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Transito de San Pio

Este documento narra los últimos momentos de vida del Padre Pío en la tierra. Describe cómo el Padre Pío pasó sus últimas horas llamando repetidamente al fraile que lo cuidaba para preguntar la hora y pedir confesarse. También bendijo a sus seguidores antes de fallecer repitiendo los nombres de "Jesús y María" con voz cada vez más débil hasta expirar alrededor de las 2:30 am del 23 de septiembre de 1968 rodeado de frailes orando por él.
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Transito de San Pio

Este documento narra los últimos momentos de vida del Padre Pío en la tierra. Describe cómo el Padre Pío pasó sus últimas horas llamando repetidamente al fraile que lo cuidaba para preguntar la hora y pedir confesarse. También bendijo a sus seguidores antes de fallecer repitiendo los nombres de "Jesús y María" con voz cada vez más débil hasta expirar alrededor de las 2:30 am del 23 de septiembre de 1968 rodeado de frailes orando por él.
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TRÁNSITO DE SAN PIO

En nombre del Padre del Hijo y del Espíritu Santo. Amen

Introducción
Paz y bien hermanos:
Una noche como hoy del 22 de septiembre de 1968, hace 50 años, falleció el Padre Pío, uno
de los más grandes santos de la Iglesia católica. No sabemos de ninguna persona que tras
haber conocido su existencia haya quedado indiferente. Pues, cada una de ellas goza ya de
su poderosa intercesión, y es que su muerte no significo el final de su existencia, al contrario,
ahora, desde el Cielo, el Padre Pío hace honor a su palabra dada en vida: “Haré más ruido
muerto que vivo”. Y sigue haciendo ahora los mismos prodigios que hizo en vida –
conversiones, curaciones, apariciones en distintos lugares del mundo, ya fuese en persona,
en sueños o mediante su embriagador perfume. Es por eso que en esta noche vamos a
acompañarlo en ese momento culmen de su vida y a entregarle nuestras peticiones para que
él que ya goza de la presencia de Dios sea nuestro buen intercesor.

Monición: Nos ponemos de pie

Entra lentamente la imagen del Padre Pio cargada por cuatro personas y es colocada enfrente
del altar.

Canto de Fondo: Morte di Franceso

Monición: Uno de los tesoros más grandes que San Pio nos ha dejado son sus cartas, en ellas
encontramos no sólo pensamientos bonitos y consejos para la vida, sino verdaderas palabras
de consuelo y ánimo para enfrentar la tribulaciones y problemas de la vida. Escuchemos pues
atentos lo que este pobrecillo hijo de san Francisco nos quería decir:

Lectura
De las cartas del Padre Pio (22 de octubre de 1916, a Asunción di Tomaso - Ep. III, p.
399)
Ten paciencia, todavía un poco más al soportar el estado de desolación espiritual; ten
paciencia al soportar las pruebas amorosas a las que Jesús, con admirable providencia, para
asemejarse a él, te va sometiendo; y verás que el Señor un día atenderá del todo tus deseos,
que son también los míos. No te impacientes si en ti la noche se va haciendo más obscura y
más lúgubre; no te asustes si no ves con los ojos materiales el cielo sereno que envuelve tu
alma; mira a lo alto, elevándote sobre ti misma, y verás resplandecer una luz que participa de
la luz del sol eterno. La fe viva, la confianza ciega y la completa adhesión a la autoridad
constituida por Dios para ti, ésta es la luz que ilumina los pasos del pueblo de Dios en el
desierto; ésta es la luz que resplandece siempre en la parte más alta de los espíritus gratos al
Padre; ésta es la luz que condujo a los magos a adorar al Mesías en su nacimiento; ésta es la
estrella profetizada por Balaam; ésta es la antorcha que dirige los pasos de los espíritus
desolados. Y esta luz y esta estrella y esta antorcha son también las que iluminan tu alma,
dirigen tus pasos para que no vaciles, fortifican tu espíritu en el amor divino; y, sin que el
alma se dé cuenta se avanza siempre hacia el destino eterno. Tú no lo ves y no lo comprendes,
pero no es necesario. Tú no verás más que tinieblas, pero éstas no son las que envuelven al
eterno sol. Mantente firme y cree que este sol resplandece en tu alma; y que este sol es
precisamente aquel del que el profeta de Dios dijo: Y en tu luz, yo veré la Luz”.

Monición: Ahora confiados en la misericordia del corazón de Jesús oremos junto con San
Pio sabiendo que nuestras plegarias siempre serán escuchadas.

I.- ¡Oh Jesús mío!, que dijiste: “¡En verdad les digo, pidan y se les dará, busquen y
encontrarán, llamen y se les abrirá!”.
He aquí que, confiando en tus santas palabra, yo llamo, busco, y pido la gracia……
Padre Nuestro, Avemaría y Gloria.
Sagrado Corazón de Jesús, espero y confío en Ti.
II.- ¡Oh Jesús mío!, que dijiste: “En verdad les digo, pasarán los cielos y la tierra, pero mis
palabras jamás pasarán”
He ahí que yo, confiando en lo infalible de tus santas palabras pido la gracia……
Padre Nuestro, Avemaría y Gloria.
Sagrado Corazón de Jesús, espero y confío Ti.
III.- ¡Oh Jesús mío!, que dijiste: “En verdad les digo, todo lo que pidáis a mi Padre en mi
Nombre, se les concederá”.
He ahí que yo, al Padre Eterno y en tu nombre pido la gracia…….
Padre Nuestro, Avemaría y Gloria.
Sagrado Corazón de Jesús, espero y confío Ti.
¡Oh Sagrado Corazón de Jesús, el cual es imposible no sentir compasión por los infelices,
ten piedad de nosotros, pobres pecadores, y concédenos las gracias que pedimos en nombre
del Inmaculado Corazón de María, nuestra tierna Madre, San José, padre adoptivo del
Sagrado Corazón de Jesús, ruega por nosotros! Amén.

Canto: Ora, Ten fe y no te preocupes (Jésed)


Enciende las velas en las llagas y colocar peticiones alrededor de la imagen

Monición: Entregadas nuestras plegarias escuchemos atentos la narración de los últimos


momentos en esta tierra del Santo de Pietrelcina.

Lectura del transito


Poco después de las 9 pm del 22 de septiembre de 1968, cuando el padre Mariano
ya se había alejado de la celda n. 4 y vio que yo había entrado, Padre Pio por medio del
telefonillo me llamó a su habitación: estaba en la cama, acostado sobre su lado derecho. Él
solo me preguntó el tiempo marcado por el despertador colocado en su mesita de noche.
De sus ojos enrojecidos limpié algunas pequeñas lágrimas y volví a la habitación
n. 4 para ponerme atento a la escucha del intercomunicador siempre encendido. El Padre me
llamó nuevamente por otras cinco o seis veces hasta la medianoche; y él siempre tenía los
ojos enrojecidos por las lágrimas, pero con un dulce y sereno llanto.
A medianoche, como un niño aterrado, me suplicaba: "Quédate conmigo hijo mío";
y comenzó a preguntarme la hora con mucha frecuencia. Él me miró con ojos llenos de
súplica, apretando fuertemente mis manos. Entonces, como si hubiera olvidado la hora, él
me preguntó:
"¿Has dicho misa?"
Respondí sonriendo: "Padre espiritual, es demasiado pronto ahora para la misa».
Y él me respondió:
"Bueno, la dirás esta mañana por mí".
Y yo: "Pero cada mañana la digo según sus intenciones»
Sucesivamente quiso confesarse y acabada su confesión sacramental dijo:
“Hijo mío, si hoy Dios me llama, pídeles perdón por mí a los hermanos de todas las
molestias que les he dado; y pídeles a los hermanos y a los hijos espirituales un ruego por mi
alma"
Respondí: "¿Padre espiritual, estoy seguro que Dios la hará vivir todavía un largo
tiempo, pero, si tuviera razón, ¿puedo pedirle una última bendición para los hermanos, para
los hijos espirituales y por sus enfermos?"
Y él dijo:
"Sí, los bendigo a todos. Pero pregunta más bien al Superior para que el dé él por
mí esta última bendición."
Por fin me ha pedido renovar el acto de la profesión religiosa. Era la una cuando
me dijo: "Sientes, hijo mío, yo aquí en cama no respiro bien. Deja levantarme. Sobre la silla
respirar mejor."
La una, las dos, las tres eran cuando solicitó levantarse para prepararse a la santa
Misa, y antes de sentarse sobre el sillón hizo cuatro pasos por el pasillo.
Aquella noche noté con gran maravilla que caminó recto y rápido como un joven,
tanto que no hubo necesidad de sostenerlo. Al llegar sobre la puerta de su celda dijo: "Vamos
un poco más sobre la terraza"
Lo seguí poniéndole la mano bajo el brazo; él dejo encendidas la luz y llegado cerca
del sillón se sentó y miró por ahí por la terraza curioseando: parecía que buscaba algo con
los ojos. Después de cinco minutos quiso volver a la celda. Traté de levantarlo, pero me dijo:
No lo haré
Había engordado. "Padre espiritual, no se preocupe", le dije animándolo y tomando
enseguida la silla de ruedas que estaba a dos pasos. Por las axilas lo levanté del sillón y lo
puse sentado sobre la silla. Él dejo levantó los pies de tierra y los apoyó sobre el estribo.
Ya en la celda cuando estaba acomodado sobre el sillón, indicándome con la mano
izquierda y con la mirada en la silla de ruedas me dijo:
“Sácala”
Regresado a la celda, noté que el Padre empezó a palidecer, sobre la frente tenía un
sudor frio, me asusté. Pero, cuando vi que sus labios empezaron a ponerse amoratados y
repetía continuamente: "Jesús, María” con voz cada vez más débil. Me moví para ir a llamar
a un hermano, pero él me paró diciendo:
"No despiertes a nadie."
Yo, sin embargo, fui corriendo, y todavía estaba a pocos pasos de su celda, cuando
me volvió a llamar. Y pensando que no me volviera a llamar para decirme la misma cosa
volví atrás. Pero cuando escuche repetir: "No despiertes a nadie." Le contesté con un acto de
súplica: "Padre espiritual, me deja hacerlo ahora." Y de carrera me encaminé hacia la celda
de padre Mariano, pero viendo abierta la puerta de Fray Guillermo entré, encendí la luz y lo
interrumpí: Padre Pio está mal.
En un momento Guillermo nos alcanzó en la celda del Padre y corrió a llamar por
teléfono al doctor Sala. Éste llegó después de diez minutos y apenas vio al Padre Pio preparó
enseguida lo necesario para ponerle una inyección.
Cuando todo estuvo listo, entre Guillermo y yo, buscamos de levantarlo, pero no
logramos, decidimos entonces acomodarlo sobre la cama. El médico puso la inyección y
luego nos ayudó a acomodarlo sobre el sillón, mientras que el Padre repitió con voz cada vez
más débil y con el movimiento de los labios cada vez más imperceptibles: “Jesús, María”
Mientras tanto llamados por el doctor Sala empezaron a llegar Mario Pinceles, nieto
de Padre Pio, el Director sanitario de la Casa Alivio, el doctor Gusso y el doctor Giovanni
Scarale; mientras que llamados por mí llegaron el padre Guardián, el padre Mariano y otros
hermanos.
Mientras los médicos le dieron el oxígeno primero con la cánula y luego con la
máscara, el padre Paolo de San Giovanni Rotondo le administraba al Padre al Sacramento de
los enfermos y los otros hermanos arrodillados alrededor oraban.
Cerca ya de las 2:30 dulcemente bajó la cabeza sobre el pecho y exhaló.

Canto: Te alabo señor


Entrega de flores alrededor de la imagen

Palabra de agradecimiento y despedida

Bendición de San Francisco con la Reliquia de San Pio

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