La Extradicion
La Extradicion
La Extradicion
Compañeros de Promoción:
Pensaréis sin duda, que me hallo fuera de ambiente al venir a este Círculo
de Estudios para tratar de una Institución que, en apariencia, es más propia del
Derecho Internacional; pero, si se tiene en cuenta la estrecha relación, el íntimo
enlace que élla guarda con nuestro curso, dado que es una violación de orden
Penal lo que la origina y consti~uye su razón de ser, quedará juftificado el que
la haya escogido como tema de la presente charla.
Todos los aquí presentes, estoy seguro, tienen un conocimiento más o me-
nos preciso del punto por tratar, luego, nada nuevo pretendo d~ciros al respec-
to; simplemente es mí deseo ampliar, aclarar en lo posibl2, y ordenar estos con-
cept'Js que ya Sl' tienen; y para ello, <tntes de empezar permitidme, sintética-
mente, os esboce el plan que seguiremos; pues creo con Quintiliano: ''Que el co-
nocer la medida de la pasada fatiga produce placer y el ver lo que uún queda,
conforta a esperar con mayor traqquilidad":
En primer lugar, veremos qué es la Extradición: luego se har<'l de élla
una breve reseña histórica; a continuación, estudiaremos su naturaleza y funda-
mentos; y, finalmente, después de tratar sobre los delitos que l;~ originan, termi-
naremos viendo a grandes rasgos su procedimiento.
Evolución histórica
No por muy difundida deja de ser l'n error la creencia que acepta el ori-
gen relativamentt> moderno de t>sta Institución. La doctrina remonta sus fuentes
a los primitivos pueblos de la antigüedad. Parece que ya en d Egipto de los
Euaones se practicaba este principio; y a través de las Sagra:h1s Escrituras apa-
recen también, vestigios de Extradición (El cap. 20 del Libro de los Jueces, nos
rt>h:ta la venganza que tomaron las once tribus de Israel contra la de Benjamín
por no haber entregado a aquellos que insultaron a un levita). En la historia de
Grecia se encuentran ejemplos del derecho de solicitar a una nación amiga, la en-
trega de los delincuentes (los atenienses prometen a los m&cedcnios entregarles
los que atentaron contra la vida de Filipo); y aún mas, se afirm."l que en Roma
existía un verdadero tribunal (llamado de los Recuperatores), que decidía sobre
b entrega de los refugi«dos. Pero, estos casos aislados, se pre~entan como sim-
ples excepciones a la regla comúnmente aceptada en esos tiempos, consistente
en brindar solícitamentt> asilo, territorial o religioso, a los perseguidos en los es-
tz:dos vecinos; no llegaron a constituir, pues, el ejercicio regular de un derecho.
La Edad Media, no fué mas favoruble a la Extradición que la Antigua.
Los sentimientos religiosos y humanitarios imperantes en los pueblos medieva-
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les; y el aislamiento y mutua hostilidad en que VIVIeron, durcltl~~ siglos, las na-
ciones que se hahian formado con los restos del ImpcriÓ Romano; crearon un
ambiente favorable en el cual el Derecho de Asilo adquiere mayor fuerza aún y
eclipsa, casi totalmente, esos casos esporádicos de Extradición. Mas con el
tiempo, cesa este aislamiento, se inician las relaciones entre los Estados y el De-
recho Público. consecuentemente, tiende a modificarse; todo esto hace que las
naciones se dieran cuenta de las mayores ventajas que les reportaría el entregar
a los otros Estados, a cambio de la misma concesión, a aquellos delincuentes· que
hubieran buscado más allá de sus fronteras una inmunidad perjudicial a toda
sociedad civilizada; y comienzan a realizarse una serie de convenios que v~1n
dando forma a esta Institución: Rusia con Grecia, firman un tr<~tado de Extr<1-
dición; posteriormente, un convenio estipula la entrega de delincuentes entre los
reinos de Escocia e Inglaterra; en forma análoga, Carlos V, rey de Francia, y el
duque de Saboya, pactan la mutua entreg<' de los malhechores quE' huyesen a sus
dominios; y es en Itali3 principalmente donde el gran número de Pstados inde-
pendientes y de ridículas extensiones territoriales, se multiplican más y mils es-
tos tratados y convenios. Sin embargo, es necesario hacer notar que no fm'
considerada esta Institución como un principio universal. ni le fueron atribuidos
los caracteres que hoy le reconocemos.
Así, llega la Edad Moderna y con élb aparece un nuevo tipo de Extradi-
ción: "la de emigrantes", no porque se considerase al emigrante como un crimi-
nal. sino simplemente, por Pl interés que tenían algunos paises de evitar la des-
población de sus provincias (tratado de Ncrchinsk entre Rusia y China). Pe-
ro, es a partir dp] siglo XVIII que la Extradición empieza a ganar tPrreno den-
tro de los linderos de la justicia internacional pues, como lo hace notar el autor
mejicano Godoy: "La multiplicidad de medios de comunicación, las relaciones in-
ternacionales más estrechas entre los paises civilizados y las doctrinas enuncia-
das por los tratadistas sobre la materia. contribuyeron poderosampnte a ampliar
y dar mayor trascendencia a este Derecho. Y hoy dia, b existencia de un;¡ SL'-
rie de tratados ratificados por los diversos paises y la multitud de casos en los
cuales se ha practicado, constituyen llna prueba de la universalidad adquirida
por esta institución, a parte de su reconocimiento jurídico tácito por los estados
que la han incorporado a sus legislaciones.
Su naturaleza y fundamentos
Por regla general. todo tratado de Extradición comprende do~ clases de dis-
posiciones: unas relativas a los delitos y las otras. a los delincuentes.
En un principio la Extradición fué concedida sólo cuando se trataba de de-
terminados delitos, cuya gravedad era reconocida por todos (el homicidio cali-
ficado, por ejemplo); posteriormente, se fueron tomando en cuenta hPch(ls me-
nos graves (robos, falsificaciones, estafas, etc.); y hoy día, d número de deli-
tos que pueden servir de base a una demanda de extradición, va siempre en au-
mento. Si examinamos algunos de los diversos tratados celebrados al n·spec-
to, nos daremos cuenta que no extste, entre ellos, gran diferencia al consign,Jr
los delitos causantes de Extradición, (en todos aparecen constantes los delitos
contra la vida, la propiedad, el honor sexual o aquellos que atentan contra la li-
bertad); mas no se estipulan las simples faltas o contravenciones dado que no
causan alarma social ni revelan peligrosidad.
Este sistema, de enumerar y clasificar los delitos, ha sido d de mayor acep-
tación en la práctica, pero sin embargo, actualmente cede paso a otro, que pa-
rece más ventajoso, pues llena los vacíos dejados por aquel; ya no se atiend(' ;¡
la naturaleza del delito, sino que se adopta el criterio de la peilalidad que mere-
ce. Es decir, establece que se concede la Extradición, por ejemplo, para aque-
llos delitos sancionados con uno o más años de prisión. Nuestro país ha em.
pleado indistintamente ambos métodos: asi, en el tratado de Extradición firma-
do por los países asistentes al Congreso Bolivariano de 1911, o ''n los tratados ra-
tfficados con Bélgica, España, etc .. se hace la enumeración de los d('litos; en cam-
bio, en el tratado de Montevideo fué aceptada la Extradición para los delitos
que se hallen sujetos a una pena privativa de la libertad no menor d(' dos años.
Y, ¿respecto a los delincuentes? GEneralmente se acept<n dos excepcio·
nes al principio de Extradición: una, cuando se trata de un delincuente refugia-
do en su país de origen; y la otra, para los llamados delincuenc,'S politicos. Pe.
ro, no por esto dejan de ser discutidos por b doctrina.
¿Se debe proceder a la Extradición de los delincuentes nacionales o no7:
las opiniones, como en todo, son dispares. Mucho se ha ('SCrito defendiendo b
no extradición de nacionales, alegando lo~ tratadistas que asi opinan, por un la-
do, que todo Estado debe asegurar a sus ciudadanos, la certidumbre de que se-
rán juzgados según sus leyes; por otro, que al entregar un súbdito para que sea
juzgado en el extranjero se infiere una ofensa a la dignidad nacional; y final-
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mente, que así como una madre Pncubre a sus hijos, la Patria, madre común. no
puede entre\J'll' a los suyos. Frente a est2 opinión, se levanta otra igualmcnk
fuerte, que considera de escc>so mérito jurídico estos argumentos; pues, del con-
cepto de Extr<1dición se desprende que su objeto es reprimir el crimen colocan-
do a su ;,utor bajo el imperio de la legislación que violó, pM<l que sea juzga-
do con mayor cf.'rteza y seguridad y<1 que es ahi donde se en.:uentran las prue-
b.1s qu<:> serán las bas<?s de su culpabilidad o inoc<?ncia. Luego dicen, no hay
f<dta de protección cuando un Est<1do oblig<1 a su súbdito, ·lue responda ante
el ro por h<Jber violado un orden que estab;; obligado " respet<Jr; CJdcmás. serio.
~í. una indignidad el entregarlo sin pruebas condenatorias, m<;s no ;ll contrario,
pues ante la dignidad nacional prevalece la dignidad humana que aconseja no
favorecer al culpable. Y por último, refut;mdo a los que aluden argumentos sen-
timentalistas, G;.scón y Marín f.'scribe: "Mal puede ni debe amparar la Madr<?
P<;tria a quien no se mostró digno hijo de ella".
Esta segunda opinión, me parecería la más conveniente, si es que no hubie-
se ·aparecido en los tiempos presentes, un nuevo criterio, práctico, conciliador
de ambas teorías, el que es adoptado actualmente, en casi todos los convenios
de Extradición; y consiste en no afirmar ni negar nada al respecto, sino, sim-
¡:>lemente, dar " la Extradición de nacior.ales un carácter faculti.'tivo para que
<Jsi, en los casos que el int!"rés de la colectividad lo exijo, pueda realizarse. El
Perú, Lmbién, ha seguido en sus tratados tanto el criterio prohibitivo como este
último.
La segunda excepción. que hemos anotado, se refiere a los llamados delin-
cuentes políticos. En un principio. la P:xtradición se aplicó pri!lcipalmente. pa-
ra perseguir a esta clase d!" delincuentes; sin embargo, en la actúalidad. &stos se
hallan amparados por e] Der!"cho de Asilo en todos los países. La difi<lultad
;t! aplicar esta excepción ectríba en d!"terminar: cuándo un dl"lito es político;
multitud de opiniones existen al respecto: unos reconocen este carácter al delito
cometido dentro de un ambiente revolucionario, pero ¡es tan dificil precisar si
existe esta dervescencb revolucionario en un momento dado! Otros, califican
de políticos aquellos delitos que atentan contra la vida del Jefe del Estado o
de sus familiares, lo que significa un criterio miope. restringdo de apreciación;
y Manziní opina que para sa)-ler si un delito es poltico o no, es necesario tener
en cuenta las circunstancias en las cuales se realizó y estudiar los antecedentes
de su autor; lo que equivale a dejar si.n solución el problema. Parece que de-
b'do a esta dificultad, los Estados no han adoptado !"n sus tratados ningún cri-
terio, estipulando tan sólo, que no se conc!"derá Ía Extradición cuando se trat!"
de un delito político o de delitos con él relacionados; de modo que, se deja al
arbitrio e interés de los paises el determinar si el delincuente es o no un delin-
cuente político. Y finalmente, para terminar con estas excepciones es indispen-
sable distinguir entre este delincuente politico (gue atenta contra la organiza-
ción o el orden de un determinado Estado), y el delincuente social (anarquis-
ta. socialista) que pretende destruir la sociedad en sus funda!nentos para orga-
nizar!<; a su modo y según sus doctrinas; y por lo tanto, no constituye sólo un
peligro para tal o cual Estado, sino, para la humanidad entera. Para éste si, ca-
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El procedimiento