S 024-2018 Portal de Belen Amp
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ORIGINARIA -
TRIBUNAL SUPERIOR
Protocolo de Sentencias
Nº Resolución: 24
Año: 2018 Tomo: 2 Folio: 512-605
SENTENCIA NUMERO: 24
En la ciudad de Córdoba, a dieciocho días del mes de diciembre del año dos mil dieciocho,
siendo las doce y treinta horas, se reúnen en acuerdo público los señores vocales integrantes
del Tribunal Superior de Justicia (TSJ), en pleno, doctores Aída Lucía Teresa Tarditti,
Domingo Juan Sesin, Luis Enrique Rubio, M. de las Mercedes Blanc G. de Arabel, Claudia
Elizabeth Zalazar, Julio Ceferino Sánchez Torres y Silvana María Chiapero, bajo la
(fs. 1201/1216 vta.), y por la Sra. María Teresa Bosio, en el carácter de representante de la
Asociación Civil por el Derecho a Decidir (fs. 1218/1250), quien ha sido admitida en la
calidad de tercera interesada; los que fueron dirigidos contra la sentencia n.° 38, de fecha
veintiuno de mayo de dos mil trece, dictada por la Cámara de Apelaciones en lo Civil y
inconstitucionalidad deducidos?
CONTESTARON:
1. Que los recursos incoados fueron concedidos formalmente por la Cámara mediante el
Auto n.° 12, del 20 de febrero de 2014 (f. 1360/1362), y fueron elevados a esta sede en fecha
recurso de casación (fs. 1201/1216 vta.) por tratarse de una sentencia que, según entendía,
ocasiona un gravamen irreparable y que posee el carácter de definitiva, en los términos del
artículo 384 del Código Procesal Civil y Comercial de Córdoba (CPCC). En ese sentido,
que haga explícitas las razones por las cuales llega a un determinado resultado y no a otro. La
las constancias de la causa, lo que la torna nula de nulidad absoluta, por violentar los
Este vicio atenta contra la esencia del sistema judicial argentino, pues no hay un “caso
judicial” concreto, ya que, cuando se trata de acciones de tipo colectivas, debe existir una
causa fáctica común; esto es, la legitimación de la parte actora debe analizarse en función de
un caso judicial concreto, supuesto que ha sido omitido por la Cámara. En definitiva, no
autorizada por ley y avalada por la Corte Suprema de Justicia de la Nación (CSJN).
b. Incompatibilidad de la acción de amparo con las facultades que otorga a Portal de Belén
El argumento por el que se reconoce legitimación procesal a la parte actora (Asociación Portal
de Belén) resulta incompatible con los fines establecidos en su propio estatuto social, pues no
se ha alegado ni probado la existencia material o efectiva de persona alguna por nacer que
suscite el intento de protección de los derechos previstos por el instituto (amparo colectivo), y
c. Resolución autocontradictoria
propia Cámara. Por esta vía, no se pueden anular los efectos de una norma del Código Penal,
Las atribuciones reservadas por las provincias de ninguna manera podrían eclipsar, anular o
(artículo 86 del Código Penal) y las derivaciones que de dicha norma surgen, las que han sido
claramente delimitadas por la CSJN con carácter de sentencia exhortativa para todos los
Alega que dicha Cámara pretende desconocer la doctrina del Máximo Tribunal del país en
supuesta ampliación de las garantías que, en realidad, deja sin efecto la regulación penal
declarada compatible con las Constitución nacional (CN) -e interpretada de manera final por
la CSJN-, en consideración y armonía con todos los tratados que conforman el bloque de
constitucionalidad argentino.
dado que ellas deben ser armonizadas o, en su caso, aplicadas teniendo en cuenta la jerarquía
provincial no resultan incompatibles con lo dispuesto por la Corte en “F., A. L.”, ni la Cámara
La regulación de los derechos fundamentales, claramente ampliada por las disposiciones del
artículo 75, inciso 22, de la CN, es una competencia de la Nación, y las normas locales no
podrían transformar en abstractas las disposiciones que en su consecuencia y con ese fin se
dictaran.
antijurídica, pues desconoce que las causas de justificación excluyen la condición antijurídica
del hecho. A ello hay que sumar que, para que haya un aborto, debe haber una gestación y en
Por último, la intervención judicial por medio de la sentencia objetada compromete directa o
por el tribunal a quo tiene como consecuencia la interrupción de una política pública llevada
adelante por el Estado provincial, en cumplimiento del fallo dictado en “F., A. L.”, y que
constituye una causal de suma gravedad institucional, puesto que se produce la privación de la
atención médica en los supuestos previstos en los incisos 1 y 2 del artículo 86 del Código
Penal.
Derecho a Decidir
Decidir, dedujo un recurso de casación (fs. 1218/1250), fundado en el artículo 383, inciso 1, y
de inconstitucionalidad (art. 391, inciso 1), ambos del CPCC, en contra de la Sentencia n.º 38,
La decisión recurrida causa un gravamen irreparable a los derechos del colectivo de las
del Código Penal de la Nación”, en cuanto no pueden ni podrán acceder al servicio de salud
para realizar la práctica del aborto no punible previsto en aquel cuerpo legal.
doctrina legal vigente por la del propio tribunal, al haber declarado la inconstitucionalidad de
una resolución ministerial que reglamenta la aplicabilidad del artículo 86, incisos 1 y 2, del
Código Penal, e importa una flagrante e irreparable violación a los derechos humanos del
colectivo de mujeres.
a) Vulneración del principio de congruencia. Motivo in procedendo (art. 381, inciso 1, del
CPCC)
El fallo atacado vulnera el principio de congruencia por cuanto no se han analizado los
No se han tratado los agravios que refieren al desconocimiento de los derechos humanos de
las mujeres y al conflicto de intereses que se plantea en el caso concreto, pues en ningún
momento se realiza una valoración que considere los derechos de las mujeres que se ven
afectados por la decisión atacada, ni mucho menos tuvo en cuenta los tratados internacionales
De acuerdo con la recurrente, la Cámara no ha atendido los planteos efectuados por su parte y
aparentes.
artículo 86, incisos 1 y 2, del Código Penal, lo que genera un obstáculo que da lugar a
El tribunal de apelación esgrime argumentos para apartarse del criterio sostenido por la Corte
(Fallos, 335:197), sin tener en cuenta las recomendaciones expresadas por organismos de
derechos humanos con relación a las interpretaciones restrictivas del artículo 86 del Código
La omisión, por parte del tribunal a quo, de considerar argumentos tales como que en nuestra
desde la concepción.
razonamiento que da para resolver en el sentido que lo hace no resultaría acorde con nuestro
ordenamiento jurídico, puesto que la integridad sexual de las mujeres tiene una protección
mayor que el derecho a la vida del por nacer, y de eso dan cuenta las penas que prevé el
Código Penal en los casos de aborto y abuso sexual con acceso carnal. A la vez que no valora
normativa atacada es acorde con lo dispuesto en el Código Penal y las directrices sentadas por
la CSJN. Esto violentaría los derechos de las mujeres violadas, en particular los contenidos en
Por otro lado, la Cámara no analizó la decisión del tribunal de primera instancia y falló
extralimitándose en sus atribuciones jurisdiccionales, por lo que su decisión adolece del vicio
La recurrente también afirmó que la decisión de la Cámara viola palmariamente los principios
Código Penal no puede configurar un acto lesivo en los términos del artículo 43 de la CN y de
la Ley n.º 16986 para instar una acción de amparo. Entonces, a raíz de una disposición que se
no se puede colegir que de ello se derive en forma directa e inmediata una amenaza inminente
El tribunal a quo trata de sustraer el caso de la órbita de aplicación del artículo 86 del Código
De la justificación dada por la Cámara surge que el aborto estaría penalizado totalmente en
nuestro país, pero el Estado, por razones de política criminal, ha decidido no perseguir
aquellos abortos producto de una violación cuando la vida o salud de las mujeres corren
peligro. Esto es contrario a la letra del artículo 86 del Código Penal, a los principios
interpretación efectuada por la CSJN (en particular, en “F., A. L.”), por los órganos
Los abortos permitidos por el artículo 86 del Código Penal son conductas típicas y lícitas; es
decir, obstan a cualquier persecución posterior, sea penal, civil o administrativa, en línea
contraria a la sostenida por la Cámara, al considerarlos como una excusa absolutoria donde
el caso “F., A. L.”, donde se entendió que el artículo referido contiene un permiso expreso, un
derecho de las mujeres a abortar y, como contrapartida, una obligación legal médica de
practicarlo.
la Resolución n.° 93/12, que regula las prácticas médicas, por considerar que violenta el
derecho a la vida del feto, cuando ella es la reglamentación del artículo 86 del Código Penal,
La contradicción también radica en que, por un lado, excluye la aplicación de aquel artículo
(el 86 del Código Penal), al considerarlo una excusa absolutoria que no afecta el derecho a la
vida del feto, pero, por otro lado, analiza en abstracto la constitucionalidad de la
Resolución n.° 93/12, destinada a hacer efectiva aquella norma del Código Penal.
La sentencia atacada es incoherente puesto que, a los fines de decidir sobre la legitimación
Es imposible que la Resolución n.° 93/12, que regula una práctica médica expresamente
permitida por el Código Penal, sea inconstitucional (supuestamente por violentar el derecho a
la vida del feto), dado que se funda en lo dispuesto por dicho cuerpo normativo, de manera
involucrar en la constitucionalidad del artículo 86, incisos 1 y 2, y por otro lado, declara la
artículo, lo que configura un acto de violencia institucional en contra de las mujeres, así como
adolescentes y mujeres que se encuentran en la situación fáctica prevista por aquella norma.
Solo son verdaderos aquellos conocimientos que se pueden probar suficientemente al basarse
afirmación de que existe vida desde la concepción y, por ese costado, le otorga el carácter de
persona al feto y le concede una protección de carácter absoluto, pese a tratarse de una
premisa que no está reconocida como cierta en nuestro ordenamiento jurídico ni en la última
Convención sobre los Derechos del Niño (CDN), en atención a que se entiende por niño a
todo ser humano desde el momento de su concepción hasta los dieciocho años de edad. Aquí,
de acuerdo con la recurrente, la Cámara se ha apartado también del precedente “F., A. L.”, en
donde se sostuvo que aquella declaración interpretativa no altera el alcance de la CDN, que
debe aplicarse según las condiciones de su vigencia; esto es, de conformidad con lo que los
Viena sobre el Derecho de los Tratados), las declaraciones y reservas deben ser interpretadas
de normas jurídicas que resulten válidas de acuerdo con una interpretación sistemática del
derecho vigente. De modo tal que, en caso de inconsistencia con el resto del ordenamiento
jurídico, la reserva o declaración lógicamente debe dejarse de lado. Por ende, el artículo 2 de
la Ley n.° 23849 no constituye una reserva al tratado (CDN) en el sentido del artículo 2 de la
Por otra parte, si bien la Cámara fundamentó la decisión recurrida en el artículo 4.1 de la
Humanos (Corte IDH) en la causa “Artavia Murillo”[2], en los cuales se tuvo en cuenta que
en la Ley n.° 6222) sin haber respetado la jerarquía constitucional prevista por el
artículo 31 de la CN, pues el artículo 86 del Código Penal contiene una autorización expresa
como excusa absolutoria, sin valorar las exigencias legales ni los derechos humanos de las
Resolución n.° 93/12 es errónea, se erige en un acto contra legem y debe ser declarada nula
de nulidad absoluta.
e. Inconstitucionalidad
De conformidad con lo previsto por el artículo 391 del CPCC, la Asociación Civil por el
mencionada resolución. Esto, entre otras cosas, a la luz de las recomendaciones de diversos
comités en los que se ratifica la constitucionalidad de la normativa que admite las prácticas
Discriminación contra la Mujer (1997 y 2010); el Comité de los Derechos del Niño (2010); el
Comité de Derechos Económicos, Sociales y Culturales (2011), así como el Dictamen del
R.” (CCPR/C/101/d/108/2007).
Resultan inconstitucionales los artículos 5 (inciso b) y 7 (inciso d) de la Ley n.° 6222, por
normativa de fondo, sino con los derechos humanos de las mujeres. Desconocer tales
sentencia recurrida en una decisión arbitraria; esto, en tanto desconoce la más elementales
normativas vigentes, pone en peligro la salud y derechos humanos de las mujeres, niñas y
adolescentes que requieren del Estado las garantías necesarias para poder acceder a las
práctica de un aborto que el propio Código Penal considera atípico y, por lo tanto, no punible.
Parece absurdo considerar que un acto proveniente de un órgano competente provincial para
reglar su actuar interno, y que goza de constitucionalidad, al ser dictado en consonancia con
las normas legales aplicables y la interpretación del Máximo Tribunal de la Nación, pueda ser
para un grupo social altamente vulnerable, como es el caso del colectivo de las mujeres, niñas
y adolescentes que requieren del Estado el acceso al aborto no punible al haber sido víctimas
de violación.
Con motivo de lo expuesto, de acuerdo con la recurrente, la solución a la que debería haber
En síntesis, considera que la decisión objetada omite aplicar el derecho vigente al haber
la sentencia violenta las reglas de la lógica y del razonamiento judicial, prescinde del sistema
humanos.
7, inciso d, de la Ley n.° 6222. En tal sentido, formuló la correspondiente reserva del caso
federal.
(fs. 1297/1314 vta.), solicitó que se los declarara inadmisibles, con costas. No obstante,
En su escrito, el representante de Portal de Belén afirmó que las recurrentes habían incurrido
en meras repeticiones de argumentos que ya habían sido rebatidos. En ese sentido, manifestó
que la Cámara no había violado el principio de congruencia; por el contrario, había percibido
en su justa medida el conflicto de derechos entre dos personas (entre los derechos de un niño
y su madre), así como que la tutela legal de la vida del nasciturus no menoscaba ninguno de
normativa que prevé el Código Penal. Esto, dado que –según dijo- dicha previsión es
indiferente respecto del fondo del amparo promovido, dado que solo se trata de analizar si la
guía (establecida mediante la Resolución n.º 93/12) es compatible o no con las normas
constitucionales vigentes –tanto a nivel federal como provincial-, y con las leyes que rigen en
Destacó que el tribunal a quo no había violado los principios de coherencia, no contradicción
y de razón suficiente. Esto, por cuanto la interpretación efectuada por la CSJN en la causa “F.,
A. L.”, además de absurda, injusta y arbitraria, se refiere al artículo 86 del Código Penal y no
puede enervar la vigencia de la Constitución de Córdoba ni de la Ley n.º 6222, que regulan
(f. 1309) y ha interpretado correctamente la Convención sobre los Derechos del Niño, por lo
Cámara, Portal de Belén ratificó la reserva que ya había efectuado de formular un caso federal
4. De los recursos deducidos se le corrió vista a la Asesora Letrada Civil del Noveno Turno
(f. 1320), que, al contestar, concluyó que los supuestos motivos esgrimidos por las recurrentes
no hacían más que expresar las discrepancias de dichas partes con el resultado de la decisión.
Por ello, a su entender, no revestían entidad suficiente para casar la sentencia de la Cámara ni
contestar (fs. 1332/1358 vta.), concluyó que correspondía conceder los recursos de casación,
interpuestos por la parte demandada y por la tercera coadyuvante, como así también el recurso
Habiéndosele corrido traslado sobre los recursos planteados (f. 1371), el Sr. Fiscal Adjunto
del Ministerio Público de la Provincia emitió su opinión mediante el Dictamen E, n.° 159, de
fecha 28 de marzo de 2014 (fs. 1372/1383 vta.), ocasión en la que se pronunció por la validez
Punible, según lo establecido en el artículo 86, incisos 1 y 2, del Código Penal de la Nación”.
Como consecuencia, concluyó que debían acogerse los recursos deducidos por la demandada
7. AMICUS CURIAE
todas las partes intervinientes, quienes lo evacuaron (la actora, a fs. 1492/1492 vta.; la
fs. 1500/1501). Seguidamente, emitieron sus dictámenes la Asesora Letrada Civil del Noveno
Turno, Mónica Tagle (el 4 de marzo de 2015, fs. 1503/1503 vta.) y el Fiscal General Adjunto
(Dictamen E, n.º 96, remitido en fecha 12 de marzo de 2015, fs. 1505/1507 vta.).
Susana Brarda, María Alejandra del Boca, Nadia V. Fernández, Aurelio García Elorrio,
Beatriz Pereyra, Pedro Javier Pretto, Luis Sánchez, Amalia Vagni y Eduardo Yuni solicitaron
ser tenidos como amicus curiae (fs. 1509/1525). Luego de haber corrido los traslados
correspondientes a las partes (f. 1526 vta.), que los evacuaron (la actora, a f. 1529; la
Provincia, a fs. 1533/1533 vta.; la Asociación por el Derecho a Decidir, a fs. 1536/1537),
fueron recibidos los dictámenes (de la Asesora Letrada Civil del Noveno Turno, en fecha 15
de junio de 2015, fs. 1539/1540 vta., y del Fiscal General Adjunto, mediante Dictamen E,
n.º 713, del 19 de junio de 2015, fs. 1542/1543). A f. 1545 consta el decreto fechado el 29 de
junio de 2015 por el cual se admitió la intervención de los legisladores en la calidad invocada.
Ciudadano y también requirió participar en la calidad de amicus curiae, petición que fue
7.2 Convocatoria para presentarse en la calidad de amicus curiae (Acordada n.º 7/2013
Con motivo de los sucesivos pedidos de intervención en el carácter de amicus curiae –lo que
ratifica el alto interés público que han suscitado estas actuaciones- y con el fin de equilibrar
los intereses comprometidos y de no entorpecer la marcha del proceso, este Tribunal decidió
encausar la tramitación de dichas solicitudes tomando como norte la Acordada n.° 7/2013 de
la CSJN.Así, mediante el decreto de fecha 11 de abril de 2016 (fs. 1583 y vta.), se ordenó la
condiciones de aportar una opinión fundada -no vinculante- sobre la base de conocimientos
y/o estudios que tuvieran respecto del objeto de la causa, para que comparecieran en el plazo
quince días; todo ello, de conformidad con las pautas fijadas por la normativa de la CSJN
anteriormente citada.
Por decreto del 20 de abril de 2016 (f. 1586) y a pedido de la parte actora, que había
comparecido alegando que carecía de los fondos necesarios para afrontar la publicación
encomendada (fs. 1585), se ordenó la publicación mediante edictos, sin cargo, en el Boletín
posible, también se propició que –sin costo alguno- el llamado a amicus curiae constara en
los sitios web oficiales del Gobierno de la Provincia, del Poder Legislativo y de este Poder
esos sitios (fs. 1603/1607 vta.), así como en el Boletín Oficial de la Provincia (fs. 1618/1618
vta.).
En virtud del llamado efectuado por este TSJ, hubo 59 presentaciones en el carácter de
amicus curiae, razón por la que ha sido necesario formar seis cuerpos de copias (cfr. el
que comparecieron:
María Florencia Coronel, Silvia Luna, María Teresa Mockevich, Stella Carreras y Marcos J.
Terán, como miembros integrantes de la Comisión del Derecho a la Vida del Colegio de
representación de la Fundación Nutrir (fs. 42/51); María Teresa Mockevich y José Páez,
de Tucumán (fs. 54/61); Nancy Alberione y Pablo Nieto, por el Partido Demócrata
(fs. 65/73); el Asesor Letrado Penal de Vigésimo Segundo Turno de la ciudad de Córdoba,
Asociación Civil FAMINAT de San Miguel, provincia de Buenos Aires (fs. 110/130);
Provincia de Tucumán (fs. 131/140); Rafael de Vita, Gustavo Juárez, Silvio Montini y Diana
Steinle por el Instituto América, el Colegio Evangélico Haroldo, el Consejo Católico para
por Civilitas Asociación Civil (fs. 162/165); Diego Fernández y Leandro Flocco, por la
Asociación Civil Frente Joven (fs. 166/200); Eduardo Cuvertino, en su calidad de presidente
de la Asociación Civil Ambo (fs. 201/226); José Eduardo Villena y Olga Beltramo, por la
José Sileone, como concejal de Arroyito (fs. 254/273); José Torres y Mariana Torres, por la
Murúa, Maya Balagar, Pablo Bollatti (tesorero) y Leandro Moscardó (secretario), por
Latina de la Cultura (fs. 309/357); Pablo Salvador Curuchet, en su calidad de presidente del
Mármol (fs. 421/440); Álvaro Zamora Consigli, por la Juventud del Partido Encuentro
Vecinal Córdoba (fs. 419/467); Silvio Pedro Montini (fs. 468/475); Rodolfo Barra
Fundación Jacques Maritain (fs. 511/542); Mariela Guevara, Paola Fedrizi y Cecilia
Merchán, por La Matria Asociación Civil (fs. 543/552); Lylan Luque, Rosa Reynaga,
Ignacio André, Betiana Olearo Barrera, Ana Morullo, Omar Barrault y Claudia y Dedrón,
Carolina García, por la Fundación ECoS (fs. 562/584); Alvaro Zamora Consigli y José
Nicolás Pagano, por Encuentro Vecinal Córdoba (fs. 585/610); Diana Maffía, Paola
Bergallo, Mario Pecheny, Marcelo Alegre, Agustina Ramón Michel y Mercedes Cavallo,
Gamrom, Laura Pérez, Eduardo Salas, Lucía Zalazar, Pamela Chomiak y Soledad Díaz
García, por el Frente de Izquierda y los Trabajadores (fs. 644/671); Alpio Ricardo del
Barco (fs. 672/693); Marianela Elisa Coconi, coordinadora y consejera del Grupo Bíblico
de Mujeres de la Iglesia Cristo Rey (fs. 694/697); Diego Tatián, en su calidad de decano de la
Oscar Vera Barros (fs. 710/713); María Pilar Luque y José Dutari (fs. 714/721); Walter
Daniel Luna, por la Fundación “Padre Pedro Richards”, del Movimiento Familiar
Isac y Agustín Goldszer, por la Fundación Visión Educativa (fs. 760/768); el profesor,
doctor, Daniel Salica (fs. 765/770); Rodolfo Lemos, Juan Loutayf Ranea, por el Colegio de
Médicos de la Provincia de Salta (fs. 774/777); Carlos Alberto Rezzónico (fs. 778/786);
Julia Reartes, María Angélica y María Leonor Pepe, por el Colegio de Profesionales en
Fundación Familia (fs. 846/867); Leticia Celli, Ivana Esper, Laura Vilches, Myriam
Fundación Red Mendocina Familia y Vida (fs. 887/1126); Juan Pablo Quinteros y Graciela
Brarda (fs. 1127/1136); Darío Capitaine, Soher Sukaria, Viviana Massare, Hugo Capdevilla,
calidad, Gustavo Carrara, Miguel Nicolás, José Villegas, Carlos Ciprian, Ana Ferrando
(fs. 1145/1155); María Rosa Marcone, secretaria del bloque legislativo del Partido
Encuentro Vecinal (fs. 1145/155); Gregorio González y Rosa Zacca, en representación del
Reinaga (fs. 1168/1180); María Cristina López (fs. 1181/1186); César Orgaz, en
8. Una vez vencido el plazo fijado, y teniendo en cuenta la complejidad y el interés público
despertado por la causa, este TSJ admitió a todos los amicus curiae; ello, mediante el decreto
fechado el 2 de junio de 2016 (f. 1625), el cual, tras ordenar la correspondiente notificación a
las partes, a la Fiscalía General y a la Asesoría Letrada Civil del Noveno Turno, ordenó
nuevamente el pase a los fines de resolver (fs. 1625 y 1635). Esto último, teniendo en cuenta
que, tras el llamado de autos para sentencia (28 de marzo de 2014, f. 1384), el expediente
había salido de estudio para poder sustanciar las presentaciones de quienes demandaban
9. Mientras la causa se encontraba en estudio, ante las licencias o excusaciones de tres de sus
vocales naturales (Carlos Francisco García Allocco, María Marta Cáceres de Bollati y
Sebastián Cruz López Peña), este Tribunal debió acudir al mecanismo usual previsto por la
fue integrado con los camaristas Silvia B. Palacio de Caeiro, Claudia Elizabeth Zalazar y Julio
Ceferino Sánchez Torres (f. 1652). No obstante, ante la excusación formulada por Palacio de
Caeiro (fs. 1653/1654) fue convocada la vocal Silvana María Chiapero (decreto del 8 de
Palacio de Caeiro y repuso el decreto fechado el 8 de marzo (fs. 1662/1665 vta.), y promovió
un incidente autónomo de nulidad contra la mencionada providencia (fs. 1668/1669 vta.) por
entender que no se había seguido un orden para llamar a los camaristas. Todo esto fue
rechazado mediante el Auto n.º 69 (fs. 1718/1729 vta.), contra el cual Portal de Belén dedujo
11. Luego, la parte actora recusó sin causa al camarista Sánchez Torres y con expresión de
causa a los cuatro vocales naturales de este cuerpo, Aída Lucía Tarditti, Domingo J. Sesin,
Luis Enrique Rubio y María de las Mercedes Blanc de Arabel (fs. 1736/1737). Al mismo
tiempo (f. 1760 vta.), reiteró el pedido de que se sustancie un presunto hecho nuevo (la
proyecto de ley que propiciaba la interrupción voluntaria del embarazo), pese a que el pedido
había sido contestado oportunamente (f. 1717) y a que Portal de Belén no había recurrido
dicha decisión, que había quedado firme. En abono de su pretensión, la actora demandó que
se amplíe o subsane el decreto fechado el 17 de octubre pasado (mediante el cual este TSJ
había tenido por presente otro supuesto hecho nuevo alegado), al tiempo que planteó –en
Todas estas nuevas incidencias han sido resueltas mediante el Auto n.º 106, fechado el 9 de
noviembre de 2018 (fs. 1764/1773 vta.), contra el que Portal de Belén formuló un pedido de
cuestiones planteadas y, así, fijó fecha para el dictado de la sentencia en audiencia pública
(f. 1798).
Y CONSIDERANDO:
PÚBLICA
Aunque nuestra legislación procesal no prevé la figura de los amicus curiae o amigos del
tribunal, eso no ha sido un obstáculo para efectuar una convocatoria en tal sentido. Desde el
primera como en segunda instancia y solicitaron que se les diera participación en ese carácter.
Esta demanda se agudizó desde el momento en que tuvo que intervenir este Tribunal, como se
ha dado cuenta en el punto n.º 7 del acápite anterior, al relacionar los actos procesales
cumplidos.
Precisamente, para evitar dilaciones y las sucesivas vistas a las partes que había que correr
ante cada nueva presentación espontánea, este Tribunal resolvió efectuar un llamado amplio
(f. 1583), por única vez, para posibilitar que todos los interesados –con conocimientos o
expresarse. Esto se lo hizo bajo la guía pretoriana de la CSJN, que, con el mismo fin, por
medio de varias acordadas (las n.º 28/2004, n.º 14/2006 y n.º 7/2013), reglamentó la forma de
admitir la participación de los amicus curiae en aquellas causas –tramitadas ante dicho
interés público; todo, con el fin de fortalecer la legitimación de las decisiones jurisdiccionales.
Cabe recordar que tanto la Corte Suprema de Estados Unidos[3] como el Tribunal Europeo de
cuestión urticante, en la que están en juego derechos fundamentales, y sin que la convocatoria
significara afectar el derecho de defensa de las partes; esto, en la medida en que se precisó
que las opiniones no serían vinculantes y solo tendrían por finalidad posibilitar el mayor
rica polifonía de las visiones expresadas por sus escritos, pone de manifiesto que, en causas
ponderados, al tiempo que se transforma en un mecanismo idóneo para amplificar las voces
sociales en procesos de honda trascendencia social. Como han sostenido algunos autores: “[
misma línea puede decirse que la experiencia ha significado una forma de articular, en clave
Antes de comenzar con el desarrollo de los agravios planteados por las partes recurrentes,
resulta imprescindible precisar que, en materia jurídica, ningún ejercicio interpretativo –con
mayor razón cuando se trata de cuestiones tan delicadas como las discutidas en estas
actuaciones- opera en el vacío, sino en función de paradigmas o modelos; esto es, conjuntos
certezas que conforman una visión del mundo (cosmovisión), en relación con determinadas
científicas, puesto que importan un cambio parcial, gradual o total de la percepción social del
Por su parte, los imaginarios sociales ponderan y promueven valores, apreciaciones, ideales y
conductas respecto de los miembros de una sociedad. Son el resultado de complejas redes
entrecruzamiento, el imaginario comienza a cobrar vida como tal tan pronto como se
independiza de las voluntades individuales, de las que -sin embargo- depende para
materializarse. El imaginario social no uniforma las conductas individuales, sino más bien
genera tendencias.
primeramente por movimientos sociales, grupos de opinión, entre otros, y luego –y teoría de
la representación política mediante- por los componentes de los poderes legislativos, en tanto
ideológica, política, cultural, religiosa o económica. Todo esto, en coherencia con la regla
constitucional según la cual el pueblo no delibera ni gobierna, sino por medio de sus
Desde ese ángulo, los poderes Ejecutivo y Judicial, cada uno conforme a sus atribuciones y
(al sancionar la Constitución) o de la legislativa (al sancionar normas con alcances generales),
de cuya observancia dependen la legitimidad y alcance de las decisiones que deben ser
actuaciones por las partes, como así también de los aportes que a través de numerosos
amicus curiae fueron puestos a consideración de este Tribunal, es posible determinar que uno
de los aspectos críticos y centrales de este arduo, extenso y trascendental debate radica,
Esta operación interpretativa, ahora en cabeza de quien tiene competencia constitucional para
ello (art. 116, CN; y arts. 160 y 165, CP, entre otros), resulta clave para precisar los márgenes
condicionan el ejercicio hermenéutico desplegado por los jueces. Entonces, este delicado
resguardo de tales derechos, así como a las obligaciones y responsabilidades que derivan de
ellos.
Ahora bien, tal interpretación constitucional importa asumir lo siguiente, tal como la Corte ya
instituciones de cada país o descubre nuevos aspectos no contemplados antes, sin que pueda
Constitución Argentina y que no implica destruir las bases del orden interno preestablecido,
que, así concebidas, no serían normas idóneas para perdurar y regular la evolución de la vida
social, que siempre estaría sujeta a las condiciones originarias y no a aquellas en las que
creadores. Tal forma de concebir la interpretación jurídica -como también lo tiene dicho la
“carta viviente”; en otras palabras, la lucha siempre es entre quienes entienden que la
antemano y aquellos otros que piensan que el texto constitucional debe releerse a la luz de
cada ciclo histórico sin perder la mirada de conjunto, en “la continua conversación que es
nuestra Constitución”[8].
En esta misma línea, Linares Quintana ha sido muy claro en sus palabras, al sostener: “La
interpretación, a la luz de los grandes fines que informan la Ley Suprema del país”[9].
la vida de la persona por nacer y el derecho a decidir de la mujer que ha quedado embarazada
como producto de un abuso sexual con acceso carnal) han quedado de manifiesto en el
centenar de amicus curiae que, para el mayor esclarecimiento de este Tribunal, se han
expresado a lo largo del proceso, aunque de forma no vinculante. Esto evidencia que estamos
versa sobre las vicisitudes de la situación de una mujer en particular (como aconteció en la
causa “F., A. L.”[10]), sino sobre las objeciones constitucionales generales planteadas por la
parte actora respecto de un instrumento de rango ministerial (la “Guía de Procedimiento para
la Atención de Pacientes que soliciten Prácticas de Aborto No Punibles”). Este protocolo, que
tiene como soporte el fallo judicial dictado por la CSJN en “F., A. L.”, está destinado no solo
derechos, según cómo se lo conceptúe en virtud de los diferentes puntos de vista y esquemas
Entonces, habiendo sido definidos los contextos paradigmáticos y sociales, como así también
los criterios exegéticos que deben observarse en los silogismos por los cuales tiene que
Por razones metodológicas, uno de los agravios debe ser tratado con prelación: el vinculado
con la supuesta falta de legitimación de la parte actora para promover una pretensión con las
dimensiones y proyecciones de la intentada en estos autos; esto es, una acción de amparo
lugar porque, en caso de prosperar la objeción articulada por la parte demandada (fs. 1208 y
1210 vta.), por razones lógicas, no tendría sentido considerar el resto de los agravios
En otras palabras, bajo la causal del artículo 383, inciso 1, del CPCC, la cuestión radica en
despejar si hay un caso colectivo –como postula el actor- y, de haberlo, si la asociación civil
premisa de que estaban en juego los derechos individuales homogéneos de las personas por
nacer, que resultarían afectadas por una causa fáctica común. Esto –según la Cámara-, en la
medida en que, si se aplicara la resolución ministerial n.º 93/12 (Guía de Procedimiento para
interrupción del embarazo a petición de la madre, con la sola condición de que esta declarara
bajo juramento haber sido violada y que la gestación es fruto de ese hecho.
tribunal a quo es ajustada a derecho, corresponde precisar los alcances de los términos “caso”
Desde el punto de vista procesal, el de la legitimación consiste en uno de los problemas más
arduos y debatidos, porque se vincula con los presupuestos que definen y posibilitan la
consultas teóricas, sino en un caso concreto planteado por parte legitimada (de conformidad
En forma concomitante, aunque el tema ha sido largamente discutido, un caso judicial supone
la existencia de una controversia con relevancia jurídica propuesta por quien está legitimado
para ello, al tiempo que dicho conflicto debe ser actual (no hipotético) y debe requerir una
respuesta jurisdiccional concreta (no dogmática ni académica) relacionada con los intereses o
bienes en juego.
Tradicionalmente, los conceptos de “legitimación” y “caso” han estado asociados a una visión
causa debe ser el titular de un derecho subjetivo o debe tener un interés diferenciado, propio,
directo, personal, para accionar; es decir, desde esta mirada, no se concibe la capacidad
procesal sin una vinculación directa y estrecha con la relación sustancial base, que
monopólica en el titular del derecho subjetivo o en el portador del interés diferenciado, razón
por la cual debe mediar un nexo indisoluble entre la relación jurídico-sustancial y la jurídico-
procesal, que solo puede trabarse a partir de la primera. Constituyen excepciones a esta regla
la legislación civil (actual art. 739 del Código Civil y Comercial) o por la Ley de Seguros
(art. 80), que, cesión mediante de derechos, posibilitan accionar procesalmente a una persona
base.
sumado la posibilidad de promover un caso colectivo(art. 43, segundo párrafo, CN). Incluso
exclusivamente a nadie en particular, dado que son “de pertenencia difusa, porque pertenecen
supraindividual.
Ahora bien, aquí hay que distinguir dos supuestos: los casos referidos a bienes colectivos
que, aunque divisibles, tienen en común un único hecho o norma productora de la afectación a
Específicamente en la Argentina, los ribetes de ambas hipótesis han sido claramente definidos
por la Corte Suprema de Justicia (CSJN) en el caso “Halabi” (2009)[12] y han llevado a
algunos doctrinarios a afirmar lo siguiente: “[E]xistirá un conflicto colectivo que amerite una
naturaleza individual, emparentados estos últimos por una relación de similitud cualitativa
(equivalencia de las pretensiones particulares) ante un único hecho o acto generador del
derechos supraindividuales o colectivos. Estos, antes del caso “Halabi”, ya habían sido
definidos por la CSJN de esta manera: “[P]ueden caracterizarse como aquellos que, teniendo
por titulares a una pluralidad indeterminada de personas, presentan como objeto de tutela
cabeza de cada reclamante, desde que tienen ante todo un carácter impersonal. Estos se
implica, por fuerza, la satisfacción de todos, así como la lesión de uno solo constituye, ipso
facto, lesión a la entera comunidad (conf. José Carlos Barbosa Moreira, La legitimación para
extraordinaria, sui generis o autónoma, en la medida en que el caso –según el art. 43- puede
ser promovido procesalmente por el afectado, pero también por el defensor del pueblo o por
las asociaciones que propendan a fines vinculados con la cuestión en juego; esto es, por
personas o asociaciones que no se encuentran personalmente afectadas por el acto lesivo que
se denuncia. Por eso, la pretendida distorsión o anomalía radica en lo siguiente: “[L]a acción
puede resultar ahora ejercida en nombre propio, pero a efectos de defender un derecho,
garantía o interés cuya titularidad resulta ajena al actor (en el caso de las asociaciones,
Resulta evidente que esta socialización del proceso o acceso a la justicia en clave colectiva
deberían- ser tratadas de forma única y común[16]. Precisamente por ello, una consecuencia
consustancial de este tipo de procesos es el efecto expansivo de la cosa juzgada, como lo han
recalcado algunos autores: “[U]n caso colectivo, por referirse a la defensa de derechos de
incidencia colectiva en especie, obliga a otorgar efectos extra partes a la sentencia que ha de
En definitiva, si bien la teoría del caso colectivo aún se encuentra en construcción en nuestro
vulneración que se invoca recae sobre bienes colectivos o sobre intereses individuales
homogéneos (afectados por una misma situación fáctica o legal); c) representación adecuada
por parte de quien acciona en defensa del bien colectivo, o del grupo, clase o categoría de
omnes a todos aquellos que coparticipan en la titularidad del bien colectivo (indivisible) o, al
En este contexto, la legitimación como concepto también debe ser resignificada, teniendo en
cuenta que este presupuesto adquiere aquí particularidades en la medida en que quien acciona
lo hace invocando razones de interés general o que, al menos, trascienden el suyo propio. La
cuestión en juego puede ser sintetizada así: ¿quién es el idóneo o legitimado para acudir en
“el verdadero ‘talón de Aquiles’ de todo el sistema de protección de los derechos difusos o
colectivos”[19].
estadounidense, por ejemplo, imperan las denominadas class actionso acciones de clase,
reguladas por la Rule 23[20], donde cobra relevancia la idoneidad de quien invoca esos
legitimado para probar que es el más idóneo para la gestión procesal colectiva. Se considera
que esta condición es clave para asegurar el debido proceso de los miembros ausentes de la
juzgada les sean extensivos aun cuando no hubieran participado del juicio. Teniendo en
cuenta que, en las acciones de clase, hay alguien que se autonomina para defender al grupo,
por dicho grupo o clase para que decidan si accionarán por separado (en la hipótesis de que
que prestan su consentimiento tácito a la sustanciación de la controversia por medio del caso
colectivo.
antemano por el propio legislador al “otorgar tal cualidad al ciudadano, afectado, habitante,
etcétera, o al aceptar en tal condición a las asociaciones (exigiéndoles, por ejemplo, que
estén constituidas desde un tiempo prudencial anterior a la acción, que tengan fines
institucionales acordes con la defensa de los intereses colectivos, que tengan un número
suficiente de afiliados o componente, etc.), o al discernir tal función al Defensor del Pueblo,
etcétera”[21].
Esto es lo que explica, precisamente, que, para la defensa de los derechos de incidencia
defensor del pueblo y a las asociaciones, aunque tal circunstancia deba justipreciarse en
función del caso concreto. Esta pauta atributiva (la del art. 43) debe ser complementada con
las previsiones de los artículos 86 (Defensor del Pueblo) y 120 (Ministerio Público), este
sociedad.
representantes promiscuos o legales (como el defensor del pueblo o las asociaciones) prueba
sustancial. Esto, en la medida en que, como lo han sostenido algunos doctrinarios: “El interés
que debe justificar el accionante en una acción colectiva de tutela no es el que abre debate
sobre su derecho material, sino sobre el título que tiene para iniciar la acción que pone en
movimiento la justicia”[22].
Por ello, el minucioso cotejo del título o legitimación que esgrime quien se autonomina para
accionar en representación de toda una clase, colectivo o categoría de sujetos afectados por
destacado por autores que han señalado: “Frente a esta ficción, la única forma de imponer los
d. La recepción del “caso colectivo” no supone la admisión lisa y llana de una acción
popular
Las precisiones efectuadas con anterioridad han permitido delimitar las peculiaridades del
Portal de Belén cuenta con legitimación suficiente para instar una acción como la intentada en
estos autos. Ambas cuestiones se encuentran íntimamente vinculadas desde que, en el propio
escrito de demanda (f. 95 vta.), dicha asociación invoca la defensa de los derechos de
incidencia colectiva de un grupo, clase o categoría (el conformado por las personas por
persigue. En el mismo sentido, la Cámara sostuvo: “En el caso de autos es forzoso reconocer
Antes de ingresar en dicho estudio, conviene aclarar que el análisis de la legitimación que
esgrime Portal de Belén debe efectuarse partiendo de que aún no ha sido sancionada la ley
colectiva. Lo mismo puede decirse, en el orden provincial, respecto del artículo 53, que, si
bien desde 1987 reconoce a toda persona legitimación para obtener la protección de los
difiere a una ley la reglamentación de dicho mecanismo; esa norma, hasta el momento,
tampoco ha sido dictada, porque solo fue sancionada la Ley n.º 7741, referida únicamente a
Por supuesto que esta omisión legislativa, pese al tiempo transcurrido desde las reformas
constitucionales de 1994 y de 1987 (en el orden provincial), no puede ser un obstáculo para la
plena operatividad de los mencionados artículos 43 (CN) y 53 (CP). Pero tampoco puede
aplicado por los otros poderes del Estado en la órbita de sus competencias constitucionales;
división de poderes.
artículo 53 de la CP no han supuesto la recepción lisa y llana de una amplia acción popular
que pueda ser formulada por cualquier habitante con independencia del derecho, interés o
título (en términos de legitimación colectiva) que esgrima para accionar. Por lo tanto, sigue
sostenido la CSJN, “no se admite una acción que persiga el control de la mera legalidad de
una disposición”[24].
Si bien es cierto que “caso judicial” y “legitimación” son dos institutos distintos que no hay
que confundir[25], están estrechamente relacionados, porque la constatación del segundo debe
hacerse teniendo en cuenta las particularidades de cada expediente. Esto sirve para dejar
sentado que, a diferencia de lo que pareciera sugerir el actor –y la propia Cámara- cuando
gozan de un derecho adquirido a demandar en abstracto, para siempre y con prescindencia del
soporte fáctico concreto de cada situación con relevancia jurídica, por el mero hecho de haber
Así lo ha fijado la CSJN al afirmar: “De la ampliación de los sujetos legitimados por la
reforma constitucional de 1994, no se sigue una automática aptitud para demandar, sin un
precedente citado de la CSJN (“Portal de Belén”, de 2002), tal como ha sido señalado por una
jueza de la propia Corte Suprema, “en los fundamentos de dicho fallo no se consignaron las
razones por las cuales se había admitido la aptitud de la asociación demandante para iniciar
ese litigio”[28]. En otras palabras, la mera invocación de dicho precedente no basta para tener
jurídico de impugnación en una causa anterior (como aconteció, por ejemplo, en el caso
“Portal de Belén”, fallado por la CSJN), eso se transformaría en una suerte de título
En aval de la legitimación que esgrime la actora en la presente causa, mucho menos podría
invocarse la circunstancia de que en una causa anterior la cuestión no hubiera sido abordada
de la amparista Portal de Belén Asociación Civil para interponer el presente amparo, pese a
que este aspecto ha sido cuestionado por la Provincia en oportunidad de emitir el informe del
art. 8 de la ley 4915 (vide fs. 486), pues tal análisis corresponderá al momento de fallar el
fondo de la cuestión con el debido respeto de la doble instancia, limitándonos en esta ocasión
atribuida a la Alzada a esta altura del proceso (cfr. en esa línea: Vénica, Oscar Hugo,
‘Código Procesal Civil y Comercial’, Tomo IV, p. 316; C. N. Fed. Cont. Adm. IV, L. L. –
En definitiva, las causas judiciales citadas –con resultados diversos sobre la cuestión-
refuerzan la tesis de que la legitimación debe ser ponderada caso por caso. Esto, dado que
una habilitación permanente para cualquier tipo de conflicto y juicio no resulta racional. Al
mismo tiempo, el precedente que se invocara en apoyo debe ser comparable por semejanza
con aquel en el que se lo pretendiera hacer valer, lo que no ocurre cuando un tribunal “otorga
entidad de precedente (a una causa anterior), sosteniendo que la ‘similitud’ con el caso
Esto supone que, por razones lógicas, antes que nada, la indagación debe apuntar a establecer
si hay un caso colectivo, tal como postula el actor y como ha sido reconocido en las dos
instancias judiciales previas. La respuesta negativa se impone por las siguientes razones.
los alcances delimitados por la CSJN en la causa “F., A. L.” (2012)[32]. En dicha ocasión, en
que el artículo 86, inciso 2, del Código Penal prevé que el aborto no es punible siempre que la
mujer (sea capaz, menor de edad, “idiota o demente”) haya resultado embarazada como
producto de una violación (abuso sexual con acceso carnal)[33]. Esto implica que la guía no
abre una discusión sobre la libertad de la mujer para interrumpir voluntariamente la gestación
que se limita a instrumentar el mecanismo para posibilitar la práctica autorizada por el propio
legislador, en la medida en que fuera llevada a cabo por un médico diplomado y mediara el
legal o del sistema de apoyo eventualmente designado (en la hipótesis de que fuera menor de
Penal.
particular y trágica condición de víctima de un acto de violencia sexual que, al haber anulado
ponderaron: “Hay una diferencia moral en la admisibilidad del aborto según sea el grado de
voluntariedad del acto sexual que condujo a la concepción: no es lo mismo el aborto que
pone fin a un embarazo resultante de una violación que el que resultó de un acto sexual
voluntario”[36].
Pero la argumentación de la parte actora, más que dirigida a atacar la guía de Córdoba en
sentencia judicial por entender que, en el momento en que el Alto Cuerpo se expidió en “F.,
A. L.”, ya no había caso alguno por resolver (f. 108), dado que el aborto ya se había
Derechos del Niño (CDN), que desde 1994 goza en la Argentina de jerarquía constitucional, “
el derecho a la vida es absoluto para todo niño”, lo que incluye a las personas por nacer, en
dicha convención (f. 99 vta.). Por ende, según su razonamiento, el aborto no es admisible en
ningún caso en nuestro país y el inciso 2 del artículo 86 del Código Penal ha quedado
derogado tácitamente por la reforma constitucional de 1994 (f. 111 vta.) por una suerte de
En otras palabras, la pretensión de la actora se dirige –en verdad y por vía oblicua- a
cuestionar in totum la previsión de la ley penal sustantiva contenida en el artículo 86, inciso 2,
L.” , de que el aborto tampoco es punible cuando la víctima de la violación fuera una mujer
capaz y no solamente cuando se tratara de una “idiota o demente”, como era la interpretación
Convención Internacional sobre los Derechos del Niño que establece claramente en el art.
6.1 ‘…que los Estados Partes reconocen que todo niño tiene el derecho intrínseco a la vida
…’. Por lo tanto, el Ministerio no estaba obligado a acatar ni el fallo ni las clásicas causales
de no punibilidad del art. 86 del C. Penal, porque las mismas estaban superadas por la nueva
normativa internacional que protegía al niño por nacer” (f. 114, el subrayado pertenece al
texto original).
Así, omitiendo la relevancia que la taxatividad y que el principio de reserva de ley tienen en
distribución de competencias de nuestra organización federal, haga caso omiso del artículo
86, inciso 2, del Código Penal, como si hubiera sido declarado inconstitucional, cuando de la
causa “F., A. L.” se desprende todo lo contrario. Y, por esta vía, con prescindencia de los
mecanismos procesales previstos para cuestionar normas con alcances generales y basado en
permiso reconocido por la ley de fondo a toda mujer víctima de una violación (según la
interpretación efectuada por la CSJN), lo que implicaría establecer una prohibición -contra
Eso, sin dejar de mencionar que la actora invoca la autoridad de la Corte Suprema cuando lo
resuelto coincide con su propio esquema de valores y preferencias (como en el caso “Portal de
Belén”, de 2002), pero, cuando no –como en la causa “F., A. L.”-, niega que la resolución sea
una sentencia judicial en propiedad o que la CSJN tenga atribuciones para efectuar
exhortaciones (f. 108), pese a la asiduidad con la que el Alto Tribunal (y este mismo TSJ)
suele recurrir a esta técnica con el afán de modular mejor los alcances de las respuestas
constitucionales y con el fin de sanear omisiones legislativas o de otro tipo que pudieran
buena recepción doctrinaria que han tenido -en general- las sentencias de este tipo
informe revelaba en 2015 que 16 jurisdicciones ya habían dictado guías o protocolos que
fijaban procedimientos para llevar adelante prácticas de aborto no punible: Ciudad de Buenos
Aires, Córdoba, Entre Ríos, La Pampa, Neuquén, Provincia de Buenos Aires, Río Negro,
Salta, Chaco, Chubut, Jujuy, La Rioja, Misiones, Santa Cruz, Santa Fe y Tierra del Fuego[38]
ejemplo, omite que el artículo 4.1 de la Convención Americana sobre Derechos Humanos
(CADH) sienta lo siguiente: “Toda persona tiene derecho a que se respete su vida. Este
derecho estará protegido por la ley y, en general, a partir del momento de la concepción.
Nadie puede ser privado de la vida arbitrariamente” (el subrayado nos pertenece).
final de dicho tratado[39], explicó que la expresión “en general” fue añadida para conciliar las
momento de la concepción” y a raíz de que algunos países americanos -entre los que,
aborto o variantes en las que no era punible, lo que desembocó en la redacción del artículo 4.1
absoluto que –según su visión- tiene el derecho a la vida (a favor de la persona por nacer),
pero, al mismo tiempo, desconoce al Comité de los Derechos del Niño, establecido en virtud
de la propia CDN, por entender que está formado por “personas que carecen de idoneidad en
materia jurídica” (f. 99). La objeción de la accionante, en realidad, apunta contra algunas
En definitiva, surge con evidencia que no nos encontramos frente a un caso judicial colectivo
artículo 86, inciso 2, del Código Penal, y la interpretación efectuada por la CSJN
en “F., A. L.”; seguidamente, y por una suerte de efecto reflejo, dicha objeción se traslada a la
guía que en la provincia fue dictada en virtud de la exhortación concretada en dicha causa.
cual ninguna variante del aborto es jurídicamente posible en la Argentina, dado que la
protección del por nacer es absoluta. Esta última postulación, por cierto, también está en
entredicho con una de las premisas axiales de nuestro sistema jurídico, de acuerdo con la cual
no hay derechos absolutos[42] y toda posible colisión de derechos debe tratar de resolverse
En síntesis, los argumentos desarrollados por la parte actora parecen estar más bien dirigidos
a descalificar y a escamotear por una vía heterodoxa lo sentado por la CSJN en la causa “F.,
realizada por la CSJN en “F., A., L.”, sería ab initio nula de nulidad absoluta. Esto prueba
objeta o pone en crisis -con alcances generales o erga omnes- es la legislación sustantiva de
fondo (el art. 86, inciso 2, del Código Penal), tal como lo postuló dicha parte en su ampliación
de la demanda (f. 128). Semejante cuestión excede largamente el cometido de una vía
restrictiva como la de este amparo y deja al descubierto que, en rigor, no hay un caso judicial
colectivo en propiedad, sino una rotunda discrepancia con la salida diseñada por el legislador
en dicha norma.
Una prueba irrefutable de lo que acabamos de concluir surge de la propia demanda de la parte
actora; en efecto, de las 26 fojas de que consta el escrito, 20 están dirigidas a tópicos que van
en esa dirección: “La interpretación de los casos de aborto no punible conforme al derecho
el Derecho de los Tratados” (fs. 102 a 106 vta.), “Errores de la Corte Suprema-Los errores
del Ministerio de Salud de la provincia, Agravios a la vida de los niños no nacidos” (fs. 106
vta., in fine, hasta la 113 vta.) y conclusiones (desde la f. 113 vta. hasta la f. 115).
Como puede advertirse en función de los títulos usados por la propia accionante para dividir
“F., A. L.”. Abonan esto las propias palabras de la asociación actora: “En todos los casos el
resultado fue exactamente el mismo: las indicaciones para no punir el aborto son
República Argentina, y han quedado derogadas para siempre. Subrayo para siempre, porque
vigentes en el caso que nos ocupa” (f. 105 vta., el subrayado pertenece al texto original). En
el mismo sentido: “Las exhortaciones de los jueces no obligan a nadie” (f. 108); “el aborto
era y es un delito” (f. 111); “El fallo de la C.S.J.N. es insalvablemente nulo, sin necesidad de
declaración judicial alguna” (f. 113); “[q]ue un delito no tenga pena por una excusa
absolutoria, no significa que deje de ser un delito, sino –solamente- carece de pena”
basta para impugnar un protocolo, puede citarse la reciente resolución del Tribunal Superior
de Justicia de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires[43]. Dicho cuerpo, por mayoría, declaró
Ministerio Público Pupilar y las organizaciones civiles Asociación por los Derechos Civiles,
y la Red por los Derechos de las Personas con Discapacidad habían planteado contra la
Tributario. Esto, en el marco de una acción de amparo en la que los accionantes cuestionaban
fija un protocolo para el acceso a la práctica prevista por el Código Penal (art. 86, inc. 1 y 2),
por entender que contravenían los parámetros fijados por la CSJN en la causa “F., A. L.”. En
su fallo, el TSJ porteño centró la argumentación en la falta de un caso judicial concreto. Por
eso, concluyó: “Los extremos relatados muestran, en definitiva, que no han sido arrimadas
razones para conjeturar un perjuicio inminente que permita, aun bajo un parámetro más
laxo, tener por configurado un caso” (voto del juez Luis Francisco Lozano). En el mismo
sentido, esgrimió: “[L]os recurrentes se han limitado a exponer una presunción en términos
práctica de interrupción del embarazo que como derecho les asiste a quienes se encuentran
en las situaciones prescriptas en el Código Penal; mas no han refutado con argumentos
concretos lo afirmado por la Cámara CAyT en este punto. (…) Ello conduce a entender que
las objeciones formuladas redundan tan solo en la expresión de una opinión discrepante con
lo resuelto en autos sin involucrar una genuina cuestión constitucional en los términos del
art. 26 de la ley nº 402 (conf. texto consolidado por ley nº 5666)” (voto de los jueces José
que el aborto “era y es un delito” (f. 111) y que han quedado derogadas “para siempre”
(f. 105 vta.) las normas que despenalizan cualquier variante de aborto, como lo sería el
artículo 86, inciso 2, del Código Penal. Por ello, la demandante insiste largamente en atacar la
interpretación de la CSJN en la causa “F., A. L.” y cuando alude a los errores del Ministerio
de Salud de la provincia (cfr. f. 106 vta.) lo hace –por simple efecto reflejo- para sostener que
debería haber desconocido la sentencia de la Corte Suprema y el propio artículo 86, inciso 2,
del Código Penal. El problema es que tales afirmaciones solo trasuntan opiniones jurídicas
idónea para semejante planteamiento que, por otra parte, ya ha sido resuelto por la CSJN en
“F., A. L.”.
Por otra parte, en el considerando n.° III.d, en el momento de detallar la relevancia que tiene
podía ser utilizada como escudo para esconder –en lo que aquí importa- una mera
disconformidad con dicho esquema normativo; 2) que la recepción de la doctrina del caso
colectivo no equivalía a admitir la existencia de una acción popular que posibilitara cuestionar
cualquier norma con independencia del derecho, interés o título que se portara con tal fin.
Lo que acabamos de afirmar, por cierto, no significa desconocer los derechos de las personas
provincial; 19 al 21 del Código Civil y Comercial, entre otros. Tampoco implica soslayar -ni
minimizar- el severo conflicto de intereses que se plantea cuando, por ejemplo, en casos de
embarazos que son producto de un acto antijurídico (abuso sexual con acceso carnal), entran
interrumpir la gestación producto de dicha ilicitud intolerable y, por otra parte, el derecho del
por nacer concebido como fruto de esa misma agresión sexual. La cantidad de amicus curiae
(cerca de un centenar) que se presentaron espontáneamente y/o a partir del llamado efectuado
por este TSJ revela el grado de conciencia social que existe sobre la magnitud del conflicto
suscitado.
elementos: “[U]na elección entre dos bienes (o males) distintos protegidos por derechos
insolubles en las que, lamentablemente, se va a perder algo fundamental, razón por la cual
derechos en serio, lo que significa que deberíamos comprenderlos. Sólo entonces seremos
capaces de arreglárnoslas con ellos, incluso a pesar de que nunca será alcanzable una
solución final”[45].
Quienes postulan la doctrina de los dilemas constitucionales sostienen que, frente a ellos, “[l
casos”[46]. A ello hay que sumar que esa respuesta, en caso de ser dada, corresponde al
órgano con competencia constitucional para reglamentar derechos con alcances generales; en
nuestro caso, el legislador (artículo 75, inciso 12, CN). Y es él quien, más allá de los
que la extrema conflictividad que describe el artículo 86, inciso 2, del Código Penal “no era
evitable de otro modo que afectando los derechos del nasciturus”, tal como lo expuso
claramente, sin rodeos, la exjueza Carmen Argibay en la causa “F., A. L.”: “[L]a estructura
sistemática de la norma permisiva que define la no punibilidad del aborto practicado, con su
peligro para un interés legítimo únicamente puede ser conjurado a costa de la afectación del
legislador acepta como socialmente soportable una conducta que en sí aprecia como
Penal)”[47].
Conviene insistir: el trágico dilema ha sido resuelto por el órgano competente (el legislativo)
mediante una norma de fondo con alcances generales (el artículo 86, incisos 1 y 2, del Código
Penal) y después de haber sopesado que es la salida más compatible con el resto del plexo
este Poder Judicial, porque hay que estar prevenidos de lo siguiente: “[Q]ue de la plena
pase a un activismo ideológico en virtud del cual toda la actividad política del Estado quede
compatibilidad entre normas de distinto nivel jerárquico (es decir, problemas de competencia
ideológica de los medios utilizados por el legislador para alcanzar los fines constitucionales
interpretados políticamente por él. Es decir, entonces, que el riesgo aparece en el momento
indirecta (no popular) para asegurar el status quo en el Estado. Así, los jueces incluirán en
mediante del Alto Cuerpo, busca instrumentar y ejecutar el mecanismo para que la mujer
embarazada como consecuencia de un abuso sexual con acceso carnal pueda ejercer la
autorización que le concede el propio legislador. Como puede advertirse, por razones lógicas
que no debe obviar ninguna sentencia (CP, art. 155, y CPCC, art. 326), la declaración de
art. 86, inciso 2, del Código Penal), más allá de las invocaciones genéricas a la supuesta
derogación tácita de dicha norma penal, operada –según su razonamiento- como consecuencia
de la constitucionalización de la Convención sobre los Derechos del Niño. Esto ratifica –una
vez más- que el verdadero telón de fondo es la discrepancia de la asociación Portal de Belén
con la solución legislativa vigente, lo que no es motivo suficiente para configurar un caso
judicial y menos aún uno de ribetes colectivos; con mayor razón cuando los alcances del
artículo 86, inciso 2, del Código Penal han sido precisamente delimitados por el órgano que es
Nación, lo que releva a este Tribunal de la posibilidad de reeditar dicho control –incluso de
oficio- si no media un caso judicial en sentido estricto y, con él, agravios dirimentes que
medida en que, tal como lo ha dicho la CSJN, solo se “pretende redefinir la ponderación de
los intereses en conflicto valorados por la norma sin exponer ningún argumento decisivo que
vicio insalvable que la torna en un acto jurisdiccional nulo por falta de fundamentación lógica
suficiente y adecuada, en los términos del artículo 155 de la CP y del artículo 326 del CPCC;
esto, en la medida en que procedió a declarar inconstitucional la guía o protocolo dictado por
la Provincia, pero sin hacer lo mismo respecto del artículo 86, inciso 2, del Código Penal,
previsión normativa sin la cual dicho protocolo no se puede concebir. Ambas cuestiones están
indisolublemente ligadas y una no puede quedar en pie sin ser arrastrada por la otra.
A su vez, la mera invocación genérica de los intereses difusos del colectivo que estaría
compuesto por las personas por nacer, a partir de la defensa de la vida desde la concepción,
El actor confunde caso colectivo (condición para el dictado de una sentencia con efectos
Penal habría quedado derogado tácitamente y con efectos generales (expansivos). Por esa
razón –según esgrime- debería ser declarado inconstitucional (con los mismos alcances) el
protocolo que pretende instrumentar la posibilidad que dicha norma (en su segundo inciso) le
Por esta vía, bajo el paraguas de la defensa de la vida del colectivo de los por nacer, lo que el
accionante pretende es desplazar del conflicto al polo de la relación que, en ese dilema
constitucional que supone una violación, ha sido especialmente eje de la protección del
legislador: la mujer víctima de un acto antijurídico, que en todos los supuestos -abrogación
mediante del protocolo- quedaría forzada a llevar adelante el embarazo. Por este
tragedia personal de cada mujer (con más razón si se trata de niñas abusadas o en situación de
vulnerabilidad).
Para comprender la dimensión del drama humano y del desgarro psíquico que conlleva todo
abuso sexual con acceso carnal -con más razón si tiene como consecuencia un embarazo-
bastaría con consultar, en los casos en que media denuncia de la víctima, las estadísticas
sobre las periódicas actuaciones que se inician en la Unidad Judicial habilitada en el Polo de
o de abordaje (por parte de psicólogos) y una revisión médica (genito-anal). Ante cada
denuncia, además de ser informadas sobre las posibilidades de contención con las que
psíquica que el delito, generalmente, les provoca; con más razón, cuando se trata de niñas.
Precisamente, en este sentido, resulta oportuno recordar que, en el dictamen que presentó en
con las psicólogas del equipo técnico interdisciplinario que había intervenido, “los efectos del
abuso infantil han sido equiparados con el de un disparo en el aparato psíquico y que su
aclarar que, en Córdoba, cuando las víctimas son niñas (menores de edad) o el delito es
Familiar.
mujer fuera víctima de un abuso sexual con acceso carnal del que resultara encinta, el
estos términos: “Cualquier mujer que haya sido violada, y más encima embarazada producto
de esa violación, tiene un trauma. Este podrá ser mayor o menor; pero no puede ser
defensa tardía del ataque vejatorio de que fue objeto. La mujer no tiene por qué hacerse
cargo de los efectos del delito. En efecto, una cosa es el embarazo, que dura un tiempo. Y
otra es la maternidad, que dura toda la vida. Por lo demás, todas las convenciones
internacionales más arriba individualizadas, establecen como deber del Estado evitar la
1) Porque el Poder Legislativo nacional, el único con competencia para sancionar normas de
fondo con alcances generales (art. 75, inciso 12, CN), ya ha resuelto el dilema constitucional
entre bienes jurídicos fundamentales en juego que supone todo abuso sexual con acceso
para la vida o la salud de la mujer (art. 86, inciso 1, del Código Penal).
eventualmente, declararla inconstitucional con efectos generales o erga omnes) sin antes
hacer lo mismo y con el mismo alcance respecto de la salida ensayada por el legislador, que
sirve de sostén a la guía, lo que excede largamente los estrechos márgenes procesales de una
vía restrictiva como la del amparo. Pero, además, porque esto significaría reeditar lo que ya ha
sido resuelto en la causa “F., A. L.” por la intérprete final de nuestro sistema de control de
acto antijurídico, a las que el legislador –más allá de los esquemas de valores y preferencias
priorizar por medio del artículo 86, inciso 2, del Código Penal. Desde este punto de vista,
encontraría legitimada para cuestionar en forma individual e indirecta aspectos de dicha guía
en la medida en que los considerara lesivos del derecho reconocido por el legislador en
sexual con acceso carnal. Pero, en esta hipótesis, además, dada la supuesta colisión que se
generaría entre los intereses de la persona por nacer y los de su representante legal primigenio
(léase la madre), la litis debería ser integrada necesariamente con el asesor letrado que por
turno correspondiera, de conformidad con el artículo 103, inciso b.i, del Código Civil y
Comercial y con el Acuerdo Reglamentario n.º 1305, serie A, del año 2015, dictado por este
TSJ (en relación con la circunstancia de que, en Córdoba, al cuerpo de asesores letrados le
corresponde la legitimación que el mencionado art. 103 del CCC reconoce genéricamente al
antemano que medie una similitud cualitativa de intereses homogéneos afectados de la misma
forma e intensidad por una idéntica base normativa (el protocolo). Esto, dado que, al estar en
ejercidos de diversa forma por cada titular, no se puede hipotetizar –ab initio- sobre cómo
artículo 86, inciso 2. Ello enerva cualquier intento de ensayar una legitimación colectiva con
repercusiones sobre un derecho de ejercicio personalísimo respecto del cual la guía –cuyo
contenido no puede ser objeto de control constitucional en estas actuaciones por no haber un
caso judicial en sentido propio- pretende fijar un procedimiento para garantizar dicho
ejercicio.
CARNAL
sería individual, porque el artículo 86, inciso 2, del Código Penal nos enfrenta a la hipótesis
de una mujer que es víctima de una agresión sexual (un abuso con acceso carnal), a la que el
la magnitud de lo ocurrido: dicho embarazo, lejos de haber sido querido, es fruto de un delito
mujer o a su representante legal (en el caso de tratarse de una menor de edad o de una persona
personalísimo que, a su vez, tiene como paraguas la prescripción invulnerable del artículo 19
de la CN, según la cual nadie está obligado a hacer lo que la ley no manda ni privado de lo
En el mismo sentido, la CSJN ha dicho que la mujer encinta producto de una conducta
antijurídica (como lo es la violencia sexual) “tampoco puede ni debe ser privada del derecho
que le asiste a la interrupción del mismo ya que ello, lejos de estar prohibido, está permitido
y no resulta punible”[55].
Desde este punto de vista, la mujer, víctima del ataque contra su dignidad y libertad de
normativa sobre la materia si considerara que constituyen una carga desproporcionada para el
higiene, celeridad y privacidad. Por ello, con razón, la recurrente (la Provincia) afirma que
aquí también está en juego la prestación de una política pública (en materia sanitaria) que
debe ser provista por el Estado provincial y que tiene como destinataria a la mujer que se
encuentra en las condiciones detalladas por el artículo 86, inciso 2, de la ley penal.
Como puede advertirse, en esta hipótesis están en juego derechos intransferibles, que no son
disponibles por otros que no sean la propia interesada y que, por ende, no son susceptibles de
sustanciada en estos autos, que busquen restringirlos o desconocerlos-. Esto, en virtud de las
diversas formas en que pueden ser ejercidos tales derechos, teniendo en cuenta diferentes
experiencias vitales, edades, formación, grados de afección sufridas y, sobre todo, creencias,
el artículo 19 de la CN. Claro que, como ya se ha dicho, en estos casos en que entrarían en
colisión los intereses de la persona por nacer con los de su representante legal primigenio (la
madre), los derechos del nasciturus deberían ser defendidos en los términos previstos por el
art. 103, inciso b.i, del CCC, tal como se ha explicado en el considerando anterior.
antijurídico. Algunos autores sostienen que, dentro de los derechos civiles, se encuentran los
otros juristas precisan que esta denominación es el nombre que, en clave civilística, se les da a
los que “en el lenguaje constitucional integran la constelación del ‘derecho a la privacidad’”
[57]. De hecho, el Código Civil y Comercial (CCC) dedica el Capítulo Tercero, del Título
Primero, del Libro Primero (parte general), a los derechos y actos personalísimos.
consentimiento del titular; es decir, como lo ha dicho la CSJN, dicho ámbito recoleto supone
un conjunto de acciones, hechos y datos que “están reservados al propio individuo y cuya
divulgación o conocimiento por los extraños significa un peligro real potencial para la
intimidad”[58]. Precisamente por ello, de acuerdo con el artículo 55 del CCC, la disposición
las buenas costumbres, y siempre que mediara el consentimiento del titular, que nunca puede
exjueza Argibay, puede afirmarse lo siguiente: “Es cierto que son derechos relacionados con
los intereses más elevados de las personas, pero eso no los transforma en colectivos, pues son
perfectamente divisibles y ejercidos de diferente manera por cada titular, por cada ser
humano”[59]. Esto implica que, si de antemano ninguna norma jurídica puede –de forma
colectiva- disponer, prever ni sustituir las elecciones sexuales que puede efectuar una mujer,
mucho menos podría hacerlo alguien que no fuera ella –y solo ella- si, habiendo sido privada
derecho que le dispensa el legislador (práctica del aborto sin consecuencias penales), en
supuesto incomprobable: que todas las mujeres que hipotéticamente sean víctimas de una
violación en Córdoba y que hayan quedado embarazadas decidirán abortar. Frente a esta
legitimación extraordinaria y colectiva para conjurar ese peligro en nombre de las personas
por nacer, con lo que la asociación Portal de Belén terminaría subrogando a todas las mujeres
con la gestación o interrumpirla sin consecuencias penales, tal como el legislador les permite.
Por esta vía, la asociación desplazaría la voluntad de las mujeres (fueran capaces o no) y se
erigiría –de forma oblicua y tácitamente- en una suerte de representante legal de ellas. Esto,
dado que, en su esquema propio de preferencias y en atención a que el derecho a la vida del
por nacer es absoluto, por consecuencia lógica, el embarazo debería ser llevado a término
forzosamente en todos los casos, aun prescindiendo del deseo, las necesidades, el estado de
salud psicofísica y la autoconservación, así como del derecho que le asiste a toda mujer de
que se respete el diseño por ella preferido o al que hubiera optado en relación con su propia
sobre la Eliminación de todas las Formas de Discriminación contra la Mujer, que goza de
jerarquía constitucional en la Argentina desde 1994). Todos estos derechos, además del
reconocido por el artículo 86, inciso 2, del Código Penal, serían arrasados sin que mediara el
anteriormente citado, referido a las condiciones bajo las cuales es legítimamente posible
lógicos; esto, en tanto conforma el supuesto colectivo amenazado (el de las personas por
nacer) sobre una hipótesis incomprobable: que todas las mujeres abusadas decidirán abortar.
Portal de Belén a partir de admitir una premisa o postulado meramente teorético, carente de
actualidad. Más peligroso resulta que, por vía de esta construcción, se pretenda obturar la
En esta línea de razonamiento, una legitimación extraordinaria como la invocada, que parte de
artículo 86, inciso 2, del Código Penal, en los hechos significaría -también- una injerencia
arbitraria y abusiva en la vida privada de la damnificada (lo que está proscripto por el artículo
confiscación del derecho de toda persona de ser oída en cualquier causa en la que se
Esto, por supuesto, cobra especial relevancia cuando la víctima de la violación es una niña, tal
como lo establece -en consonancia con la Convención sobre los Derechos del Niño-
la Ley n.º 26061. En efecto, ninguna niña puede ser privada del derecho de “participar y
expresar libremente su opinión en los asuntos que le conciernan y en aquello que tenga
ya había sido cosificada y violentada al haber sido sometida a un acto al que no prestó
mediante actos de violencia física como a través de actos que produzcan en la víctima un
violación sexual es una experiencia sumamente traumática que tiene severas consecuencias y
causa gran daño físico y psicológico que deja a la víctima ‘humillada física y
lesiones o enfermedades físicas. En efecto, no en todos los casos las consecuencias de una
violación sexual serán enfermedades o lesiones corporales. Las mujeres víctimas de violación
contradicción con las obligaciones asumidas por la Argentina en virtud de sus compromisos
internacionales. Por ello, precisamente, la citada Corte Interamericana postula que, entre otras
cuyo objetivo sea reducir las consecuencias de la violación”[61]. Este deber de protección y
de reparación integral cobra mayor relevancia si se trata de una niña (con más razón si se
A ello hay que sumar que una legitimación como la pretendida por la actora, que parte del
para Prevenir, Sancionar y Erradicar la Violencia contra la Mujer, más conocida como
Convención de Belém do Pará (ratificada por la Argentina mediante la Ley n.º 24632), que,
en su artículo 2 (capítulo I), define: “Se entenderá que violencia contra la mujer incluye la
doméstica o en cualquier otra relación interpersonal, ya sea que el agresor comparta o haya
compartido el mismo domicilio que la mujer, y que comprende, entre otros, violación,
maltrato y abuso sexual”. A su vez, la Ley n.° 26485, de Protección Integral para Prevenir,
Sancionar y Erradicar la Violencia contra las Mujeres en los Ámbitos que Desarrollen sus
Relaciones Interpersonales, que es de orden público, postula “[e]l derecho de las mujeres a
vivir una vida sin violencia” (art. 2, b). Por ende, forzar a la mujer a llevar a término –sin su
intransferible consentimiento- el embarazo que es fruto de un abuso sexual con acceso carnal
conspira contra el artículo 6.d, de la misma ley, en cuanto proscribe la violencia contra la
libertad reproductiva, esto es, “aquella que vulnere el derecho de las mujeres a decidir libre y
conformidad con la Ley 25673, de Creación del Programa Nacional de Salud Sexual y
este tipo de violencia. Por eso mismo, algunos doctrinarios, no obstante reconocer que el
aborto plantea una guerra de absolutos (la vida contra la libertad), concluyen: “La violación es
una de las formas más profundas de negación de la libertad, y obligar a una mujer a dar a
Por otra parte, corresponde insistir en que todo lo relativo a derechos personalísimos,
planes de vida (individuales o familiares), solo compete –en lo que aquí importa- a la mujer
posibles cursos de acción sin interferencias, núcleo sin el cual no es concebible la autonomía
perfeccionismo: “Esta concepción sostiene que lo que es bueno para un individuo o lo que
vida y que el Estado puede, a través de distintos medios, dar preferencia a aquellos intereses
so pretexto de defender lo que, en teoría, sería mejor para ellas y que, por ende, por su
supuesta valía, debería llevarse a cabo, aun a costa de sacrificar el querer, intereses,
personales (esto es, el derecho a hacer sin interferencias arbitrarias). Pero otro peligro se
cierne cuando se ataca el principio de inviolabilidad de la persona (esto es, el derecho a que a
uno no le impongan ciertas cargas o comportamientos, salvo que sean como producto de la
fijación de una pena), que descansa en la máxima de que los seres humanos son fines en sí
beneficio”[65]. Por eso, con suma cautela, en su artículo 17, el CCC establece: “Los derechos
sobre el cuerpo humano o sus partes no tienen un valor comercial, sino afectivo, terapéutico,
científico, humanitario o social y sólo pueden ser disponibles por su titular siempre que se
equivocado –que pretende que sea convalidado jurisdiccionalmente-, según el cual la mujer
que ha resultado embarazada como producto de un abuso sexual con acceso carnal debería
llevar adelante la gestación en todos los casos, aun en contra de su voluntad y de su salud
psicofísica. Razonar de esta forma supone negar a la víctima los dos principios anteriormente
referidos: el de autonomía, que permite diseñar proyectos de vida según las propias
damnificada (por un delito), con más razón cuando la propia ley penal de fondo le concede la
Código Penal).
sentido similar: “[L]a madre no puede ser considerada como un instrumento utilitario de
protección del no nacido. El legislador, precisamente y por ese deber primario, no puede ir
un acto voluntario, que exige el compromiso vibrante de la mujer embarazada. No puede ser
En este contexto cobra especialmente relevancia recordar que el artículo 86, inciso 2, del
Código Penal concede una suerte de “libertad negativa”; esto es, “el derecho de la mujer a no
totalmente consistente con la visión según la cual “[e]l derecho penal puede únicamente
Finalmente, la actora invoca que la guía podría ser el paraguas para fabricar casos que no
respondieran a la hipótesis contemplada por el artículo 86, inciso 2, del Código Penal (f. 112
vta.); es decir, para llevar adelante abortos a toda costa, aun cuando no mediara en realidad un
abuso sexual con acceso carnal del cual el embarazo fuera la consecuencia. Precisamente, este
argumento ratifica que, de haber causa judicial, sería individual, porque al médico que en
concreto desarrollara la práctica solicitada le cabría, ante la duda –por un examen médico
quitando las condiciones a las que alude el artículo 86 (en sus incisos primero y segundo) para
mencionado código). Dicho médico, asimismo, se encontraría alcanzado por las prohibiciones
que sobre el particular, en materia de interrupción de la gestación, prevé la Ley n.º 6222 (del
artículos 5, inciso b, y 7, inciso d; interdicciones que, por otra parte, deberían ser
reinterpretadas a la luz de la doctrina fijada por la Corte Suprema en la causa “F., A. L.”, de
manera que queden fuera de dichas restricciones únicamente las situaciones excepcionales
contempladas por el artículo 86, incisos 1 y 2, del Código Penal (supuestos de abortos no
punibles).
En definitiva, en dicha hipótesis, en la que pudiera verse damnificada una persona por nacer
promiscuo que por turno correspondiera (art. 103, inciso b.i, CCC) para que ejerciera la
defensa en particular de los derechos del nasciturus que pudieran ser afectados efectivamente
por una tentativa de interrupción de la gestación al margen de las condiciones detalladas por
Como se ha sostenido, en este caso entran en juego derechos personalísimos que solo pueden
ser ejercidos por la mujer o por su representante legal –según corresponda-; esto, en tanto
nadie puede subrogar a cada damnificada de la autorización que la ley de fondo le concede
que atraviesa: haber sido víctima de un abuso sexual con acceso carnal del que resulta
nadie más que ella- se encuentra a solas con sus propias creencias, cosmovisiones y opciones
de moral privada sin que puede imponérsele una solución que prescinda de sus preferencias
valorativas. En esto radica el carácter estrictamente individual del caso al que podría dar lugar
un protocolo para hacer efectivo lo previsto por el artículo 86, incisos 1 y 2, del Código Penal,
Las razones expuestas resultan dirimentes para –en lo que en este punto clave importa- acoger
el recurso de casación deducido por la demandada y, por consiguiente, para dejar sin efecto la
sentencia bajo análisis en cuanto había partido del presupuesto de que la parte actora contaba
con legitimación para instar una acción de amparo en clave colectiva, en los términos del
artículo 43, segundo párrafo de la CN. Por esta vía, procede revocar in totum la resolución de
la Cámara, que había concluido que la demanda de Portal de Belén era formalmente admisible
abstracto el tratamiento del resto de los agravios formulados en sus respectivos recursos de
A raíz de la conclusión a la que se ha llegado en el punto anterior, en los términos del artículo
390 in fine del CPCC, corresponde dictar sentencia sustitutiva en función de los recursos de
apelación formulados por las partes (la Provincia de Córdoba, fs. 862/871 vta.; la Asociación
Civil por el Derecho a Decidir, fs. 886/895, y la actora, la actora, fs. 897/930 vta.) contra la
Sentencia n.º 259, fechada el 24 de agosto de 2012, dictada por el Juzgado Civil y Comercial
Tal como se lo ha visto a lo largo de las consideraciones previas –que se dan por reproducidas
de tipo subjetiva sobre la validez formal de la Resolución n.° 93/12, como consecuencia de su
disidencia de fondo respecto de la salida propiciada por el artículo 86, incisos 1 y 2, del
solicitó Portal de Belén en el momento de ampliar su demanda (fs. 128 y vta.). Todo esto,
además, sin un caso judicial; esto es, sin un correlato fáctico alguno, porque la conformación
del colectivo al que dice defender (el de las personas por nacer) parte de una construcción tan
sexual con acceso carnal decidirán abortar en Córdoba. Esto impide colegir la existencia de
una clase o categoría que se asocie con motivo de un interés homogéneo común y actual
respecto del cual resulte posible constatar la adecuada representación de la parte actora y que
la legitime para llevar adelante una acción de amparo colectiva cuya consecuencia sea un
pronunciamiento con efectos generales o erga omnes para todo el colectivo, categoría o clase,
no solo en relación con la Resolución n.º 93/12, sino también respecto del propio artículo 86,
Por otra parte, la ausencia de un caso judicial en propiedad (en clave colectiva, como el
invocado) se vuelve un obstáculo formal e insalvable que impide que este Tribunal pueda
directa y en forma abstracta –y con alcances generales- de la Resolución n.° 93/12 por mero
efecto reflejo de una afirmación dogmática: que el artículo 86, incisos 1 y 2, del Código
Por ese costado, la pretensión de la parte actora solo podría ser satisfecha a costa de negar –en
toda circunstancia- la posibilidad jurídica de una guía como la contenida por la Resolución
n.° 93/12 del Ministerio de Salud de la Provincia y, con ello, el derecho de interrumpir la
gestación reconocido expresamente por la ley penal de fondo a la mujer cuya salud o vida se
encontraran en peligro y ello no pudiera ser conjurado por otros medios (art. 86, inciso 1, del
Código Penal), así como a toda mujer (capaz o no) que resultara embarazada como producto
de haber sido víctima de un abuso sexual con acceso carnal (según la doctrina sentada por la
CSJN en la causa “F., A. L.” respecto del art. 86, inc. 2, del Código Penal). Pero para que tal
cosa resultara procedente, en forma previa, debería ser declarada inconstitucional –con los
que, más allá de las postulaciones y preferencias valorativas particulares de la parte actora
sobre el artículo 86, inciso 2, del Código Penal, no se deben perder de vista los singulares
ribetes que pueden tener en su conformación tragedias como estas, tan personales e
intransferibles como los derechos en juego. Por ende, no es posible colectivizar e hipotetizar
de antemano –y en bloque, como lo demandaba Portal de Belén- sobre el curso de acción que
tomaría cada damnificada frente a la posibilidad que le brinda el artículo 86, inciso 2, del
Código Penal; con más razón cuando la salida –como pretendía la accionante- fuera en la
dirección de prohibir o restringir aquello que la ley no prohíbe ni restringe (CN, art. 19).
concreto respecto de cuyo interés ostente legitimación activa suficiente para promover la
Provincia de Córdoba; revocar íntegramente la Sentencia n.º 259, dictada por el Juzgado Civil
VII. COSTAS
En relación con las costas de todas las instancias, corresponde que sean impuestas por el
tradicional discordancia interpretativa que existía en la materia (art. 130 del CPCC).
Así votamos.
CONTESTARON:
Provincia de Córdoba, con relación al motivo previsto por el artículo 383, inciso 1, del CPCC,
y revocar íntegramente la sentencia n.° 38, de fecha 21 de mayo de 2013, dictada por la
Córdoba.
II. Resolver sin reenvío, dictar sentencia sustitutiva (art. 390, in fine, del CPCC) y, como
de Córdoba, revocar la Sentencia n.º 259 (fechada el 24 de agosto de 2012), dictada por el
III. Imponer las costas de todas las instancias por el orden causado (art. 130 del CPCC).
I. Compartimos la relación de la causa efectuada por los vocales que nos han precedido en su
voto, así como lo desarrollado por ellos entre los puntos n.º I y n.º III (incluido) de sus
Luego de las precisiones precedentes, ahora procede determinar si nos encontramos ante un
caso colectivo (en los términos del art. 43, segundo párrafo, de la CN y del art. 53 de la CP) y,
asociación esgrime que su acción tiene por fin defender los intereses del colectivo, clase o
categoría formado por las personas por nacer, a quienes, supuestamente, afectaría la
Resolución n.º 93/12, dictada por el Ministerio de Salud de la Provincia, en la medida en que
establece el procedimiento que permitiría que se practicaran abortos por la mera declaración
acceso carnal (art. 86, inciso 2, del Código Penal), así como en los casos en los que la vida o
la salud de la mujer corrieran peligro y no hubiera otra forma de remediar la situación que
Por el contrario, de acuerdo con la demandada, la sentencia de la Cámara parte de que media
autorizada por el artículo 86, inciso 2 del Código Penal, cuyo procedimiento regula la
Resolución n.º 93/12, que es tachada por su supuesta inconstitucionalidad por la parte actora.
persona por nacer que justifique la protección que, por medio de la acción de amparo
Para resolver la cuestión suscitada en este punto, en primer lugar, conviene aclarar que la
expediente, porque, tal como lo ha reiterado recientemente la CSJN, “la existencia de los
desaparición importa la de juzgar y no puede ser suplida por la conformidad de las partes o
por su consentimiento por la sentencia (conf. Fallos, 331:2257; 337:627, entre otros)”[69].
Lo que implica que ni siquiera cuando a la actora se le hubiera reconocido poder jurídico de
impugnación en una causa anterior (como aconteció, por ejemplo, en el caso “Portal de
Belén”, fallado por la CSJN en 2002)[70], eso se transformaría en una suerte de título
invocación. Por el contrario, razonar así significaría caer o rayar en el dogmatismo, lo que
ocurre cuando un tribunal “otorga entidad de precedente (a una causa anterior), sosteniendo
que la ‘similitud’ con el caso ‘resulta incontrovertible’, sin aportar los necesarios elementos
las asociaciones en la medida en que tengan por fin la defensa de aquellos objetivos o bienes
para los cuales se habilita el amparo en su dimensión colectiva. Claro que, ante la falta de una
ley que fije los criterios relacionados con la registración y formas de organización de las
entidades intermedias para operativizar ese poder de impugnación que la CN les concede, con
es decir, el cotejo debe orientarse a constatar “la finalidad (que no sea contraria a la ley, que
preferentemente, con existencia de estatuto social (que a la vez permita cotejar las referidas
mayor detenimiento.
En segundo lugar, y sobre todo ante controversias como las que se ventilan en estos autos,
dada la magnitud de los derechos fundamentales en disputa, no hay que perder de vista que la
constitucional del cual aquél debe nutrirse por estar vinculado estrechamente con el derecho
de peticionar ante las autoridades y a la efectiva vigencia de la garantía del debido proceso
legal”[73]. En otras palabras, sin desatender las particularidades de cada causa, cuando hay
trascendencia -y, por ello mismo, de pertenencia difusa-, la legitimación debe ser analizada
con intereses supra, trans o metaindividuales, asociados a los nuevos derechos subjetivos
públicos, o de tercera o cuarta generación, que no deben limitarse a la protección del medio
general” (art. 43, CN) o “de cualquier índole, reconocidos en esta Constitución” (art. 53,
CP). Desde esta óptica, la cuestión también puede conectar con valores, instituciones y bienes
intangibles, que son de todos o, al menos, de muchos. Por ello, como decía Germán Bidart
Campos: “Hay situaciones en que, sin ley o con ley, la legitimación tiene que ser reconocida,
En otras palabras: cuando ciertos bienes o derechos de incidencia colectiva están en juego la
evaluación de la legitimación –en tanto llave para abrir el proceso- debe efectuarse de forma
amplia para no frustrar el conocimiento de la cuestión constitucional que pudiera estar detrás.
En efecto, así lo han señalado prestigiosos doctrinarios: “Más allá de lo que al regular la
legitimación procesal puedan disponer las leyes, el derecho judicial necesita ascender a la
propia constitución para verificar si el control impetrado está bien o mal articulado por
caso colectivo vinculado con una regulación general que puede afectar la intensa garantía de
común a todos, desde la concepción (arts. 4, 19, [inciso 1], y 59), sería un contrasentido que
cualquier peligro que pudiera significar un desconocimiento total o parcial de dicho derecho,
relevancia o de pertenencia común –como acontece con la vida desde la concepción- si se los
coartara o bloqueara con subterfugios procesales, porque lo instrumental (adjetivo) tiene que
procedimiento para que las mujeres encuadradas en los supuestos enunciados por el artículo
86 (incisos 1 y 2, con la interpretación ampliada por la CSJN en el caso “F., A. L.”) del
Código Penal puedan acceder a la práctica del aborto no punible, tendría indudable impacto
Por ello, luce indiscutible que la resolución cuestionada concierne al colectivo, clase o
categoría formado por las personas por nacer que resultaría damnificado por la interrupción
de la gestación, que operaría como consecuencia de la práctica que pretende regular la guía en
debate. No modifica esto la circunstancia de que el protocolo solo refiera a los abortos que,
previsto por el Ministerio de Salud de la Provincia igualmente les incumbe en tanto sujetos de
derecho. No hay que perder de vista que, si no es posible concebir una persona sin derechos,
“[l]a existencia de la persona humana comienza con la concepción” (art. 19 del CCC). Esto
convencionalidad federal dispensa a la protección de la vida, “tanto antes como después del
nacimiento” (cfr. Preámbulo de la Convención sobre los Derechos del Niño), y es la razón de
que ello merezca un especial énfasis por parte de la Constitución de la Provincia, para la cual
disposiciones que pudieran impactar en los intereses o derechos de las personas por nacer,
podría obviar a este colectivo, porque de hacerlo se vulnerarían todos los derechos
reconocidos a los niños, incluso desde antes de su nacimiento. Es decir, alguien debería
invisibilizado, pese a tratarse de una clase de personas especialmente vulnerable que, “por su
falta de madurez física y mental, necesita protección y cuidados especiales” (cfr. Preámbulo
de la Convención sobre los Derechos del Niño). Aquí se advierte la trascendencia de que el
art. 43 de la CN también haya sido proyectado para poder conjurar -en clave colectiva- “
cualquier forma de discriminación”, como la que se perpetuaría si esta categoría o clase fuera
concerniera directamente.
Conviene insistir en esto: en una controversia como la planteada en estos autos, sobre una
regulación con alcances generales capaz de repercutir o de incidir en el especial énfasis que la
literalmente sin defensa jurídica uno de los polos del “severo conflicto de intereses”[76] que
artículo 86, inciso 2, del Código Penal, entre los derechos de la mujer que ha sido víctima de
una violación (cualquiera sea su estado mental), por una parte, y los del por nacer que es fruto
agravio formulado por la recurrente, para la cual “[n]o existe entonces en el presente un sujeto
determinado titular del derecho que se dice ejercer, y por ello no existe un ‘caso’ judicial,
acuerdo con la demandada, al no haberse acreditado que una mujer en concreto haya
solicitado la práctica autorizada por el artículo 86, inciso 2 del Código Penal, de conformidad
con la guía prevista por la Resolución n.º 93/12, como consecuencia necesaria, tampoco ha
podido probarse la existencia de alguna persona próxima a nacer que pudiera verse
damnificada por dicho requerimiento, razón por la cual –según dicha parte- “[t]odo lo que se
Más allá de lo efectista que, a priori, parece lucir el argumento, no le asiste razón a la
recurrente. Ello, porque la prueba que demanda a la actora para que –según su visión- se
pueda configurar un caso judicial con actualidad, no ya con carácter hipotético, es de las que
a través de una declaración jurada, como requisito sustancial para que proceda la interrupción
de la gestación (cfr. el art. 3.2, a). Teniendo en cuenta esto y que la denuncia penal –por parte
de la mujer- del acto antijurídico (el abuso sexual del que resultara la concepción) no es una
condición indispensable para la procedencia de la práctica prevista por el artículo 86, inciso 2,
del Código Penal (cfr. el art. 2, h, de la guía), la actualidad que pretende la recurrente para que
(cfr. el art. 2, g, de la guía en debate), nadie podría objetar en ningún momento aspecto alguno
de la Resolución n.º 93/12 en nombre y en representación de los derechos del por nacer
considera la celeridad con que tendría que llevarse a cabo la intervención quirúrgica; en
efecto, la guía prevé como regla que el plazo para efectuarla “no deberá ser mayor a diez días
desde que se haya presentado la solicitud de la mujer o de su representante legal” (art. 3.1,i
).
Como puede advertirse, a la lógica privacidad y reserva que debe caracterizar a una práctica
como la que supone un aborto, se le suma la circunstancia de que sería privativo y facultativo
de la mujer denunciar penalmente (o no) el abuso sexual con acceso carnal del que resultara
su embarazo -por tratarse de un delito de instancia privada-, sin que esto último tenga ninguna
artículo 86, inciso 2, de la ley penal de fondo. Como consecuencia, no habría casi margen
para que el asesor letrado que por turno correspondiera, de conformidad con el
artículo 103, inciso b.i, del Código Civil y Comercial, pudiera desarrollar una actuación
necesaria en defensa del por nacer ante la eventual colisión de los derechos de este con los de
práctica de un aborto no punible en concreto. Cabe recordar que, en Córdoba, en virtud del
Acuerdo Reglamentario n.º 1305, serie A, del año 2015, dictado por este TSJ, al cuerpo de
asesores letrados le corresponde la legitimación que el mencionado artículo 103 del CCC
Lo dicho anteriormente corrobora que, dadas las particularidades que la cuestión presenta y la
Todo esto sirve para concluir que el agravio de la recurrente no es procedente. Esto, en la
medida en que, en estos autos, nos encontramos ante un verdadero caso judicial colectivo en
donde los derechos individuales homogéneos de una pluralidad indeterminada de sujetos (las
personas por nacer) se pueden ver afectados o restringidos por un factor normativo común; en
este caso, presuntamente, por las previsiones de la Resolución n.º 93/12. Con la particularidad
añadida de que, debido a lo antes precisado (la reserva que debe rodear a toda práctica
86, inciso 2, del Código Penal), la defensa de los derechos de cada nasciturus en particular no
podría ser ejercida en forma individual. En efecto, si desde la pura teoría, cuando media un
posibilidad de que la solución sea sustanciada mediante un único proceso colectivo o que cada
posible.
podría tener otra configuración, en los términos del reciente Acuerdo Reglamentario n.º 1499,
serie A[77], dictado por este TSJ, por medio del cual se ha reglamentado lo concerniente a la
que no tuvieran incidencia colectiva o que fueren de excluyente contenido patrimonial, así
como a los procesos colectivos que involucren los derechos de las personas privadas de la
Como consecuencia, la categoría o clase conformada por el colectivo de las personas por
impugnación constitucional de dicha normativa (la Resolución n.º 93/12) en la medida en que
pudiera impactar en los derechos de indudable reconocimiento y protección con los que
Por otra parte, para que, en los términos del artículo 43 de la CN y del artículo 53 de la CP,
proceda una acción de amparo con dimensión plurisubjetiva no es imprescindible que al acto
estatal reprochado como ilegal, ilegítimo o arbitrario lesione u ocasione un perjuicio efectivo,
tangible y concreto en forma actual: basta con que constituya una “amenaza”, tal como lo
En esa dirección, en la doctrina se ha sentado que la acción de amparo ha sido concebida para
comprender tanto la amenaza como la lesión a un derecho o garantía protegido por el bloque
importa es conjurar el peligro que se cierne en un futuro inminente. Por eso, se ha dicho con
acierto: “[C]uando se alega la inminencia de un daño, sólo procede si dicha inminencia es tal
que autorice a considerar ilusoria una reparación ulterior, circunstancia que, como es obvio,
corrobora en tanto esta se presenta como la única oportunidad procesal para analizar –y
concernida, los aspectos de la Resolución n.º 93/12 que, de otra forma, ante la imposibilidad
86, inciso 2, del Código Penal), se tornarían plenamente operativos; esto es, sin que pudiera
dada la celeridad y premura con que, según la guía, debe procederse a la interrupción de la
gestación, una vez que la demanda del aborto no punible fuera requerida y con la sola
Como puede apreciarse, en estos autos se dan básicamente los requisitos a los que se ha
aludido en el considerando n.º III.b del voto que nos precede, punto que suscribimos, en el
ya se ha señalado que una peculiar controversia como la planteada en autos, en tanto refiere a
una regulación general común a una misma categoría o clase (el de las personas por nacer) y
de una mujer en particular que demandara la práctica del aborto no punible, solo puede
canalizarse por medio de un proceso en el que dicha normativa sea discutida, de antemano,
n.º 1499, serie A, de este TSJ, la sentencia que ha de dictarse en estos autos tendrá “efectos
categoría.
la Resolución n.º 93/12, en la medida en que sus disposiciones pueden impactar con la misma
próximos a nacer como fruto del abuso sexual con acceso carnal del que hubieran sido
3) Habiendo concluido que en estos autos resulta admisible la vía del amparo en clave
colectiva dada la posible vulneración de los derechos de la clase constituida por las personas
por nacer, ahora resta desentrañar si la demandante (la asociación Portal de Belén) reúne los
Con respecto a esta última cuestión conviene partir del siguiente presupuesto: una cosa es el
derecho sustantivo en juego (en este caso, la vida desde la concepción, de una categoría o
clase) y otro, el derecho de acción o de impugnación en defensa de aquel. Desde este punto de
coparticipan de una situación similar (de hecho y/o de derecho) que las sitúa como parte de
un mismo grupo, clase o sector frente al demandado. Vulnerados estos derechos, lo que hace
la entidad intermedia es defender y representar ante los estrados judiciales al grupo, clase o
sector afectado; actuación que no implica la necesidad de ser titular de derecho alguno más
que del derecho de acción constitucionalmente puesto en su cabeza por el art. 43, párr. 2, de
la carta magna”[80].
anómala que todo caso colectivo conlleva, resulta oportuno aclarar que nuestro sistema
constitucional (art. 43, segundo párrafo, de la CN) combina elementos de sistemas procesales
diferentes. Esto, en la medida en que, por una parte, le concede poder de acción a la persona
individualmente afectada (algo más propio del modelo de las class actions) y, por el otro,
hace lo mismo con las organizaciones intermedias; a lo que hay que sumar la habilitación
concedida a ciertos órganos públicos, como el Defensor del Pueblo o el Ministerio Público.
En el caso de las asociaciones, que es el que aquí nos interesa, el problema radica en que aún
asociaciones a las que se les admite legitimación en tanto propendan a la defensa de los
derechos de incidencia colectiva que estuvieran en juego, aunque en el considerando n.º III.d
del voto que nos precede –que también suscribimos en ese punto- se ha dejado sentado que
ello no puede ser un obstáculo para la operatividad del artículo 43 de la CN. No obstante, esta
omisión es la que obliga a analizar, caso por caso, si la entidad se encuentra en condiciones de
que se hubiera reconocido a la asociación poder para actuar en clave colectiva, releva de este
En este contexto, el riguroso análisis del objeto estatutario se torna clave para determinar el
grado de conexión entre los fines que persigue la asociación y la pretensión o los derechos
que son objeto de la controversia. En ese sentido, desde la doctrina se ha observado: “[A] fin
forma clara y precisa, estableciendo entre las distintas finalidades que pudiera tener aquélla,
colectiva de sus asociados y del sector a que éstos pertenecen (…). En orden a evitar
posibilidad de promover cualquier tipo de acción judicial tendiente a cumplir con aquel
objetivo, para disipar cualquier duda que pudiera configurarse en un óbice para el
Desde este ángulo, en virtud de una lectura minuciosa de la documentación que consta en
estos autos, surge que la accionante, Portal de Belén Asociación Civil, cuenta con
personalidad jurídica desde el 21 de julio de 1995 (f. 8). Al mismo tiempo, en función de sus
artículo 2.º, se establece que, en general, son sus fines: “[L]a defensa, protección, cuidado,
Por su parte, el mismo artículo del estatuto precisa que son sus fines en particular: “a)
apoyar y brindar asistencia integral a mamás solas en situación de conflicto a fin de que
condiciones sociales que posibiliten y favorezcan la efectiva protección del derecho a la vida
estatuto prevé que la asociación “promoverá todo tipo de actividades”, que son enumeradas
en la segunda parte del artículo 2, en la medida en que sean “lícitas y cooperen o faciliten la
Por otra parte, en el título V, al fijar las atribuciones de sus máximos órganos, establece que el
De todo lo anterior se desprende que, de un modo muy amplio, Portal de Belén tiene por
finalidad general y específica favorecer “la efectiva protección del derecho a la vida de la
persona desde el momento de la concepción”, para lo cual tiene que promover “todo tipo de
actividades” que, en tanto sean lícitas, “cooperen o faciliten a la consecución” de tales fines.
por el estatuto para ejercer la representación de la entidad “ante todo tipo de autoridad
fácticas o regulaciones normativas que pudieran afectar la protección que a la vida -desde la
duda que hubiera sobre la aptitud y pertinencia de esta entidad –o de cualquier otra- para
No obstante, tampoco se puede desconocer que, en aras de defender los fines de la entidad,
entre los que sobresale la defensa integral de la vida “desde el momento de la concepción”,
Portal de Belén tiene por norte la promoción de “todo tipo de actividades lícitas” y ante “
todo tipo de autoridad pública”, lo que incluye las incoadas ante la judicatura. Y esa es la
razón por la que, precisamente, en el momento de plantear la demanda en estos autos, la parte
actora invocó los precedentes en los que ha accionado judicialmente (entre ellos, el caso
“Portal de Belén”, fallado por la CSJN en 2002) precisamente para acreditar su consistencia a
media una íntima conexión entre los objetivos estatutarios de la entidad y la pretensión que se
concepción. Esto hace presumir que el interés colectivo de la categoría o clase formada por
las personas por nacer está adecuadamente representado, en la medida en que, según la
demandante, se persigue bloquear los efectos presuntamente irremediables que sobre dicha
abortos no punibles, en los términos del artículo 86, inciso 2, del Código Penal (insistimos,
con la interpretación ampliada dada en “F., A. L.”), solo exige una declaración jurada de la
A mayor abundamiento y sin que esto pretenda desmerecer la legitimación activa que
resulta pertinente efectuar una última y breve consideración. Cuando los procesos colectivos
tienen lugar y versan sobre cuestiones de suma trascendencia, y respecto de las cuales puede
encontradas, como por ejemplo sobre “el instante en que comienza la vida y el derecho de la
sectores interesados”[82].
En otras palabras, en los casos en los que están en juego derechos o intereses de incidencia
colectiva con las particularidades detalladas, los jueces, en tanto directores del proceso, no
deben dudar en buscar la readecuación de las categorías o clases en discordia, así como la
colectivo. Esta indagación resulta más exigible aún “para evitar que el problema se traslade a
indefectiblemente derivará en una inadecuada defensa de los derechos de sus miembros por
En definitiva, en las situaciones colectivas que pueden suponer o dar lugar a severos
procesal debe abrirse a permitir que todas las voces y puntos de vista puedan estar
afectados en su esfera individual por la representación colectiva asumida por una asociación
parte demandada y, por ende, ratificar que, en los presentes autos, nos encontramos frente a
un caso colectivo (en los términos de los arts. 43, segundo párrafo, de la CN, y 53 de la CP) y
que, además, Portal de Belén Asociación Civil cuenta con legitimación adecuada y suficiente
para representar los intereses de la categoría o clase formada por las personas por nacer a las
que podría afectar la Resolución n.º 93/12, cuya declaración de inconstitucionalidad persigue
la entidad accionante.
conforme a la doctrina sustentada por la CSJN en el caso “Rodríguez Pereyra, Jorge Luis y
constitucionalidad de oficio, dado que este responde -entre otras razones- a la obligación de
humanos.
Antes de considerar los siguientes agravios y por la importancia que reviste para poder
abordarlos, corresponde precisar brevemente los alcances de la sentencia dictada por la CSJN
en la causa “F., A. L.”, porque en ella se encuentra la razón de ser de la Resolución n.º 93/12,
que aquí ha sido cuestionada; esto, en la medida en que, en ese precedente, la Corte exhortó a
quienes demandaran la práctica del aborto en los supuestos en que este no resultara punible,
en los términos del artículo 86 (incisos 1 y 2) del Código Penal; es decir, en los siguientes
casos: a)cuando se hiciera con el fin de evitar un peligro para la vida o la salud de la madre y
este no pudiera ser evitado por otros medios; b) en la medida en que tal intervención fuera
llevada a cabo por un médico diplomado y mediara el consentimiento de la propia mujer (en
la hipótesis de que fuera capaz) o de su representante legal (en la hipótesis de que fuera menor
de edad o padeciera problemas psíquicos) siempre que aquella hubiera sido objeto de un
abuso sexual con acceso carnal (violación), como producto del cual hubiera quedado
embarazada.
1) De los alcances de la protección reconocida al por nacer (en los términos del artículo 4 de
una aplicación especial respecto de toda mujer que es víctima de violencia sexual. Esto obliga
a interpretar de forma amplia, en particular, el artículo 86, inciso 2 del Código Penal, de
manera que todas las mujeres que quedaran embarazadas como producto de una violación
solo pueden abortar las que, además de objeto de dicho delito, tienen alguna discapacidad
mental, se crearía una distinción irrazonable entre mujeres igualmente víctimas de un abuso
sexual.
condiciones seguras- que el Código Penal le concede o reconoce a “toda mujer” cuyo
realiza de dicha norma-. Como consecuencia, quien se encontrara en esta situación no puede
ser obligada a pedirle autorización a un juez para abortar, en la medida en que la ley no lo
manda, dado que dicha práctica, en esas circunstancias, lejos de estar prohibida, está
sanitaria, al requerir -por ejemplo- dictámenes previos que pudieran conspirar indebidamente
contra los derechos de quien ha sido víctima de un delito. En otras palabras, siempre que
concurran las circunstancias que habiliten un aborto no punible (art. 86, incisos 1 y 2, del
Código Penal), el Estado debe poner a disposición de las mujeres las condiciones médicas e
higiénicas que permitan que pueda acceder a la mencionada práctica de forma rápida,
accesible y segura.
5) Como se trata de una cuestión de salud pública que no requiere la injerencia del Poder
en el caso de que este fuera producto de un abuso sexual con acceso carnal, no se debe exigir
6) Ante la falta de reglas específicas en los centros de salud que posibiliten el acceso al aborto
permitido en los términos del artículo 86 (incisos 1 y 2) del Código Penal, resulta procedente
implementen y hagan operativas, mediante normas del más alto nivel, protocolos hospitalarios
para la concreta atención de dicha práctica, así como para la asistencia integral de toda
víctima de violencia sexual. La exhortación también comprende a los poderes judiciales para
legalmente.
resolver, sin dilaciones y sin consecuencia para la salud de la solicitante, los eventuales
sanitario ejerza su derecho de objeción de conciencia sin que ello se traduzca en derivaciones
8) También urge extremar los recaudos a los efectos de brindar a las víctimas de violencia
sexual la asistencia adecuada para resguardar su salud e integridad física, psíquica, sexual y
continuación.
A esta altura de los acontecimientos y como bien lo denuncia la parte actora (fs. 1712/1716),
no podemos desconocer que algunas de estas consignas del fallo analizado han sido materia
del embarazo que consiguió la media sanción de la Cámara de Diputados pero que fue
expresamente establecía que el aborto no era punible “si el embarazo fuera producto de una
de la salud interviniente”.
Sin duda que este rechazo legislativo pone en vilo la interpretación pretoriana efectuada por la
CSJN en “F., A. L.” con relación a la extensión del artículo 86 del Código Penal, lo que
Sin perjuicio de los recursos impetrados por la parte demandada y por la tercera,
tiempo, confirmar que no procede entrar a discutir en esta causa la inconstitucionalidad del
artículo 86 del Código Penal, incisos 1 y 2, introducida por la parte actora en su ampliación de
la demanda (f. 128), ya que sobre los argumentos que ha tenido el tribunal a quo para
judiciales) nada se ha impugnado razonadamente en esta sede como para que proceda un
A más de ello, sería inviable que un tribunal provincial tuviera facultades para revisar la
resolución dictada por la CSJN, ya que ello iría en contra de nuestro principio federal
expresamente establece que no será admisible el juicio de amparo cuando el acto emanara de
Esta conclusión supone que no podemos poner en entredicho -a pesar de nuestros valores
personales- lo normado por el artículo 86, incisos 1 y 2, del Código Penal, que declara no
punible el aborto practicado a la mujer (en particular, a la que tuviera restricciones mentales y
hubiera quedado embarazada como fruto de un acto antijurídico) con la ampliación realizada
en virtud de la interpretación sentada por la CSJN en la causa “F., A. L.”, ya que en nuestro
vigente; esto, sin perjuicio de tener presente el reciente rechazo del Senado nacional al
Abortos No Punibles, partiendo de la premisa de que lo normado por el artículo 86, incisos 1
Ahora bien, por otras razones que analizaremos a continuación, adelantamos que dicho acto
competencias y, por ende, un avance sobre una atribución propia y exclusiva del Poder
Legislativo, que es la de “[d]ictar todas las leyes que sean necesarias para hacer efectivos los
Tal exceso, en tanto implica una evasión de las formas, procedimientos y del esquema mismo
de división del poder estatal sobre el que se asienta la organización institucional provincial,
basta para declarar la inconstitucionalidad de dicha resolución sin que sea necesario examinar
Esto, dado el severo y trágico conflicto de intereses constitucionales que supone la posibilidad
sanción de una ley -y no de un mero acto administrativo- para una reglamentación como la
que está en juego, cuando se demanda una práctica como la establecida por el
artículo 86, incisos 1 y 2, del Código Penal, sumada a la interpretación ampliada por la CSJN
en “F., A. L.”.
Debemos insistir con esta premisa: lo que pretenden estos protocolos es reglamentar, a nivel
sanitario, lo dispuesto por las normas y sentencia referenciada ut supra y de ninguna manera
deben interpretarse como una modificación o extensión de dicho articulado del Código Penal.
Lo que la Corte persigue con el fallo “F., A. L.” y las directivas dadas, es propender – como
juego el primer derecho del hombre – principio pro homine -, que es el cuidado de su salud
[87].
fundamentales solo pueden ser reglamentados por medio de una ley en sentido material y
formal
infiere que no hay derechos absolutos[88]. Todo esto, en consonancia con los
artículos 14 y 28 de la CN, el primero de los cuales, combinado con el artículo 75, reconoce
a ese poder de configuración normativa: dicha regulación no puede alterar los principios,
derechos enumerados”, algunos de los cuales están vinculados con esta causa (los derechos a
entre otros), especifica que su goce dependerá de “las leyes que reglamenten su ejercicio”.
Por su parte, el artículo 59, conectado con la salud (también de suma importancia para esta
causa), reafirma que la Provincia conserva el poder de policía “en materia de legislación”. Y
en la medida en que versan sobre los derechos en juego en estos autos. Así, al establecer en su
artículo 2 el deber general de adecuación que pesa sobre los estados miembros, la CADH
impone la exigencia de dictar “las medidas legislativas” que fueran necesarias para hacer
efectivos los derechos y libertades reconocidos en dicho tratado. Al mismo tiempo, cuando en
el artículo 4.1 alude al derecho a la vida, especifica que su protección debe ser establecida “
por la ley”. Esto, en consonancia con el axioma según el cual las restricciones permitidas “al
goce y ejercicio de los derechos y libertades reconocidos” solo lo serán las fijadas “conforme
a leyes que se dictaren por razones de interés general y con el propósito para el cual [
Previsiones similares, referidas a las “disposiciones legislativas” que fueran necesarias para
Civiles y Políticos (arts. 2.2 y 6; este último, vinculado con el derecho a la vida), en la
(arts. 3 y 6), en la Convención sobre los Derechos del Niño (arts. 3, 4 y 19, entre otros) y en la
Tal es la importancia que la cuestión tiene que una de las primeras opiniones consultivas
evacuada por la Corte IDH fue la n.º 6/86, referida a cómo debía entenderse la expresión
se trata. En dicha ocasión, la Corte IDH fue terminante al establecer que la ley en sentido
formal y material era la mejor garantía para los derechos protegidos (el resaltado con
negritas nos pertenece). Resulta pertinente recordar sus palabras: “Por ello, la protección de
los derechos humanos requiere que los actos estatales que los afecten de manera fundamental
no queden al arbitrio del poder público, sino que estén rodeados de un conjunto de garantías
las cuales, acaso la más relevante tenga que ser que las limitaciones se establezcan por una
ley adoptada por el Poder Legislativo, de acuerdo con lo establecido por la Constitución. A
sobre la opinión pública para evitar que la mayoría actúe arbitrariamente. En verdad, este
procedimiento no impide en todos los casos que una ley aprobada por el Parlamento llegue a
ser violatoria de los derechos humanos, posibilidad que reclama la necesidad de algún
régimen de control posterior, pero sí es, sin duda, un obstáculo importante para el ejercicio
sinónimo de cualquier norma jurídica, pues ello equivaldría a admitir que los derechos
fundamentales pueden ser restringidos por la sola determinación del poder público, sin otra
general” (párrafo 26). En la misma dirección –y en lo que aquí importa- concluyó: “[L]a
expresión ‘leyes’, utilizada por el artículo 30, no puede tener otro sentido que el de ley
formal, es decir, norma jurídica adoptada por el órgano legislativo y promulgada por el
Poder Ejecutivo, según el procedimiento requerido por el derecho interno de cada Estado”
1) Los derechos no pueden estar supeditados a las arbitrariedades y vaivenes del poder, razón
por la cual la ley se erige como el instrumento jurídico más idóneo para dar estabilidad y
dicha regulación fuera en un sentido restrictivo). Desde este punto de vista, opera como una
garantía, en consonancia con los principios de legalidad y de reserva de ley, por oposición a la
mayor inestabilidad que significaría sujetar los derechos a un simple acto administrativo, lejos
de la consolidación que demandan situaciones jurídicas en las que están en foco bienes de la
En otras palabras, por ejemplo, todo lo relacionado con la vida, la libertad y la propiedad de
las personas solo puede ser regulado por medio de una ley en sentido formal y material, de
conformidad con los artículos 17, 18 y 19 de la CN, y con el resguardo que supone el
principio de razonabilidad, en virtud del cual dicha regulación o reglamentación jamás puede
alterar aquello que define estructuralmente a tales derechos (CN, art. 28).
2) La mediación de la ley tiene un sentido institucional: de respeto por los procedimientos, las
formas y por el esquema de división del poder estatal (y de competencias) que supone todo
medida en que la ley es producto del órgano en el que está mejor expresada la voluntad
popular (con el debido respeto por las minorías) y en función de la premisa de que el pueblo
no gobierno ni delibera, sino por medio de sus representantes y autoridades creadas por la
Conviene detenerse en el tercer sentido que acabamos de precisar porque el Poder Legislativo,
discusión amplia; con mayor razón cuando se trata de cuestiones vinculadas con la regulación
o restricción de derechos fundamentales, lo que suele despertar sumo interés público y amplia
repercusión social, como acontece con la problemática sustanciada en estos autos y tal como
expresar su opinión sobre los derechos en colisión. Por eso algunos autores han destacado: “
No solamente el Congreso por su carácter colegiado actúa mediante discusión, sino que esa
discusión (…) tiene un carácter público que hace que ella retroalimente el debate en el
ámbito de la sociedad en general. Por otro lado, el carácter pluralista del Parlamento
contribuye a que la orientación general deba ser consensuada entre sectores con ideología e
intereses diferentes, cuando o bien no hay ninguno de ellos que tenga la mayoría necesaria
para impulsarla por sí misma, o bien, cuando la intensidad del conflicto entre intereses
vasto”[90].
En virtud de lo hasta ahora desarrollado surge con claridad que la necesidad de una ley (en
exigencia constitucional (arts. 14, 19, 28 y 75, incisos 12 y 22, de la CN, entre otros;
arts. 19, 59 y 104, inciso 1, de la CP, entre otros) y convencional que no puede ser soslayada,
como ha acontecido con la resolución del Ministerio de Salud en debate, que no supera este
Sin considerar el contenido de la Resolución n.º 93/12, a continuación se verá que dicha
mismo tiempo, sin una justificación mínima del sentido de lo dispuesto y de la incidencia que
Desde el primer punto de vista, la Resolución n.º 93/12 solo invoca como respaldo el segundo
punto de la parte resolutiva de la sentencia dictada por la CSJN en la causa “F., A. L.”, que
normas del más alto nivel, en los términos aquí sentados, protocolos hospitalarios para la
concreta atención de los abortos no punibles y para la asistencia integral de toda víctima de
Resulta llamativo que el propio Ministerio de Salud haya soslayado que, en la exhortación
referida, que es la razón de ser misma de la Resolución n.° 93/12, la propia CSJN, conocedora
y garante de los tratados sobre derechos humanos y de su contenido, instó a que las provincias
instrumentaran protocolos hospitalarios “mediante normas del más alto nivel”; esto es, leyes
en sentido propio o, al menos, actos administrativos que tengan como soporte una ley. Y así
lo han hecho otras provincias, como Chubut (Ley n.º 14/2010) o Chaco (Ley n.º 7064)[91] en
el momento de dar un marco normativo a la práctica autorizada por el artículo 86, incisos 1
Con solo leer los fundamentos de la resolución ministerial surge patente que la
reglamentación emprendida no ha sido habilitada por una ley específica provincial, que en
procedimiento para los casos de abortos no punibles contemplados por el artículo 86 del
exhortación dirigida por la CSJN que, entendida en propiedad, estaba orientada al órgano que
en la organización constitucional provincial cuenta con competencia exclusiva para dictar las
normas con alcances generales (leyes) que fueran necesarias para hacer efectivos derechos
consagrados por la Constitución (art. 104, inciso 1, CP), como los derechos a la vida, a la
al interés superior del niño y, en el caso de los médicos, a la libertad de conciencia, entre
otros. La sola enunciación de tal cantidad y complejidad de derechos evidencia que, por
razones materiales, aquello que pretendía ser objeto de la guía en cuestión desborda con
La extralimitación es tal que si se intentara encuadrar la Resolución n.º 93/12 en alguno de los
tipos de reglamentos admitidos por la legislación vigente y por la doctrina no sería posible
hacerlo. Los reglamentos son actos administrativos de carácter genérico y abstracto que
la siguiente forma:
1) De ejecución o ejecutivos, que son aquellos dictados para asegurar o facilitar la aplicación
reglamentarias (art. 99, inciso 2, CN, y art. 144, inciso 2, CP) y con el fin de llenar o regular
“detalles necesarios para un mejor cumplimiento de las leyes y de las finalidades que se
específica, pero sí la ley en particular que fuera necesario regular para cumplir con los fines
previstos por el legislador. De esto se infiere como premisa insoslayable que ejecutar la ley no
es dictar la ley[93].
materias que son de la competencia del Congreso o de la Legislatura, pero tal cosa es posible
porque media una delegación previamente acordada a través de una ley formal (art. 76, CN).
En ese sentido, algunos autores han sostenido: “[E]l elemento esencial para la determinación
existencia, o no, de la transferencia del ejercicio de la competencia legislativa, sea ella total,
lisa, llana o incondicionada; sea, en cambio, limitada o circunscripta por límites de diverso
alcance”[94].
La resolución bajo análisis no puede ser encuadrada en ninguna de las tres especies referidas,
porque no puede ser entendida como la ejecución o la delegación contenida en una ley
juego trascienden con creces las atribuciones no ya solo del Ministerio de Salud sino las del
La salud, uno de los derechos en tensión en esta causa, dadas sus implicancias sociales,
administración sobre salud” (art. 59, CP). Esto se materializa a través de la actividad
desplegada tanto por el Poder Legislativo como por el Ejecutivo; en esta última
hipótesis –muchas veces- en virtud de una delegación previa. Pero en el caso de estos autos
medida en que a dicho poder lo concebimos como una potestad reguladora del ejercicio de los
derechos y del cumplimiento de los deberes constitucionales; desde este punto de vista es una
no puede superar la Resolución n.º 93/12. Y la mayor prueba es que, como expresión del
generales vinculadas con la salud y, concretamente, con la cuestión que nos convoca en estos
autos: Ley del Ejercicio de las Profesiones y Actividades Relacionadas con la Salud Humana
(Ley n.° 6222); Carta del Ciudadano (Ley n.° 8835); Garantías Saludables (Ley n° 9133);
Provincia de Córdoba (Ley n° 9944), y Ley de Estructura Orgánica del Poder Ejecutivo
Con relación al otro argumento, de que urge la sanción de un marco normativo completo que
oportunidad adecuada para atender el pedido de la tercera (Asociación Civil por el Derecho a
n.º 6222. En efecto, al Poder Legislativo, en virtud de competencias que le son propias
(art. 104, inciso 1, CP), le corresponde establecer los ajustes normativos pertinentes con
alcances generales.
indispensable para la actuación válida de cualquier órgano estatal, en estos autos se advierte
invasión de una zona de competencia reservada al Poder Legislativo. Por este costado se
vulnera el principio de legalidad y se rompe el equilibrio entre los órganos que ejercen el
poder estatal provincial; ergo, la Resolución n.º 93/12 resulta incompatible con el esquema de
otro sus atribuciones constitucionales (art. 13, CP), lo que lleva implícito que también está
proscripta la posibilidad de que un poder avance sobre las atribuciones conferidas a otro.
Además, cabe recordar que en Córdoba rige la denominada “Carta del ciudadano”, sancionada
mediante la Ley n.º 8835. En virtud de dicha norma, el Estado provincial ha asumido como
Nación y de la Provincia, como así también en las leyes que reglamenten su ejercicio”
importancia de que medie una estricta “[s]eparación entre los roles estatales de planificación
(art. 2, d). Justamente, la Resolución n.º 93/12, lejos de cumplir con este postulado, es fruto
fundamentales, pese a ser una competencia específica de otro poder del Estado provincial.
doctrina, según el cual una razón de peso que justifica la legitimidad del control judicial de
comenzar por observar si se han dado las condiciones formales que establece la Constitución
para que un órgano pueda dictar cierta norma jurídica. Esta mirada procedimental, cuando se
que dicha regulación -dictada por el órgano constitucional correspondiente- haya sido
participar todos los interesados en relativa igualdad de condiciones, y que esté centrado en
conlleva el problema añadido de cuáles son los límites que pesan sobre los poderes públicos
texto constitucional con la máxima generalidad. Precisamente, la regulación no puede ser tal
artículo 30 de la CADH.
En otras palabras, se plantea la paradoja de que, por una parte, por su grado de generalidad e
condiciones y requisitos para su aplicación, así como sus excepciones; pero, por otra parte, el
ejercicio de esa atribución configuradora no puede llevarse hasta el extremo de que, luego de
de cualquier derecho resulta un problema urticante, con mayor razón cuando se trata de
derechos humanos fundamentales que se caracterizan por su fuerza expansiva. Es, entonces,
regulación, más aún la que fuera en un sentido restrictivo, para despejar cualquier duda sobre
Por ello, suele afirmarse que, en esta materia, rige una doble barrera protectoria en el
además respetar su contenido esencial o, dicho de otro modo, aun cuando una disposición
limitadora cuente a su favor con buenas razones, resultará ilegítima si llega a dañar el
necesidad de una debida justificación no puede entenderse como una lesión a la atribución
constitucional de los derechos en juego y que hay que reglamentar) viene dada por la propia
Constitución. Por lo tanto: “[L]a comentada carga de justificación que pesa sobre el
común a los sistemas de protección de los derechos entendidos como principios y su origen
tal vez pueda buscarse en la conocida doctrina de la posición preferente de los derechos
fundamentales”[98].
Una mera lectura de la Resolución n.º 93/12 basta para concluir que no supera mínimamente
el test de la carga o plus de justificación que debe contener cualquier norma que suponga la
efectuada por la CSJN, así como también a enunciar normas constitucionales y las del Código
Penal en juego. Pero sin que haya un desarrollo detenido sobre el marco que anima a la guía,
sobre los presupuestos que se tuvieron en cuenta a la hora de incidir sobre derechos de tamaña
intensidad como los que están en colisión o sobre los principios que sirvieron para el diseño
(autonomía, privacidad, confidencialidad, etc.). Para poner un solo ejemplo, respecto de uno
de los derechos en juego, el único fundamento esgrimido es este: “Que asimismo debe dejarse
según el cual los derechos humanos fundamentales deben ser reglamentados por una ley en
todas las leyes que sean necesarias para hacer efectivos los derechos” (art. 104,
por el artículo 86, incisos 1 y 2, del Código Penal, teniendo en consideración los derechos
corresponde, eventualmente, efectuar los ajustes normativos que resultaran pertinentes para
que la práctica permitida excepcionalmente por la ley penal de fondo guarde armonía con las
disposiciones de la Ley n.° 6222 -sobre cuya constitucionalidad no resulta pertinente, posible,
ni oportuno pronunciarse en esta ocasión e instancia-, en consonancia con las previsiones del
provincial).
que están en colisión en esta causa no puede estar librada –en forma directa- a un mero acto
administrativo. De esto se deduce que urge el dictado de un marco normativo completo, por
parte del Poder Legislativo, para que el acceso a la práctica excepcional permitida por el
artículo 86 del Código Penal –en consonancia con la interpretación fijada por la CSJN en la
causa “F., A. L.”- se haga en estricta atención a la pluralidad de los derechos confrontados y
A esta altura de los acontecimientos no podemos desconocer el gran debate nacional que ha
suscitado el proyecto de “despenalización del aborto”, que ha terminado con la negativa –por
parte del Senado- a sancionarlo y a convertirlo en ley, tema que excede el marco de la
presente causa.
Resolución n.° 93/12, dictada por el Ministerio de Salud de la Provincia, y de la guía que ella
dispone, así como de la necesidad de que la Legislatura sea la que, en virtud de sus
atribuciones constitucionales (art. 104, inc. 1, CP), sancione las leyes que fueran necesarias
restricción de derechos fundamentales. Ello nos exime de tratar los demás agravios incoadas
por las partes intervinientes en la causa, ya que no corresponde entrar al análisis de los
V. COSTAS
En relación con las costas de todas las instancias, corresponde que sean impuestas por el
por la tradicional discrepancia interpretativa que existía sobre la materia objeto de discusión
Así votamos.
I. Admitir parcialmente los recursos, de casación interpuesto por la parte demandada (la
artículo 383, inciso 1, del CPCC, y como consecuencia anular en forma íntegra la
Sentencia n.° 38, de fecha 21 de mayo de 2013, dictada por la Cámara de Apelaciones en lo
Civil y Comercial de Tercera Nominación de la ciudad de Córdoba, pero por los nuevos
II. Por razones de economía procesal, procede dictar sentencia sustitutiva, en los términos del
artículo 390 (in fine) del CPCC. En ese marco, corresponde hacer lugar en forma parcial a la
Resolución n.° 93/12, dictada por el Ministerio de Salud de la Provincia de Córdoba, por
Legislativo en tanto este es el órgano al que le corresponde sancionar las leyes que fueran
necesarias para implementar prácticas como las que posibilita excepcionalmente el artículo
86, incisos 1 y 2, del Código Penal, en la medida en que ello supone reglamentar el ejercicio o
III. Imponer las costas de todas las instancias por el orden causado (art. 130 del CPCC).
I. Comparto la relación de la causa efectuada por los vocales que conforman el primer voto,
así como lo desarrollado por ellos entre los puntos n.º I y n.º III (incluido) de sus
Luego de las precisiones precedentes, ahora procede determinar si nos encontramos ante un
caso colectivo (en los términos del art. 43, segundo párrafo, de la CN y del art. 53 de la CP) y,
asociación esgrime que su acción tiene por fin defender los intereses del colectivo, clase o
categoría formado por las personas por nacer, a quienes, supuestamente, afectaría la
Resolución n.º 93/12, dictada por el Ministerio de Salud de la Provincia, en la medida en que
establece el procedimiento que permitiría que se practicaran abortos por la mera declaración
jurada de las mujeres que presuntamente hubieran resultado víctimas de un abuso sexual con
acceso carnal (art. 86, inciso 2, del Código Penal), así como en los casos en los que la vida o
la salud de la mujer corrieran peligro y no hubiera otra forma de remediar la situación que
Por el contrario, de acuerdo con la demandada, la sentencia de la Cámara parte de que media
autorizada por el artículo 86, inciso 2 del Código Penal, cuyo procedimiento regula la
Resolución n.º 93/12, que es tachada por su supuesta inconstitucionalidad por la parte actora.
persona por nacer que justifique la protección que, por medio de la acción de amparo
Para resolver la cuestión suscitada en este punto, en primer lugar, conviene aclarar que la
expediente, porque, tal como lo ha reiterado recientemente la CSJN, “la existencia de los
desaparición importa la de juzgar y no puede ser suplida por la conformidad de las partes o
por su consentimiento por la sentencia (conf. Fallos, 331:2257; 337:627, entre otros)”[99].
Lo que implica que ni siquiera cuando a la actora se le hubiera reconocido poder jurídico de
impugnación en una causa anterior (como aconteció, por ejemplo, en el caso “Portal de
Belén”, fallado por la CSJN en 2002)[100], eso se transformaría en una suerte de título
invocación. Por el contrario, razonar así significaría caer o rayar en el dogmatismo, lo que
ocurre cuando un tribunal “otorga entidad de precedente (a una causa anterior), sosteniendo
que la ‘similitud’ con el caso ‘resulta incontrovertible’, sin aportar los necesarios elementos
desconocer que, explícitamente, la CN (art. 43, segundo párrafo) les reconoce legitimación a
las asociaciones en la medida en que tengan por fin la defensa de aquellos objetivos o bienes
para los cuales se habilita el amparo en su dimensión colectiva. Claro que, ante la falta de una
ley que fije los criterios relacionados con la registración y formas de organización de las
entidades intermedias para operativizar ese poder de impugnación que la CN les concede, con
es decir, el cotejo debe orientarse a constatar “la finalidad (que no sea contraria a la ley, que
preferentemente, con existencia de estatuto social (que a la vez permita cotejar las referidas
metas institucionales)”[102]. A estos requisitos volveré a referirme más adelante con mayor
detenimiento.
En segundo lugar, y sobre todo ante controversias como las que se ventilan en estos autos,
dada la magnitud de los derechos fundamentales en disputa, no hay que perder de vista que la
constitucional del cual aquél debe nutrirse por estar vinculado estrechamente con el derecho
de peticionar ante las autoridades y a la efectiva vigencia de la garantía del debido proceso
legal”[103]. En otras palabras, sin desatender las particularidades de cada causa, cuando hay
trascendencia -y, por ello mismo, de pertenencia difusa-, la legitimación debe ser analizada
con intereses supra, trans o metaindividuales, asociados a los nuevos derechos subjetivos
públicos, o de tercera o cuarta generación, que no deben limitarse a la protección del medio
general” (art. 43, CN) o “de cualquier índole, reconocidos en esta Constitución” (art. 53,
CP). Desde esta óptica, la cuestión también puede conectar con valores, instituciones y bienes
Campos: “Hay situaciones en que, sin ley o con ley, la legitimación tiene que ser reconocida,
En otras palabras: cuando ciertos bienes o derechos de incidencia colectiva están en juego la
evaluación de la legitimación -en tanto llave para abrir el proceso- debe efectuarse de forma
amplia para no frustrar el conocimiento de la cuestión constitucional que pudiera estar detrás.
En efecto, así lo han señalado prestigiosos doctrinarios: “Más allá de lo que al regular la
legitimación procesal puedan disponer las leyes, el derecho judicial necesita ascender a la
propia constitución para verificar si el control impetrado está bien o mal articulado por
caso colectivo vinculado con una regulación general que puede afectar la intensa garantía de
común a todos, desde la concepción (arts. 4, 19, [inciso 1], y 59), sería un contrasentido que
cualquier peligro que pudiera significar un desconocimiento total o parcial de dicho derecho,
relevancia o de pertenencia común –como acontece con la vida desde la concepción- si se los
coartara o bloqueara con subterfugios procesales, porque lo instrumental (adjetivo) tiene que
procedimiento para que las mujeres encuadradas en los supuestos enunciados por el artículo
86 (incisos 1 y 2) del Código Penal puedan acceder a la práctica del aborto no punible, tendría
concepción.
Por ello, luce indiscutible que la resolución cuestionada concierne al colectivo, clase o
categoría formado por las personas por nacer que resultaría damnificado por la interrupción
de la gestación, que operaría como consecuencia de la práctica que pretende regular la guía en
debate. No modifica esto la circunstancia de que el protocolo solo refiera a los abortos que,
previsto por el Ministerio de Salud de la Provincia igualmente les incumbe en tanto sujetos de
derecho. No hay que perder de vista que, si no es posible concebir una persona sin derechos,
“[l]a existencia de la persona humana comienza con la concepción” (art. 19 del CCC). Esto
convencionalidad federal dispensa a la protección de la vida, “tanto antes como después del
nacimiento” (cfr. Preámbulo de la Convención sobre los Derechos del Niño), y es la razón de
que ello merezca un especial énfasis por parte de la Constitución de la Provincia, para la cual
disposiciones que pudieran impactar en los intereses o derechos de las personas por nacer,
podría obviar a este colectivo, porque de hacerlo se vulnerarían todos los derechos
invisibilizado, pese a tratarse de una clase de personas especialmente vulnerable que, “por su
falta de madurez física y mental, necesita protección y cuidados especiales” (cfr. Preámbulo
de la Convención sobre los Derechos del Niño). Aquí se advierte la trascendencia de que el
art. 43 de la CN también haya sido proyectado para poder conjurar -en clave colectiva-
Conviene insistir en esto: en una controversia como la planteada en estos autos, sobre una
regulación con alcances generales capaz de repercutir o de incidir en el especial énfasis que la
literalmente sin defensa jurídica uno de los polos del “severo conflicto de intereses”[106] que
artículo 86, inciso 2, del Código Penal, entre los derechos de la mujer que ha sido víctima de
una violación, por una parte, y los del por nacer que es fruto de ese acto antijurídico de
formulado por la recurrente, para la cual “[n]o existe entonces en el presente un sujeto
determinado titular del derecho que se dice ejercer, y por ello no existe un ‘caso’ judicial,
como requisito mínimo de procedencia de una acción del mismo tipo” (f. 120 vta.). De
acuerdo con la demandada, al no haberse acreditado que una mujer en concreto haya
solicitado la práctica autorizada por el artículo 86, inciso 2, del Código Penal, de conformidad
con la guía prevista por la Resolución n.º 93/12, como consecuencia necesaria, tampoco ha
podido probarse la existencia de alguna persona próxima a nacer que pudiera verse
Más allá de lo efectista que, a priori, parece lucir el argumento, no le asiste razón a la
recurrente. Ello, porque la prueba que demanda a la actora para que –según su visión- se
pueda configurar un caso judicial con actualidad, no ya con carácter hipotético, es de las que
a través de una declaración jurada, como requisito sustancial para que proceda la interrupción
de la gestación (cfr. el art. 3.2, a). Teniendo en cuenta esto y que la denuncia penal –por parte
de la mujer- del acto antijurídico (el abuso sexual del que resultara la concepción) no es una
condición indispensable para la procedencia de la práctica prevista por el artículo 86, inciso 2,
del Código Penal (cfr. el art. 2, h, de la guía), la actualidad que pretende la recurrente para que
(cfr. el art. 2, g de la guía en cuestión), nadie podría objetar en ningún momento aspecto
alguno de la Resolución n.º 93/12 en nombre y en representación de los derechos del por
nacer afectado por la práctica demandada en concreto. Esto último, con mucha más razón si
se considera la celeridad con que tendría que llevarse a cabo la intervención quirúrgica; en
efecto, la guía prevé como regla que el plazo para efectuarla “no deberá ser mayor a diez días
desde que se haya presentado la solicitud de la mujer o de su representante legal” (art. 3.1, i
).
Como puede advertirse, a la lógica privacidad y reserva que debe caracterizar a una práctica
como la que supone un aborto, se le suma la circunstancia de que sería privativo y facultativo
su embarazo -por tratarse de un delito de instancia privada-, sin que esto último tenga ninguna
artículo 86, inciso 2, de la ley penal de fondo. Como consecuencia, no habría casi margen
para que el asesor letrado que por turno correspondiera, de conformidad con el
artículo 103, inciso b.i, del Código Civil y Comercial, pudiera desarrollar una actuación
necesaria en defensa del por nacer ante la eventual colisión de los derechos de este con los de
práctica de un aborto no punible en concreto. Cabe recordar que, en Córdoba, en virtud del
Acuerdo Reglamentario n.º 1305, serie A, del año 2015, dictado por este TSJ, al cuerpo de
asesores letrados le corresponde la legitimación que el mencionado artículo 103 del CCC
Lo dicho anteriormente corrobora que, dadas las particularidades que la cuestión presenta y la
Todo esto sirve para concluir que el agravio de la recurrente no es procedente. Esto, en la
medida en que, en estos autos, nos encontramos ante un verdadero caso judicial colectivo en
donde los derechos individuales homogéneos de una pluralidad indeterminada de sujetos (las
personas por nacer) se pueden ver afectados o restringidos por un factor normativo común; en
este caso, presuntamente, por las previsiones de la Resolución n.º 93/12. Con la particularidad
añadida de que, debido a lo antes precisado (la reserva que debe rodear a toda práctica
86, inciso 2, del Código Penal), la defensa de los derechos de cada nasciturus en particular no
podría ser ejercida en forma individual. En efecto, si desde la pura teoría, cuando media un
posibilidad de que la solución sea sustanciada mediante un único proceso colectivo o que cada
posible.
podría tener otra configuración. Por ende, esta categoría o clase debe estar forzosamente
dicha normativa (la Resolución n.º 93/12) en la medida en que pudiera impactar en los
derechos de indudable reconocimiento y protección con los que cuenta este colectivo.
Por otra parte, para que, en los términos del artículo 43 de la CN y del artículo 53 de la CP,
proceda una acción de amparo con dimensión plurisubjetiva no es imprescindible que al acto
estatal reprochado como ilegal, ilegítimo o arbitrario lesione u ocasione un perjuicio efectivo,
tangible y concreto en forma actual: basta con que constituya una “amenaza”, tal como lo
En esa dirección, en la doctrina se ha sentado que la acción de amparo ha sido concebida para
comprender tanto la amenaza como la lesión a un derecho o garantía protegido por el bloque
importa es conjurar el peligro que se cierne en un futuro inminente. Por eso, se ha dicho con
acierto: “[C]uando se alega la inminencia de un daño, sólo procede si dicha inminencia es tal
que autorice a considerar ilusoria una reparación ulterior, circunstancia que, como es obvio,
corrobora en tanto esta se presenta como la única oportunidad procesal para analizar –y
86, inciso 2, del Código Penal), se tornarían plenamente operativos; esto es, sin que pudiera
dada la celeridad y premura con que, según la guía, debe procederse a la interrupción de la
gestación, una vez que la demanda del aborto no punible fuera requerida y con la sola
Como puede apreciarse, en estos autos se dan básicamente los requisitos a los que se ha
aludido en el considerando n.º III.b del primer voto, en el momento de definir los elementos
ya se ha señalado que una peculiar controversia como la planteada en estos autos, en tanto
refiere a una regulación general común a una misma categoría o clase (el de las personas por
embarazo de una mujer en particular que demandara la práctica del aborto no punible, solo
puede canalizarse por medio de un proceso en el que dicha normativa sea discutida, de
dictarse tendrá efectos expansivos, comprensivos de los miembros del colectivo o clase
concernida.
la Resolución n.º 93/12, en la medida en que sus disposiciones pueden impactar con la misma
próximos a nacer como fruto del abuso sexual con acceso carnal del que hubieran sido
colectiva dada la posible vulneración de los derechos de la clase constituida por las personas
por nacer, ahora resta desentrañar si la demandante (la asociación Portal de Belén) reúne los
Con respecto a esta última cuestión conviene partir del siguiente presupuesto: una cosa es el
derecho sustantivo en juego (en este caso, la vida desde la concepción, de una categoría o
clase) y otro, el derecho de acción o de impugnación en defensa de aquel. Desde este punto de
vista, algunos doctrinarios han sostenido: “Los verdaderos titulares de los derechos de
coparticipan de una situación similar (de hecho y/o de derecho) que las sitúa como parte de
un mismo grupo, clase o sector frente al demandado. Vulnerados estos derechos, lo que hace
la entidad intermedia es defender y representar ante los estrados judiciales al grupo, clase o
sector afectado; actuación que no implica la necesidad de ser titular de derecho alguno más
que del derecho de acción constitucionalmente puesto en su cabeza por el art. 43, párr. 2, de
la carta magna”[108].
anómala que todo caso colectivo conlleva, resulta oportuno aclarar que nuestro sistema
constitucional (art. 43, segundo párrafo, de la CN) combina elementos de sistemas procesales
diferentes. Esto, en la medida en que, por una parte, le concede poder de acción a la persona
individualmente afectada (algo más propio del modelo de las class actions) y, por el otro,
hace lo mismo con las organizaciones intermedias; a lo que hay que sumar la habilitación
concedida a ciertos órganos públicos, como el Defensor del Pueblo o el Ministerio Público.
En el caso de las asociaciones, que es el que aquí nos interesa, el problema radica en que aún
derechos de incidencia colectiva que estuvieran en juego, aunque en el considerando n.º III.d
del primer voto (que también suscribo en ese punto) se ha dejado sentado que ello no puede
ser un obstáculo para la operatividad del artículo 43 de la CN. No obstante, esta omisión es la
que obliga a analizar, caso por caso, si la entidad se encuentra en condiciones de ejercer la
hubiera reconocido a la asociación poder para actuar en clave colectiva, releva de este control
previo, dado que está en juego –nada menos que- la representación autoinvocada de un
En este contexto, el riguroso análisis del objeto estatutario se torna clave para determinar el
grado de conexión entre los fines que persigue la asociación y la pretensión o los derechos
que son objeto de la controversia. En ese sentido, desde la doctrina se ha observado: “[A] fin
forma clara y precisa, estableciendo entre las distintas finalidades que pudiera tener aquélla,
colectiva de sus asociados y del sector a que éstos pertenecen (…). En orden a evitar
posibilidad de promover cualquier tipo de acción judicial tendiente a cumplir con aquel
objetivo, para disipar cualquier duda que pudiera configurarse en un óbice para el
Desde este ángulo, en virtud de una lectura minuciosa de la documentación que consta en
estos autos, surge que la accionante, Portal de Belén Asociación Civil, cuenta con
personalidad jurídica desde el 21 de julio de 1995 (f. 8). Al mismo tiempo, en función de sus
artículo 2.º, se establece que, en general, son sus fines: “[L]a defensa, protección, cuidado,
Por su parte, el mismo artículo del estatuto precisa que son sus fines en particular: “a)
apoyar y brindar asistencia integral a mamás solas en situación de conflicto a fin de que
condiciones sociales que posibiliten y favorezcan la efectiva protección del derecho a la vida
estatuto prevé que la asociación “promoverá todo tipo de actividades”, que son enumeradas
en la segunda parte del mismo artículo, en la medida en que sean “lícitas y cooperen o
Por otra parte, en el título V, al fijar las atribuciones de sus máximos órganos, establece que el
presidente o el vicepresidente (en caso de fallecimiento, ausencia o muerte del primero) “[e]
De todo lo anterior se desprende que, de un modo muy amplio, Portal de Belén tiene por
finalidad general y específica favorecer “la efectiva protección del derecho a la vida de la
persona desde el momento de la concepción”, para lo cual tiene que promover “todo tipo de
actividades” que, en tanto sean lícitas, “cooperen o faciliten a la consecución” de tales fines.
por el estatuto para ejercer la representación de la entidad “ante todo tipo de autoridad
fácticas o regulaciones normativas que pudieran afectar la protección que a la vida -desde la
duda que hubiera sobre la aptitud y pertinencia de esta entidad –o de cualquier otra- para
No obstante, tampoco se puede desconocer que, en aras de defender los fines de la entidad,
entre los que sobresale la defensa integral de la vida “desde el momento de la concepción”,
Portal de Belén tiene por norte la promoción de “todo tipo de actividades lícitas” y ante “
todo tipo de autoridad pública”, lo que incluye las incoadas ante la judicatura. Y esa es la
razón por la que, precisamente, en el momento de plantear la demanda en estos autos, la parte
actora invocó los precedentes en los que ha accionado judicialmente (entre ellos, el caso
“Portal de Belén”, fallado por la CSJN en 2002), precisamente para acreditar su consistencia a
media una íntima conexión entre los objetivos estatutarios de la entidad y la pretensión que se
concepción. Esto hace presumir que el interés colectivo de la categoría o clase formada por
las personas por nacer está adecuadamente representado, en la medida en que, según la
demandante, se persigue bloquear los efectos presuntamente irremediables que sobre dicha
abortos no punibles, en los términos del artículo 86, inciso 2, del Código Penal, solo exige
A mayor abundamiento y sin que esto pretenda desmerecer la legitimación activa que
resulta pertinente efectuar una última y breve consideración. Cuando los procesos colectivos
tienen lugar y versan sobre cuestiones de suma trascendencia y respecto de las cuales puede
encontradas, como por ejemplo sobre “el instante en que comienza la vida y el derecho de la
mujer a decidir sobre su cuerpo”, surge conveniente abrir el proceso “hacia la pluralidad de
sectores interesados”[110].
En otras palabras, en los casos en los que están en juego derechos o intereses de incidencia
colectiva con las particularidades detalladas, los jueces, en tanto directores del proceso, no
deben dudar en buscar la readecuación de las categorías o clases en discordia, así como la
colectivo. Esta indagación resulta más exigible aún “para evitar que el problema se traslade a
indefectiblemente derivará en una inadecuada defensa de los derechos de sus miembros por
En definitiva, en las situaciones colectivas que pueden suponer o dar lugar a severos
procesal debe abrirse a permitir que todas las voces y puntos de vista puedan estar
afectados en su esfera individual por la representación colectiva asumida por una asociación
parte demandada y, por ende, ratificar que, en los presentes autos, nos encontramos frente a
un caso colectivo (en los términos de los arts. 43, segundo párrafo, de la CN, y 53 de la CP) y
que, además, Portal de Belén Asociación Civil cuenta con legitimación adecuada y suficiente
para representar los intereses de la categoría o clase formada por las personas por nacer a las
que podría afectar la Resolución n.º 93/12, cuya declaración de inconstitucionalidad persigue
la entidad accionante.
Habiendo despejado que la parte actora cuenta con legitimación suficiente para accionar en
corresponde ingresar al análisis del siguiente agravio que, por sus implicancias, de ser
admitido, podría incidir en el sentido de esta decisión. Se trata del reproche formulado tanto
por la demandada (la Provincia) como por la tercera (Mujeres por el Derecho a Decidir) a la
en los términos de los artículos 155 de la CP y 326 del CPCC. En ambos casos, en sus
causal prevista por el artículo 383, inc. 1, del CPCC, mientras que la tercera articuló además
un recurso de inconstitucionalidad (art. 391 del CPCC), que también será resuelto en este
acápite por la íntima vinculación que ambos agravios guardan en función de la argumentación
En ajustada síntesis, de acuerdo con los recurrentes, básicamente, el vicio lógico achacado al
tribunal a quo consiste en haber incurrido en autocontradicción; esto, por haber declarado
inconstitucional –in totum- la Resolución n.° 93/12, que reglamenta la guía o procedimiento
para las mujeres que demanden la práctica de abortos no punibles según lo establecido por el
artículo 86, inciso 1 y 2, del Código Penal, sin haber declarado –en el mismo sentido- la
ejecución o reglamentación.
1) Declarar la inconstitucionalidad del artículo 86 del Código Penal, aun cuando tal cuestión
fue expresamente solicitada por la parte actora en la ampliación de la demanda (f. 128 y vta.),
constitucional de las normas del Código Penal” (f. 1180 vta.) Asimismo, el tribunal partió de
que la Constitución provincial protege con “énfasis mayor” (f. 1188) el derecho a la vida,
desde la concepción, en virtud de los artículos 4, 19, inc. 1, y 59 de la CP. Y, por ende, esa
elevación del piso de protección –a favor de las personas por nacer- es compatible con el
principio que manda aplicar la norma más protectoria (pro homine), “en caso de divergencia
entre normas otorga [léase la Constitución de Córdoba] siempre prioridad a aquella que
Les asiste razón a los recurrentes: la sentencia en análisis viola el principio lógico de no
contradicción. En efecto, la solución que propicia el tribunal a quo lleva implícita el siguiente
vida desde la concepción, sea en su variante punible o en la no punible, la práctica del aborto
vueltas: “[S]i el Estado provincial concurriera en auxilio de quien quiera atentar con la vida
de un niño (por nacer), mal podría considerarse que cumple con el mandato constitucional de
y, menos aún, el de ajustar sus políticas de salud a los lineamientos fijados por el art. 59 de
la C. Pcial., que la obliga a prevenir los riesgos ‘de todas las personas, desde su
concepción” (f. 1192). El tribunal va más allá cuando sostiene que las cosas tampoco
cambiarían si, en vez de mediante una resolución administrativa, la guía hubiera sido
establecida mediante una ley: “[N]i siquiera la Legislatura local hubiera podido válidamente
manera podría superar el test de razonabilidad esa norma que le impone al Estado el deber
prestacional de ejecutar el aborto que una madre ha decidido llevar a cabo, en los casos
Más aún si para el supuesto de violación basta una simple declaración jurada aún a riesgo
artículo 86, incisos 1 y 2, del Código Penal contiene hipótesis de excusas absolutorias, la
Cámara concluye que el aborto es –sin matices- una conducta antijurídica, aun en los casos en
lo que tal práctica no resulta punible, por lo que “el Código Penal no otorga una autorización
para abortar en los casos de los incisos del art. 86 ni, menos aún, confiere un derecho a
Como puede apreciarse, en virtud de los alcances absolutos que el tribunal da a las normas
constitucionales provinciales (arts. 4, 19, inc. 1, y 59), la colisión entre estas y el artículo 86
del Código Penal resulta frontal, rotunda e ineludible. Por este costado, por ende, ninguna
términos del artículo 86, inciso 2, del Código Penal, pasaría el test de constitucionalidad, sin
importar si dicha guía tuviera como origen un simple acto administrativo o una ley. Lo mismo
pasaría si la mujer requiriera tal práctica por encontrarse en peligro su vida o salud, y tal
circunstancia no pudiera ser evitada por otra vía (art. 86, inciso 1, del mismo código).
provincial podría proporcionar los medios materiales para ejecutar, particularmente, una
práctica como la posibilitada por el artículo 86, inciso 2, del Código Penal, según la
interpretación efectuada por la CSJN en la causa “F., A. L.”. Como puede observarse, el telón
de fondo radica en negar lo que, según la Corte, se trata de un permiso o autorización que le
asiste a toda mujer por la trágica circunstancia de haber sido víctima de un delito que la ha
Desde esta perspectiva y dado que la guía está inexorablemente atada al Código Penal, como
lo manifiesta el nombre que formalmente le asigna la propia Resolución n.° 93/12 (“Guía de
según lo establecido en el artículo 86, incisos 1 y 2 del Código Penal”), no luce lógicamente
consistente que pueda declararse la inconstitucionalidad de lo uno (guía) sin antes haber
hecho lo mismo respecto de lo que le da base y razón de ser (la norma de fondo contenida por
Nadie niega que Córdoba goce de autonomía para ampliar el piso protectorio de los derechos
Pero, para su legítima procedencia, esta atribución está sujeta a ciertas condiciones internas e
las vigas maestras que dan sentido y cohesión a la unidad jurídica nacional, en el marco de un
(más derechos, o mayores contenidos en los mismos que surgen de la constitución federal) a
condición de que con ello no se altere el reparto de competencias entre el estado federal y las
confirmada en esta instancia, el resultado sería que en Córdoba rige una suerte de Código
Penal paralelo –al vigente en el resto de la Argentina-, según el cual el aborto no puede ser
reconocidas al gobierno federal, como la de dictar códigos de fondo (art. 75, inc. 12, de la
en un solo cuerpo legal, racional y consistentemente una determinada materia, a fin de evitar
[116].
derechos e intereses en juego, “sin omitir la debida consideración con respeto al otro extremo
del conflicto” (f. 1192 vta.), que vendría a ser la mujer a la que refiere el artículo 86, inc. 2,
del Código Penal. Pero nunca explica cómo podrían armonizarse “el mayor énfasis” (1188
Código Penal (ley federal de fondo) le reconoce a esa mujer en tanto ha sido víctima de un
abuso sexual con acceso carnal y como consecuencia del cual ha quedado embarazada. De
todos modos, la respuesta elíptica que ensaya niega la posibilidad de cualquier armonización
darle a las excusas absolutorias del aborto ninguna incidencia puede tener en las políticas de
salud de la Provincia y menos aún con los que fija la propia Constitución Provincial”
(fs. 1193 y 1193 vta.). Esto y sostener que el artículo 86, inciso 2, del Código Penal no tiene
ninguna relevancia jurídica en Córdoba es lo mismo y, por eso, el tribunal procedió a declarar
inconstitucional la guía y a advertir que, ni aun cuando aquella fuera sancionada por medio de
una ley, podría subsistir a la luz de las previsiones constitucionales provinciales. La Cámara
provincia y esta no puede garantizar dicho ejercicio por medio de su sistema sanitario.
El problema que conlleva esa conclusión es que –dadas las circunstancias- lo que es
reconocido como una alternativa legítima por una ley federal de fondo que no ha sido
redundancia- las bases mismas sobre las que se asienta nuestra organización federal y, con
(entre la Nación, las provincias y la Ciudad Autónoma de Buenos Aires), con procedimientos
y formas fijados por la CN; 2) un contenido sustancial o material, también definido por la CN,
“al que ninguna fuente inferior o derivada debe oponerse cuando emana sus propios
contradictoria con estos dos carriles por los que transcurre el principio de supremacía: el
procedimental y el sustantivo, como se verá a lo largo de este acápite. Este es el test lógico-
una respuesta diferente al severo conflicto de intereses que se plantea cuando, por ejemplo, en
gestación producto de dicha ilicitud intolerable sin que ello conlleve consecuencias penales y
el derecho del por nacer que es fruto de esa misma agresión sexual. La cantidad de amicus
efectuado por este TSJ revela el grado de conciencia social que existe sobre la magnitud del
conflicto suscitado.
Sin dudas, cuando ocurren tragedias como estas, estamos en presencia de lo que algunos
elementos: “[U]na elección entre dos bienes (o males) distintos protegidos por derechos
insolubles en las que, lamentablemente, se va a perder algo fundamental, razón por la cual
derechos en serio, lo que significa que deberíamos comprenderlos. Sólo entonces seremos
capaces de arreglárnoslas con ellos, incluso a pesar de que nunca será alcanzable una
solución final”[119].
Quienes postulan la doctrina de los dilemas constitucionales sostienen que, frente a ellos, “[L
casos”[120]. A ello hay que sumar que esa respuesta, en caso de ser dada, corresponde al
órgano con competencia constitucional para reglamentar derechos con alcances generales; en
nuestro caso, el legislador federal (art. 75, inciso 12, CN). Y es él quien, más allá de los
que la extrema conflictividad que describe el artículo 86, inciso 2, del Código Penal “no era
evitable de otro modo que afectando los derechos del nasciturus”, tal como lo expuso
sistemática de la norma permisiva que define la no punibilidad del aborto practicado, con su
peligro para un interés legítimo únicamente puede ser conjurado a costa de la afectación del
legislador acepta como socialmente soportable una conducta que en sí aprecia como
prohibida (cfr. artículos 85, 86, párrafo primero; 87 y 88, primer supuesto, todos del Código
Penal)”[121].
Conviene insistir: el trágico dilema ha sido resuelto por el órgano federal competente (el
(el art. 86, incisos 1 y 2, del Código Penal) y después de haber sopesado que era la salida más
compatible con el resto del plexo constitucional y convencional vigente en el país, lo que ha
sido ratificado por la CSJN. Esto constituye un límite infranqueable para este Poder Judicial
local, porque hay que estar prevenidos de lo siguiente: “[Q]ue de la plena justiciabilidad –en
ideológico en virtud del cual toda la actividad política del Estado quede subordinada a las
normas de distinto nivel jerárquico (es decir, problemas de competencia en el Estado), sino
políticamente por él. Es decir, entonces, que el riesgo aparece en el momento preciso en que
asegurar el status quo en el Estado. Así, los jueces incluirán en sus potestades la función
saldado el dilema. Por ello, omitiendo toda posibilidad de que lo resuelto por la CSJN en el
caso “F., A. L.” pueda ser considerado como un aporte al diálogo jurisprudencial que la
derechos humanos, concluye: “[N]o puede decirse que exista una jurisprudencia
internacional que haya sentado criterios sobre el modo de resolver el conflicto de derechos
que se presenta, en casos como el que pretende regular la resolución ministerial en cuestión,
entre los derechos del niño por nacer y los de su madre” (f. 1199). Por ende, declara
por ejemplo, la mujer embarazada como consecuencia de un abuso sexual con acceso carnal
que el artículo 86, incisos 1 y 2, del Código Penal contiene una simple excusa absolutoria, que
solo conllevaría el efecto de desincriminar una conducta que, por lo demás, “sigue siendo
antijurídica”, razón por la cual no debe interpretarse –según el tribunal a quo- que “el Código
Penal otorga una autorización para abortar en los casos de los incisos del art. 86 ni, menos
aún, que confiere un derecho a hacerlo” (f. 1191 vta.). Esto resulta clave, porque, a partir de
una conceptualización equivocada, la sentencia bajo análisis termina negando lo que, según la
En efecto, conviene dejarlo sentado desde ahora: la guía no abre una discusión sobre la
por el propio legislador, en el artículo 86 (incisos 1 y 2) del Código Penal, en los siguientes
casos: 1) cuando se hiciera con el fin de evitar un peligro para la vida o la salud de la madre y
este peligro no pudiera ser evitado por otros medios; 2) en la medida en que tal intervención
fuera llevada a cabo por un médico diplomado y mediara el consentimiento de la propia mujer
(en la hipótesis de que fuera capaz) o de su representante legal (en la hipótesis de que fuera
menor de edad o padeciera alteraciones mentales) siempre que aquella hubiera sido objeto de
un abuso sexual con acceso carnal, como producto del cual hubiera quedado encinta. Resulta
oportuno insistir: es la especial situación por la que atraviesa la mujer la que justifica su
moral en la admisibilidad del aborto según sea el grado de voluntariedad del acto sexual que
La Cámara niega tajantemente tal permiso o derecho de la mujer sobre la base equivocada de
que el artículo 86, inc. 2, del Código Penal configura una excusa absolutoria. En efecto, el
tribunal a quo sostiene: “[E]l hecho de que el legislador penal haya eximido de pena a
menos aún, en un derecho exigible” (f. 1190 vta.). Conviene recordar que las excusas
absolutarias han sido definidas por la doctrina como “circunstancias que, sin afectar la
artículo 185 del Código Penal, en la medida en que, por ejemplo, en su inciso 1, postula que
“[e]stán exentos de responsabilidad criminal, sin perjuicio de la civil, por los hurtos,
en línea recta”. Por medio de esta disposición, en aras de dar prioridad al valor intangible de
la familia, se “exime de pena al autor, pero sin negar su carácter delictivo”[128]; es decir, al
hecho. Esto es lo que explica que, por ejemplo, eventualmente, subsista la posibilidad de una
reparación civil, porque la excusa absolutaria, más allá de que el Estado decline su
Precisamente, la errónea ubicación del artículo 86, inc. 2 entre las excusas absolutorias lleva a
la Cámara a afirmar que, aunque no fuera punible, el aborto al que alude tal norma “puede
(art. 1077, 1078, 1079, 1081 y cc. C. Civil)” (f. 1191). Es decir que, según el tribunal a quo,
la mujer o la niña víctima de una violación, pese a ello, podrían tener que indemnizar
pecuniariamente (no se precisa a quién) por una larga cadena de consecuencias (entre ellas, la
posibilidad de interrumpir la gestación) que tienen como causa última un acto no querido por
Como surge evidente, la Cámara encorseta como excusa absolutoria lo que es una causal de
hecho penalmente típico”, lo que obedece “al principio de que, en el conflicto entre dos
bienes jurídicos, debe salvarse el preponderante para el derecho positivo”[129]. Es decir que,
en estos casos, a diferencia de lo que enarbola el tribunal a quo, el telón de fondo es una
colisión insalvable entre dos bienes jurídicos y el legislador –no el juez- lo resuelve
priorizando a uno. Esto hace que, a pesar de que el autor del acto despliegue una conducta
descripta como ilícita por un tipo penal (por ejemplo, quien comete homicidio en legítima
defensa, en los términos del artículo 34, inciso 6, del Código Penal), esta no sea antijurídica
una justificación, la conducta, no obstante ser típica al estar encuadrada por una figura penal,
la calidad del hecho que determina su oposición al derecho. Esa calidad no existe
simplemente porque el hecho sea típico. (…) El que mata en legítima defensa realiza el tipo
delictivo del artículo 79, pero no obra antijurídicamente. Pero el que realiza un tipo penal
1) Específicamente, el artículo 86, inciso 2, del Código Penal tiene como base el dilema o
tragedia entre el derecho del que aún no ha nacido (la vida intrauterina) y la posibilidad
excepcional de decidir la interrupción de su gestación –y sin que ello sea considerado un acto
antijurídico- por quien ha resultado embarazada como producto de un acto de violencia sexual
(un abuso sexual con acceso carnal) que, lejos de haber consentido, constituye “un ataque
permiso excepcional en virtud de mediar una causa de justificación atendible: ella ha sido
víctima de un acto antijurídico. Igual permiso se concede a la mujer cuya vida o salud corriera
peligro, en la medida en que esto no pudiera ser evitado de otra forma (art. 86, inciso 1, del
Código Penal). Esto es lo que explica por qué, lejos de ser una mera excusa absolutoria, la
permiso o derecho expresamente reconocido por el legislador a la mujer. Por ello, en diez
dilema que, de otra forma, no tendría solución, y se asienta en el carácter siempre relativo de
todos los derechos, que nunca pueden concebirse de forma absoluta[133], premisa axial de
nuestro orden constitucional y convencional, como se verá más abajo. Es decir, el permiso
justifican, como acontece también en los casos de legítima defensa o de estado de necesidad
defensivo.
No se trata de una mera discrepancia doctrinaria sin relevancia práctica, sino, por el contrario,
de una diferencia que está en el centro de la discusión planteada en estos autos y que prueba la
inescindible conexión entre las dos cuestiones que la Cámara pretende disociar: la ley de
fondo y la guía. Precisamente, por la forma en que el tribunal a quo conceptúa la hipótesis
contenida en el artículo 86, inc. 2, del Código Penal, como una excusa absolutoria, la
interrupción de la gestación es y será siempre un delito (esto es, una conducta típica y
antijurídica), aun cuando por meras razones de política criminal el legislador hubiera resuelto
no punir dicha acción. A ello hay que sumar que, según la interpretación de las normas
la vida del por nacer (desde la concepción) goza de tal énfasis que, en caso de conflicto, tal
calidad lo volvería inconciliable con otros derechos. En virtud de todo este andamiaje,
ninguna guía o protocolo que posibilitara tal práctica (a la que alude la norma del Código
Penal) sería plausible en Córdoba, donde ese mayor énfasis –amén del nomen iuris-, en los
hechos, se transforma irrestrictamente en un derecho absoluto, ante el que tiene que ceder -
violencia y a diseñar un proyecto de vida sin intromisiones arbitrarias) de la mujer o niña, que
A todo lo anteriormente desarrollado hay que agregar que, como el Estado provincial estaría
vedado de concurrir “en auxilio de quien quiera atentar contra la vida de un niño (por nacer)
” (f. 1192), la mujer o niña víctimas de una violación, o la mujer cuya vida o salud estuvieran
práctica en cuestión.
margen del sistema jurídico y sanitario cordobés –con todos los riesgos que ello supondría,
principalmente para su salud-, en la medida en que los médicos seguirían alcanzados por las
previsiones de la Ley n.° 6222, que en el artículo 7, inciso d, les prohíbe (a los profesionales
interrupción de la gestación por cualquier procedimiento con ese fin”. En esta última
hipótesis, que muestra la colisión frontal entre el razonamiento desarrollado por la Cámara y
la previsión del Código Penal, la mujer o niña que se arriesgaran a someterse a la práctica,
que tras un proceso judicial demostraran que la génesis de todo es que ellas habían sido
víctimas de un abuso sexual con acceso carnal del que resultaron embarazadas-, aun así
podrían tener que afrontar una indemnización civil, porque el hecho seguiría siendo contrario
A esas tres opciones podría sumarse una cuarta, que sintetiza la magnitud de la colisión que se
reglamentar en Córdoba el permiso reconocido por el artículo 86, inciso 2, del Código Penal,
la mujer o niña que resultara embarazada como consecuencia de haber sido víctima de un
correspondiera, se vería obligada a acudir a alguna variante procesal para que un juez
despejara la falta de certeza constitucional en la que quedaría atrapada; esto, por no saber
cómo deberían armonizarse las normas constitucionales provinciales (arts. 4, 19, inciso 1,
y 59), según la inteligencia rayana con lo absoluto que les otorga la Cámara, con las de una
ley federal de fondo (art. 86, inc. 2, del Código Penal), de manera que no pierdan sentido el
producto de sujetar esta incertidumbre a las vicisitudes de un proceso judicial –con el añadido
contravendría frontalmente otro de los lineamientos que emerge de la causa “F., A. L.”;
de la salud pública, el que tiene la obligación, siempre que concurran las circunstancias que
accesible y segura. Rápida, por cuanto debe tenerse en cuenta que en este tipo de
intervenciones médicas cualquier demora puede epilogar en serios riesgos para la vida o la
salud de la embarazada. Accesible y segura pues, aun cuando legal en tanto despenalizado,
que pongan en riesgo la salud o la propia vida de quien la reclama (ver al respecto, Sesión
[134]. En otras palabras, hay que “abstenerse de judicializar el acceso a los abortos no
causa (en el voto en común), la Corte Suprema efectúa al “Poder Judicial nacional y a los
irreductible e insalvable no ya con la guía, sino con aquello de lo cual ella pretende ser su
legítima reglamentación: el artículo 86, inciso 2, del Código Penal, norma ahora vivificada
por la interpretación amplia efectuada por la CSJN en “F., A. L.”; según la Corte federal, el
aborto no es punible y su práctica puede ser demandada por cualquier mujer (tradicionalmente
se entendía que dicho inciso solo aludía a la “mujer idiota o demente”) en la medida en que
haya resultado embarazada como producto de una violación (abuso sexual con acceso carnal),
tratara de una mujer con alteraciones mentales o de una persona menor de edad).
Ahora bien, si la mujer dispone de una habilitación, derecho o permiso, en los términos de la
CSJN, es porque la ley federal (el Código Penal) parte de que media una causal de
justificación legitimante (una agresión sexual que cosifica a la mujer). Y esta última hace que
una conducta típica (esto es, descripta como ilícita por un tipo penal, el aborto), no obstante
autorización que ella conlleva (interrumpir la gestación producto de esa agresión sexual)
debajo del paraguas invulnerable del artículo 19 de la CN, según el cual nadie está obligado a
Por ello, más allá de los esquemas valorativos y de preferencias personales, no hay que perder
de miras que, en el caso del aborto permitido según el artículo 86 del Código Penal, como
acontece con otros delitos, está en juego un problema de justificación. Por eso, con tino,
algunos doctrinarios han advertido: “Nadie discute, por ejemplo, el problema en la legítima
defensa y aun en el estado de necesidad defensivo. Llama la atención sí que este punto no sea
iguales. Y en este punto existe un ejemplo muy notorio. Los grupos que apoyan una idea de
bienes materiales. Y los grupos que defienden la posibilidad de la muerte, en esos casos,
salen a sostener que no es posible aplicar este esquema de justificación al delito de aborto.
Ambos grupos invocan los pactos de derechos humanos. Lo que no advierten los grupos
otra cosa. La contrariedad es más que obvia, y ello porque se ha suplantado el Derecho
como algo racional por la ideología, de modo que en este punto gana la partida la
acoger los recursos articulados por las recurrentes y para concluir que la resolución bajo
estudio adolece de falta de fundamentación lógica, aún falta tratar un aspecto sustancial, que
b. Violación del principio de razón suficiente. Respuesta que no se condice con los
tercera (Mujeres por el Derecho de Decidir) sostiene que el tribunal a quo ha incurrido en
violación del principio lógico de razón suficiente, en la medida en que –según afirma- no se
han brindado argumentos de peso para concluir que el derecho a la vida de la persona por
nacer goza de una protección “absoluta” según el Derecho Público provincial y sin que ello
internacional.
En este sentido, el razonamiento de la Cámara se basa -en sus propias palabras- en dos ideas
fuerza: 1) “[S]i juzgamos desde este punto de vista las disposiciones de los
constitucionalidad federal (…), podemos apreciar que hay una armonía total. Sin embargo,
no podemos dejar de advertir en las normas locales un énfasis mayor en el deber de los
órganos estatales de respetar y proteger el derecho a la vida de los niños por nacer y muy
especialmente en materia de política de salud” (f. 1188). 2) “Lo dicho nos lleva a concluir
[sic] con el sistema normativo de protección de los derechos fundamentales del hombre, tanto
Además, el mayor énfasis en la protección de los derechos del niño por nacer que se percibe
en las normas locales tiene plena validez en virtud del principio pro homine” (f. 1188 vta.).
Como se demostrará a continuación, otra vez, les asiste razón a los recurrentes. La Cámara se
abstiene cuidadosamente de afirmar que el derecho a la vida del por nacer tenga carácter
absoluto y solo alude “al mayor énfasis en la protección” que le otorga la Constitución de la
Provincia. Pero, amén de esta prevención semántica, la interpretación que formula de los
artículos 4, 19, inciso 1, y 59 de la CP es tal que el resultado termina siendo el mismo, con
ribetes absolutos. En efecto, pareciera que, de acuerdo con el tribunal a quo y con la parte
esa gradación, el primado lo tiene el derecho a la vida del nasciturus. Por eso, ante cualquier
posible conflicto o colisión, debería ceder cualquier otro derecho, sin que ninguna razón o
preeminencia. Por esta vía, el derecho del nasciturus se erige en una suerte de metaderecho,
cualquier contexto fáctico. En definitiva, es tanto lo que sugiere y es tan fuerte en términos
pueden ser meros artificios, sino cláusulas que siempre dicen algo (o mucho); en ello radica,
precisamente, la fuerza normativa de la Constitución. Ahora bien, sin desconocer ese plus o
énfasis puesto de manifiesto en tres artículos (el 4, el 19, inc. 1, y el 59), esto no autoriza a
entredicho, por encima o al margen de los otros, haciendo caso omiso del principio axial de
nuestro ordenamiento jurídico, que parte de que no hay derechos absolutos. Con más razón
cuando se trata de derechos humanos fundamentales; esto es, derechos referidos a bienes
destacado que, entre los derechos humanos fundamentales (reconocidos por la Convención
Americana de Derechos Humanos y por otros tratados que conforman el denominado corpus
iuris interamericano), no median las jerarquías que la Cámara local pareciera querer trazar. En
efecto, dicho tribunal internacional ha sostenido: “Esta Corte también considera pertinente
los económicos sociales y culturales, ya que deben ser entendidos integralmente como
derechos humanos, sin jerarquía entre sí y exigibles en todos los casos ante aquellas
que impera entre los derechos humanos radica en la circunstancia de que todos ellos
argentinos: “[L]os derechos humanos son derechos morales que se conceden tomando como
se infiere que todos los hombres poseen un título igual a esos derechos en la medida en que
media entre los derechos humanos, de forma rígida, absoluta y parcializada, la Cámara asentó
su razonamiento sobre la premisa apriorística del “mayor énfasis” del derecho a la vida del
por nacer. Por esa vía, olvidó que, cuando se produce una colisión entre derechos
fundamentales, no es posible brindar -de antemano- una respuesta unívoca y uniforme para
todos los casos, sino que esto depende de las particularidades de cada situación. Por eso,
algunos autores entienden que, en estos casos de confrontación, tales derechos deben ser
cuanto tales, procede la siguiente reflexión: “[S]on normas que ordenan que algo sea
realizado en la mayor medida posible, de acuerdo con las posibilidades jurídicas y fácticas.
Esto significa que pueden ser satisfechos en grados diferentes y que la medida ordenada de
su satisfacción depende no sólo de las posibilidades fácticas, sino jurídicas, que están
determinadas no sólo por las reglas sino también, esencialmente, por los principios opuestos.
Esto último implica que los principios son susceptibles de ponderación y, además, la
principios”[139].
Ese carácter es lo que explica que, aun cuando en un caso concreto la respuesta fuera en la
Conviene insistir en que, a diferencia de lo que puede deducirse de la premisa del “mayor
énfasis” (de un derecho respecto de los otros) del que parte la Cámara, cuando hay derechos
humanos fundamentales en juego, no es posible brindar una salida de antemano, válida para
como ha sido subrayado por la doctrina: “[E]sta fisonomía de principios es la que adoptan los
conflicto con otros derechos o bienes constitucionales, o cuando son objeto de limitación por
el legislador”[141].
Precisamente, así como la ponderación permite que, ante la fatalidad de un acto antijurídico
(como un abuso sexual con acceso carnal del que resulta un embarazo), el derecho del por
mujer víctima, entre otros casos, ese mismo balanceo jugará a favor del por nacer; esto, en la
medida en que, para que la mujer haga uso del permiso que le concede el artículo 86, inciso 2,
del Código Penal, sea necesario exigir un mecanismo mínimo de control de la verosimilitud
del derecho que invoca dicha mujer. En ello radica el plus o énfasis protectorio que la
preponderancia del derecho del nasciturus, al margen o por encima del resto de los derechos.
La rigidez y preeminencia con que el tribunal a quo conceptúa el derecho a la vida del por
nacer, omitiendo la debida complementariedad que reina entre los derechos humanos
fundamentales, es tributaria del mismo vicio en el que incurre al entender que esa salida “
divergencias entre normas, prioriza “a aquella que otorga una tutela más amplia a la persona
humana” (f. 1188). Equivocadamente, el tribunal a quo parte de que dicho principio puede ser
ponderado en abstracto, de una vez y para siempre, y que, como producto de dicha operación,
el resultado es el mismo, único e invariable: el primado absoluto del derecho del nasciturus.
Resulta oportuno precisar que dicho principio, el denominado pro homine o a favor del ser
Derechos Civiles y Políticos (art. 5); por el Pacto Internacional de Derechos Económicos,
Sociales y Culturales (art. 5); por la Convención contra la Tortura y otros Tratos o Penas
Crueles, Inhumanos o Degradantes (art. 1.2); por la Convención sobre los Derechos del Niño
(art. 15).
La propia Corte Interamericana de Derechos Humanos se ha ocupado por precisar que se trata
limitaciones”[142]. Esta pauta hermenéutica, que informa todo el sistema de protección de los
derechos humanos, manda que, ante una antinomia normativa fruto de la pluralidad de fuentes
supone una doble preferencia: normativa y hermenéutica; o, dicho en otras palabras, buscar el
Pero este principio, que es complejo y con ribetes propios en materia de derechos humanos,
no puede invocarse –como pretende la Cámara-, de una vez y para siempre, para determinar la
prioridad de una norma o de un conjunto de normas (los arts. 4, 19, inc. 1, y 59 de la CP) por
protegidos por normas diferentes, “no habrá una norma que sea, en todos los casos, la más
En otras palabras, como sostienen algunos doctrinarios: “El principio pro homine no es
pronunciamiento a favor de la víctima no vaya en detrimento del derecho de otros. Más aún,
que maximice las posibilidades de realización del conjunto de derechos que conforman el
La mayor prueba de la rigidez y de la forma parcializada con que la Cámara operó este
principio es que no ha dado razones acerca de por qué, por ejemplo, en virtud del mandato
pro homine debería prevalecer el derecho a la vida del por nacer y no, por ejemplo, el de la
niña embarazada producto de un abuso sexual con acceso carnal, teniendo en cuenta que
(arts. 3 y 41 de la Convención sobre los Derechos del Niño). ¿En esa prevalencia fijada
rígidamente, sin mayores argumentos, radica la aplicación del principio pro homine que,
según la Cámara, “en caso de divergencia entre normas otorga siempre prioridad a aquella
que otorga una tutela más amplia a la persona humana (f. 1188)? ¿En esto consiste la
compatibilización razonable entre “los derechos e intereses de ambos extremos del conflicto,
con miras al logro del Bien Común” (f. 1193) a la que conduce la tesis del mayor énfasis tal
Desde este costado, en la hipótesis planteada por la colisión entre los derechos del nasciturus
operada sobre ella, le resultan aplicables a la Cámara las observaciones que algunos autores
Corte no lo haya contemplado, en este asunto claramente debió aplicarse el principio del
interés superior del menor, ya que los peligros para su salud o su vida eran ciertos (por
ejemplo, tentativa de suicidio), exigiendo que el juzgador se incline por los derechos del niño
nacido frente a los del no nacido. Por lo demás, como el derecho internacional de los
obligar a una niña violada a culminar con un embarazo de tales características presupone
una violación a artículos de la misma Convención sobre los Derechos del Niño (por ejemplo,
el art. 6) y de otros acuerdos, entre otros la Convención contra la tortura y otros tratos o
Resulta palmario que la Cámara no explica por qué, en virtud del principio pro homine, que
manda dar preferencia a la norma que “otorga una tutela más amplia a la persona humana”
(f. 1188), no habría de operar a favor de la mujer o niña que ha sido víctima de un acto
antijurídico. En efecto, para comprender la dimensión del drama humano y del desgarro
psíquico que conlleva todo abuso sexual con acceso carnal –con más razón si tiene como
consecuencia un embarazo- bastaría con consultar, en los casos en que media denuncia de la
víctima, las estadísticas sobre las periódicas actuaciones que se inician en la Unidad Judicial
médica (genito-anal). Ante cada denuncia, además de ser informadas sobre las posibilidades
de contención con las que cuentan, por lo general, son instadas a iniciar un tratamiento
psicológico a raíz de la lesión psíquica que el delito, generalmente, les provoca; con más
razón, cuando se trata de niñas. Precisamente, en este sentido, resulta oportuno recordar que,
ocupó de destacar que, de acuerdo con la psicólogas del equipo técnico interdisciplinario que
en el aparato psíquico y que su impacto es aún mayor en el caso particular por el embarazo
de la niña”[148]. Conviene aclarar que, en Córdoba, cuando las víctimas son niñas (menores
mujer fuera víctima de un abuso sexual con acceso carnal del que resultara encinta, el
términos: “Cualquier mujer que haya sido violada, y más encima embarazada producto de
esa violación, tiene un trauma. Este podrá ser mayor o menor; pero no puede ser
una defensa tardía del ataque vejatorio de que fue objeto. La mujer no tiene por qué hacerse
cargo de los efectos del delito. En efecto, una cosa es el embarazo, que dura un tiempo. Y
otra es la maternidad, que dura toda la vida. Por lo demás, todas las convenciones
internacionales más arriba individualizadas, establecen como deber del Estado evitar la
En definitiva, el tribunal a quo no brinda razones suficientes de por qué, ante la enormidad de
un abuso sexual con acceso carnal del que resultara embarazada la mujer, el principio
pro homineno debería jugar a favor de esta. Y no lo hace porque enanca la tesis del mayor
inciso 1 alude a “[l]a vida desde la concepción, a la salud, a la integridad psicofísica y moral
y a la seguridad personal”.
de la persona como un plexo indisociable que, teniendo a la vida como condición de fondo,
Precisamente, como se ha dicho con anterioridad, cuando una mujer es sometida a violencia
sexual el bien jurídico que se lacera o que se ataca, amén de la libertad de autodeterminación
(como reza el art. 19, inc. 1). Y la Cámara no explica por qué, en su consideración, solo se
queda con uno de los vectores del plexo, sin ponderar los otros, que también están alcanzados
por el especial énfasis protectorio de los artículos 4 y 19, que indudablemente tejen una red
constitucional que desborda la sola protección del nasciturus, como pretende el tribunal a quo
En efecto, de acuerdo con uno de los constitucionalista e iusfilósofo argentino que más ha
sacrificios a un individuo sólo en razón de que ello beneficia a otros individuos; el segundo
los hombres de acuerdo con sus voliciones y no en relación con otras propiedades sobre las
Con independencia de que la cuestión volverá a ser abordada en el próximo acápite, resulta
claro que los artículos 4 y 19 de la CP tienen como soporte el carácter moral del ser humano
posibles cursos de acción. Por ello, la autonomía desempeña un papel central, porque la
persona es reconocida con aptitud para moldear su propia identidad sobre la base de
creencias, ideales, principios, deseos, intereses, etc., con independencia de los otros (sean
realización personal, que a su vez se sustenta en las opciones que el sujeto puede tener para
conducir su vida y alcanzar el destino que se propone. En rigor, las opciones son la
natural culminación. Esas opciones poseen, en sí mismas, un alto valor existencial. Por lo
de un valor que no puede ser ajeno a la observación de esta Corte”[153]. De suyo que, en el
proyectos en el curso finito de una vida yace implícito en el propio artículo 19 (en conexión
con el art. 20, referido a los derechos no enumerados), porque si a todas las personas se les
reconoce el derecho “[a] elegir y ejercer su profesión, oficio o empleo” (art. 19, inc. 6), por
de decisión del sujeto moral, el principio de dignidad apunta a respetar lo que haga ese sujeto
con esa esfera de libertad suya (y sola suya), siempre en el marco de lo permitido
(art. 19, CN). Por ello, este postulado prescribe que “los hombres deben ser tratados según
sean constitutivas de su plan de vida, cualquiera que este sea”[154]. Pero esto, que parece tan
enfermedades, sino también cuando lo mismo ocurre con nuestras creencias y las opiniones
que las expresan. Cuando alguien considera a unas y otras como objeto de tratamiento y no
las pone en el mismo nivel que sus propias creencias y decisiones, tales como las que lo
negarnos el status moral que nos distingue a él y a nosotros de las restantes cosas que
pueblan el mundo”[155].
difícil determinar con exactitud qué derechos comprende, cuál es su significado y contenido
mayoría de los derechos que nos protegen (…). Además, ampara otros como lo son el
perspectiva, la idea de dignidad opera como el fundamento de todo proyecto ético y obliga a
un tratamiento especial para todos los seres humanos posibilitando que tengan esas
potestades”[156].
La dignidad de la persona humana, así como los derechos implícitos que se derivan de ella, se
acción estatal (lo que incluye las prescripciones legislativas, las decisiones administrativas y
Por eso, la CSJN ha dicho: “[L]a dignidad de la persona humana constituye el centro sobre el
que gira la organización de los derechos fundamentales del orden constitucional (Fallos,
IDH: “Una de las obligaciones que ineludiblemente debe asumir el Estado en su posición de
pero sin otorgar el mismo énfasis a la vida digna del ya nacido. Esto, al no haber considerado
integridad psicofísica y moral- que supone un abuso sexual con acceso carnal del que resulta
priva –incluso- de la posibilidad de proyectar; y, por otra parte, al no haber ponderado el daño
a la autonomía y a la dignidad que volvería a fraguarse –en desmedro de las propias normas
excepcional de decidir llevar adelante (o no) la gestión producto de un acto antijurídico, que
les concede el artículo 86, inciso 2, del Código Penal; con ello, la voluntad de las víctimas
sería nuevamente obviada o sustituida (por una imposición externa), tal como ya habría
humanos fundamentales. Ahora nos encontramos en mejores condiciones para probar que,
como consecuencia, luce inexacta la conclusión del tribunal a quo de que la interpretación
derechos fundamentales del hombre, tanto a nivel de la Constitución Nacional, como de los
Para que esa conclusión fuera procedente, en su sentencia, la Cámara debería haber
explicado –con razones suficientes- cómo sería posible armonizar la interpretación del
“mayor énfasis” del derecho a la vida del nasciturus–en los términos de los artículos 4, 19
Americana sobre Derechos Humanos o Pacto de San José de Costa Rica, ratificada por la
Argentina mediante la Ley n.º 23054, del año 1984 (esto es, tres años antes de la sanción de la
artículo 4.1 reza: “Toda persona tiene derecho a que se respete su vida. Este derecho estará
protegido por la ley y, en general, a partir del momento de la concepción. Nadie puede ser
intérprete final de dicho tratado[160], especificó que la expresión “en general” fue añadida
para conciliar las diferentes posiciones frente a la formulación absoluta que implicaba la
locución “desde el momento de la concepción”. Esto, a raíz de que algunos países americanos
–entre los que, precisamente, se encontraba la Argentina- contaban con legislaciones penales
que posibilitaban que, en ciertas circunstancias, el aborto no fuera punible, lo que desembocó
en la redacción del artículo 4.1 tal como se lo conoce actualmente y como ha sido reproducido
más arriba[161].
Derechos Humanos (Comisión IDH) en 1981, al detallar el origen de dicho artículo, partiendo
artículo 1, solo establece: “Todo ser humano tiene derecho a la vida, a la libertad y a la
debate la redacción del actual artículo 4.1 de la Convención Americana sobre Derechos
Humanos (CADH) o Pacto de San José de Costa Rica (suscripta en 1968), hasta que
finalmente pudo consensuarse un proyecto común, en el que aún figuraba como artículo 2 el
términos: “Para conciliar los puntos de vista que insistían sobre el concepto de ‘desde el
[1948] sobre la base de la legislación de los Estados americanos que permitían el aborto,
inter-alia, para salvar la vida de la madre y en caso de estupro, la CIDH volvió a redactar el
artículo 2 (derecho a la vida) y decidió por mayoría de votos introducir, antes de ese
concepto, las palabras ‘en general’. Ese arreglo fue el origen del nuevo texto del
artículo 2.1: ‘Toda persona tiene el derecho a que se respete su vida. Este derecho estará
Por otra parte, no corresponde entrar en el debate sobre las diferencias que en materia de
derecho internacional existen entre una reserva y una declaración interpretativa, cuestión a la
que ya aludió la CSJN en la causa “F., A. L.” (considerando n.° 13 del voto en común). Esto,
respecto de que el artículo 1 de la Convención sobre los Derechos del Niño (CDN) “debe
interpretarse en el sentido de que se entiende por niño todo ser humano desde el momento de
la concepción”. Sea cual fuera la entidad que pueda asignarse a dicha declaración
interpretativa, de ella no puede inferirse –como lo pretende la parte actora- que, por aplicación
del principio pro homine a favor del por nacer, aquella trae aparejada la derogación de
no punible alguna variante del aborto, como acontece con el artículo 86, incisos 1 y 2, del
Código Penal. Sobre esta forma de leer el mencionado principio pro homine, de forma
absoluta, rígida y apriorística, caben las mismas observaciones que ya se han efectuado
leída –y mucho menos- como una forma unilateral de derogar o de dejar sin efecto el
artículo 4.1 del Pacto de San José de Costa Rica o la excepción que introduce la locución “en
general” a la previsión de que la vida está protegida “desde la concepción”. Esto, en virtud de
respecto de la intangibilidad de los tratados; de que estos deben ser interpretados de buena fe
y teniendo en cuenta su objeto y fin (arts. 26 y 31); de que no pueden invocarse disposiciones
de derecho interno para evadir las obligaciones internacionales asumidas (art. 27), y
Constitución de Córdoba deben interpretarse de forma tal que su aplicación resulte compatible
disposiciones que conforman el corpus iuris interamericano, sin que ello signifique
Definiciones. Todas las personas en la Provincia gozan de los derechos y garantías que la
Desde este punto de vista resultan absolutamente incompatibles con nuestro bloque de
Argentina por medio de la Ley n.° 23849 significa que “las indicaciones para no punir el
aborto” han quedado “derogadas para siempre” (f. 105 vta.); y, por otra parte, la
interpretación de la Cámara de que “el mayor énfasis” otorgado a la defensa de la vida del por
nacer impediría al Estado provincial en toda circunstancia –es decir, para siempre- habilitar
aquella que hubiera resultado embarazada por haber sido víctima de un acto antijurídico (un
manera absoluta, la vía abierta por el artículo 4.1 de la Convención Americana sobre
Dichas interpretaciones (las propiciadas por la actora y por el tribunal a quo) vulnerarían el
postulado sobre el que se asienta el orden público internacional, según el cual no pueden
sobre Derechos Humanos (art. 28), en la medida en que, en el caso de los estados organizado
quienes conforman ese Estado federal (las provincias, en nuestro esquema), amén de que,
Igual previsión contiene el Protocolo Facultativo del Pacto Internacional de Derechos Civiles
y Políticos, que también goza de jerarquía constitucional, en tanto establece que sus
disposiciones “serán aplicables a todas las partes componentes de los Estados federales, sin
En concordancia con lo anteriormente expresado, en virtud del artículo 1 del Pacto de San
José de Costa Rica, sobre los estados partes (lo que comprende a las provincias por nuestra
reconocidos” en dicho tratado y de “garantizar su libre y pleno ejercicio a toda persona que
esté sujeta a su jurisdicción”. Esto implica la existencia de límites al ejercicio del poder
estatal, en la medida en que, como ha sido dicho en la doctrina, ese valladar se erige en virtud
de “los derechos humanos, esferas individuales donde la función pública no puede penetrar;
por lo tanto, los Estados, directa o indirectamente, no pueden violar estos atributos
Por otra parte, el artículo 2 del mismo tratado internacional impone a los estados el
denominado deber genérico de adecuación; esto es, de adoptar las medidas legislativas o de
otro carácter que fueran necesarias “para hacer efectivos tales derechos y libertades”. Y he
aquí cuando esta prescripción se torna relevante para los jueces en términos de obligación de
categoría constitucional aunque por vía de una fuente internacional (de acuerdo con el
art. 75, inciso 22, CN), porque supone que, al interpretar y aplicar normas que versan sobre
derechos y libertades protegidos por el Pacto de San José de Costa Rica o de otros tratados
internacionales, no pueden hacerlo de una forma que suponga la negación de aquellos. En ese
sentido, algunos autores han señalado: “A nuestro entender, entre esas medidas de ‘otro
carácter’ distintas a las legislativas se hallan las sentencias de los tribunales de justicia,
especialmente de los que actúan como tribunales constitucionales o como cortes superiores o
difuso de convencionalidad”[165], que deben practicar todos los jueces de los estados que
caberle al Estado por la falta de adecuación de alguna práctica interna (comprensiva de los
(1979), el control de convencionalidad difuso, en sede nacional (esto es, en cada país), por
parte de los jueces de los estados que conforman el sistema interamericano, se ha perfilado,
En definitiva, más allá de ser ejercido por la Corte IDH (en sede internacional) o por los
jueces de los estados miembros (en sede nacional), dicho mecanismo puede ser definido así:
“[C]ontrol de adecuación, que implica ‘un juicio de compatibilidad’, entre, por un lado, el
derecho y las prácticas jurídicas internas (en relación a actos u omisiones emanadas de
contenido normativo de base convencional –fuentes internacionales- que obliga a los estados
parte. Dicho control se ejerce por parte de instancias locales o supranacionales –con efectos
dejado sentado que, al efectuar el control de convencionalidad (difuso), “el Poder Judicial
debe tener en cuenta no solamente el tratado, sino también la interpretación que del mismo
(párrafo 124). En casos posteriores, dicho Tribunal precisó que, en consideración de que el
Estado parte es uno solo (intangible) y en ese carácter contrae compromisos internacionales
sino también de las propias interpretaciones que efectuaran los jueces en virtud de ese deber
general de adecuación al que también están obligados a raíz de los artículos 1 y 2 del Pacto de
San José de Costa Rica. En efecto, la Corte IDH señaló: “En conclusión, independientemente
de las reformas legales que el Estado deba adoptar, con base en el control de
obligan a todos sus órganos, incluido el poder judicial, cuyos miembros deben velar por que
los efectos de las disposiciones de dichos tratados no se vean mermados por la aplicación de
‘control de convencionalidad’ entre las normas internas y los tratados de derechos humanos
(arts. 4, 19, inciso 1, y 59) a la luz de todo el plexo emergente del bloque de
con el artículo 4.1 de la Convención Americana sobre Derechos Humanos, en función con los
alcances que, en su carácter de intérprete final de dicho tratado, le asignó la Corte IDH en la
causa “Artavia Murillo”: “Según la estructura de la segunda frase del artículo 4.1 de la
0Al mismo tiempo, el tribunal a quo postuló la tesis del “mayor énfasis” del derecho a la vida
del nasciturus sin haberla ponderado debidamente en conexión con los muchos otros que
también están en juego y que conciernen a la niña o mujer embarazada como producto de
haber sido víctima de un abuso sexual con acceso carnal. Dichos derechos están protegidos
art. 6 del Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos, y art. 6 de la Convención sobre
de Derechos Humanos).
de la CADH).
Hombre; art. 12.1 del Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales;
5) Derecho a no ser sometida a tratos crueles, inhumanos o degradantes (art. 7 del Pacto
8) Derecho a una vida privada, sin injerencias arbitrarias y abusivas (art. 12 de la Declaración
Universal de Derechos Humanos; art. 11.2 de la CADH y art. 17.1 del Pacto Internacional de
9) Derecho a vivir sin que medie violencia física, sexual ni psicológica (arts. 2 y concordantes
Mujer).
10) Derecho a diseñar libremente un proyecto de vida (art. 31 de la CAHD, en conexión con
11) Derecho a ser oída en cualquier causa o instancia en la que se determinaran sus derechos
Humanos) sin que pudiera imponérsele ninguna salida sin omitir su participación.
12) Derecho a que se dé prioridad al interés superior del niño o niña (arts. 3 y 41 de la
Convención sobre los Derechos del Niño) y a que se lo proteja (art. 19 de la CADH y art. 24.1
13) Derecho del niño o niña a participar y expresar libremente su opinión en los asuntos que
le conciernan y en aquello en que tenga interés (art. 12 de la Convención sobre los Derechos
del Niño).
14) Derecho del niño o niña a la recuperación física y psicológica por haber sido víctima de
Como puede apreciarse de la anterior enumeración, muchos de los derechos referidos, como
los que están en juego cuando el legislador le dispensa a la mujer la posibilidad de interrumpir
“derechos personalísimos”. Algunos autores sostienen que, dentro de los derechos civiles, se
encuentran los derechos de la persona en sí misma; esto es, a la vida, a la dignidad, al honor, a
misma dirección, otros juristas precisan que esta denominación es el nombre que, en clave
civilística, se les da a los que “en el lenguaje constitucional integran la constelación del
Capítulo Tercero, del Título Primero, del Libro Primero (parte general), a los “Derechos y
actos personalísimos”.
consentimiento del titular; es decir, como lo ha dicho la CSJN, dicho ámbito recoleto supone
un conjunto de acciones, hechos y datos que “están reservados al propio individuo y cuya
divulgación o conocimiento por los extraños significa un peligro real potencial para la
intimidad”[174]. Precisamente por ello, de acuerdo con el artículo 55 del CCC, la disposición
las buenas costumbres, y siempre que mediara el consentimiento del titular, que nunca puede
absolutas respecto de derechos o situaciones que, por sus peculiaridades, son individuales e
intransferibles. Esto implica que, si a priori ninguna norma jurídica puede disponer, prever ni
sustituir las elecciones sexuales que puede efectuar una mujer, mucho menos podría hacerlo
alguien que no fuera ella –y solo ella- si, habiendo sido privada de ese derecho personalísimo
(práctica del aborto sin consecuencias penales), en atención a la peculiar violencia e ilicitud
de la que ha sido objeto y en virtud de la cual ha quedado embarazada. Lo mismo vale para la
La Cámara no explica cómo sería posible conjugar la imposición de que el embarazo debería
ser llevado a término forzosamente en todos los casos –como consecuencia de la tesis del
“mayor énfasis” protectorio de la vida del por nacer- con el derecho personalísimo a diseñar
la propia vida personal, reproductiva y familiar que le asiste a toda mujer (art. 16, en
1994). Todos estos derechos, además del reconocido por el artículo 86, inciso 2, del Código
Penal, serían arrasados sin que mediara el consentimiento expreso de la titular, en abierta
violación del artículo 55 del CCC, anteriormente citado, referido a las condiciones bajo las
supondría una injerencia arbitraria y abusiva en la vida privada de la damnificada (lo que está
CADH), además de una confiscación del derecho de toda persona de ser oída en cualquier
causa en la que se determinaran sus derechos y obligaciones (art. 8.1, CADH). Esto, por
supuesto, cobra especial relevancia cuando la víctima de la violación es una niña, tal como lo
establece -en consonancia con la Convención sobre los Derechos del Niño- la Ley n.º 26061.
En efecto, ninguna niña puede ser privada del derecho de “participar y expresar libremente su
opinión en los asuntos que le conciernan y en aquello que tenga interés”, en función de su
de la Ley n.º 26061, y en el mismo sentido los artículos 3 y 27 de la Ley provincial n.º 9944).
Por la misma vía, desconocer el derecho que el legislador expresamente les dispensa
física como a través de actos que produzcan en la víctima un sufrimiento psíquico o moral
experiencia sumamente traumática que tiene severas consecuencias y causa gran daño físico
difícilmente superable por el paso del tiempo, a diferencia de lo que acontece en otras
físicas. En efecto, no en todos los casos las consecuencias de una violación sexual serán
contradicción con las obligaciones asumidas por la Argentina en virtud de sus compromisos
internacionales. Por ello, precisamente, la Corte Interamericana postula que, entre otras cosas,
reparación integral cobra mayor relevancia si se trata de una niña (con más razón si se
A ello hay que sumar que también se pondría en entredicho lo dispuesto por la Convención
conocida como “Convención de Belém do Pará” (ratificada por la Argentina mediante la Ley
n.º 24632), que, en su art. 2, define: “Se entenderá que violencia contra la mujer incluye la
violencia física, sexual y psicológica: a) que tenga lugar dentro de la familia o unidad
compartido el mismo domicilio que la mujer, y que comprende, entre otros, violación,
maltrato y abuso sexual”. A su vez, la Ley n.° 26485, de “Protección integral para prevenir,
sancionar y erradicar la violencia contra las mujeres en los ámbitos que desarrollen sus
relaciones interpersonales”, que es de orden público, postula “[el] derecho de las mujeres a
vivir una vida sin violencia” (art. 2, b). Por ende, forzar a la mujer a llevar a término –sin su
intransmisible consentimiento- el embarazo que es fruto de un abuso sexual con acceso carnal
libertad reproductiva”, esto es, “aquella que vulnere el derecho de las mujeres a decidir libre
conformidad con la Ley 25673, de Creación del Programa Nacional de Salud Sexual y
este tipo de violencia. Por eso mismo, algunos juristas, no obstante reconocer que el aborto
plantea una guerra de absolutos (la vida contra la libertad), concluyen: “La violación es una
de las formas más profundas de negación de la libertad, y obligar a una mujer a dar a luz al
Por otra parte, corresponde insistir en que todo lo relativo a derechos personalísimos,
planes de vida (individuales o familiares), solo compete –en lo que aquí importa- a la mujer
posibles cursos de acción sin interferencias, núcleo sin el cual no es concebible la autonomía
perfeccionismo: “Esta concepción sostiene que lo que es bueno para un individuo o lo que
vida y que el Estado puede, a través de distintos medios, dar preferencia a aquellos intereses
y, así, minimiza el poder de decisión de las personas al prescindir de sus opciones, so pretexto
de defender lo que, en teoría, sería mejor para ellas y que, por ende, por su supuesta valía,
planes personales (esto es, el derecho a hacer sin interferencias arbitrarias), otro peligro se
cierne cuando se ataca el principio de inviolabilidad de la persona (esto es, el derecho a que a
uno no le hagan ciertas cosas, salvo que sea como producto de la imposición de una pena),
que descansa en la máxima de que los seres humanos son fines en sí mismos y no medios
sacrificios y privaciones que no redunden en su propio beneficio”[180]. Por eso, con suma
cautela, el artículo 17 del CCC establece: “Los derechos sobre el cuerpo humano o sus partes
sólo pueden ser disponibles por su titular siempre que se respete alguno de esos valores y
costa de negar a la mujer cuya vida o salud está en peligro, situación que solo puede ser
remediada por la interrupción del embarazo (art. 86, inciso 1, del Código Penal), y con mayor
razón a la que ha sido víctima de un delito, los dos principios anteriormente referidos: por una
parte, el de “autonomía”, que permite diseñar proyectos de vida según las propias
convicciones; y, por otra parte, el de “inviolabilidad”, que prohíbe imponer sacrificios contra
con más razón cuando la propia ley penal de fondo le concede la posibilidad de desplegar una
conducta (interrumpir la gestación) sin consecuencias penales para ella y para el médico que
sentido similar: “[L]a madre no puede ser considerada como un instrumento utilitario de
protección del no nacido. El legislador, precisamente y por ese deber primario, no puede ir
un acto voluntario, que exige el compromiso vibrante de la mujer embarazada. No puede ser
En este contexto cobra especialmente relevancia recordar que el artículo 86, inciso 2, del
Código Penal concede una suerte de “libertad negativa”; es decir, “el derecho de la mujer a
no ser constreñida a convertirse en madre contra su voluntad”[182], en los casos en los que
esta causa. Esto resulta totalmente consistente con la concepción basal según la cual “[e]l
derecho penal puede únicamente imponer un ‘no hacer’, es decir, prohibir comportamientos,
(provincial, nacional e internacional) que estaban en juego con miras a lograr una adecuada
resolución del presente caso en función de los delicados derechos fundamentales que se
encontraban en colisión.
En virtud de las razones brindadas corresponde hacer lugar parcialmente a los recursos de
fundamentación lógica de la sentencia bajo análisis, así como a que tal pronunciamiento
24 de mayo de 2013.
A raíz de la conclusión a la que se ha llegado en el punto anterior, en los términos del artículo
390 in fine del CPCC, corresponde dictar sentencia sustitutiva en función de los recursos de
apelación formulados por las partes (la Provincia de Córdoba, fs. 862/871 vta.; la Asociación
Civil por el Derecho a Decidir, fs. 886/895, y la actora, la actora, fs. 897/930 vta.) contra la
Sentencia n.º 259, fechada el 24 de agosto de 2012, dictada por el Juzgado Civil y Comercial
siguiente:
a. Marco general
Como surge del considerando anterior, el acogimiento parcial de los recursos de casación y de
Resolución n.º 93/12, del Ministerio de Salud, que establece la Guía de Procedimiento para la
Atención de Pacientes que soliciten Prácticas de Abortos No Punibles. Por el contrario, como
se verá a continuación, dicho acto administrativo no supera tal test, en la medida en que
supone una extralimitación de competencias y, por ende, un avance sobre una atribución
propia y exclusiva del Poder Legislativo, que es la de “[d]ictar todas las leyes que sean
necesarias para hacer efectivos los derechos, deberes y garantías consagrados por esta
de división del poder estatal sobre el que se asienta la organización institucional provincial,
basta para declarar la inconstitucionalidad de dicha resolución sin que sea necesario examinar
artículo 86, incisos 1 y 2, del Código Penal concede a la mujer (en particular a la que ha
por la CSJN en la causa “F., A. L.”, pero la reglamentación de dicha atribución o, al menos,
las bases sobre la que ella debería asentarse solo son posible por medio de una ley en sentido
formal y material. Esto, dado el severo y trágico conflicto de intereses constitucionales que
anterior.
sanción de una ley para una reglamentación como la que está en juego, en atención a la
pluralidad de derechos que se ponen en tensión cuando se demanda una práctica como la
fundamentales solo pueden ser reglamentados por medio de una ley en sentido material y
formal
el cual los derechos se ejercen conforme a las leyes que reglamentan su ejercicio, de lo que se
infiere que no hay derechos absolutos[184]. Todo esto, en consonancia con los
artículos 14 y 28 de la CN, el primero de los cuales, combinado con el artículo 75, reconoce
“derechos enumerados”, algunos de los cuales están vinculados con esta causa (los derechos a
entre otros), especifica que su goce dependerá de “las leyes que reglamenten su ejercicio”.
Por su parte, el artículo 59, conectado con la salud (también de suma importancia para esta
causa), reafirma que la Provincia conserva el poder de policía “en materia de legislación”. Y
en la medida en que versan sobre los derechos en juego en estos autos. Así, al establecer en su
artículo 2 el deber general de adecuación que pesa sobre los estados miembros, la CADH
impone la exigencia de dictar “las medidas legislativas” que fueran necesarias para hacer
efectivos los derechos y libertades reconocidos en dicho tratado. Al mismo tiempo, cuando en
el artículo 4.1, alude al derecho a la vida, especifica que su protección debe ser establecida “
por la ley”. Esto, en consonancia con el axioma según el cual las restricciones permitidas “al
goce y ejercicio de los derechos y libertades reconocidos” solo lo serán las fijadas “conforme
a leyes que se dictaren por razones de interés general y con el propósito para el cual [
Previsiones similares, referidas a las “disposiciones legislativas” que fueran necesarias para
Civiles y Políticos (arts. 2.2 y 6; este último, vinculado con el derecho a la vida), en la
(arts. 3 y 6), en la Convención sobre los Derechos del Niño (arts. 3, 4 y 19, entre otros) y en la
Tal es la importancia que la cuestión tiene que una de las primeras opiniones consultivas
evacuada por la Corte IDH fue la n.º 6/86, referida a cómo debía entenderse la expresión
se trata. En dicha ocasión, la Corte IDH fue terminante al establecer que la ley en sentido
formal y material era la mejor garantía para los derechos protegidos. Resulta pertinente
recordar sus palabras: “Por ello, la protección de los derechos humanos requiere que los
actos estatales que los afecten de manera fundamental no queden al arbitrio del poder
público, sino que estén rodeados de un conjunto de garantías enderezadas a asegurar que no
se vulneren los atributos inviolables de la persona, dentro de las cuales, acaso la más
relevante tenga que ser que las limitaciones se establezcan por una ley adoptada por el Poder
sino que se permite a las minorías expresar su inconformidad, proponer iniciativas distintas,
todos los casos que una ley aprobada por el Parlamento llegue a ser violatoria de los
posterior, pero sí es, sin duda, un obstáculo importante para el ejercicio arbitrario del poder
” [185].
En dicha consulta, la Corte IDH se preocupó por aclarar que la expresión “leyes” no era “
sinónimo de cualquier norma jurídica, pues ello equivaldría a admitir que los derechos
fundamentales pueden ser restringidos por la sola determinación del poder público, sin otra
expresión ‘leyes’, utilizada por el artículo 30, no puede tener otro sentido que el de ley
formal, es decir, norma jurídica adoptada por el órgano legislativo y promulgada por el
Poder Ejecutivo, según el procedimiento requerido por el derecho interno de cada Estado”
1) Los derechos no pueden estar supeditados a las arbitrariedades y vaivenes del poder, razón
por la cual la ley se erige como el instrumento jurídico más idóneo para dar estabilidad y
dicha regulación fuera en un sentido restrictivo). Desde este punto de vista, opera como una
garantía, en consonancia con los principios de legalidad y de reserva de ley, por oposición a la
mayor inestabilidad que significaría sujetar los derechos a un simple acto administrativo, lejos
de la consolidación que demandan situaciones jurídicas en las que están en foco bienes de la
En otras palabras, por ejemplo, todo lo relacionado con la vida, la libertad y la propiedad de
las personas solo puede ser regulado por medio de una ley en sentido formal y material, de
conformidad con los artículos 17, 18 y 19 de la CN, y con el resguardo que supone el
principio de razonabilidad, en virtud del cual dicha regulación o reglamentación jamás puede
alterar aquello que define estructuralmente a tales derechos (CN, art. 28).
2) La mediación de la ley tiene un sentido institucional: de respeto por los procedimientos, las
formas y por el esquema de división del poder estatal (y de competencias) que supone todo
medida en que la ley es producto del órgano en el que está mejor expresada la voluntad
popular (con el debido respeto por las minorías) y en función de la premisa de que el pueblo
no gobierno ni delibera, sino por medio de sus representantes y autoridades creadas por la
Conviene detenerse en el tercer sentido que acabamos de precisar porque el Poder Legislativo,
discusión amplia; con mayor razón cuando se trata de cuestiones vinculadas con la regulación
o restricción de derechos fundamentales, lo que suele despertar sumo interés público y amplia
repercusión social, como acontece con la problemática sustanciada en estos autos y tal como
expresar su opinión sobre los derechos en colisión. Por eso algunos autores han destacado: “
No solamente el Congreso por su carácter colegiado actúa mediante discusión, sino que esa
discusión (…) tiene un carácter público que hace que ella retroalimente el debate en el
ámbito de la sociedad en general. Por otro lado, el carácter pluralista del Parlamento
contribuye a que la orientación general deba ser consensuada entre sectores con ideología e
intereses diferentes, cuando o bien no hay ninguno de ellos que tenga la mayoría necesaria
para impulsarla por sí misma, o bien, cuando la intensidad del conflicto entre intereses
vasto”[186].
En virtud de lo hasta ahora desarrollado surge con claridad que la necesidad de una ley (en
exigencia constitucional (arts. 14, 19, 28 y 75, incisos 12 y 22, de la CN, entre otros;
arts. 19, 59 y 104, inciso 1, de la CP, entre otros) y convencional que no puede ser soslayada,
como ha acontecido con la resolución del Ministerio de Salud en debate, que no supera este
test.
Sin entrar a considerar el contenido de la Resolución n.º 93/12, a continuación se verá que
dicha reglamentación administrativa se llevó a cabo sin una habilitación legislativa previa y,
al mismo tiempo, sin una justificación mínima del sentido de lo dispuesto y de la incidencia
Desde el primer punto de vista, la Resolución n.º 93/12 solo invoca como respaldo el segundo
punto de la parte resolutiva de la sentencia dictada por la CSJN en la causa “F., A. L.”, que
normas del más alto nivel, en los términos aquí sentados, protocolos hospitalarios para la
concreta atención de los abortos no punibles y para la asistencia integral de toda víctima de
Resulta llamativo que el propio Ministerio de Salud haya soslayado que, en la exhortación
referida, que es la razón de ser misma de la Resolución n.° 93/12, la propia CSJN, conocedora
y garante de los tratados sobre derechos humanos y de su contenido, instó a que las provincias
instrumentaran protocolos hospitalarios “mediante normas del más alto nivel”; esto es, leyes
en sentido propio o, al menos, actos administrativos que tengan como soporte una ley. Y así
lo han hecho otras provincias, como Chubut (Ley n.º 14/2010) o Chaco (Ley n.º 7064)[187]
en el momento de dar un marco normativo a la práctica autorizada por el artículo 86, incisos 1
Con solo leer los fundamentos de la resolución ministerial surge patente que la
reglamentación emprendida no ha sido habilitada por una ley específica provincial, que en
procedimiento para los casos de abortos no punibles contemplados por el artículo 86 del
Código Penal. Esto prueba que dicho acto administrativo ha tenido como fuente exclusiva la
exhortación dirigida por la CSJN que, entendida en propiedad, estaba orientada al órgano que
en la organización constitucional provincial cuenta con competencia exclusiva para dictar las
normas con alcances generales (leyes) que fueran necesarias para hacer efectivos derechos
al interés superior del niño y, en el caso de los médicos, a la libertad de conciencia, entre
otros. La sola enunciación de tal cantidad y complejidad de derechos evidencia que, por
razones materiales, aquello que pretendía ser objeto de la guía en cuestión desborda con
La extralimitación es tal que si se intentara encuadrar la Resolución n.º 93/12 en alguno de los
tipos de reglamentos admitidos por la legislación vigente y por la doctrina no sería posible
hacerlo. Los reglamentos son actos administrativos de carácter genérico y abstracto que
la siguiente forma:
1) De ejecución o ejecutivos, que son aquellos dictados para asegurar o facilitar la aplicación
reglamentarias (art. 99, inciso 2, CN, y art. 144, inciso 2, CP) y con el fin de “llenar o regular
detalles necesarios para un mejor cumplimiento de las leyes y de las finalidades que se
específica, pero sí la ley en particular que fuera necesario regular para cumplir con los fines
previstos por el legislador. De esto se infiere como premisa insoslayable que ejecutar la ley no
es dictar la ley[189].
Constitución en forma directa siempre que no invada atribuciones propias del Congreso o de
porque media una delegación previamente acordada a través de una ley formal (art. 76, CN).
En ese sentido, algunos autores han sostenido: “El elemento esencial para la determinación
existencia, o no, de la transferencia del ejercicio de la competencia legislativa, sea ella total,
lisa, llana o incondicionada; sea, en cambio, limitada o circunscripta por límites de diverso
alcance”[190].
La resolución bajo análisis no puede ser encuadrada en ninguna de las tres especies referidas,
porque no puede ser entendida como la ejecución o la delegación contenida en una ley
juego trascienden con creces las atribuciones no ya solo del Ministerio de Salud sino las del
La salud, uno de los derechos en tensión en esta causa, dadas sus implicancias sociales,
administración sobre salud” (art. 59, CP). Esto se materializa a través de la actividad
desplegada tanto por el Poder Legislativo como por el Ejecutivo; en esta última
hipótesis –muchas veces- en virtud de una delegación previa. Pero en el caso de estos autos
medida en que a dicho poder lo concebimos como una potestad reguladora del ejercicio de los
derechos y del cumplimiento de los deberes constitucionales; desde este punto de vista es una
atribución normativa y reguladora que pertenece al órgano legislativo[191]. Este es el test que
no puede superar la Resolución n.º 93/12. Y la mayor prueba es que, como expresión del
generales vinculadas con la salud y, concretamente, con la cuestión que nos convoca en estos
(Ley n.° 6222); Carta del Ciudadano (Ley n.° 8835); Garantías Saludables (Ley n° 9133);
Provincia de Córdoba (Ley n° 9944), y Ley de Estructura Orgánica del Poder Ejecutivo
La extralimitación es tal que la resolución prevé una guía de procedimiento para el acceso a la
práctica contemplada por el artículo 86 del Código Penal haciendo caso omiso de la
interdicción que pesa sobre los profesionales de la salud según la Ley n.° 6222, que regula el
En efecto, de acuerdo con el artículo 7, inciso d, de la Ley nº 6222 está vedado “[p]racticar,
realizado con ese fin”. Esta antinomia no queda subsanada por el hecho de que el
artículo 3.1, c, de la guía reconozca a los médicos el derecho a hacer uso de la objeción de
conciencia para no realizar la práctica solicitada (aborto), porque en el plano estricto de las
fuentes siguen subsistiendo dos normas contradictorias: una de mayor rango, que proscribe
esta práctica (Ley n.° 6222), y una reglamentación administrativa que la posibilita. Esto
podría generar confusión en los propios médicos que, aun no teniendo objeciones de
conciencia que formular, podrían entender –con buenas razones- que la Ley n.º 6222
prevalece por sobre la Resolución n.º 93/12. En virtud del principio general del paralelismo de
las formas, estas disonancias no pueden ser resueltas sino por medio de otra ley.
La conclusión trazada, de que urge la sanción de un marco normativo completo que armonice
explica por qué esta no es la oportunidad adecuada para atender al pedido de la tercera
competencias que le son propias (art. 104, inciso 1, CP), le corresponde establecer los ajustes
indispensable para la actuación válida de cualquier órgano estatal, en estos autos se advierte
invasión de una zona de competencia reservada al Poder Legislativo. Por este costado se
vulnera el principio de legalidad y se rompe el equilibrio entre los órganos que ejercen el
poder estatal provincial; ergo, la Resolución n.º 93/12 resulta incompatible con el esquema de
provincial. Este, salvo en los casos expresamente previstos, prohíbe que un poder delegue en
otro sus atribuciones constitucionales (art. 13, CP), lo que lleva implícito que también está
proscripta la posibilidad de que un poder avance sobre las atribuciones conferidas a otro.
Además, cabe recordar que en Córdoba rige la denominada “Carta del ciudadano”, sancionada
mediante la Ley n.º 8835. En virtud de dicha norma, el Estado provincial asumió como
Constitución de la Nación y de la Provincia, como así también en las leyes que reglamenten
su ejercicio” (art. 1, a). Precisamente, para el cumplimiento de este objetivo se pone énfasis
en la importancia de que medie una estricta “[s]eparación entre los roles estatales de
entre otros (art. 2, d). Justamente, la Resolución n.º 93/12, lejos de cumplir con este
regular derechos fundamentales, pese a ser una competencia específica de otro poder del
Estado provincial.
comenzar por observar si se han dado las condiciones formales que establece la Constitución
para que un órgano pueda dictar cierta norma jurídica. Esta mirada procedimental, cuando se
que dicha regulación -dictada por el órgano constitucional correspondiente- haya sido
participar todos los interesados en relativa igualdad de condiciones, y que esté centrado en
valores y principios sociales intersubjetivos”[192]. Esto ratifica que el marco normativo que
en Córdoba siente las bases necesarias para habilitar el acceso a una práctica tan delicada –y
urticante- como la posibilitada por el artículo 86 del Código Penal (incisos 1 y 2), dada la
implicancia de los derechos en colisión, debe ser el fruto de un debate plural en el seno del
conlleva el problema añadido de cuáles son los límites que pesan sobre los poderes públicos
texto constitucional con la máxima generalidad. Precisamente, la regulación no puede ser tal
artículo 30 de la CADH.
En otras palabras, se plantea la paradoja de que, por una parte, por su grado de generalidad e
condiciones y requisitos para su aplicación, así como sus excepciones; pero, por otra parte, el
de cualquier derecho resulta un problema urticante, con mayor razón cuando se trata de
derechos humanos fundamentales que se caracterizan por su fuerza expansiva. Es, entonces,
regulación, más aún la que fuera en un sentido restrictivo, para despejar cualquier duda sobre
Por ello, suele afirmarse que, en esta materia, rige una doble barrera protectoria en el
además respetar su contenido esencial o, dicho de otro modo, aun cuando una disposición
limitadora cuente a su favor con buenas razones, resultará ilegítima si llega a dañar el
necesidad de una debida justificación no puede entenderse como una lesión a la atribución
constitucional de los derechos en juego y que hay que reglamentar) viene dada por la propia
Constitución. Por lo tanto: “[L]a comentada carga de justificación que pesa sobre el
común a los sistemas de protección de los derechos entendidos como principios y su origen
tal vez pueda buscarse en la conocida doctrina de la posición preferente de los derechos
fundamentales”[194].
Una mera lectura de la Resolución n.º 93/12 basta para concluir que no supera mínimamente
el test de la carga o plus de justificación que debe contener cualquier norma que suponga la
Penal en juego. Pero sin que haya un desarrollo detenido sobre el marco que anima a la guía,
sobre los presupuestos que se tuvieron en cuenta a la hora de incidir sobre derechos de tamaña
intensidad como los que están en colisión o sobre los principios que sirvieron para el diseño
(autonomía, privacidad, confidencialidad, etc.). Para poner un solo ejemplo, respecto de uno
de los derechos en juego, el único fundamento esgrimido es este: “Que asimismo debe dejarse
según el cual los derechos humanos fundamentales deben ser reglamentados por una ley en
todas las leyes que sean necesarias para hacer efectivos los derechos”
(art. 104, inciso 1, CP), resulta forzoso concluir lo siguiente: a la Legislatura provincial le
contemplada por el artículo 86, incisos 1 y 2, del Código Penal, teniendo en consideración los
oportunidad, el legislador también deberá efectuar los ajustes normativos que resultaran
pertinentes para que la práctica permitida excepcionalmente por la ley penal de fondo guarde
armonía con las disposiciones de la Ley n.° 6222 –sobre cuya constitucionalidad no resulta
Constitución provincial).
V. CONCLUSIÓN
hacer lugar parcialmente al recurso de apelación planteado por la parte actora y revocar
íntegramente la Sentencia n.º 259, dictada por el Juzgado Civil y Comercial de 30.ª
Nominación (fs. 665/861 vta.), que había declarado la inconstitucionalidad únicamente del
artículo 3.2.a (“declaración jurada”), del anexo 1, de la Resolución 93/12, del Ministerio de
Salud de la Provincia.
inaplicabilidad íntegra de la Resolución n.° 93/12, aunque ello debe proceder por los motivos
que compete a la Legislatura (art. 104, inc. 1, CP) la atribución de dictar el marco normativo
para garantizar la práctica prevista por el artículo 86, incisos 1 y 2, del Código Penal.
artículo 86, incisos 1 y 2, del Código Penal. Esto, dado que el representante de Portal de
causa “F., A. L.”, siempre teniendo en miras la armonización y ponderación entre derechos
precedentes.
VI. COSTAS
En relación con las costas de todas las instancias, corresponde que sean impuestas por el
por la tradicional discrepancia interpretativa que existía sobre la materia objeto de discusión
SE RESUELVE:
I. Admitir parcialmente los recursos, de casación interpuesto por la parte demandada (la
artículo 383, inciso 1, del CPCC, y como consecuencia anular en forma íntegra la
Sentencia n.° 38, de fecha 21 de mayo de 2013, dictada por la Cámara de Apelaciones en lo
II. Por razones de economía procesal, procede dictar sentencia sustitutiva, en los términos del
artículo 390 (in fine) del CPCC. En ese marco, corresponde hacer lugar en forma parcial a la
Provincia al Poder Legislativo para dictar todas las leyes que fueran necesarias con el fin de
hacer efectivos los derechos y garantías constitucionales reconocidos (art. 104, inciso 1, CP).
III. Imponer las costas de todas las instancias por el orden causado (art. 130 del CPCC).
habiéndose expedido el Fiscal Adjunto del Ministerio Público de la Provincia, este Tribunal
RESUELVE
el artículo 383, inciso 1, del CPCC, y revocar íntegramente la sentencia n.° 38, de fecha 21 de
II. Resolver sin reenvío, dictar sentencia sustitutiva (art. 390, in fine, del CPCC) y, como
de Córdoba, revocar la Sentencia n.º 259 (fechada el 24 de agosto de 2012), dictada por el
III. Imponer las costas de todas las instancias por el orden causado (art. 130 del CPCC).
[1] Comisión IDH, Resolución n.° 23/81, caso n.° 2141, Estados Unidos de América, 6 de marzo de 1981.
[2] Corte IDH, sentencia (excepciones preliminares, fondo, reparaciones y costas), caso “Artavia Murillo y otros
[3] Cfr. Rules of the Supreme Court of the United States, en vigor desde el 1 de julio de 2013; especialmente la
número 37. El texto completo de las rules puede ser consultado aquí:
[4] Cfr. el art. 36.2 del Convenio Europeo para la Protección de los Derechos Humanos y de las Libertades
[5] Cfr. el art. 44 del Reglamento de la Corte IDH, actualmente vigente, aprobado el 28 de noviembre de 2009.
[6] Courtis, Christian; “Sobre el amicus curiae”, en Gargarella, Roberto (coordinador); Teoría y crítica del
§184.
[11]Bidart Campos, Germán; Tratado elemental del derecho constitucional argentino, nueva ed. ampl. y actual.,
[13] Verbic, Francisco; Procesos colectivos, Astrea, Bs. As., 2007, p. 41.
[16] TSJ, en pleno, “Complejo Ambiental de Tratamiento, Valoración y Disposición Final de Residuos Sólidos
Urbanos de Córdoba y otros – Cuestión ambiental - Cuerpo de copias - Recurso de apelación interpuesto
por el apoderado del actor José Antonio Caparroz en contra del Auto n.° 204, de fecha 31/5/17”, Auto
[17]García Pullés, Fernando R.; “Un nuevo concepto de ‘caso’ en la jurisprudencia de la Corte y su incidencia en
el proceso y en el procedimiento administrativo (a partir de los fallos ‘Halabi’ y ‘Defensor del Pueblo’)”, LL
[19]Vargas, Abraham Luis; “La legitimación activa en los procesos colectivos”, en Oteiza, Eduardo
[20] Cfr. Federal Rules of Civil Procedures, Rule 23. Class Action.
[21]Vargas, Abraham Luis; “La legitimación activa en los procesos colectivos”, ob. cit., p. 241.
[22] Jiménez, Eduardo P; “¿Qué tan amplia es la legitimación para requerir tutela que confiere el art. 43 de la
[25] Bidart Campos, Germán; Tratado elemental del derecho constitucional argentino, ob. cit. p. 791.
[28] CSJN, Fallos, 329:4593 (conf. el considerando n.° 12 del voto en disidencia de la jueza Carmen Argibay).
[29]TSJ, Secretaría Penal, Sentencia n.º 271, de fecha 19 de octubre de 2009, en la causa “Belluzo, Jorge
Alberto y otros p. s. a. tráfico de medicamentos peligrosos para la salud, etc. – Recurso de casación”.
[30] Cámara Segunda de Apelaciones en lo Civil y Comercial de Córdoba, “Portal de Belén Asociación Civil
c/Provincia de Córdoba. Amparo. Recurso de apelación (expte. n.º 1332494/36 o n.º 4766995, SAC Multifuero),
[33] Si bien el Código Penal refiere a mujer “idiota o demente”, según la terminología admisible a principios del
siglo XX, a lo largo de esta sentencia se aludirá a “mujer con alteraciones mentales”.
[34]CSJN, Fallos: 335:197 (considerando n.° 17 del voto en común de los jueces Ricardo Lorenzetti, Elena
Highton de Nolasco, Carlos S. Fayt, Juan Carlos Maqueda y Eugenio Raúl Zaffaroni).
[35] Cfr. Villada, Jorge Luis; “Nuevos alcances legales en materia de delitos sexuales”, LL, Buenos Aires,
[36] Nino, Carlos Santiago; Fundamentos de derecho constitucional: análisis filosófico, jurídico y politológico
[37]Basta con citar los trabajos de Néstor Pedro Sagüés (“Las sentencias constitucionales exhortativas”, en la
Revista de Estudios Constitucionales, del Centro de Estudios Constitucionales, Chile, 2006, año 4, n.º 2,
p. 189/202), y Gustavo Arballo (“VEMA: Un modelo de taxonomía para los ‘nuevos tipos’ de sentencias
[38] Se trata del informe denominado “Acceso al aborto no punible en Argentina: Estado de situación, marzo
2015”, de la Asociación por los Derechos Civiles (ADC). El documento fue recuperado de la siguiente dirección:
[39] De conformidad con los arts. 62.3, 64, 67 y 68 de la Convención Americana sobre Derechos Humanos.
[40] Corte IDH, sentencia (excepciones preliminares, fondo, reparaciones y costas), caso “Artavia Murillo y
otros (‘Fecundación in vitro’) vs. Costa Rica”, 28 de noviembre de 2012, párrafos 197, 199, 203 y 204 (voto
mayoritario).
[41] Cfr. CSJN, Fallos, 335:197 (considerando n.° 6 del voto en común de los jueces Lorenzetti, Highton de
[42] Cfr. Gelli, María Angélica; Constitución de la Nación Argentina comentada y concordada, 5.a ed. ampl. y
[43] Cfr. TSJ de la CABA, causa “Rachid, María de la Cruz y otros c/GCBA s/amparo (art. 14 CCABA)
[44]Zucca, Lorenzo; “Los conflictos de derechos fundamentales como dilemas constitucionales”, en Zucca;
Lariguet, Guillermo; Martínez Zorrilla, David y Álvarez, Silvina; Dilemas constitucionales: Un debate sobre sus
[45]Zucca, Lorenzo; “Los conflictos de derechos fundamentales como dilemas constitucionales”, ob. cit., p. 11.
[46]Zucca, Lorenzo; “Los conflictos de derechos fundamentales como dilemas constitucionales”, ob. cit., p. 11.
[47]CSJN, Fallos, 335:197 (considerando n.° 13 y n.º 14 del voto de la jueza Argibay).
[48]Vanossi, Jorge Reinaldo A.; Teoría constitucional, 2.a ed. actual., Depalma, Bs. As., año 2000, t. II, p.187.
[49]CSJN, Fallos, 335:197 (considerando n.º 10 del voto del juez Enrique Santiago Petracchi).
[50] Dada la proliferación de casos de delitos contra la integridad sexual, por medio de la Instrucción
General n.º 08/11, de la Fiscalía General de la Provincia, en la ciudad de Córdoba, fue puesta en funcionamiento
la Fiscalía de Instrucción de Delitos contra la Integridad Sexual del primer turno en el año 2011, y cinco años
después, por medio de la Instrucción General n.º 06/16, fue conformada la fiscalía del segundo turno con
[51]Cfr. CSJN, Fallos, 335:197, Dictamen de la Defensora General de la Nación, Stella Maris Martínez, p. 14.
[52] TCCh, sentencia del 28 de agosto de 2017, “Requerimiento de inconstitucionalidad presentado por un grupo
que regula la despenalización de la interrupción voluntaria del embarazo en tres causales, correspondiente al
[53] TCCh, sentencia del 28 de agosto de 2017, ant. cit., parágrafo centésimo noveno del voto mayoritario.
[54]CSJN, Fallos, 335:197 (considerando n.° 16 del voto en común de los jueces Lorenzetti, Highton de
[55] CSJN, Fallos, 335:197 (considerando n.º 21 del voto en común firmado por los jueces anteriormente
citados).
[56] Cfr. Sagüés, Néstor Pedro; Manual de derecho constitucional, Astrea, Bs. As., 2007, p. 634.
[57]Rosatti, Horacio; El Código Civil y Comercial desde el Derecho Constitucional, Rubinzal-Culzoni Editores,
[58]CSJN, Fallos, 306:1892 (considerando n.º 8 del voto de los jueces Genaro R. Carrió y Carlos S. Fayt).
[59] CSJN, Fallos, 329:4593 (considerando n.º 12 del voto en disidencia de la jueza Argibay).
[60] Corte IDH, sentencia (excepción preliminar, fondo, reparaciones y costas), caso “Fernández Ortega y Otros
vs. México”, 30 de agosto de 2010, párrafo 124 del voto en común de los jueces Diego García Sayán, Leonardo
Franco, Manuel Ventura Robles, Margarette May Macaulay, Alberto Pérez Pérez, Rhadys Abreu Blondet y
[61] Corte IDH, sentencia (excepción preliminar, fondo, reparaciones y costas), caso “Fernández Ortega y Otros
vs. México”, 30 de agosto de 2010, párrafo 194 del voto en común de los jueces anteriormente citados.
[62] Tribe, Laurence H; El aborto: guerra de absolutos; Fondo de Cultura Económica-Instituto Nacional de
[63] Nino, Carlos Santiago; Ética y derechos humanos: un ensayo de fundamentación, 2.a ed. ampl. y revis., 2.a
[64] Kant, Immanuel; Fundamentación de la metafísica de las costumbres; Espasa-Calpe, Madrid, 1946, p. 87.
[65] Nino, Carlos Santiago; Ética y derechos humanos: un ensayo de fundamentación, ob. cit., p. 239.
[66] TCCh, sentencia del 28 de agosto de 2017, ant. cit., parágrafo cuadragésimo séptimo del voto mayoritario.
[72]Lorenzetti, Ricardo Luis; Justicia colectiva, 2.a ed. ampl. y actual., Rubinzal Culzoni, Santa Fe, 2017,
p. 221.
[74] Bidart Campos, Germán; Manual de la Constitución reformada, 5.areimpr., Ediar, Bs. As., 1998, t. I,
p. 514.
[75] Bidart Campos, Germán; Tratado elemental del derecho constitucional argentino, ob. cit., p. 451.
[76] Cfr. Fallos, 335:197 (considerando n.º 13 del voto de la jueza Carmen Argibay y considerando n.º 9 del voto
[77] Las disposiciones del mencionado acuerdo entraron en vigencia el 11 de junio de 2018, día de su
[78] Cfr. el art. 1 (parte final) de las “Reglas mínimas para la registración y tramitación de los procesos
[79] Sagüés, Néstor Pedro; Compendio de derecho procesal constitucional, Astrea, Bs. As., 2009, p. 438.
[81] Verbic, Francisco; Procesos colectivos, ob. cit., pp. 190 y 191.
[82] Salgado, José María; Los derechos de incidencia colectiva en la jurisprudencia de la Corte Suprema de
[86]El voto fue suscripto por los jueces Lorenzetti, Highton de Nolasco, Maqueda y Zaffaroni.
[88] Cfr. Gelli, María Angélica; Constitución de la Nación Argentina Comentada y Concordada, ob. cit., p. 120.
[89] Corte IDH, Opinión Consultiva n.º 6, de fecha 9 de mayo de 1986, párrafo 22.
[90] Nino, Carlos Santiago; Fundamentos de derecho constitucional: análisis filosófico, jurídico y politológico
[91] Cfr. el informe denominado “Acceso al aborto no punible en Argentina: Estado de situación, marzo 2015”,
de la Asociación por los Derechos Civiles (ADC). El documento fue recuperado de la siguiente dirección:
15 de agosto de 2017.
[92]Marienhoff, Miguel; citado por Comadira, Julio Rodolfo; Escola, Héctor Jorge y Comadira, Julio Pablo
(coordinador, colaborador y actualizador); Curso de Derecho Administrativo, Abeledo Perrot, 1.a ed., 1.a
[93] Cfr. Marienhoff, Miguel; Tratado de Derecho Administrativo, Abeledo-Perrot, Bs. As., 1966, t. I, p. 120.
[94]Comadira, Julio Rodolfo; Escola, Héctor Jorge y Comadira, Julio Pablo (coordinador, colaborador y
[95] Marienhoff, Miguel S.; Tratado de Derecho Administrativo, Abeledo Perrot, Bs. As., 1973, t. IV, p. 514.
[96] Nino, Carlos Santiago; Fundamentos de derecho constitucional: análisis filosófico, jurídico y politológico
[97] Prieto Sanchís, Luis; Justicia constitucional y derechos fundamentales, 3.a ed., Trotta, Madrid, 2014,
p. 233.
[98] Prieto Sanchís; Justicia constitucional y derechos fundamentales, ob. cit., p. 238.
[104] Bidart Campos, Germán; Manual de la Constitución reformada, ob. cit., p. 514.
[105] Bidart Campos, Germán; Tratado elemental del derecho constitucional argentino, ob. cit., p. 451.
[106] Cfr. Fallos, 335:197 (considerando n.º 13 del voto de la jueza Argibay y considerando n.º 9 del voto del
juez Petracchi).
[107] Sagüés, Néstor Pedro; Compendio de derecho procesal constitucional, ob. cit., p. 438.
[109] Verbic, Francisco; Procesos colectivos, ob. cit., pp. 190 y 191.
[110]Salgado, José María; Los derechos de incidencia colectiva en la jurisprudencia de la Corte Suprema de
[114] CSJN, Fallos, 335:197 (considerando n.º 16 del voto en común de los jueces Lorenzetti, Highton de
[115]Bidart Campos, Germán; Tratado elemental del derecho constitucional argentino, ob. cit., p. 782.
[116]Gelli, María Angélica; Constitución de la Nación Argentina comentada y concordada, ob. cit., p. 206.
[117]Bidart Campos, Germán; El derecho de la Constitución y su fuerza normativa, Ediar, Bs. As., 2004, p. 92.
[118]Zucca, Lorenzo; “Los conflictos de derechos fundamentales como dilemas constitucionales”, ob. cit., p. 11.
[119]Zucca, Lorenzo; “Los conflictos de derechos fundamentales como dilemas constitucionales”, ob. cit., p. 11.
[120]Zucca, Lorenzo; “Los conflictos de derechos fundamentales como dilemas constitucionales”, ob. cit., p. 11.
[121]CSJN, Fallos, 335:197 (considerandos n.° 13 y n.° 14 del voto de la jueza Argibay).
[124]Cfr. CSJN, Fallos, 335:197 (considerando n.° 17 del voto común de los jueces Lorenzetti, Highton de
[125]Cfr. Villada, Jorge Luis; “Nuevos alcances legales en materia de delitos sexuales”, ob. cit., pp. 1 y 2.
[126]Nino, Carlos Santiago; Fundamentos de derecho constitucional: análisis filosófico, jurídico y politológico
[127] Núñez, Ricardo C.; Manual de Derecho Penal (parte general), 4.a ed. actual. por Roberto E. Spinka y
[128] Silvestroni, Mariano H.; Teoría constitucional del delito, 2.a ed. actual., Editores del Puerto, Bs. As.,
2007, p. 397.
[129] Núñez, Ricardo C.; Manual de Derecho Penal (parte general), ob. cit., p. 157.
[130] Donna, Edgardo Alberto; “La necesidad como base del aborto justificado y la reciente jurisprudencia sobre
las eximentes”, en Eximentes de la responsabilidad penal-I, Revista de Derecho Penal, Rubinzal Culzoni, Bs.
[131]Núñez, Ricardo C; Manual de Derecho Penal (parte general), ob. cit., p. 153.
[132]CSJN, Fallos, 335:197 (considerando n.° 16 del voto en común de los jueces Lorenzetti, Highton de
[133]Cfr. Gelli, María Angélica; Constitución de la Nación Argentina comentada y concordada, ob. cit., t. I,
p 120.
[134]CSJN, Fallos, 335:197 (considerando n.° 25 del voto en común de los jueces Lorenzetti, Highton de
[135] Donna, Edgardo Alberto; “La necesidad como base del aborto justificado y la reciente jurisprudencia sobre
[136] Corte IDH, sentencia (excepciones preliminares, fondo, reparaciones y costas), caso “Suárez Peralta vs.
democrático”, en Derechos y libertades, Revista del Instituto Bartolomé de las Casas, Universidad Carlos III,
[138]Nino, Carlos Santiago; Ética y derechos humanos: un ensayo de fundamentación, ob. cit., p. 43.
[139] Alexy, Robert; El concepto y la validez del derecho, Gedisa, Bs. As., 2008, p. 162.
[140] Prieto Sanchís, Luis; Justicia constitucional y derechos fundamentales, ob. cit., p. 187.
[141] Prieto Sanchís, Luis; Justicia constitucional y derechos fundamentales, ob. cit., p. 188.
[142] Corte IDH, Opinión Consultiva n.º 5, del 13 de noviembre de 1985, párrafo 12, de la opinión separada del
[143] Cfr. Sagüés, Néstor Pedro; “De la Constitución Nacional a la Constitución ‘convencionalizada’”,
[144] Abregú, Martín; “Introducción”, en Abregú, Martín y Courtis, Christian (compiladores); La aplicación de
los tratados sobre derechos humanos por los tribunales locales, Editores del Puerto, Bs. As., 2004, p. 19.
[145]Drnas de Clément, Zlata; “La complejidad del principio pro homine”, Jurisprudencia Argentina, Bs. As.,
[146] Rodríguez de Taborda, María Cristina; “La Convención de los Derechos del Niño en el reciente fallo de la
Corte Suprema de Justicia de la Nación de 12 de marzo de 2012. Una visión internacionalista”, en Revista de la
Facultad de Derecho y Ciencias Sociales de la Universidad Nacional de Córdoba, vol. III, n.° 1, nueva
[147]Dada la proliferación de casos de delitos contra la integridad sexual, por medio de la Instrucción
General n.º 08/11, de la Fiscalía General de la Provincia, en la ciudad de Córdoba, fue puesta en funcionamiento
la Fiscalía de Instrucción de Delitos contra la Integridad Sexual de Primer Turno en el año 2011, y cinco años
después, por medio de la Instrucción General n.º 06/16, fue conformada la fiscalía del segundo turno con
[148]Cfr. CSJN, Fallos, 335:197, Dictamen de la Defensora General de la Nación, Stella Maris Martínez, p. 14.
[149] TCCh, sentencia del 28 de agosto de 2017, “Requerimiento de inconstitucionalidad presentado por un
de ley que regula la despenalización de la interrupción voluntaria del embarazo en tres causales, correspondiente
[150] TCCh, sentencia del 28 de agosto de 2017, ant. cit., parágrafo centésimo noveno del voto mayoritario.
[151]Cfr. Villada, Jorge Luis; “Nuevos alcances legales en materia de delitos sexuales”, ob. cit., n.º 97, t. C, p. 1
y 2.
[152]Nino, Carlos Santiago; Ética y derechos humanos: un ensayo de fundamentación, ob. cit.,p. 46.
[153] Corte IDH, sentencia (reparaciones y costas), caso “Loayza Tamayo vs. Perú”, 27 de noviembre de 1998,
párrafo 148.
[154]Nino, Carlos Santiago; Ética y derechos humanos: un ensayo de fundamentación, ob. cit., p. 287.
[155]Nino, Carlos Santiago; Ética y derechos humanos: un ensayo de fundamentación, ob. cit. p. 289.
[156]Hitters, Juan Carlos y Fappiano, Oscar L.; Derecho internacional de los derechos humanos, Ediar, Bs. As.,
[158]CSJN, Fallos, 327:3753 (considerando n.° 11). En el mismo sentido, Fallos, 314:424.
[159]Corte IDH, sentencia (fondo, reparaciones y costas), caso “Comunidad Indígena Yakye Axa”, 17 de junio
de 2005, párrafo 162. En el mismo sentido, las sentencias dictadas en los casos “Instituto de Reeducación del
Menor vs. Paraguay” (2 de septiembre de 2004, párrafos 156 y 158), “Myrna Mack Chang vs. Guatemala” (25
de noviembre de 2003, párrafos 152 y 153) y “Niños de la calle” [Villagrán Morales y otros vs. Guatemala] (19
[160] De conformidad con los arts. 62.3, 64, 67 y 68 de la Convención Americana sobre Derechos Humanos.
[161]Cfr. Corte IDH, sentencia (excepciones preliminares, fondo, reparaciones y costas) caso “Artavia Murillo y
otros (‘Fecundación in vitro’) vs. Costa Rica”, 28 de noviembre de 2012, párrafos 197, 199, 203 y 204 del voto
de la mayoría.
[162] Comisión IDH, Resolución n.° 23/81, caso n.º 2141, “Estados Unidos de América”, 6 de marzo de 1981,
párrafo 25.
vol. 1, p. 135.
[164] Bidart Campos, Germán; “La interpretación de los derechos humanos en la jurisdicción internacional y en
la jurisdicción interna”, citado por Hitters, Juan Carlos y Fappiano, Oscar L.; Derecho internacional de los
[165] Así lo denomina el mexicano Eduardo Ferrer Mac-Gregor en “El control difuso de convencionalidad en el
[166] Corte IDH, sentencia (excepciones preliminares, fondo, reparaciones y costas), caso “Almonacid Arellano
[167]Corte IDH, sentencia (excepciones preliminares, fondo, reparaciones y costas), caso “Trabajadores Cesados
del Congreso [Aguado Alfaro y otros] vs. Perú, sentencia del 24 de noviembre de 2006, párrafo 128.
[168]Olivero, Raúl Eduardo y Fernández, Yanina Verónica; “El control convencional (sistema interamericano)”,
en Carnota, Walter F. y Maraniello, Patricio (directores); Tratado de los tratados internacionales, LL, Bs. As.,
2011, t. 1, p. 387.
[169] Corte IDH, sentencia (fondo, reparaciones y costas), caso “López Mendoza vs. Venezuela”, 1 de
septiembre de 2011, párrafo 228. En el mismo sentido, sentencia (fondo, reparaciones y costas), caso “Atala
[170] Corte IDH, sentencia (fondo, reparaciones y costas), caso “Gudiel Álvarez y otros (‘Diario Militar’) vs.
Guatemala”, 20 de noviembre de 2012, párrafo 330. En el mismo sentido, sentencia (fondo, reparaciones y
costas), caso “Gómez Palomino vs. Perú”, 22 de noviembre de 2005, párrafo 94.
[171] Corte IDH, caso “Artavia Murillo y Otros (‘Fecundación in vitro’) vs. Costa Rica”, ant. cit., párrafo 188
[173]Rosatti, Horacio; El Código Civil y Comercial desde el Derecho Constitucional, ob. cit., p. 201.
[174]CSJN, Fallos, 306:1892 (considerando n.º 8 del voto de los jueces Carrió y Fayt).
[175] Corte IDH, sentencia (excepción preliminar, fondo, reparaciones y costas), caso “Fernández Ortega y
[176] Corte IDH, sentencia, caso “Fernández Ortega y Otros vs. México”, anter. cit., párrafo 194.
[178] Nino, Carlos Santiago; Ética y derechos humanos: un ensayo de fundamentación, ob. cit. p. 205.
[179] Cfr. Kant, Immanuel; Fundamentación de la metafísica de las costumbres, ob. cit., p. 87.
[180]Nino, Carlos Santiago; Ética y derechos humanos: un ensayo de fundamentación, ob. cit., p. 239.
[181] TCCh, sentencia del 28 de agosto de 2017, ant. cit., parágrafo cuadragésimo séptimo del voto mayoritario.
[184] Cfr. Gelli, María Angélica; Constitución de la Nación Argentina comentada y concordada, ob. cit., p. 120.
[185] Corte IDH, Opinión Consultiva n.º 6, de fecha 9 de mayo de 1986, párrafo 22.
[186] Nino, Carlos Santiago; Fundamentos de derecho constitucional: análisis filosófico, jurídico y politológico
[187]Cfr. el informe denominado “Acceso al aborto no punible en Argentina: Estado de situación, marzo 2015”,
de la Asociación por los Derechos Civiles (ADC). El documento fue recuperado de la siguiente dirección:
15 de agosto de 2017.
[188]Marienhoff, Miguel; citado por Comadira, Julio Rodolfo; Escola, Héctor Jorge y Comadira, Julio Pablo
[189] Cfr. Marienhoff, Miguel; Tratado de Derecho Administrativo, ob. cit., t. I, p. 120.
[190]Comadira, Julio Rodolfo; Escola, Héctor Jorge y Comadira, Julio Pablo (coordinador, colaborador y
[191] Marienhoff, Miguel S.; Tratado de Derecho Administrativo, Abeledo Perrot, Bs. As., 1973, t. IV, p. 514.
[192]Nino, Carlos Santiago; Fundamentos de derecho constitucional: análisis filosófico, jurídico y politológico
[194] Prieto Sanchís; Justicia constitucional y derechos fundamentales, ob. cit., p. 238.
SECRETARIO/A T.S.J.