Riqueza de Las Naciones

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Una investigación sobre la naturaleza y causas de la riqueza de las naciones (título

original en inglés: An Inquiry into the Nature and Causes of the Wealth of Nations), o
sencillamente La riqueza de las naciones, es la obra más célebre de Adam Smith. Publicado
el 9 de marzo de 1776, es considerado el primer libro moderno de economía.
Smith expone su análisis sobre el origen de la prosperidad de países como Inglaterra o
los Países Bajos. Desarrolla teorías económicas sobre la división del trabajo, el mercado,
la moneda, la naturaleza de la riqueza, el precio de las mercancías en trabajo, los salarios,
los beneficios y la acumulación del capital. Examina diferentes sistemas de economía política,
en particular, el mercantilismo y la fisiocracia; asimismo, desarrolla la idea de un orden natural.
Este «sistema de libertad natural», como lo llama Smith, es el resultado del libre ejercicio
del interés individual que beneficia exitosamente —sin proponérselo— al bien común en la
solución de problemas y satisfacción de necesidades por medio de la libre empresa, de la libre
competencia y del libre comercio.
La riqueza de las naciones es hoy una de las obras más importantes de la disciplina
económica y, para Amartya Sen, «el libro más grande jamás escrito sobre la vida
económica».1 Se trata del documento fundador de la economía clásica y, sin duda,
del liberalismo económico.

Adam Smith, autor de La riqueza de las naciones.

Adam Smith empezó la redacción de La riqueza de las naciones en 1764, mientras era tutor
del joven Duque de Buccleugh, cargo por el que fue retribuido generosamente con una
pensión vitalicia. Con ocasión de un «Grand Tour», un largo viaje por Europa con su alumno,
pasó dieciocho meses en Toulouse, invitado por el abad Seignelay Colbért. Smith hablaba
poco francés y la mayoría de los escritores y filósofos que esperaba encontrar en Toulouse no
se encontraban en la ciudad, por lo que pronto se aburrió.2 En una carta dirigida a David
Hume, Smith anunciaba que había «empezado a redactar un libro con tal de pasar el
tiempo».3 Smith había trabajado en ese proyecto desde que era profesor de economía política
y de otras materias en la Universidad de Glasgow,4 y había aludido a él en la conclusión del
primer libro de la Teoría de los sentimientos morales, la obra de filosofía moral que lo dio a
conocer.
A finales de 1764, aprovechó un viaje a la asamblea de los Estados del
Languedoc en Montpellier, la región más liberal de la Francia del Antiguo Régimen, donde
consiguió que se adoptase el libre comercio de grano,5 de lo que aparecen testimonios en el
libro.6 Igualmente visitó Suiza, donde se encontró con Voltaire, y después París, donde su
amigo el filósofo David Hume lo introdujo en los más importantes salones. Allí discutió con los
fisiócratas François Quesnay y Turgot, que estimularon su inspiración,7 así como
con Benjamin Franklin, Diderot, d'Alembert, Condillac y Necker, con quien mantuvo contacto
durante muchos años.
Tras su regreso a Gran Bretaña en 1766, Smith poseía un patrimonio suficiente para
dedicarse de lleno a su obra, y retornó a Kirkcaldy tras pasar algunos meses en Londres. La
redacción era muy lenta, entre otras razones por los problemas de salud de Smith. David
Hume se impacientó, y en noviembre de 1772 le ordenó acabar su obra antes del otoño
siguiente «para hacerse perdonar».8 En 1773, Smith se instaló en Londres para acabar su
manuscrito y encontrar un editor. Todavía faltaban tres años para que La riqueza de las
naciones fuera publicada, en el 9 de marzo de 1776. Smith quería dedicar su libro a François
Quesnay, pero la muerte de este en 1774 se lo impidió.

Según Dugald Stewart, primer biógrafo de Smith, el principal mérito de La riqueza de las
naciones no consiste en la originalidad de sus principios, sino en el uso del razonamiento
sistemático y científico para validarlos y la claridad con la que son expresados.9 En este
sentido, la obra es una síntesis de los aspectos más importantes de la economía política; una
síntesis audaz que va más allá de cualquier otro análisis contemporáneo. Entre los
observadores que inspiraron la obra de Smith se encuentran John Locke, Bernard
Mandeville, William Petty, Richard Cantillon, Turgot y, seguramente, François Quesnay y
David Hume.10
El pensamiento de Smith retoma varios principios favorecidos por la Ilustración Escocesa: el
estudio de la naturaleza humana es un aspecto primordial, indispensable; el método
experimental de Newton es el más apropiado para el estudio del hombre; la naturaleza
humana es invariable en todas partes y a lo largo del tiempo. Para Donald White, Smith estaba
convencido de la existencia de una progresión en el desarrollo humano (el progreso) por unas
etapas bien definidas, y esta idea se encuentra explícitamente en el modelo de desarrollo
económico en cuatro etapas expuesto en La riqueza de las naciones.
Aunque Smith es conocido en la actualidad como un importante economista, él se
consideraba, a pesar de todo, profesor de filosofía moral, asignatura que había enseñado en
Glasgow. Así, La riqueza de las naciones no trata solamente de economía (en el sentido
moderno), sino también de economía política, de derecho, de moral, de psicología, de política,
de historia, amén de la interacción y la interdependencia entre todas estas disciplinas. La obra,
centrada en la noción del interés personal, forma un conjunto con la Teoría de los sentimientos
morales, donde había explicado la simpatía inherente a la naturaleza humana. El conjunto
debía ser completado por un libro sobre la jurisprudencia que Smith no pudo acabar e hizo
quemar a su muerte.

Tablas de precios del trigo entre 1637 y 1750, entre las numerosas referencias empíricas de La riqueza
de las naciones.

La problemática de La riqueza de las naciones es doble: por un lado, explicar por qué una
sociedad movida por el interés personal puede subsistir; por el otro, describir cómo apareció y
cómo funciona el sistema de libertad natural.
En este sentido, Smith utilizó sistemáticamente los datos empíricos (ejemplos y estadísticas)
para validar los principios que expuso, una «avidez de hechos» (el índice tiene 63 páginas)11
que fue criticada por algunos de sus sucesores tras la «revolución ricardiana». Así, Nassau
William Senior deploró «la importancia exagerada que numerosos economistas conceden a
captar datos». Los razonamientos abstractos se mantienen en un mínimo estricto y,
para Jacob Viner, Smith «dudaba sobremanera que la abstracción pudiera aportar la
comprensión del mundo real o guiar ella sola al legislador o el hombre de Estado».
Si bien utilizó un tono decididamente optimista respecto del crecimiento económico, advirtió
también del riesgo de alienación que puede

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