Pecado. ¿Una Ofensa A Dios?

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PRIMERA PARTE
PECADO: ¿UNA OFENSA A Dios?
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[. .. ] a los edictos totalitarios que comienzan con la ·
revelación emanada de una autoridad absoluta,
se imponen mediante el miedo y se fundan en
un pecado que habría sido cometido hace mucho
tiempo, se suman normas que a menudo son
inmorales e imposibles a la vez. El principio esencial
del totalitarismo consiste en promulgar leyes que
sean imposibles de obedecer.

Christopher Hitchens
Dios no es bueno
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l. DE PIFIAS Y CAMINOS TORTUOSOS

Apenas había cumplido mis siete años yya me enfrentaba


a una dificultad que sobrepasaba mis entendederas infan-
tiles. Criada en una añeja tradición católica, se acercaba
en ese momento mi primera comunión; pero antes, según
me aleccionaron, debía hacer un examen de conciencia4
para saber cuáles eran mis pecados y preparar mi prime-
ra confesión.
Se había terminado para mí la edad de la inocen-
cia: ahora no solo era pecadora, sino que, además, debía
tener conciencia del pecado. Pero ... ¿qué era el pecado
y por qué yo podía pecar? Entre las "explicaciones" que
me dieron, hubo una que me atormentó entonces: "el
pecado es una ofensa a Dios", había sentenciado dramá-
ticamente la catequista, "y si no confesamos nuestra cul-
pa y nos arrepentimos, seremos castigados".
¿Una "ofensa a Díos">, ¿una culpa?, ¿Un castigo? ...
¿Cómo era eso de que estaba en mis manos ofender al
mismísimo Dios? Temí entonces al castigo y no dejaba
de rondarme un pensamiento culposo (cercano al sa-
crilegio, según creía) sobre la susceptibilidad de Dios,
a quien imaginaba como un señor muy quisquilloso,
propenso a ofenderse por mis travesuras y mentirillas.
Mismas que quedaban registradas en un libro de haberes

4 Sobre lo que significó para mí semejante ejercicio les hablaré Jue-


go, en la Tercera Parte, cuando me refiera a mis apuros con la "con-
ciencia moral"
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y deberes, guardado con celo de comerciante en algún primer caso), por carecer de buena puntería; o imposición
estante de) archivo divino. externa ( en el segundo), en tanto el sendero ya ofrece difi-
Mucho tiempo después pude entender la hondura cultades y no queda más que transitado como se presenta.
ideológica de aquella noción de pecado, esa vez en mis pri- Concluí entonces que el problema de la culpa, en sentido
meras lecturas de filosofía de la religión. Pero entonces ya religioso, empieza cuando se dictan las "reglas del tiro"
no le temía al castigo y me di a )a tarea de conocer la géne- para (supuestamente) "dar siempre en el blanco'; o cuando
sis de la doctrina que tanto me había hecho padecer en la se señala la ruta en función de un punto de llegada y se nos
infancia. En esta parte del ensayo compartiré con quien la conmina con penas para que evitemos las desviaciones. Se
lea las conclusiones a las que he llegado en mi periplo por trata de la transgresión de las reglas del tiro (Pieper. 1979,
la filosofía de la religión y por mi propia historia. p. 28), más que de un simple error de cálculo ("errar el
Cuando me asomé a algunos estudios acerca del tiro"); o de la desviación del "buen" camino (que puede ser
problema en el Nuevo Testamento aprendí que las pa- tortuoso5), cuando damos un "mal" paso y nos alejamos de
labras, griega y latina, con las que aquí se designa el la ruta trazada ... pero conscientemente. No obstante, trá-
pecado son hamartia y peccatum. Esto me produjo una tese de un caso o de otro, nuevas preguntas me asaltaron:
sorpresa mayor, pues los términos no tenían, en prin- ¿cuáles son las reglas del tiro y quién las estipula? ... ¿cuál es
cipio, un sentido moral. Estaban más cerca del concep- la ruta adecuada y quién la traza? ...
to de error, de equivocación o de "pifia". Es decir, que Me estaba acercando a un punto medular en la re-
"pecado" era un defecto (peccata) más bien de carácter flexión en torno al pecado: la acción pecaminosa rompe
técnico. ¡Peccata minuta!, solemos exclamar cuando in- alguna norma, una regla establecida; no se trata de una
tentamos justificar un error de poca monta. simple equivocación al fallar el tiro o confundir la ruta,
Paul Ricoeur, en su obra Finitud y culpabilidad sino de una expresa rebeldía ante un protocolo. Nadie se
(1982, pp. 232-233), lo explica de una manera más eru- equivoca intencionalmente (equivocación o error no im-
dita cuando se remonta hasta la Biblia hebrea y nos dice plican tergiversación dcliberada6); la acción moral defec-
que esta no posee una palabra abstracta para referirse al tuosa debe ser querida libremente, en cambio las "pifias"
pecado sino "expresiones concretas" que señalan "posi-
bles líneas de interpretación": por un lado -chattat, que
5 ¿Será necesario recordar la metáfora de los dos caminos (uno llano
significa errar el blanco y por el otro - 'awon o sendero y corto, otro empedrado y largo) con que el imaginario religioso
tortuoso. Al unir las dos raíces, se obtiene la idea de lo cree saber distinguir la senda del "mal" de la del "bien"?
a-nómalo, lo des-viado del orden recto. 6 En el terreno epistemológico se trataría de la distinción entre error
Más interesante fue para mí saber que ninguno de y mentira. Mientras que al errar tomamos Jo falso por lo verdadero
los dos símbolos (el de fallar el blanco y el del camino tor- y viceversa, al mentir tergiversamos deliberadamente lo falso o lo
tuoso) implicaba culpabilidad, sino solo impericia ( en el verdadero, haciendo pasar lo uno por lo otro; por esta razón la
mentira es también, y preferentemente, un tema ético.
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no entrañan culpa ni imputabilidad porque se cometen sin Parménides, concluye no solo que el problema es inevita-
querer. ble, sino posiblemente irresoluble. ¿Qué significa que las
Quien cree que peca quebranta con intención una ley sombras participen de la luz? ...
eterna (la que prescribe las "reglas del tiro" o traza la mejor Ese dualismo entre los dos mundos platónicos es
ruta), instaurada por la divinidad o por un orden divini- heredado por la religión cristiana, donde se hace nece-
zado, absoluto y "natural': que está más allá de las conven- sario explicar cómo es que la luz de nuestra razón, en
ciones humanas. Por eso, cualquier definición de pecado, particular, y la totalidad de nuestra naturaleza, en ge-
dentro y fuera del cristianismo, supone normas absolutas, neral, participan de la Razón y la Naturaleza divinas.
leyes eternas y trascendentes, fijadas directamente por la Para la mentalidad piadosa popular la respuesta es sen-
divinidad; pecar es, por tanto, romper con Dios y sus leyes cillísima: fuimos creados a imagen y semejanza de Dios,
sobre lo verdadero y lo bueno. Y si de doctrina cristiana se nos le parecemos ... y con eso basta. Para la justificación
trata, lo verdadero y lo bueno se definen en relación con teológica o la crítica filosófica las dificultades empiezan
"la naturaleza" del ser humano, asumiendo, además, que precisamente en el punto donde la piedad decreta la so-
tal «naturaleza" contiene "orientaciones vinculantes': es de- lución. Obviamente el camino teológico y el filosófico
cir, que una falta en su contra es también una falta contra divergen al respecto: la teología busca salir del apuro ra-
una norma suprahumana, "una culpa ante Dios': que es el cionalmente, pero como no lo logra, invoca el misterio;
creador de esa naturaleza. Pero si el orden procede de la a la filosofía no la apura la falta de respuestas, sino la
divinidad misma y no lo inventamos los seres humanos, claridad racional de las preguntas y en ningún caso cu-
¿cómo es que lo descubrimos? ... En definitiva, ¡no podía brirá el vacío con el velo del misterio.7
faltar!, se invoca la tesis de la participación agustiniana (de Dejemos por un momento el terreno de las tesis y
claras connotaciones platónicas) al sostener que ese descu- críticas a aquel dualismo (a sus consecuencias me refe-
brimiento no se debe a un acto autónomo de nuestra ra- riré luego) porque tenemos al frente el pozo teológico
zón, de nuestras propias luces, sino a una luz comunicada de otras dificultades: ¿qué implica para Dios la falta mo-
en la cual participamos, es decir, a la luz divina que nos ral humana?, ¿es posible una falta contra Deumi; ¿puede
permite "ver" las "verdades eternas" (Pieper. 1979, p. 60). Dios acaso ser ofendido o dañado por nuestros pecados?
No obstante, hasta el mismo Platón había reconocido Si, como pensaba Tomás de Aquino, la voluntad de Dios
las enormes dificultades para explicar las relaciones entre no se ve afectada ni por los que pecan ni por los que se
el mundo de las cosas sensibles (el que habitamos y per-
cibimos los seres humanos) y el Topos Uranos ( el mundo 7 La razón eti rnológíca ayuda a comprender por qué. Misterio se de-
inteligible de las Ideas). Lo expresó en forma simbólica y riva de la raíz griega µúw que significa "yo cierro': .. los labios, los
sin la autocrítica presente en sus últimos Diálogos, cuando ojos. Como la filosofía no es acatamiento ni resignación frente a lo
narró el célebre mito de la caverna. Ya en su vejez, en el irresoluble, no puede enmudecer o dejar de mirar. Habrá cuestio-
nes inexplicadas, pero no por ello se decretan como inexplicables.
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salvan, ¿qué sentido tiene hablar de pecado como ofensa legitima. Aquí las inconsistencias argumentativas sobre el
a Dios? pecado se me hicieron evidentes9: si ponemos el énfasis en
Si asumimos la suficiencia absoluta de Dios, pare- Ja especulación teológica, el pecado se define como una
ciera que el pecado es una acción exclusivamente humana, ofensa a un ser que no puede ser ofendido; si nos queda-
que en nada afecta a Dios ni a su plan divino. No obstante, mos con la religiosidad popular, se antropomorfiza a Dios
las diferentes teologías del monoteísmo insisten en clasi- como juez vengador o padre ofendido. Seguiré estas dos
ficar y explicar el pecado como una ofensa a Dios y a sus vías, la teológica y la de la religiosidad popular, hasta sus
inmutables decretos. (¡Ah!... entonces en la admonición de consecuencias extremas.
aquella catequista de mi infancia resonaban ecos doctrina- Por la vía de la especulación teológica podría des-
les. ¿Le causarían acaso tanto desasosiego como a la niña embocarse en el deus otiosus del deísmo, es decir, en aquel
de siete años que la escuchaba?}. Ni siquiera vislumbraba ser que actúa como causa primera de todo lo existente, pero
entonces que mis incipientes dudas tenían que ver con el que después del fiat creador ya no tuvo ninguna relación
conflicto entre la especulación racional de la teología y la con su creación, la abandonó a su suerte o a su destino.
llaneza argumentativa de las tradiciones religiosas. La ex- Sería un Dios sin providencia, no intervendría en la natu-
plicación la obtuve mucho tiempo después, en una obra de raleza ni en la historia humana; sin embargo, sin la "mano
Leszek Kolakowski (1988}, donde se afirma que el cristia- de Dios" que invocan las plegarias no tendría sentido la
nismo resultó de un "doloroso compromiso" entre la moral plegaria misma, ni la confianza en una divinidad personal,
religiosa de Jerusalén y la racionalidad de las élites urbanas ni la fe en los milagros, ni la labor sacerdotal. Ese Dios sólo
de Atenas.8 Así, al intentar racionalizar la moral religiosa, llenaría un vacío epistemológico en el orden ascendente
las diversas teologías se topan con límites donde cabe, o de la causas y, desde su aséptica posición, no admitiría ni
la apelación al misterio (que es la actitud que prevalece}, necesitaría un culto, por lo tanto, tampoco una iglesia que
o la asunción de consecuencias que no serían toleradas si hablara en su nombre."
se dan en otras religiones, pero sí en la que se defiende o Por la vía de la llana aceptación de la re-
ligiosidad popular, pongamos por caso, la
8 Dice Kolakowski: "El cristianismo nació como una conciencia
apocalíptica, como un llamamiento a todas las gentes a afrontar 9 Hay que admitir que tales inconsistencias se ponen de manifiesto
la inminente parousía y a esperar el reino con arrepentimiento, si el enfoque con que abordamos el problema es lógico-racional,
amor y humildad. [ ... ) Pronto, sin embargo, tuvo que hacer frente pues, tanto desde la teología, como desde la religiosidad popular,
al desafío intelectual; para conquistar la élite urbana culta tuvo que siempre será posible cubrir la paradoja con el velo de los misterios
asimilar el arma de la razón natural; y el cristianismo, tal como se insondables de la divinidad o con tesis ad hoc para disimular un
ha desarrollado desde el fin del siglo Il y tal como lo conocemos descalabro inaceptable.
ahora, es el resultado del encuentro entre dos civilizaciones, un 10 Mircea Eliade, en su Tratado de historia de las religiones hace un
doloroso compromiso entre Atenas y Jerusalén" (1988, p. 60). recorrido por diversas concepciones del deus otiosus en varios
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veterotestamentaria, podría llegarse a situaciones injus-
se cometía contra el mismísimo Dios, contra el señor de]
tificables (por lo menos para la sensibilidad contem- templo y del culto. ·
poránea) en torno, por ejemplo, a la gravedad de las
penas. Cuando estudiosos del Antiguo Testamento
como Francesco Spadafora o Buenaventura Mariani11
señalan la diferencia entre "pecado ritual" (el que seco-
mete contra ritos y ceremonias) y "pecado moral" (con-
tra la ley moral), muestran a un Dios "demasiado huma-
no", propio de la religiosidad popular: celoso, ofendido,
ritualista y cruel en sus. castigos, no importa si se tra-
ta de un pecado ritual o uno moral. "Pecados rituales",
como que el sacerdote, al entrar en el tabernáculo, haya
consumido bebidas alcohólicas (Lev. 10,8) o no lleve
calzones de lino para cubrir su desnudez desde la cintu-
ra hasta los muslos (Ex. 28, 39-43), implicaban la pena
de muerte, tal como si se tratara de "pecados morales"
gravísimos. Al respecto, en tono legitimador aunque in-
suficiente, dice Buenaventura Mariani que aunque esas
infracciones nos parezcan nimias, exigían un castigo
público y ejemplar, incluyendo la pena de muerte ( 1963,
p. 85). ¿Por qué?.. Quizás porque se asumía que la falta

grupos culturales. Nos dice que, por ejemplo, para la mayoría de


las poblaciones africanas:"[ ... ) el gran dios celeste, el ser supremo,
creador y todopoderoso, sólo desempeña un papel insignificante
en la vida religiosa de la tribu. Está demasiado lejos o es demasia-
do bueno para necesitar un culto propiamente dicho, y se le invoca
únicamente en los casos extremos" (1991, p. 65).
11 Ambos publicaron hace ya tiempo (1963), con el respectivo nihil
obstat, sendos artículos en la obra colectiva El pecado en las fuentes
cristianas primitivas, en el vol XI de la Enciclopedia de la ética y la
moral cristianas, de la Editorial Rialp.

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