Antiestablishment
Antiestablishment
Antiestablishment
antiestablishment político*
Andreas Schedler**
* Este artículo fue originalmente publicado en Party Politics (vol. 2, núm. 3, julio de
1996), bajo el título de “Anti-Political-Establishment Parties” y traducido y publicado por Este
País (núm. 68, noviembre de 1996). Se reproduce con la autorización del autor así como de la
revista Este País, propietaria de los derechos de publicación en español. Agradecemos a Diego
Armando Rodríguez Cortés su colaboración para transcribir el texto.
** Profesor-investigador de la División de Estudios Políticos del cide.
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Téngase presente que algunos movimientos llamados “populistas” (en Rusia, América
Latina o Europa del Este) operaron en condiciones predemocráticas y otros en condiciones casi
premodernas (donde la diferenciación entre élites económicas y políticas está ausente o es rudi-
mentaria). Aunque en realidad dirigieron cruzadas contra las élites políticas, ambos caen fuera
de nuestro campo de atención, que se restringe a contextos de modernidad democrática.
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El triángulo antipolítico
Figura 1
El triángulo antipolítico
Clase política
Actor
Ciudadanos antiestablishment
político
Recuérdese que cualquier actor político puede invocar motivos ocasionales anties-
tablishment político. No obstante, cuando hablamos de partidos antiestablishment político
nos referimos a casos en los que esos términos representan una parte central de la identidad
ideológica de los partidos.
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Parafraseamos a Peter Wiles: “el populismo es cualquier credo o movimiento basado
en la premisa siguiente: la virtud reside en la gente simple, que es la abrumadora mayoría, y en sus
tradiciones colectivas” (1969: 166; cursivas en el original).
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Desdiferenciación
Irracionalidad
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Gobierno autoritario
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Homini novi
Esto alude a la descripción sucinta que hizo Ben Schneider de la campaña presidencial
de Fernando Collor en 1989: “una campaña anti Estado, antipartido, anti Sarney, anti todo
lo que hay” (Schneider, 1991: 324).
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Política de ataque
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Las víctimas
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Populismo carismático
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En algunos casos, hasta el término “partido” parece engañoso. De hecho, se llega
a invertir. Según la conocida definición de Sartori, “un partido es cualquier grupo político
que se presenta a las elecciones [...] candidatos para cargos públicos” (Sartori, 1976: 64).
En cambio, algunos actores antiestablishment político son sólo candidatos a cargos públicos
que presentan partidos a elecciones. Inventan algún “partido fantasma” para cumplir con los
requisitos legales (recuérdese por ejemplo el Partido X de Stanislaw Tyminsky, o el Partido
Reconstrução Nacional de Collor de Mello).
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La frontera antidemocrática
Semilealtad
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Figura 2
Modos de oposición
Véase también Huntington (1991: 265-270). Algunos autores llaman a los actores
antiestablishment político “antisistema” o “antirrégimen” (por ejemplo Gallagher, 1992; Kings-
tone, 1994; Lane y Ersson, 1994: 121; Müller-Rommel, 1993; Taggart, 1994). Aunque es cierto
que muchos partidos antiestablishment político adoptan una retórica “antisistema” difusa
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Máscaras y rostros
(muchas veces sin especificar el “sistema” concreto al que se refieren), esas etiquetas funden
y confunden indebidamente (por lo menos semánticamente) modos de acción antipolíticos y
antidemocráticos. Además, etiquetas como oposición “fundamental” o “antisistema” muchas
veces no se refieren a ataques (antidemocráticos) contra el sistema político, sino que describen
ataques (anticapitalistas) contra el sistema económico. Para una discusión más amplia de la
semilealtad, véase Schedler (1995b).
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Trayectorias y consecuencias
La existencia de casos fronterizos polémicos (que entran en las zonas sombreadas de
la figura 2) no invalida la distinción entre modos de oposición antiestablishment político y
otros, tanto normales como antidemocráticos. Recuérdese que en muchas organizaciones
políticas, hasta la diferenciación funcional aparentemente clara entre gobierno y oposición
resulta bastante ambigua: por ejemplo, en sistemas federales en los que las distribuciones del
poder central y regional divergen; en sistemas de gobierno proporcional de todos los partidos
como en Suiza, o en sistemas presidenciales en los que el jefe del Ejecutivo puede pertenecer
al partido de la minoría legislativa (véase Beyme, 1985: 36-38; Dahl, 1966a: 34; Dahl, 1966b:
340-341; Smith, 1987: 53-57).
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Es probable que no hubiera que exagerar el impacto de los tipos de régimen en el nú-
mero y la expectativa de vida de los actores antiestablishment político. Muchas organizaciones
políticas latinoamericanas combinan el presidencialismo con alguna clase de representación
proporcional en las elecciones legislativas. En consecuencia, en la mayoría de los países existen
(y a menudo persisten) partidos minúsculos a la espera de un candidato carismático, pero que
también aspiran pacientemente a ganar unos cuantos escaños legislativos. No obstante, esos
partidos persisten en su mayoría por debajo del umbral de visibilidad y relevancia. Además,
los sistemas presidenciales a veces son testigos de casos de resurrección política, de candidatos
antiestablishment político que pasan por ciclos de desaparición y reaparición (por ejemplo,
Carlos Ibáñez en Chile).
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Notas de conclusión
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Bibliografía
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