Cenit 1953-29

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íenr Chapoutot: Ante el 125

■versarlo de Ibsen.—L. Bar-


aette: Ibsen y la necedad
¡versal.—Han Ryner: La
olía de Ibsen.—E. Ibsen: «Es-
'tros,,.—José Peirats: Sem-
nza de Rabelais.—Benito Mi-
• La religión del terror.
Koechlin: El pensamiento de
Istoi.—Fuycl: La ruta sin fin
'vela fantástica y real).-
Sen Relgis: La doble mural
:Ual después de la revolución
a.—Alberto Carsí: La apari-
» de España en la geografía
mundo.—Varios: Cosas de
España no tan viejas.—Vic-
Fuentealba Saavedra. El
cimiento del Estado. El pue-
' de Chile permite el triunfo
totalitarismo— Roger Man-
Valor documental de la
tmatografia geográfica. —
® Day: Objetares-de concien-
y resistentes a la guerra.—
ffuel de Unamunc: Salaman-

Ayuntamiento de Madrid
iá la Q f t le n á u a l
Enrique Ibsen. poeta y dram aturgo noruego, cuyo 125 aniversario de
su nacim iento celebró recientemente la prensa literaria del mundo, nació
en Skien el 20 de marzo de 1828. Da joven trabajó en una farm acia d3
la que salió para consagrarse a las letras. Viendo la favorable acogida
que hallaron sus primaras com posiciones, publicó, con el pseudónimo de
B rynjold Bjarm e un drama en tres, actos «C atalina» (segunda edición
en Copenhague, en 1875 Ingresó luego pn la universidad, donde f undó
con sus condiscípulos (1815), entre los que se contaban Vinge y Bolsten-
Hausen. un periódico literario semanal, «A ndrim oer», en el que insertó
su prim era sátira («Norma o el honor de un hombre político'»).
Merced a la protección del violinista O. Bull fué nom brado en el
m ismo año director artístico del Teatro de Bergen. En 1852, a fin de
realizar algunos estudios, viajó por Dinam arca y Alemania. Más tarde
pase a dirigir (1857) el Teatro Norske en la entonces Cristianía (Oslo),
e hizo representar allí algunas obras suyas que fueron muy aplaudidas.
En 1863 dió a conocer su primera ccm sdia titulada «La comedia del
am or», poema satírico que le valió una pensión para viajar por el
extranjero.
Vivió en R om a desde 1864 hasta 1868. Obtuvo en 1866 otra .pensión.
Vivió en Dresde hasta 1875 y asistió a la inauguración del Canal de Suez.
Sus primeros dramas — de su producción literaria nos ocupam os
en otro lugar — fueren representados y aplaudidos en los teatros de
Bergen, Oslo, Copenhague y Estocolmo. Por sus dramas posteriores, en
los que m ostró conocim iento profunde del hombre, form a exquisita y
punzante ironía, se elevó al rango de los primeros dram aturgos de su
tiempo. No son menos notables sus poesías líricas.
Fué para la literatura escandinava un pujante renovador. Habiendo
debutado con dramas históricos en contró en el dram a de tendencia
filosófica y social una nueva vía para el teatro moderno. La mayor parte
de sus obras fueron representadas en los mejores teatros del mundo
Ibsen es también poeta, y su poema dram ático «B randt» es la obra más
pujante que haya aparecido dentro del género después de «Fausto»
D efensor apasionado del individualismo, profesó una filosofía amarga
y una concepción quizá demasiado pesimista d.e la vida. Su influencia
fue considerable sobre el teatro contem poráneo.
Sus obras, traducidas a casi todas las lenguas, continúan ejerciendo
una grande influencia.

LAPENSÉE(HINOISEETSONROLE
DANS
LA GRANDE SYNTHÉSE HUMAINE
REVISTA MENSUAL
por P aul G IL L E DE SOCIOLOGIA. CIENCIA
Se tra ta d e un b re v e e s tu d io d e p s ic o ­ Y LITERATURA
lo g ía , e n d o n d e , d e una m anera clara Comisión de Redacción: José
Peirats, Juan Ferrer, Federica
y concisa, q u e d a re fle ja d o el fo n d o m o­ Montseny.
ral q u e ha c a ra c te riz a d o , desde los tie m ­ Administrador: F. M ontseny, 4,
pos más re m o to s, la filo s o fía d e los p e n ­ rué Belfort, TOULOUSE (Haúte-
Garonne).
sadores ch in o s. Es una exDOsición o b je ­
Precios de suscripción: Francia,
tiv a q u e ha d e in te re s a r a to d o a q u e l 204 francos trimestre; Exterior,
q u e se c o m p la zca en e s tu d ia r la e v o lu ­ 240 francos.
ción d e l p e n s a m ie n to é tic o a l tra vé s d e Número suelto, 80 francos.
Paqueteros, 15 por 100 de des­
los tie m p o s y d e los p u e b lo s .
cuento a partir de cinco ejem­
Este o p ú s c u lo , in c lu id o s gastos d e e n ­ plares.
v ío , se sirve a 6 0 fra n co s. P e d id o s a Giros: «C N T», hebdomadaire.
« C E N IT » , 4. rué B e lfo r t, T oulouse C.C.P. 1197-21, 4, rué Belfort,
TOULOUSE <Haute-Garonne).
(H a u te -G a ro n n e ).

Ayuntamiento de Madrid
REVISTA P E S O C l O i Q S I A . C IE N C I A Y I I f ESA TURA
A ñ o III T o u lo u s e , m ayo 1 9 5 3 N .° 2 9

ANTE EL 125 ANIVERSARIO DE IB S E N


l ENRIK IBSEN, el célebre dramaturgo puntales del Poder, de la religión establecida, am i­
■noruego, murió en Oslo el 23 de mayo gos de la m oderación, sólo ansiosos de m ediocri­
de 1906, a la edad de 78 afios. Sus obras dad. Estos n o hablan sino de cosas positivas, n f>
principales son; «Fiesta en Solhaug» tienen en boca más que asuntos de negocios, de
1 (1852), «La com edia del am or» (1862), intereses, de dinero, de riquezas.
«Per G yn t» (1765), «B ran d » (1866), Por o tr o lado los inteligentes, los enérgicos, los
«Emperador y G alileo» (1873), «Los fuertes que exteriorizan su aversión por la bana­
puntales de la sociedad» (1875), «Casa lidad, el am or a la belleza, a la justicia y a la ver­
de m uñeca» (1879), «Espectros» (1881), dad. Estos, desdeñosos de las satisfacciones iluso­
«U n enem igo del pueblo» (1882), «El pato salvaje» rias saben preferir a los vanos placeres las satis­
(1884), «Rosm ersholm 1» (1886). facciones de la inteligencia y del espíritu; n o sien­
Dejando de lado voluntariamente al hom bre y ten el ansia n i de los negocios, ni de la política,
el escritor, sólo queremos estudiar de Ibsen —Jli­ y em plean su tiem po en más nobles y m enos uti­
les Lemaítre le h a llamado «un gran rebelde»— litarias especulaciones. El hom bre grande, el h om ­
la voluntad, el individualism o feroz que sonó y bre superior, es el hom bre solo, liberado de la mul­
predicó siempre el am or a la verdad, el odio a la titud, de la vida cotidiana y de sus preocupacio­
mentira y a lá hipocresía, las reivindicaciones de nes.
los derechos de la consciencia contra los nrejui- L a hipocresía se encuentra en todas las classs
cios, los convencionalism os políticos y sociales, las de la sociedad descritas p or Ibsen en el chambe­
leyes que asfixian la individualidad humana. lán Alving, en el abogado Stensgard, en el cónsul
Ibsen entra en la vida — lo declara él mismo — Bernik com o e n el decano, el baile de Brand d i­
declarándose en guerra abierta con la sociedad versos pastores, el prefecto Stockm ann y los pe­
donde el destino y las circunstancias le obligaron riodistas de tendencias liberales o socialistas.
a vivir. A los veinte años, b ajo la influencia de la El cham belán Alving h a pasado, según se cree,
revolución de 1848 empezó «C atilina» y sueña en sus días en el amor, cerca de su esposa y al abri­
Roma, donde la libertad se desvanece a la sombra g o de todo reproche. Pero n o ¡había renunciado a
de la tiranía, donde la fuerza reina en vez de la sus locuras juveniles, a sus costum bres disolutas.
justicia, donde cada ciudadano no es otra cosa Durante diez y nueve años de m atrim onio, h a v i­
que un esclavo encadenado. ¿N o aparecerá un vido en m edio de las más crapulosas orgías: sin
nuevo sol en el cielo lum inoso para, con sus rayos embargo, es a él a quien se eleva un monumento.
puros, poder dispersar la noche siniestra? Es con ¡Qué contradicción entre estas apariencias exte­
esta esperanza que Catilina quiere destruir la R o ­ riores, al abrigo de toda sospecha, y su vida pri­
ma actual, la R om a en decadencia donde reinan vada, escondida, llena de ignominia.
el egoísmo, la arbitrariedad, la astucia, la intriga E l abogado Stensgard n o es m ás que un verda­
y la injusticia. dero caballero de industria; p a ra (hacerse elegir
Si exam inam os la sociedad vemos que, bajo un senador se h alla presto a todas las villanías, a to ­
aspecto de solidez interior, digno, respetable n o se dos los chantajes.
esconde otra cosa que bajezas, vergüenzas, taras Juan Gabriel Borkm an ha acumulado entorno
e ignominias. Todo se hunde si se toca un punto suyo las ruinas, acabando en una bancarrota frau­
cualquiera del edificio, sem ejante a la costura d3 dulenta; para satisfacer sus gustos ambiciosos y
Madama Alving: «Q uería —d ice ella en «Espec­ desenfrenados, h a abandonado a uno de sus ami­
tros»— descoser un punto pequeñito d e Ja costura gos a una m ujer. Ella Rentheim, que él amó.
para darm e cuenta de la solidez del trabajo, pero El cónsul Bernik, para conservar intacta una
enseguida tod o se deshizo». reputación que le perm itió muchos honores, ha
En la obra de Ibsen dos clases de personajes perm itido la sospecha de robo a su am igo ín­
form an entre ellos el más sorprendente contraste. timo, su cuñado, y está a punto de conducirle fría ­
De un lado los hipócritas, los mentirosos, los mente a la muerte cuando el azar descubre sus
cobardes, respetuosos de convencionalism os, firmes planes.

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Los pastores n o gozan tam poco de la protección de


Brand es el individuo: reivindicando la libertad sii
encubridora de Ibsen. Unos, com o el decano de y la independencia. Es la gloria de la voluntad.
Brand, tienden m ás o sostener al Estado que a ¡P ero qué diferencia entre la vida tal que vista i ¿s
consagrarse a los rezos; otros, com o Manders, son por él y esa misma vida en sí misma. ¡Ea! Brand,
bobalicones; otros, en fin, tales com o el rector bi
sediento de luz, de sol y de dulzura com bate por
K roll son hipócritas solapados, cautelosos, cazurros re
un pueblo que n o sabe más que arrastrarse. Una en
y repugnantes. catástrofe ciega acabará por tragarle; su indivi- | ni
Ibsen n o se anda por las ramas para con los dualidad será tristemente nivelada.
representantes del Poder: el prefecto stockm ann, ¿Equivale esto a decir, con el impresor Aslaken os
el juez de Brand, etc.; desprecia igualmente a los ni
que las cosas más útiles d e la vida son «la m ode­ tr;
veletas del socialismo, los Hovstad, los Aslaksen, ración reflexionada y la reflexión m oderada», y
los Mortensgaard, siempre inclinados a los com ­ que n o h a y que abandonar nunca el curso de los su
promisos y a las com ponendas. SÍ!
prejuicios y de las ideas anticuadas?
«Examina el interior de los ¡hombres más esti­ I>r
¿Equivale también a decir co n el d octor Relling,
mados —dice Berwick a Lona Hessel— y encon­ que existe una m entira vital que es necesario cul­ P<
trarás en cada uno un punto negro a disimular». «l
tivar en el seno de la humanidad?
«¿ Y os llamáis vosotros los puntales de la socie­ Stockm ann, el m édico de baños, sabe lo que
d ad?» —se pregunta la señorita Hessel. «Ella no lo:
cuesta expandir la verdad. Ha descubierto que los
pcsee otros m ejores». .«Entonces, n o im porta que Bi
manantiales de agua que abastecen una ciudad se
una tal sociedad sea sostenida o no». lit
hallan envenenados, pero sus declaraciones revuel­ co
¡Bella sociedad la nuestra cuyos engranajes se ven contra él a la población entera de la ciudad.
hallan viciados y corrom pidos, donde el am or es fie
Es expulsado, y por preferir la verdad a los b ajos
profanado, el m atrim onio una esclavitud, la fam i­ de
y crim inales intereses, se convierte en «el enemigo
lia un agrupamiento de intereses! del pueblo». ell
Falk, en «L a com edia del am or», dice: «Tengo ¿Será siempre así? ch
dos cuerdas en mi lira, una de un son dulce y h ar- re
Si se ofrece al hom bre la libertad, ¿da rechaza­ su
m onioso para celebrar las alegrías de la vida; la
otra, de un ton o más grave, más penetrante o más rá él? ¿Puede éste preferir su yugo? ¿L e será im­ St
prescindible un am o? Sus ojos, ¿permanecerán ca
agrio, y que desde hace m ucho tiem po resuena
dolorosamente para can tar los sufrim ientos de mi cerrados obstinadam ente a la luz de un porvenir na
de felicidad y de alegría?
corazón.» S i Ibsen se sirve frecuentem ente de esta pe
últim a cuerda h a utilizado n o m encs algunas ve­ No lo creemos. La sociedad libre, quizás, trans­
ces la primera y es m ediante ella que) ha cantado form ada, saludará el advenim iento de ese tercer
a Sclness, Hilde, R osn er y Brand. reinado de que habla Ibsen frecuentemente. «El
El profesor Solness es el poeta de im aginación Estado —dice Ibsen en una carta al crítico B ran­
ardiente, y la pequeña -Hilde es la juventud, la dés— es la m aldición del individuo. El Estado debe
audacia, el entusiasmo. Ambos, arrebatados por desaperecer». Este día, el hombre, liberado, verá
los sueños n o sienten otras inquietudes que las del expandirse plenamente su personalidad en m edio
arte, el ideal y la belleza. de una sociedad ideal.
Solness llegará a la cúspide de la torre, e Hilde Aspiremos a la felicidad, a la belleza, a la ver­
oirá en este m om ento los sones del arpa; sin em ­ dad, esperemos «el día del a v e n ir».y , por nuestra
bargo, el profesor perecerá cum pliendo su tarea: voluntad sin com prom iso, apresuremos su adveni­
miento.
es peligroso luchar contra el viejo estado de co ­
sas, las viejas ideas y la rutina. H e n ri C H A P O U T O T

i
IBSEN y la necedad universal qu
ac
E N G O p or m i p a rte una con fia n za m e­ de espíritus sin p rofu n d id a d en los que la m em oria
d io cre en la in telig en cia , p or elevada reem plaza el ju icio ; y los m á s perspicaces, en g e ­ pr
que sea, n o a co m p a ñ a d a d e u n a vo­ de
n era l, n o titu b ea n en sa crifica r la verdad a los co n ­
lu n ta d firm e y d e sen tim ien tos de sir
v en cion a lism os, a los preju icios d e l m om en to, a
piedad hum ana. En cu a n to a los de­ no
todos los ca p rich o s d e la au toridad. Y el servilism o
sech os que la g ra n P rensa califica pu
ob serva d o en F rancia lo h e co n sta ta d o igu alm ente
de p rín cip es d e l in gen io: académ icos, en el e x tra n jero: en el m u n d o e n te ro los profesores
sorb on ista s, agregad os d e to d o pelaje d e U niversidad se d a n por m isión p rim ord ial la de
y ro p a je , discípulos d e las m ás altas elim in ar a los espíritu s dem asiado independientes. ja
escuelas, te n g o p or ellos un desp recio 1’ es que para escalar la cu m bre d e la jerarqu ía pa
reservado p or el sa b io a los exp lota d ores de la ne­ socia l el ta le n to im p o rta m en os que la cualidad de co
cedad popular. Se
«b ien -p en sa n t»; d e a h í la ex isten cia d e ta n tos in ­
Q ue en tre ellos se en cu en tren a lgu n as in teligen ­ telectuales disfra za dos d e patriotas, d e piadosos mí
cias superiores (que son m u y raras) n o lo n ieg o en creyen tes, d e sosten edores excelen tes del o rd e n esta ­ a
m od o alguno. P ero la in m en sa m a y o ría está h ech a blecido. fir
de van id osos ch a rla ta n es, d e fa tu o s superficiales, D esdeñ oso d el arte y d e la cien cia oficial, des- te*

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d eñ oso d e los escritores en boga y d e las u n iver­ E ste». E stam os m u y lejos ¿ n o es cie rto ? d el p ro ­
sidades cu biertas d e p erg a m in os d e a r r ib a abajo, totip o in telectu a l ca ro a n u estros gran d es m a n ­
¿soy yo la op osición d e Ibsen ? darines. In co m p re n sió n d e las m asas, livian d ad de
M en os d e lo que p od ría creerse. El n o ta ta m ­ la élite, n eced a d crap u losa d e estos m ism os p r e ­
bién el p ap el esen cial d e la voluntad. « Y o n o oso ten didos su periores al pueblo; he aquí lo que Ibsen
reten eros» . .d ice M a d a m a B usk a P etra en «U n h a p erfe cta m e n te sa ca d o a la luz, y que resp on ­
en em ig o del p u eblo»; « Y o n o o s o » — repite el a r­ de d em a sia d o a la realidad cotidian a.
m a d or V ick al ca p itá n H orster, despidiéndole. «N o Los p eriodistas vendidos, los d em ócra ta s, a n sio ­
osam os h a cer o tr a co s a » ..p r o s e g u ir á P eter S to ck ­ sos solam ente d e sus intereses personales y d e los
m a n n al anunciar a su h e rm a n o que los a d m in is­ de la burguesía, pululan y h orm ig u ea n en n u es­
tradores del establecim ien to term a l h a n decid ido tras rep ú blicas co m o gusanos en un queso p u tre­
su despido. «N o pod em os h a ce r o tr a c o s a » — in ­ fa cto . L os m a gistra d os, los b u rócratas, in d e b id a ­
sistirán H ovstad y A slaksen. T am bién el d o cto r, m en te p rov istos d e tod os los m éritos, abundan
preven id o p or estas cob a rd ía s sucesivas p od rá res­ h o y co m o a yer. D esgraciado el su bordin ado que
pon derles, resu m ien d o la m e n ta lid a d d¡s todos: preten d e ten er ra zón co n tr a ellos o que se im p on e
«U stedes n o osan, ¿n o es v e rd a d ?» a la a te n ció n pú b lica p or sus in iciativas y sus
E Ibsen n o se ilusiona ta m p o co en cu a n to al va­ ideas. Sé lo que cuesta. En cu a n to a los V icks y a
lo r d e los intelectu ales d e p ro fe sió n . «M ad am a lo s Hills, abu ndan a h o ra sobre to d o c u a n d o los
Busk — asegu ra P etra — tiene, tam bién ella ideas com ercia n tes e industriales, esos rateros que o p e ­
libres en la in tim id ad . P e ro co m o m is ideas son ran al a b rig o d el có d ig o , se han co n v e rtid o en los
con ocid a s, ella n o o s a rete n e rm e ». H ovstad c o n ­ sostenedores d e la p eor rea cción .
fiesa cín ica m e n te a la h ija del d o c to r que si él Después d e Ibsen los p rop ietarios h a n p ro g r e ­
defiende a su padre es m ás b ien p o r a m o r h acia sado: A slaksen sería fa scista y n o liberal en nues­
ella que p or am or a la ju s tic ia y a 1a verdad; re­ tra é p o ca . El pueblo m ism o n o h a ca m b ia d o m u ­
ch azad as sus p reten sion es tra icion a rá a quien p a­ ch o; este pueblo, que co m p a d e zco con to d a m i a l­
recía adm irar. C uando se d ecid e a ser m a estro de
m a, co n tin ú a v o ta n d o por los ch a rla ta n es y lapi­
sus h ijo s a fin d e con v ertirles en h om b res libres. d a n d o a sus am igos. A pesar d e su necesidad in ­
S tock m a n n d ecla ra a E jlif y a M orten : «O s edu­ con m en su ra b le, su fre ta n to que h a y que p e rd o ­
caré y o m ism o y n o ten d réis que ap ren der nada, n árselo.
n a d a ». Y con vertid os en h o m b re s libres: «A h ora ,
pequeños, iréis a ca za r al lo b o allá a b a jo , en el L. BARBEDETTE

La filosofía de IBSEN
EORGE Sand, y Dumas hijo, han escrito tradictorias. También las críticas simplistas consideran c o ­
piezas de tesis. Ibsen compone, si oso de­ mo humoradas sin importancia, o com o la expresión de
cir, piezas de problemas. Ambos france­ desalientos pasajeros piezas— «Peer Gynt» y «El pato sal­
ses nos recomiendan: «Sé esto» o «sé lo vaje», por ejemplo— que expresan todo un aspecto del
otro». El escandinavo dice solamente: «L o pensamiento de Ibsen, un aspecto tan precioso com o el
que seas, sélo plenamente». Y declara en otro. Esas gentes dejan perder mucho de lo que se les
un poema: «Yo no hago más que plantear da; no comprenden a un pensador si no es privándole de
- ' problemas: mi misión no es solucionarlos». su mitad e inmovilizando la otra mitad en no sé qué pa­
Su Rosmer, a la hora de las más altas am­ rálisis machacona.
biciones y d e las más vastas esperanzas, no Examinemos rápidamente algunos de los problemas que
piensa en conducir a los hombres. «Yo Ibsen se plantea y nos plantea.
quiero solamente despertarlos— dice— ; a ellos corresponde En primer lugar, el más urgente quizás y que ata a tan­
actuar seguidamente». tos seres con el nudo d e una angustia continua: el pro­
Sin duda, los problemas que Ibsen nos propone, se los blema de la unión del hombre y de la mujer. Vedle plan­
propone, y los resuelve para sí mismo. Pero la solución teado en «La dama del mar», en «Casa de muñeca» y en
debe casi variar siempre con cada uno, y las raras y muy «El pato salvaje».
simples variedades morales aplicables a todos los hombres, Ellida, la dama del mar, ha contraído con el circuns­
no puedo descubrirlas más que en mí mismo. Las preguntas pecto Wangel, un matrimonio de conveniencias. Su pen­
pueden ser planteadas desde el exterior; las respuestas samiento pertenece a un galán misterioso que llegó un día
— no lo olvida nunca—deben venir de dentro. y desapareció después con su barco.
Ibsen es un genio del Norte, tiende a la riqueza comple­ El prometido de misterio y d e deseo regresa un día y
ja del pensamiento más que a su precisión aparente y. recuerda a Ellida la vieja promesa. Seducida por el sueño
para llegar a una conclusión precisa y segura, no sacrifica, y por el mar, ella va a seguirle. Wangel no trata d e re­
com o los dogmáticos latinos, todo un lado del problema. tenerla ni por la fuerza ni con razones. El le dice: «Eres
Según el método de Hegel, que parece traducir filosófica­ libre, haz lo que quieras y sé sola responsable de tus ac­
mente el giro natural del pensamiento germánico, tiende tos». Desde entonces, el galán misterioso cesa de represen­
a la tesis tanto com o a la antítesis y, sea provisorio o de­ tar el infinito d e la libertad: es una precisión com o otra,
finitivo, soñado o afirmado, exige sobre todo la sín­ una posibilidad tan indiferente com o otra. Y Ellida queda
tesis que no deje perder nada las riquezas más con­ cerca de Wangel. Pues él ha comprendido que nada es sa-

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grado salvo la espontaneidad de los seres, y no ha recu­ otros. Nora tiene derecho a ser individualista. Gregorio no
rrido a los convencionalismos sociales o a la mentira de tiene derecho a ser apóstol y reformador. Es a mí mismo que (
los derechos aparentes. tengo el derecho y el deber d e decirme las verdades perso­ 1
En «Casa de muñeca» es Nora que, dolorosa y valien­ nales y de dirigirme las reclamaciones del ideal. A partir <
temente, se deshace de la mentira. La verdadera unión no del momento en que hablo a otro hombre, estoy quizás ante tar
puede fundarse más que en la verdad, sobre el pleno y un fantasma, formado de hábitos y de mentira vital. Sólo est
mútuo conocimiento d e dos seres. ¿Cómo aceptaré yo cie­ tengo el derecho de decir las verdades generales. Estas bas­ 1
gamente lo que ignoro? Nora huye, pues de la casa de tarán para despertar a los que son capaces de soportar la bei
muñeca, de la jaula d e ardilla o alondra que se le ha vigilancia y no podrán ser oídas por los demás. Y si inquie­ se
destinado, la verdadera unión es imposible. D e los dos tan por un instante y suscitan una irritación contra mí, serán (
seres que una mentira ha unido exteriormente, uno des­ un fardo propuesto para todos, cargado sobre nadie, y del que nái
pierta apenas bajo la gran ansia de soledad; el otro sigue el débil se aleja pronto con indiferencia. puf
durmiendo... Todos los problemas se plantean en el espíritu de Ibsen mis
Frágil todavía, sobre iniciación incierta, Nora, que va a de modo tan original y tan genialmente complejo. El pro­ I
crearse enteramente, debe en principio romper el yugo in­ blema social no será resuelto ni por la mentira conservadora (
fame y sustraerse por la huida de la compañía asfixiante. ni por la mentira revolucionaria ni por la verdad. La fuente I
Pero he aquí en «El pato salvaje» otro aspecto del pen­ envenenada que mata a los individuos permite persistir so­ de
samiento de Ibsen. El fotógrafo Hialmar ignora que su es­ lamente al grupo. El que la denuncia puede salvar a un C
posa Gina tuvo un amante y que la holgura relativa del ma­ hombre, pero se convierte con seguridad en el «enemigo del libi
trimonio se debe a esta vieja falta. Gregorio Werlé, inocente pueblo». Las organizaciones sociales, fantasmas nutridos con E
idealista, le entera d e la verdad que, cree él, creará entre la mentira vital son nocivas; no temo ser indiscreto y debo, C
los dos seres una noble y saludable crisis de alma y les per­ sea a mí mismo o sea a los raros que tal vez me oirán, pro­ I
mitirá fundar la verdadera unión. Sin embargo, Gina perma­ clamar toda la verdad antisocial que conozco. C
nece en su inconsciencia supina, estúpidamente inocente. El La verdad religiosa hace también de quien osa procla­ E
vanidoso Hialmar, que ha poco declamaba frases de satis­ marla un enemigo del pueblo. Brand, en tanto que se en­ har
facción, pensando ahora en la actitud que corresponde en gaña, en tanto que trata solamente de derribar una iglesia ver
semejante situación, declama frases duras o dolorosas. Pronto para construir una más grande, cuenta con numerosos par­ C
la vida volverá a empezar aquí más o menos com o fué, tan tidarios. Cuando, en fin, se confiesa en alta voz que toda gra
superficial y más innoble, con esto y lo otro, horas d e acri­ iglesia es una mentira, el pueblo le escucha todavía e inclu­ E
monia y jomadas de odio sordo. Pero la crisis ha matado el sive le sigue por las alturas Pero es la sugestión d e una C
más bello y el más afectuoso de los seres, Hedwidge, la hija hora. La multitud ha seguido a quien tenía la costumbre de E
de Gina. Ante la muerle lamentable Hialmar varia sus decla­ seguir, pero le ha seguido porque no le había comprendido. ya
maciones. Y el médico Relling explica a Gregorio, entre re- La multitud no ha comprendido que no hay otro objetivo que mía
prochos merecidos, que la mayor parte de los hombres tie­ el camino; inocentemente cree ir en pos de una Tierra de C
nen necesidad de la «mentira vital» y que es un crimen Promisión. He aquí que bien pronto reclama el precio de esa;
abrirles los ojos. moí
los sacrificios. Y escucha la respuesta con indignación. Y
Sorpréndanse los críticos franceses. Este Ibsen que deseó abandona al apóstol maldito desda que escucha que el sacri­ E
la verdad como base de todas las relaciones humanas hace, ficio no tiene otro precio que el mismo, que no habrá re­ C
sin embargo, el elogio de la «mentira vital». Ibsen, ridiculi­ compensa exterior y que no se sube a la cumbre con la loca la
zando y condenando a Gregorio Werlé, se chancea y se re­ esperanza de encontrarla materialmente fértil sino para con­ E
futa a sí mismo. templar más cíelo y más espacio... C
Nada de eso. Nora tiene razón porque actúa sobre sí mis­ mui
ma. Gregorio no tiene razón porque trata de actuar sobre los HAN RYNER E
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“ ESPECTROS” O á w a ld a ¿¿ <& letia de


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OSWAL.— ¿Se han marchado? OSWAL.— Mi padre..., mi padre. ¿Conocí yo acaso a mi esta
ELENA.— Sí. padre? No tengo ningún recuerdo de él, com o no sea que trab
OSWAL.— Tanto peor. un día me hizo vomitar! mee
ELENA.— Oswaldo, querido hijo, ¿te has afectado mu­ ELENA.— ¡Da horror pensarlo! A pesar de todo, un hijo, dedi
cho? ¿no debe querer a su padre? E
OSWAL.— ¿Por qué? ¿Por lo que Se refiere a padre? OSWAL.— ¿Cuando ese padre no tiene ningún título a su O
ELENA.— Sí; a tu desgraciado padre. Temo que la im­ gratitud? ¿Cuando el hijo no le ha conocido nunca? Y tú, aquí
presión haya sido demasiado fuerte para tí... tan ilustrada en todo lo demás, ¿tendrías realmente esa añe­ E
OSWAL.— ¿Qué te mueve a creerlo? Naturalmente, todo ja preocupación?
esto me ha sorprendido d e una manera extraordinaria; pero O
ELENA.— ¡Cómo! ¿N o es más que una preocupación?
en el fondo me es igual. OSWAL.— Sí, puedes afirmarlo, madre. Es una de esas ideas E
ELENA.— ¿Igual? ¿Que tu padre haya sido tan honda­ corrientes que el mundo admira sin examen y... ¡No
mente desgraciado? ELENA.— .¡Espectros! O
OSWAL.— Puedo compadecerle com o a cualquier otro; OSWAL.— Sí, así puedes llamarlas. pers
pero... ELENA.— ¡Oswaldo!... Entonces, ¿tampoco a mí me quie­ lo £
ELENA.—¿Nada más? ¡Por tu propio padre! res? e:
o
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OSWAL.— A tí, por lo menos te conozco. tal común! Porque no tengo tanto miedo de morir..., aun­
ELENA.— ¡M e conoces! Y... ¿nada más? que desearía vivir lo más posible.
OSWAL.— Y sé lo que me quieres; por fuerza he de es­ ELENA.— ¡Sí, sí, Oswaldo, y así será!
tarte agradecido. Además, ¡puedes serme tan útil, ahora que OSW AL.— ¡Pero en esto hay algo horrible!... ¡Volver, por
estoy enfermo!... decirlo así, al estado de la primera infancia..., necesitar uno
ELENA.— ¿Verdad Oswaldo? ¡Oh! Poco me falta para que lo alimenten, necesitar...! ¡Ah! ¡No hay palabras con
bendecir la enfermedad que te trajo a mi lado, porque bien que expresar lo que padezco!
se ve que no te poseo; he de conquistarte. ELENA.— El niño cuenta con su madre para cuidarlo.
OSWAL.— Sí, si, sí; todo eso son maneras de hablar. Es OSW AL.— ¡No, nunca! ¡Eso es precisamente lo que no
ndcesürio que te acuerdes de que soy un enfermo y no quiero! No puedo acostumbrarme a la idea de permanecer
puedo ocuparme de otros; bastante tengo en pensar en mí en este estado años y años quizá...; de envejecer, de enca­
mismo. necer así. Y entretanto podrías morirte tú y dejarme solo.
ELENA.— Yo tendré paciencia. Porque el médico ha dicho que esto no concluye necesaria­
OSWAL.— ¡Y alegría, madre! mente con una muerte inmediata. Supone que es ¡una es­
ELENA.— Sí, hijo mío, llevas razón. ¿Logré al fin librarte pecie de reblandecimiento cerebral o algo así. M e parece
de esos remordimientos que te consumían? que la expresión suena armoniosamente. Yo estoy pensando
OSWAL.—Sí, lo has conseguido. Pero ahora, ¿quién me continuamente en telas de terciopelo d e seda, de un matiz
librará de la angustia? cereza..., alguna cosa así, muy suave al tacto.
ELENA.— ¿De la angustia? E LEN A .— ¡Oswaldo!
OSWAL.— Regina lo hubiera logrado con su palabra. OSW AL.— ¡Y m e has quitado a Regina! ¿Por qué no es­
ELENA.—¿Por qué hablas de angustia y d e Regina? tará aquí? ¡Ella hubiese venida en m i ayuda!
OSWAL.— ¿Es muy avanzada la noche, madre? ELENA.— ¿Qué quieres decir, alma mía? ¿Hay alguna
ELENA.—Va a amanecer. Ya tiñe-el alba los montes. ¡Y ayuda que yo no esté dispuesta a prestarte?
hará buen día, Oswaldo! Dentro de unos instantes podrás OSWAL.—Cuando recobré los sentidos, después del ac­
ver el sol. ceso, el médico me avisó que, si se repetía— y se repetirá— ,
OSWAL.— M e alegro. ¡Hay tantas cosas que pueden ale­ no habría ya esperanza.
grarme e invitarme a vivir! ELENA.— ¡Y tuvo el valor de decirte eso!
ELENA.— ¡Ya lo creo! OSWAL.— Le obligué yo. L e dije que estaba dispuesto a
OSWAL.— ¡Aunque no pueda trabajar! tomar... Y era cierto. ¿Ves esto, madre?
ELENA.— ¡Oh! No tardarás en poder hacerlo, puesto que ELENA.— ¿Qué es?
ya no tienes esos pensamientos enervadores que te1 consu­ OSWAL.—Polvos de morfina.
mían y que andaban dando vueltas a todas horas. ELENA.— ¡Oswaldo..., hijo mío!
OSWAL.— Es una gran suerte que hayas disipado todas OSW AL.— He logrado reunir doce papeles.
esas pesadillas. Y ahora que pude salvar este paso, hable­ ELENA.— ¡Dame esa caja, Oswaldo!
mos, madre. OSWAL.— Todavía no, madre.
ELENA.— Sí, eso es. ELENA.— Yo no sobrevivo a este golpe.
OSWAL.— Ya ves: sale el sol, y lo sabes todo, y se fué OSW AL.— ¡No se ha de poder sobrevivir! Si y o tuviese
la angustia. aquí a Regina le participaría mi resolución... y reclamaría
ELENA.—i¿Que lo sé todo? ¿Qué quieres decir? de ella este postrer auxilio. Estoy seguro de que no m e ne­
OSWAL.— Madre, ¿no has dicho que no hay nada en el garía su avuda.
mundo que tú no hicieses por mí si yo te suplicase? ELENA.— ¡Tamás!
ELENA,— Sí, es verdad. OSW AL.— Si me diese el ataque en su presencia, y me
OSWAL.— ¿Y sigues pensándolo? viece tendido, más débil aue un niño, impotente, miserable,
ELENA.— ¡Puedes estar seguro de ello, querido mío, mi sin esperanza..., sin salvación posible...
único hijo! ¿Vivo yo para otra cosa que para tí? ELENA.— Regina no hubiese consentido nunca...
OSWAL.— Sí, sí. Entonces, óyeme. Madre, tú tienes el OSWAL.— Reeina no hubiese vacilado mucho. ¡Era tan
alma bien templada; lo sé. Pues bueno, es menester que hermosamente blanda de corazón!... Y pronto no se hubiera
me escuches con calma y sin interrumpirme. cansado de cuidar a un enfermo así.
ELENA.— Veamos. ¿Qué es eso tan terrible que me has ELENA.— Pues entonces, ¡bendito sea Dios por haberse
de decir? ido Regina!
OSWAL.— No has de alborotarte. ¿Me lo prometes, ma­ OSW AL.— Sí, madre; de modo que a tí te toca ahora
dre? socorrerme.
ELENA.— Sí, sí, t« lo prometo. ¡Pero habla! ELENA.— ¿A mí?
OSWAL.— Bien. Pues has de saber que esta fatiga... y OSWAL.— ;Y quién sino tú?
esta situación, en que se me hace insoportable la idea del ELENA.— ¡Yo, tu madre!
trabajo, todo eso no es la misma enfermedad. Esa enfer­ OSW AL.— Precis ámente.
medad que me ha cabido en herencia está... (poniéndose el ELENA.—íY o, que te he dado la vida!
dedo en la frente) está aauí dentro. OSWAL.— No te la nedí. ¿Y qué clase de vida me has
ELENA.— ¡Oswaldo! ¡No... no! dado? ;No la quiero! ¡Vuélvetela a llevar!
OSWAL.— ¡N o grites! No puedo sufrirlo. Sí, sábelo: está ELENA.— ¡Socorro! ¡Socorro!
aquí en acecho. Puede estallar cuando menos se piense. OSWAL.— ¡No me abandones! ¿Dónde vas?
ELENA.— ¡Ah, eso es espantoso!... ELENA.— A llamar al médico, Oswaldo. ¡Déjame salir!
OSWAL.— Pero ten calma... Pues bien, así estoy. OSW AL.— Ni saldrás tú ni entrará aquí nadie.
ELENA.— ¡Todo eso es falso, Oswaldo! ¡Es imposible! ELENA.— ¡Oswaldo! ¡Oswaldo!... ¡Hijo mío!
¡No puede ser! OSWAL.¿Y tienes corazón de madre tú..., tú que puedes
OSWAL.— Allá tuve un acceso. Pasó pronto; pero me verme sufrir esta angustia indecible?
perseguía y enloquecía la angustia y corrí aquí, junto a ti, ELENA.—Aquí tienes mi mano.
lo antes que pude, O SW AL.— ¿Consientes?...
ELENA.— ¿De modo que ésta es la angustia?... ELENA.— Si fuera necesario. Pero no, no sucederá. ¡Eso
OSWAL.— Sí; ¡si sólo Se tratase d e una enfermedad mor­ no es posible nunca, nunca!

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OSWAL.— Deseémoslo. Y vivamos juntos mientras poda­ ELENA.— (Mirándole espantada). ¿Qué dices?
mos. Gracias, madre. OSW AL.—{Con voz sorda y débil). ¡El sol!... ¡El sol!...
ELENA.— ¿Te sientes tranquilo ahora? ELENA.— ¿Qué tienes, Oswaldo? (Oswaldo parece| des­
OSWAL.— Sí. vanecerse). ¿Qué es esto? (gritando). ¡Oswaldo! ¿Qué tie­
ELENA.— No era más que un sueño terrible de tu ima­ nes? ¡Oswaldo! ¡Oswaldo! ¡Mírame! ¿No me conoces?
ginación, cosa d e pura fantasía. Todas estas sacudidas te OSWAL.— ¡El sol!... ¡El sol!...
han quebrantado. ¡Ahora es necesario que descanses, aquí, ELENA.— ¡N o puedo! ¡N o puedo! (registra precipitada­
en casa de tu madre, amor mío! T odo ío que desees lo mente e l bolsillo de Oswaldo). ¡Aquí! (retrocede algunos
tendrás, com o cuando eras pequeñito... ¿Ves? Ha pasado el pasos). ¡No, no, no! ¡Sí!... ¡No, no!
acceso. ¡Ah! ¡Mira qué hermoso día tenemos, qué sol tan O SW A L— ¡El sol!... ¡El sol!...
brillante! Ya verás cóm o vas a ser otro aquí, en tu1 casita.
OSWAL.— (D e repente). Madre, dame el sol. Enrique IB S E N

Semblanza de Rabelais A la emocionante y edificante memoria de don Eduardo Ba­


rriotero y Herrón, apóstol de los humildes, dos veces mártir,
traductor de Rabelais a nuestro idioma. JOSE PEIRATS.

N el m om ento de escribir estas lineas, Nada más contrapuesto que la misión que le co n ­
en los círculos intelectuales franceses fían la educación y los hom bres y ese ob jetivo que
se glosa la figura de Rabelais. Es esta él mismo se traza. De muy joven va dan do tumbos
la celebración del 400 aniversario de de convento en convento, d e abadía en abadía. En
la muerte del gran hum anista francés. edad escolar le secuestran los benedictinos. En un
Celebración, si se quiere, a o jo de buen convento va a convertirse en novicio. De los bene­
cubero, pues en tratándose de Rabe­ dictinos pasa a recaudo de los franciscanos que van
lais precisar fechas es hasta cierto a enseñarle las declinaciones del latín y a iniciarle
punto una aventura. No sabemos a inútilm ente en la magia negra de la escolástica.
ciencia cierta cuándo nació ni en qué Más tarde endosa la sotana del curato en Meudon.
estación del año; ocurre lo propio con el lugar de Pero Rabelais n o ha visto en balde la primera
su muerte. luz en la Turena florida ni respirado inútilmente
Celebramos, sin embargo, el 400 aniversario de su el aire de ese bello país, de cuya alegría fuertem en­
muerte porque hem os dado en cre.er que ocurrió en te contagiosa quedará saturado su espíritu. No se
abril de 1553. Y creem os también saber que nació contentará co n el latín y se asim ilará el griego y
en Chinon, en la Turena, al borde del Viena, en devorará cuantos infolios caigan en sus manos. Y
1494. En aquel escenario geográfico sitúa el novelis­ ello con escándalo de benedictinos y franciscanos
ta muy principales escenas en las que se mueven que tienen por sospechoso el griego y en el Índice
y evolucionan sus héroes imaginarios. Ohinon m is­ la gran herejía de las Humanidades.A la c o h i b i ­
mo. .por los sím bolos d.g su escudo, e? una especie de ción y a las confiscaciones replicará engullendo li­
Edén bíblico, y anda envuelto en las leyendas y de­ bros com o hará Gargantúa con sus toneladas de
cires tradicionales muy peripuesto de fam as y pri­ ■manjares.
macías. » Es esta la primera fase de su rebeldía. La segun­
Siempre sobre acta de fe parece que em pleó su da se halla en potencia en su temperam ento anti­
juventud, entre los dieciséis y los treinta, en la paz ascético. Com o buen hum anista no< podrá resignar­
bucólica y en la languidescente de los conventos. se a quedar sepultado bajo la sola cultura libresca.
Lo que es ya seguro es su em plazam iento en la es­ Le interesa todo empezando por el libre m ovim ien­
tación reverdecente del Renacimiento. to en pleno sol y aire. Y a lo que se sabe, la vida
Ha llegado el fin de la Edad Media. La vieja cul­ de Rabelais n o puede ser más movida y antiesco­
tura, la clásica, acaba de sacudirse la m odorra de lástica. Se prodiga en correrías a través de la pro­
diez siglos de oscurantism o y vuelve a florecer la vincia, y siente la curiosidad p or todas las m ani­
vida por la magia de las form as, las letras y los festaciones de la vida cotidiana: la de los burgue­
colores. Las lavas de la erupción barbárica se han ses y la de los mercaderes en sus ferias; la de los
trocado en cenizas fertilizantes. Se va a entablar pescadores de ballenas a lo largo de las costas vas-
el gran diálogo entre la ciencia m onacal, dogm áti­ cas. Sentía esa misma curiosidad por todos los ofi­
ca, escolástica, y el ave Fénix helénico, resucitado cios, artes e invenciones. Se' confunde co n la mul­
de aquellas cenizas. El fenóm eno hum anista abarca titud abigarrada de estudiantes, maestres y m onjes
todo el panorama. Leonardo de Vinci, Erasmo de que hierven entorno a la Sorbona. Y escucha aten
Roterdam, Miguel A ngel y Rafael Sanzio son p ro ­ tamente la lengua del pueblo que inyectara el fu ­
piamente flores de la misma época. turo m édico com o sangre nueva en el cuerpo m o­
Rabelais con tará con ellos com o precursores p ró ­ m ificado del idioma d octo u oficial, a la literatura
ximos y será a su vez una entre las tantas m enta­ anquilosada de los dómines pedantes de las uni­
lidades polifacéticas del Renacim iento. El humanis­ versidades, sus terribles enemigos.
ta abarca la m ayor parte de los conocim ientos hu­ En 1530. M ontpellier es la Córdoba califal de
m anos y sus creaciones se verifican y expanden en Francia. Otra fase de la rebeldía de Rabelais: no
los órdenes más diversos. le basta con el latín y el griego, ni con el derecho

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y las bellas letras antiguas. Apetece lo concreto, una moral fina e ingeniosa y de una sucia corrup­
lo utilitario, lo humanista: adjunta a su bagaje las ción. Donde es malo va más allá de lo peor; donde
ciencias naturales, la botánica, la física, la astro­ es bueno llega a lo exquisito...»
nom ía — n o la astrología — y, ahí precisamente, Según Chateaubriand «V oltaire no e ra sensible
en el Mediodía francés, en Montpellier, ingresa en sino a las herejías de Rabelais..., pero su profunda
la facultad de medicina. ¡Hasta recibir ahí la licen­ sátira de la sociedad y del hombre, la alta filosofía
cia y el doctorado. El m on je Rabelais se ha con­ del cu ra de Meudon, le escapaba...»
vertido, además de moralista, en anatom ista, fisió­ He aquí el punto de vista de V íctor Hugo: « R a­
logo y médico. Estamos ante el predescubrimiento belais, m édico y cura, toma el pulso al Papado.
de la circulación de la sangre (¿W illiam Harvey o Mueve la cabeza y estalla de risa. ¿Es porque ha
Miguel Servet?). encontrado la vida? No, es porque ha presentido la
Rabelais es una avanzadilla de los futuros cam ­ muerte. Y aquél expira en efecto. Mientras Lutero
peones del método inductivo: ascender lógica m en te reform a, Rabelais se mofa. ¿Quién apunta m ejor al
el en ten d im ien to desd e el co n o cim ie n to d e los fe­ blanco?»
n óm en os, h e ch o s o casos, a la ley o p rin cip io que «U n gran paso h acia adelante -e s c r ib e R odolfo
virtualm en te los con tien e. Exoresa él eso mismo, Rocker en su monumental «N acionalism o y Cultu­
a su modo, proclam ando la necesidad de «hacer ra» — lo dió e l gran hum anista francés Fran<;ois
el estudio de los hechos de la naturaleza y del es­ Rabelais. el cual en su novela «G argantúa» descri­
tado humano». b ió una pequeña com unidad de hom bres com pleta­
C om o m édico dejará de lado supersticiones y bru­ mente libres, la fam osa Abadía de Thelem a. e n la
jerías y se atendrá a la sabiduría de Hipócrates. que se había suprim ido toda n oción del poder y se
Entre la medecina árabe y la griega prefiere la ste- había organizado la vida entera de acuerdo con el
gunda. Y en Hótel-Dieu de Lyon sentará plaza de principio único de «¡h a z lo que quieras!»
galeno, alredédor de 1534, fecha esta en que ofrece El propio Rabelais toma vela en el entierro y di­
al público las prim icias de su «G argantúa». Es la ce: «Pues seres hum anos honestos, bien educados,
explotación filosófica, sazonada con originalidades sanos y tratables tienen p or naturaleza una incli­
de lenguaje e ironías, de una vieja leyenda afinca­ nación a lo bueno y una repugnancia contra lo ma­
dísima en la mentalidad de la Francia provincia­ lo: en eso consiste su dicha. Pero la servidumbre
na; una em anación de las viejas consejas de ena­ y la coacción aguijonean la resistencia y la suble­
nos y gigantes aue ha d ejado huellas imborrables vación y son la madre de todo mal. Codiciemos del
en el costum brism o y en la cartografía toponím ica m odo m ás vigoroso los frutos prohibidos.»
comarcana. En esta últim a frase se encierra toda la filosofía
Los dóm ines de la Sorbona no tardarán en con­ pantagruélica o hedonista de Rabelais. Una verda­
denar el libro y al autor, y han de obligar a éste dera herejía para un cura sujeto a los votos. El de
a persistir fen su vida errante, m itad por curiosi­ castidad lo rom pió engendrando hijos co n varias
dad y por necesidad. Teólogos con o sin capucha mujeres. Por la prim era narte, su pensam iento en­
le tendrán com o suspecto de herejía o com o após­ ca ja perfectam ente con el punto de vista humanis­
tata. Lo segundo por sus fugas constantes saltando ta: la confianza amplia en la bondad de la condi­
las bardas de los conventos, por sus troterías mun­ ción íntim a del hombre; la convicción en la virtud
danas, tal vez por el menguado rigor con que os­ benefactora de la educación cuando no está de por
tenta su voto de castidad, ni más ni menos que la m edio la servidumbre y la coacción.
mayoría de los frailes y curas de m isa y olla de su A pesar de las alucinaciones partidistas, aun n e­
tiempo. gando. com o niegan algunos, de que tuviera ideas
L a aparición de las sucesivas partes de su obra filosóficas, religiosas, políticas o morales determi­
serán otras tantas variaciones sobre el m ism o rit­ nadas, de que cada lector le haya atribuido las su­
m o. Acumulará condenaciones y persecuciones que yas y de oue tenga más im portancia por lo que
obligarán al rebelde a poner tierra de por medio sugiere que por lo que dice, hay algo inconm ovible
o a parapetarse tras algunos mecenas diletantes. en el tem peram ento irreverente de Rabelais: su
Se ha apuntado en su cuenta un supuesto encar­ aversión fuertem ente expresada y sentida contra
celam iento con m otivo del cuarto libro que tam­ la m etodología escolástica, con tra el pensamiento
bién condenó la Sorbona. dogm ático y la ciencia hacinada en la cripta de los
La rebeldía de Rabelais, o lo que pod/emos llamar claustros que «bastardeaba los buenos y nobles es-
su revancha, está en los personajes que él mismo DÍritus y corrom pía la flo r de la juventud». Atacó
crea. Son caricaturas de sus perseguidores, y se ha la tiranía escolástica y la ignorancia m onacal, la
sospechado desde el siglo X V I que de su libro hizo injusticia excesivamente form ularia y arbitraria, el
adrede un enigma. No falta quien afirm e que bajo absurdo de las guerras militares o religiosas, y
sus enormes bufonerías disim uló ideas que hubiera aconsejó la educación enciclopédica. Quería resta­
sido peligroso presentar abiertamente. Pero n o hay blecer el p rin cip io de que la naturaleza es buena
acuerdo absoluto en esta apreciación. en todas sus m anifestaciones y tendencias.
U no de sus más encarnizados enemigos, Calvino, Pocos franceses pueden vanagloriarse de que sus
le acusa de ateo y de libertino. Y desea le sean p ro ­ obras hayan sido divulgadas tanto en vida y en
picias todas las calorías del infierno. Por otra parte muerte del autor. En cuatro sig.los se calcula un
se le h a endosado una leyenda que es toda una au­ nrcm edio de una edición cada dos años para las de
reola de sensualismo m orboso y de grosería. Evo­ Rabelais. Y a la distancia de estos cuatro siglos,
ques* aquí la gran difam ación histórica en desdoro el gran hum anista persiste com o un árbol frondoso
de Epicuro, Cátulo y demás hum anistas incom pren- con las raíces hondam ente clavadas en el humus
didos. Los m odernos hedonistas, sin echar los pies fertilizador del Renacim iento, cuajado de frutos
p or alto, h an puesto los puntos sobre las íes. agridulces pero sabrosos, cobijando con su sombra
a las generaciones de idealistas que laboran p or una
«Rabelais —según La Bruyére— es incom pren­ humanidad m ejor.
sible. Su libro es un enigm a, a pesar de lo que se
diga, inexplicable. Es un m onstruoso conjunto de José P E IR A T S

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LA RELIGION DEL TERROR


A evidencia del terror es el sentimien­ por los procedim ientos del nuevo terror, mezcla
to dom inante en nuestro tiempo. (Efe de ciencia y brujería, preparados en las oficinas
vive h oy b ajo amenaza consciente. Se de la policía secreta.
sabe bien que cualquier actividad o • * *

form a de pensam iento es m ateria de­ La sociedad moderna ha sido corrom pida por el
lictiva en este mismo instante, o lo terror. Las actitudes prácticas del Estado, de la
será mañana, tal vez dos días más opinión pública y de las masas, reflejan esa psi­
tarde, pero lo será indefectiblemente, cología terrorista. Por reacción o por sugestión el
porque así es de versátil y cruel la terror es la respuesta a cualquier pregunta. Se vi­
naturaleza del poder. La estructura del poder mo­ ve en constante estado de am enaza y, de inm edia­
derno se ha sensibilizado de tal manera que sus to, en permanente 'peligro de muerte. Todo rea­
tentáculos infinitos captan hasta en estado em­ juste social es una consecuencia del terror, y toda
brionario las palpitaciones de la rebelión. En estas reacción una form a terrorista de buscar el equi­
condiciones, la rebelión adquiere la categoría fla­ librio. Frente al tumulto revolucionario, terrorista
mígera del sacrilegio y los rebeldes son sometidos en sus m anifestaciones externas, el fascism o es
a proceso de desintegración. P or eso el terror ac­ una respuesta de la m ism a índole. Se diferencia
tual n o tiene parentesco reconocido coñ las for­ en los objetivos declarados, n o en la táctica, que
m as históricas de la opresión. E l torm ento y la es siempre la misma: la violencia. Pero la revolu­
guillotina eran expresiones previstas, perfectam en­ ción y el fascism o han demostrado, en nuestro
te aceptadas com o riesgo por los antiguos insurrec­ tiempo, un m ecanism o de m ás largo alcance que el
tos. ¡Aquellas despectivas sonrisas y aquellas m i­ previsto p o r sus iniciadores. Ambas m anifestacio­
radas orgullosas de los que iban a morir p o r la nes se han constituido, por sí mismas, en institu ­
causa! Desde las Catacumbas a la Plaza de la Gré- ciones absolutas, en principio y fin. Su naturaleza
ve, pasando p or todas las Bastillas levantadas por es totalitaria y sus m étodos la realizan plenam en­
el despotismo, las víctimas se constituian en m ár­ te. Su triu n fo configura, al instante mismo, la ne­
tires inmarcesibles y en semilla de nuevas rebe­ gación de tod o program a de fondo, o la supervi­
liones. Ahora, la víctim a es vaciada de todo con ­ vencia de estructuras laterales de orden económ i­
tenido espiritual, despojada de tod a justificación co, cultural y espiritual necesariam ente diferen ­
ideológica, destruida en el más afrentoso estado tes. El terrorismo, en todas sus manifestaciones,
de descom posición. Su m artirio n o es levadura de es radical y cesariano. Se nutre de absolutos y se
insurrecciones futuras, sino el castigo de una vo­ expande p or su naturaleza totalitaria. La revolu­
luntad superior e infalible, contra la que se estre­ ción rusa y el nazism o atestiguan esta realidad
llan todas las intenciones de revuelta. irrevocable. Las fuerzas que en 1917 barrieron *1
El totalitarism o m oderno se define por el terror. im perio de los zares fueron barridas-a su vez, lim ­
Argos gigantesco, su o jo infinito abarca la to ­ piadas constantem ente, a lo largo de infinitas pur­
talidad del hom bre, espiado y oerseguido tenaz­ gas, por el artefacto del terror que ellas mismas
mente, hasta la extenuación y la entrega. La pre­ pusieron en marcha.
sencia innom brable de esa m irada inquisitiva y Frente a la m áquina terrorista de los bolchevi­
fatídica, crea en el espíritu la angustia de lo ine­ ques, el fascism o es una respuesta reaccionaria. El
xorable, destruyendo la vida en él, porque el mie­ mied> de las clases altas y medias de Europa f u i
do es una actividad nocturna y el terror de la no­ su gestor en principio. La m ayoría de edad de la
che su obra más perfecta. Terror y sombra definen contrarevolución fascista con virtió las esperanzas
al estatism o de nuestros días, le prestan su sinies­ del capitalism o en ceniza y ruina. De la misma
tro prestigio, su implacable apariencia- Su gran­ m anera que del vago y esperanzado idealism o de
deza sólo es oosible mediante la dim isión incon­ los primeros terroristas rusos surgió la más pode­
dicional y absoluta de la voluntad humana. La so­ rosa empresa de esclavización de nuestros días, de
ciedad que lo acepta y m antiene se condena a sí las necesidades de estabilidad y seguridad del c a ­
misma al silencio y a la inanición espiritual. Su vida pitalism o y las clases medias, simbolizadas p or la
discurrirá b ajo el signo catastrófico del terror, úni­ contrarrevolución fascista, surgió el poder destruc­
ca actividad a la que será sometida. Y , com o todo tor y sangriento de Hitler, y sus inm ensos apeti­
poderío está íntim am ente im buido de sugestión tos de poderío. Porque el terror es la f o r m a ‘ per­
divina, reclam ará víctimas y sacrificios humanes, fecta del poder, su más acabada realización. En
sin saciarse nunca, porque su desarrollo es el re­ las maneras violentas de presión sobre el pueblo
sultado de su voracidad. No o tro sentido tienen se comprueba- la íntim a estructura del poder. La
los continuos procesos que en el m undo com unista violencia es el poderío en vías de realización y el
se verifican. Responden, en realidad, a un ritual terrorism o la p olítica del poder conquistado. No
propiciatorio, al que son conducidas las víctimas puede ser de otra manera si tenemos en cuenta
en com pleto estado de mansedumbre. Sus resortes que la actividad d el gobierno es históricam ente
hum anos han sido previamente aniquilados, va­ injusta. L a ' injusticia, que n o puede justificarse
ciados de toda substancia intelectual, despojados ideológicam ente, sacia su frustración ingénita en
de tod o espíritu de rebelión. Sus confesiones son los cam pos de concentración, donde somete a pro­
la repetición m onótona del m ea culpa inculcado ceso de deshum anización a millones de hom brea

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CENIT 897

Porque necesita, para su tranquilidad, el espec­ ral pide que n o se le deje volver a Estados Unidos,
táculo de la degradación y la negación del hombre. la Legión N orteam ericana im pide, bajo amenaza
Es la form a de contribución que exige para m an­ de piquetes y disturbios, la proyección de sus pe­
tener, en estado de gloria perpetua, la apariencia lículas. Se prepara el clim a del totalitarism o f o ­
de su poder realizado. Sin esa característica si­ m entando el terror. Las gentes temen h acer osten­
niestra, el totalitarism o de izquierda o derecha no tación de ideas liberales, se suprinjgn las peque­
se diferenciaría del poder tradicional y caduco, en ñas revistas, escritas por el talento, la buena fe y
vías de desaparición o suplantación. ¿C óm o po­ el espíritu de libertad. Los síntom as de terror siem­
dría ser de otra m anera? La capacidad de m im e­ pre tienen ese mismo com ienzo. Tienden a la res­
tism o del poder supera a la de las .propias masas. tricción primeroi, cuando se justifican com o medio
Además, su estructura es m ás dinám ica y m ejor de defensa, y acaban dom inándolo todo y sum er­
provista para transformarse. Así vemos la lenta giéndolo todo. El m iedo al com unism o termina
y segura m etam orfosis de la dem ocracia clásica, concediendo la victoria a los m étodos del com u­
cada día más próxim a a caer en el abismo del au­ nismo.
toritarism o sin freno.
* * * Las consecuencias ulteriores de esta victoria, si
se realiza plenam ente, son previsibles, com o lo fu e­
Los síntom as más agravados de esta realidad ron las del hitlerism o y lo son todavía las del c o ­
les encontram os en las tendencias actuales de la m unism o ruso. Este n o deja de testimoniar dia­
dem ocracia norteamericana. Entre esta y el super-
riam ente su voluntad de destrucción, incoando
estado soviético se están creando corrientes idó­
monstruosos procesos contra sus secuaces de la
neas, produciendo la confusión que perm itirá más víspera, o inaugurando nuevos cam pos de trabajo,
tarde la amalgama. La creciente m ilitarización de
o deportando masas de población. Pero en las ten ­
la órbita de influencia estadounidense demuestra
en qué medida las prácticas totalitarias van e n ­ dencias actuales que se manifiestan en Norteaméri­
raizando en el sistema tradicional de la dem ocra­ ca ya están contenidas las posibilidades de las c a ­
cia. La segunda guerra mundial estimuló los ape­ tástrofes futuras, que adquieren los contornos ael
titos de los militares norteam ericanos. Las conse­ terror supremo. La guerra, según las derivaciones
cuencias resultantes de la misma — paz armada, de la técnica moderna, es el muro final contra el que
zonas de ocupación, guerra de Corea, extensión del se estrellan las pocas esperanzas de los hombres. El
com unismo a China y agitación en los países colo­ desenlace del terror político tiene com o telón de
nizados por Francia e Inglaterra— parecen justi­ fon d o la guerra atómica, última expresión del terror
ficar la necesidad de una prim acía m ilitar y auto­ humano. En realidad, la creación de la bomba
ritaria en los Estados Unidos y sus zonas de in­ atóm ica inaugura oficialmente la religión de nues­
fluencia. Esta psicosis invade cada d ía m ás la a t­ tro tiempo. Ese siniestro artefacto culm ina la im ­
m ósfera del pueblo de la Unión, demasiado suscep­ ponente sim bología del terror, enriquecida desme­
tible al histerismo colectivo que una propaganda suradamente en la práctica constante a lo largo de
m achacona m antiene en estado latente. Los r e ­ todos estos años de revoluciones, guerras y con tra­
sultados inm ediatos de esa psicosis fom entada son rrevoluciones. Com o los viejos dioses ceñudos, el dios
la m ediocridad y el miedo. E l m iedo ordena las in­ supremo de nuestra época es sanguinario y cruel.
vestigaciones ostentcsas, en Hollywood y en la Su prim era presencia exigió el sacrificio de dos ciu­
O.N.U. El miedo fom enta suicidios, dimisiones y dades inocentes: Hiroshima y Nagasaki fueron in­
encarcelamientos. Fom enta la mediocridad, y to­ moladas en aras a su poder m ortífero. El estruendo
das las m anifestaciones de la cultura decaen, ad­ y la sangre derram ada saludaron la nueva religión
quieren opacidad. E l cine en tra en colapso y com o ael terror.
reacción se persigue a Chaplín. El a ttom ey gene­
Benito MILLA

El IPEINMMIIEIW® cíeTCISTOI
^ NTRE los grandes maestros del pensa­ pudia por racionalista; el librepensador le califica
m iento anarquista, León Tolstoi es el de creyente místico; para un conservador, Tolstoi
m_ás con ocido y el m enos conocido al es un revolucionario; para un revolucionario, un
m ism o tiempo. Es mundialmente céle- reaccionario.
bre com o autor de las novelas «L a
guerra y la p a z» y «A n a Karenina». Dado que el pensam iento anarquista si n o fuese
Tolstoi es artista adm irado en nove­ herético traicionaría su p rop io origen, Tolstoi es
las que, com o las obras de Dostoiews- herético entre los heréticos. Es herético, también,
ki y de Sakespeare, son testim onio de para la m ayoría de los anarquistas. De hecho, un
. la inmensidad y de la espiritualidad partidario de la lucha de clases com o Gallpani ve
grandiosa y tragica de la vida humana. en él un sostenedor de la clase noble decadente- y
un adm irador de la psicología m oderna com o Geor-
ge W oodcock lo califica de espiritualista autori­
TOLSTOI, ESPIRITU DEL ORIENTE tario.
D el punto de vista del anarquismo ortodoxo, la
El pensamiento filosófico' y social de Tolstoi es herejía de Tolstoi consiste en tres cosas- en su re­
p oco conocido, inclusive de los anarquistas. Tols­ ligiosidad que se expresa por una crítica despia­
toi es un herético por excelencia. El creyente le re ­ dada de la ciencia y en su firme creencia en Dios;

Ayuntamiento de Madrid
898 CENIT

en su exposición negativa hasta el absurdo frente LA CRITICA DE LA CIENCIA


a la sexualidad; en su afirmación de la no-violencia
absoluta.
Estas tres herejías, o.ue contienen la parte prin­ El ob jeto de todas las investigaciones filosóficas
cipal del pensamiento de Tolstoi, se hallan ligadas serias es la verdad. Donde la vida es simple, com o
indisolublemente a la consciencia de este pensador. entre los animales o entre los seres hum anos llama­
No podríamos com prenderlas sin introducirnos en d os primitivos, n o hay filosofía. La filosofía apare­
lo m ás profundo del alm a de este gran ruso. Esta ce cuando el hom bre pierde la capacidad anim al de
alma, al m enos en gran parte, es oriental. vivir espontánea y simplemente, y empieza a bus­
Según m i opinión, n o se puede com prender n i la car en vano un significado de la vida. El hom bre
crítica filosófica ni social de Tolstoi juzgándolas se­ científico o cientista busca la respuesta a esta cues­
gún el criterio occidental, considerado el único ra­ tión, eminentemente subjetiva y personal, en la ob ­
cional. servación del miundo llam ado objetivo. En tanto que
el físico, el zoólogo, el fisiólogo, el psicólogo o el
Si consideram os h oy o.ue el pueblo español h a re­ historiador llegan a un cúmulo inm enso de co n o ci­
sistido encarnizadam ente a la invasión estatal que m ientos particulares sobre la vida com o fenóm eno
tiene agotada a la civilización europea, es necesa­ objetivo de observación. Se trata de un aumento
rio recordar que las tradiciones que form an la cons­ siempre ascendente de los aspectos exteriores de la
ciencia de este pueblo provienen en parte del Orien­ vida ajena. Pero la ciencia n o h a dado nunca n in ­
te. Tolstoi es más oriental y tal vez m ás bárbaro que gu n a respuesta sobre el significado, el valor y la ra­
Bakunin y K ropotkin. No porque ignore a los gran­ zón de la vida m ism a. Es p or esto que cada expli­
des (pensadores europeos, pues estudió a fon d o a los cación científica n o ha llegado nunca a cancelar el
filósofos alemanes y a los utopistas franceses. Su fenóm eno de la religión. Según m i parecer, por este
pensamiento se h alla im pregnado de la filosofía de lado n o h a hecho nunca prcgresos serios.
K an t y de Schopenhauer y de la crítica social de Albert Camús h a m uy bien planteado esta cues­
Proudhon. Pero al m ism o tiem po se ha m antenido tión al escribir en su «M ito de Sísifo» qu|e el solo
apartado del m undo del espirita europeo com o el problem a serio de la filosofía es el suicidio»;. La pre­
lugareño que en la urbe se m antiene distanciado de gunta de la filosofía n o puede ser m ás que esta:
la gente ciudadana, que adm ira pero que le es e x ­ «M i vida, ¿vale la pena de ser vivida?» El existencia-
traña. Este se procura los objetos que puedpn serle lism o n o d a una respuesta a esta pregunta, que es
útiles y, h ech o esto, se retira a su aldea. su prim era y única pregunta. El profu n d o pesim is­
Tolstoi h a tom ado del cristianism o y del raciona­ m o de esta filosofía consiste en el h ech o de que no
lismo aquello que le pareció útil para la vida, según conoce la respuesta a la pregunta que juzga la sola
entendía, y ha prescindido d el resto. Estudió, por verdadera y en que se da cuenta de que n o existe
otra parte, las religiones del m undo asiático: el bra- una respuesta filosófica posible.
manismo, el budismo y la sabiduría de Lao-Tsé. ¿C óm o hallaría la existencia una justificación de
Tam bién en este terreno .permanece escéptico fren­ sí m ism a en un m undo exterior si todo este mundo,
te a todos los dogm as agnósticos que, según él, fal­ llam ado objetivo, n o tiene significado sin o con re ­
sifican tanto la religión com o la ciencia. lación a la existencia misma? No puede el mundo
El filósofo hebreo M artín Buber, que era amigo dar una razón a m i existencia, sino por lo con tra­
de G ustavo Landauer, ve la diferencia esencial en­ rio me corresponde a mí el dársela al mundo.
tre el pensam iento oriental y occidental en el hecho ¿Dónde hallar, pues, la razón de m i vida?
de que el hombre occidental parte de los hechos que El pensam iento filosófico h a llegado aquí a su lí­
observa en el m undo que lo circunda, mientras que m ite extrem o. El yo es impenetrable por la razón de
el hombre de Oriente parte de una verdad que tiene que constituye su propia fuente. «E n el yo, en el
dentro de sí- único, arraiga el reino del pensam iento», ha dicho
El pensam iento occidental consiste en la trans­ Max Stirner. Y es esta la últim a palabra de un ra­
form ación de los hechos observados, en fórmulas cionalista serio y lógico hasta el fiti.
abstractas o en imágenes estacionarias; el pensa­ La última palabra de Stirner es la prim era de
m iento oriental consiste en la transform ación del Tolstoi, n o la del Tolstoi artista sin o la del filósofo
m undo exterior según una verdad interior. Por lo y anarquista.
tanto la verdad occidental sería, ante todo, un ob­ H acia los treinta años, este descubrim iento ’e
jeto de observación; la oriental, principalmente, un sume en un abismo de desesperaciones. Com o nove­
deber de creación.
lista, célebre en todo el m undo, había encontrado
Si queremos aceptar esta interpretación de Mar­ satisfacción en la creación artística. Com o pensador
tín Buber estamos obligados a ver en Tolstoi el tipo filosófico había descubierto verdades) sociales y pe­
oriental por excelencia. La verdad es para él el rei­ dagógicas. Pero después de haber asistido a la
no de Dios que, de acuerdo con el evangelio, está en m uerte de su herm ano, le parecía que toda su a cti­
nosotros mismos. vidad no le había enseñado nada esencial.
No hay nada estable, nada real, n ad a esencial fue­ « ¿ A qué sirve describir la vida tal com o es si ésta
ra de nosotros. Esta convicción es el punto de par­ es aviesa y sin esperanza? ¿Por qué buscar la ver­
tida de toda la crítica de Tolstoi: sobre el arte, so­ dad si esta verdad es terrible? Se observa, se co m ­
bre la ciencia, sobre la religión dogm ática y sobre para, se cree saber para llegar al fin, com o el h er­
la sociedad. m ano después de muerto: ¿qué es lo que va a suce­
La solución de los problemas del mundo la busca d er?»
solamente en el fo n d o del alma humana. No según Esta form a de plantear el problema en la «Con­
los psicólogos, para los cuales el alm a del hom bre fesión » de Tolstoi, es el punto de partida del pen­
es un fenóm eno de observación exterior, sino según samiento tolstoyano propiam ente dicho.
el concepto del oriental, que sabe que la propia al­ No se trata de simples especulaciones metafísicas,
m a n o puede conocerse m ediante la observación se trata de una desesperación real y personalísima.
sino que (hace conocer el m undo al ser animado. Tolstoi, en esta época de su vida, cam ina presin-

Ayuntamiento de Madrid
CENIT 899
tiendo el suicidio. «M i vida, ¿vale la pena de ser vi­
vida? ¿Cuál es la razón de m i existencia?» Tolstoi Ugi<?sa'eSe^>eraC^ n ' ^ de ac,u* nace S|J .creencia re-
exam ina el problema con un verdadero delirio de
razonamiento. Lo exam ina bajo todos los aspectos «Siempre es la religión quien dirige la ciencia»,
para llegar siempre a una conclusión negativa. dice. Si confrontam os esta frase con la de Stirner
«Las ciencias naturales —concluye— n o podrán citada mas arriba encontram os que se trata de dos
dar nunca una respuesta al problema de la vida». expresiones contradictorias cuyos extremos se to-
C c in .
Tolstoi confronta al que busca la solución del p ro­
blem a de la vida por m edio de la ciencia con el ca ­
so del m olinero y su m olino. La razón de ser del m o ­
lino es la de producir harina. El m olinero d octo
razona de la siguiente manera: «M i m olino es mo­ LA RELIGION DE TOLSTOI
vido p or el rio. E l río lo form a el agua. Por conse­
cuencia, de la naturaleza del agua depende todo»
Empieza, pues, a estudiar la naturaleza del agua, ¿Cuál es la crencia que ostenta Tolstoi com o res-
estudios que son cada vez m ás detallados, y de este feU^ i d e í s u i S i o rf SPUeStaS’ ^ reSpueSta que
m odo, se aJeja cada vez m ás del m olino, que deja
caer en ruinas. Ocurre lo m ism o a quien busca el PnL p tde T° lstoi es m ística e irracional
significado de la vida p or la investigación científi­ fm r s u p e r l a t i v o . Se puede tamlbién hablar de
ca. Para llegar a su objetivo tendría que recorrer un racionalism o místico.
todo el infinito de la naturaleza. Igualmente el fí­ d f fine la fe <?eI siguiente m odo: «...compren-
sico, el biólogo, el historiador y el psicólogo perde- ai que la fe n o puede iluminar cosas invisibles v
rianse en una infinidad de detalles si n o conocie­ HAn V evelacl ón> n o siend0 esta m ás que
ran una razón prim era com o guía de sus vidas y
estudios. La ciencia presupone un significado de la ^ « e 110 de st*s rasgos m ás caracterís-
í.™ ¿ r t siquiera la relación entre el hom ­
vida. Esta puede ser útil a la vida de quien conoce bre y Dios: se puede determinar la fe y luego Dios
la razón. Pero nunca podrá descubrir esta razón a L ™ ° 1 0S aníes la fe; la fe n o es siquiera el
quien 110 la conoce. L a ciencia, para ser ciencia, acuerdo con lo que dicen los hombres, p ero es el
debe darse cuenta de esto. De lo contrario lleva a cua^eThom hrd6? sentido de la vida humana por lo
ia humanidad hacia la quim era fantástica.
Una de estas quimeras es, según Tolstoi, la idea fic a r n o s í» ‘ d e VÍVÍr’ n ° d e s a c r i'
de la evolución. Los evolucionistas explican y de­ Com o hem os visto, la razón es incapaz de d a r con
finen el bien por el progreso de la historia. «El ^ s ig n ific a d o de la vida. La fe n o puede t a r a p é
bien —dicen— es aquello a que nos conduce la evo­ r i r n t á í i M r a z ó n . Ella es com pletam ente es­
lución de la hum anidad». Pero si se les pide definir pontánea. E n sus «Confesiones» intenta describir
el progreso, responden lo contrario: «L a evolución esta espontaneidad de la fe con el siguiente relato-
es el m ovim iento de la historia que lleva a la hu­ «U n día de prim avera me encontraba solo en un
m anidad h acia el bien». Así explican y definen el
bien por el progreso y el progreso p or el bien. Es úlHm^s ^ eÍ Í ef - ° naba sobre las inquietudes de mis
,uÍ Í ! h ,?s tres anos, en m i busqueda de Dios, en mi
un círculo vicioso, nefasto y peligroso. La quimera con tin u o pasar del goce a la desesperación. E im -
de la evolución puede servir para justificar cual­ E J1 dábame cuenta de que vivía sola­
quier capricho y para legalizar cualquier delito. mente cuando creía en Dios. Cuando pensaba en él
T olstoi evoca la ejecución de un delincuente a la
que había asistido en Francia, justificada por la dedora ^ ardlentefi P! ? Cer P °r la v id a ' A ¡ £ £r£
dedor t o d o se vivificaba y tom aba significado. Pero
necesidad del orden y. del progreso. He aquí com o apenas dejaba de creer la vida terminaba. ¿Qué es
describe Tolstoi su revuelta interior: i? busco todavía?, dice una voz d en tro de mí.
«Cuando vi que la cabeza se separaba del cuerpo, Es él, sm el cual n o se puede vivir. C onocer a Dios
com prendí — 110 con m i razón sino con todo m i ser y vivir es una m ism a cosa. Desde entonces esta
—que ninguna teoría del progreso podría justificar voz n o me ha abandonado.»
esta acción, y com prendí tamlbién que si todos los C om o vemos se trata de una evolución com pleta­
hctmjbres del m undo pretendieran su necesidad — mente mastica, solo com prendida p or los iniciados.
respaldados en una de tantas doctrinas inventadas
Pero la fe de Tolstoi que, com o cualquier fe se
desde la creación del m undo hasta hoy— yo segui­
basa sobre un valor que está por encim a de la ra­
ría creyendo que aquella acción n o es necesaria, que zón, n o es, a pesar de todo, irracional. No se trata
es repulsiva y que, ni la gente ni el progreso pue­
den juzgar lo que es bueno y lo que es necesario, del conocim iento de cosas naturales ni sobrenatu­
rales; ni se trata del conocim iento del sentido de la
y que nadie puede ser juez fuera de mi y con mi vida, que n o es ni espacial ni tem poral, pero que
ccrazón.»
ilumina a todas las cosas en el espacio v en el
Vemos que el juicio de Tolstoi es conscientemente tiem^po.
subjetivo: n o tiene necesidad de ciencia ni de d oc­
El m isticism o de Tolstoi repele toda materializa­
trina. T odo cuanto puedan decir éstas es mentira ción del espíritu, es decir, todo el conocim iento a g­
si n o corresponde al ju icio que llam a Tolstoi su co­ nóstico, y se transform a inmediatamente en razón
razón.
practica.
M ax Stirner ha dicho: « Y o n o soy el servidor si-, El Dios de T olstoi n o puede definirse con pala­
no el soberano del pensam iento». Pero mientras el bras. Este Dios, que es la vida, n o puede describir­
yo de Stirner, que es el resultado de la abstracción se sino m ediante la vida misma. Es por esto que
llevada al limite extremo, permanece aun en el abs­
• k j-e to lsto i 110 es ni cristiana, ni bramanista,
tracto, el yo de Tolstoi es un problem a viviente, ni budista en el sentido dogm ático de estas religio­
una cuestión de desesperación. Stirner se para ante nes. No se trata, p or ejemplo, de saber cóm o h a si­
la constatación de la nada que ve detrás del p ro­ do creado el mundo. El d cgm a de la creación del
pio yo. Para Tolstoi, esa nada que también siente m undo por Dios, según Tolstoi, n o tiene m ayor im ­

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portancia para la vida de todas las hipótesis cien­ contradicción siquiera con una sola m anifestación
tíficas sobre este problema. posible de las relaciones reales de la vida humana.
B ajo este aspecto la fe de Tolstoi es racionalista,
La curiosidad de la razón hum ana por lo tempo­ y es p ropio de su racionalism o expresar la h on esti­
ral n o será nunca satisfecha ni por el conocim ien­
to de la religión ni por el de la ciencia. Aquélla no dad y la seriedad de su fe mística.
La violencia es nefasta: he aquí una verdad com ­
cesará de preguntarse: ¿Cuál es la causa, prim era? pletamente subjetiva que n o puede ser dem ostrada
Tolstoi n o se interesa por la llam ada' divinidad por ninguna ciencia lógica. Es una verdad de fe.
de Jesús. El dogm a de la trinidad no le dice com ­ T olstoi descubrió esta verdad ante el suicidio. Es
pletam ente nada. parte integrante del Dios que le incita a vivir y que
De la biblia y de las revelaciones de los sabios del le im pide suprimirse. Tolstoi no acepta esta ver­
Asia le interesan las m áximas de vida práctica que dad por encontrarla en el evangelio. Es más bien
n o pertenecen al tiem po ni al espacio pero que dan su fe lo que h a encontrado con ayuda de las pala­
una satisfacción a la vida en el espacio y en el bras ya citadas de Jésús, mientras desdeña otras
tiempo. que le parecen insignifiantes. Aquí empieza el ra ­
En su libro «¿E n qué consiste m i fe?», Tolstoi ex­ cionalism o de Tolstoi, un racionalism o que va di­
pone su interpretación de la fe evangélica. Intenta recto hacia la vida práctica.
sacar del evangelio cuanto le parece esencial. Y «Si la violencia es un m al —dice— debe ser siem­
afirma que lo esencial de una religión es lo que la pre un m al». Es un m al aun en el caso de que sea
distingue del m undo espiritual que la circunda. tolerada y ordenada p or las leyes. Com o quiera que
La m ayor parte de las afirm aciones de la biblia, todas las leyes son m antenidas por la fuerza, aque­
que la iglesia ha tom ado com o base dogm ática del llas n o tienen razón de existir.
cristianismo, n o son originales. Se encuentran bajo «Las leyes — añade— son órdenes impuestas por
formas diversas en la tradición ¡hebraica y paga­ los hom bres am parados por la violencia organiza­
na. Pero hay en el evangelio dos enseñanzas que, da y m antenidas mediante la brutalidad, la p riva ­
según Tolstoi, no se encuentran en tradición reli­ ción de la libertad y la muerte.»
giosa alguna. Jesús las ha enunciado en estas des El Estado, que es la expresión de la vid en cia o r­
máximas: «A m a a l p rójim o com o a tí m ism o» y ganizada, es im propio de una sociedad evangélica.
«N o resistas al m al con la violencia». Del m ism o m odo es también inapropiada la iglesia,
La primera sería insuficiente para una concep­ que es una organización basada en el p oder de los
ción clara y precisa. D eja demasiado m argen a la hom bres y que pretende apoyarse en una religión
interpretación en perjuicio de su valor práctico. que es la m ism a negación de este poder.
La segunda afirm ación, la n o resistencia, da al Si la violencia es dañosa, la propiedad de la tier­
amor al prójim o una significación real, concreta y ra, que obliga a los hombres a trabajar en provecho
radical. Es en esta m áxim a de Jesús que encuen­ ajeno, es igualmente perjudicial. Y un sistem a in­
tra Tolstoi la llave de la com prensión de todo lo dustrial que obliga a las m ultitudes a realizar un
esencial en el evangelio. trabajo malsano, peligroso, para regalo m aterial y
espiritual de una m inoría, es incom patible co n la
A la negación de la violencia se adjunta, com o fe contenida en las palabras de Jesús. Y este regalo
consecuencia lógica, la otra m áxim a de Jesús: «A m a
que se nutre con sangre ajena es un delito, aun
a tus enemigos». Tolstoi, a continuación de un es­
tratándose de. un lujo espiritual.
tudio lingüístico, interpreta la palabra «enem igo»
en el sentido de enem igo del país, es decir, de ex­ De esta manera, Tolstoi va de la negación de la
tranjero. La prohibición del juramento, hech a por violencia a la negación del Estado bajo todas las
Jesús, pone en causa a todos los ejércitos vincula­ form as, a la negación de todas las instituciones eco­
dos m oralm ente al juram ento de la bandera. La cé ­ nóm icas fundadas sobre un poder cualquiera; a la
lebre frase «n o ju 2gues si n o quieres sen juzgado» negación del industrialism o y, por consecuencia, de
incapacita a cualquier cristiano p ara participar en la m ism a civilización.
cualquier tribunal. La no-violencia n o puede acep­ D ado que la libertad de los hom bres n o está en
ta r el derecho de propiedad. Per esto d ijo Jesús: el Poder sin o en Dios, que es la verdad, tod a libe­
«A quien ambicione tu cam isa dále tu h ábito». ración que se sirve de la violencia n o puede c o n ­
La cristianidad n o puede, pues, apelar a la jus­ seguir su objetivo. La aspiración a la revolución
ticia para reivindicar cualquier derecho. P or otra aparta a los hombres de la verdadera senda de la
parte Tolstoi deduce del evangelio una moralidad liberación.
sexual rigurosa que conduce a la monogamia. La senda justa, racional, lógica y al m ism o tiem­
po arm ónica con el significado m ism o de la vida,
es la renuncia a cualquier violencia o com plicidad
co n ella.
L o que se propone Tolstoi en favor de nuestra
EL RACIONALISMO DE TOLSTOI liberación se resume en el siguiente pensam iento de
un autor anón im o citado p o r aquél en su recopila­
ción de «Pensadores de la humanidad»:
Tolstoi, de acuerdo con su fe, se lim itaba a pre­ «S i los hom bres n o creen en la necesidad de res­
dicar el am cr al próxim o. Nada hay en esto de ori­ ponder al m al con el bien, es iporque se les h a acos­
gin al y, por lo tanto, n o paga el examen. tumbrado a creer en que sin responder al m al con
La personalidad de Tolstoi no está en su fe sino el m al ningún orden social podría existir.»
en la lógica absoluta con que saca sus consecuen­
cias prácticas.
Si la fe n o puede ser una deducción de la razón H . K O E C H L IN
puede, en cam bio, ser constatada por la razón. Lo
que da un significado a la vida no debe estar en (Trad. J. Peirats.)

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/ J a c u t a á i n i i n

^ ~i ' i ~ i,_ ^ — i — — 1 i "" *"“

N o v e l a fantá stica y rea

Jornada primera
CAPITULO I CRUCES. — ¡Me los quitan!... El m arido, el h ijo,
la nietecilla... ¡Me los quitan! Empieza el terror.
B a jo la acción del crim en, la sangre lo arreglará
COMPROMETIDOS todo. Sólo nuestra razón quedará a flote. No habrá
clemencia: ira... Com o lobos se cobrarán de noso­
tros. En sus m anos, la palma será guadaña. Rugi­
PERSONAS: Cruces, Mínima, Andrea, Nazaria, Re­ rán vengativos: «¡A la cruz!», león que devoró a
fugio, Attilio, Prudencio, Ariel. Un Im pacien­ Cristo. Tu abuelo, el justo, calentói la cruz con su
te. Otro Im paciente. (Mujeres y hombres del agonía al m orir m ártir. ¿T e lo dicen ¿Te dicen que
pueblo). lo fusilaron?—
ANDREA (en traje de m archa) — Salud. ¿Quién
está aquí? ¡M áxima! (Besos). Llego sin aliento.
El estudio de A ttilio Huerta —fotóg ra fo que n o CRUCES. — Siéntate.
ejerce—, fren te al m ar. Estancia moderna, grata, ANDREA. — Por poco, el séptim o humo. No va
apacible. Luz discreta. H orizontales cortinas. El el ascensor. El burgués hace m ejor las cosas.
am plio mirador tiene echada la m aciza persiana CRUCES. — ¿Qué novedades?
Hay dos puertas: una a la derecha y otra a la iz­ ANDREA. — La caída inm inente de la población.
quierda. CRUCES. — ¿Inminente?
ANDREA. — Cuestión de horas.
MINIM A (quitándole el pech o a su hija).— ¡G lo­ CRUCES. — ¿En qué se conoce?
tona, basta! ¡No h ay marrullerías que valgan! ¡A ANDREA. — E n la derrota ambiente. Y en la sa­
la cama! (M ovimiento de alzarse). No, no te riño. tisfacción del contrario. Muchos se h an quitado ya
Corazón mío, bobita: m am á te quiere mucho. la m áscara y nos insultan.
CRUCES. — Bien. Que entren.
CRUCES (arrastrando los pies, enlutada, ceñu­ ANDREA. — El « n o pasarán» ha, fallado.
da). — Dame la n iñ a y arréglate, que es hora. CRUCES. — ¡T u— nunca se siem bra en balde!
ANDREA. — Com o n o sé perder, m e aconsejo del
MINIMA. — Espero a Attilio. despecho. Suelo n o sentir el d añ o que m e hacen
CRUCES. — El b a rco a nadie espera. De cabeza hasta que añado el que y o mism a m e causo. Es mi
andan todos para tomarlo. m odo de sufrir.
MINIMA. — Menos yo. CRUCES. — Pues sufre.
CRUCES. — No es necesario que lo digas. ANDREA. — ¡Si al m enos no presenciasen nues­
MINIMA. — ¡Ay, m i casita!... tra huida! Cuestión de principios. A mí, vieja Cru­
CRUCES. — ¡Y a saltó la monja!... Trae, hay que ces, todo esto m e perturba.
arrancártela de los brazos o plegarse a tu tiranía. CRUCES— D eja la form a y preocúpate del fondo.
MINIMA. — De madre. ANDREA. — N o p uedo hacerm e a la idea de haber
CRUCES. — No única, para tu gobierno. Las ma­ sido aplastados.
dres son la madre. CRUCES. — Que n o es haber sido vencidos.
MINIMA. — Y yo, la m ás feliz de todas. ANDREA. — Eludir la forma... ¡oh. no! L o ver­
CRUCES. — ¿Cuál n o te desmintiese? daderamente rem arcable de Napoleón «Badingue»
MINIMA. — ¿Verdad, am or mío? es que, pálido de miedo, se pin taba el rostro para
CRUCES. — ¡Jactanciosa! n o darse a entender de la tropa.
MINIMA. — No la hay m ás linda. CRUCES. — Literatura... literatura...
CRUCES.. — De la infancia adulada, el adulto UN IM PACIENTE (desde la puerta. — ¿Attilio?...
engreído. (Transición). ¿Oyes? Las cinco. CRUCES. — No está. —
MINIMA. — ¡Ven, madre Sentencias! (Sa va di- UN IMPACIENTE (desde la puerta). — ¿lAttilio?...
ciéndole cosas a la niña). dad?

Ayuntamiento de Madrid
902 CENIT

CRUCES. — ¿Y a tí te encorre el miedo? quedan por su gusto y otros por no poder irse.
(Aléjase con su con g oja el Impaciente.) Los que viven y mueren de pie, com o el árbol,
ANDREA. — De ayer a h oy llegaron n o sé los esos...
com pañeros y com pañeras com prometidos. Federa­ MINIMA. — Locos de atar.
ción es otro Babel: la joy a a alcanzar el barco. Ig­ ANDREA. — Quijotes... Esta h ora es la de S an ­
noro si vamos a Tierra Santa, y, yendo, si llega­ cho.
remos. El «Caín» me parece insuficiente. Muchos
no se convencen de nuestra derrota. Todavía an­ — Debía ser la de Numancia.
dan por ahí evangelizando. Resistencia, tesón, fe, fo r o = ? A ~ iJa’ 'a!'" ¿ Y eI petróleo y los fós-
consignas de otrora. La del mom ento: vivir.
~ Porque n o salgamos propugnan.
O TRO IM PACIENTE (anhelante, desde fuera). — M INIM A. — ¿Que hacer?
¿El com pañero 'Huerta? ATTILIO . — Pitar.
CRUCES. — No.
M IN IM A Madrecita, accede.
IMPACIENTE. — ¡L a puta que...!
(Sale de estampía). CRUCES. — En la m ata estuve y, aunque agos-
ANDREA. — Decídete, vieja. vida 611 m ata sií?°- Dejadme y vivid vuestra
CRUCES. — Y a ¡o estoy... a quedarme.
A TTILIO . — Estorbándolo estás.
ANDREA. — Cuidado con el lobo.
CRUCES. — Alguien m e enterraría. CRUCES. — Pues para no ser vuestra remora,
m e quedo.
A TT ILIO (con Mínima, en plan de viaje). — ¡Hija,
mi vida!... (Tom a a la n iñ a y la besa). A TTILIO . — Si lo anterior ya h a sido, ¿por qué
mirar atras? El pasado, cenizas.
MINIMA. — Profesora...
CRUCES. — ¡No, sangre!... ¡Su sangre!
ANDREA. — Sor Mínima...
ATTILIO . — ¡Está ahogándonos!
MINIMA. — Purificación...
ANDREA. — Conflicto...
A TTILIA. — Mínima, nom bre de guerra. Recuer­
d o de la Orden. La vieja desaprobó. ATTILIO . — Vosotras, al puerto. Agregáos a los
CRUCES. — No se hizo mi gusto. c<5.nS Í ? , e,r<?s que marchan. Y o también m e quedo.
MINIMA. — ¡Attilio!...
ANDREA. — ¿Cuál, si la pregunta n o es indis­
creta? PRUDENCIO (Con Ariel, R efugio y Nazaria. Su­
be A ttilio la persiana del mirador. El sol. herido
CRUCES. — De las tinieblas a la luz, Resurrec­ pierde la batalla: se retira. U no y o tro a z u l mar
ción.
ANDREA. — Un título de Tolstoi... Acertadísimo. y cielo — en fusión de infinito. Zumba, la colm e­
na). — ¡Hala!
ATTILIO . — Dos polos. Mínima la madre y M á­ ARIEL. — ¡¡Hala!!
x i m a la hija. Y o, el eje.
REFUGIO. — ¡A correr!
MINIMA. — Jáctate.
NAZAR IA . — ¡Cachazudos!
ATTILIO. — Tom a.
A TT ILIO (al enjam bre aglom erado en el um ­
MINIMA. — ¡Venga acá m i hija!
bral). — Dirigios al puerto y embarcad: mi madre
— Ahora, al puerto. Y tú también. y y o n o salimos.
CRUCES. — i Yo?...
ARIEL. — ¡Agua va!
ATTILIO. — C on nosotros, con todos. REFUGIO. — ¿Qué pasa?
CRUCES. — ¿Y ooo?
PRUDENCIO. — Ven con epigram as ahora.
ATTILIO . — Peligras y n o apecho con la res­
N A ZA R IA — ¡Que perdemos el tren!
ponsabilidad de dejarte. Caerías sin remisión. Po¡- MINIMA. — ¡Ay, que los matarán!
m ujer de Huerta y por madre de Huerta. En tal PRUDENCIO. — D alo por hecho.
de resarcirse, a ellos les da igual oue pague uno
u otro. ARIEL- — U n estanco n o les pondrán, m onja.
ATTILIO . — Nos quedamos para que el drama
CRUCES. — Ya se cobraron de tu padre. Tú no de m i padre continúe. (Mujeres y hom bres irrum­
h agas c uenta de m í y ponte a salvo.
pen en la estancia. Confusión, horrible pandemó­
ATTILIO . — No se dialoga con la Muerte. nium.... "Iiran de Attilio unos y de Mínima otros.
CRUCES. — Aquí la espero.
ATTILIO . — ¡Madre!... La vieja Cruces, inm óvil, abstracta, toda de sí
propia, pende de la puerta solar y en su intros­
CRUCES. — Y o n o tem o a! verdugo. pección, en su mutismo, es com o una estatua su­
ATTILIO. — Desconoces la realidad.
ANDREA. — Un volcán. gestiva. Pero se anim a por instantes en presencia
MINIMA. — ¡M ujer, recapacita! del astro, ya moribundo, que, a su paso paso, se
oculta, dejando en el azul un rastro deslumbrante
CRUCES. — ¡H e d ich o que no! de sangre...)
ATTTLÍO. — Vamos, razona. T od o fué ya. Caye­ ARIEL. — ¿Qué miras?
ron los frentes y el enem igo está a las puertas de
casa. Un gentío enorm e se ha volcado acá co n el ^C R U C E S. — El entierro del Sol... La sangre del
ansia de salvarse. Este el preciso m om ento’ torpe­
za, temeridad desaprovecharlo. E n breve sólo habrá ARIEL. — Loqueas.
un cam ino expedito: el del matadero. CRUCES. - - Vosotros... ¡de miedo!
MINIMA. — ¡Qué horror! N AZARIA. — ¿¡Acaba!
ATTTLIO. — No h ay m ás salidas: la de hoyi en CRUCES. — Sí, con honor. Y o n o huyo.
el «C aín», si da tiempo. REFUGIO. — ¡V ieja terca!...
ANDREA. — Van a banquetearse. PRUDENCIO. — ¿Quieres quedarte para reli­
ATTILIO. — En todas partes. quia?
ANDREA. — Me refiero a. los com pañeros de CRUCES. — Para encender la hoguera... para
com ités, verdaderamente com prometidos. vengarle... ¡aunque me fusilen!...
— ,Por ahi andan celebrando plenos.
ANDREA. — M achacando en h ierro frío. (La sacan a tirón).
CRUCES. — ¡M orirán en la brecha! Unos se
PUYOL

Ayuntamiento de Madrid
24 F R IT Z B R U P B A C H E R MARX Y B A K U N IN 17

que vió el com ienzo del m ism o y fué sorprendido por su El curso del congreso y sus eficacias posteriores sobre la
acrecentam iento, quiere ahora condenar a la im potencia esos clase obrera internacional testim onian que las fórm ulas de
pensamientos que antes, cuando n o estaba experimentada M arx habían sido m uy buenas; que había hablado en el sen­
todavía su fuerza creyó absolutamente. L o confieso, sé que tido del proletariado, que habían sabido sintetizar opiniones
trancurrirá aún m ucho tiem po antes que el 1789 de Alemania siempre discrepantes. Contribuyó m uchísim o a este éxito la
alboree. ¿Cuándo los alemanes n o han sufrido un retraso sugerencia sobre la acción .política, de la cual d ijo simple­
de siglos? Pero ahora, n o estamos en tiemipo de cruzar los m ente que com o simple recu rso h abía de subordinarse a la
brazos y desesperar tímidamente. Si hom bres com o usted a cció n económ ica. La organización de la A sociación Inter­
1.0 creen ya más en el futuro de Alemania y n o quieren co ­ n acional de los Trabajadores tuvo com o cim a un Consejo
operar en ello, ¿quién creerá entbnces?, ¿quién actirará? G eneral, com puesto, según las pro,porciones de obreros de
Escribo esta carta en la isla de Rousseau, sita en el lago los diferentes países representados en la A sociación. Los
de Biel. Usted sabe que n o vivo de fantasías y de frases, derechos del Consejo General consistían en facilitar las re ­
pero me conm uevo m ucho pensando que es justamente hoy, laciones internacionales entre las organizaciones obreras de
sobre tal objeto y en este lugar que le escribo. ¡Oh! Estoy las diferentes naciones, en inform ar continuam ente a Jos
seguro que m i creencia en la victoria de la humanidad sobre obreros de cada país sobre los m ovim ientos de su clase en
curas y tiranos, es la misma fe que aquél gran exilado insu­ otros países, en efectuar exámenes estadísticos sobre la si­
fló en tantos millones de corazones, y la cual aportó c o n ­ tuación de la clase trabajadora, en suscitar conversaciones
sigo hasta aquí. Inmortales, Rousseau y Voltaire, rejuvene­ sobre cuestiones de general interés en todas las sociedades
cen, y las mentes insignes de la n ación alem ana celebran obreras, en ocasionar, en caso de contiendas internacionales
su resurrección, reina un gran entusiasmo p or el humanism o una acción sem ejante y simultánea de las sociedades asocia­
y por el estado cuyo principio ¡al fin! representa el hombre; das, en publicar inform aciones periódicas y en otras tareas.
un odio férvido contra, los curas y su celo arrogante de ensu­ El Consejo General fué eligido por el Congreso, el que se
ciar todo lo grande y verdadero del hom bre, vuelve a pene­ reunió una vez cada año. El Congreso fijó la residencia del
trar el mundo. La filosofía jugará aún el paipel que h a ju­ Consejo General y la fecha del próxim o Congreso. Pero el
gado en Francia tan gloriosamente; y n o la desdice que su C onsejo General tenía facultad para com plem entar el núme­
poder y su horror fuese reconocido por los adversarios antes ro de sus miembros y en caso de necesidad m odificar el lu­
que por ella misma. Ingenua com o es, n o espera ningún gar del Congreso. Lo. que n o podía era retardar la fech a de
com bate y ninguna persecución, porque considera a todos los la convocatoria. Tan escaso era el núm ero de sus afiliados
hom bres com o seres racionales. Y se dirige a su razón, com o que cada sección tuvo el derecho de enviar un delegado para
si esta fuera su dueño ilimitado. Es com pletam ente lótgico el Congreso General. Las sociedades obreras de los d ife­
que nuestros adversarios, que tienen la arrogancia de de­ rentes países que entraban en la Internacional, guardaban
clarar: «somos irracionales y queremos seguir siéndolo», atoran intacta su organización particular. Ninguna sociedad local
la lucha práctica, la oposición contra la razón, p or medidas independiente era prohibida de entrar, en relaciones direc­
n o razonables. Este simple hedho demuestra la superioridad tas con el Consejo General, pero fué m arcado com o una
de la filosofía, .pues los denuestos con tra ella suponen ya la condición previa, necesaria p ara la actividad eficaz del Con­
victoria. Voltaire d ijo una vez: «Vous, petits hommes, revétus sejo General que tanto com o fuera posible las sociedades
d'u n p etit emploi, qui vous donne une petite autorité dans cb reia s de los diferentes países se unieran en corppracioneo
un petit pays, vous criez contre la philosophie!». Para el bien centrales.
de Alemania vivimos en la época de Rousseau y de Voltaire
y con ellos entre nosotros, los que son bastante jóvenes para II C O N G R E SO DE L A IN T E R N A C IO N A L
ver los fru tos de nuestro trabajo, verán una gran revolución
y una era en la cual valdrá la «pena haber nacido. Podemos (Lausanne, 2-7 septiembre de 1867)
repetir la frase de Voltaire, sin temor, que esta segunda vez
quedará menos grabada que la prim era entre los aconteci­ Tam bién en este Congreso encontram os algunos indicios
mientos históricos. ae la gran lucha de ideas dentro de la Internacional. Como
Los franceses son todavía nuestros maestros. A ese res­ o íL ? P.rim er Congreso, la discusión se extendió, n o tanto
pecto tienen un adelanto de varios siglos. ¡Esta literatura sobie las cuestiones principales co m o sobre particularida­
enorme, esta poesía viva y arte de escultura, esta educación des del trabajo p rá ctico d el día. Hablaron sobre crédito v
y espiritualización de todo el pueblo, son estados que cono­ Bancos Populares, sindicatos, educación integral, religión
cemos solamente de legos! Tenemos que recuperar, tenemos lengua universal, peligro de la form ación de una quinta
que azotar nuestro orgullo m etafísico que n o calienta el m un­ clase. Sobre la guerra fué tom ada una resolución, que decía
do. Tenemos que aprender, tenemos que trabajar díia y no que solam ente puede ser eliminada por el derrum bam iento
che para llegar a este fin: vivir com o hom bres con los h om - ae la organización actual de la sociedad. De la liberación
política se d ijo que era inseparable de la social y que la iris-

Ayuntamiento de Madrid
61 N iN n sv a a xavw a a ii u v a a i i a a

lá FRITZ BRUPBACHER M A R X Y BAKUNIN 23

titución de libertades -políticas es una condición previa de puede vivir en una sociedad organizada según los proyectos
la em ancipación social. Esta última declaración había sido de W eitling. Esto no es una sociedad libre, sino una m anada
presentada para su aprobación por el Congreso por los de de animales, unida por la fuerza, que ven delante sus ojos
legados de Ginebra. Se acusaba a les delegados de París (To- solamente lo m aterial, sin conocim iento de lo espiritual y
lain, Fribourg, etc.) que estaban com prados por Plon-Plon de todos estos supremos placeres del espíritu. En contra de
(príncipe Napoleón). A causa de osa proposición debieron esto, el ccm unism o conUiene elementos muy impqrtantels.
aclarar su posición dudosa y si aceptarían una declaración Contiene los supremos derechos, las exigencias humanas
com pletam ente antibonapartista. Esta declaración significa­ m ás elevadas, y estas eran las que influenciaban tanto los
ba: El im perio tiene que ser trastocado. ánim os con una fuerza sorprendente. Ahi reside la fuerza
Además, con algún p rin cip io nuevo, establecieron que del com unismo. Representa una cuestión mundial; no puede
el esfuerzo de los pueblos tiene que dirigirse a hacer al Es­ ser suprim ido por la fuerza y ni siquiera puede ser negado.
tado dueño de los m edios del transporte y circulación para Entre la filosofía y el com unism o existe un género de paren­
destruir así el m onopolio de las grandes sociedades. tesco. La filosofía tiene la tarea de impulsar al pueblo a la
En la discusión, el belga De Paepe desarrolló también autoconsciencia. Lo h ace pero solamente teóricamente, den­
la idea de la socialización de la tierra y com o fu e desapro­ tro de la comprensión; el com unismo lo hace en la práctica.
bada su fiscalización m ediante la constitución política exis­ Así, ambos, en el fondo, son seres inseparables. La filosofía
tente, Marx se opuso enérgicamente contra tal medida. Pero h a llegado a los límites de su capacidad. Su realización puede
en con tró en el Congreso una oposición enérgica en una efectuarse solamente por un amor anim ado por el ser divi­
fra cción de los mutualistas. En consecuencia, al n o poderse n o y de una comunidad de hom bres libres, descendientes
llegar a un acuerdo, la decisión fué abandonada hasta el de una igualdad originaria. Y esa puede llenarla solamente
próxim o Congreso que zanjaría la cuestión. el verdadero comunismo.
Unos dias después del II Congreso de la Internacional, Todos los grandes hechos de la historia surgieron siem­
fué abierto en G inebra el Congreso de la Liga para la Libertad pre del pueblo: la gran masa de los humildes y oprim idos
y Paz. Era el Congreso de ios restes de los idealistas que h a sido siempre el único terreno existente de que h an salido
aún m ilitaban en la burguesía. Podem os decir que era un tedas las revoluciones que han transform ado el m undo. El
Congreso de la flor y nata de los intelectuales burgueses de hom bre particular, por miuy b ello y m oral quei sea su sen­
entonces. En este Congreso encontram os también la mayo­ tido, 110 puede participar a la verdad si no vive en la com u­
ría de los delegados del Congreso de Lausañne de la Inter­ nidad. Todas las grandes virtudes solamente se h an hecho
nacional y, además, a un hombre que m ás tarde debía ju ­ posibles en la comunidad.
ga r un gran papel en la Internacional: Miguel Bakunín. Estamos en vísperas de un gran cam bio m undial de
im portancia histórica. Y el contenido de la nueva religión,
m archando a la victoria, se ha expresado en las palabras;
MIGUEL BAKUNIN «libertad, igualdad, fraternidad». Bakunín reconoce la fuer­
za enorme, práctica y dem oledora del com unismo; y en ver­
dad separa muy cuidadosam ente filosofía y comunismo, va­
Com o M arx, tam bién Bakunín representa uno de aque­ riando su semblanza interior.
llos intelectuales a los que el ham bre cultural le había opues­
to a su propia clase. Si M arx era el h ijo de un abogado, Durante su estancia en Suiza, Bakunín encontró a W eit­
Bakunín era el vástago de una fam ilia rusa aristócrata. ling y a un gran número de obreros comunistas. Le im pre­
Tenía cuatro años más que Marx. El círculo de ideas en el sionaron m ucho, y fugazmente, él m ism o pensó e n ser arte­
que crecía estaba saturado con la cultura de los enciclope­ sano y principalm ente carpintero.
distas franceses. No podemos decir que fué educado en esta De esta época viene la carta escrita p ara los «Deutsch-
atm ósfera, crecía en ella. No recibió ninguna educación, si­ Pranzoesischen Jahnbuecher», la cual reproducimos «in
n o una «creación». T odo lo que el sentido despierta p a ra la extenso»;
autopreservación económ ica, desconcertaba en esta manera
de «creación». Desarrollado en un am biente de holgura, «Petersinel, en el lago de Biel. M ayo 1843.
n o adquiere ningua virtud de ahorrador, ni siquiera calculó «Nuestro am igo M. me h a inform ado' de su carta de
con ella com o elem ento de relación de los hombres. Su 'pa­ Berlín. En ella parece que usted se h a enfadado sobre Ale­
dre había tenido con ta cto con los círculos de los Decabris- mania. Usted ve solamente la fam ilia y al filisteo que ence­
tas; aquellos grupos de jóvenes rusos que eran ricos y de rrado dentro de sus cuatro paredes, con todos sus deseos y
origen aristocrático, ¡pero dem ócratas en su sentim iento y pensam ientos n o quiere creer en la prim avera que amanece.
hasta casi socialistas. No solamente dem ostraban su opi­ Querido amigo, 110 pierda, usted la fe en ningún caso. Pien­
nión con palabras, sino que pagaban sus ideas con la vida se que yo, el ruso, el bárbaro, no la abandono. No deje a
y la libertad com o sucedió en el a ñ o 1825. Los decabristas Alemania, y usted que está en m edio del movimiento, usted

Ayuntamiento de Madrid
22 F R IT Z B R U P B A C H E R MARX Y B A K U N IN 19

le parece que se (ha despertado de un largo sueño; y si. no oran los sucesores de aquellas flores del espíritu hum ano de
p u d o expresar exactam ente lo que sería el m añana, tuvo sin la Europa occidental que pujaron con el enciclopedismo
em bargo el presentimiento de un m undo nuevo. El que afecta francés. En la mitad del siglo X V III com enzó a m anifestar­
al hombre, antes que los presentim ientos, o sea antes de que se en la aristocracia rusa cierto demasía de fuerza espiri­
el trabajo del sulbsconciente haya llegado a una idea clara, tual, inclusive sobre la preservación de su casta. Se apode­
com prensiva. Le parecía que la escisión interior ha sido raron de las ideas de los enciclopedistas y h asta en Suiza
vencida, y que ahora, después de los largos combates de su trabajaron por desarrollar la personalidad y por crear la
juventud, vuelve a la madre naturaleza. Gracias a Feuer- toase social para este desarrollo. Estas ideas cayeron en la
baoh, le parecía ver todo claro. Había hallado una nueva inteligencia rusa pletórica de fuerza, sobre un terreno tanto
joya: el santuario de autoconsciencia de la hum anidad. El o más fértil aue ella, com o consecuencia de un industrialis­
sentido del individuo engendraba en él. m o que se reduce a varios siglos de com ercio y que n o esta­
Las palabras con las cuales se expresó entonces son aun ba esterilizado p or las ideas de los países industriales. Al
muy oscuras Su desarrollo posterior les da un sentido más principio, la em peratriz Catalina II favoreció el m ovim ien­
jjreciso. Pero solamente el h ech o que en este tiem po inicia to, hasta oue éste com enzó a ser m ás que un puro enrique­
amistad con el hegeliano y revolucionario alemán Ruge, da cim iento del pasatiem po literario. La guerra de Rusia c o n ­
a sus palabras un sentido que n o parecen tener en el pri­ tra Napoleón, el saber del liberalism o europeo!, lo quei los
m er m om ento. Desde esta época, fué un luchador por la li­ aristócratas rusos alcanzaban co m o oficiales en el extran je­
bertad contra la realidad existente. En la verdad subrayó ro suscitaron y fortalecieron esos impulsos.
siempre la necesidad del conocim iento de esta realidad y de Fué un m ovim iento verdaderamente organizado que tu­
las propias fuerzas. Para él, la revolución consiste en algo vo su remate culm inante en la fracasada rebelión de los de-
¡más que en un camlbio político-económ ico; consiste también cabristas en 1825. Las ideas mismas y la m em oria a los re­
en un cam bio interior, religioso. Su religión es la de la presentantes teóricos de estas ideas originaron la aparición
libertad, de la justicia y el amor; la com unión con toda la de todo el m ovim iento que m ás tarde fo rjó la inteligencia
humanidad. aristocrática rusa y esa cultura que rein ó sobre la vida es­
Poco a ipocc h alla también los gérmenes del nuevo fu ­ piritual de Rusia durante la época de 1840-1905. Consideran­
turo, del nuevo mañana. Aparecen los grem ios socialistas, d o el desarrollo de Bakunin, n o podem os olvidar este hecho.
ante todo en Francia e Inglaterra. Reconoce en el pueblo, La gran capacidad de sacrificio de la intelectualidad rusa
en la clase pobre, el factor que h ace oposición al mundo representa algo, lo que influenció sin duda alguna las ideas
viejo y pide derechos humanos- Prevé tempestades y com ­ de Bakunin p or encim a de la m ayoría de los intelectuales.
bates entre los pueblos. Y e llegar el d ía de la destrucción Esta cultura y la falta de m iseria fueron la base del
del viejo mundo, pero ve también en este espíritu de la des­ desarrollo psíquico de Bakunin. E n la casa patern a crecía
trucción la fuerza creadora. El amor a las masas económ i­ com pletam ente libre. Su vida psíquica fué saturada de sen­
cam ente revolucionarias, existente toda su vida, nació por sibilidad contra la crueldad y la injusticia. La vida tran­
una parte, de la necesidad de una unión del yo co n la hu­ quilla del cam po d ejó m adurar su fantasía, y una form idable
manidad, y p or otra parte, de la convicción del papel his­ ansia de aventuras se desarrolló en su carácter.
tórico del pueblo com o destructor de la sociedad dominante. Tal hom bre tuvo necesariam ente que ponerse en oposi­
Era la época en que colaboró en las «Deutsohen Jahrbue- ción a la sociedad rusa, según quedó constituida después de
chern », editadas por Arnold Ruge. la derrota de los decabristas. C uando Nicolás I, un déspota
Entretanto había abandonado su estudio en Berlín. Tom ó muy miedoso, propenso por eso a la crueldad, ascendió al
residencia en Dresden, donde Ruge vivió y donde también trono, suprim ió cada actividad libre del, espíritu, n o sola­
conocía a Herwegh. Pero cuando no se sintió seguro de co n ­ mente porque era un filisteo sin o tam bién porque esa a cti­
secuencia con sus opiniones, fué a Suiza. Allí anudó un vidad parece ocultar un peligro p a ra él. Así era Rusia en los
con tacto íntim o con los círculos de Weitling. Su inclinación años de la prim era juventud de Bakunin: un gran cernen-
a la izquierda se manifiesta aun m ás claramente. Se con ­ lerio espiritual. T od os los intelectuales que n o sufrieron la
vence m ás y m ás de que la filosofía revolucionaria tiene suerte de los decabristas, estaban resignados y m uertos de
que tener a su lado al pueblo. m iedo; y la nueva juventud no había crecido todavía. Es la
generación a la cual Bakunin pertenece la que com pleta
Era justam ente en el tiem po susodicho de los com unis­ poco a poco las filas de los caídos de 1825.
tas cuando llegó a Zurich. W eitling estuvo también en Suiza.
Sabemos ya, com o se expresó Marx tocante al comunismo El m ism o padre de Bakunin perteneció a los desilusio­
de W eitling en el «R heinische Zeitung». Tan to más inte­ nados e intim idados. Por esto que, com o era costum bre tu
resante será hablar también de las impresiones de Bakunin. estos circuios, envió a su h ijo a la escuela de artillería de
Escribió unos artículos en un periódico suizo; en ellos Petersburgo. Para el espíritu de Bakunin fué un tiem po
se evidencia su posición. Reconoce que no es comunista. No triste. Más tarde, recuerda con un sentim iento de amargura

Ayuntamiento de Madrid
20 F R IT Z B R U PBACH ER
M A R X Y B A K U N IN 21
estos días y años plenos de aburrim iento. Después de ter­
tonces una concepción del desarrollo sobre el y o exterior
m inar su estudio, no sucedió ningún cam bio m ejorable. B a ­
propio en la sociedad rusa. Al principio vino la alegría del
kunín n o aguantó esta atm ósfera triste, la cual n o pudo descubridor sobre el hecho de que la sociedad rusa n o puede
ofrecer a su espíritu ninguna nutrición y alivio. A los 20 ser otra que la existente. Trataban de com prender en vista
años d ejó el servicio m ilitar
de la posición expresada por Hegel, que fuese la única .po­
Era justam ente el tiem po en que de nuevo cierto grupo sible, la única razonable. Esta idea y la persecución de la
de jóvenes com enzaba a desarrollarse reuniéndose en Peters- m ism a n o permite entrar en su conciencia el aspecto revo­
burgo y Moscú. Buscaban aquellos en la filosofía la solu­ lucionario del pensamiento a desarrollar. Al com ienzo que­
ción de todos los enigmas de la vida. La Rusia sufriente daron tranquilos y reconciliados con la sociedad rusa, por­
creó en ellos un cerebro en el que fueron trabajando sus pro­
que les apareció claro su «de dónde». Estaban sosegados por­
blemas. Un ím petu fuerte de saber, desprovisto de todo que les apareció evidente que aunque en comunidad miuy
practicism o, anim aba a esos jóvenes de prim era línea, que abstracta form aban un eslabón de la cadena colectiva. No
n o quisieron ver en una existencia, com o la que vivieron
eran los «y o » aislados, sino que se confundían con la tota­
b ajo Nicolás, el sentido de la vida. La sobra de fuerza im
lidad de la conciencia rusa en una relación íntima. En ese
posibilitaba abocar en una actividad práctica y se desparra­
m om ento tienen la ilusión de haber com prendido el sentido
m aba aquella con energía sobre los problemas abstractos de de la realidad viva. C on ella encuentran un m odo de sal­
la vida. La sociedad n o dió a esta juventud ningún ideal de
vación que les libra de su aislam iento anterior: un punto
neroism o. Ninguna colectividad había diseñado para ellos
de apoyo, una creencia y una explicación convincente de su
los cam inos que cada unoi puede transitar, y los poetas de
problema. Desde entonces quisieron representar el .papel de
aquellos tiemipos le ofrecieron solamente el dolor del mun­
hom bres verdaderamete rusos. Por estos conceptos, y n o por
do. Y así esta juventud, confiada a sí misma, se sintió ena­ am or a la realidad rusa, Bakunín fué un hegeliano conser-
jenada de la sociedad en que vivía.
vadOT. Por sus conceptos, Hegel le había unido a ella, y si
Es com prensivo que prim eram ente tuvo que empezar a hubiese existido solamente un rastro de sentim iento revolu
buscar su felicidad en sí misma y su fuerza juvenil se en ­ cion ario en alguna clase de la conciencia popular rusa, Ba­
tretuvo en analizar su propio «yo», e n desarrollarlo y cul­ kunín hubiera llegado a ser en Rusia un socialista o por lo
tivarlo. Su lem a fué el cultivo de1 la personalidad. m enos un social-revolucionario y político.
No perm anecieron indiferentes ante los asuntos sociales
y políticos, p ero p o r lo m enos al p rin cip io n o dieron a estas Pasó bastante tiempo, antes que toda sensación, sentir,
cuestiones ninguna im portancia especial. Buscaban la sal­ pensar y querer de Bakunín se apoyaran en el sistema de
vación de su descom posición interior y de sus dolores inte­ Hegel. E n el círculo de los amiges se discutió y propagó to-
riores, en la filosofía de Fiohte. Esperaban del conocim iento c.o el sistema. Plantado el último jalón polém ico se activa
d e su p rop io interior y de su p ropio intelecto el cam ino de el fuerte impulso! de expansión de Bakunín. Cuando el pro­
la felicidad; detestaban el m undo exterior, se rem ontaban en ceso espiritual de cristalización está en su apogeo, Bakunín
especulaciones, desarrollaban cada vez m ás una separación llega a un punto muerto. Se siente insatisfecho de la resolu­
del y o y de la realidad y con esto sintieron que la vida espi­ ción de Hegel. Y llega a la convicción de que sin un camibio
ritual era pobre en este «ynzucht» (unión consanguínea) d¿ del ambiente, su vida recaerá en la sima, pues todavía le
pequeño circulo y al final languidecían, p or esto deseaban faltaba una noción cabal de la realidad rusa, la cual era
1*-, entrada en un estadio m ayor, m ás rico y más cerca de más que la simple trabazón de concepciones dada por la fi­
la realidad cual la concebían sus som brías fantasías. losofía de Hegel. Más aún, n o se siente capaz de satisfacer
su deseo y hacerse útil; y, además, esperaba que el estudio
El deseo de una sociedad amplia, con actividad1 exterior,
en el extranjero pudiera hacerle un hombre vivo, verdade­
les a-ferra. Mientras que en la ép oca del cultivo de la per­
ram ente espiritual. L o que sucedió y aportó un gran prove­
sonalidad colocan a Fichte en el centro de su interés, deben
cho, n o solam ente p ara sí mismo, sino también para su país
la m áxim a influencia de este estudio a Hegel, el filósofo de
y el am biente en que se desarrolló. Con estos pensamientos,
la historia, el filósofo, 110 del alm a ci6l Tjomtore iparticul&r. tué a Berlín en el verano de 1840.
sin o de la sociedad que los jóvenes abandonan.
Cuando llega a Berlín, había ya vencido la primera im­
Esta influencia tiene que estar com prendida en el am ­
biente descrito. Quieren liberarse del «r a p io yo y n o en­ presión de Hegel. Vió en la realidad n o sólo lo razonable y
cuentran la relación con la realidad. Y por raro que nos lo creado p or la historia, sino también el material para el
aparezca a nosotros ahora, Hegel les abría el cam ino de futuro. Y com o germ en de futuro, a la realidad dirigió la
esta realidad. Les dem ostraba esta realidad com o algo que mirada de su consciencia. Com o en Marx, y a causa de la
era necesario a la naturaleza y com o algo que se desarro­ influencia de Feuerbach, tam bién este proceso se aceleró en
llaría siempre más y más. Les d ió una form a de reconcilia­ Bakunín. Y se percibe que la realidad es n o solamente el
ción com prensiva con la realidad rusa, y por él veían en- íesumen del pasado, sino también el germen del futuro Y
Feuerbach iluminó en él este germen del futuro. Con esto,

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CENIT 903

LA DOBLE MORAL SEXUAL


después de la révolucion rusa
i

ESPUES de la Revolución da octubre de 1917, alcoholismo, enfermedades venéreas, criminalidad, promiscui­


se produjeron en el inmenso continente so­ dad sexual, etc.
cial de la Unión de las Repúblicas Socia­ En numerosos escritos acerca del régimen soviético, se in­
listas Soviéticas, transformaciones que in­ siste también en la nueva situación de la mujer, com o conse­
fluenciaron profundamente también la vida cuencia de su igualdad en derechos con el hombre. Tal como
familiar, es decir, todas las manifestaciones relata V. Karpinski en su libro «Cóm o es administrada la
vinculadas con las relaciones entre varón y Unión Soviética» (Ediciones «El libro ruso», Bucarest, 1944),
mujer, entre padres e hijos, com o también en el año 1936, por ejemplo, fueron internadas en las casas
entre la familia y la sociedad. de reposo 72.000 mujeres grávidas y madres lactantes. Más
Si en los primeros años del régimen so­ de 700.000 niños eran criados en casas-cunas; más de cinco
viético, especialmente en la época de las guerras civiles, millones d e niños frecuentaban los jardines de infantes. En
cuando hacen estragos las enfermedades y el hambre, ha­ las consultas organizadas por «L a Protección de la madre y
bía necesidad de salvar sobre todo el «material humano», del niño», se presentaron «50 millones de madres» (es pro­
con cuyas fuerzas renovadas los detentores de la autoridad bable que éste sea el número total de las consultas). Más de
del Estado sostenían que tenían que fundar otro orden so­ mil millones de rublos se dieron com o premios a las fami­
cial, hoy, después de algunos decenios, se podría trazar el lias con muchos hijos. Para la asistencia de las mujeres em­
primer balance de las realizaciones políticas, económicas, téc­ barazadas, de las parturientas, de los recién nacidos, los Se­
nicas y culturales. En estas páginas nos limitamos al terreno guros Sociales invirtieron 800 millones de rublos. Otros cen­
de la vida familiar, a la situación de la mujer y del niño. tenares de millones fueron destinados para los sanatorios in­
En nuestra exposición nos valemos, en primer lugar, de al­ fantiles, instituciones y colonias extra-escolares. Cerca de
gunos datos oficiales y detalles relatados por los partidarios 60.000 cantinas y restaurantes dispensaron a las mujeres tra­
o simpatizantes del régimen; después, reproducimos algunas bajadoras de las tareas culinarias.
opiniones de los especialistas en la materia, y testimonios T odo esto facilitó m ucho «el acceso de las mujeres en la
de los que vieron de cerca la realidad y no se sintieron sa­ producción, en la instrucción pública, en la vida social y la
tisfechos con sus apariencias ni con las estadísticas, gene­ administración del país». En 1939, ellas constituían el 40 por
ralmente muy relativas, siendo el individuo y las masas Te- 100 de los trabajadores de la gran industria. En la enseñanza,
emplazadas con cifras frías, para el uso de la burocracia y 50 por 100; en el servicio de la salud pública, casi el 75 por
de los gobernantes. 100. Son numerosas las mujeres en los servicios calificados
* * * com o exclusivamente masculinos; hay mujeres fund'doras de
acero, torneras de metales, mecánicas de locomotoras. En los
E l principio de la igualdad de la mujer es formulado en coljozes, las mujeres son absolutamente independientes, igua­
el artículo 122 de la Constitución de la U.R.S.S., «definitiva­ les que los hombres. Dirigen las haciendas (aproximadamen­
mente» redactado en 1936: «L a mujer en la U.R.S.S. tiene te el 20 por 100), presiden los comités de los coljozes. En el
iguales derechos que el hombre en todos los dominios de la Consejo Supremo da la U.R.S.S. llegaron a ocupar 189 pues­
vida económica, pública, cultural y social-política». La apli­ tos; se cuentan por centenares en los soviets de las repúbli­
cación de este principio es establecido de la siguiente ma­ cas federales, por decenas de miles en los soviets locales.
nera en el mismo artículo: «La posibilidad de realización Otro publicista ruso, Serebrennicov, para mostrar que la
da estos derechos de la mujer está asegurada por lo que se protección de la mujer y del niño constituye una de las prin­
acuerda a la mujer un derecho igual al hombre en el tra­ cipales preocupaciones del Estado soviético, proporciona al­
bajo, salario, descanso, seguro social e instrucción, jnediante gunas cifras del año 1940, en su libro «La mujer en la
la protección por el Estado d e los intereses d e la madre y Unión Soviética» (Ediciones «El libro ruso», Bucarest, 1944).
del hijo, las vacaciones de gestación con mantenimiento del «Las casas-cunas están abiertas todo el año para recibir
salario concedido a la mujer, vasta red de casas de mater­ 890.000 niños, en lugar de 550 com o en 1913». En el período
nidad, casas-cunas y jardines infantiles». d e los trabajos agrícolas de 1941, fuearon recibidos 3 857.000
Estas pocas líneas marcan en principio, la diferencia en­ niños en las casas-cunas de los coljozes y soveozes. Las ins­
tre la situación de la mujer bajo el régimen zarista y su tituciones pre-escolares, para niños de tres a siete años, ad-
situación bajo el régimen soviético. Las mujeres rusas, en su auirieron un gigantesco desarrollo. En 1940 había 54.000 jar­
inmensa mayoría, eran esclavas del marido; eran animales de dines para 2.300.000 niños. El mantenimiento del niño es
trabajo, animales de placer o de cría, carentes de cualquier costeado por el Estado, en proporción de tres cuarto' o dos
derecho político o civil. En un pueblo oprimido, la mujer era tercios; el resto es cubierto por los padres. La mujer que
doblemente esclava, si trabajaba en si campo o en la fábrica; trabaja «es eximida de la preocupación del niño dejado en
no estaba éxenta de las tareas domésticas, de las cargas
de la maternidad y de la «crianza» de los hijos. La mater­
nidad estaba librada a1 la casualidad y1 los hijos no podían
desarrollarse normalmente en un ambiente donde reinaban (1) Capitulo de un libro inédito: «La historia sexual de.
todos los flagelos de la miseria: ignorancia, supersticiones, la Humanidad» .

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904 CENIT

la cuna» y de los cargos de la economía doméstica, «del im­ grandes problemas sociales consiste en asegurar a cada mu-
productivo trabajo de la cocina».
jer la posibilidad de una maternidad feliz; la legislación so­
D e acuerdo con el mismo autor; antes el niño constituía
viética, en lo que a la familia se refiere, está de hecho su­
«una pesada carga y una maldición para la familia pobre».
bordinada a esta última». El cuidado de los hijos debe in­
Hoy el Estado acuerda a la madre una anualidad de dos mil teresar en igual medida a ambos padres. El marido que
rublos, durante cinco años, del séptimo al noveno hijo. Esta abancona su familia es obligado a contribuir al manteni­
suma es aumentada en los subsiguientes nacimientos. Para miento de los hijos hasta la edad de 18 años, integrando
las familias con muchos hijos, el Estado contribuyó con 822 «un cuarto del salario, si hay un solo hijo; una tercera par­
millones d e rublos en 1938; con 1.225 millones en 1940; con te si hay dos; la mitad para tres hijos o más». Quien inten­
4.410 millones desda 1936 hasta 1941. Las madres, salvo la
ta sustraerse a sus obligaciones, es castigado con prisión
ayuda material, reciben en las universidades populares los hasta dos años.
conocimientos pedagógicos necesarios. En los coljozes se dic­ * * *

tan numerosas conferencias relacionadas con la educación de


los niños. Es el lugar para preguntarnos qué impresión produce esta
En lo que respecta a la asistencia médica de los naci­ legislación soviética a un. occidental individualista o liber­
mientos, en 1940 existían1 145.000 camas en las maternidades tario antiautoritario. Si hemos de referimos al artículo de
(21 veces más que en la Rusia zarista) hasta en 'los rincones Fred Esmarges: «La U.R.S.S, y la libertad sexual» (1), es
más apartados del país. Ochocientas treinta mil mujeres pa­ curioso que el autor llegó a las mismas constataciones que
saron sus vacaciones en las casas de reposo y sanatorios da serebrennicov con diez años de anticipación. D e esta ma­
los Seguros Sociales: «Los sanatorios y las estaciones tera­ nera, decía él que los dirigentes soviéticos «son partidarios
péuticas se convirtieron en patrimonio popular». del puritanismo», y en lo que se refiere a la libertad de las
Según T. Serebrennicov, «la maternidad no crea preocupa­ costumbres, todo el esfuerzo tiende a frenar los impulsos
ciones a la mujer soviética». Ella sabe que sólidas organi­ sexuales dentra de los límites d e «las costumbres honestas y
zaciones la ayudarán en «1 período pre y postnatal, y que del matrimonio». El Konsomol ha emitido reglas de conduc­
tampoco el cuidado del niño no es librado a la casualidad. ta moral que van hasta «el anatema contra las relaciones
La mortalidad infantil decrece. La natalidad, muy elevada, sexuales provisionales, ligeras y ocasionales; anatema contra
tiende a aumentar constantemente. En 1937, por ejemplo, el la vida sexual desordenada», exaltándose en cambio «el gran
número de los nacimientos aumentó en un 20 por 100 en amor, el matrimonio sólido y duradero».
comparación con el año precedente. Serebrennicov ve en las Los que creían, conforme algunos teóricos revolucionarios,
realizaciones eugenésicas de su país «una gran victoria del que el origen da la propiedad y, com o consecuencia, del sis­
humanitarismo», en oposición al sistema practicado en los tema capitalista, se encuentra en la familia, esto es en la
países fascistas, donde la mujer es esclava del marido, «una pareja conyugal, comprueban por el contrario, de acuerdo
máquina hacedora de hijos, productora de carne de cañón». con las nuevas leyes soviéticas: la consagración «de la pa­
El nuevo régimen de la U.R.S.S. «presidió la estabilización reja conyugal, repudio de la inmoralidad, denuncia de la
de las relaciones conyugales, limpias en lo sucesivo de fan­ anarquía sexual, revalorización del amor sentimental, la lu­
go secular d e la mentira, de la hipocresía y de las conside­ cha contra el aborto, aun cuando es legalizado», etc. Acer-
raciones de interés. La familia soviética confía en el amor ca de la igualdad de la mujer con el hombre, el autor del
compartido, basado en una profunda comprensión recíproca articulo dice con un matiz hasta cierto punto peyorativo'
y completa igualdad entre marido y mujer». El marido ya «Con las posibilidades educativas que tienen a su disposi­
no es más «la cabeza de la familia», con derechos absolu­ ción, los dirigentes de la Unión Soviética podrían haber
tos. Ambos consortes son libres en la elección de sus ocu­ orientado a la juventud hacia la abolición ds la cohabita­
paciones. «El casamiento por interés no tiene ninguna razón ción. D e esta suerte se habría intentado la realización de
d e existir». El casamiento es civil y mantenido por el con­ una obra magnífica...» Pues, solamente! «con la desaparición
sentimiento! recíproco de los contrayentes; el religioso no es de la cohabitación, cortando de esta manera los últimos
obligatorio. Nadie puede impedir a una muchacha, mayor vínculos d e la dependencia de la mujer ante el hombre» se
de edad, casarse con el hombre que ama. En cuanto al puede asegurar a la mujer su igualdad real en todos ’ los
divorcio, es tolerado por la ley soviética en las casos cuando terrenos de la vida social, económica, política, cultural es
rechaza cualquier intromisión en la vida íntima de los con­ decir, «su emancipación total».
sortes; los bienes que antes del casamiento pertenecían a Si confrontamos estos datos con las impresiones de un
estos últimos, les corresponden en caso de separación. A pe­ viajero occidental, de ningún modo libertario ni ateo, sino
sar de que el divorcio es libre, se torna cada vez más raro. clérigo anglicano (como es el caso del deán d e Canterbury
Los matrimonios, en cambio, son cada vez más numerosos. Hewlett Johnson, quien escribió dos libros: «La sexta par­
D e acuerdo con estas aclaraciones, Serebrennicov declara te socialista del mundo» y «El Poder soviético», 1945),
que se engañaron los que pretendían que «destruyendo las comprobamos que aquéllos concuerdan casi en su totali­
viejas relaciones familiares, se quebrantaría y arruinaría en dad, a pesar de haber partido los autores de puntos de
m odo irremediable la familia, alentándose el desenfreno», vista diferentes. Mencionemos algunos renglones del últi-
mo libro del viajero inglés:
señala que «el poder d e los Soviets anuló las viejas leyes
que degradaban la familia por dentro y condenaban a la «La Rusia soviética trata la vida de los niños— toda
mujer a una eterna esclavitud. Al contrario, la familia ha su vida— con profundo respeto, tanto en su propio bene­
sido consolidada, la nueva familia, vigorosa y unida que ficio com o en el del desarrollo de sus fuerzas latentes y en be­
no existía antes...» neficio de la comunidad»... «En Rusia soviética trata a las
parturientas con especial respeto» (siguen los detalles acer­
La moral soviética, según el mismo autor, es «severa v
ca de las ayudas proporcionadas antes y después del alum­
pura». El Estado, que estableció para la vida conyugal el
bramiento). «Ninguna de las reformas rusas es tan signi­
principio de la igualdad integral entre los consortes, «no
ficativa com o la seria de cambios producidos enel trato a
f j ! 1® considerar el casamiento con ligereza. Por eso, en
las mujeres... La madre rusa disfruta d e una protección
la U.R.S.S. las uniones transitorias son enérgicamente com ­
legal excepcional»... «L a promiscuidad, que imperaba an­
batidas; ellas son anormales, por cuando desvían el matri­
tes, ha sido substituida con la luz difundida en todas las
monio de su sino primordial, vale decir, de crear una fami­ masas de la población».
lia poderosa y unida». La legislación soviética protege con
mucha atención «pero también con severidad, el derecho
de Ia mujer y el interés d e los niños...» «Uno d e los más
(1) «L 'en dehors». París-Orleúns, diciembre, 1934.

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Como conclusión, el deán de Canterbury escribe: «El nocido por su acción en la educación sexual, el doctor
sexo juega un papel más importante en la vida rusa que Norman Haire, reconoce cuanto ha cambiado en este sen­
en cualquier otra parte del mundo, donde el capitalismo tido la situación en la U.R.S.S. D ice en la introducción
es quien requiere la explotación de la mitad más débil de de su libro: «Everyday Sex problems» (ed. Fr. Muller, Lon­
nuestra especie. La coeducación, la actividad sana, la mi­ dres, 1949) que precisamente una revolución com o la que
sión creadora, el trabajo que tiende hacia una finalidad tuvo lugar en Rusia, no implica da un modo necesario la
que todo lo absorbe, todo esto, combinado con una inde­ adopción de todas las reformas sociales. Algunas de ellas
pendencia económica, sitúa al sexo en la escala natural y se realizaron paralelamente con la Revolución, pareciendo
ser sus 'lógicas i>onsecuencias; inseparables. Pero, agnega
sana.»
Después d e semejantes testimonios, se podría creer que el doctor Haire, «en los diez o doce años, el péndulo os­
en «la sexta parte del mundo» la ciencia eugenésica es ciló, volviendo a la otra extremidad, de manera que las
practicada paralelamente con las demás ¡transformaciones condiciones actuales son peores bajo el régimen soviético
sociales de la U.R.S.S. Pues «una nueva ética conyugal», que bajo el régimen zarista. Presupongo que existen mo­
una «nueva educación» no puede ser completa sin la ini­ tivos que justifican la derogación de las leyes que auto­
ciación de los padres en los «misterios» genésicos. Sin una rizaban el aborto, la renuncia a la difusión de las infor­
educación sexual integral, no se pueden alejar los peligros maciones y de las facilidades anticoncepcionales, com o asi­
que perpetúan las generaciones heredadas de las genera­ mismo la restauración de muy severos castigos aplicados
a los .homosexuales masculinos». (La revista « L ’ Unique,
ciones sometidas a un régimen de explotación del trabajo
en beneficio de algunos privilegiados. Un paso importan­ diciembre de 1949, de donde reproducimos estas líneas,
te hacia la educación integral son los cursos preparatorios agrega que también la obtención del divorcio llegó a ser
reservados a las madres. Estos cursos no tienen que ser más difícil en la U.R.S.S.)
limitados a los problemas biogenéticos (la concepción, el ¿Por qué el Dr. Haire hace alto, igual que otros de sus
nacimiento y la crianza del niño), sino hacerlas extensivas colegas, en la mitad del camino? «Hasta ahora— dice— no
a todas las realidades físicas, psíquicas, intelectuales, m o­ he podido descubrir los motivos de este cambio de acti­
rales, a las que ignora la mayor parte de las mujeres, aun tud. Esto no es de mi incumbencia, y no debo criticar a
en los países de vieja tradición cultural. Solamente la mu­ la Rusia soviética»... A pesar de sus avanzadas opiniones
jer despejada puede ser compañera igual a su marido y en la educación sexual integral, este m édico se abstiene
orientadora, compenetrada de amor y comprensión, de los de criticar los errores y debilidades a los que— tal como
hijos. A través de éstos se prepara el porvenir pacífico y se expresa él mismo— «hablando sinceramente, no los com ­
prendo... Hago mención a Rusia, solamente para demos­
armonioso de la humanidad.
* * *
trar claramente que una revolución política o económica
no pude realizar inevitablemente las reformas sexuales que
Corresponde exponer ahora algunas comprobaciones de yo, y, posiblemente el lector, eremos dignas de ser desea­
una doctora norteamericana, Mjargaret Sanger, que—todo das»...
lo contrario del clérigo Johnson, sugestionado más bien Así, pues, el médico Haire ¡no puede «descubrir los mo­
por el mandato bíblico dti «crece.! y multiplicaos»— se tivos de este cambio de actitud»! ¿Pero cóm o puede un
ocupó de la limitación de los nacimientos en la U.R.S.S. médico tratar una enfermedad si no conooe su causa o
(en «The Birth Control Revieiw», de donde su artículo ha no se. esfuerza en descubrirla? Los problemas de la me­
sido reproducido en « L ’ en dehors», julio-agosto de 1935). dicina social, entre los cuales se cuenta también la educa­
Visitó dispensarios, hospitales, clínicas y otras instituciones ción sexual, se hallan en relación directa con el régimen
destinadas a la protección de la maternidad, en Leningra- social-económico y politico. No ,es necesario ser marxista,
do, Moscú, Odesa, Stalingrado, etc. Por todas partes, de­ leninista o stalinista para descubrir esta verdad general­
rechos iguales para ambos sexos. «Pero cuando comienza mente humana. Todos esos «cambios d e actitud» en la
el embarazo, dicha igualdad cesa. La mujer se convierte U.R.S.S. tienen una simplei explicación, una causa dema­
en protegida del Estado... La madre y el niño se encuen­ siado evidente para no ser descubierta por médicos auda­
tran bajo el cuidado y protección del gobierno raí una ces en reformas de educación sexual, pero tímidos cuando
medida que, quizá, no ha sido aplicada nunca en el curso se trata de «política». La causa radica en el régimen mis­
de la historia». mo, fundado por el fanatismo de un partido único y ab­
Por lo visto, la doctora Sanger se interesa del hecho mé­ solutista, por la fuerza armada de. un gobierno totalitario,
dico, clínico y no de su significación social-económica y, rodeado de una burocracia nrivilegiada y de una policía
especialmente, política. En aquel tiempo no existían obje­ inquisitorial, con poder ilimitado sobre todos los «ciudada­
ciones religiosas contra la limitación de los nacimientos. nos» desde la cuna hasta el sepulcro. La causa, en una
«N o se discute el derecho de la mujer de conocer los mé­ palabra, reside en la ausencia de toda libertad. Hasta la
todos anticoncepcionales». No por motivos de salud, por minoría que gobierna el inmenso conglomerado d e pueblos
motivos eugenésicos o económicos, com o en América. Este sometidos a la tiranía del Estado, incluso sus propios «go­
derecho «se acuerda a la mujer com o un derecho humano bernantes». arbitrarios v oportunistas, no son libres. Son
elemental»... Después de una serie de detalles acerca de esclavos de su sed de Poder, de las pasiones que van más
la práctica del aborto en el hospital, bajo el control ofi­ allá de las normas de una existencia pacífica, creadora,
cial (solamente en Moscú, cien mil casos anuales), la d oc­ sana... Son esclavos del Poder político. Pero no son tam­
tora cree que es necesario dar preferencia a los medios bién irresponsables. Otros médicos, más consecuentes, li­
preventivos, «para poner freno al aborto»... «Las informa­ bres del fetichismo de la autoridad, ya comenzaron a ocu­
ciones sobre la limitación de los nacimientos forman parte parse de esta grave enfermedad de los delincuentes po­
del servicio social del gobierno». Pues, teóricamente, no líticos (1), de los criminales de Estado que se creen prote­
existen trabas legales, pero práclicamente «los productos gidos por las leyes hechas e impuestas también por ellos,
anticoncepcionales son raros y de mala calidad» (y en este para ejercer su todopoderoso terror, su «infalibilidad», y
sentido «América del Norte es superior a la U.R.S.S.») La satisfaoer todos sus deseos y pasiones por la sumisión cie­
doctora Sanger es objetiva cuando se refiere a las realida­ ga de sus partidarios y, especialmente, por el trabajo for-
des social-políticas, píTO cree, con ingenuidad, que «des­
pués de la realización de los planes sociales y económicos
de la Rusia soviética, ni el aborto ni los medios preven­ (1) «Autoridad y delincuencia en el Estado moderno»,
tivos serán necesarios o deseados». enfoque criminológico del problema del Poder, por el doc­
Quince años más tarde, un sexólogo eminente, muy c o ­ tor Alex Comfort. Londres, 1950.

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mÍl'0neS ,,robots” y de «sospechosos» en las


fabricas y campos de concentración. no fueronmédicos, profesores, especialistas en «discinli
«¡Esto no €s de mi incumbencia»!... «¡N o deseo ortti- ° menos científicas, sino hombres— lisa y llana­
lan” ¿Ííose mis d" ctor Haiíe y •os que se le parecen, anu- mente, hombres que lucharon en la contienda sodal p o­
lítica y economica— y no vacilaron en advertir a los
sociaíés ñor
sociales por Tnrinr* Paf' e prudencia
temor por ^ de SU
o Sp °0rbras científicas de
sunegativa v
proclamar una verdad demasiado evidente y sentida en
carne propia por todo un mundo, por los pueblos nor in
I0T . S I ’ ndÍV,ÍdU0S- HlV lf' UÍ P°r 1 ué ^ ’ ^rnos que abrir EUGEN RELGIS.
los libros tan pa lp a n tes de vida y sufrimiento d e los que
(Continuará).

LA A P A R IC IO N D E ESPA Ñ A
? n la g e o g r a fía d e l m u n d o
A existencia de España, com o todas las cosas
‘ uvo fu principio, y com o todas las cosas para entrar en su casa vaciando un tronco, y esto fué el
también, tendrá su fin. primer vajtdo /de la navegación.
Si diéramos un paseo a gran altura con Su ignorancia lo hizo atrevido sin duda, pero sus fracasos
los medios actuales de transporte aéreo so- ffnrarneníp >' Prudenle- V empegó se-
haL-aqUIell? . n,ación> nos Parecería que nada tonces S“ Pnm' ra dÍECip1¡na mental, virgen hasta en­
había cambiado, y que, siempre, habían es­
tado las cosas como ahora.
e a ™ ' M S F V arte in,cipiente da ,a éPoca de las
Cóm odo es este supuesto, y muchos se dad k e / st,e Sol° punt0 ha ocupado infini-
obscuro d , In ! f t rran- 3 P° r no ,neterse en el laberinto íe r n t t Z ™a, 35 de k acluaIidad- legándose a supo-
d f h n t a r e n t o n c e s quien enseñaba y quien aprendía a
barreras í e n í s d T T l V n° atravesar la* innumerables
rían é r Daso mtelrro« antes. que les obstrui- m íeriales más Y 1 P’ r ^ '° S muro^ a tu ra le s. o sobre
í, i • ’ cambio, el ansia de saber la inonie ™ v Í 1 rudimentarios, com o piedras, cuernos, hue-
tud del «siempre más allá» ha dado alas a ciertos hombre. sos y materias duras.
¿Qué pasaba entonces en España, en ese territorio inmen­
d i ti.m po y le han pedido cuentas de su pasado Y aunque so para unos centenares o unos miles de seres pegados a
hace cien anos no se sabía nada de España anterior a los la tierra por la inexistencia de caminos, de ideas d fo r ie n -
fénicos, la ciencia ha logrado en un sigFo de Iñ N u g a ció n mente pOS,bllldades V quizás dé deseos? Pues, segura-
resto del m undo'6" 5? “ ‘ “ i C'¡marcas Peninsulares y en el’ .PaSa nada’ pues no <lca España siquiera era
de mund]°, enterarse de lo ocurrido desde los pobres sencillamente una extensión más de la tierra que nacía eri

actual no Uen ?dea f,C pelÍRros de que el hombre x oyr r r d; la . fut,ura España aPa« á « en T a% 2
fj j i e >dea, y ha hecho pasar ante los grafía del i-mundo, sin dejar más signo que la presencia de
oíos idm
r os d e los estudiosos el complicado panorama animales
de las in que ya no existen, de que el hombre habitaba en
cuevas porque no había casas ni siquiera grupos huma­
S S 63 SUC6SÍVaS’ desde 61 W O ^ L t a la £ nos, y que solamente había un rudimento de arte único
punto de unión entre los hombres com o maestros y discípu-
1„ BnÍrep' l i5¡UÍSÍéram0S resumir en unas cuantas cuartillas toda
¿ ISt^ . pero esto es imposible. El hombre, todavía en de progreso. " g S° SÍ« " ° ^ confraternidad y d e S
tiempos geológicos no era, física ni moralmente com o es
Es imposible, com o hemos dicho, hacer acopio de ditos
inventando 'e ^ f u e s ^ H vlvi,end° en las cavernas naturales, para restablecer la historia de los hombres a base de datos
C n - r a s Pv l / , T ’ . deSCubr,endo el n,etai’ Echando con
veeetaí BC ( ,ueK° sus cuevas, comiendo crudos los D rivíle^H , qulzas fuera me]°r crear una ficción, y plumas
getales espontáneos antes que aprender a cultivarlos v privilegiadas que escribieran «La novela del hombre nri-
mitivo» partiendo del ambiente y del esfuerzo n ecta rio
cT abaV 7 e; !“ Came de ,OS a" ima,e* con los q ue 1u- que las grandes imaginaciones conciben que fué preciso
su arte inchííenfe f CU3VaS’ en iaS <>ue de¡ó huellas de para proyectar luz a la obscuridad en que los m i l l o n « d e
lagos v Tl S ! ’ j l° - C,Ue construir sus chozas sobre los anos rodean tiempos tan remotos. de
lagos y al borde de los ríos sobre estacas para evitar los
leafuéeSnrer.'íaS • V i® ambición de los otros hombres y d
le fue preciso inventar la forma d e andar sobre las agrias clee sabios
sIbiosOSdé°d,Va
Ud V ÍgnÍfif
dedicados a estos" estudios,
' 0S Í ante0S
quedeaseguran
una comunidad
oue 1a
aparición de los primeros hombres no data menos de medio

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millón de años o sea de 15.000 a 20.000 generaciones, qu * cimiento de España sobre la geografía del mundo todo lo
son otros tantos abuelos de la generación actual, cifra im­ valía.
presionante incluso reducida en este cálculo por genera­ Apenas descansábamos; nos alimentábamos, aun en plena
ciones. labor, con comprimidos, que, en abundancia llevábamos en
Todo hace suponer que la vegetación era espontánea y los bolsillos de las batas de tela refractaria a todos los me­
frondosa, pues de otra manera se hubiera truncado la vida dios nocivos y peligrosos. La pantalla y los altoparlantes no
humana, y que las temperaturas no serian rigurosas. Con és­ paraban con presteza inaudita.
tos y otros medios se podría reconstruir el cuadro y pro­ T odo marchaba bien; íbamos a dominar la prehistoria de­
yectar mucha luz sobre el misterio. finitivamente con el auxilio de nuestra máquina prodigio­
Un hecho muy glorioso para aquellas remotas generacio­ sa, y podríamos conocer la vida de miles de generaciones
nes fué la invención del dibujo y en parte la escultura y antepasadas. Nuestra fama sería inmensa y nuestro provecho
la talla, que ya hemos mencionado, pero insistimos, porque cuantiosísimo.
estas artes que no responden a una necesidad material sino Lias pantallas sobre las que se proyectaban sucesivamente
intelectual y especulativa, fué un sentimiento brillantemen­ los acontecimientos de las diversas épocas pasadas eran ad­
te superado desde la edad temprana de la humanidad, que mirables y admiradas; unas veces aparecían en ellas mate­
demostró ampliamente la dualidad del hombre evidenciada rializadas y dinamizadas las escenas vacilantes de la vida
desde su aparición sobre la tierra en los dos conceptos de de nuestros remotos antecesores; otras, los aspectos de di­
materia y espíritu. latados territorios vacíos y erizados de interrogantes nos si­
Ese elemento nuevo de comprensión y anhelo de cultura tuaban sobre el bosque de las inquietudeds que ofrece su
abrió amplios cauces para el progreso humano, y los hom­ lenta gestación.
bres primitivos, hasta entonces dominados por el instinto y Adelantábamos eficazmente en sentido inverso del curso
las pasiones, empezaron a meditar sobre el bien y el mal, normal del tiempo, y estábamos satisfechos de los resulta­
cuyo hecho constituye la base de todas las civilizaciones dos obtenidos.
subsiguientes. Un día nos disponíamos a seguir el curso invertido de
Quizás entonces nacieron dos cohesiones: la de la familia los milenarios para observar el ritmo constructivo de la ci­
y la del grupo de familia o pueblo, bases indispensables' vilización, y al dar la orden de puesta en marcha de la
para el planteamiento y solución de todo problema de co­ máquina prodigiosa, el asombro nos dejó atónitos; el apa­
lectividad. rato funcionaba al revés. Era el mecánico, que, en vez de
Felices ellos, porque no tenían fronteras y podían despla­ tirar de la palanca la empujó, y este simple movimiento
zarse libremente en busca de la fecundidad y la dulzura de de contramarcha operó en nosotros com o una descarga
la Naturaleza; acampando en montes, laderas, valles o lla­ eléctrica de alta tensión, pero al mismo tiempo, nos hizo
nos, según les conviniera, en la busca continua del menor notar la existencia de otra faceta del experimento con la
esfuerzo y máximo rendimiento del trabajo, rudimentaria­ que no contábamos y que era más importante todavía que
mente agrícola, cazador y pesquero. el esclarecimiento del pasado, pues era, nada menos, que la
Todo esto no es suposición, sino afirmación. Ahí e:tán revelación del porvenir.
los utensilios y los enterramientos envueltos en la caliza in­ No pudimos ni protestar de la equivocación o acaso he­
crustante de las cuevas. Los restos de las primeras chozas cho consciente del mecánico y quedamos inmóviles en el
sobre lagos y deltas. Los pueblos construidos con piedra asiento viendo pasar en sentido normal lo que ya habíamos
seca en laderas y cumbres. Los restos de comidas y fuego visto en sentido inverso.
evidenciados en mil emplazamientos. Podemos, pues, inten­ Pero, ¿qué pasará— dijimos— cuando lleguemos a la ac­
tar la «Novela prehistórica» con cierta seguridad de acierto, tualidad? Pues, lo natural, nos contestó la máquina por me­
con alguna arquitectura ósea para que se tenga en pie... dio d e los avisos sonoros de que estaba dotada especial­
Sin embargo, antes de lanzarnos, hemos de tener presente mente para las respuestas, las aclaraciones y las réplicas.
que han sido dos las teorías más extendidas respecto a las Que veréis el porvenir con todos sus progresos y detalles,
inclinaciones fundamentales de la humanidad naciente: la que es mucho más interesante y útil mil veces que conocer
pacífica y la bélica, la de la ayuda mutua y la del com­ lo pasado...
bate y la expoliación. Autores eminentes se han pronuncia­ Y, efectivamente, vivimos nuevamente la prehistoria y la
d o en uno u otro sentido, mientras otros, no menos eminen­ historia antigua seguidas de la historia moderna, y en el
tes, han sostenido ambos puntos de vista simultáneamente. registro de los siglos apareció el número X, y el XVIII, y
D e todas maneras, podemos pensar que en aquellas épocas el XIX, y finalmente el siglo actual, cuando, sin saber por
eran restringidas ambas tendencias en razón de lo escaso qué y sin un motivo explicable. Se paró la máquina, preci­
del número de actuantes, quedando tanto el amor com o el samente en el momento que en la pantalla se dibujaba una
odio circunscritos en reducidos horizontes. enorme interrogante, no recuerdo a propósito de qué acon­
tecimiento.
o o o
Acudimos presurosos a todos los medios, empujamos to­
Estas consideraciones no nos satisfacieron y construimos das las palancas; deseábamos afirmaciones o por lo menos
mentalmente un laboratorio gigantesco para dominar el sugerencias sobre el porvenir, y, nada, la máquina se ne­
tiempo y escrutar el pasado con imparcialidad y detalle, y gaba a funcionar.
he aquí los resultados: H ubo consulta de técnicos y todos fueron del mismo pa­
En los laboratorios titulados «L a sagacidad científica», que recer; dentro de un siglo— dijeron— podrá funcionar la má­
ocupaban extensión enorme de terreno, donde se realizaba quina. Y lo peor era que en la pantalla quedaba fija una
un trabajo intenso y constante por miles d e expertos, se des­ enorme interrogante de color dudoso, que llegaba del suelo
cubrió, entre otros, «el secreto del tiem po», cuya máquina al techo. Seguramente era ella el molivo a que se debía el
visora, anotadora, fotográfica, de proyección y sonora, era sensible accidente. La interrogante siempre es una suspen­
accionada por un potente motor superatómico, consiguién­ sión indefinida de las nobles actividades de la humanidad.
dose remontar todo el tiempo pasado y obtener testimonios Romper la interrogante es la misión de la ciencia y el pro­
fieles de todo cuanto había ocurrido sobre la tierra; labor, que greso.
siendo tan extensa necesitaba un tiempo, considerable tam­
bién, para ser observada, estudiada y resumida. Ver el na­ A lb e r to CARSI

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COSAS DE LA ESPAÑA NO TAN VIEJA

A causa, ya antigua, de nuestros males, es la


falta de cabeza allí donde debe estar la ca­
beza. Con la mejor compañía de cómicos se En España existe el sufragio universal. En España no exis­
representa muy mal una comedia si no se te la libertad electoral. En España existe una organización
distribuyen bien los papeles. Un tipo de los judicial aparentemente bien establecida. En España no exis­
más perniciosos que puedan existir en una te la independencia del poder judicial. España es una m o­
sociedad es «el hombre de conocimientos ge­ narquía constitucional (que lo mismo fuera decir una república
nerales», eufemismo con que se encubren la cuando existió). España es una federación oligárquica. Ha­
osadía y la ignorancia, y a este tipo están blando con sinceridad, todos los alardes, todas las presuncio­
confiados en España todos los negocios pú­ nes, todos los envanecimientos políticos por las libertades
blicos. constitucionales conquistadas al empuje persistente de tres ge-
Un buen médico, un excelente farmacéutico, un notable neraciones políticas, se desvanecen con una sola apelación,
matemático, hasta un abogado que estudie a conciencia les que la conciencia nacional desilusionada ha manifestado hace
leyes, están incapacitados de hecho: son especialistas, hom­ ya tiempo: el caciquismo.
bres técnicos, que no pueden «abrazar en su totalidad los ¿Qué es el cacique? Cacique es una voz caribe que deno­
arduos y complejos problemas de la política y de la adminis­ mina al señor de vasallos o superior de una provincia o pue­
tración». Para abrazarlos se necesita tener una cultura más blo de indios. Es, adoptada la palabra por los españoles, y
general, y a falta de hombres que posean realmente esta según la define el Diccionario, «cualquiera de las personas
cultura— contados son en España los gobernantes que la po- principales de un pueblo que ejercen excesiva influencia en
?5en 1 vienen a ocupar el hueco los que tienen trazas de asuntos políticos o administrativos».
listos y parecen capaces de. dominar toda clase de cues­ «Persona principal de un pueblo». «Excesiva influencia...»
tiones, aunque por el momento las desconozcan. La aristocracia y la teocracia son sustituidas por las «perso­
Este tipo lo encuentro yo por primera vez en nuestro pe­ nas principales». ¡H e aquí el único fenómeno democrático
riodo de decadencia, en las postrimerías de la casa de Aus- de toda nuestra transformación política! Una sustitución de
tna. categorías por una sustitución de personas, substituyendo en
Un historiador que nos ha estudiado con justicia severa las personas la condición de las categorías. Las personas
e imparcial, lord Macaulay, le retrata con exactitud: igno­ que sustituyeron íntegramente la condición de las antiguas
rante y vano indolente y orgulloso, viendo hundirse su na­ categorías de privilegio, por no tener titulación aristocrática
ción y creyendo detener el derrumbamiento con una mirada m teocrática necesitaban un titular representativo que, con
despreciativa y altanera. a precisión de las conceptuaciones jergales, lo caracterizó
Nuestra decadencia es irremediable, porque habíamos abar­ la jerga política en el cacique.
cado mucho mas d e lo que nuestras fuerzas nos permitían: El cacique es una hipertrofia de la personalidad política,
pero no hubiera sido tan completa si en vez d e hombres sustituyeme de las antiguas hipertrofias aristocrática y teo-
decorativos hubiésemos puesto al frente de los negocios hom­ cratIca- , Su personalidad constituye un acumulo d e influen­
bres de valor real, que, a no dudarlo, los teníamos. Con cias políticas con derivación indirecta, pero efectiva en la
nuestro torpe sistema conseguimos, es verdad, que pasara a persona del cacique, del poder gubernamental, del poder ad­
la historia la altanería castellana, de que tanto se ha abu- ministrativo central, municipal y provincial y del poder ju­
^ ,deSPuef' P.ero esa, altanería era ya contrahecha, sinóni- dicial. Con este poder acumulado, el cacique tiene potencialidad
audaz chazon> no la kg'tim a, la altivez noble, brava y suficiente para acumular en su misma persona o en la per­
sona que el gobierno central le recomienda, todo el poder
Y parece que estamos condenados a padecer eternamente representativo que el sistema constitucional exige. De este
bajo el poder de los hombres decorativos: era natural que modo el cacique que adapta las leyes constitucionales a sus
al quedamos arruinados desapareciera la especie; pero se­ Junciones no utiliza más que una sola ley muy castizamen­
gu n dem os visto, no ha hecho más que transformarse. Ahora te española, por depender de nuestro autoritarismo constitu­
cional, la ley de encaje, que tan repetidamente mencionan los
* j* ? ue no Pudiendo pasar de aprendiz en ningún oficio autores picarescos.
se declara maestro en el arte de gobernar; es el que, dema­
siado ignorante para desempeñar cargos pequeños, «está in­ f . ^ tT r Sm° ’ i? ° r su, £natur?leza exageradamente hipertró-
dicado por la opinión» para los altos cargos; es el alto fun­ ‘ . ?S hlpertró ica d e 10 ^ fué nunca en nuestro
cionario que, con la frente preñada de conceptos brillantes nacl0na1’ ? ° so,amente no ha atenuado los
se encierra en su gabinete para resolver los «arduos proble- caracteres de nuestro atrofico servilismo, sino que los ha
«tagerado. Caciquismo, por lo tanto, tiene su significado en
£ ¡!£ J L " Vum° S P° r e! oio, de la cerradura, está entre­
teniéndose en hacer pajaritas de papel.—Angel Ganivet. n p r « ^ ° giai « ’ PU6S eonstituye nuestro modo de dege­
neración política, que con ese nombre se debe conocer. El

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caciquismo, por su índole y por sus viciosos procederes, im­ que tenga más sombreros que las fábricas de Leza y más
plica la paralización de fuerzas que a la salud nacional im­ condecoraciones que un via crucis.
porta mucho que estén activas.— Rafael Salillas. Y nota bien que no dijeron Alcalde Montera, diminutivan-
do de Monterilla, modo despreciativo, usual en los cortesa­
a a o
nos orgullosos siempre que han de tratar de las cosas y de
las personas de los lugareños paganos, antes plebe y ahora
¡Miradle! D e un jumento sobre el lomo masa inerte de la sociedad.
D e recorrer acaba su distrito, Entretanto que la gente d e letras se ocupa del distintivo
Donde al verle llegar, un solo grito capital de los Alcaldes, la moda caprichosa que todo lo lleva
Ha rasgado los aires: — ¡E ce homo! por delante, com o el espíritu reformador del siglo, hizo en
nuestras provincias un pronunciamiento general contra las
D e un título conoce al mayordomo monteras. Así debía de suceder a la fe. Las cabezas cons­
Y le apoya el gobierno por escrito; titucionales no eran razón que continuasen cubriéndose con
Toda su ciencia es ciencia d e garito el aparato que cobijara las testas del servilismo. A la som­
Con algunas nociones de hipódromo. bra del árbol d e la libertad progresaron los sombreros, y las
fanáticas monteras fueron a esconderse avergonzadas con los
Mañana le veréis en la tribuna señoríos y los diezmos, con las vinculaciones y santas her­
Discutiendo las leyes o el catastro, mandades.
Y aplaudiréis su plática importuna. Coincidencia fué que oriundo el régimen constitucional de
Andalucía vino también por Sierra Morena la inundación de
De! cielo del poder vendrá a ser astro... calañeses, gachos, chambergos y de chozo (1) que tan pron­
Y quizá, si le ayuda la fortuna, to com o los sarracenos, se apoderaron d e Castilla, sin dejar
Llegue a vender cerillas en el Rastro. cabeza con montera.
Manuel del Palacio■ Deducirás de aquí, lector benévolo, que hoy puede caer
bajo el dictado de Alcalde Monterilla todo mandarín muni­
OOO cipal, simple y testarudo, ora le cubra un pavero, un tres
candiles o un copudo sombrero, ora vista al modelo del úl­
Don Juan López y Pérez, merced a las artes de Iscariote, ha timo figurín de París.
derrotado por tres votos a don Juan Pérez y López, brillante Tan variados y multiformes son en nuestros días los Al­
resultado que atribuye exclusivamente a su prestigio entre caldes Monterillas com o los rateros de corte y loS esbirros
aquellos honrados habitantes; y no crean ustedes que exage­ de policía. Si entre político y naturalista me propusiera ha­
ro si les digo que don Juan López y Pérez, electo diputado, cer una clasificación botánica lineana del reino alcaldesco
parece otro hombre. Le he visto en la calle y m e ha im­ monterillal verían ustes cuántos órdenes, géneros, especies y
presionado mucho su presencia: derecho, circunspecto, serio, variedades. A pintarlos todos era cuestión de alquilar con­
con gabán nuevo gris y guantes de color de caña, marcha ventos para formar galerías y museos...
el hombre con aire decidido, mirando a los transeúntes con Si veis a una lugareña oronda de vanidad que grita a otra
cierta benevolencia compasiva y protectora, com o quien tie­ vecina: «¡T ú pagarás la desvergüenza!», tened por seguro
ne la conciencia de su superioridad y la cabeza rellena de que es la alcaldesa la que habla.
ideas salvadoras de la sociedad... El joven labriego a quien llaman de usted los ancianos
En su casa también es otro hombre don Juan; y a no da de su misma clase, o es alcalde en la actualidad o lo ha
importancia alguna a la opinión de su mujer y de su sue­ sido en años precedentes.
gra, que antes nunca se atrevió a contradecirla; les ha per­ Cuando entre los niños que juegan en la plaza oigáis a
dido el miedo, y el otro día que la suegra le d ijo con su uno que exclama ofendido: «¡Mira que se lo he de decir a
acostumbrada amabilidad: «Juanito, ¿y qué vas a hablar tú mi padre!», aquél es hijo del alcalde.
en el Congreso?», la contestó con desabrimiento y dignidad: La zagala que a pesar de su desgraciada figura sale la
«Señora, hará usted bien en meterse en sus enaguas y no primera a bañar y recibe el primer mayo de los mozalbetes,
en lo que no le importa». Ayer recibió una cocinera y le cuéntala por hija de su merced.
dijo: «Advierto a usted, para que no lo olvide, que cuando ¿Ves aquel gañán que con imperio exige de otro labra­
hable usted de mí, diga usted siempre: «Su Señoría». dor que le haga lado para pasar con la yunta sin detenerse?
Por supuesto que se muda del cuarto tercero al principal. Criado del alcalde sin falta.
Y se ha hecho tarjetas com o ésta: «JUAN LOPEZ Y PEREZ, Aquel forastero viajante, que cerca del pueblo y a la vista
diputado a Cortes, Negros, 9, pral.» del guarda entra con desenfado a coger uvas de las viñas,
Otro detalle que demuestra lo poseído que don Juan está es huésped del alcalde y lobo de su camada.
de su misión parlamentaria. No se habla en su presencia de Si ves un cerdo andar suelto por do quiera, que en Iodos
cosa alguna sin que añada tranquilamente: «D e eso habrá los portales entra sin recelo, y que tiene una gordura extra­
que tratar en las Cortes. Ya tengo yo mi idea». ordinaria, cree a pie juntillas que es el cochino de San An­
Lo malo será que no podrá explanar sus ideas, porque en tón o el marrano del alcalde.— Fermín Caballero.
la primera legislatura se preparará para la segunda, y en
cuanto empiece la segunda le darán un destino bueno... por­ O O O
que si no, ¡ay de don Peregrín y del partido liberal, y hasta
del sistema representativo!— Carlos Frontaura. M i personaje pertenece, en suma, al grupo de secretarios
O O O de ayuntamientos de los lugares, que son los más malos, los
Entiéndase en esta tierra de conejos y gazapos por Alcal­
de Monterilla un alcalde zote, sin carrera literaria, que ne­
cesita asesor para actuar en negocios graves, que obra a ton­ (1) Sombrero «calañés>>, hecho en Calaña, provincia de
tas y a locas cuando le guía su instinto zopenco o que cede Huelva£ sombrero de copa baja con alas anchas u levan­
i las inspiraciones de un mentor petulante o enredador; un tadas; chambergos, sombreros redondos a lo Schomberg; de
alcalde labriego más o menos burdo. Y com o esta rudeza se chozo, en formas del techo de pajas de las cabañas; e l ga­
ha creído propia de los alcaldes campesinos de chupa y ga­ cho, sombrero bajo, en forma de ancho embudo; el pavero,
rrote que ordinariamente usaban montera, se dió él apodo de alas muy anchas y rectas; e l tres candiles, el sombrero de
de Alcalde Monterilla al que hace alcaldadas d e patán, aun­ tres picos.

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más venales, lus más tiranos y los más opresores de los hom­ tt o a

bres. El escribano es ni más ni menos que un hombre público.


La plaza está pobremente remunerada y tuvo pocos go­ Y respetando su posición com o ellos ha de cuidar más bien
losos que la pretendieran. Sólo un indígena puede con ella de cautivar las voluntades que los intereses de los particu­
y un indígena la explota. lares. Así le verás constante en su empeño de hacerles fe­
No tiene otras rentas ostensibles que los tres mil escasos lices aun a costa de su propia felicidad, no exigir contribu­
reales que vale el destino y no obstante, traga más vino ciones, esto es, nunca exigir que la contribuyan ni aun con
que una cuba. Cada sábado va de caracolada, y cada lunes sus legítimos derechos, a los ricotes y bien acondicionados
de callos con arroz. El resto de la semana recorre ferias y ni jamás perdonarlo a los pobres. Verdad es que com o ami­
mercados, para cuyos viajes tiene un tordillo de buen andar. go de los primeros no puede negarse a ciertos adelantos o
Viste bien y tiene moza, amén d e la familia, numerosa, eso empréstitos que la autoridad de tales principios le obliga a
sí, pero solícita y bien trajeada. N o se le conocen deudas. reclamar en repetidos apuros, y de cuya amortización nun­
Una administración municipal no se hace odiosa a un ca se trata. En sus salidas tampoco exigei dietas algunas si
aldeano por el solo delito de ser algo más cara que otras no es las puramente precisas por vía de alimentos.
que la antecedieron: suspira, murmura, pero no pierde el D e suponer es que tan excesiva delicadeza le tiene siem­
sueño porque le pidan el recargo y el tanto por ciento más pre en un pie de economía poco común; y sólo en fuerza
sobre todos estos recargos, y dos del anticipo y tres del em­ de su aplicación y buen manejo en el oficio, puede al poco
préstito, y cinco de consumos, y tanto del puerto, y cuánto tiempo procurarse con qué ir pasando y hacerse con una
de los pastores, y esto para el médico, y lo otro para el yegüecita torda que va manteniendo lúcida y bien enjaeza­
señor cura.
da. Así es que desde entonces todo queda! para la condena­
Todas éstas y otras exacciones llevan apariencia legal; el ción de costas, donde presentados en globo los derechos de
aldeano cuenta siempre con ellas o con otras parecidas; y los elaborantes no se echa tanto de ver el exceso en su
aunque alguien más sagaz pudiera, con mucha frecuencia, cuenta parcial.
hallar no poco que tachar, asi en la calidad com o en la can­ Agradecidos en cambio los aldeanos, envíanle de cuando
tidad de lo exigido, él lo paga religiosamente y no se es­ en cuando regalos de diversas especies, que en hombre de
candaliza, porque no Ie extrañan los motivos. tan de provecho pueden suplir sin esfuerzo la manutención
Pero, es el caso que, después d e descansar pagando, como de amo y jaca por la mitad del año. Con esto y dar fe de
en señal de su ingénita honradez, dice el pobre hombre, lo­ que los bienes de cada vecino valen sus diez por ciento cuan­
gra éste, a fuerza de privaciones, esconder un roñoso ochavo do llega el reparto catastral, que los propios han invertido
en el pico del arca. Aquel ochavo es, con otros que irá todos sus feudos y mucho más en el mantenimiento de pre­
juntando poco a poco, una chaqueta para él, o una saya stís pobres y que el hijo del alcalde no se halla en casa
para su hija, o el puchero limpio del primero de la familia cuando le buscan, pasa por el hombre más recto, más ínte­
que caiga en la cama, o el socorro para el chico si la suerte gro y más cabal de cuantos han conocido hasta su tiempo.
se le lleva al servicio de las armas, o el calor del invierno, Ni puede ser de otra manera, porque es además un cristiano
o el pan de la primavera. Robarle aquel ochavo es robarle viejo temeroso de dios y de su conciencia, con sus ribetes
la paz, el sueño, el mayor pedazo de su alma. de devoto, que nunca se ha presentado sin capa en la misa
Pues bien: este ochavo es, precisamente, el ochavo del se­ mayor, ni ha dejado secar la pila de agua bendita a la ca­
cretario.—/ . M. de Pereda. becera de su cama.— Bonifacio Gómez.

El crecim iento del Estado

El U O DE C H E H I T E E l TRIUDFO D EL I O I D I I W I D O
PINAMOS, com o muchos o:ros más autorizados decreto liquida el sistema feudal y entrega tn venta, por
que nosotros, que el mundo político y social parte del gobierno, las tierras sometidas a los campesinos
se desenvuelve hoy dentro del totalitarismo, (felahes).
con características, consistentes: por una par­ Hechos brutales que demuestran el avance del totalita­
te, en el debilitamiento de !a comunidad, rismo los encontramos por todas las naciones,, con o sin enor­
com o factor de creador voluntarioso, y por me industrialismo, con las debidas características, de acuer­
otro, el crecimiento monstruoso del Estado, do a las idiosincrasias nacionales o conveniencias políticas.
la centralización en sus engranajes de la vida En Rusia, atea y antisemita, ahora; clerical, profundamente
pública y la actividad cultural y artística de religiosa y militar la España franquista.
la humanidad. En este estudio nos abocaremos a grandes rasgos, a la
El totalitarismo, bajo formas democráticas o feudales, se situación de Chile, no perdiendo la objetividad de que el
impone sobre los pueblos. Ejemplo del primero, Estados Uni­ totalitarismo es un odioso fenómeno mundial d e esta hora
dos de Norteamérica, cuyo gobierno mantiene control rígido trágica que viven los hombres.
del comercio de importación y exportación, dirige, compra, Chile es el país austral de la América del Sur, que se
vende o regala, un porcentaje de sus colosales producciones extiende por un lado a los bordes del Océano Pacífico, la­
industriales. miendo sus costas un oleaje pródigamente generoso en ma­
El segundo, Egipto, con la presencia de Naguib, que por risco y pesca altamente nutritiva y variada. Del mar se alza

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Y la tiranía que simbolizó muerte y terror, sucumbió en


hasta la cordillera de los Andes en un ancho medio de 200
1931 por falta de medios económicos y por la decisión del
kilómetros. Una superficie de 742.000 kilómetros cuadrados.
pueblo indignado que se hizo dueño de las calles. Ibáñez,
Tierra fértil, donde es dable cosechar desde bananas al arroz
para evitar ser despedazado por las multitudes enfurecidas,
y el té. Alimentos suficientes para satisfacer a 90 millones
abandonó la Moneda (palacio del Gobierno) en una ambulan­
de personas, pero, sobre esa tierra exuberante, yacen mise­
cia de la asistencia pública y luego abandonó el país.
rablemente reducidos a la desesperación por un hambre cró­
Después de su caída, envuelto en el desprecio público, vi­
nica gran parte de sus seis millones de habitantes.
vió oscuramente, haciendo d e tanto en tanto noticia sorpre­
El 4 de septiembre del año pasado, se efectuaron en Chile
siva y extraordinaria con sus muchos complots para recon­
comicios presidenciales, qua otorgaron el triunfo por amplio
quistar el poder, con unos u otros elementos, ya militares o
margen al ex tirano y general retirado del ejército. Carlos
fascistas declarados, siendo el de más dolorosa evocación el
Ibáñez del Campo, figura siniestra y de variada suerte para
del 5 de septiembre de 1938, contra la feneciente segunda
la política chilena. La nueva presencia de Ibáñez en la po­
administración de Alessandri, que costó la vida a 65 estu­
lítica no significa que sea el original implantador del totali­
diantes, masacrados en una de las esquinas de la Moneda.
tarismo en Chile, sino que es un hito importante en el cre­
Más tarde, insiste en tales aventuras, pero siempre la suerte
cimiento y supervalorización del Estado. Ya que la centra­
le es adversa hasta que el pueblo lo elige com o amo.
lización viene con anteriores gobernantes, Ibáñez es sólo el
El triunfo del militar Ibáñez en las elecciones de Chile,
instrumento quizás inconsciente, de una tendencia que abraza
fué acogido por la prensa de América con nerviosa preocu­
com o cadena estranguladora al hombre y sus aspiraciones,
pación y sorpresa. Se veia en ello, no sin cierta Razón, un
de vivir libre, en paz. El resultado de las elecciones, ade­
triunfo peronista que los acontecimientos venidos de inme­
más de preocupamos nos causó sorpresa y nos impulsó a
diato confirmaron. Fué motivo de las más variadas conjetu­
redactar estas cuartillas.
ras las probables características de su administración pública.
Carlos Ibáñez del Campo (1877), es un mediocre coronel
Ya se dispone de elementos de juicio para definirlo como
del ejército que nunca se ha distinguido por su inteligencia,
un régimen de fuerza.
pero causas fortuitas le han permitido escalar altos puestos
González Videla, su antecesor, gobernó al país dictatorial­
públicos. mente con la ley de defensa d e la democracia. ¡Cómo sufrió
Siendo coronel del ejército interviene en el complot mili­
esa pobre señora durante esos seis años que la estuvieron
tar (que es el pan de cada día en las naciones de América)
defendiento! Con dicha ley se pretendía perseguir y exter­
contra el Presidente Arturo Alessandri en 1925. Sube al po­
minar a los stalinistas, pero se hizo extensiva a quienquiera
der Emiliano Figueroa que lo detenta hasta 1927, año en
que no diera vueltas en la noria de la obediencia sumisa.
que se lo entrega a su ministro de la Guerra, Ibáñez, quien
Ibáñez no derogó esa ley com o lo había prometido en el
desde el poder, controlando la vida pública, fragua las elec­
período de elecciones, sino qus con ella está gobernando. Por
ciones presidenciales favorables a su propia y personal can­
dicho látigo, aprobado democráticamente por las cámaras,
didatura. Se concede a sí mismo el grado de general del
se permite al Estado clausurar diarios, revistas, locales, alla­
ejército (exactamente com o lo hizo Perón en la Argentina)
nar domicilios, detener y trasladar a las personas a cualquier
y desató desde el comienzo d e su primera administración
punto del país, com o igualmente revisar, detener y violar la
un terrible degüello contra la expresión oral o escrita del
corresponsencia, sin estar obligado a dar ninguna clase de
pensamiento. No se respetó nada ni a nadie. Todo cae bajo
explicaciones a los afectados. T odo justificado en la razón de
la inspección deshonesta de los esbirros serviles del verdugo.
Estado, o com o inscribe agresivo e intolerante el escudo de
Los hogares sin distinción de clase son invadidos por el pe­
Chile: «Por la razón o la fuerza».
sar, el duelo y el terror. Los locales sociales, estudiantiles,
Dudamos que Ibáñez asesine a los estudiantes, obreros y
sindicales, son clausurados, sus asociados perseguidos, apa­
luchadores sociales, con aquella espantosa veracidad de su
leados bárbaramente, encarcelados sin juicio alguno deste­
administración anterior. Entre otras razones, porque cuenta
rrados por la violencia a islas lejanas enclavadas en la in­
con declarado apoyo popular y femenino (existen dos parti­
mensidad del Océano: Rapa-Nui, Más Afuera y la región
dos ¡bañistas femeninos).
helada de Magallanes conocen de las víctimas del régimen
Para comprender los resultados de las elecciones políticas
y los más desdichados sostenedores de un generoso ideal
habidas en Chile el año pasado, es conveniente retrotraerse
renovador sufrieron como última tortura, la fatídica ley de
a 1938. En aquel año, harto el pueblo de las administracio­
fugas o se les «fondeó», d e noche, amarrados y amordaza­
nes derechistas, soportadas por cien años, llevó a la presi­
dos, al fondo del mar, desde un bote. dencia al político radical Pedro Aguirre Cerda, abanderado
Hoy que vemos al tirano sanguinario, con alma de chacal
de las fuerzas de izquierda, coaligadas bajo la internacional
y mente reducida, convertido en lider de muchedumbres,
creación comunista: el Frente Popular.
dudamos por instante de la razón humana. Tanta iniqui­
Aguirre Cerda, d e quien el pueblo esperaba con cálida y
dad, que no conmovió, fué gestación de rencorosa protesta, fervorosa ingenuidad la solución pronta de sus graves pro­
nació en el pueblo un hambre de venganza de amagar hasta
blemas sociales, económicos y culturales, fué incapaz para
sus cimientos a la siniestra tiranía. En los poetas revolu­
evitar la agravación de todos ellos: el crecimiento desorbi­
cionarios se destacó la protesta y la rebeldía. Entonces en tado de la burocracia fiscal en más de 30.000personas; el
los mítines y en los periódicos los poetas proclamaban: progreso monstruosp,incontenible, de la inflación monetaria
(fenómeno mundial); un movimiento continuo de huelgas es­
«Entonces si, que corra la sangre com o un río,
tériles, por ilusorias reivindicaciones económicas, auspiciadas
porque es la sangre infame a e los cuervos—
por el partido comunista, en su gran mayoría; la desorga­
Nunca, jamás roguemos, sólo e l mendigo ruega
nización y el caos de las empresas fiscales y semi-fiscales,
y an'e las puertas de ahitos Baltazares, hermanos, escriba-
con sus millonarios y crecientes déficits anuales; el encare­
[m oi
Manel T ecel Fare. cimiento ininterrumpido de las subsistencias, la especulación
desenfrenada y la adulteración de los alimentos; una tubercu­
Oh, el ritmo sangriento de la guillotina, losis escalofriante, herencia de las administraciones derechis­
Oh, la cólera divina de los huracanes de la ultima huelga.
tas. Actualmente existen 200.000 víctimas, d s las cuales 15 a
Hermanos en la Vida y en e l Dolor, hermanos,
20.000 fallecen anualmente; 2,2 por hora, y una mortalidad
estrechemos las manos y marchemos a la conquista de nues-
infantil más elevada proporcionalmenve a la de la India:
[tro gran destino.
Q ue mi misión es esa, cantar para vosotros, la nueva Mar- Chile 1941 29,8 por ciento
[ sellesa.» India 1940 16,5 por ciento

Ayuntamiento de Madrid
912 CENIT

Los catorc» años de administración radical (1938-1952) son ingerencia en el movimiento obrero organizado con vistas a
catorce años de desdichado fracaso. El pueblo, desengañado, copar totalmente la banca.
defraudado de tanta palabrería vacía y de presenciar la dis­ Ofreció a los dirigentes de la naciente central nada menos
gregación de los partidos d e izquierda envueltos en el es­ que un ministerio, el de Trabajo, que fué aceptado con re­
cándalo y la vergüenza, fué creando lentamente una aureola gocijante satisfacción de todos. Por la misma fecha que se
mesiánica en tom o a la sanguinaria personalidad de Ibáñez. desarrollo el Congreso obrero, Perón visitó Chile y el pueblo
Estos hechos nos recuerdan una frase de Luce Fabbri: «El se volcó a las calles para exteriorizar su regocijo y admira­
fascismo surge como respuesta al anhelo de emancipación ción a Ibáñez y a Perón. La presencia del tirano argentino
de las masas». El triunfo d e Perón se facilita porque los par­ fué objeto de vivas manifestaciones de aprecio. Una semana
tidos democráticos yacían desacreditados y así en Chile y más tarde, ido Perón, se efectuaron nuevas elecciones, para
eri tantos lugares. Además el ex tirano les recordaba una nombrar diputados y senadores. El ibañismo obtuvo el 50
época de abundancia de trabajo. La monstruosidad de sus por ciento de los bancos de diputados. Se hicieron vagas acu­
crímenes perdía sus dimensiones reales ante esta considera­ saciones de fraude por parte del gobierno en los comicios,
ción económica. Y el pueblo, frente al desastroso panorama pero no pasó de ahí; la visita de Perón coincidió con la cam­
del país, sólo estimaba a decir: «El país necesita una mano paña electoral, e instó al pueblo a votar por los candidatos
militar que imponga orden y dé trabajo». ¡bañistas. Fué ello una cínica intervención en casa ajena.
No deseando retornar al dominio de los partidos tradiciona­ También en tal ocasión se suscribió una acta entre ambos
les, ya que de ellos tenía amarga y triste experiencia, a Ibá- gobernantes, por la que se comprometen solemnemente a
ñez lo consideraban su única salvación, aunque significaba firmar un tratado en el plazo de veinte días por la creación
dictadura y multiplicación de los tentáculos opresivos del de la unión económica Chile-Argentina, que consideraría prin­
Estado. cipalmente: eliminación gradual de los derechos de aduanas,
El pueblo apoya a Ibáñez por una actitud de repudio a impuestos, márgenes de cambios, tasas excesivas. Comercio y
sus antiguos amos por sostener una actitud en contra, acto producción d e complementación. «Esta unión se hallará abier­
de protesta, quizás de funestas consecuencias. ta a la adhesión de los demás pueblos hermanos».
El actual panorama d e Chile que también se manifiesta Es de temer que dicha unión ansíe expansión territorial,
en otras naciones, constituye un fenómeno social muy inte­ de preferencia económica y política sobre los demás pueblos
resante que nos permite analizarlo, aunque sea brevemente y del continente. Es una característica bélica y agresiva, la
encontrar similitud con otras naciones. Pensando en que los que distingue a los regímenes totalitarios, y el peronismo en­
países desembocan en el totalitarismo por diferentes sen­ vía su propaganda de hegemonía por todos los caminos de
das: sufragio universal, práctica democrática, levantamiento América, encubierta en su antiyanquismo d e última hora
militar o del pueblo. Pues es de reconocer que el totalitaris­ mientras en el interior de la Argentina el pensar es una
mo es la tendencia política y económica que se está impo­ infamia y se gesta un chauvinismo rabioso, grosero y pre­
niendo en el mundo, de manera hasta ahora incontenible. Si potente, que causa preocupación en la prensa del continente,
ayer el pueblo vivía bajo la opresión de los tiranos y estos menos en Bolivia, que es parte de la naciente cadena de ti­
últimos escalaban el poder sostenidos por las bayonetas de ranías que dirige Buenos Aires.
sus esbirros, mostrándose en tales ocasiones el pueblo con­ Por las declaraciones de Ibáñez deducimos que desarro­
trario a las tiranías, hoy ya no sucede de la misma manera. llará un plan de nacionalizaciones (estatización) de las in­
Tenemos ejemplos, en que son los pueblos los que en las dustrias vitales del país, labor comenzada por anteriores ad­
urnas del sufragio eligen sus propios tiranos. Chile con Ibá- ministraciones, considerándose preferentemente petróleo, c o ­
ñez; Getulio Vargas en el Brasil. Derrocados por elementos bre, salitre, cuya significación es la absorción d e la propie­
militares, volvieron al poder a petición d e las multitudes. dad por el Estado y por ende una'violenta y controlada es­
Perón reelegido en 1951. Retom o en Bolivia al régimen de clavización de los trabajadores, planteándose entonces las re.
Villarroel, con Paz Estensoro. Y más atrás recordamos a Hitler clamaciones obreras v de empleados, ya no al burgués, sino
que sube al poder en 1933 por voluntad de trece millones directamente al Estado-patrón.
de votantes. La vida no conoce condiciones inmutables de ninguna es­
Permítasenos la siguiente frase aunque parezca contradic­ pecie; todo se va consumiendo por las llamas del tiempo,
toria: hoy ya no son los tiranos los violentos, sino que exis­ por la acción inconsciente o voluntariosa de los hombres.
ten multitudes ciegas con espíritu violento que engendran Aun los regímenes que semejan fuerzas colosales, pétreas y
gobiernos totalitarios. eternas, perecen. Internamente, por sobre su fachada avasa­
Ibáñez fué y es aclamado por el pueblo y no por la banca, llante y potente, llevan los gérmenes de su propia descom­
la industria y el comercio que, unidos o separados, sostenían posición y ruina. Las tiranías, aun las más fieras y sangui­
en otrora a los gobiernos de fuerza. Se llega a tal extremo narias, no son una excepción. El espíritu humano que lucha
de sin razón que elementos ayer persguidos por Ibáñz hoy y constantemente se renueva, aplasta y rompe las cadenas,
lo apoyan a rabiar. pese a que brillen bien alto el filo d e las bayonetas. Es ma­
En el mes de febrero se efectuó en Santiago de Chile un ravilloso. cóm o el hombre, a través de su historia, hace luz
congreso para formación de una central única de los trabaja­ en las tinieblas políticas y religiosas y avanza creador, mul-
dores, asistiendo 2.235 delegados de todo el país, en repre­ tifacético, por las innúmeras rutas de la vida. Es en ese es­
sentación de un millón de obreros. N o hubo inconveniente píritu constructivo que confiamos en estas agitadas jomadas,
para abolir el timo del Estado.
en darle de inmediato vida, en cuyo Secretariado quedaron
varios comunistas y representantes d e los demás partidos
políticos. El ibañismo pretendió crear una central para tener V íc to r F U E N T E A L B A S A A V E D ^ A

Ayuntamiento de Madrid
CENIT 913

VALOR DOCUMENTAL
d e la c in e m a to g ra fía g e o g r á fic a

ACE cincuenta años el film había escasamen­ «La geografía— ha dicho Sir Halford Mackinder hace al­
te empezado a impresionar al público. Su­ gunos años— es la ciencia cuya principal función consiste
marios temas de la pantalla se realizaban en trazar la interacción del hombre en la sociedad y es­
en Francia, en los EE. UU. y en Gran Bre­ pecialmente de su entorno, variable localmente». Con esta
taña en insuficiente cantidad pero con bas­ definición el cine es el más preciado servidor de la geo­
tante regularidad para revelar que una nue­ grafía.
va industria y una nueva forma de diver­ Es inútil plantearse hoy si el cine constituye un arte.
sión había nacido. La primera curiosidad Sin embargo, en sus dos principales manifestaciones, la
del público consistía en el movimiento, mis­ presentación de actualidades y documentales y la presen­
mo. Precursores com o George Albert Smith, tación de films arguméntales, el cine ofrece un medio úni­
quien hace algunos años mostróme sus primeros datos de co al hombre, capaz de moldear sus capacidades técnicas
cuando empezó su tarea cinematográfica en Brighton, en en su propia expresión de vida y carácter. Ofrece una ajus­
1897, empezaron a convertir los peniques en libras simple­ tada observación del pueblo, de la vida real o del actor
mente porque el público que se había retirado del frente interpretando un fingido carácter. Mediante el drama, nos
marítimo de Brighton sentía curiosidad de volverlo a con­ brinda la elocuencia del diálogo. Mediante el ballet, puede
templar en la pantalla. En otras palabras, quería ensayar interpretar movimientos significativos y el arie de la mímica.
la experiencia de la vida misma contra la ilusión producida Puede llevar por primera vez en la historia el íntimo arte
por el artificio de la máquina. del actor o actriz ante los ojos y los oídos de 'hombres y
Precursores com o R. W . Paul, en Inglaterra, que envió mujeres de países extranjeros simultáneamente. Puede re­
a su cameraman Harry Shore a Portugal, España y Egipto forzar su acción mediante el mocionant ac'ojnpañaminío
en 1896, y en Francia, la familia Lumiére, que envió a sus de la música. Puede emplear para los propósitos artísticos
operadores a Moscú, en mayo del mismo año para filmar la las fuentes de sonidos naturales. Y sobre todo, puede lle­
coronación del zar Nicolás II, cumplieron el gran secvicio var hasta el público, junto al semblante humano, nuestro
de registrar en imágenes animadas escenas de Ja vida en común semblante con sus principales variaciones raciales,
varios países. Las registraron para satisfacer la curiosidad con sus miles de expresiones de vitalidad y de emoción.
de unos hombres sobre el género de vida de los hombres En todos estos aspectos el artista que utiliza el film como
de otros pueblos. Hoy, la imagen de gran parte del mundo su medio de interpretación descubre constantemente cuali­
es de común conocimiento; vemos incontables films que re­ dades que podemos llamar indígenas. Inclusive en los pri­
flejan con más o menos precisión la idiosincrasia de los meros tiempos, el cine de ciertos países empezó a revelar
pueblos remotos y los ambientes en que se mueven. En los marcadas características nacionales. El primer film ameri­
catálogos cinematográficos británicos, liberalmente publica­ cano fué hecho en 1903 («T he great train r"pbbery»). El
dos alrededor d e 1898, figuran descripciones viajeras con estilo e inventiva franceses aparecen en las películas de M é-
escenas de Constantinopla, Japón, Filipinas, India y Norte liés y Max Linder. La sencillez tranquila, decencia y humor
del Bom eo, al lado de vistas convencionales sobre París y temperamental de la clase media inglesa se reflejan en mu­
los Alpes suizos. chas cintas de Cecil Hepworth, tales com o «Rescued by ri-
Estas supervivientes colecciones de breves escenas, de in­ ver» (1905). A medida que crece el film en extensión y es­
conmensurable valor, carecen de la significación artística tatura, com o medio de expresión, sus cualidades naciona­
que había de constituir más tarde la técnica del film. Iban les son más aparentes. He aquí un arte en embrión que,
a transformarse en arte interpretativo cuando, veinte años perfectamente envasado, puede llevar la expresión de un
después, el explorador americano Robert Flaherty descubrió pueblo a otro pueblo y construir una red de> comunica­
(Jue podría expresar mejor su amor hacia los fraternos es­ ciones entre todos estos pueblos.
quimales de Hudson Bay a través de sus maravillosamente A mediados de 1920 el film ha alcanzado la primera eta­
observados estudios sobre ellos mediante la película anima­ pa de su evolución com o arte. Fué lograda al principio y
da. Flaherty fué hacia las nieves com o simple explorador y conjuntamente por Francia, Inglaterra y los Estados Uni­
regresó convertido en artista. Había descubierto los prime­ dos, por Suecia e Italia y, finalmente, por Alemania y la
ros secretos interpretativos del verdadero pueblo mediante Unión Soviética. Entonces, en el crisol de Hollywood, 'em­
la selección de sus movimientos inconscientes y la silenciosa pezaron a llover los promotores europeos, llevando con ellos
revelación de la personalidad en su medio ambiente. las características de sus múltiples orígenes, y efectuaron
Sin embargo, hay aquí un contraste entre el cine com o varias curiosas mixturas antes de sucumbir bajo una sola
mera técnica, capaz de satisfacer cierta curiosidad elemen­ „ marca nacional: la cinta hollywoodense que nos parece hoy
tal, captando superficialidades de la escena extranjera, pero un producto cien por cien americano. Sin embargo, muchas
con pocas ventajas intrínsecas aparte las de la novedad y cintas de H ollywood se hallan entretejidas con hilos na­
complejidad de la primitiva técnica, y el cine com o arte cionales de Alemania, Francia, Inglaterra, Irlanda, Escan-
interpretativo en el que el artista, penetrando a través de dinavia, Italia, Hungría y los países eslavos. Es interesante
la superficie de la vida del país, propio o ajeno, emplea la ver las cualidades que los emigrantes han aportado a mu­
técnica para arrojar luz fresca sobre la esencia de la vida, chas d e las producciones americanas. Aparecen en muchas
afectado de influencias geográficas. películas de directores com o Emest Lubitsch, quien aban­

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CENIT
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pueblos se habituaron a la cinematografía y establecieron
donó Alemania por Hollywood en 1923; William DW erle, esta industria posiblemente por la simple razón de que el
que también llegó temprano a America e inclusive trank público reclama ver películas basadas en el propio país y
Kapra, que llegó de niño a Los Angeles procedente de su habladas en su propia lengua. Pero sus películas retrataban
solamente la superficie de su vida nacional quizas porque
Sl Una Hsta' de países de los que los promotores cinemato­ no surgieron nunca artistas capaces de serlo. Otros países
gráficos han sido por algún tiempo origín a n osles det' r- han invitado a directores extranjeros al objeto de ser asis­
países en los cuales un profundo espíritu nacional ha sido tidos en el desarrollo de sus industrias. Los canadienses
marcado durante los peridos clave de la producción cine­ deben a John Grierson la fundación del «Canadian Docu-
matográfica— podría ser constituida incluyendo l o s Estados mentary Movement», cuyos films han conquistado una repu­
Unidos, Gran Bretaña, Francia, Italia, Alemania, Suecia y tación mundial. Varios europeos, especialmente ingleses, han
Rusia Soviética. Sólo Gran Bretaña por ejemplo, pudo pro­ cooperado en el desarrollo de las documentales hindúes.
ducir películas tales com o «North Sea» (Harry Watt) Otro importante movimiento, procedente de Inglaterra, es
«Brief encaunter» (David Lean); sólo Francia «L e jour se el «Colonial Film Unit» cuyo objeto es no solamente la
léve» (Marcel Carné) o « F a r r e b i q u e » (Georges Rouquier», producción de películas para las colonias sino capacitar a
sólo Rusia «Tierra» (Alejandro Dovzhenko) u «Octubre» (Ser- aquellos pueblos hasta convertirlos en sus propios producto­
res. Visité recientemente úna de las escuelas de la «C olo­
8 tEn Oriente, 'india y Japón han establecido hace mucho nial Film Unit» en Chipre. Había estudiantes de vanas par­
tiempo sus industrias cinemáticas, pero las películas produ­ tes de Africa y del mismo país. Una escuela similar fun­
cidas allí son casi enteramente para la exhibición local y cionaba con personal de las Indias Occidentales. Otro do-
no han contribuido artísticamente a la expansión del ci­ cumentario inglés exhibía un nombramiento, respaldado por
nema mundial. Ciertamente, los films japoneses e indosta- la UNESCO en Indonesia, para entrenar a los técnicos in­
nicos tienen interés para el estudio de la vida de esos países,
dígenas de aquel país. _
pero dudo que hayan manifestado la vitalidad y .a verda­ La exploración es la esencia de tales especialidades cine­
dera expresión artística de la vida indostamca y japonesa, máticas; por lo tanto, essiempre la vida humana y su fon­
excepto en uno o dos ejemplos aislados tales el film indos- do lejano lo llamado a ser explorado. No nos refeumos a
tánico «Kalpana» y los japoneses «Rashomon» y «La vida exploradores en el viejo y estrecho sentido de la palabra. Cuan­
de O ’ Haru», que muestran el primer signo impresionante, d o se trata de artistas com o R oben Flaherty, sus tomas de
deseado entre nosotros, en Occidente, de un arte cinema­ vista tienen doble valor. Este siente un gran amor paia _
tográfico indígena. . . , . , las sencillas poblaciones que viven ajenas a las luchas de -
En Egipto, una pequeña pero floreciente industria ha nuestra civilización. Estimó su dignidad, sus excelentemen-
existido por muchos años que ha realizado películas con des­ te desarrolladas tradiciones, la relación directa entre su vida
tino a los países de lengua árabe. Industrias del mismo ca­ y el ambiente, en el inclemente Artico o en los soleados
rácter se hallan establecidas y se desarrollan en ciertos paí­ mares del Sur. Y desde su muerte, en 1951, no ha surgido
ses latinoamericanos, en España, Portugal, Finlandia y en nadie capaz de rivalizar con él. Pero ha habido otros no­
menor encala en Suiza. La producción cinematográfica cre­ tables exploradores de la cinecámara: Herbert Pontmg y
ce rápidamente en la Unión Soviética y en varios países hoy F.S. Smythe. Los films que han conseguido éstos con sus
bajo la influencia de Moscú: Polonia, Hungría Rumania, exploraciones son de gran valor etnológico y geográfico. In­
Bulgaria, Checoeslovaquia, Alemania Oriental, China y C o­ clusive los cineamateurs de la expedición del «Kon-Tiki»
rea del Norte. Aunque en escala secundaria, y para fines produjeron un film que lleva atestadas muchas salas en va­
domésticos, ocurre lo propio en Grecia, Turquía y Filipinas. rias partes del mundo para contemplar las aventuras de
A esta lista hay que agregar la importante industria pro­ aquellos intrépidos navegantes a través del Pacífico.
tegida por el Estado, de films documentales del Cañada y, Todos estos espectadores-reconocen las cualidades de ob­
en menor proporción, en Australia y Nueva Zelanda. Algu­ servación que la cámara tomavistas engendra en los pre­
nos países como Noruega, Holanda y Bélgica realizan un parados para agudizar su visualidad para servicio propio y
pequeño número de films documentales pero raramente in­ que saben emplearla con la máxima sensibilidad. Su trabajo
tentan la producción de películas notables. ya ha realizado una grande y viviente película del mundo
Parece, sin embargo, que cierlos países, sea por su par­ tal com o nuestra generación lo ha explorado. Cada año se
ticipación en la invención cinematográfica o porque poseen nutre más y más nuestro gran archivo cinematográfico. Se
un sentido natural para el desarrollo de sus cualidades ar- trata de una herencia única, tanto para nosotros com o para
tísticas, han contribuido al verdadero desarrollo del cine y nuestros descendientes.
han expresado también su vitalidad nacional y sentimiento R oger M A N V E L L
emocional en muchos trabajos de filmación artística. Otros

NUESTRA S E C C IO N L IT E R A R IA
> f
“ l¿ a Q J id a // L&á /¿ ib toé
Se insertarán en esta sección mensual lite ra ria criticas sobre aquellas obras que vayan a p a -

ciendo. escritas en los idiomas corrientes o tradu cid as, de las cuales hagan lle g a r los autores

o editores, dos ejem plares gratuitos a la R edacción d e C E N IT , 4 . rué B e lfo rt, Toulouse ( H . - G . )

Ayuntamiento de Madrid
CENIT 915

Mores deconciencia nresistentesalaguerra

ron prestos a luchar por la liberación de un obje­


r', Y 5 ?íX IS T E en los medios pacifistas una tor de conciencia, pero sin dejar de encontrar
gran confusión con respecto al ob je-
«norm al» el cum plim iento del servicio m ilitar,
“ “ ‘ ' tor de conciencia y al resistente a la
probablemente porque su obediencia política les
guerra. , m antiene en la n oción de la defensa nacional, ae
Si quien resiste a la guerra es ob-
la necesidad del pacto del Atlántico, de la defen­
jetor de conciencia, n o siempre este
sa de un Estado constituido en dictadura del pro­
últim o es un resistente a la guerra.
En apoyo de lo que d e jo escrito, letariado. ,
Sin duda estos jóvenes se aprestaron a luchar
n o citaré m ás que la posición de los
para reducir el servicio militar de 24 a 18 o 12
Testigos de Jehová, y conste que po­
meses, y fácil les resulta la protesta por la falta
dría. incluir en su línea a todos los objetores cir­ de una tal reform a en el ejército, hubieran de­
cunstanciales tales com o los nacionalistas irlan­
seado una m ás amplia dem ocratización del apa­
deses, los flam encos (Bélgica), ciertos religiosos y rato militar, en los cuadros de m ando por ejemplo.
laicos que n o conciben la objeción de conciencia Por les situados en terreno religioso, el proble­
sino bajo el ángulo m oral de su conciencia y de sal­ m a planteado es ante todo, de orden espiritual.
var su alma. Precisa salvar el alma del objetor, el que da a los
Es, quizá, esa manera de ver, que hizo que un
textos una interpretación rígida y n o acepta nin­
día del mes de enero de 1952, oyera en la Sociedad guna otra lógica. Respetuosos co n la form a de
de Geografía de París a varios oradCTes runidos
com prender las enseñanzas bíblicas, se sintieron
b ajo la égida de un com ité por el reconocim iento inclinados a defender a losi refractarios, reclaman­
de un estatuto legal, declarar que «la objeción de do para ellos una reducción de pena y nada más.
conciencia no trae aparejado el propósito de obs­ Se llega a la conclusión, vista la falta, de com­
taculizar la defensa nacional, puesto que n o im ­
prensión de los poderes públicos y fren te a la in­
pide para nada la m ovilización». diferencia de la opinión, a ofrecer, a título de en­
Sería esto desvirtuar terriblemente la idea mis­
sayo, una com pensación. De ahí los múltiples pro­
ma del objetor de conciencia-resistente a la gue­
yectos en favor de la objeción de conciencia, ador­
rra, n o dejando entrever, hoy, m ás que una defor­
nados de promesas o de im posiciones del servicio
m ación de lo que debe o debería gu iar la resolu­
ción tom ada por el objetor que rehúsa el servicio civil a título com pensativo. Y aqui el «quien da
m ás», consiguiendo ventaja quien ofrezca la co n ­
militar. cesión más explícita, prestándose al tercio,, a la
Esta confusión parece quererse acreditar cada
m itad de duración más allá d el período normal
vez más, llegando hasta la suplantación de la idea
del servicio, aún siendo éste m ás penoso y peli­
inicial. groso, ¡o váyase a saber qué! T odo ello para si­
¿Cuáles fueron, pues, los m óviles que permitie­
tuarse lo m ejor posible ante la inconsciencia de
ron semejante m utación? Prim eramente procede
ese m undo oficial y de los gobiernos reticentes a
registrar el h ech o del ingreso en los m edios paci­
toda idea nueva, y con mayor m otivo prevenidos
fistas de toda esa com unidad de gentes —quizá
bien intencionadas—, sentimentales u oportunis­ contra el individuo que se niegue a inclinarse an­
tas, que se juntaron a nosotros para reclam ar la te la ley de la mayoría, ante las im posiciones o r ­
denadas en nom bre de un pueblo al que nunca se
libertad de unos hom bres que se habían negado a
cum plir eso que se obliga a denom inar deber mi­ pidió lo que piensa de la ley que h a de ser pro­
litar, p o r razones de conciencia. mulgada. , , . . .
E n todo esto, la idea m atriz de la objeción ha
Es evidente que aauellos estim aron que la so­
sido abandonada; ni siquiera se m enciona, es es­
ciedad debe com prender a cuantos, m ovidos por su
camoteada hábilm ente, siendo m uchos los que se
gran sensibilidad humana, se encuentran en la
pliegan a esta falsa situación, sin nada pedir a los
im posibilidad de aceptar un servicio de armas. Sin que frecuentem ente se ofrecieron sin com prensión
profundizar las razones que obligaron a los objeto-
del tema a defender a les objetores de conciencia.
res a un tal rechazo, esas bravas almas reclama­
Mas p ara com prender m ejor este proceso evo­
ro n la libertad de estos idealistas.
Humanitaristas, pacifistas, cristianos, todos creen lutivo recordem os que desde el origen de su fun ­
que ciertas personas n o pueden plegarse a dicho dación, el W .R.I. precisa estar, en deber de
servicio sin traicionar su juram ento de fidelidad aportar ayuda y sostén a los objetores de concien­
cia encarcelados. Esa actividad del W .R.I. n o ha
a los dioses, a Cristo y a los hombres.
De aqui a defender la idea en sí del objecioms- dejado 'ie manifestarse, y visto el núm ero en pro­
gresión ascendente de objetares de conciencia
m o de conciencia, media un abismo.
A su lado acudieron, por oportunism o, ciertos constatado en el período de entre dos guerras, la
acción internacional de ayuda se ha manifestado
políticos, y en ocasiones unos jóvenes se mostra­

Ayuntamiento de Madrid
916 CENIT

paralelamente a la im portancia del m ovim iento cree un m undo en el que hom bres y m ujeres p a r­
objecionista. Y es quizá en razón a esta correla­ ticipen al bienestar com ún. Los fundam entos de
ción que algunos elementos no aciertan a discer­ este m ovim iento se encuentran en la creencia y en
nir las reales intenciones de la Internacional de la solidaridad del género humano, en el respeto a
Resistentes a la Guerra. la vida y a la personalidad».
¡NO MAS GUERRAS!, repetía un slogan acre­ Fué en 1923 que la expresión resistencia a la
ditado desde primera hora por los precursores que guerra fué adoptada p o r la internacional. El
iban a intentar la reunión de cuantos rehusaban W .R.I., llegado a su madurez, precisa de estos ob­
o se disponían a negar su participación a la gue­ jetivos: el resistente proseguirá su obra y tratará
rra y en la preparación de las mismas, Y le de realizarla en la medida de lo posible.
«PACCO» que fué la tentativa, en adelante adop- R evuelta y desafío convergieron a partir de en­
taríase el nombre de Resistencia a la Guerra. Ru- tonces en. todo intento de resistencia, para am­
nham Brown, alm a de esta generación, precisó el pliar las posibilidades de instauración de la justi­
espíritu de la misma: «El g rito de paz, existiendo cia y la libertad.
ánim o de lucha, queda desprovisto de sentido. La D erribar las barreras geográficas, económ icas y
resistencia a la guerra es la antítesils m ism a de sociales que im piden la libre expansión de los p u e­
una sociedad de paz. Los m iem bros de una socie­ blos entre sí. Tales son las razones de ser del
dad de paz tienen tendencia natural a sostener la W. R. I.
guerra. Habiendo colocado ante ellos la paz co­ Tarea inmensa, grandiosa, p ero ¿qué persona
m o ideal, n o pueden com prom eterse en una lucha de elevados sentimientos rehusará a ella al com ­
con sus com patriotas cuando estos son presa de prender el trágico destino hacia el cual parece
la fiebre guerrera». navegar el m undo, carente de individualidades ca­
Otra cosa es el resistente a la guerra, el cual paces de renunciar a la dom inación violenta so­
n o satisfecho con no querer participar a ningún bre sus semejantes?
género de éstas lleva su em peño a luchar por la Hay que edificar un m undo en el que, descartada
abolición de las causas de las mismas. la injusticia social, ofrezca a los seres la- libertad
La objeción de conciencia es un m edio que con ­ en una eclosión de fraternidad hum ana.-
duce a la abolición del intento de guerra. El resis­ Rehusar a toda cooperación con la violencia
tente a ésta ias considera todas bajo una sola fo r ­ arañada y situar la esperanza de la propia causa
ma. Defiende la idea, que anim a a cuantos se nie­ en el plano individual, sin apartam iento de la a c­
gan a ser soldados y lucha por la liberación de ción colectiva, tal es la razón de ser del objetor
estos idealistas. de conciencia resistente a la guerra.
«Eso no es la paz que buscan —escribirá Ru-
nham Brown— , sino la revolución, una revolu­
ción de ideas que instaure un orden social nuevo y HEM DAY

« ... H a y q u e a b o lir el Estado. Esta re v o lu c ió n te n d rá m i a p ro b a ­


c ió n . C o m b a tir la ¡dea d e l E stado, re p re s e n ta r la in ic ia tiv a in d iv id u a l
y lo q u e se le sem eja e n e l o rd e n p s íq u ic o co m o la c o n d ic ió n esencial d e
to d a a so cia ció n , es el p rin c ip io d e una lib e r ta d q u e v a le cara. C a m ­
b ia n d o las fo rm a s d e g o b ie rn o no se o b tie n e n sino d ife re n c ia s d e g ra d o
p o co más o m enos; n a d a q u e v a lg a ... Im p o rta n o d e ja r im p o n e rs e p o r
la a n tig ü e d a d d e la in s titu c ió n . El Estado h u n d e sus raíces en el tie m p o ;
se le v a n ta en la d u ra c ió n lim ita d a . Cosas más sólidas se d e sm o ro na n ;
to d a re lig ió n será d e rru m b a d a . N i las n o cio ne s d e m o ra l, n i las form as
d e a rte son e te rn a s .» — E n riq u e IB S E N .

Société Générale d'lmpression, 61, rué des Amidorniers.— Toulouse (H te-G ne.)— Le Gérant ; Etienne GU1LLEMAXJ.

Ayuntamiento de Madrid
POETAS
de aif ar tf de h&i¿
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A lto soto de torres que al ponerse


Tras las encinas que el c e la je esmaltan
Dora a los rayos de su lum bre el p adre
Sol d e C astilla.
Bosque d e piedras que arrancó la historia
D e las entrañas d e la tierra m adre.
Remanso de q u ietu d , yo te b end igo .
Mi Salamanca.
M iras a un lad o , a lle n d e el Tormes lento.
D e las encinas el fo lla je pardo
C ual el fo lla je d e tu p ie d ra inm oble.
Denso y perenne.
Y , d e otro lad o , p or la calva Armuña
Indea el trig o , cual tu p ie d ra d e oro,
Y e n tre los surcos al m orir la tarde
D uerm e el sosiego.
D u e rm e el sosiego, la esperanza duerm e
D e otra cosecha y otra dulce ta rd e ;
Las horas al correr sobre la tierra
D ejan su rastro...
Al p ie d e tus sillares. Salam anca,
D e las cosechas del censar tranquilo
Q u e año tras año en tus aulas
D uerm e el recuerdo.
D uerm e el recuerdo, la esperanza duerm e
Y es el tranq u ilo curso de tu vida
Com o el crecer d e las encinas, le n to ;
Lento y seguro.
D e entre tus piedras seculares, tum ba
D e rem embranzas d el ave glorioso.
D e entre tus piedras recogió mi espíritu
Fe, paz y fu e rza ...

M IG U E L DE U N A M U N O

Ayuntamiento de Madrid
K u n s e tin iü C b le tu c tA

F ilH M a ria fo EL P R O L E T A R IA D O
Th M m fo (M ó m íM MILITANTE
S > in c fitd 1 iS m 9 (O rig e n d e l S in d ic a lis m o )

P o r A n se lm o L O R E N Z O . Dos

tom os con 528 p á g in a s. P re c io

de los dos to m o s, in c lu id o s los

gastos d e e n v ío . 2 5 0 francos.

Pedidos a « CNT »
4. rué Belfort, TOULOUSE
C.C.P. 1197-21 — Toulouse

“ La C .N .T . en la R e v o lu c ió n E s p a ñ o la ”
por José REIRATS

M a te ria s c o n te n id a s en e l s e g u n d o to m o :

C a p ítu lo X V I. — E S P A Ñ A A N T E EL M U N D O .

C a p ítu lo X V I I. — V ID A O R G A N IC A Y U N I D A D S IN D IC A L .

C a p ítu lo X V I II . — L A S O M B R A D E L K R E M L IN .

C a p itu lo X IX . — EL M I L A G R O DE LAS IN D U S T R IA S D E G U E R R A .

C a p ítu lo XX. — LA MAREA C O N T R A R R E V O L U C IO N A R IA .

C a p ítu lo X X I. — L O S S A N G R IE N T O S S U C E S O S DE M A Y O .

C a p ítu lo X X II. — L A C R IS IS D E L G O B I E R N O LARG O C ABALLER O .

C a p itu lo X X I II . — OCASO P O L IT IC O DE LA C .N .T .

C a p it u lo X X I V . — IR O N IA S D E U N P R IM E R A N IV E R S A R IO .

C a p ítu lo XXV. — D E S T R U C C IO N DEL C O N SE JO DE A R A G O N .

C a p ítu lo X X V I. — L A C R IS IS D E L P A R T ID O S O C IA L IS T A .

P re c io d e l e je m p la r: 7 0 0 francos

D ie z p o r c ie n to d e d e s c u e n to a p a r tir d e cin co e je m p la re s . P e d i­
dos a « C N T » , H e b d o m a d a ire . C .C .P . 1 1 9 7 - 2 1 . T O U L O U S E ( H .- G .) .

80 frs
Ayuntamiento de Madrid

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