Nariño
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Discurso del doctor Alberto Lleras Camargo (1906-1990), ex-presidente de Colombia (1945-1946; 1958-1962), pronunciado en el Teatro Colón en Bogotá dentro de
los actos programados en 1965 por la Academia Colombiana de Historia para recordar al Precursor Antonio Nariño en el Bicentenario de su nacimiento. Luminosa semblanza
del prócer santafereño, de la pluma de uno de los intelectuales colombianos más destacados del siglo XX.
de la república, que salió desarmada y vacilante de su cabeza, lo El paso de Don Antonio Villavicencio, el enviado real que
conociera y amara de igual modo. desencadenará accidentalmente la conmoción del 20 de julio de 1810,
hace que el infortunio se arrope en sarcasmo. De no haber obtenido
para él la excarcelación, el gran suceso de Santafé lo habría tomado en
su calabozo y tal vez el pueblo lo hubiera sacado en hombros como al
canónigo Rosillo, tarde o temprano. Pero nadie se acuerda de Nariño,
libre y miserable, viviendo en su refugio al pie de La Popa de limosnas y
terca decisión de perdurar.
Cómo conocí a Nariño Después irá subiendo el río y llegará a su ciudad, casi sin que
nadie lo reconozca. Mientras echan a vuelo a cada rato las campanas,
Mi infancia se desenvolvió sobre uno de los pocos teatros de queman cohetes, corren los chisperos y da sus primeros vagidos la
guerra en que Nariño no fue alcanzado por la fatalidad. En las libertad, Nariño reclama que se le indemnice y acepta una posición
vecindades de San Victorino, la Alameda, Puente Aranda, Paiba — insignificante para cualquiera otro menos para él: Es uno de los dos
donde fue la quinta de mi abuelo y su Colegio del Espíritu Santo— Secretarios del Congreso que va a organizar el Estado de
corrió mi niñez, y por eso solía bordear el triángulo irregular de viejas Cundinamarca.
casas santafereñas, desconchadas y oscuras, en uno de cuyos
vértices, hacia el poniente, se levantaba la estatua del Precursor,
dramática y achaparrada, sobre su mezquino pedestal, en el supuesto «18 Brumario»
momento de entregarse al coro de pastusos enardecidos. Pasando
cada día al lado del hombrecillo que abría su levitón de bronce para
mostrar el pecho en un gesto de orgullosa desesperación fui —más A Nariño no puede menospreciársele, y solo intentarlo es un error
por curiosidad que por disciplina escolar— ahondando en la gravísimo. A los pocos días, el Secretario del Congreso ya tiene
legendaria biografía del prócer, y de allí surgió un sentimiento de Presidente, nadie menos que su tío Manuel Alvarez; tiene amigos, tiene
enardecida admiración, de adolorida piedad por su larguísimo sufrir y seguidores y se va tornando en el más grande poder de la nueva patria.
hasta de exaltado regionalismo por el bogotano epónimo. Allí nace el periodista, en la pueril «La Bagatela», que es la media
lengua de la libertad; torpemente escrita, maliciosa, cruel; pero, sobre
Años después, conversaciones morosas en Santa Ana con Tomás todo, inflamada por la desesperación de ver que la Nueva Granada va
Rueda Vargas y la lectura de sus diáfanos relatos históricos hicieron hacia el abismo, la anarquía y el caos, principalmente por ñoñería.
atemperar esas pasiones juveniles. Buen baquiano, don Tomás, para
penetrar en el espíritu contradictorio del Precursor. Había, sin duda, No ha de haber duda de que si la «Patria Boba» fue así bautizada,
una especie de afinidad telúrica entre ellos. Ambos fueron es porque así la llamaba Nariño. El ve todo ese federalismo de ópera
campesinos y sabaneros honorarios. A ninguno de los dos les cómica, toda esa ceremonia republicana, esa grandeza romana de
acomodaba bien la aldea, pequeñita y paupérrima en los días de cartón, y la invencible ineficacia de los patriotas estrenando República.
Nariño, gigantesca y descuadernada en los de Rueda. Y con ojos Los azota con su sarcasmo, los injuria, los hostiliza; y, por último,
sardónicos de labriegos examinaron ambos el contraste entre la planea el «18 Brumario» que le ha de entregar el poder auténtico,
ruindad del ámbito físico y la ostentación de funcionarios españoles o centralizado, y la dictadura de emergencia para defender a la juvenil
patriotas, sus tratamientos de nobleza, su protocolo y pedantería. A nación de la reconquista inminente.
don Tomás nada le costó esa actitud; a Nariño, buena parte de sus
desgracias que, encadenándose unas en otras, nacen en un incidente Los zarpazos de «La Bagatela» caen sobre curas y españoles, sobre
ceremonial con el Oidor Mosquera, siendo don Antonio Alcalde de funcionarios y militares federalistas, sobre el Congreso; y contra todos
segundo voto. aquellos que no ven como él que la libertad no es una fiesta sino una
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12/4/2018 A dos siglos de su nacimiento, comenzamos a entender a Nariño - Antonio Nariño, 1765-1823
Así también en parte se explica el vertiginoso regreso, por tantos Comienza la prodigiosa tarea, ya asaltado el poder, para crear la
modos inexplicable, de 1796, atraído físicamente por la tierra y su resistencia en una república que se disuelve antes de organizarse.
gente, ante el durísimo dilema de la entrega o la guerrilla. Hombre de Moviliza todas las fuerzas que va encontrando, aún las más
a caballo —a veces de mula— reventando terrones en la Sabana, inverosímiles. Ante todo su actividad, sus conocimientos, sus
prendido a los cerros, Nariño, como conspirador nato, no fue, al decir experiencias de campesino, militarizado ahora, su realismo de
de Rueda Vargas, sabanero de altura sino de cabotaje, pero porfiado comerciante, su palabra de demagogo y sus escritos, que están sobre
navegante de su planicie nativa. Y al paso por una granja de Bretaña la ciudad como el tábano socrático sobre el noble caballo para picarlo y
en su primer destierro, huyendo de la mano pesada del rey español, mantenerlo despierto. Y acude a la fe religiosa, inclusive y
no olvidó recoger, para regalarle a la Sabana, las semillas de trébol, principalmente a la superstición del pueblo santafereño: pasea las
que los orejones bautizaron 'carretón' y que poblaron la llanura de imágenes sagradas, propaga leyendas, recurre a lo misterioso y a la
hojas agoreras, impotentes, sin embargo, para detener el implacable fábula. Pero también desata el miedo a la horca, al descuartizamiento,
sino del fabuloso sembrador. a las ejecuciones cuando regresen los españoles.
formidable destino de inquietud, de dolor, de incomprensión enviado por la Gobernación de Cuba. No es, sin embargo, un espía
obstinada. cualquiera. Como su padre, con convicciones inamovibles, pero
antagónicas, le ha pedido permiso a los españoles para venir a
En 'Carta a una dama su amiga', publicada en «La Bagatela», hay convencer a Nariño de sus errores. Gregorio, desdeñoso de la grandeza
un grito de desaliento. Dice que está cansado de machacar en hierro del padre, realista y aristocrático, erguido ante quien va a dar la batalla
frío y que a los oídos de sus compatriotas se les sale la pólvora, como decisiva por la libertad de su patria, debió ser uno de los más intensos
a los cañones viejos. "En el momento de recibir una impresión — dolores del maltratadísimo Precursor.
agrega— se exaltan, se acaloran, y ya los crees penetrados hasta las
médulas de los huesos; pero a los cinco minutos todo ese fuego se ha Pero no hay mucho tiempo qué perder; y con Antonio Nariño
disipado y, como de la buena pólvora, no quedan ni vestigios". Ortega, jefe de la improvisada caballería, Don Antonio se aleja de
Gregorio, respondiendo a los vítores de un pueblo que parece adorarlo
¿Cómo han de entenderle ni de seguirle fácilmente, si es el que y al que le han dolido más sus grillos y prisiones que a este vástago de
debe dar las voces en la oscuridad para el alba de mañana? En todo Magdalena Ortega, la auténtica precursora en el martirio de Colombia.
campo esa es su tarea. Aún luciendo la apariencia normal de señorito
santafereño, amigo de virreyes y virreinas que premian con larga
mano su ingenio y su hospitalidad en este monte adusto y lejanísimo, El militar Nariño
comienza a inquietarse con grandes operaciones de negocios,
comercio e industrias que cambien la corrugada corteza de
burocrática indolencia y den paso en el Reino a una existencia En la breve expedición que culmina otra vez en la cárcel apenas
diferente y activa. seguiremos a Nariño fugazmente para observar su conducta de militar
cuando ya su nombre comienza a inspirar miedo y a ganar, por sí solo,
las batallas. Así, en Palacé. El concepto estratégico de la Campaña
parece clarísimo. De haberse logrado el primer objetivo —Pasto, la
El recuerdo de Galán elusiva ciudad ante la cual habrían de estrellarse Valdés, Sucre, el
mismo Bolívar, los mejores soldados de la República— Nariño habría
A los diecisiete años el enfermizo adolescente presencia, tal vez entrado en Quito sobre la sublevación entusiasta de todas las
vistiendo la coraza de los aristócratas criollos movilizados contra la Provincias del Sur. Tácticamente no es mejor ni peor que cualquiera de
revuelta comunera, la ejecución y el atroz descuartizamiento de los oficiales de su tiempo. Las batallas de esa época son cuestión de
Galán. Pero no sabemos si este recuerdo le sirvió de lastre o de suerte, principalmente, y la del Precursor ya la conocemos.
acicate.
Pero donde se ve la personalidad militar de Nariño es como
Sin embargo, a poco define su ruta, la más fácil hacia el poder, conductor de sus tropas, como el animador de esos hombres bisoños y
que nadie perturba y ante la cual los propios funcionarios asustadizos, como el empresario de la libertad armada. Es el general
peninsulares se inclinan, así esté en manos criollas. Se hace mercader cristiano y fuerte en Calibío, cuando «El Mosco» Rodríguez, oficial que
en grande. Asegurada la Tesorería de Diezmos por favor virreinal, viene de las milicias de Baraya, corta la cabeza del coronel Asín, muerto
cuyos fondos tradicionalmente se han empleado como en la banca de de un balazo, y —dice Espinosa— comienza a perorar y en su
hogaño los depósitos de la clientela, Nariño negocia en cacao, en embriaguez se la ofrece a Nariño, creyendo hacerle un obsequio. No
quinas, en añil, en azúcar; y las ramas de su casa mercantil llegan vuelve simplemente, como César en la rada de Alejandría el rostro ante
hasta Europa o a Jamaica, adondequiera que sea lícito comprar o la desgajada cabeza de Pompeyo, sino que reprocha al oficial su
vender para el Nuevo Reino granadino. conducta, indigna de un hombre civilizado. Ahí deja sembrada la
semilla de su infortunio: El coronel José Ignacio Rodríguez, en el
campamento de Tacines con el ejército que ha debido reforzar y salvar
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12/4/2018 A dos siglos de su nacimiento, comenzamos a entender a Nariño - Antonio Nariño, 1765-1823
Prospera a ojos vista. Compra tierras, buenas tierras sabaneras a su jefe, a la primera noticia de lo que ocurre en el Ejido de Pasto clava
en el Valle de Sopó, con su hermano; y emprende arreglos en su casa los cañones y ordena la retirada.
que llena de insignificantes refinamientos, que ya deberían parecer
lujos. Y con la riqueza, el mayor ocio y la necesidad de alimentar a los Pero Nariño es, como militar, el impulso, la fe, la improvisación; y,
contertulios en las larguísimas veladas santafereñas, apenas hendidas si a ratos el genio, siempre el infortunio. En esta Campaña se ciernen
por los campanazos de San Francisco y La Tercera, o las lechuzas de sobre los expedicionarios todos los augurios que hubieran hecho
La Veracruz, se le va abriendo al joven Nariño un portentoso mundo devolverse a cualquier general romano. Los ríos se desbordan; la
casi inverosímil por su movilidad y sacudido ahora mismo por langosta pasa por sobre los campos asolándolos y oscureciéndolos; el
tremendos derrumbes, ante la audacia de novísimas concepciones. granizo cubre de blanco el páramo inhóspite. Pero allá van los
soldaditos de Nariño detrás del jefe y de la nueva bandera, invitados
Se asoma así a Montesquieu, a Voltaire, a Rousseau, a la por él "a comer pan fresco a Pasto". La mejor proclama: comparable a
«Enciclopedia», con el temblor de una primera pasión y el escándalo la de Napoleón cuando ofrece a sus tropas el pillaje de Italia. Lo
de una virginidad hecha pedazos. Concibe a Franklin "arrebatándole defienden cuando cae su caballo muerto; lo siguen cuando comete la
el rayo a los cielos y el cetro a los tiranos", como ornamento para su locura de atacar las alturas de Tacines. Se van muchos detrás de él y
estudio y motivo de pasmo para sus amigos. El frío sudor que corre ven, desde las faldas de la montaña, el espectáculo medieval de la
por su rostro y su cuerpo con persistente morbilidad, aumenta procesión por la plaza, con cirios y paños de luto, llevando a Santiago
cuandoquiera que en esas lecturas un dogma se raja, una cosa de Compostela, entre cantos y clamores, mientras las tropas de
inaudita se dice, una impensable se piensa. Aymerich se retiran vencidas. Y luego el salvaje asalto de los pastusos:
el desorden, la retirada, la traición; y Nariño, destruido otra vez por su
A su lado la esposa doña Magdalena Ortega, mujer fuerte y destino implacable, escondiéndose en la montaña de Lagartijas, solo,
sencilla, se sienta e hila, como en los epitafios romanos, sin entender hasta que se entrega.
las tribulaciones del joven comerciante que trata inútilmente de
adaptar ese mundo torrencial, ese 'Sturm und Drang', a su pueblo, su ¿Es más militar que Bolívar, tantas veces vencido y a quien Camilo
Sabana, su aldea, su patria. Torres llamara 'general desgraciado'? Si se gana esa batalla decisiva, en
la cual no combatió a tropas enemigas sino a paisanos fanáticos y a la
Solo el amanecer le devolverá la calma. Saldrá a caballo, con sus invencible imagen del santo español, ¿no habría sido igual que Sucre?
zamarros de cuero de león, los estribos moriscos, riendas y jáquimas Pero estaba escrito que «El Precursor» no debía ser más que eso. Y era
enchapadas con estoperoles argentados y espuelas de acero plateado, bastante para su gloria y para su sufrimiento.
por la Sabana envuelta en su niebla, fría, suave, bajo el paso
castellano de los cascos herrados, y toda la tempestad y el
desasosiego se despejarán hasta el próximo cajón de Europa con más Las prisiones finales
libros y papeles.
¿Pero está pensando en destruir su clase? No. Quiere elevarla al Resulta inverosímil cómo escapa de las turbas de Pasto,
poder; hasta donde dejen los españoles, o contra ellos. Piensa en el embriagadas con su victoria, enardecidas con sus rezos, su aguardiente
grupo de amigos, que hoy llamaríamos la 'oligarquía criolla', y su realismo. Si se hubiera precipitado al balcón a ofrecerse, como la
consolidado alrededor del Cabildo, donde siempre se guardaron los leyenda nos lo ha presentado, lo hubieran arrastrado por las calles;
fueros en España, para defenderse, si ha lugar, de la Real Audiencia, pero pronuncia el que debió ser su mejor discurso para despertar en
burocrática y española; del funcionarismo suspicaz, del regalismo esos fieros combatientes del Ejido la magnanimidad, la grandeza, la
absorbente, de la deshonestidad rampante. caridad con el jefe vencido. Y luego dice quién es. Un gran silencio
reinaba ya sobre la plaza helada cuando Nariño se identifica; y los
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El sabe que no hay mucho más fuera de ese limitadísimo grupo y pastusos, si no lo quieren, lo respetan. Es su victoria más grande:
que es tan pequeño que no podrá conducir, ni aquí ni en otros reinos mayor aún que la del Congreso de 1823.
americanos, una revuelta y crear un gobierno perdurable. Pero
pretende ensancharlo. Y sobre sus amigos riega, en las tertulias, la Pero no lo fusilan allí como a Cayzedo y a Macaulay. Otra vez los
duda sistemática y, entre gracejos y donaires, les insinúa un mundo grillos se ciñen a los pies del gran aventurero. Por dos veces, Montes
nuevo. Parpadean los ojos de los señores de Novillero, brillan los de ordena desde Quito que se le ejecute; y Aymerich vacila. ¡Cuánto dolor
los estudiantes del Rosario, disimulan su sorpresa los de los se hubiera ahorrado al Precursor si la orden se cumple!
funcionarios del Cabildo. Pero se desinteresan, otra vez, los
mercaderes y agricultores santafereños. En cambio, comienza el penosísimo viaje en que rodea a su
América desde Guayaquil y El Callao, pasando por el Cabo de Hornos, y
Nariño va seleccionando a los más audaces y a los que no tienen de allí a Cádiz. En la celda estrecha, a la cual llega el rumor del mar
mucho que perder como el aventurero Rieux, francés, medio médico, golpeando contra las murallas invictas, es seguro que el prisionero
medio filósofo. Poco a poco, quedan de un lado en la tertulia los sigue todos los episodios sangrientos de la reconquista. La cabeza de
jugadores de cartas, las señoras, los bebedores de chocolate; y pasan Torres, el Justo pero su adversario, ha caído. Y la de Caldas. Se
al «Santuario» los mejores. A esa especie de logia masónica, con desgrana la pequeña oligarquía, bañada de púrpura; la que habría
todos los secretos, los juramentos, las convenciones de un juego de podido, con su inteligencia y su valor, salvar la Primera República.
muchachos pero ejecutado por varones maduros que van por los
treinta años con la angustia de que nada ha pasado que valga la pena Nariño había anticipado este desastre. En sus discursos y en sus
en todo ese tiempo. escritos anunció la venida del cadalso y pidió que se ahorrara a la
nación un sacrificio estéril en el altar de una concepción irrealizable.
Pero Nariño entiende, admira y llora a esos mártires que fueron sus
Cae el alborotador amigos. Y probablemente envidia el abrupto final que ahorra
padecimientos y humillaciones e inicia el ascenso a la gloria
republicana, purificando al mártir de escoria y de lucha.
Cuando como un rayo vienen las delaciones de los cobardes y el
desbarajuste del grupo, Nariño, el traductor —y con él, el benemérito
y cándido Espinosa de los Monteros, el impresor— de «Los Derechos No sabe aún cuánto más habrá de sufrir. Decimos brevemente su
del Hombre», atrincherado en su amistad al más alto nivel, en la prisión, porque en las prisiones nada ocurre. Pero qué horrendos,
fortaleza financiera que dan los Diezmos del Arzobispado, en la largos días, uno tras otro; y los meses; y la primavera sin sentido; y el
certidumbre de que herirlo a él es imposible porque encarna la estío insoportable; y el viento invernal quejándose por sobre los
grandeza y la inteligencia americanas, espera confiado. murallones de La Carraca. Un día se sabe, por las vías ocultas que los
prisioneros establecen con su prodigiosa paciencia, que Miranda --el
otro Precursor-- ha muerto allí mismo. Pero Nariño tiene que seguir
Pero sobre él se cierne un ave de presa. Es el oidor Joaquin de esperando: enfermo, viejo, encadenado y en apariencia vencido.
Mosquera y Figueroa, de ojos exaltados y negrísimos, de labios
delgados como tajados por una cuchillada, que odia al próspero
mercader de la Carrera de las Indias por su facundia y su ostentación. 1820. Riego, en vez de ir a América a acabar la obra siniestra de la
Mosquera es tan criollo y tan español como Nariño pero solo piensa pacificación, se insurrecciona. Un viento de libertad sopla sobre
en su Rey y en la fabulosa estirpe peninsular de su familia que ha de España, y Nariño sale de la prisión. La censura de prensa ha cedido.
venir de un Rey godo, de varios Duques, de los Condes de Niebla, de Comienza a escribir las «Cartas de Enrique Somoyar», que relatan los
Guzmán el Bueno. padecimientos de América y denuncian el «Terror» del Conde de
Cartagena. Pero, como siempre, va muy lejos. Y cuando sabe que va a
ser preso otra vez, huye a Gibraltar.
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12/4/2018 A dos siglos de su nacimiento, comenzamos a entender a Nariño - Antonio Nariño, 1765-1823
¿Y por qué se procede así con él? ¿Por qué se ciega la pasión Ultimos infortunios
contra Nariño cuando a todos los comprometidos les llega amnistía,
perdón real, rehabilitación; y aún cargos, inclusive, a Rieux? Menos,
eso sí, a su defensor José Antonio Ricaurte, cuyo malicioso escrito es Todavía, antes de morir, Nariño tendría ocasión de erguirse contra
el más vigoroso panfleto liberal de su tiempo y debió sacudir de ira a la iniquidad que le ha perseguido, sin tregua. Se pretende que no
fiscales y oidores como conmovió, ciertamente, a la Corte de la puede ser Senador en el Congreso de 1823 porque es deudor fallido de
Península con irritación incontenible. A ese Ricaurte se le asesina los Diezmos del Arzobispado y de quienes lo lastaron. Se pretende que
judicialmente con una frialdad que aterra, calculando sus se entregó voluntariamente al enemigo, en Pasto. Se pretende que ha
enfermedades, agravándoselas hasta producir la ejecución en 1809, estado ausente del nuevo territorio, por su gusto, en los últimos años.
sin dictarla, en la cárcel cartagenera. Otro tanto ocurre al impresor
Espinosa. Pero, aparte de ellos, es a Nariño a quien se quiere humillar Allí el anciano se ofusca. Su tremendo Discurso de Defensa, es un
y envilecer. Muchos años después se buscará que confiese, que exabrupto. Nariño, el Padre de la Patria, «El Precursor», defendiéndose
reniegue, que acuse a sus amigos, para mostrarlos como un de esos tres cargos lanzados por jóvenes demagogos y atacando con la
chisgarabís ante quienes lo admiraron y siguieron. agresividad de los días de «La Bagatela» es un espectáculo de vitalidad
que admira, pero que no seduce.
Es que Nariño, entre todos, es el más peligroso; y España lo sabe.
Está el monarca ante el típico aventurero del siglo XVIII: el carbonario, No. No queremos ver a Nariño así. Lanzando, como sus
el conspirador, el perturbador insomne de la paz tiránica, el acusadores, especies irresponsables e infundadas con una vehemencia
afrancesado cuando España lucha contra Francia, el partidario de los de enfermo en una hórrida explosión de amargura.
ingleses cuando España combate contra Inglaterra, el supuesto
hereje; o, para resumirlo, el hombre que ha conocido de cualquier No. No queremos recordar las horas lamentables de «Los Toros de
modo el acre sabor de la libertad y ya no se calmará hasta que la Fucha», aún a sabiendas de que el anciano enfermo está notificando a
beba a grandes sorbos. sus adversarios mezquinos de que podrá todavía dar muchos zarpazos;
y, algunos, mortales.
Son Miranda, Nariño, Pedro Fermin de Vargas y centenares de
seres extraños, en viajes misteriosos por el Viejo Mundo o llenando En ese mismo Senado, en austero y despectivo silencio o
las cárceles, hasta que algún día culmine su sueño sin ellos y sin que limitándose a recordar, con su sola presencia, los servicios a la Patria
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nadie se acuerde de sus méritos y sufrimientos. Esos, los precursores; que ahora se desconocen, Nariño hubiera sido espléndido.
ese su sino.
Es cierto que cuando termina su alegato y su acusación y su voz,
A todos se les acusará de delitos horrendos o de pequeñas que ha subido a los extremos mejores de la elocuencia, se apaga, los
infamias; y la historia tendrá no solo que sacarlos del olvido y del representantes de la nueva nación, conmovidos y confundidos, le
lodo sino que purificarlos de deshonra para que brille, prístina, su tributan una ovación inolvidable. Pero es simplemente que lo han
gloria. recordado; y no habría sido preciso que él mismo les dijera quién fue
«El Precursor» de Colombia y cuántos sufrimientos ha pasado por esa
patria juvenil que finge ignorarlos.
Nariño, conspirador
¡Oh Padre de la Adversidad! Hasta esa horrenda prueba no le ha
sido ahorrada. ¿Por qué? Porque fue «El Precursor» por excelencia; y el
La primera prodigiosa aventura termina —¿Hay algo que termine, verdadero precursor, que vive antes de su tiempo, no puede
en Nariño?— o, mejor, se desenvuelve en la fuga de Cádiz, el viaje a impunemente vivir después de que él ha pasado. Nariño pagó con
Madrid y la huida a Francia. Dos meses emplea en recorrer tribunales, prisiones, destierros, confiscaciones, enfermedades, desastres, el haber
examinar algunas de las nuevas leyes y la Constitución francesa, pero anunciado el advenimiento de Colombia; y la infinita perfidia de su
sobre todo la historia de la revolución. Claro, sigue la rutina de los castigo político fue haberle prolongado la vida para que viera su idea
precursores: intentos de hablar con los poderosos, entusiasmos por ejecutada por otras manos.
las caritativas banalidades caídas desde los escalones del trono o de
las asambleas, rechazos a las propuestas de cambiar un imperialismo
español por uno británico, enredos con negociantes que sueñan con
el fabuloso mundo americano: el Perú, el Potosí, las esmeraldas, el Su muerte
oro.
Su muerte fue admirable. Era para lo único que había venido
Y luego, decepcionado del apoyo exterior pero más honda aún su preparándose en el aislamiento, en la víspera de las batallas, con los
convicción, regresa al Nuevo Reino por Venezuela. A poco lo vemos, o progresos constantes de la enfermedad. No teme morir. Va como a una
lo ven los Mendozas santafereños, cabalgando cerca de San Gil en fiesta, como a una ceremonia, como a una función religiosa. Va
una mula pequeña, de ruana blanca, bota fuerte y sombrero quiteño valerosamente, porque Nariño no ha conocido el miedo a cosa alguna.
de jipa. ¿Qué hace allí? Está pensando levantar a los pueblos con Se pone una cita con la muerte en Villa de Leyva, ciudad antigua,
tácticas guerrilleras sorprendentemente similares a las de hoy, a las rodeada de montañas cárdenas, de buen sol, y en donde el espectáculo
que emplearán muy pronto aragoneses y navarros, castellanos y será íntimo y sencillo. Y la cumple, reloj en mano.
andaluces contra el ejército de la ocupación napoleónica. Con
contrabandistas y corsarios antillanos, como un tal Pedrote, para traer Tomás Rueda dijo con exactitud que Bolívar era, en nuestra
armas; con las cuadrillas de Palo Gordo, socorranos temibles ("gentes Historia, la Independencia; Santander, la República; Nariño, la Patria.
viciosas y fáciles de ganar") se podría caer sobre los pueblos en días Eliminemos hipotéticamente a cualquiera de los tres fundadores:
de mercado, persuadir a los campesinos con su envolvente elocuencia Eliminemos a Bolívar, y no habría habido Independencia; eliminemos a
y empujarlos a la revolución. Es un desesperado. Santander y, aún con Independencia, no habríamos tenido República;
Nariño ni aún en hipótesis puede eliminarse porque es la Patria antes
Pero entre casas curales, haciendas de amigos, cuevas de de serlo: la intuición de la Patria, la profecía de la Patria.
bandidos, trota en su mulilla «El Precursor», echándose al coleto
algún aguardiente bravío. A hurtadillas visita Santafé, saltando por las
bardas de los solares, besa a Magdalena y a los hijos y se echa otra
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Fuente:
Vejarano, Jorge Ricardo
Nariño
Biblioteca Colombiana de Cultura
Bogotá: Instituto Colombiano de Cultura, 1978.
Prólogo, xi-xxvii.
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