Revista Aleph No. 187. Octubre-Diciembre 2018

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aleph

ISSN 0120-0216

Elvira Rico

octubre/diciembre 2018. Año LII No 187


ISSN 0120-0216
Resolución No. 00781 Mingobierno

Ilustración de Elvira Rico

Consejo Editorial

Luciano Mora-Osejo (‫)א‬


Valentina Marulanda (‫)א‬
Heriberto Santacruz-Ibarra
Lia Master
Marta-Cecilia Betancur G.
Carlos-Alberto Ospina H.
Andrés-Felipe Sierra S.
Carlos-Enrique Ruiz

Director
Carlos-Enrique Ruiz

Tel. +57.6.8864085
http://www.revistaaleph.com.co
e-mail: aleph@une.net.co
Carrera 17 Nº 71-87
Manizales, Colombia, S.A.

Diagramación:
Andrea Betancourt G.
Impresión:
Xpress - Estudio Gráfico y Digital

octubre/diciembre 2018

aleph
Año LII
2 Revista Aleph No. 187. Año LII (2018)
Elvira Rico,
en exposición

Fabio Rodríguez-Amaya

D
e la imaginación a la imagen ningún signo hay más
elemental que un trazo y, para materializar la imagen,
ningún trazo hay más contundente que un diseño. Este
ejercicio elemental, que permite recrear cualquier experiencia
fantaseadora, se convirtió, desde la noche de los tiempos, junto
con el ejercicio de la palabra, en el primer media. Adquirir el
lenguaje de los signos le ha permitido a la especie humana tra-
zar el mundo circunstante, grabar el hecho imaginativo, construir
la memoria. Los signos y los trazos se convirtieron en los más
inequívocos compañeros de expresión del ser en el camino de
la evolución. Nació la escritura, asumió cuerpo la palabra y se
inauguraron, en una cadena infinita, la práctica textual, el acto
comunicativo y la trascendencia del pensamiento y las ideas.
Apunte, esquicio, bosquejo, esbozo, trazado, contorno, deli-
neación, diseño, representación, plano, proyecto, retrato, dibu-
jo..., porque el lenguaje burilado con los signos y caliografiado
con los significantes es el punto de partida de cualquier creación;
lo demás son variaciones de dicha forma primera del arte. Evó-
quense los petroglifos de Chiribiquete en Colombia, de Drakens-
berg en África, de Lascaux en Francia, de Altamira en España y
de Val Camonica en Italia. Apréciese la perfección de los diseños
cerámicos y la exactitud evocativa de las líneas nazcas, la filigra-

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na de las estelas mayas, el simbolismo de los oros quimbayas, la solemnidad
de las incisiones egipcias, el hieratismo de las ánforas griegas, la obscenidad
de los frescos de Pompeya y Ercolano, la voluptuosidad de los dibujos hin-
dúes, la sobriedad del arte erótico japonés, la poesía de los caligramas chinos
en que el dibujo, visionario, es fuente generadora.
Actualícese el mito de Pigmalión, el escultor hechizado de amor por la
bellísima mujer que él mismo había esculpido; léase lo que refiere Plinio en
el libro XXXV de su Naturalis Historia sobre el nacimiento del retrato, por
mano del alfarero Butade Sicionio en Corinto. Y así, de anónimos a Piero de
la Francesca, de Vitruvio a Botticelli; de Leonardo a Miguel Ángel; de Filare-
te a Palladio; de Rembrandt a Dürer; de Goya a Blake, de David a Ingres; de
Rodin a Van Gogh; de Picasso a Giacometti; de Obregón a Cuevas; de Roda,
Alcántara y Rendón a Varela, Jaramillo y Astudillo; de Caballero a Morales...
porque la historia del dibujo y la escritura es la de la humanidad entera.
En el panorama actual del arte que se hace en Colombia, Elvira Rico Gri-
llo se apersona de la continuidad de una tradición ejemplar. De su ímpetu
y sensibilidad femíneos brotan trazos insolentes y vibrátiles que exaltan su
manera: a la inmediatez de las imágenes suma la energía incontenible de su
poética personal y, en el frenesí de su vida dedicada de manera ejemplar y
poliédrica al arte, con el dibujo, minuta historias, prolifera situaciones, brinda
sugestiones y enuncia verdades. En la obra de Elvira Rico Grillo impera el
desnudo humano elemental con su carga de erotismo, su anhelo de verdad, su
conciencia de ser. Porque reside en el fuego con que su alma combate la me-
diocre vida cotidiana. El pulso con que cincela los cuerpos y la dinámica con
que los figura son carnales; ellos transpiran pasión, sudor y vida, y responden
a los ritmos vertiginosos con que los construye.
En el infolio blanco o pigmentado con las yemas de sus dedos destellan
figuras, rostros, torsos, sexos enardecidos por el deseo y exaltados por la in-
vención y el ludus. A ello suma retratos tan ideales como verosímiles, com-
posiciones misteriosas, seres ingrávidos, caballos, centauros y equinocéfalos
(una de sus obsesiones) en un contrapunto vertido en libros de artista editados
en ejemplares únicos. Y así, con fragmentos de humanidad, Elvira Rico Gri-
llo estila la crónica de caídas, desamparos, soledades, cópulas y encuentros,
de la que rinden cuenta también sus reiterados homenajes a la mujer. En el
pleno dominio del medio expresivo y de un saber autónomo, elabora narracio-
nes memoriosas. En estas, las creaturas en su gallardía, en su esencia, en su

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venustez, testimonian la pulsión efímera, los sueños irrealizados, la necesidad
de amor. Con su admirable producción de dibujos, Elvira Rico Grillo trasiega
en imágenes francas y virtuosas su prístino y vehemente vuelo imaginativo.
Milán, primavera de 2018.

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Reportajes de Aleph

Elvira Rico,
artista de entereza vital

Carlos-Enrique Ruiz

E
ste oficio de aprovechar encuentros con personalidades de
edades diversas y variadas aplicaciones tiene sus encan-
tos, en uno y otro lugar. Y he tenido la curia de recoger
impresiones que se han publicado como “Reportajes de Aleph”,
y por generosidad infaltable se han recogido en dos antologías
editadas por la Universidad de Caldas que recogen buena parte de
ese acontecer. Los encuentros muchas veces son planeados, pero
no faltan las casualidades, como en este caso.
Desde Italia, el valioso pintor-grabador-ensayista Fabio Ro-
dríguez-Amaya, promovió desde la Universidad de Bérgamo una
exposición de Elvira Rico-Grillo en el “Museo de Arte de Cal-
das”, la cual se realizó en Manizales (septiembre/octubre, 2018),
con maravilloso montaje y obras de singularidad. Por los días de
la inauguración nos encontramos de sorpresa en “Casa Florida”,
lugar que frecuentamos con buen café a las 11 de la mañana. Y
fue como si siempre nos hubiéramos visto, de lejana y constante
amistad. La empatía fue instantánea. Ella estaba acompañada de
otro tutor, Nicolás Duque, joven de la Escuela de Filosofía que
funge como director de la biblioteca de la Universidad de Caldas.
Y en cosa de minutos Livia capta la trascendencia del momento,
sale pronto con destino a “Casa Aleph” para traer cámara de fo-
tografía y el “Libro de autógrafos Aleph-UN”. Todo se organiza

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en un despabilar. Conversamos y ella toma refugio en un lugar apropiado de
“Florida” para dejar su testimonio en el Libro, con despliegue de inocultable
emoción y creatividad a flor de manos, de piel, de ojos,… de alma.
Luego Elvira viaja a Canadá a visitar a sus hijos y de regreso vuelve a
Manizales, para adelantar unos videos de su exposición, y ocurre el segundo
sensible encuentro.
Su ejemplo de vida y de formación de los dos hijos da a pensar en el sis-
tema educativo nuestro, con preponderancia del autoritarismo, sin carácter
selectivo y estimulante, de acuerdo con el talento y la predisposición de cada
uno de los estudiantes, para contribuir en su singular desarrollo. Ella tuvo la
suerte de ir por el camino de su vocación, con estímulo de familia y acceso
a instituciones y talleres que supieran aceptar su singularidad, para reforzar
formación en técnicas y disciplinas. Actitud que la llevó a conducir también
el talento de los hijos, con envìo temprano a Canadá, en busca de afianzar sus
vocaciones artísticas, lejos de la cuadrícula ortodoxa.
Personalidad atrayente, sin compliques en la comunciación, sencilla en
todos los órdenes, con trayectoria de asombro en sus oficios: el dibujo, el
diseño, las decoraciones, los vitrales, el trabajo en forja de hierro, etc. Innova-
dora en sus trabajos, con apego irrestricto al caballo, del cual desprendió los
“equinocéfalos”, y sus descripciones en dibujo con la rapidez y el fulgor de
inocultable emoción.
Su exposición en Manizales (septiembre/octubre 2018), en el “Museo de
Arte de Caldas” (parte baja del “Teatro Los Fundadores”), llevó el título de
“Figuraciones”, con obras repartidas en cuatro salas, cada una con nombre
relacionado con la naturaleza de las obras reunidas en ellas: “”Conciencia
de tiempo y testimonios”, “Ensimismados”, “Equinocéfalos” y “Vértice”. La
curaduría estuvo a cargo de la profesional Saahira Rodríguez-Mora, quien
dijo: “A partir de la bidimensionalidad con técnica de dibujo y pintura, Elvira
Rico-Grillo explora y profundiza lo configurativo como elemento de cons-
trucción fisionómica entre la fusión del ser humano y del equino, en ciclos
constantes dentro de temporalidades y figuras imaginarias. La multiplicidad
de sus obras hace partícipe al público hacia un mundo cautivante a parte de
la relación entre ser y movimiento, lo humano animal y el jinete-caballo, con
una mirada (en la cuarta sala, “Vértice”) al desarrollo del artista y su constante
diálogo entre el trazo y el papel.”

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Acordamos dedicarle esta Aleph-187 con sus ilustraciones, su manuscrito
autógrafo, y con esta entrevista que muestra sus orígenes, formación cons-
tante y sus realizaciones. Con alegría compartimos esta edición en su honor.
- Cuéntame, por favor, un poco de tus ancestros familiares, maternos y
paternos.
Abuelos paternos: Rodolfo Rico-Rico, Abogado y Elvira Leyva-Cama-
cho, descendiente de la familia de Andrés Díaz Venero de Leyva. Abuelos
maternos: Rafael Grillo-Vélez, sobrino de Max Grillo e Isabel París-Espino-
za, descendiente de José-Ignacio París, quien ayudó a Bolívar y de José-María
Espinoza, abanderado de Nariño y pintor.
Roberto Rico-Leyva, mi padre, arquitecto egresado de la Universidad Na-
cional de Colombia, en Bogotá. Se dedicó toda la vida a ejercer la arquitectura
con gran éxito profesional. Era un buen creativo, dibujante y brillante en su
labor de administración y gerencia. Le encantaba la música, tocaba piano,
acordeón, guitarra, tiple,... componía y hacía arreglos musicales. Deportista,
practicaba tenis, natación y esquí acuático.
Isabel Grillo-Paris, mi madre, estudio enfermería, pero no ejerció. Ella tejía a
mano en dos agujas admirablemente bien, cosía en compañía de mi abuelita Isa-
bel y nos bordaban unos vestidos clásicos, con pecheras en puntada de smock.
Alta costura, lectora continua, muy intuitiva, diligente y cumplida al extremo.
Estos lindos papás nos inculcaron valores maravillosos, una educación de
primera, construyeron en mi vida un nicho cálido, sensible, donde a lo largo
de la vida he podido realizarme como persona completa y auténtica.
- Por el apellido Grillo ¿cómo es el parentesco con el escritor Max Grillo,
y cuáles las vinculaciones intelectuales y de su legado cultural?
Maximiliano Grillo-Jaramillo era tío de mi abuelo materno. Sus padres
fueron Miguel Grillo-Murcia, médico y Rosalía Jaramillo-Andrade. Rafael
Grillo-Jaramillo y Paulina Vélez-Ospina eran los padres de Rafael Grillo-Vé-
lez, casado con mi abuela Isabel París-Espinoza y sobrino de Max. De mi
mamá, Isabel Grillo-Paris, era tío abuelo; de Elvira Rico-Grillo, tío bisabuelo.
Como te comentaba, Max vivió los últimos años de su vida en la casa de
mi abuelo Rafael y mi abuela Isabel París, quien se graduó en pedagogía. Lo
admiraba, lo cuidó con respeto, consideración y cariño, estrechando aún más
su amistad con Max.

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Una persona tan importante como Max deja una impronta en la familia.
En mi caso particular supe desde muy pequeña quien era y a que se dedicó.
Mis abuelos me contaban de Max y me mostraban parte de sus pertenencias,
en especial una pequeña parte de los libros, de la biblioteca de Max que le
correspondió a mi abuelo, Rafael. Recuerdo a mi abuela Isabel enseñándome
los libros, sus obras y leyéndome poemas de su obra “En espiral”. Mis tíos y
mis primos Grillo, todos, diría yo, con orgullo y seguridad sabemos y valora-
mos al tío Max y como es natural tenemos conciencia plena de lo que fue su
vida. Las vivencias y relatos de los mayores, quienes lo conocieron, nos han
transmitido sus méritos, sus hazañas y su obra, así como su disciplinada labor
de humanista, diplomático y literato.
- ¿Cómo transcurrió tu infancia, y de qué manera afloraron tus inclina-
ciones por el arte?
Las labores de mi papá, arquitecto, comenzaron a llamar mi atención desde
mis siete años, lo acompañaba en vacaciones a visitar las obras y a la oficina
donde yo encontraba infinidad de cosas para construir y diseñar. En la casa
nuestra y de mi abuelita había siempre el cuarto de costura, las máquinas, los
materiales, taller de costura completo, otro espacio para mi deleite y apren-
dizaje del amor por el oficio. Además en el cuarto de costura de mi abuela
grillita, como yo le decía, había una pared y colores para que yo pintara con
lápices.
Yo sé que ellos vieron mis inclinaciones artísticas tempranas y me las cul-
tivaron y apoyaron en la medida que yo lo pedía.
Cuando entré al colegio se notaba que mi dibujo sobresalía. Y me pidieron
a lo largo de mi vida escolar que hiciera las tarjetas para las profesoras, los afi-
ches. Mis cuadernos eran los de mostrar por la letra y los dibujos, luego dibujos
para el anuario y la portada y acabé diagramando y editando los anuarios de
los últimos tres años. Me considero muy afortunada de esta receptividad, fe y
apoyo de las monjas y profesoras del Colegio de las hermanas Benedictinas en
Bogotá, hoy en día Colegio Santa María. En mi familia por esa época, desde los
12 años, yo hacía tarjetas de Navidad, registros de primera comunión, pafolios
de bautismo, afiches. Y hacia los 13 años comencé a pintar mis afiches y mis
cuadernos de dibujos personales, con escritos. Desde pequeña le hacía la ropa
a mis muñecas y comencé a hacer la mía, costumbre que tengo aún. A decorar
los muros de la casa con dibujos, collage… hasta entrar a la universidad, y a los
talleres donde he aprendido diferentes técnicas de arte.

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- Estudios realizados en la formalidad de instituciones…
Primaria y Bachillerato en el Colegio de las Hermanas Benedictinas, hoy
Colegio Santa María, como expresé antes.
Artes, en la Escuela de Artes y Letras en Bogotá, 3 años; en el Taller de
David Manzur, 2 años; en el Taller de arte de Augusto Ardila, 3 años; en el
Taller Aguatinta de Grabado Alfredo LLeras, 1 año; en el Taller la Mana, jo-
yería primer nivel, 2 años.
- ¿Podrías relatarnos, de manera complemenaria, el proceso de tu for-
mación en las artes plásticas, con referencia a escuelas y a personalidades
artísticas que te marcaron y atrajeron por las características de sus obras?
Desde pequeña me di cuenta que mi papá tenía muchos libros y entre ellos,
aparte de los de Arquitectura, unas colecciones de arte que me encantaba ho-
jear, en especial la Skira. Existía un libro de Leonardo da Vinci que me cauti-
vó también. Tengo memoria fotográfica y fijé las grandes épocas, los estilos
y muchos grandes de la pintura y el dibujo, deleitándome y viendo, repetidas
veces, aquellos libros, tesoros para mí. Estoy segura que los grabé en mi
disco duro a esa temprana edad. Sobre todo los dibujantes, ahora entiendo que
me identificaba inocentemente con ellos. Y sigo con la costumbre de mirar,
investigar, conocer…
Al ingresar a la Escuela de Artes y Letras de Bogotá me encontré con un
grupo de profesores, maestros de artes plásticas, de vanguardia, con un empuje
y energía ejemplar. Entre ellos y el mejor y más influyente en el concepto del
proceso creativo de la obra de arte, mi Maestro, fue Fabio Rodríguez-Amaya,
quien tenía a cargo la Cátedra de Teoría del Color. Y quien en ese momento
formaba parte del Taller Cuatro Rojo de Bogotá. Él nos abrió las puertas, los
ojos y el intelecto a la realidad del panorama artístico, nos puso en contexto.
Se ideaba rutas pedagógicas, fuera de los muros de las aulas. Nos invitaba,
motivaba y dedicaba su tiempo libre para visitar talleres de artistas importan-
tes, hacer recorridos de las exposiciones del momento, asistir a conferencias,
visitar la Sede de artes de la Universidad Nacional y demás actividades cultu-
rales del momento. Sus clases fueron siempre divertidas, densas de conceptos
y estimulantes. Siempre ha sido un Maestro, altruista, activo, inquieto, disci-
plinado y conecta las personas de las artes entre sí con mucha generosidad.
Al vivir en los cerros de Suba, donde había asentamiento de extranjeros,
en su mayoría europeos, conocimos a la familia Carulla, los Fornaguera y

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los Roda, entre muchos más y todos formidables. Tuve la suerte de acercar-
me al maestro Antonio Roda, por nexos familiares de mi segundo marido.
Roda, para mi siempre ha sido un referente importante, así como Caballero.
La proximidad familiar dio para que yo pudiera compartir con él mi trabajo
artístico, y fue algo muy importante y motivador poder atender sus conceptos
y opiniones con respecto a mi producción artística.
Cuando formé parte del taller del Maestro David Manzur y del Maestro
Augusto Ardila-Plata, el contacto personal con ellos, como Maestros, el ser
alumno de estos grandes, es siempre muy positivo. El ambiente cultural de
estos talleres fue excelente y sin lugar a dudas deja una huella positiva. Así
ha sucedido con varios cursos libres que he tomado, para aprender técnicas de
arte, como grabado en metales, base para la joyería entre otros.
- En tu trabajo de vitrales, ¿qué temas elaboras?
La temática obedece a la localización donde la pieza se instala, al tema o
la idea que tiene el cliente y al concepto que surge de estas determinantes.
Entonces puedo decirte que hay unos grandes temas que son el Religioso: mi
inspiración en este tema se alimenta del estudio e investigación de los dise-
ños y los elementos de la simbología paleocristiana. Es un mundo amplio e
interesante. La mayoría de los vitrales son de la iglesia católica apostólica y
romana.
Los de Naturaleza: frutos, plantas hojas, flores,… los dibujo a mi estilo y
los adapto a las condiciones de la técnica.
Los Geométricos: son fascinantes porque se pueden realizar dentro del
concepto de redes espaciales, en formatos rectangulares, cuadrados circulares
y de coloridos mágicos. Se pueden intervenir con la técnica de grisalla, vitro
fusión, o calados en lámina de bronce.
- ¿Qué logros puedes destacar en tu trayectoria creadora?
Con tanta sencillez, gran dignidad y dedicación por mis oficios, por los
estudios, formación, experiencia, habilidades y conceptos, que he cultivado,
depurado madurado y cuestionado en estos 47 años de trabajo artístico, algo
se ha hecho. Pienso que tengo la tranquilidad y la paz interior de que he ejer-
cido mi profesión con integridad y absoluta fascinación.
Creo firmemente que los logros se pueden ver en las obras y expresiones
artísticas que he realizado en los diferentes campos, en los que he incursiona-

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do. El testimonio está para que todos los que la miren y la vivan, interpreten
y hagan su propia y muy importante apreciación.
- ¿Cuál es el origen y el desarrollo de tu obsesión con los caballos, cen-
tauros y en especial con los equinocéfalos? ¿Qué hay de nexos en tu labor
creativa con los orígenes en los dibujos de la cavernas, o en los petroglifos
que subsisten?
El equino me hace sentir la perfección caprichosa de su movimiento, su
cadencia nata me despierta alta sensualidad, invitándome a capturarla y ex-
presarla con la línea. Los escorzos que logra con su corpulencia, son de un
erotismo exquisito, siempre se tornan en un “Sugerente creativo.”
Los caballos, con, en y sus ”Corpus”, son bellísimos, fuertes, olorosos;
además de enjundia son un ser especial, mágico, que ha estado acompañando
y relacionándose con el hombre desde siempre. Una belleza de ejemplar vivo,
que ha sido motivo de inspiración artística y ha sido registrado vastamente.
También han llegado a merecer espacios profundos en los conceptos fan-
tásticos, donde el Centauro, el Pegaso y el Unicornio están bien entronizados.
Mi pasión por los temas que me llaman la atención, como los caballos,
desemboca en investigaciones divertidas y exhaustivas buscando el origen, lo
más remoto, el historial, las interpretaciones en el transcurso de la historia, la
anatomía,… para lograr el concepto total y en contexto.
Paralelamente a esto mi identificación con los equinos va siempre en au-
mento. Mi entendimiento con ellos, cuando estamos frente a frente, cono-
ciéndolos, o sin conocerlos, es un lenguaje personal donde es clave el contac-
to visual y físico. No sé en qué forma se genera una conexión muy sentida y
expresiva para ambos.
Mi gusto por ellos se remonta a vivencias de niñez, así como a lo largo
de la vida. Mi tío abuelo, Genaro Rico-Rico, médico, hermano de mi abuelo
paterno Rodolfo, quien era abogado. Fue el fundador del hipódromo de Techo
en Bogotá en los terrenos de su hacienda San Isidro, que en ese entonces que-
daba vecina al aeropuerto de Techo. Yo tengo recuerdos suntuosos de todo el
ambiente de las carreras de caballos, las apuestas del “5 y 6”, gente, emocio-
nes… Caballos amadísimos y favoritos, veloces y bellos, como Triguero que
fue leyenda en el Derby colombiano. Además, aprecié las puertas de salida
donde se agitaban los caballos con sus jinetes montados, antes de desbandarse
a correr.

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En las fincas de la familia siempre estaba la presencia bella de los caba-
llos, labriegos y los de montar. Y en Chunuguá, la bella casona de los cerros
de Altos de Chosica y Sindamanoy, en Suba, con un jardín nativo inmenso
teníamos dos yeguas y un caballito que nació allá.
En la finca “Gai-Repos” (en catalán, “alegre descanso”) de los Fornaguera
Carulla, aparte de un magnífico sembrado de tablones de té, existió para mi
fortuna una yegua, hija de un caballo de polo, que era una hermosura y fue
mi modelo.
Impulso creativo. Detonante de formas. Arrebato de posesión total. Seguí
dibujando, con los equinos interiorizados a tal forma, que una vez me pregun-
taron: si pudieras cumplir un deseo y se te cumpliera, ¿qué quisieras? respon-
dí: ¡Un caballo libre, por tres minutos!
En 1998 y de ahí en adelante se me comenzaron a salir en los dibujos,
de una manera inconsciente los “equinocéfalos”. En el 2003, después de sus
misteriosas apariciones los reconocí desde adentro. Son míos, son parte de mi
desarrollo artístico y sin buscarlo se fue gestando en mi mundo interno, un ca-
ballo fantástico que no existía, lo bautizamos “Equinocéfalos”. Por momentos
es mi prolongación y me siento representada y en evidencia; otras veces se da
la libertad de salirse de macho, de hembra, de homosexual, o de lo que quiera,
llega incluso a confundir y ganarse apelativos como andrógeno, transexual…
Equus. Fascinación sexual y mística por los caballos. Según la obra de
teatro Equus escrita por Peter Schaffer en 1973.
- ¿De qué manera está integrada tu familia personal; cómo tus dos hijos
comenzaron estudios y de qué modo se desprendieron de la formalidad insti-
tucional para tomar vuelo propio?
Estoy divorciada hace muchos años, pero sigo creyendo que el mejor es-
tado del ser humano es tener la “pareja”. Aceptarse tal como se es. Alguien
que te quiera y alguien a quien querer. Tengo dos hijos hombres, Nicolás y
Santiago.
En 1998 vi la oportunidad de que se fueran a vivir al Canadá, con visa de
residencia permanente, y literalmente los exporté. Siendo muy jovencitos,
Santiago de 18 años recién cumplidos, y Nicolás de 22. Los eduqué, en parte
con ejemplo que les di, de mi disciplina y responsabilidad por el trabajo, y
de manera que fueran independientes y se supieran procurar las cosas por sus

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propios medios. Les he dado todo el amor y el apoyo que ha sido posible.
Hace 19 años que viven en Canadá.
Nicolás había estudiado aquí Joyería en el taller de Francisco Piñeros,
en los Andes y Artes, en la escuela de Santo Domingo. Cuando llegó a To-
ronto tomó un curso completo de programas de arte en computador, así
que los maneja de maravilla. Tenemos una máquina que produce las piezas
tridimensionales de joyería que Nicolás crea, se las corta en unas ceras que
después se utilizan para el casting. Santiago tomó clases de Piano, porque
tiene esa facilidad de aprendizaje, interpretación y creación. Tomó cursos de
alta cocina y pasó por la universidad para hacer cursos de administración.
Ha trabajado como Chef y lleva muchos años trabajando en los bancos TD
Canadá Trust y ahora en ScotiaBank. Todos tres tenemos una vena artística
muy latente. ¿Qué hubiera sido de nosotros tres aquí? No lo sé, pero ahora
que los visité regresé convencida de que fue un acierto. Muy duro para los
tres, pero no me arrepiento de lo que hice porque los veo muy bien. Hemos
salido los tres adelante con mucho esfuerzo. El balance a hoy en día es muy
positivo, mis hijos son dos hombres de grandes valores humanos ante todo,
maravillosos, extraordinarios seres humanos, que viven en paz, aman lo que
hacen y lo realizan con responsabilidad y entrega. Las relaciones familiares
entre nosotros son amorosas. Ya soy abuela, Nicolás tío, Santiago y Catalina
padres de Emilia.
- ¿Qué te dicen las identificaciones de “arte moderno”, “arte contempo-
ráneo”, “arte abstracto”, “arte conceptual”,…?
Dentro del proceder humano, el hombre a lo largo de los años ha tenido la
tendencia de clasificar para poder organizar, estudiar y referirse a las expre-
siones varias del arte, que según la época y el contexto histórico han tenido
variantes y características. El arte moderno, es una reacción a las formas y
maneras académicas de épocas anteriores. El abstracto prescinde de la figura-
ción para valerse del color, la mancha y la línea, para lograr la expresión. El
arte conceptual, idea-art, donde la parte del contenido, la idea y el concepto
doblegan lo figurativo o sensible, a favor de la idea.
El almendrón de estos movimientos son interesantes y se van constitu-
yendo en ingredientes de valor, que fusionados en nuevas expresiones nutren
maravillosamente la obra de arte. Cada uno en su condición también tiene
gran valor. Es el proceso histórico del arte que deja, renueva, retoma, hace a
un lado, mueve el prisma, busca otro dial,… muy interesante.

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- ¿Cómo puedes establecer distinciones y afinidades entre arte y artesanía?
El Arte es un concepto inmenso que alberga una infinidad tan variada de
expresiones. La música, la literatura, el cine, la fotografía, el teatro, la danza,
la pintura, la escultura, el dibujo, etc. Lo que cumple con el concepto inmen-
so, universal, sensible y profundo se considera una obra de arte.
Tienen el sello de la genialidad y de la creatividad. Esto conlleva un pro-
ceso creativo, la parte del oficio, y un resultado final, valiéndose para ello de
cualquier medio físico, matérico o virtual.
En la artesanía existe la presencia de algo artístico inicial que perdura y
que es origen. Su manufactura va evolucionando y va dejando diferentes re-
gistros de un mismo referente, de gran valor conceptual. Por ejemplo las mo-
chilas Aruhacas, son objetos de arte utilitario, hechos de manera artesanal,
con alto valor, en su manufactura y su geometría que expresa tantas creencias,
mitos y cosmogonías.
- ¿Qué te gusta leer, y qué evolución has tenido en ellas?, y ¿cómo dispo-
nes tu escritura?
Me ha gustado siempre investigar, por muchas razones, la primera es, si
sabes bien de qué se trata, qué es lo que estás manejando, a qué te estás en-
frentando, con toda seguridad habrás ganado terreno y sabrás cómo abordar
el trabajo. Esto requiere de mucha lectura, que te lleva por senderos de cono-
cimientos inesperados e interesantes. Me encanta saber el origen de todo lo
que sea posible encontrar. Me gusta el género de ensayo, he leído muchos de
los ensayos de Max Grillo, me gusta la poesía, en general contemporánea y
la latinoamericana; admiro a García-Márquez, gozo leyendo los clásicos, los
filósofos antiguos, los expresionistas. Me gustan las obras de Mircea Eliade,
de Leo Buscaglia y Clarissa Pinkola Estés.
Me gusta escribir. Creo que los temas que manejo son muy interioristas y
a la vez universales. Son estados de pensamiento sobre un tema, cuestiona-
mientos profundos. Mi intención es que estén al servicio de mi obra.
- ¿Vives del arte, de tu oficio? ¿Te asomas por las galerías en plan de
ventas?
Sí, claro, de eso vivo y para eso vivo. Le he ligado algunas de mis técnicas
de arte, siempre a la arquitectura. Los frescos, los vitrales, los mosaicos y los
trabajos en hierro forjado. Varias veces he creado ambientes interiores com-

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pletos en su revestimiento y su decoración interiorista. Mi papá fue el primer
arquitecto, en darme contrato.
He realizado muchas exposiciones y he vendido obra. Tengo mis coleccio-
nistas y cuando hago estudios abiertos vendo obras.
- ¿Cómo aprecias la evolución de las artes plásticas en Colombia, respec-
to al contexto latinoamericano y en general mundial?
Con la globalización de estos últimos tiempos, tenemos la oportunidad de
tener acceso a todo tipo de información cultural. Podemos estar al tanto de
exposiciones, bienales, ferias anuales de arte en el mundo entero. Tenemos
conocimiento en tiempo real de tendencias; podemos seguir referentes, saber
los precios de las bolsas del arte. ¡Es una locura! Esto aporta mucho a la cul-
tura y al arte del momento en Colombia. El arte latinoamericano tiene mucha
fuerza y propuesta, y buen nicho en el mundo.
Hay como en todos los campos ciertas posturas facilistas y de poca tras-
cendencia, que tiene la gloria del cuarto de hora y después se extinguen.
- ¿Cómo es tu vinculación en labores con los medios audiovisuales e inclu-
so en el campo de la virtualidad?
Desde hace ya 13 años estoy “Up-date” con los programas de arte que
existen de corell como el Painter Classic, y la celda de Adobe con PS e Inde-
sign para dibujar y diagramar. Los veo como una técnica más que aporta de
la virtualidad a la manualidad y viceversa. Para mi ha sido una experiencia
enriquecedora. He podido realizar una cantidad de trabajos gráficos, y la edi-
ción de dos libros: “La Novena de Aguinaldos - Tradición Colombiana” y “El
Tricolor de la Libertad” para Jaques Osorio Anastasiu.
- ¿En tu vida diaria, qué sentimientos te atraen o capturan tu atención e
interés?
Tengo sensibilidad social aguda y me aterra la falta de respeto por las dife-
rencias. Siempre llego al mismo proceso de pensamiento y conclusión. Somos
unos seres humanos que nos quedamos rezagados en la evolución de todos los
valores espirituales, que son la garantía y base del respeto por el otro, por el
prójimo. Por eso la violencia y las pasiones bajas, que no permiten que poda-
mos vivir en mediana paz y fraternidad.
Los sentimientos que me atraen son los que hacen posible estar en paz,
conmigo misma.

16 Revista Aleph No. 187. Año LII (2018)


- ¿A qué te refieres cuando hablas de “pensar en hierro”?
Es el slogan de mi labor. Cuando manejo el hierro para crear elementos
de diseño que van direccionados a las necesidades arquitectónicas, para aca-
bados, estructuras, relieves escultóricos o esculturas. “Una nueva manera de
pensar en Hierro”, eslogan de la compañía “Diwali Arte y Forja Ltda.”, de la
cual fui socia.
- ¿Qué aproximaciones y distancias aprecias entre tus condiciones de “di-
señadora” y de “creadora”?
Diseño – Creación: estos dos conceptos se entrelazan y conviven en el dia-
rio de todas mis actividades. Los considero, con el gran respeto que profeso
por ellos, como una manera que tengo de concebir, que se refleja en todo lo
que realizo.
Soy creativa por naturaleza y de esencia. Gracias a la vida y a la inteligen-
cia superior, por esto. Cuando eres consciente de que eres un creativo, en el
campo que estés, y en el caso mío, es una manera, una cualidad, una caracte-
rística, un estado natural, por decirlo así, es un chip que traes.
El Diseño es un concepto inmenso, general, universal y objetivo. Que se
estudia, se investiga, se evoluciona, se depura, se aprende. Es un campo don-
de se logran obras increíbles con la ayuda de las técnicas, los recursos y la
dedicación.

Elvira queda aquí retratada en su acontecer, con sentido de obra artística,


bella, y de pensamiento. Nada de presunciones, natural en actitudes y desem-
peños. Pero al observarla con detenimiento, pronto llegan sus mesajes de fina
personalidad, formada con rigor en disciplinas y con obra de portento.

Revista Aleph No. 187. Año LII (2018) 17


Los aportes del Nadaísmo

María-Dolores Jaramillo

Cada generación se cree destinada a rehacer el mundo


Albert Camus

T
al vez sea el momento de hacer un balance justo del na-
daísmo y sus múltiples aportes históricos, artísticos, lite-
rarios y culturales. Para lograrlo es indispensable depo-
ner y dejar atrás la cadena de invenciones chismográficas, falsas
acusaciones, reiterados encasillamientos ideológicos, imagina-
ciones morbosas y anécdotas trilladas que lo rodearon durante
tantos años. No es aceptable que en 2018 sigamos hablando de
los nadaístas como “enemigos públicos”, ni especulando morbo-
samente sobre sus orgías ficticias, ni escandalizándonos gratuita-
mente con los supuestos sacrilegios. O un falso estupro. Es hora
de comprender y señalar los valores de sus vidas, su pensamiento
y su escritura, con criterios culturales, filosóficos y literarios, y
no con prejuicios teológicos.
La irrupción y presencia de los nadaístas en la vida cultural
colombiana, a partir de 1958, renovó numerosos aspectos de las
costumbres y tradiciones culturales y mentales del país que se ex-
tienden hasta nuestros días. Sus constantes transgresiones y cues-
tionamientos, y su espíritu de transformación, invitaron al país a
pensar en la necesidad de modernizarse en muchos ámbitos de la
vida personal, social, familiar, ética, literaria y artística.
Pensar en contravía fue unas de las propuestas más interesan-
tes del nadaísmo. Entendieron que se podía pensar distinto de

18 Revista Aleph No. 187. Año LII (2018)


los padres y de los abuelos, y aspirar a un pensamiento propio. Los nadaístas
cambiaron las ideas más comunes. Los valores. Las virtudes. Lo permitido y
prohibido. Los horarios y los ritos. Los paseos y las diversiones. Los amigos.
Sobre todo, la manera de pensar y de escribir. Y se atrevieron a cuestionar y
contradecir las más arraigadas creencias, costumbres y tradiciones históricas,
literarias, políticas y religiosas del país. A repensar muchas explicaciones y
conceptos. Y a escribir en contravía. Nietzsche les señaló la necesidad de
reformular los valores para ser un hombre autónomo y soberano. Y Fernando
González les habló de la importancia de pensar a partir de sí mismos.
Los nadaístas cuestionaron la tradición literaria que los antecedió. La es-
critura en boga. La poesía “paisajística, sentimental, rosa, trivial y rural, retóri-
ca y parnasiana, metafórica y muchas veces cursi”…que se declaraba en 1958
la mejor, y la oficialmente consagrada, como “Teresa en cuya frente el cielo
empieza…” o “Dos lánguidos camellos de elásticas cervices…” Quisieron
proponer una nueva poética, más experimental y vanguardista. “Un cielo nue-
vo” dirá Gonzalo Arango en Correspondencia violada. Una poesía moderna,
imaginativa, de asociaciones libres y arbitrarias, alejada del romanticismo,
el modernismo y el costumbrismo, y más cercana de los surrealistas, exis-
tencialistas, dadaístas, futuristas, o simbolistas. Próxima a las vanguardias
artísticas internacionales. Cosmopolita. Una poesía que renovara y ampliara
las costumbres literarias colombianas. Así, atacaron, armados de convicción,
valor y humor, las tradiciones religiosas y políticas, lo mismo que la uniformi-
dad artística de la literatura oficial, buscando la modernización y apertura de
la vida cultural colombiana. Gonzalo Arango se burló de las condecoraciones
y los centenarios en los que se empeñan y repiten los escritores “elegidos” y
consagrados oficialmente. Distinguió literatos de poetas. Las “momias del
Panteón” de los auténticos poetas. Funcionarios de la cultura de verdaderos
artistas. Actos académicos solemnes, de actuaciones artísticas populares. Su
conciencia estética, contra lo que pensó O. Collazos, sí fue reformadora, y re-
novadora. Y el aporte literario del nadaísmo es hoy incuestionable para quien
lea con cuidado y conocimiento.
Abrieron un necesario debate intelectual: los textos del nadaísmo que se
publicaron en el suplemento literario de El Espectador y las cartas de Gonza-
lo Arango, enviadas a los periódicos y amigos, proponen una ruptura ideoló-
gica, social y cultural, y abren un necesario e importante debate en torno a las
posibilidades de una nueva estética y una nueva literatura. De una escritura
distinta del parnasianismo y del modernismo. Alejada del piedracielismo en

Revista Aleph No. 187. Año LII (2018) 19


boga. Los nadaístas ampliaron los temas y reflexionaron sobre el bien y el
mal, sobre la belleza, sobre la libertad y sus formas, sobre nuevos valores
humanos, sobre otros modelos de amor, sobre la verdad y la mentira, sobre
los valores esenciales del escritor, sobre dios y el diablo.1 Y en contra de “las
estéticas del utilitarismo”2 propusieron nuevos cánones artísticos y renovados
valores morales. Ofrecieron diferentes mecanismos de creación y confronta-
ción de propuestas: polémicas, diatribas, correspondencia, encuentros, recita-
les públicos, conferencias, nuevos concursos literarios, entre otros.
Renovaron la palabra: los nadaístas comenzaron a dudar y a decirle al
país lo que no había escuchado. Lo que no quería oír. Lo que muy pocos se
preguntaban en silencio. Si dios existe. Si la resurrección es un invento del
miedo. Si el amor eterno es una ingenua ficción. Si E. Carranza, R. Maya,
G. Valencia, J. Zalamea o Rojas Herazo eran los dioses del Olimpo. “Lo in-
terrogamos todo con repugnante sinceridad”3 en busca de una nueva poesía y
una palabra renovada. “Carta a un colombiano en París”, dirigida por Gonzalo
Arango a Eduardo Caballero Calderón, es un texto que aclara posiciones y
principios y reclama la modernización del lenguaje poético: dirá que “Ni E.
Carranza ni R. Maya representan la nueva poesía colombiana, así se hayan
autodenominado “Los Nuevos”. Pedro Arturo Estrada señala un lenguaje dis-
tinto y una nueva manera de ver las cosas.
Los nadaístas propusieron la ampliación de las libertades: Amílcar Oso-
rio y Jaime Jaramillo Escobar reinventan su nombre. Afirman la libertad de
escoger la forma de vida, la inclinación sexual, las creencias personales, la
actividad o profesión, de amar a las mujeres sin matrimonio y sin anillo de
compromiso, de decidir volver o no a misa. De ser poeta y no comerciante
o empresario. De pintar, cantar, esculpir o escribir versos sin tener que ser
empleado de un banco. Escogieron un camino distinto al más general: de
acumulación de riqueza material, de ventas e intercambio comercial. Y las
lecturas de Durrell, Miller, Sartre, Beauvoir, Nietzsche y Camus les traza-
ron el camino de las libertades personales que se incorporaban en el mundo.
Los más destacados nadaístas demostraron ser espíritus libres. Hombres con
amplia libertad de pensamiento, y rectores de su propia vida. La libertad de

1. Eduardo Escobar. Gonzalo Arango. Correspondencia violada. Bogotá: Instituto colombiano de cultura,
1980. Págs. 68-74.
2. Gonzalo Arango .Correspondencia violada. Tarjeta de navidad para Gog. Pág. 71.
3 .Eduardo Escobar .Correspondencia violada. Introducción. Pág. 18.

20 Revista Aleph No. 187. Año LII (2018)


juicio y decisión, la libertad de análisis, y el examen lógico de los problemas,
se introducen con los nadaístas en la cultura colombiana, como actitudes per-
manentes y esenciales.
Defendieron la autenticidad: Como amigos y seguidores de Fernando
González, algunos de los nadaístas, sobre todo los del círculo antioqueño,
heredaron y cultivaron sus pregones esenciales. Su estilo de vida y su cami-
no, ejemplo de autenticidad e independencia en las elecciones, construidas a
partir de sí mismo. La búsqueda de coherencia consigo mismo. Renunciaron
muchas veces a las oportunidades llamadas burguesas y a sus valores mer-
cantiles y cambiarios para ser ellos mismos, para seguir su propio sendero, y
convertirse en constructores de riqueza espiritual, conocimiento, sabiduría
personal, prosa, pintura, pensamiento y/o poesía.
Presentaron nuevos poetas, pensadores, y escritores fundamentales que
no se conocían ni leían en Colombia en los años sesenta: Baudelaire, Camus,
Rimbaud, Sartre, Maiacovski, Beckett, Nabokov, Durrell, Miller, Nietzsche,
Gide, Joyce, E. Pound, o T.S. Eliot, entre otros autores, que replanteaban
muchas ideas y valores tradicionales, proponían nuevos cánones literarios, y
ofrecían perspectivas modernas y vanguardistas a los lectores.
Impulsaron la crítica literaria y artística y le trazaron nuevos rumbos.
Ya no como suma de elogios, aplausos o rechazos de amigos, e inventario
de datos personales, sino como una mirada especializada, argumentada, y
analítica.
Removieron el establecimiento y las jerarquías: Las conferencias, mani-
fiestos, diatribas y escritos de Gonzalo Arango, y de los amigos del nadaísmo,
hicieron cimbrear el establecimiento. Repensar el orden deseable de la vida.
Debatir en la Universidad de Bucaramanga, la Universidad de Antioquia, la
Universidad de Caldas, o la Universidad Nacional de Bogotá, entre otras, los
distintos temas de política, cultura y actualidad. Se produjo progresivamente
la insurrección espiritual, y el surgimiento de un espíritu libre entre estu-
diantes, artistas e intelectuales, impulsado por los nadaístas y sus lecturas
vanguardistas.
Convirtieron la poesía en un evento multitudinario. Colombia no conocía
los grandes recitales públicos de poesía en calles, plazas, y universidades. La
poeta chileno-peruana Raquel Jodorowsky al asistir al Cuarto festival de arte
de Cali, invitada por Gonzalo Arango, dice: “El grupo nadaísta es un milagro.
Por algo son muy combatidos. Yo nunca había visto un pueblo entero viviendo

Revista Aleph No. 187. Año LII (2018) 21


la exaltación de la poesía como un partido político.”4 La poesía salió del salón
privado a la calle, al parque, a la plazoleta. Pasó de los oídos aristocráticos a
ser escuchada por todos. De evento para minorías a disfrute de mayorías. Ni
Eduardo Carranza, ni Rafael Maya, ni Guillermo Valencia, ni Jorge Zalamea
recitaban o leían poesía para el pueblo, ni en espacios populares.
Denunciaron y cuestionaron: En una cultura y en una tradición acos-
tumbrada al silencio, a ocultar, y a negar los hechos, las actitudes abiertas y
transparentes de Gonzalo Arango y de los nadaístas ofrecieron un valeroso y
significativo ejemplo de cambio de ruta. Gonzalo Arango se indignó con los
atropellos humanos. Con el maltrato y la esclavitud impuestos a los indíge-
nas huitotos. Con los inmerecidos favoritismos culturales. Con los hinchados
poetas oficiales. Con la falta de modernidad de nuestra poesía de los años
sesenta y setenta. Con la ausencia de oportunidades para los artistas jóvenes.
Con la endogamia poética. Sus textos abrieron un nuevo camino reflexivo a
los intelectuales y estudiosos del país, que tiene plena vigencia, y que, desa-
fortunadamente, J.G.Cobo Borda no supo valorar.
Los nadaístas denunciaron con valor. Criticaron. Reclamaron compren-
sión y solidaridad. Representaron escritores sensibles y conscientes ante su
mundo y su tiempo. En sus escritos se registran las anomalías, desequili-
brios e injusticias. Cuestionan la guerra de Vietnam, las políticas comunis-
tas restrictivas y represivas frente a los intelectuales y artistas, la dignidad
y los derechos humanos de los más débiles o desgraciados, la libertad e
independencia del arte con respecto a los mandatos e intereses de la política
o la religión.
Influyeron en la resonancia colombiana y latinoamericana. Los nadaís-
tas lograron influir e impulsar otros movimientos culturales latinoamericanos
similares. Dice al respecto Eduardo Escobar: “La generación nadaísta y los
movimientos latinoamericanos que alimentó su insurgencia, el Techo de la
ballena en Venezuela, los Tzántzicos en Ecuador, los Mufados en Argentina,
fueron el primer aroma o el primer acto de las rebeliones que se avecina-
ban…”5 Los actos, palabras, proclamas y testimonios de los nadaístas gene-
raron cambios en la literatura y la visión social y cultural de muchos pares
nacionales y latinoamericanos. La revista Nadaísmo 70 se distribuyó en 15

4. Eduardo Escobar. Correspondencia violada. RJ.2. Pág. 85.


5. Eduardo Escobar. Cuando nada concuerda. Bogotá: Editorial Siglo del Hombre, 2013. Pág. 158.

22 Revista Aleph No. 187. Año LII (2018)


países6. Revistas literarias y culturales de México, Venezuela, Cuba, Ecuador
y Argentina publicaron y comentaron con entusiasmo los trabajos de los na-
daístas y reconocieron su liderazgo continental.
Reflexionaron e impulsaron nuevos valores. Dice Gonzalo Arango en un
texto incluido en Obra negra: “El nadaísmo se fundó como respuesta a las
razones tradicionales de la vida. Es, en su más profundo significado, un im-
perialismo de la negación para defender al individuo de las amenazas que se
ciernen sobre él, en esta época de abdicaciones de la libertad y de insurrección
de masas totalitarias que levantarán un patíbulo para el poeta, el santo, el loco,
el místico y el bandido, los eternos héroes del espíritu, sin cuya presencia nos
negamos a vivir, pues no podríamos dormir sin el sueño del superhombre”.
Con los ecos de Nietzsche se inicia la tarea de cuestionamiento y transfor-
mación de los valores. “Este anarquismo crítico que hemos formulado dará
origen a nuevos valores y a un renacimiento. Éste es el invisible, pero efectivo
aporte de nuestro nihilismo activo...”7
La correspondencia entre los nadaístas ofrece una lección reflexiva sobre
la gestación de nuevos valores. La mayoría consideraba que el escritor debía
guardar independencia frente al establecimiento y el poder. Que la literatura
debía estar fuera de la corte. La ruptura temporal con Gonzalo Arango, por
sus elogios al presidente Carlos Lleras, invita a pensar en los valores que en
su momento defiende el colectivo. Y la correspondencia ofrece las respuestas
de parte de Gonzalo Arango, quien reclama a sus colegas realismo, menos
purismo, y exalta y recuerda, por encima de las diferencias, el valor de la
amistad.8
Los nadaístas ofrecieron muy temprano una nueva mirada frente a los
grandes prejuicios de todo orden: racismo, machismo, ateísmo y homose-
xualismo. Permitieron la inclusión en el grupo de los poetas homosexuales,
sin estigma, ni rechazo. Leyeron escritores y pensadores prohibidos, no cre-
yentes, y conversaron con naturalidad sobre ateísmo y sexo. Convivieron con
los negros del Chocó. Visitaron a los indígenas del Vaupés. Durmieron en las
calles. Convocaron y estimularon a los jóvenes a leer y escribir nueva poesía.
A no temer convertirse en poetas. A leer y familiarizarse con las vanguardias

6. Eduardo Escobar. Correspondencia violada, A. 87. Pág.384.


7. Gonzalo Arango. Obra negra. Medellín: Eafit –Otraparte, 2016. Págs.. 239-245.
8. Gonzalo Arango. Obra negra. Un mundo para dos. Págs. 340-344.

Revista Aleph No. 187. Año LII (2018) 23


y la nueva poesía universal. Cuestionaron las supersticiones. Jaime Jaramillo
Escobar, en carta dirigida a Eduardo Escobar, comparó los múltiples efectos
del nadaísmo con una “revolución psicológica”.9
Propusieron nuevas ideas estéticas y nuevos cánones: Gonzalo Arango
acusa y ofrece invectivas y diatribas con dura ironía. Se refiere a los escritores
oficiales como “vates y letrados de parroquia”, “momias”, “genios municipa-
les”, “rufianes letrados”, “ poetas que han envilecido la poesía”, “pléyade de
impostores.”10
Alude con estos epítetos a Rafael Maya, Eduardo Carranza, Guillermo
Valencia, Jorge Zalamea, Epifanio Mejía, Eduardo Caballero Calderón, y/o
Julio Flórez. Es decir, a la nómina de los escritores consagrados por los textos
oficiales, leídos en los colegios y universidades de los años 60, 70, y privile-
giados por el poder.
Y ante la dificultad de publicar, y “la conspiración del silencio que se ges-
tó contra el nadaísmo”, G.Arango contrapone nuevos conceptos: “Nuestra
poesía no es para ser publicada sino para ser vivida, para salir por la puerta de
la casa en busca de una mujer, de un amigo, o del aire.” Resalta una novedosa
función vital y nutritiva de la poesía y le abre nuevas posibilidades. El uso,
la finalidad y el servicio de la poesía se replantean y ensanchan. Introducen
poco a poco las ideas estéticas de Flaubert y Nabokov y sus preocupaciones
alrededor de la escritura. Así como Dewey trató de reformar el significado
de la democracia, y Rawls los roles y relaciones de la filosofía y la política,
el nadaísmo se esforzó en reformular los horizontes estéticos. Y renovó los
cánones de la poesía colombiana y su lenguaje.11 Los nadaístas expusieron
nuevas propuestas estéticas en las distintas conferencias, textos y correspon-
dencia. Gonzalo Arango las afirma en sus cartas. Eduardo Escobar las señala
y comenta en sus libros ensayísticos: Cuando nada concuerda (2013) y Cabos
sueltos (2017).
Elaboraron trabajos colectivos. Los nadaístas escribieron en equipo ma-
nifiestos , documentos, declaraciones, poemas-canciones, cartas y diatribas.
La creación colectiva se convirtió en forma amurallada de protección y de-
fensa. Como en Fuenteovejuna. Los primeros manifiestos nadaístas fueron

9. Jaime Jaramillo Escobar. Correspondencia violada. JJE.1. Pág.271


10.Gonzalo Arango. Correspondencia violada. Págs. 154, 170-172.
11. Gonzalo Arango. Correspondencia violada. A.28.Carta a Eduardo Escobar. Pág. 178.

24 Revista Aleph No. 187. Año LII (2018)


tejidos conjuntamente. El manifiesto amotinado y el Primer manifiesto. Todos
a uno aceptaron firmar. Con predominio de la puntería sobre el ego. Exis-
ten documentos colectivos como la convocatoria, anuncio y condiciones del
Premio de poesía Cassius Clay, escrito por G. Arango, con la firma de todos.
G.Arango habla en Correspondencia violada de “libros en pandilla”12. Y su
influencia se extiende al teatro colombiano de creación colectiva, que llega
hasta nuestros días, como lo reconoce, por ejemplo, el teatro Matacandelas.
Cuestionaron el arte comprometido: Obra negra incluye un texto funda-
mental de Gonzalo Arango que cuestiona el “arte comprometido”, de moda
en los años 60 y 70, y que algunos escritores de izquierda tratan de prolongar
hasta nuestros días. El poeta señaló hace más de 50 años sus reducciones y
límites. Sus contradicciones. Defendió principios básicos de independencia
entre el arte y la política y abogó por la amplitud y libertad de temas, miradas,
tonos, y posiciones del artista…El primer compromiso de la literatura es con
la literatura, dirá. El único compromiso del escritor es con su escritura. El arte
que sirve a la belleza y a la vida es el arte real. El arte que sirve intereses par-
ticulares es un arte enajenado. Estas opiniones de Gonzalo Arango son muy
claras frente a las tendencias del arte comprometido, el realismo socialista, y
el obligado compromiso del escritor. Y se expresan y desarrollan desde los
inicios del nadaísmo, marcando distancias y diferencias, en cartas y manifies-
tos, con los escritores militantes. La misma posición crítica e independiente
se expresa, hasta nuestros días, en los artículos, ensayos y columnas del poeta
E. Escobar.
El cuestionamiento que hizo el nadaísmo de las teorías del realismo socia-
lista, su intento de dominar y legislar el arte, y del llamado escritor compro-
metido, que forjaron los países de la izquierda leninista contra las teorías del
arte por el arte y las vanguardias, fue, y sigue siendo, un aporte fundamental.
Puestos a escoger entre Rimbaud, Verlaine, Baudelaire o T.S. Eliot, y los cá-
nones uniformes impuestos por el marxismo, G. Arango declara la necesaria
libertad del poeta13 frente a temas, formas, cánones, y normas exteriores, y su
independencia frente a “estatutos revolucionarios”. Su condición de artista
independiente y autónomo no casa con las tendencias del compromiso que
instala la moda. Los nadaístas no coinciden con los ideales bolcheviques del
hombre masa y el estado todopoderoso. Defienden las libertades individua-

12. Ibid., A.29.Pág. 189.

13. Gonzalo Arango. Correspondencia violada. Carta a Eugenio Evtuchenko. Págs. 206-213.

Revista Aleph No. 187. Año LII (2018) 25


les. La libertad íntima de expresión. Las libertades civiles. Son también muy
claras al respecto las palabras de Eduardo Escobar en Cabos sueltos.14 Los
nadaístas rechazaron el dogmatismo marxista, la ortodoxia comunista, el es-
píritu doctrinario, y la imposición de la llamada “literatura comprometida que
no es más que una vaga generalidad escolástica, de esas que limitan y sofocan
el bello y fuerte ímpetu creador”.15
G.Arango en sus amistosas cartas-conversaciones con el poeta ruso Evtu-
chenko, cuestiona con valentía y lucidez la visión reductora y uniformadora
del arte de los comunistas y señala con claridad sus diferencias. Se refiere a
los “conceptos acartonados” y a “sus ideas fijas”. Al desconocimiento de la
esencia del poeta y a la negación de su libertad y capacidad creativa. Sus ideas
estéticas tienen hoy, año 2018, completa vigencia. Y sirven de reflexión para
muchos de nuestros escritores que siguen censurando y etiquetando como
reaccionaria la libertad de pensamiento en la escritura.
Defensa de la honra y la dignidad. Constituye un significativo y ejemplar
aporte la defensa que hace Gonzalo Arango de su honra y dignidad. Con-
tracusa a Jorge Zalamea que lo calificó de agente de la DEA. Sus palabras
edifican la casación de una calumnia. Sin dinero ni abogados, los nadaístas
tuvieron que defender su buen nombre y aprender a defenderse de injurias,
vilezas y calumnias con su inteligencia y su propia escritura. La palabra del
uno contra la palabra del otro. El testimonio como prueba. Y surge la diatriba
con su poder dinamitero. Quedan hoy entre las cartas dos importantes textos:
“Las jeremiadas de Zalamea” y “El señor Burundún Burundanga no ha muer-
to, pero apesta”.16
Gonzalo Arango y Eduardo Escobar siguen ofreciendo una reflexión muy
importante en torno al artista como hombre común.17 El artista se desmitificó.
Se bajó de la torre de marfil, se separó de los dioses. Los nadaístas hablan
de las dificultades y éxitos del hombre. De sus amores y desengaños. De sus
ilusiones y fracasos. De la pobreza material. De la fría soledad. Y presentan la
condición humana del artista, soñador y sufriente, que tiene que luchar contra

14. Eduardo Escobar. Cabos sueltos. El compromiso de los escritores. Medellín: Eafit, 2017. Pág. 379- 406 .
15. Gonzalo Arango. Correspondencia violada. Pág. 208.
16. Gonzalo Arango. Correspondencia violada. Págs. 134 – 137, 125-128.
17. Eduardo Escobar. Cuando nada concuerda . Bogotá: Siglo del Hombre Editores, 2013 y Cabos sueltos.
Medellín: Eafit, 2017.

26 Revista Aleph No. 187. Año LII (2018)


el hambre o las envidias, los odios o el alquiler, las deformaciones de la honra,
o la dificultad de publicar y editar sus trabajos.
El esencial humor: la escritura de Gonzalo Arango es muy agradable y
salpimientada con muchas formas de humor: sutil, juguetón, afinado, baila-
dor, suave, negro, o sarcástico…lo mismo que se intercala en abundancia en
los escritos de Eduardo Escobar y/ o Jaime Jaramillo Escobar. Los nadaístas
sacudieron con la risa el mundo establecido, rígido, serio y formal. El humor
permeó la vida cotidiana, la literatura y la cultura del país. Y constituyó un
gran aporte para una capital tan tiesa y tan maja.
Continuando la tradición literaria de Tomás Carrasquilla, Fernando Gon-
zález y León de Greiff, los nadaístas renovaron los gustos literarios del país,
y ayudaron a sacar la literatura colombiana de la rigidez predominante con
su diverso y abundante humor. Ofrecieron un nuevo escenario festivo. ”El
humor fue para nosotros una terapia de urgencia en una república solemne
que por cualquier nadería convoca un Te Deum con cardenal a bordo y el
presidente y su bostezante gabinete, y que confunde la seriedad con la grave-
dad y lo ampuloso con lo bello”.18 El pregón de la risa frente a la seriedad y
solemnidad bogotanas amplió las fronteras de la literatura, recuperando los
rieles de las mejores tradiciones antioqueñas y universales. El humor y la iro-
nía, necesarios y excelsos componentes del buen arte, abundan en la escritura
de los nadaístas. E intensifican la alegría y el placer de la lectura. La crítica
bogotana no los entendió.
Los nadaístas condujeron en Colombia una pertinente y valiosa re-
flexión, -impulsada por el pensamiento de Sartre y los existencialistas-, so-
bre la lectura y la escritura, y los caminos de la literatura, en instituciones,
parques, escuelas, plazas, librerías y academias. Inauguraron un diálogo
precoz, lúcido e iluminador, entorno a los fines, la naturaleza, las liberta-
des esenciales, y las funciones de la literatura, que fue formulado por los
nadaístas antes de que llegaran a las academias colombianas Baktine y Bar-
thes y Kristeva, y los estructuralistas, y los semiólogos, y los psicoanalistas
que también recorrieron esos caminos. Un diálogo modernizador iniciado
por Gonzalo Arango, el mayor en edad, y que continúa hoy abierto con la
enriquecedora escritura y los libros reflexivos de Eduardo Escobar, el más
joven del grupo.

18. Eduardo Escobar. Cabos sueltos. Pág. 115.

Revista Aleph No. 187. Año LII (2018) 27


Muy importante fue la desmitificación de la religión y el dios católico:
El manifiesto al congreso de escribanos católicos celebrado en Medellín en
1959, es un texto fundamental19: Atrevido, jocoso, irónico, y valiente. Los
nadaístas, influenciados por el pensamiento de Nietzsche y de Russell, se de-
claran tempranamente escépticos frente a las llamadas verdades reveladas.20
Dios. Diablo. Pecado. Infierno. Segunda vida. Distantes de la moral oficial,
cuestionaron con ironía y humor la metafísica del catolicismo. Promesas.
Dogmas. E ilusiones. Su valiente postura crítica e iconoclasta marcó distancia
con el viejo orden señalando otras alternativas al pensamiento y a la vida21.
Gonzalo Arango, un escritor con recurrentes oscilaciones y contradiccio-
nes, regresa al final de su vida al misticismo y a la religiosidad bajo la in-
fluencia de su última novia. Los primeros manifiestos, escritos y proclamas
sintetizan las propuestas más independientes, reflexivas, y avanzadas. Y co-
rresponden a las lecturas más importantes y a las posturas intelectuales más
sobresalientes del movimiento. El nadaísmo, dirá G.Arango “se fundó como
respuesta a las razones tradicionales de la vida.” Si después regresa a algunas
posiciones tradicionales, no podemos dejar de entusiasmarnos con su visión,
de hombre libre, y leal consigo mismo, que plasma en los primeros manifies-
tos y cartas, y que recogen posteriormente algunos textos de aguda puntería
de Última página y Obra negra.
Para terminar esta reflexión y evaluación de los logros y aportes del na-
daísmo quisiera ceder la palabra al poeta Eduardo Escobar quien hace un
balance detallado en sus libros de ensayos Cuando nada concuerda (2013),
y Cabos sueltos (2017):
“La obra de los nadaístas abunda en descubrimientos felices y está por ex-
plorar. Las pinturas de Norman Mejía, los dibujos del primer Álvaro Barrios
y los textos de Amílcar Osorio no han sido valorados con justicia.” (…) Las
pinturas, los poemas y las prosas de los artistas del nadaísmo cancelaron
un viejo modo de ser y de hacer. Honraron las cosas del siglo, el lenguaje
de la ciencia y los nombres de los artículos de consumo masivo, probando
una nueva sensibilidad y un nuevo vocabulario que ensanchara el lenguaje

19. Eduardo Escobar. Correspondencia violada. Manifiesto al congreso de escribanos católicos. Págs. 47-51.
20. Gonzalo Arango. Correspondencia violada. Diario de un presidiario nadaísta. Pág. 53.
21. Cuatro nadaístas pasaron por el seminario : Amílcar Osorio, Eduardo Escobar, Guillermo Trujillo, y
Darío Lemos.

28 Revista Aleph No. 187. Año LII (2018)


poético en consonancia con los tiempos.”22 “Algunos críticos embotados por
los prejuicios pretenden descalificar (…) y negar los logros del nadaísmo.
Pero es imposible negar que los nadaístas consiguieron el milagro de poner,
por un momento, la poesía de moda, y la sociedad colombiana a tono con las
angustias del siglo, con sus ilusiones más brillantes y sus peores augurios...Y
los jóvenes más puros y auténticos y más necesitados de verdad aún recurren
a la poesía del nadaísmo.”23
Creemos que la crítica bogotana fue bastante mezquina y miope, y que
algunos críticos antioqueños también se equivocaron en su intento evaluati-
vo: Carlos Gaviria, que dijo que el nadaísmo era más importante como críti-
ca social que como literatura. Una afirmación incompleta, que desconoció la
existencia de los elementos propiamente literarios. Como el excelso trabajo
poético de Amílcar Osorio, o algunas páginas de amplio contrapunto, humor
e ironía de Gonzalo Arango, de alto valor tanto crítico como literario. Y por
pesar el tamaño de las obras, no percibió la calidad y pertinencia de los ensa-
yos de Eduardo Escobar. Y Alberto Aguirre, quien afanado en descalificar y
disminuir a los nadaístas, y recopilando una vieja inquina, ofreció una crítica
parcializada y tendenciosa.
La revista de la Universidad de Antioquia en su número 327 inicia un nue-
vo camino: camino necesario y riguroso de estudio y análisis de los distintos
valores de la escritura y la pintura de algunos nadaístas, distanciándose de la
crítica mayoritaria, recicladora de chismes y anécdotas trilladas.

Bibliografía selecta
Arango, Gonzalo. Obra negra. Medellín: Eafit-Otraparte, 2016.
_______________Última página. Medellín: Universidad de Antioquia, 2016.
_______________Sexo y saxofón. Medellín: Eafit- Otraparte, 2017.
Escobar, Eduardo. Gonzalo Arango. Correspondencia violada. Bogotá: Instituto
Colombiano de Cultura, 1980.
________________Gonzalo Arango. Bogotá: Procultura, 1989.
________________Nadaísmo crónico y demás epidemias. Bogotá: Arango Editores,
1991.

22. Eduardo Escobar. Cuando nada concuerda. Págs. 163.


23. Eduardo Escobar. Cuando nada concuerda. “Sucedió en un equívoco paraíso”. Págs. 162.

Revista Aleph No. 187. Año LII (2018) 29


________________Manifiestos nadaístas. Bogotá: Arango Editores, 1992.
________________Prosa incompleta. Bogotá: Villegas Editores, 2003.
________________Cuando nada concuerda. Bogotá: Siglo del Hombre, 2013.
________________Cabos sueltos. La lectura como pecado capital. Medellín: Eafit, 2017.
_______________ Las rosas de Damasco y otros relatos. Medellín: Ed. Sílaba, 2017.
Jaramillo, María Dolores. Eduardo Escobar. Número monográfico Revista Aleph, No.
168, Manizales, enero-marzo, 2014.
________________La poesía erótica de Amílcar Osorio. Revista Aleph, No.181, Mani-
zales, abril- junio, 2017. Págs. 40-52.
Revista Universidad de Antioquia No. 327, enero-marzo, 2017. Págs. 48-72.

30 Revista Aleph No. 187. Año LII (2018)


El libre pensamiento

Moisés Wasserman L.

E
ste libro* reúne algunas de las columnas que he venido
escribiendo semanalmente para el periódico “El Tiempo”.
Me han preguntado de dónde ha salido la inquietud y el
talento (si lo hay) para escribirlas. La pregunta no es trivial. Soy
químico, con doctorado en bioquímica, posdoctorado en micro-
biología y me he dedicado toda la vida a la investigación y la
docencia en esos campos. La escritura ha sido pues parte de mi
actividad profesional. Pero ha sido una escritura muy diferente a
la presentada acá. Artículos científicos, tesis, e informes. Todos
muy técnicos, la inmensa mayoría en inglés, llenos de referencias
a trabajos relacionados, en un idioma técnico ininteligible para
los no iniciados, repletos de tablas y gráficas que si bien hacen
mucho más claro el mensaje, interrumpen, en el texto, cualquier
estructura semejante a un relato. Es decir, he escrito mucho pro-
fesionalmente, pero una escritura que tiene poco que ver con una
columna periodística para el público general.
La extrañeza por esta actividad periodística de quienes cono-
cen mi trabajo profesional deriva, al menos en parte, de un este-
reotipo equivocado sobre los científicos. La gente a veces ima-

* Introducción en la obra “Cómo tener siempre la razón y otras columnas sobre ciencia y so-
ciedad”, de Moisés Wasserman L. Ed. Fondo de Cultura Económica, FCE (colección Tierra
Firme), Bogotá 2018. ISBN: 978-958-8249-42-1

Revista Aleph No. 187. Año LII (2018) 31


gina que estamos metidos en el laboratorio y ni nos interesa, ni tenemos el
tiempo de mirar el mundo que se ve desde la ventana. No es cierto en muchos
casos. Gran parte de quienes trabajan en ciencia tienen permanentemente la
preocupación del impacto que va a tener su trabajo en la sociedad. Los que
educan estudiantes desde el pregrado hasta el doctorado, necesariamente tie-
nen que tener una fuerte preocupación por su influencia en su formación y
en su vida. A pesar de que trabaje en las ciencias naturales, un investigador y
profesor consciente no puede dejar de ser también un investigador social y en
cierta forma un humanista. Conozco pocos que no sean buenos y dedicados
lectores.
El problema de falta de tiempo es real, y seguramente es una de las cau-
sas para que no haya más científicos escribiendo novelas, ensayos y co-
lumnas. Yo lo intenté esporádicamente durante mi vida profesional, cuando
sucedía algo que me parecía importante o urgente que la gente supiera y que
pasaba totalmente desapercibido en la prensa general. Hice algunas contri-
buciones al excelente fascículo semanal que eran las Lecturas Dominicales
de El Tiempo. Entre ellas recuerdo como ejemplos la celebración por el cin-
cuentenario de la doble hélice de ADN, en la que traté de explicar por qué
la descripción química de una molécula era una extraordinaria revolución
científica. Escribí una nota necrológica por Salvador Luria explicando el
significado de su trabajo pionero en microbiología y genética. En otra oca-
sión analicé la sociedad compleja de los “topos desnudos”, mamíferos que
se comportan socialmente en forma parecida a las hormigas. Describí unas
moléculas maravillosas, los “buckmunsterfullerenos”, cuando se dio el pre-
mio nobel por su descubrimiento y por la elucidación de su estructura (que
por cierto se le debe a un químico y a un arquitecto - el nombre es en honor
al arquitecto). En alguna ocasión traté de explicar, usando la evolución, la
necesidad de un sistema nacional de ciencia diverso y libre. Un artículo
de ese tipo sobre las vacunas y los “anti-vaxxers”, publicado en la revista
El Malpensante, mereció (muy sorpresivamente para mí) un premio Simón
Bolívar al periodismo analítico.
Durante el tiempo en el que desarrollé mi actividad profesional, asumí
ocasionalmente responsabilidades de dirección y de liderazgo. Una primera
fue la dirección general del Instituto Nacional de Salud, y otra la rectoría de
la Universidad Nacional de Colombia. En las dos ocasiones me encontré en
medio de debates sociales y políticos que involucraban a la institución que
dirigía y a sus funciones sociales. La participación en esos debates era im-

32 Revista Aleph No. 187. Año LII (2018)


portante, más aún, era un deber. La forma que encontré más apropiada fue la
de la columna periodística. Con ella podía aportar ideas y llegar a un público
interesado más amplio que al que se llegaba en reuniones cerradas, a las que
usualmente asistían quienes estaban de antemano de acuerdo con uno.
Es decir, en todas las ocasiones que acabo de describir, me tocó pasar de
la escritura técnica y de un idioma rigurosamente preciso, a veces casi un
dialecto de gremio para un grupo de colegas expertos, a una sencilla y clara
para cualquier lector y que ojalá fuera lo suficientemente interesante como
para mantenerlo leyendo hasta el final de la columna.
Algunas cosas conservé, que son posiblemente una deformación profe-
sional, pero que yo me hago la ilusión de poder llamarlo estilo. Espero haber
trasladado a este campo el principio del ahorro de palabras. Una idea debe
expresarse con el mínimo de palabras que la hagan clara y sin ambigüeda-
des. (Eso lo dijo Einstein hace tiempo, “todo debe simplificarse cuanto sea
posible, pero no más que eso”). No fue difícil viniendo de donde vengo
disminuir los adjetivos al máximo, y tratar de limitar las conclusiones y
los juicios a aquellos permitidos por las reglas de la lógica y derivados de
hechos demostrables. Además he tratado de mantenerme fiel a algunos prin-
cipios. Uno es que si dan la oportunidad de expresarse hay que decir algo,
no simplemente hilar palabras. Otro, que analizar y controvertir ideas es una
tarea tan importante que no se debe perder esfuerzos insultando a quien las
propone.
Las lecturas que he hecho a lo largo de la vida y las que hago hoy en
libros generales, así como en revistas científicas, me sugieren temas que
pueden ser interesantes, que pueden dar luz sobre un problema actual, o a
veces, sobre un problema eterno pero siempre inquietante. La lectura del
periódico me da algo de visión de actualidad. La lectura de los mensajes
en las redes sociales me deja ver las percepciones de la gente. Trato de no
dejarme envenenar. Espero mantenerme crítico ante lo que me parezca falso
o incorrecto, sin dejarme seducir por la cómoda aprobación que acompaña a
quien repite lo popularmente aceptado, aunque no sea cierto.

Revista Aleph No. 187. Año LII (2018) 33


El Profesor Gonzalo Cataño
recuerda al maestro Darío Mesa

Entrevistado: Gonzalo Cataño, Doctor en Sociología


del Derecho. Sociólogo de la Universidad
Nacional de Colombia. Profesor-Investigador de
la Universidad Externado de Colombia.
Entrevistadores: Wilson Ladino, profesor de la
Escuela Superior de Administración Pública, y
Wigberto Castañeda, sociólogo, egresado del
Departamento de Sociología de la Universidad
Nacional.
Bogotá, junio de 2018

W
ilson Ladino: Profesor Cataño, usted es sobrino de
Gerardo Molina quien era rector de la Universidad
Libre cuando Darío Mesa fue profesor y director del
Instituto de Investigaciones de la Facultad de Educación, entre
el 1961 y 1964.
Gonzalo Cataño: Molina, que no era marxista, estimaba mu-
cho a Mesa. Apreciaba sus trabajos de los años cincuenta y sus
labores docentes en la Libre. Se conocían de tiempo atrás. Mesa
había sido su colaborador en la Revista Horizontes y poco des-
pués Molina le ayudó a conseguir una beca para una estadía en
Alemania.
Ladino: En los años cincuenta y principios de los sesenta
Mesa tiene lo que yo llamaría tres ensayos mayores. El texto po-
lémico “Mito, revista de las clases moribundas”; el ensayo que
tanta fama le dio, “Treinta años de historia de Colombia”, y “El
problema agrario en Colombia”, un informe para el INCORA.

34 Revista Aleph No. 187. Año LII (2018)


Cataño: Efectivamente. Creo que se deberían reunir estos ensayos y otros
más en un volumen compacto. Con ello tendríamos un material más completo
para valorar sus esfuerzos intelectuales y políticos de juventud.
Ladino: De hecho, me enteré de que la Universidad Nacional tiene un
programa de obras de los grandes maestros. Creo que ya aprobaron la publi-
cación de unos textos de Mesa. Están en eso.
Cataño: Ojalá le compilen los más desconocidos, aquellos que escribió
para Cromos y Semana. Los que usted ha mencionado se pueden consultar
con alguna facilidad. Han sido reeditados y las revistas donde aparecieron
originalmente se encuentran en las bibliotecas universitarias. Recuerde que
Mesa fue marxista durante toda su vida y que su obra, la de juventud, está
unida a la lucha política de izquierda. Marx fue su marco primigenio de refe-
rencia. Su posterior conocimiento de Weber y Hegel le confirió sin duda cierta
fluidez a sus análisis, pero él nunca logró desembarazarse del legado de Marx
–de Lenin y Stalin especialmente– dos autores básicos en su formación que lo
condujeron al amor de su vida, al examen de la experiencia de la revolución
rusa de 1917. Esta inclinación lo llevó, inclusive, a aprender ruso para seguir
de cerca la construcción del socialismo en la URSS (Unión de Repúblicas
Socialistas Soviéticas).
Desde sus años en la Escuela Normal Superior, donde hizo sus estudios
universitarios, comenzó a leer las obras de Marx y Engels. Poco después,
hacia 1944 ingresó al Partido Comunista. Fueron días de mucha ortodoxia,
como lo muestra el ensayo citado “Mito, revista de las clases moribundas” de
1955, donde las figuras de Stalin y Mao Tse Tung son fuente de aplausos y
de palmaria y piadosa reverencia. Allí alabó la experiencia China en asuntos
agrarios y exaltó el humanismo, el amor por la humanidad, del conductor de
la Unión Soviética recientemente fallecido. “Cuando uno lee –afirmó– la ley
de reforma agraria en China advierte que esa disposición gubernamental es un
extraordinario documento del humanismo proletario porque en cada una de
sus palabras está presente aquello de que el hombre es el capital más precioso
según palabras de Stalin”. Pocos años más tarde, sin embargo, el yugoeslavo
Milovan Djilas, autor que Mesa conocía bien, escribió en sus Conversaciones
con Stalin: “Desde el punto de vista del humanismo y de la libertad, la historia
no ha conocido un déspota tan brutal y cínico como él [...] Mírese como se
mire no se le puede negar la gloria de haber sido el más grande criminal de
la historia, y esperemos que nadie venga a arrebatársela”. Djilas estaba pen-

Revista Aleph No. 187. Año LII (2018) 35


sando en las hambrunas ucranianas de los años treinta; en la masacre de más
de catorce mil policías y oficiales del ejército polaco en el bosque de Katyn;
en los juicios amañados de Moscú –donde se ejecutó a los dirigentes bolche-
viques que participaron en la revolución de 1917–, y en el gulag, los campos
de trabajos forzados que cegaron la vida de millones de hombres y mujeres
del orbe soviético. Quienes duden de la matanza de Katyn pueden repasar el
Katyn de Andrzej Wajda, la película que registra la manera como miles de
soldados polacos fueron asesinados de un tiro en la nuca.
Esta deificación soviética continuó después del xx Congreso de 1956 del
Partido Comunista de la URSS, donde Jrushchov denunció los crímenes de
Stalin, denuncia que el Mesa de aquellos días calificó de mera “novela poli-
cíaca alrededor de Stalin”. No soportaba que le sacudieran a sus héroes más
queridos. En una entrevista que concedió a Mito –en calidad de representante
de la “extrema izquierda”–, con ocasión del levantamiento húngaro contra la
dominación soviética, que terminó con la ejecución del dirigente socialista
Imre Nagy en junio de 1958, afirmó: “Nagy fue un contrarrevolucionario [...]
Lo que uno puede comprobar es que, si la clase obrera y sus aliados recurren
a la violencia, lo hacen por imposición de la violencia previamente desatada
por sus enemigos. Aún más, la violencia revolucionaria restringe la actividad
violenta de la reacción [...] Lo que vemos claramente [con el ahorcamiento
de Nagy] es la utilización de su cadáver como proyectil de corto alcance en la
lucha contra la URSS, contra el movimiento comunista internacional y, como
último término, contra el pueblo trabajador del mundo entero”. Y concluyó:
“La revolución que Nagy buscó frustrar ha hecho de la Unión Soviética –un
país que hace cuatro decenios se encontraba en varios planos más atrasado
que Colombia– la fortaleza avanzada de los pobres del mundo [...] y la con-
creción más sólida y auténtica, pese a sus defectos y a sus limitaciones, del
humanismo, y no solo del humanismo proletario”.
Hablemos ahora un poco de su formación. Por la Escuela Normal Superior
iban y venían profesores venidos de la Europa de Hitler y de Franco. Alema-
nes que huían del nazismo y de refugiados españoles que escapaban de la dic-
tadura franquista. Los más señalados eran Francisco Cirre, un antiguo alumno
de Henri Pirenne; Pablo Vila, formado en el legado de Vidal de la Blache, y
los alemanes Rudolf. Hommes y Gerhard Masur, herederos de la mejor tradi-
ción humanista de la Alemania de fines del siglo XIX y principios del XX. Yo
acabo de compilar los ensayos que Masur publicó en Colombia bajo el título
Paisajes del espíritu. Masur vivió diez años en el país y aquí escribió su nota-

36 Revista Aleph No. 187. Año LII (2018)


ble biografía de Bolívar. Fue el profesor de mayor impacto entre el grupo de
estudiantes de ciencias sociales de la Normal Superior, y Mesa lo recordaría
durante toda su vida. Tenía una sólida formación en filosofía, historia y crítica
literaria. Había sido alumno privilegiado de Friedrich Meinecke, el gran his-
toriador de las ideas, y estaba muy familiarizado con la historiografía alemana
del siglo XIX. Era un especialista en Leopold von Ranke, sobre el que había
hecho su tesis doctoral.
Ladino: Sí, yo leí el Simón Bolívar. Recuerdo que en la introducción decía
algo así como: “yo llegué a Bogotá y me puse a pensar qué haría en este pue-
blito. Empecé a hacer la biografía del Libertador, pero nunca pensé que me
fuera a gastar tanto tiempo”. Se gastó como ocho años en eso.
Cataño: Sí, es una excelente biografía, si no la mejor. Además de eso, él
publicó una serie de ensayos alrededor de su cátedra de historia moderna que
dictó por varios años en la Normal. Los cursos que después recibí de Jaramillo
Uribe y de Darío Mesa eran una réplica de las clases de Masur. Estudiamos el
Renacimiento y los siglos XVI, XVII y XVIII hasta la Revolución Francesa.
En 1946 Masur se fue a Estados Unidos y allí continuó sus estudios de historia
de las ideas que compendió en su fascinante Profetas de ayer, una historia de
la cultura europea entre 1890 y 1914. En muchos aspectos es un precursor de
la celebrada Viena fin-de-siècle del norteamericano Carl Schorske, que cubre
un periodo semejante para el caso del imperio austro-húngaro.
Ladino: ¿Y el viaje de Mesa a Alemania?
Cataño: Su estadía en Alemania en 1962 y 1963 fue muy gratificante. El
hecho de estar casi dos años en la tierra de sus héroes –Marx, Hegel y Weber–
constituyó una gran experiencia para alguien que no había pasado antes por
el Viejo Mundo. Se fue detrás de su esposa Alicia Guerrero, quien se había
hecho a una beca para estudiar al joven Marx y al Hegel de la Fenomenología
del espíritu en la Universidad Karl Marx de Leipzig. Contaba con una subven-
ción y con la amistad del americanista Manfred Kossok (1930-1993), quien
había estado en Bogotá por unos meses dictando conferencias. Su objetivo no
era alcanzar un título. Su edad no era la mejor aliada para sentarse de nuevo
en la butaca escolar y atender clases, hacer deberes y presentar una tesis de
grado. Su Alemania, la Oriental, era una estadía, una experiencia extranjera
para leer, desarrollar el idioma y observar el desenvolvimiento de un país so-
cialista. A veces daba una charla en el seminario de Kossok, autor conocido en
América Latina por su libro El virreinato del Río de la Plata. Rápidamente se

Revista Aleph No. 187. Año LII (2018) 37


dio cuenta de que el socialismo estaba muy lejos de las imágenes creadas por
las doctrinas de prosperidad y realización personal difundidas por los ideó-
logos del marxismo-leninismo. Halló que no había libertad de prensa y que
el contenido de los periódicos era una extensión de los intereses soviéticos.
No circulaban libros ni revistas occidentales y los profesores de ciencias so-
ciales invertían más tiempo en la enseñanza del “socialismo científico” que
en el estudio serio y responsable de sus disciplinas. La vida cotidiana estaba
regida por una opacidad del pensamiento y una molicie de la voluntad. El
mismo Kossok, nacido en la ilustre Breslau –la tierra de Ferdinand Lassalle,
Ernst Cassirer, Emil Ludwig y Norbert Elias– fue amonestado en la RDA por
su liberalidad y su interpretación abierta del materialismo histórico. Alicia
Guerrero también se sintió frustrada. Abandonó la idea de graduarse y regresó
al país con sus abundantes lecturas de Hegel y de Marx en lengua original.
Con los años estudió física y su experiencia filosófica la llevó a la teoría de
la ciencia, un campo muy afín a su cátedra de física teórica en la Universidad
Nacional.
Cuando Mesa regresó al país ya no era el mismo. Había conocido el socia-
lismo real, la sociedad por la cual tanto había luchado en el pasado. Abandonó
sus adhesiones políticas y emprendió su carrera docente con dedicación y
entrega. Es cierto que jamás abandonó a Marx, pero ahora lo usaría para estu-
diar el mundo, no para transformarlo. Esto último se lo dejaría a los políticos
activos y a los predicadores de estadios de felicidad y prosperidad.
LADINO: ¿Cuándo conoció al profesor Mesa?
Cataño: En estricto sentido en 1965 cuando ingresó a la Universidad Na-
cional, aunque ya lo había visto varias veces en La Gran Colombia, una libre-
ría muy concurrida por los intelectuales de izquierda en el centro de Bogotá.
Lo veía de lejos hojeando las novedades y conversando con sus amigos y con
los dueños de la librería. Hablaba de los sucesos del momento, de política
especialmente. En una ocasión me lo presentó Francisco Posada Díaz cuando
se paseaba con Alicia Guerrero por la carrera séptima, pero esto fue solo un
apretón de manos, esa cortesía que se olvida tan pronto las personas continúan
su camino.
Ladino: ¿En qué momento entró usted a Sociología?
Cataño: En febrero de 1964. Por allí estaban Fals Borda, Camilo Torres,
Eduardo Umaña Luna, Juan Friede y varios profesores norteamericanos. El

38 Revista Aleph No. 187. Año LII (2018)


énfasis de la Facultad era la sociología rural, la especialidad de Fals. A veces
aparecía el padre Germán Guzmán, el autor central de La violencia en Colom-
bia, el libro más discutido de ciencias sociales en los sesenta. También estaban
el español Tomás Ducay, profesor de humanidades; el geógrafo Ernesto Guhl;
el profesor de metodología e introducción a la sociología Carlos Escalante, y
los egresados de la Escuela Normal Superior Milcíades Chaves, Virginia Gu-
tiérrez, Roberto Pineda y Miguel Fornaguera, un profesor de ciencias sociales
con intereses en geografía que apenas investigaba a pesar de que era el Jefe de
la Sección de Investigaciones del Departamento de Sociología de la Nacional.
El Fals de aquellos años, el alma de la Facultad, nada se movía sin su
aquiescencia, era muy distinto al que hoy conocemos. Era un “científico”, un
investigador de campo con gran experiencia en la observación de los modos
de vida rurales. Para ese momento era autor de dos libros notables: Campesi-
nos de los Andes y El hombre y la tierra en Boyacá. Nunca se interesó por el
mundo urbano. Los trabajadores del campo eran su pasión; tenía gran sensibi-
lidad para entender sus problemas y gran capacidad para describir sus condi-
ciones de vida. Conocí bien a Fals. No solo fue mi profesor sino también una
especie de acudiente, persona que responde por un joven en ausencia de sus
padres. Me prestaba dinero cuando escaseaban mis recursos y me reprendía
cuando no manejaba bien mi mesada. Por un semestre fui inclusive su chofer.
Lo transportaba de un lugar a otro. Lo llevé varias veces a Saucío, la vereda
del municipio de Chocontá que había estudiado en Campesinos de los Andes.
Quería examinar de nuevo la comunidad para observar las trasformaciones
después de quince años. Estaba diseñando una especie de panel, el recurso –
muy usado por Paul Lazarsfeld y sus asociados en Norteamérica– de entrevis-
tar a las mismas personas en diversos momentos para evaluar el cambio de sus
percepciones. Él me enseñaba las bondades de esa técnica y me recomendaba
la lectura del último capítulo del instructivo Dígalo con números del vienés
Hans Zeisel. El trabajo no cuajó y Fals lo abandonó por otros proyectos. Tam-
bién le hacía mandados: distribuir el correo, recoger los profesores visitantes
en el aeropuerto, mostrarles la ciudad y traerlos al campus. Esto me permitió
conocer a personas como Torcuato Di Tella, un especialista en la clase obrera
argentina, y a la chilena Marta Harnecker, una filósofa marxista formada en
los seminarios de Louis Althusser, que se haría muy famosa con la publica-
ción de Los conceptos elementales del materialismo histórico, un best seller
que alcanzó a tener más de cincuenta ediciones en las prensas de la editorial
Siglo XXI de México.

Revista Aleph No. 187. Año LII (2018) 39


Yo estaba en el Consejo Estudiantil de la Facultad a finales de 1964 y en
una reunión Fals anunció que iba a traer a un docente de la Universidad Libre
que acababa de llegar de Alemania para enseñar historia y teoría sociológi-
ca y escribir un libro sobre historia de Colombia: el profesor Darío Mesa.
Muchos lo conocían, especialmente por su ensayo “Treinta años de historia
colombiana” difundido por la revista Mito en 1957. Era un trabajo escrito con
mucha fuerza, que mostraba el desenvolvimiento económico, social y político
del país entre 1925 y 1955. Sus secciones dejaban ver a un autor seguro de
sí mismo y muy comprometido con las luchas políticas de los años cincuen-
ta. Esto era mucho más claro en la edición del mismo ensayo en la Revista
Horizontes (abril-mayo de 1957), donde apareció con un título de evidente
intención política: “Para una posición del pueblo”. Esta versión, más extensa
que la de Mito, traía una nota relacionada con la caída de Rojas Pinilla, se-
guida de unas páginas sobre las posturas de los partidos tradicionales ante la
dictadura. Las preguntas eran: ¿qué deben hacer las masas una vez se regrese
a la democracia? ¿Apoyar a los liberales y a los conservadores que buscan la
salida de Rojas? ¿Aliarse con la burguesía nacional o emprender un camino
autónomo? El ensayo hizo carrera, y a los editores de Mito se les debe el título
más acertado: “Treinta años...” La insignia de Horizontes era pasajera y solo
relevante para el momento.
Ladino: ¿Ése era su conocimiento de Darío Mesa en 1964?
Cataño: Efectivamente. Mesa llega y se estrena con un curso de historia
moderna que cubría los siglos XVI, XVII y XVIII. Los textos que seguíamos
eran Los siglos XVI y XVII de Roland Mousnier y El siglo XVIII de Mousnier
y Ernest Labrousse, dos volúmenes de gran formato de la colección “Histo-
ria General de las Civilizaciones” dirigida por Maurice Crouzet. Eran dos
obras de síntesis, como las saben hacer los franceses cercanos a la escuela
de los Annales, que registraban la decadencia de Oriente, el descubrimiento
del Nuevo Mundo, las tensiones políticas de los principados y el progreso de
la ciencia y la técnica en Occidente. Con este curso, y con los que después
tomé con Jaramillo Uribe sobre historia moderna y teoría de la historia, me
podría considerar un estudiante a distancia de Gerhard Masur, un alumno de
los alumnos de Masur. Pero nunca apareció el libro de historia de Colombia
para el cual había sido nombrado. El compromiso se fue escabullendo de su
mente y de la memoria de las directivas. Eran, por lo demás, los años del
surgimiento de la Nueva Historia con Jaramillo Uribe a la cabeza, y Mesa no
estaba dispuesto a internarse en las bibliotecas y en los archivos de la capital.

40 Revista Aleph No. 187. Año LII (2018)


No tenía el entrenamiento para eso y le faltaba voluntad y arrestos para la
investigación empírica.
Ladino: ¿Y Max Weber?
Cataño: Después vino el curso sobre Weber, la innovación docente más
festejada de Mesa que dejó una huella imborrable en Sociología. Mesa, que
se guardaba cierta majestad, llegaba al salón, abría un cuaderno y comenzaba
su exposición. A veces llevaba su ejemplar del primer tomo de Economía y
sociedad, vertido al español por don José Medina Echavarría, en la edición
de 1944 del Fondo de Cultura Económica de México en cuatro volúmenes. Al
principio no entendíamos mayor cosa, pero él era muy laborioso y su pacien-
cia con nosotros parecía infinita. Exponía pausadamente y todos escuchába-
mos arrobados. Estaba en su mejor momento. En 1966 contaba con 45 años de
edad y su voz era serena, clara y elegante. No subía el tono pero tampoco lo
bajaba; reprimía la oratoria y se cuidaba de la prédica. Se expresaba con mo-
dulaciones estudiadas para ganar la atención de su juvenil auditorio siempre
en peligro de distraerse. Su idioma era rico en matices y enriquecía nuestro
léxico. Recuerdo que con él aprendí la palabra cortapisa, que nunca había
escuchado, para aludir a limitación o restricción de algo, o el elegante giro
poner énfasis en para reemplazar el deslucido enfatizar, un anglicismo que
hacía carrera y que terminó por afincarse en el diccionario de la Academia de
la Lengua.
Fue una asignatura muy refrescante. Los cursos que veíamos eran los tra-
dicionales de metodología, estadística, geografía, historia e introducción a
la sociología. La teoría sociológica se la dejábamos a los manuales, a libros
como La teoría sociológica, su naturaleza y desarrollo del amable petersbur-
gués radicado en Estados Unidos, Nicolás Timasheff. Y de pronto aparece un
curso de teoría sociológica de gran peso sobre Weber. Esto fue una sorpresa,
algo raro, muy raro y nunca visto en la Facultad. El curso tuvo gran recibo. Es
cierto que no vimos todo Weber, pero sí lo esencial para sentar las bases de su
posterior estudio por cuenta propia. Leímos la Ética protestante, las conferen-
cias “La política como vocación” y “La ciencia como vocación”, y enseguida
nos adentramos de lleno a los capítulos iniciales de Economía y sociedad
dedicados a los conceptos. Todos gagueábamos cuando nos preguntaba ¿qué
es acción social?, ¿cómo se construye un tipo ideal?, ¿cómo se debe entender
el proceso de racionalización? ¿cuáles son los elementos esenciales de las tres
formas de dominación?, etc, etc. Recuerdo que en una ocasión me llegó el
turno. Me interrogó:

Revista Aleph No. 187. Año LII (2018) 41


– Señor Cataño, ¿qué es poder para Weber?
–¿Poder?
– Sí, poder señor Cataño.
– Mmm, creo que se trata de la probabilidad de incidir en la conducta de
los otros.
– ¿Por qué probabilidad?
– Porque el que ejerce la dominación no está seguro de que los demás le
obedezcan.
Ante respuestas tan escuetas y memorizadas él se explayaba en explicacio-
nes para tratar de que el vocabulario de Weber no quedara en el vacío. Con
su ayuda vimos la parte más árida de Economía y sociedad, aquella que no
hubiéramos estudiado si no fuera por su tenaz voluntad docente semana tras
semana, mes tras mes. Pensaba que si nos habituábamos a los conceptos de la
sociología comprensiva, lo demás vendría por añadidura. Y así fue. Después
de despachar las primeras doscientas páginas de Economía y sociedad, Mesa
pasaba a los capítulos más descriptivos, como las formas de dominación, el
examen de las comunidades políticas y la teoría del Estado de Weber. Nunca
leímos la Historia económica general, el libro síntesis de la postura weberia-
na. Lo recomendaba sin duda, pero lo dejaba para lectura individual. Pensaba,
con razón, que los cursos de historia moderna ayudarían a su comprensión. Y
a quienes nos acercábamos a su oficina, siempre abierta a sus estudiantes, nos
recomendaba el estudio de Henri Pirenne para saldar cuentas con la desinte-
gración del imperio romano y el surgimiento y desarrollo de la Edad Media.
Después deberíamos pasar a los Orígenes del capitalismo moderno de otro
Henri, de Henri Sée. Sin estas ayudas –afirmaba– la Historia económica ge-
neral se haría oscura, pesada e incompresible. Sabía que el volumen, analíti-
camente generoso, era espeso y abreviado con secciones casi telegráficas. No
en vano el libro era una reconstrucción de las conferencias dadas por Weber
en Munich en 1919-1920, poco antes de su muerte.
Ladino: ¿Estudiaban los ensayos metodológicos?
Cataño: No. Mesa los discutía por su lado, especialmente en lo que tenía
que ver con la objetividad en las ciencias sociales. Lo demás lo estudiábamos
en las conferencias sobre la ciencia y la política como oficios vocacionalmen-
te orientados.

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Ladino: ¿Mesa unía a Weber con la sociología del momento? ¿Con Aron,
Parsons y Merton por ejemplo?
Cataño: No. Él sabía que la mejor sociología del momento tenía un pie
en Marx, Durkheim y Weber, pero nunca nos hablaba del uso de Weber por
parte de un sociólogo más recientes. Además, no recomendaba la literatura
secundaria para aliviar el peso de los textos de Weber. El orientador libro de
Reinhard Bendix nos llegó tarde, quizá Mesa lo tenía en la edición inglesa y lo
usaba en sus exposiciones. Él quería que aprendiéramos a Weber por Weber,
no por mediación o destilación de otro pensador por notable que fuera.
Ladino: ¿En la enseñanza de Weber proponía el estudio de otros autores
como Rickert?
Cataño: Mencionaba mucho a Rickert y a Windelband, pero sobre todo
a Dilthey. Ellos le servían para subrayar las diferencias entre las ciencias na-
turales y las ciencias del espíritu y para examinar la noción de comprensión,
punto central en la metodología weberiana. Junto a ellos estaba Simmel, pero
Mesa no parecía concederle demasiada importancia. Estos autores provenían
de las enseñanzas de Masur, un alumno, como ya hemos dicho, de Meinecke,
discípulo de Dilthey y amigo personal de Weber. Eran casi de la misma edad:
Meinecke de 1862 y Weber de 1864. Masur escribió sobre Weber, Dilthey y
Hegel. Recordemos sus conferencias de 1936 sobre “La filosofía y la políti-
ca”, donde se subrayaban los nombres de Weber y de Hegel. Ahora se pueden
consultar con comodidad en el mencionado libro Paisajes del espíritu publi-
cado por la Academia Colombiana de Historia.
Ladino: Un hecho interesante es la biblioteca de la Normal Superior. Te-
nía más de 20.000 volúmenes en varios idiomas. El rector José Francisco
Socarrás se preocupó porque la biblioteca estuviera al día para consulta de
profesores y estudiantes.
Cataño: A propósito de todo esto, Jaramillo Uribe cuenta en su memorias
que él aprendió alemán en las obras de Hugo von Hofmannsthal que se en-
contraban en la biblioteca de Masur. Cuando Masur se fue a Estados Unidos
dejó sus libros en manos de Carlota, su esposa. Carlota se quedó en Bogotá
y vivía de la enseñanza del alemán y de la administración de una residencias
para profesores y estudiantes.
Ladino: Entonces, ustedes reciben ese curso de Weber que es un refresco,
una visión más amplia de la sociología que se enseñaba hasta ese momento
en la Facultad. ¿También recibieron cursos de Marx?

Revista Aleph No. 187. Año LII (2018) 43


Cataño: No, eso vino después cuando yo ya me había graduado y traba-
jaba en Tunja. Pero me quedó la huella indeleble de Weber. Años después
continué la labor difusora de Mesa con la traducción (del inglés) de dos tra-
bajos del sociólogo alemán: su charla “Sobre la burocratización” de 1909,
divulgada por la revista Eco, y los textos sobre la universidad que dieron lugar
a El poder del Estado y la dignidad de la vocación académica aparecido en la
Revista Colombiana de Educación en 1990.
Ladino: ¿Había un Weber I y un Weber II?
Cataño: Algo parecido a un A y a un B, un primer y un segundo semestre.
A mí no me tocaron los seminarios sobre Kant, Hegel y Marx, aunque en una
que otra ocasión me colaba en el salón respectivo y lo escuchaba.
Wigberto Castañeda: Acompaño a mi amigo Ladino en esta conver-
sación que he seguido con atención. Tengo una inquietud. Sospecho que el
Weber de Mesa era algo así como una interpretación marxista del autor de
Economía y sociedad.
Cataño: Es cierto. Era un diálogo con Marx. El nombre de Marx surgía
una y otra vez en sus coloquios. Para él Weber era un enriquecimiento de
Marx. A veces lo veía como un Marx al revés.
Castañeda: ¿Un “Marx al revés”?
Cataño: Sí.
Castañeda: Interesante.
Cataño: Sí, como pensador que le da mucha importancia a las ideas dejan-
do los fundamentos materiales de la acción, “la última instancia” de Engels,
en un claroscuro. De vez en cuando Mesa aludía a una conferencia juvenil
de Weber, Fundamentos sociales de la decadencia de la cultura antigua de
1896, difundida por la Revista de Occidente de Ortega y Gasset durante los
años veinte. Hasta donde tengo conocimiento fue el primer trabajo de Weber
trasladado al español. Allí la afinidad con la perspectiva marxista, con el ma-
terialismo histórico, era muy clara. Se decían cosas como aquella de que “la
cultura antigua es una cultura nacida en una sociedad esclavista”. En sus pági-
nas Weber registraba la desintegración del imperio romano como un proceso
de larga duración, como una evolución económica y social que se tomó varias
centurias para confluir en los “siglos oscuros”, en la alta Edad Media. Aquí
los idearios estaban muy diluidos, apenas tenían presencia.

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Ladino: En la Universidad Nacional se da una transición. Mesa llega, se
instala, salen Fals Borda y sus alumnos, empieza a dar sus clases y a conti-
nuación viene la reforma de plan de estudios del departamento.
Cataño: Cuando él llega a Sociología la política ya no le interesa, salvo
como objeto de estudio. Ya no tiene compromiso con organización política
alguna. Su “comunismo” es cosa del pasado. Conserva su amistad con los
amigos liberales y conservadores de los años cincuenta –el escritor Hernando
Téllez, el político Belisario Betancur, el publicista Bernardo Ramírez y el
periodista Eddy Torres, hijo del dirigente socialista Ignacio Torres Giraldo– y
se define como un scholar, como un profesor de tiempo completo entregado a
sus cursos y a la orientación de sus alumnos. Allí va a mostrar sus dotes peda-
gógicas aprendidas en la Escuela Normal. Sí, la pedagogía, el arte de enseñar,
la habilidad de dosificar la transmisión del conocimiento y de establecer re-
laciones cálidas con unos jóvenes entre los dieciocho y veinte años que toda-
vía tienen muy fresca la enseñanza secundaria. Recuerdo que su figura –tez
morena, cara ancha, bajito, grueso, con labios pronunciados y dueño de un
razonamiento absorbente– era una réplica del rumano Edward G. Robinson en
La mujer del cuadro de Fritz Lang, cinta que narra la historia de un inteligente
y recursivo profesor de psicología criminal. Mesa atendía con amabilidad las
inquietudes de sus estudiantes, pero conservaba su distancia y cierto señorío
que contribuía a resaltar su saber y el respeto por su ascendencia académica.
Nadie se atrevía a tutearlo, el Darío era para sus iguales.
Ladino: Observo que Mesa era intelectualmente muy atractivo.
Cataño: Era muy sugestivo. Parecía conocer todos los libros importantes
desde los griegos hasta nuestros días. Las obras más relevantes de la cultura
Occidental, de la política en particular, le eran familiares o, al menos, era
capaz de dar cuenta de ellas. A Mesa le interesaba mucho la política, la inter-
nacional sobre todo. Veía el mundo como una permanente querella de poder
entre las naciones industrializadas. Siguió de cerca el desarrollo de la guerra
fría y las tensiones de la guerra atómica. Leía los periódicos con detenimiento
y su aprendizaje del ruso le abrió las páginas de Pravda, la publicación oficial
del Partido Comunista de la URSS donde abundaban las noticias sobre asun-
tos científicos, políticos, culturales y económicos. A veces miraba Izvestia,
que le prestaban sus amigos del Partido Comunista versados en la lengua de
Tolstoi. A través de ellos tenía acceso a las posturas “orientales”. A esto sumó
su interés por el desenvolvimiento de la experiencia socialista. El centro esta-

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ba en la URSS que luchaba por preservar su imperio pero, como se sabe, las
fracturas no demoraron en aparecer. Yugoeslavia con Tito a la cabeza trazó su
propia senda, y Polonia, Hungría y Checoeslovaquia jamás se sintieron cómo-
das con el dominio moscovita. A poco la legendaria China dejó a un lado su
socio y se sintió suficientemente fuerte y vigorosa para emprender su camino
sin la ayuda soviética. Mesa observaba con detenimiento estos procesos, pero
su apego estaba siempre en la URSS, en la madre Rusia que había derrotado a
Hitler en Stalingrado y que había hecho que los sueños de Marx y Engels no
fueran solo ilusiones y relatos de fantasías y quimeras.
Ladino: Volvamos a la Facultad de Sociología, ahora convertida en De-
partamento. ¿Cómo se desenvolvieron sus estudios?
Cataño: A pesar de la atracción de Mesa, con él teníamos una relación
muy ambivalente. Nos seducía sin duda, pero cuando nos enfrentábamos con
la tesis de grado dejábamos a un lado sus enseñanzas. Mesa no publicaba; no
ofrecía un ejemplo concreto de cómo debían hacerse las cosas. Instruía pero
no orientaba en problemas prácticos. Propagaba las bondades de la investiga-
ción pero no la hacía. Su labor docente tenía el sabor del pensador “a lo gran-
de”, de un portador de enfoques meta-históricos nada fáciles de seguir. En los
cursos de metodología habíamos aprendido algo más manejable formalizado
en los manuales de teoría y método: planteo del problema, hipótesis, varia-
bles, definiciones operacionales, análisis de los datos, resultados y conclusio-
nes. En esto Mesa no nos servía y, urgidos, regresábamos a los textos de Fals
Borda, de Camilo Torres o de los sociólogos norteamericanos y latinoameri-
canos que habíamos estudiado. Eran más fáciles de imitar. En aquel tiempo
Fals, que difundía la investigación y la hacía, que publicaba la producción
de sus profesores y estudiantes en la colección Monografías Sociológicas, le
concedía mucha importancia a las tesis. A su juicio, era la confirmación final
de que se era sociólogo, de que se estaba listo para desempeñarse con soltura
en una oficina del Estado, en una institución privada o en el mundo académi-
co. Pedía, además, que las tesis fueran individuales, empíricas y teóricamente
relevantes. Lo empírico provenía del uso de archivos, de estadísticas y cues-
tionarios o, lo que más le gustaba, de austeras observaciones en el terreno. Las
reflexiones sobre el pasado se dejaban para los historiadores, y los estudios
sobre un pensador o una tradición de pensamiento no eran bien vistos. Eran
temas “metafísicos”, para los filósofos. Para el Fals de la primera mitad de los
sesenta el asunto de los sociólogos era lo actual, los problemas de la sociedad

46 Revista Aleph No. 187. Año LII (2018)


contemporánea. Con los posteriores cambios en el currículum del Departa-
mento de Sociología la impronta de Mesa en las tesis fue más directa.
Siguiendo los patrones de Fals, yo me gradué con un estudio sobre movili-
dad social. Analicé una encuesta sobre el origen social de los estudiantes de la
Universidad Nacional para mostrar que la universidad pública más importante
del país no era, como se creía, una institución popular. Por el contrario, era
una entidad de las clases medias y altas. Partí de la creencia para criticar la
creencia. Los sectores populares, los obreros y los campesinos, apenas tenían
una presencia del 8% en la matrícula. La monografía, como llamábamos a las
tesis de grado, tuvo algún reconocimiento. Fue publicada tanto en mimeó-
grafo como en imprenta (en la revista de la Universidad Nacional y en un
Boletín del DANE, el Departamento Administrativo Nacional de Estadística).
En sus capítulos no aparece referencia alguna a Weber o a un autor clásico
de la sociología. Las fuentes teóricas y metodológicas provenían de Reinhard
Bendix, de S. M. Lipset y de Bernard Barber, un alumno de Parsons y Merton
en la Harvard de los años treinta que leí con atención y esmero. Junto a ellos
estaban los latinoamericanos Gino Germani, Aldo Solari, Jorge Graciarena y
el colombiano Camilo Torres. Todos ellos habían trabajado sobre movilidad
social, sobre el paso de una posición social a otra. Hoy me avergüenzo de no
haber citado a Pitirim Sorokin, el ruso americano que más contribuyó a po-
ner en circulación los conceptos de estratificación y movilidad en sociología.
Conocía su Movilidad social de 1928, traducida al castellano como Estratifi-
cación y movilidad social, pero al pasar en limpio el texto de la tesis obliteré
su nombre y el título de su influyente obra.
Ladino: ¿No hubo dudas en esta elección?
Cataño: Al comienzo hubo vacilaciones y quizá las conferencias de Mesa
tuvieron algo que ver, aunque no estoy seguro. El hecho real es que un es-
tudiante de ciencias sociales tiene, por lo general, dos tipos de lecturas: las
personales y las institucionales. Las primeras son del corazón, aquellas que
nos deleitan, y las segundas las que eligen los profesores para cubrir las exi-
gencias de la especialización universitaria. Las personales hacen parte del
autodidactismo y las institucionales de los requisitos de la formación profe-
sional. Siempre tuve un interés velado por la literatura y, como analista social,
por la sociología y la historia de la literatura. A mediados de los años sesenta
trabé amistad con el director del departamento de Filosofía y Letras de la Uni-
versidad Nacional, Francisco Posada Díaz. Nunca fue mi profesor, pero sí mi

Revista Aleph No. 187. Año LII (2018) 47


orientador en asuntos de estética. En aquella época preparaba los materiales
de su libro más festejado Lukács, Brecht y la situación actual del realismo
socialista, que publicaría la cosmopolita editorial Galerna de Montevideo en
1969, un año antes de su muerte. Un día me dijo: “usted debe escribir y, no lo
olvide, los que escriben, publican”. A los pocos meses me animó a sacar dos
textos en el periódico El Tiempo. Cuando lo conocí Posada era joven, muy
joven, tenía 32 años y estaba lleno de proyectos intelectuales que rápidamente
se tradujeron en libros: Los orígenes del pensamiento marxista en Latinoa-
mérica (1968), Colombia: violencia y subdesarrollo (1969), el póstumo Mo-
vimiento revolucionario de los comuneros (1971) y el aludido sobre Lukács
y Brecht.
Mi relación con Posada era tan estrecha que al terminar las materias de la
licenciatura tuve la idea de hacer una tesis de sociología de la literatura bajo
su dirección. El tema era la novela de la violencia en Colombia. Para aproxi-
marme a los problemas centrales de esta evasiva especialidad debía leer todo
lo que encontrara en español de Arnold Hauser, Georg Lukács, Lucien Gold-
mann y Robert Escarpit y, por supuesto, los textos de Marx y Engels sobre
arte y literatura. Según Posada, debía acercarme con especial cuidado a La
sagrada familia, sobre todo a los capítulos dedicados a Los misterios de París
de Eugène Sue. Él pensaba que si llegaba a dominar la forma como Marx y
Engels abordaban esta novela infinita, yo podía enfrentarme sin dificultades
con mi material. Al momento me hice a la tarea. Reuní las fuentes, compré
libros y empecé a leer sin descanso, pero cuando me acerqué a Sue visto por
Marx y Engels me di cuenta de que el asunto superaba mis fuerzas. Me sentí
lejos de la sociología, o al menos como se la concebía en aquéllos días. El
lenguaje de los fundadores del “socialismo científico”, su retórica, sus diatri-
bas político-filosóficas, sus alusiones directas e indirectas a personajes des-
conocidos en nuestro medio, me abrumaron y tras ello mi entusiasmo inicial
comenzó a apagarse. El hecho real es que nunca supe por qué se la llamaba
sagrada. Solo años después, cuando nos llegaron los textos de Mijail Lifshitz,
empecé a entender el papel de los Misterios de París en este libro juvenil de
trifulca y pendencia de Marx y Engels. Con tino renuncié al proyecto y al
cabo de unos meses lo abandoné. Me quedaron las lecturas pero se me escapó
el resultado. Desistí y Posada no se molestó. Por el contrario, me dejó libre
de elegir un tema más adecuado a mi formación convencional de sociólogo.
La solución surgió de manera inesperada. Tomé un curso de sociología de la
educación con el uruguayo Germán W. Rama, y allí encontré mi asunto. Los

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trabajos de Rama eran una extensión de las investigaciones de su compatriota
Aldo Solari, un inteligente analista de gran sensibilidad teórica y empírica.
Me leí todo el Solari que pude y en seguida me apropié de la bibliografía que
nutría sus pies de página.
Castañeda: Una buena estrategia.
Cataño: Efectivamente, el tema educativo constituyó para mí un descan-
so. En esa época la Universidad Nacional era nacional. No era una universi-
dad cundi-boyacense, como lo es en la actualidad. Buena parte de nosotros, de
clase media y alta, veníamos de Medellín, Cali y la Costa Atlántica a estudiar
en la universidad más prestigiosa del país. Para mis padres era un orgullo
tener un hijo en la institución que había abierto sus puertas a nuevas especia-
lidades durante la rectoría del dinámico Gerardo Molina. Hoy ha perdido ese
liderazgo. El surgimiento de establecimientos privados y públicos de calidad
en Bogotá y en provincia le han robado los egresados de mayor talento de la
enseñanza secundaria.
Con la publicación de la tesis, Universidad pública y movilidad social,
que llevaba un subtítulo ambicioso, “Introducción al estudio de la educación
y la movilidad social en Colombia”, comencé a tener cierta aura de sociólogo
de la educación. Me abrió las puertas de las universidades pedagógicas y del
mismo Departamento Nacional de Planeación donde trabajé por un semestre.
Constituyó el entrenamiento inicial para mi estudio más ambicioso Educa-
ción y mundo rural, el caso de Boyacá, un trabajo que realicé en Tunja entre
1970 y 1971, al que le guardo cierto cariño a pesar de que no ha tenido buena
recepción en los medios pedagógicos. Tiempo después me facilitó la entrada
a la Universidad de Stanford para adelantar una maestría en “Education and
Development”. Por los años setenta mis colegas me veían como un sociólogo
de la educación, especialidad que comenzó a agobiar mi mente. Sentí que el
tema educativo, con todo lo interesante que fuera, era limitado y teóricamente
pobre. Cuando en 1980 publiqué en la revista Eco el ensayo “Nueva lectura de
Max Weber”, donde criticaba a Mesa por su lejanía respecto de la sociología
del momento, tomé conciencia de que podía hacer cosas de interés por fuera
de los temas estrictamente pestalozzianos.
Castañeda: ¿Se volvió a ver con Mesa?
Cataño: De vez en cuando. Conservé su amistad una vez salido de la Uni-
versidad Nacional. Él se interesaba mucho por la suerte de sus estudiantes

Revista Aleph No. 187. Año LII (2018) 49


de mayor vocación intelectual y seguía sus logros intelectuales y laborales.
Nos vimos varias veces en 1970 cuando yo organizaba los materiales de
Colombia, estructura política y agraria, un libro de lecturas que reunía seis
ensayos de analistas de izquierda. Quería sacar sus “Treinta años...” y su
recensión de Las guerrillas del Llano de Eduardo Franco Isaza. No quiso
que se publicara la reseña. La consideraba un trabajo de ocasión, sin embar-
go, por el gesto que acompañaba la negativa sospeché que se trataba de una
lejanía personal con el autor de Las guerrillas. Aceptó la publicación de los
“Treinta años” y mi única contribución en calidad de editor fue agregarle al
título los años 1925-1955. Para 1971 ya no se entendía donde principiaba y
terminaba la sonora treintena histórica de Mesa. Las posteriores ediciones
del ensayo han seguido esta pauta. Colombia, estructura política y agraria
fue bien recibido y alcanzó dos ediciones en pocos meses. Pero las reaccio-
nes no se hicieron esperar. El Siglo, el periódico conservador dirigido por
Álvaro Gómez Hurtado, registró la salida del volumen con palabras poco
afectuosas. La reseña decía:
Con un prólogo-presentación de Gonzalo Cataño se recogen en este
volumen algunos ensayos de Darío Mesa, Rafael Baquero, Hernán Toro
Agudelo y Estanislao Zuleta aparecidos en años anteriores en diferentes
revistas y publicaciones periódicas colombianas de esas a que somos
tan adictos aquí, es decir, de esas que salen dos entregas y mueren. Se
incluyen, en primer lugar, las cada días más divulgadas y menos famo-
sas obras completas de Darío Mesa, comprendidas en un artículo de 60
páginas tituladas 30 años de historia colombiana. Continúa con dos
estudios de Rafael Baquero, que datan de los principios de la década del
50, entre los cuales es de particular interés un estudio sobre la Misión
Currie. Sigue otro extenso ensayo de Hernán Toro Agudelo sobre el
problema agrario que data de 1959, por la época en que se debatía la ley
135 de 1960 y él era Ministro, y se cierra con dos artículos de Estanis-
lao Zuleta, brillantísimo teólogo de la revolución socialista, amplísimo
conocedor de historia económica y Platón, de política revolucionaria y
sicoanálisis; el primero de ellos un análisis de ciencia política sobre las
elecciones presidenciales de 1962 y el otro, los postulados básicos de la
estrategia de –obviamente fracasada– organización marxista colombia-
na. (El Siglo, Bogotá, 11 de julio de 1971).
Cuando le mostré la recensión, que ya conocía, me dijo: “Animosidades
del pasado mi querido Cataño”. Y, por supuesto, me vi de nuevo con él cuando

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saqué el ensayo en la revista Eco. No se molestó por la crítica y apuntó: “siga
por ese camino, jamás abandone la teoría sociológica”.
Los finales de la década del sesenta y buena parte del decenio de los se-
tenta fueron los años del liderazgo intelectual de Mesa. El marxismo, campo
en el que se sentía como pez en el agua, se tomó la enseñanza de las ciencias
sociales en América Latina, y Colombia no fue una excepción. Se enseñaba
materialismo histórico por la mañana y materialismo dialéctico por la tarde en
las escuelas de antropología, economía, sociología e historia. Tras esta ola el
Departamento de Sociología sufrió una reforma radical y Mesa redactó unas
páginas para alentar los cambios que al instante dejaron ver su fervor patrio
y una retórica sobre el papel de las ciencias sociales en el fortalecimiento del
Estado nacional. Mesa adoraba el Estado, le rendía un culto muy especial al
organismo que monopoliza la dominación y el empleo legítimo de la violen-
cia cuando algunos de sus miembros ponen en cuestión el orden y la estabi-
lidad social. El Estado se le convirtió en una obsesión. Para él, pueblo sin
Estado no merecía mayor atención, era –siguiendo a Engels– un “pueblo sin
historia”. Consideraba, con el acompañamiento insalvable de Hegel, que “un
pueblo que no haya sido capaz de construir un Estado no tiene destino históri-
co”. Es población carente de soberanía, de capacidad de autodeterminación y
de participación gallarda en las tensiones internacionales. Para subrayar esta
devoción le gustaba evocar las palabras del teólogo moscovita Vladimir Solo-
viev (1853-1900): “el Estado no se hizo para que la vida de los hombres fuera
un paraíso, sino para evitar que sea un infierno”.
Asistí a algunas de sus conferencias cuando se ofrecían los cursos sobre
Marx, Kant y Hegel. Era muy persuasivo y su tono me recordaba el de Esta-
nislao Zuleta, un compañero de generación del que siempre se sintió distante.
Zuleta, una verdadera caja de música cuando se sentaba en el estrado, catorce
años más joven que él, era muy afrancesado y Mesa muy germánico, aunque
ambos leían con reverencia Les Temps Modernes, la revista más atendida en
asuntos políticos, literarios y filosóficos por los intelectuales latinoamerica-
nos de izquierda. Sus equivalentes de Norteamérica, Inglaterra y Alemania
no tenían mayor recibo. Mesa podía leer, mas no hablar, en francés, inglés,
alemán y ruso. Era, por lo demás, poco amigo de los marxistas de su época.
Los consideraba unos aficionados. Eran más jóvenes que él y se interesaban
por temas diferentes: el psicoanálisis, la fenomenología, el existencialismo, la
crítica literaria. Su amistad con Francisco Posada Díaz, que compartía buena

Revista Aleph No. 187. Año LII (2018) 51


parte de sus intereses intelectuales era, por ejemplo, de una lejanía asistida por
las buenas maneras.
Castañeda: ¿Estudiaban a Mesa?
Cataño: Lo escuchábamos ante todo. Mesa no escribía. Era un lector aten-
to de libros, periódicos y revistas, pero hacia 1964 abandonó la escritura. Sólo
la retomó por unos meses para redactar su contribución al Manual de historia
de Colombia de 1980. La publicación oral fue su sino y la publicación im-
presa su recuerdo. Sospecho que escribió mucho cuando estuvo vinculado a
la revistas Semana y Cromos. Fueron días de gran actividad intelectual. Las
revistas pagaban los artículos y, por escasos que fueran los emolumentos,
ayudaban al modus vivendi. Sus contribuciones en Cromos, muchas de ellas
sin firma, están a la espera de un compilador benévolo y comprensivo. En sus
manos Cromos fue algo más que un magazín de mero entretenimiento para
hojear en las peluquerías, en los consultorios médicos o en las tediosas colas
de los supermercados. Creo que allí publicó su recensión de La hojarasca de
García Márquez a pocos días de salir la novela a la calle.
Y aquí surge otro símil con Estanislao Zuleta, un autor que publicó mucho
después de muerto. Sus admiradores llevaron a la imprenta un hervidero de
palabras grabadas en auditorios, salones de clase y aulas máximas. Con Mesa
ocurrió algo semejante. Sus alumnos y alumnas le grabaron algunos de sus
cursos y no pocas conferencias en los más diversos escenarios. De allí surgie-
ron sus libros Estado-Derecho-Sociedad, La revolución científico-técnica y el
colapso del socialismo real y Miguel Antonio Caro, el intelectual y el político.
En conjunto muestran a un agudo observador de las tensiones internacionales
y a un perspicaz exégeta de autores y tradiciones de pensamiento: Maquiave-
lo, Hegel, Marx, Lenin, con perseverantes alusiones a Weber y a Clausewitz.
En sus incursiones geopolíticas se interesó por el geógrafo Karl Haushofer,
autor que había encontrado en las sugerentes páginas de Generales y geó-
grafos del berlinés Hans Weigert. Leía despacio, asimilaba pausadamente y
transmitía con placidez sus meditaciones a un auditorio deseoso de hacerse
a las grandes líneas del pensamiento occidental. Es extraño que no hubiera
publicado un ensayo sobre Weber, autor al que le dedicó tantos seminarios y
tantas lecturas.
En estos textos Mesa permanece siempre en la esfera analítica, en la explo-
ración del texto por el texto, en el examen de las teorías y en la elucidación de
los conceptos que las nutren. Los aspectos descriptivos, la vida de los autores

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y los avatares de políticos y gobernantes, se los deja a los biógrafos y a los
historiadores con dotes narrativas. Pero leyéndolo se siente con frecuencia
languidez y monotonía, fatiga y hastío. Las pausas del habla, las muletillas y
balbuceos de la publicación oral, muy atractivos en el aula, se vuelven pesa-
das en la publicación impresa por mucho que los editores pongan lo mejor de
sí mismos. El texto escrito demanda precisión y economía de la palabra; la
exposición oral es condescendiente con la digresión y la vaguedad y admite
las reiteraciones y las tonalidades acompañadas de la gesticulación para ganar
la atención del público. De todas formas debemos estar agradecidos con las
editoras, sus alumnas más cercanas, por rescatar unas pláticas para aquellos
que no tuvimos la oportunidad de escucharlas.
Castañeda: ¿Qué papel jugaba el marxismo en todo esto?
Cataño: Mesa conocía bien el marxismo y su desarrollo. Los fundadores
(Marx y Engels), los teóricos de la Segunda Internacional (Kaustky, Luxem-
burgo, Bernstein, Labriola), los pensadores de la Rusia zarista que vieron el
amanecer de la Revolución de 1917 (Plejanov, Lenin, Trotski, Bujarin, Sta-
lin) y los austríacos (los Adler, Bauer, Hilferding y Renner). No le fueron
extraños los innovadores de la primera posguerra, los integrantes de lo que
Merleau-Ponti llamó el “marxismo occidental” (Gramsci, Korch, Lukács,
Goldmann y algunos miembros de la Escuela de Frankfurt), ni los pensadores
que surgieron después de la Segunda Guerra Mundial: los economistas Dobb,
Baran y Sweezy, los historiadores ingleses que seguían las hipótesis del mate-
rialismo histórico y los filósofos Della Volpe, Lefebvre, Althusser... Y cuando
tornaba la mirada hacia América Latina, el Tercer Mundo de Europa, podía
hablar de Mariátegui, Ponce, Agosti y Marinello. No los había leído a todos
por supuesto, pero estaba enterado. Conocía sus particularidades, sus énfasis
y sus logros. El marxismo era su escuela, su tradición de pensamiento.
Cuando llegó la ola marxista a la Universidad Nacional, Mesa se sintió en
terreno firme pero no se dejó llevar por el entusiasmo de aquellos que veían el
legado de Marx como la ciencia social par excellence. Sabía que había otras
corrientes aunque no las conociera. Algunos de nosotros nos salvamos de este
tsunami –que parecía llevarse por delante todas las ciencias humanas– por
los trabajos de Germani, Aron, Merton y Lazarsfeld, este último tan vapulea-
do por C. Wright Mills en su Imaginación sociológica. Y no desdeñemos al
enfático Pitirim Sorokin que conocía el marxismo ruso de primera mano, lo
mismo que a sus representantes más conspicuos. ¡Estuvo a punto de ser fusi-

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lado por los bolcheviques! Todos ellos habían estudiado la obra de Marx pero
no participaban de su teología, de los dogmas y creencias de sus seguidores.
Debemos recalcar que salvo el caso de Weber, Mesa no se sintió atraído
por los fundadores de la sociología (Comte, Tocqueville, Spencer), ni por los
pensadores más representativos del periodo clásico (Durkheim, Tönnies, Sim-
mel, Michels, Pareto, Mosca). Algo parecido ocurrió con los sociólogos de
la primera posguerra como Mannheim, Alfred Weber, los discípulos de Dur-
kheim o los miembros de la Escuela de Frankfurt. A la sociología norteameri-
cana la vio de lejos a pesar de que dominó el escenario sociológico occidental
desde 1920 hasta 1960. Promovió la enseñanza de estas diversas tradiciones,
pero no se aprovechó de ellas. No era lo suyo. La reforma del pénsum era para
los estudiantes, no para su caudal. Hegel, Marx y Weber eran suficientes para
cubrir sus intereses intelectuales y académicos, y de Weber hizo su propia se-
lección. Tomó sobre todo su pensamiento político. Su sociología del derecho
y de la religión quedaron en un claroscuro. La sociología latinoamericana no
le atrajo. No la estimaba, no le confería mayor valor.
Castañeda: De los cursos rescatados para la imprenta, ¿Cuál considera
usted el más logrado?
Cataño: Creo que su oralidad más grata es la que le dedicó a Miguel
Antonio Caro. Es sugestiva y su traslado al libro se deja leer sin mayores
agobios. En el fondo se escuchan los acentos del profesor, los esfuerzos
de un docente por traer a nuestros días la obra de un “reaccionario”, de un
pensador que quiso abordar la modernidad sin sacrificar la tradición. Wilson
Ladino tiene mucho que decir al respecto. Él asistió y participó activamente
en este seminario.
Su curso sobre Caro es significativo por muchos aspectos. Allí son muy
claras sus lecturas de Hegel, de Marx y de Engels. De este último derivó
su teoría de la violencia como requisito de todo proceso revolucionario. Las
“clases moribundas” no abandonan el poder sin recurrir a la fuerza y los gru-
pos que las reemplazan apelan de inmediato a las armas para proteger su lle-
gada y permanencia en los recintos del Estado. Pero también es significativo
por lo que podríamos llamar su filosofía de la historia, su manera de conce-
bir el pasado. En este seminario ve el desenvolvimiento de Colombia como
un proceso ineludible de construcción del Estado nacional desde 1550 hasta
nuestros días. Ve la historia como algo predeterminado y guiado por un hado
que gobierna el destino de hombres y mujeres. Es una especie de concepción

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profética de la historia, una concepción según la cual la historia de un país
sigue una trama, y que si la logramos desentrañar, tendremos la clave del
futuro. Recurriendo al más crudo historicismo –la postura que interpreta los
acontecimientos como resultado de leyes que fijan y predicen la suerte de
los pueblos– les recalca a sus estudiantes que el objetivo del Seminario era
ver que las decisiones del clarividente Caro, “un hombre fundamental en la
formación de este país”, eran “inevitables y necesarias”. No había elección:
se erigía el Estado central o el país se desvanecería en lánguidas e inestables
regiones autónomas que anunciaban la ruina del país. Mesa veía los logros del
pasado como “necesidades históricas”, como procesos que tenían que suceder
a pesar de la oposición de algunos miembros que no comprendían el “espíritu
de los tiempos”, la vaga noción hegeliana a la que recurre una y otra vez para
ahorrarse el examen cuidadoso de complejos procesos socioculturales.
Castañeda: ¿No se sienten en el curso dedicado a Caro las dificultades
de la publicación oral?
Cataño: Sí, por todas partes y a cada momento. A lo largo de los seis ca-
pítulos Mesa va y viene en medio de digresiones multiplicadas que muchas
veces se disuelven en la asociación libre. Hemos destacado su oralidad sobre
Caro por el carácter sugestivo, por el cúmulo de preguntas que formula a lo
largo de su alocución, pero debemos señalar que en las charlas abunda la dis-
persión. Mesa habla de múltiples cosas e introduce las más diversas ocurren-
cias filosóficas, políticas y económicas con alusión a autores y situaciones no
siempre relevantes para el asunto. El lector siente que navega en un mar de
ideas ingeniosas cuya coherencia se escapa. Su Miguel Antonio Caro es muy
útil para quien desee investigar a “un hombre fundamental en la formación de
este país”. Allí encuentra las pautas para hacerlo, pero no su ejecución y pues-
ta en práctica. Él mismo lo dice y se lo recuerda a sus estudiantes: es necesario
estudiar su “obra como un conjunto complejo, a veces contradictorio, de luces
y sombras”. Este curso es, además, una buena muestra de las dificultades del
uso indiscriminado de la publicación oral en el mundo académico. Como se
ha sugerido, la ciencia requiere precisión, definición conceptual, postulación
de hipótesis (formulación de las grandes preguntas), elaboración de teorías
y exposición coherente y sistemática de la información compilada. Y, claro,
nada de esto se alcanza mediante la espontaneidad desbocada del habla en
el estrado. En la vida académica la publicación oral es solo un borrador, un
primer paso que facilita la redacción vigilada de la publicación impresa. Mesa
escabulló esta última. Le trasladó las fatigas finales del trabajo intelectual a

Revista Aleph No. 187. Año LII (2018) 55


sus editoras, a unas alumnas diligentes que hicieron lo mejor que se podía
forjar con un material disperso nada fácil de integrar y compendiar.
Ladino: Si Mesa no hubiera llegado a la Universidad Nacional, ¿qué hu-
biera pasado en Sociología?
Cataño: Difícil decirlo; la historia conjetural está llena de peligros. De
todas formas podríamos decir que el Departamento hubiera quedado en ma-
nos de los egresados de los primeros años de la Facultad que habían ido a
Estados Unidos a hacer sus maestrías y sus doctorados. Allí estaban perso-
nas como Rodrigo Parra Sandoval, Álvaro Camacho Guizado, Elssy Bonilla,
Carlos Castillo, Magdalena León y Francisco Leal Buitrago. Todos, ellos y
ellas, regresaron al país con deseos de naturalizar su experiencia “gringa” en
la Universidad Nacional. Era un grupo con entrenamiento en investigación
que había advertido la caída del funcionalismo como escuela hegemónica y el
ascenso de las escuelas críticas provenientes de Europa y del Tercer Mundo.
No eran marxistas pero tampoco opuestos a las contribuciones del materia-
lismo histórico. Participaban de la idea de que el marxismo era parte de las
ciencias sociales pero no la ciencia social. Eran por lo demás los años en que
la vanguardia de la sociología pasaba de nuevo a Europa, continente que recu-
peraba el liderazgo de una disciplina que se le había ido de las manos después
de la Primera Guerra Mundial. Sin embargo, los miembros de este grupo se
encontraron con un medio hostil a toda ola norteamericana por crítica que ella
fuera. Ello hizo que sus integrantes fueran abandonando el Departamento en
pos de oportunidades más seductoras, bien sea en otras universidades o en los
organismos internaciones en franco ascenso por aquellos días. Mesa hubiera
podido acercarse y hacer amistad con estos jóvenes y con el mismo Fals, que
había patrocinado su llegada, pero prefirió retraerse. No se veía a sí mismo
como sociólogo, no obstante que derivó su modus vivendi por más de treinta
años en un departamento de sociología. Nunca se consideró un miembro de
la ciencia de Comte, Spencer y Durkheim. Su campo eran las humanidades,
las ciencias del espíritu para recordar el giro diltheyano. Con la decisión de
dispersarse e irse a otro lugar, los miembros del grupo que se había graduado
en la Facultad de Sociología a principios de los sesenta, perdieron la posibili-
dad de incidir en la formación de las futuras generaciones de sociólogos de su
Alma Mater. Sueltos y dispersos no hicieron las mismas cosas que hubieran
podido hacer como corriente compacta y afín. Rápidamente fueron reempla-
zados por los alumnos de Mesa, que llenaron sin mayor vacilación las cáte-
dras del Departamento, dejando –como su profesor– una estela de oralidades

56 Revista Aleph No. 187. Año LII (2018)


humanísticas extrañas a la investigación social empírica. Hablaron mucho de
sociología pero no la hicieron.
Castañeda: Eran tiempos difíciles por la politización de la Universidad.
Cataño: Sí muy difíciles, aunque muchos profesores antiguos pasaron
“de agache”. Carlos Escalante, por ejemplo, se dedicó, discretamente, a pro-
pagar textos de metodología asociados al lenguaje de variables demandados
por la investigación de encuestas. La popular Virginia Gutiérrez, compañera
de Mesa en la Normal, que no era marxista, continuó con sus investigacio-
nes sobre la familia con enfoques norteamericanos sin mayores dificulta-
des. Es cierto que en sus robustos Familia y cultura en Colombia de 1968
y Estructura, función y cambio de la familia en Colombia de 1975 había
mucha indignación por la condición social de la mujer, pero también mucho
culturalismo “gringo” pesado y estrecho, derivado de los textos generales de
Kroeber, Lowie, Linton, Herskovits y del elegante Kluckhohn, difundidos
por el Fondo de Cultura económica en los años cuarenta y cincuenta. Su uso
reiterado de los vocablos “estatus y función” debe mucho al capítulo VIII
del Estudio del hombre de Linton, que en el original era “status and role”,
no estatus y función como tradujo con liberalidad el mexicano Daniel Rubín
de la Borbolla. Virginia no controló esta fineza conceptual. Además, en ella
no se siente mayor huella de la antropología social inglesa o de la etnología
francesa, no obstante haber asistido a las clases de Paul Rivet, un amigo
cercano de Marcel Mauss.
Ladino: Me llama la atención que los compañeros de estudio de Mesa no
tuvieron mayores dificultades para su identificación profesional. Milcíades
Chaves, Aquiles Escalante, Roberto Pineda y Virginia Gutiérrez no dudaron
en definirse como antropólogos aunque desempeñaran las más diversas ac-
tividades.
Cataño: Es cierto. Nadie llamaría a Mesa historiador, filósofo, sociólogo
o científico político. Merodeó por estas disciplinas pero no se sentía cómodo
en ninguna de ellas. No hizo investigación empírica en campo alguno de las
ciencias sociales. Quizá esta dificultad de encasillarlo lo haga más atractivo.
Todo en él fue síntesis en medio de un eterno preguntar; recapitulaciones
derivadas de lecturas pausadas y bien asimiladas. Marx, constructor de un
sistema que formalizó el último Engels con la ayuda de algunos teóricos de la
Segunda Internacional, le proporcionó un marco de referencia amplio y com-
prensivo que le permitió analizar los problemas de su interés. Fue un profesor

Revista Aleph No. 187. Año LII (2018) 57


esforzado con rasgos de “pensador”, de individuo que reflexiona con holgura
y de manera independiente sobre temas relevantes.
Castañeda: Observando todo ese recorrido que usted ha hecho ¿Cómo ve
la perspectiva de los estudios sociales en Colombia? Sé que es una pregunta
muy amplia en la que cabe todo.
Cataño: Pienso que la Sociología, como la considerábamos en el pasado,
entró en crisis. Ya no la vemos como una ciencia autosuficiente con un tema
propio y específico, el presente, o con unos métodos y técnicas particulares de
investigación: la observación, el cuestionario, las entrevistas, las estadísticas
periódicas, la observación participante, etc. En los años del primer Fals Borda
se quería hacer de la sociología una ciencia estricta, una disciplina positiva
(empírica) con un discurso medible, claro y preciso. Ahora la sociología ha
vuelto a establecer relaciones íntimas con su madre primigenia, la filosofía y
con su prima hermana, la antropología. Algo similar ocurre con su compañera
de ruta, la historia. ¿Dónde reside su particularidad? En el vocabulario que
ha desarrollado a lo largo de dos centurias y en su permanente esfuerzo de
generalización teóricamente orientada.
Algo parecido ocurre con la antropología, el reino de la cultura, un énfasis
diferente del de la ciencia de Comte que concentra sus esfuerzos en el examen
de la sociedad. Y la antropología también ha pasado por transformaciones
profundas. En el siglo XIX y parte del XX se concentró en los grupos pri-
mitivos. Después pasó a los indígenas y a la vida de las comunidades cam-
pesinas, hasta tocar los medios urbanos como lo hiciera Oscar Lewis en sus
estudios sobre la pobreza. Y no solo esto. Recordemos el famoso Hollywood
de Hortense Powdermaker, un estudio sobre “el mundo del cine visto por
una antropóloga” o, para subrayar un contraste, El crisantemo y la espada de
Ruth Benedict sobre los patrones culturales de la sociedad japonesa. Hoy en
día ningún tema le es extraño a la ciencia de Morgan, Tylor y Boas. Guiada
por la noción de cultura, concepto que anuncia sentimientos pautados que
gobiernan la conducta de individuos y grupos, da cuenta de los más diversos
campos. Además, la sociología y la antropología comparten los mismos clási-
cos, Marx, Durkheim, Weber y Mauss, y muchos conceptos derivados de las
obras mayores de estos cuatro gigantes de las ciencias sociales. Las relaciones
de una y otra ciencia con la historia y la economía son igualmente complejas
y extendidas. Alguien podría encontrar mucha antropología y sociología en un
estudio como El queso y los gusanos del historiador Carlo Ginzburg y mucha

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sociología y economía en La crisis de la aristocracia, 1558-1641 del inglés
Lawrence Stone. En pocas palabras, en nuestros días estamos asistiendo, para
usar una expresión muy querida de Ralph Linton y de Ernst Cassirer, al enri-
quecimiento mutuo del estudio del hombre y a la coexistencia pacífica de las
diversas ciencias que lo abordan.
El país no ha sido ajeno a este proceso integrador. Fals Borda se desen-
volvió con holgura en varios campos. En los capítulos de Campesinos de los
Andes y de El hombre y la tierra en Boyacá el lector encuentra mucha antro-
pología, sociología e historia –y algo de demografía salpicada de geografía–
para dar cuenta de la vida de dos comunidades campesinas de los años cin-
cuenta. Algo parecido sucede con La gente de Aritama de Alicia Dussán y G.
Reichel-Dolmatoff. Es verdad que en nuestro medio todavía son muy fuertes
las especialidades, pero cada vez se abre y se extiende el espectro de la fusión
de los rasgos sociales y culturales de la experiencia humana.
Es fácil hablar de esta integración y del proceso que la asiste. Las difi-
cultades surgen cuando abordamos un problema concreto de investigación.
Aquí debemos respetar las complejidades de cada disciplina –sus conceptos,
sus enfoques, sus formas de reunir y leer los datos– a fin de agruparlas con
laxitud y creatividad. Se debe tener conciencia de lo que se quiere juntar
para alcanzar un todo armónico y solidario. Si esto no se logra caemos en
lo que Karl Mannheim llamaba la “síntesis del encuadernador”. Allí el ope-
rario encargado de coser el lomo del libro resulta uniendo mecánicamente
lo que el autor o los autores de la obra no fueron capaces de acoplar orgá-
nicamente.
Ladino: Muchas gracias profesor, muy amable.

Bibliografía de Darío Mesa citada o aludida


Mesa, Darío. 1955 “La hojarasca de G. García Márquez”, Cromos, Bogotá, 27 de junio.
Mesa, Darío. 1955 “Mito, revista de las clases moribundas”, Mito, n.º 4, Bogotá, octu-
bre-noviembre, pp. 281-297.
Mesa, Darío. 1957 “Treinta años de historia de Colombia”, Mito, n.º 13, Bogotá, mar-
zo-mayo, pp. 54-70.
Mesa, Darío. 1957 “Para una posición del pueblo”, Revista Horizontes, n.º 2, Bogotá,
abril-mayo, pp. 3-13.
Mesa, Darío. 1958 “La ejecución de Imre Nagy”, Mito, n.º 19, Bogotá, mayo-junio, pp.
78-79.

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Mesa, Darío. 1971 “Treinta años de historia de Colombia: 1925-1955”, en Gonzalo Ca-
taño (comp.), Colombia: estructura política y agraria, Medellín, Ediciones Estra-
tegia, pp. 19-62.
Mesa, Darío. 1971 El problema agrario en Colombia, Medellín, Ediciones El Tigre de
Papel. Un informa para el INCORA de 1964.
Mesa, Darío. 1978 “La universidad ante la revolución científico y técnica”, Ciencia, Tec-
nología y desarrollo, vol, 2, n.º 1, Bogotá, pp. 27-58.
Mesa, Darío. 1993 Estado-Derecho-Sociedad, seminario sobre la filosofía del derecho
de Hegel, editado por G. R. Nemogá Soto y L. T. Gómez de Mantilla, Bogotá,
Universidad Nacional de Colombia.
Mesa, Darío. 2010 La revolución científico-técnica y el colapso del socialismo real, com-
pilado por Anita Weis y Clemencia Tejeiro, Medellín, La Carreta.
Mesa, Darío. 2014 Miguel Antonio Caro, el intelectual y el político, editado por Clemen-
cia Tejeiro, Bogotá, Universidad Nacional de Colombia.

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“La muerte y sus símbolos”

Carlos-Alberto Ospina H.

C
on motivo de la aparición de la cuarta edición del libro La
muerte y sus símbolos. Muerte, tecnocracia y posmoder-
nidad, de Orlando Mejía Rivera (Editorial Universidad de
Antioquia), queremos presentar unas cortas reflexiones suscita-
das por su lectura, a propósito del fenómeno de la muerte.
Resulta admirable que estemos hablando de la cuarta edición
de una obra académica y de edición universitaria (primera edi-
ción en 1999), nada usual en nuestro medio, excepto que se tra-
te explícitamente de un texto o manual de estudios. Aunque la
Muerte y sus símbolos es un ensayo, podríamos decir de interés
general, requiere de lectores atentos y abiertos a una propuesta de
lectura heterodoxa sobre la época actual, y dispuestos a ver dis-
tintas maneras como ella ha enfrentado el fenómeno de la muerte.
Alcanzar la cuarta edición se debe, seguramente, a que ha sido
utilizado como texto de estudio por distintas disciplinas y pro-
fesiones como la medicina, especialmente la tanatología; la so-
ciología, la filosofía o el psicoanálisis, porque el libro se mueve
en esos distintos campos del conocimiento, con notorio respaldo
bibliográfico, como acostumbra hacer Orlando Mejía en sus en-
sayos. Ello es el resultado de un trabajo disciplinado, continuo
y riguroso que ha forjado un espíritu inquieto que se mueve con
autoridad por muchas ramas del saber, lo cual corresponde a una

Revista Aleph No. 187. Año LII (2018) 61


formación universal y humanista, en el sentido más clásico del término, de
una persona que como Orlando, entiende que el conocimiento solo tiene sen-
tido si está orientado a buscar la vida buena del ser humano, “el respeto por la
vida humana y la armonía universal” (p. 185).
Así que hablar ahora de la cuarta edición de La muerte y sus símbolos, se
deriva de dos hechos: 1. De que su autor ya es reconocido en nuestro medio
por la calidad de sus más de veinte libros publicados, muchos de ellos también
con varias ediciones a cuestas, e innumerables ensayos, crónicas y artículos
que continuamente aparecen en periódicos y revistas nacionales y extranje-
ras, y 2. Por el respaldo editorial de la Universidad de Antioquia, que, como
sabemos, es uno de los sellos editoriales universitarios reconocidos en el país
por el cuidado de sus ediciones y por sus políticas de promoción y difusión, lo
cual es muestra del respeto con el que trata a sus autores.
Uno de los tres epígrafes que abren el libro es un poema del rey y poeta
Azteca Nezahualcoyotl, cuyos versos finales dicen: “¡Ay! Aquí solo hemos
venido a conocernos/Solo tenemos en préstamo la tierra”. Estas palabras
me recuerdan las reflexiones de George Steiner sobre la expresión de Hei-
degger, quien habla del hombre como “huésped de la tierra”, cuya respon-
sabilidad mayor debería ser cuidarla y, en lo posible, mejorarla. Pero, por
el contrario, el hombre se muestra empecinado en acabarla y con ella a él
mismo. Eso parece ocurrir porque él se cree señor omnipotente de todo lo
existente, como si esto le fuera dado para su exclusivo disfrute en su efímero
paso por la tierra.
Para asumirse como todopoderoso comienza por ocultar la dimensión fini-
ta de la existencia, su condición mortal, lo pasajero, la pluralidad de las cosas;
lo pasional, incierto e imperfecto; vale decir, ocultar nada menos todo lo que
significa vivir. No podemos olvidar que en general las manifestaciones cultu-
rales, síntesis de las tareas y esfuerzos que hacemos en la vida, son la manera
humana de resistirnos a la muerte, porque si fuésemos inmortales todo sería
igual, y nada, en verdad, importaría, nada tendría sentido ni sabor alguno.
Quienes más claro lo tenían eran los habitantes de la isla de Luggnagg, uno de
los tantos lugares que Gulliver visitó en sus numerosos viajes. Por asuntos del
azar ocasionalmente nacían en esa isla unos seres fantásticos que no morían,
los struldbrugs, y eran por eso mismo los más desgraciados y detestados de
sus habitantes. Vivían afligidos, lamentándose de no contar con la esperan-
za de encontrar pronto descanso, como los demás hombres. Eran inmortales,

62 Revista Aleph No. 187. Año LII (2018)


pero cargaban con el deterioro natural del cuerpo, aunque las enfermedades
que padecían no aumentaban ni disminuían, y su memoria se detenía en los
recuerdos tenidos solo hasta sus años de juventud. Por ello su presencia era
la muestra más evidente de que el disfrute de la vida resulta de recordar que
ella tiene término.
Y vivir consiste precisamente en un permanente batallar por hacernos a
modos de ser uno mismo y para los demás; y ello implica, entre muchas otras
cosas, darle figura y relieve a los sentimientos, deseos, temores, esperanzas,
sueños e imaginaciones, etc., en lo que entendemos como cultura humana: el
mito, la religión, el arte, la filosofía y la ciencia. Todo lo que hacemos es una
especie de celebración de la vida, por ello es tan importante saber que vamos
a morir (sabernos mortales, como no ocurre con los animales) y al mismo
tiempo darnos cuenta de que estar vivos es como un incesable excedente de
energía que nos desborda y sobrepasa, en virtud de lo cual siempre andamos
haciendo algo. Crear, hacer, pensar, compartir; aprender a atenuar y enfrentar
lo duro de la existencia y gozar en compañía de lo que en ella resulte grato,
es la manera como enfrentamos la muerte, no para hacernos inmortales, sino
para alcanzar la plenitud de la vida en la brevedad del tiempo
Pero la cultura moderna de Occidente comienza por acallar todo lenguaje
simbólico e intuitivo que hace visible esa dimensión, o sea el mito, la poesía y
la leyenda que exprese las aspiraciones y temores humanos; en su lugar ofre-
ce palabras mágicas, negadoras de la muerte: racionalidad, futuro, progreso,
desarrollo, riqueza o el consuelo de la vida eterna. (cfr. p. 75). Además la ne-
gación de la muerte por parte de la sociedad tecnológica permite “la explota-
ción de los miedos reprimidos de los hombres modernos para utilizarlos como
fuente de productividad económica y cosificación” (p. 190). La sociedad de
consumo ofrece la sensación de andar al ritmo de lo nuevo, de que en verdad
vamos progresando, porque se transfiere lo transitorio a las cosas y se planta
en el hombre la necesidad compulsiva de cambiar lo viejo por lo nuevo. Si lo
nuevo es lo mejor, entonces el futuro, lo que está por venir es más deseable
que lo que ahora vivimos y, con mayor razón, que lo que hemos vivido. Perder
la tradición no significa ningún problema, como tampoco el empobrecimiento
de la vida presente, cuando el “futuro” –aunque incierto- está abierto como la
meta soñada.
En esta ecuación el individuo se siente eterno; cuanta más capacidad de
consumo tenga ahora, más orgulloso de su condición dominadora del mundo

Revista Aleph No. 187. Año LII (2018) 63


se siente. Para esto se ha agregado al valor de cambio de las cosas el carác-
ter de ser símbolos que satisfacen deseos y frustraciones individuales. “Un
carro no vende velocidad sino libertad, una loción no da buen olor sino que
ofrece el amor de una mujer hermosa” (p. 69). De esta suerte los individuos
se convierten en cosas útiles para el circuito económico del consumo, porque
al mantener en el olvido su condición mortal, la existencia, que ha perdido
profundidad, solo encuentra sentido y tranquilidad en el consumo no solo de
cosas, sino también de placeres, sensaciones y experiencias artificiales como
las que hoy ofrece la tecnología, en especial la de realidad virtual. Pero la
vida transcurre implacable y de manera apremiante exige ser vivida, de suerte
que al hundirnos en el mero quehacer cotidiano de lo productivo, en aras del
“futuro” individual y colectivo, nos privamos de gozar ahora la simplicidad
de las cosas y del disfrute de compartir sueños y temores con los demás.
El libro La muerte y sus símbolos es una especie de proclama contra las
estrategias modernas de negación de la muerte, que van desde la considera-
ción de una existencia más allá de la terrena, que desvaloriza la vida aquí en la
tierra; pasando por las prácticas que han ido despojando a los ritos funerarios
y al duelo de su carácter de ser espontánea manifestación de dolor profundo y
sincero, para convertirlos “en ritos de adaptación, que realizan los vivos para
enfrentar el abrupto choque emocional que representa la pérdida de un ser
querido” (p.60); hasta los intentos por anestesiar el dolor (con las funerarias,
con fármacos, etc.). El culto a los muertos, además, se transforma en una se-
rie de estrategias destinadas a ocultar el cuerpo muerto, cuando, por ejemplo,
la cosmética pierde el antiguo sentido tradicional de homenaje amoroso al ser
querido y se convierte solo en ornato; o la cremación, despojada de sentida
solemnidad y de su aire ritual, se transforma en un salida más con el fin de lo-
grar la celeridad de la ceremonia exequial. Y no entendemos que los intentos
de la tecnociencia por buscar la inmortalidad, cuando cree derrotar la muerte
al irnos transformando en máquinas, responden a una consideración de la vida
puramente biológica y monista como si lo mental, el espíritu, ánima o alma
-como quieran llamarlo- no fuera lo otro de la vida. Prueba de ello es que
muchos hombres adinerados han pagado por conservar su cuerpo mediante
la técnica de criogenización, con la esperanza de volver a la vida cuando se
encuentre cura a la enfermedad que los mató, como si ésta no consistiera más
que en una particular disposición de la materia, cual si se tratara de cuerpos
máquina. Es el sueño de creer que la opresiva tristeza en la que vivían los
struldbrugs era el resultado de los males de sus cuerpos y no de la absoluta

64 Revista Aleph No. 187. Año LII (2018)


incapacidad de disfrutar la vida, porque sabiéndose inmortales todo en ella
pierde sentido.
El filósofo lituano Emmanuel Levinas decía que “la muerte es la sepa-
ración irremediable: los movimientos biológicos pierden toda dependencia
respecto del significado, de la expresión. La experiencia de una muerte que no
es la mía, es la experiencia de la muerte de ‘alguien’, uno que, de golpe, está
más allá de meros procesos biológicos y que se relaciona conmigo en forma
de alguien”. Estas palabras siempre me han inquietado y ahora, con la nueva
lectura del libro de Orlando Mejía Rivera, veo que toman dimensión. Alguien
que muere es como un rostro del que toda expresión desaparece. Estar vivo
es poder “expresar” lo que somos, como en general ha hecho la humanidad
a través de la cultura; es hacer evidente que luchamos por trascender nuestra
condición finita, vale decir, porque sentimos que la muerte nos ronda, porque
nos sabemos mortales. Cuando nos damos cuenta de nuestra propia muerte,
no de la ajena, es cuando en verdad comenzamos a pensar por nosotros mis-
mos; comenzamos a hacernos humanos y a darnos cuenta de que el tiempo
de que disponemos es corto, por lo que el disfrute de las cosas importantes
de la vida no da espera y el único tiempo apropiado para ello es el que ahora
tenemos a mano.
Son ideas como estas las que se nos ocurren con la lectura de La muerte y
sus símbolos. Muerte, tecnocracia y posmodernidad, de Orlando Mejía Rive-
ra, una interesante excursión, guiados por la inspirada erudición de su autor,
por numerosas teorías y reflexiones sobre la muerte y la confrontación entre
las maneras como ha sido tomada en la época moderna y la posmoderna o,
dicho de otro modo, entre la negación de la muerte o de la mortalidad humana
y su reconocimiento, lo cual implica, en el primer caso, el desconocimiento
del significado de la propia vida humana y, en el segundo, la consciente acep-
tación de nuestra condición mortal lo que debe significar el pleno goce de la
vida. Por ello, afirma su autor, pensar sobre la muerte en general y sobre todo
en la propia, hace valorar la vida y libera a los individuos de la cosificación
en la que han caído con la sociedad de consumo y ayuda a comprender que
el instante presente es, en verdad, lo más real que tenemos y un don valioso
que poseemos los humanos. Y Orlando Mejía concluye: “Si los moribundos
pudieran volver a su estado sano, después de vivir la experiencia de la agonía,
fundarían una sociedad distinta donde las palabras y las acciones estarían uni-
das por el amor y el respeto a la vida” (p. 190).

Revista Aleph No. 187. Año LII (2018) 65


Aunque la muerte ajena nos produce mucho dolor, y miedo la conciencia
de la propia muerte, quizás para lo último sirvan de consuelo las palabras
de Epicuro quien dijo “si tú estás, no está la muerte; si ella está, no estás
tú”. Estar en la tierra es, dijimos, estarlo en condición de invitados, quienes
no deben olvidar la enseñanza de Aristóteles de que el huésped no debe ser
eterno. Quiere decir que cuando la muerte nos perturba, más conscientes nos
hacemos de la brevedad de la vida y la mejor manera de enfrentar esa pertur-
bación, temor más que miedo, es aprender a gozar de ella con plenitud, como
vida humana, cuidando de la morada que nos acoge y la presencia inquietante
pero gozosa de los otros.
Septiembre 28 de 2018 - 9ª Feria del Libro de Manizales

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La Biblioteca Nacional
de Colombias y la Red de
bibliotecas públicas

Consuelo Gaitán

D
espués de más de cincuenta años de guerra en Colom-
bia, hoy la Red Nacional de Bibliotecas Públicas cumple
cuarenta…
Se acabaron Proexpo, el Upac, el Frente Nacional, la Caja
Agraria, el Show de las Estrellas, y la Red sigue abriéndose ca-
minos por nuestro país… Hasta hoy ha llegado a la cifra de 1.500
bibliotecas por todo el territorio colombiano…
Durante estos últimos cinco años de los cuarenta que hoy
cumple la Red, en busca de ayudas económicas escribimos en
tono académico centenares de documentos que rezaban más o
menos así:
La Biblioteca Nacional, como entidad líder de la política
pública en lectura y bibliotecas del país, tiene la responsa-
bilidad de proponer acciones en relación con la lectura, el
acceso a la información, el patrimonio bibliográfico y el uso
significativo de las bibliotecas públicas.
Los usuarios de las bibliotecas públicas y departamentales
del país deben tener la oportunidad de acceder a espacios
para la lectura, la escritura, la conversación y la construc-
ción colectiva en torno a materiales bibliográficos, audiovi-
suales y patrimoniales de diversa índole, relacionados con la

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construcción de capital social en Colombia; las bibliotecas posibilitan la
memoria colectiva y la configuración de la identidad de cada territorio,
entre otros aspectos relevantes en un contexto de postconflicto y cons-
trucción simbólica. De igual manera, la palabra escrita y la biblioteca
pública deben ser reconocidas por la sociedad como factores esenciales
para la formación de individuos y comunidades que construyen una nueva
idea de país……
No nos fue tan mal, con esta convicción logramos recursos para dotar tec-
nológicamente 1.300 bibliotecas, para formar y capacitar en talleres de lectu-
ra, en uso y apropiación de herramientas Tic y en proyectos innovadores a la
casi totalidad de quienes están hoy aquí presentes. Formamos a más de 2.500
personas de los grupos de amigos de las bibliotecas y realizamos las centena-
res de visitas que Tutores y Promotores han hecho durante todos estos años
para acompañar, no con la frecuencia que hubiéramos querido, a nuestros
queridos cómplices en sus bibliotecas.
No estamos satisfechos, por supuesto. Pese a que no hay mayor alegría
que la construcción y la puesta en marcha de una nueva biblioteca -pues es un
homenaje a las comunidades, a sus saberes innatos, a la curiosidad y a la sed
de conocimiento, a transitar de una manera distinta su cotidianidad, como lo
dijo ayer el poeta Hugo Jamioy-, los temores nos atenazan……
Si miramos con firmeza qué está sucediendo en el día de hoy, el panorama
nos atemoriza: los claroscuros del proceso de paz, la incertidumbre en las
políticas económicas, la creciente inequidad, la amenazante depredación eco-
lógica y qué decir de la tragedia de nuestros hermanos del país vecino…… Al
lado de esto, qué importancia puede tener realizar la celebración de algo tan
tangencial a los verdaderos dolores del país real.
Precisamente entonces, nuestras bibliotecas poseen herramientas podero-
sas para afrontar estas amenazas, acompañando y fortaleciendo a los indivi-
duos y a las colectividades que visitan las bibliotecas… Y, ¿cómo? Llevamos
tres días oyendo la voz de nuestros colegas que nos han señalado el papel de
la lectura como una práctica emancipadora y democratizadora, o conminán-
donos, como lo hizo nuestro invitado mexicano, a que como bibliotecarios
ayudemos a los usuarios de las bibliotecas y, por supuesto a nosotros mis-
mos, a hablar nuestro propio lenguaje, a construir nuestro propio discurso,
a conservar nuestro patrimonio a través de la memoria colectiva de nuestros
pueblos… A que dejemos de comer entero, a que oigamos la diversidad de

68 Revista Aleph No. 187. Año LII (2018)


voces que no han podido ser oídas, a que asumamos la responsabilidad de ver
lo diferente y que defendamos que efectivamente ES diferente.
Pero cómo pasar por alto que por primera vez la cifra de asistentes a este
encuentro llegó a 1.300 personas, cuando nunca habíamos superado las ocho-
cientas. Este ha sido el Congreso más grande en toda su historia. Ustedes han
mantenido viva y han movilizado esta comunidad que hoy por hoy es la red
cultural más grande que tiene nuestro país…..
No olvidemos el papel crucial que jugaron nuestras bibliotecas durante los
años más críticos de violencia: han sido espacios amables para el encuentro de
contradictores, para la reflexión y reconstrucción del tejido social fracturado;
allí se ha dado y se sigue posibilitando un derecho fundamental: el derecho a
la verdad… Qué valentía la de muchos de ustedes que han tenido que trabajar
entre el fuego cruzado de las balas de la ignominia y la ruindad de nuestros
propios hermanos.
Sin duda, cuarenta años ya es una edad para asumir responsabilidades
grandes, como aquella que señala el Premio Nobel de economía, Amartya
Sen, de incidir efectivamente en los procesos de desarrollo social. Las biblio-
tecas pueden y deben cumplir un rol asociado a facilitar herramientas a los
usuarios que generen conocimientos, educación y nuevas habilidades que se
verán reflejadas en mejoras en su nivel económico. Y por otra parte, deben
contribuir a la expansión de capacidades, a facilitar que las personas puedan
encontrar con mayor libertad cuáles son sus valores, sus fortalezas, a partir de
una comprensión profunda de su cultura y su entorno y que se da principal-
mente por medio de la lectura.
Quisiera terminar mencionando a tres personas maravillosas, que son ver-
daderamente las responsables de que hoy podamos realizar esta celebración.
Curiosamente tienen personalidades muy distintas entre ellas, pero son to-
das excepcionales profesionales, rigurosas y con mucho carácter (¡lo nece-
sitan para trabajar en un proyecto tan arduo y complejo!). Hemos aprendido
hermosas lecciones de ellas: de Sandra Suescún, que la rigurosidad no riñe
con la sensibilidad y que el amor a un ideal justifica toda una vida…… De
Luz Adriana, Luza, la sabiduría de solucionar los problemas siempre con una
sonrisa, en lugar de desgastarse en enfrentamientos estériles….. Alegría pero
firmeza. Y de Alejandra, que hay que escuchar siempre, que hay que darles la
oportunidad a las personas de expresarse, que para eso está el lenguaje, antes
de tomar decisiones precipitadas...

Revista Aleph No. 187. Año LII (2018) 69


Combativas las tres, han solucionado infinidad de problemas, han acompa-
ñado, han capacitado, han regañado y han consolado a miles de bibliotecarios;
han recorrido un sinnúmero de kilómetros de esta maravillosa pero no siem-
pre amable geografía, y siguen tan campantes…… Felices con sus amadas
bibliotecas, y nosotros felices y agradecidos de que este país tenga mujeres
tan valiosas haciendo este trabajo… ¡¡¡Esperemos que por otros cuarenta años
más!!!
Bogotá, 23 de septiembre de 2018

70 Revista Aleph No. 187. Año LII (2018)


Carátula Revista Aleph No. 1 (1966)

Notas

Entrevista de la Revista SEMANA por aquellos años una contribución


con el Académico/Humanista Darío de interés a dicha disciplina. Su
Valencia-Restrepo (publicada en la amplio conocimiento de la geografía
edición del 02 al 09 Sept.-2018) y el clima tropicales, producto de
sus muchos viajes por el territorio
RS: ¿Existe la posibilidad que Humboldt
neogranadino, debió contribuir a los
haya usufructuado las investigaciones
trabajos de Humboldt al respecto, pues
previas de Caldas en los Andes?
ambos conversaron y compartieron
DVR: Alexander von Humboldt fue un excursiones durante su encuentro
personaje central en el desarrollo de la hacia principios de 1802 en el actual
ciencia en el siglo XIX y su paso por Ecuador. Lo que sí no tiene ningún
la Nueva Granada, entre 1801 y 1802, sentido es afirmar que Humboldt se
tuvo una importancia extraordinaria. apropió, como lo afirma gente poco
Fue en los Andes cercanos a la línea informada, de ideas de Caldas sobre
ecuatorial, en especial en el volcán este tema o sobre el relacionado con la
Chimborazo, donde Humboldt medición de la altura en las montañas
encontró un verdadero laboratorio para por medio del termómetro.
desarrollar la geografía de las plantas, Por otra parte, he mostrado que Caldas,
una disciplina que estudia cómo varía antes de su encuentro con Humboldt,
la vegetación con los cambios de había encontrado ya la propiedad de la
altitud. Humboldt señaló que ese había naturaleza que se estudia en la geografía
sido su trabajo más importante, y la de las plantas. En efecto, Caldas reunió
historia de la ciencia ha reconocido en sus muchos viajes información que
a este prusiano, con justicia, como le permitió señalar, para determinados
el fundador de la geografía de las lugares, la altitud máxima y la altitud
plantas. Pero conviene destacar que mínima donde se encontraba cierta
Francisco José de Caldas también hizo planta. Y así lo determinó para el trigo,

Revista Aleph No. 187. Año LII (2018) 71


el plátano, la yuca, la caña de azúcar y historiadores y científicos del ámbito
el cacao. internacional vienen haciendo en años
recientes justicia a la contribución
RS: En la relación Humboldt - Caldas,
de Caldas. Todo esto se inició con la
en el tema de la geografía de las plantas,
significativa publicación en 2006 del
cree que el prusiano no hizo un debido
libro La obra cartográfica de Francisco
reconocimiento a Caldas. ¿Tenía la
José de Caldas, cuyo autor principal fue
obligación? ¿Qué razones pudo haber
Mauricio Nieto Olarte, y en la cual se
tenido Humboldt para la omisión?
incluyeron por primera vez láminas de
DVR: Considero que tenía la obligación Caldas relacionadas con la fitogeografía
de hacerlo. Mis estudios han mostrado que fueron identificadas por dicho autor
que en sus publicaciones Humboldt no en archivos españoles. Nieto Olarte fue
dio ningún crédito a la muy probable uno de los colaboradores convocados
colaboración de Caldas a su trabajo en por Gómez Gutiérrez para el libro
el medio tropical sobre la geografía de Humboldtiana neogranadina.
las plantas, aunque lo cita con respecto
RS: ¿Cuál es el aporte de Caldas a la
a otros asuntos y a veces con elogios.
hoy Colombia y qué lugar merece en
Es probable que Humboldt hubiera
nuestra historia?
querido asegurarse la prioridad al
respecto, como lo pone de presente la Al celebrar en 2018 los 250 años del
pronta publicación en París, en 1807, nacimiento de Francisco José de Caldas,
de sus ideas sobre la geografía de las y ante el desconocimiento generalizado
plantas. Escribe en 2016 Alberto Gómez de los colombianos sobre la vida y obra
Gutiérrez, precisamente el coordinador del neogranadino, es del caso afirmar
del grupo que colaboró en la edición que Caldas es nuestro primer científico,
de la Humboldtiana neogranadina: “A precursor entre nosotros de campos como
Humboldt, por su parte, a mi manera fitogeografía, botánica, cartografía,
de ver, se le olvidó Francisco José de astronomía, ingeniería, meteorología,
Caldas. Y también la mayoría de los periodismo científico. Y nos dejó dos
historiadores han dejado por fuera de sus ejemplos todavía vigentes: con esfuerzo
consideraciones a quien se podía postular y creatividad es posible obtener logros,
como el gestor simultáneo del concepto incluso ante las circunstancias más
de la fitogeografía o geografía de las desfavorables; y nos legó una lección
plantas, en la historia de la ciencia.” ética, ya que Caldas siempre puso
al servicio de sus conciudadanos, en
RS: En el fondo, ¿puede tratarse
forma altruista, el conocimiento que en
de un tema de eurocentrismo vs
su intenso trajinar fue adquiriendo del
americanismo?
territorio y de sus recursos.
Se ha argumentado que la situación de
Caldas, en la periferia de la comunidad
científica, hacía muy difícil la difusión “La vejez”… (por: María-Dolores
de su pensamiento al respecto. Sin Jaramillo). Simone de Beauvoir escribió
embargo, he encontrado que diferentes un libro de extraordinaria lucidez y

72 Revista Aleph No. 187. Año LII (2018)


utilidad sobre los viejos, y para los control que apartan de los placeres más
viejos, titulado La vejez (La vejez. válidos: la lectura...el cine...la pintura...
Buenos Aires: Sudamericana, 1970). la caminata...o la música...Se recupera
Recorre todos los aspectos, negativos y libertad, sin horarios obligados, ni
beneficiosos de la ancianidad, e invita planillas de contenidos y constancias,
a mirarnos en el espejo de un patrón libres de informes estudiantiles
general, que a veces puede reflejarnos y individuales... y aburridas correcciones
a veces no. Habla, por ejemplo, del tedio sintácticas u ortográficas ...
de los viejos...que no conoce quien se
Si al retirarme de la UN perdí la
nutre de la concupiscencia lectora y la
función social, - la función profesoral-,
pasión artística o intelectual....
recuperé el encuentro conmigo misma y
El libro de Beauvoir propone pensar la libertad personal... Ya no hay presión
en las ventajas de la vejez... ¿cuáles social, ni académica. Ni tiempos
podrían ser? marcados. Llegamos en la vejez a ser
nosotros mismos...liberados de las
Libera de las coacciones sociales, de las
imposiciones ajenas, de las obligaciones
alienaciones sociales, de las apariencias
laborales...Y se da un enriquecido
sociales, del afán de agradar, libera
reencuentro reflexivo consigo mismo.
de la hipocresía, de muchos cálculos
y patrones impuestos para actuar
...Ofrece mayor independencia de la
“Memoria por correspondencia”
opinión ajena...Libera de las falsas
de Emma Reyes (por: Jairo Ruiz-
ilusiones ...y los estereotipos mentales...
Mejía). Libro publicado por la
Recarga la visión con mayor realismo
editorial Laguna Libros en el año
y escepticismo...Y va forjando una
2012, con sucesivas reediciones, es
audacia particular...un desprendimiento
un testimonio de la desgarradora vida
progresivo de toda timidez que permite
de la artista colombiana Emma Reyes,
poder pensar y decir en voz alta...Ya
en sus primeros veinte años. En 23
no nos dejamos intimidar por nada...Ni
cartas dirigidas al académico/escritor
tememos a nadie. Y la lucidez termina de
e intelectual Germán Arciniegas,
florecer, tardía, con mayor comprensión
reconstruye esta etapa de su vida,
y mejores respuestas ...
desapacible, humillante, pero al mismo
S. de Beauvoir muestra que la vejez tiempo vivida con una tenacidad por
puede vivirse como florecimiento. sobreponerse a las desventuras. Entre
Como un período en el que se siente 1969 y 1997, escritas el original de su
más comodidad, sin estar obligado a puño y letra, las cartas que conforman
faenas que no estimulan...como las el libro, están hechas con la delicadeza
clases, las evaluaciones estudiantiles, la y la habilidad de mostrar en detalle
atención de estudiantes, la producción los sucesos vividos y recordados, tal
de notas periódicas, las correcciones como si estuviera plasmando en uno
de trabajos, exámenes y tareas, la de sus cuadros su visión particular del
llenada de muchas clases de planillas de mundo. Mundo que, a pesar de todas

Revista Aleph No. 187. Año LII (2018) 73


las vicisitudes, de las penosas e infames se convierten en verdaderas faltas al
situaciones de humillación, describe en respeto de la dignidad humana. En
su justa apreciación, a la medida de los su última carta nos cuenta que hacía
hechos, sin una sola gota de angustia mucho tiempo ya no era una niña; casi
acumulada, libre de animadversión. quince años eludiendo el abrazo pérfido
Pero escribe además con una malicia del demonio, del demonio humano,
indígena, donde la picardía desborda demasiado humano. Cuando sale del
la técnica literaria. Al decir del maestro convento, eludiendo la fuerza aplastante
Arciniegas, refiriéndose a su obra de la fe, “En la calle no había nadie, solo
pictórica, aplicable igual a su obra dos perros flacos y uno le estaba oliendo
literaria: “…siempre rebelde, alerta, el culo al otro”.
curiosa e informada como si fuera una Luego de leer esta valerosa autobiografía,
india, que en el fondo no lo es…”. de su vida en los comienzos, construida
La historia reconstruida inicia con Emma pausada y meticulosamente por la
viviendo en un cuartucho del barrio San pintora y narradora Emma Reyes,
Cristóbal de Bogotá, sin ventanas, sin publicada póstumamente, a petición de
inodoro, una sola puerta, compartiendo la autora, nos queda la certeza que el
con su hermana Helena, la Señora detalle con que describe cada situación,
María y el niño, llamado “Piojo”. Su incluyendo gestos, ruidos, palabras,
momento más feliz del día era cuando, colores, todo, es el resultado de una
luego de vaciar en el muladar cercano la situación singular, que la misma autora
bacinilla inundada de las nauseabundas nos confirma en uno de sus apartes: “un
porquerías de todos los de la casa, se niño de cinco años que lleva una vida
dedicaba a manosear la basura en busca normal no podría reproducir con esa
de tesoros como zapatos viejos, palos, fidelidad su infancia”.
pedazos de alambre, cauchos… De
cinco años enfrenta situaciones casi
Hemos recibido… De Luz-Eugenia
que inverosímiles: En manos de un
Sierra, de la editorial Letra a Letra,
loco, a punto de ser violada, viéndose
en la colección “Poesía letra a letra”,
sorprendido éste por sus hermanas, y
los siguientes libros más recientes:
antes de su retirada, nos relata la autora:
“La poesía es un viaje” de Robinson
“tomó su pipí con las dos manos e hizo
Quintero-Ossa, “La mala parca” de
pipí encima de mí, rociándome de la
Santiago Mutis-Durán y “La mirada
cabeza a los pies, como si fuera una
del huésped y otros poemas” de José
planta”.
Zuleta-Ortiz. “Anotaciones biográficas”
Luego de sobrevivir a los maltratos de Jorge Mora-Caldas (2018). “Dante
de la Señora María, son llevadas las Alighieri y la medicina” de Orlando
hermanas Reyes a un convento. En Mejía-Rivera (2018). “Manzanitas
sobrecogedoras palabras de la autora, verdes al desayuno”, cuentos eróticos
ambiente sacrílego, si se tiene en cuenta de Milcíades Arévalo (2009, 2017).
que, en nombre de la fe, los desmanes “Manizalados” (2018), novela

74 Revista Aleph No. 187. Año LII (2018)


autobiográfica de Manuel-Fernando No. 332 que exalta la obra del poeta y
Jiménez G. (“El flaco Jiménez”). ensayista Juan Gustavo Cobo-Borda. La
“Historia de un asombro”, novela de revista “Anales de Literatura Chilena”,
María-Gemma Salazar G. (2016). sin falta, de la Universidad Católica
La “Revista de la Universidad de de Chile. La “Revista Casa de las
Antioquia”, sin falta, en especial el Américas”, sin falta.

Patronato histórico de la Revista. Alfonso Carvajal-Escobar (‫)א‬, Marta Traba (‫)א‬,


José-Félix Patiño R., Bernardo Trejos-Arcila, Jorge Ramírez-Giraldo (‫)א‬, Luciano
Mora-Osejo (‫)א‬, Valentina Marulanda (‫)א‬, José-Fernando Isaza D., Rubén Sierra-
Mejía, Jesús Mejía-Ossa (‫)א‬, Guillermo Botero-Gutiérrez (‫)א‬, Mirta Negreira-
Lucas (‫)א‬, Bernardo Ramírez (‫)א‬, Livia González, Matilde Espinosa (‫)א‬, Maruja
Vieira, Hugo Marulanda-López (‫)א‬, Antonio Gallego-Uribe (‫)א‬, Santiago Moreno
G., Rafael Gutiérrez-Girardot (‫)א‬, Ángela-María Botero, Eduardo López-Villegas,
León Duque-Orrego, Pilar González-Gómez, Graciela Maturo, Rodrigo Ramírez-
Cardona (‫)א‬, Norma Velásquez-Garcés (‫)א‬, Luis-Eduardo Mora O. (‫)א‬, Carmenza
Isaza D., Antanas Mockus S., Guillermo Páramo-Rocha, Carlos Gaviria-Díaz (‫)א‬,
Humberto Mora O. (‫)א‬, Adela Londoño-Carvajal, Fernando Mejía-Fernández, Álvaro
Gutiérrez A., Juan-Luis Mejía A., Darío Valencia-Restrepo, Marta-Elena Bravo de
H., Ninfa Muñoz R., Amanda García M., Martha-Lucía Londoño de Maldonado,
Jorge-Eduardo Salazar T., Jaime Pinzón A., Luz-Marina Amézquita, Guillermo
Rendón G., Anielka Gelemur-Rendón (‫)א‬, Mario Spaggiari-Jaramillo (‫)א‬, Jorge-
Eduardo Hurtado G., Heriberto Santacruz-Ibarra, Mónica Jaramillo, Fabio Rincón
C., Gonzalo Duque-Escobar, Alberto Marulanda L., Daniel-Alberto Arias T., José-
Oscar Jaramillo J., Jorge Maldonado (‫)א‬, Maria-Leonor Villada S. (‫)א‬, Maria-Elena
Villegas L., Constanza Montoya R., Elsie Duque de Ramírez, Rafael Zambrano,
José-Gregorio Rodríguez, Martha-Helena Barco V., Jesús Gómez L., Pedro Zapata
P., Ángela García M., David Puerta Z., Ignacio Ramírez (‫)א‬, Georges Lomné, Nelson
Vallejo-Gómez, Antonio García-Lozada, María-Dolores Jaramillo, Albio Martínez-
Simanca, Jorge Consuegra-Afanador (‫)א‬, Consuelo Triviño-Anzola, Alba-Inés Arias
F., Alejandro Dávila A.

Revista Aleph No. 187. Año LII (2018) 75


Colaboradores
Elvira Rico-Grillo. Pintora-Diseñadora, residente en Bogotá. En el Reportaje de
esta edición (pp. 6-17), está un panorama completo de su vida y labores.

Fabio Rodríguez-Amaya. Ensayista, pintor, grabador colombiano. Professore Ordi-


nario di Lingue e Letterature Ispano americane; Dipartimento di LLSC; Università
degli Studi di Bergamo.

María-Dolores Jaramillo. Profesora Titular de la Universidad Nacional de Colom-


bia, en uso de buen retiro por jubilación, además Ph.D en París. Autora de dos libro
significativos: “José-Asunción Silva, poeta y lector moderno” (2001) y “Emilio Cio-
ran: creencias y esperanzas de un escéptico” (2002).

Moisés Wasserman L. Químico, Ph.D.. Científico-Humanista. Rector de la Univer-


sidad Nacional de Colombia (2006-2012). Presidente de la Academia Colombiana de
Ciencias Exactas, Físicas y Naturales (2002-20069). Su libro más reciente: “Cómo
tener siempre la razón y otras columnas sobre ciencia y sociedad” (FCE, 2018).

Gonzalo Cataño. Doctor en Sociología del Derecho. Profesor-Investigador en la


Universidad Externado de Colombia. Wilson Ladino: profesor de la Escuela Supe-
rior de Administración Pública, ESAP; Wigberto Castañeda: Sociólogo de la Uni-
versidad Nacional de Colombia.

Carlos-Alberto Ospina H. Doctor en Filosofía de la Universidad de Antioquia. En-


sayista. Profesor-Investigador en la Escuela de Filosofía de la Universidad de Caldas.
Autor, entre otros, del libro: “Por caminos de la filosofía” (2015).

Consuelo Gaitán. Egresada de Filosofía de la Universidad de los Andes. Escritora,


Editora, Librera. Divulgadora de libros, y de cultura en general, en programas de
radio. Directora de la biblioteca Nacional de Colombia, lidera el Sistema nacional de
bibliotecas públicas.

Jairo Ruiz-Mejía. Licenciado en Educación e Ingeniero Electrónico. Docente en


áreas de ciencias en colegio rural. Lector, aficionado a las artes y a las labores del
campo.

76 Revista Aleph No. 187. Año LII (2018)


Elvira Rico
No. 187 Contenido

Manuscrito autógrafo
1
/Elvira Rico-Grillo/

Elvira Rico, en exposición


/Fabio Rodríguez-Amaya/ 3

Elvira Rico, artista de entereza vital


6
/Reportajes de Aleph/Carlos-Enrique Ruiz/

Los aportes del Nadaísmo


/María-Dolores Jaramillo/ 18

El libre pensamiento
/Moisés Wasserman L./ 31

El profesor Gonzalo Cataño recuerda al maestro Darío Mesa 34


/Wilson Ladino, Wigberto Castañeda/

“La muerte y sus símbolos” 61


/Carlos-Alberto Ospina H./

La Biblioteca Nacional y la Red de bibliotecas


públicas en Colombia 67
/Consuelo Gaitán/

N O TAS
/Entrevista de la revista Semana con el Académico-Humanista
Darío Valencia-Restrepo/ “La vejez”, reseña de libro de
Simone de Bauvoir (por: María-Dolores Jaramillo/ 71
/“Memoria por correspondencia”, reseña de libro de Emma Reyes
(por: Jairo Ruiz-Mejía)/ Hemos recibido…/
/Patronato histórico de la Revista/

Colaboradores 76

Revista Aleph No. 187. Año LII (octubre/diciembre 2018)

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