Rosario de Acuña
Rosario de Acuña
Rosario de Acuña
También nos apodan con TERF por defender los espacios solo de
mujeres. Por decir que no vamos a permitir que nos llamen “mujer
cis”, por haber puesto en duda y analizado desde una perspectiva
feminista radical la teoría queer y sus teorías derivadas, que asolan
hoy el movimiento feminista malestream, copado por “activistas
institucionales” de Unidas Podemos, Barcelona en Comú o cualquier
mutación de siglas de Podemos.
Pero voy a ir por orden. ¿Dónde empieza todo este “conflicto” que ha
terminado con agresiones físicas a chicas feministas radicales o
hasta a feministas radicales históricas como Julie Bindel? ¿Dónde
empieza todo este conflicto que ha provocado que las radicales en
Reino Unido tengan que mantener en secreto hasta el último
momento la hora y el lugar de las conferencias y eventos sobre la
opresión en base al sexo, porque si no sufren boicot y hasta
amenazas de bomba para que el acto no se celebre?
Las mujeres siempre hemos sido lo OTRO, antes definidas por los
hombres como la feminidad. Las mujeres éramos la feminidad,
creada por y para complacer y servir a los hombres junto con la
institución de la heterosexualidad y todo esto era producto de la
naturaleza y la biología. Nuestra existencia no tenía sentido sin los
hombres. Ahora, volvemos a tener el enemigo en casa, pero en
nuestra casa de la liberación. Ahora nos dicen que no podemos
volver a definirnos por nosotras mismas, y que ya no somos mujeres,
que somos CIS mujeres, o mujeres CIS. Porque ahora hay dos tipos
de mujeres, las que nacimos con vagina y no nos identificamos como
hombres y las que nacieron con pene y se identifican con la
feminidad. Todo por lo que han luchado nuestras antepasadas
feministas se vuelve a derrumbar. Años diciendo que las mujeres NO
SOMOS nuestra opresión, NO SOMOS la feminidad, para que ahora
nos digan que si somos lesbianas y no nos gusta el pene “femenino”
somos tránsfobas. Esto es cultura de la violación, esto es patriarcado.
Nos acusan de “cotton ceiling” o techo de algodón en el sentido de
que supuestamente las mujeres, especialmente las lesbianas,
oprimimos a las personas transgénero por no incluirlas en nuestras
relaciones sexuales. Es la cultura de la violación que se promueve
desde ciertos ámbitos del trans-extremismo, porque nadie quiere ser
tildada de “tránsfoba”.
No voy a apoyar una ideología que dice que dice a las lesbianas: si
no te sientes atraída por personas del sexo opuesto que se identifican
como mujeres, eres tránsfoba; ni voy a apoyar una ideología tan
misógina que dice a las lesbianas coñofílicas, que reduce a las
lesbianas a una filia, que quiere aprobar leyes donde baste la
autodeterminación en el registro, sin ningún otro trámite, para que
cambie el sexo en tu DNI. ¿Alguien se ha parado a pensar en las
consecuencias para las mujeres que cualquier persona que se
identifique como mujer, y aquí no me refiero a transexuales, pueda
acabar en cárceles de mujeres, o en vestuarios femeninos, en baños
femeninos? Se trata de ponérselo más difícil a los varones, no más
fácil. Y no solo eso, ya hay abogados publicando artículos explicando
cómo librarse de la ley integral de violencia de género en el momento
en que se apruebe esta ley. Porque sí, esta ley también acabaría con
la LIVG. El maltratador solo tendría que decir que es mujer y pasaría
a ser considerado violencia entre personas del mismo sexo, sin
agravante por violencia machista.
Ahora bien, voy a romper ahora una lanza en su favor, y diré que
desde el feminismo radical hace una crítica al transgenerismo, pero
no podemos llegar al odio para reivindicar aquello en lo que creemos,
y creo que muchas veces se llega a ese odio debido a la misoginia
que se destila desde el otro bando, no hay razón para ser como ellos.
También lo digo porque hablar única y exclusivamente de este tema
les da una hegemonía que no tienen, porque la hegemonía la tienen
dentro de la academia y dentro de algunos sectores del movimiento
feminista o sectores relacionadas con el arte, pero no en la sociedad
civil. Y hablar de ellos continuamente les otorga una hegemonía y
una importancia que no tienen, sobredimensionando su impacto.
Pienso que deberíamos medir bien en qué gastamos nuestra
energía, nuestra limitada energía y nuestra creatividad, dedicarla a lo
que realmente va dar sus frutos, dejar de poner el foco en los varones
y ponerlo en las mujeres.
VÍDEO
Recopilé hace poco todos los lugares desde donde he sido vetada
para hablar de prostitución, con la falsa excusa de ser trans-odiante.
Y los voy a decir también aquí porque es de vergüenza que, hasta
partidos políticos como Izquierda Unida, se hayan unido al coro de
acusaciones tuiteras que, como se demostró, se materializan luego
en cuatro o cinco personas con una bandera trans/comunista.
Esto también nos lleva a otra de las patitas de este gran macrófago
patriarcal que se apropia de las experiencias de las mujeres y nos
borra, y es el caso del transgenerismo de mujeres lesbianas. Casi la
totalidad de mujeres que toman testosterona para desarrollar
caracteres sexuales secundarios masculinas son lesbianas. Desde el
año 2000, un total de 853 mujeres transexuales y solo 12 hombres
transexuales se sometieron a una cirugía financiada por el estado
para cambiar de sexo en Reino Unido. Es decir, el 98,6% de
personas que se operan para cambiar de sexo en Reino Unido son
nacidos hombres, mientras que solo el 1,3% son nacidas mujeres.
Según datos que Sheila Jeffreys extrae de estudios realizados en
Reino Unido, en su libro Gender Hurts, “Históricamente, ha habido
una brecha considerable en las cifras, que aún se refleja en las
personas que reciben actualmente certificados de reconocimiento de
género en el Reino Unido, tres de cada cuatro personas transgénero
son hombres (Ministerio de Justicia, 2012). Según los datos, la
mayoría de los varones que transicionan son heterosexuales y en
relaciones con mujeres en ese momento, y solo una minoría son
varones que tienen relaciones con varones (Lawrence, 2004). En el
caso de las mujeres transgénero, la gran mayoría se relaciona
sexualmente con mujeres y la mayoría se identifica como lesbianas
y ha sido miembro de la comunidad lésbica un largo tiempo antes de
la transición (Devor, 1999).”