1) El documento presenta dos cartas autógrafas recientemente descubiertas de María Luisa Manrique de Lara y Gonzaga, condesa de Paredes y virreina de Nueva España entre 1680-1688.
2) Las cartas permiten una visión más personal de la virreina al expresar sus intereses, afectos y opinión sobre México.
3) Representan una valiosa fuente de información sobre una figura histórica enigmática y relevante para la literatura de sor Juana Inés de la Cruz.
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1) El documento presenta dos cartas autógrafas recientemente descubiertas de María Luisa Manrique de Lara y Gonzaga, condesa de Paredes y virreina de Nueva España entre 1680-1688.
2) Las cartas permiten una visión más personal de la virreina al expresar sus intereses, afectos y opinión sobre México.
3) Representan una valiosa fuente de información sobre una figura histórica enigmática y relevante para la literatura de sor Juana Inés de la Cruz.
1) El documento presenta dos cartas autógrafas recientemente descubiertas de María Luisa Manrique de Lara y Gonzaga, condesa de Paredes y virreina de Nueva España entre 1680-1688.
2) Las cartas permiten una visión más personal de la virreina al expresar sus intereses, afectos y opinión sobre México.
3) Representan una valiosa fuente de información sobre una figura histórica enigmática y relevante para la literatura de sor Juana Inés de la Cruz.
1) El documento presenta dos cartas autógrafas recientemente descubiertas de María Luisa Manrique de Lara y Gonzaga, condesa de Paredes y virreina de Nueva España entre 1680-1688.
2) Las cartas permiten una visión más personal de la virreina al expresar sus intereses, afectos y opinión sobre México.
3) Representan una valiosa fuente de información sobre una figura histórica enigmática y relevante para la literatura de sor Juana Inés de la Cruz.
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Introducción
la que naciendo en Europa
pasó su luz matutina, brillando Estrella en Italia a lucir Sol en las Indias Sor Juana Romance 69, vv. 17-201
El nombre de María Luisa Manrique de Lara y Gonzaga, condesa
de Paredes, marquesa de la Laguna, está indisolublemente asociado a una de las figuras más importantes de la literatura hispanoameri- cana, sor Juana Inés de la Cruz. Si bien para 1680, cuando empieza el virreinato de los marqueses de la Laguna, sor Juana ya gozaba del reconocimiento de sus coterráneos y había sido favorecida por la tutela de los virreyes marqueses de Mancera (1664-1673) y fray Payo Enríquez de Ribera (1673-1680), el paso de María Luisa por México (1680-1688) fue decisivo para la fortuna literaria de la monja jerónima. La estancia de la virreina de la Laguna en la Nueva España marcó los años quizás más felices y productivos de la poeta. De la mano de su mecenazgo, sor Juana accedió a la publicación de su obra en España, lo que le brindó la consagración inmediata y la fama póstuma, tanto en la península como en el resto del mundo hispanohablante. Al mismo tiempo, sor Juana supo entender, qui- zás mejor que nadie, el carácter de su señora, inspiradora de piezas memorables. En el festejo del Monasterio de San Jerónimo, del cual reproducimos un fragmento en el epígrafe, sor Juana pone de relieve
1. Del juego Bailes y tonos provinciales de un festejo, asistiendo en el Monasterio
de S. Jerónimo los Excmos. Señores Condes de Paredes, Virrey y Virreina de Méji- co. Se citará por la edición de sus Obra completas, Cruz, 1995-2004 [1951-1957].
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una de las claves de la vida de la marquesa de la Laguna: el despla-
zamiento de Europa a América, circunstancia que la llevó de ser, en palabras de la monja mexicana, “estrella” en el viejo continente a convertirse en “Sol” en las Indias. La metáfora, panegírica y celeste, como convenía al trato cortesano y a las convenciones de la época, expresa con notable precisión el circuito de la vida de su protectora, condensado en este pasaje de noble dama en la Corte metropolitana a virreina en la Nueva España, lo que dio esplendor y proyección política a su ya encumbrado linaje. Espectadora fascinada por los destellos y las virtudes de la vi- rreina, y movida por las exigencias formulaicas del sistema de patro- nazgo, sor Juana poetizó los más diversos momentos de la residencia de María Luisa en tierra mexicana. El ingreso festivo a la ciudad, los agasajos oficiales, el embarazo, el nacimiento de su hijo José, los pa- seos por las huertas “donde fue a divertirse la Excma. Sra. Marquesa de Paredes”, sus encuentros en el convento de San Jerónimo, los cumpleaños y festejos en Palacio, los efectos de su imbatible belleza, el dolor de su partida, entre muchas otras escenas, circunstancias y pormenores que rodearon a su vida americana, todos fueron capta- dos líricamente por sor Juana.2 Por este motivo, la obra de la jeróni- ma es una de las fuentes más apreciadas y legítimas para conocer a la virreina, si bien, como es evidente, la admiración que le profesó sin ambages estuvo mediada por los filtros de la retórica y las exigencias de los protocolos de la relación desigual entre escritor y patrón. Si del sujeto histórico María Luisa poco o nada queda, podría decirse que lo más palpable de su tránsito por el mundo son las numerosas evocaciones y representaciones que le dedicó su amiga y protegida. En efecto, el perfil de la virreina —figura inmortalizada por su vínculo personal con sor Juana— ha sido uno de los objetos de estu- dio más escurridizos dentro del rico universo barroco novohispano. Como un personaje de un drama de época, María Luisa se esfuma detrás de su ropaje o, en su caso particular, de su propia investidura y posición social. Para reconstruir su historia —relegada, como la
2. Dice Amado Nervo en su biografía de Sor Juana Inés de la Cruz, de 1910:
“Puede decirse que no da un paso la virreina sin que la sigan los grandes y rasgados ojos de Sor Juana, quien borda la vida diaria de Lysi con rimas resplandecientes.” Nervo, 1995, p. 135.
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Introducción 11
de tantas mujeres protagonistas del siglo xvii— solo contamos hoy
con fragmentos de genealogías y tratados, o con citas y menciones en diarios y documentos oficiales que, por su escasez o brevedad, no alcanzan a satisfacer la curiosidad que su persona despierta. ¿Quién fue María Luisa? ¿Cómo fue esta mujer que gozó del privilegio de un diálogo asiduo y una estrecha amistad con nuestra poeta? ¿Qué certidumbre la movió al gesto histórico de publicitar su obra en Es- paña, más allá de la acendrada tradición del mecenazgo imperante en la nobleza de su tiempo? Destacados especialistas han procura- do, con los pocos elementos existentes, darle un rostro a la virreina, pero María Luisa ha seguido siendo un ser velado y enigmático para los estudiosos de la cultura mexicana y de la obra sorjuanina.3 El feliz hallazgo de dos cartas autógrafas de María Luisa Manri- que de Lara y Gonzaga en la Latin American Library de la Univer- sidad de Tulane en Nueva Orleans viene a llenar, al menos parcial- mente, este vacío de información. Se trata de documentos inéditos que permiten indagar en la personalidad de la virreina, quien se nos muestra por primera vez como un ser de carne y hueso o, al menos, como lo más cercano a ello, como es el trazo de su propia mano en el papel. Podemos observarla, en el espacio privado de la epístola, consustanciada con las noticias cortesanas de España y preocupada por los sucesos locales, permitiéndonos acceder así a una dimensión, ignorada hasta el momento, de sus intereses mundanos. Asistimos también a la expresión de sus afectos de esposa, madre, amiga, prima e hija, y la apreciamos como asombrada relatora de las dotes inte- lectuales de una monja jerónima a quien dice visitar con frecuencia como único refugio a su soledad. La primera de estas cartas está fechada el 30 de diciembre de 1682, cuando María Luisa lleva dos años de estadía en Nueva Es- paña, y está dirigida a su prima, María de Guadalupe de Lencastre, duquesa de Aveiro; la segunda, más breve y escrita el 29 de julio de 1687, tiene como destinatario a su padre, Vespasiano Gonzaga, pre-
3. Tenemos en cuenta los aportes de Alfonso Méndez Plancarte, Octavio Paz,
Antonio Alatorre, Georgina Sabat de Rivers, Margo Glantz, Pascual Buxó, Martha Lilia Tenorio, Judith Farré, así como de otros estudiosos de sor Juana. Agradecemos especialmente la información brindada por Carlos Pérez Rincón en sus artículos sobre la virreina y su hijo de 2002, 2003 y 2011, que citamos a lo largo de este trabajo.
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tenso duque soberano de Guastalla, y da noticias sobre el período
previo a su regreso a España. Ambos escritos, extraordinarios por su rareza en un universo que se creía clausurado o irremediablemente perdido, permiten acercarnos a su mundo familiar, a sus temores e inquietudes, a sus curiosidades y predilecciones, a su mirada sobre México y su gente, y presenciar, además, algo inédito: su propia descripción, de puño y letra, de la célebre monja mexicana. Las cartas nos muestran, asimismo, a la virreina en su etapa mexicana, una de las más intensas de su larga e itinerante vida. María Luisa experimentó las grandezas que su origen noble le presagiaba, pero conoció también las pérdidas y el dolor del exilio final en el que concluyen sus días. Su historia abre numerosos interrogantes sobre la vida de las mujeres nobles en el siglo xvii hispánico e invita a indagar en los roles de dama de la Corte, virreina y mecenas des- plegados desde esta posición de privilegio. Por eso, María Luisa se vuelve una suerte de epítome de tantas otras mujeres aristocráticas y notables como ella, cuyas trayectorias permanecen parcialmente investigadas, cuando no totalmente confinadas al olvido. El propósito de este estudio es, por una parte, presentar un acceso a este material del modo más fidedigno, incluyendo facsí- mil, versión paleográfica y modernizada de las dos cartas de María Luisa halladas en la Latin American Library de la Universidad de Tulane, y, por otra, perfilar un cuadro biográfico de la marquesa de la Laguna a la luz de las fuentes históricas y literarias existentes, incorporando los datos que nos aportan las dos cartas. En la primera parte de este libro incluimos, en el capítulo I, una descripción física y contextualización archivística e histórica de las cartas, una aproximación al carácter de sus corresponsales —en particular, María de Guadalupe de Lencastre y Cárdenas—, además de un análisis de sus contenidos y una valoración de su significado en el marco de los epistolarios femeninos del siglo xvii y de las cartas privadas de Indias. En el capítulo II presentamos un esbozo biográfico de María Luisa a partir de las fuentes existentes: la obra de sor Juana, las menciones en diccionarios, historias y documentos genealógicos y jurídicos, con especial énfasis en la información que nos proveen ambas misivas. Hemos añadido una cronología con la finalidad de ubicar los textos, a su autora y a sus destinatarios en la trama de la historia.
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Introducción 13
En la segunda parte incorporamos el facsímil, la transcripción
paleográfica y la versión modernizada y anotada de las cartas a la prima, María de Guadalupe de Lencastre (1682), y al padre, Vespa- siano Gonzaga (1687). Esta edición se completa con cinco apéndices que contienen documentos, textos literarios e iconografía relevantes para la reconstrucción de la vida de María Luisa y para el mejor entendimiento de estos escritos. Estos son: la lista de pasajeros que conformaron el séquito virreinal de los marqueses de la Laguna en su viaje a Nueva España en 1680, algunos de los cuales aparecen nombrados en esta correspondencia; dos cartas inéditas del VIII duque de Medinaceli de 1687 a su hermano, Tomás Antonio de la Cerda, también halladas en Tulane y estrechamente relacionadas con las que aquí publicamos; los dos poemas escritos por la virreina y dedicados a sor Juana, así como una selección de poemas de sor Juana destinados a María Luisa, incluido el romance epistolar que dedicara a María de Guadalupe de Lencastre, la duquesa de Aveiro; por último, una selección de imágenes del entorno familiar de Ma- ría Luisa y del mundo sorjuanino, además de un índice de nombres propios mencionados o aludidos en las cartas.