Canon y Mediacion PDF
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17/11/2013
canon y mediación en la trayectoria
Fecha de Aceptación:
20/03/2014
lectora de futuros profesores
ISSN: 1885-446 X
New challenges of literary reading:
ISSNe: 2254-9099
canon and mediation in the readings of
Palabras clave future teachers
Lectura literaria; canon; calidad
de la mediación. José D. Dueñas
Universidad de Zaragoza
Keywords
Literary reading; canon; quality
Rosa Tabernero
Universidad de Zaragoza
of mediation.
Virginia Calvo
Universidad de Zaragoza
Elena Consejo
Universidad de Zaragoza
JOSÉ D. DUEÑAS Grupo ELLIJ (Educación para la lectura. Literatura Infantil y Juvenil y creación de identidades)
e-mail: jduenas@unizar.es
Resumen Abstract
ROSA TABERNERO A partir del análisis de más de sesenta infor- Based on an analysis of more than sixty re-
e-mail: rostab@unizar.es mes sobre la propia trayectoria lectora de estudian- ports on own path reading students teachers of
tes de segundo de Magisterio de Educación Infantil pre-school and primary education second during
y de Educación Primaria durante los cursos 2011/12 the courses 2011/12 and 2012/13, we have appre-
y 2012/13, hemos apreciado algunas relaciones, ciated some relationships relevant between forms of
a nuestro juicio, relevantes entre formas de me- mediation, canon reader and reading habits. Thus,
diación, canon lector y hábitos de lectura. De este we have observed some mediation styles that seem
modo, hemos observado algunos estilos de media- to lead with greater guarantees to reading success
ción que parecen conducir con mayores garantías paths. We have classified our informants in three
a trayectorias lectoras de éxito. Hemos clasificado major groups, in accordance with Reader canon in
a nuestros informantes en tres grandes grupos de which are installed: social canon readers and readers
acuerdo con el canon lector en que están instalados: of academic canon, not readers. The better or worse
lectores de canon académico, no lectores y lectores quality mediation seems to be decisive in most of
de canon social. La mayor o menor calidad de la me- the cases. So much in the academic field as in the
diación parece decisiva en buena parte de los casos. familiar, the mediation acquires, in our view, more
Tanto en el ámbito académico como en el familiar efficiency when it translates into models of beha-
la mediación adquiere, en nuestra opinión, mayor viour and not only in verbal recommendations, when
eficiencia cuando se traduce en modelos de com- it is accompanied by emotional complicity or when
portamiento y no solo en recomendaciones verbales, the substantive aspects of one’s life. University
cuando va acompañada de complicidad afectiva o teaching practices have to provide to the students
cuando la lectura literaria conecta con aspectos rewarding experiences of reading.
sustanciales de la propia vida. Las prácticas docen-
tes universitarias han de proporcionar sobre todo a
los estudiantes experiencias gratificantes de lectura.
Dueñas, J. D., Tabernero, R.; Calvo V. y Consejo, E. (2014). La lectura literaria ante nue-
vos retos: canon y mediación en la trayectoria lectora de futuros profesores. Ocnos, 11,
21-43. Recuperado de http://www.revista.uclm.es/index.php/ocnos/article/view/390
· José D. Dueñas, Rosa Tabernero, Virginia Calvo, Elena Consejo ·
Introducción
Es evidente que la consideración de la lectura literaria ha cambiado de
manera acelerada en los últimos lustros. La era audiovisual, primero, y digital,
después, han revolucionado las expectativas de formación y de ocio de niños y
adolescentes. De las consecuencias que todo ello tiene hoy o que pueda tener 22
en adelante en relación con la lectura de textos literarios, el libro como soporte
dominante o los hábitos de lectura se viene hablando desde hace tiempo. La
transformación es sin duda rápida y profunda aunque seguramente no tanto
como algunos vaticinaban (Villanueva, 2010). El libro tradicional mantiene
su lugar relevante tanto en la difusión de la literatura como en el ámbito edu-
cativo. Otros soportes ganan progresivamente terreno pero de manera más
pausada y dificultosa de lo que a menudo se ha ido anunciando. Parece evi-
dente que cada formato establece modos de accesibilidad diferentes (Millán,
2010), pero, en cualquier caso, cada vez se vaticina más una prolongada con-
vivencia de soportes y, en consecuencia, de procedimientos de lectura antes
que la sustitución de unas modalidades por otras (Lledó, 2009; Eco y Carrière,
2010; Gubern, 2010; Mendoza, coord., 2012).
Hace ya unos años que Cerrillo y Senís (2005) alertaban de la posible
“regresión receptora” de niños y jóvenes ante los textos literarios, tanto
clásicos como actuales, a partir de las reflexiones un tanto desoladoras de Bir-
kerts, cuando recordaba en su Elegía a Gutenberg (1999) que en 1992 se había
encargado de la impartición de un curso universitario sobre el cuento con-
temporáneo y había apreciado que sus estudiantes, nacidos en la década de los
setenta, se mostraban incapaces ya no de disfrutar sino incluso de entender
las narraciones de Washington Irving o de Henry James. Birkerts percibía en
ello el enfrentamiento entre dos formas de entender el mundo, de manera que
todo un sistema de valores, toda una sensibilidad estética, todo un modo de
apreciar la cultura parecían periclitar de manera irremisible.
A juicio de Cerrillo y Senís (2005, pp. 23-24), Birkerts no aludía tanto a
un caso aislado sino a una circunstancia que “puede ser extendida a toda una
generación (la de los estudiantes nacidos a partir de 1970, procedentes en su
mayoría de entornos privilegiados), incluso también a las siguientes gene-
raciones”. Y ello es debido, en su opinión, a que se ha ido configurando un
modelo diferente de lector, condicionado por los nuevos modos de acceso a la
información, de manera que “nos encontramos ante un nuevo analfabetismo;
(…) protagonizado por esos nuevos lectores, fascinados por los nuevos sopor-
tes de lectura, que no son lectores literarios, ni en muchos casos, lectores
competentes” (Cerrillo y Senís, 2005, p. 26).
Con todo, la actual atmósfera de incertidumbre y de cambios acelerados
ha provocado en los últimos años una inusual proliferación de estudios sobre
la lectura en general y la lectura de las generaciones más jóvenes en particular.
Incluso si nos atenemos solo a aportaciones recientes, estas páginas se han de
insertar dentro de un amplio marco de estudios que se ocupa de la formación
No lectores
En un número considerablemente mayor que el de lectores de canon
académico, hemos apreciado informantes que se declaran actualmente “no
lectores” (12), a pesar de que hayan leído evidentemente diversos títulos reco-
mendados a lo largo de su trayectoria académica en la escuela, en el instituto o
en la universidad. En varios casos más, el límite entre “lector ocasional” y “no
lector” es impreciso, ya que no se expresa de manera explícita el momento de
las últimas lecturas. De cualquier modo, incluimos en este apartado a quienes
se perciben expresa y declaradamente como no-lectores en el momento actual,
estudiantes que en su gran mayoría no han leído un libro de manera volunta-
ria desde que abandonaron el instituto.
Hay varios informantes que confiesan que nunca han sentido especial
atracción por la lectura (A9, A17, A46, A52, A60), de modo que rara vez han
leído al margen de los títulos recomendados u obligatorios; en otros, el estí-
mulo inicial de la familia mediante la lectura de cuentos o la incitación directa
por parte de los padres (A9, A18, A48, A51, A52, A56) no logró sus frutos, a
tenor de los testimonios recogidos, bien porque en la escuela o en el instituto
no lograron ofrecerles “una lectura gustosa” (A18), bien por el efecto disuaso-
rio de la obligación de leer obras (A9, A25, A51, A52) que no ofrecían interés
ni venían a compensar un esfuerzo considerable, bien por falta de tiempo
(A37, A56) o porque prefieren dedicar los momentos de ocio a otras activida-
des, como la participación en las redes sociales o la consulta de Internet (A48,
A52). En varios casos, no solo se habla de la obligatoriedad de las lecturas
como factor desmotivador sino también de la manera inadecuada de presentar
la literatura (A51, A52): “no se disfruta igual de un libro cuando tienes que
leerlo pensando en el resumen, que tienes que hacer con él, las preguntas que
te van a hacer, o si vas a llegar a la fecha indicada para acabarlo” (A51).
lectores de canon social la mayor parte de los estudiantes que nos han facili-
tado su autobiografía lectora, algo más de los dos tercios del total. En el grupo
se aprecian trayectorias bien distintas, como no podría ser de otra manera,
pero al mismo tiempo también se observa una serie de constantes que
pasamos a revisar, la más llamativa, sin duda, es el claro predominio, cuando
no la exclusividad, del best-seller como lectura voluntaria, al que acceden de
30
manera casi invariable por las indicaciones de su entorno de amigas o amigos.
Se trata en bastantes casos de lectores que iniciaron su recorrido en
ámbitos motivadores, en el seno de familias lectoras, cuando menos en
algunos de sus miembros, cuyo estímulo, sin embargo, no se traduce en tra-
yectorias de éxito:
En mi casa -escribe un informante (A39)- se ha leído siempre, tanto mis padres
como mi hermano. Desde pequeño, mi madre me ha intentado introducir en el mundo de
la lectura, ya que a ella le apasiona, pero, por desgracia, sus intentos han sido frustrados.
libros muy famosos, de los que luego se hace una película, me ha enseñado
a apreciar todavía más el libro”, escribe una estudiante (A21) que lee habi-
tualmente best-sellers y de manera ocasional autores de canon académico como
Neruda o Bécquer.
Con ventaja, Federico Moccia es el autor más seguido por las lectoras
33 de canon social (10 de ellas lo citan como uno de sus escritores preferidos).
Además, los títulos de Ken Follet, Agatha Christie, El niño con el pijama de
rayas, de John Boyne, la trilogía de E. L. James (Cincuenta sombras de Grey,
Cincuenta sombras más oscuras y Cincuenta sombras liberadas), Stephenie Meyer
y su saga de Crepúsculo; Millennium de Stieg Larsson, las novelas de Nicholas
Sparks, los libros de Jorge Bucay, etc., son las lecturas voluntarias más solici-
tadas por nuestros informantes.
La identificación con los protagonistas, el deseo de verse reflejado en las
vicisitudes de los personajes son los principales motivos que confiesan a la
hora de disponerse a leer. Una alumna (A12) aficionada a Federico Moccia y
a E. L. James apunta que así entiende mejor sus propias relaciones afectivas;
otra (A58) concluye que a un libro le pide “que conecte contigo”; una estu-
diante (29) que confiesa que se aficionó a la lectura en tercer curso de ESO,
cuando descubrió Rebeldes, señala: “Hay algo de leer que a mí me apasiona y
creo que a todo el mundo que le gusta la lectura, es ser la protagonista de la
historia (…), imaginarte que eres la protagonista, que tú estás en el centro de
ese libro”.
Conclusiones
De acuerdo con el material revisado, los alumnos que tras concluir la ESO
y el Bachillerato persisten como lectores de canon académico son ejemplos
ciertamente ocasionales, casi esporádicos. No puede decirse que ni el entorno
familiar ni el sistema educativo que han seguido nuestros informantes uni-
versitarios les hayan llevado de modo general a la afición a la “alta literatura”.
Sí llama la atención, por el contrario, el elevado grado de coincidencia que
demuestran en la lectura de best-sellers, títulos por lo general que, como bien
se sabe, se difunden a través de costosas campañas promocionales, se trans-
forman con frecuencia en películas, series televisivas o juegos de ordenador
y cuyo conocimiento no proviene, claro está, del sistema educativo. Parece
evidente, de entrada, que esta sola circunstancia demanda una reconsidera-
ción general de la función de la literatura en el proceso formativo de niños y
jóvenes:
La escuela no puede vivir de espaldas al destino lector de los adolescentes que están
a punto de abandonarla. No puede seguir permitiéndose ignorar que la futura relación
con el libro de estos jóvenes, en el caso de que exista, se establecerá a partir del código
impuesto por las tendencias del mercado (Margallo, 2009, p. 228).
un principio, como necesidad más tarde; se entiende no tanto como una posi-
bilidad de entretenimiento sino como una actividad estrechamente vinculada
con la propia vida. Así, en varios momentos se invoca como instrumento
idóneo para estrechar lazos afectivos de relevancia (con la madre o el padre,
principalmente, pero también con profesoras o profesores). El hecho de que
35 algunos de los estudiantes citados sitúen un encuentro decisivo con la lectura
en diferentes etapas educativas, y no en el entorno familiar, nos anima a creer
en la capacidad compensadora y transformadora del trabajo formativo en las
aulas, esto es, en la posibilidad de que un enfoque pertinente de la educación
literaria logre apelar al alumno de manera profunda.
De cualquier modo, en unos y otros testimonios viene a constatarse, a
nuestro juicio, algo que ya apuntaba hace unos años Ana Mª Machado (2001,
p. 61):
No creo que nadie enseñe a otra persona a leer literatura. Por el contrario, estoy abso-
lutamente convencida de que lo que una persona lega a otra es la revelación de un secreto:
el amor por la literatura. Y eso es más un acto de contaminación que una enseñanza.
2013), se alterna con títulos de corte clásico o académico con el objeto de faci-
litar la transición hacia la lectura adulta.
El punto de llegada, la “alta literatura”, resulta poco discutible; conviene,
sin embargo, cuestionarse el modo, esto es, los procedimientos de aproxima-
ción a la literatura así como la propia selección de los textos, si se pretende que
las experiencias de lectura conlleven un componente vivencial, si se busca
36
que leer suponga algo más que entretenimiento o mero requisito para la supe-
ración de una asignatura. Parece claro que solo en estrecha conexión con la
vida, la literatura revela su especificidad frente a otras posibilidades de ocio.
La verdadera potencialidad formativa de la lectura literaria se expresa cuando
las obras apelan realmente a parcelas sustanciales de la condición humana.
Y ello es válido tanto en referencia a la literatura infantil y juvenil como a la
destinada a los adultos.
En este sentido, coincidimos con Sanjuán (2011) en que habitualmente
se le ha infligido a la enseñanza de la literatura una orientación de cariz
demasiado racional, con la consiguiente postergación de la dimensión emo-
cional que encierra, sin duda, cualquier obra literaria; una faceta que además
apela posiblemente de manera más inmediata a los lectores no iniciados. La
consideración de aspectos de orden emocional tanto en el análisis como en
el proceso de recepción de un texto literario ha de constituir, en opinión de
Sanjuán, el armazón sobre el que articular otros componentes de carácter más
analítico o científico.
En las aportaciones de no lectores o de lectores de canon social que hemos
revisado es recurrente el rechazo expreso al canon académico que se les ha
propuesto en el aula, de manera que con alguna frecuencia, como señalába-
mos arriba, los estudiantes localizan en la obligatoriedad de ciertas lecturas
escolares la principal causa de la pérdida de su inicial afición a leer. Nuestra
percepción coincide, en este sentido, con las de otros autores que han llevado a
cabo indagaciones semejantes con respecto a estudiantes de ESO, bachillerato
o universidad (Yubero y Larrañaga, 2010; Pascual Díez, 2007; Latorre Zacarós,
2007; Colomer, 2009):
La mayor desmotivación en relación con la lectura se produce por los malos encuen-
tros con los libros y las lecturas no deseadas. La lectura obligatoria, que se realiza en
contra de la voluntad del lector, puede terminar provocando una reacción de rechazo
hacia la lectura y más cuando los alumnos son evaluados por ello (Yubero y Larrañaga,
2010, p. 16).
algunas observaciones que nos ocupan ya desde hace un tiempo como grupo
de investigación, en cuyo seno se entiende que no es suficiente ahondar en
el diagnóstico, definir las carencias que ofrece la lectura literaria en el con-
texto educativo, sino que ello mismo exige arbitrar y poner en práctica pautas
de actuación docente que contribuyan a rectificar y a mejorar en lo posible
39 hábitos o modos que parecen hoy caducados.
A nuestro juicio, los futuros profesores de Educación Infantil y Primaria,
requieren antes que nada de experiencias de lectura gratificantes, que nece-
sariamente, para que sean tales, han de ir acompañadas de procedimientos
pertinentes de interpretación. Así como se defiende que la lectura sea el
centro de la educación literaria en etapas anteriores, nos parece recomenda-
ble que suceda lo mismo en el ámbito universitario, esto es, que el acto de
lectura, compartida e individual, se convierta en el momento nuclear de la
práctica docente, de manera que el soporte teórico, el armazón conceptual,
que permite una lectura comprensiva y gratificante, surja en función de las
líneas de interpretación que apunta un texto y al servicio del texto. Es sabido
que en las aulas se tiende con frecuencia a presentar y analizar paradigmas de
interpretación, a proponer un determinado marco conceptual y a revisar, por
último, títulos que vengan a refrendar la validez explicativa de la construcción
teórica. Sin embargo, como parece evidente y se viene sosteniendo desde hace
tiempo (Rosemblatt, 1995; Chambers, 2007; Mendoza, 2004; Goldin, 2006,
etc.) lo que la literatura puede aportar a la formación y disfrute de los indi-
viduos viene dado propiamente por las obras, no por el andamiaje teórico en
que se inserten.
Parece, pues, oportuno y urgente actualizar procedimientos clásicos
donde el profesor actuaba como guía o lector experto, empeñado antes que
nada en apuntar posibilidades para una interpretación suficiente de las obras,
en ofrecer herramientas conceptuales que faciliten, en última instancia, la
lectura individual. Si los textos literarios no logran acceder a estratos de la
intimidad del lector, si no consiguen cuestionar en un sentido o en otro su
subjetividad, fracasan en lo sustancial. El profesor, cuando menos, ha de dar
esa oportunidad a los escritos literarios, más si pensamos que la literatura
tiene como “función”, en palabras de Bruner (2010, p. 160), “exponernos a
dilemas, a lo hipotético, a la serie de mundos posibles a los que puede refe-
rirse un texto”.
Como decíamos, nuestras observaciones nos llevan a pensar que el actual
estudiante de Magisterio requiere antes que nada de encuentros gratificantes
con los textos, como requisito primero bien para una necesaria reconciliación
intelectual y afectiva con las obras literarias, bien con el objeto de percibir la
relevancia significativa de la literatura. El corpus literario, como la ficción en
general, ha de ser entendido por parte de los estudiantes como una propuesta
explicativa del mundo que va más allá de una forma de ocio o de entreteni-
miento. Y a nuestro juicio, la literatura infantil es sin duda susceptible de
apelar de forma significativa al adulto, al estudiante universitario, como bien
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