Connotación y Denotación
Connotación y Denotación
Connotación y Denotación
UNED, Madrid.
Si llamamos denotación de un término a su definición objetiva, valedera para todos los hablantes, connotación
es el conjunto de valores subjetivos unidos a este mismo término y variables según los hablantes. La
connotación es uno de los aspectos que ha de tener muy en cuenta el traductor, pues añade a esa definición
objetiva de un término valores a los que de alguna forma podemos definir como complementarios, emotivos
que nutren la significación denotativa del término y forman parte integrante de la realidad no lingüística a la que
remite el signo que la denota.
Todos los textos tienen connotaciones, que para Newmark (1988, p.16) son esas ideas y sentimientos que
sugieren las palabras léxicas, por ejemplo:
«Correr» puede sugerir prisa, y «sofá» puede sugerir confort. Aunque en los textos no literarios las
denotaciones de la palabra normalmente vienen antes que sus connotaciones, siempre se encuentran ciertos
componentes que se derivan de las cualidades personales o de la vida privada del escritor, principalmente en
un texto literario, en el que hay que dar preferencia a sus connotaciones, ya que si tiene calidad suele haber
implícitos algunos comentarios sobre la sociedad, alegorías, metáforas, etcétera.
Desde el punto de vista del traductor, las connotaciones son las principales distinciones teóricas básicas que
existen entre un texto literario y otro no literario: cuanta mayor cantidad de recursos de la lengua (polisemia,
juego de palabras, efectos de sonido, métrica o ritmo) se usen en un texto, más difícil será su traducción, pero
también más merece la pena realizarla.
Para Bloomfield (1933, p. 152), las connotaciones son los valores suplementarios de las palabras, la extensión
del significado. Hay tantas variedades de connotaciones que son innumerables e imposibles de definir, n o
siendo muchas veces posible distinguirlas claramente de la significación denotativa.
En el caso de términos científicos, es probable que mantengan las significaciones puras, aunque en ocasiones
no se consigue. Incluso entre los números tenemos, por ejemplo, el número 13, con una fuerte connotación
para muchas personas: hay una gran variedad de valores connotativos -vulgar, familiar, irónico, infantil, del
argot- que tienen en común añadir a la definición objetiva del término valores que colorean ciertos sentimientos.
Si decimos «mi padre», añadimos una relación de parentesco; «papá» tiene una connotación infantil, y «mi
viejo» tiene algo más, que es lo que verdaderamente se designa por la noción de connotación.
La connotación de un término, como hemos dicho, es su comprensión subjetiva, más amplia que la objetiva, y
que nos permite conocer ciertos elementos complementarios a la denotación, principalmente de tipo afectivo o
emotivo.
La denotación indica la correspondencia entre los dos planos de la lengua, la expresión y el contenido, y la
connotación está formada por las cualidades abstractas —mucho más difíciles de traducir— que son el conjunto
de condiciones que ayudan a su definición, los valores que se añaden a la significación y que tienen el poder
de producir reacciones emocionales extralingüísticas.
Las asociaciones que rodean a algunas palabras adquieren en ocasiones tal fuerza que evitamos su uso; es lo
que llamamos tabús. Según Taber y Nida (1974, p. 91), el significado negativo que pueda tener el tabú no va
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dirigido contra el referente, sino contra la palabra, ya que podemos usar términos científicos que se refieren a
lo mismo y son perfectamente aceptables. Pero el prejuicio hacia esas palabras es tan grande, que aunque
todo el mundo las conozca, una persona bien educada se resiste a usarlas, e incluso muchos autores de
diccionarios rehúsan imprimirlas.
No obstante, también hay tabúes positivos, asociados con sentimientos de miedo o respeto: ciertas palabras
(normalmente los nombre s de seres poderosos sólo pueden pronunciarse con devoción, como por ejemplo:
«Yavé», «Dios» o «Jesús».
Hay otras palabras que producen sentimientos menos intensos, pero tienen sin embargo, fuerza suficiente para
que hayan de ser sustituidas por eufemismos como «lavabo, cuarto de baño» y numerosos términos coloquiales
e infantiles para la palabra «retrete». Ya se ha expuesto ampliamente en estas Jornadas de Traducción este
tema, por lo que no voy a extenderme más; sólo citar brevemente un ejemplo: todo el complejo conjunto de
eufemismos alrededor de «muerte» y «entierro», contienen un fuerte ingrediente de miedo. Los lexemas están
caracterizados por la idea de movimiento. Hay variantes de tipo diafásico o estilístico (retórico/no retórico), de
tipo diastrático (vulgar/no vulgar), (oficial/no oficial), sin que aparezca ninguna referencia de tipo diatópico o
geográfico. El verbo más empleado es «irse», que puede unir matices connotativos de tipo afectivo, «se nos
fue», o «nos dejó», «nos abandonó», «desapareció», «se marchó (para siempre), (de entre los vivos), (del
mundo de los vivos)», «ya hizo el (gran) viaje (sin retorno)». Para comprender la naturaleza del significado
connotativo, es importante que el traductor tenga en cuenta tres elementos, según Taber y Nida (1974,
P-92):
1. Asociación con los hablantes. Cuando las palabras se asocian con una clase particular de hablantes, casi
inevitablemente adquieren, por esta asociación, un significado connotativo estrechamente relacionado con
nuestra actitud hacia esos hablantes: las palabras que usan los niños, o que utilizamos para dirigirnos a ellos,
adquieren una connotación de pertenecer al lenguaje infantil, y ya no son muy apropiadas para que las use el
adulto; lo mismo ocurre con ciertas palabras que se asocian a unas clases sociales específicas. Por otro lado,
las personas cultas utilizan normalmente un lenguaje estándar (que en algunos casos puede convertirse en
pedantería), mientras que las menos cultas tienden a utilizar palabras, formas gramaticales y una pronunciación
inferior al nivel normal.
Relacionadas con las diferencias en los niveles educacionales están las connotaciones derivadas del uso
técnico: que suelen ofrecer pocas dificultades para el traductor si está familiarizado con ese campo específico,
como ocurre por ejemplo, en el caso de los lingüistas, hablan de los fonemas o grafemas de una lengua, en vez
de sonidos o letras. Además, la forma en que las personas emplean tales términos se convierte en una marca
de su habilidad técnica, de tal manera que los tests o pruebas de vocabularios suelen usarse para determinar
el grado de experiencia y competencia.
Hay igualmente regionalismos, como el habla de los montañeses, y algunas palabras adquieren connotaciones
especiales por su asociación con los miembros del otro sexo, considerándose lenguaje femenino o masculino:
por ejemplo, las expresiones relativas al campo semántico de la risa, tienen delimitado su uso: laughter (neutro),
to crakle (personas mayores de ambos sexos), ta gigg'ie (niños o jovencitas), to roar with laughter (sexo
masculino), to titter (sexo femenino): si oímos decir: What a darling kittenl, seguro que lo ha pronunciado una
mujer, y la expresión: to sai! out of the room, se refiere a una dama , con falda larga y amplia (de ahí la metáfora
de la vela del barco), que sale majestuosamente de ¡a habitación.
2. Circunstancias de uso. Hay palabras que usadas por las mismas personas, en circunstancias diferentes,
adquieren connotaciones distintas: cuando se usa damn en la iglesia, tienen diferentes connotaciones que si
se usa en un lugar público de reunión, o la palabra hysterical, si se usa en un contexto médico, she's hysterical,
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significa que sufre un ataque de histeria, pero si se usa en el teatro, quiere decir muy divertida. Y la palabra fue
tiene connotaciones muy diferentes en Thefireman put out thefire y en /put out thefire. closed the Windows and
went to bed.
Asimismo, hay ciertas expresiones que se asocian con campos semánticos particulares, como, por ejemplo, las
subastas, los mercados, la justicia o las reuniones académicas, porque todos los hablantes tienden a adoptar
diversos estilos de lenguaje, cada uno de ellos con sus connotaciones distintivas especiales.
Y también el entorno natural produce connotaciones en las palabras: en la jungla africana, el azul es el color
favorito, y por su asociación con el cielo y la luz solar, tiene ciertas connotaciones favorables como «vida»,
«bendición», etc.; en el desierto, el color favorito es el verde, y por su asociación con la vegetación, el agua,
etc., lleva también esas misma s connotaciones positivas, que lógicamente suelen reflejarse en el texto.
3. Marco lingüístico. Las palabras que tienden a figurar yuxtapuestas, o que co-ocurren con otras palabras,
adquieren de ellas varias connotaciones. Para mucha s personas green probablement e sufre por su colocación
en green with envy, a green worker o green fruit. En estas asociaciones habituales, green, sin duda, toma
algunos elementos desfavorables de significado emotivo.
Otro aspecto del marco lingüístico es la dimensión temporal, donde las categorías son: contemporánea s frente
a históricas (o arcaicas u obsoletas), por un lado, y ultramodernas (o neologismos), por otro. La reacción
emocional dependerá de cómo sean nuestros sentimientos sobre el pasado, el presente y el futuro. También
esa dimensión especializada puede calificarse como marco literario, en la que frases como Mary's little lamb se
asocian inevitablemente con las obras literarias en las que aparecen. En un contexto más restringido, la frase
thus said the Lord no es exactamente equivalente a the Lord says, sino que lleva las connotaciones del lenguaje
de su época y de las entonaciones eclesiásticas.
Y «once upon a time» ya no tiene exactamente su significado literal, sino que quiere decir que lo que viene a
continuación nunca ocurrió, sino que es un cuento («érase una vez...»).
Hay expresiones fijas rituales que no varían y tienen un significado restrictivo, pudiendo entenderse en su
contexto social, por ejemplo: How doyou do?, I begyour pardon, Don't mention it. Y también fórmulas
establecidas como Can I help you? que suele pronunciarlas el dependiente, dirigiéndose al cliente en la tienda,
y equivaldría en español a «¿Qué desea?».
También tiene que tener en cuenta el traductor los niveles de uso, ya que en la mayoría de las lenguas, incluso
en las más primitivas, existen unos contrastes que dan lugar a lo que llamamos niveles de la lengua. Taber y
Nida (1974, p. 94) los dividen en lenguaje técnico, formal, informal, casual e íntimo. Incluso en las lenguas
primitivas encontramos el lenguaje técnico de los médicos, el lenguaje formal del presidente dirigiéndose a una
asamblea, la conversación informal alrededor del fuego, la espontánea entre amigos y el lenguaje íntimo del
hogar y la familia. Las diferencias entre estos niveles son claras en cuanto a pronunciación, formas gramaticales
y selección del vocabulario. Estos niveles, a su vez, contribuyen a las connotaciones, ya que resultan de la
interacción de los tres factores antes mencionados: los hablantes, las circunstancias y el marco lingüístico. Por
ejemplo, no es lo mismo decir father, que the oíd man o dad.
Entre este tipo de lenguaje, quizá lo que ofrezca mayores dificultades sea la metáfora, Newmark (1988, p. 104)
afirma que todas las palabra s polisémicas y la mayoría de los verbos preposicionales ingleses son metafóricos
en potencia.
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La metáfora suele mostrar una semejanza, un área semántica común entre dos cosas similares -la imagen y el
objeto- y la dificultad de interpretarla y traducirla consistirá en decidir el espacio común entre ambas y después
determinar si ese área es positiva o negativa.
En cualquier caso, hay que tratar de buscar el sentido que encierran, contrastando el significado primario de la
palabra con los contextos lingüístico, situacional y cultural. En principio, a menos que sirva la traducción literal,
hay que valorar las elecciones que ofrecen el sentido o la imagen, o la combinación de ambos, dependiendo
siempre de los factores contextúales, o al menos de la importancia de la metáfora dentro del texto. De ahí la
dificultad de la traducción de este tipo de lenguaje, que demuestra la capacidad y calidad del buen traductor y
que nos reitera en la convicción de que no deba traducirse más que a la lengua materna.
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
Newmark. Peter: A Textbook on Translation, Londres: Prentice Hall. 1988.
Bloomfield, L.: Language, Nueva York: Holt. 1933.
Taber. Ch. R.. y Nida. E. A.: The Theory and Practice of Translation, Leiden: L. J. Brill. IV/4.
II ENCUENTROS COMPLUTENSES. M.ª Antonia ALVAREZ CALLEJA. Denotación y connotación
Denotación y de Connotación
Síntesis
La connotación es un significado adicional o un sentido secundario que puede tener una palabra, es todo lo
que esta sea capaz de evocar o sugerir, y que va más allá de lo meramente denotativo. El significado
connotativo es el componente o los rasgos semánticos emocionales y valorativos asociados a un término. Estas
matizaciones semántico-estilísticas no son solo individuales.
Se utiliza para palabras y expresiones que se libran de su significado real, es decir, que no se las utilizará en el
sentido literal que hallaríamos, por ejemplo en un diccionario. En los casos en que usamos el lenguaje
connotativo se modifica el significado, por otro significado subjetivo y exclusivo para ese término en específico.
Oponiéndose a la denotación, en cuanto a lo que se refriere al significado objetivo de la palabra.
Este significado se suma al significado básico referido al objeto o al significado denotativo. Muchas veces ciertas
connotaciones son fundamentales para seleccionar sinónimos. Por ejemplo, niño, chiquilín, gurí, pequeñuelo,
botija, pibe son palabras que denotan la misma entidad, y en ese sentido pueden ser consideradas sinónimas,
pero, obviamente, no todas pueden ser utilizadas en el mismo contexto.
La literatura, la publicidad y las artes en general se sirven fundamentalmente del aspecto connotativo del
lenguaje, a diferencia de un teorema matemático o un informe científico, que son ejemplos claros de un uso
denotativo.
La denotación es uno de los componentes del significado léxico. Puede ser entendida como el núcleo
conceptual o el significado básico de la palabra. A diferencia de la connotación, que agrega un sentido
secundario, el significado denotativo es el contenido objetivo. Es decir, refiere al significado de la cosa referida
o designada, que se establece convencionalmente y es válido independientemente del contexto y de la
situación. Es el aspecto del significado que implica salir de la lengua misma para vincularla con el mundo. Lo
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denotado hace o puede hacer referencia a la realidad extralingüística. Si bien denotación y referencia no son
estrictamente lo mismo, es en este sentido que se vinculan: la referencia, en su sentido más general, es la
relación de las palabras con el mundo. Dicho de otro modo, la relación entre palabras y cosas es una relación
de referencia.
El concepto mismo de referencia implica «existencia» o «realidad» en el sentido de existencia física, pero
también ficticia o abstracta. Así, si bien una sirena tiene referencia, no todas las expresiones la tienen. Por
ejemplo, el actual rey de Francia tiene significado denotativo pero no referencia, porque no designa una entidad
en el mundo, ya que este país no está gobernado por un sistema monárquico.
Podemos ver que distintas palabras pueden referir a la misma entidad denotada, aunque se diferencian en sus
connotaciones: niño, chiquilín, gurí, pequeñuelo, botija, pibe.
Un teorema matemático o un informe científico son ejemplos claros de uso denotativo del lenguaje. Sin
embargo, en la literatura y en la publicidad, entre otros, suele primar lo connotativo.
Ejemplos:
Denotación Connotación