Ensayo Venezolano
Ensayo Venezolano
Ensayo Venezolano
literariamente organizado (José Ramón Medina, 50 años de literatura venezolana, p.186) con los
escritores que integraron la primera generación positivista: José Gil Fortoul, Lisandro Alvarado,
César Zumeta. Luis Razetti, Laureano Vallenilla Lanz, Pedro Manuel Arcaya, Samuel Darío
Maldonado, por citar a los más destacados.
Todos ellos diversificaron su interés investigativo por temas típicamente positivistas: la historia
natural, la biología, la antropología, la sociología, economía, política, filosofía y el derecho y la
historia. Y como lo señala José Ramón Medina, el positivismo, esa nueva ciencia que penetra con
evidente retardo en los estudios universitarios de Venezuela, significa un saludable impacto para la
cultura general venezolana. Sobre todo la historia, la sociología, la filosofía y la crítica literaria (aún
no deslindada del ensayo, confusión que aún hoy se da en algunos escritores) entran en el mundo
del ensayo dentro de una nueva concepción que utiliza un método de investigación novedoso entre
los intelectuales venezolanos. Este método también va a repercutir sobre el campo literario con el
modernismo. La novela y el cuento se van a mover entre el campo de la experimentación tesista
(que pretende demostrar algo, lo que llamaríamos novela-tesis) pero que a la vez crea un discurso
preciosista de giros y aires no tan pausados que irrumpen en todos los campos de la literatura.
Pero sobre todo va a ser el ensayo la expresión donde, tanto el positivismo como el modernismo
encontrarán su justo y verdadero cauce de búsqueda conceptual de identidad nacional.
El ensayo de vanguardia surge con las generaciones del 18 y 28, especialmente con la producción
de Julio Planchart, Enrique Bernardo Núñez, Mario Briceño Iragorry y Mariano Picón Salas,
quienes abordaron en sus páginas los problemas sociohistóricos y culturales venezolanos.
A partir de los años sesenta los ensayistas se ven influenciados por el pensamiento teórico
posmoderno. Tras el cuestionamiento de las grandes ideologías de la modernidad, los ensayistas
toman un tono más escéptico, emparentado con los planteamientos filosóficos mundiales de finales
del Siglo XX. Los ensayistas de la posmodernidad abordan temas como la globalización, los
medios de comunicación masiva, la relatividad de la noción de verdad. Se instaura en el género la
duda y lo inacabado del planteamiento de las ideas como marcas fundamentales de la época. Luis
Britto García, Víctor Bravo, Elisa Lerner, Guillermo Sucre, entre otros, han producido ensayos de
gran valor filosófico, estético y social.
Diversos autores coinciden en señalar que el origen del ensayo venezolano se remonta a los años
finales del Siglo XIX. En este período los ensayistas se dedicaron a reflexionar en torno a la
identidad nacional. El objetivo principal de sus escritos fue el de elaborar las bases ideológicas
para fundar la nación recién independizada. En el modernismo esta temática se amplía al incluir lo
estético y lo literario.
Mariano Federico Picón Salas (Mérida, 26 de enero de 1901 - Caracas, 1 de enero de 1965)
fue un escritor, diplomático y académico venezolano. En su obra destacan los ensayos
históricos, de crítica literaria y la historia cultural de América Latina, los cuales lo convierten en
uno de los intelectuales venezolanos más universales.1
Además de su obra como escritor y ensayista, Picón Salas destacó por su labor docente y
política. Fue el fundador de la Facultad de Humanidades y Educación de la Universidad
Central de Venezuela y su primer decano. Ejerció como Director de Cultura y Bellas Artes del
Ministerio de Educación(1938-1940), embajador de Venezuela ante Colombia (1947-
1949), embajador de Venezuela ante Brasil (1958-1959), embajador de Venezuela en la
UNESCO (1959-1963) y Secretario de la Presidencia durante el último año del periodo
constitucional de Rómulo Betancourt (1963-1964).
Obra[editar]
Las nuevas corrientes del arte (Mérida, 1917)
En las puertas de un nuevo mundo (Mérida, 1918)
Buscando el camino (Caracas, 1920)
Agentes viajeros (Caracas, 1922)
Mundo imaginario (Santiago de Chile, 1927)
Hispanoamérica: posición crítica, literatura y actitud americana (Santiago de Chile, 1931)
Odisea de Tierra Firme: relatos de Venezuela (Madrid, 1931)
Registro de huéspedes (Santiago de Chile, 1934)
Problemas y métodos de la historia del arte. Dos conferencias didácticas (Santiago de
Chile, 1934)
Intuición de Chile y otros ensayos en busca de una conciencia histórica (Santiago de
Chile, 1935)
Para un retrato de Alberto Adriani (Praga, 1936)
Preguntas a Europa (Santiago de Chile, 1937)
Formación y proceso de la literatura venezolana (Caracas, 1940)
Un viaje y seis retratos (Caracas, 1940)
1941. Cinco discursos sobre pasado y presente de la nación venezolana (Caracas, 1941)
Viaje al amanecer (México, 1943)
De la conquista a la independencia (México, 1944)
Reseña de historia cultural y literaria de Venezuela (México, 1945)
Apología de la pequeña nación (Río Piedras, 1946)
Tiempo de Humboldt (Separata de la Revista Nacional de Cultura. Caracas, 1946)
Miranda (Buenos Aires, 1946)
Rumbo y problemática de nuestra historia (Caracas, 1947)
Europa-América, preguntas a la esfinge de la cultura (México, 1947)
Comprensión de Venezuela (Caracas, 1949)
Pedro Claver, el Santo de los Esclavos (México, 1950)
Dependencia e Independencia en la Historia hispanoamericana (Caracas, 1952)
Gusto de México (México, 1952)
Los días de Cipriano Castro (Caracas, 1953)
Simón Rodríguez (1771-1854) (Caracas, 1953)
Suramérica, período colonial (México, 1953)
Perspectiva de la pintura venezolana (Caracas, 1954)
Los tratos de la noche (Barquisimeto, 1955)
Crisis, cambio, tradición (Caracas, 1955)
Rómulo Gallegos: Doctor Honoris Causa (Caracas, 1958)
Las nieves de antaño (Maracaibo, 1958)
Regreso de tres mundos: un hombre en su generación (México, 1959)
Los malos salvajes. Civilización y política contemporáneas (Buenos Aires, 1962)
Hora y Deshora. Temas humanísticos; nombres y figuras, viajes y lugares (Caracas, 1963)
Póstumos[editar]
Dos siglos de prosa venezolana (Caracas, 1965)
Historia intelectual de Venezuela (Montevideo, 1965)
Suma de Venezuela (Caracas, 1966)
Sarmiento, Lugones, Mallea. (Buenos Aires, 1977)
Viejos y nuevos mundos (Volumen 101 de la Biblioteca Ayacucho. Caracas, 1983)
Las formas y las visiones (Caracas, 1985)
Biblioteca Mariano Picón Salas (Edición conmemorativa de Monte Ávila Editores y la
Presidencia de Venezuela por los veinte años de su fallecimiento. Caracas, 1987)
Meditación de Europa (Colección La Expresión Americana de la Biblioteca Ayacucho.
Caracas, 2001)
Mientras seguía leyendo el material encontré queel autor detalla a una juventud que piensa a
temprana edad en enriquecerse y acaparar todo el dinero e inmuebles posibles. Sigue hablando
sobre un sistema universitario que solo acepta y se interesa del sistema mecánico de
memorización de textos y no en estudiantes con un amplio sentido de la integridad humana.
Pero ahora la pregunta es ¿existe una similitud entre el contexto político social descrito en el
ensayo y la actualidad? Se podría decir que si existe una gran similitud entre la juventud de los
años cuarenta y la del siglo XXI, no vivimos un ambiente como el descrito en el ensayo (dictadura)
pero sí vivimos los mismos pensamientos de anárquico individualismo y poco creatividad que nos
ha identificado por décadas. Una juventud mediocre es la que se describe, que busca de un sueño
capitalista e individualista, siempre dejando atrás lo colectivo. Pues la única diferencia entre
aquella Venezuela y la de hoy en día, seria que ellos vendrían saliendo de un gobierno dictatorial y
por ende era una sociedad tímida y poco progresista ya que la juventud no contaba con el apoyo
del presidente y vivían oprimidos por una sociedad que se negaba a lo innovador, dispuesta a
seguir el patrón impuesto por el gobierno y obligarlos a pensar igual.
Ahora ¿Cómo puede el joven venezolano contribuir a la transformación del país, haciendo uso de
la cultura, la organización y el entusiasmo? Pues al leer el ensayo me di cuenta de que la fuerza
mas grande del país no es el petróleo o las industrias, si no la fuerza humana, ella es más rica que
cualquier otra riqueza material. Cuando nos demos cuenta de que podemos ser mejores, que el
futuro del país esta en nosotros (los jóvenes), cuando tengamos un verdadero concepto del ser
venezolano y tengamos definidos nuestros valores hacia la patria, hacia la sociedad, cuando
dejemos de ser unos espectadores más de la historia y nos convirtamos en partícipes de ella como
lo decía Bolívar, allí podremos llegar la transformación de nuestro país Venezuela. Excelente
reflexión del ensayista merideño que hoy cobra inusitada vigencia.
Mario Briceño Iragorry, es uno de los más importantes ensayistas venezolanos del
Siglo XX, además de ser un gran historiador, escritor, diplomático y político. Nació
en Trujillo el 15 de septiembre de 1897 y murió en Caracas el 6 de junio de 1958. Algunas
de las publicaciones de Mario Briceño Iragorry son: “Horas”, “Lecturas Venezolanas”,
“Ornamentos Fúnebres de los Aborígenes del Occidente de Venezuela”, “Tapices de
Historia Patria”, “Casa León y su Tiempo”, “Los Riberas”, “Relación Geográfica de la
Provincia de Cuyas”, “Introducción y Defensa a Nuestra Historia”, “Mensaje sin Destino”,
entre muchos otros.
Mensaje Sin Destino se presenta como un texto reflexivo, afectado por el escenario en
que se desenvolvía el país durante esa época, (1951); apenas se mostraban las primeras
manifestaciones, de lo que llamaría “crisis de pueblo”, pero él, intuía con preocupación lo
por venir. Con un pensamiento patriótico, manifiesta que esta “crisis de pueblo”, es
producida por la falta de sentido histórico del pueblo venezolano. El autor presenta una
perspectiva histórica y personal, citando distintos autores que analizan la situación de
Venezuela. Tomando a Arturo Usalr Pietri como punto de inicio, el cual señala el proceso
cultural del país encadenado a una presunta crisis literaria en Venezuela. Coincidiendo en
algunos puntos con Uslar, pero difiere al establecer que la crisis existente en el país , más
que ser una crisis literaria es una crisis de pueblo, en función a una perspectiva histórica,
presentada desde un criterio Calvinista en donde se compensan carencias sociales y se
“rellenan” con extranjerismos.
“Empieza por constatar la quiebra de nuestra cultura. Observa que el país carece de
responsabilidad. Señala que nos aqueja en demasía la presunción y por ello encuentra que
somos una nación antihistórica”. Profesaba que antes de sembrar el petróleo primero había
que sembrar cultura, esto como crítica a la dependencia del petróleo en esa época. A través
de sus ensayos se dedicó a resaltar la patria, la identidad, la república, las costumbres,
tradiciones y la nacionalidad como elementos para fortalecer a la nación.
“Que nos hemos acostumbrado a tener una historia preferentemente bélica, repleta de
la “liturgia de la efemérides” y, como consecuencia de ello, nuestros escritores de historia
se han referido muy pocas veces en sus obras a los valores de la historia civil, a los hechos
constructivos de los tiempos de paz”. Es por ello que los historia se concibe como un
conjunto de escritos y relatos parciales de las regiones, denotando una imagen superficial
de los héroes del ayer, un ejemplo de ello es Bolívar, como cualquiera se siente capaz de
tener derecho de interpretar sus pensamientos, en vez de entender las ideas del personaje
sólo buscan imitarlo y engrandar su gloria, sin comprender su ideología.
Afronta de manera aguda y tenaz la crisis que acongoja al pueblo venezolano. Una
crisis que no parte, según él, de nuestras capacidades como colectivo, más bien, de nuestro
pobre sentido de responsabilidad sostenido sobre la base de falta de examen de nuestros
propios recursos, al servir desde posiciones que nos resultan imposibles de dar rendimiento
alguno.
Crisis que apunta a señalar el poco sentido político de nuestras acciones sociales y
culturales. Crisis que nos ha desnudado, muchas veces, como un pueblo que no tiene
conciencia de su aprendizaje ni cómo logró dicho aprendizaje, cuya máxima expresión es la
incomprensión entre unos y otros, es decir, la negación de sentir al otro en su diversidad, de
allí que, toda acción política será inútil si sigue desprendiéndose de esta realidad. Briceño-
Iragorry, en tal sentido, llama a la construcción de una conciencia histórica que no es otra
cosa que el horizonte capaz de poner límites a toda expresión absolutista donde sea que se
produzca.
“Precisa no olvidar que el mundo, como idea y como voluntad, jamás podrá
representarse por medio de monumento de un solo estilo, sino como construcción dialéctica
donde armonicen las contrarias expresiones del pensamiento y del querer humanos”. El
actual estado de cosas en relación con nuestro país, en el cual pareciera quererse imponer
un paradigma “igualitario por abajo” sin contrapeso de ningún tipo. ¿Cómo es posible que
se trate de imponer un tal paradigma con exclusión de los demás? Es algo fácilmente
calificable como “antinatura” y, conociendo de la vida, está destinado tarde o temprano al
fracaso
El contenido nacionalista en la lectura de Mario Briceño-Iragorry marca una ruta en el
sentido de desenmascarar a la clase dominante y a sus intereses, a quienes hoy no tardan en
aliarse con el enemigo de la patria en pos de algún mendrugo, a pensar el cuerpo nacional
como un todo único, a la valoración de nuestro ser patriótico.
Son diecisiete ensayos breves los que integran “Mensaje sin destino”, pero dejan un
cavilar profundo acerca de lo que somos y de lo que hemos sido, y, pese a los años de haber
sido publicados, dan un impulso renovado y renovador al indoblegable espíritu de lucha
que todos debemos tener, en la construcción de la patria.
Para finalizar Marío Briceño Iragorry expresa: “Este modesto ensayo de interpretación
de nuestra crisis de pueblo, no pretende ofrecer conclusiones categóricas. En él he querido
recoger con apariencia de unidad, diversos conceptos elaborados durante el curso de
algunos años de meditación acerca de nuestros problemas nacionales. Por eso, quienes
hayan leído mis anteriores trabajos, habrán encontrado en el desarrollo de estas páginas
temas ya propuestos en aquéllos a la consideración del público. También existen en
archivos gubernamentales memorias en que fueron sometidos al juicio de las autoridades
problemas aquí esbozados”.
El dramático y escéptico llamado de auxilio de Mario Briceño Iragorri escrito en su
Mensaje Sin Destino hace sesenta y cuatro años, mantiene su plena vigencia: Venezuela
sigue hundida en su "crisis de pueblo". Hoy más carente de conciencia histórica que a
mediados del siglo XX. Un caso de brutal regresión histórico cultural que explica los
flagrantes casos de desaforado enriquecimiento ilícito, corrupción desenfrenada y saqueo
del erario jamás cometido a estas escalas y dimensiones de miles y miles de millones de
dólares en nuestra historia republicana.
El martes 14 de julio de 1936 el diario Ahora, que entonces se publicaba en Caracas, insertó en la
primera página el siguiente editorial, bajo el título de «Sembrar el petróleo». Fue esta la primera vez que
en Venezuela se hacía un planteamiento de esta clase y también la primera aparición de esa consigna de
«sembrar el petróleo».
Cuando se considera con algún detenimiento el panorama económico y financiero de Venezuela se hace
angustiosa la noción de la gran parte de economía destructiva que hay en la producción de nuestra
riqueza, es decir, de aquella que consume sin preocuparse de mantener ni de reconstituir las cantidades
existentes de materia y energía. En otras palabras la economía destructiva es aquella que sacrifica el
futuro al presente, la que llevando las cosas a los términos del fabulista se asemeja a la cigarra y no a la
hormiga.
En efecto, en un presupuesto de efectivos ingresos rentísticos de 180 millones, las minas figuran con 58
millones, o sea casi la tercera parte del ingreso total, sin numerosas formas hacer estimación de otras
numerosas formas indirectas e importantes de contribución que pueden imputarse igualmente a las
minas. La riqueza pública venezolana reposa en la actualidad, en más de un tercio, sobre el
aprovechamiento destructor de los yacimientos del subsuelo, cuya vida no es solamente limitada por
razones naturales, sino cuya productividad depende por entero de factores y voluntades ajenos a la
economía nacional. Esta gran proporción de riqueza de origen destructivo crecerá sin duda alguna el día
en que los impuestos mineros se hagan más justos y remunerativos, hasta acercarse al sueño suicida de
algunos ingenuos que ven como el ideal de la hacienda venezolana llegar a pagar la totalidad del
Presupuesto con la sola renta de minas, lo que habría de traducir más simplemente así: llegar a hacer de
Venezuela un país improductivo y ocioso, un inmenso parásito del petróleo, nadando en una abundancia
momentánea y corruptora y abocado a una catástrofe inminente e inevitable.
Pero no sólo llega a esta grave proporción el carácter destructivo de nuestra economía, sino que va aún
más lejos alcanzando magnitud trágica. La riqueza del suelo entre nosotros no sólo no aumenta, sino
tiende a desaparecer. Nuestra producción agrícola decae en cantidad y calidad de modo alarmante.
Nuestros escasos frutos de exportación se han visto arrebatar el sitio en los mercados internacionales por
competidores más activos y hábiles. Nuestra ganadería degenera y empobrece con las epizootias, la
garrapata y la falta de cruce adecuado. Se esterilizan las tierras sin abonos, se cultiva con los métodos
más anticuados, se destruyen bosques enormes sin replantarlos para ser convertidos en leña y carbón
vegetal. De un libro recién publicado tomamos este dato ejemplar: «En la región del Cuyuní trabajaban
más o menos tres mil hombres que tumbaban por término medio nueve mil árboles por día, que
totalizaban en el mes 270 mil, y en los siete meses, inclusive los Nortes, un millón ochocientos noventa
mil árboles. Multiplicando esta última suma por el número de años que se trabajó el balatá, se obtendrá
una cantidad exorbitante de árboles derribados y se formará una idea de lo lejos que está el purguo».
Estas frases son el brutal epitafio del balatá, que, bajo otros procedimientos, hubiera podido ser una de
las mayores riquezas venezolanas.
La lección de este cuadro amenazador es simple: urge crear sólidamente en Venezuela una economía
reproductiva y progresiva. Urge aprovechar la riqueza transitoria de la actual economía destructiva para
crear las bases sanas y amplias y coordinadas de esa futura economía progresiva que será nuestra
verdadera acta de independencia. Es menester sacar la mayor renta de las minas para invertirla
totalmente en ayudas, facilidades y estímulos a la agricultura, la cría y las industrias nacionales. Que en
lugar de ser el petróleo una maldición que haya de convertirnos en un pueblo parásito e inútil, sea la
afortunada coyuntura que permita con su súbita riqueza acelerar y fortificar la evolución productora del
pueblo venezolano en condiciones excepcionales.
La parte que en nuestros presupuestos actuales se dedica a este verdadero fomento y creación de
riquezas es todavía pequeña y acaso no pase de la séptima parte del monto total de los gastos. Es
necesario que estos egresos destinados a crear y garantizar el desarrollo inicial de una economía
progresiva alcance por lo menos hasta concurrencia de la renta minera.
La única política económica sabia y salvadora que debemos practicar, es la de transformar la renta
minera en crédito agrícola, estimular la agricultura científica y moderna, importar sementales y pastos,
repoblar los bosques, construir todas las represas y canalizaciones necesarias para regularizar la
irrigación y el defectuoso régimen de las aguas, mecanizar e industrializar el campo, crear cooperativas
para ciertos cultivos y pequeños propietarios para otros.
Esa sería la verdadera acción de construcción nacional, el verdadero aprovechamiento de la riqueza
patria y tal debe ser el empeño de todos los venezolanos conscientes.
Si hubiéramos de proponer una divisa para nuestra política económica lanzaríamos la siguiente, que nos
parece resumir dramáticamente esa necesidad de invertir la riqueza producida por el sistema destructivo
de la mina, en crear riqueza agrícola, reproductiva y progresiva: sembrar el petróleo.