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FORMACIÓN MINISTERIAL
Historia del
CRISTIANISMO
LAS REFORMAS
DE LA IGLESIA
(1500–1750)
deiros38@gmail.com
Todos los derechos reservados. Ninguna parte de esta publicación puede ser reproducida o transmitida de ninguna manera ni por ningún
medio, electrónico o mecánico, incluyendo fotocopia, grabado o cualquier otro sistema de almacenaje o recuperación de información, sin la
autorización previa en forma escrita por parte de su autor.
ISBN 978-987-22449-7-2
Queda hecho el depósito que marca la ley 11.723
La versión bíblica utilizada en este libro es la Nueva Versión Internacional (Miami: Sociedad Bíblica Internacional, 1999).
CONTENIDO
Prólogo
Uso de este libro
Presentación
Lista de mapas y cuadros
INTRODUCCIÓN GENERAL
Introducción
La reforma en España
Trasfondo de la Reforma en España
Protestantismo en España
La Inquisición en España
Comunidades protestantes españolas
Exiliados protestantes españoles
Características y contribución de la Reforma en España
La reforma en Alemania
Trasfondo de la Reforma en Alemania
Martín Lutero (1483–1546)
Las ideas de Lutero
La reforma en Zurich
Trasfondo de la Reforma en Zurich
Ulrico Zuinglio (1484–1531)
Las ideas de Zuinglio
La reforma en Ginebra
Trasfondo de la Reforma en Ginebra
Juan Calvino (1509–1564)
Las ideas de Calvino
La reforma Radical
Trasfondo de la Reforma Radical
Los reformadores radicales
Las ideas de los anabautistas
La reforma en Inglaterra
Trasfondo de la Reforma en Inglaterra
Enrique VIII (1491–1547)
La Reforma en Inglaterra
El desarrollo de la Reforma inglesa
La reforma en Escocia
Trasfondo de la Reforma en Escocia
Juan Knox (c. 1514–1572)
Características de la Reforma escocesa
La reforma en Francia
Trasfondo de la Reforma en Francia
Los hugonotes franceses
El desarrollo de la Reforma francesa
Introducción
¿Reforma o contrareforma?
Análisis historiográfico de los conceptos
Evaluación de los conceptos
La reforma católica
Orígenes de la Reforma católica
Desarrollo de la Reforma católica
La contrarreforma católica
Orígenes de la Contrarreforma
Desarrollo de la Contrarreforma
El catolicismo del siglo XVI: los medios
Los jesuitas
La Inquisición
El Concilio de Trento
Introducción
Desarrollo de la ortodoxia
Las Iglesias Ortodoxas y Orientales
La Iglesia Ortodoxa Rusa
Las Iglesias Orientales autónomas
Las Iglesias nestorianas y monofisitas
Las Iglesias uniatas
Introducción
El paradigma de cristiandad
Concepto de paradigma de cristiandad
La cristiandad católica romana
La cristiandad protestante
Cristiandad y misión
Cristianismo y esclavitud
Esclavitud en el mundo musulmán
Esclavitud en el mundo cristiano católico
Esclavitud en el mundo cristiano protestante
El impulso misionero
Las misiones católicas romanas
La indiferencia misionológica protestante
Cristianismo y modernidad
El desarrollo de la modernidad
La cosmovisión moderna
El impacto de la modernidad sobre la fe
La difusión de la Biblia
La imprenta y el protestantismo
Los agentes de difusión bíblica
Protestantismo y poder político
La secularización del mundo
El contexto político internacional
El desarrollo del Estado moderno
Protestantismo y capitalismo
El mercantilismo
El capitalismo
La revolución litúrgica
Lutero, el pionero
Adoración en la tradición reformada
Bibliografía
Notas
PRÓLOGO
Este libro de texto sobre la historia del cristianismo tiene su historia. Lo publiqué
por primera vez en 1977 como una edición del Seminario Internacional Teológico
Bautista (Buenos Aires, Argentina). Por aquel entonces, servía como Secretario
Ejecutivo de la Asociación de Seminarios e Instituciones Teológicas del Cono Sur.
Éramos bien conscientes de la carencia de libros de texto especialmente preparados
para servir las necesidades de los nuevos programas de educación teológica por
extensión que estaban surgiendo por todas partes en América Latina. Los libros que
tradicionalmente se habían utilizado en instituciones residenciales (Latourette, Walker,
Baker, Bainton) no parecían adecuados por su complejidad y costo.
En aquellos años, el Fondo de Educación Teológica (del Consejo Mundial de
Iglesias), estaba publicando una serie de guías de estudio muy prácticas. El único
problema es que estaban en inglés y orientadas mayormente para servir a las iglesias
en Asia y África. De manera particular, el TEF (Theological Education Fund) a través
de la editora S.P.C.K. estaba publicando una serie sobre historia del cristianismo, que
seguía el esquema de Kenneth S. Latourette en su obra magna, A History of the
Expansion of Christianity (Historia de la expansión del cristianismo) en siete
volúmenes. Los dos primeros volúmenes de la serie publicada por TEF (1972 y 1974)
fueron escritos por un destacado historiador británico, John Foster; el tercero (1975)
por Alan Thomson; y la serie se completó más tarde con un cuarto volumen (1989)
escrito por Louise Pirouet.
Esta serie de materiales parecía un buen modelo a seguir en cuanto a los
contenidos, pero había que darle un formato más adecuado a las necesidades de los
numerosos programas de auto-estudio y de formación ministerial por extensión. En
esos años, el Dr. Weldon E. Viertel estaba publicando a través de Carib Baptist
Publications (en El Paso, Texas) una serie de guías de estudio, con una metodología
bien adecuada a nuestras necesidades en América Latina. Así, pues, con el permiso del
Dr. Viertel para utilizar su formato, y el apoyo y participación del Fondo de Educación
Teológica, preparé la edición de 1977.
En 1981, la Casa Bautista de Publicaciones (El Paso, Texas) hizo una primera
edición con el agregado de dos capítulos sobre el desarrollo del testimonio cristiano en
América Latina. Y en 1985 hizo una segunda edición revisada y corregida. Estos
materiales han servido a la formación de varias generaciones de siervos y siervas del
Señor a lo largo y a lo ancho del continente. Se han sacado fotocopias y copias
(algunas autorizadas y otras no) por millares. Miles de personas me han pedido una
nueva edición a lo largo de varios años. Finalmente, creo que llegó el tiempo de
responder a esas demandas y presentar esta nueva edición, que espero sea de tanta
bendición para el cuerpo de Cristo como fueron las anteriores.
Pablo A. Deiros
USO DE ESTE LIBRO
Este libro fue diseñado y escrito por primera vez, especialmente para cumplir con
los requisitos y orientaciones de la mayor parte de los diversos programas de
formación ministerial, pastoral, misionera y evangelizadora en América Latina. Fue
preparado con el propósito de poner en manos de los estudiantes una guía de estudios
que resumiera lo mejor de otros materiales más avanzados o que de alguna manera no
están accesibles para la mayoría de los interesados en conocer la historia del
cristianismo.
Este libro de texto está preparado para ser usado especialmente en programas de
educación teológica formales y no formales. Esto significa que puede adaptarse
fácilmente a programas residenciales de diverso nivel académico, como también a
programas de educación teológica por extensión, a distancia o de auto-estudio. De
todos modos, la metodología seguida presupone que el estudiante es responsable en
forma personal de su propio estudio e investigación de los temas aquí tratados. El
énfasis está puesto sobre el trabajo personal del estudiante en el hogar más que en su
trabajo en el aula. El estudio independiente del estudiante resultará en el desarrollo de
sus aptitudes naturales y sus dones espirituales, y en la formación de una disciplina de
estudio que le capacitará mejor para el liderazgo cristiano.
El docente que utilice este libro como libro de texto encontrará de utilidad los
varios instrumentos didácticos que el mismo ofrece. He procurado presentar los
diversos temas de la historia del cristianismo de manera variada, atractiva, simple y lo
más didácticamente posible. Algunos mapas y esquemas ayudan a ilustrar y clarificar
los contenidos. De igual modo, cada unidad está acompañada de un Glosario de
términos técnicos o de uso no muy frecuente, una tabla cronológica, un cuestionario de
repaso, tareas diversas para tres niveles diferentes de complejidad académica, y la
sugerencia de algunas cuestiones para la discusión en grupos pequeños, como también
la sugerencia de algunas lecturas adicionales. La Bibliografía al final del libro presenta
los mejores materiales disponibles para el estudio de esta materia en lengua castellana
y algunos otros en otras lenguas. El docente verá de qué manera puede utilizar mejor
los recursos ofrecidos por este texto en el desarrollo de sus clases.
He procurado hacer un uso responsable de las fuentes secundarias, cuyas
referencias se encontrarán al pie de página. Más importante todavía es el hecho que he
realizado una selección de fuentes primarias, con el fin de exponer al estudiante a los
documentos más relevantes de la historia del cristianismo. Lamentablemente, las
limitaciones de espacio no permiten la presentación de todas las fuentes que uno
quisiera. No obstante, es conveniente que el docente tome en cuenta que el
conocimiento y discusión crítica de las fuentes primarias es fundamental para la tarea
histórica. Dado que el intercambio de ideas es vital en la educación teológica, se
sugiere que haya oportunidades suficientes para la discusión de los temas presentados.
La participación del estudiante en estos debates tiene dos propósitos: por un lado,
compartir su comprensión de la materia con sus compañeros y enriquecerse con el
aporte de ellos; y, por otro lado, estimular el pensamiento y la reflexión al enfrentarse
con puntos de vista diferentes de los propios.
El maestro o tutor actuará en clase como moderador en el repaso del contenido
del libro, la realización de los ejercicios y la discusión grupal, y la asignación de las
tareas para el hogar o trabajos prácticos. Se sugiere que el maestro o tutor no dicte
clases a la manera tradicional, sino que procure cumplir el papel de dinamizador de la
discusión y el diálogo alrededor de los contenidos del libro. Para ello, deberá estar
preparado para responder a las preguntas de los estudiantes, especialmente para aplicar
a las situaciones concretas, propias de cada contexto, los contenidos que se discutan. El
maestro o tutor podrá asignar lecturas complementarias utilizando los materiales de la
bibliografía sugerida, siempre y cuando los mismos sean accesibles a los estudiantes.
Del mismo modo, el docente podrá requerir la elaboración de una monografía o ensayo
escrito sobre algún tema particular, según el nivel académico del curso.
La evaluación del estudiante se hará en función a su asistencia a clase y su nivel
de participación en la dinámica de la misma, cuando el curso se dicte de manera
presencial. En todos los casos, será importante para la evaluación el completamiento
todos los ejercicios y cuestionarios del libro, el cumplimiento satisfactorio de los
trabajos prácticos, la realización de las lecturas y trabajos escritos que eventualmente
asigne el maestro o tutor. El maestro o tutor podrá establecer algún otro requisito
conforme con las circunstancias propias de cada curso, el nivel académico con que se
trabaje y el lugar en que se enseñe.
En todo el proceso de enseñanza-aprendizaje deberá tenerse muy presente que el
propósito de este curso no es impartir o recoger información sobre el tema que trata,
sino producir cambios de conducta significativos tanto en el maestro o tutor como en el
alumno, a fin de ajustar la vida y el servicio cristianos en términos del significado y el
valor del conocimiento del pasado del testimonio cristiano para la extensión del reino
de Dios. Si después de estudiar estas páginas unos y otros aprenden a vivir y servir
mejor como ciudadanos del reino de Dios, este material habrá cumplido su propósito
fundamental.
Originalmente, este libro consistía en un bosquejo desarrollado del proceso
histórico del testimonio cristiano, como medio para alcanzar los objetivos de un curso
de Historia del cristianismo. En el caso de esta edición, he procurado incorporar otros
materiales que considero importantes para una comprensión más global de esta
historia. En el caso de que el lector esté matriculado en un seminario, instituto bíblico,
escuela de misión o en algún otro programa de capacitación que utilice este libro como
libro de texto, el estudiante será responsable de la lectura cuidadosa del texto y la
bibliografía indicada. Los ejercicios preferentemente deberán ser hechos en el estudio
personal, bajo la guía del instructor. El estudiante es responsable por el cumplimiento
de las tareas para el hogar que figuran al final de cada unidad como Trabajos Prácticos,
y que el maestro o tutor asignará a lo largo del curso. Los Cuestionarios de Repaso
podrán ser utilizados en el estudio personal, para evaluar el progreso en el
conocimiento, o bien el instructor los utilizará a modo de ejercicios, según el nivel
académico en el que estén trabajando los estudiantes. El cumplimiento adecuado de las
lecturas recomendadas, los ejercicios y los trabajos prácticos podrán ser usados como
elementos para la obtención de créditos académicos. La Discusión Grupal es un
elemento adicional que el docente podrá utilizar en el desarrollo de sus clases, al igual
que las Lecturas Recomendadas.
El lector notará que con frecuencia se citan a diversos autores que han escrito
sobre los temas bajo discusión. Las citas transcriptas son el resultado de una cuidadosa
selección de materiales, especialmente de fuentes primarias, hecha con el propósito de
dar oportunidad al estudiante de tomar contacto con las fuentes documentales de la
historia del cristianismo. La Bibliografía presenta la literatura que yo mismo he
utilizado para mi estudio personal del tema. De este modo, estas citas pueden ser útiles
para ilustrar, ampliar, aclarar y fundamentar los conceptos desarrollados en este libro
de texto. A su vez, las fuentes están indicadas como notas al pie de página, para que el
lector pueda referirse a ellas en caso de tener interés en profundizar el tema. La
Bibliografía que se incluye al final del libro no es exhaustiva, pero presenta los
materiales publicados más importantes, especialmente en lengua castellana.
Este libro de texto puede ser también de particular valor para el lector interesado
en conocer más profundamente el desarrollo histórico del testimonio cristiano. No
pretende ser un libro erudito, pero sí es un libro elaborado con el más alto y serio nivel
académico. Si bien no es un libro especializado, reúno en él una síntesis de mis
conocimientos y experiencia como historiador profesional a lo largo de muchos años.
He procurado sintetizar e interpretar los acontecimientos históricos conforme a la
metodología de la investigación histórica más reciente. Su propósito es introducir a los
estudiantes y lectores con diferentes grados de preparación académica a un tema tan
importante como es la historia del cristianismo. Los estudiantes y lectores que deseen
continuar profundizando sus estudios y lecturas sobre esta materia, encontrarán en la
Bibliografía algunos de los mejores libros disponibles en castellano.
PRESENTACIÓN
Debo confesar a mis lectores y estudiantes que de los tres tomos de esta Historia
del cristianismo que hasta aquí llevo escritos y publicados, éste es el que más trabajo
me ha dado. Para cualquier escritor, sus libros son como hijos, que uno engendra con
amor, pero que da a luz con esfuerzo y cierta cuota de sufrimiento. Pues éste ha sido el
parto que más me ha costado, hasta ahora. No tengo todavía muy claras las razones,
pero estimo que es parte de cierto “disgusto” que tengo con la Edad Moderna desde
mis días de estudiante de secundaria.
No obstante, este es el volumen más largo de los tres. Una posible explicación es
que al costarme más su elaboración, he aprendido mucho más para compartir con mis
lectores y estudiantes. La otra posibilidad es que el período de la historia del
testimonio cristiano que cubren estas páginas ha sido lo suficientemente importante
como para merecer un tratamiento más meduloso. Sea como fuere, los movimientos
que se dispararon entre los siglos XVI y XVIII significaron cambios profundos en el
curso del cristianismo y pusieron en marcha ideas y prácticas que todavía tienen
vigencia. La mayoría de los evangélicos latinoamericanos podemos remontar nuestras
raíces históricas, teológicas y religiosas a estos siglos. El mundo posmoderno en el que
hoy nos desenvolvemos no deja de ser una continuación o consecuencia del mundo
moderno gestado en este período de estudio.
Desde una visión misionológica, fue en estos años que el cristianismo se abrió a
los nuevos desafíos representados por la llegada de los europeos a los cuatro rincones
del planeta, movimiento que habría de tener su punto culminante en el siglo XIX. A su
vez, fue en estos siglos que el evangelio cristiano de origen europeo se vio confrontado
por otras cristiandades, otras religiones y culturas no cristianas. Ahora el cristianismo
no tuvo que lidiar tanto con herejías y desafíos intelectuales internos, sino con
expresiones religiosas diferentes y desafiantes. Por primera vez en su experiencia
histórica, los agentes del evangelio se vieron forzados a tratar de entender a escala
mundial culturas foráneas para poder cumplir con su misión. Una lengua, como el
latín, por más sagrada que se la estimase, ya no era suficiente para proclamar la buena
noticia. Con la invención de la imprenta, la Biblia comenzó a ser traducida, publicada
y distribuida en números astronómicos comparados con los quince siglos precedentes.
La posibilidad de que más personas tuviesen acceso al texto bíblico resultó en un
gran fomento de la educación, especialmente del clero. Por otro lado, los abusos de
autoridad por parte de líderes eclesiásticos fueron más difíciles, al haber más personas
ilustradas y mejor informadas. Las ideas forzosamente se tuvieron que pulir, ya que
para sobrevivir tenían que salir a un ruedo de reflexión compartido por más personas,
que ya no podían ser consideradas ignorantes. Por lo mismo, la autoridad eclesiástica
se fue tornando cada vez menos vertical y más horizontal. El pensamiento mágico y la
superstición dieron lugar a una fe más educada y fundamentada. El temor y la
ignorancia quedaron a un lado a favor de una fe más comprometida y personal.
Por más traumático que en su momento haya parecido, la ruptura de la única
Iglesia en Occidente y su desmembramiento en diversas facciones, asestó un primer
golpe mortal al paradigma de cristiandad. Esto revolucionó la cosmovisión de los
cristianos, que comenzaron a competir por quién representaba mejor la verdad
revelada. Ante la insistencia de varios pretendientes a ser dueños absolutos de la
verdad y a defenderla incluso con violencia, no faltaron quienes declararon la
imposibilidad de conocer la verdad o por lo menos promovieron una gran tolerancia y
pluralismo. Esto fomentó la libertad religiosa y ayudó a la gestación de grandes
principios políticos y sociales, que todavía hoy pregonan la libertad del individuo y la
libre competencia suya frente a Dios.
A los cambios en el campo de la religión le siguieron sustanciales cambios
políticos, sociales y económicos. La modernidad no fue un movimiento de moda ni un
momento en el desarrollo de una cultura en particular. Se trató de una cosmovisión que
desde Europa se comunicó a todo el planeta a través de los agentes coloniales. El
cristianismo comenzó a transformarse en una religión verdaderamente mundial, no
porque antes no lo había sido, sino porque ahora lo fue de una manera nueva y singular
a través de los cristianos europeos que conectaron a los cinco continentes y
especialmente a los pueblos en el hemisferio sur. Por cierto, el proceso no se detuvo en
este período y alcanzó mayor madurez en el siguiente. Pero sus posibilidades se
sembraron a partir del siglo XVI.
¿Vale la pena hacer el esfuerzo de explorar los hechos históricos más importantes
del desarrollo del testimonio cristiano en estos siglos? ¿Hay lecciones que podemos
aprender y que pueden resultarnos de utilidad en nuestro compromiso presente con el
reino de Dios? Después de completar mi propio estudio y análisis de este tiempo, y
poner por escrito los resultados para el aprovechamiento de otros, creo que puedo
responder a estos interrogantes de manera afirmativa. Es mi deseo que cada lector y
estudiante de estas páginas pueda llegar a la misma conclusión, una vez que haya
recorrido las páginas que siguen.
LISTA DE MAPAS Y CUADROS
Mapas
1. España en el siglo XVI
2. La Reforma en Alemania
3. Europa católica en el siglo XVI
4. Los viajes misioneros de Francisco Javier
5. El cristianismo en Asia
6. El cristianismo en África
7. El cristianismo en América
8. Europa en 1559
9. Europa en 1648
Cuadros
1. Caracteres del humanismo
2. Evaluación de Lutero y su Reforma
3. Árbol del desarrollo de la Iglesia
4. Metas buscadas por el avivamiento católico
5. Necesidad de reforma del clero y de la Curia romana
6. Reforma de los obispos en España
7. Contrarreforma según Ignacio de Loyola
8. Decisiones del Concilio de Trento
9. Cambios asombrosos
10. Privilegios del Padroado portugués
11. Los Artículos Galicanos
12. Lutero y las misiones
13. La civilización moderna
INTRODUCCIÓN GENERAL
La Reforma protestante
INTRODUCCIÓN
Dos condiciones son necesarias para cualquier gran expansión del testimonio
cristiano: oportunidad, especialmente en materia de comunicaciones por el mundo; y,
vigor espiritual dentro de la Iglesia. Poco después del año 1500, estas dos condiciones
estaban presentes y al mismo tiempo en un grado inusual, especialmente en Europa
occidental. El resultado fue el período más grande de expansión cristiana, que la
historia haya conocido hasta ese momento.
Nuevas vías de comunicación se fueron abriendo en una secuencia asombrosa.
Hacia fines del siglo XV los marinos al servicio de España se estaban
aventurando hacia el Oeste. La idea renacentista de que el mundo era redondo los
animaba. Los portugueses sentían que su camino estaba más hacia el sur, por la costa
africana. Ambas naciones, España y Portugal, esperaban flanquear la barrera
provocada por el Islam después de la caída de Constantinopla en manos de los turcos
otomanes en 1453, y querían encontrar una nueva ruta marítima que les diera un
acceso libre hacia Oriente y sus apreciados y exóticos productos.
En 1492, Cristóbal Colón (1451–1506) llegó a lo que denominó “las Indias”
(Indias Occidentales), que realmente resultó ser el Nuevo Mundo. Para 1522 la
expedición de Fernando de Magallanes (1480–1521) había completado esta
exploración hacia el Oeste. Sus naves fueron las primeras en navegar alrededor del
mundo. En 1497, Vasco de Gama (1469–1524) rodeó el Cabo de Buena Esperanza y
navegó cruzando el océano Índico hasta la costa sudoccidental de la India. Los
mercaderes portugueses continuaron avanzando hacia Oriente y en 1517 llegaron por
fin a la costa de China, siendo de este modo los primeros europeos en hacerlo en casi
doscientos años.
Junto con estas nuevas vías de comunicación europeas hacia los otros continentes,
comenzó a vivirse en Europa una nueva vida espiritual, en el sentido más amplio de la
expresión. El Renacimiento fue un período no sólo de nuevas rutas cruzando el mundo,
sino también de un conocimiento acerca del mundo mismo más grande que el de
cualquier otra edad previa en la historia de la humanidad. Pero la nueva vida no sólo se
encontraba entre los marinos y los mercaderes, los filósofos y los artistas, sino que
algo nuevo estaba ocurriendo también dentro de la Iglesia medieval.
El mismo año en que las naves portuguesas llegaron al Lejano Oriente, Martín
Lutero colocó sus Noventa y cinco tesis en la puerta de la iglesia de la Universidad de
Wittenberg, y se ofreció a defenderlas contra todos los que quisieran discutirlas. Este
es considerado como el primer acto de la Reforma protestante. De esta manera, puede
decirse que el año 1517 vio cumplidas las dos condiciones vitales para la expansión del
cristianismo: comunicaciones y vigor espiritual.
Además, todo el siglo XVI se caracterizó por desafíos y cambios que fueron
confrontados con un esfuerzo firme por preservar los valores y las prácticas
tradicionales. Las sociedades europeas se vieron convulsionadas por movimientos que
terminaron por forjar la civilización europea, a través de una lucha titánica en procura
de su identidad. Éstas fueron décadas vitales y turbulentas, verdaderos tiempos de
parto en los que nació una nueva Europa.
En esta unidad vamos a considerar los movimientos de la Reforma protestante tal
como se fueron desarrollando en cada una de las nuevas nacionalidades europeas a lo
largo del siglo XVI.
LA REFORMA EN ESPAÑA
Los estudios generales sobre la historia de la Reforma tratan principalmente con
el desarrollo del protestantismo en aquellos países donde pudo echar raíces más
profundas. Los autores que escogen un acercamiento geográfico en la organización de
sus materiales (como en nuestro caso) consideran la Reforma en Alemania, Suiza, los
Países Bajos, Inglaterra y en algunos casos Escocia y Francia. Hay algunos eruditos
que incluyen en su registro a países en los que la Reforma tuvo un impacto menor, si
bien notable, como Italia, Polonia, Hungría, Rusia y algunos otros. En un sentido,
España pertenece al segundo grupo. La historia del protestantismo en la península
Ibérica puede ser resumida como una serie de persecuciones, conventículos secretos,
muertes y exilios. Como resultado de la puntillosa efectividad de la Inquisición casi no
quedaron rastros del protestantismo temprano. Es difícil señalar con certidumbre
histórica algún movimiento o grupo protestante contemporáneo, que pueda ser
considerado como descendiente genético de las facciones disidentes del siglo XVI.
Por otro lado, la historia del protestantismo español, y la vida y obra de los
primeros reformadores españoles—perseguidos, exiliados, torturados y matados—es
un capítulo importante en la historia del cristianismo, que merece más atención que la
que ha recibido. La suposición a-crítica de que la Reforma protestante sólo prosperó en
los países germanos y anglosajones, mientras que la Reforma católica tuvo éxito en los
países latinos tiene que ser revisada si se toma en cuenta al protestantismo español.
Esto es también cierto en relación con la conclusión simplista de que el protestantismo
sólo pudo prevalecer en los países del Atlántico norte mientras que el catolicismo se
fortaleció en los países mediterráneos.1
Para los cristianos protestantes en España y América Latina es muy importante
demostrar históricamente que la Reforma estuvo presente en la península Ibérica desde
el comienzo del movimiento en Alemania e incluso antes. La pretensión católica
tradicional de que nacionalismo y fe son inseparables, y que la esencia misma de la
hispanidad es el catolicismo romano, debe ser confrontada con el hecho de que la
comprensión protestante de la fe cristiana afectó profundamente al alma española,
incluso a pesar de los esfuerzos sobrehumanos que se invirtieron para borrar del todo
sus influencias.
Protestantismo en España
¿Cuán influyente fue el protestantismo en España durante el período de la
Reforma? Según la opinión un tanto exagerada de Cornelius A. Wilkens: “Jamás el
evangelio fue proclamado más fielmente que por los reformadores españoles del siglo
XVI.”4 ¿Cuál fue el grado de esta notable contribución?
La influencia de Erasmo. Cuando comenzó el período de la Reforma había pocos
países en Europa donde su espíritu y realizaciones parecían tener más posibilidades de
éxito que en España. Junto con la política de consolidación de la unidad de España
bajo los Reyes Católicos (Fernando e Isabel), se dio una afirmación de la autoridad
real en materia religiosa. A través del cardenal Francisco Jiménez de Cisneros (1436–
1517), los monarcas españoles introdujeron cierto grado de orden y centralización en
las órdenes monásticas y alentaron la erudición humanista. En España, como en toda
Europa, los eruditos comenzaron a cuestionar aquellas tradiciones de la Iglesia que
parecían estar en conflicto con los Evangelios. La imprenta, mayores oportunidades de
educación y una burocracia muy desarrollada, que supervisaba al Imperio en Europa y
en el Nuevo Mundo, proveían la base para una nueva clase de personas educadas,
especialmente en los pueblos y ciudades más importantes de España.
Desiderio Erasmo (1467–1536) había colocado en España sus esperanzas de una
verdadera reforma, conforme a su propia comprensión. Por cierto, él no era un
luterano, pero sus ideas tuvieron un efecto profundo sobre España y representaban una
seria amenaza al establecimiento religioso católico. Sus ideas tuvieron un impacto
importante sobre personas como Alfonso de Valdés y Juan de Vergara, quienes
buscaban una “vida espiritual” centrada en Cristo y el Santo Sacramento, purificado de
las prácticas exteriores “farisaicas,” que consideraban ridículas en la gente común y
reprensibles en el clero.5
Erasmo había llegado a ser una figura popular entre las personas de erudición y
prestigio. En 1516, su nombre apareció por primera vez en España, y en 1517, Jiménez
de Cisneros lo invitó sin éxito a enseñar en la Universidad de Alcalá. Incluso el
emperador Carlos V declaró públicamente su admiración por Erasmo, quien tenía
seguidores entre los humanistas en la corte imperial y entre los profesores de la
Universidad de Alcalá. Sus obras fueron publicadas en España y algunos de sus
seguidores escribieron imitando su estilo. Como indica Henry Kamen: “Con la Corona,
la Inquisición y la Iglesia española de su lado, la posición de Erasmo fue inexpugnable
en España, donde gozó de una popularidad mayor que en cualquier otro lugar en
Europa.”6
No obstante, el surgimiento del luteranismo cambió todo esto, y España se
transformó en un campo de batalla entre los que estaban a favor y en contra de
Erasmo. A medida que el luteranismo se esparció en Alemania, el erasmismo se
debilitó por todas partes. Desde 1529 en adelante, los seguidores de Erasmo se
encontraron en peligro. Mientras Erasmo apelaba fuertemente a personas de erudición,
se ganaba muchos más enemigos entre los monjes y los frailes de educación limitada, a
quienes había satirizado en su Enchiridion militis christiani (Manual del caballero
cristiano), publicado a fines de 1526.
Los opositores españoles del erasmismo consideraban que Erasmo no era
ortodoxo en su doctrina, y demandaban la condena de algunos de sus conceptos. Con
la muerte del arzobispo de Toledo, Alonso de Fonseca, el partido antierasmista ganó
poder. Su primera víctima fue Diego de Uceda, un católico profundamente religioso y
también erasmista que compartía su escepticismo en cuanto a las supersticiones y los
milagros. Varios de los involucrados en el movimiento de los iluminados o alumbrados
también fueron arrestados, torturados y sentenciados por la Inquisición.7 Como indica
Paul J. Hauben: “La aparición del protestantismo, con sus aparentes similitudes con el
erasmismo y el iluminismo español a los ojos de muchos españoles, no tan sólo
inquisidores, permitió a estos últimos ligar a los dos [movimientos] firmemente y
marcarlos como expresiones de ‘luteranismo’.”8
Otra víctima erasmista de la persecución fue Juan de Vergara (1492–1557), amigo
de Cisneros y de Fonseca. Fue llevado ante la Inquisición bajo la acusación de ser un
defensor de herejes. Se decía que poseía libros luteranos y sostenía ciertas doctrinas
luteranas. Después de un juicio cruel, Vergara fue forzado a abjurar públicamente. En
realidad, era un erudito que simpatizaba con Erasmo y no era un adherente de Lutero.
Reflexionando sobre el encarcelamiento de Vergara, el gran humanista español Juan
Luis Vives se quejó ante Erasmo en 1534, diciendo: “Vivimos en tiempos tan difíciles
que es peligroso hablar o estar en silencio.”9
Otro erasmista fue Alonso Ruíz de Virués, quien languideció en prisión por
cuatro años a pesar de la intervención de Carlos V, de quien era su predicador favorito.
Virués fue encontrado culpable de “luteranismo” por la Inquisición en 1538. Carlos V
tuvo que conseguir un breve papal anulando su sentencia, y pocos años más tarde
nombró obispo a Virués, quien murió en 1545.
La influencia de Lutero. Además de la influencia de Erasmo, la obra de Isabel la
Católica y el cardenal Jiménez de Cisneros había producido sus frutos, y las reformas
que intentaron, si bien estaban lejos de ser aplicadas universalmente, estaban surtiendo
efecto. El rey Carlos I (más tarde emperador Carlos V), nieto de Isabel, era un
admirador del movimiento humanista, contaba con varios humanistas y erasmistas
como asesores. Entre ellos estaba su secretario, Alfonso de Valdés (m. 1532), quien lo
acompañó a la Dieta de Worms. Para entonces, la Universidad de Alcalá de Henares y
varias otras en España eran verdaderos centros de reforma.
Los libros de Lutero y las obras de otros reformadores pronto entraron en España.
Tomás McCrie dice que: “Ya a principios de 1519, Juan Froben, un famoso impresor
en Basilea, envió a España una cantidad de tratados, de una serie escrita por Lutero,
que él acababa de reimprimir.”10 Estas obras estaban en latín y, en consecuencia, sólo
al alcance de personas educadas. Pero pronto las obras de Lutero comenzaron a ser
traducidas al español, publicadas probablemente en Amberes e introducidas en España.
Esto era algo relativamente fácil dado que muchos españoles de linaje ilustre
acompañaron al emperador Carlos V a las Dietas que periódicamente se llevaban a
cabo en Alemania, Flandes y otras regiones donde el protestantismo se había
establecido con éxito.
Además, muchos españoles sentían la necesidad de liberar a la cristiandad de lo
que consideraban era la tiranía de los Papas, la inmoralidad del clero, las prácticas
supersticiosas de la religiosidad popular y los errores doctrinales que perturbaban a
todo el cuerpo de la Iglesia. Nobles prelados, famosos predicadores, destacados
teólogos e incluso gente común recibían con entusiasmo las noticias de la rebelión
espiritual en Alemania y estaban listos para adoptar como propias las verdades
evangélicas que ahora eran nuevamente expuestas. Los números de los involucrados en
el nuevo espíritu fueron importantes. En su Prefacio a la edición de su traducción de la
Biblia, Cipriano de Valera declaraba que no había ciudad, villa o lugar en España
donde no hubiera alguien o algunos a quienes Dios en su infinita misericordia no había
iluminado con la luz de su evangelio.11
La afirmación de Valera es confirmada por las declaraciones del historiador
católico Gonzalo de Illescas. Según este escritor, en aquellos días, cárceles, patíbulos y
cadalsos estaban llenos de gente ilustre, destacados en las letras y las virtudes. Eran
tantos y de tal carácter que se creía que “si se tomaban dos o tres meses más para
remediar este mal, toda España hubiese sido quemada.”12
Como se indicó, en 1519 se enviaron a España los primeros escritos de Lutero. Al
año siguiente, su comentario sobre Gálatas fue traducido al español. Desde entonces, y
de manera esporádica, continuaron infiltrándose a España libros protestantes,
provenientes mayormente de los Países Bajos. En razón de que al comienzo la reforma
liderada por Erasmo se confundió con la iniciada por Lutero, los libros luteranos
fueron populares en los círculos humanistas. La Inquisición hizo todo lo posible por
descubrirlos y destruirlos. Sin embargo, todo esto no fue más que mera curiosidad, o
en el mejor caso, el deseo de que en España pudiera comenzar un movimiento de
reforma como el que se estaba desarrollando en Alemania.
No había tantos seguidores de las ideas de Lutero como lectores de sus obras.
Según Henry C. Lea, el caso más temprano de un extranjero que importara las ideas de
Lutero a España ocurrió en 1524 cuando un alemán llamado Blay Esteve fue
condenado por luteranismo por la Inquisición en Valencia.13 En 1528, un pintor de
Gante, Cornelius, fue llevado ante un tribunal bajo la acusación de luteranismo. Pudo
salvar su vida del cadalso, pero fue sentenciado a prisión perpetua en 1530. Hugo de
Celso, un médico de Burgundia, fue otro luterano que trató de introducir sus creencias
en España. Fue juzgado en Toledo y más tarde quemado vivo en 1551. Otro posible
luterano fue Melchor de Wurtemberg, que vino a Valencia a cumplir con su misión de
predicación. Melchor fue pronto arrestado, negó toda creencia luterana y
consiguientemente fue liberado después de ser azotado.
En síntesis, no hubo muchos luteranos nacionales o extranjeros en España durante
la primera mitad del siglo XVI. Muchos así llamados “luteranos” no lo fueron. Como
indica John E. Longhurst: “Los juicios de estos años caen en dos clasificaciones
generales: aquellos que resultaron de confusión y temor en cuanto al fantasma del
luteranismo, y aquellos que fueron motivados por un deseo de venganza contra algún
vecino.”14
La influencia de Valdés.15 El español Juan de Valdés (1501–1541) fue un notable
humanista y autor de Diálogo de la lengua, que constituye uno de los textos esenciales
del estudio del español y una rica fuente de observaciones lexicográficas. Sus
enemigos lo consideraron el primer autor “luterano” en español, si bien Valdés
combinaba la tradición mística española con el humanismo de Erasmo. Según McCrie,
Valdés fue “la primera persona que abrazó las opiniones reformistas y se dedicó
activamente a su propagación en España.”16
Justo L. González: “Juan de Valdés nunca fue luterano ni calvinista. Al
principio erasmista, a la larga dejó detrás las doctrinas de su maestro para
llegar a su propio modo de interpretar la fe cristiana. Ese modo de interpretar
la fe se oponía ciertamente a buena parte de la doctrina católica romana, pero
también distaba mucho de las enseñanzas del luteranismo y el calvinismo
ortodoxos. Por lo tanto podríamos decir que Juan de Valdés es, no sólo el
primer reformista español, sino también el más español de los reformistas.”17
Valdés estudió en Alcalá de Henares y mantuvo una activa correspondencia con
Erasmo, con quien compartió la convicción de la necesidad de una profunda reforma
de la Iglesia. En razón de su vasto conocimiento literario y lingüístico fue muy
apreciado por Carlos V y gozó de su protección. Pero perseguido por la Inquisición
abandonó España y se refugió en Nápoles, donde reunió un importante grupo de
discípulos. Refiriéndose a su trabajo en Nápoles, el cardenal Juan Pedro Caraffa
(1476–1559), el futuro papa Pablo IV, dijo: “Juan Valdés hizo en Nápoles más
estragos en los espíritus que los que hubieran hecho mil herejes … En poco tiempo
ganó a sus opiniones a un gran número de personas, a quienes engañó y sedujo con sus
artificios.”18
Valdés fue un escritor prolífico. Fue el autor de excelentes comentarios bíblicos
como los de Salmos, Mateo y Primera Corintios. Entre sus obras doctrinales son
dignas de mención El alfabeto cristiano y Ciento diez consideraciones. Otra obra
teológica importante es su Diálogo de doctrina cristiana, que es un catecismo breve
que sigue de cerca las ideas de Erasmo. Valdés enfatizaba el valor del estudio bíblico y
la importancia de la conciencia individual. Según Bataillon, el Diálogo “fue el primer
ensayo de uno de los genios religiosos más auténticos del siglo.”19
El interés principal de Valdés no era reformar la Iglesia institucional, sino
procurar una vida espiritual más profunda para el creyente individual. De allí que los
mejores frutos de su ministerio fueron sus discípulos. Entre sus seguidores estuvo Julia
de Gonzaga y Bernardino Ochino (1487–1564). Este último era general de la orden de
los capuchinos y se hizo protestante, razón por la cual tuvo que huir de Italia. Valdés
mismo no parece haber sido verdaderamente protestante. Su énfasis sobre la vida del
Espíritu, a veces en contraste no sólo con los ritos externos sino también con el estudio
de las Escrituras, fue muy diferente de lo que predicaron los reformadores luteranos y
calvinistas. No obstante, varios de sus discípulos se hicieron protestantes y tuvieron
que emigrar de Italia. Por ello, Valdés merece el título de ser el primer escritor de la
Reforma en España y de ser el iniciador de la reforma religiosa en Italia.20
La influencia de Valer. Rodrigo de Valer fue natural de Lebrija y pasó su
juventud llevando una vida disoluta, hasta que cambió radicalmente. Se hizo
franciscano, leyó la Biblia en latín hasta que casi la aprendió de memoria, y vivió una
vida pía y comprometida. Para 1540 estaba viviendo en Sevilla, donde cada día tenía
discusiones con clérigos y frailes, a quienes acusaba de corrupción. Con atrevimiento
expresaba sus nuevas convicciones en lugares públicos y denunciaba el estado
calamitoso de la Iglesia. Cuando se le preguntaba con qué autoridad hacía tales
declaraciones y cuál era la fuente de su conocimiento y poder, él replicaba que no era
“de las hediondas lagunas, sino del Espíritu de Dios que hace que ríos caudalosos de
sabiduría corran de los corazones de aquellos que verdaderamente creen en Cristo.”
Les decía que era Dios y su causa los que le daban ese valor. Según él, el Espíritu
Santo no estaba limitado a un estado o casta especial, y ciertamente no a uno
depravado como el clero de sus días. Enseñó la necesidad de la conversión del
sacerdote antes que pudiera cumplir con los deberes de su oficio. También declaró que
Cristo lo había enviado como su mensajero.21
Pronto fue citado a comparecer ante la Inquisición, donde expuso sus
convicciones. Su propiedad fue confiscada y salvó su vida porque se lo consideró
lunático. Para 1545 la Inquisición lo arrestó nuevamente y lo sentenció a prisión
perpetua. En razón de su carácter rebelde y sus actitudes contra las autoridades fue
llevado de la cárcel al monasterio de San Lucar de Barrameda. Allí murió cuando tenía
unos cincuenta años. Después de su muerte se puso una inscripción en la sacristía de la
catedral de Sevilla, que decía: “Rodrigo Valera, ciudadano de Lebrija y Sevilla, un
apóstata y falso apóstol, que pretendía ser enviado de Dios.”22
La Inquisición en España
La Reforma luterana estalló en España y la Reforma católica española se
convirtió en Contrarreforma. Como cualquier reacción, esta Contrarreforma comenzó a
ver enemigos no sólo en el protestantismo sino también en los seguidores de Erasmo.
El resultado fue que muchos fueron perseguidos, encarcelados, torturados y varios
otros tuvieron que abandonar el país. Estos últimos terminaron por asumir posiciones
más radicales con respecto a las cuestiones religiosas bajo discusión. Al mismo
tiempo, la Inquisición, que hasta entonces había estado ocupada en reprimir a los
sospechosos de judaísmo encubierto (marranos) y a los moriscos, comenzó a enfocar
su atención sobre los “luteranos.” Bajo tal calificación caía cualquiera cuya posición se
asemejaba aun remotamente a la de Lutero.
Desarrollo histórico de la Inquisición española. Durante el reinado de Carlos V
fueron pocos los españoles que se sintieron atraídos al protestantismo. La mayoría de
ellos prefirieron vivir en el exilio. Sin embargo, la Reforma estuvo golpeando las
puertas de España. Pero en el momento mismo en que el país estuvo listo para abrirse,
el monstruo de la intolerancia intervino y envió a prisión o al cadalso a algunos de los
mejores caracteres del reino. La primera medida tomada para prevenir la difusión de
las doctrinas luteranas fue la orden proclamada en abril de 1521 por Adriano de
Utrecht, el inquisidor general y futuro papa Adriano VI, ordenando el secuestro de
libros luteranos. No obstante, el ingreso de ideas y literatura luterana no representaba
una amenaza para la unidad de España. El luteranismo apareció en un momento en que
la Inquisición parecía haber logrado su propósito original y estaba languideciendo por
inacción. La penetración luterana tuvo un efecto estimulante sobre la Inquisición. Los
protestantes fueron considerados con odio por la gran mayoría de la población y la
Inquisición tomó plena ventaja de esta hostilidad.
Al comienzo de su administración, Carlos V no prestó mucha atención a las
acusaciones de herejía que llegaban a él. Antes de mediados de siglo muchos de los
acusados de herejía “consistían mayormente de herejes inconscientes—de hombres
que, con anterioridad a la condena de Lutero, habrían sido considerados como
ortodoxos indudables.”23 Pero después de sus experiencias en Alemania, Carlos V
comenzó a considerar a todos los herejes como rebeldes y los caracterizó como
“sediciosos, escandalosos, violadores de la paz, perturbadores del Estado.”24 Desde su
retiro en el monasterio portugués de San Justo, exhortó encarecidamente a su hijo
Felipe a castigar a los herejes con toda prontitud y severidad y sin consideración de
personas. Además, después de 1550, los acusados de herejía, con algunas excepciones,
“eran aquellos que habían abrazado a sabiendas y concientemente más o menos las
doctrinas de la Reforma.”25
A comienzos del reinado de Felipe II, las autoridades españolas llegaron a
considerar que las ideas luteranas habían penetrado profundamente en el país. Fue
entonces que estalló la persecución más seria. Para fines de 1557 y comienzos de 1558
comenzó a haber evidencias de que la Inquisición estaba lista para asestar un golpe
mortal a aquellos círculos que se inclinaban al protestantismo en España.
El primer mártir protestante español. Francisco de San Román puede ser
considerado como el primer mártir protestante en España. Henry C. Lea lo llama “sin
dudas el hereje más temprano registrado de sangre española.”26 Pertenecía a una vieja
familia de ricos mercaderes de Burgos. Siguiendo la profesión de su familia fue a
Flandes para comprar mercadería. Mientras estaba en Amberes participando en las
ferias de esa ciudad tomó contacto con creencias protestantes. Al comienzo, pensó que
era algo exclusivo de los flamencos; pero pronto descubrió a personas de convicciones
similares entre sus propios paisanos. Sus negocios lo llevaron a Brema. Un domingo,
mientras pasaba frente a una iglesia, oyó la melodía de un himno. Atraído por la
música entró al templo y oyó el sermón predicado por Jacobo Spreng. El pastor lo
llevó a su casa y a través de su testimonio lo ayudó a abrazar una convicción
protestante. San Román regresó a Amberes con una nueva fe, una copia del Nuevo
Testamento y algunos de los mejores libros de los reformadores. Su primer deseo fue
regresar a España y compartir con otros su nueva fe. No pudiendo hacerlo, se quedó en
Amberes donde predicó sus convicciones a otros españoles y publicó varios tratados
con tal propósito.
Muy pronto sus actividades fueron notadas por la Inquisición. Sus libros y
tratados fueron quemados y él fue encarcelado. Pudo escapar e ir a Lovaina, donde se
encontró con Francisco de Enzinas, el gran traductor del Nuevo Testamento. Para
entonces, Carlos V estaba en Ratisbona y San Román tuvo la idea audaz de pedirle una
audiencia para presentarle su fe e interceder por quienes estaban bajo persecución.
Finalmente, tuvo éxito en ver al emperador, pero éste lo metió en la cárcel después de
oírlo. San Román fue puesto en manos de la Inquisición en Valladolid, en cuyos
calabozos permaneció hasta su muerte en la hoguera. El sermón en su auto de fe fue
predicado por Bartolomé Carranza, quien más tarde vendría a caer bajo el poder de la
misma Inquisición por sus ideas evangélicas. San Román fue sacado de las llamas en
un intento desesperado de sus ejecutores para forzarlo a renunciar a su fe. Incapaces de
hacerle romper sus convicciones, lo arrojaron nuevamente a las llamas, donde terminó
su vida heroica alrededor de 1544.
LA REFORMA EN ALEMANIA
La Reforma destruyó la unidad religiosa en Europa occidental; produjo nuevas
ideas acerca de las relaciones entre Dios, la persona individual y la sociedad; se
desarrolló bajo fuertes influencias políticas, económicas y sociales; y condujo, en
muchas partes, a la sujeción de la Iglesia cristiana a los gobernantes políticos.
Hacia fines de la Edad Media había habido amenazas contra el ideal de unidad de
la cristiandad europea, a través de disidentes como Juan Wyclif y Juan Huss. Los
abusos en las prácticas y las posesiones de la Iglesia habían escandalizado a muchas
personas. De igual modo, humanistas cristianos habían estado criticando estos abusos
y reclamando cambios sustanciales en la vida y el testimonio de la Iglesia,
especialmente de su clero. La piedad personal y el misticismo, como acercamientos
alternativos a la fe cristiana, que no requerían del aparato institucional de la Iglesia y
su clero, habían motivado a muchos a esperar y reclamar cambios.
LA REFORMA EN GINEBRA
Lutero y Zuinglio fueron hombres de sólida formación teológica sistemática y
participantes del orden religioso como sacerdotes ordenados. Ambos militaron como
clérigos en las filas de la Iglesia Católica Romana y por sus convicciones protestantes
se vieron forzados a dejar la Iglesia para comenzar una nueva institución disidente con
el apoyo del poder estatal. En Ginebra el proceso fue similar en cuanto al apoyo estatal
pero diferente en cuanto al carácter del líder del movimiento reformista. Juan Calvino
no era sacerdote ordenado ni miembro de alguna orden religiosa, sino un laico de
sólida formación humanística, pero que no tuvo demasiados estudios teológicos
formales.
LA REFORMA RADICAL
Junto con el movimiento del protestantismo magisterial clásico (luteranos,
reformados y anglicanos) y el catolicismo tridentino, se desarrolló en Europa
occidental durante el siglo XVI lo que bien podría considerarse como el ala izquierda
de la Reforma y que se ha denominado como la Reforma Radical.85 Es posible que
estos radicales hayan surgido de la situación histórica inmediata a la Reforma y del
avivamiento producido por el estudio de la Biblia; aunque no se descarta que hayan
tenido antecedentes en la baja Edad Media, dada la complejidad y variedad que
manifestó este movimiento. El movimiento estuvo representado por tres tendencias
principales, no muy estrechamente vinculadas al comienzo: el anabautismo
propiamente dicho, el espiritualismo y el racionalismo evangélico.86
LA REFORMA EN INGLATERRA
La condición de insularidad le dio a los procesos históricos de Inglaterra un matiz
muy particular. Lo mismo ocurrió con su Reforma, que tuvo un nacimiento, desarrollo
y consecuencias muy singulares y bastantes diferentes de los procesos similares en el
continente europeo. El carácter más pragmático de la Reforma en Inglaterra significó
una contribución muy valiosa para toda la cristiandad, a partir de los diversos
movimientos que de ella fueron surgiendo con el correr del tiempo.
La Reforma en Inglaterra
La Reforma de la Iglesia en Inglaterra, como se indicó, fue muy diferente de la
Reforma en Europa continental. La idea de una Reforma de la Iglesia no era nueva en
Inglaterra. Uno de los “reformadores antes de la Reforma” más tempranos fue Juan
Wycliffe (1320–1384), y uno de los defensores más radicales de un Concilio General
como la autoridad suprema en la Iglesia fue otro inglés: Guillermo de Ockham (1300–
1349). En 1526, después de una visita a Lutero, Guillermo Tyndale (1494–1536)
publicó una versión en inglés no autorizada del Nuevo Testamento. Muchas copias
fueron secuestradas y quemadas, y Tyndale mismo murió por su fe diez años más
tarde. Con posterioridad (1537), Miles Coverdale (1488–1568) publicó una versión
inglesa de toda la Biblia.129
No obstante, los reyes ingleses mantuvieron al país fiel a la Iglesia Católica
Romana, aunque no estuvieron muy de acuerdo en que el Papa interviniera en sus
asuntos internos. El rey Juan sin Tierra había aceptado con sumisión su corona de
manos del papa Inocencio III, en 1215. El segundo monarca Tudor, Enrique VIII, en
1521 escribió un libro (Afirmación de los siete sacramentos) respondiendo al tratado
de Lutero, La cautividad babilónica de la Iglesia, y atacando sus enseñanzas sobre los
sacramentos. Como resultado de ello, los monarcas ingleses han ostentado desde
entonces el título de “Defensores de la Fe”. Elton señala que “a lo largo del siglo XV y
posteriormente, la Corona inglesa mantuvo la relación más amistosa con Roma, e
Inglaterra fue el más papista de los países.”130 Sin embargo, al igual que otros
monarcas europeos, los Tudor quisieron gobernar su propia tierra sin la ayuda o
interferencia del Papa. La conclusión de Elton a la actitud de Enrique es la siguiente:
“La causa principal y real de la Reforma fue política. Todo el anticlericalismo del
pueblo que pueda haber habido, apoyado por las objeciones nacionalistas a la
interferencia foránea del Papa en Inglaterra, no habría conducido a una ruptura con
Roma si la Corona no hubiera considerado necesario confrontar el control papal de la
Iglesia.”131
La revuelta inglesa. Algunos historiadores del cristianismo, como Williston
Walker, prefieren hablar de una Revuelta o Revolución Inglesa en lugar de una
Reforma Inglesa cuando se refieren al proceso religioso del siglo XVI en Inglaterra.
Según Owen Chadwick: “La Reforma Inglesa fue enfáticamente una revolución
política, y su autor el rey Enrique VIII resistió, por algún tiempo con ferocidad,
muchas de las consecuencias religiosas que acompañaron a los cambios legales en
otras partes de Europa.”132
Si bien de muchas maneras Inglaterra siguió su propio derrotero político, los
Tudor continuaron involucrados en la política de Europa continental. Esto fue así en
razón de la costumbre de que los monarcas debían casarse con mujeres de sangre real o
noble, frecuentemente hijas de otros reyes. En 1509, Enrique se casó con una princesa
española, Catalina de Aragón (1485–1536), hija de los Reyes Católicos y tía del
gobernante más poderoso en Europa, el emperador Carlos V. La reina Catalina había
sido comprometida en matrimonio anteriormente con el hermano mayor de Enrique,
Arturo, quien murió antes de llegar a ser rey y de que se consumara el matrimonio. En
los dieciocho años que vivió con Enrique tuvo varios hijos, pero todos murieron al
nacer o muy pequeños. La única que sobrevivió fue una hija, María, que siempre fue
muy débil físicamente. Enrique temía que jamás tendría un hijo varón que lo heredase
en el trono. Así que, al no poder tener un hijo varón y al sentirse atraído por una dama
de la corte, Ana Bolena (1507–1536), decidió divorciarse. Llegó a pensar que su
matrimonio con Catalina no era válido, debido a que era ilegal para un hombre casarse
con la viuda de su hermano (incesto), si bien el Papa en su momento había dado una
dispensa especial para su matrimonio.133
Hay diferentes interpretaciones de las motivaciones de Enrique para divorciarse
de la reina e incluso más todavía en cuanto a las circunstancias reales que llevaron a la
Revuelta inglesa. Las opiniones difieren entre autores católicos y protestantes.134 De
todos modos, para poder divorciarse de Catalina, Enrique necesitaba de una dispensa
especial del papa Clemente VII. Así es que le pidió a su canciller, Tomás Wolsey
(1475–1530), cardenal arzobispo de York, que hiciera los arreglos necesarios para la
anulación de su matrimonio o que fuese declarado inválido. Pero Wolsey fracasó en
estas gestiones (1529) porque el Papa se hallaba presionado por Carlos V, que era
sobrino de Catalina. Un teólogo de la Universidad de Cambridge, Tomás Cranmer
(1489–1556), sugirió que se le pidiera consejo jurídico a las universidades de Europa.
Las respuestas favorecieron mayoritariamente la anulación, pero el Papa no iba a
cambiar de parecer. Enrique, entonces, tomó las cosas en sus manos e hizo que el clero
inglés lo declarara “único y supremo señor” de la Iglesia de Inglaterra. Para entonces,
Cranmer había sido nombrado arzobispo de Canterbury y primado de la Iglesia de
Inglaterra. En ejercicio de sus funciones, Cranmer anuló el matrimonio de Enrique,
quien se casó con Ana Bolena, en 1533.135
Al año siguiente (1534), el Parlamento regularizó la situación con el Acta de
Supremacía, que declaraba que el rey era “la única cabeza suprema en la tierra de la
Iglesia de Inglaterra,” con lo cual la Iglesia inglesa quedaba fuera de la jurisdicción del
Papa. Con esto quedaba también consumada la separación de Roma. Esto dejó a los
ingleses en una situación extraña ya que pertenecían a una Iglesia Católica, pero que
rechazaba la autoridad del Papa. No todos estuvieron de acuerdo con estos cambios y
algunos murieron por ser leales al Papa, entre ellos Tomás Moro (1478–1535), que
había sucedido a Wolsey como canciller y fue autor de la célebre obra Utopía, en la
que contrasta el mundo tal como es y como debería ser.
Las maniobras arteras de Enrique en cuanto a su sucesión no lo beneficiaron en su
política con respecto a la Iglesia. Una cosa hubiera sido que él le pidiera a sus súbditos
que aceptaran sus planes en cuanto a la sucesión al trono. Pero algo totalmente
diferente era que él les exigiera que aceptaran también los principios fundamentales
que estaban expresados en su política respecto al Papa. Muchas personas miraban con
sospecha a estas demandas. La ejecución de Moro y otros opositores sirvió para
mostrar que Enrique estaba bien plantado en su nueva política y que a través de las
resoluciones del Parlamento u otros medios él tenía el poder legal para aplastar a la
oposición.
Otro personaje importante en estos episodios fue Tomás Cromwell (1485–1540),
que fue viceregente del rey para asuntos eclesiásticos y que puso en marcha las
“reformas” de Enrique, hasta que cayó en desgracia y fue decapitado. Cromwell fue el
artífice de las confiscaciones de monasterios y propiedades eclesiásticas, cuyas rentas
alimentaron el voraz apetito del rey para el mantenimiento de su corte despilfarradora
y sirvieron para comprar a los nobles a su causa.
La característica sobresaliente de la Revuelta inglesa fue que no tuvo un líder
religioso prominente, como Lutero en Alemania o Zuinglio y Calvino en Suiza. Sus
motivos fueron más políticos y sociales en su carácter que una verdadera revolución
religiosa. Esta es la razón por la que no provocó un auténtico avivamiento espiritual en
el pueblo. Además, la Revuelta inglesa (a diferencia del luteranismo y el calvinismo)
no se esparció fuera de Inglaterra y fue una reforma a medias dado que no rompió de
manera total con la teología católica romana. La corona tomó el control del
movimiento y este hecho mismo explica por qué fue menos radical que los
movimientos en el continente. En general, su teología fue una mezcla de luteranismo,
calvinismo y catolicismo, si bien el tipo de adoración fue más católico que protestante,
como también lo fue su estructura eclesiástica.136
Además, algunos de los cambios que se produjeron en la Iglesia de Inglaterra
fueron contradictorios. Enrique nunca dejó de ser católico en materia doctrinal, sin
embargo, bajo la dirección de Cromwell, mandó confiscar monasterios al tiempo que
autorizó la publicación de la Biblia de Miles Coverdale, que estaba basada en una
traducción hecha por Guillermo Tyndale, y hacía sus máximas concesiones al
protestantismo por medio de los Diez Artículos (1536). Por otro lado, por el Acta de
los Seis Artículos (1539) afirmaba la transubstanciación, la confesión, el celibato del
clero, el derecho a misas privadas y la validez de los votos monacales.
El protestantismo en Inglaterra. La Reforma protestante en Inglaterra tomó un
curso peculiarmente propio. Los reyes fueron los que controlaron y regularon las
creencias y prácticas religiosas de sus súbditos. Enrique VIII realmente no tenía la más
mínima intención de reformar la doctrina de la iglesia, sino que estaba determinado
simplemente a deshacerse de la jurisdicción papal. Walker sugiere que “la posición
religiosa del propio Enrique era la de un católico ortodoxo, salvo en que había
sustituido la autoridad del Papa por la suya propia.”137 George Park Fisher señala que
“el rasgo distintivo de la Reformación inglesa, no consistió en haberse separado de la
sede papal toda una comunidad política … porque lo mismo sucedió en otras partes
donde llegó a predominar la Reforma, sino en el hecho de que dicha separación dio por
resultado inmediato un abandono demasiado pequeño del sistema dogmático de la
edad media.”138
Sin embargo, incluso durante el reinado de Enrique, hubo aquellos que deseaban
una reforma más completa de la religión estatal que la que el rey estaba dispuesto a
admitir.139 Por supuesto, durante el reinado de Enrique VIII, la uniformidad fue
mantenida por medio de la represión y la fuerza. No había muchas posibilidades para
una reforma más profunda de la Iglesia inglesa ni libertad para los individuos que
tenían otras afiliaciones religiosas. Pero la comprensión oficial de la fe cristiana no fue
la única en el espectro religioso del siglo XVI. Algunas expresiones protestantes
encontraron su lugar en Inglaterra y comenzaron a desarrollar conventículos en
secreto, conduciendo sus propios servicios de adoración.
El protestantismo en Inglaterra no fue primero y antes que nada un acto de la
corona. Las ideas protestantes estuvieron esparciéndose en Inglaterra incluso
confrontando la oposición del rey. Como ha afirmado A. G. Dickens: “Esta extensión
del protestantismo no fue producida primariamente por los actos del Estado. Al igual
que en los Países Bajos y en Escocia, las creencias protestantes avanzaron en algunos
momentos en las fauces de la oposición real de los gobiernos.”140
¿Quiénes fueron estos hombres y mujeres que procuraron una reforma de la
Iglesia de Inglaterra y que en diversas maneras expresaron sus inquietudes por una fe
más bíblica?
Maynard Smith: “Estas fueron personas que habían heredado las
tradiciones de los lolardos; fueron personas que habían sido discipuladas por
los anabautistas de los Países Bajos, personas que habían leído los tratados
luteranos traducidos al inglés, personas que habían leído el Nuevo
Testamento en inglés y encontrado las notas de más actualidad que el texto.
Muchas de ellas eran celosas y estaban orientadas espiritualmente, la
mayoría probablemente era más inteligente que la mayoría convencional,
pero era casi tan ignorante. No obstante, creían en su propia iluminación, y
pensaban que se encontraban en el carromato del progreso; pensaban que era
su vocación romper los grillos del pasado y destrozar la superstición;
comenzaron a hacerlo cargados con los esloganes que se les habían
enseñado.”141
El protestantismo llegó a Inglaterra a través de canales intelectuales y comerciales
bien establecidos con Alemania y los Países Bajos. La influencia alemana fue la
primera y la más fuerte, y afectó los círculos más altos de la vida intelectual inglesa.
Miembros de la Universidad de Cambridge en particular fueron los primeros en ser
persuadidos, y el protestantismo que ellos adoptaron fue de tipo luterano. Tan fuerte
fue el compromiso de unas pocas personas a la nueva enseñanza que desde comienzos
de la década de 1520 ingleses nativos se involucraron en la propaganda a favor del
protestantismo.142
El luteranismo había sido introducido temprano en Inglaterra. Trevelyan dice:
“Las doctrinas luteranas apenas habían sido proclamadas en Wittenberg cuando se
transformaron en un poder en Inglaterra, si bien todavía bajo la condena de la Iglesia y
el Estado. Inmediatamente ellas absorbieron a los lolardos en el movimiento
protestante.”143 Los escritos de Lutero pronto comenzaron a encontrar ávidos lectores
en Inglaterra, y ejercieron alguna influencia sobre el pensamiento inglés ya antes de
1529, si bien es imposible decir cuántos discípulos obtuvieron. Elton afirma que “en
los años de 1520 una forma diferente de herejía [diferente del lolardismo] comenzó a
aparecer, y los obispos, procurando hacerle frente, muchas veces confundieron a las
dos. Las universidades, especialmente Cambridge, comenzaron a responder a las
enseñanzas de Lutero en el continente.”144 Y ya se mencionó que Enrique VIII en 1521
reaccionó contra las enseñanzas de Lutero sobre los sacramentos con su libro Assertio
septem sacramentorum.
Además, el lolardismo todavía tenía adherentes en los distritos locales y entre
personas de los niveles sociales más bajos. Fisher es de la opinión de que “hay razón
para creer que aun a principios del siglo XVI, había entre la población rural de
Inglaterra muchos lolardos, o discípulos de Wickliffe.”145 Dickens señala: “Si bien
durante la primera cuarta parte del siglo XVI se registran muchos casos de lolardismo,
es difícil que las investigaciones modernas se animen a hacer alguna estimación
estadística del problema, porque una larga experiencia ha hecho de los lolardos
adeptos en el arte del ocultamiento.”146 Albert H. Newman afirma que “el cristianismo
evangélico, en la forma del lolardismo, persistió en Inglaterra y Escocia con
considerable vigor hasta después de la inauguración de la Revolución protestante.”147
Los dos movimientos (lolardismo y luteranismo) pueden haber estado operando
de manera paralela: el uno, el más nuevo, vigoroso y efectivo especialmente en los
círculos intelectuales y universitarios; el otro, el más viejo, pero menos fuerte y
efectivo, en los círculos donde no era muy probable que el movimiento tuviese alguna
influencia significativa sobre la vida religiosa de todo el reino. La actitud del gobierno
hacia estas dos herejías jamás estuvo en dudas en los años de 1520. Enrique VIII
estaba convencido que él era el “defensor de la fe” católica ortodoxa.
La actitud meramente política y antipapal del rey no fue, entonces, la única
expresión de la Reforma inglesa. Un conglomerado de varios movimientos tiene que
ser tomado en cuenta para explicarla. La revuelta oficial de la corona, comenzada bajo
Enrique VIII y continuada bajo su hija Isabel, que rompió con Roma y erigió la
supremacía eclesiástica de la corona inglesa, debe ser diferenciada de la reforma
teológica de orientación marcadamente protestante. Esta reforma teológica, ajena a las
consideraciones puramente políticas, “fue el proceso por el cual las ideas que se
tornaron características del curso principal del protestantismo inglés se fueron
trabajando entre aquellos que posteriormente llegaron a ser los patrones y misioneros
del protestantismo.”148
Roger B. Manning: “Este movimiento comenzó con los luteranos de la
posada Casa Blanca en Cambridge en los años de 1520; incluyó a Tyndale,
Frith y a los exiliados de los días de Enrique, a Tomás Cromwell y su círculo
de reformadores erasmianos, a obispos de los días de Enrique y Eduardo
como Cranmer, Latimer y Hooper, casas aristocráticas como las de la reina
Catalina Parr, y los exiliados de tiempos de María; y culminó en el
movimiento puritano isabelino y la obra de Richard Hooker. Como
movimiento de reforma teológica fue diverso y abrazó una variedad de cepas
erasmianas y protestantes.”149
La complejidad del protestantismo inglés temprano no es fácil de descifrar. Es
todavía más difícil tratar de marcar los límites entre las diferentes líneas teológicas que
se estuvieron desarrollando. Algunas de las herejías consideradas en la convocación de
1536 “podían tener un origen directamente luterano; muchas eran más
incuestionablemente derivadas del lolardismo; algunas pocas pudieron venir de ambos
movimientos, mientras que otras pudieron ser ya sea anabautistas o lolardas.”150
Además, esta diversidad fue estimulada por el carácter no oficial del protestantismo
inglés durante la mayor parte del reinado de Enrique VIII. Manning señala este factor
cuando dice que “en general la reforma oficial no miró más allá del mantenimiento de
la supremacía real y la uniformidad litúrgica.” Y agrega: “Las reformas teológica y
popular ocurrieron mayormente bajo los auspicios de un patronazgo no oficial o como
mucho semioficial, y debido a fuerzas políticas, intelectuales y sociales mayormente
fuera del control de los gobiernos Tudor.”151
LA REFORMA EN ESCOCIA153
LA REFORMA EN FRANCIA157
Trasfondo de la Reforma en Francia
Francia fue el único país latino en el que arraigó con cierta fuerza la Reforma. El
protestantismo francés no procedía del luteranismo alemán, sino del calvinismo. En las
filas protestantes francesas figuraban personas de gran relieve e influencia.
Entre los precursores de la Reforma en Francia estaba Jacques Lefèvre de Étaples
(1455–1536), profesor de la Sorbona, quien ya en 1512 en su comentario sobre la
Epístola a los Romanos, anticipaba las enseñanzas de Lutero. Margarita de Angulema
(1492–1549), hermana de Francisco I, antes de ser reina de Navarra reunía en su casa a
humanistas y reformadores con tendencia al misticismo, que se oponían al
escolasticismo medieval. Como la mayoría de los humanistas y místicos, éstos no
estaban a favor de hacer cambios en las instituciones externas y establecidas de la
Iglesia, pero sí aspiraban a un cristianismo más bíblico y a una espiritualidad más
auténtica. Desde Navarra y ciudades fronterizas como Estrasburgo y Ginebra se fueron
infiltrando en Francia las ideas protestantes. Cuando se publicó la Institución de
Calvino, dedicada a Francisco I, el espíritu revolucionario fue difundiéndose junto con
sus ideas. En verdad, fue Calvino quien a través de su obra introdujo la fe evangélica
en Francia.
Durante el reinado de Francisco I (reinó de 1515 a 1547), el protestantismo no tuvo
mayores oportunidades de expansión. El monarca había obtenido el control de la
Iglesia francesa con la firma del Concordato de Bolonia con el Papa y no tenía ningún
interés en promover el protestantismo en su reino. No obstante, bajo el reinado de su
sucesor, Enrique II (reinó de 1547 a 1559), el protestantismo calvinista logró
difundirse ampliamente entre la burguesía, a pesar de la enérgica oposición del
monarca. Enrique II inició la más cruel persecución contra los protestantes, que se
incrementó con su sucesor, Francisco II, casado con María Estuardo de Escocia, y por
lo tanto, celosamente católico. No obstante, para 1555 ya se había organizado la
primera iglesia protestante francesa siguiendo el modelo calvinista. Algunos nobles
también se inclinaron a la fe calvinista, como el rey de Navarra, Antonio de Borbón,
casado con Juana de Albrit, hija de Margarita de Navarra, hermana de Francisco I de
Francia; Luis de Condé, hermano de Antonio de Borbón; el militar Francisco
d’Andelot; y algunos otros grandes señores, como el almirante Gaspar de Coligny
(1519–1572).
Los católicos, que constituían la mayoría de la población en Francia,
consideraban como sus líderes a la poderosa familia de los Guisa, en especial al duque
Francisco de Guisa (1519–1563), que había jugado un papel heroico en la defensa de
la ciudad de Metz, contra las tropas de Carlos V (1552). Después de la firma del
Tratado de Cateau-Cambresis (1559), las luchas entre los Hapsburgos y los Valois
llegaron a su fin, liberando momentáneamente a Francia del temor de una invasión
extranjera. Esto dio lugar a luchas intestinas por el poder político entre las principales
familias francesas, especialmente los Borbones y los Guisa, que después de 1559
intentaron controlar a los débiles monarcas Valois. Los primeros eran calvinistas y los
segundos católicos, y esto dio lugar a un turbulento período de las guerras de religión.
Los tres hijos de Enrique II, que lo sucedieron en el trono de Francia fueron
sucesivamente, Francisco II, adolescente de quince años de edad, que sólo reinó un año
(1559–1560); Carlos IX (1560–1574), coronado a los diez años y reinó bajo la
regencia de su madre; y, Enrique III (1574–1589), príncipe afeminado e incapaz. Los
tres reyes, jóvenes y enfermizos, carecieron de la capacidad y energía indispensables
para afrontar las dificultades de la época. Cayeron bajo la influencia de su madre,
Catalina de Médicis (1519–1589), una princesa italiana carente de escrúpulos,
ambiciosa, audaz y preocupada en mantener la autoridad real a toda costa.
El debilitamiento de la autoridad real despertó en la alta nobleza católica y
protestante—apoyada por sus parciales—el deseo de asumir el gobierno del país. Al
frente de los calvinistas, llamados también hugonotes (probablemente del alemán
eidgenossen, los juramentados), figuraban las casas de Borbón, a la que pertenecían el
príncipe Luis de Condé y Enrique, rey de Navarra, y la de Montmorency, emparentada
con Gaspar de Coligny. La familia de los Guisa encabezaba a los católicos entre los
que se contaban el duque de esa casa, Francisco, y el cardenal de Lorena, hermano de
Francisco y sumamente rico.
Al poco tiempo de subir al trono Carlos IX se iniciaron las hostilidades. En un
encuentro murió asesinado Francisco de Guisa y los calvinistas lograron una mayor
influencia sobre el rey, con la consiguiente alarma de Catalina de Médicis. Ella era
católica, pero quería congraciarse con los hugonotes. Así promulgó un edicto por el
que autorizaba a los calvinistas a celebrar públicamente su culto, siempre que lo
hicieran afuera de las ciudades (1562). Pocos meses después, el duque de Guisa atacó
y asesinó a varios hugonotes en una granja en Vassy. La matanza de Vassy dio
comienzo a una serie de guerras de carácter religioso y de gran ferocidad, que se
prolongaron hasta 1593. Los católicos contaron con el apoyo de Felipe II de España,
mientras que los protestantes con la ayuda de Isabel de Inglaterra y de algunos
príncipes alemanes. Como resultado de esto, Francia cayó en un estado de completa
pobreza y anarquía.
SINOPSIS CRONOLÓGICA
1483 Nacimiento de Lutero en Eisleben (Sajonia).
1509 Nacimiento de Juan Calvino en Noyon (Francia). Enrique VIII accede al trono
de Inglaterra. Erasmo escribe Elogio de la locura.
1520 Bula papal Exsurge domine contra Lutero. “Baño de Sangre de Estocolmo”:
Gustavo Vasa lidera rebelión sueca contra Cristián II. Revuelta de los
comuneros españoles.
1522 Adriano VI es elegido Papa. Tratado de Windsor entre Carlos V y Enrique VIII.
Publicación del Nuevo Testamento de Lutero.
1532 Dieta imperial ofrece concesiones temporales a los protestantes. Sumisión del
clero inglés.
1533 Enrique VIII se casa con Ana Bolena. Parlamento decreta el Acta de
Apelaciones.
1544 La Dieta de Espira acuerda ayudar a Carlos contra Francia y los turcos. Los
príncipes van a determinar las políticas religiosas hasta que se lleve a cabo el
Concilio General.
1547 Muere Enrique VIII y lo sucede Eduardo VI. Muere Francisco I y lo sucede
Enrique II. Carlos derrota a la Liga de Esmalcalca. El Papa traslada el Concilio
de Trento a Bologna.
1549 Tomás Cranmer lanza el Primer Libro de Oración Común en Inglaterra. Muere
Paulo III y es elegido Julio III.
1554 Felipe, hijo de Carlos V, se casa con María Tudor, pero el Parlamento se rehúsa
a reconocerlo como rey.
1563 Concluye sus sesiones el Concilio de Trento. Se publican los Treinta y Nueve
Artículos en Inglaterra.
1564 Muere Calvino. La bula Benedictus Deus sanciona los decretos tridentinos.
1566 Comienza la rebelión de los Países Bajos. Suleimán conduce su última campaña
en Hungría.
1570 Isabel es excomulgada por el papa Pío V. Paz de San Germán ofrece tolerancia
limitada y ciudades fortificadas a los hugonotes.
1571 Don Juan derrota a la flota turca en Lepanto. Los 39 Artículos de Religión en
Inglaterra hechos obligatorios para todos los sacerdotes.
1572 Los “Sea Beggars” (mendigos del mar) holandeses capturan Brill. Masacre de
San Bartolomé: bajo órdenes de Catalina de Médicis.
1588 La Liga Católica controla París. Enrique III huye. Derrota de la Armada
Invencible. El Duque de Guisa es asesinado.
1598 Edicto de Nantes concede tolerancia religiosa a los calvinistas franceses. Muere
Felipe II.
CUESTIONARIOS DE REPASO
11. La Reforma en Suiza fue un movimiento más práctico y con mayor énfasis en la
organización que el movimiento luterano (cierto - falso).
18. ¿En qué dos sentidos los propulsores de la Reforma Radical fueron radicales?
23. ¿Quién fue María Tudor y cuál fue su política en materia religiosa?
6. ¿Cuáles son las cuatro interpretaciones de la Cena del Señor que se desarrollaron en
el siglo XVI?
8. ¿Qué evento llevó a la declaración de que el rey inglés era “el único y supremo
Señor” de la Iglesia de Inglaterra?
TRABAJOS PRÁCTICOS
TAREA 1:
Lee y responde:
Martín Lutero: “Ahora bien: puesto que los campesinos se echan encima tanto a Dios
como a los hombres y han merecido ya por tantas razones la muerte en cuerpo y alma,
y no admiten ni dan lugar a derecho alguno, sino que persisten en su furia, me veo
obligado a instruir a las autoridades civiles sobre cómo proceder en las actuales
circunstancias con limpia conciencia. En primer término no quiero oponerme a
aquellas autoridades que, pudiendo y queriendo hacerlo, repriman con todo rigor y
castiguen a tales campesinos sin previo ofrecimiento de llegar a un acuerdo equitativo,
aun cuando dichas autoridades no sean tolerantes respecto del evangelio. Al proceder
en esta forma están plenamente en su derecho, dado que los campesinos ya no luchan
en defensa del evangelio, sino que se convirtieron con toda evidencia en hombres
pérfidos, perjuros, desobedientes, en rebeldes, homicidas, asaltantes, blasfemos, a
quienes también un gobierno pagano tiene el derecho, el poder y hasta la obligación de
castigar como malhechores, para esto lleva espada, para esto es servidor de Dios para
castigar al que hace lo malo, Romanos 13:2.”166
Martín Lutero, Contra las hordas ladronas y asesinas de los campesinos, 1525.
- ¿Por qué Lutero consideraba a los campesinos como delincuentes y a su revuelta
como un movimiento subversivo?
- ¿Cuál es el fundamento bíblico y teológico que Lutero utilizó para justificar la guerra
contra los campesinos en rebeldía?
- ¿Por qué para Lutero la causa de los campesinos era ajena al evangelio cristiano?
Tomás Muntzer: “Comenzad a luchar la lucha del Señor; es hora. Evitad que vuestros
hermanos hagan escarnio de los testimonios de Dios; de lo contrario se perderán. Todo
el país alemán, francés e italiano está en movimiento; el Maestro quiere hacer un juego
y los malvados tienen que intervenir … Con que sólo hubiera tres de vosotros que,
entregados a Dios, sólo buscaran su nombre y honor, no temeríais a cien mil. Adelante,
adelante, adelante; es bueno que los malvados se hayan acobardado libremente, como
los perros. Estimulad a los hermanos para que se decidan.
Es extremadamente necesario: adelante, adelante, adelante … No os dejéis
conmover, como lo ha ordenado Dios, Dt. 7. Y a nosotros también nos ha revelado lo
mismo. Animad [a la gente] en las aldeas y ciudades y, en especial, a los mineros y
otros mozos fuertes … Tengo el mensaje de hacer la guerra. Por ahora no puedo
hacerlo de otra manera. Quisiera aleccionar yo mismo a los hermanos, para que el
corazón se les volviera más grande que todos los castillos y armamentos de los
perversos impíos de la tierra. Adelante, adelante, mientras el fuego aún arde. No
permitáis que vuestra espada pierda el calor de la sangre …
Voltead su torre al suelo. No será posible que os libréis del temor humano,
mientras ellos vivan. No se os puede hablar nada de Dios, mientras ellos os gobiernen.
Adelante, adelante, adelante, mientras sea de día. Dios os precede: seguidlo … No sois
vosotros los que lucháis. Comportaos virilmente y veréis la ayuda de Dios sobre
vosotros. Cuando Josafat oyó estas palabras se postró. Obrad, pues, también vosotros a
través de Dios y que Él os dé fuerzas, sin temor a los hombres, en la verdadera fe.”167
Tomás Muntzer, “Carta a los campesinos,” fines de abril de 1525.
- ¿De qué manera el compromiso social y la visión profética se expresaron en Tomás
Muntzer?
- ¿Por qué razón Muntzer repite tanto “Adelante” y apura a los campesinos a
comprometerse en la lucha?
- ¿De qué manera interpreta Muntzer los hechos políticos y sociales de ese momento
(1525)?
En un párrafo de no más de 300 palabras hacer una comparación entre las perspectivas
cristianas de Lutero y Muntzer en cuanto a la rebelión campesina de 1525.
- Presentar ejemplos históricos que ilustren la frase “cada una era una religión
compulsiva” en relación con el catolicismo, el luteranismo y el calvinismo.
- Hacer una comparación de estas tres religiones con el movimiento anabautista. ¿Cuál
fue la nota distintiva de los anabautistas en relación con estas expresiones
“compulsivas” del cristianismo?
DISCUSIÓN GRUPAL
1. ¿Puede una Iglesia equivocar el camino? ¿Cómo podemos saber si un grupo que se
autodenomina “Iglesia” realmente lo es? ¿Puede una Iglesia dejar de ser Iglesia?
2. ¿Nos ofrecen los Evangelios una sola forma de entender la Cena del Señor
(considera también la “tradición” que Pablo presenta en 1 Corintios 11:17–34)? ¿Es
realmente problemático que dos personas se acerquen a la Mesa del Señor con
conceptos diferentes acerca de lo que allí ocurre? ¿Cuál es la opinión de ustedes acerca
de las reglas de algunas iglesias que impiden a los cristianos compartir la Cena del
Señor junto con otros cristianos de convicciones diferentes?
LECTURAS RECOMENDADAS
Bainton, La Iglesia de nuestros padres, 142–182.
Baker, Compendio de la historia cristiana, 175–228.
González, Historia del cristianismo, 2:33–112; 123–132.
Latourette, Historia del cristianismo, 2:11–196.
Muihead, Historia del cristianismo, 2:15–264.
Walker, Historia de la Iglesia cristiana, 335–422; 430–441.
UNIDAD 2
La reforma católica
INTRODUCCIÓN
En esta Unidad veremos que la Reforma protestante no fue la única señal de
nuevo vigor espiritual durante el siglo XVI. Muchos cristianos dentro de la Iglesia
Católica Romana luchaban también por depurar a la Iglesia. Cuando hablamos de la
Reforma del siglo XVI es necesario recordar que se trató de la Reforma de la Iglesia
Católica Romana. Al principio, ninguno de los reformadores quiso dejar a esta Iglesia;
lo que querían era cambiarla. Por supuesto, su acción afectó a la mayoría católica,
especialmente a los más instruidos, que leían y pensaban los escritos de los
reformadores. Los católicos reaccionaron a esta disidencia con lo que los historiadores
llaman la “Contrarreforma,” porque fueron contra la Reforma protestante. Sin
embargo, hay historiadores que denominan a este movimiento como la “Reforma
católica.” Este título tiene como propósito dejar en claro que el interés por cambiar y
renovar la Iglesia no fue una cuestión exclusivamente de los reformadores protestantes.
La Reforma y/o Contrarreforma católica es el nombre dado a los movimientos de
nueva vida que se dieron en esa parte de la cristiandad que permaneció bajo la alianza
romana. Sin embargo, es mejor hablar de avivamiento o reforma católica al referirnos a
todo el proceso histórico, porque hay evidencias del deseo de renovar la Iglesia dentro
de la Iglesia Católica Romana, incluso antes de la revuelta de Lutero. A pesar del
movimiento protestante, la mayoría de los que querían cambiar la Iglesia siguieron
siendo católicos, y la Iglesia Católica Romana habría cambiado de todos modos
incluso sin la Reforma protestante. El movimiento protestante estimuló a la Iglesia de
Roma a realizar lo que muchos anhelaban, si bien el avivamiento católico terminó por
dirigirse en contra de los protestantes.
¿REFORMA O CONTRARREFORMA?
La designación más común y convencional que se da en la historiografía
tradicional al proceso de despertar espiritual católico romano y de reacción frente al
protestantismo durante los siglos XVI y XVII es la de Contrarreforma.2 Con este
nombre se ha denominado a aquellos movimientos de reforma que surgieron de la
Iglesia Romana como una reacción a la Reforma protestante. Sin embargo, el
fenómeno presenta dos aspectos algo diferentes. Uno es el avivamiento o renovación
interior de la Iglesia y la reforma personal, que bien merece ser calificada como
Reforma católica; y el otro es la reacción defensiva y ofensiva de la Iglesia contra el
protestantismo, que fue propiamente una Contrarreforma.3
El estudio detallado de los numerosos eventos y procesos históricos relacionados
con el catolicismo romano durante este período es un desafío monumental y casi
imposible. La cantidad de literatura disponible para este estudio (fuentes primarias y
secundarias) es astronómica. Como bien reconociera H. Outram Evennett, “el tema de
la Contrarreforma es enorme; su definición y análisis es difícil; su literatura está
esparcida en muchos idiomas europeos.”4
LA REFORMA CATÓLICA
Desde el Gran Cisma de 1378, muchos cristianos sintieron una urgente necesidad
de reformar a la Iglesia de Roma. La Reforma protestante fue el fruto de muchas de
estas inquietudes dentro de la Iglesia. Sin embargo, es importante tener en mente que,
mientras los reformadores protestantes estaban trabajando, la gran mayoría de todos
los cristianos estaban ocupados en vivir y creer como fieles católicos romanos. La
búsqueda de una fe más significativa entre las personas más educadas se manifestó en
la renovación bíblica y la erudición humanista. Estrechamente ligado a esto estuvo la
búsqueda de una disciplina y vitalidad espiritual más profunda en la Iglesia misma. La
Encyclopedia Cattolica define a la Reforma católica como sigue: “Es el retorno de la
Iglesia a un ideal de vida cristiana mediante una renovación interna. Ésta es anterior a
la restauración católica, con la cual la Iglesia renovada internamente se vuelve al
mundo exterior, para sostenerse contra el protestantismo y resguardar el terreno
perdido a causa del mismo.23
Orígenes de la Contrarreforma
La Iglesia Católica Romana, consolidada internamente, se lanzó a contraatacar el
avance del protestantismo y recuperar los territorios perdidos. Este aspecto o esfuerzo,
agresivo y reconquistador, se conoce comúnmente como la Contrarreforma. Como ya
se ha indicado, algunos autores lo llaman Restauración católica.
Hubert Jedin: “Es necesario estar convencido de que esta restauración
católica es una obra de la Contrarreforma y no una mera restauración del
catolicismo medieval. Con la práctica religiosa protestante, que en algunos
países duró por generaciones enteras, las tradiciones medievales se
interrumpieron. Lo que más tarde llegó a las tierras clásicas de la
Contrarreforma, en Silesia y Bohemia, fue algo relativamente nuevo, para la
esfera de las instituciones como para la esfera de la piedad, la enseñanza, la
literatura y la arquitectura popular.”64
Los orígenes de la reacción católica datan de los primeros tiempos del
rompimiento religioso en Europa occidental. Al comienzo, se intentó suprimir al
luteranismo a través de procedimientos legales. Pero el proceso contra Lutero, que
culminó con el Edicto de Worms (1521), fracaso totalmente en sus propósitos.
Entonces el emperador trató de dar al problema una solución militar, pero esto era casi
imposible para él. También se recurrió a la polémica o las disputas, pero las batallas
teológicas tampoco tuvieron éxito en hacer que los protestantes volvieran a la
comunión con Roma. Se utilizó el diálogo, pero los coloquios religiosos sólo sirvieron
para hacer todavía más nítidas las divergencias.
En aquellos países donde los católicos constituían la mayoría de la población se
aplicaron métodos más enérgicos. Paulo III organizó la Inquisición Romana y colocó
al frente de ella al severo Juan Pedro Caraffa (1542).65 En Italia, la violencia de la
Inquisición tuvo éxito en forzar la salida del país de todos los grupos de humanistas
heterodoxos, como los liderados por Bernardino Ochino, Pedro Mártir Vermigli
(1500–1562), Celio Secundo Curione, Mino Celsi, Camilo Renato, Matías Flacio
Ilírico (1520–1575) y otros.66
En España, como vimos, el Santo Oficio rápidamente le puso fin a cualquier
movimiento disidente. Paulo III, siguiendo el ejemplo de la Universidad de París,
publicó un Index librorum prohibitorum (1543) para cortar todo tipo de infiltración
protestante, especialmente a través de la literatura. En 1559, Paulo IV produjo un
Índice de libros prohibidos todavía más severo. En Venecia solamente hizo que fuesen
quemados más de 10.000 volúmenes de libros luteranos.67 El Index era una lista de
libros prohibidos, que pretendía asegurar la unidad de la Iglesia controlando las
lecturas de los católicos. Estaba prohibido leer libros escritos por herejes, ya fuesen
anónimos o aquéllos específicamente condenados por la Iglesia. Más tarde, se
estableció en forma permanente una congregación del Index, hasta que finalmente fue
abolido por Paulo VI en 1966.
Desarrollo de la Contrarreforma
Como resultado del Concilio de Trento, la Iglesia Romana reafirmó sus
convicciones medievales.68 Cristiani señala: “En resumen, el Concilio de Trento se
encuentra en la descendencia natural y legítima de todos los concilios que lo
precedieron. Los teólogos y los Padres que allí deliberaron y votaron tenían una
formación totalmente medieval. El pensamiento de ellos es una expresión del
pensamiento de la Edad Media.”69 Para rechazar mejor la doctrina protestante de la
justificación por la fe, se exaltó el valor de las buenas obras y se desarrolló el concepto
de méritos. Con el propósito de marcar la distinción entre sacerdotes y creyentes, se
conservó el latín como el idioma para los servicios litúrgicos, y se ordenó que el canon
de la misa se dijera en silencio. Cuando en Francia el misal iba a ser traducido, Roma
lo prohibió bajo pena de excomunión, en 1661. De igual modo, se les prohibió a los
laicos leer la Biblia. La teología, el arte y la piedad se tornaron anti-protestantes.70
La Contrarreforma fue doble. Por un lado, intentó recuperar los territorios
perdidos en manos de los protestantes a través de medios políticos y militares. Por el
otro, una vez que se obtuvo la victoria militar, procuró convertir nuevamente para el
catolicismo a las masas protestantes. Con este fin, la Iglesia recurrió a varios
procedimientos, en buena medida indicados por Ignacio de Loyola en su carta a Pedro
Canisio el 13 de agosto de 1554. En esta carta, Ignacio le mostraba a Canisio los pasos
que debían ser seguidos por la Sociedad de Jesús a fin de salvaguardar los intereses de
la fe católica en orden a vencer los efectos de la herejía (protestantismo),
especialmente en Alemania y en Francia.71
CUADRO 7 - CONTRARREFORMA SEGÚN IGNACIO DE LOYOLA
La carta de Loyola a Canisio es un programa completo de apostolado para la
reconquista espiritual de Alemania. Lo que sigue es un resumen detallado.72
Los jesuitas
Uno de los elementos más dinámicos en el proceso de cambio y renovación que
experimentó la Iglesia Católica Romana durante el siglo XVI fue el surgimiento de
nuevas órdenes religiosas. Estas órdenes nacieron con el propósito de generar y
promover las transformaciones que eran necesarias para colocar a la Iglesia de Roma
en un camino auténticamente cristiano, conforme la comprensión del catolicismo en
ese momento. Éste fue el primer y más importante paso de la Reforma católica y la
Contrarreforma del siglo XVI. Apareció un nuevo tipo de clero regular (los que siguen
una regla determinada) constituido por sacerdotes de parroquia que vivían bajo una
disciplina común, que incluía sus responsabilidades parroquiales y que estaban ligados
con los votos de pobreza, castidad y obediencia. Estos religiosos levaban una vida
comunitaria, pero no estaban en clausura, sino que servían como sacerdotes dando
misa, oyendo confesiones y predicando. No llevaban ropas monásticas especiales sino
que vestían como sacerdotes. No estaban ligados a una parroquia particular y se
movían conforme a las indicaciones de sus superiores. En la primera mitad del siglo
XVI se fundaron varias órdenes de clero regular como expresión del sentimiento de
muchos en el sentido de que la reforma debía comenzar en la vida de la Iglesia local.
De entre todos estos movimientos de religiosos, un tipo de orden algo diferente fue la
Compañía de Jesús, conocida también como la orden de los Jesuitas.
Loyola y la Compañía de Jesús. El catolicismo del siglo XVI no tuvo un hombre
como Lutero, que liderase el movimiento, produjese su literatura y sirviese como
modelo de vida. No obstante, el hombre más importante y quien hizo la contribución
más permanente a la Reforma católica y a la Contrarreforma fue Ignacio de Loyola
(1491–1556).
Ignacio (Iñigo) nació en el seno de una antigua y noble familia de Guipúzcoa, en
el país vasco. Fue paje en la corte de Fernando el Católico, después capitán del ejército
de Carlos V y un hombre amante de la aventura. Cuando tenía treinta años fue herido
de gravedad por una bala de cañón en la defensa de Pamplona (1521) y ocupó su
convalecencia leyendo la Vida de Cristo de Ludolfo de Sajonia y la Vida de los santos
(Leyenda de Oro). Esto produjo una suerte de conversión de su vida mundana y
disipada a una vida de piedad. Así fue que decidió hacerse caballero errante de la
Virgen. Su profunda devoción lo llevó a entregarse totalmente a la práctica de la vida
religiosa. Durante algunos meses llevó una vida penitente en una cueva cerca de
Manresa, donde escribió su obra más conocida, los Ejercicios espirituales. No
pudiendo hacer un peregrinaje a Jerusalén, como era su deseo, decidió prepararse, y
para ello a los treinta y tres años comenzó sus estudios en cuatro universidades.
Empezó los estudios de gramática en Barcelona; continuó los estudios de filosofía y
teología en Alcalá de Henares, siguió en Salamanca y finalmente fue a París.
En estos años, Ignacio practicó la vida espiritual en forma intensa y habló a otros
acerca de una vida de obediencia a Jesús y de servicio a la Iglesia. Estando en la
universidad de París, a la que ingresó cuando Calvino egresaba, reunió a un grupo de
seis de los mejores estudiantes para poner en práctica sus enseñanzas. Para ello utilizó
sus Ejercicios espirituales, que era un manual preparado “para vencer a sí mismo y
ordenar su vida,” como indica el subtítulo.81 En este manual Loyola enseñaba que la
contemplación debía hacerse por medio de la actividad, y que el método de esta
contemplación era la imaginación, de manera que lo que se contemplaba se reflejara en
los cinco sentidos. Cada ejercicio es acompañado por un “coloquio” o conversación
entre el creyente, Dios, Cristo o la Virgen. Estos ejercicios están preparados para unos
treinta días (cuatro semanas), y cada jesuita está obligado a retirarse y llevarlos a cabo
una vez al año, aunque no siempre por treinta días. El tema de la primera semana es el
pecado (de los ángeles, de Adán, de la humanidad y de uno mismo). En la segunda
semana el tema de contemplación es Cristo; en la tercera, la muerte de Cristo; y en la
cuarta, la resurrección y ascensión.
Ignacio de Loyola: “… por este nombre, ejercicios spirituales, se entiende
todo modo de examinar la consciencia, de meditar, de contemplar, de orar
vocal y mental, y de otras spirituales operaciones, según que adelante se dirá.
Porque así como el pasear, caminar y correr son ejercicios corporales, por la
mesma manera todo modo de preparar y disponer el ánima, para quitar de sí
todas las afecciones desordenadas, y después de quitadas para buscar y hallar
la voluntad divina en la disposición de su vida para la salud del ánima, se
llaman ejercicios spirituales.”82
Originalmente, Loyola pensó en su sociedad como una orden misionera, una
especie de compañía militar que luchara contra los infieles y los herejes. Los seis
componentes del grupo, junto con Ignacio, emitieron los primeros votos en 1534. El
grupo estaba integrado por: Francisco Javier (1506–1552), Pedro Faber, Fabro o Favre
(1506–1546), Diego Laínez (1512–1565), Alfonso Salmerón (1515–1585), Nicolás
Bobadilla y el portugués Simón Rodríguez (n. 1510). El único sacerdote del grupo era
Pedro Fabro. En París, este primer grupo hizo votos de ir a Jerusalén y convertir a los
musulmanes, pero no pudieron viajar. Entonces, surgió una segunda meta: la absoluta
obediencia al Papa. En 1540 y después de muchas dudas, la Compañía fue aprobada
por el papa Paulo III por la bula Regiminis militantis Ecclesiae, como una
congregación de clérigos regulares. Al año siguiente, Loyola fue nombrado general de
la Sociedad de Jesús, como fue el nombre que se le dio a su movimiento al principio.
La primera necesidad del Papa en aquel momento no era tanto convertir a los
musulmanes, como la renovación espiritual y disciplinaria de la Iglesia y la
reconversión de los protestantes. Los jesuitas jugaron un papel importantísimo en favor
de estas aspiraciones, recuperando para la Iglesia Católica Romana importantes
territorios en Austria, Bohemia, Hungría, Alemania del Sur y Polonia, y actuando
como los maestros más notables y eficientes de la Europa cristiana. Los jesuitas se
destacaron de las demás órdenes católicas romanas por su alto nivel intelectual, su
práctica sistemática de su método de contemplación, sus actividades e intrigas políticas
y su obediencia incondicional al Papa.
De este modo, el carácter y finalidad de la Compañía de Jesús se fue
desarrollando con el tiempo. Tuvieron que pasar algunos años hasta que los jesuitas
adquirieran el talante peculiar y definitivo que los distinguió de todos los demás
religiosos en la Iglesia Romana. La limitación que prohibía no sobrepasar el número de
sesenta miembros fue suprimida ya en 1543. Por la primera bula se hacía resaltar el
carácter netamente apostólico de la Compañía: su misión era la difusión de la fe entre
los paganos, infieles, herejes y creyentes. Con la segunda bula de aprobación
(decretada por el papa Julio III en 1550), el fin primario de la Compañía paso a ser la
defensa y difusión de la fe católica. Un cuarto voto especial ponía a disposición del
Papa a los mejores miembros de la Compañía.
La Compañía se caracterizó desde el principio por el centralismo riguroso de su
gobierno. Todos los jesuitas estaban en manos de un superior general elegido de por
vida, lo cual hacía viable un empleo inmediato y articulado de todas las fuerzas más
efectivas de la Compañía a favor de los intereses de la Iglesia. Esta centralización,
junto con una obediencia ciega y un perfil militar, se constituyeron en el núcleo de lo
que se denominó la conciencia jesuítica.
La obra misionera de los jesuitas. La Compañía de Jesús, a pesar de su celo
antiprotestante en el continente europeo, no olvidó nunca su primera vocación
misionera. Los jesuitas fueron los misioneros más famosos en India y China, y también
los más prominentes en América. La primera oportunidad se presentó cuando el rey de
Portugal solicitó al Papa misioneros para las nuevas colonias fundadas en Oriente.
Loyola, que estaba enfermo en cama, llamó a su amigo y compañero Francisco Javier
(1506–1552), secretario de la orden y quien habría de ser uno de los más grandes
misioneros de todos los tiempos, y le dijo: “Bien sabeys, hermano Maestro Francisco,
que dos de nosotros han de pasar a la India por orden de Su Santidad; y que Bouadilla
que para esta empresa estaua señalado, no puede partir por su enfermedad, ni tampoco
el Embaxador, por la prisa que a él le dan, le puede esperar. Dios se quiere servir de en
esto de vos, ésta es vuestra empresa, a vos toca esta missión.” A esto Javier respondió
con gran gozo y disposición: “Heme aquí, Padre, aparejado estoy.”83
Un bosquejo de la vida de Javier demanda, antes que nada, de un mapa. Nacido
en Navarra en el año 1506, estudió en la universidad de París en 1525, en el mismo
tiempo en que lo hizo Calvino y fue influido al principio por los mismos maestros. Allí
en París se unió al grupo de Loyola. Fueron ordenados juntos en Venecia en 1537.
Javier fue con Loyola y el grupo de sus seguidores a Roma en 1538, donde dos años
más tarde fueron reconocidos como orden religiosa. De los diez compañeros
originales, Javier fue el único misionero foráneo. En 1541, Loyola lo envió a Lisboa
para responder al pedido del rey de Portugal por misioneros para enviar a Goa (India).
Destacado como misionero a la India, emprendió un viaje agotador en un barco
plagado de enfermedades, sin agua ni higiene. Invernó en Mozambique y llegó a Goa
(al sudoeste de la India) después de un viaje que duró un año (1542). Allí comenzó el
trabajo misionero entre pescadores de la costa. Se dice que en treinta días convirtió
más gente que los portugueses en treinta años, a pesar de que casi no conocía la lengua
local, el tamil.
Javier fue un modelo de misionero de masas. Su método era muy original.
Contaba con el Credo, el Padrenuestro y el Ave María traducidos al idioma local. Se
los enseñaba de memoria a los niños y éstos, a su vez, los enseñaban a sus padres.
Cuando toda la familia podía recitar estos tres elementos, eran bautizados. Utilizando
estos procedimientos a lo largo de diez años de trabajo misionero, Javier logró bautizar
a cerca de 700.000 personas.84
Estuvo en la India dos años y medio (que con dos visitas posteriores suman cuatro
años y medio), su período de mayor permanencia en un lugar. Desde Goa viajó hacia
el sur de la India hasta llegar a Ceilán (hoy Sry Lanka) y en Goa fundó un centro para
que los “jóvenes de todas las razas, naciones y lenguas” evangelizaran Oriente. En
1545 fue a la península de Málaca (Malaya) y luego a las islas Molucas (Indonesia).
Un japonés que encontró en Málaca le llamó la atención a Japón y se puso a estudiar el
japonés. En 1549, después de su regreso a la India, fue a Japón donde obtuvo
resultados sorprendentes. La Iglesia que fundó creció rápidamente. Su experiencia en
Japón cambió su actitud hacia la evangelización. Su nueva actitud se transformó en la
marca distintiva de la estrategia misionera de los jesuitas desde entonces, que tanto en
China como en la India, procuraron alcanzar a las clases sociales superiores.
Francisco Javier: “Desde Japón, desde la experiencia que tenemos de la
tierra, les haré saber lo que hemos aprendido acerca de ella: Primero de todo,
el pueblo con el que hasta ahora nos hemos relacionado es el mejor que hasta
el momento hemos descubierto; y me parece que, entre las naciones paganas,
no habrá otro que sobrepase a los japoneses. Son una raza de modales muy
finos y generalmente buenos y no maliciosos, un pueblo de un asombroso
sentido de honor, que estima el honor más que cualquier otra cosa … Son un
pueblo de gran cortesía en el trato unos con otros … Son un pueblo de gran
buena voluntad, muy sociable y deseoso de conocer. Tienen un gran placer
en escuchar acerca de las cosas de Dios, especialmente cuando las entienden.
De todas las muchas tierras que he visto en mi vida, tanto aquellas que son
cristianas como aquellas que no lo son, jamás he visto a un pueblo que sea
tan consistente con respecto al robo. No adoran a ídolos en la forma de
animales; la mayoría cree en hombres de la antigüedad, quienes, de lo que he
oído, eran hombres que vivían como filósofos … Les place oír de cosas
conformes a la razón, e incluso si bien hay pecados y vicios entre ellos,
cuando se les dan las razones que muestran que lo que hacen está mal,
procuran aquello que está en conformidad con la razón por ser lo correcto.”85
Estando en Japón tuvo noticias de China y sus posibilidades misioneras. Fue así
que regresó a Goa (1552) para preparar su viaje a aquel misterioso país. China limitaba
todo su comercio exterior a una pequeña isla en su costa sur. Regía la pena de muerte
para todo aquel que introdujera a un extranjero en el territorio chino. En una carta
dirigida a Francisco Pérez (22 de octubre de 1552), Javier comenta lo siguiente:
Francisco Javier: “Conforme a lo que la gente de la tierra nos cuenta, los
peligros que vamos a enfrentar son dos: el primero es que el hombre que nos
lleva, después que se le haya pagado … nos abandone en alguna isla
desierta, o nos arroje al mar …; el segundo es que … el gobernador [chino
de Cantón] de órdenes para que seamos torturados o puestos en prisión …
Además de estos dos peligros, hay otros muchos más grandes que no tienen
que ver con la gente de la tierra, y que llevaría mucho tiempo relatar, si bien
no omitiré mencionar a unos pocos.
El primero es que dejemos de esperar y confiar en la misericordia de
Dios, dado que es por su amor y servicio que vamos a manifestar su ley y a
Jesucristo, su Hijo, nuestro Redentor y Señor, como Él bien sabe. Dado que
a través de su santa misericordia, Él nos dio estos deseos [de ir a China],
desconfiar de su misericordia y poder ahora, en razón de los peligros en los
que nos veremos por su servicio, es un peligro mucho más grande … que
todos los males que todos los enemigos de Dios nos puedan infligir, dado
que sin la licencia y el permiso de Dios, los demonios y sus ministros no
pueden dañarnos de ninguna manera.”86
Este fue uno de sus últimos mensajes. En el umbral de una tierra prohibida y
atendido sólo por un fiel siervo chino, Javier partió de este mundo en 1552. Fue el
misionero más viajero que recuerde la historia del cristianismo y lo hizo en
cumplimiento de sus funciones como nuncio apostólico, visitador regio y superior de
su orden.
Ángel Santos Hernández: “Ciertamente que no podemos negar que Javier
viajó y se movió muchísimo. En los diez años que transcurrieron desde su
llegada a Goa en mayo de 1542 hasta su muerte el 2 de diciembre de 1552, y
teniendo en cuenta los medios primitivos de entonces para los viajes por
tierra o por mar … pudo recorrer más de 40.000 kms. desde la India hasta el
Japón y hasta China: hizo por 13 veces el camino desde Goa hasta la
Pesquería, que es una distancia de unos 1.000 kms.; dos veces el camino
entre las Molucas y Goa, con unos 7.000 kms.; luego 8.000 kms. de ida al
Japón con otros tantos de vuelta; y, 7.000 kms más en su último viaje hacia
China. Hay que añadir los centenares de kilómetros recorridos a pie en el
litoral o costa de la Pesquería, en Travancor, islas Molucas, Japón, etc.”87
La Inquisición90
A partir de Paulo III (Papa de 1534 a 1549), la Iglesia Católica Romana fue
dirigida por una serie de papas reformadores, enérgicos, inteligentes y hábiles. El
papado no volvió a caer a los niveles tan bajos en que se había encontrado a comienzos
del siglo XV. La moral del Papa y la Curia fue un modelo para toda la Iglesia. No
obstante, no podía lograrse una reforma total porque los papas seguían siendo no sólo
las cabezas administrativas y espirituales de la Iglesia, sino también los gobernantes de
los estados papales en el centro de Italia, y esto hizo que durante tres siglos se vieran
comprometidos en los vaivenes de la política italiana.
Con Paulo III se inició una profunda reforma en la estructura organizativa de la
Iglesia Católica Romana. Entre los cambios más importantes estuvo el establecimiento
del Santo Oficio de la Inquisición Romana, reorganizada por Paulo III en 1542.
“Inquisición” significa investigación. La Inquisición Romana tenía antecedentes en el
siglo XIII, cuando la herejía era fuerte en el sur de Francia y los obispos tenían que
mantener una corte que investigaba su fe y prácticas. No imponía castigos por sí
misma, si bien podía usar la tortura en sus investigaciones, como era común en aquel
entonces. El propósito era llevar a los herejes al arrepentimiento; si esto no ocurría,
eran derivados al poder civil para su castigo. Los españoles en su empresa de
reconquista de España utilizaron la Inquisición en escala nacional y bajo el control de
la corona para perseguir a los musulmanes y los judíos, y más tarde, a los protestantes.
Fue, precisamente, en España donde la Inquisición logró sus resultados más
definitivos, ya que eliminó de allí todo rastro de protestantismo.
Williston Walker: “Una característica del despertar español fue la
reorganización de la inquisición. El temperamento hispano consideraba a la
ortodoxia y el patriotismo como esencialmente una sola cosa, y consideraba
como un peligro a la vez para la iglesia y el estado la subsistencia de las
religiones judía y mahometana, y el retorno a ellas por sus adherentes que
habían aceptado el cristianismo. En consecuencia, en 1480, Fernando e
Isabel establecieron la inquisición, enteramente bajo la autoridad real, y con
inquisidores nombrados por el soberano. Este carácter nacional que habría de
distinguir a la inquisición española, … pronto se convirtió en un temible
instrumento, bajo la dirección de Tomás Torquemada. Es indudable que su
valor como instrumento para quebrantar la independencia de los nobles y
llenar el tesoro real mediante confiscaciones, le conquistó el aprecio de los
soberanos, pero el principal motivo para que contara con el favor popular fue
la represión de la herejía y los disidentes.”91
Con Paulo III la Inquisición, siguiendo el modelo español, se aplicó a toda la
Iglesia, que se vio de esta manera sometida a la investigación papal por primera vez. El
tribunal del Santo Oficio estaba constituido por seis cardenales y frailes dominicos, y
su deber era eliminar las ofensas morales, la simonía y la herejía, tanto del clero como
de los laicos. Bajo el papa Paulo IV (cardenal Caraffa) la Inquisición no perdonó a
nadie, investigando tanto a la jerarquía eclesiástica como a la nobleza. Tan severa fue
la acción del Santo Oficio que, como se vio, en Italia el protestantismo casi
desapareció. La Iglesia Católica Romana todavía tiene un tribunal del Santo Oficio,
pero bajo otro nombre y diferente al del siglo XVI.
El cristianismo en Asia
Como vimos en la Introducción General a este volumen, para mediados del siglo
XV, los chinos se habían anticipado a los europeos en colonizar una parte importante
del mundo fuera de su propio territorio continental, pero pronto se replegaron. Los
árabes, que por siglos habían mantenido bajo su control amplios territorios que fueron
la cuna del cristianismo temprano, casi habían perdido el control del Mediterráneo
hacia comienzos del siglo XVI. No obstante, si bien hubo un repliegue de su avance
sobre Occidente, los musulmanes esparcieron su religión y cultura durante los siglos
XIV y XV en el sudeste de Asia, África del este y el noroeste de África. Por otro lado,
los turcos otomanos dominaron los Balcanes durante este período, transformando a la
región en una de las más tensas y violentas hasta nuestros días. La expansión del
cristianismo en Asia durante el siglo XVI estuvo entretejida con el comercio de
esclavos, la conquista territorial y las reformas de la Iglesia. No obstante, a fines del
siglo XV y comienzos del XVI, el mundo estaba bajo el dominio de la expansión
colonial ibérica (España y Portugal), mientras que la expansión China y árabe estaba
contenida.
En la primera mitad del siglo XVI, el mundo cristiano europeo se encontraba ante
nuevas posibilidades y nuevos problemas. Los problemas de retroceso continuaron así
como las esperanzas de recuperación. No obstante, la influencia europea y cristiana se
esparció notablemente en el mundo no occidental. Esto fue más cierto en Asia que a
través de África, en parte en razón de que el involucramiento militar y económico de
los europeos (especialmente los portugueses) en Asia fue más grande. Mercaderes
portugueses establecieron puestos de comercio en Goa, India, en 1510 y en Málaca
sobre la península Malaya en 1511. De aquí siguieron a los piratas-comerciantes
filipinos y de Okinawa al norte de la costa de la China. Frailes portugueses celebraron
una misa en las Islas Molucas en 1520, mientras que frailes españoles hicieron lo
propio en la expedición de Magallanes que llegó a las Filipinas en 1521. Los
portugueses comenzaron a comerciar en Kagoshima, al sudoeste de Japón, a principios
de la década de 1540 y establecieron un puerto en Macao sobre la costa de China en
1557.
Las misiones fueron parte de la motivación de los portugueses en su empresa
exploradora y comercial. Así, pues, los cristianos católicos romanos, habiendo
recuperado España y Portugal de manos de los musulmanes hacia fines del siglo XV,
se dispusieron a llevar el testimonio cristiano a otras latitudes. Bajo la concesión papal
del padroado (patronato), el rey de Portugal tenía el derecho de nombrar obispos y
controlar a la Iglesia en sus dominios. Esto subordinó al clero secular a la agenda
política y militar de la corona y creó cierto conflicto entre el clero secular (controlado
por el rey) y los jesuitas, dominicos, franciscanos y otras órdenes religiosas.
El cristianismo en África105
A partir de fines del siglo XV y comienzos del siglo XVI, el perímetro africano
fue tocado por el cristianismo, sin mayor penetración en el continente. En realidad, la
masa continental africana era más un obstáculo que una oportunidad para los
navegantes portugueses, que querían alcanzar las codiciadas riquezas de India, el
sudeste asiático y el Lejano Oriente. Lo más que lograron fue establecer factorías,
guarniciones o puertos comerciales, que ayudaban como escalas forzadas al largo viaje
hacia Oriente y como puertos de salida al comercio esclavista. La mayor parte de los
intentos misioneros en este período fueron católicos romanos y auspiciados por los
navegantes portugueses. Desde los días de Enrique el Navegante (1394–1460), los
portugueses mostraron una cierta motivación cristiana en sus viajes de exploración,
con la idea de unir a los cristianos de Europa con los de la India en contra de los
musulmanes y paganos de esa tierra, a fin de esparcir la fe cristiana. En África, estos
primeros esfuerzos misioneros de corte belicoso no tuvieron gran permanencia, en
buena medida debido al surgimiento del tráfico de esclavos en el Atlántico.106 No
obstante, como señala Kenneth S. Latourette, “debe notarse que, si bien se hizo una
impresión pequeña sobre el África negra en estos siglos, el cristianismo fue plantado.
Ninguna otra fe jamás antes había sido traída a tanto de la periferia del continente. El
cristianismo fue así llevado a los bordes de vastas regiones que jamás había tocado
previamente.”107
África occidental. Al tiempo de la llegada de los europeos, en la segunda mitad
del siglo XV, África occidental era una región constituida por reinos locales que
controlaban un dinámico comercio de productos naturales y artesanías. Reinos como
Foutak, Dahomey, Congo, Matamba y Mali en el interior, y Songhay, Ghana y Sokoto
sobre la costa habían acumulado bastantes riquezas a lo largo de los siglos. Estos
reinos no eran tan antiguos ni estaban tan organizados como los reinos de Nubia,
Etiopía y Egipto, pero su surgimiento en el período previo a la llegada de los europeos
significó que los portugueses tuvieron que negociar con reinos y no con tribus locales.
El rey musulmán Mansa Musa (reinó c. 1307–1332) de Mali era tan rico, que en su
peregrinaje a la Meca envió quinientos esclavos para que le prepararan el camino y en
Egipto hizo tantos regalos de oro que redujo el precio del mismo en el norte de África.
Los europeos denominaron a la costa occidental africana conforme a las riquezas que
allí encontraron: Costa de Marfil, Costa de Oro, Costa de los Esclavos.
Cuando los portugueses arribaron a esta región (Mali, norte de Ghana [Togo y
Benin], Burkina Faso y el norte de Nigeria) se encontraron con reinos poderosos como
el imperio de los Songhay en Gao, sobre el río Níger al sudeste de Mali. Su rey, Sonni
Ali (c. 1464–1492) expandió sus dominios y su religión contraria al Islam. Los líderes
y eruditos musulmanes en Timbuktú huyeron cuando las tropas de Ali llegaron. Su
sucesor, Askia Al-hajj Mahoma Ture (reinó de 1493 a 1528) utilizó las riquezas
obtenidas de sus saqueos para reconstruir Timbuktú como centro islámico de estudio y
extendió su imperio hasta lograr casi trescientos kilómetros de costa sobre el
Atlántico.108 Los reinos no musulmanes más pequeños sobre la costa adquirieron
importancia a medida que los portugueses iniciaron su comercio de oro y esclavos en
la región.
El primer asentamiento portugués en África fue en las islas de Cabo Verde, frente
a la costa de Senegambia (1450). La evangelización europea de África occidental
comenzó con el portugués Diego Gómez en 1458. Gómez arribó al reino de Mali,
debatió con un clérigo musulmán y convenció al rey mandingo, Nomimansa, para que
se convirtiera y expulsara al musulmán. El rey y otros querían hacerse cristianos, y le
pidieron al capitán que los bautizara, pero como él no era sacerdote no podía hacerlo.
Cuando Gómez regresó a Portugal, persuadió al príncipe Enrique que enviara a un
sacerdote, el abad de Soto de Cassa, para discipular a Nomimansa.109
La tarea misionera portuguesa fue violenta, ya que estuvo en manos de los
Caballeros de Cristo (Militia Christi), que aplicaron estrategias militares a la labor
evangelizadora. Con esto, la evangelización se hizo militante y el comercio se tornó
religioso. No fue suficiente que en cada punto de la costa africana en que los
portugueses desembarcaban en su derrotero alrededor del continente africano plantaran
una enorme cruz de madera. En general, la tarea evangelizadora de los portugueses
terminó en fracaso o por lo menos no produjo resultados permanentes.
En 1482 los portugueses establecieron una guarnición en Elmina, sobre la Costa
de Oro (Ghana), su primera posesión tropical. Un jefe local les pidió que se fueran;
ellos le pidieron que se bautizara y salvara su alma. Ambos pedidos fueron rechazados.
Diego da Azambuja, el capitán portugués, hizo que se celebrase la primera misa en
suelo africano occidental.110 Más tarde, se establecieron en la isla de Santo Tomé,
cerca del reino del Congo (1483), que en los veinticinco años que siguieron se
transformó en el receptáculo principal del comercio esclavista portugués y en el centro
de la expansión portuguesa en África occidental. De 1490 a 1530 entre 300 y 2.000
esclavos fueron llevados cada año a Lisboa. Estos esclavos debían ser bautizados y
recibir sepultura cristiana.111 La diócesis de Santo Tomé se estableció en 1534 y
abarcaba la mitad sur de África occidental.112
El objetivo de los portugueses en su periplo africano era la adquisición de oro y
esclavos. Ya en 1444 un grupo de 235 esclavos había sido llevado a Portugal, dando
comienzo así a este comercio de carne humana. Al mismo tiempo, los portugueses
mostraron cierto celo misionero. Muchos sacerdotes y monjes esperaban que
enseñándoles (en latín) la teología cristiana a los africanos occidentales podrían
evangelizar mejor África. En 1489 el rey de Senegambia y algunos de sus hombres
notables fueron bautizados en Lisboa, pero a su regreso el rey expulsó a los dominicos
que intentaban misionar en su pueblo.
A medida que los portugueses se fueron moviendo más al sur fueron
estableciendo factorías e iglesias, pero la actividad misionera no estaba organizada. La
voluntad evangelizadora quedó plasmada en unas setenta bulas papales a lo largo del
siglo XV, que demandaban la evangelización de la población local y concedían a la
corona el derecho de patronato.
Sundkler y Steed: “Los portugueses no estaban motivados solamente por la
esperanza de encontrar un comercio lucrativo, sino que también estaban
inspirados por el celo religioso, si bien en este momento su compromiso
misionero no se parecía al movimiento misionero moderno. Era más bien
expresión de la Iglesia Católica medieval en su forma lusitana. En principio,
estaba dirigido bajo el liderazgo exclusivo del rey, quien actuaba como el
Gran Maestro de la Orden de Cristo.”113
Mejor suerte tuvieron las labores misioneras en la región del río Zaire, que había
sido descubierto por los portugueses allá por 1483 por Diego Cao. En 1491 comenzó la
empresa misionera más importante al sur del Sahara, durante la cuarta expedición
portuguesa en el río Zaire. El explorador portugués, Diego Cao había llevado a algunos
congoleses a Portugal para ser bautizados y había dejado a algunos portugueses en el
Congo (1484). Cuando los congoleses regresaron un año más tarde, hablando algo de
portugués y testificando del cristianismo, el rey del Congo solicitó más misioneros que
instruyeran a su pueblo. Así, en 1491, cuando llegaron los misioneros, hubo una
oportunidad abierta para misionar. El rey, Nzinga Nkuvu fue bautizado tomando el
nombre del rey de Portugal, Joao I (Juan). Su esposa tomó el nombre de la reina,
Leonora, y su hijo (Mvemba Nzinga) se llamó Alfonso, como el príncipe portugués.
Así comenzó un movimiento en África occidental que fue muy similar al proceso de
cristianización de Europa occidental.114
Más tarde, cuando Alfonso llegó al trono, recordaría las conversiones masivas y
los numerosos bautismos del pueblo: “La gracia del Espíritu Santo nos iluminó por
medio de un favor único y especial que nos fue dado por el Espíritu Santo … De
manera definitiva renunciamos a todos los errores e idolatrías en las que nuestros
ancestros habían creído hasta entonces.”115 Alfonso resultó ser un cristiano más
comprometido que su padre. Cuando ascendió al trono en 1506 atacó toda oposición al
cristianismo, destruyó el templo tradicional en la ciudad capital y construyó una iglesia
nueva, renombró su capital como San Salvador en honor de “Nuestro Salvador” y
permitió a los misioneros establecer escuelas.
Al igual que lo ocurrido en Europa en siglos previos, la conversión del rey tuvo
resultados negativos y positivos. Alfonso ayudó a la expansión de la fe, pero lo hizo a
punta de lanza con la expansión de su poder como objetivo primario. Había sometido a
su propio hermano con el apoyo de sacerdotes católicos, para usurpar el trono. No
obstante, su gobierno cristiano estuvo signado por importantes reformas educativas,
sociales e incluso médicas. Su reinado como monarca cristiano fue reconocido incluso
por el rey Manuel de Portugal quien, en 1512, envió sacerdotes, constructores,
artesanos y educadores para ayudarlo.
En 1513, Alfonso envió una embajada al Papa. No obstante, este primer reino
cristiano en África occidental no tuvo larga vida. La mezcla de codicia de riquezas y
celo evangelizador no resultó. Muchos de los sacerdotes participaron en el comercio
esclavista. Alfonso se quejaba al rey Manuel, diciendo: “Hoy nuestro Señor es
crucificado otra vez por los mismos ministros de su cuerpo y sangre.” Alfonso deseaba
también que se pudiera entrenar a un clero africano para ministrar a su pueblo.
Lamentablemente, no se logró la formación de un clero africano que diera continuidad
a la obra, a pesar de que Enrique, el hijo de Alfonso fue educado en Europa, ordenado
obispo por el papa León X (1518) y enviado a San Salvador como el primer obispo
africano. Varios otros africanos fueron ordenados al sacerdocio.116
No obstante, a la muerte de su padre, Enrique actuó más como líder político que
como guía religioso de su pueblo. Este primer reino cristiano en África occidental
sufrió de una suerte de cultura cristiana “cortesana”, que tuvo un impacto muy
superficial sobre las provincias más distantes. Por otro lado, después de la muerte de
Alfonso, continuaron el comercio esclavista y la dominación portuguesa. La resistencia
al gobierno congolés centralizado estalló en 1569 en una serie de guerras destructivas
conocida como las guerras de Jaga. Después de una breve distracción con sus nuevas
tierras en Brasil y en Asia, los portugueses regresaron para imponer el orden y
expandir el comercio esclavista. Además, el cristianismo del pueblo congolés era
superficial y los sacerdotes nativos no eran muy dóciles.
Los jesuitas habían llegado alrededor de 1548 desde Coimbra y permanecieron
por intervalos hasta fines del siglo XVI, cuando aparecieron los franciscanos. Otros
misioneros que trabajaron en el Congo en este siglo fueron los carmelitas descalzos.
Pero ninguna orden logró resultados permanentes. Especialmente, el comercio
esclavista fue uno de los factores que impidió un testimonio cristiano firme en África
occidental. Habrá que esperar a la llegada de los capuchinos en 1645 para ver un
despertar del cristianismo en el Congo.117
Más hacia el sur en la costa africana, en lo que hoy es Angola, los portugueses se
encontraron con reinos bantúes bien organizados (Kikongo, Loanda), especialmente el
reino de Ndongo. Su ciudad principal, Luanda, fue colonizada por los portugueses en
1575 con la participación misionera de los jesuitas. Los misioneros jesuitas, en lugar
de una evangelización belicosa, usaron una estrategia diferente. Bajo el liderazgo de
fray Pero Ravares, compraron extensiones de tierra para establecer villas cristianas.
Desde Luanda y por casi dos siglos, los jesuitas ejercieron una vasta influencia sobre el
futuro de Angola, especialmente en educación. Varios líderes y miles de sus
seguidores fueron bautizados. No obstante, el personaje más destacado en Angola fue
una princesa llamada Nzinga. Bajo las presiones portuguesas y sus expediciones
esclavistas, Nzinga fundó un reino con un poderoso ejército que ella misma entrenó y
dirigió (Kimbundu y Matamba).
Sundkler y Steed: “La princesa era adepta a la política y no dudó en ir a
Luanda para encontrarse con el gobernador portugués. Ella ofreció paz y
comercio en sus propios términos de cambiar marfil por sal y vestidos …
Aquí, después de un año, Nzinga decidió unirse a la Iglesia, una decisión
trascendental de dilatada importancia para sus súbditos. Habiendo sido
bienvenida como una princesa con la debida pompa portuguesa, fue
bautizada por los padres jesuitas en la Iglesia Católica. Ahora iba a ser
llamada Doña Ana de Souza, nombre de familia que compartía con su
padrino, el gobernador portugués.”118
La mayoría de estos asentamientos y proyectos evangelizadores fueron destruidos
por la conquista holandesa del siglo XVII (1641–1647), haciendo en estos dominios
portugueses algo similar a lo que hicieron en otras posesiones lusitanas en Ceilán,
Malaya y las Indias Orientales.
África oriental.119 Mozambique ya había sido visitado por los chinos en 1414,
pero fueron los portugueses quienes lograron una presencia más permanente a partir de
1498. Vasco da Gama llegó a Mozambique en marzo de ese año y plantó su cruz de
padroado, indicando así el dominio y patronato portugués, y la presencia cristiana. En
1507 se construyó un fuerte y una iglesia. Fue desde aquí que los portugueses hicieron
contacto con el reino de Zimbabwe en el interior del continente. El jesuita Gonzalo da
Silveira (1521–1551) dejó el sur de la India y después de una escala en Mozambique,
remontó el río Zambezi hasta llegar a la corte del rey Mwene Mutapa, el “Emperador
del Oro,” en la Navidad de 1560. Da Silveira atrajo la atención del rey con su
disciplina espiritual y piedad ascética, y éste le dio una choza cercana a la suya y la
oportunidad de testificar de su fe cristiana. El rey fue bautizado junto con toda su corte
en 1561 a menos de un mes de la llegada de Da Silveira. Pero mercaderes musulmanes
lograron convencer al joven rey que Da Silveira era un espía portugués con poderes
mágicos para someter a los africanos. El rey lo condenó a muerte en marzo de 1561 y
Da Silveira se convirtió así en el primer mártir cristiano de Zimbabwe.
Lamentablemente, para los africanos el cristianismo no era otra cosa que la violenta
conquista portuguesa y el comercio de esclavos.120
En la primera mitad del siglo XVII, los jesuitas tenían varias misiones sobre el río
Zambesi, los dominicos también habían establecido centros misioneros y los agustinos
estaban presentes en Mombasa y Malindi. En 1612, la sede episcopal de Mozambique,
que había estado bajo el arzobispado de Goa (India) se transformó en vicariato
apostólico. En este período, los portugueses también habían intentado plantar el
cristianismo en la isla de Madagascar, pero sin resultados permanentes. Lo mismo
ocurrió en el siglo XVII con los intentos de los franceses, especialmente de la
congregación misionera de los lazaretos.121
Etiopía.122 El cristianismo en Etiopía durante los siglos XV y XVI llevó las
marcas de una religión nacional e indígena. Su vitalidad se vio enriquecida por el
contraste con el mundo musulmán que los rodeaba. La liturgia cristiana, los edificios y
el orden eclesiástico se caracterizaron por su carácter típicamente etíope, pero también
mostraron signos de renovada vitalidad en medio de cierto aislamiento cultural y
religioso, que no impidió la penetración de influencias exteriores. En el siglo XV, de
las tres naciones cristianas del noreste africano, sólo Etiopía contaba con un
cristianismo vivo. Nubia (norte de Sudán) capituló al Islam a mediados del siglo XV y
Egipto había estado bajo dominio musulmán desde el siglo VIII, si bien su Iglesia
Copta continuaba existiendo como una comunidad minoritaria. Por otro lado, Etiopía
había experimentado un avivamiento religioso signado por nuevos movimientos
monásticos, nuevos edificios eclesiásticos y una mayor influencia sobre regiones no
musulmanas. Este Avivamiento Salomónico (ver tomo 2, p. 170), que identificó a los
cristianos etíopes con Israel, Jerusalén, y los reyes David y Salomón, ayudó al
establecimiento de una fuerte identidad etíope en su teología, adoración y servicio.
Mientras otras iglesias quedaron sometidas bajo la expansión musulmana, la Iglesia de
Etiopía no sólo sobrevivió sino que continuó creciendo y se mantuvo vital a lo largo
del siglo XVI.
Desde 1450 a 1600, el cristianismo etíope puede ser caracterizado entorno a
cuatro temas. Estas cuestiones no están limitadas a este período de tiempo, pero es en
estos años que estos elementos se tornaron en cuestiones dominantes para la Iglesia.
Primero, el cristianismo etíope continuó siendo un cristianismo imperial,
conducido por el monarca. Al igual que lo ocurrido con el Imperio Romano en siglos
anteriores, los emperadores asumieron el liderazgo en materia eclesiástica. Durante los
siglos XV y XVI, Etiopía fue uno de los imperios cristianos más grandes del mundo.
Esta forma de cristianismo imperial significaba que la uniformidad en la creencia y
práctica religiosa era parte de la agenda política del emperador y, en consecuencia, fue
impuesta por la fuerza. Los actores principales en la Iglesia fueron los abunas
(patriarcas) y los reyes. Los oficiales reales y los monjes condujeron a la Iglesia en sus
respuestas al Islam, en el comercio, las influencias foráneas y los continuos conflictos
contra las prácticas paganas de la magia y la astrología. Etiopía era y continuó siendo
un reino cristiano, en el que el cristianismo asumió una naturaleza política y los reyes
se transformaron en líderes de la fe y la piedad.
El emperador Zara Ya’iqob (gobernó de 1434 a 1468) es un ejemplo de este tipo
de líder. Se destacó por su celo cristiano, se hizo llamar Constantino y consolidó las
creencias y prácticas cristianas en Etiopía. Convocó el concilio de Dabra Mitmaq en
Shoa (1449) para resolver el problema del sabbath judío y cristiano. Este concilio
decretó la devoción a la Virgen María, el culto a la cruz y la observancia del sábado y
domingo como días sagrados. Zara Ya’iqob utilizó la fuerza para lograr fines
religiosos, predicó notables homilías contra los paganos, la idolatría y la magia, y
terminó siendo canonizado como santo por la Iglesia de Etiopía.123
El emperador Galawdewos (1540–1559) escribió uno de las declaraciones
teológicas más importantes del período (Confesión de fe, 1555). Esta confesión fue
escrita en respuesta a los misioneros jesuitas que estaban comenzando a pretender a
Etiopía para la Iglesia de Roma. Esta confesión afirmaba la fe de los concilios de
Nicea, Constantinopla y Éfeso, al tiempo que presentaba otras convicciones etíopes
como la observancia del sábado y el domingo, la circuncisión y la abstinencia de carne
de cerdo. De este modo, muchos emperadores etíopes consideraron su deber ser líderes
espirituales de los cristianos a través de sus sermones y confesiones de fe.124 Segundo,
el desarrollo de la Iglesia de Etiopía desde mediados del siglo XV y a lo largo del siglo
XVI estuvo influido por relaciones ecuménicas e internacionales con otras iglesias y
gobiernos fuera de la región. El abuna etíope continuó siendo designado por la Iglesia
en Alejandría (y más tarde en El Cairo), Egipto. Los peregrinajes a Jerusalén e incluso
a Roma influyeron sobre la identidad cristiana en Etiopía. A su vez, la llegada de
exploradores y aventureros portugueses, españoles e italianos a lo largo del siglo XVI
fue muy importante para el desarrollo de la Iglesia. Ya en el siglo XV los europeos
habían puesto su interés en Etiopía movidos por el mito, el misterio y la misión. El
mito—y en parte el misterio—estaba representado por historias como la del Preste
Juan, a la que ya hemos hecho referencia en relación con las Cruzadas (ver tomo 2, p.
110). Muchos europeos buscaron a este legendario y famoso rey-sacerdote en Etiopía,
al otro lado de las líneas musulmanas.
Ya en 1400, el rey inglés Enrique IV (1367–1413) había enviado cartas al rey de
Etiopía buscando una alianza política y religiosa contra el Islam. En 1441 un abad
etíope de Jerusalén envió a una delegación al Concilio de Florencia. Para 1460 había
una pequeña capilla etíope cerca del Vaticano en Roma, en la que los africanos
adoraban usando su propia lengua litúrgica etíope, el ge’ez. En 1513, tres años antes
que Erasmo publicara su Nuevo Testamento Griego, se imprimió en Roma el Salterio
Etíope. Los viajes de los europeos a Etiopía se hicieron más frecuentes, hasta que se
hicieron contactos oficiales primero con la corona portuguesa y luego con los jesuitas.
El contacto con los portugueses fue religioso y militar, y en contra de los musulmanes.
El contacto con los jesuitas fue estrictamente religioso y multicultural, con los
misioneros viniendo de Portugal, España y la India. Esta apertura a los cristianos
europeos resultó en una gran bendición pero también en una gran maldición.
Los portugueses llegaron a Etiopía en 1493. En 1509, los etíopes, sintiendo la
presión del Islam en la frontera norte y este de su imperio, enviaron una embajada a
Portugal pidiendo un esfuerzo coordinado contra los musulmanes. Esto ocurrió durante
el reinado de Lebna Dengel (1508–1540), pero el joven emperador apenas tenía trece
años en el momento y en realidad fue su madre, la emperatriz, quien envió el pedido.
La actividad misionera cristiana de este período era militante y belicosa, al igual que la
de la contraparte musulmana. Las relaciones con los europeos eran complejas.
Finalmente, en 1520, los portugueses enviaron una delegación, liderada por Rodrigo de
Lima, que permaneció en la capital del reino etíope por seis años. Uno de sus
integrantes, Francisco Alvares, registró sus observaciones en un libro titulado
Verdadera relación de las tierras del preste Juan de las Indias.125
El primer trabajo misionero europeo en Etiopía fue llevado a cabo por los jesuitas.
Ignacio de Loyola había tomado contacto con la Iglesia de Etiopía en Roma y organizó
el envío de misioneros, con el propósito de colocar a los etíopes bajo la autoridad de
Roma. Los primeros jesuitas en llegar (1555) fueron todos ordenados como obispos:
Juan Núñez Barreto y Melchor Carneiro (portugueses), y Andrés Oviedo (español).
Barreto iba a ser el nuevo patriarca de la Iglesia de Etiopía y la unidad se iba a
imponer. El emperador Galawdewos se opuso con discreción a este proyecto. Como
vimos, redactó una Confesión de fe, que no fue polémica sino pacífica, y que seguía el
modelo de su mentor, Enbaqom, abad de un monasterio en Dabra Libanos, quien
consideraba buena y auténtica la variedad de culturas en la fe cristiana. Los europeos
rechazaron la Confesión y Oviedo, que se mostró hostil, escribió un tratado titulado La
primacía de Roma y los errores de los etíopes. El emperador fue excomulgado y,
después de su muerte, Oviedo hizo alianza con los turcos (musulmanes) en contra de
las fuerzas etíopes cristianas en un período de guerra civil. Poco después, Oviedo fue
consagrado como el patriarca latino de Etiopía, pero terminó sus días (m. 1577) como
sacerdote local de una comunidad extranjera.126
Este primer capítulo de la obra misionera jesuita en Etiopía llegó a su conclusión
para fin del siglo XVI. Los jesuitas desarrollaron una comunidad cristiana nominal de
razas mezcladas, pero casi no trabajaron entre los no cristianos de la región. Hacia
1597, el sacerdote español Francisco López murió y fue reemplazado por un indio
sacerdote secular de Goa, Belchior da Silva. La mayoría de los creyentes no hablaban
portugués y muchos que decían ser católicos circuncidaban a sus hijos y guardaban el
sábado. El próximo capítulo de las misiones católicas romanas en Etiopía y África del
este comenzaría en 1603.
Tercero, el Avivamiento Salomónico definió un cristianismo típicamente etíope.
La fuente principal para conocer las características de las creencias y prácticas del
cristianismo etíope de este período es el libro de Alvares, Preste Juan de las Indias. Lo
que hizo de la adoración del cristianismo etíope algo único fue la combinación de una
estrecha identidad con el rey Salomón, su relativo aislamiento de la Iglesia ecuménica
por varios siglos y la adaptación de muchas costumbres locales africanas a la vida de la
Iglesia. Monjes y sacerdotes carismáticos y los monasterios locales ocupaban un lugar
importante en el liderazgo. El clero era muy honrado; los sacerdotes se casaban, no
eran ricos, no tenían un hábito distintivo, eran ordenados sólo por el abuna y tenían
que saber leer la Biblia. Monjes y monjas eran muy importantes en la vida espiritual de
Etiopía. Fueron el poder detrás del trono. Vestían un hábito amarillo que los
identificaba.
La liturgia etíope era singular. La mayoría de las iglesias eran redondas con un
sector abierto para los laicos, seguido por otro cubierto de cortinas para los sacerdotes
y en el centro el altar donde se guardaban los elementos eucarísticos. El culto consistía
de oraciones recitadas o cantadas, lecturas de los Salmos y música de campanas,
tambores y canto. La danza era parte de la adoración al igual que las procesiones. La
congregación estaba de pie, se inclinaba, besaba el piso, escuchaba la lectura de la
Biblia que estaba en el antiguo idioma local (ge’ez), participaban de la comunión en
ambas especies. Los ayunos eran frecuentes y rigurosos; la circuncisión y el bautismo
anual eran prácticas muy guardadas. Los creyentes creían también en los augurios, en
el poder de dichos secretos, en días auspiciosos y en varias otras supersticiones. Poco a
poco la fe cristiana se fue definiendo en términos ritualistas y en oposición al Islam.
Cuarto, durante el siglo XVI el cristianismo en Etiopía fue también influido por el
contacto y conflicto con las naciones musulmanas de la región. Las invasiones
islámicas e incluso una jihad amenazaron a la Etiopía cristiana, pero al final, ya sea
con la asistencia europea o por sí solos, los etíopes cristianos mantuvieron a raya al
Islam. De este modo, las relaciones entre europeos y etíopes, y el propio desarrollo de
la cristiandad etíope, estuvieron signados por la insurgencia islámica y los intentos de
unidad cristiana. Después de la muerte del emperador Zara Ya’iqob (1468), los
musulmanes comenzaron a presionar sobre el imperio cristiano etíope. A comienzos
del siglo XVI esos ataques se transformaron en conquistas territoriales y religiosas.
Finalmente, en 1529, estalló la guerra santa (jihad) bajo el liderazgo del imán Ahmed
Gran, un hombre de enormes recursos y fanatismo religioso. Gran derrotó al ejército
etíope, ayudado por los portugueses, en la batalla de Chembra Kouré. Esta fue una
guerra religiosa inspirada por un guerrero religioso. Esto llevó en la destrucción de
iglesias, monasterios y manuscritos cristianos. Decenas de miles adoptaron el
islamismo, muchos otros terminaron como esclavos. La jihad resultó en un verdadero
genocidio cultural y nacional.127
No obstante, este no fue el fin de la Etiopía cristiana. El emperador Lebna Dengel
nunca fue capturado y al morir en 1540 fue sucedido por su hijo Galawdewos quien,
como vimos, fue un poderoso rey cristiano. Con la ayuda de su madre, la emperatriz
Sabla Wangel, y el apoyo militar de los portugueses y sus armas de fuego,
Galawdewos logró derrotar al imán Ahmed en la batalla de Woguera (1543). Durante
este período, el cristianismo etíope tuvo que luchar no sólo por su supervivencia, sino
también por lograr su identidad propia frente al Islam. El problema de la
reincorporación de miles de apóstatas demandó de una nueva comprensión de la
identidad y comunidad cristianas. La naturaleza imperial del cristianismo etíope se vio
fortalecida dado que el rey, su madre y su padre habían sido los defensores de la fe.
Pero las relaciones con los cristianos europeos continuaron siendo inestables, y así
siguieron a lo largo del siglo XVII. De este modo, el cristianismo etíope comenzó a
definirse no sólo en el contexto de las costumbres y creencias africanas, sino también
de la teología islámica y el imperialismo religioso europeo.
La Confesión de Galawdewos expresa una respuesta etíope a los teólogos
europeos, mientras que Anqasa Amin (Puerta de fe), escrita por su mentor y amigo
Enbaqom (cristiano árabe de Irak que vivía en Etiopía), refleja la respuesta etíope al
islamismo. La segunda es una apología escrita en árabe y representa la única obra
escrita en Etiopía con una discusión amplia del islamismo, citando el Corán. El
cristianismo es defendido en base a su fe de una moral superior (movida por amor a los
pobres y no por la guerra contra los infieles) y a que es una fe universal (basada en los
muchos idiomas en los que está traducida la Biblia).
GLOSARIO
SINOPSIS CRONOLÓGICA
1483 Barcos portugueses llegan al reino del Congo. El rey Nzinga Nkuwa es
bautizado.
1492 Colón llega al Nuevo Mundo sin sacerdotes en sus barcos. Los moros son
expulsados de la península Ibérica (Granada) por los Reyes Católicos.
1493 El papa Alejandro VI decreta tres bulas que dividen el mundo para su
cristianización entre portugueses y españoles.
1498 Llegada de Vasco de Gama a Calicut (India). Los portugueses llegan a Siam.
1502 Líderes cristianos de India piden a Da Gama protección contra los musulmanes
en Cochín.
1503 Concilio ruso. Nil Sorsky (1433–1508) argumenta que los monjes no deben
poseer tierras (1/3 de las tierras en Rusia eran de la Iglesia).
1506– Afonso, rey cristiano del Congo derrota a su hermano pagano y reina como rey
1543 cristiano. Su hijo (Don Enrique) fue educado en Portugal y regresó como
obispo y vicario apostólico al Congo.
1517 Las Casas presenta en España su “Petición en defensa de los indios”. El Zar
invita a Máximo el Griego (1470–1556) a Moscú para revisar los libros de
adoración.
1520– Villas de indios libres organizadas por Las Casas en la costa norte de
1522 Venezuela (el proyecto fracasó).
1521 Magallanes llega a las Filipinas y muere: primera misa. Hernán Cortés
conquista Tenochtitlán.
1529– General musulmán Gran asola las tierras altas cristianas de Etiopía: nueva era
1543 de conflictos musulmanes y cristianos.
1534– Jacques Cartier explora el río Lorenzo y evangeliza a los primeros indios en
1536 Canadá.
1540 Sociedad de Jesús (jesuitas) es aprobada en Roma.
1542 Los portugueses llegan por primera vez a Japón. El rey de España promulga las
Leyes Nuevas para América, alentado por Las Casas.
1547 Iván el Terrible (1530–1584) se corona como Zar (César) siguiendo el modelo
de Roma y Constantinopla.
1552 Javier muere en las costas de China. Los dominicos fundan la Universidad de
Lima.
1562 Teresa de Ávila funda el primer convento de las carmelitas descalzas en Ávila.
1574 Primer misionero a Cambodia: Silvestre d’Azevedo. Treinta años más tarde,
católicos romanos japoneses se establecen en Phnom Penh.
1598 Primer trabajo continuado de los franciscanos entre los indios Pueblo en Nueva
México.
1622 Adam Schall von Bell va por primera vez a Beijing. Propaganda Fide establece
una congregación.
1652 Antonio Vieira, jesuita, reformador, protector de los indios, regresa a Brasil.
1654 Luo Wenzao (Gregorio López): primer sacerdote chino en ser ordenado en
Manila. Único obispo chino ordenado de Nanking. Catecismo vietnamita
completado por Alejandro de Rodes.
1659 Francois de Montmorency Laval llega como primer vicario apostólico a Nueva
Francia (Quebec, Canadá).
1777 Primer movimiento indígena coreano: Yi Pyok y otros confucionistas leen los
escritos de Ricci.
1784 Yi Sunghun (Pedro Lee) y Yi pyok: los primeros católicos coreanos en ser
bautizados.
1787 Esclavos liberados fundan Sierra Leona.
1791 Más de 400 eruditos católicos romanos coreanos son asesinados: persecución
en Corea, que termina en 1801.
CUESTIONARIOS DE REPASO
6. ¿En qué lugares se destacaron los jesuitas como misioneros durante el siglo XVI?
7. ¿Quién dijo: “Desconfiar de su misericordia y poder [de Dios] ahora, en razón de los
peligros en los que nos veremos por su servicio, es un peligro mucho más grande …
que todos los males que todos los enemigos de Dios nos puedan infligir”?
8. ¿Quién fue el jesuita que llegó hasta Beijing y entrevistó al emperador en 1601?
9. ¿A partir de qué Papa la Iglesia Católica Romana fue dirigida por una serie de Papas
reformadores?
10. ¿Con qué Papa se inició una profunda reforma en la estructura organizativa de la
Iglesia de Roma?
16. ¿Por qué razones el Concilio de Trento llevó tantos años para su realización?
17. ¿Cuál fue la actitud del Concilio de Trento hacia los protestantes?
20. ¿Cuál era el centro del poder portugués en Asia y cuál la ciudad más importante?
22. ¿Cuáles fueron las dos naciones más importantes en patrocinar la fe católica en sus
territorios coloniales?
24. ¿Cuándo llegó el primer fraile a América y cuándo se construyó la primera iglesia?
25. ¿Cuáles fueron las principales órdenes misioneras en América?
26. ¿En qué año la Iglesia Católica Romana nombró a su primer obispo en América?
27. ¿Cuáles fueron las consecuencias de la caída vertiginosa del Imperio Azteca?
28. ¿Quién fue el más famoso de todos los misioneros españoles en América y el
“apóstol de los indios”?
3. “Durante los días de la Reforma todos querían un concilio general de la Iglesia, pero
no todos lo querían por las mismas razones” (p. 171). ¿Qué razones tenían los
siguientes: Carlos V, Pablo III, los protestantes, y otros?
10. Menciona algunos de los logros más notables del catolicismo del siglo XVI.
11. ¿Quiénes fueron los protagonistas de las misiones católicas en India occidental y
quiénes en India oriental?
14. ¿Quién fue Juan Adam Shall von Bell y qué hizo?
2. ¿En qué difería el concepto católico acerca de la Biblia, según había sido definido
en el Concilio de Trento, con el de los protestantes? ¿Consideras que fue importante
hacer de la Vulgata la Biblia oficial de la Iglesia Católica Romana?
3. Jesús dijo: “Por sus frutos los conocerán.” Pablo dijo que somos “justificados por la
fe en Cristo y no por las obras de la ley.” Santiago dijo: “La fe sin obras es muerta.” A
partir de estos y otros pasajes bíblicos sobre estos temas, explica tu propio concepto de
lo que el Nuevo Testamento enseña acerca de la relación entre fe y obras. Usa una
concordancia bíblica si fuere necesario.
TRABAJOS PRÁCTICOS
TAREA 1: Reconquista de las masas
Lee y responde:
“El rey no debería tolerar en su Consejo ningún hereje, e incluso no manifestar
estima por esa clase de hombres cuyas opiniones públicas o secretas no tienen, en
definitiva, otro objeto que favorecer y desarrollar la impiedad herética de la que están
imbuidos. Por otra parte, sería muy útil no permitir que tuviera autoridad alguna
ningún hombre infectado de herejía, especialmente la autoridad suprema en alguna
provincia o lugar, ni ningún cargo público o dignidad. Finalmente, sería de desear que
fuera conocida y confirmada por todos la siguiente medida: desde el momento en que
alguien sea convicto de herejía o fuertemente sospechoso, no debería tener derecho a
honores ni riquezas; por el contrario, habría que quitárselos. Si se diesen algunos
ejemplos condenando a unos cuantos a muerte o al exilio con la confiscación de sus
bienes, lo que demostraría que se toman en serio los asuntos religiosos, este remedio
sería mucho más eficaz …
“Los predicadores y autores de herejía, y prácticamente todos los que hayan sido
hallados convictos de infectar a otro con esta peste, deben ser castigados muy
severamente. Habría que hacer público en todas partes que quienes, en el plazo de un
mes a partir de la fecha de la publicación, se retracten, recibirán una misericordiosa
absolución tanto en el fuero interno como externo. Pero, transcurrido este tiempo, los
que fueran culpables de herejía, serán declarados infames e inhabilitados para todos los
honores. Tal vez resultase muy adecuado castigarlos con el exilio, la prisión o incluso
la muerte …
“Sería muy útil que el rey formase su Consejo únicamente con católicos, a los que
debería favorecer y honrar con dignidades civiles y eclesiásticas, o con diversas
prebendas. También los gobernadores, los magistrados, todos los que deben tener y
ejercer una autoridad sobre otros, han de ser nombrados entre los católicos y jurar
seguir siéndolo siempre.”131
Carta de Ignacio de Loyola a Pedro Canisio, 13 de agosto de 1554.
- ¿Cómo se puede explicar y entender que un hombre como Loyola, que escribió los
Ejercicios espirituales y desarrolló una profunda vida espiritual cristiana, sugiriera
medidas tan crueles en contra de los protestantes?
- ¿De qué manera la estrategia represiva de Loyola ha sido aplicada en América Latina,
en algunos casos casi hasta nuestros días? Ofrecer ejemplos históricos, de ser posible.
TAREA 2: El corazón de un auténtico misionero.
Lee y responde:
“Lo que aspiramos en estas regiones [Francisco Javier se refiere a Japón] es a
traer a la gente al conocimiento de su Creador, Redentor y Salvador Yesú Christo
nuestro Señor. Vivimos con gran confianza, esperando en Él que nos dará la fortaleza,
gracia, ayuda y favor para tener éxito en esto. Me parece que la gente no nos va a
contradecir ni perseguir por su parte a no ser por las grandes imprudencias de los
bonzos. No buscamos pleitos con ellos ni por temor de ellos dejamos de hablar de la
gloria de Dios y la salvación de las almas; y ellos no pueden hacernos más daño que lo
que les es permitido por Dios nuestro Señor; y el mal que nos viene de ellos es un
favor que nuestro Señor nos concederá si, por Su amor y servicio y a través del celo
por las almas, acortamos los días de nuestra vida, dado que ellos son los medios a
través de los cuales esta muerte continua en la que vivimos llegará a su fin, y nuestros
deseos se verán cumplidos en un tiempo corto cuando vayamos a reinar por siempre
con Cristo. Nuestras intenciones son declarar y manifestar la verdad no importa cuánto
ellos puedan contradecirnos, porque Dios impone sobre nosotros una obligación más
grande que es la de amar la salvación de nuestros prójimos más que nuestras vidas
físicas. Intentamos con la ayuda, favor y gracia de nuestro Señor cumplir este
mandamiento, dado que Él nos da la fortaleza interior para manifestarlo en medio de
tantas idolatrías como las que hay en Japón.”132
Carta de Francisco Javier a sus correligionarios en Goa, 5 de noviembre de 1549.
- Se dice que el jesuita Francisco Javier ha sido el misionero más grande en toda la
historia del testimonio cristiano. ¿En qué sentido tal afirmación parece ser cierta, a la
luz del párrafo arriba citado?
- ¿En qué sentido un misionero evangélico transcultural hoy puede compartir las
palabras de Javier y qué habría que agregarle (o no) a su declaración para considerarla
“evangélica”?
- ¿De qué manera la unidad de la cristiandad europea se vio afectada por la renuencia
católica romana a dialogar con los líderes protestantes durante el siglo XVI?
DISCUSIÓN GRUPAL
1. Según Lutero, los cristianos son salvados por la fe que produce buenas obras, pero
no dependen de ellas. El Concilio de Trento decretó que la fe y las obras son
necesarias para la salvación. ¿Existe realmente alguna diferencia entre estos dos
conceptos? Si es así, ¿cuán importante es esta diferencia?
2. Discutir la afirmación del autor en p. 177: “Los cristianos siempre hemos sido
mejores en el ataque que en la defensa.”
3. “El método de los jesuitas fue muy paternalista, como lo fueron todos los esfuerzos
españoles en la instrucción religiosa y el bienestar social en América” (p. 203). ¿Qué
piensan de esta afirmación? ¿Cuáles son las consecuencias de este paternalismo sobre
el desarrollo religioso en América Latina? ¿Hay madurez religiosa en América Latina?
¿Pueden pensar en otros ejemplos de paternalismo cristiano?
4. Los aventureros europeos llevaron su cultura y comercio, al igual que su fe, por todo
el mundo. ¿Es posible predicar el evangelio a alguien sin que al mismo tiempo le
comuniquemos nuestras ideas, pautas y valores, que son el resultado de nuestro propio
trasfondo cultural y cosmovisión?
LECTURAS RECOMENDADAS
Bainton, La Iglesia de nuestros padres, 183–190.
Baker, Compendio de la historia cristiana, 229–241.
González, Historia del cristianismo, 2:113–122; 133–254.
Latourette, Historia del cristianismo, 2:197–243; 295–327.
Muihead, Historia del cristianismo, 2:265–289; 3:45–84.
Walker, Historia de la Iglesia cristiana, 422–430.
UNIDAD 3
INTRODUCCIÓN
Los siglos XVII y XVIII representan en la historia de la humanidad el período del
comienzo y formación de la modernidad como cosmovisión fundamental del mundo
occidental y noratlántico. En este sentido, es un período fecundo en sus realizaciones
políticas, económicas, sociales, culturales y también religiosas. Con la finalización de
las guerras de religión y la pacificación de Europa, las principales potencias
vencedoras se lanzaron a un período de progreso y desarrollo notable, que las proyectó
a todos los rincones del planeta. La expresión más acabada de los nuevos desarrollos
de la modernidad fue el Estado moderno.
Alfred Weber: “El Estado moderno europeo se desarrolló dentro del seno
de las luchas religiosas. Es más, partiendo de ellas, en un curioso enlace con
el ímpetu de conquista del mundo y con la pugna por el predominio. En estas
condiciones se desarrolló el Estado moderno en su primera forma, es decir,
como algo que lo absorbe todo y que, allí donde llega a realizarse
plenamente, adquiere un carácter absolutista. En su segunda fase, desde el
1700 aproximadamente, el Estado moderno, aunque en muchos aspectos
siguiese siendo absolutista, dejó en libertad los diversos ámbitos de la vida,
la Iglesia, la economía, la ciencia, etc.; los fue dejando cada vez más en
libertad, renunciando a tenerlos bajo su sujeción. Y fue así, por la convicción
de que, dejados en franquía, se desenvolverían en un aparejamiento
armónico y natural, acomodándose a la idea de un todo equilibrado.”1
Entre los años 1660 y 1789 reinaron en los estados europeos, a excepción de
Inglaterra, Holanda y Suiza, monarcas que se atribuían un poder absoluto por derecho
divino. La administración de la cosa pública estaba, tanto en Inglaterra y Holanda
como en el resto de los países europeos, en manos de una minoría privilegiada
compuesta de nobles y hombres acaudalados. Los cargos más importantes en el
gobierno, el ejército y la Iglesia estaban reservados casi exclusivamente para los
miembros de las familias nobles, y la gran mayoría de los súbditos carecía de
representación en el gobierno, y las clases gobernantes consideraban a las masas como
un elemento pasivo y susceptible de manipulación.
Las condiciones reinantes variaban mucho de un país a otro. En Francia, como en
la mayoría de los países predominantemente católicos, el clero era, igual que la
nobleza, una clase privilegiada, y la Iglesia una poderosa terrateniente. En los países
protestantes el alto clero conservaba estrechos vínculos con la aristocracia tradicional,
y las propiedades de la Iglesia de Roma habían sido confiscadas en gran parte durante
el período de la Reforma. Por otra parte, la forma en que se nutrían la nobleza y las
clases gobernantes, así como el grado de señorío que ejercían los nobles sobre sus
tierras y el gobierno local, variaba considerablemente según los países.
La vida económica de este período fue todavía más variada. Hacia fines del siglo
XVIII aparecieron las primeras manifestaciones de la revolución industrial en
Inglaterra. A pesar de ello la agricultura continuó siendo por mucho la principal
actividad económica. El mercantilismo, o sea el control estatal de la economía, que
alcanzó su máximo desarrollo a fines del siglo XVII, comenzó a ser criticado, a
principios del siglo XVIII, por un grupo de pensadores que objetaban el principio de la
reglamentación artificial del comercio y la industria. Algunos países simplificaron o
abolieron entonces las reglamentaciones vigentes, iniciando así una tendencia al
“laissez-faire”.
Desde el punto de vista cultural, el período se caracterizó por el cosmopolitismo,
una indiferencia por la religión tradicional, la confianza en la razón y en la ley natural,
el optimismo y una firme creencia en el progreso. Francia desplazó a Italia en la
dirección intelectual de Europa, pero a fines del siglo XVIII, con el advenimiento del
romanticismo, surgió en Alemania e Inglaterra una reacción contra el clasicismo
francés. De todos modos, fue en este período que comenzó a desarrollarse uno de los
movimientos que habrían de cambiar radicalmente la cosmovisión del mundo
occidental: la ilustración o el iluminismo. Las consecuencias culturales, religiosas,
sociales, económicas y políticas de este movimiento racionalista fueron enormes y
todavía continúan ejerciendo su influencia en todo el mundo.
Ludwig Hertling: “Los movimientos ideológicos que en el siglo XVIII,
especialmente en la segunda mitad, se difundieron por círculos cada vez
mayores de la intelectualidad europea y que es habitual resumir en España
bajo el nombre de ilustración, o enciclopedismo, y se llaman en Francia
lumiéres, en Alemania Aufklärung, en Inglaterra rationalismus, en Italia
iluminismo, no son en el fondo otra cosa que la continuación del humanismo.
Psicológicamente, su raíz es la misma: la imagen realista del universo,
intuida por primera vez y expuesta con medios todavía muy inadecuados por
los humanistas del siglo XV, y elaborada por los racionalistas del siglo
XVIII en forma de verdadera concepción filosófica, gracias al gran progreso
realizado en el entretanto por las ciencias de la naturaleza. Ya a los ojos del
humanismo había aparecido la religión como el reino de lo irreal y del mito.
La ilustración no se limitó a separar el conocimiento racional del religioso,
sino que rechazó este último como incompatible con la razón.”2
En la esfera religiosa, la expansión del cristianismo católico fue mucho más vasta
que la del cristianismo protestante, y esto fue así ya desde los desarrollos del siglo
XVI. Una de las razones por las que el protestantismo no estuvo asociado con la gran
expansión del cristianismo en ultramar durante el siglo XVI (ver Unidad 1 y Unidad 4)
fue que el desarrollo del comercio marítimo y la expansión imperial estuvo en manos
de las dos grandes potencias católicas de entonces: España y Portugal. No obstante,
hubo dos excepciones a esta observación general: Inglaterra y los Países Bajos. Desde
los días de Juan Caboto (1450–1498) en 1497, Inglaterra afirmó su pretensión de tener
una parte en el reparto del Nuevo Mundo, y los marinos isabelinos posteriores
desafiaron atrevidamente a España en el dominio del mar. Desde 1568, los Países
Bajos comenzaron su lucha para ganar su libertad política y religiosa de España.
Durante el siglo XVII los holandeses rivalizaron con Portugal en el Océano Indico, y
lograron adueñarse de Ceilán (Sry Lanka) y de las Indias Orientales, que habían estado
en manos lusitanas. El único interés que movía a los holandeses era el comercio y el
dominio político, pero realizaron también alguna obra misionera, aunque en forma
muy superficial. La carta orgánica de la Compañía Holandesa Unida de las Indias
Orientales ordenaba la provisión de capellanes para atender a las necesidades religiosas
de sus empleados en cada factoría. Se enviaron capellanes a Asia, estableciéndose la
primera congregación protestante en aquel continente en Ambón, en las Molucas, en
1605. Estos capellanes no eran misioneros, pero especialmente en Indonesia, muchos
nativos se sintieron atraídos por sus cultos y fueron ganados a la fe cristiana. No
obstante, el título de “primer misionero evangélico” le corresponde a un puritano
inglés, Juan Eliot (1604–1690), quien en 1631 viajó a Nueva Inglaterra. En el Nuevo
Mundo tradujo la Biblia al idioma amerindio de la región y logró convertir a muchos
con su predicación.
Además de las comunicaciones, la otra condición necesaria para toda expansión
del cristianismo es el vigor espiritual. Si bien el primer impulso del celo protestante
careció de visión misionera, desde fines del siglo XVII en adelante se generó un
novedoso vigor en una serie de nuevos movimientos que reciben el nombre de
“evangélicos” (i.e., pertenecientes a ese tipo de cristianismo que considera el
arrepentimiento y la fe como imprescindibles para una correcta relación personal con
Dios, que se manifiesta en una vida espiritualmente renovada y regenerada). Esta serie
de movimientos, al igual que el protestantismo mismo, comenzó en Alemania con el
pietismo en 1670, que en 1706 inspiró la primera misión protestante a la India.
También en Alemania surgieron los moravos, que llegaron a ser la denominación más
celosamente misionera de todas.
En América, el movimiento evangélico tuvo su mejor hora con el Gran
Avivamiento (Great Awakening), cuyos efectos se vieron principalmente entre los
congregacionalistas y presbiterianos, y cuya figura descollante fue Jonatán Edwards
(1703–1758). En Inglaterra, y más tarde en América, a partir de 1738 se vivió el
avivamiento metodista, que tuvo a Juan Wesley (1703–1791) como su líder. Hubo
movimientos similares en Gales en 1735, y dentro de la Iglesia de Escocia en 1742. Un
espíritu muy semejante se presentó entre los “evangelicales”, un movimiento
radicalizado dentro de la Iglesia de Inglaterra. Hacia fines del siglo XVIII en Inglaterra
y América del norte había muestras muy claras de un gran vigor religioso dentro del
protestantismo. Grandes cosas estaban a punto de ocurrir en esa parte de la cristiandad.
El protestantismo en Inglaterra
El movimiento religioso inaugurado en Inglaterra por Enrique VIII fue más una
revuelta que una reforma, puesto que los motivos que lo movieron fueron más políticos
que religiosos y en realidad no se reformó mucho la Iglesia. La verdadera reforma en
Inglaterra se encuentra en los grupos que no se conformaron a la Iglesia Anglicana
establecida con Isabel. La historia de estos movimientos actuando dentro de otros es
compleja, porque todos ellos están relacionados, y es necesario distinguir claramente
las distintas ramas para poder entender el movimiento en general. Para los bautistas y
otras agrupaciones evangélicas importantes, éste es un período de singular interés,
porque en el mismo se encuentra su origen histórico.
El puritanismo. El puritanismo era un principio de vida más que un partido dentro
de la Iglesia de Inglaterra. Se manifestaba en el deseo de aquellos que querían
“purificar” la Iglesia Anglicana para alejarla del romanismo y hacerla más parecida a
las iglesias reformadas del continente y de Escocia.
Los puritanos bajo María Tudor (1553–1558). Los monarcas Tudor mantuvieron
firmemente en sus manos los asuntos eclesiásticos. Esta es la razón por la que los
disidentes más radicales tuvieron que esperar casi un siglo más antes de encontrar
oportunidades para su desarrollo en Inglaterra. No obstante, siempre hubo oposición y
disconformidad con la política oficial, no sólo por parte de católicos romanos sino
también a través de diversos movimientos que esperaban una reforma más profunda de
la Iglesia de sus días. La mayoría de estos disidentes estaban agrupados bajo la
designación de “puritanos.” Los puritanos fueron presionados y perseguidos durante el
reinado de María Tudor y buscaron refugio en el continente, donde tomaron contacto
con reformados y anabautistas. Fue entre ellos y debido a su influencia, que maduraron
sus planes de reforma. Las enseñanzas del calvinismo los influyeron, pero se
concentraron mayormente en cuestiones de adoración y gobierno eclesiástico. Así,
pronto se dividieron en dos grupos.
Por un lado, estaban los moderados o puritanos primitivos, que querían que el
Libro de Oración Común tuviera una interpretación reformada de la adoración, y que
hubiera garantías de libertad de expresión en una Iglesia oficial gobernada por obispos.
El centro de influencia de esta ala puritana fue la Universidad de Cambridge. Por otro
lado, estaban los puritanos más radicales o puritanos presbiterianos, que no eran todos
de la misma opinión. Querían una “reestructuración” total de la Iglesia, una liturgia
más simple y bíblica que la que presentaba el Libro de Oración Común, mayor
participación de los laicos y más independencia de las congregaciones locales. El
caudillo de esta posición fue Tomás Cartwright (1535–1603).
Los puritanos bajo Isabel (1558–1603). Durante el reinado de Isabel, los puritanos
regresaron a Inglaterra, pero se vieron involucrados en serios debates con el alto clero
de la Iglesia Anglicana, que era el más interesado en defender la uniformidad, incluso
con el arzobispo de Canterbury, Juan Whitgift (1530–1604). La política de la reina fue
respaldar al episcopado diocesano tradicional en vez de un episcopado reformado. Con
el Acta de Supremacía y el Acta de Uniformidad de 1559, todas las esperanzas
puritanas se esfumaron. Finalmente, en 1593, Isabel decretó un Acta contra los
Puritanos.
Acta contra los Puritanos: “Para prevenir y evitar que ocurran y crezcan
inconvenientes y peligros tan grandes por las prácticas perversas y peligrosas
de sectarios sediciosos y personas desleales; se promulga por la majestad
más excelente de la Reina, y por los Señores espirituales y temporales, y los
Comunes, reunidos en este Parlamento presente, y por la autoridad de los
mismos, que si una persona o personas por arriba de los dieciséis años de
edad, que obstinadamente se rehúse a reconciliarse con alguna iglesia,
capilla o lugar regular de oración común, a oír el culto divino establecido por
las leyes y estatutos de su majestad hechos a tal efecto, … o con ese fin o
propósito deliberada y maliciosamente moviera o persuadiera a cualquier
otra persona quienquiera que sea a negarse o abstenerse de venir a la iglesia
a oír el culto divino, o a recibir la comunión de acuerdo con las leyes y
estatutos de su majestad ya mencionados, o a ir o estar presente en
cualesquiera asambleas, conventículos o reuniones ilegales, bajo el color o
pretensión de algún ejercicio de religión, contrario a las dichas leyes y
estatutos de su majestad; … que entonces cada una de tales personas que así
ofendieran como queda dicho, siendo por lo tanto legalmente culpables, sean
puestas en prisión, para permanecer allí sin fianza o perdón, hasta que se
conformen y sometan a venir a alguna iglesia, capilla o el lugar regular de
oración común, y oigan el culto divino, … y a hacer tal sumisión y
declaración abierta de su dicha conformidad, como se declara y establece de
aquí en adelante en este Acta.”4
Los puritanos bajo Jacobo I (1603–1625). La esperanza de los puritanos se vio
alentada con la muerte de Isabel sin dejar heredero al trono. La corona inglesa cayó,
entonces, en manos de un primo escocés de Isabel: Jacobo I, que fue el primer
monarca Estuardo de Inglaterra. Jacobo era hijo de María de Escocia, que había sido
depuesta por los escoceses, y arrestada y decapitada por Isabel. El joven príncipe había
pasado su infancia y juventud como una especie de rehén de los nobles escoceses. Los
puritanos esperaban que Jacobo Estuardo, proveniente de Escocia, que era
presbiteriana, simpatizaría con su causa. Pero Jacobo estaba cansado de Escocia y de la
Iglesia Escocesa, y gobernó al estilo Tudor. En 1604, en Hampton Court se celebró
una conferencia entre Jacobo y los líderes del puritanismo. El rey no concedió ningún
cambio importante, excepto una nueva versión de la Biblia, que fue publicada en 1611
como “Versión Autorizada” y que llegó a ser “la Biblia” para los pueblos de habla
inglesa.
Los puritanos bajo Carlos I (1625–1649). La lucha entre los puritanos y los
monarcas Estuardo alcanzó su momento cumbre durante el reinado del hijo de Jacobo
I, Carlos I, un hombre sinceramente religioso y anglicano, pero no muy sabio y estable.
Desde el principio gozó de la amistad y el apoyo de uno de los hombres más notables
de la época, el arzobispo Guillermo Laud (1573–1645). Laud era un ferviente
anticalvinista y sostenedor de la posición romanista. El apoyo de Carlos a la política
del arzobispo de reforzar la unidad litúrgica y reprimir al calvinismo suscitó la
hostilidad del pueblo contra la monarquía y la Iglesia. Carlos quiso controlar al
Parlamento hasta que finalmente lo suprimió (desde 1629 a 1640). En 1642 estalló la
guerra civil; Carlos fue derrotado y Laud ejecutado por traición en 1645. El rey se
rehusó a un acuerdo con el Parlamento, que estaba bajo la influencia del
presbiterianismo, y fue ejecutado en 1649, transformándose Inglaterra en un
“commonwealth” (i.e., conjunto de naciones, mandatos, dominios, protectorados,
posesiones y colonias unidas por un lazo común con la Corona Británica, cuyo
soberano es el jefe de esta comunidad).
Los puritanos bajo el Commonwealth (1649–1653). Durante el período del
Commonwealth, Inglaterra no tuvo rey sino un “protector”, Oliverio Cromwell (1599–
1658), un congregacionalista o independiente que había conducido la caballería de las
fuerzas parlamentarias. Bajo su gobierno hubo un elevado grado de tolerancia
religiosa, y los reformadores más radicales tuvieron oportunidad de promover sus
ideas.
Durante este período, los protestantes ingleses estuvieron divididos en cuatro
grupos. (1) Anglicanos moderados, que querían asegurarse de que la Iglesia anglicana
siguiera siendo calvinista en teología y mantuviera un balance entre Biblia y tradición
en su liturgia. (2) Presbiterianos, que querían una iglesia oficial, pero gobernada como
en Escocia no por un obispo sino por juntas de ministros y ancianos, llamados
presbíteros. En el período de la guerra civil, la mayoría en el Parlamento era
presbiteriana. (3) Independientes, que creían que la Iglesia debía ser independiente del
gobierno y que cada congregación local debía ser libre para decidir por sí misma su
propia adoración y vida eclesiástica. Oliverio Cromwell era independiente. (4)
Separatistas, que sentían que la Iglesia de Inglaterra no era una Iglesia verdadera, sino
una “sinagoga de Satanás”. Sus creencias eran semejantes a la de los independientes,
pero eran menos tolerantes y no reconocían a otra Iglesia que la de ellos. Eran
conocidos también como “brownistas” por ser seguidores de Roberto Browne (1550–
1631), autor de un famoso folleto titulado “Un tratado de la Reforma sin esperar por
nadie”. Según él, la única Iglesia es un cuerpo local de creyentes en Cristo por
experiencia propia, unidos a él y los unos con los otros por un pacto voluntario. Por
compartir conceptos similares en materia de gobierno eclesiástico, los independientes
y los separatistas llegaron a ser conocidos como “congregacionalistas”.
Además de estos grupos principales, dentro del ejército de Cromwell hubo otros
grupos menores, como los Hombres de la Quinta Monarquía, que estaban de acuerdo
con las ideas extremistas de Tomás Muntzer y su mileniarismo. También aparecieron
grupos de mayor permanencia como los cuáqueros y los bautistas.
Los bautistas. El primer nombre asociado con el surgimiento de los bautistas es el
de Juan Smyth (1570–1612). No se sabe casi nada de su niñez y juventud, salvo que
estudió en Cambridge, que era un centro del puritanismo, donde se graduó en 1593.
Fue ordenado sacerdote de la Iglesia Anglicana en 1596 y en 1600 fue elegido
conferencista de Lincoln, siendo ya posiblemente puritano pues casi todos los
conferencistas de Lincoln lo eran. Fue despedido de su puesto porque en sus sermones
había atacado a ciudadanos distinguidos y luego no se sabe con certeza qué ocurrió con
él, hasta 1605 en que se puso en contacto con la iglesia congregacional. Esta iglesia se
dividió para evitar la persecución oficial al año siguiente, quedando un grupo bajo la
dirección de Smyth y el otro bajo Juan Robinson (1575–1625), el futuro líder de los
“Padres Peregrinos”, que arribaron a América del norte en 1620. En 1607 la
congregación de Smyth se trasladó a Amsterdam, porque allí había más tolerancia
religiosa, llegando a ser la segunda iglesia separatista en aquella ciudad. Allí, el
pequeño grupo tomó contacto con los menonitas, quienes influyeron sobre Smyth con
su arminianismo y la doctrina del bautismo de creyentes. Convencido de estas cosas,
Smyth se bautizó a sí mismo por aspersión en 1609 y luego al resto de su
congregación, y se organizó así la primera iglesia “bautista”. Pero hacia fines de ese
año, Smyth cambió de opinión debido a las severas críticas de otros separatistas y
pensó que debía hacerse menonita. La mayoría de los miembros de su iglesia estaban
de acuerdo con él, pero un grupo de once personas no, entre ellos Tomás Helwys
(1550–1616) y Juan Murton (m. 1625). Helwys no estaba de acuerdo con los
menonitas en tres cosas: su cristología, su concepto de la relación de la Iglesia y el
estado, y la idea de la sucesión apostólica.
Los bautistas generales. El grupo que seguía a Helwys regresó con él a Inglaterra
y en 1611 fundó la primera iglesia bautista en tierra inglesa. Smyth falleció
repentinamente en 1612 y sus seguidores fueron recibidos en la iglesia menonita en
1615. Helwys escribió un tratado dirigido a Jacobo I, titulado Una breve declaración
del misterio de iniquidad, en el que solicitaba al rey mayor libertad religiosa. Por su
posición anticalvinista fue encarcelado y murió en 1616. Murton se transformó,
entonces, en el líder del grupo. En los años que siguieron, el grupo mantuvo muchas
relaciones con el continente para lograr algún acuerdo doctrinal, pero sin resultados.
Murton fue también encarcelado y escribió muchos tratados desde la cárcel. Murió en
Londres hacia 1626, cuando ya había seis o siete iglesias bautistas. Hacia 1644 había
cuarenta y siete congregaciones, que se caracterizaban por ser arminianas en su
teología (Cristo murió por todos los seres humanos y no sólo por los escogidos), y en
razón de ello se los conoce como bautistas generales. Sostenían el bautismo de
creyentes por aspersión, lucharon denodadamente por la libertad religiosa para todos y
fueron agresivos evangelistas.
Tomás Helwys: “Que el Rey juzgue si no es lo más justo que los hombres
escojan por sí mismos su religión, velando que ellos estén sólo delante del
trono del juicio de Dios para responder por sí mismos … (Nosotros)
profesamos y enseñamos que en todas las cuestiones terrenales hay que
someterse al poder del rey; y en las cosas celestiales o espirituales, si el rey o
cualquier otro en autoridad bajo él ejerce su poder contra cualquiera, éstos
no deben resistir mediante guerra o medio alguno, aun si pudieran hacerlo,
sino más bien deben someter sus vidas como Cristo y sus discípulos
hicieron, y no obstante, guardar sus conciencias para Dios.”5
Los bautistas particulares. Los bautistas particulares tienen su origen en 1638. Un
grupo de separatistas o independientes se organizó en iglesia en 1611 bajo el pastorado
de Enrique Jacob (m. 1624), en Londres. Bajo los pastores que le sucedieron hubo
varios cismas, hasta 1638 en que dos de los grupos divididos se unieron bajo la
dirección de Juan Spilsbury. Estos bautistas rechazaban el bautismo de la Iglesia
Anglicana y aceptaban sólo el bautismo de creyentes. Este grupo constituyó la primera
iglesia bautista calvinista de Inglaterra, que luego recibió el nombre de “particular” por
su creencia en una expiación limitada (Cristo murió sólo por los elegidos). Para 1644
había unas siete congregaciones bautistas particulares, que en ese año publicaron una
confesión de fe en la que aceptaban el bautismo por inmersión (la Confesión de
Londres). Durante el reinado de Carlos I sufrieron mucho las persecuciones. Uno de
sus miembros más destacados fue Juan Bunyan (1628–1688), quien estando preso en
la cárcel de Bedford, escribió su famosa alegoría El progreso del Peregrino.
Juan Bunyan: “Fiel.—Esta señal debía usted [Locuacidad] ponerla la
primera; pero, primera o última, también es falsa, porque pueden muy bien
obtenerse conocimientos, y muchos, de los misterios del Evangelio, y con
todo no tener ninguna obra de la gracia en el alma. Aún más: puede un
hombre tener toda ciencia y, sin embargo, no ser nada, y, por consecuencia,
ni hijo de Dios. Cuando Cristo dijo: ‘¿sabéis todas estas cosas?’, y los
discípulos contestaron afirmativamente, les añadió: ‘Bienaveturados sois si
las hacéis’. No pone la bienaventuranza en saberlas, sino en hacerlas; porque
hay un conocimiento que no va acompañado de acción u obra: ‘el que
conoce la voluntad de su amo y no la hace …’ En verdad, el conocer es lo
que agrada a los habladores y jactanciosos; pero lo que agrada a Dios es el
hacer. Esto no quiere decir que el corazón puede ser bueno sin conocimiento,
porque sin él no vale nada el corazón. Hay, pues, conocimiento y
conocimiento: conocimiento que se queda en la mera especulación de las
cosas, y conocimiento que va acompañado de la gracia, de fe y amor, y que
hace al hombre practicar de corazón la voluntad de Dios. El primero de éstos
satisface al hablador; mas el verdadero cristiano sólo se satisface con el otro.
‘Dame entendimiento y guardaré tu ley, y la observaré de todo corazón’.”6
Desarrollo de los bautistas en Inglaterra. Ambos grupos bautistas (particulares y
generales) continuaron creciendo en Inglaterra entre 1644 y 1689. Fueron uno de los
grupos religiosos que integraron los ejércitos de Cromwell durante la guerra civil
(1644–1648) y ganaron así el respeto del pueblo inglés. Durante este período
aprendieron a organizarse mejor y comenzaron a crear asociaciones. Durante el
Protectorado de Cromwell, los bautistas crecieron mucho, pero hacia 1657 se
opusieron al Protector porque suprimió algunas libertades, transformándose cada vez
más en un dictador. Los bautistas consideraban que como gobernante había fracasado e
incluso algunos favorecían la instalación de una monarquía constitucional. Durante el
período de la Restauración monárquica (1660–1689), Carlos II prometió la tolerancia
religiosa, pero una vez en el trono desató la persecución más fuerte que hasta entonces
se había conocido. Sin embargo, en este período los bautistas crecieron todavía más.
Cuando subieron al trono inglés y de Escocia los protestantes Guillermo de Orange y
María (1689–1702), y se restauró la tolerancia, los bautistas comenzaron a decaer
perdiendo vigor y agresividad en su evangelización. Dentro de los bautistas generales
hubo una centralización de la autoridad en torno a las asociaciones de iglesias, que
estuvieron por sobre las iglesias locales. A principios del siglo XVIII surgió una
especie de escolasticismo bautista que en algunos casos llegó tan lejos como negar la
divinidad de Cristo. Los bautistas particulares pusieron más atención en la
consolidación de sus iglesias que en la evangelización y expansión. Su defecto
doctrinal fue el hiper-calvinismo, que sostenía que Dios hacía todo y por eso perdieron
el fervor evangelizador y se transformaron en meros defensores de la fe. Para 1750
ambos grupos necesitaban de un avivamiento, y gracias a Dios, este avivamiento vino.
Los cuáqueros. Uno de los movimientos más notables surgidos durante la Guerra
Civil inglesa fue el de los cuáqueros o Sociedad de los Amigos, que eran el grupo más
radical de todos ya que rechazaban todo lo externo e institucional en el cristianismo.
Los cuáqueros constituyeron un grupo relativamente pequeño,
Jorge Fox (1624–1691). Fue el fundador del movimiento cuáquero. Fox era un
zapatero místico que estaba convencido de que la vida cristiana no era otra cosa que fe
en Cristo y obediencia a la Luz Interior por la cual Cristo ilumina directamente el alma
del creyente. Todo lo demás era corrupción. Por esta razón, Fox no fundó una Iglesia,
sino que denominó a la organización integrada por sus seguidores como Sociedad de
los Amigos. En razón de esto rechazó el ministerio profesional y toda forma exterior
en la adoración, incluso los sacramentos. Se propuso sacar a los creyentes de los
templos, para él centros de idolatría, y llevarlos a lo que consideraba era la verdad.
Jorge Fox: “Ahora el Señor me ha mostrado, mientras estaba en la prisión
de Derby, que debo hablar en las casas con campanario [templos] y arrancar
a la gente de allí; y a veces venía a mi mente una preocupación acerca de los
púlpitos en los que los predicadores se recuestan. Porque las casas con
campanario y los púlpitos eran ofensivos para mi mente, debido a que los
ministros y el pueblo los llamaban casa de Dios y los idolatraban. Mientras
debían haber buscado que Dios y Cristo habitaran en sus corazones, y hacer
de sus cuerpos los templos de Dios, porque el Apóstol dijo: ‘Dios no habita
en templos hechos por manos humanas’, por causa de que el pueblo
idolatraba esos lugares, consideraron cosa atroz pronunciarse contra ellos.”7
Los cuáqueros tradicionalmente practicaron una sola forma de adoración: la
“reunión del silencio”. Rechazaron los nombres de los días de la semana (en inglés)
como paganos y llamaron al culto dominical “reunión del Primer Día”. Se
congregaban el día domingo por una hora para sentarse en silencio hasta que alguno
era “movido” a hablar, orar o cantar. Incluso las bodas se celebraban de esta manera.
Al terminar la hora de reunión, se paraban y se daban la mano en señal de saludo y
despedida, y de este modo el culto llegaba a su fin. Los cuáqueros no tienen pastor ni
usan agua, pan o vino en los sacramentos.
Fox se opuso a los juramentos, los títulos honoríficos y la guerra, y afirmó que
Dios ilumina a todos los seres humanos que son verdaderamente sus discípulos,
dándoles su mensaje y estimulándolos al servicio. Los cuáqueros (del inglés,
“tembladores”) recibieron este nombre por su manera de orar y testificar. Nunca han
sido un grupo numeroso, pero han sido siempre notables por su celo y práctica de la
acción social cristiana. Fueron los primeros en atacar la esclavitud, en promover la
reforma de las cárceles y en luchar por la paz mundial. Al igual que los anabautistas,
no juran ni hacen el servicio militar.
Los cuáqueros en Norteamérica. Su mejor hora fue durante el reinado de Carlos II
(1630–1685), quien le dio al cuáquero Guillermo Penn (1644–1718) un gran territorio
para colonizar en Norteamérica. Penn fundó, con familias cuáqueras, una colonia que
se llamó Pennsylvania (“Bosques de Penn”) y su capital fue Filadelfia (“la ciudad del
amor fraternal”), fundada en 1682. En Inglaterra, el Acta de Tolerancia de 1689 trajo
alivio a los cuáqueros, que hasta entonces habían sido severamente perseguidos y,
como a los demás disidentes, les concedió la libertad de cultos. En Norteamérica, la
relación de los cuáqueros con los indígenas fue tan buena como en Rhode Island con
Rogelio Williams. Al principio, la colonia en Pennsylvania no tuvo ejército y dio la
bienvenida a todos los que en Europa eran perseguidos por sus convicciones religiosas,
incluso muchos anabautistas.
Los metodistas. Hacia fines del siglo XVII la situación del cristianismo en
Inglaterra era, en general, deprimente, tanto en la Iglesia establecida como entre los
disidentes. Hacía falta un avivamiento y el mismo vino a partir de 1738, con el más
grande de todos los movimientos evangélicos, el avivamiento metodista. La figura
central de este despertar espiritual fue Juan Wesley (1703–1791), un graduado de
Oxford y ministro anglicano de la Alta Iglesia quien, fuertemente influido por los
moravos, introdujo el pietismo en el mundo de habla inglesa. Hijo de un clérigo
anglicano, Juan estaba estudiando en Oxford cuando se unió junto con su hermano
Carlos (1708–1788) a un grupo que se reunía para ejercicios devocionales y estudios
bíblicos. Este pequeño grupo era conocido como “Club Santo”. Más tarde sus
participantes recibieron el nombre de “metodistas”, por su método devocional.
“Metodista” fue un sobrenombre que los estudiantes de Oxford usaban para referirse al
Club Santo. Otro epíteto peyorativo fue el de Bible moths (polillas de la Biblia).
Wesley quería que el cristianismo fuese entendido como un “camino” o un “método”
de vida, que involucraba disciplina y organización.
En 1735 se unió al grupo Jorge Whitefield (1714–1770), que habría de ser el
predicador de habla inglesa de mayor influencia y poder en el siglo XVIII. Una grave
enfermedad le había llevado a una profunda experiencia espiritual y en 1736 fue
licenciado como predicador. Una de sus características era su disposición de predicar
en cualquier lugar, de una manera simple, pero enérgica.
En 1735, Juan y Carlos se embarcaron hacia América, para ir como misioneros a
Georgia. Viajaron junto con veintiséis misioneros moravos, que los impactaron por su
fervor religioso y su fe confiada. El trabajo misionero de los hermanos Wesley no duró
mucho. Carlos regresó a Inglaterra enfermo y disgustado en 1736, y Juan se quedó un
año más hasta que “se escapó”, como dice el informe oficial. Al regresar a Inglaterra
concurrió a una reunión de los moravos en la calle Aldersgate en Londres, donde
alguien estaba leyendo el prólogo de Lutero a su comentario de la Epístola a los
Romanos. Allí se convirtió el 24 de mayo de 1738.
Juan Wesley: “Como a las nueve menos cuarto, mientras escuchaba la
descripción del cambio que Dios opera en el corazón por la fe en Cristo,
sentí arder mi corazón de una manera extraña. Sentí que confiaba en Cristo y
en Cristo solamente, para mi salvación. Y recibí la seguridad de que él había
borrado mis pecados y que me salvaba a mí de la ‘ley del pecado y de la
muerte’. Me puse entonces a orar con todas mis fuerzas por aquellos que más
me habían perseguido y ultrajado. Después di testimonio público ante todos
los asistentes de lo que sentía por primera vez en mi corazón.”8
La importancia de esta experiencia es que Wesley ahora podía vivir lo que antes
apenas había entendido con su mente. Y esto es la clave para entender su pensamiento
y conducta posteriores. Continuó con un fuerte énfasis puritano y una inclinación
pietista en cuanto al carácter y la conducta cristianos, junto con un gran compromiso
social y entusiasmo en la expresión de la fe. Como indican Dillenberger y Welch,
“básicamente, el contenido de la nueva fe descubierta por Wesley era la experiencia
íntima de la presencia dinamizadora de Cristo.”9
Al año siguiente de su experiencia de “conversión”, Wesley aceptó a desgano
realizar reuniones evangelizadoras al aire libre, organizadas por Whitefield. Quedó
sorprendido por el éxito y decidió dedicar su vida a esa tarea, y así comenzó su
extraordinaria carrera predicando casi diariamente durante cincuenta años. Lo hizo
convencido de la necesidad de “predicar a tiempo y fuera de tiempo” el mensaje del
evangelio. “El mundo es mi parroquia,” decía él, “con esto quiero decir que en
cualquier parte de él en que me encuentre juzgo conveniente, correcto y como mi
obligado deber declarar a todos los que estén dispuestos a oír, las buenas nuevas de la
salvación.”10 Su predicación, al igual que la de Whitefield, frecuentemente provocaba
una gran excitación física en los oyentes, que lloraban, se desvanecían y tenían
convulsiones.
Desarrollo del metodismo. Juan Wesley dedicó su vida a tratar de revivir la
Iglesia de Inglaterra. Su ministerio fue paralelo al Gran Avivamiento en las colonias
inglesas de Norteamérica. Había sido impactado por un folleto de Jonatán Edwards
sobre el avivamiento en Northampton y por el ministerio de Whitefield quien fue el
predicador itinerante más famoso del Gran Avivamiento. En Inglaterra, Wesley pasó
su vida viajando, despertando a la gente al significado del evangelio para sus vidas y
llevando a los pies de Cristo a decenas de miles de personas. Wesley creía en la
necesidad de “crecer hacia la perfección” o hacia una vida de fe madura. Los
convertidos eran organizados en “clases” semanales y hacían un pacto de vivir bajo
una disciplina definida. En estas clases de discipulado se tomaba asistencia y se
examinaba a los miembros en cuanto a sus creencias y conducta. La admisión a la
clase era por medio de una boleta, que se podía retirar por indisciplina.
No obstante, hay dos diferencias importantes entre lo que ocurrió en Inglaterra y
el Gran Avivamiento en América. Por un lado, el avivamiento inglés estuvo
identificado permanentemente con Wesley mismo, quien fue mucho más prominente
en el mismo que lo que Edwards fue para el despertar en las colonias. Por otro lado, el
avivamiento wesleyano tuvo consecuencias sociales tan importantes como las
propiamente religiosas. El primer sermón de avivamiento de Wesley lo predicó a
mineros, y en general dirigió su mensaje especialmente a la clase obrera y los más
pobres. Después de Bélgica, Inglaterra fue el primer país europeo en industrializarse.
El cambio de una sociedad agrícola a una industrial fue drástico y creó una situación
de crisis social violenta y traumática. La nueva clase social creada por la Revolución
Industrial estaba compuesta por obreros carentes de todo derecho al voto y, en
consecuencia, de poder político. No había sindicatos obreros ni leyes laborales. En las
ciudades el hacinamiento era insoportable debido a la falta de viviendas, había serios
problemas de salud por la carencia de medidas sanitarias, y la educación de las masas
populares casi no existía. Cuando en el siglo XIX, pensadores como Karl Marx y
Friedrich Engels denunciaron los males de la explotación humana debidos al
capitalismo industrial, citaban la situación en ciudades como Manchester y
Birmingham. Este sistema imponía jornadas de trabajo de no menos de doce horas,
echaba mano de la mano de obra infantil, y hacia de la vida humana una experiencia
miserable y vacía, que terminaba en una muerte temprana.
Wesley se dio cuenta que los obreros no tenían Iglesia, porque la Iglesia de
Inglaterra estaba organizada en parroquias que habían estado ligadas a los pequeños
centros de población de la época feudal y agrícola. Con la Revolución Industrial, las
grandes masas se movieron de los contextos rurales para trabajar en las nuevas
fábricas, que estaban ubicadas cerca de las fuentes de materia prima y de energía
(minas de hierro y carbón). En torno a estos centros industriales se levantaron
comunidades urbanas nuevas y de gran crecimiento, pero sin iglesias.
Este fue el trasfondo político, económico y social del avivamiento wesleyano.
Wesley fue el maestro que le enseñó a la nueva clase obrera inglesa cómo vivir y para
qué vivir. Su propósito inmediato fue traer de vuelta a la fe cristiana a la clase obrera
alienada del ministerio de la Iglesia de Inglaterra, pero los resultados fueron mucho
más amplios. Wesley comenzó un verdadero movimiento social que incluyó a un
grupo de creyentes que llegó a ser conocido como “evangélicos” y que pertenecían a la
baja Iglesia dentro de la Iglesia Anglicana. Estos cristianos se involucraron en el
trabajo por la reforma de las cárceles, leyes laborales justas, un Parlamento más
representativo y popular, el fin del comercio esclavista en todo el mundo y leyes más
humanas. Esta “misión doméstica” que alentó el wesleyanismo tuvo tanto éxito que, de
todos los partidos socialistas, laboristas u obreros de Europa, el inglés fue el único que
no asumió una posición anticristiana o antirreligiosa.
Wesley tenía dotes de organizador, sin embargo, no quería romper con la Iglesia
de Inglaterra fundando una nueva Iglesia. En razón de esto, sólo fundó “sociedades”
religiosas dentro de la Iglesia establecida, con una gran participación de laicos. De esta
manera, la creación del metodismo fue gradual. La primera sociedad metodista fue
fundada en Bristol en 1739. En 1740, Wesley y algunos integrantes de una sociedad
morava de Londres, fundaron una “sociedad unida”, puramente metodista. Wesley
continuó sus relaciones amistosas con los moravos, pero desde entonces ambos
movimientos fueron independientes el uno del otro. En 1744 se reunieron en Londres
los predicadores metodistas en lo que fue la primera Conferencia Anual.
Controversias y organización. Si bien Wesley se mantuvo dentro de la tradición
doctrinal evangélica y sus “sociedades” eran parte de la Iglesia de Inglaterra, dos
cuestiones llevaron a una considerable controversia. Una tenía que ver con la
perfección. Wesley creía posible que el cristiano llegara a ser dominado por motivos
correctos, como son el amor a Dios y al prójimo, y que al llegar a esa condición
quedaría totalmente libre del pecado. Pero para él, esto era más una meta que un
resultado. La segunda controversia estuvo relacionada con la predestinación. Wesley
era arminiano y anticalvinista; Whitefield, por el contrario, era calvinista. Entre 1740 y
1741 intercambiaron cartas severas que no llegaron a mellar sus buenas relaciones
personales. No obstante, estas discusiones confirmaron el carácter arminiano del
metodismo wesleyano.
Wesley necesitaba colaboradores para atender a las miles de personas que
aceptaban su mensaje y se integraban a sus clases. Fue así que comenzó a nombrar
como predicadores a líderes no ordenados, que viajaban, predicaban y visitaban las
clases que se establecían por todas partes. Wesley veía su obra como la administración
de una sociedad misionera doméstica. Pero las autoridades anglicanas no lo veían del
mismo modo. Para ellos las conferencias anuales de los predicadores de Wesley se
parecían demasiado a las reuniones de un sínodo eclesiástico o de una diócesis. Estas
sospechas se incrementaron cuando los dos superintendentes que Wesley nombró para
atender a los grupos organizados en Norteamérica prefirieron llamarse obispos. Wesley
fue censurado por la Iglesia de Inglaterra por nombrar y ordenar predicadores sin ser él
mismo un obispo de la Iglesia. La realidad es que en 1795, cuatro años después de su
muerte, los metodistas ingleses se organizaron como denominación.
Crecimiento. En 1784, Wesley ordenó por primera vez predicadores metodistas
para atender a las necesidades pastorales del movimiento en América del norte, y de
este modo comenzó a tomar forma el metodismo como denominación. Hacia fines de
ese año, los nuevos ministros consagrados por Wesley realizaron una Conferencia
Anual en la cual se constituyó la Iglesia Metodista Episcopal en América.
Los resultados del metodismo en Inglaterra y América del norte fueron
extraordinarios. El movimiento fue generador de sociedades misioneras, bíblicas, de
tratados y evangelizadoras, y con todo ello benefició no sólo a otros grupos
evangélicos, sino que incentivó el proceso del Gran Avivamiento del siglo XVIII.
Wesley murió en Londres en 1791, pero su obra revolucionó enormemente la
situación religiosa de Inglaterra y afectó aún más el crecimiento del testimonio
evangélico en América del norte. Pero es necesario destacar, de igual modo, que las
consecuencias sociales del avivamiento wesleyano fueron tan importantes como las
religiosas. Wesley dirigió su mensaje conmovedor a las masas obreras que estaban
incorporadas al proceso violento y crítico de la Revolución Industrial. La nueva clase
obrera no tenía Iglesia y Wesley les enseñó cómo vivir y por qué vivir. Su propósito
inmediato fue atraer a la fe cristiana a esa clase social postergada, pero los efectos
fueron más amplios porque comenzó un movimiento religioso y social que fue
conocido como el movimiento “evangélico”, generador de una nueva manera de
concebir la fe cristiana y de interpretar la sociedad. Los “evangélicos” trabajaron
incansablemente por la reforma de las cárceles, las leyes de protección del trabajador,
un Parlamento más representativo, el fin del comercio esclavista en todo el mundo, y,
sobre todas las cosas, un concepto experimental y dramático de la conversión cristiana.
Si bien el metodismo puede ser considerado como una denominación puritana
tardía, es distintivo en su forma de gobierno notablemente fuerte y centralizada. La
Iglesia Metodista fue antes que nada una sociedad misionera y sus ministros fueron
predicadores viajeros, conocidos como circuit riders (jinetes de circuitos). Estos
predicadores debían completa obediencia al superintendente del distrito y al obispo, y
eran movidos de lugar en lugar. No servían a una parroquia sino que “recorrían un
circuito”. Muchos creían que era necesario no casarse y algunos trabajaron hasta el
agotamiento y la muerte temprana. Los obispos metodistas eran considerados como el
grupo más poderoso de oficiales eclesiásticos en el mundo protestante.
El protestantismo en Norteamérica
Fue con la expansión imperialista de Inglaterra que se dieron juntos los
movimientos de colonización y de reforma. El resultado fue el surgimiento de las
denominaciones protestantes americanas, que fueron los focos más importantes de la
influencia protestante durante los siglos XIX y XX en todo el planeta, a través del
movimiento de las misiones modernas.
Colonización y avivamiento. La colonización inglesa fue una empresa privada y
esto permitió a estas Iglesias un desarrollo independiente de la Iglesia de Inglaterra y la
corona inglesa. La mayoría de los puritanos ingleses eran de clase media, ansiosos de
aprovechar nuevas oportunidades e inquietos bajo la Iglesia y el gobierno de los reyes
Estuardo, que eran católicos. Este mismo sector de la sociedad inglesa fue el que lideró
la rebelión del Parlamento contra Carlos I y que aspiraba a una mayor libertad para el
ejercicio de su fe religiosa. Por eso, buscaron en América del norte la oportunidad de
desarrollar su fe con mayor libertad y mejorar su situación económica. Al intentar una
nueva vida en el Nuevo Mundo, estos separatistas y disidentes ingleses lo hacían
motivados por razones políticas, económicas, sociales y religiosas. La mayoría de los
colonos que se establecieron en las colonias americanas, salvo en Maryland (que fue
católica), eran puritanos de un tipo u otro.
Las primeras colonias inglesas permanentes en suelo americano representaban los
puntos extremos de las diferencias dentro del puritanismo. La Colonia de Virginia era
oficialmente anglicana, mientras que la de Plymouth, en Massachusetts, era separatista.
No obstante, eran más parecidas en su puritanismo que diferentes en su manera de
entender el gobierno eclesiástico.
La Colonia de Virginia. La Compañía de Virginia se formó en 1606 por iniciativa
de destacados terratenientes puritanos, con el propósito de crear una colonia comercial
y agrícola, dedicada especialmente al cultivo del tabaco. Los colonos llegaron en 1607,
pero tuvieron grandes dificultades para establecerse y muchos murieron, incluso un
pastor. En 1610, llegaron nuevos inmigrantes y otro pastor. Desde su fundación se la
concibió como una comunidad cristiana, más parecida a la Ginebra de Calvino que a
una comunidad inglesa. Los integrantes de la colonia tenían que cumplir con ciertos
deberes religiosos de manera obligatoria. Se requería ser miembro de la Iglesia para
formar parte de la colonia, había que ir al templo dos veces por día a orar, regía la pena
de muerte para quien maldijera a Dios y se apartaba una porción de tierra cultivable
para el sostén de la Iglesia y su ministro. Oficialmente la colonia era anglicana, pero
toleraba todas las formas de puritanismo. En 1610, sólo quedaban con vida unos cien
colonos de los setecientos setenta y cinco colonos originales. La colonia no era
atractiva para los separatistas.
La Colonia de Plymouth. Se fundó también por iniciativa de la Compañía de
Virginia, que invitó a un grupo de separatistas que en 1608 habían huido a los Países
Bajos de la persecución de Jacobo I, quien intentaba establecer la uniformidad
religiosa en su reino. La experiencia de estos separatistas bajo el régimen más tolerante
de los Países Bajos hizo que moderaran su rechazo radical de la Iglesia establecida en
Inglaterra. Así fue como aceptaron los Siete Artículos que la Compañía de Virginia
requería como condición para colonizar bajo su cobertura. Entre otras cosas, estos
Artículos reconocían la legitimidad de la Iglesia de Inglaterra. Un tercio de estos
colonos viajaron en un pequeño barco, el Mayflower, que por error desembarcó a sus
noventa y nueve pasajeros no en Virginia como era su destino, sino más al norte, en
Plymouth, el 21 de diciembre de 1620, en pleno invierno. Para la primavera, la mitad
de colonos había muerto y sólo sobrevivieron tres mujeres casadas.
A pesar de estos problemas, la colonia pudo practicar los principios separatistas
sin interferencia. Se formaba una congregación allí donde se reuniera un grupo de
creyentes que estaban dispuestos a comprometerse con un pacto o acuerdo común, que
establecía la doctrina (calvinista), la forma de adoración, el gobierno eclesiástico y la
disciplina. Cada congregación era completamente independiente de las demás. Todo
nuevo colono que llegara a la colonia debía aceptar los principios establecidos en el
pacto y convencer a la congregación de que era una persona convertida. Políticamente,
la colonia era independiente de la corona inglesa. La cédula real por la que la tierra que
ocupaba la colonia había sido cedida a la Compañía de Virginia, finalmente fue
transferida a la colonia misma. La colonia era gobernada en base a un acuerdo,
conocido como el “Pacto del Mayflower”, que todos los Padres Peregrinos tuvieron
que firmar antes de desembarcar.
La Colonia de la Bahía de Massachussets. Fue la colonia más grande y la más
influyente de todas. Estaba ubicada al sur de Plymouth, en lo que ahora es Boston. Fue
fundada en 1630 por celosos puritanos, que compartían muchas de las convicciones de
los separatistas de Plymouth, pero pertenecían a una clase social superior, ya que
muchos eran de familias inglesas terratenientes y en general, tenían mejor educación.
Muchos colonos y todos sus pastores eran graduados de la Universidad de Cambridge,
por eso pronto crearon una imprenta y en 1636 fundaron la Escuela de Harvard para la
preparación de pastores. El puritanismo en Massachusetts era muy estricto. Los
colonos debían ser miembros activos de la Iglesia, aceptar su disciplina y concurrir a
los cultos. Sólo los miembros activos de la Iglesia tenían derecho a votar en las
elecciones de la colonia, y esto no era fácil. No era suficiente formar parte del pacto y
vivir una vida óptima a juicio de los ancianos de la congregación, sino que el candidato
a ser miembro de la Iglesia y la colonia debía pararse en el culto y dar testimonio de su
experiencia personal de fe. Debía hacerlo de modo de convencer a los miembros de la
Iglesia que realmente se había arrepentido de sus pecados y había experimentado la
gracia de Dios. Más tarde, sólo un diez por cierto de los que asistían a los cultos eran
miembros activos de la Iglesia, pero sólo estos últimos podían recibir la Cena del
Señor y eran miembros plenos de la Iglesia y ciudadanos del Estado. Así, de ser una
corporación comercial, la colonia se transformó en una comunidad que se
autogobernaba sobre una base religiosa. Si bien en la cédula de autorización de la
colonia no se decía nada de esta transformación, sus líderes la justificaban diciendo
que estaban haciendo la voluntad de Dios.
Las Colonias de Connecticut y New Haven. Una de las doctrinas básicas del
protestantismo ha sido la de la interpretación privada de las Escrituras y la libertad de
conciencia, lo que ha resultado en la multiplicación de los grupos religiosos. Desde un
comienzo en Massachusetts hubo muchas controversias religiosas. La migración
puritana de 1630–1642 trajo sesenta y cinco nuevos ministros, y la colonia pronto tuvo
demasiados líderes religiosos. Por otro lado, todos los colonos querían quedarse sobre
la costa o sobre los ríos navegables, produciendo un atestamiento de gente en las
poblaciones de Nueva Inglaterra. El resultado de los dos factores señalados fue que se
fundaron varias colonias como ramificaciones de la Colonia de la Bahía de
Massachusetts. Connecticut, una de ellas, se organizó cuando unos cincuenta colonos
de Massachusetts emigraron a este lugar en 1635, y un año más tarde los siguieron
otros contingentes. New Haven fue establecida por puritanos de Londres que deseaban
establecer un puesto de comercio en América del norte. Se establecieron allí en 1638,
pero nunca lograron desarrollar una colonia sólida, hasta que finalmente fueron
absorbidos por Connecticut, en 1664.
La Colonia de Rhode Island. Fue la más radical e interesante de todas las
ramificaciones de Massachusetts. La figura descollante en su fundación fue Rogelio
Williams (1603–1683), un separatista extremo, de una familia inglesa de clase media
culta, que se había graduado en Cambridge. Arribó a Massachusetts en 1613, donde
llegó a ser un hacendado, miembro de la Iglesia y pastor. Williams había servido como
pastor primero en Plymouth y luego en Salem (Massachussets), hasta que comenzó a
tener dudas en cuanto a cómo se hacían las cosas en la colonia. Desafió la validez de la
cédula de la colonia y el derecho a adueñarse de las tierras de los indígenas por simple
concesión de la corona. Según él, la colonia había actuado ilegal e inmoralmente al
adueñarse de la tierra de los nativos, y por eso debía abandonar su célula.
Además, estaba en favor no sólo de la “tolerancia” religiosa, sino de la “igualdad”
religiosa. Creía que ninguna Iglesia debía ser establecida oficialmente por el gobierno,
sino que cada una debía atender sus asuntos sin asistencia o interferencia del Estado.
Una vez que rompió con su congregación en Salem, Williams fue expulsado de la
colonia de Massachusetts en 1635. Después de pasar el invierno en el bosque, se
dirigió más hacia el sur y se estableció en Providence, Rhode Island. Aquí formó una
nueva colonia en base a los principios de plena libertad religiosa y trato cordial con los
indígenas. Durante la Guerra Civil inglesa regresó a Inglaterra, y en 1644 el
Parlamento le concedió una cédula para la nueva colonia, que recibió a los disidentes
de todo tipo. Williams gustaba de los debates teológicos y terminó su vida como un
“seeker” (buscador), alguien que creía que la verdadera Iglesia todavía no se había
revelado. Williams escribió al pueblo de Providencia una petición, que ilustra el
espíritu de este hombre.
Rogelio Williams: “Mi deseo es, que después de un debate amistoso de los
particulares, todo hombre pueda sentarse y descansar en paz con la sentencia
final y la determinación del pueblo, porque toda la experiencia nos dice que
la paz y el amor público es mejor que la abundancia de maíz y de ganado,
etc. Tengo una sola moción y petición, que encarecidamente oro para que el
pueblo atesore en el corazón, como siempre han buscado por la bendición de
Dios sobre el pueblo, sobre sus familias, sobre su maíz y ganado, y sus hijos
después de ustedes; es ésta, que después que ustedes mismos hayan superado
el libro negro de alguna opresión del alma, no demuelan el puente después
de ustedes, sin dejar siquiera una porción pequeña para las almas angustiadas
que puedan venir después de ustedes.”11
El puritanismo en Nueva Inglaterra. Rogelio Williams no fue el único en ser
expulsado de la colonia de Massachussets por motivos religiosos. El segundo caso fue
el de una mujer, que terminó sufriendo un final trágico. Ana Hutchinson (1591–1643)
era cuñada de uno de los pastores de Boston, que llegó a la colonia en 1634. Sus
problemas habrían sido menores de haber existido una actitud menos prejuiciosa y
hostil hacia una mujer, cuyo mayor pecado fue el de ser una excelente teóloga.
Hutchinson organizó un grupo de discusión teológica para mujeres, que se reunía en su
casa los domingos después del culto. En estas reuniones desarrolló un concepto
teológico, que más tarde fue conocido como antinomianismo. El vocablo viene del
griego anti (contra) y nomos (ley), y fue usado por primera vez contra algunos
luteranos que creían que los que habían sido justificados por la fe ya no necesitaban
prestar ninguna atención a la ley moral, sino que directamente eran gobernados por el
Espíritu de Cristo.
Ana Hutchinson pensaba que los pastores de Boston enseñaban que la salvación
venía por guardar una especie de contrato con Dios (pacto), en el que no quedaba
ningún lugar para la fe, la gracia de Dios o la obra del Espíritu Santo. Bastaba que la
persona orara, repitiera y creyera el Credo, asistiera a la Iglesia y llevara una vida
moral intachable para que tuviera garantizada su salvación. Según Hutchinson, estos
conceptos negaban el significado de la justificación, tan como la doctrina había sido
enseñada por Lutero y Calvino. En definitiva, los pastores de Boston estaban
enseñando que las personas se salvaban por sus buenas obras religiosas y por su buena
conducta.
De este modo, Hutchinson había planteado un problema serio y fundamental en la
teología que se estaba desarrollando entre los puritanos en el Nuevo Mundo. Por un
lado, estos teólogos basaban su teología sobre la justificación según la habían
enseñado los grandes reformadores, pero por otro lado ponían mucho énfasis sobre la
obediencia, la conducta y la calidad de vida de los creyentes. Por cierto, esto dio lugar
a la hipocresía, el cinismo, una religiosidad formal y vacía en lugar de una auténtica
experiencia de fe, y otros males. Según la conocida tesis del sociólogo alemán Max
Weber, fue este tipo de teología el que, secularizado, llevó al desarrollo del capitalismo
moderno.12
La denuncia de Ana Hutchinson fue tan grave que no se le permitió continuar en
el debate. En 1637 se reunió un sínodo para evaluar sus ideas y enseñanzas. Al
principio su cuñado la defendió, pero la presión fue tan grande que se vio forzado a
cambiar de bando. Hutchinson terminó siendo expulsada de la colonia, y después de
muchos padecimientos, ella y sus hijos fueron asesinados por los indígenas locales en
lo que hoy es Nueva York, en 1643. Los problemas que esta teóloga pionera
norteamericana planteó siguen todavía discutiéndose con una vigencia que llama la
atención.
Los colonos en Nueva Inglaterra (el tercio norte de las colonias inglesas
americanas) estaban informados de lo que ocurría en Inglaterra. El Parlamento había
formado una comisión de teología para revisar los Treinta y Nueve Artículos y en 1643
completaron la Confesión de Fe de Westminster. Si bien esta confesión representaba
una fe calvinista, su teología expresaba un espíritu puritano, con una fe un poco más
viva y dinámica.
J. Dillenberger y C. Welch: “La Confesión de Westminster, que durante
mucho tiempo informó el pensamiento presbiteriano y es aceptada aún en
grandes sectores de la iglesia presbiteriana, es una declaración concisa y
formal de puntos que deben ser aceptados. Como ejemplo de claridad y
precisión teológica en materia de confesiones, es una obra maestra. Sin
embargo, es un documento puritano curiosamente desprovisto de la vitalidad
usual en el puritanismo. Tal vez esto fuera inevitable dada la índole de la
redacción, tipo credo, que la caracteriza. Como toda formulación semejante,
sufre cuando la fe que hay detrás de ella no es evidente para aquellos que la
leen. En este caso, el daño es particularmente visible, puesto que la teología
del puritanismo, aparte de su base experiencial, es especialmente difícil. A la
Confesión de Westminster, más que a cualquier otra cosa, hay que atribuir
las posteriores reacciones negativas hacia el calvinismo.”13
Desde 1646 a 1648, se realizó un Sínodo en Cambridge (Massachusetts), que
adoptó la Confesión de Westminster, pero con ciertos cambios, especialmente en
aquellas partes en que se establecía el presbiterianismo como sistema de gobierno
eclesiástico. El nuevo documento, conocido como Plataforma de Cambridge, contenía
lo que llegó a ser una expresión modelo del concepto congregacional de gobierno
eclesiástico. Los pastores tenían autoridad sólo en la congregación que los llamaba y
no participaban en el gobierno de otras iglesias, como ocurría en el sistema
presbiteriano, y eran ordenados por la Iglesia que los llamaba. Cada Iglesia era
independiente, pero tenían sínodos de consulta sobre problemas teológicos,
eclesiológicos y de disciplina, pero las decisiones del sínodo no eran obligatorias. La
liturgia de los puritanos en Nueva Inglaterra era más simple que la de las iglesias
reformadas en Europa. Consistía en largas oraciones del pastor, lectura bíblica, canto
de salmos rimados sin un tono establecido (cada uno entonaba como quería), y el
sermón, que era el centro del culto y duraba una o dos horas. El predicador explicaba
el texto, luego lo desarrollaba doctrinalmente y terminaba con una aplicación
relacionada con los problemas reales y presentes de la congregación.
El Gran Avivamiento (1740–1744). Los teólogos de Nueva Inglaterra llegaron a
ser conocidos en todo el mundo protestante de sus días, pero el más grande de todos no
nació hasta el siglo XVIII. Su nombre fue Jonatán Edwards (1703–1758) nacido en
Connecticut y educado en la Escuela de Yale. Sucedió a su abuelo como pastor en
Northampton en 1729 y pronto fue reconocido como un pensador cristiano
extraordinario. Edwards descubrió que su predicación sobre la justicia de Dios y sus
demandas sobre la vida humana eran un poderoso instrumento para llevar a la gente a
la conversión, al estilo puritano. Los puritanos creían que todo cristiano verdadero
tenía que tener una experiencia real de conversión y todo predicador esperaba una
“cosecha” (harvest) o una manifestación de arrepentimiento masivo como resultado de
su prédica en su congregación. El abuelo de Edwards había alcanzado cierta notoriedad
por varias y grandes “cosechas” en Northampton. Jonatán continuó con la misma
modalidad y la incrementó.
En 1734 comenzó un avivamiento en su iglesia, que duró más de un año. Edwards
escribió acerca de la experiencia vivida en un panfleto, que fue leído en todas las
colonias inglesas y en Inglaterra, y esto provocó un avivamiento generalizado. Este
evento, conocido como el Gran Avivamiento, alcanzó su punto máximo entre 1740 y
1744. Estuvo acompañado de una serie de fenómenos dramáticos, como desmayos,
alucinaciones, gritos, ataques mentales, suicidios, colapsos y graves crisis emotivas.
Algunas iglesias se opusieron al movimiento, pero otras lo apoyaron. Edwards discutió
el movimiento en una serie de obras teológicas. En una de ellas, titulada Afectos
religiosos, declara que la religión tiene que ver con toda la vida, incluso con el cuerpo,
por eso, si no adoramos con las emociones y el cuerpo no estamos adorando. La
predicación y la teología deben apelar tanto a las emociones y al cuerpo como a la
mente. La conversión significa una nueva creación, según Edwards, en la que cambia
la vida total del que se convierte, quien llega a comprender que lo bueno y lo correcto
es Dios mismo. Además, la línea entre creyente e incrédulo debe estar bien marcada.
Sólo aquellos que han experimentado el amor transformador de Dios en forma
concreta pueden realmente estar en el “Pacto”. Según esta enseñanza, sólo los que
están verdaderamente convertidos y cuyas vidas han sido totalmente cambiadas pueden
ser miembros de la Iglesia.
Jonatán Edwards: “Recibimos todo del poder de Dios. Se habla
frecuentemente de la redención del ser humano como una obra de poder
maravilloso así como de gracia. El gran poder de Dios aparece al traer al
pecador de su baja condición, de las profundidades del pecado y la miseria, a
tal estado exaltado de santidad y felicidad … Nosotros dependemos del
poder de Dios a través de cada paso de nuestra redención. Dependemos del
poder de Dios para que nos convierta, y nos de fe en Jesucristo y la nueva
naturaleza. Es una obra de creación … Es por el poder de Dios también que
somos preservados en un estado de gracia … Los seres humanos somos
dependientes del poder de Dios, para cada ejercicio de la gracia, y para llevar
a cabo la obra de gracia en el corazón, para el sometimiento del pecado y la
corrupción, y el incremento de principios santos, y ser capaces de producir
fruto de buenas obras, y al final llevar la gracia a su perfección …”14
El protestantismo colonial
Con el desarrollo del poderío naval y comercial de las potencias protestantes
(Inglaterra, Países Bajos, Dinamarca), el protestantismo encontró oportunidades de
expansión a ultramar. A medida que estas potencias iban incursionando en los océanos
del mundo, desplazando a los españoles y portugueses del control de las rutas navieras,
descubriendo, explorando y sometiendo a su dominio nuevos territorios, agentes
protestantes fueron llevando su evangelio hasta lejanos territorios hasta entonces no
alcanzados. Este protestantismo, llevado de la mano de la expansión imperialista
comercial de las nuevas naciones dominantes, exportó la cosmovisión y cultura de las
metrópolis. Las iglesias que se plantaron fueron copia de las iglesias metropolitanas,
sin mayor preocupación por hacer una adaptación cultural. Los objetivos de
cristianización y civilización se superpusieron sobre el de una evangelización
auténtica.
Tan pronto como lograron independizarse del dominio español, los holandeses
salieron al mar en procura del establecimiento de puntos de comercio especialmente en
lugares que habían estado bajo control portugués (Brasil, Indonesia, Ceilán, Molucas).
Así, las Indias Orientales (Indonesia) pasaron del dominio portugués al control de los
holandeses. A cambio del monopolio de la navegación y el comercio desde el cabo de
Buena Esperanza hasta el estrecho de Magallanes, la Compañía Holandesa de las
Indias Orientales debía cumplir funciones de gobierno para la corona holandesa. Las
responsabilidades incluían ciertos deberes “espirituales” como proveer de pastores y
organizar iglesias para los navegantes y colonos holandeses. La segunda carta de la
Compañía Unida de las Indias Orientales requería cuidar de la Iglesia y oponerse y
eliminar todas las formas de idolatría y religiones falsas, destruir “el reino del
Anticristo” y promover el reino de Jesús. El reino del Anticristo no era otro que la
Iglesia Católica Romana. Por eso, unos treinta mil católicos que habían sobrevivido la
persecución musulmana en las Molucas fueron forzados a hacerse protestantes.
Bajo los términos de la carta orgánica de la Compañía Unida de las Indias
Orientales se establecieron iglesias protestantes en India, que eran consideradas como
“iglesias de la Compañía”. Todos los empleados debían ser miembros, y entre 1602 y
1799 (cuando se disolvió la Compañía) se prepararon y enviaron unos doscientos
cincuenta y cuatro pastores y ochocientos visitadores de enfermos (capellanes). Los
primeros pastores llegaron a Quebon en las Molucas en 1612, y a Kupang en Timor en
1670. Para cuando la Compañía llegó a su disolución había dieciocho congregaciones
protestantes (calvinistas) en Indonesia. Toda la Iglesia de las Indias Orientales era
dirigida por una sola junta en Batavia (Yakarta). El gobernador general de las Indias
Orientales era el presidente de la Iglesia y dos comisionados políticos debían estar
presentes en cada reunión. Toda correspondencia debía ser leída y aprobada por el
gobernador general antes de ser pasada a las autoridades de la Iglesia Reformada en
Holanda. Esta suerte de “patronato protestante” continuó así hasta 1935. Hubo cultos
en malayo o indonesio desde temprano, pero los indonesios no gozaban del mismo
estatus que los holandeses. La Iglesia era una copia fiel de la Iglesia en Holanda. Se
pagaba a los que eran bautizados, a los gobiernos locales y al pastor que bautizaba. El
Nuevo Testamento se publicó en malayo en 1668 y la Biblia en 1733.
Problema mayor en todo este período fue la falta de pastores. Esto dio a la Iglesia
en Indonesia un carácter muy especial. La mayoría de los pastores estaban radicados
en Yakarta. Una congregación a ciento sesenta kilómetros de Yakarta fue visitada por
un pastor sólo tres veces en cincuenta años. Los cultos eran dirigidos por “maestros
congregacionales” locales, que usaban oraciones impresas y leían sermones impresos.
Los resultados de estas labores de evangelización hechas a medias fueron que la
mayoría de los bautizados nunca fueron miembros plenos de la Iglesia y muchos
cristianos no estaban legalmente casados, porque no había pastores para llevar a cabo
ritos como la confirmación y el matrimonio. En 1705 en la isla de Sanghir, de tres mil
trescientos bautizados, nadie estaba confirmado. El pastor holandés que servía allí no
predicaba porque pensaba que esto era una pérdida de tiempo. Sólo un pastor
indonesio ordenado trabajó en Indonesia durante los doscientos años que operó la
Compañía. En 1727 había en Indonesia unos cincuenta y cinco mil bautizados, mil
doscientos de ellos eran miembros plenos de la Iglesia y había unos ciento veinte
obreros indonesios no ordenados.
Justo L. González: “Quizá lo más importante en esta expansión colonial por
parte de Holanda fue el hecho de que comenzó a aparecer en ese país un
verdadero interés misionero, tal como se ve en la obra de Justus Heurnius,
De legatione evangelica ad Indos capessenda admonitio. Esta obra pronto
fue seguida por otras de diversos escritores holandeses en las que se ve la
influencia del contacto con el Lejano Oriente y América. Este nuevo interés
daría frutos en el siglo XIX, con el gran despertar misionero protestante.”15
De todas las potencias europeas protestantes, Inglaterra fue la que más expandió
sus dominios coloniales, gracias a su posición de victoria después de la derrota de la
Armada Invencible (1588) y el desarrollo de una flota poderosa. Sus naves llegaron
especialmente a América del norte donde, como hemos visto, fundaron diversas
colonias. En general, los ingleses consideraban como uno de los propósitos explícitos
de su aventura comercial la propagación de la fe cristiana. Cuando Sir Walter Raleigh
(1552–1618) estableció la colonia de Virginia, inmediatamente comenzó el contacto
evangelizador con los indígenas. En 1587 fue bautizado quien con toda probabilidad
fue el primer indígena americano convertido al protestantismo. El misionero más
destacado en esta colonia fue Alexander Whitaker, quien se dedicó a predicar el
evangelio y a instruir a los indígenas de la región, entre ellos a la famosa Pocahontas.
Como indicación del interés misionero de los primeros colonizadores ingleses en
América del norte está el hecho de que la Universidad de Harvard, fundada en 1650,
contaba entre sus propósitos “la educación de los jóvenes ingleses e indígenas del país
en el conocimiento y la piedad”.16 Así, pues, desde los comienzos de la colonización
británica en América hubo un interés auténtico por la conversión de los indígenas, si
bien no fue tanto de la Iglesia en su totalidad como de grupos de cristianos
individuales, que de alguna manera se organizaban para llevar a cabo la obra
misionera. En el Caribe, Honduras y Mosquitia, donde los británicos también
desarrollaron colonias, los esfuerzos evangelizadores estuvieron dirigidos mayormente
a la población africana, que ellos mismos habían importado como esclavos.
Justo L. González: “En términos generales, la colonización británica en
América dio origen a comunidades cristianas de inmigrantes tanto europeos
como africanos, pero en sus territorios la población indígena tendió a
desaparecer en mucho mayor grado que en los colonizados por los españoles.
Esto parece deberse en parte a que en los territorios británicos la población
india fue siempre más escasa, a que su carácter seminómada hacía que
sufrieran mucho más al perder grandes extensiones de terreno, y a que la
Iglesia no tenía para detener los abusos de los blancos el mismo poder con
que contaba la Iglesia Católica, apoyada por la corona española.”17
Racionalismo
Los seguidores del racionalismo aceptaban la doctrina filosófica que se oponía a
la revelación y pretendía explicarlo todo por medio de la razón. Consideraban que el
conocimiento más seguro era el conocimiento matemático. La verdad consistía en
principios que eran autoevidentes—cosas que todo el mundo conocía por sí mismo en
forma natural y que estaban organizadas en un sistema lógico. El modelo adoptado era
el de la geometría. El racionalismo fue muy popular, especialmente en Europa
continental. Los pensadores cristianos que querían unir fe y razón en los siglos XVII y
XVIII se volcaron a ese racionalismo de Europa continental, y lo hicieron de tres
maneras: (1) defendiendo la ortodoxia cristiana con argumentos racionalistas; (2)
rehaciendo la teología cristiana para adecuarla a la filosofía racionalista; y (3)
reemplazando el cristianismo por una religión universal filosófica.
Uno de los representantes más conspicuos del primer grupo fue Guillermo Paley
(1743–1805). En 1794 publicó su obra Evidencias del cristianismo, con el propósito de
hacer una presentación racionalista de la fe cristiana. Paley construyó un argumento
que se hizo famoso, para probar la creación divina del mundo. Su ilustración señala
que si alguien encuentra un reloj en una playa, concluye que en alguna parte hay un
relojero, es decir, una mente inteligente que lo diseñó y construyó. De esta manera,
según él, el orden de la creación prueba la existencia de Dios.
Entre los que querían reconstruir la teología cristiana para adecuarla a la filosofía
racionalista se encontraba Juan Locke (1632–1704). En 1695 publicó su obra
Razonabilidad del cristianismo. Según él, la existencia de Dios y la rectitud de la
moral cristiana podían demostrarse por medio de la experiencia cristiana. Los
principios básicos de la religión se podían defender por medio de la razón ordinaria.
Lo que la Biblia enseña va más allá de lo que podemos probar o experimentar, pero no
contradice lo que podemos conocer a través de nuestra propia experiencia.
Deísmo
El prestigio de las ciencias naturales, y los inventos y aplicaciones prácticas que
realizaron los hombres de ciencia transformaron el ambiente intelectual de la época. El
éxito alcanzado por individuos que, como Isaac Newton (1643–1727), lograron abarcar
fenómenos muy diversos en una única ley, abonó la confianza que cada vez más gente
depositó en la capacidad de la razón para conocer no sólo la naturaleza física sino
también la humana. Muchos individuos, impresionados por la sencillez que, tras la
complejidad aparente, revelaba la ley de la gravedad, concibieron al Creador del
universo como una mente matemática que, después de colocar las estrellas en su curso,
se abstenía de interferir con los principios de movimiento que él mismo les había
prescrito. Esta concepción metafísica de la naturaleza divina se denominó deísmo. Los
deístas negaban la posibilidad de la intervención divina en las cosas de este mundo, y
se burlaban de los milagros por considerarlos una mera fantasía de ingenuos y
sacerdotes.
Los teólogos racionalistas, que querían reemplazar al cristianismo tradicional por
una religión universal filosófica tuvieron una influencia muy profunda y duradera.
Estos pensadores creían que habían descubierto la religión más antigua y cierta de
todas, i.e., la “religión natural”. Ya en 1624, Eduardo Herbert de Cherbury (1583–
1648) había enumerado los artículos de fe de la religión natural que, según él, eran
sostenidos por toda la humanidad. Estas creencias, que según él estaban impresas en la
mente de todo ser humano desde el momento de su nacimiento, eran cinco y podían ser
resumidas como sigue: Dios existe; Dios debe ser adorado; la religión enseña que hay
una diferencia entre el bien y el mal; el ser humano debe arrepentirse de sus pecados
porque de lo contrario será castigado por ellos; y, después de la muerte hay
recompensas y castigos en una vida futura. Estas fueron las ideas básicas que siguieron
los deístas del siglo XVIII, que las consideraron como una exposición y síntesis del
contenido de la religión natural, universal y racional. Su doctrina consistía sólo en la
creencia en la existencia de Dios como autor de la naturaleza, pero sin admitir
revelación ni culto externo.
Según Mateo Tindal (1656–1733) ésta era la “religión natural” y era la religión
verdadera de todos los seres humanos. En 1730, Tindal publicó su libro Cristianismo
tan viejo como la creación. La idea de una “religión natural” fue rápidamente adoptada
por muchos pensadores en Alemania y Francia. Muchos intelectuales consideraban que
esta idea podía ser usada para purificar el cristianismo de sus días. Otros consideraban
que podía reemplazarlo por una religión superior y más confiable. Los segundos eran
propiamente los deístas. Se los denominó así porque, si bien creían en la existencia de
Dios, no aceptaban la idea de un Dios personal, rechazaban la doctrina de la Trinidad y
a Jesús como Redentor. En Francia los deístas ejercieron una gran influencia, y
muchos estuvieron entre los colaboradores de la Enciclopedia, esa inmensa obra en
varios volúmenes que pretendía ser un resumen completo del conocimiento literario y
científico.
Los pensadores iluministas y deistas del siglo XVIII sostenían, además, que la
naturaleza humana era un libro abierto que podían leer las mentes sensatas, pero que
desgraciadamente en las épocas anteriores había sido manchado y desfigurado. A la
luz de la razón, la naturaleza humana revelaba ser fundamentalmente buena e igual en
todas partes. Las malas instituciones y los gobernantes engañosos e ignorantes habían
corrompido y desvirtuado la natural bondad del ser humano, dando por resultado la
sociedad de la época. Pero era perfectamente posible, y desde luego conveniente, una
reorganización racional de estas instituciones. El ser humano no sólo era por
naturaleza bueno, sino que los pensadores de la Ilustración creían descubrir en él/ella
ciertos derechos naturales que, por el mero hecho de ser humanos, le correspondían.
Los derechos a la vida, a la libertad y a la propiedad eran generalmente reconocidos
como derechos naturales, a los cuales algunos añadían también la igualdad.
William H. McNeill: “La historia llegó a considerarse, para usar una frase
de Gibbon, el catálogo de las miserias, crímenes y locuras de la humanidad.
A pesar de ello podía percibirse en ese desenvolvimiento un vacilante y lento
pero inequívoco progreso de la razón. Según los más optimistas, la razón
parecía conquistar nuevas victorias cada día, y alboreaba una nueva edad
iluminada con la humanidad que parecía emerger de una larga noche de
ignorancia y superstición. Sólo faltaba destruir los residuos de ese pasado, y
esto, para hombres como Voltaire, significaba particularmente destruir la
Iglesia. Una vez eliminados estos obstáculos, nada impediría una
reorganización racional de la sociedad y el comienzo de una nueva era de
felicidad con el imperio de la bondad natural de los hombres.”20
El más famoso de los deístas fue Tomás Paine (1737–1809), un inglés que fue
uno de los líderes de las guerras de la independencia norteamericana, y que más tarde
participó en la Revolución Francesa. Su libro, La edad de la razón (1795), llegó a ser
un modelo de todo el pensamiento europeo del siglo XVIII. Paine rechazó una buena
parte de las enseñanzas cristianas tradicionales.
Tomás Paine: “Es cierto que, en un punto, todas las naciones de la tierra y
todas las religiones concuerdan; todas creen en un Dios; las cosas en las que
difieren son las redundancias anexadas a esa creencia; y por lo tanto, si
alguna vez prevalecerá una religión universal, no será por creer en algo
nuevo, sino por deshacerse de las redundancias, creer como creyó el hombre
al principio. Adán, si es que existió, fue creado deísta.”21
No obstante la preponderancia del deísmo, del materialismo y hasta del ateísmo
entre los intelectuales del siglo XVIII, se debe señalar que la gran mayoría de los
europeos siguieron siendo cristianos, por lo menos nominalmente, y muchos
individuos y grupos se dedicaron con seriedad y devoción a las obras de caridad y a
practicar la piedad.22
Empirismo
Los empiristas creían que todo conocimiento real venía a través de la experiencia
común y sensible. Todo lo que se conoce, según ellos, provenía a través de los
sentidos, como el olfato, el gusto, el tacto, etc. Su ejemplo por excelencia era la forma
en que un niño aprende a hablar. Los empiristas más importantes fueron ingleses, entre
ellos su iniciador Francis Bacon (1561–1626). Según él, el principio según el cual toda
ciencia debe fundarse es la experiencia y el único método científico consiste en la
observación y la experimentación (método inductivo). Bacon separaba netamente entre
fe y razón, entre revelación y ciencia, de modo que las ciencias experimentales hacían
superfluo el misterio. Esta actitud dio lugar al surgimiento del cientismo, que se
constituyó en sinónimo de ateísmo y extremada confianza en el valor de las ciencias
naturales.
Juan Locke fue el primero en desarrollar sistemáticamente esta teoría, pero su
representante más ilustre fue David Hume (1711–1776). Según Hume, todos los
materiales del pensar se derivan de las sensaciones externas o internas y sólo la mezcla
y composición de éstas pertenece al espíritu y a la voluntad. Incluso, “la idea de Dios,
con el significado de un Ser infinitamente inteligente, sabio y bueno, surge al
reflexionar sobre las operaciones de nuestro propio espíritu y al aumentar
ilimitadamente estas cualidades de bondad y sabiduría.”23 Así, pues, para Hume, Dios
no es nada más que una mera idea, que se forma a partir de la elevación al infinito
(omnisciencia, omnipotencia y bondad) de ideas de cualidades características del
espíritu humano. El escepticismo y la crítica demoledora de Hume echaron por tierra
todos los fundamentos de la religión, negando incluso la existencia de Dios al negar la
validez de todos los argumentos que la prueban. Según él, se podía ser virtuoso y feliz
sin religión y sin creer en Dios.
Por cierto, este planteo descarta todo concepto de revelación y toda posibilidad de
comunión con un Dios personal. A la pregunta metafísica fundamental “¿Quién
existe?” contestaba René Descartes: existo yo, el mundo exterior y Dios. Juan Locke
respondía lo mismo, mientras que el filósofo empirista y obispo irlandés Jorge
Berkeley (1685–1753) respondía: existo yo y Dios, pero no el mundo exterior. La
respuesta de Hume era: no existo yo, ni el mundo exterior ni Dios; lo único que hay
son vivencias. Esta manera de pensar tuvo un efecto profundo sobre la teología
cristiana que se desarrolló en el siglo XVIII, especialmente la de corte más liberal.
Masonería
El Iluminismo inglés encontró su expresión concreta y práctica en la masonería,
sociedad secreta (Gran Logia) fundada en Londres en 1717. Sus estatutos fueron
redactados por un sacerdote anglicano, Santiago Anderson (1723). Su fin primario era
el incremento de la filantropía y de la fraternidad universal. Al principio, fue una
continuación de los gremios medievales de albañiles (macons), pero con el tiempo
fueron admitidos a la sociedad otros miembros “aceptados como masones”, pasando
así de la masonería artesana a la masonería simbólica. El movimiento se difundió
rápidamente por Inglaterra, Escocia e Irlanda, y luego a todo el continente europeo:
París (1725), Madrid (1728), Florencia (1733), Roma (1735), Hamburgo (1737),
Lisboa (1735) y Viena (1732). En España la logia más antigua fue la Matritense,
fundada en 1728.
En el continente europeo la masonería adquirió muy pronto un carácter
enteramente diverso, sobre todo en los países latinos. Algunos de los personajes más
importantes de los movimientos de independencia en Norteamérica y América Latina
fueron masones, miembros de las logias más destacadas en Europa. Si bien muchos
masones profesaron una fe cristiana (protestante o católica), la masonería en general se
transformó en un movimiento fuertemente anticlerical y de profundas tendencias
racionalistas. En consecuencia, la Iglesia de Roma la condenó a través de seis bulas
papales (Clemente XII en 1738; Benedicto XIV en 1751; Pío VII en 1821; León XII en
1826; Pío IX en 1864; y León XIII en 1884). Desde entonces, la masonería ha tenido
una fuerte influencia en el protestantismo troncal (especialmente entre anglicanos,
presbiterianos, metodistas) e incluso entre numerosos católicos romanos.
Los emblemas de la masonería han llegado a ser universales: el mandil, el compás
y la escuadra. Sus grados han dado expresión a una organización fuertemente
jerárquica, en la que el secreto y el misterio se incrementan a medida que el individuo
pasa del primer nivel de aprendiz al segundo de compañero y llega al tercero hasta el
grado 33 como maestro. Todos los miembros están reunidos en talleres o logias. Según
los propios masones, la masonería es un sistema sacramental que, como todo
sacramento, tiene un aspecto externo y visible, que consiste en un ceremonial,
doctrinas y símbolos. Hay otro aspecto interno, mental y espiritual, oculto bajo las
ceremonias, doctrinas y símbolos, sólo accesible al masón que haya aprendido a usar la
imaginación espiritual y sea capaz de apreciar la realidad velada por el símbolo
externo. Los masones han exigido a sus miembros la creencia racionalista en Dios
como una fuerza inmanente en el universo, y en la inmortalidad del alma, lo que
incluye una vida o existencia futura. Dios es visto como el Gran Arquitecto del
universo, y el culto que se le tributa consiste principalmente en buenas obras, mediante
las que se espera obtener su aprobación y bendición.
Unitarismo
Como resultado del deísmo se produjo el unitarismo que, al igual que el
socianismo, negaba la doctrina de la Trinidad. Las ideas antitrinitarias del continente
europeo penetraron en Inglaterra y alcanzaron un grado de gran influencia durante el
período de la Guerra Civil. Se fortalecieron todavía más durante el siglo XVIII con el
auge del racionalismo y su inclinación a ver en la moralidad la esencia de la religión.
Sin embargo, fue entre los disidentes, especialmente los presbiterianos y los bautistas
generales, donde el antitrinitarismo ganó más seguidores. El arrianismo de los
antitrinitaristas se transformó más tarde en socianismo. El unitarismo inglés era formal
e intelectual; rechazaba los credos e insistía en la salvación por el carácter.
Este movimiento rechazó también la deidad de Cristo y del Espíritu Santo a favor
de la unicidad de Dios, y trató de desarrollar una comunidad religiosa sin un claro
fundamento doctrinal. Las ideas del Renacimiento se combinaron con algunas
enseñanzas extremistas de la Reforma Radical, lo cual creó gran preocupación entre
católicos y protestantes. El rechazo de la autoridad bíblica en materia de fe y práctica
fue reemplazado por una confianza casi ciega en la razón y la experiencia. La negación
racionalista de la realidad del pecado humano los llevó a creer en la bondad natural del
ser humano y a rechazar doctrinas cristianas tradicionales como la caída, la expiación
sustitutiva y la condenación eterna. En general, las comunidades unitarias fueron
congregacionalistas en cuanto a su eclesiología.
El movimiento tuvo sus orígenes en Polonia y Hungría en los siglos XVI y XVII,
en las ideas de Fausto Sozzini, y posteriormente se desarrolló en Inglaterra y las
colonias británicas en América. Algunos representantes destacados fueron Jorge
Blandrata, quien estuvo activo en Polonia entre 1558 y 1563. Estos unitarios fueron
conocidos como Hermanos Polacos y se organizaron formalmente en 1565 bajo el
nombre de Iglesia Menor. En 1574, Fausto Sozzini fue su líder y crecieron
rápidamente teniendo su centro en Racovia. La comunidad allí fue suprimida en 1638
y veinte años más tarde se les dio la posibilidad de conformarse o ir al exilio. Muchos
escogieron el exilio y emigraron a Holanda, Hungría e Inglaterra. Fue en Hungría
donde Blandrata asumió el liderazgo aprovechando su posición como médico de la
corte. El unitarismo se expandió por Transilvania, donde Francisco David (1510–
1579), obispo de la Iglesia Reformada en ese territorio y predicador de la corte del rey
Juan Segismundo (1540–1571), consiguió del monarca la tolerancia para el
movimiento (Dieta de Torda, 1568). Cuando el rey murió, se desató la persecución y el
unitarismo casi desapareció de Hungría.
El fundador del unitarismo británico fue Juan Biddle (1615–1662), en el contexto
de la Guerra Civil. En el entorno racionalista del siglo XVIII, muchos presbiterianos y
bautistas generales adoptaron ideas unitaristas. No obstante, no existió una
congregación unitaria separada hasta que Teófilo Lindsey, un anglicano liberal, dejó la
Iglesia de Inglaterra y formó la Essex Chapel en Londres en 1773. No obstante, los
mejores resultados de los unitarios se dieron en Norteamérica. Allí, destacados
personajes como Tomás Jefferson (1743–1826) sostuvieron ideas antitrinitarias y el
unitarismo logró organizar congregaciones influyentes, como la King’s Chapel en
Boston (1785). Desde entonces, el unitarismo ha representado una fuerte tendencia
liberal y de gran impacto en los círculos académicos e intelectuales de habla inglesa.
Casi no han tenido influencia alguna en América Latina.
Evangelicalismo
Hubo tres grupos que emergieron de los avivamientos a lo largo del siglo XVIII:
los metodistas, que se separaron de la Iglesia de Inglaterra después de la muerte de
Wesley; los calvinistas que siguieron el ministerio de Jorge Whitefield y la influencia
de Selina, la condesa de Huntingdon (1707–1791); y, los anglicanos evangélicos, que
rechazaban los elementos católicos romanos de la Iglesia de Inglaterra y contaban con
figuras claves como Samuel Walker de Truro, Enrique Venn de Huddersfield y Juan
Newton de Olney.
De todas estas influencias, la más marcada fue la de Juan Wesley, quien
conquistó muchos simpatizantes en la Iglesia en Inglaterra. Eran personas que
compartían su énfasis sobre la conversión, una fe auténtica y una vida cristiana de
servicio. Adoptaron los métodos wesleyanos y un calvinismo moderado. Whitefield
fue el padre espiritual de muchos de ellos; pero nunca formaron una Iglesia.
Constituían más bien un modo de pensar y se les dio el nombre de Iglesia
“evangelical” o “baja” dentro de la Iglesia de Inglaterra. Entre los evangelicales o
evangélicos más destacados cabe mencionar a Juan Newton (1725–1807), autor de
muchos himnos evangélicos famosos, y a Tomás Scott (1747–1821), famoso por su
Biblia de familia con notas, que fue un comentario muy popular entre los cristianos de
habla inglesa.
Juan Newton:
Oh gracia admirable, ¡dulce es!
¡Que a mí, pecador, salvó!
Perdido estaba yo, mas vine a sus pies;
Fui ciego, visión me dio.
La gracia me enseñó a temer;
Del miedo libre fui.
¡Cuán bella esa gracia fue en mi ser,
La hora en que creí!
Peligro, lucha y tentación,
Por fin los logré pasar;
La gracia me libró de perdición,
Y me llevará al hogar.
Después de años mil de estar allí,
En luz como la del sol:
Podremos cantar por tiempo sin fin
Las glorias del Señor. Amén.24
Los evangelicales o evangélicos ejercieron una fuerte influencia en Inglaterra a
través de destacadas personalidades que no pertenecían al clero anglicano. Entre ellos
cabe mencionar a Guillermo Cowper (1731–1800), el más grande de los poetas
ingleses de fines del siglo XVIII y amigo de Isaac Newton; Ana Moore (1745–1833),
vinculada a los círculos literarios, artísticos y teatrales de Londres y ella misma una
destacada escritora y filántropo; Zacarías Macaulay (1768–1838), padre del famoso
historiador y enemigo del comercio de esclavos; y Guillermo Wilberforce (1759–
1833), quien fue el paladín de la causa anti-esclavista a partir de 1787.
Humanitarismo
El metodismo ponía un gran énfasis en la filantropía y los evangelicales o
evangélicos compartían esta característica. Uno de los más destacados filántropos del
siglo XVIII fue Juan Howard (1726–1790), que participaba en los cultos bautistas y
congregacionalistas. Impactado por el deplorable estado de las cárceles en Inglaterra,
tomó medidas de reforma, que en su tiempo fueron revolucionarias. Howard bien
merece el título de “padre de la reforma de las prisiones”, pero también luchó por
obtener métodos que evitaran la difusión de la peste. De hecho, su dedicación le costó
la vida en el sur de Rusia.
Otra expresión de este humanitarismo, como se indicó más arriba, fue la lucha
antiesclavista, que fue iniciada por los cuáqueros y continuada hasta el éxito final por
los evangelicales anglicanos. Mediante una ingeniosa publicidad, los abolicionistas
comenzaron a influir sobre la opinión pública en Inglaterra y con su persistente
insistencia ante el Parlamento ganaron su causa en 1807, con la abolición de este
comercio en 1807 y de la esclavitud misma en todos los dominios británicos en 1833.
DESARROLLO DE LA ORTODOXIA
GLOSARIO
aspersión: rociamiento con agua, esp. en ceremonias religiosas. El bautismo por
aspersión consiste en el rociamiento del candidato con agua. Lo opuesto a la aspersión
es la inmersión.
autocéfala: (del gr. “cabeza de sí mismo”). Este término describe cualquier iglesia
nacional que forma parte de la Iglesia Ortodoxa Oriental y que está en comunión con
Constantinopla, pero es gobernada por su propio sínodo nacional.
cánones doctrinales: reglas, modelos o patrones doctrinales que operan como
regulaciones de la doctrina o el dogma, y que son decretados por un concilio de la
Iglesia.
catholikós: obispo patriarca o primado de ciertas iglesias orientales, especialmente de
la Iglesia Armenia o de las iglesias nestorianas (Iglesia del Este) como la Iglesia
Ortodoxa Siria.
catolicado: es la jurisdicción eclesiástica de un catholikós, obispo patriarca o primado
de la Iglesia Oriental.
cesaropapismo: la práctica del dominio de un gobernante secular sobre la Iglesia.
Apareció en la historia cuando la Iglesia empezó a gozar del apoyo del Imperio
Romano en tiempos de Constantino. El cesaropapismo bizantino llegó a su colmo
durante el reinado de Justiniano (527–565), quien consideraba a la Iglesia como un
brazo del Estado y no vaciló en definir la doctrina ortodoxa y condenar a los
adversarios de ella en nombre del Imperio.
cientismo: métodos y actitudes típicos de o atribuidos al predominio de las ciencias
naturales. Es una confianza exagerada en la eficacia de los métodos de las ciencias
naturales aplicados a todas las áreas de la investigación (como en la filosofía y la
teología), las ciencias sociales y las humanidades.
clasicismo: escuela literaria o artística, que se inspira en los modelos clásicos de la
antigüedad griega y romana.
clero: del gr. kleros, parte, porción, herencia o suerte de uno, Hch. 1:17, 26. En la
actualidad se refiere al conjunto de eclesiásticos que integran la clase sacerdotal en una
institución religiosa. Es el ministerio ordenado de las iglesias, esp. aquéllas que por su
estatus político son iglesias establecidas.
commonwealth: nación, estado u otra unidad política, fundada sobre la ley y unida por
un acuerdo tácito o concreto del pueblo para el bien común. En algunos casos, la
autoridad suprema está conferida en el pueblo (república). En sentido histórico, se
refiere al estado inglés desde la muerte de Carlos I en 1649 hasta la Restauración en
1660 (Protectorado).
cosmopolitismo: condición cultural y social en la que los sentimientos de
identificación y pertenencia se hallan orientados hacia un mundo social más extenso,
externo a la propia comunidad local.
cosmovisión: tiene su origen en el término alemán Weltanschauung, que gen. se utiliza
sin traducir en los textos de habla castellana. Se la designa también como concepción
del mundo. Es un concepto filosófico o ideológico del mundo que podría traducirse lit.
como “mirada sobre el mundo”. La cosmovisión es la forma en que las personas
perciben la realidad. Es una comprensión general del carácter del universo y del lugar
que se ocupa en él. Esta comprensión puede ser religiosa (relativa a Dios o a dioses y
espíritus, y a la relación con ellos), o secular. De esta comprensión básica surgen las
normas de juicio o valores y las normas de conducta.
evangelicales: seguidores del movimiento que surgió dentro de la Iglesia de Inglaterra,
cuya primera fase fue el Club Santo iniciado por Carlos Wesley en Oxford y presidido
por su hermano Juan. Ponían un fuerte énfasis en la justificación por la fe sola, y en
una experiencia profunda y personal con el poder salvador de Dios. A esto se agregó el
énfasis calvinista sobre el nuevo nacimiento y el poder en la predicación.
fiestas de precepto: obligación de cumplir con la Iglesia en determinados días o
fiestas, que se consideran de carácter obligatorio.
fuero eclesiástico: jurisdicción, cuerpo de leyes, o privilegios que corresponden a la
Iglesia Católica Romana por ley.
iluminismo: creencia en o pretensión de una iluminación no accesible a la humanidad
en general, sostenida por los iluminados. Es el movimiento que caracterizó el ambiente
general en el s. XVIII. Su origen se encuentra en los desarrollos intelectuales del
Renacimiento, con sus tendencias naturalistas e individualistas, que evocaron en la
mente de la gente una conciencia orgullosa en cuanto a la autonomía de la razón.
Como fenómeno histórico, el iluminismo representa el esfuerzo por aplicar las reglas
de la razón a la vida cotidiana. La humanidad occidental debía ser elevada a las alturas
de una civilización intelectual mediante la Aufklärung, i.e., la iluminación de cada
aspecto de la vida con el principio dominante de la racionalidad. Como movimiento, el
iluminismo afectó todos los órdenes de la vida: religión, literatura, artes, filosofía,
ciencias, instituciones políticas. La expresión religiosa del iluminismo fue el deísmo.
laissez faire: del francés, dejar hacer. Abreviatura de la consigna acuñada en el s.
XVIII por los fisiócratas franceses: laissez faire, laissez alter (dejar hacer y dejar
pasar), con lo cual se entendía que el Estado no debía inmiscuirse en la economía. La
expresión se convirtió en símbolo del liberalismo radical.
mercantilismo: espíritu mercantil, tendencia a considerar todas las cosas desde el
punto de vista comercial; sistema económico que atiende en primer término al
desarrollo del comercio, principalmente al de exportación, y considera la posesión de
metales preciosos como signo característico de riqueza.
metropolitano: denota al obispo de la principal ciudad de una provincia. Viene de
“metrópoli” que se aplicaba a un centro importante como Roma o a una urbe menor,
como Laodicea. El metropolitano era menor al exarca y reflejaba el reagrupamiento de
las provincias en diócesis, pero llegó a tener un rango superior a otros arzobispos.
modernidad: espíritu y manifestación de los movimientos culturales que se gestaron a
partir del descubrimiento de América (1492) y hasta fines del siglo XVIII, período
histórico que se conoce como Edad Moderna.
monotelismo: movimiento teológico que sostenía la creencia en una sola voluntad en
Cristo. Fue un intento por reconciliar ciertos elementos en la Iglesia y lograr el apoyo
de los monofisitas sin apartarse de ciertos conceptos del Concilio de Calcedonia (451)
sobre las dos naturalezas de Cristo. Sergio, el patriarca de Constantinopla, siguiendo
las instrucciones del emperador bizantino Heraclio, propuso una fórmula que
establecía la tesis de que el Verbo hecho carne actuó mediante la acción de una sola
energía divino-humana. Más tarde se habló de una sola voluntad en Cristo, en la que la
humana estaba sometida a la divina. El monotelismo fue condenado por el Concilio de
Constantinopla (680), que estableció el diotelismo, i.e., la creencia de dos voluntades
en Cristo, la divina y la humana.
placet: aprobación por un gobierno a un diplomático extranjero.
predestinación: la decisión anticipada de Dios del destino de una persona. Gen. se la
identifica con preordenación, i.e., la idea de que antes de la creación del mundo, Dios
determinó (preordenó) todo lo que habría de ocurrir en él. Técnicamente, el concepto
de predestinación es más estrecho en su alcance y se refiere específicamente a la
voluntad de Dios o al decreto eterno respecto al destino de sus criaturas inteligentes.
Los cristianos siempre han encontrado difícil reconciliar esto con la libre voluntad
humana y la responsabilidad que le cabe al ser humano de arrepentirse y ejercer fe.
revolución industrial: ocurre con el desarrollo de la mecanización entre 1760 y 1820,
esp. en Inglaterra. Esto llevó a innumerables innovaciones técnicas, como la máquina
de vapor. La expresión se refiere al rápido y fundamental cambio en la economía
marcado por la introducción general de la maquinaria a vapor o por un cambio
importante en los tipos y métodos dominantes del uso de tales máquinas.
romanismo: nombre dado (esp. por los evangélicos latinoamericanos) al conjunto de
creencias, instituciones, tendencias y pretensiones de la Iglesia Católica Romana.
romanticismo: movimiento literario, artístico y filosófico que se originó en el s.
XVIII, caracterizado principalmente por una reacción contra el neoclasicismo y un
énfasis sobre la imaginación y las emociones, y marcado esp. en la literatura por la
sensibilidad y el uso de material autobiográfico, una exaltación del ser humano
primitivo y común, un aprecio por la naturaleza exterior, un interés en lo remoto, una
predilección por la melancolía, y el uso en poesía de viejas formas del verso.
uniatas: iglesias cristianas orientales en comunión con Roma, que conservan sus
propias liturgias, lenguaje litúrgico, costumbres y ritos eclesiásticos. El nombre se
deriva del latín unio a través del polaco unia, y lo emplearon por primera vez, en
sentido despectivo, los opositores rusos y griegos ortodoxos de la unión de Brest-
Litovsk (1595–1596), cuando los cristianos bizantinos de la provincia de Kiev se
adhirieron a la sede romana.
SINOPSIS CRONOLÓGICA
1573– Luteranos de Tubinga visitan y dialogan con ortodoxos en Constantinopla.
1581
1648 Paz de Westfalia: fin de la Guerra de los Treinta Años; se fija el mapa religioso
de Europa.
1666– Concilio de Moscú apoya las reformas del patriarca Nikón. Cisma en la Iglesia
1667 Rusa. Los raskolniki (“viejos creyentes”) se separan.
1672 El patriarca Dositheus de Jerusalén publica su Confesión.
1683 Los turcos otomanos sitian Viena por segunda vez. Fecha decisiva para el
poderío de los otomanos.
1690 Juan Locke publica Ensayo del entendimiento humano. Los “hombres de
Guillermo Orange” derrotan a Jacobo II (católico) en Irlanda.
1738 Juan y Carlos Wesley encuentran paz interior en una reunión en Aldergate.
1743 David Brainerd comienza trabajo entre indios delaware en Nueva Jersey.
1766 Felipe Quaque regresa a la Costa de Oro para establecer una escuela.
1792 Guillermo Carey publica su Investigación y un año más tarde llega a la India.
Formación de la Sociedad Misionera Bautista en Inglaterra.
CUESTIONARIOS DE REPASO
Preguntas sobre el material básico (para los niveles 1, 2 y 3):
1. ¿Dónde y en qué año se estableció la primer congregación protestante en Asia?
4. ¿Entre qué grupos protestantes tuvo su mayor efecto el Gran Avivamiento y quién
fue su figura descollante?
6. ¿Cuál fue la causa principal de los conflictos teológicos luteranos de mediados del
siglo XVI?
7. ¿Cuál fue el carácter principal de la Guerra de los Treinta Años?
15. ¿Cuál fue el centro del pietismo y por qué se hizo famoso?
35. ¿Cuál fue la diferencia teológica entre Juan Wesley y Jorge Whitefield?
37. ¿En qué tres maneras los pensadores cristianos que querían unir fe y razón se
volcaron al racionalismo?
6. ¿Qué cosas objetaban los pietistas en la vida de la Iglesia en Alemania durante este
período?
10. ¿Qué querían los puritanos presbiterianos o radicales y quién fue su caudillo?
16. ¿Por qué las iglesias bautistas crecieron tan rápidamente en la frontera americana?
25. Explicar en un párrafo breve las características generales de: las Iglesias
nestorianas, las Iglesias monofisitas.
7. ¿Cuál fue la situación del catolicismo frente al absolutismo monárquico durante este
período?
10. Sintetizar en 300 palabras cuál fue la situación de las Iglesias Ortodoxas del
Cercano Oriente durante los siglos XVII y XVIII.
TRABAJOS PRÁCTICOS
- En su controversia con los teólogos y el clero de Boston, ¿qué peso tuvo el hecho de
que Ana Hutchinson era una mujer no ordenada al ministerio?
DISCUSIÓN GRUPAL
1. ¿Piensan que es necesario probar la verdad de las enseñanzas cristianas? Si es así,
¿cómo lo harían ustedes? Si no es así, ¿qué tipo de certeza o seguridad deben tener los
creyentes?
2. Es posible vivir una vida cristiana auténtica sin creer todas las enseñanzas del
Credo? ¿Pueden ustedes creer realmente en Dios o en Jesús sin creer en las doctrinas
de la Trinidad, el pecado, la segunda venida, etc.? Den razones para sus respuestas.
LECTURAS RECOMENDADAS
Bainton, La Iglesia de nuestros padres, 191–234.
Baker, Compendio de la historia cristiana, 242–298.
González, Historia del cristianismo, 2:255–294; 309–368.
Latourette, Historia del cristianismo, 2:245–289; 327–380.
Muihead, Historia del cristianismo, 3:37–43; 85–156.
Walker, Historia de la Iglesia cristiana, 441–536.
UNIDAD 4
INTRODUCCIÓN
En esta Unidad nos proponemos discutir algunas de las cuestiones que nos
parecen más relevantes para una adecuada comprensión del período de la historia del
cristianismo que va de 1500 a 1750. Por cierto, no se trata necesariamente de los
problemas o asuntos más destacados o que en su momento ocuparon la atención de sus
protagonistas. Más bien, he escogido seleccionar aquellos que adquirieron
significación en los tiempos que siguieron y que continúan siendo de interés para
nosotros hoy. Por cierto que nuestra discusión no pretende ser exhaustiva. Algunos de
los temas considerados merecen todo un libro aparte. Pero lo que sigue levanta las
preguntas más inquietantes que surgen de la consideración histórica del testimonio
cristiano en el período bajo estudio.
La efervescencia religiosa que se experimentó durante los dos siglos y medio de
las Reformas de la Iglesia sacaron a la luz problemas de diversa índole. Algunos de
ellos tienen profundos antecedentes en la Edad Media, mientras que otros surgieron en
este período y continuaron desarrollándose en los siglos que siguieron. Sea como
fuere, estos dos siglos y medio representaron, en muchos sentidos, un giro y nueva
orientación en el curso del testimonio cristiano, cuyos efectos todavía están vigentes.
EL PARADIGMA DE CRISTIANDAD
El vocablo “cristiandad” designa, en sentido lato, al conjunto de los fieles
cristianos o el mundo cristiano. En sentido estricto, se aplica sólo al carácter del
cristianismo durante la Edad Media, cuando la Iglesia podía obligar a la obediencia a
su disciplina tanto en materia de fe como de práctica. Con la “conversión” del
emperador romano Constantino (año 312), se agudizó el proceso de
institucionalización de la Iglesia y comenzó a desarrollarse un nuevo paradigma: la
cristiandad. Rápidamente, la Iglesia pasó de ser una minoría perseguida, la
congregación de los “llamados afuera” (ekklesia), para transformarse en la
congregación de los “llamados adentro”. La Iglesia se entendió a sí misma como la
institución religiosa para la sociedad como un todo. Por momentos, esto significó que
la Iglesia institucionalizada se transformó en los hechos en el poder dominante en la
sociedad. En todos los casos, la Iglesia jugó un rol incuestionable y fundamental junto
a las instituciones sociales, políticas, económicas y militares.
De ésta manera, la Iglesia, el mundo y el Imperio resultaron ser la misma cosa, y
la Iglesia comenzó a funcionar como una parte integral del aparato estatal. Como
indica Enrique D. Dussel, cristiandad es “la tendencia a unificar indisolublemente los
fines y propósitos del Estado y de la Iglesia.” Según él, esta tendencia puede ser
trazada desde el período de Constantino a través de los visigodos y los Estados
Pontificios. Es más, “el absolutismo de Enrique VIII de Inglaterra y de algunos de los
monarcas daneses fue una expresión de la misma filosofía, pero obviamente fue
llevada a un extremo.”1 Así, pues, cristiandad es al mismo tiempo unidad militar,
jurídica y eclesiástica.
Con el advenimiento de la Reforma Protestante en el siglo XVI, comenzaron a
haber señales de que el paradigma de cristiandad iniciaba un proceso de derrumbe,
pero el colapso se dilató y continuó hasta el presente. El paradigma de cristiandad está
hoy en crisis, pero los vestigios de la vieja tradición todavía continúan en las esferas
privada, pública y religiosa. La cristiandad es una fuerza cultural agotada, pero los
efectos de su vigencia a lo largo de tantos siglos siguen teniendo influencia. El peor de
todos estos efectos está relacionado con la misión de la Iglesia. Como indica Wilbert
R. Shenk, “la Iglesia de la cristiandad fue una Iglesia sin misión.” La cristiandad
politizó la misión cristiana en el mundo, al transformarla en un instrumento de la
política del Estado.2 Esto está bien ilustrado por el proceso de cristianización del
continente americano por parte de españoles y portugueses.
La cristiandad protestante
A pesar de su significativa contribución en términos de la recuperación de una fe
cristiana más bíblica, la Reforma Protestante no rompió con el paradigma de
cristiandad. No lo hizo en tanto que continuó enfatizando el carácter dogmático de la
fe. Este énfasis exagerado en la formulación correcta de la doctrina fue uno de los
factores generadores del divisionismo protestante, que caracterizó al movimiento desde
sus inicios. Hombres y mujeres que sostenían los mismos principios bíblicos
comenzaron a discriminarse y a perseguirse, con lo cual frustraron también toda
posibilidad de un desarrollo futuro de las doctrinas y cayeron presas de dogmatismos
estériles. En todos los casos, las iglesias protestantes territoriales apelaron al poder
coercitivo del Estado para la preservación de la integridad doctrinal y la hegemonía
religiosa.
Por otro lado, con excepción de los anabautistas, todos los reformadores
magisteriales terminaron por comprometer sus movimientos con el Estado. Mientras
criticaban a la Iglesia de Roma por su alianza constantiniana con los príncipes
católicos, no pudieron evitar la idea de un Estado y sociedad cristianos siguiendo el
paradigma de cristiandad. Bajo la protección de reyes y príncipes luteranos,
reformados o anglicanos, las iglesias establecidas de la Reforma Protestante no sólo
lograron sobrevivir, sino que desarrollaron su ministerio y alcanzaron sus fines
eclesiásticos. Las guerras religiosas de los siglos XVI y XVII son testimonio elocuente
de que al igual que los católicos, los protestantes consideraban su fe religiosa como
una cuestión de Estado. Incluso la Paz de Westfalia de 1648 expresa la esencia del
paradigma de cristiandad al establecer que cada nación tenía que seguir la religión de
su gobernante (cuius regio eius religio), y las personas debían ajustarse a este principio
y no al dictado de sus conciencias. Con esto, toda posibilidad de tolerancia y libertad
religiosa quedó excluida.
David J. Bosch: “La Reforma le asestó un duro golpe a esta simbiosis [entre
la Iglesia y el Estado], debido a que la Iglesia occidental ya no era una sola.
Mientras tanto, el Sacro Imperio Romano también había entrado en un
proceso de desintegración formando varias naciones-estado. La idea de un
territorio cristiano permaneció intacta, sin embargo. En cada país europeo la
Iglesia se ‘estableció’ como la Iglesia oficial: la Anglicana en Inglaterra, la
Presbiteriana en Escocia, la Reformada en Holanda, la Luterana en
Escandinavia y algunos territorios alemanes, la Católica Romana en la
mayor parte del sur de Europa, etc. Era difícil diferenciar entre elementos y
actividades políticas, culturales y religiosas debido a que todas se
conjugaban entre sí. Este acontecimiento les permitió a los primeros poderes
colonizadores europeos, Portugal y España, dar por sentado que, por ser
monarquías cristianas, les asistía el derecho divino de subyugar a los pueblos
paganos … y, por lo tanto, que la colonización y la cristianización no sólo
iban de la mano sino que eran los dos lados de una misma moneda. No
sucedió nada diferente en esencia en relación con los poderes cuando los
protestantes entraron en la carrera de la adquisición de colonias.”7
Cristiandad y misión
Como se indicó, La cristiandad no define a la Iglesia en cuanto tal, sino que
define un modelo históricamente dado de Iglesia, un modo concreto de ser Iglesia en
un tiempo y espacio determinados. De igual modo, la cristiandad no determina la
misión de la Iglesia, pero sí la afecta profundamente.
Pablo Richard: “La estructura fundamental—el eje constitutivo—de la
Cristiandad es la relación de la Iglesia Jerárquica con el poder político
dominante. La Iglesia utiliza ese poder en dos sentidos: hacia fuera, como
mediación de su proyecto misionero, y hacia adentro, reproduciendo en sus
estructuras internas los mecanismos de dominación del sistema. La Iglesia de
la Cristiandad busca utilizar todas las estructuras económicas, sociales,
jurídicas, políticas, culturales y religiosas del sistema dominante, para
asegurar su presencia ‘cristianizadora’ en el conjunto de la sociedad. La
Iglesia posee realmente un proyecto auténtico de misión, pero éste se vicia
internamente cuando utiliza el poder como medio para realizar su proyecto
misionero. El régimen de Cristiandad construyó un modelo de Iglesia que,
más allá de las mejores intenciones, imponía a los obispos la necesidad de
buscar siempre las mejores relaciones con los Estados y clases dominantes.
La Iglesia, a través de la educación y la familia, busca ‘cristianizar’ las élites
dominantes, pues con las familias y colegios católicos la Iglesia espera
formar una oligarquía o burguesía católica, de la cual salgan los futuros
presidentes, ministros, diputados, jueces, generales, empresarios católicos,
que aseguren el poder y la presencia de la Iglesia en toda la sociedad. Para la
Iglesia de la Cristiandad, toda ruptura con el poder político y con las clases
dominantes, es impensable, pues dicha ruptura es sentida como el fin de la
Iglesia. La consecuencia lógica de este modelo, es que la Iglesia legitima el
sistema dominante, y además interioriza en sus propias estructuras internas,
la lógica y la forma del dominio político secular.”8
Así, pues, el paradigma de cristiandad se ha caracterizado por una orientación
hacia adentro en lugar de hacia fuera en su comprensión de la misión cristiana. La
Iglesia se ha replegado sobre sí misma y ha estado más preocupada con cuestiones
internas y de obtención de poder, que en aventurarse a ir hasta el fin del mundo con el
evangelio. Lejos de estar enfocadas en el cumplimiento de la misión de proclamar el
reino de Dios, las iglesias del paradigma de la cristiandad se preocuparon más por
objetivos que no eran apostólicos, tales como: fortalecer sus estructuras de poder;
definir sus dogmas y prácticas; marcar su identidad denominacional en contraste con
los demás cristianos; desarrollar un programa de actividades orientado hacia adentro
de la comunidad religiosa y no hacia afuera; perseguir y hostigar a quienes tenían una
experiencia y comprensión diferente de la fe, enredarse en los procesos de
institucionalización; dedicar todas sus energías y recursos al mantenimiento de lo
conquistado en todos estos aspectos.
Carlos F. Cardoza-Orlandi: “El constructo religioso-político de la
cristiandad ha formado e informado la empresa misionera hasta nuestro día.
Algunas de las implicaciones teológicas y prácticas de la relación entre la
cristiandad y la misión son: (1) la misión es la actividad de la Iglesia. (2) La
misión de la Iglesia es la actividad cuyo propósito es expandir la fe cristiana
fuera de los límites de la Cristiandad. (3) La misión es una actividad uni-
direccional, desde la ‘Cristiandad’ o ‘el centro’ hacia ‘afuera de la
Cristiandad’ o el territorio ‘no cristiano.’ (4) La actividad misionera consiste
en la proclamación del evangelio, la conversión de los no cristianos, y la
implementación del orden político, cultural y religioso de la Cristiandad. (5)
El territorio no cristiano es el lugar de la acción misionera. Los ‘ministerios’
existen dentro de la Cristiandad; las ‘misiones’ existen fuera de la
Cristiandad”9
De este modo, el anuncio del evangelio tuvo un solo destino geográfico-cultural:
el mundo no cristiano (pagano) fuera de la Europa occidental cristiana. El concepto
mismo de misión quedó reducido al traslado a los nuevos territorios conquistados por
los europeos, a los que se llevaba la buena noticia junto con la dominación política, la
liquidación cultural y la explotación económica, mientras se imponía la nueva fe, se
establecían nuevas estructuras sociales y económicas y se implantaba la “civilización
occidental y cristiana” en los pueblos así sometidos. Al tratarse de una sociedad
cristiana por definición, la evangelización dejó de ser necesaria en el continente
europeo. Para los historiadores europeos cristianos de fines de este período, la historia
del movimiento cristiano pasó a ser “historia eclesiástica” (la historia de una
institución), mientras que más tarde se denominará como “historia de las misiones” al
desarrollo histórico del testimonio cristiano de ultramar.
En un sentido, el rechazo de los anabautistas, tanto por parte de los católicos
romanos como por los reformadores magisteriales, significó la frustración de la única
rama del protestantismo capaz de desafiar al paradigma de cristiandad y de desarrollar
un proyecto misionero. Los anabautistas con su entusiasmo, su concepto de la Iglesia y
el Estado, su voluntad de restaurar la Iglesia del Nuevo Testamento, su rechazo de la
cristiandad y su insistencia de que la Gran Comisión era obligatoria para todos los
creyentes, hubiesen podido desarrollar una teología de la misión y una estrategia
misionera evangélica fuera del ámbito de la Iglesia Católica Romana y del
protestantismo territorial. Pero no tuvieron la oportunidad de hacerlo.
William Richie Hogg: “Cada uno de estos repudios [del anabautismo, el
católico y el protestante] involucraba la negación de un ideal misionero, que
era concebido como falso o como seriamente defectuoso. Es más, con las
parroquias carentes de toda responsabilidad misionera, las actitudes
coincidentes con la noción de que la Gran Comisión había sido cumplida por
los apóstoles y con las teologías ‘correctivas’ enfatizando la soberanía de
Dios, la elección y la incapacidad humana para conformar su salvación, los
reformadores, quizás comprensiblemente, pueden haber sido incapaces de
ver o gestar una teología de misión.”10
CRISTIANISMO Y ESCLAVITUD
Este parece ser el lugar más adecuado para discutir el desarrollo de uno de los
movimientos de pueblos más crueles en la historia de la humanidad, que tuvo como
protagonistas principales a cristianos europeos y musulmanes árabes. La captura,
traslado y comercialización de seres humanos africanos, especialmente en la cuenca
del Atlántico, crearon una institución que habría de ejercer una profunda influencia en
el desarrollo del cristianismo en ambas márgenes de este océano. Es importante
considerar la relación del cristianismo con el Islam y en particular cómo jugó esta
relación en el contexto de conquista y comercio, no sólo en Etiopía, sino a través de
África y por toda Asia. Los artículos de comercio más valiosos y, en consecuencia, los
bienes que produjeron la mayor competencia comercial fueron los metales preciosos
(mayormente el oro) y los seres humanos (comercializados como esclavos y siervos).
Los otomanos musulmanes y los imperios cristianos de Portugal y España muchas
veces chocaron en razón de la competencia por estos bienes, que rendían ganancias
enormes.
EL IMPULSO MISIONERO
Hemos considerado más arriba la manera en que el paradigma de cristiandad,
tanto en su versión católica romana como protestante, afectó el compromiso misionero.
No obstante, el cumplimiento de la misión es el corazón de la Iglesia y su razón de ser.
De modo que es importante discutir más profundamente de qué manera las diversas
ramas de la fe cristiana respondieron al compromiso misionero en el contexto de las
particulares condiciones históricas del período bajo estudio.
CRISTIANISMO Y MODERNIDAD
La cultura de la modernidad tuvo un gran impacto sobre el curso del testimonio
cristiano durante el período bajo estudio. Las iglesias que se desarrollaron bajo el
paradigma de la cristiandad estuvieron profundamente embebidas de la cosmovisión
propia de la modernidad. Lo que los historiadores denominan “modernidad” es el
resultado de los desarrollos intelectuales en la cultura europea a lo largo de un período
que ya tiene varios siglos, pero que comenzó en este período con las influencias de
pensadores tales como Francis Bacon (1561–1626), Isaac Newton (1642–1727), Juan
Kepler (1571–1630), Galileo Galilei (1564–1642) y René Descartes (1596–1650).
Especialmente este último estableció el “método científico” y echo el fundamento de la
matemática y la física propias de la ciencia moderna.
En los siglos XVII y XVIII, filósofos como Juan Locke (1632–1704) y
Emmanuel Kant (1724–1804) forjaron un nuevo marco intelectual. El Iluminismo se
caracterizó por enfatizar el potencial racional de la razón humana para resolver los
problemas, sin necesidad de recurrir a los recursos sobrenaturales de la fe. De algún
modo, esto llevó a cierto escepticismo radical como una suerte de marca distintiva de
todo emprendimiento intelectual auténtico.
Wilbert R. Shenk: “La cultura del Iluminismo exaltó a los hechos como
aquello que puede ser probado en un laboratorio—lo que es racional,
objetivo y verificable. El discurso público debía ser conducido sobre la base
de hechos objetivos, aquello que podemos conocer con certidumbre. Los
valores y las creencias religiosas fueron considerados como el reino de lo
supersticioso y lo subjetivo—esto es, lo improbable—y, por lo tanto, debe
ser relegado a la esfera privada. Se sostenía que la fe y el conocimiento eran
irreconciliables. Este cisma en la cultura moderna todavía tiene que ser
sanado. El Iluminismo, que hizo tanto por elevar la dignidad del individuo a
través de una visión de la libertad y la responsabilidad humanas, ha
producido también una profunda alienación y anomia en el individuo
moderno.”25
LA DIFUSIÓN DE LA BIBLIA
Como se sugirió más arriba, una de las contribuciones más notables y perdurables
de la Reforma Protestante fue su énfasis sobre la Biblia como fundamento de la fe y la
práctica cristianas. Desde Lutero en adelante, el principio de la sola scriptura
caracterizó por igual a la mayoría de las ramas que se generaron dentro de la
cristiandad protestante. Frente a la afirmación católica romana de una doble base de
autoridad para su dogma y práctica religiosa (Biblia y tradición), los protestantes
hicieron de la Biblia el estandarte de su fe e identidad.
Para Lutero, el principio de la sola scriptura fue mucho más que la búsqueda de
versículos de prueba para sus ideas, la lectura regular y disciplinada del texto bíblico, o
su recitado de memoria. Más bien, su exigencia de guiarse sólo por los escritos
bíblicos fue un verdadero principio hermenéutico. Ningún texto impreso, libro o
documento debía ocupar el lugar de la Biblia como fuente de autoridad, al tiempo que
el texto sagrado se interpreta a sí mismo.29 Esta fue su razón fundamental para invertir
tanto tiempo y esfuerzo en la traducción del texto bíblico a la lengua vernácula
germana. Si la Biblia es la Palabra de Dios y la única fuente de autoridad para la fe,
entonces todas las personas deben tener acceso a la misma, para leerla e interpretarla.
Martín Lutero: “Cuando iniciamos la traducción de la Biblia al alemán,
teníamos la esperanza de que se escribiera menos, y aumentara el estudio y
la lectura de la Escritura. Pues también todo lo que se escriba debe señalar
hacia la Escritura como Juan a Cristo, así como él dice: Es necesario que él
crezca, pero yo mengüe. Para que cada cual por sí mismo pueda beber de la
fuente fresca, tal como debieron proceder todos los padres para hacer una
cosa buena.”30
La imprenta y el protestantismo
En el período de nuestro estudio, dos elementos jugaron un papel fundamental y
su desarrollo marcó un nuevo rumbo para el mundo y para el cristianismo en
particular: el desarrollo de la imprenta y el surgimiento del protestantismo. El primero
significó la posibilidad de que más personas pudiesen tener acceso al texto de las
Escrituras y se superasen las limitaciones representadas por el texto manuscrito. El
segundo colocó la interpretación del texto bíblico en manos de todos los creyentes bajo
la guía del Espíritu Santo.
La imprenta representó más que la adición de un importante recurso técnico al
proceso de la comunicación masiva del evangelio. El desarrollo de la técnica de
impresión de tipo movible, unas pocas décadas antes del comienzo de la revuelta de
Lutero, proveyó a los propagandistas protestantes de un arma nueva y poderosa.
Panfletos y pequeños tratados se sumaron a diccionarios, obras clásicas y medievales,
y sobre todo Biblias, que circularon profusamente por toda Europa. En esto, los
protestantes tomaron la delantera respecto a los católicos romanos, e hicieron de la
publicación y distribución de la Biblia su vehículo más dinámico para la difusión de
sus ideas.
Richard G. Cole: “Hay alguna evidencia para ilustrar el argumento de que
quienes se mantuvieron fieles al catolicismo ignoraron el potencial
propagandístico de la imprenta. Es posible que los teólogos y estadistas
católicos, que por largo tiempo estuvieron acostumbrados al poder y la
autoridad, sintieron poca necesidad de experimentar con métodos
radicalmente nuevos de comunicación masiva. La negativa católica fue
reforzada por los hábitos medievales tangibles de los métodos de
comunicación oral, visual y ceremonial … Para los protestantes el poder de
la palabra hablada en y desde el púlpito o en la disputa era importante; no
obstante, la dimensión impresa parece ser un aspecto primario si no genérico
del proceso de la Reforma.”31
La posibilidad de multiplicar notablemente el número de lectores en posesión de
su propio texto, bastante libre de errores o discrepancias textuales, jerarquizó el valor
del mismo y ayudó al desarrollo de un concepto nuevo en cuanto a la autoridad de las
Escrituras. Sola scriptura, como principio fundamental de autoridad, no hubiera sido
posible en una cultura manuscrita. La fijación del texto y su democratización a través
de la imprenta tuvo consecuencias teológicas profundas. La convicción evangélica en
cuanto a la Biblia como única base de autoridad para las cuestiones de fe y práctica se
apoyó sobre la posibilidad de un texto cierto, claro, accesible en la lengua vernácula y
libre de toda interpretación o magisterio externo, que los del propio lector.
Además, la doctrina del sacerdocio de todos los creyentes y el principio de la libre
competencia del alma frente a Dios, alentaron la democratización de la hermenéutica,
dándole a cada creyente la posibilidad de acceder a “la Palabra de Dios” sin mayores
mediaciones, especialmente de un clero administrador de la verdad y del dogma. Para
los reformadores, el texto bíblico era lo suficientemente claro, como para que cualquier
creyente pudiera entenderlo bajo la guía del Espíritu Santo.
Martín Lutero: “No hay libro escrito en la tierra que sea más claro que la
Sagrada Escritura. Comparándola con todos los demás libros es como el sol
comparado con toda otra luz … Se atenta horrorosamente contra la Sagrada
Escritura y toda la cristiandad con gran ignominia y oprobio cuando se
afirma que la Sagrada Escritura es oscura y no lo suficientemente clara que
cualquiera la puede entender para aprender y demostrar su fe.”32
Junto con la mejora en la técnica de impresión se dio la creación de un mercado
del libro cada vez más ávido. Esto llevó a una notable expansión del proceso de
traducción de los textos bíblicos a las nuevas lenguas vernáculas. A lo largo de la Edad
Media, la Biblia había circulado en forma manuscrita mayormente en hebreo, griego y
latín. Algunas partes de la Biblia habían sido traducidas y producidas en apenas otros
ocho idiomas antes que Juan Gutenberg (1400–1468) hiciese su revolucionaria
invención de la imprenta de tipos movibles entre 1440 y 1450. Pero en los siguientes
quince años el proceso de traducción fue rapidísimo: toda la Biblia fue impresa en
cinco idiomas y porciones de ella en catorce más.33
PROTESTANTISMO Y CAPITALISMO
La pobreza fue la norma a lo largo de la Edad Media. La tasa de mortalidad
infantil era del 50% y a veces la mitad de los niños que sobrevivían morían antes de
alcanzar la edad adulta. Incluso alrededor del año 1700, la expectativa de vida general
era de treinta años. Una agricultura de subsistencia predominó durante siglos y las
hambrunas eran parte regular de la vida. Un tercio de la población de Finlandia, por
ejemplo, murió en la hambruna de 1696–1697. Francia, uno de los territorios agrícolas
más ricos, experimentó once hambrunas generales en el siglo XVII y dieciséis en el
siglo XVIII. Las enfermedades contagiosas (viruela, sarampión, difteria, fiebre
tifoidea, fiebre escarlata, peste bubónica y tifus) diezmaban a las ciudades y pueblos.
En este contexto de pobreza y miseria, las libertades política y económica
asociadas con la Reforma Protestante y sus enseñanzas sobre la ética bíblica del
trabajo comenzaron gradualmente a cambiar la economía de Europa. El protestantismo
resultó, en general, en innovaciones tecnológicas, un sentido de laboriosidad y
frugalidad, una disciplina de ahorro y un espíritu de emprendimiento e iniciativa.
Una economía próspera necesita de un sistema moral que actúe como base de
confianza sobre la que se pueda montar un complejo sistema de expectativas, contratos
y operaciones comerciales. La moralidad católica romana tradicional había ofrecido
algo de este fundamento moral. Pero fue con el protestantismo que esta base se
solidificó y afirmó como para construir sobre ella la economía moderna. Este sistema
económico, que llegó a ser conocido como capitalismo, no podía funcionar sin la
confianza de las personas dispuestas a vivir conforme a sus acuerdos con un sentido de
responsabilidad individual en múltiples aspectos: crédito, calidad de los productos,
garantías de entregarlos o comprarlos una vez producidos, acuerdos en cuanto a
ganancias compartidas, pago y liquidación de débitos bancarios, obligaciones
contractuales (escritas o verbales), entre otros. A su vez, este sistema económico
caracterizado por la libertad y la confianza, tenía que ser acompañado por un sistema
legal en la sociedad que reforzara y garantizara la moralidad y responsabilidad moral.
Esto se hacía mediante la cobertura legal de los contratos y el reconocimiento de los
derechos de propiedad, la garantía de la validez y el cumplimiento de los instrumentos
de cambio y bancarios (cheques, notas de crédito), seguros y el pago de los reclamos, y
la eliminación de los impuestos forzados o tributos.
Las innovaciones en los negocios se multiplicaron. Las sociedades por acciones
permitieron la acumulación de capital a partir de muchos inversores. La contabilidad
de doble entrada proveyó de mayor seguridad en el registro de las operaciones,
permitiendo la detección más rápida y fácil de los errores. Las notas bancarias
comenzaron a ocupar el lugar de los metales como medios de cambio. La estructura
política dividida de Europa permitió competir a los mercaderes y hombres de negocio,
a medida que procuraban instalarse en los lugares más convenientes para sus negocios.
El mercantilismo
El mercantilismo significó el traslado del afán de lucro capitalista a la política. La
filosofía del mercantilismo tuvo resultados diversos en la economía de Europa. Por un
lado, el Estado alentó el crecimiento y la expansión económicos. Por el otro, tendió a
impedir la iniciativa, la competencia y la innovación a través de monopolios,
restricciones comerciales y la regulación del comercio por parte del Estado. En
general, los impuestos fueron lo suficientemente bajos como para no desalentar la
expansión económica, dado que las expectativas del involucramiento interno del
gobierno en la sociedad eran bajas. Había pocos oficiales administrativos en tiempos
cuando las comunicaciones y el transporte eran lentos y no impedían así las
actividades económicas. Francia, uno de los estados más burocráticos en el siglo
XVIII, contaba con doce mil servidores civiles, es decir, un burócrata cada 1.250
habitantes.
Max Weber: “Mercantilismo significa la traslación del afán de lucro
capitalista a la política. El Estado procede como si estuviera única y
exclusivamente integrado por empresarios capitalistas; la política económica
hacia el exterior descansa en el principio de aventajar al adversario,
comprándole lo más barato posible y vendiéndole lo más caro que se pueda.
La finalidad más alta consiste en robustecer hacia el exterior el poderío del
Estado. El mercantilismo implica, por consiguiente, potencias formadas a la
moderna: directamente mediante el incremento del erario público;
indirectamente por el aumento de la capacidad tributaria de la población.
Premisa de la política mercantilista fue el aprovechamiento del mayor
número posible de fuentes con posibilidad lucrativa en el propio país …
Puede afirmarse, en rigor, que Inglaterra es la cuna del mercantilismo.”37
Las guerras de los siglos XVII y XVIII tuvieron que ver con disputas dinásticas,
luchas por el balance de poder y la competencia mercantilista por el comercio, las
materias primas y las colonias. Lo económico fue importante, pero no tanto como la
política de poder tradicional de la competencia internacional. Hubiera sido un factor
menos importante, si algunas de las presuposiciones filosóficas del mercantilismo no
hubiesen existido. Adam Smith (1723–1790), en su obra La riqueza de las naciones
(1776), promovió una actitud de mayor laissez-faire y libertad. Fueron los holandeses
y los ingleses quienes promovieron el concepto de la productividad como una medida
de la riqueza nacional. Como resultado, Holanda se transformó en uno de los países
más productivos en el mundo en el siglo XVII e Inglaterra en los siglos XVIII y XIX.
En Francia, Juan Bautista Colbert (1619–1683), consejero económico de Luis XIV,
utilizó al gobierno para alentar la productividad económica y ayudó a la prosperidad
francesa. Pero sus regulaciones dictatoriales fueron también contraproducentes. Por
ejemplo, prohibió la emigración de obreros franceses calificados y especificó en
detalle los métodos de producción. Él también creía que el comercio exterior tenía que
ser en una cantidad fija en lugar de algo que creciera con la demanda y los precios más
bajos. Francia, como muchos otros estados, tuvo tarifas proteccionistas muy altas. Las
bajas tasas de interés también estimularon la inversión y la productividad. En esto
Inglaterra llevó la delantera: en 1600 el 10%, en 1625 el 8%, en 1651 el 6%, en 1715
el 5% y en 1757 el 3%.
El capitalismo
El capitalismo nació en Italia, Flandes, Inglaterra y algunas ciudades alemanas.
Su desarrollo está ligado directamente al surgimiento del Estado moderno, que lo
necesitaba para ser más rico y fuerte. En realidad, el Estado moderno y el capitalismo
fueron socios en la creación de una nueva cosmovisión. Con la protección del Estado y
a través de la concesión de monopolios y privilegios, el capitalismo comercial creció y
se desarrolló. Para ello, necesitó de una moneda estable; de un sistema de crédito
pecuniario; de zonas territoriales unidas políticamente y ligadas con un sistema de
tránsito (rutas terrestres y marítimas) rápido y seguro para el movimiento de
mercancías, noticias y dinero; de medios de comunicación fluidos (canales, carreteras,
correo); de zonas aseguradas y reservadas en el mundo para descubrir, explorar y
explotar; de mano de obra gratuita o barata (indígenas en América, esclavos africanos)
para el trabajo forzado; de la extracción de materias primas y la colocación de
productos elaborados en nuevos mercados. El Estado moderno fue capaz de proveer
todo esto como ningún otro cuerpo histórico lo había hecho antes. Y lo hizo para
participar mediante los impuestos en la ganancia y en la creciente prosperidad, y así
enriquecerse y hacerse más poderoso.
La expansión del comercio europeo de ultramar y el desarrollo capitalista resultó
del descubrimiento de las rutas marítimas a Asia y África, de la explotación del
hemisferio occidental como un área para la colonización y el comercio, de la necesidad
de especias para la preservación de las comidas, y del deseo por los bienes suntuosos
del Lejano y Cercano Oriente. Los europeos no vacilaron en destruir las viejas culturas
indígenas, en saquear el mundo y en sumir al planeta en un caos étnico y cultural. En
Europa, el crecimiento de la población expandió los mercados domésticos mucho más
que el comercio exterior. La población europea a comienzos del siglo XVII era de
setenta millones, mientras que para fines del siglo XVIII se había duplicado. La
productividad y el crecimiento económicos se incrementaron durante este mismo
período, a pesar de la multiplicación de las guerras, que se produjeron sobre todo
alrededor del reparto imperial del mundo.
Los descubrimientos científicos y las innovaciones e invenciones tecnológicas
estimularon el comercio. Del mismo modo, las embarcaciones comerciales de tres
mástiles redujeron los costos del transporte e hicieron posible el comercio a mayores
distancias. La construcción de canales y caminos también estimuló el comercio y la
productividad. Los sistemas capitalistas de los bancos, seguros e inversiones hicieron
posible la acumulación del capital esencial para el crecimiento económico y el
desarrollo tecnológico. El proceso de urbanización fue tanto causa como resultado del
crecimiento económico. La urbanización requiere y crea una red de relaciones de
mercado. Las ciudades cuyo comercio prosperaba crecían en su población. Las
ciudades que no prosperaban en el comercio se estancaban rápidamente. Además, la
urbanización proveyó la oportunidad y el mercado para servicios comerciales como la
banca, seguros, depósitos y el comercio de servicios, tales como medicina, ley,
gobierno e iglesias.
En el plano de las ideas, el protestantismo jugó un papel muy importante como
fundamento espiritual y moral del capitalismo comercial y financiero. Ya durante la
Guerra de los Treinta Años se podían ver los contrastes entre el desarrollo económico
de los Países Bajos meridionales (Bélgica) bajo el dominio católico español y los
Países Bajos septentrionales (las Provincias Unidas) protestantes, independientes y
republicanos. Lo mismo puede decirse de los estados sometidos al dominio de Carlos
V y los del norte de Europa (protestantes). Para mediados del siglo XVII, el centro de
gravedad económico se había desplazado de la Europa mediterránea (católica) a la
Europa del noroeste (protestante).
La Iglesia Católica Romana se había pronunciado contra la usura menor
(préstamos a interés), pero se sirvió de los préstamos de grandes compañías
comerciales y bancarias, y no condenó jamás la renta capitalista propia de la época.
Por otra parte, le parecieron legítimos el cambio de una mercancía por otra, o el
cambio de una mercancía por dinero para comprar otra. Por el contrario, la fe
reformada rechazó la pobreza pero también desconfió de la riqueza, y quizás por eso
condenó menos su acumulación que el mal uso de ellas. El puritanismo inglés fue
todavía más allá procurando reconciliar el espíritu de empresa con la exigencia moral.
Así nació la moral de la competencia y la lucha, de la acumulación y el poder. El
calvinismo trató de lograr esto mediante la idea de que el ser humano es sólo un
administrador de los bienes que Dios le ha otorgado. De este modo, el calvinismo
censuraba el goce de los bienes terrenos, pero no admitía la evasión del mundo, sino
que consideraba como una misión religiosa de cada individuo la colaboración en el
dominio racional del universo.38 Es por esto que, según Richard H. Tawney el
calvinismo actuó más como un fermento que como un tónico para el capitalismo.39
Henri Sée: “La doctrina calvinista, en cuanto al préstamo a interés, está en
abierta oposición con la doctrina de la iglesia católica. Y esto porque
Calvino no establecía jerarquías entre lo espiritual y lo temporal; consideraba
digno de elogio el trabajo o el ejercicio serio de cualquier profesión, y veía,
por consiguiente, como legítima la adquisición de riquezas. El prestar dinero
a interés no le parecía más condenable que las utilidades obtenidas en el
comercio … Por otra parte, la sencillez de la vida de los calvinistas y
puritanos contribuyó a la acumulación de riquezas, y sus virtudes morales se
convirtieron con frecuencia en virtudes económicas. El individualismo que
caracterizó a la reforma calvinista, cuadró admirablemente con el
individualismo de los centros capitalistas nacientes en el siglo XVI, y es
digno de observar que ciudades como Lyon y Amberes hayan abrazado con
tanta decisión las nuevas ideas religiosas … Fueron precisamente los
puritanos, al par que los judíos, los que [se] contaban entre los agentes más
activos del capitalismo moderno.”40
Al colocar a todos los seres humanos en el mismo nivel espiritual y moral frente a
Dios, y rechazar una moral doble (una que obliga a los laicos y otra a los religiosos), la
Reforma descalificó toda forma de ascetismo ultraterreno y enfatizó la necesidad de
vivir la fe en el mundo.
LA REVOLUCIÓN LITÚRGICA
Uno de los logros más interesantes de la Reforma Protestante fue el cambio
revolucionario que introdujo en el significado y la celebración del culto cristiano. La
Iglesia medieval había hecho del culto una celebración cargada de magia, superstición
y misterio, con un ritual ornamentado y carente de sentido, y sin la participación
dinámica del pueblo. La predicación de la Palabra había casi desaparecido mientras
que las Escrituras casi no se leían y si se leían era en latín, lengua desconocida por casi
todos los que escuchaban.
La Reforma Protestante cambio sustancialmente estos elementos, si bien en lo que
toca a las formas del culto, sus resultados no fueron todo lo adecuado que hubiera sido
necesario. El movimiento pendular hacia el otro extremo terminó por producir cultos
excesivamente didácticos, de una estructura inadecuada, de carácter legalista y formal,
y muchas veces carentes de emoción y dramatismo.
William D. Maxwell: “El defecto más serio residía en el hecho que los
reformadores del continente de Europa carecían de conocimientos históricos
profundos de los orígenes y principios del culto. Parece que su familiaridad
con las formas litúrgicas se hubiera limitado demasiado a las formas
romanas contemporáneas; es evidente que no sabían casi nada del culto
galicano y oriental; y su conocimiento hasta del culto primitivo que deseaban
restaurar era rudimentario e incompleto.”41
No obstante, los reformadores del siglo XVI supieron imprimir al culto cristiano
un nuevo espíritu, que todavía anima la adoración de las iglesias herederas de la
Reforma Protestante. La vivencia de la comunión con Dios en alabanza, adoración y
oración, y la experiencia de su gracia con toda libertad han caracterizado al culto
protestante desde los días de la Reforma hasta el presente.
Una importante innovación que los reformadores trajeron al culto público fue la
de volver a introducir la música en el mismo como parte de la participación
congregacional. Durante la Edad Media, todo el canto litúrgico estaba en manos de un
coro. Esta era la única música en el culto. Lutero, en los primeros días de su
movimiento, enseñó a su congregación a cantar no sólo salmos sino también himnos a
veces adaptados a temas musicales populares. Esta costumbre se extendió rápidamente
y si bien Calvino enfatizó el uso exclusivo de los salmos, el canto se transformó en una
parte importante del culto.
Lutero, el pionero
Como se vio en la Unidad 1, Lutero fue un gran innovador en materia litúrgica.
Para él, la alabanza y la adoración a Dios expresada a través de la música y el canto,
eran tan naturales como la vida. Con entusiasmo, escribía en 1538: “Deseo con todo mi
corazón que todos quieran alabar y encomiar el don divino extraordinario de la
música.” Y agregaba: “Estoy tan impresionado por la cantidad y la magnitud de las
bondades de la música, que no sé cómo comenzar y terminar mi elogio.”42 No es
extraño, pues, que Lutero incorporara el canto congregacional en lengua vernácula
como un elemento fundamental del culto y que él mismo compusiera numerosos
himnos.
Para Lutero, la vivencia cristiana de la música alcanzaba su razón de ser en el
contexto del culto. En la palabra de Dios cantada obraban en armonía las facultades
intelectuales (el texto) y las facultades emocionales (el canto). La fuerza del texto
aumentaba con la intensidad del canto, y la música, unida a las palabras bíblicas, le
daba vida al texto. De este modo, la música atraía a las personas al mensaje del
evangelio y ayudaba a su recepción más profunda. El impulso dado por Lutero a la
himnodia de la Iglesia habría de producir resultados perdurables y gloriosos. Esta
comprensión del lugar fundamental de la música y el canto en la liturgia cristiana se ve
reflejada en la Misa Alemana (1526). Lo que lo motivó a escribirla fue el profundo
deseo de ver la liturgia en su lengua materna y expresada de manera más popular para
que más personas pudiesen participar de ella.
Martín Lutero: “Mucho me gustaría tener hoy [1525] una misa alemana.
Yo también me ocupo en esto. Pero quisiera también que tenga un carácter
típicamente alemán. Admito que se traduzca el texto latino y se conserven el
tono y las notas latinos. Pero no suena ni congenial ni característico. Debe
provenir de la recta lengua materna y de la voz, tanto el texto como las notas,
el acento, la melodía y los ademanes. De otro modo, todo será una nueva
imitación al modo de los monos.”43
De este modo, la Reforma Protestante cambió radicalmente varios siglos de
celebración litúrgica en latín y siguiendo los tonos musicales latinos dentro de un
esquema mecánico y casi sin participación del pueblo. Si bien el orden de la misa
permaneció más o menos el mismo que en la Iglesia Católica (el Introito, el Kyrie, el
Ofertorio, la Epístola, el Gradual, el Evangelio, el Credo, el Sermón, la Comunión, el
Santo, el Agnus Dei, la Colecta, la Bendición), la dinámica del culto cambió
notablemente. Lutero suprimió aquellos elementos del canto gregoriano que lo hacían
difícil para el canto congregacional y asignó una sílaba para cada nota. Para ello, contó
con la asistencia de músicos bien entrenados, como Juan Walter (1496–1570), el
primer músico protestante. Su pequeño libro de cantos espirituales (Das Geistliche
Gesangbüchlein, 1524) fue el primer himnario luterano y consistía en treinta cantos
arreglados a varias voces, destinado a ser usado por un coro.
Sören Bolander: “A través de la Misa Alemana, la comunidad ya no fue
sólo representada—musicalmente hablando—por medio de la acción del
coro, como lo era antes en la Misa Romana medieval. Lutero quería
comprometer a la congregación, introduciéndola más directamente en el
proceso litúrgico, haciendo de la comunidad una persona activa y actuante.
Por eso incluyó, dentro de la misa, toda una serie de cantos para ser
ejecutados con la participación de la congregación.”44
De este modo, el culto ya no podía seguir siendo meramente un espectáculo
dramático, desarrollado como en un escenario, con los sacerdotes como únicos
protagonistas. El culto debía convertirse en una acción común en la que todos los
creyentes sin distinción pudieran participar. Para ello era necesario que el culto fuese
inteligible y que contuviera elementos didácticos. Esto significó que la Cena del Señor
se transformó en el centro de la celebración litúrgica y que debía ser celebrada con
bastante frecuencia.
GLOSARIO
SINOPSIS CRONOLÓGICA
1441 Primer contingente de esclavos africanos es traído a Portugal.
CUESTIONARIOS DE REPASO
11. ¿Quién fue Adrián Saravia y qué pensaba sobre las misiones?
12. ¿Quién fue Juan Gerhard y qué pensaba sobre las misiones?
15. ¿Qué importancia tenía para Lutero la traducción del texto bíblico?
19. Explicar que se entiende en este texto por “secularización del mundo”.
5. Redactar una reacción crítica a la hipótesis de Max Weber que la ética protestante es
el germen del espíritu capitalista.
TRABAJOS PRÁCTICOS
- ¿En qué sentido el paradigma de cristiandad o algún aspecto del mismo está todavía
vigente en algunas iglesias cristianas en América Latina? Presenta algún caso actual de
tu conocimiento utilizando como guía crítica la última oración de Costas.
DISCUSIÓN GRUPAL
Escoger uno de los temas presentados en esta Unidad para su discusión crítica,
señalando especialmente su relevancia para el testimonio cristiano hoy en América
Latina:
1. El paradigma de cristiandad.
2. Cristianismo y esclavitud.
3. El impulso misionero.
4. Cristianismo y modernidad.
5. La difusión de la Biblia.
6. Protestantismo y poder político.
7. Protestantismo y capitalismo.
8. La revolución litúrgica.
LECTURAS RECOMENDADAS
Bosch, Misión en transformación, 229–325.
Dillenberger-Welch, El cristianismo protestante, 99–152.
Mathews, En marcha a través de las edades, 81–105.
Muirhead, Historia del cristianismo, 3:19–31.
Müller-Armack, Alfred. Genealogía de los estilos económicos, 109–215.
Weber, Max, La ética protestante y el espíritu del capitalismo, 5–262.
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NOTAS
TEF Theological Education Fund
1
Ver Frank Viviano, “China’s Great Armada,” National Geographic (Julio 2005):28–53.
2
William H. McNeill, La civilización de Occidente: manual de historia (San Juan, Puerto Rico: Editorial
Universitaria, 1968), 348.
1
Ver Jean Plaidy, The Spanish Inquisition: Its Rise, Growth, and End, 3 vols. (Nueva York: Citadel Press,
1967), 2:105.
2
Ver Henry Charles Lea, A History of the Inquisition of Spain, 4 vols. (Nueva York y Londres: Macmillan,
1906–1922), 3:411. Ver también, Harold J. Grimm, The Reformation Era: 1500–1650, 2da ed. (Nueva York:
Macmillan; Londres: Collier Macmillan, 1973), 225.
3
Cornelius A. Wilkens, Spanish Protestants in the Sixteenth Century (Londres: William Heinemann, 1897),
xvi.
4
Ibid., xv.
5
Ver Marcel Bataillon, Erasmo y España: estudios sobre la historia espiritual del siglo XVI, 2 vols. (México:
Fondo de Cultura Económica, 1950), 2:233, 234. Ver también, John E. Longhurst, Luther’s Ghost in Spain:
1517–1546 (Lawrence, Kansas: Coronado Press, 1969), 135, 136.
6
Henry Kamen, The Spanish Inquisition, A Meridian Book (Nueva York: New American Library, 1965), 77,
78. Ver también, Bataillon, Erasmo y España, 1:181–187.
7
Sobre los alumbrados, ver Antonio Márquez, Los alumbrados: orígenes y filosofía (Madrid: Taurus, 1980).
8
Paul J. Hauben, ed., The Spanish Inquisition (Nueva York: John Wiley & Sons, 1969), 9.
9
Citado en Bataillon, Erasmo y España, 2:75.
10
Tomás McCrie. Historia de la Reforma en España en el siglo XVI (Buenos Aires: Editorial La Aurora,
1942), 75.
11
Citado en Juan C. Varetto, La marcha del cristianismo, vol. 2: La Reforma religiosa del siglo XVI, 2da ed.
(Buenos Aires: Junta de Publicaciones, 1959), 231, 232.
12
Gonzalo de Illescas, Historia pontificial y católica (Burgos: n.p., 1578), 2:450, 451.
13
Lea, History of the Inquisition, 3:421.
14
Longhurst, Luther’s Ghost in Spain, 39.
15
Sobre Valdés, ver José C. Nieto, Juan de Valdés y los orígenes de la Reforma en España e Italia (México:
Fonod de Cultura Económica, 1979); y, Domingo Ricart, Juan de Valdés y el pensamiento religioso europeo en
los siglos XVI y XVII (México: Colegio de México y University of Kansas, 1958).
16
McCrie, La Reforma en España, 84.
17
Justo L. González, Luces bajo el almud (Miami: Editorial Caribe, 1977), 28.
18
Citado en Juan C. Varetto, Mártires de la Reforma en Italia (Buenos Aires: Junta Bautista de Publicaciones,
1936), 91.
19
Bataillon, Erasmo y España, 1:421.
20
Kamen, Spanish Inquisition, 82.
21
Varetto, Marcha del cristianismo, 2:239. Ver McCrie, La Reforma en España, 88, 89.
22
Ibid., 90.
23
Lea, History of the Inquisition, 3:412.
24
Arthur S. Turberville, The Spanish Inquisition, Home University Library of Modern Knowledge (Londres:
Thornton Butterworth, 1932), 149.
25
Lea, History of the Inquisition, 3:412, 413.
26
Ibid., 3:423.
27
Ibid., 3:430.
28
Juan Antonio Llorente, Histoire critique de l’inquisition d’Espagne, 4 vols. (Paris: Trenttel et Würtz, 1818),
2:236.
29
Ibid., 2:239.
30
McCrie, La Reforma en España, 173.
31
Citado en Varetto, Marcha del cristianismo, 2:242. Sobre María Bohorques ver también, McCrie, La
Reforma en España, 180–182.
32
Citado en Varetto, Marcha del cristianismo, 2:242.
33
Citado en Ibid., 2:243.
34
Ibid., 2:244.
35
McCrie, La Reforma en España, 183.
36
Lea, History of the Inquisition, 3:447.
37
Citado en Varetto, Marcha del cristianismo, 2:246.
38
Citado en Ibid., 2:247, 248.
39
Marcelino Menéndez y Pelayo, Historia de los heterodoxos españoles, 2da ed., 7 vols. (Madrid: V. Sánchez,
1928), 2:463.
40
Juan Pérez de Pineda, “Epístola consolatoria,” citada en Manuel Gutiérrez Marín, Historia de la Reforma en
España (Barcelona: Producciones Editoriales del Nodeste, 1973), 214, 215.
41
Citado en Maximiliaan F. Van Lennep, La Reforma en España en el siglo XVI (Grand Rapids, Mich.:
T.E.L.L., 1984), 221; ver Arthur Gordon Kinder, Casiodoro de Reina: Spanish Reformer of the Sixteenth
Century (Londres: Tamesis Books, 1975), 18, 19.
42
Cipriano de Valera en su “Exhortación al cristiano lector”, Sagrada Biblia, 1602. Versión arreglada del
castellano antiguo original por el autor.
43
Sobre la influencia de los humanistas, ver Peter J. Klassen, Europe in the Reformation (Englewood Cliffs,
N.J.: Prentice-Hall, 1979), 12–22.
44
Erasmo de Rotterdam, Elogio de la locura, 4ta ed. (Madrid: Espasa-Calpe, 1969), 119, 120.
45
Myron P. Gilmore, The World of Humanism: 1453–1517, Harper Colophon Books (Nueva York: Harper &
Row, 1962), 217.
46
Citado en Ibid., 266.
47
Gerhard Ritter, “Religious Conviction as a Historical Force,” en The Reformation: Change and Stability, ed.
por Peter J. Klassen (St. Louis, Miss.: Forum Press, 1980), 14.
48
Ver Federico Engels, La Guerra campesina en Alemania (Moscú: Progreso, 1981).
49
Max Steinmetz, “Class Conflict and the Reformation,” en The Reformation: Change and Stability, ed. por
Peter J. Klassen (St. Louis, Miss.: Forum Press, 1980), 16.
50
G. R. Elton, “Political Leaders as Determinative Factors in the Reformation,” en The Reformation: Change
and Stability, ed. por Peter J. Klassen (St. Louis, Miss.: Forum Press, 1980), 18.
51
Hans J. Hillerbrand, “Multiple Causation of the Reformation,” en The Reformation: Change and Stability,
ed. por Peter J. Klassen (St. Louis, Miss.: Forum Press, 1980), 24.
52 La literatura sobre Lutero es muy vasta. Ver esp. Roland Bainton, Lutero (Buenos Aires: Sudamericana,
1955); Lucien Fevre, Martín Lutero: su destino (México: Fondo de Cultura Económica, 1956); Federico
Fliedner, Martín Lutero: emancipador de la conciencia. México: Casa Unida de Publicaciones, 1983; Dmitri
Merejkovski, Lutero (Buenos Aires: Editorial Castelar, 1947), Daniel Olivier, El proceso Lutero: 1517–1521
(Buenos Aires: Editorial Francisco Aguirre, 1973).
53
Wilton M. Nelson, “Tesoro de Méritos,” en Diccionario de historia de la Iglesia (Miami: Editorial Caribe,
1989), 1009.
54
En “Actas y hechos del Dr. Martín Lutero, agustino, en la Dieta de Worms,” en Martín Lutero, Obras de
Martín Lutero, ed. por Carlos Witthaus, 10 vols. (Buenos Aires: Editorial Paidós, 1967), 1:271, 272.
55
Alan Thomson, Church History 3, AD 1500–1800: New Movements, Reform, Rationalism, Revolution
(Londres: S.P.C.K., 1976), 9.
56
Lutero, Obras de Martín Lutero, 75, 76.
57
Ibid., 1:178.
58
Ibid., 1:191, 192.
59
Ibid., 1:150.
60
Ibid., 1:167.
61
Gordon Rupp, Patterns of Reformation (Filadelfia: Fortress Press, 1969), 100.
62
Klassen, Europe in the Reformation, 67.
63
Thomson, New Movements, 13.
64
Ibid., 7.
65
Henri Strohl, O pensamento da Reforma (San Pablo: ASTE, 1963), 123, 124.
66
Lutero, Obras de Martín Lutero, 2:37.
67
Thomson, New Movements, 18.
68
Imogen Luxton, “The Reformation and Popular Culture,” en The Reformation: Change and Stability, ed. por
Peter J. Klassen (St. Louis, Miss.: Forum Press, 1980), 41.
69
Richard G. Cole, “Pamphlet Propaganda in the Reformation,” en The Reformation: Change and Stability, ed.
por Peter J. Klassen (St. Louis, Miss.: Forum Press, 1980), 49, 51.
70
Tomás M. Lindsay, La Reforma y su desarrollo social (Barcelona: Libros CLIE, 1986), 36.
71
Citado en Émile G. Léonard, Historia general del protestantismo, vol. 1: La Reforma (Madrid: Ediciones
Península, 1967), 136.
72
Thomson, New Movements, 19.
73
Ibid., 21.
74 Sobre Juan Calvino ver, C. H. Irwin, Juan Calvino: su vida y obra (México: Casa Unida de Publicaciones,
1981); Thea B. Van Halsema, Así fue Calvino (Grand Rapids, Mich.: T.E.L.L., 1959).
75
Calvino en el “Prefacio” de su Comentario de los Salmos, citado en Lindsay, La Reforma y su desarrollo
social, 91.
76
Ibid., 113, 114.
77
Thomson, New Movements, 23.
78
Ibid., 24.
79
Ibid., 23, 24.
80
Léonard, Historia general del protestantismo, 1:263.
81
Juan Calvino, “Carta al cristianisimo rei de Franzia,” en Institución de la religión cristiana (Buenos Aires y
Grand Rapids: Nueva Creación, 1988), xxv.
82
Calvino, Institución, III.21.5 y III.23.6.
83
Thomson, New Movements, 24, 25.
84
Ibid., 27, 28.
85
Tal el nombre acuñado por George Huntston Williams, La Reforma Radical (México: Fondo de Cultura
Económica, 1983).
86
Ibid., ix.
87
Kenneth S. Latourette, A History of the Expansion of Christianity, 7 vols. (Grand Rapids, Mich.: Zondervan,
1970), 3:430.
88
Edward Gibbon, The History of the Decline and Fall of the Roman Empire, 7 vols. (Londres: Oxford
University Press, 1906), 3:388.
89
Kenneth S. Latourette, Historia del cristianismo, 2 vols. (El Paso: Casa Bautista de Publicaciones, 1994),
2:249–251. Ver Grimm, The Reformation Era, 428, 429.
90
Williams, La reforma radical, 959.
91
Rufus M. Jones, Studies in Mystical Religion (Londres: Macmillan, 1909), 392.
92
George H. Williams y Angel M. Mergal, eds., Spiritual and Anabaptist Writers: Documents Illustrative of
the Radical Reformation, vol. 25 de la Library of Christian Classics (Filadelfia: Westminster Press, 1957), 22.
93
La calificación del anabautismo como “el ala izquierda de la Reforma” pertenece a Ronald H. Bainton, “The
Left-Wing of the Reformation,” Journal of Religión 21 (abril 1941):124–134. Con el mismo título hay una obra
de otro importante historiador: Hainold Fast, ed., Der Linke Flügel der Reformation (Bremen: Carl Schünemann
Verlag, 1962), que es una colección de escritos de los radicales. Para el espíritu con el que Bainton evalúa al
anabautismo ver el capítulo 5 de su libro The Reformation of the Sixteenth Century (Boston: Beacon press,
1952).
94
Ugo Gastaldi, Storia dell’Anabattismo: Dalle origini a Muntzer (1525–1535) (Torino: Editrice Claudiana,
1972), 16, 17.
95
Jones, Studies in Mystical Religion, 369.
96
Ver Thieleman J. van Braght, The Bloody Theater or Martyrs’ Mirror of the Defenseless Christians, trad. por
Joseph F. Sohm (Scottsdale, Penn.: Mennonite Publishing House, 1950).
97
Ver William R. Estep, Revolucionarios del siglo XVI: historia de los anabautistas (El Paso: Casa Bautista de
Publicaciones, 1975).
98
Ver Harold S. Bender y John Horsch, Menno Simons: su vida y escritos (Scottdale, PA: Herald Press, 1979);
John Christian Wenger, Compendio de historia y doctrina menonita (Buenos: La Aurora y Herald Press, 1960).
99
Citado en John Howard Yoder, ed., Textos escogidos de la Reforma Radical (Buenos Aires: Editorial La
Aurora, 1976), 347, 349, 350.
100
Citado en Ibid., 75.
101
Sobre Muntzer, ver Ernst Bloch, Thomas Muntzer: teólogo de la revolución (Madrid: Ciencia Nueva,
1968).
102
Yoder, ed., Textos escogidos de la Reforma Radical, 17.
103
Citado en Ibid., 113–115.
104
Williams, La Reforma Radical, 210.
105
Gastaldi, Storia dell’Anabattismo, 21.
106
Jones, Studies in Mystical Religion, 369.
107
Citado en Hans J. Hillerbrand, ed., The Protestant Reformation (Nueva York: Harper & Row, 1968), 124.
108
John C. Wenger, “The Biblicism of the Anabaptists,” en Guy F. Hershberger, ed., The Recovery of the
Anabaptist Vision (Scottdale, Penn.: Herald Press, 1972), 176.
109
Williams, La reforma radical, 941.
110
Citado en Yoder, ed., Textos escogidos de la Reforma Radical, 159.
111
Ibid., 162.
112
Ibid., 159, 160.
113
Ibid., 160.
114
Ibid., 160, 161.
115
G. R. Elton, ed., The New Cambridge Modern History, vol. 2: The Reformation (Cambridge: University
Press, 1958), 226.
116
George Park Fisher, Historia de la Reformación (México: n.p., 1910), 289, 290.
117
Tomás M. Lindsay, Historia de la Reforma. 2 vols. (Buenos Aires: Editorial La Aurora; México: Casa
Unida de Publicaciones, 1949, 1959), 1:36.
118
G. M. Trevelyan, English Social History—A Survey of Six Centuries: Chaucer to Queen Victoria, 2da ed.
(Londres: Longmans, Green & Co., 1946), 92, 93.
119
Ver, G. R. Elton, England under the Tudors (Londres: Methuen, 1955), 42–46; y, Frederick George
Marcham, A History of England (Nueva York: Macmillan, 1950), 244–247.
120
Citado en, Albert F. Pollard, The Reign of Henry VII from Contemporary Sources, 3 vols. (Londres:
Longmans, Green & Co., 1913–1914), 1:196.
121
Ver, Elton, England under the Tudors, 430–454; Trevelyan, English Social History, 290–292.
122
Sobre la influencia del humanismo y los humanistas en los desarrollos religiosos en Inglaterra durante el
siglo XVI, ver, Percy S. Allen, The Age of Erasmus (Nueva York: Russell & Russell, 1963); y Robert Weiss,
Humanism in England During the Fifteenth Century (Oxford: B. Blackwell, 1941).
123
Ver Trevelyan, English Social History, 290–292; y, H. Maynard Smith, Henry VIII and the Reformation
(Londres: Macmillan, 1962), 239–275.
124
Ver Albert F. Pollard, Henry VIII (Londres: Longmans, Green and Co., 1951).
125
Trevelyan, English Social History, 298, 299; 302, 303; ver también Peter Heath, The English Parish Clergy
on the Eve of the Reformation (Londres: Toutledge & Kegan Paul, 1969), 192–196.
126
Elton, ed., The Reformation, 237, 240.
127
W. E. Lunt, History of England, 4ta. ed. (Nueva York: Harper & Row, 1957), 317.
128
Williston Walker, Historia de la Iglesia cristiana (Buenos Aires: Editorial La Aurora, 1957), 401.
129
Elton, ed., The Reformation, 227.
130
Ibid., 228.
131
Ibid., 288.
132
Owen Chadwick, The Reformation (Baltimore: Penguin Books, 1964), 97.
133
Elton, England under the Tudors, 98–102.
134
Para el punto de vista católico ver Philip Hughes, The Reformation in England, 3 vols. (Nueva York:
Macmillan, 1963). Para la interpretación protestante ver Albert F. Pollard, Henry VIII. Cf. Trevelyan, English
Social History, 297, 298.
135
Bajo el sugestivo título de “La gran cuestión del rey,” Elton discute ampliamente en un capítulo de su libro
England under the Tudors (pp. 98–126) la cuestión del divorcio de Enrique y su matrimonio con Ana. Ver
también Smith, Henry VIII and the Reformation, 18–41, para una consideración profunda del carácter e
influencia de Ana Bolena.
136
Bainton, The Reformation, 183–185.
137
Walker, Historia de la Iglesia cristiana, 406.
138
Fisher, Historia de la Reformación, 289.
139
Ver Marshall Knappen, Tudor Puritanism: A Chapter in the History of Idealism (Chicago: University of
Chicago Press, 1939), 31–36.
140
A. G. Dickens y Dorothy Carr, eds., The Reformation in England to the Accession of Elizabeth I (Londres:
Edward Arnold, 1982), 1.
141
Smith, Henry VIII and the Reformation, 352.
142
Elton, ed., The Reformation, 227, 228; Idem, England under the Tudors, 110, 111.
143
Trevelyan, English Social History, 299.
144
Elton, England under the Tudors, 110.
145
Fisher, Historia de la Reformación, 288. Para un estudio erudito del lolardismo en el siglo XVI, ver A. G.
Dickens, Lollards and Protestants in the Diocese of York, 1509–1558 (Londres: Oxford University Press,
1959).
146
Ibid., 10.
147
Albert H. Newman, A History of Anti-Pedobaptism (Filadelfia: American Baptist Publication Society,
1897), 340.
148
Roger B. Manning, “The Spread of the Popular Reformation in England,” en Carl S. Meyer, ed., Sixteenth
Century Essays and Studies, vol. 1 (Saint Louis: Foundation for Reformation Research, 1970), 36.
149
Ibid.
150
Dickens, Lollards and Protestants, 13.
151
Manning, “Popular Reformation in England,” 37.
152
A. G. Dickens, The English Reformation (Nueva York: Schocken Books, 1964), 314.
153
Una discusión bastante amplia de la Reforma en Escocia se puede encontrar en Lindsay, La Reforma y su
desarrollo social, 222–252.
154
J. D. Mackie, A History of Scotland (Marmondsworth, Inglaterra: Penguin Books, 1966), 147.
155
George Townsend Warner, C. Henry K. Marten y D. Erskine Muir, The New Groundwork of British History
(Londres y Glasgow: Blackie & Son, 1963), 335.
156
Mackie, A History of Scotland, 162, 163.
157
Sobre la Reforma en Francia, ver Lindsay, La Reforma y su desarrollo social, 118–182.
158 Ver Enrique Fliedner, Los hugonotes: triunfos del evangelio o historia de los sufrimientos, luchas y
victorias de la Iglesia Evangélica de Francia (Buenos Aires: Editorial La Aurora; México: Casa Unida de
Publicaciones, 1948).
159
Ibid., 21–23.
90 Sobre los orígenes de la Inquisición ver vol. 2 de esta serie, Los mil años de incertidumbre, 259, 260.
91
Walker, Historia de la Iglesia cristiana, 324.
92
Hertling, Historia de la Iglesia, 332.
93
H. J. Schroeder, ed., Canons and Decrees of the Council of Trent (St. Luis y Londres: B. Herder Book Co.,
1941), 6, 7.
94
Citado en León Cristiani, Trento, vol. 19 de Historia de la Iglesia, ed. por Agustín Fliche y Víctor Martin
(Valencia: EDICEP, 1976), 85. Ver Javier Gonzaga, Concilios, 2 vols. (Grand Rapids, MI: Internacional
Publications, 1966), 2:599.
95
Citado en Ibid., 2:615, 616.
96
Santos Hernández, Las misiones católicas, 60.
97
Sobre el testimonio cristiano en India ver: Stephen Neill, A History of Christianity in India: The Beginnings
to 1707 (Cambridge: Cambridge University Press, 1984); e Idem, The Story of the Christian Church in India
and Pakistan (Grand Rapids, MI: Eerdmans, 1970).
98
La literatura sobre Javier es bastísima. Ver Schurhammer, Francisco Javier: Su vida y su tiempo, 2 vols.
(Bilbao: Mensajero, 1969); James Brodrick, Saint Francis Xavier: 1506–1552 (Londres: Burns, Oates, 1952).
99
Latourette, A History of the Expansión of Christianity, 3:309.
100
Citado en Thomson, New Movements, 132.
101
Sobre el testimonio cristiano en Japón ver: C. R. Boxer, Japan’s Christian Century (Berkeley, CA:
University of California Press, 1951); y Richard H. Drummond, A History of Christianity in Japan (Grand
Rapids, MI: Eerdmans, 1971).
102
Santos Hernández, Las misiones católicas, 125.
103
Sobre el testimonio cristiano en China ver: Columba Cary-Elwes, China and the Cross: A Survey of
Missionary History (Nueva York: Kennedy, 1957); y Ralph R. Covell, Confucius, the Buddha, and Christ: A
History of the Gospel in Chinese (Maryknoll, NY: Orbis Books, 1986).
104
Kenneth S. Latourette, A History of Christian Missions in China (Nueva York: Macmillan, 1929), 165, 166.
105 Sobre la historia del cristianismo en África, ver esp. Bengt Sundkler y Christopher Steed, A History of
the Church in Africa (Cambridge: Cambridge University Press, 2000); Adrian Hastings, The Church in Africa:
1450–1950 (Oxford: Clarendon Press, 1994); y Elizabeth Isichei, A History of Christianity in Africa (Grand
Rapids: Eerdmans, 1995).
106
Ver Richard Gray, Black Christians and White Missionaries (New Haven: Yale University Press, 1990).
107
Latourette, A History of the Expansion of Christianity, 3:241.
108
Hastings, The Church in Africa, 59, 60.
109
Sundkler y Steed, A History of the Church in Africa, 45.
110
Lamin Sanneh, West African Christianity: The Religious Impact (Maryknoll, N.Y.: Orbis Books, 1983), 22.
Ver Hans W. Debrunner, A History of Christianity in Ghana (Accra: Waterville Publication House, 1967), 17.
111
Sundkler y Steed, A History of the Church in Africa, 42.
112
Hastings, The Church in Africa, 72, 73.
113
Sundkler y Steed, A History of the Church in Africa, 44.
114
Ibid., 49–52; Hastings, The Church in Africa, 73–77.
115
John Baur, Two Thousand Years of Christianity in Africa: An African History, 62–1992 (Nairobi, Kenia:
Paulines, 1994), 57.
116
Santos Hernández, Las misiones católicas, 171; Hastings, The Church in Africa, 79–86.
117
Ibid., 94–102.
118
Sundkler y Steed, A History of the Church in Africa, 62, 63.
119
Sobre el testimonio cristiano en África Oriental, ver Iris Berger, Religión and Resistance: East African
Kingdoms in the Precolonial Period (Tervuren: Susée Royal de l’Afrique Centrale, 1981); Isichei, A History of
Christianity in Africa; y Robert Collins, Eastern Africa History (Nueva York: M. Wiener Publications, 1990).
120
Hastings, The Church in Africa, 118–121; Sundkler y Steed, A History of the Church in Africa, 68, 69.
121
Ibid., 70–72; Latourette, A History of the Expansion of Christianity, 3:244, 245; Hastings, The Church in
Africa, 120–123.
122
Sobre el testimonio cristiano en Etiopía, ver Sundkler y Steed, A History of the Church in Africa, 73–80;
Hastings, The Church in Africa, 130–169.
123
Ver Ibid., 1–45.
124
Sobre Galawdewos y los jesuitas, ver Ibid., 139–147.
125
Ibid., 130–136. Ver Francisco Alvares, The Prester John of the Indies, ed. por E. F. Beckingham y G. W. B.
Huntingford (Cambridge: Cambridge University Press, 1961).
126
Hastings, The Church in Africa, 140–142.
127
Ibid., 137.
128
Cristóbal Colón, Four Voyages to the New World: Letters and Selected Documents, ed. bilingüe, trad. y ed.
por R. H. Major (Nueva York: Corinth Books, 1961), 8, 17.
129
Santos Hernández, Las misiones católicas, 363.
130
Latourette, A History of the Expansion of Christianity, 3:171.
131
Citado en Delumeau, La Reforma, 102, 103.
132
Citado en Schurhammer, Francis Xavier, 4:92, 93.
133
Jaroslav Pelikan, The Riddle of Roman Catholicism: Its History, Its Beliefs, Its Future (Nueva York:
Abingdom Press, 1959), 68.
1
Alfred Weber, Historia de la cultura, 7ma ed. (México: Fondo de Cultura Económica, 1963), 278.
2
Hertling, Historia de la Iglesia, 417.
3
J. Dillenberger y C. Welch, El cristianismo protestante (Buenos Aires: Editorial La Aurora, 1958), 123.
4
Citado en Henry Bettenson, ed., Documents of the Christian Church, 2da ed. (Oxford: Oxford University
Press, 1979), 242, 243.
5
Helwys en Una breve declaración del misterio de iniquidad, citado en Robert G. Torbet, A History of the
Baptists (Valley Forge: The Judson Press, 1963), 38.
6
Juan Bunyan, El peregrino (Buenos Aires: Imprenta Metodista, 1939), 109, 110.
7
Jorge Fox, Journal (Nueva York: E. P. Dutton, 1948), 49.
8
Citado en Gonzalo Báez-Camargo, Genio y espíritu del metodismo wesleyano (México: Casa Unida de
Publicaciones, 1981), 29.
9
Dillenberger y Welch, El cristianismo protestante, 127.
10
Citado en Norman Sykes, The English Religious Tradition: Sketches of Its Influence on Church, State, and
Society (Londres: S.C.M. Press, 1961), 65.
11
Roger Williams, The Complete Writings of Roger Williams, 7 vols., reproducción de la ed. Narragansett de
Williams, con material nuevo en vol 7 (Nueva York: Russell & Russell, 1963), 6:318.
12
Ver Max Weber, La ética protestante y el espíritu del capitalismo (Barcelona: Ediciones Península, 1979).
Ver también Alfred Müller-Armack. Genealogía de los estilos económicos (México: Fondo de Cultura
Económica, 1967).
13
Dillenberger y Welch, El cristianismo protestante, 111, 112.
14
Jonatán Edwards, “God Glorified in Man’s Dependence,” en Issues in American Puritanism: A Documentary
History from the Puritans to the Present, ed. por Robert L. Ferm (Garden City, NY: Doubleday, 1969), 65, 66.
15
González, Historia de las misiones, 191.
16
Citado en Ibid., 194.
17
Ibid., 196. En cuanto a las misiones llevadas a cabo por la expansión colonial danesa, ya se han considerado
algunas cuestiones más arriba.
18
Guillermo Carey, Diario, citado en Pablo A. Deiros, Una nube de testigos (Buenos Aires: Editorial Palabra,
1993), 284.
19
Juan Locke, Ensayo sobre el entendimiento humano (Madrid: Aguilar, 1967), 181, 182.
20
McNeill, La civilización de Occidente, 425.
21
Citado en Thomson, New Movements, 108, 109.
22
Mc Neill, La civilización de Occidente, 428.
23
David Hume, Investigación sobre el entendimiento humano (Buenos Aires: Editorial Losada, 1945), 52.
24
John Newton, “Amazing Grace,” en Himnario bautista (El Paso: Casa Bautista de Publicaciones, 1978), #
183.
25
Ver Thomson, New Movements, 122, 123.
26
Walker, Historia de la Iglesia cristiana, 555, 556.
27
Thomson, New Movements, 125.
28
Ver Ibid., 121, 122.
29
Blas Pascal, Pensamientos, citado en Deiros, Una nube de testigos, 241.
30
McNeill, La civilización de Occidente, 429.
31
Latourette, Historia del cristianismo, 2:264.
32 Sobre el particular, ver Hubert Jedin, Manual de historia de la Iglesia, 7 vols. (Barcelona: Editorial Herder,
1992).
33
Bernhard Stasiewski, “La Iglesia Ortodoxa en Rusia,” en Hubert Jedin, ed., Manual de historia de la Iglesia,
vol. 6: La Iglesia en tiempo del absolutismo y de la ilustración (Barcelona: Editorial Herder, 1992), 292.
34
Ibid., 294, 295.
35
Latourette, Historia del cristianismo, 2:275.
36
Ibid., 2:280.
37
McNeill, La civilización de Occidente, 403, 404.
38
Stasiewsky, “La Iglesia Ortodoxa en Rusia,” 307, 308.
39
Latourette, A History of the Expansion of Christianity, 3:368, 369.
40
Bernhard Stasiewski, “Las iglesias orientales autónomas y las unidas con Roma,” en Hubert Jedin, ed.,
Manual de historia de la Iglesia, vol. 6: La Iglesia en tiempo del absolutismo y de la ilustración (Barcelona:
Editorial Herder, 1992), 351.
41
Williams, Complete Writings, 3.79, 80.
42
Williston Walker, A History of the Congregational Churches in the United States (Nueva York: Christian
Literature, 1894), 138, 139.
43
Jonathan Edwards, The Works of Jonathan Edwards, 2 vols. (Edimburgo: Banner of Truth, 1974), 2: 261,
264, 265, 271, 273.
1
Enrique D. Dussel, A History of the Church in Latin America: Colonialism to Liberation (1492–1979), trad.
por Alan Neely (Grand Rapids, Mich.: Eerdmans, 1981), 38.
2
Wilbert R. Shenk, “The Culture of Modernity as a Missionary Challenge,” en The Good News of the
Kingdom, ed. por Charles Van Engen, Dean S. Gilliland y Paul Pierson (Maryknoll, N.Y.: Orbis Books, 1993),
193.
3
Carlos F. Cardoza-Orlandi, Mission: An Essential Guide (Nashville: Abingdon Press, 2002), 31.
4
David J. Bosch, Misión en transformación: cambios de paradigma en la teología de la misión (Grand Rapids,
Mich.: Libros Desafío, 2000), 296.
5
Pablo Richard, “Introducción,” en La Iglesia de los pobres en América Latina, ed. por Pablo Richard y
Guillermo Melendez (San José, Costa Rica: Departamento Ecuménico de Investigaciones, 1982), 19.
6
Riolando Azzi, “La teología en el Brasil: consideraciones históricas,” en Materiales para una historia de la
teología en América Latina, ed. por Pablo Richard (San José, Costa Rica: Departamento Ecuménico de
Investigaciones), 45.
7
Bosch, Misión en transformación, 342.
8
Richard, “Introducción,” 19, 20.
9
Cardoza-Orlandi, Mission: An Essential Guide, 32.
10
William Richey Hogg, “The Rise of Protestant Missionary Concern, 1517–1914” en The Theology of
Christian Mission, ed. por Gerald H. Anderson (Nueva York: McGraw-Hill Book Company, 1961), 100.
11
Bernard Lewis, Race and Slavery in the Middle East: An Historical Enquiry (Nueva York: Oxford
University Press, 1990), 3.
12
Basil Davidson, The African Slave Trade (Boston: Back Bay Books, 1980), 63. Ver también Pablo A.
Deiros, Historia del cristianismo en América Latina (Buenos Aires: Fraternidad Teológica Latinoamericana,
1992), 364–367.
13
Ver Bartolomé de las Casas, Historia de las Indias, 3:101.
14
Latourette, A History of the Expansion of Christianity, 3:225.
15
Hogg, “The Rise of Protestant Missionary Concern,” 96, 97.
16
Warneck, Outline of a History of Protestant Missions, 8.
17
Basil Mathews, En marcha a través de las edades (México: Casa Unida de Publicaciones, 1960), 100; ver
también Kenneth S. Latourette, A History of the Expansion of Christianity, 7 vols. (Grand Rapids, Mich.:
Zondervan, 1970), 3:25–28; y, Hogg, “The Rise of Protestant Missionary Concern,” 99, 100.
18
Warneck, Outline of a History of Protestant Missions, 9.
19
Calvino, Institución, IV, 3:4.
20
González, Historia de las misiones, 186.
21
Ibid., 186, 187.
22
Ver Loci theologici, XXIV, 5:221–225.
23
Hogg, “The Rise of Protestant Missionary Concern,” 100.
24
Warneck, Outline of a History of Protestant Missions, 35.
25
Shenk, “The Culture of Modernity,” 193.
26
Ronald A. Wells, History through the Eyes of Faith: Western Civilization and the Kingdom of God (Nueva
York: Harper-San Francisco, 1989), 124.
27
Ibid., 124, 125.
28
Wilbert R. Shenk, “The Relevance of a Messianic Missiology for Mission Today,” en The Transfiguration of
Mission: Biblical, Theological and Historical Foundations, ed. por Wilbert R. Shenk (Scottdale, Penn.: Herald
Press, 1993), 21.
29
Ricardo Pietrantonio, “Lutero como profesor y hermeneuta de la Biblia,” en Lutero ayer y hoy, David
Arcaute, et al. (Buenos Aires: Ediciones La Aurora, 1984), 31.
30
Citado en Lutero, Obras de Martín Lutero, 6:5, n. 1.
31
Cole, “Pamphlet Propaganda in the Reformation,” 49, 50.
32
Citado en Lutero, Obras de Martín Lutero, 6:9, n. 18.
33
Ver Creighton Lacy, The Word Carrying Giant: The Growth of the American Bible Society (South Pasadena,
CA: William Carey Library, 1977), 19.
34
Carroll O. Gillis, “Las Biblias en español,” en Versiones castellanas de la Biblia, ed. por Hazael T.
Marroquín (México: Casa de Publicaciones “El Faro”, 1959), 106.
35
Herbert Rosinski, El poder y el destino humano (Buenos Aires: Editorial Paidós, 1967), 118, 119.
36 Sobre el particular, ver Emilio González López, Historia de la civilización española (Nueva York: Las
Américas Publishing Company), 1970.
37
Max Weber, Historia económica general (México: Fondo de Cultura Económica, 1956), 292, 293.
38
Ibid., 307.
39
Richard H. Tawney, Religion and the Rise of Capitalism: A Historical Study (Harmondsworth, Inglaterra:
Penguin Books, 1980).
40
Henri Sée, Origen y evolución del capitalismo moderno (México: Fondo de Cultura Económica, 1954), 43,
44.
41
William D. Maxwell, El culto cristiano: su evolución y sus formas (Buenos Aires: Editorial La Aurora,
1963), 92.
42
Citado en Sören Bolander, “El don de la música: algunas reflexiones acerca de la música litúrgica de Martín
Lutero,” en Lutero ayer y hoy, David Arcaute, et al. (Buenos Aires: Editorial La Aurora, 1984), 175.
43
Martín Lutero, “Contra los profetas celestiales acerca de las imágenes y los sacramentos,” en Obras de
Martín Lutero, 5:299.
44
Bolander, “El don de la música,” 183.
45
Citado en Maxwell, El culto cristiano, 122.
46
Calvino, Institución, IV:10.31.
47
W. Stanford Reid, “El culto reformado,” en Diccionario de la teología práctica: culto, ed. por Rodolfo G.
Turnbull (Grand Rapids, Mich.: Subcomisión Literatura Cristiana, 1977), 41, 42.
48
Orlando E. Costas, Christ Outside the Gate: Mission Beyond Christendom (Maryknoll, NY: Orbis Books,
1984), 179, 180.
49
Alfred Müller-Armack, Genealogía de los estilos económicos (México: Fondo de Cultura Económica, 1967),
95, 96.
50
W. Stanford Reid, “El culto reformado,” en Diccionario de la teología práctica: culto, ed. por Rodolfo G.
Turnbull (Grand Rapids, Mich.: Subcomisión Literatura Cristiana, 1977), 43, 44.