Sintesis de Gaudete Et Esxultante
Sintesis de Gaudete Et Esxultante
Sintesis de Gaudete Et Esxultante
19. Cada santo es una misión; es un proyecto del Padre para reflejar y en-
carnar, en un momento determinado de la historia, un aspecto del Evangelio.
20. «La santidad no es sino la caridad plenamente vivida» (Benedicto
XVI).
LA ACTIVIDAD QUE SANTIFICA
42. Aun cuando la existencia de alguien haya sido un desastre, aun cuando
lo veamos destruido por los vicios o las adicciones, Dios está en su vida.
Los límites de la razón
45. San Juan Pablo II les advertía de la tentación de desarrollar «un cierto
sentimiento de superioridad respecto a los demás fieles».
EL PELAGIANISMO ACTUAL
49. Cuando algunos de ellos se dirigen a los débiles diciéndoles que todo
se puede con la gracia de Dios, en el fondo suelen transmitir la idea de que
todo se puede con la voluntad humana; Dios te invita a hacer lo que puedas y
a pedir lo que no puedas: «Dame lo que me pides y pídeme lo que quieras»
(San Agustín).
Una enseñanza de la Iglesia muchas veces olvidada
52. La Iglesia enseñó reiteradas veces que no somos justificados por nues-
tras obras o por nuestros esfuerzos, sino por la gracia del Señor que toma la
iniciativa.
Los nuevos pelagianos
58. Muchas veces, en contra del impulso del Espíritu, la vida de la Iglesia
se convierte en una pieza de museo o en una posesión de pocos. Es quizás
una forma sutil de pelagianismo.
El resumen de la Ley
60. «Porque toda la ley se cumple en una sola frase, que es: Amarás a tu
prójimo como a ti mismo» (Ga 5,14).
CAPÍTULO TERCERO: A LA LUZ DEL MAESTRO
63. «¿Cómo se hace para llegar a ser un buen cristiano?», la respuesta es
sencilla: es necesario hacer, cada uno a su modo, lo que dice Jesús en el ser-
món de las Bienaventuranzas.
A CONTRACORRIENTE
69. Esta pobreza de espíritu está muy relacionada con aquella «santa indi-
ferencia» que proponía san Ignacio de Loyola, en la cual alcanzamos una
hermosa libertad interior.
70. Ser pobre en el corazón, esto es santidad.
«Felices los mansos, porque heredarán la tierra»
72. Para santa Teresa de Lisieux «la caridad perfecta consiste en soportar
los defectos de los demás, en no escandalizarse de sus debilidades».
73. Reaccionar con humilde mansedumbre, esto es santidad.
«Felices los que lloran, porque ellos serán consolados»
75. El mundo nos propone lo contrario: se gastan muchas energías por es-
capar de las circunstancias donde se hace presente el sufrimiento.
76. Saber llorar con los demás, esto es santidad.
«Felices los que tienen hambre y sed de justicia, porque ellos quedarán sa-
ciados»
80. El Catecismo nos recuerda que esta ley se debe aplicar «en todos los
casos»,[1] de manera especial cuando alguien «se ve a veces enfrentado con
situaciones que hacen el juicio moral menos seguro, y la decisión difícil».
81. Mirar y actuar con misericordia, esto es santidad.
«Felices los de corazón limpio, porque ellos verán a Dios»
85. En las intenciones del corazón se originan los deseos y las decisiones
más profundas que realmente nos mueven.
86. Mantener el corazón limpio de todo lo que mancha el amor, esto es
santidad.
«Felices los que trabajan por la paz, porque ellos serán llamados hi-
jos de Dios»
89. No es fácil construir esta paz evangélica que no excluye a nadie sino
que integra también a los que son algo extraños, a las personas difíciles y
complicadas.
Sembrar paz a nuestro alrededor, esto es santidad.
94. Las persecuciones no son una realidad del pasado, porque hoy tam-
bién las sufrimos, sea de manera cruenta, como tantos mártires contemporá-
neos, o de un modo más sutil, a través de calumnias y falsedades.
Aceptar cada día el camino del Evangelio aunque nos traiga problemas,
esto es santidad.
EL GRAN PROTOCOLO
100. Lamento que a veces las ideologías nos lleven a dos errores nocivos.
Por una parte, el de los cristianos que separan estas exigencias del Evangelio
de su relación personal con el Señor, de la unión interior con él, de la gracia.
101. También es nocivo e ideológico el error de quienes viven sospechando
del compromiso social de los demás, considerándolo algo superficial, mun-
dano, secularista, inmanentista, comunista, populista. La defensa del inocen-
te que no ha nacido, por ejemplo, debe ser clara, firme y apasionada. Pero
igualmente sagrada es la vida de los pobres que ya han nacido, que se deba-
ten en la miseria.
102. Suele escucharse que, frente al relativismo y a los límites del mundo
actual, sería un asunto menor la situación de los migrantes, por ejemplo. Al-
gunos católicos afirman que es un tema secundario al lado de los temas «se-
rios» de la bioética.
103. No se trata de un invento de un Papa o de un delirio pasajero.
El culto que más le agrada
107. Quien de verdad quiera dar gloria a Dios con su vida, quien realmente
anhele santificarse para que su existencia glorifique al Santo, está llamado a
obsesionarse, desgastarse y cansarse intentando vivir las obras de misericor-
dia.
108. El consumismo hedonista puede jugarnos una mala pasada. También
el consumo de información superficial y las formas de comunicación rápida y
virtual pueden ser un factor de atontamiento que se lleva todo nuestro tiem-
po y nos aleja de la carne sufriente de los hermanos.
***
109. La fuerza del testimonio de los santos está en vivir las bienaventuran-
zas y el protocolo del juicio final. Recomiendo vivamente releer con frecuen-
cia estos grandes textos bíblicos, recordarlos, orar con ellos, intentar hacer-
los carne. Nos harán bien, nos harán genuinamente felices.
CAPÍTULO CUARTO: ALGUNAS NOTAS DE LA SANTIDAD
EN EL MUNDO ACTUAL
164. «No nos entreguemos al sueño». Porque quienes sienten que no come-
ten faltas graves contra la Ley de Dios, pueden descuidarse en una especie de
atontamiento o adormecimiento.
EL DISCERNIMIENTO
166. ¿Cómo saber si algo viene del Espíritu Santo o si su origen está en el
espíritu del mundo o en el espíritu del diablo? La única forma es el discerni-
miento, que no supone solamente una buena capacidad de razonar o un sen-
tido común, es también un don que hay que pedir. Si lo pedimos confiada-
mente al Espíritu Santo, y al mismo tiempo nos esforzamos por desarrollarlo
con la oración, la reflexión, la lectura y el buen consejo, seguramente podre-
mos crecer en esta capacidad espiritual.
Una necesidad imperiosa
171. Si bien el Señor nos habla de modos muy variados en medio de nues-
tro trabajo, a través de los demás, y en todo momento, no es posible prescin-
dir del silencio de la oración detenida para percibir mejor ese lenguaje, para
interpretar el significado real de las inspiraciones que creímos recibir.
Habla, Señor
172. Solo quien está dispuesto a escuchar tiene la libertad para renunciar a
su propio punto de vista parcial o insuficiente, a sus costumbres, a sus esque-
mas.
173. No se trata de aplicar recetas o de repetir el pasado.
La lógica del don y de la cruz
175. Hace falta pedirle al Espíritu Santo que nos libere y que expulse ese
miedo que nos lleva a vedarle su entrada en algunos aspectos de la propia
vida. Esto nos hace ver que el discernimiento no es un autoanálisis ensimis-
mado, una introspección egoísta, sino una verdadera salida de nosotros mis-
mos hacia el misterio de Dios, que nos ayuda a vivir la misión a la cual nos ha
llamado para el bien de los hermanos.
***
176. Quiero que María corone estas reflexiones, porque ella vivió como na-
die las bienaventuranzas de Jesús. Ella es la que se estremecía de gozo en la
presencia de Dios, la que conservaba todo en su corazón y se dejó atravesar
por la espada. Es la santa entre los santos, la más bendita, la que nos enseña
el camino de la santidad y nos acompaña. Ella no acepta que nos quedemos
caídos y a veces nos lleva en sus brazos sin juzgarnos. Conversar con ella nos
consuela, nos libera y nos santifica. La Madre no necesita de muchas pala-
bras, no le hace falta que nos esforcemos demasiado para explicarle lo que
nos pasa. Basta musitar una y otra vez: «Dios te salve, María…».
177. Espero que estas páginas sean útiles para que toda la Iglesia se dedi-
que a promover el deseo de la santidad. Pidamos que el Espíritu Santo infun-
da en nosotros un intenso anhelo de ser santos para la mayor gloria de Dios y
alentémonos unos a otros en este intento. Así compartiremos una felicidad
que el mundo no nos podrá quitar.
(Ciudad del Vaticano, vaticannews.va)