Biblioteca Diputación
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Resumen
La Diputación de Valencia, a lo largo de su historia, creó instituciones que potenciaron la
cultura valenciana, además de apoyar y promocionar el libro valenciano, consciente de su
papel como impulsora y difusora de su identidad local. La Biblioteca Provincial, creada
en 1926, pretendió ser un espacio de difusión cultural, pero la falta de un espacio propio
Recibido el
13-05-2011 y la diversificación de proyectos impidieron que pudiera ser el germen de la futura
biblioteca nacional valenciana.
Aceptado en
25-07-2011
Palabras clave
Diputación Provincial de Valencia; Política cultural; Biblioteca de la Diputación de
Valencia.
Abstract
The Diputación de Valencia, throughout its history, has created institutions that
fostered the valencian culture, in addition to supporting and promoting the valencian
book, aware of its role as a promoter and disseminator of local identity. The provincial
library, established in 1926, claimed to be an area of cultural diffusion, but the lack of a
proper space and the diversification of projects prevented it becoming the seed of the
future national library of Valencia.
Keywords
Diputación Provincial of Valencia; Cultural policy; Diputación of Valencia’s library.
REIG FERRER, ANA MARÍA. “La Biblioteca General de la Diputación de Valencia: evolución histórica”. En: Métodos de información
(MEI), II Época, Vol. 2, nº, 2, 2011, pp. 67–80.
DOI: http://dx.doi.org/10.5557/IIMEI2-N2-067080
MEI, II, Vol. 2, nº 2, pág. 68
Estas competencias cambiarán a partir del estatuto municipal de 1924, que otorgaba
más autonomía a los ayuntamientos, y el provincial de 1925; pero hasta la
Constitución Española de 1978 y la promulgación del Estatuto de Autonomía en
1982, que han limitado sus competencias, podemos considerar que las diputaciones
fueron durante 150 años unas instituciones administrativas, de carácter local, de gran
importancia a nivel político, educativo, cultural y social.
En 1923 Luís Cebrían Ibor sustituye al Sr. Boix Vila como archivero de la Diputación,
y uno de los proyectos que presentaba era formar una biblioteca con los libros y
folletos existentes en la corporación. Se trataba de un primer intento de reunir y
organizar el material bibliográfico que estaba disperso en diferentes oficinas para
formar una biblioteca de temática legislativa de apoyo al personal técnico de la
corporación3.
Tres años más tarde, un Real Decreto de 6 de febrero de 1926, firmado por el Rey
Alfonso XIII, instituía la Fiesta Nacional del Libro en España, señalando su
celebración para el día 6 de octubre en conmemoración de la fecha de nacimiento de
Cervantes. Años después se trasladaría al 23 de abril tras confirmarse esta fecha como
la correcta.
MEI, II, Vol. 2, nº 2, pág. 70
El año 1927 fue un año fructífero para la biblioteca provincial. La corporación asumía
que el libro y la enseñanza proporcionaban una sólida base para el desarrollo de los
pueblos y, siguiendo la labor que estaban realizando en otras provincias españolas,
asumía su papel de protectora cultural, abogando no sólo por la adquisición de obras
nuevas, sino también antiguas: «desea acrecentar su labor adquiriendo no sólo obras
modernas sino también recogiendo bibliotecas dispersas particulares o que salgan al
mercado».
Tras la guerra civil, la Diputación consideraba que la biblioteca era un órgano difusor
de la cultura patria, necesario para ayudar a la nueva reconstrucción de España, y
consignaba en el presupuesto de 1941 la cantidad de 5.000 pesetas para reorganizar y
acrecentar los fondos de la misma.
cervantino hizo que a lo largo de su vida reuniera una importante colección, formada
por 1.700 volúmenes, entre Quijotes, Novelas Ejemplares, Comedias, Entremeses,
etc., entre las que cabe destacar primeras ediciones, como la primera edición
valenciana del Quijote, en 1605, de Pedro Patricio Mey.
Esta colección fue adquirida, por compra, a sus herederos por 600.000 pesetas. El
artífice de la gestión fue D. Arturo Zabala y el hecho de fuera el archivero-
bibliotecario y también director del Instituto de Literatura de la Institución Alfonso
el Magnánimo hizo que la biblioteca fuera a la vez sede de dicho instituto y centro de
reunión de expertos filólogos, como Sanchis Guarner. Esto hizo que a la biblioteca se
le diera una orientación literaria y filológica, de ahí la existencia de un buen número
de obras de estas materias, entre las que cabe destacar la colección de obras de la
Biblioteca de Autores Españoles (BAE).
Era la primera vez que se concebía una biblioteca destinada al público como
complemento de otras actividades culturales de la institución. Esta propuesta no se
llevó a efecto y dos años después se volvía a retomar el tema. En 1958 surgía un
nuevo proyecto: crear una biblioteca especializada en materia legislativa. La idea
partía de la Secretaría General de la Diputación quien elevaba su propuesta a la
Comisión de Cultura e Investigaciones Científicas.
«Se razona la conveniencia de crear una Biblioteca Técnico Provincial, con una
especialización destacada en el campo jurídico de la Administración Pública.
Aprobar el Reglamento… para la implantación y funcionamiento de dicha
Biblioteca, cuya instalación se llevará a cabo en local adecuado del Palacio de la
Generalidad. Y determinar que a la Biblioteca Técnico Provincial, que tan útiles
y provechosos servicios ha de representar para quienes dedican sus actividades
profesionales a una materia que por la profusión de legislación, exige cada vez
mayores conocimientos, se incorpore en principio la Biblioteca Cervantina, para
que ocupe el lugar preeminente que demanda su interés bibliográfico universal,
viniendo así a ser el primer jalón para la creación en su día de la Biblioteca
Pública, tal como lo requiere la importancia de los fondos existentes y el
prestigio cultural y buen nombre de la propia Corporación»8.
Las razones para justificar la creación de una «biblioteca técnica» eran obvias; el
cúmulo de disposiciones legales que se dictaban sobre las mismas materias, las
variaciones y modificaciones, y las nuevas disposiciones que surgían constantemente
en el campo de la administración pública, hacían necesaria una organización que
facilitara la recuperación de la información de manera rápida y eficaz. Esta biblioteca
«especializada» venía acompañada de una planificación y de un reglamento. Las tres
etapas de la planificación serían las siguientes:
1ª.- Centralizar en una dependencia las diversas obras, revistas, folletos y demás
impresos sobre Administración local que se encuentren dispersos en las diferentes
dependencias de la Diputación.
2ª.- Facilitar el acceso y estudio a las obras, a través de un meticuloso y ordenado
fichero de materias.
3ª.- Incrementar la biblioteca adquiriendo las obras más interesantes sobre temas
técnicos y jurídicos relacionados con la Administración local.
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Como disposición final se establecía que la biblioteca técnica funcionaría como una
«Sección independiente dentro de la Biblioteca General de la Diputación cuando ésta
se reorganice y reglamente formalmente». La biblioteca dejaba de denominarse
provincial para convertirse en general y dentro de ésta se contemplaba que debía
existir una sección especializada en temática legislativa. Fruto de esta biblioteca
técnica es la interesante colección de legislación sobre las competencias que tenía la
Diputación decimonónica, obras que actualmente forman parte de la biblioteca
auxiliar del archivo de la Diputación y sirven de apoyo a los investigadores, entre las
que caben destacar el diccionario de Alcubillas y un buen número de impresos
referentes a ordenanzas y reglamentos. Por otra parte, también se contemplaba que la
biblioteca general se transformara en una «Biblioteca Pública, tal como lo requiere la
importancia de los fondos existentes y el prestigio cultural y buen nombre de la
propia Corporación».
Con el paso de los años, la biblioteca siguió formando una misma unidad junto con el
archivo y continuó incrementándose con obras editadas por la misma corporación,
donaciones, intercambios y compras, ocupando uno de los torreones del Palacio de la
Generalitat, hasta que en 1980 el archivo-biblioteca se trasladó a un nuevo
emplazamiento: el edificio del Convento de la Trinidad, con acceso por la calle
Alboraia.
Su gran pasión por el arte le llevó a relacionarse con artistas y críticos, a viajar por
Europa e incluso a escribir sobre arte. El padre Roig recorrió España dando
conferencias e introduciendo un poco de aire fresco europeo en una España de
tinieblas, tal como rezaba una dedicatoria de María Zambrano: «Para Don Alfonso
Roig, que admirablemente, en tiempos de impenetrable oscuridad, derramó palabras
verdaderas con la obstinación del agua». Sus alumnos, tanto los de la escuela de Bellas
Artes como los del Seminario lo recuerdan como la persona que, en la España de los
años sesenta, les abrió los ojos al arte moderno, o mejor dicho, a lo moderno. De él
escucharon, por primera vez, nombres de artistas como: Kandinsky, Mondrian, Henri
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Moore, Manessier etc.; les habló de libertad, de tolerancia, de escritores que vivían en
el exilio.
Es un orgullo para la Biblioteca del MuVIM que su legado bibliográfico esté en ella,
porque Alfons Roig fue para el siglo XX lo que los ilustrados lo fueron para el XVIII:
el hombre que se atrevió a saber, el hombre que conoció, a través de la creación
artística, los sentimientos y necesidades del mundo que le rodeaba, a entender la
espiritualidad en el arte; a dar un paso adelante y despertar aquellos corazones
sedientos de saber; a ellos les enseñó L’art viu del nostre temps10. Y, al igual que sus
predecesores del siglo XVIII, fue muchas veces incomprendido y criticado. Tras la
conferencia que dio sobre Picasso, a mediados de los años cincuenta, en la que
mostraba públicamente su talante tolerante y religiosamente abierto, encontró un
ambiente hostil. A través de las anotaciones en sus libros, sus comentarios y «sus
papeles» podemos conocer mejor a ese hombre sencillo, humilde y culto. Su celo por
guardar los catálogos y los trípticos de las exposiciones convierte este legado en
fuente de primera mano para rastrear la actividad artística y expositiva de unos años
difíciles para el arte moderno.
Esta colección fue adquirida para completar la documentación del Teatro Principal,
que se conserva en el archivo de la Diputación, y formar una interesante colección de
obras teatrales que fueran la base de un futuro centro de documentación teatral. Se
trata de una interesante colección formada por impresos de los siglos XVIII, XIX y
primera mitad del XX, en la que cabe resaltar que algunas de estas obras están
encuadernadas formando colecciones facticias. Otras, que formaban parte de un
volumen facticio fueron desencuadernadas para ser vendidas sueltas. Esto ocurre
sobre todo con los impresos del siglo XVIII, de los cuales existen gran número de
obras anónimas, muchas de ellas identificadas como de Ramón de la Cruz (1731-
1794).
Este plano, grabado por el aragonés José Fortea en torno al año 1738, está basado en
el plano original manuscrito que conserva el Ayuntamiento de Valencia y que Tomás
Vicente Tosca (1651-1723) dibujó entre los años 1701 y 1704, reuniendo en su
trazado un conjunto de conocimientos técnicos y matemáticos que demuestran la
pujanza intelectual de los novatores valencianos del siglo XVII. Había sido adquirido
por la Diputación en 1943, gracias a la donación realizada por Carlos Sarthou, tal
como se desprende del expediente de la Comisión de Enseñanza, Cultura y Bellas
Artes, de fecha 12 de marzo de 1943, en la cual se acuerda:
La Biblioteca general comenzaba una nueva andadura a finales del año 1999. Por
Decreto de Presidencia nº 10878, de 16 de diciembre de 1999, se procedía a la
reestructuración del área de cultura y por Acuerdo Plenario, de 22 de diciembre de
1999, la Corporación acordaba «el traslado de los fondos bibliográficos dependientes
del Archivo-Biblioteca a la Red de Museos de la Corporación».
DÍAZ Y PÉREZ, N. (1885), Las bibliotecas en España en sus relaciones con la educación
popular y la instrucción pública (2ª ed.), Madrid.
6. Notas
1. Los estatutos del Centro de Cultura Valenciana se publicaron en Anales del Centro
de Cultura Valenciana. Tomo I, Año 1928, Valencia, p. 2.
MEI, II, Vol. 2, nº 2, pág. 80