Herbert Macuse - Tolerancia Represiva
Herbert Macuse - Tolerancia Represiva
Herbert Macuse - Tolerancia Represiva
tiíicados por el hecho de que conducen a tal fin". Las al abras de MILL,
frecuentemente citadas, contienen una implicación menos conocida, de
la cual depende su sentido: la íntima relación entre libertad y verdad.
Hay un sentido en el quc la verdad es el fin de la libertad y ésta debe ser
determinada y delimitada por la verdad. Ahora bien, <en qué sentido puede
la libertad estar condicionada por la verdad? Libertad es autodetermina-
ción, autonomía- esto resulta casi una tautología, pero una tautología que
surge de toda una serie de juicios sintéticos. Da por supuesta la capacidad
de poder determinar la propia vida: de hallarse uno en condiciones de
decidir lo que quiere hacer y omitir, aguantar y no aguantar. Pero el sujeto
de esa autonomía no es nunca el aleatorio individuo privado en cuanto
eso que es actualmente o por azar; más bien el individuo en cuanto ser
humano capaz de ser libre con los demás. Y el problema de posibilitar se-
mejante armonía entre la libertad individual y propia y la del otro no
consistc cn hallar un compromiso entre contrincantes o entre la libertad y
la Icy, entre los intereses generales y los particulares, entre la beneficencia
pública y la privada en una sociedad establecida, sino en promover una
sociedad en que el hombre no sea esclavo de instituciones que desde un
principio aminoran ya la autodeterminación. En otras palabras: la libertad,
incluso para las sociedades más libres entre las existentes, está aún por
realizarse. Y la dirección en que ha de buscarse, y las transformaciones
institucionales y culturales que han de contribuir a alcanzar esa meta son
-al menos cn la civilización desarrollada-conzpreizsibles por la raz&n, es
decir, se piieden identificar y proyectar sobre la base de la experiencia.
En el cambiante juego de teoría y praxis, las soluciones verdaderas y
las falsas resultan diferenciables-pero nunca en el sentido de una ne-
cesidad demostrada, nunca como algo positivo, sino sólo con la certeza
dc una posibilidad bien y racional y con la fuerza de convic-
ción de lo negativo. Porque lo verdaderamente positivo es la sociedad del
futuro (por eso escapa a la definición y determinación), mientras que lo
positivo existente es aquello que es menester superar. Sin embargo, la
cxperiencia y la comprensión de la sociedad existente pueden muy bien
idcntificar lo que no conduce a una sociedad libre y racional, lo que evita
o dcsíigura las posibilidades de su promoción. Libertad es liberación, un
específico proceso histórico en la teoría y en la praxis, y tiene como tal
su justicia, su verdad y su falsedad.
La incertidumbre de la probabilidad de éxito en esa distinción no su-
prime la objetividad histórica, pero exige libertad de pensamiento y de
expresión como condiciones previas para hallar el camino hacia la libertad
-exige tobrancia. Esta tolerancia, sin embargo, no puede ser indiferenciada
y homogénea frente a los contenidos de la expresión de las palabras y de
los hechos; no puede proteger palabras falsas ni hechos injustos que contra-
digan y se opongan demostrablemente a las posibilidades de la liberación.
Tal tolerancia indiferenciada está justificada en debates sin importancia,
en la conversación, en la discusión académica; es imprescindible en la labor
Tolerancia represiva 109
científica y en la religibn privada. Pero la sociedad no puede proceder sin
diferenciar allí donde se hallan en juego la paz de la existencia y la misma
libertad y felicidad: aquí no se pueden decir ciertas cosas, ni expresarse
determinadas ideas, ni proponerse ciertas medidas políticas, ni permitirse
e un determinado comportamiento, sin convertir la tolerancia en un instru-
mento de la prosecución de la esclavitud.
El peligro de una "tolerancia destructiva" (BAUDELAIRE),"de una be-
nevolente neutralidad" frente al arte, ha sido reconocido: el mercado, que
(si bien a veces con súbitas oscilaciones) recoge, lo mismo que el arte, el
anti-arte y el no-arte, todos los posibles estilos, escuelas y formas que lu-
chan unos contra otros, ofrece un "cómodo recipiente, u n amable abismo"
(Edgar WIND:Arte y Anarquia, Nueva York (Knopf), 1964, p. 101) en el
cual desaparece el impulso radical del arte, su protesta contra la realidad
establecida. N o obstante, la censura del arte y de la literatura es reacciona-
ria en todo caso. La auténtica obra de arte no es ningún apoyo de la re-
presión ni puede serlo, y el pseudo-arte (que podría constituir tal apoyo)
no es arte. El arte está en contra de la historia, hace resistencia a una
historia que fue siempre la historia de la represión, pues el arte somete la
realidad a leyes distintas de las establecidas: a leyes de la forma, la cual
engendra una realidad distinta-la negación de lo establecido, incluso
allí donde el arte escuda a la realidad establecida. Naturalmente, en su
lucha con la historia, el arte se somete a la historia misma: la historia
entra a formar parte de la definición del arte, lo mismo que de la distin-
ción entre arte y ~seudo-arte.Así se explica que llegue a ser ~seudo-artelo
que una vez fue arte. Antiguas formas, estilos y caIidades, viejos modos
1de protesta y negativa no se pueden reasumir en una nueva sociedad O
contra ella. Hay casos en que una obra auténtica contiene una afirmación
política reaccionaria -por ejemplo: DOSTOIEVSI~I. Pero luego esa afirma-
ción queda retractada por la obra misma: el reaccionario contenido político
es absorbido, superado en la forma artística: en la obra como literatura.
La tolerancia de la libre expresión es el camino de la preparación y
avance de la liberación, no porque no haya verdad objetiva y la liberación
haya de ser necesariamente un compromiso entre una gran variedad de
opiniones, sino porque hay una verdad objetiva, que sólo puede ser des-
cubierta y averiguada si se llega a saber y comprender lo que es y puede ser
y lo que debería hacerse para mejorar la suerte de la humanidad. Este
público e histórico "debe" no es inmediatamente evidente, no resulta pal-
mario: ha de ser revelado "dividiendo", "seccionando" y "desmenuzando" el
material dado (discutido), con la cual se separarán lo justo y lo injusto, lo
bueno y lo malo, lo verdadero y lo falso. El sujeto, cuyo "perfeccionamiento"
depende de una praxis histórica progresiva, es todo hombre en cuanto ser
humano; y esta universalidad se refleja en la discusión, que 'a priori' no
excluye a ningún grupo ni a ningún individuo. Pero hasta el carácter pan-
inclusivo de la tolerancia liberal se basaba, al menos en teoría, en el prin-
cipio de que todos los hombres eran individuos (en potencia) que podrían
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aprcnder a oír, ver y sentir por sí mismos, a desarrollar sus propias ideas,
sus intereses auténticos, a hacerse cargo de sus derechos y capacidades,
incluso contra la autoridad y la opinión instaladas. Tal era el fundamento
racional dc la libertad de exuresiónL
v2 asociación. La tolerancia omnidirec-
cional es r~roblenlática si su fundamento racional desaparece. si la toleran-
I
2. Con respecto a la discusión que sigue, quisiera subrayar una vez más que la tolerancia
n o es "de facto" indiferenciada y "pura", ni siquiera en la sociedad democrática. Las "limita-
ciones que actúan en el trasfondo", arriba indicadas, imponen barreras a la tolerancia incluso
antes de que ésta comience a surtir efecto. La estructura antagonista de la sociedad restringe las
reglas del juego. Los que están en contra del sistema establecido se hallan "a prioii" en des-
ventaja, la cual no queda suprimida con la tolerancia de sus ideas, discursos y publicaciones.
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"
debilitarse cl proceso democrático mismo. La fuerza liberadora de la de-
mocracia estribaba en la oportunidad que brindaba a las opiniones diver-
gentes tanto en el plano individual como en el social y en su apertura
fxentc ri formas, cualitativamente diferentes, de gobierno, cultura y trabajo
--<le la cxistcncia humana en general. La tolerancia de la discusión libre
y c l iiiismo derecho para posiciones opuestas tenían la misión de determi-
I I ~ K y aclarar las diversas formas de opiniones divergentes: su dirección, su
conteriido, sus perspectivas. Pero con la concentración del poder económico
y político y con la integración de puntos de vista contrapuestos en una
sociedad que utiliza la técnica como instrumento de dominio, la divergen-
cia efectiva qucda sofocada allí donde podía alzarse sin trabas: en la crea-
ción de opinión, cn el' campo de la información y la comunicación, en la
expresi6n y en la asociación. Bajo el dominio de los medios monopolísticos
-meros instrunientos, a su vez, del poder económico y político -se en-
qclidra una mentalidad para la que lo justo y lo injusto, lo verdadero y lo
falso, cstBn ya determinados de antemano en aquellos casos en que atañen
n los intereses vitales de la sociedad.
I'sto, antes de toda expresión y comunicación, constituye un hecho
scinóntico: queda bloqueada la divergencia efectiva, el reconocimiento de
lo que no forma parte del 'establishme~zt';esto comienza con el lenguaje
que sc y se prescribe. El sentido de las palabras queda rigurosamente
fijado. L,a discusión racional o la convicción de lo contrario quedan casi
cxcluidaa. 111 acceso al lenguaje queda interceptado para aquellas d al abras
c idcns que tienen un sentido distinto de las establecidas-establecidas
por 13 propaganda de los ~ o d e r e sinstalados y verificadas en sus prácticas.
Otras pnlabras puedcn, desde luego, ser ~ronunciadasy escuchadas y expre-
Tolerancia rey vesiva
puede buscar una respuesta. En todo caso, no se trata del contraste entre
democracia 'in abstracto' y dictadura 'in abstracto'.
Democracia es una forma de gobierno que resulta apropiada para muy
diversos tipos de sociedad (esto se aplica incluso a una democracia con
sufragio general e igualdad ante la ley), y los costes humanos de una demo-
cracia son siempre y en todas partes, los que pida la sociedad de la cual
es aquélla el gobierno. El volumen de esos costes se extiende desde la
normal explotación, pobreza e inseguridad hasta las víctimas de guerras,
acciones policiales, ayuda militar, etc., con las que la sociedad se ha com-
prometido-y no sólo a las víctimas dentro del propio país. Tales consi-
deraciones no pueden, desde luego, justificar jamás el que se exijan sacri-
ficios materiales y humanos en nombre de una futura sociedad mejor, pero
sí permiten, sin embargo, compensar los costes vinculados a la conservación
de una sociedad existente contra el riesgo de promover alternativas que
ofrecen una posibilidad racional para la pacificación y la liberación. Cierto
que no hay que esperar de ningún gobierno que favorezca su propia eli-
minación violenta; pero en la democracia, tal derecho se halla cimentado
en el pueblo (es decir, en la mayoría del pueblo). Esto significa que no
deben ser obstruidos los caminos por los que podría desarrollarse una ma-
yoría revolucionaria, y si son obstruidos por una organizada represión e
indoctrinación, entonces su reapertura exigirá evidentemente medios no de-
mocráticos. Esto incluiría el que se retiraría la libertad1 de expresión y aso-
ciación a grupos y movimientos partidarios de una política de agresión,
rearme, chauvinismo y discriminación por motivos raciales o religiosos o
que se oponen a la difusión de los servicios públicos, la seguridad social,
la asistencia médica, etc. Aparte de teso, el restablecimiento de la libertad
;le pensamiento puede exigir nuevas y rigurosas limitaciones de las doc-
trinas y prácticas de las instituciones pedagógicas que, según todos sus
concepciones, sirven para encerrar el espíritu en el universo esta-
métodOsc?'
blecido e expresión y comportamiento-y con ello prevenir a priori una
racional estimación de las alternativas. Y en la misma medida en que la
libertad de pensamiento trae consigo la lucha contra la inhumanidad, el
restablecimiento de esa libertad implicaría también intolerancia frente a la
investigación científica que se realiza en interés de mortíferos "medios de
intimidaciónJ', del aguante de condiciones inhumanas y anormales, etc.
Discutiré ahora la cuestión de quién debe decidir sobre la distinción entre
doctrinas y prácticas liberadoras y represivas, humanas e inhumanas; ya
he insinuado que tal distinción no es asunto de una mera preferencia sub-
jetiva de valores, sino de criterios racionales.
Mientras que cabe pensar que la inversión de la tendencia se podría
imponer, al menos en el sector de la educación, por los estudiantes y maes-
tros y así sería autoimpuesta, la sistemática supresión de la tolerancia para
con las opiniones y movimientos reaccionarios y represivos sólo puede con-
cebirse como resultado de una presión masiva, lo cual desembocaría en la
subversión. Ello supondría lo que aún está por realizarse: la inversión de
la tendencia. N o obstante, la resistencia en circunstancias determinadas
puede preparar el terreno. El carácter revolucionario del restablecimiento
IIG Textos y documentos
3. "Compr6ndase esto de una vez: si la violencia hubiera comenzado esta tarde, si jamás
hubiese habido en la tierra explotaaón ni opresión, entonces tal vez esa preconizada no-vio-
lencia habría podido resolver el conflicto. Pero si todo el &gimen y hasta wuesaas ideas de no-
violencia vienen condicionadas por una opresión milenaria, en tal caco vuestra pasividad na
sirve más que para integraros en las filas de los opresores".
118 Textos y docu7~entos
4. En los Últimos tiempos, el fascismo era una secuela de la transición a la sociedad indus-
trial sin revolución. Cfr. a este iespecto el libro de BARRINGTON MOORE"Social Origins of
Dictatorship and Democracy".
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