Los Grandes Problemas Del Sistema Educativo Mexicano
Los Grandes Problemas Del Sistema Educativo Mexicano
Los Grandes Problemas Del Sistema Educativo Mexicano
Resumen
Parece difícil opinar sobre los grandes problemas del sistema educativo mexicano
en la fecha actual sin referirlos con precisión al nivel del sistema escolar en el que
se expresan con mayor claridad: educación básica, media superior o superior. Es
obligado también tomar en consideración no solamente las reformas de la última
década, sino las grandes reformas que se definieron al respecto a principios de la
última década del siglo pasado.
Los problemas educativos actuales, cuya presencia en los medios en estos últimos
meses es una buena medida de su intensidad, parecieran ser siempre los mismos:
problemas de cobertura; problemas de calidad; de "gestión inadecuada"; de
recursos insuficientes. Pero es evidente que tienen ahora expresiones muy
específicas que hablan de la evolución que ha habido en las últimas décadas y de
la interacción entre problemas identificados, soluciones propuestas y resultados
logrados, los cuales están sin duda determinados por la naturaleza de la interacción
política entre nuevos y viejos actores ante viejos y nuevos problemas, y por la
naturaleza de su intervención en las relaciones del poder (hacer) educativo. Es por
ello que, sin hacer una relatoría de todos los problemas que afectan a la educación
en estos momentos, o de todas las reformas que se han propuesto para su solución,
selecciono aquellos que considero son los más importantes o significativos.
Otra noticia que ha invadido los medios de comunicación en los últimos días es la
de las manifestaciones de los "rechazados" de los bachilleratos, quienes exigen
oportunidades de ingreso a esos niveles; número creciente derivado, sin duda, del
crecimiento de los niveles anteriores. Lo interesante en este momento es la
demanda de acceder a instituciones precisas.
Las universidades privadas, que crecieron prácticamente sin control en los últimos
30 años, por una parte, y las nuevas universidades tecnológicas y politécnicas, así
como el impulso de la universidad a distancia, no han sido suficientes para una
creciente demanda, que se justifica no sólo por quienes lograron su certificado de
bachillerato correspondiente, sino por la escasa tasa de atención al grupo de edad
en el país. Las nuevas universidades públicas se crearon a consecuencia de una
nueva y clara directriz del gobierno federal (con el apoyo de los estatales) de
responder a nuevas necesidades del desarrollo económico, incluso en zonas de alta
marginación, y mediante la creación de nuevas carreras. Sobran lugares en las
nuevas opciones, aunque ha ido creciendo su aceptación (Mota Quintero, en
proceso); por otra parte, aunque muchísimos jóvenes se inscriben en las
universidades particulares (que las hay de todos los precios), muchos manifiestan
de manera colectiva, públicamente, no tener recursos para pagar las universidades
privadas y cuestionan la falta de oportunidades en las públicas. El apoyo crediticio
del gobierno federal y los bancos para pagar las colegiaturas privadas ha sido ya
denunciado por las ganancias indebidas que aportará a los bancos y por su evidente
fracaso social en Chile. En México, igual que en Chile, el gobierno federal opta por
apoyar a los bancos y no a los jóvenes.
Por otra parte, quienes sólo cursaron la educación básica obligatoria, cuya duración
se ha más que duplicado en 20 años (secundaria en 1993, preescolar en 2002,
media superior a partir del 2012), ¿qué futuro profesional tienen? ¿Qué significa en
México tener 9, 12 o 15 años de escolaridad obligatoria? ¿No resultan esos años
en una formación suficiente para tener un desempeño laboral eficiente y unas
condiciones de vida de calidad? (Messina, en proceso).
Según estas evidencias, los niños y los jóvenes mexicanos no dominan las
competencias de matemáticas, lectura y ciencias naturales; el porcentaje de
alumnos que se clasifica en la categoría de dominio insuficiente se coloca entre los
más altos de los países que participan en las pruebas. Buena parte de los debates
académicos y periodísticos actuales se centra en la necesidad de explicar esos
resultados y de encontrar la fórmula que permitirá resolverlos.
Pero no sólo se identifica la calidad con el desempeño en estas pruebas, que nos
informan sobre las competencias de los jóvenes en ciertas áreas, pero nos dejan en
ignorancia respecto de su "formación integral"; también se considera que la calidad
de la educación mejorará a partir de todo tipo de evaluaciones: selección para el
ingreso al bachillerato o a la universidad; pruebas de evaluación del aprendizaje al
egreso de (ciertas) licenciaturas; prueba de evaluación (concurso) para el ingreso a
las plazas docentes disponibles; y la más reciente y problemática, la evaluación
universal de maestros.
Indudablemente hay otras medidas muy importantes que se han tomado para
mejorar la calidad y que ameritarían un lugar en un ensayo como éste: la siempre
presente "reforma curricular", orientada en este caso a lograr la integración de la
nueva educación básica. Pero ninguna reforma curricular, o reforma que en
ocasiones se califica de integral y en otras no, parece consolidarse en los diferentes
periodos políticos antes de que aparezca, nuevamente, la solicitud de hacer una
nueva y ahora sí "verdadera" reforma. Igualmente siguen inconclusas, o en espera
de nuevas reformas, las orientadas a la formación, actualización y superación del
magisterio que siguen con fidelidad a las reformas curriculares. En el caso de los
profesores del nivel medio empiezan apenas a ofrecer oportunidades de una
formación profesional específicamente orientada a la naturaleza del nivel, la edad
de sus estudiantes y la necesaria articulación entre los conocimientos a impartir y
las didácticas para ello (Cárdenas, en proceso).
Uno de los problemas más serios que se identificó hacia fines de la década de los
años ochenta fue la gestión: el término cambió radicalmente la concepción de la
administración, contabilidad y control de los recursos de las escuelas para centrar
la atención en la administración de lo educativo: el eficiente y eficaz uso pedagógico
de los recursos disponibles y de la interacción entre ellos.
Algunos suponemos que la federalización tenía la apuesta (oculta) por parte del
gobierno federal de fragmentar el poder económico y político del SNTE mediante la
supuesta consecuencia legal de reconfigurar las secciones estatales en sindicatos
estatales dependientes de una nueva autoridad estatal y no nacional. Si fue así,
habrá que considerar que la apuesta la ganó el sindicato, debido a que logró
mayores y más amplias vías de negociación: primero con los estados y después
con la federación, e incluso logró ser reconocido como titular de las relaciones
laborales en la Ley General de Educación de 1993 (Transitorio sexto).
Las líneas de comunicación de las autoridades hacia los maestros responsables del
quehacer cotidiano de las escuelas, y de estos últimos hacia las autoridades, están
claramente bloqueadas por las burocracias gubernamentales y sindicales, aparte
de que ni siquiera se considera la comunicación fluida y necesaria en una gran
cantidad de rubros directamente relacionados con la mejora de la calidad de la
educación, como serían el intercambio directo y orgánico de "buenas prácticas"
entre colegas, la elaboración de materiales, y la experimentación de innovaciones
sin presiones, evaluaciones o exigencias burocráticas. La comunicación sigue
siendo "en cascada", con graves efectos de "teléfono descompuesto".
La operación cotidiana de las escuelas, que plantea una de las situaciones diarias
y continuas del "justo a tiempo" más exigentes que uno pueda imaginar (tomar
decisiones sobre la enseñanza y el trato a los alumnos en lo individual y en grupo,
en medio de teorías encontradas de la enseñanza y del aprendizaje, recursos
escasos o insuficientes, tiempos y espacios muy acotados, programas muy
estructurados, exigencias administrativas de planeación y reportes de resultados),
está sometida a tal cantidad de obstáculos, ausencias e ineficiencias que al
observar la vida de las escuelas uno se maravilla de lo que son capaces de lograr
los maestros. Desde hace tiempo identifiqué en las escuelas agropecuarias lo que
denominé la "teoría del eslabón escolar perdido" y que recientemente escuché a un
colega identificar como el "flujo interrumpido". En todas las escuelas siempre falta o
falla algo importante para lograr un proceso educativo consistente. Los ejemplos
son innumerables: profesores que cambian a principios de año sin que el sustituto
esté asignado, cambios frecuentes de directivos que no logran por lo mismo
consolidar sus equipos humanos, libros de texto que no llegan a tiempo, equipo
descompuesto, falta de electricidad. Y la lista sigue, pues cualquier falla que se
pueda uno imaginar se encontrará sin duda en múltiples planteles. El problema se
complica porque cada escuela tiene diferentes eslabones perdidos. Los directivos
que junto con sus maestros hacen equipo y logran solucionar estas cadenas de
obstáculos son los que claramente obtienen los mejores resultados.
Participación: privatización o democratización
Una mayor participación social en educación, apertura que ofreció la Ley General
de Educación desde 1993, se ha configurado poco a poco, y en medio de las
tensiones que se derivan de las diferentes posibilidades de participación que
efectivamente tienen diversos grupos de población. El debate acerca de si la
participación social ha significado una privatización o una democratización se
extiende a todos los niveles, desde la pequeña escuela rural que depende de los
recursos que aportan los padres de familia, hasta la interferencia de grupos
poderosos de la sociedad civil en las grandes decisiones de política educativa.
Son muchísimas las razones y los factores en virtud de los cuales la escolaridad en
el país alcanza los resultados que se expresan en las pruebas estandarizadas. Casi
podríamos decir que el país tiene la escolaridad que corresponde a sus grandes
problemas culturales, sociales, económicos y políticos, en particular la brutal
desigualdad que caracteriza cada uno de ellos; pero en realidad hay un enorme
potencial que se desaprovecha día con día, que es el del trabajo cotidiano de los
maestros. La transformación de la educación no se logrará mientras se base en
propuestas más o menos bien argumentadas que haga un grupo de personas, por
más especialistas y preparadas que sean; en cambio, una transformación que se
base en el trabajo de más de un millón de maestros sin duda será transcendente.
a) Que la educación —y las escuelas en las que se lleva a cabo— no son el factor
único y causal del cambio social. No puede hacerse recaer en los maestros de las
escuelas del país la responsabilidad plena por el desarrollo económico, social y
cultural de sus contextos inmediatos. La política educativa es condición necesaria
pero no causa única del desarrollo de las comunidades y las poblaciones. Las
políticas de crecimiento educativo deben acompañarse de políticas sociales y
económicas coadyuvantes; los diferentes programas que se han instrumentado, que
incluyen la colaboración de distintos servicios sociales y económicos de salud y
alimentación, por ejemplo, tienen mucho más éxito educativo que el esfuerzo
aislado de los maestros que deben enfrentar con muy pocos recursos toda la
problemática social que rodea y penetra la vida cotidiana de las escuelas.
La finalidad sería que todos los niños y jóvenes tengan oportunidad de recibir de
tres a cuatro horas semanales de educación en los primeros tres ámbitos señalados
bajo la responsabilidad de otras instituciones sociales públicas, adecuadamente
coordinadas entre sí, con finalidades educativas y con la posibilidad de establecer
el reconocimiento de créditos curriculares a distinto tipo de actividades:
Formación para el deporte. Son muy pocas las instalaciones escolares que tienen
los espacios y los recursos adecuados para el desarrollo adecuado de actividades
deportivas; adicionalmente, son muy escasos los horarios que se pueden dedicar a
ellas. Parece de risa la edición de un libro de texto de educación física derivado de
la última reforma y la propuesta de hacer ejercicios físicos entre periodos de clase
y entre pupitres, al interior de las aulas. Los municipios ya se hacen cargo de la
educación física de muchos grupos de población y ciertamente podrían
responsabilizarse en horarios diferentes a los de las escuelas, con mayor
concentración de tiempo destinado a esta actividad y con un aprovechamiento
focalizado de las horas que los estudiantes podrían dedicar a esa actividad. Por una
parte, los alumnos podrían tener de tres a cuatro horas semanales de actividades
deportivas; por otra, los profesores de educación física, la mayoría de los cuales
tiene que distribuir su tiempo en horas parciales y segmentadas entre distintas
escuelas, podrían tener sus tiempos completos en las distintas instalaciones
municipales. Cabe también la posibilidad de impulsar, mediante ciertos apoyos
presupuestales, a los clubes deportivos como organizaciones no lucrativas de la
sociedad civil; se debería lograr una planeación integral de esta educación física
para todos, aprovechar deportes que no exigen muchos recursos ni grandes
instalaciones (futbol, volibol, basquetbol, caminatas, carreras, etc.) y establecer
entidades especializadas para quienes vayan avanzando en actividades de mayor
exigencia. Ciertamente se podría buscar la experiencia de otros países en donde la
escasez de recursos económicos no ha sido obstáculo para una verdadera
educación física.
Sería fundamental que todos los jóvenes tuvieran este tipo de oportunidades. Una
posibilidad para ello, que no se ha integrado, es la de la colaboración entre las
escuelas de nivel medio superior, e incluso de las secundarias, con los centros de
capacitación para el trabajo, a los cuales se les podría asignar la responsabilidad y
la función de impartir por lo menos una competencia laboral a todo joven entre los
15 y los 17 años. Estos centros han resultado una opción de formación muy
importante para quienes sólo terminaron su secundaria (Messina, en proceso).
Las dificultades se localizan en romper los feudos de las instituciones y en lograr las
coordinaciones eficientes. Un verdadero sistema de créditos escolares podría
resolver el tema del reconocimiento y certificación de todos estos aprendizajes extra
escolares.
NOTA
1
Para este ensayo, claramente de opinión, me baso en mis publicaciones previas,
el curso periódico de "Políticas y problemas de la educación en México" que imparto
en el Programa de Maestría del DIE, en mi participación en el diseño del Consejo
Nacional para la Vida y el Trabajo como parte del equipo de transición para el sector
educativo (2000), en el Consejo de Especialistas en Educación (2006) y, en algunos
casos, en las tesis actuales de mis alumnos de maestría y doctorado.