Not Louis
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MODELOS PEDAGÓGICOS
1. Formación en 3° persona. El alumno se asemeja a un objeto, que se va formando a través
de las acciones que se ejercen sobre él. El educador es sujeto, centro de iniciativas y de
gestión de las actividades que forman al alumno. Es una formación en 3° persona puesto
que objetiva al estudiante lo que equivale a tratarlo como objeto. Ésta concibe el
aprendizaje como una preparación a la vida adulta.
El maestro expone su lección y señala las tareas a efectuar para dominar los contenidos. El
alumno tiene que escuchar, seguir las explicaciones magistrales, acomodarse a las
consignas y aceptar los juicios a los que será sometido su trabajo.
El alumno no tiene la posibilidad de tomar ninguna iniciativa. El que enseña y el que es
enseñado no tienen la misma lógica. La lógica del estudiante necesita referencias
concretas, cuya necesidad no resulta evidente para el maestro. Este avanza a través de
relaciones de inferencias de resúmenes, que el otro no está siempre en situación de
comprender.
Los ejercicios de aplicación consisten en rehacer, imitando lo que el maestro ha hecho
ante sus alumnos, bien, en aplicar a una situación una regla dada durante el curso, una
vez reconocida la identidad de la situación encontrada con la situación para la que la regla
fue dada. Consiste en reproducir un modelo o aplicar un método impuesto (tropieza con
dificultades de comprensión). En estas condiciones llega a adquirir comportamientos cuyo
sentido profundo y razón de ser se le escapan. Lo que los convierte aún en más
inconscientes.
Además este trabajo en el que la acción está predeterminada por la consigna, la regla o el
modelo resulta menos formativo que aquel en el que el alumno debe tomar la iniciativa,
probar, tantear y observar los efectos de sus actos y reflexionar sobre ellos, para en
consecuencia, reorganizar su comportamiento.
El curso magistral entraña una pérdida de tiempo por falta de eficacia: el aprendizaje de
las lecciones no garantiza el carácter operativo de los contenidos memorizados; la
reducción de las actividades de “prácticas” o ejercicios de imitación o de reproducción no
favorece el desarrollo de comportamientos de imaginación, de inventivas, de exploración,
de tomar iniciativas y arriesgarse, de crítica y de retorno reflexivo hacia sus propias
conductas.
2. Formación en 1° persona. Se considera que el alumno ya lleva en sí mismo los medios de
su propia formación, la educación es un desarrollo movido y orientado por una dinámica
interna, nutrido además por los intercambios que esta dinámica establece con el medio
ambiente. El alumno se encuentra en situación de sujeto, se trata de una formación en
primera persona, puesto que el alumno es un yo, es decir un centro de iniciativas y de
Algunos aportes textuales tomados de la lectura del texto. Por
Ligia Martínez
gestión de las actividades a través de las que se forma. Esta formación considera que la
educación no es una preparación sino una vida, y buscaban la dinámica del trabajo escolar
en las necesidades experimentadas por el alumno.
En esta formación el conocimiento es producto de la acción, el propio alumno construye
su saber.
3. Formación en 2° persona. Ante la oposición de las dos opciones de formación, Not
plantea opción síntesis donde habrá un sujeto que enseña y un sujeto que aprende, esto
entraña el rechazo de alumno objeto del primer modelo y el maestro ausente del
segundo. Será pues una formación en segunda persona.
La pedagogía que define para esta formación se basa a la vez en la identidad que garantiza la igual
dignidad de cada uno. Autorizando así su libertad de iniciativa frente al otro, y en la alteridad que
pone cada uno en su irreductible originalidad.
El aprendizaje requiere la actividad del sujeto que debe aprender, no es el resultado ni del
escuchar a los demás, ni del contemplar su actividad. Sin embrago, el alumno no puede
descubrirlo todo, ni inventarl o todo por sí mismo. No tiene ni la capacidad, ni los medios, su
ambiente es demasiado exiguo para esto; las experiencias que lleva a cabo son demasiado
singulares y demasiado engañosas dadas las particulares circunstancias en que se producen.
Le faltan informaciones, experiencia, medios intelectuales y técnicas necesarias para ponerse al
corriente de los conocimientos que necesita (o necesitará), e incluso adolece de ciertos contenidos
conceptuales cuya existencia ni siquiera sospecha.
La dialéctica del que enseña y del que aprende. Se caracteriza por un aprendizaje constituyente, es
decir, que estructura el saber, y por una enseñanza dialogante. El que aprende construye su saber,
pero recurre al que enseña para que éste le aporte lo que no puede encontrar por sí mismo. El
discurso del que enseña o los materiales que comunica están sometidos en este caso, a una
manipulación de la información que aportan, y las formas que vehiculan fuerzan las estructuras
mentales del que aprende a acomodarse a ellas para al reconstruirlas comprenderlas
(comprehender, aprender conjuntamente, es decir, unir, ligar). Esta información se la dan al que
aprende en el momento en que la necesita; es precisamente a través de la conciencia de esta
necesidad cuando se organizan las estructuras que permiten integrar lo nuevo a lo antiguo. La
estructura de las relaciones interpersonales se encuentra completamente transformada.
El error de buena parte de los maestros (sin hablar de los que les dirigen o controlan) consiste en
considerar al alumno como otro yo pero en el sentido de alguien que tiene (o que es capaz de
tener) necesidades, intereses, representaciones, gustos, estructuras de pensamiento e incluso
experiencias pasadas y proyectos si no idénticos a los suyos al menos sí bastante parecidos para
que las diferencias correspondientes no creen ningún problema a la enseñanza, cuando en
realidad lo que ocurre es que en todos estos puntos el niño no es muy parecido al que le enseña.
Algunos aportes textuales tomados de la lectura del texto. Por
Ligia Martínez
Al propio tiempo, sin embargo, se le considera incapaz de hacer lo que el maestro puede hacer
debido a que a éste se le atribuye el monopolio de las iniciativas.
Una formación en segunda persona, que exige a cada uno ser sujeto, reconoce por este mismo
hecho su capacidad de tomar iniciativas eventualmente diferentes de los del otro o de las que el
otro espera de él.
Relación pedagógica en segunda persona.
No es simétrica. El enseñante es portador de un saber más extenso, pero sobretodo avanzado
respecto al del alumno. Ya ha recorrido los caminos que el otro va a emprender (lo esencial es que
se acuerde de esto) y ha llegado a un novel hacia el que el otro tiende, pero que aún no ha
alcanzado.
La relación es recíproca. Porque la actividad de uno provoca la del otro, pero sobretodo porque
cada uno actúa sobre el otro y reacciona ante el otro.
Los posibles conflictos. Los conflictos surgen cuando reivindicamos para sí la exclusividad de la
iniciativa que el sistema le reconoce, el enseñante pretende obligar al alumno a actividades que,
por razones ligadas a su subjetividad, este rechaza. El enseñante apela entonces a la autoridad de
la que ha sido investido; “yo soy el maestro, soy yo pues, y sólo yo quien decide”, intentando
usarla así para someter cualquier voluntad que se oponga a la suya, para prohibir las acciones que
desaprueban e imponer las que la otra parte se niega a cumplir.
En segunda persona, se evitan estos errores pedagógicos. No se aplastan las divergencias bajo la
autoridad magistral o bajo la de otros modelos a imitar, ni se la deja además perderse en un
vagabundeo estéril, ya que ninguno de los dos participantes tiene la exclusividad de la iniciativa, y
además cada uno articula las suyas en función de las del otro, en la socialidad del nosotros que
realizan conjuntamente.
Los dos sujetos se encuentran en situación de fusión, aunque sólo parcial. No se trata de fusión
afectiva. (Un maestro sin corazón, Alaín, quiere decir con esto que, a diferencia de los padres, no
comulga afectivamente a través del agrado o desagrado del niño (1959, VII; VIII,IX)no se deja
afectar por sus emociones).
Es preciso, mantener la distinción del yo y del tú, realizando la fusión parcial a partir de un
enfoque común que es el del aprendizaje, lo que supone un previo acuerdo respecto a este
enfoque.
Algunos aportes textuales tomados de la lectura del texto. Por
Ligia Martínez
En la relación contractual que se establece en una formación en segunda persona, el que enseña y
el que aprende se reconocen mutuamente responsables de lo que hacen para que el discípulo
obtenga el dominio de saberes definidos por los programas y los planes de estudios. Esta relación
de reciprocidad es fuente de libertades porque hace caer las resistencias en virtud del
compromiso y, a la vez, regula las libertades porque cada una de las dos partes está autorizada a
pedir cuentas a la otra.
Lo mejor es realizar un análisis inicial del proyecto de enseñanza‐aprendizaje en términos de
intereses, metas, perspectivas, riesgos, temores, idénticas esperanzas, dificultades previsibles (hay
que presentarles desafíos más bien que obstáculos), de posibilidades de éxito, de condiciones de
ayuda pedagógica (Meirrieu, 1985,1987) para establecer contrato. Constatar atractivos del tipo de
trabajo y su precariedad.
DINÁMICAS DE LOS APRENDIZAJES COGNOSCITIVOS
1. Motivaciones en la formación en tercera persona.
En la preparación para la vida adulta se ha buscado la dinámica en el deber (imperativo moral
y deber de obediencia a la autoridad, pero, estos son móviles más que motivaciones,
demasiado racionales y no suficientemente afectivos para atraer la actividad, sino las
sanciones.; pero el temor a las sanciones no tiene nada de positivo, ya que esto no engendra
más que conductas de abstención y los premios solamente tienen efecto en el caso de que
sean deseados.
Sobre los contenidos cuyo atractivo intrínseco resulta bastante débil para el niño, se ha
recurrido a la emulación sin tampoco ver que esta encierra a los flojos en su mediocridad, deja
a los medianos en la indiferencia y que solamente excita a los más aplicados, a aquellos que
precisamente trabajarían aunque no hubiese ningún tipo de competición.
Todo depende del principio fundamentalmente del alumno objeto que uno forme; la dinámica
de las situaciones tiene sus fuentes fuera de él, se le fuerza, se le disuade o se le atrae; se le
contrapone a los otros. En ningún momento se establece directamente la relación dinámica
entre el sujeto y el objeto sobre el que debe dirigir su actividad.
2. Motivaciones en la formación en primera persona.
Se las han situado en las necesidades del alumno y en los intereses que provocan
(psicopedagogos funcionalistas, J. Dewey y E. Clauparede). Interés definido como una relación
percibida por el sujeto, entre las necesidades que experimenta y las propiedades de los
objetos susceptibles de satisfacerlas.
No sólo se explica el movimiento que empuja al sujeto hacia el objeto por la necesidad, sino
que además de esto, se justifica la fuerza que atrae al sujeto por las propiedades intrínsecas
de éste. Ya no faltará más que descubrir las necesidades del sujeto y encontrar lo objetos que
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le corresponden. Lo que pasa es que los creadores de estos métodos han cometido el grave
error de identificar las necesidades del alumno con las que están ligadas a la existencia
corriente y a los problemas de adaptación al medio ambiente.
3. Motivaciones en la formación en segunda persona.
La necesidad del equilibrio, la incesante confrontación consigo mismo, con los otros y con las
cosas constituye uno de los determinantes de la dinámica de aprendizaje.
DINÁMICAS DE LAS NECESIDADES EN LA ACTIVIDAD COGNOSCITIVA
La actividad sobre la que se basan hoy los aprendizajes que la educación propone es
totalmente independiente de las exigencias vitales. La necesidad es simplemente un estado
del sujeto que puede ser determinado desde el interior o desde el exterior de éste.
El desarrollo de las actividades en una enseñanza dialogante.
El estudiante según lo que emprenda, según la manera como lo haga, según las dificultades
que encuentre, los fracasos que sufra, los éxitos que conozca, los problemas que descubra, las
ingenuidades o ignorancias que cometa, él es quien determina a la vez el desarrollo de sus
propias actividades y las del enseñante que responden a las necesidades reveladas por esta
iniciativa.
El maestro tiene un papel de auxiliar, interviene para ayudar al alumno cuantas veces los
errores o las incapacidades de éste lo hagan necesario; por tanto, ajusta su intervención a las
necesidades según van apareciendo. Conoce los programas y domina los contenidos. Dispone
de las informaciones que permiten analizarlos en una perspectiva psicopedagógica: Está
incluso para prever las actividades de las que el alumno es capaz y, eventualmente, para
reorientar su desarrollo. Tiene también un papel de iniciador, puesto que el alumno no tiene
siempre idea de las iniciativas que debe tomar.
El estudiante trabaja en los contenidos que dependen del proyecto de aprendizaje que ha
elaborado con el enseñante., estructura por sí mismo las informaciones de las que dispone.
Atañe al enseñante responder al estudiante, sin embargo, le corresponde sugerir también
actividades ligadas a las exigencias que corresponden al proyecto educativo. El maestro tiene
también que suscitar una dinámica basada especialmente en el éxito de los aprendizajes, el
estímulo en caso de dificultad, el reconocimiento de cualquier éxito, incluso parcial, la
actualización de las relaciones entre lo que el alumno hace hoy y lo que hacía antes (para la
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concienciación de los progresos que están a punto de realizarse) o el establecer relaciones con
lo que hará más tarde (para la dinámica del proyecto de acción o del proyecto de uno mismo y
el sentido del desarrollo) sin embargo, esa acción del enseñante solamente llega a ser
efectivamente dinamógena para el alumno si aumenta su potencia y la confianza que tiene en
sí mismo; por esta razón el alumno recurre expresa o indirectamente al juicio del maestro.
Éste tiene pues que proceder a evaluaciones cuantas veces parezca necesario y en concreto al
final de cada secuencia.
La toma de iniciativas
La lógica que determinan las iniciativas no es pues, ni jerárquica, ni cuantitativa, ni temporal
sino funcional. Se trata de la lógica de las posibilidades y de las necesidades. Lo ideal sería que
la iniciativa perteneciese a los alumnos y que la del maestro se limitase a responder a sus
preguntas expresas o a necesidades aparecidas a través de sus actividades. De hecho las
carencias que caracterizan al saber llevan al educador a abrir las situaciones de aprendizaje a
las perspectivas y a los objetos que no pueden descubrir por ellos mismos. Aunque, conviene
devolverles la iniciativa en cuanto sea posible. Así es como en efecto, se revelan sus
posibilidades, sus insuficiencias, sus errores, sus representaciones y sus procesos de
pensamiento.
Lo importante es poner en marcha la actividad y esto depende de la iniciativa conjunta del
maestro y de los alumnos. Ambas iniciativas se completan en la medida en que cada una tiene
por meta la actividad de los alumnos que se considera fundamental. Existe entre maestro y
alumnos una especie de relación circular. El primero alimenta y eventualmente suscita la
actividad. Los otros actúan espontáneamente o reaccionan ante sus iniciativas y su actividad
informa al maestro, provoca sus iniciativas y las orienta.
Iniciativas del alumno
Prácticamente después de haber escogido conjuntamente un tema para estudiar, se deja libre
al alumno para organizar el trabajo, salvo el ayudarle para comenzar su investigación en un
terreno aún no señalizado, o para desbloquear un proceso encallado en un callejón sin salida,
o además de esto, para corregir un error esterilizador. Se le pide que se exprese, que
hable…posiblemente para decir cualquier cosa, con la vana esperanza, a veces planteada
como axioma, de que, de enunciaciones más o menos inconsistentes o caóticas saldrá poco a
poco un saber organizado.
La libertad de iniciativa significa libertad de emprender, de organizar, de expresar, de fracasar,
de juzgar…con el corolario de la responsabilidad sin la cual la noción de libertad no es más que
una palabra hueca.