Hojas de Café Nº1 - Cuando Bogotá Era Un Café

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Edición de ocho páginas Bogotá, Colombia.

septiembre - octubre de 2013 página 1

Bogotá en un Café
Hojas de café Publicación gratuita del Instituto Distrital de Patrimonio Cultural www.patrimoniocultural.gov.co
Programa de revitalización de cafés
del centro tradicional de Bogotá h Entidad adscrita a la Secretaría de Cultura, Recreación y Deporte
de la Alcaldía Mayor de Bogotá. g Calle 12 b no 2-58
3550800

Cuando Bogotá era un café


Por Juan Gustavo Cobo Borda

Café Windsor, tinto y sifón Y en alguna forma se susci-


taban varios hechos culturales y
El café Windsor, en la calle políticos que transformarían el
13 con la esquina de la séptima, país. Las caricaturas de Rendón
frente a la oficina de los correos, demolían la hegemonía con-
fue uno de los primeros refugios servadora, la revista Los nuevos y
donde gentes venidas de todo el la revista quincenal Universidad
país se daban cita. fundada por Germán Arciniegas
Allí arribarían Ricardo en 1921 incorporaba ensayistas
Rendón, Luis Tejada y León de como Baldomero Sanín Cano y
Greiff, provenientes de la Vi- Luis López de Mesa y se abría ge-
lla de la Candelaria. Por allí se nerosamente hacia una América
asomaría Germán Arciniegas, Latina ignorada hasta entonces,
bogotano y sabanero de ha- con figuras como José Carlos
cienda y ordeño administrada Mariátegui y la reforma univer-
por su padre, para encontrarse sitaria de Córdoba, Argentina.
con Gregorio Castañeda Ara- Finalmente, se constituirían las
gón, quien traería el yodo y la primeras organizaciones socia-
sal marina desde Santa Marta, a listas y comunistas, con figuras
esa atmósfera de humo y puerta como María Cano e Ignacio To-
vaivén, quizás de emboladores rres Giraldo. Muchos círculos
en el estrecho espacio, donde el en expansión se constituyeron a
tinto se alternaba con el sifón. partir de los cafés, en esa ciudad
Donde los negociantes de gana- andina aislada del mundo.
do y trigo de Sogamoso convi- Con razón Germán Arcinie-
vían con un vikingo que decla- gas recordó en 1996, en El Tiem-
maba : “esta mujer es una urna/ po : “Lo del Windsor no se re-
llena de místico perfume”. petirá jamás. No tiene nada que
Augusto Ramírez More- ver con las cafés de París o de
no reconstruyó la nómina del Viena. Es el café de los hombres
Windsor: solos que no se quitan el som-
“Todas las tardes a las cinco brero y recitan sonetos, consu-
y todos los domingos de una a miendo tinto o sifón, mientras
siete de la tarde se reunían León en la calle rueda el tranvía de
de Greiff, Carlos Perez Amaya, mulas, sube el partido liberal y
Alejandro Mesa Nicholls, Luis para no romper la costumbre
Tejada, Carlos Pellicer, Rafael bogotana, llueve a cántaros y se
Vásquez, Luis Vidales, Ricardo muere de frío”.
Rendón, Germán Pardo Gar- Más joven que Germán Arci-
cía, Rafael Bernal Jiménez, Juan niegas (1900-1999) Alberto Lle-
Lozano y Lozano, Palau Rivas, ras Camargo (1906-1990) tam- Café y ciudad. 1948. Fotografía de Sady González. Colección Archivo de Bogotá.
Francisco Umaña Bernal, Alber- bién tendría en el Windsor su
to y Felipe Lleras, Jorge Zalamea, base de operaciones, justificada de entonces. Revive Lleras Ca- además, de tiempo en tiempo, Vuelven a destacarse allí las
Alberto Angel Montoya, Ciro en aquel entonces por su traba- margo aquellos tiempos cuando algún licor fuerte, whisky, bran- siluetas de León de Greiff, “en la
Mendia, Gabriel Turbay, Jorge jo en los periódicos liberales El evoco a Ricardo Rendón (1976). dy, ron o aguardiente , o grandes calle 14 con la carrera 7ª, de pre-
Eliecer Gaitán y Rafael Jarami- Tiempo y El Espectador porque “En ellos se freían empanadas, jarros de cerveza negra o rubia ferencia en la acera suroriental,
llo. Durante cinco horas se to- los cafés eran también prolon- cuyas grasas de cerdo extendía que llegaba en toneles, en gran- enfrente de una droguería” que
maba el café tinto, se recitaban gaciones de las salas de redac- un excitante olor en el recinto es- des carros tirados por perche- miraba desplazarse la vida de la
poesías inéditas, se leían prosas ción, antes de entrar a laborar y trecho y las afueras inmediatas… rones imponentes. Aquello era calle y luego se hundían en el
acabadas de salir del horno” luego que ya la edición circulaba Se tomaba, desde luego, café, barato, al alcance de nuestra po-
por toda la pequeña parroquia mucho café, negro y amargo, y breza”. véase página 3
página 2 Bogotá, Colombia. septiembre - octubre de 2013

Editorial

bogotá en un café
Por MAría Eugenia Martínez Delgado. Directora Instituto Distrital de Patrimonio Cultural

-I- organismo no indiferenciado fallido, una alegría deportiva,


Dos imágenes. sino plurívoco y compuesto cuya las malicias laborales, la mor-
La primera. Una calle vista des- forma ha de ser significativa y sig- bosa curiosidad por los muer-
de una cierta altura, tal vez desde nificante. tos– y de los grandes hechos del
una ventana de un segundo piso. La ciudad comienza a reconocer tiempo que pasa –la guerra, las
La segunda. Un espacio interior la extraordinaria importancia guerras, la realidad, las palabras
con mesas, piso de baldosín con de los espacios donde la ciudad para nombrarla, un país distante
formas que se repiten, grandes se auto-representa, se piensa a y sin embargo tan cercano–, de
ventanales hacia una plaza. sí misma, el lugar en donde se cine, del vecino. Hablan de ciu-
En la primera se ven grupos de reúne la colectividad para parti- dad.
personas que en círculos en las cipar –y no solo para asistir– a la ¿Dónde hablan?
esquinas, o recostados contra construcción de su forma.
una pared de piedra, o frente Sigue Mejía Pavony: - IV -
a una vitrina, o caminando en “Establecer la existencia de esta La forma de una ciudad es en-
medio de la calle, comparten la situación de cambio y determi- tonces la expresión de una vo-
palabra. nar su magnitud solo es posible cación territorial específica y
En la segunda, grupos de perso- si entendemos, primero, que particular: se formaliza y se con-
nas alrededor de una mesa, o de una ciudad es mucho más que sagra un territorio como espacio
pie frente a una barra, o recosta- un ensamble diacrónico de edi- dinámico para la construcción
dos contra una pared decorada ficaciones; segundo, que la ciu- común del conocimiento; un
con cuadros, o frente a un libro dad es un nudo de relaciones territorio donde el tiempo está
abierto, comparten la palabra. sociales que al espacializarse da sometido a una tensión cons-
¿De qué hablan? forma a un lugar humanamente tructiva, a una actividad corpó-
construido; tercero, que aunque rea e inteligente que produce
- II - estas relaciones son particulares subjetividad.
En su ensayo Los itinerarios de la a un sistema social determinado, Parafraseando a Toni Negri -Re-
transformación urbana. Bogotá, el espacio que construyen puede flexiones sobre lo inmaterial (Spi-
1820-1910, Germán Mejía Pa- ser duradero ya que los cambios noza-Marx… y hoy)-, podemos
vony reflexiona: entre los sistemas sociales no dan decir que la forma urbana rige Café-bar Estoril. Fondo Manuel H. Colección MdB-IDPC.
“Signos que dan razón de una sig- necesariamente fin al lugar cons- los encuentros y la actividad de
nificativa y profunda situación de truido.” una singularidad que constru-
cambio en Bogotá durante el siglo ye las nociones comunes. “Las La segunda, un café del centro cafés, plazas y teatros, parques
XIX son, entre otros, la conversión - III - nociones comunes (uno de los de la ciudad y su configura- y santuarios. En ellos está la
de sus plazas y plazuelas en par- Dos imágenes. Para ser exactos, descubrimientos fundamenta- ción pública: mesas contra las ciudad reflejada y, sobre todo,
ques; la erección de monumentos dos imágenes de ciudad. les de la Éthica de Spinoza) se paredes (tres sillas) y mesas en puesta en forma.
a los héroes patrios y la transfor- En la primera, grupos de perso- originan desde la imaginación el centro del espacio (cuatro Para el Instituto Distrital de Pa-
mación de la ciudad en elemento nas, incluso parejas, ocupan la y establecen una curiosa armo- sillas), una barra sin taburetes, trimonio Cultural, en el marco
simbólico de la nueva ideología; calle compartiendo la palabra: nía entre las leyes de la razón y paredes limpias con pocos cua- de su Plan de Revitalización del
la implantación de una racionali- hablan de negocios, del clima, las de la imaginación. La razón dros, una máquina para la mú- Centro Tradicional, recuperar la
dad positiva en la nomenclatura y del gobierno de la ciudad, de aprovecha aquí la disposición sica, luces altas, botellas de licor memoria de los cafés tradicio-
el uso en ella de nombres de per- los pequeños hechos del tiempo de la imaginación de hacernos tras la barra, máquinas para la nales de la ciudad y promover
sonas ejemplificantes del civismo que pasa –un enamoramiento presentes y disponer para la ac- preparación del café, pocillos, su significado cultural significa
republicano; la inserción de sabe- fallido, una alegría deportiva, ción las cosas que se nos enfren- carteles en algunas paredes. precisamente asumir el patrimo-
res liberales en el manejo de los las malicias laborales, la mor- tan”. Gran cantidad de gente que nio cultural como ámbito funda-
asuntos urbanos; la dependencia bosa curiosidad por los muer- ocupa ese espacio compartien- mental de comprensión y cons-
y sujeción de los organismos de tos– y de los grandes hechos del -V- do la palabra. trucción del fenómeno urbano,
gobierno de la ciudad frente al tiempo que pasa –la guerra, las Dos imágenes de ciudad. en el sentido que los valores pa-
poder ejecutivo nacional; la pre- guerras, la realidad, las palabras Dos imágenes, para ser exactos, - VI - trimoniales comportan –tal vez
sencia de una creciente élite co- para nombrarla, un país distante de la ciudad de Bogotá. Hemos de convenir enton- como ningún otro valor urba-
mercial y la atracción de las élites y sin embargo tan cercano–, de La primera, una calle del centro ces en la singular analogía que no- una síntesis compleja y muy
provinciales hacia la capital; la va- cine, del vecino. Hablan de ciu- de la ciudad y su configuración sustenta algunos espacios de la significativa de los componentes
riedad que adquirieron en la ciu- dad. urbana: fachadas, espacios de ciudad. En ellos se trascienden territorial, histórico, social, eco-
dad los oficios y las profesiones; el En la segunda, grupos de perso- circulación, vitrinas, bocacalles, los intereses individuales de los nómico y político del fenómeno
acortamiento de las distancias; en nas alrededor de una mesa, o de andenes, mobiliario urbano, habitantes y se configuran críti- urbano mismo.
fin, el manejo de la ciudad a cargo pie frente a una barra, o recosta- algunos cables, muy poca vege- camente los intereses colectivos Es probable que una frase de Italo
de juntas surgidas del sector pri- dos contra una pared decorada tación, avisos de comercio, car- de los ciudadanos. Calvino, consignada en una de sus
vado y su dominio de los princi- con cuadros, o frente a un libro teles en algunas paredes. Gran Hemos de convenir en el ex- ciudades invisibles, nos ayude ul-
pales servicios municipales”. abierto, comparten la palabra: cantidad de gente que ocupa esa traordinario significado de estos teriormente a glosar el sentido del
La ciudad, en su radical proceso hablan de negocios, del clima, calle compartiendo la palabra. espacios para la ciudad: calles y proyecto que hoy nos ocupa: “De
de modernización, comienza a del gobierno de la ciudad, de una ciudad no disfrutas las siete o
percibirse a sí misma como ele- los pequeños hechos del tiempo las setenta y siete maravillas que
mento simbólico, una suerte de que pasa –un enamoramiento contiene, sino la respuesta que da
a una pregunta tuya”

Instituto Distrital de
Patrimonio Cultural
Sede: Calle 12 B No. 02 - 58
Horario de atención:
Lunes a viernes
8:00 a.m. a 5:00 p.m.
PBX: 3550800
Bogotá, Colombia. septiembre - octubre de 2013 página 3

como el Café Victoria ( carrera


7ª No. 13- 19) y el Café Felixerre
(Carrera 8ª . No. 11 – 74) tam-
bién mencionado por Danilo
Cruz Vélez y donde los libros de
la revista Occidente como el de
Oswald Spengler La decadencia
de Occidente y las obras de José
Ortega y Gasset eran referencias
habituales, sea La rebelión de las
masas, El tema de nuestro tiempo o
España invertebrada.
Aquí resulta pertinente traer
a cuenta las palabras de Gabriel
García Márquez en el homenaje
a Belisario Betancur en febrero
de 1993:
“Para nosotros, los aboríge-
nes de todas las provincias, Bo-
gotá no era la capital del país ni
la sede de gobierno sino la ciu-
dad de lloviznas donde vivían
los poetas.
Café Carrera. Cra 7a. con calle 14. Fondo Daniel Rodriguez. Colección MdB-IDPC. Café Pasaje, 2013. IDPC.
Con el mismo terror reve-
rencial con que íbamos de ni-
ños al zoológico, íbamos al café
café Riviere, antecesor del Auto- poco a poco busca aproximarse a Otro fue el café El Molino, que años 40, así lo vivió Arbeláez re- donde se reunían los poetas al
mático, que fue después puerto ese círculo mágico. era el tertuliadero de la nueva cién llegado a Bogotá: atardecer. El maestro León de
de otra generación”: Además, para la gente que generación poética, de Eduardo “En una esquina del fondo Greiff enseñaba a perder sin
León, “que trabajaba como viene de provincia establece Carranza, Carlos Martín, Cama- del café, León de Greiff con su rencores en el ajedrez, a no dar-
contabilista en un banco de la un rito de pasaje, un salvocon- cho Ramírez y Jorge Rojas. Des- ‘alta pipa y su taheña barba’ per- le ni una sola tregua al guaya-
Calle Real” y Luis Tejada que des- ducto y una credencial, que les pués empezó a frecuentarlo León geñaba solitario sus mamotretos bo y, sobre todo, a no temerle a
tilaba sus “gotas de tinta”, para El permite sentirse integrados a la de Greiff. Había uno en la carrera entre copa y copa de aguardien- las palabras. Esta es la ciudad a
Espectador, donde amigos como capital. Veamos algunos casos. 8ª, antes de llegar a la Plaza de te, Alberto Angel Montoya, un donde llegó Belisario Betancur
Luis Vidales y José Mar soñaban Danilo Cruz Vélez, el filósofo Bolívar, que se llamaba Café Feli- poeta cuya obra completa reci- cuando se lanzó a la aventura del
con el remoto soviet de la hoz y nacido en Filadelfia, en 1920 y xerre. Y a la vuelta de El Molino, taba de memoria en mis noc- mundo, entre el pelotón de an-
el martillo y se identificaban con quien moriría en Bogotá en el el café Asturias, cuyo auge hay turnas navegaciones, y a quien tioqueños sin desbravar, con el
su conmovida “Oración para que 2008, reconstruyó en sus diá- que situarlo en época posterior a imité en mi adolescencia, asistía sombrero de fieltro de grandes
no muera Lenin”. logos con Rubén Sierra Mejía los años de apogeo de El Molino. allí, medio ciego, a una tertulia alas de murciélago y el sobreto-
Esos eran los cafés. Ese era el (1996) su arribo a la capital y El Asturias se convirtió también de fieles amigos que celebraban do de clérigo que lo distinguía
Windsor. Esa fue una época de su acceso al mundo de los ca- en café de los poetas, donde se como expresiones de la mayor véase página 6
nuestra cultura, en la creativi- fés, sobre los cuales aseveró : “la reunían Angel Montoya, los pie- genialidad, sus paradojas muy a
dad del diálogo y el afrontar de vida intelectual de Bogotá esta- dracielistas y posteriormente los lo Wilde y sus boutades sobre la
modo colectivo muchas empre- ba centrada en algunos cafés”. postpiedracielistas” (p. 73) ordinariez de la vida bogotana.
sas editoriales y variados movi- Con Rafael Carrillo se en- Luego de un filósofo, un poe- Por ahí desfilaban Eduardo Ca-
mientos literarios. Retengamos contraba en los cafés Martignon ta : Fernando Arbeláez (Maniza- rranza, Jorge Rojas, Arturo Ca-
dos nombres: León de Greiff y y Lucerna donde comentarían, lez, 1924 – Bogotá, 1995). En un macho Ramírez y Carlos Martín,
Jorge Zalamea. entre otros, las nuevas traduc- texto suyo titulado “El Asturias y los adalides del movimiento de
ciones que publicaba la Revista El Automático”, e incluido en el Piedra y Cielo”. (p. 73).
de Occidente en Madrid dirigi- libro Voces de Bohemia (1995) se Oigamos ahora a un historia-
Los provincianos llegan a da por José Ortega Gasset. Con- reiteran los mismo elementos. dor. En sus Memorias intelectuales
los cafés bogotanos tinúa Cruz Vélez: Asombro de asomarse al Olim- (2007), el historiador Jaime Jara-
“Otro café, muy famoso, que po literario y sentir , en proxi- millo Uribe nos recuerda cómo
El café como institución cum- recuerdo y al cual acostumbraba midad física, lo que antes eran a su llegada a Bogota desde su
ple un papel destacado porque ir León de Greiff en esa época era sólo firmas en los suplementos natal Pereira uno de sus parien-
se renueva con cada generación el Café de París que estaba situa- literarios o voces por la radio. tes por el lado materno era pro-
que arriba a sus mesas, admira de do en la carrera 7ª, un poco an- Al hablar de “El Asturias”, en los pietario de tres cafés en Bogotá:
lejos a las figuras consagradas y tes de llegar a la Plaza de Bolívar. el Victoria, el Colombia y el de
La Paz, en los cuales trabaja-
ría ayudándolo en la caja. Allí
también precisa las direcciones
de esos cafés a los cuales asistía
página 4 Bogotá, Colombia. septiembre - octubre de 2013

Cafés históricos y
tradicionales de
Bogotá*
* En el mapa se ilustran los lugares en donde se localizaron algunos de los cafés que surgieron en
la ciudad durante la primera mitad del siglo XX especialmente en la carrera 7, la avenida Jiménez
y la calle 16. De los que aquí se presentan permanecen el café San Moritz y el café Pasaje.
Bogotá, Colombia. septiembre - octubre de 2013 página 5

1. La Botella de Oro
(Cra. 7a. No. 10-38) 6. Victoria
(Cra. 7a. No. 13-19) 11. El Gato Negro
(Cra. 7a. No. 14-27) 16. San Moritz
(Calle 16 No. 7-91)

2. Café Europa
(Cra. 7a No. 11-28) 7. Centro Social
(Cra. 7a. No. 13-78) 12. Colombia
(Cra. 7a No. 14-38) 17. Ritz
(Cra. 7a. No. 16-97)

3. Café París
(Cra. 7a. No. 11-88) 8. De la Bolsa
(Cra. 8a. No. 13-97) 13. Asturias
(Calle 14 No. 6-92) 18. Martignon
(Cra. 7a. No. 17-54)

4. Felixerre
(Cra. 8a No. 11-74/76) 9. La Cigarra
(Calle 14 No. 7-19) 14. Pasaje
(Cra. 6a. No. 14-25) 19. El Cisne
(Cra. 7a. con calle 26)

5. Windsor
(Calle 13 No. 7-24/14) 10. El Molino
(Cra. 7a. No. 14-46) 15. El Automático
(Av. Jiménez No. 5-28) 20. Florián
(Cra. 8a. con calle 14)
página 6 Bogotá, Colombia. septiembre - octubre de 2013

Café Embajador. Cra 7 con Calle 17, 1950. Colección MdB - IDPC.

Café Florián. Carrera 8a con calle 14. Colección MdB-IDPC.

del resto de los mortales. Llegó Castro en el libro Omar Rayo – hasta entonces su audiencia
para quedarse en el café de los (1990). cautiva- con una exposición de
poetas, como Pedro en su casa” A comienzos de los años cin- los veinte personajes más cono-
(Gabriel García Márquez : Yo no cuenta era muy fácil codearse cidos del lugar, cuyos rostros pa- El Gato Café. Carrera 7a con calle 14. Colección MdB-IDPC
vengo a decir un discurso. Bogotá, con las más célebres figuras de recían estar formados con trozos
Mondadori, 2010, pgs. 69-70). las letras colombianas. Bastaba de madera. Tal era el realismo pintura colombiana. (Creo que sen sucumbido con ese antiguo
Subrayaremos en este tramo dos con asomarse al mediodía al café y la textura que se percibía en aquellos cuadros no lograron y último refugio de la bohemia
nombres: Eduardo Carranza y “El Automático” de la Avenida aquellos cuadros, los cuales ha- venderse. Debieron quedar para bogotana).”
Gabriel García Márquez. Jiménez de Quesada. Allí coin- bía que mirar muy de cerca para cancelar viejas deudas de aguar- Del café Windsor, de la ca-
Otro provinciano, en este cidían casi diariamente León de descubrir que no se trataba de diente, pues los recuerdo per- lle 13 No. 7- 14, propiedad de
caso pintor, dibujante y graba- Greiff, Juan Lozano y Lozano, madera, sino de un dibujo. Había manentemente colgados en las los hermanos Luis Eduardo y
dor, Omar Rayo, nacido en Rol- Jorge Zalamea, Eduardo Carran- nacido el ‘maderismo’, la prime- paredes del ‘Automático’, como Agustín Nieto Caballero, al café
danillo, Valle, en 1928, también za, Jorge Rojas, Aurelio Arturo, ra tendencia con nombre propio parte de su decoración. Y nada “El Automático” de la Avenida
arribó a Bogotá, para conquistar Eduardo Caballero Calderón, Jai- que se recuerda en la moderna de raro tiene que también hubie- Jiménez de Quesada No. 5 – 28,
la gloria con sus dibujos bajo el me Tello, Guillermo Payán, Ar- han pasado varias décadas, des-
brazo. Así lo cuenta José Font turo Camacho Ramírez y Darío filado diversas figuras, y discu-
Samper, entre los más habituales. tido asuntos que abarcan desde
Y al lado de esa pléyade de poe- James Joyce y T.S. Eliot promo-
tas y escritores los caricaturistas vidos y traducidos por Jaime
de moda – Merino, Chapete, Tello hasta temas de marxismo y
Rincón- y de vez en cuando uno revolución planteados por Luis
que otro pintor, pues no había Vidales. Fue así el café bogotano
muchos. La sesión se reanudaba el club de los que no tenían club
hacia las seis de la tarde, después o la universidad de los que le
de que el maestro de Greiff, que aburrían las clases y prefirieron
era quien la presidía, timbraba la el billar y la poesía, como siem-
tarjeta de salida en la Contraloría pre lo ha reivindicado Álvaro
General de la República, donde Mutis. Las verdaderas cátedras
trabajaba de contable: de billar y poesía eran las que se
“Un día Rayo sorprendió impartían en los cafés.
a los habitués del ‘Automático’

Cuadernícolas y
extranjeros

En este mundo de cafés y ra-


dio periódicos, donde era fácil
comprar La Nación de Buenos
Aires, con su suplemento litera-
rio dirigido por Eduardo Mallea
que traía colaboraciones de Jorge
Luis Borges, Ricardo Molinari y
Bogotá, Colombia. septiembre - octubre de 2013 página 7

Café Felix. 1930. Fondo Daniel Rodriguez. Colección MdB-IDPC.

En 1948, en compañía de Julio José Fajardo, Maruja Vieira,


Interior de un café. Foto: Sady González. Colección Archivo de Bogotá.
Carlos Patiño, publicaría en 200 Jaime Tello, Dora Castellanos,
Carlos Mastronardi, que tanto aire arrogante de Dorian Gray, los presentes. A este grupo se ejemplares La Balanza con ilus- Meira Delmar y Emilia Yarza.
habría de marcar a Aurelio Ar- su voz también altanera e inte- sumaba a menudo un hombre traciones de Hernando Tejada Aun no habían publicado libro
turo con su “Luz de provincia”, ligente; León de Greiff con las de aspecto un tanto hindú, ele- y quedaría así adscrito al movi- ni Arbeláez, ni Andrés Holguín,
es donde Álvaro Mutis haría sus barbas de vikingo aún rojizas gante, de pocas palabras, con miento que Hernando Téllez lla- ni Daniel Arango, ni José Cons-
primeras velas de armas, para in- entreveradas ya de no pocas ca- una mirada oscura, honda y maría “Los cuadernícolas”, por su tante Bolaños, ni Jaime Duarte
gresar en la vida literaria. Lo re- nas, sus ojos azules de fiordo y para nosotros cargada de miste- propensión a editar sólo breves Frenche ni Enrique Buenaven-
cordó así en 1980, desde México, su acento de Antioquia para de- rio. Era Gilberto Owen, el poeta volúmenes de muy pocas pági- tura que también se menciona-
al hablar de Gilberto Owen. cir escasas palabras, pero siem- mexicano, radicado entonces nas, muchos de ellos hechos por ban como poetas. En medio de
“Éramos adolescentes y pre lapidarias; Luis Vidales con en Bogotá y casado con una rica Ediciones Espiral. Téllez, director ese heterogéneo conjunto, al
nuestro bachillerato se iba des- su aire malicioso y su sonrisa heredera antioqueña. (…) Era entonces de la revista Semana, de- cual Hernando Téllez no consi-
vaneciendo entre el billar y la aguda, que ocultaba, vaya uno una poesía por completo ajena a dicaría su portada del número de deraba muy consistente y don-
poesía en el Bogotá de los últi- a saber, qué sarcásticas visiones nuestras simpatías del momen- abril 2 de 1949 al poeta Fernando de todos se parecían demasiado
mos treinta. En las tardes, era de pescador de almas; Eduar- to : el García Lorca de Poeta en Arbeláez, donde el perfil de Arbe- entre sí se hallaba Mutis. “Seme-
obligado sentarse en una mesa do Caballero Calderón, aún sin Nueva York; el Vallejo de España láez con bigote y entre recreacio- jan una legión de muchachos en
del Café Molino, vecina de la barbas, ya claudicante, con un aparta de mi este caliz, Cernuda nes de Picasso y Dalí se apoyaba uniforme lírico que trabajan en
que ocupaban los grandes de aire malhumorado más super- y, desde luego, el Neruda de la sobre un titular tremendista “En la misma corriente estética, en
nuestras letras de entonces. Allí ficial, de comentarios siempre segunda Residencia en la tierra” el principio era el Caos”. el mismo universo de símbolos
campeaba Jorge Zalamea con su hechos a costa de algunos de (Álvaro Mutis, Desde el solar¸ Semana censaba entonces 53 y con los mismos temas”: varios
Bogotá, Ministerio de Cultura, poetas donde además de Mutis de ellos aparecen fotografiados
2002, p. 145) se destacaban Fernando Charry en el habitual café El Automáti-
Alberto Zalamea publicaría Lara, Eduardo Mendoza Vare- co con Jorge Zalamea y el pintor
en La Razón el primer poema de la, Jaime Ibáñez, Carlos Castro Ignacio Gómez Jaramillo.
Mutis titulado “El miedo”, poe- Saavedra, Helcias Martan Cón- Pero Mutis y Patiño en reali-
ma aprobado por el crítico de gora, José María Vivas Balcázar, dad se destacaban por su insis-
arte y galerista polaco Casimiro Guillermo Payan Archer, Roge- tencia en ciertos elementos de
Eiger. Engendrado en el café, par- lio Echavarría, Carlos Medellín, una geografía poética tropical:
ticipante asiduo del mismo, Bo- véase página 8
gotá daba a la luz un gran poeta:
Álvaro Mutis, nacido en 1923.
página 8 Bogotá, Colombia. septiembre - octubre de 2013

Café Centro Social, sobre la Carrera 7a. 1952. En este mismo sector quedaba el Café Gato Negro,
lugar donde mataron a Gaitán. Fotografía de Sady González. Colección Archivo de Bogotá.

Café la Cigarra. 1940. Colección MdB-IDPC. Interior de un café. Foto: Sady González. Colección Archivo de Bogotá.

hojas de banano, hoteles y bur- León de Greiff, comprendemos bién los cafés podían impartir 1908- Bogotá, 1983), asiduo lugar donde asesinarían a Jorge
deles de tierra caliente, entierros que esos húsares también sur- clases de historia. siempre de los cafés del centro, Eliécer Gaitán y donde Colom-
en medio de cierta feracidad gieron en los cafés, cuando los A esto debemos añadir los donde corregía las galeras de la bia jamás volvería a ser la mis-
voraz, hangares y aeródromos dos rememoraban las hazañas viajeros extranjeros, temporales revista ECO cuando era su direc- ma, desde ese 9 de abril de 1948.
abandonados y la presencia in- napoleónicas y trataban de su- o permanentes, que se sentaban tor y quien nos dejó varias pági- No sorprende entonces que en
sólita de húsares napoleónicos perarse en el número de batallas en dichos cafés. A Casimiro Ei- nas muy agudas sobre las obras 2013, algunos de los cafés so-
en medio de tal escenario. Lue- recordadas del general corso ger, el polaco, y Gilberto Owen, de Álvaro Mutis quien le dedica- brevivientes conserven detrás
go, por reminiscencias de Mu- que admiraban con fervor. Tam- el mexicano, debemos añadir el ría su primera novela La nieve del de sus barras, grecas y cajas re-
tis y los poemas que le dedica a guatemalteco, también asilado almirante (1986) , Gabriel García gistradoras, fotos y afiches de la
como Mutis luego en México Márquez y José Antonio Osorio figura de Jorge Eliécer Gaitán, el
-Mutis arribaría a México en Lizarazo. También asentó esta puño en alto, convocando en sus
octubre de 1956 y no volvería síntesis reveladora sobre el pa- ya históricos discursos políticos
nunca a vivir en Colombia- Luis pel de los cafés bogotanos: a sus aún fieles seguidores
Cardoza y Aragón, a quien Mu- “Aquellos (los escritores co-
tis dedicará en 1947 su poema lombianos) desperdiciaban [du-
“Tres imágenes”. Y el alemán rante ‘tardes de café’] material
Ernesto Volkening (Amberes, suficiente para que un escritor
europeo viviera un año.”
Sólo que el café, cono el caso
del Gato Negro, sería también el

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