacuerdo con el límite impuesto a los sistemas
normativos indígenas, la primera parte del precepto faculta a las autoridades indígenas para aplicar sus
sistemas normativos en la solución de sus conflictos internos, enseguida limita este derecho cuando
establece que dichas normas no deben ser contrarias a los principios generales de la Constitución. Es
decir, una interpretación literal de este artículo haría nugatorio los derechos indígenas fundamentales
reconocidos; más aún, cuando de inmediato dispones que dichas normas deberán ser validadas por las
autoridades correspondientes, terminado con ello el derecho de la autonomía que se pretende reconocer a
cargo de los pueblos indígenas. Así, la propuesta es resolver estas contradicciones adoptando una posición
que respete los parámetros valorativos de cada derecho, anteponiendo entre ambos sistemas normativos
valores tales como el derecho a la vida y a la integridad personal o física, en donde los pueblos indígenas
puedan y deban contar con las facultades necesarias para aplicar sus sistemas jurídicos. Contradicciones
que deben ser resueltas mediante una interpretación moral de la Constitución, fundamentada en
principios y de forma específica por el principio de igualdad, preservando las diferencias entre las partes.
Con el fin de garantizar el derecho de los pueblos indígenas a administrar justicia de de acuerdos a sus
procedimientos y sistemas jurídicos, se hace necesario la adecuación de ciertas instituciones y la creación
de otras, sobre todo judiciales, que conozcan sobre los conflictos de normas de orígenes culturales
diversos. En este proceso es de suma importancia la participación de los pueblos involucrados. A partir del
cual deben crearse autoridades paralelas a los Agentes del Ministerio Público, en jueces Indígenas o un
Tribunal Indígena Especializado que conozca de los recursos de apelación.
Lo anterior confirma la tesis de Dworkin, en el sentido de ambas normas derecho histórico y derecho
positivo, a partir de la cual toda resolución debe fundamentarse en una justificación moral fuerte sobre la
idea de que todo individuo ─y sistema normativo─; que se debe proyectar sobre aspectos sustantivos
relevantes como la tolerancia, el respeto a los derechos individuales y la redistribución de recursos y que
concibe al Derecho como el proceso social por excelencia para su consecución. Visión que permite
entender las notas características que Dworkin predica del fenómeno jurídico como una empresa de
relevancia moral objetiva que pretende la articulación de la libertad y la igualdad en un orden
constitucional justo y que va a suponer la centralidad de la interpretación jurídica frente a la de los
protocolos formales de validez; la prevalencia de la adjudicación judicial frente a la actividad legislativa y
la prioridad de la protección de derechos individuales frente al orden jurídico y sus objetivos colectivos.
V. Conclusiones
La reforma en materia de derechos humanos en México, no solo dio apertura a una dimensión
internacional de protección, sino que resaltó de igual forma el reconocimiento a una categoría jurídica
diferente con respecto al derecho indígena, el cual goza de los principios de autonomía para auto
determinarse y gobernarse. Así, el reconocimiento de los sistemas del derecho indígena dentro del sistema
jurídico constituyen en la práctica, dos lógicas que se contraponen ya que sustenta diferentes principios
jurídicos, por lo cual, estamos frente a una contradicción que puede ser insalvable o totalmente
integradora.
Al enunciar la otra reforma constitucional, denuncio y establezco que la constitución misma debe
garantizar a partir de una coherencia teórica y el principio de igualdad una constitución moral y de
principios, en donde los conflictos deben reconocerse y solucionarse en la misma proporción. Dicho
tratamiento moral de la Constitución y el principio de igualdad con diferencias, son el eje a partir del cual
se reconoce la autonomía para reconocer y sancionar supuestos propios de conformidad a sus usos y
costumbres. Lo cual permite dimensionar la coexistencia de dos órdenes constitucionales insertos en el
estado nacional mexicano.
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